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ESTUDIO Sistemas Electorales * David Butler Descontando el principio que equipara a un hombre con un voto, y que tiene en la actualidad aceptación universal, la gama de respues- tas de los sistemas electorales al cometido de transformar la voluntad popular en una asamblea elegida es amplísima. En definitiva cada sistema electoral es parte de un régimen político específico, lo cual no obsta a que registren similitudes y divergencias muchas veces inesperadas. A su manera, cada sistema acusa diversos grados de ten- sión entre los ideales de justicia pura y las imperfecciones o conve- niencias de circunstancia. En la medida en que los sistemas electorales tienen efectos decisivos sobre la vida política, que entregan la medida exacta de la diferencia entre estar en el gobierno o en la oposición, de contar con gobiernos efímeros o estables, de disponer de instituciones políticas receptivas o impermeables a la voluntad ciudadana, el tema se presta a profundas controversias. El artículo del profesor David Butler es una introducción a este debate que recoge en sus reflexiones y alcances variadas experiencias electorales y políticas. Al final, el ar- tículo incluye un glosario de términos y conceptos que será útil para dar precisión al vocabulario en las discusiones sobre el tema. Un sistema electoral es el medio de transformar la voluntad popular en una asamblea elegida. Pero la "voluntad popular", expresada en un determinado momento mediante una sola marca en una papeleta de sufragio, o cuando más en una breve * Ver David Butler, Howard R. Penniman and Austin Ranney (editores), Democracy at the Polls, Washington: American Enterprise Institute, 1981. ** Investigador adjunto del American Enterprise Institute. Ex-fellow del Nuffield College, Oxford. Coautor con Donald Stokes de Political Chan- ge in Britain y coeditor con Austin Ranney de Referendums: A compa- rative Study of Practice and Theory.

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ESTUDIO

Sistemas Electorales *

David Butler

Descontando el principio que equipara a un hombre con un voto, yque tiene en la actualidad aceptación universal, la gama de respues-tas de los sistemas electorales al cometido de transformar la voluntadpopular en una asamblea elegida es amplísima. En definitiva cadasistema electoral es parte de un régimen político específico, lo cualno obsta a que registren similitudes y divergencias muchas vecesinesperadas. A su manera, cada sistema acusa diversos grados de ten-sión entre los ideales de justicia pura y las imperfecciones o conve-niencias de circunstancia. En la medida en que los sistemas electoralestienen efectos decisivos sobre la vida política, que entregan la medidaexacta de la diferencia entre estar en el gobierno o en la oposición, decontar con gobiernos efímeros o estables, de disponer de institucionespolíticas receptivas o impermeables a la voluntad ciudadana, el temase presta a profundas controversias. El artículo del profesor DavidButler es una introducción a este debate que recoge en sus reflexionesy alcances variadas experiencias electorales y políticas. Al final, el ar-tículo incluye un glosario de términos y conceptos que será útil paradar precisión al vocabulario en las discusiones sobre el tema.

Un sistema electoral es el medio de transformar la voluntadpopular en una asamblea elegida. Pero la "voluntad popular",expresada en un determinado momento mediante una solamarca en una papeleta de sufragio, o cuando más en una breve

* Ver David Butler, Howard R. Penniman and Austin Ranney (editores),Democracy at the Polls, Washington: American Enterprise Institute,1981.

** Investigador adjunto del American Enterprise Institute. Ex-fellow delNuffield College, Oxford. Coautor con Donald Stokes de Political Chan-ge in Britain y coeditor con Austin Ranney de Referendums: A compa-rative Study of Practice and Theory.

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lista de órdenes de preferencia, tiene que ofrecer una represen-tación nebulosa de todas las complejas y cambiantes opinionesque coexisten en la mente del elector acerca de los hombres ylas medidas. En el mejor de los casos, las elecciones son instru-mentos toscos. Al elaborar las reglas para realizarlas, los políti-cos han titubeado entre la aceptación pragmática de sus imper-fecciones y un sueño de justicia pura, de alcanzar un ajusteperfecto —entre insumo —las preferencias de los votantes— yproducto —la asamblea legislativa resultante—.

No hay dos estados que hayan llegado a la misma respuestaal problema que significan las elecciones democráticas. En lospequeños detalles, tales como la compilación de un registro deelectores, el plazo de las candidaturas, las disposiciones paraemitir y contar los votos, y las reglas que rigen las actividadesde la campaña y los gastos conexos, cada país tiene sus propiasleyes; y en relación con la cuestión más amplia, los dispositivosmatemáticos para vincular los sufragios emitidos con los asien-tos obtenidos, hay una diversidad extraordinaria de respuestas.El Parlamento de la Comunidad Europea está empeñado actual-mente en producir un sistema según el cual la próxima elección,que corresponde en 1984, se pueda llevar a cabo con un métodocomún en todos los países miembros. Pero lo único seguro es quetoda armonización tendrá que ser de escala muy limitada, sim-plemente porque las costumbres nacionales que rodean laselecciones están tan profundamente enraizadas. Las tradicionesburocráticas sociales harían casi imposible la uniformación delas leyes que rigen el sufragio y el registro, o el comportamientodurante las campañas y en el día de la votación, al menos en elcorto plazo; sólo al nivel de los principios más generales sepodría alcanzar el consenso y la acción común.

Lo dicho destaca la imposibilidad de abarcar en este capí-tulo la infinita diversidad de sistemas electorales en cuanto asu forma legal o a su práctica efectiva 1. Pero no hay razón para

1 Este capítulo se centra en elecciones de la cámara baja o mayor y noelecciones de la cámara alta (la que se puede elegir por voto popularigual o distinto, por elección de la cámara baja, por designación delejecutivo, por composición parcial hereditaria, o que incluso puede noexistir). Sólo en los Estados Unidos, donde ambas cámaras tienen lamisma base de primera mayoría, reviste la cámara alta igual importan-cia que la cámara baja. Desde el punto de vista de los sistemas electo-rales, Australia ofrece el caso de estudio más interesante. Allá el Senadose elige por voto único transferible, en contraste con el sistema de unrepresentante por distrito que corresponde a la cámara baja; en general,cuando coinciden las elecciones de la Cámara y del Senado, los electoresvotan de manera idéntica, y en treinta años no ha habido ningún casode que un número suficiente de votantes cambie el orden recomendado

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que seamos derrotistas; se pueden ofrecer generalizaciones úti-les sobre la base de un número limitado de ejemplos. En verdad,hay pocos aspectos del proceso político que se presten con mayorfacilidad al tratamiento comparado (para no hablar del trata-miento cuantitativo). En materia de elecciones los países hansido grandes imitadores, como lo ha probado el contagioso movi-miento, allende las fronteras nacionales, del voto secreto, elsufragio femenino y la representación proporcional.

Pero en este afán de copia siempre ha existido un elementoetnocéntrico. El mundo de habla inglesa siguió tradiciones dis-tintas de las de Europa continental. No se trata sólo de que lasencillez del sistema de primer ganador o primera mayoría *tendió a sobrevivir en los países donde antaño gobernó GranBretaña, mientras que el resto del mundo democrático se volcóa la representación proporcional. Es notable también que paísesque han deseado mantener el sistema electoral mayoritario, deun representante por distrito, pero con la intención de reducirla arbitrariedad del sistema, hayan recurrido al voto de alter-nativa en el mundo anglófono y a la segunda vuelta en otroslugares. Los defensores de una mayor "justicia" se han vueltohacia el voto único transferible, en el mundo de habla inglesa,pero en otras partes a sistemas de listas de representación pro-porcional.

No se puede comprender un sistema electoral aislado delsistema político del cual forma parte. Algunos de los países cu-yos procedimientos electorales son los más parecidos tienen laspolíticas más diferentes. Pero en los detalles de las reglas elec-torales la gama es extraordinaria. Otros capítulos de este librose ocupan de asuntos esenciales, como son la selección de can-didatos, el financiamiento de la campaña, el acceso a los mediosde difusión y la participación. Pero con eso dista mucho deagotarse el catálogo de temas comparados. Las leyes que rigenla equidad en las campañas y los sufragios, las limitaciones que

de los candidatos de la lista de su partido en forma tal de alterarla. Lasituación en otros países se ve en el Cuadro 2-1.

Este capítulo también pasa por alto las elecciones presidenciales, lasque en los Estados Unidos y quizá en Francia, Finlandia y Portugal, sonlas contiendas democráticas más importantes. (En casi todos los demáspaíses de nuestros veintiocho que tienen Presidente —algunos son mo-narquías— el Poder Legislativo es el que elige al Presidente, quien es, engran medida, una figura simbólica). Y pasa por alto los problemas espe-ciales de ciertos sistemas federales, donde las reglas de sufragio, estructurapartidista, disposiciones para el día de la votación, varían considerable-mente entre los estados componentes, de los cuales el caso extremo es elde la elección de la Asamblea de Europa, en junio de 1979.

* Ver glosario sobre sistemas electorales que se adjunta al final. (Nota deleditor).

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se ponen a los partidos y a los candidatos, y la responsabilidadde la administración electoral, son todos asuntos que se hanresuelto de distintas maneras en distintos países. Además, elsolo tamaño de una asamblea legislativa y la frecuencia de sureelección son cuestiones para las cuales no existe una respuestamágica. Aristóteles y John Stuart Mill estuvieron dispuestos aafrontarlos como problemas generales susceptibles de respues-tas generales, pero los institucionalistas menos teóricos delsiglo XX han mostrado mayor cautela.

Las reglas básicas

En el comienzo de la evolución de la mayoría de los siste-mas electorales el sufragio fue el que provocó mayor contro-versia. La clase fue el primer objeto de disputa: la idea de "unhombre, un voto" en un tiempo fue desorbitadamente radical;a las masas no se les podía confiar el poder, especialmente alas de "razas inferiores"; por lo menos, los votos de ellas habíaque compensarlos con una representación especial de la pro-piedad o la educación. Pero a medida que una nación tras otrademostró que el control de la burguesía no se veía amenazadoseriamente por un electorado de clase obrera, el debate sobreel sufragio se volcó sobre el voto femenino. Surgieron ilusionesmás desorbitadas aun acerca de las consecuencias que tendríael voto de las mujeres, hasta que de verdad votaron y se com-portaron de forma muy similar a sus hombres, sin mostrarninguna preferencia especial por las mujeres ni por los hombresapuestos o frivolos. El último debate por el sufragio se ha refe-rido a la edad: sólo en los dos últimos decenios las nacionesdemocráticas han llegado a consenso sobre los dieciocho años.

Relacionados con el problema amplio del sufragio están losasuntos de detalle del registro electoral y del voto en ausencia.El derecho a voto no basta; los procedimientos administrativostienen que ser adecuados para ejercerlo. Durante mucho tiem-po se negó a los negros, en los Estados Unidos, el beneficio de laDecimocuarta Enmienda, por acción de funcionarios locales opor otras presiones. Pero, incluso fuera de casos extremos comoéste, los países difieren ampliamente en las medidas que tomanrespecto de los votos en ausencia y en el grado en que sus listascoincidan efectivamente con la población elegible. La elabora-ción de procedimientos equitativos de registro fue uno de loselementos esenciales en el desarrollo de las elecciones.

Otra lucha en la evolución de los sistemas electorales hatenido que ver con la delimitación de fronteras. Salvo cuandose trata de un electorado único, compuesto de toda la nación,esto puede tener un efecto decisivo sobre el resultado. En lossistemas proporcionales el asunto es mucho menos serio que enel caso de los que eligen un representante por distrito. Pero, encualquier país en que haya una base local o regional de repre-

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sentación, los movimientos de la población terminan inevita-blemente por volver anticuadas las fronteras que en un tiempopudieran haber sido justas y divisorias de electorados iguales.En términos generales, el desplazamiento hacia las ciudades yde éstas a los suburbios ha significado que, primero, los distritosrurales y después las ciudades hayan quedado con una repre-sentación excesiva, mientras que las zonas en desarrollo tienenuna representación inferior a la debida. Pero las distorsionesque surgen de tales tendencias demográficas inevitables se hanvisto a menudo complicadas por una política intencional derepresentar el espacio y no los números: un sesgo rural consa-grado por la ley o la costumbre. En Australia, hasta 1974, hubouna orden expresa a los que fijaban las fronteras para que die-ran a los distritos rurales un 20 por ciento menos de electoresque a los distritos urbanos y ese sesgo del 10 por ciento subsistetodavía. En los Estados Unidos, hasta que se produjo el juicio deBaker vs. Carr, en 1962, en muchos estados se exageraba inten-cionalmente la representación de los distritos rurales. En GranBretaña, a los comisionados de fronteras, aunque tienen ins-trucciones de delimitar los distritos en la forma más equitativaposible, también se les dice que dejen un margen para las difi-cultades geográficas especiales, y los dos distritos isleños frentea Escocia tienen electorados de apenas un tercio en relación alpromedio del país.

Pero aun los distritos de igual tamaño pueden ser "injustos",intencional o accidentalmente. La manipulación de las fronte-ras, de manera que un partido obtenga la mayoría de sus asien-tos por la vía de pequeñas mayorías, en tanto que su rivalmalgasta los votos apilando inmensas mayorías en distritosdelimitados con cuidado, se ha conocido en todas partes delmundo. Esta práctica ha sido verificada por la institución decomisionados de fronteras neutrales y por la creciente insisten-cia, a menudo por parte de los tribunales, en el resguardo de laigualdad de electores y otros criterios de equidad.

Pero el partido gobernante siempre puede eludir las pérdi-das que amenaza la redelimitación de las fronteras si postergala acción. En los Estados Unidos, los asientos en la Cámara deRepresentantes se reasignan automáticamente entre los esta-dos cada diez años, pero hasta los años de 1960 las asambleasestaduales con frecuencia retardaban el retrazado de las fron-teras. En Gran Bretaña, en 1969, el gobierno laborista se negóa llevar a cabo una redistribución, de rutina pero desventajosa,alegando que el gobierno local debía reorganizarse pronto yque las fronteras parlamentarias y locales debían coincidir.

En la mayoría de los países hay un plazo para la duraciónde las fronteras de distritos electorales, entre cinco años enAustralia y Nueva Zelanda, hasta quince años en Gran Breta-ña. Francia es el único país importante que tiene distritos que

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eligen un solo representante y que no tiene un plazo establecidopor ley para la redistribución.

Otro elemento esencial en la evolución democrática fue lainstauración del voto secreto y la formulación de reglas acep-tables para realizar la votación y contar los sufragios. Las elec-ciones democráticas exigen la aceptación popular. Si los elec-tores no estiman que los candidatos han tenido una oportuni-dad equitativa de presentar sus opiniones, y que los votos no sehan emitido con libertad y no se han contado con honradez, laasamblea o el gobierno que salga elegido no podrá hacer galade legitimidad. Cada país ha ideado reglas para impedir laintimidación, la corrupción y la estafa electoral. Con salvaguar-dias técnicas se han frenado los abusos. Pero las eleccionesjustas dependen mucho más de la ética general de una naciónque de cualquier reglamento aplicable. En ningún país, porejemplo, se han dado reglas y costumbres que supriman todaslas ventajas que acompañan al poder, pero los beneficios quese derivan para la campaña del hecho de estar en el gobiernovarían ampliamente según gobiernos y candidatos.

La reiteración de lo dicho significa destacar que el ladomatemático de un sistema electoral no es todo. Los reforma-dores de elecciones con excesiva frecuencia han dado más im-portancia a la aritmética a costa de la política. En la prácticalas elecciones democráticas son asunto de competencia parti-dista. El sistema electoral puede determinar la cantidad de par-tidos, y en cierta medida su coherencia y estructura, pero mu-chas de las características esenciales de los partidos en com-petencia no tienen nada que ver con el sistema electoral; nacende la historia del país y de su estructura social y económica. Elsistema puede determinar una diferencia enorme, pero no tantocomo el espíritu con el cual se lleva a cabo el proceso democrá-tico. Sin embargo, el objeto principal de este capítulo tiene queser el de analizar la relación entre votos y escaños, la forma enque las marcas en la papeleta de sufragio se transforman en laelección de personas.

La transformación de votos en escaños

Los sistemas electorales rara vez son tema de debate duran-te la campaña. Durante la mayor parte del tiempo, las personasaceptan como inamovibles las reglas según las cuales registransu preferencia democrática. En casi ninguna de las eleccionesque se analizan en la serie En las urnas hay un estudio seriode un cambio en el sistema de votación (salvo el caso de unareferencia al pasar a la queja bien ventilada del Partido Liberalen Gran Bretaña). Sin embargo, en todo país el resultado polí-tico de la elección es producto de reglas expresas y en casi todosellos las reglas han sufrido modificaciones repetidas.

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SISTEMAS ELECTORALES 73

Las características principales del sistema electoral vigen-te en cada uno de los veintiocho países democráticos que estamosanalizando en este libro se encuentran en el Cuadro Nº 1. Losdatos del cuadro dan a entender que todos los sistemas caenen un continuo que va desde el sistema simple de primera ma-yoría sobre la base de distritos electorales con un representantecada uno, hasta otro puramente proporcional con una listanacional. Antes de referirnos a las variantes que quedan entreestos polos, veamos brevemente los ejemplos más destacados delos casos extremos.

Gran Bretaña (o Nueva Zelanda) se podría tomar comoarquetipo del voto mayoritario; sin duda ilustra el gran atrac-tivo que puede revestir la sencillez del sistema de primera ma-yoría. Los distritos, según este sistema, eligen un solo miembrodel Parlamento, que tiene una fuerte vinculación local; aunquela vinculación puede tener más importancia para el represen-tante que para sus electores, sí garantiza que las localidadestengan su propio vocero identificable en el escenario político.Pero las principales virtudes que se atribuyen al sistema sonnacionales: habitualmente determina decisiones claras y obligaa los partidos a tener una base amplia. La votación por primeramayoría alienta a los partidos fuertes y desalienta a los débiles;lo probable es que predominen dos partidos, y el que gane unamayoría simple de votos habitualmente también gana una claramayoría de escaños. Las elecciones, pues, eligen gobiernos. Unsolo partido, con mayoría parlamentaria, gobierna durante elperíodo de rigor, al término del cual se le puede reelegir o hacersalir del poder. Los votantes son soberanos y eligen, ya no un"colegio electoral" del cual puede salir una coalición o unaserie de coaliciones, sino un gobierno al que se puede hacerresponsable de sus actos en la próxima elección. Los partidosque procuran obtener y conservar algo así como la mitad delvoto nacional tienen que mostrarse tolerantes y mantener suatractivo dentro del consenso medio ciudadano. La forma enque un pequeño desplazamiento en los votos se traduce en undesplazamiento mucho más grande de asientos, exige que losque detentan el poder sean muy sensibles a la opinión pública,cosa que los partidos minoritarios, con asientos marginales, nocesan de recordarles. Un movimiento neto insignificante entrelos partidos principales puede producir un viraje decisivo en elbalance de poder, como lo supo Gran Bretaña en 1951 y 1974.

Por supuesto que la historia de Gran Bretaña también pro-porciona casos de anomalías que puede producir el sistema deprimera mayoría, y hay abundancia de otros ejemplos, particu-larmente en Canadá y Sudáfrica, de su índole caprichosa. Nosiempre entrega mayorías definidas. La mayor cantidad devotos no siempre asegura la mayor cantidad de escaños. Ade-más, la rotación entre gobiernos de un solo partido no conduceforzosamente mejor al bien del país que los compromisos conti-

74 ESTUDIOS PÚBLICOS

nuos que se ven en aquellos países cuyos sistemas electoralesaseguran que jamás habrá una mayoría definida.

Los Países Bajos (o Israel) podrían servir como arquetipo dela representación proporcional. El país todo es un distrito elec-toral. Los votantes eligen entre cualesquiera de los partidos quepropongan candidatos, y los asientos se asignan en proporciónexacta de los votos. Con un Parlamento de 150 miembros, bastaobtener sólo el 0,67 por ciento del voto nacional para asegurarun asiento. El sistema está totalmente libre de los caprichosestadísticos que rondan a la mayoría de las operaciones propor-cionales, por no hablar de las anomalías de la primera mayoría.El precio de su "equidad" se aprecia en las prolongadas crisisque tienen lugar con regularidad en torno a la formación degobiernos. Hasta seis meses se han demorado después de unaelección en negociar la composición de la coalición. Los partidosy los políticos por separado, seguros de la representación con-tinuada, gracias al sistema electoral, luchan denodadamentepara convertir su parte del voto en la máxima participación enel poder, tanto en cargos públicos como en políticas. El sistemaholandés condujo a una proliferación de partidos en 1971 (vein-tiocho partidos presentaron listas y catorce obtuvieron escaños).Pero hay que mantener esta tendencia en su debida perspec-tiva: en 1977, cuatro partidos compartieron 138 de los 150 asien-tos, mientras que cuatro de los otros siete partidos obtuvieronsólo un asiento cada uno.

Tanto el sistema británico como el holandés están bienarraigados en su propios países, pero tienen sus críticos internos.En los Países Bajos los intentos de reforma, en general, se hancentrado en exigir un umbral algo más elevado que el 0,67 porciento para obtener un asiento. En Gran Bretaña, las quejas delos liberales y demás partidos pequeños han significado que lasproposiciones de cambiar el sistema electoral siempre hayananimado en cierta medida el debate; esto aumentó bruscamentedespués de 1974, en parte porque, si bien la votación liberalalcanzó cerca del 20 por ciento, el partido obtuvo sólo el 2por ciento de los escaños, pero también porque cundía la desilu-sión en torno a las violentas fluctuaciones de política queacompañaban a la rotación entre gobiernos de un solo partido.El cambio no era probable: aquellos que están en situación demodificar la ley son renuentes, normalmente, a condenar unsistema que los llevó al poder. Además, no hay consenso acercade una alternativa mejor.

En los países anglosajones, aun aquellos dotados de fuertesestructuras partidistas, ha habido renuencia a aceptar el domi-nio del partido central sobre la selección de candidatos queacompaña a los sistemas de listas de representación proporcio-nal. Pero el sistema de voto único transferible se consideracomplejo y, posiblemente, como una amenaza a la disciplinadel partido (aunque no ha sido así en el caso del Senado aus-

traliano o el Dáil irlandés). El sistema de representantes adicio-nales, en la medida en que se entiende su funcionamiento,parece que depende de listas de partido. El desacuerdo en tornoa las alternativas ofrece un apoyo firme a la idea de dejar lascosas como están. El más modesto entre los cambios propuestos,el voto de alternativa, sí resguarda el asiento pequeño para unrepresentante por distrito, pero, aun cuando tiende a favorecerla presencia de un tercer partido en el centro, no ofrece garantíaalguna de mayor proporcionalidad. (No ha tenido casi efecto enla cámara baja australiana).

Entre los extremos británico y holandés hay una ampliagama de posibilidades. En su mayoría, producen resultados máspróximos al modelo holandés que al británico. Italia, Alemaniay los países escandinavos tienen sistemas que garantizan quela proporción de escaños será muy parecida a la proporción devotos, aunque en Alemania y Suecia pueden quedar excluidoslos partidos muy pequeños. Pero los Estados Unidos, India y Ca-nadá siguen el modelo mayoritario británico, con su propensióna. darle al partido más grande una parte exagerada de asientosy casi ninguno a los partidos menores. La Quinta Repúblicafrancesa, con la segunda vuelta, y Australia, con el voto dealternativa, tienen sistemas que se acercan más al extremomayoritario que al proporcional en la escala. Pero en veinte denuestros veintiocho países el sistema es esencialmente propor-cional. Irlanda se encuentra en una situación única, en el medio.Emplea el voto único transferible, en teoría una forma muypura de la representación proporcional, pero sus distritos elec-torales son tan pequeños, con un promedio de tres represen-tantes y medio cada uno, que los resultados pueden ser capri-chosos. (En 1969, el Fiana Fáil, con el 45,7 por ciento de lavotación, ganó y obtuvo el 51,7 por ciento de los escaños; entanto que en 1973, con el 46,2 por ciento de los sufragios, perdióy obtuvo el 47,6 por ciento de los asientos).

Una clave indispensable para juzgar los sistemas propor-cionales es el umbral que hay que cruzar para obtener o aumen-tar la representación. El umbral más común es el tamaño deldistrito. Los escaños no se pueden dividir; así, pues (incluso enel Parlamento holandés, de 150 miembros, donde se elige unrepresentante por distrito), un partido necesita tener 1/150 dela votación para conseguir alguna representación. En Norue-ga la mayoría de los distritos tiene entre diez y dieciséis miem-bros, de modo que un partido normalmente necesita un mínimodel 6 por ciento de la votación en una región para asegurarsealguna representación. En Irlanda, la mayoría de los distritostienen tres o cuatro representantes, lo que significa un umbraldel 25 por ciento o del 20 por ciento. En Italia, Alemania ySuecia hay asientos de reserva que se asignan a nivel nacionalpara que los resultados sean proporcionales, pero en Alemaniaun partido sólo podrá aspirar a estos asientos si consigue el 5

SISTEMAS ELECTORALES 75

78 ESTUDIOS PÚBLICOS

por ciento de la votación nacional (o bien, lo que es más difícil,si gana tres contiendas locales), mientras que en Suecia hayun umbral del 4 por ciento.

En el otro extremo, los sistemas proporcionales están afec-tos a bonificaciones para los partidos de más éxito. En la CuartaRepública francesa, en 1951 y 1956, un sistema de apparente-ment o alianza permitía que un grupo de partidos aliados seadueñara de todos los asientos de un distrito electoral si enconjunto obtenía más del 50 por ciento de la votación. En Ita-lia, en 1953, había una bonificación nacional, de tal modo quesi una alianza obtenía el 50 por ciento de la votación nacional,conseguiría el 66 por ciento de los escaños (la alianza justo noalcanzó el 50 por ciento y posteriormente se abandonó el sis-tema) .

Dentro de los sistemas establecidos de representación pro-porcional las sutilezas del recuento de sufragios pueden deter-minar una diferencia en la asignación de asientos. El métodode otorgar los asientos según el promedio más grande es el mássencillo, pero favorece a los partidos mayores a costa de losmenores. La fórmula d'Hondt, que modifica un tanto esta ten-dencia, ha tenido mayor aplicación, pero en Dinamarca, No-ruega y Suecia se emplea una versión del método Sainte-Lague,que es más exactamente proporcional. Mucho se ha discutidoacerca de los méritos de los sistemas de representación propor-cional. En lo político, las diferencias en los resultados no sondemasiado grandes; aparte de los Países Bajos e Israel, ningúnsistema es enteramente justo con los partidos más pequeños yningún sistema se aparta demasiado de la proporcionalidadpara los contendientes de mayor tamaño. No obstante, en eldelicado asunto de formar coaliciones, la presencia de uno odos miembros más de partidos menores, o bien la reasignaciónde un solo escaño fuera de un partido importante, puede desdeluego determinar una diferencia decisiva.

Rein Taagepera, Douglas Rae y Arend Lipjhart, entre otros,han fijado medidas de imperfección. Taagepera demuestra queel punto en el cual un partido tiene probabilidad de estar repre-sentado de más y no de menos, varía entre el 2 por ciento de lavotación en Dinamarca y Suecia, y el 18 por ciento en Irlanday Bélgica y, en el sistema que no es de representación propor-cional, entre el 20 por ciento en Francia y 34 por ciento en Bél-gica 2.

2 Véase Rein Taagepera, "Proportionality Profiles of West EuropeanElections" (Trabajo presentado a la Reunión Anual de la Sociedad Nor-teamericana de Ciencia Política, 1979, en Washington, D.C.); DouglasRae, The Political Consequences of Electoral Laws (New Haven: YaleUniversity Press, 1967); y Arendt Lipjhardt y R. Gibberd, "Thresholdsand Payoffs in List Systems of P.R.", European Journal of Political Re-

.search (1977), pp. 219-44.

SISTEMAS ELECTORALES 77

Los efectos de los sistemas electorales

Pero sería un error concentrarse demasiado en los proble-mas de proporcionalidad y equidad. Todos los sistemas electo-rales ejercen un efecto de largo plazo sobre la conducta electo-ral y la conducta partidista. El sistema político todo está teñidopor el sistema electoral, porque éste condiciona el número departidos y la continuidad de los gobiernos. Da forma a lasestructuras de carrera de los individuos e influye en la cohesióny la disciplina internas de los partidos y la estabilidad generalde la estructura partidista. El cambio de la representación pro-porcional a la segunda vuelta es uno de los más importantes(aunque lejos de ser el único), que explica la diferencia entrela Cuarta y la Quinta República. Las consecuencias accidenta-les del umbral del 5 por ciento han tenido un efecto prodigiosoen la historia de Alemania en los años de 1960 y 1970. La histo-ria británica de entre guerras habría sido muy distinta si laCámara de los Comunes se hubiera impuesto a la de los Lores,sobre el voto de alternativa, en 1918. La aceptación de larepresentación proporcional a comienzos del siglo salvó a lospartidos de centro en Escandinavia y los Países Bajos. Y losdistintos grados de control de la cúpula partidaria sobre laslistas nacionales y regionales explican muchas de las diferen-cias que hay en los patrones de conducta de los políticos porseparado.

El temor a la elección siguiente es una constante de lapolítica. En todas las democracias las elecciones ofrecen lasanción final contra los gobiernos. Pero la sanción es muydiferente en Gran Bretaña o Australia, donde el cambio deuno o dos votantes por cada ciento puede consagrar la diferen-cia entre poder total y oposición impotente, y en los Países Bajoso Dinamarca, donde ningún partido puede aspirar a un triunfobien definido, y la mayoría aplastante de los legisladores sabenque su elección es segura.

Se puede ver en las elecciones una oportunidad para uncenso ideológico, una declaración de la posición fundamentalde los votantes en el espectro derecha-izquierda. Si tal es lameta, todo habla en favor de la proporcionalidad perfecta: elpoder legislativo, igual que una encuesta de opinión, tiene queser un reflejo honrado de las opiniones de las masas. En cam-bio, las elecciones se pueden ver como dispositivos para elegirgobiernos viables y darles legitimidad. Una respuesta clara pue-de ser mejor para el país que una mera respuesta matemática-mente exacta. Los méritos contrapuestos de la equidad y de lopráctico han aparecido en todos los debates sobre sistemaselectorales. La presión en favor de la equidad ha triunfado encasi todos los países fuera del mundo de habla inglesa, al acep-tar la representación proporcional, pero las consideracionespragmáticas han modificado el triunfo proporcional; los um-

78 ESTUDIOS PÚBLICOS

brales que están incorporados en la mayoría de los sistemasproporcionales significan el reconocimiento de que un númeroexcesivo de partidos puede determinar un mal gobierno. Unpoder legislativo, que fuera el espejo perfecto de lo que el elec-torado pensaba en un día particular de votación, tal vez noresulte tan adecuado como base de un gobierno eficaz comootro que ofrezca un reflejo más crudo, pero más decisivo, de lastendencias mayoritarias.

Glosario

Sistema de representación adicional. Ejemplo de esto es elsistema proporcional que se usa en Alemania. La mitad de losrepresentantes se elige por simple mayoría de votos, en distri-tos que eligen un solo representante. La otra mitad se asignaa las listas de partido, de tal manera que los asientos en laasamblea plena sean proporcionales a los votos emitidos en elpaís en su conjunto (sujeto a ciertas reglas de umbral).

Voto de alternativa. Se refiere al uso de votos preferen-ciales dentro de distritos electorales con un solo representante;para la Cámara Alta australiana, por ejemplo, todo elector debenumerar a los candidatos según el orden de preferencia; elcandidato que tiene el menor número de preferencias se supri-me y se cuentan en su lugar las segundas preferencias; el pro-cedimiento sigue hasta que un candidato tenga una mayoríaclara.

Apparentement o alianza. Disposición en un sistema delistas según la cual los partidos separados pueden declararseunidos para los fines de recuento de sufragios y asignación deasientos (Francia 1951, 1956; Italia 1953).

Distrito electoral. Es el término más común para las zo-nas geográficas en que se divide el país con fines electorales.Un distrito puede elegir un representante o más al poder le-gislativo. . .

Ley del cubo. Fórmula que se usa para describir la formaen que los sistemas de primera mayoría exageran las mayoríasde votos y las convierten en mayorías mucho más grandes enasientos. Si los votos se dividen en la proporción A:B, los asien-tos quedarán, probablemente, en la proporción A3:B3.

Votación acumulativa. Sistema rara vez empleado de vo-tación en un distrito que elige varios representantes, en el cuallos electores pueden votar más de una vez por un solo candidato.

Sistema d'Hondt. Es la fórmula que se usa en la mayoríade los sistemas de representación proporcional para asignar es-caños. También se conoce como sistema del promedio más alto.

SISTEMAS ELECTORALES 7»

En resumen, garantiza que en un distrito ninguna reasignaciónde asientos reduciría las discrepancias en los porcentajes devotación que toquen los ganadores.

Cifra repartidora. La fórmula que se usa en la mayoríade los sistemas de voto único transferible para asignar escaños.Se puede escribir: [votos/(asientos + 1) ] + 1.

Sistema del primer ganador o primera mayoría. Este, quees el sistema más antiguo de reparto de votos, predomina toda-vía en los países de habla inglesa. Normalmente se emplea endistritos que eligen un solo representante. Cada elector tieneun voto y el candidato que obtenga más votos gana, aun cuan-do no obtenga la mayoría absoluta. También se conoce comosistema de mayoría relativa.

Manipulación electoral. El trazado intencional de fronte-ras de distritos, con el fin de obtener ventajas para un partido.

Sistema de derrame. Fórmula para asignar asientos ensistemas de lista que favorece más a los partidos más pequeños.Una vez que se ha distribuido un asiento por cada cifra reparti-dora completa (que se obtiene simplemente por división devotos por asientos), los asientos restantes se asignan a los par-tidos que tenga los remanentes más grandes.

Voto limitado. Sistema de votación en distritos que eligenvarios representantes, con un sistema de mayoría en el cual loselectorales disponen de menos votos que asientos por llenar(empleado hoy solamente en Japón); se ensayó en algunos dis-tritos electorales del Reino Unido en 1868-1880.

Panachage o lista propia. Disposición en un sistema delista de representación proporcional en el cual el elector tieneoportunidad de variar el orden de los candidatos en la lista desu partido.

Votación preferencial. Sistema de votación en el que elelector manifiesta un orden de preferencia entre los candidatos.El voto de alternativa y el voto único transferible son sistemasde votación preferencial.

Representación proporcional. Término genérico que re-presenta a todos los sistemas de elección que procuran, porelección de varios representantes o con listas de reserva, rela-cionar los asientos con los votos de manera más proporcionalde lo que es posible con el sistema de elección de un represen-tante por distrito electoral.

Redistribución. Término británico que define dos proce-dimientos que en los Estados Unidos tienen términos distintos:"reformulación" o retrazado de las fronteras de los distritos, y"reparto" o reasignación de asientos entre distritos.

80 ESTUDIOS PÚBLICOS

Sistema Saint-Lague. Fórmula que se usa para asignarasientos en algunos sistemas escandinavos de lista de represen-tación proporcional. El empleo de un divisor mayor que elnúmero de escaños disponible asegura un resultado más pro-porcional que el sistema d'Hondt.

Segunda vuelta. Este nombre se da al sistema que se em-pleó en la Tercera y en la Quinta República francesa, en elcual, con un sistema de elección de un solo representante pordistrito, se realiza una segunda votación, una semana despuésde la primera, si ningún candidato obtuvo la mayoría absolutala primera vez. Se parece a las disposiciones llamadas de "run-off" o de segunda votación en ciertas elecciones primarias enlos Estados Unidos. A veces se conoce como votación exhaustiva.

Voto único transferible. Se refiere al uso de votación pre-ferencial en distritos que eligen varios representantes. Se usaen el Dáil irlandés y en el Senado australiano. Los electoresdeben numerar a los candidatos en orden de preferencia. Losvotos que excedan de la cifra repartidora se reasignan de acuer-do a las segundas preferencias. En seguida se eliminan sucesi-vamente los últimos candidatos y sus preferencias se redistri-buyen hasta llenar todos los escaños.

Umbral. Condición mínima para conseguir representa-ción. Este dispositivo limita los resultados puramente proporcio-nales, por ejemplo, distribuyendo asientos sólo a los partidosque se aseguran un mínimo del 5 por ciento del voto total (co-mo en Alemania), o conservando distritos con tan pocos repre-sentantes, que un partido necesita una votación considerablepara tener alguna oportunidad de conseguir un asiento (comoen Irlanda).

Bibliografía

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