texto completo casi una familia de oscar capobianco actualizada 01-11-14

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Comedia de Oscar Capobianco Versión actualizada al 10 de noviembre de 2014 para estrenar por el elenco del Grupo Disparata2 Personajes: (Familia) Carlos: Mary: Graciela: Marta: Nacho: (Complementarios) Leticia: Horacio: Eduardo: 1

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Page 1: Texto Completo Casi Una Familia de Oscar Capobianco Actualizada 01-11-14

Comedia de Oscar Capobianco

Versión actualizada al 10 de noviembre de 2014para estrenar por el elenco del Grupo Disparata2

Personajes:(Familia)Carlos:Mary:

Graciela: Marta: Nacho:

(Complementarios)Leticia:Horacio:

Eduardo: Daniel:

Relator (Capobianco):

COMENTARIO INICIAL DEL AUTOR:

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“Casi una familia” es, básicamente, una comedia de humor, pero matizada con momentos emotivos debidos a la sensibilidad, siempre a flor de piel, de los personajes. No parecen de ficción, sino seres tan reales, como cualquiera de nosotros...

Se enojan, se enamoran, se equivocan, quieren a su familia casi por instinto, y reaccionan con palabras, como si no pudieran expresarse sólo con el alma.

Los diálogos son una excusa para decir, racionalmente, aquello que no se puede explicar, porque pertenece a la esencia de todos los seres humanos.

Cada uno de los personajes, quisiera aportar algo noble, para ser un grupo normal en perfecta convivencia, pero, no obstante, no siempre lo logran.

Saben que lo perfecto no existe, pero son... “casi una familia”.Sin pretensión de ensalzar mi propia obra, admito que tiene detalles

localistas, aunque también –diría- que su temática es universal. (La calificación queda para quienes la vean).

Fue escrita especialmente, en el año 1995, para el grupo teatral del Club SITAS (Soc. Italiana de Tiro al Segno) de Palomar, en Buenos Aires.

En esa ocasión, todos los aspectos tanto artísticos como técnicos, desde los ensayos hasta la puesta, fueron dirigidos por mí. Quedó sin estrenar por razones de tipo administrativo y ajenas al elenco y su director. Por lo tanto, para un estreno absoluto.

Volviendo a la pieza, y con respecto a detalles de “actualización” del texto, algunos serían, en resumen, los que aquí les anticipo:

El elenco reúne a 5 actores protagonistas (familia base: esposos con 3 hijos), y 4 co-protagonistas (una cuñada y su marido, un vecino adolescente y un “novio”.)

El relator/autor, (tal como aparece en la copia del texto original), era un actor más, en vivo. Sin omitirlo y, para modernizarla, ahora prefiero que sea mi voz grabada y en off, o dicho por un locutor zonal.

Este relato, tiene participación emocional y humorística, un tanto “pirandeliana”, en varios, “cortes” y una escena especial con Carlos (el padre de esta familia).

La escenografía es sencilla y adaptable a las disponibilidades del lugar. El vestuario es de época actual, como la acción, por lo que no conlleva

mayores inconvenientes de realización. OSCAR CAPOBIANCO

Secretario: Roberto Miguel Albelo: Cel. 15-3668-8480 Part. 4656-5698 Oscar Capobianco: Teléfono Part. (011) 4656-5698 Cel. 15-5974-7151 Mail: [email protected] Página Oficial: www.oscarcapobianco.com En Facebook: Oscar Capobianco (de Argentina, Escritor, autor, etc.)

DESCRIPCIÓN DE LA ESCENA INICIAL:

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Los muebles principales de la escena, estarán desde antes de la llegada del

público, pero determinados elementos de utilería, serán colocados por la actriz

que representa a Mary, a la vista y en forma simultánea con el relato, en la

actitud natural de los quehaceres domésticos o la limpieza general.

El relator es “inaudible” para la protagonista.

Luego, Mary, en un momento del relato, saldrá de escena con un changuito o

bolsas de compras.

(El siguiente relato, puede ser una grabación hecha por el autor, o bien otro actor

que no participe en la pieza. El director lo decidirá al hacer la puesta.

RELATOR:

- “Hace muchos años, que se diría, toda una vida, el viejo Di Giácomo,

quiero decir, el papá de Carlos, la convenció a su mujer, la tana

Fortunata, para largar todo en Italia y venirse a la Argentina. Ella al

principio se resistió como una mula y pataleaba y repetía:

“¿Má, per ché, Cayetano, si se puó sapere? Siamo bene cui.

Al poco tiempo, los cuatro embarcaron en el Giulio Césare y atrás

quedaba el terruño itálico. Leticia era “molto piccolina”, como diría

Fortunata, tenía 7 años, pero Carlitos era un robusto adolescente de

doce años con pelo en el pecho, en las gambas y un boceto de bigote,

que parecía una mancha de tizne.

La cuestión es que, después de casi tres meses de discutir sobre las

olas, desembarcaron en el Puerto de Buenos Aires y así, empezaron

una nueva vida. Cayetano se las rebuscaba en trabajos rurales, pero

también sabía empuñar una cuchara de albañil y apilar más o menos

con forma de pared, algunos ladrillos. Leticia se casó muy joven con

un médico recién recibido y se fue a vivir a un departamento que les

regaló el suegro. En cambio, Carlos, se mantuvo cerca de sus viejos,

hasta que en su camino y en su vida apareció Mary y se enamoraron

profundamente.

(MARY VA SALIENDO PARA LAS COMPRAS)

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Al poco tiempo, habrán sido tres o cuatro años, o tal vez diez, en una

de esas... quince, que sé yo, (este dato no es muy claro ni siquiera

para el autor), el viejo Cayetano se hartó de todo ese trajín vivido y

cansado, un día se miró al espejo y se vio demasiado gastado como

para armar otra historia. No tuvo ganas de repetir ese sufrimiento del

desarraigo, el dolor de haber dejado en su tierra natal parte de sus

hermanos, primos y familiares, con tantas vivencias compartidas, a

los que no volvería a ver nunca más, que se sentó en una vieja

hamaca, en el fondo de la casa y canturreando, muy para adentro,

una vieja melodía napolitana… fue desencarnando, casi sin darse

cuenta. El cielo lo llamaba como un nuevo desafío, al cual él, sí, se

animaba a enfrentar, porque tenía la consciencia tranquila y no tenía

miedo a ningún juicio. Cuando Carlos lo fue a buscar para cenar, ya

había refrescado bastante y le preguntó:

¿No tiene frío, papá, ahí, afuera? El viejo apenas le respondió:

No, hijo. Aquí “arriba” no, porque estoy abrazando a Dios.

Pero en realidad se lo dijo con el silencio de una especie de sonrisa

que se le dibujaba en el rostro, sin miradas, sin palabras, sin más

nada que cumplir aquí, en la Tierra.

Los vecinos todavía lo recuerdan y muchas veces, les parece ver en

un gesto o una palabra de Carlos, al viejo Cayetano, que ahora estará

construyendo otra morada, en los terrenos del cielo, más allá de las

nubes, que tanto le gustaban. Aquí, abajo, en esta casa, quedó su

hijo, el “Carlito”, como él lo llamaba y que sigue su apellido, con el

compromiso de hacer honor a los Di Giácomo. (ENTRA GRACIELA POR

EL LATERAL DERECHO Y ATIENDE O LLAMA POR TELÉFONO).

Hoy vamos a espiar un poco en esa historia. La que viven como si

fueran... casi una familia.

MARY: (DESDE AFUERA) ¡Por favor, Graciela. Alguien que me dé una mano...

¿Marta? Abran que vengo muy cansada y no encuentro las llaves...

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GRACIELA: ¿Ya volvió? (EN EL TELÉFONO) No, a vos no te digo, Horacio. Mi vieja,

que se olvidó las llaves. Esperá que voy a abrirle. No cortés, eh...

(SALE HACIA LA CALLE) ¡Va!

MARY: (GRITANDO) ¡Graciela, abrime, caramba, que chica, no se avivan de

nada...

GRACIELA: Ya va... Un momento, ¿una no puede estar ocupada? (ABRE Y ENTRA

MARY CON LAS COMPRAS, SEGUIDA POR GRACIELA QUE INTENTA IR

HACIA EL TELÉFONO)

MARY: Andá poniendo la fruta en la heladera y alguna gaseosa... Cuidado

con el paquete chico, que hay huevos y siempre los rompen... (

VIENDO QUE VA HACIA OTRO LADO) ¿A dónde vas, te dije en la

heladera... ¿Otra vez estabas hablando por teléfono? ¿Con el

bigotudo? (CABECEA, DESPUÉS LE SEÑALA EL RELOJ)

GRACIELA: No le digas así. Se llama Horacio. Y ojo, que se escucha.

MARY: Está bien, pero el teléfono lo paga tu padre que se desloma

trabajando con el taxi.

GRACIELA: No te preocupes, me llamó él. (TOMA DE NUEVO EL TUBO) Sí, Horacio,

¿en qué estábamos? Nada, mi vieja que no encontraba la llave y

empezó a los gritos... (A LA MADRE): ¿Por qué no la llamás a Martita,

que nunca hace nada? Se está duchando...

MARY: Dejala, entonces, que yo me arreglo sola, como siempre. Si ya sé que

con ustedes no puedo contar. Ya no doy más y encima me quedé sin

un peso... ¿Y qué compré? Cuatro pavadas. (SE PONE A ACOMODAR

ALGO DE LAS COMPRAS) Y después, el ministro lo llama estabilidad,

pero yo no la veo. Los precios nadie los respeta. (GRACIELA CORTA Y

SE ACERCA) Tendría que ir tu padre a hacer las compras...

GRACIELA: Mamá, él no puede, trabaja. Está todo el día en la calle.

MARY: Claro, porque yo me rasco, ¿no?

GRACIELA: No, no quiero decir eso. Digo que no es obligación de él.

MARY: Si vamos al caso, nadie tiene obligación de ciertas cosas, pero una las

hace por amor. Porque es consciente de lo que le corresponde dentro

de la familia. Ya lo van a ver ustedes cuando se casen y se tengan

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que hacer cargo de la economía, la limpieza, el orden y todo lo que se

necesita para vivir cuando uno es humilde, pero decente y le gustan

las cosas por derecha, hija. Nada es fácil en la vida, hay que

ganárselo. Vos tendrías que conseguir un buen trabajo. Preguntale a

Martita, que ella tiene suerte.

GRACIELA: ¿Suerte? Vos le llamás así a su costumbre de que todos le hagan sus

cosas. Si no se ocupa de nada. Sólo le interesa estar perfumadita y

encontrarse con ese “chichipío” que no tiene ni donde pararse para

hacer sombra. Según la foto debe ser flaco como un fideo y se las da

de galán. Le compra cualquier berretada bien envuelta y ella se pone

contenta como si recibiera de regalo una esmeralda.

MARY: Está bien, Graciela. No hay que ser interesada. (LE ALCANZA ALGO)

Llevá esto al baño y esto al lavadero, por favor.

GRACIELA: Sí, mamá, ya voy. Pero te aclaro que a mí no me engrupe el

“canchero” ese, con el verso de que el padre tiene plata y contactos y

que él, en cualquier momento, se independiza... ¿Por quiénes nos

tomó, por idiotas? Marta le cree todo.

MARY: No es problema nuestro lo que acepte de su novio. (APARECE MARTA,

VIENE DEL BAÑO CUBIERTA CON UN TOALLÓN, ETC.)

GRACIELA: Es tan desabrido, crudo y sin gracia como ñoqui de fonda.

MARTA: ¿Vas a hacer ñoquis, mamá? A mí no me cuentes, entonces, para

almorzar, porque engordan. Coman ustedes. Yo voy a salir.

MARY: ¿Ahora? Ya va a estar la comida y no voy a hacer ñoquis, hablábamos

de otra cosa. Te hago un churrasquito vuelta y vuelta, un tomate

partido y un huevo duro. Después comés una fruta y te vas tranquila.

Estás flaca y pálida.

MARTA: No, mami. Se me hace tarde. Después en un “fast food”, pido una

hamburguesa o un “hot dog” y listo. ¡No problem! (SALE HACIA SU

CUARTO) Me voy a vestir. “Bye, bye” (SE VUELVE Y AGREGA) ¡Ah,

mamá, me olvidaba. Habló papi, hace un rato.

MARY: (ESPERA UN INSTANTE) Sí, ¿y qué dijo?

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MARTA: Nada. Que se le quedó el auto. No lo esperes a comer, porque no

sabe si se lo arreglan o lo tiene que remolcar y dejar. (SE RÍE) ¡Estaba

furioso, tartamudeaba, parecía un loco!

GRACIELA: ¿Y qué esperabas, que baile? Es su herramienta de trabajo. Vos te

tomás todo en joda, ¿sos gila? Y no pongas esa jeta.

MARTA: ¡Qué boquita, ordinar¡a! Nunca vas a ser una “lady”. (SE VA)

GRACIELA: ¡Por qué no te vas un poquito a la... “lady” o a pasear al “hot dog”,

tarada... (A MARY, CON PESAR) Ya me tiene harta, mamá. No doy

más. Está cada día más insoportable. (SUENA EL TELÉFONO) ¿Quién

es ahora? Lo único que me falta es ir a un velatorio. (VA A ATENDER

EL LLAMADO)

MARY: ¡Ay, hija, ni en broma (SE PERSIGNA). San Jerónimo, bendito. La boca

se te haga a un lado. No llames a la desgracia...

GRACIELA: Si... Hola, Nacho. ¿Todo bien? (PAUSA) Bueno, tranquilo, tranquilo, ya

te doy con mamá... (GESTO DE QUE ALGO NO ANDA BIEN) No te

asustes, quiere hablar con vos... el nene.

MARY: (NERVIOSA) Sí, ¿qué pasa, Nachito, mi amor? ¡Contale a mamá,

pronto... ¿dónde estás? ¿Estás bien?, decime, por favor. Hablá, hijo

querido, no me asustes, estoy temblando... ¿Qué tenés? ¿Tuviste un

accidente? ¿Estabas con papá, o solo?

GRACIELA: Mamá, dejalo hablar. Así ¿cómo querés que te conteste?

MARY: Sí, sí, está bien. Te escucho... (PAUSA) ¡No me digas! ¡Qué

barbaridad! ¿Cuándo? ¿Quiénes? ¿Cómo fue? ¿Por qué? ¿Dónde?

GRACIELA: ¿Qué le pasó?

MARY: Lo asaltaron, al salir del club... (ESCUCHA Y CUENTA CADA FRASE)

Le arrancaron el bolso, después el reloj y las zapatillas... El jean, que

se sacara el jean, enseguida... (EN EL TELÉFONO): A tu hermana, que

está preguntando... Seguí. Pudiste escapar...

Vos sos loco, mirá si tenían un arma. (HORRORIZADA) ¡Tenían y te

apuntaban a la cabeza! Dios, mío. Vení para casa, en un taxi, urgente.

(PAUSA) No importa, yo lo pago cuando llegues. Cuidate, Nacho, por

favor. Sí, ya sé que lo peor ya pasó. Te espero, chau, chau. (CUELGA

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EL TUBO) Le prestaron ropa en un taller. Viene con las manos vacías.

Tuvo que cruzar la avenida en calzoncillos. ¡Pobre, hijo! ¡Qué

vergüenza!

GRACIELA: ¿Por qué vergüenza? Peor hubiera sido desnudo, ¿no? (SE RÍE) Me lo

imagino.

MARY: Se habrá puesto colorado como un malvón.

GRACIELA: Será “como un tomate”, mamá.

MARY: Es igual. (MOLESTA) ¡Y no te burles, pobrecito, que a cualquiera le

puede pasar. (SONRÍE) Pobre Nachi, lo compadezco. Qué momento

más incómodo. No lo puedo creer.

GRACIELA: Pero, por suerte, no le hicieron nada.

MARY: ¿Cómo nada? Si le sacaron todo lo que llevaba...

GRACIELA: Quiero decir no lo lastimaron, eso, mamá. Las cosas, vuelven.

MARY: Sí, hija, pero cuesta comprarlas. (MIRA Y CAMINA DE UN LADO PARA

EL OTRO) ¿Vos tenés hambre? Porque a mí se me fueron las ganas de

comer. Te preparo un churrasquito, vuelta y vuelta, un tomate partido

y un huevo duro. Después comés una fruta y listo. Estás flaca y

pálida, Gracielita...

GRACIELA: No, mamá, gracias. ¿Te escuchaste recién?

MARY: ¿Por qué? ¿Qué dije?

GRACIELA: Repetís las mismas frases, como una máquina, por rutina. Estás muy

acelerada. Pará de hacerte tanta mala sangre por todo. Somos

grandes. Dejanos un poquito equivocarnos y aprender. Te hace falta

descansar, o un viaje, a cualquier lado. Si no te vas a volver loca.

Desenchufate, mamá.

MARY: No es tan fácil. Andá a decírselo a tu padre. Si todo está en orden, él

no lo ve y aquí no pasó nada. Pero, si me olvido de algo, pone el grito

en el aire.

GRACIELA: En el cielo, mamá. Se dice “el grito en el cielo”.

MARY: ¿Y yo qué dije? ¿No dije así? (SE SIENTA ABATIDA) ¿Qué dije?

GRACIELA: Dijiste “grito en el aire”. No te dás cuenta, te vas...

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MARY: Puede ser, pero queda feo corregir a los padres. En eso, ves, Martita

es más cuidadosa, como Nacho. (REACCIONA) ¡Nacho, que tonta!

Vamos a esperarlo a la puerta. Está sin un peso para el taxi. Vamos,

Graciela, apurate. Apagá el fuego y traeme el monedero de mi mesa

de luz.

GRACIELA: (LEVANTÁNDOLO DE LA MESA DE LA COCINA) ¿No será este? Lo

trajiste de las compras. Vos misma lo pusiste ahí. ¡Ay, mamá! Cada

día tenés menos cabeza y más problemas, en menos espacio.

(SALIENDO) Vamos a la puerta, vamos. (MUTIS AMBAS. SURGE

MÚSICA Y APARECE LA VOZ DEL RELATOR. MARTA SALE DE SU

CUARTO, VESTIDA PARA SALIR).

Relator: “Ella es Marta, la mediana. Está en otra. (MARTA CEPILLA SU CABELLO

O SE PINTA) Es así, rara, pero no es mala. Es muy independiente y si

pudiera hablar conmigo, me pediría que le dé otro status. Que cambie

a la familia, en fin, otro libreto. Cuando se vaya les sigo contando.”

(MARTA SALE, COQUETA) “Tiene 26 años. Estoy seguro que ni las ve

en la puerta. Mary debe estar nerviosa como nunca y a medida que

pasan los minutos, Graciela le debe estar aconsejando: -“No te hagas

más dramas”. Y su madre le responderá: -“Se dice fácil, pero yo te

quiero ver en mi lugar, si fueras la madre”. (ACLARANDO) En fin, lo de

siempre. Pero lo que no habían previsto, es más, ni lo soñaban, es

que iban a recibir visitas. Sí, justo en el peor momento, apareció. Pero

mejor lo vemos, porque me parece que vienen entrando. Chau, hasta

luego.”

GRACIELA: (ENTRANDO, SEGUIDA POR LETICIA –HERMANA DE CARLOS- QUE

TRAE UNA PEQUEÑA VALIJA O BOLSO DE VIAJE, SOMBRERO Y ESTÁ

VESTIDA CON MUCHO COLOR, LLAMATIVA, INFORMAL,

FRESCA) ...Pasá, tía, adelante. ¡No puedo creer que estés aquí!

LETICIA: Ni yo, Graciela. ¿Viste la cara que puso tu madre al verme?

GRACIELA: Y... no es para menos. Casi se desmaya la pobre. Apareciste, así,

después de tantos años... como un fantasma.

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LETICIA: (RIÉNDOSE CON GANAS) ¡Cómo un fantasma! ¡Qué graciosa! Siempre

fuiste tan divertida... ¿Y Nachito, cómo está? Tengo unas ganas de

verlo y a tu padre, le voy a dar una verdadera sorpresa, ya vas a ver.

GRACIELA: No tengo ninguna duda. El ni se la espera. Vas a causar un impacto

grande, te lo aseguro... como un meteorito sobre un bazar.

LETICIA: ¡Un meteorito sobre un bazar! (SUELTA LA CARCAJADA) ¡Qué

ingeniosa! Te felicito... ¿Estás de novia? Bueno, bueno, después me

contás. Total, vamos a tener mucho tiempo...

GRACIELA: Ah, ¿sí? (SIN ALEGRÍA) ¡Qué lindo! (SIN SER ESCUCHADA) Papá se va

a poner tan contento...

MARY: (ENTRANDO, SEGUIDA POR NACHO) Ya llegó, gracias a Dios... Andá,

Nachi, dale un beso a la tía... (NACHO MIRA SIN ENTENDER) Es Leticia,

la hermana de tu padre... Saludala...

NACHO: (SIN ACERCARSE) ¡Hola! (LE HACE UN ADEMÁN CON LA MANO, PERO

QUEDA COMO PETRIFICADO) Entonces, ¿es mi tía? ¡Mirá, vos!

LETICIA: ¡Qué alto y buen mozo, estás, sobrino, y qué elegante! Esta es la

super onda de la moda “under” en Inglaterra. La llaman “dirty and

down”. (SE ACERCA Y LO ADMIRA) En “Bi ei”... todavía no se impuso.

Pero se viene, se viene... Ese look te queda ultra. “Is the best for you”

(SE LE ACERCA NUEVAMENTE) ¡O.K!

GRACIELA: ¡Uy! ¿Otra más? Con Marta era suficiente... Contale, mamá.

MARY: No, Leticia, esta ropa no es del nene, se la prestaron.

LETICIA: ¡No te puedo creer, cuñada! ¿No tiene ropa? Siempre tan ocurrente

vos... (SE RÍE) ¡Qué loca! Si está divino...

NACHO: No te calientes, mamá. Dejalo así. Me voy a cambiar.

MARY: Gracielita, ¿no le serviste nada a la tía? (CORRIGIENDO) Quiero decir,

si tenés tiempo... ¿o estás de paso? ¿Te quedás a comer? Ya debe

venir Carlos, ni se lo espera.

GRACIELA: Marta tampoco sabe nada.

LETICIA: ¿Cómo está Martita?

GRACIELA: Bien. Salió con el novio hace un ratito. Es una pensionista, y yo, la

mucama con cama adentro.

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LETICIA: ¡Me encanta cómo sos, Gracielín! ¡Tan chispeante! Igual a mi marido,

como las burbujitas del Champagne. (RÍE).

MARY: Perdoná, Leticia, con este asunto del auto de Carlos, el asalto de

Nacho, el apuro de Marta y toda la partitura que tocamos en casa, no

te pregunté por Eduardo. ¿Cómo está? ¿En el trabajo, todo bien? ¿Lo

ascendieron como él quería?

LETICIA: Está re gordo. Del trabajo lo echaron. Tiene un montón de canas y

deudas. Anda súper deprimido y con un carácter que ni les cuento.

Por eso, me vine a quedar unos días con ustedes, hasta que se la

pase o me llame por teléfono. Me escapé. ¿Estuve bien, no? (RÍE).

GRACIELA: Sí, bárbaro. Aquí, por lo menos, hay buena onda de tanto en tanto y

días en que, durante unos minutos, reina la paz.

MARY: Graciela, cualquiera que te escucha va a pensar que nos llevamos

mal. Esta casa es como... cualquier otra. Es una casa...

GRACIELA: La casa sí, es igual a otra. Los distintos son los de adentro, los

personajes que la ocupan.

(SE CONGELA LA ESCENA)

Relator: “Los personajes que la ocupan. ¡Claro, no les conté que ellos no me

oyen, ni pueden pensar que están viviendo una comedia. Sufren y

aman de verdad. Son felices o reniegan con la historia que les tocó

protagonizar. Aunque, como en la vida real, no saben lo que va a

pasar mañana, o dentro de un rato. Cuando llegue Carlos y se

encuentre con la hermanita... Yo ya sé lo que viene, pero ustedes

quieren saber qué pasó, ¿verdad? Entonces, aprieto la tecla que dice

“play” y continuamos viendo la historia… (REACCIONA)

Ah, no. Eso era de la tele. Yo también me hago cada lío. Es que

escribo mucho.”

(LA ESCENA VUELVE AL MOVIMIENTO)

LETICIA: ¡Qué inteligente, “Grace”, eso que dijiste! Los distintos son los de

adentro, los personajes que la ocupan. (PAUSA) Las casas sólo

contienen a la gente, no le cambian el destino, ni deciden por ellos,

¿no? Es todo causa y efecto, la Ley del Karma, como dicen ahora.

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¡Recontra karma el mío! (RÍE) ¿Vos qué pensás, Mary? ¿Empezó la Era

de Acuario? ¿Qué decís?

MARY: Que podríamos picar algo en la cocina, mientras llega Carlos. O si

preferís, hago unos churrasquitos vuelta y vuelta, unos tomates

partidos al medio y...

GRACIELA: (INTERRUMPIÉNDOLA) ¡Mamá, otra vez! Cambiá el “CD”, porque ni

Pendrive, tenés todavía...

MARY: Tenés razón, no me doy cuenta. Es que con esto de Nacho...

LETICIA: A ustedes les hace falta estar tranquilos... (SE ALEJA ALGO)

CARLOS: (ENTRANDO, NO LA VE A LETICIA) ¡Qué lo parió! Ese auto de mierda,

me dejó nomás. Mirá que es guacho, le cambié la bomba de agua, la

de nafta, el filtro de aire, me limpiaron el carburador y las bujías... y

lo mismo, se quedó. Se puso a tirar unos “peditos” (IMITA EL SONIDO)

y me dejó en banda. Lo voy a reventar, lo vendo por dos mangos...

(MIRA A SU MUJER Y LUEGO A SU HIJA) ¿Qué pasa? (VE A LETICIA DE

ESPALDAS) ¿Quién es? Marta, no jodás que no tengo...

(SORPRENDIDO CUANDO ELLA SE DA VUELTA) ¡¿Qué?!

LETICIA: ¡Hello, brother!, soy yo, tu hermanita. ¿How are you my darling?

¿Cómo me ves?

CARLOS: ¡¿Leticia?! Pero si yo no tomo. Estoy viendo visiones. ¿Qué hacés

aquí?

LETICIA: Vine a quedarme un tiempo...

CARLOS: (MÁS CONFUNDIDO) ¿Cómo “quedarte”? ¿Un tiempo? No te entiendo.

Esta es una joda para una cámara oculta, o tuya, Mary. Me están

cargando.

NACHO: (SALE CON OTRA ROPA) Hola, viejo. ¿Viste qué sorpresa? La tía!

CARLOS: Sí, ya veo. O estoy tratando, que sé yo... ¿qué es hoy, el día de los

inocentes? (SE RÍE, COMO SI DESCUBRIERA ALGO) Vos querés decir,

que después te pasa a buscar Eduardo. Está bien. Bienvenida, Leticia.

¡Cómo me hicieron caer! ¡Qué guachos!

MARY: No, Carlos, no es una broma. Tu hermana dice que se queda.

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CARLOS: (A LETICIA) ¿En serio? Si aquí no hay lugar, ¿dónde te ponemos?

Decime la verdad. (NACHO COLOCA UN VIDEO Y LO MIRA)

LETICIA: Es ésa, mi amor. Me vine a vivir un período “indeterminado”, en este

simpático hogar, donde reina el buen humor. (LO BESA)

CARLOS: (YENDO DE UN LADO PARA OTRO) Ah, no! Yo esto no me lo banco.

¿Dónde está el autor? ¿A quién se le puede ocurrir agregarme otro

bolonqui? Si lo agarro, lo estrangulo... (LLAMANDO) Vení, Oscar y

animate a justificar esto. ¿Dónde se escondió? ¡Oscar!

GRACIELA: Se volvió loco. Papá, ¿a quién llamás, qué Oscar?

CARLOS: Capobianco, ¿quién va a ser? (LLAMANDO) ¡Capo…! Acercate, por

favor!

(LA ESCENA SE CONGELA MIENTRAS HABLA EL RELATOR)

Relator: “¿Qué pasa?”

CARLOS: Eso digo yo. ¿Vos quién sos?

Relator: La voz del autor.

CARLOS: Mirá qué bien. ¿Y vos me querés arruinar? ¿Qué pasa me preguntás?

¿No te pareció suficiente lo del auto? Dejame de joder...

Relator: Carlos, siento desilusionarte, pero... vos no podés hablar conmigo, ni

verme. Soy virtual. Yo no existo para vos... Estoy en otro plano, en

otra dimensión.

CARLOS: ¿Pero qué decís, pedazo de “cibernético”, así que sos “virtual”. A otro

plano y otra dimensión te voy a mandar yo de un patadón si no me

cambias un poco esta situación. Rajala a mi hermana, es un plomo.

Tachá esa página en el libreto, qué se yo... Es una pituca creída,

engreída, presumida, que no tiene gracia ni para tocar la “flauta”...

Relator: El timbre, se dice, el timbre...

CARLOS: A mí no me vengas a corregir vos ni nadie. (SE DA CUENTA) Bueno,

perdón, no, estoy equivocado. Vos o sea, el autor, sí, podés. (LE

RUEGA) Por eso, cambiame la historia, Capo, Vos sos un “gomía”...

¡Dale!

Relator: “Está bien, algo voy a intentar. Pero guardame el secreto, porque yo

tampoco puedo hablar con vos. Eso rompe las convenciones, el clima,

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la magia. Rompe el encanto de la ficción, rompe con la técnica

teatral...

CARLOS: Puede ser, pero a mí, esto (POR LA HERMANA) lo que me rompe son

los... ¿Querés que te lo diga o me los agarro? No, mejor no, porque

Martita se molesta. Ah, y a Mary, decile que no le ponga tanta sal a la

comida que hace mal para la presión. No te olvides, eh!

(VUELVE A DIRIGIRSE A SU MUJER) ¿En qué estábamos?

MARY: ¿Vos, en qué estabas?

GRACIELA: Papá, te tenés que hacer ver. Te quedaste haciendo muecas tres o

cuatro minutos y mirando a la pared... (SEÑALA)

LETICIA: ¿Te sentís bien?

CARLOS: Vos no te preocupes. Si te vas enseguida... (RÍE)

LETICIA: No te entiendo, explicate mejor.

CARLOS: No puedo. Olvidate. (PÍCARO) Son influencias que uno tiene...

MARY: Recostate un rato, Carlos. Yo te llevo un té y una aspirina, después te

hago una sopita de verduras, livianita... y mañana te quedás en

cama, es lo mejor. Andá, date una ducha y refrescate.

CARLOS: ¿Algo más mi tesoro? Yo, a su orden. (VA SALIENDO) Hasta luego...

(ENTRA AL DORMITORIO)

GRACIELA: Nunca lo vi así. Necesita vacaciones.

NACHO: Y yo un poco de silencio. No puedo ver ni un video, tranquilo. (SUENA

EL TELÉFONO) Dejá, mamá, atiendo yo...

GRACIELA: Si es Horacio, decile que hoy no puedo, que tengo que estudiar, o que

estoy muy ocupada. Después lo llamo...

NACHO: (EN EL TELÉFONO. TODOS SÚPER ATENTOS) Sí, ese es el apellido. Di

Giácomo, Nacho... No, Carlos es mi papá. ¿Quién habla? (A LA

MADRE) Tiene voz de borracho... incoherente, medio idiota...

LETICIA: Mi marido!

NACHO: Sí, está aquí, Eduardo. Le doy con ella. (A LETICIA) Es él. (A LA

HERMANA) ¡Qué amigos tan poderosos tiene el viejo!

GRACIELA: ¿Qué decís? No te entiendo.

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NACHO: Se me ocurrió. No sé por qué. Mami, tengo hambre. ¿Qué hay de rico?

(CUANDO LETICIA ATIENDE EL TELÉFONO, MARY, NACHO Y GRACIELA

SE VAN PARA LA COCINA) Vengan a la cocina que les cuento todo y

como fue. ¡Me pegué un cagazo, y casi me meo!

GRACIELA: Y no es para menos, pero podías expresarte mejor...

MARY: Vos sabés que a Martita, no le gusta... por el novio...

NACHO: ¡Que se deje de joder, mamá. Estamos en casa! (SALEN)

LETICIA: (EN EL TELÉFONO) Bueno, está bien. Si me lo prometés de verdad, te

creo. Entonces, bichito, ¿me vas a dejar ir de compras al shopping,

todos los días y usar tu tarjeta? (RÍE EN FORMA RIDÍCULA) ¿Qué? ¡Sos

un loco! Está bien “my love”, te espero, vení a buscarme cuando

quieras. ¿En diez minutos? Pero si recién llegué. Bueno, chau, mi

colibrí, mi hamster dorado, mi rayito de luna, vení volando. Un bacho.

I love you for ever. Je t’aime, mon amour. (CUELGA) Viene para aquí.

(SORPRENDIDA) ¿Me dejaron sola? ¡¡Hey!!

CARLOS: Sí, ¿llamaba la señora? Ordene, que su fiel lacayo está para servirle...

(DISFRUTANDO DE LA SITUACIÓN) ¡Grande, Capo!

LETICIA: ¿Qué decís?

CARLOS: Nada, nada. No lo conocés... ¡Qué lástima que no te podés quedar!

Bueno, otra vez será...

LETICIA: ¡Otra vez será! Pero no te preocupes, Carlos, ni estés triste, porque te

prometo, de verdad, que la próxima vez también caigo “de golpe” y

me quedo varias semanas.

CARLOS: ¡Bárbaro! Me parece “okey”, pero el problema es el lugar. Somos

muchos, no sé si lo notaste. Y los dormitorios muy chicos. Estarías

incómoda, Leticia. No sé cómo ubicarte.

LETICIA: Ya lo resolví. Tu hermanita piensa. “Is a computer”... Ya lo programé.

CARLOS: ¿Compiuter, qué? ¿Qué cosa programaste? No entiendo.

LETICIA: (RIENDO) ¡Los lugares para dormir! Vos, te tirás en una colchoneta,

allí, en el pasillo del baño o en el lavadero. Mary, en el living o cerca

de la cocina con dos almohadones...

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CARLOS: A Mary, si la sacás de su pieza, no duerme. ¿Por qué no compartís la

cama grande con ella? Genia, “compiuter...”

LETICIA: ¡Jamás! ¡Never in the life! Me gusta estirarme a mi antojo y si toco

algo caliente y cerca, me da impresión. ¿No sabías?

CARLOS: No te creo. A vos no te impresiona nada... a esta altura...

LETICIA: Con Edu, usamos camas separadas y baños separados, desde el

primer día. No soporto las manos transpiradas ni los pies fríos... la luz

de su velador, los ronquidos, el aliento a cerveza a cantimpalo y ajo,

ni como estornuda...

CARLOS: ¡Con razón toma el pobre! ¡Ahora lo entiendo! (SUENA EL TIMBRE) Ahí

llegó el “tordo”, el catador clínico, el experto vitivinícola...

LETICIA: Sí, le conozco sus llamados. Ese es mi facultativo, el galeno que me

acelera el diástole y el sístole. Mi estetoscopio favorito, a pesar de

todo... Abrile, por favor. (SE PONE EN ACTIDUD DE INTERESANTE,

COMO GRAN DAMA. CARLOS SALE HACIA LA PUERTA)

EDUARDO: (TODAVÍA SIN APARECER, CON VOZ DE BORRACHO) ¡Abran! No me

puede hacer esto. Decile que salga, que no sea cobarde. Sé que está

acá.

CARLOS: (ENTRANDO CON ÉL) Por supuesto, si te atendió por teléfono.

Cuidado, hay un escalón. No ahí, no. Pasá, pasá.

EDUARDO: Te vine a buscar, Leticia. Afuera... están los autos...

LETICIA: ¿Me compraste el deportivo, ese color borravino?

EDUARDO: No. Yo digo, los que pasan. Vamos, te espero. Estoy a pie.

LETICIA: ¡Egoísta! Ahora, yo no quiero irme. Me encariñé con ellos.

EDUARDO: Entonces, tiro todas las tarjetas de crédito que saqué para vos.

(BUSCA EN TODOS LOS BOLSILLOS) Uia...! No tengo ninguna. A ver,

ésta, ¿qué dice? Adiestramiento de perros, no está no es. Remises

“Llega tarde”, esta puede ser útil. A ver, aquí, sí hay algo. Esta otra

dice “pague un turno y quédese dos”... No creo que aguante, pero...

(AL NOTAR QUE TODOS LO OBSERVAN) Y bueno, qué, es asunto

mío... (SACA DEL BOLSILLO Y GUARDA UNA CAJA DE PROFILÁC-TICOS)

Vamos, Lety, que te muestro el estetoscopio...

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LETICIA: ¿Compraste uno nuevo? ¿Para qué, si el viejo funcionaba?

EDUARDO: Pero el nuevo es estéreo, auto reverse, viene con reproductor de MP5

y bafles incorporados.

LETICIA: ¿Con bafles? Es re-moderno y re-canchero. Te re-pasaste...

CARLOS: De alcohol, se repasó. Si le medimos la curda, estalla el

alcoholímetro. Llevalo, Lety, que duerma la mona. Ponele unos tangos

en el estetoscopio y listo. (VAN SALIENDO) Un día de estos los llamo.

Vayan tranquilos.

EDUARDO: ¿Y quién está nervioso? Amorcito, decime “rayito de luna”.

LETICIA: En casa, papuchi, en penumbras y con música árabe... ¡Me recopa!

(LETICIA CANTA: “Aba, naguila, aba, naguila aba...” Y EDUARDO “LA

ÚLTIMA CURDA” DECRECE LA LUZ, MIENTRAS SALEN.)

Relator: “Aunque les costaba creerlo, la situación tendía a normalizarse. Y

después de unas horas de intentar comprender a esa pareja, la casa

volvió a la normalidad. Bueno, es un decir, a lo que fue siempre.

Carlos quedó tan satisfecho con el cambio de rumbo de la historia,

que invitó a toda la familia a ir al cine. A último momento, Graciela,

prefirió quedarse. A mí me parece que quería encontrarse a solas con

Horacio. Veremos, veremos... (VUELVE LA LUZ NORMAL DE LA

ESCENA. HORACIO Y GRACIELA ENTRAN O ESTÁN YA EN EL LIVING)

HORACIO: ¡Por favor, Graciela, tenés que aceptarlo! Me costó un “toco”.

GRACIELA: No se dice el precio de un regalo.

HORACIO: (AVERGONZÁNDOSE) No, quiero decir, encontrarlo, es una pieza

artesanal muy escasa en el mundo, pero vos te merecés el mundo.

GRACIELA: ¡Qué exagerado! No sé por qué te escucho. Me parece que no

corresponde que me traigas nada.

HORACIO: Para mí significás mucho.

GRACIELA: Pero... aquí, en casa, no sé cómo lo van a tomar. Nunca tuve...

HORACIO: ¿Qué cosa? ¿Permiso o novio?

GRACIELA: Los permisos no serían problema. Soy grandecita y si a Marta no le

dicen nada, ni a Nacho, ¿por qué a mí? Pero no me gustaría que

vuelvan y nos encuentren solos.

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HORACIO: (JUGANDO, ROMÁNTICO) Solos no estamos. Están los actores de la

tele, el gato... tu otro yo , mi otro yo... (TIMBRE DE CALLE)... y algún

metido.

GRACIELA: O mi vieja, que se olvidó las llaves. Esperá, voy a ver. No te muevas.

(GESTO PARA QUE HAGA SILENCIO. LUEGO VA HACIA LA PUERTA. EN

OFF): Hola, ¿qué hacés, Daniel? (A HORACIO): Es mi vecino.

(ENTRANDO, CON DANIEL) ¿Qué necesitás?

DANIEL: (COMO POR SU CASA) Pasar este cable por tu ventana. Es un rato.

GRACIELA: ¿Por qué?

DANIEL: Porque estoy armando un equipo de onda corta, de prueba.

HORACIO: ¿De onda qué... qué prueba, pibe?

DANIEL: (A GRACIELA): No sé quién es. Yo no hablo con desconocidos.

GRACIELA: Es un amigo... de la familia. Es decir, de Nacho, yo casi no...

(INCÓMODA) Bueno, en realidad, recién empieza a venir, pero te

estoy haciendo perder tiempo, pasá, pasá.

HORACIO: Sí, pibe, metele. Colocá el cablecito y hasta luego. Estamos

conversando, ¿sabés? (A SOLAS, MIENTRAS GRACIELA VA A CERRAR

LA PUERTA) Sé canchero, borrate. Si querés unos mangos, no hay

problema, pero hacete humo con el cablecito y la onda corta... ¿Me

entendés, macho? (HACIÉNDOSE EL SIMPÁTICO, AL VER A GRACIELA)

Está bien, pibe. Si querés vení mañana que está Carlos y te ayuda.

(LO VA ACOMPAÑANDO HACIA LA PUERTA, DANIEL SE RESISTE) Chau,

viejo.

DANIEL: (DESLIGÁNDOSE) ¡Eh, ¿qué le pasa? Si recién llegué y Graciela me dio

permiso. Usted no intervenga, por favor. Yo no lo conozco.

HORACIO: ¡Y agradecele a Dios, porque si te pongo una mano encima, me vas a

conocer!

GRACIELA: (QUE NO ESCUCHÓ BIEN) ¿Qué le decías, Horacio?

HORACIO: Nada, nada, que es una pena. Yo no lo conocía. Parece un pibe

simpático, Danielo.

DANIEL: ¡Daniel! No Danielo. Me llamo Daniel, simplemente. No me agregue

nada.

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GRACIELA: ¿Viste qué simpático es el chico?

HORACIO: Sí, ya veo, es todo joda. Te felicito. (RESIGNÁNDOSE) Hacé lo que

necesites. Estás en tu casa.

GRACIELA: Mis viejos ya vienen. ¿Querés tomar algo, Horacio?

HORACIO: Sí, dame un hormiguicida “on the rocs”, que hoy me siento un

triunfador.

DANIEL: (LE ACERCA UN EXTREMO DEL CABLE) ¿Me tiene esta punta, por

favor, a ver si me alcanza? (HORACIO NO REACCIONA) Déle, en media

hora está todo listo.

HORACIO: (CASI DESESPERADO) ¡Media hora! (LE ALCANZA EL CABLE) Dame,

pibe. Yo te lo instalo en un segundo. (COMIENZA A INTENTARLO Y A

ENREDARSE. TRATA DE BUSCAR OTRA FORMA DE EXTENDERLO, PERO

LUEGO DE UNOS INSTANTES, TIRA TODO AL SUELO) No, está bien,

hacelo vos o llamalo a Miguel Romero, como dice el aviso. Yo

renuncio. Me voy, Graciela. Dale un saludo a tus viejos. Te dejo con el

“técnico”. (VA SALIENDO Y SE DETIENE) ¡Es inútil! Yo no tengo suerte

ni cuando me van bien las cosas. Ahora, que se me estaba dando...

GRACIELA: No te entiendo. ¿Qué cosa se te está dando? No te apures.

HORACIO: Es que la que se está quedando sin tiempo sos vos. Si no sabés

defender tus derechos, (POR DANIEL), cualquiera viene y se mete en

tu vida. Después lo hablamos, mejor.

GRACIELA: Sí, va a ser mejor.

HORACIO: Ahora quedate con el “onda corta”. La que nace perdedora...

GRACIELA: ¿Qué querés decir?

HORACIO: Que la que nace perdedora, no gana ni cuando acierta... Es una

metáfora... “Dios da pan al que no tiene mermelada”.

GRACIELA: ¿No era “dientes”?

HORACIO: El día menos pensado... te vas a quedar muy sola.

GRACIELA: Ese no es un refrán.

HORACIO: No. Es un consejo. “No te dejés afanar, que reponer sale caro”.

(SALE, MOLESTO) ¡Chau!

(DANIEL SE ACERCA A GRACIELA, CONFIDENCIAL)

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DANIEL: Perdoná, Graciela, pero este está medio piantado, ¿no?

GRACIELA: Creo que se molestó por lo del cablecito (GESTO PÍCARO CON LOS

DEDOS) y tu “onda corta”. ¿Entendes?

DANIEL: Que se embrome, él se perdió la oportunidad de conocer a un genio,

a un inventor que va a ser el orgullo del país. A un ejemplo de la

juventud creativa...

GRACIELA: (CORTÁNDOLO) ¡Ehh! Pará. ¿No se te va la mano con el auto bombo?

Dejá que te elogien los otros. Y después de todo, ¿cuál es el invento?

Si onda corta tiene cualquiera, digo cualquier aparato de radio.

DANIEL: ¡No! ¡No me digas! Qué macana, no se me ocurrió. ¿Estás segura?

GRACIELA: Sí, querido. Andá a tomar la leche, que son más de las cinco. (DANIEL

JUNTA EL CABLE Y VA SALIENDO) Saludos a Einstein, si lo ves por ahí.

Chau. (YA A SOLAS): ¿Será posible? A mí me tocan todos los

“aparatos” y encima, de onda “corta”. (SE SIENTA ABATIDA) Mejor,

me veo la novela y a otra cosa, mariposa. (EMPIEZA A EMOCIONARSE

FRENTE AL TELEVISOR).

(LUEGO ENTRAN CARLOS, MARY, MARTA Y NACHO VOLVIENDO DEL

CINE)

CARLOS: Hola, Gracielita… ¿Estás sola?

GRACIELA: No, papá. ¿Cómo voy a estar sola… si llegaron ustedes?

MARTA: Ay, qué graciosa. Papá quiere decir si “estabas” sola…

GRACIELA: ¿Y por qué no lo preguntó así, entonces?

MARY: Bueno, chicas, no se peleen, que vinimos con buena onda…

GRACIELA: Por favor, mamá, ni me hables de onda, que ya estuvo el

plomo de Daniel con sus inventos, quería pasar un cable y…

¡Bueno, para qué les voy a contar…!

CARLOS: No te entiendo, Graciela. ¡Tenés que parar con la televisión, te

llena mucho la cabeza.

MARTA: ¿Y qué tiene de malo, papá? Si ella no tiene nada, ahí, adentro.

MARY: ¿Pueden hacerme un favor? ¡Siempre como perro y gato! Por

amor al equilibrio, a la paz de este santo hogar… Aguanten

dos horas sin discutir, al día siguiente cuatro y con un poco de

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suerte llegamos a completar las de un día. Aunque sea como

vacaciones.

CARLOS: Eso es lo que nos hace falta, vacaciones.

NACHO: Yo, este año, propongo ir a Córdoba. Eso de repetir siempre la

playa ya me cansó. En Córdoba hay otro aire, otro clima, otro

paisaje.

CARLOS: Y otro costo, Nacho. En Las Toninas tenemos la casita…

MARTA: ¡Papá! Vos decís la “casita” y es un rancho que se viene abajo.

MARY: Bueno, Marta, no hables así, cada uno tiene lo que puede…

MARTA: Sí, pero esa ya no puede ni tenerse en pie. ¿Viste cómo están

las persianas y el agua… ¡Qué asco, sale con olor y gusto a

hierro! El fondo da pena por los yuyos “arqueológicos” que

tiene… da vergüenza, Yo prefiero no ir. Vayan ustedes…

CARLOS: Por supuesto, que vamos a ir, ¿o tenemos que pedirte

permiso?

MARY: No empecemos, como siempre, cuando faltan como dos meses

para salir.

GRACIELA: ¡Y qué son dos meses, mamá? Se van volando…

CARLOS: La guita, se va volando. Mirá hoy, dos heladitos de miércoles,

una gaseosa para Nacho y las entradas, casi una luca…

MARY: Bueno, pero no salimos nunca. Una vez de tanto en tanto.

NACHO: Yo quise pagar y no me dejaste, papá.

CARLOS: ¿Qué decís? Si no tenés un mango. ¿Con qué ibas a pagar

todo eso?

NACHO: ¿Cómo todo eso? Yo me refería a mi gaseosa. Marta que se

arregle porque trabaja y gana bien. A mamá le pagás vos…

MARTA: Sí, porque si espera algo del nene, se puede jubilar.

NACHO: ¿Y de vos que no estás nunca, qué? Ya me tenés cansado…

GRACIELA: ¿Viste que yo no dije nada? Son ellos los que se pelean.

CARLOS: Está bien, está bien. Todos estamos cansados. Fue un año

duro y se está haciendo más difícil para los que ganan poco.

Nosotros, después de todo, nos vamos arreglando. Eso es lo

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que tienen que ver. Somos una familia y nos queremos, ¿no

vieja?

MARTA: No le digas vieja, que queda feo. Decile Mery, “mom petit” o

“mom poupée”, que es más fino.

CARLOS: ¡Má qué mon putí o mon puté! Mirá, Martita, vos con eso de lo

fino y lo grueso me tenés repodrido, la verdad. Cortala con tus

comparaciones o mejor andá a dormir, que mañana es un día

como cualquier otro. (VA SALIENDO). Aquí no se puede

hablar, ni pensar, ni estar en paz. (ENTRA A SU CUARTO.

DESPUÉS DE UNA PAUSA BREVE).

NACHO: Mamá, no te olvides de despertarme a las siete y de la camisa

que necesito. Ah, y si podés preparame el bolso que me voy al

club con los chicos. Si vengo a comer te llamo… si no, por las

dudas, preparame unos canelones, o milanesas napolitanas.

Mejor, sanguchitos, que te salen tan ricos… (LA MIRA,

COMPRADOR.)

MARY: (COMO SI PENSARA) Pensar que si alguien no los oye, estos

personajes que tengo a mi lado, parecen santos. Una

maravilla de ternura. ¡Qué karma tan pesado el mío! (A

GRACIELA) Por algo mi madre me aconsejaba no casarme…

GRACIELA: Bueno, pero con paciencia, nos vamos entendiendo, ¿no?

NACHO: Sí. A veces, se ven cosas peores y muy cerca nuestro. Mirá el

caso de esa mina que se peleó con el marido y le cortó…

MARTA: Pará, nene. Dejá el noticiero. No dramatices. Después de todo,

nosotros somos, qué se yo como definirlo… Somos… (LOS MIRA)

MARY: Y… yo creo que mirándonos con piedad, somos casi una familia.

(APAGÓN-MÚSICA LOS HIJOS SALEN DE ESCENA.)

ESC. 10 (VUELVE LA LUZ. PASÓ UNA SEMANA).

CARLOS ESTÁ JUNTO A MARY QUE PREPARA ALGO EN LA COCINA)

CARLOS: Ponele poca sal, que hace mal para la presión…

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MARY: ¡No me digas! ¿Quién cocina todos los días y les recuerda lo que

aconseja el médico, a todos? ¡Quédate tranquilo!

CARLOS: Yo digo, nomás. Por ahí te distraes charlando y dale que te dale,

le seguís poniendo… Guarda, fijate, te falta…

MARY: Vos estás hoy, dale que te dale. (PAUSA) Dejalos a los chicos hacer

su vida. No te la pases dirigiendo, como si esta casa fuera una

orquesta. Bajá la batuta, Carlos… No te metas ni opines.

CARLOS: Eso, jamás. ¡Antes muerto que aflojar la lucha! Yo tengo amor

propio y conozco mis obligaciones como padre. Si digo algo es

por su bien… Y vos sos la menos indicada para reprochármelo

porque hacés lo mismo. ¿O no? Metele, revolvé ahí que se te

quema, o se pega todo en el fondo, ¿no te das cuenta?

MARY: (ENFRENTÁNDOLO, DEJA LO QUE ESTABA COCINANDO Y APAGA

LA HORNALLA) Dios, mío, si que me doy cuenta… O creíste que

vivo en la casa de enfrente. ¡Cortala, Carlos! A los chicos la

mayor parte de las cosas importantes se las tuve que decir yo.

CARLOS: ¿Qué querés decir, qué yo soy tonto o no sé hablar?

MARY: No, que no estabas. Llegabas a cualquier hora y ellos ya

dormían. Las urgencias eran siempre mías. No te lo reprocho, te

lo recuerdo. Se que hiciste lo que podías en cada ocasión, pero a

veces no basta. Todo esfuerzo por los hijos suele ser poco…

CARLOS: Te equivocás, a veces, le alivianás tanto las cosas que se hacen

inútiles. Fijate, “Martita”, como vos la llamás. Ni sabe hacer un

huevo frito, le salen hervidos o se le queman. ¿Y Graciela, si la

sacás de lavar y planchar? No se da maña para otra cosa. El único

piola, acá, es Nacho. Él se las rebusca siempre.

MARY: ¡Miralo, al machista! Claro, el nene es piola, pero cuando lo

tenés que levantar en peso, le gritás cualquier barbaridad.

(ENTRA MARTA)

CARLOS: ¿Quién grita? Es mi carácter. ¿O todavía no me conocés? Si les

hablás con suavidad, no te dan bola…

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MARTA: (QUE ESCUCHÓ LA ÚLTIMA PARTE) ¡Por favor, papá! ¡Qué

vocabulario! Mirá si un día viene Peteco y te escucha hablar así.

CARLOS: ¿Y qué? ¿Se va a horrorizar el Pequeto, ese… o como se llame.

¡Dejame de embromar! A vos el Pequeto o Paquete te

empaquetó bien empaquetada y ni te avivás. No es para vos,

Marta, ese tipo de gente… Está en otra. No te dicen la verdad…

MARY: ¿Y por qué no? ¿Qué sabés de ese “pobre” muchacho?

MARTA: Pobre, no, mamá. Tiene todo lo que quiere y no es ningún lento.

Ya está pensando en independizarse del padre y comprar el

departamento para casarse…

CARLOS: (MUY SORPRENDIDO) ¿Con vos? Pero, hija… te está haciendo el

verso. Esos tipos se casan con las de su clase. Vos sos una

humilde hija, de una modesta familia, de las afueras… Te va a

dejar afuera, acordate. Yo no te quiero desilusionar…

MARY: ¿Te parece? Si lo único que hiciste fue tirarle pálidas a la pobre

chica… No le hagas caso, Martita. Vos hacé lo que te dicte tu

corazón. (APARECE GRACIELA Y SE LES ACERCA.

CARLOS: (IRÓNICO) ¿Escuchaste, Graciela? “Lo que te dicte tu corazón” y

cuando te chifle el estómago de hambre, me contás… Esos tipos te

largan en un mes, porque no le podés seguir el tren… o el remise… o

la limusine. Nosotros ni auto tenemos, porque para él, un modelo

78 no debe ni existir. Si lo ve, se te caga de risa…

MARTA: ¡Otra vez, papá! Te dije que no me gustan esas palabras…

GRACIELA: Bueno, Marta, dejalo. Él tiene derecho a expresarse como quiera

y además, tan equivocado no está. Tu noviecito es bastante

maleducado también. No lo atiendo más por teléfono. El otro

día ni gracias me dijo. (LO IMITA) “Dame con Marta”. ¿Qué soy

yo, la secretaria? Tendrá guita pero le falta tacto, ética, clase.

MARY: Chicas, propongo algo. Si ustedes van poniendo la mesa,

cenamos enseguida y después nos vamos por ahí, a tomar un

helado ¿Quieren?

MARTA: Yo no. Vayan ustedes. A mí me hincha el helado.

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CARLOS: Lo que te hincha no es eso, es aceptar lo que uno te aconseja.

MARY: Carlos, no le digas más nada. Después le cae mal la comida.

MARTA: No te preocupes, mamá. No voy a cenar. (VA SALIENDO)

GRACIELA: Pero por lo menos, ayudá con la mesa. Siempre te borrás…

MARTA: Disculpame, pero la semana pasada la puse yo, y varias veces.

GRACIELA: No sabía que se lleva la cuenta de lo que uno hace por la familia.

¿Eso te lo enseñó, Peteco?

MARTA: No lo metas en esto. Si vos estás depre, caracúlica o con onda

“down” no es culpa mía, pibita. Andá un poco a tomar aire o a

darte una ducha para que se te pase. Parecés una vieja. No sé

cómo te aguanta el (bigotudo) ese. Debe ser sordo.

GRACIELA: No te contesto por respeto a los viejos…

CARLOS: Tranquila, viejos no. En todo caso, tus padres… (SONRÍE) No te

calentés, Graciela. Tu hermana es de otra categoría, otro nivel.

Tienen… ¿cómo se dice? A sí, tienen códigos distintos, está en

otra “sintonía”, otra frecuencia.

MARY: Por favor, ni hablemos de sintonía, frecuencia o esas cosas que

en una de esas, aparece Daniel. Esta mañana volvió con el

cablecito. Le dije que me estaba bañando… que vuelva más

tarde. A propósito, ¿Nacho, no está tardando demasiado? Me

dijo: “salgo para allá”. Ahí me parece que escuché la puerta de

calle.

GRACIELA: Voy a ver. (SE ASOMA Y VUELVE) Sí, es él. Viene con paquetes.

NACHO: (ENTRANDO) ¡Hola, lindísima familia! Gente dulce y macanuda.

Mi pequeño gran oasis, en este mundo de horrores. Les traje

todo lo que me gustó para ustedes. (EMPIEZA A ABRIR CAJAS Y

PAQUETES) Esto es para “mamuchi”. Este otro para… el mejor

viejo del universo.

CARLOS: ¡Uy, qué raro me huele esto. Gracias, hijo. ¿Te sacaste el Quini 6?

¿Para qué quiero yo esta corbata? Debe ser carísima.

NACHO: El precio no importa. Un viaje como éste no lo hago todos los

días. (A MARTA:) Esto es para vos. (ES UN LIBRO) A Graciela…

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MARTA: Gracias, pero no entiendo cómo pudiste gastar tanto.

NACHO: Usé lo que la empresa me dio para viáticos. Ahorré lo del hotel y

lo que me asignaron para la comida.

MARY: ¿Pero, entonces, no comiste, hijito?

NACHO: Sí, mamá, me arreglé con un pancho y un helado…

MARTA: Se dice “hot dog” y “ice cream”. Actualizate, “baby”!

CARLOS: ¡Largá con los términos yanquis, que somos argentino! Y aunque

no nos vaya demasiado bien, idioma nos queda… En vez de

corregirlo, aprendé de él que no es egoísta. Siempre piensa

primero en la familia. Ese es mi pollo. Yo ya lo dije. Acá, el único

piola es Nachito.

NACHO: Bueno, papá, no digas así porque van a pensar que tenés

preferencias y eso no me gustaría. Cada uno es como puede o

como le enseñaron a ser.

MARY: Yo los eduqué a todos por igual, ahora no me vengan con

reclamos por lo que no hayan asimilado. La preocupación por

guiarlos fue pareja para los tres. Siempre quise lo mejor.

GRACIELA: Está bien, mamá. Nadie te reprocha nada. Lo que Nacho quiso

decir es que cada uno es responsable de sus actos. Somos lo

que aceptamos ser y nuestra propia obra. Es el uso que

hagamos del libre albedrío. Un privilegio muchas veces mal

usado. Somos lo que pensamos, decimos y sentimos…

MARTA: Escuchala a la metafísica de mi hermanita. ¿Qué estuviste

leyendo? ¿A Conny Méndez?

NACHO: Y a vos no te vendría mal, tampoco. Hay mucha sabiduría en

esos libros. O los de Enrique Barrios. “AMI” es una joya.

GRACIELA: Dejá. No lo va a entender. Mejor es que haga su propia

búsqueda. Tal vez todavía no sea el momento. Mamá, ¿qué te

parece si cenamos y salimos a tomar ese helado que proponías?

CARLOS: Pero lo pago yo. Es una invitación mía. Hoy saqué unos pesos

más con el tacho y los gustos hay que dárselos en vida.

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MARTA: Lógico, pá. Si no te apurás, cuando te saquen de este plano

¿para qué querés la plata? Arriba no hay bancos, chequeras ni

negocios dónde invertirla.

NACHO: Pero, sí, unos cuántos con el saldo en rojo.

CARLOS: En eso tenés razón. El único capital que Dios tiene en cuenta es

la honestidad y la buena voluntad que hayas sabido ponerle a los

desafíos que te presentó la vida. Es inútil que lo quieras

envolver, Él sabe la justa. No es un funcionario corrupto que te

pone el sello “aprobado” si le ponés un sobrecito. En ese

momento, lo único que te salva, es lo que lleves como evolución

de la conciencia… Hay que ser “limpio” y no joder a nadie. Si el

mundo es bastante grande como para que cada cual tenga su

espacio, su oportunidad. Lo que pasa es que no la queremos

entender. Los que tendrían que dar el primer paso, son los de

los grandes cargos, los que influyen en la gente. Esos tienen que

dar el ejemplo. Y nosotros, seguirlos. Pero fijate cómo actúan

los de “arriba” y vas a entender por qué se desvían los de abajo.

NACHO: La ley de correspondencia, papá. Pero vos sí, sos un ejemplo de

esfuerzo. Siempre luchaste sin currar a nadie. Y es lo primero que

me aconsejaste cuando salí a trabajar: “ganate el pan con tu trabajo

y sentite feliz de lograrlo”. Eso lo tengo muy claro, viejo y no lo

cambio por ninguna “fácil”, de esas que te hacen poderoso en un

mes. Son muy pocos los que conservan tu conducta, papá. A mí me

hace sentir orgulloso escuchar cómo te respeta la gente. Todo el

mundo habla de vos con simpatía, con cariño… (MIRA A LA MADRE)

…Y de mamá también, por supuesto.

MARY: No. Ahora, no la quieras arreglar. Lo que decís de tu padre es cierto,

pero estás resultando tan machista como él. Me hiciste acordar de mi

suegro. El tano Cayetano Di Giácomo, era imbancable, los quería a

todos formados y marcando el paso como un milico. Y siempre

andaba a los gritos. (IMITA) ¡Fortunata! ¡Leticia!

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GRACIELA: Mamá, al abuelo no lo critiques, que ya no está. Y después de todo,

llevamos el mismo apellido.

CARLOS: Eso, y a mucha honra. Somos de su misma familia.

MARY: Todos no. Yo soy Loreto Díaz Vélez, es otra cosa, otra línea. Y mi

madre, fue la más distinguida de las Piedrabuena Monroe.

MARTA: (QUE ESTUVO EN OTRA COSA) ¿Eso dónde queda, en Belgrano? ¿O

es por la zona de Devoto? Ah, ya sé, en Berazategui…

CARLOS: ¿Qué cosa?

MARTA: Esa dirección que dice mamá en Virrey Loreto y Piedrabuena o Díaz

Vélez. Digo, esas calles que nombraba. ¿Qué hay ahí?

GRACIELA: Una despistada que pregunta pavadas. Andá a pasear con Peteco,

pero antes comprate una guía. Ubicate, aviadora, aterrizá.

MARTA: ¡Sorry! No presté atención. Es que voy poco y en remise…

GRACIELA: Estás más agrandada que alpargata berreta. ¡Borrate, piba!

NACHO: No se traten así. A veces parece que se tuvieran bronca. (A MARTA)

Graciela, es sincera y te quiere bien.

MARTA: Pero se expresa y sigue comportándose tan marginal, como una

vecina gorda barriendo en ruleros. Parece una pobre diabla, de una

comunidad habitacional carenciada, en un barrio de los suburbios

periféricos. No se parece en nada a una integrante de esta familia

“high”, elegante y culta como la mía.

CARLOS: La familia es de todos, no sólo tuya, nena. Andá a cenar con tu

novio, que se les van a enfriar los choripanes… (RÍE)

MARY: Viejo, no la trates así, que después se enoja.

CARLOS: Y bueno, no será por culpa mía, qué embromar! Siempre pone la

nota. (SALE, SEGUIDO POR SU ESPOSA QUE LE VA HABLANDO BAJO)

GRACIELA: ¿Te das cuenta, Nacho? Esta casa no tiene remedio. Está en terapia

intensiva.

NACHO: Pero no murió. Hay sangre caliente y eso es bueno. De los tibios se

puede esperar poco. Yo creo que cada uno va a ir encontrando su

propia razón y tanto Marta, como vos, van a ser muy felices… (SE

QUEDA EN SILENCIO Y LA TRATA CON CARIÑO).

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GRACIELA: Vos, Nacho, merecés lo mejor del mundo. Sos tan sano, tan buena

persona, que a veces pienso que Dios te dio esa misión. Ser la

alegría y la sensatez de esta casa. Si pudiera te diría que te quiero

mucho, que te admiro. Pero no puedo. No lo sé decir.

NACHO: Ni hace falta. Te aseguro que no hace falta.(NACHO LE DA UN BESO

Y SALE HACIA SU CUARTO) APAGÓN

(EN EL CAMBIO DE LUZ, GRACIELA SE UBICA EN EL SECTOR DE LA

COCINA Y CONGELA LA IMAGEN)

Relator: Y es muy cierto lo que dice Nacho. Son una familia de sangre

caliente y ciertos roces inevitables. Pero se quieren bien. Marta

juega a la liberada, pero en el fondo tiene mucho miedo a pasar

desapercibida, a la soledad. Ese toque de importancia la aísla de la

realidad cotidiana y le quita el compromiso que asumen los demás.

Ahora van a pasar otra prueba. Mary tuvo que viajar por dos o tres

días y las hijas quedaron en su lugar. Mientras la heladera está

cargada y quedan provisiones… no es nada. El problema es cuando

van al armario… (SALE DE ESCENA).

(LA ESCENA RETOMA EL MOVIMIENTO. MARTA SE ESTÁ DUCHANDO)

GRACIELA: Por favor, Marta, ¿irías a comprar algo para hacer de comer?

MARTA: ¿Qué? No escucho… quiero decir, no oigo, por la radio, ¿qué querés?

GRACIELA: Necesito que me hagas unas compras…

MARTA: ¿Yo? ¿Por qué?

GRACIELA: Porque no quedó ni un ajo, por eso. Yo estoy ocupada…

MARTA: (ENTRANDO) Hacé cualquier cosa. Que se yo… un puré.

GRACIELA: Es lo que voy a hacer, pero no hay con qué. Necesito 2 kilos de

papa, 1 de cebolla, algunas manzanas, naranjas… Ah, y del almacén

traeme harina, una lata de tomates, arvejas…

MARTA: ¡Ah, no! Al almacén andá vos. Yo no me banco a la vieja que

atiende, pregunta de todo y encima, está siempre transpirada. ¡Qué

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asco! Yo, si no queda más remedio, voy a la verdulería y gracias. Me

aburre hacer mandados. Es re-grasa. ¿Por qué no le hacés el pedido

al súper? Te lo mandan con un remise…

GRACIELA: ¡Mirala a la fina! (LA IMITA:) Es re-grasa… pedile al súper… con un

remise… ¿Qué te pasa, nena? ¿Se te arrugan las medias de seda, o

se te cae algún anillo? ¿Por una vez que te pido algo, me ponés tanta

excusa? ¡Claro, vos estás siempre perfumada y limpita, porque no

hacés otra cosa que ir a verte con ese “tilingo”, de tu pretendiente!

MARTA: Pero, “my sister”, no seas antigua. Esas palabras ya fueron. Ni

criticar sabés. Se dice “boy friend” o “tu chico”. ¡Qué burra!

GRACIELA: A mí no me digas burra, porque te voy a dar una piña. Te reviento,

¿entendiste? (GRITANDO) ¡Papáaaa! Mirala a Marta, me está

cargando y no quiere ayudarme. Vení, papá, por favor.

MARTA: ¡Qué buchona! (LA IMITA) Vení, papito, ¡Grandulona torpe!

GRACIELA: ¿La escuchás, papá?

MARTA: No te va a dar bolilla. Nadie te escucha, si sos una inmadura. Por

eso estás soltera. ¡Y olvidate de enganchar algo! Fuiste.

GRACIELA: ¿Y vos que sabés? (ENTRA CARLOS)

CARLOS: ¡Eh! ¿Qué pasa, chicas? ¿Ya están discutiendo? Dos días que falta

su madre y no se las arreglan… ¿Necesitan pelear, hasta para hacer

una sopa?

GRACIELA: Si te arreglás con una sopa, regio. No dije nada. Que se quede esta

haragana. Echo dos cubitos en agua hirviendo y listo. No preciso

nada.

MARTA: Mirá qué fácil… ¿Eso es una comida? ¿O te olvidás que mamá te

pidió que hicieras todo como si ella estuviera en casa?

GRACIELA: “Hiciéramos…” Contale la verdad a papá. No la arregles a tu

conveniencia. Mejor andá a comprar y callate que te conviene.

CARLOS: Bueno, basta, es una vergüenza. Yo puedo arreglarme solo y ustedes

no se ponen de acuerdo ni para hacer una compra… ¡Por favor, como

para pedirles algo importante! Un mandado…

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MARTA: Uno, no, papá. Quiere que vaya a recorrer medio barrio. Un tour.

Verdulería, almacén… sólo faltó que pida algo de la farmacia.

GRACIELA: Tenés razón. Papel higiénico, ves, me estaba olvidando…

MARTA: ¡Ay, pobrecita… No se iba a poder secar la cara! Porque esa cara,

querida… A buen entendedor… (RÍE) parece un…

GRACIELA: ¡Cortala! Porque te acomodo una trompada que te vas a tragar la

risa y no te van a quedar ganas de ironías… ¡paranoica!

CARLOS: Pero, Graciela, es tu hermana. ¿Cómo le decís eso?

MARTA: ¿Escuchaste? La lengüita en el estuche. (GESTO DE CERRAR LA

BOCA).

CARLOS: Y vos callate, que también hacés lo mismo. Que ni se entere tu

madre de este papelón, porque no va a querer viajar nunca más. ¿Ya

se olvidaron que no fue a pasear, sino por obligación. Y lo que le

costó decidirse. Parece mentira, cada día están peor. Es una falta

de consideración, de compañerismo, mientras que ella “se mata” por

ustedes…

GRACIELA: ¿Qué querés cenar, papá? (PAUSA) Digo, por la hora…

CARLOS: Por mí no preparen nada. No voy a comer, ya me sacaron el hambre.

Voy a caminar un rato, mejor. Para que se me pase la bronca. (VA

SALIENDO) Y no discutan, por favor, no discutan más. (SALE).

GRACIELA: ¿Viste lo que conseguís? Otra mala sangre para el viejo. Se va a

morir del corazón si seguís así…

MARTA: ¿Y a mí qué me decís, si fuiste vos que lo llamaste. Yo no tengo nada

que ver en este “bolonqui”, yo, argentina. Y me voy a comer algo

con Peteco, a un “drugstore” o un restaurante de Olivos.

GRACIELA: ¡Ay, sí! No lo vayas a dejar solo mucho rato, pobrecito. Que en una

de esas, piensa, se aviva y te manda a la… “mer…cería”

MARTA: Pero, salí. Hablás así de envidia, porque estás más sola que una

viuda celulítica, fea y sin plata. Yo, por lo menos, salgo con Peteco y

me cultivo. Estudio y me voy haciendo un porvenir, pero vos…

Apenas servís para sirvienta y gracias.

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CRACIELA: Sí, eso es cierto, siempre limpio la mugre. La mugre de ustedes,

pero algún día voy a reventar y me van a conocer! De verdad, ya

van a ver. El día que me canse, me van a conocer.

MARTA: ¡Ay, cuidado, mirá cómo tiemblo! (VA SALIENDO) Chau, nenita.

Curate y después la seguimos… “Bay, bay” (SALE)

GRACIELA: ¡Qué basura! Se hace la importante y se la pasa deprimida y

protestando por todo. ¿Quién la entiende a esta pirada? (PAUSA)

¿O seré yo la que se está volviendo loca?... A veces no lo sé… (MUY

TRISTE) Juro, Dios mío, que no sé. ¿Qué me pasa? ¿Es tan difícil lo

que quiero? (ENTRA CARLOS).

CARLOS: ¡Cómo se largó! Está horrible… No se puede andar por la calle. Hay

un viento… y llueve como si fuera el último día… (CARLOS SE

ACERCA A GRACIELA Y LA NOTA TRISTE) ¡Eh, hija! ¿Qué tenés?

¿Estás llorando?

GRACIELA: (DISIMULANDO) No, papá, me puse a cortar una cebolla. No te rías.

¿Viste que tonta soy? Todavía me hacen mal algunas cebollas… Con

el tiempo me voy a acostumbrar, ¿no te parece?

CARLOS: Sí, ya lo creo. Ya lo sé. Enjuagate un poco esa carita y sentate a mi

lado, aquí a la mesa. (PAUSA) Yo también me siento un poco solo a

veces. Pero hay que seguir, siempre para adelante. (CAMBIA EL

TONO). Mirá, compré unas empanaditas de choclo, como a vos te

gustan. Dale, que se enfrían. Pongamos la mesa que la vida es

ahora, hija. La vida es hoy y las mejores cosas casi siempre son las

más chiquitas y humildes, como vos.

GRACIELA: Gracias, papá.

CARLOS: ¿Gracias por qué?

GRACIELA: Por tantas cosas. Porque se que, aunque pongas cara fea y hagas

como que te enojás, en el fondo estás lleno de ternura y buena

voluntad… Y hoy me di cuenta cómo la querés a mamá y a todos.

CARLOS: ¿Y en qué lo viste?

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GRACIELA: En tu intento de equilibrar la casa para que no descarrile por su falta.

En apaciguar cualquier tormenta, como ésta. Escuchá como sopla el

viento… y el agua que cae… Es un diluvio.

CARLOS: ¡Mejor, así limpia tanta mala onda que hay en la gente! No te das

una idea, Gracielita, lo que es la calle. Andan todos como locos y a

los bocinazos cuando los para un semáforo en rojo.

GRACIELA: Se acabó la paciencia. La gente quiere llegar rápido, a cualquier

“lado”, pero no sabe a dónde. (LO MIRA) Creo que nos pasa a todos.

CARLOS: ¿Vos querés decir que es un mal general, de este siglo?

GRACIELA: Tal vez, el fin de un milenio, el cambio de era, el Apocalipsis del año

2000. (PAUSA) ¿Creés que parará? (MIRA POR LA VENTANA)

CARLOS: ¿La lluvia? Sí. Mañana será otro día… como todo en la vida.

GRACIELA: Yo digo, esta sociedad y su costumbre de estropearlo todo, de

pisotear los valores, que hasta nos cuesta saber cuáles son.

CARLOS: No, hija, eso no. Los principios del respeto, la moral y la honestidad

no han cambiado. Lo que pasa es que nadie pierde un minuto de su

vida en cultivarlos. (LA MIRA Y SE CORRIGE) Dije mal. No son

todos. Hay varios ejemplos de humildad y servicio, que parecen

bichos de otro planeta. Mirá la viejita de acá a la vuelta. Ni se puede

mover y hace más de un año, que el hijo la alcanza hasta el

hospitalito, porque ella quiere colaborar en lo que sea.

GRACIELA: Tenés razón. Ese es un ejemplo de consciencia. No vive gratis.

Devuelve en amor, la vida que Dios le regala cada día. Agradece.

CARLOS: Como tu madre. Porque, ahora, está un poco cansada y nerviosa,

pero es todo corazón. Una mujer de oro, servicial, habilidosa, lástima

que le pone tanta sal a la comida… (RÍE) y te persigue con el

churrasquito vuelta y vuelta y el tomate… Pero ya ves, seguimos

unidos, aunque cada tanto ladremos un poco. Es la vida.

(TERMINAN DE PONER LA MESA. GRACIELA SIRVE DOS COPAS)

GRACIELA: Sí, papá. Eso es lo único valioso. Brindemos por ella.

CARLOS: Salud, por la vida, entonces. Por cada día y por cada experiencia.

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GRACIELA: Y por esta mesa, para que siempre nos reúna y en armonía, como

debe ser.

CARLOS: Y así será, Graciela. (COME ALGO) Así será… ¡Qué bueno está esto!.

Probá, hija. Metele, que se enfrían…

GRACIELA: Sí, gracias. Pero no se habla con la boca llena. Queda feo.

CARLOS: Tenés razón, perdoná. Aproveché que no estaba Martita.

GRACIELA: Tomá un poquito de vino, para bajarlo…

CARLOS: Bueno, hay tantas cosas que me quedan acá (SE TOCA LA

GARGANTA). ¡Tantas injusticias, tanta basura…! (BAJA LA LUZ DE

ESA ESCENA Y SIGUE EL RELATOR)

Relator: “Carlos dice la verdad, como la siente, sin vueltas. Él es auténtico y

a veces quisiera poder gritar lo que piensa, en voz bien alta y mandar

al frente a tanto sinvergüenza corrupto. ¡Seguro que lo haría, porque

tiene agallas y a las trampas las conoce bien. Anda casi todo el día

sobre el taxi. Pero sabe que si le da lugar a las broncas y denuncias

se pierde la mejor parte de la vida junto a sus hijos. Ese tiempo

único, irrepetible… (SE VA PREPARANDO LA ESCENA DEL RECUERDO)

Como cuando eran más chicos los “chicos”. Carlos terminaba de

comer y con un viejo muñeco, empezaba a jugar. (JUEGO LIBRE DEL

ACTOR. PREGUNTA SI SE LAVARON LAS OREJAS, POR LOS

DEBERES, LOS RETA Y LUEGO LES DA UN BESO Y LOS MANDA A

DORMIR… (ETC.) – A CRITERIO DEL DIRECTOR – DEJA EL JUEGO.

CARLOS: ¡La pucha, cómo se extraña a tu madre! Tres días que falta y me

parece un siglo. ¿A vos te pasa lo mismo?

GRACIELA: Sí, papá. Este silencio tiene como un vacío. No es igual que cuando

ella está durmiendo, o callada con sus cosas.

CARLOS: ¿Cuándo está callada tu madre? Si parece un relator deportivo, pero

lo prefiero, te lo juro. No le doy bola y listo. A ella le gusta protestar

un poquito. Es una forma de demostrar que está viva. Que las cosas

le importan.

NACHO: (QUE ENTRÓ SIN SER VISTO POR SU PADRE) Y que nos quiere,

papá, que vive por nosotros…

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CARLOS: Nacho, ¿estabas en casa? Pensé que habías salido. Vení…

NACHO: ¿Qué está pasando, maestro? Vamos, don Carlos, no me afloje… No

se deje caer en la nostalgia, que lo mejor siempre está por llegar. La

mayor alegría, todavía no la vivimos… Espera adelante y nosotros

vamos caminando…

CARLOS: (SE PARA Y LO ABRAZA) Ay, hijo, hijo. Cómo los necesito. Así, con

esa pureza en el corazón y esa fuerza que a mí me empieza a faltar…

Pero ustedes van a continuar…

GRACIELA: (ACERCÁNDOSE, LE TOMA LA MANO) No digas eso. No hables como

si estuvieras fracasando. Estás haciendo feliz a toda la familia, tu

obra está hecha… y sigue creciendo.

NACHO: Papá, no hagas balances todavía. Sos un hombre joven y fuerte. No

te “jubiles” mentalmente y recordá que nosotros te queremos no sólo

porque seas nuestro padre, sino como ejemplo, por admiración a tu

compañerismo, por tu buen humor… ¿Dónde está ese buen humor,

don Di Giácomo, eh? A ver, ¿a que todavía es capaz de bailarse una

tarantela?

CARLOS: Yo no… ¡Vos sos loco! Tu abuelo, sí, la bailaba bien.

GRACIELA: Dale, papá. Intentala. (TRATA DE HACER UNOS PASOS) ¿No es así?

NACHO: No, Graciela, es más rápido y golpeando las manos bajo las piernas,

así. (LO INTENTA) Poné música, dale. Buscá una…

CARLOS: ¿Una tarantela? Pero, (SE RÍE) ¿vos te creés que estamos en Italia?

¿A dónde vas a encontrar una tarantela en esta época? (TARAREA Y

EMPIEZA A BAILARLA, SE UNEN GRACIELA Y NACHO. AL RATITO, EN

PLENA ALGARABÍA, APARECE MARTA DESDE LA CALLE, Y GRITA).

MARTA: ¡Por favor! ¿Qué es este escándalo? ¡Se escucha desde afuera!

GRACIELA: Nos estamos divirtiendo. ¡Y en casa! ¿Está mal? ¿No es fino?

MARTA: Por supuesto que no. Es una gronchada, de pésimo nivel. Clima de

bailanta en una residencia… ¡Deplorable! ¡Bochornoso!

CARLOS: Marta, ¿te puedo preguntar algo, pero en serio? Sentate, por favor.

(LE INDICA UN LUGAR. GRACIELA Y NACHO SE RETIRAN UN POCO)

MARTA: Sí, papá. Pero te pido que sea breve, porque no estoy de humor.

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CARLOS: No, quedate tranquila. Va directa: ¿Vos a qué le llamás hogar? ¿Qué

entendés por armonía, libertad para ser uno mismo, sin poses,

transparente y sincero? ¿Por qué te molesta que seamos auténticos?

¿Dónde aprendiste que hay que estar siempre impecable, con cuello

duro y hablando en yanqui para tener nivel? ¿Cuándo te hicimos

pasar vergüenza por ser humildes y no haber leído todas las obras de

Shakespeare, o escuchar al Tchaikovski…?

MARTA: ¡Pero, papá, estás mezclando todo! ¿Qué tienen que ver los clásicos

en esta controversia familiar? No puedo comprender a donde apunta

tu ataque, tu interrogatorio tan agresivo. ¡Qué tonta soy, ya me di

cuenta! Esta fue idea de Graciela para molestarme… (HACE UNA

PAUSA Y NOTA QUE LOS TRES LA MIRAN)

CARLOS: No sirve más ese juego. Cambiá la táctica, hija. No te sirve.

MARTA: No me siento bien, disculpá, me duele la cabeza. Tuve un mal día.

Me voy a recostar… Después hablamos, ¿eh, papá? Tengo algunas

cosas que… (SE CORTA) No, mejor otro día, cuando esté mamá.

Hasta luego. (SALE).

NACHO: Va a ser lo mejor, papá. A Marta hace mucho que algo la ahoga.

CARLOS: ¿Y por qué no lo dice? ¿A quién puede confiarle un problema y que la

comprenda más que sus hermanos o sus padres?

GRACIELA: Al novio. Seguro que con él habla.

NACHO: Puede ser, pero tal vez él no la escucha. Hace como que oye. Gestos

para quedar bien, pero en realidad no le interesa…

GRACIELA: Mucha gente es así. Simulan comprender para no perder sus

intereses, pero si las cosas se ponen espesas: “arreglate como

puedas”.

CARLOS: Marta está muy sola, pero ella lo eligió así. Hay que ayudarla.

NACHO: Tiene que recuperar su verdadera esencia. Ella no es así como se

muestra. Esa es una coraza, un disfraz para no reconocer sus

propias carencias.

GRACIELA: Sufre mucho. Eso está a la vista.

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NACHO: Y nosotros que somos lo más cercano y cierto que ella tiene, no la

podemos defraudar.

CARLOS: Claro que no. Si ustedes supieran cómo ruego yo, para verlos felices,

para que no se peleen y disfruten estar juntos y… Cuando le rezo a

la virgencita de Lourdes, o a la de Luján, o que hablo con Dios, a mi

manera, es lo único que le pido. Salud para los cinco y que haya paz

en esta casa… (SE EMOCIONA) Que tengan toda la suerte del

mundo. Esa es nuestra gloria. Mary hace lo mismo, Mary da la vida

por ustedes. Y yo también la daría con gusto, pero le agradezco al

cielo estar vivo, para abrazarlos, hijos y decirles “gracias”. Esta es la

mejor obra de un hombre. (SE ABRAZAN LOS TRES, SE MIMAN

MIENTRAS DECRECE LA LUZ) Sólo falta que llegue mamá y nos rete

a los cuatro por el bolonqui que va a encontrar en la casa…

(DECIDIDO, ALEGRE) Vamos, a ordenar, que el sargento nos quita

los francos y nos manda a limpiar los baños. ¡Soldado Nacho, lave

esos tachos! ¡Conscripta Graciela, haga compota de ciruela! Recluta

Marta, venga que le dicto una carta… Y usted, veterano Carlos… ¿ve

estos borceguíes? ¡Hay que lustrarlos! (TODOS SE PONEN EN

MARCHA JUGANDO, MARCAN EL PASO, HACEN LA VENIA, ETC.

APAGÓN)

Relator: A la mañana siguiente, Graciela salió temprano. Dijo que iba a

buscar trabajo, pero en realidad, iba al médico. Carlos, como

siempre, se dejó llevar por el taxi a recorrer las calles en busca del

peso para subsistir. Anoche le hizo bien jugar un poco, como antes.

Como si fuera totalmente feliz y la realidad no le estuviera pegando,

en el estómago, como a un culpable. Con sus hijos volvió a descubrir

el sabor de las pequeñas grandes cosas y se sintió libre. Pero hoy es

otro día y Nacho, a la que descubrió distinta y muy “apagada” fue a

Marta.

(ENTRA NACHO DE UN LATERAL Y SE LE ACERCA. ELLA LEE O

SIMULA HACERLO).

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NACHO: ¡Eh, qué carucha! ¿Qué pasa, Marta?

MARTA: Nada. Broncas, olvidate… Desilusiones…

NACHO: ¿Cómo me voy a olvidar si te veo así? Hablá, si te hace bien.

MARTA: No vale la pena. Lo único que te puedo decir es que papá tenía

razón… Él dijo que esa gente… me iba a dejar afuera…

NACHO: ¿Te peleaste con Peteco?

MARTA: Ni siquiera eso. La madre me atendió por teléfono y me dijo que el

nene, estaba con su novia, pasando unos días en Punta…

NACHO: Entiendo. Y ésa no sos vos… Y bueno, esperá y hablá con él.

MARTA: ¡Jamás! No quiero ser la goma de auxilio, la segunda… No le

cuentes al viejo, se va a reír o le sube la presión y grita.

NACHO: No creo. Él nunca te aconsejó esa relación. Paciencia, Martita, ya

vendrá tu príncipe azul, o violeta, qué se yo, pero alguno.

MARTA: ¿Sabés algo de mamá, cuándo vuelve?

NACHO: Depende de los escribanos. Si se complica algún trámite o falta un

papel, tiene que esperar. Dijo tres o cuatro días y ya lleva cinco.

(PAUSA) ¿Te puedo preguntar algo delicado?

MARTA: Sí, Nacho, por supuesto.

NACHO: ¿No te vas a poner peor?

MARTA: Seguro. Decí.

NACHO: ¿Vos creés que la vieja… volverá?

MARTA: Sí, claro. ¿Cómo se te ocurre? Creo que sí. ¿Por qué lo pensaste?

NACHO: Porque presiento que está muy cansada, de todo… que en una de

esas, aprovecha que está lejos y con esa plata se “borra”.

MARTA: ¡Por Dios, Nacho! Ni lo pienses, sería tremendo…

NACHO: Pero es posible. Esta vida que está llevando la agota. Las peleas de

ustedes. Tendrías que aflojar con Graciela ¿no te parece?

MARTA: Decíselo a ella, que es la que empieza.

NACHO: Yo no culpo a nadie. Te lo sugiero, nomás. No lo tomes a mal.

MARTA: Es que me empezó a doler la cabeza, perdoná. O tal vez yo no quiera

escuchar ciertas cosas… Lo voy a pensar.

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NACHO: Eso es bueno. Tal vez, si cambiamos todos un poco, la casa se limpie

de cierto clima pesado que a veces flota en el ambiente. Las

amarguras se pegan a las paredes y después las respirás.

MARTA: Qué lindo eso que decís. Tiene como un “mensaje”, ¿te diste cuenta?

NACHO: Vos te diste cuenta y eso sí, que me gusta. Gracias, Marta, por

empezar a comprender. Lo único bueno que podés lograr en la vida,

es lo que vos misma generes…

MARTA: La Ley de Causa y Efecto. Ya lo sé. Mirá (ABRE LA CARTERA Y LE

MUESTRA). Los acabo de comprar. Son algunos de los libros que me

recomendaste. Gracias, Nacho. Sos un poco mi amigo y mi guía.

Sentí ganas de aprender y vos…

NACHO: Es que… “Cuando el discípulo está preparado…

MARTA: …aparece el maestro”. (SUENA EL TIMBRE DE CALLE) O alguien en

la puerta. (NACHO CON UN GESTO LE INDICA QUE VA ÉL. MARTA

SE DIRIGE HACIA EL TELÉFONO, SE SIENTA Y COMIENZA A DISCAR.

SIN APARECER SE OYE A NACHO CON DANIEL)

DANIEL: Hola, vecino… ¿puedo pasar?

NACHO: Hola, Daniel. ¿Qué hacés con eso?

DANIEL: (ENTRA CON UN ESQUELETO DE PARAGUAS, LLENO DE CABLES, UN

PEQUEÑO BAFLE, AURICULARES PUESTOS EN EL CUELLO, ETC. ETC.)

¿Qué hago? ¡Maravillas, sólo maravillas! Ya van a ver… y oír!

NACHO: ¿Qué es ese aparato? (RÍE) Contame. Un teléfono inalámbrico, no.

¿Una antena parabólica, quizás? ¿O un tendedero para la ropa?

DANIEL: No te burles, insensato. Estás frente a un prodigio técnico. (SE

UBICA Y LE PIDE) Teneme esto. ¡No, más arriba! Ahí, ahora giralo.

No, tanto no. (DESCUBRE A MARTA EN EL TELÉFONO) Y vos, Marta,

no te lo pierdas. Cortá y acercate. Poné este parlante por ahí. No,

mirando hacia acá. ¡Pero, qué cosa! Está mal. ¡Así cómo querés que

funcione? Se acopla… Mejor, sobre la silla… al revés. (SE LO SACA

A MARTA) Dejame a mí. Al final, sos peor que mi vieja! Si es una

pavada, ¿no ves? (MIENTRAS DISPONE ALGO) Este cable aquí y por

acá, después dobla aquí y pasa por acá…

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MARTA: Bueno, disculpame. Yo no sé de estas cosas. (MIRA SORPRENDIDA)

DANIEL: (ESCUCHANDO LOS AURICULARES) Ahí llegó. (SALTA CONTENTO)

Ahí llegó.

NACHO: Está loco. (MIRA HACIA LA PUERTA) ¿Quién llegó, nene?

DANIEL: La señal, la emisión… ¡Qué va a ser! Lo que pasa es que viene de

lejos y tarda. Tiene interferencias, pero creo que es él…

MARTA: Ah, es una radio.

DANIEL: ¿Me estás cargando? ¿Cómo va a ser una simple radio? Es un

receptor multi digital de frecuencia atemporal. Más ancho de banda.

NACHO: No entiendo. Yo estoy en banda…

DANIEL: Te la hago fácil. Un equipo auxiliar de la memoria, con sistema

interactivo, para consultar el pasado… o el futuro. ¿O.K?

NACHO: (A MARTA) Tenía razón Graciela. A éste le hace mal la leche

chocolatada.

MARTA: ¡No lo toques, Nacho! A ver si es contagioso. Decile que se vaya.

DANIEL: (PASÁNDOLE LOS AURICULARES) Escuchá, escuchá. Está dando un

recital en vivo… ¡Grande, el morocho! Es una masa, Carlitos…

NACHO: ¿Qué Carlitos?

DANIEL: ¡Gardel! ¿quién va a ser?

MARTA: Perdoná, Daniel, la pregunta, pero ¿dónde está actuando ahora?

DANIEL: En Ríver, por supuesto. En el Monumental, como los grandes.

(ACCIONA EL PARLANTE Y OÍMOS LA MÚSICA) Escuchen, está

cerrando el show. (GRABACIÓN DONDE AL CONCLUIR UN

FRAGMENTO DE GARDEL, SE OYE AL LOCUTOR) (OFF: “Y así pasaba

por Radio Stentor, en este sábado 24 de junio de 1932, la

inconfundible voz del zorzal criollo. Muchas gracias, señoras y

señores radioescuchas. Presentó Glostora, su fijador tanguero.

Glostora peina al señor como le gusta a la señora… (DANIEL CORTA

EL SONIDO)

DANIEL: Mañana está en Vélez. ¡Grande Dany, el Nobel es tuyo! Tengo que

patentarlo y seré famoso.

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NACHO: Dentro del Borda, seguro. (SE LE ACERCA, CONFIDENCIAL)

Te felicito, pero, entre nosotros, ¿dónde está la trampa?

DANIEL: (DUDA UN POCO Y VA JUNTANDO COSAS) Aunque tu pregunta me

ofende, a ustedes no les puedo ocultar la técnica empleada…

MARTA: ¿Y en qué consiste?

DANIEL: (SACA ALGO DE UNA “PUERTITA” EN EL APARATO. ES UN

CASSETTE) Una grabación, con un disco viejo. No pensé que se

dieran cuenta. (DECEPCIONADO) Lo que pasa es que siempre quise

ser inventor, pero no emboco una…

MARTA: Comprendo. Sos un incomprendido.

NACHO: Pero no entiendo por qué no te entienden… ¿me entendés?

DANIEL: Sí, entiendo. Vos tampoco me entendés. (VA SALIENDO) ¿No hay

futuro para los talentos jóvenes? ¡Es inútil! Yo pienso y otro se lleva

la guita. Los pioneros siempre sufren el rechazo…

NACHO: Tené paciencia, ya se va a dar. (MIRA LA HORA) ¿Y ahora qué vas a

hacer?

DANIEL: Me voy a ver el Canal Paka Paka y a tomar la leche. Cuando sea

grande como tu viejo, compro un taxi y a rodar por la City. ¡Chau!

(SALE)

MARTA: ¿Viste, Nacho?, esto parece una comedia…

NACHO: ¿Y qué es? Vos siempre la misma despistada. Volvé, Marta, te

esperamos (SE RÍE)

MARTA: Sorry. No te capto. (NACHO SALE CABECEANDO SIN PODER CREER)

(MARTA EN EL TELÉFONO, LUEGO DE DISCAR) Hola… ¿Tía Leticia?

¿Cómo estás? (PAUSA) ¡No me digas! ¿Y cuándo le avisaron que

tenía que viajar? (ENTRA GRACIELA) Ah, claro. Un congreso sobre

alcoholismo… ¿Y él va como médico? Ah, no, como paciente…

GRACIELA: ¿No llegó mamá?

MARTA: No, todavía no. (EN EL TELÉFONO) A Graciela que acaba de llegar.

Papá la fue a buscar. (EN EL TEL.) No, a mamá que llegaba a Retiro.

GRACIELA: ¿Con quién hablás?

MARTA: Con Leticia. (EN EL TELÉFONO:) ¿Cuándo salís para acá?

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GRACIELA: (LE HACE SEÑAS PARA QUE DIGA QUE NO)

MARTA: ¿Ahora? No, tía, no vengas, quiero decir, no estamos. Bueno, en

este momento, sí. Pero vamos a salir, con mamá, a comer afuera y

después nos vamos al cine y no se si volvemos… Pensá que si

Eduardo vuelve y no te encuentra, se va a enojar. ¡Cómo “mejor”?

Chau, chau. (CUELGA) Dice que sale para aquí. Y me colgó. ¡Oh,

my God! (TIMBRE INSISTENTE. SIN APARECER SE OYE A CARLOS,

PROTESTANDO).

CARLOS: ¡Chicos, la puerta! Saquen la llave de adentro, por favor, que no

puedo abrir. ¡Será posible, santo cielo! ¿Quién fue?

GRACIELA: Yo. (SALIENDO) Ahora se me arma de lo lindo. ¡Ya va! Listo.

(ENTRAN JUNTO A MARY QUE REGRESA DE SU VIAJE CON ALGÚN

BOLSO)

CARLOS: Mejor no digo lo que pienso… (MIRA A MARTA) No es “fino”…

MARY: ¡Al fin! No veía la hora de llegar. ¿Cómo estás, Martita?

MARTA: Bien, mamá… Bien. ¿Y vos? ¿Cómo fue el viaje?

MARY: Ya les voy a contar. Pero, ¿seguro que estás bien? Te veo seria.

Marta, yo te conozco… estás flaca y pálida. ¿Qué pasa?

MARTA: Ya te voy a contar. Ponete cómoda, mamá. ¡Esos zapatos! Mirá la

punta que tienen, te dejan los pies a la miseria. ¿Por qué los usás?

MARY: Porque son los nuevos, los de salir. ¿Y Nacho, no está?

GRACIELA: Sí, habrá ido a su dormitorio. Cuando llamó Leticia, estaba aquí.

CARLOS: ¿Leticia? ¿Qué quería mi hermanita?

MARTA: Quedarse unos días con nosotros.

CARLOS: No, por favor. ¡Es demasiado!

MARY: ¿Otra vez? Carlos, rápido, pensá algo…

CARLOS: ¡Ya lo tengo! Un cartel en la puerta que diga “Vendida”. Apaguen

todas las luces, hacemos silencio y… (RÍE) va a llamar todo lo que

aguante… ¡Otra vez “bolonqui” con el “Choborra”?

GRACIELA: No, papá, es sólo hasta que él vuelva. Eduardo, fue a curarse.

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CARLOS: ¿Quién lo va a curar? Del “chupi”, a un especialista, le lleva un año.

Y si es de la “sabiola”, no menos de tres. Con suerte, hasta el año

2010 no lo esperen.

MARTA: No, papá, no hagas bromas. Es un asunto serio. Leticia estaba

preocupada.

MARY: Necesita apoyo. Está sola.

GRACIELA: Y casi abandonada.

CARLOS: De acuerdo, pero nosotros no somos una sociedad de beneficencia.

Yo la quiero mucho y me gustaría que sea feliz, pero lejos.

MARY: No seas egoísta, Carlos. ¿Qué te molesta que venga a refugiarse

aquí, por unos días?

CARLOS: No es eso. Lo que me asusta, es que lo tome como costumbre y de a

poquito se vaya mudando… (APARECE NACHO TOTALMENTE

CUBIERTO POR UNA SÁBANA Y DICE CON VOZ GRAVE, GUTURAL,

MUY EXTRAÑA:)

NACHO: ¡Silencio, Pecadores! Vengo del más allá y escuché todo.

MARY: ¿Quién es, Daniel?

NACHO: Hay que ser más generoso, ayudar, regalar…

MARY: Ya sé, Horacio. ¡Qué loco!

NACHO: Ustedes no me conocen. Soy la voz del alma, de la consciencia. (RÍE

SARCÁSTICO) Les conviene arrepentirse…

MARY: Pero, cómo no me dí cuenta. ¡Eduardo!

NACHO: No, mamá… quiero decir, señora, le falta uno (SE QUITA LA SÁBANA

Y LA TIRA SOBRE MARTA O GRACIELA) Soy Nacho. (La besa) ¿Qué

me trajiste? Ídola, la hormiguita viajera. Vamos, abriendo el bolso y

repartiendo, para ser bienvenida, mamuchi.

MARY: ¡Qué caradura, me hiciste asustar! Ya habrá tiempo para todo.

NACHO: ¿Cómo te fue? No sabés todo lo que te extrañamos… Esta casa, sin

vos, era un opio. Andábamos tristes, aburridos, ¿No, papá?

CARLOS: Ahora no traten de quedar bien o comprarla. Si a cada rato me

decían: “Escuchá papi, qué hermoso silencio hay en la casa” o “Que

paz tan profunda se respira” ¡Digan la verdad! ¿No fue una de

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ustedes la que dijo: “Bailen soldados, que el sargento está en

comisión y el cuartel cerró por acefalía”…?

MARTA: A ver si mamá lo cree. No digas así.

MARY: No, hija. Dejalos que se diviertan. Es lo mejor que tiene la familia.

De los de afuera, yo ya no creo más nada. Mirá, ahora, me hicieron

viajar tantos días y kilómetros y al final, casi no sirvió.

NACHO: Yo no tengo claro a qué fuiste.

MARY: A ver a mis hermanos y arreglar algo con ellos.

NACHO: ¿Para qué? Si ellos, cuando murió el abuelo, se borraron.

MARY: Justamente. Había una deuda con tu padre… (LO MIRA A CARLOS)

No sé, si querés contarles.

CARLOS: Nada. Un trámite por unos documentos que vencieron y había que

cobrar. A ellos no los quiero ver, por eso fue mamá, pero le dieron

dos centavos. Que Dios los ayude. Esa plata yo la presté de corazón

y con toda la buena fe, pero… ya la contaba perdida.

GRACIELA: ¿Cuándo le prestaste ese dinero?

MARY: Cuando mi padre estuvo enfermo y después tanto tiempo grave.

Carlos puso todo a su disposición, la casa de la costa, sus ahorros, el

auto, su tiempo…

MARTA: No sabíamos todo eso, mamá.

MARY: ¿De qué sirve? Mi padre murió y tus tíos no quisieron hacerse cargo.

CARLOS: Con un abogado se logró que firmaran unos documentos. Pagarés,

que vencieron hace rato y ahora niegan todo… Yo le dije a tu madre

que si cobraba algo, era para ella. Para algún gusto, pero, ya ven, no

pudo ser. Olvidate, Mary. Dios a nosotros no nos hace faltar nada,

llega sólo, sin pedirle…

GRACIELA: Es verdad. Cada día nos regala otro motivo para agradecer la vida.

NACHO: Y su mano aparece de la forma más inesperada. Arriba hay otras

reglas de juego y todo está al servicio de la justicia y del amor. A

propósito, cuando yo me case y tenga hijos…

CARLOS: Vas a venir a visitarnos. Tu madre y yo, nos rajamos a Córdoba.

MARTA: Yo no me voy a casar. (TODOS LA MIRAN. UN SILENCIO) Ella, sí.

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GRACIELA: A lo mejor no me interesa.

NACHO: ¿Y vos, Marta, por qué no?

MARTA: Porque no tengo nada, ni a nadie en mi vida, que no sean ustedes.

MARY: No entiendo, Marta. ¿Y tu novio, y tus ilusiones?

MARTA: Esa es la palabra: ilusiones. (LOS MIRA UN INSTANTE) Peteco no

existe.

CARLOS: ¡Ya te plantó! Yo te dije que esos tipos…

MARTA: No, papá. Nunca existió. Fue una idea mía para sentirme alguien.

Lo inventé de bronca, porque me sentía vacía y muy sola… Me dio

vergüenza llegar a mi edad y… Perdónenme, no los quise engañar.

Lo estaba haciendo conmigo sin darme cuenta… ¡Qué idiota!

(CARLOS SE ACERCA Y LA CONSUELA CON ALGUNA ACTITUD DE

TERNURA) Ahora todo va a ser distinto. Voy a estar más cerca. Voy

a poder ayudar un poco más a mamá, a Graciela…

GRACIELA: Y cuidar a tu sobrino, cuando llegue…

MARY: Bueno, chicos, pero para eso falta. Todavía no se casaron y hablan

de sobrinos. ¿Qué apuro hay? Yo no los echo…

GRACIELA: Pero los meses pasan pronto, mamá. (PAUSA) Estoy embarazada.

CARLOS: Vos me estás jodiendo.

MARY: Graciela, no son bromas de hacer.

CARLOS: ¿Qué dijiste?

NACHO: ¿Cómo embarazada?

GRACIELA: Como cualquier mujer.

MARY: ¿De quién?

GRACIELA: De Horacio.

MARTA: Y él… ¿Qué dijo?

GRACIELA: Nada. No quiere hablar del tema, ni con ustedes…

CARLOS: Pero yo sí, quiero hablar con él. ¡Y ahora mismo! (SALE)

MARY: Carlos, esperá…

CARLOS: No hay nada que esperar. (DECRECE LA LUZ O CONGELADO)

Relator: ¿Se imaginan lo que es para un Di Giacomo esa noticia?. Graciela

embarazada… y de su empleado. Porque Horacio maneja un taxi,

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que Carlos le compró para darle una mano, cuando el “bigotudo”, como lo

llama Mary, quebró con el negocio que tenía. ¡Las cosas que pensaba

mientras iba a encontrarse con ese atorrante! La primer trompada,

por el honor. La segunda para borrarle la cara. La tercera, para que

le explique por qué lo hizo… Y la cuarta, (si todavía estaba

consciente) para obligarlo a casarse ya. Esta tarde mismo, pero…

¡Siempre algo se interpone! ¡La vida es una novela! ¿Qué pasó? Les

cuento. Hecho una furia, Carlos llegó al galpón donde guardaban los

autos y Horacio tenía un catre para vivir desde que quedó en la calle,

y con gran sorpresa, ya no estaba Horacio, ni el auto, ni el catre. El

portero de al lado, le entregó una carta y él la fue leyendo, mientras

volvía a su casa… (ENTRA CARLOS, ESTÁ MAL, MUY DOLORIDO)

CARLOS: ¡Qué hijo de puta! ¡Cínico, mal nacido! (PAUSA) Yo, confiado…

MARY: (SE LE ACERCA) ¿Hablaste con él? (CARLOS LE MUESTRA LA CARTA)

CARLOS: No. Nos contesta por escrito…

MARY: ¿Qué es ese sobre?

CARLOS: La explicación de la basura. Llamá a los chicos, Mary. Quiero que

sepan toda la verdad. (QUEDA CABIZBAJO) Es lo mejor…

MARY: Graciela, vení por favor. Chicos, papá quiere hablar un momento con

todos. (ENTRA GRACIELA SEGUIDA POR MARTA Y NACHO QUE

RODEAN AL PADRE EN SILENCIO)

GRACIELA: ¿Qué te dijo?

CARLOS: Nada. Se fue. Levantó todo y se rajó a la m… ¿Podés creerlo?

MARTA: Debe haber un error, papá.

NACHO: Hablá vos, Graciela. ¿Qué pensás?

MARY: ¿Es posible?

GRACIELA: Sí. Escuchen por favor y mantengan la calma. Yo lo imaginé.

CARLOS: ¿Y por qué no me avisaste? (SE IRRITA) ¡Que lo mato a ese…!

NACHO: (LO CALMA) Papá, serenate. Dejala hablar…

MARY: ¿Por qué no lees la nota?

GRACIELA: No hace falta. Ya lo se. Es un cobarde y no quiere hacerse cargo de

su hijo. Me pidió que lo aborte, si yo tenía plata.

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MARY: ¡Qué horror! Graciela, no digas eso.

GRACIELA: Tranquila. No lo voy a hacer. Te lo aseguro. Lo voy a tener. Lo del

auto tampoco me extraña. Es un delincuente.

CARLOS: Y no lo esconde. Aquí lo confiesa. (LE PASA LA CARTA A NACHO)

NACHO: “… Por un error de Graciela, yo no me voy a arruinar la vida. Me

llevo el auto porque de algo tengo que comer. Los voy a recordar

con cariño. Perdone, Don Carlos, pero a veces, hay que perder.

Usted tiene otras cosas, no se queje. No me busquen, es inútil.

Cuando lean esto, yo tal vez… (DEJA DE LEER) ya esté…” No puedo

seguir. (LE ALCANZA EL PAPEL A GRACIELA QUE LO ROMPE)

GRACIELA: Esto ya murió. Pero mi hijo está vivo y yo lo voy a proteger. (MUY

SENTIDA) De todo, de la gente, del mundo, de las mentiras. (SE

CORTA Y LLORA) (LA MADRE SE LE UNE CON CARIÑO).

CARLOS: ¡Ay, Diosito mío! Qué difícil se hacen algunas partes del camino.

Cómo sangran los pies de caminar sobre tanta piedra, pero hay que

seguir, ¿no, vieja? Hay que darle para adelante…

MARY: Sí, Carlos. Estamos juntos. Nacho ya es un hombre y todo va a salir

bien. Lo prometo y te quiero, Carlos. Todos te queremos.

MARTA: Sí, papá. Pase lo que pase, siempre, pero de verdad, siempre… vas a

contar con nosotros. Para lo que sea, porque somos…

NACHO: …una familia. (SE ABRAZAN COMO LO SIENTAN LOS ACTORES).

CARLOS: ¡Gracias, Padre, que siempre me escuchas!

MARY: Gracias, sí. Porque ahora, más que nunca, seremos una familia.

(COMIENZA A SURGIR, SUAVEMENTE, LA MÚSICA DE FONDO PARA

EL FINAL)

MARTA: Voy a poner la mesa. Dejá, Graciela. Hoy quiero hacerlo yo, para

todos. (NACHO ACERCA COPAS Y UNA BOTELLA) ¡Y por todos!

MARY: ¿Y éso?

NACHO: Era para recibirte a vos, mamá. Pero ahora quiero que brindemos

por estar sanos y juntos, empezando otra etapa.

GRACIELA: También, por las cosas difíciles que nos enseñan a vivir.

MARY: Y por todo lo hermoso que nos muestra la luz de cada día.

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NACHO: (LEVANTA SU COPA) ¡Por el sol… que ilumina el camino! (LO IMITAN)

GRACIELA: Por la tierra… que brinda sus frutos!

MARTA: Por el aire… que limpia las mentes!

MARY: Por el agua… que alivia al sediento!

CARLOS: Por el fuego… que enciende la vida!

(SUBE LA MÚSICA. CONGELA LA ESCENA CON LAS COPAS EN ALTO).

---------------------------------------- FIN--------------------------------------------

Autor: Oscar Capobianco

Creada el 18/01/95

Supervisada y corregida el 14 de diciembre de 2014

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