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RECENSIONESSCRIPTA FULGENTINAAño XXVIII - Nº 55-562018Páginas 209-211

SANTIAGO GUIJARRO, EL CRISTIANISMO COMO FORMA DE VIDA. LOS PRIMEROS SEGUIDORES DE JESÚS EN PONTO Y BITINIA, BIBLIOTECA DE ESTUDIOS BÍBLICOS 157, SÍGUEME, SALAMANCA 2018, 189 PÁGS.

La colección Biblioteca de Estudios Bíblicos nos ofrece un libro de su director Santiago Guijarro. Se trata de un estudio sobre los orígenes del cris-tianismo, un tema de gran actualidad en este momento, pues el cristianismo está buscando comprender su forma de estar en el mundo y su manera de transmitirla. La memoria de cómo comenzó todo, de los orígenes, es clave para la identidad cristiana, pues el cómo se configuró esta identidad arroja luz sobre la identidad actual y su transmisión. No es lo mismo dar razón de la fe cristiana en una sociedad de cristiandad que en la sociedad actual. No pocos somos los que percibimos que más que evangelizar o transmitir una identidad estamos gestionando la decadencia de un modelo que no transmite una clara identidad cristiana. El interés por los orígenes del cristianismo nace del interés por la evangelización. Esta Biblioteca de Estudios Bíblicos de la editorial Sí-gueme viene publicando últimamente estudios muy iluminadores en este ámbito de los orígenes del cristianismo, y el libro anterior a éste en esta colección ha sido muy leído (Alan Kreider, La paciencia… BEB 156, Salamanca 2017, cf mi recensión en Scripta Fulgentina 53-54, págs. 135-149).

Al igual que el libro de Alan Kreider, este estudio de Santiago Guijarro tiene también en cuenta la teoría de la acción propuesta por el sociólogo Pierre Bourdieu centrada en la categoría del habitus. Y el dinamismo histórico anali-zado es parecido, pues es algo ya sabido por otros estudios: que la difusión del cristianismo fue algo característico de la generación apostólica (30-70 d.C.), y que el efecto de esta difusión pudo durar gracias a que la siguiente generación (70-110 d. C.) se dedicó al arraigo de las creencias y de la forma o habitus

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cristiano. Santiago Guijarro focaliza su estudio en las comunidades cristianas de Ponto y Bitinia a finales de esta segunda generación. Y para ello analiza dos escritos diferentes, aunque complementarios: la Primera carta de Pedro y la Carta de Plinio el Joven a Trajano. La identidad no se define solamente con lo que alguien dice de sí mismo sino también con lo que los otros dicen. El estudio comparativo de ambos textos ayuda a entender el arraigo de las creencias cristianas en el modo de vida de las primeras comunidades.

Este estudio se desarrolla en siete capítulos progresivos comenzando por un primer capítulo que sin titularlo así es a modo de una introducción general. Co-mienza con el estudio del epitafio de Abercio Marcelo, un cristiano de la última década del s. II d. C. Esta inscripción, junto a otros testimonios, nos hablan de una difusión y arraigo de la forma de vida cristiana en regiones en donde el cristianismo había llegado un siglo antes. Es la generación subapostólica caracterizada por misioneros y pastores que tratan de consolidar la prodigiosa expansión de comunidades durante la primera generación apostólica. Y este es el planteamiento de este libro, analizar el “arraigo”, en cuanto “echar raíces” en un territorio, de las comunidades del Ponto y Bitinia. Y parece claro que este arraigo implicó la transformación del habitus, en cuanto nuevo estilo de vida basado en las enseñanzas de Jesús antes que en las convenciones sociales.

En el segundo capítulo analiza de manera genérica la formación del cristianismo en Ponto y Bitinia, paisaje, historia, población y la llegada de los primeros cristia-nos. Y de esta manera, Santiago Guijarro nos introduce en la Carta de Plinio el Joven a Trajano sobre los cristianos (112 d. C, en una ciudad del Ponto), a la que dedica el capítulo 3. Esta Carta comienza a estudiar la situación del cristianismo en Ponto y Bitinia a comienzos de la tercera generación, y por eso, nuestro autor decide estudiarla antes que la Carta de Pedro. El valor principal de esta carta reside en que, entendiéndola bien en su contexto, lo que dice es lo que podía entender, pensar y decir un romano de aquella época sobre el cristianismo. El análisis literario de esta Carta y su dinámica retórica, lleva a nuestro autor a concluir que la carta de Plinio trata de convencer al emperador de que la forma en que había procedido en el caso de las acusaciones contra los cristianos era la más adecuada. Y concluye este capítulo 3 con el texto latino de la Carta y su traducción, y también con las referencias a esta carta por dos autores cristianos que escriben unas decenas de años después: primero Tertuliano y después Eusebio de Cesarea (un siglo después).

El capítulo 4 es clave en el desarrollo de este libro, pues desde la lectura de la carta de Plinio trata de ver a los cristianos desde esta perspectiva que es la de un observador externo. Con dos lecturas complementarias, una primera que sitúa lo que dice la carta en el escenario de lo que podía entender un romano de principios del s. II d. C.; y la segunda que pretende situar el testimonio de los

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cristianos interrogados por Plinio en el marco de lo que sabemos sobre ellos. Y todos los indicios sugieren que la difusión del cristianismo había sido consi-derable en esta zona del imperio. El modo de vida cristiana se había extendido desde las ciudades a los pueblos y aldeas, y se habían incorporado personas de toda edad y condición. Se puede deducir de esta carta de Plinio el estilo de vida y sus encuentros comunitarios que configuraban el habitus cristiano. El cristianismo tenía un arraigo, y cómo se produjo este arraigo es lo que trata de responder Santiago Guijarro en los capítulos siguientes.

Desde esta perspectiva el capítulo 5 está dedicado a la Primera Carta de Pe-dro, que supone lógicamente otro enfoque distinto, el de un observador interno. Esta carta es un poco anterior a Plinio, y en ella encontramos recomendaciones para consolidar el modo cristiano. Santiago Guijarro afirma que esta carta fue escrita por un grupo de discípulos de Pedro y fue enviada desde Roma a las comunidades dispersas por las provincias romanas de Asia menor, sobre todo a las de Ponto y Bitinia. Incluye una traducción de toda la carta y un estudio de su disposición retórica, que muestra cómo esta carta esta dirigida a un grupo de cristianos a los que trata de persuadir sobre una forma de vida que debían adoptar como consecuencia de sus creencias y de los ritos que practicaban.

El capítulo 6 afronta una descripción sociológica de los cristianos de Ponto y Bitinia según la Primera Carta de Pedro. Está claro que la conducta y el estilo de vida aparecen en primer plano en esta Carta, pues fue escrita para fortalecer convicciones y un estilo de vida que estaba siendo hostigado, y estos cristianos se veían amenazados en sus bienes y en sus vidas. La carta está escrita con urgencia que busca orientar en un comportamiento dentro de una sociedad adversa. La carta subraya dos claves en la vida de estos cristianos: el proceso de iniciación cristiana o bautismo y la actitud que adoptaron frente al prejuicio social. Estos dos momentos arraigaron en muchos de ellos y por eso se les exhorta a renovarlos. Se les anima a no sucumbir a la tentación de volver a su antigua vida. Está claro que tanto para el remitente como para los destinatarios de esta carta el cristianismo era principalmente un estilo de vida.

El capítulo 7 es conclusivo. Santiago Guijarro utiliza la teoría de la acción de P. Bordieu a partir de la categoría del habitus para comprender la exhortación de la Primera Carta de Pedro. Y los dos escritos analizados, esta Carta de Pedro, y la pos-terior Carta de Plinio ayudan a comprender, desde dos puntos de vista diferentes, la primera difusión del cristianismo. El arraigo de un comportamiento que transforma un habitus, acaba convirtiéndose en una nueva forma de vida. Y en este sentido, termina afirmando, este autor, el cristianismo es, ante todo, una forma de vida.

Cristóbal Sevilla Jiménez