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1 “VIDA Y REBELIÓN DE JUAN SANTOS ATAHUALPA” INTRODUCCIÓN as principales causas de las rebeliones indígenas durante el siglo XVIII fueron el abuso de los corregidores y el malestar ocasionado por las diferentes reformas. El virreinato soportó más de cien revueltas de diferente importancia, sustentadas en el mesianismo popular que esperaba el retorno del Inca. Las de mayor impacto entre la población fueron la de Juan Santos Atahualpa y la de José Gabriel Condorcanqui. L Una de las rebeliones más extensas por el territorio y por el tiempo que abarco fue la rebelión de Juan Santos Atahualpa quien se proclamó sucesor del último gobernador del Tahuantinsuyo. Se inició en 1742 en la selva central en Tarma, y se expandió por el amplio territorio de la sierra. Para Juan Santos, el mundo se dividía CULTURA Y REALIDAD NACIONAL

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“VIDA Y REBELIÓN DE JUAN SANTOS ATAHUALPA”

INTRODUCCIÓN

as principales causas de las rebeliones indígenas

durante el siglo XVIII fueron el abuso de los

corregidores y el malestar ocasionado por las

diferentes reformas. El virreinato soportó más de cien

revueltas de diferente importancia, sustentadas en el

mesianismo popular que esperaba el retorno del Inca. Las

de mayor impacto entre la población fueron la de Juan

Santos Atahualpa y la de José Gabriel Condorcanqui.

L

Una de las rebeliones más extensas por el territorio y por el

tiempo que abarco fue la rebelión de Juan Santos Atahualpa

quien se proclamó sucesor del último gobernador del

Tahuantinsuyo. Se inició en 1742 en la selva central en

Tarma, y se expandió por el amplio territorio de la sierra.

Para Juan Santos, el mundo se dividía en tres reinos

soberanos: España, para los españoles; África, para los

africanos; y América, para los indios, mestizos y criollos. De

ello se deduce que buscaba la expulsión de los españoles y

de los africanos de los Andes. Sin embargo,

entre las huestes de indios y mestizos,

hubo también negros y zambos. La selva

central se convirtió para todos ellos en

una zona de refugio. A continuación, se

hablara detalladamente de la vida y

rebelión de JUAN SANTOS ATAHUALPA

CULTURA Y REALIDAD NACIONAL

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“VIDA Y REBELIÓN DE JUAN SANTOS ATAHUALPA”

CULTURA Y REALIDAD NACIONAL

MÉTODO DE ELABORACIÓN

DEL TEMA

PRESENTACIÓN DEL TEMA

ANÁLISIS DE LOS DATOS

ORDENAMIENTO DE LOS DATOS

RECOLECCIÓN DE DATOS

INTERNET

ELABORACIÓN DEL TEMA

SELECCIÓN DEL TEMA

“JUAN SANTOS ATAHUALPA”

LIBROS BOLETINES

VIDEOS

Page 3: Trabajo

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“VIDA Y REBELIÓN DE JUAN SANTOS ATAHUALPA”

¡Pero la responsabilidad es nuestra ¡

ÍNDICE

Pag.

PARTE I

BIOGRAFÍA…………………………………….. 3

PARTE II

REBELIÓN……………………………………….4

OBJETIVOS DE LA REBELIÓN……………….5

CAMPAÑA I………………………………………6

CAMPAÑA II……………………………………...6

CAMPAÑA III……………………………………..7

CAMPAÑA IV……………………………………..8

DESAPARICIÓN…………………………………11

PARTE III

CONCLUSIÓN…………………………………. 13

ANEXOS………………………………………….14

BIBLIOGRAFÍA…………………………………..15

CULTURA Y REALIDAD NACIONAL

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“VIDA Y REBELIÓN DE JUAN SANTOS ATAHUALPA”

BIOGRAFÍAuan Santos Atahualpa (Apu Inca) fue un caudillo mestizo nacido en el Cuzco, probablemente el año 1710; recibió educación de parte de los jesuitas y aprendió castellano y latín; con uno de los religiosos viajó a

España, Francia, Inglaterra y Angola, pero se desconoce detalles sobre el tiempo que duró tal viaje y los motivos del mismo.

JDe regreso al Perú parece que ya tenía en mente desatar una rebelión, tal vez en base a las comparaciones que hizo entre la vida que halló en el Viejo Mundo y la que pasaban los indios del Perú, oprimidos por la dominación colonial hispana. Algunos historiadores creen que estuvo relacionado con los ingleses; sea como fuere, lo cierto es que al desatar su lucha libertaria aparecieron en las costas del virreinato las naves del marino inglés Jorge Anson.1

Fue por mayo del año 1742, momento en el que la estación de lluvias estaba terminando y los pajonales enseñaban su verdor más intenso, cuando este hombre serrano de unos treinta años, de pelo corto y vistiendo una túnica de colores (cushma), llegó al río Shimaqui en el Gran Pajonal y empezó a dirigir sus acciones contra la misión franciscana de Quisopango, en el corazón de la selva central peruana. Así empezaba la rebelión.

La selva central peruana, epicentro del movimiento, era una región de frontera. Allí se encontraban sistemas económicos y culturales diferentes, con haciendas azucareras y de otro tipo, chacras, aserraderos y parcelas sembradas de cocales. Además, era un espacio propicio para albergar a desarraigados y fugitivos de distinto origen étnico. Este no fue sólo un movimiento de nativos, sino que se sumaron luego habitantes de la sierra y de la zona fronteriza de la ceja de selva (piedemonte), la mayor parte de ellos escapados de otros lugares.

Acerca de su desaparición no se sabe nada en concreto. En 1761 el virrey informaba en su Memoria que desde 1756 no se había vuelto a saber del líder libertario y que lo más seguro era que hubiese muerto. Una versión apunta que surgieron desavenencias internas entre los rebeldes, al punto que Juan Santos tuvo que ordenar la muerte de su lugarteniente Antonio Gatica y de otros hombres temiendo una posible traición. Se trata de una simple conjetura, como hay varias otras. Una, por ejemplo, señala que el caudillo fue envenenado. Se ha recogido también una leyenda nativa según la cual Juan Santos fue muerto por una bala que le disparó uno de sus seguidores que quiso de esa manera probar su inmortalidad.2

1 Revista Runapacha 20042 Alberto Flores Galindo: Buscando un Inca, Lima, Horizonte, 1988

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“VIDA Y REBELIÓN DE JUAN SANTOS ATAHUALPA”

REBELIÓN Es muy probable que la rebelión se haya iniciado entre 1729 y 1730, declarando su voluntad de restaurar el reino de los Incas. “El año de 1729 y 1730 vino Juan Santos Atahualpa recorriendo toda la sierra, desde el Cuzco hasta Cajamarca, reuniendo a todos los caciques, que venía a restaurar su reino del poder de los españoles. Posteriormente llegó hasta la montaña y la ceja de la sierra con los indios infieles. Por aquellos tiempos fue capturado y enviado a “la Piedra”, por el virrey Castelfuerte, pero poco después, se fugó y se internó en la selva, llegando a territorios de los campas o ashánincas guiado por Bisabequi un curaca, radicándose en Simaqui (Pangoa), un territorio fuera del control político militar español y de los misioneros franciscanos. Gracias a su alianza con curacas o caciques como Mateo de Asia, la prédica anticolonial de Juan alcanzó la zona conocida como “el Gran Pajonal”, en la selva central, en los valles de Chanchamayo, Perene, Ene, Pangoa y el Alto Ucayali, hábitat geográfico de grupos selváticos o “chunchos” como: piros, asháninkas y grupos no selváticos como misioneros, terratenientes blancos, sirvientes, trabajadores mestizos, y negros esclavos, cuya presencia se debía a que la selva central era una zona de constante intercambio de productos y de personas, principalmente coca, madera, sal, algodón y otros productos valiosos. Además de estos grupos, hubo otro contingente de disidentes, provenientes principalmente de la sierra, aunque no exclusivamente indios, que encontraron en la selva central una zona de refugio ideal para esconderse de las autoridades. En esta zona llamada “el Gran Pajonal”, perteneciente a la jurisdicción de Tarma y que comprendía en términos modernos la selva de los actuales departamentos de Huánuco, Junín, Pasco y Ayacucho, los franciscanos dedicados a evangelizar a las etnias selváticas habían logrado establecer unas 32 misiones de trescientos habitantes cada una, en total unas nueve mil personas. Sobre el programa político del rebelde, quien decía ser descendiente de los últimos Incas, mucho se ha escrito, algunas fuentes sostienen que Juan Santos proponía el retorno al Imperio de los Incas, pero sin dejar por completo algunos rasgos ya interiorizados por la población, como el cristianismo. Planteaba se dice, un mundo de selváticos libres y cristianos, pero sin blancos y negros. Esto último es difícil de sostener pues uno de los líderes rebeldes, llamado Antonio Gática era africano y estaba casado con una mujer asháninka. Además el sacerdote franciscano que al igual que los jesuitas logró también parlamentar con Juan, dice haber visto grupos de blancos acompañando a los rebeldes. Las nuevas investigaciones precisan el carácter marcadamente multiétnico de la rebelión, aunque con preponderancia de los grupos selváticos. En el año de 1742, los rebeldes dan inicio a su rebelión destruyendo más de 25 misiones o reducciones establecidos por los misioneros franciscanos del Convento de Ocopa, pues para ellos las misiones no sólo significaban maltratos y reglas rígidas sino también el sometimiento a trabajos forzados en haciendas, obrajes, panaderías y la mita de la sal; explotación de la cual se querían liberar. Otro factor de descontento fueron las enfermedades llevadas inconscientemente por los misioneros y que diezmaban a los selváticos. Los franciscanos en su intento de borrar el evidente carácter antifranciscano de la rebelión argumentaban que los selváticos estaban contentos con ellos, y que el alzamiento “chuncho” había sido provocado por el rebelde, sus allegados y chunchos, quienes querían verlo coronado en Lima.

El grupo selvático que más apoyó a Juan Santos, fue el grupo amuesha, cuyo centro ceremonial se encontraba en la localidad de

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“VIDA Y REBELIÓN DE JUAN SANTOS ATAHUALPA”

Metraro, y quienes ejercían de modo exclusivo el control sobre la sal que los demás grupos de la zona necesitaban.3

OBJETIVOS DE LA REBELIÓN

Santa María dice que el objetivo histórico de la rebelión fue liberar a las masas

selváticas del yugo de las reducciones obligados por los franciscanos, de los repartos de

mercadería inservible por parte de los corregidores y de la cobranza de tributos. El

mismo autor aceptando el carácter multiétnico de la rebelión sostiene que la adhesión de

los grupos no selváticos (blancos, mestizos y en menor medida negros), fue porque

estos estaban convencidos que la autonomía política regional de dicha área crearía

bases más seguras para una integración económica con el sistema mercantilista colonial,

pues los rebeldes de una u otra clase conocían bien el antiguo y extendido comercio con

pueblos andinos o españoles de la sierra, como era el caso del comercio de las hojas de

coca.

PRIMERA CAMPAÑA (1742)

Juan Santos estableció su cuartel general en el Gran Pajonal, teniendo como principales

lugartenientes al curaca Mateo de Asia y al negro Antonio Gatica, cuñado suyo. Desde

esa base inició sus correrías, siendo sus primeros objetivos las reducciones que habían

establecido los misioneros franciscanos del convento de Ocopa. Varios de éstos fueron

muertos y se arrasaron más de 25 reducciones, entre ellas las de Pichana, Eneno,

Matraza, Nijándaris y Quispango.

Gobernaba por entonces el virrey Antonio de Mendoza, quien, sabedor de los

acontecimientos, envió una expedición con el propósito de apresar al líder libertario. Las

tropas virreinales, puestas al mando del corregidor de Tarma Alfonso Santa y Ortega y

del gobernador Benito Troncoso, establecieron un fuerte en Quimiri, por octubre de 1742,

en cuya custodia quedó el capitán Fabricio Bertholi con 60 soldados, mientras el resto se

internaba al interior

El gobernador Benito de Troncoso comandando un grupo de

realistas se dirigió de Jauja hasta Quisopango, mientras que Pedro

Milla se dirigía desde Tarma hasta Nijandaris. Troncoso estableció

su cuartel general en Sonomoro, mientras Juan Santos iniciaba

una ofensiva sobre Eneno. El 17 de setiembre de 1742 las tropas

de Milla son cercadas sorpresivamente y liquidadas por los rebeldes a

inmediaciones del río la Sal, mientras que Troncoso que contó con el apoyo del curaca

3 Francisco Loayza A. “Juan Santos, el invencible”,1942

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“VIDA Y REBELIÓN DE JUAN SANTOS ATAHUALPA”

de Sonomoro derrotó el 9 de octubre de 1742 a las tropas del curaca

Santabangori en Quisopango. Ante la falta de información del ejército de Milla

y temeroso de que Juan Santos retorne de Eneno a Quisopango, Troncoso se

regresó a Sonomoro y luego retrocedió a Jauja.4

SEGUNDA CAMPAÑA 1743

Los rebeldes aprovechando la confianza de las huestes gubernamentales

ocuparon Quimiri, a lo que sigue la toma de Chanchamayo, autentico acicate para los

españoles que iniciaron una nueva expedición. En esta ocasión contamos con el

minucioso relato que de la misma hizo el secretario de Troncoso, magnifico documento

para seguir la progresión de la hueste represora. Al igual que había sucedido en la

entrada del año anterior, se dividió la expedición en dos columnas mandadas por el

corregidor general Alfonso Santa y Ortega y el Gobernador Troncoso. Las dos unidades

se partieron el día 15 de octubre de Tarma de Vitoc, manteniendo líneas de progresión

paralelas. El objetivo fue modificado a tenor de las noticias obtenidas, dirigiendo el

esfuerzo principal hacia Quimiri, donde, al parecer, se concentraban los revoltosos.

Antes de alcanzar el pueblo y ya en orden de combate hubo un primer encuentro, en el

cerro de Buena Vista, con lo que se pensó se trataba de las avanzadillas de los rebeldes.

La contienda saldada con algunos disparos de granaderia que pusieron en fuga al

enemigo sirve a Castro para resaltar la astucia de los hombres de Juan Santos, se había

conseguido agotar a los españoles que tuvieron que detenerse para recobrar el aliento

continuando el avance ase tomo sin resistencia el poblado de Quimiri, a donde ambas

columnas llegaron con unos minutos de diferencia. El día 30 se decidió establecer un

fuerte en el lugar y dejarlo al resguardo de una compañía al mando del capitán Fabricio

Bartoli. Abandonada la localidad por el grueso de la expedición, llegaron noticias

alarmantes de que Juan Santos había cercado a la guarnición española, condicionándola

a rendirse. Pese a las peticiones de auxilio que Bartoli envía a Santa, este nunca

socorrió el fuerte que fue abandonado, finalmente, por los soldados, que perecieron al

intentar romper el cerco.

Esta fue la derrota más importante sufrita por las tropas españolas durante toda la

contienda y puso fin a la campaña de 1743. Sin mayores logros, se

reconsidero la estrategia planteada llegándose a la conclusión de

que era menester adoptar, en los sucesivos, una actitud más

conservadora.5

4 Foros y Boletines “Runapacha” - 20045 Diario del Secretario de Troncoso

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“VIDA Y REBELIÓN DE JUAN SANTOS ATAHUALPA”

TERCERA CAMPAÑA 1746

En una campaña proselitista Juan Santos abandona Quimiri y se dirige a Monobamba,

dejando a sus tropas en el camino para a través de emboscadas, golpes de mano y un

mejor conocimiento del terreno, pudieran diezmar a los realistas. Las tropas realistas

enviadas por el virrey Manso de Velasco (veterano de la guerra de indios en Chile), al

mando de José de Llamas, cuyo objetivo era retomar Quimiri, se enfrentaron con los

rebeldes en el combate de Cerro la Sal, mientras que las tropas de Benito Troncoso se

enfrentaban a otro grupo rebelde en Nijandaris.

Debido al fracaso de las expediciones militares, el gobierno virreinal envió al franciscano

fray Otanza para negociar con el rebelde y al cual hasta se le dio permiso para

evangelizar, pero luego lo expulsaron por su proselitismo antirebelde. Entonces los

españoles deciden organizar una nueva campaña militar al mando del general José de

Llamas teniendo como base de operaciones Jauja y Tarma. En el verano de 1750 los

españoles logran recuperar Quimiri, mientras que el capitán realista Espinal ocupa la

región de Eneno. Ya por entonces Juan Santos se había replegado atacando a los

españoles en su eje de avanzada. Agobiados por las enfermedades, la falta de

abastecimientos y el hostigamiento de los naturales, los expedicionarios luego de sufrir

muchas bajas se regresaron a Jauja.

El rebelde ocupa Quisopango y ordena una ofensiva militar para capturar Sonomoro o

Pangor, que luego de capturarla la convierte en su cuartel general. En 1752 el caudillo

inicia una incursión sobre Andamarca, pero al enterarse de la cercanía de tropas

virreinales salidas de Jauja se replegó hasta Sonomoro.6

6 ARTURO DE LA TORRE LÓPEZ: GUERRA Y RELIGIÓN DE JUAN SANTOS

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“VIDA Y REBELIÓN DE JUAN SANTOS ATAHUALPA”

CUARTA CAMPAÑA 1752

Los territorios asháninka, yanesha y piro habían sido recobrados totalmente por la

acción del inca rebelde. No quedaban en pie ninguno de los 50 pueblos fundados por los

misioneros que aglutinaban más de diez mil habitantes. Ninguna misión franciscana o

jesuita, ni un solo establecimiento español habían resistido a la demoledora acción de las

tropas nativas rebeldes y, con el afán de dar una muestra de su poderío bélico decide

atacar la sierra. Él sabe que allí es donde la sangrienta opresión de sus hermanos es

más abominable y dantesca. Como es natural, la noticia al expandirse por toda la sierra,

encendió la esperanza de los nativos. Terminarían los suplicios de tantos hombres

sacrificados que dejaban la vida en las oquedades siniestras. El primer bastión español

que cae es Andamarca. Apresan a los dos sacerdotes que allí estaban de misioneros;

recogen abundantes víveres, se llevan las cabezas de ganado que encuentran y, luego

de tres días de estadía retornan nuevamente a la selva de donde habían venido. ¿Por

qué? Después de arrasar el pueblo de Andamarca, inexplicablemente se han detenido.

¿Por qué? La respuesta hasta ahora es un enigma. El camino a la sierra estaba abierto

de par en par; la resistencia en la selva central había sido vencida tras diez años de

lucha ininterrumpida sin que jamás el inca rebelde fuera derrotado. ¿Qué ocurrió

entonces? ¿Por qué no terminó de tomar la sierra? No lo sabemos. No podemos

comprenderlo. La invasión a esta zona habría significado la libertad los pobres mineros.

El caso final es que Juan Santos había cumplido su promesa. Antiguos territorios tribales

habían vuelto a manos de sus legítimos dueños, libres de españoles y negros. El

Virreinato peruano estaba estremecido. Habían visto de lo que eran capaces los indios.

El movimiento mesiánico y reivindicatorio había encontrado eco en todos los habitantes

de la sierra y la selva centrales.

Triunfante, quiso ajustar cuentas con algunos traidores simirinchis y

antis de Pangoa y Sonomoro que habían osado desobedecer su

autoridad; únicos lugares en los que no se recibió con beneplácito

el mensaje del inca mesiánico al comenzar su campaña, sin duda

influenciados por el Comisario de Misiones que residía en ese

lugar, Fray José Gil Muñoz, quien había infiltrado neófitos fieles

que, al detalle, informaban al fraile sobre lo que acontecía en el

cuartel rebelde. Una vez que Juan Santos descubriera a los traidores, lejos

de castigarlos como debía, los devolvió a sus reductos a fin de que el curaca Bartolomé

CULTURA Y REALIDAD NACIONAL

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“VIDA Y REBELIÓN DE JUAN SANTOS ATAHUALPA”

Quintimari, jefe de los allegados a los españoles, supiera que estaba enterado

de los planes realistas y le conminaba a que se arrepienta. El curaca, contra lo

que se esperaba, desoyó la invitación del inca y siguió fiel a los españoles. Es

más, en ese lugar cobijaron a los reaccionarios que quedaban en Jesús María

y Catilipango, en su mayor parte mujeres y niños. También se refugiaron en

este lugar los Chichirenes que habitaban Parva, quienes por razones

desconocidas no se plegaron a la revolución del inca. Lo mismo hicieron los

franciscanos que trabajaban en el Gran Pajonal con mucho temor de ser victimados,

pues en el camino no hallaron abastecimiento alguno, inequívoca señal de que ya en

aquellos lugares ya no se les quería. Pasados los años, como lo estamos viendo, se

apoderaron de animales y sembríos del lugar y mataron a los traidores que pudieron

encontrar, el resto se salvó internándose en la selva o huyendo a la sierra.

Después de sus enfrentamientos triunfales con las huestes españolas y la expulsión de

los padres misioneros, dejaba exterminadas las conversiones de Chanchamayo, Perené,

Paucartambo, Cerro de la Sal, Metraro, Eneñas, Huancabamba, Apurimac, Pangoa, Ene

Sonomoro y Alto Ucayali. En una nota aparecida poco después de la insurrección de

Juan Santos, los misioneros de Ocopa decían: “…los terrenos actualmente habitados por

los salvajes eran productivas haciendas de caña, cacao, café, coca, etc. Aquellos

silenciosos bosques, hoy en día habitados tan sólo por pequeñas tribus de salvajes, eran

centro de gran actividad y se había entablado confraternidad con los mismos infieles

quienes cambiaban los ricos productos de la montaña con víveres y objetos de nuestra

industria. Internaban carne salada, quesos, ají, aguardiente, herramientas, etc. y

regresaban con valiosas especies de la montaña, multiplicando de este modo sus

capitales. Hasta los chunchos, según Urrutia, llegaron a realizar viajes a Tarma para

vender o cambiar sus frutos, regresando muy confiados a sus reducciones surtidos de

cuanto necesitaban en el país. Pero ¿Quién hubiera dicho que tanta prosperidad debía

desaparecer en tan poco tiempo bajo las manos destructoras de estos mismos chunchos

tan sólo por instigación de un hombre ambicioso y cruel?. Este bello país que había sido

conquistado poco a poco a la virgen naturaleza, volvió nuevamente a quedar bajo su

dominio, después de haber gozado unos pocos años los beneficios de

la civilización. Desde aquella fecha se perdió a todos los pueblos

establecidos en las márgenes del Perené y las montañas de

Andamarca y Pangoa7

7 José A. Vallejo- LA REBELIÓN DE 1742

CULTURA Y REALIDAD NACIONAL

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“VIDA Y REBELIÓN DE JUAN SANTOS ATAHUALPA”

DESAPARICIÓN

Después de su triunfal ingreso en Andamarca en 1755, sucede un silencio en torno a la

figura del caudillo incaico. Envalentonados entonces los españoles, delegan la

responsabilidad de terminar con el caudillo, al brigadier español Pablo Sáenz, que entra

en Quimiri donde no encuentra sino escombros. La iglesia y los talleres han sido barridos

por el fuego y los indios no lo han reedificado. En agosto de 1756, Manso de Velazco

eleva un informe al Rey y le dice, entre otras cosas: “el sanguinario cacique no se ha

dejado sentir en mucho tiempo, ello, sin embargo, no ha influido para nada en la

vigilancia de los puestos de frontera. Ésta continúa con el mismo celo que hasta ahora

ha tenido. La tropa continúa en sus puestos de vigilancia. La noticia regada por los indios

conibos afirman que, Juan Santos Atahualpa Apu Inca, ha desparecido misteriosamente,

echando humo ante la mirada de estupefacción de todos los nativos”.

¿Qué había ocurrido con el invicto vengador al que jamás habían logrado derrotar?

¿Dónde estaba?

Los asháninkas, herederos del sacrificado esfuerzo del rebelde, mantienen todavía

vigente la misteriosa historia de su muerte a través del siguiente relato.

Después de sus encuentros con las guarniciones españolas y la expulsión definitiva de

los Padres Misioneros, todavía continuó con sus merodeos entre las quebradas de

Chanchamayo, Vítoc y Monobamba. Murió en el año de 1756, en una fiesta que

acostumbraban celebrar los nativos en la cosecha del maíz. Consistía en beber y

practicar simulacros de combate arrojándose las corontas; en el fragor del simulacro un

indio émulo de Santos Atahualpa que tomaba parte en la fiesta, para cerciorarse si era

realmente hijo de la divinidad, en lugar de una coronta, le asestó una

piedra lanzada con honda que le hirió gravemente, de cuyo

resultado murió. Antes de expirar hizo que llevaran a su presencia

al asesino quien fue muerto con sus propias manos.

La muerte física del adalid invicto de la selva no les importa gran

cosa a los indios. Saben que todos tenemos que morir tarde o

temprano. Aseguran que, en aprobación de este magnífico gesto

cristiano de luchar por los desamparados y explotados, Juan Santos Atahualpa fue

ungido con una especial bendición de Dios, ya que al morir –cumplida su valiente misión

CULTURA Y REALIDAD NACIONAL

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“VIDA Y REBELIÓN DE JUAN SANTOS ATAHUALPA”

en la selva- entre nubes y vapores brillantes, se elevó hacia los cielos en

medio de cánticos hermosos y extraños, con la promesa de que volvería. Los

frailes franciscanos, enemigos naturales del adalid –tal vez con el fin de

deshacer la mitología- afirman que, retirado a la profundidad de la selva,

muchos años después, lo vieron ya anciano, acompañado de su compañera

negra, llevando una vida de placidez y tranquilidad, feliz porque la lucha que

había iniciado se propagaba por todo el Perú.

En todo caso, los nativos no han olvidado la gesta del valiente inca; por esta razón,

reverentes, en Metraro le han erigido una capilla de 18 metros de largo por ocho de

ancho, sostenido por ocho columnas de madera en esqueleto; cubierta con techo de

humiro, en forma cruzada; en medio de la capilla, el túmulo donde descansó su cuerpo a

poco de morir, hecho de cinco tablas labradas de jacarandá, de 8 a 10 centímetros de

espesor y a una altura de un metro veinte centímetros, situado en medio del templo,

mirando hacia Oriente.

Desde entonces, sobre la cúspide del impotente nevado del Huaguruncho, apareció una

colosal cruz de oro macizo cuyos destellos se veían nítidamente en todos los confines de

Pasco. Una cara de la cruz recibía el saludo del sol naciente de las mañanas; la otra, los

postreros destellos de los atardeceres. Al hacerse realidad la añorada recuperación de

sus tierras, en reconocimiento de la bendición recibida del cielo para el triunfo final, el

imbatible caudillo guerrero, utilizando todo el oro recogido de ríos y minas de la selva,

hizo fundir una sólida cruz bruñida de oro macizo de enormes proporciones, que

mediante un magistral y agotador trabajo de ingeniería rudimentaria la fijaron en la

cúspide del Huaguruncho con un túnel vertical que comunicaba perpendicularmente la

base, con la cima del monte. Este trabajo realizado en tres largos años venía a significar

la confirmación de la fe en Cristo del caudillo Juan Santos Atahualpa.

Mucho más tarde, cuando mediante la invasión sangrienta y cruel, españoles y negros

volvieron a recuperar las posiciones de la selva, la cruz de Haguruncho desapareció

tragada por las nieves eternas en medio de lluvias torrenciales, truenos y relámpagos.

Los campas aseguran que el símbolo volverá a refulgir cuando retorne Juan Santos

Atahualpa y esta vez sí serán dueños definitivos de sus tierras

selváticas.

En todo caso, éste, es el primer paso que dimos en la lucha por la

libertad de la patria y la dignidad de la persona humana. Vendrán,

como veremos, otras epopeyas igualmente impresionantes que

tiñeron de sangre nuestra tierra8

8 Arturo de la Torre López: Guerra y Religión de Juan Santos

CULTURA Y REALIDAD NACIONAL

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“VIDA Y REBELIÓN DE JUAN SANTOS ATAHUALPA”

CONCLUSIÓN

En conclusión, a través de la monografía, se hecho evidente de la vida y rebelión del

prócer Juan Santos Atahualpa, quien pretendió restaurar el Tahuantinsuyo expulsando a

los españoles donde en 1742, lideró una gran rebelión contra la dominación española en

el Gran Pajonal (Selva Central). Sus seguidores fueron miles de nativos ashánincas,

shipibos, piros. Y shiriminques de Junín, Pasco y Ucayali. Así mismo realizando varias

campañas, la primera se trató, que Juan Santos Atahualpa establece su cuartel en el

gran pajonal; por otra parte en la segunda campaña los españoles fueron derrotados

poniendo fin a esta campaña; siguientemente en la tercera campaña el rebelde Donde

los virreyes Villa García y Superunda enviaron tropas, pero no pudieron derrotarlo.

Finadamente en la cuarta campaña entro en Andamarca, donde concluyo la contra

ofensiva del caudillo. Ante todo esto podemos decir: ¿Qué había ocurrido con el invicto

vengador al que jamás habían logrado derrotar? ¿Dónde estaba?.

CULTURA Y REALIDAD NACIONAL

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“VIDA Y REBELIÓN DE JUAN SANTOS ATAHUALPA”

ANEXOS

Rebelón de Juan santos Atahualpa

Proclamándose Apu Inca

CULTURA Y REALIDAD NACIONAL

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“VIDA Y REBELIÓN DE JUAN SANTOS ATAHUALPA”

BIBLIOGRAFÍA

RUNAPACHA. (2004). FOROS Y BOLETINES. LIMA: LA CANTUTA

ALBERTO FLORES GALINDO: BUSCANDO UN INCA, LIMA, HORIZONTE,

1988

JOSÉ A. VALLEJO, LA REBELIÓN DE 1742, JUAN SANTOS, 1954

ARTURO DE LA TORRE LÓPEZ: GUERRA Y RELIGIÓN DE JUAN SANTOS,

GRANADA 1992

DIARIO DEL SECRETARIO DE TRONCOSO, BIBLIOTECA NACIONAL DE

LIMA, SEQ. MANUSCRITOS, TO. NUM. 250, FOL

FRANCISCO LOAYZA A. “JUAN SANTOS, EL INVENCIBLE”,1942

CULTURA Y REALIDAD NACIONAL