sincronías y desajustes en la territorialización imperial

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Sincronías y desajustes en la territorialización imperial-nacional de la Amazonia en el siglo XIX: la configuración de la frontera de Brasil, Colombia y Perú 1 . Resumen Este capítulo aborda el proceso de configuración de las regiones fronterizas amazónicas, en particular de las áreas de confluencia de Brasil, Perú y Colombia durante el siglo XIX, específicamente entre 1822, año de creación del Imperio del Brasil y 1889 en que se funda la actual república brasilera. Por tanto, es un esfuerzo de comparación de la invención conjunta de una frontera común en la Amazonia, bajo dos modalidades de organización política contrastantes y en ocasiones enfrentadas: una la del Brasil imperial y la otra la de dos repúblicas andino-amazónicas, Perú y Colombia. En este contexto, destacan los encuentros y desencuentros de estos Estados-nación en los intentos demarcatorios de las fronteras en el prolongado intento por diseñar y poner en práctica distintos convenios de límites, teniendo como fondo constituyente la muy conocida dinámica de extracción de ‘borracha’, ‘siringa’ o ‘caucho’ que vinculó a la Amazonia con la economía mundo de la época y que tuvo, entre sus consecuencias, la desestructuración y casi aniquilación de las sociedades y territorialidades nativas, remanentes de un largo proceso de dominación colonial. Introducción La transición entre el establecimiento colonial y el republicano a que se hace referencia en adelante tanto en Brasil como en las repúblicas andino amazónicas, las mismas que en la historiografía tradicional fueron liberadas por Simón Bolívar, con especial énfasis en Colombia y Perú, transcurrió a lo largo de la mayor parte del siglo XIX en la gran Amazonia entre los años de 1822 y 1889. Estas fechas marcan primero, la independencia del Brasil con respecto al imperio portugués, el surgimiento del Imperio brasilero como base de su formación nacional actual, en un periodo dilatado, hasta la última fecha señalada, en que este modo de organización transicional, se disuelve para dar paso a la república, tal como se narra detalladamente en Bethell, entre otros (2001: 193 y ss.). Esto en contraste con lo sucedido en las repúblicas vecinas a las que ya nos referimos. Dentro de este proceso de transformación y transición política imperial-nacional, tanto Brasil como los demás países se vuelcan sobre la región amazónica, en una epopeya competitiva por la exploración, explotación y apropiación de las riquezas naturales de la región, especialmente las llamadas gomas elásticas, ‘borracha’ o ‘siringa’ en Brasil y ‘caucho’ en los demás países, con destino a un mercado mundial que acompasaba la marcha 1 Sociólogo de la Universidad Nacional de Colombia; MSc. en Ciencias Sociales con mención en Estudios Amazónicos de FLACSO (sede Ecuador); Doctor en Historia Comparada de América Latina por la Universidad Nacional de Colombia. Profesor Titular de la Universidad Nacional de Colombia, sede Amazonia. Coordinador del Grupo de Estudios Transfronterizos, GET-UN del Instituto Amazónico de Investigaciones IMANI.

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Page 1: Sincronías y desajustes en la territorialización imperial

Sincronías y desajustes en la territorialización imperial-nacional de la Amazonia en el

siglo XIX: la configuración de la frontera de Brasil, Colombia y Perú1.

Resumen

Este capítulo aborda el proceso de configuración de las regiones fronterizas amazónicas, en

particular de las áreas de confluencia de Brasil, Perú y Colombia durante el siglo XIX,

específicamente entre 1822, año de creación del Imperio del Brasil y 1889 en que se funda

la actual república brasilera. Por tanto, es un esfuerzo de comparación de la invención

conjunta de una frontera común en la Amazonia, bajo dos modalidades de organización

política contrastantes y en ocasiones enfrentadas: una la del Brasil imperial y la otra la de

dos repúblicas andino-amazónicas, Perú y Colombia. En este contexto, destacan los

encuentros y desencuentros de estos Estados-nación en los intentos demarcatorios de las

fronteras en el prolongado intento por diseñar y poner en práctica distintos convenios de

límites, teniendo como fondo constituyente la muy conocida dinámica de extracción de

‘borracha’, ‘siringa’ o ‘caucho’ que vinculó a la Amazonia con la economía mundo de la

época y que tuvo, entre sus consecuencias, la desestructuración y casi aniquilación de las

sociedades y territorialidades nativas, remanentes de un largo proceso de dominación

colonial.

Introducción

La transición entre el establecimiento colonial y el republicano a que se hace referencia en

adelante tanto en Brasil como en las repúblicas andino amazónicas, las mismas que en la

historiografía tradicional fueron liberadas por Simón Bolívar, con especial énfasis en

Colombia y Perú, transcurrió a lo largo de la mayor parte del siglo XIX en la gran Amazonia

entre los años de 1822 y 1889. Estas fechas marcan primero, la independencia del Brasil con

respecto al imperio portugués, el surgimiento del Imperio brasilero como base de su

formación nacional actual, en un periodo dilatado, hasta la última fecha señalada, en que

este modo de organización transicional, se disuelve para dar paso a la república, tal como

se narra detalladamente en Bethell, entre otros (2001: 193 y ss.). Esto en contraste con lo

sucedido en las repúblicas vecinas a las que ya nos referimos.

Dentro de este proceso de transformación y transición política imperial-nacional, tanto

Brasil como los demás países se vuelcan sobre la región amazónica, en una epopeya

competitiva por la exploración, explotación y apropiación de las riquezas naturales de la

región, especialmente las llamadas gomas elásticas, ‘borracha’ o ‘siringa’ en Brasil y

‘caucho’ en los demás países, con destino a un mercado mundial que acompasaba la marcha

1 Sociólogo de la Universidad Nacional de Colombia; MSc. en Ciencias Sociales con mención en Estudios Amazónicos de FLACSO (sede Ecuador); Doctor en Historia Comparada de América Latina por la Universidad Nacional de Colombia. Profesor Titular de la Universidad Nacional de Colombia, sede Amazonia. Coordinador del Grupo de Estudios Transfronterizos, GET-UN del Instituto Amazónico de Investigaciones IMANI.

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de la industrialización capitalista en sus primeras fases, no obstante siguiendo la tradición

extractivista inaugurada desde comienzos del siglo XVI por las metrópolis europeas y sobre

lo cual existe una profusa bibliografía e historiografía2.

En la Amazonia, este proceso dio lugar al surgimiento de un gran frente de explotación y

extracción de gomas elásticas que sube desde la desembocadura del Amazonas cerca a

Belém de Pará en las primeras décadas del siglo XIX y se adentra hasta los dominios

amazónicos reclamados por las repúblicas andinas. Allí, en lo que hoy es la frontera política

del Brasil con Perú y Colombia, este frente se encuentra con los frentes extractivos

provenientes de las provincias andinas de estos países formando hacia el comienzo de la

década de 1940 la actual triple frontera de estos países, en el llamado Trapecio amazónico

colombiano. Por tanto, esta dinámica corre paralela y se entremezcla, de manera compleja,

prolongada y casi siempre conflictiva, con el proceso de demarcación de los limites

nacionales de estos países en la Amazonia, el cual se va a prolongar hasta mediados del siglo

XX. En términos de Alberto Harambour, se trata de rastrear la constitución del Estado y la

definición de las soberanías fronterizas, en una perspectiva transnacional (2019: 34 y ss.) o,

para ser más precisos, transfronteriza (Zárate, 2008). Por lo mismo, debemos agregar que

la constitución de estas soberanías fronterizas, en la Amazonia del siglo XIX, más que un

producto separado de la formación de cada uno de los respectivos Estados-nación, fue

resultado tanto de la confrontación, el conflicto y finalmente la negociación, tanto de las

elites imperiales y nacionales, en este caso de Brasil, Colombia y Perú, pero también de los

procesos y las pujas de agentes económicos plurinacionales que desplegaban su acción en

los grandes ríos fronterizos amazónicos (Zárate, 2008: 83 y ss), más allá de las

interpretaciones que, como veremos, expresan un nacionalismo metodológico que,

desafortunadamente aun predomina incluso en el medio académico y según el cual el

proceso de fronterización que caracterizó y acompañó la delimitación de tales soberanías,

se sigue viendo desde la reducida óptica de cada país.

Desde la perspectiva de las poblaciones nativas y de sus tierras como del impacto de la

colonización estamos ante un proceso de territorialización imperial nacional que avasalla,

desplaza, arrincona y subordina, cuando no destruye, las territorialidades étnicas,

ocasionando, finalmente, un drástico recambio demográfico y poblacional en detrimento

de las poblaciones ribereñas. Uno de los grandes costos humanos de la formación de los

Estados-nación en la Amazonia. Estas territorialidades se amparan no solo en los discursos

civilizatorios, en políticas de tierras y políticas indigenistas, pero sobre todo en prácticas de

origen colonial, incluyendo la persistencia del extractivismo, que aún hoy en día mantienen

la relación de las sociedades nacionales con las sociedades y la región amazónica y que

2 Uno de los mejores y más completos trabajos al respecto sigue siendo el de John Hemming: Amazon Frontier. The Defeat of Brazilian Indians. Lóndon: Papermac, 1995. Con formato: Español (España)

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como sugiere Svampa, continúa definiendo la ‘diferenciación-jerarquización entre

territorios coloniales y las metrópolis imperiales’ (2019:15).

Por lo anterior, el presente trabajo pretende adelantar de manera aun preliminar y en cierto

modo exploratoria, un análisis comparado de las transiciones entre el establecimiento

colonial y el periodo independentista decimonónico en la región amazónica con un

particular énfasis en la transformación del imperio portugués en imperio brasilero, a partir

de 1822, año en que se funda el segundo y hasta 1889 cuando se proclama la república del

Brasil, en contraste con lo que sucedía con las repúblicas ‘andinas’, cada vez más conocidas

acertadamente como andino-amazónicas, que en ese primer año, iniciaban de manera más

o menos simultánea, un largo y tortuoso camino por forjarse como establecimientos

independientes, intentando dejar atrás su pasado colonial. En el primer apartado, se

presentan los antecedentes y un contexto general de los dos tipos de transiciones

imperiales nacionales en la Amazonia: el brasilero y el andino-amazónico, el cual

consideramos necesario pues implica una interpretación que contrasta con la de la

historiografía convencional tanto imperial como nacional, mientras que en el siguiente se

marcan algunas de las principales diferencias entre el imperio brasilero en la región

amazónica en el periodo mencionado, por una parte y la ‘Amazonia andina’ por la otra. El

tercer aparte, presenta los principales rasgos de las territorialidades durante el periodo,

entre las territorialidades estatales imperiales y nacionales y las territorialidades nativas o

étnicas para concluir con algunas ideas y cuestionamientos sobre interpretación de la

historia de esta frontera.

1. Transiciones imperiales en la Amazonia siglo XVIII-XIX.

El periodo colonial en la gran región amazónica fue el resultado de un prolongado proceso

de confrontación de los diversos imperios ultramarinos que se disputaban el nuevo mundo

a partir principalmente de la presencia de España en el atlántico desde los viajes de Colón

y de la competencia que se desencadeno con Portugal, que simultáneamente

circunnavegaba África en busca de las especias del oriente. Ya es suficientemente conocido

que un español, Vicente Yañez Pinzón, fue el primer europeo en llegar a la desembocadura

del rio Amazonas, en enero de 1500, unos pocos meses antes que Pedro Álvarez Cabral, un

portugués, arribara con varios navíos, a las playas cercanas a Pernambuco algo más de 1000

kilómetros abajo bordeando la costa, en lo que hoy se conoce como el nordeste brasilero.

Esto de alguna manera significó que en las primeras décadas del descubrimiento de

América, el Amazonas fue más español que portugués (Hemming 1978, 183). Poco más de

cien años después, hacia 1616, la situación se había modificado sustancialmente pues en

ese año los portugueses habían fundado el fuerte Presepio, cerca de la desembocadura del

gran río, frente a la gigantesca isla de Marajó, el mismo que posteriormente fue conocido

como Belém do Pará. A partir de allí, Portugal desplegó un incesante y prolongado avance

colonizador rio Amazonas arriba, desalojando a las potencias que concurrieron en su

competencia, principalmente Inglaterra y Francia, confinando su presencia a los territorios

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ocupados en los tiempos actuales por las Guyanas. Este avance ni siquiera se interrumpió

cuando España y Portugal estuvieron fusionadas en una sola corona, entre los años de 1580

y 1640. Dato que no es menor si se tiene en cuenta que, en adelante, el imperio español

sería el principal contendiente de los lusitanos a lo largo de los siglos XVII y XVIII en el resto

de la Amazonia.

La disputa entre estas dos metrópolis tendría como trasfondo y justificación el control y

extracción de los recursos forestales e hidrobiológicos de la inmensa selva amazónica y sus

ríos, la explotación de las llamadas drogas do sertao3 y, con la llegada de las distintas

huestes misioneras, la competencia por la conquista de las almas de quienes,

equívocamente, se suponía no tenían religión ni creencia distintas a las herejías

predominantes en Europa. Esto por supuesto pasaba por el control de la fuerza de trabajo

nativa, independientemente de si quien se apropiaba de ella era un soldado, un colono o

un misionero. Estos elementos dieron a la región el sello de una matriz extractivista que ha

marcado la historia colonial y republicana de los países y pueblos de la Amazonia,

confirmando los planteamientos de académicos contemporáneos que plantean que el

extractivismo es un rasgo estructural del capitalismo como ‘economía mundo’ y que, más

que un ‘modo de producción’ constituye un ‘modo de apropiación’ de los recursos naturales

(Svampa 2019, 15). Por supuesto que esto último no es exclusivo de la región amazónica,

pero como veremos, este modo allí tiene una expresión singular, derivada tanto de sus

condiciones biogeográficas y socioculturales, pero también de la configuración histórico

política que se construyó en torno a ellas.

La disputa interimperial por el acceso, la extracción y la movilización hacia Europa de la

generosa oferta ambiental de la Amazonia, se acompañó por procesos de negociación, al

igual que por esfuerzos de delimitación y demarcación conjunta, que además de ser

temporales o coyunturales, fueron asincrónicos en relación con los emprendimientos

extractivos coloniales, además de que también resultaron incompletos, cuando no fallidos.

Nos referimos por ejemplo a los tratados de Madrid de 1750 y San Ildefonso de 1777. Como

se ha mencionado en otros trabajos, España no tenía entonces otra opción que reconocer

finalmente lo logrado por los portugueses en casi dos siglos y medio de colonización,

emprendimientos extractivos y evangelización a lo largo del Amazonas, proceso que sin

embargo fue producto de un intenso y casi siempre violento forcejeo, de avances y

retrocesos militares y misioneros con Portugal por el control fluvial del gran rio. (Zarate

1998). Finalmente, aunque los tratados de Madrid y San Ildefonso fueron invalidados, el

3 Por referencia a la extracción de distintos productos de la flora amazónica, algunos de uso medicinal, entre los que estaban una amplia variedad de plantas y frutos como la zarzaparrilla, la vainilla, el cacao, las castañas; diferentes aceites; resinas y gomas; fibras y maderas (Bastos, 2000:102-103)

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primero en el año de 1761, en razón de la guerra europea entre España y Portugal y el

segundo hacia finales del siglo XVIII por la falta de acuerdo de las partes en la Amazonia;

producto en parte de los trabajos de las comisiones y expediciones de límites creadas y

desplegadas por estos dos establecimientos coloniales, se logró constituir una ‘frontera sin

límites’ que de algún modo quedó evidenciada territorialmente, con el surgimiento

rudimentario de las primeras ciudades o asentamientos pares en la Amazonia (Zárate 2001,

2012). Lo anterior explica porqué el periodo colonial en la Amazonia terminó sin una

delimitación de las jurisdicciones imperiales, situación que heredarían los futuros

establecimientos nacionales y que originaría prolongados conflictos demarcatorios.

La contraparte de este complejo proceso demarcatorio que hacia mediados del siglo XVIII

significó la consolidación del avance portugués sobre el rio Amazonas y sobre el cual se

erigió posteriormente la figura del Brasil, primero imperial y luego nacional, fue la derrota,

desestructuración y destrucción de las sociedades nativas amazónicas. El despliegue de las

expediciones de límites formadas en la Amazonia luego de la firma de los tratados de

Madrid y San Ildefonso, significó entre otras cosas, la muerte de miles de indígenas manaos;

la destrucción de las malocas en ríos fronterizos como el Apaporis y la represión a la

oposición de las comunidades ribereñas en el alto Amazonas en las inmediaciones de la

actual Amazonia peruana. La oposición y rechazo de las sociedades ribereñas a las

expediciones de límites y trabajos demarcatorios fue una constante ya que en ellas veían

no solo la usurpación de sus territorios, sino la intromisión y drástica afectación de sus

modos de vida y sociabilidad, cuando no la esclavización directa (Zárate, 2013).

Con mucho, el principal signo de decadencia del mundo colonial en la región amazónica lo

constituyó la expulsión de los jesuitas, primero de los dominios coloniales de Portugal en

1759 y ocho años más tarde, en 1767, de los territorios bajo control español. En la frontera

amazónica, el significado y las consecuencias del fin de la presencia misionera para cada

una de estas coronas fue dispar y contrastante, en parte porque puso a prueba el modo y

particular arreglo de la organización colonial tanto de Portugal como de España en la

Amazonia. Este aspecto, que también esta relatado en los trabajos citados, se puede

sintetizar en el hecho de que la presencia estatal portuguesa en la Amazonia se refrendaba

invariablemente con la presencia militar como principal institución de frontera, mientras

que por el lado español, esta función era representada y cumplida por los misioneros

jesuitas. No era casual que los asentamientos portugueses en la frontera amazónica fuesen

invariablemente fuertes militares, en contraste con los pueblos misioneros españoles: el

principal ejemplo de esto sobre el río Amazonas lo constituían el fuerte militar de Tabatinga,

construido en 1766, como respuesta a la fundación de Loreto de Ticunas en 1760 como

ultima fundación misionera jesuita por el lado de España (Zárate 2012, 32-33).

La expulsión de los jesuitas de los dominios portugueses en la Amazonia no constituyó un

inconveniente mayor dado el predominio y relativa fortaleza del gobierno colonial

establecido en las regiones fronterizas así como el mencionado respaldo militar. Además,

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la presencia misionera de los jesuitas en la Amazonia portuguesa estaba relativamente lejos

de la frontera amazónica con España en donde la corona lusa había delegado en otras

ordenes, por ejemplo los carmelitas, la evangelización de los pueblos indígenas. A diferencia

de los jesuitas, los carmelitas se hallaban bien subordinados al poder temporal portugués.

Por otra parte y como es sabido, las reformas borbónicas que se intentaron implementar

en los dominios coloniales españoles en América tuvieron su contrapartida en el caso de

Portugal con las llamadas ‘reformas pombalinas’4. Estas reformas tuvieron su expresión en

Brasil y particularmente en la Amazonia y buscaban reformar la organización político

administrativa y fiscal de los territorios bajo control portugués, especialmente en las zonas

de frontera, a través de la figura del Directorado (Almeida, 1997: 25 y ss.). Adicionalmente,

el propósito era ‘portugalizar’ estos territorios, digamos una suerte de eufemismo del

proceso colonizador que ofrecía una falsa libertad, a través de diferentes medidas como el

cambio de los nombres de las aldeas de misión, generalmente indígenas por nombres

portugueses, (e.g. Mariua por Barcelos); la generalización del uso del portugués como

lengua oficial, con la prohibición del uso de las lenguas nativas; el cambio de los apellidos

de los nativos por apellidos portugueses, entre otros. (Hemming, 1995: 3 y ss.)

En contraste, la expulsión jesuita de la Amazonia española significó poco menos que el

desmonte casi total de su presencia virreinal en la entonces denominada provincia de

Mainas, con el consiguiente desmantelamiento de los pueblos de misión establecidos en la

contraparte española de la frontera colonial portuguesas en la Amazonia. Al año siguiente

de la expulsión de los jesuitas, es decir por 1768, el pueblo de Loreto de Ticunas que hacía

par con el de Tabatinga por el lado portugués, sobre el Amazonas, redujo drásticamente su

población al pasar de tener más de 700 personas a poco más de 230 (Zárate 1998, 92). Era

el resultado inevitable de depender de las misiones jesuitas como casi única institución de

frontera por el lado español, lo cual se complementaba con una gran debilidad en los

terrenos político y militar. La verdadera recomposición de la presencia misionera en esta

frontera amazónica por el lado español no se logró consolidar bajo el establecimiento

colonial y tuvo que esperar hasta la consumación de la independencia, cuando comenzaron

a llegar misioneros enviados por el gobierno del Perú, para intentar continuar con su obra

evangelizadora y ‘civilizadora’ entre los diezmados salvajes amazónicos. Mientras tanto, el

ejercicio del gobierno español en esta frontera fue encargado a Francisco de Requena, el

mismo que oficiaría como comisario de límites hasta la liquidación, sin ningún acuerdo, de

la comisión española y portuguesa en el año de 1803 (Requena, 1991 [1782]).

2. El siglo XIX: la Amazonia imperial vs. la Amazonia andina.

4 Reformas diseñadas y emprendidas por el Marques de Pombal, poderoso ministro de José I, entonces rey de Portugal (Hemming, 1995:3).

Page 7: Sincronías y desajustes en la territorialización imperial

Hacia agosto de 1823 las provincias de Marañón y Piaui, así como también Belém y por

tanto la provincia de Pará, después de la derrota de las últimas huestes realistas fieles a

Portugal, decidieron adherir a Dom Pedro I y al imperio brasilero (Bethell 2001, 223),

posibilitando por primera vez la unión de la región norte que incluía la Amazonia, que hasta

entonces se articulaba y comunicaba directamente con Lisboa, al resto del Brasil. Así nació,

simultáneamente, la Amazonia imperial, con un claro predominio del Gran Pará como

unidad territorial articuladora en la primera parte del siglo XIX de las demás provincias del

interior amazónico como Rionegro y Alto Amazonas (Loureiro 2007, 18) más cercanas a los

dominios amazónicos de las nuevas repúblicas andinas. Valga decir que estas últimas

provincias siempre buscaron la independencia con respecto al dominio y tutelaje de la

provincia del Gran Pará, pero esta solo se lograría hasta 1850 luego de muchos conflictos y

luchas sociales y políticas, incluida la primera y, hasta ahora única, revuelta popular en la

historia de la Amazonia: la revolución de las cabañas o cabanagem, que según Loureiro

cobró la vida de entre 12000 a 40000 personas, o sea entre el 10 y el 30% de la población

de toda la provincia, entre los años de 1835 a 1840 (2007, 18-19).

La separación y reconocimiento legal de la provincia de Amazonas ocurrió en 1850 por la

ley 582 de 5 de septiembre y cubría la misma extensión de la antigua Comarca de Rio Negro,

teniendo como capital la ciudad de Nuestra Señora da Conceição da Barra de Rio Negro,

mejor conocida como Manaos. Esta reorganización político administrativa de la Amazonia

imperial brasilera, que duraría hasta el año de 1889 cuando se fundó la república fue,

simultáneamente, el resultado y el catalizador de las transformaciones económicas que se

estaban presentando a mediados del siglo XIX a lo largo del rio Amazonas, con el incremento

del comercio y de la explotación y extracción primero de productos y alimentos naturales y

luego de caucho o borracha, para la incesante y creciente demanda europea en uno de sus

primeros furores industrializadores. En este marco se inscribe, por ejemplo, la introducción

de la navegación a vapor, que se inauguró en el año de 1843 con el viaje del vapor Guapiaçu,

desde Belém hasta Manaos (Loureiro 2007, 176) y, no menos importante para este relato,

la firma de la Convenção Especial de Comércio y Navegação en 1851 entre el imperio

brasilero y el Perú, para intentar regular el transporte de carga y pasajeros en el Amazonas

entre la nueva provincia y los puertos mas importantes de la Amazonia andina,

especialmente Iquitos. Adicionalmente, la puesta en práctica de este convenio involucró el

reconocimiento del dominio fluvial peruano, por parte del Brasil, en la parte alta del rio

Amazonas o Marañón hasta la línea Apaporis-Tabatinga (Loureiro, 2007:98), a costa de las

expectativas territoriales de Ecuador y Colombia, poniendo de presente la necesidad de

reemprender las demarcaciones de los territorios amazónicos suspendidas casi un siglo

atrás, en medio de los estertores de la Amazonia colonial (Zárate 2008, 119 y ss.).

Page 8: Sincronías y desajustes en la territorialización imperial

Mapa de la región fronteriza hacia 1850

La ‘internacionalización’ de la Amazonia.

El convenio de 1851 cuyo nombre exacto en español se denominó ‘Convención de

Comercio, Navegación y Límites’ y que fue firmado en Lima en octubre de ese año, tenía el

propósito de garantizar el control exclusivo de la navegación y el comercio por parte de

Brasil y el Perú a lo largo del Amazonas y sus principales tributarios, aunque a todas luces,

este benefició ampliamente al imperio del Brasil en detrimento de su socio peruano. El

primero aprovecho la ocasión para establecer y poner en marcha la Companhia de

Comércio e Navegação do Amazonas, del visconde de Maua, que incluía la exclusividad del

comercio de esta compañía en toda la cuenca amazónica (Loureiro 2007, 98). Igualmente,

Page 9: Sincronías y desajustes en la territorialización imperial

el convenio comportaba el establecimiento de una línea de navegación entre Manaos y

Nauta financiada proporcionalmente por ambos Estados aunque, no obstante, fueron

recurrentes los reclamos de la contraparte peruana por los incumplimientos y ventajas que

percibía la citada compañía en contra de los intereses peruanos (Loureiro 2007, 179). Según

la interpretación de este historiador amazonense, que explicablemente contemporiza con

los intereses del Amazonas imperial brasilero, este convenio y en particular las acciones

emprendidas por Perú, pusieron freno a la expansión brasilera permitiendo establecer la

frontera entre ambas naciones, en inmediaciones del río Javarí y con la demarcación de la

la línea Apaporis Tabatinga (Loureiro 2007, 98), que había sido negociada y concebida en

esa misma Convención.

Como sea, dicha convención o convenio también permitió prolongar el cierre del comercio

y la navegación en el rio Amazonas, existente desde mediados del siglo XVIII, garantizando

su monopolio bajo las compañías comerciales del nuevo imperio, hasta su apertura y por

tanto irreversible internacionalización, en el año de 1866. La idea de la internacionalización

de la navegación del Amazonas era una idea que ya habían adoptado las naciones andinas,

incluido el Perú, a pesar de haber firmado con Brasil el mencionado acuerdo. El mismo

Loureiro, sugiriendo el incumplimiento del convenio por parte del Perú, menciona que en

el año de 1852 este país destinó una subvención de 2000 dólares anuales para abrir sus

puertos a los Estados Unidos, secundado en el año de 1853 por Bolivia (2007, 98), al igual

que por los demás países andinos.

De otra parte, con la nueva organización imperial de la Amazonia brasilera, además de la

creación oficial de la provincia de Amazonas y de la firma del convenio entre Brasil y Perú,

el primero inició una campaña de exploración de los ríos Amazónicos con el propósito de

estimar la existencia de borracha, siringa o caucho, evidenciando que los árboles de siringa

o borracha del bajo Amazonas en los dominios de la provincia del Pará ya habían alcanzado

toda su capacidad productiva (Loureiro 2007, 57) y que entonces el frente extractivo que

había iniciado aproximadamente en la década del treinta del siglo XIX cerca a la

desembocadura del Amazonas en el Atlántico, ya había llegado al Río negro y se acercaba

cada vez más a los territorios donde tenían creciente presencia los comerciantes y agentes

extractivos de las naciones andinas, con los que acabaría encontrándose inevitablemente.

Un indicador de la creciente importancia de la extracción vegetal de borracha se puede ver

cuando en 1856, por primera vez, los valores correspondientes a este producto

sobrepasaron a los del comercio de pirarucú, el gigantesco y emblemático pez amazónico,

que hasta entonces era la principal fuente de riqueza de la nueva provincia (Loureiro 2007,

232-233).

De acuerdo con la información presentada por Loureiro, las primeras expediciones de la

nueva provincia se iniciaron alrededor de 1852, cuando se destinaron grandes canoas y los

primeros barcos de vapor que saliendo del puerto de la Barra, como entonces se denominó

Page 10: Sincronías y desajustes en la territorialización imperial

Manaos, tenían el propósito de explorar los ‘rios abandonados’ del Solimões5, el Madeira,

el Purus, el Jurua y el Japura, entre otros (Loureiro 2007, 98). Esas exploraciones no solo se

encontraron con los frentes de expansión nacionales o fronteras extractivas de las

repúblicas andinas sino, especialmente, con los pueblos nativos que aun habitaban buena

parte de las orillas de estos grandes ríos, así como sus afluentes. De tal manera que el

establecimiento de la extracción de borracha, como expresión de la política de colonización

oficial emprendida por la nueva provincia, significó no solo la ocupación de los territorios

de los pueblos ribereños, sino su subordinación, cuando no su desplazamiento o eliminación

física. Este proceso exploratorio, se adelantó con las mismas herramientas y métodos del

periodo colonial bajo control portugués tal como se hiciera por las expediciones y

exploraciones de límites en la Amazonia. Esto en contravía de lo que anotaron algunos de

los máas connotados historiadores amazonenses, como Cesar Ferreira Reis para quien, no

obstante su formación, ‘objetividad’ y ‘cientificidad’ que le imputaban sus mentores

editoriales, llegó a plantear en su momento (Reis 1993, 14) que las actividades imperiales

portuguesas en la Amazonia, incluidos los emprendimientos demarcatorios, eran la

expresión de la ‘expansión mansa y serena que los luso-brasileros estaban efectuando’ en

dirección al oeste y el norte ‘por donde viajaban incesantemente los colonos colectores de

drogas y de esclavos’6. Sin embargo, en esta ocasión, como en el pasado, las prácticas que

llevaron a la extinción de los Manaos a finales del siglo XVIII, se siguieron implementando

sin mayor variación, como se puede advertir en las instrucciones dadas por las autoridades

provinciales a los comandantes militares para ingresar tropas a las malocas y sitios de

habitación de los nativos, en este caso de los uaimiri, en el año de 1856.

Cumpliendo evitar las depredaciones que practican anualmente los gentíos uaimiri,

amalocados en las cabeceras del río Uatucurá, tributario del Jauaperi, los cuales hasta hoy

se han mostrado inaccesibles a todo trato y comunicación con gente civilizada, he resuelto

encargar a vuesa merced explorar los montes, donde dichos gentíos se hallan y conducirlos

para fuera….

Procurará por todos los medios blandos y disuasivos, a su alcance, reducirlos a acompañarlos

a la feligresía de Moura o Carboeiro, donde los aldeará provisionalmente,…, para resolver

definitivamente acerca de los destinos de ellos y otras providencias concernientes a su

aldeamiento.

Solo en caso de absoluta y extrema necesidad usará de Vuestra Merced de la fuerza contra

las agresiones de los mencionados gentíos, o de cualesquier otros que las cometan,

disparándoles primero con pólvora seca, porque ellos se aterran mucho al oír la estampida

del disparo y entonces, es de suponer que basta eso para reducirlos a sujeción y obediencia.7

(Loureiro 2007, 59).

5 Es el nombre que dan los brasileros al rio Amazonas en su parte alta, desde la ciudad de Manaos, hasta la frontera con Colombia y Perú en el trapecio Amazónico. 6 Traducción mía del portugués. 7 Traducción mía del portugués.

Page 11: Sincronías y desajustes en la territorialización imperial

Puede verse que esta era la continuación de los propósitos y los métodos utilizados bajo la

dominación colonial portuguesa en la Amazonia, ahora bajo bandera brasilera aunque con

la misma modalidad imperial, de expulsar a los indígenas de sus territorios, reducirlos o

aldearlos en pueblos de misión o bajo directores, ahora brasileros y finalmente, por la

fuerza, exterminarlos físicamente, bajo la justificación de la ‘absoluta y extrema necesidad’

convertida en práctica cotidiana. Hay que señalar que no obstante lo anterior y también

debido a esta política, el avance y la presencia de este frente extractivo neoimperial sobre

estos ríos, estuvo marcado por el rechazo activo y beligerante por parte de todas las

parcialidades y pueblos ribereños de la provincia, entre ellos los uaimiris, parintintins,

muras, macus, mayorunas, uaupés, araras, ipurínas, paumaris, xumanaris, jumas y

caxinauas, tal como sucedió también en el caso de las fuerzas de ocupación nacional

procedentes de Ecuador, Bolivia, Ecuador, Colombia o Venezuela. Este rechazo se expresó

en frecuentes acciones de hostigamiento, emboscadas y ataques de estos grupos a los

miembros oficiales de las expediciones, a los militares que las escoltaban o acompañaban y

a los comerciantes que se lucraban de las actividades económicas asociadas a la extracción.

La respuesta fue la muerte de muchos de los miembros de estos grupos, por parte de la

acción combinada de los agentes colonizadores y ‘civilizadores’, así justificada en las

versiones de Reis y del mismo Loureiro (2007, 57 y ss.).

Este signo del avance del imperio brasilero sobre la Amazonia continuó hasta el año de

1866, amparado en el dominio de la extracción, el comercio y la navegación sobre el rio

Amazonas en un momento de auge de la borracha o siringa, como ya se dijo, en virtud del

convenio de 1851, con muy poca oposición peruana, a pesar de sus importantes ejecutorias

en materia de organización territorial, como la creación en 1853 del Gobierno Militar de

Loreto y en 1861 del Departamento Marítimo Militar, que se acompañó de la decisión de

construir un astillero fluvial (Larrabure y Correa 1905, (I), 16-17). La apertura del río

Amazonas a la navegación internacional se dio después de muchos y conflictivos debates

internos, sobre la bondad y la necesidad de la apertura del Amazonas a la navegación y el

comercio, por parte de las elites liberales brasileras que se oponían al monopolio imperial

o las peruanas que denunciaban los perjuicios económicos y desventajas por una lado de la

alianza con Brasil (Monterola 1853, 51) y por el otro de la restricción al comercio; cuando

por la presión de los Estados Unidos, con el respaldo de las naciones andinas, después de

cien años de exclusividad luso-brasilera , se abrió de nuevo el rio Amazonas a la navegación

y al comercio internacional. Las consecuencias de esto no se harían esperar pues pronto

empezaron a surcar las aguas del rio Amazonas, desde Belém hasta Iquitos y más arriba, los

navíos y las empresas de comercio de la floreciente industria de gomas elásticas, lideradas

especialmente por ingleses y norteamericanos.

Page 12: Sincronías y desajustes en la territorialización imperial

En las tres siguientes décadas principalmente, también empezarían a llegar las huestes de

migrantes y sertanistas8 procedentes del nordeste brasilero, para ocupar los territorios

dejados relativamente libres de la presencia indígena luego de la eficiente aunque cruenta

acción de las autoridades imperiales brasileras y los colonos emplazados en la Amazonia

para aprestar las labores de extracción mediante la subordinación o ‘pacificación’ de la

fuerza de trabajo remanente, o con el despojo, desplazamiento o exterminio de las

poblaciones ribereñas. De la misma manera, esta apertura también dio nuevos aires, o le

proporcionó espacio, a los procesos de demarcación o delimitación entre el imperio del

Brasil y las repúblicas andinas, que quedaron suspendidos y sin resolución desde el siglo

anterior.

La demarcación imperial-nacional de la Amazonia.

Con la apertura del rio Amazonas al comercio y la navegación internacionales en el año de

1866, el imperio brasilero se vio de alguna manera obligado a establecer relaciones

internacionales con las repúblicas andinas en medio de territorios no demarcados y fue así

como renovó las que tenía con el Perú desde la puesta en vigencia del acuerdo de 1851, con

Bolivia en 1865 o sea un año antes de la apertura, con Venezuela en 1866 y con Colombia9

en 1869 (Reis 1989, 227). Como veremos, estos convenios de límites se trataron de

perfeccionar, con poco éxito en la mayor parte de los casos, mediante la conformación de

comisiones mixtas demarcatorias. En síntesis, a las expediciones y exploraciones de los

primeros años de la provincia, en el caso del imperio del Brasil, le empezaron a suceder las

expediciones demarcatorias o de límites. Estas, de manera similar a lo sucedido en el

periodo colonial, además de demarcar, tenían los propósitos de estimar y en cierto modo,

negociar y proyectar la organización de las futuras zonas de extracción, en este caso de

gomas elásticas con los países de la Amazonia andina.

El mismo año de la apertura del rio Amazonas a la navegación y el comercio internacional,

o sea en 1866, Brasil y Perú como parte del trabajo de la comisión mixta de límites

(Larrabure y Correa 2005 (I), 77) colocaron, cerca de la desembocadura de la quebrada San

Antonio en el Amazonas, el hito que representaba el límite extremo del control imperial

fluvial Brasilero, así como el de su contraparte del Perú republicano. Al año siguiente, este

último país, procedió a iniciar los trabajos para la construcción del fuerte Ramón Castilla,

hecho que no se consumó, pero que daría origen al campamento que muy lentamente

prosperó y finalmente perduró, bajo el nombre de Leticia (Zárate 2008, 125). Estas

negociaciones y demarcaciones entre el imperio del Brasil y el Perú, se veían sin embargo

entorpecidas habida cuenta que Perú por su parte, no contaba con el control exclusivo de

las zonas fronterizas con sus vecinos andinos que también adelantaban sus propias

8 Colonos que dirigían el proceso de apropiación de las tierras de los indígenas ribereños, así como del inicio de la extracción. 9 Estados Unidos de Colombia en el periodo de 1863 a 1886.

Page 13: Sincronías y desajustes en la territorialización imperial

exploraciones y actividades extractivas, al tiempo que además exigían un acceso directo al

rio Amazonas.

En virtud de los avances previos ya señalados, las negociaciones y las expediciones entre

Perú y Brasil fueron las que lograron mayores avances en la demarcación imperial-nacional

de la Amazonia en la segunda mitad del siglo XIX. Los trabajos de demarcación alcanzados

por la comisión mixta del imperio brasilero y el gobierno peruano, que había sido creada en

el año de 1858 por un acuerdo supletorio al de 1851 (Bákula 2006, 61) continuaron

alcanzando logros además del señalado en el párrafo anterior. Luego de empezar la

demarcación de la línea Tabatinga Apaporis en el año de 1866 en este primer lugar, la

expedición mixta procedió a iniciar los trabajos en el río Javarí, terminando su demarcación

en 1874. La demarcación completa de la línea Tabatinga Apaporis tuvo lugar, de manera

complementaria, entre estas dos fechas, con la fijación del marco sobre el rio Caquetá

(Japurá para los brasileros) en 1872 y un año después con la construcción del marco

respectivo sobre el rio Putumayo (Iça para los brasileros).

No obstante estos avances, la demarcación puso en evidencia las desiguales e inequitativas

condiciones con que estas naciones concurrieron al ejercicio de negociación y definición de

límites en la Amazonia. Estas disparidades, que ya se habían experimentado en las

expediciones coloniales en desmedro de España (Requena, 1872), se pudieron ver de nuevo

en la conformación de las expediciones de demarcación, casi un siglo después, mostrando,

entre otras cosas, lo poco que los criollos republicanos habían aprendido de las duras

experiencias del pasado y/o algunas de las razones por los pocos avances de estos países

en la conformación de los Estados nación, en comparación con el Brasil. Esto habría que

averiguarlo mejor. Como fuera, a manera de ejemplo, las fuentes peruanas registran la

preocupación de las autoridades de Loreto por la composición de la Comisión de límites

brasilero peruana, al menos en el caso de la demarcación del río Yavarí. Dicha Comisión

estaba conformada por veinte súbditos del imperio brasilero, y apenas un funcionario del

gobierno peruano (Larrabure y Correa, 1905 (II), 330).

En todo caso, no se podría alegar la falta de recursos ni de capacidad estatal por parte del

Perú para explicar tal disparidad, pues es bien sabido que por esos años este país atravesaba

por una época de bonanza económica debido a los ingresos procedentes de la explotación

del guano hacia Europa y que esta bonanza le permitió, por ejemplo, destinar fondos

importantes, algo así como 300.000 soles, para garantizar la presencia física e institucional

del Estado en la frontera con Brasil, en particular para la construcción del fuerte fronterizo

Ramón Castilla (Santos y Barclay 2002, 39) donde acabó situándose Leticia. Finalmente, esta

oportunidad, que como vemos por lo relatado no fue adecuadamente valorada en su

momento, por las elites nacionales establecidas en Lima, se desvaneció en los años

subsiguientes en razón de una aguda crisis fiscal y financiera, que se reflejó en la región

amazónica loretana pocos años después (Santos y Barclay 2002, 40). Esto explica que la

última remesa en metálico procedente del gobierno peruano llegara a Iquitos, ya por

Page 14: Sincronías y desajustes en la territorialización imperial

entonces la principal ciudad amazónica peruana, en abril de 1871. La crítica situación fiscal

se agravó por la Guerra con Chile hacia finales de esa misma década cuando los

contingentes estacionados en el Amazonas, algunos de los cuales habían participado en las

exploraciones y expediciones ya señaladas, debieron desplazarse al ‘teatro de operaciones’

(Bákula 2006, 80). A pesar de esta dificultad mayúscula, como ya se indicó, la comisión mixta

del Brasil con Perú logró adelantar la demarcación conjunta en la línea Tabatinga-Apaporis

en 1872 y 1873; en el río Yavarí en 1874, y con resultados no tan satisfactorios en el alto

Purus, tal y como lo narra magistralmente Euclides da Cunha, como miembro brasilero de

la comisión de límites con Perú en su conocido trabajo Amazonia. Un paraíso perdido

(2003).

De manera concomitante aunque separada, ya se indicó que por estos años también se

intentaron implementar acuerdos diplomáticos y demarcadores entre el imperio del Brasil

con Bolivia, Ecuador, Colombia y Venezuela, pero estos fueron rechazados o contestados

de alguna medida por el Perú. En reciprocidad, los mencionados acuerdos de Brasil con

Perú, fueron denunciados o desconocidos en diversas ocasiones por las demás repúblicas

andinas. Indicativamente, vemos que el Perú se pronunció en rechazo del acuerdo

alcanzado entre Brasil y Bolivia en el año de 1867 debido a que en los acuerdos de

demarcación, estos dos países decidían sobre territorios que Perú reclamaba como suyos

en la región del Madre de Dios (Larrabure y Correa 1905 (I), 63). Lo mismo sucedía con

Ecuador y los Estados Unidos de Colombia en los años de 1869 y 1870, en atención a que

Brasil y Perú desconocieron los reclamos de estos dos países sobre su jurisdicción tanto en

el rio Amazonas como en el Putumayo (Quijano Otero 1869, 527).

De acuerdo con lo expuesto, el proceso demarcatorio del imperio brasilero con las

repúblicas andino-amazónicas se dinamizó en la década de 1860 con la firma de varios

tratados y acuerdos de límites coincidiendo con la apertura o ‘internacionalización’ del rio

Amazonas que se verificó hacia 1866 y se prolongó incluso después del año de 1889 en que

tuvo su fin formal el imperio brasilero y nació la república. Hasta entonces se pudo

presenciar una modalidad de relacionamiento y negociación limítrofe inédita, por lo menos

en la Amazonia, entre dos modalidades de organización política, una imperial y la otra

republicana, con un saldo territorial a favor del imperio del Brasil, que consolidó su ‘marcha

hacia el oeste’, en contra de las pretensiones y reclamos de la naciones andino-amazónicas.

El status quo territorial y fronterizo resultante entre Brasil y las mencionadas naciones se

consolidó varias décadas después, bien entrado el siglo XX. Igualmente, podemos decir que

en esta época se inauguró en la región un modelo de negociación y relacionamiento

bilateral entre los Estados amazónicos y los andino-amazónicos que, a comienzos del siglo

XXI, todavía continua vigente, a pesar de existir varios arreglos fronterizos que, en la

Amazonia, involucran tres Estados, lo que supondría igualmente la necesidad de diseñar

instrumentos triples de relacionamiento inter y transfronterizo. Solo en la Amazonia,

estamos hablando de los triángulos fronterizos entre Bolivia, Brasil y Perú; Brasil, Perú y

Colombia, en el llamado Trapecio Amazónico; Colombia, Ecuador y Perú en el alto

Page 15: Sincronías y desajustes en la territorialización imperial

Putumayo y Brasil, Colombia y Venezuela en el rio Negro, además de los que existen entre

Brasil y las Guyanas. Esto no desconoce que hacia finales del siglo XIX se hicieron intentos

de arreglos trifronterizos, como el que propuso Colombia en sus diferendos amazónicos con

Ecuador y Perú en 1890, mediante una convención adicional de arbitraje que se concretó

en el año de 1894 y cuyo garante o arbitro era SM el rey de España. Esta propuesta no

prosperó debido a que finalmente Ecuador decidió no aceptar el arbitraje propuesto ‘sin

que se hubiera llegado a una decisión sobre límites en el Amazonas’ (Cavelier 1997,

206,224).

Entre tanto, durante el periodo comprendido entre 1866 y 1889, mientras esto sucedía en

los terrenos diplomático y político, se presentó en el Amazonas y especialmente en las

zonas de frontera de Brasil con los demás países, un proceso de transformación

demográfica y poblacional, que como planteamos anteriormente, estuvo íntimamente

relacionado con el auge en la extracción y explotación de gomas elásticas que se empezó a

hacer presente desde los años 50 en terrenos aledaños a Manaos. Como se ha mencionado

en otros escritos, este auge finalmente acabaría determinando la suspensión o ralentización

de los intentos demarcatorios garantizando de paso la expansión y el predominio, sin mayor

control, de las actividades económicas asociadas a la extracción de siringa o borracha en

áreas de contacto fronterizo aun en disputa y sin delimitar. A las casas comerciales

vinculadas a esta actividad extractiva y que vivían del comercio de importación y

exportación no les interesaba atender obligaciones aduaneras y tributarias, algo que podría

suceder si las fronteras estuviesen debidamente demarcadas y custodiadas, con sus

aditamentos de control y pago de impuestos de entrada, de salida o simplemente de

tránsito. La reanudación de los trabajos de demarcación solo se pudo verificar luego de la

crisis de la economía del caucho o borracha, que se presentó en toda la Amazonia por la

entrada al mercado de la producción de las plantaciones del sudeste asiático a comienzos

de la segunda década del siglo XX, cuando todos los Estados amazónicos, con excepción de

las Guyanas, reiniciaron el perfeccionamiento de los convenios de límites y la consecuente

constitución de comisiones conjuntas para avanzar en las actividades demarcatorias (Zárate

2019, 28-30).

Por las fuentes brasileras se sabe que hacia mediados del siglo XIX empezaron a llegar a la

aun pequeña ciudad de Manaos y a la recién creada provincia de Amazonas los primeros

migrantes. Venían atraídos por las expectativas de una tierra nueva abundante en

productos extractivos, los hoy llamados commodities, donde la población, en un territorio

varias veces del tamaño del Perú o la Colombia actuales, apenas superaba los treinta mil

habitantes10. Esta población fue creciendo, primero lentamente, y luego, a partir de 1872

de manera muy acelerada. Hacia 1858, por ejemplo, ya se encontraban más de cinco mil

10 Esto sin desconocer el seguramente abultado subregistro por las comprensibles fallas de una demografía aun inexistente, pero sobre todo por la política de no contar a las poblaciones indígenas consideradas salvajes o ‘bravas’, renuentes a toda evangelización y contacto ‘civilizado’, muchas de las cuales vivían dispersas en este extenso territorio, alejadas de los grandes ríos y al margen de cualquier sensor contable.

Page 16: Sincronías y desajustes en la territorialización imperial

personas en el alto río Madeira, vinculadas a la extracción de siringa, caucho o borracha,

procedentes ‘espontáneamente’ de Cametá, Santarem, Obidos y ‘otros lugares del Pará’

(Reis 1989, 218). De la misma manera, la población del Rio Negro una de las subregiones de

la provincia, cercana al Vaupés colombiano, se incrementó sustancialmente y en 1864 ya

contaba con más de 40 mil personas, la mayoría venidos de fuera. Hacia 1872 la oleada de

migrantes creció incesantemente, de manera geométrica, esta vez impulsada por la

necesidad de mano de obra, concomitante a la drástica disminución de la población

indígena ribereña ya relatada, pero especialmente por la ocurrencia de dos grandes sequias

en el nordeste brasilero, las cuales afectaron severamente a la provincia de Ceará, la

primera en el año de 1877 y la segunda en los años de 1888 y 1889, en momentos de la

proclamación de la república. De acuerdo con esto, la población que habitaba los ríos

Madeira, Jurua y Purus ya ascendía en 1874 a más de 53.000 personas, sin contar con los

nuevos habitantes del alto rio Madeira, así como de Moura (Reis 1989, 220). De tal modo

que en el año de 1889, la población de la provincia de Amazonas estaba conformada por

más de 140.000 personas, muy lejos de las treinta mil de cuatro décadas atrás (Reis 1989,

222).

En este mismo periodo y especialmente entre 1880 a 1900, también llegaron al Amazonas,

así como a los ríos arriba mencionados, varios contingentes de migrantes procedentes tanto

de las zonas altas amazónicas, del piedemonte o de los andes propiamente dichos,

bolivianos, ecuatorianos, peruanos y colombianos, compuestos por una cantidad

difícilmente estimable de colonos, posiblemente algunas decenas de miles, enganchados

por patrones y comerciantes ‘caucheros’, para trabajar en las estradas y siringales que se

habían formado en esta zona de frontera hacia finales del siglo por el desfalleciente imperio

brasilero. De hecho, estas huestes de colonos conformaban varios frentes extractivos de

carácter nacional de los países andinos, que terminaron fundiéndose con el frente

procedente del Brasil. En medio de este inmenso frente extractivo quedó atrapada buena

parte de la población indígena superviviente de las arremetidas imperiales demarcatorias

españolas y portuguesas, como también de las avalanchas delimitadoras y extractivistas

nacionales de las dos últimas décadas del siglo XIX, cuando finalmente los brasileros

unificaron su modo de organización política con los países andinos, al menos formalmente,

bajo bandera republicana.

3. Territorialidades imperiales y nacionales vs territorialidades étnicas.

La dinámica extractiva de las gomas elásticas en la región amazónica desde su inicio en las

primeras décadas del siglo XIX hasta su colapso casi un siglo después fue la impulsora y

simultáneamente el resultado de un proceso de territorialización primero imperial y luego

nacional que moldeó la organización político jurisdiccional del Brasil y las repúblicas andino

amazónicas, al igual que sus regímenes fronterizos, arrojando como producto, el

surgimiento de regiones y sociedades transfronterizas que se empezaron a visibilizar de

Page 17: Sincronías y desajustes en la territorialización imperial

manera más nítida hacia la mitad del siglo XX. Esto supondría y afectaría la transformación

y la implementación no solo de políticas relacionadas con las tierras y territorios

amazónicos, sino, especialmente, las políticas y acciones estatales relativas a los pueblos

originarios o, en otras palabras, las que han venido a llamarse políticas indigenistas. Las

mismas que afectaron, transformaron y destruyeron las que podríamos denominar

genéricamente como territorialidades indígenas. Sin mayor detenimiento teórico,

podríamos entender estas últimas como las expresiones espaciales de las diferentes

modalidades de relacionamiento que tenían las poblaciones ribereñas y de tierra firme con

los ambientes y sustratos de su reproducción material y social, en la Amazonia fronteriza

de la que venimos hablando. En otros términos, el impacto del establecimiento de los

modos coloniales y luego nacionales de extracción, apropiación y organización de la selva y

sus recursos, sobre la distribución espacial, la organización y las interacciones de varias

decenas de naciones y grupos que habitaban el curso medio del Amazonas entre las

actuales ciudades de Manaos e Iquitos (ver mapa). Vale reiterar que el mapa del mundo

indígena de comienzos del siglo XIX en esta parte de la Amazonia, era el consolidado del

impacto y efecto de la presencia y pugna interimperial, reflejo de una dinámica correlación

de fuerzas entre españoles y portugueses, iniciada desde los siglos XVI y XVII, incluidos los

esfuerzos por negociar y demarcar sus respectivas áreas de influencia, pero también de la

movilidad, prácticas y estrategias de resistencia y organización de las poblaciones nativas,

con todas sus complejidades y al margen de las visiones románticas y esencialistas que aún

hoy predominan (Oliveira 2016, 28-31), como respuesta a las agencias coloniales estatales,

militares y comerciales de estos dos imperios (Zárate 2013).

El ‘indigenismo’ imperial portugués-brasilero en la frontera amazónica.

Inicialmente, en concordancia con Manuela Carneiro da Cunha, con el transito del imperio

portugués al imperio brasilero, a lo largo del siglo XIX, concomitante a la transformación

económica de la Amazonia, la cuestión indígena dejó de ser esencialmente un asunto de

mano de obra para convertirse en un problema de tierras (Cunha 1992, 134). Esto sin

embargo requiere una traducción y una ampliación a las condiciones de la Amazonía y en

particular a las especificidades y demandas de los frentes extractivos de caucho o borracha.

Más que un control de tierras como se entiende habitualmente el acceso al suelo, se trataba

de un control sobre territorios, especialmente sobre las zonas en donde se encontraban los

árboles de siringa y otras especies productoras de latex, no solo el suelo donde ellas crecían.

Ello incluía por tanto, la subordinación y la sujeción de la población que los habitaba. Esto

significaba, entre otras cosas, que las autoridades del imperio brasilero surgido hacia 1822

debían enfrentar de nuevo e inexorablemente, las condiciones y la situación de las

parcialidades y naciones indígenas que habitaban estos territorios en la Amazonia. En

términos simplistas pero que reflejan la mentalidad colonial de entonces, la corona

portuguesa y su sucesor, el imperio brasilero, se tuvieron que volver a interrogar sobre la

naturaleza y la humanidad de los nativos amazónicos. Al fin y al cabo precisaban de una

Page 18: Sincronías y desajustes en la territorialización imperial

política y de un discurso para sustentar sus pretensiones de ocupación, gobierno y control

de la población de la región o de la provincia del Amazonas, en este caso.

Es comprensible que en las primeras décadas del siglo XIX, buena parte de la discusión y el

discurso sobre lo indígena en la Amazonia tenía que ver con la situación y la ubicación de

los nativos generada por los avances coloniales en la sujeción y subordinación de la

población, incluidos los logros en la evangelización. Por eso no es extraño que en el paso

del imperio portugués al brasilero, subsistiera la clasificación y división dicotómica entre los

llamados indios ‘bravos’ aun reticentes a las influencias de los poderes temporales y

espirituales de la colonización imperial y los indios ‘mansos’, ya evangelizados y por tanto

pacificados. No obstante y de acuerdo con Pacheco de Oliveira, con la independencia del

imperio brasilero con respecto a Portugal, surgió una ruptura en la manera de entender la

situación de los indios ‘bravos’ y también en la necesidad de modificar las relaciones entre

ellos y el Estado. La idea correspondía a José Bonifacio, uno de los más importantes próceres

de la independencia de Brasil con respecto a Portugal y que se vislumbrava en la política

indigenista del Imperio brasilero contenida en su famoso texto “apuntamientos para la

civilización de los indios del imperio del Brasil”11 donde cuestionaba la violencia de las

‘guerras justas’ (Oliveira 2016, 81) practicadas por los agentes coloniales contra los

indígenas que de algún modo, no necesariamente violento, se oponían al avance y

establecimiento del régimen imperial en sus dominios. Este indigenismo del nuevo imperio

brasilero estaba acompañado implícitamente de una política de tierras que se formularía

hacia mediados del siglo XIX, en 1850, con el reconocimiento, puramente formal, de la

propuesta del mismo José Bonifacio de que los indios eran los ‘legítimos señores’ de las

tierras ‘que aun les quedan’, pues ‘Dios se las dio’ (Cunha 1992, 141). Esta propuesta tenía

un origen colonial y por supuesto no era implementada en la práctica. Estas políticas se

dieron en medio de los debates de la época, no solo en el Brasil, sobre la humanidad o

animalidad de los indígenas, sin embargo por ahora nos interesan aquí, más que los

discursos en las capitales de las colonias, las prácticas de las autoridades imperiales en la

Amazonia.

En la provincia de la Amazonia, como es de suponerse, en lugar de implementarse los

principios esbozados por José Bonifacio de modificar el trato violento hacia los pueblos

aborígenes o de reconocerles sus tierras, el imperio promulgó un ‘reglamento de las

misiones’ y casi simultáneamente, una política de control y disciplinamiento de las

parcialidades indígenas, mediante la creación de las ‘diretorias de indios’ supuestamente

para defender a los nativos de las arremetidas de los ‘civilizados’ y los ‘regatões’12, pero

principalmente para aldearlos, ‘organizarlos en comunidades productivas, administrarles la

educación y asimilarlos’ (Loureiro 2007, 67). Esto sucedió hacia 1845 y era la versión

brasilera del famoso Directorado implementado por el imperio portugués en la Amazonia y

11 Traducción mía del portugués. 12 Comerciantes fluviales.

Page 19: Sincronías y desajustes en la territorialización imperial

especialmente en las fronteras con los dominios españoles hacia poco más de un siglo, lo

que significó entonces la portugalización de la Amazonia. Por tal política, también en

contravía del discurso de la libertad de los indígenas y el derecho a sus posesiones, se

entendía la subordinación de los pueblos indígenas, incluyendo los pueblos de misión, a

directores blancos portugueses; la imposición del portugués como lengua oficial, junto con

la prohibición del uso de las lenguas nativas o de la lengua ‘geral’ promovida por los

misioneros; el cambio de los nombres indígenas de los pueblos y villas, al igual que de los

apellidos, por nombres portugueses o la destrucción de los asentamientos colectivos o

malocas para intentar imponer en la selva y por la fuerza, las formas habitacionales urbanas

portuguesas (Hemming 1995; Almeida 1997, 13 y ss). En síntesis, esta nueva versión del

directorado no era muy diferente de la primera en sus propósitos, con el agravante, según

el mismo Loureiro, de la reactivación del tráfico de menores y de mujeres jóvenes, que eran

separadas de sus familias y comunidades, para obligarlas al servicio doméstico en las villas

y ciudades como Manaos (Loureiro 2007, 67).

Hacia 1849 fueron nombrados los primeros directores por lo general militares o, en su lugar,

encargados temporales, aunque no hay que olvidar que por aquellos años también se

designaban en estos cargos a misioneros debido que en el imperio brasilero reinaba la

unidad entre el Estado y la Iglesia, consolidada después de la expulsión de los jesuitas. Luego

de establecida la provincia de Amazonas esta figura se institucionalizó y el número de

directores aumentó a 24 en 1856, alcanzando a cubrir ‘104 aldeas y 6.748 indios’. Dentro

de estos datos se encontraba la aldea de Tabatinga, fronteriza con Perú, que en ese año

estaba compuesta por siete malocas y concentraba a 389 ticunas y 30 mayorunas, todos

bajo la dirección de frei Bernardo de N.S. de Nazareth (Loureiro 2007, 73).

El año de 1859 las directorias tuvieron su mayor auge en la provincia de Amazonas al

alcanzar el numero de 49 para luego disminuir a 40 en 1862 y 39 en 1864. Dos años después,

en 1866, llegaría el golpe mortal para esta modalidad imperial de organización político-

administrativa de las aldeas ribereñas del Amazonas y otros grandes ríos, según un aviso

del ministro de Agricultura, Comercio y Obras Públicas y en respuesta a la petición de

ponerles fin por parte de las autoridades políticas y eclesiásticas de la Provincia. En ese

mismo acto se mencionaba que en lo sucesivo, el trato con los indígenas, sería de

competencia exclusiva de los misioneros (Loureiro, 2007, 77). De tal manera que el fin de

las directorias de indios del imperio brasilero, que ya se avizoraba desde los años 60 por la

presión de los ‘civilizados’ y los colonos sobre los indios para que estos trabajaran en las

empresas extractivas de los primeros, coincide plenamente con la apertura del rio

Amazonas al comercio y la navegación, pero sobre todo con el empuje de los frentes

extractivos y el consiguiente avasallamiento o subordinación de las tierras, las aldeas y la

gente que hasta entonces las ocupaba. En lo sucesivo, las parcialidades nativas remanentes

de las anteriores oleadas colonizadoras, quedarían abandonadas de las regulaciones

imperiales en la Amazonia, a merced de los agentes asociados a la economía extractiva de

Page 20: Sincronías y desajustes en la territorialización imperial

las gomas elásticas. Uno de los primeros ejemplos de retracción del Estado en beneficio de

los agentes económicos privados y extranjeros en la región Amazónica.

Por lo anterior, merece consideración la afirmación de Joao Pacheco de Oliveira de que el

‘control territorial y de los recursos ambientales por parte de los indígenas’, en esta parte

de la Amazonia, solo se va a alterar en las dos últimas décadas del siglo XIX, en función de

la creciente demanda internacional de la industria europea y norteamericana (Oliveira

2016, 35). Para empezar, este planteamiento merece al menos dos comentarios. El primero

nos debe permitir cuestionar la suposición implícita en su planteamiento de que, en algún

momento, después de tres siglos de extractivismo colonial, desde que se inició la

explotación de las ‘drogas do Sertao’, los indígenas hayan tenido, sin mayor impedimento,

el control de sus territorios y sus recursos. Si el profesor Pacheco de Oliveira se refiere a

que los indígenas del medio amazonas todavía ocupaban sus tierras y subsistían

materialmente de su relación con el medio, hasta las dos últimas décadas del siglo XIX su

formulación pecaría por superficial, no solo porque oculta los grandes y prolongados

conflictos entre los grupos indígenas y los agentes colonizadores involucrados en las

sucesivas economías extractivas así como las dinámicas de despojo, apropiación y

transformación de sus territorios o, por la contraparte, las estrategias de resistencia y

movilidad de las poblaciones indígenas para tratar de conservarlos, no siempre con éxito,

desde el establecimiento de la Provincia de Amazonas alrededor de 1850. En un sentido

general, sabemos que las sociedades nativas amazónicas no pudieron evitar la imposición y

superposición de las territorialidades estatales imperiales y nacionales a pesar de su

rechazo activo y pasivo, por ejemplo a las expediciones demarcadoras de ambas, aunque

en gracia de discusión, estas tampoco lograron despojar completamente a los pueblos

amazónicos de sus territorios y sus recursos o a sus descendientes, muchos de ellos

caboclos, como el mismo profesor Pacheco de Oliveira reconoce. Pero, por otra parte,

tampoco pudieron impedir el establecimiento de las modalidades extractivas de las gomas

elásticas y en particular, el modelo de siringal, lo que como veremos se empezó a establecer

también en la década de los 50 del siglo XIX en gran parte de la Amazonia brasilera.

La información provista por la mayor parte de las fuentes brasileras relativas a la provincia

de Amazonas, algunas de las cuales están arriba mencionadas, relativas por ejemplo a las

expediciones exploratorias de los primeros tiempos de la provincia, al igual que la

implementación de las directorías de indios, además de violentos conflictos entre los

agentes coloniales y los grupos ribereños del río Negro, el Madeira o el Solimões-Amazonas,

hablan ya de la llegada de los primeros migrantes del Bajo Amazonas y el nordeste, así como

también de extranjeros; al igual que de desplazamientos y perdida de territorios por parte

de los grupos más cercanos a la capital de la provincia, como fue el caso de los uaimiri,

desde finales de la década del cincuenta. La información suministrada por Loureiro,

establece por ejemplo, que hacia 1857 ya se encontraban en el río Madeira, más de 5000

personas empleadas en trabajos de extracción, principalmente de borracha o siringa,

muchas de ellas migrantes procedentes del Pará y el nordeste, o que también, por aquellos

Page 21: Sincronías y desajustes en la territorialización imperial

mismos años, se establecieron en el bajo rio Purus los primeros siringales, luego del

descubrimiento, por las referidas expediciones de ‘extensísimas concentraciones de Hevea

brasiliensis’ (Loureiro, 2007, 101). Esas mismas expediciones alcanzaron también otros ríos

afluentes del Solimões como el Japura, el Jurua, el Jutaí y el Javari (ver mapa), en las décadas

del sesenta y setenta, abriendo y preparando el camino para la irrupción del frente

extractivo que venía subiendo por el Amazonas, así como para el establecimiento de las

oleadas de migrantes nordestinos que llegarían posteriormente (Loureiro, 2007, 106).

Aunque indirecto, otro importante indicador de la ocupación de tierras indígenas y del

establecimiento de siringales en la provincia de Amazonas incluido el Solimões, mucho

antes de las dos últimas décadas del siglo xix, además del efecto de las directorías de indios

que el profesor Pacheco de Oliveira no aborda en detalle, al menos en el texto citado; lo

constituye el recambio demográfico representado por la presencia de migrantes de

distintas partes del Pará, de la región de Maranhao y, en menor medida, de extranjeros,

portugueses y chinos aunque en poca cantidad, antes de la ocurrencia de las dos grandes

sequias del nordeste brasilero, la de 1877 y la de 1888 y 1889, que como se sabe explican

la llegada masiva de retirantes13 y migrantes nordestinos en esta parte de la Amazonia.

Según Reis los primeros migrantes llegaron a la provincia de Amazonas hacia 1850 en busca

de las promesas de una ‘terra nova’, ‘virgen’ y de ‘fácil conquista’, a las que se asociaba la

extracción de siringa, mientras que los primeros nordestinos cearenses arribaron a la

provincia hacia 1869 (Reis 1989, 218-219). Hacia 1874 las cifras iniciales ya se habían

incrementado dramáticamente pues, en el caso del rio Madeira, los 5000 trabajadores que

menciona Loureiro procedentes de ‘Cametá, Santarém, Obidos y otros lugares del Para’ en

1858, se habían transformado en más de 53.000 ‘almas’, vinculadas a la extracción del látex,

que se habían extendido a los ríos Jurua y Purus (Reis 1989, 220). Entre tanto, en el río Negro

sucedía algo similar pues en lugar de las 18 casas que encontró en 1854 la principal

autoridad militar en Barcelos la capital de la provincia, en la expedición del año de 1864 ya

se habían establecido 40.259 individuos ‘empleados en la extracción de productos

naturales, principalmente borracha’ (Reis 1989, 219). Para el caso del Solimões, ‘el primer

núcleo de que hay noticia’ es el establecimiento de la explotación de borracha o siringa en

el rio Purus a mediados de 1852 ‘con trabajadores reclutados en el Bajo Amazonas y río

Negro’14 por parte de un pernambucano que ‘abrió el rio al hombre civilizado’ vinculando a

sus ‘propiedades’ a ‘cerca de 10000 indios muras’ (Reis 1989, 218). En el año de 1862, el

‘ciudadano’ José Manoel de Rocha Tury, otro famoso ‘pionero’ se estableció en el rio Purus

y en el Solimões fundando la población de Codajás, con migrantes ‘maranhenses’ (Reis

1989, 219). Aunque no encontramos citados los datos para esos años de los migrantes

establecidos en Codajás o en el Solimões, como tampoco el tipo y el grado de afectación de

las tierras de las poblaciones ribereñas, es evidente la ocupación de la zona por centenares

13 Los campesinos que se retiraban o refugiaban de la sequía (Alves, 2014:324). 14 Traducción mía del portugués.

Page 22: Sincronías y desajustes en la territorialización imperial

y luego miles de migrantes, colonos, regatones y comerciantes, agentes del frente

extractivo de siringa sobre el Solimões, con mucha anterioridad a la que propone el profesor

Pacheco de Oliveira en su reciente libro O nascimento do Brasil e otros ensayos.

Consideramos que los datos aquí ofrecidos deberían ser suficientes al menos para

reconsiderar, revisar o matizar la afirmación arriba citada. A esto debería ayudar también

el análisis que sigue, sobre lo sucedido con las territorialidades y el frente extractivo de

expansión nacional que proveniente de las naciones andinas, se constituyó y de alguna

manera se fusionó con el que aquí hemos relatado, formando un gigantesco y en cierto

modo ilimitado espacio extractivo transfronterizo, en las dos últimas décadas del siglo XIX.

Un dato para nada menor que no hay que perder de vista en este proceso de avasallamiento

de la territorialidad imperial brasilera a expensas de las territorialidades indígenas en la

Amazonia fronteriza a partir de la segunda mitad del siglo XIX es que éste se acompaña de

la continuación de las prácticas de esclavización, que solo serán definitivamente proscritas,

al menos en su forma legal, apenas en momentos previos a la proclamación de la República,

o sea en 1888. En algunas de las zonas de esta extensa frontera, por ejemplo a lo largo del

río Caquetá-Japura15 o del alto río Negro, hubo un activo tráfico de indígenas a lo largo del

siglo XIX desde el lado colombiano hacia el brasilero que afectó a los diferentes grupos que

aun sobrevivían a las avanzadas colonizadoras anteriores, entre ellos los miraña, macú y

otros; tráfico que además se beneficiaba de la conflictividad y las guerras que los propios

nativos aun libraban entre sí (Faulhaber 2005; 1998, 91,106,134). Estas prácticas

continuaron hasta bien entrado el siglo XX en esta extensa frontera, independientemente

de si se tratase de territorios bajo jurisdicción brasilera, colombiana o peruana, bajo la

modalidad de trabajo compulsorio empleada por los patrones siringueiros o caucheros de

estos países (Faulhaber 2008, 81,184-185), llegando a los extremos narrados, entre otros,

por el autor de holocausto en el Amazonas, en la disputada frontera entre Colombia y Perú

(Pineda 2000).

Estado y pueblos indígenas en la frontera amazónica peruana y colombiana.

La situación político administrativa de la Amazonia peruana al comienzo de la

independencia era muy complicada en parte debido al vacío de poder dejado por la retirada

de las autoridades eclesiásticas hispanas desplegadas en la región de Maynas y en particular

en sus fronteras, ya golpeada por la expulsión de los jesuitas en 1767. Ya se ha indicado que

las misiones eran en la Amazonia hispana la principal institución de frontera y que de ellas

dependía en gran medida el manejo político administrativo de este territorio y por tanto el

control sobre la población indígena en los pueblos de misión. En las primeras décadas de

independencia, después de 1822, la organización del trabajo misionero en las misiones

fronterizas de Maynas lucía completamente desmantelado y enfrentaba además los

reclamos civiles y eclesiásticos del Ecuador sobre este territorio. Las acciones y reformas

15 Caquetá en la parte colombiana (ver mapa) y Japurá en la brasilera.

Page 23: Sincronías y desajustes en la territorialización imperial

para enfrentar esta situación emprendidas por el Estado peruano resultaron, según

Espinoza, ‘casi peor que la enfermedad’ ya que ‘los pueblos de las misiones bajas’, hacia

1843, ‘comenzaron a caer en una total acefalía, sin guardianes del orden’ (Espinoza 2008,

554). En adelante, las misiones del oriente peruano, o sea la Amazonia, serían atendidas de

manera selecta, es decir en los pueblos más importantes, con párrocos sufragados con

recursos del Estado, hasta finales del siglo XIX, en 1898, en que se decidió la creación de

‘tres prefecturas apostólicas en el oriente del Perú’, con la que el gobierno de entonces, a

solicitud y propuesta del misionero ‘Promotor de la Obra de la Propagación de la Fe en el

Oriente del Perú’, aprobaba el proyecto de ‘evangelización i civilización de las tribus salvajes

que existen en este territorio’ y más exactamente para ‘la reducción de los infieles a la

civilización por medio de la fe católica’, mediante el restablecimiento de misiones

evangélicas. La primera de ellas ‘San León del Amazonas’ con jurisdicción en las zonas

limítrofes amazónicas del Perú y con sede en Iquitos (Larrabure y Correa 1905 (I), 207-214).

La situación de los indígenas de la Amazonia peruana, hasta las últimas décadas del siglo

XIX contrastaba con la de los que estaban bajo el control del imperio brasilero, en el sentido

de que ni el Estado ni los emprendimientos extractivos en la provincia de Maynas lograron

desplazar ni subordinar a las poblaciones ribereñas, no por lo menos hasta la última década

de ese siglo y esto tampoco lo habían logrado las misiones por las razones arriba expuestas.

Hacia 1860, por ejemplo, el gobierno peruano todavía se veía obligado a expedir ordenes

para impedir los ataques de grupos indígenas a poblados dedicados a la explotación de oro

y otras actividades extractivas en las partes altas de su Amazonia (Larrabure y Correa 1905

(I), 233), todavía bastante lejos del rio Marañon-Amazonas, lo que indicaba que aun el

frente extractivo estaba lejos de las fronteras y el auge de las gomas elásticas tampoco

estaba cerca de materializarse. Las señales de avance del frente extractivo cauchero en las

fronteras externas de la Amazonia peruana solo se van a evidenciar, en materia de acción

estatal, hacia finales de los años ochenta cuando aparecen las primeras normas relativas a

la explotación del llamado ‘cautchouc’ así como la reglamentación tributaria y aduanera por

derechos de exportación (Larrabure y Correa 1905 (I), 271,278). En todo caso, los avances

económicos e institucionales logrados por el Estado peruano en la frontera con el imperio

del Brasil en la época de la fundación de Leticia y de las demarcaciones entre estas dos

naciones, en la década del sesenta del siglo XIX habían quedado en el pasado y de alguna

manera fracasado. Esta situación se pudo evidenciar hacia el año de 1888 en el momento

en que el gobierno decidió crear una comisión encargada de ‘organizar la administración

del departamento de Loreto’ y ‘estudiar aquella región fluvial’ en atención a que ‘nada

sólido se halla fundado allí para la prosperidad y porvenir de la república’ (Larrabure y

Correa 1905 (I), 264-265).

En cuanto a la república de Colombia, en el año de 1886, al final del conocido periodo del

liberalismo radical y luego del desmantelamiento del federalismo que tuvo su máximo

apogeo con la constitución de 1863, bajo el nombre de Estados Unidos de Colombia; el país

retornó a la senda del centralismo de los primeros años de la república devolviendo a la

Page 24: Sincronías y desajustes en la territorialización imperial

iglesia todo el poder conculcado entre 1848 y 1863. Entonces, a los Estados Soberanos,

dentro de los que la Amazonia quedaba adosada al del Cauca, territorio del Caquetá,

descrito cartográficamente en el trabajo de la Comisión Corográfica comandada por el

ingeniero militar de origen italiano Agustín Codazzi (Gómez y Domínguez 1996); les

sucedería una organización unitaria y autoritaria, con departamentos dependientes

administrativa y verticalmente del gobierno central (Tirado 1986, 177). Dentro de esta

nueva organización, la Amazonia colombiana, quedaba aun más diluida dentro de la vaga

figura de los ‘territorios nacionales’ antes de ser redenominada política y

administrativamente bajo los nombres de intendencias y comisarías hacia finales de la

primera década del siglo XX, figuras que perdurarían hasta el año de 1991, cuando la

reforma constitucional de ese año las unificó convirtiéndolas, en buena medida solo

formalmente, como departamentos.

Más allá de las nostalgias cartográficas y diplomáticas, incluidas las demarcaciones que se

relataron anteriormente, en términos de la ocupación real del territorio amazónico,

Colombia logró, en las dos ultimas décadas del siglo XIX, adelantar emprendimientos

extractivos y colonizadores de alguna magnitud, con famosos exploradores que llegaron a

ser presidentes de Colombia, como es el emblemático caso de Rafael Reyes. En la búsqueda,

extracción y comercio, primero de quinas y luego de cauchos, lograron establecer la

navegación por el rio Putumayo y constituyeron la compañía Elias Reyes & Hnos, empresa

colombiana de navegación registrada en Popayán y conocida en Manaos porque navegaba

hacia 1879 ‘a título precario el Iça (Putumayo)’ con el navío Caquetá, de 80 toneladas

(Loureiro, 185,187). Además de eso, Colombia alegaba tener agentes consulares en la

desembocadura del último rio mencionado desde las décadas de 1860, como débil

evidencia de su presencia en la reclamada frontera. (Quijano 1869, 527). A poco más que

eso se reducía la territorialidad estatal de Colombia en esta parte de la Amazonia por

aquella época.

En materia de política indigenista, el Concordato firmado por Colombia en 1887, un año

después de la promulgación de 1886, permitió a la Iglesia católica hacerse del control de la

mano de obra indígena, así como del proyecto civilizador, como se entendía la cruzada

evangelizadora misionera en delegación del Estado, tanto en los pueblos de misión, como

en los territorios habitados aun por infieles, o sea los que no se había logrado pacificar o

apaciguar bajo la fé católica. En la Amazonia, como se mencionó en otro trabajo (Zárate

2008, 224 y ss), la Iglesia asumió la tarea de evangelizar a los nativos de la región, haciendo

coincidir sus intereses con los de cada una de las naciones, luego de dividir su acción en las

zonas de frontera, en los diferentes compartimientos nacionales que se estaban

conformando. Es así como desde la última década del siglo XIX y la primera del siglo

siguiente, en las áreas fronterizas de Brasil, Colombia y Perú podemos evidenciar la

fragmentación nacional de la iglesia católica por lo que no extraña que se empezara a

encontrar capuchinos catalanes en el lado colombiano de la frontera, capuchinos italianos

en el lado brasilero y agustinos en el lado peruano de la misma. Esta delegación de

Page 25: Sincronías y desajustes en la territorialización imperial

responsabilidades estatales en manos de la iglesia en las regiones fronterizas, por lo menos

en el caso colombiano, ha perdurado hasta el presente, cuando vemos por ejemplo que

hasta comienzos del siglo XXI, la educación básica continuaba bajo la tutela de la iglesia

católica, bajo la modalidad de la ‘educación contratada’.

Conclusión.

En medio de los procesos de nacionalización de la Amazonia que se han relatado y como

resultado del avance de los frentes extractivos tanto de Brasil como de Perú y Colombia,

por su orden de importancia e impacto, con todas sus disparidades y también similitudes,

se fue configurando una región y una sociedad transfronteriza cuyas características se han

presentado en otros trabajos (Zárate 2008) y que se reflejan en alguna medida en las

dinámicas demarcatorias y de definición de límites, que finalmente, en su conjunto, son

resultado mediado de los contactos, conflictos, interacciones, flujos e intercambios, entre

sociedades y aparatos imperiales y nacionales por una parte, con los grupos de poblaciones

ribereñas y nativas que o bien han intentado resistir y rechazar, pasiva o activamente, las

pretensiones de avasallamiento y territorialización estatal de las primeras sobre las

territorialidades indígenas. El resultado final, la imposición negociada de estas

territorializaciones o, soberanías fronterizas según Harambour, de acuerdo a una

correlación de fuerzas que ha favorecido ampliamente, primero a Portugal y luego a Brasil

y en mucha menor medida a Perú y a Colombia, como puede verse en las cartografías

oficiales nacionales de cada uno de estos tres países. Al cabo de ese proceso, la población

nativa remanente y parte de la población cabocla, en el caso de la Amazonia brasilera, o fue

desplazada de sus lugares de habitación, fue parcialmente eliminada o fue subordinada y

obligada a trabajar, directa o indirectamente, en las empresas siringueiras o caucheras, al

mando de patrones y capataces que empleaban diferentes grados de violencia y compulsión

para su propósito, con la mirada complaciente de los relativamente pocos, inicialmente,

agentes estatales, militares o civiles, eclesiásticos o laicos de los tres países.

Lo anterior refuerza la idea de que la configuración y demarcación de los espacios

fronterizos en la confluencia amazónica de Brasil con Colombia y Perú a todo lo largo del

siglo XIX y por tanto del surgimiento de sociedades transfronterizas, independientemente

de la modalidad de organización estatal, imperial o nacional, fue el resultado de la

interacción de las sociedades de estos tres países representadas por sus relativamente

débiles Estados nacionales, al costo de la subordinación, invisibilización y casi completa

desarticulación de las sociedades y territorialidades indígenas remanentes. Todo esto con

el trasfondo y acompañamiento de la dinámica de una economía generada por la

extracción, transporte y comercialización de gomas elásticas que vincularon a la Amazonia

con la economía mundo de la época, al tiempo que la transformaban profundamente en

todos los sentidos y campos.

Desde una perspectiva política, en 1889 el imperio brasilero asumió, la modalidad de

gobierno republicana igualando, al menos formalmente, a sus homólogos fronterizos en la

Page 26: Sincronías y desajustes en la territorialización imperial

Amazonia. Hasta entonces, la organización imperial había soportado su avance territorial al

igual que sus acciones económicas y políticas de trato a la población indígena, aunque en la

realidad estas poco se diferenciaban de las prácticas compulsivas empleadas por las

naciones vecinas que se vanagloriaban de haber abolido la esclavitud indígena desde

comienzos del siglo XIX. Algo similar sucedía con la acción evangelizadora de la iglesia en la

frontera con respecto al trato con los pueblos ribereños, no se diferenciaban mayor cosa.

Algunos de los apartes de este relato se han elaborado en un dialogo y un debate académico

con uno de los pocos aunque muy reconocidos académicos brasileros que han estudiado a

profundidad la región brasilera fronteriza del Solimões, el profesor Joao Pacheco de

Oliveira, del cual sin embargo nos distanciamos al menos en dos sentidos a saber, la

interpretación sobre los alcances, la profundidad y la espacialidad del impacto de la

colonización imperial brasilera arriba de Manaos sobre las territorialidades indígenas, que

este autor sitúa en las dos ultimas décadas del siglo XIX, algo para nosotros muy discutible

y en segundo lugar, su concepción de la frontera, simplemente como un modelo

conceptual, algo así como un tipo ideal no ‘un objeto empírico real’, (Oliveira 2016, 105)

muy en concordancia con la sociología de Weber y no como un espacio real y material de

flujos, interacciones, conflictos, encuentros y desencuentros, según nuestra propia

perspectiva. A esto se suma el hecho de que la perspectiva fronteriza que nuestro

interlocutor plantea se circunscribe solo a la mirada desde el Brasil, lo que, a nuestro modo

de ver refuerza la errónea idea, aun predominante, de que la Amazonia es solo brasilera,

una perspectiva que, así sea de manera involuntaria, acaba suscribiéndose dentro de lo que

se ha dado en llamar nacionalismo metodológico. En contraste con lo anterior, aspiramos

haber logrado presentar aquí una perspectiva más integral de la historia y actualidad de una

región transfronteriza que ha sido el resultado de varias y no una única historia de contacto

nacional y regional en la Amazonia.

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