solemnidad de todos los santos 2021

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Tiempo ordinario 2021 Todos los Santos Solemnidad 1 de noviembre de 2021 «Esten alegres y contentos porque su recompensa será grande en el cielo» «A Cristo lo han imitado los santos mártires hasta el derramamiento de su sangre, hasta la semejanza con su pasión; lo han imitado los mártires, pero no solo ellos. El puente no se ha derrumbado después de haber pasados ellos; la fuente no se ha secado después de haber bebido ellos. Tenedlo presente, hermanos: en el huerto del Señor no solo hay las rosas de los mártires, sino también los lirios de las vírgenes, y las yedras de los casados, así como las violetas de las viudas. Ningún hombre, cualquiera que sea su género de vida, ha de desestimar su vocación; Cristo ha sufrido por todos. Con toda verdad está escrito de Él: Nuestro Salvador quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad». San Agustín, Sermón 304.

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Tiempo ordinario 2021 Todos los Santos

Solemnidad 1 de noviembre de 2021

«Esten alegres y contentos porque su recompensa será grande en el cielo»

«A Cristo lo han imitado los santos mártires hasta el derramamiento de su sangre, hasta la semejanza con su pasión; lo han imitado los mártires, pero no solo ellos. El puente no se ha derrumbado después de haber pasados ellos; la fuente no se ha secado después de haber bebido ellos. Tenedlo presente, hermanos: en el huerto del Señor no solo hay las rosas de los mártires, sino también los lirios de las vírgenes, y las yedras de los casados, así como las violetas de las viudas. Ningún hombre, cualquiera que sea su género de vida, ha de desestimar su vocación; Cristo ha sufrido por todos. Con toda verdad está escrito de Él: Nuestro Salvador quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad».

San Agustín, Sermón 304.

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Comentario litúrgico-pastoral1 La fiesta de la vida. La Iglesia celebra hoy, con toda solemnidad, llena de alegría y gozo, la fiesta de una multitud inmensa de hombres y mujeres de toda nación, raza pueblo y lengua que, después de pasar por este mundo, han llegado a la casa del Padre y en ella viven dichosos, felices, bienaventurados, contemplando el rostro de Dios. Entre esos bienaventurados están también, y lo celebramos, muchos familiares y amigos nuestros. Pero no como difuntos, sino como vivos en el Señor. Porque nuestro Dios es el Dios y Señor de la vida, amigo de la vida. Por eso dirá Jesús a cuantos niegan su fe en la vida eterna: “No habéis entendido nada. Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos”. Y san Pablo escribirá a los primeros cristianos: “No quiero que os aflijáis como los que no tienen esperanza. Porque a los que han muerto en Jesús, Dios los llevará con Él”. La muerte cristiana está teñida de esperanza. Es humano dolerse por quien se va, algo nuestro se va con él. Pero sobre el dolor debe prevalecer la esperanza, la luz, el blanco, la Buena Noticia de Cristo resucitado, la noticia más luminosa y esperanzadora de la historia humana.

La fiesta de todos y cada uno de nosotros. Y hoy es también la fiesta de todos y cada uno de nosotros. Porque somos santos. Sí, lo somos. No por unos méritos adquiridos a base de esfuerzo personal, sino como don y gracia de aquel cuyo ser y nombre es “el Santo”, nuestro Dios y Padre, que ha puesto en nosotros su imagen santa como sello imborrable, como don incorruptible. Somos un pueblo de santos que hoy camina unido al encuentro con la gloria que un día se nos descubrirá en toda su plenitud, pero que hoy ya poseemos por el Espíritu Santo que se nos ha dado. Y no sólo a nosotros, los bautizados, sino a todo hombre y mujer que vienen a la vida. La santidad es el espíritu de Dios, el soplo de Dios en el barro humano, su aliento, su vida entera.

Un vivir agradecido al Dios Santo. Fieles a esta vida de Dios, a nosotros nos toca vivir ya como santos, movidos por el agradecimiento a aquel que nos ha amado. Podemos expresar el vivir cristiano en estas tres afirmaciones breves: Saber que el amor de Dios me envuelve. Aceptarlo con gozo. Y vivir agradecido. El amor de Dios me envuelve como un gran útero materno. Toda mi incipiente vida y mis primeros movimientos, mi nacer y mi crecer están envueltos en amor. Nada escapa a él. Soy engendrado, alumbrado y acompañado de amor. Después, debo saber aceptarlo: Dios me quiere, no por mis cualidades, sino porque soy suyo. Y no va a dejar de quererme, porque no puede negarse a sí mismo. Así aman las madres. Lo primero para una madre no es ni siquiera que el hijo la quiera, sino que el hijo se deje querer por ella.

1 AA.VV., Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios. Homilías. Ciclo B. Estella: Verbo Divino 2013, 281-283.

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Hay personas que no se creen dignas de ser queridas, por lo que sea. Y, sin embargo, Dios nos ama. Por fin, la única respuesta posible a este saberse muy querido es un vivir agradecido. Si así soy amado, ¿puedo vivir de otra manera? El agradecimiento es la forma emocionada y gozosa de devolver al Dios Santo la santidad que Él ha puesto en cada uno de nosotros. El motivo más fuerte del vivir cristiano no es el hacer méritos, sino el agradecimiento. Puesto que se me ha dado todo, voy a vivir agradecido a quien así me quiere.

Felicitarnos en vida. Y porque hoy es la fiesta de todos nosotros, hoy es un buen día para felicitarnos y recordarnos unos a otros mientras todavía vivimos. ¿Por qué no llenar hoy de flores nuestras casas? ¿Por qué no hacer participar a los vivos de las flores con que llenamos las tumbas de los muertos? ¡Qué alegría se llevará mi madre que ya está en el cielo si yo le llevo la mitad de ese ramo de flores a mi hermano que todavía está en la tierra, y a quien hace tiempo que no visito! ¡Cuántas lágrimas de alegría y de reconciliación brotarían de esas flores! ¡Cuánto color y calor en muchas relaciones negras y frías!

Los miembros dolientes de Cristo. Y una mirada también, y muy especial, para los santos más grandes de nuestro mundo y de la Iglesia, todos aquellos a quienes el mismo Jesús llama bienaventurados. Son los que no cuentan, la inmensa mayoría de la humanidad: los pobres y humillados, los que sufren y lloran, los misericordiosos y los necesitados de misericordia, los que tienen hambre de justicia y de pan, los perseguidos y calumniados por la causa del Evangelio. Sin ellos no tiene pleno sentido esta eucaristía que estamos celebrando. Ellos son los miembros dolientes de Cristo crucificado, la sangre derramada por nosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados. Debemos hacernos dignos de esa sangre, ofreciéndonos juntamente con ellos y con Cristo en el pan y vino que muy pronto vamos a poner en el altar. Así, y con ellos, también nosotros somos bienaventurados.

Textos proclamados: comentario a las lecturas 2

Apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua Primera lectura: Apocalipsis 7,2-4.9-14

La historia se va desarrollando poco a poco y está llegando a su término final. La apertura de los «siete sellos» -tal como se describe en el Apocalipsis impone un ritmo

2 Giorgio ZEVINI – Pier Giordano CABRA, Lectio divina para cada día del año, volumen 14: domingos del tiempo ordinario (ciclo B), Navarra: Verbo Divino 2011, 341-344.

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a esta duración y va mostrando sus componentes a medida que se revelan (capítulos 6ss). El fragmento de hoy se inserta entre el sexto y el séptimo -o sea, el último- sellos como una gran liturgia que, al mismo tiempo, crea expectativas y promesas para el futuro. Esta liturgia celebra, en efecto, la salvación ya presente. Esa salvación está destinada a una «muchedumbre enorme» (v. 9), a todos los «que vienen de la gran tribulación, los que han lavado y blanqueado sus túnicas en la sangre del Cordero» (v. 14). Se trata, por consiguiente, de una salvación universal, abierta a todos, en particular a todos los que se han visto sometidos de algún modo por la persecución (thlipsis, «tribulación», se convierte en el signo de toda persecución) y salen de ella purificados.

Como premonición y como signo de esta salvación, aparece un grupo elegido marcado con «el sello del Dios vivo». No está claro lo que significa este sello (¿se trata de una cita de Ez 9,4?, ¿de la unción bautismal?, ¿de la cruz?). Probablemente resulta más fácil identificar a los «ciento cuarenta y cuatro mil» (v. 4) que están marcados con él: son la plenitud del nuevo pueblo de Dios, el Israel renovado en todos sus componentes y puesto en la historia como signo de que el poder de Dios se revela en sus «servidores» (v. 3).

Veremos a Dios tal cual es Segunda lectura: 1 Juan 3,1-3

El presente fragmento forma parte de la sección de la primera carta de Juan centrada en la justicia de Dios (2,29-4,6). El distintivo que permite reconocer al que ha «nacido de Dios» es la capacidad de obrar la justicia y de no cometer pecado (2,29; 3,9). La adecuación de la vida a la justicia de Dios podría parecer una tarea desmesurada, pero esta carta nos ayuda a comprender que eso no es simple fruto de la ascesis o de luchas gloriosas: el hijo del Justo tiene la capacidad de obrar la justicia no por simple mérito suyo; la recibe más bien de quien le engendra a la vida (2,29), del mismo modo que quien recibe la luz es iluminado interiormente por ella y puede ver incluso cómo es Dios, sosteniendo su mirada (3,2ss).

La experiencia de la filiación divina, la experiencia de deber al Padre la propia vida de fe y de amor en los cielos {cf. 5,1-4) se repite varias veces a lo largo de la carta (tékna, téknia: 2,1.12.28; 3,1.2.7.10.18; 4,4; 5,2, mientras que el término hyiós ha asumido ahora una connotación técnica destinada a expresar la persona del Hijo de Dios: cf. 1,3.7; 2,22.23; 3,8.23; 4,9.10.14.15) y se revela, por tanto, como experiencia originaria de los cristianos. Si parece oscuro lo que falta aún para la consumación de esta filiación, es porque será revelada cuando se reconstruya nuestra semejanza con Dios (3,2).

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Textos proclamados: comentario al Evangelio 3

Esten alegres y contentos porque su recompensa será grande en el cielo Evangelio: Mateo 5,1-12a

El evangelio según Mateo puede ser estructurado en torno a cinco grandes discursos que acompasan el discurrir de los capítulos. El primer gran discurso, que tiene su comienzo en este fragmento, amplifica y despliega el anuncio profético originario de Jesús: «Convertios, porque el Reino de los Cielos está cerca» (Mt 4,17; cf. 3,2; 10,7). Es como una gran incrustación en la que temas y palabras se reclaman formando un cuadro global de gran efecto. En nuestro fragmento se puede subrayar, en primer lugar, la fórmula de las bienaventuranzas: todas están construidas siguiendo un modelo semejante. Se parte de la proclamación de la bienaventuranza, que se dirige siempre a categorías «débiles» en la historia, para anunciar que esta debilidad está puesta en las manos de Dios (éste es el sentido de la forma pasiva y del tiempo futuro de los verbos). En todas ellas, en efecto, la promesa contenida en la segunda parte corresponde a la expectativa de la primera. A los que lloran les corresponde el consuelo de Dios (v. 4); a los humildes, Dios les entregará la tierra (v. 5); a quienes tienen hambre y sed de hacer la voluntad de Dios (de justicia, según otras traducciones), Dios los saciará; con los que tienen un corazón misericordioso, Dios se mostrará misericordioso (v. 7); se mostrará plenamente transparente a los que tienen limpio el corazón (v. 8); tomará como hijos e hijas a quienes construyen la paz (v. 9).

De este esquema general se apartan, en cierto modo, la primera y la octava bienaventuranzas, que forman una gran inclusión, puesto que ambas prometen a «los pobres en el espíritu» (v. 3) y a «los perseguidos por hacer la voluntad de Dios» (la justicia, según otras traducciones) (v. 10) el Reino de los Cielos. Estas dos bienaventuranzas adquieren así una densidad especial, mientras que la última aplica este anuncio evangélico a la situación de persecución por la que pasa la comunidad cristiana (vv. 11ss). El «Reino de los Cielos» se convierte de este modo en el código que permite comprender las bienaventuranzas y, además, todo el Evangelio (cf., a título de ejemplo, las parábolas que se encuentran en Mt 13).

Finalmente, podemos subrayar el hecho de que haya una última expresión ligada al Reino de los Cielos: se trata de la expresión «voluntad de Dios» («justicia», según otras traducciones) (5,10; cf. 6,33). Su sentido no corresponde a ninguna actitud legalista, que, en 5,20, está incluso condenada expresamente. Voluntad de Dios o justicia remiten, aquí y en otros lugares, al designio del Padre sobre la historia y a la

3 Giorgio ZEVINI – Pier Giordano CABRA, Lectio divina para cada día del año, volumen 14: domingos del tiempo ordinario (ciclo B), Navarra: Verbo Divino 2011, 344-346.

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transformación que Dios mismo provoca en la misma; de ahí que la exhortación final de esta primera parte del evangelio, a primera vista excesiva, sea en realidad anuncio de la verdad del cristiano como hijo de Dios: «Vosotros sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto» (v. 48).

Textos orados: comentario a la oración colecta 4

“Nos has otrogado celebrar en una misma fiesta los méritos de todos los santos”. Desde muy antiguo la Iglesia gozó en recordar a su héroes y mártires porque, gracias a su generosidad y a su sangre el Reino de Dios fue abriéndose paso en medio de dificultades, persecuciones y situaciones aparentemente insuperables. El culto a los mártires generalmente tuvo siempre rostro humano; es decir: en todas las Iglesias cuidaron de escribir las Memorias de los mártires con sus nombres concretos y sus epopeyas precisas. Pero pronto también la Iglesia fue uniendo a la memoria de los mártires la memoria de todos aquellos y aquellas cuyos nombres fueron inscritos en el libro de la vida del Cordero (cf. Ap 21,27). ¿Cómo cuajó una fiesta en honor a todos los santos en el seno de la Iglesia Universal? El cardenal Shuster, tan documentado y poderado siempre hace una breve síntesis puntualizando que ya en el siglo IV hay constancia de una fiesta colectiva de los mártires, celebrada en la Iglesia de Siria. Los bizantinos no se quedaron atrás y “contagiaron” a la Iglesia de Roma. El camino hacia la fiesta universal fue haciéndose poco a poco, si bien en el siglo VIII esta costumbre había tomado plena carta de naturaleza. “Concédenos la deseada abundancia de tu misericordia y tu perdón”. Los que estamos celebrando aquí en la tierra esta solemnidad, no solamente nos sentimos sino que nos sabemos pobres pecadores que pedimos ser aceptados en la asamblea de los santos (cf. Canon romano). ¿Cuál sería la abundancia de esa misericordia y perdón que imploramos? La tenemos descrita con trazos sublimes en la parábola del Padre misericordioso (Lc 15,1-32). “Por esta multitud de intercesores”. Esos santos anónimos, esos que oran y cantan, esos que han venido de la gran tribulación (cf. 1ª lectura), ¿interceden? La Iglesia lo afirma decididamente. ¿Dudamos? Si Jesús tiene la misión de interceder por nosotros ante el Padre (cf. Jn 14,2-3; 1Jn 2,1-2), a los que nos llevé con él, ¿podrá, querrá, enseñarnos otro oficio distinto del de interceder?

4 C. URTASUN, Las oraciones del misal. Escuela de espiritualidad de la Iglesia, Barcelona: CPL 1995, 760-763.

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Todos los Santos Solemnidad

1 de noviembre de 2021

Oración universal

Hermanos, en este día de Todos los Santos, dirijamos nuestra súplica al Padre eterno, fuente y origen de toda santidad, diciendo:

R/. Por intercesión de todos los santos, escúchanos Padre

† Por el Papa, los obispos, presbíteros y diáconos. Que vivan la santidad en el ejercicio de su ministerio para guiarnos hacia a Dios.

† Por el sínodo de la sinodalidad, para que todos realmente nos sintamos piedras vivan en la construcción de una Iglesia cada vez más santa.

† Por los gobernantes, para que llenen sus corazones de la gracia de Dios, y puedan tomar decisiones sabias y santas, para beneficio de quienes les han sido confiados.

† Por todos los hombres y mujeres, para que aún en medio de las fatigas y dolores de cada día, descubramos una oportunidad para crecer en gracia delante de Dios.

† Por esta asamblea, para que recibamos con un espíritu puro los manjares de la mesa de la Palabra y de la Eucaristía.

Padre bueno, atiende benignamente las preces que tu pueblo santo, intercediendo por toda la humanidad, te dirige en esta solemnidad de Todos los Santos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.