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TEMA DEL MES ON-LINE N. o 50, Mayo de 2010 ISSN: 1886-1601 LAS (SIN)RAZONES DE LA AGRICULTURA ECOLÓGICA Francisco García Olmedo

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TEMADEL MESON-LINE

N.o 50, Mayo de 2010ISSN: 1886-1601

LAS (SIN)RAZONESDE LA AGRICULTURA

ECOLÓGICAFrancisco García Olmedo

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N.o 50, Mayo de 2010

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Consejo Asesor

Dr. Francesc Abel i FabreDirector del Instituto Borja de Bioética (Barcelona)

Prof. Carlos Ballús PascualCatedrático de Psiquiatría. Profesor Emérito de laUniversidad de Barcelona

Prof. Ramón Bayés SopenaCatedrático de Psicología. Profesor Emérito de laUniversidad Autónoma de Barcelona

Dr. Marc Antoni Broggi i TriasCirujano. Miembro del Comitè Consultiu de Bioèticade Catalunya

Prof. Edelmira Domènech LlaberiaCatedrática de Psicología. Departamento de Psicologíade la Salud y Psicología Social. Universidad Autónomade Barcelona

Prof. Sergio Erill SáezCatedrático de Farmacología. Director de la FundaciónDr. Antonio Esteve. Barcelona

Dr. Francisco Ferrer RuscalledaMédico internista y digestólogo. Jefe del Servicio deMedicina Interna del Hospital de la Cruz Roja deBarcelona. Miembro de la Junta de Govern del ColegioOficial de Médicos de Barcelona

Dr. Pere GascónDirector del Servicio de Oncología Médica yCoordinador Científico del Instituto Clínico deEnfermedades Hemato-Oncológicas del Hospital Clínicde Barcelona

Dr. Albert JovellMédico. Director General de la Fundación BibliotecaJosep Laporte. Barcelona. Presidente del Foro Españolde Pacientes

Prof. Abel MarinéCatedrático de Nutrición y Bromatología. Facultad deFarmacia. Universidad de Barcelona

Prof. Pere PuigdomènechDirector del Laboratorio de Genética Molecular VegetalCSIC-IRTA. Barcelona. Miembro del Grupo Europeo deÉtica de las Ciencias y Nuevas Tecnologías (EGE)

Prof. Jaume Puig-JunoyCatedrático en el Departamento de Economía yEmpresa de la Universidad Pompeu i Fabra. Miembrodel Centre de Recerca en Ecomía i Salut de laUniversitat Pompeu i Fabra de Barcelona

Prof. Ramón Pujol FarriolsExperto en Educación Médica. Servicio de MedicinaInterna. Hospital Universitario de Bellvitge. L’Hospitaletde Llobregat (Barcelona)

Prof. Celestino Rey-Joly BarrosoCatedrático de Medicina. Universidad Autónoma deBarcelona. Hospital General Universitario GermansTrías i Pujol. Badalona

Prof. Oriol Romaní AlfonsoDepartament d’Antropologia, Filosofia i Treball Social.Universitat Rovira i Virgili. Tarragona

Prof. Carmen Tomás-Valiente LanuzaProfesora Titular de Derecho Penal. Facultad deDerecho de la Universidad de Valencia

Dra. Anna Veiga LluchDirectora del Banco de Células Madre. Centro deMedicina Regenerativa de Barcelona

Director

Prof. Mario Foz SalaCatedrático de Medicina. Profesor Eméritode la Universidad Autónoma de Barcelona

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COMENTARIOEDITORIAL

Abel Mariné FontProfesor emérito de Nutrición y Bromatología. Facultad de Farmacia.

Universidad de Barcelona

Los escándalos alimentarios, que en realidad son pocos sise considera la producción y el consumo global dealimentos, y cuya repercusión real en la salud humana sueleser pequeña o nula (con alguna excepción importante), engeneral se deben al mal uso de las tecnologías disponibles,con intenciones fraudulentas. Por descontado que se tratade hechos inadmisibles que hay que prevenir, perseguir ysancionar. El impacto que estos hechos tienen en losmedios de comunicación y en la sociedad hace queprospere la idea de que es no sólo conveniente sinonecesario producir los alimentos según lo que se entiendepor procesos naturales, que muchos designan comobiológicos o ecológicos, porque se estiman mejores y másseguros. Hay que precisar los términos. Todos losalimentos son biológicos, ya que resultan de procesosligados a la vida, aunque se hayan empleado pesticidas oabonos, por ejemplo. Sólo se exceptúan la sal y el agua,que pertenecen al mundo mineral. Desde una perspectivacientífica, nadie puede reclamar para sus productos(alimentos en este caso) el uso exclusivo del términobiológico, orgánico o ecológico. Otra cosa es que loslegisladores cedan ante presiones que tienen buenapresentación social. El término ecológico, en rigor, esdiscutible aplicado a alimentos, ya que el máximo respeto ala naturaleza sería obtenerlos por simple recolección ocaptura, con lo cual no habría alimentos para todo elmundo. Un campo de cultivo, incluso “ecológico”, es unasabia modificación de la naturaleza (por lo tanto del medioambiente) para producir alimentos. Es evidente que laagricultura, la ganadería o la pesca han de respetar elmedio, atender a lo que realmente es sostenibilidad yrecurrir con la debida ponderación a las tecnologíasdisponibles, y esto no siempre es así. Además, elconsumidor tiene derecho a saber cómo se ha obtenido unproducto y su composición. La agricultura y la ganaderíallamadas ecológicas o biológicas pretenden garantizar unsistema productivo social-, ecológica- y económicamentesostenible, con prácticas menos agresivas que lasconvencionales. Aparte de esto, sus promotores ponenénfasis en que evitan el uso de productos químicos desíntesis (abonos, pesticidas, hormonas o aditivos),empleados en la agricultura y la ganadería intensivas y en laindustria alimentaria, que pueden amenazar el equilibrio delos ecosistemas naturales. El artículo que sigue a estapresentación aborda hasta dónde estas loables intencionesson reales y se cumplen.Si comparamos alimentos convencionales de calidad, porejemplo fruta fresca en sazón, del tiempo, con los biológicoso ecológicos, las diferencias de aroma y sabor y decomposición prácticamente no existen. Lo que podríamosllamar “fruta de cámara” tiene un valor nutritivo correcto y

nos permite disponer de fruta todo el año a un preciorazonable, pero su aroma y sabor, aceptables, no son losmismos que los del producto realmente fresco. Lo que no espertinente es comparar productos convencionales mediocrescon los mejores de los biológicos o ecológicos (que,obviamente, también están sometidos a riesgos si seproduce un fallo o un fraude).No son muy abundantes los estudios experimentalesrigurosos que permitan comparar el valor nutritivo dealimentos convencionales y ecológicos y, además, ladiversidad y la heterogeneidad de datos no facilitan llegar aconclusiones generales. Respecto al valor nutritivo, comosintetizan Bourn y Prescott: “no hay evidencias claras de quelos alimentos orgánicos o ecológicos y los convencionalesdifieran en la concentración de nutrientes”. Con respecto alos contaminantes cabe considerar que en los alimentosecológicos puede haber menos residuos de contaminantesquímicos pero más de los biológicos. Los datos nutricionalespueden tener un valor relativo en función de las condicionesde los productos. Per ejemplo, el contenido en vitamina C deun alimento es un indicativo de su valor nutritivo, y de lafrescura y estado de conservación del producto. Pero lavitamina C es inestable y su contenido depende del grado demaduración del vegetal, de las condiciones dealmacenamiento y otras variables, que afectan tanto a losproductos convencionales como a los ecológicos. Esimportante destacar que los datos a considerar desde elpunto de vista científico proceden de revistas sometidas asistemas de evaluación anónima por pares solventes. Muchade la literatura sobre agricultura y productos ecológicos(libros, folletos o revistas de divulgación), no supera otra“evaluación” que la del autor y el editor, y no tiene el mismovalor que la literatura realmente científica, sin excluir quetambién puede ser rigurosa.Es indudable que por razones medioambientales y sanitariasla producción vegetal debe orientarse hacia un usocontrolado y mínimo de pesticidas y abonos, y que lo idealsería poder prescindir de ellos pero, también aquí, “lo mejorpuede ser enemigo de lo bueno”. Prescindir de golpe, concarácter general, de todos los recursos actuales quepermiten una buena productividad provocaría un aumento deprecios y una disminución de la disponibilidad de alimentos,en perjuicio de los que tienen menos recursos económicos.Smil, en “Alimentar al mundo. Un reto del siglo XXI” afirma:“El único medio de mantener 10.000 millones de personas(que es una perspectiva plausible a medio plazo) con elsistema de cultivo tradicional basado exclusivamente enreciclar materia orgánica y en rotaciones de leguminosassería duplicar, o incluso triplicar, la extensión de la tierra quehoy se cultiva. Esto exigiría una eliminación completa detodas las selvas tropicales, la transformación de una gran

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parte de les pastos tropicales y subtropicales en tierras decultivo y el retorno de una proporción substancial de la fuerzade trabajo a la agricultura…, cosa que convierte esta opciónen una mera concepción teórica”. Y añade: “En un mundosin abonos nitrogenados sintéticos el número de habitantesdel planeta tendría que ser de 2.000 a 3.000 millones menosque el actual, según la calidad de la dieta que estemosdispuestos a aceptar”. Hay que tener presente que una dietapreferentemente vegetal, como preconizan las pautas parauna alimentación equilibrada y suficiente, permite produciralimentos con menos superficie de tierra que una dietabasada en productos de origen animal, que ecológicamenteson más costosos. Pero tampoco hay que olvidar que lacarne es, entre otras cosas, la mejor de las fuentes de hierroy que tiene un papel positivo, consumida con moderación(como todos los alimentos), en la dieta. Por otro ladosabemos que las substancias empleadas en la químicaagrícola en los niveles autorizados no parecen tener efectosperjudiciales sobre el suelo, ni sobre la salud humana. Noolvidemos que, de hecho, disponemos de los alimentos quelas plagas nos dejan.Una categoría “intermedia” entre los productosconvencionales y los ecológicos son los de producciónintegrada, en los cuales se aplica una combinación defactores biológicos, agronómicos, químicos ybiotecnológicos, con la finalidad de optimizar la calidad delproducto con un máximo de respeto por el medio ambiente.Dicho de manera coloquial, la producción integrada busca laaplicación mínima y estricta, y lo más controlada posible, deaditivos y otros recursos que facilita la química agrícola. Al finy al cabo también lo hacen los productores de alimentosecológicos, a los que la legislación permite recurrir a ayudasde este tipo, aunque procuran no hacer alarde de ello. Invitoa los lectores a que cuando tengan en sus manos unalimento o bebida en cuya etiqueta se destaque “agriculturaecológica” u otra denominación equivalente, sigan mirando laetiqueta completa, especialmente la letra más pequeña. Enalgún vino, por ejemplo, verán que además indica “contienesulfitos”. Asimismo, por ejemplo, la reglamentación de laUnión Europea sobre producción agrícola ecológica permiteun uso limitado de nitratos y nitritos en los embutidos,porque si no es difícil elaborar ciertos embutidos con ladebida garantía de seguridad.En definitiva, el consumo de los productos llamadosecológicos, biológicos u orgánicos es una opción que seenmarca en un concepto de calidad de vida, pero no está alalcance de todo el mundo y el conjunto de la tierra no lopodría sostener con carácter general. Es evidente que hayque evitar los abusos de abonos o pesticidas o los métodosincorrectos de producción animal. Ahora bien, no se puedeafirmar que los consumidores de productos ecológicos se

nutran mejor que los que consumen productosconvencionales de calidad, si tanto los unos como los otrossiguen una dieta variada y equilibrada. Como decía elprofesor Francisco Grande Covián, hay muchas opcionesdietéticas correctas; lo que es objetable es que lospartidarios de una determinada opción se conviertan en“apóstoles” que menosprecian a las otras, y esta es unatentación en la que suelen caer los defensores de losproductos ecológicos o “biológicos”.Los aspectos hasta aquí presentados, y otros muchosconcernientes a los alimentos ecológicos, son tratados conrigor, claridad y conocimiento de causa, desde unaperspectiva agraria y global, por el profesor Francisco GarcíaOlmedo. El artículo es excelente y oportuno, y permiteaportar racionalidad y criterio científico a uno de los muchostemas relacionados con la salud y el consumo que nuestrasociedad occidental, rica, acomodaticia y saciada, tiende aenfocar de manera simplista y emocional.

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CURRICULUM VITAE

Formación y títulos académicos

• Licenciado en Ciencias Químicas.• Doctorado en Ingeniería Agronómica.

Actividad profesional

• Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad Politécnica de Madrid (1970-2008).• Ha investigado sobre ingeniería genética de las plantas, especialmente sobre la interacción planta-

patógeno.

Publicaciones

• Ha publicado poesía, narrativa, ensayo y crítica de libros en revistas y periódicos españoles yextranjeros.

• Es autor de los libros La Tercera Revolución Verde (Debate, 1998), traducido al italiano (Il sole/24 hore,2000); Entre el Placer y la Necesidad (Crítica, 2001); El problema del cambio climático (Colegio Libre deEméritos, 2007); los poemarios Natura según Altroío (Huerga & Fierro, 2002) y Mar Congelado. Glosas yTergiversos (Huerga & Fierro, 2005), y la novela Notas a Fritz (Tabla Rasa, 2004). Acaba de publicar El

ingenio y el hambre (Crítica, 2009).

Distinciones

• Miembro de la Real Academia de Ingeniería y de la Academia Europaea.• “Premio de la Real Academia de Ciencias” y “Premio a las Ciencias de la CEOE”.

Francisco García Olmedo

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En el reglamento europeo sobre producción yetiquetado de los productos ecológicos (nº8347/2007; junio 2007) se dice que “laproducción ecológica es un sistema general degestión agrícola y producción de alimentos quecombina las mejores prácticas ambientales, unelevado nivel de biodiversidad, la preservación derecursos naturales, la aplicación de normasexigentes sobre bienestar animal y unaproducción conforme a las preferencias dedeterminados consumidores por productosobtenidos a partir de sustancias y procesosnaturales”. Es evidente que lo que se pretende noes tanto la producción de los alimentosnecesarios para el conjunto de nuestra especiesino “una producción conforme a las preferenciasde determinados consumidores”. Tal comodeclaran los propios defensores de estamodalidad de producción agraria, la AgriculturaEcológica “surge, fundamentalmente, como unmovimiento ideológico de reacción” ante lo queellos consideran excesos y problemas derivadosde la intensificación e industrialización de lasproducciones agropecuarias, cuyas últimas

consecuencias son una letanía de efectosnegativos sobre la salud, el medio y la sociedad.El suelo agrícola se ha convertido en un bien decarácter estratégico que hace bastante tiempoatrae las inversiones de los grandesespeculadores financieros y, más recientemente,la de países como China, Corea, Arabia Saudí oincluso Suráfrica, que andan comprando oarrendando a largo plazo millones de hectáreasen otros países, sobre todo africanos. Por otraparte, los precios de los alimentos básicos sehan disparado bruscamente en la crisisagroalimentaria y parece que ya nunca volverána los niveles anteriores a la crisis. Dicha subidaha tenido como consecuencia que el númeroglobal de hambrientos aumente en más de 100millones hasta alcanzar los 1.000 millones. Esimposible que la alternativa de la producciónecológica, que necesita un 30-50% más sueloque las otras para producir la misma cantidad dealimento y que lo produce a un precioconsiderablemente superior al de laconvencional pueda contribuir a resolver losretos agroalimentarios de la humanidad.

Las (sin)razones de la agriculturaecológica

RESUMEN

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Los conceptos de agricultura sostenible, deconservación o de precisión, en buena medidaredundantes, aluden a una práctica que debesatisfacer las necesidades del presente sin poneren peligro la capacidad de las futurasgeneraciones para satisfacer sus propiasnecesidades, así como conservar el suelo, el agua,la biodiversidad y la atmósfera, sin renunciar aaltos rendimientos y al uso de productosagroquímicos de síntesis; una agricultura integradaque gestiona el agua y la conservación del suelo,evitando la erosión mediante un cultivo sin laboreoo con laboreo mínimo.Un destacado representante de la AgriculturaEcológica, Patrick Holden, ha declarado sin pudorque “las herramientas de la ciencia actual no estánsuficientemente desarrolladas para medir lasvirtudes de la Agricultura Ecológica”. Dichapretensión está totalmente injustificada. Losproductos ecológicos no son más sabrosos:cuando se compara, en ensayos de cata a ciegas,la producción ecológica con la convencional delmismo producto, recolectado y comercializado enlas mismas condiciones, los de la AE salen casi

siempre perdiendo. Tampoco son más sanos ynutritivos, según se deduce de una recienterevisión exhaustiva de todos los trabajoscientíficos publicados sobre el tema entre enerode 1958 y febrero de de 2008, realizada para laFood Standards Office del Reino Unido por ungrupo de seis reconocidos especialistas ennutrición (A.D. Dagour et al. The American Journalof Clinical Nutrition 2009; 90: 680-685). No haymás que revisar los boletines de alarmasalimentarias para comprobar que los productosecológicos tampoco son más seguros que susalternativos.Por último, la Agricultura Ecológica no esnecesariamente más respetuosa con el medioambiente. En términos generales, puede decirseque ésta invade más suelo natural por tonelada dealimento producida, ya que sus rendimientos sonmenores y, en cambio, puede contribuir menos a lacontaminación y la eutrofización, principalmentepor su uso restringido de plaguicidas y su renunciaa los fertilizantes minerales nitrogenados, aunqueesto último no ocurre más que en algunoscontextos, pero no en otros.

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The European directive concerning ecologicalproducts (n 8347/2007) considers that theecological production is a general system ofagricultural management and food productionthat combines the best environmental practices,a high level of biodiversity, the preservation ofnatural resources, rigorous rules animal wellbeing and a production adapted to thepreferences of particular consumers obtainedfrom natural products and processes. It isevident that the goal is not so much to feedmankind as to satisfy a particular sector ofconsumers. As it proponents admit, thisagricultural approach surges as an ideologicalmovement of reaction against what it considersexcesses and problems derived fromintensification and industrialization of agrarianproductions, whose effects are negative for ourhealth, environment and society.

Agricultural land has become a strategic factorthat for some time now has attracted theattention of important financial speculators and,more recently, of countries like China, Korea,Saudi Arabia or even South Africa, which havebeen buying or renting millions of hectares,especially in Africa. Additionally, a rapidincrement of agricultural prices has occurred,creating a food crisis, and it seems that they willnever come down again to the previous levels.As a consequence, the number of people thatdo not receive enough food has increasedabove the level of 1 billion people. It is notpossible that an agricultural system thatrequires 30-50% more soil to produce the sameamount of food and that demands higher pricesthan its alternatives could have a role to play inrelation to the food challenges of the wholemankind.

The (un)reasons of EcologicalAgriculture

SUMMARY

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The terms sustainable agriculture, conservationagricultures or precission agriculture, which arepartially redundant, allude to a practice that mustsatisfy present day demands without jeopardizingthe capacity of future generations to satisfy theirown needs, and must conserve soil, water,biodiversity and atmosphere, without renouncingto high yields and the use of syntheticagrochemicals.Patrick Hoden, vice-president of the BrittishAssociation, has bluntly declared that “the tools ofmodern science are not sufficiently developed tomeasure the virtues of Ecological Agriculture”.This assertion is totally without merit. This type offood is not more tasty. When the same product,obtained by different systems, is compared in ablind taste panel, the ecological productionsystem does not come out the winner. Neither areecological products more nutritious and healthy, as

can be deduced firm an extensive review of thescientific literature between January 1958 andFebruary 2008, carried out for Food StandardsOffice of the UK. A group of six experts inNutrition (A.D. Dangour et al. The AmericanJournal of Clinical Nutrition 90:680-685, 2009) hasconcluded that there is no difference concerningthe nutritive value of ecological products withrespect to their alternatives. Similarly, as can beascertained in the periodic food alarm bulletins,ecological products do not offer a greateralimentary safety.Finally, Ecological Agriculture is not always morefriendly to the environment than its alternatives. Ingeneral, it would invade more natural habitat permetric ton of food produced, as its yields arelower, and, in contrast, it could be less aggressivein terms of agrochemicals leaked to theenvironment, although this is not always the case.

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LAS (SIN)RAZONESDE LA AGRICULTURA ECOLÓGICA

FRANCISCO GARCÍA OLMEDOReal Academia de Ingeniería y Colegio Libre de Eméritos. Madrid (España)

TEMADEL MESON-LINE

HUMANITAS Humanidades Médicas, Tema del mes on-line - N.o 50, Mayo 2010 13

INTRODUCCIÓN

Voy a dar una conferencia titulada “La agricul-tura como artificio” y he tomado un AVE tem-pranero para llegar a destino antes de mediodía.Con el menú del desayuno ferroviario me repar-ten un leve folleto del Ministerio de MedioAmbiente, y Medio Rural y Marino (MMAMRM)en el que, bajo el lema “Agricultura Ecológica,vívela”, se dan “25 razones para vivir la Agri-cultura Ecológica”. Lo leo mientras espero queme sirvan y mi reacción es tal que, cuando lle-gan con la bandeja, digo que no voy a desayu-nar. Poco a poco llego a la conclusión de quedebo volver a la carga, reiterando y actualizan-do mis anteriores análisis y críticas sobre eltema1, 2, aunque sin hacerme ilusiones sobre lautilidad del empeño, dado los ineficaces quehan sido los anteriores intentos de pasar por lacriba científica las fantasías y falsas alegacionesque envuelven a tan evanescente forma de pro-ducir alimentos.

ACLAREMOS EL LENGUAJE

La llamada agricultura ecológica (AE; agricultu-ra orgánica; agricultura biológica) ha sido aco-gida sin el menor discernimiento tanto por polí-ticos y legisladores como por los medios decomunicación, ignorando los más elementalesfundamentos científicos, y adjetivos tales comoecológico, orgánico, biológico, genéticamentemodificado o sostenible han adquirido signifi-cados espurios y han sido secuestrados para eluso restringido de una determinada alternativa

productiva. El término sostenible, que la RealAcademia Española de la Lengua ha tardadomucho en incorporar, se define, de una formautópica, como “un proceso que puede mante-nerse por sí mismo, como lo hace, por ejemplo,un desarrollo económico sin ayuda exterior nimerma de los recursos existentes”. Ningunaalternativa de producción de alimentos puedecumplir dicho criterio, ya que la finca agraria noes un sistema cerrado sino abierto y exportacantidades ingentes de materia orgánica (ali-mentos) y de nutrientes asociados a ellos quedeben ser aportados desde el exterior del siste-ma para que este perdure. La definición ortodo-xa de sostenibilidad no es sino la de un utópicomóvil perpetuo, vieja quimera que la Termodi-námica demuestra como imposible. Por otraparte, toda alternativa agrícola moderna debeser lo más respetuosa posible con el medioambiente, de manera que reduzca su impactosobre éste, apelando a la mejor ciencia y tecno-logía disponibles. En este contexto, el conceptode agricultura de conservación describe unarealidad alcanzable, la de conservar la funcio-nalidad productiva de la finca con los aportesexternos que sean necesarios.

El más reciente de los reglamentos de laComunidad Europea sobre el tema es uno decarácter genérico relativo a la etiqueta ecológicade la UE (nº 66/2010), que viene a sumarse almás específico sobre producción y etiquetado delos productos ecológicos (nº 8347/2007), apare-cido en junio de 2007 para sustituir a otro ante-rior. En el primer considerando de dicho regla-mento se dice que “la producción ecológica esun sistema general de gestión agrícola y pro-

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ducción de alimentos que combina las mejoresprácticas ambientales, un elevado nivel de bio-diversidad, la preservación de recursos natura-les, la aplicación de normas exigentes sobrebienestar animal y una producción conforme alas preferencias de determinados consumidorespor productos obtenidos a partir de sustancias yprocesos naturales”. En esta vaporosa defini-ción contrasta la ambiciosa enumeración debuenas intenciones, ideal que en principio pue-de ser abrazado por cualquier ciudadano, conuna declaración explícita de que lo que se pre-tende no es tanto la producción de los alimentosnecesarios para el conjunto de nuestra especiesino “una producción conforme a las preferen-cias de determinados consumidores”. Resultaevidente, tal como declaran los propios defenso-res de esta modalidad de producción agraria,que la AE “surge, fundamentalmente, como unmovimiento ideológico de reacción” ante lo queellos consideran excesos y problemas derivadosde la intensificación e industrialización de lasproducciones agropecuarias, cuyas últimas con-secuencias son una letanía de efectos negativossobre la salud, el medio y la sociedad.

ALIMENTOS PARA LA HUMANIDAD

Los alimentos ecológicos representan poco másdel dos por ciento del mercado mundial de ali-mentos, en el que alcanzan precios que son un50% más elevados que los convencionales. Sibien la expansión de la AE en el mundo ha sidorelativamente reciente, hasta alcanzar en laactualidad una extensión superior a los 30millones de hectáreas, distribuidas por 120 paí-ses en unas 600.000 explotaciones, la génesisde este movimiento se remonta a las últimasdécadas del siglo XIX y las primeras del XX, ysus raíces se alimentan de las ideas antroposó-ficas del filósofo austriaco Rudolf Steiner y delmisticismo empírico del abogado angloindio SirAlbert Howard.

No vamos a glosar el rocambolesco caminoseguido a lo largo de más de veinte siglos paradesmontar la teoría del humus; baste decir que

hasta el siglo XX no estuvo del todo claro quelas plantas no absorbían materia orgánica y queel carbono de éstas procedía de la atmósfera,por fijación del anhídrido carbónico, mientrasque los macronutrientes (nitrógeno, fósforo,potasio) y los micronutrientes (tales como elazufre, el hierro o el magnesio) eran absorbidospor las raíces desde el suelo en forma inorgáni-ca. La materia orgánica, el humus, únicamentecontribuía a la nutrición vegetal de forma indi-recta, liberando al suelo estos elementos inor-gánicos durante el proceso de su degradación,de su mineralización. Así, por ejemplo, el nitró-geno se absorbe en forma de nitrato o de amo-nio, y estas especies químicas inorgánicas, alentrar en contacto con las raíces, no guardanmemoria de su procedencia, sea ésta la materiaorgánica del suelo o una instalación de síntesisquímica. No es hasta después de la SegundaGuerra Mundial cuando se dispone en abundan-cia de abonos químicos baratos, junto a todo unrepertorio de insecticidas, fungicidas, herbici-das, estimuladores del crecimiento y otros pro-ductos químicos de aplicación agrícola.

Ciertas bacterias capaces de asociación sim-biótica con las leguminosas convierten al nitró-geno atmosférico en la forma inorgánica absor-bible por las raíces, a cambio de que estasbacterias sean alimentadas con los productos dela fotosíntesis. El químico alemán Fritz Haberlogró la síntesis de amoniaco a alta presión apartir de sus elementos, hidrógeno y nitrógeno,y la convirtió en un proceso industrial con ayu-da de Carl Bosch. Esta fijación del nitrógenodesempeña hoy un papel central en la alimenta-ción de nuestra especie y permitió hacer frenteal agotamiento de las fuentes de nitrógeno fer-tilizante de que se disponía a finales del sigloXIX, el nitrato de Chile y el guano.

EL SUELO LABORABLE COMO FACTORLIMITANTE

Las plantas extraen del suelo sus nutrientesinorgánicos. Éstos deben ser reemplazados paraque la capacidad productiva del suelo no decai-

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FRANCISCO GARCÍA OLMEDO – LAS (SIN)RAZONES DE LA AGRICULTURA ECOLÓGICA

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ga, restauración que se puede conseguir por lamineralización de la materia orgánica aportaday por la adición de abonos de síntesis. Aunquees técnicamente posible el cultivo hidropónico,con soluciones nutritivas y sin suelo, en térmi-nos globales resulta imprescindible el suelocomo sustrato. Éste es un bien progresivamen-te escaso cuya conservación debe ser prioritariabajo cualquier régimen de explotación agraria.

Hace pocas décadas disponíamos de mediahectárea de suelo laborable por persona; en laactualidad la disponibilidad es de la mitad yseguirá disminuyendo conforme aumente lapoblación. Todavía es posible poner nuevo sue-lo en cultivo, pero con una tasa de aumentoinferior a la de destrucción. Las fuerzas des-tructivas son variadas: la expansión urbana ensuelos óptimos y el fraccionamiento debido a lasmodernas infraestructuras, a la desertificación,la salinización y la erosión. El suelo agrícola seha convertido en un bien de carácter estratégicoque hace bastante tiempo atrae las inversionesde los grandes especuladores financieros y, másrecientemente, la de países como China, Corea,Arabia Saudí o incluso Suráfrica, que andancomprando o arrendando a largo plazo millonesde hectáreas en otros países, sobre todo africa-nos. Por otra parte, los precios de los alimentosbásicos se han disparado bruscamente en la cri-sis agroalimentaria y parece que ya nunca vol-verán a los niveles anteriores a la crisis. Dichasubida ha tenido como consecuencia que elnúmero global de hambrientos aumente en másde 100 millones hasta alcanzar los 1.000 millo-nes. Como matizaremos más tarde, es imposibleque la alternativa de la producción ecológica,que necesita un 30-50% más suelo que las otraspara producir la misma cantidad de alimento yque lo produce a un precio considerablementesuperior al de la convencional pueda contribuira resolver los retos agroalimentarios de lahumanidad.

Si queremos alimentarnos en el futuro, ten-dremos que producir más por cada hectárea,incluso si reducimos la proporción de productoscárnicos en la dieta; y, en segundo lugar, debe-remos producir de una forma más limpia. La

agricultura ha sido contraria al medio ambientedesde su invención, hace ya diez milenios. Dehecho, ha sido tanto más contraria cuanto másprimitiva. En el debate actual se olvida o seoculta el hecho de que fueron innumerables lasculturas agrarias que declinaron o se extinguie-ron porque no eran sostenibles.

Resulta paradójico que, hacia finales del sigloXIX, justo cuando se estaban dilucidando losfundamentos de la nutrición vegetal, surgieraun movimiento ideológico divergente que pres-cinde de la nueva ciencia para basarse en eva-nescentes principios filosóficos. El austriacoRudolf Steiner (1861-1925) consideraba “lafinca agropecuaria como un gran organismo quedebe autoabastecerse” y recomendaba favorecersu fertilidad mediante el aporte de abonos fer-mentados ricos en humus, enterrando cuernosde vaca rellenos de entrañas, ya que los fertili-zantes inorgánicos dañaban el cerebro: “Cuan-do como raíces, sus minerales van a mi cabeza.Cuando como ensalada, sus fuerzas van a mipecho, pulmones y corazón −no sus grasas, sinolas fuerzas de sus grasas.” Postulaba tambiénque la siembra debía realizarse de acuerdo conlas fases de la luna. Casi coetáneo de Steiner fueSir Albert Howard (1873-1947), un abogadoinglés que trabajó en la India, donde se interesópor la agricultura práctica. Concibió el conceptode “suelo saludable” y adoptó con entusiasmoel complicado método Indore para hacer com-post, el abono orgánico que resulta de la trans-formación microbiana de una mezcla de estiér-col y residuos verdes. Escribió en 1940 el libroAn Agricultural Testament, que lo convertiría ensantón del movimiento orgánico. Su rechazo dela ciencia agraria era frontal y, en particular,desdeñaba el proceso Haber-Bosch para fijacióndel nitrógeno atmosférico, al que considerabacomo un perverso “invento de los hunos”.

La súbita disponibilidad de fertilizantes sin-téticos y de productos agroquímicos baratos,que tuvo lugar tras la Segunda Guerra Mundial,estimuló su uso abusivo, con frecuencia porencima de los propios requerimientos producti-vos y más allá de la racionalidad económica.Rachel Carson, con su libro Silent Spring

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(1962), formula el conflicto entre producción dealimentos y medio ambiente en palabras encen-didas que pronto tendrían una enorme difusiónsocial. El libro merece ciertamente un lugar des-tacado en la historia del pensamiento, más porla eficacia del planteamiento que por lo acertadode las soluciones ofrecidas, que el tiempo se haencargado de desacreditar. No es acertado queen el libro se ignoren el crecimiento demográfi-co y la creciente demanda per capita de alimen-tos como elementos radicales del problema y secarguen todos los desmanes a la cuenta de laestupidez humana.

En su nuevo auge, el movimiento orgánicoha pasado de la crítica a ciertos desmanes de laagricultura intensiva a la aceptación casi-reli-giosa de las creencias más rancias: suponerdañinos a los fertilizantes inorgánicos; darimportancia casi mística a la materia orgánica,el humus y las lombrices y admitir sólo algunosinsecticidas de los llamados naturales, conce-diendo a lo “natural” unas propiedades benéfi-cas que nunca tuvo. Examinemos críticamentetanto los elementos clave de este entramadoideológico, incluida la contundente y deslealacusación de que la agricultura convencionaltiene “efectos negativos sobre la salud, el medioy la sociedad”.

Las tendencias de la agricultura modernaresponden con eficacia a las críticas que surgendesde la AE. Los conceptos de agricultura sos-tenible, de conservación o de precisión, en bue-na medida redundantes, aluden a una prácticaque debe satisfacer las necesidades del presen-te sin poner en peligro la capacidad de las futu-ras generaciones para satisfacer sus propiasnecesidades, así como conservar el suelo, elagua, la biodiversidad y la atmósfera, sinrenunciar a altos rendimientos y al uso de pro-ductos agroquímicos de síntesis; una agricultu-ra integrada que gestiona el agua y la conserva-ción del suelo, evitando la erosión mediante uncultivo sin laboreo o con laboreo mínimo. Elestado del arte permite una gestión tele-infor-matizada de insumos y tareas productivas enfunción de las características del lugar exactodonde se realizan, por ejemplo mediante la

dosificación puntual de semillas y abonosmediante GPS y sensores de características téc-nicas por teledetección

RECHAZO DE LA CIENCIA

Un destacado representante de la AE, PatrickHolden, vicepresidente de la British Soil Asso-ciation, ha declarado sin pudor que “las herra-mientas de la ciencia actual no están suficiente-mente desarrolladas para medir las virtudes dela AE.” Cualquier evidencia en contra de la AEse descarta a menudo como irrelevante o comogenerada bajo los auspicios de la industriaagroquímica o de la biotecnológica. En la propiadefinición de la AE, que se hace en el primerconsiderando del anteriormente citado regla-mento, está implícita una falsa concepción de lo“natural” como inocuo y benéfico. Se ha dadoen usar el término ‘natural’ de forma errada,enfrentándolo a ‘artificial’ como el bien al mal,pero es obvio que ni natural es sinónimo debueno y saludable, ni artificial lo es de peligro-so e indeseable. Basta con referirnos, entremuchos ejemplos posibles, al ácido cianhídricoo prúsico, un potente tóxico, inhibidor de laactividad respiratoria, que es generado en cier-tas circunstancias por más de 2.000 especiesvegetales, entre las que cabe citar el sorgo o layuca. La yuca o mandioca (Manihot esculenta)es alimento básico en algunas regiones, origi-nalmente en América, pero más tarde en África,donde llega a suministrar hasta el 60% de lascalorías de la dieta. El ácido cianhídrico es solu-ble en agua y volátil, por lo que puede ser eli-minado mediante lavado y tratamiento térmico:las raíces se rallan, se maceran en agua paraque las enzimas del propio tejido liberen el áci-do y luego se lavan. Para muchos de los compo-nentes tóxicos de los alimentos no sensibles alcalor sería la inactivación genética durante elproceso de domesticación la que resolvería elproblema. En contraste con lo natural, lo artifi-cial o sintético no es necesariamente adversopara la salud. El efecto de un compuesto quími-co sobre el organismo humano, como por ejem-

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plo una vitamina, es exactamente el mismo si esde procedencia natural o sintética. Un conser-vante autorizado, aplicado de acuerdo con lasnormas, es probadamente inocuo y nos defien-de de una amenaza natural importante, comopueda ser la toxina botulínica.

Un segundo error del uso de la palabra“natural” en el reglamento de la ComunidadEuropea consiste en designar con esa palabra avariedades cultivadas tradicionales que dejaronde ser naturales precisamente durante ladomesticación, proceso por el que se eliminaronlas características esenciales para sobrevivir enla naturaleza a cambio de adquirir las propieda-des que las hacían aptas para el cultivo. Ningu-na de las especies cultivadas básicas es naturalporque ninguna ha sido o es capaz de vivir porsí misma en vida libre y todas dependen de lamano humana para completar sus ciclos bioló-gicos.

Las prácticas típicas de la AE, tales como eluso de materia orgánica, la rotación de cultivosy otras, están también entre las opciones inte-gradas en otras alternativas productivas, comola agricultura integrada o la de conservación; ysólo es lícito considerar la mejor práctica decada alternativa comparada.

NO SON MÁS SABROSOS

Entre los objetivos declarados de la AE está enprimer lugar “la obtención de productos alimen-ticios de elevada calidad nutritiva y organolép-tica en suficiente cantidad, es decir, obteniendounos rendimientos que no se alejen demasiadode los rendimientos medios del conjunto de lasproducciones agrarias generales”. Respecto a lacalidad organoléptica, hay que decir que no seha encontrado prueba alguna de que la de losproductos de la AE sean superiores a los con-vencionales. Cuando se compara, en ensayos decata a ciegas, la producción ecológica con laconvencional del mismo producto, recolectado ycomercializado en las mismas condiciones, losde la AE salen casi siempre perdiendo. Este elcaso, entre otros, en una reciente cata, organi-

zada bajo los auspicios del Times (5-9-2009),en la que se compararon las líneas básica,estándar y premium con la línea orgánica encuatro cadenas de supermercados: las diferen-cias entre cadenas respecto a la línea básica fue-ron notables, pero en todos los casos menos enuno, los alimentos orgánicos fueron los peorvalorados. Sólo en la cadena cuya línea básicaera con diferencia la peor valorada, los alimen-tos orgánicos no quedaron a la cola.

Dada la globalización de las fuentes alimen-ticias, tanto para la AE como para la producciónconvencional, se da un cierto conflicto entre lacalidad gustativa y la necesidad comercial, yaque el momento óptimo de recolección de unproducto dado es distinto si se atiende a las pro-piedades organolépticas o si se adapta a lasnecesidades de transporte, distribución, almace-namiento y comercialización. Esta divergenciade intereses ocurre en menor medida cuando setrata de alimentos producidos para consumolocal, mientras que la recolección adelantada deproductos que se consumen, dentro y fuera deestación, después de un transporte a larga dis-tancia y un almacenamiento prolongado, dalugar, para una fruta o verdura determinada, auna inevitable disminución de la calidad orga-noléptica.

Un mercado globalizado prioriza variedadesde alto rendimiento (bajo precio por unidad depeso), que además sean susceptibles de sertransportadas a larga distancia y almacenadasdurante un tiempo. Esto ha hecho que en losmercados predominen a lo largo de todo el añoun reducido número de variedades más baratasque eclipsan a otras más caras por su menorrendimiento, las cuales se venden sólo en esta-ción. No es la torpeza de los mejoradores gené-ticos sino el mercado, las decisiones de comprade los consumidores, las que son responsablesde la ocasional disminución de la calidad gusta-tiva de nuestros alimentos, como no es respon-sabilidad de los mecánicos el que un automóvilutilitario no tenga las prestaciones de uno dealta gama. Que el pollo de ahora no sepa comoel de antes es sólo una queja de los privilegia-dos que antaño lo comían a diario.

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NO SON MÁS SANOS Y NUTRITIVOS

Cualquier pretensión de que los productos de laAE son más sanos y nutritivos ha quedadorotundamente desmentida por los especialistas.Así, por ejemplo, en una reciente revisiónexhaustiva de todos los trabajos científicospublicados sobre el tema entre enero de 1958 yfebrero de de 2008 se llega a esa conclusión. Larigurosa revisión, apoyada por la Food Stan-dards Office del Reino Unido, ha sido realizadapor un grupo de seis reconocidos especialistasen nutrición3. En esta revisión se han examina-do más de 50.000 artículos científicos que sehan sometido a una severa selección basada enel rigor y la relevancia respecto al tema. La con-clusión principal del trabajo ha sido la de que nohay la más mínima evidencia de que existandiferencias en la cantidad y calidad de nutrien-tes entre los productos de la AE y los conven-cionales. Hay que añadir que, de haber encon-trado diferencias para algún alimento, en unsentido o en el otro, el hecho carecería de impor-tancia práctica en una dieta tan variada como lahumana.

NO SON MÁS SEGUROS

La idea de que los productos ecológicos son mássanos y seguros que los convencionales ocupaun lugar central en la desleal estrategia de difu-sión de la AE, tanto de forma implícita, cuandopropone “evitar la presencia de elementospotencialmente tóxicos para la salud humana enlos productos agrarios y alimenticios finales”,como explícitamente en boca de sus proponen-tes y portavoces, sean éstos del sector privadoo, como en España, del institucional. Hay quedecir de entrada que esta idea es falsa y que enrealidad lo contrario es más cierto.

La pretendida mayor seguridad de los pro-ductos de la AE se apoya en las normas de pro-ducción del Reglamento europeo (art. 12) que,entre otros extremos, prohíben el uso de fertili-zantes minerales nitrogenados en favor de“estiércol animal o materia orgánica, ambos de

preferencia compostados, de producción ecoló-gica”, así como la aplicación de plaguicidas yantifúngicos de síntesis, basando la lucha con-tra plagas, enfermedades y malas hierbas enagentes naturales y en determinadas prácticas.Examinemos brevemente las consecuencias delas mencionadas opciones para la fertilización yla protección vegetal en términos de contamina-ción microbiológica y química.

En un estudio realizado en la Universidad deMinnesota4, se examinó la presencia de colifor-mes fecales en muestras de frutas y verduras deexplotaciones ecológicas y convencionales,detectándose dichos microorganismos en el9,7% de las del primer tipo y en un 1,6% de lasdel segundo. El producto más contaminado porEscherichia coli y sus parientes fue la lechugaecológica (22%). La mayor presencia de colifor-mes en los productos ecológicos se debe alempleo de estiércol fresco, cuyo uso permite lacomplaciente normativa, al estipular únicamen-te que sea “preferentemente compostado”. Elestiércol de todas las vacas, ecológicas o no, tie-ne microorganismos fecales, incluida la cepaletal de E. coli O157:H7, si se usa antes del año,y en la AE se usa hasta fresco de 3 días y casisiempre antes del año. La probabilidad de infec-ción por la mencionada cepa patógena es 8veces mayor a través de los productos ecológi-cos que de los convencionales. En 1997 fue res-ponsable de 21 muertes en Lancashire y en2006 protagonizó un incidente, mediado porespinacas ecológicas producidas en California,que afectó a unas 200 personas y causó 3 muer-tes y varios fallos renales irreversibles. A prin-cipios de 2007, la Government AccountablilityOffice (GAO) de EEUU lanzó una alarma de altoriesgo en relación con las tres muertes ocurridasen el otoño precedente, junto a más de 500 per-sonas afectadas, identificando como agentescausantes a las ya mencionadas espinacas con-taminadas por E. coli y a lechugas igualmentecontaminadas que probablemente infectaroncon la misma bacteria a decenas de clientes delos restaurantes Taco Bell y Taco John’s. El peli-gro no se restringe a productos vegetales, yaque, por ejemplo, en diversos países se ha

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detectado la presencia de dioxinas, compuestostóxicos que tienden a acumularse superficial-mente en el suelo, y de las enterobacterias pató-genas Salmonella spp. y Campylobacter spp., enpollos o huevos ecológicos.

Otra contaminación biológica frecuente aso-ciada a los productos ecológicos es la presenciade toxinas producidas por hongos: aflatoxinas,fumonisinas, zearalona y deoxivalenol. Lamenor eficacia de los métodos de control anti-fúngico aplicados en la AE permite un mayordesarrollo de hongos en los productos ecológi-cos que, sin que produzca síntomas visibles,puede dar lugar a la producción de micotoxinascon toxicidad hepática y promotoras de tumoresen animales de experimentación. Hasta mediadocena de entradas mensuales a este respectopueden registrarse en la red europea de alertasalimentarias, una incidencia que en proporciónes diez veces mayor que en los productos con-vencionales, en los que a su vez es mayor queen los productos transgénicos. Un claro expo-nente de la injustificada permisividad con quese acoge la AE en medios políticos puede verseen una modificación reglamentaria de 28-9-2007 (Reglamento CE nº 1126/2007) por la quese duplican los niveles máximos permitidos dealgunas de estas toxinas “para evitar la pertur-bación del mercado”.

La lucha biológica contra las plagas de insec-tos no es siempre la panacea que se publicita yacaba destruyendo a amigos y enemigos. En unejemplo reciente, la mosca europea Campsiluraconcinnata, introducida en EEUU para combatira ciertas mariposas cecropias, ha demostradotener un desmedido apetito por el familiar gusa-no de seda. Pero cuando conviene a la AE, notodo es orgánico y natural, ya que, entre otrosproductos inorgánicos, se permiten 7 elementostraza, 7 encalantes, 2 inoculantes para el suelo,17 abonos complejos, 6 abonos potásicos y 5abonos fosfatados. Además, en la AE se acep-tan hasta 14 fungicidas y 8 insecticidas natura-les, una lista que incluye compuestos como larotenona, que puede causar la enfermedad deParkinson, los piretroides, para los que, segúnla Agencia de Protección Ambiental de EEUU,

existe evidencia que sugiere su posible carcino-genicidad, las sales de cobre, que son hepatotó-xicas y van a ser prohibidas próximamente en laUE, y las sales potásicas de los ácidos grasos(jabones blandos), que son adversas para lospeces y la vida acuática.

Como ha demostrado Bruce Ames, uno de losmayores expertos en la materia, la proporciónde insecticidas naturales que causan mutacio-nes en bacterias y cáncer en roedores es la mis-ma que la de insecticidas sintéticos, y aseguraque el consumidor medio americano ingierecada año unas 10.000 veces más plaguicidasnaturales que sintéticos, que una simple taza decafé contiene más carcinógenos naturales que ladosis anual de carcinógenos sintéticos en la die-ta, y que cuando se estratifica la poblaciónhumana de mayor a menor consumo de frutas yverduras convencionales, esas que se conside-ran por algunos como altamente contaminadas,la población queda automáticamente clasificadade menor a mayor incidencia de cánceres delsistema digestivo (B N Ames & L S Gold. Mun-do Científico 1999; 207: 21-37). Hay quedenunciar como falsa la creencia popular, atiza-da por los defensores de la AE, de que existeuna verdadera epidemia de cáncer originada porel consumo de productos convencionales.

Se realizan a menudo prospecciones en losmercados respecto a la presencia de nivelesindebidos de residuos tanto en productos ecoló-gicos como en convencionales. En uno de estoscontroles, difundido por una importante cadenade supermercados de ámbito nacional, la pro-porción de muestras delictivas fue análoga paraambas modalidades de producción, un resulta-do por otra parte esperado, ya que no hay razónpara atribuir un mayor respeto a la normativa aunos agricultores que a otros. Cuando la cose-cha está en peligro, la fracción de los que se sal-tan las reglas es la misma entre ambos grupos.Se han obtenido resultados similares en pros-pecciones de la Canadian Food InspectionAgency y de distintas instancias en Francia,Alemania o el Reino Unido.

La afirmación de que los alimentos ecológi-cos son más saludables que los convencionales

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es rigurosamente falsa y supone una forma decompetencia desleal para la agricultura tradicio-nal. El insigne bioquímico Sir John Krebs, quepresidió la Autoridad de Seguridad Alimentariadel Reino Unido, anunció públicamente que nohay evidencia alguna que apoye la superioridadde los alimentos ecológicos, y en el mismo sen-tido se han pronunciado autoridades e institu-ciones en EEUU, Francia o Alemania. En el Rei-no Unido, el Secretario de Medio Ambiente, elConsejero Científico Jefe del gobierno y el presi-dente del Sindicato de Agricultores han suscritoen esta línea las conclusiones de un estudio,antes aludido, encargado la Manchester Busi-ness School, y además la Advertising StandardsAgency se ha pronunciado en contra de la ape-lación sin fundamento a los supuestos benefi-cios para la salud de los productos ecológicospara favorecer su difusión. Resulta reveladorque en el nuevo Reglamento se haya suprimidosigilosamente el artículo 10.2 del que le prece-dió (Reglamento CE nº 2092/91), en el que sedecía claramente: “No podrá figurar, en el eti-quetado ni en la publicidad, ninguna menciónque sugiera al comprador que la indicación AEconstituye una garantía de una calidad organo-léptica, nutritiva o sanitaria superior”.

LA AE NO ES NECESARIAMENTE MÁSRESPETUOSA CON EL MEDIO AMBIENTE

En el debate actual se esconde o se minimiza elhecho de que la AE invade más suelo naturalque sus alternativas más intensivas para produ-cir igual cantidad de alimento, pero ya hemosdicho que el suelo laborable es un bien escasocuya disponibilidad por persona viene decre-ciendo muy rápidamente. Si EEUU ha logradopreservar parte de su territorio en un estadomás o menos virgen ha sido porque el rendi-miento de sus 17 cosechas principales se hamultiplicado por tres en medio siglo, sin aumen-tar la superficie sembrada; y si se quiere preser-var la selva amazónica, habrá que arbitrar ensus márgenes una agricultura lo suficientemen-te intensiva como para alimentar a los brasile-

ños. La demanda de suelo laborable se ha agu-dizado al abrirse recientemente la controvertidaposibilidad de dedicar una buena parte de laproducción vegetal a la obtención de biocom-bustibles.

La producción agrícola incide sobre el medioambiente de distintas formas. Así, por ejemplo,ocupa y transforma suelo virgen, aporta com-puestos agroquímicos diversos, contribuye a laeutrofización de ríos y lagos (fomentando elcrecimiento en ellos de algas y otros organis-mos), afecta a la biodiversidad y determina elsecuestro y emisión de gases con efecto inver-nadero. La comparación de la AE con otrasprácticas más intensivas es compleja y debehacerse caso por caso. En términos generales,puede decirse que la AE invade más suelo natu-ral por tonelada de alimento producida, ya quesus rendimientos son menores y, en cambio,puede contribuir menos a la contaminación y laeutrofización, principalmente por su uso res-tringido de plaguicidas y su renuncia a los fer-tilizantes minerales nitrogenados, aunque estoúltimo no ocurre en todos los casos. Concretan-do algunos ejemplos citados en el estudio reali-zado por la Manchester Business School para laadministración británica: para el trigo panifica-ble, la producción orgánica está asociada a unamayor eutrofización que la convencional, mien-tras que para las patatas se dan pocas diferen-cias a este respecto entre las dos alternativas, ypara las manzanas existe una pérdida de nitró-geno significativamente menor en la AE.

En relación con el impacto de la agriculturasobre la biodiversidad, es urgente empezar disi-pando algunas confusiones. Hay que considerartres componentes: la biodiversidad del territoriono cultivado, la del suelo cultivado y la delmaterial domesticado que se cultiva. Al tenerque invadir más suelo para una misma cantidadde alimento, la AE es claramente más desfavo-rable respecto al primer componente. El uso demateria orgánica y la siembra directa en la AEoperan a favor de la textura del suelo cultivado,que adquiere mayor capacidad para reteneragua y nutrientes, y aumentan la biodiversidadque alberga, pero conviene señalar que el

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número de hectáreas de siembra directa a esca-la global es mucho mayor en otras alternativasproductivas, como por ejemplo en los cultivostransgénicos, que en la AE.

En teoría, la AE requiere menos energía queotras modalidades y genera una menor emisiónde CO2 por tonelada de alimento producido,aunque no siempre ocurre así en la práctica. Porejemplo, la producción ecológica de leche devaca da lugar a mayores emisiones de gases deefecto invernadero y gases ácidos que sus alter-nativas, especialmente metano, cuyo efectoinvernadero es 20 veces más potente que el delCO2; las producciones de carnes de vacuno, ovi-no y porcino tienen menores demandas de ener-gía por kilo de producto que sus alternativas,pero ocurre lo contrario para la producción decarne de ave; y si bien las emisiones de gasescon efecto invernadero son menores para la pro-ducción ecológica de carnes de oveja y cerdo, locontrario es cierto para las carnes de vacuno yde ave. Las diferencias no son muy notables enun sentido o en el otro, con excepción de la car-ne de cordero, que pueden ser superiores al30%. Según otro estudio de la Universidad deCranfield (Reino Unido), la producción conven-cional de pollo da lugar a una emisión de CO2 de4,75 toneladas por tonelada de carne, frente alas 6,68 toneladas de la producción ecológica.Por otra parte, resulta obvio que los tomatesorgánicos en el Reino Unido, producidos local-mente en invernadero, consumen más de 100veces la energía que consumen los producidosen Africa.

LAS VELEIDADES ECOLOGISTASDE UN MINISTERIO

El folleto del MMAMRM a que hemos aludido enla introducción carece de verdadera justifica-ción; no es más que una sarta de afirmacionesque resultan erróneas, ya por lo que dicen, yapor lo que omiten. Parece como si el ministeriosólo tuviera ojos para la AE y olvidara a lasotras alternativas productivas, que desde luegono son medidas por el mismo rasero. Y otro tan-

to ocurre en el ámbito europeo. Con el Regla-mento CE nº 834/2007 y los que le antecedie-ron, los proponentes de la AE han logrado ele-var a norma lo que no era más que un corpus deauto-regulaciones auto-complacientes. Yahemos visto las implicaciones de la tibia reco-mendación del artículo 12, respecto a que estiér-col y materia orgánica sean “de preferenciacompostados”, y algo parecido ocurre con latolerancia de un 5% de productos no ecológicosen partidas calificadas como ecológicas, asícomo con la permisiva cláusula de que la pro-ducción de alimentos tiene que hacerse a partirde ingredientes ecológicos, “salvo cuando en elmercado no se disponga de ingredientes en suvariante ecológica”. Dado que no existe diferen-cia esencial alguna entre la composición de losproductos ecológicos y los que no lo son, no hayforma analítica posible para detectar la adiciónfraudulenta de productos no ecológicos y noqueda más procedimiento que la (auto)certifica-ción. Y en la misma línea, se “recomienda” eluso de semillas ecológicas para la AE, pero larealidad es que en España no se generan prác-ticamente tales semillas y que la mayor parte dela producción ecológica usa semillas convencio-nales, que son más baratas.

En la AE maquillan los hechos para apro-piarse indebidamente de la altura moral y lograrobjetivos comerciales ante una clientela capazde pagar productos más caros, y lo hace con unaferocidad que rebasa el objetivo de la promociónde lo propio para abordar la aniquilación de lacompetencia. Éste es el sentido del injustificadomonopolio del término “biológico” y del secues-tro del prefijo “bio” para su uso exclusivo,cuando serían aplicables al resto de los sistemasproductivos, así como de la desleal descalifica-ción de las alternativas y de la brutal presiónejercida en medios de la AE para que otros sis-temas de producción tengan que guardar dis-tancias no justificadas por la observación cien-tífica, aunque éstos estén perfectamenteamparados por la ley. La AE no es la única alter-nativa para la conservación de la productividaddel suelo, y sus invernaderos están tan techa-dos de cristal como los de la competencia.

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El agrónomo indio C. S. Prakash ha dichoque “lo único sostenible que aporta la AE almundo en desarrollo es la pobreza y la malnu-trición”. Otra cosa es la producción de alimentosecológicos para enviar a los países desarrolladossi esto supone una exportación esencial para labalanza de pagos. Sin embargo, los defensoresde la AE, como la British Soil Association, hanllegado a proponer la prohibición del comerciointernacional de alimentos, prohibición quesería especialmente perjudicial tanto para paísesen desarrollo como para ciertos países consumi-dores, como Japón o la Arabia Saudí.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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2. F. García Olmedo. El ingenio y el hambre. Colec-ción Drakontos. Editorial Crítica, 2009.

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