suplemento cultura 27 de febrero de 2011

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El 17 de febrero la muerte arrebató de este mundo a Daniel Boggio, el legendario maestro de escritores de Mar del Plata. Aunque escribió unos pocos libros, uno de ellos en coautoría, su aporte a la literatura es incalculable y hoy aparecen por todas partes los autores que él formó a través de sus talleres. Su forma de vivir, su trashumancia y bohemia, lo acercaron a la jerarquía de mito. Vivió la vida como muchos la querrían vivir. Aunque sufrió -como todos- también exprimió los placeres mayores del amor, la vocación, los viajes, la inteligencia, la noche y el día. Su libro de relatos “La vaca aficionada a la fellatio” es uno de los puntos más altos de la literatura de Mar del Plata. También es autor de Sobrevivientes, Las cenizas de la Fantasía y Tierra Dividida. Alos 55 años, en una etapa que lo mostraba alejado de las letras, falleció de un ataque al corazón. Escritores locales y hasta el intendente Gustavo Pulti le rinden tributo en este suplemento especial. MAR DEL PLATA DOMINGO 27 DE F EBRERO DE 2011 IDA Y VUELTA: [email protected] Figura de escritor POR RAF AEL FELIPE OTERIÑO (*) Los mejores recuerdos que tengo de Daniel Boggio son de años atrás, cuando ambos ofi- ciábamos de columnistas litera- rios del programa radial “¿Qué es esto de la cultura?”, dirigido por Pupeto Mastropascua. Sin consultarnos sobre lo que ha- bríamos de desarrollar, cada uno elegía su tema y lo exponía libremente. A veces entrába- mos en diálogo y raramente di- sentíamos. Algo nos unía y era la sospecha de que nadie escu- chaba esas audiciones domini- cales y que todo era una treta del conductor para reunirnos y conversar sobre nuestros co- munes afanes. La convención era que Daniel hablaba de na- rrativa y yo de poesía, pero a menudo desbordábamos la consigna y yo podía entusias- marme refiriendo comienzos célebres de la novelística, como los de “Cien años de soledad”, “El amor en los tiempos del có- lera” o el “Moby Dick”, y Daniel recordar los primeros versos del “Poema de los dones”, en el que Borges apunta la paradoja de haber llegado ciego a desempe- ñar el cargo de director de la Bi- blioteca Nacional. Daniel era inteligente y agu- do, de afinado buen gusto y ex- quisito olfato para detectar a un escritor valioso desde sus pri- meras líneas. Era, por eso mis- mo, un eximio buscador de per- las en el agitado mar de la letras. Podía descubrirnos el color lo- cal de narradores de orillas tan distantes como Faulkner, Onet- ti o el santafesino Saer, pero era un sensual de la palabra y por eso amaba la frase larga y caribe- ña del cubano Cabrera Infante. Supo ser un fervoroso amigo, insistente y tierno, como con- vertirse tiempo después en apá- tico observador de esos mismos afectos. Eso era disimulado por quienes veíamos en él al hom- bre apasionado por las letras y atribuíamos dichas contradic- ciones a la exigencia del diario vivir. Al dramatismo de su pat- hos de creador. Y me apuro, en- tonces, a decirlo: fue tan brillan- te en la construcción de su figu- ra de escritor, que daba la impre- sión de superar con ella la de su obra escrita, a la que acaso des- cuidó en exceso. Pero está, a no dudarlo, entre los escritores a los que su personaje –el icono que construyeron alrededor de su persona- fue tan seductor co- mo la obra que dejaron escrita. Ahora que ya no está con noso- tros, debemos buscarlo en sus admirables cuentos, que nos prometen, con su misma vehe- mencia, la continuación de aquel diálogo inacabado (*) Escritor, poeta. L a tentación de incurrir en una semblanza poética de Daniel Boggio se suprime imaginando su sonrisa irónica al leerla, o la lisa reprobación del có- digo para recordarlo. El preferi- ría, muy probablemente, la lla- neza justa de un breve comenta- rio; y sólo en el caso que no se pu- diera, como no se puede, la ale- gría de un abrazo. Sin embargo Daniel invita a la poesía. No sólo porque estaba impregnado de li- bros, de metáforas, de literatu- ras. No sólo por su bohemia pro- verbial o por su transgresión per- petua. Invita a la poesía porque su personalidad, donde la fragili- dad y la insolencia andaban de la mano, se afincaba rápido en el afecto, con la eficiencia de lo ver- dadero, haciendo necesario otro servicio de las palabras para mencionarlo. En otros términos, cómo se re- cuerda a un tipo que citaba pá- rrafos de Joyce, de Onetti, del Tractatus Lógico - Philosophicus de Wittgenstein o de Arlt, prefe- rentemente con amigos, en pirin- gundines con posters de taller (no literario) y vino de cajita, aunque a veces también en luga- res decentes o presuntuosos o ávidos o sordos a esas cosas. Có- mo hacemos la semblanza de un “zurdo”, aparentemente conven- cional, que se anima a dar la cara para fundar Acción Marplatense sin traicionarse. Con qué lengua- je se transmite la idiosincrasia de un tipo que, cuando ganamos la primera elección (2001), se pu- so lejos por las dudas, en lugar de acercarse más por lo que hubie- ra. Daniel hablando erguido des- de sus zuecos, gesticulando con el tintineo de sus pulseras, acom- pañando la cena de otros (comía poco cuando comía mucho) con un whisky sin hielo. Daniel desa- fiante y golpeado. Daniel enamo- rado de Ana que lo pudo ver y querer y reconfortar. Daniel in- condicional honesto, sin farsas, de su hijita Lucía (tan de su aire). Daniel filoso y tierno a la vez. In- formal hasta la irritación y leal sin tácticas ni reservas, mientras lo acompañara la convicción de estar atravesando lo genuino. Daniel culto sin soberbia. Viajero de experiencias bravas. Daniel ha sido un amigo que la vida me ha dado y se lo ha llevado sin que pudieran preverse ni la llegada ni la partida. Sorpresa y perplejidad las dos veces. Puedo decir que la parte de la vida que hemos compartido (lamentable- mente breve me parece ahora, y demasiado espaciada) ha tenido la contundencia de lo singular y de lo profundo, de lo afectivo y de lo luminoso. A estas alturas también puedo decir que ya demasiadas veces la muerte vino a ocupar el asiento de al lado. Un día va a querer el mío, con toda seguridad. Ese día me gustaría tener un instante para agradecer a todos los que me han nutrido. A Daniel, por ejemplo. Que en horas de charla y de taller (literario) no pudo en- señarme a hacer una poesía que les transmitiera a otros la grati- tud que tengo en el alma por ha- berlo conocido (*) Intendente municipal. Amigo querido Boggio: el hombre aficionado a la bohemia HOMENAJE AL ESCRITOR RECIENTEMENTE F ALLECIDO POR GUST A VO PUL TI (*)

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Page 1: suplemento cultura 27 de febrero de 2011

El 17 de febrero la muerte arrebató de este mundo aDaniel Boggio, el legendario maestro de escritores de Mar

del Plata. Aunque escribió unos pocos libros, uno de ellos encoautoría, su aporte a la literatura es incalculable y hoy

aparecen por todas partes los autores que él formó a través desus talleres. Su forma de vivir, su trashumancia y bohemia, lo

acercaron a la jerarquía de mito. Vivió la vida como muchos laquerrían vivir. Aunque sufrió -como todos-

también exprimió los placeres mayores delamor, la vocación, los viajes, la inteligencia,la noche y el día. Su libro de relatos “La vaca

aficionada a la fellatio” es uno de los puntosmás altos de la literatura de Mar del Plata.

También es autorde Sobrevivientes, Las

cenizas de la Fantasía y Tierra Dividida.

Alos 55 años, en una etapa quelo mostraba alejado de las letras,

falleció de un ataque al corazón. Escritoreslocales y hasta el intendente Gustavo Pulti le

rinden tributo en este suplemento especial.

■ MAR DEL PLATA ■ DOMINGO 27 DE F EBRERO DE 2011 IDA Y VUELTA: [email protected]

Figura de escritor

POR RAFAEL FELIPE OTERIÑO (*)

Los mejores recuerdos quetengo de Daniel Boggio son deaños atrás, cuando ambos ofi-ciábamos de columnistas litera-rios del programa radial “¿Quées esto de la cultura?”, dirigidopor Pupeto Mastropascua. Sinconsultarnos sobre lo que ha-bríamos de desarrollar, cadauno elegía su tema y lo exponíalibremente. A veces entrába-mos en diálogo y raramente di-sentíamos. Algo nos unía y erala sospecha de que nadie escu-chaba esas audiciones domini-cales y que todo era una treta delconductor para reunirnos yconversar sobre nuestros co-munes afanes. La convenciónera que Daniel hablaba de na-rrativa y yo de poesía, pero amenudo desbordábamos laconsigna y yo podía entusias-marme refiriendo comienzoscélebres de la novelística, comolos de “Cien años de soledad”,“El amor en los tiempos del có-lera” o el “Moby Dick”, y Danielrecordar los primeros versos del“Poema de los dones”, en el queBorges apunta la paradoja dehaber llegado ciego a desempe-ñar el cargo de director de la Bi-blioteca Nacional.

Daniel era inteligente y agu-do, de afinado buen gusto y ex-quisito olfato para detectar a unescritor valioso desde sus pri-meras líneas. Era, por eso mis-mo, un eximio buscador de per-las en el agitado mar de la letras.Podía descubrirnos el color lo-cal de narradores de orillas tandistantes como Faulkner, Onet-ti o el santafesino Saer, pero eraun sensual de la palabra y poreso amaba la frase larga y caribe-ña del cubano Cabrera Infante.Supo ser un fervoroso amigo,insistente y tierno, como con-vertirse tiempo después en apá-tico observador de esos mismosafectos. Eso era disimulado porquienes veíamos en él al hom-bre apasionado por las letras yatribuíamos dichas contradic-ciones a la exigencia del diariovivir. Al dramatismo de su pat-hos de creador. Y me apuro, en-tonces, a decirlo: fue tan brillan-te en la construcción de su figu-ra de escritor, que daba la impre-sión de superar con ella la de suobra escrita, a la que acaso des-cuidó en exceso. Pero está, a nodudarlo, entre los escritores alos que su personaje –el iconoque construyeron alrededor desu persona- fue tan seductor co-mo la obra que dejaron escrita.Ahora que ya no está con noso-tros, debemos buscarlo en susadmirables cuentos, que nosprometen, con su misma vehe-mencia, la continuación deaquel diálogo inacabado ■

(*) Escritor, poeta.

La tentación de incurrir enuna semblanza poética deDaniel Boggio se suprime

imaginando su sonrisa irónica alleerla, o la lisa reprobación del có-digo para recordarlo. El preferi-ría, muy probablemente, la lla-neza justa de un breve comenta-rio; y sólo en el caso que no se pu-diera, como no se puede, la ale-gría de un abrazo. Sin embargoDaniel invita a la poesía. No sóloporque estaba impregnado de li-bros, de metáforas, de literatu-ras. No sólo por su bohemia pro-verbial o por su transgresión per-petua. Invita a la poesía porquesu personalidad, donde la fragili-dad y la insolencia andaban de lamano, se afincaba rápido en elafecto, con la eficiencia de lo ver-dadero, haciendo necesario otroservicio de las palabras para

mencionarlo. En otros términos, cómo se re-

cuerda a un tipo que citaba pá-rrafos de Joyce, de Onetti, delTractatus Lógico - Philosophicusde Wittgenstein o de Arlt, prefe-rentemente con amigos, en pirin-gundines con posters de taller(no literario) y vino de cajita,aunque a veces también en luga-res decentes o presuntuosos oávidos o sordos a esas cosas. Có-mo hacemos la semblanza de un“zurdo”, aparentemente conven-cional, que se anima a dar la carapara fundar Acción Marplatensesin traicionarse. Con qué lengua-je se transmite la idiosincrasiade un tipo que, cuando ganamosla primera elección (2001), se pu-so lejos por las dudas, en lugar deacercarse más por lo que hubie-ra. Daniel hablando erguido des-

de sus zuecos, gesticulando con eltintineo de sus pulseras, acom-pañando la cena de otros (comíapoco cuando comía mucho) conun whisky sin hielo. Daniel desa-fiante y golpeado. Daniel enamo-rado de Ana que lo pudo ver yquerer y reconfortar. Daniel in-condicional honesto, sin farsas,de su hijita Lucía (tan de su aire).Daniel filoso y tierno a la vez. In-formal hasta la irritación y lealsin tácticas ni reservas, mientraslo acompañara la convicción deestar atravesando lo genuino.Daniel culto sin soberbia. Viajerode experiencias bravas.

Daniel ha sido un amigo que lavida me ha dado y se lo ha llevadosin que pudieran preverse ni lallegada ni la partida. Sorpresa yperplejidad las dos veces. Puedodecir que la parte de la vida que

hemos compartido (lamentable-mente breve me parece ahora, ydemasiado espaciada) ha tenidola contundencia de lo singular yde lo profundo, de lo afectivo y delo luminoso.

Aestas alturas también puedodecir que ya demasiadas veces lamuerte vino a ocupar el asientode al lado. Un día va a querer elmío, con toda seguridad. Ese díame gustaría tener un instantepara agradecer a todos los queme han nutrido. A Daniel, porejemplo. Que en horas de charlay de taller (literario) no pudo en-señarme a hacer una poesía queles transmitiera a otros la grati-tud que tengo en el alma por ha-berlo conocido ■

(*) Intendente municipal.

Amigo querido

Boggio:el hombre aficionado

a la bohemia

HOMENAJE AL ESCRITOR RECIENTEMENTE FALLECIDO

POR GUSTAVO PULTI (*)

Page 2: suplemento cultura 27 de febrero de 2011

Literatura y tecnología,libros de poesía ehistorietas, leyendas,mitos populares ytrailer-books son lasnovedades de lasprincipales editorialespara los lectores conmenos edad. Siguenfirmes las historias devampiros.

La ficción sigue un paso alfrente en las propuestas deliteratura infantil y juvenil

este año, de la mano de autores lo-cales que ya son un clásico del gé-nero como Ana María Shua yMarcelo Birmajer, y títulos queen una vuelta de tuerca al éxitode vampiros y monstruos lanzancombos en cines y librerías.

Los móviles que llevan a laseditoriales a reforzar la oferta deficción son disímiles: unas pro-fundizan en la relación literatu-ra-tecnología; otras apuestan aautores locales como una formade apropiación; orientadas a gé-neros menos centrales algunasse abocan a la publicación depoesía e historietas; y otras tie-nen como motor la decisión degenerar lectores autónomos.

Además, ningún sello escapa ala atracción que ejercen fenóme-nos de ventas como Harry Potter,o Crepúsculo para los más gran-des, y reproducen sagas novela-das de brujos, vampiros y extra-terrestres adolescentes que, co-mo novedad, son lanzadas juntoa su correspondiente película.

Así pasa con “Soy el númerocuatro”, presentada al unísonoen la pantalla grande y en papeleste mes por Norma; las “Cróni-cas vampíricas” que editará Pla-neta en marzo y viene de una se-rie estadounidense, exitosa en-tre adolescentes adobados por lasaga de Stephenie Meyer; y “Lachica de la capa roja”, una revi-sión de Caperucita Roja que Al-faguara publicará más adelantejunto a su respectivo filme.

“La desventaja de esto -algo si-

milar ocurrió hace años con J. K.Rowling- es que no es pareja lacalidad de los textos que se edi-tan alrededor, aunque la venta-ja es un enorme fenómeno de lec-tura”, dice Adriana Fernández,editora en el grupo Planeta.

“La literatura no está paraque los chicos lean lo que viven,sino para que encuentren enella lo que no viven”, señala yapunta la publicación de clási-cos de terror y fantasía selec-cionados por Ana María Shua.

También las narraciones de“escritores locales contemporá-neos consagrados”, como Vicen-te Muleiro, Canela y MargaritaMainé, una forma de “sesgar lolocal y reforzar la pertenencia através de la literatura”.

Una óptica distinta lleva el se-llo Norma con la presentación enabril de “Sólo tres segundos”,una novela donde Paula Boma-bra relata cómo le cambian losplanes a un grupo de amigos quetiene un accidente de tránsitomientras se preparan para ter-minar el secundario y vivir elresto de su vida.

Estas elecciones “escapan allugar de bajada de línea, el inte-rés es que se trate de literatura”,dice Natalia Méndez, editora delsello, respecto al grueso de laspublicaciones 2011 que pasanpor una triangulación con insti-tuciones educativas.

Ocurre que los libros que nocuentan con un excesivo trabajográfico ni autores de moda “noacceden a los principales escapa-rates de las librerías”, señalaMéndez.

“El objetivo -precisa- es traba-jar la autonomía del lector desdeque se encuentra con los prime-ros textos y promover la cons-trucción del propio criterio”; conesto se relaciona la elección de te-máticas que identifiquen a los jó-venes con su realidad. ‘El bastónde plata’, de Martín Blasco, porejemplo, se inscribe en esa línea”.

En esa ruta colectora se ubicala historieta “Mayor y menor”,de Chanti; y “X y Z”; del poetaJorge Luján y la dibujante Isol;dos historias que se sumergenen el vínculo entre hermanos: laprimera con una mirada bien co-tidiana y ligera, y la otra más lí-rica, ambas una apuesta de Su-damericana que tiene como con-

trapartida “Auxilio, vamos a na-cer”, un relato del dibujante Repdesde el vientre materno.

La mirada está puesta “en gé-neros que siempre fueron másbien marginales como la poesíay la historieta, pero que ahoraestán cobrando fuerza”, dice laeditora Mariana Vera, en un añoen que la producción de Suda-mericana tendrá un importantetrabajo de gráfica.

El rediseño de la colección deleyendas y relatos populares“Cuentamérica”, junto al lanza-miento de la novela “Gaturro y elregreso de los zombis” -a media-dos de abril- marcan esa direc-ción; que comenzó hace dos añoscon seis títulos publicados porNick y 200 mil números vendi-dos, donde el juego tipográfico yla ilustración fueron centrales.

El vínculo entre literatura ytecnología, en tanto, es uno delos temas en los que hará pie Al-faguara en este 2011, con versio-nes de internet que acompañanlanzamientos de libros como “Eltúnel de los pájaros muertos”, deMarcelo Birmajer.

Trailer-books (algo así comolas colas de películas), imágenesde locaciones donde el autorimaginó la historia, entrevistas,datos complementarios sobrelos personajes e historias alter-nativas completan el trabajo li-terario en la pantalla (ver www-.pajarosmuertos.com.ar).

Cecilia Criscuolo, de esa edito-rial, es concisa: “El punto es de-senmarcar al libro de la luchacon la tecnología y generar unproceso de complementaciónque, además, tiene como hori-zonte los nuevos dispositivoselectrónicos de lectura”■

PRIMA LA FICCIÓN

Literatura de fin de mundo y monstruosidades,

lo nuevo para jóvenes

2 C U L T U R A Domingo 27•2•2011

Electra contra GoliatPOR SEBASTIÁN CHILANOsebastianchilano.blogspot.com

Salieron del café sin hablarse. Márquez tuvo quepagar porque René Conforti se levantó, ofendi-do por la falta de respeto de la incredulidad. In-

cluso salió antes a la vereda. Márquez tuvo que apu-rarse para alcanzarlo, tanto que cuando salió no loencontró. En cambio había una camioneta enormecon la puerta abierta y dos hombres, también enor-mes, lo levantaron y tiraron adentro. Cayó sobre uncuerpo que presumió era el de René Conforti. Cerra-ron la puerta y la camioneta arrancó.

–Perdón por la escena dramática, pero mis hombresme dicen que discutían de cine, por eso decidimos ha-cerlo de esta manera –les hablaba el ministro de eco-nomía, el Diablo.

–Señor Ministro... –empezó a decir René Conforti.–Por favor –dijo el Diablo y levantó la voz–. Por fa-

vor. No hace falta que me digan nada. Sé que lo sabentodo, y sé también que se están poniendo demasiadomolestos. Sabrán que los destinos del país me robanmás tiempo del que me gustaría dedicarle, por tantoestas pequeñeces, estos inconvenientes, como el queustedes provocan, se parecen a un mosquito picandola piel de Goliat, si me permiten la expresión bíblica...cierto, ¿cómo no me la van a permitir? Todos los cientí-ficos son ateos.

Aun lado del Diablo estaba la telefonista. Una de lasmanos del Diablo descansaba sobre la rodilla desnudade la mujer. Una hermosa rodilla desnuda.

–Me gustaría llegar a un acuerdo con ustedes –dijoel Diablo–. Y como soy ministro y de Economía, nadamejor que una acuerdo de tipo económico: solvente ycon buen respaldo, como el destino monetario de estepaís.

–No nos gusta hacer trato en presencia de asesinos–dijo Márquez señalando con la cabeza a la telefonis-ta–, ella tendría que irse.

–Me llamo Mariana. Llámeme por mi nombre, y pa-ra que sepa, yo no soy asesina.

–Sí que lo sos –intervino René Conforti–. Vos ma-taste al profesor Ham, con alevosía y sangre fría. Ydespués mataste a su hija, haciendo que todo pare-ciera un suicidio. Cuidaste que los peritos tuvieranque concluir que no se podía rechazar la posibilidaddel disparo, forzaste una “mordedura de corredera”en la mano de la hija, cuidaste de no dejar rastros enla ropa, en nada. No fue el crimen perfecto, fue, cómodecirlo, “el suicidio perfecto”.

La camioneta se detuvo brusca por un semáforo enrojo.

–Estás muy equivocado –dijo el Diablo–. Ella no ma-tó a la chica. Ni siquiera mató al profesor. Fueron dossucesos desafortunados, ¿no es cierto, Mariana? –lamujer asintió–. La idea era hacer lo mismo que ahora,un simple chantaje.

Márquez y René Conforti se asustaron.–Pero la cosa se complicó –siguió diciendo el Dia-

blo–. El profesor Ham, con sus colegas del instituto, lavio bailar y quedó enamorado. Tanto que le pagó másque ningún otro hombre hasta ahora ¿me equivoco,Mariana? –la mujer movió la cabeza diciendo que no,no se equivocaba–. Y la llevó a su casa, casa que aúncompartía con su hija. El pobre profesor murió a causade la excitación. Mezcló varias de las pastillas que élmismo había inventado, y enceguecido de omnipoten-cia se murió. Ni siquiera llegamos a hacerle la pro-puesta. Dos horas después llegó la señorita Hem y alver a su padre muerto desató un subyacente complejode Electra no resuelto y terminó suicidándose.

–Siguiendo un comentario suyo anterior, señor mi-nistro –dijo Márquez–, es como si Electra se hubieseenfrentado con Goliat, o algo así.

El Diablo pensó antes de contestar, movió la cabeza:–No creo que sea válido, pero podría ser algo así ■

Vargas Llosa abrirála Feria del Libro

El Premio Nobel de Literatura Mario VargasLlosa inaugurará oficialmente la 37ª edición dela Feria Internacional del Libro de Buenos Aires,que se realizará entre el 20 de abril y el 9 de ma-yo, según confirmó el presidente de la FundaciónEl Libro, Gustavo Canevaro. Explicó que “esteaño la inauguración se dividirá en dos: el miérco-les 20 de abril, tendrá lugar una ceremonia for-mal de apertura; pero el acto oficial con la exposi-ción de Vargas LLosa se realizará al día siguien-te en horario a confirmar” ■

“El túnel de los pájarosmuertos”, de Marcelo Birmajer.

Page 3: suplemento cultura 27 de febrero de 2011

Figura central en los debates es-téticos contemporáneos, re-presentante argentino en di-

versas exhibiciones internacionalesdesde 1935, premiado en la Bienalde Venecia en 1962, Antonio Bernies, sin dudas, uno de los artistas másrepresentativos del arte argentinodel siglo XX. De espíritu inquieto ycurioso, su proyecto creador estáasociado a la permanente indaga-ción de representaciones estéticastendientes a interpelar de maneracrítica al espectador. Para ello no cejóun instante en la búsqueda de unamaterialidad no convencional ni enla representación de propuestas in-novadoras en términos plásticos co-herentes con su proyecto creadorcomprometido en términos estéti-cos y políticos.

En los collages, en sus intervencio-nes muralistas o en el principio, con elempleo del óleo junto a la búsqueda denuevos lenguajes expresivos a través dela combinación de éste con otros mate-riales y técnicas es posible rastrear unitinerario creador rico en experimenta-ción que da cuenta de las exploracionesdel artista y, a la vez, permiten narrardesde ellas momentos claves de la his-toria artística y cultural argentina.

La muestra que se exhibe desde el 22de octubre en la Fundación Picasso deMálaga, “Antonio Berni, la mirada in-tensa”, es una propuesta que proponerestablecer esta extensa trayectoria tra-ducida en sucesivos tránsitos, ensayos eindagaciones en torno a diferentes bús-quedas expresivas, soportes y materia-les. Itinerario particular pero a la vez co-mún a otros artistas que, provenientesde diferentes metrópolis culturales co-laboraron en la construcción de espa-cios de arte moderno equivalentes aprocesos internacionales basados enun alto grado de interacción entre espa-cios y actores de diversos orígenes.

La investigadora Diana B. Wechsler,curadora de “Antonio Berni, la miradaintensa”, invita en el texto del libro queEduntref publicó para acompañar a lamuestra, a recorrer los pasos del artistaargentino dentro de una red de textos yobras -propias y ajenas- que confor-man una trama activa y, a través de suobra, reconstruir una “arqueología delrelato moderno”.

En diálogo con esta cronista, Wechs-ler profundiza detalles de la exposicióny traza un paralelo ineludible entre elartista argentino y Pablo Picasso cuyamuestra “Picasso, la mirada del deseo”se exhibió en la Argentina en las salasdel Muntref (museo de la UniversidadNacional de Tres de Febrero) en el mar-co de un convenio entre la FundaciónPablo Ruiz Picasso- Casa Natal delAyuntamiento de Málaga, con la cura-duría de Lourdes Moreno, directora deesta institución, y la Universidad Na-cional de Tres de Febrero (Untref) de Ar-gentina.

Al respecto, la pregunta de rigor es elvínculo entre la muestra de AntonioBerni en Málaga y la de Pablo Picasso enla sede de la Untref.

Diana Wechsler: -Efectivamente, lamuestra “Berni, la mirada intensa” estáen Málaga, en la Fundación Picasso. Es-ta exposición se realizó en el marco deun convenio de colaboración entre laFundación Picasso y la Untref y su mu-seo. La Untref es una universidad jovencon gestión dinámica y muy buenosconvenios internacionales lo que lepermite desarrollar numerosas activi-dades de intercambio y colaboracióncientífica, artística, cultural. Como eneste caso, en donde la Fundación Pi-casso preparó y exhibió en las salas delMuntref, en Buenos Aires, la muestrade 62 obras bajo el título Picasso, la mi-rada del deseo, con curaduría de Lour-

des Moreno, directora de la Fundaciónmalagueña y nosotros produjimos y es-tamos presentando hasta el próximo27 de febrero allí en Málaga la muestrade 42 obras de Antonio Berni. En suma,un “cruce de miradas” la de Berni y Pi-casso, de uno y otro lado del Atlánticoque aportan y enriquecen el relato de lahistoria del arte moderno.

-¿Es posible establecer puntos decontacto entre Berni y Picasso?

DW: -Más que puntos de contacto loque identifica a uno y a otro es el modode presentarse ante el medio de experi-mentar permanentemente, de rein-ventarse en cada coyuntura y de soste-ner en el tiempo ciertas obsesiones...además ambos -Picasso indiscutible-mente en la escena internacional, sindudas, y Berni a partir de los años ‘30 ycentralmente en el ámbito argentino ylatinoamericano- funcionan como“artistas faro”, referentes de sus con-

temporáneos y de las generaciones si-guientes. Por otra parte, ambos fueronincansables productores cuyos catálo-gos muy difícilmente puedan cerrarseya que produjeron gran cantidad deobra y han tenido además una intensadistribución.

-¿Cuál es tu rol en la puesta de lamuestra?

DW: -Soy la curadora de la exposi-ción de Berni y a su vez la asesora acadé-mico-curatorial del museo de la univer-sidad, doble posición que favoreció -creo- la articulación entre los dos pro-yectos expositivos y a su vez, la edición“gemela” de los dos libros que acompa-ñan a ambas muestras. De igual diseñoy perspectiva de trabajo, reúnen estoslibros investigadores de una y otra esce-na académica y cultural (la española yla argentina) exhibiendo justamenteaspectos de la colaboración interinsti-tucional y académica que te comenta-

ba. Entre ellos están Eugenio Carmona,catedrático de la universidad de Málagay especialista en Picasso, Lola JiménezBlanco, profesora de la UniversidadComplutense y especialista en artenuevo y coleccionismos; entre otros.

-¿Qué otras personas trabajaron eneste proyecto?

DW: -Linda pregunta, ya que permi-te situar aspectos claves no sólo de la la-bor curatorial sino de la labor académi-ca, de la producción de conocimientosque se puede hacer desde la investiga-ción, haciendo uso de recursos comolos de las exposiciones de alto grado decirculación social. Así, por un lado, laUntref en las figuras de su rector AníbalJozami y su vicerrector Martín Kauf-man, construyó la plataforma institu-cional necesaria (con el aporte ademásdel Dr. Berraondo y el Dr. Griffa) quepermitió enlazar los intereses de nues-tra universidad con los de la Fundación

Picasso y allí, la figura fundante de es-ta relación del Dr. Carmona, más laincansable presencia de LourdesMoreno, la directora de la FundaciónPicasso y todo su equipo de colabora-dores que fue de gran valor para llevareste proyecto bilateral adelante.

Además, ya puestos en la labor, fuefundamental contar con el apoyo dela familia Berni y especialmente de Jo-sé Antonio e Inés quienes aportaronla enorme paciencia de recibirme infi-nidad de veces y abrir generosamenteel archivo Berni para mi investiga-ción, la que se complementó, claro es-tá con otros archivos, hemerotecas,etc.

-¿Por qué fue elegida Málaga co-mo sede de la muestra?

-DW: La muestra de Berni está enmálaga desde el 22 de octubre de2010, fue elegida como la muestra del“octubre picassiano” de esa ciudad,momento de alta intensidad para elmovimiento artístico y cultural allí, yestará en exhibición hasta el 27 de fe-brero próximo (hoy). A su cierre, cree-mos que se exhibirá en otra sede espa-ñola, pero aún estamos ajustando losdetalles.

-¿Qué impacto ha tenido en el pú-blico?

DW: -Días pasados me enviaronuna fotografía de un número impor-tante de público haciendo fila paraentrar a ver la muestra en un día feria-do. Creo que esto es muy gratificante.Por otra parte, la Fundación Picassotiene su lugar establecido y su públicode diferentes edades. Ellos progra-man actividades para niños, adultos,jóvenes, estudiantes, especialistas, demodo que además del “público en ge-neral” y los cientos de turistas que vi-sitan esa ciudad del mediterráneo, laFundación trabaja para captar y llegara diferentes sectores.

-¿Cuál la evaluación que puedeshacer al respecto?

-Soy investigadora de origen y llegoa la curaduría hace ya mucho tiempocomo un campo de prueba de mis hi-pótesis de trabajo. Sin embargo, altransitar este territorio profesionaltan rico y vasto como complejo en lavariedad de dimensiones que es nece-sario considerar, creo que no sólo ca-da exposición resulta un interesantecampo de prueba para las investiga-ciones que llevo adelante, sino queademás -y esta es una de las cosas quemás me motivan- el trabajo científi-co, en este caso el de las ciencias socia-les (la historia del arte, los estudios vi-suales y culturales) alcanza una circu-lación amplia, me animaría a decir ca-si masiva (siempre dentro del mundodel arte, claro, pero masiva al fin...)Dicho más brutalmente, sobre 100personas que acceden a un paper o500 a un libro especializado son mileslas que visitan una exposición y es allídonde nuestro trabajo adquiere unsentido más extendido y a su vez don-de queda expuesta la responsabilidadsocial del investigador, del intelec-tual. En este sentido, mi evaluación esbuena ya que creo que está siendomuy amplia la recepción de la mues-tra, está contribuyendo a abrir las mi-radas sobre el arte argentino y latinoa-mericano moderno y a su vez fue y esuna excelente experiencia para mí lle-var adelante estos proyectos, conocerotros modos de trabajo -compartien-do montaje con conservadores, mon-tajistas, etc.- y reconocer las posibili-dades de acción de un área como ladel arte y la cultura que más allá de ne-cesitar más o menos recursos econó-micos, requiere de la capacidad de so-ñar alto y sumar voluntades para lle-var adelante proyectos como estoslargos, complejos y ricos para todos. ■

Domingo 27•2•2011 C U L T U R A 3

LA OBRA DEL PINTOR ARGENTINO LLEGÓ A ESPAÑA

La mirada intensa deAntonio Berni en Málaga

Diana B. Wechsler,curadora de

“Antonio Berni, la mirada intensa”,

habla del contrapuntoque se genera

entre Pablo Picasso yAntonio Berni.

POR VERÓNICA MEO LAOS

Page 4: suplemento cultura 27 de febrero de 2011

POR SANTIAGO FIORITI (*)

El teléfono sonó tantas vecespara tratarse de un domin-go que aún a desgano no me

quedó más remedio que atender.Era Boggio.

-Ana me echó de casa. Necesitoque vayas a buscar mis cosas- dijo.

Pasé al rato y recogí dos bolsitasde supermercado. Una con ropa, laotra con apuntes, libros, pulseras.

-No puedo culpar a nadie de lle-gar a los cincuenta años y no tenernada. Ni siquiera adonde ir- me di-jo Boggio cuando nos encontra-mos.

Se fue unos días a Mar del Sud ycuando volvió se puso a hacer lostrámites para instalar una vinería.Varios meses después, en un abrir ycerrar de ojos, adquirió El Ciuda-dano y lo convirtió en un bar ren-table, pese a que muchos iban y nopagaban. Boggio tenía esa capaci-dad de reinventarse todo el tiem-po. Era algo que le resultaba natu-ral. Fue carpero, trabajó en YPF, enuna empresa de pescado, escribióguiones de películas pornográfi-cas, hizo mucha plata con una em-presa de seguridad en España, sefundió con un delivery, vendió au-tos, puso un kiosco, dirigió el pri-mer festival de cine independientey fue cofundador del partido quehoy gobierna Mar del Plata. Eso sincontar los libros que publicó, losque le quedaron por la mitad, lostalleres. Vivió en Suiza, en la India,en Barcelona, en Brasil, viajó porcasi todo el mundo. Boggio vivióvarias vidas en una. Aunque en elfondo creo que nunca dejó de ser elpibe que se crió en el barrio LasAvenidas. El pibe que Perla, su ma-má, llevó de muy chiquito al médi-co porque el nene se la pasaba le-yendo y no usaba los juguetes.

Nos conocimos en uno de sus ta-lleres, hace más de diez años. Undía de invierno, de noche. Boggiollegó con una anacrónica camperade cuero, el pelo largo, los bigotesque terminaban en punta haciaarriba. La primera clase fue de pre-sentación. Boggio preguntó porqué concurríamos. Cuando unamujer dijo que se le había muertoun perro y que se sentía sola, el pro-fesor Boggio la mandó a ver un psi-cólogo. Me pareció un buen co-mienzo. Boggio era implacable,aunque se le fueran los alumnos.

Abandoné el taller por sentirmeincapaz de escribir un cuento dig-no. Pero con Boggio no nos separa-mos más. Ni siquiera cuando nospeleábamos. Una noche, a los gri-tos en el Condal, nos estuvimospor agarrar a piñas. Yo le dije cosasatroces; Boggio amenazó con rom-perme un vaso en la cabeza y creoque no lo hizo porque me fui an-tes. Pasaron un par de semanas,hasta que un día, al mediodía, pasóa verme. Fuimos a comer una piz-za. Los dos estábamos felices devolver a vernos. A él le gustaba de-cir que nos llevábamos la mismadiferencia de edad que Borges yBioy. Yo le decía que era un pelotu-do. Boggio se reía.

Como todo tipo de corazónenorme, con la plata era un desas-tre. “Los que son miserables con laguita, también son miserables conlos afectos”, decía siempre. Eramuy divertido ver a Boggio conplata. Llevaba los billetes hechosun bollo en el bolsillo del pantalóny cuando hacía algún gasto los sa-caba todos juntos, se le caían en elpiso. Si Boggio tenía plata, no ha-bía forma de que pagara otro.

Compartimos largos, infinitos,inolvidables encuentros de noche.Digo noche, pero también podríadecir días: con Boggio no había ho-

rarios. Recuerdo la tarde en el mue-lle de los pescadores: Boggio aca-baba de terminar una historia deamor y me tenía harto, pero me pi-dió por favor que no lo dejara solo.Habló sin parar no sé cuántas ho-ras. Recuerdo las tardes en BuenosAires, el almuerzo en el Tigre conuna abogada enamorada de él quenos hizo sentir ricos durante todoun fin de semana, la salida con Fitoen Bar O Bar, la última caminatapor la avenida Corrientes. Recuer-do (no podría olvidarlo) la nocheen Pehuén, cuando me dio los ar-gumentos de por qué un hombre

no puede dejar de enamorarse yme dijo, entre un montón de frasesque no voy a citar, qué carajo esta-ba haciendo para no jugarme porYani. Fue él quien semanas des-pués me cedió su habitación en unhotel de Buenos Aires, que teníapaga por trabajo, y se fue a dormirno sé dónde para que mi historiacomenzara a crecer. Volvió unosdías más tarde. Nos quedamos enel cuarto, solos, hablando. Nos to-mamos todas las botellitas dewhisky del frigobar. Ninguno te-nía un peso. Cuando nos fuimos,Boggio las completó con té.

Este verano volvimos a compar-tir muchas charlas. Caminamospor Güemes, fuimos a la playa, co-mimos un asado en su casa y antesde mi regreso a Capital volvimos arecalar en el Condal, un lugar quedespreciábamos, pero que por unau otra cosa siempre nos terminabacobijando. “En esta mesa esta-mos bien”, dijo Boggio, mientrasa mí, después de tantos años de sa-lir con él, no dejaba de llamarme laatención cómo lo miraban desdelas otras mesas.

Guille se sentó a su izquierda yyo enfrente. “La gente piensa quelos escritores sólo hablan de litera-tura”, decía. Es verdad, pocas veceslo hacíamos. Para Boggio la litera-tura era algo muy serio. Le hubieraresultado fácil escribir libritos a pe-dido. Se lo ofrecieron decenas deveces. Nunca lo hubiera aceptado.Le gustaba hablar de fútbol, demujeres, de política, de cosas coti-dianas. Aquella última noche ju-gamos a elegir la selección argenti-na de todos los tiempos. Boggiopuso a varios jugadores de Racing.Se lo notaba sereno, incluso cuan-do dijo que se podía morir tranqui-lo. Habló de lo bien que estaba conLucía, su hija y su gran amor, y delorgullo que sentía por la familiaque habían logrado formar conAna y con Agustina, su otra debili-dad. Daba gusto sentarse a la mesacon ellos.

A las cinco de la mañana las mo-zas comenzaron a apilar las sillassobre las mesas. La nuestra, comosiempre, era la última que queda-ba. Volvimos a citar la frase de So-riano, lo triste que es estar en unbar cuando barren el piso y los ra-yos de sol comienzan a filtrarse porla ventana. Boggio pidió la cuentay sacó no sé cuantos billetes decien pesos. Pagó y dijo que no ha-bía nada más lindo que invitar las

copas de sus amigos.Dejamos a Guille y regresamos

a la casa de la calle Olavarría. Allíhabíamos arrancado antes de ir albar. Pude ver una escena curiosa:cuando llegué, Boggio trataba dedisimularlo, pero estaba nervio-so. Lucía había ido a presentarle asu novio. Cuando al fin regresa-mos a su casa, Boggio no teníaapuro por bajarse del coche. Me-jor dicho: Boggio nunca teníaapuro. Me propuso ir a tomar“otro whiskito” y le dije si me es-taba jodiendo.

–Boludo, me tengo que ir a dor-

mir, ¿mirá la hora que es? Ya esta-mos viejos –dije.

Boggio me dio un abrazo, de esosabrazos que aquellos que lo quisie-ron no podrán olvidar. Boggio sedesplomaba sobre el otro cuandolo hacía. Cerró la puerta del coche,pero volvió sobre sus pasos. En-tonces me dijo lo que ya me habíadicho otras veces:

–Sabés que sos mi hermano,¿no?

Claro que lo eras, Boggio■

(*) Periodista de Clarín

4 C U L T U R A Domingo 27•2•2011 C U L T U R A 5

POR JAVIER CHIABRANDO (*)

No sé si la muerte poneblanco sobre negro o loembarulla todo. Se murió

Boggio. Y pensarlo y escribir so-bre él es más bien un barullo queotra cosa porque Boggio genera-ba amores y desamores igual-mente apasionados. En lo que metoca, fuimos amigos de vernos adiario durante años y de habercompartido muchas cosas, de lasconfesables y de las otras. Re-cuerdo ahora que hablaba muchode la muerte y de la muerte jovenque suponía su destino, así comorecuerdo su dolor el día de lamuerte exageradamente tem-prana de Cachi García Reig. Re-cuerdo, como recordarán mu-chos, que de cada casa se llevabalibros para nunca devolverlos, li-bros que dejaba en alguna otracasa que visitaba más tarde. Enmi casa hay pruebas. Si los pro-pietarios desean reclamarlos, selos cambio por los míos, lo quequizá se transforme en una bue-na ocasión para brindar por él.

En lo relativo a su literatura, a to-dos, creo, nos hubiera gustado verloen la trinchera de producir una obra

más voluminosa y defenderla dondediera la ocasión. Pero eso sería comohaberle pedido que no fuera Boggio.El, en cambio, se empeñó en dejaruna obra pequeña y una cantidadenorme de papeles desperdigados(sé de poemas, guiones, cuentos ymil páginas de una novela medieval)como un Macedonio marítimo.Quedan preguntas. ¿La ciudad estu-vo a la altura de lo que él hubiera ne-cesitado para dejar una obra másacorde a la inteligencia que todos lereconocemos? ¿Intentó él estar a laaltura de lo que la ciudad demanda-ba de uno de sus artistas más visibles,más venerados y más incómodos?Preguntas sin respuestas. Luego sepodrá hablar de su bohemia, de sushábitos, de sus vicios, pero si eso fue-ra verdad, si fuera verdad que lamuerte elige primero a los viciosos ybohemios, sería fácil evitarla, y quese sepa nadie lo ha logrado. Tambiénlos deportistas y los virtuosos mue-ren jóvenes. Hasta los santos mue-ren jóvenes.

No me gusta pensar que es y seráconsiderado una especie de mito de lacultura local porque seguro que esemito se iría volviendo un muestrariode anécdotas poco felices, apenas.Mejor es pensarlo en las buenas y enlas no tan buenas. A mí me basta. Me

quedan las maratones de partidas deajedrez, cien trasnoches, confesionesde borrachos y un humor común.También la lectura final de su libro “Lavaca aficionada a la fellatio”, que de-bía tener nueve cuentos y tuvo ocho,porque uno se le había perdido y ni semolestó en buscarlo. Eso era él. Yo es-cribí la contratapa de ese libro al tiem-po que él escribía la contratapa de unoque ya estaba editando por entonces.Cinco años después supe que la con-tratapa que escribió para mí era copia-da de “El ejército de cenizas” de Fein-mann. ¿Una broma? ¿Se la dio a escri-bir a uno de sus talleristas que eligiócopiarla? ¿Un me ne frega? ¿Una bur-la? Así eran también las cosas con él. Elresto, que es grande, me lo reservo. Esun secreto entre él y yo, y ahora un se-creto mío. Un día dejamos de vernos yapenas volvimos a cruzarnos. La últi-ma vez me habló de la traición. No sési lo habían traicionado o lamentabahaber traicionado a alguien. Ya no im-porta, porque la muerte parece quererponer blanco sobre negro pero en rea-lidad lo embarulla todo. Vaya este sa-ludo de despedida al amigo a quien yano veía sino de casualidad y al que yano me unía casi nada. Y que cada unopiense lo que se le dé la gana ■

(*) Escritor y tallerista

Blanco sobre negro

Mi deudaPOR JORGE CHIESA (*)

Pasada la medianoche, recibo unmensaje de texto: “Falleció DanielBoggio”. Me lo manda Mercedes Al-varez, una amiga que empezó a escri-bir en el taller literario que Daniel da-ba en la Biblioteca de las NacionesUnidas. Ahí lo conocí, ahí la conocí aMercedes, ahí conocí a muchos delos buenos amigos que hoy meacompañan. No creo que Boggio mehaya enseñado a escribir -no creoque nadie pueda- pero me enseñó apensar. A pensar dentro y fuera delámbito de la literatura. Daniel era unorador brillante, un gran lector, unamente demasiado lúcida. Cada una

de sus clases significaba, para los quefuimos sus alumnos, una revelacióny él lo sabía y jamás especuló con eso.Nunca se guardó nada; siempre diotodo lo que tenía para dar.

Daniel era un tipo sumamentesensible, más interesado en el bie-nestar de los demás que en el suyo; loque en más de una oportunidad lollevó a abandonarse a sí mismo, averse envuelto en situaciones de lasque tal vez nadie pueda zafar sin las-timar a personas que no merecen serlastimadas.

Una noche le dije que su problemaera que él no había nacido para viviren esta ciudad, en este mundo. Mecontestó que yo acababa de hacerleel mejor de los elogios. Fuimos ami-gos, pasaron los años y, finalmente,cada uno siguió por su lado. Sé queen este momento, como diría su ad-

mirado Onetti, no sirven las pala-bras para explicar. Hacía muchísimotiempo que no lo veía, y sin embar-go, la noticia de su muerte me dejaconsternado, aturdido, hecho bolsa.

Pensaba escribir algo más largo yde repente no puedo. Me doy cuentade que no voy a poder. Pero yo pedíeste pequeño espacio para decir algoy lo voy a decir ahora: muchas de laspersonas que escribimos en esta ciu-dad estamos en deuda con DanielBoggio; la ciudad, de algún modo,también. Es la culpa, Daniel. Esa es lapalabra. Viene del alemán y quieredecir tener una deuda imposible depagar ■

(*) Escritor y poeta ganador de lospremios Soriano 2010

en Cuento y Poesía.Fue alumno de Daniel Boggio

POR FERNANDO DEL RIO (*)

Si la mesa era de las grandes, comolas que hay en esos despachos degente poderosa o en las salas de con-

ferencias de alguna institución educati-va, Boggio se quedaba parado. Si, en cam-bio, había pupitres individuales, lo quehacía era arrimar una silla y sentarse demanera invertida: el culo lo ponía en lamesa. Eso sí, un segundo antes se sacabala campera de cuero con tachas y dejaba ala vista su vulnerable cuerpito que en na-da se correspondía con el vigor que guar-daba. Después, el taller.

Asistir a una de esas clases era sentirse partede un ritual, en donde el sacerdote-chamán-brujo Boggio buscaba entre la muchedumbrea quienes podían complacer a los dioses de laescritura con sus destrezas y, al mismo tiem-po, sacrificaba al resto. El sacrificio, en cuyotranscurso la sangre no era objeto de trascen-dencia, consistía en decir algunas crudezas ycrueldades, aunque el modo sutil que tenía elchamán operaba más como un consejo a largoplazo que como una piedra rompiendo el es-ternón.

Boggio tenía debilidad por los buenos

alumnos, y con los malos, pese a que coope-raba hasta donde su buen criterio le indica-ba que era posible algún cambio, era másfranco todavía. No cuidaba el negocio, a laclientela, como hacen otros que tienen ta-lleres literarios. No le importaba quedarsecon cinco tipos y ganar menos. Lo que le im-portaba era sentir que valía la pena lo que es-taba haciendo.

Se enojaba en especial con aquellos que, co-mo todo principiante, les daban un sobreva-lor a sus textos y asumían una beligerante de-fensa. La deserción era una probable (y cele-brada) consecuencia muchas veces. Yo he vis-to masacres en los talleres de Boggio y, deboconfesar, me divertía muchísimo. “Señoraque se le haya muerto el perro no le da derechoa escribir esto. Vaya a un psicólogo”, decíaBoggio indignado con lo que estaba leyendo.

Cierta vez llevé con gran entusiasmo uncuento. Lo había escrito siguiendo los conse-jos de Boggio, teniendo en cuenta sus premi-sas y me preparé ansioso a la lectura. Emanabade mí un aire de convicción que podía respi-rarse y hasta se advertía con sólo mirar mismodos pedantes en la espera. Nada habría desatisfacerme más esa noche de lunes que agra-darle al maestro. Llegó entonces la parte deltaller en la que se leían los textos, y salté como

un niño al que le preguntan si quiere jugar. Di-je que yo tenía un cuento. Boggio empezó aleerlo y al cabo de algunos párrafos se detuvo.Movió su cabeza en señal de desaprobación yme disparó al medio de la frente: “Leo una fra-se y me parece estar leyendo a un gran autor.Sigo con la oración y ya me parece estar frentea un tipo al que le falta mucho. Leo el párrafocompleto y me parece muy malo. Hacé unacosa, pegale una leída más tranquilo”, me dijoy mi estómago se contrajo hasta ser de un ta-maño capaz de subir por mi garganta y llegar ami boca.

Estaba frustrado -¡qué sensación tan recu-rrente en esos talleres!- y Boggio lo notó. En-tonces hizo lo que siempre hacía y que para míera uno de los actos más reconfortantes delmundo: se levantó y mientras caminaba em-pezó a teorizar y a explicar, a hacer referencias,a poner ejemplos; después, llegó hasta detrásmío y allí se detuvo. Le pasó la palabra a al-guien con la deliberada idea de cambiar el fo-co de atención y así poder transferirme suconsentimiento en privado: me acarició la ca-beza, me apretó los hombros.

El otro día, al volver de su velorio busqué elcuaderno a espirales, documento garabatea-do de un taller de principios de siglo en la bi-blioteca de las Naciones Unidas. En el margen

superior yo anotaba siempre las palabras tex-tuales de Boggio dirigidas a cualquiera de no-sotros, y descubrí que ahí estaba él:

“Me cuesta retomar la linealidad accional”;“A este cuento lo está escribiendo alguien alque le falta sentir la realidad”; “Hay que expo-ner más lo perceptivo”; “Cuando escribo ten-go que saber lo que pienso, no tengo que decirlo que pienso”; “Hay que racionalizar lo ima-ginario”; “Tratemos que las acciones esténembarazadas de algo”; “Desde lo psicológicohay que decir lo sociológico”.

La última vez que lo vi a Dani fue cuando lellevé mi novela “Que así sea” hasta el bar queregenteaba frente a la clínica Colón. Me hizoir a una mesa del fondo y, con algunos elogiosbien boggianos, me presentó ante una cardió-loga. Lo interrumpí dándole mi libro y cuan-do leyó la dedicatoria me dio un beso y unabrazo. Después se levantó para ir a guardar ellibro por ahí, pero regresó a los dos pasos. Memetió otro abrazo y entonces sí fue hasta la ba-rra. Con la cardióloga nos quedamos hablan-do de su gran corazón ■

(*) Periodista y escritor surgido de los talleres de Daniel Boggio.

El corazón boggiano

La muerte se apoderóde uno de los nuestrosPOR CARLOS ALETTO (*)

Si es verdad que la vida de los hombres se tensa armoniosa-mente en la disputa entre Eros y Thanatos, entre el amor yla muerte, la vida de Daniel Boggio se debatió en ambos ex-

tremos. Tensó la cuerda del arco y la lira a tal punto que la cuerday su armonía -más temprano que tarde- tenían que ceder. Unanueva generación de escritores de Mar del Plata alguna vez he-mos escuchado sus reservados halagos o padecido sus duras crí-ticas ante la lectura en alguno de sus talleres de narrativa. Su co-nocimiento y honestidad literaria lo convertían en un referenteineludible para los jóvenes (o no tan jóvenes) escritores de la ciu-dad. Vivió con pasión, en sus dos sentidos, la pasión del que sufrey la pasión del que ama. Amó la literatura y la sufrió. Amó la viday la sufrió. Coqueteó con la muerte y tempranamente la enamo-ró. Dice Séneca en su primera carta a Lucilio que creemos que lamuerte está lejos y, sin embargo, todo lo que vamos dejando atrásella ya lo posee. La muerte ya se apoderó de uno de los nuestros,nos robó para siempre aquellas tardes de whiskies y “Vargas Llo-sas”, de vasos comunicantes y cajas chinas e, incluso, ella ya esdueña de este punto final ■

(*) Escritor

El personaje de la reinvención permanente

Era muy divertido ver a Boggio con plata. Llevabalos billetes hechos un bollo en el bolsillo del

pantalón y cuando hacía algún gasto los sacabatodos juntos, se le caían en el piso. Si Boggio tenía

plata, no había forma de que pagara otro

Chiabrando, Boggio y el actor Néstor Grotadaura.

Page 5: suplemento cultura 27 de febrero de 2011

6 C U L T U R A Domingo 27•2•2011

Detrás de nuestros pequeños aciertos está su figura irreemplazable

POR MAURO DE ANGELIS (*)

Daniel Boggio fue el hombre más impresionante que conocí. Limitar suvalor al ámbito de la docencia en los talleres literarios es injusto y pue-de parecer que hablamos de esos maestros brillantes en su labor pero

deslucidos y tediosos en su vida cotidiana; esos genios que viven en el anoni-mato y en una pulcra simetría hasta que una mañana los despierta el llamadode la academia sueca o el manicomio. Boggio, por suerte, no era así. Es imposi-ble relacionarlo con la palabra tedio y con la palabra mesura. En cualquier lu-gar, ya sea una reunión nocturna, un aula o donde fuera, su presencia original,su talento y su humor dominaban todo. Nunca pasaba desapercibido. Excesi-vo, pasional, muchas veces incontrolable, irradiaba su forma de ser contagian-do todo con su estado de ánimo. No tenía medias tintas: podía ser el hombremás divertido del mundo o el más trágico y oscuro, a veces en la misma noche.

Parecía saberlo todo y haberlo vivido todo. Cuando desplegaba su inmensobagaje cultural y se explayaba en algún tema (ya sea Kafka, el budismo o el fút-bol) uno asistía a algo que no es muy común: el espectáculo de una inteligenciaactiva y efervescente. Nos mostraba las posibilidades de pensamiento (rela-cionar conceptos disímiles, extraer conclusiones inéditas, destrozar el lugarcomún) que puede haber en un ser humano. Boggio veía lo que el resto, aturdi-dos en nuestras anteojeras o en el apático conformismo, apenas lográbamossospechar.

Más que a “poner una palabra al lado de otra” -como diría él- a sus alumnosintentó enseñarnos a mirar el mundo con la cabeza de un escritor: es decir, des-montando las apariencias, profundizando en la realidad hasta llegar al fondode la experiencia humana. Trató de inculcarnos el buen gusto y el despreciopor lo superficial y lo pomposo. Nos instó a corregir, a empezar de nuevo, a rom-per, las veces que fuera necesario. Nos dijo que el trabajo artesanal no es ene-migo del genio.

No sé si pudimos aprender todo, pero estoy seguro que detrás de cada peque-ño acierto, está la figura irreemplazable de Daniel Boggio. Luchando contra lamediocridad y la chatura, siendo irreverentes y lúcidos, lo continuamos y lohonramos ■

(*) Alumno de Daniel Boggio; premiado en el Concurso Osvaldo Soriano 2010.

El tipo de los zuecosPOR CARLOS BALMACEDA (*)

—¿Quién es el tipo de los zuecos? —mepreguntaron una vez.

—Daniel Boggio, un amigo escritor —respondí sonriendo.

Es que a Daniel, y eso lo saben quienes loconocieron, le gustaba andar en zuecos.Todo el tiempo. Pero, ¿de dónde había sali-do ese tipo con zuecos que se volvió uno delos mejores escritores de la ciudad? Re-busco en el camino literario de DanielBoggio para contar, en pocas palabras, elrumbo de una generación de escritoresmarplatenses.

Y enfatizo el gentilicio: marplatensessignifica nacidos en Mar del Plata.

Para empezar: la crispada década del´70 lo encontró a Daniel en el Colegio Na-cional de Comercio, y entonces escribíasus primeros poemas y relatos, participa-ba en concursos literarios, publicaba poe-sías y cuentos en revistas y diarios de laciudad, y ya soñaba con ser uno de esos es-critores que publican libros en las grandeseditoriales y aparecen en los grandes su-plementos literarios.

Sigo: antes de los ́ 80 se fue a Europa pa-ra vivir aventuras que nutrieron buenaparte de su obra y en especial su primeranovela, Las cenizas de la fantasía. Volvióal país, claro. Pasó por la universidad deMar del Plata, leyó sin tregua lo mejor dela literatura argentina y extranjera y si-guió escribiendo con fervor, método y am-bición. En Mar del Plata formó parte degrupos informales de escritores, fundó unCentro Cultural y también un institutodedicado a la teoría, la crítica y la investi-gación literaria.

Publicó tres libros que integran el canonlocal: Tierra dividida, junto con MarceloMarán —que fue prologado por Pedro Or-gambide, que actuaba de orgulloso padri-

no—, una novela exquisita llamada Lascenizas de la fantasía, y la que sería su úl-tima obra: La vaca aficionada a la fellatio yotros cuentos.

Con sus legendarios talleres se convirtióen maestro y guía de nuevos escritoresgracias a que su sabiduría era tan polémi-ca como luminosa. Es que Daniel amabala literatura pero no se llevaba bien con eloficio cotidiano del escritor. Tal vez poreso, durante los últimos años de su vida lu-chó con una novela que no lo dejaba en pazy que jamás terminó.

Tengo una hipótesis que me incluye: Da-niel Boggio formó parte de una generaciónde autores marplatenses que produjo unaruptura profunda con la tradición litera-ria lugareña. No fue casual que haya sur-gido y publicado sus primeras obras en lamítica editorial Del Castillo, donde en lasegunda mitad de la década del ´80 tam-bién publicaron Marcelo Marán, Julio Ne-veleff, los recordados Juan Carlos GarcíaReig y Luis Alberto Lecuna, Oscar Balma-ceda, Eduardo Balestena, Juan PabloNeyret, y yo mismo.

Las claves de esa generación —a la quepor otros carriles podrían vincularse Ro-berto Topo Gispert y el santafesino-mar-platense Javier Chiabrando—, bien po-drían ser: el paso por la Universidad y labúsqueda de un saber sistematizado, eru-dito, incluso académico; la aplicación detécnicas y fórmulas narrativas cada vezmás complejas y aggiornadas; la reformu-lación de los planos ideológicos y cultura-les de la época; el replanteo crítico de lahistoria y la identidad marplatense; lacreación de un estilo discursivo y un espa-cio ficcional propio; el esfuerzo por consoli-dar un saber literario que permitiera elejercicio laboral en áreas afines como el

periodismo, el dictado de cursos y talleresliterarios, o bien el acceso a cargos oficia-les ligados a lo cultural y artístico.

Finalmente, se trata de una generaciónansiosa por consolidar una obra literariaque tenga los méritos y valores suficientescomo para ingresar en el complejo sistemade producción, difusión y legitimación quecaracterizan a los circuitos culturales másimportantes del país. Algunos miembrosde la generación aludida —siguiendo elderrotero que en Mar del Plata marcó En-rique David Borthiry con sus novelas—alcanzaron prestigio en el campo literarionacional y extendieron sus nombres al

ámbito internacional.Claro que hay más, mucho más, si de

Daniel Boggio se trata. Sólo hablo de las líneas gruesas que for-

maban parte de mis charlas con Daniel.Ocurre que con los amigos uno jamás ter-mina de dialogar del todo. Porque aunqueya no estén para contestarnos a viva voz,siempre nos quedan esos recuerdos quedan vueltas y vueltas en la cabeza, de día yde noche, para traernos su voz, sus refle-xiones, sus ideas y sus sueños ■

(*) Escritor y compañero derecorrido de Daniel Boggio

POR MARCELO MARÁN (*)

Cerca de las dos de la mañana suena elcelular. Inevitablemente una malanoticia. Me sobresalto, pienso que

puede ser alguien de la familia. La voz de Cristina lo confirma. Murió Da-

niel Boggio. Familia.Ya hacía muchos años que no nos veía-

mos, en el sentido de pactar un encuentro.Esporádicamente la ciudad nos reunía. Unsaludo a lo lejos, una situación protocolar,algún espectáculo donde nos cruzábamos.Sobre todo eso, cruzarnos.

Hermanos distanciados. Cada uno por sulado, después de haber compartido diezaños de vida. Porque entre los ochenta y losnoventa prácticamente conformamos undúo inseparable, al punto de ser difícil, enaquella época, el hablar de uno sin referirseal otro.

Pero eso pasó y hoy al flaco Boggio se leocurrió morir. Y más allá de una charla dis-tendida y casi formal se nos quedaron el tin-tero –la literatura, la sangre, la tinta- unmontón de cosas por decirnos.

Lo conocí después de una aburrida reu-nión literaria de la que huimos para encon-trar la noche, la tertulia y el alcohol. Inme-diatamente nos reconocimos en la perversaobsesión por los libros. No sólo la literatura,sino algo más. Esa atracción impura por elobjeto: libro.

Me deslumbró su inteligencia, su elefan-tiásica memoria y su refinado gusto por la li-teratura argentina que dominaba con preci-sión de relojero.

Para mi gusto era mejor poeta que narra-dor, oficio que finalmente había abandona-do por el de maestro. Porque el aporte defi-nitivo de Daniel a la literatura está dado ensu enorme capacidad para enseñar y trasmi-tir las herramientas de la construcción de untexto. Todo su saber y todo su conocimientoes mucho más fácil rastrearlo en los libros deotro que en sus propios textos. Resignó,quién sabe a sabiendas una gran obra porconducir, iluminar, corregir, la obra de

otros. Cada premio, cada distinción, cada li-bro que editaba uno de sus alumnos era supremio, su distinción, su obra.

En esos diez años de binomio creativo, es-cribimos, tomamos, nos reímos, leímos, to-mamos, nos reímos, laburamos en la cultu-ra de la ciudad –todavía la grandilocuenciaverborrágica universitaria no había acuña-do el concepto de gestión cultural-, toma-mos, inventamos dos centros culturales,nos reímos, patentamos una inútil tarjetade descuento artística, un fondo editorialinviable, miles de proyectos sin sentido yuna feria de artesanos de provincia que casinos depara el escarnio público y la cárcel.

Después de cada frustrada batalla volvía-mos a iniciar la rutina del bar, del nuevo sue-ño, del nuevo texto, como si se pudieran res-tañar las heridas de guerra con literatura.

No era fácil acompañarlo y la vida nos dis-tanció, como dos hermanos que se alejan yque después no encuentran la palabra quelos reúna. Paradójico, nosotros que siempreestuvimos escarbando las palabras.

Recuerdo el día que lo conocí; la noche detormenta cuando presentamos el libro; latarde que nos metieron presos en Buenos Ai-res; su orgullo y amor por Lucía, hija de susojos; las interminables correcciones y lectu-ras de su novela y cientos de cosas que meguardo.

Daniel se ha llevado todas, salvo las quequedan en sus libros, en los textos de susalumnos y en el corazón de quienes lo cono-cimos■

(*) Dramaturgo, escritor, director de teatro, ex secretario de Cultura.

Fuimos un dúo inseparable

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Domingo 27•2•2011 C U L T U R A 7

■ Lecturas Fuente: Cámara de Libreros

del Sudeste de la provincia de Buenos Aires

POR ESTELA VEGA

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Todos los padres quie-ren lo mejor para sushijos y cuando de li-

bros se trata el lema es elmismo. Los mediadores delectura debemos estar ac-tualizados para ayudar a lasfamilias en el momento deseleccionar autores o textospara sus hijos. Muchos de loslibros que se editan sólo tie-nen intereses en el mercadoeditorial, en cambio, quienesasesoramos en este tema,nos comprometemos con latarea y en cada elección de li-bros que se propone hay unafunción estética y una mira-da poética, que la mayoría delas veces no coincide con ladel mercado. En consecuen-cia, no sólo basta conocer losúltimos catálogos publica-dos por las editoriales, sinoasistir a congresos o jorna-das de capacitación en dichatemática.

Entre el 24 y el 28 febrero de2010 se realizó en Santiago deChile el I Congreso Iberoamerica-no de Lengua y Literatura Infantily Juvenil, (Cilelij) organizado porla Fundación SM.

Escuchar a los autores más re-presentativos de esta literatura, alos investigadores y la excelenciade sus trabajos permitieron a losasistentes tener un panorama másamplio sobre el tema tratado: pa-sado, presente y futuro de la litera-tura infantil y juvenil.

La inauguración comenzó conun homenaje a figuras destacadasde iberoamericana: Teresa Caste-lló Yturbide, “Pascuala Corona”(México, 1917); Alicia Morel (Chi-le, 1921); Montserrat del Amo (Es-paña, 1927); María Elena Walsh(Argentina, 1930), y Lygia Bojun-ga (Brasil, 1932). Mientras se desa-rrollaba el acto, la orquesta de ni-ños y jóvenes “Antonio Vivaldi”,interpretaba nanas infantiles dedistintos países.

La primera jornada del congre-so también se caracterizó por larealización de homenajes a lospioneros en Iberoamérica. La mis-ma fue realizada por escritores einvestigadores prestigiosos quenos llevaron, en un viaje imagina-rio, por la vida y la obra de cadauno de ellos. A continuación el de-talle de la misma:

– José Martí, 1853-1895 (Cuba).Aramís Quintero (Cuba).

– Rafael Pombo, 1833-1912(Colombia). Beatriz Helena Ro-bledo (Colombia).

– J. B. Monteiro Lobato, 1882-

1948 (Brasil). Marisa Lajolo (Bra-sil).

– Gabriela Mistral, 1889-1957(Chile). Jaime Quezada (Chile).

– “Marcela Paz” [Esther Hu-neeus Salas], 1902-1985 (Chile).Ana María Güiraldes (Chile).

– Francisco Gabilondo Soler,1907-1990 (México). Daniel Gol-din (México).

– Javier Villafañe, 1909-1996(Argentina). Carlos Silveyra (Ar-gentina).

– Carmen Bravo Villasante,1918-1994 (España). Manuel Pe-ña (Chile).

Oscar Alfaro, 1921-1963 (Boli-via). Gaby Vallejo (Bolivia).

Por un lado, la República Argen-tina estuvo muy bien representa-da por el presidente de la Asocia-ción de Literatura Infantil y Juve-nil Argentina (Alija), profesor y es-critor Carlos Silveyra (quien reali-zó un emotivo homenaje al queri-do Javier Villafañe) y una delega-ción conformada por: Liliana Bo-doc, Marcela Carranza, Alicia Sal-vi, Roberto Sotelo e Istvansch.También estaban como asisten-tes, escritores de la talla de MaríaTeresa Andruetto, Gustavo Bom-bini, Susana Itzcovich, entreotros.

Por otro lado, entre los autores einvestigadores extranjeros másdestacados que participaron po-demos mencionar a: AntonioSkármeta (Chile), Juan Villoro(México), Luis Cabrera (Cuba), Pe-dro César Cerrillo (España), Da-niel Goldin (México), Manuel Pe-ña (Chile), Beatriz Helena Roble-do (Colombia), Elizabeth Serra(Brasil), Ana María Machado (Bra-sil), Jaime García Padrino (Espa-ña), Antonio Orlando Rodríguez(Cuba), Gemma Lluch (España),Dolores Prades (Brasil), Luis Ca-brera (Cuba), Teresa Colomer (Es-paña), Francisco Hinojosa (Méxi-co), Yolanda Reyes (Colombia),Jorge Eslava (Perú) y Jordi Sierra iFabra (España) y muchos más.

Al término del congreso (terre-moto mediante) se presentaronlos libros: Historia de la LiteraturaInfantil en América Latina, de Ma-nuel Peña Muñoz y el del GranDiccionario de Autores Latinoa-mericanos de Literatura Infantil yJuvenil.

Para terminar, creo que este tipode encuentros impactan tanto enlos mediadores que provocan unanecesidad imperiosa de compartirdicha experiencia como se compar-te una rica comida. ¡Apúrense quese enfría! No deje de buscar libros deestos importantísimos autores.Tanto el terremoto del 27 de febrerocomo las réplicas emocionales delcongreso, todavía me asaltan. ¡Has-ta el próximo encuentro! ■

Recomendados:

Los libros más vendidos de la semana

“El teatro y los niños 2”,selección y prólogo a cargo de Nora Lía Sormani, (Editorial Atuel, Buenos Aires,2011,192 páginas)

POR JUAN CARLOS [email protected]

En su esclarecedor y con-ceptual prólogo, NoraLía Sormani afirma que

“la función fundamental del ni-ño espectador debe ser la de ob-servar, mirar, contemplar losmundos poéticos, y dejarseafectar emocional, estética, lú-dica e ideológicamente por el-los”. Y más adelante agrega quelas seis “obras incluidas en estaantología de “El teatro y los ni-ños 2” siguen esta línea de tea-tro de arte, dramaturgia de ca-lidad que propone un juegosimbólico significativo desde elescenario y estimula la expec-tación y la autonomía imagina-tiva del niño”. Pero esta breveintroducción va más allá delteatro para chicos, es una agu-da reflexión que merece anali-zarse en todo el ámbito de losestudios dramáticos.

Una aventura en el ciberespacio,

de Germán Cáceres, es una obra en-cantadora, plena de humor, en lacual cuatro amiguitos viven una sin-gular experiencia propia de la cienciaficción. Registra un mundo tecnoló-gico -computadoras, celulares, jue-gos de rol- que, unido a la temáticafantástica, captará con seguridad laatención de los niños.

Leonel Giacometto se inspiró enun cuento popular cuzqueño paracomponer La danza del cóndor, unbello y poético texto que expone in-teresantes parlamentos entre uncóndor, una mujer y un picaflor. Serespira sensibilidad y sutileza, la queindudablemente reclamará del mirarasombroso de la niñez.

En busca de la felicidad perdida, deEleonora Lotersztein, adapta y poneen escena El pájaro azul, de MauriceMaeterlink. Es una pieza ágil, diná-mica y divertida, con canciones y jue-gos de palabras que señalan que la fe-licidad reside en nuestro interior, nosiendo necesario salir a buscarla fuerade nuestro entorno.

Popi, la tía mágica, de María RosaPfeiffer, es una comedia musicalque -con suma alegría y ritmo trepi-dante- apela a la libertad de conduc-ta, al abandono de la rigidez y los es-tereotipos. Las pegadizas letras delas canciones contagian su clima ce-lebratorio.

Como el mismo Fabián Sevilla

aclara, Nariz fugitiva es una versiónmás que libre del cuento “La nariz”,de Nicolai Gogol. Como resultadoofrece un texto creativo, rico en ocu-rrencias, y utiliza inteligentemente elespacio escénico mientras la acciónse torna vertiginosa.

Con talento y audacia, PatriciaSuárez pone a prueba la imaginacióninfantil en Reloj cucú, una obra chis-peante, original, de tono y clima lu-náticos. Es un lúdico planteo cuyo es-píritu abreva en lo más festivo del tea-tro del absurdo. Muy logrados los diá-logos ■

Los imperdiblesde la literatura

infantil y juvenil

APARECIÓ “EL TEATRO Y LOS NIÑOS 2”

Para estimular al niño espectador

FICCIÓN

1.LOS PADECIENTES Gabriel Rolón. Emecé. $72.2. LOS SINSABORES DEL VERDADERO POLICÍA Roberto Bolaño. Anagrama. $75.3 . AVE DEL PARAÍSO Joyce Carol Oates. Alfaguara. $89.

NO FICCIÓN

1.VIVA LA DIFERENCIA Pilar Sordo. Norma. $62.2.LOS HORNOS DE HITLER. Olga Lengyel. Emecé. $89.3.BREVE HISTORIA DEL

DEPORTE ARGENTINO Ezequiel Fernández Moores. El Ateneo. $62.RECOMENDADOS

1.EL ORO DE MOSCÚ Bill Vidal. Ediciones B. $64.2.LA CUESTIÓN CRIMINAL Gabriel Bombini. Eudem. $60.3.EL SUEÑO DEL CELTA Mario Vargas Llosa. Alfaguara. $85.

Si algún escritor rioplatense se ha acer-cado a eso que llamamos genio, escribióaproximadamente Juan Carlos Onetti,ese escritor fue Roberto Arlt.

Sobre este punto parecería haber ciertoacuerdo. Excepción hecha de Sarmiento,no hay otro escritor argentino -ni siquieraJosé Hernández, ni siquiera Borges-, aquien esa ambigua palabra (genio), signi-fique lo que signifique, le siente mejor. Laincomprensión de sus contemporáneos,la agresiva amoralidad de su obra, el des-precio de Arlt por casi todo lo que no fueraél mismo, y su muerte prematura, fueronarmando esta imagen algo enfática: elbárbaro desdichado y genial. Si Arlt ade-más se hubiera pegado un tiro o, por lo

menos, hubiera sido drogadicto o alcohó-lico, el calificativo de genio se le aplicaríaya sin cautela o dosificación alguna. Estacaracterización emotiva -que, debo acla-rarlo, íntimamente comparto pues tengola fuerte sospecha de que Arlt era, en efec-to, un hombre de genio-, tiene sin embar-go un inconveniente; nos desembarazadel escritor Roberto Arlt. Lo saca del orbede la literatura y lo instala en esa especiede cielo o Más Allá alegórico habitado porlos poetas locos, los enfermos iluminados,los niños irresponsables del arte. RobertoArlt deja de ser un novelista, un drama-turgo, un hombre de ideas, para transfor-marse en un caso clínico o en un enigmaliterario ■

Fragmento de “Arlt, el bárbaro” (ensayo incluido enDesconsideraciones, de Abelardo Castillo, editado por Seix Barral)

Page 7: suplemento cultura 27 de febrero de 2011

POR DANIEL BOGGIO

Llega a la esquina del hotel, se detie-ne y observa las fachadas irregula-res y grises de la cuadra. Luego posa

la mirada en el cartel irregular. Casi ab-surdo: Residencial B Igra o, dos ausenciasdecisivas, fugas de luz azul, que convier-ten el nombre del prócer, alto, eminenteo elevado, persona de alta dignidad, enun vocablo ininteligible. Paradojas de lahistoria. La calle se ve abandonada. Devez en cuando los faros de algún autoatraviesan la oscuridad, casi de color ne-gro, confusión, parte en que se represen-tan las sombras. Eso exactamente: som-bras atravesadas por los faros veloces deuno, dos, tres autos. En ese momento élsiente, sí, siente, él está sintiendo una es-pecie de punzada en el estómago. Debeser de hambre. Sospecha que esa moles-tia e incluso el leve temblor de las pier-nas se deben a que no ha comido nadadurante todo el día. En cambio fumó,caminó, entró a numerosos lugares, pa-seó su imposibilidad de reconocer laciudad de millones de habitantes, per-sonas que constituyen la población deun barrio, ciudad, provincia o nación.No patria, no obstante. No la palabra queno encuentra y lo deja dolorido y perple-jo. Entonces fumó, caminó: buscó sobretodo determinados, indeterminados sig-nos en la gente: algo que revelara, en losdemás, el derecho al pronombre posesi-vo: mi país, mi pueblo. Sonríe. Piensa.Vocación de tango se dice, música delRío de la Plata y el gesto apenas esbozadoevoca vagamente la sonrisa pero no lepertenece: una mueca fea, hacia abajo,estirándole los labios delgados. Tarde otemprano va a tener que, a tener que.Ahora lo asalta el rostro singularmentetriste de Brenda, o quizá no triste sinosimplemente el rostro de Brenda, los in-contables rostros, caras, partes anterio-res de la cabeza, picos de aves, también,de Brenda. Preguntas que no pudo, queya no podrá responderle ¿por qué así, degolpe? ¿y solo? Solo. Y el último rostro deBrenda, en la estrechez del boulevardBeaumarchais a las catorce y treinta ydos: el colmo de la precisión, mientras elotoño es, sigue siendo, un cielo bajo, depostal, profusión de hojas amarillentas,mise en scéne.

Ha comenzado a caminar hacia el hotel.Sube los gastados escalones de mármol yrecibe la llave de manos de un conserje fla-co y sobresaltado, con algo de pájaro. Elcansancio es un deseo imperioso: tirarse ala cama: abolir el tiempo: dormir, reposarde manera que estén en suspenso los sen-tidos y cualquier movimiento voluntario.

Cuando se despierta son más de las nue-ve. No ha descansado sin embargo. Se haextraviado en regiones donde el sueño eraun recurso adicional para la agitación, unextravío donde acechaba el terror, lasmáscaras humanas del terror: de nuevo lasantiguas pesadillas. Emerge de ellas, losgritos, esa silueta a su lado, con la certezadel cuerpo sobre la colcha ordinaria. Se le-vanta y va pesadamente hacia el baño. Unprivilegio reservado a sólo seis habitacio-nes en todo el hotel. Con lentitud se cepi-lla los dientes, se enjuaga la boca y enton-ces siente un fuerte gusto a cloro, elemen-to no metal, anticongelante, desinfectan-te para las aguas, espesándole la saliva.Sospecha que esto le tendría que provocarcierta lejana familiaridad, pero en cambiosu centro nervioso reacciona con un in-tenso desagrado. Escupe un par de veces.Supera la tentación de probar nuevamen-te y comienza a afeitarse: gillette: gillete es

igual en todos lados. Magia transnacio-nal. Al terminar se mira con detenimien-to: esa fijeza de los ojos debajo de la luz de-masiado blanca, irreal, haría falta escribirun cartel en el espejo: una frase de amorno. Sería ridículo. Mejor sólo para locos,disparatados, que han perdido la razón,poleas que giran libremente sobre su eje.Se arrepiente, no estepario ni nada que sele parezca y se ducha con una urgenciainexplicable.

Ya en la calle, el movimiento, altera-ción, desplazamiento de un cuerpo res-pecto de un sistema de referencias, le re-sulta excesivo. La mañana es algo que es-talla alrededor suyo. Está abrumado: bus-car, o no, no un verbo sino un vértigo. Lointerrumpe un dolor abrupto, una manorevolviéndole el estómago. Y entra a desa-yunar a un bar de los que frecuentaba an-tes: la ventana cruzada por un listón grue-so, la mesa pesada y oscura: la voz de Bren-da. El inicio casi obligado, sudamérica, verfolleto adjunto de la época, ¿oficio de hé-roe?, claro que tenés cara de sudamerica-no ¿si? ¿y cómo es la cara de sudamerica-no si se puede saber? así, como la tuya. Eltono de Brenda, el revoloteo de las manosen el aire de Pompidou, y después el mis-mo revoloteo desordenado, pero ya en sucuerpo. La avidez de Brenda. Esa primera¿última? instancia del amor: glándulas,secreciones, infinita red de sensores delplacer, minúsculos conductos infaliblesentre el cerebro y la epidermis. Y la peque-ña muerte ¿la única paz será la paz sexual?¿Ausencia de voluntad, así de simple?Languidez donde decir, en voz muy baja,te quiero, alguna vez, pasados algunosmeses: susurro de incorporar unas pocas yvulnerables letras al hecho, ya consuma-do a esta altura, de haberse mudado al pe-queño apartamento de ella, en el boule-vard Beaumarchais. Hacer, deshacer, la vi-da juntos. De pronto comprende que es lahora del almuerzo, porque las mesas sehan ido ocupando una tras otra, sin ex-cepción. El local está repleto: oficinistas,trabajadores. Desde su posición alcanza aleer en forma invertida café-bar-restau-rante, estampado en la puerta. El revés dela trama. En la mesa de al lado, ligeramen-

te detrás suyo, hay ungrupo de obreros. Aun-que han terminado decomer, siguen toman-do. Un rato despuésuno de ellos levanta elvaso y dice, con solem-nidad algo que él no lo-gra escuchar. Ahora in-siste: por Perón, lo másgrande que hubo: vaci-la un instante antes decontinuar: en este paísde mierda. Está satisfe-cho. En la otra puntade la mesa uno ha co-menzado a reírse mali-ciosamente. Parece di-vertido y gira la silla ysigue riendo de maneradesafiante mientras sefrota los test ículos ,glándulas de los ani-males de sexo masculi-no, de forma ovoide,con ambas manos. Elperonista se enfurece:quiere golpearlo: se leva encima pero los de-más se interponen, se-parándolos. A pesar deque todo ha sido muyrápido, él pudo ver cla-ramente el arrebato de

furia en las facciones, un odio tan intensocomo fugaz: de nuevo bromean con natu-ralidad. Le resulta extraño. Aún el nombreinvocado le parece remoto. Haciendo unesfuerzo logra recuperar la imagen del ge-neral, los brazos abiertos, pero ya irrumpeuna película italiana, ya las imágenes dePerón y de Alberto Sordi se confunden ab-surdamente. ¿Perón besando a MónicaVitti? ¿Alberto Sordi dirigiéndose a lamultitud desde el balcón?

Se acomoda en la silla y nota que ha co-menzado a llover. La gente trata de no mo-jarse. Caminan unos detrás de otros ¿porqué en fila india? debajo de aleros y mar-quesinas. Sin embargo Brenda festeja y dapequeños pasitos, casi de baile, entre loscharcos. Una suerte de rito inexorable: ce-remonia del amor: manifiesta teatralidaddel amor sin la cual quizá el amor mismono exista. El la acompaña conmovido, sú-bitamente puro esa tarde, cediendo a ladesmesura más bella del deseo: ser todocorazón, estar en vos como la madera en elpalito. Es eso. Es suficiente. El no ha elegi-do libremente, no ha podido hacerlo.Otras cosas si. Lejanas. Opciones donde lavida y la muerte no eran vanas metáforas:nociones corrompidas por el dolor huma-no.

Ya llueve con violencia. Por algún moti-vo lo invade una imperiosa necesidad derecorrer la ciudad en colectivo. Paga. Sale.Se aleja. Tres verbos que lo conducen ha-cia veredas desparejas y rotas. Llega a unaavenida. Allí se detiene. Quince minutosmás tarde, empapado, sube a un colectivorojo. El chofer maneja con suficienciacanchera, no mujer encargada de cuidaruna cancha, no rayada, no batalla contralos españoles. Para concluir con la disper-sión: simplemente el chofer maneja conuna soltura adquirida en años de hacer elmismo trabajo. La ciudad entonces es unasucesión de formas difusas, arquitecturadisuelta por la lluvia, precipitación sobrela superficie terrestre, de frente o de con-vección, según la provoque un frente fríoo una corriente cálida ascendente. Brendallega antes. La encuentra sentada en elsuelo, en medio del living. Y ella no dicenada ni suelta una sola lágrima. Así son las

cosas. Romper el cristal donde se refleja elmundo, justamente por eso. Brenda se le-vanta y lo mira largamente: palabras queno podrán decir; formas del silencio. Asíson. En mi país es primavera. Hasta últi-mo momento ella no había creído que seiría. No había querido creer. Ahora va ha-cia él y se abrazan con ímpetu, acción ace-lerada, capacidad para actuar con deci-sión ¿desesperación o? y cuando por fin sedesprenden Brenda sabe que algo irrepa-rable ha sucedido, que ya no son ellos, queson apenas el recuerdo de ellos abrazadosfrente a la ventana.

Cuando cesa de llover se encuentra enuna plaza. La humedad es todavía ago-biante. Siente los pies hinchados y lapiel grasosa y sucia. Cruza con lentitudhacia el Bajo. Luego vuelve y se sienta enun banco de cemento. La plaza, esa plazaprecisamente, está casi desierta ¿a la rea-lidad le gustan las simetrías? ¿o es unsimple artificio? baile de disfraces, juegode abalorios, conjunto de cuentecillasde vidrio con las cuales se hacen ador-nos. Hay unos pocos jubilados, palomashaciendo alarde de su permanencia.Ellas sí. Los pasos nerviosos en busca demiguitas sí. La soledad sí. No ha refresca-do. Una brisa espesa y aún más húmedasopla desde el puerto. Intenta prenderun cigarrillo y lo consigue recién al ter-cer fósforo. Ya es noche cerrada; el Cabil-do y la Casa Rosada parecen páginasarrancadas de un libro de texto. Ahoranadie. Ni siquiera Brenda, porque ella selimita a bajar con él por la escalera estre-cha y oscura, sin un gesto que delate latristeza, sin otra manifestación de la tris-teza que no sea el rápido envejecimientode la mirada, cuando abre la puerta consus llaves y el Boulevard Beaumarchaises un abismo y ya se queda allí, muyquieta. Entonces todo se termina de nue-vo, toda prolongación del amor en lamemoria y él se aleja sin darse vuelta unasola vez, sin querer darse vuelta ni mirarla plaza mojada y vacía a sus espaldas.

Son más de las cuatro cuando vuelveal hotel, después de cenar en un bode-gón y haber recorrido bares ruidosos ymiserables. Esa noche la pesadilla retor-na idéntica y sin embargo diferente,próxima: primer plano con una figurabaja, vociferante, de pelos hirsutos y bi-gote recortado. Se despierta con la sen-sación de calambres en todo el cuerpo.Es tan nítida que, durante algunos mi-nutos, no sabe si lo verdadero es aqueltormento o esta pieza silenciosa ¿ambasrealidades? ¿Irrealidades? Como si fueraél y otro a la vez; otro: el que soñó queera una mariposa y no sabía al despertarsi era un hombre que había soñado seruna mariposa o una mariposa que ahorasoñaba ser un hombre. Se incorpora amedias, respirando hondo. Un hombreentonces, lo que un hombre hace consus fragmentos, lo que recoge de su pro-pio estallido. Mete la cabeza debajo delchorro frío del lavabo. Lo sacude un es-calofrío. Se seca, extrae del botiquín unfrasco pequeño de alcohol y se lo echaen la nuca y el cuello, frotándose conenergía. Enseguida se viste y sale. La ciu-dad muestra su aparente normalidad¿neutralidad? Sin saber el motivo, se de-tiene frente a una peluquería. En el fon-do del negocio cuelga, bien visible, uncartelito: prohibido hablar de política.Durante unos instantes su mirada secruza con la mirada opaca del peluque-ro. Apenas eso. Después se da vuelta yatraviesa la calle. Sereno. Dispuesto aque el tiempo haga una segunda marcade lápiz sobre la primera ■

8 C U L T U R A Domingo 27•2•2011

La canción del cangrejo

Cuento aparecido en el libro “La vaca aficionada a la fellatio”y gentilmente cedido por la Biblioteca de EscritoresMarplatenses, ubicada en 9 de Julio 3276.