tinta tres edición 16 hagamos memoria

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Medellín Colombia - Nº 16 - Enero de 2013 - 24 páginas - www.tintatres.com ISSN 2248 6313 - Distribución gratuita Editorial / P. 2 Conflicto / destierro / P. 14 Tema central / P. 15 - 17 Análisis / p. 20 Crónica / P. 20 Reseña / P. 19 Desarrollo Local / P. 4 Deportes / P. 5 CULTURA / P. 8 Crónica / conflicto y memoria / P. 9 Conflicto / Informe / P. 6-7 Saman dice / P. 3 Claudia Rengifo Unidad de Investigación Yovanny Biancardy Álvarez Paola Alarcón Jandey Marcel Solviyerte José Arnulfo Uribe Tamayo Laura Rivera Carlos Andrés Orlas Eulalia Borja Oto Higuita Luis Fernando Acevedo MANRIQUE UN CAMINO DE memoria ACUERDOS ORGÁNICOS de ética comunitaria NARRATIVAS DEL DESTIERRO HAGAMOS MEMORIA música para recordar la historia de la comuna DE LA GRAN COLOMBIA A LA Colombia pequeña EL ÚLTIMO TOQUE DE CAMILO PUNK o la historia del Rock en Medellín UN TANQUE CON ECOLADRILLO SEGUNDO MOVIMIENTO: lo étereo LAS BUSCADORAS DE RECUERDOS A DIEZ AÑOS DE LA OPERACIÓN Orión en la 13 MANRIQUE SONORO más que un festival de música ALGO SE ESTÁ COCINANDO Hagamos memoria Foto: Leider Restrepo / Body Art Cromorama 2011

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Esta edición está dedicada a destacar la importancia de la reconstrucción de memoria histórica, se abordan varios procesos desarrollados en Manrique durante el año 2012, se rememoran los 10 años de la Operación Orión en la Comuna 13 y se recuerda la masacre en Villatina (1992), además nos acercamos al tema de la ética en la gestión comunitaria, el cine y la música.

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Page 1: Tinta Tres edición 16 Hagamos memoria

Medellín Colombia - Nº 16 - Enero de 2013 - 24 páginas - www.tintatres.com ISSN 2248 6313 - Distribución gratuita

Editorial / P. 2

Conflicto / destierro / P. 14

Tema central / P. 15 - 17

Análisis / p. 20

Crónica / P. 20

Reseña / P. 19

Desarrollo Local / P. 4

Deportes / P. 5

CULTURA / P. 8

Crónica / conflicto y memoria / P. 9

Conflicto / Informe / P. 6-7

Saman dice / P. 3

Claudia Rengifo

Unidad de Investigación

Yovanny Biancardy Álvarez

Paola Alarcón

Jandey Marcel Solviyerte

José Arnulfo Uribe Tamayo

Laura Rivera

Carlos Andrés Orlas

Eulalia Borja

Oto Higuita

Luis Fernando Acevedo

MANRIQUE UN CAMINO DE memoria

ACUERDOS ORGÁNICOS de ética comunitaria

NARRATIVAS DEL DESTIERRO

HAGAMOS MEMORIAmúsica para recordar la historia de la comuna

DE LA GRAN COLOMBIA A LA Colombia pequeña

EL ÚLTIMO TOQUE DE CAMILO PUNKo la historia del Rock en Medellín

UN TANQUE CON ECOLADRILLO

SEGUNDO MOVIMIENTO:lo étereo

LAS BUSCADORAS DE RECUERDOS

A DIEZ AÑOS DE LA OPERACIÓNOrión en la 13

MANRIQUE SONOROmás que un festival de música

ALGO SE ESTÁ COCINANDO

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Director: Leider Restrepo. Editor: Francisco Monsalve. Comité Editorial: Olga Patricia Acevedo, Guillermo León Ospina, José Arnulfo Uribe, Elkin Galvis, Carlos Andrés Orlas, Jandey Marcel Solviyerte. Consejo de Redacción: Ana Cristina Ayala, Elkin Galvis, Reina Cecilia Misas, Jhon Edison Garzón, Fernando Marín, Joni Alexander Restrepo, Johana Andrea Santofimio, Isabel Rodriguez, Mónica García, Paola Alarcón. Unidad de Investigación: Elkin Galvis, Nora Elena Buitrago, Fernando Zapata, Johana Santofimio, Jandey Marcel Solviyerte, Francisco Monsalve, Leider Restrepo. Ilustrador: Andrés Fernando Sánchez. Jefe de Distribución: Olga Patricia Acevedo. Asesoría Alcaldía de Medellín: Diana María Ortega Puerta, Secretaría de Comunicaciones. Corrección de estilo: Jandey Marcel Solviyerte. Diseño y diagramación: Leider Restrepo. Año 2 número 16, Enero de 2013. Distribución gratuita. 20.000 ejemplares. Impreso en: Rotativa El Colombiano.

Tinta Tres es una publicación realizada por Corpomedios, corporación para la comunicación social y comunitaria. Sitio web: www.tintatres.com

Contacto: [email protected]/tintatreswww.issuu.com/tintatrestwitter: @tintatreswww.youtube.com/periodicotintatres

»» Se garantiza a toda persona la libertad de expresar y difundir su pensamiento y opiniones, la de informar y recibir información veraz e imparcial, y la de fundar medios masivos de comunicación. Estos son libres y tienen responsabilidad social. Se garantiza el derecho a la rectificación en condiciones de equidad. No habrá censura. (Artículo 20. Constitución Política de Colombia)

»» La actividad periodística gozará de protección para garantizar su libertad e independiencia profesional. (Artículo 73. Constitución Política de Colombia)

»» Las opiniones y afirmaciones expresadas en los artículos son responsabilidad exclusiva de los autores y no son representativos, necesariamente, de la línea de pensamiento del periódico, ni responden forzosamente a opinión de quién lo dirige.

El año 2012 es tal vez el año en que más procesos de reconstrucción de memoria histórica se inciaron en la comua. Esto no es gratuito ni accidental; recordemos que después de las dos ultimas investigaciones

realizadas por las organizaciones de población desplazada de la comuna, se pudo visibilizar que Manrique es una de las comunas que más alberga victimas del desplazamiento forzado, mientras las cifras oficiales hablan de cerca de 21 mil, las investigaciones alternativas señalan que podrían alcanzar los 40 mil desterrados en una comuna que ha sufrido históricamente de un recrudecido conflicto en diferentes periodos.

Es una señal de esperanza que sean las victimas las que hoy se den a la tarea de reconstruir la memoria. Tras la sanción de la ley de victimas 1448 de 2011, el estado deberá realizar ingentes esfuerzos para la creación del Primer centro nacional de memoria historicista. Y entonces, nos preguntamos ante la construcción de una memoria oficial: ¿quiénes deben contar la historia? ¿se contará toda la verdad? ¿cuál será el papel de las victimas? La ley 1448 ya ha sido demandada por los muchos vicios que presenta, y sin embargo va en curso, suponiendo que en 10 años se habrá escrito la memoria de los últimos años de conflicto en el país.

Desde las experiencias de base se construyen iniciativas de memoria colec-tiva y de reconstrucción de la memoria histórica, esperaremos con esperanza al igual que como en paises como Argentina, Chile y Sudáfrica, sean las victimas las que tracen un camino hacia una memoria que clama justicia y verdad.

Balance de los procesosEl estado de iniciativas realizadas en la comuna es prometedor. Se cuentan

así varias acciones de tipo conmemorativo, como lo fueron el Primer encuentro de colonias y memorias en el barrio la Honda, en el cual 380 víctimas del desa-rraigo se congregaron para reclamar el derecho al territorio, a la memoria y su derecho a la ciudad ante la imposibilidad de retornar. Se destacó la colonia del Oriente Antioqueño, la del Urabá, y sobre todo el que familias enteras se encontraran, niños, jóvenes, abuelos hijos de la historia del destierro en el país. Igualmente, en junio también se celebró la primer conmemoración del asesinato de Ana Fabricia Córdoba, en el cual su grupo Mujeres Aventureras Gestoras de Derechos presentó un acto lleno de símbolos como una suerte de altar con re-cuerdos de Ana Fabricia, cantos afro, compartir de panes y miel y la exposición de una galería de la memoria. Además, de nuevo en junio en la Honda también se convoca al Festival internacional de Poesía, lecturas en la voz alta de los habitantes de la comuna, evento que se caracteriza por recordar cada año, por no olvidar y por seguir contando a la ciudad historias de un país y de una ciu-dad errantes.

El documental también es una herramienta para la memoria colectiva que en nuestra comuna se destaca, gracias al ingenioso trabajo que muchos de nues-tros jóvenes vienen produciendo. Así el documental Caminos por recorrer, ela-borado por las y los integrantes del comité de población desplazada Ladera Vida y Dignidad, recoge testimonios orales de las victimas del desarraigo. Tambien encontramos el documental del encuentro de Colonias y Memorias ,y por ultimo el documental del proyecto reconstrucción colectiva de la memoria histórica de los barrios la Cruz la Honda y Bello Oriente.

Cabe reseñar también dos importantes investigaciones, la anteriormente mencionada que lideran la red RIOCBACH y el departamento de Sociología de la Universidad de Antioquia, que dejara para la comuna como uno de sus produc-tos más importantes el primer archivo de memoria de los tres barrios. Además el Comité Ladera vida y dignidad (Asolividi), logró el ejercicio investigativo Ca-racterización de la población desplazada de los barrios San José la Cima 1 y 2, Carambolas y El Raizal, acompañado por un proceso de formación sociopolítica y de memoria histórica, priorizados con recursos de Presupuesto Participativo. El grupo Antígona de Bello Oriente, por su parte acaba de lanzar una cartilla de memoria que trabajaron por más de un año.

Por último la comuna cuenta con dos galerías de memoria histórica, una de las cuales será entregada por RIOCBAHC y el Departamento de sociología para el mes de enero, como fruto de la investigación. La segunda fue realizada por el conocido fotógrafo y periodista “Chucho” Jesús Abad Colorado, por medio de la Unidad de Victimas, como proyecto del comité de población desplazada y con recursos de Presupuesto Participativo.

Esta última, después de un año de su elaboración, aún no es entregada a la comuna y se encuentra guardada en la Unidad de Atención y Orienta-ción UAO, de Palermo, el Comité aun no tiene autonimía para su exhibición y los mil tramites administrativos ha-cen cada vez más lejano que esta re-grese al territorio, esto a pesar de que quienes la recrean son las vidas y las historias de las victimas de la comuna. Este caso nos sirve para ejemplificar la paradoja que tal vez nos acompa-ñe en estos años de Ley de víctimas, cuando la memoria hará parte de un mercado persa que seguramente lu-cirá de ornato en museos nacionales e internacionales de un país que se pretende pacificar en medio de un conflicto no resuelto.

Entonces ¿de quién es la memoria? Volveré a insistir: esperamos con es-peranza que sean las victimas las que marquen el camino hacia una memo-ria colectiva donde seamos sujetos de historia y de decisión y no agentes pa-sivos, sino por el contrario construc-tores de memoria, de presente y de futuros posibles para nuestros pue-blos de la Colombia diversa y plural.

Manrique: un camino de memoria

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Año 3 edición 16 / Enero de 2013 3

Una sociedad globalizada y posmoderna re-quiere de elementos que la fundamenten y la consoliden, si quiere responder con

eficacia y eficiencia a los retos más sentidos, como la salud, la educación, la alimentación, la vida en todos sus matices; es pertinente entender que nada es insignificante y que leer los acontecimientos his-tóricos permitirá claridad en la toma de decisiones.

Hablar de la memoria histórica es hablar de co-munidades autónomas, autogestoras, que asumen su protagonismo y efectivamente deciden la manera de realizarse, según sus intereses, problemáticas y circunstancias particulares, coyunturas propias de las dinámicas sociales.

Ignorar la responsabilidad, llenarse de temores, de derrotismo, de indiferencia y acomodarse pen-sando que no existe otra salida, es un asunto que tiene que ver con el desconocimiento, con la am-nesia; cuando asumimos dejar en manos de otros nuestras propias responsabilidades, estamos dicien-do que no tenemos ninguna capacidad para resol-ver en lo más mínimo los asuntos cotidianos, sim-ples, que requieren respuestas inmediatas.

Porque no da ninguna espera atender las ne-cesidades básicas: afirmamos que somos incapaces, “inválidos, física y mentalmente”. Si se nos mueve un poco el orgullo ya sería un síntoma afortunado y podemos continuar con un dialogo abierto, con una conversada de tinto y tabaco, que nos aclarará el pensamiento y nos lanzará a realizar nuestro pro-yecto histórico como pueblo.

¡Ah! si contamos con que usted como lector toma la decisión y se permite esta reflexión, ya estamos en el 50 por ciento de un avance significativo para entrar en el ambiente de los sujetos despiertos, aten-tos, dispuestos a transformar su estilo de vida, ya no de los eternamente obedientes al sistema inhumano, castrador, ridículo, minimizado y sobre todo, un sis-tema que genera una sociedad invisible, impedida para ser.

Nuestra vocación anulada por el desarrollismo se encuentra en un callejón sin salida, sin opciones, y refleja un panorama desesperador de muerte y depresión total.

Ahora no nos quedaremos en los lamentos y los golpes de pecho, pasaremos al sol prendido, al nuevo amanecer de los hombres y mujeres que definen en adelante los caminos por recorrer, los sueños por construir, los ritmos en los cuales vibrar los tiempos anhelados para la vida, para la libertad, y la autén-tica convivencia “humanidad creativa- creadora”. Recordemos… hablamos de la memoria, o sea de lo que somos nuestra esencia, nuestra historia.

Es entonces verdad que podemos serlo, no como mera utopía romántica, dado que lo vivido responde

a actos de nuestra voluntad sometida y que a su vez descubrimos al cambiar los puntos de vista, y las ac-ciones, la oportunidad para tejer nuevas relaciones, disoñando un cuerpo social, plural, diverso, lúdico, armónico, dinámico, basado en acuerdos orgánicos que rompen con el verticalismo irreverente, tenden-cioso, fatal.

El máximo ejercicio para la memoria por lo tan-to, será conversar con la vecina, con el compañero de bus, con la señora de la plaza, con el que ven-de minutos, con el transeúnte desprevenido, con tu hijo, tu esposo, con “don” Emilio en la tienda “¿Y si no?”,“Que la peor diligencia es la que no se hace,” asi es que ahí me tienes, con más ganas que un ve-rraco pa` que charlemos de historias idas, de brujas, de agüeros, de metidas de pata, o Pata Fisica que lla-man hoy, y lo digo por conversar, charlar por con-versar, charlar no más. Que de ahí salen los mejores propósitos, las más brillantes ideas, la mejor canción, la más elevada poesía; arreglamos el mundo y nos queda tiempo.

Ya sé que están riendo, o gozándome, ya sé que alguno frunció el seño, otro me dijo patán, y no les quito la razón; “principio tienen las cosas; ¿dígname haber de cuántas cosas se han acordado? ¿Cuántas anécdotas revivieron en estos cortos renglones?

De eso se trata, de desahogarnos, se permiten las preguntas, la discusión, los suspiros, los meneos de cabeza, las mordidas de labios, el cállate que me des-esperas y el “claro,” “perfecto,” “¿qué más quiere”? “Lo mejor”, “ni más ni menos”.

Cómo no gritar a los cuatro vientos que aquí es-tamos, que sentimos, pensamos, que actuamos día a día, que existimos y nadie nos remplaza, “que la vida es ahora”; hablar de la memoria es “puyar el burro”. Es soltar amarras es caminar la labor, amasar el barro, el pan nuestro de cada día, y saber que el secretico es nuestro para sazonar el sancocho de nuestros sueños más profundos, no somos cavilados de piedra, somos actores, realizadores, promotores de la vida buena y bella.

Hoy, en eterno presente, se suscitan movimien-tos pluriversales que desatan el quietismo en que andamos varados, provocando incertidumbre gene-ralizada.

Sí, buen momento para liberarnos del miedo y saltarnos los obstáculos mentales, abrazarnos a la solidaridad, “la ternura de los pueblos” y apoyar-nos en el viaje a casa, al encuentro con la familia que ha crecido y se ha desbordado; son entonces los humanos y todo el entorno natural que nos es-pera con la sabiduría infinita, con la luz encendida, porque sí es posible un mundo para todos, edificado paso a paso, donde podemos equivocarnos y repa-rar, volver a empezar; donde aprendemos hacién-

dolo y sobre todo jugando, allí es posible ser niños inocentes, libres y silvestres, que tenemos toda las edades y nuestros abuelos viven en nosotros; que es posible ser hermano de las nubes, que solo sabemos compartir, sabemos que todo es de todos, y que todo está vivo en nosotros, que somos hijos de la tierra y nuestro corazón, es una estrella en la que viajamos a bordo del espíritu y caminamos en la eternidad.

Y entonces cómo es esto de recuperar la memo-ria histórica, cómo concebir esta mirada antigua y actual, cómo recibir la buena noticia y caminar la palabra, como encender el fuego Teo fraterno en la comuna tres Manrique sin pedir permiso, sin colas y papeleos. Decretamos, mandatamos los comuneros de la tres, que nuestro plan de desarrollo es viable, que nuestros derechos estarán siempre respalda-dos por nuestras acciones, que decidiremos nuestro camino juntos y juntas, en nuestros territorios sa-grados.

Es lindo verla despierta después de tanto dormir, comuna tres…

Nada ha sido en vano, todas nuestras vivencias hablan de la dignidad de múltiples familias cam-pesinas “resiliientes” que sacan amor de donde no hay para responder a una historia de guerra fratricida, con una propuesta por la vida y para la vida. Hay que beber en nuestra joven historia todo el poder de los que se quedaron llorando sobre la leche derramada, de los que asumieron el reto de construir una ciudad autónoma, inteligente, acoge-dora, siempre florecida.

Es la memoria pues una herramienta viva, un instrumento para la dinámica social, un mapa del recorrido, un texto para leer escribiéndolo, un pre-texto para encontrarnos, para reconocernos y escu-charnos, para iluminar los senderos oscuros; nunca divididos por accidentes particulares, siempre uni-dos al calor del maíz y del cacao, sembrando la se-milla de la esperanza para cosechar la certeza de que sí podemos ser los gestores de nuevos caminos, los constructores de una sociedad incluyente, libre y liberadora. El olvido será una tentación para los pueblos. Que no se diga “ah es que yo no sabia” “como nunca explican”, “de eso tan bueno no da tanto”, ”qué bueno fuera” o “oín a este”…

Es tu decisión con un propósito claro la que lleva-

rá a ser efectiva esta propuesta apenas esbozada, en borrador. Definiendo prioridades y dando un paso a la vez, caminaremos sobre bases firmes; aprendien-do en el ser personal y colectivo. La memoria nos hace profetas del tiempo Noosferico; no adivinamos el futuro, no es una apuesta al azar: son la manos unidas, los corazones y las mentes las que anuncian el instante infinito de luz para la humanidad.

Samán dice

Algo se está cocinandoRecordar es pasar de nuevo por el corazón, recuperar la memoria es responsabilidad social, comunitaria,

es la memoria el vinculo con todos los procesos vividos por la humanidad, y hoy es urgente saber que nada esta desconectado, que los avances y retrocesos son insumo para aclarar el camino, para diseñar

las dinámicas sociales en su conjunto y a su vez en lo particular de los pueblos y las comunidades.

Arnulfo Uribe Tamayo / Ilustración del autor

Page 4: Tinta Tres edición 16 Hagamos memoria

Año 3 edición 16 / Enero de 20134 Desarrollo Local

Líderes y lideresas comunitarias y sociales de la comuna 3 Manrique participaron en el Encuentro de líderes por la palabra y la

convivencia, convocado por Corpomedios y Corpo-cocullo el viernes siete de diciembre de 2012.

Este encuentro hace parte de las actividades de la campaña del Decálogo Ético: una apuesta por la gestión comunitaria en la comuna 3, entre ellas una conversación con César Mendoza, director de la Fun-dación Sumapaz, acerca de lo qué es la ética en la gestión comunitaria. Además, Clan Destino, el Colecti-vo Audiovisual Señales de humo, y la Corporación Las Sabinas, organización de mujeres que trabaja en el área metropolitana, compartieron sus experiencias, proyectos, objetivos y logros del trabajo en equipo.

Para contribuir a la reflexión, los participantes en el Encuentro también desarrollaron un taller con el que se buscaba incentivar la importancia del De-cálogo ético en la gestión Comunitaria para la ge-neración de iniciativas comunes, la construcción de ciudadanía, la solución y negociación de conflictos en los diferentes escenarios que comparten.

Este taller, llamado el juicio, fue dirigido por San-dra Oquendo, asesora del proceso y dinimizadora del Plan de desarrollo de la comuna 2, Santa Cruz. Para cerrar el evento, algunos líderes y lideresas se com-prometieron a proyectar la ética en la gestión co-munitaria desde su quehacer, en temas relacionados con lo ambiental, el respeto por los derechos de los adultos mayores y de las mujeres; encender la luz de una vela fue la excusa para reafirmar el compromiso.

Acuerdos orgánicos de ética comunitariaEncuentro por la palabra y la convivencia para la gestión comunitaria

El Decálogo Ético es una guía en la que se establecen líneas y orientaciones de conducta y de todo líder o lideresa, independientemente de su cargo o función, en todas las actividades o procesos comunitarios en los que tenga relación. Este documento fue formulado por el Comité Local de Gobierno y la Fundación Sumapaz.

Laura Tatiana Rivera

El Decreto No 1773 de 2012, busca controlar y garantizar los recursos que desde las comu-nas y corregimientos de la ciudad de Medellín

se vienen priorizando para becas de educación supe-rior, en el programa de Presupuesto Participativo.

Algunos de los cambios serán la conformación

Nuevas reglas para las becas de educación superior

de un Comité Articulador de PP, como una nueva instan-cia de revisión, orientación y recuento en la repartición de los mencionados recur-sos que las comunas prio-rizan en el escenario de Presupuesto Participativo para las becas de la educa-ción superior. Estos comités tendrán como fin que los re-cursos tengan una ágil y efi-ciente ejecución, además de recomendar actuaciones a la coordinación institucional del proceso de PLPP, entre otras.

Este comité estará dirigi-do por la Secretaría de Edu-cación y estará integrado por el Departamento Admi-

nistrativo de Planeación, Secretaría de Participación Ciudadana, el Instituto Tecnológico Metropolitano, la Institución Universitaria Colegio Mayor de Antioquia, Instituto Tecnológico Pascual Bravo y un representan-te de las Juntas Administradoras Locales; sin embar-go estos integrantes podrán permitir la asistencia de

Redacción Tinta Tres

Inversión en la comuna 3 para el 2013

Ante el concejo de Medellín la actual Adminis-tración presentó los recursos que serán in-vertidos en las comunas y corregimientos de

la ciudad, por un valor superior a los 2 billones de pesos. Para el caso de la comuna 3, la inversión total tendrá un valor de 114 mil 894 millones.

otros con vos pero sin voto. Esta nueva figura contará además con una Secretaría Técnica manejada por la Dirección Técnica de Fondos de Educación Superior.

Recordemos que para acceder a las becas los re-quisitos necesarios son: vivir en Medellín mínimo en los últimos 5 años, y en caso de ser desplazado el tiempo exigido es de 2 años; llevar como mínimo un año de vivir en la comuna o corregimiento; haber sido admitido en una Institución Educativa Superior del orden municipal, y no tener título de técnico profesio-nal, tecnólogo o profesional universitario.

Quienes deseen ser beneficiados deben presen-tar en el tiempo establecido por la Institución Edu-cativa los documentos requeridos, incluso el certifi-cado de domicilio que puede certificarse por la JAL bien sea por su presidente o por quien ellos decidan por medio de una resolución. También puede certi-ficarse ante la Inspección de Policía competente o el presidente de la JAC, anexando la respectiva perso-nería jurídica.

A cambio de la beca el estudiante debe pagar un servicio social comunitario, de 80 horas por semes-tre, donde será la Subsecretaria de Planeación Lo-cal y Presupuesto Participativo quien intermediará durante todo el proceso de inicio y finalización del pago de las horas.

Valores en miles de millones:Mujeres 116, Medio Ambiente 129, in-

fraestructura física 137, Desarrollo Eco-nómico 176, Cultura 193, Juventud 194, Gobierno y Derechos Humanos 264, Participación ciudadana 805, ITM 1360, Inder 1490, Calidad y Servicio 2709, IS-VIMED 2735, Inclusión Social 13819, Salud 25824, Educación 55056. PP 9783.

Redacción Tinta Tres

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Año 3 edición 16 / Enero de 2013 5Deporte

Juan Camilo Álvarez Tamayo descubrió el aje-drez cuando más odió la guerra en Medellín. A sus veintiséis años, pintor de profesión y

padre de dos niños, asegura que es su mejor manera de vengarse de la violencia por haberle arrebatado a su hermano mayor.

Hoy asistente ocasional del parque San Ignacio. Juega con un hombre de sesenta años, mientras que a su alrededor se agolpa un público de hombres cu-riosos interesados en ver una buena partida entre dos contrincantes extraños.

Juan Camilo recuerda muy bien el día en que co-noció el ajedrez porque fue el mismo en que hom-bres motorizados asesinaron a su único hermano en el barrio Caicedo hace cinco años. Según él, el destino se llevó a su hermano, pero le trajo este juego para enseñarle que la vida es tan corta que ni tiempo le queda a uno para desarrollar todos sus movimientos.

Pero tampoco actúa a la ligera, al igual que sus movimientos en ese tablero de 64 casillas es un hom-bre tranquilo en este tablero de numerosas calles y carreras. Dice que lo único que no le dio espera fue haberse enamorado tan pronto y haber tenido a sus dos hijos tan rápido con su mujer. “El amor es así de inoportuno: le llega a uno y no lo suelta, le da a uno tres vueltas y de un momento a otro ya se tiene familia, deberes que cumplir, hijos que amar”, comenta con ese orgullo de padre y compañero que no se arrepiente serlo.

Como le correspondieron las fichas blancas es quien inicia. Saca impetuoso un caballo mientras que al costado norte de Parque, junto a una escul-tura, Néstor destapa una botella de alhelí, lo mezcla con agua, le da un buen sorbo y se lo pasa a un hombre de ojos cansados.

Después de trabajar toda la mañana en una car-pintería cercana a la Minorista, Néstor considera que es justo descansar y pasar un rato con sus ami-gos. Vive en la calle porque según él es la única que no le dice nada. Cansado de que su mujer los rega-ñara todos los días por llegar borracho terminó un buen día en este parque, pero no recuerda la fecha exacta en que llegó.

Todos los días asiste al parque, les lleva maíz a las palomas, luego compra una botella de alcohol, luego otra, luego otra, hasta que pierde la cuenta de botellas que se bebe con sus amigos y con ellas, la conciencia.

Conciencia que no pierde María Vélez porque sabe que si lo hace, no puede vender tintos en el carro de bebé adecuado para esta nueva función.

Después de quedarse desempleada por recorte de personal en una fábrica textil de Itagüí, la úni-ca manera que encontró María para sostener a sus tres hijos, pagar el alquiler de la casa y financiar los servicios ya cortados, fue vendiendo tintos en el parque San Ignacio. Al principio le parecía difícil, sin embargo confiesa que no le va mal. Lo único que la aburre es cuando llega el personal de Espacio Público a fastidiarla por lo del carro en el que vende también dulces y cigarrillos. Sin embargo tiene fe que algún día cambiarán las cosas, que sus hijos se-rán todos profesionales y que la llamen a un empleo con seguridad social.

Al mismo tiempo que la fe de Diana Román es tan profunda hacia la iglesia católica que todos los días asiste a misa. Esta vez, en la iglesia del parque San Ignacio. Con su bolso abrazado a su cuerpo porque hay muchos ladrones. Se arrodilla y le pide a su dios por su familia, sus amigos, su empleo y por todos los pecadores para que se conviertan y no exista

Segundo movimiento: lo etéreo

Luis Fernando Acevedo / Ilustración Luis Eduardo Loaiza

tanta maldad en un mundo cada vez más alejado del paraíso.

Paraíso al que sabe Mary que no va a entrar porque una vez se le apareció Satanás en una alu-cinación de pegante para zapato y le dijo que era su hija y se la iba a llevar, pero tenía que esperar porque todavía no había llegado ni la hora ni el día. Por eso sigue tranquila aspirando “la mona” en una bolsa negra y pidiendo algo de comer a la gente que pasa indiferente frente a ella.

Cuando Francisco Valencia pasa por un lugar del centro prefiere no mirar a nadie. “A donde voy, voy” dice categóricamente. No por que quiera ser indife-rente a lo que ocurre a su alrededor, sino porque para él es la única manera de que no lo atraquen, lo engañen o lo insulten. Prefiere evitar a los otros porque no falta quien esté dispuesto a quitarle la vida o lo poco que tiene.

El parque San Ignacio no tiene mucho de atrac-tivo, según Germán Morales. Sin embargo, para él sentarse en una banca a ver caer las hojas de los árboles es mejor que quedarse en su casa. Por lo menos en el parque hay movimiento, en su casa todo es tan quieto como una la estatua.

Juan Camilo termina de jugar. Ha ganado pero indiferente a su triunfo y más interesado en seguir entretenido, le propone a su contrincante otra parti-da. El otro hombre mecánicamente vuelve a posicio-nar las fichas en sus casillas correspondientes. Esta vez el público abandona a los jugadores distraídos por un culebrero quien empieza su acto persuasivo, pero ellos indiferentes vuelven a jugar a que son dos emperadores intentando expandir su reino. En tanto Néstor se considera un rey en medio de sus amigos.

Page 6: Tinta Tres edición 16 Hagamos memoria

Año 3 edición 16 / Enero de 20136 Informe

Sí hay algo que simbolice el trauma y el su-frimiento que aún padecen las víctimas de la Operación orión, la incursión militar del

Estado en un área urbana densamente poblada de Medellín a través de sus fuerzas armadas policiales, Fiscalía, Procuraduría, DAS y CTI, es la impunidad que implica mantener abierta La Escombrera, el si-tio utilizado como cementerio clandestino de deteni-dos y desaparecidos, antes, durante y posterior a la brutal operación militar. Para evitarla, vayamos a la historia narrada por las víctimas, y no a la verdad de los vencedores.

Y es que escribir sobre este histórico y traumá-tico hecho que significó la violación de Derechos Humanos a la población urbana más escandaloso de la última década, es recordar no solamente la he-rida abierta de los y las familiares de desaparecidos, torturados y asesinados, sino plantear la impuni-dad que representa la Escombrera mientras se siga vertiendo toneladas de escombros y no se ordene su cierre. La Escombrera es una inmensa área de cuesta de montaña donde se vienen arrojando es-combros y desechos de construcciones y materiales desde el año 2002, a un promedio diario de 300 vol-quetas y donde se calcula que tiene en estos mo-mentos 70 metros de profundidad desde su inicio, algo así como 400 millones de metros cúbicos de tie-rra, según la antropóloga Andrea Romero del Movi-miento de Víctimas de Crímenes de Estado (Movice).

Impunidad sí, porque de otra manera no se po-drá dar inicio a lo que la Comisión Internacional de Esclarecimiento llamó “etapa de investigación preli-minar donde se haga un perfil biológico y social de la víctima para saber quién era, cómo era”. Proceso además trascendental para el esclarecimiento de la verdad, justicia, reparación integral y no repetición de los graves hechos que están exigiendo los fa-miliares de las víctimas arrojados y sepultados en aquel cementerio de impunidad.

Comuna 13, la otra versiónSegún el estudio del CINEP y Justicia y Paz, el

preludio a la Operación Orión fue una serie de ope-

raciones militares de envergadura llevadas a cabo por fuerzas arma-das del Estado apoyadas por grupos paramilita-res con el propósito de desalojar las guerrillas y milicias populares que se habían asentado a partir del año 1988, en los barrios de la Co-muna. Una de las ope-raciones que tuvo un profundo impacto por el ataque indiscriminado contra la población civil y por el uso despropor-cionado de medios mi-litares fue la Operación Mariscal.

En la madrugada del 21 de mayo del año 2002 a los habitantes de la Comuna 13 no los despertaron los acostumbrados sonidos de los motores de buses que a esas horas empiezan sus acostumbrados re-corridos entre los barrios periféricos y el centro de la ciudad, ni los cantos alegres de los pájaros que con cada amanecer anuncian un nuevo día, sino los estruendos de bombas, disparos de fusiles y es-tallidos de granadas con que las fuerzas policiales y militares del Estado apoyadas por grupos paramili-tares se tomaron los barrios de la Comuna para lim-piarla de milicias populares y guerrillas que estaban generando caos y terrorismo, según la declaración oficial.

La operación iba dirigida, se nos dijo, contra in-tegrantes de las FARC–EP, ELN y los Comandos Ar-mados del Pueblo, CAP. Así se inició la toma militar denominada Operación Mariscal, que duró hasta las 3 y media de la tarde del mismo día, y en la cual participaron por lo menos mil efectivos de la Poli-cía, el Ejército, el DAS, el CTI, la FAC, la Fiscalía y la Procuraduría.

La segunda gran operación militar fue la deno-minada Operación Orión, que comenzó con el des-cargue de tropas y el acordonamiento de la zona, e iniciada desde la medianoche del 16 de octubre de 2002, cuando más de mil uniformados pertenecien-tes al Ejército, la Policía, el DAS e integrantes del CTI, así como informantes vestidos de camuflado y encapuchados, y miembros de la Fiscalía, Persone-ría y Procuraduría General de la Nación, arribaron a la Comuna 13 de Medellín a bordo de camiones y tanques blindados. Operación ordenada directamen-te por el Presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez, que se centró en los barrios Belencito, El Co-razón, 20 de Julio, El Salado, Las Independencias y Nuevos Conquistadores.

Según los entendidos, los testimonios de miles de víctimas y las imágenes de fotografías y videos que hicieron periodistas, reporteros, camarógrafos profesionales y aficionados, esta vez, a diferencia de la Operación Mariscal, el Estado y las fuerzas ar-madas y de policía habían aprendido de los errores de la operación de mayo. Estaban mejor entrena-dos, trajeron fuerzas especializadas en operaciones urbanas contrainsurgentes y además, el helicóptero artillado Black Hawk con el que se disparó indiscri-minadamente contra la población.

Según las cifras del estudio del CINEP y Justi-

cia y Paz, Comuna 13, La otra versión, durante la Operación Orión murió un civil y 38 más resultaron heridos, entre ellos varios menores de edad; otros ocho civiles fueron desaparecidos por miembros del Ejército Nacional, paramilitares de las AUC e inte-grantes del CTI de la Fiscalía, y fueron detenidos 355 pobladores de la Comuna 13. Igualmente, murieron diez guerrilleros, así como un subteniente de la Po-licía, un teniente y dos soldados del Ejército; también resultaron heridos cinco miembros de la Policía y nueve del Ejército Nacional.

En el mismo estudio se cita a La Fiscalía, el DAS y la Fuerza Pública, sobre la Operación Especial Con-junta Orión, donde se presentaron como guerrilleros muertos en combate a Elkin de Jesús Ramírez (civil ejecutado por tropas del Ejército Nacional en el Ba-rrio El Salado) y a Diego Alexander Salazar (civil muerto durante los combates en el Barrio La Inde-pendencia I). También presentan a Diego Alexander como civil herido.

Sin embargo, una lectura retrospectiva de lo que significaron estas grandes operaciones militares, indica que para el Estado no solo se trataba de de-rrotarlas militarmente y desalojarlas de los barrios,

A diez años de la Operación Orión en la Comuna 13

Las víctimas tienen la palabraOto Huiguita / Ilustraciones: Cortesía Lluvia de Orión www.lluviadeorion.com

Pocas de las medidas excepcionales y de seguridad del Estado se han orientado hacia un combate directo de los grupos paramilitares. La presencia de una base paramilitar en el municipio de El Guamo, en los Montes de María, por ejemplo, denunciada desde el año

2000 por la Oficina, y que está dentro de la actual zona de reha-bilitación y consolidación, no ha sido objeto de operativos e incluso

los paramilitares han consolidado su presencia en los municipios cercanos. Lo mismo ha sucedido en otras regiones del país, como en

el caso de Medellín después de la Operación Orión de octubre, donde fuerzas paramilitares se han asentado en varias partes de la Comuna 13 cometiendo abusos contra la población civil y graves

violaciones de derechos humanos.

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sino implantar la modalidad de control militar y te-rritorial a través del paramilitarismo, su principal aliado en la lucha contrainsurgente que se ha dado en el país por décadas. Entregándole a éste el con-trol territorial, permitiéndole el mercado ilegal de las drogas, de la prostitución, de las plazas, las vacu-nas, las amenazas, estableciendo fronteras imagina-rias entre la población y ejerciendo una disciplina y control sobre la misma a través del terror.

Otro objetivo de las fuerzas de seguridad del Estado con el control e imposición de la represión en las comunas de la ciudad tiene que ver con el silenciamiento y la criminalización de las organi-zaciones populares como parte de la política estatal de agresión a las organizaciones sociales, culturales y comunitarias que han surgido en defensa y de-manda de sus derechos y reivindicaciones de me-jores condiciones de vida para las comunidades y sus barrios. Es conocido que en la Comuna 13 sus habitantes conformaron organizaciones cívico-ba-rriales para trabajar en la solución de los diversos problemas sociales a los que históricamente se han visto sometidos, expresiones organizativas que han sido objeto de abierta estigmatización por parte de las autoridades, quienes las han calificado, así como a sus integrantes, de ser auxiliadores de las milicias populares o guerrillas.

La Comuna 13 no es el único caso de represión, abuso de autoridad y judicialización de líderes de organizaciones sociales de la ciudad. El 12 de enero de 2003, en desarrollo de la Operación Estrella Seis, ejecutada por la Cuarta Brigada del Ejército Nacio-nal, la Policía Metropolitana de Medellín, Departa-mento Administrativo de Seguridad y Cuerpo Técni-co de Investigación, con la participación de Fiscales delegados, fueron allanadas numerosas viviendas ubicadas en los barrios La Honda, La Cruz, Bello Oriente y Primavera. En esta operación detuvieron a más de cien personas, judicializando a 68 de ellas.

Varios de los detenidos eran líderes de la población desplazada, organizados en el Movimiento Social de Desplazados de Antioquia (MOSDA) y fue-ron procesados por los delitos de rebelión, homicidio y desplazamiento forzado. El fundamento para estas detenciones fue el “señalamiento” de testigos paga-dos por la Fuerza Pública, quienes encapuchados participaron de los operativos, así como numero-sas personas que participaron de la ocupación de

la Universidad de Antioquia en el mes de noviem-bre de 2002, con el propósito de exigir sus derechos como desplazados.

En el informe de la Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos de Naciones Unidas del año 2003 sobre la situación de Derechos Humanos en Colombia, particularmente sobre los hechos suce-didos en la Comuna 13, se calificó de crítica la situa-ción de los derechos civiles y políticos y se repor-tó que el año 2002 se caracterizó por violaciones graves, masivas y sistemáticas de esos derechos, constituyendo muchas de ellas crímenes contra la humanidad. Aquel año, de acuerdo al informe, se registraron ejecuciones extrajudiciales, actos de tortura, tratos crueles, inhumanos o degradantes, acciones que implicaron empleo desproporcionado de la fuerza, desapariciones forzadas, detenciones ilegales o arbitrarias, impedimentos ilegítimos al li-bre tránsito interno, desplazamientos forzados, inje-rencias arbitrarias o ilegales en la vida privada y el domicilio, y atentados contra el debido proceso y las garantías judiciales.

Señalando, así mismo, que los autores de esas violaciones fueron servidores públicos comprome-tidos en graves abusos de poder, en omisión o en abierta connivencia con el paramilitarismo.

En el Informe preliminar de la comisión de es-

clarecimiento: Las víctimas tienen la palabra, se dice claramente que “en principio, la modalidad guerrera utilizada en la Operación Orión parece haber viola-do el principio de distinción y proporcionalidad, ya que se hizo un uso desproporcionado de la fuerza y afectó gravemente a la población de la Comuna, lo que pone en cuestión la legitimidad y legalidad de la acción”. En palabras simples al Estado no le importó la relación entre los medios utilizados y el objetivo a conseguir (desalojar a las organizaciones subversi-vas), lo cual resultó en una grave violación de dere-chos humanos de los habitantes de la Comuna.

También señala el informe: “durante las audien-cias públicas de los días 16, 17 y 18 de octubre, reci-bimos testimonios, documentales y denuncias sobre la aparición de cuerpos mutilados y decapitados (…); la existencia de fosas comunes clandestinas; accio-nes de escarmiento contra familias de presuntos subversivos, con saqueo, destrucción e incendio de viviendas y el desplazamiento forzado de sus mora-

dores; así como el reclutamiento forzoso, principal-mente de jóvenes. Todas estas actividades tuvieron el efecto de destruir el tejido social comunitario autogestionario, preexistente en la Comuna 13”.

Seguidamente afirma: “La ausencia de actividad por parte de la Fiscalía General de la Nación y la Procuraduría General de la Nación compromete la responsabilidad del Estado por incumplimiento de sus deberes según el derecho internacional de los derechos humanos, particularmente por la ausencia de diligencia debida en la investigación de graves violaciones a derechos humanos. La impunidad que califica esos hechos une la perpetración de los delitos con el ejercicio de la autoridad.”

Finalmente, en el Informe preliminar de la Comi-sión Internacional de Esclarecimiento, las víctimas tienen la palabra, “…la Comisión expresa su preo-cupación por la situación en que se encuentran las víctimas de los hechos ocurridos en la Comuna 13 en relación con la desaparición de sus seres queridos. Aunque existe información disponible en manos de las autoridades y es de conocimiento público que pueden existir fosas comunes con personas desa-parecidas en La Escombrera y La Arenera no sólo no han sido objeto de medidas de protección o pre-servación para la búsqueda y recuperación de los restos, sino que tampoco se han tomado medidas para suspender el depósito sistemático y creciente de desechos y construcción de viviendas”.

Si bien no se ha podido establecer una cifra exacta de cuántos cuerpos están enterrados- des-aparecidos en este cementerio clandestino en que convirtieron el inmenso vertedero de escombros, las organizaciones de víctimas han podido documen-tar 92 casos, sin embargo en declaraciones que han dado jefes paramilitares en audiencias públicas es-tos estiman en 300 casos de desaparecidos bajo los millones de metros cúbicos de escombros.

Por eso como bien afirma una de las familiares de desaparecidos de la Operación Orión: “mientras la Escombrera siga abierta, se mantendrá abierta la impunidad”. Para que la Escombrera no siga siendo el campo de impunidad en que la han convertido durante los últimos diez años, para que los fami-liares de las víctimas de las operaciones Mariscal, Orión y todas las que se han ejecutado por parte de fuerzas militares, policiales con ayuda de grupos paramilitares puedan cerrar su traumática herida y su profundo dolor, necesitamos conocer la verdad de lo que sucedió con sus seres queridos, que sea reparada su dignidad y restablecido el buen nombre de los falsamente acusados de terroristas y que este tipo de crímenes de lesa humanidad no se vuelvan a repetir. Es lo mínimo que exigen las familias, es lo mínimo con que los podemos acompañar y apoyar. Porque la tragedia humanitaria y la herida de la Comuna 13 y de los barrios populares de Medellín es una tragedia que arrastramos todos y todas las habitantes de la ciudad. Es un deber colectivo sub-sanarla.

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El 8 de diciembre y en su quin-ta versión, luego de cumplir tres años desde que se fundó

este Festival, continúa con la idea de agrupar las propuestas culturales de los jóvenes de la comuna tres y demás barrios de Medellin en torno a la di-versidad. La Casa de la Cultura de la comuna tres, una vez más le abrió las puertas a la diversidad musical y de ideologías que en Manrique Sonoro se vieron reflejadas: el rock, el punk, el metal y el hip hop le cantaron a la vida, a la igualdad, al amor y a las injusticias, demostrándole a la ciudad que los jóvenes tienen consciencia y le apuestan a la revolución desde la cultura y el arte.

Este festival es uno de los pocos espacios donde los jóvenes de la co-muna y de la ciudad pueden demos-trar todo el talento que tienen, lo que lo convierte en un escenario al que hay que apostarle y fortalecer, ya que este festival se realiza gracias a la gestión de quienes hace algunos años se lo han soñado, y son ellos mismos quienes este año se imaginaron y can-taron un Manrique Sonoro.

Los integrantes de Elaxus, una ban-da de Rock alternativo independiente de la comuna uno que se presentó en este festival, hablan de la importancia de este evento para la comuna.

“Elaxus nació en el año 2007 y actualmente estamos sacando nues-tro primer trabajo llamado Un secre-to del pensar; conocimos el Festival hace muy poco y es la primera vez que estamos acá presentándonos y

aunque hemos hecho presentaciones en otras comunas, esta comuna nos interesa por la ventana cultural que se está abriendo a nivel de ciudad. Este tipo de festivales son muy impor-tantes para fomentar cultura y amor a las nuevas generaciones, hacía su comunidad y más si es para labores sociales “.

En palabras de Yovanny Biancar-dy, habitante de Versalles 1 y director de este festival. “Manrique Sonoro es un colectivo cultural donde se agru-pan bandas de rock, hip hop y nuevas expresiones juveniles; este proyecto nació a mediados del 2008. El objeti-vo de Manrique Sonoro es gestionar recursos para los jóvenes artistas”,

Reseña

Manrique SonoroMás que un festival de música

Una vez más el festival Manrique Sonoro le demostró a la comuna tres y a toda la ciudad que cuando se trata de cultura y de talento

no hay fronteras invisibles que los detengan para demostrarlo.

Eulalia Borja / Fotos Andrés Sánchez

Manrique Sonoro, aparte de tener una propuesta social y cultural, sirvió de plataforma para que otros colectivos de la comuna muestren la propuesta que le traen a ella y a la ciudad, como en el caso de Master Full, nuevo colec-tivo de la comuna, que al igual que el festival busca impulsar y ayudar a los jóvenes y a sus propuestas.

Esneider Gomez Otalvaro (Snaker) es músico hace aproximadamente 15 años y nos cuenta de su participación en el Festival: “Hace 15 años empecé a trabajar en el hip hop underground (subterraneo) y actualmente estoy ha-ciendo una propuesta entre lo que es el Reggaetón y el Reggae. El festival Manrique Sonoro al unirse con Mas-

ter Full quiere fomentar la cultura en otros barrios y comunas como una manera de unión entre comu-nas, porque actualmente uno ve mucha discriminación; a parte de formar cultura estamos formando personas y no importa de la co-muna que sean, para eso estamos nosotros Master Full y Manrique Sonoro para fomentar todo el ta-lento en general, porque no es solo música.

Las calles del barrio María Cano Carambo-las evocan historias que se entretejen con el esfuerzo y la resistencia de las mujeres

que lo han habitado, y que aún hoy, son símbolo de esperanza para barrios como éste, en el cual la línea divisoria entre el ambiente rural y citadino están fuertemente marcados.

El flagelo social, las injusticias sociales y el abandono por parte del Estado siempre ha sido el pan de cada día para quienes lo habitan. No obs-tante, adentrarnos en la historia del barrio implica también volvernos a los orígenes de su nombre, para recordar a aquella aguerrida mujer, María Cano Márquez, que en la década de 1930 luchó por la defensa de los derechos laborales de las mujeres trabajadoras de las textileras de Coltejer y Fabri-cato, y de todas aquellas mujeres que llegaron a Medellín buscando tener una nueva vida con sus familia y que por cosas de la vida se vieron obliga-das a asentarse en las laderas de Medellín después de haber vivido un sin número de violencias.

Hablar de la historia de María Cano Carambolas también implica hacerlo desde la importancia de los principios de comunidad con que el barrio se fundó. Recordar por ejemplo la marcha del adobe, los convites, la resistencia y lucha contra la policía para la obtención del territorio, cuando éstos iban

a desalojarlos. Cada una de estas cosas aparente-mente sencillas son la plataforma sobre la cual se fundó la comuna y cada uno de sus barrios.

Margarita, una mujer que ha visto crecer y de-crecer María Cano Carambolas cuenta como era vivir allí:

“Hace 28 años llegué al barrio, pero antes vivía en San Pablo; me vine de allá porque en Medellín se hablaba de que vivir acá era más barato que en una parte central. Principiando, yo vine a cuidar la finca de un señor don Marcos porque él se iba a ir para una finca por allá pa` San Luis y necesitaba que le cuidarán el rancho, entonces el compañero mío y yo nos quedamos, de ahí cuando el vendió eso mandó otra familia y entonces yo ya me vi obli-gada a que me prestarán este ranchito que había aquí enseguida, me lo prestaron y el señor que me lo prestó no volvió, entonces esa gente de las Em-presas (EPM), me dijeron que por que no le sacaba papeles a esto y yo le saqué los papeles de posesión a esto y eso hace que estoy aquí”.

Y agrega: “Empresas públicas ha existido en Ca-rambolas toda la vida, pero en ese tiempo no había si no luz de contrabando por toda partes, la luz legal la vinieron a poner hace mas o menos unos diez años, lo que yo recuerdo de la fundación del barrio es que aunque no hablen de eso, fue por

María Cano Carambolas Crónica a pie desde sus mujeres

Eulalia Borja / Fotos Autora

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A este archivo histórico de la biblioteca, que conser-va la prensa desde el siglo

XIX, llegan las familias de los desa-parecidos y masacrados por los pa-ramilitares antes del 2005, cuanto este grupo denominado como AUC se “desmoviliza” en el marco de la Ley 975 o Ley de justicia y paz, donde se establece un proceso de paz y de reparación a las víctimas.

Antígonas desenterrando la verdad

Para que las víctimas sean “re-paradas” por vía administrativa (ya que los paramilitares fue poca la tierra que devolvieron y entrecor-tada la verdad que confesaron, el gobierno asume pagar los muertos con dinero…) tienen que presentar una evidencia periodística en algún medio local o nacional de que sus parientes fueron asesinados por los paramilitares. Sin embargo la prensa solo reseña masacres y cuando el asesinado o desa-parecido es uno o dos, no queda evidencia en la prensa.

La otra dificultad para las buscadoras de sus muertos reside en que si estos fueron asesinados después del proceso de justicia y paz en el 2005 no pueden acceder a la dicha reparación, pues se presume que después de la “desmovilización” los paramilitares no existen, incluso, como arguye el expresidente Alvaro Uribe, el conflicto armado tampoco. “!Hecha la ley, hecha la trampa!”, dirán las victimas de los neoparamilitares o Bacrim.

Digo buscadoras de muertos o Antígonas des-enterrando la verdad, porque la mayoría de vícti-mas son mujeres: madres o viudas de los miles de masacrados y desaparecidos por los paras en los campos y ciudades; los narcos, los despojadores de tierras, la mano negra de la clase terrateniente e, incluso, de grandes empresas y multinacionales in-teresadas en poseer grandes extensiones de tierra, la cara oculta del ejército, los “paracos” disfrazados de ejército contrainsurgente y, como decía su líder

Salvatore Mancuso, de “refundadores de la patria”. Y refundaron la patria a punta de “parapolítica”, terror, pillaje, despojo y masacre.

Estas mujeres llegaban a la biblioteca con un papelito en la mano que contenía la fecha trági-ca. Buscaban en todos los periódicos publicados en los días siguientes a esta fecha. Si encontraban la noticia se le tomaba una foto a la página y había que imprimirla como evidencia para la reparación. Si el buscado no aparecía, el viacrucis continuaba para estas mujeres, muchas de ellas provenientes de regiones y pueblos apartados.

Recuerdo mucho a dos mujeres. Una oriunda de una apartada vereda de Yarumal, donde el ejército, en asocio con los paramilitares masacró a su ma-rido junto a otros cuatro hombres. Sus ojos vidrio-sos buscaban con timidez, con miedo, la reseña de aquel día fatal. Le ayudé a buscar en varios perió-dicos y recuerdo que me hablaba muy pasito, como conteniendo un grito de dolor. Me confesó casi en susurro que su caso era muy difícil porque estaba implicado el ejercito y eso no lo reconocía la ley, la miope ley, la tramposa ley, la malparida ley.

La otra mujer era una anciana de Manrique. Buscaba a su hijo asesinado en los años 90. Para ella era como una aventura ir hasta una biblioteca

Las buscadoras de recuerdos

Carlos Andrés Orlas / Cortesía De La Urbe

tan grande a investigar la muerte de su hijo en una nota periodística. Era sorprendida como si estuviera en una catatumba buscando entre papeles viejos los vestigios del pa-sado.

Me dispuse a buscar con ella, fotografiar la noticia, salir a impri-mirla y leérsela hasta que trona-ra en la reseña judicial el nombre de su hijo. Se marchó con su no-ticia impresa junto a otro montón de papeles, como cumpliendo una misión, un Karma, un duro periplo antes de morir: Antígona desente-rrando y dignificando a su muerto.

Revivir la memoria histórica, la dignidad de las víctimas, la verdad, la justicia, todo eso, sucede en pe-queños actos como este de buscar

a sus muertos y que su crimen no quede impune. Una cosa es lo que hacen los “violentólogos” y de-más especialistas en temas de víctimas, en cifras, en guerra y conflicto armado, y otra la que ha-cen las propias víctimas, sanando sus heridas aún sangrantes, solitarias, clamando por justicia, pade-ciendo ante la ley, a las puertas de las oficinas, como en el cuento de Kafka: soportando la lentitud burocrática, lo absurdo y descarado, la indiferencia administrativa, pero ahí, firmes, desenterrando la verdad, conscientes o inconscientes del valor his-tórico de sus pequeños actos.

Actualmente es más difícil el ingreso de estas personas a la biblioteca. Otro escollo más. La priva-ción del derecho a la información a estas personas por el Alma Mater (universidad) de los antioqueños, mejor sería decir el Alma Muerta. Es indigno. Las Antígonas siguen llegando, esperando a que algún día se perfore ese muro de la injusticia, esa mal-dita manía de esconder la verdad, de “tramitar” la verdad que es tan patente y bella y trágica como la mirada de estas mujeres.

Durante mis labores como auxiliar en la Biblioteca Central de la Universidad de Antioquia, cuarto piso, Sala de prensa, lo más impactante, a parte de las noticias diarias del periódico amarillista de turno, fue

el encuentro con las buscadoras de recuerdos. Llegaban todos los días dispuestas a levantar una lápida, a rememorar, a volver a pasar por el corazón la presencia de los ausentes.

mujeres, porque la mayoría llegaron acá viudas y con cuatro o cinco pelaitos entonces les tocaba ir a abrir trochas, sacar banqueos; algunas se iban a peliar con la gente de la alcaldía y así. De las que yo recuerdo estaban Leticia Machado, Teresa Mon-toya, la difunta Inés Casquiblanco, que eran unas mujeres muy berracas”

Una mujer del barrio“Doña” María es otra de las mujeres que llega-

ron a María Cano buscando vivir una nueva vida, y de las que hoy por hoy son lideresas en el barrio

“Mi nombre es María Rosio Rivera, yo llegué al barrio hace 28 años; a la primera parte que llegué fue abajito del colegio Reino De Bélgica, yo venía de Tarazá en busca de nuevos horizontes y cuando llegue acá la primera impresión que tuve fue la de un barrio amañador y que la gente era como la del campo. muy acogedora. Yo soy viuda hace 19 años, al esposo mío lo mataron en Tarazá, cuando yo lle-gué al barrio traía solo tres niños, los otros cuatro nacieron acá; hace 15 años en el barrio Jardín me mataron el hijo mayor.

Y continua “Yo recuerdo que Carambolas todo era camino de herradura, por acá no había carre-teras, las casas eran por ahí unas cinco o seis casi-tas, la escuelita era de barro y para llegar al barrio

teníamos que subir hasta Santo Domingo en carro, y de ahí para acá a pie, caminando. Hace 22 años empezaron a subir las líneas, que hoy la gente las llama chivas, eso se lo debemos a los presidentes de las JAC (Juntas de Acción Comunal) y aunque yo no me integraba con casi nadie porque a uno de nuevo en el barrio le daba miedo hablarle a la gen-te, uno si se daba cuenta de que las mujeres eran muy importantes para el barrio, porque por algo se llama María Cano Carambolas, porque María Cano fue muy importante para el barrio y para otros también ”.

En la actualidad María Cano Carambolas es aún un barrio considerado por el Estado como de “alto riesgo” (o más bien de alto costo), que a pesar de tener tantos años de su fundación, y que hoy cuen-ta con más de cinco mil habitantes, la mayoría de ellos no cuenta con su título de propiedad, al igual que tampoco cuenta con servicios público, tan ne-cesarios como lo son el alcantarillado público y el agua potable.

A pesar del abandono por parte del Estado, en las calles y caminos de María Cano Carambolas aún se respira ese espíritu y esas mismas ganas de sa-lir adelante buscando unas mejores condiciones de vida con las que sus primeros habitantes llegaron hace más de 50 años.

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Año 3 edición 16 / Enero de 201310

“Ya habían transcu-rrido algunos meses después de que con

muchos esfuerzos y entre toda la comunidad hubiéramos terminado al fin el alcantarillado y el acue-ducto comunitario, cuando fueron apareciendo, papeles en mano, los funcionarios del Municipio y de las Empresas públicas con el fin de instalar contadores de agua frente a las puertas de las casas, para cobrarnos el agua y el uso del al-cantarillado que nosotros mismos habíamos hecho con tantos es-fuerzos y sacrificios… eso a todos nos dio mucha rabia”.

Fueron las palabras de “don” José, uno de los fundadores del barrio El Raizal y quien contaba ya setenta y tantos calendarios bien vividos, pero a la vez bien sufridos, pues según contaba él mismo y quienes lo conocieron, fue uno de los que más familia tenía, y en esos tiempos las familias sí que eran bien proporcionadas.

“¡Ah! Cómo le parece pues, venir a robarnos nuestro trabajo, lo que ha-bíamos hecho entre todos y con tanto esfuerzo, porque eso sí, ha bastante que les rogamos para que nos manda-ran maquinaria y materiales para el alcantarillado, ¡y nada! Todo eso lo hi-cimos a punta de pico y pala, trabajan-do fines de semana y todo, hasta bien tarde de la noche, y bastante sudor y lagrimas que esto nos costó; ¡nooo! ¡Eso no es justo!”Todo esto contaba el viejo sentado en un antiguo taburete, de esos de madera medio forrados en cuero, el cual sacaba por las mañanas para tomar el sol en la acera de su casa, que construyó años atrás y en la que vivía con su numerosa familia, pero eso sí ya todos de manera inde-pendiente.

Por ese entonces en el barrio aun existían algunas casas fincas con frondosos árboles frutales, y en cuyas ramas los muchachos solían subirse a coger naranjas, mangos o guayabas, según el caso, o a capturar nidos de pájaros, que era también una de las aventuras más emocionantes de los jóvenes que en aquella época anda-ban de pantalones cortos, la mayoría

de las veces sin zapatos, con la cami-sa abierta mostrando las amarillentas barrigas chorreadas del sumo de las naranjas o mangos, que picaronamen-te eran sustraídas de los arboles de las fincas que aun quedaban por los alrededores de lo que hoy se conoce como Villa Roca.

Eran los terrenos pertenecientes a las casas de doña Gabriela, don Pedro, La Casa Azul entre otras; o más allá, junto a la quebrada, donde había una cueva conocida por los muchachos de la época como la cueva del indio, a cuya entrada había un mediano árbol de manzanillo el cual, a todo aquel que con sólo arrimarse o pasar cerca de él sin necesidad de tocarlo, lo llenaba de ronchas por todo el cuerpo.

Aun no había calles ni carreras, ni direcciones; todo era caminos de tierra polvorienta en esos días de sol, rodeados de helechos y dormideras, cuyas plantas llenas de espinas eran el entretenimiento de los más chicos viéndolas cómo se marchitaban al instante,en la medida quelas tocaban.

Todo era en ese entonces plenas e inocentes aventuras llenas de emo-ción, porque eso si era lo que más abundaba por los terrenos del Rai-zal, llamado así por ser este un sector lleno de raíces de todos los estilos y tamaños, pues eran numerosos los ar-boles de caucho y de distintos tipos de

enredaderas, plantas que se regaban por las grandes y numerosas rocas de los terrenos en su mayoría per-tenecientes a la familia de los Cock y de los Ramírez Johns, quienes fueron vendiendo los lotes a nuestros padres para posteriormente construir las vi-viendas que hoy habitamos.

En ese entonces todo era lejano y las pocas viviendas que había se veían desde la distancia en medio del ver-doso paisaje, cual si fueran pinceladas maestras en un ambiente de paz y tranquilidad como nunca antes se ha-bía vivido. Construidas sobre peque-ñas y artificiales planicies y rodeadas de pequeñas huertas donde sobresalía uno que otro árbol de aguacate, o uno que otro sembrado de maíz, las humil-des casas parecían fascinantes pese-bres navideños, en cuyo fondo se veía rugiente la gran ciudad cual si fuese un monstruo dormido.

Las plataneras del solar de Ramón Rios se confundían con las que que-daban al lado del cafetal de don Ángel, el señor que llenaba de alegría todo el barrio, por ser él quien tocaba el tiple y animaba las novenas en las navidades.

Eran los tiempos en que el barrio apenas nacía. Y era don Ricardo quien con una pequeña recua de caballos lle-vaba los materiales para la construc-ción y el mejoramiento de los caminos y las humildes viviendas del sector.

Los trabajos se coordinaban desde una explanada ubicada en la parte más alta de El Raizal, al lado de la casa finca de don Pedro, donde se ubicaba verticalmente uno de los altavoces amarrados en el extremo de una larga vara de guadua, por los cuales se convoca-ba a la gente y se hacía toda clase de dedicatorias a muy bajo precio con el fin de recoger fondos bien fuera para la construcción de los lavaderos comunitarios, el alcan-tarillado y el acueducto, o también para la construcción de la escueli-ta, donde hoy está ubicado el cole-gio Ramón Múnera Lopera.

Dichos trabajos eran coordi-nados en la parte administrativa por Guillermina Agudelo, presi-denta de la Acción Comunal, y en la parte operativa liderada por

dos inolvidables personajes: el popu-lar Cagaleto, muy querido por todos y que nunca le faltaba el cigarrillo en los labios, quien fuera además un tra-bajador incansable; y una señora qui-zás aún más destacada: Nelly Echava-rría, digna de admirar por su empuje y tesón, pues al igual que los demás hombres, calaba sobre su cabeza un sombrero hecho de periódico y se me-tía dentro de unos pantalones viejos y unas botas de caucho, para luego tomar en sus callosas manos el pico y la pala, con el fin de hacer los hue-cos en el piso y depositar en su fondo los tubos del alcantarillado, que baja-ban a su lecho definitivo sostenidos con sogas por sus demás compañeros, quienes luego descendían a hacer las correspondientes uniones con mezcla y luego ser tapados con capas super-puestas de tierra y piedras que eran pisoteadas con pesados palos por las mismas personas.

Todos esos trabajos fueron los que posteriormente el Estado, a través de la administración municipal se adueñara para luego descarnadamente cobrar nuevos impuestos a sus cansados, aporreados y recién acomodados ha-bitantes. Todo lo demás se fue dando con el tiempo: la construcción de las calles y su pavimentación así como las nomenclaturas correspondientes para ser integrado a la pujante ciudad.

Memorias lejanas de mi RaizalJorge Iván Pineda Taborda / Ilustración del autor

Volvió “La mita” con su piquiña“Vean parceros: La Piquiña es una historieta he-

cha en la comuna nororiental de Medellín, creada por Mauricio García y Alexander Cuervo, que circuló en la década de los 90. Sus personajes son el prototipo de los muchachos que se expresan en su Jerga, las simpá-ticas situaciones representadas por La mita, El picao y

su gente. Es una forma de reírnos de la crónica roja, de sentir hasta simpatía por aquellos hechos que en otras circunstancias nos parecen horrendos.”

Sus creadores decidieron “resucitar” a La mita y sus amigos, por lo que los veremos en cada edición de Tinta Tres haciendo de las suyas.

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Año 3 edición 16 / Enero de 2013 11

Las historias que aquí se cuentan son fruto de una experiencia de trabajo en un colegio nocturno de la ciudad de Medellin. En ellas los y las estu-

diantes cuentan sus propias tragedias, dramas, recuerdos, sueños, miedos, angustias y esperanzas. Aunque los prota-gonistas cambian, hay un tema transversal a todas: el largo ciclo de violencia que ha existido por décadas. Conflicto que ha dado origen a bien conocidas problemáticas como el desplazamiento de población campesina y urbana; las violaciones a que son sometidas, principalmente las muje-res; los continuos asesinatos que producen la intolerancia y el control territorial de la llamada frontera invisible; la ciudad entendida como la geografía humana, el territorio

de vivencias, de fundaciones de barrios y el espacio don-de confluyen experiencias humanas conmovedoras, duras, tristes pero también esperanzadoras que llevan como ta-tuajes imborrables en la memoria sus protagonistas.

Si lo que buscamos es una nueva manera de enfrentar los problemas y violencia en el país, es necesario saber cómo han sido los ciclos de violencia en distintas épocas. Así como es fundamental entender que quienes han deten-tado el poder del Estado han recurrido a la ilegalidad y la guerra sucia (guerra también contra la oposición política) empecinados en que es la mejor alternativa para solucionar el conflicto social y de clases que ha alcanzado proporcio-nes inimaginables. Esta ceguera y empecinamiento les ha

Serie, presentación

Vidas rotas, esperanzas fugaces

Amenaza en clave género

Eva, la fundadora de barriomangueras teníamos que vérnoslas con la cargada en bal-des o pagando a los que ya las tenían instaladas, que las alquilaban por horas a precio de especuladores. La necesi-dad nos obligaba a comprarla al precio que ellos quisieran.

El abuso con las mangueras hizo que se presentaran problemas entre vecinos. Hubo peleas a machete que de-jaban gente herida a cualquier hora del día, y un sin fin de conflictos que dejó enemistades en la comunidad que aún no se han olvidado. En verdad conseguir agua significaba hacer muchos sacrificios y hasta correr riesgos.

La lavada de ropa hacía parte de la difícil tarea en que se convirtió el acceso al agua. Había que ir a la nevera, como llamábamos unos pozos de agua limpia que había en ese entonces arriba en el cerro. Cuando salíamos a lavar pasábamos por unas mangas y potreros que ya no existen. A pesar de que quedaba lejos no nos daba miedo porque siempre había gente moviéndose de un lado para otro con sus canecas de agua, sus poncheradas de ropa, arreglando o instalando mangueras, había un hormigueo constante de gente que nos daba confianza.

Pero vivir en un barrio periférico al que apenas empe-zábamos a darle forma y vida también nos causaba cier-tas noches, sobre todo de luna llena, nostalgia y tristeza. En esos momentos sensibles y melancólicos íbamos y nos sentábamos en las inmensas piedras que había alrededor y desde allí contemplábamos la iluminada y ordenada ciu-dad y sus calles. Medellín se veía tan bonita, tan cerca pero al mismo tiempo tan lejana de la dura realidad que sufría-mos quienes empezamos a habitar los cerros tutelares que la rodean. Muchas veces lloré en silencio mi tristeza, me daban ganas de lanzarme desde allí o salir corriendo y nun-ca más volver.

Entre penurias y sacrificios pasaron diez largos años soportando una pobreza que a veces no sabíamos distin-guir de la miseria. Así fueron aquellos primeros años sin poder vislumbrar un futuro diferente.

Hasta que en el año 1990 empezó a correr el rumor de que venían unas ayudas de una ONG Alemana y de la alcaldía para construir los ranchos en material, es decir, cemento, ladrillos y tejados de barro. Aquel anuncio cau-só una euforia y un alboroto en la comunidad que parecía como si el mismísimo niño dios se hubiera aparecido en persona con regalos para todos y todas.

Pero había una condición: cada familia debía poner su granito de arena ayudando en la transformación del barrio con trabajo. Fue así como nos organizamos en convites y la comunidad empezó a participar y a ayudar en las instala-ciones de alcantarillados, abriendo vías de acceso, constru-yendo andenes y caminos, la empresa pública de Medellín, EPM, hizo el primer tanque de almacenamiento de agua para el barrio y así le fue cambiando el rostro al barrio hasta volverse más habitable y más humano.

En 1994 comienzan en forma los mejoramientos de vi-vienda. Con el paso de los años, la relación con la gente y mi experiencia como una de las primeras fundadoras del asentamiento me llevó a ser una líder comunal. Era una mujer de “armas tomar” como se dice, verraca y con ga-nas de sacar este barrio adelante. Por supuesto, el trabajo comunitario se hacía desde la Junta de Acción Comunal donde hubo gente muy buena, solidaria y querida. Jamás estuve sola en esta labor.

A pesar de lo que faltaba por hacer, era maravilloso ver cómo lo que en un comienzo fue un asentamiento de ran-chitos de plástico, cartones, madera y latas iba cambiando su fisonomía a algo que podríamos nombrar ya un barrio en el sentido estricto de la palabra, de casitas de material, instalaciones de agua, luz y vías de acceso.

Esta gran transformación hizo que nos sintiéramos de una manera más propia habitantes de la ciudad. Al punto que la comunidad decidió llamar el barrio Calle Nueva, pues su imagen rústica y agreste de barrancos de tierra amarillenta, caminos polvorientos o pantanosos cambió a una de escaleras en cemento, callecitas pavimentadas y casitas de adobe y cemento.

Sin embargo, en medio de los cambios que se daban en el entorno comunitario y barrial, recuerdo que la violencia también nos golpeaba duramente. Había una banda de ase-sinos que se llamaba los Roqueros. Nos tenían amedren-tados, se sentían los amos y señores del barrio. Quemaban los ranchos de la gente con la que tenían algún problema por más insignificante que fuera, violaban mujeres y niñas y asesinaban a quienes no seguían sus órdenes. Esta banda de criminales fue exterminada por otra peor, llamados Los Barbados, quienes terminaron por imponerse. Tal vez el crimen más escalofriante y espeluznante que cometieron fue cuando violaron a una madre y sus tres hijas. A la menor la llevaron al cerro, la violaron y después la atra-vesaron con un palo y le cortaron los senos. Todo porque el día que llegaron buscando al único hijo varón para ma-tarlo, no lo encontraron y se vengaron infamemente con la madre y las hijas.

Después de aquel espeluznante periodo de violencia y carencia de los más elementales servicios básicos, el barrio se ha transformado completamente. Hay planes de convertir en mirador lo que antes era un nostálgico lugar, de traer el metro cable y también de legalizar nuestros pre-dios, es decir, los terrenos donde construimos desde nues-tros primeros ranchitos de plástico, cartón, palos y madera hasta lo que hoy con orgullo son nuestras casas de adobes, cemento y techos de verdad.

De esta forma quiero que Colombia y el mundo sepan que el barrio Calle Nueva existe con dignidad y orgullo a pesar de las noches tristes, las carencias y la violencia que hemos vivido.

La llamada a las cuatro de la tarde aquel lunes era para decir que estaba circulando una ame-naza escrita que advertía a todo el mundo que

no asistiera a clases porque no respondían por la vida de nadie. Decían que se disculpaban por los heridos de la no-che anterior.

El volante que circuló con las imágenes de un par de fusiles fue contundente en producir temor en el vecinda-rio, padres de familia, profesores y estudiantes. Ese lunes 16 de mayo hacía una tarde cálida, veraniega, ideal para el comienzo de semana, pero el impacto de la amenaza fue rotundo, no hubo otra alternativa que suspender las clases.

Cuando llegué a este barrio todo estaba por ha-cer. Sólo había rastrojo, piedras, barrancos y un tierrero amarillento como de pueblo abandona-

do. Veníamos de otro sector de la ciudad, donde nos toca-ba vivir en una piecita que mi mamá alquilaba y a duras penas cabíamos parados mis tres hermanos, mi mamá y yo. Nuestra ilusión era tener un lugar propio para vivir, así empiezan casi todas las historias de los barrios de invasión de la ciudad.

En el nuevo asentamiento, en ese entonces no podía-mos llamarlo barrio, no había vías de acceso, ni carreteras, ni casas, ni andenes, ni alcantarillados, nada, solo unas lo-mas y barrancos pelados. Los buses más cercanos llegaban hasta donde está ubicada la estación de policía. Desde ese punto había que echar pata y subir los corotos al hombro o arrastrarlos, como fuera, hasta llegar al terrenito que ha-bíamos comprado.

Recuerdo tanto el día que llegamos porque cayó un aguacero de guaca mandraca. Todos los corotos se empa-ramaron. En medio de aquel torrencial llegamos a nuestro terrenito, clavamos cuatro palos, pusimos un plástico enci-ma y nos metimos todos ahí. Así fue nuestro primer día en el rancho de plástico, a partir de ahí comenzaba entonces nuestra nueva vida aunque más bien parecía como si con-tinuáramos en la misma.

Nuestro vecindario consistía en cuatro ranchos alrede-dor hechos de palos clavados descuidadamente en la tierra y encima unos plásticos. Al árido paisaje hay que agregar que no contábamos con agua potable, ni energía eléctrica; los alcantarillados aún no estaban construidos y alumbrá-bamos con velas. El rústico fogón era de leña y podíamos disfrutar de la cocina al “aire libre” cuando había una no-che despejada, hacía luna llena o el día soleado estaba de nuestro lado.

Poco a poco más gente en las mismas condiciones nuestras fue llegando y poblando asimétricamente el ba-rrio. Solo quienes tenían con que comprar cables para traer la electricidad podían contar con la conexión de la esta-ción de policía. De esta forma fuimos adquiriendo cables y más cables hasta que el incipiente y desordenado asenta-miento de casuchas se fue convirtiendo en una telaraña de alambres que colgaban de un lado para otro sin el cuidado y orden que cualquier simple arañita pondría a sus acaba-dos tejidos.

La falta de agua sí era un problema tenaz. En un co-mienzo debido a la falta de redes de acueducto nos tocaba cargarnos unas canecas de plástico y salir para la bocato-ma, arriba en el cerro Pan de Azúcar, en busca del preciado líquido. Había los que tenían con que comprar mangueras de plástico, la conectaban a la bocatoma y así la traíamos a nuestras casas.

Quienes no contábamos con recursos para adquirir

El ambiente estaba tenso y corrían rumores de muertos, balaceras, enfrentamientos entre grupos de jóvenes del co-legio diurno, de amenazas de muerte. “Si de verdad quieres a tus vecinos infórmales…que no salgan estos días hasta nuevo aviso (sic) lo de salir es no ir a estudiar los pelados y las peladas a los colegios. Los pelados los podemos coger y dales de baja y algunos llevarlos para nuestro combo. Y las peladas ponerlas de nuestra parte para ser nuestras noviecitas. Así que no se arriesguen a tanto (sic) no que-remos que caigan personas inocentes otra vez disculpen por las personas que salieron heridas anoche (sic). Se los advertimos ya, si quieren exponer a sus hijos es problema

de ustedes. Ya saben hasta nueva orden no los arriesguen”. Reunidos improvisadamente en el patio central se de-

cidió, finalmente, que así no se tuviera la certeza de quié-nes estaban detrás del panfleto, no habría clases hasta nueva orden.

Causó sorpresa el uso del lenguaje de género cuando habla de los pelados y las peladas. Sin embargo, la redac-ción como tal deja mucho qué desear. Sobre los posibles autores circularon comentarios de que eran estudiantes aprovechando la situación de conflicto por la que viene pasando el barrio y sus alrededores.

Oto Higuita

impedido entender que existe una solución política dentro del marco del estado social de derecho. Sin comprender a fondo esto, quedaríamos a ciegas y sin explicarnos los porqués fundamentales de la dinámica de la violencia ayer y hoy.

Las historias preservan lo esencial de la narración, sin embargo, se modifican nombres para proteger identidades de seres ya bastante maltratados.

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Desde que el colectivo Lluvia de Orión se propuso promover la memoria histórica del conflicto armado a través del arte y la creatividad, han sido diversos los productos con los que buscan que la población en general se solidarice con las víctimas del

conflicto armado colombiano, desde una posición pacífica. Ahora, cuando se cumplen 20 años de la masacre de Villatina, ocurrida el 15 de noviembre

de 1992, este colectivo de Memoria, Arte y Medios de comunicación recrea este capítulo de la violencia armada en la Medellín de la década de los noventa, a través de un cortometraje ela-borado en la técnica de stopmotion y con personajes de plastilina. En menos de cuatro minutos nos cuentan esta terrible historia.

El propósito del proyecto es llegar a un público infantil y juvenil en la tarea de promover la verdad, la justicia y la reparación de manera creativa y entretenida.

El cortometraje se realizó en convenio con la Facultad de Comunicaciones de la Univer-sidad de Antioquia y la participación de estudiantes practicantes del Sena, entre ellos Paola Alarcón, integrante del Colectivo audiovisual Señales de humo, en la cámara,

Directores: Luis Eduardo Gómez y Róbinson Úsuga Henao.

Una noche en VillatinaMemoria histórica del conflicto armado colombiano a través del arte

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Villatina Contra del olvido

Esta es otra historia verdadera. Ocurrió en Villatina, un barrio en el oriente de Medellín. La noche del 15 de noviembre de 1992 fueron masacradas nueve personas que departían afuera de una tienda. Sólo uno de los hombres era mayor de edad, el resto eran menores de 17 años. Una niña de ocho años de edad y que estaba en muletas, presenció el hecho y también fue masacrada.

Declaraciones de testigos y hallazgos posteriores permitieron establecer que algunos de los homicidas eran agentes pertenecientes a la Policía Nacional de Colombia. Tras un largo proceso, a partir del año 2005 las familias de las víctimas recibieron reparación eco-nómica del Estado de Colombia, y se erigió un monu-mento de recuperación de la memoria en el Parque del Periodista en el centro de Medellín.

Algunos policías relacionados con los hechos fueron destituidos, pero la justicia colombiana no llevó a nin-guno hasta prisión.

Este es otro acontecimiento que el olvido no debe devorar…

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La Huida

Dos de la tarde, lle-garon al terminal de transportes. Es-peran comunicarse con unos vecinos que hace un par de meses están en la ciudad para que les indiquen qué bus coger y cómo llegar al barrio.

Es hora de co-mer algo, pues el viaje ha sido largo, y fuertes las emo-ciones. Los niños ya tienen hambre, y la vieja debe comer algo, no sale de su asombro y su dolor, temen que se des-maye o pierda el juicio en cualquier momento; y es que salir así de la finca, de un momento a otro, sin encontrar el cuerpo de la hija mayor, sin enterrarla siquiera, en pleno diciembre y desocupar en menos de dos horas.

Dejar las tierras, la casa, los animales... No hay tiempo de empacar nada. Dice la vieja casi loca de dolor a la hija menor: ¿Y para dónde nos vamos a ir mija, para dónde?

Hora de comer, aquellas dos gallinas que alcanzó a despescuezar y cocinar antes de montarse en el camión del maiíz, a escondidas y en silencio todo el camino, pues bajar hasta el pueblo todos juntos y coger la flota, era muy arriesgado.

El señor del camión de maiíz le dijo al niño gran-decito, al que bajó al pueblo buscando un aventón para salir pronto escondidos en alguún transporte de carga que saliera aquel diía a la ciudad, “que le dijera a su familia que lo esperara, que no le dijera a nadie, que otras personas también salían aquella noche”.

Era una locura, lo sabían, pero la alternativa de esperar y tener que escapar monte adentro en unas

horas, era simplemente aterradora; ya se había es-cuchado de relatos en otras poblaciones, donde la huida de las masacres les había hecho internarse en el monte y caminar por días enteros sin ningún rumbo, como tragados por el monte.

Acurrucados en el camión, piensan, conversan en voz baja a ratos para distraer tanto dolor junto, sólo esperan no toparse en el camino con los rete-nes, lo que fue inevitable.

El Ejército hacia días había levantado sus retenes, así, sin ninguna explicación, a sabiendas de que las masacres estaban anunciadas. Ahora los retenes de los Pájaros estaban en su lugar. El camión de maíz que los trasportaba está a punto de pasar por uno de estos retenes, pero por fortuna al mismo tiempo pasa una flota a la cual los pájaros deciden requisar en vez del camión. Y es que muchos se quedan en los retenes y nunca más vuelve a saberse de ellos.

Llegando a la ciudad, los arriman cerca al ter-minal. Es mas fácil confundirse allí con todos los via-jeros que esperan a sus familiares, entre encuentros y abrazos, donde la huida no sea tan evidente, donde el flujo de personas que van y vienen, dé tiempo a que llegue alguien conocido a indicarles como atravesar esa

Narrativas del destierro Claudia Rengifo / Fotos: cortesía de la autora

ciudad desconocida y llegar hasta algún lugar.

Cuentan algunos vecinos, que llegaron antes, que pueden pa-sar varios días antes de ser recogidos en el terminal, y entonces sí toca ponerse a pedir allí mismo para comer algo mientras tanto. ¡Al fin aparece el ve-cino, qué descanso!, logró conseguir una piecita por un par de noches, está nego-ciando un rancho me-dio caído, al cual ha-

cerle un par de arreglos, una lata aquí y un plástico allá, para que sea su nuevo hogar.

La vieja no habla, se sumió en un profundo si-lencio, ahora llegar de arrimada, todos juntos a una pieza, en fin, es necesario descansar, ya mañana será otro día, mañana...

Tomaron un bus, atravesaron del terminal al centro, observaron ese tren tan moderno que cuelga de altas columnas por los aires, que apenitas estre-naron en la ciudad y que va rapidísimo.

Observan tanto carro, tanto ruido, tanta ca-rrera, todos van deprisa, esa es la gran ciu-dad. -Es una locura, piensa la vieja aturdida. Los niños por su parte se asombran con tanta luce-cita que adorna la ciudad en esta navidad.

De nuevo deben tomar otro trasporte, uno me-dio destartalado que empieza a subir y subir por empinadas lomas que se distancian cada vez más del centro, es el camino hacia la periferia, donde el afuera de la ciudad se ha construido por gene-raciones con esos recién llegados que construyen casas encima de las casas, con esa arquitectura de sobrevivencia y de utopía que les hace vivir como suspendidos en el aire, como colgados de las faldas de la ciudad.

Categorizado como asentamiento, La Honda se conformó por personas desplazadas de los barrios de la ciudad, de las subregiones de Antioquia y del país. Sus inicios datan del año 1997, un barrio cons-truido por sus propios habitantes, constituido más por la necesidad de encontrar un lugar dónde ubi-carse que de la planeación. Actualmente esta comu-nidad cuenta con una población aproximada de 4 mil habitantes.

La Honda limita por el norte con el barrio La Cruz; al sur con la comuna 8 Villahermosa y el

barrio Versalles, al oriente con el co-rregimiento de Santa Elena y al

occidente con Manrique Oriental.

En el año 2002 el barrio se declaró comunidad de paz en la figura de Refugiados Internos por la paz y los derechos humanos, lo que le dio al territorio un amplio reconocimiento municipal, nacional e in-ternacional.

La Honda ha contado con una gran organiza-ción social desde sus inicios, mostrando así su auto-nomía y su capacidad de organización, con grupos de huertas, proyectos productivos, mujeres, jóvenes, niños, hoy el club de vida Los Elegidos, el grupo Jó-venes en Honda, Comparsa juvenil Fantasía Artísti-ca, integrantes de la Sociedad de los Sueños, la red comunitaria RIOCBAHC.

En cuanto a su construcción, en infraestructura, ha sido una comunidad de autogestión, por medio de convites en los cuales han llegado a participar

Barrio La HondaO el derecho a la ciudad

Luis Fernando Acevedo / Foto: Leider Restrepo

200 personas entre las que acuden mujeres, hom-bres, niños, abuelos. Ellos construyeron Luz de Oriente, la vía de acceso que utilizan también ha-bitantes de La Cruz y de Bello Oriente; adecuación de alcantarillados, obras de mitigación, la Casa Co-munitaria, además de la construcción de andenes, escalas, pavimentación hacia el sector 4 y el acceso alternativo al agua.

Un 75 por ciento de habitantes de La Honda es población desplazada, despojados de un aproxima-do de 11 mil hectáreas de tierras en sus lugares de origen y un 83 por ciento de esta población mani-fiesta que el retorno ya no es posible por la falta de garantías, la existencia del conflicto y la pérdida o robo de sus tierras y sus casas. Además señalan que las experiencias de reubicación en la ciudad también han sido fallidas, sin garantías y rompien-do todos los tejidos humanos, familiares y sociales que las víctimas del desplazamiento forzado cons-truyen en la ciudad. Por ello demandan que si se presenta una reubicación en el barrio, que sea en sitio, en viviendas adecuadas y con las garantías necesarias para su sostenibilidad.

Para conocer más te invitamos a leer el Plan de Vida y desarrollo barrio La Honda.

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Tango para el arrabal, salsa para el case-río, parranda para el pueblo, rock para la people, hip hop para el gueto: hagamos me-

moria, porque la historia de la comuna 3 Manrique es la de sus barrios y la de sus pobladores. Aque-llos que nos recuerda Carlos Gardel, en cuyo honor se nombró una calle y se hizo un museo en esta comuna, para la cual pudo haber cantado su Me-lodía de Arrabal, para el “Barrio, barrio, que tenés el alma inquieta de un gorrión sentimental. Pena, ruego, es todo el barrio malevo, melodías de arrabal. Viejo barrio, perdoná si al evocarte se me planta un lagrimón, que al rodar en tu empedrao es un beso prolongao que te da mi corazón. Cuna de tai-tas y cantores, de broncas y entreveros, de todos mis amores; en tus muros con mi acero yo grabé el nombre que quiero”.

En el libro Medellín en zonas de la escritora Glo-ria Naranjo, se dice que en 1919 se iniciaron obras de construcción de un nuevo barrio obrero, a cargo de la recién formada Sociedad de Urbanización Mutua-ria. Casas hechas para trabajadores, quienes recibi-rían el alivio casi medicinal que otorga el tener una vivienda propia, en un barrio nombrado en honor al médico Juan Evangelista Manrique.

De esta forma nació la comuna, con la construc-ción del barrio Manrique, hecho por urbanizado-res que recibieron apoyo estatal para la titulación y venta de los predios, la instalación de servicios públicos y la construcción del riel para el tranvía.

Pero una tonada diferente suena para la historia que se empieza a escribir a partir de 1930, cuando huyendo de la pobreza y la violencia bipartidista lle-gan a la ciudad gran cantidad de campesinos, quie-nes no vieron más opción que levantar sus ranchos en terrenos que fueron comprados a personas que no eran sus dueños, o tomados por la fuerza que da la necesidad. Desde entonces, a sudor de convite y trabajo colectivo se levantaron casas, calles, can-chas, escuelas e iglesias, marcando en la memoria la forma de construir un barrio de la nada.

Estas oleadas de campesinos huyendo se repi-tieron con mayor intensidad entre los años 50, 60, finales de los 80 y durante casi toda la decada de los años 90. Décadas que han marcado la tragedia del conflicto en Colombia, y han significado el dra-ma de llegar a una ciudad que como dice el profe-sor William Estrada, “no recibe a los pobres con los brazos abiertos, y que por eso ha sido necesario conquistar”.

La historia del barrio es la de un pedazo de la

ciudad y de este país, es el reconocimiento de la identidad, de quienes empezaron a construir, de quienes lo siguen haciendo, y de todo lo que se ha construido. De esto da cuenta el recuerdo de Jor-ge Eliecer Gaitán, cuyos seguidores escaparon de la violencia desatada tras la muerte del caudillo en 1948, llegando a Manrique y construyendo un parque en su memoria. Y también María Cano, quien luego de luchar por los trabajadores del país terminó con-vertida en barrio popular, muy cerca del cielo allá arriba en Carambolas.

Como asegura Rubén Blades, cantautor panañe-ño “son paginas estas calles que se cogen con los años, escritas en un idioma que no entienden los extraños, nacimos de muchas madres pero aquí solo hay hermanos; en mi calle la vida y la muerte bailan con la cerveza en la mano. Soy de aquí de los que sobrevivieron; soy de aquí… yo soy esa esquinita chiquita bonita bendita, de los que nunca se fueron. Soy de aquí de los que sobrevivieron, de los que en-frentando la adversidad cogieron herida y golpe en cantidad y no se rindieron”.

Parranda para esta melodíaLas formas en que se levantaron los barrios no

solo muestran el origen campesino y obrero de sus pobladores, sino además la creatividad y astucia de quienes hicieron de la solución de problemas urgen-tes, su diario vivir.

Para construir el barrio, fue necesario recurrir a diferentes prácticas, entre las más comunes estuvo el convite, en el que se organizaban vecinos para dedicarle uno o varios días de trabajo voluntario a la realización de una obra; bien podía ser la cons-trucción de una casa, sacar tierra para hacer un camino o una carretera, hacer la cancha y hasta la iglesia. Para ello se rotaban, y con mano de obra comunitaria se ayudaron a construir muchas casas en Manrique.

Otra práctica común fue la marcha del adobe, donde se convocaba a la comunidad, y cada fami-lia donaba un adobe para la construcción de algu-na casa o iglesia. Complementaria a estas formas estuvo una compañía fiel y deliciosa, la empanada. Seguramente no hay alimento que haya servido para levantar más templos, casas y hasta desemba-lar familias en tiempos difíciles como la empanada. Tal vez el sancocho, acompañante durante convites y fiestas del barrio, se le acerca aunque no como fuente de recursos sino como alimento para calmar el hambre.

Una tonada triste para la muerte: ni un minuto de silencio…

En esta historia no todo es bonito, también hay una parte dolorosa. De la memoria también hacen parte los muertos, las víctimas, los señalamientos y la exclusión que se ha padecido en esta ciudad, en esta comuna.

En el documento La Historia de mi Barrio Manri-que Oriental, Guillermo León Rojas Lopera recuerda como iniciaron las bandas delincuenciales en Man-rique, que por aquellos años 60 y 70 llamaban galla-das o barras. La pastora, la banca, el treintazo y el hueco, esas fueron algunas de las primeras bandas en esta comuna.

Para los años 80´s, el narcotráfico encabezado por Pablo Escobar necesitó mano de obra barata para el trabajo sucio y la protección del negocio. Así se fueron cooptando las bandas y sus pillos en toda la ciudad, formando la estructura militar del cartel de Medellín. Al tiempo, las guerrillas avanzaban en las comunas, conformando milicias como parte de su estrategia militar urbana. Estos serían los ingre-dientes de la época de mayor muerte en Manrique y en toda la Nororiental.

Hagamos Memoria: música para recordar la historia de la comunaUnidad de Investigación Tinta Tres

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Luego, entre el Estado colombiano, los pepes y los carteles de Cali y Medellín, se desató una guerra sin cuartel que dejó tras de sí un reguero de sufrimiento que todavía duele; Pablo Escobar cae asesinado, de-jando una estructura militar sin dueño, cuyas partes se sentían en capacidad de disputarse el control de las comunas. A la par, mientras la guerra del nar-cotráfico se desarrollaba, las milicias hundían raíces en los barrios.

Comunas enteras fueron con-troladas por el proyecto guerri-llero, al tiempo que la llamada oficina de envigado consolidaba de nuevo el poder militar del car-tel. Ante el peligro que para la Al-caldía de Medellín representaban estas estructuras armadas en los barrios, se desataron estrategias militares para contener y debili-tar estos fenómenos.

Fue la época de las masacres, los llamados grupos de limpieza social y los carros que pasaban descargando ráfagas en la noche por las calles de la Nororiental. Época en que algunos colegios fueron convertidos en cárceles como el de Pablo VI en el Popular. Mientras que militares de fuerzas especiales con boinas verdes o boinas rojas se to-maban cada calle y esquina en los barrios. Años en que los únicos funcionarios del Estado que se veían por estos lados vestían de verde olivo y saludaban diciendo, ¡contra la pared! Ese fue el contexto de los 90, años en los que se hicieron habituales la muerte, la zozobra y el sufrimiento.

Como si no hubiera sido ya bastante, a partir de 1996 irrumpen los paramilitares, las Autodefen-sas Campesinas de Córdoba y Urabá ACCU, el blo-que Metro y el Cacique Nutibara. Cooptaron bandas y pillos de nuevo, arremetieron contra los barrios donde había presencia miliciana, al tiempo que se desarrollaban operaciones militares con el fin de desarticular estas estructuras.

La intensidad de esta guerra urbana se manten-dría hasta 2003, cuando derrotados todos los demás actores armados ilegales, se desmoviliza el bloque Cacique Nutibara en el marco de las negociaciones con el entonces alcalde Sergio Fajardo.

Dicha desmovilización se mostró al país como el fin del paramilitarismo, sin embargo el aparato mili-tar generado en esta guerra no se desechó, se man-tuvo bajo el mando de la llamada oficina de Enviga-do desde donde se controlaba toda la ilegalidad de esta ciudad; mientras que sus miembros recibían to-dos los beneficios de haber sido paramilitares y vin-

cularse a la ley 975, a la cual llamaron de justicia y paz.

Cinco años duró el mono-polio de la ile-galidad y la re-

lativa calma, luego de ello, para 2008 se desata de nuevo la maquinaria de guerra, esta vez para matarse a sí mismos. Con la extradición de su máximo jefe, quienes le seguían en la estructura de la oficina de Envi-gado se batieron a muerte. Pero fue-ron capturados, lo cual no ha signi-ficado que la guerra termine, otros actores ilegales han llegado a tomar el lugar de los hacedores de muerte. Hoy todavía zumban los disparos de la guerra sobre los techos de los ba-rrios en esta ciudad.

En búsqueda del tranvía Escalaba la montaña bravía cargado de obreros,

sudando gasolina. Llegaba un punto en el que se dividía hacia a Guarne o continuaba con su rum-bo que iba a terminar en la quebrada La Honda, en donde los hombres se bajaban, cargaban en sus hombros el bulto del mercado y las mujeres arras-traban a sus hijos en una vía empolvada: 1921, para los que le alcanza la memoria.

Las vías continúan ahí, una transitada por ca-rros, transporta a ojerosos hombres cansados del trajín del jornal, la otra cubierta de hormigón sirve para que Metro Plús haga de las suyas. Pero es-tas vías de Manrique no solo gozan de fama porque recuerdan a Gardel, también son el símbolo de los olvidados cafetines, billares.

Al lado de esas vías germinaba como semilla en tierra fértil la población de Manrique, que nunca se cansó de embellecer las calles, vaciadas de cemento y rayada por un hierro para que no se cayera la persona cuando esta se abrillantaba con el matiz que brinda la lluvia.

Eso fue lo que el tranvía de gasolina germinó.Ahora, Manrique tiene las calles que sugieren si-

lencio, en su mayoría claro está, porque humildes sí son, como lo fue ese vagón que transportó a sus ha-bitantes hasta 1951. Si algún día resucita el Tranvía,

Manrique es una historia de más de 90 años por la

que han transcurrido luchas, alegrías y también tristezas.

Pero sobre todo vida, la de miles de personas que construyeron las casas, ca-lles y demás rincones de los barrios en esta comuna, la misma que todavía es cons-truida por sus pobladores, y en la que sus pobladores

construyen sus vidas.

sería bueno que le recordaran a esa trasnochada calle 45 y todo su cardumen de humanos ansiosos de comidas rápidas y fiestas; también a sus calles ricas en jardines cosechados con amor a esa raíz que él generó.

Guitarras, micrófonos, pistas y tarima: jóvenes prendiendo esta fiesta

Más artistas que sicarios, eso han sido los jóvenes de la comuna. Aunque para algunos que no viven en esta casa llamada Manrique, sea más conocida la terraza que El balcón de los artistas.

Baste recordar los años 90´s, cuando a través del arte y el deporte se le robaba espacio a la violen-cia con las marchas y las comparsas, los torneos de futbol por la paz, las casas de la cultura en los ba-rrios; expresiones de aquella época en que ser joven significaba estar señalado por la muerte. Y aunque desde muchos sectores se interpretó que los jóvenes en esta comuna solo necesitaban estar entretenidos en algo para no delinquir, lo que se ha intentado mostrar siempre es una alternativa de vida digna, a la vez que señalar la necesidad de que se generen alternativas, que se valore el talento, que sea posible vivir con y por el arte y el deporte.

Hoy y desde hace mucho tiempo los jóvenes en Manrique y toda la Nororiental se atreven a tocar instrumentos musicales, componer líricas, escribir, estudiar, tomarse los micrófonos y las tarimas, aun sabiendo que sostener un arma siempre ha sido más rentable. Tal vez sea porque no se trata de en-trenamiento, ni de hacerse millonario de cualquier manera, sino de expresar y proponer.

A jóvenes Como Nosotros les canta Rubén Blades recordando que “Cuando era niño mi barrio era un continente y cada calle era un camino a la aventu-ra. En cada esquina una memoria inolvidable, en cada cuarto una esperanza ya madura. En nuestros viajes de ida y vuelta a los luceros fuimos piratas, saltimbanquis y vaqueros. Nuestra pobreza nunca conquistó al dinero, pero en las casas nunca se rin-dió el ¡Yo puedo! Me iba a la cama con la fe del que ganó, me despertaba con la paz del que aprendió que lo importante en esta vida es el tratar, que lo que cuesta es lo que no voy a olvidar”.

Última tonada de esta canciónEstas son solo algunas notas de una extensa obra

de múltiples armonías llamada Manrique, la misma que inició hace más de 90 años y que hoy todavía se compone por sus gentes.

Y se termina con la lírica urbana popular de los jóvenes de la comuna, la misma que expresa lo que anhelan, lo que luchan. Aquello que en tiempos pa-sados los viejos quisieron decir con guitarras y gua-characas. De esta manera nos contagia la Pandemia de No aptos, al afirmar que “Se unen las comunas formando una rebelión, es la lucha pensante, resistir gladiador. Un ritmo que se esparce sale del corazón; un movimiento en frases arrasando la nación. Las comunas, cuna de artistas clandestinos, en calles oscuras, bruma tras bruma, y los poetas no se afli-gen, firmes sueños buscan… Liberando almas del mal, en la lucha popular.”

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Bello Oriente

Santa Inés

Balcones de Jardín

Construcción Cancha Versalles # 2

Planta de tratamiento de agua carambolas, sector el tubo, 90`s

Carambolas, sector El Tubo, 1998

Versalles # 2

La Cruz y Bello Oriente, 2002

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Año 3 edición 16 / Enero de 201318

Del Tango decía Emir Cioran que era una música sublime, una sinfonía trágica a la que le basta un solo compás para armar

la tempestad, para exaltar los órganos, sacudirlos, estremecerlos. Tango sabe a golpe, a yerba mate, a agridulzura. Menos mal a Manrique le quedan esos pequeños bosques, refugios, esas especies de cuevas donde acompasar la existencia con su majestad el Tango, jugarse la vida como en el poema de León de Greiff, meditar en medio de un cafecito y apreciar el ambiente, atardecer, preludiar un amor, un viaje, un encuentro.

Café Alaska es un lugar del que se puede escribir un poema, o tal vez donde se han escrito arrebatados poemas, un lugar tallado por el tango y la memoria. Llegan diariamente 20 personas, la mayoría de ellos jubilados, a practicar el deporte del billar. Se juega, se respira, se escucha, se puede estar, compartir o hacer silencio. El billar es como un ritual, una forma de encuentro con los otros y con sí mismo, es decir, con su propio pulso.

Tango, billar y Deportivo Independiente Medellín, una mezcla de encantadora agonía, bohemia, canto y desencanto, juego, ritual y vida de arrabal. En este tipo de cafés cada vez más escasos se encuentra la memoria popular y viva de un barrio. Allí están los jubilados, los bohemios, los jugadores, los que, ¡qué bueno! tienen tiempo de perder el tiempo, de pa-ladear la azarosa cotidianidad, de un tinto. Entre tango y tango, la vida se va haciendo más poética, más sensible, más humana.

EL PUEBLO, EL TANGO Y EL PODEROSO.Esta “divina trinidad” alimenta una especie de

culto religioso, un amor profundo y consagrado por un equipo de futbol, un ritmo ancestral y un pueblo que vive, sangra, suda, goza, se embriaga, juega y vi-bra por puro sentimiento. Los elementos (DIM, tango y pueblo) son en sí mismos inseparables, configuran una mezcla espontánea y autentica que se retroali-menta todo el tiempo por algo que las hace insepa-rables: el amor y la derrota. Todo es como una suerte de simbolo, se lleva en la carne, en la sangre, sangre de pueblo, sangre maleva, rojo poderoso.

El fracaso produce mejor literatura que el triunfo, el éxito y las recetas de superación. Fracasar, mejor. El tango lo sabe de sobra. El DIM también, cuando esperó tantos años (porque el que sabe esperar re-cibe lo impensable) para arrebatarle el triunfo a su eterno rival. Todo esto lo intuyen quienes le ponen alma a un lugar como el Café Alaska, un lugar carga-do de símbolos, de Tango, de historia y sentimiento popular.

Y es que este lugar existe hace 70 años con sus mesas de billar y su colección de más de 38.000 tan-gos para deleitar a sus amantes. Resiste a la embes-tida del Metroplus que ha alejado a los caminantes de la avenida Gardel fracturada con el transito pe-sado y monopolico del megabus.

Me permito aquí descargar esta tormenta de

Tango:

Si la vida es el infierno / y el honrao vive en-tre lágrimas, / ¿cuál es el bien.../ del que lucha en

nombre tuyo,/ limpio, puro?... ¿para qué?.../ Si hoy la infamia da el sen-dero/ y el amor mata en tu nombre,/ ¡Dios!, lo que has besao.../ El seguirte es dar ventaja / y el amarte sucum-bir al mal. / No quiero abandonarte, yo, / demuestra una vez sola / que el traidor no vive impune, / ¡Dios! para besarte.../ Enséñame una flor / que haya nacido / del esfuerzo de seguirte, / ¡Dios! Para no odiar: / al mundo que me desprecia, / porque no aprendo a robar.../ Y entonces de rodillas, / hecho sangre en los gui-jarros / moriré con vos, ¡feliz, Señor!

Este lugar no necesita ser de-clarado como patrimonio histórico, pues ya lo es, es un museo de caras

Música, melancólico alimento para los que vivimos de amor

y rostros vivos, de billaristas y almas tangueras, ro-jas y libertinas. Un lugar del pueblo. Refugio para amantes de la música que hizo grande a Gardel y que tiene a Manrique y a Medellín en el corazón de muchos argentinos. Uno de ellos es Traveler, un gau-cho metido en la Rayuela de Cortázar quien antes de empezar a rasgar algún tango en su guitarra se echaba esta poderosa estampa: “música, melancólico alimento para los que vivimos de amor”, ¡trrran!

Carlos Andres Orlas / Foto: Danilo García

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La basura ha sido en nuestro país y ciudad un problema ecológico, el aumento de los desechos se puede relacionar con el creci-

miento poblacional a medida que las personas au-mentan; la cantidad de las basuras se incrementa, toneladas de desechos orgánicos e inorgánicos son destinados a vertederos de basura contaminando la madre tierra y generando así enfermedades e in-toxicaciones a las personas que viven cerca a estos lugares, donde se aglomera la basura. Las basuras son tiradas en las esquinas, parques, senderos, ca-lles, quebradas y basureros que terminan siendo un problema ambiental.

A limpiar el mundoCon el fin de reducir el riesgo de ahogarnos en

las basuras hace aproximadamente ocho años se adelante una campaña de recolección de basuras y concientización “A limpiar el mundo, campaña que ha permitido que organizaciones de diferente tipo y ciudadanos en general, así como gobiernos naciona-les, regionales y locales, encuentren un punto común para trabajar en pro de un mundo más equilibrado a través de una campaña creativa en la que lo único que se discrimina es el tipo de basura que recogen”. Esta campaña llegó al barrio Bello Oriente con el Ko-lectivo Kultural que vienen generando conciencia a partir de la solidaridad y el cero basuras en el barrio y la comuna, construyendo edificaciones con el eco-ladrillo solidario.

Medio ambiente

Un tanque con eco ladrillosPaola Andrea Alarcón / Foto: Bibiana Ramírez

El ecoladrillo solidarioLos ecoladrillos solidarios son botellas de polieti-

leno envasadas con empaques pos consumo, o lo que erroneamente llamamos basura y que siempre va a parar a las quebradas o rellenos sanitarios. Arnul-fo Uribe Tamayo permacultor, diseñador de hábitat sostenible como él lo dice, menciona que “estos son llamados así porque es una solidaridad con la ma-dre tierra, es con el vecino, con el pluriverso, es la construcción de una conciencia de que es lo que hacemos porque lo hacemos, como se esta caminan-do la conciencia que uno descubre el camino de la solidaridad, somos una familia hay un solo tejido”.

El tanque En el Colegio Bello Oriente se dieron a la labor

de construir un tanque con eco ladrillos solidarios. Desde el 2011 se convacan jornadas con la comuni-dad, los estudiantes y profesores, con el aporte del Aula ambiental y el Área metropolitana. Esta inicia-tiva nace con la idea de poder tener una reserva de agua en el colegio ya que por la falta de esta en ocasiones no se pueden dictar clases. Con esta es-tructura se podría almacenar suministros de aguas lluvias que vendrían canalizadas de los techos de los salones y así tener como hacer aseo de los baños y en general a todo el colegio, además de ser potable a futuro mediante un proceso de purificación.

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Año 3 edición 16 / Enero de 201320

Sorprende hoy en día el patrioterismo vis-ceral que ha generado en los colombianos la decisión de la corte internacional de La

Haya en relación al litigio que el país mantiene con Nicaragua con respecto a una buena porción del mar Caribe y de los cayos que conforman el archi-piélago de San Andrés, Providencia y Santa Catali-na. Un nacionalismo obsoleto que en poco o nada ha ayudado a comprender la situación vergonzosa en la cual Colombia se ha puesto en el concurso internacional de las naciones. Es necesario hacer un ejercicio de memoria y entender de dónde viene nuestra tan jactada tradición democrática, soberana y patriotera.

Con la expulsión de las autoridades españolas, durante la llamada época de independencia, Co-lombia se convirtió en una de las naciones con un futuro mayormente promisorio en el ámbito conti-nental, aun así, la ambición de unos cuantos próce-res dentro de los que destacan José Antonio Páez y Juan José Flores, quienes separaron a Venezuela y a Ecuador de la Gran Colombia, dejó a ésta desarti-culada y mínima, en comparación con lo que antes fuera.

Al quedar la Nueva Granada aislada de sus her-manas políticas, los gamonales de turno se pelearon durante casi todo el siglo XIX la posibilidad de diri-gir las riendas del Estado y, por ende, las riquezas de todo tipo que se encontraban en la muy fértil tierra a su disposición, con una fuerza de trabajo y mano de obra barata desperdigada a lo extenso del territorio.

Fue durante la primera administración de Tomás Cipriano de Mosquera en 1846 cuando el gobierno granadino hizo el primer tratado internacional (Ma-llarino-Bidlack) con EEUU, denominado el Tratado de Amistad, Paz, Navegación y Comercio, donde Nue-va Granada le otorgaba sendas garantías de nave-gación de la zona explícita de Panamá a la naciente potencia del norte que, a la postre, estaba constru-yendo el Ferrocarril Transísmico que uniría el Pací-fico con el Atlántico. Todas estas garantías le fueron dadas a los estadounidenses por el temor que ambos gobiernos tenían de que Inglaterra se apoderara de la región, fuere por métodos comerciales, industria-les o por las vías de hecho. El gobierno granadino había entregado a los gringos una posición geoes-tratégica que lo iría a favorecer más de cincuenta años más tarde.

Durante las guerras de 1885 y 1899 la flota de marines norteamericana cumpliría un papel funda-mental a la hora de frenar las intenciones revolu-cionarias favoreciendo a los gobiernos conservado-res contra los insurrectos liberales. Sobre todo en la última de estas guerras, llamada de los mil días, las tropas liberales de Benjamín Herrera y Victoriano Lorenzo se hallaban triunfantes en el istmo, has-ta que los soldados norteamericanos que custodia-ban las principales entradas a Panamá y tomando como base de dicha intervención el abyecto tratado Mallarino-Bidlack de 1846, obligaron a los liberales a capitular en el buque acorazado Wisconsin el 21 de noviembre de 1902, situación que redundaría en beneficio del país del norte, ya que un año más tarde y teniendo como disculpa el mismo tratado, impi-dieron que los representantes del gobierno conser-vador colombiano, a la cabeza del general Juan B. Tovar, pudiera frenar el levantamiento que Obaldía y Huertas, ambos políticos y militares panameños, habían iniciado en el istmo, olvidando que éstos (los conservadores colombianos) habían sido sus alia-dos en la guerra anterior. De esta manera, tanto el canal como toda Panamá pasó a manos de gobier-nos títeres panameños, dirigidos por norteamerica-nos, dejando a Colombia más pequeña de lo que los próceres ambiciosos y separatistas la habían dejado siete décadas atrás.

Es esta entonces la manera como los gobernan-tes han defendido la soberanía nacional, de la cual

tanto alarde han hecho durante casi dos si-glos de vida republicana. Es más, tras la se-paración panameña las empresas bananeras estadounidenses comenzaron a hacer su em-porio en toda Centroamérica y en el Caribe.

A la par que ello sucedía en el norte y occidente del país, al sur, en las zonas del Putumayo, Caquetá y la Amazonía, tanto los brasileros como los peruanos tenían casas comerciales explotadoras de la quina y del caucho causando quizá uno de los mayores genocidios cometidos en el suelo colombiano desde la época de la conquista en contra de las poblaciones aborígenes, principalmente Boras, Muinanes y Uitotos. Ante tamaña si-tuación y el olvido en el cual una casta pre-dominantemente andina que se había entro-nizado en el Estado mantenía a las regiones fronterizas, principalmente el Chocó, el Amazonas y los Llanos orientales, el país se quedó en silencio.

La Casa Arana, sus mercenarios y sus funciona-rios, de capital inglés y de administración peruana, eran quienes hacían presencia directa más allá de su territorio, tanto que los políticos incas de la época hablaban de las zonas compuestas por los territo-rios que se ubican en el alto Putumayo, en los ríos Caraparaná, Igaraparaná y Orteguaza como suyos, al punto que en algunos mapas aparecían éstos como peruanos. De nuevo el patrioterismo de rule-ta, tanto de los gobiernos como de los empresarios interesados en la explotación de las riquezas de las tierras calientes, llevó a una serie de acciones diplo-máticas cuyo fin era restaurar la soberanía perdida y desarrollar actividades económicas en la región. Con todo, fue necesaria una guerra absurda con el vecino país entre 1932 y 1933, no para recuperar los territorios perdidos, ya incorporados al Perú, sino para obtener, al menos, una salida fluvial hacia el Amazonas en el puerto de Leticia, lo cual era lo úni-co a lo que podían aspirar los ambiciosos gobernan-tes y mercaderes colombianos.

Las relaciones entre Colombia y EEUU no tar-daron en hacerse filiales nuevamente cuando estos últimos vieron mayores garantías para sus activi-dades de explotación, principalmente del petróleo y del banano. El tratado Urrutia-Thomson de 1914, redactado por Marco Fidel Suárez, el bellaco hatove-jeño, en vez de lograr la indemnización que Colom-bia merecía por la pérdida de Panamá, terminó por entregarle, a pierna abierta, las concesiones que los estadounidenses exigían; es la época de la llegada de grandes empresas gringas a nuestro territorio como la Standar Oil of New Jersey y la United Fruit Company (“Mamita Yunai”) que ya desempeñaba la-bores agrícolas en el caribe colombiano, principal-mente en el Magdalena y en Urabá. Esta última em-presa, apadrinada por el gobierno conservador de Abadía Méndez y por el ejército, ejecutó la masacre de las bananeras en 1928 contra los huelguistas de la empresa que exigían mayores derechos laborales. Lo único que hicieron los gobiernos siguientes para rescatar la soberanía perdida fue aceptar el cambio de nombre de la empresa, la cual siguió operando sin traumatismos en Colombia; y la misma, con una nueva denominación (Chiquita Brand) llega a ser hoy día la encargada de realizar, junto con parami-litares y, de nuevo, bajo el silencio cómplice de los gobiernos y de los militares, gran cantidad de masa-cres en el Urabá antioqueño desde los años ochenta del siglo XX hasta la actualidad. Y aun así, no se oye el clamor de soberanía que cientos de miles de campesinos reclaman.

El tratado Esguerra-Bárcenas de 1928, firmado por el gobierno colombiano con un gobierno títere nicaragüense, puesto allí por la ocupación gringa, fue ratificado en 1930 y obligó a los centroamericanos a renunciar a su derecho legítimo a ejercer soberanía sobre el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, a la vez que podían ejercerla sobre la

costa de Mosquitos. Augusto César Sandino, el gran nicaragüense, moriría, justamente, peleando contra la ocupación de los marines norteamericanos a Ni-caragua en 1934 y el país quedaría a expensas de la ambición estadounidense. Colombia, por su parte, aceptó de buen grado el pequeño regalo que el im-perio en progreso le ofrecía, no importándole con ello que un país vecino y latinoamericano tuviera que sacrificar su soberanía y su territorio en bene-ficio de un tercero.

Ahora resulta que se ha despertado nuevamente un nacionalismo a ultranza, peligroso como todos los nacionalismos exacerbados, y una xenofobia en contra del hermano país centroamericano, y es así como los noticieros hablan de lo que nos han quita-do, cuando, por el contrario, es Nicaragua quien em-pieza a recobrar lo que por derecho le pertenece. En ese orden de ideas, en vez de salir a protestar contra el fallo de La Haya, hay que acatarlo, como es debido en un Estado social de derecho, y reclamar lo que nos pertenece. Es decir, que al retirarse Colombia de la corte penal, genocidas como Álvaro Uribe Vélez y sus secuaces serán quienes se verán favorecidos, ya que, al no pertenecer Colombia a este concurso de naciones, continuará desconociendo toda clase de exigencias jurídicas internacionales, por lo que las cortes, en especial la Corte Penal Internacional no tendrán jurisdicción sobre los criminales de lesa humanidad, algo que éstos han estado esperando por largo tiempo y que, de papayita, como decimos comúnmente, lo estamos permitiendo.

Otra cosa, ¿cuándo en verdad le ha importado el pescador raizal al Estado colombiano y a las élites? La respuesta es nunca, sino ahora, cuando las ru-tas del narcotráfico que tantas divisas generan para los bolsillos de los ladrones de cuello blanco van a quedar custodiadas por los nicaragüenses, cosa que no agrada demasiado a la mezquina y asesina mafia colombiana y a sus contactos dentro y fuera del país.

Si en verdad los colombianos nos sentimos como tal y deseamos defender el territorio y ejercer so-beranía sobre él, debemos empezar por frenar la acción indiscriminada de las multinacionales asen-tadas en lo extenso del territorio patrio, desangran-do a las comunidades y depredando el medio am-biente, a la par que asesinan campesinos, indígenas, estudiantes y obreros, al pueblo todo, mientras el gobierno legitima su accionar y el ejército vendido acompaña dicho proceder, cuando, por el contrario, debería defender a la población de la agresión de cualquier entidad extranjera.

Si en Colombia existen los altos sentimientos de amor a la tierra, al territorio y a sus gentes, empe-cemos por apartar esos nacionalismos viscerales de nuestras acciones y defendamos lo poco y mucho que aún nos queda, para heredarle a nuestros hijos un país en paz, donde puedan transitar tranquilos, reconociéndose dueños de un territorio y de un pueblo al que amamos y por el cual entregaremos nuestra sangre, como lo hemos hecho tantas veces, al igual que hoy, cuando es urgente, histórico y ne-cesario.

Análisis nacional

De la Gran Colombia a la Colombia pequeña

Jandey Marcel Solviyerte / Gráfico tomado de Internet

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Año 3 edición 16 / Enero de 2013 21

Mientras en la au-topista nos de-jamos conducir

desprevenidos hacia no se sabe donde, decenas de va-llas publicitarias intentan atraer nuestras miradas con su lema empresarial “Medellín imparable” ya que la “capital de la mon-taña” (más bien la monta-ña del capital) está en feria permanente de los terrenos más aptos para desarrollo vial, inmobiliario y empre-sarial

¿Cuál es uno de los más apetecidos? La llanura al lado del río donde hace más de 5 décadas algunas de las comunidades menos adineradas levantaron decenas de asentamientos y barrios, entre ellos Moravia y en Moravia el sector Puerto Nuevo. Allí, ya muchos hogares han sentido y saben que Medellín es “imparable” en demolición de ranchos y tejidos sociales, por eso los habitantes de Puerto Nuevo, mediante diversos comités y mesas de trabajo están alertados ante las negociaciones de adquisición de terrenos para el conjunto de “megaobras” conocidas como puente la 93-94 -Conexión occidente-oriente al norte de la ciudad con el puente viaducto sobre el río Medellín calle 93-94 (Aranjuez-Castilla)-.

Según los impulsores de la Mesa de Concertación (conformada por 4 comités) frente al puente, la alcal-día, EDU –Empresa de Desarrollo Urbano- e Isvimed –Instituto De Vivienda De Medellín- han incumplido reuniones en las cuales se exigen funcionarios con poder de decisión. En el grueso de la población afec-tada hay “desconocimiento de la información”, empero las entidades llegan solo a informar sobre lo que van hacer sin dar posibilidad de concertación a la comu-nidad, por lo cual las inconformidades se acrecientan.

Según comenta una preocupada madre cabeza de hogar en situación de desplazamiento e inquilina, la EDU está llegando con demasiado “atrevimiento” a las viviendas, accediendo a la confianza de la población “asaltaron nuestra buena fe”, por ejemplo con las fi-chas que “supuestamente eran para recoger infor-mación” y resulta que “las pueden usar incluso para imponer la negociación”. Las quejas generalizadas las refleja también el joven Sebastián quien se acercó a la asamblea del 11 de noviembre con “una experiencia maluca, porque vienen diciendo que van a comprarte la propiedad y le van a poner precio a tu casa y a tu negocio” y “ahora vienen a decirnos que solo van a dar unos bonos de máximo 6 meses para que vayas a pagar arriendo, y vos no sabés si allá vas a poder montar el negocio y si te va ir bien, sabiendo que es el sustento”, eso “me parece un atropello”.

Gran parte de inquilinos o arrendatarios son personas en situación de desplazamiento que “tras ser desplazados por la violencia serian de nuevo desplazados sociales” porque esa obra -le dijo un funcionario de atención a desplazados a la madre preocupada y afectada- es “una orden del alcalde, y si no, el día de la demolición simplemente nos tira-ban los dos trapitos al sol”, viendo que ni siquiera se elaboró “un plan de contingencia social o de concer-tación como exigen los organismos internacionales de DDHH en una megaobra de tal envergadura, be-nefactora de toda la ciudad, pero que afecta a esta comunidad”.

La división de la malla social: el máximo atropello

Las paredes de la Cooperativa Antioqueña de Re-colectores de Subproductos se irían abajo –junto a

Puerto Nuevo Moravia: o lo que dejó la Medellín imparable

“Nuestros derechos no son negociable ni mendigables, por eso como personas tenemos que hacer valerlos. ¿Cuál favor? No estamos pidiendo un favor, cuando cada quien hizo su casa, no vino ninguno de la EDU, obras públicas, o de entidad municipal alguna a decir ¿le faltan

ladrillos?”. Madre cabeza de hogar, en situación de desplazamiento e inquilina.

John Jairo Duque Torres / [email protected] / Foto: Cortesía del autor

más de 300 casas- siendo epicentro del rompoy del puente en aquel sector donde hay casas grandes y en su mayoría tienen escritura pública, a diferencia de otros sitios desalojados por obra pública que son “ocupaciones ilegales”.

Como alega una compañera del Comité de in-quilinos, “la EDU no explica lo que es un propieta-rio rentista, o sea, que el arriendo lo necesita para ajustar al diario vivir, y su propiedad tiene valor agregado, la posibilidad de brindarle a otra familia techo”. De modo que “nadie le puede decir nada por-que fue con sus propios esfuerzos que se hicieron esas propiedades”.

Pero intencionalmente los funcionarios difun-den rumores para dividir: a un propietario le di-cen, que si tiene inquilinos pierde reconocimientos, y al inquilino, que no tiene derechos. Al respecto, don Ignacio, otro de los afectados, enfatiza en las asambleas de cada 15 días “debemos tener una bue-na relación con los inquilinos porque la idea es que estemos unidos en armonía para que cordialmente podamos sacar algo. Si empezamos entre nosotros las peleas, EDU y las entidades de orden municipal van a aprovechar y abusar más de nosotros”.

Desde la Mesa de Vivienda y Hábitat de Moravia también se aportan conocimientos acerca de que al arrendatario “cuando lo intervienen con una obra, tienen que darle atención preferencial -prelación-”. A su vez los inquilinos manifiestan que no pueden hacerlos a un lado y deben tener voz en la concer-tación, aunque ¿concertar la destrucción de casas, barrios y mallas sociales?

Hace algunos años, atendiendo al Principio de favorabilidad, esta comunidad instaba a la alcaldía informar el tratamiento a núcleos familiares que han salido por expropiación administrativa u obra pública vía regional norte, así como por “alto riesgo”, lo cual ha constituido toda una serie de desplaza-mientos intraurbanos en contra de sus voluntades, siendo inducidas a error en proyectos de vivienda de interés prioritario y/o social que no correspon-den a sus expectativas o necesidades. Reubicadas tan lejos como en los apartamentos del Limonar desde 1992, o recientemente en Ciudadela Nuevo Oc-cidente, se han devuelto por violencia, además por el alto costo de la vida.

De la experiencia se aprende. A unos metros están sus vecinas, 180 familias re-

ubicadas, en su mayoría del Morro de Moravia, en los llamados apartamentos La Herradura: a menos de 60 metros del río, al lado de la quebrada la He-rradura, con los desagues malos, hace más de una década fueron destruidos por parte del desarrollo vial cientos de casas que configuraban el barrio La Herradura “en alto riesgo”, por lo cual dentro del plan parcial de Moravia desde 2004 se planteó el Parque Lineal La Herradura.

A dos años de la muerte de la niña Gloria Kathe-

rine que jugaba con sus amigos en un barranco, todos la recuerdan y saben que “eso no estaba ter-minado ni con lona verde encerrada para que la gente no pasara” ¿por qué traen a las persona sin terminar la obra? se pregunta Fredy, quien junto a otros habitantes del edificio, recolectaron, solda-ron, pintaron y arreglaron los pasamanos de esca-las, balcones, corredores que se han deteriorado en menos de 2 años.

Gran preocupación les causan las lozas de con-creto del suelo y andenes que ceden, “lo que pasa es que si este piso necesita 15 bultos de cemento, le echan 10”, así funcionan muchos de estos recursos según se han dado cuenta los inquilinos de estas “bóvedas” tildadas de apartamentos, donde “con una rifa estamos recolectando para otros arreglitos” se-gún cuenta Fredy.

Respecto a los proyectos de sostenibilidad econó-mica, no les han entregado los locales comerciales que tenían en sus lugares de origen, una reparación que incluye el tiempo que dejaron de recibir ingresos, en cambio ahora les tocaría pagar por su entrega. A estas familias en los planos constructores les pin-taron pajaritos, y conviven con minúsculos gusanos que salen incluso por entre los muros de estas “bóve-das”. Pero, para que no se hagan ilusiones, a quienes si les colocaron en Pajarito o el conjunto de urbani-zaciones Ciudadela Nuevo Occidente, también se les incrementa la insatisfacción. “en esas urbanizacio-nes uno alza la mano y casi quiebra los bombillos, hace un calor inaguantable”, comenta un habitante de puerto nuevo invitado a una actividad allí.

Estas soluciones habitacionales, son si mucho de 48 metros cúbicos, sin patio, sin posibilidad de ampliación, por tanto generador de hacinamiento y conflicto familiar o comunitario. Allí han reubicado familias de varias partes en especial en situación de desplazamiento, y como siguen entrándolas, les ven con mala cara, pues ya la alcaldía ha hecho un sancocho en disputa por el control de ciertos acto-res armados, de reinsertados, lo que genera focos de violencia e inseguridad para las comunidades y la reconstrucción del tejido social.

Hoy, muchas personas saben eso, y ni siquiera se atienen a programas de arriendo temporal ¿acaso el levantamiento de sus casas no ha sido permanente y sin ayuda de ninguna institución? Más bien se han generado grupos o comités frente a los procesos de adquisición de predios y desalojos, con la inten-ción de articular comunidades afectadas como la de Puerto Nuevo, de reclamar vivienda usada, reasen-tamiento digno y no permitir la reubicación como la administración mande ni en bóvedas-apartamentos donde lo primordial es el gasto en cemento a benefi-cio de las interventoras y constructoras “viendo que esos proyectos salen de bolsillo de todos, de impues-tos, de lo que comemos” habiendo “mucho terreno donde se pueden hacer barrios y no solo edificios”.

Condiciones del barranco y las barandas a inicio de 2012

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Año 3 edición 16 / Enero de 201322

Cada amanecer, el niño en compañía de su padre, coge rumbo hacia la montaña arri-ba, hasta la más alta cordillera donde que-

da la zona de trabajo. Para esto es necesario un par de botas, machete, azadón y un buen sombrero que lo proteja del sol.

El niño tenía un muy buen sombrero que le había regalado un caminante, que más que protegerlo del sol lo protegía de lo malo que le podía pasar.

Resulta que el sombrero del niño era un sombrero mágico, un sombrero con poderes, que adquirió cuan-do el niño tenía ocho años de edad. Estaban arando la tierra con el instrumento de trabajo, cuando a eso de las tres de la tarde un leve viento pegó contra el rostro del niño y delicadamente le quitó el sombrero, lo elevó con una corriente de aire más fuerte, hasta llegar a la copa de un árbol; el niño miraba la copa del árbol y veía su sombrero.

Desesperado buscó formas de cogerlo: le tiraba piedras, intentaba montarse, sacudir el palo… pero era imposible, él era muy pequeño para este gigan-te. Aun así seguía intentando, hasta quedar cansado, tan cansado que se recostó en la raíz del árbol y se durmió.

Mientras dormía soñaba que el árbol le hablaba, lo arrullaba, lo pasaba de copa en copa como si fue-ran manos y le decía el sombrero que tengo te acom-pañara con mi sabiduría, y en ese preciso instante llegó el padre del niño, lo despertó y le dijo mijo vea, coja el sombrero y camine que nos vamos, ya termi-namos por hoy, mañana será un nuevo día, y se mar-charon. Al llegar a casa el niño se quitó el sombrero e inmediatamente le empezó a doler la cabeza y se la pasó llorando lo que restaba del día y toda la noche del insoportable dolor. Hasta el otro día que se levan-

to se vistió, se colocó el sombrero e inmediatamente se le quitó el do-lor de cabeza. Sí, el sombrero era un sombrero curativo.

Pero no solo eso: cuando al niño se le pasaba algo por alto, el sombrero se lo recordaba como si fuera la conciencia; también le mostraba lo bueno y lo malo. Pasa-ron dos años, cuando nuevamente el niño fue a esa cordillera a rosar con su padre para sembrar, colina arriba, hasta llegar donde el árbol y el niño le dijo papi, no cortemos este árbol porque este es el árbol de la sabiduría, el papá le dijo, mijo usted está loco, venga a ver entonces yo lo corto.

Tras cortar el árbol se sintió cansado y dijo ven-ga vamos para la casa que yo voy a descansar y se marcharon, pero a medida que avanzaban el señor se sentía peor; ya no solo era el cansancio, se sentía con escalofrió, débil, como si al cortar el árbol hubiera acabado con su propia vida.

Llegaron a casa, el señor no soportaba estar de pie, se recostó en la cama; el niño le dijo papi , ponte mi sombrero que mi sombrero te cura. Al campesino le dio risa y se puso el sombrero, pero no, por el contra-rio su enfermedad agravó, lo cogió una tos seca, le dio frio y su mirada se fue, como sin fuerza alguna para vivir. Esa noche el padre falleció, el niño quedó solo. Su madre los abandonó a ambos cuando él tenía dos años de edad; su padre lo único que le decía era que un día se fue a trabajar y cuando regresó solo lo encontró a él, desde ese día no supo más de ella.

El niño cogió una mochila, empacó dos mudas de ropa y se marchó hacia donde una señora que lo cuidaba cuando él era más pequeño. En esos días no se colocaba el sombrero, lo tenía archivado desde

Cuento

Andrés Estiven Durango Quiñones / [email protected]

que falleció su padre. Pasaron horas, días y meses amargos, hasta que el niño decidió marcharse; no sa-bía hacia donde, pero esa era la decisión, ya habían trascurrido dos años desde que el padre había muerto y pensaba que ya era mucho sufrimiento.

Recogió sus pertenencias, sacó el sombrero, se lo puso y se fue. Esa noche le dieron posada en una finca ganadera, le brindaron comida y le prepararon una habitación en la que pasó la noche. Al otro día escuchó que hablaban dos trabajadores de lo mal que se encontraba la hija de la criada; el niño al escuchar esto se acercó a la habitación en la que se encon-traba la niña y pasó llamando. Hola, le contesto, él siguió, cuando en una cama vio una niña de cinco años, moribunda, y dijo si yo pudiera hacer algo por esta niña… y le empezó a doler la cabeza y pensó le pondría mi sombrero pero la última vez que lo utilice más grave se puso mi padre.

Lo pensó un rato hasta que decidió colocarle el sombrero; al sombrero tener contacto con la niña se mejoró, el niño le quitó el sombrero pensando me voy a ir de pueblo en pueblo prestando mi servicio como curandero, y si pasó. Anduvo de región en región y se volvió un sabio con el conocimiento que recogió en cada región.

El niño y el sombrero

No poder mirar con alegría, ni directamente a los ojos, volverse “como loquita” y tener temores que otras no, y no tener amores

que otras sí; eso es como tener el alma perdida en el olvido que la infancia quiere ponerle a uno, por la cruda realidad de perder el terruño, que es casi como perder el alma. Pero no por lo que es “suyo” o “mío”, sino porque lo que es de “todos” y que no debería ser abarcado por unos pocos.

El destino hace que se emprenda un camino de retorno en el que se recupera el habla perdida en los silencios a que se acostumbra una por tener que “co-mer callada”, se empieza a ver los muertos caminan-do entre los vivos y nunca se pierde esa sensación de que el diablo nos persigue… así es Marina.

Vivir la vida sin limitaciones porque uno se la sabe rebuscar desde pequeño, desde que el viejo nos abandonó; hacer como si se conociera el mar aunque se esté en el filo del cerro del barrio, porque hace un sol esplendoroso y se tiene el telón perfecto para que la fotografía quede como natural, aprovechar las “hembritas” que posan, porque no se puede perder la oportunidad; ir por una platica para salir de pobre y en el camino, hacerse otra más sin “dejársela mon-tar” de nadie, no comprender el trasfondo del sufri-miento de otros, porque no se ha vivido; amar el mar para descansar en él… así es Jairo.

Dos personajes que se unen en un viaje hacia la profundidad del conflicto armado colombiano y en-frentan una de sus tantas consecuencias: el drama del desplazamiento forzado, en una película escrita y di-rigida por del colombiano Carlos Gaviria, clasifica-da por “los que saben” dentro del género de ficción.

Muchos habitantes de Manrique que vean esta película la podrán ubicar dentro de su propio género “realidad”, porque es muy cercana a lo que han vivi-do y sufrido a partir de su experiencia. Revivirán mo-mentos de angustia pasados y de impotencia presen-tes, además de horas de indiferencia de los conocidos que permanecen al margen del conflicto, al margen de la realidad, sin la suficiente comprensión porque

para ellos, y como dice equivocadamente Jairo en la película, “eso ya pasó”.

Vale la pena volver la vista hacia el cine colom-biano, especialmente cuando lo que tiene que decir, nos toca. Con esta película se deja por un momento el ya conocido asunto del narcotráfico y la violencia citadina, y se mira hacia la ladera, se toca la llaga que hace que las estructuras se derrumben hacia un retorno inesperado de la memoria colectiva, hacia la sensibilización de la comunidad, porque es necesario comprender los dolores de los desterrados y dejar de navegar en la mentira del olvido.

María Elena Durango R.

Reseña Cine

De retratos, mares y mentiras

Biografía del director

Carlos Gaviria es bogotano, tiene más de cin-cuenta años, estudió fuera de Colombia porque en su época no había escuelas de cine; ha participado en la producción de varias películas, series y documenta-les extranjeras y en nuestro país, dirige la teleserie Mujeres Asesinas y codirige 60 capítulos de la ver-sión para televisión de Rosario Tijeras. Retratos en un mar de mentiras fue su ópera prima, con la que arrasó en premios en el Festival de Cine de Guadala-jara, México en el año 2010.

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Año 3 edición 16 / Enero de 2013 23

Nos cuenta María Honoraria Morales Pulga-rín “tengo 45 años de vivir acá, fui de las primeras que llegamos al barrio. Vine de

los límites de Rionegro, tuve 11 hijos, 3 nacieron aquí, se me murió una niña de 5 años, ella era enanita, especial, mejor que mi Dios se la llevó; también me mataron un hijo de 24 años, hace 22años cuando había tanta violencia”.

Vivo en la 85B, cuando llagamos era puras man-gas y trabajando muy duro con la Junta para arreglar el barrio, alcantarillados, escalas, muros, en convites y haciendo empanadas para los fondos todo mejoró ya que mi esposo se colocó en el Municipio y ahora esta pensionado”.

Albeiro Aras Díaz, coordinador del Comité de de-portes del barrio nos cuenta que “hace 32 años vivo acá, fui presidente de la junta y he repasado todos los cargos en la JAC”.

Carmen Cecilia Arenas nos cuenta que “hace 45

34 años del barrio San Jóse La Cima 2Patricia Acevedo años vivo acá, tengo 2 hijos; El barrio era de aquí

para arriba y lo demás puras mangas de moras, y los paseos que nos daban era llevarnos a coger mo-ras con el frasco de moras de azúcar, y las ollas para nosotros hacer los almuerzos. Eramos una fa-milia muy grande conformada por 11 hijos, vivos 9. Uno murió de 49 años y mi hermano lo mataron allí abajito de 24 años, hace 17 años”.

Las familias fundadoras fueron los Valladas, Are-nas, García y Ortiz; el primer presidente de la JAC fue Sofronio Giraldo. “Por aquí no eran calles, ha-bían caminos, bajábamos hasta la principal a coger el bus de Santo Domingo, por donde iba la carretera de Guarne y bajábamos los enfermos en sillas o en camillas”.

Mi papa Juan Bautista Arenas trabajaba en el Municipio y fue el quien gestionó la abertura de esta calle y la pavimentación en el 84, y murió hace 28 años. El primer colegio se llamaba Los tanques, lue-go Republica de Barbados y ahora Guillermo Gaviria Cano.

En los años 80s y 90s Manrique cayó en las garras de la violencia. Centenares de jóvenes apasionados por el dinero fácil sucumbieron ante la tentación de las armas, mientras la ciudad escuchaba el eco de las balas, al mismo tiempo las culturas urbanas se tomaban a Manrique: expresio-

nes como el rock y el hip-hop alimentaban los sueños de muchos chicos y chicas de las comunas.

El último toque de Camilo punkO la historia del rock en Manrique

batazos y cuantos insultos que se confundía con el murmullo silencioso de los cómplices moradores de aquel armígero barrio.

la música era el único escape posible a la atroz realidad que nos tocó vivir. Reunidos en gru-pos de mujeres y hombres recorríamos

hasta el último barrio de Medellín en busca de nuestro alimento: las historias eran captu-radas en casetes, pues los LP de la épo-ca eran demasiado caros para nuestros agujerados bolsillos, en estas camina-tas interminables se crearon redes de chicos y chicas que atravesaban las comunas para reunirse en torno a la música y así empezó a nacer el punk-medallo, movimiento liber-tario característico de Medellín de los 80’s.

Debido al contenido con-testatario de las letras de sus canciones y de su estética re-belde los punk empezaron a ser perseguidos, por la iglesia, la policía, la sociedad hipócrita y lo que fue peor, por los crimi-nales que se sentían con el de-recho de dictar normas morales en los barrios de Medellín desde la dictadura de las armas.

Muerto por derecho de objeción Camilo punk, fue un joven apa-

sionado por la música, que como mu-chos se inició en el mundo del punk. Su imagen era la reivindicación del joven punkero londinense de la década de los 70, botas platineras , jeas roto, ca-miseta estampada con consignas anti fas-cistas, peinados mohicanos con un sutil aire de rebeldia y su actitud de servicio a las causas más nobles y pacifistas.

Reconocido por su desenfrenada manera de to-car la batería se convirtió en uno de los más reco-nocidos líderes juveniles de la época. El 22 de marzo de 1991 centenares de jóvenes reunidos en el fervor de la música, desahogaban toda su rebeldía juve-nil; ese día el sol permaneció oculto entre las nubes grises que cubrían la ciudad, como queriendo decir que a él tampoco le gustaba el rock. Con un disparo al firmamento empezó la pesadilla, patadas, puños

Yovanny Biancardy Álvarez / Ilustración Andrés Sánchez

Una voz desentonada y débil se escuchó decir: muchachos me hirieron. Tres puñaladas certeras le destrozaron el vientre, su mirada extraviada y te-merosa recorría todo el lugar como buscando una

explicación a tan cruento ataque; muchos co-rrimos sin pensar en ninguna cosa más que

salvar nuestra vida. Él agonizaba solo en el asfalto, mientras sus

victimarios reían como si su irracio-nal acción les produjera placer y algo de satisfacción. Pasadas diez horas su cuerpo fue recogido por las autorida-des, cosa que lamentaron mucho los vecinos del sector.

Ese día la novedad era ir a curio-sear al muerto.

Su familia desconsolada, encontró que los culpables éramos sus amigos punkeros, pues el rumor era que los jóvenes del sector solo se defendie-ron de unos vándalos que llegaron de buenas a primeras desatinando el parche. Nadie Investigó, la policía calló y Camilo punk muerto se quedó.

Nuestra sociedad esta marcada por la injusticia y la mentira que legitima

la violencia en nuestras comunidades; centenares de jóvenes o tal vez miles, si-

guen muriendo por tal actitud de despre-cio a la diferencia: se mata al punk, al libre

pensador, a todo aquello que no se ciña a la conducta de pasividad y sometimiento que tra-

dicionalmente nos enseñaron nuestros padres y abuelos.

Lo diferente produce más miedo que los fusiles que suenan a diario en nuestros barrios. Pensa-mos, como queriendo hacerlo realidad, cuándo será el día en que en nuestra ciudad se pueda hablar y actuar libremente, sin tener que pensar las con-secuencias de nuestras acciones y pensamientos, sin tener el miedo latente del arma que vigila todas nuestras acciones.

“Hace 19 años vivo acá en el barrio con calles muy malas, mucho rancho. Hoy nos encontramos con el 90 por ciento de servicios públicos, agua al-cantarillado, obras de mitigación. Tuve dificultades de orden público cuando llegué y poco a poco con los procesos de gobierno se fue mejorando la si-tuación, hoy está mucho mejor”, manifiesta Manuel Arias, coordinador del Comité de cultura barrial.

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