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    SI HABLAMOS DE FORMACIÓN: A LAS COSAS MISMAS

    SE EDUCA PARA LA RESPONSABILIDAD CON LA CULTURA

    Profesor: Carlos Arturo Guevara A.

    RESUMEN.

    El siguiente texto trata el tema de la educación, asumida, en su forma más elevada, comoformación. Se asume la formación como el resultado más depurado de una relación constantey cotidiana entre los miembros e instituciones de una comunidad, en el marco de lascircunstancias del mundo que les toca vivir. Para el autor, la formación se hace palpitante yvisible en las prácticas diarias, en el comportamiento de los individuos, en los valores e ideasque orientan la vida de los mismos, en las actitudes frente a las particularidades oespecificidades de su entorno, en sus creaciones estéticas, en sus creencias, etc. El texto

    entonces, intenta encontrar analogías y relaciones entre la educación, como formaciónsubjetiva de los individuos, y las graves problemáticas sociales, económicas y políticas, enel contexto social e histórico colombiano, asumiendo este contexto como un elementoincorporado vitalmente en el horizonte de América Latina. Se traen consideraciones dealgunos de los pensadores padres del pensamiento latinoamericano y se establecen puntos decontacto entre sus teorías y las ideas generales de este ensayo.

    PALABRAS CLAVE: Responsabilidad ética y cultural, educación-formación, subjetividad,memoria histórica, libertad, sociedad.

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     1.  Planteamiento central

    Los resultados de los procesos de formación humana se consuman necesariamente comohechos históricos. La sociedad real, en un momento dado de su devenir histórico, es la

    revelación más clara del alma que se ha estado modelando y moldeando desde los principiosy prácticas educativas o formativas que dicha sociedad haya asumido como horizonteorientador de su espiritualidad. En otras palabras, hay una relación directa entre las prácticasde formación humana y las realidades histórico-culturales y políticas en cualquier sociedad. No puede decirse en verdad que el carácter  de una sociedad y las prácticas sociales que seescenifican en su cotidianidad van por un lado, mientras que los discursos y las prácticaseducativas o formativas que se han puesto en marcha, siguen un sendero en sentido contrario.Estos fenómenos son necesariamente interdependientes.

    Al contrario de lo que pareciera, nada es tan humana y espiritualmente concreto como losfrutos de la educación: sus “resultados” hacen visible todo un acumulado de orden subjetivo profundo, que se objetiva o se pone en escena en el comportamiento cotidiano de las personas, en sus hábitos, en las ideas y creencias que las orientan, en sus formas detratamiento interpersonal, en las prácticas efectivas en que discurre la cotidianidadcomunitaria – en síntesis, en su carácter . De hecho, eso de formar para la vida tiene una basede verdad más profunda de lo que se cree. En últimas siempre se forma para la vida.

    Hay que aclarar primero que todo, que en los términos de este escrito, formarse o educarse para la vida, es una acción vital, de carácter ontológico, que supera el margen limitado de prepararse para el desempeño de unas tareas técnicas o profesionales, en últimas, de ordeninstrumental. Formarse para la vida, concretamente, es formarse para la cultura, para laconvivencia gratificante; esto es verdaderamente constituirse como persona, como individuo.Y ésta es una tarea que se teje en el tranquilo transcurrir cotidiano: a través de las prácticasfamiliares y sociales, de las costumbres comunitarias, de las labores escolares, de lasinfluencias religiosas, políticas, comunicativas, estéticas, en las que, como prácticasintersubjetivas, discurre la existencia cotidiana de los hombres en la actualidad; en fin, laformación se entiende como constante y cotidiana constitución de la subjetividad de cadauno, gracias a las interrelaciones muy complejas en las que el individuo es afectado por todala fuerza del torrente cultural, pero en el que también tiene cierta posibilidad de reaccionarasumiendo o rechazando, al menos en parte, dicho capital cultural.

    Como resultado de estas prácticas cotidianas e intersubjetivas, la formación imprime en elindividuo una marca como ser humano, un tipo, decían los griegos, una especie de huella síquica o espiritual   -aquí llamado carácter - que le da la cultura y que lo distingue en susacciones y comportamientos concretos, en sus pensamientos, en sus sentimientos. El serhumano es, en últimas, -como dijo alguien- lo que la educación ha hecho de él, y esaeducación es en sí, un acontecer en el mundo de la vida práctica; formase es, en síntesis,resultado del intercambio constante en que deviene la existencia humana en todos loshorizontes del mundo compartido que habitamos.

    Si, como se decía arriba, una persona se forma para la vida, ello equivale a formarse paraactuar social, cultural e históricamente en el marco de unas creencias, de unas costumbres,

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    de unos valores, de unas tradiciones, de unos oficios. Entonces, la formación, o la educación,términos correlativos en este texto, tiene como propósito último dotar al individuo de loselementos básicos para ejercer su responsabilidad  social y e histórica. Educarse es hacersecultural e históricamente responsable por las palabras, por las acciones, por toda la estela deactuaciones que se desplieguen por parte de cada uno en su mundo entorno. Formar (se) para

    la responsabilidad   social e histórica equivale pues a preparar (se) esencialmente paraconvivir con otros, para respetar sus razones y sus creencias, para evitar cualquier forma deviolencia, para respetar la vida, para aceptar las diferencias, para vincularse afectivamentecon los demás, para ayudarse solidariamente; en fin, para contribuir al ennoblecimiento oengrandecimiento de la misma cultura en todos los órdenes que la dinamizan: el arte, alciencia, la política, la construcción de la cotidianidad, etc. Si éste no es el propósito medularde la educación, entonces se padece un desvarío histórico.

    En síntesis de lo dicho hasta aquí, la formación forma sujetos. Entendemos por sujeto aquelque vive su vida en constante interdependencia con otros, el que comparte sus días, suhistoria, sus vivencias, sus prácticas, sus creencias y sus acciones con otras personas a lolargo de su existencia, recibiendo y entregando permanentemente afectaciones de diversoorden. Se es sujeto, siempre e inevitablemente, en relación con una cultura; esto quiere decir,que se tiene o se adquiere la condición de sujeto en tanto el individuo se hace responsable frente a lo que recibe de la cultura; ser responsable como sujeto es reaccionar como tal frentea lo heredado de la comunidad: tomar una posición, decidir un destino, aceptar o rechazarunos modelos, unas formas, unas creencias y unas prácticas contenidas en el torrente de lasvivencias culturales, que son asimiladas de una forma particular por cada individuo en suhacerse permanentemente sujeto. Formarse es entonces acción misma de y para la cultura,explicitada como torrente de vivencias cotidianas, en el transcurso permanente de lastransacciones intersubjetivas.

    Ahora bien, formarse para ejercer una responsabilidad  social e histórica, exige, necesaria einevitablemente, educar (se), en el sentido más legítimo y auténtico, para una actividadcreadora y protectora de la cultura misma y de la vida. Cuando se afirma que se educa parauna actividad creadora y protectora de la cultura, se está implicando que la educación es unafuerza transformadora pero a la vez protectora de las estructuras legítimas y originarias de lacultura; transformar no implica abolir ni menos destruir lo esencial, lo propiamente profundo, heredado del alma colectiva, que está inscrito en los relatos, en los mitos, en lascelebraciones, en los festivales, en los modales, en las formas de tratamiento interpersonal,en las aspiraciones latentes y no dichas, que invocan y evocan en forma inmanente ytrascendente el espíritu de la cultura de una comunidad, de un pueblo o de una nación.Transformar exige, por esto mismo, una reflexión en tanto que, desde el capital propio,interiorizado de la herencia cultural, cada sociedad se expone a una relación dialéctica conotras culturas; en esta exposición  intercultural se presentan afectaciones recíprocas que provocan transformaciones específicas. Así, transformarse no se entiende comodesfiguramiento o dilución de lo propio, sino, al contrario, como fortalecimiento de lo propioen diálogo con lo diferente, conservando eso sí las estructuras esenciales sobre las que setejen los sentidos que orientan la existencia individual y colectiva.

    Con lo anterior, no se está afirmando que la formación o la educación cierren con cerrojosimpenetrables la cultura a las influencias e intercambios con otros pueblos o comunidades.

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    Lo que pertenece a otros pueblos o comunidades humanas como capital espiritual o cultural, puede tener una fuerza creadora tan importante que lleve a producir un impulso vital de lo propio. Esto no quiere decir que se olviden o abandonen, así no más, los sustratosorientadores de la cultura, pues estos son de orden espiritual y trascendental y no se puede,ingenuamente o por negligencia existencial, renunciar a ellos; de otro modo, se corre el riesgo

    trágico de desaparecer como forma de existencia en el ámbito de la humanidad. Son infinitaslas culturas y los pueblos borrados de la memoria del mundo, como consecuencia de dichanegligencia existencial; es decir, del abandono de lo esencial de sí mismas, y de la imposiciónviolenta o la adopción ingenua de elementos exógenos que, sin una adecuada articulación,han hecho desaparecer lo propio y han desfigurado a los sujetos y a las comunidades hasta el punto de no sentirse ligados a nada ni a nadie; hasta el punto de no sentirse responsables antenada ni ante nadie.

    Cuando no se tienen el sentimiento vivo de lo verdaderamente propio, el pathos y el ethos deresponsabilidad  cultural, no puede decirse que se esté formado para la cultura que es el télos último, como hemos dicho, de toda acción formativa. Cuando desaparece una cultura,absorbida o diluida por las prácticas, costumbres, lenguas, expresiones, creencias, gustos,ideas, modales, etc. impuestos o asumidos ingenuamente, puede decirse que la humanidadha perdido parte de su fuerza espiritual; se ha empobrecido y se ha extenuado la condiciónmisma de la vida. Es responsabilidad  entonces, de cada uno de los sujetos de una comunidado de un pueblo, y del conjunto de individuos, conservar las fuerzas originarias que alimentanla cultura aunque se esté en una especie de juego dialéctico permanente con otras culturas,sin que por ello se pierda el sentido de lo propio. En esto consiste, en últimas, que laformación o la educación hagan a los individuos sujetos responsables histórica yculturalmente. Leopoldo Zea escribía al respecto:

    … no se trata de renunciar a lo que se es para poder ser otra cosa. Se puede acrecentar

    el propio ser, ser lo otro sin dejar de ser. Ser otra cosa sin sentir vergüenza de lo que se

    es o ha sido. Lo que se ha sido y se es, como posibilidad de lo que se puede llegar a ser.Esto es, asimilar, una y otra vez y no encubrir, yuxtaponer, ocultar algo que no puedeser encubierto, oculto: la propia y peculiar identidad, identidad que ninguna experienciaextraña puede borrar. (Zea, Leopoldo; 1986: p. 27)

    Hay una subjetividad constituyente de mundo -escribe el profesor Germán Vargas-; diríamosuna esencia cultural de orden espiritual, un alma que sin duda sostiene a los pueblos en esalucha del mundo actual, frente al que cada uno debe asimilar parte de lo ajeno peroinevitablemente conservar aquello que la fortalece y le otorga un sentido de lo que es o puedeser.

    2.  A las cosas mismas

    Si volvemos al inicio de este texto, recordaremos la hipótesis allí propuesta: se decía que“hay una relación directa entre las prácticas de formación humana y las realidadeshistórico-culturales y políticas en cualquier sociedad. No puede decirse, en verdad, que el

    carácter de una sociedad y las prácticas sociales que se validan constantemente en su

    cotidianidad van por un lado, mientras que los discursos y las prácticas educativas que sehan puesto en marcha, siguen un sendero en sentido contrario. Estos fenómenos son

    necesariamente interdependientes.” 

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     Si aceptamos como válida esta consideración, y nos remitimos a lo que ocurre en nuestrocontinente, pero especialmente en los contextos históricos y cotidianos de nuestro propio país, surgen preocupantes preguntas que nos llevan necesariamente a presuponer básicamente dos cosas:

    (1) 

    que la educación -en el caso de que ella haya sido una preocupación sustancial delEstado y la sociedad colombiana a través del tiempo- no sirve, en síntesis, para casinada a no ser para impulsar hacia el desastre. Este hecho derrumbaría de plano lasusodicha hipótesis del comienzo; es decir, tendría que aceptarse que entre laeducación, de un lado, y las realidades y prácticas sociales y culturales, de otro, noexiste ninguna interdependencia ni correlación.

    (2) La otra opción, menos extrema pero igualmente preocupante, permite afirmar queuna educación de verdadera calidad y de alto valor ético que apunte a la construcciónde una nación grande y justa, no ha sido nunca preocupación del establecimientosocial ni político del país.

    En el primer caso, si se acepta como válida la afirmación de que la educación no sirve demucho para mejorar al ser humano en el ámbito espiritual, se está renunciando radicalmenteal ideal fundamental de la formación en dirección humanística, claramente expuesto porfilósofos y pensadores de todas las épocas y lugares (desde Platón, Aristóteles, Kant, hastaintelectuales latinoamericanos como Simón Rodríguez, Andrés Bello, José Enrique Rodó,Pedro Henríquez Ureña, Pablo Freire, entre otros); todos ellos han estado fundamentalmentede acuerdo con que es a través de la educación como se logra formar el alma humana en elhorizonte de construir un mundo y una sociedad mejores. Asumir y avalar la consideraciónde que la educación, a la larga, de poco o de nada sirve, sería aceptar resignadamente la ideade la proclividad humana a la agresión, a la destrucción, a la mentira, a la mediocridad, al placer más pedestre como forma consagrada de vida, etc. Esta última posibilidad ha sidotambién objeto de reflexión por parte de filósofos y pensadores de primer orden como Nietzsche, Schopenhauer, Freud, entre otros, para quienes el proyecto humano o bien es uncapricho cósmico, o bien, un hecho intrascendente y accidental, o bien, un conjuntomisterioso de pulsiones instintivas que, de no ser dominadas por la razón -esfuerzo casiimposible-, llevarán fatalmente a la propia autodestrucción.

    Ahora bien, en el segundo caso, según el cual una educación de alto compromiso ético yhumanístico que aspirara a la construcción de una nación 1, no ha sido nunca preocupacióndel establecimiento social ni político del país, implicaría una culpa de responsabilidadhistórica de quienes han tenido a su cargo la dirección política, económica, social y educativadel país; en últimas, responsabilidad de los dirigentes que durante siglos han estado al frentede un país al que hoy entregan en absoluta postración y descomposición ética, humanística,social, política y económica.

    1 Entendemos por nación un sentimiento compartido y profundo de unidad espiritual que se traduce en acción histórica

    concreta entre los seres que habitan un territorio. Conformar una nación es cristalizar en hechos y vivencias concretas -respeto-solidaridad, equidad, justicia social, amor- una unidad de afectos y sueños colectivamente idealizados por los quese lucha y se vive; y que, por encima de las diferencias propias y de la diversidad cultural de las comunidades, hermanan alos individuos y los impulsan a una acción trascendental que les da sentido de ser con otros y los anima a compartir yenfrentar un destino colectivamente.

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     La languidez evidente en que ha caído la espiritualidad colectiva respecto de laresponsabilidad de los individuos frente al destino común, permite incluso hablar de unacrisis de humanidad, de una crisis espiritual en Colombia. Basta para ello repasar algunosdatos sueltos sobre hechos cotidianos, que demuestran que el país ha devenido ya en un

    estado fallido, y que, por la magnitud de la crisis, las cosas parecieran no tener solución:

    Uno se pregunta:

    ¿Qué tipo de educación2, como dice la gente, les dieron a Pijarvey y a Megateo, losdelincuentes muertos en octubre pasado, para que tuviera las agallas que tuvieron:uno, descuartizar vivas a sus víctimas, cocinar sus partes y comerlas en un festín consus compinches; el otro, construir hornos crematorios rurales en los que metía vivasa sus víctimas para cremarlas y borrar cualquier rastro que pudiera inculparlo?

    -  ¿Qué tipo de educación, como dice la gente, se les ha dado a muchachos que enBuenaventura obedeciendo a jefes mafiosos, capturan a personas a las que pican por pedacitos, vivas, y las echan de alimento a los pescados de los ríos del Chocó? O aquienes en Medellín hacen lo mismo en las llamadas “casas de terror” que -de acuerdocon un informe de Medicina Legal, en octubre de este año- han desmembrado vivasa 25 personas?

    -  ¿Y qué tipo de educación, como dice la gente, habían recibido los paramilitares queen la “masacre de El Aro” en 1997, y en la “masacre de Apartadó” en el 2005, jugaban

    fútbol con las cabezas de las personas, entre ellas niños, a las que habían acabado dedegollar, según cuenta la exalcaldesa del municipio, Gloria Cuartas?

    ¿Qué tipo de educación, como dice la gente, recibieron los que permitieron que -según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)- Colombiatenga la poco honrosa posición de ser el tercer país con mayor desigualdad del mundo,después de Haití y Angola?

    -  ¿Qué tipo de educación han recibido miles de individuos pertenecientes a las mafiasque dominan el espacio público en Bogotá, cuando un informe de agosto de 2015, dela policía de la ciudad, dice que son quince las mafias que se adueñaron del espacio público en la ciudad? Todo puesto callejero que se ubique frente a una universidad oa la salida de una estación de Transmilenio debe pagar una cuota mensual de dosmillones de pesos. En el mes de diciembre, en el sector de San Victorino, un puestode venta de comida, de medias, de ropa, de juguetes, etc. vale hasta cinco millones de

    2 Ya afirmamos que la educación implica el proceso histórico, cultural y ético que una comunidad o una sociedad impulsan para que sus miembros sean capaces de ejercer una responsabilidad  social e histórica, y que pasa por la construcción deunas reglas de convivencia soportadas en el respeto, la solidaridad, la amistad, la creatividad, etc. Se ha expresado tambiénque la educación es cosa de toda la comunidad, desde la familia, los medios de comunicación, las organizaciones estatalesy religiosas, y no solo del aparato escolar como ente aislado de la sociedad. Educar exige, necesaria e inevitablemente, unaactividad creadora y protectora de la cultura misma y de la vida y esto pone, en nuestra opinión, a la educación como lafuerza transformadora por excelencia de una sociedad. 

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     pesos. Quienes piden limosna en el barrio Veinte de Julio los domingos tienen que pagar 50.000 pesos. Si van con un niño que les ayude a pedir deben pagar más y, sison discapacitados, la cuota les sube porque la gente les da más dinero. Todovendedor ambulante, de tinto, de frutas, de cosas de cacharrería, debe pagarles a lasmafias su cuota diaria. También, en las calles los mafiosos administran o cobran por

    el negocio de estupefacientes, servicios sexuales, hurto, reduccionismo demercancías, etc. A los que se oponen al pago de la extorsión los expulsan y si insistensimplemente los eliminan.

    -  ¿Qué tipo de educación, como dice la gente, recibieron los políticos del país y, enespecial, los de la Guajira colombiana, donde al menos 5.000 niños wayúu hanmuerto de hambre y sed en los últimos cinco años, según el documental del periodistae investigador Gonzalo Guillén? De hambre porque no tienen realmente qué comer yel abandono estatal es absoluto; y de sed porque el río madre de la región fuerepresado y su agua privatizada para el servicio de la industria agrícola y laexplotación de la mina de carbón a cielo abierto más grande del mundo. SegúnArmando Valbuena, jefe de dicha comunidad, el número de niños muertos porhambre y sed en esa comunidad alcanza los catorce mil, pues son cientos los casos de padres que no registran a sus hijos al nacer y que tampoco denuncian su muerte.Muchos mueren porque viven muy lejos de cualquier poblado y no existen vías decomunicación ni medios de transporte diferentes a los borricos. Carecen además deservicios como electricidad, acueducto, salud y educación. Todo lo anterior a pesarde que en los últimos veinte años ha recibido más de mil millones de dólares enregalías por la explotación del carbón y el gas de El Cerrejón.

    -  ¿Qué tipo de educación se ha propuesto como camino histórico y espiritual de un país, a una sociedad como la colombiana, que presenta cifras como las siguientes?:Según el reciente documento titulado Una nación desplazada, de octubre de este año,del Centro Nacional de Memoria Histórica, Colombia cuenta con más de seis millonesde desplazados internos, consecuencia de la violencia del Estado o de los diversosgrupos armados que históricamente han delinquido en todo el territorio. Además, másde diez millones de colombianos han tenido que emigrar del país a otras naciones para huir del terror interno o para buscar condiciones mínimas de vida que aquí leshan sido negadas. Según dicho documento, Colombia es el segundo país del mundocon mayor número de desplazados por la violencia, después de Siria.

    -  Si, como lo hemos dicho ya, a manera de idea central de este texto, la educación debeinscribirse necesariamente en el propósito de hacer al individuo responsable frente ala sociedad de su tiempo, ¿cómo podemos excusar a toda la sociedad de siglos ydécadas pasadas -incluidos nosotros, por supuesto- de haber sido inferiores alcompromiso histórico esperado y haber dejado que el futuro mismo del país seconsumiera en un abismo del que parece imposible salir? Qué se hizo o qué se dejóde hacer para que Colombia tenga uno de los peores sistemas de salud del mundoentero y que la mayoría de los recursos de este renglón se los roben grupos muy poderosos, ante la inoperancia o la indiferencia de las entidades de control? El mismoinvestigador Gonzalo Guillén afirmó que en Colombia las mafias son más poderosasque el Estado. ¿Qué se hizo o se dejó de hacer para que luego de 50 años de conflicto

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    armado, nuestro país alcance, de acuerdo con el informe de la políticamente moderadarevista Semana, la vergonzosa cifra de seis millones trescientas mil víctimas sóloentre los años 1985 y 2014, y casi el doble en los cincuenta años de guerra interna,resultado de prácticas delictivas como: desaparición forzada, secuestro, despojo detierras, homicidios, violaciones y torturas?

    En este mismo momento se están asaltando tiendas y personas en las calles o en las busetas; hay gente que ahora mismo, está trabajando febrilmente en la trata de blancas, en el contrabando, en el narcotráfico; hay cientos de personas y muchasempresas transnacionales o piratas que a esta hora están destruyendo bosques, páramos, ríos, lagunas como resultado de la explotación minera inmisericorde eirresponsable. Seguro que alguien está violando a una mujer o a un niño y otrosintentando sobornar a jueces, magistrados, policías, etc. para lograr algún favor ensus causas. Para no alargar la serie, digamos que, es caso común en los paraderos demayor congestión en Transmilenio, en las llamadas horas pico, ver atarvanes aquienes, sin importarles que haya señoras embarazadas, ancianos, niños, personas ensillas de ruedas, por tomar los puestos, se abalanzan, sin miramiento alguno, porencima de los demás; una vez acomodados, ríen y se jactan de su viveza.

    ¿Si, como afirmó el llamado maestro Echandía hace ya tantos años, desesperado alver lo que ocurría en su época, que éste es un país de cafres, qué se ha hecho para quedeje de serlo? Parece que absolutamente nada porque la educación en Colombia, hasido entendida por los tecnócratas que la diseñan y por los polítiqueros que lamanejan, meramente como instrucción instrumental; no se educa para la nación; seinstruye para las multinacionales. Y así se sigue entendiendo hoy la educación: comomero proceso para “fabricar obreros y operarios”; no como proceso para que los

    individuos se piensen en el marco existencial de sus circunstancias históricas,culturales, individuales y contribuyan a la construcción de una sociedad mejor. Si seeducara para asumir la responsabilidad de contribuir a la formación de una sociedadmejor, otro sería el país que se tendría. Como nota curiosa, a esos procesos meramenteinstructivos, que aquí lamentamos, es a lo que pomposamente las autoridadesdesignan como Colombia el país más educado .

    Después de esto uno se pregunta: ¿Qué es lo que llamamos educación? ¿Qué hemosentendido por ello? ¿Qué ha pasado con la educación en un país como éste en que ocurrencosas tan terribles y muchas, muchísimas más de las que se han citado? En fin, uno se pregunta ¿por qué la vida se ha vuelto tan dolorosa para la mayoría en este país? Por nuestra parte, para persistir, casi con terquedad, en la fe que profesamos, consideramos que es en laeducación donde debe buscarse la respuesta. No podría haber otra explicación: el hombre yla sociedad son lo que la educación ha hecho de ellos.

    Para tratar de responder a estos últimos interrogantes, otra de nuestras hipótesis es que elestado de postración histórico de nuestra sociedad, acrecentado en los últimos años en formaescandalosa, se debe básicamente a dos factores:

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    a) Se carece hoy de una conciencia histórica

     Ni la educación tradicional pública -y menos la privada- se han propuesto, en las últimasdécadas, y como factor esencial de sus procesos formativos, familiarizar y sensibilizar a los jóvenes y niños con el devenir histórico de su país y sus culturas. El conocimiento del pasado,

    como fundamento obligatorio de cualquier construcción social, política, económica, estética,etc. de una sociedad que planifique y determine su propio destino, no es preocupación sinode unos pocos en este país. Es lamentable la ausencia de una memoria histórica que oriente,como camino, como método, la existencia de la comunidad colombiana y de los ciudadanosen general. Quien no lleva consigo la herencia espiritual de su pasado colectivo, carece decualquier motivación para amar, para defender, para optar por ciertas prácticas vitales quellenen de sentido su existencia individual y la colectiva.

    Lo más preocupante es constatar que, a pesar de las evidencias del desastre, no se hace ningúnesfuerzo heroico que produzca en los jóvenes y en las personas en general, un impulso vital por comprender y sentir que la propia memoria histórica es el fundamento regulador de toda

    acción presente y futura. Cuando se habla de la memoria histórica se está haciendo referenciaa la espiritualidad de la cultura, una espiritualidad esencial que debe conservarse pues esherencia de un acumulado de siglos en que se han depurado los valores, las costumbres, lascreencias, los vínculos de las comunidades. Debe entenderse que las culturas no pueden seridénticas; que son fuerzas que se entrelazan, y chocan inclusive, en el escenario de unasrelaciones dialécticas que acontecen en el devenir de la misma cotidianidad; así, debeentenderse también, que la imitación ingenua de lo ajeno, además de quedarse en una burda parodia que desfigura lo propio, no enriquece sino que entorpece dicha espiritualidadcolectiva.

    Comprender y sentir que la memoria histórica es el fundamento de todo existir auténtico,

    lleva necesariamente a un sentimiento especial de cuidado de la cultura que es, en últimas, cuidado de sí; un cuidado de lo propio, que se objetiviza en las prácticas colectivas, en lasleyendas, en los mitos, en las tonadas, en los valores orientadores de la comunidad, en lascreencias, en el registro de los acontecimientos primordiales y trascendentales, en la poesíay la literatura, en los oficios, etc. Este cuidado de sí , como cuidado de lo propio de la cultura,como lo devenido y constituido en siglos de intersubjetividades que han compartido el mundode la vida, es, en efecto, el alma verdadera de una comunidad; es el lugar originario de sí, eslo que sostiene y puede sostener a un pueblo frente a las adversidades, a los retos y a losdesafíos del destino. Es el capital espiritual que no puede feriarse alegremente en los estradosde la imitación servil de lo ajeno. Cada cultura, para serlo de verdad, debe llevar en sí estamemoria de su propia anterioridad, esta huella de sus propias praxis históricas, este carácter ,

    que se expresa como un afecto respetuoso y noble hacia los más altos valores inspirados enel devenir cultural.

    Ahora bien, hay que afirmar también que hacer trascendente la propia historia, que sentir lo propio como lo auténtico de sí, como la fuente originaria de la espiritualidad, no garantizanecesariamente a los pueblos marchar por un camino seguro, hacia una supuesta perfección.La existencia siempre será una aventura incierta, pero el principio fundante determina que eldesconocimiento, la indiferencia o el desprecio de este acumulado espiritual equivale a

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     precipitarse en el abismo del no ser . En síntesis, tanto las personas como los pueblos queolvidan o dejan de lado el cuidado de sí , asumido o sentido como fundamento de su propioexistir, están condenados a no ser nada ni representar nada en el concierto histórico de lahumanidad.

    Si bien el conocimiento mínimamente claro del pasado nos lleva a entender la relatividad de

    las cosas, la fragilidad misma de las creencias, la precariedad de las organizaciones, la provisionalidad de las ideas, lo mismo que las irregularidades e inesperados recovecos de los procesos sociales, también es cierto que la memoria del pasado por irregular o quebradizaque sea, lleva consigo una forma de espiritualidad en sus creaciones, realizaciones, creencias,costumbres y prácticas, y que son estos los elementos esenciales a la hora de definir el caminoa seguir en las variantes circunstancias de la cotidianidad. En este sentido, es bueno atenderel consejo de don Simón Rodríguez, de que “inventamos o erramos” para indicar que másvale mirar el propio pasado para desde su conocimiento determinar los pasos a dar en el presente y en el futuro, que copiar alegremente lo que en otras partes pudo dar resultado peroque proviniendo de una historia, de una cultura y de unas circunstancias diferentes no puedenser asumidos irreflexivamente por otra sociedad. Construir la historia del mundo entre todos

    los pueblos de la Tierra implicaría el resguardo de lo propio a la vez que una adecuadaarticulación y asimilación de lo otro, en la medida en que eso otro pudiera contribuir al logromenos complicado de metas necesarias o propuestas como vitales en la estela del caminohistórico propio.

    Pero: ¿qué se quiere indicar cuando se habla de resguardar y resguardarse en la memoriahistórica como cuidado de sí? De hecho que no se está, en ningún momento, haciendoreferencia a un saber mecánico, a una erudición sofisticada de los hechos que han sido másnotorios en el transcurrir histórico de las comunidades. De poco o nada sirve saber la historiade las guerras de liberación, ni las leyendas o mitos que circundan con su aureola la cabezade los héroes, ni los nombres de lugares, y fechas en que ocurrieron sucesos importantes, ni

    los millones de datos que componen el repertorio de hechos denotativa y detalladamentecontados y descritos en los catálogos de los historiadores.

    Para el profesor Germán Vargas Guillén, en el texto titulado Pensar sobre nosotros mismos,la realidad no son sólo hechos o sólo datos. Al contrario, son formas de significacióncomplejas, y la memoria histórica, en lugar de reducirse al repertorio de hechos o de datos,se estructura más bien como sentido de tales datos o hechos; son sentidos dados a laconciencia de los sujetos en el marco de sus propias singularidades subjetivas: Escribe el profesor Vargas Guillén:

     No solo atendemos a la realidad como algo que hay, sino como algo que significa. En

    este caso significa quiere decir: presuponer el efectivo darse del dato, pero un darse consentido para quien lo experimenta, en relación con cualquiera de sus experienciasanteriores o futuras. Significa  quiere decir experimentar los datos dentro de latemporalidad de la conciencia, de un antes y de un todavía no. Lo que nos significa noes el dato por ser un “darse objetivo” sino porque frente a ello podemos decir sobre elinterés que puede tener para nosotros, por el placer o el disgusto que nos reporta… (pág.

    166)

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    Quedarse pues en los hechos, es reducir la historia espiritual de los pueblos a un simplecascarón vacío. La historia se compone más de acontecimientos que de hechos, aunque, desdeluego, el hecho, para dar su fruto esencial, se debe tornar acontecimiento. Cuando el profesorGermán Vargas escribe “darse con sentido” quiere expresar exactamente que el dato o elhecho dejan de ser meros tales y se constituyen en acontecimientos para la conciencia.

     Nosotros entendemos por acontecimiento la huella espiritual, la impronta síquica, si sequiere, que queda asentada, interiorizada como elemento esencial de la experiencia y quetrasciende hacia el carácter y la conducta real de los sujetos; a esto equivale la temporalidadde la conciencia;  y es en esta dimensión que se juega el sentido de la realidad. Losacontecimientos, pues, constituyen la verdadera memoria del  ser , en tanto sus efectos seaprecian en los individuos: en sus acciones, en sus ideas, en sus querencias, en sus juegos, ensus creaciones, en sus comportamientos, como formas visibles o expresiones objetivadas deuna dimensión profunda y densa de ese orden o estructura inconsciente y subjetiva queconstituye el ser . Este universo espiritual, esta alma, es la que de acuerdo con Heidegger, conJung y otros más, se expresa, se desoculta y se pone en evidencia en el arte, en la poesía, enla cultura colectiva y en el discurrir cotidiano de los individuos.

    Veamos un breve ejemplo que permite distinguir meros datos o hechos, de acontecimientos: Hablar de las guerras de nuestro pasado histórico y quedarse eruditamente en los sucesos -una historia como repertorio de datos o de hechos- equivale a adoptar una indiferenciacómplice con la violencia y con quienes la han ejercido a nombre de la objetividad de lahistoria. La historia nunca ha sido ni podrá ser objetiva. La historia no puede reducirsegrotescamente a los datos en su formalidad, pues ella debe trascender los hechos objetivos ycontemplarlos en el marco de las circunstancias históricas, políticas, económicas,geopolíticas específicas del momento. La historia no hace referencia a los hechos paraquedarse ahí; la historia trata con acontecimientos; es decir, hace trascendente el hecho. Ennuestro ejemplo y caso, la historia debe preocuparse por resaltar la inhumanidad de lasguerras; proyectar en la conciencia de las generaciones posteriores los sentimientos de dolor,de impotencia ante la injusticia, la indefensión y el abuso; tratar de que cada sujeto históricotome conciencia de la inconveniencia de la guerra para que no se repita; provocar en el otrola comprensión del sufrimiento ajeno para que se eviten repetir los hechos violentos y seconstruya una solidaridad efectiva hacia quienes han padecido los horrores, losdesplazamientos, los despojos y las humillaciones que la violencia trae consigo. En estoconsiste el sentido del acontecimiento: en transpolar el hecho a vivencia misma de los sujetos.Cuando en este ejercicio se hace referencia a una memoria histórica se está afirmando queella está constituida por acontecimientos y no por hechos o datos al margen de la subjetividadde los individuos. Así, educar o formar para la memoria histórica, equivale a poner enoperación los dispositivos sociales fundamentales: la familia, la escuela, las instituciones, losmedios de comunicación, etc. en la constitución de una conciencia de vida más que en laatención meramente denotativa a los hechos.

    Pues bien, dicha memoria histórica, dicho espíritu auténtico del pasado -que es el que posibilita el verdadero cuidado del alma de la cultura- es algo extraño para la mayoría de jóvenes de hoy, no por incapacidad propia sino por irresponsabilidad de una sociedad preocupada más bien en contagiar a los muchachos con las vertiginosas y cambiantes propuestas del consumismo enajenante y hedonista que suspende la conciencia de todos ycongela cualquier noble reacción que pudiera ensayarse. Las formas análogas de reacción

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    actual entre las distintas generaciones, enajenadas para el consumo desaforado y para ladesmedida ambición del lujo, permiten conjeturar la dilución de las estructuras auténticas delalma histórica y su reemplazo por engañosas concepciones de mundo, resultado de actosreflejos bien calibrados a través de los diversos dispositivos con que cuenta el sistemadominante. Los muchachos, en general, no saben ni entienden lo que pasa ahora mismo en el

     país; son incapaces de articular los acontecimientos de orden político, económico, social,estético con lo que ha ocurrido en el pasado inmediato o distante, o con lo que ha ocurrido yocurre en otras partes del mundo, para lograr entender las correlaciones ycorreferencialidades entre ellos. El llamado proceso de paz, por ejemplo, no está conectadocon su vida simplemente porque la mayoría no sabe nada de la violencia de doscientos añosatrás: No les caben en la cabeza ni les preocupan asuntos como la Guerra de los Mil Días, lamasacre de las bananeras, los crímenes de Sucre, de Jorge Eliécer Gaitán, de Pardo Leal,Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro, entre otros. No les importa la miseria ajena y se centranen la búsqueda de su bienestar egoísta. Se jactan de trabajar para multinacionales -y lomanifiestan orgullosamente- sin chistar nada por la destrucción que esas mismas empresascausan en los ríos, en los páramos y bosques del país; y mucho más callan cuando saben queesas mismas empresas (Drumond, Chiquita Brand, Colombian Gold Mines, y otras) pagan agrupos de asesinos para que maten campesinos renuentes a entregar sus tierras o asindicalistas que intenten defender lo público.

    Las llamadas telenovelas -eufemismo tramposo para disfrazar la apología de lo mafioso, enque se recrea, en los sórdidos laboratorios de los canales privados de la televisión, la vida deabyectos delincuentes, exaltándolos casi con delirio en ocasiones-, tienen una audiencia de proporciones jupiterinas frente a los cuatro desadaptados  que siguen un programa dememoria histórica en alguno de los canales públicos.

    Finalmente, la mayoría de personas no se siente identificada con nada de lo que artistas ycreadores han hecho como obras importantes para tratar de recuperar esa alma nacional, eseespíritu refundido de lo que somos y que, paradójicamente, está en algún lugar y puederecuperarse si hay una voluntad política y una fuerza general que lo promueva. Nuestrasmúsicas, nuestras tradiciones familiares o locales, nuestras danzas, nuestra poesía, nuestraliteratura, nuestro folclor, nuestro arte, son totalmente desconocidos o son vistos como cosasanticuadas y sin valor. Hay teóricos que, desde sus elucubraciones retóricas, justifican esteolvido de sí, esta pérdida de la memoria que es pérdida del  ser , acudiendo a teorías queesconden el verdadero problema por la incapacidad misma de asumirlo con responsabilidad.

     b) Un deseo auténtico hacia la libertad.

     No vamos a hacer una descripción exhaustiva del deseo. Ya sabemos, por tantos hombres deciencia que han pensado tal asunto, que el deseo es una fuerza decisiva de la condiciónhumana; una fuerza que, cuando es incontrolada, puede precipitar a los individuos en eldesastre pero que, a la vez, si se regula a través de una conciencia clara de la realidad, puedeconstituirse en una fuerza descomunal y liberadora del hombre y de la cultura. Como el deseoes fuerza constituyente e inevitable del ser, los poderes en la sociedad actual, conscientes deello, a través de sus dispositivos, ejercen una presión permanente, mediante estímulos biencalibrados, para inclinar esa fuerza hacia el logro de sus fines particulares. Las fuerzas políticas y económicas dominantes, por este medio de manipulación de la dimensión

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    desiderativa, conducen necesaria e inevitablemente a la esclavitud , entendiendo por ésta eldesvío histórico y la pérdida de la memoria como vocación espiritual, arraigada en lo profundo del pasado histórico colectivo. Se esclaviza al hombre haciéndole perder sumemoria, sustrayéndolo a la conciencia de su devenir histórico existencial. Un esclavo esaquel que no se siente ligado a ningún referente vital inscrito en su conciencia; es un

    individuo sin memoria espiritual; no puede ni sabe defender nada; carece de fuerza vital paracomprometerse y ser responsable socialmente..

    Pues bien, pareciera que en nuestra sociedad colombiana, no hay un deseo, un impulso vitalhacia la libertad. Pareciera que se ha perdido todo contacto con la Tierra como portadora delsentido orientador del hombre y de la sociedad en el mundo. Perder el contacto con la Tierraes caer en el olvido de sí , quedar sin memoria de ser : esto equivale a quedar preso de cualquierilusionismo que se impulse sobre los escenarios sociales. No parece ser posible resistenciaalguna, porque toda resistencia se ejerce sólo desde la posesión de una memoria histórica.Sin memoria no hay nada que defender. Los pueblos originarios al menos, a pesar de unainferioridad infinita ante la fuerza bruta, opusieron, no obstante, una resistencia heroica a lasfuerzas que propendían por su destrucción: citemos unos pocos casos:

     Anacaona, india de raza cautiva. Anacaona de la región primitiva, Anacaona oí tu voz. Cómo

    lloró y cuánto gimió. Anacaona, oí la voz de tu angustiado corazón. Letra y música de CheoFeliciano, canto sentido a la india taína cuyo nombre significa  Flor de Oro, que luchó hastasu muerte por impedir que los invasores hollaran el territorio de su patria, por impedir que se pisoteara la Tierra en la que su pueblo había construido su alma durante cientos de años enel territorio actual de República Dominicana.

    Hatuey, cacique de la isla de Quisqueya, llamado el  Primer rebelde de América; aquel quequiso que lo propio perdurara porque un pueblo sin alma no existe. Condenado a la hoguera por el conquistador Diego de Velásquez, preguntó al cura que intentaba darle los consuelosque no estaba pidiendo, que si los españoles también iban al cielo. Cuando recibió larespuesta afirmativa, rechazó los rezos cristianos afirmando:  No quiero yo ir allá, sino alinfierno, por no estar donde estén y por no ver tan cruel gente.

    Guaicaipuro, el líder heroico de la resistencia indígena venezolana, quien luego de luchasdesiguales, viéndose acorralado por la turba española que lo asediaba, para no entregarse, prendió fuego a la choza en que se encontraba porque prefería morir libre que preso de losinvasores. Ahora, hace pocos días, acaba de ser rescatado como simiente de la nacionalidad;su estatua se erigió el 12 de octubre de este año en la principal avenida de Caracas, enreemplazo de la de Cristóbal Colón, que por siglos existió allí y que fue derrumbada y llevadaa los sótanos fríos de la historia. Esto causó, por supuesto, el escándalo de la derecha, a laque ni un poquito le conviene que se respete la memoria histórica.

    Guaitipán, o más conocida como la Gaitana, la cacica de Timaná, en lo que hoy es el Huila;luchó titánicamente contra los españoles, en venganza por el asesinato de su hijo por partedel español Pedro de Añazco. Los ecos heroicos de la resistencia de su pueblo, llegarían hastahoy si la realidad no estuviera tan ensordecida por la propaganda.

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    En fin, sin extendernos tanto en estas singularidades históricas, lo que debe resaltarse es elcontraste entre quienes descubrían el valor de su existencia en una conciencia afincada en lasraíces del tiempo, en su ascender desde las oscuridades milenarias a las vivencias de su presente, y quienes hoy, avasallados por la demagogia de todos los tipos, se debaten en lasinmediateces de un orden social vertiginoso en el que nada permanece o en el que nada deja

    espacios para ser pensado en una perspectiva existencial que pudiera confrontarseinteligiblemente. El mundo enajenado de hoy evita la confrontación de sus sentidos con lossentidos del pasado cultural porque simplemente no resiste el análisis; quien tenga la potencia para este tipo de confrontación existencial en la lucha por el sentido de sí y de su colectividaden el mundo, pronto descubrirá que este mundo inmediatista en que se debate la sociedadactual desfigura a los individuos, los distrae de su vocación y su responsabilidad históricas yde sus compromisos ontológicos; es un mundo sin ser , caído, en efecto, en el vacío de sí.

    Paradójicamente a lo que puede pensarse siguiendo el sentido común, cuando el título de esteapartado hace alusión a la libertad, está negando precisamente esa proclividad sin aliento delas sociedades decadentes a ir instintiva o ingenuamente por donde el simple impulso lasarrebate. Proclamamos la libertad como el logro superior de un esfuerzo de la razón, unarazón capaz de contrapesar la corriente que viene del lejano pasado espiritual de lacomunidad, con el fluir del presente, en una síntesis enriquecedora de la que resulten lasarticulaciones intersubjetivas e interculturales a través de las cuales cada cultura se fortalececon lo otro, evitando así su propio desaparecimiento. En esta medida, ser libre debe asumirsecomo la aceptación vital de un compromiso con las voces del pasado, con el presente y conel futuro del alma cultural; ser libre implica seguir el camino espiritual trazado desde siglos,como una estela arquetípica colectiva, por todas las generaciones anteriores que hansembrado en los campos de la cultura; es decir, que han hecho sus aportes a la constituciónde un alma histórica que no puede desvanecerse ante los embates que encuentra en su camino.

    Así pues, los dos apartados anteriores: el de la conciencia histórica como necesidad esencialde la cultura y el deseo auténtico de libertad , en lugar de contraponerse, se correlacionan yson inseparables e interdependientes. Podría decirse que sólo es libre el hombre paraenriquecer la cultura y que ésta debe ser el telos de toda comunidad pues es en la culturadonde se encuentran tanto la fuente legítima de todo existir como las estructuras que orientanel camino histórico de una sociedad.

    3.  Algunas posibilidades

    Para enfrentar los problemas enunciados en el segundo apartado y propender a la vez por unaeducación que lleve y facilite el ejercicio de la responsabilidad, una responsabilidad  sociale histórica, como enunciábamos en el primero de los apartados de este escrito, unaresponsabilidad ética en el sentido más legítimo y auténtico, orientada, como se decía, haciauna actividad creadora  y  protectora  de la cultura misma y de la vida, no debemos, enconcordancia con lo hasta ahora expuesto, aplicar o ensayar fórmulas “mágicas” por fuera denuestra propia realidad y de nuestras propias expectativas históricas.

    En primer lugar, no podemos trasladar ingenua o crédulamente a nuestra sociedad, estrategiaso medidas, planes o diseños que supuestamente han dado resultado en Finlandia, en EstadosUnidos, en Francia o, inclusive, en España. Paul Ricoeur, al analizar las relaciones entre

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    discurso jurídico y acción social, considera que no se pueden aplicar leyes generales a casos particulares. Por el contrario, piensa Ricoeur, todo asunto jurídico como social debe elaborarcada vez decisiones con referencia única. (Ricoeur, P. 2010. Pág. 189) La única opción quetenemos es, en realidad, nuestra propia historia: sólo acudiendo a nuestra memoria histórica-como se decía arriba- podremos determinar el país que queremos o que necesitamos.

    Únicamente buscando en las profundidades de las estructuras espirituales que parecieranhaberse extraviado, pero que residen en el fondo de la subjetividad de los individuos y que pueden rescatarse y aglutinarse en torno a un proyecto social, a un proyecto de nación, nuestrasociedad podrá avanzar en una dirección en la que se cumplan los sueños de una propuestaeducativa humanística que lleve a la construcción de una nación grande y justa, en que seareal poder convivir con otros, respetando sus razones y sus creencias, evitando cualquierforma de violencia, honrando el valor más alto que es la vida, aceptando y defendiendo lasdiferencias y vinculándose afectivamente con los demás, para ayudarse solidariamente.

    Buscar en lo propio, en nuestra esencia espiritual aquello que puede rescatarnos como nación,guarda, en efecto, una perfecta sintonía con las ideas de los padres fundadores, de los padresdel pensamiento latinoamericano y de algunos autores contemporáneos; se justifica que, entan importante cuestión, salgamos de nuestro propio nicho de reflexiones y tomemos algunasconsideraciones generales de tales autores:

    -Bolívar afirmaba que la misión de América Latina era de orden supranacional. La Carta de Jamaica, de la que el pasado septiembre se cumplieron 200 años de su escritura, es unllamado a una lucha heroica por la unidad no meramente formal sino esencial de todas lassociedades latinoamericanas. Para Bolívar, América Latina equivalía a una formaciónabstracta de orden histórico y espiritual. No era, según su pensar, una mera determinacióngeográfica: era un alma construida desde los misteriosos y míticos orígenes perdidos en lanoche de los tiempos; desde los pueblos precolombinos, sus infinitos mitos, sus lenguas, susrituales, creencias y costumbres hasta los también infinitos componentes de tantos puebloscomo han llegado a estas tierras (todo un acumulado infinito de la memoria). Así, AméricaLatina es dueña de un alma que se ha venido constituyendo en el marco de su propiacotidianidad histórica; es una especie de mundo extraño o encantado, henchido de leyendas,sentimientos, lenguajes, formas de significar y de asumir la vida, subjetividades quecomparten la existencia, tiempos inconmensurablemente distantes  que se juntan y queconfluyen en el milagro de su realidad y en las realidades milagrosas del arte y la cultura.Para Bolívar América Latina era una especie de totalidad espiritual -imposible como ideafáctica pero soñada como ideal- que incorporaba y articulaba en un solo haz todos los ángulosy horizontes infinitos con que se han tejido todos y cada uno de los pliegues de su existencia.En la Carta de Jamaica se ve una América Latina dueña de un sentido de sí misma y de unosanhelos teleológicos de unidad que subyacen a todo lo exterior que puede ser diferente, peroque no son más que variaciones de una misma melodía. La unidad bolivariana debe proyectarse desde lo auténticamente propio.

    Esa especie de unidad espiritual  sigue latente a pesar de las escisiones aparentes, a pesar delos conflictos, a pesar de las particularidades. Existe un sentir que aglutina, una hermandadde sangre en torno a unos valores y a unos ideales de orden histórico. Para Bolívar, estaAmérica Latina es dueña de una historia no escrita artificiosa o engañosamente con meratinta en los manuales de enseñanza o en los periódicos. Es dueña de una historia escrita con

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    la sangre de estos pueblos en sus luchas comunes, en sus sentimientos compartidos, en suhistoria, fundada en vivencias análogas; en fin, en una historia existencial que constituye, ensí, esa espiritualidad compartida.

    En otro de los famosos textos de Bolívar, en su Discurso de Angostura, el libertador advierte:

    Uncido el pueblo americano al triple yugo de la ignorancia, de la tiranía y del vicio, nohemos podido adquirir ni saber, ni poder, ni virtud. Discípulos de tan perniciosos maestros,las lecciones que hemos recibido y los ejemplos que hemos estudiado, son los másdestructores. Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza; y por el vicio se nosha degradado más bien que por la superstición. La esclavitud es la hija de las tinieblas; un

     pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la ambición, la intriga,abusan de la credulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos de todo conocimiento

     político, económico o civil; adoptan como realidades las que son puras il usiones ; tomanla licencia por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la justicia… Un

     pueblo pervertido si alcanza su libertad, muy pronto vuelve a perderla; porque en vano seesforzarán en mostrarle que la felicidad consiste en la práctica de la virtud. (Bolívar. 2011.Pág. 4).

    El engaño viene, de hecho, de haber sido ingenuos frente a lo externo; porque, enefecto, acatar, imitar, obedecer es caer en una forma de esclavitud, dado que losmodelos impuestos o importados responden bien a los intereses de otros pero no a laverdadera vocación y necesidad históricas de estas sociedades; por ello, son perniciosos y destructores y hasta hoy prácticamente lo han sido.

    Las sociedades latinoamericanas son como un haz de pliegues diversos que se juntan yconviven en sus diferencias, es a lo que se ha dado en llamar mestizaje. Para Bolívar, como para Martí, y para muchos más, la espiritualidad de América Latina se expresa

    exactísimamente como mestizaje, que equivale no a un concepto racial simplista, sino a una forma de ser  que se fundamenta en unas matrices de orden subjetivo que surgen de las raícesmismas de la experiencia y la historia compartidas, del acontecer histórico común. Trayendoesa tesis a lo específico de nuestro país, debe afirmarse, sin duda, que Colombia es mestiza;es decir, dueña de un orden multicultural constituido en siglos de historias diversas que hancompartido un territorio pero que, lamentablemente, no han podido urdir un tejido unitarioen el que cada hilo, cada punto, siendo único, no obstante, sea parte vital para la existenciadel conjunto. En otras palabras, la diversidad de ideas, de tradiciones, de costumbres, deintereses, etc. no han podido encontrarse en la esfera de un diálogo enriquecedor que permitasuperar la crisis histórica de la discriminación. En la realidad colombiana, la constante sonlas diversas formas de “existencialidad” que chocan y se tensionan hasta el punto de no

    conceder ningún reconocimiento a lo diferente. El centralismo oligárquico estatal, lasaristocracias terratenientistas y las empresas nacionales o transnacionales con sus lógicas (sus cosmovisiones) y sus intereses prácticos, de un lado; y de otro, los pueblos indígenas ylos pueblos afrodescendientes con otras cosmovisiones mucho más complejas y hastamágicas, las clases campesinas, obreras y el pueblo en general, nunca han podido construiruna estructura social en que se haga factible el reconocimiento del otro como parte vital dela nacionalidad. Así, en esas tensiones, el destino legítimo del país se ha extraviado, se ha

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    empobrecido humanamente la sociedad y se han desperdiciado los mejores talentos dehombres y mujeres que hubieran podido elevar el alma nacional a un alto grado civilizatorio.

    Esta América Mestiza, entendida como forma de espiritualidad compartida, de Bolívar yMartí, se corresponde con el mismo sueño de José de San Martín y del Che Guevara; con la

    idea llevada a La expresión americana por Lezama Lima; con La Raza Cósmica, de José deVasconcelos; con el  Inventamos o erramos  de Simón Rodríguez; con  América comoautodescubrimiento  de Leopoldo Zea; con el  Ariel   de José Enrique Rodó; con la obra Latinoamérica: las ciudades y las ideas, de José Luis Romero, y un largo etcétera que losustenta.

     Nuestros destinos están ligados ante los mismos enemigos internos y externos, ante igualescontingencias. Víctimas podemos ser de un mismo adversario. De ahí que la historia denuestra América Latina haya de ser estudiada como una gran unidad, como la de un conjuntode células inseparables unas de otras, para acabar de entender realmente lo que somos,quiénes somos, y qué papel es el que habremos de desempeñar en la realidad que nos circunday da sentido a nuestros destinos. (Carpentier, Alejo; 1981: p. 87).

    -Horacio Cerutti, el filósofo argentino, en su obra De varia Utópica, hablando de la necesariaunidad de América Latina afirma:

    La utopía bolivariana de la unidad continental sigue siendo una tarea y un sueño devigilia vigilante para los latinoamericanos. Si “latinidad” algo significa para nosotros, esen este contexto muy especial de la lucha por nuestra propia afirmación política ycultural.(Cerutti. 1989. Pág.168).

    Para Cerutti, lo utópico no es un equivalente a una quimera enfermiza o antojadiza que seinstala en la cultura o en la conciencia de los individuos a manera de un embelecoinsustancial; utopía es para este autor una fuerza imaginativa y creadora que permitevisualizar un proyecto histórico deseable y posible frente a los problemas cruciales de uncontinente como son: la miseria, la opresión, el totalitarismo mesiánico, la injusticia, todo loextraño que se ha impuesto en el continente para acallar esas fuerzas profundas e invenciblesque claman por una idea de mundo mejor para todos; eso es una utopía, un proyecto históricoque requerirá todo el supremo esfuerzo de hombres y mujeres por enfrentar su propio destinoy cumplir sus ideales sin las tutelas externas; en fin, las luchas utópicas e incansables por unaidea de la existencia mucho más elevada, en un continente que nació a la luz de infinitos procesos y que sigue surgiendo en sus sueños; un continente aun indefinible, aunincomprendido, aun por formar.

    De otro lado, para José de Vasconcelos, por ejemplo, hay un destino trascendental paraAmérica Latina; así como los norteamericanos se inventaron aquello de que ellos son providenciales y que su destino manifiesto es guiar al mundo, América Latina, posee, ésta sí,la fuerza necesaria para mejorar el mundo; esta fuerza se hace manifiesta en sus recursosnaturales, en su infinita diversidad cultural, en sus manifestaciones estéticas, en la belleza desus territorios. Escribe Vasconcelos:

    El camino que hemos iniciado nosotros casi no se explicaría si no se fundase en unasuerte de clamor que llega de una lejanía remota, que no es la del pasado, sino lamisteriosa lejanía de donde vienen los presagios del porvenir (pág. 22). Nosotros nos

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    hemos educado -dice- bajo la influencia humillante de una filosofía ideada pornuestros enemigos, si se quiere, de una manera sincera; pero con el propósito deexaltar sus propios fines y anular los nuestros. De esta suerte, nosotros mismos hemosllegado a creer en la inferioridad del mestizo, en la irredención del indio, en lacondenación del negro, en la decadencia irreparable del oriental. Comencemosentonces -continúa, y nos parece que Simón Rodríguez aplaude a través del tiempo-haciendo vida propia y ciencia propia. Si no se liberta primero el espíritu, jamáslograremos redimir la materia. (Vasconcelos. 1986. Pág. 33)

    -Más cercano a nuestra época, Paulo Freire en Pedagogía de la Autonomía, considera que laeducación implica el respeto a las diferencias y que cuando se habla de unidad no se estáhaciendo alusión a formas externas, a apariencias formales sino a estructuras profundascompartidas y constituidas históricamente; para Freire, son estas estructuras o  principios,como él los llama, los que orientan la existencia de los pueblos. Educarse es reflexionar desdesí y desde los propios contextos: esto equivale a que el individuo se piense en lascircunstancias históricas de su presente siendo dueño también del espíritu del pasadohistórico; a esto es a lo que él llama curiosidad epistemológica; jóvenes y niños que piensan

    y crean posibilidades de conocimiento desde sus propias historias y circunstancias, en lugarde reducirse a ser repetidores de ciencia hecha o de datos elaborados desde perspectivas deotro orden o desde una racionalidad excluyente que él denomina educación bancaria.

    Pensarse implica en Freire dialogar, más que polemizar por teorías que se excluyen; dialogares ver puntos de encuentro o de afinidad. Y educar no es transferir, depositar información,sino generar espacios para la autorreflexión, para la creación de posibilidades de comprensióndel papel de cada uno y de su sociedad en el mundo. La construcción del conocimiento, parael autor brasileño, marca la asunción del sujeto y no su adiestramiento pragmático o suconcordancia con élites que se creen dueñas de la verdad y del saber articulado. Es el pasode la curiosidad natural   a la reflexión, o sea a la curiosidad epistemológica como él la

    denomina (la curiosidad para Freire es ya una forma de conocimiento). La curiosidadepistemológica, o más sencillo, la reflexión, es la fuerza que facilita la construcción de formasadecuadas, contextualizadas, inscritas en las propias realidades para explicarse, paraentenderse, para hacer verdadera sociedad.

    -Otro de esos autores latinoamericanos, de esos que han entendido el espíritu sustancial queconstituye el ser latinoamericano, el filósofo y profesor brasileño Darcy Ribeiro, fundadorde la Universidad de Brasilia, fue un divulgador de la idea de la unidad latinoamericanaentendida como una y a la vez diversa. Pensaba que eran más los puntos de convergencia losque unían, que los que separaban a las comunidades latinoamericanas; decía que AméricaLatina, unida, lo sería todo, y que separada, no sería nunca nada. Las intrigas que los imperioshan creado históricamente para mantener separados a estos pueblos, inventándose guerras,fingiendo amistades, instigando subrepticiamente las rivalidades, todo ello, según sus palabras, son estrategias utilizadas por quienes se han dado cuenta de que la unidad de estos países amenazaría su propia dominación imperial. Para Ribeiro, la unidad es el camino yencontrar dicho camino significa que América Latina debe comprender su historia desde una perspectiva común y propia para poder así construir, desde lo originario, su verdadero destinohistórico.

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    En una de sus obras: La universidad nueva: un proyecto, escribe:

    El atraso de América Latina no es natural ni necesario, sino que existe y persiste porque hemos sido conniventes con sus factores causales Nada quedó de las viejasexplicaciones que atribuían nuestro atraso al clima tropical, a las “razas enfermas”, al

    origen ibérico o al carácter católico-salvacionista del conquistador. Tampoco semantienen de pie las explicaciones causales que lo atribuían a la explotación colonial yclasista, porque en otras latitudes muchos pueblos enfrentaron esas mismascontingencias y, no obstante, lograron desempeños mejores. En consecuencia, no haycómo descartar la conclusión de que las causas están en nosotros mismos, no encarencias naturales, innatas o históricas, de las que no seríamos responsables, sino enconnivencias que son nuestras culpas. (Ribeiro. 2006. Pág. 7 - 8).

     Nuestra culpa reside indudablemente en haber atendido por tanto tiempo y con tanta atenciónlas recomendaciones, las opiniones, los análisis, las directrices y hasta las intrigas desociedades externas, que buscan, por supuesto, que se satisfagan sus propios intereses, casinunca confesados, pero que se revelan al analizarlos en la estela de la historia. Ribeiro invocalo propio y la unidad como único camino de redención histórica; para ser, debemos buscarnos

    en lo propio.

    Finalmente, creemos pertinente adjuntar algunas consideraciones del sociólogo Boaventurade Souza cuyas obras e ideas respecto de la historia y la realidad latinoamericanas, hanayudado a impulsar los esfuerzos por sumergirse en lo propio como instancia de resistenciaa las políticas y las prácticas neocoloniales que están en boga en el continente.

    Al referirse al pasado de luchas de América Latina, De Sousa encuentra dos perspectivas: las dequienes tradicionalmente han visto la lucha de clases, como un enfrentamiento constante entre poseedores y desposeídos, entre ricos y pobres, y la explican desde tesis marxistas o, actualmente,Habermasianas. En el otro lado, De Sousa considera la que para él es la lucha esencial: una luchaétnico-racial. Afirma que esta última expresión es dueña de un aparato crítico que no reduce elcolonialismo aún existente a una mera política de Estado, reforzada constantemente por las clasesdominantes a través de sus dispositivos mediáticos y sociales. Para De Sousa, el colonialismo es enrealidad una “gramática social muy vasta que atraviesa la sociabilidad, el espacio público y elespacio privado, la cultura, las mentalidades y las subjetividades. Es, en resumen, un modo de vivir

     y convivir muchas veces compartido por quienes se benefician de él y por quienes lo sufren. (pág. 17)

    Desde esta consideración, la lucha necesaria se debe expresar esencialmente en la lucha por elreconocimiento de las diferentes maneras de ser y de vivir y no por la asimilación ingenua o mediantela fuerza o la manipulación de maneras de ser opuestas o diferentes totalmente de nuestras realidadesculturales o históricas. Hay que tomar -según De Sousa- una distancia crítica frente a la tradicióncrítica europea para poder, desde nuestras raíces, tradiciones, creencias y formas de vida diferentes, pensarnos en el mundo de hoy. Hay que deconstruir los lenguajes hegemónicos y enfrentarlos desde

    nuestros propios lenguajes que, serán contrahegemónicos, en la medida en que nos separemos de lasformas de significar la realidad y el pasado desde formatos ideados por otros y que funcionan posiblemente bien para ellos, pero que nunca sirven para explicar diferentes realidades como lasmúltiples realidades latinoamericanas. La opción para América Latina -piensa De Souza- está enreinventar conceptos totalmente nuevos o resemantizar los heredados de la tradición europea dadoque las realidades políticas y sociales de este continente no están ni estaban previstas en las teoríasde otras culturas 

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    Ya para concluir; cuando hablamos de formación, o educación, que en este texto, pormetodología expositiva, se han asimilado al mismo sustrato conceptual, para el caso deColombia, damos por hecho que nuestro país comparte un sustrato histórico con los demás países latinoamericanos, desde México, el Caribe hasta Chile y Argentina. Un sustrato que,como un árbol inmenso, tiene unas raíces compartidas, un solo tronco y, no obstante, se

    despliega en infinitas ramas y tallos que serían equivalentes a la diversidad cultural quecaracteriza este continente. Por tanto, las referencias a nuestro país, las crisis o problemasque hemos citado, siendo específicos nuestros, tienen sus expresiones en otras partes. Poresto mismo, buscar la superación de tales problemas es la razón de ser del destino históricoy cultural compartido por todas las sociedades y pueblos de esta parte del mundo.

    Cuando se decía al comienzo que el propósito central, el telos  de la educación, era laresponsabilidad social , la responsabilidad ética e histórica y que se educaba para elreconocimiento del otro, para la superación de la violencia, del despojo, de la discriminacióny de la injusticia; que se educaba para la hermandad espiritual como actividad creadora y protectora de la cultura misma y de la vida, se estaba afirmando también que asumimos laeducación como una potencia transformadora irremplazable y única, porque a la vez que la

    educación busca proteger las estructuras espirituales legítimas y originarias de la cultura, busca a la vez transformar lo que haga falta para la constante superación de los problemasque históricamente aparezcan en el horizonte de cada pueblo o del continente entero.

    Creemos que en efecto, el ser humano es perfectible; que su naturaleza, si bien puede tenerun impulso instintivo proclive, en un primer momento, a la destrucción, a la mentira, a laviolencia; solamente la educación -una educación que busque en las propias profundidadeshistóricas y culturales su razón de ser y los elementos que provoquen un giro ontológico-, puede constituirse en el elemento salvador de la humanidad en general.; educar, en el sentidoontológico provoca una transformación de la conciencia de los sujetos a los que se educa para que dirijan sus energías hacia el bien común, al conocimiento, a la creación estética y a

    su propia felicidad.

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