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PROFESORADO DE LENGUA Y LITERATURA PERSPECTIVA PEDAGOGICA FILOSOFICA II PROFESOR: DANIEL PICCO Trabajo Práctico Nº 1 DIVORCIO INTEGRANTES DEL GRUPO :

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PROFESORADO DE LENGUA Y LITERATURA

PERSPECTIVA PEDAGOGICA FILOSOFICA II

PROFESOR: DANIEL PICCO

Trabajo Práctico Nº 1

DIVORCIO

INTEGRANTES DEL GRUPO:

Pablo Nahuel SantanderHernán BlancoLeandro Ariel ParrillaRubén Maldonado

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TEMARIO

1. Desarrollar el tema del divorcio históricamente. Explicar su origen, evolución

y actualidad.

2. Describir estadísticamente la realidad de los divorciados en los diferentes

países y su situación frente a la ley.

3. Caracterizar los principales problemas de los divorciados hoy (económicos,

psicológicos, sociales, etc.).

4. Explicar el pensamiento desde los valores humanos y de las religiones al

respecto.

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1. 1. Historia del divorcio

La institución del divorcio es casi tan antigua como la del matrimonio, si bien

muchas culturas no lo admitían por cuestiones religiosas, sociales o

económicas.

La mayoría de las civilizaciones que regulaban la institución del matrimonio

nunca la consideraron indisoluble, y su ruptura generalmente era solicitada por

los hombres. Aunque en algunas de ellas, el nacimiento de un hijo le otorgaba

al vínculo el carácter de indisoluble.

Generalmente, el motivo más común de divorcio era el adulterio, aunque en

muchas sociedades antiguas también era motivo de muerte, como en la

antigua Babilonia, donde el divorcio podía ser pedido por cualquiera de los

cónyuges, pero el adulterio de las mujeres era penado con la muerte.

Los celtas practicaban la endogamia (matrimonio de personas de ascendencia

común o naturales de una pequeña localidad o comarca), excepto los nobles

que solían tener más de una esposa. Era habitual la práctica de contraer

matrimonio por un período establecido de tiempo, tras el cual los contrayentes

eran libres, pero también era habitual el divorcio.

En América, los Aztecas sólo podían tener una esposa y se la denominaba

Cihuatlantli, y sólo podía tener un número determinado de concubinas, sólo la

cantidad que pudiera mantener. En este contexto, no desconocían el divorcio,

pero debía lograrse por sentencia judicial, que los habilitaba para contraer

nuevamente matrimonio.

Los hombres hebreos, en cambio, podían repudiar a sus esposas sin

necesidad de argumentar la causa de tal actitud. También existía el divorcio por

mutuo disenso, pero las razones de las mujeres eran sometidas a un análisis

más riguroso que las del hombre.

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También en la antigua Grecia existía el divorcio por mutuo disenso y la

repudiación, pero el hombre debía restituir la dote a la familia de la mujer en

caso de separación.

En Roma no se tenía el divorcio sino hasta el siglo II a. C. y tuvo similares

características que en Grecia, aunque las mujeres que eran ricas por herencia

de su padre y descontentas con sus esposos, solían abandonarlos y

divorciarse de ellos sin mayores inconvenientes.

En los inicios del cristianismo, el divorcio era admitido, pero con el tiempo la

iglesia lo fue prohibiendo. A partir del siglo X, eran los tribunales eclesiásticos

quienes tramitaban los divorcios, no sin grandes disputas de distintos sectores

de la iglesia cristiana. A partir del Concilio de Trento, en 1563, se impuso la

teoría del carácter indisoluble del vínculo, aunque se admitió la separación de

cuerpos.

Sin embargo, la Reforma de Lutero, admitió el divorcio aunque únicamente en

casos muy graves. Esta reforma, incluso provocó que Inglaterra abrazara la

misma debido a que su rey, Enrique VIII deseaba divorciarse de su esposa,

Catalina, y la Iglesia de Roma no se lo permitía.

En España el Fuero Juzgo lo admitía en casos de sodomía del marido,

inducción a la prostitución de la mujer y adulterio de esta. Posteriormente Las

Siete Partidas lo prohibieron.

Italia en 1970 y España en 1981 fueron algunos de los últimos países europeos

en aprobarlo definitivamente.

En 1796, Francia incorporó la ruptura del vínculo matrimonial en la ley

promulgada el 20 de noviembre, que sirvió de antecedente a muchas de las

legislaciones vigentes.

El divorcio ha causado grandes polémicas en los países mayoritariamente

católicos, pues la Iglesia Católica no considera posible el divorcio de las

personas.

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1. 2. Origen del divorcio

En el Derecho Romano, la disolución del matrimonio se conocía como

Divortium y se producía por diversas razones, entre las cuales podemos

señalar:

Por incapacidad matrimonial de cualquiera de los contrayentes;

Por la muerte de uno de ellos;

Por Capitis Diminutio;

Por el incestus superveniens, que ocurría cuando el suegro adoptaba

como hijo a su yerno y los cónyuges quedaban en condición de hermanos.

Por llegar al cargo de Senador quien estuviese casado con una liberta,;

Por la cesación de la Affetio Maritalis, consistente en la voluntad de

ambos cónyuges de poner término al matrimonio.

En la legislación Francesa no estaba permitido el Divorcio, el matrimonio era

considerado indestructible, eclesiástico y sagrado, pero a partir de la

Revolución de 1739, se abrió la posibilidad de dar por terminado al matrimonio

mediante el Divorcio-Contrato y posteriormente surge el Divorcio-Sanción.

Fueron asimilando varias ordenanzas que planteaban la posibilidad de pedir el

divorcio en los casos de:

Adulterio,

Por la muerte de unos de los cónyuges,

Por la condena a pena criminal,

El abandono del hogar,

Los excesos

Sevicias,

Las injurias graves del uno para con el otro,

Es decir todo lo que hiciera intolerable el mantenimiento del vínculo conyugal.

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1. 3. Evolución y actualidad

Evolución del derecho argentino. El artículo 167 del Código Civil dispuso la

celebración canónica entre personas católicas y, tratándose de matrimonio

entre católico y cristiano no católico autorizado por la Iglesia Católica, la

celebración que fuese de práctica en la iglesia de la comunión a que

perteneciere el esposo no católico.

Para ambos supuestos, confirió a la autoridad eclesiástica el conocimiento y la

decisión sobre impedimentos y dispensas y también en las causas por

divorcios.

Respecto al divorcio que correspondía decidir a los jueces civiles, o sea, el de

los matrimonios celebrados sin autorización de la Iglesia Católica de

conformidad con los ritos de la iglesia a la que los contrayentes pertenecieren,

dispuso que consistía solamente en la separación personal de los esposos sin

disolución del vínculo matrimonial.

De tal modo, los efectos de la sentencia no eran otros que la extinción del

deber de cohabitación pero subsistían el deber de fidelidad y el deber de

alimentos entre cónyuges.

La ley 2393 dictada en 1888 si bien secularizó el matrimonio consagrando la

celebración civil obligatoria, mantuvo la indisolubilidad del vínculo por divorcio.

El divorcio consistía únicamente en la separación personal de los esposos sin

que se disolviera el vínculo. Repudió el divorcio por mutuo consentimiento de

los cónyuges, exigiendo la alegación de hechos culpables enumerados en la

ley.

En 1955 con la ley 14394, la disolución del vínculo operaba por vía de la

conversión de la separación personal decretada.

Luego, la ley 17711, dispuso en una norma transitoria que en los matrimonios

disueltos durante la vigencia de la ley 14394, el cónyuge inocente conservaba

el derecho a alimentos y vocación hereditaria, salvo que hubiera pedido la

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disolución del vínculo, contraído nuevas nupcias, o incurrido en actos de grave

conducta inmoral.

En 1956, mediante el decreto 4070 se declaró en suspenso el artículo 31 de la

ley 14394 que habilitaba para contraer nuevo matrimonio a las personas

divorciadas. También se debían paralizar en el estado en que se encontrasen,

los trámites destinados a la conversión.

A partir de allí, las nuevas peticiones de conversión no serían aceptadas.

En 1987 se promulgó la ley 23515 que prevé la disolución del matrimonio por

divorcio.

Actualidad

El índice de divorcios en la actualidad se mantiene estable. Pero no porque no

crezca la cantidad sino porque cada vez son más las parejas que conviven sin

casarse. En algunos países de America, como México o Republica

Dominicana, sin embargo, si se ha incrementado la cantidad de divorcios.

Existen numerosos estudios y estadísticas al respecto, como las del Registro

Civil de la Ciudad de Buenos Aires, las del INEGI de México o las del INEC en

Ecuador.

Estados Unidos es en la actualidad el país con mayor cantidad de divorcios del

mundo, seguido por Inglaterra y España.

En la Argentina el índice de parejas que se divorcia está en aumento. En

Capital Federal se estima que una de cada dos parejas se divorcia, mientras

que en Santa Fe se redujo a la mitad la tasa de matrimonios y se duplicó la de

divorcios. En el resto del país, los índices se mantienen más o menos estables

desde 1987, año en que se promulgó la ley de divorcio. Pero en ningún caso

hubo un descenso en las cifras.

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2. Describir estadísticamente la realidad de los divorciados en los

diferentes países y su situación frente a la ley.

La periodista y escritora estadounidense Anneli Rufus realizó una investigación

tratando de determinar qué factores y cómo influyen en la probabilidad de

divorcio de una pareja. Rufus publicó los resultados de su estudio en The Daily

Beasts. En la lista compuesta por 15 puntos figuran diferentes factores,

incluyendo la edad a la que los esposos contrajeron el matrimonio, el género de

los hijos y hasta el nivel de testosterona.

Así, la probabilidad de divorcio durante los 10 primeros años del matrimonio

para las mujeres que se casaron antes de cumplir 18 años es de un 48 por

ciento. Si el deseo de la mujer de tener un hijo es mayor que el del hombre, la

posibilidad de que se divorcien crece. Los esposos que tienen dos hijas son

más propicios al divorcio, que los que tienen dos hijos (el 43.1% contra el

36.9%, respectivamente). Los hombres que tienen un nivel alto de testosterona

son un 43 por ciento más propicios al divorcio que sus congéneres con un nivel

normal de hormonas en la sangre.

El estado de salud también importa a la hora de divorciarse, señala Rufus. Así,

si a la mujer se le diagnostica cáncer o esclerosis múltiple, la probabilidad de

que su matrimonio se disuelva es seis veces mayor que si fuera el esposo el

que se enferma.

La profesión también influye en el divorcio, conforme el estudio de la periodista.

El oficio más peligroso en este sentido es el de bailarín, que tienen el 43.05 por

ciento de probabilidad de rupturas, mientras que los optometristas y los físicos

nucleares corren el menor riesgo de divorciarse (con el 4.01 por ciento y el 7.29

por ciento, respectivamente).

De acuerdo con la información publicada, la raza también es un factor

importante en los asuntos familiares. Así, el primer matrimonio de las mujeres

de color se disuelve durante los primeros 10 años en el 47 por ciento de los

casos; las hispanas se divorcian en el 34 por ciento; las caucásicas en el 32

por ciento, mientras que las asiáticas en tan sólo 20 por ciento.

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Entre las premisas del divorcio figura también un factor curioso. Según el

estudio las personas que no salen con una sonrisa en sus fotos de la niñez

tienen pocas oportunidades de crear un matrimonio sólido.

La lista hecha por Rufus mira desde otro ángulo las relaciones entre los

esposos y las causas que los llevan al divorcio.

Fuente: actualidad.rt.com

3. Caracterizar los principales problemas de los divorciados hoy

(económicos, psicológicos, sociales, etc.)

Divorcio y Efectos Sobre Los Hijos

Según M. Albarracín (1991) los hijos deben ser tenidos en cuenta en el

momento previo y posterior al divorcio. La solución ideal en un divorcio difícil es

la que menos perjudique a los niños, pero sin dejar de lado la que menos

perjudique a toda la familia, ya que el hecho de perjudicar a uno de los

miembros hará que sufran todos los demás. El principal problema que tienen

los hijos cuando surge la separación o el divorcio, es que los padres incurren

en una serie de conductas erróneas para con ellos. Los padres no deben

utilizarlos como "espías" para que les informen qué está haciendo el otro

cónyuge, o como "corre ve y dile" o "mensajeros" para comunicarse entre ellos.

Los padres no deben presentar reacciones agresivas contra sus hijos para

vengarse de la pareja. No deben amenazar a la pareja en el sentido de que si

se divorcian le harían un daño tremendo a los hijos para tratar de evitar la

separación.

La custodia de los niños debería ser compartida y que el niño tenga acceso a

ambos padres, ya que el hecho de mantener contacto regular con ambos

progenitores les permite crecer y desarrollarse mejor.

Según P. Hercovici (1998) dice que si la pareja marital no logra llevarse bien,

vive conflictuada por diferentes motivos y llega a divorciarse, es necesario que

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la pareja parental o "función parental" permanezca unida. La función parental

debe ser compartida por ambos padres, de lo contrario causará ambivalencia

en los hijos, sabotaje y coaliciones con uno de sus progenitores, pudiendo

llegar a causarle serios daños psicológicos a éste. Es preciso que ambos

padres estén de acuerdo en las normas a impartir, que coordinen acuerdos

básicos.

Este último punto es el más difícil, ya que esta función está más relacionada

con las prohibiciones, por lo que resulta la más frustrante y estresante. A esta

función la llamamos "normativa". La función nutritiva consiste en dar amor,

cuidado, satisfacer las necesidades básicas de alimentación, abrigo.

C. Díaz ( 1986) dice que es fundamental que los padres puedan lograr esta

discriminación, separando la crianza de los hijos de los resentimientos del post-

divorcio, siendo capaces de soportar las frecuentes comunicaciones con su ex-

cónyuge, cooperando en forma conjunta en la educación de los hijos.

Los padres tendrán que tomar una serie de decisiones que van a afectar la

crianza de los hijos, relacionada con la residencia, enseñanza, salud, y las

relaciones con la familia extensa.

M. Ramírez (1999) La reacción del niño ante la separación o el divorcio va a

depender de la edad que tenga, ya que su manera de percibirlo va a ser

distinta. Los niños de 3-6 años no comprenden lo que sucede y se sienten

culpables, en cierto modo, por la ruptura; los de 7-12 años sufren

consecuencias escolares, como ser un retroceso; los hijos mayores entienden

el divorcio, se sienten dolidos, críticos, pero consideran que los padres

pudieron haberlo evitado si hubieran intervenido sobre la situación.

J. Botella (1999) dice que, independientemente de la edad, es una alteración

emocional y conductual. Algunos niños pueden tener la fantasía de que sus

padres volverán a unirse.

Los niños necesitan de 3 a 5 años para recuperarse y readaptarse del divorcio,

pero alrededor de un tercio sufre un trauma psicológico persistente. El síntoma

más evidente que padecen es la agresividad.

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J.Carrobles (1999) dice que, al producirse el divorcio, los padres no deben

quedar resentidos con sus hijos. No deben existir conductas inapropiadas

contra los hijos, tales como el abandono afectivo por parte del padre que no

tiene la custodia o sobreprotección por parte de quien la tiene. No se le debe

presentar al hijo una nueva pareja antes que él esté en capacidad de asimilar

ese impacto. Todos estos comportamientos provocan conductas

profundamente obstaculizadas en la evolución psicológica de los niños.

Investigaciones revelan que los hijos de padres divorciados presentan menor

autoestima que los de matrimonios constituidos. El divorcio es el más grande

stress que un niño pueda soportar como hemos visto. Los niños perciben la

muerte de un padre de manera más natural que un divorcio. Los hijos de

divorciados necesitan más tratamiento psicológico que los de los no

divorciados. Las consecuencias de una conducta inadecuada de los padres

cuando se divorcian puede ocasionar ansiedad, miedo, inseguridad,

sentimientos ambivalentes y diferentes trastornos de conducta. De manera que

si una pareja se encuentra en proceso de divorcio, debe tener en cuenta:

1º El problema es con su pareja, nunca con sus hijos.

2º La única forma en que sus hijos no sufran durante la separación o divorcio

es que los padres estén plenamente conscientes de que deben explicarles

claramente la situación a ellos y decirles que, independientemente de la

decisión que tomen, ambos cónyuges seguirán queriéndolos y ayudándolos.

3º Si no hay más remedio que el divorcio, siempre será preferible una

separación amistosa que una conflictiva, por el bienestar y seguridad de los

hijos y de la propia pareja.

4º Hay que hacer un gran esfuerzo para superar el rencor y la rabia, pero es

indispensable por el bien de todos.

Según M. Ramírez (1999) dice que si el ambiente que rodea al niño es

favorable, es decir que sus padres pueden ejercer juntos la paternidad,

muestran un comportamiento consistente frente al niño y evita discusiones

frente a éstos, los hijos lograrán adaptarse bien al divorcio.

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C. Díaz (1986) habla que los adolescentes suelen pasar más tiempo fuera de la

casa luego del divorcio; los hijos presentan creencias más problemáticas

respecto ante la separación o divorcio de los padres, cuando éste se produce

de manera destructiva. En estos casos, lo niños tienden a culpabilizar más al

progenitor no custodio (pero las concepciones son menos culpabilizantes si los

niños mantienen contacto con los progenitores no custodios, al mismo tiempo

que experimentan menos sentimientos de abandono. Se ha comprobado

también que la mayor presencia de creencias problemáticas se asocia a mayor

inadaptación social y personal de los niños.

P. Hercovici (1998) dice que el hecho de que los niños vivan con uno de sus

progenitores es la prueba de que efectivamente se produjo la ruptura del

matrimonio de sus padres, y lo manifiestan con enfado y rabia; en ocasiones

difícil de manejar por el padre custodio.

Hay diferentes reacciones de los padres:

Cuando comparten con los hijos el enojo hacia el otro progenitor.

Cuando desplazan el enojo que sienten hacia la otra parte hacia los

hijos.

No respondiendo a las necesidades de los hijos por estar demasiado

ocupados en sus propias necesidades.

Intercambiando cuestiones personales con los hijos como si fueran

pares.

No proporcionándoles límites necesarios y apropiados.

Utilizando a los hijos mayores para que cuiden de los menores.

Viendo a los hijos como propiedades.

J. Wallerstein (1991) retomó estudios realizados, observó que una década

después del divorcio muchos de los hijos tienden a evitar casarse jóvenes y/o

bajo influjo de sus impulsos, que valoran el amor romántico duradero y

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comprometido. Además se formuló que más del 33 % confiesa que ha sido muy

importante mantener el contacto con ambos progenitores y que éstos hayan

dejado de pelearse continuamente.

Consecuencias económicas

 

Las consecuencias económicas del matrimonio dependen de varios aspectos:

 

  Régimen económico o forma de distribuir los bienes por la que opta el

matrimonio: sociedad de gananciales, participación o separación de

bienes.

 

  Existencia o no de hijos, pues quien no tenga su custodia deberá

generalmente abonar una pensión alimenticia a favor del otro.

 

  Perjuicio económico que haya podido sufrir uno de los cónyuges, en

cuyo caso el Juez dictaminará la necesidad de una pensión

compensatoria.

Consecuencias psicológicas del divorcio

Dentro del impacto emocional se maneja la idea de las emociones que son

fuertes ante impactos no previstos.

Así mismo el impacto psicológico se da al momento de la aparición co

dependiente y el pensar muchas veces en una situación es una manera de

gastar energía.

Existen muchas maneras de terminar una relación de cualquier tipo con las

personas que están alrededor, sin embargo cuando existe un rompimiento lleva

inmerso un sentimiento llamado “amor”, la tristeza que puede llegar a existir es

más fuerte.

Referente a lo anterior se comprueban en la psicología dos maneras de sentir

las cuales ayudan a separar lo que se percibe en la mujer; los sentimientos y

las emociones, esto en relación al saber que tan fuerte es lo que se siente por

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la otra persona, para llegar a la conclusión si este sentir es duradero o sólo por

un momento; de tal manera que a Mayor emoción-mayor intensidad-menor

duración a diferencia de que a menor Sentimiento - menor intensidad – mayor

duración.

El estar forzosamente con una persona que no es del agrado de quien se

encuentra a su lado, es una manera de vivir en contra de lo que el individuo ha

deseado para su vida, como se aseguran en la totalidad de los casos de

divorcio. “las personas no pueden ser obligadas a convivir con alguien en

contra de su voluntad, porque es atentatorio de su libertad y propia dignidad

humana”

Romper a su vez con el paradigma de la “costumbre” es la manera de darse

cuenta que es posible llegar a vivir sola y que es importante salir adelante por

los meritos propios: “de esta manera las dificultades que enfrentan las mujeres

para volver a casarse se debe en parte, a que son ellas quienes se quedan con

los hijos, y porque aún impera una cultura machista que rinde culto a la

virginidad y que fundamenta su relación en la posesión por lo que una buena

parte de los hombres prefieren buscar una compañera “nueva” evitando así que

su inseguridad (característica del machismo) los atormente por los celos hacia

la sombra del pasado sexual de la esposa.”

En la mayoría de los casos, antes de tomar la decisión de disolver el vínculo

matrimonial, las parejas experimentan una etapa de desorganización en la que

se ha deteriorado la comunicación, descuidando muchos detalles y perdiendo

el interés por las necesidades de la pareja.

Las consecuencias pueden ser positivas, neutrales o negativas. Sin embargo

las consecuencias que el divorcio traiga a una persona (niño o adulto),

dependen de sus habilidades, de sus características personales y de las

experiencias que haya tenido en el pasado, así como las que vivirá durante y

después de la separación.

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BIBLIOGRAFÍA

Albarracín, M. (1991): "Divorcio Destructivo: Particularización Sobre Aspectos Del Conflicto" Buenos Aires: En Revista Sistemas Familiares

Diaz, C . (1986): "El Ciclo Del Divorcio En La Vida Familiar". Buenos Aires: En revista Terapia Familiar.

Hercovici, P (1998): "Terapia Del Divorcio Y Mediación Familiar" Buenos Aires: En Revista Sistemas Familiares.

Ramirez, et.al. (1999) "Creencias Infantiles Sobre La Separación Parental" Buenos Aires: En revista Psicología Conductual

Garachan López María, La inteligencia emocional en el divorcio, p.38.