sobre la mentira

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    (t,-Hf-FraE-J.AE-+fr

    Suln'c la rmentira( icl'olamo Cardano!l irhel cle Montaigne

    M rteo AlemnIt olrert Burtonl"r'ancis Bacon

    | ,t M othe le VayerPio RossiVauvenarguesl)cnis Diderot,f .ir tt-.f rcques Rousseaul"c(|rlr Dostoyevslcill, rl rcrt Louis Stevenson

    UNIVERSITAT DE VruTruCNBiblioteca| ililr ilil ililt ililt ililt ililt il]t il]t ilil |lilt ililt ilil il|l800021 27699

    L7348

    lllililtltlll

    IIIfIIIIIIr

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    ,Mcntir es ir contrala mente? O, por elr'olllrario, la mentira y la duplicidad son con-sustulciales al hecho mismo de pensar? Est:l clisilnulo el rasgo diferenciador del animalhunlulo'l En el fondo, como se afirma,rcsulta rns fcil decir una verdad que unarnentira? No cabe sospechar, con Rousseau,qlre el hombre embustero es, paradjicamen-te, una expresin de la generosidad humana?,Es la literatura tra verdad de la mentira?,Tienen los rusos, una propensin natural alengao, segn larnenta Dostoyevski? Estas yotras cuestiones han sido motivo de preocu-pacin, inquietando hondamente a los euro-peos modernos desde que el humanismorenacentista descubri ese inmenso conti-nente del Yo, del individuo moderno y suscomplejas relaciones con los otros.Grandes figuras de las letras europeas-desde los primeros exploradores de lamente moderna, como Cardano y Montaignehasta grandes fabuladores como Stevenson yDostoyevski, pasando por filsofos de latalla de Bacon, interesantes pensadores des-conocidos en Espaa, como el escptico LaMothe o etr autor del Lxico de la mentira,Pio Rossi, desengaados barrocos cornonuestro Mateo Alemn, estudiosos de lamelancola corno Burton, lcidos ilustradoscomo Diderot, aforistas como el inditoVauvenargues o sinceros prerromnticoscomo Rousseau- componen un paisaje querecoge 1o ms inteligente de cuatrocientosaos de reflexiones sobre una prcticadenunciada,, compadecida o tolerada por ine-vitable, pero siernpre bajo la conviccin deque hablar de la mentira es la manera msvaliente y cruda de ir al fondo de lo humano.

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    Sobre la mentira

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    Sobre la mentiraCardailo, Simulacin y disimulacin

    Montaigne, Los mentiro.ro,sAlemn, El arte del engao

    Burton,, La risa de DemcritoBacon, Qu es la verdod?La Mothe, La verdad es verdeRossi, Lxico de la mentiraVauvenargues, Una idea del mundoDiderot, Duplicidad y tirana

    Rousseau, EI dao y la ficcinDostoyevski, (Jna escena rusaStevenson, La verdad en eI trato

    cuatro. ediciones

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    ti i!4, f; f ',.r./l:',J ;-r I ; tTraducciones: Rosario Ibaes, Miguel ngel Gonzlez Manjarrs,, Mara Bolaos

    qz

    O cuatro. ediciones, 2001Derechos: cuatro. ediciones, 2001Valladolid, tel.: 983 350 695. Fax 983 392 229Edicin: Mauricio JalnDibujos interiores: Miguel ngel, Mujer cubierta (c. 1500)Goya, Moz.o de cuerdaDistribucin en Castilla y Len (excepto Soria):LIDIZ.A, Avda. de Soria, 15. 41193 La Cistrniga (Valladolid)Distribucin en el resto de E,spaa:SIGLO XXI. Camino Boca Alta, 8-9. Polgono El Malvar

    28500 Arganda del Rey (Madrid)Imprime: Grficas Andrs Martn, S. L.Paraso, B. 47003 ValladolidISBN: 84-931403-2-5Depsito Legal: VA. 373 .-2OOlImpreso en Espaa. Unin Europea

    INTRODUCCION

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    SOBRE LA MENTIRAres desconocidos en castellano, eue se sitan en pleno sigloXVII.Luego, el siglo de las Luces, claramente francs, estrepresentado por unos aforismos de Vauvenargues, tan valio-so como poco frecuentado, por dos ensayos recuperados deDiderot y un texto del ms clebre escritor sobre la mentira,Rousseau. Estas figuras, complementarias entre s, hacen deumbral de la centuria donde agonizar el antiguo Rgimen,tiempo en que se disolvern ciertas formas de la civilizacinabriendo paso, tras la Revolucin, a otro mundo de valores,expresivos e intelectuales.Por ltimo se han recuperado aL menos las palabras dedos autores del siglo XIX; pues sucede que Ia libertad deexposicin y, sobre todo, la densidad expresiva decimonni-cas significaron un retrato a la vez social e individual; yDostoyevski y Stevenson son excelentes diapasones delnuevo trato que va establecindose con la palabra, la familiay Ia nacin. Y su escenificacin literaria afect a los senti-mientos y a las ideas contemporneos.De esta forma, el libro se cierrahacia 1900, si bien es ver-dad que cien nuevos aos de prctica del engao y de equili-brios de la verdad se han deslizado desde entonces. Pero todose complic ms en un siglo XX al que nos referiremos depaso al final, y en que la pretensin de certeza o la imposicinde la mentira alcanzaon unas altas cotas de crueldad.Lo repre s entacin moderna

    Por qu elegir aqu a los modernos? Por ese complejo que los define y hace ms atractivala determinacin de la mentira; por Ia aparicin de una formanueva de representar elrnundo, ms compleja y retorcida; porel poderoso auge del escepticismo, apoyo de las modernasciencias y fuente de nuevas ideas morales.Como contraste con el deseo de precisin y tidelidad enreproducir lo real, eo esa etapa se va complicando la nocinde verdad: lo claro parece mezclarse ms confusamente conf rt f'alscclad, la incertidumbre,la infidelidad o la impotencia.

    INTRODUCCION

    lncluso nuestra amalg ama moderna de espontaneid ad,receptividad y relativismo, de presunta libertad individual yde sumisin abstracta a ideales ignotos tiene que ver conuna idea conflictiva de verdad, tal y como se emp ez6 a reco-nocer en el Renacimiento. Como deca Leon BattistaAlberti, hacia 1430,los nuevos saberes y artes no suponenun conocimiento libre y sin obstculo2. Antes al contrario,las oscuridades y cortapisas a las que se enfrentan remiten ala >, Si bien precisamente seme-.jante dificultad es la que espolea el cultivo del pensamien-tr), la propia creacin, el terreno tan incierto y crudo de Iat'ultura.Y es que por entonces se resalt de un modo singular elt'ultivo de la mente, y el tipo de saber que se le asocia, el cul-tural, ha de centrarse en los equilibrios de Ia verdad, y porcnde en las falacias, en los rodeos, incluso en la indiferencia.lis esta curiosa actividad human a la que pone todo en entre-tlicho, y por ello los fundadores o recreadores modernos de lacultura pueden hablarnos mejor de la ambivalencia de todorr uestro comportamiento civllizado.Sin embargo, sera una ceguera olvidar a los antiguos. Yairl iniciar el cuarto captulo de El patrauelo, impreso en1567, escribe Timoneda: >3.Su patraa habla de la justicia invetetada, de IaAntigedad clsica, tan presente ahora en las letras europeas.

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    1l0 SOBRE LA MENTIRAEn estas lneas tan llanas, verdad y mentira aparecen sep ara-das netamente y remiten a la costumbre, as como a la liber-tad o a la fama, a la ley y al castigo. Timoneda se inspir enlos italianos que revitalizaron el pasado -Boccaccio,Bandello, Ariosto-, as como en las Gesta romanorLm, enApuleyo y hasta en Herdoto, el influyente narrador de his-torias, tradiciones y curiosidades antiguas. Sin olvidar en elfondo, como todo narrador, cierto empuje homrico.Mnima historia de la mentira antigua

    Por supuesto que los engaos, estratagemas y disimulostienen un papel deterrninante en la fundacin del mundo,segn los mitos griegosa o los de cualquier zona del globo.Toda la ficcin, todo afte de fabular, arranca de paradojas y deardides. A menudo se le motej a Homero de 'mentiroso', defabulador, pero como poeta no tena que calcar una realidadhistrica, sus relatos slo remitan a s mismos (a la eficacrayla seduccin narcativa), eil contraposicin con otra fuente ima-ginativa de nuestra cultura,Ia Biblias. El mundo homrico, laspalabras de la llada y quiz especialmente la Odisea, preten-de contarnos un universo que no oculta ms seas que lascomplejidades y las ambiciones de los humanos.Aunque de modo distinto, en otro viejo maestro, Her-doto, se combinaron inextricablemente la mentira y su rival,la veracidad, zI narra la vida de los hombres. Por un lado,Herdoto pona la verdad por encima de los otros valorescvicos rechazando de plano Ia falsedad; por otro, comopadre de las humanidades , era sin duda el legitimador de lasverdades imperfectas y de esa ambivalencia valorativa queser maestra de los modernos. De hecho, si Lorenzo Valla tra-dujo a este testigo y enjuiciador de humanos, en 1414, y fuedefendido en el siglo XVI, tambin se rechazaron muchos desus relatos fabulosos (segn Vives, F{erdoto sera el ; .\rrr e rtrbargo, aade Scrates, .Irsta discusin semisofista sobre la veracidad se verri.!'orrclucida, paso a paso, en el Crtilo o en la Repblica o lasI r'\',,r'/ donde se elogia ya, abierta y radicalmente, la verdad.| )r, !.sta defensa platnica, y de su propia actividad acadmi-r *r \1 c'ientfica, saldr la reflexin de Aristteles sobre la cer-rr./ir Lll todos los planos, histrico, tico y lgico8. Con ambos\ r'on sus sucesores emerge -quiz por encima de 1o dems-*"1 r: igantesco terreno de la poltica, y por tanto el mundo del,r 'rlif icultad de la accin' y de sus trampas asociadas. Sur ntlil'icacinprctica fue diseada, de hecho, etr las , pues el odio nace de ella. Y es que elgrrrrlrlcma de la certeza se repite y enriquece con la difusinrlt. tnrrtas enseanzas y narraciones por el Mediterrneo, mar-t -rrlirs por el individualismo grecorromano: prolifera el reino,1,. lrr ralabra privada,, donde no hay ningn lmite paru la fal-..,.rlrrl., segn reconoca otro autor con autoridad paru losrirr rtlcrnos, Sne cae .I)oco despus, en el siglo II de nuestra eta,, el ms rico inte-It.t'tualmente de la tarda Antigedad, se har un balance plural

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    SOBRE LA MENTIRA

    de este problema. Por muy diversos caminos, Plutarco,Luciano, Sexto Emprico u otros escritores de gran talla, en esacenturia dominada por la lengua griega, expresan un modo decontemplar Ia realidad que marcar nuestro futuro. AsPlutarco escribe sobre el charlatanismo falaz, sobre cmo dis-tinguir a un amigo de ese adulador , o tambin sobre cmo obtener provecho del enemigo,que influir en Montaigne o en Rousseaue entre tantos otroslO.El mejor irnico del pasado, Luciano de Samosata, retra-ta literariamente al mentiroso: (El aficionadoa la mentira). A cambio, en la llistoria verdadera, defiendela libertad de inventar historias y el necesario 'descrdito' dela ficcin --; afirmando que 1l.Finalmente, y desde una perspectiva ms terica, la pre-sencia del escepticismo de Sexto Emprico -importante en larnoderna conciencia, junto con el desarrollo, por entonces, deuna segunda sofstica- es cructal a la hora de quebrar muchascertezas no filtradas por Ia razn|2. Pero faltaban muchossiglos para que se multiplicaran esas voces, morales, litera-rias, crticas, en los tiempos turbulentos del Quinientos.Ecos del mundo bblico

    En ese mismo siglo II, tras el empuje de las nuevas reli-giones, el cristianismo haba logrado una notable expansin.La idea de 'verdad' se haca ms complicada todava, al

    rL* ll{r ll)tlcctN*e,ttrriir nuevas capas y vetas; de techazo, aparecia comor.n\r.ria en el ttulo de un conflictivo escrito debido al filso-tr r lilrrttinico Celso, Discurso verdadero contra los cristianos.I I ,,l,ibro>> por antonomasia, poco a poco dominante, y losrf sr.\,os textos y versculos -la nueva cultura que se difunde-*fur.r'r'rn expresar un nico mundo verdadero, desearanf rrlf ,)r..r'irr con una doctrina sencilla pero inalcanzable y con unallrrnlr:sa segura aunque medio velada.L beligerancia entre la piedad antigua y La nueva va ai r rlrr ' Lrn papel decisivo en un par de siglos ms, aunque surjar"lrrltrip una amalgama formada tanto por certidumbres y visio-sr"h rrggplatnicas como por nonas y decisiones agustinianas,rrrrrrirlls de la Bibtia. Ya enl-as confesiones deAgustn, aIaYezr.rr lu'illrntemente personales y tan monolgicas, el problema deLr r r..r'rlucl cobraba un aire muy distinto al anterior (no en vano,"**li.rrriis., dice 1

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    SOBRE LA MENTIRAhipocresas y embustes, de

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    SOBRE LA MENTIRAexterna. Su vocabulario circular de conceptos -acusar, dupli-cidad, amistad fingida, artificio, calumnia, maledicencia,secreto, simulacin- es un gran panel de voces mentirosasque nacen de un nico Mal de fondo.En los mdrgenes de la razn

    Media centuria despus, la poco potica pero caIlustracin va a ir en pos de la terna saber, bien y verd ad, apar-tndose del absolutismo teolgico y luchando ahora con diver-sos males insalvables, humanos y concretos. Si todo el proble-ma del mal se reformula (ya no se busca su origen singular), elde la mentira asimismo se descentraliza, se multiplica, sediversifica. Lamatriz simblica divina se atena o se diluye, yla cuestin de la verdad se hace ms relativa, pero sigue sien-do acuciante: se buscan las causas de la mentira social y susposibles teraputicas2l . Un Voltaire, por ejemplo, se bate con-tra las trampas del nuevo hervidero civil; por ejemplo, en sucontribucin ciudadana a L'Affaire Calas, donde forcejea condenuncias y juicios calumniosos. Tambin el problema de Iafalsa acusacin brilla en la entrada

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    20 SOBRE LA MENTIRAnajes y tramas novelescas, ahora las trampas o las mentirascobran variados coloridos en las redes sociales, familiares eindividuales: la mentira amorosa era un hilo clave del mlti-ple trato social. El fraude conyu gal puede ocuparlo todo,como en El coronel Chabert, de Balzac, que narra una su*plantacin matrimonial que destruye al protagonista.Leopardi reconocer que 3r. Y es que los narradores del siglo XIX recoffen lastrampas del lenguaje veraz, escriben a menudo sobre las fala-cias y los clculos de la vida diaria,lo hagan en francs, ale-mn, portugus, espaol o ruso, sean Stendh a132, Eichendorfo Heine, Castelo Branco, Flaubert, Clarn o Turguniev. Elteatro de la verdad es ahora el del relato, y el prestigio que lanovela decimonnica sigue manteniendo hoy puede provenirde ese escenario tan vivo e irreductible, donde los cientos deargumentos y formas de nafrar son otras tantas variacionessobre el comportamiento humano, de pronto reformuladoante la sociabilidad que se instanra, dominada por el entornofamili ar y la figura paterna. No obstante, segn diagnosticaVirginia Woolf, todos esos escritores que se definan comoveraces, al ofrecer un -tras suscitar la sensacin de realidad fsica o exis-tencial-, 33.Por su fuetza, elegimos aqu dos ensayos de timbre muyliterario, un artculo de Dostoyevski3a sobre la mentira deL873, Que mezclalafalaciacon una inseguridad de su nacin,conflicto propio de su centuria; y otro como remate, del lumi-noso Stevenson, un lector temprano y asiduo de Montaigne.Hombre de letras absoluto, preocupado como pocos por laamistad y por la fran queza -as en El seor de Ballantrae-,logr fundir ese contraste con refinada violencia hasta en susrelatos ms neutros. La verdad en el trato, L879, anima todaslas cuestiones abordadas, incluyendo el papel de la ficcin enla vida y todas las forrnas del engao, de la duplicacin des-garradora (,.e1 odio a mi otro yo>) y del disfraz.

    ', I [{( )l)ucclx[)or supuesto, hubo otras reflexiones capitales, aunque

    r r)f'r Lrn tono ya algo distinto. Henry James escribl, ott 1888,,*rl)r'e el arte del relato, su malignidad, su mentira necesariar rrrrnbin su podero, tan denostado por diversos poderes,lrrl\itivos o religiosos. Por esos aos finiseculares se planteatr,ur interrogantes sobre el inmoralismo o sobre la posibilidad,il. una nueva moral. Otros dos textos,hoy en da difundidos,r nrncidan con 1 en la perspectiva esttica: Oscar Wilde, erItt tlet'udencia de la mentira, de 1889, diagnostica que elrrr'rSo clel mundo ficticio -de todo afte ilusorio o 'deforma-,hu'-- supona el fin de toda literatura. unos aos antes, elrrvrrl Nietzsche, en Sobre verdad y mentira, reivindicaba ya"1 irnpetu del hombre en la construccin de metforas| ."rrrrrulso fundamental del que no puede prescindir ni un solo**rtnnte>>), describiendo Ia verdad como 35.\nn tambinpiezas maestras de nuestra conciencia desgarra-,l*1, y pueden hacer de espejo para estas otras aqu escogidas.f ,rr Stevensor, en todos los textos que le han antecedido, hayurlrl gran expresividad personal aunque tambin se aprecia{rn;r sobresaliente invencin de argumentos.

    I rtt,qntentacin, hostilidad y verdad de la iusticiaAnaLtzar textos a pafitr de 1900, aproximadamente, exi-

    orria un libro de naturaleza muy distinta a ste: por un lado,lurlrr'a de ser ms terico y, por otro, estara ms unido a Iatrrrtoria material de los hombres, a sus conflictos civiles msl-rr'rrrantes, a las manifestaciones ms decisivas del poder.\rlclrs, el choque entre ideas, vidas, organismos sociales yf .rr'riones se acentu tanto en el siglo XX que Sobre la men-tn'(t -centrado en el ensayo moderno de sesgo moralista-,,lt.trc limitarse a recordarlo, aceptando que su perspectivarrri zr sea dolorosamente incompleta.l,r idea de falacta ha cobrado otra dimensin ante losfr.nritltenos de masa propios de esa centuria. Los embustesrn;rsivos, las hipnosis de las colectividades, las homogeniza-r runcs forzosas han oscurecido todo dilema simple entre ver-

    2I

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    SOBRE LA MENTIRAdad y mentira. Ciertas mentiras basadas en la propaganda, enlas promesas ante una aglom eracin artificial de personas, eola obediencia forzosa son artificios de otra escala, aunqueremitan adems tanto al odio y a la difcil sinceridad como,sobre todo, a las exclusiones individuales. En su rcvista LaAntorcha, public ada desde 1899 hasta 1935, Karl Kraushabl del inminente matadero, del comercio blico y et char-latanismo ensordecedor, de la fragmentacin e incongruenciaindividuales que les viene aparejados.Cumplidas sus premoniciones, siguen vigentes sus adver-tencias sobre otras plagas, dada la proliferacin de ffatamien-tos excelsos o robos de altura, y de soluciones finales oexpulsiones parciales. La nueva mentira, en suma, habr deser contrarrestada por la defensa de otra equdad, indiscuti-ble, pues la justicia nunca podra deconstruirse3o. El psimoreparto de bienes y territorios, decisiones y palabras hace quela verdad deba brillar en un horizonte ideal, aunque se halle,eso s, en las fronteras de lo indecible.Ahora bien, aunque la hostilidad generalizada deformecualquier apariencia de lo verdadero, Ia mejor literatura hasabido detectar esa patolo ga.Deca un portavoz de Kafka enEl castillo: 37. As que este paseopor la mentira o las mentiras modernas -siguiendo la orillaliteraria de la variedad humana- puede acaso ser un ensayoprevio para abordar esa otra difcil verdad de justicia que sesupe{pone ala franqueza o a la mendacidad individuales.

    M. J.

    SOBRE LA MENTIRA

    I-Acaso no sabes que la verdadera mentira -por llamarla as- es odia-tl;r tanto por todos los dioses como por los hombres?-Qu quieres decir?-Que nadie est dispuesto a ser engaado voluntariamente en lo quelriis le importa. Teme ser engaado con relacin a s mismo y con respec-tu a las cosas.-No te entiendo an.-Lo que ocurre es que piensas que hablo de algo excepcional. Pero lotrre quiero decir es que 1o que menos admitira cualquier hombre es sert'rrgaedo por alguien y estar engaado en su alma con respecto aIa reali-,lrrtl. Sin darse cuenta, alojaah la mentiray la retiene, y esto es 1o que ms

    tle tcsta.-Sin duda.-Y lo ms correcto es llamar a esto, como dije, una

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    SIMULACIX Y DISIM{.JLACIOI{

    ilQu es la mentira? No todo el que dice una cosa falsa miente, si esque cree u opina que lo que afirma es verdad.Ladiferencia entre el creer yel opinar es que, quien cree que algo es cierto, siente a veces que ignora loque cree, aunque no dude en absoluto de ello si es que lo cree rotunda-mente; pero el que 1o opina, piensa saber 1o que efectivamente ig-nora.Quien expresa lo que cree u opina interiormente -aunque sea unerror-, no miente. Supone que es as 1o que enuncia , !, ztrzstrado por dichacreencia, lo expresa tal como 1o siente. Sin embargo, no estar exento defalta quien, aunque no mienta, cree lo que no deba creer o juzgaque cono-ce 1o que efectivamente ignora, aunque ello sea verdad, pues tiene porconocido lo que desconoce.Por tanto, dir mentira quien, teniendo una cosa en la mente, mani-fieste otra distinta con palabras u otro signo cualquiera. Y as se dice que elmentiroso tiene el corazn doble, es decir, tiene un doble pensamiento:uno, el que sabe u opina que es verdad y se calla; otro, el que dice algo pen-sando o sabiendo que es falso.Se puede decir un error sin mentir, si quien 1o expone piensa que escomo lo dice; y se puede decir una verdad mintiendo, si quien lo expresapiensa que dice una falsedad y la quiere hacer pasar por verdad, aunqueefectivamente lo sea. Al fiel y al mentiroso hay que juzgarles no por la ver-dad o la falsedad de las cosas sino por la intencin de su mente.

    Agustn de Hipona, Sobre la mentira, $ III

    GnnolAMo CannaNo

    ile' ltt simulacinlln el engao hay una parte que destaca especialmente: la\urlulacin. De ella es de la que ms nos beneficiamos y con

    l;r rue ms disfrutamos. Es un grave error no hacer uso de laqllnulacin con quienes, ? Su vez, suelen hacer uso de ella, ylu'ilcticarla en cambio con gente inocente y con quienes, porsu ingenuidad, confan en nosotros. Tal era el precepto delrur:ta: ,,A quien simule con palabras ser tu amigo sin serlo der ()r'rzn, lhaz t tambin 1o mismo con l: el arte se burla as('rln cl arte>>1.[-a simulacin es doble, de obra y de palabr a. La de obra\r' rla cuando fingimos amar 10 que odiamos, albergar espe-irnzlrs en lo que tememos, querer 10 que no queremos, o aIrr.vds . La simulacin de palabra se produce cuando fingimoss;rbcr lo que ignoramos o ignorar 10 que sabemos2.l-a simulacin es absolutamente necesaria, sobre todot'rriuldo tratamos con personas muy poderosas; de ah querr.sulte tan habitual en las cortes, y desde luego en el trato congubcrnantes y prncipes. He decidido hablar de ella con todorlctrlle por constituir casi el captulo ms importante de miuhr'r3. En cualquier tratado sobre el hombre, la simulacinr,iene a ser su argumento genuino y bsico, 1o mismo que latrre rza 1o es en uno sobre animales y la sabidura en uno sobretlioses.La simulacin, como venimos diciendo, es de dos tipos:fntir lleva mezcla de embuste, es vergonzosa e infame, yrr:iLrlta indigna de todo hombre, particularmente del hombretlr,.trien; la otra no trae aparejada mentira alguna. I{o obstan-ft, cse primer tipo de simulacin se distingue de la mentira en

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    26 SOBRE LA MENTIRAque se efect(ta con gestos, obras y palabras que no revelan unconocimiento perfecto de Ia situaci n, en tanto que el puroembuste slo consta de palabras que, adems, encierranmanitiestamente una opinin falsa.La petversa naturaleza de los hombres les hace creer quees lcito practicar la simulacin con todos sus semejantes,excepto con los amigos; la mentira, en cambio, la empleancon quienes les han causado algn dao de manera injusta.Las personas deshonestas consideran gue, de algn modo,resulta tambin lcito practicar la mentira con los enemigos.Y slo los que son de una malevolencia extrema piensan lomismo respecto a Iaprctica del engao con los amigos. Pormi parte, nicamente permito de buen grado el empleo de lasimulacin con quienes nos han causado un dao injusto; lamentira, en cambio, con nadie, por ms prfidos que seana.En este punto se nos plantea una duda digna de conside-racin: le sera lcito mentir a quien vive bajo potest ad, ajena,cuando se lo manda su patrn y aun siendo para un fin justo?Todos sabemos que se permiten muchas cosas que no mere-cen alabanza alguna, y que ni siquiera son lcitas: sta es unade ellas. En principio, pues, hay que consid erar quines sonlas personas con las que resulta lcito simular, en qu cir-cunstancias y de qu modo podemos llevarlo a efecto. Por

    todo ello, paru convencer a uno de algo, debes dar comie nzoa esa persuasin recurriendo a ciertas apariencias de tu carc-ter y dando verosimilitud a tus palabras , a la vez que convie-ne apoyarse en las acciones de otros y en las costumbres dela persona en cuestin.En lo que atafle ala apariencia del carcter, debes parecersiempre un hombre veraz, grave y prudente, y has de procu-rar que el otro no piense que 1o has convencido para tu pro-pio inters. Lo logrars, por ejemplo, si eres amigo suyocuando ests con I, pero aparentas que no 1o eres cuandoests con sus enemigos y que tus tratos con ellos no redundanen su beneficio. Por el contrario, si tienes fama de hombrementiroso, podr decirse aquello de , yentonces ni siquiera te creern cuando digas la verdad5. Penrsi la situacin se reduce a tus actos, pensarn de muy buengrado que t, dada tu prudencia, puedes llevaa a cabo, eue,

    s I MTJLAcIx Y DISIMulactN 2ln tenor de tu lealtad, quieres efectu atla; y que, teniendo enr'rrcnta la gravedad de tu carcteg tienes capacidad paru;rrnbas cosas. De la situacin concreta captars 1o que te con-vicne hacer, dependiendo de si un pobre quiere vender o unr ie o comprar, un hombre distinguido construir una casa, unoriucloso prefiere ahorrar (y otros casos semejantes); en cuan-ro r las palabras que debes emplear, nada resulta ms infinitou rrofundo que este asunto, por 1o cual es ste el nico casot'n cf ue, a mi entender, hay que echar mano de ejemplos prc-I re os.E,n definitiva, paru conseguir el favor de los dems, hastL. procurar hacerlo todo con la mayor modestia: a menudo elr,r'r'or ms nimio, la j actancia,, el mpetu, la prisa o cualquiernt t'r cosa de este tipo terminan por descubrir tu fbula y echar;rhu.jo tu edificio -que tanto tiempo te haba costado cons-trtrir'- as como tu laboriosa inventiva.As pues ,Ia simulacin ha de encaminarse especialmente;r lrrs costumbres de los dems,pzra 1o que debes ayudarte detrrs criados, tus ntimos y tus amigos. A este respecto, Se nosrlrrntea una nueva duda: si desvelas tu intencin a esa gente,,lt. rringn modo podrs llevar a trmino tus propsitos conr,rito., pues ellos -bien por un afecto excesivo, por descuido,rr f xrr cualquier otra circunstancia- darn a conocer esa ocul-r;r intencin con sus palabras o con sus gestos, por el contta-rro, si no te sinceras con ellos, quiz se malquisten contigo.I'rtlr es la mayor diticultad a que debemos enfrentarnos enr'rtc tipo de situaciones.l)rlr esta razn, debes procurar, siempre que puedas, nor!r.('c:iitar de nadie al realizar tus simulacros; y, si necesitas detr-t'ccl'os, les dars a conocer tus intenciones slo medianteft.str)s y actos. En el caso de que te resulte absolutamenterrrtlispensable contrselo de palabra, tan slo se 1o confiats aIr{'t'sonas leales a ti. A los dems, si son amigos tuyos, lest ur"r't sin cuidado que no se lo desveles; y si les parece mal,r unvicne obviar a quienes no toletan tu silencio con sosiegoiu \ol'l capaces de guardar los secretos que les contas.l,o primero que debes hacer en este negocio es lograr quef r,\ (lcms crean que ignoras 1o que sabes y que sabes 1o querynor'rs. As, en relacin a 1o que sabes o deseas saber, has de

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    SOBRE LA MENTIRAhacer tales componendas con el rostro, la voz. las gesticula-ciones y los cambios de nimo, que los dems entiendan todoal contrario de como es. En efecto, cuando hayan comprendi-do que sabes lo que pareces ignorar, por qu no quieres quepiensen tambin que sabes lo que pareces saber (pues te con-sideran un hombre sincero)? una cosa es aparentar saberalgo, y otra distinta confesarlo abiertamente o, lo que es msgtave, dar testimonio de ello (esto ltimo, de hech, oo difie-re nada del pecado de mentir).Por lo dems, debes procurar, por medio de un amigoautntico o falso, revelar los asuntos capitales a quiene, t.acechan, aunque de un modo completamente distinto a comoson. No obstante, al amigo falso le contars tu situacin tor-cidamente, en tanto que al autntico le debers hacer unaserie de advertencias, para que finja tambin sus ocultamien-tos de un modo tal que el insidiador acabe por enterarse deellos.Slo debes echar mano de la simulacin en asuntosimportantes o peligrosos, precisamente por dos motivos: por-que resulta indigna de un hombre noble, y porque, si laempleas para cosas nimias, te report arescaso beneficio y, enla mayor parte de las veces, te impedtr elacceso alaocasinnecesaria.

    Por otro lado, nunca confes ars abiertamente ignorar loque sabes ni saber lo que ignoras, para evitar as que se des-cubra el engao. Y si te interrogan con insistencia o te exigenalgn juramento, les sortears con respuestas ambiguur,siernpre que esa gente no sea amigatuya y no tengas t nece-sidad alguna de su proteccin. lrtro obstante, parece raro queexijan juramento de algo que nadie haya revelado pr"ulo-mente en voz alta y clara. A este respecto, qurz te hagas lasiguiente reflexin: . Sin embargo, ten en cuenta que sera demasiado fctlconservar con tan escasos recursos la vida, la reputacin , lafamiliaridad con gente poderosa, la amistad y, muy a menu-do, los amigos mismos, la fama de hombre honrado, la segu-ridad Y, en definitiva, todas las cualidades humanas, si ello nose hubiera conseguido a costa de algunos dispendios y dedeterminados medios ilcitos.

    ,II M LJLACION Y DISIMULACIONun tipo de simulacin que nunca conviene despreciar esr'l cle ofrecer a alguien 1o que sabes que no va a aceptar, y, sinr'rnbargo, persuadirle paru que 1o haga siempre sin demasiadarrrsistencia, ro sea que al final le obligues a aceptarlo o llegue

    ;r comprender por qu se 1o ofreces.E,s una simulacin cruel tingirte amigo de un enemigo deun amigo tuyo, y primero incitarlo contra ste y ayudarlo ar'llo,, pero despus abandonarlo de repente, como vencido ytr.'l)1eroSo, tras advertirle antes que ha acometido accionesrleshonestas, detestables y peligrosas. I)e modo similar, aun-rluc por mtodos opuestos, hay dos actitudes muy importan-tr's en este asunto: cuando pases por un hombre paciente,rlclres reivindicar tu reputacin y no hacer nada ms; cuandor'cl"les mano de amenazas, has de recurrir al menosprecio, conrl f in de oprimir a los incautos. De esta forma, de no tenerrringuno pasars a contar con dos amigos, a modo de juecestlt' rctos delictivos: te ganars la amistad de uno a fuerza def ingir, la del otro gracias a la rivalidad;y, por esa misma riva-litlad, logrars la amistad verdadera del primero.Para revelar ya todo este asunto en su integridad y aque-llo que viene a ser de uso diario, slo me falta sugerir 1o pro-vL'choso que resulta en cualquier trato obrar siempre tctta-rncnte o, al menos, emplear un lenguaje conciso. Ambas acti-ttrrlcs pueden adscribirse a un tercer gnero de simulacin,ruc, sin duda, viene a ser el ms divulgado de todos.l)r lu disimulacin

    La disimulacin, cuyo clebre descubridor fue Scrates,\r' clif-erencia de la simulacin especialmente en que aqulla\(' l'rlndamenta en cosas reales y se efecta de forma pasiva,rricntras que Ia simulacin, en 1o que no existe y en que es;rctiva. Por eso, la simulacin est ms cerca de la pura men-t u rr, siendo en cambio la disimulacin ms elegante siempre.l'.rr cualquier caso, el fin de una y otra es el misrno: engaat.Y cr.rsi idntico viene a ser tambin el uso de ambas: las dos\r' crnplean con los embaucadores domsticos y con los prn-.'ipcs. Ahora bien, el disimulo con estos ltimos resulta

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    SOBRE LA MENTIRAmucho ms peligroso, ya que esos hombres pretenden que,como instrumento bsico de toda mala accin y todo engao,sea de su exclusiva potestad y licencia.Disimulamos principalmente lo que sabemos. Las malasacciones para cuyo cometido has dado tu permiso, las acha-cars a tu ignorancia -como si no supieras nada de ello-, obien a tu mala suerte. En tales circunstancias, no debes pro-ferir ningun a palabra dura o desagradable, ili tampoco bro-mear, sino que todo lo que digas ha de ser severo, mesuradoy puro. Esto, no obstante, lo aprenders ms de la experien-cia misma que de lo que pueda ensearte cualquier argumen-tacin terica.[Jn tipo de disimulacin consiste en contar a alguien undeterminado chisme que l mismo te haya dicho en otromomento, como si te hubieras olvidado del autor de la noti-cia. Al disimular que l te la ha contado, ests mostrando almismo tiempo que t has sido objeto de una acusacin calum-niosa y L, a su vez, de una engaosa persuasin. A este res-pecto, es tambin mucho mejor disimular cualquier afrenta dela que esperas poder tomar veng anza en algn momento, porpequea que sea; en los dems supuestos, no resulta lcito.Otro tipo de disimulacin es el siguiente: cuando unamigo te pida que hagas lo que t tenas ya pensado llevar a

    cabo por un motivo distinto, promteselo sin falta, y despusdale a entender que otra personate ha solicitado ya 1o mismo:te ganars las simpatas de ambos.La ocultacin es una especie de disimulacin; o mejor,vendra a ser su finalidad. En cualquier caso, la ocultacin esdoble: una comn a todo el mundo y que se manifiesta callan-do, manteniendo silencio y mostrando siempre cierta indife-renciai / otra que usAn quienes no pueden aparentar calma niestar callados -como es el caso de Belloti de Florenciat y d.m mismo-, y que se efecta haciendo o diciendo algo distin-to a lo que se pretende ocultar. El primer modo resulta msfcll y decoroso, pero se descubre con mayor facilidad sialguien intuye el engao; el otro es ms seguro, aunque tam-bin ms turbulento.Por ltimo, hay un nuevo tipo de disimulacin que se usral escribir cartas y que no es nada despreciable -yo mismo lo

    *rtrlio de vez en cuando-. Consiste en que, cuando alguien tet,rrlc consejo sobre algttn asunto privado, que le parece indig-rl,i lr' respondas como si te preguntase por algo diferente.\,k'rrrrs de otros efectos, resulta un modo honesto de adver-rlr r tu amigo que tal consejo no te parece propio de su dig-rrr,l;rrl.

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    LOS ME,I'{TIROSOSMoxr,A.IGNE,

    \o hay hombre a quien menos convenga meterse a hablar,lr. nrr'n'toria que a m, pues apenas conservO traza de ella, yIrrt.n\() que no hay en el mundo otra memoria tan monstruo-,."rnrt.nto dbil como la ma. Todas mis otras facultades sonr llr.\ v comunes. Pero en sta creo ser singular y muy raro, ylr!,ro cle ganarme por ah nombre y reputacin..,\rlcms del inconveniente natural que sufro por ellol'l;rttin, vista su necesidad, ciertamente tiene razn al lla-rn.lr lrr grande y potente dioss_l , como en mi pas, si se quie-rr' ;rlil'nrar que un hombre carece de sentido, Se dice que notrt'rlt' nlemoria, cuando me quejo de la falta de la ma, mef {.1}tL.nclen y se niegan a creerme, como si estuviese acusn-, tu1 . tle ser un insensato. No captan la diferencia entrernr.lrrori a y entendimiento. Y eso es rebajarme. Pero se equi-r,r'iln porque se ve por experiencia ms bien lo contrario, que,rrr.rnorias excelentes se juntan fcilmente con entendimien-t*'r rlbiles.(luienes no saben hacer nada mejor que ser amigos ser.rf urvocan tambin en esto: en que las mismas palabras quer,,rr.f u't mi enfermedad representan la tngratitud. Ligan mi.rtr.t'to t mi memoria, y de un defecto natural hacen un defec-rr, 1lc conciencia.

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    SOBRE LA MENTIRAcorregir un mal peor: el que hubiera podido producirs e fcil-mente en m, a saber, la ambicin, pues la falta de memorires una debilidad insoportable paru quien se empea en losnegocios del mundo. Adems, como demuestran varios ejemplos del progreso de la naturaleza, ha fortalecido otras facul-tades en m, a medida que esa otra se iba debilitando. Y miespritu y mi juicio se habran debilitado y languidecido.siguiendo las huellas de los dems *como hace la gente, sindesarrollar las fuerzas propias-, si hubiese tenido presentespor gtacia de la memoria los inventos y las opiniones ajenasAsimismo mi hablar es ms breve debido a que el almacn de la memoria est siempre mejor abastecido que el de lrrinvencin. Si la memoria se hubiera mantenido en m, habrrensordecido a mis compaeros de charla, recordando asuntesy animando mis discursos. Sera una lstima. La prueba lrtengo en algunos de mis ntimos amigos: a medida que lrrmemoria les proporciona algo completo y presente, se remontan tan atrs en su naffacin y la cargan tanto de vanas cir'cunstancias que si el cuento es bueno acaban ahogndolo; sino lo es, maldices la dicha de su memoria o la desdicha de srjuicio. Y es difcil elaborar un discurso y cortarlo una yc/empezado. No hay nada mejor, para conocer la fuerua de uncaballo, como hacerle parat en seco. Incluso entre los nt rimpertinentes los hay que quieren y no pueden librarse de srrcarera. Cuando buscan el modo de concluir acaban tambrlendose y arrastrndose como hombres que desfallecen rlt.debilidad. Los ms peligrosos son los viejos, en quienes pcrmanece el recuerdo de las cosas pasadas y se pierde el de lrtcosas repetidas. He visto cmo relatos muy divertidos llegrrban a resultar muy enojosos en boca de un mismo seor, cuuldo cada oyente haba sido obsequiado con l ya cien veces.En segundo lugar, porque recuerdo poco las ofensas rec ibidas, como deca aquel antiguo2. Y me hara falta un apunril

    dor, como aDaro, quien, para no olvidar la ofensa recibirlrrde los atenienses, haca que un paje, cada vez que se sentrlr;ralamesa, viniese a repetirle tres veces al odo: >-3; y, adems, los lugares y los libr-t,..que vuelvo a ver me sorprenden siempre con alguna notir.i,rfresca.

    i r\ \IIiNTIROSOSN o sin razn se dice que quien no se siente firme en su,rlr'irroria no debe meterse a mentiroso. S bien que los gra'rn,rtieos hacen la diferencia entre decir mentira y mentif , y,,rrf ir'ller que decir mentira eS decir una cosa falsa, pero que

    i.{. lrrr tomado por verdadera; y que la detinicin de la palabrailf..rrtir'en latn, de la que parte nuestro francs, comporta ir, rr11' la propia conciencias y, por consiguiente, eso slo,rfr'r'tl a quienes hablan contra 1o que saben, de los cualesIr.rtrltt yo.Ahora bien, stos, o inventan del todo, hasta el marco, o**rrtt;r/,an y alteran un fondo verdadero. En cuanto a los que'rln ritscaran y modifican algo, resulta difcil que no seril.rluncien a s mismos al restablecerlo con frecuencia en elr**\nlo cuento, porque como los hechos reales, que se hayan,rlr,lrrckl primero en la memoria y se hayan grabado en ellarn| r'r del conocimiento y de la ciencia, es difcil que no serr"f rrrsenten en Ia imaginacin -desalojando a la falsedad,rlur' no puede permanecer all tan firme y tan Segura-, y por-r|ur' lrs circunstancias del primer aprendizaje (introducin-*h r\r' continuamente en el espritu) no hacen perder elrr.r rrcrdo de las cosas aadidas, falsas o bastardas. En cuan-t' ;1 ruienes inventan absolutamente todo, como no hay nin-;,iulir irnpresin contraria que choque con su falsedad, pare-ri' (lLlo deben tener menos temor a ser desmentidos. Sin,.rur1)iu'go, incluso en este caso, ya que se trata de un cuerpor.*ro y sin arraigo, Se escapa fcilmente de la memoria cuan-*1* rro est bien asegurada. De esto he tenido a menudo expe-rlt.flci.r., y divertida experiencia, a costa de los que hacen pro-tr.ririn cle no hablar sino para 1o que sirve a sus negocios yl'.rr ir ugradar a esos poderosos a quienes se dirigen. Como,i":tils circunstancias a las que quieren someter su fe y su, ultr'icncia estn sujetas a diversos cambios, es necesario queru f lrlabra se diversifique cada vez, por lo que ocurre que derrnt ltrisma cosa ora dicen gris ora amarillo. A unos, una, rf\l: r otros, otra. Y si por azat estos hombres recogen comotrrr{ul unas declaraciones tan contrarias, Lefr qu se conviertei'\tr, artificio? Adems, imprudentemente se desdicen ellosrTf r\ntos a menudo; porque qu memoria requeriran para=rt tlrtlarse de tan diversas formas como las forjadas para un

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    36 SOBRE LA MEI.{TIRAmismo asunto? He visto a muchos contemporneos envidiar'la reputacin de esta clase de prudencia, 1' oo ven que si lrreputacin existe, su efecto no puede persistir.En verdad, el mentir es un maldito vicio. No somos msque hombres y slo nos tratamos mediante la palabra. S iconocisemos el horror y el lastre de la mentir a, Ia persegui-ramos hasta la hoguera ms justamente que a otros crmenes.Creo que por lo general se castiga equivocadamente a losnios por errores inocentes y se les atormenta por accionestemerarias suyas que no dejan huella ni tienen consecuenciralguna . La mentira en s misma y un poco por debajo la ter-quedad me parecen ser los vicios que deberan combatirse ensu raz y en su desarrollo. Porque crecen. Y una vez que se hadado rienda suelta ala lengua, maravilla ver lo imposible quees retenerla. Por eso vemos hombres, honestos por 1o dems,sometidos y dominados por ese vicio. S de un buen aprendizde sastre a quien jams he odo decir una verdad, ni siquieracuando hubiera podido resultarle til.Si, como Ia verdad , la mentira no tuviera ms que unacara, estaramos en mejor situacin. Porque tomaramoscomo cierto lo opuesto a 1o que dijese el mentiroso. Pero elreverso de la mentira tiene cien mil figuras y un campo ili-mitado.

    Los prtagricos presentan al bien cierto y finito, al malinfinito e incierto6. Mil rutas se des van del blanco, slo unase diri ge a 1. Desde luego no estoy seguro de no protegerme,en caso extremo, de un peligro evidente con una descar ad,a ysolemne mentira. Un antiguo Padre dice que estamos mejoren compaa de un perro conocido que en la de un hombrecuyo lenguaje desconocemos: 7. Y cunto menos sociablees el lenguaje falso que el silencio!8.F'rancisco I se vanagloriaba de haber puesto en evidenciapor este sistema aFrancisco Taverna, embajador de FranciscoSforza, duque de Miln, hombre muy famoso en la ciencia dela chatlatanera. Taverna fue enviado para excusar a su seorante su majestad por un hecho de grandes consecuencias quees el siguiente: el rey Francisco I, para seguir manteniendocierto poder sobre ltalia, de donde haba sido expulsado

    r l\ \lt .N'l'IROSOS 3lrr-r.rr.ntomente, incluso del ducado de Miln, decidi mante-nt.r rrll, junto al duque, uil gentilhombre de Su confianza,r.rxlSrriador de hecho aunque hombre privado en apariencia,rfr. l'ingiese estar aII por asuntos particulares. Tampoco el,!trrc' que depen da mucho ms del emperador carlos vr rolrt'c todo entonces, que estaba en tratos de boda con su,rlria., hija del rey de Dinamafca, hoy seora viuda de| ,,'a) poda, sin perjuicio suyo descubrir que tena relacinr r)n nosotros los franceses. Se consider adecuado para estar1\iti a un gentilhombre milans, escudero del rey, llamadolyr.r'Veille. Este hombre, enviado, para disimulat, con creden-r.ltllr.S Secretas e instrucciones de embajador y con otras car-t-1r rlc recomendaci n para el duque en favor de sus asuntosIr;tticulares, permaneci tanto tiempo junto al duque que pro-r cri cierto resentimiento en el emperador y ello fue la causa,pr.nsrmos, de lo siguiente: con el pretexto de cierto homici-,lle. el duque le hizo decapitar por la noche, tras un procesorr.selto en dos das. Llegado Francisco Taverna, dispuesto at.tar un largo relato falsificado de esta historia, porque elrt.y se haba dirigido a todos los prncipes de la cristiandad y;rl propio duque pafa pedir rczn del hecho, fue odo enrtrrliencia por la ma ana y estableci como fundamento de sur.rssa buenas apariencias aderczadas para este fin: que surcor nunca haba tomado a este hombre sino por un gentil-Irgrnbre privado y sbdito suyo venido a Miln por asuntosrr.ivados, y que nunca haba vivido aII con otra apariencia;rllre su seor ignorabaincluso que tuviese relacin con la casatle I rey ni fuese siquiera conocido suyo, al menos tanto comof)rra nombrarle embajador. El rey a su vez le acuci conrliversas objeciones y preguntas cercndole por todas partesIrrrsta que al fin le acorral en el punto de la ejecucin lleva-tlr a cabo por la noche y como a escondidas. El pobre hom-5re, confuso, respondi, hacindose el inocente, que por res-reto a su majestad, el duque se hubiera sentido muy pesaro-s9 de que se realizase esa ejecucin de da. Puede cada unoirnaginarse cmo se levantara habiendo cado tan torpemen-tc ante las narices de Francisco I.El papa Julio II envie un embajador al rey de Inglatetrapara incitarle contra el rey Francisco'0. Odo el embajador, el

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    3B SOBRE LA MENTIRArey de Inglaterra dio una respuesta detallada sobre las difi-cultades que encontraba en hacer los preparativos necesariospana combatir a un rey tan poderoso ; y, alegando ciertasrazones, el embajador respondi inoportunamente que ltambin por su parte haba considerado esas dificultades y sclas haba comunicado claramente al papa. De unas palabrastan alejadas de su proposicin, que era empujarle directa-mente a la guerra, el rey sac el primer argumento de lo qucluego comprob como cierto: que ese embajador, de modoparticular, estaba del lado de Francia. Advertido de esto srlseor, le fueron confiscados sus bienes y a punto estuvo dcperder la vida.

    ruELARTE DEL ENGAO

    MATpo Alnux

    Son tan parecidos el engao y la mentira, que no s quin."r'l)lr o pueda diferenciarlos. Porque, aunque diferentes en elrl{ u l rbre, son de una identidad, conformes en el hecho,.-ul)rrcsto que no hay mentira sin engao ni engao sin men-ilf n. (luien quiere mentir engaa y el que quiere engaarruur.ntc. Mas, como ya estn recibidos en diferentes propsi-t*,\, ir con el uso y digo, conforme a I, que tal es el engaorr.\llccto de la verdad, como 1o cierto en orden ala mentira or onro la sombra del espejo y 1o natural que la representa. E,str.ur tlispuesto y es tan fctl paru efectuar cualquier graveo1**ro. cuanto es difcil de ser a los principios conocido, porir'r' titn semejante al bien, QUe, representando su misma figu-r,r, rrrovimientos y talle, destruye con gran facilidad.

    lrs una red sutilsiffi&, en cuya comparacin fue hecha derru'otnas la que fingen los poetas que fabric Vulcano contra*"1 ;rrllterol. Es tan imperceptible y delgada, que no hay tan, lu'lr vista, juicio tan sutil ni discrecin tan limada, que puedark'rcubrirla. Y tan artificiosa gue, tendida en 1o ms llano,ntr.llos podemos escaparnos de ella, por la seguridad con que\*rfllos. Y con esto eS tan fuerte, que pocos o ninguno lartr1rrc sin dejarse dentro alguna prenda.l)or 1o cual se llama, con justa razn, el mayor dao de lar rtln, pues debajo de lengua de ceratrae corazn de diaman-f r' , v iste cilicio sin que le toque, chpase los carrillos yrt.\'icrnta de gordo y, teniendo saludpara vender, habla dolien-rr. lx)r parecer enfermo. Hace rostro compasivo, daIgrimas,*,f rccenos el pecho, los brazos abiertos, para despedazarnosr'rr rllos. Ycomo las aves dan el imperio alguila, los anima-Ir.\ nl len, los peces a la ballena y las serpientes al basilisco2,

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    41SOBRE LA MENTIIi Ias entre los daos, es el mayor de ellos el engao y mi..poderoso.Como spide , mata con un sabroso sueo3. Es voz de sir-t'D3, que prende agradando aI odo. Con seguridad ofrec..'paces, con halago amistades y, faltando a sus divinas leycs.las quebranta, dejndolas agraviadas con menosprecioPromete alegres contentos y ciertas esperanzas, eue nunclcumple ni llegan, porque las va cambiando de feria en ferirrY como se fabrica la casa de muchas piedras, as un engaode otros muchoss: todos a slo aquel tin.Es verdugo del bien, porque con aparente santidad asegrlra y ninguno se guarda de I ni le teme. Viene cubierto er)figura de romero, para ejecutar su mal deseo6. Es tan generalesta contagiosa enfermedad, que no solamente los hombres lrrpadecen, mas las aves y animales. Tambin los peces tratalrall de sus engaos, para conservarse mejor cada uno.Engaan los rboles y plantas, prometindonos alegre flor yfruto, que al tiempo falta y lo pasan con Iozana. Las piedras.aun siendo piedras y sin sentido, turban el nuestro con su fin-gido resplandor y mienten, que no son lo que parecen. trltiempo, las ocasiones, los sentidos nos engaan. Y sobre todo.aun los ms bien trazados pensamientos. Toda cosa engaa ytodos engaamos en una de cuatro maneras.

    La una de ellas es, cuando quien trata el engao, sale con1, dejando engaado al otro. Como le aconteci a cierto estu-diante de AIcal de Henares, el cual, como se llegasen laspascuas y no tuviese con qu poderlas pasar alegremente.acordse de un vecino suyo que tena un muy gentil corral degallinas, y no para hacerle algn bien. Era pobre mendicantey juntamente con esto gran avariento . Crtbalas con el panque le daban de limosna >/ de noche las encerraba dentro clelaposento mismo en que dorma. Pues, como anduviese dandotrazas para hurtrselas y ninguna fuese buena, porque de daeta imposible y de noche asista y las guardaba, vnole a Iamemoria fingir un pliego de cartas y psole de porte dosducados, dirigindolo a Madrid a cierto caballero principalmuy nombrado. Y antes que amaneciese, con mucho secretose 1o puso al umbral de la pueta, para que luego en abrin-dola 1o hallase. Levantse por la ma ana y, como 1o vio, sin

    DEL ENGANO

    s.rlr!.r.qu fuese, lo alz del suelo. Pas el estudiante por allr '*lo acaso, y vindole el pobre le rog que leyese qu pape-rr.r cr-an aquellos. El estudiante le dijo: (

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    SOBRE LA MENTIRAcon palabras. Palabras, contando cuentos, refiriendo novelas,fbulas y otras cosas de entretenimiento. Y obras, como sonlas del juego de manos y otros primores o tropelas7 que sehacen y son sin algn dao ni perjuicio de tercero.La cuarta manera es cuando el que piensa engaar quedaengaado, trocndose Ia suerte. Acontecile esto a un granprncipe de Italia -aunque tambin se dice de Cszr*, el cual,por favorecer a un famossimo poeta de su tiempo, lo llev asu casa, donde le htzo a los principios muchas lisonjas y cari-cias, acompaadas de mercedes, cuanto dio lugar aquelgusto. Mas fusele pasando poco a poco, hasta quedar elpobre poeta con solo un aposento y limitada racin, demanera que padeca mucha desnudez y trabajo, tanto que yano sala de casa por no tener con que cubrirse. Y conside-rndose alI enjaulado, que aun como apapagayo no tratabande orle, acord de recordar al prncipe dormido en su favor,tomando traza paru ello. Y en sabiendo que sala de casa,esperbalo a la vuelta y, salindole al encuentro con algunaobra que le tena compuesta, se la pona en las manos, cre-yendo con aquello refrescarle la memoria. Tanto continu enhacer esta diligencia, que ya cansado el prncipe de tantaimportunacin 1o quiso burlar, y habiendo I mismo com-puesto un soneto y viniendo de pasearse una tarde, cuandovio que le sala el poeta al encuentro, sin darle lugar a que lepudiese dar la obra que le haba compuesto, sac del pechoel soneto y psoselo en las manos al poeta. El cual, enten-diendo Ia treta, como discreto, tingiendo haberlo ya ledo,celebrndolo mucho, ech mano a su faltriquera y sac deella un solo real de a ocho que tena y diselo aI prncipe,diciendo: >. Con estoqued atajado el prncipe, hallndose preso en su mismoIazo, con la misma burla que pens hacer, y trat de all ade-lante de favorecer a el hombre, como sola primeros.Hay otros muchos gneros de estos engaos, ! erl espe-cial es uno y daossimo el de aquellos que quieren quecomo por fe creamos 1o que contra los ojos vemos. El rnalnacido y por tal conocido quiere con hinchazn y soberbiaganar nombre de poderoso, porque bien mal tiene cuatro

    lrl. ARTE DEL EXCAO 43

    ,raraveds, dando con su mal proceder causa que haganburla de ellos, diciendo quin son, qu principio tuvo sulinaje, de dnde comenzl su caballera, cunto le cost larr.blez a y el oficio en que trataron su padres y quines fue-r.on sus madres. Piensan stos engaat y engflanse, porquecon humildad, afabilidad y buen trato fueran echando tierrahasta henchir con el tiempo los hoyos y quedar parejos conIos buenosotros engaan con fieros , para hacerse valientes, como sl'o supisems que slo aquellos lo son que callan. otros concl mucho hablar y mucha librera quieren ser estimados porstbios y no consideran cunta mayor la tienen los libreros y,o por eso lo son. eue ni la loba rargani el sombrero de faldarri la mula con tocas y engualdrapadas ser poderosa para querr cuatro lances no desr,rbrun la hila zas . otros hay necios des'lar conocido, que como tales o que caducan de viejos, inh-lriles yapara todo gnero de uso y ejercicio, notorios en edady flaqu eza,quieren d"ttttentir las espasr', contra toda verdady raz6n, tindose las barbas, cual si alguno ignorase que nolas hay tornasoladas, que a cada viso hacen su color diferen-tc y nirrgurra perfecta, como los cuellos de las palomas; y en.uu p.lo se hallan tres diferencias, blanco al nacimiento,I'lavolr en el medio y negro a la punta, como pluma de papa-gayo. Y en mujeres, cuando 1o tal acontece, ningn cabellohay que no tenga su color diferente'puedo afirmar de una seora que se tea las canas, a raeual estuve con atencin mirando y se las vi verdes, azules'ilmarillas, coloradas y de otras varias colores, y en algunastodas, de manera que por engaar el tiempo descubra suI.cura, siendo risa de cuantos lavean. Que usen esto algunos*rozos, a quien por herencia -como fruta temprana de la veratle plasencia-:2 le nacieron cuatro pelos blancos, no es mara-villa. y aun stos dan ocasin que se diga libremente de ellos.quello de que van huyendo, perdiendo el crdito en edad yseso.Desventurada vejez, templo sagrado, paradero de losr:rrros de la vidal cmo eres tan aborrecida en ella, siendocl puerto de todos ms deseado? cmo los que de lejos terespetan, en llegando a ti, te profanan?r3' Cmo' si eres

    Iii

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    SOBRE LA MEI{TIRAvaso de prudencia, eres vituperada como loca? y si lamisma honra, respeto y reverencia, por qu de tus mayoresamigos ests tenida por infame? Y si archivo de la cien-ciata, cmo te desprecian? o en ti debe de haber mucho malo la maldad est en ellos. Y esto es lo cierto. Llegan a ti sinlastre de consejo y da vaivenes la gaviztl, porque al seso lefalta el peso.

    IVLA RISA DE, DEMCRITO

    Roepnr Bunrox

    Qu es la plaza del mercado? De acuerdo con Ana-clrrsisr, un lugar donde Se engaan los unos a los otros, unatnrmpa.Qu es el propio mundo? Un vasto caos, una confusinrlc tipos diversos, tan inasibles como el aire; un manicomio;r'r tropel turbulento lleno de corrupciones; un mercado decspectros y duendes; el teatro de la hipocresa; una tienda de

    rcaros y aduladores; un aposento de villanas; una escenatlrrnde se murmura; Ia escuela del desvaro; la academia delr,icio; un campo de batalla donde, lo quieras o no, debesIttchar )) vencer pues si no sers derrotado, eo donde o matas( ) te matan, eil el que cada cual lucha por su propia cuenta,tlcf iende sus fines privados y est siempre en guardia.Nada detien e a los humanos, ni la caridad, ni el amor, nilrr amistad, ni el temor de Dios, ni la alianza, ni la afinidad, nil consanguinidad, ni el cristianismo; y si se les ofende derrlguna manera o se toca la cuerda del propio inters, Se ponenrr inj uriar2. Los viejos arnigos se convierten en crueles enemi-gos en un instante por tonteras y pequeas ofensas, y los querntes estaban deseosos de manifestar todo tipo de muestrasrrrutuas de amor y amabilidad, ahora se ultrajan y persiguenr.lltre s a muerte, con un odio mayor que el de vatinio, yrechazan toda reconciliacin. Mientras les sea provechoso seiltan y se benefician mutuamente, pero cuando no se puedenf sperar ms ventajas, le cuelgan o le disparan como a unl)orro viejo. Catn de tica3 considera una gran indecenciarrtilizar a los hombres como zapatos viejos o como cristalesr.otos que se arrojan al estercolercl; catn no tena eI coraje devcnder un viejo buey, ] firucho menos para echar a un antiguosirviente; pero otros hombres en vez de recompensarle, le

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    SOBRE LA MENTIRAultrajan, y cuando le han convertido en instrumento de srlvillana, como htzo el emperador de los turcos Bayaceto IIcon Acomethes Basaa, se libran de 1, o le odian a muertccomo htzo Tiberio con Silio, en vez de recompensarle5.

    En una palabra, cada hombre sro se preocupa de smismo- Nuestto summum bonum es el inters , y la diosa a laque adoramos es la Reina Moneda. A ella ofrecemos a diariosacrificios, y ella gobierna nuestros coazones, manos, afec-ciones, todo6; es la diosa ms poderosa, por la que se nosensalza, humilla, eleva, estimaT; es la nica gua de nuestrasaccioness, por la que rogamos, corremos, galopamos, vamos,volvemos, trabajamos y disputamos como lo hacen los pecespor una miga que cae en el agua. Carecen de importancia elvalor y las virtudes (seran un fingimiento teatral); no somosrespetados por nuestra sabidura, nuestro valor, nuestro cono-cimiento, nuestra honestidad, nuestra religin o por nuestracompetencia, slo 1o somos por el dineroe, la grandeza, elcargo, el rango, la autoridad. La honestidad es consid eradacomo una locura; la picarda, como una norma; se admira alos hombres por su reputacirr0, no por lo que son, sino porlo que parecen ser; hay tantas astucias, dados lastrados, cons-piraciones, contraconspiraciones, contemporizaciones, jac-tancias, adulaciones, imposturas, disimulos que necesa ria-mente uno ofender enorment e a Dios para actuar conformeal mundo>> , actrtando como hacen los cretenses, o si ilo, vivi-r

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    VES LA VE,RDAD?

    FneNcls Bncox

    .,Qu es la verclad?>>, preguntaba burlonamente Pilatos,rl esperar respuesta algunar. ciertamente, hay quienes ser.loitan en el vrtigo, y consideran una servidumbre atenerse,r r:r'eencias fijas, deseando gozar del libre albedro tanto en elllr.nsamiento como en sus acciones. Y, si bien esta secta detilrisofos se extingui hace mucho tiempo2, todava ser.e uentran muchas mentes ingeniosas que tienen las mismas\crs, aunque no pase por ellas tanta sangre como la que cir-r,rrllba por las de los antiguos3. Sin embargo, no es slo lartil'icultad y el trabajo que afrontan los hombres para descu-lrr.i la verdad lo que favorece las mentiras, ni tampoco el que,r trrrdo la hayan encontrado, deban imponerla como pensa-ricnto alahumanidad, sino que lo favorece una natural aun-if uc corrupta aficin ala propia mentira.

    Un miembro de la ltima escuela griega se ha ocupado det.stit cuestin, detenindose en reflexionar sobre por qu losIrornbres aman las mentiras, siendo as que no les proporcio-llit placer, como a los poetas, ni provecho, Como a los mer-r'ircleres, sino que las aman slo por amarlasa. Pero no cabratlr:cir: la misma verdad es tan desnuda y clara como la luz deltlrr que no pueden mostrarla las mscaras, mistificaciones ylx)rnpas del mundo, su majestad y delicadeza se atena alaIrrz de las candilejas. Acaso la verdad slo puede alcanzar elyrrlr)r de una perla, que brilla mejor a la luz del da, y no estrrp preciosa como el diamante o el carbunclo que resplande-r.r-r bajo distintas luces .Mezclada con algo de mentira siempretr)r'oporciona placer.LNo resulta indudable que si se suprimen del entendi-rniento humano las opiniones vanas, las esperanzas lisonje-1rs., las falsas apreciaciones, y todas las ilusiones que uno

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    SOBRE LA MENTIRAtenga o desee, se les dejara a rnuchos hombres disminuidosy disgustados consigo mismos, llenos de melancol a y desa-liento? Uno de los padres de la lglesias llama alapoesa, congran severidad, vinum dremonLtm, porque inflama la imagina-cin, embriagndola; y, sin embargo, la poesa no es ms quela sombra de la mentira. No es la mentira que empapa elentendimiento, pues la mentira que cala profundamente en lamente, Que se tija en ella y la daa es aquella de la que anteshablamos. Sea cual fuere 1o que consigue el extravo de losjuicios y afectos de los hombres, la verdad, que no tiene msjuez que ella misma, nos ensea que la investigacin de lacetteza, que es similar al deseo de ella, el conocimiento de lacetteza, que es parejo a su propia presencia, y la creencia enla cetteza, que resulta ser su mismo goce, son el don sobera-no de la naturaleza humana.La primera criatura de Dios, en los trabajos de sus das.fue laluz de los sentidos, y la ltima, laluzde la razn; perosu obra sabtica y eterna fue la iluminacin de su espritu.Desde un principio insufl la luz sobre la superficie de lrmateria o sobre el caos, despus la derram sobre la faz delhombre, y an dio hlito luminoso, e inspir luz, en el inte-rior de las rostros de sus escogidos. El poeta que supo embe-llecer a una secta por lo dems inferior a las restantes, dijgexcelentemente6: ; y semejante pers-pectiva no suscita en nosotros ms que conmiseracin, y

    nunca desprecio ni orgullo. Ciertamente, tiene el cielo sobrcra tierra todo entendimiento humano eue, animado por lrrcaridad, se apoya en la Providencny giraen torno al eje clt.la verdad.Al pasar de la verdad teolgica y filos fica alaverdad clt'los negocios resulta evidente -incluso para quienes no lo

    rt; Es LA vERDAD?

    lrr.irctic zfr*, que un comercio claro y recto dignifica a la natu-r rtleza human a, y que Ia mezcla con la falsedad es como una;rlcacin de oro y plata en una moneda, eue, aunque facilitetirbajar con el metal, rebaja su valor. Todos estos caminostt)r-tuosos y torcidos son los de una serpiente, que se arrastrarrl no poder andar con los pies. No hay vicio que cubra ms alIrmbre de vergenzaque el de la falsedad y la perfidia. Porr.:io, al ser preguntado por qu La voz de la mentira eta unar r.:r.clad eradesgracia y una cargaodiosa, respondi Montaignet.lcgantemente: >7. Por una mentira se encara conl)iss y se encoge ante los hombres. Sin duda, no podrar.r presarse ms elevadamente la perversin de la falsedad y lar ielacin de la fe, y as se ver en la llamada ltima aljuiciorlr. Dios por encima ya de todas las generaciones humanas;llucs estCescrito que cuando Cristo retorne .

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    VILAVERDAD ES VERDE

    Ln MorHE t-E VnYr,n

    No comparto la opinin de Polibio, para quien la verdadtrrr cle ser considerada como una gran diosa que sabe hacerser r.conocer siempre, y que si bien una infinidad de personastlisl'rutan persiguindola, es capaz de triunfar naturalmenterolrre la mentira. A este respecto, la teologa de los antiguosfro cs de mi agrado; y cuando ellos, destocados,hacan sacri-tic ios a Saturno -como el dios tutelar de esa misma verdad-l'irmando que, ms tarde o ms pronto, el tiempo la pondrar.n cvidencia, pienso que se les puede acusar, adems de ido-lntra, de que filosofaban sobre un mal fundamento. Pueslurrticipo del sentir de Demcrito; y estoy convencido de quesi existe alguna verdad aqu abajo-, hay que buscarla en lorrriis profundo del pozo de este filsofo ms que entre noso-tr'os, que conocemos apenas el nombre de aquella, pese aIt.sl'uerzo que la E,scuela ha desplegado parc penetrar en Sut'scncial .Sin embargo, nuestros estudios ms serios no tienen otraIrrcta que llegar a su conocimiento, y cada cual cree premiar-\t: con una digna recompensa por Sus desvelos. Pero pregun-to r quienes ms han sufrido en esta bella investigacir], Y cont.l rnayor xito, si han podido alcanzar el fin que pretendan osi. por el contrario, no se han dado cuenta siempre de que,t.rilto ms camino seguan en esa Inea, menos aYanzabanIrrrcia una meta que carece de proporcin con las fuerzas derruestro espritu. Declarmoslo francamente, Ia Naturalezanos ha proporcionado un instinto paru conocer la verdad delrs cosas e, incluso, los instrumentos que parecen adecuadosil)ura esta bsqueda, si bien ciertamente no poseemos los quescran exigibles para su posesin o para alcanzar las nocionesrcrfectas. Es 1o que hizo idear a Platn ese mundo inteligible,

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    54 SOBRE LA MENTIRAque opona al mundo sensible en el que habitamos, como unamorada que nuestra humanidad no alcanza; en el primerohabitarala verdad, dejando en cambio ala opinin en nues-tra estancia, donde reina entre dudas e incertidumbres; y stasson las que nos impiden de ordinario discernir lo verdaderode lo falso, as como el vicio de la virtud.Ahora bien, puesto que Dios y la misma lr{aturaleza nadahacen en vano ni nos otorgan tales apetitos ilusorios paraengaarnos, no podemos extraer de ello un poderoso argu-mento acerca de nuestra inmortalidad, de la existencia de unamejor vida -mucho ms esclarecida que esta nuestra-, dondesatisfaremos todos esos deseos naturales de conocer y desabeE contemplando cara a cara a quien ha afirmado que es laIuz,la vida y la verdad misma? Ir{o obstante, aunque estemosconstreidos a tomar siempre 1o verosmil por lo verdadero ya contentarnos con lo aparente -dado que 1o seguro e infali-ble no son de este mundo-, nada impide al menos que detes-temos, por encima de lo dems,, la mentira, como enemigamortal de esa suprema verdad. Y no creo que podamos hacernada mejor que habituar nuestra mente a reflexiones capacesde suministrarnos la mayor aversin que ha de sentirse haciaun vicio, el mentir, tanto ms temible por cuanto es el mscomn de todos. He aqu las reflexiones que, a menudo, mchan servido para mantenerme en mi soledad.Puesto que lapalabra de los hombres, cuando hace de fielintqprete del espritu, es el nico lazo de toda sociedad civil.parecera innegable que, si falla en su cometido -y sustituycla verdad por algo falso- se convierte en el instrumento dcdestruccin y de ruina indudable de las costumbres. Lo cualevidencia que, entre todos los defectos de nuestra humanidacl.nada hay que sea de tan peores consecuencias como la men-tira. Debe, pues, evitarse con celo toda falacia. Por ello, siem-pre se ha valorado mucho la instruccin que los persas pro-

    porcionaban a sus hijos, desde los cinco hasta los veinte aos.y que consista, segn lo narraba Herdoto, en estos tresaspectos: usar el arco con precisin, en primer lugar; montara caballo diestramente, er segundo trrnino; y aI fin lo msimportante de todo, no mentir jams. El mismo autor aack.que, de las dos cosas que considetalas ms vergonzosas de lrr

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    vida, la principal era la mentua; siendo la otra estar endeuda-do, sobre todo a causa de que quien se endeuda se encuentraa menudo reducido a la infame necesidad de mentirz.Leemos anIogamente en Filstrato que las leyes de laIndia declaran incapacitado para ostentar una Magistratura aquien sea convicto de mentir3, pues habiendo herido de esternodo al pblico ya no sabra subsistir siendo fiel a palabra. YDiodoro Sculoa asegura que los egipcios fueron an msrigurosos en este punto, ya que condenaban a la pena dernuerte a los perjuros, como impos con Dios y apestadoscntre los hombres por arruinar su confianza, siendo sta laque nos permite vivir en sociedad. Incluso hay personas quese atreven a sostener que la mentka es, en cierto sentido, mscxecrable que el atesmo, ya que el ateo nada hace al des-creer en un Dios, mientras que quien viola su palabra y su featestigua que le desprecia por temor de ofender a alguien: sernuestra altivo ante el Cielo y cobarde ante los hombres5.Sea como fuere, ese gran emperador filsofo fMarcoAurelio] que nos dio su vida por escrito, sentencia netamenteal inicio del libro nono que no sera posible mentir sin impie-rlad o sin ofender ala Naturaleza y a esta primeta verdad, QUecs el alma del universo, cuyo orden perturba el impostor, con-f'undiendo sus leyes, en tanto sea capaz de hacerlo6. Lo quenre recuerda el reproche que los bonzos, o padres idlatras delcvante, hicieron al beato Francisco Javier, cuando nombran-tlo a Dios afirmaba que 1 es el creador del cielo y de la tie-rra. Pues sucede que en su lengua, que era la de los japone-sos, la mentira se llama diusa, e imputaron a ese hombresanto gue, al aludir aesa palabra, acusaba al rey de los Cielostle ser un mentiroso, y haca autor de la falsedad a quien esf'uente de toda certidumbreT.Y aunque todos los hombres estn obligados a detestar lantentira, ninguno ha de odiarla tanto como quienes sientencierto amor por la filosofa. Pues si sta no es sino una ardien-{c busca de la verdad y un deseo extremo de conocerla, sercquiere necesariamente que sea 1o opuesto de la falsed ad, y(lue haga de ella su enemigo capital. Se ha afirmados que sil)ios tuviese que asumir las dos partes que nos constituyen, laluz sera indudablemente su cuerpo y la verdad, su alma. LoIl

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    56 SOBRE LA MtrNTIRAque nos recuerda que Pitgoras se vanagloriaba de haberaprendido de ciertos magos que el gran Oromasde (nombredel todopoderoso) se asemej aba en el cuerpo a Ia perfeccinalaluz y en el alma ala verdade. Por ello, ese filsofo reco-mendaba de la man era ms precisa a sus discpulos ser siem-pre veraces, pues a su juicio era el nico medio de asemejar-se a la divinidad.Ahora bien, si eso est bien discurrido, entonces, por lateota de los contrarios, las tinieblas indudablemente debernservir de cuerpo a quien reconocemos como autor de todrmalicia, de modo que la mentira ser como una forma queanima a ese cuerpo tenebroso: de ah se sigue an que, tantasveces como mintamos, pondremos en prctica 1o que ms nosasemeje al diablo. Cuando Platn asegura en el quinto librode la Repblica que slo reconoce como verdaderos filsofosa los que desean apasionadamente conocer la verdad, pone enevidencia que nada debe disgustarles ms que la falsedad o lrimposturarO. Y cuando dice en su Bctnquete que esa mismrverdad es el ms dulce alimento que podemos dar a nuestrasalmas, expresa con creces que tena a la mentira por el msmortfero veneno que podran inocularse. Es 1o mismo qur.proclaman los peripatticos, que lo verdadero es la perfeccinde nuestro entendimiento, proposicin que no puecle subsistil-sin esta otra, que la falsedad es La imperfeccin de nuestrgespritu y que, por ello, est obligado a manifestarle una aver-sin extrema.A este respecto, mucho debe extraar que Aristteles, trashaber situado a los filsofos en estrecho vnculo con la ver-dad, no deje de llamarlos philomythes, o amantes de las fbu-las, al no poder pasar stas ms que por cuentos ingeniosos 9por mentiras atractivas. Al menos da una raznen el segundgcaptulo del inicio de la Metofsicct, que puede servir de sol,-cin paru tal dificultad; pues no afirma que un filsofo rn('

    las fbulas por oponerse stas a la verdad sino tan slo por-que son admirables y porque fueron inventadas para recrellel espritu gracias ala novedad, y le d motivo paruejercitar-se agradablemente en la busca de su meta". Algunos aadeque la narracin de una fbula carece de lmites, y que polello nuestra alma se ve atrada gustosamente por ella, al scr

    [.A VE,RDAD ES VERDE

    de una naturaleza infinita, gracias a esa simpata que unenaturalmente las cosas conformes entre s. Es 1o que le hizosostener a Sexto Emprico que la mentira tiene mayor poderen nuestro espritu, dado su attactVo, que la verdad, que escasi siempre Sev era y que no se ocupa nunca de complacerl2 -El emperador Juliano propone a(tn, efl una de sus oracio-nes, que las fbulas se hacen tan absurdas e increbles a nues-tros ojos slo a fin de conducir a los hombres sensatos a bus-car las verdades que se hallan envueltas por esa cortezat3. Eindudablemente los discursos enigmticos u oscuros detienende antemano las mentes, al contrario de los que son ms fct'les de entender. IJna sola letra jeroglftca atrae nuestra totalatencin. Y uno se siente ms curioso ante el Sol cuando hayun eclipse que cuando nos ofrece su Itz de ordinario. Sipuede decirse que este velo, con el cual las fbulas cubrenverdades tan importantes, slo nos las esconde por un lado,hacindolas ms evidentes por el otro, lo mismo ocurre conlas sombras de un cuadro, QUe a menudo sirven menos paraoscurecer 1o que el pintor no quiere hacernos ver nudamente,que para dar claridad al resto de esa obra. As pues, slo enpro de la verdad el filsofo pone los ojos en una fbula, ] rioes ya esa mentira, ni esa mscara negru y ridcula 1o que leplace sino ms bien esa bella amante que se ha situado antesu rostro y a Ia que le gusta disfrazarse para hacerse buscarcon mayor ardor y cuidado.Por tanto, no procede creer que toda suerte de mentirastengan la misma huella del vicio. Hay tres tipos de falseda-cles, segn santo Tomsra, las oficiosas, alegres y perniciosas;y l sita las ltimas en el rango de los crmenes que serncastigados con Ia pena eterna . La moral de los gentiles eraincluso rnucho ms indulgente en este punto que la nuestra.pues hacan virtud de ciertas mentiras caritativas, como ocu-rra con las de Scrates en sus disimulos cotidianosis.Jenofonte muestra que el deber de los reyes les obliga arnenudo a rnentir para la salvacin del pueblo que est some-ticlo a 1t6. Daro proclam -segn Herdoto-, que paraclomin ar aI falso Smerdis menttr intrpidamente, puesto quehay ocasiones que as 1o exigen. Y aunque el autor de la nove-la Los etipicas fuese cristiano, no deja de decir en labios de

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    SOBRE LA MENTIRAla pagana Cariclea que una mentira es siempre muy reco-mendable cuando, sin daar a nadie, es til a quienes la pro-fierenrT. I{uestra teologa no est de acuerdo con estas mxi-mas, de modo que si bien ambos Testamentos suministranejemplos que parecen autorizar algunas mentiras, la interpre-tacin que se hace de ellos inclina a afirmar que todas debenconsiderarse como un mal, aunque las que se dicen para unnoble fin o parajugar inocentemente no sean mortales, comoesas otras que hemos llamado perniciosas., afirma el espaolr8. Es a veces tanverde y tiene un gusto tan agrio que resulta imposible acep-tatla. Y por ello se supone que existen tres Madres, de la msexcelente beIleza, que han engendrado a los tres Hijos msdeformes que irnaginarse pueda (como tres bellas ninfas yotros tantos stiros): la familiaridad, que hace nacer el des-precio; la poz, que da lug ar a la negligenc ia; y la verdad, quees la causa del odio. No debe concebirse jams, sin embargo,que algo dicho falsamente pueda ser dis frazado de tal guisaque lo haga agradable a Dios. Cuando I recompens a lassabias judas que haban rechazado dar muert e a sus propioshijos, engaando al rey de Egipto con una respuesta contraaa la verdad, el texto del xodo indica que las premi porqueteman ofender a quien ha prohibido todo tipo de homicidio.Y san Agustn dice de ellas -al igual que de esa pecadoraRahab que salv a los espas de Josu en Jeric- que todasrecibieron el salario de su bondad, y no el de su mentira.Tampoco Judith fue alabada por engaar a Holofernes consus palabras, dice santo Tomsre; las Escrituras slo dancomo ejemplo su celo por el pueblo de Dios y su audacia enexponerse al peligro para salvar a su pas.Mucho peor sera que caysemos en el error de los pris-cilianos, que pensaron que Dios menta a veces con gusto. Silhtzo anunciar al rey Ezequas, mediante el profeta Isaas,

    que pusiese orden en sus asuntos domsticos, porque est abacerca de su fin (aunque muri quince aos despus), es que,como el profeta deca, no dej de ser veraz en el curso ordi-nario de las causas naturales, pues placi a Dios todopodero-so hacer ese cambio tras la oracin y el llanto del prncrpe. ycuando Jons hizo saber a los habitantes de ir{nive que slo

    I,A VERDAD ES VERDE

    lcs quedaban cuarenta das, pues, transcurridos, la ciudaddeb perecer, hay que considerarlo como una amenaza de loque, ,in duda, hubiese sucedido si no hubieran hecho peni-tcncia. Diversos pasajes del texto sagrado, llenos de smbolosy de profecas, rquieren comentarios similares que hicieronsiempre los padres de la lglesia. En el resto hay que atenerse' la iegla general, que toda mentira es criminal por su oposi-r:in ala suprema verdad. Todos los que la profieren serncastigados por Dios, dice David . La boca mentirosa provocalr muerte del alma, segn Salomn. Y el Eclesistico nos.segura que vale ms conversar con ladrones que con quienessrilo saben mentir; o que un salteador nocturno no es tantlctestable como quien miente sin cesar, si bien uno y otro nolodrn evitar su condena2o.S muy bien que la discusin sobre los equvocos tienerrruchas dificultades, & causa de su similitud con la ment\ta.l)or un lado, el mal uso de ellos, que es casi el acostumbra-tl., los hace condenables; por otro , la autoridad de grandeslr,mbres que emplearon los equvocos con buenos fines,l)arecera xcusarlos..Cuando el propio Dios dice descono-L.cr cul ser el da del Juicio final, no habra que tomarlo allrie de la letra, puesto que l nada ignora; y se interpretarrr-clinariamente como 1o que no sabra pata revelarlo. Peroe xiste una gran desproporcin entre 1 y nosotros, para quell.clamos extraer consecuencias de su modo de explicarsei.,,,ru aplicarlas al nuestro. El conocimiento certero e inme-tliato que tena del corazn de los humanos le hizo darrrruchas respuestas que ataen ms al curso de sus ideas que* lo exterior de sus preguntas. Por 1o dems, ro respondastilo a quienes le interrogaban: sus palabras se dutgan tan a*lcnudo a nosotros, que hemos nacido muchos siglos des-'us, como a ellos; y hay que considerarlas como aquellas(f re avizoran el bien del gnero humano. Ir{o seamos tanrsrdos como para atribuirnos 1o que posiblemente estr.cservado para I slo, quien vuelve las cosas verdaderaslx)r la .orru.niencia que tienen con su entendimiento, delrrismo modo que slo son buenas las que guardan unar.or-respondencia perfecta con su voluntad. Lo ms seguro eslrrblar sin rodeos, trnir de las sutilidades que pueden decep-

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    61SOBRE LA MENTIRAcionar, y jams emplear esas evasiones mentales que escan-dalizan a la mayor parte del mundo.No pretendo nega\ sin embargo, que se puedan tener.ciertas reservas mentales, que eximen al discurso de 1a men-tita. La Escuela lo ensea todos los das cuando afirma:

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    SOBRE LA MENTIRAba ms a Dios cuando menta que un poltico cuando habl abadiciendo la verdad.Qu podemos hacer mejor que alimentarnos de unaaversin extrema hacia un vicio que es tan caracterstico delos esclavos, puesto que sin duda slo el temor hace que laverdad entre en bancarrota? Si sucede que todos hemos naci-do con una predisposici n a esa forma de servilismo, segnnos lo indica el apstol en un aforismo moral indiscutible-que no se halla hombre alguno que no sea mentiroso-, ycomo ya 1o haba adelantado David26. Dada la opinin deDemcrito de Abdera, Jenades de Corinto y Anaxgoras deClazomene, y de otros filsofos27, a poco que tenga funda-mento, slo podemos decir falsedades, no habiendo nadacierto en este mundo, al menos en aquello que nos atafie ysegn somos capaces de captarlo.Si recorris con vuestros ojos toda la extensin terrestreveris triunfar la mentira por doquier. >28. Apenas podemos decir quenuestros altares estn exentos de tal corrupcin. ElTodopoderoso nos oye a menudo hablar en contra de nuestrrconciencia. Y aadir gustosamente, si se me permite hablarcomo se haca en tiempos de Sneca, que 2e. Sin embar-go, se sostiene una falsedad con tanta porfa como una ver-dad. La impostura tiene sus mrtires, 1o mismo que la since-ridad. Y sabemos bien que los turcos llaman a su Cordn elcdigo de la verdad.En realidad, slo la luz suprema puede hacernos conocer'el camino que hay que seguir para no errar. Nuestras verda-des humanas, en la ms exacta metafsica, slo representan lrconformidad entre las cosas y nuestro entendimiento. Ahorrbien, hay que situar tales conformidades en el rango de lasrelaciones, ya que no existe otra categoa que mejor les con-venga. Y puesto que toda relacin es un puro accidente, nosvemos, eo consecuencia, forzados a aceptat gue, cuandohablamos humanamente, no disponemos de verdades cor)ms realidad que la que pueda otorgarse a los accidentes.

    LA VE.RDAD ES VERDE

    De ello procede, pues, la afirmacin de que en tanto lascosas tienen esencia son verdaderas, porque la primera pro-piedad del ser es la de ser verdad: ello hace que Dios, que esel supremo ser, sea asimismo soberanamente verdadero.Cmo interprctaramos esa bella sentencia de Zorobabel, tanagradable aDao, de que el vino, los reyes, las mujeres, quetienen un poder extremo, no son, sin embargo, tan poderosascomo la verd ad? Es fcil inferir que todo ello debe affancarde esta suprema y eterna verdad, de la cual no participamossino en la medida en que le place iluminarnos para hacerseconocer.En cuanto a las verdades naturales a las que deseamos lle-gar humanamente, nos veremos siempre limitados a confesarque los ms clarividentes son a menudo quienes ms se enga-an, al tomar sombras por cuerpos o al confundir simplesparecidos con certidumbres indudables. Anacarsis se burl delos atenienses porque ordenaban en una de sus leyes que, enpleno mercado, luciera la verdad, en vista de que no hay lugarcn el mundo en donde fuese ms miserablemente ttatada niclonde se mintiera ms ordinaria y ms impunemente.Sealemos an dos aspectos antes de concluir; uno ataeir la verdad, tal como se nos presenta; el otro es tocante a larnentira. El primero es que como se puede mentir con buenaintencin, segn las observaciones precedentes, a veces selersigue la verdad con malos fines, como lo atestigua unladrn que desea saber qu hay verdaderamente en el fondorlc la bolsa. Al menos es cierto que no conviene ser demasia-elo exacto a la hora de descubrir todo tipo de certezas.Quintiliano recuerda lo que se reproch al escultor Demetrio,(f Lre haca unas estatuas demasiado verdaderas o en excesor'crcanas al natural, al prestar ms atencin al parecido que allgrado3o. Y ello puede aplicarse a nuestra discusin, pues enla vida civil a menudo resulta impertinente insistir en la ver-rlad de las cosas con tal obstinacin que, envez de sernos ti-lcs o instruirnos, slo provocamos un escndalo que a nadierprovecha.Mi segunda observacin interpreta el pasaje de san Pablo,yrr evocado, para mostrar que nadie est exento de mentir.l)ues parece evidente en el texto del apstol que su intencin

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    64 SOBRE LA MENTIRAno ha sido la de enunciar esa sentencia de un modo absoluto.sino ms bien de ensearnos que slo Dios es en s esencial-mente verdad y que, en comparacin con 1, los hombres sorlunos mentirosos. Tan bella doctrina, sin embargo, no impidcque existan hombres que por nada del mundo se permitiraltdecir una mentira perniciosa.Pitgoras recibi su nombre, segn se afirffi&, de la repu-tacin que tena de ser tan verdico en todas sus palabrascomo ese orculo denominado ptico3r, que tena la reputa-cin en su tiempo de infalible. El autor de la vida de ticonos le representa de una naturaleza tal que no pod a nt dec irni or emplear a los dems falsedad alguna32. Mariana asegu-ra que cierto prncipe, Fernando de Portugal, que muri prisionero en Fez, no minti jams en toda su vida33. Y Cardanoescribe de s mismo que considera no haber mentido nuncrdesde su ms tierna juventud, tras haberse extraado yz, rlexaminar el problema de su nacimiento, de que no se lt.pudiese acusar de mentir ni una sola vez despus de su dec imocuarto ao34. No es que quiera hacerme garante de la vet'dad con todos estos ejemplos. Pero al menos ellos son muestra, junto con muchos otros que podran aadirse, de que lrrmentira no puede considerarse inseparable por completo clt.nuestra natura\eza. Y de qu nos servira sentir amor por lrrverdad si necesariamente tuvisemos que caer en la infam i; rde la mentira?

    VIIT-,xTCO DE LAME,NTIRA

    Pro RossI

    Acus.n. Si la autoridad del que acusa pudiera hacer sos-rcchosa de culpa ala inocencia, vanas seran las esperanzas), miserable la condicin de los hombres. Desdichado elrrrundo, si los grandes pudieran autentificar sus calumniasr'on el nico pretexto de haberlas proferido. No habta bon-tlrrcl que no fuese rele gada ala sombra y presentada como rea;rrrte el tribunal de la muerte.Quien desee acusar al prjimo, ha de ser puro e inocente.No hay razn que permita a uno exigir cuentas de la vida delott'{), si l mismo no puede rendirlas de la suya propia. Quiensc ha apartado de la rectitud de conciencia no est habllitadol)ru'a rebaj ar al prjimo. El escaso fundamento de una acusa-r'itin estriba en el escaso mrito de la persona que acusa.Acusar al prjimo cuando ste es desgraciado es propiorlc hombres groseros e ignorantes. Acusarse a s mismo eslrropio del que comieru.a a hacerse sabio. No acusar ni al pr-iinro ni a s mismo, es propio del hombre sabio y perfecto.

    AnulaR, AnuLACrN. No es adulador el que dice la ver-rlrrcl, del mismo modo que no es adular al Sol declam que elSol resplandece o que calienta.Es connatural a los hombres des eat cierta alabanza: si nortrcclen alcanzar la verdadera, obtienen disfrute de la falsa.La apariencia halagea del que adula es el hechizo mstrrtrcleroso del que se vale el fraude para volvernos locos. La;ululacin es ese suave monstruo que slo trama robar allrrundo la verdad.Aunque sea una peste atroz, la adulacin no ofende, sint.nlborgo, ms que a los que la reciben y se deleitan en ella.,,s cn s mismala vestidura de todos los vicios.

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    SOBRE LA MENTIRACuanto mejor es el hombre menos necesidad tiene de seradulado.La adulacin se ha convertido en un mal que es dulce.en un vicio civil. Se enmas cara el interior con el exterior. Sccubre el corazn con el rostro. Se empaan el aspecto y elespejo de la verdad con el soplo de una palabra. As el hom-bre' que el sagrado David representa con la alegora de lrctatar, lo ofrece ms sonido que el de cuerdas falsas: haccresonar una voz sin corazn o que traiciona aI propio cora-zn Artfice de este engao es el falsete del inters, QUchace de gran maestro de capilla en el gran concierto del uni-verso.El verdadero lapis phitosophoruffi2, que durante tantossiglos la avaricia humana no ha sabido fabricar, finalmente kr

    ha fabricado la adulacin y ha provisto de esa piedra coabundancia a los hombres de toda condicin. Gracias a ella.en contacto con el plomo y con el estao de los vicios prodgce extraas metamorfosis: les da el color dorado de la virtucl:y les hace objeto de encomios y de alabanzas.La adulacin, dice san Jerniffio, tiene por objeto lrganancia. A fin de conseguir algo, el adulador, por medio dcarmoniosas palabras, enloquece al imprudente para privarlcde su vida y de sus bienes. El propio Mercurio, pararobar lrYaca confiada a Argos, aproximndose a 1, se puso a pun-teat su instrumento con tal suavidad que, aunque este ltim,tena cien ojos, los cerr todos a la vez, vencido por un pro-fundo sueo. LJna Yez que le hubo dormido (puesto que delsueo ala muerte slo huy un paso), le priv de su vacay dc.su vida.AnulaDoR. Ms vale encontrarse con cuervos que co'aduladores: los unos comen la carne de los muertos, los otrosla de los vivos.Los poderosos mantienen gustosos cerca de sus odgsalmas complacientes que tienen palabras para todas las ocl-siones. Y saben hacer mscaras paratodos los rostros y zapLr-tos para todos los pies.La lombttz no abandona el grano mientras all encuentrgalguna sustancia con la que alimentarse.

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    El cinocfalo3 tiene por costumbre cambiar de pelaje, ascomo de sentimientos, con los cambios de Lun a. La excelen-cia de los aduladores astutos consiste en saber con su canto ysus voces adaptarse a nuestros apetitos: en saber, digo, tocarrrn instrumento y encontrar aquella armona que correspondeit la mordedura de nuestra tatntulaa.

    Appcracror{Es . La afectacin ha sido siempre menospre-ciada en todas las acciones morales y polticas , y ms todavacn los usos y en los comportamientos. La afectactn suprimesiempre la verosimilitud.Las afectaciones son el lote de los que no saben declararsu amistad, si no es mostrndose lisonjeros . La amistad debeser cultivada con demostraciones de amor viril.Las visitas a destiempo, los cumplidos inoportunos, lasexpresiones de afecto que resultan singulares, los rasgos deeonsideracin exquisitos: son cosas todas que testimonianvenalidad. La amistad ama el corazn, no la lengua. No sonlas vanidades cortesanas las que atestiguan el amor, sino lasobras que pertenecen a las cosas sustanciales. Quien ha naci-do verdaderamente libre, huyendo todo 1o posible del servi-lismo de la adulacin, no se alejayani un instante del ncleorle una noble y digna amistad.Aurcos DE FoRTUNA. Los amigos de fortuna corren allrlonde sta se encuentre. Odian a quien la posee porque que-rran poseerla ellos.Los amigos de fortun a giran la espalda segn el soplo deIos vientos y de las venturass. Son verdaderamente de fortu-na porque siempre son secuaces de la fortuna; y son en suct>razn semejantes alafortuna: inestables, vacilantes. Si eres

    robre en riqueza, sers pobre en seguidores. Si eres rico ypoderoso, vers tu podero respetado y cortejado. Se miran yse admiran los esplendores pero de las sombras se huye; todaslas sombras cualesquiera que sean, se arrojan aI suelo y ser:ntierran.Los amigos se cuentan entre los bienes de fortuna. Perohuyen los amigos cuando de nosotros huyen los bienes de for-tuna. En el oriente de la miseria nace el poniente de la amis-

    LEXICO DE. LA ME,NTIRA

  • 7/29/2019 Sobre La Mentira

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    SOBRE LA MENTIRAtad. Nio amamos a los amigos sino a las fortunas. S1o sihaces arnistosa, es decir, afortunada, a la fortuna haces amis-tosos a los amigos. Si faltala una, faltan los otros. La amis-tad, como el hel