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SEMINARIO SOMA Y SEMA 2013 Prof. Jaime Cordero Apuntes 1 Introducción: Cuerpo y semiosis La propioceptividad es considerada como el término complejo de la categoría “interoceptividad/exteroceptividad”; en efecto, en la experiencia de la significación , el cuerpo propio es la única entidad común al yo y al mundo; y, en la construcción de la significación, la operación de semiosis por la sumisión de la exterocepción a la interocepción, gracias a la mediación del cuerpo propio, permite la puesta en relación de un plano de la expresión (de origen exteroceptivo) y de un plano del contenido (de origen interoceptivo). No existen categorías semióticas que pertenezcan a priori a la expresión o al contenido. En efecto, el isomorfismo de los dos planos de un lenguaje es específico de cada semiosis, y la relación entre expresión y contenido es redefinida en cada nueva enunciación; prueba de esto , por ejemplo, es la posibilidad de establecer , incluso en los límites de semióticas altamente convencionales, como las de los discursos verbales escritos, de cada discurso concreto, nuevos sistemas semi-simbólicos que redefinen y desplazan la relación entre el plano de la expresión y el plano del contenido. En la perspectiva del discurso en acto y de la enunciación, la distinción entre exterocepción e interocepción puede ser desplazada en todo momento, y este desplazamiento está asegurado por la propiocepción. En otros términos, es la toma de posición del cuerpo propio la que determina la distinción entre exterocepción e interocepción: los efectos de interioridad y de exteroriedad dependen entonces enteramente de la posición que 1

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SEMINARIO SOMA Y SEMA 2013

Prof. Jaime Cordero

Apuntes 1

Introducción: Cuerpo y semiosis

La propioceptividad es considerada como el término complejo de la categoría “interoceptividad/exteroceptividad”; en efecto, en la experiencia de la significación , el cuerpo propio es la única entidad común al yo y al mundo; y, en la construcción de la significación, la operación de semiosis por la sumisión de la exterocepción a la interocepción, gracias a la mediación del cuerpo propio, permite la puesta en relación de un plano de la expresión (de origen exteroceptivo) y de un plano del contenido (de origen interoceptivo).

No existen categorías semióticas que pertenezcan a priori a la expresión o al contenido. En efecto, el isomorfismo de los dos planos de un lenguaje es específico de cada semiosis, y la relación entre expresión y contenido es redefinida en cada nueva enunciación; prueba de esto , por ejemplo, es la posibilidad de establecer , incluso en los límites de semióticas altamente convencionales, como las de los discursos verbales escritos, de cada discurso concreto, nuevos sistemas semi-simbólicos que redefinen y desplazan la relación entre el plano de la expresión y el plano del contenido.

En la perspectiva del discurso en acto y de la enunciación, la distinción entre exterocepción e interocepción puede ser desplazada en todo momento, y este desplazamiento está asegurado por la propiocepción. En otros términos, es la toma de posición del cuerpo propio la que determina la distinción entre exterocepción e interocepción: los efectos de interioridad y de exteroriedad dependen entonces enteramente de la posición que adopte el cuerpo-carne propioceptivo en el momento en que se instala como instancia enunciante. Esta concepción permite a la vez (1) evitar una reificación a priori (y sobre todo psicológica) de la interioridad y de la exterioridad, sometiéndola a la toma de posición de la instancia enunciante, (2) dar la iniciativa a esta instancia enuncianate mediante la toma de posición de su cuerpo.

De la figura al icono actancial

El cuerpo del actante

La nueva cuestión que se plantea es la del cuerpo del actante: no se trata ya de buscar actantes ene el cuerpo en actividad, sino de comprender cómo un cuerpo deviene un actante, que este actante sea el de la instancia de discurso en general , un actante de la enunciación o un actante del enunciado. Se trata también de pasar del actante concebido como pura posición formal, calculable a partir de una clase de predicados, a un actante concebido como una posición corporal, es decir, como una carne y una forma corporal, sede primordial de los impulsos y de las resistencias que subtienden la acción transformadora de los estados de cosas.

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Esto significa entonces que el actante es el punto de intersección entre dos procesos generativos convergentes; por un lado, en cuanto posición formal calculable a partir de los argumentos típicos de la clase de predicados, y, por otro, en cuanto posición corporal definida por desembrague a partir de la instancia de discurso, sede y operador de la semiosis.

La doble identidad del actante

Partiendo de la posición de la instancia enunciante, podemos considerar la definición del actante desde estos dos puntos de vista: el punto de vista formal y el punto de vista corporal, comenzando el análisis en dos instancias, la carne y el cuerpo propio.

Por un lado distinguiremos la carne, es decir lo que resiste o participa en la acción transformadora de los estados de cosas, pero que desempeña también, el papel de “centro de referencia”, el centro de la “toma de posición”. La carne sería la instancia enunciante en cuanto principio de resistencia/impulso material, pero además como posición de referencia, conjunto material que ocupa una porción de la extensión y a partir del cual se organiza esta extensión. La carne también es, a la vez, sede del núcleo sensoriomotor de la experiencia semiótica.

Por otro lado, distinguiremos el cuerpo propio, es decir, lo que se constituye en la semiosis, lo que se construye en la reunión de dos planos del lenguaje, en el discurso en acto. El cuerpo propio sería el portador de la identidad en construcción y en devenir, y obedecería en cuanto a él a un principio de fuerza directriz.

Por convención y sin ningún investimiento metapsicológico, consideraremos que la carene es el sustrato del Mí del actante, y que el cuerpo propio es el soporte de su Sí.

El Mí correspondería entonces, por ejemplo, en el caso de un actante del habla al “locutor como tal” (Ducrot), el individuo concreto que articula, que farfulla, que grita, etc.; también es, en razón de la toma de posición de la que es responsable, el centro de referencia del discurso, el punto de referencia de las coordenadas del discurso, y de todos los cálculos de retención y de protensión.

El Mí es entonces esta parte de Ego que a la vez es referencia y pura sensibilidad, sometida a la intensidad de las presiones y de las tensiones que actúan en el campo de presencia.

El Sí sería en cambio la fuente de las “miras” (a lo que apunta o se mira), el operador de las captaciones. Sería la parte de Ego que se construye en y por la actividad discursiva. Pero habría que distinguir aquí , al modo de Ricoeur, dos modos de construcción de esta identidad “en Sí”: por una parte, una constucción por repetición , por recubrimiento continuo de las identidades transitorias, y por similitud (el Sí-idem), y , por otra parte, una construcción por mantenimiento y permanencia de una misma dirección (el Sí-ipse).

El Sí-ipse sería la instancia de las “miras”, que reconoceríamos en la constancia y el mantenimiento de las “miras”; el Sí-ídem sería la instancia de las captaciones, que reconoceríamos en la similitud y en la repetición de las captaciones.

La identidad corporal del actante se analiza de este modo:

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El cuerpo del actante

Carne Cuerpo propio

Mí Sí- idem Sí-ipse (instancia de referencia) (instancia de captación) (instancia de Mira)

Podríamos ahora preguntarnos de qué modo esta tipología puede hacer compatibles la definición formal y la definición carnal del actante. Para ello es necesario desplazar la distinción entre estas dos definiciones: la definición corporal será proyectada sobre la de la carne (del Mí), porque es ella la que toma posición y hace referencia; la definición formal (como argumento típico de una clase de predicados) será proyectada en la del cuerpo propio (sobre todo del Sí-ídem), porque él es el que se construye en la actividad del discurso, y que, especialmente por repetición y similitud, es susceptible de constituirse como “clase de argumentos de predicados”.

Sin embargo la aporía no queda resuelta, solo es reducida: las dos definiciones dependen de una definición corporal, y la definición del actante como clase de argumentos de predicados en alguna medida queda “deformalizada” y “encarnada” ya que al remitir al “cuerpo propio” en construcción, aparece ella como una subcategoría de la definición corporal.

Pero la aporía puede resolverse si se considera ahora que ambas instancias, el Mí y el Sí del actante se presuponen y se definen recíprocamente: el Sí es esa parte de él-mismo que el Mí proyecta fuera de sí para para poder construirse al actuar; el Mí es esa parte de él mismo a la que el Sí se refiere al construirse. El Mí proporciona al Sï el impulso y la resistencia que le permiten ponerse en marcha hacia el devenir; el Sí procura al Mí esta reflexividad que requiere para medirse a sí mismo en el cambio. El Mí plantea al Sí un problema que tiene que resolver constantemente: el Mí se desplaza, se deforma y resiste, y obliga al Sí a enfrentar su propia alteridad, problema que el Sí se esfuerza de resolver ya sea por repetición y similitud, ya sea por “mira” constante y mantenida. El Mí y el Sí son en cierto modo inseparables, son el verso y el reverso de una misma identidad, el cuerpo-actante.

Fuente: Fontanille Jacques, Soma et séma, figures du corps, Maisonneuve&Larose, Paris,2004. (Versión en español, Soma y sema, figuras semióticas del cuerpo, Universidad de Lima, 2008

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