sobre el uso de principios teleológicos en la filosofía

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  • 8/4/2019 Sobre el uso de principios teleolgicos en la filosofa

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    Sumario

    1. I. Kant, Sobre el uso de principios teleolgicos en la filosofa (traduccin deNuria Snchez Madrid).

    2. I. Kant, Trabajo preparatorio de Sobre el uso de principios teleolgicos en lafilosofa (traduccin de Nuria Snchez Madrid).

    3. Introduccin de la traductora: Una tcnica sin artesano: la teleologa dentrode los lmites de la mera Razn.

    1. I. Kant,Sobre el uso de principios teleolgicos en la filosofa (1788)

    VIII159 Si se entiende pornaturaleza el conjunto de todo lo que existe deter-minado segn leyes: el mundo (que es lo que, en realidad, suele denominarse natu-

    LOGOS. Anales del Seminario de MetafsicaVol. 37 (2004): 7-47

    ISSN: 1575-68667

    Sobre el uso de principios teleolgicosen la filosofa

    Immanuel KANT

    ber den Gebrauch teleologischer Prinzipien in der Philosophie, hrsg. von der KniglichPreuischen Akademie der Wissenschaften, Berlin, Walter de Gruyter, Bd. VIII, 1923, pp.159-184. La

    paginacin correspondiente a la edicin de la Academia se ha intercalado en el texto en caracteressubrayados. Junto a las notas adjuntadas por Kant al texto, que estn indicadas por asteriscos y apare-cen a pie de pgina, hemos decidido recoger tambin las notas aclaratorias incluidas por el editor delensayo en la edicin de la Academia, Heinrich Maier, debido a la abundante informacin que propor-cionan acerca de las circunstancias de redaccin del texto y acerca de los autores y obras aludidos o

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    raleza) tomado junto con su causa suprema, la investigacin de la naturaleza (que,en el primer caso, se llama Fsica; en el segundo, Metafsica) puede ensayarse

    por dos caminos, o bien por el terico, o bien por el teleolgico; mas, por el ltimocamino, comoFsica, slo puede emplear para su propsito fines tales que puedansernos conocidos mediante experiencia; como Metafsica, por contra, de acuerdocon su vocacin, slo un fin fijado por la Razn pura. En otro lugar he mostradoque en la Metafsica la Razn no puede cumplirtoda su intencin, como deseara,

    por el camino terico de la naturaleza (en lo que respecta al conocimiento de Dios)y que, por tanto, slo le queda el camino teleolgico; pero de manera que no son losfines de la naturaleza, que slo descansan en fundamentos de prueba tomados de laexperiencia, los que tienen que suplir la falta de la insuficiente teora, sino un findado a priori y determinado por la Razn pura prctica (en la Idea del sumo Bien).Que hay semejante derecho [Befugnis], e incluso la necesidad subjetiva [Bedrfnis]de partir de un principio teleolgico all donde la teora nos abandona, he intentado

    probarlo en un pequeo ensayo sobre las razas humanas. Ambos casos contienen,empero, una exigencia a la que el entendimiento se somete de mala gana y que

    puede servir de ocasin suficiente para el malentendido.La Razn apela legtimamente en toda investigacin de la naturaleza, primero,

    a la teora y, slo ms tarde, a la determinacin final. Ninguna teleologa ni finali-dad prctica pueden sustituir la falta de la primera. Aunque podamos arrojar bastan-te luz sobre la adecuacin de nuestra presuposicin a las causas finales, ya sean dela naturaleza, ya sean de nuestra voluntad, seguimos siendo siempre ignorantes en

    punto a las causas eficientes. Esta queja parece estar fundada sobre todo all donde(como en el caso metafsico) tienen que preceder leyes prcticas para indicar, de unavez por todas, el fin en cuyo favor me propongo determinar el concepto de unacausa, que, de este modo, parece no ataer en absoluto a la naturaleza del objeto,VIII160 sino que parece ser meramente una ocupacin con nuestras propias inten-ciones y necesidades subjetivas.

    Siempre resulta difcil llegar a un acuerdo sobre principios en aquellos casos enlos que la Razn tiene un inters doble y recprocamente limitante. Pero ya es dif-cil siquiera entenderse a propsito de esta clase de principios, porque conciernen almtodo del pensar antes de la determinacin del objeto y porque las reclamaciones

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    sometidos a juicio en el mismo. Las notas del editor de la Academia quedan indicadas tambin a pie

    de pgina, pero siguiendo la numeracin romana. En aquellos casos en que las notas de Maier concier-nen a notas a pie de Kant hemos preferido su insercin entre corchetes en el texto de notas del autor.A lo largo de la traduccin, la informacin editorial relativa a las obras de Kant y los nombres propiosde autores aludidos en el ensayo queda recogida tambin entre corchetes, all donde su mencin seanecesaria en beneficio de la claridad del texto, acompaada de la indicacinN. del T.. Aquellos trmi-nos que se han ido incluyendo en el texto para facilitar su comprensin aparecen con una clave del tipo. Asimismo, aquellos trminos alemanes vinculados a la defensa del derecho de la Razn alempleo de principios teleolgicos en su uso terico aparecen en cursiva dentro de corchetes, puestoque creemos que marcan el tono y alcance de la tarea emprendida por Kant en el texto (N. del T.).

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    [Ansprche] de la Razn, contradictorias entre s, convierten en ambiguo el puntode vista a partir del cual se ha de contemplar su objeto. En la presente Revista sehan sometido a un agudo examen dos de mis ensayos I acerca de dos objetos muydiferentes y de una importancia dispar. En uno no se me ha entendido, aunque desdeluego lo esperaba; en el otroII, empero, se me ha entendido bien ms all de todo loesperable; en ambos casos por hombres de extremado talento, fuerza juvenil y famafloreciente. En aquel [del ensayo Determinacin del concepto de unaraza humana,Revista Mensual de Berln, 1785; N. del T.] se me convirti en sos-

    pechoso de querer responder a una pregunta de la investigacin fsica de la natura-leza mediante documentos de la religin; en el otro [del ensayo Comienzo conje-tural de la historia humana,Revista Mensual de Berln, 1786; N. del T.] fui libra-do de la sospecha de querer causar quebranto a la religin probando la insuficien-cia de una investigacin metafsica de la naturaleza. En ambos la difi-cultad para ser entendido se funda en que no se ha dilucidado suficientemente elderecho para poder servirse del principio teleolgico all donde las fuentes tericasde conocimiento no son suficientes, si bien con una restriccin tal de su uso quegarantice a la investigacin terico-especulativa el derecho deprelacin [das Rechtdes Vortritts] para que, en primer lugar, ensaye all su entera facultad (a pro-

    psito de lo cual en la investigacin metafsica se exige legtimamente de la Raznpura que justifique primero su facultad y, en general, su pretensin [Anmaung] dedecidir acerca de cualquier cosa, pero que, al mismo, tiempo, desencubra comple-tamente el estado de su facultadpara que le sea permitido contar con confianza), de

    manera que en lo sucesivo su libertad permanezca invulnerada. Buena parte de ladesavenencia descansa en la preocupacin por el quebranto con el que se amenaza-ra a la libertad del uso de la Razn; creo que, cuando esta se supri-me, los obstculos para la avenencia pueden eliminarse fcilmente.

    El seor Consejero Privado Georg Forster plantea objeciones en el MercurioAlemn de octubre y noviembre de 1786 contra una aclaracin, contenida en laRevista Mensual de Berln de noviembre de 1785, de mi opinin, manifestada conanterioridad, sobre el concepto y el origen de las razas humanas, objecionesVIII161 que, segn me parece, provienen solamente de un malentendido acerca del

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    I 160 9.10 dos de mis ensayos: los dos ensayos son Determinacin del concepto de una raza

    humana y Comienzo conjetural de la historia humana. Cfr. Forster, loc. cit., p. 59.II 160 12.13En uno en el otro: Aqu reina una confusin considerable en el texto kantiano. El

    autor ha hablado en la proposicin precedente de dos de sus ensayos (cfr. las explicaciones a la p. 1609.10). Ahora, por el contrario, se comporta como si se hubiera hablado de dos enjuiciamientos. En rea-lidad pone la vista en dos enjuiciamientos de sus dos ensayos (cfr. p. 11s. y p. 9s.). Uno de los enjui-ciadores es Forster, se piensa que el otro es Reinhold, tal y como se deduce de la p. 183 10. Sin embar-go, introducir las Cartas sobre la filosofa kantiana del ltimo como un enjuiciamiento de aquellos dosensayos es algo ms que forzado. De esta manera, empero, Kant pretende combinar desde el principiolos dos fines de su tratado.

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    principio del que parto. Desde luego, este hombre clebre encuentra desacertado justo al comienzo que se establezca de antemano un principio, segn el cual elinvestigador de la naturaleza debe dejarse guiar, incluso en la bsqueda y la obser-vacin, y ante todo el que sea un principio tal que dirija la observacin hacia unahistoria de la naturaleza, fomentada mediante ese proceder, a diferencia de la meradescripcin de la naturaleza, as como inadmisible esta misma dife-rencia. Sin embargo, esta desavenencia se puede superar fcilmente.

    Por lo que concierne a la primera vacilacin, es cierto, fuera de toda duda, quemediante un mero andar a tientas emprico y sin un principio rector segn el cualhabra que buscar nunca se encontrara algo conforme a fin; pues disponermetdi-camente la experiencia significa sencillamente observar. Agradezco enormementeque haya viajeros meramente empricos y su relato, mxime cuando se trata de unconocimiento interconectado, a partir del cual la Razn debe hacer algo en favor deuna teora. Por lo comn, cuando se les pregunta, contestan: habra podido perca-tarme de eso perfectamente, en caso de haber sabido que se me preguntara porello. Incluso el mismo seor F. sigue la gua del principio de LinneoIII de la per-manencia del carcter de las partes de fecundacin de las plantas, sin el cual la des-cripcin sistemtica de la naturaleza del reino vegetal no se habra ampliado niordenado de manera tan clebre. El que algunos sean tan poco precavidos como

    para introducir sus ideas en la observacin (y, como le ocurri incluso a aquel granconocedor de la naturaleza, a saber, tomar la semejanza de los carac-teres, siguiendo ciertos ejemplos, por una indicacin de la semejanza de las poten-

    cias de las plantas) es desgraciadamente algo muy cierto, tanto como la leccin que se da al razonador precipitado (leccin que probablemente no nosatae a ninguno de los dos) est enteramente bien fundada; sin embargo, este abusono puede suprimir la validez de la regla.

    Por lo que concierne, empero, a la diferencia, puesta en duda e incluso rechaza-da enteramente, entre descripcin de la naturaleza e historia de la naturaleza, si qui-siera entenderse bajo la ltima un relato de acontecimientos naturales hasta dondeno llega ninguna Razn humana, por ejemplo, el surgimiento primero de plantas yanimales, desde luego una ciencia semejante sera, como dice el seor F., una cien-cia para dioses, ya estuvieran presentes en la Creacin o fueran ellos mismos losCreadores, no para hombres. Sin embargo, tan slo llevar la articulacin de ciertas

    hechuras actuales de las cosas naturales con sus causas en un tiempo anterior tanlejos como lo permita la analoga, segn leyes eficientes no fingidas por nosotros,sino derivadas a partir de las VIII162 fuerzas de la naturaleza, tal y como sta senos muestra ahora, eso sera historia de la naturaleza y, adems, una historia nosolamente posible, sino tambin con frecuencia ensayada suficientemente por minu-

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    III 161 18 del principio de Linneo: La sistematizacin de las plantas de Linneo parte, como essabido, de la hechura de los rganos de fecundacin.

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    ciosos investigadores de la naturaleza, por ejemplo, en las teoras de la tierra (entrelas que encuentra tambin su lugar la del conocido LinneoIV), hayan conseguidomucho o poco con ello. La conjetura [Mutmaung] del seor F. acerca del origen

    primero del negro forma parte tambin, ciertamente, no de la descripcin de la natu-raleza, sino de la historia de la naturaleza. Esta diferencia radica en la hechura delas cosas, y con ella no pretendo nada nuevo, sino meramente la separacin cuida-dosa entre un negocio y el otro, porque son totalmente heterogneos, y si la una (ladescripcin de la naturaleza) aparece como ciencia en todo el fulgor de un gran sis-tema, la otra (la historia de la naturaleza) slo puede exponer fragmentos o hipte-sis inestables. Mediante esta separacin y la exposicin de la segunda como unaciencia propia, aunque por ahora (quizs tambin para siempre) realizable mscomo esbozo que como obra (en la que para la mayora de las preguntas podraencontrarse marcado un vacat), espero conseguir que con una presunta inteleccinno se d por bueno en la una algo que en propiedad slo corresponde a la otra y quese conozca con mayor determinacin el alcance de los conocimientos efectivamen-te reales en la historia de la naturaleza (pues se est en posesin de algunos deellos), al tiempo que tambin las limitaciones que se hallan en la Razn misma,

    junto con los principios segn los cuales sta podra ampliarse de la mejor maneraposible. Tiene que perdonrseme esta meticulosidad, puesto que en otros casos hepadecido la desgracia, debida a la falta de cuidado, de dejar que los lmites de lasciencias se confundan unos con otros, y lo he denunciado, sin complacer precisa-mente a todos; adems, estoy completamente convencido de que mediante la mera

    separacin de lo heterogneo, que previamente se haba tomado como un conjunto[im Gemenge], surge con frecuencia una luz enteramente nueva para las ciencias,con lo que, desde luego, se descubre alguna miseria, que antes poda ocultarsedetrs de conocimientos de una especie extranjera, pero se inauguran muchas fuen-tes autnticas de conocimiento donde antes ni mucho menos se habra podido sos-

    pechar.La mayor dificultad con respecto a esta presunta novedad reside solamente en

    el nombre. El significado de la palabra historia, al expresar lo mismo que la pala-bra griega historia (relato, descripcin), es de uso demasiado antiguo y frecuentecomo para que debiera ocurrrsele fcilmente a alguien atribuirle VIII163 otro sig-nificado, que pudiera designar la investigacin natural del origen; sobre todo, no

    carece de dificultad encontrarle en el ltimo otraexpresin tcnica correspondiente. Sin embargo, la dificultad del lenguaje paradiferenciar no puede suprimir la diferencia de las cosas. Una desavenencia semejan-te, debida a un alejamiento, si bien inevitable, de las expresiones clsicas, ha sido

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    IV 162 4 la del conocido Linneo: sc. Teora de la tierra; sobre esto cfr. II 456,Aclaraciones a 8 5.* Yo propondra para la descripcin de la naturaleza la palabra Fisiografa, para la historia de la

    naturaleza, empero, Fisiogona.

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    presumiblemente tambin la causa del desacuerdo sobre la cosa misma a propsitodel concepto de una raza. Aqu sale a nuestro encuentro lo que Sterne dice con oca-sin de una disputa fisionmica que, segn sus caprichosas ocurrencias, tena alar-madas a todas las Facultades de la Universidad de Estrasburgo: los lgicos habr-an dirimido el asunto slo con que no se hubiesen topado con una definicinV.Qu es una raza? La palabra no se encuentra en absoluto en un sistema de la des-cripcin de la naturaleza, con lo que presumiblemente la cosa misma tampoco seencuentra en general en la naturaleza. Pero el concepto que esta expresin designaest enteramente fundado en la Razn de cada observador de la naturaleza, que parauna peculiaridad heredada de diversos animales que se engendran por cruce, la cualno est en el concepto de su gnero, piensa una comunidad de la causa y, adems,de una causa dispuesta originariamente en el tronco del gnero mismo. El hecho deque esta palabra no aparezca en la descripcin de la naturaleza (sino, en su lugar, la variedad), no le impide al observador encontrarla necesaria con vistas ala historia de la naturaleza. Slo que tiene que determinarla con nitidez para este

    propsito; y eso es lo que queremos intentar aqu.El nombre de una raza, como peculiaridad radicalque apunta hacia un linaje

    [Abstamm] comn y que, al mismo tiempo, admite mltiples caracteres permanen-temente hereditarios, no solamente del mismo gnero animal [Tiergattung], sinotambin del mismo tronco [Stamm], no ha sido pensado con ligereza. Yo lo traduci-ra porderivacin [Abartung] (progenies classifica), para distinguir a una raza de ladegeneracin [Ausartung] (degeneratio s. progenies specifica), VIII164 que no

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    V 163 9 Sterne:La vida y opiniones de Tristram Shandy, 4 libro (en el cuento de Slawkenbergius)[El pasaje de la obra de Laurence Sterne al que parece referirse Kant es el siguiente, trad. cast. por J.Maras, Madrid, Alfaguara, 1999, pp. 227-228: Los lgicos se cieron al tema propuesto mucho msque ninguno de los dems grupos de literati; ellos empezaron y acabaron con la palabra nariz; y deno haber sido por una petitio principii contra la que uno de los ms capacitados se dio de cabeza alcomienzo del combate, la controversia habra quedado esclarecida y zanjada al instante.

    Una nariz, arguy el lgico en cuestin, no puede sangrar sin sangre, y tampoco con sangre sinms, sino que, para poderle suministrar al fenmeno una sucesin de gotas, ha de ser sangre que esten circulacin por la susodicha nariz (un chorro no es nada ms que una sucesin de gotas ms rpi-da, luego tal posibilidad est ya incluida en la afirmacin precedente, observ). Pues bien, prosiguiel lgico, no siendo la muerte sino la estagnacin de la sangre

    Rechazo esa definicin, dijo su adversario; la muerte es la separacin del cuerpo y el alma.

    Entonces no estamos de acuerdo tampoco en las armas, dijo el lgico. En tal caso aqu acaba la dis-cusin, respondi el adversario;N. del T.].* Las denominaciones de classes y ordines expresan inequvocamente una separacin meramen-

    te lgica que la Razn establece entre sus conceptos en favor de la mera comparacin:genera yspe-cies, empero, pueden significar tambin la escisinfsica que la misma naturaleza establece entre suscriaturas con respecto a sugeneracin. El carcter de la raza puede, por tanto, ser suficiente para cla-sificar criaturas con arreglo a l, pero no para extraer de ah una speciesparticular, porque sta podrasignificar tambin una derivacin segregada, que nosotros no pretendemos entendida bajo el nombrede una raza. Es evidente que nosotros no hemos tomado aqu la palabra clase en su significado

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    puede aceptarse porque va contra la ley de la naturaleza (en la conservacin de susespecies [species] bajo una forma invariable). La palabraprogenies indica que noson caracteres originarios, distribuidos mediante tantos troncos como especies delmismo gnero, sino desplegados por vez primera en la serie de las generaciones, portanto, no especies [Arten] distintas, sino derivaciones distintas, pero tan determina-das y constantes que justifican una diferencia de clase.

    Segn estos conceptos preliminares, elgnero humano (tomado segn las sea-les [Kennzeichen] generales del mismo en la descripcin de la naturaleza) podradividirse en un sistema de la historia de la naturaleza en tronco (o troncos), razas oderivaciones ( progenies classificae) y distintos esquejes humanos[Menschenschlag] (varietates nativae), donde los ltimos no contienen sealesindefectibles, transmisibles segn una ley dada, por tanto, tampoco suficientes parauna distincin de clase. Todo esto es, empero, una mera Idea del modo en que lamxima multiplicidad en la generacin y la mxima unidad del linaje han de serunificadas por la Razn. Que haya efectivamente un parentesco semejante en elgnero humano, eso tienen que decidirlo las observaciones, que hacen notar la uni-dad del linaje. Y aqu se ve con nitidez que uno tiene que estar dirigido por un prin-cipio determinado sencillamente para observar, esto es, para prestar atencin aaquello que puede apuntar en direccin al linaje, no meramente a la semejanza delos caracteres, porque ahora nos las habemos con una tarea de la historia de la natu-raleza, no de la descripcin de la naturaleza, ni de una mera denominacin metdi-ca. Si alguien no ha dispuesto su investigacin segn aquel principio, entonces tiene

    que volver a buscar; pues lo que necesita para establecer si hay un parentesco realo meramente nominal entre las criaturas no se le ofrecer por s mismo.

    No puede haber seal ms segura de la diversidad del tronco originario que laimposibilidad de obtener una descendencia fructfera mediante el cruce de dos gru-

    pos humanos hereditariamente distintos. VIII165 Si este cruce tiene xito, la diver-sidad de la figura, por muy grande que sea, no empece para encontrar que al menossea posible una derivacin comn de los mismos; pues, tal y como, a pesar de estadiversidad, pueden unificarse mediante generacin en un producto que contienecaracteres de ambos, as tambin han podido dividirse en tantas razas mediantegeneracin a partir de un tronco que albergaba originariamente las disposiciones

    para el despliegue de los caracteres de ambos; y la Razn no partir innecesaria-

    mente de dos principios, si puede bastarle con uno. La seal segura de propiedadeshereditarias, como la nota [Merkmale] de otras tantas razas, ya ha sido introducida.Ahora hay que apuntar an algo acerca de las variedades [Varietten] hereditarias,que ocasionan la denominacin de uno u otro esqueje humano (esqueje de familiay de pueblo).

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    amplio, tal y como es tomada en el sistema de Linneo; la utilizamos tambin para la subdivisin, perocon una intencin enteramente distinta.

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    Una variedad es la propiedad hereditaria que no es clasificable, porque no sepropaga indefectiblemente; pues una permanencia tal del carcter hereditario es exi-gida hasta para legitimar la subdivisin en clases en la descripcin de la naturaleza.Una figura, que en la propagacin produceslo de vez en cuando el carcter de los

    progenitores ms prximos y, adems, en buena parte slo unilateralmente (trans-mitiendo el del padre o el de la madre), por ejemplo, la diferencia entre rubios ymorenos, no es ninguna nota por la que pueda conocerse el linaje de ambos padres.Por su parte, la raza o derivacin es una peculiaridad indefectiblemente hereditaria,que legitima tambin la subdivisin en clases, pero que, con todo, no es especfica,

    porque la transmisin [Nachartung] indefectiblemente mestiza (por tanto, lafusinde los caracteres de su diferencia) al menos no permite juzgar imposible el conside-rar a su diferencia hereditaria unificada originariamente en meras disposicionestambin en su tronco, desplegndose paulatinamente yseparndose slo en la pro-

    pagacin. Pues no se puede convertir a un gnero animal en una especie particularsi forma parte junto con otro de uno y el mismo sistema de reproduccin de la natu-raleza. Por lo tanto, en la historia de la naturaleza gnero y especie significaran lomismo, a saber, la peculiaridad hereditaria incompatible con un linaje comn.Aquella , empero, que puede coexistir con ste o bien es necesaria-mente hereditaria, o bien no. En el primer caso, constituye el carcter de la raza, enel otro, de la variedad.

    Acerca de lo que puede llamarse variedad en el gnero humano solamenteobservo aqu que tampoco en punto a sta la naturaleza VIII166 ha de considerarse

    como configuradora en completa libertad, sino precisamente, al igual que en loscaracteres de las razas, como quien slo despliega variedades y como est

    predeterminada a ellas por disposiciones originarias; porque tambin en sta se encuentra una finalidad y una adecuacin conforme a la misma que no

    puede ser obra del azar. Lo que apuntLord ShaftesburyVI, a saber, que en cada ros-tro humano se encuentra una cierta originalidad (como un designio efectivamentereal) que distingue al individuo como determinado a ciertos fines que no tiene encomn con otros, si bien descifrar estos signos [Zeichen] supera nuestra facultad,esto puede confirmarlo todo retratista que piense sobre su arte. En un cuadro pinta-do al natural y compuesto correctamente se ve la verdad, es decir, que no ha sidoextrado de la imaginacin. Pero, en qu consiste esta verdad? Sin duda, en una

    proporcin determinada de una de las muchas partes del rostro con el resto, para

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    VI 166 5Lord Shaftesbury: Presumiblemente, Kant no recuerda bien el pasaje de Caractersticas.Ensayo sobre la libertad de ingenio y el humor, 4 parte, p. 3 (seccin 3:Ahora, la variedad, etc., edi-cin de 1790, I, p. 124s.). Cfr. Consejo a un autor, parte 1, p. 3 (seccin 11, loc. cit., I, p. 174);Reflexiones mezcladas 5, cap. 1, n 28, contra la conclusin (loc. cit., III, p. 217ss.), ibd., cap. 3 (loc.cit., III, p. 267), adems Investigacin concerniente a la virtud o el mrito, vol. I, parte II, comienzode la p. 1 (loc. cit., II, p. 9s.).

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    expresar un carcter individual que contiene un fin oscuramente representado.Ninguna parte del rostro, aunque nos parezca desproporcionada, puede ser modifi-cada en el retrato conservando el resto, sin que el ojo del entendido note enseguida,aunque no haya visto el original, en comparacin con el retrato copiado del natural,cul de los dos contiene la pura naturaleza y cul la ficcin. La variedad entre hom-

    bres de precisamente la misma raza, con toda probabilidad, ha sido dispuesta en eltronco originario conforme a fin, para fundar y desplegar en lo sucesivo la mximamultiplicidad a favor de fines infinitamente diversos, tanto como la diferencia derazas para fundar y desarrollar en lo sucesivo la aptitud a pocos,

    pero ms esenciales fines; en ello se halla tambin la diferencia consistente en quelas ltimas disposiciones, despus de haberse desplegado de una vez (lo que tieneque haber ocurrido ya en el tiempo ms remoto), no dejan que se generen formasnuevas de esta clase ni tampoco dejan que se borren las primeras; por contra, las pri-meras, al menos segn nuestro conocimiento, parecen indicar una naturaleza inago-table en nuevos caracteres (tanto internos como externos).

    En punto a las variedades, la naturaleza parece evitar la fusin, porque sta seopone a su fin, a saber, la multiplicidad de los caracteres; por lo que concierne a lasdiferencias de raza, por contra, al menos la autoriza (a saber, lafusin), aunque no la favorece, porque as la criatura VIII167 se vuelve apta paravarios climas, aunque no se adecue a ninguno de ellos en el grado en que lo habahecho la primera especificacin [Anartung] al clima. Pues, por lo que concierne ala opinin comn segn la cual los nios (de nuestra clase de los blancos) deben

    heredar [ererben] por partes iguales de sus padres (como se dice, a saber, eso lotiene el nio del padre; eso lo tiene de la madre) las seales que forman parte dela variedad (como estatura, forma de la cara, color de piel), incluso algunos defec-tos (tanto internos como externos), tras someter al esqueje familiar a un examenminucioso, no puedo adherirme a ella. Los nios se parecen [einarten] sin mezcla ala familia del padre o de la madre, si bien no segn el uno o la otra; y aunque larepugnancia de los cruces de los parientes demasiado prximos bien puede tener engran parte causas morales y , al mismo tiempo, su infructuosidad no

    puede ser suficientemente probada, la amplia difusin de esta repugnancia, hasta enpueblos rudos, da pie a la suposicin de que un fundamento lejano haya sido dis-puesto para ello en la naturaleza, que no quiere que se tengan que reproducir siem-

    pre de nuevo las viejas formas, sino que se extraiga toda la multiplicidad que ellahaba dispuesto en los grmenes originarios del tronco humano. Tampoco est per-mitido imputar un cierto grado de uniformidad que salta a la vista en un esqueje defamilia o incluso de un pueblo a la especificacin mestiza de sus caracteres (lo que,segn mi opinin, no tiene lugar con respecto a las variedades). En efecto, el exce-dente de la fuerza generadora de una parte u otra de los esposos, puesto que a veceslos nios se sitan casi del todo en el tronco paterno o en el materno, puede, cabe

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    la inicial gran diversidad de los caracteres, disminuir la multiplicidad y producir unacierta uniformidad (que slo es visible a ojos extranjeros), mediante accin y reac-cin, a saber, al ser cada vez ms escasas las transmisiones de un lado. Con todo,esa es solamente mi opinin, que entrego a modo de inciso al juicio potestativo dellector. Es ms importante el que cabe otros animales casi todo lo que podra llamar-se en ellos variedad (como el tamao, la hechura de la piel, etc.) se especifique conel mestizaje, y esto, si se contempla al hombre, tal y como es aceptable hacerlo, poranaloga con los animales (en consideracin de la propagacin) parece contener unaobjecin contra mi distincin entre razas y variedades. Para juzgar sobre esto hayque adoptar un punto de vista ms elevado desde el que explicar esta organizacinnatural, a saber, que los animales carentes de Razn, VIII168 cuya existencia slo

    puede tener un valor como medio, precisamente por ello tendran que estar equipa-dos para un uso diferente, con diferencias ya en la disposicin (como las distintasrazas de perros, que segnBuffonVII hay que derivar del tronco comn del pastoralemn); por el contrario, la mayor unanimidad del fin en el gnero humano norequera una diversidad tan grande de las formas naturales especificadas; por tanto,las que estn especificadas necesariamente slo podran estardispuestas para la conservacin de la especie en unos pocos climas notablementedistintos entre s. Sin embargo, puesto que slo he pretendido defender el conceptode las razas, no estoy obligado a ser garante del fundamento de explicacin de lasvariedades.

    Tras la supresin de esta discordia lingstica, que con frecuencia es ms culpa-

    ble de un disenso que una discordia acerca de los principios, espero que ahora seencuentren menos obstculos para afirmar mi modo de explicacin. El seor F. estde acuerdo conmigo en lo siguiente, a saber, en que l encuentra al menos lo sufi-cientemente importante una peculiaridad hereditaria entre las diferentes figurashumanas, a saber, la de los negros y la del resto de los hombres, como para no con-siderarla un mero juego de la naturaleza y efecto de impresiones casuales, exigien-do ms bien para ella disposiciones incorporadas originariamente al tronco y unaorganizacin natural especfica. Esta unanimidad de nuestros conceptos ya es de pors importante y permite tambin un acercamiento en punto a los principios de expli-cacin de ambas partes; en lugar del modo de representacin comn y romo quetoma a todas las diferencias de nuestro gnero sobre un pie de igualdad, a saber, el

    de la casualidad, dejndoles surgir y desaparecer una y otra vez, tal y como fijan lascircunstancias externas; considerando superficiales todas las investigaciones de estaclase y, con ello, nula la misma permanencia de la especie en esaforma final. Slo quedan an dos diferencias entre nuestros conceptos, que, empe-ro, no estn en tan amplio desacuerdo como para hacer inevitable una desavenencia

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    VII 168 3Buffon: en la edicin alemana, que Kant ha utilizado bastante, Historia general de lanaturaleza, III 1, 1756, p. 112.

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    irresoluble. Laprimera consiste en que peculiaridades consideradas hereditarias, asaber, las que diferencian a los negros de todos los dems hombres, sean las nicasque deban merecer el ser consideradas como implantadas originariamente; puestoque yo, por contra, juzgo que son todava ms las peculiaridades (las de los indiosy americanos, aadidas a las de los blancos) que legitiman igualmente una clasifi-cacin completa; la segunda divergencia, que, empero, no concierne tanto a laobservacin (descripcin de la naturaleza) cuanto a la teora que tiene que asumir-se (historia de la naturaleza), consiste en lo siguiente, a saber, que el seor F., en

    beneficio de la explicacin de estos caracteres, VIII169 encuentra necesarios dostroncos originarios; mientras que, segn mi opinin (que los considero igualmente,con el seor F., como si fueran caracteres originarios), es posible y, adems, apro-

    piado al modo de explicacin filosfico, considerarlos como despliegue de disposi-ciones primitivas finales implantadas en un tronco; lo cual ya no constituye un liti-gio tan grande como para que la Razn no pueda prestarse ayuda asimismo en esto,si se piensa que el origen fsico primitivo de los seres orgnicos permanece sin fun-damento para ambos, y para la Razn humana en general, precisamente tanto comola especificacin mestiza en la propagacin de los mismos.

    Dado que el sistema de los grmenes separados justo al comienzo y aislados endos especies de troncos, aunque despus fusionados armoniosamente de nuevo enla mezcla de los troncos anteriormente separados, no es de ms ayuda para la capa-cidad de comprensin de la Razn que el sistema de los grmenes distintos, implan-tados originariamente en uno y el mismo tronco, que se desarrollan sucesivamente

    de forma final para la primera poblacin universal; y que, adems, la lti-ma hiptesis lleva consigo la ventaja de economizar distintas creaciones locales;dado que, por lo dems, en los seres organizados, por lo que concierne a la conser-vacin de su especie, no hay que pensar en economizar fundamentos de explicacinteleolgicospara sustituirlos por fundamentos de explicacinfsicos y, que

    por tanto, aquel modo de explicacin no lastra a la investigacin natural con ningu-na nueva carga aparte de aquella de la que, por lo dems, nunca se podr deshacer,a saber, el seguir aqu nicamente el principio de los fines; dado que, adems, elseor F. se ha determinado, a decir verdad, nicamente por los descubrimientos desu amigo, el clebre y analtico filosfico seor SmmeringVIII, a encontrar la dife-rencia entre los negros y los otros hombres ms importante de lo que les gustara a

    aquellos que confunden de buen grado todos los caracteres hereditarios y quisieranconsiderarlos como meros matices casuales, y dado que este hombre distinguido[Smmering] se declara a favor de que la formacin de los negros muestra una

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    VIII 169 25.31 Smmering: Th. Smmering, Sobre la diferencia corporal del negro con respectoal europeo, Frankfurt y Mainz, 1785. El libro est dedicado a Georg Forster.

    Smmering, Acerca de la diferencia corprea de los negros y de los europeos, p. 79: En lacomplexin del negro se encuentran propiedades que le convierten en la criatura ms perfecta para su

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    finalidad perfecta en lo que concierne a su tierra natal, sin que tenga que conside-rarse que la adecuacin a su terreno sea ms plausible en la estructura sea de lacabeza VIII170 que en la organizacin de la piel, este gran instrumento de segrega-cin de todo aquello que debe eliminarse de la sangre, por consiguiente, [el seorF.] parece entenderesta en funcin del conjunto restantede la sobresaliente organizacin natural de los mismos (de la que lahechura de la piel es una parte importante) y dispone a aquella nada ms que como su distintivo ms ntido para el anatomista; es de esperar que el seor F., cuando se pruebe que hay, en menor nme-ro, otras peculiaridades heredadas igualmente permanentes, que no se entremezclansegn las variaciones graduales del clima, sino que estn netamente talladas, aun-que nunca aparezcan en la disciplina del arte anatmico, no tendr reparos en reco-nocerles un idntico derecho [Anspruch] a grmenes particulares origina-rios, implantados conforme a fin en el tronco. Pero si es necesario suponer para estosolamente un tronco comn o varios troncos, es de esperar que podamos llegarfinalmente a un acuerdo sobre ello.

    Por lo tanto, se suprimiran las dificultades que impiden al seor F. adherirse ami opinin, no solamente en punto al principio, sino ms bien en punto a la dificul-tad de adaptarlo convenientemente a todos los casos de la aplicacin. En la prime-ra seccin de su tratado, de octubre de 1786, p. 70, el seor F. elabora una escalacromtica de la piel a partir de los habitantes de Europa del Norte, pasando porEspaa, Egipto, Arabia, Abisinia, hasta el Ecuador, y desde all, empero, de nuevo en orden inverso, retirndose progresivamente hacia la templada zonadel Sur, pasando por las tierras de los cafres y de los hotentotes, con una gradacindesde el marrn hasta el negro y viceversa, tan proporcionada (segn su opinin) alclima de las tierras (con lo que supone, aunque sin prueba, que las colonias origina-rias de la Negritud, desplazadas hacia la punta de frica, se han transformado pro-gresivamente bajo el influjo del clima en cafres y hotentotes), que le asombra cmose ha podido pasar tambin esto por alto. Pero, desde luego, hay que sorprendersean ms acerca de cmo se ha podido pasar por alto aquel rasgo que est suficien-temente determinado y que es el nico que hay que considerar con fundamentocomo decisivo para la generacin indefectiblemente mestiza, del que depende todo

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    clima, quizs en una criatura ms perfecta que los europeos. Este hombre notable pone en duda en elmismo escrito, 44 D, la opinin de Schott169 34 [D. Schott: Smmering cita el texto de Schott,Tratado sobre la Synochus strabiliosa que devast Senegal, Londres, 1782] acerca de la piel de losnegros, cuya organizacin sera apropiada para una mejor eliminacin de sustancias nocivas. Esta opi-nin solamente llega a cobrar mucha probabilidad si se enlazan con esto las noticias de Lind[169 36Lind: cfr.Aclaraciones a 103 16] (Acerca de las enfermedades de los europeos, etc.) sobre lo noci-vo del aire cargado de flogisto por las selvas pantanosas alrededor de la corriente del ro Gambia, quetiene efectos tan rpidamente mortferos para los marineros ingleses y en el que, sin embargo, losnegros viven como en su elemento.

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    aqu. VIII171 Pues ni el europeo norteo en el cruce con los europeos de sangreespaola, ni el mauritano o el rabe (presumiblemente tampoco el abisinio, que estemparentado de cerca con l) que se cruza con mujeres circsicas, estn sometidoslo ms mnimo a esta ley. Tampoco se tiene razn alguna para, despus de haberdejado a un lado lo que el sol de su tierra imprime en cada uno de estos ltimos indi-viduos, juzgar su color como un caso distinto al de los morenos entre el esqueje

    blanco humano. Por lo que, empero, concierne al parecido de los cafres y, en menorgrado, de los hotentotes en el mismo continente con el negro, que presumiblemen-te confirmaran el ensayo de la generacin mestiza, lo ms probable es que stos nosean otra cosa que descendientes bastardos de un pueblo negro y de los rabes quevisitan estas costas desde los tiempos ms remotos. Pues, entonces, cmo es queuna presunta escala cromtica semejante no se encuentra tambin en la costa Oestede frica, donde la naturaleza da ms bien un sbito salto desde los rabes more-nos o mauritanos hacia los negros ms oscuros de Senegal, sin haber transitado porel camino intermedio de los cafres? Con esto se derriba tambin la tentativa de prue-

    ba propuesta en la pgina 74 y decidida de antemano, que debe probar la desestima-cin de mi principio, a saber, el que el abisinio moreno oscuro, cruzado con unacafre, no dara un esqueje intermedio segn el color, porque el color de ambos es deuna misma clase, a saber, moreno oscuro. Pues, si el seor F. asume que el colormarrn del abisinio, con lo tapetado con que lo tienen los cafres, le es innato y, ade-ms, de manera que en la generacin cruzada con una blanca tendra que dar nece-sariamente un color intermedio, el ensayo resultara como el seor F. quiere; pero

    l no probara tampoco nada contra m, porque la diversidad de las razas no se enjui-cia segn lo que en ellas hay de idntico, sino segn lo que en ellas hay de distin-to. Slo podra decirse que tambin habra razas morenas oscuras, que se distinguende los negros o de su linaje por otras notas (por ejemplo, por la estructura sea);

    pues, con respecto a ellas la generacin dara un mulato y mi lista de colores seraaumentada slo en una unidad. Si el color oscuro que muestra el abisinio crecido ensu tierra no es, empero, heredado [angeerbt], sino que es tan slo algo as como elde un espaol que se hubiera criado desde nio en la misma tierra, su color naturaldara, sin duda, con el de los cafres un esqueje intermedio de la generacin, que, sinembargo, puesto que viene a aadirse el bronceado casual por el VIII172 sol, que-dara recubierto y parecera ser un esqueje idntico (segn el color). Por lo tanto,

    este ensayo proyectado no prueba nada contra la aptitud del color de piel necesaria-mente hereditario para una diferencia de raza, sino slo la dificultadpara poder determinar correctamente el mismo, siempre que sea innato, en lugaresdonde adems el sol lo cubre con un maquillaje casual, y ratifica la conformidad aderecho de mi exigencia para privilegiar, en su favor, las generaciones a partir delos mismos padres en un clima extranjero.

    Tenemos un ejemplo decisivo de lo ltimo en el color de piel india de un peque-

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    o pueblo que se propaga desde hace muchos siglos en nuestros pases nrdicos, asaber, losgitanos. Que son un pueblo indio, lo prueba su lengua con independenciade su color de piel. Pero la naturaleza se ha obstinado tanto en conservar este lti-mo que, aunque puede rastrearse su presencia en Europa hasta doce generacionesatrs, su piel ha conservado tanto su aspecto que, si crecieran en la India, no seencontrara, con toda probabilidad, ninguna diferencia entre ellos y los nativos deaquella tierra. Decir aqu que se tendra que esperar an doce veces doce generacio-nes para que el aire nrdico blanqueara completamente su color hereditario signifi-cara entretener al investigador de la naturaleza con respuestas dilatorias y buscarsalidas en falso. Hacer pasar, empero, su color por una mera variedad, algo as comola de un espaol moreno frente a un dans, significa dudar del marchamo de la natu-raleza. Porque los gitanos generan indefectiblemente nios mestizos con nuestrosnativos viejos, ley a la que no est sometida la raza de los blancos en punto a nin-guna de sus variedades caractersticas.

    Pero en las pginas 155-156 aparece el contraargumento ms importante,mediante la cual, en caso de que estuviera fundada, se probara que, aunque mis dis-

    posiciones originarias me fueran incluso concedidas, la conformidad de los hom-bres a sus tierras natales en su expansin sobre la superficie de la tierra tampocopodra coexistir con ello. En todo caso, todava se podra defender, dice el seor F.,quejustamente aquellos hombres, cuya disposicin se adapta a este o a aquel clima,naceran aqu o all mediante una sabia componenda de la Providencia. Pero, prosi-gue preguntndose cmo es que precisamente esta Providencia ha sido tan corta de

    miras como para no pensar en una segunda migracin, donde cada germen, que sloera apto para un clima, quedara enteramente carente de fin.

    VIII173 Por lo que concierne al primer punto, recurdese que yo no haba toma-do a aquellas primeras disposiciones como distribuidas entre los distintos hombres

    pues, de ese modo, se habran convertido en otros tantos troncos diferentes, sinocomo unificadas en la primera pareja humana; y, as, sus descendientes, en los que

    permaneca todava indistinta la disposicin originaria completapara todas las deri-vaciones futuras, se adaptaban a todos los climas (in potentia), a saber, de maneratal que el germen capaz de adecuarlos a aquella franja de la tierra en la que ellos osu descendencia inmediata dieran a parar pudiera desplegarse all mismo. Por lotanto, no se necesitaba una componenda especial, una componenda sabia para lle-

    varlos a aquellos lugares a los que se adaptaran sus disposiciones; sino que alldonde llegaban de manera casual y donde proseguan durante largo tiempo su repro-duccin se desarrollaba el germen que se encontraba en su organizacin para estaregin de la tierra, capaz de adecuarles a un clima semejante. El despliegue de lasdisposiciones se regira por los lugares, y los lugares no tendran que seleccionarsesegn las disposiciones ya desplegadas, como malinterpreta el seor F.. Todo esto,empero, slo se entiende a partir del tiempo ms remoto, que tiene que haber dura-

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    do lo suficiente (para el poblamiento progresivo de la tierra) como para proporcio-nar de una vez por todas a un pueblo que tena una residencia estable los influjosdel clima y del suelo exigibles para el despliegue de sus primeras disposiciones ade-cuadas a aqulla. Pero, contina preguntndose, cmo es que precisamente elmismo entendimiento, que aqu calcul tan correctamente qu tierras y qu grme-nes deban coincidir (segn lo anterior, tenan que coincidirsiempre, aunque se pre-tenda que no es un entendimiento, sino slo la misma naturaleza la que haba esta-

    blecido la organizacin de los animales en su interior de manera tan exhaustivamen-te conforme a fin y la que les habra equipado tan cuidadosamente para su conser-vacin), se ha vuelto sbitamente tan miope como para no prever siquiera la even-tualidad de una segunda migracin?. As, la peculiaridad innata que slo es apta

    para un clima queda enteramente carente de fin, etc..Por lo que concierne, empero, a este segundo punto de la objecin concedo que

    aquel entendimiento o, si se prefiere, aquella naturaleza que acta por s misma con-forme a fin segn grmenes ya desplegados no ha prestado atencin, de hecho, a lamigracin, sin que por ello est permitido acusarla de falta de sabidura y cortedadde miras. Ella ha evitado, ms bien, al establecer la conformidad al clima, la confu-sin del mismo, especialmente del clido con el fro. Pues precisamente esta adap-tacin a la nueva franja celeste, difcil para el VIII174 natural ya conformado de loshabitantes del antiguo, abstiene por s misma de ello. Y dnde han intentado losIndios o los Negros extenderse a regiones nrdicas? Aquellos que, empero, hansido expulsados hasta all, no han querido nunca dejar en heredad (como los negros

    criollos o los indios bajo el nombre de gitanos) un esqueje apto para agricultoressedentarios o trabajadores manuales.

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    * La ltima observacin no se aduce aqu como probativa, pero no carece de importancia. En lasContribuciones del seorSprengel[174 8 Contribuciones de Sprengel, 5 parte: En la 5 parte delas Contribuciones para el conocimiento de los pueblos y de las tierras (ed. por M.C. Sprengel), 1786,

    pp. 267-292, se encuentra el ensayoAnotaciones sobre el escrito de Ramsay acerca del tratamientode los esclavos negros en las Indias Occidentales britnicas (British Sugar Colonies), que adopta una

    posicin crtica frente al texto del otrora clrigo ingls en la isla de San Kitt, James Ramsay, Ensayosobre el tratamiento y conversin de los esclavos americanos en las Indias Occidentales britnicas(British Sugar Colonies), Londres, 1783], 5 parte, pp. 287-292, un especialista aduce, contra el deseode Ramsay de utilizar a todos los esclavos negros como trabajadores libres, que entre los muchos milesde negros manumitidos que se encuentran en Amrica e Inglaterra no conoce ningn ejemplo de que

    alguno ejerza un empleo que pueda llamarse propiamente trabajo, sino, ms bien, de que,tan pronto como alcanzan la libertad, abandonan el fcil trabajo manual que una vez se les obligaba arealizar como esclavos, para convertirse en su lugar en traperos, hosteleros miserables, criados delibrea, pescadores o cazadores ocasionales, en una palabra, en zascandiles. Precisamente esto ocurretambin con los gitanos que nos rodean. El mismo autor observa al mismo tiempo que quizs el climanrdico les hace poco proclives hacia el trabajo, pues soportan mejor tener que esperar detrs delcoche de sus seores o en las fras entradas de los teatros (en Inglaterra) en las ms crudas noches deinvierno, que trillar, cavar, llevar cargas, etc. A partir de esto no se debera colegir que, aparte de lafacultadpara los trabajos, hay tambin un impulso inmediato a la actividad (especialmente a la acti-

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    VIII175 Pero precisamente aquello que el seor F. considera una dificultadinsuperable contra mi principio arroja, bajo cierta aplicacin, la luz ms ventajosa

    para la misma dificultad y resuelve dificultades contra las que nada puede ningunaotra teora. Supongo que desde el tiempo del comienzo del gnero humano han sido

    precisas muchas generaciones hasta el despliegue paulatino de las dis-posiciones que se encontraban en ese gnero para la especificacin completa a unclima y que, adems, la expansin del mismo por una considerable partedel mundo, forzada en buena medida por revoluciones naturales violentas, slo ha

    podido ocurrir con un escaso incremento de la especie. Aunque un pequeo pueblodel Viejo Mundo hubiese sido trasladado mediante estas causas desde las regionessureas hasta las norteas, la especificacin que quizs no haya finalizado an deadecuarse a las anteriores tendra que haberse paralizado paulatina-mente y, por contra, haber dejado espacio al despliegue de las disposiciones en sen-tido contrario, a saber, para el clima nrdico. Ahora bien,

    bajo el supuesto de que este esqueje humano hubiese seguido desplazndose endireccin Noreste hasta Amrica una opinin a la que hay que conceder la mayorverosimilitud, antes de que pudiera volver a expandirse ostensiblemente hacia elSur en este continente, sus disposiciones naturales se habran desplegado tantocomo fuera posible hacerlo y este despliegue, si bien una vez llegado a su trmino,tendra que haber imposibilitado toda especificacin ulterior a un nuevo clima. Porlo tanto, quedara puesto el fundamento de una raza que en su retirada hacia el Surestara siempre adecuada a todos los climas por igual, por tanto, de hecho propia-

    mente a ninguno, porque la especificacin austral se interrumpi antes de su finalen la mitad de su desarrollo y, despus, fue sustituida por la especificacin al clima

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    vidad duradera, que se llama perseverancia) e independiente de todo estmulo, que est particularmen-te entretejido con ciertas disposiciones naturales, ni que los indios tanto como los negros

    portan consigo a otros climas y heredan de este impulso slo lo que necesitaban y lo que haban reci-bido de la naturaleza para su supervivencia en su antigua tierra materna, ni que esta disposicin inter-na se agota tan poco como la exterior visible, sino que las necesidades mucho menoresen aquellas tierras y el menor esfuerzo que requiere la satisfaccin de stas no exigen una disposicinmayor a la actividad. Quiero aducir an aqu algo extrado de la descripcin fundada de Sumatra porMarsden [174 31 Marsden: cfr. VI 523 y 304 s.; el ensayo en las Contribuciones de Sprengel, 6

    parte, 1786, p. 193 ss., se titulaDel Rejangs en Sumatra, segn la historia de esta isla por Marsden,tercera y ltima entrega], (vd. Contribuciones de Sprengel, 6 parte, pp. 198-199). El color de su

    piel (de losRejans) es habitualmente amarillo, sin la mezcla del rojo que produce el color cobrizo. Son

    casi siempre algo ms claros de color que los mestizos en otras regiones de la India. El color blancode los habitantes de Sumatra es, segn mi parecer, en comparacin con otros pueblos justamente dela misma franja celeste, una prueba firme de que el color de la piel no depende de ningn modo direc-tamente del clima. (Eso precisamente dice de los nios nacidos all de los europeos y de los negrosde segunda generacin y presume que el color ms oscuro de los europeos que han residido aqudurante mucho tiempo es una consecuencia de las muchas enfermedades hepticas a las que todosestn expuestos all). Aqu tengo que observar, adems, que las manos de los nativos y de los mesti-zos son habitualmente fras, a pesar del clima clido (una circunstancia importante, que indica que lahechura propia de la piel no tiene que provenir de ninguna causa superficial externa).

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    nrdico y, as, se habra puesto el fundamento del estado permanente de este grupohumano. De hecho,Don UlloaIX (un testigo especialmente importante, que conocaa los habitantes de Amrica en ambos hemisferios) asegura haber encontrado siem-

    pre muy semejante la figura caracterstica de los habitantes de este continente. Porlo que concierne al color, uno de los viajeros martimos ms recientesX, cuyo nom-

    bre no puedo citar ahora con seguridad, lo describe como hierro oxidado mezcladocon aceite. El que, empero, su natural no haya conseguido una adecuacin comple-ta a ningn clima puede derivarse tambin del hecho de que difcilmente puedeaportarse VIII176 otro fundamento de por qu esta raza, demasiado dbil para eltrabajo duro, demasiado indolente para el trabajo perseverante e incapaz para todacultura (de lo que, sin embargo, las proximidades les ofrecen ejemplo y estmulosuficientes) est an muy por debajo del negro, que, con todo, ocupa el nivel ms

    bajo entre el resto de lo que hemos llamado diferencias de raza.Ahora aplquense a este fenmeno todas las hiptesis restantes posibles! Si no

    se quiere aadir a la creacin particular del negro, ya propuesta por el seor F., unasegunda, a saber, la del americano, no queda otra respuesta que el hecho de queAmrica es demasiadofra o demasiado recientepara producir alguna vez la proge-nie de los negros o de los indios amarillos, o para haberla producido ya, en un tiem-

    po tan corto como aquel en el que ha sido poblada. Laprimera afirmacin ahoraest suficientemente refutada, por lo que concierne al clima clido de este continen-te; y por lo que concierne a lasegunda, segn la cual, si se tuviera paciencia paraesperar an algunos siglos, los negros (al menos segn el color de piel hereditario)

    apareceran en algn momento tambin aqu por el progresivo influ-jo del sol, en primer lugar, se debera tener la certeza de que el sol y el aire puedenser la causa de tales injertos, slo para defenderse de las objecionesmediante un resultado meramente presumido, siempre pospuesto ulteriormente demanera arbitraria y situado en la lejana; dado que esto mismo an es muy discuti-do, mucho menos puede oponrseles a los hechos una conjetura meramente arbi-traria!

    Una confirmacin importante de la derivacin de las diferencias indefectible-mente hereditarias mediante el despliegue conforme a fin de dis-

    posiciones reunidas originariamente en un tronco humano para la conservacin dela especie es que las razas que desde all se despliegan no se encuentran expandidas

    espordicamente (en todas las partes del mundo, en un nico clima, de la mismamanera), sino cicldicamente en grupos unificados que se encuentran distribuidos

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    IX 175 27Don Ulloa: cfr. II 507 y 308 25.X 175 31 uno de los viajeros martimos ms recientes: Difcilmente se puede informar de a quin

    se apunta aqu; el infortunio ocurrido con la noticia extrada de la descripcin del viaje de Carteretindica, por lo dems, de qu manera tan pasajera Kant ha manejado tales reminiscencias (cfr.Aclaracin de 177 34).

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    dentro de la frontera de la tierra en la que cada uno de ellos ha podido formarse. Demanera que el linajepuro de los hombres de color amarillo est circunscrito a loslmites delIndostn, y la no demasiado lejanaArabia, que ocupa en gran parte lamisma franja celeste, no contiene nada de ese linaje; ambas, empero, no contienena ningn negro, que slo puede encontrarse enfrica, entre Senegaly Cabo Negro(y, adems, en el interior de este continente); mientras que Amrica entera ni a los unos ni a los otros, incluso a ningn carcter de la raza del ViejoMundo (exceptuando a los esquimales, VIII177 que segn caracteres tomados tantode su figura como hasta de su talento parecen ser descendientes tardos de uno delos continentes del Viejo Mundo). Cada una de estas razas est, por as decirlo, ais-lada y, puesto que se distinguen unas de otras en el mismo clima y especialmente

    por un carcter inseparablemente anejo a la facultad reproductiva de cada una de lasmismas, convierten en muy inverosmil la opinin acerca del origen del ltimo por efecto del clima; por contra, confirman la conjetura de un parentes-co reproductivo constante mediante la unidad del linaje, pero, al mismo tiempo, una causa de su diferencia clasificatoria que yace enellas mismas, no meramente en el clima, lo que tiene que haber exigido muchotiempo para adecuar su efecto al lugar de la propagacin y, una vez que esto se haya

    producido, no permite que sean posibles nuevas derivaciones mediante ningn des-plazamiento, lo cual no puede considerarse ms que como una disposicin origina-ria, dispuesta en el tronco, que se despliega paulatinamente conforme a fin y res-tringida a un cierto nmero segn las diferencias principales de los influjos del aire.

    Parece quebrantar este fundamento de prueba la raza de lospapas, dispersa en lasislas que forman parte de Asia del Sur y, adems, en direccin Este, del OcanoPacfico, raza que he denominado cafre junto con el Capitn ForresterXI (porque

    presumiblemente l ha encontrado razones para no llamarlos negros, en parte en elcolor de piel, en parte en el cabello y la barba, que ellos, a diferencia de la propie-dad de los negros, pueden peinar hasta lograr un volumen considerable). Pero ladiseminacin admirable de otras razas que se encuentra junto a aquel hecho, a saber,la de los haraforas y de ciertos hombres que se asemejan ms al tronco indio puro,rehabilita de nuevo ese , porque debilita tambin la prue-

    ba favorable al efecto del clima sobre su propiedad heredada, por cuanto sta resul-ta tan heterognea en una y la misma franja celeste. Por ello se encuentra verosmil,

    incluso buen fundamento, tenerlos no por aborgenes, sino por extran-jeros (aquellos papas de Madagascar) expulsados de su residencia mediante quinsabe qu causa (quizs una potente revolucin terrestre, que tiene que haber actua-do de Oeste a Este). Con los habitantes deFreivilleiland, de los que aduje de memo-

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    XI 177 20 Capitn Forrester: El viaje del Capitn Thomas Forrest hacia Nueva Guinea y las IslasMolucas, extracto de la edicin inglesa (Nueva coleccin de Ebeling de descripciones de viajes, 3

    parte, Hamburgo, 1782, p. 1 ss.), p. 83.

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    ria (quizs incorrectamente) la noticia de CarteretXII, puede hacerse, por tanto,como se quiera, pero las pruebas del despliegue de las diferencias de raza tendrnque buscarse en la presunta sede de su tronco, a saber, en el continente y no en lasislas, VIII178 que segn toda evidencia han sido pobladas slo mucho despus deque se hubiera completado el efecto de la naturaleza.

    Todo esto para la defensa de mi concepto de la derivacin de la multi-plicidad hereditaria de las criaturas orgnicas de una y la misma especie natural( species naturalis, en la medida en que estn enlazadas mediante su facultad dereproduccin y pueden haber brotado de un tronco), a diferencia de la especie esco-lar(species artificialis, en la medida en que se subsumen bajo una nota comn dela mera comparacin), de las que la primera forma parte de la historia de la natura-leza, la segunda, de la descripcin de la naturaleza. Ahora todava algosobre el sistema propio del seor F. acerca del origen de este . Ambosestamos de acuerdo en que en una ciencia de la naturaleza todo tiene que explicar-se naturalmente, porque de otro modo no formara parte de esta ciencia. He segui-do este principio tan cuidadosamente que hasta un hombre agudo (el seor C.C.S.

    BschingXIII en la recencin de mi mencionado escrito) me convierte, a causa de lasexpresiones intenciones, sabidura y previsin, etc., de la naturaleza, en unnaturalista, si bien con el aadido desui generis, porque no encuentro aconsejable

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    XII 177 34 la noticia de Carteret: La noticia de Carteret que Kant haba transmitido en la p. 9232-34 sobre el color de los habitantes de Freivilleiland, no se encuentra, sin embargo, como subraya

    correctamente Forster en loc. cit., p. 67, en laDescripcin de viajes de Carteret. En esta obra, p. 196,se atribuye a estas gentes ms bien un color cobrizo.* Formar parte de uno y el mismo tronco no significa sin ms haberse generado a partir de una

    nicapareja originaria; sino que quiere decir slo tanto como lo siguiente, a saber, que a multiplici-dades que se encuentran actualmente en un gnero animal determinado no les est permitido ser con-sideradas como otras tantas diversidades originarias. Si el primer tronco humano consistiera en tantas

    personas (de ambos sexos) como se quisiera, que, empero, fueran idnticas, podra derivar igualmen-te a los hombres actuales a partir de una nica pareja, de la misma manera que a partir de muchas deellas. El seor F. me considera sospechoso de pretender afirmar lo ltimo como un factum y, sobretodo, como consecuencia de una autoridad; sin embargo es solamente una Idea que se sigue de la teo-ra de manera enteramente natural. Por lo que concierne a la dificultad, segn la cual el gnero huma-no habra sido difcilmente garantizado con su principio a partir de una nica pareja, a causa de losanimales salvajes, sta no puede suponerle ningn esfuerzo singular. Pues a su tierra, matriz univer-sal, se le permitira haber producido a estas solamente despus de haber producido a los

    hombres.XIII 178 15 C.C.S. Bsching: Consejero del Consistorio Supremo, Ant. Friedr. Bsching (1724-

    1793), Director del Gimnasio del Claustro Gris (Gymnasium zum grauen Kloster) de Berln. La recen-sin se encuentra en lasNoticias semanalespublicadas por l, 13 ao, 44 parte, p. 358. Se refiere altratadoDeterminacin del concepto de una raza humana. El pasaje indicado por Kant reza: Por lodems, el seor Kant est y sigue estando de acuerdo en esto consigo mismo, a saber, que para l lanaturaleza es la causa racional fundamental, que tiene fines, que fabrica disposiciones para la conse-cucin de los mismos, que se cuida de antemano, etc. Por lo tanto, en un sentido particular, es un natu-ralista.

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    emplear un lenguaje teolgico en discusiones que ataen a meros conocimientosnaturales y tan lejos como stos se extiendan (donde es enteramente apropiadoexpresarse teleolgicamente); para indicar con todo cuidado sus lmites a cada espe-cie de conocimiento.

    Sin embargo, precisamente el mismo principio, segn el cual todo en la cienciade la naturaleza tiene que explicarse naturalmente, designa al mismo tiempo loslmites de la misma. VIII179 Pues se ha logrado alcanzar su extremo lmite cuandose utiliza el ltimo entre todos los fundamentos de explicacin que an puede sermantenido mediante la experiencia. Donde stos seterminan y se tiene que partir hasta de fuerzas imaginarias de la materia, segn leyesinauditas e incapaces de ninguna prueba, ah se ha sobrepasado ya la ciencia de lanaturaleza, aunque se siga llamando siempre causas a cosas de la naturaleza, pues,al mismo tiempo, se les atribuyen fuerzas cuya existencia no puede ser probada pornada, es ms, incluso su posibilidad difcilmente puede conciliarse con la Razn.Puesto que el concepto de un ser organizado ya implica que es una materia en la quetodo est en relacin recproca alternativamente como medio y como fin y esto slo

    puede pensarse comosistema de las causas finales, con lo que la posibilidad delmismo slo deja disponible, al menos para la Razn humana, una clase de explica-cin teleolgica, de ningn modo, empero, fsico-mecnica, no puede indagarse enla fsica de dnde proviene originariamente toda organizacin. La respuesta a esta

    pregunta yacera, si fuera accesible en general para nosotros, manifiestamentefuerade la ciencia de la naturaleza, en la Metafsica. Por mi parte, derivo toda

    organizacin de seres orgnicos (mediante generacin) y las formas subsiguientes(cosas naturales de esta especie), segn leyes del despliegue paulatino, de disposi-ciones originarias (las mismas que pueden encontrarse a menudo en las trasplanta-ciones de las plantas) que podan encontrarse en la organizacin de su tronco. Latarea de cmo hayasurgido este tronco mismo yace enteramente fuera de los lmi-tes de toda fsica posible para el hombre, dentro de los cuales crea que tena quemantenerme.

    Por ello no temera por el sistema del seor F. nada de un tribunal de Inquisicin(pues en tal caso ste se arrogara asimismo una jurisdiccin exterior a su dominio);estara a favor, llegado el caso, de unjurado filosfico (p. 166) de meros investiga-dores de la naturaleza, y me cuesta creer que pudieran fallar un dictamen ventajoso

    para l. La parturienta tierra (p. 80), que hizo surgir de su tierno seno materno,fecundado por el lgamo marino, animales y plantas sin reproduccin de sus seme-jantes, tras lo cual produjo, fundadas en ellos, las generaciones locales de gnerosorgnicos, cuandofrica sus hombres (los negros),Asia los suyos (todoslos restantes) (p. 158), y, derivado de ello, el parentesco de todos los seres orgni-cos en una cadena que va, en una gradacin imperceptible, desde el hombre hasta

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    * Sobre esta idea, que ha llegado a ser muy aceptada, especialmente porBonnet[180 31Bonnet:

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    la ballena (p. 77), descendiendo a continuacin (presumiblemente hasta el musgo yel liquen, VIII180 no slo en un sistema de comparacin, sino en un sistema repro-ductivo a partir de un tronco comn). Este espectculo no hara que el investi-gador de la naturaleza retrocediera sobrecogido como ante un monstruo (p. 75)(pues es un juego, con el que desde luego alguno se ha entretenido, pero que, pues-to que con ello no se consigue nada, ha abandonado despus), sino que retro-cedera temeroso al contemplar que mediante aqul deambula inadvertidamentedesde el suelo fecundo de la investigacin natural hasta el desierto de la metafsica.Albergo adems un miedo, que no es precisamente impropio del varn (p. 75), asaber, el que conduce a retroceder sobrecogido ante todo lo que desata a la Raznde sus primeros principios y le da permiso para divagar en fantasas carentes delmite. Quizs el seor F. haya querido, de esta manera, hacerle un favor a algnhipermetafsico (pues tambin los hay, que desconocen los conceptos elementales,que se emplean incluso en despreciarlos y, sin embargo, salen heroicamente de con-quista) y darle material para su fantasa, con el fin de divertirse despus con ello.

    La verdadera Metafsica conoce los lmites de la Razn humana y, entre otros,el siguiente de sus errores hereditarios, que no puede negar, a saber, que no le est

    permitido y no puede pensara priori absolutamentefuerzas fundamentales (porqueentonces tejera meros conceptos vacos), sino que no puede hacer nada ms que losiguiente, a saber, reconducir las fuerzas que le ensea la experiencia (en la medi-da en que son distintas en apariencia, pero idnticas en el fondo) al nmero ms

    pequeo posible y buscar lafuerza fundamentalrequerida para ello en el mundo

    cuando se trata de la Fsica, cuando atae, empero, a la Metafsica (a saber, la queya no puede seguirse declarando dependiente), en todo caso, fuera del mundo.Empero, de una fuerza fundamental (puesto que nosotros no la conocemos de otramanera que mediante la referencia de una causa a un efecto) no podemos dar otroconcepto ni encontrar para ella una denominacin distinta de la que est extrada delefecto y expresa justamente esta relacin. VIII181 Pero el concepto de un ente

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    Ch.Bonnet, el investigador natural y filsofo ginebrino, 1720-1793. La idea del parentesco de todoslos seres naturales es expuesta exhaustivamente en su obra Contemplation de la nature, 2 vols.,Amsterdam, 1764-1765], merece leerse la Memoria del seor Prof.Blumenbach (Manual de historianatural, 1779, Prlogo, 7) [180 32 Blumenbach: El pasaje se encuentra en la 1 seccin (no en elPrlogo), 7, del Manual de Historia naturalde John Friedr. Blumenbach, Gotinga, 1779]. Este hom-bre de espritu perspicaz tambin atribuye el impulso formativo, mediante el que ha arrojado tanta luzsobre la doctrina de las generaciones, no a la materia inorgnica, sino solamente a los miembros de losseres organizados.

    * Por ejemplo, la imaginacin en el hombre es un efecto que conocemos como diferente de otrosefectos del nimo. La fuerza que se refiere a esto no puede, por ello, llamarse de otra manera que fuer-za imaginativa (como fuerza fundamental). Del mismo modo, sonfuerzas fundamentalesbajo el ttu-lo de las fuerzas motrices, la fuerza de repulsin y la fuerza de atraccin. Algunos han credo que tenaque suponerse una nica fuerza fundamental para la unidad de la sustancia e incluso han

    pretendido conocerla tan slo con nombrarla con el ttulo comn de diversas fuerzas fundamentales,

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    organizado es el siguiente, a saber, el de un ente material que slo es posiblemediante la relacin de todo aquello que est contenido en lrecprocamente comomedio y fin (tambin todo anatomista, en tanto que fisilogo, parte efectivamentede este concepto). Una fuerza fundamental, mediante la cual se efectuara una orga-nizacin, tiene que ser pensada, por tanto, como una causa eficiente segn fines y,adems, de manera que estos fines tienen que ser dispuestos como fundamento dela posibilidad del efecto. Nosotros conocemos, empero, mediante la experienciacausas semejantes segn su fundamento de determinacin solamente en nosotrosmismos, a saber, en nuestro entendimiento y voluntad, como una causa de la posi-

    bilidad de ciertos productos organizados enteramente segn fines, a saber, las obrasde arte. Entendimiento y voluntad son en nosotros fuerzas fundamentales, de lasque la ltima, en la medida en que est determinada por el primero, es una facultad

    para produciralgo con arreglo a una Idea que es llamada fin. Pero, con indepen-dencia de toda experiencia, no podemos pensar ninguna fuerza fundamental nueva,

    pues una fuerza semejante sera aquella que obrase en un ente con arreglo a fin sintener, empero, el fundamento de determinacin en unaIdea. Por lo tanto, el concep-to de la facultad de un ente para obrar por s mismo con arreglo a fin, perosin finni intencin que descansen en l o en su causa como una fuerza fundamental par-ticular, de la que la experiencia no da ningn ejemplo, es enteramente imaginarioy vaco, esto es, el hecho de que le pudiera corresponder en general algn objetocarece de la ms mnima garanta. VIII182 Ya se encuentre la causa de los entesorganizados en el mundo ofuera del mundo, o bien tenemos que renunciar a toda

    determinacin de su causa, o bien tenemos que pensar para ello un ente inteligente;no como si nosotros (como el difunto MendelssohnXIV crey junto a otros) inteli-giramos que un efecto tal sea imposible a partir de otra causa, sino porque nos-otros, para disponer como fundamento otra causa con exclusin de las causas fina-les, tendramos que inventaruna fuerza fundamental, para lo que la Razn carecede derecho, pues entonces no le costara ningn esfuerzo explicar todo lo que qui-siera y como quisiera.

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    por ejemplo, la nica fuerza fundamental del alma sera la fuerza de representacin del mundo; comosi yo dijera que la nica fuerza fundamental de la materia es la fuerza motriz, porque repulsin y atrac-cin estn ambas bajo el concepto comn del movimiento. Se exige, empero, saber si pueden derivar-

    se de aqulla, lo que es imposible. Pues los conceptossubordinados nunca pueden derivarse, segn loque tienen de distinto, delsuperior; y por lo que concierne a la unidad de la sustancia, que ya en suconcepto parece llevar consigo la unidad de la fuerza fundamental, esta ilusin descansa sobre unadefinicin incorrecta de lafuerza. Pues sta no es lo que contiene el fundamento de la realidad efecti-va de los accidentes (eso es, la sustancia), sino que es meramente la relacin de la sustancia con losaccidentes, en la medida en que ella contiene el fundamento de su realidad efectiva. Pero a la sustan-cia (sin perjuicio de su unidad) pueden atribursele distintas relaciones sin problema.

    XIV 182 4.5 como el difunto Mendelssohn crey junto a otros: cfr. Sobre la evidencia en las cien-cias metafsicas, 3 seccin, yHoras matinales, XI ss.

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    ***

    Y, ahora, a extraer la suma de todo esto! Losfines tienen una clara relacin conla Razn, ya sea ajena, ya sea la nuestra. Slo que tambin para ponerlos en unaRazn ajena tenemos que disponer la nuestra como fundamento, al menos como unanlogo de la misma, porque sin sta aquellos no pueden representarse enabsoluto. Ahora bien, los fines son o bien fines de la naturaleza, o bien de la liber-tad. El que tenga que haber fines en la naturaleza no puede inteligirlo ningn hom-

    bre a priori; por contra, l puede muy bien inteligira priori que tiene que haber enla naturaleza una conexin de las causas y los efectos. Por consiguiente, el uso del

    principio teleolgico en punto a la naturaleza est siempre condicionado emprica-mente. Esto mismo ocurrira precisamente con los fines de la libertad, si a statuvieran que serle previamente dados como fundamento de determinacin los obje-tos del querer mediante la naturaleza (como necesidades e inclinaciones), paradeterminar mediante la Razn y solamente por medio de la comparacin mutua delos mismos y con su suma aquello que convertimos en fin para nosotros. Sin embar-go, la Crtica de la Razn prctica indica que hay principios prcticos purosmediante los cuales la Razn es determinada a priori y que proporcionan, por tanto,a priori el fin de la misma. Por lo tanto, si el uso del principio teleolgico paraexplicaciones de la naturaleza, puesto que est restringido a condiciones empricas,no puede proporcionar nunca por completo, ni de manera suficientemente determi-nada para todos los fines, el fundamento originario del enlace final, esto, sin embar-

    go, s tiene que esperarse de una doctrina pura de los fines (que no puede ser otraque la de la libertad), cuyo principio a priori contiene la relacin de la Razn engeneral con el conjunto de todos los fines y que slo puede ser prctica. Empero,

    puesto que una teleologa pura prctica, VIII183 esto es, una moral, est destinadaa hacer a sus fines efectivamente reales en el mundo, no le estar permitido descui-dar laposibilidadde aqullos en ste, tanto por lo que concierne a las causas fina-les dadas en los fines, cuanto por lo que concierne a la adecuacin de la causa

    suprema del mundo al conjunto de todos los fines en tanto que efecto, por lo tanto,tampoco la teleologa naturalni la posibilidad deuna naturaleza en general, esto es, la filosofa transcendental, con el fin de asegurarrealidad objetiva a la doctrina pura prctica de los fines, con vistas a la posibilidad

    del objeto en la ejecucin, a saber, la del fin que aquella prescribe como lo que hay que efectuar en el mundo.El autor de las Cartas sobre la filosofa kantiana ha probado modlicamente,

    en un doble respecto, su talento, penetracin y modo de pensar digno de celebridad,al aplicar con utilidad aquella filosofa a fines necesarios universalmente; y aunquees una exigencia desmesurada para el excelente editor de la presente Revista, que

    parece aproximarse demasiado a la modestia, no he podido evitar pedirle autoriza-

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    cin para tener derecho a insertar en su Revista mi reconocimiento al mrito delautor annimo, y hasta hace poco desconocido para m, de aquellas cartas acerca dela causa comn de una Razn tanto especulativa como prctica, conducida segn

    principios firmes, en la medida en que yo me haya esforzado para contribuir a ella.El talento para una exposicin iluminadora, incluso graciosa, de doctrinas abstrac-tas y ridas, sin perjuicio de su solidez, es tan escaso (al menos modesto en compa-racin con los antiguos) y, sin embargo, tan til, no slo, en mi opinin, para larecomendacin, sino tambin para la claridad de la inteleccin y de la comprensibi-lidad y para la conviccin conectada con ello, que me siento comprometido a dar

    pblicamente las gracias a aquel hombre que, de tal manera, ha completado mis tra-bajos, a los que yo no pude proporcionar este alivio.

    En esta ocasin slo quiero mencionar brevemente el reproche de presuntascontradicciones descubiertas en una obra de considerable alcance, antes de haberlacaptado bien en totalidad. stas desaparecen en conjunto por s mismas si se lascontempla en combinacin con el resto. En la Revista docta de LeipzigXV, n 94(1787), se informa de que lo que aparece en la Introduccin de la Crtica de la

    Razn pura, edicin de 1787, p. 3, lnea 7 est en abierta contradiccin con lo quese encuentra poco despus en la p. 5, lneas 1 y 2; pues, en el primer pasaje yo habadicho: Entre los conocimientos a priori se llamanpuros aquellos a los que VIII184no se ha aadido [beigemischt] nada emprico, y haba aducido como un ejemplode lo contrario la proposicin toda alteracin [alles Vernderliche] tiene unacausa. Frente a ello, en la pgina 5 aduzco precisamente esta proposicin como

    ejemplo de un conocimiento puro a priori, esto es, de un conocimiento tal que nodependa [abhngig] de nada emprico; dos significados de la palabra puro, de losque, empero, a lo largo de la obra slo me ocupo del ltimo. Desde luego, habra

    podido evitarse el malentendido poniendo como ejemplo de la primera clase de pro-posiciones todo lo contingente [alles Zufllige] tiene una causa. Pues aqu no seha aadido nada emprico. Pero quin medita sobre todas las ocasiones propicia-doras del malentendido? Esto mismo me ha ocurrido precisamente con una notadelPrlogo de losPrincipios metafsicos de la ciencia de la naturaleza, pp. XVI-XVII, donde declaro que la deduccin de las categoras es importante, pero no abso-lutamente necesaria, si bien en la Crtica afirmo lo ltimo con toda determinacin.Pero se ve fcilmente que all las categoras se haban tomado en consideracin

    solamente con una intencin negativa, a saber, para probar que solamente pormedio de ellas (sin intuicin sensible) no poda producirse ningn conocimiento delas cosas, lo que resulta claro con que se tome la exposicin de las mismas (comomeras funciones lgicas aplicadas a objetos en general). Puesto que, empero, hace-mos un uso de ellas en el que forman efectivamente parte del conocimiento de los

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    XV 183 33Revista docta de Leipzig:Nueva Revista docta de Leipzigdel ao 1787, Leipzig, 94parte, pp. 1489-1492. La objecin mencionada se encuentra en la p. 1491 s.

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    objetos (de la experiencia), tena que probarse tambin particularmente la posibili-dad de una validez objetiva de tales conceptos a priori en relacin a lo emprico,

    para que no se los juzgara ni enteramente carentes de significacin nisurgidosempricamente; y sa era la intencinpositiva, con respecto a la cual es claro que ladeduccin es indispensablemente necesaria.

    Precisamente ahora llega a mi conocimiento que el autor de las cartas mencio-nadas arriba, el seor ConsejeroReinhold, es desde hace poco Profesor de Filosofaen Jena; una incorporacin que no puede sino resultar muy ventajosa para esta cle-

    bre Universidad.

    2. Trabajo preparatorio [Vorarbeit] paraSobre el uso de principios teleolgicos

    en la filosofa (Ak.-Ausg., XXIII 75-76)

    De la contradiccin en mi tratado, que indica justamente el nico camino en quepueden evitarse contradicciones inevitables de la Razn.

    En ambos casos se trata de Ideas a partir de 1) fsicas de causas origi-narias de la finalidad en el mundo; 2) las causas de toda finalidad en el mundo engeneral.

    El principio de la finalidad en la estructura de criaturas orgnicas, especialmen-te las vivas, est tan interconectado con la Razn como el principio de las causaseficientes en consideracin de todos los cambios en el mundo. Considerar carente

    de fin a alguna parte de una criatura que est constantemente aneja al gnero es pre-cisamente tanto como considerar que un acontecimiento ha surgido en el mundo sincausa. Pues no podemos pensar en absoluto la posibilidad de tales seres en los queuna parte es por mor de todas y todas las partes son por mor de una de otra maneraque mediante una Idea que yace a la base de su surgimiento. Hasta el momento mehe dirigido en el ensayo hasta un golfo, asumiendo aqu a la base una mecnica dela naturaleza ciega, y cre descubrir un periplo hasta un concepto de la naturalezano artificial, slo que con la Razn d constantemente en la costa y he preferido lan-zarme al ocano sin riberas de las Ideas, donde al menos etc.

    El infortunio de ser malinterpretado en exposiciones filosficas, incluso sinculpa propia, concierne propiamente slo a aquellos que tienen una Idea como meta

    y, adems, en aquel significado estricto con que yo he propuesto en otro lugar quese use siempre esta palabra. Pues, puesto que no es ningn concepto del entendi-miento, al que se pueda someter su objeto en la experiencia, puesto que es una leyque la Razn se prescribe a s misma, todas las explicaciones no pueden hacerlacompletamente aprehensible.

    La permanencia inconcebible de los gneros y especies cabe tantas causas queinfluyen sobre ellos y modifican su desarrollo nos dirige a esta Idea. De lo que con-

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    cluyo que, cuando surgen multiplicidades que son indefectiblemente hereditarias,stas no pueden ser producidas mediante ninguna causa contingente, sino que slo

    pueden ser desplegadas y que incluso para este despliegue tienen que encontrarseen la naturaleza disposiciones originarias y conformes a fin. Pues, si nos alejamosde esto y suponemos que las derivaciones pueden ser tambin disconformes a fin y,sin embargo, perpetuarse, ya la primera disposicin para la determina-cin de la criatura (al menos en toda la duracin subsiguiente de la especie) tieneque suponerse disconforme a fin. Pero se alza un fundamento para la incompren-sin. En primer lugar, como si yo quisiera convertir a la finalidad en todaslas partes en fines efectivamente reales, lo que no afirmo con ellos, dejando a cadacual la libertad de considerarlos como consecuencias naturales necesarias que flu-yen de otros fines propios, si se piensa probar esto de alguna manera. O como si yoquisiera introducir en una investigacin meramente filosfica una nica pareja de

    progenitores, pues se pueden suponer de manera originaria tantas de ellas como sequiera. Sin embargo, puesto que en la filosofa el ahorro de los fundamentos deexplicacin es un mandato importante, tambin es necesario intentar al menos hacerrepresentable la posibilidad de la primera hiptesis. Empero, al vagar con la produc-cin contingente o la modificacin de las figuras en esta peculiaridad de la natura-leza orgnica, la Razn cae con este ensayo en la costa, pues un sistema de fines tra-mado de manera semejante y que avanza, para abismo de la Razn, hasta lo infini-tamente pequeo que contiene como un animal en su estructura, sin dejar que surjauna Idea dispuesta como fundamento, significa mofarse de la misma Razn, porque

    no puede llamarse racional a nada ms que al fundamento de su posibilidad. Por lotanto, seguiremos llamando a la naturaleza causa siempre que veamos las fuentesms prximas.

    3. Una tcnica sin artesano: la teleologa dentro de los lmites de la mera Razn

    Harmonica ratio, quae cogit rerum naturam sibi ipsam congruere (Plinio el Viejo,Hist. Nat., II, 113).

    Ad illud genus, quod prius, historia opus est: nisi discendo, enim aliter id non perve-nit ad nos; ad reliquum genus, quod posterius, ars: ad quam opus est paucis praeceptisquae sunt brevia (Varrn,De ling. Lat., VIII 6).

    El texto de I. Kant titulado Sobre el uso de principios teleolgicos en la filoso-fa, publicado originalmente en 1788 y recogido en el volumen octavo de la edicinde las Obras Completas del autor preparada por la Real Academia Prusiana de lasCiencias, constituye una defensa del derecho del filsofo a emplear principios tele-olgicos all donde las fuentes tericas de conocimiento no son suficientes. Esta

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    defensa parece responder a la voluntad kantiana de poner fin a un error casi heredi-tario [Erbfehler] de la metafsica y transferible a aquellos mbitos de la investiga-cin en los que sta pueda haber aplicado sus principios ilegtimamente fundados.

    No