tesis de un suicidio

20

Upload: isaias-joel-hurtado-santa-cruz

Post on 18-Feb-2016

1.125 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Tesis de un suicidio - Cuentos

TRANSCRIPT

Page 1: Tesis de Un Suicidio
Page 2: Tesis de Un Suicidio

Tesis de un suicidio La mentira del deber

2 | Isaías H. Santa Cruz

RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS DE ESTA EDICIÓN PARA: Diseño de portada: Farmer Ludueña. © 2015 by Sin Futuro Editores S.A. © 2015 by Isaías H. Santa Cruz Título original: Tesis de un suicidio 1ra edición: Noviembre de 2015 Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en el ordenamiento jurídico, queda rigurosamente permitida su reproducción, siempre y cuando se mencione al autor de dicho texto.

Page 3: Tesis de Un Suicidio

Tesis de un suicidio La mentira del deber

3 | Isaías H. Santa Cruz

A Caytana Santa Cruz

Page 4: Tesis de Un Suicidio

Tesis de un suicidio La mentira del deber

4 | Isaías H. Santa Cruz

CATHERING O LA TESIS DE UN SUICIDIO INCONCLUSO

La encontraron muerta, al costado de la Plaza Carrión. No encontraron más huellas en la escena del crimen, por lo menos eso fue lo que decía el informe policial, que un manuscrito casi ilegible a causa del deterioro del papel por la lluvia. Se han construido muchas hipótesis al respecto, un asesinato de esa magnitud no ocurre todos los días, menos aún en una ciudad tan pequeña. Algunos sustentaron que fue un crimen pasional; otros, mencionaron la psicosis y otras enfermedades mentales de un personaje que quizá vuelva a matar. Otros muchos han ido construyendo sus hipótesis a través de datos que han ido recopilando entre los que han conocido a la víctima, vecinos de buena fe que han mejorado el recuerdo de la que ya no volverán a ver. Estoy seguro que muchos de ellos no han tenido acceso directo al manuscrito que se encontró en el bolsillo derecho de la occisa. De la víctima, Cathering, (Aunque sería mejor utilizar la palabra víctimas, por lo menos para que se comprenda mejor lo que queremos justificar, y para hacer un poco de justicia al ahora llamado victimario) podemos decir que días antes apareció con un ojo verde, tirando a morado, producto, suponemos, de una golpiza recibida en una discoteca. No ha sido confirmada esa hipótesis. Pero de los muertos se habla mucho, quizá para justificar su existencia. No he querido presentar las hipótesis de mis investigaciones, eso tendrá ya su momento. Sólo quería, y para liberarme un poco de las cosas que vengo acumulando con todo esto, presentar el manuscrito del que tanto se habla.

Cerro de Pasco, 30 de agosto del 20... No sé cómo empezar, a través del alcohol no se pueden decir cosas memorables. He intentado hacerlo, en un estado mejor, sobrio, terminé llorando en la segunda línea. Esta confusión, es la confusión de dos destinos que fueron, por un instante, al menos en este presente cuántico, uno. Es la condena a mi blasfemia.

¿Para qué contamos lo que nos pasa? Supongo que es una especie de vanidad. Vanidad de vanidades, decir que se ha tomado el cuchillo, de cocina, para cometer el crimen que ahora intento justificar. Eso no es más que engañarse a uno mismo. ¿Fue una puta? No sabría decirlo. Quizá sólo necesitaba un poco de cariño. ¡Maldita sea…! Siempre termino

justificándola. Ya es hora de aceptar que ella nunca me quiso. Sospecho que cualquier psicólogo que lea esto pensará, sólo al leer estas líneas, haber encontrado ya las razones para haberla matado: Traición, imposibilidad de ser amado, trastorno de personalidad antisocial. Quizá tengan razón. Pero el alma de un ser no está codificado en las obras completas de Freud, ni mucho menos en el DSM.

- ¿Es la última vez?

- ¿Estás seguro?

- Sólo déjame entrar. - ¿Qué tienes ahí…?

Page 5: Tesis de Un Suicidio

Tesis de un suicidio La mentira del deber

5 | Isaías H. Santa Cruz

Ya no lo soporto. Es de lo peor. Un cigarrillo, música. Estoy seguro de que es difícil entender las cosas que se pueden escribir en un estado así. Ya me estoy resignando a que nadie me entienda.

- ¿Nunca me acostumbraré a tu perdida? El disco que olvidé devolverte, las sensaciones que nunca puedes compartir, decirlas, porque para que te

entiendan los demás tendrían que haber vivido lo mismo.

- No has respondido a la carta.

- No he tenido tiempo. - ¿Y si te murieras?

- Cállate...

¿Estoy esperando ya demasiado tiempo? No vale la pena hacer siempre lo mismo. Pero estás ahí, sin querer responder a los mensajes. Al final todo esto no es más que un recuerdo de lo he intentado olvidar. Escuchar música, recordar el vestido lila y el sonido de tu voz. ¿Recuerdas? Estudiantes de psicología. Tú, bailando a un costado mientras el ron consume la poca consciencia que aún queda dentro mí. Yo, predicando

a Dante, o a la imagen que ha quedado en mí del poeta florentino, mirándote de reojo, planificando lo que quizá no pueda hacer.

- No te vayas, quédate, el alcohol sin ti no ayuda mucho.

Es la soledad, la historia de este asesinato, lo que no me deja estar tranquilo. Te hubieras muerto sin la necesidad de condenarme a estas culpas.

- ¿Estás seguro?

- Las cosas no se pueden explicar de esa manera. El mundo es uno, indivisible. No podemos hacer nada

contra eso. Ayúdame… - Siempre dices lo mismo. Estás enfermo, y no te quieres dar cuenta.

- Te voy a matar.

Había que empezar de algún modo. ¿Era agosto 23? No recuerdo. Hace mucho que mi memoria no encuentra lo que busca, se pierde en recuerdos posibles, en destinos paralelos.

La siguió por el costado, sin perderla de vista. Había decido hacerlo. Pero, ¿Cómo hacerlo? Su felicidad dependía de la muerte de esa persona. Pero, ¿Cómo matar a la persona que se ama? Es muy difícil, piensa, mientras las casas siguen avanzando, en algún lugar oscuro un perro lanza

algunos ladridos. Hacerlo era más difícil de lo que había pensado. Ven que no lo puedo contar. Han sido intentos inútiles de redimir mi alma, de hacer catarsis. Esa palabrita que siempre decías para justificar tus arremetidas y torpezas. Ojalá hubieras nacido muerta. Borges, ¿Nunca me vas a dejar tranquilo? Siempre tengo que citar un verso tuyo.

Page 6: Tesis de Un Suicidio

Tesis de un suicidio La mentira del deber

6 | Isaías H. Santa Cruz

- Le corté el paso, en un callejón.

- Dios mío, ¿Dónde hay callejones en Pasco? Al parecer nadie va a creer en tu versión de esta historia. Y… ¿Si decidirás contar la verdad?

- La verdad es más oscura que esta fría celda. La verdad me mataría. Déjame que siga creyendo en esta mentira que he empezado a llamar verdad.

- Lo siento…

No puedo dar más detalles, ¿Por qué la maté? No lo recuerdo, como tampoco recuerdo nada más. ¡Maldita

sea! No recuerdo nada más. Sospecho que así no llegaré a ningún lado.

- Déjame que te ayude. Estás enfermo.

- No lo creo. Tú no tienes capacidad para ayudarme. - Por favor.

- Lárgate de aquí, no eres más que una zorra.

¿Se fue llorando? No es suficiente razón para matarla. No es importante. Nunca lo ha sido. Al matarla, se ha redimido de mi dolor. No importa, sí. Me niego a canonizar la realidad, los minutos, el dinero que no sirve más que para decepcionarnos, ése que robaré de mis bolsillos y no lo convertiré en pan. Pero no importa nada, ni el hecho que hayas llorado buscando

condenarme aún más. Jesús no ha muerto por mí, ni por las cervezas que se tiran al río en un intento desesperado por matar la soledad. Condenado, en algún lugar debiste rezar por mí, no lo has hecho. No hay nada, sólo el vacío de las tardes, algunas fotos que te harán inmortal, la extraña manera de recordarte en un estado deprimente. Quise convertirte en mujer, en los días de Luna para un navegante, pero sólo eras una puta, una de esas que

cumplía muy bien su papel actoral. Esas frasecitas que no son mías, que de Bukowsky o de algún poeta que se redime en lo que escrito. No confió que Jesucristo me salve, nunca he creído en él.

- Tienes que decir la verdad.

- ¿Crees que ya es hora?

- Sí. - Yo no la maté.

Al parecer tampoco nadie había pensado en la segunda hipótesis: un suicidio. Nadie cree que alguien cercano a ellos puede tomar esa dedición. Pero la verdad es que hay más posibilidades de suicidarse que de morir asesinado. Ojalá no hubiese sido así.

- ¿Cómo pudiste hacer eso? ¿Qué dijo? - ¿Qué me ha dicho? ¿Pero qué puede importar eso ahora? A todo le damos valores geométricos. No

vales nada. Búscate… Quizá algún día podamos entender que el disparo no quiso llegar a su destino. Todo ha cambiado, cambia tú entonces, se ha secado lo que he tenido guardado para ti. Silencio,

Page 7: Tesis de Un Suicidio

Tesis de un suicidio La mentira del deber

7 | Isaías H. Santa Cruz

Silencio, Silencio. Al parecer somos lo que hemos estado perdiendo. El francés en la sangre, esos pequeños periodos que gastan a la memoria. No estás, a veces creo conversar contigo. No... Déjame solo…

Muchos, como yo, al terminar de leer el manuscrito, lo han considerado apócrifo. Después de dos días lo encontraron con unas monedas en el bolsillo derecho, un libro de Borges y aún sonada Mar de Copas en su celular. Fue la segunda víctima de su propio juego, las investigaciones realizadas los han descartado como el presunto asesino, quizá a ambos lo haya matado la misma persona.

Page 8: Tesis de Un Suicidio

Tesis de un suicidio La mentira del deber

8 | Isaías H. Santa Cruz

HISTORIA DE UN ABORTO No supo que hacer. ¿Matarse? De qué valdría. Encontró los papeles que confirmaban el embarazo. Era cierto lo que le habían contado. Ese día cambió de todo su mundo.

- No puedo creerlo. - Lo ha hecho, disculpa que sea yo quién te lo cuente.

¿Cómo contar la historia de un aborto? Más aún si no has sido parte de los hechos. Si has sido un simple observador, desde lejos, desde tus conceptos morales, desde esa moralina que te hace ser quién eres. La estúpida idea de idealizar a una mujer, a esa mujer que era, es, la mujer que más has amado en la vida. Esa mujer que amó a otro, o quizá no amó nunca a nadie.

- Es un niño, no tiene la culpa de nada. - Quizá lo tenga, nada en el universo es inocente. Todos hemos venido cargando la culpa de Adán. Es

imposible librarse de eso. La desesperación no la había dejado dormir muchas noches. Estoy embarazada, se decía, sin poder creerlo. Él, es sólo la sombra de lo que había sido meses anteriores, un espectro que se hacía cada vez más irreal. Estaba segura de que nunca la había amado. Pero aun así su vientre albergaba un niño. ¿Un descuido? No era eso, era la plasmación del amor, de eso que aún no se puede explicar. ¡Maldita sea! Todo y nada se explicar en el amor. No había pasado por su mente que él la había amado más de lo que ella misma se podía imaginar. Eso me llenaba de envidia, yo la amaba pero ella lo amaba a él y él la amaba a ella. Yo era un estorbo, nada más que eso.

- Conozco a alguien que el “trabajo” lo hace bien.

Había tomado la decisión de hacerlo, aquella tarde recordó lo que había vivido. Fue a visitar las calles que le traían recuerdos, la nevada de diciembre del 2004, las cartas, antes que el Facebook se apoderé de la comunicación. Todo, pero se dio cuenta de que Jesucristo no estaba tan cerca esta vez, quizá nunca lo estuvo.

Recordó la noche estrellada junto a la persona que se ama, mirando un porvenir que nunca se cumpliría. La deuda que aún el destino le tenía pendiente. Había tomado la decisión de hacerlo, pensando en alcanzarla. Ya no podía vivir sin ella.

- Al parecer has venido temprano. Nada se puede hacer ya. Las últimas horas son las que nos condenan en el recuerdo de las personas más cercanas a nosotros. Has llegado temprano y no importa. Mañana muchos maldecirán mi nombre. Creo que los años no importan, ni las estaciones que el hombre está condenado vivir en su condición de anatema.

- Hablas como si fueses a morir. Siempre un tono fúnebre. Nada ganas con hacer esto. ¿Se van a

acordar de ti? No lo creo. Te olvidarán en menos de una semana. No eres nadie, ni has hecho nada digno de ser recordado.

- Dios nos ha mentido, la oración casi nunca cura al enfermo.

Page 9: Tesis de Un Suicidio

Tesis de un suicidio La mentira del deber

9 | Isaías H. Santa Cruz

- ¿Por qué te matas? Porque simplemente no cambias y comienzas a vivir como cualquier máquina. Perdón no quise decir eso.

- Es tan fácil para ti. La encontraron muerta en su habitación. Dijeron que fue un infarto. Siempre culpamos a las enfermedades de nuestras desgracias, siempre tendemos a culpar a alguien, o algo, de lo que nos pasa. Será por eso que Adán culpó a Eva, y Eva a la serpiente, ¿Tan cobardes han sido las primeras criaturas de Dios? Debemos reconocer que también Dios ha sido tan cobarde al destruir Sodoma y Gomorra, ciudades y personas que fueron creados por él, claro si queremos creer en la afirmación de los Salmos en la que asegura que ni las hojas de los árboles se mueven si no es por la voluntad de Dios. Quizá nadie se hubiera enterado de la verdad, la mayoría hubiera pensado que fue un infarto lo que apagó su vida, lástima que en una noche de borrachera las personas hablan más de a cuenta, fueron sus mismas amigas las que, en La Katedral, confirmaron lo que se venía sospechando. Por qué simplemente no admitir que tenía dos meses de embarazo, que se quiso deshacer del niño. Algunos dicen que fue por el concejo de unas amigas. Me olvidaba decir que la familia, la de ella, tenía que guardar el decoro ante esto. Qué escandalo se hubiera armado, qué hubieran dicho las vecinas. Los chismes de todos los conocidos. Nadie tenía que enterarse que fue un asesinato, el aborto no es más que un asesinato. No puedo soportar perder tanta sangre, a esto debemos agregar que sufría una especie de anemia. Quizá también podemos suponer que hubiera podido morir en el parto. Tanto pensamos en lo que pudimos haber vivido que nos quedamos sin vivir nada. Esto fue el detonante para él.

- De nada valdrá asegurar que muchos de los que han jurado fidelidad a Dios han fallado, pocos han

cumplido su promesa hasta el final. Quizá Pablo no mentía cuando aseguraba que le esperaba una corona. Luchó hasta el final. ¿En verdad habrá recibido la corona?

- Para muchos Dios es no es más que el recuerdo de un hombre crucificado quién sabe por qué. - Quizá sea sólo eso, pero la verdad es que no podría dejarme morir sin creer que él me entregará una

corona o que seré condenado al infierno. - La oración de fe puede sanar al enfermo, pero ¿Sabes qué es la verdadera fe? No esa fe que predican

en la televisión, esa fe que tiene que regalar dinero a los predicadores. No, esa no.

- ¿Todo lo tienes que hacer tan difícil? Creo que lo mejor será pensar que después de muerto no hay nada más, incluso la nada, porque la nada ya sería algo.

Enterarte de la verdad, volver al infierno, encontrarte con espectros y no con personas. La persona que amas, esa que ha cometido el delito, la que ha abortado, se sienta al lado tuyo, saluda, con un beso frío. Al parecer no le ha afectado tanto, por lo menos no como a ti, por lo menos eso parece, cómo puede soportar el hecho de asesinar a alguien. Pero la amas, o crees amarla. Quizá Denegri encuentre el término correcto para lo que sientes, quizá haya una palabra en alemán que describa lo que estás pasando.

Page 10: Tesis de Un Suicidio

Tesis de un suicidio La mentira del deber

10 | Isaías H. Santa Cruz

La muerte de la persona amada es terrible, es un infierno. Dante lo vivió. Beatriz murió sin quererlo. Dante al divagar por el infierno sintió envidia de unas almas condenadas en el segundo foso del infierno, unas almas que estaban condenadas a estar juntos por la eternidad, castigadas por la justicia divina, pero juntas. Lloró al entender que nunca más ella podría estar a su lado, ni en el cielo ni en el infierno

- ¿Acaso ya has olvidado de la estupidez que has hecho con ella? Nadie debe olvidar las cosas que hace. Las cosas que haces nos condenan a vivir en el olvido o en la gloria, algunos llaman a eso karma.

Después de leer a Dante, después de leer la historia de esos dos condenados en un infierno que para ellos se había convertido en un paraíso. Al imaginar a aquellas dos almas condenadas a estar juntos por la eternidad, había sentido envidia. La vida no merece la pena vivir si ya ha muerto la persona que llena el mundo.

- Quise ser feliz de buena gana, nunca se pudo. La felicidad es tan efímera. Al final se escribe para intentar que nos entiendan los que no pueden hacerlo

Murió con el recuerdo de lo que había hecho, recordando su último día en el Templo Sion, cuando todavía creía en el farsante de Jesucristo, cuando todavía creía que se podría ser feliz, cuando todavía no la conocía. Recordó aquella ronda que hizo, a cada una de esas personas que habían compartido momentos de su vida, la canción que habían cantado en su cumpleaños. Murió con la esperanza de ser más que esa sombra que fue mientras estuvo vivo. El problema de los cuentos es que se olvidan, la memoria los mejora, les pone más dramatismo. Se dijo que murió por amor, como aquel romano que se dejó morir por el amor de una germana. Nadie puede saber las cosas, procesos mentales, que originan cada una de las acciones de los demás.

Page 11: Tesis de Un Suicidio

Tesis de un suicidio La mentira del deber

11 | Isaías H. Santa Cruz

SALLY O CÓMO UN SUICIDIO PUEDE CONVERTIRSE EN UN HOMICIDIO No puedo hacer más, la sangre corre por mis manos indignas ¡Tu sangre corre por mis manos indignas! Tú diste la vida por mí y le diste, a cada día de mi vida, una razón para seguir luchando en un mundo ya sin sentido. Pero tenías que morir, no fue tu culpa, pero tenías que morir. Tu destino estaba marcado cuando cruzaste por esa puerta, cuando llegaste al lado mío. Y ahora, no entiendo por qué sube por mis venas esta melancolía por tu sangre. Sube, y no se detiene, por mis venas, llega a mi cerebro, destruye mi corazón, o lo poco que aún queda de mi corazón. Mis manos, bañadas en tu sangre, sienten un temor desconocido y un amor desconsolado. Recuerdo, aunque no me creas, la noche en que apareciste: tenías los ojos felices del pájaro de mediodía, la elegancia de un gato de buena estirpe y la soltura de los patos andinos. El sol de enero iluminaba cada uno de tus cabellos, que bailaban al compás del aire andino de nuestra tierra. Llegaste, como una aparición fantasmal, y helaste cada uno de mis días anteriores y los sometiste a tu voluntad. Pero la noche fría también llegó con tus manos de frágil mujer. El desespero, las ideas de muerte, la finalidad de un mundo infeliz y muchas otras ideas cabalgaban al lado de tus pies de corcel infernal. Iluminaste todo: los soles, las hierbas y el gallito diseco que estaba entre las paredes celestes de mi habitación. Todo lo iluminaste, al principio, pero después, con esas manos inofensivas, trajiste la oscuridad que siempre temí, la muerte que siempre me persiguió y esos inofensivos, pero mortales, juegos que inventaron tu muerte. Era un día claro, a las nueve, o un poco más, de la mañana de un día que comenzó sumamente aburrido. Estaba sentado en medio de la pared que separaba tu vida de la mía, tu alma de la mía. No sabía de tu existencia, no sabía que tenías luz en los ojos. La navidad había pasado, el año nuevo ya no era tan nuevo. Tu sonrisa alumbro, por unos instantes, más que diez soles. La chompa de alpaca, el cabello suelto, y esos ojos negros como las uvas, brillaron más que todo el oro de estas tierras. La pared era muy baja, amada Daysi, que no te costó trabajo en burlarla, en los días siguientes. Recuerdo, mientras te veo desangrándote, que la alegría se desbordaba como un río inmenso y furioso en nuestras vidas. Ya sé que no me escuchas o quizá sí, en tu nueva vida, pero se te veía linda con tu chompita de alpaca recién bañada y tus cabellos negros recién lavados. Tu comportamiento salvaje, de la mano con tus zapatitos negros, planeaba aventuras donde no las había. Una araña, unas piedras, o algo más insignificante aún, se transformaban en los más misteriosos objetos orientales, en esos objetos que hay que tomar en cuenta para una investigación científica. Todos los días fueron así, todos esos días de verano pero con mucha lluvia en esta ciudad. El frío parecía haberse ido tan lejos que ni lo sentíamos. Estar al lado del otro, simplemente al lado del otro, abrigaba estos días que se tornaban grises. Tu amor a la muerte, tus deseos de alguna religión que el destino olvida, tu lucha por bajarte de esta felicidad para entrar en la otra, hicieron que muchas veces tus ojos oscurecieran y se llenaran del rocío otoñal de las despedidas crueles. – Mátame – dijiste una noche mientras llovía – quiero salirme de la vida. Y corriste a llorar por mi patio oscuro. Como lo recuerdo ahora, como me duele ahora. Tuve miedo de acercarme a ti, y te deje llorando, silenciosamente, bajo los alambres que usaba mi mamá para colgar las ropas. Te esperé en nuestro nido, que tenía, ya en ese momento, un olor a muerte medieval. Te esperé hasta muy tarde, no llegabas. Me

Page 12: Tesis de Un Suicidio

Tesis de un suicidio La mentira del deber

12 | Isaías H. Santa Cruz

desesperaba por dentro presintiendo que ya habías viajado eternamente, pero me alegré al ver, después de algunas horas, tus ojos bañados en lágrimas aparecer frente a los míos. Te tome de las manos, y trate de espantar el dolor que tenías dentro con palabras al oído. Al día siguiente, sabíamos que ya era imposible soportar el dolor que llevabas dentro, Recurrimos a unos de esos vendedores del cielo buscando una cura para tu alma herida, pero sólo conseguimos, en tres horas de soportar a un charlatán, que culparan al diablo de lo qué te pasaba y un – dios te bendiga – cuando cruzábamos, con algunos esfuerzos, pues un carro pudo fulminarnos, hacía la vereda de en frente. Mi amor, te veías bella aún en esas horas de angustia. Tu belleza, sólo comparable con las rojas cantutas del valle sagrado, crecía infinitamente esa tarde de noviembre. Tu cabello, cubierto de la nieve eventual de los días de invierno, parecía llorar su propia historia. Eran las tres de la tarde, era tu último las tres de la tarde. Volvimos a mi casa, me abrazaste y caminamos sentados por todos nuestros sueños, por la mina, la laguna y el desmonte. Nos detuvimos en un beso infeliz, entre lágrimas y promesas torpes. – Te amo, Jun. Los días se me acaban pero quiero que tú los vivas por mí – dijiste, lo tengo muy en mi memoria, y lo tendré siempre, y lloraste como nunca antes. Tu voz gritaba su dolor acompañado de grandes lagrimas tristes que bañaron mi alma de un dolor que aún no conocía. Todo el dolor acumulado, toda tristeza acumulada, todos los años que no viviremos acumulados, sobre ese pequeño corazón que se niega a vivir, que se niega a latir. No sabes lo que sentía en ese momento, tú no entenderás nunca el dolor que me causabas con cada una de tus lágrimas, con cada una de tus palabras. El alma mía parecía romperse como los cristales se rompen al caerse. Cada uno de mis sentidos lloraba tu ausencia, y ya te extrañaban, como el mar extraña al sol cada noche, como la laguna extraña a la luna cada mañana. Tú nunca entenderás lo que sentía, y tu corazón nunca sabrá lo que le hizo a mi corazón. La noche cayó como caen las piedras desde un despeñadero, y estábamos abrazados, mirando ocultarse el sol, mirando tu último anochecer. – Tienes que matarme ahora antes que la muerte venga por mí, antes que me maten los demonios que viven dentro de mí – dijiste eso y lloraste amargamente. No sabía qué hacer, estaba tan confundido con esa petición tuya. Busque a Cristo, clavado en alguna de mis paredes, pero se había ausentado a un lugar mejor. - ¡Mátame! Es mi última voluntad – y me diste la espalda llorando. Mi alma se confundía, todo dentro de mí flotaba hacia el infierno de tus palabras. Habías preparado todo: la daga, la carta del adiós y la persona que tenía que matarte. No dejaste nada al azar. Pero como entender tus palabras en ese momento, como decirte que no podía hacerlo. Era un esclavo de tu voluntad, un esclavo de tu risa. No podía negarte nada, ni siquiera el tener que matarte. El reloj marcaba las siete y treinta, cuando tu grito me dio el valor de levantar mi mano contra ti. Te di un lapazo, te jale de los cabellos. Intente hacerte volver en razón, intente no matarte. Tendida en el piso, por el golpe que te di, me miraste a los ojos sin decir palabra. – Tienes que matarme – volviste a decir después de cinco minutos. – Te lo pido por favor, ¡Mátame! No puedo seguir viviendo, no quiero seguir viviendo. Me llene de valor, tome una decisión. Con lágrimas en los ojos, minutos antes, te suplique que no me dejes, te dije lo que significas en mi vida, lo mucho que te amo. Te hable al oído pero no conseguí nada. – Tienes que ser tú – me respondiste, también al oído, con un susurro que desgarro mi alma. Tome el puñal, mi miraste, tus ojos

Page 13: Tesis de Un Suicidio

Tesis de un suicidio La mentira del deber

13 | Isaías H. Santa Cruz

brillaron funestamente estudiando cada uno de mis movimientos. Dude por unos instantes, pero tu voz me dio la determinación para hacerlo. Tus ojos y la sangre, que salía de ti, se mezclaban en una alegría mortal. Moví el cuchillo, todavía en tu pecho, para asegurarme de que saliera bien el trabajo. Con el dolor de mi corazón, te empuje al piso para que te desangraras con un poco más de dignidad. Saque el cuchillo, lamí tu sangre. Era lo mínimo que podía hacer después de derramar sangre amada. – Ya está consumado – dijiste con tus últimas fuerzas, recostada en el piso, recordando lo que dijo el carpintero en su crucifixión. Estas palabras terminaron por destrozar mi alma y, por unos instantes, tuve las ganas de meter el chuchillo dentro de mí y acompañarte en este viaje. Recordé que te prometí seguir viviendo, y eso me detuvo. La sangre llenaba la habitación y comenzaba a escaparse por entra las maderas del piso, besé tu cuerpo inerte, todavía tibio y lloré sobre tu cadáver Las campanadas del reloj anuncian las ocho de la noche. Por entre las ventanas hace su aparición una luna llena, y tu cuerpo sigue allí y seguirá allí hasta que vengan a buscarte.

Page 14: Tesis de Un Suicidio

Tesis de un suicidio La mentira del deber

14 | Isaías H. Santa Cruz

TESIS DE UN SUICIDIO

El 10 de octubre de 1999, Jorge Luis Acevedo Gamarra, natural de Cerro de Pasco, de 27 años de edad, fue condenado a cadena perpetua por homicidio cualificado en contra de la que en vida fue (...)1

Cómo empezar a contar algo que no ha pasado, algo que hemos modificado en nuestra nuestros procesos mentales. Las personas creen lo que quieren creer. Pero de vez en cuando ese recuerdo se escapa de las cárceles del subconsciente y comienza a matar la poca paz que se pude alcanzar con el paso de los años. Unas monedas, las palabras que había dicho, esa inestabilidad psicológica que padecen los que se enamoran perdidamente. La fiscal adjunta, Jackeline Fiorella Campos Poma, encargada de la investigación, cedió ante la multitud de pruebas "contundentes" en su contra. Despertó, un día más. No vio más que esa pared que conoce de memoria. La vida en prisión, las culpas, la soledad de ya no tener a nadie más en el mundo. Ese pequeño agujero que lo conecta al mundo real. Jorge Luis ya no recuerda el color de las hojas ni los caminos que llevan quién sabe a dónde. Esos recuerdos que se hacen confusos, Falacias que se hacen reales con el pasar del tiempo. Todo ha acabado, se dice, mientras intenta recordar lo que él considera su verdad. Ella ha perdido su vida, fue violada. Él ha perdido su libertad, ha perdido su razón de ser: por lo menos esa es la única verdad que recuerda, la verdad que lo tiene condenado, que lo tiene encerrado ya muchas décadas, en este exilio, en este infierno. Viernes por la tarde, un viernes cualquiera, se encontraba en el diván, en una terapia psicoanalítica, una terapia para remediar un síndrome depresivo mayor.

- Silla. - Una palabra normal, algo que utilizo para sentarme.

- Seducir a niñas. - Cosas que pasan en la tele, cosas tan naturales que cualquiera lo puede hacer. Doctor, no conseguirás nada con esto. Mi depresión se debe a cosas que no puede comprender, y usted sólo utiliza la técnica de relación libre. - violar y Asesinar… - Ya déjalo ahí.

Roberto Fernández, el psicólogo, lo miró, analizaba cada respuesta, ya eran 10 años de esta terapia infructuosa, había comprendido, ese sentimiento tan indigno en los hombres, que se trataba de un (…), de uno puede engañar, puede ser librado de prisión, que puede condenar a otro por sus culpas. Uno de esos sujetos tan presentes en la vida cotidiana. De los más peligrosos. Se despidió de su paciente, se quedó pensando. Había dejado ir al monstro.

1 Hemos omitido el nombre de la víctima a solicitud de los familiares. Aún no pueden superar su ausencia. También hemos omitido todo el informe periodístico, por considerarlo verdaderamente falso. Lo que nos proponemos es un acercamiento a la verdad que conocemos y que nunca saldrá a la luz.

Page 15: Tesis de Un Suicidio

Tesis de un suicidio La mentira del deber

15 | Isaías H. Santa Cruz

Hace miles de años atrás, la cárcel tiene una medida de tiempo peculiar, no existe el tiempo en la cárcel, puede ser un año o un millón, o un día o la eternidad, Jorge Luis se encontraba en su casa, leyendo. Leía sobre una cárcel, sobre personas encerradas. Sin saberlo, poco a poco, descubría que ése era su destino. Una noche soñó con un caballo, un caballo negro, que corría entre aguas turbias. Despertó. La cárcel seguía ahí. De la víctima se sabe poco, se ha dicho muy poco desde su asesinato. Es muy común esto, se habla más del asesino, se intenta comprender sus razones, su poca empatía ante la vida de los demás. Una amiga aseguró verla horas antes de que reportaran su muerte. Su testimonio ha sido catalogado como apócrifo. Despertó, tuvo pesadillas. Despertó con miedo, llorando. No había superado su perdida. No había minuto en que no la recordara. Rondando en su mente, un manuscrito muy grande, algo que no sabía si era sólo un sueño o la más pura verdad. Un manuscrito, a veces de sangre otras veces de fuego, con un mensaje que ya no lo dejaba vivir.

La voy a matar, las zorras mueren de esa manera. Los fantasmas no existen, no persiguen a las personas. Se mueren con sus cuerpos. Lo que de ellos nos persigue son las culpas que tenemos ante ellos. Esas deudas que no hemos podido pagarles mientras vivían.

Maldita sea, lo sé. Siento que me persigue todos los días, que su muerte no ha sido más que mi muerte. Al matarla, he muerto.

Era viernes, fue a visitarlo a la cárcel, después de una terapia psicológica. Su rostro no era el mismo. He aquí lo que dijo a Jorge Luis:

La reina se mató en su dolor, esa frase que vi en una película, esa frase que quise utilizar para que todos creyeran que fue un suicidio. Ella lo había intentado en abril, su hermano fue quien salvó su vida.

Esperaba contártelo pronto, días después. El temor se apoderó de mí, nada ha sido igual. Es una especie de confesión, dios no siempre escucha. Formol, para equivocar las fechas de la investigación, lo sé, aunque no siempre se puede saber todo. No siempre es como esa canción, o esas películas, en las que todos son felices para siempre. Yo la maté, no fue nada difícil. Nadie se ha enterado hasta ahora. Vino a mi casa, dijo muchas cosas que la moral no deja contar. Ella

no era, no estaba en la lista, pero ahora que lo pienso pudo ser cualquiera, Beatriz Lagos o alguna puta de esquina, para matar sólo se necesita a la víctima. Estás condenado, nada va a cambiar. Los fiscales sólo buscan pistas, yo no dejé ninguna que me incriminara. Las palabras que dijiste te han condenado. Pero al pensarlo, ya ha pasado casi una vida de eso, éramos jóvenes en aquel tiempo, los dos fuimos condenados con su muerte. Tú aquí encerrado, yo buscándola

todas las noches entre los libros que nunca más pude leer… Días después, el periódico publicó la noticia de dos suicidios: un condenado a cadena perpetua y su mejor amigo.

Page 16: Tesis de Un Suicidio

Tesis de un suicidio La mentira del deber

16 | Isaías H. Santa Cruz

TERRORISTAS, RELIGIÓN Y LA ADOLESCENTE FECHORÍA

A Enoc, Marco, Cristian, Roger, Kepler, y muchos

amigos más del Movimiento Misionero Mundial en Pasco.

Había llovido por la tarde en la ciudad minera. La calle “El Prado”, inundada de barro, acogía, entre el bullicio y el escándalo, cierta celebración religiosa. La religión siempre proporción mentiras y ayuda a los débiles mentales a sobrellevar mejor una vida que ni siquiera entienden. Pero, ¿Quién la entiende? Creo que nadie. Era ni más ni menos el culto del día sábado, un culto especial, quizá el Culto Misionero, ya la mente no recuerda los pequeños y, cuasi, poco importantes sucesos de esa noche. La iglesia llevaba por sig las “MMM”, dichas siglas habían causado, hace no muchos meses atrás, ciertas teorías que vinculaban con ritos satánicos a los miembros de esa congregación religiosa. No era para menos, entre sus miembros había personas que habían escuchado, y escuchaban, música relacionada con rituales paganos. Otros, poseros, simplemente alardeaban de haber tenido pacto con el diablo y que Jesucristo los había rescatado de eso. Los rumores de todo esto habían llegado a casi todos los habitantes de la ciudad y fueron la causa del inusual crecimiento que experimentó la iglesia en los últimos meses de ese año. Hombres, mujeres y niños dejaban otras congregaciones religiosas para unirse a ésta. El crecimiento fue tal que llegaron a ser los más numerosos por algún tiempo. Los miembros de esa congregación, que hace sólo unos meses atrás, no contaban con un buen número de adeptos, pues podían ser contados sólo en 15 o 20 personas, tuvieron que arreglárselas ante el sorpresivo crecimiento. Fue así que se trasladaron a un ex cine, dejando atrás el pequeño lugar que habían ocupado desde su fundación en esta ciudad, allá por los años 90´s. Eran ya las 7:30 de la noche, en palabras de los miembros de dicha congregación, la celebración estaba por empezar. Los que habían llegado temprano tenían ya mucho tiempo de rodillas. Estaban en intercesión, suplicando por las almas que se pierden en los “vicios mundanales”. (Quizá hacían esto por tener más miembros y por ende más ingreso en diezmos y ofrendas.) Es tradición, entre estas gentes, a diferencia de gentes de otras congregaciones, llegar al templo, ponerse de rodillas y comenzar una conversación con “Dios”, que puede llegar a durar incluso horas. La oración es, a veces, una catarsis que hacemos al no poder comunicarnos, sinceramente con otras personas, porque en todas las conversaciones humanas van las mentiras e malas interpretaciones que hacen falaces toda conversación, por ello es que creamos deidades para suplir (y/o satisfacer) esta necesidad, que también puede ser llamada necedad. El templo, bastante iluminado, tenía, en su parte central, un logo que recordaba a los adeptos la denominación del año: “Santidad 2000”, era lo que se podía apreciar en la parte central del templo, escrito en tecnopor rosado con el fondo, también de tecnopor, blanco. El pulpito, de color caoba, tenía un escritura bíblica: “Santidad a Jehová”.

Page 17: Tesis de Un Suicidio

Tesis de un suicidio La mentira del deber

17 | Isaías H. Santa Cruz

El culto dio inicio. Los que estaban de rodillas se pararon a la orden de la persona que dirigía la celebración. Empezaron a entonar un cántico, que antes fue pagano, pero que los cristiano habían conquistado para su “Dios”. Casi siempre es así, los cristianos toman de los paganos sus cosas sagradas y las profanan en nombre del impostor de Jesucristo. Creencias, canticos y celebridades distorsionadas en nombre de la cruz. El motivo, para estar yo en ese lugar, se llamaba: Karín. Era de las chicas que tenían, metidas en su cabeza, los estigmas de la religión: falda larga, biblia, que nunca había leído, en la mano y todas las tonterías de sus líderes mescladas con el miedo a Dios. Fue por eso que los intentos por conquistarla en otros lugares no habían resultado. Karin, una chica de mediana estatura, de piel clara, de lindos ojos y de sobresaliente belleza, tenía un hermano, Julio, también se distinguía entre la congregación por su buen testimonio, que es como decir: “por su buena conducta”. Llevada ya buenos meses congregando y hasta ahora no había conseguido que se fije en mí. Esto me ponía furioso y melancólico. Mi producción académica había bajado tanto, como mi rendimiento tekkenero. Los estudios bíblicos no podían contra la pasión que tenía dentro. Había hecho buenos méritos para robar su corazón, por lo menos eso es lo que creía, pero no había conseguido ni una sola mirada suya. Mi crecimiento en la iglesia era evidente para todos, menos para ella. No sé si no prestaba atención a todo esto, o simplemente, se hacía a la que no sabía nada. Esa tarde, en particular, anduve pensando en cómo llamar su atención. Entre las canciones de Ángeles del Infierno, que es una de las bandas que más me gusta, la compañía de mi amigo Maurito y la lluvia que no dejaba de caer, tuve una gran idea. Fue una idea muy descabellada, peligrosa. Cualquier chico de mi edad tendría que estar desesperado, loco, para hacer eso o por lo menos pensarlo. Pero era lo único que se me ocurría después de fracasar en los intentos pasados. – Nos encontramos a las 7 en el míster, maurito, no me vayas a fallar – le dije. Asintió con la cabeza, y se fue a su casa. Yo me quede pensando, finiquitando los últimos detalles de mi plan, de mi obra maestra, para conquistar el corazón de Karin. Tenía la ayuda de un amigo, tenía todos los materiales para hacerlo, tenía las ganas de hacerlo y nada me lo iba impedir. La noche llegó entre la lluvia. Yo esperaba, con las medias mojadas, el polo volteado para ocultar la figura de los Guns N´ Roses, el cabello mojado y las manos frías, esperaba en el “Míster”, que era, digo era, el mejor centro de juegos de video de todo Cerro de Pasco, la llegada de mi amigo. Eran ya las 7:15 y no llegaba; apareció en la puerta a las 7:17, disculpándose por el retraso. Salimos del “Míster” y corrimos a la iglesia que quedaba a un costado del Estadio de Patarcocha. El estadio de Patarcocha, mítico campo deportivo de Cerro de Pasco, que fue, antes de la construcción del estadio Carrión, el escenario donde hacia sus presentaciones el mítico equipo del Unión minas, que fue el único equipo del Cerro de Pasco

Page 18: Tesis de Un Suicidio

Tesis de un suicidio La mentira del deber

18 | Isaías H. Santa Cruz

que jugó la primera división del fútbol peruano, es estudio era, en ese tiempo, el baño de las transeúntes, tanto por el descuidado de las autoridades como por las negligencia de los habitantes. Llegamos a la puerta de la iglesia. Desde ahí vimos lo que adentro ocurría. Karin, la flor más hermosa de ese lugar, estaba acomodada en la tercera banca de la derecha. A su lado estaba de pie una señorita, muy linda también, que tenía por nombre Débora. El director del culto realizaba la rutina ceremonial. La mayoría de asistentes tenían las manos levantadas y entonaban un cántico de adoración. El “hermano”, que estaba en la puerta nos saludó efusivamente y nos invitó a pasar. Al entrar sentí, muy particularmente, una incomodidad. Hacia algunos días que no asistía, y por lo tanto, estaba como desconectado de la actividad espiritual. Mauro, al lado mío, tenía un expresión de aburrimiento que había comenzado a los pocos minutos de estar sentados. – ¿A Qué hora lo haremos? – pregunto Maurito con una expresión dudosa. – Espérate unos instantes más, que recién hemos llegado. – Jun, sabes que me aburre todo esto de los cultos, ya tengo ganas de irme. – Salgamos sin roche – le respondí y nos pusimos en macha. El lugar a donde nos dirigíamos era Uliachín. Como se habrá dado cuenta, ya casi había dejado la conexión que había existido entre yo y esas gentes. Muy a pesar de que todos tenían un buen concepto de mí y ya me habían prometido cargos que nunca ostenté. Mauro, hijo de pastores evangélicos, se había aburrido de los engaños que acostumbran a decir en las reuniones espirituales. Mi intención, la de un niño enamorado, no tenía, ni siquiera en el mejor de los casos, tener la publicidad que tuvo. Ahora, después de algunos años, todavía me causa gracia cuando recuerdo los sucesos de esa noche. Esa noche también significó, aunque ya era cuestión de tiempo para que pase, mi alejamiento total de la congregación. Llegamos a Uliachín, para ser más específicos, al lugar donde hay dos canchitas deportivas, al frente de un templo de las Asambleas de Dios. Tenía al frente la casa donde vivía Karin, nunca supe sí fue o no su casa propia, que era una casa de material rustico con un portón artesanal de color verde. Sentados, entre las dos canchitas, preparamos los elementos a utilizar esa noche. – Las mezclas químicas – como diría Maurito. Tardamos como media hora en terminar con la preparación. Los perros ladraban. Algunas personas transitaban, por ese lugar, sin percatarse de lo que hacíamos. Al terminar buscamos el lugar propicio para colocarlo. En medio de la oscuridad encontramos una mini cueva en la que no dudamos poner nuestra creación. La noche era oscura, bastante oscura diría yo. Gracias a eso no se pudieron percatar del plan, ni pudieron reconocernos. Días antes, también viene al caso recordar esto, en el colegio donde estudiaba, entre fórmulas y experimentos químicos, había encontrado una sustancia que producía el sonido y la humareda de una bomba. Esa clase, magistralmente dictada en el colegio, encendió en mí la resolución de ponerlo en práctica para mis intereses. Y así, después de una semana, me encontraba poniendo en práctica lo aprendido.

Page 19: Tesis de Un Suicidio

Tesis de un suicidio La mentira del deber

19 | Isaías H. Santa Cruz

Dejamos el material preparado, que debía explotar en unos minutos, y corrimos, sin detenernos, hasta el colegio “6 de diciembre”, donde esperamos que explotara. Pasaron unos minutos y un ruido inundo casi todo Chaupimarca. La gente salió de sus casas, desesperados, pidiendo ayuda. Algunos hasta llegaron a creer que era el castigo divino por las cosas, malas y pecaminosas, que ocurrían en esos días en la ciudad. Las cosas se nos había salidos de las manos. Nunca pensamos que todo esto iba tener tal repercusión. A la mañana siguiente, muy temprano, se escuchó en las noticias: “…ataque senderista en Pasco. Hubo una gran explosión y, un poco más arriba de la zona del atentado, se encontró pintas y una bandera roja…”. La noticia tomo otros rumbos y, con algo de exageración de los reporteros, causó temor en la población, culpable también por exagerar los rumores, que, por un instante, revivió los días del mayor auge terrorista. Semanas después todo había sido olvidado. Nada tiene puede perdurar por mucho tiempo en la memoria de las personas.

Page 20: Tesis de Un Suicidio

Tesis de un suicidio La mentira del deber

20 | Isaías H. Santa Cruz

SOBRE ISAÍAS H. SANTA CRUZ

Isaías Joel Hurtado Santa Cruz (Cerro de Pasco, 30 de agosto de 198X) Escritor y ensayista peruano, fundador de Explosión Verbal, evento académico literario. Ha publicado trabajos de investigación en diversas revistas y ha sido conferencista en diversos congresos literarios. Otras obras del autor: - Canción de Mortaja. - Santo Grial. - Ensayos sobre sociedad y literatura. - Dolor de muela.