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TDAH: un don o una enfermedad Cuando llevas años trabajando con familias que tienen un hijo con TDAH, normalmente los escuchas quejarse de que la medicación les ayuda, pero no se la toman; de que se enfrentan a sus compañeros, padres o profesores; y luego creen que lo arreglan todo pidiendo perdón; de que sólo estudian, si hay alguien sentado a su lado. Esto hace que siempre se hagan la misma pregunta: ¿es que realmente las personas con TDAH no pueden evolucionar nada en el control de su atención? La respuesta a esta pregunta ha dividido el mundo de los investigadores, médicos, profesores y terapeutas en dos corrientes muy claras: - los que consideran el TDAH una discapacidad que condiciona la vida del afectado de forma negativa; y - los que opinan que se trata de un trastorno que presentan unas personas que presentan dificultades para expresar de forma funcional unas capacidades extraordinarias de acuerdo con los estándares de la cultura occidental (neurodivergencia). Sea como sea, ambas líneas de pensamiento coinciden en afirmar que las personas que presentan TDAH experimentan dificultades en el control de la atención, la voluntad y los impulsos; y tratan de ayudarla a conseguir funcionar de la forma más normalizada posible en el contexto familiar, académico, profesional, sentimental y social en el que viven. El tratamiento que considera el TDAH como enfermedad. Los defensores de esta idea, encabezados or el Dr. Russel Barckley, intentan mejorar la calidad de vida de las personas con TDAH recurriendo al tratamiento multimodal, que se caracteriza por combinar medicación, ayuda terapéutica de tipo cognitivo conductual para el “enfermo” y su familia; y adaptaciones metodológicas para la escuela.

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TDAH: un don o una enfermedad

Cuando llevas años trabajando con familias que tienen un hijo con TDAH, normalmente los escuchas quejarse de que la medicación les ayuda, pero no se la toman; de que se enfrentan a sus compañeros, padres o profesores; y luego creen que lo arreglan todo pidiendo perdón; de que sólo estudian, si hay alguien sentado a su lado. Esto hace que siempre se hagan la misma pregunta: ¿es que realmente las personas con TDAH no pueden evolucionar nada en el control de su atención?

La respuesta a esta pregunta ha dividido el mundo de los investigadores, médicos, profesores y terapeutas en dos corrientes muy claras:

- los que consideran el TDAH una discapacidad que condiciona la vida del afectado de forma negativa; y

- los que opinan que se trata de un trastorno que presentan unas personas que presentan dificultades para expresar de forma funcional unas capacidades extraordinarias de acuerdo con los estándares de la cultura occidental (neurodivergencia).

Sea como sea, ambas líneas de pensamiento coinciden en afirmar que las personas que presentan TDAH experimentan dificultades en el control de la atención, la voluntad y los impulsos; y tratan de ayudarla a conseguir funcionar de la forma más normalizada posible en el contexto familiar, académico, profesional, sentimental y social en el que viven.

El tratamiento que considera el TDAH como enfermedad.

Los defensores de esta idea, encabezados or el Dr. Russel Barckley, intentan mejorar la calidad de vida de las personas con TDAH recurriendo al tratamiento multimodal, que se caracteriza por combinar medicación, ayuda terapéutica de tipo cognitivo conductual para el “enfermo” y su familia; y adaptaciones metodológicas para la escuela.

Desde mi experiencia como psicopedagoga, la mayoría de los niños, niñas y adolescentes cuyos padres optan por este tipo de tratamiento adoptan tres tipos de personalidad muy características:

1º Los rebeldes: adoptan una actitud de pasotismo y oposición, desarrollando el conocido Trastorno Negativista Desafiante.

2º Los controladores: se muestran como personas perfeccionistas y maniáticas, son populares y buenos estudiantes. Se trata de personas muy impulsivas y competitivas que suelen aparentar ser de una forma con un grupo de personas, como por ejemplo sus padres y otra muy distinta con sus amigos .

3º Los víctimas: parecen tristes y ausentes, sus padres se quejan de su falta de motivación y

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entusiamo en todo lo que realizan y suelen manifestar síntomas depresivos. No tienen amigos y experimentan cambios de humor muy bruscos.

Todos ellos presentan problemas para afrontar situaciones estresantes, dependen de la medicación para prestar atención hasta el punto de que no pueden realizar determinadas tareas si no es bajo el efecto de “la pastilla” y sufren episodios de impulsividad y descontrol por lo menos una vez cada mes y medio.

El tratamiento que considera el TDAH como un tipo de neurodiversidad

Durante los diez años que trabajé como psicopedagoga a niños, niñas y adolescentes con TDAH y TDA nunca dudé que se trataba de personas con talentos especiales. Hoy en día, las personas con este trastorno que participan en mis programas de entrenamiento y por lo tanto en mis investigaciones en neurociencias, demuestran capacidades increíbles que no dejan de asombrarme.

Evidentemente, ya te habrás dado cuenta de cuál es la opción de tratamiento que yo apoyo. Efectivamente: yo apuesto por la neurodiversidad y para ello me baso no sólo en los autores que la defienden a capa y espada, sino en mi propia experiencia personal como mujer con TDAH.

Como profesional de la Psicopedagogía comparto absolutamente la visión de Dale Archer, doctor en Psiquiatría, cuando dice que “si tratas de adaptarte a lo que consideramos normal negando tus características o intentando que desaparezcan por medio de la medicación, vas a perder la fuente de tu fuerza y aquello que te hace único, lo cual es el centro de tu grandeza”.

Yo no cambiaría las cualidades positivas que acompañan a mi TDAH por nada del mundo. Me encanta seguir comportándome de forma infantil a mis 37 años, adoro el hecho de vivir cada día con un horario y actividades distintas, disfruto mucho viviendo con 10 gatos y 2 perros, no paro de asombrarme ante mi capacidad para invertir energía en lo que me gusta, etc.

Nunca me ha importado que me consideren excéntrica y confieso que estoy muy orgullosa de que existan profesionales que piensen que estoy loca pero que sé mucho. Yo considero que en la variedad está el gusto y eso es lo que plasmo en todo lo que hago, desde que me levanto hasta que me acuesto los 365 días del año.

El hecho de ser de esta forma tan peculiar siempre me ha facilitado el conectar con otras personas neurodivergentes practicamente desde el primer día de consulta y me ha permitido ayudar a cientos de personas a ser más autónomos y felices en sus vidas, así como facilitar la comprensión de las características positivas de cada trastorno de base neurológica a los profesionales y familiares que los atienden.

Soy muy consciente del lado negativo de esta forma de ser “aventurera” como la denomina el Dr. Dale Archer, pero como eterna estudiante de neurociencia, creo que los cerebros son

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plásticos y por lo tanto, aplico e investigo cada día en técnicas que permitan desarrollar las habilidades cognitivas, emocionales y psicomotrices que aún están inmaduras tanto en mi como en mis clientes.

Creo firmemente que ser TDAH es un regalo y considero que la persona que lo es, debe emprender el algún momento de su vida “el viaje del héroe”, donde después de romper con una realidad a la que no se adapta, inicia un camino en el que consigue desarrollar una serie de habilidades con la ayuda de un mentor y termina por volver a la vida cotidiana sabiendo que es un ser fuerte y valioso tanto para sí mismo como para la comunidad en la que vive.

Jenny Guerra Hernández Neuropsicopedagoga