somos cuentos de cuentos contando cuentos, nada. saramago
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8/16/2019 Somos Cuentos de Cuentos Contando Cuentos, Nada. Saramago
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Somos cuentos de cuentos contando cuentos, nada 1
José Saramago
Abordar un texto literario, cualquiera que sea el grado de profundidad o amplitud de su lectura,
presupone, y oso decir que presupondrá siempre, una cierta incomodidad de espíritu. Es como si unaconsciencia exterior estuviera observando con ironía la futilidad relativa de nuestros análisis, ya que
estando ellos obligados a organizar en el complejo sistema capilar del texto un itinerario continuo y una
univocidad coherente, al mismo tiempo abandonan, motu proprio , los mil y un caminos ofrecidos por
otros itinerarios posibles, no obstante sepamos que s lo despu!s de haber recorrido todos los caminos,
aquellos y el que se eligi , podríamos acceder al significado "ltimo del texto, suponiendo que lo que
llamamos texto tenga un "ltimo significado, un no más allá. #in contar que una lectura supuestamente
totalizadora no haría nada más que a$adir a la red sanguínea del texto una ramificaci n nueva, un
circuito nuevo, que impondrían la necesidad de una nueva lectura%
En materia como !sta, más habitualmente frecuentada por críticos y ensayistas, que siempre saben
mejor incluso cuando no conocen tanto, no se espere encontrar revelaciones trascendentes o
particulares novedades. &omo escritor soy un empírico que aprendi con la experiencia, no un te rico.
&onvengamos, sin embargo, que no sería justo negarle al que hace las cosas el derecho a reflexionar
sobre su propio trabajo, y de ese derecho es del que me arrogar! para expresar, como quien va
alumbrando poco a poco su propio camino, algunas ideas sobre los cómos y los porqués de lo que he
escrito hasta ahora.
#e ha generalizado la observaci n entre la crítica, y es opini n muy arraigada entre los lectores, que
una parte considerable del trabajo literario que desarroll! hasta El Evangelio según Jesucristo tiene sus
raíces más profundas implantadas en la 'istoria, bien la de los hombres en general, bien la de mi país
1 SARAMAGO, JOSÉ.Somos cuentos de cuentos , Madrid: Aguilar, 2001 (Crisol XXI).
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de nacimiento en particular. (o ser! yo quien lo niegue, una vez que las pruebas, abundantes e
irrefutables, están a la vista de todos, pero me gustaría ser capaz de sobrepasar una evidencia tan
inmediata e intentar inscribir esa relaci n con la 'istoria en un marco filos ficamente más exigente, el
marco de lo que llamaría, con cierta ironía defensiva, mi acuerdo privado con el )iempo y una difusacomprensi n de lo que !ste podría ser.
*ara dejar definida la posici n que adopto en este asunto, adelanto ya una proposici n que ni siquiera
aspira a ser pol!mica, porque es absurda desde una perspectiva científica o sencillamente l gica.
&onsiste !sta + desde el punto de vista en que me sit"o, que es el de la creaci n literaria como intento
de lectura del universo y de interpretaci n del ser humano , consiste esta proposici n, repito, en
considerar el )iempo no como una sucesi n ininterrumpida de instantes, sino como la proyecci n
continua de esos instantes en un plano que imagino oblicuo, situado hacia arriba y hacia abajo, igual
que una hoja de papel que se mueve por la acci n del rodillo de la máquina de escribir. En ese
movimiento se van inscribiendo sucesivamente se$ales separadas unas de otras, pero coincidentes en la
misma hoja, en el mismo plano, o, para regresar a mi idea del )iempo, se$ales que son momentos, que
son hechos, vidas que son como dibujos inscritos en diferentes !pocas, pero en una misma infinita
pantalla, haciendo así vecinos, parientes y hermanos al hombre de (eanderthal y Einstein, -ozart y
*icasso, la Divina Comedia y El Quijote , 'iroshima y &!sar Augusto, iordano /runo y )orquemada,
la &apilla #ixtina y Ausch0itz , 1af2a y /eethoven, yo mismo y mis tatarabuelos%.El )iempo, pues,
concebido como sincronía absoluta, el rechazo de un diacronismo mecánico y fatal, he aquí lo que,
obsesivamente, cada palabra que escribo está tratando traducir.
&laro que no olvido aquel continuo movimiento, aquel flujo invisible e inapelable que conduce a los
seres del nacimiento a la muerte, de la juventud a la vejez, del vigor a la decrepitud. (o olvido la
sucesi n inaprehensible de los días y de las estaciones, el tic tac de los relojes mecánicos, el deslizarse
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insidioso de las agujas de los relojes el!ctricos, el implacable palpitar de los relojes digitales. 3 no
olvido tampoco lo que nos dijo #ha2espeare, que 4 la vida es una sombra que pasa, un pobre actor que
se pavonea y agita en escena durante una hora y despu!s nunca más se oye, una historia contada por un
idiota, llena de ruidos y de furia, sin ning"n significado5.
Así ha sido y es bastante que así sea. *orque aquella fugitiva sombra que fue la vida de #ha2espeare, si
es cierto que pas , si es cierto que desapareci en ese pasado del que nadie puede volver, tambi!n es
verdad que no solo pas para lo que entonces era su futuro, es decir, este presente que somos y en el
que estamos, como que igualmente pasará, sombra viva y perenne, para los futuros de hoy. El idiota
que cuenta historias y no se calla es nuestra propia vida, somos nosotros, porque somos los "nicos seres
en la tierra que pueden contarlas y escribirlas, pintarlas, ponerlas en m"sica, construir con ellas las
casas en que vivimos y los caminos por donde andamos. (o tendremos, probablemente, otro destino, y
si alguna vez llegamos a las estrellas, ojalá nunca hagamos en ellas nada peor que contar nuestras
historias, aunque no consigamos retirar por completo de los cuentos que contemos los ruidos y la furia
con que seguimos viviendo nuestras historias terrestres.
Al escritor 6 sue$o y pensamiento reunidos 7 no se le podrá exigir que nos explique los motivos,
desvende los prop sitos y se$ale los caminos. El escritor va borrando los rastros que dej , crea tras de
sí un desierto, raz n por la cual el lector tendrá que trazar y abrir, en el terreno así alisado, una ruta
suya, personal, que jamás coincidirá totalmente, jamás se yuxtapondrá a la ruta del escritor, para
siempre escondida. A su vez, el escritor, barridas las se$ales que marcaron en el suelo, no s lo el
sendero por el que vino, sino tambi!n las dudas, las pausas, las hipot!ticas bifurcaciones, no sabrá
decirnos por qu! caminos lleg a donde ahora se encuentra. (i el lector puede reconstituir el itinerario
del escritor, ni el escritor puede reconstituir el itinerario del texto8 el lector solamente podrá interrogar
al texto acabado, el escritor tal vez debiera renunciar a decir c mo lo hizo. *ero ya sabemos que no
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renunciará.
9uien lee : para qu! lee; : *ara encontrar, o para encontrarse; &uando el lector se asoma a la entrada
de un libro , : es para conocerlo, o para reconocerse a sí mismo en !l; :9uiere el lector que su lecturasea un viaje de descubridor por el mundo del poeta + poeta es todo el hacedor literario , o, sin querer
confesarlo, sospecha que ese viaje no será nada más que un recorrido por sus propias y conocidas
veredas; : (o serán el escritor y el lector como dos mapas de carreteras de países o regiones diferentes
que, al sobreponerse, transparentes hasta cierto punto, uno y otro, por la lectura, se limitan a coincidir
algunas veces en trechos más o menos largos del camino, dejando inaccesibles y secretos espacios no
comunicantes, por donde circularán, solos, sin compa$ía, el escritor en su escritura, el lector en su
lectura;
: 9u! hacemos, los que escribimos; (ada más que contar historias.
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pretendiendo presentarse, como nuevo, diferente, tal vez original, era, al fin y al cabo, conocido porque,
sucesivamente, iba pudiendo ser re-conocido. El escritor es un ejemplo de mistificador, cuenta historias
para que los lectores, las reciban como creíbles y duraderas, pese a saber que ellas no son más que unas
cuantas palabras suspendidas de eso que llam el inestable equilibrio del fingimiento , palabras frágiles, permanentemente asustada por la atracci n de un no sentido que las empuja al caos, fuera de los
c digos convenidos, cuya llave descifradora en cada momento, amenaza con perderse.
(o olvidemos, sin embargo, que así como las puras verdades no existen, tampoco pueden existir puras
falsedades. *orque si es cierto que toda verdad lleva consigo, inevitablemente, una parcela de falsedad,
aunque no sea más que por la insuficiencia expresiva de las palabras que usamos, tambi!n es cierto que
ninguna falsedad llegará a ser tan radical que no acarre, incluso contra las intenciones del embustero,
una parcela de verdad. 'ay en la falsedad, por consiguiente, dos verdades8 aquella que le es propia en
cada caso 6 la verdad primaria +ejemplo8 4 #i yo soy falso y digo que lo soy, estoy diciendo, sin
pretenderlo, una verdad incuestionable%5 6 y la verdad residual de que la falsedad acab por ser
vehículo involuntario, transportando y comunicando esa verdad, a su vez, como una condena de la que
no puede escapar, su propia parcela de falsedad%
=e fingimientos de verdades y verdades de fingimiento se hacen, pues, las historias. &on todo, y a
despecho de lo que en el texto se nos presenta como una evidencia material, la historia que al lector
más debería interesar no es, en mi opini n, la que le va a ser propuesta por la narrativa. &ualquier
ficci n + hablando ahora de lo que me es más pr ximo no está formada solamente por personajes,
conflictos, situaciones, lances, sorpresas, efectos de estilo, juegos malabares, exhibiciones gimnásticas
de t!cnica narrativa, una ficci n es, como toda obra de arte, la expresi n más ambiciosa y arriesgada de
una parcela de la especie, humana, es decir, su autor. -e pregunto, incluso, si lo que determina al lector
a leer no será la esperanza no consciente de descubrir dentro de la novela 6 más que la historia que le
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será contada 6 la persona invisible, pero omnipresente, del autor. )al como creo entenderla, l a novela
es una máscara que esconde y al mismo tiempo revela los trazos del novelista. *robablemente el lector
no lee la novela, probablemente lee al novelista.
(o quiero con esto significar que el autor deba caer en la trampa de las siempre dudosas facilidades del
confesionalismo literario, de la misma manera que no pretendo invitar al lector a entregarse a trabajos
de detective o de antrop logo, buscando pistas o removiendo estratos geol gicos , al fondo de los
cuáles, como un culpable o como una víctima, o como un f sil, se encontraría escondido el autor%
-uy por el contrario> lo que digo es que el autor está en el libro todo, que el autor es todo el libro,
incluso cuando el libro no consiga ser todo el autor. En verdad, no creo que haya sido para escandalizar
a la sociedad de su tiempo por lo que ?laubert declar que -adame /ovary era !l mismo. @ncluso
podremos decir que tal afirmaci n, por muy exagerada que parezca, no peca por exceso, sino por
defecto8 ?laubert se olvid de decirnos qu! !l era tambi!n el marido y los amantes de Emma, que era la
casa y la calle, que era la ciudad y todos cuantos, de todas condiciones y edades, en ella vivían, casa,
calles y ciudades imaginarias o reales, da lo mismo. *orque la materia y el espíritu, la sangre y la carne
de todos ellos, tuvieron que pasar, enteros, por un "nico ser, ustave ?laubert, esto es, el hombre, la
persona, el autor. )ambi!n yo, aunque siendo tan poca cosa en comparaci n, soy la /limunda y el
/altasar de emorial del Convento , y en el Evangelio según Jesucristo no me limito a ser es"s y
-aría -agdalena, o os! y -aría, soy igualmente el =ios y el =iablo que allí están%
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figuras de sí mismo que pueblan un pasado que nunca ha sido solamente suyo y que por eso se le
escapará cada vez que intente aislarlo o aislarse en !l. )al vez, tambi!n, porque aquello en que somos
peque$os y mezquinos es hasta tal punto com"n que nada de muy nuevo podría ense$ar a ese otro ser
peque$o y grande que es el lector%.En el fondo, creo que nunca seremos más que la memoria quetenemos, y que esa es la "nica y plausible historia que podemos contar, bien vivi!ndola continuamente
en nuestras propias vidas, bien distribuy!ndola cada vez, con disimulo o sin !l, en los personajes que
vamos inventando, a su vez inventores de nosotros mismos.
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genial que fuese, no había podido llegar a tanto%
*erdido en medio de la biblioteca universal, sin guía ni mapa, sin índice ni catálogo, no tuve más
remedio que rematar de esta manera mi discurso en la Bniversidad de #evilla 4 Alguien + : qui!n;
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: & mo no lo record!; : ?allo de memoria; )al vez no. A pesar de todo el respeto que a ?ernando
*essoa debo, me atrever! a afirmar que las palabras que mi dudosa memoria había recordado, al mismo
tiempo que inventaba y a$adía otras 7 4 #omos cuentos de cuentos contando cuentos, nada5 6 dicenmucho más y, si tal soberbia me es permitida, mucho mejor lo que Dicardo Deis había querido decir.
Ahora s lo me queda esperar que otra memoria, la de quien me est! leyendo, por ejemplo,
sucesivamente recordando y olvidando, olvidando y recordando, a$ada a lo que yo mismo a$adí la
palabra que todavía sigue faltando. El testamento de las palabras, estimado lector, es infinito.