solo uno más

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La vi, la vi otra vez, no podía creerlo, todo parecía un sueño; la luz tras la ventana, el sosiego sobre la ceniza, el mar hecho llamas y la cadencia vuelta arrugas. Me encontraba lejos pero no podía estarlo de ti, seguías conmigo en cada momento, triste desde tu recuerdo, amargo desde tu desprecio pero esto era así. Una melodía que tendría un fin. Podrías tú inspirar hasta las más fuertes batallas, alimentar el ego de cada hombre, como un guerrero atravesado por un orbe. Era inconcebible, estar tú, estar yo, estar en las sinfonías de las discrepancias; un lucero fuera de un universo, como si perteneciese a la oscuridad para alumbrar tenuemente los cielos en esta época de frialdad. Oh alma, caen los rayos y suena la luna, callan los sabios y las pasiones nos conmutan; creemos en un orden pero lo alteramos, pensando que será igual. Tú alteraste mi ser con todo y su enfebrecer. Odie amarte tanto como se odia el placer que nos aleja de virtud, todo como un estoico con deseos helénicos en contra de toda su naturaleza. El huracán era tu esencia y las ansias de su menguar aumentaban fuertemente en mí, desesperado por encontrar algo diferente. ¡Escrúpulos! ¡Escrúpulos de miseria! La desidia como cualquiera y las riendas como fueran; fuera de nuestro dulzor, retornando a la deriva, fluctuante como un viento, resonante como el candor. García Pérez Rodolfo Alejandro

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Cuando una musa se va...

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Page 1: Solo Uno Más

La vi, la vi otra vez, no podía creerlo, todo parecía un sueño; la luz tras la ventana, el sosiego sobre la ceniza, el mar hecho llamas y la cadencia vuelta arrugas. Me encontraba lejos pero no podía estarlo de ti, seguías conmigo en cada momento, triste desde tu recuerdo, amargo desde tu desprecio pero esto era así. Una melodía que tendría un fin.

Podrías tú inspirar hasta las más fuertes batallas, alimentar el ego de cada hombre, como un guerrero atravesado por un orbe. Era inconcebible, estar tú, estar yo, estar en las sinfonías de las discrepancias; un lucero fuera de un universo, como si perteneciese a la oscuridad para alumbrar tenuemente los cielos en esta época de frialdad.

Oh alma, caen los rayos y suena la luna, callan los sabios y las pasiones nos conmutan; creemos en un orden pero lo alteramos, pensando que será igual. Tú alteraste mi ser con todo y su enfebrecer. Odie amarte tanto como se odia el placer que nos aleja de virtud, todo como un estoico con deseos helénicos en contra de toda su naturaleza. El huracán era tu esencia y las ansias de su menguar aumentaban fuertemente en mí, desesperado por encontrar algo diferente.

¡Escrúpulos! ¡Escrúpulos de miseria! La desidia como cualquiera y las riendas como fueran; fuera de nuestro dulzor, retornando a la deriva, fluctuante como un viento, resonante como el candor.

García Pérez Rodolfo Alejandro