sincronías y desajustes en la territorialización imperial
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Sincronías y desajustes en la territorialización imperial-nacional de la Amazonia en el
siglo XIX: la configuración de la frontera de Brasil, Colombia y Perú1.
Resumen
Este capítulo aborda el proceso de configuración de las regiones fronterizas amazónicas, en
particular de las áreas de confluencia de Brasil, Perú y Colombia durante el siglo XIX,
específicamente entre 1822, año de creación del Imperio del Brasil y 1889 en que se funda
la actual república brasilera. Por tanto, es un esfuerzo de comparación de la invención
conjunta de una frontera común en la Amazonia, bajo dos modalidades de organización
política contrastantes y en ocasiones enfrentadas: una la del Brasil imperial y la otra la de
dos repúblicas andino-amazónicas, Perú y Colombia. En este contexto, destacan los
encuentros y desencuentros de estos Estados-nación en los intentos demarcatorios de las
fronteras en el prolongado intento por diseñar y poner en práctica distintos convenios de
límites, teniendo como fondo constituyente la muy conocida dinámica de extracción de
‘borracha’, ‘siringa’ o ‘caucho’ que vinculó a la Amazonia con la economía mundo de la
época y que tuvo, entre sus consecuencias, la desestructuración y casi aniquilación de las
sociedades y territorialidades nativas, remanentes de un largo proceso de dominación
colonial.
Introducción
La transición entre el establecimiento colonial y el republicano a que se hace referencia en
adelante tanto en Brasil como en las repúblicas andino amazónicas, las mismas que en la
historiografía tradicional fueron liberadas por Simón Bolívar, con especial énfasis en
Colombia y Perú, transcurrió a lo largo de la mayor parte del siglo XIX en la gran Amazonia
entre los años de 1822 y 1889. Estas fechas marcan primero, la independencia del Brasil con
respecto al imperio portugués, el surgimiento del Imperio brasilero como base de su
formación nacional actual, en un periodo dilatado, hasta la última fecha señalada, en que
este modo de organización transicional, se disuelve para dar paso a la república, tal como
se narra detalladamente en Bethell, entre otros (2001: 193 y ss.). Esto en contraste con lo
sucedido en las repúblicas vecinas a las que ya nos referimos.
Dentro de este proceso de transformación y transición política imperial-nacional, tanto
Brasil como los demás países se vuelcan sobre la región amazónica, en una epopeya
competitiva por la exploración, explotación y apropiación de las riquezas naturales de la
región, especialmente las llamadas gomas elásticas, ‘borracha’ o ‘siringa’ en Brasil y
‘caucho’ en los demás países, con destino a un mercado mundial que acompasaba la marcha
1 Sociólogo de la Universidad Nacional de Colombia; MSc. en Ciencias Sociales con mención en Estudios Amazónicos de FLACSO (sede Ecuador); Doctor en Historia Comparada de América Latina por la Universidad Nacional de Colombia. Profesor Titular de la Universidad Nacional de Colombia, sede Amazonia. Coordinador del Grupo de Estudios Transfronterizos, GET-UN del Instituto Amazónico de Investigaciones IMANI.
de la industrialización capitalista en sus primeras fases, no obstante siguiendo la tradición
extractivista inaugurada desde comienzos del siglo XVI por las metrópolis europeas y sobre
lo cual existe una profusa bibliografía e historiografía2.
En la Amazonia, este proceso dio lugar al surgimiento de un gran frente de explotación y
extracción de gomas elásticas que sube desde la desembocadura del Amazonas cerca a
Belém de Pará en las primeras décadas del siglo XIX y se adentra hasta los dominios
amazónicos reclamados por las repúblicas andinas. Allí, en lo que hoy es la frontera política
del Brasil con Perú y Colombia, este frente se encuentra con los frentes extractivos
provenientes de las provincias andinas de estos países formando hacia el comienzo de la
década de 1940 la actual triple frontera de estos países, en el llamado Trapecio amazónico
colombiano. Por tanto, esta dinámica corre paralela y se entremezcla, de manera compleja,
prolongada y casi siempre conflictiva, con el proceso de demarcación de los limites
nacionales de estos países en la Amazonia, el cual se va a prolongar hasta mediados del siglo
XX. En términos de Alberto Harambour, se trata de rastrear la constitución del Estado y la
definición de las soberanías fronterizas, en una perspectiva transnacional (2019: 34 y ss.) o,
para ser más precisos, transfronteriza (Zárate, 2008). Por lo mismo, debemos agregar que
la constitución de estas soberanías fronterizas, en la Amazonia del siglo XIX, más que un
producto separado de la formación de cada uno de los respectivos Estados-nación, fue
resultado tanto de la confrontación, el conflicto y finalmente la negociación, tanto de las
elites imperiales y nacionales, en este caso de Brasil, Colombia y Perú, pero también de los
procesos y las pujas de agentes económicos plurinacionales que desplegaban su acción en
los grandes ríos fronterizos amazónicos (Zárate, 2008: 83 y ss), más allá de las
interpretaciones que, como veremos, expresan un nacionalismo metodológico que,
desafortunadamente aun predomina incluso en el medio académico y según el cual el
proceso de fronterización que caracterizó y acompañó la delimitación de tales soberanías,
se sigue viendo desde la reducida óptica de cada país.
Desde la perspectiva de las poblaciones nativas y de sus tierras como del impacto de la
colonización estamos ante un proceso de territorialización imperial nacional que avasalla,
desplaza, arrincona y subordina, cuando no destruye, las territorialidades étnicas,
ocasionando, finalmente, un drástico recambio demográfico y poblacional en detrimento
de las poblaciones ribereñas. Uno de los grandes costos humanos de la formación de los
Estados-nación en la Amazonia. Estas territorialidades se amparan no solo en los discursos
civilizatorios, en políticas de tierras y políticas indigenistas, pero sobre todo en prácticas de
origen colonial, incluyendo la persistencia del extractivismo, que aún hoy en día mantienen
la relación de las sociedades nacionales con las sociedades y la región amazónica y que
2 Uno de los mejores y más completos trabajos al respecto sigue siendo el de John Hemming: Amazon Frontier. The Defeat of Brazilian Indians. Lóndon: Papermac, 1995. Con formato: Español (España)
como sugiere Svampa, continúa definiendo la ‘diferenciación-jerarquización entre
territorios coloniales y las metrópolis imperiales’ (2019:15).
Por lo anterior, el presente trabajo pretende adelantar de manera aun preliminar y en cierto
modo exploratoria, un análisis comparado de las transiciones entre el establecimiento
colonial y el periodo independentista decimonónico en la región amazónica con un
particular énfasis en la transformación del imperio portugués en imperio brasilero, a partir
de 1822, año en que se funda el segundo y hasta 1889 cuando se proclama la república del
Brasil, en contraste con lo que sucedía con las repúblicas ‘andinas’, cada vez más conocidas
acertadamente como andino-amazónicas, que en ese primer año, iniciaban de manera más
o menos simultánea, un largo y tortuoso camino por forjarse como establecimientos
independientes, intentando dejar atrás su pasado colonial. En el primer apartado, se
presentan los antecedentes y un contexto general de los dos tipos de transiciones
imperiales nacionales en la Amazonia: el brasilero y el andino-amazónico, el cual
consideramos necesario pues implica una interpretación que contrasta con la de la
historiografía convencional tanto imperial como nacional, mientras que en el siguiente se
marcan algunas de las principales diferencias entre el imperio brasilero en la región
amazónica en el periodo mencionado, por una parte y la ‘Amazonia andina’ por la otra. El
tercer aparte, presenta los principales rasgos de las territorialidades durante el periodo,
entre las territorialidades estatales imperiales y nacionales y las territorialidades nativas o
étnicas para concluir con algunas ideas y cuestionamientos sobre interpretación de la
historia de esta frontera.
1. Transiciones imperiales en la Amazonia siglo XVIII-XIX.
El periodo colonial en la gran región amazónica fue el resultado de un prolongado proceso
de confrontación de los diversos imperios ultramarinos que se disputaban el nuevo mundo
a partir principalmente de la presencia de España en el atlántico desde los viajes de Colón
y de la competencia que se desencadeno con Portugal, que simultáneamente
circunnavegaba África en busca de las especias del oriente. Ya es suficientemente conocido
que un español, Vicente Yañez Pinzón, fue el primer europeo en llegar a la desembocadura
del rio Amazonas, en enero de 1500, unos pocos meses antes que Pedro Álvarez Cabral, un
portugués, arribara con varios navíos, a las playas cercanas a Pernambuco algo más de 1000
kilómetros abajo bordeando la costa, en lo que hoy se conoce como el nordeste brasilero.
Esto de alguna manera significó que en las primeras décadas del descubrimiento de
América, el Amazonas fue más español que portugués (Hemming 1978, 183). Poco más de
cien años después, hacia 1616, la situación se había modificado sustancialmente pues en
ese año los portugueses habían fundado el fuerte Presepio, cerca de la desembocadura del
gran río, frente a la gigantesca isla de Marajó, el mismo que posteriormente fue conocido
como Belém do Pará. A partir de allí, Portugal desplegó un incesante y prolongado avance
colonizador rio Amazonas arriba, desalojando a las potencias que concurrieron en su
competencia, principalmente Inglaterra y Francia, confinando su presencia a los territorios
ocupados en los tiempos actuales por las Guyanas. Este avance ni siquiera se interrumpió
cuando España y Portugal estuvieron fusionadas en una sola corona, entre los años de 1580
y 1640. Dato que no es menor si se tiene en cuenta que, en adelante, el imperio español
sería el principal contendiente de los lusitanos a lo largo de los siglos XVII y XVIII en el resto
de la Amazonia.
La disputa entre estas dos metrópolis tendría como trasfondo y justificación el control y
extracción de los recursos forestales e hidrobiológicos de la inmensa selva amazónica y sus
ríos, la explotación de las llamadas drogas do sertao3 y, con la llegada de las distintas
huestes misioneras, la competencia por la conquista de las almas de quienes,
equívocamente, se suponía no tenían religión ni creencia distintas a las herejías
predominantes en Europa. Esto por supuesto pasaba por el control de la fuerza de trabajo
nativa, independientemente de si quien se apropiaba de ella era un soldado, un colono o
un misionero. Estos elementos dieron a la región el sello de una matriz extractivista que ha
marcado la historia colonial y republicana de los países y pueblos de la Amazonia,
confirmando los planteamientos de académicos contemporáneos que plantean que el
extractivismo es un rasgo estructural del capitalismo como ‘economía mundo’ y que, más
que un ‘modo de producción’ constituye un ‘modo de apropiación’ de los recursos naturales
(Svampa 2019, 15). Por supuesto que esto último no es exclusivo de la región amazónica,
pero como veremos, este modo allí tiene una expresión singular, derivada tanto de sus
condiciones biogeográficas y socioculturales, pero también de la configuración histórico
política que se construyó en torno a ellas.
La disputa interimperial por el acceso, la extracción y la movilización hacia Europa de la
generosa oferta ambiental de la Amazonia, se acompañó por procesos de negociación, al
igual que por esfuerzos de delimitación y demarcación conjunta, que además de ser
temporales o coyunturales, fueron asincrónicos en relación con los emprendimientos
extractivos coloniales, además de que también resultaron incompletos, cuando no fallidos.
Nos referimos por ejemplo a los tratados de Madrid de 1750 y San Ildefonso de 1777. Como
se ha mencionado en otros trabajos, España no tenía entonces otra opción que reconocer
finalmente lo logrado por los portugueses en casi dos siglos y medio de colonización,
emprendimientos extractivos y evangelización a lo largo del Amazonas, proceso que sin
embargo fue producto de un intenso y casi siempre violento forcejeo, de avances y
retrocesos militares y misioneros con Portugal por el control fluvial del gran rio. (Zarate
1998). Finalmente, aunque los tratados de Madrid y San Ildefonso fueron invalidados, el
3 Por referencia a la extracción de distintos productos de la flora amazónica, algunos de uso medicinal, entre los que estaban una amplia variedad de plantas y frutos como la zarzaparrilla, la vainilla, el cacao, las castañas; diferentes aceites; resinas y gomas; fibras y maderas (Bastos, 2000:102-103)
primero en el año de 1761, en razón de la guerra europea entre España y Portugal y el
segundo hacia finales del siglo XVIII por la falta de acuerdo de las partes en la Amazonia;
producto en parte de los trabajos de las comisiones y expediciones de límites creadas y
desplegadas por estos dos establecimientos coloniales, se logró constituir una ‘frontera sin
límites’ que de algún modo quedó evidenciada territorialmente, con el surgimiento
rudimentario de las primeras ciudades o asentamientos pares en la Amazonia (Zárate 2001,
2012). Lo anterior explica porqué el periodo colonial en la Amazonia terminó sin una
delimitación de las jurisdicciones imperiales, situación que heredarían los futuros
establecimientos nacionales y que originaría prolongados conflictos demarcatorios.
La contraparte de este complejo proceso demarcatorio que hacia mediados del siglo XVIII
significó la consolidación del avance portugués sobre el rio Amazonas y sobre el cual se
erigió posteriormente la figura del Brasil, primero imperial y luego nacional, fue la derrota,
desestructuración y destrucción de las sociedades nativas amazónicas. El despliegue de las
expediciones de límites formadas en la Amazonia luego de la firma de los tratados de
Madrid y San Ildefonso, significó entre otras cosas, la muerte de miles de indígenas manaos;
la destrucción de las malocas en ríos fronterizos como el Apaporis y la represión a la
oposición de las comunidades ribereñas en el alto Amazonas en las inmediaciones de la
actual Amazonia peruana. La oposición y rechazo de las sociedades ribereñas a las
expediciones de límites y trabajos demarcatorios fue una constante ya que en ellas veían
no solo la usurpación de sus territorios, sino la intromisión y drástica afectación de sus
modos de vida y sociabilidad, cuando no la esclavización directa (Zárate, 2013).
Con mucho, el principal signo de decadencia del mundo colonial en la región amazónica lo
constituyó la expulsión de los jesuitas, primero de los dominios coloniales de Portugal en
1759 y ocho años más tarde, en 1767, de los territorios bajo control español. En la frontera
amazónica, el significado y las consecuencias del fin de la presencia misionera para cada
una de estas coronas fue dispar y contrastante, en parte porque puso a prueba el modo y
particular arreglo de la organización colonial tanto de Portugal como de España en la
Amazonia. Este aspecto, que también esta relatado en los trabajos citados, se puede
sintetizar en el hecho de que la presencia estatal portuguesa en la Amazonia se refrendaba
invariablemente con la presencia militar como principal institución de frontera, mientras
que por el lado español, esta función era representada y cumplida por los misioneros
jesuitas. No era casual que los asentamientos portugueses en la frontera amazónica fuesen
invariablemente fuertes militares, en contraste con los pueblos misioneros españoles: el
principal ejemplo de esto sobre el río Amazonas lo constituían el fuerte militar de Tabatinga,
construido en 1766, como respuesta a la fundación de Loreto de Ticunas en 1760 como
ultima fundación misionera jesuita por el lado de España (Zárate 2012, 32-33).
La expulsión de los jesuitas de los dominios portugueses en la Amazonia no constituyó un
inconveniente mayor dado el predominio y relativa fortaleza del gobierno colonial
establecido en las regiones fronterizas así como el mencionado respaldo militar. Además,
la presencia misionera de los jesuitas en la Amazonia portuguesa estaba relativamente lejos
de la frontera amazónica con España en donde la corona lusa había delegado en otras
ordenes, por ejemplo los carmelitas, la evangelización de los pueblos indígenas. A diferencia
de los jesuitas, los carmelitas se hallaban bien subordinados al poder temporal portugués.
Por otra parte y como es sabido, las reformas borbónicas que se intentaron implementar
en los dominios coloniales españoles en América tuvieron su contrapartida en el caso de
Portugal con las llamadas ‘reformas pombalinas’4. Estas reformas tuvieron su expresión en
Brasil y particularmente en la Amazonia y buscaban reformar la organización político
administrativa y fiscal de los territorios bajo control portugués, especialmente en las zonas
de frontera, a través de la figura del Directorado (Almeida, 1997: 25 y ss.). Adicionalmente,
el propósito era ‘portugalizar’ estos territorios, digamos una suerte de eufemismo del
proceso colonizador que ofrecía una falsa libertad, a través de diferentes medidas como el
cambio de los nombres de las aldeas de misión, generalmente indígenas por nombres
portugueses, (e.g. Mariua por Barcelos); la generalización del uso del portugués como
lengua oficial, con la prohibición del uso de las lenguas nativas; el cambio de los apellidos
de los nativos por apellidos portugueses, entre otros. (Hemming, 1995: 3 y ss.)
En contraste, la expulsión jesuita de la Amazonia española significó poco menos que el
desmonte casi total de su presencia virreinal en la entonces denominada provincia de
Mainas, con el consiguiente desmantelamiento de los pueblos de misión establecidos en la
contraparte española de la frontera colonial portuguesas en la Amazonia. Al año siguiente
de la expulsión de los jesuitas, es decir por 1768, el pueblo de Loreto de Ticunas que hacía
par con el de Tabatinga por el lado portugués, sobre el Amazonas, redujo drásticamente su
población al pasar de tener más de 700 personas a poco más de 230 (Zárate 1998, 92). Era
el resultado inevitable de depender de las misiones jesuitas como casi única institución de
frontera por el lado español, lo cual se complementaba con una gran debilidad en los
terrenos político y militar. La verdadera recomposición de la presencia misionera en esta
frontera amazónica por el lado español no se logró consolidar bajo el establecimiento
colonial y tuvo que esperar hasta la consumación de la independencia, cuando comenzaron
a llegar misioneros enviados por el gobierno del Perú, para intentar continuar con su obra
evangelizadora y ‘civilizadora’ entre los diezmados salvajes amazónicos. Mientras tanto, el
ejercicio del gobierno español en esta frontera fue encargado a Francisco de Requena, el
mismo que oficiaría como comisario de límites hasta la liquidación, sin ningún acuerdo, de
la comisión española y portuguesa en el año de 1803 (Requena, 1991 [1782]).
2. El siglo XIX: la Amazonia imperial vs. la Amazonia andina.
4 Reformas diseñadas y emprendidas por el Marques de Pombal, poderoso ministro de José I, entonces rey de Portugal (Hemming, 1995:3).
Hacia agosto de 1823 las provincias de Marañón y Piaui, así como también Belém y por
tanto la provincia de Pará, después de la derrota de las últimas huestes realistas fieles a
Portugal, decidieron adherir a Dom Pedro I y al imperio brasilero (Bethell 2001, 223),
posibilitando por primera vez la unión de la región norte que incluía la Amazonia, que hasta
entonces se articulaba y comunicaba directamente con Lisboa, al resto del Brasil. Así nació,
simultáneamente, la Amazonia imperial, con un claro predominio del Gran Pará como
unidad territorial articuladora en la primera parte del siglo XIX de las demás provincias del
interior amazónico como Rionegro y Alto Amazonas (Loureiro 2007, 18) más cercanas a los
dominios amazónicos de las nuevas repúblicas andinas. Valga decir que estas últimas
provincias siempre buscaron la independencia con respecto al dominio y tutelaje de la
provincia del Gran Pará, pero esta solo se lograría hasta 1850 luego de muchos conflictos y
luchas sociales y políticas, incluida la primera y, hasta ahora única, revuelta popular en la
historia de la Amazonia: la revolución de las cabañas o cabanagem, que según Loureiro
cobró la vida de entre 12000 a 40000 personas, o sea entre el 10 y el 30% de la población
de toda la provincia, entre los años de 1835 a 1840 (2007, 18-19).
La separación y reconocimiento legal de la provincia de Amazonas ocurrió en 1850 por la
ley 582 de 5 de septiembre y cubría la misma extensión de la antigua Comarca de Rio Negro,
teniendo como capital la ciudad de Nuestra Señora da Conceição da Barra de Rio Negro,
mejor conocida como Manaos. Esta reorganización político administrativa de la Amazonia
imperial brasilera, que duraría hasta el año de 1889 cuando se fundó la república fue,
simultáneamente, el resultado y el catalizador de las transformaciones económicas que se
estaban presentando a mediados del siglo XIX a lo largo del rio Amazonas, con el incremento
del comercio y de la explotación y extracción primero de productos y alimentos naturales y
luego de caucho o borracha, para la incesante y creciente demanda europea en uno de sus
primeros furores industrializadores. En este marco se inscribe, por ejemplo, la introducción
de la navegación a vapor, que se inauguró en el año de 1843 con el viaje del vapor Guapiaçu,
desde Belém hasta Manaos (Loureiro 2007, 176) y, no menos importante para este relato,
la firma de la Convenção Especial de Comércio y Navegação en 1851 entre el imperio
brasilero y el Perú, para intentar regular el transporte de carga y pasajeros en el Amazonas
entre la nueva provincia y los puertos mas importantes de la Amazonia andina,
especialmente Iquitos. Adicionalmente, la puesta en práctica de este convenio involucró el
reconocimiento del dominio fluvial peruano, por parte del Brasil, en la parte alta del rio
Amazonas o Marañón hasta la línea Apaporis-Tabatinga (Loureiro, 2007:98), a costa de las
expectativas territoriales de Ecuador y Colombia, poniendo de presente la necesidad de
reemprender las demarcaciones de los territorios amazónicos suspendidas casi un siglo
atrás, en medio de los estertores de la Amazonia colonial (Zárate 2008, 119 y ss.).
Mapa de la región fronteriza hacia 1850
La ‘internacionalización’ de la Amazonia.
El convenio de 1851 cuyo nombre exacto en español se denominó ‘Convención de
Comercio, Navegación y Límites’ y que fue firmado en Lima en octubre de ese año, tenía el
propósito de garantizar el control exclusivo de la navegación y el comercio por parte de
Brasil y el Perú a lo largo del Amazonas y sus principales tributarios, aunque a todas luces,
este benefició ampliamente al imperio del Brasil en detrimento de su socio peruano. El
primero aprovecho la ocasión para establecer y poner en marcha la Companhia de
Comércio e Navegação do Amazonas, del visconde de Maua, que incluía la exclusividad del
comercio de esta compañía en toda la cuenca amazónica (Loureiro 2007, 98). Igualmente,
el convenio comportaba el establecimiento de una línea de navegación entre Manaos y
Nauta financiada proporcionalmente por ambos Estados aunque, no obstante, fueron
recurrentes los reclamos de la contraparte peruana por los incumplimientos y ventajas que
percibía la citada compañía en contra de los intereses peruanos (Loureiro 2007, 179). Según
la interpretación de este historiador amazonense, que explicablemente contemporiza con
los intereses del Amazonas imperial brasilero, este convenio y en particular las acciones
emprendidas por Perú, pusieron freno a la expansión brasilera permitiendo establecer la
frontera entre ambas naciones, en inmediaciones del río Javarí y con la demarcación de la
la línea Apaporis Tabatinga (Loureiro 2007, 98), que había sido negociada y concebida en
esa misma Convención.
Como sea, dicha convención o convenio también permitió prolongar el cierre del comercio
y la navegación en el rio Amazonas, existente desde mediados del siglo XVIII, garantizando
su monopolio bajo las compañías comerciales del nuevo imperio, hasta su apertura y por
tanto irreversible internacionalización, en el año de 1866. La idea de la internacionalización
de la navegación del Amazonas era una idea que ya habían adoptado las naciones andinas,
incluido el Perú, a pesar de haber firmado con Brasil el mencionado acuerdo. El mismo
Loureiro, sugiriendo el incumplimiento del convenio por parte del Perú, menciona que en
el año de 1852 este país destinó una subvención de 2000 dólares anuales para abrir sus
puertos a los Estados Unidos, secundado en el año de 1853 por Bolivia (2007, 98), al igual
que por los demás países andinos.
De otra parte, con la nueva organización imperial de la Amazonia brasilera, además de la
creación oficial de la provincia de Amazonas y de la firma del convenio entre Brasil y Perú,
el primero inició una campaña de exploración de los ríos Amazónicos con el propósito de
estimar la existencia de borracha, siringa o caucho, evidenciando que los árboles de siringa
o borracha del bajo Amazonas en los dominios de la provincia del Pará ya habían alcanzado
toda su capacidad productiva (Loureiro 2007, 57) y que entonces el frente extractivo que
había iniciado aproximadamente en la década del treinta del siglo XIX cerca a la
desembocadura del Amazonas en el Atlántico, ya había llegado al Río negro y se acercaba
cada vez más a los territorios donde tenían creciente presencia los comerciantes y agentes
extractivos de las naciones andinas, con los que acabaría encontrándose inevitablemente.
Un indicador de la creciente importancia de la extracción vegetal de borracha se puede ver
cuando en 1856, por primera vez, los valores correspondientes a este producto
sobrepasaron a los del comercio de pirarucú, el gigantesco y emblemático pez amazónico,
que hasta entonces era la principal fuente de riqueza de la nueva provincia (Loureiro 2007,
232-233).
De acuerdo con la información presentada por Loureiro, las primeras expediciones de la
nueva provincia se iniciaron alrededor de 1852, cuando se destinaron grandes canoas y los
primeros barcos de vapor que saliendo del puerto de la Barra, como entonces se denominó
Manaos, tenían el propósito de explorar los ‘rios abandonados’ del Solimões5, el Madeira,
el Purus, el Jurua y el Japura, entre otros (Loureiro 2007, 98). Esas exploraciones no solo se
encontraron con los frentes de expansión nacionales o fronteras extractivas de las
repúblicas andinas sino, especialmente, con los pueblos nativos que aun habitaban buena
parte de las orillas de estos grandes ríos, así como sus afluentes. De tal manera que el
establecimiento de la extracción de borracha, como expresión de la política de colonización
oficial emprendida por la nueva provincia, significó no solo la ocupación de los territorios
de los pueblos ribereños, sino su subordinación, cuando no su desplazamiento o eliminación
física. Este proceso exploratorio, se adelantó con las mismas herramientas y métodos del
periodo colonial bajo control portugués tal como se hiciera por las expediciones y
exploraciones de límites en la Amazonia. Esto en contravía de lo que anotaron algunos de
los máas connotados historiadores amazonenses, como Cesar Ferreira Reis para quien, no
obstante su formación, ‘objetividad’ y ‘cientificidad’ que le imputaban sus mentores
editoriales, llegó a plantear en su momento (Reis 1993, 14) que las actividades imperiales
portuguesas en la Amazonia, incluidos los emprendimientos demarcatorios, eran la
expresión de la ‘expansión mansa y serena que los luso-brasileros estaban efectuando’ en
dirección al oeste y el norte ‘por donde viajaban incesantemente los colonos colectores de
drogas y de esclavos’6. Sin embargo, en esta ocasión, como en el pasado, las prácticas que
llevaron a la extinción de los Manaos a finales del siglo XVIII, se siguieron implementando
sin mayor variación, como se puede advertir en las instrucciones dadas por las autoridades
provinciales a los comandantes militares para ingresar tropas a las malocas y sitios de
habitación de los nativos, en este caso de los uaimiri, en el año de 1856.
Cumpliendo evitar las depredaciones que practican anualmente los gentíos uaimiri,
amalocados en las cabeceras del río Uatucurá, tributario del Jauaperi, los cuales hasta hoy
se han mostrado inaccesibles a todo trato y comunicación con gente civilizada, he resuelto
encargar a vuesa merced explorar los montes, donde dichos gentíos se hallan y conducirlos
para fuera….
Procurará por todos los medios blandos y disuasivos, a su alcance, reducirlos a acompañarlos
a la feligresía de Moura o Carboeiro, donde los aldeará provisionalmente,…, para resolver
definitivamente acerca de los destinos de ellos y otras providencias concernientes a su
aldeamiento.
Solo en caso de absoluta y extrema necesidad usará de Vuestra Merced de la fuerza contra
las agresiones de los mencionados gentíos, o de cualesquier otros que las cometan,
disparándoles primero con pólvora seca, porque ellos se aterran mucho al oír la estampida
del disparo y entonces, es de suponer que basta eso para reducirlos a sujeción y obediencia.7
(Loureiro 2007, 59).
5 Es el nombre que dan los brasileros al rio Amazonas en su parte alta, desde la ciudad de Manaos, hasta la frontera con Colombia y Perú en el trapecio Amazónico. 6 Traducción mía del portugués. 7 Traducción mía del portugués.
Puede verse que esta era la continuación de los propósitos y los métodos utilizados bajo la
dominación colonial portuguesa en la Amazonia, ahora bajo bandera brasilera aunque con
la misma modalidad imperial, de expulsar a los indígenas de sus territorios, reducirlos o
aldearlos en pueblos de misión o bajo directores, ahora brasileros y finalmente, por la
fuerza, exterminarlos físicamente, bajo la justificación de la ‘absoluta y extrema necesidad’
convertida en práctica cotidiana. Hay que señalar que no obstante lo anterior y también
debido a esta política, el avance y la presencia de este frente extractivo neoimperial sobre
estos ríos, estuvo marcado por el rechazo activo y beligerante por parte de todas las
parcialidades y pueblos ribereños de la provincia, entre ellos los uaimiris, parintintins,
muras, macus, mayorunas, uaupés, araras, ipurínas, paumaris, xumanaris, jumas y
caxinauas, tal como sucedió también en el caso de las fuerzas de ocupación nacional
procedentes de Ecuador, Bolivia, Ecuador, Colombia o Venezuela. Este rechazo se expresó
en frecuentes acciones de hostigamiento, emboscadas y ataques de estos grupos a los
miembros oficiales de las expediciones, a los militares que las escoltaban o acompañaban y
a los comerciantes que se lucraban de las actividades económicas asociadas a la extracción.
La respuesta fue la muerte de muchos de los miembros de estos grupos, por parte de la
acción combinada de los agentes colonizadores y ‘civilizadores’, así justificada en las
versiones de Reis y del mismo Loureiro (2007, 57 y ss.).
Este signo del avance del imperio brasilero sobre la Amazonia continuó hasta el año de
1866, amparado en el dominio de la extracción, el comercio y la navegación sobre el rio
Amazonas en un momento de auge de la borracha o siringa, como ya se dijo, en virtud del
convenio de 1851, con muy poca oposición peruana, a pesar de sus importantes ejecutorias
en materia de organización territorial, como la creación en 1853 del Gobierno Militar de
Loreto y en 1861 del Departamento Marítimo Militar, que se acompañó de la decisión de
construir un astillero fluvial (Larrabure y Correa 1905, (I), 16-17). La apertura del río
Amazonas a la navegación internacional se dio después de muchos y conflictivos debates
internos, sobre la bondad y la necesidad de la apertura del Amazonas a la navegación y el
comercio, por parte de las elites liberales brasileras que se oponían al monopolio imperial
o las peruanas que denunciaban los perjuicios económicos y desventajas por una lado de la
alianza con Brasil (Monterola 1853, 51) y por el otro de la restricción al comercio; cuando
por la presión de los Estados Unidos, con el respaldo de las naciones andinas, después de
cien años de exclusividad luso-brasilera , se abrió de nuevo el rio Amazonas a la navegación
y al comercio internacional. Las consecuencias de esto no se harían esperar pues pronto
empezaron a surcar las aguas del rio Amazonas, desde Belém hasta Iquitos y más arriba, los
navíos y las empresas de comercio de la floreciente industria de gomas elásticas, lideradas
especialmente por ingleses y norteamericanos.
En las tres siguientes décadas principalmente, también empezarían a llegar las huestes de
migrantes y sertanistas8 procedentes del nordeste brasilero, para ocupar los territorios
dejados relativamente libres de la presencia indígena luego de la eficiente aunque cruenta
acción de las autoridades imperiales brasileras y los colonos emplazados en la Amazonia
para aprestar las labores de extracción mediante la subordinación o ‘pacificación’ de la
fuerza de trabajo remanente, o con el despojo, desplazamiento o exterminio de las
poblaciones ribereñas. De la misma manera, esta apertura también dio nuevos aires, o le
proporcionó espacio, a los procesos de demarcación o delimitación entre el imperio del
Brasil y las repúblicas andinas, que quedaron suspendidos y sin resolución desde el siglo
anterior.
La demarcación imperial-nacional de la Amazonia.
Con la apertura del rio Amazonas al comercio y la navegación internacionales en el año de
1866, el imperio brasilero se vio de alguna manera obligado a establecer relaciones
internacionales con las repúblicas andinas en medio de territorios no demarcados y fue así
como renovó las que tenía con el Perú desde la puesta en vigencia del acuerdo de 1851, con
Bolivia en 1865 o sea un año antes de la apertura, con Venezuela en 1866 y con Colombia9
en 1869 (Reis 1989, 227). Como veremos, estos convenios de límites se trataron de
perfeccionar, con poco éxito en la mayor parte de los casos, mediante la conformación de
comisiones mixtas demarcatorias. En síntesis, a las expediciones y exploraciones de los
primeros años de la provincia, en el caso del imperio del Brasil, le empezaron a suceder las
expediciones demarcatorias o de límites. Estas, de manera similar a lo sucedido en el
periodo colonial, además de demarcar, tenían los propósitos de estimar y en cierto modo,
negociar y proyectar la organización de las futuras zonas de extracción, en este caso de
gomas elásticas con los países de la Amazonia andina.
El mismo año de la apertura del rio Amazonas a la navegación y el comercio internacional,
o sea en 1866, Brasil y Perú como parte del trabajo de la comisión mixta de límites
(Larrabure y Correa 2005 (I), 77) colocaron, cerca de la desembocadura de la quebrada San
Antonio en el Amazonas, el hito que representaba el límite extremo del control imperial
fluvial Brasilero, así como el de su contraparte del Perú republicano. Al año siguiente, este
último país, procedió a iniciar los trabajos para la construcción del fuerte Ramón Castilla,
hecho que no se consumó, pero que daría origen al campamento que muy lentamente
prosperó y finalmente perduró, bajo el nombre de Leticia (Zárate 2008, 125). Estas
negociaciones y demarcaciones entre el imperio del Brasil y el Perú, se veían sin embargo
entorpecidas habida cuenta que Perú por su parte, no contaba con el control exclusivo de
las zonas fronterizas con sus vecinos andinos que también adelantaban sus propias
8 Colonos que dirigían el proceso de apropiación de las tierras de los indígenas ribereños, así como del inicio de la extracción. 9 Estados Unidos de Colombia en el periodo de 1863 a 1886.
exploraciones y actividades extractivas, al tiempo que además exigían un acceso directo al
rio Amazonas.
En virtud de los avances previos ya señalados, las negociaciones y las expediciones entre
Perú y Brasil fueron las que lograron mayores avances en la demarcación imperial-nacional
de la Amazonia en la segunda mitad del siglo XIX. Los trabajos de demarcación alcanzados
por la comisión mixta del imperio brasilero y el gobierno peruano, que había sido creada en
el año de 1858 por un acuerdo supletorio al de 1851 (Bákula 2006, 61) continuaron
alcanzando logros además del señalado en el párrafo anterior. Luego de empezar la
demarcación de la línea Tabatinga Apaporis en el año de 1866 en este primer lugar, la
expedición mixta procedió a iniciar los trabajos en el río Javarí, terminando su demarcación
en 1874. La demarcación completa de la línea Tabatinga Apaporis tuvo lugar, de manera
complementaria, entre estas dos fechas, con la fijación del marco sobre el rio Caquetá
(Japurá para los brasileros) en 1872 y un año después con la construcción del marco
respectivo sobre el rio Putumayo (Iça para los brasileros).
No obstante estos avances, la demarcación puso en evidencia las desiguales e inequitativas
condiciones con que estas naciones concurrieron al ejercicio de negociación y definición de
límites en la Amazonia. Estas disparidades, que ya se habían experimentado en las
expediciones coloniales en desmedro de España (Requena, 1872), se pudieron ver de nuevo
en la conformación de las expediciones de demarcación, casi un siglo después, mostrando,
entre otras cosas, lo poco que los criollos republicanos habían aprendido de las duras
experiencias del pasado y/o algunas de las razones por los pocos avances de estos países
en la conformación de los Estados nación, en comparación con el Brasil. Esto habría que
averiguarlo mejor. Como fuera, a manera de ejemplo, las fuentes peruanas registran la
preocupación de las autoridades de Loreto por la composición de la Comisión de límites
brasilero peruana, al menos en el caso de la demarcación del río Yavarí. Dicha Comisión
estaba conformada por veinte súbditos del imperio brasilero, y apenas un funcionario del
gobierno peruano (Larrabure y Correa, 1905 (II), 330).
En todo caso, no se podría alegar la falta de recursos ni de capacidad estatal por parte del
Perú para explicar tal disparidad, pues es bien sabido que por esos años este país atravesaba
por una época de bonanza económica debido a los ingresos procedentes de la explotación
del guano hacia Europa y que esta bonanza le permitió, por ejemplo, destinar fondos
importantes, algo así como 300.000 soles, para garantizar la presencia física e institucional
del Estado en la frontera con Brasil, en particular para la construcción del fuerte fronterizo
Ramón Castilla (Santos y Barclay 2002, 39) donde acabó situándose Leticia. Finalmente, esta
oportunidad, que como vemos por lo relatado no fue adecuadamente valorada en su
momento, por las elites nacionales establecidas en Lima, se desvaneció en los años
subsiguientes en razón de una aguda crisis fiscal y financiera, que se reflejó en la región
amazónica loretana pocos años después (Santos y Barclay 2002, 40). Esto explica que la
última remesa en metálico procedente del gobierno peruano llegara a Iquitos, ya por
entonces la principal ciudad amazónica peruana, en abril de 1871. La crítica situación fiscal
se agravó por la Guerra con Chile hacia finales de esa misma década cuando los
contingentes estacionados en el Amazonas, algunos de los cuales habían participado en las
exploraciones y expediciones ya señaladas, debieron desplazarse al ‘teatro de operaciones’
(Bákula 2006, 80). A pesar de esta dificultad mayúscula, como ya se indicó, la comisión mixta
del Brasil con Perú logró adelantar la demarcación conjunta en la línea Tabatinga-Apaporis
en 1872 y 1873; en el río Yavarí en 1874, y con resultados no tan satisfactorios en el alto
Purus, tal y como lo narra magistralmente Euclides da Cunha, como miembro brasilero de
la comisión de límites con Perú en su conocido trabajo Amazonia. Un paraíso perdido
(2003).
De manera concomitante aunque separada, ya se indicó que por estos años también se
intentaron implementar acuerdos diplomáticos y demarcadores entre el imperio del Brasil
con Bolivia, Ecuador, Colombia y Venezuela, pero estos fueron rechazados o contestados
de alguna medida por el Perú. En reciprocidad, los mencionados acuerdos de Brasil con
Perú, fueron denunciados o desconocidos en diversas ocasiones por las demás repúblicas
andinas. Indicativamente, vemos que el Perú se pronunció en rechazo del acuerdo
alcanzado entre Brasil y Bolivia en el año de 1867 debido a que en los acuerdos de
demarcación, estos dos países decidían sobre territorios que Perú reclamaba como suyos
en la región del Madre de Dios (Larrabure y Correa 1905 (I), 63). Lo mismo sucedía con
Ecuador y los Estados Unidos de Colombia en los años de 1869 y 1870, en atención a que
Brasil y Perú desconocieron los reclamos de estos dos países sobre su jurisdicción tanto en
el rio Amazonas como en el Putumayo (Quijano Otero 1869, 527).
De acuerdo con lo expuesto, el proceso demarcatorio del imperio brasilero con las
repúblicas andino-amazónicas se dinamizó en la década de 1860 con la firma de varios
tratados y acuerdos de límites coincidiendo con la apertura o ‘internacionalización’ del rio
Amazonas que se verificó hacia 1866 y se prolongó incluso después del año de 1889 en que
tuvo su fin formal el imperio brasilero y nació la república. Hasta entonces se pudo
presenciar una modalidad de relacionamiento y negociación limítrofe inédita, por lo menos
en la Amazonia, entre dos modalidades de organización política, una imperial y la otra
republicana, con un saldo territorial a favor del imperio del Brasil, que consolidó su ‘marcha
hacia el oeste’, en contra de las pretensiones y reclamos de la naciones andino-amazónicas.
El status quo territorial y fronterizo resultante entre Brasil y las mencionadas naciones se
consolidó varias décadas después, bien entrado el siglo XX. Igualmente, podemos decir que
en esta época se inauguró en la región un modelo de negociación y relacionamiento
bilateral entre los Estados amazónicos y los andino-amazónicos que, a comienzos del siglo
XXI, todavía continua vigente, a pesar de existir varios arreglos fronterizos que, en la
Amazonia, involucran tres Estados, lo que supondría igualmente la necesidad de diseñar
instrumentos triples de relacionamiento inter y transfronterizo. Solo en la Amazonia,
estamos hablando de los triángulos fronterizos entre Bolivia, Brasil y Perú; Brasil, Perú y
Colombia, en el llamado Trapecio Amazónico; Colombia, Ecuador y Perú en el alto
Putumayo y Brasil, Colombia y Venezuela en el rio Negro, además de los que existen entre
Brasil y las Guyanas. Esto no desconoce que hacia finales del siglo XIX se hicieron intentos
de arreglos trifronterizos, como el que propuso Colombia en sus diferendos amazónicos con
Ecuador y Perú en 1890, mediante una convención adicional de arbitraje que se concretó
en el año de 1894 y cuyo garante o arbitro era SM el rey de España. Esta propuesta no
prosperó debido a que finalmente Ecuador decidió no aceptar el arbitraje propuesto ‘sin
que se hubiera llegado a una decisión sobre límites en el Amazonas’ (Cavelier 1997,
206,224).
Entre tanto, durante el periodo comprendido entre 1866 y 1889, mientras esto sucedía en
los terrenos diplomático y político, se presentó en el Amazonas y especialmente en las
zonas de frontera de Brasil con los demás países, un proceso de transformación
demográfica y poblacional, que como planteamos anteriormente, estuvo íntimamente
relacionado con el auge en la extracción y explotación de gomas elásticas que se empezó a
hacer presente desde los años 50 en terrenos aledaños a Manaos. Como se ha mencionado
en otros escritos, este auge finalmente acabaría determinando la suspensión o ralentización
de los intentos demarcatorios garantizando de paso la expansión y el predominio, sin mayor
control, de las actividades económicas asociadas a la extracción de siringa o borracha en
áreas de contacto fronterizo aun en disputa y sin delimitar. A las casas comerciales
vinculadas a esta actividad extractiva y que vivían del comercio de importación y
exportación no les interesaba atender obligaciones aduaneras y tributarias, algo que podría
suceder si las fronteras estuviesen debidamente demarcadas y custodiadas, con sus
aditamentos de control y pago de impuestos de entrada, de salida o simplemente de
tránsito. La reanudación de los trabajos de demarcación solo se pudo verificar luego de la
crisis de la economía del caucho o borracha, que se presentó en toda la Amazonia por la
entrada al mercado de la producción de las plantaciones del sudeste asiático a comienzos
de la segunda década del siglo XX, cuando todos los Estados amazónicos, con excepción de
las Guyanas, reiniciaron el perfeccionamiento de los convenios de límites y la consecuente
constitución de comisiones conjuntas para avanzar en las actividades demarcatorias (Zárate
2019, 28-30).
Por las fuentes brasileras se sabe que hacia mediados del siglo XIX empezaron a llegar a la
aun pequeña ciudad de Manaos y a la recién creada provincia de Amazonas los primeros
migrantes. Venían atraídos por las expectativas de una tierra nueva abundante en
productos extractivos, los hoy llamados commodities, donde la población, en un territorio
varias veces del tamaño del Perú o la Colombia actuales, apenas superaba los treinta mil
habitantes10. Esta población fue creciendo, primero lentamente, y luego, a partir de 1872
de manera muy acelerada. Hacia 1858, por ejemplo, ya se encontraban más de cinco mil
10 Esto sin desconocer el seguramente abultado subregistro por las comprensibles fallas de una demografía aun inexistente, pero sobre todo por la política de no contar a las poblaciones indígenas consideradas salvajes o ‘bravas’, renuentes a toda evangelización y contacto ‘civilizado’, muchas de las cuales vivían dispersas en este extenso territorio, alejadas de los grandes ríos y al margen de cualquier sensor contable.
personas en el alto río Madeira, vinculadas a la extracción de siringa, caucho o borracha,
procedentes ‘espontáneamente’ de Cametá, Santarem, Obidos y ‘otros lugares del Pará’
(Reis 1989, 218). De la misma manera, la población del Rio Negro una de las subregiones de
la provincia, cercana al Vaupés colombiano, se incrementó sustancialmente y en 1864 ya
contaba con más de 40 mil personas, la mayoría venidos de fuera. Hacia 1872 la oleada de
migrantes creció incesantemente, de manera geométrica, esta vez impulsada por la
necesidad de mano de obra, concomitante a la drástica disminución de la población
indígena ribereña ya relatada, pero especialmente por la ocurrencia de dos grandes sequias
en el nordeste brasilero, las cuales afectaron severamente a la provincia de Ceará, la
primera en el año de 1877 y la segunda en los años de 1888 y 1889, en momentos de la
proclamación de la república. De acuerdo con esto, la población que habitaba los ríos
Madeira, Jurua y Purus ya ascendía en 1874 a más de 53.000 personas, sin contar con los
nuevos habitantes del alto rio Madeira, así como de Moura (Reis 1989, 220). De tal modo
que en el año de 1889, la población de la provincia de Amazonas estaba conformada por
más de 140.000 personas, muy lejos de las treinta mil de cuatro décadas atrás (Reis 1989,
222).
En este mismo periodo y especialmente entre 1880 a 1900, también llegaron al Amazonas,
así como a los ríos arriba mencionados, varios contingentes de migrantes procedentes tanto
de las zonas altas amazónicas, del piedemonte o de los andes propiamente dichos,
bolivianos, ecuatorianos, peruanos y colombianos, compuestos por una cantidad
difícilmente estimable de colonos, posiblemente algunas decenas de miles, enganchados
por patrones y comerciantes ‘caucheros’, para trabajar en las estradas y siringales que se
habían formado en esta zona de frontera hacia finales del siglo por el desfalleciente imperio
brasilero. De hecho, estas huestes de colonos conformaban varios frentes extractivos de
carácter nacional de los países andinos, que terminaron fundiéndose con el frente
procedente del Brasil. En medio de este inmenso frente extractivo quedó atrapada buena
parte de la población indígena superviviente de las arremetidas imperiales demarcatorias
españolas y portuguesas, como también de las avalanchas delimitadoras y extractivistas
nacionales de las dos últimas décadas del siglo XIX, cuando finalmente los brasileros
unificaron su modo de organización política con los países andinos, al menos formalmente,
bajo bandera republicana.
3. Territorialidades imperiales y nacionales vs territorialidades étnicas.
La dinámica extractiva de las gomas elásticas en la región amazónica desde su inicio en las
primeras décadas del siglo XIX hasta su colapso casi un siglo después fue la impulsora y
simultáneamente el resultado de un proceso de territorialización primero imperial y luego
nacional que moldeó la organización político jurisdiccional del Brasil y las repúblicas andino
amazónicas, al igual que sus regímenes fronterizos, arrojando como producto, el
surgimiento de regiones y sociedades transfronterizas que se empezaron a visibilizar de
manera más nítida hacia la mitad del siglo XX. Esto supondría y afectaría la transformación
y la implementación no solo de políticas relacionadas con las tierras y territorios
amazónicos, sino, especialmente, las políticas y acciones estatales relativas a los pueblos
originarios o, en otras palabras, las que han venido a llamarse políticas indigenistas. Las
mismas que afectaron, transformaron y destruyeron las que podríamos denominar
genéricamente como territorialidades indígenas. Sin mayor detenimiento teórico,
podríamos entender estas últimas como las expresiones espaciales de las diferentes
modalidades de relacionamiento que tenían las poblaciones ribereñas y de tierra firme con
los ambientes y sustratos de su reproducción material y social, en la Amazonia fronteriza
de la que venimos hablando. En otros términos, el impacto del establecimiento de los
modos coloniales y luego nacionales de extracción, apropiación y organización de la selva y
sus recursos, sobre la distribución espacial, la organización y las interacciones de varias
decenas de naciones y grupos que habitaban el curso medio del Amazonas entre las
actuales ciudades de Manaos e Iquitos (ver mapa). Vale reiterar que el mapa del mundo
indígena de comienzos del siglo XIX en esta parte de la Amazonia, era el consolidado del
impacto y efecto de la presencia y pugna interimperial, reflejo de una dinámica correlación
de fuerzas entre españoles y portugueses, iniciada desde los siglos XVI y XVII, incluidos los
esfuerzos por negociar y demarcar sus respectivas áreas de influencia, pero también de la
movilidad, prácticas y estrategias de resistencia y organización de las poblaciones nativas,
con todas sus complejidades y al margen de las visiones románticas y esencialistas que aún
hoy predominan (Oliveira 2016, 28-31), como respuesta a las agencias coloniales estatales,
militares y comerciales de estos dos imperios (Zárate 2013).
El ‘indigenismo’ imperial portugués-brasilero en la frontera amazónica.
Inicialmente, en concordancia con Manuela Carneiro da Cunha, con el transito del imperio
portugués al imperio brasilero, a lo largo del siglo XIX, concomitante a la transformación
económica de la Amazonia, la cuestión indígena dejó de ser esencialmente un asunto de
mano de obra para convertirse en un problema de tierras (Cunha 1992, 134). Esto sin
embargo requiere una traducción y una ampliación a las condiciones de la Amazonía y en
particular a las especificidades y demandas de los frentes extractivos de caucho o borracha.
Más que un control de tierras como se entiende habitualmente el acceso al suelo, se trataba
de un control sobre territorios, especialmente sobre las zonas en donde se encontraban los
árboles de siringa y otras especies productoras de latex, no solo el suelo donde ellas crecían.
Ello incluía por tanto, la subordinación y la sujeción de la población que los habitaba. Esto
significaba, entre otras cosas, que las autoridades del imperio brasilero surgido hacia 1822
debían enfrentar de nuevo e inexorablemente, las condiciones y la situación de las
parcialidades y naciones indígenas que habitaban estos territorios en la Amazonia. En
términos simplistas pero que reflejan la mentalidad colonial de entonces, la corona
portuguesa y su sucesor, el imperio brasilero, se tuvieron que volver a interrogar sobre la
naturaleza y la humanidad de los nativos amazónicos. Al fin y al cabo precisaban de una
política y de un discurso para sustentar sus pretensiones de ocupación, gobierno y control
de la población de la región o de la provincia del Amazonas, en este caso.
Es comprensible que en las primeras décadas del siglo XIX, buena parte de la discusión y el
discurso sobre lo indígena en la Amazonia tenía que ver con la situación y la ubicación de
los nativos generada por los avances coloniales en la sujeción y subordinación de la
población, incluidos los logros en la evangelización. Por eso no es extraño que en el paso
del imperio portugués al brasilero, subsistiera la clasificación y división dicotómica entre los
llamados indios ‘bravos’ aun reticentes a las influencias de los poderes temporales y
espirituales de la colonización imperial y los indios ‘mansos’, ya evangelizados y por tanto
pacificados. No obstante y de acuerdo con Pacheco de Oliveira, con la independencia del
imperio brasilero con respecto a Portugal, surgió una ruptura en la manera de entender la
situación de los indios ‘bravos’ y también en la necesidad de modificar las relaciones entre
ellos y el Estado. La idea correspondía a José Bonifacio, uno de los más importantes próceres
de la independencia de Brasil con respecto a Portugal y que se vislumbrava en la política
indigenista del Imperio brasilero contenida en su famoso texto “apuntamientos para la
civilización de los indios del imperio del Brasil”11 donde cuestionaba la violencia de las
‘guerras justas’ (Oliveira 2016, 81) practicadas por los agentes coloniales contra los
indígenas que de algún modo, no necesariamente violento, se oponían al avance y
establecimiento del régimen imperial en sus dominios. Este indigenismo del nuevo imperio
brasilero estaba acompañado implícitamente de una política de tierras que se formularía
hacia mediados del siglo XIX, en 1850, con el reconocimiento, puramente formal, de la
propuesta del mismo José Bonifacio de que los indios eran los ‘legítimos señores’ de las
tierras ‘que aun les quedan’, pues ‘Dios se las dio’ (Cunha 1992, 141). Esta propuesta tenía
un origen colonial y por supuesto no era implementada en la práctica. Estas políticas se
dieron en medio de los debates de la época, no solo en el Brasil, sobre la humanidad o
animalidad de los indígenas, sin embargo por ahora nos interesan aquí, más que los
discursos en las capitales de las colonias, las prácticas de las autoridades imperiales en la
Amazonia.
En la provincia de la Amazonia, como es de suponerse, en lugar de implementarse los
principios esbozados por José Bonifacio de modificar el trato violento hacia los pueblos
aborígenes o de reconocerles sus tierras, el imperio promulgó un ‘reglamento de las
misiones’ y casi simultáneamente, una política de control y disciplinamiento de las
parcialidades indígenas, mediante la creación de las ‘diretorias de indios’ supuestamente
para defender a los nativos de las arremetidas de los ‘civilizados’ y los ‘regatões’12, pero
principalmente para aldearlos, ‘organizarlos en comunidades productivas, administrarles la
educación y asimilarlos’ (Loureiro 2007, 67). Esto sucedió hacia 1845 y era la versión
brasilera del famoso Directorado implementado por el imperio portugués en la Amazonia y
11 Traducción mía del portugués. 12 Comerciantes fluviales.
especialmente en las fronteras con los dominios españoles hacia poco más de un siglo, lo
que significó entonces la portugalización de la Amazonia. Por tal política, también en
contravía del discurso de la libertad de los indígenas y el derecho a sus posesiones, se
entendía la subordinación de los pueblos indígenas, incluyendo los pueblos de misión, a
directores blancos portugueses; la imposición del portugués como lengua oficial, junto con
la prohibición del uso de las lenguas nativas o de la lengua ‘geral’ promovida por los
misioneros; el cambio de los nombres indígenas de los pueblos y villas, al igual que de los
apellidos, por nombres portugueses o la destrucción de los asentamientos colectivos o
malocas para intentar imponer en la selva y por la fuerza, las formas habitacionales urbanas
portuguesas (Hemming 1995; Almeida 1997, 13 y ss). En síntesis, esta nueva versión del
directorado no era muy diferente de la primera en sus propósitos, con el agravante, según
el mismo Loureiro, de la reactivación del tráfico de menores y de mujeres jóvenes, que eran
separadas de sus familias y comunidades, para obligarlas al servicio doméstico en las villas
y ciudades como Manaos (Loureiro 2007, 67).
Hacia 1849 fueron nombrados los primeros directores por lo general militares o, en su lugar,
encargados temporales, aunque no hay que olvidar que por aquellos años también se
designaban en estos cargos a misioneros debido que en el imperio brasilero reinaba la
unidad entre el Estado y la Iglesia, consolidada después de la expulsión de los jesuitas. Luego
de establecida la provincia de Amazonas esta figura se institucionalizó y el número de
directores aumentó a 24 en 1856, alcanzando a cubrir ‘104 aldeas y 6.748 indios’. Dentro
de estos datos se encontraba la aldea de Tabatinga, fronteriza con Perú, que en ese año
estaba compuesta por siete malocas y concentraba a 389 ticunas y 30 mayorunas, todos
bajo la dirección de frei Bernardo de N.S. de Nazareth (Loureiro 2007, 73).
El año de 1859 las directorias tuvieron su mayor auge en la provincia de Amazonas al
alcanzar el numero de 49 para luego disminuir a 40 en 1862 y 39 en 1864. Dos años después,
en 1866, llegaría el golpe mortal para esta modalidad imperial de organización político-
administrativa de las aldeas ribereñas del Amazonas y otros grandes ríos, según un aviso
del ministro de Agricultura, Comercio y Obras Públicas y en respuesta a la petición de
ponerles fin por parte de las autoridades políticas y eclesiásticas de la Provincia. En ese
mismo acto se mencionaba que en lo sucesivo, el trato con los indígenas, sería de
competencia exclusiva de los misioneros (Loureiro, 2007, 77). De tal manera que el fin de
las directorias de indios del imperio brasilero, que ya se avizoraba desde los años 60 por la
presión de los ‘civilizados’ y los colonos sobre los indios para que estos trabajaran en las
empresas extractivas de los primeros, coincide plenamente con la apertura del rio
Amazonas al comercio y la navegación, pero sobre todo con el empuje de los frentes
extractivos y el consiguiente avasallamiento o subordinación de las tierras, las aldeas y la
gente que hasta entonces las ocupaba. En lo sucesivo, las parcialidades nativas remanentes
de las anteriores oleadas colonizadoras, quedarían abandonadas de las regulaciones
imperiales en la Amazonia, a merced de los agentes asociados a la economía extractiva de
las gomas elásticas. Uno de los primeros ejemplos de retracción del Estado en beneficio de
los agentes económicos privados y extranjeros en la región Amazónica.
Por lo anterior, merece consideración la afirmación de Joao Pacheco de Oliveira de que el
‘control territorial y de los recursos ambientales por parte de los indígenas’, en esta parte
de la Amazonia, solo se va a alterar en las dos últimas décadas del siglo XIX, en función de
la creciente demanda internacional de la industria europea y norteamericana (Oliveira
2016, 35). Para empezar, este planteamiento merece al menos dos comentarios. El primero
nos debe permitir cuestionar la suposición implícita en su planteamiento de que, en algún
momento, después de tres siglos de extractivismo colonial, desde que se inició la
explotación de las ‘drogas do Sertao’, los indígenas hayan tenido, sin mayor impedimento,
el control de sus territorios y sus recursos. Si el profesor Pacheco de Oliveira se refiere a
que los indígenas del medio amazonas todavía ocupaban sus tierras y subsistían
materialmente de su relación con el medio, hasta las dos últimas décadas del siglo XIX su
formulación pecaría por superficial, no solo porque oculta los grandes y prolongados
conflictos entre los grupos indígenas y los agentes colonizadores involucrados en las
sucesivas economías extractivas así como las dinámicas de despojo, apropiación y
transformación de sus territorios o, por la contraparte, las estrategias de resistencia y
movilidad de las poblaciones indígenas para tratar de conservarlos, no siempre con éxito,
desde el establecimiento de la Provincia de Amazonas alrededor de 1850. En un sentido
general, sabemos que las sociedades nativas amazónicas no pudieron evitar la imposición y
superposición de las territorialidades estatales imperiales y nacionales a pesar de su
rechazo activo y pasivo, por ejemplo a las expediciones demarcadoras de ambas, aunque
en gracia de discusión, estas tampoco lograron despojar completamente a los pueblos
amazónicos de sus territorios y sus recursos o a sus descendientes, muchos de ellos
caboclos, como el mismo profesor Pacheco de Oliveira reconoce. Pero, por otra parte,
tampoco pudieron impedir el establecimiento de las modalidades extractivas de las gomas
elásticas y en particular, el modelo de siringal, lo que como veremos se empezó a establecer
también en la década de los 50 del siglo XIX en gran parte de la Amazonia brasilera.
La información provista por la mayor parte de las fuentes brasileras relativas a la provincia
de Amazonas, algunas de las cuales están arriba mencionadas, relativas por ejemplo a las
expediciones exploratorias de los primeros tiempos de la provincia, al igual que la
implementación de las directorías de indios, además de violentos conflictos entre los
agentes coloniales y los grupos ribereños del río Negro, el Madeira o el Solimões-Amazonas,
hablan ya de la llegada de los primeros migrantes del Bajo Amazonas y el nordeste, así como
también de extranjeros; al igual que de desplazamientos y perdida de territorios por parte
de los grupos más cercanos a la capital de la provincia, como fue el caso de los uaimiri,
desde finales de la década del cincuenta. La información suministrada por Loureiro,
establece por ejemplo, que hacia 1857 ya se encontraban en el río Madeira, más de 5000
personas empleadas en trabajos de extracción, principalmente de borracha o siringa,
muchas de ellas migrantes procedentes del Pará y el nordeste, o que también, por aquellos
mismos años, se establecieron en el bajo rio Purus los primeros siringales, luego del
descubrimiento, por las referidas expediciones de ‘extensísimas concentraciones de Hevea
brasiliensis’ (Loureiro, 2007, 101). Esas mismas expediciones alcanzaron también otros ríos
afluentes del Solimões como el Japura, el Jurua, el Jutaí y el Javari (ver mapa), en las décadas
del sesenta y setenta, abriendo y preparando el camino para la irrupción del frente
extractivo que venía subiendo por el Amazonas, así como para el establecimiento de las
oleadas de migrantes nordestinos que llegarían posteriormente (Loureiro, 2007, 106).
Aunque indirecto, otro importante indicador de la ocupación de tierras indígenas y del
establecimiento de siringales en la provincia de Amazonas incluido el Solimões, mucho
antes de las dos últimas décadas del siglo xix, además del efecto de las directorías de indios
que el profesor Pacheco de Oliveira no aborda en detalle, al menos en el texto citado; lo
constituye el recambio demográfico representado por la presencia de migrantes de
distintas partes del Pará, de la región de Maranhao y, en menor medida, de extranjeros,
portugueses y chinos aunque en poca cantidad, antes de la ocurrencia de las dos grandes
sequias del nordeste brasilero, la de 1877 y la de 1888 y 1889, que como se sabe explican
la llegada masiva de retirantes13 y migrantes nordestinos en esta parte de la Amazonia.
Según Reis los primeros migrantes llegaron a la provincia de Amazonas hacia 1850 en busca
de las promesas de una ‘terra nova’, ‘virgen’ y de ‘fácil conquista’, a las que se asociaba la
extracción de siringa, mientras que los primeros nordestinos cearenses arribaron a la
provincia hacia 1869 (Reis 1989, 218-219). Hacia 1874 las cifras iniciales ya se habían
incrementado dramáticamente pues, en el caso del rio Madeira, los 5000 trabajadores que
menciona Loureiro procedentes de ‘Cametá, Santarém, Obidos y otros lugares del Para’ en
1858, se habían transformado en más de 53.000 ‘almas’, vinculadas a la extracción del látex,
que se habían extendido a los ríos Jurua y Purus (Reis 1989, 220). Entre tanto, en el río Negro
sucedía algo similar pues en lugar de las 18 casas que encontró en 1854 la principal
autoridad militar en Barcelos la capital de la provincia, en la expedición del año de 1864 ya
se habían establecido 40.259 individuos ‘empleados en la extracción de productos
naturales, principalmente borracha’ (Reis 1989, 219). Para el caso del Solimões, ‘el primer
núcleo de que hay noticia’ es el establecimiento de la explotación de borracha o siringa en
el rio Purus a mediados de 1852 ‘con trabajadores reclutados en el Bajo Amazonas y río
Negro’14 por parte de un pernambucano que ‘abrió el rio al hombre civilizado’ vinculando a
sus ‘propiedades’ a ‘cerca de 10000 indios muras’ (Reis 1989, 218). En el año de 1862, el
‘ciudadano’ José Manoel de Rocha Tury, otro famoso ‘pionero’ se estableció en el rio Purus
y en el Solimões fundando la población de Codajás, con migrantes ‘maranhenses’ (Reis
1989, 219). Aunque no encontramos citados los datos para esos años de los migrantes
establecidos en Codajás o en el Solimões, como tampoco el tipo y el grado de afectación de
las tierras de las poblaciones ribereñas, es evidente la ocupación de la zona por centenares
13 Los campesinos que se retiraban o refugiaban de la sequía (Alves, 2014:324). 14 Traducción mía del portugués.
y luego miles de migrantes, colonos, regatones y comerciantes, agentes del frente
extractivo de siringa sobre el Solimões, con mucha anterioridad a la que propone el profesor
Pacheco de Oliveira en su reciente libro O nascimento do Brasil e otros ensayos.
Consideramos que los datos aquí ofrecidos deberían ser suficientes al menos para
reconsiderar, revisar o matizar la afirmación arriba citada. A esto debería ayudar también
el análisis que sigue, sobre lo sucedido con las territorialidades y el frente extractivo de
expansión nacional que proveniente de las naciones andinas, se constituyó y de alguna
manera se fusionó con el que aquí hemos relatado, formando un gigantesco y en cierto
modo ilimitado espacio extractivo transfronterizo, en las dos últimas décadas del siglo XIX.
Un dato para nada menor que no hay que perder de vista en este proceso de avasallamiento
de la territorialidad imperial brasilera a expensas de las territorialidades indígenas en la
Amazonia fronteriza a partir de la segunda mitad del siglo XIX es que éste se acompaña de
la continuación de las prácticas de esclavización, que solo serán definitivamente proscritas,
al menos en su forma legal, apenas en momentos previos a la proclamación de la República,
o sea en 1888. En algunas de las zonas de esta extensa frontera, por ejemplo a lo largo del
río Caquetá-Japura15 o del alto río Negro, hubo un activo tráfico de indígenas a lo largo del
siglo XIX desde el lado colombiano hacia el brasilero que afectó a los diferentes grupos que
aun sobrevivían a las avanzadas colonizadoras anteriores, entre ellos los miraña, macú y
otros; tráfico que además se beneficiaba de la conflictividad y las guerras que los propios
nativos aun libraban entre sí (Faulhaber 2005; 1998, 91,106,134). Estas prácticas
continuaron hasta bien entrado el siglo XX en esta extensa frontera, independientemente
de si se tratase de territorios bajo jurisdicción brasilera, colombiana o peruana, bajo la
modalidad de trabajo compulsorio empleada por los patrones siringueiros o caucheros de
estos países (Faulhaber 2008, 81,184-185), llegando a los extremos narrados, entre otros,
por el autor de holocausto en el Amazonas, en la disputada frontera entre Colombia y Perú
(Pineda 2000).
Estado y pueblos indígenas en la frontera amazónica peruana y colombiana.
La situación político administrativa de la Amazonia peruana al comienzo de la
independencia era muy complicada en parte debido al vacío de poder dejado por la retirada
de las autoridades eclesiásticas hispanas desplegadas en la región de Maynas y en particular
en sus fronteras, ya golpeada por la expulsión de los jesuitas en 1767. Ya se ha indicado que
las misiones eran en la Amazonia hispana la principal institución de frontera y que de ellas
dependía en gran medida el manejo político administrativo de este territorio y por tanto el
control sobre la población indígena en los pueblos de misión. En las primeras décadas de
independencia, después de 1822, la organización del trabajo misionero en las misiones
fronterizas de Maynas lucía completamente desmantelado y enfrentaba además los
reclamos civiles y eclesiásticos del Ecuador sobre este territorio. Las acciones y reformas
15 Caquetá en la parte colombiana (ver mapa) y Japurá en la brasilera.
para enfrentar esta situación emprendidas por el Estado peruano resultaron, según
Espinoza, ‘casi peor que la enfermedad’ ya que ‘los pueblos de las misiones bajas’, hacia
1843, ‘comenzaron a caer en una total acefalía, sin guardianes del orden’ (Espinoza 2008,
554). En adelante, las misiones del oriente peruano, o sea la Amazonia, serían atendidas de
manera selecta, es decir en los pueblos más importantes, con párrocos sufragados con
recursos del Estado, hasta finales del siglo XIX, en 1898, en que se decidió la creación de
‘tres prefecturas apostólicas en el oriente del Perú’, con la que el gobierno de entonces, a
solicitud y propuesta del misionero ‘Promotor de la Obra de la Propagación de la Fe en el
Oriente del Perú’, aprobaba el proyecto de ‘evangelización i civilización de las tribus salvajes
que existen en este territorio’ y más exactamente para ‘la reducción de los infieles a la
civilización por medio de la fe católica’, mediante el restablecimiento de misiones
evangélicas. La primera de ellas ‘San León del Amazonas’ con jurisdicción en las zonas
limítrofes amazónicas del Perú y con sede en Iquitos (Larrabure y Correa 1905 (I), 207-214).
La situación de los indígenas de la Amazonia peruana, hasta las últimas décadas del siglo
XIX contrastaba con la de los que estaban bajo el control del imperio brasilero, en el sentido
de que ni el Estado ni los emprendimientos extractivos en la provincia de Maynas lograron
desplazar ni subordinar a las poblaciones ribereñas, no por lo menos hasta la última década
de ese siglo y esto tampoco lo habían logrado las misiones por las razones arriba expuestas.
Hacia 1860, por ejemplo, el gobierno peruano todavía se veía obligado a expedir ordenes
para impedir los ataques de grupos indígenas a poblados dedicados a la explotación de oro
y otras actividades extractivas en las partes altas de su Amazonia (Larrabure y Correa 1905
(I), 233), todavía bastante lejos del rio Marañon-Amazonas, lo que indicaba que aun el
frente extractivo estaba lejos de las fronteras y el auge de las gomas elásticas tampoco
estaba cerca de materializarse. Las señales de avance del frente extractivo cauchero en las
fronteras externas de la Amazonia peruana solo se van a evidenciar, en materia de acción
estatal, hacia finales de los años ochenta cuando aparecen las primeras normas relativas a
la explotación del llamado ‘cautchouc’ así como la reglamentación tributaria y aduanera por
derechos de exportación (Larrabure y Correa 1905 (I), 271,278). En todo caso, los avances
económicos e institucionales logrados por el Estado peruano en la frontera con el imperio
del Brasil en la época de la fundación de Leticia y de las demarcaciones entre estas dos
naciones, en la década del sesenta del siglo XIX habían quedado en el pasado y de alguna
manera fracasado. Esta situación se pudo evidenciar hacia el año de 1888 en el momento
en que el gobierno decidió crear una comisión encargada de ‘organizar la administración
del departamento de Loreto’ y ‘estudiar aquella región fluvial’ en atención a que ‘nada
sólido se halla fundado allí para la prosperidad y porvenir de la república’ (Larrabure y
Correa 1905 (I), 264-265).
En cuanto a la república de Colombia, en el año de 1886, al final del conocido periodo del
liberalismo radical y luego del desmantelamiento del federalismo que tuvo su máximo
apogeo con la constitución de 1863, bajo el nombre de Estados Unidos de Colombia; el país
retornó a la senda del centralismo de los primeros años de la república devolviendo a la
iglesia todo el poder conculcado entre 1848 y 1863. Entonces, a los Estados Soberanos,
dentro de los que la Amazonia quedaba adosada al del Cauca, territorio del Caquetá,
descrito cartográficamente en el trabajo de la Comisión Corográfica comandada por el
ingeniero militar de origen italiano Agustín Codazzi (Gómez y Domínguez 1996); les
sucedería una organización unitaria y autoritaria, con departamentos dependientes
administrativa y verticalmente del gobierno central (Tirado 1986, 177). Dentro de esta
nueva organización, la Amazonia colombiana, quedaba aun más diluida dentro de la vaga
figura de los ‘territorios nacionales’ antes de ser redenominada política y
administrativamente bajo los nombres de intendencias y comisarías hacia finales de la
primera década del siglo XX, figuras que perdurarían hasta el año de 1991, cuando la
reforma constitucional de ese año las unificó convirtiéndolas, en buena medida solo
formalmente, como departamentos.
Más allá de las nostalgias cartográficas y diplomáticas, incluidas las demarcaciones que se
relataron anteriormente, en términos de la ocupación real del territorio amazónico,
Colombia logró, en las dos ultimas décadas del siglo XIX, adelantar emprendimientos
extractivos y colonizadores de alguna magnitud, con famosos exploradores que llegaron a
ser presidentes de Colombia, como es el emblemático caso de Rafael Reyes. En la búsqueda,
extracción y comercio, primero de quinas y luego de cauchos, lograron establecer la
navegación por el rio Putumayo y constituyeron la compañía Elias Reyes & Hnos, empresa
colombiana de navegación registrada en Popayán y conocida en Manaos porque navegaba
hacia 1879 ‘a título precario el Iça (Putumayo)’ con el navío Caquetá, de 80 toneladas
(Loureiro, 185,187). Además de eso, Colombia alegaba tener agentes consulares en la
desembocadura del último rio mencionado desde las décadas de 1860, como débil
evidencia de su presencia en la reclamada frontera. (Quijano 1869, 527). A poco más que
eso se reducía la territorialidad estatal de Colombia en esta parte de la Amazonia por
aquella época.
En materia de política indigenista, el Concordato firmado por Colombia en 1887, un año
después de la promulgación de 1886, permitió a la Iglesia católica hacerse del control de la
mano de obra indígena, así como del proyecto civilizador, como se entendía la cruzada
evangelizadora misionera en delegación del Estado, tanto en los pueblos de misión, como
en los territorios habitados aun por infieles, o sea los que no se había logrado pacificar o
apaciguar bajo la fé católica. En la Amazonia, como se mencionó en otro trabajo (Zárate
2008, 224 y ss), la Iglesia asumió la tarea de evangelizar a los nativos de la región, haciendo
coincidir sus intereses con los de cada una de las naciones, luego de dividir su acción en las
zonas de frontera, en los diferentes compartimientos nacionales que se estaban
conformando. Es así como desde la última década del siglo XIX y la primera del siglo
siguiente, en las áreas fronterizas de Brasil, Colombia y Perú podemos evidenciar la
fragmentación nacional de la iglesia católica por lo que no extraña que se empezara a
encontrar capuchinos catalanes en el lado colombiano de la frontera, capuchinos italianos
en el lado brasilero y agustinos en el lado peruano de la misma. Esta delegación de
responsabilidades estatales en manos de la iglesia en las regiones fronterizas, por lo menos
en el caso colombiano, ha perdurado hasta el presente, cuando vemos por ejemplo que
hasta comienzos del siglo XXI, la educación básica continuaba bajo la tutela de la iglesia
católica, bajo la modalidad de la ‘educación contratada’.
Conclusión.
En medio de los procesos de nacionalización de la Amazonia que se han relatado y como
resultado del avance de los frentes extractivos tanto de Brasil como de Perú y Colombia,
por su orden de importancia e impacto, con todas sus disparidades y también similitudes,
se fue configurando una región y una sociedad transfronteriza cuyas características se han
presentado en otros trabajos (Zárate 2008) y que se reflejan en alguna medida en las
dinámicas demarcatorias y de definición de límites, que finalmente, en su conjunto, son
resultado mediado de los contactos, conflictos, interacciones, flujos e intercambios, entre
sociedades y aparatos imperiales y nacionales por una parte, con los grupos de poblaciones
ribereñas y nativas que o bien han intentado resistir y rechazar, pasiva o activamente, las
pretensiones de avasallamiento y territorialización estatal de las primeras sobre las
territorialidades indígenas. El resultado final, la imposición negociada de estas
territorializaciones o, soberanías fronterizas según Harambour, de acuerdo a una
correlación de fuerzas que ha favorecido ampliamente, primero a Portugal y luego a Brasil
y en mucha menor medida a Perú y a Colombia, como puede verse en las cartografías
oficiales nacionales de cada uno de estos tres países. Al cabo de ese proceso, la población
nativa remanente y parte de la población cabocla, en el caso de la Amazonia brasilera, o fue
desplazada de sus lugares de habitación, fue parcialmente eliminada o fue subordinada y
obligada a trabajar, directa o indirectamente, en las empresas siringueiras o caucheras, al
mando de patrones y capataces que empleaban diferentes grados de violencia y compulsión
para su propósito, con la mirada complaciente de los relativamente pocos, inicialmente,
agentes estatales, militares o civiles, eclesiásticos o laicos de los tres países.
Lo anterior refuerza la idea de que la configuración y demarcación de los espacios
fronterizos en la confluencia amazónica de Brasil con Colombia y Perú a todo lo largo del
siglo XIX y por tanto del surgimiento de sociedades transfronterizas, independientemente
de la modalidad de organización estatal, imperial o nacional, fue el resultado de la
interacción de las sociedades de estos tres países representadas por sus relativamente
débiles Estados nacionales, al costo de la subordinación, invisibilización y casi completa
desarticulación de las sociedades y territorialidades indígenas remanentes. Todo esto con
el trasfondo y acompañamiento de la dinámica de una economía generada por la
extracción, transporte y comercialización de gomas elásticas que vincularon a la Amazonia
con la economía mundo de la época, al tiempo que la transformaban profundamente en
todos los sentidos y campos.
Desde una perspectiva política, en 1889 el imperio brasilero asumió, la modalidad de
gobierno republicana igualando, al menos formalmente, a sus homólogos fronterizos en la
Amazonia. Hasta entonces, la organización imperial había soportado su avance territorial al
igual que sus acciones económicas y políticas de trato a la población indígena, aunque en la
realidad estas poco se diferenciaban de las prácticas compulsivas empleadas por las
naciones vecinas que se vanagloriaban de haber abolido la esclavitud indígena desde
comienzos del siglo XIX. Algo similar sucedía con la acción evangelizadora de la iglesia en la
frontera con respecto al trato con los pueblos ribereños, no se diferenciaban mayor cosa.
Algunos de los apartes de este relato se han elaborado en un dialogo y un debate académico
con uno de los pocos aunque muy reconocidos académicos brasileros que han estudiado a
profundidad la región brasilera fronteriza del Solimões, el profesor Joao Pacheco de
Oliveira, del cual sin embargo nos distanciamos al menos en dos sentidos a saber, la
interpretación sobre los alcances, la profundidad y la espacialidad del impacto de la
colonización imperial brasilera arriba de Manaos sobre las territorialidades indígenas, que
este autor sitúa en las dos ultimas décadas del siglo XIX, algo para nosotros muy discutible
y en segundo lugar, su concepción de la frontera, simplemente como un modelo
conceptual, algo así como un tipo ideal no ‘un objeto empírico real’, (Oliveira 2016, 105)
muy en concordancia con la sociología de Weber y no como un espacio real y material de
flujos, interacciones, conflictos, encuentros y desencuentros, según nuestra propia
perspectiva. A esto se suma el hecho de que la perspectiva fronteriza que nuestro
interlocutor plantea se circunscribe solo a la mirada desde el Brasil, lo que, a nuestro modo
de ver refuerza la errónea idea, aun predominante, de que la Amazonia es solo brasilera,
una perspectiva que, así sea de manera involuntaria, acaba suscribiéndose dentro de lo que
se ha dado en llamar nacionalismo metodológico. En contraste con lo anterior, aspiramos
haber logrado presentar aquí una perspectiva más integral de la historia y actualidad de una
región transfronteriza que ha sido el resultado de varias y no una única historia de contacto
nacional y regional en la Amazonia.
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