soriano, osvaldo - no habra mas penas ni olvido

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    No habr maspenas ni olvido

    Osvaldo Soriano

    Ediciones B, Barcelona, 1987

    La paginacin se correspondecon la edicin impresa. Se han

    eliminado las pginas en blanco.

    http://letrae.iespana.es/
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    PRLOGO

    La accin de No habr ms penas ni olvido sesita en la Argentina durante el ltimo gobier- no de Juan Domingo Pern, entre octubre de 1973 y julio de 1974. Luego de una larga lucha popular, Pern regres al pas en medio de una grave conmocin a la que l mismo haba con - tribuido; su movimiento estaba dividido por lo menos en dos grandes fracciones: aquella que lo

    vea como un lder revolucionario y otra que se aferraba a su ascendiente sobre las masas para impedir la victoria popular. Este malentendido por absurdo que hoy parezca es uno de los tantos orgenes de la tragedia argentina.

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    Electo presidente, Pern iniciara una impla- cable depuracin de elementos izquierdistas de su movimiento. La juventud, cada da ms golpeada y maltrecha, sigui reivindicando hasta el final su adhesin al lder. Calificados por Pern de imbciles, de imberbes irrespon-

    sables, dirigentes y militantes de la organiza-

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    cin guerrillera Montoneros y de la Juventud Pe- ronista (estrechamente ligados) insistan en creer (o queran creer) que la furia del jefe del Justicialismo era una argucia tctica ms en su presunta lucha contra la oligarqua y el impe- rialismo. Trgica confusin. Hasta su muerte,el 1. de julio de 1974, Pern utiliz una curio- sa estrategia de gobierno: descalific como in-

    filtrados a aquellos a quienes todo el pas co- noca como peronistas, incluso a viejos militan- tes de la primera hora (representados en esta no- vela por el delegado municipal Ignacio Fuentes) y bendijo como peronistas a muchos advenedi- zos que haban contribuido a su cada en 1955 y se batieron contra l hasta poco antes de su re- greso (el personaje del martillero Guzmn los ejemplifica en el relato).

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    En este momento histrico se sita No habrms penas ni olvido. La accin se desarrolla en

    un pequeo pueblo de la provincia de Buenos Aires donde todos los personajes se conocen en- tre s. La maniobra de Pern y su ministro, Jos Lpez Rega, cobra entonces dimensiones absur- das, grotescas. En realidad, este enfrentamien- to suceda en el anonimato de las grandes ciu- dades donde el terror se disimula en la multi- tud, en la incertidumbre creada por asesinos y vctimas sin uniforme. Como la novela lo sugie- re, la batalla no poda sino facilitar la inter- vencin de las fuerzas armadas, que completa-

    ran minuciosamente la liquidacin de izquier-

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    distas ya iniciada por los grupos fascistas. Era en los sindicatos controlados por la burocracia peronista, en la polica (al frente de la cual Pe- rn nombr a sus ms acrrimos enemigos de ayer) y en los ministerios, dominados por la verticalidad justicialista, donde se reclutaban las temibles bandas armadas que depuraban a la juventud y a los honestos peronistas de la

    primera hora (dirigentes y militantes universi- tarios y obreros, diputados, gobernadores de provincias que haban dejado de ser tiles al proyecto reformista encabezado por Pern).

    El juego de masacre fue facilitado por los tre- mendos errores cometidos por la guerrilla (la peronista y la marxista) y sus brazos legales; por su candidez poltica, por la torpeza, el ex- tremo dogmatismo y a veces la mala fe de sus dirigentes.

    No habr ms penas ni olvidoexcluye de la ac-

    cin a todos los dems protagonistas polticos y sociales de aquel momento para ceirse a esta satrica observacin del fenmeno peronista.

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    A la memoria de mi padre.

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    Mi Buenos Aires querido cuando yo te vuelva a ver no habr ms penas ni olvido.

    CARLOSGARDEL

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    I

    Tens infiltrados dijo el comisario.

    Infiltrados? Ac slo trabaja Mateo, y hace veinticuatro aos que est en la de-legacin.

    Est infiltrado. Te digo, Ignacio, echaloporque va a haber lo.

    Quin va a hacer lo? Yo soy el delega-do y vos me conocs bien. Quin va a joder?

    El normalizador

    Quin?

    Suprino. Volvi de Tandil y trae la or-den.

    Suprino es amigo, qu joder. Hace unmes le vend la camioneta y todava me debeplata.

    Viene a normalizar.

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    Normalizar qu. Ests leyendo muchosdiarios, vos.

    El Mateo es marxista comunista. Quin te meti eso en la cabeza? Mateo

    fue a la escuela con nosotros.

    Se torci.

    Pero si lo nico que hace es cobrar losimpuestos y arreglar los papeles de la oficina.

    Yo te aviso, Ignacio, echalo.

    Cmo lo voy a echar, gordo. Se me va avenir el pueblo encima.

    Y para qu estoy yo? Para qu ests?

    Para cuidar el orden en el pueblo.

    Vamos, gordo, vos ests jodiendo. Anda la mierda.

    Te digo en serio. Suprino est en el bar.Te va a ir a ver, te va a aconsejar.

    Que me pague lo que me debe antes. Sino, te lo voy a denunciar.

    Ignacio sali de la comisara. Dos agentesque estaban en la puerta, bajo un rbol, lo sa-ludaron. Mont en la bicicleta y pedale des-

    pacio. Iba pensativo. El sol calentaba con 14

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    treinta y seis grados esa maana. Cuando lle-g a la esquina, aminor la marcha y dej que

    cruzara el camin de Manteconi que repartalos sifones. Pedale hasta la otra cuadra, enpleno centro del pueblo, y par frente al bar.Dej la bicicleta en la vereda, a la sombra, y entr. Se sac la gorra y salud con unamano; le contestaron dos viejos que jugabanal mus. Fue hasta el mostrador.

    Hola, Vega. Lo viste a Suprino?

    Recin se va. Est alborotado. Se fue averlo a Reinaldo a la CGT. Va a haber

    huelga? Dnde?

    Ac. Dice Suprino.

    Puta che, estn todos locos. Dame unacoca cola.

    La tom de la botella, a tragos largos. Qu pasa, Ignacio?

    Qu s yo. Qu ms te dijo Suprino?

    Poca cosa. Que vas a renunciar.

    Yo? Vos y Mateo. Dice que son traidores.

    Eso dijo?

    S.

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    Hijo de puta!

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    Que sos traidor. Lo dijo delante de Guz-mn.

    Qu haca el martillero ac?

    Lo estaba esperando, me parece. Se fue-ron juntos a la CGT.

    Vos sabs que Guzmn no es peronista.

    Nos cagamos a golpes por eso en el 66. En la plaza, me acuerdo.

    Me hizo meter preso por peronista cuan-do Soldatti era comisario. Cobrame.

    No Vega sonri con su dentadura ama-rillenta y despareja. Si te vas a quedar sintrabajo.

    Bueno, chau.

    16

    Ignacio tom la bicicleta y pedale fuerte.Un golpe de estado. Una sonrisa amarga apa-reci en su cara: A m me van a ensear aser peronista. De pronto sinti un extraobro. Nunca pens que tendra que enfrentarun golpe de estado, como Pern, como Fron-dizi, como Illia. Lleg a la plaza. Dej la bi-cicleta contra un banco y camin hasta la ar-boleda ms tupida. Eran las once y la plaza es-taba desierta por el calor. Se sent en el cs-ped y sac un cigarrillo.

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    Cmo le va, don Ignacio? dijo elplacero.

    Dejame que voy a pensar. And a regarms all.

    Se tap la cara con las manos. Me quierenmover el piso, se dijo en voz alta. Fuera de

    la plaza, los parlantes empezaron a vocearpropaganda. Trat de repasar la situacin.Suprino era secretario del partido. Ignacio lohaba mandado el da anterior a Tandil a pe-dir al intendente que votara la partida para

    ampliar la sala de primeros auxilios. Volviagrandado y consigui meter en algn asun-to al comisario y a Guzmn. Ahora lo que-ran joder. Pero el pueblo me eligi a m. Seis-cientos cuarenta votos. Qu es eso de queMateo es comunista? Cuando lo echaron a Pe-rn, en el 55, ya estaba en la municipalidad.Estuvo despus, estuvo siempre. Nunca lepregunt si era comunista. Bolche es Gandol-fo. De siempre fue, pero lo saben todos. Esel nico en Colonia Vela. Tiene la ferreteray nadie lo jode. Si hasta estuvo en la comi-sin vecinal una vez. Y yo soy infiltrado dequ, la puta que los pari; los voy a meter atodos presos, carajo.

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    Che, Moyanito, ven! El placero solt la manguera y camin

    apurado. Diga, don Ignacio. Decime, qu te parece si los meto pre-

    sos a Guzmn y a Suprino? Qu hicieron, don Ignacio?

    Se han sublevado. Qu es eso? Me quieren echar. A usted!

    S. A m y a Mateo. Pero don Mateo de qu va a vivir! Tie-

    ne la seora enferma y la hija estudia enTandil!

    Nos quieren echar.

    Por qu, don Ignacio? Dicen que no soy peronista. Que no es peronista? el placero se

    ri; yo lo vi a usted a las pias ac con Guz-mn por defenderlo a Pern.

    Los meto presos. El viejo placero se qued pensando. Y qu dice el comisario? Ignacio recibi la pregunta como un ha-

    chazo. Se par y corri hacia la bicicleta.18

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    Dnde est el comisario?

    El preso que lavaba el zagun levant la vis-

    ta y se cuadr.

    Adentro, con el oficial Rossi y los seismilicos. Me sac del calabozo y me mandque lavara la bandera y el piso.

    Ignacio entr. La oficina estaba desierta.Sali al patio y los vio. El comisario estabafrente a la tropa y Rossi a su lado, con el uni-forme ms limpio. Alcanz a escuchar que elcomisario gritaba: para terminar con el ene-

    migo aptrida que se ha infiltrado en Colo-nia Vela.

    Venite a mi oficina, Rubn.

    No me des rdenes, Ignacio.

    Qu mierda hacs cagado de calor en elpatio? Ven a la oficina.

    No voy. No va nadie. Vos no me das msrdenes, Ignacio. Sos un traidor.

    Ignacio supo que no bromeaba. Lo mirfijamente un rato, luego le dio la espal-da y sali. En el zagun se par frente alpreso.

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    Cmo te llamas, vos?

    Juan Ugarte, seor.

    Te vas al municipio y me esperas all.

    S, don Ignacio.

    El delegado tom la bicicleta y sali.El preso corri calle arriba. Era medioda.Por los parlantes una voz gritaba tanfuerte que slo se oa un chillido con-fuso.

    Compaeros! Compaeros!

    Ignacio reconoci la voz de Reinaldo.

    Compaeros! Los comunistas de Colo-nia Vela traban nuestros justos pedidos defondos para la guardia de primeros auxilios!

    Demoran el permiso para construir el monu-mento a la madre! Impiden la instalacin delas cloacas! Compaeros! Echemos a lostraidores Ignacio Fuentes y Mateo Guastavi-no! Con la CGT de los trabajadores y la po-

    lica del pueblo desbarataremos la maniobrasinrquica contra Colonia Vela! Compae-ros! De pie en apoyo del secretario generaldel justicialismo, compaero Suprino! Ha-gamos tronar el escarmiento contra la oligar-

    qua marxista! 20

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    Ignacio fren la bicicleta con el taco del za-pato y la dej contra el frente del almacn.

    Era un viejo casern que haba sido de su pa-dre, como tambin el negocio que ahoraatenda su mujer.

    Felisa envolvi los cien gramos de jamn,los entreg a una chica de largas trenzas y se

    limpi las manos en el delantal. Ya cierro, Ignacio. La comida est casi

    lista.

    No escuchs los parlantes?

    No les prest atencin.

    Hay revolucin, vieja. Me hacen una re-volucin! Como a Pern!

    Qu decs?

    Cerr el negocio; rpido!

    Felisa cerr las dos hojas de la puerta demadera y dio un par de vueltas a la llave.

    Escuchame, Felisa: yo voy a salir. Noabrs a nadie. A nadie, me entends?

    Ignacio! Qu hiciste, Ignacio?

    El delegado fue hasta el dormitorio y sacde la cmoda un viejo Smith and Wesson.Busc entre las sbanas cuidadosamente ple-gadas y junt todas las balas. Quince en total.

    Traeme la escopeta.

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    No, Ignacio. Qu vas a hacer? Te vana matar!

    Qu mierda me van a matar, si son unoscagones!

    Voy a llamar a Rubn!

    Es contra ese hijo de puta que voy apelear.

    Ignacio se puso el revlver a la cintura y se ech la escopeta al hombro. Bes a su mu- jer en una mejilla y antes de salir le dijo:

    Dios me hubiera dado un hijo para ver-lo pelear al lado de su padre.

    La calle estaba desierta. Desde el centro, aseis cuadras, llegaba el gritero del parlante.Ignacio busc con la mirada a su alrededor.

    Mierda, me robaron la bicicleta.

    Sobre la pared donde estuvo apoyada, al-guien haba escrito con carbn:

    Fuentes traidor al pueblo peronista

    Hijos de puta! A tiros voy a llegar almunicipio!

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    Sin embargo, nadie pareca oponerse. Ig-naci vio a doa Sara, la vecina de enfrenteque lo observaba a travs de la ventana. Des-

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    de un zagun, sin dejarse ver, alguien grit:

    Arriba Fuentes, viejo!

    El calor era insoportable. Ignacio caminhacia la esquina. A los 51 aos haba perdidodemasiado pelo como para andar sin gorrabajo el sol. Sinti la transpiracin en el cue-llo; la camisa se le pegaba en las axilas y bajo

    la correa de la escopeta. Ignacio! el grito lo detuvo, Se dio

    vuelta y vio a su mujer que corra hacia l.Llevaba un cinturn con cartuchos.

    Te los olvidaste.

    La mir con una leve sonrisa.

    No me trajiste la gorra?

    No, los cartuchos. Te la voy a buscar.

    No. No salgs de casa. And.

    Torn la calle principal y avanz dos cua-dras a pasos lentos. El pueblo pareca desier-to. Al llegar a la calle de la municipalidad sedetuvo y mir antes de doblar. Frente a la en-

    trada montaban guardia dos policas. Milicos! grit Ignacio.

    Hubo un silencio.

    Milicos!

    Los agentes miraron las puertas de los za- 23

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    guanes vecinos. Estaban armados con viejasametralladoras.

    Ac, boludos, en la esquina! Los policas se dieron vuelta. Ignacio grit: Dnde est el comisario? El comisario Llanos se fue a almorzar!

    grit un agente.

    Los parlantes haban dejado de emitir lasproclamas. Era la una de la tarde y todo elpueblo se dispona a la siesta. Ignacio avanzhacia la municipalidad. Un agente le sali alpaso.

    No puede entrar, seor. Orden de quin. Del comisario Llanos, seor. Y vos, cmo te llams? Garca, seor. Y vos? se dirigi al otro agente. Comini, seor. No puede entrar. Dnde andan los otros? Acuartelados, seor.

    Aj. Quin los manda? El comisario, seor. Y si no est el comisario? El oficial Rossi. Y si no est?

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    Los agentes se miraron. Ac mando yo, carajo! Firmes, carajo!

    grit Ignacio. Se cuadraron. A vos, Garca, te nombro cabo y te au-

    mento el sueldo. Cunto gans? Ciento cuatro mil con el descuento y el

    salario familiar, don Ignacio. Te vas a ciento cincuenta. Gracias, seor. Cabo Garca! Ordene, seor. Mande al agente Comini a buscar al

    placero. S, seor. Agente Comini! S, mi cabo.

    Corra a buscar al placero Moyano! R-pido!

    Comini cruz hacia la plaza. Cabo Garca. Seor. Venga que le firmo el ascenso. S, seor. Gracias, seor. Entraron a la municipalidad. Ignacio cerr

    la puerta de acceso. En la oficina Mateo esta-

    ba solo, encorvado en una silla. Su cara se ha- 25

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    ba vuelto plida. Al ver al delegado se pusobruscamente de pie.

    Don Ignacio! Nos quieren echar, donIgnacio!

    Tom la escopeta. Vamos a resistir.

    Qu pasa, don Ignacio?

    Dicen que somos bolches.

    Bolches? Cmo bolches? Pero si yosiempre fui peronista..., nunca me met enpoltica.

    Eso dicen. Prepar una ordenanza nom-

    brando cabo al agente Garca. Mateo se sent frente a la Olivetti y empe-

    z a escribir.

    Cabo Garca dijo Ignacio, vamosdefender el municipio. Monte guardia frentea aquella ventana.

    S, seor.

    Mateo sac el papel de la mquina.

    Quiere firmar, don Ignacio?

    Ignacio firm. El cabo Garca mir el pa-pel y sac pecho.

    Qu va a decir mi negra! los grandesbigotes casi le tocaron las orejas. EntraronComini y el placero.

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    Cunto gans, Moyanito?

    Ochenta y tres mil, ms o menos.

    Te nombro director de parques y jardi-nes y te aumento a ciento veinte mil.

    Gracias, don Ignacio, no sabe la faltaque me...

    Cabo Garca, dele su pistola.

    Para qu, don Ignacio? pregunt Mo-yano.

    Para que defiendas al pueblo.

    El placero no entendi demasiado. Tom

    la Ballester Molina y la mir de cerca. Estabaa punto de jubilarse y sus manos temblabanun poco.

    Agente Garca!

    El vozarrn vena de la calle.

    El comisario! Garca mir a Ignacio.Si me ve, voy al calabozo.

    Agente Comini!

    Me llama el comisario.

    Usted se queda dijo el delegado.

    Para ser vigilante me voy con l.

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    El comisario se haba parado en el mediode la calle. Tras l estaban el oficial Rossi, elmartillero Guzmn, Suprino, Reinaldo y me-

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    dia docena de muchachos. Ignacio se asompor la ventana.

    Sal, Garca, te ordeno! Me vio, don Ignacio. Cagu.

    No te vio nada. No salgs.

    Garca!

    Yo me las tomo.

    Para, che! Quin te nombr cabo?

    Usted, don Ignacio, pero si no salgo nosvan a meter presos a todos.

    No seas pavo. Si sals te va a cagar por

    dejarme entrar al municipio. Comini! Sal, macho! grit el co-

    misario.

    Vos te queds ac orden Garca convoz grave.

    Ests loco.

    Te queds, te digo.

    Nos va a dar una calaboceada, che.

    Mi cabo, dec.

    Se queda ac Ignacio apunt el revl-ver al pecho del agente. Encerralo en elbao orden a Garca.

    Dame las armas, vos.

    Comini tir la metralleta y la pistola al sue- 28

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    lo. El cabo lo empuj hasta el bao y cerrla puerta con llave.

    A la orden, don Ignacio. Preparate para defender al gobierno.

    Ac no entra nadie, seor delegado. Mo-yano, trab la puerta del fondo.

    Yo no quiero que me maten. Te voy a matar yo si no me obedecs.

    Moyano lo mir y tuvo la sensacin de quehablaba en serio. Corri a cumplir la orden.

    El comisario se haba parado en la veredaopuesta. Gesticulaba. Rossi se cuadr ante ly sali a toda carrera. Suprino daba rdenesa varios civiles jvenes que estaban armadoscon pistolas ametralladora y escopetas de

    cao recortado. En el pavimento reverberaban el calor y la

    luz del sol. Rossi lleg con la camioneta dela polica y la cruz en la esquina para blo-quear el paso. Empezaban a acercarse los cu-riosos. El parlante volvi a funcionar:

    Ciudadanos! Los hombres de ColoniaVela estamos librando una batalla por la li-bertad! Fuentes, ladrn comunista con la ca-

    miseta peronista, debe irse! Saqumoslo de 29

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    su guarida! Viva la patria! Viva ColoniaVela! Viva Pern!

    Qu carajo les pasa dijo Ignacio en vozbaja. Mateo, llam a Tandil, al intendente.

    Va a hablar con el intendente?

    Directamente. Si no est, lo llamas a lacasa. Apurate antes de que corten el telfono.

    Mateo agit la horquilla. La telefonista pi-di el nmero.

    Dame con el intendente, Clarita, rpido.

    Garca, cerr los postigos que nos van atirar cartuchos de gas.

    No, si no tenemos gases en el cuartel,don Ignacio.

    Cerr igual. Qu hace el comisario?

    Barricadas. El viejo choto est amonto-

    nando porqueras en la calle. Le est sacandolos cajones de verdura al rengo Durn.

    Juan Ugarte entr a la oficina por la puertadel fondo. Detrs iba Moyano.

    La vida por Pern! grit Juan.

    Dnde te habas metido? preguntIgnacio.

    Estaba mirando desde el techo. Franco-tirador, que le dicen.

    Un francotirador! dijo Ignacio 30

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    Claro, eso es! Agarr la pistola y te vas arri-ba. No tirs si no te ordeno.

    All voy. Che.

    Seor?

    Por qu estabas preso, vos?

    Por borracho, seor, para serle sincero.Trabajo en el horno de ladrillos y de vez encuando me tomo una copa en el boliche delviejo Bustos. Cada vez que me agarra un mi-lico me hace limpiar los calabozos y todo elcuartel. La comida que dan es mala, ac elagente le puede decir...

    Cabo dijo Garca, ahora soy cabo.

    Qu te pari que subiste! Bueno, ahorame voy. La vida por Pern!

    La comunicacin, don Ignacio! gritMateo. El delegado corri al telfono.

    Hola! Seor Guglielmini!

    Estaba durmiendo la siesta, Fuentes.

    Es que hay problemas, seor intendente.Se me sublevaron el comisario y el secretariodel partido. Dice que vino a normalizar...

    Y qu va a hacer? interrumpi elintendente.

    Cmo que qu voy a hacer. Eso le digo 31

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    a usted. Estoy atrincherado en la municipali-dad y necesito la polica de Tandil.

    Mire, Fuentes, las cosas de Colonia Velaarrglenlas all. Maana me pasa un informe.

    Usted es el intendente.

    Pero el cuestionado es usted.

    Quin me cuestiona?

    El consejo superior del partido. Dicenque Mateo es comunista y que usted lo pro-tege. Que son todos de la Tendencia, comolos muchachos.

    Qu muchachos?

    Esos que le arreglaron los bancos de laescuela y le limpiaron la sala de primerosauxilios. Usted los conoce bien. Andan porsu despacho como Pedro por su casa...

    Son buenos muchachos, serviciales y pe-ronistas.

    Mierda, peronistas! Guglielmini cortbruscamente la comunicacin.

    Juan entr apurado. Tena la camisa desa-

    botonada y el sudor le pegoteaba el pelo delpecho.

    Don Ignacio, le allanaron la casa!

    Mi casa?

    S. Se llevaron presa a su seora. El par- 32

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    lante dice que haba propaganda comunista y armas.

    Eso dice? S. Libros del Che Guevara y armas.

    El matagatos..., me olvid del mataga-tos... Y qu tiene que ver Felisa en todoesto?

    Se la llevaron de la mala manera, don Ig-nacio, disclpeme la noticia.

    Ignacio se rasc la cabeza, se mordi el bi-gote y dijo en voz baja:

    Se termin la joda, ya me llenaron las pe-lotas. Juan, and a buscar a la cuadrilla delcorraln. Le conts al capataz y les decs alos muchachos que se vengan con vos. No,mejor te doy una orden escrita. Hacela, Ma-

    teo. Y qu hago? dijo Juan. Son ocho o

    diez viejos chotos.

    Te armas una tropa. Hay picos, palas, cu-chillos. Llevtelos a la plaza.

    Garca miraba a la calle por una rendija dela ventana.

    Le desparramaron toda la fruta al rengo.Se me hace que nos van a atacar.

    33

    Los cagamos a tiros antes dijo Ignacio.

  • 8/4/2019 Soriano, Osvaldo - No Habra Mas Penas Ni Olvido

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    Juan sali por la puerta del fondo. Mateodijo:

    Yo puedo renunciar, don Ignacio. As searregla todo.

    Vos no renuncis dijo el cabo Gar-ca. Ahora das la vida por Pern.

    La vida por Pern repiti Ignacio envoz baja. Qu estar haciendo Pern aho-ra?

    Hay mucha gente mirndonos sonriGarca. Todos los que nos votaron estnah ahora.

    El delegado fue hasta la ventana y buscun resquicio por donde mirar.

    Ignacio Fuentes! grit desde la calleel comisario, ahuecando las manos. Rn-

    danse a la ley! El tribunal del partido los va a juzgar! Rndanse!

    Ignacio abri un postigo y rompi el vi-drio con la escopeta.

    Rendite vos, desacatado!

    Usted sublev al personal policial! En- tregue a los agentes Garca y Comini!

    Ven a buscarlos, gordo hijo de puta!

    El pueblo es testigo! Sos un comunistacabrn!

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    Ignacio hizo fuego. La perdigonada dio enlos cajones de fruta y volte la barricada. Los

    curiosos se desbandaron. El comisario se tircuerpo a tierra.

    Iiiija, mierda! grit Garca. El placerose tap las orejas. Ignacio carg los dos ca-os de su escopeta. Mateo empez a temblar.

    Son el telfono. Hola atendi Mateo.

    Compaero Mateo? Deme con don Ig-nacio.

    El empleado pas el telfono al delegado.

    Compaero Fuentes, le habla Morn, dela juventud peronista, para hacerle llegarnuestra solidaridad.

    Vengan a pelear conmigo.

    Estamos en asamblea permanente. Si laasamblea lo decide, all estaremos.

    Bueno, vayan a la plaza y se unen a lacuadrilla municipal. Traten de tomar el par-lante.

    Ignacio cort. Una descarga de ametralla-dora golpe en el frente del edificio. Una balaentr por la ventana y destroz el termo queestaba sobre la mesa.

    35

    Al suelo! grit el cabo.

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    Sultenme! chill Comini desde elbao.

    Ignacio se arrastr hasta la otra ventana y entorn el postigo. El comisario corra haciala camioneta cuando resbal y rod por el pa-vimento. Desde el techo de enfrente, tres j-venes volvieron a tirar. Ignacio y el cabo seagacharon. El placero dispar su pistola. Labala entr en el cap de la camioneta policialcuando sta se pona en marcha. El vehculodio un brinco y se detuvo en el medio de lacalle. Entonces se vio el choque y se oy elestallido.

    Los muchachos del corraln! grit Ig-nacio, eufrico.

    El desvencijado Chevrolet de la cuadrillagir en la esquina quemando las gomas con-tra el pavimento. El que manejaba pareca ha-ber perdido el control. La trompa del caminapunt hacia la vereda primero y luego, brus-camente, se incrust contra la camioneta. Eltecho del coche policial se abri con un rui-do agudo y sus ruedas se despegaron del sue-lo. Se arrastr tres metros, vacil, y mientrascaa de costado le estall el tanque de nafta.

    El fuego empez a cubrirlo. Adentro, el ofi-36

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    cial Rossi alcanz a ver el cielo por la puertaque se abri sobre su cabeza. Salt y corri

    con el uniforme encendido. El cabo Garca letir; la bala pas a medio metro de su cabe-za. Rossi gimi y se dej caer sobre el pavi-mento. El fuego le llegaba a las solapas. Ochohombres con picos y palas cruzaron desde la

    plaza hacia el Chevrolet que tambin empe-zaba a incendiarse. Una rfaga que parta des-de un techo los oblig a retroceder hasta losprimeros rboles. Uno renqueaba. El oficialRossi avanz con esfuerzo hacia la vereda do-

    minada por la polica; trataba de quitarse lachaqueta incendiada. Desde un zagun, un vi-gilante le tir un balde con agua. El fondo delrecipiente golpe contra la cabeza del oficialy se vaci sobre el pavimento. Atontado, Ros-si se arrastr desesperadamente y apoy la es-palda en el agua. A golpes de gorra trataba deapagarse las botamangas de los pantalones.

    Esto se pone feo dijo el comisario. Te-

    na un codo lastimado y la manga de la cha-queta desgarrada por el revolcn.

    Ahora estamos en el baile, Rubn. Hay que sacarlos antes de que vengan los perio-distas de Tandil.

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    Suprino dijo que el intendente y el con-sejo superior se hacan responsables.

    S, pero no de este quilombo. Si los sa-camos es asunto terminado, pero si no, va-mos a tener baile.

    Metmosle bala.

    Esper. Dej que tiren los pibes, que des-

    pus desaparecen. Vos tens que estar lim-pio. Suprino dijo que vas a ser jefe en Tandil.

    All debe haber comunistas a patadas.

    Lleno. En la facultad, en la metalrgica.Vas a tener para divertirte.

    Che, Guzmn dijo el comisario por lobajo, con una sonrisa de complicidad.

    Qu?

    Te acords cuando eras gorila?

    Vamos, nunca fui gorila. No era peronis-ta y ahora s, porque Pern se hizo democr-tico. Esa es la verdad.

    Suprino y Reinaldo llegaron en un Torinoque se detuvo lejos del fuego. Se acercaron a

    Llanos y Guzmn. Qu pasa? pregunt Suprino.

    Ignacio se retob dijo el comisario.

    38

    Suprino mir la hoguera que creca sobrelos vehculos y escupi con fuerza.

  • 8/4/2019 Soriano, Osvaldo - No Habra Mas Penas Ni Olvido

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    Bueno, la cagada la hizo l. Habl con elintendente y me dijo que manda diez civiles

    ms. Arriba quieren que el trabajo se haga r-pido y limpito. Los pibes terminan esta no-che y a la maana se van a Mar del Plata. Esos, tenemos que mostrar algunos policas las-timados. Para los periodistas.

    Y cmo? Mndalos a atacar el edificio. Los van a

    balear.

    Mandarlos al muere, decs.

    No es para tanto. Con algn herido esta-mos hechos. Les voy a dar la orden de partetuya.

    En la esquina aparecieron Morn y otrosdos muchachos que apenas llegaban a losveinte aos.

    Comisario Llanos!

    Qu quieren? Circulen o la van a ligarustedes tambin.

    La asamblea de la juventud peronista

    sac un comunicado. Aj. Y qu dice?

    Si quiere se lo leo.

    No hace falta. Dejselo a Rossi y presn-tense detenidos.

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  • 8/4/2019 Soriano, Osvaldo - No Habra Mas Penas Ni Olvido

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    Detenidos las pelotas.

    Comunistas de mierda! Oficial Rossi!

    Rajemos! grit Morn. Los tres muchachos corrieron hacia la

    plaza.

    Ordene, mi comisario dijo Rossi. Te-na el uniforme roto y chamuscado. Arrastra-ba la pierna derecha.

    Preparate para atacar.

    Estoy herido, mi comisario.

    Herido?

    Me prend fuego. Cmo carajo te prendiste fuego?

    Estaba en la camioneta cuando se empe-z a incendiar.

    Te quisiste rajar, seguro.

    No, mi comisario. Vigilaba la retaguar-dia.

    Bueno. Vas a atacar igual.

    Me tengo que curar, mi comisario. Con

    un poco de pancutn estoy hecho. Te quedas as. Calavera no chilla.

    Me duele.

    Te aguants.

    Pero si me quem hasta las verijas! 40

  • 8/4/2019 Soriano, Osvaldo - No Habra Mas Penas Ni Olvido

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    hizo una pausa. Y tengo otro herido ms.

    Otro?

    Antonio. Lo cagaron de una pedradacuando pasaba en bicicleta frente a la plaza.Se cay y se pel una rodilla.

    Aj. Se quedan as, aguantando machoshasta que lleguen los periodistas de Tandil.

    Preparate para el ataque. Cuntos son? Yo y tres.

    Bueno. Se van a arrastrar frente al muni-cipio y van a tirar un cartucho de gas.

    Si no tenemos gas.

    Se lo peds al civil, al rubio de camisaamarilla o a cualquiera de los que llevan bra-zalete. Ellos van a ir atrs de ustedes para cui-darles la espalda.

    Para qu nos van a cuidar la espalda siel enemigo est adelante?

    Me parece, che, que vos ests cagado.

    Es que nos van a reventar a tiros. Don Ig-nacio est enojado hoy.

    Qu son, maricas? No, mi comisario.

    Cumpl la orden, entonces.

    El comisario se quit la gorra grasienta y

    se sec el sudor con el pauelo. Mir irse al 41

  • 8/4/2019 Soriano, Osvaldo - No Habra Mas Penas Ni Olvido

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    oficial Rossi que arrastraba una pierna comosi se le hubiera secado. No estaba seguro de

    haber hecho lo mejor. Vio a Suprino junto ala camioneta que segua ardiendo. Lo llamde un grito. El secretario del partido se acer-c. Se haba puesto un pauelo en la cara,como un cowboy, y sostena una escopetade cao recortado.

    Mand a Rossi al asalto dijo el comisa-rio, qu te parece?

    Est bien, porque los pibes de Tandil es-tn medio cabreros. En el sindicato les dije-

    ron que venan por una huelga, no para esto. Mand a algunos con Rossi y a otros por

    el techo, que entren por atrs.

    No s si van a querer. Son unos pende- jos prepotentes.

    Repartiles unos caramelos, por ah seablandan.

    Suprino lo mir. Tena el pauelo mojadopor el sudor.

    Todava tens ganas de hacer chistes? Y vos? Para qu mierda te pusiste el pa-

    uelo se? Pareces un payaso.

    Me lo dio mi mujer.

    42

    Entonces cuidalo, se te est ensuciando.

  • 8/4/2019 Soriano, Osvaldo - No Habra Mas Penas Ni Olvido

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    Suprino se alej. El comisario cruz la ca-lle. Guzmn estaba uniendo dos cables largos.

    A ver si hacs andar un rato el parlante.Hay que darle nimo a la gente.

    Me haban cortado los cables dijo Guz-mn.

    Desde la esquina lleg una andanada decascotes. Uno peg en la espalda de Guzmn.El martillero se dobl y cay de costado. Conuna mano trataba de encontrar la herida. Elcomisario se arroj dentro de un zagun.

    En la esquina, cuatro muchachos huan ha-cia la plaza. Un civil tir al bulto. La genteque estaba amontonada a una cuadra de dis-tancia desapareci dentro de las casas.

    Rossi! Cundo vas a atacar, carajo!grit Llanos.

    Ya, mi comisario! contest el ofi-cial. Ya vamos!

    Llanos mir a su alrededor. La camionetay el camin seguan ardiendo y el calor des-cascaraba los frentes de dos edificios que te-nan los vidrios destrozados. Guzmn estaba

    sentado en el porche de un chalet. Se frotaba 43

  • 8/4/2019 Soriano, Osvaldo - No Habra Mas Penas Ni Olvido

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    la espalda contra la pared. Detrs del Chev-rolet, policas y civiles reciban rdenes de

    Suprino y Rossi. Bueno se dijo el comisario, ahora van

    a salir como ratas.

    En la oficina de la delegacin, Ignacio chu-paba lentamente un mate. El cabo Garca vi-gilaba una ventana y el placero Moyano laotra.

    Los muchachos se portaron dijo Mo-yano. Los tenemos cagando aceite.

    Me parece que se van a venir dijo Gar-ca. Hay mucha conciliacin.

    Confabulacin corrigi Ignacio.

    Eso. De noche la vamos a pasar mal. Silos muchachos de la plaza tuvieran armas, lospodran rodear.

    Juan entr apurado por la puerta del

    fondo. Cuidado, don Ignacio dijo, vienen

    para ac. Se arrastran como culebras.

    Ignacio puso el mate sobre el escritorio.

    Dejame ver.

    44

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    El delegado apart a Garca y se agach junto a la ventana.

    S, se vienen cuerpo a tierra.

    Garca retom su puesto.

    Se traen a los civiles. Reinaldo se subial techo de enfrente; est enmascarado el

    loco. Rossi y los tres vigilantes haban salido

    arrastrndose por detrs de los vehculos in-cendiados. Despus aparecieron los civiles.Eran seis y llevaban armas largas. Avanzabancon dificultad, levantando las cabezas delpavimento.

    Se van a quemar las bolas dijo Gar-ca, la calle est echando fuego. Una cerra-

    da descarga parti desde afuera. El comisario,apostado en un zagun, Guzmn y el vigilan-te lastimado desde el chalet y Suprino desdeel techo, tiraban contra las ventanas del edi-ficio. Los postigos y los vidrios se hicieron

    pedazos. Moyano cay hacia atrs. Todos,adentro, se arrojaron al piso.

    Mierda! grit Garca. Cmo nosdieron!

    El suelo estaba manchado de sangre. Mo- 45

  • 8/4/2019 Soriano, Osvaldo - No Habra Mas Penas Ni Olvido

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    yano no se mova. Juan se arrastr hasta elplacero y le mir los ojos.

    Pobre Moyanito dijo. Garca se puso de pie y se apret contra la

    pared. Asom el cao de la ametralladora porla ventana destrozada y dispar contra losque cruzaban la calle. Uno de los policas se

    levant y sali corriendo. Los dems se fre-naron y tiraron contra el municipio. Las ba-las picaron la pared de la oficina. El retratode Pern se movi y luego cay al suelo.

    Estamos listos dijo Garca. Mejorrendirse, don Ignacio.

    No! grit Juan. Si todava nos que-da la aviacin!

    No jods ahora rezong el delegado.

    No, don Ignacio, le digo en serio. Tene-mos el avin. Si lo encuentro a Cervio lespodemos dar guerra.

    No estamos para jodas, che.

    Nada de joda, don Ignacio. Aguantentodo lo que puedan mientras yo lo busco aCervio.

    Sali por la puerta de atrs. Desde un te-cho, alguien le dispar. Juan corri a travs

    del patio y salt la pared del fondo. Afuera, 46

  • 8/4/2019 Soriano, Osvaldo - No Habra Mas Penas Ni Olvido

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    vigilantes y civiles seguan arrastrndose ha-cia la vereda del municipio. Dos autos apare-

    cieron en la esquina. Los periodistas! dijo Suprino.

    El intendente! grit el comisario.

    El primer coche, un Peugeot, se acerc a

    gran velocidad. El que manejaba no vio a loshombres que estaban echados sobre la calley pis a uno. El muchacho de camisa amari-lla grit y qued bajo el auto cuando ste fre-n. Los dems se pararon y corrieron hacia

    el conductor. Por qu no miras por dnde vas, bolu-

    do? grit Rossi.

    A quin le decs? pregunt el gordoque manejaba, mientras abra la puerta y sal-taba a la calle. A quin le dijiste boludo?

    A vos dijo Rossi y tir un derechazoque peg en el amplio pecho del gordo. Elhombre retrocedi y sac una cachiporra de

    goma; despus se fue encima del polica y logolpe en la cabeza. Cuando el oficial se do-bl, el gordo le dio un rodillazo en la barri-ga. Rossi aspir y cay con la boca abierta.Del Peugeot bajaron cinco hombres jvenes.

    Del segundo auto, un Falcon, salieron otros 47

  • 8/4/2019 Soriano, Osvaldo - No Habra Mas Penas Ni Olvido

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    seis civiles. Llevaban armas largas. Del baldel Falcon sacaron lanzagases y cartuchos. El

    ltimo en salir del Peugeot fue el intendente.Dnde est el comisario! grit.

    En la oficina, Ignacio se acerc a la venta-na y mir.

    Vino Guglielmini. Trajo ms civiles.

    Por ah nos defienden dijo Garca.

    Estn del otro lado contest Igna-cio. Tapen las ventanas con cartones mien-tras yo le mando un mensaje al intendente.Escrib, Mateo.

    El empleado corri a la Olivetti y revolvi

    en un cajn hasta encontrar papel. Pon: Seor intendente, lo hago res-

    ponsable de lo que est pasando en ColoniaVela. Esos traidores mataron al placero Mo-yano, y si quieren guerra la van a tener. Pe-

    rn o muerte. Quin lo va a llevar? pregunt Mateo

    con voz temblorosa.

    Comini. Largalo.

    Mateo pidi la llave al cabo Garca y abri 48

  • 8/4/2019 Soriano, Osvaldo - No Habra Mas Penas Ni Olvido

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    la puerta del bao. Como no oy ruido, seasom.

    Perdone dijo. Cerr la puerta y mir a Ignacio. Se haba

    puesto colorado.

    Ya sale agreg.

    Un minuto ms tarde, Comini sali abro-chndose los pantalones. Garca le dijo:

    Ests suelto. Le vas a llevar un mensajeal intendente. Levant un pauelo blancocuando salgs.

    Cul es el intendente? El viejo alto, de traje azul lo seal por

    la ventana. Mateo le entreg el papel. Comi-ni abri lentamente la puerta, agit el paue-lo y sali. Todas las armas le apuntaron.

    Traigo un mensaje para el intendente!grit y se acerc con los brazos levantados.

    Guglielmini ley el papel.

    Un muerto! Qu cagada hiciste, Llanos!

    Ellos tiraron primero. Tengo varios he-ridos.

    El intendente sac una libreta y una lapi-cera. Se apoy en el techo del Peugeot y es-cribi: Seor delegado. Est acusado de in-

    filtrado y subversivo. Presente su renuncia y 49

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    lo llevaremos ante el Tribunal del Partido.Pern o muerte. Lo entreg a Comini. El vi-

    gilante cruz la calle hasta la municipalidad.Golpe la puerta. El cabo Garca le abri. Co-mini entreg el papel y se qued parado fren-te a la puerta. Ignacio ley el mensaje.

    Hijo de puta. Nos va a tener que sacar

    muertos. Mateo, escrib. El empleado fue a la mquina.

    Pone: Vyase a la reputa que lo pari.Pern o muerte. Dselo a Comini y trancla puerta.

    Cuando el intendente recibi el mensajeestaba reunido con Suprino, Llanos, Guzmn

    y Reinaldo en la puerta de la CGT. Qu dice? pregunt Guzmn.

    Me putea.

    Yo creo que usted tiene que nombrar unnuevo delegado dijo Suprino.

    Todava no puedo. Ustedes trabajaronmal. Si Llanos lo hubiera metido preso aFuentes, vos quedabas de interino. Ahora elasunto es grave. Los diarios le van a dar ma-nija al muerto.

    50

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    Qu hacemos, entonces?

    Voy a mandar a algn muchacho del co-

    mando a que ponga armas y propaganda delos Montoneros en la casa del Moyano ese.Vos, Llanos, dec por el parlante que Fuentesentregaba armas a los guerrilleros. Decselotambin a los periodistas. Pon una bombaen la puerta de la CGT y despus met pre-sos a dos o tres pibes de la juventud. Hay quearmar el paquete. Rpido. Vos, Suprino, hacque dos civiles me baleen el auto. Los mu-chachos del comando se van a encargar deFuentes y los otros. Vamos.

    Salieron. El intendente dio rdenes a los ci-viles. Cuando se acercaban al cuartel de po-lica escucharon la detonacin de la bomba.

    Me va a tener que dar una subvencinpara arreglar el edificio dijo Reinaldo conuna sonrisa.

    Qu piensa la gente de Ignacio? pre-

    gunt Guglielmini. Y... no s. Lo de comunista no se lo van

    a tragar dijo Suprino.

    Esta noche llen el pueblo de panfletos

    diciendo que es puto, que se dedicaba a las 51

  • 8/4/2019 Soriano, Osvaldo - No Habra Mas Penas Ni Olvido

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    orgas en Tandil y pon tambin que eracornudo.

    Carajo! grit el comisario. Mireneso!

    En el frente del edificio de la polica, al-guien haba escrito con carbn:

    A Suprino y a Llanos con el pueblo los colgamos

    Pendejos de mierda. Hoy nos cagaron apedradas dijo Llanos.

    Se creen muy vivos los hijos de putadijo Suprino. Eso pasa por darles dema-siada piola.

    Llegaron al frente del edificio de la comu-na. Un Torino con cuatro personas esperabaen la esquina. Suprino camin hasta el auto.

    Qu me dice, seor Luzuriaga.

    Que esto es demasiado. Ustedes lo aprobaron, no?

    Aprobamos la destitucin de Fuentes,pero esto no lo podemos apoyar delante dela prensa si no sale bien.

    52

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    Hable con el intendente.

    No tenemos nada que hablar con l. Ya

    charlamos todo con usted en su momento. Simaana las cosas no estn en orden, la Socie-dad Rural se lava las manos.

    Va a estar todo bien.

    Qu fue esa explosin? pregunt Lu-zuriaga.

    Los de la juventud pusieron una bombaen la CGT.

    Los agarraron?

    Estn en eso, no se preocupe.

    El Torino se alej. Suprino volvi junto alcomisario y el intendente. Llanos mir su re-loj. Eran las siete de la tarde. Se senta can-sado. Pens que las cosas haban ido dema-siado lejos. Advirti qu la gente lo mirabadesde los postigos de las ventanas. Cuandotodo terminara lo trasladaran a Tandil. Siem-pre haba querido vivir all. Frente a la mu-nicipalidad sitiada haba unas treinta perso-nas. Pens que Fuentes tendra que salir, nopoda ser tan cabezadura.

    Si sigue ah se le va a pudrir el cadverdel placero se dijo a s mismo.

    Se detuvieron frente al Peugeot de Gugliel- 53

  • 8/4/2019 Soriano, Osvaldo - No Habra Mas Penas Ni Olvido

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    mini. Tena las puertas agujereadas por cin-co balazos.

    Todo va a andar mejor ahora dijo el in-tendente. Voy a constituir mi despacho enel banco de la provincia.

    Vngase a la comisara.

    No, no es el momento. Tngame infor-

    mado. Vio cmo me agujerearon el auto? Seor Guglielmini...

    Qu?

    No me va a dejar en banda, no?

    Qu quiere decir?

    No, nada Llanos hizo una pausa.Digo si me va a apoyar hasta el final.

    Por favor...

    Digo. No lo tome a mal. A m me puso

    ac Fuentes. Nunca me gust la poltica. Nadams que quisiera irme a Tandil con el ascen-so. Mi mujer quiere que los chicos hagan launiversidad all.

    Claro.

    Comisario! El oficial Rossi lleg corriendo. Tena un

    parche sobre la cabeza.

    Viene un avin, comisario!

    54

    Un avin?

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    All Rossi seal hacia el oeste. Lejosse escuchaba el ruido de un motor. Todos mi-

    raron. El viejo aparato pareca ms pequeocontra el sol.

    El motor tartamudeaba. Se acerc y pas acien metros de altura.

    Cervio dijo Reinaldo.

    Quin? pregunt el intendente.

    El fumigador. Echa remedio en el cam-po. Siempre borracho.

    Cervio baj la potencia del motor y dejque Torito planeara hacia el campo. Luegogir hasta ver otra vez el pueblo.

    Hac una pasada bajita y los regamosdijo Juan. Nos vamos a divertir.

    La hlice gru pidiendo grasa. El escape soplaba fuego. Cervio meti el avin sobre la calle principal y lo baj a cincuenta metros.

    Baj ms. Plane a veinte metros, sobre los autos y

    la gente que estaba frente al municipio.

    Ahora!

    Juan baj la palanca del depsito. Una llu- 55

  • 8/4/2019 Soriano, Osvaldo - No Habra Mas Penas Ni Olvido

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    via fina, gris, cay sobre los hombres que mi-raban el avin.

    Viva Pern, mierda! grit Cervio.

    El intendente tropez con el cuerpo de unmuchacho de anteojos negros y se fue al sue-lo. El asfalto le quem las manos. Sinti que

    sobre su cabeza caa un roco fresco y suave.Empez a estornudar. Rossi se zambull enun zagun y su cabeza golpe contra la ame-tralladora de un gordo que tena una gorra acuadros. Su herida empez a sangrar otra vez.El martillero Guzmn se meti bajo el Peu-geot. Dos civiles subieron al auto que arran-c a toda marcha. Guzmn sinti el peso delcoche sobre su mano derecha y un dolor pun-

    zante le recorri todo el brazo. Cuando viola sangre que sala de los dedos reventadostuvo un mareo y se desmay. El avin vol-vi a pasar. El comisario se haba refugiadobajo un rbol de la plaza. Apunt hacia el apa-rato y apret el gatillo. En ese momento suvista se nubl, oy un sonido metlico quese demoraba dentro de su cabeza y cay derodillas. Luego su nariz se hundi en el cs-

    ped. Dos hombres de la cuadrilla municipal56

  • 8/4/2019 Soriano, Osvaldo - No Habra Mas Penas Ni Olvido

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    lo tomaron de los brazos y lo arrastraron en-tre los rboles.

    Ignacio asom la cabeza por la ventana y sorprendi a un vigilante que escapaba ciegopor la vereda del municipio. Le peg con elcao de la escopeta y lo vio caer. Los ojos lelloraban y el DDT flotaba an en el aire. Los

    que seguan en el suelo, desparramados a lolargo de la calle, estornudaban sin parar.

    El cabo Garca volvi a cubrir las ventanascon cartones.

    Les estamos dando con todo, don Igna-

    cio. Cervio es un campen. El delegado se tir en el silln de las visi-

    tas y mir el cuerpo de Moyano, tapado condiarios.

    Y ahora? dijo.

    Ahora qu? respondi Garca.

    Eso digo, Qu va a decir Pern?

    Va a estar orgulloso dijo el cabo. Porah me nombra comisario.

    Cuando el avin pas por primera vez, Gu-glielmini se haba protegido bajo los restos

    de la camioneta y el camin carbonizados. Se 57

  • 8/4/2019 Soriano, Osvaldo - No Habra Mas Penas Ni Olvido

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    arrastr bajo los chasis y su traje se puso ne-gro. Tena tambin la cara y las manos sucias

    de holln. Levant los ojos y vio, bajo los res-tos del Chevrolet, a dos muchachos que ha-ban llegado con l. Avanz hacia donde es-taban. Uno, morocho, de ojos pequeos, te-na en las manos una escopeta enorme. Elotro, de pelo castao y nariz filosa, se pasa-ba el pauelo por la cara, pero slo conse-gua ensuciarla ms.

    Adonde nos trajo? pregunt el moro-cho. Este no es un trabajo serio.

    Al acercarse, Guglielmini sinti que la bo-tamanga de su pantaln se desgarraba, engan-chada por el cao de escape del camin.

    Est bravo dijo el intendente; vamosa tener que esperar la noche para atacar.

    Si no nos envenenan antes gru elque se frotaba con el pauelo.

    Le puedo tirar cuando pase de nuevo. Seva a hacer pomada propuso el de la es-

    copeta. El rugido del motor se alej hasta de-

    saparecer.

    Debe haber ido a cargar ms DDTmurmur el intendente.

    58

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    No le queda mucha luz. Cuando venga lanoche est listo dijo el morocho.

    Se arrastraron hasta salir de entre los es-combros. Guglielmini tosi y escupi. La ca-lle estaba desierta. El cielo era rojizo y el solhaba bajado. El calor pareca haberse com-primido en este lugar como en un horno.

    Caminaron hacia la esquina de la plaza. Alintendente le sangraba el tobillo bajo el pan-taln desgarrado. El morocho se ech la es-copeta al hombro, sac los anteojos negros y

    al ver que estaban rotos los tir. Son un ba-lazo. El morocho sinti que el golpe lo arran-caba del piso. Tendido, aguant el dolor quele penetraba tambin la espalda. Se sent conesfuerzo y busc el agujero por todo el cuer-

    po. Lo encontr en la rodilla izquierda. Cuan-do vio que Guglielmini y su compaerohuan, se puso a llorar.

    Le pegu, don Ignacio! Le saqu unapata! grit Garca.

    Cuando el polica retir su pistola, el de-legado mir por el hueco del cartn.

    59

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    Tens buena puntera, cabo dijo. Lavamos a necesitar.

    60

    Entr al bao. Cerr la puerta con llave, sebaj los pantalones y se sent sobre el ino-doro. Quera pensar. Saba que no podranaguantar toda la noche. Les sera imposible

    abandonar el edificio porque el patio estaracustodiado desde los techos. Ellos no po-dran acercarse con luz mientras Garca y ltuvieran armas. Pero, qu pasara cuando seles terminaran las balas? Mir su reloj y le diocuerda. Dentro de una hora el avin no po-dra volar entre las casas. De todos modos,Cervio haba hecho un buen trabajo. Con-cluy que no les quedaban muchas posibili-

    dades. Adems, en la oscuridad, sin testigos,sera imposible rendirse. Se pregunt dndeestaran los vecinos, por qu no venan en suayuda. Tir la cadena y mir el agua que searremolinaba dentro del inodoro. Fue hastael espejo y se apret un barrito de la nariz.Abri la puerta y pas a la oficina. Mateo es-taba sentado en el suelo. Tena la cara desen-cajada.

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    Nunca me hubiera imaginado esto, donIgnacio dijo.

    Yo tampoco. Cebate unos mates, que- rs?

    Dos hombres de la cuadrilla arrastraron alcomisario hasta la tupida arboleda de la pla-za. Luego, ayudados por dos jvenes, lo lle-varon hasta la vereda, frente al cine. La am-bulancia se acerc y cargaron el cuerpo so-bre una camilla. Cinco hombres subieronatrs y otro se sent junto al que manejaba.

    Dnde lo llevamos?

    Al stano del ferrocarril.

    A marcha moderada la ambulancia fue ale- jndose del centro. Fuera del pueblo, tompor un camino de tierra. Llanos haba reac-cionado, pero no se daba cuenta de lo que

    ocurra a su alrededor. Era como si demasia-dos sueos lo hubieran asaltado al mismotiempo. Vio el revlver que le apuntaba a lacara. Despus mir a los otros hombres. Su-cios, vestidos con gastados pantalones, enca-

    puchados sostenan ametralladoras. Uno de 61

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    ellos escupa a cada rato cerca de sus piernas.

    Qu pasa? levant la cabeza

    Adonde me llevan? Prisionero de guerra dijo el joven que

    le apuntaba.

    Qu guerra?

    Esta. Llanos recost la nuca sobre el borde de la

    camilla. Le dola mucho la cabeza. Por pri-mera vez le pareci difcil llegar a jefe de po-lica de Tandil.

    El avin plane sobre el campo, toc lospastizales ralos y carrete hasta un galpn.

    Cervio y Juan saltaron a tierra. Juan dio unlargo trago a la botella y luego la pas a suamigo. Cervio se ech el gollete a la boca y mientras tragaba mir el sol que se ocultabaen el horizonte, tras la lnea recta de la

    llanura. Para colmo va a llover dijo en voz

    baja; despus miro a Juan. Tra el bidn.

    Juan corri hasta el galpn y volvi con elcombustible.

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    Habr diez litros dijo.

    Es poco, carajo.

    DDT no hay ms dijo Juan, mientrasvolcaba la nafta en el tanque del avin.

    Cervio calcul que con diez litros podrahacer una pasada rpida sobre el pueblo y aterrizar en otro campo ms cercano. Perono vala la pena.

    Voy a ir de noche dijo.

    Ests loco.

    Escuch. Andate hasta el pueblo en la bi-cicleta. Avis a la gente de la calle del muni-cipio que cuando oigan el ruido del avin,prendan las luces de los frentes, as puedo en-trar por el corredor.

    Te vas a tragar los cables de la luz. Te cres que vuelo desde ayer? Nos va-

    mos a cagar de risa, Juan.

    Si decs que va a llover... Es una locura,che.

    63

    Dejate de joder. Despus que le aviss ala gente te vas al municipio y aguants all.Cuando sea el momento justo hacs que donIgnacio prenda y apague tres veces las lucesdel frente. Entonces voy yo.

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    Y qu vas a tirar?

    Mierda. Los voy a tapar de mierda.

    Juiiiii! grit Juan y palme a su amigo.

    No me llantis la bicicleta dijo Cervi-o, y fue hasta el galpn.

    Volvi al avin con una pala y diez bolsas

    de arpillera. Puso en marcha el motor y lle-v a Torito hasta un extremo del campo. Lue-go lo hizo carretear y elevarse. Cervio esta-ba seguro de que al chanchero Rodrguez leiba a gustar que le limpiara gratis el corral. Y

    hasta le prestara veinte litros de nafta. Bus-c la botella bajo el asiento, pero se la haballevado Juan.

    Borracho de mierda dijo, y cerr laventanilla por la que silbaba el viento.

    En seguida que lleg al banco, el intenden-te se dio una ducha. Suprino le haba llevadoun traje suyo, una camisa y un calzoncilloblanco.

    Guglielmini dej que Reinaldo le vendarael tobillo herido. Ya vestido, se sent frentea una mesa. Un muchacho de bigotes finitos,

    que tena un brazalete amarillo sobre la man- 64

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    ga derecha de la camisa, sirvi caf. Guzmnentr a la oficina. Tena un brazo atado con-

    tra el pecho. Sobre el vendaje de la mano ha-ba una opaca mancha de sangre.

    Llegaron los periodistas. Estn sacandofotos de la calle. Hay uno que quiere hacerleun reportaje a Ignacio en el municipio.

    Pngalos bajo proteccin policial. No sepueden acercar al lugar. Que dejen las cma-ras de fotos ac. Voy a dar una conferenciade prensa.

    Le aviso al comisario dijo Guzmn.

    Dnde est?

    No s. No andaba con usted?

    No. Entonces dgale al oficial Rossi quelos civiles rodeen el municipio para que no

    se acerque nadie. Guzmn sali. Guglielmini prendi un ci-

    garrillo y mir a su alrededor.

    Ya saben lo que hay que decir. Comu-nistas, armas, la bomba a la CGT, el atentadocontra mi auto, que me salv porque hay Dios. Todo eso. Voy a hablar yo.

    Cinco minutos ms tarde, los periodistasentraron en la sala. El intendente se puso de

    pie y los salud con una sonrisa. Sinti que 65

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    el traje de Suprino le apretaba entre laspiernas.

    Cmo estn, muchachos? Eran cuatro y dijeron que estaban bien. El

    joven de bigote les sirvi caf. Tres periodis-tas sacaron lapiceras y papeles; el otro encen-di un grabador. Guglielmini empez a ha-blar. Cuando termin el relato, agreg congesto complacido:

    Pregunten lo que quieran. Ya me cono-cen, yo tambin fui periodista.

    Cree que el gobierno intervendr la mu-nicipalidad de Tandil?

    No dijo el intendente. El gobiernoprovincial, con el que estamos plenamenteconsustanciados en su defensa de la vertica-

    lidad justicialista, sabe que estamos llevandoadelante una lucha contra la sinarqua inter-nacional que en Colonia Vela es comandadapor el delegado municipal y la juventud quese dice peronista.

    Usted cree que es necesaria tanta vio-lencia policial? pregunt un cronista.

    No ha habido violencia policial, seor.Son los marxistas los que han atacado a las

    fuerzas del orden. Incluso sabemos que Igna- 66

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    cio Fuentes asesin a un pobre placero, obre-ro municipal, por negarse a pelear contra las

    autoridades a las que reconoca legtimas y peronistas.

    Esto podra ser motivo de intervencinpor parte de efectivos del ejrcito? pregun-t el del grabador.

    No, seor. Los militares estn subordina-dos al gobierno del pueblo y slo seran lla-mados a intervenir en caso de que se tratarade una sublevacin importante. Pero no hay necesidad, puesto que los marxistas son una

    nfima minora. La polica y algunos ciudada-nos que colaboran con ella harn cumplir laley esta misma noche.

    Qu es ese olor a DDT? pregunt otrode los periodistas.

    Tenamos un tanque en el camin. Untanque que revent.

    El DDT no revienta dijo el periodista.

    Pero esta vez revent contest Gu-glielmini. Pueden volver a Tandil. Maanales har llegar un comunicado de prensadetallado.

    Yo me voy a quedar un rato dijo uncronista. Es una linda nota.

    67

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    Guglielmini lo mir, contrariado.

    Muy bien, entonces no se acerque al lu-

    gar. No quiero periodistas heridos. Yo soy elresponsable aqu.

    Una ltima pregunta dijo el del graba-dor, quines son los civiles armados quehay en la calle?

    Ya se lo dije. Compaeros peronistasque espontneamente se han unido a las fuer-zas del orden. Trabajadores dispuestos a darsu vida en defensa del pueblo y de su lder.

    Claro dijo el periodista y mir el bra-zalete amarillo del que haba servido caf.Puedo hablar con la esposa de Fuentes o lade Mateo Guastavino?

    Estn incomunicadas.

    Y la del placero?

    Era viudo. Que en paz descanse.

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    Con amor o con odio, pero siempre con violencia.

    CESAREPAVESE

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    II

    Lleg la noche, clida y nublada. Un cier-to olor del aire, mezclado con el calor quean despeda el pavimento, prometa lluvia.Ignacio se pregunt, cuando mir los nu-barrones a travs de la banderola del bao,en qu podra favorecerlos el agua.

    Ni Dios dijo en un murmullo, no nos

    salva ni Dios. Mateo puso el retrato de Pern sobre el es-

    critorio. Entre los vidrios rotos haba resca-tado la foto en la que posaba con su unifor-me militar. El cabo Garca, que segua vigi-

    lando los movimientos en la calle, vio una fi-gura que cruzaba hacia el municipio.

    Don Ignacio! grit.

    El delegado corri a la ventana y mir porel agujero.

    71

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    El loco Pelez dijo.

    El hombre lleg a la vereda con paso vaci-

    lante; mir un rato el frente del edificio es-tropeado por las balas y luego se acerc. Gol-pe la puerta.

    Vigil mientras abro dijo Ignacio.

    Corri el pasador y gir dos veces la llave.El loco Pelez entr. Aparentaba unos cin-cuenta aos. La barba y el bigote casi le ta-paban la cara. Sus ojos podran haber sidodulces si no miraran tan profundamente. Te-na un clavel rojo en el ojal del saco negro,sucio y destrozado. No llevaba camisa y se levea un matorral de pelo gris sobre la pielquemada. Arrastraba lo que alguna vez habasido un pantaln marrn. Los zapatos, encambio, reivindicaban una pulcritud que con-trastaba con el resto. Toda su ropa estaba cu-bierta de polvo blanco.

    Un cigarrillo pidi. Arrastraba la voz.

    Ignacio sac un negro y se lo alcanz. Lue-

    go le dio fuego. El loco sonri y aspir confuerza.

    Me bombardearon dijo.

    Entonces empez a gemir. El cigarrillocay de sus manos. Se puso las palmas sobre

    72

  • 8/4/2019 Soriano, Osvaldo - No Habra Mas Penas Ni Olvido

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    la cara y solloz largamente. Ignacio lo mircon lstima. Se asombr de tener todava ca-

    pacidad para compadecerse de los dems.Haba visto centenares de veces a Pelez ca-minar de un lado a otro del pueblo, sin rum-bo. El loco sola detenerse a escribir frases ex-traas sobre las paredes o los frentes de las

    casas. Dorma a la intemperie en la plaza obajo las chapas del corraln municipal; a ve-ces en algn zagun abierto. Nadie lo habavisto comer jams.

    Ahora estaba parado all, cubierto de luz.Se dobl para levantar el cigarrillo y le costllegar con la mano al suelo. Por un instantela atencin de los tres hombres se fij en l.Pelez, al agacharse, haba descubierto el

    cuerpo de Moyano, tapado con diarios. Seacerc, y levant uno y le mir la cara. Otravez rompi a llorar. Se puso de rodillas, abra-z el cadver y lo estrech contra su cuerpo.Ignacio vio que el clavel se aplastaba sobre la

    nariz del placero.

    A lo lejos, sonaron dos balazos. Garcamir atentamente hacia la calle, pero no viomovimientos, salvo la lmpara que oscilaba

    suavemente y reparta luces y sombras sobre73

  • 8/4/2019 Soriano, Osvaldo - No Habra Mas Penas Ni Olvido

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    los frentes de las casas. En la oficina slo seoa el llanto de Pelez. De pronto, como si

    todo su dolor se hubiera agotado en un ins-tante, se qued en silencio.

    Me dejaba dormir en un banco mur-mur. Luego mir a Garca. Cuando estu-ve preso, vos me metiste en el agua. Vos sos

    hijo de puta. Moyanito era un viejo bueno. Sus ojos recorrieron el saln, las paredes,

    y se detuvieron en el crucifijo. Se acerc a lacruz que penda detrs del escritorio, sobrela pared, y se persign.

    Padre nuestro que vos ests en los cie-los, Dios te salve Mara, llena eres de gracia,que el Seor contigo.

    Lo nico que faltaba dijo Garca.

    A qu viniste? pregunt Ignacio.

    Traa un papel que me dio Juan. Me dijoque era un verso para don Fuentes.

    Busc en los bolsillos.

    Pero lo perd. Lo tir.

    Ignacio mir a Mateo. Qu dira? dijo Mateo.

    Cosas. Secretos. Me dijo secretos, poreso lo tir.

    Lo miraron con inquietud.

    74

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    Me bombardearon gimi nuevamente.

    Quin? pregunt Ignacio.

    El Seor. Dios me castiga.

    Dnde te castig?

    En la casa de la CGT. Nadie me da nadapor loco. Moyanito s me daba, por eso Dioslo castig se limpi la nariz con la mangadel saco.

    Estabas all?

    S. Dorma. El mundo tembl, Dios nos

    salve. Sal corriendo. Despus Juan me dio elpapel con el secreto. No digs nada a nadie,me dijo. A quin voy a decir? Digo yo, aquin?

    El mensaje era para nosotros dijo Ig-nacio.

    S. Pobre Moyanito. l me dio una floresta maana. Yo la sacaba igual, pero lcontento.

    No te acords de nada. De la luz. Que a todos nos ilumine.

    Me cago en la mierda! dijo Ignacio.Mandar un mensaje con el loco! Hay que ser

    boludo! 75

  • 8/4/2019 Soriano, Osvaldo - No Habra Mas Penas Ni Olvido

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    Puedo dormir ac?

    No dijo Ignacio. Ac va a haber ba-

    lazos, tiros, entends?

    Tiros. Yo duermo bien. Con Moyanitovamos a dormir. l me dejaba.

    A las dos de la madrugada, Guglielminimand atacar. Suprino sali con un grupo deseis civiles, Rossi con cuatro policas y Rei-

    naldo con otros seis muchachos de Tandil.En media hora cerraron la calle del munici-pio con una motoniveladora, dos tractores y una topadora. Todas las casas estaban a os-curas. Slo las lmparas que colgaban sobre

    la calle iluminaban tibiamente la escena. Loshombres fueron apostndose tras las mqui-nas. El silencio era quebrado apenas por lospasos apurados, el ruido de los percutores delas escopetas y de los cargadores de las ame-

    tralladoras. Cerca de las dos y media, Supri-no grit la orden de fuego. Al estruendo delos disparos siguieron un relmpago y untrueno. El frente del edificio municipal resis-ti la andanada, pero los cartones de las ven-

    tanas desaparecieron en un instante. La se- 76

  • 8/4/2019 Soriano, Osvaldo - No Habra Mas Penas Ni Olvido

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    gunda descarga de ametralladora rompi lapuerta y dej un enorme hueco hacia la no-

    che. Las primeras gotas de lluvia cayeron en-tonces sobre Colonia Vela.

    La oficina del municipio temblaba comouna caja de cartn. El cabo Garca se apretcontra la pared, junto a la ventana; Ignacio

    se tir al suelo y Mateo se meti en el bao.Cuando la puerta se convirti en astillas, elloco Pelez se puso de pie.

    Ellos mataron a Moyanito dijo.Dame una escopeta.

    El cabo dud.

    Dale! grit Ignacio. Dale la de Co-mini!

    Pelez tom el arma. Slo saba que deba

    apretar el gatillo.

    Tirate al suelo! grit Ignacio, y searrastr hasta la otra ventana.

    Las balas entraban en las paredes con gol-

    pes secos. Los cartones destrozados dejabanver negros huecos y a lo lejos las breves lla-maradas de las ametralladoras. Pelez se hin-c y avanz sobre sus rodillas. Cuando lleg junto a Ignacio, asom la cabeza por la ven-

    tana. Un balazo le arranc la oreja derecha. 77

  • 8/4/2019 Soriano, Osvaldo - No Habra Mas Penas Ni Olvido

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    Pelez no debi haberlo sentido; se puso depie y tir, ciego. Despus del escopetazo se

    escuch una explosin. Haba reventado elneumtico de un tractor. Pelez qued sen-tado por el culatazo de su escopeta. Desde latopadora todas las armas abrieron fuego almismo tiempo que el loco se pona de pie. El

    golpe en el pecho lo empuj hacia atrs y lorevolc por el piso. El cabo Garca asom elcao de su ametralladora, dispar una rfagay luego otra. Pelez se arrastr. Tena el pe-cho destrozado y el cuero cabelludo le col-gaba sobre los ojos. A tientas busc la ame-tralladora de Ignacio. El delegado se la pusoen las manos. El loco se ech hacia atrs elcuero que le tapaba la frente y la sangre lecorri por la espalda. Avanz de rodillas ha-cia el hueco donde haba estado la puerta y sali. La lluvia le limpi los ojos. Descarg laametralladora antes de que otra andanada lolevantara del suelo hasta casi ponerlo de pie.

    Su cuerpo qued sobre la vereda, con los bra-zos colgando hacia la alcantarilla.

    Torito se movi con dificultad. Sobrecar-

    78

  • 8/4/2019 Soriano, Osvaldo - No Habra Mas Penas Ni Olvido

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    gado, con sus lisas cubiertas adheridas al sue-lo mojado, corri por el campo de avena.

    Cervio intent levantarlo. La mquina, ace-lerada a fondo, se elev cinco metros y vol-vi al piso con un crujido del fuselaje. El cam-po estaba completamente a oscuras. A cienmetros, la luz de la casa del chanchero Ro-

    drguez serva para que el piloto no se sintie-ra invadido por la soledad de la pampa. Cer-vio calcul que el alambrado estara lejos.Esper un relmpago para saberlo. La lluviasobre el motor del avin produca chistidoscomo los de mil lechuzas.

    A la distancia todo era estruendo. Un re-lmpago que dur un segundo le hizo ver lomal que haba calculado. El alambrado esta-

    ba a slo cincuenta metros. Cervio hizo gi-rar el avin en sentido contrario. La mqui-na se sacuda por el viento y la fuerza del mo-tor. El piloto sac una botella de ginebra deuna bolsa y trag hasta que se qued sin aire.

    Hubo otro golpe de luz y Cervio vio el ho-rizonte. Sonri. Con las palmas de las manosacarici el tablero de la mquina.

    Vamos, Torito viejo y peludo. Vamos

    noms. 79

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    Aceler a fondo. Las ruedas patinaron y luego corrieron sobre la avena. Cerca del

    alambrado, Torito despeg; se elev cincuen-ta metros y perdi altura. Sopl. Todo el fu-selaje vibr y se recuper, como si la fuerzade Cervio lo ayudara. Subi lentamente, fre-nado por el viento. El altmetro nunca haba

    funcionado, pero por la luz de la casa delchanchero Cervio calcul que estara a msde doscientos metros.

    Torito bravo! grit, y busc otra vezla botella.

    Juan saba que la memoria del loco Pelezno era de confiar, pero corri el riesgo. Des-pus de avisar a los primeros vecinos de la ca-lle que hicieran correr la voz de encender lasluces, decidi jugar otra carta desesperada.Pedaleaba fuerte a favor del viento por el ca-mino de ripio. Se daba cuenta de que los ojosno le servan de nada. La lluvia y la nochecerrada lo haban convertido en un autma-ta. Al llegar a la curva del primer barranco,sali despedido contra un alambrado. Dio

    una voltereta y su cuerpo se hundi en el 80

  • 8/4/2019 Soriano, Osvaldo - No Habra Mas Penas Ni Olvido

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    barro. Se levant despacio, tomndose de unposte. Sus pies chapotearon en una zanja.

    Slo distingua sombras, vagas imgenes derboles y nubes negras. La lluvia le golpeabala cara y el cuerpo cubierto apenas por unacamisa. Busc a tientas la bicicleta. Puta quete pari, se deca, mientras lograba afirmar

    se con las piernas en el barro. El cromado delmanubrio brill bajo un relmpago y Juanvio a lo lejos el depsito de Vialidad. Afe-rr el cuadro, luego el asiento y se levan-t. Advirti que la rueda delantera haba

    perdido su simetra. La meti entre las pier-nas, gir el manubrio con todas sus fuerzas y lo enderez. Mont y volvi a pedalear confuria.

    81

    Los truenos, seguidos de vboras de luz,le daban un cierto temor. Estaba llegandoal galpn cuando sinti el martillazo secoen la rodilla derecha y su cuerpo se fueotra vez al suelo. Un dolor punzante y un r-

    pido temblor le recorrieron la pierna golpea-da. Sinti la boca llena de un sabor dulce y escupi sin saber si era barro o sangre. Em-pez a tantear hasta tomarse de un tronco y se puso de pie.

  • 8/4/2019 Soriano, Osvaldo - No Habra Mas Penas Ni Olvido

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    Qu boludo, tragarme la tranquera!dijo en voz alta.

    Se agach y pas dificultosamente entre lasbarras de hierro. Arrastrando la pierna heri-da camin hasta el galpn. El portn parecainfranqueable, pero la ventana era frgil, de

    madera vieja y reseca. Anduvo de un lado aotro hasta encontrar una piedra de buen ta-mao. Empez a golpear un postigo que tar-d cinco minutos en quebrarse. Juan trephasta el vano y salt dentro. Al caer, el dolorque senta en la pierna le subi hasta los ojos.Los cerr y apret los prpados con toda sufuerza. Busc los fsforos en un bolsillo. Es-taban mojados. Se apoy en la pared y fue

    tantendola hasta llegar al portn. Luego en-contr la llave de la luz. Encendi. Pestaehasta acostumbrarse al resplandor. El vientosoplaba de tal manera que las chapas del te-cho parecan a punto de ser arrancadas de lostirantes. Empez a buscar. En un cajn esta-ban los cartuchos, con mechas largas y secas.Tom diez. Los envolvi en un trozo de lona,los at con un alambre oxidado y los colg

    de su cinturn. Luego encontr una linterna.82

  • 8/4/2019 Soriano, Osvaldo - No Habra Mas Penas Ni Olvido

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    Era cromada y tena el sello de Vialidad.Apag la luz. Salt por la ventana y cami-

    n hasta la tranquera. La pierna ya no le do-la tanto.

    Paren! No tiren ms! grit Suprino asus hombres.

    Entre la oscuridad y la cortina de agua nopoda distinguir de quin era ese cuerpo queestaba tirado a lo largo de la vereda del mu-

    nicipio. Se reuni con Rossi y Reinaldo de-trs de la topadora.

    Para m es Ignacio dijo Suprino.Sali a morir como un hroe el bo-ludo.

    Cuntos quedan adentro? preguntReinaldo.

    Mateo, Juan y Garca respondi Su-prino.

    Se van a rendir. No sirven para nadaagreg Reinaldo.

    Suprino mir a Rossi.

    Dnde se meti el comisario?

    Desapareci. 83

  • 8/4/2019 Soriano, Osvaldo - No Habra Mas Penas Ni Olvido

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    Se habr ido dijo Reinaldo; se cag.

    Bueno el oficial Rossi levant la voz,

    yo soy el jefe ahora. Mir a un agente que haba perdido la

    gorra y estaba empapado.

    Vos, tra la bocina.

    El agente corri y en seguida regres conun megfono.

    Vamos a decirles a sos que se rindandijo Rossi.

    Dame a m Suprino le quit el aparato.

    La lluvia arreciaba y el calor haba desapa-recido de los cuerpos mojados. Los civiles sehaban refugiado bajo la topadora. El agua ba- jaba como un arroyo por la calle y chocabacontra sus cuerpos, pero pese a todo algunos

    se las arreglaban para fumar. Suprino se me-ti en la cabina de un tractor, dej la puertaabierta y habl por el megfono.

    Mateo! Garca! Juan! Salgan! Ustedesno tienen la culpa de nada!

    Hizo una pausa. Ignacio est muerto! No peleen al

    pedo!

    Otra pausa.

    Si salen no les va a pasar nada!

    84

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    Nadie contest.

    Garca! Te vamos a respetar el grado de

    cabo! Suprino mir a travs de la lluvia, pero no

    vio ningn movimiento en la puerta del mu-nicipio. Rumi una puteada.

    Les damos cinco minutos, che! Si no sa-len les tiramos la casa abajo con la topadora!Los vamos a fusilar, carajo!

    Mir su reloj. Pens que no podan espe-rar un minuto ms. Baj de la cabina y cami-n hasta la topadora. Frente a la mquina seagach y mir a los civiles. Uno de ellos, quedescansaba apoyado en una rueda, le devol-vi la mirada.

    Oiga, don dijo, esto es un quilombo.

    Cllense la boca y salgan de ah, que lesvamos a tirar la topadora encima.

    El joven movi la cabeza.

    No va ms, viejo. Basta de jugar. Ahoramandamos nosotros.

    Salieron uno detrs del otro. El primeroapoy su escopeta contra el pecho de Su-prino.

    Los vamos a sacar y no va a quedar uno

    vivo, entiende? 85

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    Claro dijo Suprino. Pero no se pon-gan nerviosos. Yo s lo que tengo que hacer.

    Usted es un boludo. Nos vamos a pescaruna pulmona por culpa suya. Ahora va a vercmo se trata a esta clase de tipos.

    Me confundieron con el loco dijo Ig-nacio en voz baja.

    Pusieron en marcha la topadora! gri-t Garca. Me parece que se nos van a ve-nir encima. Mejor nos entregamos.

    El cabo tiene razn dijo Mateo. Me van a conservar el grado dijo Gar-

    ca. No te lo van a conservar se enoj Ig-

    nacio. Si te queds, maana vas a sersargento.

    Ahora? Est bien, ahora. Escrib, Mateo, hacele

    el nombramiento.

    El empleado fue hasta la mquina. Ellos piensan que estoy muerto dijo Ig-

    nacio; vamos a dejar que se lo crean. Ha-bl vos y dec que ustedes se van a entregar,pero que necesitan garantas. Que vengan los

    periodistas. 86

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    Y despus?

    Ya vas a ver, sargento; los vamos a joder.

    Sargento! En un solo da de milico asargento!

    Para eso peles.

    Claro. Voy a hablar.

    Se acerc al hueco de la puerta y grit:

    Oficial Rossi!

    Hubo un breve silencio.

    Quin es? grit Rossi.

    Soy el sargento Garca!

    Qu sargento?

    Sargento Garca, che!

    Sal, gevn, o los vamos a hacer moco!

    Queremos garantas! Que vengan los

    periodistas! Mateo alcanz una planilla a Ignacio. El de-

    legado firm.

    Ya sos sargento dijo.

    Garca se dio vuelta y mir al delegado.

    Gracias, don Ignacio. Se lo voy a re-conocer.

    Vos, Mateo, trae la garrafa de la cocina.Y una botella de querosn dijo el delegado.

    Qu va a hacer? 87

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    Ya vas a ver. Rog para que siga llo-viendo.

    Mateo fue hasta la cocina y volvi con lagarrafa y una damajuana.

    Garca, deciles que dentro de tres minu-tos van a salir.

    El sargento grit:

    Che, Rossi!

    Qu!

    Vamos a salir dentro de tres minutos!Tens a los periodistas?

    Ac estn! Ignacio y Mateo amontonaron carpetas,

    papeles y sillas cerca de donde haba estadola puerta. Luego, el delegado roci todo conquerosn y puso la garrafa encima.

    Ahora ustedes se entregan dijo.

    Quin se va a entregar? preguntGarca.

    Ustedes.

    Est bien dijo Mateo. Todo esto para despus entregarnos?

    protest el sargento.

    88

    No podemos hacer otra cosa. Si salimostodos por atrs nos van a bajar a tiros.

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    Que se entregue Mateo, que no sirvepara esto.

    Vos tambin. Garca mir al delegado. Sonri con amar-

    gura. Sus dientes sucios por el tabaco tenancierta fiereza.

    Qu le pasa? Se quiere escapar solo?

    Sabs que no me voy a escapar.

    Bueno, donde usted vaya, ah estoy yo.O se cree que si me rindo me van a recibira los abrazos?

    Ignacio lo mir. Tuvo que sonrer. Conuna mano apret un hombro del polica. Lue-go mir al empleado de la municipalidad.

    Sal, Mateo.

    Mateo fue hasta la puerta. Se dio vuelta.

    Cudese, don Ignacio dijo. Seguro, anda tranquilo.

    Mateo se asom y grit:

    Soy Mateo! Voy a salir!

    Levant las manos! grit Rossi. Mateo alz los brazos y sali. Temblaba. La

    lluvia le empap la ropa apenas lleg a la ve-reda. Pas sobre el cuerpo del loco Pelez.Mientras cruzaba la calle pens en su hija. Elagua le cubra las pantorrillas.

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    Dos civiles salieron a buscarlo. El cielo seestremeci con un rayo que desgarr las nu-bes y demor el estallido. Empujaron a Ma-teo hasta detrs de la topadora, donde espe-

    raba Suprino. Yo no me quera quedar dijo el em-

    pleado.

    Suprino le peg un derechazo en la nariz.

    Mateo cay contra la cabina. Un civil logolpe con el cao de su ametralladoraen el estmago. El empleado resbal de es-paldas a la enorme rueda de la mquina.Mientras caa empez a ahogarse y escupi.

    El pantaln blanco del civil se manch derojo a la altura de las rodillas; Mateo quedsentado y su cabeza se volc sobre un hom-bro.

    Hijo de puta! Te voy a reventar! ru-gi el muchacho del pantaln manchado. Le-vant la ametralladora y con la culata descar-g un golpe a la cabeza del empleado muni-cipal. Sus cabellos se pusieron sbitamente

    rojos y la sangre le corri por el saco suave- 90

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    mente. Suprino se interpuso entre Mateo y elcivil. El muchacho levant el cao de su arma

    y lo puso frente a la nariz del secretario delpartido.

    Sal! dijo con voz nerviosa. Sal ote cocino a vos!

    Suprino se apart. Mir a Rossi.

    Llevatel. Metelo en la comisara.

    Rossi vacil frente al civil que segua apun-tando.

    Te queds ah amenaz el mucha-cho. Me lo dejs a m.

    Se agach y mir la cara de Mateo. Tenalos ojos cerrados. El civil sac una pequeasevillana y la abri con un ruido breve y se-

    guro. La acerc a la garganta de Mateo y pre-sion. La hoja rompi la piel. El empleadodio un respingo y abri los ojos.

    No... no me mate balbuce. I... Ig-nacio est... vi... vivo...

    Qu le parece, viejo? su voz era bur-lona. Se estn cagando de risa de us-ted.

    Suprino se agach y tom a Mateo de las

    solapas. Cuando lo sacudi, la navaja del mu- 91

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    chacho entr un poco ms en la gargantaherida.

    Qu decs? la voz de Suprino era unalarido. Habla o te arranco la cabeza!

    Mateo cerr los ojos con fuerza y tembl.De entre sus labios sali una espuma oscura.Volvi a escupir pero casi no tena aliento.

    El lquido sucio se desliz sobre su camisa.Hizo un esfuerzo. Su voz no tena tono.

    Se es... est... esca... pando...

    Quin es el muerto se? pregunt elcivil y seal la vereda.

    Pelez... el lo... quiso seguir, pero laspalabras se le quedaron entre los dientes.

    El loco Pelez dijo Suprino.

    Los hombres se miraron. Rossi pate al ca-

    do en las costillas. El cuerpo apenas se mo-vi. Guzmn y Reinaldo se acercaron al lu-gar. Reinaldo mir un rato a Mateo. Despusse dirigi a Suprino.

    Qu hacemos? dijo con tono preo-cupado.

    Pon en marcha la topadora. Les vamosa remover la cueva.

    Qu hago con ste? Rossi seal aMateo.

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    Le hacs la boleta.

    Cmo?

    Que le hags la boleta.

    Est loco.

    Te digo que lo liquids, carajo! O que-rs que te haga cagar a vos?

    Rossi le mir los ojos. Ardan en la lluvia.Junto a Suprino, el civil apuntaba con suametralladora.

    Me parece mucho dijo Guzmn.Despus de todo, no es contra l la cosa. Po-demos dejarlo en la comisara.

    Para que cuente todo? Por ah anda unperiodista, y a la maana van a venir los deBuenos Aires. Estamos metidos hasta la ca-beza.

    No me gusta. Si lo matan yo me abro. Esdemasiado.

    Se miraron. El civil empuj a Rossi contrala topadora.

    Vamos! grit. Hac lo que te dicen!

    Est bien dijo Guzmn. Yo me voy.No quiero saber nada con esto.

    Empez a cruzar la calle. Todas las mira-

    das lo siguieron. Cuando lleg al crculo de 93

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    luz que bajaba del farol, el civil dio un grito.

    Guzmn!

    El martillero se dio vuelta. La rfaga deametralladora lo empuj hacia la sombra.Cerr los brazos sobre el estmago y camincuatro pasos a ciegas. La segunda descarga ledio en las piernas. Al caer golpe la cabezacontra el pavimento. Tuvo un ltimo espas-mo y se qued quieto. El civil se acerc y des-de tres metros tir otra vez contra el bulto.El cuerpo rod hasta quedar flojo y de-sarticulado.

    El muchacho volvi sobre sus pasos y apunt al grupo. Los mir uno a uno. Luegofij sus ojos en los de Suprino.

    Necesitbamos un muerto, no? dijo.

    Nadie le contest. Estuvieron un rato en si-lencio. El primero en moverse fue el oficialRossi.

    Vos, aydame dijo a Reinaldo. Se aga-

    charon, tomaron a Mateo por los brazos y 1opusieron de pie. El empleado municipalarrastraba las puntas de los zapatos. Su cabe-za caa sobre la de Reinaldo, que sinti el es-tmago revuelto. Llegaron hasta el tractor.

    Rossi empuj a Mateo contra el radiador. El 94

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    cuerpo cay doblado hacia adelante. El poli-ca sac su pistola. Reinaldo lo mir. Rossi

    tir dos veces y se qued parado, como si ob-servara algo ajeno e inasible. Reinaldo empe-z a vomitar.

    La calle se ilumin con un resplandor rojo.Por las ventanas del municipio empezaron a

    salir espesas llamaradas. El frente del edificioestall arrastrando ladrillos y maderas. Supri-no y los civiles corrieron hacia las esquinas.Slo Reinaldo y Rossi se quedaron paradosdonde estaban. El polica oy cuando Mateo

    gimi por ltima vez.

    Ignacio y el sargento Garca salieron arras-

    trndose al patio. Cuando escucharon la ex-plosin corrieron hasta una pared lateral y seecharon sobre un cantero de flores. El cieloempez a iluminarse por el fuego. Ignacio vioa un hombre agachado sobre un tejado veci-

    no. Casi le daba la espalda. Vamos dijo.

    Treparon la medianera y saltaron al fondovecino. Un gallo empez a gritar como si vi-

    nieran a buscarlo; las gallinas saltaron, ciegas,95

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    al suelo mojado. Garca tropez con un bul-to blanco que cacare y dio un salto. Ignacio

    abri una puerta de alambre y salieron al pa-tio. La casa segua a oscuras. Saltaron otra ta-pia y luego pasaron sobre un cerco de ligus-trines. Detrs, encontraron un corredor quesala a la calle. Avanzaron. Ignacio se asom.

    Haba unos pocos autos que tenan el aspec-to de estar abandonados desde haca muchotiempo. Fueron deslizndose por la veredahasta llegar a la esquina. All, casi bajo el fa-rol, Ignacio vio la camioneta que le habavendido a Suprino. Estaba acordonada frentea la casa del secretario del partido. Era unaFord A con techo de lona. Ignacio recordque nunca haba tenido arranque. Busc lamanija en la cabina, bajo el asiento. Luego fuehasta el paragolpes delantero y la coloc condificultad. La hizo girar dos, tres veces, hastaque el motor arranc. Subieron. El asiento es-taba empapado. Ignacio apret los dientes,

    puso la primera y empez a soltar el embra-gue. Toda la carrocera se sacudi. En esemomento, escucharon una voz joven.

    Hasta ac llegaron, muchachos.

    El cao de la escopeta se apoy en la ca- 96

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    beza de Ignacio. El sargento Garca, con unmovimiento casi imperceptible, acerc la

    mano derecha al gatillo de su ametralladoray puso cuidadosamente un dedo sobre l.

    Bajen con las manos levantadas dijo elmuchacho.

    Garca apret el gatillo. La puerta de la ca-mioneta vol, arrancada por los impactos. Elcuerpo del joven salt hacia atrs y se tumbretorcindose en el medio de la calle. La ca-mioneta dio un salto y se detuvo.

    Dale manija! grit el delegado. Garcaabri la puerta que quedaba y corri a latrompa del Ford. Gir la manija varias veces.Ignacio pensaba que siempre haba sido unmotor maero cuando vio a los seis hombresque les apuntaban. Suprino dijo:

    Me hiciste pasar un mal da, Ignacio. Msvale que empecs a rezar.

    La bicicleta subi al pavimento, hizo unaese y luego se enderez. Juan quiso pedalearms rpido, pero estaba agotado. Cuandooy la explosin estaba a media cuadra de la

    plaza. Levant la cabeza para ver el fuego so- 97

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    bre las casas. Por un momento tuvo la sensa-cin de que los cartuchos de dinamita seran

    intiles. Tir la bicicleta contra el primer r-bol de la plaza y se intern entre los cante-ros de amapolas. Un obrero de la cuadrilla lesali al paso. Luego, otros corrieron hasta ellugar. Juan desprendi el paquete de su cin-turn y lo entreg al primer hombre que lle-g hasta l.

    Es dinamita, compaero dijo.

    Dinamita! grit un pen de cara ain-diada: Dinamita para meterles en el culo a

    los gorilas!

    Juan se sent bajo un rbol tupido, dondeapenas pasaba la lluvia. Un hombre bajo y barrign se acerc y le alcanz una botella devino. Juan tom un trago. Luego se recostcontra el rbol y se qued dormido.

    El comisario Llanos estaba incmodo. Loque ms le molestaba era la picazn en la ca-beza, que a cada rato lo obligaba a rascarsecontra la pared. Al menos, pens, quienes lohaban dejado all eligieron un ngulo de dos

    paredes que le permita frotarse con cierta fa- 98

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    cilidad. Tena las manos y los pies bien ajus-tados y sus intentos por desatarse haban sido

    intiles. El pauelo que le tapaba los ojos pre-sionaba demasiado sobre las orejas pero pudoescuchar una puerta que se abra. Despus,unos pasos sobre una escalera de madera.Oy que alguien se detena cerca suyo y de-

    jaba algo pesado sobre lo que Llanos imagi-n sera una mesa.

    Cmo anda, comisario? dijo el recinllegado.

    Ms o menos contest molesto. La ca-beza le picaba otra vez.

    Se va a tomar una caita conmigo?

    Me gustara dijo Llanos, me estabafaltando compaa.

    Los pasos se acercaron y el comisario sin-ti unas manos speras y huesudas que learrancaban el pauelo de los ojos. El