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Del gaucho Martín Fierro al guacho Martín Fierro: Redimensión del reclamo hernandiano en ritmo de cumbia villera Mariana Celeste Valle Villas y Literatura: Según Daniel Omar de Lucía, no puede pasarse por alto el antecedente de un cúmulo de expresiones literarias que desde comienzos de siglo, y aun antes, habían comenzado a reflejar una imagen de los barrios marginales de Buenos Aires anterior al proceso de industrialización sustitutiva. Una especie de prehistoria de la villa constituida por una serie de miradas de los espacios de la pobreza y la marginalidad donde habitaba el sub proletariado del Buenos Aires de la “belle epoque”. Espacios distinguibles de los conventillos de la Boca y Barracas, con fuerte presencia en la novela social y costumbrista de la época, y de los barrios de trabajadores calificados que se empezaron a formar en el oeste porteño luego del impacto de la electrificación del Tranway en 1899. El periodismo, el sainete, el relato costumbrista, las crónicas de viajeros y hasta la literatura de las vanguardias obreras se ocuparon de describir los basurales, mataderos y rancheríos donde vivían los marginados de la gran ciudad en expansión (V. DE LUCÍA, 2006: S/D). Para Silvia Saítta, la narrativa argentina escrita a finales del siglo veinte incorpora como uno de sus temas de reflexión el escenario socio-cultural abierto después del final de la década menemista, y lo hace poniendo en su centro la representación de la villa miseria como un espacio que condensa tanto los cambios en la estructura urbana post menemista como también los procesos que condujeron a la pauperización de vastos sectores de la población (V. SAÍTTA, 2006: 89-102). En la novela contemporánea, por ejemplo, observamos el tratamiento de este tema en el relato La villa de César Aira y Cuando me muera quiero que me toquen cumbia de Cristian Alarcón entre muchos otros.

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Del gaucho Martín Fierro al guacho Martín Fierro: Redimensión del reclamo

hernandiano en ritmo de cumbia villera

Mariana Celeste Valle

Villas y Literatura:

Según Daniel Omar de Lucía, no puede pasarse por alto el antecedente de un

cúmulo de expresiones literarias que desde comienzos de siglo, y aun antes, habían

comenzado a reflejar una imagen de los barrios marginales de Buenos Aires anterior al

proceso de industrialización sustitutiva. Una especie de prehistoria de la villa constituida

por una serie de miradas de los espacios de la pobreza y la marginalidad donde habitaba el

sub proletariado del Buenos Aires de la “belle epoque”. Espacios distinguibles de los

conventillos de la Boca y Barracas, con fuerte presencia en la novela social y costumbrista

de la época, y de los barrios de trabajadores calificados que se empezaron a formar en el

oeste porteño luego del impacto de la electrificación del Tranway en 1899. El periodismo,

el sainete, el relato costumbrista, las crónicas de viajeros y hasta la literatura de las

vanguardias obreras se ocuparon de describir los basurales, mataderos y rancheríos donde

vivían los marginados de la gran ciudad en expansión (V. DE LUCÍA, 2006: S/D).

Para Silvia Saítta, la narrativa argentina escrita a finales del siglo veinte incorpora

como uno de sus temas de reflexión el escenario socio-cultural abierto después del final de

la década menemista, y lo hace poniendo en su centro la representación de la villa miseria

como un espacio que condensa tanto los cambios en la estructura urbana post menemista

como también los procesos que condujeron a la pauperización de vastos sectores de la

población (V. SAÍTTA, 2006: 89-102). En la novela contemporánea, por ejemplo,

observamos el tratamiento de este tema en el relato La villa de César Aira y Cuando me

muera quiero que me toquen cumbia de Cristian Alarcón entre muchos otros.

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Pibes chorros:

En este trabajo pretendo referirme a la constitución de los llamados “pibes chorros”

y su tratamiento en la novela El guacho Fierro de Oscar Fariña (publicada en 2011)1.

El “pibe chorro” es un producto del neoliberalismo menemista. Según Daniel

Míguez “pibe chorro” no se nace, se hace y el “proceso por el que se llega a serlo resulta de

la interacción entre los individuos y las condiciones sociales en la que éstos se desarrollan

difíciles de generalizar”. Sin embargo, podemos detectar algunas pautas comunes.

Históricamente, la experiencia social de los jóvenes que hoy son conocidos como “pibes

chorros” fue constituyéndose a partir de los procesos de pauperización y marginación que

se desarrollaron a partir de la década de los 80 (….) en este contexto los humildes perdieron

posibilidades de ascenso social, con lo cual se estancaron en su condición de carentes (…),

comenzaron a perder terreno, dejaron de progresar o directamente retrocedieron en sus

posibilidades económicas” (MÍGUEZ, 2010: 61).

Durante los 80, los jóvenes con bajos niveles de escolarización, posiblemente hijos

de obreros manuales, comenzaron a experimentar la imposibilidad de repetir la trayectoria

de sus padres y vieron disminuidas sus opciones de encontrar un trabajo estable con una

remuneración mínima para cubrir sus necesidades y la de sus familias. (…) La máxima

peronista del trabajo a la casa y de la casa al trabajo que había definido el estilo de vida

de amplios sectores populares durante décadas, se hizo progresivamente inviable porque

había pocos empleos a los que recurrir y porque la casa cada vez existía menos como

ámbito de contención afectiva (V. MÍGUEZ, 2010: 64).

1 Si bien la novela es posterior al gobierno menemista, los conflictos que se desarrollan tienen que ver

directamente con este período, ya que es allí donde surgen los llamados “pibes chorros” y la “cumbia villera”,

como señala Míguez (V. MÍGUEZ, 2010: 113)

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En los 90, en la Argentina, la brecha entre ricos y pobres se amplió

escandalosamente y, para concentrar riquezas en pocos, hubo que ampliar pobreza en

muchos. Como correlato, se abandonó la pretensión de un modelo de seguridad que se

reconocía en las políticas económicas y sociales del Estado de Bienestar hacia un modelo

de la “inseguridad”, producto de la precarización, la desintegración y la exclusión social (V.

DAROQUI; 2009: 15-16).

Redimensión del paradigma sarmientino:

Recordemos que el libro de Fariña (autor paraguayo) surgió inicialmente como un

folleto que pretendía ser una invectiva contra el Ministerio de Guerra del Paraguay, pero

luego superó su proyecto esencial haciéndose extensivo al reclamo de la iniquidad social en

otros países, como el nuestro. Dicho ministerio, había absorbido fuerzas armadas de

sectores marginados por cuestiones raciales, socialmente y/o económicamente

desfavorables durante la llamada “Guerra del Paraguay” contra la triple alianza. En este

caso, además, Fariña renueva el contexto histórico de reclamo contra el liberalismo y el uso

de los sujetos carentes por parte del Estado neoliberal.

MF2 había surgido como una respuesta reivindicativa de los derechos del gaucho, en

1872, durante el proyecto liberal y como un reclamo a la famosa dicotomía “civilización o

barbarie” de Domingo Faustino Sarmiento.

Para Sarmiento, la civilización estaba en Europa, Inglaterra, Norteamérica y

Francia, modelos a seguir porque representaban el progreso, la modernidad y la ciencia. Por

otro lado, la civilización estaba en las ciudades que son las que tenía contacto con la cultura

europea y los nuevos ideales de estas tres naciones exitosas; sobre todo Buenos Aires, a

través del Río de la Plata, quien estaba destinado al éxito porque poseía el puerto, y era la

única que explotaba los beneficios del comercio extranjero y que además poseía poder y

rentas. Además eran aquéllas las únicas que poseían centros educativos y/o culturales:

2 De ahora en más Martín Fierro

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“La ciudad es el centro de la civilización argentina, española, europea; allí están los talleres de las artes,

las tiendas de comercio, las escuelas y colegios, los juzgados, todo lo que caracteriza en fin a los pueblos

cultos” (V. SARMIENTO, 2011: 37)

De hecho, la vida en las campañas, para él, se asemejaba más al esquema retrógrado

de España que, para intelectuales como Sarmiento, representaba un sistema anquilosado, la

contracara de la modernidad y el progreso. Por eso creía que el medio y las condiciones en

que vivía el gaucho actuaban negativamente sobre su carácter llevándolo a la barbarie.

En la inmensidad de una pampa despoblada e incomunicada del resto del país,

sarmiento creía que el gaucho desarrollaba sus instintos más primitivos porque debía

sortear toda clase de peligros naturales, como el avance de las bestias, lo que fomentaba su

carácter libertario y “salvaje”.

En el poema del escritor paraguayo, el reclamo contra el proyecto de “civilización o

barbarie” está marcado socialmente al interior de las ciudades mismas y se percibe

principalmente en una criminalización de la pobreza y la protesta social. Por otro lado, el

“uso” del “pobre” no sólo está en su protección militar sino también policial, reclamando

además los abusos cometidos por esta institución.

Lo que Hernández rescataba del gaucho, según expresa Suriano, era la rebeldía

popular inherente al él y su tradición contestataria, lo que significaba reivindicar una figura

que, al menos en la literatura, pretendía vivir sin recortes su libertad individual,

aborreciendo al amo, la ley, la patria y el ejército3.

Del mismo modo utiliza Fariña la figura del “pibe chorro”, sujeto joven y

marginalizado en el contexto menemista, que aborrece todo principio de una ley que no

considera tal, pues percibe al Estado como ilegítimo en su desprotección de los ciudadanos.

3 Para Alberto Ghiraldo, militante anarquista, el “gaucho (…) es un símbolo de valor, de abnegación,

de hombría, de altivez cívica (…) que no ha de dar vuelta jamás la cara ante el peligro ni ha de defraudar la

amistad ni traicionar la palabra a quien puso en él su confianza y su fe. (SURIANO, 2008:84)

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“Barbaridá” en el lenguaje de MF de Hernández no es lo que Sarmiento designa como

barbarie sino todo lo contrario: es la situación injusta del gaucho. El gaucho malo es

mentado en el contexto de una réplica expresa: "y después dicen que es malo el gaucho si

pelea”. Estas aserciones están visiblemente destinadas a denunciar la situación sin salida

que se le ha impuesto: “si uno aguanta es gaucho bruto/ si no aguanta es gaucho malo"

(citado por DEL CORRO, 1977: 60-61)

El gaucho, dentro del proyecto liberal, estaba destinado a ser peón sin derechos y es

justamente lo que denuncia Hernández, condenando el procedimiento de hacer del gaucho

una ficción de soldado para obligarlo a prestar servicio gratuito en propiedades privadas.

En este nuevo orden político en que se menta “el guacho”, el neoliberalismo

profundizó las “violencias estructurales” propias del capitalismo produciendo

transformaciones sustantivas en cuanto a la relación entre el Estado y la sociedad marcado

por un giro hacia el mercado como regulador excluyente de las relaciones económicas,

laborales y sociales.

Durante el menemismo, se ampliaron los llamados “barrios cerrados” para las clases

altas y aumentaron las “villas de emergencia”. Desde el propio discurso oficial se extendió

la discriminación a los sectores populares y los inmigrantes ilegales. (V. Filc, 2003: 185).

Fariña crea un nuevo MF proscripto –que mata a un boliviano y debe huir de la

policía- y retoma el fervor revolucionario del gaucho oprimido por la justicia. Desde “la

barbarie”, entonces, cuestiona el proyecto civilizador revitalizando la denuncia de

Hernández en el reclamo del “pibe chorro”.

Es destacable, por otro lado, que el MF de Fariña mate a un boliviano y no a un

negro como sucede en el poema de Hernández. Este giro de la narración describe el cambio

de sujetos fronterizos marginados en la Argentina. En tiempos de Hernández, el negro

ocupaba al igual que el indio 4el sector más vulnerado de las clases sociales, pero en el

4 Si, por un lado, el “guacho” de Fariña es un alegato definitivo sobre la tesis sarmientina y una

denuncia contra la discriminación hacia todo grupo segregado, en las bases del poema de Hernández,

paradójicamente, aun está presente la tesis del “bárbaro” en la figura de los indios a quienes sigue calificando

bajo este mote.

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período menemista, y actualmente, los inmigrantes de países limítrofes y los pobres en

general, ocupan dicho lugar5.

Las migraciones de sujetos en búsqueda de nuevas oportunidades laborales en el

siglo XX, acarreó a una gran masa de sujetos de países limítrofes. En la Argentina, se

produjeron actos de violencia hacia aquellas personas, denotando racismo y xenofobia.

Bolivianos y peruanos fueron los más perjudicados por estos actos vandálicos. En buena

medida, esto se explica por el argumento de la privación del trabajo, ellos eran “mano de

obra barata” y “le quitaban el trabajo a los argentinos”. En la película de Trapero “Bolivia”,

citada por Villa, se muestra cómo ese “argumento” genera violencia entre los más pobres:

Tal como sucede cuando el MF mata en un episodio confuso a un boliviano (V. BAREI,

2011:18).

Los códigos de la cumbia villera

Pese a los inicios colombianos de la cumbia y litoraleños de la bailanta, la evolución de

estos ritmos ya no permite identificarlos con la tradición rural sino con las diversas

generaciones de migrantes que no concretaron sus sueños de ascenso social. La bailanta y

la cumbia se identifican hoy en el imaginario colectivo con los trabajadores manuales, las

villas y la pobreza.

Para observar de qué manera, Fariña utiliza los códigos de la “cumbia villera”6 al interior

de su libro, veamos cómo estos mismo tópicos se presentan en el género mencionado.

La denominada “cumbia villera” representó en su dimensión simbólica los reclamos de

estos nuevos sujetos denominados “pibes chorros”; por ello establece una relación de

alteridad, es decir, de oposición a otros grupos, que permite la identificación del propio.

5 Para Silvia Barei, la genealogía del racismo en la Argentina puede analizarse bajo la operatividad

de tres metáforas: la del hombre “nuevo” que surge con la revolución de mayo que se elabora al mismo

tiempo que la metáfora del “bárbaro”; y la del “hombre presa” que aparece en los años 80 del siglo XIX y

con la llegada de los inmigrantes europeos y bajo el signo del positivismo lombrosiano (V. BAREI, 2011:18)

6 El autor, explícitamente, pretende transformar en “cumbia villera” al Martín Fierro de Hernández.

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Por ejemplo: el cheto, el anticumbiero, la gorra (o sea, la policía) o incluso el Estado. Estas

dicotomías se perciben también en libro de Fariña.

Con respecto a la policía:

“Hace mucho que sufrimo/ esta muerte tan ortiva/siempre abajo, nunca arriba/y en los muchos varios

caso/o te bajan de un cuetazo/o te entuban a la piba (FARIÑA, 2011: 78)

Con respecto al Estado:

“Ahí todito va al revés/ los milicos y sus peones/ buscan en las poblaciones/ reclutas pa trabajar/te sacan

para afanar/porque ellos son los ladrones (71).

O con respecto a “los chetos” (los “ricos” en el lunfardo porteño):

“Jamás me puedo olvidar/lo que esa noche pasó;/ dentrando una noche yo/al pabellón, un pescado/que

estaba medio mamado/ahí me desconoció//era un cheto e Capital/ que nada se le entendía/que flor de

papa tendría/en la boca ese marciano/lo único que repetía/es que era palermitano”(74)

E incluso los medios de comunicación que tergiversan la información:

De los males que sufrimos/hablan mucho los noteros, /pero hacen como los tero/para

esconder sus niditos:/en un lado pegan los gritos/y en el otro tienen los huevos (178)

Como vemos, el problema para el “guacho”, ya no es el militar que lo utiliza sin

retribución económica para pelear en la frontera o el “gringo” que le quita su trabajo sino el

“cheto” – al igual que en la cumbia- que lo condena por su condición económica, además

de la justicia que “sólo por ser pobre” lo persigue para condenarlo a una prisión donde

sufrirá los más crueles abusos de poder, o el ejército militar que por su situación

socioeconómica desfavorable querrá enviarlo a la guerra (recordemos que el libro de Fariña

entrecruza el contexto menemista bonaerense, donde nace el “pibe chorro”, con la invectiva

hacia el Ministerio de Guerra del Paraguay).

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Podemos percibir que estamos ante un nuevo esquema de justicia diferente y

excluyente donde la violencia genera más violencia en el reclamo del guacho que subsiste

en las cárceles:

“Ahí se ven las desgracias/ y llantos y violaciones/nadie le pida perdones/al pitu pues donde

dentra/roba y mata lo que encuentra/y quema los pabellones (45)

“Estaba el guacho en su pago/con toda seguridá/pero ahora… ¡la putamá!/la cosa anda tan

fruncida/que gasta el pobre la vida/ en huir de la autoridá (27).

El grupo Pibes Chorros surgió en 2001 -es decir, algo después de los grupos

pioneros de la cumbia villera Flor de Piedra y Yerba Brava- durante plena crisis del

gobierno de Fernando De La Rúa. Los conjuntos precursores de la cumbia villera, si bien

habían retratado la condición del “preso”, lo hacían desde la ética del arrepentimiento o del

acuso al estado o la “corrupción mayor”. En este caso, “Pibes Chorros”, establece muchos

de los códigos del prototipo de “ladrón noble”7 elaborados por Hobsbawm, pero sin dejar

de mencionar la violencia de estos sujetos excluidos, como podemos ver en la siguiente

canción:

“Somos cinco amigos/chorros de profesión/no robamos a los pobres/por que no somos

ratones/Buscamos la fija, entramos a un banco/pelamos los fierros/ y todos abajo” (Pibes chorros)

Toda esta construcción literaria del personaje marginal en el libro del autor

paraguayo está presente en las letras de cumbia: 1) El rechazo a la autoridad, 2) la denuncia

al Estado, 3) la violencia de las cárceles, 4) el consumo de sustancias, 4) la resignificación

7 El prototipo de “ladrón noble” de Eric Hobsbawm en sus clásicos estudios de bandidismo rural es el

siguiente:1)El ladrón noble inicia su carrera fuera de la ley, no a causa de un crimen sino como víctima de una

injusticia, o debido a la persecución de las autoridades por un acto que éstas, pero no la costumbre popular,

consideran criminal; 2) corrige ”los abusos”; 3)”roba al rico para dar al pobre”, 4)”no mata nunca si no es

defensa propia o en justa venganza”; 5)si sobrevive se reincorpora a su pueblo como ciudadano honrado y

miembro de la comunidad. En realidad nunca abandona su comunidad; 6) es ayudado, admirado y apoyado

por su pueblo; 7) es –cuando menos en teoría- invisible e invulnerable y 9) no es enemigo del rey o

emperador, fuente de justicia, sino sólo de la nobleza, el clero y otros opresores locales (citado por MÍGUEZ,

2008: 170).

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de la mujer-objeto mediante una postura machista y por último 5) el lenguaje soez y el uso

del lunfardo porteño. Veamos algunos ejemplos:

“Con tan solo 15 años y 5 de alto ladrón con una caja de vino de su casilla salió. / Fumando y tomando

vino intenta darse valor para ganarse /unos mangos con su cartel de ladrón. /Pero una noche muy fría el

tuvo un triste final, /porque acabó con su vida una bala policial. / Y hoy en aquella esquina donde su

cuerpo /cayó hay una cruz de madera que recuerda al pibito ladrón” (El Pibito Ladrón: Pibes Chorros)

“Se borró, ya no esta más/un viejo retirado. / Si el gordo te domina/ y ya no chorea más/

Andá a delegar en la federal/ cuando lo crucemo lo vamo a bajar/ quieren que le digan “el oficial”/ era

un gordo tranza/que se llevó la plata /que habíamo afanado /y lo vamo a emboscar /y no se va

escapar…” (El Gordo Vigilante: Pibes Chorros)

“Estaba en el baile tomando fernet con coca/ Y de repente una chica le metió/ Una pastilla color rosa/

La jarra seguía pasando de boca en boca /Mareados seguimos tomando /De esta jarra loca /Empezamos

a ver/ Dibujitos animados/ ¡Y todo el baile quedo/ descontrolado! / Salten todos de la cabeza/Salten

todos /Salten todos y no sean caretas: / Pinta el descontrol…” (La Jarra Loca: Flor de Piedra)

“Las pibas quieren sexo toda la noche, /las pibas quieren sexo sin parar /, las pibas quieren sexo toda la

noche /,las pibas quieren sexo y se lo vamos a dar…” (Las Pibas Quieren Sexo: Pibes Chorros).

Democratización de la cultura: Entre las minorías lectoras y “el gran público”:

Fariña renueva en su libro los reclamos más profundos que el libro Martín Fierro

tuvo dentro de un contexto liberal perjudicial para un personaje marginalizado por el

Estado, no sólo indiferente a sus vivencias, sino también reproductor de las injusticias y

desigualdades sociales que lo segregaron y lo hace a través de la música popular, utilizando

sus mismos códigos, lenguaje y sentidos.

De esa manera, traslada las problemáticas propias de un género popular que es

consumido por “el gran público” no lector proveniente de los estratos más humildes de la

sociedad hacia la minoría de la “cultura letrada”.

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Podemos ver en este acto, una reivindicación también del valor de la cultura popular

y de las ideologías de los sectores oprimidos por su capacidad monetaria, lo cual refuta

aquella noción que opone “lo culto” a “lo popular” (o a lo masivo) negándole a “lo

popular” la posibilidad misma de ser un espacio de producción de cultura, y esto lo hace no

sólo la aristocracia de derechas sino las izquierdas que, tomando al pie de la letra aquella

idea marxista, según la cual las ideas dominantes son las de la clase dominante, concluyen,

por lo tanto, que las clases populares no piensan (V. BARBERO, 2008: 14).

Preguntarse por la literatura consumida por el “gran público” supone democratizar

la cultura e incluso el sistema literario como un conjunto de bienes accesibles a los más

pobres también, lo que implica negar férreamente la postura legitimista de la cultura, para

la cual los bienes culturales “legítimos”, sólo pueden ser aprehendidos por los sectores con

mayor poder adquisitivo., ya sea por su inaccesibilidad monetaria o por su complicado

“adorno simbólico”, que lo torna “incomprensible” para “las masas”.

Si bien la poderosa industria cultural es artífice, en parte, de estas canciones,

también podemos ver en ella tácticas propias de los reclamos de los sectores discriminados

frente a la sociedad en que se insertan. Para Michael De Certeau:

“Marginal al discurso de la racionalidad dominante, reacio a dejarse medir en términos

estadísticos, existe un modo de hacer caracterizado más por las tácticas que por la estrategia (…)Táctica

es por el contrario el modo de operación, de lucha, de ‘quien no dispone de lugar propio ni de frontera

que distinga al otro como una totalidad visible (...) El consumo no es sólo reproducción de fuerzas, sino

también producción de sentidos; lugar de una lucha que no se agota en la posesión de los objetos, pues

pasa aún más decisivamente por los usos que les dan forma social y en los que se inscriben demandas y

dispositivos de acción que provienen de diferentes competencias culturales.” (DE CERTEAU, 1996: 44-

45)

¿Cómo se apropiaron del Martín Fierro los sectores carenciados en el siglo XIX?,

¿qué sentidos circulaban en las campiñas cuando el lector transmitía a sus “oidores” los

pasajes del famoso libro?, ¿qué secretas revoluciones y clamadas reivindicaciones

circulaban entre los payadores y su público al leer los versos del escritor argentino?

Recordemos que también “a Hernández lo leyó por muchos años un público cuantioso e

inaparente, a la vez representado por los sectores desposeídos, que se intercambiaban el

Martín Fierro casi a la juglaresca, en el submundo social y cultural a que los confinaba la

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plutocracia criolla; como producto infraliterario destinado a paliar la derrota del estamento

mayoritario de nuestra sociedad ya silenciado e inmovilizado por la ‘Cultura’” (DEL

CORRO, 1977: 122).

En verdad, lo que sucede con el Martín Fierro es que se convierte en tradición y, de

esta manera, pierde parte de su contenido recriminatorio hacia el Estado y la ley, que pueda

ser aplicable en otros contextos. ¿Qué sucede cuando una obra se canoniza?

Para Calligaro, quien estudia este fenómeno desde la óptica del tango:

“La mistificación de una expresión particular de la cultura popular como ‘lo nacional’ tiende a

concretar una de las estrategias de legitimación del Estado, en el sentido de resolver en el plano de lo

simbólico, conflictos que se dan en el plano de lo social. Se puede pensar pues, como una lógica

enraizada en ‘la tradición romántica’ que-en su construcción de la cultura popular a partir de una

exaltación y ritualización del pasado- pone el énfasis en la ‘diferencia’ (sus aspectos puros de identidad

local) sin explicitar la situación de ‘desigualdad’ de los sujetos sociales que la crearon y recrearon”

(CALLIGARO, 2005: 266)

Fariña actualiza al Martín Fierro y lo convierte en un “pibe chorro”, perseguido por

la justicia durante el contexto menemista que se enardece cantando contra toda autoridad

injusta y brutal –llámese policial o militar- que simboliza en definitiva la injusticia del

Estado ausente en su rol de benefactor. Ya lo decía Hobsbawm que el bandido “noble” –el

pobre que roba al rico- representa todo una figura en el imaginario de las clases desposeídas

de los barrios suburbanos que se vengan simbólicamente a través de sus acciones, de sus

frustraciones diarias (V. HOBSBAWM, 2003: 154).

De esta manera, le devuelve toda la impronta revolucionaria que tuvo en su época,

pero esta vez reclamo del héroe proscripto aparece en la voz de un guacho, con tono y ritmo

de cumbia villera…

Bibliografía:

BAREI, Silvia (2011) Pensar la cultura VI. Migrantes. Grupo Editorial GER. Cba.

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Términos críticos de Sociología de la cultura. Editorial Paidós. Bs. As. Pps. 10 a 17.

CALLIGARIGO, Eugenia (2005) “Se dice de mí… apunte sobre los procesos de

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DAROQUI, Alcira. (2009) Muertes silenciadas: La eliminación de los “delincuentes”.

Ediciones del CCC. Bs. As.

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SURIANO, Juan (2008) Anarquistas: cultura y política libertarias en Buenos Aires 1890-

1910. Editorial Manantial. Bs. As.

YERBA MALA (*)8 Selección de temas.

8 (*) Significa que se desconoce el nombre del disco de procedencia de las canciones y su fecha precisa de

edición, todas disponibles en el sitio web http://tuentimp3.com/l/693359 . Según Míguez, sin embargo, todas

ellas aparecieron alrededor de los 90 en Argentina.