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LA POESÍA COLOMBIANA EN EL ESTUDIO HERMENÉUTICO DE LA “REGENERACIÓN” EN EL SIGLO XIX “Qué lástima que lo que tenía entonces que decir no me atreviera a decirlo como poeta: ¡tal vez habría sido capaz de hacerlo!”. Friedrich Nietzche – El Nacimiento de la Tragedia, ensayo de una autocrítica Esta cita introductoria trae consigo una inquietud que se mantendrá presente a lo largo de todo este trabajo, es decir, la pregunta por la naturaleza y en especial, por las bondades que tiene una forma de expresión como la poesía. De parte de este trabajo y guardando las proporciones, se retoman las anteriores inquietudes y se aplican al estudio de un periodo de nuestra historia en el que a pesar de los sectarismos fratricidas, de las guerras civiles y de una transformación cultural en detrimento de las reformas liberales, hubo una abundante producción lírica, muchas veces protagonizada por los mismos artífices de estos cambios sociales. Dadas estas condiciones y por ser el género más cultivado y apreciado por los colombianos en ese entonces, es que se busca iluminar y dar mejor comprensión a un periodo histórico que cimentó muchas de las bases con las que se desarrollaría política y socialmente Colombia desde finales del Siglo XIX. Aún bien entrado el Siglo XX, el más reconocido exponente de nuestras letras recuerda cuál era el influjo que tenía esta forma de expresión en la mentalidad nacional. Los jóvenes de ahora no pueden imaginarse hasta qué punto se vivía entonces a la sombra de la poesía. No se decía primero de bachillerato sino primero de literatura, y el título que se otorgaba, a pesar de la química y la trigonometría, era de bachiller en letras. Para nosotros, los aborígenes de todas las provincias, Bogotá no era la capital del país ni la sede del gobierno, sino la ciudad de las lloviznas heladas donde vivían los poetas. No sólo creíamos en la poesía, sino que sabíamos con certeza -como lo diría Luis Cardoza y Aragón- que es la única prueba concreta de la existencia del hombre 1 No es fortuito que un pensador como Nietzche cavilara también acerca de la lírica centrándose en la manera idónea en que su pensamiento debería formularse. Lo anterior se comprueba recordando la variedad de estilos que utilizó, desde su forma aforística tradicional, la sintética de sus primeros estudios, hasta el discurso de orden vaticinador encarnado en Zarathustra. Se trae esto a colación, ya que ha sido una profunda incursión en la meditación 1 GARCÍA Márquez, Gabriel, En : Historia portátil de la poesía colombiana de Gustavo Cobo Borda. Bogotá: Editorial Planeta. p.19. 1991. 1

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LA POESÍA COLOMBIANA EN EL ESTUDIO HERMENÉUTICO DE LA “REGENERACIÓN” EN EL SIGLO XIX

“Qué lástima que lo que tenía entonces que decir no me atreviera a decirlo como poeta: ¡tal vez habría sido capaz de hacerlo!”.

Friedrich Nietzche – El Nacimiento de la Tragedia, ensayo de una autocrítica

Esta cita introductoria trae consigo una inquietud que se mantendrá presente a lo largo de todo este trabajo, es decir, la pregunta por la naturaleza y en especial, por las bondades que tiene una forma de expresión como la poesía. De parte de este trabajo y guardando las proporciones, se retoman las anteriores inquietudes y se aplican al estudio de un periodo de nuestra historia en el que a pesar de los sectarismos fratricidas, de las guerras civiles y de una transformación cultural en detrimento de las reformas liberales, hubo una abundante producción lírica, muchas veces protagonizada por los mismos artífices de estos cambios sociales. Dadas estas condiciones y por ser el género más cultivado y apreciado por los colombianos en ese entonces, es que se busca iluminar y dar mejor comprensión a un periodo histórico que cimentó muchas de las bases con las que se desarrollaría política y socialmente Colombia desde finales del Siglo XIX. Aún bien entrado el Siglo XX, el más reconocido exponente de nuestras letras recuerda cuál era el influjo que tenía esta forma de expresión en la mentalidad nacional.

Los jóvenes de ahora no pueden imaginarse hasta qué punto se vivía entonces a la sombra de la poesía. No se decía primero de bachillerato sino primero de literatura, y el título que se otorgaba, a pesar de la química y la trigonometría, era de bachiller en letras. Para nosotros, los aborígenes de todas las provincias, Bogotá no era la capital del país ni la sede del gobierno, sino la ciudad de las lloviznas heladas donde vivían los poetas. No sólo creíamos en la poesía, sino que sabíamos con certeza -como lo diría Luis Cardoza y Aragón- que es la única prueba concreta de la existencia del hombre1

No es fortuito que un pensador como Nietzche cavilara también acerca de la lírica centrándose en la manera idónea en que su pensamiento debería formularse. Lo anterior se comprueba recordando la variedad de estilos que utilizó, desde su forma aforística tradicional, la sintética de sus primeros estudios, hasta el discurso de orden vaticinador encarnado en Zarathustra. Se trae esto a colación, ya que ha sido una profunda incursión en la meditación

1 GARCÍA Márquez, Gabriel, En: Historia portátil de la poesía colombiana de Gustavo Cobo Borda. Bogotá: Editorial Planeta. p.19. 1991.

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del lenguaje, a la vez que un acercamiento a las formas en que podrían encontrar un asiento discursivo las ciencias humanas, incluyendo la filosofía. Por tanto, se insta a considerar no sólo el texto en la coherencia de lo que trata de comunicar, sino la misma manera en que lo hace, materia antes relegada a los cánones estilísticos; esto, sobre todo, en disciplinas que como las humanas justifican su aridez expresiva debido al rigor de la labor científica.

De encontrar una base sólida en lo anterior, bastaría entonces un honrado pero no fácil intento por tratar de conjugar el “qué se dice” con el “cómo se dice”, en orden de hacer una producción que no caiga en los errores expresivos que lamentaba Nietzche. Por tanto, su inquietud se centraba en que sus textos no encontraban su mejor enunciación debido a la forma en que los había escrito. Siendo así, es probable seguir una perspectiva análoga y hacer la pregunta por aquellos que al contrario de él centraron su atención más en la forma, en el verbo o el adjetivo que hallan su espacio buscando asir, principalmente la belleza. ¿Es entonces la “forma” mero ornamento? Qué se puede deducir de ella, qué dice, cuáles son sus características, y de todo esto lo más interesante, qué se puede interpretar con ella.

Se ha producido entonces un recorrido común para ciencias como la filología, pero que no por ello deja de tener un tono regresivo, autoreferente, hasta tautológico, en el que el lenguaje no es sólo estudiado en sus elementos lingüísticos como objeto, sino en sus más íntimas posibilidades como herramienta de dicción y simultánea aprehensión conceptual, es decir, como medio.

Esta discusión puede ser remontada en los más distantes albores del pensamiento humano. Basta recordar la discusión nominalista, pero lo que atañe aquí es precisar la relación existente entre un medio artístico como la poesía, y sus capacidades descriptivas más allá de la inmediatez del texto, no obstante, qué tal si se llevan estas inquietudes aún más lejos y se tratan aquellos enfoques que en la sociología permiten entender la sociedad entera como si fuera un texto, es decir, retomar construcciones en las que, descifrando su sintaxis, se da pie a una interpretación, a una nueva lectura del comportamiento colectivo. De ser así, y de concordar con las bondades de un estudio hermenéutico, la poesía en un país con una tradición que exalta este arte, permite retomar un testimonio escrito que proporciona la posibilidad de analizar un momento histórico de manera diferente. Las palabras de un consistente autor sobre este tipo de enfoques, son ilustradoras para mostrar la intención de este ensayo: “Una obra no refleja sólo su época: abre un mundo que lleva en su interior”.2

El pensamiento de Ricoeur se hace paradigmático para los fines de este ensayo, ya que muestra la necesidad de dar el paso de la sociología centrada en captar el “Sentido mentado de la acción” propuesta por Weber, a una

2 RICOEUR, Paul. Hermenéutica y Acción. Buenos Aires: Editorial Docencia, 1985, p. 59.

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sustentación que muestra las posibilidades de entender la realidad como un texto. Esta transformación objetiva, presupone una base epistemológica fundamentada sobre la posibilidad de recrear con una apreciación adecuada, los motivos que primaron en un momento, gracias a una codificación que, como la lectura, hace llegar al entendimiento escritos hace ya largo tiempo redactados. El problema que se puede inferir de este tipo de perspectivas es cómo plantear que una interpretación sea más correcta que otra. Dicha inquietud, como lo indica Ricoeur, es constante en las Ciencias Sociales pero olvida que es inherente a la naturaleza de sus objetos de estudio, el tener varios puntos de vista válidos; sin decir que todos lo sean. “Como lo sugiere la lógica de la interpretación de textos, existe una plurivocidad específica en el significado de la acción humana. También la acción humana es un campo limitado de interpretaciones posibles”.3

Por tanto, lo que primordialmente se busca demostrar es la posibilidad de poder llegar a un contexto y, más precisamente, descifrar en las obras líricas un contenido que conduzca al entendimiento del periodo histórico contemplado. La pregunta que se puede formular es, por qué se elige la poesía y no la prosa, la pintura, o cualquier otra expresión que se manifieste en algún momento. Para contestar esto, se tiene en primer lugar que descifrar en qué consiste la labor del poeta y las características del género que cultiva, no obstante, son elocuentes las siguientes palabras que dan un buen acercamiento a lo que se investigará con este ensayo.

Ahora bien la poesía es la forma suprema de locución en cualquier cultura. Al negarse a leer o a escuchar a los poetas, la sociedad se condena a formas de articulación inferiores a las suyas propias... En otras palabras, castiga su propio potencial evolutivo, pues lo que nos distingue del resto del reino animal es precisamente el don del habla.4

De asentir en que la poesía es un objeto de estudio genuino, se tienen que definir herramientas metodológicas legítimas que sirvan para su investigación. La sociología cultural es la que mejor ha sabido enfrentar este tipo de inquietudes adoptando programas que considera como “fuertes”. “La especificidad de un programa fuerte radica en la capacidad de reconstruir hermenéuticamente textos sociales de una forma rica y persuasiva”5. Éstos son aquellos que logran anclar en la cultura propiedades explicativas que no están subordinadas a otras variables, y reconocen que toda acción siempre posee elementos significativos y de orden simbólico no agotables en otros aspectos de la realidad social, estudiados más frecuentemente: raza, estratificación, género, etc.

3 Ibid. p. 644 BRODSKY Joseph. Una proposición inmodesta. En: Revista El Malpensante. Bogotá No. 8 (ene.–feb. 1998); p. 31. 5 ALEXANDER Jeffrey. Sociología cultural, formas de clasificación en las sociedades complejas. Barcelona: Anthropos, 2000, p. 40.

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Esta reconstrucción se alcanza proponiendo “discursos” que son respaldados por la objetividad de las relaciones sociales, y tratan de hacer consistentes con la realidad las codificaciones que tienen su origen teórico en la abstracción del lenguaje. Dicha tarea se lleva a cabo con la formulación de códigos socio-semióticos que, como lo indica este vocablo, son construcciones que permiten acceder al significado de diversas manifestaciones sociales; el camino para acceder a ellas es con descripciones densas que hagan uso de códigos y narrativas que llevan a plantear un texto, en el que se relaten elementos que ahonden en la comprensión del fenómeno a estudiar. Para ello es necesario retomar cuantos factores sean importantes en la formulación de tales códigos, tal como para este estudio lo es la vida y obra de los poetas colombianos seleccionados.

Con tal compendio se hace luego un trabajo de síntesis entendido como momento hermenéutico, en el que se fijan las codificaciones que permiten “leer” discursos que son una fuente de asentamiento simbólico del fenómeno analizado. “El discurso socializa los códigos semióticos y emerge como una serie de narrativas- mitos que especifican y estereotipan la fundación y fundadores de la sociedad, sus acontecimientos críticos y las aspiraciones utópicas”.6

Una salvedad que se debe hacer antes de entrar directamente en materia, es el hecho de que la delimitación de todo tema, como es ampliamente conocido, siempre incluye cierta arbitrariedad que alude a las preferencias personales de un investigador. Esta condición que difícilmente puede ser contravenida, puede ser neutralizada con una elección que sea consecuente con alguna realidad digna de ser estudiada. El periodo en cuestión, que la historiografía en general nombra como la Regeneración, ha sido objeto de frecuentes análisis y la bibliografía de tal momento es, por demás, muy extensa. Esto último se debe a que justo en ese tiempo y a principios del siglo anterior, es que se cimienta la identidad colombiana. Prueba de ello es la vigencia de la que por mucho tiempo fue nuestra Constitución, el nombre que aún ostenta este territorio y, en últimas, las maneras políticas y culturales presentes y casi constantes a partir de allí y hasta nuestros días. Sobre esto, entre muchos más ejemplos, resalta la centralización, el Presidente como cabeza de la rama ejecutiva, una práctica legalista que conoció pocas excepciones en su discurrir democrático, y un extendido catolicismo en una población ya desde entonces prácticamente mestiza, presa constante de la problemática de la violencia.

En necesario mencionar que el término de este periodo es raramente definido, enfatizando simplemente en su comienzo con la Reforma Constitucional de 1886. Para los fines de este trabajo se considera el desenlace de este lapso de nuestra historia, en 1930, con la llegada al poder del presidente Olaya Herrera;

6 ALEXANDER Jeffrey, La promesa de una sociología cultural. Discurso tecnológico y la máquina de información sagrada y profana. Buenos Aires: Anthropos, p. 174 . 1995

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aclarando que tal mandato se dio con la conciliación de los dos grandes partidos nacionales. Dicho mandatario, como liberal, abriría el camino a un relevo en las banderas que ocuparían la más alta magistratura. Además, vendrían cambios con la administración de López Pumarejo y la puesta de la Revolución en Marcha, y la Reforma Constitucional de 1936. Con la alternancia en el poder no llegaría un verdadero cambio que erradicara la violencia que se encarnizó poco tiempo después teniendo como detonante la muerte de Galán; lo que se plantea es que con el regreso de los liberales al poder se da fin a toda una generación de poetas que crecieron y vivieron haciendo buena parte, sino toda, de sus creaciones en el momento en que el conservadurismo se permitió hacer todo un proyecto de nación.

Acerca de los poetas a estudiar serán artistas que vivieron buena parte, sino toda su vida en el momento de la Regeneración. La mayoría de los textos citados serán de autores reconocidos de aquel momento, pero la extensión que exige un trabajo de grado como éste, no permite que se contemple a cabalidad la obra de muchos autores más. Por tal motivo, es necesario plantear criterios que permitan escoger los versistas a estudiar. La prerrogativa escogida es la del reconocimiento que el pueblo colombiano les haya dado, reconociéndoles como portavoces ofíciales de la poesía, como vates ilustres con los que se identifica y se hace identificar todo un país. Dicha vocería tiene la capacidad de enseñar verdaderos caracteres del desarrollo de la personalidad histórica colombiana, y de la realidad social que primaba en ese entonces, gracias a la clarividencia con que expresaron muchos contenidos que fueron objeto de identificación en aquel momento. Los más destacados exponentes aquí presentados en orden cronológico serán: Rafael Pombo, José Asunción Silva, Julio Flórez y Guillermo Valencia, todos ellos reconocidos como clásicos en nuestras letras, elogiados muchas veces por sus meritos pero, principalmente, reconocidos como poetas colombianos y como referentes de toda una época en que la poesía era el género por excelencia.

Por supuesto otros grandes de la literatura nacional quedarán excluidos, no porque necesariamente su obra carezca de meritos, sino porque no alcanzaron ese reconocimiento prototípico, que se hace valer, para los modestos fines de este escrito. Se notará la ausencia del Tuerto López muchas veces relegado dentro de la categoría de costumbrista en sus descripciones coloquiales, mas no superficiales de la vida; también falta uno de los grandes como Porfirio Barba Jacob, que auto exiliado y como bohemio en Centro América le fue reconocido verdaderamente su valor en México (se le incluye en varias antologías nacionales de tal país), y sólo después de varios años será destacado en Colombia principalmente por nuevos movimientos poéticos.

Muchas de las consideraciones por hacer sobre Pombo, Silva, Flórez y Valencia, tienen que detenerse en la particularidad de su existencia y de su labor lírica, profundizando con ellos lo que planteará como el quehacer del poeta y de la poesía en general. Un nexo importantísimo que une a estos escritores, es que

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trabajaron para el gobierno en cargos oficiales, los tres primeros como secretarios de Legación, y Valencia con funciones aún más importantes, incluyendo una gobernación y hasta la ambición por la presidencia. Éstos son hechos significativos que aportan a la comprensión de su obra y a su potencial explicativo no sólo como versistas reconocidos, también como participes, en alguna medida, de la realidad del país. Como consecuencia de todo ello, vendrán necesarias consideraciones metodológicas sobre dichas cualidades y del poder explicativo que se da en estas obras.

Una inquietud operativa fundamental para la poesía nacional, y también para la muy dilatada bibliografía que se detiene en los autores escogidos, es la aparente ruptura entre las consideraciones políticas e históricas del devenir social y, casi desde otra orilla, las investigaciones catalogables como culturales, confinadas como centro de interés para estudiosos del folklore o del arte.

Siendo así, es pertinente examinar un poco y recordar que Colombia es un país que se ufana de tener una tradición de presidentes poetas, en el que, además, se ha cultivado desde la colonia este género, relegándose, por no decir obviando en su desarrollo, formas como el ensayo, la filosofía o el teatro. A esto se puede agregar que, mientras en las sociedades europeas el debate intelectual se centraba principalmente en los centros de estudio superior, en Colombia, la tertulia o la llamada Causerie, era su sustituto, y fue protagonizada por eruditos y ensayistas como Baldomero Sanín Cano, pero sus principales figuras solían ser los poetas, entre los cuales se destacaban José Asunción Silva y Julio Flórez.

A partir de todo esto se puede dar la pregunta por la poesía nacional, y por los aportes que ésta dé más allá de sus consideraciones netamente estilísticas. Esta inquietud que parece viciada dada su aparente formulación en términos positivos, espera ser superada por verdaderos aportes a la comprensión de un momento coyuntural en la historia, que no puede ser agotado por perspectivas excluyentes que reduzcan la diversidad de elementos presentes.

Es evidente que se propone una investigación en la que confluyen varias corrientes intelectuales, condición que se ha mostrado como indispensable en el estudio de fenómenos sociales desde la perspectiva de la sociología cultural. Sobre dichas consideraciones epistemológicas se enfatiza que, simplemente, es el objeto de estudio el que impone toda instrumento metodológico y que, en palabras de Umberto Eco

...el primer paso que ha de darse es el de un estudio interdisciplinario que reduciendo a modelos descriptivos los diversos fenómenos, pueda permitir la determinación de semejanzas estructurales entre ellos; y a partir de aquí procede la determinación de más profundas relaciones

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históricas entre los diversos hechos.7

El llamado hecho por el autor a encontrar profundas relaciones históricas tiene extensas consecuencias en la aplicación y formulación de un estudio. Por ejemplo, sus incursiones en el llamado campo de la “Obra Abierta” no dejan de lado relaciones tan intrincadas como las que se dan con el concepto de modernidad, y el paulatino cambio de mentalidad que se produce tanto en la mente del artista como en la del espectador. Tan monstruosa amplitud que conlleva una consideración holística del fenómeno, ha de tener como norte un centro concreto de interés, es decir, ante el peligro de quedar a la deriva con reflexiones improcedentes, es necesario definir aquellas partes que conformen el todo articulado de lo que se va a investigar. Por ello, es necesario antes de estudiar el caso colombiano, delimitar aquello que le es propio a modo general a la poesía, a los fundamentos que se hacen participes en este género, y las propiedades que la acompañan y la hacen singular. Por este mismo camino es por el que también se encontrará la adecuada justificación en la elección de este tipo de literatura y de las posibilidades mismas de todo esta línea de investigación.

Se puede empezar por analizar la labor del poeta.

Desde los primeros canto líricos inclusive hasta el presente se ha mencionado la relación del hombre con los dioses. Se encuentran, por tanto, distantes relatos en los que se describe la relación de los humanos con estas sempiternas figuras, como se encuentra en la obra de Homero, o Hesiodo. A pesar de la antigüedad de estos relatos, no se puede pensar que han perdido su vigencia o que sus temas son sólo de interés histórico, por ejemplo deidades, como las musas, continúan siendo participes como fuente de inspiración para muchos versos. No en vano Rafael Pombo se preguntaba:

No ya mi corazón desasosieganlas mágicas visiones de otros días.

¡Oh patria! ¡Oh casa! ¡Oh sacras musas mías!...¡Silencio! Unas no son, otras me niegan.8

También, y como ejemplo más categórico, está el siguiente poema que lleva ya como título el de La palabra de Dios, obra de otro clásico de las letras colombianas:

Cuando vio mi poema Jonatás el rabino(el espíritu y la carne de la bíblica ciencia),

con la risa en los labios me explicó la sentenciaque soltó la paloma sobre el texto divino.9

7 ECO Humberto. La definición del arte. Colombia: Planeta, 1987, p. 1638 POMBO Rafael. Antología poética. Bogotá, Banco de la República, p. 196, 19819 VALENCIA Guillermo, En: Hojas de Cultura Popular Colombiana No. 55, Imprenta Nacional, 1955.

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Con lo versos precedentes no se puede asegurar, por extensión, una labor del poeta como emisario de los dioses, simplemente la existencia de cierta reminiscencia a tan sublime actividad. No obstante, un filósofo como Heidegger llevó cavilaciones muy profundas hacia este respecto y, pensando en Hölderlin como el metafísico de los poetas, (debido a que su obra se pensaba a sí misma y al quehacer de los demás líricos), propuso como verdadera tarea de este tipo de artistas el seguir el rastro que dejan los dioses. Por tal razón, es propio de este oficio captar y evocar dichos despojos y, provocar así que el mundo pueda ser habitado por disolutos mortales que sólo pueden rastrear, en su peregrinaje, minucias de lo eterno. “Los poetas son aquellos mortales que, cantando con gravedad al Dios del vino, sienten el rastro de los dioses huidos, siguen al rastro y de esta manera señalan a sus hermanos mortales el camino hacia el cambio”.10

Uno de los elementos manifiestos en esta definición por Heidegger es cierto poder profético o, al menos vidente, como facultad del poeta. Esto es también un lugar común en la literatura. En el caso colombiano se destaca la figura de un Maqroll que vislumbra en su deambular por el mundo los sufrimientos y las cadencias propias de la vida misma, “Desde el lugar más alto del barco, el Gaviero otea el horizonte y anticipa lo que sobrevendrá; de allí que el legendario Maqroll represente la posición del poeta como visionario”.11 Cabe añadir la coincidencia que tiene esta figura enigmática y de la cual, de manera ex profesa, se oculta su procedencia (sólo hay un dudoso pasaporte de origen chipriota), con lo planteado previamente en un plano metafísico. Aparte de esto, y en el contexto histórico concerniente, existen numerosas correspondencias acerca del papel que jugaron muchos poetas que tuvieron las aptitudes necesarias para asumir esta vocación.

Se puede plantear, a modo general, que hay ciertos personajes distinguidos que por la denominación que les da el mismo pueblo, son considerados como sus bardos predilectos, es decir, aquellos que toman la vocería y que son aceptados como modelos para las generaciones venideras. Lo que los destaca es que su búsqueda confluye en una exaltación de la vida, fijando sus aptitudes en la aprehensión de la belleza. Justamente, por la habilidad en este empeño es por la que se cifra la labor lírica, como la capacidad de hacer habitable este mundo, captando con mortales medios los restos de la divinidad. En ello consiste la cualidad visionaría de la poesía, y la relación que se le confiere a ésta con lo eterno, como lo enfatiza la tradición filosófica.

Que la realidad de verdad del hombre es, en su fondo, poética. Por poesía estamos ahora, con todo, entendiendo ese nombrar fundador de dioses y fundador también de la esencia de las cosas. Morar

10 HEIDEGGER, Martín. Y para qué poetas, En: Caminos de Bosque. Madrid: Alianza, 1996 p. 243.11 MORENO Belén del Rocío, En: El último Rostro de Álvaro Mutis. Bogotá: Señal que cabalgamos No. 52, Universidad Nacional de Colombia, 2005, p.5.

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poéticamente significa, por otra parte, plantarse en presencia de los dioses y hacer de para rayos a la esencial inminencia de las cosas.12

La relación del hombre con su entorno, y la inquietud de su origen, que en los mitos coincide con la divinidad, es una relación inmanente que parece no ser obviada por la poesía. El caso colombiano no es la excepción, y para el momento estudiado se han hallado múltiples ejemplos de sus versistas más reconocidos. Como muestra de ello, un escrito en prosa de José Asunción Silva aprovecha la oportunidad, no sólo para atacar el poeta satírico sino para reiterar la labor encargada por las musas.

¿Por qué has convertido tus insultos en obra de arte? Tú podrías haber cantado la vida , el misterio profundo de la vida; la inquietud de los hombres cuando piensan en la muerte... Sigue profanando los versos sagrados y conviértelos en flechas que hieren, en reptiles que envenenan, en Inris que encarnezcan, remueve el fango de la envidia recoge el cieno y arrójalo a lo alto, a riesgo de mancharte, tú que podrías llevar una aureola si cantaras lo sublime.13

Con lo anterior se quiere probar que el poeta, en su profesión, mantiene una relación que haciendo uso del lenguaje, recuerda lo inmortal. Estas consideraciones más bien arquetípicas deben encontrar un sustento en la realidad del momento estudiado para no ser conceptualizaciones vacías. Se quiere así entender qué sustenta, en los versos citados y en muchos más no incluidos, el concepto de la divinidad, es decir, a qué se refieren los autores al pensar en ésta. Desde siempre y, acorde con la filosofía, todos los poetas han mantenido y seguido con sus escritos esta inquietud, pero no se deduce de ello que las respuestas dadas sean similares.

Es del todo consecuente entonces que la cultura colombiana, a pesar de la influencia de la conquista, no sea equiparable a España, Europa, o cualquier otro lugar. Tal condición permite asegurar que lo divino y lo humano, no fue entendido de manera plenamente equiparable. Para explicar esto, simplemente basta comparar en Europa y en América movimientos como el Romanticismo, pero lo importante por el momento, es destacar que la divinidad que tenía en mente la gente de este país es distinta de la de los demás, y fue sustentada por varios elementos sociales.

Para el caso nacional en el Siglo XIX, se encuentra un marcado catolicismo y el énfasis que se hace en la educación con las reformas conservadoras; también está un ideal clásico que se manifiesta en las obras de Silva y hace una síntesis, con el catolicismo en el caso de Guillermo Valencia. Por otra parte el tradicionalismo y el sosiego que dará la fe en la vida cotidiana será expresado por varios artistas en perspectivas más costumbristas, pero hay un elemento

12 HEIDEGGER, Martín. Hölderlin y la esencia de la poesía. Barcelona: Anthropos, 1989, p.31. 13 SILVA José Asunción, Poesías completas. Madrid: Aguilar, p. 182, 1951.

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social que permite hablar de divinidad en el caso nacional, y que dará pie a entenderla en los elementos singulares que se manifiestan en nuestra poesía. El elemento que parece subyacer ante todos los demás, es el del estado de progreso social de nuestro país y la asimilación de posturas generalizadoras que incluyan inclusive al arte. No se quiere decir con esto que los poetas simplemente obedecieran, como en un grosero marxismo, al desarrollo de los medios de producción y se agotara en ellos toda la discusión. Es más bien, que el país estaba aún lejos de entrar en una dialéctica que, como la positivista, negara con formalismos que llegan pujantes en sociedades desarrolladas, las creencias y costumbres tradicionales.

La generalidad de las prácticas en las aún jóvenes sociedades, incluye una visión de la vida sustentada sobre la religión que, para el caso, no pareció ser cuestionada realmente en ningún campo por aquel entonces. Tendría que esperar la poesía un episodio como el nadaísmo, a mediados de los años cincuenta del siguiente siglo, para que se diera una crítica categórica a la práctica del catolicismo en Colombia. Con esto se comprueba que no había un fenómeno como el que tanto se temió la Escuela de Frankfurt: “El iluminismo reconoce a priori, como ser y acaecer, sólo aquello que se deja reducir a una unidad; su ideal, es el sistema, del cual se deduce todo y cualquier cosa”14.

La nación estaba aún lejos de un desarrollo que permitiera entender la racionalidad técnica, como un iluminismo que amenazará en convertirse en un mito y reemplazara los dogmas de la fe cristiana. En primer lugar la economía era débil y poco progresista, profundamente agraria y ya, para 1880, inmersa en un proceso de abandono del librecambismo al que se le atribuía gran parte de la fragilidad de nuestra moneda y del patrimonio colombiano en general. Se carecía de infraestructura, y las más elementales necesidades de comunicación no eran satisfechas: “En 1885 todavía era más barato el transporte de una mercancía entre un puerto inglés y Medellín que entre esta ciudad y Bogotá”.15

También estaban las condiciones políticas que, en manifiesta expresión, buscaban mantener elementos propios de la herencia española y, en suma, eran reacias a admitir cualquier intromisión que afectara, ya fuera desde lo económico o lo cultural, las directrices que dan paso a la salvación de las almas. Tal pensamiento se encuentra evidenciado en las medidas tomadas por la nueva hegemonía conservadora, y en especial por su cabeza más visible Rafael Núñez, artífice éste de la Reforma Constitucional, la celebración del Concordato y las medidas que en materia económica se tomaron con el Curso Forzoso. Muchas de estas políticas fueron resumidas, con cierta ironía, en la alocución dada por Núñez en 1885 por motivo de la celebración del fin de la rebelión liberal y la rendición de las últimas fuerzas rebeldes en Ocaña.

14 ADORNO, Theodor W., Horkheimer Max. Dialéctica del iluminismo. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1969, p.19.15 TIRADO Mejía, Álvaro, Introducción a la Historia Económica de Colombia. Bogotá: Editorial La Carreta, 1979, p.265.

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La rebelión ha sido vencida, no por la obra de ningún hombre, sino por la ayuda de la divina providencia... A los tiempos de las persecuciones y la intolerancia, han sucedido los de la concordia y el perdón. Necesario es reunir en torno nuestro todo los sanos elementos de la sociedad, conservadores de la verdadera libertad y el orden.16

Es de resaltar que tales medidas que en materia económica y social decidieron el futuro colombiano durante mucho tiempo, se encontraban ya en germen en la poesía de Núñez. Los méritos de ésta en materia estilística dejan mucho que desear, Baldomero Sanín Cano, puede definirse como un entusiasta de la crítica mordaz, aunque objetiva, de tales obras que señala junto con las de Caro, como bien construidas y respetuosas del lenguaje, pero carentes de inspiración y de fluidez natural en los versos. A pesar de estos problemas, se nota que en versos como los siguientes, sin necesidad de una retórica discursiva, se deducen muchas de las inquietudes que con las acciones políticas se implantaron.

No sé si la ignorancia y la pobrezaDan al pecho del hombre más tristeza

Que el influjo del oro corruptor,Si es la ciencia dudosa que aquí hallamos

Escala vacilante en que pasamos De un error a otro error.17

Con lo dicho hasta aquí, hay una idea aproximada del tipo de inspiración que tuvieron los poetas bajo las condiciones que ofrecía el país a finales del siglo XIX. Por ello es menester ahora tratar de entender en qué consiste este arte, para poder sustentar las facultades explicativas que le que se le confieren a esta expresión estética.

Todo verso está conjugado bajo los limites y categorías que le otorga el lenguaje. Este hecho contrasta, por ejemplo, con la música que tiene algo así como un idioma que le es propio pero que tiene un carácter de universal. A pesar de esto, no se afirma que en la creación de un verso, las palabras sean acompañadas de un correlato literal, por el contrario, hay una transmutación en la que “La esencia del lenguaje no se agota en el significado ni se limita a ser algo que tiene que ver con los signos cifras”18, por el contrario se complementa con que:

Por eso, donde la totalidad de lo ente es pensada como lo abierto de la

16 NÚÑEZ, Rafael. En: Documentos para entender la Historia de Colombia, compilador Enrique Santos Molano. Santafé de Bogotá: Planeta 2000, p.20317 NÚÑEZ, Rafael. (Que sais-je? En: Antología de la poesía colombiana, selección Fernando Charry Lara, Bogotá: Planeta, p.112.18 HEIDEGGER, Martín. Op. Cit.,, p. 262.

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pura percepción, la inversión rememorante tiene que ser un decir que le dice lo que tiene que decir a un ser que ya está seguro en la totalidad de lo ente, porque ya ha consumado la transformación de lo visible representable en la visión del corazón19.

La singular manera de expresarse de Heidegger alude directamente a las propiedades de figuras que, como la metáfora, (que indica ya en griego traslación), retrotraen al lector de un lugar a otro. Con lo siguiente no se quiere proponer que en el origen etimológico de los conceptos se agote su significado, simplemente que es fundamental que tanto la mencionada metáfora (herramienta por excelencia de la poesía), y la metafísica, perspectiva insoslayable en el estudio de la filosofía, tengan cimientos comunes, es decir, lo que se sitúa “más allá”.

Son estos elementos los presentes en la percepción trascendental de las cosas, o de los entes, si así se prefiere, y toman vuelo sobre los limitados espacios de la percepción inmediata. No es entonces arriesgado formular facultades especulativas tanto para filósofos y poetas, pero enfatizando que mientras los primeros se centran en enfocar de la generalidad de las cosas aquel sustrato que les es común y que las explica en su más íntima naturaleza, el poeta hace un ejercicio parecido con el lenguaje, pero buscando los trazos perdidos de la divinidad. Hay cierta trashumancia en estas consideraciones, pero hasta ahora es innegable un telos en estas dos áreas, y en el objeto de sus aspiraciones. Ya José Asunción Silva mantiene estas inquietudes preguntando por la voz de las cosas y la manera de aprehenderlas.

Si aprisionaros pudiera el verso fantasmas grises, cuando pasáis,

móviles formas del Universo,sueños confusos, seres que os vais20

Otro ejemplo, con un origen más remoto, tiene una inquietud parecida y su relevancia no se limita al valor intelectual de lo planteado, también está en confirmar la permanencia inveterada de ciertos interrogantes. Así Heráclito dice que “La sabiduría es una sola: conocer la razón por la cual todas las cosas son dirigidas por todas”21. Con estas dos consideraciones se nota cierto afán por captar las cosas trascendiendo sus disposiciones más cercanas, pero antes de pensar el poetizar o la filosofía como plenamente equiparables, hay que hacer ciertas consideraciones. Por ejemplo el carácter especulativo que muchas veces se le aduce a la racionalidad metafísica, no es semejante a las propiedades creativas del bardo. El análisis de esto no es del todo obvio dados los orígenes comunes de estas dos formas de pensamiento, por ello debe dilucidarse correctamente tales distinciones, en orden de entender un género

19 Ibid., p. 26320 SILVA José Asunción, En : Los mejores poetas clásicos colombianos, Edilux, p. 32, 1993. 21 HERÁCLITO. Fragmentos. Argentina: Aguilar, p. 119, 1973.

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como el que se analiza acá. Una precisa diferenciación sobre lo que se está tratando de mostrar es ésta:

Ante todo la poesía ha de mantener alejada de sí las definidas separaciones y relaciones del entendimiento, las categorías del pensamiento cuando se ha despojado de toda intuición, las formas filosóficas del juicio, y las definiciones, etc., porque éstas nos trasladan al instante del terreno de la imaginación a otro distinto.22

Sobre este tema igualmente es importante recordar la sentencia de Heidegger, de que “Poéticamente vive el hombre”. Una afirmación como ésta posee múltiples aristas y retrotrae a diversos enfoques que versan sobre el habitar del hombre en la tierra. Por ejemplo la corriente que se plantea para el tipo de investigación aquí hecha, parece asentir en los elementos figurativos que, como en las formas poéticas, son perennes en la existencia humana a modo de símbolos a partir de los cuales se encuentra asiento en el mundo. “Como la cultura es el entorno de toda acción, habitar el mundo del significado conlleva, más bien, entrar en los emplazamientos organizados de parámetros simbólicos que estos actores entienden como saturados de significado”.23 Estas reflexiones sobre el habitar son inquietudes recordadas continuamente en materia estética que, como lo siguiente, enfatizan las propiedades existencialmente terapéuticas que tiene la poesía.

Por sobre la vida agitada, por sobre la realidad conflictiva, la poesía es como el cielo de la catarsis y al mismo tiempo de la certidumbre y validez de todos sus aspectos, al margen, o mejor dicho, más allá de los limites de las restantes síntesis espirituales, lo mismo que de la moral que de la religión o de la ciencia.24

Hay que recordar que el hombre no mantiene con las cosas sino una relación indirecta, los datos de los sentidos y de toda percepción han de ser traducidos por la mente. Pero, mientras que la filosofía entiende estos fenómenos de un modo analítico adjudicando principios y primados, como lo es el devenir en la transformación de la naturaleza, la poesía busca con la inspiración principalmente, aquellas expresiones que superan la existencia finita de las entes en la belleza que se le confía a lo inmortal.

Aunque la esquiva relación sujeto-objeto que a penas se ha introducido, y que escapa a los objetivos previstos, si es un hecho que en la comunicación y al pronunciar cualquier palabra, por más elevado que sea un pensamiento jamás alcanzará éste a transmitir la más intima esencia de las cosas. Es por ello, y a pesar de la condición limitada de todo vocablo, que se puede intentar sublimar

22 HEGEL G.W.F. Estética, Tomo VII, Poesía. Buenos Aires: Siglo Veinte Editores, 1985, p.7723 ALEXANDER Jeffrey. La promesa de una Sociología Cultural. Discurso tecnológico y la máquina de información sagrada y profana. Barcelona: Anthropos, 2000, p. 170.24 BANFI Antonio, Filosofía del arte. Buenos Aires: Península, 1987, p. 62.

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su condición, llevándose más allá de sí sin necesidad de la grosera comparación.

La metáfora es probablemente la potencia más fértil que el hombre posee...Todas la demás potencias nos mantienen inscritos dentro de lo real, de lo que ya es. Lo más que podemos hacer es sumar y restar unas cosas de otras. Sólo la metáfora nos facilita la evasión y crea entre las cosas reales arrecifes imaginarios, florecimiento de islas ingrávidas.25

Este es el habitar que se ha venido explorando como la relación directa con el conocer, al que se aproxima el hombre cuando el lenguaje se vuelve su morada y la poesía un faro adjudicado a individuos privilegiados que, no sólo guían a los demás en este mundo, sino que lo hacen situándose a través de los rastros de lo eterno.

Hasta ahora sólo se ha abordado la parte menos espinosa del problema, es decir, la labor del poeta en el mundo, y las concepciones que se tienen de éste. Por supuesto los significados hasta aquí expuestos no revelan directamente una concepción aceptada por todos los autores. No necesariamente un escritor actual se considera a sí mismo recogiendo los vestigios de seres o presencias supraterrenales, pero lo que sí se mantiene latente son aquellos principios que permitieron determinar, históricamente, la labor ontológica del poeta; tanto así, como para inclusive situar su oficio en un plano fácilmente diferenciable del de los demás. Una de las características tradicionales del pensamiento occidental es la de tipificar, separar y constreñir en estrechos espacios todas las áreas del conocimiento. El problema al hilvanar lentamente cualquier tema es que al reflexionar en sus orígenes, las mencionadas diferenciaciones son muy esquivas y por más que en un intento de abstracción se concilie en conceptos toda una realidad sujeta a ser entendida, tal camino sigue la sinuosa senda de determinar lo que es de lo que no es. En el caso del poeta se definen las implicaciones de su quehacer, ahora es necesario profundizar en lo que consiste ésta, es decir, la poesía misma.

La inquietud que se trata de responder aquí es, obviamente, reflexión abordada desde diversas posturas, problema tanto para la estética como para la filosofía o el pensamiento social en general. Sobre este asunto un versista y clásico colombiano en esta disciplina, resume en la Crucifixión del Poeta, el papel de éste, el hombre, la mujer, la tierra, el pueblo y hasta el niño.

EL PUEBLO

...Pero todo era signo en tus poemasy era fórmula todo en tu lenguaje,

y en un mundo de vagas sugestionesenviabas tus mensajes radiales

25 ORTEGA Y GASSET José, La deshumanización del arte. Madrid: Revista de Occidente,1956, p.32.

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de una torre a otra torre del espíritu.

EL POETA

...Sufro sobre esta roca inaccesibleporque, cumpliendo mi fatal destino,

robé la flor del ritmo que florece en la mansión eterna de los dioses.26

Con estos dos ejemplos, (se omiten por cuestiones de extensión los restantes), vienen a colación varios puntos ya expuestos. Dentro de ellos están la mencionada capacidad profética del poeta, su relación con la divinidad y se le suma cierta incomprensión por parte de las demás personas que parecen no entender lo elevado de su vocación. Pero hay algo más que es de trascendental importancia y que conduce por la senda del entendimiento del arte aquí estudiado. Nótese que el poeta se declara culpable de haber robado la flor del ritmo que florece, es decir, un objeto tan sagrado para el poeta que, en últimas, provoca el sacrificio de su existencia. Algo parecido también se encuentra bajo el genérico nombre de Un poema, en el que el primer trabajo que se toma Silva, es invocar a los “ritmos”

Soñaba en ese entonces en forjar un poemade arte nervioso y nuevo, obra audaz y suprema

Escogí entre un asunto grotesco y otro trágicollamé a todos los ritmos con conjuro mágico27

La mitología enseña que Ícaro encontró su ruina al acercarse demasiado a los dioses, lo cual hace paradójico que el don por el que se arriesga el poeta esté más ligado a la música que a las facultades generalmente relacionadas con la escritura, es decir, inspiración, vehemencia o, inclusive, elocuencia. Este es el eje que guiara la discusión presente remitiéndose entonces, a lo que es la esencia de la poesía.

Se empezó por afirmar que una de las facultades del lenguaje era la de hacer habitable el mundo al hombre, pero se evitó la pregunta por el lugar que ocupa la poesía. No es posible igualar el mensaje de una señal de tránsito, con el sentido que transmite un poema o con una sensación meramente corporal, son equivalentes como posibles estímulos o sujetos de la percepción pero no son parecidos en nada más. Sin perder de vista que la intención es la de encontrar el lugar indicado de la poesía, una respuesta a estos interrogantes puede darse con la clasificación formulada típicamente por Schopenhauer y aludir a la separación entre lo que es sujeto de nuestra Voluntad, y lo que es de nuestra

26 MAYA Rafael, Poesía. Bogotá: Voluntad, 1940, p. 201.27 SILVA, José Asunción. Antología Poética,. Bogotá: Universidad Externado de Colombia, Colección Libros por centavo, No. 11, 2005. p. 21.

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Representación.

Dentro de la voluntad se ubican todos aquellos estímulos que se relacionan con las necesidades físicas, y que recuerdan que el ser humano es un organismo corpóreo y que, como tal, está sujeto a la satisfacción de dichos deseos en orden de poder sobrevivir. Por otro lado están aquellas manifestaciones que superan este plano material, y que ponen en paréntesis todo lo relacionado con la voluntad y el sufrimiento, dando espacio a objetos acabados y simbolizados en la mente que reciben el sello de la Representación. En este último espacio es donde se concilia el llamado goce estético, que se refiere a la satisfacción a la que accede el sujeto al elevarse sobre todos los apetitos y carencias a las que está determinado, olvidándose de su propia individualidad, y entrando en comunión con la belleza de la obra de arte que contempla. Por consiguiente, para Schopenhauer dicho goce es, “...la alegría del conocimiento puro y de los caminos que a él nos conducen”.28

Con lo anterior se ha establecido que las artes y, entre ellas la poesía, llevan a un conocimiento diferente al que indica por ejemplo una sensación de dolor, pero aún no se ha hecho su adecuada precisión.

Hay nociones que pueden ser comunicadas con mayor o menor grado de dificultad, siendo accesible a todos la comprensión de un grito de auxilio, pero no tanto la demostración de una ley que venga expuesta en lenguaje matemático. Las diferencias hasta aquí expuestas pueden inducir a pensar que hay cosas que son sujeto de ser comunicadas y otras que no, así un concepto por abstruso que sea, puede ser proferido y comprendido, mientras que una idea, siguiendo la tradición platónica, no alcanza a serlo. “El fin del poeta es hacernos pasar de la palabra y del concepto a una imagen intuitiva, cuya representación se abandona a la fantasía del oyente”.29 Esto es la senda que se plantea para todo poema ya que permite el abandono de la personalidad diluyendo el ser en un estado de tan marcada elevación que, como la idea, es imposible de ser comunicada a los demás.

Este tipo de contemplaciones está estudiado desde un punto de vista metafísico y de allí la casi incompatibilidad con pruebas empíricas. Es por ello que Schopenhauer es muy cuidadoso al enfatizar el carácter personal e intransferible que pueda suscitar una obra que se considere ennoblecida, dada la hondura de lo que representa. La salvedad que se hace es la sensibilidad que tenga el espectador, dados sus dotes, de entrar en plena relación con algún arte. El camino que posiblemente se puede seguir para entender esto, es el inverso; el que sufre un poeta en la creación de un verso y en el desasosiego de no poder transmitir adecuadamente lo que en un rapto de inspiración está sintiendo. Por ello Guillermo Valencia decía “Sacrificar un

28 SCHOPENHAUER, Arthur. El mundo como voluntad y como representación. México: Porrúa, 1987, p. 163.29 Ibid, p. 192

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mundo para pulir un verso”, o José Eustasio Rivera culmina su declarada Ambición diciendo que:

...y luego una recóndita nostalgia me consternaal ver que ese infinito, que en mis pupilas cabe,es insondable al vuelo de mi ambición eterna.30

Otra sustentación de esto se expone en los denominados estados de éxtasis que las personas pueden manifestar al acercarse a alguna obra que consideren sublime, inclusive, la potenciación que de este efecto se alcanza haciendo uso de sustancias que expanden los niveles normales de percepción. Para este efecto se recuerdan los serios estudios que Huxley hace sobre los efectos de la mezcalina y las variaciones en los niveles de conocimiento alcanzado. Así, con todo esto, lo que se pretende demostrar es que la poesía posibilita a elevarse, tal como las palabras lo hacen de su referencia literal, a cumbres en las que las más inmediatas necesidades se olvidan, y se accede a un genuino estado de goce estético.

Si se admite que este estado es alcanzado por el influjo de la poesía, se debe entender que se valdrá de medios singulares que no le son propios a otras expresiones. Por ejemplo una alegoría en la pintura puede considerarse grosera, en tanto su significado sea muy obvio e insulte la inteligencia del espectador, mientras que cifrada en unos versos sea un recurso idóneo.

Otro ejemplo puede estar en la música, en la que los llamados temas resulten baratos recursos en los que se trate de representar con ruido de marchas y clarines el fragor de una guerra; tal tema, por ejemplo, en la prosa o con recursos audiovisuales posiblemente alcanzaría una adecuada expresión. Con estos casos se trata es de retomar, haciendo uso de la comparación entre las manifestaciones artísticas, aquel elemento que encuentra su mejor cabida en la poesía y que, por tal, ayuda a definirla mejor. Sobre esto un enunciado como el siguiente es de utilidad: “... el genio poético es comparable a un espejo que concentra y reproduce con claridad todo lo esencial e importante, suprimiendo todo lo contingente y heterogéneo”.31

Esto último se ratifica con la usual concreción de los poemas, en los cuales, para quien mejor sabe cultivarlos, se nota esa facultad para exaltar los temas universales, tópicos que, (tal como lo enuncia esta palabra), manifiestan su continuidad y constancia como inquietudes casi que atemporales en el discurrir humano. Pero lo que acompaña este tipo de genialidad, lo que se viene exponiendo como el tesoro que robó el poeta a los dioses, es el ritmo, la musicalidad en general, que escolta el esfuerzo de síntesis del texto y que le da esa suerte de armonía y de belleza a la poesía como género.

30 RIVERA, José Eustasio. En: Los mejores poetas clásicos colombianos. Bogotá: Edilux, 1993, p.120, 31 SCHOPENHAUER, Op Cit. p. 198

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Esta relación aquí descrita, no es algo que haya pasado desapercibido en el examen de la lírica, para no ir muy lejos la obra en verso de Carlos Uribe, reconocido miembro del Departamento de Sociología, retoma el “Ars” de Silva y plantea lo siguiente:

Y del poema coloquial y fácilhuí vergonzante. Entrelazar quería

no “pensamientos”, sí ritmo y melodíaen áureos versos de estructura grácil32

A pesar de todas las facultades conferidas se debe precisar que la poesía no es música. Mientras que toda melodía goza de un lenguaje que le es propio y de una notación interpretable bajo parámetros idénticos33, que garantizan la fidelidad en su ejecución, los versos no corren igual suerte, y han de ser entendidos y estudiados considerando tanto las estructuras lingüísticas de algún período, como las maneras de la época en que surgieron.

Son numerosos los ejemplos para sustentar estos planteamientos. Uno de ellos son las ediciones en las que se encuentran, de manera simultánea, el texto en el idioma en que tuvo origen la obra y, junto a éste, las adecuaciones gramaticales para ser leído actualmente (siendo prototípico el caso del Mio Cid y el Quijote). Pero además de estos casos, que pueden ser entendidos como obvios por ser una simple extensión de la naturaleza transformativa del lenguaje, es mejor centrarse en aquellos versos que encuentran su verdadera interpretación bajo consideraciones de orden histórico y social.

No se quiere afirmar acá que las reflexiones contextuales agoten todo análisis estilístico sino que, para algunos casos, ningún intelecto, por superior que sea, puede precisar el significado de algo a no ser que tenga un conocimiento previo con respecto de la situación descrita. Un caso de esto puede ser el siguiente:

Los dos bandos del godismodifieren en lo esencial:

en que con igual cinismovende uno NACIONAL-ISMO

y otro el ITSMO NACIONAL.34

A partir de esto, se nota que de no tener alguna noción sobre la separación de Panamá e inclusive del partidismo de aquel entonces, la lectura de ese escrito

32 URIBE Celis, Carlos. Iter Carminis, (el viaje del poema). Bogotá: Editorial Nueva América, 2002, p.17. 33 Con esto no se quiere menospreciar el papel del interprete, o reevaluaciones posteriores a obras musicales de periodos antiguos o, de otro lado, ejecuciones ceñidas al espíritu de la época en que se produjeron. Se enfatiza, simplemente, que la notación musical permite que las obras sean tocadas por el interprete con una enorme fidelidad respecto a lo planteado por el autor. 34 SOTO Borda, Clímaco. En: Cuadernillos de poesía, Gruta simbólica, Editorial Panamericana, p. 67, 1999.

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no sería muy productiva. Hay muchos casos más o menos crípticos que se pueden citar, y que demuestran cómo la interpretación de todo escrito está sujeta a limitaciones como las ya descritas. No obstante, en las artes, se puede encontrar una excepción y ésta es la música que va de la mano con la poesía. Las armonías, en sus expresiones más acabadas, permiten que sean objeto de contemplación, sin que para ello eso sea necesario un conocimiento profundo de la situación o del movimiento en que se produjo la obra. Con este género la personalidad del compositor o el contexto en que fue compuesta son hechos consustanciales, no son determinantes para que a un oyente se le transmita algo. Es por ello que se afirma de la música:

...nunca expresa el fenómeno sino la esencia interior, el en sí de todo fenómeno, es decir, la voluntad. Por tanto, no expresa éste o aquel determinado goce, ni tal o cual amargura o dolor, o terror, o jubilo, o alegría, o calma, sino estos sentimientos mismos, por decirles así, en abstracto, su esencia sin ningún atributo circunstancial, sin sus motivos siquiera.35

De tal suerte que no se encuentra la tristeza singular, sino la tristeza en general, no un prolongado padecimiento producto de una enfermedad, sino la generalidad el sufrimiento, es decir, expresa la esencia de los sentimientos y no caracteres discriminados. De tal manera que mientras una poesía u otro texto se comunica, valiéndose de las formas existentes del lenguaje y bajo la necesaria perspectiva del momento en que fue escrita, una melodía potencialmente es capaz de escapar a éstas limitaciones aludiendo a emociones humanas de orden universal.

La música, como es sabido, no se limita a expresiones instrumentales sino que incluye la lírica en la que el canto y, por ende, las palabras, son un componente necesario. Con esto meramente se corrobora el origen de la poesía en la música, ya que se puede marcar el ritmo con palmas, golpes o cualquier otro sonido, pero también se puede hacer con palabras, es decir, con la rima. Este tipo de obras que hacen un uso conjunto de estas dos artes encuentran las manifestaciones más variadas, (basta observar todo lo que puede ser catalogado como canción) pero, también, los orígenes más remotos. Una de ellas es la tragedia que como lo manifiesta Aristóteles, proviene de una expresión aún más distante en el tiempo, siendo ésta, el ditirambo. Este mismo filósofo ayuda a entender lo expuesto sobre la naturaleza sintética de la poesía, y de su poder de hablar de los asuntos esenciales que atañen a nuestra existencia, es por tanto, un recurso que promete ser adecuado en el estudio de lo humano. Así, en el Siglo IV antes de Cristo se dé una obra que, como la poética, diga lo siguiente:

...la poesía es más filosófica y doctrinal que la historia; por cuanto la primera considera principalmente las cosas en general; mas la

35 Schopenhauer Op cit. p. 210

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segunda las refiere en particular. Considerar en general las cosas es cuál cosa que conviene a un tal decir o hacer, conforme a las circunstancias o a la urgencia presente; en lo cual pone su mira la poesía, acomodando los hombres a los hechos.36

Este punto de vista viene a armonizar, mas no por ello coincidir, tras más de mil años de intervalo, con nuevas consideraciones que tomaron un camino más escéptico acerca de la posibilidad de entender los fenómenos con arreglo a la “cosa en sí”, y que optaron por posturas más interpretativas.

Paulatinamente se tomó distancia, tanto de un idealismo sin contenido, como de la creencia en las facultades de la ciencia para explicar la naturaleza del devenir humano. Se enfatiza esta crítica, por la orientación intelectual cada vez más distante de la tradición idealista en la que, personajes como Dilthey, instaban a que el investigador se compenetrara más con los datos de la experiencia y tomara distancia de fundamentaciones en las que los hechos se tuvieran que acomodar a las categorías filosóficas y no viceversa.37 Por consiguiente, se hicieron notorias nuevas perspectivas en las que se le otorgaba sincera importancia al tema de la interpretación y, retrotraen nuevamente al estudio de la poesía, le otorgaban, tal como Aristóteles, propiedades esclarecedoras acerca del discurrir humanos en la vida. Por tal motivo, con siglos de intervalo las palabras de un filósofo como Schopenhauer son similares a las de su equivalente griego, ya que otorgan una destacada importancia al valor explicativo que el poeta le da a la existencia humana.

...el desarrollo propio de la idea, está más exacta y netamente expresado en la poesía que en la historia, por lo que aquella, aunque parezca paradójico, contiene más verdad intrínseca y real que ésta. Pues el historiador debe seguir los hechos individuales como éstos se desarrollan en la vida, como se desenvuelven en el tiempo, según las cadencias múltiples de las causas y de los efectos... El poeta, en cambio, se apodera de la idea de la humanidad bajo el aspecto especial que desea expresar en el momento en que escribe, y lo que ante él se objetiva es la idea humana, es su propio yo.38

Con lo hasta aquí expuesto, puede surgir la inquietud por la labor que de verdad puede cumplir la poesía en la comprensión humana, no tanto en los elogios que se han consignado. Para tal efecto, y coincidiendo con la mención acerca del giro que tomaron las Ciencias del Espíritu, es necesario incluir un pensamiento como el de Nietzche. Este filólogo no es sólo deudor de la obra de Schopenhauer, no en vano decía de él que era el último alemán digno de ser

36 ARISTÓTELES, Poética. Bogotá: Ediciones Universales, 1989, p. 47.37 Con esto no se quiere afirmar que el pensamiento de Dilthey no buscara, para las llamadas “geistewissenschafften” un fundamento filosófico, simplemente que se alejó de modelos mucho más cercanos a la metafísica especulativa, como es el caso de la lógica dialéctica hegeliana. 38 SCHOPENHAUER, Op. Cit, p. 195.

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tenido en cuenta, también profundizó en la labor crítica de la metafísica, (consideró inclusive que debería ser acabada a martillazos). Por tal motivo, continuó revaluando y prestando especial interés al lenguaje y a la manera en que es lícito expresar el pensamiento, llamándole la atención la poesía. Para confirmar lo anterior un texto como el que da inicio a esta investigación puede ser paradigmático.

En el Nacimiento de la Tragedia de Nietzche se pregunta, a partir de este género, por una realidad tan trascendente como lo es la coincidencia de los temas más desdichados en el teatro, contemplados, desde el aforo, por aquellos griegos que estaban justamente en la plenitud de su cultura. Esto contrasta con que luego, desde el otro extremo, los contenidos más epicúreos coexistieron con el cenit de la cultura helénica. La explicación dada por el autor se centra en la diferenciación entre lo “Apolineo” y lo “Dionisiaco”, coincidiendo estos dos elementos con la creación de la tragedia ática. A partir de este genero, Nietzche dedujo, a diferencia de Schopenhauer, una afirmación de la vida en la desventura de las acciones descritas, teniendo como correlato obligado la imagen de Dionisio que, en su embriaguez, da tanta o más cuenta de la realidad, que las posturas figurativas bajo las cuales emerge su contraparte, Apolo.

Más allá del valor de verdad que de la tragedia se pueda procurar en orden de entender mejor a los helenos, son de notable interés el modo en que conclusiones tan trascendentes, son derivadas de esta manifestación artística tan ligada con la poesía. Es por ello que en con la conjunción de lo ditirámbico y lo figurativo se trate de entender la visión del mundo que tenían los griegos imprimiéndole las características más distintivas a sus dioses. Por consiguiente, con el mito y la poesía y no exclusivamente con la fuentes historiográficas es como se pretende explicar la personalidad de este pueblo.

De ellos hemos venido tomando en préstamo hasta ahora, para purificar nuestro conocimiento estético, aquellas dos imágenes de dioses, cada una de las cuales rige de por sí un reino artístico separado, y acerca de cuyo contacto e intensificación mutuos hemos llegado a tener un presentimiento gracias a la tragedia griega. El ocaso de ésta tuvo que parecernos provocado por el notable hecho de que esos dos instintos artísticos primordiales se disociaran: con ese suceso concordaban una degeneración y una transformación del carácter del pueblo griego, invitándonos a una seria reflexión acerca de cuán necesaria y estrechamente se hallan ligados en sus fundamentos el arte y el pueblo, el mito y la costumbre, la tragedia y el Estado.” 39

Con este antecedente se muestra que las manifestaciones artísticas reflejan,

39 NIETZCHE, Friedrich. El Nacimiento de la tragedia, Ensayo de una autocrítica. Buenos Aires: Longseller, 2000, p. 62.

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ampliamente, los caracteres humanos y, por tanto, su investigación puede ser una fuente prolija para las ciencias sociales. Además, y continuando por esta senda, se procura, simplemente, profundizar en un momento crucial de nuestra nación, que como lo apuntaba Nietzche con el estudio de los griegos, puede ser sujeto a interpretaciones que provengan de la poesía y de las perennes inquietudes que ésta plantea. Esto comprueba que la tarea planteada es típicamente hermenéutica, ya que es una interpretación del modo en que los poetas a citar interpretaron la realidad, recogiendo de ello aquellas claves codificadas que más digan de aquel periodo. De tal modo, y sin olvidar las facultades místicas que ya se citaron para esta literatura, es decir, como morada del ser humano e indagadora de los vestigios de lo divino, es lícito limitar para los fines de esta investigación, tal residencia, temporal e históricamente, a los términos de la conformación de la actual república.

Así, lo que se venía trazando como una dificultad de la poesía, en términos de que ésta se encontraba sujeta a interpretaciones circunscritas por el lenguaje y el momento histórico, es justamente lo que permite hacer un estudio de un período singular. Por un lado se tiene la musicalidad integrada a los versos que no deja de grabar en ellos, un carácter universal que recuerda los más distantes orígenes. Sumado a esto se tiene que los temas tratados, son los propios de las angustias y deseos más constantes en la existencia humana. De todas estas propiedades se da lugar a la feliz coincidencia de lo particular de nuestra literatura, y lo general en la concreción y brevedad propias de la poesía como género.

Para constatar esto se empieza por estudiar a Rafael Pombo, el primero de los cuatro grandes poetas elegidos de las letras colombianas, y figura obligada en el término temporal aquí precisado. La importancia de este personaje no sólo descansa en la popularidad que alcanzara su obra en los estrechos márgenes de su país, sino que dada su expresividad ganó comentarios como los siguientes: “... Rafael Pombo, que no es sólo el mejor poeta del romanticismo hispanoamericano, sino el mejor del romanticismo en lengua española. Al lado, suyo aparecen como poetas muy menores los otros románticos latinoamericanos, lo mismo que los de España”.40 Dejando de lado los comentarios elogiosos, existen elementos que parecen limitar la idoneidad de este autor como fuente interpretativa del periodo de la Regeneración. En primer lugar pasó cerca de 17 años fuera del país en EE.UU. con el cargo de Secretario de la Legación en Nueva York, lugar en donde, inclusive, se creó buena parte de su obra. Otro hecho es que es más recordado por su obra infantil la cual en su mayoría no le es original, historias tan recordadas como Pastorcita, y Simón el Bobito coinciden con adaptaciones que en sus originales tomaban el nombre de Litle Bo Beep, y Simple Simon.41

40 HOLGUÍN, Andrés. Literatura y Pensamiento 1886 – 1930. En : Nueva Historia de Colombia Tomo VI, p. 16, Editorial Planeta 1989. 41 Sobre este asunto se quiere hacer constancia en que Pombo aclaraba ampliamente el origen de sus obras y reconocía cabalmente la autoría a sus creadores.

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También es de interés que en materia literaria, como con las arreglos de los cuentos infantiles, mucho de su reconocimiento se centraba más bien en su pericia como traductor. No en vano Marcelino Menéndez y Pelayo dijo de sus interpretaciones “No las hay más valientes y atrevidas en nuestra lengua. Célebres siguen siendo sus traducciones "El poeta moribundo" de Lamartine, "El Soliloquio de Hamlet" de Shakespeare y "El episodio de Laocoonte".

Los anteriores elementos pueden llevar a considerar la inclusión de la obra de este autor para los fines de este trabajo, pero por grave que sea la objeción, hay un hecho insoslayable, y es la declaración, en 1905, de Rafael Pombo como Poeta Nacional. La importancia de esta distinción no se limita al prestigio que confiere, sino en la identificación que hace todo el pueblo colombiano con uno de sus vates más ilustres.

Se puede objetar que tal designación fue conferida por una reducida élite intelectual que podía estar pensando en sus propios intereses, y que, además, dominaba un país con una elevada tasa de analfabetismo, en la que la mayoría de las personas probablemente no conocía poesía alguna. La pregunta que se debe hacer ante estos inconvenientes es, qué permite equiparar el pensamiento y las perspectivas de Pombo, para que coincidan tan cabalmente con la mentalidad de un país, para que pueda ser confirmado como el poeta nacional. Para reiterar esto en 1912 se expidió la ley 87 del 16 de noviembre, por la cual la República honraba la memoria de Rafael Pombo como gloria de las letras colombianas. En ella se dispuso también la publicación de sus obras por cuenta del Estado. Así pues, se pueden extender las analogías hechas con el papel de la poesía como faro en este mundo para la existencia humana, con las posturas sociológicas que buscan establecer el modo en que los individuos se ubican a través de representaciones e imaginarios colectivos. Por ello, tal como se busca en la historiografía y en la ciencia social elementos que puedan servir como denominadores de la identidad, se inquiere en las facultades de la totalidad de una obra a la que se le declara, manifiestamente, (y hasta con coronación en el teatro Colón), como la propia de todo un pueblo para 1912.

Al tomar como asidero la obra de Pombo, y si se está de acuerdo en que el tratamiento que dio los temas armonizaba con el que reinaba en el país en esa época, se prueba que el trabajo interpretativo para éste y para los demás poetas, debe comenzar por una pesquisa de las cuestiones cultivadas por ellos. Como efecto se tiene el resaltar la facticidad de que al contemplar un objeto artístico “Nos encontramos, al fin, entre la comunicabilidad del arte y la inteligibilidad de la ciencia mezclando aspectos del indeterminismo creador con el determinismo explicativo”.42

Uno de los temas que se plantea como constante en las poesías de Rafael Pombo es la relación del hombre con Dios, y el significado existencial que esto

42 ALONSO, Luis Enrique, La mirada cualitativa en sociología, una aproximación interpretativa, Editorial Fundamentos, p. 31, 1998.

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contiene. Tal duda, por supuesto, no es exclusiva de este autor y se encuentra presente en infinidad de escritos, siendo frecuente, también, en los otros poetas que se tratan aquí, lo que resalta es la insistencia de Pombo sobre dicho asunto. No hay prácticamente una poesía en la que no se mencione al creador, y la mayoría de las veces posee la connotación de que en su ser reside un asidero para que el hombre encuentre algún sentido a su fatigosa existencia. Los vigorosos dioses en los que pensaba Nietzche no son análogos con el consuelo, y las angustias de este poeta, que busca acallar sus afanes en una placida calma en el seno de Dios. Muchas explicaciones se pueden buscar para tratar de entender su personalidad, pero se precisa que mucho de su desarraigo encontró como fuente la figura de su padre, Lino Pombo. El Predecesor mucho más enérgico que el hijo, actuó como político, académico, diplomático y hasta prócer de la independencia bajo las ordenes del general José María Córdoba; convirtiéndose en una portentosa figura que se opuso a que Rafael fuera poeta e inclusive lo obligó a estudiar ingeniería. Años más tarde, y con cierto laconismo ante la decisión de Rafael de inclinarse por las letras se limitó a decir: “Pues poeta serás aunque después te pese”.43

Con tales antecedentes, se rastrean aquellas dudas que trató de explorar en su obra, y con las que parece coincidir y apreciarlas como excelsas el pueblo colombiano. Para aclarar esto hay un ejemplo que puede ser de uso, y es la imagen de la barca que en el arte figurativo y en especial en la pintura suele representar, según el fondo que le corresponda, una vida que se encuentra a la deriva, y que bajo un cielo diáfano o con una tempestuosa tormenta, o con cualquier otro elemento, indica el momento por el que cruza el artista. De este tipo de figuras se valió Pombo cuando escribió su poema intitulado Al remo, en el que para su barca traza lo siguiente:

Y remar! que si el mundo te acribillaTu obra, tu amor, tu mundo te conforte;

Ni hay mal que el tiempo aligero no acorteCual borra las visiones de la orilla.44

Así, ante esta vida que no promete particularmente mucho más allá del goce del arte que tanto le censuró su padre, lo que se plantea como salvación se relaciona con la virtud y con el amor. Al final del poema se expone el desenlace que aguarda de la vida Pombo.

Que al derrumbarse tu onda en el abismoQuien te aguarda no es él, sino Dios mismo:

Dios, que sordo a gruñidos de blasfemoTe oyó invocarlo humilde al son del remo.45

43 POMBO, Rafael, Op. Cit., p.1644 Ibid p. 20245 Ibid p. 202

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Estos versos son presentados a modo de exponentes de los sentimientos que guardaba este poeta ante la vida, obviamente en su brevedad no se puede resumir el dilema existencial que vivía, pero si hay en ellos, así no sea de manera explicita, muchas claves. Además de la referencia a la barquilla que es su vida y de su culminación en Dios, es curioso que estas líneas fueran redactadas justo el día de su cumpleaños número sesenta y seis en 1904, por ende, como hombre ya maduro y con lo que parece una absoluta certeza de lo que le restaba por vivir. Cabe añadir, como dato biográfico, que Pombo ya estaba recluido voluntariamente en su habitación y que sólo la dejó para el reconocimiento otorgado como poeta nacional. Este retraimiento sólo acabó de confirmar las intuiciones que venía desarrollando desde siempre en sus producciones, en las que parece no aguardar mucho por encontrarse con Dios, así esto le signifique la muerte.

Con los versos citados y con muchos más que se pueden traer a colación, es viable admitir, como tema, la relación humana con Dios y el amparo que éste ofrece. Estas disertaciones entran en el ámbito de la fe, que, como tal, y sobre todo a finales del Siglo XIX y principios del XX, guardaba una extendida polémica con su considerado antagonista, la ciencia. Aquí se advierte una cuestión que inquietó enormemente a este poeta bogotano, y que era la gran discusión de aquel tiempo, que aun en la distante y escondida capital hacía llegar sus ecos. Con esto se tiene un nuevo tema, que puede recibir este apelativo dada la constancia con que se manifiesta en los escritos de Pombo, y es la relación entre la fe y la ciencia. La postura asumida, y que se hace manifiesta en muchos lugares, siempre adopta al fervoroso contra el escéptico, al creyente sobre el ateo, pero en especial al místico contra el científico. Tal dicotomía puede entenderse desde dos perspectivas que son complementarias, pero analíticamente diferentes.

La primera, a partir de la vida personal de este poeta, su desarraigo y la urgencia por encontrar una certeza tan confortante como la de Dios. Su niñez fue marcada por la necesidad de satisfacer a su padre que le expresó muchas veces su inconformismo con términos semejantes a estos. “Te gustan todas las artes: la pintura, la música y la poesía. Semejante dispersión del ingenio me parece sencillamente detestable”.46

En segundo lugar están los acontecimientos de orden colectivo que pudieran marcar una influencia en su fervor. Uno de estos eventos es la conversión que tuvo el país desde el Radicalismo Liberal hasta la denominada Regeneración. Es de suma importancia tener en cuenta que gran parte de esta transformación se dio por los graves reveses económicos que desde la constitución de 1863 tuvo los Estados Unidos de Colombia, y que llevó a la centralización y a muchos otros cambios, siendo de capital relevancia los que se consideran

46 POMBO, Rafael. Op cit. p. 9

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como ideológicos.

Dada la amplitud del concepto de ideología me permito explicarla, para los fines de este ensayo en su significado más tradicional, es decir, como un complejo de conceptos y creencias que incluyen aspectos religiosos, morales, jurídicos y políticos según la definición de Louis Althusser 47. Así pues, y como es evidente en el nombre que se le otorga al movimiento conservador, la Regeneración, consistió en una vuelta a ciertos valores estimados como absolutamente validos por sus entusiastas. Por tal motivo sus corolarios guiaban no sólo una orientación política sino que se extendían al comportamiento de sus miembros y, posteriormente al llegar éstos al poder se impusieron en todo el país.

Lo que más interesa acá son las concordancias que hicieron que todo un aparato ideológico como el que se planteó en la Regeneración, coincidiera tanto con la postura de Pombo para que se adoptara a éste como el poeta de Colombia. Es de allí que los temas y el manejo que se le dio a éstos tengan tanta importancia, especialmente lo que se refiere a la oposición entre fe y ciencia, teniéndose que enfatizar enque no se limita simplemente a inquietudes personales, sino que son también reflejo de varios procesos sociales del momento.

No se argumenta que la reticencia de Pombo hacia la ciencia se debiera simplemente a una rebeldía contra su padre, o a que tuviera una visión piadosa de la vida dado un provincialismo, caso que se desmiente con su larga estadía en Nueva York. Lo que se expone es, que además de sus vivencias hay todo uno desarrollo histórico que termina influenciando y abalando su pensamiento. Acerca de este dilema, basta acercarse a una de sus poesías más celebres, Alpha y Omega, de 1857, en la que está condensada gran parte de su postura:

47 Véase Ideología y aparatos ideológicos de Estado, Freud y Lacan.

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Sólo la fe no erró; nunca burlada,a ninguno burló, y ella, solo ella,

salió triunfante al fin de la jornada.48

Varias décadas más tarde en 1898, haciendo un crítica categórica a la erudición que no se preocupa mucha por la existencia de Dios, viene lo siguiente:

Lo posible, lo real, es el imperioDel sabio y sus microbios, de lo inmundo

Bestial o humano; y de su contra, el santo.49

Con estos versos se busca acercarse a una perspectiva de la vida en la que la fe ha de ser la guía en la vida del hombre. Se llega a inferir no que Pombo odiara necesariamente a la técnica y a sus artífices, sino que le concedía mayor importancia a la practica de su religión. Por lo anterior, no se puede descuidar el hecho de que este poeta tuvo en varios momentos profundas dudas acerca de Dios, problema que se evidencia sobre todo en un escrito titulado La Hora de Tinieblas que puede ser considerado hasta blasfemo.

¿Quién te hizo dios? ¿Por qué, diCómo, dónde y cuándo vino

Privilegio tan leoninoA corresponderte a ti?

¿Por qué no me tocó a míEse poder de poderes?

¡Ay! siendo lo que tu eresNo fuera el mundo cual es,O aplastara con mis pies

Tan triste enjambre de seres50

A pesar de tal desgarramiento es ésta una excepción que termina por confirmar un hecho conocido, y es que este tipo de inquietudes las sufren hasta los más creyentes. El convencimiento de Pombo es tan fuerte que sirve hasta de guía para futuras generaciones que encontraron es sus escritos las máximas pedagógicas que buscaban orientar la infancia; recuérdense los celebres Cuentos Pintados y Cuentos Morales para Niños Formales que fueron populares en Colombia y toda Latinoamérica.

Un hecho interesante es que este mismo convencimiento que se encarna en la personalidad de Rafael Pombo parece haber sucedido con la Regeneración y sobre todo, en sus reformas ideológicas. Un camino en que se nota esto, es

48 POMBO, Op cit, p. 11249 POMBO, Rafael, Op cit, p. 50 Ibid, p. 77

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haciendo el paralelo entro lo que los libros y fábulas infantiles de este poeta y su intención de guiar a los niños acorde al pensamiento católico, y las acciones del gobierno en esta misma materia. Como antecedente histórico está en el Concordato celebrado el 31 de diciembre de 1887, la insistencia en la educación, por ello en el Artículo 12 de tal acuerdo se establece que:

En las universidades y en los colegios, en las escuelas y en los demás centros de enseñanza, la educación e instrucción pública se organizará y dirigirá en conformidad con los dogmas y la moral de la religión católica. La enseñanza religiosa será obligatoria en tales centros, y se observaran en ellos las prácticas piadosas de la religión católica51.

Con lo propuesto por el Concordato, se corrobora que en la Regeneración hubo un genuino cambio ideológico que buscaba guiar a toda la nación a través de la conjunción de las leyes y la fe. La poesía de Pombo en buena medida anticipa esto, no simplemente por sus creencias, y su fervor católico, también por referencias constantes a temas políticos en los que deja en claro, muchas veces, el lugar que el hombre debe ocupar en la sociedad. Su visión recuerda no sólo la subordinación del hombre ante Dios, sino la obediencia de todo el complejo de la sociedad hacia el creador.

Las poesías de Pombo tienen una dimensión que incluye reflexiones sobre la sociedad, y que en materia estética, están circunscritas en el modelo romántico. Por tal, hay varios elementos que son comunes con muchos otros pensadores de esta misma corriente. Uno de ellos es la alusión el pasado, como una realidad perdida pero cargada de belleza, que el bardo en su sensibilidad gusta de rememorar y elogiar. Las antiguas tradiciones y los contenidos que podían tener en mente personajes como Schelling o Byron, no pueden ser los mismos que mantiene un pueblo con una historia tan breve como la colombina, de allí que la atención se traslada de épocas y lugares perdidos a la aún reciente emancipación de la corona española. Por ello la personalidad de Bolívar es constantemente exaltada, junto con toda la campaña libertadora que se libró. Este tema viene a coincidir con otros que son típicamente románticos, como el caso de cierta exaltación a la belleza del paisaje, pero lo que prima sobre todo es la contemplación que Pombo hace de sus sentimientos.

No por la primacía de versos que narren las angustias en las que estaba inmerso este poeta, se deja de localizar un nuevo tema, y es el del patriotismo y el modelo moral de nación que se evidencia. Por ejemplo le dedicó una extensa poesía a Antonio Nariño, prócer que además de su importante papel en la Independencia, tuvo una gran simpatía por el centralismo sistema que enfatizó la Constitución de 1886. Por ello, en este mismo año, Pombo redactó

51 SANTOS, Molano Enrique (compilador), Documentos para entender la historia de Colombia, LEY 35 de 1888, (Aprobación del convenio celebrado entre la Iglesia y Estado, denominado Concordato), Editorial Planeta, p.211, 2000

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en un fugaz periódico llamado El Centro, numerosos artículos exaltando el sistema centralista del cual se reconoció como un entusiasta. Hay que recordar que Bolívar y Nariño tenían esta perspectiva de gobierno en común, dado que el Libertador, en efecto, buscaba un gobierno mucho más cohesionado que lo que tenían en mente muchos de sus pares, en especial Santander. Por ello no es casualidad que Rafael Pombo ponga juntos a estos dos defensores no sólo de la independencia, sino de la concentración del poder, como lo hace en los siguientes versos:

Voló tu nombre a unirse al de Bolívar,Al del coloso de quien antes eras

Ya insigne hermano, en la visión sensataDe libertad y Patria en medio del vórtexDe insensatez que rábida, os circunda52;

No es muy difícil imaginar de qué tipo de sensatez se está hablando cuando equipara la figura de estos dos personajes, siendo la de la unidad nacional. Para no incurrir en una sobreinterpretación, dan prueba de esto las palabras con las que termina la mencionada poesía dedicada a Nariño:

Del capitolio a la anchurosa puertaAlzaos en bronce inconmovible, Oh Genios De la Patria unidad, harto hoy menguada53

Para concluir la elucidación del tema de la unidad nacional en la poesía de Pombo, hay que tener en cuenta otra de sus pasiones, la música. Ya se han hecho varias referencias a la relación de estos dos géneros, pero en el caso de este versista, se da la unión de letras no sólo cargadas de lirismo también, de un marcado nacionalismo. De tal manera que este artista, dada su vocación pedagógica, hace varios bambucos en los que invita a sus conciudadanos a exaltar las bondades de su tierra y de su gente. Así pues, son generalmente jocosas rimas que incitan a la gente a departir y a disfrutar bajo el amparo de un tierra pródigamente generosa. Es por ello que en uno de sus bambucos que nombró como el patriótico dice lo siguiente:

Yo soy de Colombia entera;De un trozo della, jamás;Y ojalá más grande fuera,Que así me gustara más.54

En estas poesías, y en las ya citadas, hay un claro contenido político que da

52 POMBO, Rafael, Op cit. p. 17253 POMBO, Rafael, Op cit, p.17554 POMBO ,Rafael. Bambuco Patriótico. En: Hojas de Cultura Popular Colombiana No. 10, Bogotá: Imprenta Nacional, 1951.

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muestra de la posición que mantiene hacia el orden moral y legal que tiene en mente. Muchas veces, como en la cotidianidad, estos dos ámbitos se confunden y resultan en disertaciones en las que no se distingue claramente si se está censurando una falta contra el decoro o contra las leyes. Un ejemplo de todo esto es su crítica a los Estados Unidos, lugar en el que a pesar de cumplir por largo tiempo una labor diplomática (cerca de siete años), censuró su estilo de vida y la ilegalidad de su proceder con otras naciones. Los americanos le merecieron en una poesía del mismo nombre el apelativo de filibusteros en la que, como la palabra lo índica, se exalta su cualidad de saqueadores y oportunistas a la hora de tomar lo que no les pertenece. Tal obra comienza así:

Venid a conquistarnos, vosotros, heces pútridasDe las venales cárceles del libre septentrión;

Venid, venid, apóstoles de la sin par RepúblicaCon el hachón del bárbaro y el rifle del ladrón.55

Estos versos fueron escritos en Costa Rica en 1856, estando Pombo como enviado de Pedro Alcántara Herrán, resolviendo un litigio de fronteras con este país. En ese mismo año gobernaba en Nicaragua el estadounidense William Walker, personaje que en ese periodo fue depuesto por la vía armada, por el presidente costarricense Juan Rafael Mora. En el poema citado, Pombo no se limita a atacar las ambiciones expansionistas que pudiera representar el proceder de Walker, sino que con ironía rechaza, como lo expone al final de una de sus estrofas “...la misión beatífica de americanizar”. Por ende se nota el rechazo por el estilo de vida Norteamericano, que va en contra de su visión de la sociedad inspirada en los mandamientos de Dios. Esta manera de ser afecta sobremanera a este poeta, tanto así que llega a entristecerlo lo suficiente para afirmar, tras su arribo a Nueva York en 1856 lo siguiente: “Aquí no hai afecto, aquí no hai hogar de familia o de amigos, aquí no hai vida de corazón – y fuera de esto qué es la vida?” 56 Esta crítica a la idiosincrasia anglosajona se encuentra varias veces, de manera conjunta, con una de las pasiones de Pombo, las mujeres, tema que es constante en poesía pero que referida a las estadounidenses no las deja de juzgar con ese tono moral que caracteriza toda su obra. Los versos finales de su poesía intitulada Las Norteamericanas sintetizan buena parte de sus opiniones.

Todo es pasión y vida bajo su frente angélicaComo en sus altas cóleras el espantoso río.

¿Su corazón? ¡Miradlo, oíd clamar sus víctimasEn ese abismo oscuro... sordo... insaciable... frío...!57

Sobre este asunto hay que recordar que las mujeres y el amor es el gran tema en el que Pombo se destacó, y por el que se hizo más conocido después de las

55 Ibid, p. 10256 VÁCHOVÁ, Jana, p.1157 POMBO Rafael. Op. Cit.,

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obras infantiles. Así que su estudio no puede ser relegado simplemente a la indignación que le producían las más liberadas ciudadanas del norte y sus costumbres. Prácticamente no hay antología que no incluya sus obras sentimentales, Alpha y Omega, Noche de Diciembre, o Edda, por ejemplo en la reconocida selección de Simón Latino bajo el nombre Poetas de ayer y de hoy vienen éstas obras, y una semblanza a cargo de Antonio Gómez Restrepo que expresa la postura que Pombo mantuvo hacia el amor.

Pombo, como otros grandes poetas, enamorados rendidos del “eterno femenino”, pero a quienes emponzoñó el deseo de no poder cautivarlo... Pombo, amante eterno, que al cabo murió célibe; pero fué caballero hasta el fin; y ya en su edad madura, en vez de lanzar invectivas contra sus amores pasados e irrevocables, hacía de su recuerdo la luz de sus años caducos...58

Éstas palabras sirven para acercarse a la atormentada personalidad de Rafael Pombo, y a su pasión por las mujeres y el amor. En todos sus poemas sobre este tópico se nota el dramatismo que está en posición de hacer finito lo infinito como lo dicen sus versos. No obstante, sus elevadas prácticas morales, su personalidad introvertida; y por qué no afirmarlo, su fealdad, no le facilitaban establecer contactos con otras personas y, sobretodo con el sexo opuesto. El amor, por tanto, al igual que los otros temas, son en el estudio de Rafael Pombo inseparables de su personalidad, el cual es entendido por él de una manera cortesana y hasta caballeresca. El abismo existente, por ejemplo, con un poeta como Barba Jacob, no se limita a los cincuenta años más joven que era el autor de la Canción de la vida profunda, sino a un profundo cambio generacional y estilístico. Mientras que Pombo exaltaba de casta manera un amor ideal que seguramente no llegó a consumar físicamente, Silva era ya un tanto más explícito en sus conquistas, Flórez también, y Barba Jacob, sin eufemismos, declaraba sus relaciones homosexuales.

Acerca del tratamiento dado por Pombo al amor, pueden parecer ahora sus opiniones ingenuas, mojigatas, o hasta misóginas según el caso, pero es insoslayable el hecho de que éste escritor tomó la vocería poética del país por varios años. Por ende, los temas estudiados: la fe, la moral, la política y el amor son los mismos que encontraron un eco y fueron avalados por un gran sector de colombianos que, al igual que Pombo les dieron como contenido correspondiente: el amor a Dios, el catolicismo junto a la unidad nacional, y al amor cierta hidalguía.

Son estos y probablemente muchos más factores los que se recogen en la obra de este poeta y en el mismo desarrollo de este romanticismo tardío y del establecimiento del conservadurismo, no obstante, la llama de una generación ha de pasar a una nueva, y esto involucra generalmente cambios. Pero, por

58 GÓMEZ Restrepo, Antonio. Rafael Pombo. En: Poetas de Ayer y de Hoy, selección de Simón Latino, Tomo No. III, Editorial La Gran Colombia, p 116, 1991

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ahora, y antes de estudiar el caso de otro poeta, parece pertinente proponer que la poesía de Pombo ha de ser concebida como un legado en el que a pesar de cierto anacronismo y mucha versificación temática, hay un retrato de una sociedad conservadora que al igual que el temperamento de Pombo, es reacia a asumir nuevos cambios. Es de mucho interés el analizar cómo las reformas liberales fueron simplemente inaplicables en el desarrollo de nuestra nación, y que su inconsecuencia probablemente se debió a lo que se puede asimilar como la personalidad de nuestro país. Lo individual y lo colectivo obviamente no son transposiciones directas, pero el uso de analogías le otorga a Rafael Pombo un lugar como uno de los más lúcidos transcriptores de las inquietudes del momento en el que le tocó vivir. Esto se debe a que en la lucha por superar sus inquietudes, se dio una identificación favorable por muchos colombianos que supieron darle provecho a su obra y que coincidieron en una perspectiva más estática y moralista de la vida.

El siguiente poeta que toma la vocería de nuestra nación lo hizo, como muchos otros escritores, no en el lapso de su corta vida, sino en el generalizado reconocimiento que le supieron dar años después de su muerte. José Asunción Silva, nació poco más de treinta años después de Pombo, también en Bogotá, en el año de 1865. Se convirtió en un autor con amplio reconocimiento, especialmente el internacional que lo considera como el mejor de bardos colombianos, y por tanto un referente ineludible. Esto se logró, sobre todo, por sus elevadas facultades poéticas y por ser, junto a Rubén Darío, uno de los precursores del Modernismo.

La vida de este personaje está generalmente mediada por un halo de misterio y hasta de leyenda, condiciones que se dieron a pesar de su breve existencia. Está el caso de su supuesto amor incestuoso con Elvira, su marcada belleza que le valió el apodo de “José Presunción”, y hasta el naufragio del barco proveniente de Panamá, que contenía, según dicen, más escritos, sobre todo en prosa, que los que conservamos de este escritor Bogotano; también está su fascinación por la noche, y, obviamente, su trágico suicidio que término probablemente con el más grande poeta que haya conocido esta sociedad. La cuestión ahora por dirimir está entre la leyenda que plantea su personalidad sumada a las cumbres estéticas que alcanzó su obra, y a añadir más caracteres a la personalidad de Colombia en aquel entonces.

En primera instancia está el relevo dado por él al romanticismo. No hay una evolución planificada y creacionista, ante los precedentes españoles como Bécquer o Campoamor, o del mismo Pombo, para acercarse por afinidad a posturas más simbolistas, lo que parece haber ocurrido es que Silva halló paulatinamente su propio estilo. Sin negar las influencias que recibió de sus viajes a Europa siéndole éstas provechosas e, inclusive, dejándole amistades como la de Oscar Wilde. Sus afinidades parecieron ser más inclinadas por un escritor como Edgar Allan Poe, que por el mismísimo fundador del Modernismo. Junto con Rubén Darío se considera a Silva uno de los fundadores de este

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movimiento, pero la autonomía y originalidad de éste último parece no estar sujeta a las denominaciones estilísticas que encasillan, no pocas veces, a los escritores en categorías. No obstante, hay varios elementos que corresponden con la actitud modernista, y es cierta enajenación hacia la realidad, y un marcado desdén hacia ésta que se manifiesta en tópicos que evaden lo inmediato de la existencia. Se fija el interés en cuestiones como el preciosismo, el exotismo y la alusión a mundos místicos, reflejados en composiciones ricas en el uso del lenguaje. Hubo en Silva un raudal expresivo que superó, por mucho, la rigidez de sus antecesores y el formalismo clasicista que solía invadir los versos de los poetas románticos, en su lugar se encontró una reforma verbal en el vocabulario y en la sintaxis misma.

Todo lo anterior conlleva a que en las obras consideradas como modernistas, sea justa o no la especificación, haya un carácter en el que la mayoría de los críticos puede coincidir y es la primacía de la subjetividad. Para observar esto, basta comparar los temas sobre los que escribe por ejemplo Pombo, en comparación con lo que hace Silva. Mientras que el primero recuerda a Bolívar, a Nariño, al país, a su tierra, y en general la situación de todo el entorno en el que le tocó vivir, haciendo incluso alusiones a la situación política de otras naciones como las de Centro América, no hay insistencia ni versos de este estilo en Silva. Por el contrario su atención se centra en cuestiones más estéticas, hasta metafísicas se puede decir, en las que se oye más una crítica a un filósofo como Schopenhauer, del cual en algún verso afirmaba el poeta bogotano ser su discípulo, que alguna referencia a la situación del país.

De esto no se deduce que la valía de la poesía de este autor sea proporcional a su preocupación por cuestiones sociales, lo que se afirma, es que su descuido por estos temas encuentra cierta explicación en el seno de su propio hogar. El padre de Silva, don Ricardo, era además de un acomodado hombre de negocios un literato que era reconocido por escribir artículos costumbristas, y que quiso inculcar en su hijo su amor por las letras. Caso distinto era el de Pombo que, bogotano y proveniente también de una familia prospera, su vocación por la escritura fue vista con recelo por sus padres. También, para el caso de Silva, estuvieron sus viajes a Europa en los que conoció más de cerca los movimientos de la época, dando así rienda suelta a su vocación por la literatura y absorbiendo con avidez elementos que influirían en sus escritos. Otro punto, es la popularidad que tuvo entre los contertulios y veladas en las que se dieron cita los intelectuales de la época, en causeries que eran el centro de debate y en las que ganaron gran prestigio su erudición y sus andanzas.

En resumen, la actitud que mantuvo Silva hacia el arte era por demás exaltada en su desarrollo personal y, a pesar de ser Secretario de Legación como Pombo pero ejerciendo en Caracas, su compromiso con la realidad del país nunca fue una necesidad para el autor. Se puede citar alguna simpatía por las poesías de Rafael Núñez que le merecieron comentarios elogiosos de parte del bogotano, no obstante, y ante la “inorgánica” y rígida composición de este presidente,

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todo parece apuntar a que se trataba de un simple intento de asegurar la simpatía de personajes influyentes que le granjearan un puesto oficial como lo era el de Legación.

A pesar de que no haya una marcada preocupación por la realidad colombiana, la obra de Silva tiene excepciones con mucho que decir. Esto no tanto de la situación que generó todo el proceso de la llamada Regeneración, sino acerca de la cotidianidad de la vida en la capital del país, y de lo que debió ser el discurrir de las personas en el momento analizado. Se destaca así, un prólogo para el álbum hecho a la memoria del padre León. Este texto introductorio es un retrato que mostraba en la figura de dicho eclesiástico, caracterizada por mostrar la singular personalidad de un Agustino recoleto que, representó en su persona la vida de la Santafé del último tercio del Siglo XIX. Así, en un aparte del mencionado escrito se dice del discurrir de la capital, en aquel momento lo siguiente: “el lujo de la Bogotá de hoy, de la ciudad de las emisiones clandestinas, del Petit Panamá y de los veintiséis millones de papel moneda...”59

Como se nota en estas líneas hay cierta indisposición hacia lo que parecen ser las transformaciones en una ciudad que, para aquel momento, parecía estar sufriendo varios cambios. Esto se confirma con la próxima pregunta que le hace Silva a la capital y que sintetiza lo que parece ser el advenimiento de muchas novedades que no son de su gusto, y que se sitúan en el traspaso de lo tradicional a lo moderno.

¿No vienen siendo las figuras como una viva imagen de la época de transición que atravesamos, como los dos polos de la ciudad, que guarda en los antiguos rincones restos de la placidez deliciosa de Santafé y cuyos nuevos salones aristocráticos y cosmopolitas, y cuya corrupción honda hacen pensar en un diminuto París?60

Con estas líneas se nota que Silva más que nada, mantenía cierta prevención hacia los cambios que irrumpían en la Bogotá de su momento. Estaba el Siglo XX a la vuelta de la esquina con la tumultuosa irrupción que implicaba el progreso, y este poeta, en el texto estudiado, encuentra una oportunidad para mostrar su postura ante el advenimiento de una nueva ciudad. Por ello expresa la nostalgia que le produce su ciudad, fijándose en una figura que ya parece un tanto olvidada, como es la que encarna el mencionado presbiterio.

Con estas inquietudes, se deduce al primer tema inferido de esta poesía, y es el de la añoranza que le produce su niñez, y la melancolía de verla perdida. Esta cuestión, se refiere a la más profunda subjetividad de este poeta, y encuentra un extraño correlato psicológico en su también obsesión por la

59 SILVA, José Asunción. El Paraguas del Padre León. En: Hojas de Cultura Popular Colombiana, Bogotá No. 20, Imprenta Nacional, 1952.60 Ibid. (Texto sin paginación)

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muerte.

El pasado perfuma los ensueñosCon esencias fantásticas y añejasY nos lleva a lugares halagüeñosEn épocas distantes y mejores;Por eso a los poetas soñadores,

Le son dulces, gratísimas y carasLas crónicas, historias y consejas

Las formas, los estilos, los colores,Las sugestiones místicas y raras

Y los perfumes de las cosas viejas61

Para analizar lo planteado hasta acá, hay una poesía en especial en la que parece conjugarse la nostalgia por las cosas antiguas y los tiempos perdidos, con la extraña fijación, de la niñez y la muerte paralelamente. Esta condición es notada por varias personas, por ejemplo leemos en un prólogo hecho por Miguel Unamuno, lo siguiente: “El amor a la infancia y el amor a la muerte se abrazaron en Silva, y ¿quién lo sabe? -sólo Dios- tal vez se cortó la vida por no poder seguir siendo niño en ella”.62

Ahora, y volviendo al ejemplo por citar, hay que mencionar que el poeta bogotano no expone sus pensamientos de una manera aleccionadora como Pombo. Su labor es la que se expuso con Heidegger como la del versista, es decir, encontrar en las cosas rastros de divinidad o, más sencillamente, de belleza que escapan a nuestra atención.

No guarda su memoriade la ventana la vetusta historia

y sólo en ella fija la atención el poeta63

Nuevamente, ahora con un objeto particular como lo es la ventana, se evidencia la añoranza que tiene Silva por el pasado y la nostalgia que éste le produce. También incluye otra inquietud, tal como lo hizo con el escrito del sombrero de Padre León, y es la correlación entre la infancia y la muerte. Por ello se lee al final de esta poesía esta estrofa:

...Tal vez mañanacuando de aquellos niños queden sólo

las ignotas y viejas sepulturas, aún tenga el mismo sitio la venta.64

61 SILVA, José Asunción, Op. Cit, 62 Ibid. p. 2163 Ibid p. 15964 Ibid p. 159

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Con este poesía puede censurarse el hecho de que haya una sobre interpretación del contenido, y se esté equiparando la niñez y la muerte erróneamente, cuando simplemente es una mención de un objeto perdurable que por tal contemplará varias generaciones de personas. Tal perspectiva puede ser válida, pero en cierta medida es desmentida por la cantidad de versos que plantea situaciones parecidas, y en los que se muestra de nuevo el conflicto en el que está inmerso Silva. Un caso categórico de lo que se está afirmando, es el que se halla en el poema Los maderos de San Juan. En éste, se encuentra de forma conjunta la caducidad de la existencia humana representada en la abuela y la juventud del niño, también hay un contenido explícito en el que desde la niñez se presagian las desventuras y sufrimientos del hombre adulto.

Y en tanto en las rodillas cansadas de la AbuelaCon movimiento rítmico se balancea el niño

Y ambos conmovidos y trémulos están,La abuela se sonríe con maternal cariño

Mas cruza por su espíritu como un temor extrañoPor lo que en lo futuro, de angustia y desengaño

Los días ignorados del nieto guardarán.65

Dentro de aquellos versos se expresa la desazón ante el futuro, y sobre todo la fijación con la muerte. Ya se ha definido ésta como uno de los ejes centrales a partir de los cuales Silva funda su obra, pero se observa que se sitúa en una posición ambivalente entre la partida de los seres amados (como en el nocturno), y la redención que significa acabar con el sufrimiento. Por esto último qué mejor testimonio que el de un resucitado, el cual profesa poco tiempo después de volver a la vida:

Cuatro lunas más tarde, entre las sombrasDel crepúsculo oscuro, en el silencioDel lugar y la hora, entre las tumbas

Del antiguo cementerio, Lázaro estaba, sollozando a solas

Y envidiando a los muertos.66

La cuestión que se presenta es la de tratar de descifrar en lo posible, el origen de esta inquietud y tratar de vislumbrar si hay alguna relación con el momento estudiado. Es importante que la muerte, como tal, fue una constante en el momento en que vivió este poeta. En primer lugar está la guerra nacional dada entre 1876 y 1877, seguida por la que se dio entre 1885 y 1886, y posteriormente, aunque no la conociera Silva la Guerra de los mil días. Lo paradójico es que todos estos conflictos parecieron no ser objeto de interés de

65 SILVA, José Asunción, Op cit., p. 43.66 Ibid, p. 93

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casi ninguno de nuestros poetas, es por ello que se dan opiniones como la siguiente:

Es sorprendente que la literatura de la época, desde mediados de siglo (XIX), incluya tan poco la violencia, la guerra, la agitación como tema. Parece haber en los escritores de entonces un como rechazo por ignorancia contra tanta sangre derramada, y tal vez por ello propicia el carácter poco realista de la poesía de los mismos años y posteriores.67

La opinión dada por Salvador Camacho se puede corroborar verificando el tratamiento concedido a la realidad, por el poeta bogotano. No trata éste, ni explícita ni indirectamente la mortandad que se da en lo campos de batalla, o la preocupación ante la sangre derramada por multitud de compatriotas, Silva se centra en la angustia que le produce el término finito de la existencia en su experiencia personal. Es justamente esta experiencia la que puede dar luces acerca de su caso, siendo un hecho que a pesar de la plácida y despreocupada niñez que llevó, su vida adulta estuvo condicionada por la tragedia y el fallecimiento de familiares muy cercanos. Primeramente murió su padre Ricardo casi de forma repentina en 1887 y, poco tiempo después, en 1891 su hermana Elvira. También estuvo el fracaso, primero llevando los negocios familiares y luego con la quiebra del negocio de las baldosas. Su existencia, como se demuestra con todo esto, se orientó hacia la desventura, pero a diferencia de los poetas que lo precedieron supo expresar su tristeza de una manera muy diferente.

Por ejemplo Pombo. Sus inquietudes y los objetos de su encono siempre tuvieron nombre propio, las mujeres, Dios, el país y hasta los Estados Unidos, fueron sujeto de críticas que no ocultaban mucho y que transmitían un mensaje diáfano al lector, con Silva no sucedía necesariamente esto, y dicho cambio fue más que innovador. Se da paso en los versos de José Asunción a un subjetivismo que contemplaba la vida desde una orilla mucho más simbólica en la que el lenguaje se regodeaba con la construcción estética en sí misma. Para demostrar esto qué mejor que el escrito más celebre de Silva y probablemente de toda la poesía colombiana, en el que el dolor de este personaje no se traduce en una composición obvia y lastimera, sino que encuentra una sincera expresividad a través de una redacción innovadora. En ella se da cita una enigmática escena que será recordada, desde entonces, por varias generaciones de colombianos.

Sentí frío, era el frío que tenían en la alcobaTus mejillas, y tus sienes y tus manos adoradas

Entre las blancuras níveas De las mortüorias sábanas!

67 CAMACHO, Roldán Salvador. Estética del Modernismo en Colombia En: Manual de literatura colombiana, Salvat, p. 250, 1984.

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Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte,Era el frío de la nada...68

Esta estrofa encontrada en De Noche y muchas más que se hallan en los llamados nocturnos, como su nombre lo indica, denotan la importancia que tenía la noche para el artista y la profunda significación que le concedía. En materia estilística está el significado conferido a las tinieblas y a la oscuridad, siendo un manto que oculta y confirma en Silva un estilo orientado siempre hacia el arcano, hacia lo desconocido. No se trata en el Nocturno, como sería la práctica convencional, de una despedida, sino de sombras que se enlazan y marchan juntas hacia la nada, no hay redención ni unión infinita con Dios, sino una caminata nocturna en la que se recuerda de continuo el frío del sepulcro. Las consideraciones acostumbradas son dejadas de lado para llevar un cuadro en el que sus integrantes no pueden ser entendidos en su referencia literal, sino que son puente a algo más, son objetos simbólicos, como la sombra del poeta que se da cita en la noche que disimula y oculta.

Y tu sombra esbelta y ágilfina y lánguida,

Como en esa noche tibia de la muerte primavera,Como en ese noche llena de perfumes, de murmullos

[y de música de alas,Se acercó y marcho con ella,Se acercó y marcho con ella,

Se acercó y marcho con ella... ¿Oh las sombras enla [zadas!69

Poemas como el anterior son una innovación muy importante para las letras en Colombia, porque si bien Baudelaire, Mallermé y Poe, desde hace tiempo venían presagiando posturas más alegóricas, la poesía nacional seguía teniendo, como máximo referente el primer romanticismo, no el que después Julio Flórez presentaría. Los murmullos, la oscuridad, la forma con que se trata la muerte no son las mismas inclinaciones que mantuvieron aquellos poetas que como muchos dirigentes del país, buscaron concretar en sí mismos la visión tradicional del hombre de letras y de leyes. Silva, a pesar de su pulcritud y gustos burgueses era un proscrito, no sólo en su expresión singular, también en las inquietudes que supo cultivar y en el tratamiento que le dio a las mismas. El ideal clásico fue casi que una constante en los poetas que lo precedieron, cierto paisajismo y el rigor del verso vehemente y apasionado fueron ampliamente cultivados, pero las orillas a las que se acerca Silva son sorprendentes y pueden decir algo de su peculiar condición. Por ejemplo, el interés que expresa por la filosofía de Schopenhauer.

Una revisión de esto en un primer momento podría deducir de allí el

68 SILVA, José Asunción, Op. Cit. p. 69.69 Ibid, p. 69.

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desencanto siempre presente en los textos del poeta bogotano, no en vano en un poema titulado El mal del siglo un paciente le dice al doctor que reniega de la existencia tanto como su maestro Schopenhauer. Además, en la poesía llamada Cápsulas se da una buena síntesis de lo que le parecía esta línea de pensamiento a este poeta, lo irónico es que, a pesar de la crítica, la muerte del autor coincide con el medicamento planteado.

Luego, desencantado de la vida,filósofo sutil,

a Leopardi leyó, y a Schopenhauer y en un rato de spleen,

se curó para siempre con las cápsulasde plomo de un fusil.70

Luego, y haciendo aún más disímiles las fuentes que toma como referencia este poeta, en la obra Filosofías se expresa esto:

Compara religiones y sistemasde la Biblia a Stuart Mill,

desde los escolásticos problemashasta lo más sutil

de Spencer y de Wundt, y consagrado a sondear ese abismo

lograrás este hermoso resultado:no creer ni en ti mismo71.

Con esto salta a la atención la referencia a teóricos sociales tan cercanos a la sociología como Spencer y Mill, también se destaca el poco crédito que les concede. No se quiere afirmar que Silva tuviera un conocimiento profundo sobre estos temas que le permitiera hacer tales afirmaciones, lo interesante es que tampoco se puede decir lo contrario, es decir, negar que en la erudición de Silva se incluyeran los clásicos del pensamiento social de ese entonces. Con este interrogante sólo se puede ratificar lo dicho previamente: que este poeta viajo a Europa, provenía de una familia culta y tenía una predilección por la lectura que pudo incluir diversas corrientes. Por tanto sus conclusiones y el escepticismo ante estas líneas de pensamiento, vienen a reforzar su estilo, que poco interés encuentra en las situaciones contemporáneas de un país convulsionado como Colombia. Tampoco es posible afirmar que se sintiera cercano al pesimismo como corriente filosófica, al fin y al cabo le dedica una poesía a sus seguidores (A un pesimista) poniendo en duda su validez, diciéndoles que Hay demasiada sombra en sus visiones y que algo tiene de plácido la vida.

70 SILVA Op, cit, p.12371 Ibid, p.135

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Para explicar todas estas dimensiones en las cuales se manifiesta la breve obra de José Asunción, se puede tratar, en vano, de definir con rigor las cuestiones que éste autor examinaba. Tras acabar esta labor, formular categorías y demás, pero, talvez es mejor, y asintiendo con la opinión de Unamuno afirmar que de “Silva no puede decirse que diga cosa alguna; Silva canta”72. Ante esto el autor español se limita a decir que “Silva canta como un pájaro, pero un pájaro triste, que siente el advenimiento de la muerte a la hora en que se asienta el sol”73.

Esta afirmación parece asentir con la definición planteada para los poetas, es decir, la labor del bardo que busca en sus composiciones evocar la belleza, buscando los rastros dejados por la divinidad. En consecuencia, qué mayor misterio conferido a los inmortales dioses que el de la mortalidad. Parece que Silva lleva a cabo su labor, cantándole a la muerte. La discusión que se puede plantear en torno a sus suicidio entra en un campo muy subjetivo de lo que se trata, más bien, es de asimilar una obra intimista que por tal, dará lugar a una ventana hacia una personalidad depresiva como la de José Asunción. No obstante, hay posibilidades que como la siguiente esquivan por un momento la mente del autor, y llevan a consideraciones acerca del entorno analizado:

La clave de Silva está, a mi modo de ver, en las causas recónditas que lo llevan al suicidio; y que no son ni la muerte del padre, ni la muerte de la hermana amada, ni la bancarrota financiera, ni ningún otro hecho objetivo. Hay que ir más al fondo de su personalidad. Silva nunca entendió el mundo en que le tocó vivir. Es un anticipo del mundo absurdo y del hombre absurdo.74

Si la opinión de Holguín es correcta, cómo no pensar que es intencional en la escritura de este autor un alejamiento de la realidad que tanto desagrado lo produce. Además, sobran razones para ello, una Bogotá que se la hace más burguesa, el decaimiento entero de su familia, y una nación en guerra y dividida por el sectarismo. El camino que muchos han encontrado para superar tan mezquina situación es la ironía total, aquélla que proviene de reconocer que no se está para cambiar el mundo sino para burlarse de él; en consecuencia no se tratará de un moralista como Núñez o Pombo, no tendrá intereses políticos que vayan más allá de la satisfacción del propio beneficio, no promoverá, con amenas fábulas, buenas costumbres en la niñez. El resultado será, como con Silva, una persona que encuentra en el arte una excusa para sobrellevar la vida que le tocó en suerte.

Tales meritos conllevan, sin embargo, un individualismo que poco sirve a los fines investigativos planteados y que más dicen de una persona que no se

72 UNAMUNO ,Miguel de. En: Poesía completa José Asunción Silva, Editorial Aguilar, p.19, 1951.73 Ibid, p.1974 HOLGUÍN, Andrés, Literatura y Pensamiento 1886 – 1930, En: Nueva Historia de Colombia Tomo VI, p. 16, Editorial Planeta 1989

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siente bien en su entorno, que del entorno mismo en que vive. Además de todo esto, parece coincidir el autor bogotano con Schopenhauer, filósofo en el que pensó y citó no pocas veces, cuando describe a la poesía como un espejo que sabe reflejar sólo lo esencial y deja de lado lo contingente, eso fue lo que hizo José Asunción en su obra. Dejando, eso sí, un gran vacío a la hora de definir con claridad su pensamiento sobre algunas materias, sobre todo la religión, pero que no fueron impedimento para que sus temas universales, como eran, alcanzaran la perfección que tantos críticos han citado, y una gran influencia en futuros poetas. El legado de Silva se vendría a sentir, como suele suceder con los grandes autores, después de estar éste muerto, es por ello que el manejo que le dio a sus inquietudes y la forma de plasmarla en versos, no sólo tienen el merito de la belleza de su construcción, también el de la originalidad alcanzada en una sociedad retraída y tradicional.

El problema, es que por su intimismo no se puede contemplar tal obra de una manera similar a lo hecha con Pombo; no hay ejes temáticos precisos, sino inquietudes traídas a veces a colación destacándose, por encima de todas, la muerte, la niñez, y el misterio, muchas veces sintetizadas de manera que todas ellas se confunden en una sola imagen. Las enseñanzas que se puedan extraer de éstas son inciertas, a pesar de que dicen mucho de la personalidad de un escritor como Silva. Tampoco es posible hacer una extensión de este caso a sus conciudadanos, en vida su voz no fue compartida por paisanos escritores que dieran la idea de un movimiento, a lo sumo lo excepcional de su estilo fue apreciado por contemporáneos que ofrecieron su simpatía a un joven que presagiaba, a pesar de su juventud, una marcada originalidad. Como se puede corroborar, observando la brevedad de la existencia de este poeta, no se pude estimar que Silva creyera o tuviera en mente alcanzar el reconocimiento del que goza ahora. Lo extraordinario es que dada la calidad de su obra ésta logró concederle la insignia del poeta colombiano más reconocido a pesar de su disoluta existencia.

La importancia de esto se enfatiza, además, con que en nuestro país y con la recia formación conservadora con que comenzó el Siglo XX, un poeta poco creyente, presuntamente incestuoso y suicida, no fuera vetado, ni siquiera por temidos Ministros de Educación, como lo fue Lucio Pabón Núñez que supo incluir sus versos en publicaciones estatales.

Se deja así a Silva y se da paso entonces al tercer vate que, al igual que Pombo, fue coronado poeta nacional pero que supo llevar una existencia agitada y comprometida con causas políticas, siendo reconocido, además, por un sector del público que simpatizó con su errabunda vida. Se trata de Julio Flórez que como los demás poetas, ocupó un puesto de legación en el extranjero para su caso la oficina de España. Lo característico de él es que fue muy contestario, más que ninguno de los aquí reseñado. Tuvo roces constantes con el gobierno y fue llamado hasta Blasfemo, condiciones sobre las que tuvo que rectificar no tanto por lo que parece ser un cambio sincero sino

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para ser consecuente en procura de ayudar a los suyos.

Julio Flórez nació en Chiquinquirá apenas dos años después de Silva, proveniendo de una familia prestante y relacionada con la política, su padre Policarpo María Flórez fue Presidente del Estado Soberano de Boyacá en 1871, y Dolores Roa de Flórez, su madre, era una dama perteneciente al partido conservador. Séptimo de entre diez hermanos, fue sujeto como Pombo a una estricta educación religiosa en la muy ferviente población de Chiquinquirá y como él, cultivó el romanticismo en sus escritos, pero tratando temas populares que lo relegaron repetidamente a la categoría de tradicionalista. No hay el mismo eco arcano ni el lenguaje casi que esotérico que mantuvieron Silva y en especial Guillermo Valencia, lo cual no índica una menor valía poética, por el contrario, gozó del aval de la crítica y de una extensa popularidad.

La vida de Flórez fue muy agitada. Sus convicciones ideológicas no fueron fácilmente vencidas, tanto así que en tiempos de escasez y tras la muerte de su hermano y benefactor Leonidas, viviendo del mal remunerado trabajo poético rechazó de los conservadores puestos en bibliotecas y consulados. Los constantes roces con el régimen imperante le llevaron a que el general Reyes en 1904 lo instara a salir del país. Es desde allí que comienza su gira por Centro América y México en la cual acumula varios éxitos, que culminaron con que el mismo Reyes le ofrezca la segunda secretaria de la legación en España que es aceptada, para que después en 1909 regresará a Colombia y llevara una vida más acomodada en Uricarí, en compañía de su joven esposa Petrona.

Se dejan hasta acá las referencias biográficas para concentrarse en la comprensión de su vida y del momento en que le tocó vivir, a través de su reconocida obra. Ya se presentó como un poeta romántico colombiano, lo cual se confirma en la exaltación de sus estados espirituales y sobre todo en su gusto por la libertad. Una buena evidencia de esta tendencia se confirma hasta en su propio féretro que imagina de esta forma:

Cuando yo expire, a la empinada sierratransportad mi cadáver, y en la cumbre

no lo arrojéis debajo de la tierra, sino encima, del sol bajo la lumbre;

donde me cante el imperioso vientosus largos de profundis, y mi caja

sea un risco, el firmamentomi capilla, y la nieve, mi mortaja75;

Con las anteriores estrofas se ha traído a colación el tema que más rescatan los críticos, y es la obsesión de Flórez con la muerte. Hay una fijación con este

75FLÓREZ, Julio, En: Cuadernillos de poesía. Gruta simbólica. Bogotá , Editorial Panamericana, p. 16, 1999.

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tema que no recuerda las referencias más sutiles y envueltas en misterio, que solía formular Silva, sino una marcada morbidez que es atribuida por constantes referencias a la caducidad humana. Muchos pueden ser los orígenes de esta fijación, por ejemplo la muerte prematura de familiares tan cercanos como su hermano y su padre, el clima de agitación que se constata con la fragmentación del país, también, y esta es la de mayor importancia, el reconocimiento de la mortandad en los campos de batalla. El impacto que pueden producir los escenarios de una guerra son difícilmente asimilables debido al horror que saben ostentar, pero mucho más lo es cuando el enemigo es al mismo tiempo un compatriota.

De allí se pueden rastrear muchas de las inquietudes que desarrolla Flórez pero que, como se ha confirmado con los demás poetas, no son expresiones manifiestas de la realidad en su más cruenta expresión. Lo que se deduce de su obra es la muerte sublimada, en clave romántica para este caso, en el que la desazón y el consuelo del sepulcro son expresados a través de los estados espirituales del poeta, coincidiendo éstos, con un marcado escepticismo. La mejor muestra de esto, es la poesía que deja ver la nulidad de todo empeño aclarando que todo nos llega tarde, inclusive la muerte en la que tanto se fijó su autor.

Todo nos llega tarde, -hasta la muerte.Nunca se satisface ni se alcanza

la dulce posesión de una esperanzacuando el deseo acósanos más fuerte.

Todo puede llegar; pero se advierteque todo llega tarde: la bonanza,

después de la tragedia; la alabanza,cuando está ya la aspiración inerte.76

El desasosiego expresado aquí y en muchos otros escritos no es para nada despreciable y se manifestó con gran frecuencia en su obra que fue entendida, por muchos, como llorona y monotemática en la expresión de la miseria. A pesar de ello, se entiende que ante el desconcierto de la vida y la completa ignorancia de la muerte, Flórez estaba situado en la más inestable de las posiciones, sintiendo un gran desarraigo que, como se puede esperar, conduce al mencionado escepticismo. Se da entonces la paradoja de que para dudar de algo, para ser genuino objeto de atención hay que creer en él, por lo menos en la factibilidad de su existencia. Se explica esto, con que Julio Flórez en su bohemia, mujeriega y errante existencia afirmó las cualidades más efusivas de la vida, pero gusta cuestionarla regodeándose en la contemplación de la muerte que tuvo oportunidad de observar muy de cerca.

Con mi carga de amor y desconsuelo

76 FLÓREZ, Julio. Antología poética. Bogotá Editorial Norma, 1988, p. 19. (Todo nos llega tarde).

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voy a un próximo fin, paso entre paso,rueda mi llanto hasta mojar el sueloy miro dulcemente hacia mi ocasoal ver la muda impavidez del cielo.

¡Ah, si acortar pudiera la jornada!¡Es tan dura y tan grande mi fatiga,

mi senda tan oscura y desolada,que quisiera morir...! Hoy nada, nada

fuera de ti, mi desazón mitiga.77

Hasta el momento se ha tratado de constatar que la muerte es la cuestión sobre la que más debate el autor, demostrada en su depresiva personalidad, pero se debe profundizar en qué tipo de muerte es en la que está pensando. Se reitera la crítica referida a nuestra poesía finisecular, en la que hay ausencia de referentes más objetivos de la realidad del momento. No hay, y Flórez debió haber sido ser el poeta que cambiara esta perspectiva, una narración que traslade su interés de los dilemas existenciales que encarnan el tener que morir, a la narración de la muerte en su absoluta crudeza, ya sea en el estallido de una bomba, o con la metralla de algún arma o en cualquier otro evento donde se vea de cerca el final pero en su dimensión menos subjetiva.

Se nota que la agitada historia de todo el Siglo XIX, en la que además de conciliarse la Independencia, se demostró la inestabilidad de gobiernos aún jóvenes que no pudieron dar una respuesta efectiva a las tensiones internas que se consolidan luego como enfrentamientos civiles. La sangrienta Guerra de los mil días es evidencia de ello, la llegada del Conservatismo, la entrega de armas por el ejercito liberal (que ya alcanzaba lo diez mil hombres), la posterior perdida de Panamá, todos son hechos que fueron dándose paralelamente con las bajas de miles de personas que parecen ser totalmente anónimas a los ojos de nuestros poetas. “Se ha estimado en 80.000, sobre una población de 4´000.000 de habitantes el número de muertos que causó la Guerra de los Mil Días”78 Las causas políticas del conflicto se pueden remitir a la salida de los liberales del gobierno en la hegemonía conservadora, las medidas centralistas, el descontento generalizado de un gran sector que se vio relegado con las medidas excluyentes del gobierno, pero qué poco se dice sobre las vivencias de aquellos que estuvieron inmersos en el conflicto. Las fuentes históricas hablan de la dureza de un mandatario como Marroquín o de las acciones de Aquileo Parra, aunque es muy escaso lo que habla la poesía o el arte en general de las muertes anónimas de un elevado número de colombianos.

Se confirma con ello el enajenamiento de la realidad que no es sinónimo de

77 FLÓREZ, Julio, Antología poética. Bogotá Editorial Norma, 1988, p. 40. (Dulce veneno). 78 MARTÍNEZ, Carreño Aída, La guerra de los Mil Días - Testimonios de sus protagonistas. Santafé de Bogotá, D.C: Planeta, 1999, p. 211.

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menoscabo estético, pero que hace desconcertante el no tratar una problemática que, para el caso de Flórez, sufrió en carne propia y debió presenciar junto a sus compañeros combatientes. Más allá de estas consideraciones se trata de entender que el tema sobre el cual se obsesiona este poeta que, si bien es la muerte, tiene ésta como afinidad la huída en la disolución aparente de la conciencia, no el fallecimiento realista y reiterado con la perdida de cerca de ochenta mil compatriotas. No obstante, el fin de la vida que tiene en mente el poeta chiquinquireño, tiene por defecto para sus fines, el anclar muy bien los pies en la vida, de no ser así, cómo puede él afirmar que cada día se muere un poco. En razón de ello se hace palpable que las dudas del autor no recaen tanto, como se podría suponer, en la inquietud suprema de lo que viene tras la trágica jornada, por el contrario, es enfático al afirmar que es la nada79.

Está oculta en todo esto la duda por la realidad misma, y esto es innovador en nuestra poesía, ya que no busca evadirla con referencias helénicas o del cristianismo primitivo como lo hacía Valencia, o con la redención en Dios como con Pombo; se detienen por un momento este tipo de construcciones, y en uno de sus más celebres versos pregunta lo siguiente:

Al evocar las ilusiones mías,pienso: “!Yo no soy yo!.” ¿Por qué, insensata,

la misma vida con su soplo matami antiguo ser tras lentas agonías?80

Con lo anterior se nota más la identificación no sólo personal, sino intelectual que sentía Flórez con Silva. Las coincidencias de estos dos, provienen de su desprecio hacia el orden sustantivo de la realidad, que en Silva se manifiesta con su constantes referencias a lo arcano y al misterio de la muerte, temas que estos dos bardos tienen en común. Flórez, que es tachado como un tradicionalista, no deja por ello de ratificar con su lírica un escape de la realidad más inmediata fijándose en las costumbres, en la muerte, el amor o en amenazadoras imágenes que, como las arañas, condensan en su figura muchas de estas cuestiones81.

Esta situación, dada la generalidad con que se manifiesta en nuestra poesía, puede provenir de relaciones colectivas que incluyeron a todos estos bardos, siendo constantes la violencia y la muerte. Es arriesgado sugerir alguna explicación psicológica para estas personalidades de naturaleza evasiva, aunque con Flórez, en momentos de duelo se nota una cargada desazón que se expresa en hastío y un disgusto generalizado por la existencia. Por ejemplo, en el siguiente poema que es dedicado a José Asunción tras su prematura muerte, se encuentran muchas de estas cuestiones.

79 Véase de Julio Flórez la poesía En el cementerio, de su libro Cardos y lirios.80FLÓREZ, Julio, Antología poética. Bogotá Editorial Norma, 1988, p. 16. (Resurrecciones) 81 Véase de Julio Flórez, A Araña, de su libro Fronda lírica (1908).

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Y del peñón por un tajo,miró hacia abajo, hacia abajo,

con desconsuelo profundo;el ojo vivo y redondo

clavó luego en lo más hondo... y asco sintió del mundo

¡vio tanto cieno en el fondo!82

El extenso texto del cual se extrajo ese fragmento fue considerado como sacrílego por la iglesia, dada no sólo su aparente justificación del acto de un suicida, sino por su citado asco a la obra del mismísimo Creador. Este tipo de polémicas será reiterada con otro tipo de escritos que, en su exaltado romanticismo, supieron evocar temas para nada consecuentes con lo planteado por el catolicismo, pero que ganaron mucha popularidad, como el erotismo. El amor en general es uno de las cuestiones preferidas por Flórez, que trató desde el galanteo de un pretendiente, hasta su típica fijación por la oscuridad y decadencia de su propia alma como en su conocida y musicalizada, Flores Negras.

Estas expresiones de marcada sensualidad no serán bien recibidas por la curia como era de esperarse, pero son de mayor interés los cuestionamientos que son más profundos y que atañen a la fe misma. Es evidente que la pregunta por la existencia de un creador es una constante para toda poesía, no es exclusiva de los escritores colombianos, pero, lo que paulatinamente se nota es el relevo que se hace en el tratamiento de estas cuestiones.

La citada Hora de Tinieblas de Rafael Pombo fue una excepción en su obra y parecía más una retaliación que una poesía que fuera consecuente con el resto de su producción, con Flórez ya no sucede esto, su escepticismo que se extiende a todas las áreas, va junto al mencionado hastió que no deja de incluir la religión.

¡Oh, Dios! ¿Satán te vence? Ángel eterno,¿abate la virtud con tu permiso?

Ya no caben las almas en su infierno.¡Oh, Dios! ¡Qué sólo está tu paraíso!

Como dueño de todas las maldades,cambia en horrible lo sagrado y bello;

y Tú, en tanto, explosión de claridades,no tienes para herirlo... ni un destello.83

En comparación con los otros poetas Flórez es el que se puede considerar el

82 Ibid, p. 1283 FLÓREZ, Julio. Antología. Bogotá: Edilux, 1993, p. 45

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más blasfemo y el que más lejos llevó sus críticas en todos los sentidos. A pesar de adoptar un tono más bien simbólico en sus versos, no lo era tanto cuando con sus compañeros asumían una postura política. Se cita particularmente a sus contertulios de la Gruta Simbólica, que propugnaron en los respectivos medios escritos donde trabajaban, declaraciones muy directas acerca de lo que pensaban de la situación del país. La particularidad de esto radica en que mientras Pombo se refiere al Creador, a Bolívar o algún otro referente que funcione de aleccionador moral, Silva no se ocupaba de estos asuntos, y como se ve después, Valencia cultivó en su poesía mas no en su labor, un distante academicismo.

La Gruta Simbólica es de hecho, uno de los primeros focos literarios que supo darle un contenido político a sus escritos. No obstante, estas manifestaciones no trascendieron más que a Décimas y versos sueltos en distintas publicaciones, lo cual no es despreciable, pero no es suficiente para hacer pensar que hubo una activa postura crítica. Lo que generalmente se encuentra son: alusiones humorísticas, cuadros de costumbres y una que otra burla a algún personaje de renombre, aunque, eventualmente, claras muestras de indignación como ésta que escribió Flórez.

En los canales profundosque abren los brazos humanos,

dos mares se dan las manosy se despiden dos mundos.

Y hoy, tristes, meditabundosse despiden los hermanosy se abrazan los tiranos

¡falsos, ladrones e inmundos!84

Lo que este poeta planteó con su poesía ya sea en materia política o filosófica, no es necesariamente consecuente con su acciones. Esto no quiere decir que haya una escisión entre lo que escribía y lo que hacía, sino por lo apremiantes que fueron muchas situaciones, se vio forzado a hacer varias cosas que probablemente no planeaba. Una de ellas fue formalizar su situación con su esposa Petrona, retomar el catolicismo, bautizar a sus cinco hijos, y en últimas, congraciarse con el general Reyes y con la Iglesia en orden de recibir el reconocimiento como poeta nacional, salvaguardando en lo posible, la seguridad de su familia. Las relaciones entre las propuestas políticas y los programas ideológicos se hacen patentes en este caso, debido a que Julio Flórez necesitaba tener a sus hijos bautizados para poder hacerlos herederos; imposición que se encontraba consagrada en el Artículo 17 de la Ley 35 de 1888, que selló el concordato hecho con la iglesia.

Más allá de estos pormenores biográficos de este poeta, en el testimonio perdurable de su obra, se ve una obsesión con la muerte que se manifiesta

84 FLÓREZ, Julio. En: Cuadernillos de poesía, Gruta simbólica, Editorial Panamericana, p. 68, 1999.

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acorde con lo señalado, como cierto desagrado por la vida misma y la incertidumbre que suscita la existencia humana. Este chiquinquireño que además de haber combatido en la Guerra de los mil días, de haber cantado a los soldados que defendían las causas liberales, de haber tenido amoríos y ser una personalidad por la que más de una mujer desfallecía, tuvo un recurrente desencanto que no le es singular y se profundiza con más generaciones que, como él, tuvieron que presenciar la desmembración del país. La realidad de Colombia es por tanto reflejada de una manera que no es explicita pero que insta a veces con el humor, como lo hacía la Gruta Simbólica, o con mórbidas alusiones necrológicas como en algunos escritos de Flórez, a imágenes en las que se cifran las agitadas condiciones existentes. La muerte, el hastío y hasta la ironía son buenas referencias para acercarse a esta obra que se deja, para dar paso a otro de los grandes de la lírica.

Se analiza ahora a Valencia que, aunque más convencional que su amigo el “Divino Flórez” como le gustaba llamarlo, alcanzó gran notoriedad y fue, según encuestas, el poeta colombiano por excelencia. Así, con los años, a penas ocho después del nacimiento de Silva y 50 después del de Pombo llega un nuevo poeta también cargado de reconocimientos, pero destacándose más que los anteriores como personalidad pública. A pesar de sus capacidades, no deja de reconocer su deuda con el pasado, para comprobarlo basta observar estos versos en los que refiriéndose a Silva dice lo siguiente:

...amando los detalles, odiar el Universo;sacrificar un mundo para pulir un verso;

querer remos de águila y garras de leonescon qué domar los vientos y herir los corazones85

De este poema del aún joven Guillermo Valencia, están compilados varios puntos sobre los cuales se sustenta su obra. Ya se ha visto la deuda que tiene hacia Silva, que comprende éstos y muchos más elogios, pero dentro de ellos, resalta la frase ya citada sobre lo que se puede hacer para perfilar un verso. Este es un rigor que tomaría al pie de la letra este poeta payanés, tendencia que le valió varias críticas pero que marcó su estilo y le confirió harta notoriedad.

En el mismo poema dedicado a Silva, se hallan más elementos que sumados a su minuciosidad, ayudan a comprender su estilo.

...modulan el gemido de las desesperanzas,¡Oh místico sediento que en el raudal de alanzas!

¡Oh señor Jesucristo! por tu herida del pecho¡perdónalo! ¡perdónalo! desciende hasta su lecho86

85 VALENCIA, Guillermo, Ritos. Bogotá: Oveja Negra, 1985, p. 8. 86 VALENCIA, Guillermo Op cit. p. 9

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Este preferencia que no hereda de Silva, pero que si es una constante en su obra, es un ferviente catolicismo. Su entusiasta fe es uno de los temas sobre los cuales más recurren sus versos. Por ejemplo, en las anteriores líneas, ruega por la redención del atormentado José Asunción que parecía no concederle tanta importancia a la salvación de su alma.

Hay otro elemento que, en materia estilística es el más interesante y hasta original de este autor, y es el de la vinculación que se hace entre semblanzas clásicas y paganas, con el catolicismo y la práctica de éste. Una alusión a lo dicho, se encuentra en la misma poesía que se ha venido estudiando y en la cual, después de rogar por el alma del poeta bogotano, incluye versos como éstos:

No manchará su lápida epitafio doliente:tallad un verso en ella, pagano y decadente,

digno del fresco de Adonis en muerte de Afroditaun verso como el halo de una rosa marchita87

Con todo esto se puede resumir, en buena medida, las bases temáticas propias de este poeta. La fama y el prestigio conferidos difícilmente sobrepasaron los limites de nuestro país, y jamás gozó de un reconocimiento cercano al que le rindió la literatura hispanoamericana a José Asunción Silva. Este último no fue su única influencia y pareciera que se hace una síntesis con otro lírico santafereño al cual se refiere en la composición titulada Telepatía:

Estoy lejos, muy lejos de tu fiesta encantada,pero lleno mi espíritu de tu ser, de tu gloria y de tus versos, música de una flauta ilusoria

que arrulló muchos sueños de amor con su tonada.88

Esto fue leído en 1912 con motivo de la designación dada a Rafael Pombo como poeta nacional. En esta dedicatoria que hace Valencia, además de la admiración se plantea, que hay una gran influencia, sobre todo en lo que a la exaltación de valores católicos se refiere. Los dos son férreos defensores de esta religión, valiéndose también de un estricto uso del lenguaje. De igual manera Valencia explora referencias cercanas al modernismo, haciendo un uso de imágenes y metáforas con un eco arcano semejante al de Silva, pero que se aleja de éste debido a que no describe nada de sí mismo, es decir, de los sentimientos de Guillermo Valencia.

Hasta ahora se han hecho referencias a las influencias que tuvo este escritor y las consecuencias artísticas que se manifestaron en su poesía. Ahora se reflexiona un poco sobre esta persona que supo conciliar en sí, como lo hizo 87 Ibid, p. 13.88 VALENCIA, Guillermo, En: Antología poética - Rafael Pombo, (selección Jana Váchová). Bogotá: Banco de la República, 1981, p.18.

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Núñez o Caro, la vocación por las letras y la de hombre político. También se consideraba conservador por razones estéticas y que vino a la capital nombrado por el general Rafael Reyes como secretario en una dependencia del Ministerio de Tesoro, esto, sin aún cumplir la mayoría de edad. Provenía, además, de una familia conservadora y fue enseñado bajo el más riguroso seguimiento de las doctrinas católicas, sin culminar su formación, por razones económicas.

A diferencia de Pombo, su vocación poética jamás fue un problema, concilió la oratoria de sus discursos con intervenciones en las que el público aclamaba sus versos, se añade que muchos escritos hechos casi que por encargo gozaron de altísima estima para celebrar centenarios, o fechas de importancia. Su empeño político por ocupar altas magistraturas incluyó la misma presidencia, magistratura alcanzada por su hijo, pero deseo que nunca le fue cumplido. No obstante, Valencia alcanzó importantes cargos: Ministro de Estado, Gobernador, Delegado a Conferencias Panamericanas, Diplomático en misiones especiales como las de Río de Janeiro en ocasión del conflicto con el Perú, Representante a la Cámara, y Gobernador vitalicio por el Departamento del Cauca. En las mencionadas conferencias Valencia jugó un rol decisivo en la confrontación con los peruanos, dada la batalla diplomática que supo librar en las cortes internacionales abogando por la soberanía colombiana del puerto de Leticia. La gestión de Valencia es resumida de la siguiente manera: “...puso en el altar de la Patria los restos supérstites de su personalidad abolida, añadiendo el clásico apotema de que bella cosa es la paz, pero nada vale sin el honor.”89

Es muy interesante de este autor la consistencia con que combina los cimientos propios de su poesía: el catolicismo, el paganismo y el rigor en la escritura. Para confirmar esta síntesis y, viendo que Bolívar es el lugar común que tienen países como el nuestro para forjar mitos, se encuentran numerosos ideales en los cuales se regodea la poesía de Valencia.

Se debe tener presente que ésta se vale de temas que trata o que obsesionan al autor, pero nunca de sí mismo, de allí que un hombre con ambiciones políticas y con un sincero nacionalismo encuentre en el Libertador una figura emblemática, que lo llevan a calificarlo en éstos términos.

¡Quién hubiera podido contemplar aquí a aquel Homero-Aquiles que un día se soñó su propia Ilíada, y al anochecer del siguiente, se la tenía ya vivida y cantada! En los frontones colosales del Ande, sobre los desfiladeros insignes, este escultor de pueblos pasó tallando el friso de sus hazañas inmortales, y sobre las llanuras, los bajo relieves esculpidos a bote de lanza, entre su fiero y rítmico galopar de

89 LÓPEZ Michelsen Alfonso. La guerra con el Perú. Como en la guerra de Troya, el rapto de una mujer fue el episodio doméstico que desató el conflicto amazónico. En : Revista Credencial Historia. Bogotá: Edición No. 4, 1990.

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centauro”90

Resaltan en este texto las alusiones clásicas y el paralelismo que encuentra con el libertador. Se puede pensar que el tono de las comparaciones obedece a la empresa mitológica que pareció emprender Bolívar, y no a una intención deliberada del autor a modo de estilo personal. Lo que sucede es que este tipo de conciliaciones se da mucho en esta obra que, a pesar de no ser muy extensa, da cuenta de una gran coherencia al siempre conciliar sus elementos esenciales: Catolicismo, Paganismo y rigor lingüístico. Ya se estudió el caso del patriotismo, pero qué pasa con otros temas más complejos como la religión.

Sobre esta problemática es evidente que lo sagrado y lo profano se encuentran en situaciones donde disputan su visión de las cosas. Generalmente hay una confrontación en la que los valores católicos superan las contravenciones sacrílegas que imponen sus interlocutores, tal es el caso de San Antonio y el Centauro que termina con la triste partida de la criatura mitológica, o con la extensa En el circo, en la que la barbaridad romana parece ser desmentida con los misericordiosas máximas cristianas. Pero la más celebre de este tipo de poesías es justamente la que no termina con tan predecible final y es un relato que recuerda un poco la Historia de Juan de Covadonga de José Asunción Silva. Dicho escrito es Palemón el estilita, que con su santidad y a pesar de ser este monje sucesor del viejo Antonio, no parece encontrar la suficiente fuerza para enfrentarse a los encantos femeninos, dando como conclusión:

...El monje adustoen esa hora sintió el gusto

de los seres y la vida;su guarida

de repente abandonaron pensamientos tenebrosos

que en la mente se asilaron

del proscritoque, dejando su columna

de granito, y en coloquio con la bella

cortesana, se marchó por el desierto

despacito...a la vista de la muda,

¡a la vista de la absorta caravana!...”91

En los versos de Valencia su atención se centra en otros lugares y en otras

90 VALENCIA, Guillermo. Oración al libertador. En: Hojas de Cultura Popular Colombiana No. 5. Bogotá: Imprenta Nacional, 1951.91 VALENCIA, Guillermo. Ritos Op cit. p. 106.

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épocas. Por ejemplo con Palemón el estilita y hasta para hablar de Bolívar, vienen a colación toda clase de figuras helénicas que no tienen mucho en común con el país, o con el momento que se vivía. Este enajenamiento de la realidad sumado a que no era muy diáfano el lenguaje con que fijaban sus poesías, dio lugar a no pocas críticas en las que se apelaba a una pedantería, su academicismo y cierta defección con que este versista miraba a su sociedad y a sus semejantes. Las palabras de Tomas Carrasquilla al respecto son una buena idea del tipo de reproches hechos.

Sólo imita (Valencia) a los europeos en la elección de los temas. Si en esto hubiera sido más libre, más original; si en algo hubiera querido interpretar el alma colombiana... ¡Quién sabe que sería hoy de Guillermo Valencia! Lástima que poeta tan egregio no tenga una nota siquiera para su tierra; lástima que sea extraño en su casa. Recuerda, oh bardo venturoso, que eres paisano de Jorge Isaacs y que a tu tierra caucana le debes algún canto”92

Estas críticas no son del todo perdurables porque Valencia le dedicó eventualmente unos poemas a su tierra llamados A Popayán y Alma Mater, no obstante, su estilo y los contenidos de sus escritos mantendrán la misma orientación abstraída y un tanto oscura. Esto no quiere decir que sólo se fijara en complicadas cuestiones de la vida, por el contrario, célebres poemas como Los Camellos o Cigüeñas blancas son muestra del interés concedido a los hechos cotidianos que, con la mirada aguda del poeta, develan su considerable belleza, en sucesos tan corrientes como un atardecer.

92 MAYA, Rafael. Tomas Carrasquilla, citado En: Hojas de Cultura Popular Colombiana No. 25. Bogotá: Imprenta Nacional, 1953.

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De cigüeñas la tímida bandada recogiendo las alas blandamentepasó sobre la torre abandonadaa la luz del crepúsculo muriente;

hora en que el mago de feliz paletaVierte bajo la cúpula radiante pálidos tintes de fugaz violeta

que riza con su soplo el aura errante93

Pero, tales excepciones, quedaron supeditadas a nuevas generaciones que fueron cuestionando más y más el tratamiento y la rigidez que caracterizaron este tipo de obras. Una elegante respuesta a partir de un cuestionamientos hecho por Eduardo Carranza al señalar la frialdad de los versos de Valencia, fue rebatida de esta forma: “En las más altas cumbres hace frío”. La desconfianza ante la renovación de los jóvenes literatos esconde muchos reparos de parte de este autor, pero sobre este asunto faltando sólo cinco años para su muerte, el autor payanés define su opinión con estas palabras: “A los viejos se nos tacha de anquilosados y fósiles, de papanatas y vacíos, de eruditos y fofos; su contraposición serían la elasticidad, la vivacidad, la plenitud, la suficiencia, en una palabra: la perfección. El cedazo del porvenir dirá qué queda tras su filtrar sereno”94.

Hasta aquí entonces esta remembranza de Valencia, último de los poetas estudiados y con el que termina una tradición que supo dejar un legado en las letras y hasta en el discurrir político colombiano. Tanto fue así que en una encuesta hecha por El Espectador en 1941 se le consideraba el poeta nacional más popular con un porcentaje del 46%95. No en vano, varios poetas posteriores parecieron apreciar durante muchos años la visión que planteaba de la poesía, centrada en las siguiente cuestiones: la versatilidad y rigor en el lenguaje, la fe católica, cierto patriotismo centrado en los héroes nacionales, y un retraimiento de la realidad que se centra en el paganismo como fuente retórica para confirmar las máximas cristianas. Su muerte, en 1943, significó que alcanzó a presenciar la misma condición social que Julio Flórez, que supo dada su labor en el gobierno muchas de las condiciones del país, y que, a diferencia de los demás tomó parte en importantes decisiones.

No hay mención directa de nada de esto en sus versos, se conoce que interrumpió sus estudios por la Guerra de los mil días, que muchos soldados memorizaban los versos de Anarkos debido a que compartían tan triste situación pero, como con los demás autores, hay que seguir un camino indirecto y pensar que la miseria citada en sus obras recuerda de alguna forma

93 VALENCIA, Guillermo. Ritos Op cit. p. 10994 VALENCIA, Guillermo. Job – Facsímile del manuscrito autógrafo. Tunja: Ediciones La rana y el águila, 1973, p. 295 Véase de Gustavo Cobo Borda, Historia portátil de la poesía colombiana

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el momento que sufría el país.

Mísero can, hermano de los parias, tú inicias la cadenade los que pisan el erial humanoroídos por el cáncer de su pena;

en su cansancio, igual a tu fatiga,como tú se acurrucan en los quicioso piden paz, sin una mano amiga,al silencia de oscuros precipicios96.

Se concluye con decir que se puede rastrear la influencia de Valencia en grupos destacados como el Piedracielismo, que conservó un esteticismo equiparable al del payanés y mantenía vivo el espíritu finisecular. También estuvo la nada desdeñable cercanía con la revista Mito que, aunque más surrealista, citó en sus páginas a personajes como Álvaro Mutis y Jorge Gaitán Duran. No obstante, el influjo proveniente desde el Romanticismo y que encuentra su apogeo a principios del Siglo XX, se ira viendo diezmado por posturas más libres e individualistas. Por ejemplo el Nadaismo que, a pesar de las reservas que se puedan tener, fue una verdadera transformación en las posibilidades de nuestra poesía, que se rebeló contra todos los cánones y termina teniendo mayor deuda con la revolución Cubana que con personajes tan conservadores como Rafael Pombo o Guillermo Valencia. De esta manera se muestra que a mediados del Siglo XX no es tan tangible la influencia de los tres poetas estudiados, ni mucho menos el ideal del hombre de estado y de poeta como lo fueron Núñez, Caro, o el mismo Valencia. Así, es menester concentrarse directamente antes de esta transición y analizar según lo planteado, a modo de texto, la realidad de una mentalidad que ya desde 1950 había cambiado.

La redacción de dicho texto tiene que comenzar con los elementos que se recogieron del análisis de los poetas estudiados, y de las constantes que, como temas, permiten poner provisionalmente la realidad entre paréntesis, y decir que estas inquietudes tuvieron tal coherencia que se mantienen de una u otra manera a lo largo del periodo contemplado. Para explicar esto, se retoma una constante para comparar otra constante, la clásica dicotomía entre lo sagrado y lo profano que es el código socio semiótico más universal. Durkheim tuvo la perspicacia de aplicarlo en la religión que, también, en su perenne discurrir en la historia humana, ha sabido definir el lugar que ocupan las practicas y los actos entre estos dos extremos.

Para nuestro caso lo profano, como se constata en muchos de los versos citados, se centra en el olvido o relegación de las costumbres tradicionales, en orden del establecimiento de cambios que se presuponen en el discurrir de la

96 VALENCIA, Guillermo. Ritos Op cit. p. 118

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nación. Es una presuposición porque no se puede hablar de una transformación tecnológica, o de una pujante industria nacional, simplemente se evidencian ciertas acciones que tanto a Pombo como a Silva le recordaban la burguesía francesa y el acopio de manierismos que niegan los nuestros. No se puede reducir esto a una nostalgia por el pasado, también es una premonición sobre la amenaza a un estilo de vida que, por tradicionalista que sea, fue testigo toda una generación de poetas que se permitía evocarlo.

Como se recuerda previamente, la situación económica del país no era la mejor, y con las reformas proteccionistas implantadas por los gobiernos conservadores de aquellos años, también se puede deducir una vuelta a la moral que se tenía como correcta. El correlato de todo esto, y el que confirma nuestro primer código (Tradición – Transformación) es plantear la educación, como la herramienta con la que se establece la mentalidad que se quería implantar en el país. Por tanto Tradición se le opone a Transformación teniendo éste último como contenido en nuestras latitudes, el desarraigo. Se observa tal condición con la amenaza que, por ejemplo sentía Silva ante la irrupción de nuevas tendencias que relegaran la certezas que tenía de la vida capitalina, dando por resultado que, en objetos prontamente olvidados situara su nostalgia, o con los efusivas recomendaciones existenciales de Pombo que, junto con las de Valencia, recuerdan elementos del cristianismo primitivo. Este tipo de inquietudes por cambios futuros y que por excelencia son finiseculares, facilitan, en no pocas ocasiones, cierto fatalismo que en nuestro caso se centró en la defensa de la práctica más sagrada de todas, la que garantiza la salvación del alma.

La fe por antonomasia es uno de los elementos de cohesión más importantes que se reconocen en tiempos de premura y, nuestro país con cruentas luchas entre liberales y conservadores, la Guerra de los mil días, y la separación de Panamá, sintió un profundo remezón que se reflejó de manera explicita con la defensa de esta práctica. Históricamente el liberalismo radical amenazó gravemente al catolicismo comenzando con la primera expulsión de los Jesuitas por parte de José Hilario López y el segundo exilio propiciado por Tomas Cipriano de Mosquera en 1861. También estuvo el desafuero eclesiástico de 1861 en el que se suprimen los privilegios de que gozaba la iglesia, y la Ley 115 de 1853 que anunciaba la separación tajante del culto y del gobierno.

Posteriormente, apenas dos años después, se establece que el gobierno no tiene una religión oficial; otorga libertad absoluta en las prácticas religiosas siempre y cuando no afecten la paz pública. Con estos antecedentes se nota un duro golpe a las creencias de una sociedad tradicionalista que, como la neogranadina, aún no estaba lista para adecuarse a medidas de tan marcado secularismo. Por supuesto, amplios sectores de la población estuvieron de acuerdo con estas reformas, destacándose los artesanos y los liberales radicales, pero encontraron un enorme contrapeso en los grandes propietarios

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de la tierra y los sectores conservadores. Como consecuencia, se dan enfrentamientos que conllevarían a tan sangriento término, como el de la Guerra de los mil días.

Una explicación para este trágico desenlace, con el cual comienza la muy violenta historia del siglo pasado, puede plantearse con argumentos como los que otorga la tradición histórica y sociológica. Por ejemplo, el desastre económico que tuvieron las medidas de los gobiernos liberales. Antecedentes como la desamortización de propiedades de manos muertas, simplemente sirvieron para pasar la tierra de manos de la Iglesia a civiles que prontamente se convertirían en latifundistas. También se dio con el librecambismo absoluto una desprotección de nuestra economía que, resumida en palabras de Álvaro Tirado Mejía conllevó a lo siguiente: “Habíamos dado un paso adelante en el camino del capitalismo y retrocedido dos en el de la dependencia. Por muchos años seríamos semicolonia con una independencia política y formal y una dependencia económica y política real, de Inglaterra”.97 Con estos hechos y muchos otros que atañen al inconformismo popular y al fracaso de implantar un sistema de producción en una sociedad que no estaba aún lista para ello, son condiciones inapelables en la explicación que se diera sobre la contrarreforma conservadora.

Aparte de todo esto y de su probada validez, se hacen necesarias otras perspectivas. El valor agregado que tienen los Programas fuertes dentro de la Escuela de la Sociología Cultural, es que muestran que la reimplantación absoluta de las facultades de la Iglesia obedece a una inquietud atemporal y siempre presente, y es la que se refiere a lo sagrado. A pesar de todos los hechos citados que aluden a la dicotomía Tradición y Transformación, se expresa directamente con dicho código, la dificultad de establecer medidas que inclinaban demasiado la balanza hacia transformaciones abruptas que los colombianos no estaban en condición de asumir plenamente, como eran las que se referían a la religión. La poesía de Pombo es especialmente clara a este respecto, junto con las aleccionadoras sentencias que tienen los personajes de Valencia.

Como se demuestra, la relegación del catolicismo en nuestra sociedad fue un golpe certero a las más intimas concepciones existenciales de los colombianos. La población sólo muchos años después, pudo y quiso cuestionar abiertamente la religión, lo cual demuestra a todas luces, que las reformas del radicalismo fueron muy prematuras, en una sociedad aún tradicional como la colombiana a mediados del Siglo XIX. Una apropiada confirmación de esto, que daría no sólo inicio a una constitución sino a una época, es la siguiente alocución de Rafael Núñez.

Señores: la Constitución de 1863 ya no existe. Bien pronto los pueblos se darán una nueva, que satisfaga sus verdaderas necesidades y

97 TIRADO Mejía, Álvaro. Op. Cit., p. 149

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consulte las inclinaciones de la gran mayorías del pueblo colombiano. Esa constitución, empezará por lo mismo, por invocar el nombre del Todopoderoso.98

El ejemplo anterior enseña que los códigos no son del todo excluyentes y se derivan de pautas mucho más generales como la que equipara la valía de lo sagrado. Para este caso, se destaca la insistencia que muchos autores tuvieron por rescatar y defender el catolicismo a toda costa. Tales inquietudes se dan, en ocasiones, hasta por el más fervoroso, pero la existencia de éstas recuerdan que están dudando de algo en concreto, de lo cual por lo menos creen en su existencia, de no ser así, la duda sería nula, inoperante sobre un concepto vacío.

Tal tipo de planteamientos no se dan cuando se cuestiona un hecho tan ambiguo como la muerte, en el que se evidencia un episodio tan físico como lo es un fallecimiento, pero del cual no se tiene certeza de si ocurre algo después. La naturaleza de la mortalidad escapa a estos objetivos, siendo el tema más recurrente en los autores estudiados y que, por tal, puede servir como guía para aplicarse como elemento sintáctico en este análisis de orden hermenéutico. Esto quiere decir que la muerte por si misma no puede ser situada expresamente como extremo de algún código, sino que por la regularidad con que es citada, debe hacer referencia a una instancia superior que sintetice una mayor área de significado, algo más allá del forzoso fin de la vida.

El adentrarnos en este espinoso tema dará lugar al segundo código planteado para el estudio del periodo comprendido. Se recuerda un verso de un poeta que, si bien no es colombiano, ayuda a expresar lo que se trata de decir. César Vallejo dice en la Espergesia que El misterio sintetiza, la naturaleza de tal compendio es completamente diferente del dato escueto, que expresa a cabalidad solamente algún acaecer particular de un fenómeno. En materia histórica las cifras sobre fechas, batallas, o conspiraciones pueden ser precisas en su exposición, y hasta ayudan a recrear en la mente el suceso relatado, no obstante, son absolutamente limitadas para hacer entender la amplia gama de impresiones, que en su subjetividad, siente alguien en tal escenario. Tristeza, dolor, angustia, emancipación o cualquier otro sentimiento o confluencia de varios de éstos, escapan a indicadores, fechas o variables estadísticas que padecen de ceguera emocional. Por el contrario, con expresiones más íntimas como las que con el arte se dan cita, se puede aludir, a pesar de las circunstancias que recreen, a las inquietudes y temores con los cuales se pueden identificar la generalidad de las personas. Sucede casi que a modo de jerarquía que, a medida que se escala en los niveles de abstracción de la realidad, se alcanza una mayor universalidad en el sentimiento que se quiere expresar. Según lo que se analizó con la música y su

98 NÚÑEZ Rafael, En: Documentos para entender la Historia de Colombia, compilador Enrique Santos Molano. Santafé de Bogotá: Planeta 2000, p.203

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capacidad de contener o, siguiendo a Vallejo, se pueden ver sintetizadas dilatadas regiones emocionales olvidando la singularidad de las situaciones, tanto así como para que se plantee una notación, que con notas y escalas, carece de asidero alguno para describir la realidad objetiva. Con la poesía no puede pasar esto, por el contrario hay elementos que se circunscriben, como la lengua, a la época en que fue producida una obra, y que deben ser dilucidados a partir de hechos que, como los datos históricos, puedan acercar al significado de tales creaciones. Por ende hay una dinámica que con el nivel de abstracción que tenga un escrito se acerca a cuestiones tan arcanas como la muerte poseedoras de toda clase de inquietudes, o manifestaciones más cercanas a la cotidianidad o al entorno social del momento que hacen más diáfano el significado de lo que se expone, pero que pierde en universalidad.

La oscilación entre estas dos posturas que sólo encuentra máximos exponentes bajo una concepción ideal, es la que nuestros poetas, tuvieron que elegir para hacerse a un estilo y a una voz propia. Tal elección no es del todo libre, ya que estaban sujetos y eran participes de toda una sociedad en la cual crecieron, y por la cual también fueron influenciados. La situación concreta de nuestra sociedad era por demás desesperanzadora. Las guerras civiles, las luchas partidistas y hasta la perdida de territorios no eran nada que debiera agradar mucho a nuestros bardos, ilustres o no, por lo que optaron por ignorar estas condiciones; decisión que ha sido sujeta a muchos ataques. Los críticos parecen coincidir en la indignación que les produce que nuestros clásicos pasen por alto de las más urgentes miserias que aquejaban a sus compatriotas, y se dedicaran a escribir sobre temas que tenían más referencias al mundo helénico que al país en que vivían. Su poesía no dejaba de ser meritoria en muchos aspectos, simplemente la hacía desconcertante su miopía social.

Una explicación para esto es que con la violencia y la muerte que en Colombia se multiplicaban y eran ubicuas en todas las regiones, se presenta un alejamiento de lo que les es más inmediato, y que busca evitar la cruenta existencia que se tiene reservada para muchos de sus semejantes. De entrar en contacto con el dolor ajeno equiparándose con las personas del común, habría una dolorosa identificación que se salvaguarda manteniendo el lugar que se tiene en la sociedad y que les evita tantas penurias, así hayan podido observar de cerca como Pombo o Flórez el fragor de la guerra. La conclusión que se da con esto proviene, como con el código anterior, de una falta de equilibrio social que, conciente o inconscientemente trataron de solucionar dichos poetas teniendo que elegir entre las tristes condiciones existentes, y la evocación de otros temas ajenos a toda esta dolorosa situación.

En consecuencia, la violencia sumada al descontento llevó a que la poesía se inclinara por el primer extremo de nuestro nuevo código, es decir, la Figuración que, como lo sostenía Nietzche con el arte apolineo, busca superar los limitados márgenes de la existencia a nuevas regiones de la contemplación artística. Su contraparte se limita a la inmediata Realidad carente de mayores

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atractivos pero que no puede ser olvidada y se hace presente por lo menos a modo de analogía, dentro de los temas que plantean estos escritores. Figuración y Realidad es una nueva clave para acercarse no sólo a estos artistas generalmente referidos como anodinos en su intelectualismo más bien carente de compromiso, pero que cotejado junto al precario desarrollo social que vivía la nación, explica de manera cabal su marcada introspección o el gusto de evitar circunstancias más realistas.

La enseñanza de esto, es plantear como manera complementaria de abordar un periodo histórico, la forma como enfrentan o evaden en nuestro caso, los artistas la realidad. Nietzche lo notó con la inclinación epicúrea que tuvieron los atenienses en el cenit de su cultura, aquí se puede simplemente señalar la también coincidencia de nuestros vates con temas que nada recuerdan la apremiante situación con la que convivían. La tradición alemana enfatiza esta singularidad de los poetas que reflejan las cualidades del tiempo en que viven, sin tener, necesariamente, que hablar de él expresamente. Hegel para este caso y aparentemente concordando con lo descrito dice:

El poeta es capaz de penetrar en todas las honduras del contenido espiritual y exponer a la luz de la conciencia lo que yace escondido en ella... la poesía se detiene en el reino puro de la representación interna y no debe por tanto tratar de proporcionar a sus creaciones una existencia externa independiente de esta interioridad, ella permanece así como un elemento en el cual también son activas la conciencia religiosa, la científica y otras de tipo prosaico.99

La consecuencia de todo esto es que señalando las inquietudes que subyacen en las obras poéticas, se encuentran por un camino indirecto, las apremiantes angustias que mediaron en la mente de las personas durante todo un periodo histórico. Así la vocería poética, tal como se comprueba con la llamada Regeneración, ayuda a comprender mejor este contexto dando luces de la personalidad colombiana y de la ideología presente según lo definido (Véase página 26). Justamente el trabajo hermenéutico busca profundizar en el sentido que se esconde tras aparentes cuestiones que no parecen directamente relacionadas, haciendo de los códigos una posibilidad de leer en la realidad más cosas que las que se encuentran manifiestamente. Por eso con temas complejos y cargados de significación como la muerte, se insiste en que en su comprensión se esconde gran contenido explicativo, que apela a múltiples variables.

Para este estudio, y a pesar de las dificultades que se encuentren en él, la formulación de dos códigos socio semióticos Tradición – Transformación y Realidad - Figuración pueden conjugar en sí muchos elementos históricos, sin tener que hacer abruptas distinciones epistemológicas. Para explicar esto, y según lo planteado con las distinciones objetivas generalmente identificadas

99 HEGEL G.W.F. Estética, Tomo VII, Poesía. Buenos Aires, Siglo Veinte Editores, 1985, p. 66.

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con los datos, y expresiones emotivas que en su subjetividad suelen ser incongruentes con los estándares que plantea la ciencia, esta escisión es enfrentada con los denominados Programas Fuertes. Más allá de toda simpatía teórica, simplemente hacen tener en cuenta la naturaleza dual de la realidad social, en la que las condiciones más empíricas encuentran asiento en las percepciones que interiorizan y expresan personas de carne y hueso.

Los diversos conceptos que de la vida tengan las personas, no pueden reclamar mayor validez por las demostraciones o convicciones que éstas defiendan, ya que son complementarias en tanto congregan la personalidad de un periodo histórico reflejado en las individualidades de sus contemporáneos. Lo que destaca al poeta entre todos ellos, es que el pensamiento encuentra en la palabra su más inmediata forma de expresión y el versista, dada su capacidad, hace su pensamiento grandilocuente al condensar con pocos términos y evocando inclusive ritmo y melodía, delicadas cuestiones que no se agotan en sí mismas. La hermenéutica, por ello, encuentra un campo fértil de estudio en el que se puede analizar este quehacer como poseedor de un gran potencial interpretativo.

Todo este tipo de análisis afirma lo que desde Weber se plantea como la necesidad de acercar a la comprensión de acciones que son significativas y por ende, poseedoras de sentido. Por consiguiente, para el caso de un periodo histórico, dichas acciones tienen como propiedad el ser consecuencia de dinámicas superiores, pero también, el convertirse, posiblemente, en fuentes revaluadoras del orden vigente. La poesía nacional trajo hasta nuestros días las expectativas y temores que se tenían ante la aún incipiente nación, pero sus cánones fueron insuficientes cuando la sensibilidad cambió hacia otras posturas. Lo último se entiende no sólo por adopción o sumisión ante nuevas corrientes, sino por verdaderos cambios en el modo de entender la vida, es decir, son variaciones en la sensibilidad colectiva que se observan con suma claridad en el arte, y en un género como el aquí estudiado.

El contenido de los versos que se citaron sumado con los que por extensión o pertinencia no se incluyeron, son una muestra de que a pesar de las temáticas, orígenes, estratificaciones, y muchas variables más, siempre se oculta en los versos información sobre las condiciones sociales existentes. Un caso de esto es el de Julio Flórez, y su insistencia con la muerte, vista simplemente como una patología y no en su relación con el momento en que tuvo que vivir. Para evitar esto es conveniente retomar lo que viene advirtiendo la tradición germánica que otorga propiedades proféticas al poeta, pero que en toda esta trashumancia expresa simplemente la inapelable condición humana. Se Tiene entonces la forzosa búsqueda de los objetos más inmediatos y necesarios para la sobrevivencia, pero esto no resume lo más esencial de la existencia, es más, recuerda la irreflexiva lucha que tienen los animales para garantizarse su sustento.

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Justamente en ese punto es donde la filosofía pone el dedo en la llaga y se pregunta por la naturaleza del habitar en la tierra, referida a la denominada Representación y a la volición momentánea de las necesidades para contemplar los rastros de lo divino. Haciendo esta tarea la poesía se destaca por condensar profundas inquietudes que marcan a un pueblo. Como se evidencia es una forma muy personal de redacción, pero que no deja de incluir el entorno en que fue hecha y lo más importante de todo, que hace entender la realidad de maneras superiores, que olvidan la ruda realidad de tener que garantizar de continuo la subsistencia.

Las conclusiones proferidas con apenas dos códigos socio semióticos y con el posible planteamiento de muchos más, vienen a contribuir al entendimiento no sólo de ciertas personalidades, o de una época, sino a cuestiones más generales sobre las cuales fijó especialmente su mira la filosofía. Esta ciencia demuestra cómo aún en circunstancias tan desafortunadas como las que vivió el país en el Siglo XIX, se da la posibilidad de encontrar elevadas expresiones artísticas que condensan elementos sociales e históricos e ilustran en la comprensión de la esquiva naturaleza humana.

Por ello se concluye por recordar a un poeta colombiano que no se pudo tratar, pero que a pesar de su afligida existencia y de su continuo y muchas veces amargo deambular, definió hace ya muchos años con suma y escueta sencillez, lo que se ha tratado largamente de exponer como las bondades de la lírica, su relación con la música y su genuina importancia.

“-¿Qué es la poesía?-El pensamiento divino hecho melodía humana”100

100 BARBA Jacob, Porfirio. Antología. (Canción en la alegría). Santafé de Bogotá: Planeta, 1999, p. 196.

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LA POESÍA COLOMBIANA EN EL ESTUDIO HERMENÉUTICO DE LA “REGENERACIÓN” EN EL SIGLO XIX

JUAN CAMILO CUÉLLAR MANTILLACódigo 423055

Trabajo de Grado

JORGE E. GONZÁLEZDirector

UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIAFACULTAD DE CIENCIAS HUMANASDEPARTAMENTO DE SOCIOLOGÍA

BOGOTÁ, D.C.2005