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�Talladoras de Palabras

SECRETOS, LEYENDAS Y SUSURROSR i tua les para mujeres que se at re ven a aprop iarse de la esc r i tura

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Talladoras de Palabras

SECRETOS, LEYENDAS Y SUSURROSRituales para mujeres que se atreven a apropiarse de la escritura

Amparo Espinosa Rugarcía y Ethel Kolteniuk Krauze

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Primera edición, junio de 2007

Primera reimpresión, enero de 2008

Segunda reimpresión, abril de 2013

Secretos, leyendas y susurros.Rituales para mujeres que se atreven a apropiarse de la escritura

por Amparo Espinosa Rugarcía y Ethel Kolteniuk Krauze

© Derechos reservados, pimera edición, México, 2007

por Documentación y Estudios de Mujeres, A. C.

José de Teresa No. 253 Col. Campestre,

Tlacopac 01040 México, D. F.

Tel. 5663 3745 • Fax 5662 5208

Diseño gráfico: ComplottDesign.

Eduardo Contreras S. / Eduardo Hache

Ilustraciones: Mariana Zúñiga T.

ISBN 978-968-6851-68-7

Impreso en México

Queda prohibida la reproducción

parcial o total de esta obra, por cualesquiera

de los medios –incluidos los electrónicos–

sin permiso escrito por parte de

los titulares de los derechos.

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Amparo Espinosa Rugarcía cede sus derechos patrimoniales aDocumentación y Estudios de Mujeres, A.C.

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Contenido

La Hermandad de las Talladoras de Palabras 9

La Leyenda: La osadía de la Princesa Ameyhale y el

nacimiento de la Hermandad de las

Talladoras de Palabras 13

Los susurros de las Serenas 19

Serena Amparo: 19

Serena Ethel: 23

Primer Secreto: La Aventura del Robo 27

Rituales: 29

Tu espacio y tu tiempo 29

Tu espacio 29

Tu tiempo 31

Tu nombre 33

Tu imagen 36

El tallado 38

El Anillo de Flor de Chompantle 40

Tu primer manuscrito 41

Segundo Secreto: Los Guijarros Parlantes 45

Rituales: 46

La resurrección 46

La recolección 48

La apropiación 50

Tu segundo manuscrito 54

Tercer Secreto: La Maldición Desesperada 57

Rituales: 59

La hoja rasgada 59

La hoja quemada 60

La hoja tachada 61

La hoja de los tres círculos 61

Tu tercer manuscrito 64

Cuarto Secreto: El Espejo de Agua 67

Rituales: 69

¿Qué veo? 69

¿Cómo creo que me ven? 70

¿Cómo me ven en realidad? 71

¿Cómo me veo? 73

¿Cómo veo que he sido? 74

El reflejo 75

Tu cuarto manuscrito 76

Quinto Secreto: La Montaña 79

Rituales: 79

Tu tierra 79

Tu equipaje 81

Tus mapas 83

Tus llanuras 84

Tus huellas 85

Tus ecos 86

Tus cumbres 87

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Tus senderos 88

Tus rocas 89

Tu quinto manuscrito 90

Sexto Secreto: Las Cavernas 93

Rituales: 93

Tu vórtice 93

Tu naturaleza 95

Tu estrella 97

Tu contraste 98

Tu mundo 99

Tu ofrenda 101

Tus tinieblas 102

Tu espíritu 103

Tú 105

Tu sexto manuscrito 108

Séptimo Secreto: El Manantial de los Susurros 111

Rituales: 112

Asomarse 112

Sumergirse 113

Tocando fondo 114

Emergiendo 115

Tu séptimo manuscrito 116

Octavo Secreto: Los Seres Almados 119

Rituales: 120

El encuentro 120

La búsqueda 126

La creación 127

Tu octavo manuscrito 128

Noveno Secreto: La Ceremonia de las Antorchas 131

Tu noveno manuscrito 133

Glosario 139

Invitación 141

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1 La leyenda de Ameyhale que utilizamos en este manuscrito está tomado del libro Talladoras de Montaña

(Editorial Diana, México, 1997) de Amparo Espinosa Rugarcía.

SSomos tus Serenas, las guardianas de la osadía de la Princesa Ameyhale, escucha nuestra voz que

habla en susurros dentro de ti. Sabemos que deseas algo nuevo en tu vida, que necesitas un espa-

cio en el que puedas conocerte mejor, expresarte, liberar tus ataduras. Te invitamos a que formes

parte de la Hermandad de las Talladoras de Palabras. Tú misma habrás de descubrir cómo se transforma el

paisaje de tu mundo, cómo se ilumina la imagen que tienes de ti, cómo se expande tu mane ra de ver y de

entender todo lo que te rodea, cómo se alimenta tu imaginación y cómo se despierta un poder, hasta ahora

desconocido, que hiberna entre tus manos.

Si aceptas la invitación, si permites que la osadía de la Princesa Ameyhale te sea revelada, si te internas

en el camino siguiendo los Nueve Secretos, podrás, tú también, pertenecer a la estirpe de las mujeres que

se atreven a apropiarse de La Escritura. Este manuscrito te llevará paso a paso. Sigue las indicaciones pun-

tualmente. Atrévete.

Apropiarse de La Escritura no es sólo aprender el alfabeto. Es aprender a utilizarlo para construir tu propia

visión del mundo, tu propia historia. Es descubrir sus infinitas posibilidades de expresión y aprovecharlas en

la vida diaria, en tu relación contigo misma y con los demás. Es convertirlo en herra mienta amigable y siem-

pre al alcance; es transformarlo en una compañía en la soledad y en un oasis en medio de la multitud. Es

poner en tus manos un espejo de doble profundidad, un interlocutor incansable, una llave con la cual pe -

netrarás secretos antes inaccesibles. Es, en suma, invitarte a dejar tu propia huella en la Historia, esto es, con-

tribuir con tu manuscrito al caudal del Manuscrito de los Manuscritos.

Las palabras son viento y van al viento… No nos conformamos con ellas, por eso necesitamos La

Escritura. La Escritura se queda, permanece, trasciende el tiempo y el espacio. La Escritura contiene, resume

y explica la experiencia, el conocimiento y el destino de la humanidad. La Escritura puede incendiar

pasiones o gestar una revolución; puede destruir pueblos o construir almas; puede envenenar con dudas

y maledicencias o paliar el sufrimiento con dulzura y elevación espiritual…

La Hermandad de las Talladoras de Palabras1

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Así lo han demostrado los que escriben, los que han dejado huella, los que han construido la Historia: los

hombres. Hemos vivido una Historia escrita por hombres. Una Historia incompleta. Una Historia a la que le

falta tu historia.

Sólo algunas mujeres han aparecido hasta ahora en el panorama de La Escritura. En este

manus crito te será revelado cómo puedes ser tú una de ellas, si te atreves. La Hermandad de las

Talladoras de Palabras te invita a que te apropies de La Escritura, que aprendas a tallar cada una

de tus palabras hasta encontrarles el auténtico significado, ése que siempre has guardado en tu

interior y que clama por salir a la luz de tu mirada.

La Hermandad no hace distingos entre las mujeres por su escolaridad, oficio o profesión. Se

abre por igual ante las que apenas saben leer y escribir, que ante las escritoras consumadas.

Apropiarse de La Escritura no significa necesariamente hacer literatura. La literatura es el arte de

las palabras, y el arte es una de las formas más depuradas de tallar las pala bras, así que ser talla -

dora puede conducirte a la literatura. Pero apropiar se de La Escritura es el arte de la vida, escri-

ta con tu puño y letra, y este camino necesitamos recorrerlo todas las mujeres. La única condi-

ción para ser talladora es la autenticidad que entregues en cada uno de tus escritos.

Entre todas completaremos la Historia de las mujeres y le daremos un nuevo significado a

nues tro porvenir. Entre todas estamos esculpiendo, con nuestro tallado, los Seres Almados2 que

transmutarán el mundo.

El momento ha llegado. Cada vez hay más Talladoras de Palabras que se atreven a apropiarse

de La Escritura y están construyendo el Manuscrito de los Manuscritos. Tú puedes colaborar en

esta tarea. Al leer estas palabras, has dado ya el primer paso. Atrévete a dar el siguien te, recorriendo con fe

el camino que recorrió la Princesa Ameyhale, la fundadora de la Hermandad de las Talladoras de Palabras.

�2 Más delante se te irá revelando el significado

de estas palabras.

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HH ace alrededor de 500 años vivía en el pueblo de Tepoztlán una princesa llamada Ameyhale. La

Princesa Ameyhale acostumbraba pasear, solitaria, por las montañas del reino. Mientras con-

templa su pueblo desde lo alto, ella musita siempre las mismas palabras:

Mis dominios nada son si no tengo La Escritura. Los hombres tienen La Escritura y conocen el antes y el después.

Por eso sus ojos ven lo que no se ve y sus oídos oyen lo que no se oye. En La Escritura guardan ellos sus secretos.

Sus versos alcanzan otros parajes. Pero La Escritura nos está vedada a las mujeres. Ninguna mujer se atreve a bus-

carla. Mis dominios nada son si no tengo La Escritura.

En su desesperación, un día, la Princesa Ameyhale se olvida del tiempo durante su paseo. La noche la

atrapa: debe permanecer en la Montaña más alta en espera del alba. Necesita encontrar un sitio en donde

resguardarse y ella, que a nada teme, comienza a sentir miedo del silencio y de las sombras. Entonces la

Montaña la habla por primera vez:

Ameyhale, ve al Río Atongo al amanecer. Ha llegado tu momento. Atrévete. No destruirás al mundo. Habrás de

transmutarlo.

La princesa se sobrecoge con estas palabras y pasa la noche entera repitiéndolas. Con el primer rayo de

sol, surge un Manto de Luciérnagas Diurnas y Ameyhale se prende de él. Va flotando hasta el Río Atongo y

entra desnuda en esas aguas. Ahí brisea el Dios del Viento. Al mirar a la princesa, tiembla el Dios, sus ojos

reverberan; de sus labios sale un oreo aromado. La Princesa Ameyhale lo tiene a su merced y él no lo sabe.

Es la oportunidad esperada desde hace muchas generaciones de mujeres. Ha llegado por fin el momento

de obtener lo prohibido.

Ocultando sus pensamientos, encendidas sus pupilas, la Princesa Ameyhale no espera más y sale del río

cubierta de espuma, envuelta en flores de chompantle, sus largos cabellos cobrizos se arrastran por el

musgo. Camina cadenciosamente hacia el Dios del Viento y le ofrece una de las flores. Él extiende su mano

La Leyenda:La osadía de la Princesa Ameyhale y el nacimientode la Hermandad de las Talladoras de Palabras

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hasta tocar los dedos cautivantes de la princesa. En ese preciso instante, ella sonríe triunfal y él, arrebatado,

emite un sonido agudo: la Princesa Ameyhale le ha robado La Escritura. Apartándose frenéticamente, como

si hubiera sido tocado por un rayo, el Dios del Viento se yergue con los brazos en alto y, antes de desapare-

cer, le lanza a la Princesa Ameyhale la Maldición Desesperada:

Escribirás con dolor.

Fue así como la Princesa Ameyhale burló al Dios del Viento para adueñarse de la Escritura, y fue así como el

Dios del Viento castigó tan grande afrenta. Desde tiempos inmemoriales los dioses habían puesto como

única condición para confiarles La Escritura a los sacerdotes, que jamás se la otorgasen a mujer alguna

porque en manos de mujer La Escritura engendra Seres Almados que pueden destruir el mundo. Así hablaron

los dioses y los sacerdotes juraron acatar la condición y le confiaron La Escritura al Dios del Viento, el men-

sajero que viene y va.

Pero el destino tenía algo más para él y lo esperó pacientemente en el Río Atongo hasta el día en que la

Princesa Ameyhale escuchó por primera vez la voz de la Montaña. Sería él mismo, el Dios del Viento, quien

desataría la catástrofe. Fue él y no otro el incauto transgresor del juramento. Incapaz de anular la hazaña de

la Princesa Ameyhale, él sólo pudo enturbiarla lanzándole la Maldición Deses perada. La condena cobró

efecto cuando aún Ameyhale sonreía disfrutando su indolente victoria.

La Princesa Ameyhale no pudo empezar a hacer uso de la prenda robada de inmediato. Una febril

ansiedad se apoderó de ella empujándola a seguir al Dios del Viento, presa de un amor inasible. El Dios del

Viento se mueve sin rumbo y es capaz de atravesar las rendijas más finas. Durante muchos soles y otras tan-

tas lluvias, a través de cañadas y planicies, la princesa lo persigue. Cuando cree tener lo entre sus brazos, él está

ya en otro lugar. Al paso de este dios, las raíces brotan a la superficie, los arroyos besan los cielos, las estre -

llas se sumergen en los mares y los corazones dejan sus pechos. La Princesa Ameyhale se convulsiona. Sufre

como si le arrancaran trozos del cuerpo, jirones de piel.

Nadie supo nunca cuánto tiempo permaneció así. Se dice que un día, pasadas muchas lunas, desapare-

ció envuelta en un Manto de Luciérnagas Diurnas ya sin fuerzas para seguir al Dios del Viento. La Princesa

Ameyhale reaparece en la Montaña con el corazón doliente algunas estaciones más tarde. La Montaña la

acoge con ternura. Le habla al oído, a los ojos, a la piel, muy quedo, muy despacio, cual una madre. La

Princesa Ameyhale escucha apenas. Tiene el alma llagada.

La Montaña no ceja. La colma de regalos. Le revela, en su inconmensurable sabiduría, las intimidades de

los ahuehuetes y de los palos de rosa, de los arroyos y de las estaciones y de los cambios de estación; de las

orquídeas y de los tulipanes; de las estrellas y de los colibríes y de los cenzontles; de las hormigas y de los

abejorros; de los jaguares y de los tlacuaches y de las lagartijas. Lo necesario para el camino de plenitud. Así

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le ofrece el jilguero su cantar y los chompantles sus frutos. Así los astros desmenuzan la eternidad ante los

ojos maravillados de ella que se atreve a observarlos sin prisa. Reconfortada con tales regalos, la princesa

puede, por fin, pronunciar estas palabras:

Ya tengo La Escritura. Se la robé al Dios del Viento. Pero debo pagar mi afrenta con un dolor punzante que no me

deja desde entonces.

La Montaña le responde:

Por eso estás aquí, Ameyhale. Talla tu historia en mis cavernas. Tállala una, otra y otra vez. Horádala. Penétrala.

Repítela. Hurga en cada uno de sus rincones. Cuéntala de mil maneras. Descubre sus vericuetos, sus texturas.

Sumérgete en el manantial de sus atrevidos matices. Yo soy la Transmu tación.

Guiadas por La Escritura, las manos de la princesa comienzan a tallar en las cavernas de la Montaña la his-

toria de su encuentro con el Dios del Viento. Lágrimas incontenibles brotan de sus ojos. Los misterios de su

cuerpo, los enigmas de su mente, los arcanos de su corazón van descifrándosele en las rocas talladas. Cada

trazo que ella logra es un descubrimiento que le transforma el rostro, le moldea las caderas, los pechos, los

cabellos. Las figuras plasmadas son hebras de un hilo hasta entonces desconocido con el que habrá de tejer

la nueva trama de su vida.

Con la sabiduría de la Montaña, la Princesa Ameyhale va coloreando la historia que plasma en las Cavernas,

aunque la Maldición Desesperada sigue pesando. Llora tanto la princesa, que sus lágrimas forman un Manantial

en el corazón de la Montaña. Fue en aquellas aguas en donde se vio a sí misma por primera vez. Desde entonces

ese manantial es sagrado y se le conoce como el Manantial de los Susurros.

Un día, transcurridas nueve estaciones, La Princesa Ameyhale descubre que su dolor ha sido purificado.

Haciendo una pausa en sus tallados, busca un momento de frescura. Se sienta sobre una roca al borde de

su propio manantial y comienza a surcar suavemente las aguas con los dedos. De pronto un abanico de

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imágenes emerge de las sorprendidas olas. No sólo el rostro de la princesa dibujado con inédita claridad se

refleja ahí, también los rostros de otras mujeres de cuyas bocas emanan voces silenciosas que le susurran al

oído:

Somos historias que queremos ser contadas, ser talladas, ser escritas.

Entonces la Princesa Ameyhale sabe que necesita encontrar a esas mujeres. Necesita compartir con ellas

su camino, invitarlas a tallar: sus historias deben de estar junto a la suya en las Cavernas de la Montaña para

que otras mujeres las descubran. Ésta es su verdadera misión. Ameyhale se apresura a hacer un llamado

vehemente y clandestino. Las mujeres de Tepoztlán empiezan a acercarse. La Hermandad de las Talladoras

de Montaña no tarda en nacer.

Pasan otras tantas estaciones y las historias de las mujeres que tallan al ritmo de sus llantos, van trasmu-

tando el aura de la Montaña, las luces y las sombras que ahí se perfilan. Inexplicables brotes de luciérnagas

diurnas alumbran el paso de estas iniciadas. Cada vez hay más mujeres con una extraña luminosidad en los

dedos. Los hombres, embriagados de temor, calumnian a la Princesa Ameyhale:

De sus amores con el Dios del Viento le nació un hijo y lo arrojó al río. Lo dejó en un hormiguero. Hay que

castigarla.

También se corrió la voz de que el niño no murió porque los lirios lo rescataron y los insectos le dieron

alimento. Desde entonces se le atribuyen a ese niño todas las hazañas extraordinarias que ocurren en

Tepoztlán. Aunque nadie llegó nunca a verlo, con el tiempo lo llamaron Tepoztecátl.

La Princesa Ameyhale no escucha las habladurías. Empeñada como está en profundizar en los misterios

de La Escritura, se mantiene al margen de estas liviandades. Ha alcanzado la Transmutación.

La Hermandad de las Talladoras de Montaña crece ante el estupor de los hombres que comienzan a

temerle abiertamente a la Princesa Ameyhale y a sus seguidoras. Los rituales tradicionales cambian. El ritmo

de las costumbres se altera. Las mujeres se ausentan de sus hogares. Nadie sabe a dónde van ni qué hacen.

El aura del pueblo modifica su color. Las cosas llegan a extremos tan violentos que la princesa debe salir

huyendo porque peligra su vida.

Hay quienes aseguran que llega hasta las montañas de Stonehenge en Inglaterra, hasta las rocas de

Fontainebleau en Francia, de los Cárpatos en Rumania y de Maracauasi en Argentina en busca de aquellas

voces de mujeres brotadas de su manantial que sus seguidoras le han dado el nombre de Manantial de los

Susurros. Muchos aseguran que es imposible que la Princesa Ameyhale haya llegado hasta esas lejanas tie -

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rras, pero a las seguidoras de la Princesa Ameyhale, a las integrantes de la Hermandad de las Talladoras de

Palabras, nombre con el que ahora son conocidas desde que la hoja de papel se convirtió en su montaña

personal, no les cabe ninguna duda de que así fue. Apropiarse de La Escritura, poner por escrito sus histo-

rias, como lo hizo la Princesa Ameyhale, les ha permitido, también a ellas, emprender aventuras igualmente

extraordinarias. �

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SSerena Amparo:

Escribo para descubrirme, para saber quién soy.

Escribo para darle voz a mi inconformidad.

Escribo para mirar mis huellas.

Escribo para exorcizar mis dolores.

Escribo para descifrar mis desamores, para revivirlos, para eternizarlos.

Escribo para nombrar mis pasiones.

Escribo para tocar a Dios.

Escribo para curar mi alma.

Escribo para rescatar mi humanidad.

Escribo en búsqueda de sentido.

Escribo para seguir viviendo.

Escribo porque La Escritura es mía, me pertenece.

Escribo porque me aterra morir inédita.

Escribo para aclarar mis dudas.

Escribo para conectarme con mi esencia.

Escribo para trascender mi narcisismo.

Escribo para hermanarme con otros.

Escribo porque me da placer.

Escribo, luego existo.

Escribir significa para las mujeres un acto trasgresor, un acto de rebeldía que nunca queda impune.

Cuando escribo, les arrebato La Escritura a los dioses, como Ameyhale.

Cuando escribo, también recae sobre mí la Maldición Desesperada.

Me encontré con la Princesa Ameyhale hace algunos años, cuando yo aún no sabía que La Escritura me

pertenecía. Acababa de sufrir un revés de amores que estaba trastocando mi vida.

Los susurros de las Serenas

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Los duraznos de mi jardín se habían quedado sin frutos y los cardenales se alejaban del comedero. El traba-

jo ya no me producía gozo y el placer me había abandonado. Intentaba conjurar la apatía cami nando hasta

agotarme o yendo al cine todos los días sin importar la película. Todo era inútil.

En vez de dormir recreaba mis penas queriendo descubrir dónde me había equivocado, qué había oca-

sionado la ruptura.

Cuestionaba cada palabra dicha a mi amante.

Me recriminaba el haberme puesto, en aquella cena, el vestido azul en vez del amarillo que se me veía mejor.

O, ¿no habría sido mi propuesta de ver la película Las cuatro estaciones la que había ocasionado su desen -

canto porque me definía como una mujer densa?

Mis amigas me escuchaban, resignadas, elaborar sobre el mismo tema una y otra vez.

Estaba encerrada en mí misma, presa de un narcisismo que ahora me avergüenza. Sólo tenía espacio

para el dolor de amores.

La Princesa Ameyhale vino al rescate.

Un fin de semana fui a Tepoztlán decidida a subir al Tepozteco las veces que fuera necesario: necesitaba

agotarme para dormir bien al menos una noche. A la mitad del camino me encontré con una mujer que

también subía sola y empezamos a hablar. Se mostraba acogedora. Parecía

receptiva. Ins piraba confianza. Me removí cualquier máscara de decoro que

aún pudiera quedarme y, a la primera oportunidad, introduje mis

desamores.

La mujer me escuchó mejor que cualquier psicoanalista. Cada pala bra que

dijo, me confrontó sin alte rar mi espíritu. Ella estimulaba mi locuacidad sin

generarme ansiedad. Acabamos comiendo juntas en el restaurante la Sandía

Azul. Entonces me contó su historia. Pertenecía a las Talladoras de Palabras,

una hermandad fundada por la Princesa Ameyhale, en las montañas del

Tepozteco, hace muchísimos años. Consiste de un grupo de mujeres que se

apropian de La Escritura y cuentan por escrito sus historias. Estas mujeres se

reúnen para compartir sus textos en una ceremonia que llaman la

Ceremonia de las Antorchas.

La Talladora de Palabras habló con vehemencia de su hermandad y yo,

contagiada por su entusiasmo, le pedí que me dijera qué hacer porque

deseaba ingresar. Me dijo que el único requisito era apropiarse de La

Escritura y poner por escrito la propia historia. Reaccioné:

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¿Cómo que apropiarme de la escritura? ¿No acaso en México la mayoría de las mujeres sabemos escribir?

Ahora sé que apropiarse de La Escritura no se reduce a conocer las letras o a tomar un dictado en la

escuela. Tampoco a llenar una forma de impuestos o trámites burocráticos.

Apropiarse de La Escritura trasciende formalidades que la vuelven rígida.

Apropiarse de La Escritura es enamorarse de ella. Es seducirla hasta lograr su complicidad. Es conocerla

hasta descubrir sus secretos. Es dedicarle tiempo y concederle un espacio.

Apropiarse de La Escritura es sentarte a escribir con el asombro de quien emprende una trave sía exótica

en un sitio hermoso. Es reverenciar las herramientas con las que llevas a cabo tu empresa.

Apropiarse de La Escritura es perderle el miedo. Es verla como aliada. Es hurgar en la propia intimi dad y

arrancarle las palabras que esconde.

Apropiarse de La Escritura es dejar de idolatrar a los que se dicen escritores y tener fe en tus propias per-

cepciones y en tu manera de expresarte.

Apropiarse de La Escritura no es una tarea sencilla para las mujeres y la Princesa Ameyhale, la fundadora

de las Talladoras de Palabras, no fue una excepción. En sus tiempos, mucho más que ahora, La Escritura les

estaba vedada a las mujeres. Por eso tuvo que robársela al Dios de Viento. Por eso recibió como castigo la

Maldición Desesperada:

Escribirás con dolor.

Hoy las mujeres podemos apropiarnos de La Escritura. Pero no podemos escapar a la Maldición

Desesperada. Todavía escribimos con dolor, como si se tratara de un parto.

Durante el embarazo, las mujeres llevamos al hijo en las entrañas y nuestro cuerpo se transforma. Al prin-

cipio, los cambios son casi imperceptibles. Luego vienen los malestares y en seguida el abultamiento del

vientre y la hinchazón de los pechos. Hay mujeres que rechazan estos cambios. Puede ocurrir que el hijo no

haya sido deseado o que les atemorice la reacción de una sociedad que a la vez que les exige ser madres,

les demanda una figura espigada. Hay también mujeres que consideran a los cambios corporales del embara-

zo síntomas de su fecundidad y prolegómenos de una vida que les ha tocado alumbrar y disfrutan cada

instante de su estado.

Aún así, llegado el momento del parto, todas las mujeres sentimos temor. Está la anticipación del dolor

físico. Están también las incertidumbres. Sabemos poco del hijo que nacerá. Acaso sólo su sexo. Desco no -

cemos su tipo de carácter, si será o no inteligente o incluso si lo podremos amar. La llegada a nuestra vida de

un ser desconocido, la trastoca por necesidad.

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Si se trata del primer alumbramiento, nos inauguramos como madres y esto supone una redefinición de

tiempos, prioridades y planes a futuro. ¿Cómo no sobrecogernos? Cuando la gestación termina, el hijo tiene

que darse a luz a pesar de las incertidumbres. Su habitat actual, nuestro vientre, ya le queda chico y morirá

si insistimos en que permanezca en él. Tenemos que acatar los dolores del parto.

Algo semejante al alumbramiento de un hijo ocurre cuando las mujeres damos a luz a nuestras palabras.

Ellas son el resultado de pasiones y experiencias que durante años guardamos en lo más íntimo de nuestras

almas. Muchas de estas palabras se gestaron en la infancia y llevan años afectando nuestras vidas, no siempre

de manera favorable. Sabemos que de alumbrarlas, tendremos dolores semejantes a los del parto de un

hijo. Pero si evitamos su alumbramiento, también nos emponzoñan y eso, no siempre lo sabemos.

El encuentro con una seguidora de la Princesa Ameyhale transformó mi vida al convertirme en una

Talladora de Palabras. Ella me enseñó que sólo poniendo por escrito mis palabras exorcizo su veneno y

saboreo sus mieles.

Lo primero que hice al volver de Tepoztlán aquel día, fue sentarme a escribir. En otro momento habría

llamado a cualquiera de mis amigas para rumiar mis cuitas en compañía. ¿Cuántas cuartillas llené aquella

vez? No lo sé; pero bastaron para armar la trama del primer libro que publiqué. Ese texto me condujo tam-

bién a Ethel y juntas nos iniciamos como Serenas, esto es, mujeres que han definido como su fin terrenal,

animar a otras mujeres a que se adhieran a la Hermandad de las Talladoras de Palabras de la Princesa

Ameyhale, robándole La Escritura al Dios del Viento.

Secretos, leyendas y susurros son algunas pistas que pueden iluminar el camino de las mujeres que

respondan a nuestro llamado.

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SSerena Ethel:

“Miércoles 10 de septiembre de 1969. Montreal, Canadá. Noche, frío rondando. 9 p.m.”

“Será interesante leer mi diario, hasta cierto punto, para los psicólogos. Algunas páginas escritas con frivolidad y

otras con toda la pasión y la tristeza desbordándose. La juvenil contradicción. A nadie más interesará este libro que

conoce tan bien mis horas estúpidas. Pero yo lo escribo para alguien, porque alguien habrá de leerlo, a fuerza. Lo

guardaré hasta mi muerte, así que cuando recojan mis pertenencias, alguien lo verá y, siquiera por curiosidad, lo

abrirá y lo leerá. Pero entonces ya no me importará que se entere de todo. (…) Este diario, escrito sin pretender

poesías ni literaturas, sino simplemente el sentimiento forzosamente hecho pala bras, es sólo para mí. Sé que muchas

cosas no las entenderían. Debería ser mío nada más. Pero es del mundo…”

Jueves 16 de febrero de 2006. Jiutepec, Morelos. Abanico de pájaros en la ventana. 1 p.m.

¿Cómo supe, a los quince años de edad, que esas palabras habrían de ser el resplandor que sanaría mi alma,

treinta y seis años después?

La niña que fui entonces salió de las páginas color de rosa y con su puño y letra me mostró quién soy

ahora. ¡Era yo “ese alguien” a quien ella escribía! Me esperó tanto tiempo, que lloré abrazando el manuscrito,

acariciando la piel de sus pastas, pidiéndole perdón por haberla enclaustrado en el olvido, por mi largo temor

a enfrentarla, a reconocerla, a hacerle su lugar en el laberinto de mi vida que construí afanosamente, con tal de

huir de ella. ¡Qué paradoja! Es ella quien ahora me ha mostrado la luz de la salida.

No fueron mis novelas, cuentos, poemas, crónicas y ensayos publicados a lo largo de más de veinte años

los que me habían convertido en talladora… Fue la niña que se atrevió a expresar su “sentimiento forzosamente

hecho palabras” lo que me llevó a reconocer mi destino.

Todo encajó a la perfección: por eso Amparo había tocado a mi puerta años atrás pidiéndome que leyera

su manuscrito Talladoras de Montaña. Por eso la acompañé semana a semana, durante años, hasta que la

princesa Ameyhale le reveló su osadía.

Por eso Amparo había fundado DEMAC, una institución dedicada al estudio y la documentación de

manus critos de mujeres y a promover concursos para mujeres que se atreven a contar su historia. Por eso

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había yo dedicado gran parte de mi carrera docente a la creación de talleres de escritura para mujeres. Por

eso estamos juntas en esta Hermandad. Por eso me atreví a exhumar mis diarios de la infancia justo en estos

momentos, en los que nos abrimos públicamente y revelamos el secreto que nos fue compartido.

Amparo se convirtió en mi Serena, y yo en la suya. Las Serenas son mujeres que encarnan el espíritu de

la Princesa Ameyhale iluminando el camino de otras que se atreven a apropiarse de La Escritura para tallar

su propia Montaña, esa verdad interior que clama por salir. Las Serenas seguimos tallando nuestra Montaña,

horadando en los recovecos de sus veredas y abismándonos en sus Cavernas, tratando de ver cada día un

poco más clara nuestra imagen en el espejo de agua del anillo de flor de chompantle.

Espero algún día ser una digna Talladora de Palabras, sentir que de verdad me he apropiado de La

Escritura y me he atrevido a ser yo misma, con la autenticidad y la pasión de la niña que fui y que me reve -

ló quién podría llegar a ser yo.

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AAdvertencia:

Las Serenas tenemos el cuerpo y el alma unidos en un solo movimiento de la mano para darnos a luz a

nosotras mismas. Así como nueve son las lunas de la gestación, nueve son los secretos de las mujeres para

apropiarse de La Escritura:

1 La Aventura del Robo.

2 Los Guijarros Parlantes.

3 La Maldición Desesperada.

4 El Espejo de Agua.

5 La Montaña.

6 Las Cavernas.

7 El Manantial de los Susurros.

8 Los Seres Almados.

9 La Ceremonia de las Antorchas.

Antes de recorrer el primero de estos nueve secretos, escucha estos susurros de las Serenas con todo

cuidado, pues te acogerán con la misma ternura que la Montaña acogió a la Princesa Ameyhale e iluminarán

tu caminar:

* Empieza escribiendo a mano, sintiendo la pluma enredándose en tus dedos, acomodándose, dialo-

gando con ellos para encontrar su sitio, su ritmo, en la nervadura de tu piel. Se escribe con todo el cuerpo,

con toda la conciencia, con toda la pasión.

* Antes y después de escribir, desliza las palmas de tus manos sobre las hojas de papel, percibien do su

textura, la vibración de las yemas de tus dedos sobre la página, primero en blanco, colmada de tus

expectativas; y al final, colmada de tu propio manuscrito.

* Sigue los rituales que te señalamos en cada secreto en el orden señalado. No omitas ninguno de ellos

antes de pasar al siguiente. No importa cuántas veces sientas que estás fallando o que no puedes

realizar alguno, vuelve a intentarlo. No importa si has escrito antes sobre los mismos temas, o si jamás

Primer Secreto:La Aventura del Robo

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has escrito una línea fuera de lo estrictamente necesario en tu vida cotidiana: si quieres pertenecer a la

Hermandad de las Talladoras de Palabras que se atreven a apropiarse de La Escritura, debes seguir los

ritua les al pie de la letra. No vale arrepentirse, pues por más temor que llegues a sentir, recuerda que tú

ya has dado el paso definitivo: tienes en tus manos este manuscrito.

Estás lista para comenzar.

¿Alguna vez has robado algo sintiendo, en el fondo de ti misma, que te pertenecía? ¿Le has robado al reloj,

por ejemplo, una hora más de sueño? ¿Le has robado a la dieta de modelo de revista, una suculenta rebanada

de pastel de chocolate? ¿Le has robado al trabajo atrasado, una escapada al cine? ¿Le has robado al incle -

mente espejo, una sonrisa para ti?

Seguramente has advertido que si no le robas al incesante tiempo un minuto para que respires, y al espa-

cio infinito un lugar donde pararte, nadie te los regalará. Es probable que te hayas sentido perdida en medio

de tu casa, abrumada de tareas a las que no les ves fin y sin embargo no puedes soltar. Te lo has preguntado

muchas veces: ¿por qué me pasa esto?

Las mujeres nos hemos acostumbrado, por tradición, a dar a los demás todo lo que tenemos, no sólo

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cosas materiales, sino también, y sobre todo, aquello que por invaluable resulta más valioso: amor, cuidado,

atención, dedicación, abnegación, comprensión, apoyo, tiempo… Hemos dado tanto que muchas veces nos

quedamos sin aliento, esperando que sean los otros quienes nos retri buyan el esfuerzo o, por lo menos,

reconozcan lo que hemos puesto.

Pero esto no ocurre siempre. Lo más común es que nos quedemos esperando, mientras los demás se

dedican a vivir sus propias vidas. Entonces nos damos cuenta de que nosotras también tenemos una vida

propia, y que debemos empeza a “robárnosla” pues, en realidad, siempre nos ha pertenecido.

Cuenta la leyenda que cuando la Princesa Ameyhale le robó al Dios del Viento La Escritura, descubrió que

en La Escritura se encontraba encerrada su propia vida. Conforme fue escribiendo, su vida se le hizo trans-

parente como el agua, y comenzó a fluir como manantial en las veredas y a tallar una historia en la Montaña.

El mundo empezó a transmutarse: las cosas, poco a poco, fueron cambiando, los colores, los sonidos, las tex-

turas, los aromas, el sabor de los instantes… todo se volvió más nítido, más significativo. Entonces, la Princesa

Ameyhale quiso compartir este atrevimiento, este hallazgo, esta nueva creación y fundó la Hermandad para

que todas las mujeres tuviéramos el derecho de apropiarnos de La Escritura y construir juntas el Manuscrito

de los Manuscritos.

Ha llegado el momento para ti. Prepárate para encarnar a la Princesa Ameyhale. Todas las talladoras somos

Ameyhale, todas hemos tenido que atrevernos a robar para nosotras La Escritura. Las Serenas estamos aquí

para alumbrarte el camino y hemos preparado estos rituales de iniciación.

Tu espacio y tu tiempo

Lo primero que debes hacer es robarle al Dios del Viento un espacio y un tiempo para ti. El Dios del Viento

es implacable, todo se lo lleva a su paso: él siempre quiere manejar el tiempo a su antojo, ocupar todos los espa-

cios; es mezquino, es celoso.

Si no estás alerta, el día se te acaba sin hacer lo que te proponías, y en tu casa no encuentras ni un

rincón donde sentarte sin que te interrumpan. Debes ser cauta y seguir el ritual de iniciación al pie de la

letra, si no, corres el riesgo de quedarte con las manos vacías. Las indicaciones son las siguientes:

Tu espacio

Recorre todos los lugares en los que diariamente te mueves: las piezas y los rincones de tu casa; los ambien -

tes de tu lugar de trabajo; los paisajes de tus calles.

Describe tres de esos espacios en los que te sientas cómoda: ¿cuáles son, dónde están situados, qué obje-

tos se encuentran ahí, qué te recuerdan?

Rituales:

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Lee lo que acabas de escribir en voz alta y elige, entre los tres espacios, aquel que te haya resultado más

atractivo o acogedor para crear allí ese rincón íntimo donde anidará tu escritura.

Coloca en ese rincón un objeto significativo para ti, con el que te identifiques de modo especial: puede

ser un adorno, una fotografía, un amuleto.

Agrega algún elemento del color que te guste, como puede ser un cuadro o un cojín; rocía el ambiente

de tu aroma preferido, con flores, maderas o inciensos.

Rodéate de las texturas que te acojan en un abrazo, como la Montaña acogió a la

Princesa Ameyhale, con la bufanda, el chal o el rebozo que te llene de evocaciones.

Deja que te envuelvan los sonidos de la naturaleza para que aprendas de su

sabiduría, a través del agua de una fuente, el canto de un ave o la armonía de la

música que tengas a tu alcance.

Prepara tus materiales: el lugar en el que te sentarás, la iluminación, este manus -

crito, plumas, lápices, hojas de papel extra.

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Describe tu nuevo espacio: ¿cómo es, cuáles son los objetos de los que te rodeaste, qué emocio nes te

despierta?, ¿tiene alguna característica especial, como una ventana, una planta o algo más?

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Tu tiempo

Haz una travesía mental por el horario de actividades de tus días a lo largo de la semana. Divide tu día en

mañana y tarde. Describe lo que generalmente haces en la mañana:

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Ahora describe lo que haces generalmente en la tarde:

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Siéntate en tu espacio durante nueve minutos dos veces al día; una, en algún momento de la mañana;

y la otra, durante el transcurso de la tarde. No hagas otra cosa más que estar en tu espacio, respira, siente,

observa.

Harás esto mismo nueve veces, probando diferentes horarios, hasta encontrar aquel que robarás para ti,

aquel que habrás de honrar impidiendo ser interrumpida.

Describe tu nuevo tiempo: ¿cómo descubriste que preferías este horario? ¿Por qué te gusta?

Tu nombre

El segundo ritual de la Aventura del Robo, es para que te apropies de tu nombre. Nacemos en un lugar, en

una familia, y con un nombre que no elegimos. Sin embargo, llega una edad en la que podemos cambiar

de casa, ciudad o país, y llega la opción de formar una familia propia con la pareja escogida.

Pero el nombre nos acompaña hasta la muerte y más allá, inscrito para siempre en la piedra de nuestra

sepultura. El nombre es nuestro sello de identidad, es un tatuaje invisible y omnipresente con el que nos

relacionamos para bien o para mal.

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Si no pudimos elegirlo cuando nacimos, sí está en nuestras manos apropiarnos de él, y esto quiere decir,

tomar conciencia de qué significa y qué historia guarda en nuestra vida. La Escritura es nuestra aliada en esta

aventura, porque una vez que te apropias de ella, te permite apropiarte del mundo entero y darte a luz a ti

misma.

Disponte ahora a apropiarte de tu nombre. Usa tu tiempo y tu espacio. Prepara tus materiales. Sigue las

instrucciones llenando los espacios de este manuscrito y añade las páginas que necesites para completar

tu texto.

Escribe tu nombre nueve veces seguidas.

Busca sus raíces y su significado en algún diccionario de nombres y cópialo en seguida.

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Investiga en tu familia por qué te pusieron ese nombre, y escríbelo.

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T a l l a d o r a s d e P a l a b r a s

¿Te gusta tu nombre? ¿Te disgusta? ¿Tienes algún apodo o sobrenombre? Escribe cómo te sientes con

tu nombre, qué ves cuando escuchas tu nombre, a qué huele tu nombre, de qué color es, cómo suena, a

qué se parece, qué textura tiene.

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Tu imagen

El tercer ritual de la Aventura del Robo consiste en apropiarte de tu imagen. Una cosa es cómo te ven los

demás, qué piensan y qué dicen de ti; pero la imagen que tú misma tienes de ti puede va riar. Estas diferen-

cias a veces nos confunden. Creemos que sabemos cómo somos, pero cuando queremos poner lo por

escrito, nos trabamos. Las instrucciones siguientes te ayudarán a hacer de La Escritura la amiga a la que

siempre puedes recurrir porque, gracias a ella, tu imagen se volverá más nítida.

Usa tu tiempo y tu espacio. Escribe algunas de tus características y de tus sentimientos al completar las

siguientes frases:

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Yo soy . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Me da miedo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Espero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Mi mundo es . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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El tallado

El cuarto ritual de la Aventura del Robo es en torno al trabajo del tallado. Recuerda que tallar es volver a

escribir, horadar los significados de las palabras, vibrar con sus sonidos, esculpir los manuscritos hasta que

salga de ellos nuestra más profunda verdad. Así talló la Princesa Ameyhale su historia en las Cavernas de la

Montaña y puso en nuestras manos La Escritura.

Deja reposar el manuscrito durante un día con su noche, tiempo que destinarás para crear tu propio Espejo

de Agua. Para crear tu propio Espejo de Agua es necesario que coloques un espejo de rostro, pequeño,

sobre un recipiente transparente en el que verterás un poco de agua. Tu Espejo de Agua estará siempre a

tu lado en tu espacio personal.

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Al término del día con su noche, mírate por primera vez en el Espejo de Agua. Observa tu mirada durante

tres minutos completos. Enseguida, talla tu imagen: vuelve a escribir dándote cuenta de qué estás escri-

biendo y cómo estás escribiendo. Qué palabras usas, qué tipo de letra. Observa las diferen cias que llegues

a encontrar entre la primera y la segunda vez que describes tu imagen ahora que te has visto reflejada:

Yo soy . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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No soy . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Me da miedo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Espero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Mi mundo es . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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El Anillo de Flor de Chompantle

Estás lista para ser iniciada. Éste es un momento culminante de la Aventura del Robo: te será revelado el sím-

bolo de la Hermandad de las Talladoras de Palabras.

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Las mujeres nos sentimos parte de la naturaleza, acaso de modo más íntimo que

los hombres, pues nuestro propio cuerpo comparte las cadencias de los ciclos

naturales, y como la tierra, genera mos vida. Las flores siempre han sido el sím-

bolo de una gozosa plenitud para nosotras y cada especie nos hermana con

un lazo de significaciones diferentes.

La flor de chompantle o zompantle, cuyo sonido original no tiene

equivalencia en nuestro idioma, por lo que su ortografía es variable, tam-

bién es conocida como colorín. Es una joya roja de pétalos intensos que

puebla los árboles morelenses, cuna de la Princesa Ameyhale.

El color apasionado y la generosidad de la floración permanente y abun-

dante en el paisaje, repre sentan la presencia innegable de las mujeres abriéndose

paso en el horizonte. La flor de chompantle es el alma misma de las mujeres que se

atreven, porque vistieron a la Princesa Ameyhale el día en que le robó al Dios del Viento La Escritura. Tú,

como ella, ya te has atrevido.

Crea tu propio Anillo de Flor de Chompantle: confecciona, compra o manda a hacerte un anillo en el que

diminutas piedras rojas simbolicen las flores de chompantle que cubrieron a la Princesa Ameyhale en su

atrevimiento. Colócalo en un lugar especial de tu espacio. El anillo te servirá de guía y de aliciente. Sólo al

final de este camino, si perseveras, habrás de lucirlo con orgullo en una de tus manos.

En este momento has iniciado ya el camino de las Talladoras de Palabras. Siente la compañía de las

Serenas y de todas las mujeres que van a tu lado, escritura en mano, tallando el milagro de sus vidas. El anillo

siempre brillará junto a ti, iluminando tu escritura.

Tu primer manuscrito

El último ritual de iniciación consiste en escribir tu primer manuscrito. Las Serenas hemos preparado para ti

las preguntas que vienen a continuación. La suma de tus respuestas es el resultado.

En tu tiempo y tu espacio, escribe tu primer manuscrito, respondiendo a las siguientes preguntas:

¿Qué sientes al mirar junto a ti el Anillo de Flor de Chompantle?

¿Qué se siente tener tu espacio,

tu tiempo,

tu nombre,

tu imagen,

tu Escritura?

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��Segundo Secreto:

Los Guijarros Parlantes

LLas mujeres hemos acumulado nuestros propios conocimientos a lo largo del tiempo. Son conoci -

mien tos emanados de las experiencias que hemos vivido y han sido construidos día tras día, usando

tanto la intuición como la observación, el análisis y la reflexión. Pero no han quedado registrados en

La Escritura, no forman parte de la historia de las ideas, ni del legado cultural de los pueblos.

Nuestra manera de ver el mundo, de opinar y de proponer soluciones no ha sido lo suficientemente

valora da: nosotras mismas hemos desconfiado de nuestros propios conocimientos, aunque no hemos dejado

de recibirlos de nuestras madres y abuelas a través de las generaciones, y sobre todo, de nuestra propia

experiencia.

De boca en boca, en una íntima complicidad, las mujeres nos hemos transmitido esa especie de sabiduría

femenina, en los momentos más inesperados y de una forma casual, casi imperceptible.

Seguramente muchas de nosotras guardamos en la memoria alguna frase de la abuela, la tía o la vecina

que nos sacudió como terremoto y que fue susurrada de paso, mientras horneaba panquecitos o regaba las

macetas. Esa frase se convirtió en una semilla de ideas y de emociones cuyo significado fue creciendo dentro

de nosotras, revelándonos lo que necesitábamos saber, justo cuando lo necesitábamos.

Frases de mujeres comunes y corrientes que de pronto nos alumbran un rincón ensombrecido de nuestro

espíritu. Frases con las que nos identificamos para bien o para mal, y que nos tienden puentes cuando

nuestro camino se torna intransitable.

Muchas veces, las experiencias que nos han producido impacto no se han convertido todavía en palabras,

no las hemos nombrado y permanecen en nuestra memoria emocional sin que podamos entenderlas

enteramente ni compartirlas con las otras mujeres. También es importante traducir a frases

estas vivencias.

Es hora de rescatar todas aquellas frases, emociones y sensaciones que nos han marcado

y poner las en el papel. La Princesa Ameyhale nos ha dado La Escritura para que las convir -

tamos en Guijarros Parlantes, que son las frases que encierran la sabiduría de las mujeres.

Los Guijarros Parlantes son signos que hablan sobre el papel; su peso es real, tangible, como

el de las piedrecillas que forman un camino dejando su huella permanente.

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Cuenta la leyenda que el camino hacia la Montaña está sembrado de los Guijarros Parlantes que la

Princesa Ameyhale talló con sus propias manos a manera de señal para nosotras, las Serenas. Ha llegado el

momento en que debemos compartir contigo los rituales de los Guijarros Parlantes.

La resurrección

¿Recuerdas alguna de esas frases que te dejaron pensando largo tiempo, que tocaron tu corazón, que te conso-

laron, que te confrontaron, que te sacudieron, que te hicieron aprender algo nuevo? Resucita estos hallazgos.

Es importante que descubras la sabiduría que llevas dentro. Haz una travesía por tu memoria: repasa los ros -

tros, las manos, las palabras de las mujeres que te han rodeado y recolecta nueve de aquellos Guijarros Parlantes,

escríbelos e incluye quién los puso en tus manos, cómo era ella, cuándo se dio ese mágico momento:

�Rituales:

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La recolección

Las Serenas invitamos a las mujeres a dejar sus Guijarros Parlantes en el Manuscrito de los Manuscri tos para

que no se esfumen en los ecos del tiempo, para que muchas otras mujeres se nutran de ellos, para que al

apropiarnos de La Escritura, nos apropiemos de nuestro destino. Nosotras hemos aprendido que los Guijarros

Parlantes son las voces de las mujeres en todos los rincones del mundo, las voces del antes, del ahora y del

después. Los Guijarros Parlantes son los susurros de las talladoras que se trenzan y se destrenzan compar-

tiendo su sentir. Son frases arrojadas al manantial de la sabiduría femenina, piedrecillas que hablan y resue-

nan en nuestro interior.

Así como has resucitado en tu memoria algunos Guijarros Parlantes que te han sido dados, ahora es el

momento de recolectar todos los que vuelan como mariposas a tu alrededor. La Princesa Ameyhale se

acompaña siempre de un río de mariposas pañuelo que la guían y la confortan.

Durante nueve ocasiones buscarás Guijarros Parlantes en las conversaciones de las mujeres con las que

te relacionas. En la familia, el trabajo, el vecindario y las amistades, estarás atenta a escuchar las voces

femeninas. Cuando te sea posible, pregúntale a alguna mujer qué frase, dicha por una mujer, ha sido impor-

tante en sus vidas. Escribe tus resultados a continuación.

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Primera. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Segunda. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Tercera. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Cuarta. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Quinta. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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T a l l a d o r a s d e P a l a b r a s

La apropiación

Todas las mujeres somos capaces de descubrir los Guijarros Parlantes que las experiencias de nuestra vida

nos han legado, y todas podemos escribirlos. Para construir tu primer Guijarro Parlante, sigue atentamente

los pasos de este ritual:

Los Guijarros Parlantes que te presentamos a continuación han sido escritos por mujeres que respon -

dieron al llamado de Ameyhale y se atrevieron a contar su historia. Sus manuscritos fueron publicados para

compartir sus experiencias con la Hermandad de Talladoras de Palabras. Las Serenas hemos escogido para

ti estos ejemplos3.

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Séptima. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Octava. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Novena. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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3 Todas las citas pertenecen a los libros 13 estampas de mujeres y Claro que me atrevo, publicados por DEMAC, en 2005 y 2006, respectivamente;

ambos recogen escritos de mujeres mexicanas que se han atrevido a contar su historia.

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1 ¿A dónde voy? Dando tumbos, desadaptada, con mi sensualidad a cuestas, intensamente viva, sorprendida,

curiosa, aprendiendo constantemente, cambiando; asustada, muy asustada. (Laura María Cárdenas Árgudín)

2 No fue fácil reconstruirme ni arrancarle al pasado pedazos de recuerdos y palabras para recuperar la historia

de mi vida, pero, debo confesarlo, fue un ejercicio saludable, porque en ese rascar, tejer e hilvanar evocaciones,

definí el perfil de mi persona, de mi identidad, me di cuenta de los errores que no corregí a tiempo y de las histo -

rias que a diario escucho repetirse tan idénticas a la mía. (Marcela García Vázquez)

3 Cuando me siento impotente, metida en una enorme caja y amarrada con mecates y nudos, sacudo desespera da -

mente mi angustia, la sofoco con mi eterno ajetrear de cazuelas, guisos y galletas para el que llegue a visitar -

me. Hago pasteles para regalar o voy a nadar. Estrujo mi memoria, escribo, pinto mis reta blos y expongo en

ocasiones. Abrazo las nubes o el sol mientras me río de mis locuras. (Carmen González Batta)

4 La esencia de lo femenino no radica en el órgano que te hace ser madre. Ser mujer es mucho más que un par

de senos y una matriz. Es amar la vida porque somos dadoras de la existencia, y aun sin ser madres podemos

ofrecer cobijo y amar a un niño concebido fuera de nuestro vientre. (Carmen G. Márquez Soriano)

5 Muchas veces me sentí perdida, pero ahora que escribo esto me doy cuenta de que no lo estaba. Siempre he

tomado mi maleta y he saltado por la borda en un impulso de vida. Nunca he hecho las cosas pensando en que

todo se puede complicar. Tal vez mi visión del mundo esté equivocada y siempre habrá una sorpresa del otro

lado, la vuelta de tuerca que me enfrentará a situaciones inesperadas, pero nunca he soltado mi boleto.

(Gabriela Orozco Sosa)

6 Escribo con el miedo al lado, camino con mi soledad a cuestas; busco, como la

ciga rra, salir a cantar después de veinticinco años bajo tierra. (Lourdes

Sáenz Cruz)

7 Has dejado de ser sólo pechos y caderas. Anímate. Invade tu con-

ciencia. Rasga tu vestimenta. Agota tus presentes en posibili-

dades. Involúcrate de color, pico de tucán. Inicia tu plegaria vis-

tiéndote de herejía. Estremécete de pasión… Y la penumbra se

apodera de mis ojos que, desorbitados de futuro, escudriñan

las respuestas. Iniciemos el camino. (Evangelina Terán Fuentes)

8 Con todo este girar de recuerdos y reflexiones, anhelo mejo-

rarme, trabajar con las fuerzas que se gestan en mi interior: mal-

dad, bondad, verdades, belleza-fealdad, sabiduría-ignorancia.

Desde tiempo atrás, en mi corazón intento averiguar las causas que

me estorban en mi crecimiento para encontrar esa aceptación-transfor-

mación… (María Guadalupe Gutiérrez Ramírez)

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9 Ahora sé que escribir para mí es encontrar nuevos significados. Es trascenderme, volver a hacerme. Cada pala -

bra que sale de mi entraña tiene un efecto curativo. Es la oportunidad de reconciliarme con la vida, con mi

gente, con mis experiencias, conmigo misma. Es perdonarme por toda esa confusión que viví. Es perdonar a

otros. Es purificar las heridas para que sanen y pueda comprenderme mejor. Es enfrentar mi miedo, soportar

mi angustia. Es autoafirmarme. Es querer encontrar la verdad. Mi verdad. (Gloria Marín de Quintana).

Elige uno de los Guijarros Parlantes, el que más eco haya dejado en ti, ya sea porque refleje algo de lo que

tú sientes o piensas; o, por el contrario, te resulte novedoso o simplemente ajeno. Cópialo con tu puño y letra:

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Deja reposar lo que has escrito tres días con sus noches.

Al cuarto día, prepara una infusión de Agua Cerúlea. El Agua Cerúlea contiene los

susurros de la Montaña y se bebe siempre que se requiere la inspiración, así está escrito en

el Manuscrito de los Manuscritos.

Cada una de nosotras crea su propia infusión de Agua Cerúlea, utilizando agua pura y fresca a la que se

le añaden las hojas aromáticas preferidas, ésas que nos permitan evocar lo recóndito e invocar nuestra

inspiración. Bebe un vaso completo, esto te ayudará a beberte la sabiduría del Guijarro Parlante ahora que

te apropiarás de su escritura.

Al día siguiente, mírate en el Espejo de Agua.

Escribe en unas cuantas frases lo que te hizo sentir el Guijarro Parlante que elegiste, tratando de reconocer

tus emociones y describir qué te revela este Guijarro Parlante, qué te enseña o en qué puede ayudarte:

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Tu segundo manuscrito

Reescribe tu Guijarro Parlante, con los cambios que requiera, agregando lo que ves en esta segunda ocasión

en el Espejo de Agua. Este escrito es tu segundo manuscrito.

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R i t u a l e s p a r a m u j e r e s q u e s e a t r e v e n a a p r o p i a r s e d e l a e s c r i t u r a

NNo hay parto sin dolor. Dar a luz a un nuevo ser no sólo transforma nuestro cuerpo y nuestro espíritu,

sino que también transforma al mundo: desde ese momento alguien, que antes no existía, adquiere

vida propia. Las mujeres nos hemos acostumbrado al dolor de parir considerándolo el ritual de esa

transformación. Sabemos que el ser que llevamos dentro está listo para emerger y no puede esperar más.

Escribir es otra forma de parir. Las palabras que se han gestado en nuestro interior fueron concebidas por

nuestras experiencias tristes y alegres, sublimes y aterradoras, comunes y corrientes, inverosímiles e inexplica -

bles… Estas palabras también necesitan ser dadas a luz y adquirir vida propia en el papel. Pero la Maldición

Desesperada que pesa sobre nosotras nos ha paralizado: nos da miedo desatar nuestra propia fuerza creadora.

Y para alimentar ese miedo, nos han colgado en nuestra frente letreros imborrables:

No tengo nada interesante qué contar.

¿A quién puede importarle lo que he vivido?

Soy una mujer común y corriente.

Mi vida es de lo más aburrido.

Tengo mala ortografía.

Nunca he tomado clases de escritura.

No se me ocurre nada creativo.

Se necesita un talento especial para escribir.

Las mujeres que escriben son raras, descocadas, suicidas o locas.

¿Qué van a pensar de mí si de verdad escribo lo que siento?

Mi esposo me repudiará.

¿Qué ejemplo les doy a mis hijos si llegan a leer lo que realmente pienso?

¿Qué murmuraciones despertaré entre mis conocidos, mis colegas, mis

vecinos, mis parientes, si saben que escribo?

Cada una de nosotras tiene sus propios letreros, y entre todos, forman la condena

que recibió la Princesa Ameyhale por haberle robado la escritura al Dios del Viento:

Tercer Secreto:La Maldición Desesperada

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¡Escribirás con dolor!

Ésta es la condena de las mujeres que se atreven a apropiarse de La Escritura para transmutar el mundo. Por

eso, las que se han atrevido, lloran cuando escriben. Las que todavía no se atreven, tienen miedo de no ser

capaces; sienten que no es importante lo que quieren expresar; les preocupa qué pensarán de ellas, se avergüen-

zan de lo que sienten o de lo que han llegado a hacer, se asustan imaginando que algo malo les ocurrirá.

No se dan cuenta de que sí son capaces, de que es muy importante lo que tienen que expresar porque

el mundo no puede completarse sin su voz, sin su pensamiento, sin sus testimonios; no saben que ser

auténticas, lejos de provocar vergüenza, es motivo de orgullo, de ejemplo y de gran plenitud; no han sentido

la satisfacción de comprobar que lo que ocurrirá cuando escriban no será algo malo, sino que será un paso

adelante en la construcción de un mundo mejor.

Ahora es el momento de atreverte: nosotras, las Serenas, nos hemos preparado para compartir contigo el

secreto que la Princesa Ameyhale encontró en la Montaña para convertir ese dolor en una revelación. Cuando

el dolor de la Maldición Desesperada cayó sobre ella, se dedicó a tallar las palabras recién adquiridas, una y otra

vez, hasta que sus lágrimas crearon un manantial; entonces, algo muy importante ocurrió en el mundo.

Ocurrió que las mujeres empezamos a parir no sólo seres de carne y hueso, sino también Seres Almados,

que están hechos de palabras y que están cambiando los sentimientos y los pensamientos de quienes se

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R i t u a l e s p a r a m u j e r e s q u e s e a t r e v e n a a p r o p i a r s e d e l a e s c r i t u r a

acercan a ellos. Los Seres Almados habitan en nuestros manuscritos. Es necesario conti nuar, entre todas noso-

tras, el Manuscrito de los Manuscritos, ese caudal siempre vivo e interminable.

Nosotras, las Serenas, hemos recogido el secreto de la Princesa Ameyhale a través de la escritura que las

mariposas pañuelo tejen durante su vuelo cada atardecer, mientras visitan el manantial para beber de sus

aguas vivas y reposar, antes de continuar su eternidad viajera buscando nuevas Serenas a quienes instruir.

Aquí te ofrecemos las hojas del ritual con el que podrás conjurar la Maldición Desesperada, para que el dolor

se te convierta en la fuente creadora de tu propio mundo. Tú también puedes borrar esos letreros que llevas

colgados en la frente y que te impiden parir a los Seres Almados que se han gestado dentro de ti. Sigue al pie de

la letra las instrucciones y tus temores se esfumarán. Al terminar, habrás encontrado las respuestas que buscabas.

Los materiales que necesitas son:

• Cuatro hojas de papel de diferentes colores

• Un sobre de papel

• Un recipiente de metal

• Una vela

• Aceite aromático

• Fósforos

La hoja rasgada

Elige una hoja de color y escribe el título en el encabezado:

La hoja rasgada

• Mírala de frente durante nueve segundos.

• Cierra los ojos y pasa tus dedos por la superficie de la hoja.

• Abre los ojos y toma la pluma.

• Respira tres veces seguidas, a profundidad.

• Atrévete a escribir acerca de algo que te cause dolor, puede tratarse de alguna situación o emoción

actual; pero también de algún suceso del pasado cuya herida todavía no se cierra. Hazlo sin pensarlo

mucho, con la primera imagen que se te aparezca en el corazón, en la memoria.

• No pares, hasta que llenes la hoja por ambos lados

• Cuando hayas terminado, toma la hoja entre tus manos y rásgala en pedazos.

�Rituales:

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• Mete los pedazos en un sobre y guárdalo en tu cajón más íntimo.

• Dejarás reposar el sobre durante tres días con sus noches. Al término de este plazo, sacarás el sobre y

buscarás un lugar, fuera de tu casa, para esparcir al viento los pedazos de papel. Guarda el sobre para

que siempre recuerdes que tú puedes escribir cualquier cosa, por más dolorosa que sea.

La hoja quemada

Elige una segunda hoja, de color diferente y titúlala en el encabezado:

La hoja quemada

• Mírala de frente durante nueve segundos.

• Cierra los ojos y acerca tu rostro al papel, para que sientas su aroma y su textura.

• Abre los ojos y toma la pluma.

• Respira tres veces a profundidad.

• Vuelve a escribir sobre aquello que te causa dolor, puede ser lo mismo que escribiste en la hoja rasgada,

pero también puede tratarse de algo diferente.

• No pares, hasta que llenes la hoja por ambos lados.

• Cuando hayas terminado, toma la hoja y colócala en el recipiente de metal.

• Riega sobre ella el aceite aromático.

• Enciende la vela con los fósforos y préndele fuego a la hoja.

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• Así como la Montaña acompañó a la Princesa Ameyhale en su dolor, acompaña tú a la hoja mientras

se convierte en cenizas: contémplala, escucha el crujir de la materia, déjate penetrar por su humo

purificador, siente el calor que emite, el resplandor titilante de la llama, el eco de las palabras que tú

escribiste…

• Deja reposar las cenizas tres días con sus noches. Al término, espárcelas fuera de tu ventana.

La hoja tachada

Elige una tercera hoja, de color diferente, y escribe el título en el encabezado:

La hoja tachada

• Toma la pluma y escribe de nuevo sobre aquello que te duela; puede ser sobre lo mismo o sobre algo

diferente.

• No pares hasta que hayas llenado ambos lados de la hoja.

• Al terminar, contempla la hoja durante nueve minutos, observa tu caligrafía, huele la tinta, siente el

papel en las yemas de tus dedos.

• Lee tu escrito.

• Cierra los ojos y respira tres veces a profundidad.

• Toma la pluma y tacha todo tu texto.

• Guarda la hoja.

• Deja reposar durante tres días con sus noches. Al término, saca la hoja tachada,

pasa tus dedos por los renglones ilegibles. Estás lista para la siguiente hoja.

La hoja de los tres círculos

Elige una cuarta hoja, de color diferente, y escribe el título en el encabezado:

La hoja de los tres círculos

• Escribe en ella, tratando de reproducir, hasta donde te sea posible, aquello

que más te dolió en las hojas anteriores; usa el número de páginas, siempre

del mismo color, que necesites.

• Al terminar, lee tu texto una vez.

• Encierra en círculo la palabra que consideres más significativa, para bien o

para mal, de tu experiencia ahí contada.

• Lee por segunda vez tu texto.

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• Encierra en círculo la segunda palabra significativa.

• Lee por tercera vez el texto.

• Encierra en círculo la tercera palabra significativa.

• Busca en el diccionario los significados de las tres palabras y escríbelos.

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Talla cada una de las tres palabras: escribe lo que para ti significan, lo que a ti te rememoran, lo que tú

has vivido con ellas.

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Tu tercer manuscrito

Finalmente, escribe un texto, con el que tú te identifiques, uniendo las tres palabras talladas. Éste será tu ter-

cer manuscrito. Cuando lo hayas terminado, la Maldición Desesperada habrá sido contenida, y el dolor,

transformado en tu propia fuerza creadora.

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Cuarto Secreto:El Espejo de Agua

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El espejo… ese objeto tan perturbador para nosotras, ese fiel acompañante que puede traicionarnos

en cualquier momento, ese rival de nuestras ilusiones, ese cómplice de nues tros secretos, es el arma

de dos filos al que nos enfrentamos prácticamente todos los días de nuestra vida. El espejo no sólo

refleja nuestra imagen externa, sino también aquella que llevamos dentro y que se nos aparece convertida en

logros y fracasos, placeres y angustias, recuerdos y emociones que forman la historia de nuestra vida.

¿Qué ocurre cuando nos miramos al espejo? Muchas de nosotras usamos el espejo para ver fragmen tos

de nuestro ser: el vellito de la ceja que falta depilar, la comisura izquierda de la boca que se ha marcado más

que la de la derecha, el mechón de cabellos que se alborotó demasiado; pero pocas veces miramos real-

mente nuestro rostro: el alma de una mujer que se mira a sí misma. Un alma que se representa a través de

nuestros rasgos de carácter, de las crisis que hemos enfrentado y también del momento en que estamos

viviendo.

Algunas, se relacionan con los espejos como si éstos fueran cuadros o adornos, porque pasan delante lo más

veloz que pueden: no les gusta mirarse de cuerpo entero, y cuando lo hacen, sólo ven el pliegue del vestido, si los

colores del vestido hacen juego con el collar, o si ya engordaron o es defecto del espejo.

Otras, por el contrario, buscan la oportunidad de solazarse ante el espejo para comprobar que cumplen

con los dictados de las revistas de moda, que la dieta sigue funcionando, que las amigas las envidiarán. Ven

una imagen que cumple con las expectativas de la “imagen” que quieren ofrecer de sí mismas. Pero difícil-

mente, aún las mujeres que pasan mucho tiempo delante del espejo, están mirando lo que de verdad refle-

ja: el paso de los años que ha dibujado las experiencias gozadas y sufridas en cada línea, en cada curva, en

cada gesto que conforma nuestro cuerpo.

En general, a las mujeres nos cuesta trabajo enfrentarnos a nuestra propia imagen, porque hay severas

diferencias entre la “imagen” ideal que nos impone la sociedad, la que desearíamos dar a los demás, y la que

en realidad nos muestra el espejo. La idea de que el espejo es sinónimo de vanidad en la mujer no parece

muy atinada.

Es probable que acudamos al espejo más que los hombres, pero no lo hacemos por auto-adoración, sino

porque necesitamos saber quiénes somos, cómo somos, necesitamos encontrarnos en medio de la confusión.

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El espejo devuelve algo más que los colores y las formas de nuestro físico. El espejo es más que un objeto

inanimado. Es nuestro interlocutor, con el que dialogamos de cuerpo a alma, de alma a cuerpo. Esto fue lo

que descubrió la Princesa Ameyhale durante sus solitarios paseos por el Río Atongo. Ella acostumbraba a

asomarse al espejo de sus aguas tratando de escuchar su mensaje, pero no lograba descifrarlo, porque el

río corría con velocidad y las palabras se le desvanecían entre las manos, sin poder atraparlas.

Fue entonces cuando la princesa descubrió que algo le faltaba, pues de poco le servía su reino si no tenía

cómo dejar el testimonio de su propia existencia. Así fue que decidió apropiarse de La Escritura, a pesar de

la prohibición de los dioses. Conforme la princesa fue tallando su historia en las Cavernas de la Montaña, la

imagen que le devolvía el Espejo de Agua iba haciéndose nítida, inteligible, coherente.

Finalmente, la princesa se vio a sí misma como una mujer valiente, capaz de utilizar sus herra mientas y

transgredir las convenciones para crear su propio pensamiento. Desde entonces, apropiarse de La Escritura

es conocer el idioma de nuestra alma y traducirlo a palabras.

Las Serenas somos depositarias de los reflejos del Espejo de Agua de Ameyhale y los ponemos en tus

manos para que descubras tú también a la mujer que habita en ti cuando te miras.

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¿Qué veo?

Lo primero que harás será mirarte al espejo durante nueve minutos seguidos. Observa lo que ves, observa

lo que estás pensando mientras te ves, observa lo que estás sintiendo mientras te ves. Describe:

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�Rituales:

Deja reposar tres días con sus noches este ejercicio.

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¿Cómo creo que me ven?

Haz una lista de tres personas importantes en tu vida, pueden ser familiares o amistades, y describe cómo

crees que ellas te ven, tanto de cuerpo como de alma:

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Deja reposar este segundo ritual por tres días más.

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¿Cómo me ven en realidad?

Acércate, en momentos diferentes, a las tres personas y pregúntale a cada una, por separado, cómo te ven:

que te digan cuál es la primera palabra que se les viene a la mente cuando están contigo, que te asocien

con un color, con un animal, con un estado de ánimo. Describe, con sus propias palabras, sus respuestas.

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T a l l a d o r a s d e P a l a b r a s

Compara lo que has escrito siguiendo este ritual con lo que escribiste en los rituales anteriores y describe

las diferencias y las semejanzas que encontraste entre cómo te ves, cómo crees que te ven y cómo te ven

en realidad.

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¿Cómo me veo?

Por último, colócate delante del espejo, si puedes, hazlo de cuerpo entero, sin maquillaje y sin atuendos, y habla

en voz alta con la imagen. Dile a tu yo que está del otro lado del espejo lo que tengas que decirle. Escucha

lo que responda. Transcribe este diálogo lo más fielmente que puedas:

Deja reposar lo que has escrito, un día completo con su noche.

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¿Cómo veo que he sido?

Busca tu álbum de fotografías y escoge nueve fotografías tuyas en diferentes edades. Colócalas en orden

cronológico frente a ti. Obsérvalas atentamente y escucha lo que te dicen. Revisa otro tipo de documentos

que también hablen de ti y te ayuden a mirarte, por ejemplo, credenciales, cartas, diplomas, actas, y únelos a la

fotografía correspondiente. Escribe una frase, un recuerdo, un pensamiento sobre cada una de ellas.

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Pasa el siguiente día procurando no mirarte ni una sola vez al espejo. Observa cómo te sientes.

El reflejo

Mírate en el Espejo de Agua de la Princesa Ameyhale, ¿qué imagen te devuelve?, ¿qué sientes ahora?, ¿qué

te falta por descubrir de ti?

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Tu cuarto manuscrito

Con las respuestas del ritual anterior, y utilizando lo que escribiste en los pasos anteriores, arma tu cuarto

manuscrito.

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Quinto Secreto:La Montaña

Una montaña está ahí para escalarse. Nos acoge y nos da la bienvenida en cuanto nos ve llegar. Lo

mismo hace la vida al percatarse que nacemos. Nuestra vida, nuestra montaña, es el cuerpo que

habitamos, los pensamientos que pensamos, nuestras cualidades y nues tros defectos. Es nuestra

tierra, nuestros senderos, nuestras huellas y llanuras. Es el espacio y el tiempo de que disponemos para lle-

gar a ser lo que estamos destinados a ser. La montaña, como la vida, es al mismo tiempo refugio, fortaleza; y

también obstáculos, miedos y tropiezos. Pero La Montaña de las Talladoras de Palabras es algo más todavía.

Es la sabiduría que emana de generaciones de mujeres que le fue revelada a la Princesa Ameyhale en el Río

Atongo cuando se apropió de La Escritura. Las Serenas queremos ayudarte a que descubras esa montaña.

Para ello debes escuchar primero los susurros de los pasos que has dado hasta hoy en tu propia montaña.

Para ello te proporcionamos algunos rituales.

Tu tierra

Lo que realmente tenemos a nuestro alcance, en todo momento, es nuestro cuerpo. Es la tierra de la que

está hecha nuestra montaña. Nuestro cuerpo, como la tierra, es un universo completo: tiene sustancias y

espacios particulares, a los que recurrimos cuando necesitamos abrazarnos y aprender de nuestra propia

sabiduría. Por eso, el primer paso en la montaña es a través de la tierra de que está hecha.

A las mujeres no se nos ha enseñado a conocer nuestro cuerpo. Vivimos nuestro cuerpo como si fuera

una entidad fragmentada entre zonas permitidas y zonas prohibidas. Algunos de nuestros órganos han sido

vistos de forma contradictoria: son nuestra santificación o nuestra condena. El útero es un recipiente para

fabricar hijos. Si está descompuesto, la portadora no tiene función en la sociedad. La menstruación ha sido

deformada al grado de llamarle la “maldición mensual”. Llegada la menopausia, las mujeres desaparecemos

para el mundo, dejamos de ser mujeres, nos volvemos seres invisibles. Por todos estos prejuicios, la relación

con el propio cuerpo es conflictiva para la mayoría de las mujeres.

Sin embargo, nadie ha podido quitarnos el contacto directo que tenemos con nuestra carne y nuestros

huesos. Nadie nos ha sustraído la tierra original, la madre tierra. Algunas de nosotras hemos descubierto en

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�Rituales:

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nuestras manos esa madre tierra que nos acaricia los cabellos, la nuca, los brazos envolviéndonos con suavi-

dad. Para otras, el latido del corazón es nuestra tierra que tranquiliza; también los senos, el monte de Venus,

las axilas, pueden ser los recodos en donde maravillarnos del milagro de estar vivas.

Conoce tu propia tierra, tócala, siéntela, huélela, mírala, escucha qué te dice. Recuerda cuál ha sido la

relación que has tenido con tu cuerpo y detecta dónde están las zonas en las que has sentido la experiencia

vital de tu propia tierra. Aprópiate de ellas a través de la escritura, describiendo qué significan para ti:

Tu rostro. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Espera un día y una noche para pasar al siguiente ritual.

Tu equipaje

Tenemos pensamientos y creencias que nos ayudan a escalar las pendientes de nuestra vida. Son aquellos

que nos decimos a nosotras mismas; a veces en silencio; otras, en voz alta, y los repetimos para darnos valor,

ánimo, apoyo, fuerza, serenidad. Son pensamientos que hemos convertido en lemas, en plegarias, en con-

vicciones que forman parte de nuestra identidad. Constituyen el equipaje con el que emprendemos el

ascenso a la Montaña. Las Serenas hemos recogido algunos pensamientos y creencias de las Talladoras de

Palabras a las que hemos guiado. Te ofrecemos algunos ejemplos para que te ayuden a encontrar los tuyos:

Alza la cara, no tienes por qué avergonzarte de lo que sientes (Julia).

Confía en tus instintos (Rebeca).

Eres hermosa porque eres tú (María).

No te dejes vencer, levántate de nuevo (Beatriz).

Nunca estás sola: estás contigo (Irene).

A continuación, busca dentro de ti tus propios pensamientos, esos que te ayudan en los momentos difíciles.

Al escribirlos, recuerda cómo surgieron y en qué circunstancias te han servido:

Tu sexo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Espera una noche y un día para pasar al siguiente ritual.

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Tus mapas

Seguramente hay algún objeto, o varios, que llevas contigo o que has colocado en un lugar especial para

ti. Algunos objetos que suelen mencionar otras Talladoras son una rama que encontraron en el jardín y que

les gustó o les pareció diferente; un dije o una flor que dejaron secar entre las páginas de un libro, una

fotografía o una rana de peluche.

Cada uno de estos objetos traza un mapa que ha iluminado su andar. Cada uno les habla, les dice algo

de ellas; les revela quiénes eran ellas en esa particular situación. Algunos de estos objetos a veces nos acom-

pañan a lo largo de toda la vida, otros suelen ser sustituidos según la edad y las circunstancias.

Lo importante es que detectes cuáles han sido para ti significativos y que los describas, recordando

cómo y por qué fueron elegidos o descubiertos por ti para construir los mapas de tu montaña:

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Espera un día y una noche para pasar al siguiente ritual.

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Tus llanuras

La Montaña también tiene llanuras, trechos planos, recodos, descansos. A veces las Serenas descubrimos un

rincón de un parque, con un árbol frondoso que convertimos en nuestro lugar favorito para estar a solas,

para tomar la siesta o para meditar. Cuando viajamos, una playa, un bosque o, en efecto, una montaña real,

se transforman en esa llanura mágica de nuestras ensoñaciones. A veces toda una ciudad es ese espacio al

que llegamos, como cuando decimos que siempre que vamos a tal lugar, nos sentimos en armonía.

Recordamos que cuando éramos niñas los detectábamos con facilidad: el tocador de la abuela con sus cajitas

de música y sus frascos de perfumes, la fuente de azulejos del jardín o el columpio improvisado en los días

de campo. No desaprovechábamos las oportunidades para llegar e instalarnos en esas llanuras y nos sen-

tíamos libres, felices, confiadas.

Detecta ahora cuáles han sido tus llanuras, y al describirlas, cuenta cómo y por qué tienen ese significado

para ti:

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Espera una noche y un día para continuar con el siguiente ritual.

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Tus huellas

Todas las cosas que hacemos son huellas permanentes en nuestra montaña. Algunas Talladoras han tenido

la oportunidad de decidir lo que desean hacer y realizarlo como forma de vida: estudiar determinada carrera,

convertirse en profesionales y trabajar en lo que les gusta. En estos casos, su trabajo mismo es su huella. La

vocación de cada una de nosotras es nuestra huella y las mujeres la hemos realizado de diversas maneras,

no sólo en los recintos académicos y los empleos remunerados. Algunas Talladoras encuentran en la materni -

dad y la crianza de los hijos una de las huellas más satisfactorias; otras, se hacen tiempo entre la casa y el trabajo

para escribir, pintar, leer, meditar, hacer deporte, bordar, practicar la jardinería o cualquier otra cosa que las

estimule y las haga sentir plenas.

Descubre ahora las huellas que has dejado en tu montaña, descríbelas y cuenta cómo surgieron y por

qué tienen ese significado para ti:

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Espera un día y una noche para pasar al siguiente ritual.

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Tus ecos

A lo largo de nuestra vida ha habido personas que han representado los ecos que nos responden en nuestra

montaña, porque nos han acompañado o porque hemos podido dialogar con ellas. Las Talladoras mencio-

nan con frecuencia algún abuelo o abuela que las consentía con helados y las dejaba jugar con las catarinas; o

algún otro familiar, como la tía, la madrina, si no es que el padre o la madre. Más adelante sus ecos suelen venir

de algún maestro o maestra, alguien del vecindario o la mejor amiga.

Los ecos no siempre son personas a las que tenemos cerca. En ocasiones, un personaje de la vida política,

cultural, religiosa o social puede convertirse en nuestro eco, como la madre Teresa de Calcuta o el Dalai Lama.

Esto significa que estamos al pendiente de lo que dicen y hacen porque nos identificamos con sus valores

e ideales.

A continuación, encuentra tus ecos y escribe sobre estas personas, quiénes han sido y por qué:

Espera un día y una noche para pasar al siguiente ritual.

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Tus cumbres

También los deseos que hemos llevado dentro forman parte de nuestra montaña. Representan las cumbres

a las que aspiramos llegar. En ellos nos refugiamos, a ellos acudimos cuando necesitamos reforzar nuestras

esperanzas, trazarnos metas y seguir adelante.

Acaso no todos los deseos puedan cumplirse. No sabemos cuántos se realizarán, cuándo ni cómo. Pero

es cierto que los deseos son los alicientes de nuestros actos, y gracias a que los tenemos, logramos más de lo

que lograríamos sin ellos.

Los primeros deseos que algunas Talladoras descubren son una muñeca más grande y más bonita, que sus

padres no se pelearan, sacar buenas calificaciones y muchos premios, que no abusaran de ellas, que pudieran

volar para tocar las estrellas del cielo. Luego los deseos se fueron volviendo más complejos, más sutiles, a

veces más realistas y en otras ocasiones, casi inalcanzables. Cada Talladora ha ido forjando su caudal de

deseos, sustituyendo unos por otros, pero nunca abandonándolos del todo.

Aparte de los deseos universales de tener salud, solvencia económica y armonía familiar, ¿cuáles han sido

tus deseos más íntimos y personales? Detecta dentro de ti esas cumbres que son al mismo tiempo acicate,

cobijo y fortaleza en tu diaria jornada, describe cómo surgieron y por qué tienen para ti ese significado:

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Espera un día y una noche para pasar al siguiente ritual.

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Tus senderos

El universo de los libros traza senderos que nos conducen a diversos parajes. No importa cuánto libros

hayamos leído en la vida. Pocos o muchos, las Talladoras alguna vez nos hemos detenido en una página que

nos ha dejado huella en el corazón. Ése se convierte en uno de nuestros senderos. Algunas personas les llaman

“libros de cabecera”, porque son aquellos que te acompañan siempre para que puedas abrirlos en el

momento en que necesites una voz junto a ti, que responda tus preguntas y te tranquilice.

Nosotras, las Serenas, ungidas con la sabiduría de la Princesa Ameyhale, les llamamos senderos, porque

entendemos que las mujeres vemos en ellos no sólo su utilidad, sino también la invitación para poner nuestra

voz en el papel y convertirnos en Talladoras de Palabras. También las películas, los espectáculos, los conciertos,

las piezas musicales, los cuadros: toda expresión humana compartida puede ser contemplada como una

colección de senderos que nos ayudan a recorrer nuestra montaña.

Haz un repaso de lo que hayas leído, visto y escuchado, y cuenta qué libros, pasajes o frases de libros,

obras de arte o piezas musicales han sido para ti tus senderos:

Espera un día con su noche para pasar al siguiente ritual.

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Tus rocas

Hay palabras mágicas, palabras clave, palabras llave que abren puertas y mundos desconocidos. Son como

rocas estas palabras, sólidas, permanentes, plenas de significado. En todas las religiones, en los mitos y en

las historias de las culturas, en las fábulas y en los cuentos existen palabras que mueven y cambian el curso

de los acontecimientos. En nuestra vida diaria también es así. Las familias suelen tener alguna palabra que

se repite y funciona como seña para los demás. A veces es una palabra amable; otras, es un insulto.

Para cada Talladora existe como tesoro alguna palabra especial con esa capacidad de cambiar nuestro

estado de ánimo, poner una sonrisa en nuestro rostro y aligerar nuestro paso. Puede ser una palabra que

nos guste sólo por su sonido, pero también puede ser que nos recuerde algo satisfactorio o que la hayamos

escuchado en un momento oportuno, por lo que se que nos quedó grabada.

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Tu quinto manuscrito

Haz una lista de las rocas que te han acompañado en forma de palabras y elige una de ellas con la que en este

momento te identifiques más. Inicia con esa palabra tu quinto manuscrito, utilizando el material de todos

los pasos. Haz llegado al corazón de tu montaña, ¿qué ves desde ahí?, ¿cómo te ves a ti misma?

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Sexto Secreto:Las Cavernas

Nuestra vida es como una montaña por la que vamos subiendo, con tropiezos y dificulta des, pero

también con la plenitud de saber que llegaremos a la cima. Durante el camino, es natural que

elijamos los tramos que nos parecen más accesibles, aquellos que se encuentran iluminados y

libres de maleza, aunque a veces no nos queda más remedio que cruzar un río revuelto y pasar por un pan-

tano peligroso. Sin embargo, es necesario darnos cuenta de que la montaña no sólo se compone de su

corteza exterior. En el interior de nuestra montaña existen cavernas que nos falta explorar.

Las Cavernas son las zonas que todavía permanecen en la oscuridad, son las experiencias a las que

todavía no nombramos, o las emociones a las que aún no les hemos dado el cauce adecuado. La Princesa

Ameyhale se internó en las Cavernas de la Montaña para tallar su historia, mostrándonos el camino para

atrevernos a entrar.

Nosotras, las Serenas, hemos aprendido que las zonas oscuras no acaban nunca de explorarse del todo:

conforme vamos creciendo en edad y en experiencia podemos encontrar un escondrijo nuevo y, cada vez

que volvemos a internarnos en nuestra montaña, percibimos las Cavernas de manera diferente.

Corre la leyenda de que toda montaña tiene por lo menos nueve Cavernas, sigue puntualmente los ritua -

les que te sugerimos y explóralas en el orden que te señalamos.

Tu vórtice

El vórtice es el centro, el núcleo, el pulso, el nervio de la energía primigenia que habita en tu cuerpo. Las

Serenas hemos elegido esta palabra, que es la más auténtica, para hablar de nuestra sexualidad.

La sexualidad es ese vórtice con el que nacemos. En cada una de nosotras se manifiesta y desarro lla de

manera peculiar. De alguna manera, todas advertimos que no sólo tiene que ver con la relación marital, la

procreación y el placer propio. Intuimos que tiene que ver, también, con algo más… ¿Qué es ese “algo más”?

Para cada una de nosotras, ese “algo más” tiene un significado diferente. Descubrirlo es atreverse a entrar en

la caverna de nuestro vórtice, nombrarlo es ser conscientes de nosotras mismas, atraparlo en La Escritura es

atrevernos a transmutar nuestro mundo y seguir el camino de la Princesa Ameyhale.

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�Rituales:

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Ahora que conoces este secreto, haz lo siguiente:

• Enciende una pajilla de incienso y cierra los ojos hasta que se consuma.

• Concéntrate en el humo aromático que te envuelve, permite que invada todos tus sentidos, déjate llevar

por las sensaciones que te despierta.

• Describe cómo has vivido tu sexualidad a lo largo de tu vida y qué sientes que te falta por descubrir:

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Tu naturaleza

La naturaleza nos ha creado diferentes a los hombres y a las mujeres. Esto parecería obvio si no fuera necesa rio

replantearnos qué significa ser una mujer. Para los hombres resulta suficientemente claro qué es ser un

hombre, ellos han ejercido su masculinidad sin demasiadas dificultades a lo largo de la historia. Pero para

nosotras las cosas no han sido tan claras, pues el significado de ser mujer ha variado según la cultura y la época.

Las mujeres hemos sido consideradas casi siempre como “la otra mitad” de la humanidad, no como “esta

mitad”. Algunos de los grandes pensadores nos han definido como varones castrados, como menores de

edad emocional, como objetos de deseo, como madres abnegadas o como Evas seductoras y peligrosas.

Ahora somos nosotras, las mujeres, quienes queremos construir nuestra propia definición.

Pero las confusiones y las contradicciones que entrañan estos cambios han convertido a nuestra natura -

leza en una caverna con zonas oscuras que debemos explorar.

Lo que distingue, de manera inmediata, a un hombre de una mujer, es la capacidad biológica del embarazo.

La maternidad y la paternidad no son equivalentes, ni siquiera ante la ley. Aun cuando esta capacidad no

señala que el embarazo es la función única y primordial de las mujeres, con frecuencia a las mujeres que no

pueden o no quieren tener hijos se les ha relegado, si no, condenado socialmente. A las madres que trabajan

fuera de casa, se les censura por no atender debidamente a los hijos, lo que no impide que se desvalorice

la labor de las madres de tiempo completo.

El aborto es todavía un tema tabú en muchas sociedades y no existe una adecuada cultura de la adop-

ción. Las instituciones religiosas y públicas son parte de la polémica y entre toda esta vorágine de actitudes

encontradas a propósito de la maternidad, las mujeres nos debatimos entre el deber, la culpa y el amor a

los hijos.

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Las Serenas hemos escuchado los susurros de las mujeres que flotan en las zonas oscuras de su propia

naturaleza, sin saber qué hacer. Para explorar esta caverna, haz lo siguiente:

• Toma una hoja blanca y dibuja una silueta humana. Enseguida, agrégale uno a uno los rasgos que tú

consideres necesarios para que se convierta en mujer. Observa detenidamente, durante nueve minu-

tos, el dibujo terminado.

• Describe cómo ha sido tu relación con la maternidad, que es parte esencial de tu naturaleza, y qué

sientes que te ha faltado por descubrir:

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Tu estrella

La estrella es la luz que nos guía en nuestro diario vivir. Todos los seres humanos seguimos una estrella, aunque

muchas veces no seamos conscientes de que lo hacemos. Para los hombres ha sido más sencillo reconocerla

y seguirla. Ellos descubren, desde temprana edad, qué quieren llegar a ser, a qué desean dedicar su tiempo

y su esfuerzo, cuál será su misión. Las mujeres, en cambio, ocupadas en seguir los designios que otros nos

han impuesto, hemos visto oscurecida nuestra estrella.

Las Serenas hemos nombrado a toda vocación, misión o sentido de la vida, como la estrella que habita en

una de las cavernas de nuestra montaña. Hemos encontrado que la estrella puede manifestarse de formas

diferentes: en algunas mujeres, es una profesión, como convertirse en médica o en arquitecta; una actividad

artística, como pintar, bailar, escribir; una actividad complementaria o alternativa, como arreglar jardines, bordar,

leer, y tantas más. La mayoría de las veces, la estrella se mantiene en secreto, hasta que nos atrevemos a entrar

en la caverna. Para explorarla, haz lo siguiente:

• Escribe una lista de nueve actividades que te gustaría hacer, pero que no haz hecho o no sueles realizar.

• Rescribe la lista, imaginando cuál sería tu estrella si realizaras cada una de dichas actividades:

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Tu contraste

El sol y la luna, el ying y el yang, la luz y la oscuridad, el afuera y el adentro… Existen muchas maneras de ver

al hombre y a la mujer como partes de una unidad indispensable para la continuación de la vida. Aunque

ambos sexos se necesitan mutuamente y resultan complementarios, con frecuencia, las mujeres hemos sido

consideradas la parte pasiva y dependiente, y por eso difícilmente nos aceptamos sin una pareja al lado.

En nuestra sociedad, basta que un hombre se presente con un nombre propio y un empleo remunerado

para sentirse completo. Pero nosotras, por más logros académicos, económicos o profe sionales que consi -

ga mos, vivimos en espera de encontrar al hombre adecuado con quien

podamos sentirnos realizadas. Sin importar edad o situación, difícilmente

nos reconocemos sin el aval de un hombre, aunque muchas veces ese

hombre nos lastime. Todo esto nos sumerge en la oscuridad, la confusión,

la sensación de desamparo.

A nosotras, las Serenas, nos fueron revelados los secretos que guarda el

corazón de las mujeres que han llorado por un hombre. Desde entonces, el

complemento entre hombres y mujeres, significa para nosotras, el contraste.

El contraste es esa imagen que se mira a contraluz para descubrirle los

reflejos que a simple vista parecían imperceptibles. La pareja es un vehícu-

lo para mirarnos más a fondo, y aceptar las semejanzas y diferencias entre

una misma humanidad.

Tu contraste es la forma en que te has mirado en la relación con las

parejas que han transitado por tu vida. Ahora que compartes este secreto,

debes internarte en la caverna de tu contraste:

• Elige una pieza musical que toque tu corazón, y escúchala con los

ojos cerrados, durante nueve minutos.

• Haz una lista de las parejas significativas de tu vida.

• Busca fotografías, cartas, recuerdos de ellos, que tengas a la mano.

• Coloca estos objetos a tu lado y escribe cómo te percibes en relación

a tu contraste y qué sientes que te falta descubrir:

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Tu mundo

Cuando abres la puerta y percibes un mundo a tu alrededor, con hombres y

mujeres como tú, en el mismo trajinar de la vida que tú, emerge en ti la con -

cien cia de que perteneces a un mundo. Nuestra conciencia nos mueve a

participar con los demás en el descubrimiento del universo y en la intermi -

nable construcción de una sociedad más amigable y armoniosa.

Cuenta una leyenda que cuando la Princesa Ameyhale se apropió de La

Escritura y plasmó su historia tallando la Montaña, las nubes que permanecían

inmóviles sobre el reino de Tepoztlán se abrieron como puertas del cielo y

por primera vez el sol acarició la Montaña. Entonces, la princesa pudo ver más

allá, y distinguió los ríos de mujeres que habitaban sus comarcas. Pensó que

ella debía hacer algo por todas esas mujeres, cuyas vidas transcurrían en

silencio.

Este pensamiento brotó como enorme mariposa blanca desde el centro de su frente y voló sobre el reino

dando la buena nueva. La conciencia de pertenecer al mundo, de Ameyhale, las invitaba a formar la Hermandad

de Talladoras de Montaña. Desde ese momento las mariposas pañuelo se multiplicaron en la región y comen-

zaron a guardar los secretos para las primeras Serenas.

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En estos tiempos, la conciencia de pertenecer a un mundo se mide por la participación ciudadana, la

postura y las acciones que tomamos ante la realidad nacional. Para los hombres, que han sido tradicio -

nalmente los protagonistas de la organización social, su participación está acotada entre partidos políticos,

sindicatos, grupos representativos de diversos sectores o simplemente, en el ejercicio del voto.

Las mujeres, hasta hace muy poco, habíamos estado al margen de la participación ciudadana, y todavía

nos resulta confuso y complicado saber qué podemos hacer ante las injusticias y las contradicciones que

prevalecen en la sociedad. Algunas mujeres se suman a lo hecho por los hombres; algunas, intentan crear

modelos alternativos. Otras, quizá la mayoría, aún no se ha asomado a la caver na de su propio mundo.

Es el momento de que tú lo hagas. Sigue las instrucciones que te damos a continuación:

• Consigue el periódico del día, preferentemente uno que no acostumbres a comprar y léelo, de ser

posible, completo.

• Sal a la calle a caminar mientras observas detenidamente lo que ocurre a tu alrededor. Cuando te sientas

cansada, regresa.

• Escribe tu propio periódico: ¿Cuál sería la noticia principal? ¿Qué imagen llevaría la fotografía? ¿Cuáles

serían las otras tres noticias importantes del día? ¿Qué secciones incluirías?

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Tu ofrenda

La ofrenda es aquello que hemos realizado y que nos hace sentir

orgullosas de nosotras mismas. Algunas mujeres sienten que su

ofrenda es haber criado con amor a sus hijos. Otras, han dedicado

su esfuerzo a la enseñanza. Algunas, pueden sentir que su ofrenda

han sido los arreglos florales que han hecho y que han embellecido

el aire que respira su familia.

La verdadera ofrenda no está en el objeto o la acción, sino en la

actitud que nos lleva a hacer esta donación al mundo. La verdadera

ofrenda es ese trozo de nuestro ser, ese rasgo de nuestra personali dad

que emerge en lo que hacemos y por lo cual el mundo adquiere

un matiz singular.

Nuestra ofrenda se esparce en el aire como nuestro perfume

natural, emana de nuestros poros y deja en los alrededores el rocío permanente de nuestra alma.

Es frecuente que las mujeres no nos demos cuenta de que poseemos esta cualidad. Por eso hay que

internarse en la caverna de la ofrenda y descubrir qué se oculta en la oscuridad. Recordemos que la ofrenda

de la Princesa Ameyhale fueron sus propias lágrimas que formaron el Manantial de los Susurros que nos

condujeron hasta ti. Sigue nuestras instrucciones:

• Elige en la cocina o en el mercado una fruta, hierba o verdura que te parezca hermosa.

• Compra una canastilla o plato que te resulte lindo por su textura y color.

• Escribe en un trozo de cartulina la frase que te gustaría que alguien te dijera en ese momento, recórtala

y colócala en la misma canastilla o plato.

• Siéntate, durante nueve minutos, a disfrutar la ofrenda que acabas de darte a ti misma.

• Describe cómo te sientes, qué descubres de ti y qué crees que te falta por dar:

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Tus tinieblas

Hay siempre tinieblas que nos acompañan, aunque no lo sepamos. Las tinieblas son todo aquello que tememos

de nosotras mismas. Las tinieblas son, para nosotras, la maldad. Saber que a veces tenemos sentimientos que

nos avergüenzan, que no queremos reconocer, que reprimimos y ocultamos.

Todo el mundo, hombres y mujeres por igual, viajan por la vida con sus tinieblas a cuestas. Sin embargo,

para ellos la maldad es algo más concreto, definido, por lo tanto, les resulta más sencillo enfrentarse a ella.

Para nosotras, las tinieblas adquieren tantas formas que nos ponen trampas insondables.

A lo largo de la historia, los hombres han establecido los códigos morales que rigen en la sociedad, las

leyes y las costumbres. Cada época y cada cultura ha impuesto diferentes normas para las mujeres, de modo

que lo que resulta malo para nuestras abuelas, se convierte en sospechoso para nuestras madres, estupendo

para nosotras y aburrido para nuestras hijas.

Según las leyendas que las Serenas hemos recogido, la Princesa Ameyhale fue considerada la mismí sima

encarnación del mal cuando se apropió de La Escritura, tuvo un hijo con el Dios del Viento y fundó la

Hermandad de Talladoras. El escándalo llegó a tal grado que ella se vio obligada a desaparecer.

¿Qué significa para nosotras la maldad? ¿Poseemos un código moral? ¿Es necesario construirlo?

Preguntas como éstas acompañan a nuestras tinieblas. Las respuestas están en la caverna de las tinieblas,

es hora de internarse:

• Espera a la media noche, con los focos apagados. Cubre tus ojos con un pañuelo y camina a tientas

por tu casa hasta que la hayas recorrido toda.

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• Descubre tus ojos y enciende una vela aromática. Haz el mismo recorrido guiándote con la vela entre

tus manos.

• Siéntate a escribir qué sentiste durante este viaje con tus tinieblas y qué te falta por descubrir:

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Tu espíritu

Nuestra espiritualidad es la relación que tenemos con la unidad que abarca todo lo creado o con un ser

supremo, según las diferentes maneras de abordarlo. Un buen número de personas asocian la espiritualidad

con la religión, aunque una no implica necesariamente a la otra. Independientemente de la postura religiosa

de cada quien, nuestro espíritu es el lazo que nos conecta con algo más allá de este mundo material, con

aquello que trasciende nuestro paso por la tierra.

Los hombres han sido convocados por sus propios dioses. En algunas culturas coexisten con los dioses,

diosas o figuras femeninas de divina dignidad; en otras, la fe se expresa a través de la natura leza y la medi -

tación.

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De cualquier forma, las mujeres hemos tenido papeles de segundo orden en las instituciones religio sas, no

hemos construido una religión y no existe propiamente una mujer profeta equivalente a los creadores de

las principales religiones actuales. No sabemos si esto ha ocurrido por la marginación en la que hemos vivi-

do, o porque nuestro espíritu se encuentra en otro tipo de búsquedas. ¿Quién podría saberlo mejor que

nosotras mismas? Para eso hay que internarse en la caverna del espíritu.

La Princesa Ameyhale nos señaló el camino al descubrir su espíritu en el tallado que sus propias manos

inscribieron para siempre en la Montaña. Sigue las instrucciones:

• Durante nueve minutos, habla contigo en voz alta. Pregúntate y respóndete tú misma.

• Siéntate a escribir: ¿a quién le hablabas? ¿A qué parte de su ser? ¿Qué te faltó preguntar? ¿Quién te

respondía? ¿De dónde salía esa voz? ¿Qué te faltó contestar?:

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La novena Caverna es la que te falta por nombrar. La que todavía no sabes que existe. La que tú sola debes

descubrir porque sólo a ti te pertenece. Las Serenas te proporcionamos un ritual que te guiará en este último

tramo:

• Reescribe los textos de las ocho Cavernas anteriores, como si fueran un solo manuscrito:

• Léelo una vez al día, durante nueve días.

• Al noveno día, entra a la Caverna tú, y describe lo que sientes:

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Tu sexto manuscrito

Forma tu sexto manuscrito reuniendo y organizando los textos de todas las Cavernas.

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R i t u a l e s p a r a m u j e r e s q u e s e a t r e v e n a a p r o p i a r s e d e l a e s c r i t u r a

DDesde siempre las mujeres hemos deseado expresar lo que llevamos dentro y plasmarlo para com-

partirlo con el resto del mundo. Hemos querido entendernos y ser entendidas por los demás.

Pero no sabíamos que podíamos apropiarnos de La Escritura para realizar este deseo. Entonces,

nuestras lágrimas se convirtieron en nuestro consuelo y formaron lagos, ríos y manantiales que alimentan la

tierra y dan vida a la vida misma, porque esas aguas guardan las experiencias que a lo largo de siglos hemos

ido atesorando.

En ese caudal de lágrimas están inscritas las infinitas historias de las mujeres que claman por ser recogidas

a través de La Escritura. Seguramente tú misma has sentido en algún momento que si tus lágrimas se convir -

tieran en palabras, tendrías un manuscrito inacabable.

Los hombres lloran con menos frecuencia que nosotras, y esto ocurre no tanto porque hayan sido edu-

cados en reprimir sus emociones, como usualmente se cree, sino, tal vez, porque desde tiempos remotos

se apropiaron de La Escritura y han tenido otros medios para expresarse.

La historia de la cultura y los muchos libros que la contienen han sido escritos fundamentalmente por los

hombres. Para nosotras, las lágrimas son la tinta con la que hemos escrito el manantial que contiene nuestros

susurros. Si aprendemos a escucharlos y a ponerlos por escrito, estaremos con-

tribuyendo a dar voz y permanencia a otras mujeres cuyas historias claman por ser

plasmadas en el papel. Gracias a esto, podremos conocernos mejor, entendernos

mejor y crear mejores relaciones con nuestro entorno.

Las Serenas te pedimos que hagas el mismo recorrido de la Princesa Ameyhale,

que al llegar a la cima de la Montaña y tallar su historia, fundó la Hermandad de las

Talladoras de Palabras, que se dedica a recoger las historias del Manantial de los

Susurros que sus lágrimas formaron.

La Princesa Ameyhale pronto comprendió que La Escritura debía servirle no

sólo a ella, sino a todas las mujeres, y que cada una de nosotras debía utilizarla no

sólo en bene ficio propio, sino también para rescatar las historias de otras mujeres

que no tuvieron la oportunidad de apropiarse de este medio de expresión.

Séptimo Secreto:El Manantial de los Susurros

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T a l l a d o r a s d e P a l a b r a s

Te pedimos, por eso, que te asomes al Manantial de los Susurros y escuches con atención las historias que cla-

man por ser escritas con tu pluma. Esta petición fue el primer susurro que nosotras las Serenas escuchamos

cuando la Princesa Ameyhale nos invitó a asomarnos al Manantial y ahora te la comunicamos como uno de

los secretos fundamentales para pertenecer a nuestra Hermandad.

Asomarse

El primer ritual consiste en escuchar, durante tres días seguidos, las conversaciones de las mujeres a tu

alrededor: en tu casa, en el trabajo, en los baños públicos, en la calle, en los cafés, en los mercados.

Al cuarto día, escribe los temas que escuchaste y algunas frases que te hayan llamado la atención.

�Rituales:

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Sumergirse

Elige tres mujeres con las que puedas hablar en confianza. Pueden ser familiares o amistades. Pídeles que

te cuenten algún suceso o secreto de ellas o de otras mujeres, y plásmalos por escrito.

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Tocando fondo

Haz un repaso de las mujeres que admiras, búscalas entre las abuelas, tías, hermanas; amigas, compañeras,

jefas; figuras de la política, la religión, el arte. Elige una de ellas y escribe su historia. Si no conoces algunos

detalles, trata de imaginarlos. Es importante para todas las talladoras aprender a escuchar más allá de las

pala bras, para leer los actos y ayudar a otras mujeres a traducir a palabras sus vivencias. La imaginación no

es una mera cuestión de invención, sino de observación, deducción y empatía; en una palabra, de solidaridad

con nuestro género.

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Emergiendo

Las Serenas hemos recogido la historia de una mujer que se atrevió a apropiarse de La Escritura. Aquí te la

presentamos para que la leas con atención nueve veces seguidas:

¡No pares!, ¡nunca te pares..!4

… En esos momentos escuché la voz de mi madre que me imploraba a gritos: “¡No te detengas, todavía hay

más cosas por vivir!”. Imaginé claramente –como si lo estuviera viendo– a mi cuerpo adentro del féretro con la

misma ropa que traía en ese momento. La voz insistía: “¡No puedes hacer esto ahora! ¡Ya ha sido dema sia do

dolor para la familia!”. Comprendí que no era el momento y desistí de tomar la siguiente pastilla…

Me quedé en un sueño profundo. Desperté con más ánimos y supe que lo mejor era poner tierra de por

medio. Me largué a España con mi hermano el de Madrid. Pasamos siete meses acompañándonos…

… la vida continuaba y nosotros junto con ella.

Regresé a Aguascalientes, viví sola, me recuperé y trabajé en muchas partes. Vendí tornillos, fui gerente

de relaciones públicas en un centro radiológico, la hice de secretaria en una constructora, vendía sábanas

de franela para invierno e hice pasteles para fiestas…

Durante mi estancia en Aguascalientes encontré nuevamente el valor para continuar y como se pusieron

de moda los reencuentros, yo también me reencontré. Recuperé el rumbo perdido…

Ahora vivo en Guadalajara, camino diariamente cinco kilómetros, me asocié con La Güera y pusimos un

café. Estudio los lunes neurolingüística, aunque hay veces que me pone neurótica saber que el resultado de

una simple gripa es la causa de un conflicto en la niñez. Leo sobre la reencarnación y otros temas que me

apasionan y… bueno… ¡estoy contenta! (Beatriz Lucía Ventura Nevares)

4 Este texto también se encuentra recogido en las

publicaciones DEMAC antes citadas.

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Tu séptimo manuscrito

Reescribe la historia anterior, añadiéndole con tu imaginación, un principio, un final y los sucesos que consi -

deras necesarios para completarla. Habrás dado un paso más para pertenecer a la Hermandad de las

Talladoras de Montaña.

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AAlas mujeres se nos ha hecho creer que sólo producimos seres de carne y hueso para poblar el

mundo y perpetuar la especie. Nos han tratado de convencer de que ésta es la única forma que

tenemos de dejar testimonio de nuestro paso por la tierra. Durante milenios hemos cumplido con

nuestra función de procrear y los hijos se han convertido en nuestro motivo de existencia.

La mayoría de las mujeres hemos hecho esto con amor y deseamos seguir haciéndolo, pero, en el fondo,

todas sabemos que también somos capaces de crear Seres Almados y dejar testimonio de nuestra conciencia,

nuestro espíritu, nuestra inspiración y nuestra sabiduría, sólo que no teníamos a la mano la herramienta

necesaria para lograrlo.

Los hijos han sido nuestra huella sobre la tierra, nuestra manera de “escribir”. A falta de ellos, hemos bus-

cado sustitutos en diferentes actividades igualmente esforzadas y más o menos satisfactorias. Pero, al final,

quedamos a la sombra de unos y otras, perdidas en el tiempo que todo se lo lleva, sin poder compartir con

las demás mujeres nuestras experiencias a lo largo de las generaciones.

La Princesa Ameyhale descubrió que La Escritura, ese tesoro que por fin tenía en sus manos, era más que

una herramienta de expresión permanente: es la posibilidad de crear Seres Almados que transmutarán el

mundo. Por eso los dioses nos tenían vedada la escritura: las mujeres debíamos permanecer a la sombra de

los hombres.

Los Seres Almados son todas aquellas vivencias, acciones, pensamientos, obras que quedan plasmadas

para siempre por medio de la escritura. Gracias al testimonio que permite La Escritura, estas vivencias,

acciones, pensamientos y obras adquieren la capacidad de transformar la conciencia de otras personas e

inspirarlas a continuar.

Las leyendas que han corrido desde que la Princesa Ameyhale le robó al Dios del Viento La Escritura han

viajado alrededor del mundo. Nosotras, las Serenas, hemos visto con nuestros propios ojos los Seres

Almados que Ameyhale talló en la Montaña, y de ellos hemos recibido los secretos que aquí te compartimos.

Es necesario que tu escritura sea capaz de tallar tus propios Seres Almados. Para que aprendas a hacer-

lo, debes hacer lo siguiente:

Octavo Secreto:Los Seres Almados

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El encuentro

Lee con atención los textos que aquí te presentamos. Pertenecen a mujeres que se han atrevido a apropiar -

se de La Escritura. Encuentra en cada uno de ellos, al Ser Almado que allí habita y escribe cuál es. Las Serenas

te guiaremos en el primero de los textos para iluminarte el camino.5

1 “Bajo tu pisada”

El teléfono te levantó de la cama. Del otro lado del auricular la advertencia de la muerte habló contigo. Te anuncia

que tu padre está muy enfermo. Necesita un transplante de riñón. Tú no eres compatibles, ¿y si lo fueras?

Buscas dentro de ti el sentimiento que la noticia te provoca. Nada, no encuentras nada, si acaso un dejo de tristeza.

Quieres verlo, tal vez sea la mejor forma de hacer surgir el odio. (Elena Dávila)

5 Los siguientes textos también han sido recogidos

en las publicaciones DEMAC ya citadas.

�Rituales:

Ser almado. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Luz de las Serenas:Nosotras encontramos que en este texto habita el Ser Almado que rompe con laidea rígida de que al padre se le debe amar, no importa lo que nos haga; este SerAlmado es la posibilidad de reconocer que tenemos otros sentimientos, como el odio,y atrevernos a enfrentarlo.

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2 “Valiente Valentina”

Cada vez que discutimos mi marido y yo, quedamos enojados y sin hablarnos hasta tres semanas. Eso sí, cada quien

cumple con sus obligaciones: él se encarga que no falte nada en el hogar, que estén pagados todos los servicios y yo

cumplo con todas las labores del hogar y el cuidado de los hijos. Y a la hora de dormir, cada quien permanece en su

lado sin invadir el contrario.

Cuando ya no soporto su indiferencia y trato un acercamiento, él se da el lujo de rechazarme hasta en dos o

tres intentos.

Le he pedido que platiquemos y no, no nos ponemos de acuerdo. Él siente que lo quiero manejar y quiero sólo

su dinero; y para tenerlo contento, debo de estar flaca, someterme a él, tener amistad con quien él diga y así yo

seré feliz por complacerlo… (Martha Eugenia García Rivera de Cantú)

Ser almado. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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3 “Susana”

Pues eso sí, lo tengo muy claro, nunca un enamoramiento me duró más de un año. Casi siempre, el resto del tiem-

po sólo sobrellevaba las situaciones, me entregaba al trabajo, a la danza, a la actuación, a mis hijas, a mi madre,

y suplía la necesidad de tener una relación en forma, no sé si por temor o por costumbre, pero así era. Además, no

tenía idea de cómo podía ser una relación sana. La verdad es que la mayoría de las que conozco dan asco. De

hecho creo que me daba terror la idea de envejecer al lado de alguien, de hecho me daba terror la idea de enveje-

cer en general. Había decidido, según yo, suicidarme a los sesenta años, pero me quise adelantar en el 95. (Aura

Macías)

Ser almado. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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4 “La noche que cambió mi vida”

Me tocó vivirlo intensamente y por eso digo que las mujeres el 68 no sólo cocinamos, sino que entramos con fuerza

en la vida social. Participamos en las brigadas, en las asambleas, las marchas, en las barricadas y también en las

cocinas colectivas. (Isabel Huerta Parra)

Ser almado. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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5 “Los pasillos del cáncer”

Estoy parada frente al espejo, veo atentamente lo que me quedó en el lugar de mi seno derecho. Es una protuberan-

cia, algo ancha. Tiene un contorno de cicatriz en forma de elipse, no tiene pezón, pero llena muy bien mi brassiere y,

cuando estoy vestida, no se nota que no es un seno verdadero. Observo hacia abajo, tengo el vientre plano, como de

modelo, y una cicatriz a todo lo ancho encima de mi pubis. Así es como quedé; el camino recorrido por los pasillos del

hospital, por las horas de angustia y miedo, me han dejado así. No soy la misma de antes, pero estoy viva y, dentro

de lo posible, sana. Ahora, todo es adaptarme a este nuevo cuerpo, a esta nueva mujer que soy. Aprender a vivir con la

conciencia de que la vida es muy corta, de que la enfermedad puede volver y que hay que disfrutar cada segundo, sin

atormentarme por la situación de riesgo. (Yolanda Cristina Massieu Trigo)

Ser almado. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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6 “Profesora Lucrecia Lara Maldonado”

No soy como otras mujeres porque me siento contenta de no haberme casado y de no haber tenido hijos. Mi cuna

humilde me ayudó mucho para comprender el sentimiento y el goce, me dio la oportunidad de luchar para superar

los obstáculos y, antes que nada, de vencer mis propias flaquezas o de tratar de transformar mis defectos en cuali -

dades. La vejez me parece deprimente.

¡Qué bueno que no tengo atrás quién me vea decrépita! No tengo bienes materiales, vivo modestamente pero

con dignidad y con la satisfacción del deber cumplido y luchando constantemente por lo que creo. (Mädy

Fuerbringer Bermeo, Eugenia Barrientos González y Liliana González de Beylán)

Ser almado. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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La búsqueda

Estás lista para iniciar la búsqueda. Bebe un vaso completo de Agua Cerúlea. Siente cómo tus sentidos se

abren para percibir los Seres Almados a tu alrededor. Es el momento en que tú deberás buscar los escritos,

tanto afuera, en la calle, como dentro de tu propia casa.

Dedica nueve días a recolectar el siguiente material:

Afuera:

• Compra tres diferentes periódicos y recorta los textos escritos por mujeres o que se refieran a escritos

de mujeres.

• Busca entre los libros y revistas de tu casa, los que contengan textos escritos por mujeres.

• Acude a una biblioteca y consulta libros escritos por mujeres.

• Acude a una librería y compra un libro escrito por una mujer.

Adentro:

• Averigua si en tu familia hay diarios, cartas o documentos, como actas de nacimiento, matrimonio, cre-

denciales… de las mujeres que te antecedieron, como madre, abuelas, tías. Trata de recuperarlos.

• Junta los textos, cartas, diarios o documentos que tú misma hayas escrito. Hasta tu currículum es la histo-

ria de ti que tú has escrito alguna vez.

Con todo este material, dedícate durante nueve días a leerlo, releerlo y descubrir, por lo menos, tres Seres

Almados. Transcríbelos, junto con el nombre de la autora:

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La creación

Estás lista para crear tus propios Seres Almados. Bebe un vaso completo de Agua Cerúlea, será la inspiración

para que des a luz. Toma la pluma y el papel, y deja que fluya al exterior el Ser Almado que en este momento

clama por salir:

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Tu octavo manuscrito

Forma un texto con lo que has escrito en estos rituales, añadiendo lo que consideres necesario. Éste será tu

octavo manuscrito.

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Al finalizar cualquier etapa de nuestra vida, de cualquier actividad que hayamos emprendido, de

cualquier empresa o aventura a la que nos hayamos dedicado, siempre hay una ceremonia. Esto

significa que cerramos un ciclo, que asentamos la experiencia recién vivida, que le ponemos un

nombre, que la dotamos de un significado. Nos damos la oportunidad de reflexionar sobre ella, y nos

preparamos para hacerla pública, esto es, compartirla con las demás personas y que nuestra experiencia

cumpla con su cometido en el mundo.

Toda ceremonia es una especie de alto en el camino, que nos permite asimilar lo vivido y prepa rar nos

para lo que sigue. Por eso, toda ceremonia no sólo significa cerrar un círculo por el que ya se ha transitado,

sino también, abrir uno nuevo. La ceremonia nos provee del espacio público para presentarnos precisa-

mente en ese parteaguas en el que terminamos e iniciamos, al mismo tiempo, un trecho de nuestra vida.

Por eso siempre hay lágrimas, pero también alegría. Hay tristeza, nostalgia; pero no falta el entusiasmo y

la esperanza ante las expectativas del cambio. También es posible que haya cierta ansiedad, incluso miedo,

por la incertidumbre, por el compromiso que todo cambio exige, porque surgen nuevas reglas del juego y

hay que aprender a moverse en territorios desconocidos.

Las ceremonias son un rito obligado para hacer ese alto en el camino, para celebrar los logros y asumir

nuevas responsabilidades. ¿Quién no recuerda su ceremonia de graduación en la escuela? Primero dejamos

de ser niños y niñas de primaria y nos convertimos en jóvenes de secundaria, y así sucesivamente. La cere-

monia de la boda es el momento en el que una pareja termina la relación de noviazgo para emprender el

compromiso matrimonial. En todas las sociedades hay ritos de iniciación a la vida adulta.

Las mujeres, por nuestra propia naturaleza, somos más sensibles al rito ceremonial, pues nues tro cuerpo

es en sí mismo, un cuerpo ceremonial: somos las dadoras de la vida. Estamos acostumbradas a los ciclos,

viajamos con los círculos de la luna cada menstruación, que es nuestro rito iniciático natural.

La pubertad, la desfloración, la maternidad, la crianza, la menopausia, la vejez, son las ceremonias con las

que terminamos e inauguramos nuevas formas de vida, nuevas maneras de ver el mundo. Pero no las

hemos nombrado nosotras mismas, no las conocemos con nuestras propias palabras, no hemos dejado

testimonio de ellas.

Noveno Secreto:La Ceremonia de las Antorchas

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La Princesa Ameyhale quería atrapar con sus manos toda esa sabiduría que se perdía con el viento y el olvi-

do, generación tras generación. Pero sólo con La Escritura fue posible. Por eso se la robó al Dios del Viento.

Cuenta la leyenda que, luego del robo, Ameyhale se refugió en la Montaña a tallar su historia en las

Cavernas. Durante mucho tiempo no se supo más de ella en el reino. Hasta que una noche de aguacero to -

rren cial, un trueno estremeció a la Montaña con tal estruendo que todo mundo salió de sus casas a mirar

qué había ocurrido. Entonces, vieron que un relámpago danzaba alrededor de la Montaña, su zigzag de

fuego parecía bullir con vida propia y no se apagó sino horas después, hasta que el sol hizo su entrada en

las compuertas del cielo. Nadie quiso hablar del acontecimiento.

Pasadas nueve estaciones, empezaron los rumores en la plaza: las mujeres del reino desaparecían

durante días para luego regresar, con el semblante sereno y avispado a la vez. ¿Qué estaba pasando? Se las

miraba susurrándose unas a otras, como si guardaran un nuevo e insondable secreto.

Sólo nosotras, las Serenas, conocemos ese secreto que aquí te compartimos, porque ha llegado el

momento de que tú misma participes en la Ceremonia de las Antorchas. Haz de saber que aquel relámpago

danzando toda la noche alrededor de la Montaña, no era sino la hilera de antorchas con la cual Ameyhale

convocó a la fundación de la Hermandad de las Talladoras de Montaña. Sólo las mujeres pudieron leer el

mensaje de fuego de la princesa, porque lo escribió en la Montaña con la Escritura Cihuatzin, que significa

“escritura en manos de mujer”. Desde entonces la Ceremonia de las Antorchas es el ritual con el cual se inicia

toda Talladora que se atreve apropiarse de La Escritura. La Hermandad fue creciendo y con el paso del tiempo

la hoja de papel se convirtió en nuestra montaña personal. Ahora somos conocidas como Talladoras de

Palabras.

Ya conoces lo suficiente de los secretos, las leyendas y los susurros de nuestra Hermandad, estás preparada

para participar en esta ceremonia. Nosotras, las Serenas, te guiaremos en este último tramo, que en realidad,

es el primero de tu vida como Talladora.

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Tu noveno manuscrito

Sigue los nueve rituales que aquí te señalamos:

• Junta, en orden, los ocho manuscritos que llevas escritos hasta el momento, como capítulos de un libro.

Reléelo de corrido.

• Escribe un prólogo, respondiendo a la pregunta: ¿Cómo era yo antes de conocer estos secretos, leyen-

das y susurros?

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Coloca este texto antes de los capítulos.

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• Escribe un epílogo, respondiendo a la pregunta: ¿Quién soy y cómo me siento ahora, después de

haber recorrido este camino?

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Colócalo después de los capítulos.

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• Elige el título de tu libro, y los nombres de cada uno de los capítulos. Escríbelos en donde correspon-

den: el título general, con letra grande, al centro de la primera página; el título de los capítulos, con

una letra un poco menor, junto al margen izquierdo de la página inicial de cada uno. Dedica una página

al título gene ral, y cambia de página después de cada capítulo. Igualmente, dedica una página especial

para el prólogo y una más para el epílogo. Más que elegir, “descubre” los títulos, que muchas veces

están en las frases que ya escribiste dentro de los textos mismos. Inspírate en lo que consideres lo más

significativo para ti.

• Escribe el índice del libro, que es un listado en el que ordenarás el contenido: prólogo, capítulos, epílo go,

con sus respectivos títulos.136

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Colócalo en una página aparte, antes del prólogo.

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• Construye físicamente tu libro: elige los materiales, los

elementos y los colores que lo harán tuyo. Todo libro

requiere de una portada y de una contraportada;

puedes hacerlas con cartulina, plástico, o con lo que se

te ocurra.

En la portada va el título; tu nombre, que puede ser el

oficial o uno diferente con el que desees autonom-

brarte; y una imagen que refleje la parte esencial del

contenido; para esto puedes añadir una postal, un

dibujo, o un diseño que tú hagas con diversos materia -

les como flores secas, cuentas, tela, semillas, entre

otros.

La contraportada lleva una fotografía tuya y un breve

texto, de unos cuantos renglones, en el que das cuen-

ta de tus datos per sona les: dónde vives, a qué te de-

dicas, y qué sentido tiene para ti haber escrito este

libro. Para terminar de construir tu propia edición del libro, puedes engargolarlo o bien coser las hojas

con estambre o cualquier otro lazo, haciendo dos o tres orificios en el margen izquierdo.

• Una vez editado tu libro, sácale una copia y compártela con alguien para que la lea.

• Regala un ejemplar de este libro de Secretos, leyendas y susurros. Rituales para mujeres que se atreven a

apropiarse de la escritura, a una mujer a la que sientas que le ha llegado el momento de tenerlo en

sus manos.

• Haz tuyo el Anillo de Flor de Chompantle: el anillo que confeccionaste, compraste o mandaste a hacer

durante el primer Secreto, ese anillo en el que diminutas piedras rojas simbolizan las flores de chom-

pantle que cubrieron a la Princesa Ameyhale en su atrevimiento. Colócate el anillo: ya eres una

Talladora de Palabras.

Te has atrevido a apropiarte de La Escritura y a escribir tu propio Manuscrito, has contribuido al caudal

del Manuscrito de los Manuscritos donde las mujeres estamos construyendo nuestra historia para transmutar

el mundo, has entrado en la Hermandad de Talladoras al compartir tus manuscritos y al convocar a otra mujer.

A partir de este momento, se inicia una nueva etapa en tu vida, porque La Escritura ya no te abandonará

jamás. Nunca más te sentirás sola. Nunca más te sentirás indefensa. Bienvenida, hermana nuestra.

Las Serenas.

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Ameyhale:

princesa del antiguo reino de Tepoztlán.

Agua Cerúlea:

infusión inspiradora hecha de agua y yerbas aromáticas.

Anillo de Flor de Chompantle:

distintivo de la Hermandad de las Talladoras de Palabras.

Cavernas:

interiores de la Montaña donde la Princesa Ameyhale talló su historia.

Ceremonia de las Antorchas:

ritual con el que las aspirantes se integran a la Hermandad de las Talladoras de Palabras.

Dios del Viento:

dios guardián de La Escritura.

Escritura Cihuatzin:

escritura en manos de mujer.

Espejo de Agua:

espejo de agua que nos revela qué tanto hemos indagado en nuestra alma las mujeres.

Guijarros Parlantes:

frases que encierran la sabiduría de las mujeres que pertenecen a la Hermandad de las Talladoras de Palabras que

está integrada por aquellas mujeres que se han apropiado de La Escritura.

Luciérnagas Diurnas:

luciérnagas que señalan el camino a las Talladoras de Palabras.

Manuscrito:

textos escritos por mujeres desde su propia alma.

Manuscrito de los Manuscritos:

texto que compila las historias que las mujeres cuentan por escrito con el fin de que permanezcan y se difundan

para transmutar el mundo.

Glosario

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Mariposas Pañuelo:

mariposas de grandes alas blancas, nativas del reino de Tepoztlán, que recogen los secretos y los susurros de las

Serenas.

Montaña:

en la leyenda de la Princesa Ameyhale, la Montaña es el sitio en donde ella buscó refugio y talló su historia. Por eso

la Montaña es la metáfora que utilizan las Talladoras de Palabras para designar su propia vida.

Maldición Desesperada:

es el castigo que el Dios del Viento le da a Ameyhale por haberle robado La Escritura y consiste en que cuando escriba,

escribirá con dolor. Esta maldición pesa sobre todas las mujeres que se atreven a apropiarse de La Escritura.

Manantial de los Susurros:

es un manantial formado con las lágrimas derramadas por la Princesa Ameyhale, en el cual descubrió las voces de

las historias de las mujeres que clamaban por ser contadas. Ahora las Talladoras de Palabras se asoman al Manantial de

los Susurros para elegir una historia y contarla por escrito.

Serena:

Talladora de Palabras que inicia a otras mujeres en el camino de la apropiación de La Escritura.

Seres Almados:

todas aquellas vivencias, acciones, pensamientos y obras revolucionarios que las mujeres plasman para siempre por

medio de La Escritura. Gracias al testimonio que permite La Escritura, estas vivencias, acciones, pensamientos y

obras adquieren la capacidad de transformar la conciencia de otras personas e inspirarlas a transformar el mundo

haciéndolo cada vez más humano.

Talladora de Palabras:

mujer que se atreve a contar su historia por escrito.

Tallar:

contar por escrito, una y otra vez, nuestras vivencias tanto las más dolorosas como las más placenteras.

Transmutación:

cambiar desde el fondo, cambiar de raíz.

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Invitación

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LTalladora de Palabras:

Las Serenas Amparo y Ethel te invitamos a compartir tu Manuscrito con nosotras llevándolo o envián-

dolo a la siguiente dirección:

José de Teresa 253, Tlacopac

San Ángel C.P. 01040 México, D.F.

[email protected]

Algunos Manuscritos pueden ser considerados para su publicación por la Editorial DEMAC; otros en el

Boletín estacional Red DEMAC.

Si quieres convertirte en una Serena y formar un grupo de mujeres a las que alumbres en el camino para

apropiarse de La Escritura, que tú acabas de recorrer, ponte en contacto con nosotras.

Toda Talladora de Palabras que lo desee, podrá ser miembro de nuestra Hermandad, a través de DEMAC y

sus representaciones en el interior del país y tendrá derecho a recibir información, boletines, etc.

Busca información al respecto en nuestra página Web www.demac.org.mx

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Esta edición consta de 2000 ejemplares,

se terminó de imprimir en el mes de abril de 2013

en los talleres de Serigraphika

División del Norte 2657-3, Col. Del Carmen

Delegación Coyoacán, 04100 México, D. F.

[email protected]

5659 9737 • 5554 7411

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