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Secuencia. Revista de historia y ciencias
sociales
ISSN: 0186-0348
Instituto de Investigaciones Dr. José María
Luis Mora
México
Illades, Carlos
Cristina Sacristán y Pablo Piccato (coords.), Actores, espacios y debates en la historia de la esfera
pública de la ciudad de México, Instituto Mora/IIH-UNAM, México, 2005, 283 pp. (Historia Política).
Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales, núm. 64, enero-abril, 2006, pp. 273-277
Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora
Distrito Federal, México
Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=319127419015
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EVALUACIÓN FINAL
El libro aquí reseñado posee un valor indiscutible desde múltiples puntos de vista.En el aspecto teórico e historiográfico destaca por su sugerente forma de buscar unorden al caos de la historia; respecto allugar que tiene dentro de las incontablespáginas escritas alrededor de la ciudad deMéxico se constituye no como uno más,sino como una visión original que entiende e invita a entender la ciudad mestiza, de muchos rostros y de muchos procesos recurrentes. Por otro lado, constituyeuna contribución al campo de la historiaurbana por los matices que adquiere sudivisión de las distintas ciudades, por losniveles de transformación que encuentra ypor las múltiples miradas desde las cualesobserva y busca entender la ciudad.
Finalmente, como texto de difusión, ellibro está impregnado de un espíritu genuino paraque la historia salga del ámbitode los historiadores y de unos cuantos curiosos; su ágil redacción está compuestamuchas vecesde anécdotas y de referenciasfamiliares y entretenidas que nunca seaparran de la rigurosidad, pero que, sinduda, acercarán, y ésta es una invitación aello, a un público más amplio que el queprodiga atención al común de la producción historiográfica.
Gerardo Martínez DelgadoPOKTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
Cristina Sacristán y Pablo Piccato (coords.),Actores, espacios y debates en la historia de laesfera pública de la ciudad de México, Instituto Mora!I1H-UNAM, México, 2005, 283pp. (Historia Política).
RESEÑAS
Tal vez fuera Hegel el primero en identificar la sociedad civil con la sociedad burguesa, planteamiento que Marx asumió.Para éste , la sociedad civil apareció en elsiglo XVIII, dando lugar a una especie deinversión histórica, en la cual el resultadose presentó como el punto de partida. Esdecir, los hombres que en el pasado habíanvivido incorporados a colectividades súbitamente circulaban como individuos autónomos, desatados de cualquier lazo comunitario, en calidad de privados, doradosde libertad y de voluntad propia. Su contraparte era el Estado, o más precisamente,la expresión hacia afuera de lo que haciaadentro era la sociedad civil, constituyendo las dos caras de una misma moneda.
La historiografía liberal distinguió entre el antiguo y nuevo régimen, de tal manera que en éste, con la supresión de lascorporaciones, la sociedad y el Estado,quedaban separadas. En el primer terciodel siglo xx, con la elaboración del concepto de hegemonía por Gramsci, se fuerondefiniendo más claramente los instrumentos de mediación entre el poder político yla sociedad civil, acuñándose el conceptode aparatos hegemónicos (medios de información, escuela, iglesia, etc.) p'araexplicarlas bases consensuales de la dominaciónburguesa.
Habermas en su Historiay crítica delaesfera pública (1962) retomó la identificación entre la sociedad civil y la sociedadburguesa de cuño hegeliano y vio, en loque definió como esfera pública, el gozneentre la sociedad civil yel Estado. Desdesu perspectiva teórica, aquélla es el lugaren donde los individuos libres e igualesejercitan su razón debatiendo los asuntospúblicos. Por lo tanto, es el lugar en dondelos ciudadanos dirimen la marcha de lapolis. Esta conceptualización constituye el
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telón de fondo de Actores, espacios y debatesenla historia dela esfera públúa dela ciudaddeMéxico, coordinado por Cristina Sacristán y Pablo Piccato, un ejercicio historiográfico en que la categoría de esferapública se somete a una confrontación con losdatos empíricos.
La introducción de Pablo 'Piccato esun notable esfuerzo por delimitar qué incluye y qué es lo que queda afuera del modelo habermasiano, al que le encuenrragrandes virtudes y algunas insuficiencias.En el primer caso está su capacidad deofrecer una imagen coherente de la política moderna y de interrogar con herramienras reóricas depuradas una historiade suyo confusa. Por otra parte, apreciavarias de las dificultades que presenta suutilización dentro del estudio de la historialatinoamericana. De todos modos, su ponderación es positiva.
Me gustaría detenerme un momentoen esto, porque, aunque coincido con lavaloración de Piccato, yo tendtía mis propias objeciones al modelo del filósofo alemán. Quisiera destacar solamente una:tampoco creo que ofrezca una explicacióndel todo satisfactoria de la historia europea. Yeso, en cierta medida, ocurre porque soslaya la presencia y acción de lasclases subalternas, para retomar la terminología gramsciana tan gastada ahora porla historiografía posmodema. Aunque Habermas habla de una "esfera pública plebeya", deja fuera buena parte de las deliberaciones, disputas y prácticas que ,justamente, llevaron a estas clases a ganarsus derechos políticos, donde, por cierro,el debate dentro de la prensa y la creaciónde opinión en torno a los asuntos públicosocupó un papel fundamental.
También siguiendo al filósofo alemán,Piccato subraya la importancia de una
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"esfera pública literaria" que coadyuvó enla formación de la esferapública moderna.Suscribo también esta opinión, por lo quehabría sido útil incorporar algún capítuloo dedicar algunas líneas a la constituciónde la "república de las letras" en el sigloXIX mexicano. Ello, además, ayudaría amatizar la idea de que las mujeres estabantotalmente fuera de la esfera pública de laépoca. No hay que olvidar que encabezaron tertulias literarias y políticas, ademásde que las revistas literarias las eligieroncomo sus destinatarias predilectas .
El libro coordinado por Cristina Sacristán y Pablo Piccato incluye ocho estudios de gran interés que tratan sobre distintos aspectos y facetas de la esferapública de los siglos XIX y xx. Abre conun ensayo de Luis Fernando Granadosacerca de las reminiscencias nahuas en lacultura política de la ciudad de México.Las tesis centrales son sugerentes, osadas ydiscutibles. Podríamos destacar dos , ambas atentas a posibles continuidades históricas. La primera plantea que dentro delas instituciones prehispánicas file el barrioo calpultin y no el altepetl la que mostrómayor resistencia con el paso de los años.y la segunda, es que a la entidad barrialse yuxtapusieron la, estructuras políticascoloniales y, más adelante, las del Estadonacional. Ambas propuestas analíticas están argumentadas convincentemente, sinembargo, se echa de menos aunque sea unpoco de material empírico que las acompañe. En cualquier caso, la línea adoptada parece promisoria en el esfuerzo poresclarecer las dimensiones de la políticaurbana, por lo general ausente en los planteamientos corrientes.
El capítulo a cargo de Elías Palti acercade las transformaciones del liberalismomexicano a lo largo del siglo XIX es sólido
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y claro. A diferencia del trabajo que acabamos de comentar, Palti llama la atención sobre los cambios que introdujo e!liberalismo dentro del orden político.Además, su ubicación dentro de! libro lohace funcionar como una presentación delos problemas que abordarán con detalle los capítulos a cargo de ClaudiaAgostoni, María José Rhi Sausi y PabloPiccato, sobre la formación de la opiniónpública, los debates y lo que ahora llamamos "medios".
Palti exhibe algunas de las limitacionesde la oposición tradición/modernidad esbozada por el prematuramente desaparecido Francois-Xavier Guerra, ofreciendopor su parte los puntos de inflexión delliberalismo decimonónico, especialmentee! que condujo a la elite política a reemplazar e! modelo jurídico de la opiniónpública (el único considerado por Guerra)al modelo estratégico de la sociedad civil,donde e! disenso se resuelve a través de lanegociación de los actores.
Siguiendo a Habermas, Palti observauna fractura fundamental entre e! antiguorégimen y el orden liberal, en la medida enque éste rompió con e! unanimismo, sustentado en una verdad a priori, situando ala deliberación racional como el eje articulador del consenso. Es decir, lasnocionesdebien común e inrerés general fueron el resultado de la confrontación entre distintasposturas discursivas e ideológicas. De allíla necesidad de instituciones como los partidos políticos, capaces de formularlas yprocesarlas, y de la prensa de opinión comouno de los foros de debate fundamentales.
Justamenre el papel de la prensa es eltema de los textos de Agostoni (a propósito de los médicos), de Rhi Sausi (conrespecto del juicio de amparo), de Sacristán (dedicado a la práctica psiquiátrica) y
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de Piccaro (referente a los periodistas). Elelemento común a todos los núcleos profesionales involucrados fue una búsquedafrenética de legitimidad y de aceptaciónpública. Los médicos en las últimas décadas del siglo XIX y los psiquiatras en lasprimeras del XX sufrieron las de Caín paraganar respetabilidad social o, cuando menos, que los dejaran trabajar en paz. Nobastaban por sí mismas las epopeyas deldoctor Rafael Lucio durante la invasiónestadunidense, o el estoicismo del doctorSamuel Ramírez Moreno director de LaCastañeda, ante el efecto devastador de unperiodicazo. Tampoco la pulcritud jurídicade! discurrir de Ignacio 1. Vallarta frentea la noticia acerca de un delincuente pucs
. to en libertad por la vía de un amparo (elreciente sainete de la clase política a pro-pósito del desafuero haría pensar que eltema sigue provocando disensos).
La publicidad, entonces, era ya fuentede legitimidad o de descrédito para lossaberes, y los profesionales y prácticas asociados con ellos. Los period istas, en aquelmomento quienes tenían e! monopoliogremial de la publicidad, también fueronvíctimas potenciales y efectivas del ojopúblico. Lo interesante aquí es desracarque, mienrras actividades tales como lamedicina y después la psiquiatría se profesionalizaban, y por lo "tanto iban desplazando la atención haci~'los aspectos científicos y técnicos de la disciplina respecriva,la salvaguarda de la verdad periodísticadescansara fundamentalmente en la reputación de! informador y no en su calificación, escrupulosidad y rigor . Paradójicamente el espacio por excelencia de! debateracional provocó no pocos duelos entre losperiodistas.
La articulación de los actores dentrode la sociedad civil , e! segundo momen-
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ro de l procesa miento de! consenso en elplanteamiento de Palti, aparece clararnenre en varios de los capítulos del libro. Losgalenos publican la Gaceta Médica , inicianlas reuniones periódicas en simposios y laAcademia de Medicina gana reconocimiento . Los periodisras deciden poner unhasta aquí a la violencia norrnada por loscód igos del honor y crean una asociaciónque los pro teja y represente, así como unajunta ge neral q ue d irima los confli ctos .Los psiq uiatras tardarán todavía en dar esepaso, y ellos y sus pacientes serían todavíavíc ti mas de la perfidia de los políticos ,salvo uno que hu biera ido a calmar la ansiedad con alguna de las "enfermeras g uapas" que despachaban en el casino instalado por e! hermano del presidente O rtizRu bio en la mismísima Castañeda. La plani ficación urbana se profesionalizararíahacia 1925.
La mode rnización eco nómica y losnuevos suje tos sociales que creó, con elconsecuente desajuste de la esfera públicaliberal , consti tuyen la ma teria de los art ículos de Georg Leidenberger y D iane E.Davies, ded icados al transporte y a la urbanizac ión de la ciudad de México desdeel porfi riaro hasra med iados del siglo xx ,respectivamente. Ambos reclaman {J'd.ra síel tocar la médula del problema, dada lanat uraleza específica de su objeto de estudio: "el tranv ía fue quizás el espacio público más arquetípico de la ciudad mod ernamóvil", dice Leidenb erger (p . 183); "laprofesión de urbanista es el punto de parrida por excelencia para entender el concepto de esfera pú blica", sentencia Davies(p. 233).
Uno y otro señalan también hacia lospu ntos débiles del modelo habermasiano.Esto por lo m enos por cuatro razo nes:1) se ocupa n fundamentalmente del siglo
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xx, cuando la esfera pública liberal estádesdibuj ada; 2) destacan el papel de lasclasessubalternas organizadas pam las cuales, como dijimos en un principio, el planteamiento del filósofo alem án no ofrecemucho espacio conceptual; 3) subrayan laformac ión de un sistema corporativo después de la revolución dentro de l cual sereconfigura la distinción decimonónica delo público y lo privado (por sólo dar unejemplo, surgen los derec hos colectivoscomo la sindica lización, antes atomizadosbajo la forma de garantías individ uales), y4) evidencian la radica l desig ualdad quearraviesa a la sociedad mexica na, di fícilmente compati ble con el p res upuestoigualirarista habermasiano,
El caso del tranvía es ilustrativo. Deent rada por tratarse de un espacio de reunión e interclasista, de ser la imagen misma de la mod ern ización , pero de una mode rn ización que suponía la conv ivenc iap lura l y, en consecuenc ia, abría el cauce ala democratización de la sociedad, Asimismo, este medio de transporte privadoconsri tufa un servicio p¡íblico. El tra nvíaevoca a un flujo continuo de personas entr ánsito, de vidas cruzadas, que hace inevitable recordar a tina de las novelas embl emát icas de la ci udad mode rn a :Manhattan Transfer de John Dos Passos.
En los años de la revolución los tranviarios comenzaron a organ izarse sindicalmente, a debatir sobre la marcha de laempresa y del servicio, e incluso se fuerona la huelga. Todo ello les ofreció tanto unaalta visibilidad dentro del debate nacionalcomo una presencia pública con la cualno habían contado antes. La em presa inglesa q ue los operó a partir de su electrificación al come nzar el siglo, lo q ue en elcorto plazo representó el desp lazamientode los propietarios nacionales, fue ob jeto
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también del debate público al cual se agregaron argumentos nacionalistas y la solidaridad coyuntural entre los trabajadoresy los usuarios. Los foros de la discusiónacerca del destino del servicio fueron laprensa y las calles. Más adelante, el debatese desplazó hacia las comisiones tripartitasformadas por el sindicato, la emptesa y elgobierno, lo que implicó el tránsito haciaun esquema semicorporativista en que ladeliberación volvió a ceñirse a espacios cerrados . En palabras de Leidenberger: "losgrupos de interés tomaron mayor peso enla negociación política, reemplazando alos individuos como voceros principales"(p. 193). Algo semejante notó Rhi Sausien la discusión acerca del amparo, encontrando en la prensa más la expresión deun interés sectorial que "la objetivacióndirecta de la sociedad civil" (p. 141).
El libro cierra con un magnífico textode Diane E. Davies acerca de la urbanización del centro de la ciudad de México enla primera mitad del siglo pasado. Además de sintetizar las políticas públicas enla materia, muestra las resistencias, contrapesos y apoyos realizados por la población,las elites intelectuales y los distintos grupos de interés a las iniciativas gubernamentales. A través de su análisis, la autoraseñala la distancia entre el modelo habermasiano y el desarrollo de la sociedad civily el Estado mexicano revolucionarios, loscuales tendieron más hacia una integración corporativa que en dirección de unaseparación de acuerdo con el canon liberal.La realidad que muestra Davies es más lade la fragmentación de la vida urbana enesferas públicas diversas que en una integración que posibilitara un deliberaciónmás claramente normada. No hubo unosino varios públicos que intervinieron, éstos fueron socialmente diversos, desiguales
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y con poca integración de unos con otros,por lo que el mosaico fue más el de universosparalelos que el de una sociedad estructurada y más o menos homogénea. Loparadójico es que, no obstante esto, la vidaurbana fue y es hasta la fecha activa , ricay creativa. El reto al futuro para el Estado,la sociedad y los urbanistas, como sugiere la aurora como colofón, será definir sien adelante los habitantes de la ciudad capital seguiremos con una esfera públicafragmentada o alcanzaremos una integración más a tono con la postulada por Habermas.
En fin, por todo lo ya expuesto, no cabeduda que un libro como el que ahora nosconvoca, hace pensar y permite aprendermucho, lo cual siempre es digno de agradecerse. Trae a nuestra historiografía unapropuesta interesante y, por lo tanto, abrela posibilidad de deliberar racionalmentesobre su utilidad y pertinencia.
Carlos IlladcsUAM-IzTAPALAPA
Ignacio Sosa, Román de la Campa y Enrique Camacho, América Latina. Tres interpretaciones actuales sobre .fU estudio, DigitalOriente, México, 2004.
Análisis y propuestas a las disyuntivas quehoy en día enfrenta el estudio de AméricaLatina se presentan en este libro compuc'Sro por tres ensayos: "Interpretar los estudios latinoamericanos: la incesante búsqueda de paradigmas", de Ignacio Sosa;"América Latina y la mirada poscolonial",de Román de la Campa, y "El estudio deLatinoamérica y el paradigma del poscolonialismo", de Enrique Camacho .
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