sesion 13 valores y cultura hebreo cristiana

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SESION 13 UNIDAD TEMÁTICA III: VALORES Y CULTURA HEBREO - CRISTIANA I. OBJETIVOS DE LA SESIÓN: Identificar los elementos principales del contexto cultural cristiano medieval. Reconocer los valores de verdad, bien y trascendencia en la cultura medieval y su presencia en nuestra cultura actual. II. TEMA: Verdad, bien y trascendencia en el contexto cultural del mundo medieval. La Edad Media abarca 1000 años de la historia del hombre, los que se ubican entre la caída del Imperio Romano de Occidente, ocurrida el 476 d.C. y la invasión de los turcos otomanos a Constantinopla, acaecida el 1453 d.C. A su vez este período ha sido subdividido en dos etapas, la Alta y Baja Edad Media. Esto porque desde la invasión del Imperio Romano por los pueblos germánicos, (siglo V) y hasta el siglo X se produjo, una “romanización” (asimilación de la cultura romana) de los pueblos germánicos, conformando reinos que se convirtieron en protagonistas de una civilización vinculada culturalmente a la que habían invadido, dando paso a la Alta Edad Media. A partir del siglo IX, los nuevos y romanizados reinos europeos fueron presionados militarmente por otros pueblos, esta vez, árabes, eslavos y húngaros. Esto generó una estrategia defensiva caracterizada por la subdivisión de los reinos, dando origen a una nueva forma de organización política, económica y social, llamada feudalismo. Por todo esto a esta época se la denominó Baja Edad Media (siglo X –XV). A pesar de que estos diez siglos de la historia de Europa, dieron paso a variadas expresiones culturales y a otras muchas creaciones intelectuales, han sido catalogados por algunos autores como siglos de oscuridad o como una “época oscura”. El historiador suizo Jacob Burckhardt 1 , ha planteado que las letras, el arte y la filosofía, durante la Edad Media, cayeron en un gran letargo, al que sólo puso término el renacimiento. En tanto que el filósofo francés Voltaire la calificó como una etapa errática y sin valor, 1 Grimberg, C., Historia universal. El Renacimiento, Ercilla S.A., Santiago, 1985.

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SESION 13UNIDAD TEMÁTICA III: VALORES Y CULTURA HEBREO - CRISTIANA

I. OBJETIVOS DE LA SESIÓN:

Identificar los elementos principales del contexto cultural cristiano medieval.Reconocer los valores de verdad, bien y trascendencia en la cultura medieval y su presencia en nuestra cultura actual.

II. TEMA: Verdad, bien y trascendencia en el contexto cultural del mundo medieval.

La Edad Media abarca 1000 años de la historia del hombre, los que se ubican entre la caída del Imperio Romano de Occidente, ocurrida el 476 d.C. y la invasión de los turcos otomanos a Constantinopla, acaecida el 1453 d.C. A su vez este período ha sido subdividido en dos etapas, la Alta y Baja Edad Media. Esto porque desde la invasión del Imperio Romano por los pueblos germánicos, (siglo V) y hasta el siglo X se produjo, una “romanización” (asimilación de la cultura romana) de los pueblos germánicos, conformando reinos que se convirtieron en protagonistas de una civilización vinculada culturalmente a la que habían invadido, dando paso a la Alta Edad Media. A partir del siglo IX, los nuevos y romanizados reinos europeos fueron presionados militarmente por otros pueblos, esta vez, árabes, eslavos y húngaros. Esto generó una estrategia defensiva caracterizada por la subdivisión de los reinos, dando origen a una nueva forma de organización política, económica y social, llamada feudalismo. Por todo esto a esta época se la denominó Baja Edad Media (siglo X –XV).

A pesar de que estos diez siglos de la historia de Europa, dieron paso a variadas expresiones culturales y a otras muchas creaciones intelectuales, han sido catalogados por algunos autores como siglos de oscuridad o como una “época oscura”. El historiador suizo Jacob Burckhardt1, ha planteado que las letras, el arte y la filosofía, durante la Edad Media, cayeron en un gran letargo, al que sólo puso término el renacimiento. En tanto que el filósofo francés Voltaire la calificó como una etapa errática y sin valor, al asegurar que la Edad Media había sido “un período de barbarie, error, despilfarro y opresión”2.

Sin embargo, actualmente, autores de las más diversas disciplinas niegan rotundamente que la Edad Media haya sido una época oscura. El historiador Armando Saitta cree que tal identificación la utilizaron los humanistas de los siglos XIV y XV, para resaltar su producción literaria, más que para mirar con desdén la creación medieval “…fue elaborada por los humanistas más para resaltar las características de su propio tiempo, que las del período precedente… Hoy más bien se ha insistido, y quizás demasiado, en negar esa imagen tradicional y en afirmar la positividad de la Edad Media”3. Johannes Hirschberger, desde el campo de la filosofía, también está en desacuerdo con el calificativo que se le ha dado a la Edad Media. Él señala que la filosofía de la Edad Media es fundamental para comprender las corrientes filosóficas de los tiempos modernos, de lo

1 Grimberg, C., Historia universal. El Renacimiento, Ercilla S.A., Santiago, 1985.2 Tomado de http://www2.cyberhumanitatis.uchile.cl/19/demoor.html Consultado el 18 de enero 2008.3 Saitta, A., Guía crítica de la historia medieval, Fondo de Cultura Económica, México, 1996, pág. 7

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que se puede inferir que si la filosofía del medioevo no hubiera sido fructífera, no se hubiera necesitado de ésta para comprender a autores como Kant. “También ha conservado en sus escuelas la continuidad de la problemática filosófica. Temática tan importante y fundamental como la que gira en torno a los conceptos de substancia, por ejemplo, de causalidad, de realidad, de finalidad, de universal… no se reeditan en el tiempo del humanismo y renacimiento en directo enlace con la antigüedad, sino que le es trasmitida a la filosofía moderna a través de la Edad Media. No es posible leer a Descartes, a Spinoza, a Leibniz, ni aún a Locke ni a Wolf, ni por tanto a Kant, sin conocer los conceptos y los problemas medievales”4. Desde el arte también se puede negar la señalada afirmación respecto de la Edad Media, ya que en el estilo arquitectónico y en los frescos de las construcciones religiosas, se rompió con el estilo clásico y se optó por incorporar elementos orientales dando paso así a un nuevo estilo en el que se mezcló una serie de elementos estéticos propios de otras civilizaciones, lo que no en ningún caso puede ser catalogado como una mera copia o mixtura, sino que como un nuevo estilo. “En lugar de la decoración plenamente clasicista de las catacumbas preconstantinianas, que, a veces, conservaban un carácter profano, aparecen elementos del arte egipcio y sobretodo del sirio, hierático y realista, creador, por ejemplo, del Cristo sufriente y lleno de majestuosidad… A pesar de las múltiples influencias surgió en el arte cristiano de los siglos IV y V un estilo armónico, expresión monumental de la conciencia que de sí misma tenía la nueva religión triunfante”5. Los ejemplos más destacados del mismo serán el románico y el gótico, además de la mezcla islámica cristiana del mudéjar.

Otro aspecto que puede distorsionar la comprensión real de la riqueza de la creación cultural e intelectual de la Edad Media, es la idea de que al ser éste un período teocentrista, se haya menospreciado y anulado la posibilidad de que el hombre buscara respuestas racionales a los fenómenos que lo rodeaban. Es imposible negar que la sociedad de la época tuvo como centro a Dios y que en torno a Él se entendió todo lo demás, pero esto no significó que se negara la capacidad del hombre para explicar, a través de la razón, el orden y la estructura de los fenómenos que acaecían ante él. Es evidente que la escolástica, especialmente con Tomás de Aquino, puede dar cuenta de esto, pero ya desde los Padres de la Iglesia (Patrística) se puede observar que hay un interés por no dejar de lado la razón para comprender en plenitud el sentido de la vida. Agustín de Hipona decía que la razón era importante para creer en Dios “Intellige ut credas; crede ut intelligas” (“Entiende para que puedas creer, cree para que puedas entender”). Esto deja de manifiesto que se planteaba una relación de exigencia mutua entre fe y ciencia. El propio Agustín de Hipona decía que no quería apoyarse solamente en la autoridad de las Sagradas Escrituras, sino también en la razón general humana; esto en atención a los no creyentes6. El filósofo Johannes Hirschberger señala que la Edad Media fue un período en el que la fe y la razón se unieron y fueron capaces de explicar el sentido de toda la existencia. El autor cree que esto se logró a partir de una unidad ideológica, que parte de la consideración de Dios como el creador que ha dado un orden a todo y del hombre como el encargado de conocer las líneas y estructura de ese orden dado por Dios, esto, obviamente, a partir de su capacidad racional.

Para completar esta visión general del mundo cultural de la Edad Media, conviene aludir brevemente a la política, la educación y los movimientos religiosos más característicos.

4 Hirschberger, J., Historia de la filosofía. Antigüedad, Edad Media, Renacimiento. Tomo I, Herder, Barcelona, 1994, pág. 274.5 Maier F., Las transformaciones del mundo Mediterráneo,. Volumen 9, Siglo XXI, España, 1997, pág. 65 6 Hirschberger, J., op.cit, pág. 271.

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La unidad política que lograra el Imperio Romano en los siglos anteriores se desplazó hacia un centro espiritual. Roma se convirtió así en el centro de la Cristiandad uniendo a los pueblos esta vez en torno a la religión católica. La creciente evangelización de Europa por un lado y el posicionamiento europeo frente al Islam –que surge en el siglo VII al morir Mahoma- generaron el reconocimiento de la supremacía espiritual del Pontífice romano.

Políticamente encontramos Europa dividida en multitud de feudos gobernados por señores feudales, de entre los cuales el rey es uno más. A este sistema político, económico y social se le conoce por feudalismo. Entre el señor feudal y sus vasallos se establecía una vinculación de obediencia y fidelidad, por un lado, y de protección por otro. La población vivía en el campo, en torno a la vida del castillo feudal o de los monasterios, y sólo a partir del siglo XII, con el surgimiento de los burgos se repueblan las ciudades y se desarrollan, entre otros, el comercio, la organización de los artesanos y la economía monetaria. Precisamente es en los monasterios medievales donde se conserva la cultura y los conocimientos de la ciencia proveniente de la Edad Antigua: especialmente a través de los libros manuscritos por los monjes, de la música sacra y del arte religioso.

También ligados a los centros religiosos aparece la consolidación de la educación con las escuelas catedralicias y los estudios generales, en torno a los siglos X y XI. Estos últimos, en los siglos XI y XII, dan lugar a las primeras universidades: Bolonia, Oxford, París, Módena, Cambridge, Salamanca, Nápoles. En ellas se vivía como auténticas comunidades de maestros y estudiantes. Las siete artes liberales clásicas se estudiaban en dos grandes materias: las relacionadas con la elocuencia, denominadas el Trivium –gramática, retórica y dialéctica- y las de la familia de las matemáticas -aritmética, geometría, música y astronomía- el Quadrivium. Otras ramas del saber, como la medicina, la teología y otras muchas, fueron completando las estudios de los jóvenes que allí estudiaban: normalmente hijos de nobles o clérigos. Muchos de estos clérigos pertenecían a las recientes órdenes mendicantes, fundadas en el siglo XIII por los santos Francisco de Asís y Domingo de Guzmán. Franciscanos y dominicos impulsaron una renovación espiritual en la Iglesia con un estilo de evangelización muy cercano al pueblo sencillo.

Tomando como base lo señalado precedentemente, podemos concluir que la verdad y el bien en la Edad Media, no fueron buscados sólo a través de la fe y la teología, sino también a través de la razón y la filosofía. Un ejemplo claro y evidente de esto lo constituyó la escolástica, pues los filósofos escolásticos destronaron de sus mentes la subjetividad y se entregaron al servicio de la verdad objetiva como tal, buscaron la verdad con un vigor mental envidiable y junto con esto hicieron un gran aporte al estudio de la historia de las ideas: “La escolástica es uno de los terrenos que más se brindó a la investigación histórico-genética de las ideas, y no hay duda de que guarda aún ocultos incontables tesoros”7.

Pero la búsqueda de la verdad, a través de la razón no sólo fue valiosa e importante para el mundo cristiano en la Edad Media, sino que también fue realizada con gran libertad. El Papa Inocencio III se pronunció a favor de la convicción y la libertad personal y estableció que un creyente, por razón de un mejor conocimiento, podía negar su asentimiento a una orden de un superior. El propio Tomás de Aquino enseñó que un creyente excomulgado por falsos motivos debía preferir la muerte, como condena, a obedecer una

7 Ibid, pág. 330.

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disposición de un superior, que, según su conocimiento de la verdad del asunto, era errada.

Con esto no se pretende señalar que la verdad, en la Edad Media, se buscó sólo a través de la razón y la filosofía, sino que apoyados en la convicción de que la verdad suprema era Dios, no se subestimó la capacidad del hombre para conocer y comprender el mundo y se hizo un enorme esfuerzo por retomar a filósofos de la antigüedad, para interpretarlos y generar, a partir de ellos, nuevos sistemas de ideas coherentes con la fe. Como lo señala Rafael Gambra, la Edad Media fue testigo del nacimiento y desarrollo de una filosofía cristiana, de una filosofía que fue capaz de relacionar, sin que se contradijeran y anularan entre sí, dogma y ciencia (religión y filosofía). “El dogma cristiano no es una filosofía, ni es algo irracional, ni tampoco impone al pensador unas soluciones filosóficas determinadas. Son objeto del dogma aquellas verdades reveladas o inspiradas cuyo conocimiento conviene a nuestra salvación, casi todas las cuales son de carácter suprarracional. Este orden superior conocido por la fe, puesto que pertenece al mismo mundo que el que es objeto de la investigación racional, influye naturalmente en la filosofía cristiana, pero con una influencia parcial, estableciendo sólo unos hitos muy generales, dentro de los cuales cabe una ilimitada posibilidad de soluciones filosóficas.”8

Las ideas de verdad y bien, por lo tanto, no fueron abordadas por los filósofos cristianos, santos muchos de ellos, como un mero correlato de la doctrina cristiana, sino que se empeñaron por concebirlas desde la razón, dentro de sistemas filosóficos estructurados por ellos.

El tema de la trascendencia tampoco quedó fuera de la capacidad de la iglesia de la Edad Media de complementar la doctrina con lo racional o al menos con la realidad objetiva, esto porque la concepción de trascendencia en el ideal germánico (invasores del Imperio Romano) y romano tradicional, se apoyaba sobre los actos notables y/o heroicos de los hombres aquí en la tierra, es decir distaba absolutamente de la concepción cristiana. Sin embargo el cristianismo logró vincular su concepción a la sociedad medieval, a partir de los valores tanto de los romanos como de los pueblos germánicos. Para los romanos del siglo II a.C. al III d.C. sus posibilidades de trascendencia estaban encerradas en la idea de la gloria y el honor y se revertían al mundo de los vivos, entre los cuales moraba su recuerdo y pervivía su acción. Si bien es cierto, debido a la influencia del cristianismo, esto había sufrido cierta transformación en cierta idea de trascendencia espiritual, con la invasión de los germanos, la idea original se potenció entre los latinos, pues los invasores (pueblos germánicos), vinculaban el destino final del hombre a la vida terrena. Para ellos el guerrero, valor supremo de la cultura germánica, representaba la forma más elevada de la acción humana y por lo tanto la trascendencia se relacionaba con el acto heroico terrenal. Una vez que se instalaron, los pueblos germánicos en el ex Imperio Romano, despertaron y vivificaron entre los latinos su concepción terrenal de la trascendencia, lo que se convirtió en un problema enorme para el cristianismo. Ante esto el cristianismo reaccionó proponiendo la figura del héroe cristiano, el mártir y el santo militante, que era el hombre capaz de dar la vida por la fe, lo que fue tomando fuerza en la medida que Europa se veía amenazada por los árabes. De esta manera el ímpetu guerrero y heroico de germanos y latinos se puso al servicio de la fe y se empezó a perfilar la figura del caballero cristiano, quien era capaz de darlo todo por sus principios e ideales. Este caballero, este héroe de guerra santa ya no sólo pasaba a la historia y trascendía entre los hombres, sino que se había ganado un lugar en el cielo. El héroe y la sociedad

8 Gambra, R., Historia sencilla de la filosofía, Rialp, Madrid, 2001, págs. 97 -98.

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habían entendido, a través de vivencias concretas y reales, lo que era la trascendencia espiritual. Así el cristianismo, “leyendo” las culturas y costumbres de los pueblos, logró incorporar en los pueblos germánicos y reincorporar en los latinos, la concepción de trascendencia espiritual.

Como es evidente la Edad Media fue un período, no sólo muy extenso, sino que una etapa de la historia de Europa en la que se produjo una serie de cambios en la forma de ver el mundo, una mixtura cultural potente y una rica creación artística y filosófica que hasta la fecha de hoy se sigue estudiando y considerando en la estructuración de nuevos sistemas filosóficos.