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NÓMADAS 72 REPRESENTACIÓN Y REFLEXIVIDAD EN LA (AUTO)ETNOGRAFÍA CRÍTICA: ¿VOCES O DIÁLOGOS? Susan Street* Si nuestras investigaciones y nuestras conceptualizaciones no fueran una zona de mediación de la producción social de conocimiento con la construc- ción del protagonismo popular, acaso no servirían para nada. Jorge A. Huergo, en Nómadas 17, p. 44. * Especializada en Sociología de la Educación; investigadora en Política educativa, ma- gisterio, sindicalismo, trabajo docente y luchas por la democracia. Profesora investiga- dora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, A.C. (CIESAS-Occidente) en Guadalajara, México. Doctora en Educación de la Universi- dad de Harvard, 1988. E-mail: [email protected] Se utilizan algunos trabajos teóricos sobre la reflexividad para discutir la categoría de investigación emancipatoria tal como se manifestó en dos modalidades epistemológicas diferentes de la investigación: la naturalista y la colabora- cionista o dialógica. Se relata cómo la crisis de representa- ción hizo problematizar su postura respecto a la etnografía crítica: contrasta el rescate de las voces de los maestros democráticos del magisterio mexicano, con el desarrollo de la postura de activista que pudo transformar la relación (de separación ) entre la investigadora y los sujetos en una tarea compartida de teorización con base en un grupo de discusión con activistas. Se concluye que no necesaria- mente la investigación con los sujetos sea más emancipatoria que la investigación realizada para ellos, pero los proble- mas éticos son distintos. The author discusses a naturalist ethnography that centered on legitimating teachers’ voices by depicting cultural meanings behind teachers’ political actions during struggles for democracy in México, as opposed to a (later) dialogical approach whereby researcher and teacher activists theorize together movement problems, moving ethnography towards culture making and away from a naturalist epistemology. Emancipatory research based on the ethical goodness of collaborative research by virtue of making problematic fieldwork is contrasted with the ethical void of the representation of voices approach, dependent upon the once-and-for-all decision of placing research at the service of the oppressed. Palabras clave: Representación, reflexividad, colabo- racionista, etnografía crítica.

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NÓMADAS72

REPRESENTACIÓNY REFLEXIVIDAD EN

LA (AUTO)ETNOGRAFÍACRÍTICA:

¿VOCES O DIÁLOGOS?

Susan Street*

Si nuestras investigaciones y nuestras conceptualizaciones no fueran unazona de mediación de la producción social de conocimiento con la construc-

ción del protagonismo popular, acaso no servirían para nada.

Jorge A. Huergo, en Nómadas 17, p. 44.

* Especializada en Sociología de la Educación; investigadora en Política educativa, ma-gisterio, sindicalismo, trabajo docente y luchas por la democracia. Profesora investiga-dora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, A.C.(CIESAS-Occidente) en Guadalajara, México. Doctora en Educación de la Universi-dad de Harvard, 1988. E-mail: [email protected]

Se utilizan algunos trabajos teóricos sobre la reflexividadpara discutir la categoría de investigación emancipatoriatal como se manifestó en dos modalidades epistemológicasdiferentes de la investigación: la naturalista y la colabora-cionista o dialógica. Se relata cómo la crisis de representa-ción hizo problematizar su postura respecto a la etnografíacrítica: contrasta el rescate de las voces de los maestrosdemocráticos del magisterio mexicano, con el desarrollo dela postura de activista que pudo transformar la relación(de separación ) entre la investigadora y los sujetos en unatarea compartida de teorización con base en un grupo dediscusión con activistas. Se concluye que no necesaria-mente la investigación con los sujetos sea más emancipatoriaque la investigación realizada para ellos, pero los proble-mas éticos son distintos.

The author discusses a naturalist ethnography that centeredon legitimating teachers’ voices by depicting cultural meaningsbehind teachers’ political actions during struggles for democracyin México, as opposed to a (later) dialogical approach wherebyresearcher and teacher activists theorize together movementproblems, moving ethnography towards culture making andaway from a naturalist epistemology. Emancipatory researchbased on the ethical goodness of collaborative research by virtueof making problematic fieldwork is contrasted with the ethicalvoid of the representation of voices approach, dependent uponthe once-and-for-all decision of placing research at the serviceof the oppressed.

Palabras clave: Representación, reflexividad, colabo-racionista, etnografía crítica.

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ca de Nómadas18, haré breve men-ción de algunas de las intencio-nalidades destacadas al respecto:re-instituir el sentido crítico del inte-lectual (Huergo, 2002; 38); des-mitificar el papel heroico delintelectual como único productorde conocimiento a la vez que re-conocer la importancia estratégi-ca y política de la investigación

(Cubides y Durán, 2002; 16);abandonar viejas concepciones delintelectual orgánico e innovar estra-tegias de investigación con los sec-tores populares en lugar de paraellos (Huergo, 2002; 42); asumiruna actitud ética basada en la sos-pecha de los saberes académicosinicialmente contra-hegemónicosy posteriormente instituciona-lizados mientras se agudizan lasdesigualdades (Beverly, 2002; 54);

Introducción

Reproduzco aquí la última fra-se del artículo de Jorge Huergoporque reafirma la apuesta quepermea y da sentido a mis veinteaños de investigación con un ac-tor político mexicano, el movi-miento magisterial democrático.Después de leer los artículos enNómadas 17 dedicados altema de Investigación yTransformaciones Sociales,y posicionada como etnó-grafa crítica al interior demúltiples crisis que afectanlas ciencias sociales, hagomía la reafirmación deHuergo porque me permiteseguir sosteniendo una pos-tura activista1 que de otromodo parecería insosteni-ble. En este trabajo traigo acuenta la categoría de inves-tigación emancipatoria parapoderla interrogar a la luz deuna reflexión (auto)críticade dos modalidades episte-mológicamente diferentes(la naturalista y la colabo-racionista), que he trabaja-do a partir de una praxisinseparable de un sujeto co-lectivo subalterno2 .

Encuentro que los auto-res de Nómadas 17 tambiénven la manera de no renunciar alvínculo entre la investigación y lossujetos populares, no obstante lasgrandes transformaciones en losprocesos socioculturales, políticosy económicos y, por tanto, en losprocesos constitutivos e identi-tarios de los sujetos populares. Sinpretender rescatar en toda su ri-queza las salidas de las crisis queestos autores se imaginan para lainvestigación cualitativa, temáti-

tomar conciencia del desplaza-miento del intelectual críticoante la multiplicación de sitiosque reciclan la función crítica,aunque dicha función ya no ten-ga el mismo impacto que antesen las injusticias que, más quenunca, requieren ser documenta-das y denunciadas (Hopenhayn,2002; 60).

La crisis derepresentaciónteorizada desde lareflexividad

Voy a empezar sinteti-zando los límites de la na-rrativa que relato aquí paracomunicar de entrada mitransitar por la investiga-ción cualitativa desde unainstitución mexicana deantropología social. En unprimer momento (a prin-cipios de los noventa), miinvestigación estaba com-prometida con los sectoresoprimidos, puesta al serviciode los grupos más organi-zados y de los líderes máslúcidos para “influir en elaumento de la capacidadde los movimientos popu-lares para recuperar su pro-pia historia e incorporarla

como elemento decisivo de sus lu-chas...” (Camacho, 1985: 14). Enun segundo momento (varios añosmás tarde), la investigación vol-teó la mirada a los modos dereflexividad y de teorización delos activistas magisteriales y aca-démicos al interactuar sujetos einvestigadora en grupos de discu-sión para historizar la construc-ción social de la democracia delmagisterio disidente.

A. von Humboldt vio su trabajo en Cosmos, donde plasmó latotalidad de la creación, como una carrera contra la muerte

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Voces representandológicas identitarias (deun sujeto unitario)

La primera modalidad de inves-tigación creó una serie de represen-taciones, analizadas como voces,que hacían comprensibles para lossectores integrados de la sociedadlas luchas por la democracia que seorganizaron desde la parte del ma-gisterio mexicano que se percibíaexcluida de los beneficios queotorgaba el Estado educador asus trabajadores. Lo emanci-patorio de esta investigación seencontraba en dos compromi-sos específicos: por una parte,en la fidelidad hermenéutica,esto es, en la lealtad interpreta-tiva entre las categorías sociales(y sus pautas de estructuraciónepistémica) y los textos etno-gráficos, y por otra parte, en lapolítica de devolución que yoasumía activamente tanto en eltrabajo de campo como en ladifusión de los resultadoscientíficos3 .

Lo que hizo temblar esteplanteamiento naturalista de laetnografía crítica fue mi apro-piación de la (ya generalizada)crisis de representación: elpercatarme de que el costo deluso del posicionamiento4 aca-démico para legitimar a un su-jeto subalterno, opositor delgobierno-único (del Partido Revo-lucionario Institucional, PRI) y delrégimen autoritario mexicano, erahaber promovido una reificación dela categoría del sujeto revoluciona-rio histórico en una forma social es-pecífica (el movimiento político demasas), y haber abstraído los pro-cesos constitutivos contextual-mente específicos del actor político

disidente en un sujeto unitario conuna identidad única. La identidaddemocrática auténtica después fueutilizada políticamente por activis-tas en las luchas internas (de fac-ciones) comunes a grupos de laizquierda que buscaban hegemonizaral movimiento. El afán por represen-tar al Otro, y el papel de la investi-gación como puente entre los excluidosy los incluidos, que me posicionabacomo traductora de los sentidos cul-

turales de los nativos, reproducía laseparación entre sujeto y objeto deinvestigación. Y este planteamien-to permanecía subyacente no obs-tante la estrecha relación entre lainvestigadora y quienes eran lossujetos concretos de ella, maestrosque fungían como informantes,otros como entrevistados, otroscomo observados y otros como

masa que se formó como base gra-cias al actuar pedagógico del mo-vimiento democrático.

En otras palabras, esta concep-ción de la investigación cualitati-va suponía que era éticamentecorrecto (y posible) compaginar unacuerdo ideológico con los objeti-vos políticos del actor subalterno(democratizar el sindicato nacionalde docentes) con los principios aca-

démicos que orientaban la pro-ducción del conocimiento conbase en la aplicación rigurosa dela teoría fundamentada (groun-ded theory de Glaser y Strauss,1967). Y qué mejor cuando misregistros de observación partici-pativa apuntaban sustantiva-mente a un cuadro axiológicode tipo humanista, centrado enla dignidad humana de los quepelean por sus derechos y parael derecho de tener derechos.

¿Mistificación oemancipación?

Lo que comenzaba comouna intencionalidad por resca-tar al sujeto, ante la tendenciaestructural de la política educa-tiva a tratar al profesor como unobjeto receptor de directivas, ylo que era una tarea por repre-sentar las voces, ante los meca-nismos de control corporativista

y de dominación capitalista que si-lenciaban a las bases magisteriales(“el movimiento fue la manera enque el maestro recuperó su voz” enpalabras de un dirigente chiapa-neco), a la hora de atender las crí-ticas (feministas) post-structuralistay post-colonialista, se convirtió enuna construcción mistificadora enlugar de emancipatoria. Aun cuan-

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do, sin duda, mis escritos contribu-yeron a la memoria histórica de esteactor político colectivo, la investi-gación también creó un sujetotranscrito y traducido, ajeno al su-jeto realmente existente en la medi-da de la des-contextualización delas categorías.

Mi investigación sobre la identi-dad democrática de los maestroschiapanecos había sucumbido a al-gunas de las trampas que se handetectado en estudios antro-pológicos sobre la identidad(Gitlin y Russell, 1994: 191). Aposteriori, reconozco haberconcebido la identidad de losmaestros como si ésta fuera unevento en lugar de tomarlacomo una serie de narrativassobre los eventos (Scott, 1992),por lo que se descuidó la distin-ción entre la identidad y la ac-tuación (performance) delsujeto. Precisamente porquetanto investigadores como su-jetos investigados utilizan lashistorias de vida para fines te-rapéuticos, Andy Convery(1997) recomienda vigilar queno se privilegie la narrativacomo un medio referencial,para conocer algún objeto, acosta de ignorar la narrativacomo un medio para la actua-ción (performance), con discur-sos identitarios implícitos5 .Como recuerda Mariam Fraser(1999: 120) en su contribución auna discusión sobre la teoría deperformativity de Judith Butler, lasluchas de los sectores populares noescapan a las dinámicas de re-presentación, ya que las luchas sontambién por crear representacio-nes o por resignificar representa-ciones estigmatizantes construidashistóricamente.

Ahora bien, la crisis de repre-sentación dirige la crítica no sola-mente a las formas que tienen lossujetos de representarse, sino tam-bién y fundamentalmente a los mis-mos investigadores, en tantointérpretes de narrativas estructu-radas no solamente por interesesinstitucionales específicos (y porclase, género y raza), sino sobretodo porque las interpretacionesson filtradas por sus propios even-

tos psíquicos, la mayoría de las ve-ces inconscientes (Figlio, 1988).Alice J. Pitt (1998: 551) postulaque, por esto, el problema de larepresentación es el problema dela autorrepresentación; por ellotambién Michael Herzfeld (1997:181) ha definido la etnografíacomo “la realización social del yo”.Es en este punto donde la reflexi-

vidad se vuelve autorreflexividady la etnografía, autoetnografía(Reed-Danahay, 1997). Los post-estructuralistas han enfatizado laimportancia de la reflexividadcomo una preocupación por cul-tivar una habilidad para interrogarlas representaciones que construi-mos6 . Una política de reflexividad sig-nifica.. . tomar una posiciónrespecto a los paradigmas de pen-samiento y de praxis que han con-

formado la indagación en lasciencias humanas, negociandola heterogeneidad compleja dediscursos y prácticas. Esta ha-bilidad por establecer y man-tener un diálogo aceptable conlos lectores... implica tomar de-cisiones sobre cuál políticadiscursiva seguir, cuál régimende verdad adoptar, cuál másca-ra metodológica asumir. (La-ther, 1994: 39)

Pero es importante darsecuenta de que una reflexividadmetodológica que se basa en laexaminación (auto-crítica) decómo la investigación cualitita-tiva construye la realidad queobjetiviza, es muy diferente deuna reflexividad radical, tal comolo entiende Michael Lynch(2000: 33), desde la que se nie-ga la objetividad y se preocupapor explicitar las preconcep-ciones profundas presentes encualquier análisis de las repre-

sentaciones construidas. En estadiscusión aparentemente intermina-ble, la reflexividad, que se vuelveuna estrategia para escribir textosse convierte en una ética en sí mis-ma, y por tanto, en un criterio parauna investigación emancipatoria. Esdecir, la incorporación de estareflexividad a la investigacióninterioriza la política de devolución

Manuscrito de los Diarios de A. von Humboldt

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que se solía plantear para con lossujetos: ahora se privilegian los diá-logos imaginarios entre la escritorade narraciones y los posibles lecto-res de los textos. Sin embargo, esteposicionamiento de salir de los rela-tos y re-escribir a los personajes y losescenarios y las acciones (St. Pierre,1997: 280) no parece muy pro-metedor. Se me ha hecho muy difí-cil llevar a cabo una política dereescritura, tanto porque se hacepoco factible re-contextualizar lascategorías una vez abstraídas de susprocesos socio-históricos, comoporque la reflexividad pareceempujarme demasiado hacia el gé-nero de la autobiografía (que,como arguye Lynch, puede o noresultar de interés a otros), aleján-dome de los problemas de las lu-chas populares.

Debo agregar también que unareflexividad sin límites (a la críti-ca post-modernista) parecería re-forzar las múltiples brechas abiertasentre la investigación y los movi-mientos populares promovidas porla neo-liberalización de las cienciassociales en los países de-pendientes y periféricos.Tiene razón Néstor GarcíaCanclini (1991: 63) en en-fatizar la importancia detomar en cuenta cómo lasrelaciones de poder queestructuran las institucio-nes académicas afectan lasdefiniciones teóricas yepistemológicas que toma-mos a la hora del trabajode campo. Mi problema,entonces, era cómo amino-rar la violencia representati-va (Said, 2002: 21) y lasobre-reflexividad que ha-bían subvertido mi posicio-namiento de intelectual

orgánico y mi perspectiva crítico-emancipatoria.

Diálogos inventados yel rescate de una éticarelacional desde eltrabajo de campo

Una primera respuesta fue mo-dificar mi postura de voces a una deactivista y concebir la etnografía entérminos dialógicos y colabora-cionistas. La nueva postura supon-dría dejar atrás el rescate, a travésde la labor interpretativa, de (lapluralidad de) las voces y pasar aconcebir la etnografía como unproceso de creación de cultura(Mannheim and Tedlock, 1995: 3).Implicaba teorizar juntos la inves-tigadora y los sujetos, a través deconversaciones políticamente sensibles(Fine, 1994: 17), las condicionespara la producción del conocimien-to tal como se dan en las luchas porcambiar el mundo (Roman, 1992:558)7 . Aquí la categoría de inves-tigación emancipatoria tambiéncambiaría de forma y de fondo: deja

el terreno futuro (de una sociedadmás justa) de uso del producto cien-tífico y los compromisos posiblesgracias a la afinidad identitaria (li-berar a los oprimidos), y pasa a ge-nerar, en el presente, espacios dereflexión y teorización compartidaque definen el proceso mismo deinvestigación. A riesgo de simplifi-car mi tránsito, diría que se tratóde sustituir una ética político-identitaria macro a una éticarelacional y procesual micro.

Asumir la postura activista mepermitió manejar abiertamente tan-to mis creencias político-ideológi-cas como las expectativas concretasde la investigación: se trataba deexplicar por qué el movimiento de-mocrático magisterial había creadoformas elitistas de democracia y porqué no había generado procesos dereforma escolar y propuestas pro-piamente pedagógicas alternativas(a las del Estado capitalista). Peroel factor importante que puso lascondiciones dialógicas es que esteproblema era un problema compar-tido, es decir, uno que preocupaba

a los activistas del actorsubalterno, por lo que pudeinteresarlos en participaren un seminario de discu-sión8 . Si bien nos interesa-ba explicar los procesos dedemocratización del Sindi-cato Nacional de los Tra-bajadores de la Educación(SNTE) que había prota-gonizado el movimientodemocrático, poco a poconos percatamos de que ha-bíamos creado una plata-forma para compartir ycomparar perspectivas, teo-rías en uso, construcciones,en fin, modos de teorizac-ión que nos permitían

“¡... y mide catorce metros de circunferencia!” Hoy estosgrandes vegetales han caído. De: Vues des cordillères

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objetivar las narrativas fundamen-talmente políticas que operaban alinterior del sujeto democráticomagisterial. Y empezamos a cues-tionar las nociones y los conceptosque más circulaban entre nosotros(democracia popular, poder popular,democracia de base), a socializar de-terminadas lecturas teóricas, y adesarrollar discusiones conceptua-les sobre las categorías sociales y lasculturas políticas del movimientodemocrático. La terminología deMichele Fine de conversaciones po-líticamente sensibles resulta adecua-da en el sentido de que la estrategiametodológica no dependía de larelación entre el entrevistador y elentrevistado, sino que todos losparticipantes fuimos simultánea-mente intérpretes y narradores, teó-ricos y analistas; el saber académicose mezclaba con el saber activista.

La investigadora que antes eravocera de un movimiento disidente,ahora solo podía hablar de la expe-riencia propia (de analista del mo-vimiento), formulaba argumentospolíticos y teorizaba a la par de losparticipantes delseminario; y esosparticipantes, su-jetos de la inves-tigación, no eraninformantes queofrecían informa-ción privilegiadaal investigador,sino que eran lossujetos de lareflexividad en-tendida como losque teorizaban lascondiciones deproducción de lasluchas por la de-mocracia. Los diá-logos, entonces,

no fueron para compartir informa-ción tanto como fueron paracontrastar interpretaciones y con-cepciones. Una política de devo-lución (que supone la separaciónentre investigador y sujetos inves-tigados) en este contexto poco sen-tido tenía al interior del seminario,aunque siguió vigente al exterior,como una comunicación de los re-sultados hacia otros activistas yhacia las bases de otros contingentesdel movimiento democráticomagisterial.

Mientras en la investigación devoces yo como investigadora apro-vechaba con frecuencia la posturaneutral para evitar expresar mispropios puntos de vista (tanto parano contaminar lo que era propio delOtro, como para respetar a mis in-formantes), el posicionamiento deneutralidad me implicaba olvidartoda una serie de cuestiones éticasque se manifiestan en cualquier tra-bajo de campo. Según Deyhle, etal. (1992: 612), los enfoques críti-cos tienden a abstraer lo ético fue-ra del texto etnográfico porque -se

supone- lo emancipatorio se en-cuentra precisamente en los finesúltimos de la investigación a favorde los sectores desfavorecidos. No fueasí en la investigación de activista:en el seminario fue posible entablarrelaciones de respeto entre los par-ticipantes y crear una especie deética de trabajo, en buena parteporque evitamos jerarquizar los es-pacios y los términos del debate.

Reflexión final

No obstante, hay que decir queel seminario funcionó un pococomo un laboratorio de experimen-tación ya que, por más equitativoque haya sido el proceso de cons-trucción de las narrativas opo-sicionales, las relaciones y losposicionamientos sociales allá afue-ra permanecían desiguales social yculturalmente. Pertenecer a la aca-demia no es lo mismo que pertene-cer al magisterio. En otras palabras,nuestros mundos institucionalesmantenían enormes distancias entérminos de distinciones simbólicas

(a la Bourdieu) yrecompensas eco-nómicas, una des-igualdad que nopodía ser abre-viada por un actode voluntad (querealmente eranaños de trabajopor construir unposicionamientopro-movimien-to), ni por unaética comunica-tiva y dialógicaconstruida en elseminario. Aquíhay que recono-cer una de lasHumboldt y Bonpland en el Orinoco

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precondiciones para este procesocolaborativo: mi aceptación de laforma social del movimiento polí-tico de masas. Mi posicionamientono me permitía -de hecho nadiedesde dentro puede poner en dudala unidad política del movimientosin arriesgar la expulsión-, cuestio-nar la política del movimiento (sumanera de concebir la acción polí-tica), aun cuando muchos activis-tas reconocían los cambios en lopolítico, en los antagonismos de lasociedad (para apoyarme en la dis-tinción de C. Mouffe). A la horade ser una investigación para undeterminado sujeto, aun cuando serealiza con personas vinculadas a esesujeto, no se podía evitar que di-cha investigación fuera posicionadadentro de una lógica de acumula-ción de poder para tomar el Estado,justo en el momento de emergen-cia de otra lógica de anti-poder(Holloway, 2002), momento mar-cado por el levantamiento delEjército Zapatista de Liberación Na-cional (EZLN) en el Estado deChiapas en 1994.

No debe sorprendernos que lareflexividad no haya solucionadolos problemas de representación,aunque ha permitido experimentarotras formas de asumir la investiga-ción emancipatoria en sus aspectospolíticos y éticos. La investigacióndialógica, tal como la he realizadohasta la fecha, tampoco me ha lle-vado a trascender totalmente la et-nografía representativa, pues no esdifícil imaginar las narrativas de losactivistas como formas de autorre-presentación, producidas dialógi-camente y no desde la separaciónsujeto-objeto. No obstante, la in-vestigación es búsqueda, y éstadebe seguir; lo que está en duda esla dosis precisa de reflexividad re-

querida, pero ojalá esa dosis depen-da más de los sujetos populares quede la investigadora.

Citas

1 En este trabajo retomo la distinción quehace Michele Fine (1994: 17) de las pos-turas (stances) posibles de asumir por cadainvestigador, ya sea expresamente odetectables a partir de la presencia delautor en el texto: la neutral o de tercerapersona (ventriloquy) en la que la inves-tigadora se posiciona como vehículo detransmisión sin voz propia; la narrativa(voces) en la que se busca activamenteinterpretar las voces representadas comoelaboraciones de los sentidos culturales;y la activista donde la intencionalidaddisruptiva, transformadora de la investi-gación involucra expresamente algúnplanteamiento político.

2 Este trabajo sigue una línea de reflexiónque se convirtió en artículo publicadopor primera vez en Street, 1999, seguidopor una ponencia (Street, 2000). El an-tecedente más inmediato se encuentraen una ponencia intitulada “The Perilsand possibilities of ethnographic researchas dialogic construction; ‘emancipatoryresearch praxis’ and teacher narratives”presentada en el X Inter-AmericanSymposium on Ethnographic andQualitative Research in Education quetuvo lugar en la Universidad de NuevoMexico, Albuquerque, Nuevo México,E.E.U.U. en octubre del 2002.

3 Además de los textos académicos (verStreet, 1994; 1996), difundí los resulta-dos en periódicos y revistas de circula-ción nacional.

4 Ivor Goodson (1999: 279) habla de unacrisis de posicionalidad (positionality)para referirse al hecho de que, como in-vestigadores, hemos sido reposicionadosante los problemas (educativos), así comotambién los maestros a los que estudia-mos. La desregulación del capitalglobalmente y la reestructuración pro-ductiva de las relaciones sociales de pro-ducción ha re-posicionado lo público detal manera que ahora las condiciones pararealizar la etnografía crítica se han modi-ficado. Lo que antes era un mundo siendoconstruido en el que los investigadores dela educación podían dialogar con los fun-cionarios gubernamentales abiertos a suspropuestas, ahora es un mundo siendo des-

construido donde la educación públicarequiere ser defendida ante las múltiplesofensivas de la Derecha. Por estoGoodson recomienda no suponer queproyectos colaborativos sean, por defini-ción, progresistas o emancipatorios, puespueden justificar el pragmatismo quemantiene al profesor en un terreno depura práctica. Más bien enfatiza en re-inscribir la misión teórica en todo el pro-ceso de investigación.

5 “Las narrativas de profesores no puedenser exentas de una indagación crítica; sonun aspecto de la actuación práctica delmaestro. Sugiero que, si los investigado-res fueran a confrontar a los maestrosnarradores (storytellers) con la evidenciade cómo se hacen las formulacionesidentitarias a través de estrategias narra-tivas, algo de la comodidad en la relaciónentre el profesor y el etnógrafo críticopudiera desaparecer, a la vez que la resul-tante de-construcción colaborativa deestas narrativas podría capacitarlos a ex-plorar la gestión de la identidad profesio-nal e instruirnos en cómo y por qué lassubjetividades docentes...(se teorizan endiscurso).” (Convery, 1997; 145)

6 Para una discusión importante del femi-nismo post-estructuralista, ver el núme-ro temático coordinado por Elizabeth St.Pierre del International Journal of Qualita-tive Studies in Education, volumen 10,número 3, julio-septiembre de 1997.

7 Donna Haraway (1991: 157) habla deconstruir posicionamientos revoluciona-rios, entendidos como “epistemologías queson los logros de la gente comprometidacon cambiar el mundo... (lo que) ha sidoparte del proceso que demuestra los lími-tes de la identificación”.

8 Participaron en el Seminario doce acti-vistas de varios Estados de la República(Jalisco, Michoacán, Estado de Méxi-co, Distrito Federal); se celebraron ochosesiones de cinco horas cada una, entre1994 y 1994. Produjimos un texto co-lectivo (escrito por la investigadora)que fue reescrito por todos y presentadoen varias sesiones con otros grupos deactivistas de la CNTE. (Ver Street,1997).

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