sueño deconstruir el pasillo beber y vomitar su pócima de ... · partir de la tecnificación...

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"Sueño deconstruir el Pasillo beber y vomitar su pócima de recuerdos

estrangular la garganta de su contracanto en donde se acentúa la morbidez

y apretar con mi lengua

apretar y apretar con mi lengua sus cuerdas lacrimosas

raquíticas e irrompibles"

Jetzy Reyes

2

Noticias

I Introducción General "Mientras lanzábamos el té por fuera de borda hubo varios intentos por parte de algunos de los

ciudadanos de Boston y de su vecindad, de hacerse de pequeñas cantidades de té para su uso

familiar. Con ese propósito esperaban la oportunidad para tomar un puñado de la cubierta, donde

yacía disperso en cantidad, y se lo metían en sus bolsillos. . ."

George Hewes, testigo presencial.

Bienvenidos a Liber Arte un espacio de reflexión y de pensamiento sobre el proyecto de las Artes

Liberales en el Ecuador del siglo XXI. Liber Arte aparece como un intento de tomar en serio el

vínculo entre arte(s) y libertad(es) en un momento histórico en que esta unión no sólo es

cuestionada sino que la conjunción de ambas competencias a nivel global entra en franca crisis a

partir de la tecnificación progresiva de la oferta educativa y de la creciente instrumentalización de

curriculums y perfiles profesionales.

Queremos así cuestionar tanto la pertinencia de un programa disciplinario como el de las Artes

Liberales como los mecanismos de transmisión de sus contenidos; creemos en la vigencia del

proyecto, aunque queremos volver explícito y contemporáneo el escenario en que cobra sentido

(nuevamente) la libertad que ofrecen las artes, el arte de la libertad.

En un momento como el presente, donde la posibilidad de una transformación social significativa

despierta renuencias y obstrucciones de distintas características, pensamos en la posibilidad

radical de la pedagogía; si la labor de las Artes Liberales se desenvuelve en un lugar, sin duda ese

es el salón de clases. Queremos entonces, debemos, dedicar mayor tiempo a reflexionar sobre

nuestra propia práctica docente tanto para revitalizarla y darle mayor impulso como para

colaborar en la búsqueda de formas de aprendizaje y de enseñanza que nos arrastren por su

propia fuerza hacia horizontes comunitarios y de participación ciudadana comprometidos con el

cambio.

3

Por eso la imagen de la taza de té aprisionada. Tal como entendemos las cosas, uno de los

importantes obstáculos para la elaboración de un programa consistente de reforma es la

disminución progresiva de espacios compartidos de reflexión y diálogo. El ritmo vertiginoso de

producción social, las exigencias aceleradas del tiempo de reposición de capital, la velocidad de la

vida cotidiana, las restricciones que la modernidad establece para la personalización del propio

trabajo intelectual, todo ello conspira para volver cada vez más distante la colaboración

académica, la construcción de posturas compartidas, el aprendizaje de la retórica como

instrumento de civismo; en resumen: la participación comunitaria alrededor del hábito del té.

Creemos en la necesidad indispensable de construir proyectos participativos y libres entre

docentes y estudiantado, entre trabajadores y administrativos, entre quienes ofrecen servicios y

sus clientes de distinto timbre, creemos y queremos sentarnos a tomar té.

La aparición histórica del consumo de té como costumbre masiva acompaña la expansión imperial

británica. Importada desde la India al principio como rareza, el té se extiende a lo largo de la

sociedad inglesa como un incendio entre ramas secas, ya para fines del XIX el comercio mundial de

la hierba se mide en millones de libras esterlinas. Poco tiempo después de ser adoptada la

costumbre, el consumo del té a nivel mundial se identifica tanto con el poder global británico

como con el ocio de sus clases acomodadas y por ende, con su libertad. Los artistas europeos

pronto adoptan la costumbre, tanto por su innegable primer exotismo como por el surgimiento de

salones de té, lugares de congregación de artistas liberados hace poco del yugo del mecenazgo y

sujetos ahora a los ritmos implacables de nuevos profesionalismos. En todo esto acaece una

internacionalización del rito; una vez que las clases populares adoptan el gusto por la bebida,

adoptan y transforman el escenario de su consumo, liberan al té, por así decirlo, de su sujeción

como significante del fasto.

Proponemos entonces una segunda liberación, esta vez electrónica, del té. Este producto, objeto

ya de una reyerta histórica en pos de la desobediencia civil en 1773 en la famosa “fiesta del té” en

Boston, busca de nuevo servir de pretexto para la recuperación comunitaria, para la participación

ciudadana y para la colaboración intelectual.

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II Este número y el proyecto. LiberArte propone tres momentos/secciones por entrega. La

primera se llama LiberTinaje, definición que el diccionario de la

RAEL establece como “exceso en palabra y obra”. Esta es la

porción temática de la revista, intentaremos tratar aquí un

contenido determinado, desde distintos ángulos, frentes y con

mayores o menores intensidades. El objetivo general es someter

un asunto a una mirada sostenida, rigurosa, interesada,

intentando en la medida de lo posible enriquecer el

acercamiento a partir de lógicas y metodologías, distintas.

Iniciamos esta primera entrega con el tema “La sonoridad

ecuatoriana”, intentamos abordar esta amplia categoría desde

un acercamiento desacostumbrado a la temática: la música

ecuatoriana como vehículo y testigo de las transformaciones de

la modernidad y a la vez, como texto y registro de cambios en la

temporalidad, la gestualidad y la textualidad misma de esa

sociedad dentro y fuera de su territorio.

El segundo segmento, Radicales Libres, hace circular distintos proyectos pedagógicos, en

diferentes escenarios. El propósito es visibilizar la gran diversidad de propuestas docentes que

brotan a nuestro alrededor haciendo hincapié en la materialidad de cada propuesta, ¿cómo la

enseñanza de la escultura es distinta de la enseñanza de la filosofía? ¿De qué manera la materia

(en ambos sentidos de la palabra) afecta los contenidos impartidos? Esta sección invita a que

educadores que trabajan en distintos campos compartan sus éxitos y fracasos, sus expectativas y

temores con quienes estamos comprometidos en pensar el aprendizaje-enseñanza como práctica

en permanente construcción. En esta entrega un filósofo chileno y dos docentes universitarios de

la USFQ comparten sus criterios con un maestro de la música ecuatoriana: el legendario Edgar

Palacios.

El tercer y último segmento de la revista, Caída Libre, aparece como un escenario para el ejercicio

de la crítica cultural. Crítica de arte, cine, teatro; reseñas de libros, cartas al editor, un blogger y un

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rincón misceláneo redondean la propuesta. Estamos entusiasmados con el prospecto de que esta

publicación reciba una acogida entusiasta, y sobre todo con la posibilidad de que entre estas

páginas en construcción, de semestre a semestre, la USFQ y la comunidad ecuatoriana e

internacional que encuentre algún grado de afinidad con el proyecto halle la ocasión de colaborar

con nosotros en la exploración de los desconocidos territorios ecuatorianos y globales a la vez de

la libertad, la comunidad participativa y la educación abierta.

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Colaboradores de este número Gabriela Alemán.

Crítica, estudiosa del cine, cuentista y novelista ecuatoriana. Sus obras incluyen Zoom, Maldito

Corazón, Fuga Permanente y hace poco Body Time.

Salazar Carbonell, José.

Traductor de Checo, Eslovaco y Chino, instructor de Tai Chi y de caligrafía oriental, docente

universitario en la cátedra de filosofía de la Universidad San Francisco de Quito

Taikeff, Howard.

Titulado por la universidad de California at Santa Cruz, artista en residencia de la Universidad San

Francisco de Quito, escultor galardonado y reconocido dentro y fuera del país por su obra plástica.

Hopenhayn, Martín.

Profesor e investigador chileno entre sus obras está Ni apocalípticos ni integrados. Aventuras de la

modernidad en América Latina, actualmente trabaja en ILPES (Instituto Latinoamericano y del

Caribe de Planificación Económica y Social (en el tema ¿Crisis del Estado planificador en América

Latina?).

Philip E.Wegner

Profesor de literatura por la universidad de Florida, miembro de la sociedad de estudios utópicos y

una reconocida voz en estudios de ciencia ficción, Wegner ha publicado, entre otros textos,

Imaginary Communities: Utopia, the Nation, and the Spatial Histories of Modernity.

Ayodele Dutka

Es crítica de arte y artista, ha sido catedrática en universidades Brasileñas y centroamericanas, su

trabajo se centra en representaciones y luz en artes plásticas.

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Alvaro Alemán

Crítico, profesor de literatura de la USFQ.

Pablo Mora

Lojano, estudiante de música en la USFQ.

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Liber Tinaje

I

Introducción al ruido de los pasillos ¿Qué es la sonoridad ecuatoriana? La pregunta reúne dos proposiciones problemáticas, la

pregunta sobre la música/la sonoridad (¿qué es? ¿cómo funciona?) Y la pregunta por el Ecuador

(nuevamente ¿qué es? ¿cómo funciona?) Si bien la pregunta sobre la primera ha sido tratada de

formas diversas (la música como lenguaje, como expresión autónoma, como código significante) y

no del todo satisfactorias, la segunda interrogante abre múltiples frentes indagatorios. En primer

lugar, la nacionalización de la música. ¿En qué momento los distintos géneros musicales regionales

y étnicos confluyen en la configuración de un híbrido nacional? La respuesta acostumbrada pasa

por la mención de varios detonantes: la construcción de un sistema de redes viales y comerciales

capaz de conjurar la heterogeneidad cultural y geográfica, la incorporación de las diversas

economías regionales a un mercado y un régimen monetario sostenido, la implementación de un

sistema de escolaridad pública gratuita cuya segunda o tercera generación daba sus primeros

pasos cívicos, la aparición de un mercado cultural de consumo para responder a la capacidad

adquisitiva de las clases populares, la maduración de un género musical, el pasillo, que captura la

sensibilidad anómica de los grandes conglomerados humanos que se desplazan hacia los dos polos

urbanos de la nación. Todo aquello responde, parcialmente y retrospectivamente, a la inquietud

sobre el origen, pero quedan aún múltiples dudas. Por ejemplo, ¿cómo ocurre que los contenidos

del modernismo ecuatoriano (tardío en relación a otros países de la región), un discurso de las

élites, se adapta, vía su repatriación musical, a las condiciones de vida y de la imaginación de las

masas?

II

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Deambulando por los pasillos El contexto de producción intelectual en el Ecuador, con relación a la cultura de masas, es magro.

O aparece desde las ciencias sociales, invariablemente vinculado a un marco diagnóstico y

prescriptivo, o simplemente no aparece. Es notable observar la incapacidad generalizada en las

humanidades por tomar en cuenta lo que constituye sencillamente el piso mismo de la

interpretación de la cultura en el momento presente; a saber: lo masivo.

Se puede entender en parte esta reticencia a medida que observamos nuestra pertenencia a un

momento de recambio: los textos producidos en el siglo pasado en buena parte han perdido su

capacidad de provocación y (debido a las bondades de la consolidación institucional y su labor

canónica) se enseñan hoy como mustios ejemplos de una historia fenecida . A esto se suma el

viraje absoluto hacia los medios visuales por parte de las nuevas generaciones, una

transformación hoy en día consumada y que cuenta con su propia y deslumbrante lógica y códigos.

El resultado contundente hoy en día consiste en una suerte de opción doble para la crítica que

ejerce: o una poderosa vergüenza acompañada de un pesimismo irrevocable ante la "pobreza" o

"mediocridad" de la producción cultural vigente o; alternativamente, una actitud apocalíptica

generalizada siempre dispuesta a volver su mirada hacia las "glorias" del pasado. A decir verdad,

esta no es una conducta exclusiva de la actividad crítica del Ecuador actual, es más bien el reflejo

de un amplio debate ocurrido en las décadas pasadas entre una tradición crítica orientada hacia lo

formal y una mirada distinta, ocupada fundamentalmente de la recepción y del "trabajo" de la

cultura y de sus instituciones sobre los textos. El "triunfo" global del sistema capitalista habría--

desde esta lógica vanguardista--ratificado el carácter retardatario y exclusivamente comercial de la

cultura de masas y se auguraba pues, así, un largo período de declinación y de deterioro de la

salud de la cultura

Este estado de cosas presume el desciframiento contundente y definitivo de los modos de

operación de los popular/masivo. Presume que sólo los circuitos de producción cultural

regentados y descritos por los actuales administradores de la "Cultura" (como cúmulo de

instituciones formalmente reconocidas por la sociedad) albergan una potencialidad distintiva,

capaz de contribuir a la riqueza artística e intelectual existente.

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A pesar de esta coyuntura, resulta evidente que, no sólo desde lo estético sino también desde lo

político, se entiende poco del funcionamiento real de lo popular, esa "zona oscura de

significación" que decía Fanon. Si "fracasó" (un término del todo inapropiado para hablar de

procesos históricos) el socialismo, en parte lo hizo porque su comprensión del complejo sistema

de representación de imaginarios que caracteriza un proyecto político fue insuficiente. Entre

muchas otras cosas, el "triunfo" de la opción capitalista implica un desarrollo implícito en las

formas de transmisión de ideas/ideales, una sofisticación empírica en el uso de la representación

que no ha sido igualada en la producción teórica contemporánea. Nos aguarda entonces, un

momento de reconocimiento de la inmensa sofisticación y polivalencia de imágenes y mensajes

mediáticos y otro posterior, de decisión para abordar estas complejas tramoyas. En su lugar

tenemos una complacencia empeñada en contemplar el pasado (desde herramientas analíticas

comprometidas en simplificar el presente) y una visión segura de haber comprendido, en toda su

sencillez, la oferta massmediática contemporánea.

Todo aquello deja muy mal parada la actividad crítica que busca abordar las preferencias

populares y/o los gustos de las masas. En este contexto se puede leer el libro de Wilma Granda El

pasillo: identidad sonora, un texto tan sugerente e innovador como dubitativo y tradicional. El

ensayo se debate valientemente entre una visión reivindicadora y afirmativa de este género

musical y un lenguaje y un tono objetivante y escéptico; de esta manera, el texto de Granda es

tanto una denuncia de la "desvalorización" de esta tan íntima manifestación de nuestra cultura

como la ejecución de una escritura que encarna ese mismo péndulo de desprecio y

reconocimiento al interior de su propia prosa. Un ejemplo:

"Los antiguos valsecitos del gran país latinoamericano--llámense hoy estos tangos, vallenatos,

boleros, guapangos o pasillos de rocola -podrían inscribirse a un proyecto de vigencia musical,

frente a arrasadores vientos del mercado global, cuando se los incluya a una especie de

arqueología y terapia cultural que permita alivianar el extrañamiento social que sufren quienes

usan una música que les es útil o amada, y sin embargo, no pueden superar el delirio individual y

la crisis social de desmemoria que descontextualiza su práctica" ( p 10)

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El pasillo así, es (junto con otras formas musicales de la región) a la vez una forma de resistencia

cultural (ante el mercado global) y un método de sumisión (el delirio individual y la desmemoria)

presumiblemente, ante el poder político. Más aun, en este tramo de texto se señala que el

escuchar estas manifestaciones musicales implica un sufrimiento (extrañamiento social) que

puede ser evitado o alivianado si se utiliza la práctica de escuchar como parte de un proyecto de

vigencia que debería incluir "una especie de arqueología y terapia cultural". En primer lugar es

difícil constatar que de hecho los millones de sujetos sociales que escuchan estas músicas "sufren"

en su apropiación de una determinada música; por otro, no está claro cuál es el proyecto de

"superación" al que estas músicas refieren a sus oyentes. Vagamente se intuye que se trata de

recuperar la memoria colectiva (un artefacto selectivo y no del todo confiable, en términos

"objetivos") como método de resistencia. . . hasta que recordamos que entre otros roles, las

distintas músicas nacionales del continente--incluyendo el pasillo--pretendían, como la misma

Granda reconoce más adelante, homogenizar el sentir y las prácticas sociales; en otras palabras,

disciplinar a las poblaciones emergentes y revestirlas de un deber-ser nacional.

Resulta entonces que la "arqueología" y la "terapia cultural" a la que se hace referencia es la de la

escritura de las páginas aquí examinadas porque no es menos cierto que Granda escribe a

contracorriente de las tendencias dominantes frente a su objeto de estudio. Su labor de

historiadora legitima su peculiar elección de temática mientras que su llamada a "resistir" rescata

una veta aceptada en el discurso en el que se mueve. El hecho es que la función social del arte (y

de la música) no se agota en su utilización o su comprensión como instrumento de reclutamiento

ideológico, los múltiples y variados usos de la música han sido incompletamente inventoriados y

en el Ecuador en particular, nos resta mucho camino por recorrer con relación a la persistencia del

pasillo.

Jacques Attali, por ejemplo, ya en los 70 del siglo pasado escribía sobre la existencia social de la

música como profecía. F Jameson insiste en este punto en su introducción a la versión inglesa del

libro. Esto nos parece significativo porque, desde nuestra perspectiva, lo más enigmático con

relación al pasillo consistiría en la persistencia de su estructura emocional a lo largo del siglo (de la

segunda parte del XX por lo menos, puesto que Granda documenta magistralmente su existencia

previa como música alegre y de baile).

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Siguiendo a Attali, entonces, la música en ciertas instancias plantea estilos y tipos de organización

(incluyendo la económica) "que están por delante del resto de la sociedad porque explora, mucho

más rápido que la realidad material, el espectro completo de posibilidades dentro de un código

dado"

¿No sería así posible que la tristeza de los veinte, del llamado pasillo poético, fuera una tristeza

anticipatoria, que lamenta la ausencia y la inminente llegada de una transformación social más

equitativa y que la tristeza de los 50 y 60, posterior, es una variante importante, una tristeza ya no

de previsión sino de auténtico lamento ante el fracaso de ese anuncio? Los años de desarrollo del

XX consistirían así en una progresiva disminución de la calidad musical perceptible en el pasillo

puesto que si esta música (como toda música según Attali) estructura el ruido para convertirlo en

música, entonces la historia del pasillo disuelve versiones anteriores de sí mismo en ruido (el

pasillo de baile) para presentar nuevas encarnaciones armónicas (el pasillo poético) que a su vez

se transforman en nuevos sonidos musicales (rocola). La estructura social existe así en función de

la estructura musical, "el ruido para el orden anterior es armonía para el nuevo" dice Attali.

La dificultad entonces, radica no tanto en establecer un

planteamiento novedoso que aporte elementos

significativos al análisis de la cultura musical en el Ecuador

cuanto en reconocer las limitaciones de la presente

coyuntura crítica. Granda de hecho hace un aporte

sustantivo y valioso justamente cuando decide apartarse de

los constreñimientos del discurso "sociológico" al que

suscribe. La sección "subjetiva" de su texto (incluyendo el

segmento sobre pasillo y género), junto con los momentos

dispersos a lo largo del mismo en que deliberadamente

incursiona en un ámbito "expresivo" sin duda son los más

interesantes, su propia participación como sujeto del

pasillo salpica al libro de una ventana privilegiada al interior

de una conciencia habitada por la forma.

Lamentablemente, el tono discursivo imperante

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contrapone una voluntad de dominio a un texto que se ilumina en su exploración del fenómeno y

que se opaca cuando intenta una totalización sistémica del mismo.

¿Qué es entonces el pasillo? Un acercamiento valioso deberá reunir un proyecto de investigación

formal con un planteamiento derivado de la historia de sus formas, aunque a nuestro criterio ha

llegado la hora de desafiar la cultura crítica imperante, en su afán de salvaguardar sus fronteras

disciplinarias de incursiones vergonzantes desde otras tradiciones de escritura. El presente

número de LiberArte maneja varias intervenciones en este sentido, en particular el texto Columbo

ecuatoriano Flores Negras que establece relaciones lúdicas entre los elementos conjurados:

Ecuador, Colombia, el pasillo, el teniente Frank Columbo y la democracia. Otro texto interesante

en este sentido intenta establecer una conexión entre Vasija de Barro, una canción ecuatoriana de

renombre, Marcel Proust, la pintura y un famoso pos data . Dos textos cierran la muestra, uno de

ellos se ocupa de la posmodernidad ecuatoriana y la guerra de los mundos, una invasión, nos dice

el texto, facilitada y habilitada por una canción y una música terrígena. Finalmente, El cine después

del cine: filme y música global es un texto que vincula la producción musical vigente con la

producción global y que conecta una emergente estética global con un reajuste particular en el

gusto de las localidades.

Los textos no intentan ser exhaustivos, ni sistemáticos, se

ofrecen más bien como una muestra de lo que es posible

desde una óptica comprometida con ver lo que el

fenómeno de la cultura de masas/popular habilita, no lo

que clausura. En este sentido, el propósito fundamental de

nuestra contribución consiste en pensar a la cultura musical

como una cultura constructiva, capaz de poner a nuestro

alcance intuiciones nuevas, sobre el Otro y sobre nosotros.

Debemos comprender los poderes extraordinarios de la

música como agente ideológico, no sólo para protegernos

de ellos sino, paradójicamente, para disfrutarlos al máximo.

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Este ponchito viejo: posmodernidad y música en el encuentro con el Otro

Fotomontaje: Edwin Fuentes.

No creas todo lo que dice la radio Orson Welles,

El ciudadano Kane, 1941

I

Este 12 de Febrero marca 56 años desde la transmisión que Radio Quito hiciera de la Guerra de los

mundos de H.G Wells. Aparte del gran legado anecdótico y epistolar que surgió de este suceso

muy poco se ha dicho sobre las posibles causas que pudieron haberlo motivado. En gran medida,

este evento se convierte en una demostración más tanto de la asincronía vergonzante que

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caracteriza el discurso cultural de la primera parte del siglo (el estar en perenne retraso frente a la

producción vanguardista de otras regiones de Occidente), como del persistente subdesarrollo

educativo al que nos “condenaba”, para siempre, la “problemática” indígena. Este episodio

enigmático de la vida nacional no pasa entonces sino a engrosar las henchidas filas de aquellos

deshechos documentales que, a duras penas, alcanzan la categoría de curiosidades históricas. Pero

todo esto no deja descansar, aun si lo entendemos así, como embarazoso acontecimiento cultural,

la apremiante interrogante, ¿por qué?

Una posibilidad de acercamiento a esta problemática es la abundante literatura generada por

cientistas sociales de todo tipo a raíz de la sorprendente e inesperada reacción que la adaptación

teatral de la novela de un Wells (sin e) por parte de otro Welles (con e), Orson, causó, según la

encuesta Gallup, en un millón y medio de estadounidenses (siete millones la escucharon). Más del

1% de la población de los EEUU de ese entonces se sintió tan temerosa de los invasores marcianos

que masas desquiciadas de individuos huyeron de sus hogares por cualquier medio posible, se

escondieron y algunos de ellos llegaron incluso a saquear los depósitos de armas de sus

respectivos municipios so pretexto de defenderse de los horrores que provenían del espacio. La

adaptación radial hecha por Howard Koch, y que llevaba el beneplácito de un H.G.Wells anciano

pero aún lúcido, se estrenó en la noche de brujas, un 30 de Octubre de 1938, con la participación

de la compañía de representaciones más prestigiosa de la época, Orson Welles y el Mercury

Theater. Welles no contaba para entonces sino con escasos 23 años pero ya había saltado a la

fama nacional por sus exquisitas interpretaciones en previos radioteatros, notablemente como la

voz de la Sombra.

Uno de los estudios de este fenómeno que recibieron mayor aceptación fue aquel publicado por el

profesor de Princeton Hadley Cantril y que salió a la luz en 1940. La invasión de Marte: un estudio

sobre la psicología del pánico tuvo la ventaja ante sus competidores de que tanto Cantril como sus

colaboradores tuvieron acceso directo a todos los materiales empleados en la transmisión, al

personal del Mercury Theater y a 135 entrevistados en vivo y en profundidad, individuos que

habían experimentado en carne propia los efectos del pánico. Cantril habla, entre otras cosas, del

papel “que el temor bélico en los últimos meses del verano y primeros del otoño de 1938 tuvo en

la producción del pánico”. Aquel temor es una referencia a la crisis Munich-Sudetenland ocurrida

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en Europa casi un mes antes y que terminó con la firma de una paz (sobreseída por Hitler) a la que

concurrieron Chamberlain y Daladier y cuyo precio no fue otro que la soberanía nacional de

Checoeslovaquia. El análisis de Cantril repetía la interpretación avanzada dos días después de la

transmisión de Welles por el periodista Heywood Broun; este interpreta el pánico con el ojo clínico

de un columnista político y lo relaciona con “aquellas horas de radioescucha llenas de ansiedad

cuando los diplomáticos jalaban y urdían los nudos de la guerra en Munich”, estas últimas son

palabras de Philip Klass, un catedrático y escritor de ciencia ficción que publica en el New York

Times en 1988, un importante artículo conmemorando los 50 años de la transmisión.

Presentismo fantasmal/nación absorta

En general, la explicación avanzada por Broun, y defendida por Cantril constituye la interpretación

menos resistida y más popular; a esta habría que añadir algunas referencias sobre la extendida

recesión económica que por casi una década había asolado a la población estadounidense, la

transmisión en vivo, en 1937 de la explosión del Hindemburg (el primer desastre cubierto de esta

manera), el impacto reciente sobre la costa este de EEUU de un huracán y alguno que otro

comentario imprudente sobre la incapacidad predictiva de las ciencias sociales. Todo esto resulta

insuficiente en el contexto ecuatoriano; ¿cuál es el trauma social correspondiente al que

respondieron (aunque sea a nivel subliminal) las enardecidas turbas ecuatorianas? Y además está

el problema de la violencia, ¿por qué la decisión piromaniaca de la multitud, que, dicho sea de

paso y de acuerdo con lo narrado por César Larrea V. fue precedida de una pedriza? Podríamos

decir también, junto con un irónico Bertrand Russell que “la reacción natural y humana a cualquier

afirmación positiva es la creencia”, o exaltar junto con Klass las virtudes literarias de HG Wells

como referente imprescindible para la comprensión de este fenómeno. El principal obstáculo en

cualquiera de ambos casos es el planteamiento del problema como un enigma que requiere de un

mínimo de inteligibilidad o, alternativamente como una deuda impaga con el pasado. ¿Qué tal

decir que el pánico y la inseguridad histórica y cultural que este genera no son (sólo) hechos

empíricos sino síntomas de algo más? Afirmar, junto con Frederic Jameson por ejemplo, que tanto

para individuos como colectividades humanas, la explicación y comprensión de la realidad no es

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sino el índice de un más vasto pensamiento salvaje (en palabras de Levi Strauss) que versa sobre la

historia misma. Este pensamiento, según Jameson, es propiamente narrativo y requiere ser

reconstruido en base a todo tipo de “textos” de una manera análoga a la reconstrucción del

inconsciente de un individuo, que se lleva a cabo mediante los fragmentarios y sintomáticos

“textos” de los sueños, el comportamiento, la asociación verbal libre y otros elementos. De esta

manera, la descartada e inútil “fantasía” colectiva de invasión extraterrestre que ofusca, por su

irreductibilidad y por su apertura incómoda hacia una inexorable alienación, deviene un sitio

prometedor desde donde examinar el presente.

No el presente instante, por decirlo de alguna manera, sino la experiencia del presente que en el

Quito de los 40 empezaba a abrirse a sus habitantes. La administración de Galo Plaza, que se

posesiona del Gobierno en 1947 instaura formalmente una especie de locura colectiva e inaugura

el culto político a esa misma forma: la tecnocracia. Pero la tecnocracia en sí no es, en los años

cuarenta, sino la instanciación más reciente de una abdicación social amplia ante la ingobernable

heterogeneidad popular, la introducción de un nuevo régimen al interior de un mundo de

prácticas culturales estables. Toda la primera mitad del siglo había lentamente introducido una

modernidad episódica y adolescente cuyos dolores de crecimiento quedaban registrados primero

en la apesadumbrada poética de aquello que sólo ahora, con retrospectiva insolencia nacionadora

estamos en capacidad de llamar música ecuatoriana y en segundo lugar, por medio de la

desgarrada literatura utópica de los años treinta, literatura de aquellos territorios desolados de la

imaginación colectiva que prepararon el camino a sus consumidores para la experiencia,

debidamente indignada, de su propio (y evanesciente) pasado. La función social de tal literatura

así cumple un papel sensibilizante, acostumbra a sus consumidores a la innovación constante,

prepara sus conciencias y sus hábitos para el impacto, que de otra forma resultaría

desmoralizador, del cambio. En este escenario fluctuante, el de una textualidad nacional en donde

el cambio tecnológico (y epistemológico) ha alcanzado un aspecto intimidante, irrumpe la

presencia alarmante de una realidad que, habiéndose anunciado por décadas enteras, finalmente

llega. La guerra de los mundos es, en este sentido, la materialización histórica (uno se siente

tentado a decir el aterrizaje) de una intuición ya sentida en la historia de las artes del siglo XX y

anunciada magistralmente por Walter Benjamin: la constatación empírica del siguiente

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descubrimiento: que el presente, “en esta sociedad, en la disociación física y psíquica de los

sujetos que la habitan, es inaccesible de forma directa, está entumecido, habituado, vacío de

afecto” (Jameson 151). Estrategias complejas de señalización cognitiva son por lo tanto necesarias

para la experiencia de un campo de acción/percepción (el presente) que nos es vedado en este

modo de producción, en el orden simbólico del capitalismo.

Lo que La guerra de los mundos hace entonces no es sino volver accesible a los radioescuchas

quiteños de hace 50 años, y sin la presencia de filtros y mediaciones, la plenitud postergada del

presente y esta resulta tan horrorífica y espeluznante que los habitantes de ese espacio histórico,

de pronto irreconocible, se ven impelidos a huir, despavoridos, de aquella actualidad inesperada y

monstruosa. Lo que se decanta en esta ocasión es ciertamente una “visita inesperada”, no aquella

de extraordinarios seres provenientes del espacio sino la aún más extraña aparición de un orden

temporal distinto.

Por supuesto que esta operación impensada no se lleva a cabo de manera espontánea, y que a

cada paso va escoltada por un acervo de procedimientos narrativos formales que son, en última

instancia, los responsables directos del pánico desatado. No queda espacio aquí para

mencionarlos todos, ni para establecer de manera aproximativa sus mecanismos de

funcionamiento, sólo quisiera registrar la significativa presencia y responsabilidad de la toponimia

como palanca retórica imprescindible para el efecto de realidad desencadenado por el texto

radial. La puesta en escena del guión de Koch ya había ensayado el traslado del peso afectivo

necesario para liberar las fuerzas psíquicas de la experiencia del presente al sustituir el cuidadoso

y abundante registro del entorno rural inglés por aquel de Nueva Jersey. Lo mismo sucedió en

Quito cuando el añejo y distante espacio agreste de Cotocollao se convirtió de pronto en el vértice

sustitutivo que permitió a sus testigos presenciar el tétrico y monstruoso momento en que vivían,

sin la intermediación de los paliativos relatos de una prosperidad distante, situada en alguna

región nebulosa del futuro.

Y así nuevamente llegamos al presente, no ya al de su impensada e improbable aparición sino a la

familiar convención con que nos cobijamos hoy, del futuro. El pánico desatado en Quito hace más

de 50 años, entonces se vuelve fantásticamente pertinente puesto que la interrogante que nos

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asedia ahora no es ya la búsqueda satisfactoria de maneras cada vez más refinadas y modernas

para hablar de aquello que nos pueda resultar oneroso, ya esta búsqueda se ha vuelto un reflejo

intempestuoso que se reactiva periódicamente, como un achaque familiar pero no por ello menos

doloroso, en nuestra vieja coraza nacionalista. No, lo que hoy nos persigue con un descaro

insidioso es el prospecto de que aquel paisaje innombrable que se abrió por pocos instantes

(apenas media hora si seguimos el recuento de Larrea) ante la mirada absorta y aterrorizada de

nuestros compatriotas de hace tanto ya se haya transformado, más allá de toda capacidad de

reconocerlo y de todo intento de exhumarlo, en el conocidísimo lugar común que, con mayor o

menor comodidad, hoy en día habitamos.

II

Modernidades aguerridas.

Los medios han substituido el mundo anterior. Aún si quisiéramos recuperar ese mundo previo

sólo podríamos hacerlo por medio de un estudio riguroso de la forma en que los medios lo han

engullido.

Marshall McLuhan

Tal vez resulte impetuoso proponer el 12 de febrero de 1949 como criterio de periodización

histórico para pensar en la inauguración de un nuevo episteme en nuestra formación nacional,

aunque como modo de seccionamiento y fecha demarcatoria de un nuevo proceso no me parece

menos arbitrario ni menos adecuado a las circunstancias que la fecha que Fernando Tinajero

(1927) postula para hablar del inicio de la modernidad en el Ecuador. Después de todo, no

estamos hablando de hitos inexpugnables ni de rótulos cementados a aquellas grandes estructuras

fundacionales cuya remoción causaría repercusiones significativas sino de la necesidad de teorizar

20

y proponer escenarios para la discusión de algo que bien podríamos llamar una forma social; es

decir, un contenedor para las nuevas formas de sentir el mundo, una horma para retener,

organizar y encaminar el contenido histórico abrumador de una época que se abre ante el país

más como una catástrofe que como una visitación. Estamos desde luego hablando aquí de la

modernidad tanto como sobre la posibilidad (siempre imperfecta y rutinaria) de enunciar la

modernidad mediante un hecho que, retroactivamente y en la imagen misma del síntoma, anuncia

su llegada bastante después de hallarse cómodamente alojada en el corpus social. Ese hecho no es

nada más ni nada menos que la famosa transmisión radial en el Quito de 1949 de La guerra de los

Mundos de HG Wells y la estela de conmoción social que ésta produjo. Tal acumulación de

energías sociales requiere, por lo menos, de la búsqueda de una argumentación lo

suficientemente sensible para integrar a la presión histórica de los elementos culturales

expuestos, la sustanciación de los mismos a nivel expresivo. En otras palabras, una explicación de

la centralidad de estos hechos para la historia, digámoslo así, epistemológica, del lugar, necesita

reunir tanto la proposición sustantiva de los hechos (su nivel empírico) con su construcción a nivel

textual (su nivel narrativo). Sobre la interactividad constante de estos dos elementos y no

únicamente en base a su coherencia programática, residirá la plausibilidad de este recuento.

Interrupción epistémica y duelo

Una de las características más notables de la presentación radial tiene que ver con el hecho de que

su escenificación fue programada expresamente como una interrupción deliberada a un programa

de gran audiencia, la hora de Benítez y Valencia. Según Hugo Garcés Paz, autor de Leyendas y

Tradiciones del Ecuador, la narración radial se inicia con una observación muy curiosa: según “el

boletín informativo del observatorio astronómico de esta ciudad” se observa que la Costa y el

archipiélago están experimentando un período de bajas temperaturas causadas o por la

desviación de la Corriente del Niño o por “influencias planetarias”. El programa habitual vuelve a

los oídos de los radioescuchas, en particular con el bambuco Van cantando por la Sierra. La

canción se ve interrumpida y el locutor esta vez da lectura a un cable de “última hora” llegado

21

desde Londres, en el que se habla de “explosiones” acaecidas en Marte; en seguida se regresa a la

programación normal, esta vez se trata de la presentación musical del aire “El ponchito verde”.

Este es mi ponchito viejo, ayayay Que en la hacienda nuevo está, Este es mi pocho viejo, ayayay Que en la hacienda nuevo está

Ponchito color verde Ponchito de esperanza

Este es mi poncho viejo, ayayay Que en la hacienda nuevo está.

Te botarán, tal vez

Viejo poncho servicial Este es mi poncho viejo ayayay

Que en la hacienda nuevo está. . .

El locutor vuelve a interrumpir, esta vez con un comunicado, desde Washington, que amplía la

información recibida desde Londres. Y el drama empieza a desovillarse. . .

Quiero insistir en la estructura interrumpida de la programación para señalar la porosidad y

reproducibilidad de esta forma. No es que el orden procesal normal se detiene para abrirle paso a

un nuevo contenido, que a su vez hará lo propio con el que le sigue sino que aquí opera de forma

categórica un (des)orden de otro signo. Más bien lo que sucede es que el evento social estalla en

fragmentos y desencadena un efecto de cascada mediante el cual la unidad, digamos “orgánica”

de la narración se torna irrecuperable. En otras palabras: no es la estructura la que se interrumpe,

es la interrupción la que se estructura de manera tal que lo que sobrevenga en los distintos

registros (social, cultural, lingüístico, histórico, etc.) no reflejará desde entonces (pero ese

entonces ya no señala un momento genético sino sólo el detenimiento impositivo de la imagen al

momento de rendir cuentas) nada más que las inserciones ad infinitum de sedimentos impedidos

(en la nueva y única configuración cronológica posible desde entonces, un para siempre) de

alcanzar la plenitud presentista de la que fueron privados por esta catástrofe. Es esa en parte la

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tragedia gigantesca que interpela a los Quiteños de 1949 y que les abre las puertas de una

historicidad arrepentida, o de una expulsión irremediable del Zeitgeist hegeliano. Su estampida

ciega y su furia concentrada no puede entonces sino focalizar su indignación en un objeto

responsable, el diario. De hecho se podría hablar aquí, paradójicamente, de una suerte de

sublimación al revés, en tanto la estampida pública y la destrucción del edificio del Comercio logró

reanudar la inserción ideológica de la muchedumbre con la realidad social (como cruda

escenificación del restablecimiento de una relación causal y dirigida con el mundo). La masa

enardecida logra dos cosas: reconectar (aunque ahora con un nuevo/mismo signo) con una noción

desaparecida (su protagonismo epistemológico) y al mismo tiempo llevar adelante el duelo por la

defunción de la misma.

Lo escatológico de este escenario, su dimensión de finalidad indeclinable, evoca otro evento, de

gran peso apocalíptico en nuestra historia republicana: el ingreso a Quito, precedidos del repicar

de terribles campanas, del triunfante ejército liberal al grito de “ahí viene el indio Alfaro”. Se

produce entonces una recuperación de ese pasado desprovisto de una dimensión simbólica, que

se reitera en estas nuevas circunstancias. Lacan ha escrito importantes páginas sobre la repetición,

sobre el hecho de que, en su propio lenguaje: todo se repite, en una primera ocasión como evento

y en la segunda como símbolo. La repetición es precisamente lo que provee al suceso de

significado, así, la torrente sonora de los campanarios de Quito al anunciar la llegada satánica del

Otro, permitía por primera vez comprender la plenitud de la llegada del liberalismo y de su

revolucionaria carga ideológica, en el seno de una sociedad profundamente conservadora.

Mientras las llamas y las cenizas consumían el edificio de una modernidad que ahora revelaba su

verdadero rostro (no por nada las imprentas y los linotipos, los instrumentos de la reproducción

infinita), y sus verdugos sentían saciada su sed de venganza, el ángel de la historia (el de Benjamin)

revoloteaba entre los escombros y plañía, junto con las campanas de alerta que retocaban por

toda la urbe, puesto que una transformación se había operado, los tonos sonoros que marcaban la

hora (y esto es clave, sin hacerlo) y que ahora lanzaban el grito al cielo, de pronto se habían

convertido en los heraldos de un duelo colectivo.

23

La letra del aire de Benítez y Valencia así adquiere un significado nuevo,

“Este es mi poncho viejo” se refiere entonces a la indumentaria cuasi moderna que en la sección

siguiente nos ocuparemos de describir. “Que en la hacienda nuevo está” alude a la obsolescencia

de la prenda, al hecho de que su edad no es susceptible de ser enmascarada. Ante el embate

avasallador de una realidad en continuo flujo y readecuación, la evaluación de sus méritos como

instrumento para la vida moderna aparece como algo inconmensurable con el presente. Un objeto

destinado finalmente a un determinado apetito de colección histórica. La constatación de que el

poncho aparece como un objeto radicalmente otro, por momentos desechable y aprovechable no

encuentra reconciliación simbólica, no encuentra otra forma expresiva que la lamentación que

remacha ambos enunciados, convertidos por su presencia en fragmentos y en la antesala del

duelo, “ayayay”.

La mención de la esperanza y la evocación nostálgica del espacio de la hacienda aluden así a la

clausura definitiva de una edad histórica y de una estructura temporal devenida arcaica, la

“novedad” es en ese mundo, no el efímero pestañeo de una sucesión indetenible de instantáneas

y revelaciones reprogramables (la modernidad) sino el permanente reciclaje de la identidad

cultural capturada al interior de una particular división social del trabajo (la manumisión andina).

El aire conjura así lo que R Williams llama una “estructura del sentimiento” capaz de transmitir la

intensidad de los dolores de parto de una conciencia que se aventura, de manera titubeante, hacia

la modernidad. La interrupción de esta canción no hace entonces otra cosa que ratificar,

retroactivamente, la estructura partida de una modernidad que se extiende temporalmente en

toda dirección imaginable. Este movimiento se reitera por medio del acompañamiento musical,

vorágine contrapuntal que se recicla incesantemente en la iterabilidad de aquellos acordes que

empezarán a circular en las aguas desconocidas de una colectividad abofeteada por la tormenta

de la modernidad, remecida por la inminencia e ubicuidad del mercado internacional y de los

desplazamientos poblacionales internos y que por lo tanto no puede sino reconstituirse como

cultura (y música) nacional. De ahí la casi inmediata sensación de ambivalencia (contemporánea)

ante la presentación musical de cualquier pieza de ese corte: por un lado la afectación sentimental

de sentirnos transportados al umbral de otra era; por otro, la ineludible certeza de acudir al

protocolo funerario de la/una historia.

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Distracción sensual y revuelta

Walter Benjamin habla de la distracción sensorial que ofrecen las ciudades modernas, de los

apetitos múltiples que éstas despiertan entre quienes se mueven en sus aguas. La distracción no

sólo es un aspecto de la vida urbana, es también una respuesta a sus ensordecedoras y caóticas

pulsaciones, una defensa ante el acoso del desfile interminable de mercancías. Tal vez otra

manera de hablar de los sucesos a los que hacemos referencia es por medio de una re-evocación

por decirlo así, de la recepción radial en la época descrita. Saturados y fermentados de imágenes

visuales, hoy en día se nos hace difícil reconstruir no sólo el escenario sino la textura de la historia

auditiva que impregnaba el seno mismo de una sociedad que redescubría a diario los placeres de

la radio. Me refiero aquí a la existencia de un lenguaje primordialmente aurático, en el sentido

sonoro, del que hoy no podemos sino efectuar su arqueología. Un clima de erotismo ótico

constante cuyo referente contemporáneo obligatorio no sería otro, tal vez (y de manera parcial y

muy limitada), que los servicios de telefonía sexual ofrecidos paradójicamente, por la misma radio.

El radioescucha en Quito a finales de la década de 1940 habitaba un clima de apreciación profunda

de las sutilezas y modulaciones de las que era capaz la voz humana, vivía algo así como una cultura

de la representación sonora. La exploración de formas radiales había alcanzado un refinamiento

perceptivo que se enriquecía a diario con la experimentación al interior de este sorprendente y

moderno medio expresivo. Hablo entonces de la proliferación de un arte vocálico que existía tanto

a nivel de cultivación y práctica docta (pienso aquí también en la ubicuidad de la declamación

como práctica cultural vigente por entonces), como a nivel del desarrollo de una destreza

receptiva por parte de una audiencia instruida tanto en el sonido como en la instrumentalización

del silencio. Un arte que hacía de la dicción, la articulación y la inflexión de la voz un medio para la

creación de mundos.

La expresión radial contribuía adicionalmente tanto a la homogenización de la vida ecuatoriana (a

nivel de lengua, de comportamientos) como a la democratización de diversas formas y actividades

artísticas. La radio por un lado señalaba de forma tajante y reinscribía en el espacio enrarecido de

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las hondas y pulsos eléctricos, la tajante división social a nivel de lenguaje; por otro, mediante esa

misma instrucción posibilitaba la erradicación de esas diferencias e incrementaba el capital

cultural, en este caso, lingüístico de sus partícipes. Este doble movimiento, de captación y

exclusión a la vez, se veía complementado, en el caso del drama radiofónico, por un elemento

nuevo: la extensión del entorno social. El drama radiofónico como ninguna otra forma social libera

energías culturales de insospechada fuerza, uno de sus efectos es el de ofrecer un acceso

irrestricto (imaginativo) a las zonas representacionales invocadas permitiendo así una disolución

parcial de los márgenes sociales. El uso que la sociedad quiteña le da a la radio entonces, se puede

decir que consiste en integrar este medio expresivo (por lo menos este es el caso en la transmisión

motivo de estas líneas) al repertorio de formas perceptivas de la realidad. Este proceso puede así

funcionar como instrumento para la “puesta a prueba” de estrategias culturales (lingüísticas,

sociales) nuevas amén de cómo modo explorativo de mundos y de aspectos de la realidad social

inasequibles desde cualquier otra forma de subjetividad. Lo que estoy describiendo puede

entenderse así como una manera sumamente intensa de entrar en contacto con la radio, algo así,

guardando las distancias, como la absorción actual de niños y jóvenes con el medio de los juegos

electrónicos, una manera de poner en el primer plano de su actividad social y psíquica (y también,

cada vez más, física), la resolución de escenarios a la vez posibles y deseables. Un modo de

socialización que es al mismo tiempo una forma de (des)textualización del presente.

El episodio de la transmisión, en estos términos, transformó de una vez por todas y de manera

irrecuperable, la primacía de este contacto itinerante, reticente y tentativo con la modernidad y lo

convirtió en un rumor de fondo. Este último uso de la radio, absurdamente familiar y conocido por

nosotros hoy en día, esta conversión de la radio de forma de conocimiento a ruido blanco, en

trasfondo indiferente, desencadena aquel horror vacui que adquiere el contorno de una desilusión

perpetrada ante los ojos absortos de un amante. Y ya que he pronunciado la palabra quisiera

reformular este asunto nuevamente dentro de la estructura sentimental de la figura de la traición,

tal vez no hay otra palabra, epistémica, y de la reconquista simbólica de la unidad perceptiva

mediante un acto de venganza. Porque, qué otro sentimiento resulta apropiado para quienes

fueron de pronto y sin su consentimiento, convertidos en objetos de burla de su propia e

irrestricta capacidad de confiar en la permanencia de las formas de la realidad. Lo que queda en

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abundante evidencia, después de que se reconoce la extensión del engaño, sus verdaderas

dimensiones (sin hablar de aquellas que ahora nos ocupamos de develar ) tanto como el fracaso

del ensayo de la modernidad que se perpetraba, de forma subrepticia, por las ondas radiales; es la

imperdonable orfandad referencial que acosa tanto como acusa a los incautos consumidores de

un “guión” fantasma cuya única señal de existencia es el edificio semivacío de una casa comercial

a punto de ser puesta en llamas.

La respuesta parecería entonces de una factura baudrillardiana pura. En el esfuerzo desesperado

de emerger de la simulación, en el intento de compensar por la desaparición de lo real, la sociedad

quiteña decidió en su pánico producir un evento que garantizaría (por su escala y magnitud) no

solamente la existencia de una realidad firme (sobre la cual emprender la siempre atractiva opción

del desquite) sino que confirmaría o ratificaría su propia existencia divorciada de la ficción. En

palabras del propio Baudrillard, “una escalada de la experiencia vivida…una producción, atacada

de pánico, de lo real y de lo referencial”.

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Fotomontaje: Edwin Fuentes.

(Des)centralidad y el regreso de la na(o)ción (des)engañada

El engaño no sólo se opera en este episodio a nivel individual sino como la repetición (fallida) de la

escena primordial de fundación nacional. Me refiero a la Asamblea Constituyente de Riobamba

que optó por darle nombre a nuestro país y que, desechando propuestas como la de “Atahualpa”,

se conformó por la del nombre de una línea simulada sobre un plano imaginario, El Ecuador. La

decisión nominativa emparenta nuestro curioso episodio con el dictamen constituyente a nivel de

forma. HG Wells escribió su famosa novela a principios del siglo XX fundando un género literario

que estrena sus credenciales artísticas (para luego perderlas y volverlas a recuperar en la larga y

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compleja historia transnacional del género) con el nombre de “romance científico”. ¿Cómo más

llamar a nuestra incipiente y recién descascarada nación o cómo llamarla con más justicia sino

como el producto del proyecto romántico/liberal de un grupo de notables que no veían territorio

más fértil para inaugurar el sentido mismo de su “creación” que el del prestigio y discurso

“científico” que sobrevivía en estas tierras desde la llegada de la misión geodésica francesa casi un

siglo en el pasado? Un discurso que había ubicado estas tierras en el centro mismo del mundo,

aunque fuera así sólo en la forma empobrecida del lenguaje de las mediciones. Ciertamente todo

el proyecto nacionalizador, y específicamente todo el largo siglo y pico que nos lleva desde esa

fecha genética hasta el Quito de 1949 había hecho esfuerzos por otorgarle esa misma centralidad

a estas tierras al interior de los propios imaginarios individuales y colectivos, sobremanera en

aquel fuero interno especular que el mismo Althusser designó como el lugar de residencia del

poder en todas sus formas. Así que para esta fecha la centralidad imaginativa del país

aparentemente era un hecho. Pese a o tal vez debido a que, la imposibilidad tácita de “lograr” la

nación permanecía tan lejos del horizonte como el famoso afecto del género pastoral (el romance)

por la búsqueda de lo imposible. Algo que impacta sobremanera al leer los recuentos de los diarios

de la época es la indignación de los residentes de Cotocollao y Chaupicruz quienes juntos a

oficiales, personal de la base aérea “Mariscal Sucre” y la guardia civil, acudieron a observar, contra

toda expectativa o intuición racional, el despliegue mortal y catastrófico de, en palabras de un

periodista, “lo inenarrable”:

Varios jeeps, con oficiales y tropa concurrieron al sitio de la tragedia espantosa y hubo un

verdadero despliegue de fuerzas para contener el avance del peligro denunciado por el locutor de

Radio Quito. Los jefes de la Guardia Civil dijeron que habían acudido a prestar auxilio, ya que el

“monstruo marciano” estaba causando destrozos inenarrables y que ni las fuerzas combinadas del

ejército podían dominar al enemigo que aniquilaría en pocos minutos más toda la población de

Quito. Se organizó en Cotocollao una fenomenal manifestación que protestaba por tan salvaje

broma.

Ya hacia el principio de la transmisión se había informado de la inminente llegada a Quito, desde

Buenos Aires, “En avión expreso, (de) eminentes hombres científicos, con dirección al Ecuador,

donde realizarán sus estudios, en presencia de aquellos cuerpos extraños” (Garcés Paz 80) . Luego

29

será el Alcalde (virtual) de Quito quien, en una lograda reproducción de sus patrones de voz,

señalará que, “es la obligación de la autoridad de este lugar cuidar de la seguridad de cada uno de

vosotros como de la integridad de aquel aparato hacia el cual se dirigen los más altos exponentes

de la cultura mundial, para realizar un estudio prolijo” (Garcés Paz 86) . ¡Es la fundación del

Ecuador de nuevo! La conversión del espacio nacional en área afortunada y la eliminación de la

historia al ser devorada por la geografía. El regreso a aquel momento genético en donde las

bondades nacionales se identificaban, en un solo cuerpo, con el prestigio del discurso científico

que entre sus dones parecía albergar, mágicamente, la capacidad de convocación y el efecto

deslumbrante, la aureola misma, de la legitimidad ante el mundo. En corto, el Ecuador se

convertía de manera acelerada en aquel raro pero valioso elemento, pristino y virginal aún, en

cuya superficie la historia aún estaba por escribirse, en un hallazgo. En parte, esta reinscripción

deseada respondía a la dinámica de recomposición nacional puesta en marcha a partir de la

derrota militar de 1941 y a la búsqueda franca de ficciones nacionadoras capaces de galvanizar el

desfalleciente sentido de identidad patria. Esta había sido la propuesta de Benjamin Carrión

después de todo y la radio parecía construir, ante los sentidos aguzados de sus públicos un nuevo

contexto de renacionación ante el cual curiosos y extraños acudían (vicariamente) a presenciar su

vuelta a la gloria. No hemos olvidado que el 12 de Febrero era para entonces el día del Oriente, el

día de conmemoración de un espacio fabuloso y distante, rememorado por las circunstancias, y

del que, en pocos años Galo Plaza diría que es, en famosa formulación, “un mito”.

Reconstruyamos entonces las dimensiones del engaño: por un lado hablamos de la presentación,

seguida de la remoción, de una centralidad de pronto recuperada y luego distorsionada y vuelta

abyecta a instancias de un programa (la modernidad). Por otro lado el engaño perceptivo, la

confusión deliberada de las categorías constitutivas de la realidad con una diversión: la

trivialización de la experiencia que se suma a un sentido de experimentación fracasada. El

conjunto se puede conceptualizar también a nivel de la metáfora de la guerra. La guerra de los

mundos se libró efectivamente en las calles turbias y apocalípticas de ese Quito lejano, la guerra

de un mundo dividido aunque totalizable que se enfrentaba a mundos fraccionarios y alegóricos;

la guerra de una nación constituyente con una desnacionación en progreso; la guerra de una

lengua marcada de sedimentos y contornos locales contra una lengua gramatical , flexible y a la

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vez inflexible, llena de despeñaderos semánticos aterradores; la guerra de un mundo ótico y un

mundo visual pero ante todo la guerra de una premodernidad estable, sometida a la rutina y

abocada a la contención de una peligro tan inevitable como pavoroso que se enfrenta, (en una

batalla destinada a la repetición continua y a moldear la memoria de una edad perdida) con un

aluvión de contenidos y sucesiones posmodernos que se aprestan a sepultar una determinada

cordura. Entre uno y otro momento la modernidad, como en una pesadilla, al principio añorada y

cercana y luego inexplicablemente ausente, se nos pierde entre las manos. Y es eso, justamente lo

que, ante nuestra indiferente y reconcentrada observación parece suceder, de nuevo, ahora.

Obras Citadas

Baudrillard, Jean. Simulations.

Benjamin, Walter. Selections, Selected Writings. Cambridge, Mass: Belknap Press, 1996

Cantril, Hadley. The Invasion from Mars: A Study in the Psychology of Panic. Princeton, N.J.:

Princeton

University Press, 1940. El mismo estudio también apareció como La invasión desde Marte. Estudio

de la psicología del pánico. Madrid: Revista de Occidente, 1942.

Cantril, Hadley y Gordon W. Allport. The Psychology of Radio. New York: Harper, 1935.

Carrión, Benjamin. Cartas al Ecuador. Quito: Banco Central del Ecuador y Corporación Editora

Nacional, 1988.

Garcés Paz, Hugo. “Una visita inesperada” en Leyendas y Tradiciones del Ecuador. Quito: Abya-

Yala, 1996.

Gramsci, Antonio. The Prison Notebooks. New York: International Publishers, 1971

31

Jameson, Frederic. The Political Unconsious: Narrative as a Socially Symbolic Act. Ithaca, NY:

Cornell UP, 1981.

Jameson, Frederic. “Progress versus Utopia; or Can we imagine the future”. Science Fiction

Studies. Vol 27, Montreal: SFS Publications, July 1982

Klass, Philip.″Wells, Welles and the Martians”. The New York Times. Sunday, October 30, 1988.

Koch, Howard. The Panic Broadcast, Portrait of an Event. Boston, Little and Brown, 1970.

Larrea V, César. “Yo estuve en la guerra de los mundos” en Freire Rubio, Edgar, editor. Quito:

Tradiciones, Testimonio y Nostalgia. Quito: Librería Cima, 1990.

McLuhan, Marshall. Understanding Media: the Extensions of Man. New York, 1966.

Wells, H.G. The War of the Worlds. New York: Random House, 1960

Tinajero, Fernando. Aproximaciones y Distancias. Quito: Planeta, 1986

Notas

1 Ver por ejemplo el sacudimiento institucional que la discusión sobre la historia limítrofe causó a

partir de la firma de la paz con el Perú, un temblor relacionado proporcionalmente a la asiduidad

con la que en el Tercer Mundo se recibe el anuncio de evacuación de formas y prácticas

discursivas de pronto convertidas en ruinas y que, no por perder su funcionalidad nacionadora sus

habitantes (léase intelectuales en el sentido Gramsciano de la palabra) encuentran la forma de

reconvertir o reintroducir estas estructuras (con modificaciones sustanciales) en el seno mismo de

los nuevos debates que se gestan en torno de la cultura nacional.

2 Este rostrum vacui es el mismo rostro impersonal que la radio imagina y perfecciona a la vez; la

posibilidad de pensar un rostro sin facciones constituye la esencia misma de los medios de

comunicación masiva. Algo así, en el medio ecuatoriano decimonónico, como la

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presencia/ausencia de aquellos cadáveres, intencionalmente desfigurados por los bandoleros para

retardar o desviar las pesquisas.

3 No es gratuito que la transmisión radial deliberadamente confunda las voces legitimantes, la

diferenciación entre el “experto” y el promotor de productos es intencionalmente vaga. Esta

confusión se extiende hacia lo social y abre un espacio para la movilidad social (como posibilidad

imaginativa).

4 Los paralelos entre el drama radiofónico y la estética del Nuevo Cine latinoamericano, sobretodo

en su encarnación de los años sesenta y setenta, con la estética del hambre de Glauber Rocha y la

estética de la carencia con la escuela cubana de cine es sorprendente. La radio nunca logró

articular esta “carencia” en forma teórica empero, aunque su inmensa productividad imaginativa,

que persiste hoy en día en las formas mediatizadas y sentimentales de la cultura de la nostalgia ha

sido incorporada en distintos géneros, ver por ejemplo la estupenda producción estadounidense

The Blair Witch Project en donde toda la inmensa potencialidad del conducto imaginativo se

explota paradójicamente, a nivel visual pero fuera de cámara. El efecto ideológico de esta

producción se permite así minar zonas psíquicas premodernas, o por lo menos de una modernidad

congelada y recalentada al calor del terror que despierta hoy en día, en nuestra experiencia

irremediablemente urbana, lo rural.

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Democracia, pasillo y música colombo-ecuatoriana

Oye: bajo las ruinas de mis pasiones Y en el fondo de esta alma que ya no alegras

Entre polvo de ensueños e ilusiones Crecen entumecidas mis flores negras

Ellas son tus desdenes y tus reproches Ocultos en esta alma que ya no alegra

Son por eso tan negras como las noches De los gélidos polos, mis flores negras

Toma pues este triste débil manojo

Que te ofrezco de aquellas flores sombrías Cógelas, nada temas, son los despojos Del jardín de mis hondas melancolías.

Flores negras, Julio Flórez, colombiano

Eliseo Floril, ecuatoriano

La canción popular que precede estas líneas es uno de los lugares en donde se franquea, con

delicia, la línea divisoria entre lo ecuatoriano y lo colombiano. Al igual que la democracia, esta

incursión, entre otras cosas, hace un ejercicio de límites (de recortar lo que existe en exceso y a la

vez de explorar territorios ajenos), esta manera de pensar los márgenes como el lugar donde el

significado emerge (y reaparece, de distinta manera) nos lleva directamente a pensar la

democracia como frontera. El Ecuador es en sí, todo frontera, una línea imaginaria que representa

el margen, el límite, el centro, la mitad.

La democracia, entonces es el sitio liminar (colombo-ecuatoriano) que de pronto aparece, como

un crimen. A manera de una “antigua” serie televisa de los años setenta y ochenta (los años de

consolidación del poder de la guerrilla, los años del boom petrolero, a un lado y al otro), el

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detective es una de sus figuras. Columbo, interpretado por Peter Falk, teniente policial ciclópeo

(con ojo de vidrio) nos puede servir de guía en este misterio de las telecomunicaciones que se

atreve a preguntar lo obvio:

¿Democracia?

Tenemos que proceder de esa misma manera incauta y comedida a la vez, (el estilo de Frank

Columbo) de tal forma que no revelemos demasiado, de tal forma que revelemos sólo lo suficiente

para mantenernos en vilo. Esta es otra figura de la frontera: el vilo, el lugar intermedio entre la

complacencia y la atención, entre la vigilia y el sueño. Una democracia en vilo está pendiente y

expectante, atenta a la llegada del futuro, vigilante de la capacidad desastrosa del presente, alerta

ante la labor legitimante del pasado.

¿En qué consiste entonces el crimen democrático en donde emerge Flores Negras? Podemos

imaginar a Peter Falk en su llegada al Ecuador en el año 1988, para filmar la película (Vibraciones),

esta vez su dramatis personae corresponde a la de un buscatesoros que se interna en el nudo de

Cajas en pos de iluminación y de fortuna. Podemos verlo sitiar la locación con su mirada uniorbital

y su mueca característica que se resiste a mirar arriba, que alude el contacto de la mirada como en

búsqueda de otro sitio, aquel en que se evade y se esconde, el significado de la democracia. En la

cinta, Columbo se ve retratado en un segmento cerca de un paraje en donde aparecen Lisianthius

nigrescens una especie nativa del lugar que tiene, específicamente la siguiente característica: son

flores negras.

Y qué tienen que ver las flores negras de Vibraciones con aquellas, macilentas y temerarias del

pasillo precisamente, de Florez y Floril?

La convención literaria empleada acude a un viejo linaje: la asociación simbólica del resplandor

aurífero del mundo vegetal con su negación en la muerte. Las flores negras son así a la vez el

anhelo del final y el final de un anhelo: de nuevo la frontera; en las llanuras desoladas del más allá

el suspiro del más acá; en los pastos floridos de la pasión humana el espectro oscuro de la

indiferencia. Tal vez esta sea una figura democrática: la concurrencia al mundo, por igual, de

impulsos y fugas sorpresivas.

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El texto del pasillo continuamente apela a imágenes de decadencia: ruina, ilusiones, deshechos,

despojos, noche, plenamente ubicado dentro del contexto modernista y parnasiano de principio

de siglo (al que concurren dos figuras territorializadas adicionales: Medardo Angel Silva, del

costado ecuatoriano, poeta y vagamundo literario de principios del s XX, José Asunción Silva,

colombiano, una de las más sólidas figuras modernistas del continente). Flores negras se ubica así

como texto fundador de un nuevo género poético: la silva colombo-ecuatoriana. Una silva es un

canto de alabanza, tal vez la más célebre en la región, iniciadora de una temática subcontinental,

sea la Silva a la agricultura americana del venezolano-chileno Andrés Bello, del siglo XIX. Bello,

además de poeta fue jurista y es nombrado con justicia como la figura clave para la introducción

en América Latina del código napoleónico, común ancestro de la mayor parte de la jurisprudencia

latinoamericana, incluida la colombo-ecuatoriana. Una pariente de Bonaparte, por otro lado se

desplaza a Haití cuando la media-isla era una colonia francesa, en viaje de distracciones, ahí se

registra su predilección por costumbres africanas (esto se lee en El reino de este mundo, del

Franco-cubano Alejo Carpentier) , como efecto sincrético entonces, posiblemente gustará de

rodearse de flores negras.

Pero regresemos a la silva colombo-ecuatoriana, ¿en qué consiste?

En una formación florídica literaria fundamentalmente, compuesta de un escenario fronterizo (la

alcoba, por ejemplo, el cementerio) y una melancolía democratizante. El sentimiento de pérdida

es un factor fundamental, pero específicamente se trata de la pérdida de algo que nunca fue.

Como las flores negras, que ocurren en la naturaleza muy raramente. Como la democracia,

excepcional y distante nuestra.

Tras décadas y casi siglos de experimentos con la democracia tendemos a experimentar su

presencia como una variante de lo improbable. Aunque la buscamos mayormente en su forma

pura. ¿Qué significaría pensar en una Democracia fronteriza?

El florón está en mis manos Gaitán y Velasco Ibarra, Aguinaga y Maturana, las monjitas carmelitas, se fueron a Popayán ( que

ha sido tierra fronteriza, históricamente, perteneciendo ya a Colombia, ya al Ecuador) en el

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famoso juego colombo-ecuatoriano, El florón. Que con toda seguridad el poeta Julio Flórez tenía

en mente (allá lejos donde solemos ubicar a la democracia) cuando pensó en poner letras a un

sentimiento fronterizo, el de flores negras.

El ecuacolumbolei es otro juego colombo-ecuatoriano, ecua-columbo-volei. El juego se basa en

una diversión primitiva jugada en una cancha dividida por una red, entre dos equipos de seis

personas cada uno. En esa versión, los jugadores rebotaban la pelota de sus extremidades en

golpes secos (tres por bando) con el objeto de provocar una falta de respuesta de su adversario.

En el ecuacolumbolei, más económico, los equipos se reducen a tres por lado, y además acumulan

epítetos, utilizan la red como aliado, es un juego de límites, de motes: el volador, el ponedor, el

servidor. Atrás , en la pizarra donde se lleva la anotación, en la frontera entre Tulcán e Ipiales

(donde vivió buena parte de su vida Juan Montalvo, otro escritor columbo-ecuatoriano, orfebre

del más fronterizo de todos los tropos literarios: la invectiva) se juegan animadas partidas entre

tonadas musicales diversas, entre las que figura, de contrabando, el pasillo.

De mis manos ya pasó.

Pero la tierra fronteriza más pura, sin dudas, es Pasto, otro territorio poli(geo)grafo. Pasto pasó del

Ecuador a Colombia, pero siempre regresa en forma de bromas. Más que una región telúrica,

Pasto es un sitio turístico columbo-ecuatoriano, visitado sinnúmeras veces en la imaginación y por

la lengua. En él se mezclan la arepa y el llapingacho, el paisa y el longo, el norte y el sur, tumaco y

borbón, derecha e izquierda, vida y muerte. Pasto se relaciona con la democracia de dos maneras:

a) al recluir en su vasto reservorio a la ingenuidad de la que nos pensamos inmunes nos libera del

infortunio de sabernos insuficientes para el desafío que nos presenta el Otro y,

b) al señalar los límites internos de la representación, alude indirectamente a nuestra propia

condición pastuza, se empastuza a la democracia por así decirlo, que es otra manera de decir que

la democracia desde la pastucidad se convierte a la vez en sujeto y objeto. Objeto de nuestro

resentimiento y temor, sujeto columbo ecuatoriano.

38

¿Y si la democracia fuera el resultado de una colaboración colombo-ecuatoriana?

El mundo árabe designaba con el nombre de bereberes a las tribus nómadas y rebeldes que

resistían su poder. La palabra significa hablar de forma bulliciosa y confusa. Más tarde, Roma

adaptará la designación para nombrar a todos quienes no fueran ciudadanos. Para el siglo XVI la

denominación se abre paso en Europa con la forma bárbaro. Para los griegos la palabra retiene su

asociación lingüística y significa aquel que no habla griego. Para entender su uso en Roma

tenemos adicionalmente que pensar en la palabra nación que se deriva de una raíz latina que

significa nacer, aparecer a la vida. Una nación es así un agregado de seres humanos asociados por

una común ascendencia, lenguaje e historia , que forman un pueblo y que generalmente se

organizan en una unidad política y ocupan un territorio. A medida que la historia se desovilla, la

palabra bárbaro se asocia casi exclusivamente con las naciones bárbaras del norte que

eventualmente derrocarían el imperio (la palabra aparece en boca de los geógrafos árabes

también para designar a los grupos indómitos del norte de África, ¿por qué esta asociación

histórica del norte con la barbarie podría preguntarse?) romano. Así, una nación se convierte en lo

que aún es hoy en día: un estado organizado que excluye al foráneo; más que eso, el extranjero

representa la mayor amenaza para la nación, sin un extranjero peligroso, no puede haber nación.

Esta es la frontera de lo fronterizo: el pensamiento absolutista y excluyente, el discurso monolítico

del poder y de la oficialidad. Una nación que se define exclusivamente en relación con el

extranjero depende del extraño para su existencia misma. A medida que declina la nación, la

importancia del extranjero crece hasta eclipsar a la nación misma. Una democracia, un gobierno

de ciudadanos, voluntariamente se convierte en una barbarocracia, un gobierno de bárbaros.

El poeta griego Konstantine P Kavafis, escribiendo en 1863, sobre la caída de roma enuncia lo

siguiente:

Por qué el repentino desconcierto, la confusión? (qué adustas de pronto las caras de la gente)

Por qué se vacían con tanta velocidad las calles y las plazas,

39

Todos rumbo a casa, perdidos en ensueños? Porque la noche ya ha caído y los bárbaros no llegan

Y algunos de nuestros hombres recién llegados de la frontera dicen Que ya no existen bárbaros

Y concluye:

Qué nos sucederá ahora, sin bárbaros? Esa gente era una suerte de solución

Pasillo (¿dónde está la democracia?)

La frontera colombo-ecuatoriana no tiene letreros y prohibiciones, ingresan ahí hombres y

mujeres como a una casa de comida, para probar, para sentarse, para respirar la espera previa a la

llegada del plato principal. Para conversar sin atenuar los bien marcados acentos, los mordiscos al

aire de Colombia-andina, el rastrillo del paladar de los andes ecuatorianos. La frontera es un lugar

en donde la barbarie es una condición interior de los individuos, una característica profunda que

no es motivo de vergüenza, sino de reflexión. En la frontera colombo-ecuatoriana, el pasillo es una

forma musical de gran interés, nacido del fado portugués y replanteado en este espacio ambiguo

como materia, su vocación es el no espacio, no en vano su nombre evoca una heterotopia en la

vivienda, la diversidad y excentricidad del no-lugar que es el corredor, el pasillo. Tal vez ahí esté la

democracia, en ese no lugar que es la frontera, en esa indeci(di)ble extrañeza y cercanía donde

florecen las flores negras.

40

41

El cine después del cine: filme y música global A principios de los años noventa se había sentenciado la muerte del cine latinoamericano. Ese cine

?considerado en su conjunto? había, prácticamente, desparecido de los festivales de alto nivel, de

aquellos considerados clase “A” (Cannes, San Sebastián, Venecia, Berlín). La ola del Nuevo Cine

Latinoamericano había pasado mientras el zeitgeist mundial se apartaba de los temas

comprometidos con el cambio social. Los países del sur del continente americano que habían

destinado fondos para la creación cinematográfica comenzaban a retirarlos o a reducirlos

drásticamente, apremiados por agendas neoliberales. La crítica especializada mundial re-descubría

el Oriente, sobre todo Irán y la China, donde los directores creaban un lenguaje cinematográfico

distinto. Mientras el cine latinoamericano, innovador en las tres décadas anteriores, reciclaba y

agotaba una cinematografía convertida en fórmula.

El “gran” cine latinoamericano, aquel que adoptó al neorrealismo como una postura ética y no

sólo estética y que ayudó a teorizar sobre un tercer cine desde las pantallas, se redujo a unos

cuantos nombres. El cine que había sobrevivido era un cine de autor, un cine que rompía con los

planteamientos que hicieran esos terceros cines en su momento más contestatario.

Paradójicamente, los directores que habían optado, en los sesenta y setenta, por oponerse a un

régimen de cine que seguía un modelo europeo estetizante para “transferir la agencia individual

del autor a mecanismos que propiciaban modelos cooperativos”2 se habían convertido en íconos

autorales. Ripstein en Méjico, Solanas en Argentina y Alea en Cuba, reconocidos por sus posturas

anti-establecimiento, habían sido construidos en el mercado global como autores nacionales,

especialmente a través de los festivales de cine internacionales, que tienden a privilegiar lo autoral

en representación de lo nacional (D’Lugo, 110). Pero eran figuras aisladas: sobrevivientes en una

época en la que se habían cerrado la gran mayoría de cines a nivel continental y en la que el

público había virtualmente abandonado las pocas salas 3que aún existían.

¿Qué ocurrió entonces entre esos primeros años noventa y los principios de ésta década para que

el crítico del Village Voice de Nueva York, en la primera edición de junio del 2004, hable de una

corriente subterránea de cine latinoamericano en el último festival de Cannes? ¿Por qué se

considera a directores latinoamericanos para dirigir grandes Blockbusters de Hollywood o estos

42

compiten por el Oscar (y ya no bajo la rúbrica de película extranjera)? O, por decirlo de otra

manera, ¿quiere decir lo mismo Cine Latinoamericano ahora que hace tres décadas?

Las palabras ya no significan lo mismo, aunque, gracias a lo que fueron, persisten en querer decir

algo. El cine latinoamericano ya no es un lenguaje sino un alfabeto. Un alfabeto que se puede

reconocer a nivel mundial. Si antes ?las películas que recibieron mayor reconocimiento y

distribución a nivel internacional? empleaban un lenguaje de denuncia, sus letras aún siguen

formando las mismas palabras: miseria, caos y violencia. Sólo que, para mantenerse con vida, sus

creadores han modificado su sintaxis y ahora emplean verbos intransitivos.

El cine a nivel mundial se ha transformado en la última década: las reglas del juego cambiaron (la

aparición de los multiplex y de grandes conglomerados globalizantes que producen y distribuyen

películas a nivel mundial); nuevos géneros se han establecido (el cine-arte ahora es un género más

y no algo distinto al cine comercial, gracias a un gran público cautivo a nivel mundial); las técnicas

vanguardistas del cine experimental circulan ahora dentro del cine de masas y son de fácil lectura

para un público habituado a ellas a través del video-clip y de apropiaciones hechas por la

publicidad o la TV; mientras el cine digital ha obligado a varios cuestionamientos prácticos y

teóricos; la aparición del concepto de globalización dentro del campo de los estudios de cine por

ejemplo. Como señala Toby Miller, lo que resulta interesante sobre la globalización es que todos

sus teóricos ponen a la cultura al centro de su discusión,

Al igual que hemos visto a la manufactura huir del Primer Mundo, cuando el empleo dependía del

sector de servicios, mucha producción cultural se ha relocalizado alrededor del mundo y puede

continuar haciéndolo a nivel de creación, marketing e información (377)

Quisiera sugerir que, y sin olvidar que el cine está íntimamente ligado al mercado, el nuevo fraseo,

de un cierto tipo de cine latinoamericano, tiene mucho que ver con estrategias comerciales de co-

producción o de distribución a través de las “grandes ligas” de los conglomerados multinacionales.

Estoy hablando del cine cuyos temas son “universales” pero que mantienen una dosis de “sabor

local”. Películas pensadas, no sólo para consumo interno, sino para una audiencia global. Si

seguimos el argumento de D’Lugo, para que los creadores del cine latinoamericano sobrevivan

43

creativamente tienen que convertirse en mediadores entre el negocio y el arte cinematográfico,

“se encuentran forzados a negociar sus propias visiones artísticas y políticas de acuerdo con la

demanda comercial de los arreglos financieros relacionados con el cine global” (103). Teniendo

esto en cuenta pienso que hablar de una nueva figura dentro de los estudios de cines nacionales

sería válido: hablar de un World Cinema, sobre las que estas presiones económicas y creativas se

ejercitan y que recorren el mapa global tanto en oriente como en occidente en los países del

Tercer Mundo. Al considerar esta categoría el estudio de los “otros” cines se enriquecería pues,

como ha señalado Higson, al hablar solamente de cines nacionales se termina valorando el

concepto de nación sobre cualquier otra consideración,

El concepto de cines nacionales es claramente una ayuda de clasificación taxonómica, una manera

convencional de referencia dentro de los complejos debates sobre el cine, pero el proceso de

etiquetar siempre involucra un grado de tautología. Se fetichiza lo nacional antes que describirlo

simplemente, así se erigen fronteras entre películas producidas en diferentes estados-nación a

pesar de que pueden tener mucho en común. Esto puede terminar oscureciendo el grado de

diversidad cultural, intercambio e interpenetración que marca tanta actividad cinematográfica.

(64)

Si aceptamos que esta categoría existe entonces miraremos a películas como Amores Perros

(Iñárritu, 2000), Cidade de Deus (Meireles, 2003) o La virgen de los sicarios (Schoderer, 2001) no

sólo bajo las consideraciones de autenticidad, veracidad o identidad (conceptos ligados a los cines

nacionales) sino, que, podremos ver conexiones trasnacionales entre estas y la estética,

producción o distribución de otras películas, producidas en otros continentes, y que también

entrarían bajo esta categoría. Así complicaríamos la lectura de estas cintas, agregando

consideraciones de producción, distribución y recepción y nos aliaríamos al planteamiento de

Higson de que no se puede asumir que el cine y la cultura cinematográfica están limitados por el

estado-nación, “las complejidades de la industria fílmica internacional y los movimientos

transnacionales de capital financiero, directores y películas anulan esa única lectura” (p.73).

Establecer esta categoría también nos permitirá evidenciar que no hay una sola manera de

“hacer” cine en el Tercer Mundo: que no existe un solo Cine Latinoamericano. Ya en los sesenta,

44

setenta y ochenta, el Nuevo Cine no fue la única propuesta Latinoamericana, ni el World Cinema

será ahora la norma para el cine continental.

World Cinema-World Music

La idea del World Music o músicas del mundo nace en los años 80 cuando las grandes

multinacionales, Sony, BMG y Polygram, se consolidan y redefinen sus estrategias comerciales y

algunas pequeñas compañías independientes, graban ?gracias al abaratamiento de costos y de

avances tecnológicos?músicas locales que las grandes multinacionales habían ignorado. Para

principios de los años noventa la industria masiva del disco comienza a prestar atención a estas

músicas que, después de una década, ya están posicionadas en el mercado. La categoría World

Music nace entonces como una categoría oficial de la industria musical con datos de producción y

consumo y listados de Top Ten. Una categoría que, con vistas al gran mercado y ya incorporadas a

las listas de producción de las grandes multinacionales, “modifica” la música para que ésta

satisfaga ciertos valores estéticos occidentales considerados universales: o sea, ecualizan y

homogenizan a la música. Como dice el musicólogo Gonzalo Abril,

La categoría de ecualización, por ser una categoría que procede de la técnica de sonorización, me

parece interesante para referirse a los patrones de homogeneización y de reducción de las

diferencias culturales en el ámbito de la cultura sonora...estos estándares sonoros, los que afectan

a cómo suenan los clavecines o las coras en las reproducciones electrónicas actuales, suponen

también expectativas receptivas. Los oyentes nos acostumbramos a escuchar de una cierta

manera, esto genera ciertos formatos de escucha que ya hay que ver desde el punto de vista de la

lógica de la funcionalización industrial y mercantil, de esto que llaman los norteamericanos la

commodity, que a su vez retroalimenta ciertas demandas por parte de los públicos. Si uno escucha

de pronto una grabación de una cora o de un clavecín por debajo de ese volumen estandarizado,

le parecerá que no suena bien, que suena poco. A través de los procedimientos de grabación se

han introducido estándares comerciales que indudablemente han dejado algo atrás, han excluido

algo.

45

O, por decirlo de otra manera, al escuchar una música “autóctona” no-ecualizada el estándar

estético internacional no será satisfecho. Este es un estándar de internacionalización del sonido

que también involucra la utilización de escalas y tonos preponderantemente euro-americanos, al

igual que armonías e instrumentos electrónicos.

Otro elemento que también interviene en esta “universalización” es la racionalización del

producto cultural, esto es, lo estético y lo económico ligados inexorablemente a la noción

Weberiana de producción; pues, se presta especial atención a la eficiencia económica y al control

técnico sobre cualquier otra consideración de espacio o tiempo. El resultado, en el caso del World

Music, es un sonido impecable, sólo alcanzable a través de tecnología de punta, de tecnología “hi-

tech”, difícilmente accesible a los músicos y estudios de grabación del Tercer Mundo pero no de

las multinacionales, que envían a sus músicos a grabar a Nueva York o Tokio. Y que convierten esta

música a una norma universal de lo que debe esperar el público.

Los críticos de este tipo de música cuestionan la ideología World Music que, debido a la

intervención de la empresa transnacional, crea un efecto socio-estético sobre la música al reiterar

un exotismo antiguo sobre el producto final; a la vez que la presenta como universal. Pero,

mientras se mercadea al World Music como universal, también se enfatiza su diversidad, pero

encuadrándola dentro de estructuras de jerarquías sociales. Como dice Joseph Martí,

Estamos hablando de unas músicas que se entienden formando parte de un gran paquete de la

producción simbólica del tercer mundo ?dentro de nuestra clásica perspectiva evolucionista

entendido pues como subdesarrollado?, de unas músicas que merecen todo nuestro paternalismo

?están en vías de extinción? y que por todas estas razones y por mucho que las celebremos,

siempre ocuparán en nuestra escala de valores una posición de inferioridad.

Y, al ser productos de países subdesarrollados, también serán productos considerados

“auténticos”. Otra consideración que hace Ana María Ochoa es que,

Las músicas del mundo crean su experiencia de autenticidad a través de medios simbólicos cuya

diferenciación depende vitalmente de una construcción en la cual se borran las diferencias

originales (...). En este escenario las fuerzas y procesos de producción cultural se dispersan y se

46

rompen sus referencias a cualquier tiempo y lugar, aun si precisamente las tradiciones locales y la

autenticidad es el principal producto que está vendiendo la industria del entretenimiento global.

Así, desde esta lectura, world music aparece como el paisaje sonoro de un universo que bajo toda

la retórica de raíces, ha olvidado su propia génesis: las culturas locales.

Al hablar de un fenómeno llamado World Cinema, estaríamos efectuando una transposición del

mercado del disco, al mercado cinematográfico. Al emplear este término, estaríamos hablando de

un cine “de calidad” (con consideraciones de “ecualización”, “universalidad”, “subdesarrollo” y

“autenticidad” de por medio) producido en Asia, África y América Latina para el resto del mundo,

o sea para el mundo occidental, que es el que controla el mercado de distribución a nivel global.

Sería el equivalente a un sello de aprobación por la industria cinematográfica hacia un cine

producido fuera de sus fronteras físicas pero no estéticas ni narrativas; pienso en, Cidade de Deus ;

Monsoon Wedding; Crouching Tiger, Hidden Dragon.

El World Cinema funcionaría como una construcción discursiva con valor heurístico, pues al

imaginárnosla, movilizamos ciertos temas específicos que nos interesará cuestionar, como ciertas

estrategias comerciales e ideologías estéticas. Al existir esa categoría, se cierne, si se quiere, el

afrecho de la harina. El polvo blanco, la materia procesada y aséptica, sería lo exportable de

América Latina, Asia o África y no el afrecho. Lo que se distribuye a nivel continental y mundial, lo

que cosecha premios y honores y que lleva nombres y apellidos de directores que luego, y no

como regla general, entran a producir películas para Hollywood. Cuarón pasó de Y tu mamá

también a dirigir la última entrega de Harry Potter; González Iñárritu dejó atrás Amores Perros

para filmar 21 Gramos; Guillermo del Toro luego de Cronos dirigió El espinazo del Diablo.

El World Cinema sería, pues, un cine autoral con estatus universal. La elipsis que nos lleva hasta

acá involucra la lectura que los críticos culturales dan al creador como individuo. Se celebra la

trascendencia del autor a su medio social pues existe una disposición estética que localiza al “gran

arte” como universalmente “grande”, esto es, indistintamente de la época, el lugar o los distintos

públicos que lo consumen. Sería pues un cine de “temas universales con cierto sabor local”,

entendible para todos, pues al separarlo de lo cotidiano, de una lectura específica, tenderá a la

generalización, donde lo universal funcionará como alegoría o símbolo que servirá de pretexto

47

para llevar a cabo una reflexión amplia sobre problemas generales: la delincuencia, las drogas, las

desigualdades sociales, vistas como parte de la naturaleza humana, vistas como inevitables. Pero

ligadas específicamente a América Latina. Si los temas tratados son universales, las narrativas

empleadas también se acercarán a un registro identificado con lo universal: vendrán de géneros

reconocibles; sus personajes saldrán de la tradición del film noir, del género de acción, del

bildungsroman o coming of age story.

El proceso de universalización que lleva a cabo el World Cinema no habla sólo de un protocolo de

lectura sino de un planteamiento estético de calidad ligado a los modos dominantes de la industria

cinematográfica. O sea, a altos estándares de producción, equivalentes a una enorme inversión de

capital. Estándares que no existen en el vacío, pues, como señala Wayne,

Los costos de producción en la industria fílmica norteamericana fueron deliberadamente

aumentados como una estrategia por parte de las grandes empresas para liquidar a la

competencia y asegurarse un público que igualaba cine de “calidad” con altos presupuestos y a la

visibilidad, también, de altos valores de producción.

Si este es el cine dominante ?en sus manifestaciones de cine comercial masivo o en su variante de

cine arte? el público esperará ver estos valores de producción para igualarlos con el concepto de

un cine de calidad. Sin embargo, no son conceptos inamovibles. Existen procesos de cambio que

operan también dentro de los principios estéticos del cine dominante, principios que están ligados

al campo semántico de lo que circula en lo que Arjun Appadurai llamaría nuestro mediascape o

campo mediático y que está conformado, tanto por “la capacidad de producir y diseminar

información como por las imágenes creadas a través de los medios”. Cada época estará marcada

por un mediascape específico. Nuestro mediascape actual permite los juegos postmodernos de

acercamiento a distintas tradiciones y géneros y a su eventual ruptura o apropiación. El World

Cinema sería una manera de posicionar a América Latina en un espacio reconocible para el gran

público, un espacio que está aún por explorar.

Notas

48

EN ZUZANA PICK, THE NEW LATIN AMERICAN CINEMA: A CONTINENTAL PROJECT, PG. 39.

3 SEGÚN LAS CIFRAS MANEJADAS POR OCTAVIO GETINO EL PÚBLICO DE CINE EN AMÉRICA LATINA

Y EL CARIBE BAJÓ DE APROXIMADAMENTE 850 MILLONES DE ESPECTADORES EN 1979 A 450-500

MILLONES UNA DÉCADA DESPUÉS.

ALFONSO CUARÓN DIRIGIÓ LA ÚLTIMA ENTREGA DE HARRY POTTER E IÑÁRRITU 21 GRAMS, POR

NOMBRAR ALGUNOS.

MEIRELES, DIRECTOR DE LA PELÍCULA BRASILEÑA CIDADE DE DEUS, COMPITIÓ BAJO LA

CATEGORÍA DE DIRECTOR EN LAS ENTREGAS DEL 2004.

LA COMPAÑÍA DISNEY ES DUEÑA DE LAS PRODUCTORAS Y DISTRIBUIDORAS: BUENA VISTA,

HOLLYWOOD PICTURES, TOUCHSTONE, WALT DISNEY PICTURES Y MIRAMAX (LA DISTRIBUIDORA

DE CIDADE DE DEUS); DE LOS CANALES DE TV, CABLE Y SATÉLITE: ABC, A & E, DISNEY CHANNEL,

LIFETIME Y CANALES DE TV LOCALES (EEUU); DE LOS PERIÓDICOS Y REVISTAS CAPITAL CITY Y LA

CASA EDITORIAL HYPERION BOOKS.

LA UTILIZACIÓN DEL MONTAJE O LA YUXTAPOSICIÓN DE DIFERENTES MATERIALES TEXTUALES; LA

AMBIVALENCIA DEL SUJETO; LA FASCINACIÓN POR LA PROPIA EXPERIENCIA DE LA MODERNIDAD Y

UNA TENDENCIA A LA AUTO-REFLEXIÓN ACERCA DEL PROPIO ESTATUS DEL ARTE. ESTAS

ESTRATEGIAS PLANTEAN UNA REESTRUCTURACIÓN DE LA PERCEPCIÓN QUE EL PÚBLICO GLOBAL

ACTUAL NO TENDRÍA NINGUNA DIFICULTAD EN INTERPRETAR PUES LA PROPIA CULTURA DE

MASAS HA SIDO INUNDADA POR ESTA TÉCNICAS SOFISTICADAS. PIENSO, POR EJEMPLO, EN LA

APROPIACIÓN DE TÉCNICAS SURREALISTAS PARA LA PUBLICIDAD, INTEGRANDO EL ARTE DE

AVANT-GARDE A NUESTRA COTIDIANIDAD PERO BAJO TÉRMINOS CAPITALISTAS (DE VENTA DE

MERCANCÍAS) LA POSIBILIDAD DE LECTURA DE ESTAS “DISTORSIONES” EN LA NARRACIÓN

AUDIOVISUAL NO ES SÓLO UNA CUESTIÓN DE EDUCACIÓN CULTURAL SINO DE INFRAESTRUCTURA

A NIVEL DE DISTRIBUCIÓN Y EXHIBICIÓN QUE, COMO DIRÍA WAYNE, “IMPULSARÍA LA

COMPETENCIA CULTURAL (O LA POSIBILIDAD DE CONSUMIR CIERTOS BIENES) AL TERRENO DE

DISPOSITIVOS CULTURALES (QUE LLEVARÍA ESA COMPETENCIA A CIERTOS HÁBITOS DE CONSUMO

SISTEMÁTICOS).

49

TRADUCCIÓN MÍA.

ENTREVISTA CON BERTA NAVARRO, PRODUCTORA DE, ENTRE OTRAS PELÍCULAS, Y TU MAMÁ

TAMBIÉN (CUARÓN, 2002); GUAYAQUIL, 2004.

TRADUCCIÓN MÍA.

QUISIERA SEPARAR EL CONCEPTO DE WORLD CINEMA, COMO LO SEGUIRÉ EMPLEANDO, DE LA

IDEA DE UN CINE MUNDIAL QUE ABARCARÍA LA PRODUCCIÓN DE LOS DISTINTOS PAÍSES QUE

PRODUCEN CINE. EL WORLD CINEMA ESTARÍA ÍNTIMAMENTE LIGADO AL CONCEPTO DE WORLD

MUSIC, COMO SE VERÁ MÁS ADELANTE.

LOS CINES PRODUCIDOS EN EL TERCER MUNDO.

TRADUCCIÓN MÍA.

TRADUCCIÓN MÍA.

VER “BEYOND THIRD CINEMA, THE AESTHETICS OF HYBRIDITY” DE ROBERT STAM PARA UNA

DISCUSIÓN SOBRE CINES ALTERNATIVOS. TAMBIÉN EL NÚMERO MONOGRÁFICO DE MAYO DEL

2004 DEL LATIN AMERICAN JOURNAL OF CULTURAL STUDIES, DONDE UN DOSSIER DE ESTUDIOS

MONOGRÁFICOS ( RUÉTALO, TIERNEY, ALEMÁN) ANALIZAN LOS “TRASH CINEMAS” DE AMÉRICA

LATINA.

PIENSO EN LA CIÉNAGA O LA NIÑA SANTA DE LUCRECIA MARTEL (CINE EXPERIMENTAL-

COMERCIAL), EN SILVIA PRIETO (CINE “LOCAL”), EN LAVOURA ARCAICA (CINE-ARTE), ALEGRÍA DE

UNA VEZ DE MATEO HERRERA (VIDEO-DIGITAL).

CON SEDE EN EEUU, EUROPA Y JAPÓN.

CUANDO SEGUN EL ETNOMUSICOLOGO, BERNARD LORTAT-JACOB, "LA MUSICA NO ES UN

LENGUAJE UNIVERSAL... DEBIDO A SU CARACTER EMINENTEMENTE CULTURAL, DE SUS

DIMENSIONES ESTETICAS PROPIAS, DE LA DIVERSIDAD DE SUS EXPRESIONES Y, SOBRE TODO, DE

50

LA VARIEDAD DE CODIGOS QUE UTILIZA, LA MUSICA NO TIENE NINGUNA VOCACION HACIA LA

UNIVERSALIDAD".

NO ESTÁ DEMÁS LLEVAR A CABO UNA ANALOGÍA PSICOTRÓPICA, LA COCA SERÍA LA MATERIA DE

EXPORTACIÓN ?CON TODO EL GLAMOUR QUE LA ACOMPAÑA EN EL IMAGINARIO MUNDIAL?

MIENTRAS EL DESECHO TÓXICO, LA BASE, Y SUS EFECTOS NEFASTOS SERÁ LO QUE QUEDE EN EL

CONTINENTE. EL MUNDO “EROTIZADO” DE LA DROGA TIPO “A” SERÁ LA QUE EXPERIMENTEN LOS

PÚBLICOS GLOBALES.

Obras Citadas

Abril, Gonzalo, “World Music, ¿El folklore de la globalización’” en Revista Transcultural de Música.

Appadurai, Arjun, “Disjuncture and Difference in the Global Cultural Economy”. Public Culture 2,

Spring 1990.

D’Lugo, Marvin. “The new identity of Latin American Cinema” en Rethinking Third Cinema.

London: Routledge, 2003.(p.103-125)

Getino, Octavio. Tercera mirada: panorama del audiovisual latinoamericano. Buenos Aires: Paidós,

1996.

Higson, Andrew. “The Limiting Imagination of National Cinema” en Cinema & Nation. New York:

Routledge, 2000. (p. 63-73)

Lortat-Jacob Bernard, “Musiques du monde: le point de vue dún ethnomusicologue” en Revista

Transcultural de Música

Martí i Pérez, Josep, “Música y etnicidad: una introducción a la problemática” en Revista

Transcultural de Música.

51

Miller, Toby “Hollywood and the World” in The Oxford Guide to Film Studies. Oxford: Oxford

University Press, 1998.

Ochoa, Ana María, “El desplazamiento de los discursos de autenticidad: una mirada desde la

música” en Revista Transcultural de Música.

Pick, Zuzana. The New Latin American Cinema: A Continental Project. Austin, Texas: U. of Texas

Press, 1993.

Smith, Paul Julian. Amores Perros. London: BFI, 2003.

Stam, Robert “Beyond Third Cinema, the Aesthetics of Hybridity” en Cinema & Nation. New York:

Routledge, 2000. (p.31-48).

Wayne, Mike. Theorising Video Practice. London: Lawrence and Wishart Limited, 1999.

52

Una vasija proustiana: En busca del tiempo perdido y una noche Chez Guayasamín

Vasija de barro es un texto legendario para el Ecuador.

El texto se compuso hace más de 50 años en Quito, en una reunión en la casa de Oswaldo

Guayasamín a la que asistieron varios artistas e intelectuales de la época. Con frecuencia se citan

como pre-textos (en rigor, los materiales que precedieron el acto creativo) la presencia de un

misterioso lienzo y un giro de la conversación que tocó las antiguas prácticas precolombinas de

sepultura. A partir de entonces emerge la sugerencia de aprovechar la presencia de algunos

poetas en la reunión para generar un texto (“a cuatro manos” dirá después Hugo Alemán)

colectivo.

Los versos se fraguan y finalmente el anfitrión trae un gran libro empastado para registrarlos en

una página en blanco a su final: se trata de Du cote de chez Swann , la primera parte de En busca

del tiempo perdido de Marcel Proust. Vasija de barro se presenta así, genéticamente, como la

continuación de En busca del tiempo perdido.

Existe pie para afirmar aquello a partir de la constatación hecha hace más de 50 años por Robert

Vigneron en un artículo de Modern Philology en donde demuestra, mediante el recurso a la

correspondencia de Proust, que el final del primer volumen fue obligado por su editor que

señalaba que el material para el primer volumen era demasiado copioso y que debía hacer un

quiebre antes de lo previsto. Anthony R Pugh, en un artículo reciente (2002) en la misma revista

refuerza el postulado y presenta nueva evidencia para su confirmación. La “continuación”

ecuatoriana de obras prestigiosas de Europa continental no es novedosa, el caso de Cervantes y

Montalvo, a propósito del Quijote es un claro ejemplo, podría también hablarse de Chateaubriand

y Juan León Mera y ahora de Proust y el cuarteto de poetas ecuatorianos. Lo que tienen en común

estas experiencias es una demostración de la transportabilidad de “dispositivos cognoscitivos” o

mecanismos de traslado de giros en la percepción de la realidad existente. En efecto la sociedad

ecuatoriana de principios de 1950, el advenimiento de la “pax americana” introducida por Galo

Plaza más la efervescencia generada en torno a los primeros populismos y la conciencia nacional

53

escindida por la nueva retórica de la inaplicabilidad del protocolo de Rio de Janeiro contribuyen

todos a la generación de una nueva y original respuesta histórica a las circunstancias: una

textualidad distinta y dúctil en la captación de los nuevos deseos sociales. Vasija de barro se sitúa

así entre lo que Wilma Granda llama el pasillo poético, que emerge con el primer soplo

modernista, en colaboración con los compositores de su momento y el pasillo de cantina o

populista, ya camino a la masificación del problema del desplazamiento rural-urbano y a su

elaboración específica de la nostalgia. Vasija de barro presenta pues un paradigma, a la vez la

culminación de una tradición (de colaboración y colectivismo, de tratamiento poético de la

realidad) y el inicio de otra (la nacionalización de una temática y su diseminación masiva). La

peculiaridad de su estructura temporal señala, a nivel de la forma, su dubitación entre dos

tiempos: por un lado el tiempo mítico y heroico del pasado, por otro, la vacuidad e inseguridad de

un presente tumultuoso y en crisis. Los acordes de la brillante adaptación musical de Benitez y

Valencia retienen los ecos, a nivel rítmico, de aquella emoción histórica inaugurada a cuatro voces:

el descubrimiento de la futuridad, por así decirlo, del pasado que es una manera más, en el primer

posvelasquismo, de evitar reflexionar sobre la potencialidad, y la repetibilidad de la historia.

La continuidad entonces, entre Proust y Vasija de barro, sigue una doble línea: la del olvido y la de

la vejez. El olvido porque, como dice Walter Benjamín, la memoria involuntaria, la madeleine, la

vasija, activan nuestro reconocimiento del papel activo que el olvido juega en la res publica. La

recuperación de fragmentos del pasado por medio de un objeto o sensación (el sabor, el oído) no

derrotan de ninguna manera al olvido sino que le dan un enfoque particular, vuelven a otorgar a

este indispensable elemento de la realidad perceptible su innegable poder en el proceso de

creación de significados. Dice Benjamín: “Cuando despertamos cada mañana, sostenemos en las

manos, por lo común sin fuerza y suavemente, nada más que jirones del tapiz de la vida vivida, tal

como ha sido tejida por el olvido.”

Y en esto también coinciden ambos textos: en que ambos garabatearon con manuscrito los

márgenes de Du Cote de Chez Swann. Sabemos del editor de Proust, Gallimard, que sus

correcciones constituían el tormento de las imprentas. Las galeras siempre volvían cubiertas de

escritura, no se corregía una sola palabra sino que se empleaba todo espacio blanco para

presentar texto fresco. Al igual que las famosas páginas en blanco en el libro perteneciente a

54

Oswaldo Guayasamín, hoy en día recubierto de la escritura de los cuatro poetas concurrentes (tres

poetas y un pintor digamos, que se interesó por participar debido a su experiencia poética juvenil)

a la velada. De esta manera, de nuevo según Benjamín, “las leyes del recuerdo se mostraban

operativas incluso dentro del confinamiento de la misma obra. Porque un evento vivido es finito—

de cualquier manera confinado a un ámbito de la experiencia; un evento recordado es infinito,

porque es sólo la clave de todo lo que sucedió antes y después de su duración”.

Sofoco, edad

La documentación del asma de Proust también ha sido ampliamente comentada, Benjamín incluso

llega a decir que su sintaxis “rítmicamente y paso por paso reproduce su temor de morir

sofocado”. Temor que reemerge en la primera estrofa de Jorge Carrera Andrade a partir de

asociaciones con la oscuridad y la tumba. La narrativa en ambos textos aparece así como una

suerte de segundo aliento, de vida exterior que se manifiesta a nivel de anotaciones y contactos.

Entender Vasija de barro como texto pro(c)ustiano significa abandonar tanto a Proust como a

nuestros poetas para pensar en la cama de tortura en que las clasificaciones abstractas se

convierten al momento de pensarlas. Procusto era un bandido en la mitología clásica que

capturaba viajeros para atarlos a una cama. Si eran más grandes que las medidas del mueble los

mutilaba y si más pequeños los estiraba. Esta es una figura de gran utilidad para pensar en la

artificialidad de los mecanismos convencionales a los que sometemos rutinariamente los objetos

de la cultura. Liberar a Proust de Proust y a Vasija de Barro de la arcilla autorial significa reconocer

entre otras cosas, que el texto ecuatoriano coexiste espacial, temporal y gráficamente con el de

Proust. Queremos sugerir que participa también de una reorganización perceptiva, de un giro

cultural en el que ambos textos inciden pero que se manifiesta con determinadas particularidades

en el caso ecuatoriano. Proust inaugura para la época moderna el gran caudal de recursos

expresivos que eventualmente desemboca en las vanguardias artísticas, pero aquello es decir

poco; tal vez resulte más interesante referirse al descubrimiento proustiano como la conciencia de

55

la inaccesibilidad del presente y por ende, la necesidad de reconectar con nuestro tiempo

mediante el rodeo, la vuelta, el retorno. Vista así, la memoria involuntaria el gran hallazgo de

Proust, recodificado más tarde por Joyce a nombre de la epifanía se convierte en un marcador de

los grandes tumbos y saltos de nuestra experiencia temporal en la modernidad, una medida

fantasmal de nuestros crónicos desplazamientos involuntarios en el mundo. Esta temática de

reelaboración de nuestra ubicación tambaleante en el presente es también el motivo central de

Vasija de barro.

Yo quiero que a mi me entierren Como a mis antepasados

En el vientre oscuro y fresco De una vasija de barro

Los versos de Jorge Carrera Andrade, presentan una estructura temporal significativa: el

subjuntivo, que traslada en este caso en particular, la disyuntiva entre el deseo y la realidad, entre

el presente y el futuro, al pasado. El deseo de Carrera Andrade es un deseo del pasado,

proyectado al futuro, una suerte de ucronía o antitemporalidad, que sí tiene un lugar: la vasija de

barro. La vasija se convierte así en una suerte de matriz para la generación de lo que Raymond

Williams llamó una estructura de sentimiento o una forma de responder afectivamente a la

coyuntura histórica prevaleciente, a nivel tanto personal como social. Carrera Andrade había

renunciado a la Cancillería en julio, debido a desavenencias con el Ministro de turno y ejercía la

vicepresidencia de la CCE. En esas funciones impulsó Letras del Ecuador e involucró a Guayasamín

en el aspecto gráfico de la revista, fue también durante este tiempo que Carrera Andrade prepara

su celebrada Poesía francesa contemporánea (que aparece en febrero de 1951), la literatura

francesa pues, estaba fresca en su mente. Este “tambo” de Carrera Andrade en Quito, como

muchos otros que experimentaría en su vida, lo sitúa en una suerte de limbo diplomático, entre

nombramientos y traslados ocupa el lugar policrónico (ver al respecto, su posterior y genial

“Visitante de niebla”) del sujeto narrativo del poema.

56

Cuando la vida se pierda Tras una cortina de años Vivirán a flor de tiempo Amores y desengaños

La figura fundamental en ambas estrofas es la del viaje temporal, la idea de la temporización, la

ruina y la mortalidad contenida en la materialidad de los objetos (vasija, cortina), la atención al

pasado frente al advenimiento de un triunfante y brillante futuro capta nuestra atención y revierte

la dirección, de lo “venático” a lo “forénsico” para emplear términos legales y de cacería. El tema

clásico de la katabasis o el descenso al inframundo reaparece aquí a medida que un “héroe”

colectivo se interna en las profundidades para descubrir la verdad al fondo de la tierra. Toda

intervención con el pasado implica tanto la magia de la búsqueda como el horror de hallar nuestro

propio cadáver en su interior..

De Nuevo aparece el subjuntivo, aun más ambiguo en este caso “cuando” que secunda la

estructura previa: un tiempo indeterminado (¿el presente?) que abre las puertas al futuro a

condición de otorgar preeminencia al pasado.

Paréntesis 1

Música Ficta

En Del lado de Swann, Proust describe con amplitud al compositor Vinteuil, un músico que escribe

una sonata que con el decurrir del tiempo se convierte en el “himno nacional” del amor de Swann

por Odette. Swann siente de repente gran simpatía y amor por Vinteuil y su música evoca en él

memorias de grandes trozos del pasado: los pétalos de crisantemo que ella le lanzó, el trazo de su

letra, la línea exacta de sus cejas cuando una vez le pidió no tardar demasiado en regresar a ella.

57

La música de Vinteuil produce en Swann el mismo efecto que tomar una taza de té con la tía

Leonie produce en Marcel, es una revelación.

Un examen de la novela desde esta perspectiva revela múltiples episodios que tienen como

denominador común los siguiente: una cierta sensación fortuita me recuerda, pese a mis propias

inclinaciones, un determinado suceso y me conmociona hasta el fondo de mi ser. Esta descripción

definiría, en una abrumadora cantidad de ocasiones, al pasillo ecuatoriano.

Pero Vasija de barro no es un pasillo, es un danzante, o un aire típico. Las definiciones no vienen

demasiado bien en este punto al ser notoriamente ambiguas y abiertas. El “aire” es entonces un

elemento local, llamado a “trazar” una forma musical a nivel rítmico. Otro elemento ordenador es

la contraposición de danza a baile, este último con resonancias interpersonales de pareja, el

primero una expresión “danzaria” nativa. El contexto apunta así a lo que Eve Kosofsky Sedgwick

llama relaciones homosociales o redes de consolidación emotiva canalizadas a través de círculos

masculinos. El danzante emerge entonces como una coreografía social, una ocupación franca del

imaginario a partir de movimientos retóricos (el condicional, el subjuntivo) diseñados para pautar

con la memoria . La música se reúne con la particular estructura temporal del texto y lo sutura; es

decir, provee un conducto para que la subjetividad del escucha se desplace desde su exterioridad

hacia el centro de las cosas. Esto ocurre ya en la canción de Benitez y Valencia como una

estructura quiástica que guía al escucha (dentro de poco convertido en cantante) hasta el punto

en que los reflejos del texto, al principio alineados con la función representacional del pasado,

toman vida propia como fantasmas. Esto ocurre en los coros que a manera del poema/teatro de

Dylan Thomas Bajo Milk Wood recuperan a los muertos que emergen como testigos, el pasado

encuentra una voz precisamente en el centro del Otro externalizado gracias a la mecánica musical

de los espejos (el coro).

Paréntesis II

“Siento nostalgias de mitimae”

58

Juan Montalvo

Un artículo reciente (Diario Hoy Blanco y Negro) revela que uno de los estímulos para la creación

del texto de Vasija de barro fue un cuadro, aun fresco, en la residencia de Guayasamín—Origen—

un cuadro, presumiblemente, de una mujer y un niño. Podemos así pensar en el poema—y luego

en la canción—a partir de este dato, como una búsqueda de significado, de principio, a partir del

arte pintórico. El término clásico para referirnos a este fenómeno es écfrasis y alude a una

descripción poética detallada que se ocupa del arte de la pintura, objetos artísticos o escenas

altamente visuales. En el texto de Proust tenemos un claro ejemplo de aquello; de hecho es una

pintura lo que sirve de gatillo para disparar el amor de Swann por Odette que al inicio de la obra le

inspiraba “una suerte de repulsión física”. Un día sin embargo, Swann se percata de que la figura

de Odette evoca la imagen de Zippora, la hija de Jethro en un cuadro de Boticcelli en la Capilla

Sextina: “su cabello suelto fluyendo por sus mejillas, con una rodilla doblada en una pose

ligeramente danzante”. Las circunstancias entonces cambian del todo y Swann empieza a pensar

en esta mujer que al principio le repelía como “una obra maestra inestimable” y llega hasta el

punto de reemplazar la fotografía de Odette en su escritorio por una copia de la pintura de

Botticcelli. Este cuadro se convierte no sólo en un importante estímulo del amor de Swann sino

también en una oportunidad del narrador para criticar la comprensión de Swann de las artes como

“idolatría”.

Arcilla cocida y dura, Alma de verdes collados, (bis)

Barro y sangre de mis hombres, Sol de mis antepasados. (bis)

La tercera estrofa del poema justamente escrita por otro pintor, presenta un écfrasis o descripción

de gran consistencia. Estas descripciones elaboradas usualmente pasan por tres momentos o

fases: La primera es la indiferencia ecfrástica en donde la imposibilidad de la evocación del mundo

de los sentidos se siente como una derrota, ninguna cantidad o densidad descriptiva puede suplir

59

esa falta. Las dos primeras estrofas del poema parecen situarse en este punto. La estrofa de

Valencia (que fue corregida después) parece incurrir en la segunda fase: la esperanza ecfrástica, en

la que la imposibilidad de la tarea es sobrellevada por la imaginación y la metáfora, esta es de

hecho la estrofa más gráfica y altisonante del texto

De ti nací y a ti vuelvo, Arcilla vaso de barro, (bis) Con mi muerte vuelvo a ti,

A tu polvo enamorado. (bis)

Los últimos versos, de autoría de Jorge Enrique Adoum, representarían la tercera y última fase: el

temor ecfrástico o la constatación de la distancia entre objeto imaginario y producto literario, la

confirmación de un fracaso inevitable (y bello). La confluencia con En el camino de Swann es

notable; en el un caso, el cuadro de una escena maternal evoca un objeto imaginario (la vasija de

barro) y la representación trabaja a partir de asociaciones; en el otro, el propio Proust , que nunca

visitó la Capilla Sixtina, trabajó a partir de un detalle de la Vida de Moisés de Botticelli percibido en

la contratapa de un libro sobre John Ruskin, un pintor, científico, crítico y poeta victoriano. El

écfrasis opera así a partir de rastros capilares del cuerpo social. No olvidemos que en todo esto

Swann tiene definitivas asociaciones para el modernismo latinoamericano y ecuatoriano; nombre

inglés del cisne, a su vez símbolo de la visión romántica y contestataria de las élites, los poetas

reunidos en casa de Guayasamín ejecutaban sus propias versiones posmodernistas. Y situaban sus

versos convenientemente como pos(data)al amor de Swann/cisne en la última página del libro de

Proust.

Montalvo escribe desde el exilio “siento nostalgias de mitimae” en este mismo movimiento de una

doble distancia con el presente: por un lado él está en París, por otro experimenta la nostalgia

indirectamente por medio del indispensable rodeo (esto nos enseñó Proust) de la memoria

histórica del Otro. Nostalgias dice Montalvo, en plural, porque lo que experimenta no es el anhelo

de la patria, o exclusivamente del ser. No es una añoranza ontológica, sino como diría Derrida,

60

ontopológica. Un deseo del pasado remoto, mediatizado por la memoria de otro sufrimiento que

el suyo, que actualiza e ilustra un presente material insostenible y múltiple.

Coda

Proust, Procusto, Carrera Andrade, Alemán, Valencia, Adoum, Montalvo, Benjamín, Benítez,

Valencia. La lista pulsa a paso de danzante, el juego de subjetividades personales se disuelve en los

acordes impredecibles de la historia, el canto crece. Más que coincidencias o rasgos comunes, la

ecuatorianidad de aquellos nombres opera como un campo magnético, estirando el tejido textual

hasta trazar con él una línea (imagi)nativa alrededor del óvalo de nuestra experiencia; en ella, el

cruce hemisférico se torna inútil y la canción, vasija de barro, se apresta para nuevos viajes

nacionales al infinito.

Notas

1. Ver Benjamín en este punto a partir de sus reflexiones sobre la actualización en Proust:

“Está lleno de la intuición de que ninguno de nosotros tiene tiempo para vivir los verdaderos

dramas de la vida para la cual fuimos destinados. Esto es lo que nos hace envejecer—esto y nada

más. Las arrugas y líneas en nuestros rostros son el registro de las grandes pasiones, vicios e

intuiciones que nos llamaron; pero nosotros, los amos, no estuvimos en casa”

2. La referencia viene via Jorge Carrera Andrade, en su breve texto “Juan Montalvo y yo en Paris”

en Latitudes. Buenos Aires: Ediciones Perseo, 1940.

Obras Citadas

61

Benjamin, Walter. “The Image of Proust” en Marcel Proust: Modern Critical Views. New York:

Chelsea House Publishers, 1987.

Yoshikawa, Kazuyoshi. “Proust and Painters” en Approaches to Teaching Prousts’ Fiction and

Criticism. New York: MLA, 2003

Granda, Wilma. El pasilllo: identidad Sonora. Quito: Edición Conmusica, 2004.

Henrot, Genevieve. “In Search of Hidden Impressions” en Approaches to Teaching Prousts’ Fiction

and Criticism. New York: MLA, 2003

Pugh, Anthony R. “The Ending of Swann Revisited” en Bloom´s Modern Critical Views: Marcel

Proust. Broomall PA: Chelsea House Publishers, 2004.

Radicales Libres

Introducción El crítico hindú Amitava Kumar señala en su libro Class Issues: Pedagogy, Cultural Studies and the

Public Sphere , con relación al proyecto educativo de las universidades del primer mundo que

62

“estamos frente a la progresiva pérdida, en escuelas y universidades, de una esfera pública

viable”. Para Kumar, los propios espacios educativos se atomizan para convertirse en mercados de

conocimiento en donde el contacto social tanto como la oportunidad de experimentar foros

abiertos de opinión, se desvanece.

El objetivo de Radicales Libres es rechazar la actitud prevaleciente entre buena parte de

educadores de mantenerse silenciosos ante los orígenes de su propia formación e inatentos a las

operaciones de producción de valores, identidades y relaciones sociales. Radicales Libres también

rechaza el facilismo de resolver o desentrañar nítidamente las contradicciones internas del

discurso dominante a partir de un análisis crítico más o menos elaborado. Las victorias teóricas

dejan todo sin resolver y en muchos casos asumen demasiado sencillamente los procesos de

enfrentamiento con el poder constituido. En cualquiera de los dos casos, evaluar lo que se hace en

el aula de clases—y cómo se hace—es una tarea ignorada por la mayoría.

Radicales Libres intenta luchar con los problemas y las historias que, como señala Raymond

Williams “hacen del aprendizaje parte del proceso mismo de transformación social”. Buscamos

iniciar un diálogo sobre la educación no a través del análisis curricular o las políticas de estado sino

por medio de las pequeñas decisiones de la docencia cotidiana. Esto a su vez refleja un cambio: la

necesidad de inventar nuevos públicos (para los nuevos espacios que progresivamente ocupamos)

y nuevas formas de enseñar, como estudiantes, profesores, activistas o trabajadores globales.

Radicales Libres se plantea la necesidad de presentar una esfera pública conflictuada y no

consensual; los llamados a la “cordura” o al “sentido común” casi siempre aluden a un escenario

iluminista que busca la unificación epistemológica y la homogeneidad de opinión muchas veces a

costa de la disensión. Creemos que el espíritu de las Artes Liberales yace precisamente en la

búsqueda colectiva y diversa de verdades en plural y de tolerancia y respeto en el proceso tanto

de su descubrimiento como de su invención. En otras palabras, queremos recuperar el derecho de

disentir. Peter Hohendahl ha escrito “en la era de la Ilustración, el concepto de la crítica no puede

separarse de la institución de la esfera pública. Cada juicio está dirigido a un público: la

comunicación con el lector es parte íntegra del sistema”. Buscamos entonces, ir en búsqueda de

alucinantes nuevas esferas públicas y preguntarnos por el papel que la enseñanza juega en estos

63

nuevos escenarios. La polisemia del título de esta sección es particularmente pertinente a nuestro

proyecto. Los radicales libres, en las ciencias biológicas son moléculas en búsqueda de la

estabilidad que les ofrecen electrones “emancipados”, cuando en la separación celular un radical

libre se hace de partículas de moléculas cercanas, éstas se transforman a su vez en radicales e

inician un efecto de cascada, una vez que se extiende el proceso, este puede causar un disturbio a

nivel celular.

Ese es el efecto deseado por esta publicación: la diseminación de agentes independientes, en

busca de inserción institucional, local o personal que busquen perturbar la pasividad pedagógica

del sistema y desencadenar una perspectiva crítica y transformativa.

Pensamos en la necesidad de creer en una pedagogía sin garantías; es decir, un práctica que no se

apoye en el viejo dogma, ya explosionado, de la educación formal como instrumento obligado de

progreso, o de ascenso social. Ya la experiencia en las últimas décadas de países como Polonia,

Uruguay y otros, que se encuentran entre los más encumbrados a nivel de índices de escolaridad y

de educación superior, ha mostrado la falacia del automatismo implícito en la equiparación de

educación y adelanto. Nos parece indispensable pensar en las nuevas condiciones de producción

de saberes y en la reorganización de esquemas de transmisión de conocimiento que requieren ser

repensados a la luz de la alucinante nueva circunstancia global. Para que la educación tenga

sentido hoy debemos imaginar no sólo un nuevo contexto para su ejercicio sino una nueva

problemática para su reconstrucción. Trabajar así, sin seguridades absolutas o garantías de

trascendencia necesaria, abre un claro para una reflexión urgente sobre las condiciones de

posibilidad de la tarea a la que todos estamos abocados.

Con ese objetivo en mente reproducimos un artículo de Martín Hopenhayn, crítico y filósofo

chileno que escribe desde una publicación de la CEPAL (Comisión Económica Para América Latina)

para hacer una balance e inventario de la situación de la educación en el subcontinente a

propósito de la pregunta por la incorporación de nuevas tecnologías . Las nuevas tendencias

disciplinarias, reformas curriculares, movimientos del mercado y realineaciones globales exigen de

nosotros una orientación regional como la que Hopenhayn establece en sus páginas. Debemos

64

saber cuál es el clima institucional programático en el que desempeñamos nuestros roles como

educadores o educandos y este magnífico texto cumple con creces aquel objetivo.

Más allá de diagnósticos globales y regionales pasamos luego a una exploración de la noción de

docencia que ejerce el legendario maestro de música en el Ecuador, Edgar Palacios. En una

entrevista con Liber Arte, Palacios narra su concepto de educación musical y sus esperanzas para

los docentes ecuatorianos. Inauguramos también un nicho para el aireamiento de prácticas

docentes específicas. Howard Takieff, escultor y artista en residencia en la Universidad San

Francisco de Quito reflexiona sobre su labor y sobre sus metas individuales y José Salazar, profesor

de culturas orientales en la misma institución hace un balance sobre su propio quehacer

educativo.

Esperamos contribuir con esta sección a un incipiente debate sobre la educación como mecanismo

de transformación social y sobre la necesidad de redefinir sus formas y contenidos, aspiramos a

incluir en el futuro una muestra amplia de prácticas educativas diversas y heterogéneas e

invitamos a quienes deseen compartir vivencias, experiencias y prácticas a que nos escriban y

colaboren con nosotros.

65

66

Educación, comunicación y cultura en la sociedad de la información: una

perspectiva latinoamericana Martín Hopenhayn

Oficial de Asuntos Sociales

División de Asuntos Sociales

CEPAL

[email protected]

Abstracto

Los acelerados cambios que impone la sociedad de la información en el ámbito productivo y

comunicacional obligan a cambios fuertes y ágiles en la transmisión de conocimientos, la

comunicación a distancia y el uso de información en los nuevos medios. Es necesario armonizar los

saltos educativos con otro pilar de la sociedad de la información, a saber, el acceso al intercambio

comunicacional por medios interactivos, donde no sólo se juega la competitividad, sino también la

identidad cultural y, cada vez más, la participación ciudadana. De allí la importancia crucial de las

mediaciones entre educación, cultura y nuevas tecnologías de la información y de la comunicación

(TIC). Educar con nuevas tecnologías de información y conocimiento implica educar para

imprimirle al uso de ellas sentidos que compatibilicen las nuevas formas de producir y trabajar con

las nuevas formas de ejercer derechos, afirmar culturas, informarse, comunicarse a distancia y

formar parte de redes.

Este artículo apareció por primera vez en la Revista de la CEPAL No. 81, en Diciembre del 2003

67

Puede encontrar los gráficos de este artículo aquí:

68

I. La Educación en el pedestal y en el banquillo

La educación ha sido considerada por mucho tiempo el eslabón privilegiado para articular la

integración cultural, la movilidad social y el desarrollo productivo. Una sociedad con altos niveles

de escolaridad y buenos logros educativos tiende a ser más igualitaria en su estructura de ingresos

(mediante la rentabilidad ¡ahora! de la educación), a contar con mayor cohesión cultural y

69

mercados culturales más diversificados, y a crecer económicamente mediante saltos en la

productividad y no en virtud de la sobreexplotación de recursos humanos o naturales.

Sobre este carácter de "gran eslabón" de la educación existe hoy un consenso difundido, tanto en

la literatura de desarrollo corno en el debate político1. Tras la pregunta por el tipo de desarrollo

que podemos impulsar, sobreviene sin dilación la pregunta por el tipo de educación de que

disponemos.

Conforme reza el decálogo del día, esta centralidad de la educación para la movilidad social laboral

y el desarrollo productivo se hace hoy aún más decisiva, dada la importancia creciente de la

innovación y el conocimiento en el proceso económico. Se argumenta que tener educación

permite integrarse a la revolución informática, acceder a trabajos "inteligentes", y participar en las

redes en que circula el cono- cimiento. Por el contrario, carecer de ella implica quedar recluido en

el analfabetismo cibernético y restringido a ocupaciones de baja productividad y bajos salarios,

privado del diálogo a distancia y de gran parte del intercambio cultural. El bienestar que augura la

educación hoy ya no sólo remite a la posibilidad de generar a futuro mayores ingresos que los de

nuestros padres, dado nuestro mayor capital humano, sino que también se refiere al uso de

habilidades adquiridas para ejercer nuevas formas de ciudadanía, convivir constructivamente en el

multiculturalismo, combinar el vínculo inmediato con el vínculo mediático, aggiornar en fin en la

propia biografía el ideario emancipatorio de la modernidad.

Por otra parte, y en una dimensión más instrumental, la apertura global hace que las sociedades

nacionales dependan cada vez más de su competitividad externa y ésta, a su vez, de la

incorporación de inteligencia y conocimiento renovado al sistema productivo. Esto lleva a que las

opciones de desarrollo demanden grandes y veloces saltos educativos. No sólo es cuestión de

contar con una población con más años de educación formal. Hay que aprender más, pero sobre

todo aprender distinto. Es necesario adquirir las destrezas que se requieren hoy para incorporarse

creativamente en las nuevas formas de trabajo, y para participar con racionalidad comunicativa en

espacios de negociación y de toma de decisiones. La CEPAL y la UNESCO advertían ya hace una

década que "al convertirse el conocimiento en el elemento central de nuevo paradigma

productivo, la transformación educativa pasa a ser un factor fundamental para desarrollar la

capacidad de innovación y la creatividad, a la vez que la integración y la solidaridad, aspectos

70

claves tanto para el ejercicio de la moderna ciudadanía como para alcanzar altos niveles de

competitividad" (CEPAL/UNESCO, 1992, p. 119)2.

Para esto se precisan activos que las personas tendrán que adquirir mediante distintas fuentes de

producción y difusión de conocimientos. Combinaciones variables entre la educación formal y la

industria cultural deberán constituir la oferta para promover disposiciones útiles en la sociedad de

la información y la sociedad mediática: capacidad para expresar demandas y opiniones en medios

de comunicación y aprovechar la creciente flexibilidad de éstos, iniciativa personal, disposición al

cambio y capacidad de adaptarse a nuevos desafíos, manejo de racionalidades múltiples, espíritu

crítico en la selección y el procesamiento de mensajes, capacidad de traducir información en

aprendizaje y otros.

Estas nuevas destrezas no son mera programación sobre una tabla rasa. No sólo se trata de

adquirir conocimientos, sino de hacer del aprendizaje un proceso interactivo, donde el énfasis esté

puesto mucho más en la producción de nuevas síntesis cognoscitivas en el estudiante que en la

adquisición de información acabada. Todo esto sugiere protagonismo, interacción y espíritu

crítico. La misma redefinición del aprendizaje en la transmisión de estas destrezas supone un

cambio paradigmático en el estilo de la educación: de la memorización a la comprensión, de la

incorporación de información a la discriminación de mensajes, de la adquisición enciclopédica a la

adquisición selectiva, del disciplinamiento mecánico a la autonomía responsable, del aprender al

aprender a aprender.

En una perspectiva cultural, la educación ostenta un rango más ambiguo. Por una parte se le

atribuye históricamente un rol poco grato, subordinado a los proyectos de homogeneización

cultural, bajo el modelo de un Estado-Nación que siempre buscó la coincidencia de la unidad

territorial con la unidad simbólica. De este modo, la más reciente defensa del pluralismo cultural y

la diversidad de identidades se ha encargado de poner sobre el tapete una retrospectiva crítica del

rol de la educación. Se le atribuye un cierto aire de cruzada iluminista, que habría pretendido la

aculturación de las minorías étnicas y la imposición de una racionalidad común, para consolidar la

unidad político-territorial a través de un mayor disciplinamiento de los sujetos en los códigos de

modernidad y en la adhesión a valores nacionalistas. En otra línea crítica, se le objeta a la

71

educación -o a sus estilos más tradicionales- que en lugar de estimular las potencialidades de los

educandos, atrofie su creatividad y reprima sus emociones más genuinas.

Pero también se ha reinterpretado positivamente el rol cultural de la educación, entendiendo que

es la base desde la cual se puede repensar críticamente la realidad, idear nuevos proyectos

colectivos y aprender a vivir en un mundo multicultural. El aprendizaje de la diferencia o de la

pluralidad no debe entenderse corno una materia más (al estilo de la geografía, la historia o la

antropología). Se trata de reformular la articulación o el cruce entre el currículo que viene desde

arriba y las identidades culturales que llegan desde abajo, o entre materias de aprendizaje y

sujetos de aprendizaje; de la misma manera que se trata de aterrizar contenidos globales en

realidades locales e, inversamente, reformular contenidos desde los mundos de vida que traen los

alumnos a las salas de clases. Esta articulación no se resuelve en las altas esferas de la

planificación educacional, sino en el contexto más particular de cada escuela. Más que contenidos

curriculares, lo que se requiere es generar una disposición general al cambio en las formas de

aprender, comunicarse y producir. "El futuro profesional -advierte Alain Touraine- es tan

imprevisible, e implicará brechas tan grandes en relación a lo que ha aprendido la mayoría de

quienes hoy asisten a la escuela, que debemos, antes que nada, solicitar a la escuela que los

prepare para aprender a cambiar más que formarlos en competencias específicas que

probablemente estarán obsoletas o serán inútiles para la mayor parte de ellos a corto plazo"

(Touraine, 1997, p. 328).

Pensar la diferencia es pensar al propio educando como "traspasado" por la diferencia, y pensar al

otro como interrogación sobre sí mismo.

Esto es válido en el encuentro entre identidades culturales distintas, pero también en la relación

entre profesores y alumnos, y entre alumnos y alumnas. El aprendizaje de la diferencia se

convierte así en aprendizaje de ciudadanía: aprender a ponerse en el lugar del otro y a ver con los

ojos del otro. Como señala Magdaly Téllez, "sin hacer intervenir tal relación (la alteridad) el

reconocimiento de la diferencia se hace puro registro de la pluralidad, y de lo que se trata es que

la diferencia se resuelva en experiencias que construyen relaciones democráticas y ciudadanía (...)

lo que está en juego no es sólo el problema de la existencia de los otros como diferencia histórica

72

y culturalmente producida, sino el hecho de que también lo propio se desterritorializa y se

reterritorializa y, en consecuencia, se resignifica en el sentido de que deja de ser una identidad

clausurada en términos de pertenencia a una nación, a una raza, a una clase social, a una

organización política, a una profesión, a una comunidad académica, etc., para hacerse espacio

plural en el que se entrecruzan múltiples narrativas y lenguajes" (Téllez, 1998, pp. 136-137).

La apertura a la diferencia no es, pues, sólo un ejercicio políticamente correcto de tolerancia ante

los demás. Implica un proceso de transformación de los sujetos mediante el desarrollo de la

capacidad de ponerse en la piel de los otros, enriquecerse con las cosmovisiones de otros, ampliar

la sensibilidad propia con la que aporta la experiencia de la diferencia. En este sentido, educar en

el respeto a la diversidad, el reconocimiento del otro y el ejercicio de la solidaridad, son

condiciones para ampliar y enriquecer la propia identidad" (Cubides, 1998, p. 45).

Los retos desde la cultura a la educación también se exacerban con el dinamismo de las

identidades en la interacción mediática, la convivencia en la diferencia por el aumento de

migrantes y familias de migrantes, la segmentación de gustos ante la oferta expandida de los

mercados culturales, la mayor visibilidad de la cuestión étnica en la política y en los medios de

comunicación, las hibridaciones entre lo nuevo y lo viejo y entre lo local y lo externo. Todo esto

mina las formas rígidas y generales en que la educación y la cultura se han articulado

secularmente, e interpela al sistema educativo precisamente en aquellos referentes históricos que

lo rigieron por muchas décadas: la misma educación para todos, programas decididos

centralmente y de larga vigencia, concepto universal y clásico de la cultura que se debe transmitir,

y unificación cultural a través de la educación formal. Tanto los procesos de aprendizaje como la

convivencia escolar se ven tensados entre un imaginario educacional teñido por aspiraciones

unificantes, y nuevas realidades en el campo del conocimiento y de la vida cotidiana que pueblan

la cabeza de los alumnos de muchos textos cruzados. Estas tensiones piden nuevas síntesis y

mapas cognitivos, y hasta ahora el sistema formal de educación no ha tenido la suficiente

creatividad para asumir el reto.

Educar conforme a los procesos y contextos culturales de los educandos nos devuelve a algunas de

las premisas de la pedagogía crítica que Paulo Freire planteó en los decenios de 1960 y 1970, en el

73

sentido de acercar la educación a las realidades socioculturales de los educandos y a una

perspectiva crítica y transformadora de la realidad que ellos viven 3. En un estudio que resume

investigaciones de casos sobre aplicaciones de Internet en escuelas de bajos recursos en América

Latina, se plantea que en escuelas rurales de Argentina "el peso del éxito recayó en la capacidad

de incorporar el Internet a las necesidades y ámbitos de las comunidades locales (...) bajo

principios que permitan un intercambio horizontal y equitativo del conocimiento" (Bonilla, 2001,

p. 10).

José L. González propone el "planteamiento crítico" como ejercicio pedagógico, basado en un

modelo constructivista de la enseñanza y el aprendizaje. Su objetivo, advierte, es "decodificar

mensajes y contenidos, analizando, jerarquizando y ordenando la información difundida por los

medios y por las nuevas tecnologías de la información", por lo cual "la introducción y

asentamiento de la materia de educación en comunicación y medios en las aulas significa abrir la

escuela al entorno" (González, 2000, pp. 4 y 5). La idea es utilizar los medios de comunicación en

prácticas educativas como medios de expresión y de cuestionamiento, vale decir, como una

práctica pedagógica que sea a la vez un ejercicio preparatorio de participación ciudadana.

Por otra parte se defiende la importancia de la educación para el ejercicio de la ciudadanía. Se

sostiene al respecto que la centralidad progresiva del conocimiento y la educación para el

desarrollo inciden significativamente en la dinámica de un orden democrático, donde la economía

y la institucionalidad política se relacionan cada vez más con el uso ampliado del conocimiento, la

información y la comunicación. En una proporción creciente, el procesamiento de demandas en el

juego deliberativo va a realizarse a través de las nuevas tecnologías informáticas y

comunicacionales; y cada vez más el uso de servicios y beneficios estatales o públicos va a obligar

a los ciudadanos a estar informados, desarrollar capacidad de gestión y operar con los códigos de

la sociedad de la información. Todo esto hace que la educación y el conocimiento también sean

cada vez más centrales en la promoción de las nuevas formas de ciudadanía.

Así, entre viejas y nuevas funciones, la educación aparece como una bisagra para compatibilizar

tres grandes aspiraciones de la modernidad: la producción de recursos humanos; la construcción

de ciudadanos para que actúen en la política y en la vida pública, y el desarrollo de sujetos

74

autónomos. Utilizo aquí deliberadamente las palabras producción, construcción y desarrollo al

aludir respectivamente a recursos humanos, ciudadanos y sujetos autónomos. Creo que este

detalle semántico diferencia y a la vez complementa los componentes instrumentales, políticos y

éticos en el desafío de educar para la vida moderna.

La modernidad alberga en su historia y en sus promesas precisamente esta triple dimensión para

sus moradores: crecer en productividad, en ejercicio de la ciudadanía y en autonomía personal.

Tenemos, pues, que la educación está disfrutando en el pedestal de la consagración y sufriendo en

el banquillo del acusado. Existe conciencia de los anacronismos y disfuncionalidades acumulados

en el sistema educativo. Las banderas de la autonomía, la descentralización, la selectividad, la

modernización, la flexibilización y otras, llamean en reuniones ministeriales, artículos de prensa y

documentos finiseculares. En boca de ideólogos de la educación, futurólogos, teóricos y políticos

del desarrollo, y expertos de los organismos internacionales, se hace cada vez más frecuente una

proclama y un imperativo, a saber: que es tarea impostergable y central reformar los sistemas de

educación formal en América Latina y constituirlos en cimientos para "relanzar" el desarrollo.

Todo ello implica una radical readaptación de los contenidos, de la pedagogía y de la planificación

educativos. Tarea, claro está, nada sencilla, pues obliga a reprogramar hábitos muy asentados en

ministerios, secretarías, plana docente y personal a cargo de establecimientos educacionales. En

este impulso educativo donde todos confluyen, los requerimientos instrumentales de la

modernización productiva van de la mano con los otros, más complejos, de la subjetividad y la

cultura. Existe el riesgo de poner muchas expectativas en un proceso cuya calidad y logro depende

de tantas variables, corno es el caso de la educación. Y el riesgo, también, de una hipóstasis de la

educación en un momento histórico en que se hacen más difusos los canales que articulan el

sistema educativo con los mercados laborales, y donde la urgencia por inocular destrezas

instrumentales para la competitividad acabe por devorar otros aspectos formativos que requieren

ritmos distintos, y que tienen que ver con el aprendizaje para vivir las emociones y procesar las

biografías personales.

75

II. Dónde estamos parados en términos educativos

Durante la última década, América Latina ha alcanzado altos niveles en la matrícula escolar, por lo

que se ha llegado a considerar que este problema está casi resuelto en el nivel primario. La tasa

neta de escolarización primaria para la población de ocho años llega a 96, 3%, aunque la

preescolar sólo alcanza al 23% 4 y en la educación superior, la tasa de asistencia no rebasa el 35%

(como promedio nacional) en país alguno de América Latina. Además, los países de la región

enfrentan un problema grave de deserción escolar durante la educación secundaria y antes de

completarla. Baste comparar, para confirmarlo, las altas tasas de matrícula en la enseñanza

primaria con aquellas muy inferiores en la secundaria. Esto es tanto más grave si consideramos

que, en materia de relación entre educación y bienestar, la CEPAL ha señalado en diversos

documentos que se requieren entre 11 y 12 años de educación formal para contar con claras

posibilidades de salir de la pobreza o de no caer en ella gracias al acceso a empleos con

remuneraciones o ingresos suficientes. Sin embargo, en la región el 40% de los niños no termina la

escuela primaria, y entre el 72% y 96% de las familias pobres tienen jefes de hogar con menos de

nueve años de educación formal, mientras el 80% de los jóvenes urbanos tienen padres con

menos de 10 años de educación formal, lo que los hace especialmente proclives a no alcanzar el

nivel educativo requerido para sortear la pobreza (CEPAL, 2000).

Además enfrentamos un grave problema de desigualdad social en la educación. Según datos de la

CWAL, la brecha de logros entre los cuartiles extremos de ingresos (1 y 4) se acrecentó en todos

los países latinoamericanos durante el decenio de 1990 5. Vale decir, la educación media y la

superior mantienen un sesgo clasista contrariamente a lo sucedido con la educación primaria. Esto

es grave, ya que las estadísticas muestran una correlación positiva entre más educación y más

equidad, lo que quiere decir que los países con logros escolares más difundidos también tienen

menores diferencias de ingresos y son más igualitarios en su estructura social. Hay fuertes

disparidades de logros educacionales (tanto en número de años estudiados como en calidad del

aprendizaje) por grupos de ingreso, que condenan a la reproducción de las inequidades sociales. A

mayor segmentación de los logros, más rígida será la estructura de grupos sociales a futuro, Y más

segmentadas estarán las oportunidades de las nuevas generaciones en materia de movilidad

social, desarrollo productivo y capacidades para el ejercicio ciudadano y el diálogo intercultural. En

76

una sociedad centrada en la información y el conocimiento, las posibilidades de los distintos

grupos para llevar a cabo sus proyectos de vida según sus propios valores y visiones de mundo,

dependen en importante medida de la cantidad y calidad de la educación a la que puedan acceder.

Al menos así reza el decálogo.

De este modo, por ejemplo, en los últimos 30 años naciones como Cuba, España y Portugal

ampliaron la cobertura secundaria y terciaria de manera sostenida y acelerada y muy por encima

del promedio latino- americano. Y contra lo que proclama el discurso emergente de la educación,

que asocia la mayor eficiencia a la menor intervención estatal directa, dichos países alcanzaron

esos ritmos acelerados de expansión con un sistema de educación pública y una fuerte

planificación estatal 6.

La pregunta, por lo tanto, es si estos rezagos y el ritmo moderado con que se superan son

inevitables dada la limitación de los recursos disponibles. La respuesta es negativa si se compara el

ritmo de expansión hacia los niveles secundario y superior en América Latina con el que exhiben

los países de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) y del sudeste

asiático (cuadro l).

Como se observa en el cuadro 1, entre 1985 y 1997 se invirtió la relación entre los países del

sudeste asiático recientemente industrializados y los países de América Latina y el Caribe: los

primeros partieron con rezagos y en doce años lograron una situación educativa claramente más

avanzada no sólo en matrícula, sino también en su desempeño en pruebas estandarizadas por

nivel, horas de enseñanza efectiva al año y otros indicadores. En el mismo lapso los países de la

OCDE, cuya situación inicial era bastante mejor que la latinoamericana, se distanciaron aún más y

a un ritmo muy acelerado. América Latina muestra, además, rezagos en la duración de la

enseñanza secundaria (más corta en la región que en otros grupos de países) y en la extensión de

la educación obligatoria.

Además, en los países de la OCDE el 85% de los jóvenes completa estudios secundarios, mientras

que en América Latina menos de un tercio de los jóvenes logra ese nivel de acreditación.

77

También hay diferencias entre alumnos latinoamericanos y de países industrializados en la calidad

del aprendizaje de matemáticas y manejo del lenguaje, medida por pruebas estándares de lectura,

matemáticas y ciencias, en claro detrimento de nuestros países (cuadro 2). Disminuir esta brecha

es tanto más difícil si se piensa que los países industrializados --que reúnen el 25% de los alumnos

del mundo- gastan seis veces más en formación de capital humano que los países en desarrollo --

donde vive el 75% restante- y que hacia 1999 el mundo desarrollado, con el 15% de la población

mundial, tenía el 88% de los usuarios de Internet (Brunner, 1999, p. 2).

La proporción de oferta y matrícula de la educación técnica en el nivel secundario superior (vale

decir, en los dos o tres últimos años del nivel secundario) exhiben diferencias significativas, siendo

mucho más alta en los países de la OCDE y del sudeste asiático que en América Latina. Estas

diferencias son muy importantes, porque el nivel secundario superior es clave tanto para mejorar

las condiciones generales de la fuerza de trabajo como para lograr efectos virtuosos sobre la

equidad y la movilidad social. La experiencia de algunos países europeos muestra también que la

mayor y mejor oferta de educación técnico-profesional en este nivel educativo, como también en

el nivel superior no universitario, tiene efectos muy positivos sobre el destino de los estudiantes

cuando ingresan al mercado de trabajo, y permiten elevar la productividad general. Finalmente,

las bajas cobertura y calidad de estas alternativas implica desaprovechar la opción de capacitar

ampliamente en el uso productivo de las tecnologías de la información y la comunicación, las que,

en tanto sean amigables y motiven a los jóvenes en edad escolar, podrían ser objeto de cursos de

capacitación masivos en el nivel secundario superior de tipo vocacional o técnico-profesional. Este

espacio o segmento educativo es, posiblemente, el más idóneo para formar en nuestros países a

una generación de jóvenes con mayores capacidades de acceso, uso y creatividad en el campo de

tales tecnologías, y hacerlo masivamente. Esto significaría avanzar cuantitativa y cualitativamente

en la transición hacia la sociedad informática y en la formación de capacidades productivas y de

comunicación, de ejercicio ciudadano y de conexión con el mundo.

Otra brecha fundamental está dada por los ingresos de los maestros, pues es claro que las

condiciones docentes inciden de manera decisiva en los procesos de aprendizaje de los alumnos.

Cabe considerar que, en promedio, el ingreso anual de los maestros de la enseñanza pública en la

región alcanza sólo a una quinta parte del que obtienen en los países desarrollados los profesores

78

con igual número de años de experiencia y horas trabajadas. Si bien esta diferencia guarda

relación con la que existe entre los productos internos brutos (PIB) de ambos grupos de países,

implica una disparidad sustancial en las condiciones en que los docentes se desenvuelven para

enseñar y para actualizar sus conocimientos y metodologías. Además, la relación entre el ingreso

de los docentes y el de otros grupos de profesionales es menor en los países industrializados que

en la región.

¿De qué manera estas diferencias en niveles de formación recién consignadas entre América

Latina y parte importante del mundo industrializado (o de industrialización reciente) tienen su

correlato en brechas culturales? La experiencia internacional y la situación mundial puede inducir

al menos a tres conjeturas plausibles.

En primer lugar, la globalización tiene un impacto muy fuerte sobre las culturas locales, tanto

positivo como negativo. Positivo, porque la globalización comunicacional, sobre todo con las

nuevas tecnologías, permite a las culturas locales operar corno interlocutores activos en el diálogo

planetario, planteando con más fuerza sus identidades, demandas y visiones del mundo. Negativo,

porque se producen relaciones de dominio, hegemonía y aculturación en este gran baile de

símbolos y mercancías que fluyen sin fronteras. En ese contexto de doble signo, el acceso al

conocimiento parece ser una clave para potenciar el aspecto positivo y mitigar los efectos

negativos. A mayor y mejor educación, hay más manejo de la interacción a distancia, más

capacidad para gestionar y movilizar las propias demandas de afirmación de identidad, de más

presencia en el diálogo global, de más impacto sobre la "sociedad civil global” 7.

En segundo lugar, las diferencias en niveles de formación generan también una mayor distancia

entre el mundo industrializado y el mundo en desarrollo, y esta distancia a su vez parece cada vez

más difícil de revertir, condenando al mundo en desarrollo al triste rango de patio trasero de la

globalización. Tal situación puede surtir distintos efectos, todos catastróficos: de retraimiento y/o

atrincheramiento cultural, de desánimo masivo, de pérdida de utopías y proyectos colectivos y, lo

que más se conoce, de rápido ascenso de fundamentalismos de distinto tipo como forma de

reaccionar y de compensar la exclusión y el estancamiento.

79

En tercer lugar, la educación constituye la herramienta más masiva, sistemática e instalada para

socializar a las nuevas generaciones en el multiculturalismo, el nuevo imaginario democrático

global, el discurso y la práctica de los derechos humanos, el aprendizaje en la diferencia, y la

adaptación de saberes universales a sensibilidades personales o grupales 8.

Además, a medida que los propios educadores van rectificando sesgos etnocéntricos propios, y

que la educación revierte su histórico rol de homogeneización cultural, es posible que los nuevos

procesos de aprendizaje sean de apertura a otros radicalmente distintos. Más aún, tematizando y

polemizando la aculturación u homogeneización históricas en la sala de clases, es posible

promover la afirmación de las identidades que concurren a esa misma sala.

¿Y qué hacen los Estados ante esta situación, en que la progresión de los logros educativos ha

aumentado a un ritmo menor que el deseado, la calidad de la educación hace agua por distintos

frentes 9, la alta desigualdad de logros debida a condiciones de la demanda y de la oferta persiste

cuando se desglosa por estratos socioeconómicos y por corte rural-urbano 10, y la gestión del

sistema educativo ha entrado en una crisis profunda y un proceso de reforma exhaustivo? 11

Estos problemas diagnosticados han llevado, a partir del decenio de 1980, a casi todos los países

latinoamericanos a embarcarse en procesos de reforma, incrementando recursos humanos y

monetarios con el fin de impulsar saltos cualitativos en la formación y el aprendizaje de las nuevas

generaciones. Si bien los énfasis en cada país son distintos 12 el conjunto de las reformas apunta a

intervenir sistémicamente en los más variados aspectos de la educación, a saber: los contenidos

curriculares y los métodos pedagógicos; los mecanismos de financiamiento del sistema; la

redistribución de funciones entre el sector público y el privado; la descentralización de la gestión

educativa, entregando responsabilidades al municipio y a la propia escuela; la revisión de prácticas

pedagógicas y la evaluación de logros, y en medida incipiente, la adecuación cunicular a nuevos

patrones productivos y a las condiciones socioculturales de los educandos.

Sin embargo, también se han levantado voces críticas en los distintos países de la región frente a

los sesgos adquiridos por las reformas en curso. Se señala que las reformas son excesivamente

tecnocráticas, concentrándose en mecanismos de financiamiento y gestión, pero no en contenidos

80

y procesos de aprendizaje reales. Se objeta que el énfasis en la calidad ha hecho descuidar la

necesidad apremiante de mayor equidad social en los aprendizajes y logros educativos, y que las

nuevas formas de combinar la iniciativa pública y privada han llevado a una mayor segmentación

de la calidad de la oferta, que puede significar la reproducción o exacerbación de contrastes

sociales en el futuro y una menor responsabilidad o fiscalización del Estado ante las escuelas y

universidades. Se afirma que la calidad de la docencia no ha mejorado, porque los docentes siguen

siendo profesionales mal pagados y mal considerados, y porque no se ha logrado acercar los

contenidos ni los estilos de la educación formal a los cambios culturales que han vivido en las

últimas décadas los educandos, sobre todo aquellos relacionados con el consumo mediático y con

nuevos imaginarios juveniles. Se argumenta que las reformas tienden a privilegiar el aprendizaje

de saberes funcionales al desarrollo tecnológico y al desempeño productivo futuro, mutilando

aspectos menos instrumentales del aprendizaje, como la expresividad y la auto comprensión. Y se

plantea la necesidad de volver a la raíz del problema educacional, preguntándose por el sentido de

la educación más que por su utilidad y entendiendo que al centrarse demasiado en los

rendimientos se puede olvidar lo fundamental: el desarrollo emocional e intelectual de los

educandos.

III. Diferencias de acceso y diferencias de sentido: los cruces entre la educación y las

tecnologías de la información y la comunicación

1. Diferencias de acceso y caminos para corregirlas

Si la educación de calidad es uno de los pilares para promover la incorporación masiva y sostenida

a la sociedad de] conocimiento (y a la globalización centrada en dicho modelo), otro pilar lo

constituye el acceso al intercambio comunicacional, donde no sólo se juega la productividad

laboral, sino también la integración simbólica. Los indicadores de densidad de la industria y el

consumo audiovisuales, así como de densidad informática y de conectividad 13, son cada vez más

significativos para el análisis de las tendencias en el campo cultural, sobre todo porque las

tecnologías de la información y la comunicación son y serán cada vez más gravitantes para

promover la visibilidad cultural, vale decir, para que las distintas expresiones culturales puedan

tener presencia en el diálogo global mediático, así corno también en la arena política interna y en

los espacios públicos.

81

En el plano interno, las industrias de la comunicación constituyen la vía más importante de acceso

al espacio público para amplios sectores sociales -que carecen de espacios de expresión y, con

ello, para ejercer activamente la participación ciudadana. En este sentido, hacia el fin de 2002 la

densidad comunicacional en la región era heterogénea, pues variaba de un medio a otro: mientras

la mayoría de los hogares tenía televisión, el 16% de los hogares contaba con telefonía fija; de la

población, el 20% contaba con telefonía celular, el 8% con acceso a Internet y sólo el 0, 3% con

acceso a banda ancha (Hilbert, 2003). Estas cifras indican que mientras una parte significativa de la

población tiene acceso a información, imágenes, contenidos y mensajes a distancia que otros

emiten (y frente a los cuales sólo ostentan la condición de receptores), una parte menor tiene la

posibilidad de comunicarse a distancia en una relación individual, y una parte todavía más

reducida accede a medios interactivos a distancia que les permite actuar como emisores frente a

grupos más extensos.

Si la conectividad a medios interactivos constituye un indicador determinante de la participación

en la sociedad de la información y el conocimiento, los contrastes observados en 2002 entre los

Estados Unidos y América Latina resultan impactantes (UIT, 2003): mientras en el primer caso

había 63 computadores personales, 54 usuarios de Internet y 37 hosts 14 por cada 100 habitantes,

entre los países latinoamericanos Uruguay llevaba la delantera en hosts (2, 1 por cada 100

habitantes), Chile en usuarios (20) y Costa Rica en número de computadores personales (17, 02).

Los contrastes en el acceso a bienes comunicacionales "de ida y vuelta" (como telefonía e

Internet) son inquietantes cuando se comparan las distintas regiones del mundo. Por el momento,

el 20% de la población global que vive en los países más pobres sólo cuenta con un 1, 5% de las

líneas telefónicas, mientras el 20% de la población de los países más ricos cuenta con el 74% de

ellas. En lo que a acceso y presencia en Internet se refiere, también preocupa que, según el

informe sobre desarrollo humano en 1999 (PNUD, 1999), sólo un 2, 4% de la población mundial

accedía a Internet, básicamente en naciones industrializadas, y un 80% de la comunicación en la

red se realizaba en inglés (Brunner, 1999).

El rezago latinoamericano se ilustra además por el hecho de que en 1999 la región representó el

8% de la población mundial y su incidencia en el ciberespacio alcanzó sólo al 4%; aunque

82

contribuye con alrededor del 7% al PIB mundial, sólo aporta el 1% al comercio mundial que se

hace por vía electrónica (Hilbert, 200la) 15. En contraste con estos datos desalentadores, la región

ha exhibido en los últimos años, en comparación con las otras regiones del mundo, la más rápida

expansión relativa de la "comunidad de Internet". En cuanto a los hosts, mientras en 1999 su

número aumentó 30% en Europa, 61% en Asia y 74% en América del Norte, el alza en América

Latina fue de 136% (Hilbert, 200la). Este crecimiento en materia de acceso refleja también una

expansión del comercio electrónico, que comenzó hacia 1998 y alcanzó un nivel de 20. 000

millones en 2002, lo que ya representa 1% del PIB de América Latina (CEPAL, 2003). En pocas

palabras, estamos mal pero no vamos tan mal.

Si estar fuera de la red es estar simbólicamente a la intemperie o en la sordera, las asimetrías

entre conectados y desconectados marcan una brecha casi ontológica. Por otra parte, la

conectividad tiene un sesgo fuertemente urbano y metropolitano: en Argentina, hacia 1999, el

87% de los sitios Web y sus domicilios físicos estaban radicados en la Capital Federal y el Gran

Buenos Aires. En Chile la concentración de usuarios de Internet en Santiago es proporcionalmente

mayor que la de la población y la del PIB, y el porcentaje de correo electrónico que concentra la

capital duplica el porcentaje de población nacional que ella alberga. En cuanto a la segmentación

por estratos sociales, de acuerdo a las estimaciones de Emarketers, a comienzos de 2000 estaba

conectado el 18, 1% del 15% más rico de la población latinoamericana, pero sólo el 2, 7% de la

población latinoamericana total. Se prevé que en 2004 estará conectado el 68, 9% del 15% más

rico de la población latinoamericana de 14 años y más, pero sólo el 10% del total de la población

latinoamericana de 14 años y más (Hilbert, 2003). Según la misma fuente, en Brasil se espera que

hacia 2004 el 81, 8% del 15% más rico de la población esté conectado, porcentaje que sería de 12,

3% respecto del total de la población. Si la red es el nuevo eje de la participación ciudadana, ¿qué

clase de democracia participativa se puede esperar con estos indicadores de segmentación?

Finalmente, Internet está planteando segmentaciones etarias sorprendentes. En Brasil, según

datos de 1999, el 15, 8% de los jóvenes de 14-19 años había usado Internet, contra el 11, 3% de la

población de 20- 35 años, el 5, 6% de la de 36-45 años y el 3% de los mayores de 46; y en el uso de

computadores personales, estos índices por grupos etarios eran de 27%, 19%, 13, 7% y 6, 3%,

respectivamente 16. Los datos sobre uso de telefonía celular e Internet en Chile y México también

83

son elocuentes en cuanto a la mayor incidencia de población joven (gráfico l). Si estas situaciones

nacionales son extensibles a otros países de la región, podemos suponer que en el futuro la brecha

generacional puede exacerbarse, dado que el uso de Internet genera no sólo diferencias de

productividad, sino también asimetrías en la capacidad de interlocución, el acceso a información y

conocimiento, el desarrollo cultural y otros aspectos. Por otra parte, los datos también revelan

que la discriminación étnica se reproduce en el acceso a bienes audiovisuales e informáticos. La

probabilidad de tener una computadora en el hogar es cinco veces mayor en el conjunto no

indígena de la población que en los pueblos indígenas, y la probabilidad de tener un aparato de

televisión es sólo dos veces más alto (gráfico 2).

La esperanza es que, pese a las diferencias, la velocidad de difusión de la conectividad en América

Latina es hoy superior a la de cualquier otra región, y la proporción entre acceso y equipamiento

ha mejorado más que en otras regiones. En parte el problema del acceso a redes se reduce a

medida que descienden los costos del equipamiento requerido en los hogares para acceder a

microcomputadores e Internet, lo que permite que la conectividad se amplíe desde las familias de

mayores ingresos hacia las de ingresos medios. Por otro lado, la necesidad de "democratizar" la

conectividad, vale decir, difundirla a lo ancho de toda la sociedad, se enfrenta hasta ahora por tres

vías. La primera es la de utilizar programas muy localizados emprendidos por organizaciones no

gubernamentales (ONG) y algunos programas estatales o municipales que conectan a grupos

reducidos de manera todavía experimental. En América Latina los casos más citados son los de

movimientos indígenas y organizaciones comunitarias que utilizan la red para expandir alianzas,

tener presencia en el espacio público virtual, movilizarse políticamente y contar con mayor

información sobre mercados, acceso a créditos y otros servicios.

Una segunda vía es la dotación de locales públicos donde se paga, a costos decrecientes, por

navegar en la red. La tercera, y probablemente la de mayor potencial para la democratización del

acceso, es la de los programas públicos de dotación de computadores en red en las escuelas

públicas, en el marco de programas de reforma educacional que apuntan a incorporar el uso de

redes electrónicas para el aprendizaje dentro de la educación formal. En estos últimos dos casos se

parte de la premisa de que la era digital no se define tanto por la propiedad de los computadores,

sino por el acceso a la red; el capital más importante sería el aprendizaje, no la máquina. En países

84

como Perú el uso de Internet se está difundiendo, no por computadores en el hogar, sino por cafés

y cabinas públicas de acceso; y en países como Brasil, Chile, Costa Rica y México, la expansión del

número de usuarios se da por las redes instaladas en las escuelas. Si hoy Chile es el país

latinoamericano con un mayor índice de conectividad, se debe fundamentalmente al éxito de su

programa de instalación de terminales interconectados en todo el sistema educacional.

En América Latina la cobertura escolar es cercana al 100% en la educación primaria y está en

rápida expansión en la secundaria. Es en la escuela donde los niños y jóvenes están

institucionalizados y desarrollan diariamente sus procesos de aprendizaje y de interacción con sus

pares. Por otro lado, las fuertes diferencias sociales y los altos índices de pobreza en muchos

países de la región hacen que la gran mayoría de los hogares carezca de computador. Por lo

mismo, es en las escuelas donde el acceso puede democratizarse. Además, el uso compartido de

terminales en ellas permite sinergias positivas en términos de aprendizaje de lenguajes

informáticos, agilidad y confianza en el uso del ciberespacio, y utilización de las redes electrónicas

para procesar información y construir conocimientos relacionados con el currículo escolar.

Socializar en redes debe ser parte de la tarea de socializar en las escuelas.

Existen ya en la región múltiples experiencias nacionales de equipamiento para medios

interactivos en escuelas públicas, con éxito, cobertura y continuidad variables. Brasil ha impulsado

el Programa Nacional de Informática en Educación (Prolnfo) y, para el caso de medios de

comunicación, el Programa Nacional de Educación a Distancia: TV Escuela, que apoya la actividad

docente de la red pública de enseñanza en aspectos de metodologías, tecnologías de enseñanza y

material de apoyo para el trabajo en la sala de clases, a través de un canal de televisión dedicado

exclusivamente a la educación. En Costa Rica, el Programa de Informática Educativa, llevado a

cabo desde 1988 por el Ministerio de Educación Pública y la Fundación Omar Dengo en todo el

país, apunta a mejorar la calidad de la educación mediante el uso de computadores en la escuela

primaria pública. En Chile, el proyecto Red Enlaces, desarrollado por el Ministerio de Educación, ha

creado una red interescolar de comunicaciones a través de computadores entre alumnos,

profesores y profesionales de otras instituciones relacionadas con la educación. Se inició en forma

experimental en 1992, y en 2001 el 62% de las escuelas primarias del país y el 89 % de los liceos de

educación media ya estaban conectados a Internet a través del programa Enlaces. Otros países --

85

entre ellos Argentina, Uruguay, México y Cuba- también están abocados a instalar y extender la

conectividad escolar.

Respecto al camino recorrido por los programas de informática escolar emprendidos por países de

la región surgen algunas interrogantes. La primera tiene que ver con la "densidad informática",

vale decir, el número de alumnos que comparten un computador en las escuelas. Esto es clave,

porque para familiarizarse con su uso y aprovecharlo bien es indispensable el acceso frecuente y

personalizado. En Chile, que es uno de los países de mayor conectividad escolar, no ha sido fácil

bajar el número de alumnos por computador: en 1998 se estimaba en 71 alumnos por

computador, bajando a 65 en 2001 (Jara Schnettler y Pávez, 2001). En los Estados Unidos, la

relación era de 1 por 125 alumnos en 1981 y se redujo a 1 por 5 en 2000 para el caso de

computadores sin conexión multimedia, y a 10 por 1 en 2001 para computadores con conexión

multimedia, actualizados y conectados a redes (Cuban, 2001). La segunda interrogante se refiere a

la respuesta de los docentes, que suelen sentirse amenazados por la mayor celeridad con que los

alumnos desarrollan destrezas computacionales y ven con angustia la brecha creciente entre

cultura virtual y cultura pedagógica. Dados los niveles de ingresos de los maestros de escuela en

América Latina, así como el poco tiempo libre que les queda para reciclarse, es poco probable que

puedan familiarizarse con el computador por cuenta propia. Por lo tanto, es necesario que se les

libere de algunas horas de trabajo y se los capacite en las propias escuelas, pues difícilmente

cuentan con buenos equipos en los hogares.

La tercera interrogante se relaciona con las posibilidades de llevar a cabo la actualización y

manutención constantes de los equipos luego de instalarlos en las escuelas, pues eso supone una

inversión continua que rebasa el alcance de los programas iniciales de dotación de equipos.

Entre otras lecciones aprendidas del caso chileno, y extensibles a otros contextos nacionales

dentro de América Latina, destacan las siguientes (Jara Scbnettier y Pávez, 2001). Primero, la

introducción de las tecnologías de la información y la comunicación en el sistema escolar es un

proceso lento, cuyo ritmo se asocia más a los tiempos largos del cambio cultural que a los períodos

cortos de los gobiernos electos. Segundo, la innovación debe ser incremental y empática, por lo

cual es preciso articular la difusión de esas tecnologías con las necesidades pedagógicas de los

profesores, entregándoles herramientas (equipos, programas computacionales, guías) de fácil

86

comprensión y uso. Tercero, la dotación de recursos y capacidades no puede ser homogénea en

todo el sistema, sino que debe adaptarse a las distintas necesidades de profesores y estudiantes

en escuelas con entornos de aprendizaje muy diversos. Y cuarto, es preciso coordinar este aspecto

de las reformas educativas con otros, a fin de generar sinergias entre los programas de

informatización escolar y los programas de bibliotecas de aula, de cambios en contenidos

curriculares, de desarrollo del currículo transversal y otros.

Finalmente, tampoco es claro en qué medida la mayor dotación de computadoras, la mejor

proporción entre número de alumnos y equipos, y una conectividad al alcance de todos, sean

condiciones que aseguren que habrá saltos adelante en alfabetismo computacional, capacidades

de aprendizaje y opciones futuras de mayor productividad laboral de los alumnos. Un estudio

exhaustivo (Cuban, 2001) realizado en los Estados Unidos en el decenio de 1990 -la década de

mayor equipamiento informático escolar del país- y prestando especial atención a Silicon Valley -la

zona de mayor desarrollo informático- deja muchas dudas al respecto. Según su autor, es preciso

tomar con cautela el entusiasmo de los empresarios y expertos que creen que más y mejores

tecnologías computacionales en las escuelas permiten sincronizar los procesos de aprendizaje con

los desafíos laborales en las modernas economías de mercado.

En dicho estudio se señala que durante las últimas dos décadas del siglo XX el gobierno federal

estadounidense invirtió sumas sin precedentes en equipar con esas tecnologías a todas las

escuelas públicas del país, con el apoyo ferviente de padres, ejecutivos de empresas, funcionarios

públicos y educadores, democratizando así el acceso. Pero lo que no se ha con- firmado en la

práctica es el supuesto que tanto animó esas inversiones, a saber, que más acceso en las salas de

clase conduce espontáneamente a más uso, a una pedagogía y aprendizaje más eficientes y

mejores, y luego a mayor competencia laboral. Cuban señala, luego de una revisión profusa de los

datos y la casuística, cuatro conclusiones que despiertan incertidumbre. La primera, es la falta de

consenso efectivo respecto de lo que significa el alfabetismo computacional: si implica

simplemente usar la computadora con programas básicos o si significa, por ejemplo, tener la

capacidad de bajar programas, actualizar software y disco duro, etc. La segunda, es que en el

decenio de 1990 Estados Unidos no exhibió grandes cambios en la calidad de la enseñanza y el

aprendizaje, medidos por mayores logros académicos de estudiantes urbanos, suburbanos y

87

rurales, que pudiesen atribuirse a un mayor acceso computacional. La tercera es que los

profesores se mantienen en calidad de usuarios limitados y esporádicos de nuevas tecnologías en

lo que se refiere a los métodos de enseñanza en las salas de clase, por más que usen el

computador para fines administrativos. Y, finalmente, no está claro el impacto del equipamiento

escolar en el acceso futuro a empleos de altos salarios, porque en general los alumnos mejor

colocados posteriormente en el mercado laboral atribuyen las destrezas a usos de computadores

fuera de la escuela (Cuban, 2001).

2. Diferencias de sentido entre las tecnologías de información y comunicación, la cultura

y la educación

Las tecnologías que utilizamos para interactuar en el mundo virtual tienen una relación dialéctica

con la cultura. Como señala Manuel Castells, muchos rasgos del paradigma informático, como son

la interconexión, la porosidad y la flexibilidad, devienen también rasgos culturales (Castells, 1999,

pp. 88-89). Por una parte, valores propios de la modernidad occidental encuentran su expresión

paroxística en ese momento finisecular de masificación del intercambio en un mundo virtual: la

velocidad de circulación, la expansión de interlocutores en la comunicación, la disipación de

fronteras nacionales y de restricciones espaciales, la desagregación infinitesimal del conocimiento,

la autonomía del sujeto que se resiste a las regulaciones exógenas y, como diría Paúl Virilio, el

relevo de la cosa pública por las imágenes públicas, de los rostros por los espectros. Corno si las

nuevas tecnologías de información y comunicación materializaran los rasgos propios de la

posmodernidad o modernidad tardía. Pero al mismo tiempo el uso mismo de tales dispositivos

tecnológicos, mientras navegamos por el espacio virtual, exacerba esas marcas culturales que le

confieren un cierto destino a la tecnología. De este modo tecnología y cultura se van imbricando

de manera dinámica.

Las nuevas ramas en la industria cultural y las tecnologías informáticas y comunicacionales

redefinen radicalmente la comunicación, el acceso a la información y las formas de producir

conocimientos. Toman difusas las fronteras entre aprendizaje activo y recepción pasiva, entre

roles de emisión y de recepción, entre cultura sedimentada (valores, religión, conocimientos

heredados) y cultura contingente (videoclips, telenovelas, videojuegos, "chateo", etc.), entre alta y

baja cultura, entre lo ilustrado y lo popular, entre lo nacional y lo exógeno. El régimen de rápida

88

obsolescencia que rige los mercados e industrias culturales cambia la percepción de la gente

respecto de qué, cuándo, dónde y para qué conocer y aprender. La información se hace tan

accesible, inmediata, variada y detallada, que las figuras tradicionales del tutor o el maestro

pierden sentido a los ojos de tantos niños que entran y salen en terminales de computadores

como quien come o camina. La cultura se abre en su posibilidad de diálogo continuo en todas

direcciones, descentrando sus lugares de producción y procesamiento.

Ante tal magnitud de cambios, la educación queda rápidamente en tela de juicio. No es fácil para

el Estado hacerse cargo del campo educativo ante estas nuevas fuentes de información, cultura,

conocimiento y entretención, donde se mezclan las funciones formativas informativas de la

industria cultural liviana con las de la industria cultural pesada. No hay una receta que diga cómo

incorporar los nuevos medios en una rutina dentro del aula de clases; o cómo concertar

operaciones conjuntas entre esta nueva oferta de la industria cultural y los desafíos de modernizar

la educación en los sectores de ingresos bajos y medios bajos; o cómo concertar el personal

docente (maestros, planificadores y "gerentes" de la educación) para su propio reciclaje en torno a

estos desafíos; o cómo aprovechar la capacidad instalada, y su impacto en la vasta mayoría de los

hogares, para poner en práctica programas de educación ambiental, educación del consumidor y

educación para la paternidad responsable, entre otros.

Qué duda cabe: el uso de medios audiovisuales, así como el acceso a redes interactivas, constituye

una herramienta poderosa para ampliar y democratizar oportunidades de aprendizaje entre

grupos de distintos ingresos. La incorporación de soportes informáticos y audiovisuales es un gran

aporte a la educación, en tanto enriquece los métodos de enseñanza y aprendizaje, torna

accesible a alumnos y profesores todo tipo de conocimiento e información actualizados,

revoluciona la capacitación docente, facilita la educación a distancia, torna más eficiente la gestión

educacional y hace más participativos los procesos de aprendizaje.

Pero, por otro lado, la educación tiene que compatibilizar nuevas destrezas con un patrimonio

acumulado en formación crítica. La euforia mediática no puede arrasar con la memoria

pedagógica, y más bien debemos encontrar las formas de potenciar el aprendizaje con los nuevos

dispositivos, sin que ello aniquile el sentido más profundo del aprender.

89

Es cierto que una vez que la información se almacena en discos duros, el enciclopedismo puede

resultar anacrónico. Pero no el humanismo al cual iba adherido. Hoy más que nunca se requiere

espíritu crítico frente a la razón instrumental (en tanto razón que anula otras racionalidades);

capacidad para discernir selectivamente entre las ventajas de las tecnologías de transmisión de

mensajes y el riesgo de reducir el espíritu a la lógica de la mera transmisión, recelo frente a la

sobredosis de estímulos mediáticos cuando se convierten en pura secuencia; asertividad personal

para no desdibujarse en la seducción de tantas texturas que circulan por la superficie sin textura

del monitor.

La educación encuentra aquí su límite y su posibilidad. Por una parte, capitalizar los nuevos

insumos de aprendizaje para democratizar el acceso a la productividad, la ciudadanía, la

comunicación y la diversificación de la vida cotidiana. Por otra, movilizar su propio patrimonio

histórico para promover un uso de esos nuevos insumos que no implique ni el fin del sujeto ni la

insoportable levedad del ser. No hay fórmulas claras entre lo que se debe desterrar y lo que se

debe preservar en la pedagogía y en los currículos. En tiempos y espacios multimedia no es

necesario internalizar la enciclopedia: basta saber buscarla en el monitor. Pero el monitor no

enseña a apagar el monitor.

También está el drama de la escuela latinoamericana que no consigue asimilar las nuevas lenguas

que los propios educandos traen a clases. La estrechez viene, pues, de lado y lado. Es necesario

entender que "la transformación de los modos de leer... está dejando sin piso la obstinada

identificación de la lectura con lo que atañe solamente al libro y no a la pluralidad y

heterogeneidad de textos, relatos y escrituras (orales, visuales, musicales, audiovisuales,

telemáticos) que hoy circulan" (Martín Barbero, 1996, p 12). Y con razón señala Jesús Martín

Barbero que la televisión rivaliza con la escuela en un sentido profundamente epistemológico,

pues mientras la televisión "deslocaliza" los saberes, los mezcla, los usa discontinua y

espasmódicamente en aras de la entretención y los sustrae de la "institucionalidad" desde donde

nacen, la escuela se mantiene en las antípodas: mensajes de larga temporalidad, sistematicidad,

esfuerzo y disciplina. Más aún, la televisión es hoy el lugar del "desplazamiento de las fronteras

entre razón e imaginación, entre saber e información, naturaleza y artificio, arte y ciencia, saber

experto y experiencia profana" (Martín Barbero, 1996, p. 14). Para la escuela queda el desafío de

90

salir de su posición defensiva frente al fenómeno de comunicación de masas, incorporar la

plasticidad propia de dichos medios para difundir y combinar conocimientos, pero al mismo

tiempo organizar este mosaico de estímulos mediáticos a fin de evitar la banalización del

conocimiento y alimentar en el alumno un espíritu selectivo frente a aquello que Baudrillard llamó

el éxtasis comunicacional.

En este sentido, Orozco (1996) invita a superar las dos visiones antitéticas de la educación ante los

medios de comunicación. Sea la defensa de la audiencia frente a los medios, sea la aceptación

acrítica de éstos como recursos para la modernización educativa. Propone a cambio una

"pedagogía crítica de la representación", que abra en la sala de clases el debate sobre recepción

de medios, asuma que la escuela es una institución entre otras que compiten por ejercer la

hegemonía del conocimiento, infunda habilidades que permitan a los estudiantes expresarse en

un entorno multimedia, y entienda la alfabetización como un proceso permanente que se liga a los

distintos alfabetos de un mundo posmoderno-mediático, multicultural y de aceleración del cambio

17.

En lo que se refiere a las nuevas tecnologías de información y comunicación, la educación enfrenta

a largo plazo por lo menos tres grandes desafíos. En primer lugar, educar con nuevas tecnologías

de información y conocimiento implica, en cierto modo, vincular su uso con la producción de

sentido, tanto individual como colectivo. Dicha producción de sentido se nutre, a su vez, de la

cultura propia. No se trata, por tanto, de transmitir una "euforia amnésica", sino de infundir el

gusto y la responsabilidad por el encuentro entre cultura y tecnología, lo propio y lo exógeno,

finalidad e instrumento. Al decir de Jesús Martín Barbero, la educación tiene que ser un espacio

idóneo para pasar de los medios a las mediaciones.

En segundo lugar, la interacción virtual recurre a un hipertexto en que se mezcla la lectoescritura,

la oralidad y la cultura por imágenes. Su inmediatez es oral, mientras su acción motriz básica es la

digitación. La preeminencia de una sobre otra puede depender de la decisión del usuario según

cómo visualiza la interlocución de turno a través de la pantalla. Puede privilegiar una

comunicación letrada, acústica o visual según la ocasión y el efecto deseado. Sin duda esto

impacta la forma de adquirir, procesar y difundir conocimientos. Si los currículos de la escuela

91

están basados en la cultura letrada y en la compartimentación de géneros y materias, el hipertexto

del intercambio virtual transgrede las fronteras y los compartimientos estancos. No se trata sólo

de contenidos, sino principalmente de estilos de aprendizaje y enseñanza. Los cambios en las

prácticas virtuales desafían, por lo mismo las bases del sistema. ¿Cuánto cabe revolucionar el

sistema de enseñanza para potenciar los aprendizajes en los nuevos dispositivos de información y

conocimiento? Ante esta pregunta no hay respuestas unívocas. Tal vez se impone necesariamente

un cierto gradualismo en los cambios, dado que la formación docente y las prácticas pedagógicas

no transitan al mismo ritmo que la innovación en las tecnologías de la información y la

comunicación.

Por último, la interacción virtual oscila entre medio y fin. Si "chateamos", la comunicación es el

objeto mismo y no hay nada que la trascienda; pero si buscamos una información científica para

incorporar en nuestra investigación, la búsqueda virtual es sólo el medio. En este punto la

educación también se encuentra, por decirlo así, entre el pedestal y el banquillo. En los niños y

jóvenes de edad escolar el vínculo con la red tiende a ser lúdico y caótico, vale decir, se privilegia

el "inmanentismo virtual" y no el potencial de la red para recabar conocimientos. Los riesgos en

esta permutación de prioridades radican en la pérdida de capacidad para organizar conocimientos

y ordenar las dinámicas de aprendizaje. El rol del profesor, como también de los planificadores de

la enseñanza, deberá incluir la capacidad de brindar un contexto en el cual el uso de las

tecnologías informáticas y comunicacionales en las escuelas mantenga una relación medios-fines

en que la comunicación se oriente a adquirir y procesar conocimientos con sentido de totalidad y

de manera ordenada. La reflexión crítica y una dosis saludable de enciclopedismo (bien entendido)

tienen que estar en la base de las prácticas de aprendizaje con esas tecnologías. De lo contrario, se

corre el riesgo de caer en una dispersión de actos comunicativos que no construyen ni

sistematizan la información que van generando.

En síntesis: por un lado, no cabe duda de que es urgente incorporar ampliamente las tecnologías

informáticas y comunicacionales en la educación, dado que es la forma más expedita, económica y

masiva de reducir la brecha digital entre países y dentro de ellos. Si la inclusión social pasa cada

vez más por el acceso al conocimiento, la participación en redes y el uso de tecnologías

actualizadas de información y comunicación, el sistema de educación formal es la clave para

92

difundir ese acceso. Pero, por otro, esto no significa que la "digitalización" de la educación nos

ilumine en el conocimiento y libere a los educandos de los vestigios de la falsa conciencia y la

ignorancia. Nada garantiza la forma en que se resuelven, computadora mediante, las tensiones

entre cultura escolar y cultura juvenil, y entre razón instrumental y producción de sentido. Pero

esas tensiones sólo se pueden resolver andando. Y para andar, hay que equipar a las escuelas. La

educación enfrenta aquí su doble filo: movilizar la industria multimedia para ganar en motivación,

en expresividad y en nuevas alfabetizaciones, pero al mismo tiempo no perder el espíritu crítico ni

la sedimentación de la experiencia de aprendizaje. No hay fórmulas claras para el doble filo: sólo

ensayo y error y aprender de la experiencia de otros.

3. Interrogantes

Sabemos que la mayor parte de las escuelas en la región adolecen todavía de rezagos agudos en

estilos pedagógicos y contenidos curriculares. Sabemos que la familiaridad con las redes virtuales

es mucho más fácil en niños y adolescentes que en adultos, tal como lo es aprender un nuevo

idioma. Sabemos que el costo de informatizar la educación pública permitiría, a lo sumo, una sala

especial con finales de red, pero no un uso intensivo-extensivo en el aula. Pero también sabemos

que una vez que comienza a usarse la red digital, ese uso crece exponencialmente y tiene un

enorme efecto de contagio; que el uso mismo produce cierta pericia y que ésta puede socializarse

entre alumnos, y entre alumnos y profesores-, y que el estudio en red no aniquila a la

enciclopedia, sino que la hace accesible, amigable y adaptable a los gustos de los usuarios.

Por lo mismo, no hay un claro desenlace en este proceso que deberá poner en interacción la lógica

de la red y la pedagogía masiva. Hay temor y entusiasmo, inseguridad y curiosidad, resistencia y

apertura. Es un choque cultural con consecuencias prácticas. Sin duda la pedagogía basada en la

memorización y en la presentación compartimentada del conocimiento no podrá sobrevivir a la

facilidad con que se objetiva y amplía la memoria en un soporte informática, ni a la agilidad con

que se relacionan datos y disciplinas heterogéneos en el trabajo en red.

Esto plantea, entre otras cosas, las tensiones que habrán de darse entre alumnos que adquieren

destrezas en el manejo de la red y profesores que sienten que pierden autoridad en este proceso

18.

93

También plantea incertidumbres respecto de la calidad de segmentado del acceso, porque

subsisten diferencias según el tipo de software instalado, los accesorios disponibles, la intensidad

del acceso a Internet, y la capacitación recibida por los profesores. Más aún, mientras en algunos

establecimientos escolares el uso de la computadora se restringe a ejercicios mecánicos de

aplicación, en otros se optimiza su potencia de aprendizaje, experimentación, construcción de

proyectos y trabajo cooperativo; y mientras unos usan Internet para juegos otros navegan para

aprender (Trahternberg, 2000, p. 10).

El uso cotidiano de las tecnologías de la información y la comunicación suscita problemas cuyo

alcance aún no se conoce, corno tampoco se conoce la forma de enfrentarlos, y que tienen que

ver con valores, actitudes y expectativas de los niños y jóvenes que ocupan una parte importante

de su tiempo frente a pantallas y monitores.

Nuevas adicciones a juegos y a la información ligera, baja tolerancia a la frustración, poca

disposición a diferir las gratificaciones, dificultad para racionalizar esfuerzos, resistencia a medios

letrados de aprendizaje y a la investigación en profundidad y de larga duración sobre un mismo

tema, deslegitimación de la autoridad de los profesores y otras figuras adultas, excesivo

utilitarismo en la relación con el conocimiento, poca disposición a comunicarse cara a cara y

menor capacidad de expresión oral, pueden ser algunos de los problemas que es preciso

considerar. No faltan, en este sentido, voces de alarma: "La ya débil capacidad de comprensión

lectora se debilitará cada vez más no sólo porque los alumnos leerán cada vez menos libros, sino

porque aumentarán su lectura de mensajes breves y fraccionados como los que produce la

navegación por Internet y los intercambios vía chat o correo electrónico" (Trahtemberg, 2000, p.

14).

Por lo mismo, es "prioritario resaltar otra vez los valores y la importancia de las actitudes, además

de la indispensable adquisición de competencias, habilidades y conocimientos que ayuden al

individuo a desarrollar al máximo sus propios talentos para aplicarlos en la evolución positiva de

las instituciones sociales" (Almada, 2000, p. 16). Investigaciones hechas por la FLACSO en varios

países de América Latina sugieren que uno de los problemas respecto del impacto social de

Internet en la cultura escolar es la tendencia a una implementación meramente instrumental o

94

técnica que malogra su potencial como lenguaje y sistema de representaciones en que los jóvenes

crean y recrean relatos, visiones de sí mismos y de la sociedad (Bonilla, 2001). Por otro lado, un

estudio entre jóvenes escolares en Bogotá mostró que el uso de Internet en escuelas tendía a

reducirse al sustituir electrónicamente el secular enciclopedismo escolar, reproduciendo

pedagogías tradicionales del aprendizaje (íbid). En este sentido es necesario idear métodos de

seguimiento y evaluación del uso de tecnologías informáticas y de comunicación en el proceso de

aprendizaje en las escuelas, a fin de que tanto alumnos como profesores no sólo aprendan a usar

las tecnologías, sino que también se formen criterios que orienten dicho uso a mejorar los

aprendizajes, desarrollar espíritu crítico y combinar los aspectos lúdicos y formativos 19.

Otras críticas a la aplicación de programas de dotación informática en el sistema educativo se

refieren al rol y la capacitación de los docentes. Entre otras cosas se advierte que, a la hora de

capacitar, los programas no definen el perfil de docente que se desea formar y no incorporan las

tecnologías informáticas y comunicacionales a los currículos de formación y capacitación (Martínez

Santiago, 2000). Se advierte igualmente que enseñar un curso en red es muy distinto a hacerlo en

la forma tradicional, dado que los profesores deben alentar las interacciones de los participantes.

Ello "requiere de los profesores pasarse el día contestando preguntas, monitoreando discusiones,

realimentando", lo cual les exige "contactarse varias veces al día, leer las anotaciones de sus

alumnos y contestarlas, sin contar la corrección de tareas y la revisión de los trabajos individuales

o grupales que también requieren dedicación" (Trahtemberg, 2000, p. 6).

Con esto los profesores deben ser al mismo tiempo aprendices de nuevos modos y contenidos,

renovadores pedagógicos y facilitadores, todo esto frente a una herramienta nueva que los

alumnos suelen aprender a usar con mayor celeridad que ellos.

También el uso de recursos audiovisuales convencionales dentro de la sala de clases, corno la

radio, el video y la televisión, debe difundirse cada vez más en las escuelas, lo cual nuevamente

coloca a los profesores en una posición a la cual no están habituados. La experiencia muestra que

la capacidad de atención, motivación y absorción de los educandos puede aumentar

considerablemente cuando se utiliza apoyo audiovisual y se trabaja luego, en una estructura más

horizontal y de conversación, a partir de ese material. A medida que se incorporen estos medios y

95

la reflexión crítica sobre ellos la escuela podrá ir superando la oposición entre aprendizaje escolar

y consumo mediático, estimulando en los alumnos un uso más selectivo y crítico del consumo

cultural. El desafío para las escuelas, sobre todo las públicas, es salir de su postura defensiva

frente al fenómeno de la comunicación masiva, incorporar la plasticidad propia de dichos medios

para difundir y combinar conocimientos, pero a la vez organizar este mosaico de estímulos

mediáticos a fin de evitar la banalización del conocimiento y alimentar en el alumno un espíritu

selectivo.

El uso de tecnologías de la información y la comunicación en la escuela abre diversas perspectivas

teóricas, que plantean interrogantes cuyas respuestas no son unívocas (Jara Schnettier y Pávez,

2001) ¿Son estas tecnologías sólo instrumentos de apoyo al proceso de aprendizaje o el motor de

cambios pedagógicos y organizacionales, o son ambas cosas a la vez? ¿Quiénes son los agentes

más adecuados para inducir cambios con el uso de tales tecnologías en las escuelas, y qué

capacidades tecnológicas hay que promover allí para potenciar las tecnologías informáticas y

comunicacionales y ser potenciados por ellas? ¿Qué lleva a promover el uso de esas tecnologías en

las escuelas: resultados, motivaciones, procesos, capacidades? Lo cierto es que su uso tiene un

sentido inmanente relacionado con el proceso mismo de aprendizaje y las motivaciones en dicho

proceso: una finalidad intraescuela que tiene que ver con el cambio en las prácticas pedagógicas, y

una clara finalidad extra escuela, que es la de formar oportunamente para desenvolverse en la

sociedad del conocimiento.

Respecto a los procesos de aprendizaje en las escuelas, se argumenta que las tecnologías de la

información y la comunicación hacen más sencilla la comprensión de conceptos claves en ciencias,

lenguaje y matemáticas y permiten compenetrarse con la lógica de estas disciplinas mediante

formas que permitan su asimilación más profunda e inmediata (interactividad, simulación, juego,

modelamiento). Por lo tanto, capacitar en tales tecnologías es un fin en sí, porque constituyen

mínimos indispensables en el mundo laboral y cultura de hoy y porque facilitan un aprendizaje

más significativo del conjunto de saberes. Sin embargo, y como ya se señaló, la difusión de ellas en

las escuelas tropieza con la complejidad y heterogeneidad de los sistemas educativos con sus

grandes diferencias en recursos informáticos, planes institucionales, preparación docente,

prioridad otorgada a tales tecnologías y horas de uso en la jornada escolar, entre otros aspectos.

96

Por último, dotar a las escuelas de equipamiento audiovisual e informático es el comienzo de un

proceso y no el centro de la transformación educativa. Educar para la sociedad de la información y

el conocimiento es mucho más que cambiar libros por pantallas o monitores. Exige conjugar lo

mejor de la tradición crítica y de la experiencia pedagógica con las nuevas opciones tecnológicas, y

concertar la educación formal con las prácticas cotidianas de comunicación a distancia en una

sociedad donde estas prácticas son cada vez más importantes, masivas y cruzadas. El camino es

largo y pone a prueba a los planificadores, directores de escuela, docentes, alumnos, familias de

los alumnos, creadores de software, comunicadores y estrategas de la industria cultural. Y de la

sociedad reclama consensos amplios que trasciendan los ciclos de gobierno tanto para garantizar

continuidad en el proceso y logros cada vez mayores, como para recabar los recursos que

permitan impulsar un salto adelante en educación y conocimiento a la altura de los desafíos aquí

planteados.

Notas

1 Véase CEPAL/UNESCO (1992); Hopenhayn y Ottone (2000)

2 En la misma obra y en igual sentido, se dice también: "La difusión de valores, la dimensión ética y

los comportamientos propios de la moderna ciudadanía, así como la generación de capacidades y

destrezas indispensables para la competitividad internacional (crecientemente basada en el

progreso técnico), reciben un aporte decisivo de la educación y de la producción del conocimiento

en una sociedad. La reforma del sistema de producción y difusión del conocimiento es, entonces,

un instrumento crucial para enfrentar tanto el desafío en el plano interno, que es la ciudadanía,

como el desafío en el plano externo, que es la competitividad. Se entiende así que esta dimensión

sea central para la propuesta de la transformación productiva con equidad" (p. 17).

3 Según García y Pruyn (2001, p. 6): 'En el corazón del enfoque de Freire (... ) los estudiantes son

motivados para constituirse en analistas y agentes críticos' y 'los maestros críticos que siguen esta

filosofía son alentados para que involucren a los educandos en discusiones e investigaciones sobre

sus realidades vividas y situaciones personales. Las preocupaciones, necesidades y experiencias

personales de los estudiantes están en el centro de este proceso'. [El texto reproducido aquí, entre

97

comillas simples, corresponde a una traducción del inglés efectuada por el autor del presente

artículo.] Véase también Freire y Macedo (1987).

4 Los datos que aquí se presentan sobre cobertura educativa se han consultado en la División de

Estadística y Proyecciones Económicas de la CEPAL, en la página web de la UNESCO, Y en UNESCO

(2000a)

5 Salvo en países de la región, como los del Cono Sur, donde la cobertura de la educación

secundaria es claramente mayoritaria.

6 No defiendo el estatismo en este punto sino relativizando la euforia privatizadora que en

algunos países tiende a darse en el ámbito de los servicios sociales.

7 Algo que suele desconocerse cuando se quiere explicar la mayor movilización de grupos

indígenas latinoamericanos en las últimas dos décadas es la formación universitaria de sus

nuevos líderes.

8 Obviamente, dependiendo de qué tipo de educación se tenga. Pero puede ser un instrumento

orientado a estos fines.

9 El rango de problemas asociados a la calidad es muy amplio, y se puede incluir, entre otros, los

siguientes: la falta de pertinencia de los contenidos pedagógicos frente a los mundos de vida y los

futuros laborales de los educandos: métodos didácticos anacr6nicos en los que un enfoque

memorístico y frontal se ve poco coherente con las nuevas formas de adquirir y difundir

conocimientos; deterioro de la calidad docente debido a malas condiciones de vida y de trabajo y

al bajo reconocimiento simbólico; falta de equipamiento adecuado (textos, computadoras,

soportes audiovisuales); jornadas escolares muy cortas o aulas sobre pobladas; falta de apoyo a las

condiciones de aprendizaje en los hogares, y carencia de alternativas intermedias de capacitación

técnica.

10 Por el lado de la demanda, el clima educacional de los hogares gravita de manera decisiva en el

logro educativo de los alumnos: familias con bajos niveles educacionales (que en general son de

ingresos bajos o medios bajos) tienden a reproducir bajos logros en los hijos. Además, las familias

98

pobres no cuentan con computador ni con acceso a las TIC, lo que plantea una desventaja cada vez

más dramática en el desarrollo de nuevas destrezas en el hogar. Por el lado de la oferta, el

creciente gasto privado en educación, debido a la importancia creciente que las familias asignan a

la formación de los hijos, acrecienta cada vez más la diferencia entre la calidad educativa de los

colegios privados y la de los públicos.

11 En parte porque el fuerte incremento de la población matriculada en las últimas cinco décadas

ha hecho colapsar un sistema diseñado para otra escala, en parte porque la burocracia estatal y el

comportamiento corporativo del sistema habrían acumulado ciertos "vicios históricos" que

merman la eficiencia de la política pública: en parte porque es necesario abrir el sistema a aportes

potenciales del sector privado y a la iniciativa de otros agentes para mejorar sus prácticas, y en

parte por la necesidad de localizar recursos en los grupos más vulnerables y de adaptar los

contenidos a los contextos socioculturales de los educandos.

12 Por ejemplo, no todos comparten la euforia por la descentralización del sistema por el

protagonismo de los agentes privados.

13 Por conectividad se entiende el acceso a redes electrónicas interactivas.

14 Hosts: computadores que almacenan la información de páginas Web.

15 En 2000, Brasil absorbía el 69% del comercio electrónico total dentro de América Latina

(Hilbert, 2001b); en general, el incremento previsto de este comercio es exponencial: desde casi

cero en 1999 a cerca de 100. 000 millones de dólares en 2004 (Hilbert, 2001b).

16 Datos del Ministerio de Salud de Brasil, citados por Hilbert (200ib).

17 Véase Orozco, 1996.

18 En una investigación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), con

estudios de casos realizados en varios países de América Latina, se encontró que "el intercambio

informal que se genera entre los estudiantes durante las prácticas de informática, neutraliza y

disminuye la capacidad de control del maestro", y que el aula virtual es vértice en el que chocan la

99

actividad lúdica de los estudiantes y la autoridad vertical del maestro (... ) el Internet marca el

límite entre la experiencia dentro y fuera de la clase, dentro y fuera del orden educativo (... ) entre

la cultura del libro, concebida como una forma de relación, de control pedagógico sobre el

estudiante, y nuevas formas de aprendizaje a través de las navegaciones por el ciberespacio

emprendidas por los jóvenes..." (Bonilla, 2001, pp. 9-10).

19 Sin embargo, no es fácil evaluar los impactos y logros de programas de informática educativa,

dado que los equipos y programas de información y las capacidades previas de los docentes en su

uso varían de un establecimiento a otro, y porque es difícil distinguir los efectos del uso de las

tecnologías de la información y la comunicación en escuelas donde se están realizando múltiples

intervenciones (Jara Schnetler y Pávez, 2001).

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(2000b), World Education Report 2000, París.

UIT (Unión Internacional de Telecomunicaciones) (2003): World Telecommunications Database,

http://www.itu.int/ITU-D/ict/statistics.

102

Iraq, Ministerio de Educación. Junio 2004.

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De la ceguera a la educación: ENTREVISTA AL MAESTRO EDGAR PALACIOS (por Pablo Mora y Álvaro Alemán)

Fotografía: Pablo Mora.

Liber Arte- Entonces le decía que estaba leyendo esto y me impresiona un poco mi falta de

conocimiento de muchos de los nombres mencionados aquí. En este texto se habla de que usted

ha realizado actividades con Segundo Cueva Celi, Segundo Puertas Moreno, en el Instituto

Salvador Bustamante. Yo no reconozco estos nombres y me parece que deben ser muy

importantes para la Historia de la Cultura en el Ecuador, así que quisiera empezar con eso.

EP. - Bueno, Salvador Bustamante es el músico más grande que tiene el siglo XIX y XX en la ciudad

y la Provincia de Loja, porque es un gran renovador de todo el concepto musical, es un gran

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estilista de la forma de la música ecuatoriana, es un gran creador de la cultura del “Pasillo”. Él se

basa para hacer sus pasillos tomando como forma rítmica musical el “Bolero Español” que tiene

una rítmica de tres cuartos. De ese Bolero Español hace el Pasillo Lojano prácticamente, pero hace

una canción en ritmo de bolero español que es “El Lojanito”, entonces es un gran innovador en el

concepto mismo de la forma musical “popular ecuatoriana”.

Liber Arte. - Es autodidacta.

EP. - Recibió educación de algunos maestros lojanos y también de los religiosos que llegaron a la

Ciudad y a la Provincia de Loja, había entre ellos algunos músicos y grandes maestros de la música

donde pudo cultivarse Salvador Bustamante y posteriormente Segundo Cueva Celi, pero ya

después se llegaron a perfeccionar en forma autodidáctica y también se perfeccionó en Lima,

Salvador Bustamante.

Liber Arte. - Y usted lo conoció.

EP. - No, yo soy de la década de los años cuarenta y el murió en el año 30. Entonces después viene

Cueva Celi. Cueva Celi es el más grande compositor Lojano de música popular, con algunas

canciones también de música ligera, yo no diría clásica, sino de música popular bastante

elaborada. Él es el más grande estilista del Pasillo Lojano, del Vals; en su gran contexto

compositivo. Por ejemplo tiene un vals que él le llamaba “a la Chopin”, que es prácticamente una

expresión hermosa de lo que pudo lograr en Solos de Piano. Además tiene otros pasillos y valses

que son famosos y que después de la Invasión Peruana en 1940, como el gobierno peruano creó

una política para dominar no militarmente sino espiritualmente al pueblo de Loja y de El Oro, puso

el dial de la Radio Nacional del Perú a todo el sector de la Provincia de Loja, y en 1948 se tocaba

música peruana en un 60 %. Entonces allí sale Cueva Celi creando sus grandes valses como “Mi

Ultimo Recuerdo”, “Tardes del Zamora”, “Artista y Peregrino”, que son unos valses maravillosos

que sirven para crear las fronteras culturales. Es la primera vez que se conceptualizan las fronteras

vivas del tipo cultural en la época de Cueva Celi.

Liber Arte. - Y usted al él sí lo conoció.

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EP. - Claro, yo estudié con él, toque con él, me hizo conformar una estudiantina cuando estaba en

primer curso, después terminé en el coro, después toqué la trompeta y él me acompañaba en el

piano.

Y después tenemos a Segundo Puertas Moreno, que fue mi profesor, porque yo me formé como

trompetista, en la Banda del Colegio Bernardo Valdivieso.

Liber Arte. - Centenario Colegio...

EP. – ¡¡¡El Centenario Colegio!!! Entonces Segundo Puertas Moreno.

Liber Arte. - Perdón es relacionado con Segundo Moreno....

EP. - Creo que hay algún parentesco un poco lejano, porque toda la familia Moreno está repartida

entre Loja e Imbabura. Considero que Segundo Puertas Moreno fue el más grande Pedagogo del

siglo XX que tuvo Loja, porque él era un formador de juventudes. Era Profesor, le encantaba

enseñar.

Liber Arte. - ¿En qué consistía la Pedagogía de Segundo Puertas Moreno?

EP. - Él formaba bandas, bandas de guerra, bandas de músicos y tocaba además la flauta en forma

exquisita, tocaba el clarinete, el oboe, tocaba trompeta.....

Bueno era un hombre que sabía manejar la Pedagogía para Enseñar.

Liber Arte. - Y usted tiene muchos recuerdos de él.

EP. - Claro, yo fui alumno de él en la banda del Colegio, y por su influencia yo aprendí a tocar la

trompeta y me hice músico.

Liber Arte. - En términos de metodología ¿qué rescata de la forma de enseñar que él poseía, qué

le parece notable de su método?

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EP. - Él no era un hombre que hubiere estudiado en una Facultad de Ciencias de La Educación,

tenía algunas faltas en el conocimiento, pero en el fondo era un gran pedagogo porque al final

todos sus alumnos aprendíamos a tocar los instrumentos.

Existen hoy en el Ecuador muchos maestros que desgraciadamente no han podido desarrollar a

una buena cantidad de alumnos, porque no existe una devoción por la educación que permita

formar a nuevos maestros.

Liber Arte. - Otra cosa que me llama la atención es la conexión rumana, yo conozco

personalmente a Pablo Valarezo, él es un amigo personal, que me ha contado como él y Julio

Bueno vivieron en Rumania, me interesaría escuchar un poco su experiencia en tierras rumanas y

el cambio que significó salir de Loja.

EP: Yo cuando terminé el colegio, no sabía qué hacer en Loja, entonces seguí en el conservatorio y

empecé a trabajar, siempre teniendo presente el deseo de salir al extranjero, así se me

presentaron tres oportunidades:

La primera fue conseguida por el ex presidente Carlos Julio Arrosemena, en cuyo gobierno se me

concedió una beca para estudiar en los Estados Unidos, por seis meses.

En la segunda el destino era Peruggia, Italia por un lapso de seis meses.

Por último se dio un concurso para ir a Rumania en la Universidad de Loja, al cual se presentaron

más de doscientos participantes y nos seleccionaron a tres alumnos en Loja y a uno en Guayaquil.

Yo fui con el Ing. Víctor Bastidas, que hoy desempeña las funciones de Rector de la Universidad

Politécnica del Litoral y con Numa Maldonado, quien estudió ingeniería agronómica, saliendo el 7

de Septiembre de 1962.

Estudié cinco años la interpretación de la trompeta en el Conservatorio Ciprian Porumbescu, que

hoy se llama Academia Nacional de Música, en el cual se realizaban estudios sumamente recios,

entonces me dediqué a estudiar con mucha dedicación, a tal punto que me llegaron a considerar

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un alumno bastante bueno y muy serio. Es allí en donde aprendí la pedagogía y el arte de enseñar

entre otras cosas.

Liber Arte. - ¿Aprendió rumano?

EP. - Claro, aprendí rumano, además me casé por poder y llevé a mi esposa desde Loja hasta

Rumania, en donde concebimos una hija que se llama Ada Yovanka.

Liber Arte. - Ese es el nombre de su obra para piano que usted enuncia.

EP. - Sí, yo escribí esta pieza cuando nació ella.

Continuando con el relato, puedo decir que después de terminar mis estudios regresé al Ecuador

para buscar trabajo, fui a Loja por unos pocos meses sin encontrar oportunidades, es así como me

traslado a Quito en donde entro a laborar en el Colegio 24 de Mayo.

Liber Arte. - Discúlpeme una inquietud, ¿usted recibió una formación académica clásica?

EP. - Académica universitaria.

Liber Arte ¿Para enseñar o para componer?

EP. - No, yo no estudié composición, estudié trompeta para tocarla y enseñar a tocarla; claro que

además se estudiaban algunas materias pedagógicas.

Es así como ingresé en el Colegio 24 de Mayo en calidad de profesor y me quedé allí hasta Abril de

1968, cuando fui nombrado director del Conservatorio de Loja que se llamaba en ese entonces

Escuela Superior de Música “Salvador Bustamante”, en donde empecé a realizar una revolución en

la cuestión educativa.

Cuando llegué al Conservatorio este contaba con un edificio pequeño alquilado, el cual contaba

con apenas ocho salas, dieciséis instrumentos y unos cuarenta libros de música, y cuando me fui

en 1980 dejé cuatrocientos instrumentos, más de 6000 títulos entre libros, partituras, una

biblioteca hermosa y construimos el edificio el cual contaba con unas setenta salas. Además se

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contrataron por primera vez maestros extranjeros en forma permanente consiguiendo tener 25

maestros en el Conservatorio de Loja.

Liber Arte. - ¿Cómo explica usted que haya tenido ese éxito y apoyo en Loja y que esto no haya

sucedido en otras partes del Ecuador?

EP. - Lo que pasa es que en Quito siempre ha existido demasiado egoísmo. Hubo una oportunidad

entre 1978 y 1979 en la que el Gral. Dobronsky, en ese entonces ministro de educación, me llamó

un día para realizarme un consulta sobre lo que se debía hacer con el Conservatorio de Quito ya

que este no tenía local, existiendo en ese momento una posibilidad de negociar una parte del

Seminario, entonces yo planteé que se compre una parte de ese sector, con base en la existencia

de recursos para hacerlo y entonces el Director del Conservatorio dijo que no, porque el

Conservatorio de Quito debía ser de diez pisos con una piscina en la terraza, y por esa razón no se

pudo realizar la negociación.

Liber Arte. - Pero usted en Loja sí recibió apoyo.

EP. - Si, en realidad me tocaba hacer viajes tres veces al mes en búsqueda de apoyo a Quito en los

cuales me tocaba quedarme por muchos días haciendo gestiones sin tener a veces dinero para

quedarme en el hotel ni recursos para regresar, me tocó luchar duro para conseguir apoyo.

Liber Arte. - Estaba leyendo que usted formó numerosas bandas, coros, sinfónicas, orquestas,

estudiantinas, no tengo muy claro las diferencias entre estas categorías...

EP. - En Loja lo que se debía hacer en primer lugar era renovar, crear símbolos, es así como se

resalta a Salvador Bustamante como una figura notable de la cultura musical lojana, al cual lo

hicimos conocer alrededor de todo el mundo, y creamos la figura de este músico que nos permitió

crear una Orquesta Sinfónica de Estudio a la cual se iban incorporando poco a poco intérpretes de

diferentes instrumentos sinfónicos, ya que en Loja no existían fagotistas, no habían cornistas, no

habían oboístas, no había prácticamente nada de eso, entonces fuimos creando esa estructura

hasta obtener nuestra orquesta y aparte un semillero como por ejemplo una orquesta de 80 niños

violinistas, una orquesta de instrumentistas de viento, para luego ir incorporándolos en la

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Orquesta Sinfónica; creamos un coro que llegó a ser el mejor de América Latina en 1979, cuando

fue al Festival de Ibagué, Colombia y se trajo todos los premios. Era sensacional.

Liber Arte. - Cuando usted habla de nosotros. ¿A quién más se refiere?

EP. - A toda la gente con la que hacíamos música, llegamos a tener un poder tal que podíamos

hacer cuatro conciertos a la misma hora en diferentes lugares, ya que contábamos con más de 250

músicos que conformaban un movimiento sinfónico, coral, instrumental, vocal, era una maravilla,

para lograr eso se debía trabajar mucho. En lo personal yo trabajaba desde las seis de la mañana

hasta las nueve de la noche, todos los días en el conservatorio.

Liber Arte. - En este punto tengo una pregunta, ¿cuál fue su relación durante todo este tiempo

con Benjamín Carrión, y con la Casa de la Cultura?

EP. - Al maestro Benjamín Carrión lo conocí cuando regresé de Rumania, cuando acudí a la Casa de

la Cultura, y él me brindó todo el apoyo, inclusive compuse algunas canciones en el piano Stainway

que tiene la Casa de la Cultura, que ahora está arruinado; en ese entonces me dieron una sala que

está a la entrada del edificio, en donde pasaba todos los días haciendo música, tocando, el

maestro me auspició con conciertos, nos llevábamos bien. El maestro era un gran conservador y le

gustaba averiguar, acordarse de la tierra, escuchar el Alma Lojana.

Teníamos otros amigos como Manuel Agustín Aguirre, quien era un viejo maravilloso, él me

nombró Rector del Conservatorio de Quito en 1970, y yo no pude aceptar porque ya estaba

comprometido con Loja, no podía abandonar el Conservatorio de Loja; inclusive tenía previsto

erigir la Ciudad Universitaria de la Música hasta 1990, pero no me pude quedar porque se

presentó un problema de pretensiones de algunos alumnos, etc. y busqué nuevos horizontes.

Es así como ya estando en Quito formamos la Banda Juvenil de Pichincha que hoy cuenta con cien

músicos que están distribuidos en muchas partes.

Liber Arte. - Disculpe, ¿cuál es la diferencia entre una banda y una orquesta?

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EP. - Era una banda sinfónica que estaba integrada, por 16 clarinetes, 12 flautas, saxofones, en fin,

no era una orquesta sinfónica porque le faltaban los instrumentos de cuerda, los violines, los

violonchelos, las violas y los contrabajos.

Después nos pusimos a crear bandas juveniles en muchas partes como: Macará, Gonzanamá,

Huaquillas, Celica, Amaguaña, Manabí, entre otras partes.

Liber Arte. - Para hacer eso ¿usted tenía auspicios?

EP. - Teníamos el auspicio de las comunidades, del Ministerio de Defensa, los municipios, etc.

Liber Arte. - Muchas de esas poblaciones que usted menciona son fronterizas, tal vez estaba

implícito aquí el espíritu mismo de las “fronteras vivas”.

EP. - Nosotros mantenemos y seguimos manteniendo ese espíritu, porque el tratado de paz que se

firmó con el Perú es un instrumento excelente para el desarrollo de la cultura, de la paz y de la

supervivencia entre los pueblos, pero además hay que crear las fronteras vivas. No sé si usted

conoce San Remo, un pueblo pequeño con muy poca población y donde había el festival más

grande del mundo, festival de música popular, en donde dicen que corría hasta ahora un festival

que lo calificaba un gran jurado en el que se iban difundiendo las obras en el concurso y el público

las iba catalogando.

Después de la noche del festival, al día siguiente salía el disco de San Remo en Europa, y de estos

ejemplares se vendían entre cuatro y cinco millones de discos que era una cosa fantástica. Si

alguien bombardeara San Remo todo el mundo protestaría aunque no se supiera en donde se

encuentra localizado. Eso es lo que se debe crear en el Ecuador.

Liber Arte. - Eso también está muy en línea con las ideas de Benjamín Carrión sobre la “pequeña

nación”.

EP. - Es que el Ecuador es un país con una gran potencia cultural, yo me he dedicado a trabajar con

chicos especiales, con niños ahora en Sangolquí, con niños especiales en Loja, y he observado cuál

es el talento del Ecuador.

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Lo que pasa es que las posibilidades son limitadas y este mundo no tiene un poco de paciencia

para el desarrollo, quiere ir demasiado rápido para demostrar y lucrar, sin llegar a profundizar el

conocimiento.

Liber Arte. - ¿Cómo es el involucramiento suyo con los niños especiales y con los no videntes?

EP. - Hace veinte años yo ya había pensado en trabajar con personas discapacitadas, he trabajado

con todo tipo de juventud, niñez, y me dije bueno ya he hecho todo, ahora me voy a dedicar a

trabajar con los muchachos discapacitados.

Eso comencé a planear hace más de veinte años, y era porque yo tenía un amigo discapacitado,

gran pedagogo ecuatoriano, al cual un día le consulté y le expresé mi deseo de trabajar con

personas con discapacidades, y él me dijo que estaba perdiendo el tiempo, porque los inválidos

son inválidos.

Es lo único que no le acepté a esta persona y le propuse un reto: de que iba empezar a trabajar.

Hasta que empezamos el proyecto habían pasado ya ocho años, en los que hicimos el proyecto de

la fundación SINAMUNE (sistema nacional de música para niños especiales), así empezamos sin

mucho conocimiento científico de las capacidades, con el tiempo hemos adquirido algunas bases

de carácter técnico, ya sabemos cuáles son los problemas en el contexto psicomotriz, para llegar

después al desarrollo interpretativo al manejo de las posibilidades de ir perfeccionando hasta

encontrar la belleza sonora y expresiva.

Este proceso tarda bastante tiempo y hay que saberlo cuidar, porque se supone que una orquesta

sinfónica es lo superlativo de la expresión sinfónica musical, entonces si es que uno de esos

músicos no toca divino es porque la orquesta no tiene la calidad que debe tener; para lograr eso

hay que trabajar mucho en los sonidos, eso es lo que hacemos con los chicos.

Liber Arte. - ¿Qué tipo de discapacidades son, yo he escuchado sólo sobre la orquesta de no

videntes, pero que otras discapacidades hay?

EP. - Nosotros trabajamos con otras discapacidades, por ejemplo existe una alumna no vidente en

el SINAMUNE que se llama Katy Vinueza quien está estudiando piano y está tocando relativamente

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bien, que además de la ceguera tuvo un problema de parálisis cerebral. El piano le ha servido para

ir perfeccionando la dificultad motriz de la mano izquierda. Lamentablemente, debido a nuestra

inexperiencia, pensamos que no debíamos insistir con ella en el manejo del pedal, ahora nos

damos cuenta de que de haberlo hecho a tiempo, seguramente ella hubiera perfeccionado su

manera de caminar, casos como ese son los mayores logros que tiene el SINAMUNE.

Liber Arte. - Es una terapia tanto espiritual como física.

EP. - Tuvimos un chico que se llama Juan Patricio Torres, que padece de Síndrome de Down que

aprendió a tocar la flauta traversa, pero no solo a tocar sino que el manejo de la flauta le hizo

resucitar los nervios faciales que le producían las dolencias del Síndrome de Down.

Cuando él se fue de aquí porque los padres consiguieron la visa hacia los Estados Unidos este

muchacho tocaba el repertorio en forma bastante buena, ese es otro de triunfos extraordinario

que hemos tenido el privilegio de presenciar.

Liber Arte. - Y ¿cómo usted realiza la selección?

EP. - Se va realizando la selección en forma natural sin presiones a la gente, porque existen chicos

que han dado mucho y están tocando muy bien, también existieron muchachos que fracasaron, lo

que demuestra que no todos los ciegos tienen posibilidades musicales.

Liber Arte. - En realidad muchas personas sostienen el prejuicio de que los no videntes tienen una

mayor capacidad auditiva o cosas como estas.

EP. - El éxito de la orquesta nuestra del SINAMUNE se basa en que están combinadas las

discapacidades, porque existen problemas como por ejemplo los ciegos son inexpresivos a nivel de

su rostro, cuando marcan el teléfono, cuando están tocando la flauta, o el clarinete, inclusive no

tienen el poder de la sonrisa este es uno de los temas más terribles en mi estimación, tenemos el

caso de la chica Verónica que toca el clarinete hermoso, pero no puede sonreír cuando toca, se le

ha hecho difícil, y no sólo a ella, sino a todos ellos.

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La belleza del proyecto se fundamenta en la combinación con la alegría externa de los chicos que

tienen otras discapacidades, eso produce la bendición del proyecto, a donde quiero llegar es al

hecho de que por más perfecto que toque el grupo de SINAMUNE de no videntes, jamás será igual

a la estructura total de la orquesta.

Liber Arte ¿Es esto algo que usted entendió después?

EP. - No, esto lo venimos haciendo desde el principio, es que ese es el concepto filosófico, unido al

concepto social, a mí no me interesa la cuestión de tener un grupo para hacer música porque he

participado ya de cien grupos, yo he llegado a tocar con músicos europeos del Conservatorio de

Bucarest y hemos hecho maravillas, acá hemos tocado maravillas y tonterías a veces pero todo ha

sido muy bonito, lo que en realidad resalto es la reunión de las discapacidades que es la base del

proyecto.

Liber Arte. - ¿Cuál es la pedagogía que emplea usted ahí, cómo puede desarrollar un proyecto de

enseñanza, se le hace difícil manejar un grupo tan diverso?

EP. - Nosotros trabajamos siempre sobre la base rítmica, por ejemplo para un no vidente no hay

ningún problema con los ritmos de dos tiempos, inclusive para los ritmos de tres tampoco hay

mucho problema, sin embargo algunos no videntes no pueden manejar tanto el ritmo, y cuando se

trabaja en compases compuestos como el de seis octavos, ahí sí se presenta un gran problema

porque para los chicos con retardo mental y síndrome de Down es sumamente complicado

entender e interpretar estos ritmos, es que el ritmo de tres cuartos en sí es complicado, pero es

que en la educación general no hemos logrado el equilibrio de las personas, porque todos

nosotros trabajamos en el ritmo de dos cuartos, para hacer la perfección de la gente, para

caminar, para utilizar el horario, para correr para todo, pero el ritmo de tres cuartos, nosotros lo

conceptualizamos como el péndulo del reloj a la inversa, o como el metrónomo y ese produce el

equilibrio, ya que uno pone los pies sobre la tierra y puede moverse, puede defenderse, es el paso

del marino en alta mar también, por eso es que como ya no se enseña en educación este tipo de

ritmos porque ya no hay las rondas como era antiguamente, los chicos no aprenden esto, y qué es

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lo que les sucede cuando tienen 18, 20, 22 años se van a casar y no pueden bailar el vals, porque

no los han preparado en ese ritmo.

Después de preparar el ritmo lo ideal es montar sonidos de acuerdo a las posibilidades que tiene

cada uno.

Liber Arte. - Mi idea sobre la dirección es que los elementos visuales son importantísimos, ¿cómo

es que usted puede transmitir sus instrucciones de dirección a los no videntes?

EP. - Nosotros nos encontramos en una etapa de tal acercamiento espiritual que tenemos que ya

podemos manejarnos inclusive sin director, necesitamos director para los chicos que ven pero que

tienen retardo mental, y hay algunos que todavía manejándoles con la mano aún no pueden

equilibrarse porque se les hace difícil, este tipo de manejo puntualísimo que es la caída del golpe.

Liber Arte. - El metrónomo sigue sonando mientras tocan, para que ellos se guíen.

EP. - Sí, inclusive en partes en las que ya no se maneja el ritmo se hacen silencios. Existen obras

que están perfectamente adecuándose, como por ejemplo en las paradas de las danzas húngaras.

Liber Arte. - Escuchándole hablar sobre esto se me hace que es una analogía bastante cercana de

dirigir a un grupo tan diverso, con lo que es la democracia y me parece que lo que usted ha hecho

con este grupo puede arrojar enseñanzas al proyecto democrático fallido de la nación, qué podría

comentar en ese sentido.

EP. - Lo que pasa es que nosotros estamos sobre una base de crear una instancia emocional,

espiritual, intelectual, de conocimientos y una fundamental que es la cultural. Si es que hablamos

en relación a la democracia se debería crear esta base, lo que pasa es que le falta una instancia, ya

que no tiene un concepto cultural; por ejemplo, hace unos días tuvimos una presentación en el

Congreso Nacional para recaudar fondos y no se dio, porque las personas no tienen criterio

cultural, mucha gente que está en la burocracia no tiene esta noción.

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Liber Arte. - Quisiera escuchar de usted sobre sus proyectos, estoy interesado por el Boletín y

Elegía de las Mitas, nunca había escuchado una interpretación de este poema dedicado a la ópera,

y quisiera que comente con respecto a eso.

EP. - Cuando regresé de Rumania, yo conocí el Teatro Ecuatoriano, que dirigía Fabio Paquión que

era un profesor italiano de teatro que vino a través de la UNESCO, e hizo maravillas en los 66, 67,

cuando yo llegué él había presentado el Boletín y Elegía de las Mitas como obra de teatro, que fue

un suceso.

Así que me entró curiosidad por leer el poema y un día en 1972, o el 70 creo que era, leí el poema

y comencé a ponerle música, y lo llegué a dividir en doce cuadros, me parecía que era uno de los

poemas más extraordinarios; después comencé a conocer un poco más de la vida de César Dávila

Andrade, que era un alcohólico, y que hacía maravillas por un trago.

Liber Arte. - ¿Usted no lo conoció?

EP. - No me acuerdo haberlo conocido, inclusive cuando regresé un mes antes creo que había

fallecido. Creo que ese poema es una de las verdades más extraordinarias de la patria.

Yo hice la composición en términos populares del Boletín y Elegía de las Mitas, pero el texto tenía

un alto criterio ideológico de carácter revolucionario, y creía que esa obra debía presentarse en los

páramos del Chimborazo, en las colinas de Cuenca, donde el poeta hace maravillosas

descripciones, entonces lo hice con ese carácter. Creo que lo logré porque cuando hicimos el

estreno en 1990, fue muy hermoso, porque mucha gente trató de entrar y se llenó el teatro

siempre, lo mismo sucedió después en el reestreno en marzo del 1991.

Ahora va a presentarse en Maracaibo, Venezuela, empieza a abrirse camino a nivel internacional,

estamos haciendo además una edición de la partitura, ya en la computadora, vamos a sacar en un

par de meses la partitura completa.

Liber Arte. - Me interesa escuchar sus opiniones sobre el pasillo, me contaba usted que el pasillo

lojano es específico, que es un poco distinto a lo que se ha hecho en el resto del país, algo que

quiera acotar sobre y en general sobre el pasillo.

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EP. - El pasillo es una canción breve, con un interludio o estribillo, que sirve para llamar la atención

del oyente, luego viene una melodía que generalmente puede dividirse en la temática en A, como

tema fundamental, otro tema más en B, de repente puede utilizarse otra temática, que sería otro

tema C, que podía ser en tonalidades mayores y menores, la cual tiene un texto que debe estar

supeditado a la música, aquí van hermanados el texto y la melodía sin tratar de que el texto pueda

brillar más que la melodía, porque ese es el contexto del pasillo, además tiene una temática sobre

el amor, la decepción, la nostalgia, la lejanía, pero no trata sobre el desarraigo, porque este tema

está desarrollado por el pasacalle. Ese es el pasillo que llega profundamente al alma, hay pasillos

que se escriben al final de 1800, como los de Carlos Amable Ortiz que son unos pasillos hermosos,

enmarcados en una estructura de corte un poco rápido, y que tienen generalmente pasajes para

solistas, como en Reír Llorando, obligados que se llaman en la interpretación de instrumentos,

también hay otro tipo de pasillo especialmente en Quito, que es muy nostálgico, y apegado a la

interpretación de guitarras porque hay una cuestión que hay que diferenciar, el pasillo debe ser

bien tocado con guitarra, el momento en el que interviene el requinto, ahí es en donde empieza a

dañarse, después llegan los pasillos de carácter comercial, hasta los que han invadido el mercado

nacional.

En Loja el pasillo es más sólido, es un pasillo de gran altura, hay una casi resignación por parte del

compositor que hace más noble a la música.

Liber Arte. - ¿Y usted ha escrito pasillos?

EP. - Sí tengo algunos pasillos, con algunos textos míos y de otros escritores.

Liber Arte. - El último tema que quiero tocar en esta entrevista es el de la enseñanza, ya que

parece que usted no solamente está enseñando a tocar, y a formar bandas sino que además le

está enseñando el Ecuador a sus pupilos, quisiera escuchar más allá de lo que significan las

enseñanzas de destrezas y habilidades, ¿cómo se enseña el Ecuador?

EP. - Hay una parte fundamental en la educación, para enseñar bien hay que conocer, primero las

técnicas, hay que poner el conocimiento general en el conocimiento especial, si es que uno habla

de una nota que no se puede tocar, hay que relacionarla con la cultura universal, por ejemplo

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había una canción aquí que se llamaba La Burrita, que es un tema de una sonata de Beethoven,

por eso es que esta obra llegó a ser tan reconocida, porque era una temática de Beethoven, para

eso hay que conocer, hay que saber.

Cuando uno habla de la danza húngara, dicen que cuando fue Franz Liszt a Bucarest en ese

entonces se sentó y tocó una obra en el piano que la estrenó ese día. Se subió Margo Lautaru y la

tocó, es decir la memorizó al instante fue increíble, y era un músico popular que no sabía leer

nota, entonces cuando yo enseño hago sistemas comparativos, sistemas de conocimiento

histórico, geográfico, para que la gente llegue a tener conocimiento de algo, porque en la

educación actual, hay un desarrollo de carácter técnico, que no le permite al alumno llegar a tener

conocimientos globales sobre la educación y la cultura.

Liber Arte. - Me parece que lo que está diciendo usted es interesantísimo, yo extraigo de sus

palabras que enseñar el Ecuador implica enseñar el mundo, que uno no puede impartir música ni

ninguna otra materia, a ciegas o desprovistos de la memoria, y del resto de la realidad.

EP. - Tuve una experiencia en Tokio, hace 27 años, en la escuela Suzuki escuchamos enseñar piano,

a niños de seis años por ejemplo a tocar el Minuet de Beethoven, a los niños les hacían escuchar la

mejor versión del mundo, del mejor músico que ha tocado el Minuet de Beethoven, entonces para

que tenga el concepto de lo mejor, y después le daban la libertad para que él lo toque como pueda

o como quiera, pero basándose en eso, es decir ese es el término para llegar a la excelencia, no es

solamente de hablar de la excelencia, sino tratar de fomentar la excelencia.

Liber Arte. - Hay otro tema que me interesa, usted al trabajar con no videntes, desarrolla una

suerte de sensibilidad hacia los problemas de la “ceguera” en general y hacia distintos tipos de

resistencia a la mirada, ¿cómo entiende y maneja usted aquello?

EP. - El problema de la ceguera es sumamente difícil, pareciera que dentro del rango de las

discapacidades, fuera la de menor grado, pero en realidad es una de las de mayor problemática

porque usted no tiene la seguridad de dar el paso adelante, y uno para comenzar se dice que hay

que hacerlo con el pie derecho a pesar de que para marchar uno empieza siempre con pie

izquierdo. En realidad las personas empiezan a caminar siempre con el pie izquierdo, el ciego no

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tiene esa seguridad, de ahí viene el gran problema fundamental de la ceguera, en la música se

vuelve también difícil, todavía no llegamos a perfeccionar cosas con ellos, por ejemplo de

interpretar obras, porque hay casualmente la falta de la seguridad. Sin embargo hemos llegado a

unirnos en tal manera que podemos caminar hacia adelante sin ver, porque ya tenemos el

concepto de a dónde queremos llegar, a donde podemos llegar y qué podemos interpretar a

través de la música, ese es el paso más estupendo que hemos logrado con los no videntes.

Liber Arte. - Qué percibe usted fuera del grupo no vidente en relación a la sociedad ecuatoriana,

en su conjunto, ¿qué es lo que la sociedad ecuatoriana no puede ver?

EP. - Hay problemas, por ejemplo nosotros una vez planteamos a la ONCE (Organización Nacional

de Ciegos de España), que nos ayuden y nos dijeron que nos dirijamos al Uruguay que es donde se

encuentra la sede en Latinoamérica, volvimos a insistir y nos volvieron a responder de la misma

manera, implícitamente, nos estaban diciendo que éramos unos necios, entonces yo les mandé

una carta diciéndoles que yo les tenía mucho afecto, mucha admiración porque ellos han llegado a

formar todo un imperio, y que en relación a la situación de que ellos no nos podían ayudar, que

lamentaba mucho porque en el fondo tengo la impresión de que están ciegos, ahí nos empezaron

a enviar los documentos.

Y así hay gente en el Ecuador, que no quiere ver que tienen una ceguera brutal para llegar a tener

felicidad, no quieren ver, el Ecuador es un país que debe lidiar con muchas discapacidades, hay

otros que se hacen los tontos, otros que son inválidos, a pesar de que caminan muy bien, ya que

no pueden realizar obras, trabajos, para ejecutar todo lo que se promete en la elección popular.

Liber Arte. - Me alienta mucho el escuchar su optimismo después de estar involucrado por tantos

años en esta labor difícil que ahora se me hace tan compleja después de escuchar los pormenores

de la misma, ¿qué mensaje podría dar usted a los educadores ecuatorianos?

EP. - Yo creo que ahora la educación no es solamente para ser un gran hombre o mujer

ilustrado/a, o un gran técnico, primeramente se debe ser un gran humanista, si es que no

logramos crear humanistas a través de las universidades y los centros educativos no hemos hecho

nada, si este status quo se da, pues entonces la educación ha fracasado. Un ejemplo es el

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conservatorio en donde solamente se permite ingresar a alumnos de hasta los once años lo que no

permite formar, nuevos interpretes musicales. No hay un concepto humanista, sino más bien un

concepto concertista del rector o de los maestros.

Liber Arte. - Yo quería preguntarle su predilección con respecto a la música ecuatoriana, para

usted cuál es el pasillo más grande, cuál es la mayor obra que se ha realizado en el Ecuador.

EP. - Hay obras como las de Carlos Amable Ortiz que son maravillosas, hay un pasillo que se llama

Tú no sabes querer escrito en 1897, es muy lindo, también hay los buenos, hay los pasillos de

Paredes Herrera que escribió Manabí, etc. En lo personal me gusta Segundo Cueva Celi, Salvador

Bustamante, Miguel Ángel Cazares, Espín Yépez también tiene cosas preciosas.

Liber Arte. - Muchas gracias por la entrevista.

La última gira de Sinamune está en:

http://www.elmundo.es/elmundo/2004/11/02/solidaridad/1099412670.html

Fotografía: Pablo Mora.

120

Fotografía: Pablo Mora.

121

Modelando la actividad educativa: notas de campo de Howard Takieff ¿Qué es lo que confiere éxito a un docente? ¿Cuál es la meta de un profesor? A nivel universitario,

la meta de un profesor debería ser crear estudiantes graduados en su campo. Aunque hay otro

objetivo que es el de cumplir con fines educativos inmediatos a nivel de la colegiatura general de

la mayoría del estudiantado.

Cada semestre recibo estudiantes de otras disciplinas que no se especializan en arte y me veo

enfrentado a personas que no tienen conocimiento previo del arte. A veces el/la alumno/a llega

sin estudios anteriores en el ámbito del arte y sin ninguna preparación en esta área.

Mi primera prioridad es entrenar al estudiante para que desarrolle su capacidad para “ver”.

Tenemos muchas nociones simbólicas cuando intentamos dibujar o esculpir una figura. Estas ideas

preconcebidas dictan nuestros conceptos de la manera en que se forman las facciones y las

proporciones del cuerpo. Siempre nos concentramos en el rostro y nunca entendemos que los ojos

están ubicados a medio camino entre la barbilla y la cima de la cabeza. Dibujamos los ojos en

forma de almendras. No importa si observamos los ojos en perfil o desde el frente.

Al aplicar mediciones con instrumentos de medición (calipers), comparar diferentes puntos en el

espacio, verticales, horizontales, el estudio de los contornos, planos y estructuras de superficie

alcanzamos un estudio objetivo de la materia. Lo que llamamos “originalidad” se basa en la

capacidad de uno de seleccionar y tratar los materiales a nivel personal. Yo no enfatizo la

individualidad. No veo la necesidad de decirle a alguien que sea su propia persona. Eso llega

naturalmente.

Imparto la idea de rigor en mi práctica. Sin dificultad ni disciplina no llegaremos a ningún lugar.

Existen muchas personas que nacen con talento pero con frecuencia desaparecen porque su estilo

de vida o ética de trabajo mostró ser una fuerza destructiva en sus vidas. Las personas que

perseveran, aún sin mayor talento natural, son las que alcanzan el éxito.

Podría sonar cursi, pero el amor es un factor muy importante en la educación. El amor entre uno y

sus estudiantes, el amor por la enseñanza y por su propio oficio. Tengo una relación muy positiva

con mis estudiantes y ello tiene a su vez un impacto positivo en sus intereses y motivación. El

122

amor a mi trabajo también ejerce un impacto porque si fuese “amargado” mis estudiantes se

verían afectados de manera negativa. Amar mi profesión y ser un ejemplo para mis estudiantes

como un artista activo y creativo es la luz al final del túnel. Uno debe sentirse positivo.

Al ser un artista residente en la universidad, es ahí donde produzco mi obra. Ello es la crema sobre

el pastel porque permite a los estudiantes ver qué y cómo hago lo que hago. El sistema de talleres

es un método probado y veraz pero es imposible aplicarlo en la universidad debido a sus

exigencias de tiempo limitado y su estructura de horario.

Fotografía: Howard Takieff.

123

Estatua de Jaime Hurtado comisionada a Howard Takieff y terminada en Noviembre 2004.

Fotografía: Howard Takieff.

124

Narrar la experiencia: Notas de campo de José Salazar I.

José Salazar en acción pedagógica.

Fotomontaje: Pedro Maldonado.

Gran parte de las historias de los académicos, profesores y maestros se forjan fuera del sistema

educativo. Es bien sabido que Montessori procedía del campo de la medicina, que Piaget era

epistemólogo, Dewey filósofo, Milani sacerdote y Ferrer simplemente autodidacta. Son frecuentes

las historias individuales y colectivas que nacen y se construyen epistemológicamente fuera de la

escuela y que aterrizan en ella más adelante, así como las experiencias innovadoras y alternativas

que se desarrollan en la periferia de la escuela. Ello muestra, tanto en el pasado como en el

125

presente, que el ámbito pedagógico y escolar crece y se enriquece enormemente con las

aportaciones de otros campos del saber y con visiones interdisciplinarias y transdisciplinarias. Y

que la experimentación de innovaciones educativas globales y de alternativas institucionales y

radicales encuentran un mejor campo de cultivo fuera de la educación formal, debido al excesivo

burocratismo, regulación y encorsetamiento de la escuela.

Podemos decir que, en cierta medida, todos somos prácticos (todo el mundo, alguna vez, enseña a

otro algo o ejerce alguna influencia premeditada sobre alguien) y todos sabemos también algo.

Gimeno Sacristán argumentaba sobre el hecho de que la educación es una práctica compartida, y

también lo es la comprensión de la misma. Todos sabemos algo de ella, todos podemos enseñar

algo, dirigir y orientar de alguna forma a los demás. El ciudadano normal-sea o no madre o padre-

entiende y es capaz de desarrollar prácticas educativas. El profesor también, en tanto que es, a la

vez, un poseedor más de esa cultura sobre la educación y un especialista que domina los saberes

pedagógicos con más profundidad y soltura que quienes no ejercen el oficio.

Lo cierto es que todos somos partícipes de la cultura pedagógica, aunque no todos (personas o

colectivos) disponemos de las mismas posibilidades para articular y dejar nuestro sello personal en

su evolución. El profesor, el experto saben más, y seguramente más ordenadamente, sobre lo que

atañe a la educación, y esta distancia justifica los papeles especializados que tienen

encomendados y que se les reconoce socialmente. Mas esos niveles o formas de conocer no

anulan el conocimiento que los no profesionales de la educación tienen de ésta, y que incide de

otra manera tanto en la escuela como en las prácticas educativas externas a ella. A fin de cuentas,

educar consiste en imprimir una determinada dirección a la cultura, a la sociedad y a la forma de

los seres humanos, y en ese empeño, con distintos papeles y poderes de influencia, estamos

todos.

II.

En mis ocho años de quehacer cotidiano en el mundo de la educación en la Universidad San

Francisco de Quito, escuela innovadora y alternativa de carácter privado con espacios de libertad y

126

de plataformas de difusión de ideas nuevas, me he desarrollado como profesor de Filosofía

Oriental, lengua y Arte Chino así como profesor de Tai Chi.

En mi experiencia práctica como docente tiendo más a la concepción y función del docente que

¨Enseña poco y orienta mucho¨; ¨Al maestro compañero¨; ¨Al docente como aprendiz junto con

sus alumnos; ¨que no enseña sino que crea las condiciones para que el alumno aprenda¨; ¨Al

educador en continua necesidad de aprender, buscando lo que estaba tapado o escondido,

hallando lo que estaba ignorado u oculto, viniendo en conocimiento de una cosa que se ignoraba.

Es como hacer aflorar algo que estaba presente y de cuya existencia o utilidad no éramos

conscientes, o que conocíamos en una faceta y no en otra. La mayoría de nosotros inventamos

poco, pero descubrir lo hacemos todos, sólo que unos destapan fenómenos importantes, lo que

nadie había descubierto previamente, y otros lo hacen de lo que hasta podría ser sobradamente

conocido, aunque no para ellos. Descubrir lo velado para todos es ver donde no se veía, poner

delante de nuestra ignorancia lo desvelado por nosotros; es apoderarnos de sus avances, aprender

de los demás. (José Gimeno Sacristán)

En mi clase de Filosofía China y de la India le presto gran importancia a la lectura de los clásicos

Taoístas (Lao Tsé, Zhuang zi) Confucianos (Confucio, Mencio) Budistas (Buddha, Nagarjuna) e

Hinduistas (Kapila). Coincido plenamente con Vygotski, cuando nos dice que la capacidad creativa

consiste en construir lo nuevo a base de reestructurar lo viejo. Y eso ha ocurrido en la historia de

cualquier campo del saber; también en el educativo. Estamos siempre reelaborando,

reorganizando, reinventando a partir de lo ya conocido.

No nos engañemos: al menos en la Pedagogía, se inventa muy poco. Somos sustancialmente

memoria. Emilio lledó lo expresa muy bien en estas hermosas palabras: “Ser es, esencialmente, ser

memoria”. La memoria es, así fuente de sabiduría. De ahí la importancia de recomponer los hilos

de conexión entre el hoy y el ayer, entre la memoria colectiva y la realidad concreta, entre el

discurso moral portador de principios, valores y señas de identidad y la apropiación subjetiva de

estas tradiciones en nuestras vidas cotidianas cambiantes y efímeras.

127

Me asusta sobremanera la obsesión, deliberada o inconsciente, por borrar el pasado colectivo, por

desterrar de los discursos educativos actuales los referentes y las raíces sobre los cuales han

crecido y se han cristalizado las ideas y las prácticas pedagógicas más innovadoras de nuestro

tiempo. Todavía recuerdo la cita del proverbio judío que citó un querido colega, Carlos Freire:

“cambio mi traje nuevo por un libro viejo”.

Debemos reflexionar, sobre cómo deben o pueden leerse, releerse y discutirse los clásicos. El valor

de sus ideas y de sus prácticas no reside en poder repetir lo que ellos hicieron o en aplicar sus

concepciones a nuestras aulas, sino en leer (interpretar) sus aportaciones desde nuestro tiempo y

nuestras circunstancias para ver qué nos sugieren. Como nos recuerda la sentencia de IIya

Ehrenbrg, la narración de lo ocurrido no cambia lo que existe sino en la medida en que transforme

a quienes tienen que actuar en la realidad. El valor de las vidas ejemplares de estos sabios no

puede residir en hacer de ellos modelos que imitar, aunque algunos de sus hallazgos conserven

todavía plena validez, sino en convertirlos en estímulos para pensar, desde su lectura, las

interrogaciones que debemos hacer a nuestra realidad y tomar conciencia del compromiso

práctico que debemos adquirir con ella.

La fuerza de estos sabios no se basa en proporcionarnos ejemplos, sino en darnos argumentos

para nuestra propia acción en nuestras circunstancias. Eso es lo que hace que unos aparezcan más

cercanos a nosotros: que su lectura sea estimulante para ver nuestra cotidianidad y formular

nuestro querer ir más allá de lo que tenemos.

Nuestro desarrollo como maestros se produce cuando investigamos en las aulas el significado de

las propuestas que otros o nosotros mismos hemos podido elaborar. Es decir, que progresamos

interpretando, traduciendo a otros, trasladando lo que pensaron e hicieron a nuestra situación, a

nuestras ideas y a nuestros proyectos.

Nadie posee toda esa acumulación de información existente (la teórica-lo pensado- y el saber

práctico) que constituye la cultura sobre la educación. Sólo dominamos parte de ella. Cada uno de

nosotros somos partícipes de un retazo de la misma, que es nuestro propio pensamiento, nuestra

forma de saber y nuestra particular visión del valor de todo ello. Unos disponen de una sabiduría y

128

otros de otra diferente; de esta forma es posible distinguir tipos de docentes, estilos de

enseñanza. De igual modo se puede hablar de la desigual distribución del saber acerca de- lo que

llamamos conocimiento o, pretenciosamente, “Teoría”-: existen diferentes niveles de dominio, de

competencias acerca de tipos de conocimientos diversos. En la distribución de los saberes unos se

especializan más en los saberes teóricos, mientras que otros lo hacen en los prácticos. Esta forma

de estar siempre de manera parcial en la cultura pedagógica nos quita perspectiva sobre el

conjunto. La lectura de los sabios, de los apóstoles de la educación nos proporciona una especie

de memoria sintética muy comprimida para tomar conciencia con mayor facilidad de alternativas

o maneras de entender y de hacer la educación que aúnan en algunos casos una fórmula

institucional de organizar la educación, una explicación coherente, un método adecuado y una

finalidad positiva.

En cualquier caso, conviene subrayar que la lectura de estos textos siempre constituye objeto de

aprendizaje. Cada lectura nos proporciona nuevas respuestas y nos suscita nuevas preguntas. En

definitiva, aviva el debate y nos ayuda a repensar continuamente el sentido de la escuela. Es como

si la melodía de estos textos clásicos incorporase en cada nuevo encuentro con ellos un nuevo

arreglo en torno al dulce sonido de la infancia.

III.

No estoy de acuerdo con Makarenko cuando decía que lo que dominaba la maestría pedagógica

no constituía para él ninguna suerte de Talento o de cualidad innata en el educador, sino algo que

se pueda enseñar, entrenar y aprender y que, dicho en pocas palabras, consiste en el saber hacer

del educador, saber actuar, relacionarse con el educando, saber cuándo hay que contenerse y

cuando no, saber expresar bien los sentimientos, saber leer bien el rostro de las personas etc.

Yo comencé a impartir clases a la edad de 17 años en un colegio de Nueva creación en Cuba, como

profesor de Dibujo Técnico y electrotecnia. Mi experiencia anterior en el Mundo del magisterio era

nula, no tenía ninguna idea de lo que era impartir una clase. Mi único capital para enfrentar esta

nueva experiencia como educador de secundaria, fueron dos horas de clases personales un día

antes de comenzar mi labor, con un maestro de larga experiencia, portador de ese conocimiento

129

popular o cotidiano en el quehacer educativo. Llegué a este maestro recomendado por mis

vecinos.

Lo primero que el profesor Rodolfo me dijo fue lo siguiente: Debes tener claro la Temática y

objetivos a impartir en clases, lo segundo, no debes alzar nunca la voz y gritar en clases para

reprender a tus alumnos, y al final de la clase, debes borrar la pizarra, esto es trabajo tuyo no de

los estudiantes. Esta pequeña clase metodológica, si así se le pudiera llamar, era todo lo que

conocía para enfrentar a este nuevo Mundo del Magisterio. Fue el primer trabajo en mi vida

laboral, estaba espantado, pero era un llamado de la revolución Cubana, por la escasez de

profesores que existía en el País en aquel momento. También tenía la posibilidad de alistarme al

Servicio Militar General con Misión Internacionalista a Angola o Etiopía, por estar en la edad de

reservista, pero elegí el Magisterio. Lo increíble de todo esto era que las clases funcionaban a las

mil maravillas. Tenía cuatro paralelos, cada uno con cuarenta alumnos, y en estas clases reinaba

un ambiente que aun siendo activo, resultaba tranquilo y transmitía una gran serenidad.

En este primer año de trabajo me preguntaba ¿por qué los estudiantes me respetaban y querían a

pesar de mi corta edad y poca experiencia, y a los otros profesores incluso de más experiencia, con

excelente escuela de Pedagogía, no? ¿Por qué el Director de la escuela me llamaba para que

tranquilizara, sólo con mi presencia, a todo un matutino de más de 150 estudiantes, que él, con

más de treinta años de hacer Educación no podía controlar? Imagínense con 17 años tratar de

responder estas preguntas. Trabajé en esta escuela secundaria por un período de un año,

terminando con muy buenos resultados. Aun así, seguía pensando que debía regresar a mi

especialidad de origen, y apliqué a una beca a Checoslovaquia para estudiar Termoenergética. Allí

estuve diez años, estudiando y trabajando en todo menos en mi especialidad. Para no hacer más

larga la historia confieso que después de haber dudado durante 20 años, regresé a donde

comenzó mi carrera profesional: al Magisterio.

Hoy trato de comunicarme a través de mis sueños o de manera virtual con el espíritu de

Makarenko, para decirle que sin ese Talento, Ángel o Don, carisma o atractivo natural, que él

también tenía, de lo contrario Zadórov lo hubiera bofeteado en vez de tenderle mano. El profesor

puede entrar al aula, pero de lo que estoy seguro es que no podrá enseñar, entrenar, instruir y

130

mucho menos orientar y comprender a los educandos a menos que cuente con este añadido. No

sé si es o no innato ni me interesa cuestionarlo, lo que sí sé es que los portadores de este Don o

Ángel tienen licencia para articular y funcionar con los estudiantes y dejar su huella personal en

ellos. Creo que algo de esto me ayudó, aparte de la flexibilidad y tolerancia que tuvieron los

estudiantes conmigo, así como el conocimiento que tenía de la materia, para que todo se

confabulara y aconteciera acertadamente en mi clase de profesor inexperto de 17 años. Hoy al

parecer me sigue ocurriendo lo mismo, me sigo dejando poseer por aquello que disuelve esa

dualidad entre sujeto y objeto, entre maestro y discípulo, y la sensación de confabulación es tan

grande, que la verdadera conexión entre discente y docente se da de manera asombrosa; es un

especie de seducción donde ambos se encuentran a gusto. No hay resistencia, nadie lucha contra

el otro, sólo se experimenta una especie de integración al conjunto. Los estudiantes son

conscientes de la diferencia de posición entre ellos y los profesores, y llegan a apreciar que es más

sencillo y divertido colaborar con ellos, lo cual a su vez, les ayuda a hacer más interesante sus

experiencias. Esta experiencia no sólo comienza en una clase de cincuenta minutos, sino todo lo

contrario, fuera de ella. Si se da ese hilo conductor entre ambos el estudiante seguirá buscando al

maestro y le contará todos sus problemas, incluso los más íntimos, y ahí justo es donde siento que

debemos hacer nuestra labor real como educadores y mentores; orientar al educando. Esto es lo

que más necesitan. Fuera de todo lo sistemático, lo epistemológico; piden lecciones de vida. Giner

decía: Lo más importante es la vida. Aprender es vivir y vivir es aprender. Aquí es donde continua

la verdadera clase, de horas, días, semanas, meses y años, de encuentros prolongados, incluso

después de graduarse siguen las conversaciones vía e-mail o llamadas a larga distancia desde

China, Inglaterra etc. Esta relación se logra con el estudiante, cuando se ha suprimido esa barrera

de hielo que aislaba y hacía imposible toda intimidad con el discípulo, entonces, es donde

comprendemos que nuestro cometido no es sólo impartir clases, sino que nuestra labor va mucho

más allá que la mera instrucción, que no está supeditada a un currículo estático ni a una estructura

rígida, lo que hace que en algunos casos el profesor termine desempeñando el papel de padre o

madre adoptiva/o. Coincido plenamente con John Dewey cuando decía: que la escuela no es,

pues, un lugar de preparación para la vida posterior, sino que es en sí misma un lugar de vida...

Ello presupone una estructuración previa que cumpla al menos las condiciones de ser una

representación simplificada de la complejidad social, excluir de su estructura los rasgos negativos

131

existentes en la sociedad de referencia, y superar las barreras sociales que acompañan al

estudiante desde su nacimiento. Esto no es labor de dos o cuatro años sino de toda la vida. El

maestro que se siente plenamente comprometido con sus educandos no terminará jamás con

ellos, como decía Confucio, hasta que caiga la tapa del ataúd. Esa pasión y comprensión por el

estudiante es lo que me permite incursionar por los laberintos de su mente, para enfrentar toda

su problemática; existencial, emocional, espiritual e incluso material, y a través del tanteo

permanente, tal y como uno hace con sus propios hijos, abrir el camino que nos permita encontrar

soluciones a los problemas y penalidades de la vida, y que finalmente puedan comprender cuál es

la verdadera satisfacción de la vida.

IV.

Otro aspecto de vital importancia como educador es predicar con el ejemplo. Uno de mis

estudiantes me contaba con relación a mi desempeño que aún no veía mis defectos. Me sonreí y

le respondí que como educador no pertenezco al Olimpo Pedagógico donde están los Dioses

inmortales e inmaculados. Como mortal tengo mis defectos mis sombras, mis demonios, con los

que convivo hasta comprender cuando poder despojarme de ellos. Es cierto que también tengo

mis propios dioses, diosas y algún que otro demonio, los que respeto, repudio o a los que acudo

como fuente de inspiración.

El punto de partida de mi clase es el de mi propia conciencia. Lo ideal, creía Giner, es que el

profesor no tenga otro criterio que el de su propia conciencia... Freinet decía: No hay redención de

los de demás si, al mismo tiempo, no hay redención de uno mismo. Todo lo contrario sería

engañar a los estudiantes y los más penoso engañarse a uno mismo. El Profesor debe enseñar a

partir de su realidad, de sus problemas errores, conflictos y no aparecer como un ejemplo inmóvil.

Aunque imparto clases de Filosofía Oriental, no me considero un místico ni contemplativo sino que

trato de orientarme hacia lo práctico, a la acción como reflejo de mi trayectoria humana. Tiendo

más a lo formativo que informativo, es decir, a educar que instruir, a dar a la educación un sentido

ético y trascendente. Considero esta alternativa como la más apropiada para formar un grupo de

individuos útiles, prácticos y activos.

132

V.

Otro aspecto que considero decisivo en mis clases es la libertad, pero no se trata de una libertad

abstracta sino la libertad de un estudiante que limita con la libertad de los demás.

Neill decía: que la educación debe tener como finalidad última la libertad y la felicidad de las

personas. Los estudiantes son protagonistas de su aprendizaje, no tenemos ningún derecho al

dogma, nosotros mostramos caminos y el estudiante es libre para escogerlos, su único límite,

como mencionamos anteriormente, es la libertad de los demás.

Me angustia escuchar de mis estudiantes que tienen clases estresantes, que no se divierten, y que

llegan a tener la sensación de que al profesor le place tenerlos en esa tensión innecesaria. Me

refiero a excelentes estudiantes, inquietos, que se respetan, que incluso me han dicho, que

esperan con ansias las vacaciones para repetir con más tranquilidad y gusto proyectos que han

tenido que entregar en tiempo record a sus profesores.

Los profesores tenemos que crear un ambiente apropiado para cultivar la atención, la voluntad, la

inteligencia, la imaginación creativa, sin olvidar la educación moral.

Nuestra propuesta educativa se debe centrar en el estudiante, no exclusivamente en la

acumulación de conocimientos académicos. Hoy por hoy tenemos la necesidad de Educar

atendiendo al desarrollo personal completo que no contempla la educación como mera

instrucción.

Nuestra preocupación educativa se debe dirigir hacia aquellas cosas útiles en nuestra vida y, sobre

todo, que despiertan nuestro interés. Como decía Ferrer: dejarles buscar libremente la satisfacción

de sus necesidades físicas, intelectuales y morales, en lugar de imponerles pensamientos hechos,

una forma de ver el Mundo, un Corsé Mental, una ideología conformista y legitimadora de la

injusticia.

La otra vertiente de libertad a la que me quiero referir no es un principio de raíz social o política,

sino una condición indispensable para el desarrollo de la vida; es decir, de las manifestaciones

espontáneas. Freinet propone la expresión libre de los educandos no sólo como elemento

133

presente en todas sus técnicas, sino como la base misma del modelo de enseñanza... actuar con

los educandos a partir de lo que son; sencillamente, partir del educando. Enseñarles, como decía

Milani: cómo hay que ser por encima de cómo hay que hacer. Es necesario ejercitar al educando

en la continua práctica de la espontánea y libre expresión de pensamiento, práctica tan olvidada

entre nosotros.

Es necesario rescatar lo mejor del Siglo XX en el Mundo de la Educación Occidental, considerado

por Ellen Key como el “Siglo de la Infancia”, muy a tono con el espíritu del pensamiento Chino.

La infancia es considerada por Lao Tsé como un modo de volver a nuestro estado natural. El

regreso a la infancia sugiere aquí, no la inocencia, sino el origen perdido. Unos de mis estudiantes

de filosofía oriental me decía: algo hemos perdido en el camino; y preguntaba: ¿qué hacer para

poder rescatarlo? La respuesta fue: regresar a esa infancia u origen perdido, reintegrarnos a todo

lo más genuino, auténtico y natural de nuestras manifestaciones, en una palabra; regresar al TAO.

El principio de cooperación es otro elemento permanente en mi clase. Los estudiantes al inicio de

clase ponen mucha resistencia a trabajar en grupo, no quieren salir de su burbuja y mucho menos

confrontar sus conocimientos y cooperar con los otros. Al profesor le toca realizar actividades de

integración extracurriculares; salidas de campo, salir a cenar o cocinar en grupo, actividades

bailables etc. hasta lograr que se conozcan y se integren en un solo grupo. De esta forma el

estudiante siente que pertenece a una institución viva, que parte de ellos mismos, de su realidad y

el sentimiento de pertenencia a una comunidad propia el sentimiento de pertenecer a un grupo

cuya base es el principio de cooperación. Estas situaciones de participación colectivas son

sumamente enriquecedoras tanto para el grupo como para cada individuo en particular, porque

permite a los educandos crecer y aprender gracias a la contribución de todos los integrantes del

grupo.

Para Makarenko el educador es quien crea y organiza la colectividad, pero esta es la que

realmente educa al individuo. Este principio de cooperación quizás sea conveniente para equilibrar

los extremos opuestos que aparecen en la educación generalizada de hoy. Va bien una dosis de

sentido de colectividad en el individualismo hipertrofiado en que vive nuestra sociedad.

134

Pese a todo lo dicho, como educadores tenemos un gran reto por delante. Debemos seguir

alentando la esperanza por la educación sin caer en la ilusión excesiva en la escuela y la educación

formal de Ferrer. Ya sabemos que ni la política, ni la religión van a salvar la humanidad.

Hoy vivimos en un Mundo de gran ausencia de valores morales y espirituales nos queda sólo

apostar a la educación para modificar este estado de cosas. F. Giner era consciente que el cambio

social a través de la Educación era un proceso lento, pero se preguntaba si existía otro más veloz.

Esto me recuerda una frase de Lao Tsé que dice: Todo camino de cien millas comienza en un solo

paso. El educador debe sentirse altamente comprometido con la educación y sus esfuerzos deben

estar encaminados a dar este primer paso: entender cómo aprendemos.

BIBLIOGRAFÍA

1. Pedagogías del siglo XX, Editorial Cisspraxis, S. A, Barcelona 2000

2. Bobbio, Norberto. De senectute. Editorial Taurus, 1998.

3. Swami Nityabodhananda, Actualidad de los Upanishads.

135

Caída Libre

Introducción

Caer libremente atenta contra las

convenciones frívolas de la representación

espacial ortodoxa. Caer en sí es un acto de

transgresión frente al imaginario imperante

en donde el progreso ve con sospecha o

condescendencia un trastabilleo

inconveniente para la norma general de

ascenso y de progresión. Caer libremente así

es una intimación a apartarnos del trazado

hegemónico marcado invisiblemente en el

espacio social que nos rodea, una

imprecación a ocupar un lugar distinto. Para

orientarnos en ese extraño y portentoso sitio sólo existe el mapa cultural que lo ecuatoriano

ofrece a partir de sus prácticas, notablemente, el juego de cartas que llamamos cuarenta. Este

juego, que convoca a un torneo mundial desde el año de 1969, es un ejemplo del tambaleante y

precario camino que debemos recorrer hoy los sujetos nacionales a medida que ocupamos

(voluntaria o involuntariamente) el imposible espacio global. De hecho, como señala desde hace

algunos años Fredric Jameson, la tarea más urgente que enfrentamos en la actualidad es la

creación de modelos para el procesamiento y la comprensión de las nuevas alianzas

transnacionales, económicas tanto como afectivas. La ausencia, o la pobreza de representaciones

adecuadas para imaginar esa nueva totalidad es un obstáculo formidable para la recuperación de

nuestra capacidad de actuar en el mundo. El campeonato mundial de cuarenta nos da la pauta

para empatar lo local con lo universal y para ocupar nuevos espacios reterritorializándolos en lugar

de acudir a la vieja y gastada fábula de la colonización.

136

Caída Libre entonces busca abrir un claro para la circulación de discursos críticos interesados en

examinar la zona de contacto que existe entre la experiencia vivida y la producción cultural en este

y otros climas. Phil Wegner examina en esta entrega la conexión entre la trilogía hollywoodense de

ciencia ficción Terminator y los imaginarios de la política exterior estadounidense durante las

administraciones republicanas. El ejercicio es válido en tanto nos alerta no sólo sobre el poder

innegable de las ficciones masivas sino sobre la manera en que esas representaciones modelan

nuestra propia relación con el futuro. El texto de Wegner es notable en muchos sentidos pero tal

vez el más relevante para nosotros sea su desenfadada apuesta por un discurso crítico consciente

de la necesidad de escudriñar la cultura de masas y de movilizar recursos imaginativos que puedan

a la vez competir con determinadas imágenes y doblegar esas imágenes, enrolarlas al interior de

proyectos alternativos.

Ayodele Dutka escribe sobre el notable proyecto artístico de Shirma Guayasamín y ofrece una

lectura de la intrincada intervención cultural que se vuelve posible a partir de la opción de

historizar la sombra del desnudo femenino. El ejercicio de Guayasamín afecta a la representación

de la femenidad de diversas maneras y su audaz incursión en planos cibernéticos y fantasmales

rescribe las relaciones de género en un novum representacional.

Tarkarí de Chivo, la obra experimental que trae el grupo ecuatoriano/venezolano RioTeatroCaribe

para el festival de teatro experimental celebrado en Quito a fines del 2004 reactiva la polémica

sobre el lugar de las vanguardias en el mundo contemporáneo. Tarkarí desempaca a lo largo de su

sofisticada producción un arsenal de recursos expresivos, canibalizados de distintos medios

artísticos (cine, vodevil, circo, tendido) que, junto con el torrente de virtuosas asociaciones

visuales al que nos expone, produce el equivalente de un proyecto de democratización (pertinente

no sólo a Venezuela y a Ecuador sino a todas las naciones latinoamericanas); el “desgobierno” y

caos aparente que imperan en su propuesta escénica paralelan a la perfección tanto nuestras

ansiedades sobre la incorporación de los márgenes como nuestra alegría y creatividad al momento

de inventar, por primera vez, las condiciones de existencia de la democracia. En este contexto, el

espacio de la cocina y el restorán se vuelven referentes obligados de nuestro intento de “preparar

la mesa” para la convivencia de heterogeneidades en el planeta.

137

Por último, añadimos a nuestro muestrario la presencia de una “nueva” forma de textualidad, el

blog, una llegada reciente a nuestro conocido repertorio de formas expresivas. El blog es un

ingreso de bitácora, o un fragmento autobiográfico, o un artículo de opinión, o un comentario

abierto, o un inventario de bienes y carencias. Es todo aquello junto y mucho más y menos, un

ejercicio expresivo que emerge de la especificidad de la comunicación cibernética y de sus

riquezas y limitaciones aún en proceso de descubrimiento. Un bloguero ecuatoriano, Alfredo Mora

Manzano, nos guía por los vericuetos de su imaginación y por los laberintos de distinta urdimbre

del World Wide Web.

Caída Libre quiere así abordar materiales culturales heterogéneos, cine, teatro, escultura, blog,

para reposicionar el ejercicio crítico, para repensar la necesaria relación entre la circulación de

esos múltiples vehículos de la utopía y su instanciación a nivel de nuestra comprensión de aquellos

fenómenos aquí y ahora.

Más allá de las clausuras de la guerra fría: repeticiones y revisiones en el

ciclo Terminator. Phillip E. Wegner.

138

Fotomontaje: Ricardo Vizcaino.

“Tu mundo es bastante aterrador”.

Sarah Connor en Terminator (1984)

“Este es un mundo que es mucho más inseguro que en el pasado. En el pasado, estábamos

seguros, estábamos seguros de que éramos nosotros contra los rusos en el pasado. Estábamos

seguros y por lo tanto teníamos inmensos arsenales nucleares apuntando de ambos lados para

mantener la paz. De eso es de lo que estábamos seguros... pues, aunque es un mundo inseguro,

estamos seguros de algunas cosas. Estamos seguros de que aunque el “imperio del mal” ya ha

pasado, el mal persiste. Estamos seguros de que existen personas que no toleran lo que América

139

representa. Estamos seguros de que hay hombres locos en el mundo, y hay terror y hay misiles, y

estoy seguro también de eso”

George Bush II, Washington Post (31 de Mayo, 2000)

El dramático ascenso de Arnold Schwarzenegger hacia la gobernación potencialmente más

importante de los EEUU representa la apoteosis (por lo menos por ahora) de una trayectoria

política vinculada por lo menos con las dos últimas administraciones presidenciales republicanas.

De hecho, señales de que Schwarzenegger se interesaba por asumir responsabilidades políticas se

hicieron sentir ya a principios de la década de 1990 cuando el actor desempeñó una importante

función en la convención republicana de 1992 e incluso apareció en el escenario con el primer

Bush después del discurso de aceptación de su candidatura. Las aspiraciones políticas de

Schwarzenegger se fortalecieron más por el hecho de que durante los 80 y 90, sus personajes—

junto con Harry el sucio de Clint Eastwood y Rambo de Sylvester Stallone y una plétora de otros

pretendientes al trono—se registraban entre los íconos culturales más significativos del neo

conservadorismo estadounidense.

Pese a aquello, lo que tal vez resulte más interesante sobre Schwarzenegger, y de hecho lo que lo

separa de Eastwood y Stallone es que ha demostrado ser una figura tan longeva en la imaginación

cultural usamericana. Esto, pese al hecho de que es, de largo, el menos talentoso del grupo, sus

diálogos rígidos y actuación forzada lo han convertido en materia de parodia desde los programas

de Saturday Night Live hasta los Simpsons. Pese a estas deficiencias, continúa siendo popular y

exhibe una habilidad notable para adaptarse a los cambiantes vaivenes del temperamento

nacional, remodelando la imagen de sus personajes a la luz de los cambiantes vientos políticos.

Esta adaptabilidad tal vez se ejemplifique de mejor manera en el papel por el cual es más

conocido, aquel del guerrero cyborg frío y eficiente de la trilogía Terminator (1984, 1991, 2003). Lo

que hace a esta serie de Ciencia Ficción tan interesante es que cada película no sólo que continúa

la secuencia narrativa previa, sino que nos presenta con una reinterpretación o refactura de las

que la precedieron. De hecho, mi postura en lo que sigue será que las tres películas forman una

140

secuencia dialéctica—una tesis, negación y negación de la negación—cada cinta retrabajando la

materia prima ideológica y política de su predecesor. Cada versión por lo tanto abre una ventana

hacia las actitudes imperantes de cada una de las últimas tres administraciones presidenciales

republicanas (Reagan, Bush I y Bush II—de interés aquí es que la serie toma un descanso durante

los ocho años de la presidencia de Clinton) y nos ofrece un índice efectivo sobre precisamente los

cambios que han ocurrido en el inconsciente geopolítico conservador.

Este trabajo se decanta en tres partes. La primera contrasta la visión específica de las primeras dos

cintas, resaltando el significado del evento más importante—el fin de la guerra fría—que ocurre

entre ambos, especialmente a la luz de su impacto en la perspectiva ideológica de la segunda

película. La segunda parte del trabajo mantiene su mirada sobre estas dos cintas; sin embargo,

aquí introduzco la narrativa corta, publicada en 1960, de donde la idea para la serie misma fue

derivada y exploro la modalidad particular de historia y temporalidad que opera en cada texto.

Finalmente me concentro sobre la última película de la serie para enfatizar los cambios adicionales

que se presentan como resultado de lo que se ha dado por llamar en los EEUU simplemente como

9-11 (el 11 de septiembre del 2001 y la destrucción del World Trade Center en la ciudad de Nueva

York) y la subsecuente “guerra contra el terror”. La cinta ofrece la oportunidad de reconocer,

argumento en última instancia, que este evento señala tanto una conclusión como un inicio: el fin

del interregnum histórico e inseguro de la década de 1990, en donde los EEUU no tenían una

visión global coherente a partir de la “caída” del imperio Soviético, y el inicio de un grave nuevo

período en la historia mundial.

I

La primera cinta de Terminator trata con éxito el temor central de la guerra fría de una

aniquilación nuclear inminente que sería desatada por fuerzas que desde hace ya algún tiempo

habían salido de las manos de meros seres humanos (las referencias clásicas aquí serían las dos

cintas de 1964 Fail-Safe y el Dr Strangelove). Estas ansiedades nuevamente fueron elevadas a un

nivel de intensidad pesadillesco a principios de la década de 1980 con la fijación paranoica de la

administración Reagan sobre el “imperio del mal” de la desfalleciente Unión Soviética que empujó

al mundo peligrosamente cerca de un Apocalipsis nuclear. El Terminador de Schwarzenegger es la

141

encarnación perfecta de esta visión de tecnología catastrófica: una manifestación maquínica de la

“pulsión de muerte” Freudiana que ejecuta inexorablemente, sin sentimientos ni duda, la única

función para la que fue creada—la destrucción de la vida humana. O, como Fredric Jameson lo

plantea en otro contexto: “tal aparición... representa la personificación virtual de lo que Sartre ha

llamado lo práctico-inerte, el destino maligno o anti-libertad que los seres humanos crean sobre y

en contra de sí mismos por medio de la inversión y la alienación de su trabajo en objetos que

regresan sobre ellos sin ser reconocidos, en la forma hostil de una necesidad mecánica” (Fábulas,

82)

Ni tampoco la “victoria” ostensible sobre el Terminador en la conclusión de la cinta elimina la

amenaza. La cinta finaliza cuando el personaje de Sarah Connor (Linda Hamilton) -madre del líder

rebelde nonato y salvador de la humanidad, John Connor (cuyas iniciales hacen explícito el

contenido mesiánico de la cinta)- maneja hacia el desierto donde se propone preparar a su hijo

para su papel después del armagedón inminente. La supervivencia emerge así como el valor

supremo de esta cinta sorpresa de la década de 1980, una perspectiva muy en línea con la

explosión a mediados de la década de organizaciones milenaristas de “supervivientalistas”, o lo

que sólo ahora aparece como los esfuerzos oscuramente cómicos de la administración Reagan por

resucitar las prácticas de defensa civil (incluyendo la infame exhortación de que cada familia debía

prepararse para la guerra nuclear armándose con palas y puertas de repuesto)

El segundo Terminador, subtitulado El día del Juicio, parece revertir todo aquello, puesto que la

obra parece asegurar a su público que tales desastres nunca llegarán a manifestarse. La cinta abre

con una representación gráfica de la destrucción nuclear de un patio escolar cerca al centro de Los

Ángeles, una imagen del evento del Apocalipsis que se nos niega en la película que abre la serie.

Después en T2 (como se dio en llamar a la cinta) la misma escena se repite; pese a ello, nos

enteramos de que esta imagen fue soñada por Sarah Connor. Al ubicar esta escena de holocausto

nuclear al interior de la mente de esta mujer aparentemente perturbada y alojada en un asilo—

enloquecida, como señala el antiguo adagio existencial, por su conocimiento del futuro—la

película ya apunta, en esta temprana coyuntura a que la pesadilla imperante del Apocalipsis

nuclear, que había dominado el EEUU de la guerra fría y la imaginación global por tantos años, es

142

algo de lo que finalmente estamos dispuestos a despertar. La eliminación final de esta posibilidad

futura hacia el final de la conclusión de la cinta establece con fuerza precisamente ese mensaje.

Esta repetición narrativa interna de la “pesadilla” de guerra nuclear apunta hacia una dinámica

general revisionista que se despliega tanto en T2 como en la última parte de la trilogía. De hecho,

T2 directamente re-escenifica muchos de los sucesos de la primera película—incluso mucho del

diálogo y la escena culminante de persecución—a manera de “corregir” la visión narrativa previa.

La facilidad con la que la segunda cinta se deshace de lo que había sido el corazón temático de su

predecesor apunta a una transformación fundamental de perspectiva entre ambas cintas: un

cambio que se hace posible sólo a partir del primer “final” de la guerra fría, la caída de la Unión

Soviética.

Uno de los resultados de esta repetida re-formación es la transformación de la amenaza de la

primera cinta al centro heroico de la secuela. Los demonios personales de Sarah Connor de igual

manera que nuestros propios temores colectivos finalmente se desechan por medio de la heroica

intervención y el sacrificio final de un redimido Terminador. Irónicamente, las mismas tecnologías

militares que sugerían un exterminio universal en la primera cinta se transforman en T2 en los

medio para preservar a la humanidad. Más allá de ello, toda la actitud ante la tecnología cambia

también en la segunda cinta. En la primera película, aún objetos de la vida cotidiana como una

contestadora automática o un radio Walkman aparecen como manifestaciones de una malévola

“tecnología oscura” (el nombre de la discoteca donde el Terminador ataca por primera vez a Sarah

Connor es Tech-noir). En T2, por otro lado, las tecnologías inteligentes y manipulables—desde la

infiltración del joven John Connor (Edward Furlong) en un cajero automático hasta su maestría

sobre el mismo Terminador—se presentan como medios útiles y hasta necesarios para alcanzar las

respectivas metas. (Una virilidad tecnológica similar, por supuesto, se glorifica por medio del gran

ruido que rodeó los efectos especiales innovadores de la cinta y su costosa escenificación de la

destrucción urbana).

Con todo esto nos internamos en una pesadilla política cualitativamente distinta, una que George

Bush I denominó perversamente “el nuevo orden mundial” porque lo que se “preserva” con

exactitud es el statu quo del complejo industrial-militar de los EEUU en el momento en que su

143

vieja racionalización ideológica de la “amenaza” de la Unión Soviética—ha sido barrida hacia el

basurero de la historia. Esta transformación se registra magníficamente en T2 en la respuesta

sorprendida del joven John Connor a la revelación del rehabilitado Terminador de que un

intercambio nuclear entre la Unión Soviética y los EEUU es lo que lleva a la casi aniquilación de la

especie humana. Todas las tensiones de la historia de la guerra fría se disuelven en la aturdida

pregunta: “¿Por qué atacar a Rusia? ¿No son ellos ahora nuestros amigos?”

Igualmente significativas, sin embargo, son las diferentes lecciones políticas que se pueden

extrapolar de cada cinta. La primera inexorablemente arrastra al espectador a la conclusión de que

la única manera de prevenir la futura catástrofe sería por medio de una re-estructuración radical

del presente—el desmantelamiento de la totalidad del complejo estructural del cual la guerra en

contra de la humanidad es su inevitable efecto. (Aunque, como veremos en poco, la forma

narrativa sugiere simultáneamente la imposibilidad de tal proyecto revolucionario). En la segunda

cinta, las “causas” de esta guerra futura se reducen a un único evento: la invención en un centro

de investigación de armamentos de los EEUU, de la tecnología de Inteligencia Artificial que se

convertirá en el sistema de defensa SKYNET (red celeste). Así, la prevención de este

“descubrimiento” aparentemente garantiza que el terrible futuro vislumbrado por Sarah Connor

se manifieste. Esto también apunta hacia otra revisión significativa en la segunda cinta. En el

primer Terminador, no es claro quién inicia la guerra nuclear; nuevamente, la implicación es que

tal guerra se entiende de mejor manera como un efecto del clima producido por la carrera global

de armas. En T2 sin embargo, los EEUU reocupan el centro ideológico e histórico, la cinta

presupone que sólo los EEUU tienen los medios para desarrollar una tecnología de defensa que

pronto tendrá de rehén a todo el mundo.

Así, junto con el argumento de T2, si la historia es determinada por eventos susceptibles de

aislamiento, o por desarrollos, en lugar de por estructuras interrelacionadas de hechos, sucesos,

acciones y reacciones, entonces, tal vez, la forma del futuro se pueda manipular—no por una

acción política colectiva, sino a través de la intervención de líderes heroicos casi míticos. De hecho,

la manera en la que la cinta trata a la gente común—oficiales de policía, empleados de centros

comerciales, trabajadores de salud, los padres de John Foster, camioneros e incluso personas que

sufren el infortunio de caminar por la calle—como nada más que escenario, obstáculos y carne de

144

cañón, implícitamente revela un feo desdeño hacia el mismo público estadounidense que

conforma la vasta audiencia de la trilogía. (Un desdén similar por la audiencia es evidente en otro

de los éxitos taquilleros de Schwarzenegger, Total Recall (Desafío Total), aunque en ese caso, hay

una veta profundamente cínica que está ausente en la trilogía del Terminador. Ahora, como

corresponde a un futuro líder de la nación, el gran manipulador en esta cinta es representado por

nada menos que el mismo Arnold Schwarzenneger.

Todo esto deviene terriblemente relevante cuando nos enteramos de que esta misma visión

reduccionista de la historia se invoca nuevamente en la primera guerra estadounidense in el golfo

pérsico. Las razones complejas del conflicto en Medio Oriente se destilaron mágicamente en la

figura de Saddam Hussein. Una vez fiel aliado en la guerra contra Irán y ahora un adversario

monstruoso e inhumano, Hussein aparece tan proteico como el Terminador “malo” que cambia de

formas en T2. Así, los EEUU sostienen que la derrota de esta última encarnación de Adolfo Hitler

(las luchas en el presente, anota Marx famosamente, ocultan su contenido en la “poesía” del

pasado) eliminará la causa de sus problemas en la región y, consecuentemente, iniciará un nuevo

orden global—si no de libertad, igualdad y fraternidad, por lo menos de legalidad y una armonía

vigilada.

Adicionalmente, tanto en la política recompuesta de T2 y en la versión “gentil y generosa” del

intervencionismo estadounidense, el uso de la fuerza para lograr fines geopolíticos nunca se

cuestiona. Al contrario, es la aplicación de una clase de violencia equivocada lo que se censura. En

uno de los momentos más oscuros y cómicos de la cinta, el joven John Connor prohíbe al

Terminador que mate mientras ambos intentan liberar a Sarah de un hospital psiquiátrico—una

directiva que la máquina obedece al cortar las piernas de un guardia de seguridad que se atreve a

enfrentarlo y después declarando: “va a vivir”. Esta castración simbólica tomó una forma grotesca

en el mundo real en la brutal devastación americana de la infraestructura nacional de Irak, que fue

seguida de proclamaciones que señalaban: “no queríamos destruir su país”. La secuela caótica de

la guerra expuso la falsedad de tal razonamiento político simplista.

II

145

El mensaje político de ambas citas se refuerza por sus estructuras narrativas marcadamente

diferentes. En su ensayo clásico “Reificación y Utopía en la cultura de masas”, Jameson sugiere

que todo texto exitoso de la cultura popular ejecuta “un trabajo trasformativo sobre las

ansiedades y fantasías sociales y políticas”, en primer lugar, al visibilizar estos materiales

libidinales al interior de la matriz narrativa y luego re-conteniendo la amenaza que estos deseos

ahora manifiestan abiertamente al orden hegemónico. Uno de los primeros y mejores ejemplos de

esta dinámica de escenificación y re-contención, por lo menos en la tradición del cine de ciencia

ficción, opera en Metrópolis (1926) de Fritz Lang. Menciono aquí a Metrópolis también para

recalcar la sobre-determinación tremenda de material cultural que se procesa durante un

contexto narrativo. En Metrópolis, por ejemplo, el robot-María es una figura de la revolución, de

identidad de género, de roles sexuales cambiantes, de tecnología, modernización y, por supuesto,

de clase. Esta misma sobre determinación ocurre en las películas de la trilogía: Susan Jeffords

señala la presencia de ansiedades masculinas que se procesan en T2 mientras que Sharon Willis

demuestra la centralidad de lo racial en la cinta. Por razones de espacio, quiero abordar

principalmente un solo nivel de re-contención que ocurre en estas dos películas, el de la acción

política y nuestra habilidad de efectuar cambios en el mundo. Las películas del ciclo Terminator

parecerían ser sobre las posibilidades que tienen los seres humanos para crear y re-crear el mundo

donde viven. De hecho, en la primera cinta Kyle Reese (Michael Biehn) explícitamente le dice a

Sarah Connor, “El futuro no está fijado”. Hacia el final, sin embargo, la forma narrativa de la obra

priva a esta declaración de toda su fuerza.

Para poder explorar las estructuras formales de estas cintas mellizas quiero primero abordar otra

narrativa no-cinemática. Los créditos finales de Terminator incluyen el reconocimiento de la deuda

de la cinta a la obra del gran escritor estadounidense de ciencia ficción Harlan Ellison. El texto de

Ellison de donde la cinta extrae con mayor firmeza es el cuento ganador del premio Hugo, “No

tengo boca y debo gritar” (1967). Todos los principales elementos temáticos del primer

Terminador están presentes en el relato de Ellison. Al principio, el lector se entera de que la

evolución de la guerra fría hacia la Tercera Guerra Mundial llevó a las superpotencias a construir

tres inmensas redes computacionales subterráneas, las Computadoras Maestras Aliadas o CMAs,

para controlar sus cada vez más complejas tecnologías militares. Entonces, como nos cuenta uno

146

de los personajes, “un día CMA despertó y supo quién era y se autoconectó y empezó a alimentar

todos los datos de la matanza, hasta que todo el mundo estuvo muerto, con la excepción de

nosotros cinco”. (Reese ofrece, en la primera cinta de la trilogía, un resumen casi idéntico e

igualmente terso de la futura emergencia de las máquinas). A diferencia de las dos primeras cintas

Teminator y más cercano a la reciente trilogía the Matrix, los sucesos de la narrativa de Ellison

ocurren después de la catástrofe, al interior de un corredor aparentemente infinito de una red

global CMA. La historia detalla a continuación la tortura sádica de la máquina de los cinco seres

humanos que permanecen vivos.

El poder de la narrativa de Ellison se extrae de la conexión que establece entre las condiciones

pesadillescas de la vida contemporánea y nuestra dependencia extrema a un complejo militar

industrial voraz; de hecho, Ellison sugiere que el propósito principal de la máquina de guerra es

asegurar la continuidad de esta situación insoportable. De esta manera, la historia de Ellison, toma

parte en una larga tradición de distopías narrativas que trazan una línea desde el presente hacia

un potencialmente horrendo fin de la historia. De igual manera que otras obras en esta tradición—

Nosotros de Yevgeny Zamyatin y su celebrado sucesor 1984 de George Orwell, que ponen las

bases para otras obras en esta línea—la verdadera clausura de la historia y el potencial humano

para actuar en el mundo no aparecen hasta las páginas finales de lo que sigue siendo una

narración linear básicamente convencional. El personaje central del cuento de Ellison, Ted, en lo

que puede caracterizarse como un acto desesperado de rebeldía, decide “derrotar” a CMA

destruyendo las víctimas de la máquina. Aunque tiene éxito en la eliminación de los otros cuatro,

CMA interviene antes de que pueda tomar su propia vida. En los párrafos embrujadores finales, el

lector se entera de que CMA lo ha alterado para que un intento similar de “liberación” en el futuro

sea imposible: “(la máquina) no quiere que corra a toda velocidad hacia una torre de computación

y me rompa el cráneo. O que me aguante la respiración hasta desmayarme. O que me corte la

garganta con una hoja herrumbrada de metal... soy una cosa gelatinosa grande y suave. Lisamente

redonda, sin boca, con hoyos blancos que pulsan ahí donde antes estaban mis ojos. Apéndices

gomosos que una vez fueron mis brazos; bultos redondos que acaban en troncos sin piernas de

materia suave y deslizante” (41-2). Como en la lobotomía de D-503 en la obra Nosotros de

Zamyatin o la brutal aniquilación del espíritu rebelde de Winston Smith en 1984 de Orwell, la

147

transformación a manos de CMA de Ted elimina el último espacio de libertad disponible y así

efectivamente concluye la historia humana.

La primera película del Terminador, juega sobre el mismo deseo de eludir la dominación de una

tecnología alienante. Sin embargo, esto no significa que ni la cinta, ni el cuento de Ellison dicho sea

de paso, se pronuncien a favor de una estrategia Ludita y romántica de destrucción de las

máquinas, una nostalgia por un pasado mítico y “pre-industrial”. De hecho, la visión fílmica de la

imbricación profunda entre lo humano y lo maquínico (a la vez que la decisión de Ellison de situar

su historia al interior de CMA) sugiere que cualquier espacio natural y auténtico “fuera” de lo

tecnológico a estas alturas ya ha desparecido. Al hacer aquello, estas obras eliminan la tentación,

evidente in muchas otras obras clásicas en la tradición distópica, de imaginar un espacio en

nuestro mundo al que podríamos “escapar” (algunas instancias de esto son, por ejemplo, la

historia de E. M. Forster, “La máquina se detiene”, que alude a “sobras de cielo impoluto”; o el

mundo de los jardines Mephi en Nosotros de Zamyatin, o el espacio de Uganda en La columna de

César de Ignatius Donnelly, o el paisaje pos apocalíptico de la novela de George R Stewart La Tierra

Permanece. El final original pensado para Blade Runner (1982) ofrece una versión contemporánea

de esta otra tradición, mientras los personajes principales abandonan un Los Ángeles anegado en

contaminación y sobrepoblación para adentrarse en la naturaleza de la costa del Pacífico; sin

embargo, si pensamos en la resolución final de ese texto, desde el texto original del cual fue

adaptado, ¿Sueñan los androides con ovejas electrónicas? de Philip K. Dick, en que nos enteramos

que incluso los sapos de los bosques son ahora “máquinas”, el final aparece a una luz distinta.

Tanto el cuento de Harlan Ellison y el primer Terminador sugieren que sólo la confrontación

directa y la derrota de esta amenaza en el tiempo harían cualquier cambio verdadero posible.

Sin embargo, mientras el gesto revolucionario desesperado de Ted aparece como un signo del

deseo de confrontar lo práctico-inerte y restablecer control humano sobre el mundo, un momento

similar es conspicuo por su ausencia en la primera cinta del Terminador. Esto es, nunca se nos

permite vislumbrar en esta cinta, ni en ninguna de sus secuelas dicho sea de paso, qué es lo que

hace John Connor para llevar a la humanidad al umbral de la victoria sobre las máquinas.

Adicionalmente, existe otra diferencia, aún más significativa entre ambas obras a nivel de su

estructura narrativa. Terminator difiere de la historia de Ellison en el hecho de que despliega una

148

convención narrativa frecuente en la Ciencia Ficción llamada “la paradoja temporal de retorno”

(time loop paradox). En algo que corresponde a una “especialización del tiempo” formal (la frase

es extraída del estupendo estudio sobre la Ciencia Ficción de Mark Rose, Encuentros Alienígenos)

esta forma narrativa junta causa y efecto en un círculo cerrado en donde no sólo que eventos del

futuro son causados por eventos en el pasado, como en la narrativa linear convencional, sino que

eventos del pasado son causados por sucesos en el futuro. (Esta convención narrativa también ha

sido empleada con gran éxito en la cinta de catástrofe biológico de Terry William Twelve Monkeys

(Doce Monos) (1995), película que a su vez es una re-escenificación del notable corto experimental

de Chris Marker, La Jetée (1962). La narración del primer Terminador “comienza” en el año 2029

(aunque sólo después en la cinta nos enteramos de ello), en el momento en que la rebelión

humana liderada por John Connor está a punto de destruir la supercomputadora SKYNET. En un

intento desesperado por preservar su hegemonía, SKYNET transporta un asesino hacia el pasado

para asesinar a la madre de John Connor, prevenir su nacimiento y así acabar con la rebelión antes

de que se inicie. (El paralelo con el Herodes Bíblico es evidente). John Connor responde enviando a

su teniente Kyle Reese al pasado para frustrar el plan de SKYNET -y, como nos enteramos más

tarde, para servir de su padre. Constante Penley así lee la dinámica narrativa de la cinta como,

entre otras cosas, una repetición de la escena primaria freudiana en la que John, en efecto,

presencia su propia concepción. En la segunda cinta esta dinámica edípica continúa en la bizarra

búsqueda de John y su asesinato figurado de padres sustitutivos (y en T3, confiesa ante la máquina

de que la misma fue “lo más cercano que tuve a un padre”)- una duplicación y división de

funciones que nuevamente evoca Metrópolis de Lang. Hacia el fin de T1 parecería que el bien

triunfa y que la victoria sobre el Terminador y la impregnación exitosa de Sarah Connor garantizan

la destrucción final de SKYNET.

Pese a ello, la estructura narrativa de la paradoja temporal de retorno empleada en la cinta genera

el efecto de eliminar avant la lettre el acto libre, pero humano que ocurre en el momento

culminante de la obra de Ellison. Así, la historia en T1, como en todos los escritos en este

subgénero de la Ciencia Ficción, se despliega de acuerdo a una lógica rígidamente determinista en

donde cualquier acto aparentemente libre se revela como nada más que un movimiento pre-

determinado en una estructura narrativa conclusa en el modelo “siempre desde ya”. O como dice

149

Slavoj Zizek, al comentar el sub-género en su totalidad, “el sujeto se ve confrontado con una

escena del pasado que quiere cambiar, modificar, en la que quiere intervenir; hace un viaje hacia

el pasado, interviene en la escena y no es que “no puede cambiar nada”—al contrario, es por

medio de su intervención que la escena del pasado se convierte en lo que siempre fue: su

intervención estuvo comprometida desde el inicio, incluida”(57-8). La primera pista que recibimos

de esta clausura histórica inexorable aparece en el pronunciamiento de Sarah Connor al enterarse

por parte de Kyle Reese cuál es el nombre de su hijo nonato y aún no concebido, “por lo menos

ahora sé cómo nombrarlo”. La sutura absoluta de esta estructura determinista se vuelve

plenamente manifiesta en la escena final de la cinta. En una estación de gasolina en México rural,

Sarah recibe la fotografía que traerá—o, en tiempo narrativo, que ya ha traído—a Reese desde el

futuro para convertirse en su amante y en el padre de John. El círculo así se cierra: completamente

resignada a su rol de “madre del futuro”, Sarah desaparece en el horizonte para esperar la

“llegada de la tormenta” de la inevitable guerra nuclear y para cumplir su destino como la madre

del mesías. La lección implícita en la estructura formal de la cinta es así sencilla: a pesar de

nuestros deseos o de nuestros actos, ningún cambio o desviación de nuestro destino

predeterminado es posible. Penley lee esto como indicativo de una atrofia más general de la

imaginación utópica: “podemos imaginar el futuro, pero no podemos concebir el tipo de

estrategias políticas necesarias para cambiar o para asegurar el futuro” (117).

La reescritura que ocurre en T2 de este escenario inicial parecería, por lo menos a primer vistazo,

despejar la clausura del final de la primera cinta, al reemplazar la paradoja temporal del retorno

con otro mecanismo de la Ciencia Ficción (CF), aquel de las múltiples intersecciones de flujos

temporales (un mecanismo empleado con fines de izquierda brillantemente en El Frente Humano

de Ken MacLeod). El pronunciamiento desechable y aparentemente irónico de Reese en la primera

película sobre la naturaleza fluida del futuro ahora puede expandirse en el mantra temático “El

futuro no está fijado. No hay destino sino el que hacemos por nuestra propia cuenta”. Sarah

Connor, con la ayuda del Terminador rehabilitado (Schwarzenegger), trabaja para demostrar la

verdad del enunciado. Durante el despliegue de T2 nos enteramos de que el círculo de auto

generación es aún más fijo de lo que se reveló al inicio: la generación de la tecnología SKYNET por

la corporación de Sistemas Cyberdine es posible solamente por la existencia de un fragmento de

150

CPU que fue tomado del Terminador destruido en la primera cinta: igual que con John Connor,

SKYNET en efecto, da a luz a sí mismo. Nuestro trio de héroes, con la ayuda del diseñador de

SKYNET Miles Dyson (Joe Morton), tiene éxito en destruir todos los archivos relacionados con el

proyecto—y en matar convenientemente al “inventor” Dyson en el proceso. (El personaje del

estadounidense negro y burgués Dyson es importante porque apunta a la crucial ausencia del

tema racial en la cinta. Como señalan críticos como Andrew Ross, la figura del entorno urbano

devastado en el cine de CF hace mucho que sirve de símbolo para las ansiedades de la clase media

blanca en los EEUU sobre los centros urbanos ocupados por minorías étnicas. Adicionalmente, el

hecho de que el Terminador proteico “malo” en T2 se camufla como un oficial del departamento

de policía de Los Ángeles hace referencia oblicua a uno de los eventos más explosivos que ocurren

durante el momento del lanzamiento primigenio de la cinta: la golpiza policial de Rodney King y los

levantamientos populares en LA en 1992. De esta manera, T2 deviene un texto que versa sobre

sucesos que nunca son directamente tratados narrativamente). Nuestra curiosa familia “nuclear”

prevalece al derrotar al maligno nuevo Terminador, incinerar los restos de T1 y finalmente, con el

heroico sacrificio del Terminador humanizado, previene la manifestación del desastre en el futuro.

Y sin embargo, ¿qué es lo que realmente se ha logrado hacia el final de la cinta? Algunas pistas ya

aparecen hacia el inicio de este trabajo puesto que mientras un futuro desastroso puede haber

sido borrado, nada se ha hecho para desafiar las condiciones estructurales del presente—una

voraz industria armamentista motivada por la ganancia, una sociedad con un atroz desdeño por la

vida humana, la fetichización de una ideología alienante y así sucesivamente—que es lo que

provoca el desastre desde el inicio. Aunque Sarah señale, en la conclusión de la cinta, “Tal vez

nosotros también podamos aprender el valor de la vida humana”, no hay nada en la cinta, con su

celebración de la violencia como un medio aceptable para alcanzar nuestras metas, que podría

sugerir los medios de realizar semejante ideal; en su lugar nos quedamos con el juicio

condenatorio del Teminador Schwarzenegger: “Es su naturaleza destruirse a sí mismos”.

Las resoluciones temáticas de las dos primeras partes de la trilogía así convergen finalmente:

ambas, cada una a su manera, enfatizan la imposibilidad de alterar el statu quo. Tal lección adopta

una resonancia nueva en los años inmediatamente posteriores a la “caída” del muro de Berlín y

posteriormente, de la Unión Soviética. Estas cintas se mueven en el mismo territorio ideológico de

151

la visión de George Bush I del “nuevo orden mundial” posterior a la guerra fría. Porque resulta que

había muy poco de nuevo en el plan de Bush: prometía nada más la hegemonía internacional

continua del poder industrial de Occidente y la extensión de la desconcertante pos-historia del

“siglo americano” hacia cualquier mañana previsible. En tal visión, como en la imagen final de T2,

continuamos nuestra caída por una vía nocturna y oscura, imposibilitados de ver hacia donde nos

dirigimos. El fracaso de una tal visión de llenar el vacío provocado por el final de la guerra fría se

tornaría cada vez más evidente en el transcurso de la siguiente década.

III

Terminador 3: el auge de las máquinas aparece una década después de la conclusión de T2;

recordando la secuencia inicial de su predecesor; y por lo tanto señalando que la dinámica

revisionista de la obra anterior continuaría aquí también, la cinta presenta una nueva imagen de la

destrucción nuclear de una ciudad. En esta ocasión, sin embargo, la voz que ofrece comentario es

de John Connor (Nick Stahl) que nos informa que el Apocalipsis “no ha pasado. No cayeron las

bombas. Las computadoras no tomaron control. Detuvimos el día del juicio. ”. Más tarde nos

informa que su madre, afligida de leucemia terminal vivió lo suficiente para cerciorarse de que el

ataque, previsto el 29 de agosto de 1997, no suceda, le dice a John que “cada día después de ese

es una dádiva. Lo logramos. Somos libres”. Con esto, se extienden los sentimientos de alivio y de

posibilidad posterior a la guerra fría a los que la segunda película dio una expresión concreta. Y sin

embargo, aunque John afirma que estos hechos deberían hacer que se sienta “seguro”, él no

participa de esa sensación. (Ni aparentemente, en otra revisión que opera en la cinta misma,

tampoco ese era el caso para su madre: con la ayuda de su guía Terminador, John después se

enterará que su madre había almacenado armamentos en su sepulcro para ayudar a su hijo en su

futura lucha). Como resultado de todo ello, John vive “fuera de la matriz. Sin teléfono. Sin

dirección. Nadie y nada puede hallarme. He eliminado todas las conexiones con el pasado”. Sin

embargo, pese a sus esfuerzos, nos dice que no puede “borrar mis sueños, mis pesadillas. Siento el

peso del futuro que me oprime. Un futuro que no deseo”. La elisión aquí de “pesadilla” y “futuro”

es crucial: para John es precisamente la pesadilla, el gran acto de violencia representado por el

ataque de SKYNET sobre las ciudades estadounidenses, lo que constituye también de antemano el

sueño, el evento que le proveerá de un destino, un propósito y un verdadero futuro. El futuro que

152

John no desea sería la continuación del presente en el que existe, un lugar liminal entre la vida y la

historia; y así es ese terrible otro futuro aquel sobre el que no puede dejar de soñar.

El hecho de que esta película versará precisamente sobre aquellos eventos que darán contenidos

específicos a su sueño también es evidente en la secuencia inicial. Puesto que si la visión infernal

previa del holocausto nuclear de Sarah Connor sólo contempla las consecuencias “negativas” de

ese acto terrorífico—incluyendo la incineración de niños en un parque en Los Ángeles—John logra

imaginar un resultado más “positivo” del mismo evento: inmediatamente después del mismo se

corta a una imagen de John como adulto, celebrando con sus tropas mientras se yergue sobre el

cuerpo destruido de una máquina gigante. Adicionalmente, en este sueño vemos izada contra un

cielo oscuro una bandera estadounidense en jirones, un gesto patriótico y una identificación

nacional explícita del salvador de la “humanidad” que estaba ausente en las dos cintas previas.

Esta imagen así tiene el efecto de transformar a John Connor en una alegoría de los EEUU mismos

quienes, de igual manera, en los años posteriores a su “victoria” ostensible sobre su mayor

enemigo parecía haber perdido su autoproclamado destino mesiánico como líder del “mundo

libre”. Aún más revelador es el siguiente corte: vemos a John trabajando en el presente, en una

obra de construcción polvorienta en el centro de un agrupamiento de rascacielos, acero doblado y

escombros a su espalda—una imagen que en nuestro momento no puede sino evocar (pese o más

precisamente debido a, su lugar en el no lugar fantástico de California del sur) lo que se ha

convertido ya en la imaginación popular estadounidense como “sitio cero”—el ya venerado

espacio de las torres gemelas de Nueva York, destruidas por el ataque sorpresa del 11 de

septiembre del 2001.

La significación plena de esta secuencia inicial solamente emerge con los eventos subsecuentes de

la cinta. A medida que se despliega la trama nos enteramos de que nuevamente SKYNET ha

enviado un asesino hacia el pasado, la máquina más avanzada de su tiempo, la T_X (Krsitanna

Loken) -que de paso además es la primera versión femenina de la serie de Terminadores. Este

engendramiento de la máquina facilita la escenificación de un nuevo grupo de ansiedades

colectivas durante el transcurso de la película. El Terminador de Schwarzenegger declara en cierto

momento que para él, “el deseo es irrelevante. Soy una máquina. ” En términos freudianos él es,

como ya se sugirió, un primitivo, la encarnación de la pulsión pura e indetenible (al igual que su

153

gran contemporáneo, la criatura del ciclo Alien). Sin embargo, una de las mejorías del T-X

parecería ser la inclusión precisamente del deseo. Este nuevo modelo de Terminador al principio

aparece en la vitrina de un almacén en Beverly Hills, e informa al primer humano que encuentra- y

a quien rápidamente termina por supuesto—que le “gusta” su convertible lexus de color plateado.

Al ver un letrero publicitario de la compañía de ropa interior femenina Victoria´s Secret, ejecuta

una auto crecimiento de su busto. Poco después informa al policía que la detiene, “me gusta tu

pistola” que después le quita. La ansiedad de castración en esta escena se repite más adelante en

la cinta, T-X por ejemplo, que mata a otro hombre con un taladro. El Terminador de

Schwarzenegger, por otro lado, al principio aparece en el reino ascético del alto desierto

californiano y deambula, desnudo, hasta ingresar en un club de strip, donde la audiencia femenina

(aunque no el bailarín explícitamente codificado como hombre gay en el escenario)

evidentemente manifiesta su deseo por su cuerpo. Las mujeres desean y son los hombres los

objetos de este deseo/envidia—una inversión de la fantasía imperante que adoptó otro nivel de

resonancia a la luz de las revelaciones de campaña de la larga historia de acoso escénico de

Schwarzenegger de mujeres que desempeñaban papeles secundarios y que resultó en el reciente

apodo por parte del caricaturista político Gary Trudeau (Doonesbury) al calificarlo de “Der

Groppenfuhrer” (algo así como el fuhrer del coge).

En T2, las fuerzas humanas también envían otro protector, el último de los obsoletos T-101s, papel

que nuevamente le corresponde a Schwarzenegger. Esta última versión del T-101 le informa a

John de que no se había “detenido el día del juicio” sino que simplemente se lo había “pospuesto”:

“el día del juicio es inevitable”, señala la máquina y más que eso, “las bombas empezarán a caer

este mismo día a las 6: 18 pm”. Después, John se entera de otra postergación: él había conocido a

su futura esposa Catherine Brewster (Claire Danes) el día antes del atentado previo sobre su vida:

“debíamos habernos conocido”, informa a una Catherine aún incrédula. Y de hecho, nos

enteramos de que su padre, un general del ejército es quien efectivamente da la orden que libera

la Inteligencia Artificial que se convertirá en SKYNET. El general, John de pronto comprende

“siempre fue” la clave de la inminente catástrofe y así representa la única figura que podría

evitarlo. Todo esto así sugiere que esta cinta ofrece una síntesis dialéctica de las lógicas

temporales de sus predecesores: si la primera cinta nos entrega una visión, por medio de la

154

paradoja temporal del retorno, de clausura inexorable y la segunda, en la negación explícita de su

predecesor en la guerra fría, una nueva apertura para la acción, la tercera cinta, la negación de la

negación, sostiene que mientras que exista una necesidad en los contornos más amplios de la

historia, una gran cantidad de flexibilidad acaece en el despliegue de los particulares,

especialmente en términos de los contenidos de cualquier actor en este drama histórico. Y en todo

esto, no podríamos también oír los ecos de la “inevitabilidad” de la conquista de Irak por parte de

EEUU y George Bush, un evento que ahora nos enteramos, fue “postergado” después de 1991?

Quién lideró la invasión y el preciso momento en que ocurre es irrelevante: porque el evento en sí

es inevitable.

Una buena parte de T3 se despliega en concordancia con las más banales convenciones del cine de

acción/aventura al proveernos de una aparentemente infinita serie de luchas violentas, secuencias

de persecución y consumo explosivo de máquinas y de bienes (incluyendo la destrucción

alucinante de lo que parece ser una cuadra entera de la ciudad). Adicionalmente, buena parte de

la cinta toma la forma de repeticiones de sus bien conocidos y extremadamente provechosos

predecesores, incluyendo la re-presentación de escenas cruciales (la escena de persecución que

involucra maquinaria pesada; la batalla demoledora de paredes entre los dos Terminadores),

bromas intimistas (la búsqueda del Terminador de las gafas apropiadas), y la repetición de líneas

de diálogo (“I´ll be back”, regresaré/ “She´ll be back”, ella regresará; “follow me if you want to

live”, síganme si quieren vivir/ “Do you want to live? Come on, ¿Quieren vivir? Vamos y el famoso

“Hasta la vista, Baby”) muchos de los cuales fueron revividos durante la exitosa campaña política

por la gobernación de California al proveer tiempo gratuito en el aire y una imagen de heroísmo y

legitimidad del candidato que sus adversarios envidiaban.

Pese a ello, la secuencia final de la cinta marca una dramática y perturbadora reconstrucción de las

convenciones del género. Puesto que de una manera profundamente verdadera, nuestros héroes

fracasan en su búsqueda. El día del juicio ocurre: las bombas sí empiezan a caer a las 6 y 18 p m

como predijo el Terminador y “billones” de vidas inocentes son cegadas. Y sin embargo, como

sugiere ya la secuencia inicial, es precisamente aquel fracaso lo que se convierte en el triunfo

personal de John. El padre de Catherine engaña a la joven pareja para que esta se desplace a un

albergue presidencial secreto localizado en la región desértica de California del Sur, un viaje cuyo

155

éxito depende de la ayuda del T-101. El bunker mismo es un anacronismo histórico—sus

computadoras tienen, declara John, por lo menos 30 años de antigüedad y sus accesorios

decorativos datan del mismo período—un residuo de las viejas realidades de la guerra fría. Cuando

John le pregunta a Catherine por qué su padre los envió ahí, ella responde, “Para vivir. Esa fue su

misión”. John concluye que nunca existió la posibilidad de detener la guerra y Catherine lo tienta

con la posibilidad de la evasión de los horrores que ahora comprenden deben ser enfrentados en

los años por venir: “John... podríamos simplemente... dejar pasar”. En ese momento, sin embargo,

la radio salta a la vida, borboteando un balbuceo caótico de las voces de otros sobrevivientes del

ataque inicial. Al responder John alguien pregunta, “¿Quién está a cargo aquí?” a lo que John

responde: “Yo”. En este punto entonces, demuestra que finalmente está listo para asumir el

manto de liderazgo que ha aseverado una y otra vez a lo largo de la cinta nunca había deseado

desde el inicio.

De esta manera, la cinta ayuda a enfocar la visión profundamente conservadora del “verdadero”

significado de los eventos del 11 de septiembre, evento al cual la cinta directamente alude, como

sugerí anteriormente, en su secuencia inicial. Si T2 escenifica el fin de la guerra fría y de su lógica

determinista ( la sublime manifestación de la lógica de lo práctico-inerte siendo la doctrina

inhumana de siglas MAD, Mutually Assured Destruction, destrucción mutuamente asegurada), y

da expresión al vertiginoso sentido de libertad que los EEUU sintieron en aquel momento para

imponer su voluntad sin impedimentos sobre el mundo entero, entonces de T3 se puede decir que

repite el gesto para demostrar las constricciones y pesos que vienen con una posición sin paralelo

como esa—la nueva forma de soberanía que Michael Hardt y Antonio Negri llaman “Imperio”—

responsabilidades, la estructura alegórica de la cinta parece sugerir, de las que los EEUU han

intentado huir por más de una década. Sería el 11 de septiembre lo que “nos” ayudaría a asumir

un papel global nuevo y que daría inicio a la llamada doctrina Bush de unilateralismo y violencia

militar preventiva, de esa manera marcando tanto la clausura final de la situación histórica

mundial de la guerra fría y la apertura de una nueva era de historia global.

Zizek ha escrito que todo evento ocurre dos veces: “el punto crucial aquí es el cambio del status

simbólico de un evento: aun cuando erupciona por primera vez se experimenta como un trauma

contingente, como la intrusión de lo Real en lo simbolizado; sólo por medio de la repetición se

156

reconoce el evento en su necesidad simbólica—halla su lugar en la red simbólica: se realiza en el

orden simbólico” (61). De manera similar, cada muerte, cada punto de terminación en la historia

debe ocurrir una segunda vez hasta que su importancia se sienta; de hecho, hasta esta segunda

muerte, el pasado continuará viviendo en una existencia oblicua, sin “saber” que terminó. Esta

segunda muerte, lo que Zizek llama “muerte absoluta” (en oposición a la primera muerte

“natural”) es “siempre la destrucción de un universo simbólico” (135). La destrucción de las torres

gemelas es una forma de esta segunda muerte, un evento que repite la anterior “caída” del muro

de Berlín, el evento que simbolizó para la gente alrededor del mundo “el principio del fin” de la

Unión Soviética. (Aunque, de nuevo, de acuerdo con esta lógica, de igual manera que la verdadera

naturaleza del ataque no pudo entenderse hasta que la segunda torre fue atravesada, el

verdadero significado de la caída del muro de Berlín no sería aparente sino dos años más tarde

cuando el suceso se “repetía” en el fracaso del golpe de estado al interior de la misma Unión

Soviética). Con la caída de las torres, la destrucción del universo simbólico de la Guerra Fría final y

definitivamente se logra y un verdadero “Nuevo orden mundial” ocupa el lugar de la inestable,

inoperante y precaria configuración de la década de 1990. (De esta manera también, los 90 se

comprenden como “el lugar entre dos muertes, un lugar de belleza sublime y de monstruos

terroríficos” (135, de apertura, inestabilidad, experimentación y la inseguridad que viene de la

ausencia de una identidad fija). Es al dar significado a la nación que el “sacrificio” de aquellos que

murieron en esa terrible mañana de septiembre se comprende. (Una lógica de sacrificio similar

funciona en otra alegoría cinemática pos 9-11, Phone Booth, caseta telefónica (2002). La cinta

también reconoce que la faz del enemigo, mediante la cual Carl Schmitt sugiere llegamos a

conocernos a nosotros mismos, ha cambiado. Cerca del final de la cinta, John Connor ofrece esta

crucial reflexión retrospectiva de los eventos subsecuentes: “Para cuando SKYNET adquirió

autoconciencia ya se había extendido hacia millones de servidores de computación a lo largo del

planeta. Y ordenaba a las computadoras en los edificios de oficinas, en dormitorios, en todo lado.

Era software y ciberespacio. No había un centro en el sistema. No podía apagarse”. Tal enemigo,

sugiere la cinta, existe sin un centro, carece de una locación estable y circula por medio de las

redes globales establecidas por primera vez, irónicamente, debido a las propias demandas de la

misma guerra fría. SKYNET en sí se transforma en la película en el doble del nuevo enemigo

anónimo en la guerra global “contra el terror”. El hecho de que los EEUU de la guerra fría jugaron

157

un papel crucial en la producción de este nuevo enemigo se reconoce brevemente en la misma

cinta: el general admite que al liberar a SKYNET ha abierto “la caja de Pandora” y John Connor

concluye: “el día del juicio: el día en que la especie humana casi fue destruida por las armas que

construyó para protegerse a sí misma”—armas, por supuesto, que incluyen las redes de Al-Qaeda

y la brutal dictadura de Saddam Hussein, financiada y armada por los EEUU durante la guerra fría.

Y sin embargo, pese a las dimensiones pesadillescas de esta figura autocreada es también

exactamente lo que los EEUU soñaron durante los inciertos 1990: puesto que la “guerra del terror”

produce precisamente las nuevas “certezas” tan elocuentemente expresadas por George Bush II:

“Estamos seguros de que aunque el “imperio del mal” ha pasado, el mal permanece. Estamos

seguros de que existen personas que no toleran lo que los EEUU representan. Estamos seguros de

que existen hombres locos en este mundo, y que existe terror y que existen misiles y estoy seguro

de esto, también”. Que tales certezas producen una nueva identidad para los EEUU se reconoce

similarmente en las escenas finales de la cinta. La narración final de John concluye, “Debí saber

que nuestro destino jamás fue detener el día del juicio. Era simplemente, sobrevivirlo, juntos. El

Terminador lo sabía. Trató de decírmelo. Pero no quise escucharlo. Tal vez el futuro ya ha sido

escrito. No lo sé. Todo lo que sé es lo que me enseñó el Terminador; nunca dejar de luchar. Y

nunca lo haré. La batalla apenas ha empezado”. En esto también, deberíamos poder escuchar

precisamente la terrible infinidad de la nueva “guerra contra el terrorismo” del Imperio.

No existe, por supuesto, ninguna razón para aceptar las lecciones de esta película y la

interpretación de nuestra presente impotencia que esta refuerza. Al principio de este escrito cité

la noción de Jameson de que las figuras maquínicas como las del Terminador son manifestaciones

de lo que Sartre llama lo práctico-inerte. En una discusión previa de este concepto clave, Jameson

señala que la máquina “es en realidad sólo un símbolo y que en la vida diaria concreta, lo práctico-

inerte frecuentemente toma la forma de las instituciones sociales” (Marxismo y Forma, 244-5).

Siguiendo esta pista podríamos leer al Terminador y a las demás máquinas malévolas como

figuraciones de las instituciones políticas vigentes, nuestras creaciones que hoy nos parecen

entidades alienígenas hostiles salvajemente fuera de control y que determinan nuestros destinos

independientemente de nuestros deseos. La elección que puso a Schwarzenegger en el poder es

una perfecta manifestación de esta forma de la alienación, que manipula el mecanismo del

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recuerdo populista—irónicamente, originalmente diseñado para devolver algo de control del

gobierno a la gente del Estado—la enviciada maquinaria política conservadora del gobernador

anterior Pete Wilson pudo atrapar, en lo que en efecto fue un golpe sin sangre, nuevamente el

poder del estado y sus inmensos recursos. La pregunta entonces deviene cómo podemos apretar

las riendas sobre nuestras creaciones. Como señala la cinta una y otra vez, sin creerlo por

supuesto, el futuro no ha sido escrito y la batalla sobre el futuro efectivamente apenas ha

comenzado. Es esta una batalla que vuelve presente lo que Walter Benjamín llamó en su momento

un “estado de emergencia”, uno distinto de aquel invocado por el orden conservador práctico-

inerte para justificar su restricción de nuestros derechos, sus múltiples violencias y su infinita

perpetuación y expansión. Es este enemigo humano que aún no deja de ser victorioso—y si ganan,

no sólo los muertos, sino como nos enseña esta película, los que vendrán, no estarán seguros.

Sombras corporales y contornos luminosos: una mirada sobre Cuerpos

Extremos de Shirma Guayasamín

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Fotografía: Shirma Guayasamín.

Ayodele Dutka Cuando tú te hayas ido

Me envolverán las sombras

JM Barrie cuenta en Peter Pan, que en el intento de fuga del protagonista, un niño que se rehusa a

crecer, Wendy alcanza a cerrar la ventana y a separar a Peter de su sombra. El episodio no es

recurrente y después de una asombrosa operación de costura, que reintegra a Peter su oscuridad,

pero que nos alerta sobre el estatuto de existencia de la sombra relativo a su emisor (y sobre el

asunto engorroso de propiedad en el mismo), volvemos a ser arrastrados al desenfrenado tren de

narración de Barrie. El tema volverá como obsesión años después a la obra del propio Barrie en

Mary Rose (y se desplazará como tormento ante la obra de Alfred Hitchcock que intentó filmar la

historia en varias ocasiones, sin éxito, Vertigo fue su intento más cercano). La obra llega a la

pantalla sin embargo, en una curiosa desviación, vía García Márquez, el cine cubano y la

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adaptación del cuento “La Santa” del colombiano (el largometraje aparecerá como Milagro en

Roma 1989). Se trata de la historia de una niña que muere un buen día, y se reintegra intacta a sus

familiares años después, sin haber envejecido. La vida de esta persona se había, en efecto,

convertido en la sombra de un recuerdo que desconcertaba a los demás personajes de la historia;

la pregunta aquí es: ¿qué hacer con una sombra? A la que le acompañan otras dos: ¿qué significa

la sombra en el Ecuador? Y ¿a quién (es) pertenece?

La exposición de Shirma Guayasamín (Quito, 1961) hace algunos meses en el centro cultural

metropolitano reúne tanto su producción escultórica previa (trabajo en cerámica, arcilla, escultura

mixta) como su más reciente obra: esculturas en malla metálica, algunas de ellas suspendidas, de

cuerpos femeninos en su mayoría. Podría también decirse que la materia prima con la que trabaja

no es (o no sólo es) táctil sino que se distancia por lo menos dos grados de la materialidad.

Primero porque lo notable de la muestra radica en la organización espacial y la iluminación de la

misma, los distintos reflectores, ubicados en lugares estratégicos de las salas, proyectan una

imagen fantasmática sobre los muros blancos y los pisos de piedra. Se trata de sombras móviles,

traslúcidas de alguna manera debido al efecto estupefaciente del paso de la luz por entre las

hendijas de la malla. El sexo de los cuerpos femeninos se teje entre la rejilla con textura vegetal

(corteza de piel de coco) y los pezones apenas se sugieren con brotes de silicón (un material

extraordinario para el caso, dadas las asociaciones posestéticas de los senos femeninos con este

compuesto). El efecto final es, repito, extraordinario; por la tridimensionalidad de las sombras

que, sin llegar a poblar las paredes, las habitan.

La segunda distancia con lo material tiene que ver con la gratuidad de la exposición; es decir, con

el hecho de que la asistencia física de las personas a la exposición no requiere de un pago previo.

Esta doble ausencia, la de una forma que proyecta un objeto que no se registra como causa (la

sombra es más rica, texturada y misteriosa que su referente) y la de un auténtico y desconcertante

evento que no requiere un desembolso (la experiencia evoca de una manera lateral no sólo el

protocolo mercantil (la disposición de elementos, el devaneo catador de los concurrentes, ¿dónde

está el precio?) sino el embrujo de la electrónica y su particular asociación de tecnologías, capital

cultural y lucro (las sombras móviles tridimensionales asombrosamente evocan la rotación de

objetos cibernéticos y efectos digitales).

161

Y así volvemos a las preguntas que soportan esta mirada, ¿qué hacer con una sombra?

Occidente tiene algunas respuestas preparadas. La platónica: rechazarla por su “segundidad” o

distancia de lo real, buscar en su lugar, el objeto, la presencia. La Jungiana: abrazarla, integrar

aquella oscuridad a nuestro interior para dejar de ser sujetos escindidos, parciales, inmaduros.

Ambas opciones evocan una lógica binaria que neutraliza la especificidad de la imagen negativa en

función de una “pacificación” determinada (rechazar al otro, o integrarlo, subsumirlo a un modelo

dominante), en ese sentido, la historia de la sombra en Occidente ha sido la historia de su

masculinización. La heterogeneidad de las sombras de Guayasamín abren el medio; puesto que

uno podría hablar con comodidad de una escultura de la oscuridad y de su abolengo tanto en la

historia social (¿qué otra cosa son las brujas?) como en la historia de las formas (desde las sombras

proyectadas para narrar historias hasta lo mimo y la fotografía). La figura femenina así desdibuja y

multiplica significados y dirige nuestra atención (e imaginación) hacia otro espacio. Ese espacio

utópico es a la vez un espacio que se ubica fuera del patriarcado y fuera del orden capitalista,

doble desconcierto que impacta la experiencia visual y nos inserta en un no lugar para el que no

hemos preparado, como dijera TS Eliot en The Love Song of J Alfred Prufrock (un poema también

sobre la anomia), una expresión determinada. Tal vez por eso las esculturas carecen de cabeza y

sustituyen ese centro ausente por la expresión múltiple y diversa de la materialidad y la

inmaterialidad a la vez del cuerpo y de lo social (el cuerpo social, la corporeidad social). A todo

esto debemos añadir la claridad del proyecto: las sombras corporales en efecto apuntan hacia

formas libertarias que conjuran el deseo... a la distancia. A medida que nos acercamos a las

paredes, obviando a nuestro propio riesgo las mediaciones múltiples insertas en el camino,

podemos observar las marcas sobre el –por así llamarlo—cuerpo de la sombra, marcas carcelarias,

alambrados que se interponen y cercan el desnudo. La constatación de la inaccesibilidad de esos

cuerpos, su aprisionamiento –y esto es lo importante—estructural (electrosoldado al orden

patriarcal) sirve como correctivo ante una demasiado fácil victoria de la mirada.

La escultura de Shirma Guayasamín presenta un horizonte utópico, fracasa al llevarnos al umbral

del futuro, sin traspasarlo, pero tiene éxito en señalar los límites mismos de nuestro pensamiento

presente: el cuerpo femenino, la sombra, la mercancía.

162

Fotografía: Shirma Guayasamín Fotografía: Shirma Guayasamín

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Tarkari de Chivo: experimentos con surdos y cariñosos “El cuerpo humano siempre se trata como una imagen de la sociedad... No puede haber una

manera de pensar el cuerpo que no incluya una dimensión social. El interés en sus aperturas

depende de las preocupaciones con los ingresos y salidas sociales, rutas de escape e invasiones. Si

no hubiera insistencia en preservar los límites sociales no encontraría preocupación alguna con los

límites corporales. La relación de la cabeza con los pies, del cerebro con los órganos sexuales, de la

boca y el ano se tratan comúnmente para expresar los patrones relevantes de jerarquía... El

control corporal es una expresión del control social” (Mary Douglas)

Tarkarí de Chivo de la tropa Rio Teatro Caribe (Venezuela) es una obra presentada al reciente

festival de teatro experimental realizado en Quito. La obra se presentó exitosamente, a mediados

del mes de septiembre (2004) en el teatro de la Universidad Central y fue asistida por un público

entusiasta y cálido.

Ceremonias de lo diario

Uno de los sucesos frecuentemente comentados con relación a la modernidad en su conjunto

tiene que ver con la destrucción ritual, con la des- solemnización acelerada que marca la transición

hacia el futuro. Sin duda este aparente “abandono” ceremonial tiene que ver con la construcción

de nuevas propuestas, de nuevos espacios sagrados, de nuevas gestualidades y protocolos sociales

que reemplazan a los anteriores, aunque sin duda, el ritmo de sustitución se acelera

considerablemente en nuestros tiempos. Quisiera sugerir que Tarkarí de Chivo como propuesta

dramática escenifica el vértigo de sustitución ritual que caracteriza buena parte de nuestra

angustia latinoamericana compartida y que, al hacerlo, reinstala la cotidianidad como fórmula de

combate ante la inestabilidad del presente.

La obra oscila entre el comentario social y la incontinencia onírica, El primer escenario consiste en

un montaje de preparación y cocción de alimentos que luego serán llevados a la mesa y

consumidos entre complejas y vivificantes coreografías. La comedia física, el ritmo desenfrenado y

bufo contribuyen a convertir el espectáculo (y a nosotros mismos) en parte del proceso mismo. Ya

Claude Levi Strauss ha expuesto con notable coherencia el significado cultural profundo de lo

cocido, establecer una diferencia marcada ante lo natural, tipificado como lo crudo; si el trabajo de

164

la cultura es entonces transformar la materia prima de la experiencia en un producto social, el del

teatro (y el de Rio Teatro Caribe en este caso) es convertirnos en partícipes directos de este

proceso al transportarnos, tras bastidores al lugar donde opera esta transmutación: la cocina. Uno

tiene la sensación al espectar la obra de ocupar un lugar distinto, Foucault llamaba a estos

emergentes tipos de espacio social heterotopias y de hecho al ya confuso lugar de espectador de

la embatallada forma del teatro contemporáneo (experimental para complicar aún más la cosa) se

añade la posición espectral de invitado (a una cocina pública/privada) y la de evocador de las

convenciones del cine mudo. De esta manera nuestra visión se triplica: conscientes ya de

presenciar Tarkarí sobreponemos a la obra el subtexto de una forma cinemática caduca y

añadimos a aquello la posición privilegiada y voyeurista del invitado. Tenemos aquí in nuce el

proyecto temático de la obra, el traer a nuestras conciencias un momento que contiene tres

modos temporales distintos y por ende, tres formas sociales colapsadas. Primero una

temporalidad donde el contacto humano transcurre de manera directa y preferentemente de

forma oral (la cocina), luego la llegada de la tecnología de la reproducción de imágenes que

introduce la distancia y la masificación (el cine) y finalmente una temporalidad en donde se

combina la experiencia directa con la historia de las imágenes y al hacerlo provoca una reflexión

sobre la transición apurada de la representación en la modernidad (Tarkarí). La obra se mueve así

desde la preparación, pasando por la cocción hasta la presentación y el consumo de los materiales

comestibles en una de varias mesas. Lo más interesante en todo este proceso tiene que ver con la

introducción ingeniosa de seres humanos en las ollas de cocción lo cual desata un campo

semántico rico en figuras interpretables para la audiencia: canibalismo, sexualidad, redención,

sacrificio, genocidio, represión social y psicológica, depuración, etc. Dentro del variado y

consistentemente crudo escenario la obra es más fecunda en cuanto logra crear un espacio

original para la subjetividad, un espacio imposible, a la vez moral e inmoral, mortal e inmortal,

público y privado; el espacio interno de la olla de cocción. Las ollas se convierten así en el símbolo

más experto de la obra, embudos de acceso hacia una nueva forma de ser, liberan, sin embargo,

energías de supervivencia que se mofan de la pretendida inmutabilidad de nuestros

acomodamientos en el mundo contemporáneo.

165

La ternura innegable de Tarkari emerge como uno de sus logros fundamentales, una ternura

improbable, dirigida a la violencia. La sensación constante que emite la obra recorre múltiples

escenarios colectivos, pero en todos, la ternura prevalece, esto se observa puntualmente en la

actitud del cocinero hacia los materiales comestibles: pollos, seres humanos, peces; y en la actitud

de los mozos entre sí y hacia el escenario. El gesto repetitivo de poner la mesa es así uno de los

principales leit motifs de la obra, un gesto que derrama un determinado tipo de dulzura,

anticipación, añoranza, deseo. En el camino existen múltiples fracasos, variaciones y rodeos, la

ternura suspendida parece revestir o acompañar actos violentos y ahí radica su interés

contemporáneo porque Tarkarí parecería sugerir que la búsqueda de entendimientos y consensos

al interior de un experimento en democracia (¿qué otra cosa podemos estar espectando en el

despliegue vertiginoso e inasible de este espectáculo voluptuoso sino un ensayo de democracia?)

necesariamente nos involucra en un escenario de desencuentros. Podemos así resignarnos a la

violencia imprescindible en actos conciliatorios y siempre imperfectos, o ensañarnos en su

ejecución, o, como Tarkarí plantea, ser cariñosos con lo incomprensiblemente Otro. Para aquello

no tenemos mejores aliados que nuestro cuerpo, el ridículo y un sentido de oportunidad extraído

de cada instancia fracasada.

Y ya llegados aquí me permito registrar la palabra que estructura (uno de los sentidos de) la obra:

la traición. Las dos últimas décadas de la historia latinoamericana en términos de filiación política

(y de creación artística) no logran conciliar la anterior actitud combativa y antiimperialista del

subcontinente con el oportunismo vigente. Uno diría que la transición cultural en estas décadas no

ha dejado de registrar en una generación entera de hombres y mujeres, ira, vergüenza y rabia en

cuantiosas sumas ante el colapso de las alternativas que un día flamearon ante nuestros ojos; es

más, existe poca memoria entre las nuevas generaciones sobre aquel prospecto desaparecido y su

monstruosa transmutación en complacencia y resignación. En gran medida tal angustia apunta a

los límites de la imaginación histórica de quienes fuimos involucrados en aquel cismo socio cultural

y también a la negativa de pensar de manera dinámica y resoluta alternativas y formas de

resistencia novedosas.

El inmenso mérito de Tarkarí consiste en resistir a la lógica binaria, a la tentación de pensar en

nuestro momento contemporáneo en términos absolutos de derrota o triunfo. Por eso la figura de

166

la traición, y la figura del Chivo. En la antigüedad clásica se solía elegir a un hombre para cumplir

con el papel ritual de chivo expiatorio, se le entregaban todas las consideraciones del caso hasta

que en una fecha determinada era conducido a las afueras de la ciudad para ser muerto a golpes

en sus testículos y piedras en su cabeza por una turba enloquecida que buscaba aplacar de esta

manera la furia divina. Es decir, se objetivaba el resentimiento y el odio diseminado a lo largo del

cuerpo social para que este se dirigiera hacia un solo individuo (o grupo de individuos, como la

historia reciente nos enseña esta no es una costumbre bárbara desterrada para siempre). La

traición es la figura prima de la obra, el cocinero es traicionado por sus alimentos, los mozos por

los implementos que manejan, los actores por sus propios cuerpos, los participantes por sus

expectativas, la obra por su naturaleza abierta.

La obra podría ubicarse así dentro de la tradición del teatro del absurdo; un surdo es un elemento

que se opone a lo sonoro (de ahí su afinidad etimológica con sordo) pero también es un término

matemático, algo incapaz de expresarse en números racionales, de ahí su cercanía con lo

irracional. Tarkarí de Chivo es entonces un discurso que rehúsa la (ir) racionalidad de la culpa

eterna y que prefiere la inestabilidad e impredecibilidad de la traición, una delicadeza discursiva y

alimentaria que aún no se arraiga entre nosotros y que conocemos en el Ecuador con el nombre

más adusto y receloso de “seco” (tal vez por aquello los de las primeras filas fuimos tratados con

salpicones de agua).

En fin, ante la incertidumbre de los cambios continuos a los que nos sometemos a diario, ante el

plañido o el piafar celebratorio del mercado y sus defensores, ante el colapso de ritos y mitos al

que asistimos en procesión rauda y mediática, Tarkarí nos devuelve a lo cotidiano, que de alguna

manera habíamos olvidado o peor, desestimado como un residuo arcaico de la tradición. Resulta,

con este plato picante, que hemos dado un largo pero inevitable rodeo para poder recuperar el

poder inmenso (y traicionero) de lo de todos los días.

Averigua más sobre Ríoteatrocaribe en http: // http://www.rioteatrocaribe.com/

167

168

Nuestro Blogger

“Así es, soy un Blogger y no me había enterado.

Blog viene de la abreviatura de dos palabras en

inglés, “Web” que significa red y “log” que

significa bitácora, bueno también significa

tronco pero no se pongan exquisitos. El asunto

es que un blog es un diario que se lleva en

Internet, así que lo que están leyendo es un

Blog, y yo soy un Blogger. ”

Tomado de “los bloggers también lloran” de

Alfredo Mora Manzano, del 12 de mayo del

2004

“El Otro yo del Niño Ternura” es el blog Personal de

Alfredo Mora Manzano. Nacido en Guayaquil y graduado

en la USFQ, Alfredo vivió un corto tiempo en México DF

donde trabaja (ba) como coordinador de arte para cine y TV, viene a Quito donde aterriza

periódicamente en busca de inspiración.

“El otro yo... ” es el sitio donde los dos lados de su

personalidad (el sociópata vs. El niño ternura) pelean

a muerte y un lugar de opinión sobre cine y eventos

actuales. Alfredo también puede ser contratado para

escribir por encargo cualquier cosa de la manera más

mercenaria posible.

169

Lo que sigue es un blog del 25 de abril, 2004, entre otras cosas, Alfredo comenta una estupenda

película; poco publicitada y de baja circulación “American Splendor” es un texto “multibiográfico”,

un tejido de discursos ancilares a la biografía (auto/pluri) que nos recuerdan que la identidad

personal es siempre una obra de multitudes. Al igual que el Blog de Alfredo, Pekar, el protagonista

de la cinta, pone en manos de otros (ilustradores, cineastas, actores, palabras) la historia de su

vida, que es otra manera de poner en manos propias la historia de los demás. Presentamos pues,

las historias dentro de historias, personales y públicas de los...

PERDEDORES

Por Alfredo Mora Manzano, México DF.

Hace algún tiempo, al salir de ver “Adaptation” (Spike Jonze, 2002) en el cine, una amiga hizo una

aclaración con la que no estoy particularmente de acuerdo, dijo “esta película es buena, pero ya

estoy harta de ver películas sobre perdedores”. La semana pasada pude por fin ver “American

Splendor” (Robert Pulcini/ Shari Springer Berman, 2003) estupenda adaptación de la excelente

novela gráfica que narra la vida normal de un empleado de archivos de un hospital que se

convierte en una figura icónica del comic. Desde una óptica puramente convencional, Harvey

Pekar (así se llama nuestro personaje) al inicio de la película es el prototipo norteamericano del

perdedor, inmerso en un trabajo miserable, abandonado por su mujer, enfermo y descontento. A

medida que pasa el tiempo nos damos cuenta que es una persona normal, como todos, y es su

normalidad, su furia y su actitud las que lo convierten luego en un héroe. Yo conozco muy bien a

los “perdedores”, he sido uno toda mi vida.

Casi al empezar “American Splendor” Harvey Pekar se hace amigo de Robert Crumb, en ésa época

aún desconocido, sería el inicio de una colaboración muy importante dentro del mundo de la

novela gráfica. Durante los años siguientes Pekar continuaría trabajando por un sueldo casi

mínimo como archivista en el sótano de un hospital y al mismo tiempo escribiría sobre su vida

mientras Crumb y otros dibujantes la ilustraban, ésta reunión daría inicio a dos series claves en el

mundo del comic: “American Splendor” y “Our cancer Year”, en ambas está basada ésta película.

La trama se mueve en medio de varias realidades que funcionan a la vez, por un lado está el

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verdadero Pekar, que funge al mismo tiempo como narrador y entrevistado, por el otro está Paul

Giamatti, que interpreta a Pekar en la película y por otro, el comic, que a veces invade los dos

mundos, todo salpicado de tomas reales de las ahora legendarias apariciones de Harvey en el

show de David Letterman. En manos de los directores la historia transcurre tanto inteligente como

divertida, los personajes de American Splendor son gente de verdad, viviendo. Cuando conocemos

al personaje de Toby por ejemplo, se nos hace un tanto difícil de aceptar como real, hasta que

vemos al verdadero Toby interactuar con su “adaptación”.

Personalmente han existido varios momentos clave en los que me he dado cuenta que nunca

formaré parte del grupo “ganador” (bacan, cool o chido dependiendo de donde estén). Cuando

tenía doce años, y me empecé a estrellar poco a poco con la mala noticia de que todo el mundo no

estaba formado por mis fantasías un día me levanté y le dije al espejo “o sea que hay cosas que no

van a cambiar, ésta es la cara que voy a tener toda la vida”, y el espejo me respondió “sí, mejor

péinate”. Otra vez, ahora en la universidad coincidió que para una clase había hecho un trabajo

sobre culturas mesoamericanas, luego de leer me senté a ver “La venganza de los nerds*, parte 2”.

Hay una escena en que Poindexter (que por cierto es mi nerd favorito) habla en seminola a los

indios que los habían secuestrado para probar de hecho que no eran indios sino Alfa Betas

disfrazados. Me parece que el diálogo era algo así como “creo que no son indios de verdad, les

acabo de decir que se fueran al infierno en seminola y no respondieron” y yo mientras tanto

reflexionaba en el hecho de que ése diálogo estaba mal utilizado ya que los seminolas no tenían

ésa idea del cielo y del infierno y que no había una traducción literal para ésa palabra … en ese

momento tuve que detenerme para decirme a mí mismo: “Dios mío, soy más nerd que los nerds”.

“American Splendor” está llena de gente que viven su vida, no bajo la óptica de lo que para la

sociedad en general, y sobre todo la norteamericana es el éxito, sino la vida del resto de nosotros,

batallando como en los comics contra nuestros archienemigos de toda la vida: los “ganadores”

que nos robaban el dinero del almuerzo, con los que no nos podíamos reunir después de clases,

los que jugaban bien al fútbol, los que tenían bonitos autos, los que salían con mujeres hermosas

(las cuales se habían ido con ellos luego de rompernos el corazón), los que escriben libros para que

a todo el mundo le gusten, los que hablan gritando en cafés de sus opiniones políticas, los seudo

intelectualoides que encantan a audiencias ebrias con sus escritos fáciles. Los pobres tipos que

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creen que viven una vida plena al trabajar en empleos de excelente paga pero aburridísimos, salir

a emborracharse cada fin de semana a los lugares donde el resto de sus amigos idiotas van, ganar

mucho dinero y vivir en casas enormes, los que creen que la han pasado bien por la suma de sus

noches de farra. Pobres, no podrían estar más equivocados, ni siquiera pueden darse cuenta que

una revolución se ha iniciado y los “perdedores” estamos cansados, porque Bill Gates y Woody

Allen son sólo la punta del iceberg y antes de que se den cuenta el mundo será nuestro

… ¡¡¡Ni!!!

POST DATA:

Si alguno de los lectores ya tuvo la suerte de ver “American Splendor”, puede complementar su

experiencia alquilando el maravilloso documental “Crumb” (1994) que narra la vida del famoso

dibujante y su familia. También recomiendo la película “Ghost world” (2001) basada en la novela

gráfica de Daniel Clowes. Tanto el documental como la película fueron dirigidas por Terry Zwigoff

que ahora prepara su siguiente proyecto: se trata de otra adaptación de un comic de Clowes: “Art

School Confidential” se encuentra en éste momento en pre – producción y será protagonizada por

John Malkovich, su estreno se espera para finales del 2004.

*Nota del Editor

La primera aparición histórica de este término va de parte del mundialmente famoso escritor e

ilustrador de literatura infantil, Theodore Geisel, más bien conocido por su seudónimo, Dr Seuss.

Reproducimos además su representación gráfica de un Nerd, concebida allá por 1950.

Por más información sobre la historia, pre y post de los nerds (entre la cual vemos la mano de

Philip K Dick), ver:

http://home.comcast.net/~brons/NerdCorner/nerd.html

Puedes leer las entregas anteriores de "El Otro Yo del Niño Ternura" en la página:

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http://sociopataternura.blogspot.com/