traducción de dulcinea otero-piñeiro · transmite una idea especialmente positiva: el mundo...

Lewis Wolpert

POR TI NO PASAN LOS AÑOSLa sorprendente naturaleza del envejecimiento

Traducción de Dulcinea Otero-Piñeiro

Por ti no pasan los años OK.qxd:DP 29/08/12 12:58 Página 5

Índice

P. 9 1Agradecimientos

11 11. La sorpresa23 12. El envejecimiento45 13. La desmemoria63 14. La vida87 15. La curación99 16. La evolución

111 17. La explicación129 18. La ampliación159 19. La prevención171 10. El trato191 11. El maltrato207 12. La asistencia227 13. La adaptación241 14. El final255 15. La subsistencia

Apéndices265 Lecturas complementarias267 Índice onomástico


1La sorpresa

La vejez es lo más inesperado que le puedesuceder a un hombre.

León Trotski

Cuando somos jóvenes no pensamos en la vejez; simple-mente no forma parte de nuestra agenda. De modo que cuandoenvejecemos no estamos preparados para ello y puede resul-tarnos toda una sorpresa. A mí me llegó como un bombazo.¿Cómo puede un adolescente de 17 años como yo tener 81 derepente? Los únicos síntomas obvios, si no me miro al espe-jo, son que ahora camino tan despacio que la mayoría de lagente me adelanta con rapidez por la acera, y que estoy retira-do de mi trabajo en la universidad. Me cuesta aceptar ambascosas. Pero también olvido nombres, palabras y caras. Hacepoco olvidé varias cosas que tenía intención de hacer, y mepreocupó que tuviera alguna relación con la edad y que indi-cara un principio de demencia. Pensé en preguntarle a mi psi-quiatra en la siguiente cita que tenía concertada para hablarde la depresión. Fui a verlo y, más tarde, me reí al recordar,mientras me dirigía de vuelta a casa en bicicleta, que habíaolvidado preguntarle.

Nunca pensé mucho en la vejez, pero la descripción me-morable que hace de ella Shakespeare en Como gustéis notransmite una idea especialmente positiva:

El mundo entero es un teatroy todos los hombres y mujeres meros actores;tienen sus mutis y sus entradas;y cada hombre interpreta muchos papeles en su vida,los actos son siete edades. Primero es el recién nacido,

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que solloza y regurgita en brazos del ama de cría;después, el colegial lastimoso que, con su carteray su radiante cara matutina, se arrastra cual caracoldesganado hacia la escuela [...]La sexta edad lo convierteen el flaco Pantalón en pantuflas,con anteojos sobre la nariz y la bolsa a un costado,las juveniles calzas, bien conservadas, grandes como

un mundoa sus enjutas canillas; su gran voz varonilrecupera el tono atiplado infantil, y suena ahora con pitosy silbos. La última escena de todas,la que da fin a esta extraña y variada historia,es la segunda niñez y el mero olvido,sin dientes, sin ojos, sin gusto, sin nada.

Decidí que quería estudiar el envejecimiento, y no en últi-ma instancia porque parezca un tema tan distinto del que he in-vestigado la mayor parte de mi vida: el desarrollo del embrión.¿Forma la vejez parte de nuestro programa de desarrollo? Enesencia somos una sociedad de células, así que ¿cuál es la basecelular y cuál la causa del deterioro tanto físico como mentalen la vejez? ¿Se pueden evitar? ¿Es la inmortalidad una posibi-lidad real para el futuro? A medida que aumenta la proporciónde personas mayores en la sociedad, van surgiendo más pro-blemas sociales y económicos generales relacionados con suasistencia y su cuidado. Yo necesitaba saber cómo podrían vi-vir bien las personas mayores y si, llegado el momento, po -drían elegir cuándo morir. Y, también, si conocer mejor el en-vejecimiento ayuda a lidiar con el envejecimiento propio.

Pero la vejez no resulta nada fácil de definir. Es un fenó-meno biológico caracterizado por ciertos cambios físicos quese producen con el tiempo, y también por sus consecuenciaspsicológicas. Son los cambios en el aspecto individual lo queinsta a los amigos a comentar: «Por ti no pasan los años». Dehecho, ahora podemos considerar que atravesamos cuatro eda-

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des, en lugar de las siete de Shakespeare, a lo largo de la vida:la infancia, la adultez activa, la madurez y, por último, «¡por tino pasan los años!». A mis 81 años lo oigo a cada momento ytambién lo repito una y otra vez cuando me encuentro conamistades de mi edad. Está muy extendida la opinión de que lavejez comienza hacia los 65 años, que ha sido una edad muycomún para la jubilación forzosa. Pero ahora que hay tantagente con más de 75 años, y hasta 85, debemos replantearnoscuándo comienza en realidad la vejez. Lo cierto es que la vejezempieza cuando aún somos bastante jóvenes, tal como vere-mos; pocos campeones de fútbol o de tenis lo son con 40 años.

El envejecimiento suelen notarlo más los otros que unomismo, y muchas personas mayores se consideran aún jóve-nes. Es importante reparar en que cada cual envejece de unmodo diferente, dependiendo de las circunstancias. El gran in-terrogante es cómo manejarse con la vejez. A la escritora Do-ris Lessing, por ejemplo, le resulta muy fastidiosa. ¿Procura-mos encontrar actividades nuevas? ¿Debemos reflexionarsobre nuestra vida para valorar si mereció la pena? Y ¿cómonos enfrentamos al deterioro tanto físico como mental?

A mucha gente la asusta envejecer. Sólo alrededor de unade cada diez personas con edades comprendidas entre los 75 ylos 79 años no sufre dolencias físicas, como las relacionadascon el corazón, la vista y los huesos. Quienes tienen salud yun nivel alto de estudios son los que mejor lo llevan, así comoquienes adoptan una actitud positiva frente al envejecimiento.Pero, aunque todas las funciones corporales se deterioran conla edad (por ejemplo, los músculos pierden fuerza y el siste-ma inmunitario se debilita), lo que vemos en quienes practi-can deporte revela que hasta de mayores podemos seguir ju-gando bastante bien. Asimismo, hay muchas ideas falsassobre la reducción de la actividad sexual durante la vejez: dehecho, hay pocos indicios de que se produzca una decadenciarelacionada con la edad.

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Hay bastantes posibilidades de desarrollar un problemamental después de los 50; la demencia, y en particular la en-fermedad de Alzheimer, es la más común. Se ha calculadoque ésta cuesta a Reino Unido unos 17.000 millones de librasal año (casi 21.000 millones de euros), y representa un granproblema para los cuidadores. Otras enfermedades mentaleshabituales relacionadas con la edad son el párkinson y la de-presión. Pero, mientras nuestras capacidades mentales dismi-nuyen sin duda alguna con la edad (nos volvemos olvidadizosy más lentos), los conocimientos adquiridos, por suerte, pare-cen mantenerse intactos. Muchas personas mayores ocupanposiciones elevadas y siguen siendo creativas, con unas apti-tudes intelectuales en buena forma.

Para algunos, la vejez tiene cosas muy positivas. Hastapuede ser un tiempo para disfrutar. Hoy en día el título de lacanción de los Beatles sería «Cuando tenga ochenta y cuatroaños». Tengo una vecina de 106 años que es muy feliz y aúntoca el piano. Puede que lo querido se vuelva más queridoaún, como los ideales, las amistades y la familia. Tal vez ten-gamos tiempo para las cosas que no pudimos hacer cuandoéramos jóvenes, y hasta cabe la posibilidad de ser atrevidosfísica o mentalmente, aunque la inmovilidad nos invada poco apoco. A mí me resulta muy alentador ver que hasta en la vejezlos cien tíficos pueden seguir siendo muy activos. Un buenejemplo lo encontramos en el profesor Dennis Mitchison, unamigo mío que destaca por su trabajo sobre la tuberculosis.Mitchison tiene 90 años y es profesor emérito del HospitalUniver sitario St. George. Le pregunté qué opinión tiene sobrela vejez:

No empecé a notar los efectos de la edad hasta que tuve unos85 años. Me volví algo más lento y los órganos empezaron afuncionarme algo peor. Disfruto con mi edad actual porque meentusiasma la investigación y, aunque con más calma, sigopracticándola. Colaboro y consigo subvenciones, sobre todocon empresas farmacéuticas. Tenemos siete artículos científi-

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cos en preparación, uno de ellos nos lo acaban de rechazar,pero, a mi edad, me disgusto menos cuando las cosas salenmal. Tenemos un proyecto que no se terminará hasta dentro deunos diez años y no estoy nada seguro de que yo siga aquí porentonces. En efecto, creo que la eutanasia plantea problemascomplejos, pero también creo que tenemos el derecho de elegircuándo morir.

Vivimos más ahora que en ningún otro momento de la his-toria. Se espera que más de la sexta parte de la gente que viveen Reino Unido llegue a celebrar su centésimo cumpleaños.La mortalidad se ha retrasado mucho, no como consecuenciade avances revolucionarios para frenar el proceso de envejeci-miento, sino por el progreso en la mejora de la salud. El enve-jecimiento en sí ha experimentado un cambio espectacular enlos últimos años. En el mundo industrializado del siglo XX seprodujo un crecimiento inesperado y sin precedentes de lapoblación de edad avanzada (la vida se alargó unos treintaaños, un incremento superior al de los cinco mil años ante-riores). Esto se debió a la mejora de la asistencia sanitaria, laalimentación y la higiene. Ahora hay más gente con más de65 años que con menos de 16 en Reino Unido. Y el númerode personas con 85 años o más se dobló entre 1983 y 2008.

En Reino Unido hay en la actualidad unos diez millonesde personas con más de 65 años y 1,3 millones que pasan delos 85 años, de las cuales 422.000 son hombres, y 914.000,mujeres. Las mujeres siempre han vivido más que los hom-bres a lo largo de la historia. Los humanos solemos vivir másque nuestros parientes simiescos, y tenemos un amplio perio-do de dependencia juvenil (esto quizá guarde relación con laobtención de alimento, que es difícil para los jóvenes). Losmayores son, en este sentido, depositarios de conocimiento.Pero, aunque ha habido muchas excepciones individuales(como san Agustín, que vivió hasta los 75 años, y Miguel Án-gel, que murió a los 88), durante la mayor parte de la historiade la humanidad la esperanza media de vida fue breve. En

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Londres, en 1800, sólo podías contar con vivir hasta los 30;en 1900, hasta los 42; en 1950, hasta los 61; y ahora, hasta al-rededor de 80, con unos cuantos años más para las mujeresque para los hombres.

El incremento reciente del número de personas mayoresy muy mayores conlleva implicaciones importantes en rela-ción con su modo de vida y con sus cuidados. Así que la ve-jez puede empezar a tener repercusiones económicas relevan-tes, sobre todo si la cantidad de ancianos se torna mayor quela cantidad de jóvenes necesarios para mantenerlos. Por tan-to, es esencial que indaguemos en las bases biológicas del en-vejecimiento, pero también en qué tipo de trato reciben laspersonas mayores.

¿Por qué envejecemos? Los antiguos creían que se debíaa la pérdida de algún factor clave del cuerpo. El estudio cien-tífico del envejecimiento comenzó con Francis Bacon en elsiglo XVII, pero esta investigación científica no logró progre-sos adecuados hasta que se descubrió que las células determi-nan el funcionamiento del cuerpo. Incluso los médicos aca-baron interesándose por la vejez, y se fundó la rama de lageriatría. Peter Medawar propuso una teoría evolutiva y logróel sorprendente descubrimiento de que las células envejecenen cultivos. La evolución y el sexo son decisivos para enten-der por qué envejecemos: a la evolución sólo le interesa la re-producción, de modo que no le importa que nos volvamosviejos después de habernos reproducido con éxito. El enveje-cimiento no está programado en nuestros genes del mismomodo que el crecimiento normal, sino que, por el contrario,hay genes que intentan evitarlo. Otra sorpresa estriba en elorigen del avance en estos conocimientos: lo más provechosofue el estudio del envejecimiento en un gusano nematodosimple y en las moscas, así como en ratones.

Estos estudios han identificado algunos de los mecanis-mos moleculares responsables del envejecimiento, y hasta

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elevan las posibilidades de alargar la vida aún más, pero unacuestión clave es si eso sería deseable sin evitar las discapaci-dades relacionadas con la edad. ¿Cuánto podríamos vivir?¿Cuánto deberíamos vivir? Existen muchos mitos sobre hu-manos que han vivido hasta edades muy avanzadas, pero notenemos pruebas de que nadie haya vivido más de 115 años,en el caso de los hombres, y 122, en el de las mujeres. Losgenes explican aproximadamente un tercio del tiempo quedura una vida. A pesar de tanta publicidad y anuncios, noexiste otro método conocido para alargar la vida que la prác-tica de ejercicio, evitar el sobrepeso y mantenernos sanos ypositivos. En organismos modelo, como gusanos y moscas,es posible multiplicar su edad por cinco, pero en el momentopresente no hay ningún método confirmado para alargar sig-nificativamente la vida del ser humano.

Nuestros ancestros no eran menos conscientes que no -sotros del envejecimiento, y les interesaban tanto las causascomo su prevención. En el documento más antiguo que se co-noce dedicado a la vejez, que data del año 2500 a.C., un ofi-cial egipcio llamado Ptahhotep esbozó una imagen sombría:

Qué duros y dolorosos son los últimos días de un anciano.Cada día se debilita más; los ojos se empañan, los oídos ensor-decen, la fuerza se desvanece; el corazón pierde el sosiego; laboca enmudece y no le permite articular palabra. Sus faculta-des mentales disminuyen, y hoy no consigue recordar cómofue el ayer. Siente dolor en todos los huesos.

Todo eso todavía nos resulta demasiado familiar hoy.Hay mitos importantes que deberíamos tener presentes

cuando aspiramos a ampliar la longevidad, en especial el de Ti-tono, quien vivió mucho tiempo pero envejeció horriblemente.Los esfuerzos por disfrazar el envejecimiento modificando elaspecto de la persona se remontan a tiempos muy pretéritos, yCleopatra desde luego lo intentó. Ahora hay una industria cos-mética y quirúrgica multimillonaria dedicada a limitar los es-

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tragos físicos del envejecimiento. Los tratamientos de cirugíaestética más habituales se centran en el rostro, el pecho y lagrasa; es el atractivo sexual el que parece importar más. Peroalgunas personas mayores se están sumando a esta tendencia,aunque las cremas faciales para librarse de las arrugas tenganunos efectos mínimos a pesar de todas sus promesas.

Tanto la idea que se tenía antes sobre el envejecimientocomo la actual son negativas en general. Por supuesto, existendiferencias significativas en cuanto al trato que dispensan lasdistintas sociedades a las personas mayores, como, por ejem-plo, en China o Estados Unidos, pero la idea que se tiene ennuestra sociedad sobre este colectivo no es tan positiva comonos gustaría a quienes lo integramos. Las personas mayoressuelen tipificarse como «afables pero incompetentes», y yo noquiero que me consideren un «carcamal». Tal vez nos volva-mos más sabios a medida que envejecemos, pero, al mismotiempo, se nos considera menos competentes para desem peñarnuestro trabajo aunque, curiosamente, los estudios no confir-man esta idea. Las personas mayores tienen en la actualidaduna peor aceptación en ámbitos públicos como la política.También se las suele ridiculizar en la prensa. El resultado esque los aspectos positivos del envejecimiento se omiten almáxi mo, y se comete el error de no reconocer que muchos ma-yores son bastante felices con su vejez. Tal como lo expresóMark Twain: «La vejez es una cuestión de dominio de la men-te sobre la materia: si se te va de la mente, se desmaterializa».*

No obstante, hay mucha simpatía hacia las personas ma-yores, y mucha gente intenta ayudarlas. En 1940 hubo ungrupo de individuos, de organizaciones gubernamentales y devoluntarios, que se unieron para formar un comité que ayuda-

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* En la versión original de esta cita, Mark Twain hace un juego de palabrascon los significados en inglés de las palabras mind y matter usadas como sustan-tivos y como verbos: «Age is an issue of mind over matter: If you don’t mind, itdoesn’t matter». (N. de la T.)


ra a la gente mayor, y enseguida consiguieron un reconoci-miento nacional. Con el nacimiento de la Seguridad Socialestatal en los años cincuenta del siglo pasado, se dispuso dedinero público para financiar actuaciones locales con gentemayor, y el comité se volvió completamente independientedel Gobierno y adoptó el nuevo nombre de Age Concern. Fueasí como se convirtió en un representante nacional de proyec-tos dirigidos por grupos locales, y llamó la atención sobre lasituación de trabajadores mayores incapaces de regresar almundo laboral debido a un desempleo de larga duración o areducciones de plantilla. En la primavera de 2010, Age Con-cern England se fusionó con la institución Help the Agedpara formar Age UK, una nueva organización benéfica dedi-cada a mejorar la vida de las personas mayores.

Age UK lucha contra el «edaísmo» (la discriminaciónpor razones de edad) en todas sus variantes, tanto la socialcomo cuando se manifiesta en el tratamiento de la salud delos mayores. Algunas de las personas responsables de la asis-tencia médica ven poco sentido en gastar mucho dinero y es-fuerzo para mantener vivos a los mayores con enfermedadesgraves. La discriminación por razones de edad está presenteen muchas sociedades actuales (un caso obvio lo vemos en laedad de jubilación obligatoria en Reino Unido) y, cuando seproduce en el ámbito médico, puede deparar consecuenciasmuy graves y perjudiciales.

Pero lo que de verdad importa es cómo se trata a los ma-yores. Los peores casos, por fortuna raros, son aquellos en losque se los induce a morir cuando ya no se los considera útilespara la sociedad. Muchos mayores están solos y en la po -breza. La mayoría de las personas mayores quiere permane-cer en su casa, y eso a veces exige la ayuda de los demás y di-nero. Muchas acabarán recibiendo cuidados en su casa, oviviendo en una residencia para mayores o en una clínica ge-riátrica. El dinero para ello lo proporciona en parte el Estado,pero esta aportación resulta insuficiente y muchos se venobligados a vender su casa. También hay problemas en rela-

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ción con los cuidados que les brindan los profesionales; secomunican numerosos casos de incompetencia o negligencia,incluso en hospitales. Los pacientes con demencia lo pasanespecialmente mal.

La realidad económica de una sociedad que envejece noha hecho más que empezar a afectarnos. Hay quienes se opo-nen a alargar la vida humana en parte porque es malo paralos jóvenes, pero también por sus implicaciones económicasnegativas. Una sociedad en la que los mayores superen concreces el número de jóvenes tiene que afrontar muchos retos.¿Quién mantendrá a esos mayores y pagará todos sus cuida-dos médicos? Países como Japón y China se enfrentan a pro-blemas semejantes.

La vejez nos hace pensar en la muerte: cómo se preparauno para la muerte y cómo deberíamos morir. La mayoría dela gente quiere morir en su casa (yo me incluyo, desde luego),pero lo cierto es que casi nadie lo consigue. ¿Morimos de vie-jos? No hay signos claros de que podamos morir de viejos, yrara vez figura eso en los certificados de defunción. En Esta-dos Unidos, por ejemplo, el mero uso de esas palabras estáprohibido. Así que nos surge el interrogante de cuál es la me-jor forma de morir para los mayores. El suicidio no es nadainfrecuente, pero la eutanasia sería mucho más preferible, ydebe cambiar la ley que la impide; los mayores deberían tenerel derecho de elegir cómo morir teniendo en cuenta, además, elsufrimiento de los seres queridos.

Una última sorpresa. La felicidad parece alcanzar su cul-men a los 74 años de edad, o al menos ésa es la conclusión ala que han llegado científicos austriacos y alemanes despuésde pedir a 21.000 personas que valoraran su grado de felici-dad dentro de una escala del 1 al 7. Los adolescentes ronda-ron un 5,5; la gente de 40 reconoció ser menos feliz, y laspersonas de 74 años se situaron en 5,9, el valor más alto detodos. Esta variación en cuanto a felicidad parecía más acusa-

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da entre los encuestados británicos; los hombres y mujeresalemanes comunicaron niveles bastante estables de satisfac-ción a lo largo de su vida. El doctor Carlo Strenger, psicólogoisraelí, comentó: «Si usas de manera provechosa lo que hasdescubierto sobre ti en la primera mitad de tu vida, la segun-da mitad puede ser la más satisfactoria».

Así que, si le dicen que por usted no pasan los años y sesiente usted feliz, disfrútelo mientras dure.

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