sufismo e irfan

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13/05/12 Sufismo e irfan 1/7 www.senderoislam.net/conferencia008.html Inicio Artículos Conferencias Tafsir Sagrado Corán Sociedad y Política Jutbas Disertaciones Universidad Autonoma de Ciencias Islámicas Filosofía y Psicología Noticias Nuestra Comunidad Enlaces y Contacto Suscritores Ingreso S U F I S M O E I R F A N NOCIONES PREVIAS El fruto último del Islam, su esencia y motor vivo, su mística, ha sido conocido en occidente como "sufismo", pero en tierras del Islam recibe desde antiguo diversos nombres. El término "sufismo" proviene del árabe Tasauúf y a los sufis se los llama sufíah. Sobre el origen y etimología de estos términos se han expresado varias hipótesis, la más conocida de ellas es la que los hace derivar el término de "suf", "lana", por la vestimenta de este tipo que acostumbraban usar algunos sufis del pasado. También se los ha hecho derivar de "súffah", "asiento" (sofá), por el selecto grupo de compañeros del Profeta Muhammad (con él sean la Bendición y la Paz y con su Descendencia y Compañeros)[1] llamado "asháb al-súffah", "la gente del asiento", un grupo de hombres dedicados por entero a la vida espiritual bajo la dirección profética, y que vivían prácticamente en cierto asiento ubicado afuera de la mezquita de Medina, la que era a su vez la casa del Profeta (BPDyC). A estos hombres él les brindaba un especial cuidado, atención y e nseñanza por su elevada categoría espiritual. Por último (para no mencionar otras hipótesis infrecuentes)[2], están quienes hacen derivar el término de safá, "pureza", en lo que coinciden los exponentes más destacados de la sabiduría profunda del Islam de todas las épocas. Bajo esta última etimología "sufismo" significaría "purificación" y "sufi" sería "purificado", y así lo entenderemos en lo que sigue. Cabe distinguir por último al sufi del aspirante a serlo, a los que se designa de forma diferente en lengua árabe. El sufi es el purificado, el hombre de realización[3] que ha completado el camino y llegado a un grado espiritual, mientras que el aspirante es el "mutasauuif", "asufiado". Vale esta aclaración porque en occidente se ha usado el término "sufi" en general como el adepto a determinada vía, lo cual es erróneo. No es el sufismo un "ismo" en el sentido de una ideología, sino una realidad de la que sólo dan testimonio los verdaderos iniciados en ella, quienes han alcanzado los grados espirituales. El verdadero sufi es la esencia y sustrato del sufismo, y no al revés. Y, por otra parte, los verdaderos sufis han sido siempre muy pocos.[4] Sufismo e Islam Aparte de las obras eruditas de algunos orientalistas, el sufismo ha sido conocido en occidente a través de obras sensacionalistas que lo han presentado como una vía secreta, mágica y misteriosa, y, sobre todo, separada del entorno que le da sustento: la cultura y el modo de vida del Islam. Dicha cultura y modo de vida son de origen divino, no invento de los hombres, y es en ese suelo fértil que puede crecer la flor exquisita que es el sufi. No negamos la existencia de la vía espiritual en otras tradiciones religiosas verdaderas del pasado, pero así como sería absurdo separar al Yoga de la filosofía del Samkhya y del Vedanta, o al Zen del Budismo, o a la experiencia de un San Juan de la Cruz del cristianismo, del mismo modo resulta absurdo entender la terminología, los ejemplos, los símbolos y la enseñanza de los sufis sin referirse al Sagrado Corán y a las Tradiciones del Profeta (BPDyC). El método y el camino Ya dijimos que el sufismo es el sufi, él es testigo de la realidad del camino y faro luminoso que guía hacia la meta. Ellos son los sucesores y los herederos de los Profetas (P), ellos son los guías en el difícil camino de la purificación. En cuanto al método, su centro es el amor al Profeta (BPDyC) y la imitación de su conducta, pues él dijo: "Ninguno de vosotros alcanzará la fe hasta que yo sea más amado para él que sus padres, su esposa, sus hijos, y todo cuanto hay en el mundo". Y dice el Sagrado Corán: El Profeta es más preciado para los creyentes que sus propias almas. Esto significa que el aspirante a sufi es un hombre que profundiza el Islam, su norma y su enseñanza. Es ante todo un buen musulmán, que cumple con las oraciones, el ayuno y la caridad prescripta. Pero no lo hace mecánicamente, a imitación de las costumbres de la sociedad en que vive, o que recibió de sus padres, sino que busca el significado de esta conducta, aspira a su fruto, tiene, en suma, un gran anhelo de Dios asociado a una intención pura y sincera. Otra condición importante del aspirante es lo que se denomina en árabe al-fáqru, la "pobreza", que es la conciencia de la propia indigencia y contingencia, la superación de toda soberbia y pretendida autosuficiencia. Por esto es que a la gente del camino espiritual se los denomina fuqará´, es decir "pobres", en el sentido del dicho de un Sheij del pasado: "No es pobre quien carece de provisiones, sino que pobre es el que carece de deseos". Y para describir esta pobreza se ha dicho también: "El pobre es el opulento en Allah". Y más profundamente aún: "La pobreza es el temor a la pobreza", es decir: la verdadera pobreza es el temor a perder esa condición, y conciencia de dependencia del Absoluto, exaltado sea. Muchas son las virtudes que debe cultivar el aspirante o viandante espiritual (sálik, como se lo denomina en el sufismo), todas tendientes a purificar su ser y hacerlo receptivo a la Generosidad del Altísimo, pero hay otra condición objetiva y esencial del camino desde el principio mismo: el guía espiritual, el maestro (Sheij o Murshid) que toma al aspirante de la mano y lo conduce firme y pacientemente a través de los estados del alma hasta la meta. El maestro y la compañía de los buscadores (las comunidades sufis) son el abono imprescindible del anhelo del aspirante, pues dijo el Profeta (BPDyC): "Quien no tiene maestro, Satanás es su maestro". Y dijo también: "La Mano de Allah está con la comunidad (de los buscadores)". Dice el Sagrado Corán: Por la Era, que el hombre está en la perdición, excepto quienes creen y obran el bien, se encomiendan mutuamente en la paciencia, y se encomiendan mutuamente la Verdad. Y como dice un Sheij: "No hay mejor compañía en este mundo que la de los fuqará´ (los pobres que anhelan a su Señor)." La obtención de los grados espirituales, alcanzar la meta del camino, es el regalo del Altísimo a la pura intención del viandante espiritual, y esta dación es desproporcionada respecto del esfuerzo que exhiba el caminante. Como dice un famoso dicho sufi: "No es por insistencia y esfuerzo (que se obtiene el logro), sino por una dación del Generosísimo". El Recuerdo de Allah (al-Dhikr) La práctica principal de las comunidades sufis es lo que se denomina Dhikr, recuerdo o memoración, una práctica esencialmente colectiva que se realiza bajo la dirección del Murshid, y que consiste en la concentración y repetición de ciertas frases de alabanza a Allah (generalmente de los Perfectos Nombres de Allah). Esta técnica tiene muchas formas según los guías espirituales, las condiciones de la época, etc. Las ruedas del dhikr se remiten a los orígenes del Islam, y fueron exaltadas por el Profeta (BPDyC), quien dijo: "Cuando veáis los Jardines del

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Autonoma de

Ciencias

Islámicas

Filosofía y

Psicología

Noticias

Nuestra

Comunidad

Enlaces y

Contacto

Suscritores

Ingreso

S U F I S M O E I R F A N

NOCIONES PREVIAS

El fruto último del Islam, su esencia y motor vivo, su mística, ha sido conocido en occidente como "sufismo", pero en tierras del Islam recibe desde

antiguo diversos nombres. El término "sufismo" proviene del árabe Tasauúf y a los sufis se los llama sufíah. Sobre el origen y etimología de estos

términos se han expresado varias hipótesis, la más conocida de ellas es la que los hace derivar el término de "suf", "lana", por la vestimenta de

este tipo que acostumbraban usar algunos sufis del pasado. También se los ha hecho derivar de "súffah", "asiento" (sofá), por el selecto grupo de

compañeros del Profeta Muhammad (con él sean la Bendición y la Paz y con su Descendencia y Compañeros)[1] llamado "asháb al-súffah", "la

gente del asiento", un grupo de hombres dedicados por entero a la vida espiritual bajo la dirección profética, y que vivían prácticamente en cierto

asiento ubicado afuera de la mezquita de Medina, la que era a su vez la casa del Profeta (BPDyC). A estos hombres él les brindaba un especial

cuidado, atención y e nseñanza por su elevada categoría espiritual. Por último (para no mencionar otras hipótesis infrecuentes)[2], están quienes

hacen derivar el término de safá, "pureza", en lo que coinciden los exponentes más destacados de la sabiduría profunda del Islam de todas las

épocas. Bajo esta última etimología "sufismo" significaría "purificación" y "sufi" sería "purificado", y así lo entenderemos en lo que sigue.

Cabe distinguir por último al sufi del aspirante a serlo, a los que se designa de forma diferente en lengua árabe. El sufi es e l purificado, e l hombre

de realización[3] que ha completado el camino y llegado a un grado espiritual, mientras que el aspirante es el "mutasauuif", "asufiado". Vale esta

aclaración porque en occidente se ha usado el término "sufi" en general como el adepto a determinada vía, lo cual es erróneo. No es el sufismo un

"ismo" en el sentido de una ideología, sino una realidad de la que sólo dan testimonio los verdaderos iniciados en ella, quienes han alcanzado los

grados espirituales. El verdadero sufi es la esencia y sustrato del sufismo, y no al revés. Y, por otra parte , los verdaderos sufis han sido siempre

muy pocos.[4]

Sufismo e Islam

Aparte de las obras eruditas de algunos orientalistas, e l sufismo ha sido conocido en occidente a través de obras sensacionalistas que lo han

presentado como una vía secreta, mágica y misteriosa, y, sobre todo, separada del entorno que le da sustento: la cultura y el modo de vida del

Islam. Dicha cultura y modo de vida son de origen divino, no invento de los hombres, y es en ese suelo fértil que puede crecer la flor exquisita que

es el sufi. No negamos la existencia de la vía espiritual en otras tradiciones religiosas verdaderas del pasado, pero así como sería absurdo separar

al Yoga de la filosofía del Samkhya y del Vedanta, o al Zen del Budismo, o a la experiencia de un San Juan de la Cruz del cristianismo, del mismo

modo resulta absurdo entender la terminología, los e jemplos, los símbolos y la enseñanza de los sufis sin referirse al Sagrado Corán y a las

Tradiciones del Profeta (BPDyC).

El método y el camino Ya dijimos que el sufismo es el sufi, é l es testigo de la realidad del camino y faro luminoso que guía hacia la meta. Ellos son

los sucesores y los herederos de los Profetas (P), e llos son los guías en el difícil camino de la purificación.

En cuanto al método, su centro es el amor al Profeta (BPDyC) y la imitación de su conducta, pues él dijo: "Ninguno de vosotros alcanzará la fe hasta

que yo sea más amado para él que sus padres, su esposa, sus hijos, y todo cuanto hay en el mundo". Y dice el Sagrado Corán: El Profeta es más

preciado para los creyentes que sus propias almas.

Esto significa que el aspirante a sufi es un hombre que profundiza el Islam, su norma y su enseñanza. Es ante todo un buen musulmán, que cumple

con las oraciones, e l ayuno y la caridad prescripta. Pero no lo hace mecánicamente, a imitación de las costumbres de la sociedad en que vive, o

que recibió de sus padres, sino que busca el significado de esta conducta, aspira a su fruto, tiene, en suma, un gran anhelo de Dios asociado a una

intención pura y sincera.

Otra condición importante del aspirante es lo que se denomina en árabe al-fáqru, la "pobreza", que es la conciencia de la propia indigencia y

contingencia, la superación de toda soberbia y pretendida autosuficiencia. Por esto es que a la gente del camino espiritual se los denomina fuqará´,

es decir "pobres", en el sentido del dicho de un Sheij del pasado: "No es pobre quien carece de provisiones, sino que pobre es el que carece de

deseos". Y para describir esta pobreza se ha dicho también: "El pobre es el opulento en Allah". Y más profundamente aún: "La pobreza es el temor

a la pobreza", es decir: la verdadera pobreza es el temor a perder esa condición, y conciencia de dependencia del Absoluto, exaltado sea.

Muchas son las virtudes que debe cultivar el aspirante o viandante espiritual (sálik, como se lo denomina en el sufismo), todas tendientes a

purificar su ser y hacerlo receptivo a la Generosidad del Altísimo, pero hay otra condición objetiva y esencial del camino desde el principio mismo:

el guía espiritual, e l maestro (Sheij o Murshid) que toma al aspirante de la mano y lo conduce firme y pacientemente a través de los estados del

alma hasta la meta. El maestro y la compañía de los buscadores (las comunidades sufis) son el abono imprescindible del anhelo del aspirante,

pues dijo el Profeta (BPDyC): "Quien no tiene maestro, Satanás es su maestro". Y dijo también: "La Mano de Allah está con la comunidad (de los

buscadores)". Dice el Sagrado Corán: Por la Era, que el hombre está en la perdición, excepto quienes creen y obran el bien, se encomiendan

mutuamente en la paciencia, y se encomiendan mutuamente la Verdad. Y como dice un Sheij: "No hay mejor compañía en este mundo que la de

los fuqará´ (los pobres que anhelan a su Señor)."

La obtención de los grados espirituales, alcanzar la meta del camino, es el regalo del Altísimo a la pura intención del viandante espiritual, y esta

dación es desproporcionada respecto del esfuerzo que exhiba el caminante. Como dice un famoso dicho sufi: "No es por insistencia y esfuerzo

(que se obtiene el logro), sino por una dación del Generosísimo".

El Recuerdo de Allah (al-Dhikr) La práctica principal de las comunidades sufis es lo que se denomina Dhikr, recuerdo o memoración, una práctica

esencialmente colectiva que se realiza bajo la dirección del Murshid, y que consiste en la concentración y repetición de ciertas frases de alabanza

a Allah (generalmente de los Perfectos Nombres de Allah). Esta técnica tiene muchas formas según los guías espirituales, las condiciones de la

época, etc.

Las ruedas del dhikr se remiten a los orígenes del Islam, y fueron exaltadas por el Profeta (BPDyC), quien dijo: "Cuando veáis los Jardines del

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Paraíso, pastad en ellos". Le preguntaron: "Mensajero de Allah, ¿cuáles son los Jardines del Paraíso?". Respondió: "Los círculos de dhikr". Y dice

otra tradición profética que Allah envía ángeles a recorrer el mundo buscando los círculos del dhikr, y cuando los encuentran los rodean con una

columna de luz que se eleva a los cielos, y los sentados en ella son perdonados y lavados de toda falta, aún quienes están allí de paso casualmente

y que no son de la gente del recuerdo constante.

Es frecuente que se crea, a partir de una perniciosa divulgación de estas prácticas de los sufis, que todo el secreto del camino reside en este

método del recuerdo, como si la adquisición de los grados espirituales residiera en una técnica. El dhikr es como una lluvia luminosa que desciende

sobre el corazón del buscador y lo vivifica, pero solamente si ese corazón se ha purificado previamente con la práctica integral de la vida

espiritual, la de cada instante y circunstancia de la vida. Los que pretenden llegar sólo con la técnica son como ladrones que jamás ingresarán en

la mansión del Amor, y sólo obtendrán la perdición en este mundo y en el otro.

El dhikr y la purificación de la conducta y de la intención constituyen un esfuerzo supremo que se denomina en árabe Yihad Al-Akbar, e l gran

combate espiritual contra el ego, como lo definió el Profeta (BPDyC), cuyo momento más importante tiene lugar en ocasión de otra práctica a que

se someten los aspirantes a la purificación y los mismos sufis: e l retiro espiritual (en árabe al-jaluah). Esta práctica imita la conducta del Profeta

(BPDyC) que se retiraba durante un mes una vez al año a una caverna de las afueras de Meca, en la localidad de Hirá.

Conclusión

El sufismo es la profundización del Islam. Su fruto, e l sufi, es e l purificado o realizado, según el modelo de los Profetas. Islam es el primer estadio,

y el acceso a dos estadios superiores: Iman (la fe), e Ihsan (la perfección)[5]. A esto se accede a través de un método consagrado y bajo la

dirección de un maestro y la compañía de otros buscadores.

MOJONES EN EL CAMINO DE LA REALIZACIÓN

E l co n o c im ie n t o de s í m is m o

El autoconocimiento o conocimiento de sí mismo es la tarea más importante que el hombre se propone consigo mismo, por cuanto Dios lo creó

para que conozca. Esto lo dice el Sagrado Corán: Sólo creé a los genios y a los hombres para que Me adoren, que es lo mismo que decir que Me

conozcan. La adoración a Dios, al Principio de todas las cosas, se identifica así en el Islam con el conocimiento de Dios. Y hay una tradición sabia

que dice: «El que a sí mismo se conoce, conoce a su Señor». De tal manera que no hay otra posibilidad de adorar a Dios más que conociéndose a sí

mismo.

Dios no es un objeto externo al que haya que buscar con la vista o los sentidos para adorarlo. El camino hacia El es un camino interior, y por lo

tanto de autoconocimiento. Y éste empieza no por las excelsitudes que uno contiene, sino por los vicios, falencias e imperfecciones de que

realmente adolece, de modo que él se enfrente con su ego. Quiero decir que en las etapas del autoconocimiento lo primero que se plantea es un

combate espiritual, al que se refiere la palabra Yihád, lucha o guerra santa, o sagrada, que constituye el combate espiritual del ser humano contra

su propio ego.

Si ese es el planteo, e l autoconocimiento es un camino de purificación, de elevación, de tal manera que encontremos en nosotros la Presencia

divina, o experimentemos que nosotros estamos en esa Presencia, en esa Realidad. Y ello sólo es posible conociéndonos a nosotros mismos.

Porque la Realidad divina se manifiesta para el corazón saneado, para el interior purificado de la persona humana.

Lógicamente, en la teología islámica hay un conocimiento del mundo que nos sirve para el conocimiento de Dios, e incluso para el conocimiento de

nosotros mismos, ya que el mundo no es más que un conjunto de signos armoniosos establecidos por Dios como claves para que el hombre

descubra la Realidad[6].

En síntesis, lo más importante, entonces, es e l vínculo que mantenemos con la Realidad divina y cómo descubrir dicho vínculo. Esto no se logra por

un proceso externo de conocimiento del mundo, de la multiplicidad, de la diversidad, de la apariencia, sino por un camino de autoconocimiento que

es el objetivo del sufismo.

Alguien me preguntó qué es el autoconocimiento: Es el conocimiento del Señor, porque El es la Realidad. Yo no tengo ninguna realidad si no estoy

vinculado a El. Pero, ¿cómo conozco ese vínculo?: Lo conozco gracias a lo que se llama el autoconocimiento. Y cuando conozco ese vínculo que es

el que me otorga realidad, empiezo a conocer quién soy, y obtengo un nombre verdadero. Tal es el momento de mi felicidad, yo me he reconocido.

Pero tal camino presenta una serie de etapas. Hay toda una ciencia, una psicología espiritual, que nos habla del ego y cómo manejarse con él.

Llegará por fin el momento en que uno descubra quién es realmente, aunque uno crea que lo sabe porque tiene una partida de nacimiento, tiene

un nombre, una carta de ciudadanía, etc. Pero todo eso no es su realidad, es su apariencia. Y entonces, en algún momento de ese desarrollo

interior, logrará saber quién es, y cuando llegue a esto sabrá también Quién es su Señor, y cuando lo sepa sabrá Quién es su Dios, y estará en la

completitud, en la felicidad más plena.

En todo este panorama el combate espiritual por la purificación es lo más importante, que se basa esquemáticamente en la guía del maestro y la

pertenencia a una comunidad, y por fin en la iniciación. La iniciación, en particular, es un asunto olvidado en Occidente, y la misma palabra se

bastardea y se aplica a muchas cosas que no tienen nada que ver con lo que significa, inclusive usándola groseramente. Occidente es la única

civilización o cultura que no posee iniciación espiritual, ni aún históricamente, me refiero al mundo moderno. Los pueblos más primitivos la tienen,

el Islam también, pero la cultura materialista y atea de occidente, no.

L a in ic ia c ió n

La iniciación es un cambio de estado en la vida del hombre, una transmutación alquímica. Por eso muchas veces se dice que la alquimia la

representa. «Iniciar» es una palabra que significa «empezar», «comenzar» algo, pues ella constituye un nuevo nacimiento. Dijo el Profeta Jesús

(BP) refiriéndose a la iniciación: «Si no volvierais a nacer de nuevo no entraríais en el Reino de Dios». El Reino de Dios tiene muchos significados,

entre otros el de la iniciación. Se trata de un nacimiento espiritual.

El ser humano tiene un padre biológico que lo beneficia seguramente hasta determinada edad. Después el mismo hombre necesita cierta

independencia, tomar un camino propio. Pero aún así, no obtiene todavía su segundo nacimiento, e l espiritual. Pues además del biológico hay un

padre espiritual que seguramente es más importante que el otro, como los Profetas (P) lo son respecto del resto de la gente, y dicho padre es el

que nos transmite el nacimiento espiritual, es decir un nuevo estado del ser, e l hombre nuevo de que habló Jesús, con él sea la Paz.

La iniciación es, además, un conocimiento, un estado de autoconocimiento, sobre el significado que tiene mi ser, mi realidad, mi vínculo con el

Señor: ¿Qué significa el mundo?, ¿qué es esta época en que vivo?, ¿qué significa la muerte?, ¿qué significa mi existencia? El significado de las

claves y los símbolos, todo ello es parte de la iniciación.

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Y, lógicamente, así como se produce la iniciación a través de otra persona que es el padre espiritual, quien es comparable también al sembrador,

todos los seres deben tener previamente la semillita en sí para realizar ese acto trascendental de la iniciación. Pero si no hay un sembrador, un

labriego, un jardinero, lo que ustedes piensen, entonces tampoco habrá iniciación posible . La semillita permanecerá allí, quizás se arruinará, se

marchitará, y nunca el hombre llegará a la iniciación. Por lo general pasa esto en la mayoría de las personas, porque es muy difícil encontrar el

padre espiritual que nos transmita la iniciación, como el sembrador hace crecer la semilla.

En el Islam en especial, la iniciación proviene de una línea de autoridad espiritual que hay en todas las épocas. Siempre hay un Polo espiritual, un

ser de existencia actual del cual proviene la autoridad para la iniciación. Y sólo los que se encuentran bajo su autoridad pueden realizar algo al

respecto, después de alcanzar ellos mismos ese estado superior y ser maestros. Podrán trasmitirlo luego o no lo harán, según cuál sea su misión.

Habrá iniciados que no la transmitan, y habrá iniciados que sí lo hagan, según la función que han recibido. Esto no tiene nada que ver con ninguna

organización externa, eclesiástica.

Hay entonces maestros que tienen una elevada jerarquía espiritual en el Islam profundo o sufismo, llamado también Irfan o Sabiduría. Estos

maestros deben tener iniciación. El resto de los dirigentes islámicos que tienen una función pública religiosa, no importa que tengan o no iniciación.

A los primeros me refiero al decir que hay determinados maestros que reciben su autoridad de una autoridad suprema, y que son los únicos que

pueden transmitir la iniciación. Los otros no se ocupan de eso, y muchas veces están en contradicción con los del sufismo. Por principio, todo lo

que sea conocido públicamente y que tenga un beneficio general, no pertenece al sufismo sino a la práctica externa del Islam. Aunque es posible

que un maestro público, además de esa función, tenga una jerarquía espiritual privada. La iniciación es algo particular, no general, y el que se

dedica a lo general, a lo público, no puede otorgarla. La iniciación es como una obra de arte , e l artista está respecto de su obra así cómo el

maestro está respecto de su discípulo, y realiza una tarea personal con él.

L a in ic ia c ió n re a l n o t ie n e p a ra n g ó n re l ig io s o

La iniciación real es todo lo contrario a un oficio religioso o a un rito, porque ella no tiene una formalidad externa, sino que toda ella es interna. Es

como una obra de arte creada por cada maestro, pues cada discípulo es para su maestro como una obra de arte que él ofrece a la consideración

divina o a la consideración del Profeta (BPDyC), quien la aprueba y le complace. La iniciación es un acto instantáneo, podríamos decir, en el cual se

pasa de pronto de una condición mundana a una condición metafísica indescriptible , como el que se sale de las tinieblas hacia la luz plena,

metáfora que utiliza frecuentemente el Sagrado Corán. No es comparable a un sacramento, ni a un rito, ni a un oficio religioso, porque la iniciación

real tampoco depende de los mortales, ni de ninguna institución de este mundo, aunque esa institución fuera religiosa. No se trata de lo que una

orden monacal puede ofrecer a sus adherentes, sino de algo que está más allá de las meras prácticas de cualquier grupo humano, incluido el

sufismo.

Excepto que, debemos insistir en ello, es necesario un camino, un método que nos acerque a esa realidad desconocida que es la iniciación, y tal

método es suministrado por las vías espirituales profundas del Islam, en el llamado «sufismo». Este por sí mismo no debe ser el objetivo del

aspirante a la iniciación, sino que lo debe ser aquello que él va a buscar allí, es decir la iniciación misma. Ni tampoco el maestro es un gurú medio-

humano-medio-divino, sino que es un simple mortal que ha alcanzado ya lo que el aspirante viene a buscar, y que le puede mostrar el camino. El

maestro no da la iniciación real, aunque hayamos dicho que su discípulo es como su obra de arte , sino que sólo transmite los conocimientos y

métodos para obtenerla, sin saber él mismo si e l que aspira a ello podrá lograrla o no, o tendrá cierto grado menor o mayor al suyo propio.

Todo lo que un occidental pueda pensar sobre la iniciación, basado en lo que él sabe de la iglesia, o de una orden monacal, es incorrecto respecto

del sufismo y de la iniciación. Por otro lado, poco es lo que se puede imaginar al respecto cualquiera que no la conozca personalmente, pues en

esto la iniciación es como estar en el paraíso, y nadie puede describirla sino el que la experimenta.

La iniciación no es nada religioso en el sentido que esta palabra tiene de social, cultural, histórico. Ella es sobrenatural, intemporal, y por ello no se

puede equiparar con lo que normalmente una persona conoce de parte de la religión, ni aun con lo que conoce un religioso. Es posible inclusive

que un no-religioso que no haya sido deformado por la educación eclesiástica o teológica alcance la iniciación con mayor facilidad que un religioso.

La iniciación es algo propiamente esotérico y no exotérico, pero no se trata de nada «esotérico hablado», como se suele encontrar con frecuencia,

algo «esotérico» que no lo es porque precisamente se lo pretende explicar. Lo propiamente esotérico no se explica, es inefable (no «hablado») pero

lo más real que existe .

L a in ic ia c ió n y e l in ic ia do

Sólo un iniciado es maestro, e l aval para serlo es la iniciación. Pero sólo podrá demostrarlo cuando le sea posible iniciar a otros, aunque la

iniciación que posee brillará por sí misma, no por nada exterior a sí. Por e jemplo, un Profeta puede consagrar a otro, como Juan el Bautista lo hace

con Jesús, con todos ellos sea la Paz, pero los sumos sacerdotes de Israel, Caifás o Anás, no tenían la categoría suficiente para hacerlo. Asimismo,

pero en un grado menor, si e l supuesto maestro no puede transmitir la iniciación es porque él no la posee, y por eso no puede dar lo que no tiene.

La iniciación es un cambio radical en la persona por el cual ésta comienza a vivir una nueva existencia. Se trata de lo mismo que expresó Jesús (P)

al mencionar al hombre nuevo, o al nuevo nacimiento. Todos los Profetas (P) podían iniciar, y la iniciación del Profeta Muhammad (BPDyC) está

presente todavía en el mundo, y es lo que se llama Barakah de Muhammad (Barakatu Muhammad). La presencia del Profeta (BPDyC) es real y

efectiva, é l no murió y quedó en la historia como el resto de los hombres célebres. Pero su Barakah sólo se recibe a través de otros, de un iniciado,

de un mortal como el que pretende alcanzar la Barakah.

¿C ó m o s e a dh ie re a l s u f i s m o ?

Para adherir al sufismo se debe tener maestro. La principal virtud que se requiere es la sinceridad, que la persona se observe a sí misma para

verificar su verdadera motivación, pues no es necesario que ningún musulmán siga el sufismo, como no es necesario que nadie se enamore. Pero

si lo hace debe ser sincero y saber realmente que se trata del amor y no de una picazón. De lo contrario sería una pérdida de tiempo para tal

persona y para su maestro. La sinceridad de la persona asegura el éxito de ambas partes, e l suyo y el del maestro.

Un maestro no es un mago que transforma de golpe a otra persona si ésta no desea cambiar, sino sólo realizar una experiencia por curiosidad, o

por algún otro motivo que no sea fundamental, en el que no esté comprometido su corazón y todo su ser. Si tal persona no se dirige al

conocimiento de sí mismo y de la Realidad, es inútil que entre en contacto con ningún maestro, porque éste no podrá hacer nada por él, como no

será posible que le aumente ni en un sólo centímetro de su altura física. No hay magia, prestidigitación ni ocultismo en el sufismo, debe haber

sinceridad, práctica y conocimiento, de lo contrario nada.

El buen maestro conoce al buen discípulo y viceversa, en esto existe seguridad. Y por más tiempo que pase, si alguien no está dirigido a lo

fundamental, como ya dijimos, mostrará su verdadero y mezquino interés. No es posible aparentar eternamente, y si realmente no se encuentra

comprometido el corazón, que es el que debe vivir la experiencia metafísica, ésta última no es posible . A la larga se desiste y abandona.

Los conocimientos previos, la autenticidad del maestro Los conocimientos que se tengan pueden ser elementales, nociones generales, pero sobre

todo se debe tener cierta intuición sobre el rumbo a seguir, la orientación a adoptar, como la tienen las palomas en el espacio abierto.

Pero la persona que entra por primera vez a un grupo espiritual profundo debe observar bien a su alrededor, no a su maestro, porque éste es

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posible que lo seduzca. Aunque no lo podrían hacer los frutos de la tarea de ese maestro, es decir sus discípulos. Por otra parte , e l neófito no

puede juzgar lo que no conoce, y los grados espirituales de un maestro él no los conoce. De allí que, o bien pueda juzgar mal algo bueno, o bien

juzgar bien algo malo, y caer así en las redes de un farsante. "Por los frutos conocerás el árbol". Las personas que pertenecen a esa comunidad

son sus frutos, y a ellos debe observar atentamente el neófito.

A partir del encuentro con el maestro verdadero se produce en la persona interesada lo que se podría simbolizar como el encuentro entre la

semilla y el sembrador u hortelano: La semilla debe ser buena, contener la potencia que se supone que tiene, y el sembrador debe conocer su

tarea, exhibir constancias de ella. No se trata de una tarea meramente individual la que tiene que emprender el que sigue el sufismo, sino una

tarea en la que por una parte está comprometida su propia persona, pero además existe la influencia sutil que procede del maestro. Es decir, allí

se encuentran comprometidos lo racional y lo que va más allá de esto. El maestro verdadero influye sutilmente en el discípulo, por lo cual debe ser

un iniciado.

El sufismo no es un curso para unos años, sino de toda la vida. Alguien puede decir cuándo ingresó en él, pero no cuándo sale . El verdadero

seguidor nunca sale de él, porque nunca termina de aprender y elevarse, tanto maestros como discípulos.

Sería mejor que la persona interesada conociera algo del Sagrado Corán, de las creencias y de la vida espiritual. Pero el maestro le permitirá

conocer mucho más porque le explicará lo profundo del Libro. No lo hará de una manera literal, sino desentrañando lo oculto, pues el Libro tiene,

según dijo el Profeta (BPDyC), "atalaya y extremo", es decir lugar de una visión elevada y universal, y lugar de profundización en él.

C o n dic io n e s g e n e ra le s de l m a e s t ro

El maestro debe ser siempre una persona viva, presente y accesible en un grado u otro, no es posible que se trate de un muerto. Y la cadena que

vincula al maestro con el Profeta (BPDyC) también debe ser de personas vivas, hasta llegar al Polo espiritual de la época, que es la máxima

autoridad sagrada presente en el mundo, quién también es alguien vivo y presente. Los que se remontan a una cadena de maestros muertos

(como suele difundirse sobre todo en occidente malinterpretan lo que en el sufismo se llama «sílsilah», o cadena de tradición espiritual) para

avalar su autoridad como maestros, están en igual condición a aquéllos que por sólo depender de los libros del pasado se remiten de un muerto a

otro. El verdadero maestro, e l más efectivo, es e l que pertenece a la cadena espiritual viva, de un viviente a otro, y depende una jerarquía

actuante en presente. Esto se debe a dos causas: 1) Que el Polo espiritual de la época es un viviente, y no podría de ningún modo derivar de él la

autoridad espiritual a través de desaparecidos; 2) que los muertos ya no tienen influencia espiritual en este mundo. Si los desaparecidos tuvieran

alguna influencia espiritual directa en la transmisión de la iniciación y de los grados espirituales, con más razón debe tenerla el Profeta (BPDyC), y

así no necesitaría de ninguna mediación para ello, ni aun la de personas vivas y menos aún de maestros muertos.

En definitiva, si los desaparecidos de entre los maestros del pasado -con todos ellos sean la Complacencia divina y la Misericordia- e jercieran

alguna influencia espiritual directa, más allá del recuerdo de su e jemplo, y algunas de sus enseñanzas, en ese caso la prioridad la tendría el mismo

Profeta (BPDyC), tampoco físicamente presente, pero superlativamente vivo. Pero comprobamos que a pesar de ello su influencia perfeccionante

o Bárakah, que constituye la esencia de la iniciación, requiere necesariamente de un maestro vivo para transmitirse y que sea efectiva. El e jemplo

del Profeta (BPDyC) es el que más confirma la tradición de los maestros vivos, porque si bien su presencia es real y efectiva, existe la necesidad

del maestro vivo que medie para la Barakah.

Asimismo, la persona sincera debe desilusionarse de la mera eficacia de la literatura, la cual también es parte de los maestros muertos, aun

cuando se trate de un conocimiento que representa un bien dejado en herencia. Porque el libro no contesta a todas las preguntas, no interpreta las

intenciones inmediatas y espontáneas, no puede plantearse todos los problemas, no puede sacar todas las conclusiones que sean necesarias de

acuerdo a cada caso particular, etc. Y para peor, deja cierto margen de discrecionalidad a la persona, que le permite libremente invocar lo que

dice el libro y obrar simultáneamente en sentido contrario, sin que ninguna consecuencia o sanción lo afecte , ni reprimenda, ni reproche, ni

advertencia lo corrija. En cambio, e l maestro vivo acompaña a la persona en su desarrollo, aconseja de acuerdo a la circunstancia, sanciona

moralmente, advierte , etc., de manera que el otro se sienta responsable .

B u e n y m a l m a e s t ro , bu e n y m a l dis c íp u lo

Que haya gente falsa que engaña a los demás no es mérito suficiente para que alguien dude de todo el mundo. Además, a esa gente falsa, si se

tiene un poco de sentido común, se la capta de entrada, porque siempre están buscando poder. En primer término, se proponen a sí mismos como

las grandes fuentes de la verdad y de la transmisión de todos los bienes posibles que viene a buscar la persona incauta, aprovechando de esta en

todo sentido. Y en definitiva les hacen vivir un sistema de opresión, de total dependencia mental. Por el contrario, e l verdadero maestro libera,

alimenta espiritualmente, otorga conocimiento.

Y en cuanto al neófito, lo que debe hacer antes que nada es simplemente ir a alimentarse, no a cocinar, sentarse y comer, y cada vez que termina

de hacerlo debe agradecer como buena persona lo que se le dio. El día que lo llamen para hacer algo más, bienvenido sea, será porque el maestro

considera que ya está preparado. Pero no debe cuestionar cualquier cosa que se le ocurra en base a su ignorancia del camino, u observar

atentamente a su maestro para descubrir las fallas que se imagina en él, cuando su maestro es veraz. Yo he conocido gente que ha estado en

cuestionamiento continuó, y esto no les ha servido ni a e llos ni a mí.

L a s u p e ra c ió n de la s t ra ba s de l m u n do

Los condicionamientos del mundo deben ser superados directamente. Uno debe esforzarse y trabajar para desligarse de ellos. No hay magia

oculta en ninguna comunidad ni en ningún maestro, por la cual la persona se libre del esfuerzo. Por eso la asistencia a la comunidad y al maestro

es obligatoria, y en la medida en que la persona desiste o abandona, deja de esforzarse por la liberación de los condicionamientos del mundo,

amén de dejar de pertenecer a esa comunidad y a ser discípulo de ese maestro. La adhesión a ellos es lo que posibilita que su fuerza espiritual

logre el éxito de la liberación.

Existen dos condiciones previas a ello: 1) Tener conciencia de que la liberación debe ser efectuada. No desistir de ella, ni decepcionarse, ni creer

que no se tienen las fuerzas suficientes para hacerlo; 2) estar ligado a una comunidad y a un maestro. Estos potencian al máximo la fuerza

espiritual, y gracias a ello es posible la liberación. La comunidad es la humanidad verdadera, y el maestro es su imam o guía.

L a ra c io n a l ida d s u p e rio r de l e s p ír i t u : e l co ra zó n e s p ir i t u a l

Todo esto de lo cual venimos hablando desde el principio está al margen de la racionalidad «común», digamos así, sino que más bien abre la

puerta a un tipo de racionalidad superior, a la que podríamos calificar como «sobrenatural», en la que no predomina el dato, es decir lo que se

recibe por los sentidos, sino la intuición del corazón, como se dice tradicionalmente en el sufismo, o bien la imaginación pura. Esta última es la

facultad del órgano de la visión espiritual llamado tradicionalmente «corazón».

Si se desea tener una idea sobre a qué nos referimos al decir «corazón» en su sentido espiritual, no piensen en el corazón carnal, sino en algo

puramente espiritual, a lo que se denomina «corazón» metafóricamente, porque así cómo nos imaginamos que el corazón carnal ocupa el centro

del cuerpo y permite la vida de éste , del mismo modo el corazón espiritual es la realidad superior, céntrica (no en un sentido espacial sino

jerárquico) que permite la vida espiritual. A tal corazón espiritual se lo vincula corporalmente con la parte superior del cuerpo humano, no porque

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aquél necesite un espacio material, sino porque se expresa a través de lo superior que posee tal cuerpo: Desde el diafragma hasta por encima de

la coronilla de la cabeza, que es la región del cuerpo donde se encuentran los oídos, los ojos, los brazos y manos, y el corazón carnal, también, la

parte física superior y más digna del cuerpo vinculada al pensamiento y a los actos del hombre. (A veces se ven dibujos de algún santo que tiene

un áurea o luz sobrenatural, que aparece como un redondel por detrás de su espalda, en aquella porción del cuerpo a que nos referimos. Tal es la

representación del corazón iluminado).

Sin embargo este órgano espiritual que es el alma esencial y pura del hombre, e l ser espiritual propio del hombre, aquello que subsiste más allá de

la muerte , aquello que puede prescindir del cuerpo, inclusive en el sueño o en el viaje espiritual, etc., ve, escucha, habla, experimenta, percibe,

intuye, sin necesidad de órgano específico: Habla todo él, como si fuera una lengua, escucha todo él, como si fuera un oído, ve todo él como si

fuera un ojo. Eso es lo que llamamos, para racionalizarlo, «intuición espiritual», en el sentido literal de lo que se «mete adentro». Tal es el lugar de

lo que hemos llamado también la visión espiritual, o de los ojos del corazón, que no es más que la capacidad imaginal humana purificada.

Hay una potencia en el hombre que es de lo más precioso, destacada por Muhiedin Ibn Arabi, a la que algunos llaman imaginación productora o

metafísica, por la cual e l hombre puede superar al animal en todo sentido. No lo supera solamente por la racionalidad, la cual lo ata demasiado a

las formas, al dato material, a los sentidos de vigilia, sino que los supera por una captación de la realidad más allá de los parámetros habituales,

comunes, normales, a lo que se llama «visión espiritual» o «los ojos del corazón», o «la imaginación purificada».

La imaginación tiene lógicamente grados, y en el grado de la vigilia e lla también funciona, pero está entonces condicionada a la formalidades

racionales, a las condiciones que le impone el medio en que está actuando. Cuando se libera como en el sueño veraz, por e jemplo, e lla puede ir

más allá. Cuesta mucho esfuerzo lógicamente llegar a ello en estado de vigilia, pero es lo único verdadero, auténtico, que puede hacer el hombre

para llegar a la visión espiritual, a la imaginación purificada. Al respeto hay todo un método que nos propone externamente el Islam e

internamente el sufismo.

L a co n t e m p la c ió n

Lo bello, lo que nos acrecienta, lo que nos transforma en verdaderos, sólo se logra, según el sufismo, con "la apertura de los ojos del corazón", al

contemplar la Realidad divina. Para alcanzar la contemplación espiritual se deben, entonces, abrir los ojos del corazón. Tal es una tradición

primigenia existente tanto en el Islam como en el sufismo.

No sólo existen en el hombre ojos carnales, sino que existen también ojos de la visión interior, que corresponden a la imaginación purificada. La

potencia imaginal que poseemos tiene como función más elevada y propia contemplar el mundo sutil. Esta es una potencia que degradamos con la

fantasía y en otras aplicaciones inmerecidas para ella. Le preguntaron a Alí (P): "¿Acaso has visto a Quien adoras?" y él contestó: "¿Cómo podría

adorar a Quien no veo. Pero no lo ven los ojos de la carne sino que lo ven los ojos del corazón a la luz de la Fe". Así Alí dio sentido en el Islam a

todo un ámbito sagrado, sutil, existente en el hombre, y cuyo acceso a éste le es posible , que es el ámbito de la visión interior, la visión de la

Realidad a través de los ojos del corazón.

Sobre el hecho visionario y la vida visionaria existen innumerables testimonios en todos los pueblos de la tierra, a tal punto que ningún

antropólogo o historiador veraz debería oponerse a ello, debido al número, la coincidencia y la diseminación de tales testimonios. Cualquier

ciencia racional antropológica debería admitirlo sin vacilación. Un autor como Mircea Eliade se refiere extensamente en sus obras al sueño

visionario, al vuelo visionario, etc., y ofrece testimonios de ello procedente de los más diversos pueblos.

Ahora bien, la visión interior no es como la exterior, por cuanto ésta última se atiene al dato, a lo que recibe, y a la forma convencional con que

elabora eso que recibe. La visión exterior capta lo que se le ofrece delante, y sólo capta determinada gama de onda visual. Algunas cosas no las

puede ver porque son sutiles y están más allá de la visión carnal. Capta determinada gama de colores y determinada forma (por e jemplo, la forma

del planeta tierra no le es posible captarla, ni a la forma del aire , o de los rayos cósmicos, etc.). Pero la visión interior en lugar de recibir proyecta

aquello que conoce.

Esta visión interior depende fundamentalmente del conocimiento espiritual que el hombre tenga, porque éste proyecta el mundo visional que él

mismo ya integró, que ya captó gracias a su propio conocimiento. Cuanto más aumente en conocimiento metafísico más aumentará en potencia

visional interior. Es decir, e l conocimiento de lo sagrado aumenta superlativamente la visión interior o de los ojos del corazón. Se dice por ello que

en el más allá los seres resucitan de acuerdo al grado de conocimiento de lo sagrado que hayan logrado en este mundo. Cuanto más profundo sea

su conocimiento sobre la Realidad sagrada, consecuentemente su visión en el más allá (donde la potencia imaginal está totalmente libre, como

sucede en este mundo en el caso del sueño veraz, por e jemplo), será mayor y superior al resto de los que tengan menor conocimiento sagrado.

Por eso en el Islam se da prioridad al conocimiento sobre la simple creencia u opinión de los individuos.

Esto tiene que ver con el tema de la certidumbre que enseguida tratamos, a la cual describimos como un grado de visión. Los Profetas (P) y los

justos que los siguen alcanzan esos grados visionarios, en cualquier época. Un Profeta tiene una función pública y general, pero un justo o iniciado

tiene una función particular y privada, por decirlo así, dentro de un círculo restringido de seres que son sus discípulos. Tal es la diferencia entre un

Profeta y un sufi.

ISLAM Y SUFISMO

No existe sufismo sin Islam. En primer lugar, lo que hoy se conoce como "sufismo" es una tradición espiritual que se produjo exclusivamente

dentro del Islam, como el misticismo cristiano se produjo dentro del cristianismo, o el budismo zen dentro del budismo, o la cábala dentro del

judaísmo, o el yoga espiritual dentro del hinduísmo. Nadie con un poco de juicio podría pretender que el zen existiera en el judaísmo o en el

cristianismo, ni que la cábala judía se trasplantara al cristianismo, aunque pueda haber entre todas esas línea espirituales coincidencias e

identidades. En segundo lugar, no hubo ningún gran maestro sufi que haya afirmado que el sufismo existía en otro lugar más que en el seno del

Islam, ni que ellos debieran o pudieran dejar de ser musulmanes para ser sufis, ni que en caso de dejar de ser musulmanes pudieran seguir siendo

sufis. En tercer lugar, todos los grandes autores que fundaron la interpretación sufi del Islam fueron musulmanes: Al-Hasan Al-Basri, Al-Yunaid, Al-

Husain Ibn Mansur Al-Hallay, Al-Gazali, Muhieddin Ibn Arabi, Ibn Al-Fárid, Rumi, etc. Y por último, y en cuarto lugar, la historia dice que el sufismo

como hecho cultural nació en un determinado momento, en el siglo III de la Hégira o era islámica, aunque sus raíces se encontraban ya en la

época del Profeta (BPDyC), y que se desarrolló en forma continúa, desde ese momento hasta la actualidad, siempre en el seno del Islam.

Ahora bien, si arrojamos todas esas evidencias por la borda en base a la caprichosa opinión de que se podría practicar al sufismo dentro de

cualquier contexto, es posible que aquél se avenga con ser fanático de un club de fútbol, o a cualquier otra cosa que nos guste , porque en definitiva

lo concebiríamos como un comodín que se puede ubicar donde mejor nuestras pasiones nos manden. Por e jemplo, un tal Guraieb, que fue un

charlatán desaprensivo, Idries Shah y Omar Alí Shah, otros dos charlatanes y estafadores espirituales, y otros por el estilo, como Gurdjieff,

realizan esa acomodación maligna del sufismo a lo que más les conviene.

I s la m , f e y ce rt e za

En lengua árabe y en la convención del Islam, fe se dice Imán, que significa seguridad, confirmación, y al que tiene fe se le llama mu'min, es decir

fie l o creyente. Por su parte , certeza se dice Iqán o también Iaqín, que significan ambos "evidencia incontrovertible" y "convicción o persuasión

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irrefutable". También es posible decir tahqíq en el mismo sentido anterior, como "constatación" o "evidencia de algo". Esto último, la certidumbre,

indica un grado mayor al de la simple fe , la cual todavía está sujeta a la racionalidad del hombre. Pero no se debe confundir así como así lo que se

comprende por "fe" en el Islam con lo que se entiende por ella en occidente. El significado que de tal palabra se vulgarizó en occidente da a

entender un acto voluntario o sentimental, hasta llegar a comprenderse por ella el "pálpito" o adivinación de un hecho, y a considerar esto como

"fe". En el Islam la fe constituye una seguridad intelectual, o cierto grado de convencimiento intelectual sobre la realidad.

Por su parte , certidumbre es la visión directa de la realidad. Se dice en un e jemplo que una cosa es escuchar el testimonio sobre un incendio (como

ejemplo del Islam), otra cosa es verlo personalmente (como e jemplo del Iman o Fe), y por último, mayor grado de realidad es estar dentro del

mismo incendio (como e jemplo del Iaqín o certidumbre). El que escucha la noticia sobre el incendio es como el musulmán, es decir e l "sometido" o

"entregado a Dios", pues se sujeta o somete a la noticia que recibe. Somete su voluntad y su intelecto a aquello que se le comunica, actitud que no

constituye algo peyorativo, como hoy por hoy lo considera la gente. Esta última cree ser "independiente" cuando en realidad está sometida en

voluntad y en intelecto, pero no a la noticia divina, sino a la propaganda humana comercial, o aún peor, de cierta naturaleza perversa.

En definitiva, e l musulmán es el que cree en la noticia divina de oídas. Pero de allí puede pasar a la comprobación meramente intelectual,

utilizando sus sentidos y pensamiento, la lógica y el raciocinio para conocer. Este conocimiento, aunque de grado mayor al anterior porque en él

ya se agregan los sentidos y el razonamiento, no equivale todavía sin embargo a la certidumbre, que es como estar dentro del fuego. Aunque

ahora percibimos y comprobamos la realidad del fuego, no tenemos la experiencia directa de estar dentro de él.

Tales son los tres grados que existen, e l de Islam o musulmán, el de Imán o mu'min (fie l, creyente), y por último el de Iaqín o múqin (el que está en

la certidumbre), que corresponde a la categoría del Ihsan, la perfección o benevolencia. El musulmán se somete a la ritualidad exterior y a la

cultura general del Islam, y cree que eso es un bien, y lo acepta y practica espontáneamente, sin ningún cuestionamiento. El hombre de fe , e l

creyente, posee un grado mayor, pues comprende los significados de aquello que aceptó, tanto en la parte teórica como práctica, y puede explicar

esos significados, pero sólo en el nivel racional. Y el benevolente u hombre de la certidumbre, que ha alcanzado el perfeccionamiento, es aquél

que además tiene la visión directa de la Realidad. Este último debe ser necesariamente un iniciado.

L a ig n o ra n c ia n o p e rm it e ju zg a r

La ignorancia de un asunto conduce a varias consecuencias penosas. Alguien puede considerar «subjetivo» y «extraño» algo perfectamente

verdadero, simplemente porque lo desconoce. Si alguien escucha hablar en chino quizás piense que es algo «exótico» y «subjetivo», pero se trata

de un idioma con cinco mil años de antigüedad y riqueza, hablado por la quinta o la cuarta parte de la humanidad. Este error producto de la

ignorancia se basa en creer que todo lo que uno no conoce es irreal, lo cual reduce a la misma realidad a la mezquina extensión de lo que esa

persona conoce. En segundo lugar, la ignorancia conduce a que cuanto más importante y esforzado sea eso que realmente se desconoce, e l que lo

ignora más lo detesta, porque la persona tiende por naturaleza a no comprometerse con nada, a no esforzarse. El sufismo, en ese sentido, es

comprometedor. Conocerlo meramente es un compromiso; conocerlo y no seguirlo es signo de inercia e insensatez.

Por otra parte , hay quienes no creen en la existencia de maestros, por lo cual todo lo que nosotros hemos expuesto hasta el presente, y más aún,

todas las obras referidas a este tema, y más aún, todas las personas que a través de la historia le prestaron su confianza y dieron testimonio de su

existencia, todo ello sería pura fantasía. Esta manera de desacreditar la verdad no es extraña al hombre moderno, quién sólo cree en su mezquina

fantasía, pues tampoco tiene suficiente vuelo como para ser tan fantasioso como los paganos, por e jemplo, con sus elaborados mitos. Pero a pesar

de esto tal hombre acusa de fantasía e irrealidad a lo que el pasado milenario certifica como cierto. Por otra parte , descartar el sufismo y la

existencia de los maestros en la actualidad equivale a afirmar que aquello que es más profundo del Mensaje de los Profetas (P) ya no existe , que la

realización concreta de los grados espirituales que ellos anunciaron ha desaparecido, pues en realidad era una promesa vana, y así poner en

cuestión muchos de los dichos del Profeta Muhammad (BPDyC) sobre el particular. El expresó que habría seguidores suyos que creerían en él

(BPDyC) sin haberlo visto, y los describió como los pobres en espíritu que están en la asamblea más elevada, y que ellos existirán hasta el Día de

la Resurrección, o como dice el Sagrado Corán muchos de las primeras generaciones y muchos de las últimas, refiriéndose a esa categoría de

personas realizadas.

Por último, el que tiene buena fe llega al logro, por más pruebas contrarias que sufra, y todas las pruebas son pocas en comparación al logro que

se podría obtener.

L a s e le cc ió n de lo s e s p ir i t u a le s

El sufismo no hace selecciones de tipo humano entre las personas que desean acercarse a él, pero existe una selección de orden sutil, que

depende de la Voluntad divina, que son las pruebas a que ya nos hemos referido. Todo tipo de organización pseudo-espiritual y voluntarista

humana, como la masonería y otras por el estilo, introducen la selección como un medio de engaño y de poder. La masonería es al sufismo lo que

una obra de ficción es a la realidad. Tales organizaciones voluntaristas constituyen farsas humanas que se montan para satisfacer apetencias

originadas en la soberbia, e l error, e l deseo de poder, etc. La búsqueda del logro espiritual debe ser sincera y a riesgo propio, y toda prueba, o

sufrimiento, o contradicción, deben ser vistos como parte del camino hacia el logro final.

La selección que viene del mundo sutil es la verdadera, pues el hombre está por sí mismo vinculado a Allah, no a través de otros hombres, sino

directamente, por lo cual todo tipo de mediación es un error. Tal es un principio inconmovible y esencial al Islam y al sufismo. De allí que el Profeta

(BPDyC) haya dicho no haya monacato en el Islam, es decir mediación humana, y esto vale también para la vida espiritual profunda.

¿C ó m o de be n co n s ide ra rs e lo s g ra do s e s p ir i t u a le s ?

Ahora bien, los grados de conocimiento que determinan grados espirituales entre las personas, las ubican a ellas en una jerarquía necesaria entre

sí, no respecto de Allah, sino sólo entre ellas mismas, y así mútuamente se pueden beneficiar. El Sagrado Corán asienta esta jerarquía entre los

seres, unos dependientes de otros y unos superiores a otros, diciendo que Allah estableció ello entre los hombres para probarlos en su mutua

dependencia, y ver quién de ellos es el de mejor obrar. Esto es similar a lo que sucede en un aula de escuela, donde el profesor o maestro tiene

prioridad por sus conocimientos, no por su persona, porque todos, maestro y alumnos, son criaturas de Dios y dependen de El en la misma

medida. Las jerarquías humanas no son superiores o inferiores respecto de Allah, sino entre sí. El, exaltado sea, es Absoluto, es Igual para todos.

No está a ninguna distancia mensurable de nadie en particular, sino que es Ubicuo, es decir está en todas partes pero no a ninguna distancia

relativa de nada ni nadie, y Su jerarquía no se puede poner en relación con ninguna otra, pues en tal caso sería uno más entre otros. Por lo tanto,

todas las jerarquías, todos los grados, todos los seres, están a igual distancia de El, exaltado sea, y en igual grado de dependencia a El, un grado

absoluto.

Nosotros creemos que los grados que se logran en la iniciación dependen del fundador de la doctrina espiritual profunda. En el caso del Profeta

Muhammad (BPDyC) él viene como culminación de la tradición espiritual de todos los pueblos, de los ciento veinticuatro mil Profetas (P), y los

grados que él transmite son superiores al resto. Y si bien el resto puede quizás alcanzar ciertos grados, en el sufismo se alcanzan los grados

sumos. Por lo tanto, e l sufismo, según creemos, otorga la realización más perfecta y la forma más adecuada a la época y a las condiciones

actuales.

L a s t ra dic io n e s m u e rt a s

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Existen tradiciones que ya han sido superadas metafísicamente, como la tradición del antiguo Egipto o la indígena de América. No se trata

simplemente de que fueran derrotados y destruidos por los invasores, que en América depredaron y destruyeron sin piedad, sino que esa

tradición en sí misma ya estaba muerta. Y evidencia de ello es que se mezcló y fue absorbida por el cristianismo, más allá de que éste haya sido

impuesto por la fuerza. El hecho externo, histórico, indica una causa interior y metafísica, por la cual dicha civilización llegó a la decrepitud y a la

desaparición. Nosotros no creemos en la resurrección de los cadáveres por parte de los hombres, y esas tradiciones constituyen para nosotros

definitivamente cadáveres.

E l s u f is m o e s u n iv e rs a l

El sufismo posee, por otra parte , una característica notable que es su «versatibilidad», como la podríamos llamar en un sentido no peyorativo del

término. Es decir, se adapta a cada lugar, época y pueblo adonde llega. Existen, por el contrario, ciertas doctrinas que exigen de las personas en

grado menor o mayor un cambio externo demasiado agudo, como sucede con los «Hare Krishna» y otros, que pretenden transplantar toda una

cultura, tal y cual es en oriente, sin que haya lugar para ninguna adaptación conveniente. Pero después de todo, muchas de esas costumbres que

se quieren implantar son culturales, no espirituales, y no influyen en nada para el conocimiento, excepto que se trate de normas razonables de

higiene corporal y alimentaria, como la de evitar el alcohol y ciertas comidas perniciosas, o la droga y el tabaco. Pero lo que no hacen esos

movimientos es determinar por dónde pasa la línea divisoria entre lo universal y lo particular, qué es pernicioso, o por el contrario qué es

aconsejable para todo tiempo y lugar, o bien qué es propio sólo de un clima, de un determinado pueblo o mentalidad, producto de la historia y no

de la metafísica.

Esto no sucede con el sufismo, que se adapta a todos los ambientes, tratando de captar lo mejor de ese ambiente, y sólo aconsejando abandonar

lo que es nocivo para todo tiempo, lugar y tipo de personas. Trata de dar una interpretación de las cosas adecuada al medio, de despertar la

conciencia de las personas dentro de sus posibilidades de contorno y realización, sin forzarlas a renunciar a ciertos usos culturales neutros, como

por e jemplo la vestimenta decente, o el afeite personal decoroso, etc. Lógicamente, existe a la par de esto el modelo más perfecto que una

persona puede ir practicando en la medida que se convenza de la superioridad de ese modelo, representado por el Profeta (BPDyC). El

cumplimiento de tal modelo perfecto es meritorio y optativo en su mayor parte , no obligatorio, como por e jemplo dejarse la barba los hombres, o

dedicarse a enseñar la religión a cualquiera las mujeres.

El sufismo tiene también la ventaja de poder expresarse en todas las lenguas con una plasticidad muy grande y diciendo en cada una lo mismo, y

de acuerdo a todos los ambientes posibles. Es decir, e l sufismo es una doctrina universal.

F in

Prohibida su reproducción total y/o parcial sin citar las fuentes: "Centro de Altos Estudios Islámicos" www.senderoislam.net

N o t a s

[1] En lo que sigue abreviaremos esta Bendición al Profeta con la sigla BPDyC entre paréntesis.

[2] Se ha hecho derivar también a dichos términos de saff al-auual, la primera fila, por ser la gente del primer lugar en la oración y en el rango

espiritual. Y también se ha querido ver en él una evocación del griego sofía, "sabiduría".

[3] En la terminología coránica no aparece el término "sufi", que por otra parte no surge desde los inicios mismos del Islam, sino el término mu

´min, "creyente", pero no en el sentido que esta palabra tiene en nuestra lengua, sino como el afirmado, e l consolidado en la aprehensión de la

realidad. Y esto es claro porque se distingue en el Sagrado Corán entre "muslim" (musulmán sometido a la Ley de Dios), y "mu´min" (creyente).

Definiendo el estado de uno de sus discípulos (que sirve como definición de sufi), dijo el Profeta (BPDyC): "Un siervo a quien Allah iluminó su

corazón con la Luz de la fe".

[4] Encontramos muchas definiciones entre los grandes sufis de la condición del purificado, y quizás resulte útil citar algunas de ellas para

comprender lo profundo, paradójico y trascendente de su estado. Abul Hasan Al-Núri dijo: "Sufi es e l que nada posee ni es poseído por nada". Y

dijo Muhammad Ibn Alí Ibn Al-Husain, llamado Al-Baqir (e l enjundioso en las Ciencias Divinas), con él sea la Paz: "El tasauuf (sufismo) es la

perfección del carácter (julq), luego quien perfecciona su carácter ha perfeccionado su tasauuf". Y dijo Al-Shibli: "Sufi es quien no ve nada en los

dos mundos excepto a Allah". Ibn Al-Mallah dijo: "El tasauúf es una realidad sin forma" (...haqíqat la rasm lahu).

[5] En el sentido de la tradición del Profeta (BPDyC), que narra que cierta vez se encontraba reunido con algunos de sus discípulos y se presentó un

hombre de blancas vestiduras, que venía del desierto pero sin signos exteriores del viaje y del calor reinante. Se sentó delante del Profeta (BPDyC)

y poniendo sus manos sobre sus rodillas lo interrogó: "Muhammad, infórmame sobre el Islam". Respondió el Profeta (BPDyC): "Consiste en

testimoniar que no hay divino sino Allah y que Muhammad es el Mensajero de Allah, en hacer la oración, ayunar en Ramadán, hacer la

contribución obligatoria y peregrinar al Templo de Allah (en la Meca) si e llo es posible". Y volvió a preguntar el viajero: "Infórmame sobre el Iman

(fe)". Respondió:"Es creer en Allah, Único, en Sus ángeles, en Sus Profetas, en Sus Libros y en el Día del Juicio Final". Y preguntó por último:

"Infórmame sobre el Ihsan (la perfección)". Respondió: "Consiste en que adores a Allah como si Le vieras, porque si tú no Le ves, El te ve". Y luego

se retiró el hombre e interrogado el Profeta (BPDyC) sobre quién era él, respondió: "Era Yibril (e l Ángel Gabriel, e l Espíritu Santo) que vino a

informaros de vuestro din (modo de vida y conducta)"

[6] Cuando nosotros escuchamos repetir tan frecuentemente las frases "la realidad política", "la realidad social", "la realidad económica" inclusive,

tenemos que pensar que se está bastardeando la palabra "realidad" en aplicaciones que lógicamente podrían evitarse.

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