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El aspecto expresivo Retomando la propuesta teórica de Bajtín, el estilo de un enunciado, como momento constitutivo del género, “se define principalmente por su aspecto expresivo” (1982:274). La expresividad es entendida en este marco como “una actitud subjetiva y evaluadora desde el punto de vista emocional del hablante con respecto al contenido semántico de su propio enunciado” (1982:274), que determina la selección de los recursos de la lengua. En esta definición, nuevamente, la afectividad resulta de una evaluación de las circunstancias, según los valores imperantes. En el aviso fúnebre se detecta la manifestación de una serie de pasiones, suscitadas por la pérdida de un ser querido, que otorgan a los enunciados un particular matiz expresivo. Apelando a la metodología implementada por Ruth Amossy, que distingue entre emoción nombrada (expresada y denotada) y emoción mostrada (inferida y connotada) (24), podemos reconocer que las pasiones dominantes, inscritas en el corpus de textos, son: el amor, el horror, la alegría, la tristeza, la compasión, el agradecimiento y la añoranza. Tras la detección, continuaremos el análisis con la descripción de las pasiones señaladas, siguiendo los componentes de la dimensión afectiva distinguidos por Fabbri: el modal, el temporal, el aspectual y el estésico.

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El aspecto expresivo

Retomando la propuesta teórica de Bajtín, el estilo de un enunciado, como

momento constitutivo del género, “se define principalmente por su aspecto

expresivo” (1982:274). La expresividad es entendida en este marco como “una

actitud subjetiva y evaluadora desde el punto de vista emocional del hablante con

respecto al contenido semántico de su propio enunciado” (1982:274), que

determina la selección de los recursos de la lengua. En esta definición,

nuevamente, la afectividad resulta de una evaluación de las circunstancias, según

los valores imperantes.

En el aviso fúnebre se detecta la manifestación de una serie de pasiones,

suscitadas por la pérdida de un ser querido, que otorgan a los enunciados un

particular matiz expresivo. Apelando a la metodología implementada por Ruth

Amossy, que distingue entre emoción nombrada (expresada y denotada) y

emoción mostrada (inferida y connotada) (24), podemos reconocer que las

pasiones dominantes, inscritas en el corpus de textos, son: el amor, el horror, la

alegría, la tristeza, la compasión, el agradecimiento y la añoranza. Tras la

detección, continuaremos el análisis con la descripción de las pasiones señaladas,

siguiendo los componentes de la dimensión afectiva distinguidos por Fabbri: el

modal, el temporal, el aspectual y el estésico.

La admiración

La admiración es una impresión originada frente a un objeto que se

presenta como raro y extraordinario (Descartes, XX). En el corpus, dicha emoción

es explícitamente nombrada y atribuida a los sobrevivientes, en relación a la

consideración que éstos hacen de la persona fallecida:

Esposo y Padre admirable, dejas mucho dolor con tu partida (LG, 12/02/2015)

admiramos tu coraje y fortaleza, tu lucha por la verdad y tu grandeza (LN, 16/02/2015)

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la despiden con amor y admiración por su grandeza, bondad, alegría y coraje frente a

la vida (LN, 16/02/2015)

despedimos a un admirable hombre de bien (LN, 22/02/2015)

Sobre el aspecto modal, debemos decir que la admiración es

fundamentalmente una pasión de saber, es decir, que implica el conocimiento de

que se está ante un objeto único “digno de ser atentamente considerado”

(Descartes, XX). En el aviso fúnebre, dicha pasión en lo que respecta a su

temporalidad se orienta al pasado, puesto que allí se ubica la persona fallecida y

todos los atributos que le son propios, causantes de la admiración. Asimismo, es

posible reconocer en la pasión un aspecto ampliamente durativo puesto que

predispone a la conservación en el recuerdo de la presencia del ese bien

extraordinario:

TARATUTO, Gerardo Raúl, juez, doctor, falleció el 11-2- 2005. - Su familia lo recuerda con amor y admiración por su compromiso con los derechos humanos y con la justicia. 

LN, 11/02/2015

La tristeza

La tristeza, en tanto pasión nombrada, se manifiesta en la interpretación de

la situación: “triste momento”, “momento tan triste”, “momento de tanta tristeza”,

“tristísimo momento”, “triste despedida”, etc. Asimismo, el reconocimiento de la

pérdida se siente “con profunda tristeza”. Con menor recurrencia, el afecto se

nombra mediante sinónimos, tales como “pena” o “congoja”: “mucha pena” (LN,

20/02/2015)”; “Congoja del personal municipal de Simoca en tu despedida” (LG,

11/03/2015). Asimismo, es posible inferir dicha pasión a través de los términos

“lamentar”, que por definición implica sentir una pena, y “pesar”, mejor entendido

como pesadumbre, que remiten directamente a la aflicción propia de la tristeza.

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Los lexemas se incorporan en fórmulas del tipo “lamentan profundamente su

fallecimiento” (LN, 15/02/2015) o “despiden con pesar” (LG, 06/03/2015).

La tristeza se suscita cuando se considera “un mal que se nos aparece

como propio” (Descartes, XX); por lo tanto, analizada en función de su

componente modal, es una pasión de saber, es decir, implica el conocimiento de

“que se tiene algún mal o se carece de algo” (XX). La falta generada, tras la

muerte de un ser querido, provoca la incomodidad de los sobrevivientes, en virtud

de la evaluación realizada sobre las circunstancias: la defunción es percibida

como una pérdida irreparable.

En cuanto a la temporalidad se refiere, la tristeza constituye una pasión del

presente y responde a un acontecimiento recientemente acaecido. La muerte, en

tanto suceso desencadenante del sentimiento, se ubica en el pasado inmediato,

“falleció”, y es causante del displacer del presente, “este triste momento”.

Por su parte, atendiendo al componente aspectual y centrándonos en los

casos de recordación, como variedad genérica que extrema la distancia temporal

entre la enunciación y el hecho luctuoso, la tristeza gradualmente pierde

intensidad en la organización del aspecto expresivo y cede el protagonismo al

amor como emoción: “A un mes de su pronta partida, con profunda tristeza, le

agradecemos su ética profesional y calidez humana” (LN, 18/02/2015), “A 6 meses

de su fallecimiento su esposa Mimo Gómez de Bacqué, sus hijos e hijas políticas y

sus nietos lo recordamos permanentemente con amor y nostalgia” (LN,

19/02/2015), “Falleció hace 10 años. Su hemano lo recuerda con mucho amor”

(LN, 22/02/2015). Por lo tanto la tristeza se presenta como una pasión de tiempo

largo y continuo, pero no infinito.

Sin embargo, si consideramos la añoranza o nostalgia, como “una especie

de tristeza” (XX), puede caracterizarse a la pasión como un afecto durativo.

Según revelan algunos casos del corpus, los sobrevivientes pueden padecer este

tipo de tristeza frente por un período extenso: “CHERÑAVSKY, Moisés, falleció el

18-2-2007. - Te recordamos con enorme nostalgia. Tu esposa, hijos y nietas” (LN,

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18/02/2015, las cursivas son nuestras)”. La añoranza (o nostalgia), en tanto

emoción nombrada, es “originada por el recuerdo de una dicha perdida” (DRAE) y

“unida a cierta desesperanza” (Descartes, XX). Esta inclinación sobre los bienes

que se han gozado y posteriormente perdido, y sobre los que no se tiene “ninguna

esperanza de recobrarlos en el tiempo y de la manera en que [se] los añora” (XX),

puede detectarse en las construcciones emocionales que intentan realizar algunos

recordatorios: “  PINAZZI FRANCES, María José. - Jo, el tiempo no borra la pena

de tu partida, solo agiganta recuerdos de días más felices. No estamos

preparados para no tenerte y nunca lo estaremos. Mamá, papá y Cande” (LN,

22/02/2015, las cursivas son nuestras). Tras lo expuesto, esta especie de la

tristeza tiene, como componente temporal, una especial orientación hacia el

pasado.

Siguiendo a Fabbri, el estudio de la dimensión pasional debe continuar por

la consideración del componente estésico, es decir, por una referencia inevitable

a la corporeidad, ya que como señala el autor “no hay pasión sin cuerpo” (67). En

el corpus, se observa recurrentemente la manifestación de una transformación

estésica de carácter negativo como forma de percepción de la tristeza: el dolor.

Lo afectivo, en este caso, logra describirse concibiendo una sensación molesta y

desagradable en el organismo: “participa con profundo dolor su fallecimiento” (LG,

27/02/2015), “sintiendo y compartiendo su dolor” (LN, 13/02/2015), “Te despido

con todo el dolor del alma” (LN, 17/02/2015). En rigor, el dolor sólo puede ser

causado por una lesión experimentada a nivel físico, por lo tanto, el

acontecimiento de la muerte, en tanto acción, ocasiona un tipo de reacción en los

sobrevivientes, cuyo efecto es percibido como un daño. En esta misma línea de

descripción, se sitúan los avisos que dan cuenta explícitamente del sufrimiento, en

frases del tipo: “sufren tu repentina partida” (LG, 21/02/2015).

Las referencias corporales también están relacionadas con la sensación de

debilidad padecida por aquel que experimenta la tristeza. Los ruegos contenidos

en algunos avisos demandando “fuerza”, “fortaleza” o “confortación” para los

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deudos, reconocen en el sobreviviente dicho estado de debilidad en la disposición

física, es decir, señalan la existencia de un cuerpo carente de vigor o energía:

Fuerza querido Cachito (decano) por tu hijo, nietos, bisnieto y por vos (LG,

11/02/2015)

ruegan a Dios brinde fortaleza a Elsita (LG, 11/02/2015)

piden a Santo Domingo que les de consuelo y fortaleza (LN, 15/02/2015)

Pedimos que Dios les de fuerza y consuelo (LN, 01/03/2015)

su memoria, trayectoria y el compromiso con toda su familia, los confortará en su

pérdida.  (LN, 12/02/2015)

De igual forma, la manifestación de la tristeza, como un pesar, no está

desvinculada de la idea de soportar un peso, de lo que devendría cierta sensación

de molestia o fatiga corporal. De tal percepción dan cuenta las fórmulas “participan

con profundo pesar” (LN, 25/02/2015) o “despiden con pesar” (LG, 06/03/2015).

En dirección contaria, también en relación a la tristeza, puede identificarse cierta

“alteración”, donde el cuerpo sufre algún grado de turbación o movimiento

desagradable, según describen algunos avisos que claman por la “serenidad” de

los deudos: “ruega serenidad para Mirta” (LG, 14/02/2015).

Asimismo, el estado pasional de la tristeza aparece configurado a partir de

metáforas donde el cuerpo es concebido como un “recipiente” (Fabbri, 96) y

dentro él acontecen procesos de transformación física. Nos referimos

específicamente a las metáforas de “vaciamiento” o “desborde”, como formas de

experimentación de la tristeza. En el primer caso, “Tu partida nos dejó vacíos”

(LG, 19/02/2015) o “Nos dejas un enorme vacío” (LN, 04/03/2015), se da cuenta

de una transición de fase, que va de la saciedad (lleno) a la falta (vacío). Por el

contrario, pero en el marco de la misma configuración metafórica, el desborde,

“contienen a don Pepe” (LG, 20/02/2015), implica el cambio de la estabilidad por el

rebasamiento de los límites.

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Por último, debemos considerar el llanto, como trasformación originada por

la tristeza, indisolublemente ligado a una parte física: el ojo. Los avisos dan cuenta

de esta reacción producida en el cuerpo, al decir “Lloro tu integridad no común”

(11/02/2015) o “lloran tu partida” (LG, 08/03/2015).

El amor

La tristeza se vincula indisolublemente al amor, según la específica

configuración pasional que realiza el aviso fúnebre. La ligazón es tan estrecha que

la tristeza deviene causa del cariño profesado hacia el fallecido o hacia los

deudos: “familiares lo despiden con amor” (LG, 11/03/2015); “acompañan con

cariño a la familia” (LN, 14/01/2015). Dicha pasión, en el corpus, aparece

nombrada y también mostrada, a través de subjetivemas que señalan el sentir del

locutor, tales como “querido/a” o “entrañable”: “acompañan en este doloroso

momento a sus queridos amigos Andrea, Eduardo y familia” (LN, 15/02/2015);

“despiden con tristeza a entrañable amiga” (LG, 21/02/2015). A propósito, también

deben considerarse como actos demostrativos del afecto aquellos gestos, como

por ejemplo el “abrazo”, que sólo pueden brindarse a los deudos en virtud de la

estima que se les tiene: “Abrazo a Liliana y a los chicos con cariño” (LN,

17/02/2015).

El amor (y el cariño), en relación a su componente modal, es una pasión de

querer, es decir, un sentimiento eminentemente de tipo volitivo. Se orienta hacia

la búsqueda y unión con otro ser. Al decir de Descartes, “cuando se nos presenta

una cosa como buena para nosotros, es decir, como conveniente, esto nos hace

sentir amor por ella” (XX). En el aviso fúnebre, ese objeto hacia el cual la emoción

se inclina, se identifica con la figura del fallecido o los deudos:“Tu flia. te despide

con mucho amor y cariño” (LG, 16/02/2015), “Acompaño con amor a Tomás,

Carlos y toda la familia” (LN, 22/02/2015). Como sugiere el filósofo francés, desde

el momento en que una persona se considera unida al ser amado, imagina la

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existencia de “un todo del cual piensa que ella es sólo una parte, y otra la cosa

amada” (XX):

RATINOFF, Camila, Z.L., falleció el 22-2-2010. - En el 5° aniversario de tu partida, princesa nuestra, tuvimos la bendición de haberte tenido y el dolor infinito de haberte perdido. Te amaremos hasta nuestro último suspiro. Mamá, papá y Herni. LN, 22/02/2015, las cursivas son nuestras

Asimismo, bajo la idea de reciprocidad, el afecto es o ha sido también

padecido por el difunto en relación a su entorno: “tu amor permanece en nosotros”

(LN, 21/02/2015), “despedimos a esta tía que nos dio muchas alegrías y amor”

(LN, 14/01/2015), “Querida Ana gracias por tu amor, ternura y amistad” (LG,

15/02/2015).

Considerando la intervención del componente temporal, la pasión se

caracteriza por una aparente atemporalidad, puesto que se orienta

simultáneamente hacia el pasado, el presente o el futuro: “todos los que te

amaron” (LN, 16/02/2015), “Tu familia que te ama” (LN, 16/02/2015), “Te

amaremos por siempre” (LG, 10/03/2015).

SCHIPANI, José Luis, falleció el 12-8-2014. - Querido Josi, querido papá, a 6 meses de nuestra despedida te recordamos con profundo amor, manteniendo nuestros corazones unidos a vos en cada instante de nuestras vidas. Te pedimos nos ilumines con tu luz, tu amor, tu generosidad, tu buen humor y tu optimismo, como siempre lo has hecho con todos quienes te conocieron. Que nos ayudes a ser fuertes ante tu ausencia física y que aquietes tanto dolor con todo el amor que nos diste y que sentimos por vos. Amor eterno. Tu esposa Rut y tus hijos Andrés, Cinthia y Pablo. 

LN, 12/02/2015

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Como sugiere el ejemplo, la pasión se ubica, en primera instancia, de

acuerdo a los tiempos verbales, en el presente: “te recordamos con profundo

amor”, “el amor (…) que sentimos por vos”. Pero esta afectividad se plantea como

una suerte de continuidad, en tanto la pasión, padecida recíprocamente por las

partes involucradas (padre, madre e hijos), tiene su origen en el pasado: “todo el

amor que nos diste”. Por su parte, el futuro también es comprometido en esta

sentimentalidad, sosteniendo la idea de una permanencia emocional inalterable:

“manteniendo nuestros corazones unidos a vos en cada instante de nuestras

vidas”. Para la pasión, entonces, no existe un final, caracterización que se resume

en la frase nominal: “Amor eterno”.

Esta idea de permanencia e invariabilidad, sostenida por una amplia

cantidad de expresiones expresiones rituales,

nuestro amor es eterno (LN, 11/02/2015)

Siempre te recordaremos con amor. (LG, 15/02/2015)

A 20 años de tu partida con invariable amor te recordamos siempre (LN, 12/02/2015)

lo recordamos permanentemente con amor (LN, 19/02/2015)

A un año de su partida, su familia, amigos y colaboradores lo recuerdan con infinito

amor (LN, 19/02/2015)

nos obliga a caracterizar el componente aspectual del amor como un proceso

infinitamente durativo.

En cuanto a la estesia se refiere, el amor suele ser experimentado en los

enunciados en relación al corazón. En la descripción de la pasión, la sede del

afecto se ubica en dicho órgano: “Con amor y siempre en nuestro corazón, tu

esposa Elenita, hijos y nietos” (LG, 16/02/2015); “Hoy y siempre en nuestros

corazones. Con amor, tu familia” (LN, 21/02/2015). Asimismo, como organizador

de la vida afectiva, el corazón parecería garantizar, mediante el ritmo cardíaco, la

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inmutabilidad del afecto profesado por los sobrevivientes hacia el fallecido: “A

nueve años de tu desaparición física, seguís latente en nuestros corazones” (LN,

22/02/2015, las cursivas son nuestras).

Otro de los efectos corporales del amor consiste en el otorgamiento de

vigor, frente a la debilidad causada por la tristeza, en una suerte de compensación

fisiológica: “Te pedimos (…) Que nos ayudes a ser fuertes ante tu ausencia física

y que aquietes tanto dolor con todo el amor” (LN, 12/02/2015). Dicha

transformación de la estesia, en la opinión de Antonio Barcelona Sánchez,

responde a la metáfora “AMOR = ALIMENTO [que] destaca el carácter vitalmente

necesario del amor (sobre todo del que se recibe) para el enamorado” (1992:11).

La compasión

La compasión, también llamada piedad, se origina cuando el mal se

presenta como perteneciente a otros hombres, es decir, como ajeno al sujeto que

padece la emoción. Dicha afectividad se reconoce exclusivamente en la variedad

genérica denominada participación, fundamentalmente mediante el uso del verbo

“acompañar”: “Liliana y Raúl Armanini acompañan en el dolor a querida normita y

flia.” (LG, 17/02/2015), “Matu, Lilian, Vicky, Nené, Silvia, Tita y Judy participan su

fallecimiento y acompañan a la familia en este triste momento” (LN, 21/02/2015).

La persona que padece la compasión, aunque no siente exactamente lo mismo

que el sufriente, se siente apenado por la desgracia en algún punto y en sentido

se orienta el empleo del verbo “compartir”, en tanto modo de mostrar la pasión:

“Rita Logusso e hijos: Luciana, Guido, Boyi y Soledad, comparten el dolor de tu

partida” (LG, 17/02/2015), “comparto con Mary y su familia este tristísimo

momento. Sofía Kunst Arden Quuin” (LN, 15/02/2015). 

Como señala Descartes, la compasión o piedad es “es una especie de

tristeza entreverada de amor o de buena voluntad hacia las personas a quienes

vemos sufrir algún mal del que no los creemos merecedores” (XX), por lo tanto, en

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su modalidad, se trata de un saber acerca de un mal que ocurre a los otros y de

un querer, en tanto inclinación generosa, por la cual se desea para esos otros

sólo cosas que se creen convenientes (Descartes, XX). Sobre el componente

temporal, debemos decir que la pasión se orienta hacia el presente y, en relación

al aspecto, la compasión no parece ser muy duradera, es decir, no se desarrolla

en el tiempo, desapareciendo con rapidez en los recordatorios:

†AGEJAS, Guillermo Pablo, Dr., q.e.p.d. - A un mes de su pronta partida, con profunda tristeza, le agradecemos su ética profesional y calidez humana. Nuestras condolencias a su familia y rogamos oraciones en su memoria. Su paciente Elvira Tirados e hijas. 

LN, 18/02/2015

El ejemplo precedente es el único caso, fuera de la inmediatez de la defunción,

donde se inscribe la afectividad de la piedad, mediante la fórmula “Nuestras

condolencias a su familia”. Ahora bien, esta publicación aparece tras haber

transcurrido un mes del deceso. Por el contrario, en los casos de conmemoración

anual la presencia de dicho afecto es inexistente. Ante lo expuesto, podemos

concluir que, en su aspectualidad, la compasión se caracteriza por ser puntual.

Sobre el componente estésico es posible decir que al compartir con los

deudos, el compadeciente asume, en parte, la tristeza del entorno, lo que lo lleva a

percibir con “dolor”. Asimismo, debemos considerar el “abrazo” como acto

eminentemente físico de esta conmiseración: “Enviamos un abrazo a toda su

familia” (LN, 12/02/2015), “Malvina, Pelusa y flia. abrazan y contienen a don Pepe”

(LG, 20/02/2015).

Por último, debemos decir que la piedad o compasión generalmente va unida

al favor, es decir, al “deseo de bien para la persona hacia la que se tiene buena

voluntad” (Descartes, XX).

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El agradecimiento

Otra de las emociones inscritas en el corpus es el agradecimiento, “una

especie de amor” provocado por la acción de una persona “que nos ha hecho

algún bien, o al menos que ha tenido la intención de hacérnoslo” (Descartes, XX).

En tanto pasión nombrada en el corpus, dicha afectividad es suscitada en el

entorno ante a) el bien otorgado por el fallecido a los sobrevivientes, en el pasado

inmediato,

te despedimos con inmenso amor y te agradecemos tu entrega maternal cada día de

nuestras vidas (LN, 18/02/2015)

Asociación Cinematográfica participa su fallecimiento, agradeciendo toda su gestión

como presidente a lo largo de 25 años (LN, 19/02/2015)

te despedimos con todo cariño y te agradecemos el amor y alegría que nos diste

(LN,22/02/2015)

agradecen profundamente todo el trabajo que Graciela realizo para las personas con

hemofilia (LG,22/02/2015)

"Madrina querida siempre agradeceré tu cariño y apoyo recibidos en mi vida" (LG,

19/02/2015)

o b) los actos de compasión recibidos de parte de los allegados, en el presente: .

A un mes de su partida a la casa del Padre, Pedro, hijos y nietos agradecen las

oraciones y muestras de cariño (LN, 20/02/2015)

Andreina y Octavio Caraballo agradecen por este único medio las condolencias

recibidas por el fallecimiento de su querida hija. (LN,12/02/2015)

Como se desprende de la definición, el agradecimiento, en su modalidad, al

considerarse una especie de amor, es una pasión del querer, puesto que los

bienes recibidos por los otros se le presentan al sujeto padeciente como

convenientes. Asimismo, en referencia a los tiempos, debemos decir que el afecto

se desenvuelve en el presente, de acuerdo a la estricta observancia de los

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tiempos verbales: “agradecemos”, “agradece”, “agradecen”. A propósito de su

duración, podemos decir que se caracteriza por ser puntual, en tanto se retribuye

a una acción concreta, siendo frecuente la inmediata demanda de un nuevo acto

de conmiseración, tales como el rezo o la asistencia al oficio religioso:

Su familia agradece profundamente las muestras de afecto y solidaridad recibidas por

la partida de la querida Anna y pide una oración en su memoria (LN, 20/02/2015)

A un mes de su partida al encuentro con Dios, Maritesa y familia agradecen las

condolencias recibidas e invitan a la misa que se realizará mañana (LN, 20/02/2015)

Su flia., agradece las muestras de afectos y condolencias recibidas e inv. a la misa en

su memoria el día 11/02/15, a hs. 20 en la Basílica de La Merced. (LG, 11/02/2015)

La esperanza

La esperanza, en tanto afecto, es definida como “deseo de adquirir un bien

que no se tiene aún” (Descartes, XX) o, también, de recobrar un bien que se ha

tenido en el pasado. Al respecto, es necesario puntualizar que en el aviso fúnebre

y sus variantes genéricas, advertimos la presencia de una especie particular de la

emoción, llamada seguridad o certidumbre, entendida como una disposición

absoluta a creer que lo que se desea ocurrirá.

Esta especie de esperanza, sustentada en las convicciones religiosas, se

afirma en dos direcciones:

a) la creencia en la vida eterna, postulando la existencia de una vida después

de la muerte, donde la persona amada es recompensada por la divinidad:

“lo despiden con profundo dolor y esperanza. 'Bienaventurados los limpios

de corazón porque ellos verán a Dios' (Mt. 5:8)” (LN, 11/02/2015); "El Señor

Dios que te llamó de este mundo a su presencia, nos consuele por la Fe y

la esperanza en la vida eterna" (LG, 21/02/2015)

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b) la creencia en el reencuentro, puesto que en el paraíso las almas de los

muertos vuelven a contemplarse: “Te despedimos con la esperanza del

reencuentro tus amigos de siempre” (LG, 19/02/2015); “Tus hermanas de la

vida del colegio Paula Montal, te recordaremos con gratitud y admiración

hasta que nos volvamos a encontrar” (LN, 11/03/2015)

Como es posible advertir, ambas creencias - indisolublemente ligadas entre sí

– se fundan en la certeza de la adquisición de un bien deseado, tanto para el

amado como para el enamorado, lo que nos permite asegurar que la esperanza es

entonces una pasión de querer. Ahora bien, al respecto de su temporalidad, se

orienta hacia el futuro. En relación a lo estésico, sólo se puede decir que la pasión

tiene un efecto corporal reparador, de calmante, frente al dolor provocado por la

pérdida: “con dolor y esperanza”. La esperanza se convierte en la cura, a futuro,

del dolor del presente.

El horror

Por último debemos considerar el horror o aversión, en tanto afecto

inscripto en el corpus, definido como una especie de odio, suscitado frente a la

presencia de cosas feas o desagradables (Descartes, XX). Un serie de

calificativos en referencia a la situación de comunicación, signada por la muerte de

un ser querido, remiten a este estado pasional: “este duro momento” (LG,

19/02/2015), “este difícil momento” (LG, 20/02/2015), “estos difíciles momentos”

(LN, 14/02/2015), “este terrible momento” (LN, 13/02/2015). Los términos

evidencian este rechazo o repugnancia frente al deceso acaecido. Centrándonos

en el adjetivo “terrible”, subjetivema que muestra con mayor claridad la

experimentación del afecto, en una de sus acepciones es entendido como una

cualidad de algo “[d]ifícil de tolerar” (DRAE), poniendo en evidencia la intolerancia

de los sobrevivientes a soportar la separación. Esta disposición pasional, que

opera en los textos, concuerda con la ya señala idea de Ariès, como actitud

moderna ante la muerte, en tanto los sobrevivientes manifiestan una desmesurada

repugnancia a aceptar la desaparición de un ser querido (75).

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En relación a su componente modal y temporal, podemos decir que el

horror consiste en un no querer los males que acontecen en el presente. Pero

como la ausencia física del ser amado es una constante en la vida de los deudos,

el aspecto de la pasión puede caracterizarse como durativo, según lo evidencian

los actos de recordación, dando cuenta de la imposibilidad de aceptar la pérdida:

“Viejo querido: pasaron 6 años de tu partida y te extraño como el primer día que te

fuiste. Te quiero mucho Papá. Eternamente gracias. Tu hijo Omar” (LG, 21/02/2015)

Me gustaría tenerte aquí conmigo. Tu hijo Isaac. (LN, 16/02/2015).

Asimismo, debemos asumir que esta pasión se vincula al temor, en tanto,

disposición emocional de los sobrevivientes a creer que el mal no deseado

ocurrirá. Esta idea concuerda con la afirmación de Ariès cuando señala que, en la

actitud contemporánea, “[l]a muerte temida no es entonces la muerte de uno

mismo, sino la muerte del otro” (72, las cursivas pertenecen al autor). La emoción

se suscita en los deudos, más no es los moribundos, según revelan algunas

construcciones del corpus: “la despiden con gran admiración por su fortaleza y

serenidad hasta ultimo momento” (LN, 20/02/2015), “Ha partido a la casa del

Señor un alma con mucha fe y gran fortaleza ante la adversidad que le tocó vivir”

(LN, 12/03/2015).

Una expresividad típica

Las pasiones descritas, admiración, tristeza, añoranza, amor, cariño,

compasión, agradecimiento, esperanza, horror y temor, se presentan como las

emociones típicas del género, configuradoras de su estilo. Esto nos conduce a

pensar en la existencia de una determinación de la tipología sobre su aspecto

expresivo, dado que, del amplio espectro afectivo, limita la manifestación en el

marco de este específico horizonte emocional prefigurado. Dentro de la conmoción

desencadenada por la muerte, el aviso fúnebre ejerce un control, garantizando la

exhibición de una afectividad displacentera e inhibiendo la aparición de otras

pasiones, como por ejemplo la alegría, la envidia o la ira.

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Sobre lo planteado, también podemos decir que el aspecto expresivo

analizado, como rasgo constitutivo del enunciado, constituye un acto de

resistencia frente a la actitud moderna de la muerte, sostenida por Ariès, donde “lo

que conviene evitar”, ante la sociedad, “es precisamente la emoción” (86). Dicha

manifestación emocional es posible debido a que la muerte, aún cuando sea un

objeto tabú, no suscita en el entorno un estado de vergüenza, en tanto, pasión

fundada en el amor a nosotros mismos y en el temor a ser censurados por los

otros, en relación al mal que nos acaece en el presente (Descartes, XX).