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Juan Fernando mantilla González Trabajo final de filosofía Gimnasio piagetano Docente: Marly Mantilla 2016

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Juan Fernando mantilla González

Trabajo final de filosofía

Gimnasio piagetano

Docente: Marly Mantilla

2016

PLATON

Arístocles de Atenas, apodado Platón (Πλάτων = «el de anchas

espaldas»), nace, probablemente, el año 428-427 a.n.e. en Atenas,

o quizás en Aegina. Pertenecía a una familia noble. Su padre,

Aristón, se proclamaba descendiente del rey Codro, el último rey

de Atenas. Su madre Períctiona, descendía de la familia de Solón,

el antiguo legislador griego. Era además hermana de Cármides y

prima de Critias, dos de los treinta tiranos que protagonizaron un

golpe de estado oligárquico el año 404. Platón tuvo dos hermanos,

Glaucón y Adimanto, y una hermana, Potone. A la muerte de

Aristón, Períctina se casó con su tío Pirilampo, amigo y partidario

prominente de Pericles, con quien tuvo otro hijo, Antifón.

Platón tuvo una educación esmerada en todos los ámbitos del

conocimiento. Es posible que se iniciara en la filosofía con las

enseñanzas del heracliteano Cratilo. A los veinte años (407) tiene

lugar el encuentro con Sócrates: acontecimiento decisivo para

Platón. Sócrates contaba entonces 63 años y se convertirá en su

único maestro hasta su muerte. Tanto por sus relaciones

familiares, como por vocación, Platón tuvo la intención de

adentrarse en la vida política. Pero, según narra en laCarta

VII, dos sucesos decisivos le hicieron desistir de ello. Durante el

régimen de los treinta tiranos sus parientes (Critias, Cármides) y

conocidos le invitan a colaborar con el gobierno: «Yo me hice unas

ilusiones que nada tenían de sorprendente a causa de mi juventud.

Me imaginaba, en efecto, que ellos iban a gobernar la ciudad,

conduciéndola de los caminos de la injusticia a los de la justicia».

Pero las acciones criminales iniciadas por el nuevo gobierno

desilusionaron a Platón; sobre todo por el intento de mezclar a

Sócrates («el hombre más justo de su tiempo») en el prendimiento

de León de Salamina (un exiliado del partido demócrata) para

condenarlo a muerte. Pero «Sócrates no obedeció y prefirió

exponerse a los peores peligros antes de hacerse cómplice de

acciones criminales». Los exiliados del partido democrático se

rehicieron bajo la dirección de Trasíbulo y, con el apoyo del pueblo

ateniense, derrotaron a los oligarcas. Al principio los hombres del

nuevo gobierno utilizaron una gran moderación, votando icluso una

amnistía, para poner fin a la guerra civil. De nuevo Platón se siente

inclinado a mezclarse en los asuntos del estado; pero ocurre que

bajo el nuevo gobierno tiene lugar el proceso y condena de

Sócrates: «he aquí que gentes poderosas llevan a los tribunales a

este mismo Sócrates, nuestro amigo, y presentan contra él una

acusación de las más graves, que él ciertamente no merecía de

manera alguna: fue por impiedad por lo que los unos le procesaron

y los otros lo condenaron, e hicieron morir a un hombre que no

había querido tomar parte en el criminal arresto de uno de los

amigos de aquéllos, desterrado entonces, cuando, desterrados,

ellos mismos estaban en desgracia». La injusticia del orden

oligárquico y los errores de la democracia conducen a Platón a

orientar su pensamiento en el sentido en encontrar un fundamento

sólido para poder instaurar un orden justo: «Entonces me sentí

irresistiblemente movido a alabar la verdadera filosofía y a

proclamar que sólo con su luz se puede reconocer dónde está la

justicia en la vida pública y en la vida privada. Así, pues, no

acabarán los males para los hombres hasta que llegue la raza de

los puros y auténticos filósofos al poder o hasta que los jefes de

las ciudades, por una especial gracia de la divinidad no se pongan

verdaderamente a filosofar»

El año 399 tiene lugar la condena y muerte de Sócrates que

despejarán los posteriores caminos del padre de la Filosofía

académica. Temiendo ser molestado por su condición de amigo y

discípulo de Sócrates, Platón se refugia en Megara donde

permaneció probablemente tres años, entrando en relación con la

escuela y con Euclides de Megara. Posteriormente partió para

Africa, visitando, primero, Egipto y, después, la Cirenaica, donde

frecuentó a Aristipo de Cirene y al matemático Teodoro. A partir

de este momento se dan varios versiones de sus viajes. Para unos

regresa directamente a Atenas, para otros va a Italia meridional a

fin de conocer las sedes pitagóricas y a Arquitas de Tarento.

Hacia el año 388 abandona Italia (o Atenas) para dirigirse a

Sicilia. En Siracusa reina un griego, Dionisio I el Anciano, que tiene

en jaque a los cartagineses y se ha convertido en amo de Sicilia.

Platón intima con Dión, cuñado de Dionisio, gran admirador de los

socráticos. El caso es que después de ser llamado por el rey, el

propio Dionisio lo expulsa (no se conocen exactamente los

motivos). Embarca en una nave espartana que hace escala en la

isla de Aegina, a la sazón en guerra con Atenas, y Platón es hecho

esclavo y luego rescatado por Anníceris, a quien había conocido

en Cirene. En el 387 regresa a Atenas y funda la Academia,

primera escuela de filosofía organizada, origen de las actuales

universidades. Allí permanecerá durante veinte años dedicado al

estudio y a la enseñanza.

Pero el filósofo volverá en otras dos ocasiones a Siracusa. El año

367 muere Dionisio I y le sucede en el trono su primogénito

Dionisio II. Dión concibe la idea de traer a Platón a Siracusa como

tutor del sucesor de su cuñado. Platón no era optimista sobre los

resultados, pero Dión y Arquitas le convencen haciéndole ver las

perspectivas de reformas políticas que se le ofrecen. Platón acude

a Siracusa dejando a Eudoxo al frente de la Academia. Muy pronto

el joven Dionisio ve en Dión y en Platón dos rivales, por lo que

destierra a Dión y más tarde hace lo mismo con el filósofo. Con

todo les promete el regreso.

El año 366 vuelve a Atenas donde permanecerá seis años.

Posteriormente (361) Dionisio invita de nuevo a Platón y el filósofo

se dirige a Siracusa acompañado de varios discípulos. Heráclides

Póntico es ahora el encargado de regir la Academia. De nuevo, la

actitud de Dionisio fue tajante con el ateniense que, preso,

consiguió ser liberado merced a la intervención de Arquitas. Una

vez libre regresó a Atenas. Pero Dión no cejó en su empeño, sino

que reclutó un ejército del que formaban parte discípulos de

Platón, venció a Dionisio e instauró una dictadura. Sin embargo a

los tres años fue asesinado por su amigo, el platónico Calipo.

Platón, por su parte, continuó en Atenas su trabajo al frente de

la Academia hasta el año 348-347, fecha probable de su muerte.

Teoría de la filosofía platónica

La teoría de las Ideas representa el núcleo de la filosofía

platónica, el eje a través del cual se articula todo su pensamiento.

No se encuentra formulada como tal en ninguna de sus obras, sino

tratada, desde diferentes aspectos, en varias de sus obras de

madurez como "La República", "Fedón" y "Fedro". Por lo general se

considera que la teoría de las Ideas es propiamente una teoría

platónica, pese a que varios estudiosos de Platón, como Burnet o

Taylor, hayan defendido la tesis de que Platón la había tomado

directamente de Sócrates. Los estudios de D. Ross, entre otros,

han puesto de manifiesto las insuficiencias de dicha atribución,

apoyando así la interpretación más generalmente aceptada.

La formulación tradicional

Tradicionalmente se ha interpretado la teoría de las Ideas de la

siguiente manera: Platón distingue dos modos de realidad, una, a

la que llama inteligible, y otra a la que llama sensible. La realidad

inteligible, a la que denomina "Idea", tiene las características de

ser inmaterial, eterna, (ingenerada e indestructible, pues), siendo,

por lo tanto,ajena al cambio, y constituye el modelo o arquetipo de

la otra realidad, la sensible, constituida por lo que ordinariamente

llamamos "cosas", y que tiene las características de ser material,

corruptible, (sometida al cambio, esto es, a la generación y a la

destrucción), y que resulta no ser más que una copia de la realidad

inteligible.

La primera forma de realidad, constituida por las Ideas,

representaría el verdadero ser, mientras que de la segunda forma

de realidad, las realidades materiales o "cosas", hallándose en un

constante devenir, nunca podrá decirse de ellas que

verdaderamente son. Además, sólo la Idea es susceptible de un

verdadero conocimiento o "episteme", mientras que la realidad

sensible, las cosas, sólo son susceptibles de opinión o "doxa". De

la forma en que Platón se refiere a las Ideas en varias de sus obras

como en el "Fedón" (el alma contempla, antes de su unión con el

cuerpo, las Ideas) o en el "Timeo" (el Demiurgo modela la materia

ateniéndose al modelo de las Ideas), así como de la afirmación

aristotélica en la "Metafísica" según la cual Platón "separó" las

Ideas de las cosas, suele formar parte de esta presentación

tradicional de la teoría de las Ideas la afirmación de la separación

("khorismós") entre lo sensible y lo inteligible como una

característica propia de ella.

El dualismo sensible/inteligible

Una de las primeras consecuencias que se ha extraído de esta

presentación tradicional de la teoría de las Ideas es, pues, la

"separación" entre la realidad inteligible, llamada también mundo

inteligible ("kósmos noetós") y la realidad sensible o mundo visible

("kósmos horatós"), que aboca a la filosofía platónica a un

dualismo que será fuente de numerosos problemas para el

mantenimiento de la teoría, y que Aristóteles señalará como uno

de los obstáculos fundamentales para su aceptación.

Lo inteligible

En cuanto a las Ideas, en la medida en que son el término de la

definición universal representan las "esencias" de los objetos de

conocimiento, es decir, aquello que está comprendido en el

concepto; pero con la particularidad de que no se puede confundir

con el concepto, por lo que las Ideas platónicas no son contenidos

mentales, sino objetos a los que se refieren los contenidos

mentales designados por el concepto, y que expresamos a través

del lenguaje. Esos objetos o "esencias" subsisten

independientemente de que sean o no pensados, son algo distinto

del pensamiento, y en cuanto tales gozan de unas características

similares a las del ser parmenídeo. Las Ideas son únicas, eternas e

inmutables y, al igual que el ser de Parménides, no pueden ser

objeto de conocimiento sensible, sino solamente cognoscibles por

la razón. No siendo objeto de la sensibilidad, no pueden ser

materiales. Y sin embargo Platón insiste en que son entidades que

tienen una existencia real e independiente tanto del sujeto que las

piensa como del objeto del que son esencia, dotándolas así de un

carácter trascendente. Además, las Ideas son el modelo o el

arquetipo de las cosas, por lo que la realidad sensible es el

resultado de la copia o imitación de las Ideas. Para los filósofos

pluralistas la relación existente entre el ser y el mundo tal como

nosotros lo percibimos era el producto de la mezcla y de la

separación de los elementos originarios (los cuatro elementos de

Empédocles, las semillas de Anaxágoras o los átomos de

Demócrito); también Platón deberá explicar cuál es la relación

entre ese ser inmutable y la realidad sometida al cambio, es decir

entre las Ideas y las cosas. Esa relación es explicada como

imitación o como participación: las cosas imitan a las Ideas, o

participan de las Ideas.

Lo sensible

Por su parte la realidad sensible se caracteriza por estar sometida

al cambio, a la movilidad, a la generación y a la corrupción. El

llamado problema del cambio conduce a Platón a buscar una

solución que guarda paralelismos importantes con la propuesta

por los filósofos pluralistas: siguiendo a Parménides hay que

reconocer la necesaria inmutabilidad del ser, pero el mundo

sensible no se puede ver reducido a una mera ilusión. Aunque su

grado de realidad no pueda compararse al de las Ideas ha de tener

alguna consistencia, y no puede ser asimilado simplemente a la

nada. Es dudoso que podamos atribuir a Platón la intención de

degradar la realidad sensible hasta el punto de considerarla una

mera ilusión. La teoría de las Ideas pretende solucionar, entre

otros, el problema de la unidad en la diversidad, y explicar de qué

forma un elemento común a todos los objetos de la misma clase,

su esencia, puede ser real; parece claro que la afirmación de la

realidad de las Ideas no puede pasar por la negación de toda

realidad a las cosas.

La jerarquización de las Ideas

Las Ideas, por lo demás, está jerarquizadas. El primer rango le

corresponde a la Idea de Bien, tal como nos lo presenta Platón en

la "República", aunque en otros diálogos ocuparán su lugar lo Uno,

(en el "Parménides"), la Belleza, (en el "Banquete"), o el Ser, (en el

"Sofista"), que representan el máximo grado de realidad, siendo la

causa de todo lo que existe. A continuación vendrían las Ideas de

los objetos éticos y estéticos, seguida de las Ideas de los objetos

matemáticos y finalmente de las Ideas de las cosas. Platón intenta

también establecer una cierta comunicación entre las Ideas y,

según Aristóteles, terminó por identificar las Ideas con los

números, identificación de la que sí tenemos constancia que

realizaron los continuadores de la actividad platónica en la

Academia.

ARISTOTELES

La filosofía occidental se asienta en la obra de los tres grandes

filósofos griegos de la Antigüedad: Sócrates, Platón y Aristóteles.

Pese a la singular relación que los unió (Sócrates fue maestro de

Platón, quien lo fue a su vez de Aristóteles), la orientación de su

pensamiento tomó distintos caminos, y correspondería a

Aristóteles culminar los esfuerzos de sus maestros y ejercer la

influencia más perdurable, no sólo en el terreno de la filosofía y la

teología, sino prácticamente en todas las disciplinas científicas y

humanísticas. De hecho, por el rigor de su metodología y por la

amplitud de los campos que abarcó y sistematizó, Aristóteles

puede ser considerado el primer investigador científico en el

sentido moderno de la palabra.

Aristóteles

Algunos ejemplos pueden dar idea de hasta qué punto Aristóteles

estableció las bases que configurarían el pensamiento europeo:

las teologías cristiana y musulmana del Medioevo asumieron su

metafísica; la física y la astronomía aristotélicas se mantuvieron

vigentes hasta el siglo XVII; sus estudios zoológicos, hasta el XIX;

la lógica, hasta el siglo XX; sus apenas cincuenta páginas sobre

estética se siguen debatiendo en nuestros días. Su incuestionada

autoridad, reforzada desde la Baja Edad Media por el aristotelismo

eclesiástico, llegó incluso a frenar el desarrollo de la ciencia. De

tomarse este hecho como una acusación, habría que dirigirla no al

filósofo sino a sus dogmáticos seguidores; pero más razonable es

tomarlo como ilustración de la sobrehumana magnitud de su

impronta y del abismal adelanto que representó su obra.

En la Academia de Platón

Aristóteles nació en el año 384 a.C. en Estagira, una pequeña

localidad macedonia cercana al monte Athos; de su población

natal procede una designación habitual para referirse al filósofo: el

Estagirita. Su padre, Nicómaco, era médico de la corte de Amintas

III, padre de Filipo II de Macedonia y, por tanto, abuelo de

Alejandro Magno. Nicómaco pertenecía a la familia de los

Asclepíades, que se reclamaba descendiente del dios fundador de

la medicina y cuyo saber se transmitía de generación en

generación. Ello invita a pensar que Aristóteles fue iniciado de

niño en los secretos de la medicina, y que de ahí le vino su afición

a la investigación experimental y a la ciencia positiva. Huérfano

de padre y madre en plena adolescencia, fue adoptado por

Proxeno, al cual podría mostrar años después su gratitud

adoptando a un hijo suyo llamado Nicanor.

En el año 367, es decir, cuando contaba diecisiete años de edad,

fue enviado a Atenas para estudiar en la Academia de Platón. No

se sabe qué clase de relación personal se estableció entre ambos

filósofos, pero, a juzgar por las escasas referencias que hacen el

uno del otro en sus escritos, no cabe hablar de una amistad

imperecedera. Lo cual, por otra parte, resulta lógico si se tiene en

cuenta que Aristóteles iba a iniciar su propio sistema filosófico

fundándolo en una profunda crítica al platónico.

Ambos partían de Sócrates y de su concepto de eidos, pero las

dificultades de Platónpara insertar en el mundo real su mundo

eidético, el mundo de las Ideas, obligaron a Aristóteles a ir

perfilando términos como «sustancia», «materia» y «forma», que

le alejarían definitivamente de la Academia. En cambio es

absolutamente falsa la leyenda según la cual Aristóteles se

marchó de Atenas despechado porque Platón, a su muerte,

designase a su sobrino Espeusipo para hacerse cargo de la

Academia: por su condición de macedonio, Aristóteles no era

legalmente elegible para ese puesto.

Preceptor de Alejandro Magno

A la muerte de Platón, acaecida en el 348, Aristóteles contaba

treinta y seis años de edad, había pasado veinte de ellos

simultaneando la enseñanza con el estudio y se encontraba en

Atenas, como suele decirse, sin oficio ni beneficio. Así que no

debió de pensárselo mucho cuando supo que Hermias de Atarneo,

un soldado de fortuna griego (por más detalles, eunuco) que se

habla apoderado del sector noroeste de Asia Menor, estaba

reuniendo en la ciudad de Axos a cuantos discípulos de la

Academia quisieran colaborar con él en la helenización de sus

dominios. Aristóteles se instaló en Axos en compañía de

Jenócrates de Calcedonia, un colega académico, y de Teofrasto,

discípulo y futuro heredero del legado aristotélico.

El Estagirita pasaría allí tres años apacibles y fructíferos,

dedicándose a la enseñanza, a la escritura (gran parte de

su Política la redactó allí) y a la vida doméstica. Primero se casó

con una sobrina de Hermias llamada Pitias, con la que tuvo una

hija. Pitias debió de morir muy poco después y Aristóteles se unió

a otra estagirita, de nombre Erpilis, que le dio un hijo, Nicómaco,

al que dedicaría su Ética. Dado que el propio Aristóteles dejó

escrito que el varón debe casarse a los treinta y siete años y la

mujer a los dieciocho, resulta fácil deducir qué edades debían de

tener una y otra cuando se unió a ellas.

Tras el asesinato de Hermias, en el 345, Aristóteles se instaló en

Mitilene (isla de Lesbos), dedicándose, en compañía de Teofrasto,

al estudio de la biología. Dos años más tarde, en el 343, fue

contratado por Filipo II de Macedonia para que se hiciese cargo de

la educación de su hijo Alejandro, a la sazón de trece años de

edad. Tampoco se sabe mucho de la relación entre ambos, ya que

las leyendas y las falsificaciones han borrado todo rastro de

verdad. De ser cierto el carácter que sus contemporáneos

atribuyen a Alejandro (al que tachan unánimemente de arrogante,

bebedor, cruel, vengativo e ignorante), no se advierte rasgo alguno

de la influencia que Aristóteles pudo ejercer sobre él. Como

tampoco se advierte la influencia deAlejandro Magno sobre su

maestro en el terreno político: años después, mientras Aristóteles

seguía predicando la superioridad de la ciudad-estado, su presunto

discípulo establecía las bases de un imperio universal sin el que,

al decir de los historiadores, la civilización helénica hubiera

sucumbido mucho antes.

El Liceo de Atenas

Poco después de la muerte de Filipo (336 a.C.), Alejandro hizo

ejecutar a un sobrino de Aristóteles, Calístenes de Olinto, a quien

acusaba de traidor. Conociendo el carácter vengativo de su

discípulo, Aristóteles se refugió un año en sus propiedades de

Estagira, trasladándose en el 334 a Atenas para fundar, siempre

en compañía de Teofrasto, el Liceo, una institución pedagógica

que durante años habría de competir con la Academia platónica,

dirigida en ese momento por su viejo camarada Jenócrates de

Calcedonia.

Los once años que median entre su regreso a Atenas y la muerte

de Alejandro, en el 323, fueron aprovechados por Aristóteles para

llevar a cabo una profunda revisión de una obra que, al decir de

Hegel, constituye el fundamento de todas las ciencias. Para

decirlo de la forma más sucinta posible, Aristóteles fue un

prodigioso sintetizador del saber, tan atento a las

generalizaciones que constituyen la ciencia como a las diferencias

que no sólo distinguen a los individuos entre sí, sino que impiden

la reducción de los grandes géneros de fenómenos y las ciencias

que los estudian. Los seres, afirma Aristóteles, pueden ser móviles

e inmóviles, y al mismo tiempo separados (de la materia) o no

separados. La ciencia que estudia los seres móviles y no

separados es la física; la de los seres inmóviles y no separados es

la matemática, y la de los seres inmóviles y separados, la teología.

La amplitud y la profundidad de su pensamiento son tales que fue

preciso esperar dos mil años para que surgiese alguien de talla

parecida. Después de que, en el siglo XIII, Santo Tomás de Aquino

integrase sus doctrinas en la teología cristiana, la autoridad del

Estagirita llegó a quedar tan establecida e incuestionada como la

que ejercía la Iglesia, y tanto en la ciencia como en la filosofía

todo intento de avance intelectual tendría que empezar con un

ataque a cualquiera de los principios filosóficos aristotélicos. Sin

embargo, el camino seguido por el pensamiento de Aristóteles

hasta alcanzar su posterior preeminencia es tan asombroso que,

aun descontando lo que la leyenda haya podido añadir, parece un

argumento de novela de aventuras.

La aventura de los manuscritos

Con la muerte de Alejandro en el 323, se extendió en Atenas una

oleada de nacionalismo (antimacedonio) desencadenado

por Demóstenes, hecho que le supuso a Aristóteles enfrentarse a

una acusación de impiedad. No estando en su ánimo repetir la

aventura de Sócrates, Aristóteles se exilió a la isla de Chalcis,

donde murió en el 322. Según la tradición, Aristóteles cedió sus

obras a Teofrasto, el cual las cedió a su vez a Neleo, quien las

envió a casa de sus padres en Esquepsis sólidamente embaladas

en cajas y con la orden de que las escondiesen en una cueva para

evitar que fuesen requisadas con destino a la biblioteca de

Pérgamo.

Muchos años después, los herederos de Neleo las vendieron a

Apelicón de Teos, un filósofo que se las llevó consigo a Atenas. En

el 86 a.C., en plena ocupación romana, Sila se enteró de la

existencia de esas cajas y las requisó para enviarlas a Roma,

donde fueron compradas por Tiranión el Gramático. De mano en

mano, las obras fueron sufriendo sucesivos deterioros hasta que,

en el año 60 a.C., fueron adquiridas por Andrónico de Rodas, el

último responsable del Liceo, quien procedió a su edición

definitiva.

A Andrónico se debe, por ejemplo, la introducción del término

«metafísica». En su ordenación de la obra aristotélica, Andrónico

situó, a continuación de los libros sobre la física, una serie de

tratados que agrupó bajo el título de Metafísica, rótulo anodino

que significaba literalmente "después de la física" y que pasaría

posteriormente a designar esta rama fundamental de la filosofía.

Aristóteles nunca empleó ese término; los tratados así titulados

versaban sobre lo que el Estagirita llamaba «filosofía primera».

Con la caída del Imperio romano, las obras de Aristóteles, como

las del resto de la cultura grecorromana, desaparecieron hasta

que, bien entrado el siglo XII, fueron recuperadas por el

árabe Averroes, quien las conoció a través de las versiones sirias,

árabes y judías. Del total de 170 obras que los catálogos antiguos

recogían, sólo se han salvado 30, que vienen a ocupar unas dos

mil páginas impresas. La mayoría de ellas proceden de los

llamados escritos «acroamáticos», concebidos para ser utilizados

como tratados en el Liceo y no para ser publicados. En cambio, se

ha perdido la mayor parte de las obras publicadas en vida del

propio Aristóteles, escritas (a menudo en forma diálogos) para el

público general.

Teoría de la filosofía de Aristóteles

Como autor de un sistema filosófico y científico que se convertiría

en base y vehículo del cristianismo medieval y de la escolástica

islámica y judaica, Aristóteles ha determinado, más que cualquier

otro filósofo, la orientación y los contenidos de la historia del

pensamiento occidental. Sus obras ejercerían una notable

influencia sobre innumerables pensadores durante cerca de dos

mil años, y continúan siendo objeto de estudio por parte de

múltiples especialistas en nuestros días. La filosofía de Aristóteles

constituye, junto a la de su maestro Platón, el legado más

importante del pensamiento de la Grecia antigua.

Pese a ser discípulo de Platón, Aristóteles se distanció de las

posiciones idealistas para elaborar un pensamiento de carácter

naturalista y realista. Frente a la separación radical entre el

mundo sensible y el mundo inteligible planteada por las doctrinas

platónicas, defendió la posibilidad de aprehender la realidad a

partir de la experiencia. Así pues, en contra de las tesis de su

maestro, consideró que las ideas o conceptos universales no

deben separarse de las cosas, sino que están inmersos en ellas

como principios informantes de la materia.

Sin embargo, los esfuerzos de Aristóteles no se dirigieron

únicamente al estudio especulativo de las cosas y sus causas,

sino que, en coherencia con sus concepciones, otorgó gran

importancia a los estudios científicos y a la observación de la

naturaleza. No menos relevantes son sus escritos sobre lógica

formal y sus reflexiones en torno a la moral, la política y la

estética. De acuerdo con las fuentes antiguas, el filósofo griego

escribió 170 obras, aunque sólo 30 se han conservado hasta

nuestros días.

La metafísica

La metafísica de Aristóteles es por un lado crítica con respecto a

la de su maestro Platón, y por otro constructiva, puesto que se

propone llegar a una nueva sistematización. Hay que notar que ni

el maestro ni el discípulo emplearon el término "metafísica", que

fue acuñado por Andrónico de Rodas, editor del legado

aristotélico. Lo que pretende la metafísica es llegar a saber "de

los principios y de las causas primeras", y por ello Aristóteles

llamó al estudio de las cuestiones metafísicas "filosofía primera",

ciencia que considera el ser en cuanto ser. Por ocuparse de las

primeras y verdaderas causas, puede ser considerada igualmente

ciencia de lo divino, ciencia teológica (Theologiké épistéme).

Aristóteles rechaza la teoría platónica de las Ideas separadas de

los entes de este mundo. Lo verdaderamente existente no son los

"reflejos" de las Ideas, sino los entes individuales, captados por la

inteligencia y en los que reside el aspecto universal. En todo ser

se da la sustancia (ousìa, esencia de cada ente individual

subsistente en sí mismo) y el accidente (cualidad que no existe en

sí misma sino en la sustancia). La sustancia permanece más allá

de todos los cambios accidentales que experimente. Por ejemplo,

el árbol sigue siendo un árbol aunque pierda sus hojas en otoño; si

el árbol muere, experimenta un cambio sustancial, y deja de ser un

árbol.

El hilemorfismo

Las sustancias sensibles se hallan constituidas por dos

principios: materia, que dice de qué está hecha una cosa, y forma,

disposición o estructura de la misma. Esta doctrina se denomina

hilemorfismo o teoría hilemórfica (de híle, materia, y morfé, forma).

La materia es el substrato general de toda sustancia corpórea, y

de ella derivan las propiedades físicas comunes a todos los

cuerpos, pero, por si sola, ni siquiera es cognoscible: es imposible

experimentar una materia no determinada, no incardinada en una

forma. La materia es un principio indeterminado que adquiere su

determinación gracias a la forma; la forma es el principio

determinante que hace que la materia sea lo que es. Ambos

principios son inseparables.

La distinción aristotélica entre forma sustancial y forma

accidental ayuda a comprender el concepto de forma. Un ser

individual se compone de materia y de una forma sustancial, que

viene a ser el diseño estructural de la materia. A través de los

sentidos y del intelecto identificamos tal diseño e incluimos al ser

en un género; la forma sustancial nos permite incluir cierto fruto

en el género “manzana” y distinguirlo de una nuez. Ahora bien, el

tamaño, la forma, el color o el sabor varían de una manzana a otra;

tales rasgos, que individualizan una manzana en concreto,

configuran su forma accidental.

Como puede verse, formas sustanciales e ideas platónicas son

nociones afines. Pero para Platón las ideas son trascendentes: se

hallan en un mundo aparte, el mundo de las Ideas, y los seres del

mundo sensible (el nuestro) son meros reflejos de las Ideas. En

Aristóteles sólo existe el mundo sensible; la materia y las formas

sustanciales son dos principios constitutivos que residen en los

mismo seres, es decir, son inmanentes.

Potencia y acto

Para explicar el cambio, Aristóteles se vale de las nociones

de acto y potencia, determinaciones primeras del ser.

Por potencia se entiende una potencialidad que posee un ser;

el acto es la realización de esa potencialidad. Aristóteles define el

cambio como el paso de la potencia al acto. Así, el mosto de uva

tiene entre sus potencias o capacidades la de convertirse en vino.

Tras la fermentación del mosto, obtenemos vino: esa potencia o

potencial del mosto se ha realizado.

Existen, como ya se ha indicado, dos tipos de cambio: el cambio

sustancial y el cambio accidental. En el cambio sustancial, un ser

se convierte en otro, lo que implica un doble proceso simultáneo

de corrupción del primero y de generación del segundo. En

el cambio accidental, la sustancia permanece; sólo se modifican

las cualidades accidentales. Los cambios accidentales pueden ser

de tres tipos. En elcambio cuantitativo se altera la cantidad (el

árbol que crece gana en altura, pero sigue siendo un árbol). En

el cambio cualitativo se modifica la cualidad (las lentejas se

hacen blandas tras una prolongada cocción). El cambio local es

simplemente el cambio o movimiento de un lugar a otro.

Clases de causas

Con las nociones de potencia y acto sabemos cómo suceden los

cambios o movimientos. Ahora bien, el paso de potencia a acto no

ocurre espontáneamente; es precisa la acción de un agente

externo, de una causa. Para Aristóteles, las razones o causas del

cambio son cuatro: causa material, causa formal, causa

eficiente y causa final (o teleológica). El propio filósofo las ilustra

con la realización de una escultura. La causa eficiente de la

transformación del bloque de mármol en estatua es la acción del

escultor, que modela y cincela el mármol hasta completar una

representación de, por ejemplo, la diosa Afrodita.

En el sentido moderno y habitual de la palabra, la única causa es

la causa eficiente. Pero Aristóteles, más que de causas, está

hablando de "elementos" que necesariamente intervienen en el

cambio y lo explican; así, la causa materialdetermina y explica

que la estatua ya realizada esté hecha de mármol, y la causa

formal, que reproduzca el cuerpo de un mujer hermosa. Tampoco

en lenguaje habitual hablaríamos de causa final, sino,

simplemente, de finalidad. En el ejemplo, la causa final es la

finalidad del escultor, la cual es también un factor que incide en el

paso de mármol a estatua; así, la obra respetará la iconografía

tradicional si el artista piensa destinarla a presidir un templo

consagrado a la diosa, pero puede ser más personal si la finalidad

es decorar una estancia privada.

En el ejemplo del escultor es claro que alguna finalidad lo empuja

a ejecutar la estatua, pero, ¿qué decir de los cambios operados

por agentes no concientes, por fuerzas de la naturaleza? Por

ejemplo, el sol calienta el agua del mar, que se evapora y eleva

formando nubes. No puede decirse que el sol forme nubes con

alguna finalidad, pero sí que tal cambio tiene lo que podríamos

llamar una "finalidad última": las nubes traen la lluvia, que fertiliza

la tierra y posibilita la existencia de seres vivos (superiores a los

inertes); de las plantas se alimentan los animales y de ambos el

hombre, el ser más perfecto. La causa final es de gran importancia

para el Estagirita, ya que está convencido de que todo existe para

cumplir un fin, pues todo, por su propia inmanencia, busca su

intrínseca perfección.

Primer motor y acto puro

La ciencia metafísica de Aristóteles culmina en la teología, la cual

se ocupa del ser que existe per se, o sea, el ente en su sentido

más pleno, la forma pura sin materia. Para probar la existencia de

ese ser apela a varios argumentos: "Entre las cosas que existen

una es mejor que la otra; de allí que exista una cosa óptima, que

debe ser la divina". Su argumento más conocido es el denominado

de predicamento cosmológico: las cosas de este mundo son

perecederas, y por lo tanto sufren cambio; este cambio acaece en

el tiempo. Cambio y tiempo son, pues, imperecederos; mas para

que se produzca el cambio o movimiento eterno ha de existir una

sustancia eterna capaz de producir ese movimiento. Pero no

podemos retrotraernos al infinito para buscar las causas de las

causas, por lo que debemos llegar a un Ser supremo. Ese Ser, sin

embargo, no aparece en Aristóteles como creador del mundo,

porque éste es eterno.

Ya en sus tratados sobre física había expuesto Aristóteles el

concepto de primer motor. Todo ser que se mueve es movido por

otro; puesto que no podemos remontarnos en esta cadena hasta el

infinito, debe existir un primer motor, el cual es inmóvil: si fuese

móvil, estaría movido por otro motor anterior, y no sería el

primero. Aristóteles ahonda en esta idea en sus escritos

metafísicos. Como el movimiento es paso de potencia a acto, la

misma inmovilidad implica que el primer motor no está en

potencia respecto a ningún acto, es decir, no tiene ninguna

potencialidad: es acto puro. En consecuencia, es inmaterial (la

materia siempre supone potencialidad) y absolutamente perfecto;

no puede faltarle nada en el orden del ser y de la perfección, pues

si le faltase algo estaría en potencia respecto a aquello de lo que

careciese, y ya no sería acto puro.

Por su misma perfección debemos atribuir vida a este Ser

superior, y vida en su grado más perfecto; y no podemos atribuirle

otra actividad que la teórica o contemplativa, que no requiere

movimiento y no se orienta a satisfacer ninguna necesidad. Así, el

Dios aristotélico es pura inteligencia, puro pensamiento incesante

que se piensa a sí mismo; el objeto de su pensamiento no puede

consistir en cosas externas a él, porque entonces dependería de

tales cosas. Autónomo, trascendente, separado del mundo, Dios

es eternamente feliz pensándose eternamente.

Estando separado del cosmos y sin ningún contacto con él, ¿cómo

puede Dios actuar sobre el mundo, moverlo como un primer motor?

Dada su suma perfección y su plenitud de ser, en Dios se

encuentra todo lo apetecible, todo lo digno de ser contemplado,

todo lo que merece ser poseído; en consecuencia, mueve a todas

las cosas como el bien mueve al que lo desea o la belleza mueve

al que la contempla. Dios mueve el mundo no como causa

eficiente, sino como causa final, es decir, como fin último (la

perfección) al que tiende el universo. Del mismo modo que a la

amada le bastan su belleza y su bondad para atraer al amante,

Dios no ejerce ninguna fuerza: el movimiento surge en las cosas

como un afán hacia lo perfecto.

Alma y conocimiento

Todos los seres vivos se presentan a Aristóteles como poseedores

de alma (psyché), por la cual se distinguen de los seres

inanimados o inorgánicos. Según su conocida definición, el alma

es la forma de un cuerpo que tiene la vida en potencia. La doctrina

hilemórfica se aplica también a los seres vivos: se componen de

materia (el cuerpo) y de forma (el alma). El alma es el principio

vital que realiza una potencialidad de la materia: constituir un ser

vivo. Aristóteles distingue tres clases de alma: vegetativa (propia

de las plantas, pero presente también en los animales y en el

hombre), sensitiva (propia de los animales y del hombre) y racional

(exclusiva del hombre). Ésta tiene tres características: es causa

del movimiento del cuerpo, conoce y es incorpórea.

De esta concepción se deducen consecuencias inmediatas y

contrarias al pensamiento de Platón y de otros filósofos; por

ejemplo, el alma no existe antes del nacimiento del ser vivo (se

niega la preexistencia del alma), ni pasa de un ser vivo a otro

(trasmigración de las almas). El alma no se halla accidentalmente

prisionera en la cárcel del cuerpo; al igual que la materia y la

forma, el cuerpo y el alma son principios constitutivos

inseparables e interdependientes que forman un compuesto

sustancial, de modo que ni uno ni otro pueden tener una

existencia propia.

Con la extinción del alma en la muerte, el cuerpo pierde su

principio vital y su materia se descompone. Esto ocurre

indudablemente en las plantas y en los animales; en cambio, la

posición de Aristóteles respecto a la posible inmortalidad del alma

humana ha sido objeto de interpretaciones divergentes. Con

respecto al conocimiento, Aristóteles no admite las doctrinas de

Platón, ni tampoco el innatismo. La mente al nacer es "tamquam

tabula rasa", en la que nada hay escrito. El conocimiento

comienza en los sentidos, como nos demuestra la experiencia. Las

captaciones de los sentidos son aprehendidas por el intelecto,

generándose así el concepto. De esta forma llegamos al

conocimiento suprasensible.

Ética

La ética de Aristóteles tiene un fin que se resume en la búsqueda

de la felicidad. Para algunos, la felicidad consiste en los placeres;

para otros, en las riquezas; pero el hombre sabio la busca en el

ejercicio de la actividad que le es propia al hombre, es decir, en la

vida intelectiva. Ello no excluye el goce moderado de los placeres

sensibles y de los demás bienes, con tal de que no impida la

contemplación de la verdad.

Sobre esta base desarrolla Aristóteles el concepto de virtud. La

virtud consiste en el justo medio; así, la valentía es la virtud que

se sitúa entre dos extremos igualmente viciosos, la cobardía

(carencia de valor) y la temeridad (exceso de valor que lleva a

correr riesgos innecesarios). Lo que quiere dar a entender es que

el actuar del hombre debe estar regido por la prudencia o regla

recta. Hay dos modalidades de virtud: las dianoéticas (que se

refieren al ejercicio de la inteligencia) y las éticas (que se refieren

a la sensibilidad y los afectos). Todas las virtudes son hábitos que

se adquieren por medio de la repetición. La virtud por excelencia

es la justicia, la cual consiste en el acatamiento de las leyes y en

el respeto a los demás ciudadanos.

Política

Para Aristóteles el hombre es un "animal político" por naturaleza;

esta célebre expresión ha de entenderse como "animal social", ya

que "político" deriva de polis, la ciudad-estado griega, que es la

forma más avanzada de sociedad. Sólo los animales y los dioses

pueden vivir aislados. La fuerza natural hacia la reproducción y la

conservación inclina a los hombres a vivir unidos, primero en la

familia, luego en la aldea (unión de varias familias) y finalmente en

la ciudad-estado (ni muy pocos, ni demasiados habitantes). El

buen funcionamiento de una ciudad-estado no se asegura

solamente por aunar voluntades hacia un mismo fin; se requiere

también de leyes sensatas y apropiadas que respeten las

diferencias y eduquen a los ciudadanos para la responsabilidad

civil dentro de la libertad (Aristóteles, en su mentalidad clasista

griega, no concibe el derecho de ciudadanía ni para las mujeres ni

para los esclavos).

Existen tres formas de legítimo gobierno: monarquía (gobierno de

uno), aristocracia (gobierno de los mejores) y democracia

(gobierno de muchos). A estas formas rectas de gobierno se

oponen tres formas degeneradas, en las que los gobernantes

prescinden del bien general y buscan sólo su propio interés: la

tiranía, la oligarquía y la demagogia. No se puede decir cuál de las

tres es mejor, pues para cada pueblo en concreto hay que

deducirla de una indagación objetiva de las varias formas

históricas de gobierno, y definir según las circunstancias cuál es

más conveniente para un determinado estado (Aristóteles recogió

y estudió las constituciones de 158 estados). En principio, toda

forma de gobierno es buena si quien gobierna busca el bien de los

gobernados.

Su influencia

Durante mucho tiempo el pensamiento aristotélico se vio

eclipsado por el prestigio de las doctrinas de Platón. En época de

la Roma cristianizada, el naturalismo y el realismo de Aristóteles

eran despreciados, y se privilegiaban las lecturas neoplatónicas

de Plotino y Beocio. Debido al espiritualismo que caracterizó al

pensamiento medieval, las doctrinas de Platón gozaron de

preeminencia hasta el siglo XII.

Los filósofos árabes (y, particularmente, Avicena y Averroes)

contribuyeron a que el pensamiento aristotélico fuese de nuevo

objeto de atención en Occidente. El creciente interés por la

naturaleza mostrado por el pensamiento cristiano en la Baja Edad

Media hizo posible que la obra de Aristóteles fuese estudiada.

Roger Bacon y Alberto Magno reivindicaron el pensamiento del

Estagirita, y Santo Tomás de Aquinolo transformó en la base de la

teología cristiana.

La revolución científica del Renacimiento, con figuras clave como

el británico Francis Bacon en el plano filosófico y Galileo en el

científico, socavó la autoridad de Aristóteles. Aunque Galileo

y Newton finiquitaron la física y la astronomía aristotélicas, los

estudios sobre biología y lógica del Estagirita mantuvieron su

vigencia hasta los siglos XIX y XX, respectivamente, y sus escritos

filosóficos continuaron ejerciendo influencia sobre diversas

corrientes de pensamiento modernas, como el idealismo, el

neoescolasticismo, el conductismo y el dinamismo de Bergson,

entre otras.

Cuadro comparativo

Webgrafia:

http://www.biografiasyvidas.com/monografia/aristoteles/

http://www.filosofia.org/bio/platon.htm

http://www.webdianoia.com/platon/platon_fil_ideas.htm