sobre nuestra relación con dios

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Juan 6,55-56.60-69 Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Al escucharlo, cierto número de discípulos de Jesús dijeron: “¡Este lenguaje es muy duro! ¿Quién querrá escucharlo?”. Jesús se dio cuenta de que sus discípulos criticaban su discurso y les dijo: “¿Les desconcierta lo que he dicho? ¿Qué será, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir al lugar donde estaba antes? El espíritu es el que da vida, la carne no sirve para nada. Las palabras que les he dicho son espíritu y vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen.” Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién lo iba a entregar. Y agregó: “Como he dicho antes, nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre.” A partir de entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y dejaron de seguirle. Jesús preguntó a los Doce: “¿Quieren marcharse también ustedes?” Pedro le contestó: “Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.” ¿Quién puede entender estas palabras? ¿Por qué es duro este lenguaje? Es duro porque Jesús se dona totalmente. Es duro porque no es un lenguaje según la mentalidad del hombre, lo es según la mentalidad de Dios. Es duro porque nos dice que tenemos que cambiar nuestro punto de referencia existencial: Lo feo no nos es difícil de entender, más bien lo es lo hermoso. Este discurso nos llama a hacer un salto cualitativo. El registro no es de la lógica del intercambio, «doy y recibo». Jesús se dona totalmente, no nos impone recibirlo. Jesús deja el espacio para nosotros. Deja el espacio para nuestra libertad. No está contra mí. «Nadie viene a mi si el Padre no se lo con-cede». Nosotros no sabemos servir a Dios. No es fácil hacerlo. La historia de Israel es una de mil traiciones. Decimos muchas veces

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Una meditación sobre el Evangelio según San Juan 6.

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Page 1: Sobre Nuestra Relación Con Dios

Juan 6,55-56.60-69Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Al escucharlo, cierto número de discípulos de Jesús dijeron: “¡Este lenguaje es muy duro! ¿Quién querrá escucharlo?”. Jesús se dio cuenta de que sus discípulos criticaban su discurso y les dijo: “¿Les desconcierta lo que he dicho? ¿Qué será, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir al lugar donde estaba antes?

El espíritu es el que da vida, la carne no sirve para nada. Las palabras que les he dicho son espíritu y vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen.” Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién lo iba a entregar. Y agregó: “Como he dicho antes, nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre.” A partir de entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y dejaron de seguirle. Jesús preguntó a los Doce: “¿Quieren marcharse también ustedes?” Pedro le contestó: “Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.”

¿Quién puede entender estas palabras? ¿Por qué es duro este lenguaje? Es duro porque Jesús se dona totalmente. Es duro porque no es un lenguaje según la mentalidad del hombre, lo es según la mentalidad de Dios. Es duro porque nos dice que tenemos que cambiar nuestro punto de referencia existencial: Lo feo no nos es difícil de entender, más bien lo es lo hermoso.Este discurso nos llama a hacer un salto cualitativo. El registro no es de la lógica del intercambio, «doy y recibo». Jesús se dona totalmente, no nos impone recibirlo. Jesús deja el espacio para nosotros. Deja el espacio para nuestra libertad. No está contra mí.

«Nadie viene a mi si el Padre no se lo con-cede». Nosotros no sabemos servir a Dios. No es fácil hacerlo. La historia de Israel es una de mil traiciones. Decimos muchas veces que no o que sí. De hecho, después de este discurso, muchos abandonan a Jesús. Pedro dice: ¿a quién iremos? Pedro acepta a Jesús, él que lo traicionará tres veces. Nuestra fuerza no está en el entender todo, en dominar toda situación. Tenemos una mentalidad en la que, según nosotros, si tenemos que elegir a Dios, lo elegimos, punto y basta. Pero, nuestro sí es un sí que tenemos que re-darlo continuamente. Pedro dijo sí una vez. Y, deberá decirlo nuevamente. Muchas veces. Al menos tres más.

No todo depende de nosotros, la aceptación de Dios, que no se puede hacer sin nuestra cooperación a Su concesión. Y, esta aceptación implica constante crecimiento, corrección, consciencia de nuestra no-definitiva-elección.

Page 2: Sobre Nuestra Relación Con Dios

No podemos estar frente a Dios como quien ya comprendió todo. Como quien ya resolvió todo de Él. Todos estamos magníficamente en riesgo. Nadie de nosotros puede decir: «esto yo no lo haré jamás»; o «yo nunca te abandonaré». No lo sabemos. Pero, podemos admitir nuestra debilidad y dar un salto de maduración en la relación.