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El “Piccolo”, Bertolazzi y Brecht (Notas acerca de un teatro materialista) Althusser Alejada del misticismo se encontraría la pieza teatral de Bertolazzi El Nost Milan. En su puesta en escena participa un amplio reparto, donde al parecer se encontrarían por fuera de las características clásicas de una obra teatral. Es otro tipo de bruma dice el autor, no son los mitos de alguna manera oficialistas, es un pueblo, subproletariado, que en medio de sus rutinas permanecen expectantes a que algo pase de manera general en sus vidas; en ese espacio donde no ocurre nada. Casi al final del primer acto la atención se centra en un hecho particular, una joven y un sueño. Anochece y por un segundo el tiempo se suspende, seguido de eso un drama; a la espera un joven malo y un padre desesperado de que a su hija le arruinen sus sueños. En el segundo acto nada ha pasado, es el día que refleja la verdad de la noche del primer acto (ese pueblo no tiene más historia en la vida que en sus sueños. Subsisten, eso es todo: comen, comen y esperan), ahí está el lumpen proletariado rodeado de miseria, mientras que obreros industriales alardean de mala manera sobre política y futuro, al mismo tiempo que reaccionan al sonido de las sirenas. El símbolo de los sueños de la joven a muerto y el joven malo la obliga a besarla y a entregarle su dinero, el padre borracho y loco con el drama tocando la muerte. Termina el segundo acto con un rayo de luz mientras el padre deambula. El tercer acto es el amanecer en un asilo de mujeres; mujeres transitan, siempre las mismas aunque distintas, suenan las campanas y se dirigen todas a misa para dar paso al drama, la joven es despertada por su padre que viene a verla por última vez pero la joven […] se dirige contra su padre, contra las ilusiones y las mentiras con las que la ha alimentado, contra los mitos por los cuales va a morir. Ella se salvará, y totalmente sola, ya que así es necesario. Abandonará este mundo que no es sino noche y miseria, y

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El “Piccolo”, Bertolazzi y Brecht (Notas acerca de un teatro materialista) Althusser

Alejada del misticismo se encontraría la pieza teatral de Bertolazzi El Nost Milan. En su puesta en escena participa un amplio reparto, donde al parecer se encontrarían por fuera de las características clásicas de una obra teatral. Es otro tipo de bruma dice el autor, no son los mitos de alguna manera oficialistas, es un pueblo, subproletariado, que en medio de sus rutinas permanecen expectantes a que algo pase de manera general en sus vidas; en ese espacio donde no ocurre nada. Casi al final del primer acto la atención se centra en un hecho particular, una joven y un sueño. Anochece y por un segundo el tiempo se suspende, seguido de eso un drama; a la espera un joven malo y un padre desesperado de que a su hija le arruinen sus sueños. En el segundo acto nada ha pasado, es el día que refleja la verdad de la noche del primer acto (ese pueblo no tiene más historia en la vida que en sus sueños. Subsisten, eso es todo: comen, comen y esperan), ahí está el lumpen proletariado rodeado de miseria, mientras que obreros industriales alardean de mala manera sobre política y futuro, al mismo tiempo que reaccionan al sonido de las sirenas. El símbolo de los sueños de la joven a muerto y el joven malo la obliga a besarla y a entregarle su dinero, el padre borracho y loco con el drama tocando la muerte. Termina el segundo acto con un rayo de luz mientras el padre deambula. El tercer acto es el amanecer en un asilo de mujeres; mujeres transitan, siempre las mismas aunque distintas, suenan las campanas y se dirigen todas a misa para dar paso al drama, la joven es despertada por su padre que viene a verla por última vez pero la joven

[…] se dirige contra su padre, contra las ilusiones y las mentiras con las que la ha alimentado, contra los mitos por los cuales va a morir. Ella se salvará, y totalmente sola, ya que así es necesario. Abandonará este mundo que no es sino noche y miseria, y entrará en el otro donde reinan el placer y el oro. Togasso (el joven malo) tenía razón. Pagará el precio que sea necesario, se venderá, pero estará del otro lado, del lado de la libertad y de la verdad. Las sirenas suenan en ese momento. El padre, que no es más que un deshecho, la besa y parte. Las sirenas suenan todavía. Nina (la joven), erguida, sale a la luz del día (Althusser, 2004,pág. 109).

El drama como tal es una crítica a sí mismo.

El padre en el drama busca condensar de alguna manera a su hija fuera de la realidad, en contra de la ley del mundo, cuestión que la hija rechaza, y a partir de este rechazo, esa violencia misma la ha librado.

Es la explicación del mundo real con el mundo melodramático, la toma de conciencia dramática que lanza al vacío los mitos melodramáticos (Althusser, 2004, pág. 110).

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Los tres actos conviven con la misma estructura y casi el mismo contenido; hay un tiempo largo y monótono y otro breve significativo. Existiendo una diferencia entre los personajes de los diferentes momentos.

La manera en que conviven estas dos temporalidades es por medio de su ausencia de relaciones, es ésta paradoja la que le da el sentido al contenido de la pieza.

Nos enfrentamos a una consciencia melodramática criticada por una existencia: la existencia del subproletariado milanés de 1890 […] en resumen, un tiempo detenido, donde nada ocurre que se parezca a la Historia, un tiempo vacío y sentido como vacío: el tiempo mismo de su condición. (Althusser, 2004, pág. 111).

Esbozan allí sus intercambios irrisorios, pero por mucho que quieran abandonar su lugar, intentar acercarse a tal vecino que, por encima de las mesas y de los bancos, acaba de lanzar una frase que vale la pena, jamás abolirá las mesas y los bancos, que los separan para siempre de sí mismos, bajo el inamovible reglamento mudo que los domina. Este espacio es, sin duda, el tiempo de sus vidas […] se les ve comer, ausentes, como se ve a todos los ausentes, los otros, que en Milán y en todas las grandes ciudades del mundo, realizan los mismos gestos sagrados, porque son toda su vida y nada les permite vivir de otra manera su tiempo. (Los únicos que parecen apurarse son los obreros de la construcción, ya que la sirena marca sus vidas y su trabajo) (Althusser, 2004, pág. 112).

Es el tiempo dramático aquel donde, como un relámpago pasan cosas que son historia. Un tiempo donde el mismo produce su contenido

Precisamente esta oposición da a la pieza de Bertolazzi su profundidad. Por una parte, un tiempo no dialéctico, donde nada ocurre sin la necesidad interna que provoque la acción, el desarrollo; el otro, un tiempo dialéctico (el del conflicto) empujado por su contradicción interna a producir su futura evolución y su resultado (Althusser, 2004, pág. 113).

El rincón donde se desarrolla la dialéctica representa el hecho de que es la dialéctica de una sola conciencia; la del padre.

La conciencia melodramática no es contradictoria a sus condiciones: es una conciencia totalmente diferente, impuesta desde el interior a una condición determinada pero sin relación dialéctica con ella. A ello se debe que la conciencia melodramática no pueda ser dialéctica sino a condición de olvidar sus condiciones reales y de refugiarse en su mito. […] la dialéctica da vueltas en el vacío, ya que no es más que la

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dialéctica del vacío, separada para siempre del mundo real. Esta conciencia extranjera, sin ser contradictoria a sus condiciones, no puede salir de sí por sí misma, a través de su “dialéctica”. Necesita una ruptura, y el reconocimiento de este vacío: el descubrimiento de la no dialéctica de esta dialéctica (Althusser, 2004, pág. 115).

Es un destino del cual no se puede reflexionar, Nina en su ruptura no tiene conciencia de lo que hace, es decir, se trabaja una conciencia en retardo, aunque todavía ciega, es una conciencia que visualiza al fin un mundo real (Althusser, 2004, pág. 117).

Esta estructura crea la posibilidad de una crítica a las ilusiones de la conciencia, a la falsa dialéctica, a través de la realidad desconcertante que constituye su fondo y espera ser reconocida (Althusser, 2004, pág. 117).