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LOS ENFERMOS MENTALES Y SUS FAMILIARES: UN COLECTIVO SOCIALMENTE OLVIDADO
Bernardo del Rosal Blasco Síndic de Greuges de la Comunidad Valenciana
(Publicado en la edición de la Comunidad Valenciana del diario “EL PAÍS” del 15 de
enero de 2002)
Determinadas causas sociales que afectan a colectivos especialmente vulnerables o
desprotegidos, han tenido, durante los últimos lustros, arduos defensores que han logrado
un notable nivel de sensibilización pública y han impulsado importantes reformas legales y
administrativas. De esta forma, el problema en cuestión que afecta al colectivo, si bien no
ha podido ser resuelto, sí ha encontrado el camino para su solución a medio o largo plazo.
Este es el caso, por ejemplo, de las mujeres sometidas a malos tratos domésticos, que han
encontrado en colectivos y organizaciones sociales de todo tipo unos activos defensores que
han logrado llamar la atención de la opinión pública y de las diversas Administraciones
públicas (estatal, autonómicas o locales), propiciando cambios legales significativos en
todos los niveles de la pirámide normativa. Esa incansable lucha no ha resuelto, por
supuesto, el problema (cuya complejidad aún exigirá profundos cambios en la mentalidad y
en las actitudes individuales, así como en la cultura social a la hora de contemplar las
relaciones hombre-mujer y la mutua posición en el contexto social), pero ya no se puede
decir que éste, el de la violencia doméstica, sea un problema desatendido ni que el colectivo
de mujeres maltratadas sea un grupo social olvidado. Tampoco debemos –esto es cierto—
ser tan optimistas como para relajar la presión sobre nuestras autoridades públicas y
nuestros congéneres y dejar de exigirles y exigirnos mayores esfuerzos para proteger al
colectivo y erradicar las causas que lo hacen tan vulnerable. Pero esta presión y la
sensibilización social hacia el problema de los malos tratos domésticos no nos debe hacer
olvidar que existen otros colectivos, cuanto menos, igual de necesitados de nuestro amparo
y de nuestra atención.
Se podrían mencionar varios de estos otros colectivos, pero por la amplitud
numérica de los seres humanos que lo integran, ahora me interesaría llamar la atención
sobre uno de ellos: el de los enfermos mentales y sus familiares. En los escasos meses que
he podido asomarme a la realidad social de este colectivo desde el Síndic de Greuges he
podido confirmar que si existe un grupo social que sufre y que necesita de nuestra ayuda (la
de las instituciones públicas, pero también la de las organizaciones sociales y la de las
personas individuales) éste es el de los enfermos mentales y sus familiares. Las necesidades
asistenciales, de todo tipo, en este ámbito son muy grandes y las Administraciones públicas
están lejos de atenderlas adecuadamente, por mucho que los esfuerzos, en algunos sectores
y territorios, se hayan incrementado notablemente en los últimos años. Por eso, en no pocas
ocasiones se hace dramáticamente cierto lo que acostumbra a decir el Procurador del
Común (defensor del pueblo) de Castilla-León y es que, en el caso de la asistencia a
enfermos mentales, las Administraciones públicas abusan del amor de los padres por sus
hijos, dejando en sus manos la pesada carga de tener que lidiar con un problema que, por su
edad o por sus condiciones físicas o económicas, los padres no siempre están en
condiciones de atender y enfrentar debidamente. Todo ello sin olvidar que, en muchas
ocasiones, el enfermo mental necesita de nuestra ayuda por su situación de abandono, y ahí
están las escalofriantes cifras que revelan que gran proporción de los indigentes que
pueblan nuestras calles lo son porque les abate una enfermedad mental no atendida ni
tratada. Exceptuando los actos que las propias asociaciones de familiares de enfermos
mentales organizan –y que por desgracia no suelen encontrar mucho eco en los medios de
comunicación--, pocos colectivos llevan adelante jornadas, mesas redondas, festivales,
maratones televisivos o campañas publicitarias para recabar ayuda o apoyo a los enfermos
mentales o a los familiares de los enfermos mentales. Faltan, por tanto, muchos,
muchísimos recursos públicos para atender las necesidades de este grupo social tan
vulnerable y tan necesitado de amparo, y tanto el Defensor del Pueblo español, como el
Síndic de Greuges de la Comunidad Valenciana o como todos los defensores autonómicos
del Estado español denuncian, año tras año, en sus informes anuales las diversas carencias.
Pero falta también un mayor nivel de sensibilización social que presione sobre nuestros
gobernantes y les instigue a invertir más esfuerzos en la solución de los problemas de este
colectivo, que tienen unas dimensiones notables y que afecta a muchas familias que ven
cómo sus energías personales y económicas se van mermando sin solución, a veces, en
medio de un dramático silencio y una desesperante soledad. Como ciudadanos, como
responsables o miembros de colectivos sociales, como responsables de entidades o de
empresas privadas, o como responsables de entidades e instituciones públicas tenemos un
ineludible deber de acudir en auxilio de nuestros enfermos mentales y de sus familias
porque, entre otros colectivos, son uno de los grandes olvidados de nuestra sociedad, y eso
a pesar de que ninguno de nosotros estamos exentos de poder, en algún momento de nuestra
vida, pasar a formar parte del mismo, ya sea como enfermos, ya como familiares de un
enfermo.