trabajo colaborativo- tercera semana
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Sesión N° 03, comprensión lectora -análisis.TRANSCRIPT
CEPRE SIPÁN 2016 ------SESION 03
TRABAJO COLABORATIVO
Estimado estudiante del Centro de
Preparación para la Vida Universitaria de
la Universidad Señor de Sipán, luego de
lo revisado en la presente sesión N° 03.
Te presentamos una práctica calificada la
misma que deberás realizar en forma
colaborativa con dos compañeros más.
Para ello deberás de leer otro ejemplo
extraído de la propuesta de Manayay
(2005).
EJEMPLIFICANDO
Aplicamos el subrayado, sumillado, segmentación, selección (identificación textual), integración
(organización textual) e inferencia (simbolización textual) a partir del anexo adjunto.
Texto 3
La evolución de la lengua española Botella al mar para el dios de las palabras
Gabriel García Márquez
A mis 12 años de edad estuve a punto de ser atropellado por una bicicleta. Un señor cura que pasaba me salvó con un grito: ¡Cuidado! El ciclista cayó a tierra. El señor cura, sin detenerse, me dijo: «¿Ya vio lo que es el poder de la palabra?» Ese día lo supe. Ahora sabemos, además, que los mayas lo sabían desde los tiempos de Cristo, y con tanto rigor que tenían un dios especial para las palabras.
Nunca como hoy ha sido tan grande ese poder. La humanidad entrará en el tercer milenio bajo el imperio de las palabras. No es cierto que la imagen esté desplazándolas ni que pueda extinguirlas. Al contrario, está potenciándolas: nunca hubo en el mundo tantas palabras con tanto alcance, autoridad y albedrío como en la inmensa Babel de la vida actual. Palabras inventadas, maltratadas o sacralizadas por la prensa, por los libros desechables, por los carteles de publicidad; habladas y cantadas por la radio, la televisión, el cine, el teléfono, los altavoces públicos; gritadas a brocha gorda en las paredes de la calle o susurradas al oído en las penumbras del amor. No: el gran derrotado es el silencio. Las cosas tienen ahora tantos nombres en tantas lenguas que ya no es fácil saber cómo se llaman en ninguna. Los idiomas se dispersan sueltos de madrina, se mezclan y confunden, disparados hacia el destino ineluctable de un lenguaje global.
La lengua española tiene que prepararse para un oficio grande en ese porvenir sin fronteras. Es un derecho histórico. No por su prepotencia económica, como otras lenguas hasta hoy, sino por su vitalidad, su dinámica creativa, su vasta experiencia cultural, su rapidez y su fuerza de expansión,
CEPRE SIPÁN 2016 ------SESION 03
en un ámbito propio de 19 millones de kilómetros cuadrados y 400 millones de hablantes al terminar este siglo. Con razón un maestro de letras hispánicas en Estados Unidos ha dicho que sus horas de clase se le van en servir de intérprete entre latinoamericanos de distintos países. Llama la atención que el verbo pasar tenga 54 significados, mientras en la República de Ecuador tienen 105 nombres para el órgano sexual masculino, y en cambio la palabra condoliente, que se explica por sí sola, y que tanta falta nos hace, aún no se ha inventado. A un joven periodista francés lo deslumbran los hallazgos poéticos que encuentra a cada paso en nuestra vida doméstica. Que un niño desvelado por el balido intermitente y triste de un cordero dijo: «Parece un faro». Que una vivandera de la Guajira colombiana rechazó un cocimiento de toronjil porque le supo a Viernes Santo. Que don Sebastián de Covarrubias, en su diccionario memorable, nos dejó escrito de su puño y letra que el amarillo es «la color» de los enamorados. ¿Cuántas veces no hemos probado nosotros mismos un café que sabe a ventana, un pan que sabe a rincón, una cerveza que sabe a beso? Son pruebas al canto de la inteligencia de una lengua que desde hace tiempo no cabe en su pellejo. Pero nuestra contribución no debería ser la de meterla en cintura, sino al contrario, liberarla de sus fierros normativos para que entre en el siglo venturo como Pedro por su casa. En ese sentido me atrevería a sugerir ante esta sabia audiencia que simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros. Humanicemos sus leyes, aprendamos de las lenguas indígenas a las que tanto debemos lo mucho que tienen todavía para enseñarnos y enriquecernos, asimilemos pronto y bien los neologismos técnicos y científicos antes de que se nos infiltren sin digerir, negociemos de buen corazón con los gerundios bárbaros, los qués endémicos, el dequeísmo parasitario, y devuélvamos al subjuntivo presente el esplendor de sus esdrújulas: váyamos en vez de vayamos, cántemos en vez de cantemos, o el armonioso muéramos en vez del siniestro muramos. Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revólver con revolver. ¿Y qué de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una?
Son preguntas al azar, por supuesto, como botellas arrojadas a la mar con la esperanza de que le lleguen al dios de las palabras. A no ser que por estas osadías y desatinos, tanto él como todos nosotros terminemos por lamentar, con razón y derecho, que no me hubiera atropellado a tiempo aquella bicicleta providencial de mis 12 años.
TEXTO
IDENTIFICACIÓN
TEXTUAL
ORGANIZACIÓN
TEXTUAL
SIMBOLIZACIÓN
TEXTUAL
SEGMENTACIÓN
Secuencias de
contenido
SELECCIÓN
Ideas
principales
INTEGRACIÓN
Ideas
integradas
INFERENCIA
Idea
inferida
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DESARROLLO
a. identificación textual: subrayado, sumillado, segmentación, selección; b. organiza-ción
textual: integración; c. inferencia textual: simbolización.
A. Identificación textual
A mis 12 años de edad estuve a punto de ser atropellado por una bicicleta. Un señor cura que pasaba me salvó con un grito: ¡Cuidado! El ciclista cayó a tierra. El señor cura, sin detenerse, me dijo: «¿Ya vio lo que es el poder de la palabra?» Ese día lo supe. Ahora sabemos, además, que los mayas lo sabían desde los tiempos de Cristo, y con tanto rigor que tenían un dios especial para las palabras. Nunca como hoy ha sido tan grande ese poder. La humanidad entrará en el tercer milenio bajo el imperio de las palabras. No es cierto que la imagen esté desplazándolas ni que pueda extinguirlas. Al contrario, está potenciándolas: nunca hubo en el mundo tantas palabras con tanto alcance, autoridad y albedrío como en la inmensa Babel de la vida actual. Palabras inventadas, maltratadas o sacralizadas por la prensa, por los libros desechables, por los carteles de publicidad; habladas y cantadas por la radio, la televisión, el cine, el teléfono, los altavoces públicos; gritadas a brocha gorda en las paredes de la calle o susurradas al oído en las penumbras del amor. No: el gran derrotado es el silencio. Las cosas tienen ahora tantos nombres en tantas lenguas que ya no es fácil saber cómo se llaman en ninguna. Los idiomas se dispersan sueltos de madrina, se mezclan y confunden, disparados hacia el destino ineluctable de un lenguaje global. La lengua española tiene que prepararse para un oficio grande en ese porvenir sin fronteras. Es un derecho histórico. No por su prepotencia económica, como otras lenguas hasta hoy, sino por su vitalidad, su dinámica creativa, su vasta experiencia cultural, su rapidez y su fuerza de expansión, en un ámbito propio de 19 millones de kilómetros cuadrados y 400 millones de hablantes al terminar este siglo. Con razón un maestro de letras hispánicas en Estados Unidos ha dicho que sus horas de clase se le van en servir de intérprete entre latino-americanos de distintos países. Llama la atención que el verbo pasar tenga 54 significados, mientras en la República de Ecuador tienen 105 nombres para el órgano sexual masculino, y en cambio la palabra condoliente, que se explica por sí sola, y que tanta falta nos hace, aún no se ha inventado. A un joven periodista francés lo deslumbran los hallazgos poéticos que encuentra a cada paso en nuestra vida doméstica. Que un niño desvelado por el balido intermitente y triste de un cordero dijo: «Parece un faro». Que una vivandera de la Guajira colombiana rechazó un cocimiento de toronjil porque le supo a Viernes Santo. Que don Sebastián de Covarrubias, en su diccionario memorable, nos dejó escrito de su puño y letra que el amarillo es «la color» de los enamorados. ¿Cuántas veces no hemos probado nosotros mismos un café que sabe a ventana, un pan que sabe a rincón, una cerveza que sabe a beso?
Son pruebas al canto de la inteligencia de una lengua que desde hace tiempo no cabe en su pellejo. Pero nuestra contribución no debería ser la de meterla en cintura, sino al contrario, liberarla de sus fierros normativos para que entre en el siglo venturo como Pedro por su casa. En ese sentido me atrevería a sugerir ante esta sabia audiencia que simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros. Humanicemos sus leyes, aprendamos de las lenguas indígenas a las que tanto debemos lo mucho que tienen todavía para enseñarnos y enriquecernos, asimilemos pronto y bien los neologismos técnicos y científicos antes de que se nos infiltren sin digerir, negociemos de buen corazón con los gerundios bárbaros, los qués endémicos, el dequeísmo parasitario, y devuélvamos al subjuntivo presente el esplendor de sus esdrújulas: váyamos en vez de vayamos, cántemos en vez de cantemos, o el armonioso muéramos en vez del siniestro muramos. Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revólver con revolver. ¿Y qué de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una?
párrafo
centrado
párrafo
encuadrado
La palabra
mantendrá su poder en
el tercer
milenio.
Las lenguas
avanzan
indetenibli-mente hacia
un lenguaje
global.
párrafo
analítico
La lengua
española
deberá estar preparada
para ejercer
su derecho histórico a
la evolu-
ción: vitalidad,
dinámica,
experien-cia, rapi-
dez, fuerza.
párrafo
centrado
Liberar la lengua
española de
la normativa:
simplificar
la gramática y terminar
con la
ortografía.
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Son preguntas al azar, por supuesto, como botellas arrojadas a la mar con la esperanza de que le lleguen al dios de las palabras. A no ser que por estas osadías y desatinos, tanto él como todos nosotros terminemos por lamentar, con razón y derecho, que no me hubiera atropellado a tiempo aquella bicicleta providencial de mis 12 años.
B. Organización textual
Se trascribe las ideas principales en cada esfera. Luego se las codifica con un número y organiza
según sus relaciones jerárquicas o dependencias semánticas. Para cada idea se señala la función
textual respectiva. Se obtendrá así la macroestructura del texto y su tipología respectiva.
i
i.i
C. Simbolización textual
A partir de la macroestructura obtenida, se formula la simbolización o sentido textual.
A partir de la macroestrcutura
párrafo
analítico
La posibi-
lidad de la
reflexión
La palabra mantendrá su
poder en el tercer milenio.
Las lenguas avanzan
indeteniblemente hacia un
lenguaje global.
Liberar la lengua
española de la
normativa: simplificar
la gramática y
terminar con la
ortografía.
La lengua española deberá
estar preparada para ejercer
su derecho histórico a la
evolución: vitalidad,
dinámica, experiencia,
rapidez, fuerza.
La posibilidad de
la reflexión
(anecdótica)
Lengua española
globalidad idiomática simplicidad idiomática
futuro presente
Oposición entre globalidad (en el futuro) y simplicidad (en el presente)
La palabra mantendrá su
poder en el tercer
milenio. Las lenguas
avanzan indeteniblemente
hacia un lenguaje global.
La lengua española deberá
estar preparada para ejercer su
derecho histórico a la
evolución: tiene vitalidad,
dinámica, experiencia, rapidez,
fuerza.
Liberar la lengua
española de la
normativa: simplificar la
gramática y terminar
con la ortografía.
tesis
argumental
derivada
Texto
argumentativo
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ACTIVIDADES
Aplica las siguientes tareas en el texto 1
a. Lee atentamente cada texto. Subraae y sumilla durante la lectura.
b. Establece las secuencias (segmentos).
c. Selecciona las ideas principales de cada segmento. Determina la función de cada idea
y su tipo de organización (sintetizante, analizante, encuadrada, centrada, en paralelo).
d. Integra las ideas principales de cada segmento, de modo que resulte una idea
integradora por segmento.
e. Integra las ideas de cada segmento en una idea condensadora total (texto resumen).
El trabajo deberá ser reportado la próxima sesión, lunes 05 de febrero del 2016.
Texto 1
En nuestro medio social, cuando una persona se presenta a solicitar el puesto de gerente en alguna compañía importante difícilmente se permitirá eliminar la d intervocálica o final, cerrar las vocales u omitir sonidos de una palabra al hablar. No dirá: toi cansau o eta ciudá, porque sabe que corre el riesgo de no obtener el empleo. En otras palabras, conoce formas lingüísticas con prestigio y formas lingüísticas sin prestigio. Es claro que tanto la forma prestigiosa como la forma sin prestigio son igualmente comprensibles; ¿cuál es, entonces, la razón por la que, en algunas circunstancias, se prefiere la primera a la segunda? La respuesta a esta pregunta se encuentra no en las expresiones mismas sino en una serie de factores culturales con los cuales están asociadas estas formas lingüísticas. En un medio como el nuestro es bastante sencillo reconocer la proveniencia de una persona a partir de la forma en que habla. Estamos acostumbrados a clasificar a los individuos por su modo de vestir, el trabajo que desempeñan, su lugar de residencia, su poder adquisitivo, el color de su piel, sus creencias religiosas y, sobre todo, por la forma en que hablan. Esta costumbre se explica porque, en principio, los grupos humanos se diferencian por estos rasgos. Una tribu amazónica es, por ejemplo, un grupo étnico cuyos miembros comparten una lengua, una serie de creencias religiosas, costumbres determinadas y ciertos rasgos físicos. Pero esta confluencia de características definidas se da porque estamos ante un grupo histórico, geográfica y económicamente aislado que por lo tanto tiende a la homogeneidad. Sin embargo, en una sociedad tan heterogénea como la nuestra es difícil encontrar grupos claramente definidos. Esto quiere decir que no hay razón para que un rasgo determinado (cierto color de piel, por ejemplo) vaya acompañado necesariamente de cierto nivel socioeconómico o cierto modo de hablar. Es un hecho, sin embargo, que dentro de esta heterogeneidad hay ciertas recurrencias. Las condiciones económicas, por ejemplo, determinan los niveles de educación y éstos, a su vez, pueden determinar los modos de hablar de los
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individuos. Es decir, que, si bien podemos asumir que cierto modo de hablar corresponde usualmente a cierto nivel socioeconómico y a éste corresponde ciertas características biológicas externas (que solemos llamar raciales) como el color de la piel, los rasgos faciales o la complexión, no hay ninguna razón para asumir que estas correspondencias son necesarias. Si regresamos a nuestro ejemplo inicial, el del individuo que postula al cargo de gerente en una empresa, comprenderemos que escoge ciertas expresiones y no otras. Su uso de expresiones prestigiosas responde a un deseo de dejar en claro que pertenecen a cierto grupo dentro de la sociedad, ya que, de haber utilizado alguna de las formas de hablar no prestigiosas, probablemente no habría obtenido el trabajo. Las razones para no otorgarle el empleo se deben, entonces, a la segregación. Se asume que si el individuo habla de cierta manera pertenece a cierto grupo social que no es "bien visto". Es así que el modo de hablar se convierte en un rasgo a partir del cual se clasifica, favorable o desfavorablemente, a las personas. Por su asociación con ciertos rasgos como el nivel socioeconómico y el color de la piel, la clasificación de una persona a partir de su modo de hablar se convierte en una manifestación más de racismo. Esta es una prueba más de lo que el término "raza", tal como se lo entiende habitualmente, no tiene que ver exclusivamente con las características biológicas de las personas sino con una serie de factores de índole social y cultural.
¡Manos a la obra!