sapkus, sergio, capital, campesinos y medioambiente en formosa, argentina, 2007

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CAPITAL, CAMPESINOS Y MEDIOAMBIENTE EN FORMOSA. LA RESISTENCIA CAMPESINA A LAS FIRMAS PRODUCTORAS DE SOJA TRANSGÉNICA Sergio Ornar Sapkus Introducción Desde hace unas décadas, la degradación ambiental originada por las actividades económicas comandadas por el capital ha puesto en el centro de la agenda política mundial el problema del ambientalismo y han orientado gran parte de las preocupaciones de la investigación aca démica hacia el estudio de la relación entre sociedad y medio ambiente (Benton y Redclift, 1994). La escala de los daños sufridos por la natura leza pone en serio riesgo la calidad del desarrollo de la vida humana en el mundo, alcanzándose “una nueva etapa de la crisis planetaria en la cual las actividades económicas comienzan a afectar de formas entera mente nuevas las condiciones básicas de la vida en la Tierra” (Foster, 1999: 108, mi traducción). Entre los efectos más conocidos están el cambio climático y la pérdida de la biodiversidad (Tommasini y Folado- ri, 2001). Con respecto a este último problema, el desarrollo acelerado de la biotecnología1, con el desarrollo de los organismos genéticamente modificados (OGM), ha planteado una nueva fuente de problemas pro fundizando y dando una nueva dimensión a tendencias que operaban desde la “revolución verde” (Friedmann, 2000; Escobar y Heller, 1999) El desarrollo de los cultivos (y alimentos) transgénicos ha gene rado la resistencia de movimientos sociales, activistas y académicos en todo el mundo. Los efectos de estos productos de la ingeniería genética y los insumos asociados a su producción (agroquímicos) sobre el medio ambiente y los seres humanos es un campo debatido acaloradamente en los últimos años en nuestro país (Tambornini, 2003; Grupo de Reflexión 1 Existen diversas maneras de definir a la biotecnología. En este trabajo utilizamos la noción en su sentido restringido, haciendo referencia a las aplicaciones de la ingeniería genética (Pengue, 2000b)

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Page 1: Sapkus, Sergio, Capital, Campesinos y Medioambiente en Formosa, Argentina, 2007

CAPITAL, CAMPESINOS Y MEDIOAMBIENTE EN FORMOSA. LA RESISTENCIA CAMPESINA A LAS FIRMAS

PRODUCTORAS DE SO JA TRANSGÉNICA

Sergio Ornar Sapkus

Introducción

Desde hace unas décadas, la degradación ambiental originada por las actividades económicas comandadas por el capital ha puesto en el centro de la agenda política mundial el problema del ambientalismo y han orientado gran parte de las preocupaciones de la investigación aca­démica hacia el estudio de la relación entre sociedad y medio ambiente (Benton y Redclift, 1994). La escala de los daños sufridos por la natura­leza pone en serio riesgo la calidad del desarrollo de la vida humana en el mundo, alcanzándose “una nueva etapa de la crisis planetaria en la cual las actividades económicas comienzan a afectar de formas entera­mente nuevas las condiciones básicas de la vida en la Tierra” (Foster, 1999: 108, mi traducción). Entre los efectos más conocidos están el cambio climático y la pérdida de la biodiversidad (Tommasini y Folado- ri, 2001). Con respecto a este último problema, el desarrollo acelerado de la biotecnología1, con el desarrollo de los organismos genéticamente modificados (OGM), ha planteado una nueva fuente de problemas pro­fundizando y dando una nueva dimensión a tendencias que operaban desde la “revolución verde” (Friedmann, 2000; Escobar y Heller, 1999)

El desarrollo de los cultivos (y alimentos) transgénicos ha gene­rado la resistencia de movimientos sociales, activistas y académicos en todo el mundo. Los efectos de estos productos de la ingeniería genética y los insumos asociados a su producción (agroquímicos) sobre el medio ambiente y los seres humanos es un campo debatido acaloradamente en los últimos años en nuestro país (Tambornini, 2003; Grupo de Reflexión

1 Existen diversas maneras de definir a la biotecnología. En este trabajo utilizamos lanoción en su sentido restringido, haciendo referencia a las aplicaciones de la ingenieríagenética (Pengue, 2000b)

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ventajas derivadas de la economía de escala” (Posada y Martínez de Ibarreta, 1998: 114). Esto es, las tendencias de concentración y centra­lización de capital se están desplegando en toda su magnitud en el cam­po argentino, provocando fuertes impactos en las estructuras sociales. Este proceso de creciente concentración de la producción agrícola ha dado un salto con la aparición en el mercado de la biotecnología y prác­ticas agronómicas como la siembra directa. Entre los rubros que marcan el camino en esta tendencia se encuentra la soja. Dados los altos pre­cios internacionales y la baja de costos que implica la incorporación de esta tecnología, se está produciendo en el agro argentino una poderosa tendencia hacia su monocultivo. De allí que “ las transformaciones del sector agropecuario... encuentran en el cultivo de la soja características que las explican y las hacen tangibles, o sea, el avance de la soja en Argentina permite entender de modo más profundo las transformacio­nes del agro” (Domínguez y Sabatino, 2003: 4)

La producción de soja ha venido expandiéndose en Argentina desde la década del setenta. Por esta época la demanda europea de soja y sus subproductos para la alimentación animal creó un nicho de mer­cado que fue aprovechado por países como Brasil y el nuestro. Desde entonces la producción y exportación de soja y sus derivados ha venido creciendo sostenidamente en el país, estimulado por las operaciones de las corporaciones que su comercialización y procesamiento. En los últi­mos veinte años Argentina se fue ubicando entre los principales pro­ductores mundiales de soja, ocupando actualmente el tercer lugar, des­pués de EEUU y Brasil (López Penalta, 1998) Como señalamos ante­riormente, un punto de inflexión en este proceso se da en los noventa con la aparición de la biotecnología y la siembra directa5, a los que se

5 La siembra directa es un método agronómico que consiste en sembrar las semillas sobre los residuos del laboreo anterior con poco laboreo del suelo. Promocionado como un método más conservacionista que los métodos de laboreo convencionales, su mayor dependencia de agroquímicos, que utilizan insumos derivados del petróleo, y funda­mentalmente de herbicidas, para eliminar las malezas, hace que su cualidad “ambiental” sea discutible (ver Pengue, 2000a, 2000b). Por otra parte, como destacan Domínguez y Sabatino, ob. cit., las condiciones de desarrollo de la siembra directa son diferentes a las de otros países latinoamericanos. En efecto, en estos últimos este método aparece vin­culado a la producción agrícola campesina, en el contexto de promoción de técnicas agroecológicas, mientras que en Argentina su introducción se debió a la necesidad de reducir los costos surgidos por la declinación del rendimiento del suelo por el cultivo de la soja en la década del ochenta, en el marco de el agricultura capitalista pata la expor­tación. Ver también, Cloquell y Denoia, 1997.

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suma una nueva llegada de capitales financieros a la agricultura. En efecto, la aparición de la soja genéticamente modificada6 en la segunda mitad de los noventa consolidó el vuelco productivo hacia esta oleagi­nosa debido a la caída de los costos de producción que supone: menos gastos en herbicidas, por la caída de los precios, y menos gasto en mano de obra, por la técnica de la siembra directa.7 De tal modo que en la actualidad la soja es el principal rubro producido en la agricultura ar­gentina y los productos del complejo sojero argentino constituyen el segundo producto de exportación del país (López Penalta, Ibíd.). La soja entonces se ha convertido en el vector de la profundización del capitalismo en el agro argentino, en un de las principales fuentes de ingresos del estado argentino y fuente de superganancias de las corpo­raciones asociadas a su producción y comercialización.

El salto tecnológico dado por la incorporación de la biotecnolo­gía, que permite extender el cultivo de la soja a suelos con menor apti­tud agrícola, sumado a la crisis de las economías regionales, todo esto acicateado por la fuerte demanda internacional, ha permitido que el cultivo de la soja se esté expandiendo rápidamente hacia las regiones extrapampeanas, donde las condiciones agroecológicas no son tan fa­vorables como en las provincias de la pampa húmeda (Domínguez y Sabatino, ob. cit.). En estas provincias, con una fuerte presencia de productores no capitalistas, la introducción de la soja y su paquete tec­nológico, el efecto del desarrollo del capitalismo en profundidad es se hace sentir con mayor intensidad en términos de sus consecuencias en la vida humana y del ambiente.

Formosa: soja y capitalismo a gran escala en el agro

La provincia de Formosa presenta una estructura económica basada en la cría extensiva de ganado y la agricultura de algodón. Esta

6 La soja transgénica es un producto de la biotecnología a la cual se le ha insertado un gen RR originario de otra especie (la petunia) que lo hace Tesistente al herbicida glifo- sato (cuyo nombre comercial es RoundUp). Fue desarrollada por la compañía Monsan­to, que también elabora el Roundup, y lanzada al mercado en 1995. En Argentina se autoriza su comercialización en 1996.7 La rapidez de la incorporación de la soja modificada por la ingeniería genética fue sorprendente, en la última campaña el 95% de la soja producida fue transgénica. El ritmo de adopción de esta tecnología es superior a la de EEUU. Argentina hoy es el segundo productor mundial de soja trasngémica.

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última actividad se ha desarrollado tradicionalmente en unidades pro­ductivas de pequeña escala, en gran parte explotaciones minifundistas. La estructura fundiaria es marcadamente desigual, presentando un fuerte contraste entre los establecimientos ganaderos de gran tamaño y las pequeñas explotaciones agrícolas, la mayoría de ellas con tenencia pre­caria de la tierra.8 Además, gran parte de la superficie provincial conti­núa bajo control del estado como consecuencia de la magra rentabili­dad de su explotación.9 De acuerdo a los datos del censo Agropecuario Nacional de 1988, el 71,7% de las explotaciones agropecuarias corres­pondían a los productores que controlan menos de 100 ha, ocupando sólo 3,9% de la superficie. La superficie cultivada por este sector a su vez representaba un 44,6% de la superficie cultivada total (Carballo, 1997). Los datos parciales del Censo Agropecuario de 2002 permiten observar que, tal como se podía suponer, el acelerado proceso de con­centración y centralización del capital en el agro argentino en los no­venta, tuvo su impacto en la estructura de tenencia de la tierra, agra­vando aún más la concentración de la propiedad del suelo. De este modo la comparación de estos datos con los del Censo de 1988, permite ver una caída del 19% en el número de explotaciones agropecuarias a la vez que aumenta un 20,2% la superficie total ocupada.10 Con respecto a las actividades no ligadas a la producción primaria, la producción indus­trial es muy reducida y el principal empleador es el estado, que concen­tra actividades del sector primario (administración pública). La provin­cia muestra elevados índices de pobreza, que se han elevado en la últi­ma década.11

En este contexto de profundización de las desigualdades socioeco­nómicas en el campo y la creciente pauperización de los productores campesinos, se observa la introducción creciente de la soja dentro del

8 Lo que ha acarreado problemas ambientales con la erosión del suelo debido a la sobre utilización en las explotaciones campesinas (Brailovsky, 1980).9 Aunque esta situación se está modificando en los últimos años debido a las inversiones que se están realizando en la zona centro-oeste. Se trata de capitales extranacionales que están adquiriendo grandes extensiones de tierra para iniciar emprendimientos capi­talistas con elevada tecnología.10 En 1988 había 12.181 explotaciones agropecuarias en la provincia, mientras que en 2002 se registraron 9.871. La superficie ocupada por las explotaciones agropecuarias eTa de 4-221.132 ha en 198, mientras que en 2002 la cifra ascendió a 5.074.037.11 Formosa es la provincia más pobre del país. Un 40% de su población urbana es clasi­ficada como pobre, alcanzando un 60% en las áreas rurales (Manzanal, 1999).

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agro provincial, que a su vez tiende a profundizarlas. Según datos ofi­ciales, la superficie cultivada con soja en la provincia en la campaña 2002/3 fue de 9.000 ha, cuando a principios de los noventa alcanzaba sólo las 200 ha, creciendo explosivamente en las dos últimas campañas (Ver cuadro 1)

Cuadro N91:Superficie cultivada, superficie cosechada y producción de soja

en la provincia de Formosa

Campaña Sup. Cultivada (Ha.) Sup. Cosechada (Ha.) Producción (Tn)1990/1 ' 200 120 2641991/2 150 80 1681992/3 850 450 5401993/4 600 540 1.0261994/5 1.500 1.500 3.3001995/6 1.000 1.000 2.0001996/7 322 300 5701997/8 800 750 1.8001998/9 2.125 1.950 3.9001999/0 250 235 4232000/1 1.500 1.300 3.9002001/2 7.500 7.331 9.5302002/3 9.000 8.530 15.345

Fuente: Provincia de Formosa, Ministerio de la Producción, Dirección de Pro­ducción Vegetal

En la actüalidad la soja es el tercer rubro en importancia en la agricultura provincial (después del algodón y el maíz). Las condiciones de producción de la soja nos hablan de una profundización del capita­lismo en el campo formoseño y con ello todas sus tendencias inheren­tes, ya que mientras los dos rubros anteriores son cultivados en explota­ciones en base a distintas relaciones productivas, el cultivo de la soja implica un nivel de tecnificación y división del trabajo propios de la gran industria capitalista. Estos cambios tecnológicos y en la organiza­ción están vinculados al aumento en la concentración de las activida­des de producción.

Los agentes económicos que cultivan soja son capitales extra- provinciales que arriendan predios para tal fin, organizados en grupos

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empresarios como las denominadas Agrupaciones de Colaboración Empresaria (ACE) y las Uniones Transitorias de Empresas (UTE), para alcanzar las condiciones económicas y organizativas que permitan com­petir en este mercado tan concentrado (Formento y Gavidia, 1996) . El origen de esto capitales está vinculado, como en el resto del país, a la disponibilidad de capitales en el mercado financiero que son volcados a la agricultura aprovechando las buenas performances de algunos ru­bros. (Teubal y Rodríguez, ob. cit.; Naishtat “El color del dinero”, Cla­rín, 06/07/03). En estas condiciones la producción de soja en la provin­cia está reducida a estos grandes capitales, estando excluido del merca­do no sólo los agricultores familiares, sino también gran parte de la bur­guesía agraria provincial.

Dadas las condiciones de escaso desarrollo de las fuerzas pro­ductivas y el estancamiento de la economía provincial, la producción sojera es estimulada fuertemente por el gobierno y se ha convertido en los discursos gubernamentales en la panacea para el desarrollo rural. La debilidad del estado provincial hace que su necesidad de atraer a parte del capital social hacia su territorio se dé en condiciones de extrema vulnerabilidad y su rol, en tanto condensación de las relaciones de fuer­za que apunta a reproducir la relación del capital a largo plazo, frenando las tendencias depredadoras de los capitales individuales, aparece nota­blemente desdibujada. A esto se agrega la importancia que están adqui­riendo los productos elaborados en base a soja en la dieta de la pobla­ción asistida con alimentos por el estado, dentro del programa conocido como Soja Solidaria.12 Esta dependencia del capital provoca la conduc­ta aparentemente negligente del estado con respecto a la regulación de las actividades de las empresas, lo que no es sino una política que favo­rece, en términos negativos se puede decir, los intereses de aquellas.

12 El Plan Soja Solidaria se pone en funcionamiento en 2002, en el contexto de la crisis económica argentina que implicó la imposibilidad de acceso a los alimentos de enormes franjas de la sociedad. Impulsado por la Asociación de Productores de Siembra Directa (AAPRESID), consiste en que los productores de soja donen el 1% de sus cosechas de porotos de soja para asistir a los hambrientos (ver Backwel y Stefanoni, 2003). Es fuer­temente apoyada por los medios de comunicación a nivel nacional, y en la provincia los diarios y los medios televisivos difunden casi todos los días los supuestos efectos benéfi­cos de la introducción masiva de la soja en la dieta de estos sectores altamente vulnera­bles.

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Soja, herbicidas, contaminación y protesta

El Departamento Pirané concentra las mayores inversiones en producción sojera de la provincia. En la última campaña concentró el 65% de la soja cultivada en la provincia y la producción de soja llegó a superar a la del algodón. El cultivo de la soja se concentra en dos zonas tradicionales de producción agrícola y de gran concentración de pro­ductores familiares: las colonias de los alrededores de la localidad de Pirané, capital del Departamento13, y las colonias que se encuentran en los alrededores de la localidad de El Colorado, sobre el río Bermejo, unos setenta kms más al sur. La calidad del suelo en ambas zonas es superior al promedio provincial.

A veinte kms al sur de la ciudad capital del departamento, se encuentra la colonia Loma Senés. Si bien alguna vez, durante el auge del algodón, el asentamiento casi llegó a ser considerado un centro ur­bano, en la actualidad cuenta con una población de 820 personas (alre­dedor de 160 familias). Los pobladores se dedican a la agricultura, com­binando la producción de algodón para el mercado con cultivos para el autoconsumo. Como todo el campesinado provincial, el proceso de mercantilización fue socavando las bases de su reproducción social, ca­yendo en la pendiente de la pauperización. Las condiciones económicas de los últimos años, con el comportamiento errático de los precios del algodón, la ausencia de políticas estatales eficaces hacia el sector (Man­zanal, 2002), fue agravando la situación. De allí que buena parte de los campesinos hayan pasado a depender más fuertemente de ingresos ex- traprediales (y de origen extra agropecuario, abandonando progresiva­mente las tareas agrícolas). Una parte de ellos, contando con recursos y experiencia organizativa diferente, organizó en abril de 2002 una feria franca en Pirané, donde comercializan productos hortícolas de sus par­celas.14 De esta manera este grupo vuelca buena parte de los productos

13 La ciudad de Pirané se encuentra ubicada a 110 km. al oeste de la capital provincial, sobre la ruta nacional Ne 81.14 Desde 1995 se conforma, con la intervención de “agentes extemos”, un grupo de mujeres de esta colonia y de colonias vecinas que, obteniendo fondos de diversas fuen­tes de financiamiento, desarrolla formas asociativas de producción y comercialización. De este Equipo de Mujeres surge la iniciativa de la organización de la feria. Una vez instalada, la feria ha conseguido el apoyo financiero del Plan social Agropecuario (PSA). Las principales líderes comunitarias del conflicto también surgen de este grupo.

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de sementera al mercado local, lo que le permite atenuar la caída en la pauperización.

Las empresas que cultivan soja comenzaron a instalarse en la colonia y asentamiento rurales vecinos hace cinco años, arrendando alrededor de 600 ha. en la última campaña a pobladores que posen la cantidad de tierra suficiente y a los cuales, debido a la ausencia de uso alternativo del suelo, el contrato les resulta favorable, convirtiéndose en pequeños rentistas. Como todas las firmas que producen soja trans- génica, organizan el proceso productivo con el método de la siembra directa y utilizan los agroquímicos que los acompañan. El rociado de los herbicidas se realiza en este caso por vía terrestre, con camiones deno­minados “mosquito”. En enero y febrero de este año los camiones pul­verizadores efectuaron el rociado en horas de la mañana y de la tarde, con altas temperaturas y con la presencia de fuertes vientos, condicio­nes que no se ajustan a las normas de aplicación de esos productos. De este modo, el producto regado derivó hacia las parcelas vecinas, gene­rando una “nube tóxica” que cubrió buena parte de la colonia, dañando gran parte de los cultivos implantados en estas chacras y con posibles efectos en la salud de los pobladores.15

Las características de las malezas combatidas y los productos uti­lizados añaden un aspecto que agrava la situación. En efecto, la apari­ción de la denominada “soja guacha”, las plantas que crecen de las se­millas que quedan en el campo después de la cosecha, resistentes al glifosato16, implicó añadir a este agroquímico, otros productos que eli­

15 Según comentan los pobladores, “poco después de las pulverizaciones una densa nube cubría con fuerte olor a químicos cubría la comunidad. Además, el camión pulverizador realizaba la recarga de agua en represas ubicadas entre la banquina del camino y alam­brados perimetrales de las propiedades, muy cercanas a las viviendas y al centro de salud de la colonia”, Reporte descriptivo'informativo de los impactos producidos por la aplica­ción de plaguicidas a los cultivos de soja en la colonia Loma Senes (Departamento Pirané- Formosa) realizado por el Ing. Máximos Gorleri (por la Universidad Nacional de Formo- sa), 2003.16 El glifosato, cuya marca comercial más conocida es el Round Up, es un herbicida de acción sistémica no selectivo, de amplio espectro. Elaborado por la compañía Monsanto en la década del setenta, ha desalojado en gran parte a los herbicidas no selectivos en nuestro país y otras partes del mundo. Por ello se ha convertido en el herbicida de mayor venta en el planeta. Si bien se presenta a este herbicida como inocuo, existen investigaciones que alertan sobre sus efectos perjudiciales sobre la fertilidad del suelo, al obstaculizar el funcionamiento de bacterias indispensables para su recomposición (ver N avia, 2000).

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minen estos brotes. De allí que los campos de soja estaban siendo rocia­dos con una combinación de sustancias, y observando los efectos pro­ducidos en los cultivos afectados, muy posiblemente figure entre ellos el 2, 4 D, un poderoso herbicida de acción hormonal, prohibido en varios países.

Los daños consistieron en la pérdida de la producción de algo­dón y de los cultivos de productos alimenticios (en parte dedicados al autoconsumo y en parte vendidos en la feria que tienen en Pirané) en 23 unidades domésticas aledañas a los campos arrendados por la em­presa.17 Por otra parte, se comenzaron a percibir ciertas afecciones en la salud.18 El impacto económico inmediato fue grave, ya que estas unida­des domésticas perdieron gran parte de los cultivos que aseguran su subsistencia.

Alrededor de estos acontecimientos se desencadenó el conflic­to. La reacción de la comunidad fue inmediata. Contando con un grupo organizado desde hace tiempo dentro del M OCAFOR y su antecesor el MAF.19, es decir, contando con recursos organizativos e ideológicos, que convirtieron el hecho en una “injusticia cometida contra los campesi­nos", comenzaron a ensayar varios tipos de respuestas. A las que pode­mos clasificar en: acción directa, las peticiones institucionales y la ac­ción judicial.

Entre las medidas de acción directa figuran dos “cortes de ruta” sobre la ruta provincial N 9 3, sobre la que está asentada la colonia, a fines de febrero y en marzo, solicitando que se detenga la fumigación y que las autoridades estatales intevinieran en la situación defendiendo los derechos de las personas afectadas. También impidieron que el ca­mión que realizaba el riego de los agroquímicos pudiera realizar su labor en los ampos arrendados.20 En el momento en que los pobladores de

17 De acuerdo al peritaje realizado, se perdieron 180 ton. de mandioca, 44 ton. de bata­ta, 5,4 ton. de zapallo, 80 ton. de algodón, además de una cantidad más difícil de preci­sar de porotos, melones, bananas y hortalizas.18 Los síntomas denunciados por los pobladores fueron: mareos, nauseas, vómitos, dia­rreas, dolor estomacal, sarpullido, alergias, lesiones de piel, irritación de ojos y proble­mas de visión. Según uno de los informes técnicos, estos efectos corresponden a los producidos por el glifos ato.19 En la zona, tuvo un importante desarrollo la ULiCaF, en la década del setenta. Con la democracia, en los ochenta, varios líderes importantes del MAF surgieron de esta colo­nia. Los pobladores actuales cuentan con esta experiencia de lucha y organización.20 Por lo cual fueron demandados judicialmente, a su vez, por la empresa productora.

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Loma Senés llevaban cabo estas acciones a fin de impedir las fumiga­ciones, en los alrededores de Villa General Belgrano21, otro grupo de campesinos organizados en el M OCAFOR, alarmados por lo sucedido por sus compañeros, impidieron que una avioneta fumigadora despega­ra para realizar el rociado de agroquímicos en otro campo cultivado con soja.22 Al mismo tiempo, una denuncia difundida por la Estación Expe­rimental Agropecuaria del INTA de El Colorado, indicaba la existencia de posibles casos de intoxicación de animales y peces por el efecto de agroquímicos utilizados en campos sembrados con soja (La Mañana, 05/ 03/03, pág. 20). El caso de Loma Senés actuó como detonante de una serie de respuestas y denuncias contra las empresas sojeras, que pusie­ron en la agenda de la discusión política provincial el tema de los efec­tos negativos de los emprendimientos empresarios en el agro.23

La canalización institucional de la protesta se realizó con la soli­citud a los organismos estatales correspondientes para que tomen car­tas en el asunto. Particularmente se solicita a las autoridades del gobier­no que obliguen a las empresas a cesar las fumigaciones y aplicar las reglamentaciones para el uso de los agroquímicos y de protección del medio ambiente en general.24 Además, se solicitaba la asistencia sanita­ria por los daños a la salud que se habían detectado. Y, por último, se solicitaba la asistencia alimentaria y de otros medios de vida imprescin­dibles (como material escolar para los chicos en edad escolar) que, ante el colapso de la producción parcelaria, eran imposibles de adquirir.

Paralelamente a esto, se profundizaron las relaciones con grupos ambientalistas y académicos que se solidarizaron con la protesta.25. En

21 Localidad ubicada a unos 200 kms de la capital provincial, sobre la ruta nacional ns 86. Esta zona es la epicentro del desarrollo organizativo del MOCAFOR.22 En este caso se trata de una firma que arrendó 500 Ha en la zona.23 En el contexto de la campaña electoral por la Asamblea Constituyente Provincial realizada en abril de 2003 y las elecciones a gobernador y diversos caros municipales y legislativos en octubre de este mismo año. Diversos grupos políticos de la oposición se sumaron inmediatamente a apoyar las denuncias de los campesinos.24 En la provincia las normas jurídicas ambientales comprenden la Ley 1163/95 de Pro­ductos Fitosanitarios, la Ley 1060/93 de Medio Ambiente y la Ley 1047/93 de Intereses Difusos. La primera de ellas se reglamentó en 2003, mediante el Decreto Reglamentario NQ 1228 del 18 de septiembre.25 Se establecieron relaciones y se recibió la visita de activistas vinculados a Greenpea­ce, el Grupo de Reflexión Rural y el Grupo de Estudios Rurales. Por otra parte, el con­flicto fue divulgado por la prensa ambientalista y uno de los diarios de tirada nacional más importantes, Página 12, dedicó un buen espacio a la divulgación de noticias sobre este tema.

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el ámbito provincial, se activó nuevamente la confluencia del activismo que ha protagonizado buena parte de la protesta social en la provincia y diversos técnicos que trabajan en el medio rural con los campesinos. La fuerza social constituida de este modo permitió transformar al conflicto en un conflicto social y neutralizar la acción de las empresas y el estado tendiente a convertir el hecho en un mero accidente, presentándola como mera “externalidad”

Un aspecto importante de este proceso fue el camino que segui­do en los estratos judiciales. Los pobladores de la colonia iniciaron una acción de amparo que fue aceptada por la jueza de la provincia que dictaminó, el 26 de marzo, el cese inmediato de las fumigaciones por el término de seis meses.26 Esta medida fue una conquista de las medidas desarrolladas por los campesinos del M OCAFOR, y sienta un prece­dente a nivel nacional sobre la cuestión.27

Las acciones del MOCAFOR entonces plantean un foco de re­sistencia a lo que se concibe como el modelo de desarrollo rural para el campo. En términos más generales, expresa la oposición comunitaria a la subsunción de la naturaleza humana y extra-humana por el valor como meta en sí y alienada. Los campesinos organizados en el M OCA­FOR conforman un grupo activista de productores directos del sector rural que atacados por el desarrollo del capital, escogen permanecer en el lugar y luchar por mejorar las condiciones de su reproducción social. Esta elección está influida en cierto sentido porque la otra alternativa, buscar mejor vida en otra parte, está cada vez más desacreditada por el nivel de desempleo existente en los centros urbanos. De ahí que las redes de contactos personales, los sistemas de apoyo y los mecanismos de ayuda que ayudan a hacer frente a la vida que se encuentran dentro de las unidades domésticas y la comunidad aparezcan destacadas en sus discursos. Estas formas de organizar la producción y el consumo de va­lores de uso se enfrenta a la dinámica del valor encamada por el capital.

26 La medida ordenada por la jueza establece en su primer punto: “el cese inmediato de las fumigaciones con herbicidas en la colonia Loma Senés, Departamento Pirané, sea por aplicación terrestre con máquina fumigadora denominada mosquito o aérea, por el término de seis meses y hasta tanto se cumplimenten con todos los recaudos legales y reglamentarios y se realice un estudio de efectos ambientales, a los fines de evitar que las zonas fumigadas puedan eventualmente convertirse en improductivas”27 Ver Vicente, Carlos “La semilla de una pelea”, suplemento económico CASH del diario Página 12 (28/09/03, pág. 5)

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La respuesta del estado, promotor del desarrollo del capital, y en esta etapa de acumulación, del capital más concentrado, haya sido in­mediata y consistió en desacreditar las quejas a los campesinos. Varios funcionarios del Ministerio de Desarrollo Humano del Estado provin­cial se trasladaron a la colonia y, luego de los estudios sanitarios realiza­dos, arribaron a la conclusión de que los problemas de salud que presen­taban algunas personas se debían a la “falta de higiene”. Por lo cual se repartieron anti-parasitarios a los pobladores afectados. Por otra parte, se niega la utilización de 2,4D. Esto es, el discurso gubernamental apunta a neutralizar los efectos de las denuncias en la opinión pública atribu­yendo la responsabilidad de las afecciones a las propias víctimas. Bus­cando además descargar la responsabilidad de la protesta en la acción de grupos políticos opositores.28

Por otra parte, para contener la protesta, se asistió a la población afectada con alimentos y otros medios de vida, como útiles escolares (cuyo reparto generó otras denuncias por parte de la organización cam­pesina) . Y sumado a esto, dosis diversas de coerción a través de los jefes políticos locales que buscaban amedrentar a la población de la colonia para que no participe en las actividades de protesta con la amenaza de que se le retirarían las ayudas del estado (planes de subsidio a los des­ocupados, reparto de insumos agrícolas, etc.)

La empresa reaccionó buscando descalificar al grupo campesino ante la opinión pública, arguyendo que las inversiones promueven el desarrollo provincial, al innovar tecnológicamente y al generar puesto de trabajo (La Mañana, 06/03/03, La Mañana, 26/09/03). Además negó que se estuvieran utilizando inadecuadamente los agroquímicos. En todo esto, utilizando un discurso modernizante convencional, ubicó al grupo campesino como un grupo “tradicional” opuesto al progreso y tratando de preservar formas productivas de bajo rendimiento.29 Por otra parte, inició una contra-demanda judicial a los campesinos al haber impedido circular al camión fumigador. De todas maneras, ante la persistencia de la oposición del grupo campesino, decidió abandonar las inversiones en la zona de Pirané.

28 Ver nota 24.29 Todo esto en el contexto de la campaña ideológica a nivel nacional que promueve los beneficios del desarrollo sojero en distintos aspectos (divisas para el país, ayuda alimen­taria, etc.)

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Así es que la protesta consiguió una pequeña victoria, que la empresa se retire. Pero los daños producidos, que aun no se han medido en toda su magnitud, no han sido reparados. Por supuesto, el resto de las empresas que operan en la provincia continúan con sus actividades, y de hecho, los propios campesinos de Loma Senés, no resuelven sus problemas con la mera ausencia de la empresa. Por esta razón quizás el logro más importante ha sido poner en el centro del debate público provincial y nacional, la problemática de las consecuencias humanas y naturales de este tipo de desarrollo agrario.

Sustentabilidad... ¿qué sustentabilidad?

En las últimas décadas el término sustentabilidad ha pasado a convertirse en parte del vocabulario común de la humanidad. Ha ad­quirido fuerza desde la década del ochenta, cuando se dio a conocer el informe Nuestro futuro común, de la Comisión Mundial sobre el Am­biente y el Desarrollo de la ONU y posteriormente con la Cumbre de la tierra en Río de Janeiro. Ribeiro considera a la noción de sustentabili­dad como “la noción central que articula y neutraliza intereses diver­gentes internamente al campo político (in) formado por el gran meta- rrelato utópico del ambientalismo” (1991: 84). La noción de sustenta­bilidad se caracteriza entonces por su ambigüedad y se ha constituido en un campo discursivo controvertido, manipulado por diversas corrien­tes ideológicas con programas divergentes y hasta antagónicos. O ’Connor plantea que esta ambigüedad conduce a que “mucha gente hable y es­criba todo el tiempo sobre la ‘sustentabilidad’: la palabra puede ser uti­lizada para significar casi cualquier cosa... lo que forma parte de su atrac­tivo” (O’Connor, citado en Peet y Watts, 1996: 36). De esta manera se desarrollan agendas divergentes en torno a la noción. Las agendas que están basadas implícita o explícitamente en narrativas divergentes del declive ambiental, de la explicación histórica de su degradación, la asig­nación de agencia en el proceso y la identificación de los que pierden y ganan en el proceso.

Registrando los discursos de los sectores que se enfrentan en el conflicto, encontramos que en ambos lados se apela a este significante. La firma responsable de la fumigación emitió una solicitada en un dia­rio local donde se afirma que su objetivo es: “producir racionalmente, mediante la utilización de técnicas conservacionistas, cuidando espe­

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cialmente el medio ambiente y los ecosistemas existentes”, añadiendo que el emprendimiento empresarial busca “la sustentabilidad del pro­yecto formoseño...” (La Mañana, 06/03/03, pág. ). Por otro lado, los sucesivos comunicados y declaraciones de los campesinos también en­fatizan el problema de la sustentabilidad ecológica: “... (nuestra lucha) apunta no sólo a la defensa de la seguridad alimentaria, sino también a la sustentabilidad, que significa entre otras cosas: “producir sin degra­dar los recursos naturales base de la producción” (Comunicado de Prensa del MOCAFOR, 03/04/03). Pero la manera de construir el problema del ambiente y hasta opuesta en cada caso, no sólo por el discurso ma­nifiesto, sino también en el práctico.

Como plantea O ’Connor, el discurso de las empresas y el gobier­no apunta a “cómo rehacer la naturaleza de maneras congruentes con la sustentabilidad de las utilidades y la acumulación del capital” (pág. 281). En este contexto aparece la imagen de la naturaleza como “grifo”, sin respetar los tiempos ecológicos de reproducción y conservación. Para el capital, la naturaleza es simplemente un prerrequisito ineludible para la extracción de plusvalor de la fuerza de trabajo libre y la objetivación de este excedente en valores de uso vendibles (mercancías) (Burkett, ob. cit., pág. 215) En este sentido, el discurso de las empresas y el go­bierno se enmarca claramente en la tendencia del discurso de la “soste- nibilidad” (Leff, 1998), que apunta a lograr un crecimiento económico sostenible mediante los mecanismos de mercado y donde, a diferencia de lo que sucedía en los sesenta y setenta, ha desaparecido la contradic­ción entre ambiente y crecimiento (Leff, Ibíd..; Hornborg, 2003). La construcción de la problemática ambiental aparece para las empresas por el lado de la crisis de acumulación o como lo llamaría O ’Connor, crisis de los costos de las condiciones de producción. Así, y de manera más general, su discurso se inscribe en las propuestas ecologistas neoli­berales donde, alrededor de la noción de capital natural, se sostiene que los mecanismos de mercado son suficientes para internalizar los costos ecológicos de la explotación capitalista (para una crítica sistemática ver Burkett, ob. cit. y Foladori, 2002).30 El efecto buscado es forzar a los

30 En este sentido, es interesante comentar la respuesta a las críticas que uno de los miembros del Grupo de Reflexión Rural dirigió al desarrollo de este tipo de producción en la provincia en diario provincial por parte del abogado de las empresas involucradas en el conflicto. Este abogado responde que son las reglas del mercado las que definen el mejor uso de los recursos y que en tomo a ellas se resuelven los problemas sociales y ambientales que ocasionalmente produzcan (La Mañana, 27710/03)

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trabajadores y sus comunidades a adoptar la visión instrumental de las condiciones naturales y que acepten el intercambio empleo por am­biente mercantilizable.

El discurso campesino pone el eje en lo que O ’Connor denomina el sentido de sustentabilidad como “proveer lo necesario para la vida”, para las clases trabajadoras expropiadas de sus condiciones de produc­ción, y “resistir sin ceder” por parte de aquellos sectores no totalmente proletarizados y cuya forma de vida está, siendo alterada por las formas del salario y la mercancía (pág. 276). La situación de clase contradicto­ria31 de los agentes campesinos involucrados hace que sus representa­ciones oscilen entre estas dos variantes de la noción de sustentabilidad. Si bien en las declaraciones campesinas no se constata un ataque explí­cito que apunte a desarrollos más sistémicos del desarrollo del capital32, su planteamiento se construye alrededor de nociones e imágenes que lo sitúan en una contradicción objetiva con las necesidades de la repro­ducción ampliada del capital, en la medida que este subsume creciente­mente el ámbito de la producción y la reproducción de la vida social (como en la consigna “Por condiciones de vida digna: pan, tierra y tra­bajo para todos”). En este sentido, la crisis ecológica, desde esta pers­pectiva, es construida como deterioro general de las condiciones de desarrollo de la vida de las personas y de las especies naturales, esto es, donde el valor de uso de los recursos y productos aparece como el ele­mento central ha ser tomado en cuenta, y donde la naturaleza se pre­senta como sustancia material del desarrollo humano.

Por el momento no profundizaremos más en esta cuestión, pero entendemos que esta clasificación preliminar ubica las maneras en que se construye, de acuerdo a las características de la posición de clase y de la relación con el proceso de trabajo -y por lo tanto los intereses contra­dictorios que se desarrollan con respecto a la preservación de recursos esenciales para el proceso de producción, para producir a corto versus largo plazo, o en las contiendas alrededor de las “externalidades” en el medio ambiente del proceso productivo- la visión del ambiente y de la manipulación de la noción de sustentabilidad. Un aspecto a profundi­zar son las características específicas del discurso campesino sobre la

31 Ver Wright, 1983, y nuestra adaptación en Sapkus, ob. cit.32 Por ejemplo, los discursos de sus líderes giran, en sus denuncias más radicalizadas, en la denuncia del “modelo” de desarrollo capitalista, no en el cuestionamiento del capita­lismo como tal.

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cuestión, cuya elaboración depende también de las interpelaciones ideo- lógicas a las que están expuestos por los discursos ambientalistas que circulan en la sociedad y particularmente, entre los grupos y agentes externos que colaboran en llevar adelante sus reclamos. Y esto porque percibimos, en una primera mirada, que aún dentro del rasgo comparti­do de discursos de oposición, estos discursos vehiculizan distintos pro­gramas de salida a los problemas ambientales.

Reflexiones finales

El potencial pro-ecológico del trabajo se expresa en y a través de las luchas populares contra el poder del capital sobre la producción y sobre las condiciones naturales y sociales de la producción (Burkett, op. cit., 214). Luchas que si bien en algunos casos son “externas” al capital, en tanto no se desarrollan dentro de los lugares de trabajo, son internas a la totalidad real del capital, entendido como relación antagónica en­tre capital y trabajo y sus respectivas condiciones de reproducción y desarrollo. En este trabajo hemos presentado una descripción y análisis introductorio de un proceso molecular, aun en curso, de estas luchas, protagonizada por comunidades campesinas contra las empresas que están vehiculizando el desarrollo capitalista en el campo en la rpvincia de Formosa. Conflicto que, además de mostrar los efectos negativos de este desarrollo para las comunidades y la naturaleza, también permite observar las condiciones concretas en que la agencia de los trabajadores pone frenos a este avance.

La organización previa de estas comunidades, con la disponibili­dad de recursos organizativos e ideológicos, y el apoyo de los agentes externos han coadyuvado en que el ataque a las condiciones naturales y sociales de producción de estos pobladores rurales se haya convertido en un conflicto social, superando los intentos hegemónicos de conver­tirlo en una mera “externalidad” que no afecta la lógica inherente al proceso de acumulación de capital. Y en el desarrollo del conflicto algu­nas pequeñas victorias se han logrado, como la prohibición temporal de las fumigaciones, y con posterioridad el retiro de la firma. Las tenden­cias del desarrollo del capitalismo en el agro argentino permiten supo­ner que casos como éste se repetirán en el futuro. De ahí la necesidad de profundizar en su análisis para llegar a una mejor comprensión de la manera en que los agentes sociales construyen su relación con el am­

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biente y los conflictos que emergen al enfrentarse sus intereses contra­dictorios en una sociedad de clases, en un contexto social cada vez más sensibilizado por la declinación de la resiliencia de la naturaleza. Y, liga­do a esto, aportar para que sus esfuerzos organizativos y su capacidad de lucha obtengan mejores resultados.

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