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Semana Semana Santa Santa A A 2014 2014 Acción Católica General Alfonso XI, 4 5º 28014 Madrid www.accioncatolicageneral.es [email protected] Creo Señor... Creo Señor...

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● ●

Semana Semana Santa Santa –– A A

2014 2014

Acción Católica General Alfonso XI, 4 5º

28014 Madrid www.accioncatolicageneral.es [email protected]

Creo Señor...Creo Señor...

● 2 ●

Mt 21, 1-11 1 Al acercarse a Jerusalén, llegaron a Betfagé, al monte de los Olivos; Jesús envió a dos dis-cípulos, 2 diciéndoles: «Id a la aldea de enfren-te; a la entrada encontraréis una borriquilla atada, y con ella un pollino; desatadlos y traédmelos. 3 Y si alguien os dice algo, decid-le: "El Señor los necesita, y en seguida los de-volverá"». 4 Esto ocurrió para que se cumplie-ra lo que había dicho el profeta: 5 Decid a la hija de Sión: Mira que tu rey viene a ti humil-de y montado en un asno, en un pollino, hijo de animal de carga. 6 Los discípulos fueron e hicieron como Jesús les ordenó, 7 y trajeron la borriquilla y el pollino. Pusieron sobre ellos sus mantos, y Jesús se montó. 8 Muchos alfombraban el camino con sus mantos, y otros con ramas que cortaban de los árboles. 9 Los que iban delante y de-trás gritaban: ¡Viva el hijo de David! Bendito el que viene en nombre del Señor. ¡Viva Dios altísimo! 10 Al entrar él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió; de-cían: «¿Quién es éste?». 11 Y la gente respondía: «Éste es Jesús, el profeta de Naza-ret de Galilea».

● Ruego/rogamos para pedir el don del contemplar el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesús y, así poder seguirlo mejor.

● Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.

● Leo/leemos el texto.

● Después contemplo y subrayo.

San Ireneo dice que el Hijo y el Espíritu Santo son como las dos manos con las que el Padre modela al ser humano a lo largo de la historia.

● Pidamos la ayuda del Espíritu Santo para que nos haga comprender lo que Dios quiere decirnos por medio de este texto. Miro los personajes que aparecen en el relato y me detengo en lo que dicen y ha-cen.

● Me pregunto también ¿por qué hacen y dices estas cosas? ● ¿Qué es lo que Dios Padre nos revela en este texto de Jesús? ¿Qué es lo que Dios Padre nos revela de la originalidad de la vida cristina en nuestro mundo? ● Se pregunta hoy también la gente ¿quién es Jesús? ¿qué respuesta le daría yo?

● Llamadas. Diálogo con el Señor a partir de lo que he orado: Contemplo detenidamente la escena

de la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, le doy gracias, le pido al Señor por el mundo, por la Iglesia, por la Comunidad Parroquial, por los cristianos.

Domingo de Ramos - A ● Mateo 21, 1-11 ● “Bendito el que viene en el nombre del Señor”

● Isaías 50, 4-7 ● “No oculté el rostro a insultos y sé que no quedaré avergonzado”

● Salmo 21 ● ”Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”

● Filipenses 2, 6-11 ● “Se rebajó a sí mismo; por eso Dios lo levantó sobre todo”

● Mateo 26, 14-27,66 ● “Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu”

● 3 ●

NOTAS PARA SITUAR ESTE EVANGELIO

● Estamos hoy en el pórtico de la Semana Santa. Este domingo comenzamos la Semana Santa, tan importante para los cristianos.

● Y en su comienzo tenemos el Domingo de Ramos en el que recordamos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Día de palmas y ramos con lo que lleva de jolgorio y vistosidad; día de niños y pa-dres que participan de la fiesta.

● Por lo que vemos en los Evangelios Jesús siem-pre fue reacio a cualquier manifestación de exte-riorizar el apoyo a su persona; más bien buscaba la discreción “no se lo digas a nadie”, acostumbra-ba a decir cuando realizaba algún milagro.

● Por una vez, a las puertas de su crucifixión, an-tes de que pasase por el suplicio de la cruz, Jesús deja hacer y entra de una forma solemne, entre gritos de aclamación en la ciudad de Jerusalén que pocos días después le rechazará y le llevará a la cruz.

● Y lo hace no como los importantes del momento montado sobre un caballo. No entra como vence-dor y dominador, sino que entra en Jerusalén montado en una borrica, no con el caballo, animal de los ricos, de los conquistadores sino con el ani-mal de un trabajador. ”Id a la aldea de enfrente, encontraréis en seguida una borrica atada con su pollino. Desatadlo y traedlos” Todo un símbolo de lo que fue su vida, del estilo que impuso a su exis-tencia SERVIR, NO MANDAR. El Dios que nos muestra Jesús no es un Dios de poder, de autori-dad sino un Dios de humildad, de solidaridad, de compasión, de amor. Así nos quiere también a no-sotros.

● Todos sabemos la historia y conocemos que aquella fiesta: aquellos ramos, aquellos mantos que adornaron el paso de Jesús duró bien poco. Los gritos de entusiasmo con los que el pueblo le aclamaba “Bendito el que viene en el nombre del Señor” se convirtieron bien pronto en el “crucifícale” de la condena. ¡Qué misterioso es el ser humano! Los que le aclaman, días más tarde, a lo mejor, estarían pidiendo su crucifixión. Así so-mos de volubles.

● Pero ahora, al principio de esta Semana Santa, hay que tener presente la meta final: la resurrec-ción. Todo concluyó con la victoria de la resurrec-ción. El próximo domingo la celebraremos, recor-daremos la victoria de Jesús sobre la muerte. Esa es también nuestra meta

● En el relato unos cortan ramas, otros adornan el camino por el que tenía que pasar Jesús y todos vitorean a Jesús. Una fiesta se organiza que está corroborada por el testimonio de la palabra: ”Es Jesús el profeta de Nazaret de Galilea”. Es el pro-feta de Nazaret el que ha llegado a la ciudad ¿cómo será acogido?

● Jesús es el profeta de Nazaret que viene a Jeru-salén, donde en tantas otras ocasiones había esta-do. ¿Cómo lo acogemos en nuestras vidas?

¡Bendito el que viene en nombre del Señor!

Señor Jesús, ¿qué quieres decirnos cuando te montas en una borrica para entrar en Jerusalén?

¡Qué ocurrencia! Pero seguro que algo quieres decirnos.

Estás en el final de tu vida en este mundo. Ya casi lo has hecho todo.

Sólo faltaban los últimos detalles, poner la firma a tu vida: darte y resucitar.

Esta semana que comenzamos condensa lo que fue tu existencia:

Amor, entrega hasta el final, vaciarte totalmente, victoria de la vida sobre la muerte, victoria de Dios,

cumplir siempre la voluntad de Dios, eso es lo que Tú dices muriendo:

“Todo lo he cumplido” Tú has hecho siempre lo que Dios te ha pedido.

Y se te ocurre, Señor Jesús, en estos últimos días buscar un animal de carga

para presentarte, montado sobre él, en la ciudad, donde está el gran Templo de Jerusalén,

donde residen las autoridades religiosas y políticas del país, los poderos y entendidos de este mundo.

El pueblo, la gente sencilla te reconoce y organiza espontáneamente un recibimiento, una fiesta en tu honor.

El pueblo se quita sus mantos, se despoja de sus adornos

y con ellos alfombra el camino por donde transitarías; te acompaña con cantos y gritos de júbilo:

¡Viva el Hijo de David!¡Viva el Altísimo! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!

¿Qué pensarías de todo ello, Señor Jesús? Tú el protagonista de una fiesta, organizada sin el consentimiento de las autoridades competentes.

Tú intuirías que aquello era flor de un día y que pronto estarías en un lugar bien distinto,

en el calvario crucificado.

Me viene a la mente aquello de la tele de hace años: “Reina por un día”.

El caso es que tu reinado, el tuyo, el de verdad, el que el Padre te ha concedido aún dura,

pero no es ese el que ellos esperaban. ¿Cuál es el que nosotros esperamos?

Yo quiero hoy, Señor Jesús, poner toda mi vida a tus pies, alfombrar tu camino antes de recordar tu pasión. Quiero despojarme de todos mis apegos desordenados,

dejar de lado mi egoísmo, mis cobardías, mi insolidaridad y mis personalismos

para que seas Tú quien reines en mi vida.

Hoy eres aclamado en Jerusalén, El Jueves te recordaré en el cenáculo

dándote como Comida y teniendo presente tu mandamiento:

“Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. El Viernes recorreré el camino del calvario,

para llegar al Gólgota y estar contigo al pie de tu cruz.

Así llegaré al Domingo, la Pascua del Señor, el paso de la muerte a la vida,

la victoria de Dios.

● 4 ●

VER - JUZGAR – ACTUAR “Creo Señor… “Creo Señor…

¿en todo momento?”

¿en todo momento?”

VER:

C on ocasión de fiestas patronales, o algún santo o advoca-ción de la Virgen de especial renombre, es común que a los

actos religiosos asista una gran cantidad de personas. Perso-nas que, ese día, se ponen sus mejores galas y no tienen pro-blema en participar en la procesión, incluso se emocionan, al-gunas personas también asisten a la Eucaristía… pero el resto del año no vuelven a pisar el templo excepto si tienen alguna boda, bautizo, comunión o funeral. Les resulta agradable pasar un día de fiesta participando en actos religiosos entre música, tracas, comidas… Pero luego ya es más difícil continuar vivien-do la fe, con todo lo que implica (celebración, formación, com-promiso) en la normalidad del día a día, y muchas personas no quieren asumir ese compromiso y limitan su vivencia de fe a una religiosidad expresada en ocasiones puntuales que, ade-más, les resulten gratificantes, pero sin que la fe llegue a in-fluir en lo que viven y celebran.

JUZGAR:

E se contraste es el que hemos contemplado en las dos partes de la liturgia de hoy. Ante la llegada de Jesús a Jerusalén, todo es entusiasmo: la multitud extendió sus mantos por el camino; algu-

nos cortaban ramas de árboles y alfombraban la calzada… La gente gritaba: “¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!... Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea. Pero esas mismas personas, pocos días después, como escucharemos el Viernes Santo, serán las que pidan a Pilato: ¡Crucifícalo!

Los dos últimos domingos de Cuaresma, tanto el ciego de nacimiento como Marta, la hermana de Lázaro, afirmaron: “Creo, Señor”. Una afirmación de fe que hay que mantener y testimoniar en toda circunstancia. Porque es fácil decir: “Creo, Señor” en una ocasión puntual, más aún cuando las circunstancias son favorables; pero la vida de fe no consiste sólo en una “fiesta” tal como nosotros lo entendemos. Nuestra fe consiste en ser “seguidores de Jesús”, seguir su ejemplo.

Y eso implica aceptar el papel del Siervo, como hemos escuchado en la 1ª lectura: saber decir al abatido una palabra de aliento, “sin rebelarse ni echarse atrás”; implica comprometerse por los de-más como Jesús, que se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte.

Nuestra fe consiste en seguir a Jesús también en su Pasión, y entonces ser capaces de decir: “Creo, Señor”. Porque para eso Jesús llegó hasta la muerte de cruz.

Jesús, para que cualquiera de nosotros se pueda ver reflejado en Él, supo lo que era ser primero traicionado por uno de sus amigos, y luego abandonado por el resto, excepto Juan y las mujeres; supo lo que era ser negado por quien se las daba de fuerte y valiente; experimentó la soledad en medio de su tristeza; sufrió calumnias, mentiras, difamaciones, injusticias, burlas, vejaciones, insul-tos; padeció el rechazo de la opinión pública manipulada para volverla en su contra; incluso la an-gustia de la oscuridad de la fe, el aparente alejamiento de Dios: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Jesús expiró como un derrotado, un fracasado rechazado por quienes antes lo habían aclamado. Pe-ro durante su Pasión, Jesús también nos da ejemplo de fe y fidelidad, al Padre y a su misión: nos dejó la Eucaristía, el Mandamiento del Amor, el lavatorio de los pies; con su oración se refugió en el Padre; mantuvo su coherencia sin temor ante las agresiones; no rechazó a nadie; aceptó ser carga-do con la Cruz; y hasta en el momento final, en total oscuridad, Jesús no reniega del Padre sino que se abandona “a ciegas” en Él.

ACTUAR:

L a Semana Santa, influenciados por el capitalismo-ateo de la sociedad consumista, podemos vivir-la como unos días de fiesta, de folclore, de simple sentimentalismo religioso sin ir más allá… o

podemos aprovechar los aspectos externos para vivirla como una ocasión para reforzar nuestra fe, como unos días de aprendizaje para afirmar con mayor convencimiento: “Creo, Señor”, en todo momento, en toda ocasión, asumiendo lo que significa seguir a Jesús y sus implicaciones en todas las dimensiones de la vida. Él nos dio ejemplo, por nosotros se rebajó hasta someterse a la muerte de cruz y por eso Dios lo levantó sobre todo, abriendo para todos los que quieran seguirle las puer-tas de la gran esperanza que no defrauda. ¿Estamos dispuestos a seguirle?

● 5 ●

Jn 13, 1-15 1 Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo que le ha-bía llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús, que había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. 2 Se pusieron a cenar. El diablo había metido en la cabeza a Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de traicionar a Jesús. 3 Jesús, sabiendo que el Padre había puesto en sus manos to-das las cosas, que había salido de Dios y que a Dios volvía, 4 se levantó de la mesa, se quitó el manto, to-mó una toalla y se la ciñó. 5 Luego echó agua en un barreño y comenzó a lavar los pies de sus discípulos y a enjugárselos con la toalla que se había ceñido. 6 Al llegar a Simón Pedro, éste le dijo: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?». 7 Jesús le respondió: «Lo que yo hago ahora tú no lo entiendes; lo entenderás más tarde». 8 Pedro dijo: «Jamás me lavarás los pies». Je-sús le replicó: «Si no te lavo, no tendrás parte conmigo». 9 Simón Pedro dijo: «Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza». 10 Jesús le dijo: «El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, pues está completamente limpio; y vosotros estáis limpios, aunque no todos». 11 Jesús sabía muy bien quién iba a traicionarlo; por eso dijo: «No todos estáis limpios». 12 Después de lavarles los pies, se puso el manto, se sentó de nuevo a la mesa y les dijo: «¿Entendéis lo que os he hecho? 13 Vosotros me llamáis el maestro y el señor; y decís bien, porque lo soy. 14 Pues si yo, el señor y el maestro, os he lavado los pies, también vosotros os los debéis lavar unos a otros. 15 Yo os he dado ejemplo, para que hagáis vosotros lo mismo que he hecho yo.

● Ruego/rogamos para pedir el don del contemplar el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesús y, así poder seguirlo mejor.

● Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.

● Leo/leemos el texto.

● Después contemplo y subrayo.

Nos dice San Juan c. 20, 20-21: “Jesús les dijo de nuevo: La paz esté con vosotros. Y añadió: Como el Padre me envió a mí, así os envío yo a vosotros. Sopló sobre todos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo”. Jesús resucitado da el Espíritu a la Iglesia. Ese Espíritu Santo es el que nos acompaña. Invoco al Espíri-tu Santo para que me ilumine y me mueva para descubrir y hacer lo que Dios quiera revelarme. ● Me detengo en contemplar los personajes que aparecen en la escena: Jesús, Pedro y los Apóstoles. Me fijo en lo que hace Jesús y en lo que dice. Me detengo en la reacción de Pedro.

¿Qué es lo que Dios Padre me quiere hacer descubrir de la persona de Jesús y del estilo de vida que han de tratar de adoptar sus seguidores? ¿Por qué Jesús actúa de esta forma? ¿Cómo traduciría hoy el gesto de Jesús en mi vida y en la vida de la Iglesia y del grupo, de la aso-ciación de la que formo parte? ¿Veo en mi vida, en mi asociación, en mi comunidad parroquial, en la Iglesia, en el mundo… gestos que están en la línea que Jesús me ofrece?

● Llamadas.

Dialogo con el Señor: Le doy gracias de los gestos de servicio que descubro en mí entrono, en la Iglesia o en el mundo y le pido para que nuestra comunidad parroquial

sea servidora de Dios y del mundo, especialmente de los pobres.

Jueves Santo - A

● Éxodo 12, 1-8.11-14 ● “Prescripciones sobre la cena pascual”

● Salmo 115 ● ”El cáliz que bendecimos es la comunión de la sangre de Cristo”

● 1 Corintio 11, 23-26 ● “Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor”

● Juan 13, 1-15 ● “Los amó hasta el extremo”

● 6 ●

NOTAS PARA SITUAR ESTE EVANGELIO

● Decimos que hoy es el día del AMOR FRATERNO.

● Hoy recordamos el Mandamiento del Amor y también la institución de la Eucaristía. Jesús se ha hecho acción de gracias al Padre por la humanidad y buen Pan para ser nuestro alimento. Y así con-vertirnos en alimento del mundo.

● Pero el texto del Evangelio nos ofrece, como complemento, el relato del lavatorio del os pies.

● De una forma muy solemne, como anunciando que se trata de algo muy importante lo que a con-tinuación va a decirnos, San Juan presenta el rela-to del lavatorio de los pies.

● Se trata de una acción simbólica. Jesús se sitúa en el papel del esclavo y se pone al servicio de los discípulos lavándoles los pies.

● San Juan no nos ofrece el relato de la Última Ce-na de Jesús, con la institución de la Eucaristía, co-mo hacen los otros evangelistas; y en su lugar si-túa el lavatorio de los pies, como diciéndonos la importancia y la complementariedad del servicio, de la caridad con la Eucaristía.

● Por eso San Pablo a los Corintios, que se reunían para celebrar la Eucaristía y que primero comían pero que en esas comidas algunos empezaban sin esperarse unos a otros y en la que los que más te-nían no hacían partícipes de sus bienes a los que tenían menos, les dirá que aquello no era la cele-bración de la Cena del Señor porque faltaba la cari-dad.

● Si miramos la manera de obrar de Jesús primero hace y después explica lo que ha hecho, para con-cluir que igual que ha hecho Él así tenemos que actuar nosotros. Por tanto el servicio ha de ser una norma de la comunidad de seguidores suyos:

● -¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “El Maestro” y “El Señor” y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis”.

● Por eso, quizás, Pedro se resiste a que Jesús le lave los pies, porque se las veía venir. Si Jesús les lavaba los pies después tendrían que hacerlo ellos también; si Jesús adoptaba esta actitud de humil-dad y de servicio ellos tendrían que tomar la mis-ma manera de hacer de Jesús. No es sólo una acti-tud de humildad, es la expresión de lo que fue la vida de Jesús: una manera de vivir permanente-mente para los demás.

● Jesús es el grano de trigo que cae en tierra para dar fruto abundante.

● Así nos quiere a nosotros, sus seguidores.

Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amó

hasta el extremo

Con estas palabras empieza el Evangelio del Jueves Santo. Ese podría ser el epitafio

para colocar en tu tumba, Señor Jesús Tu vida se resume en amar hasta el extremo.

Gracias, Señor Jesús, por tu Amor. Enséñanos a amar como Tú nos amaste,

como Tú nos amas.

Y dentro de este contexto, me estremece verte arrodillado a los pies de tus discípulos,

lavándoles los pies uno tras otro.

¡Qué escena tan sencilla y tan elocuente de lo que es tu amor!

Toda una síntesis en una foto de lo que fue tu vida. Aquí me paro y te contemplo.

Tú, como bien dices eres “El Maestro” y “El Señor” y “te levantas de la mesa, te quitas el manto y,

tomando una toalla… echas agua en la jofaina y te poner a lavar los pies a los discípulos,

secándoselos con la toalla”.

Es este gesto de lavar los pies a los discípulos todo un símbolo en el que dibujas tu vida entera.

A los pies de cada uno te arrodillas y tomas el papel de esclavo;

con cariño vas haciendo este servicio, todos te ven postrado a sus pies,

a Ti, “el Señor” y “Maestro”.

No es ya el gesto, que es grande, lo que miro y valoro sino lo que representa es lo que aprecio.

Veo un contraste tan grande entre tu forma de actuar y nuestra manera de hacer.

¿Qué vemos en el mundo y en la Iglesia? A menudo abunda todo lo contrario.

¡Cuán distantes estamos de tu forma de actuar! ¡Perdón, Señor Jesús porque no seguimos tus caminos!

No obstante también en el mundo y en la Iglesia hay muchas personas e instituciones que viven para servir.

Gracias, Señor Jesús, de todas esas personas e instituciones que hacen de su vida un acto de servicio al mundo,

a la Iglesia, a Dios y a la humanidad.

¡Qué bien lo dices, Señor Jesús! “Si yo el Señor y el Maestro os he lavado los pies,

también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho

con vosotros, vosotros también lo hagáis” Tú lo has dicho todo, más claro agua.

Todos lo entendemos, no hacen falta más explicaciones Lo que sí que hacen falta son personas que repitan tu gesto.

Hacen falta gentes de Iglesia, seguidores tuyos que adoptemos, siguiendo tu ejemplo:

el servicio como estilo de vida. Hacen falta en el mundo hombres y mujeres servidores.

Señor Jesús, que no miremos nuestros títulos, ni nuestros años,

ni lo que otros han hecho, o dejan de hacer… que te miremos a Ti para hacer como Tú.

Pienso que con frecuencia nos perdemos en normas, leyes y otros asuntos

y dejamos de hacer lo que Tú nos muestras. Pedro, tu amigo, tan espontáneo siempre,

te dice que no le lavarás los pies: “Señor, ¿lavarme los pies tú a mi?”…

No me lavarás los pies jamás.

Pero cuando le dices que lo que Tú haces es condición para ser de los tuyos te dice: “Señor no sólo los pies,

sino también las manos y la cabeza”.

Señor Jesús, gracias por tu gesto, gracias por tu servicio permanente. Ayúdanos a parecernos a Ti.

● 7 ●

VER - JUZGAR – ACTUAR “Creo, Señor… “Creo, Señor…

aunque no entiendo”

aunque no entiendo”

VER:

E n una de las parroquias en las que he estado, un sábado por la tarde, tras la celebración de una boda, me puse a barrer el

arroz que habían echado a los novios en la entrada del templo, ya que poco después era la celebración de la Eucaristía y quería evitar que alguien resbalase. Unas feligresas que pasaron paseando por allí, al verme con la escoba en la mano, acudieron presurosas di-ciendo: “Deje, deje usted la escoba, nosotras lo haremos”. Ellas iban bien vestidas, a mí me sobraba tiempo, así que les dije que daba igual, que ya lo hacía yo, que ya lo había hecho muchas ve-ces, que no se preocupasen… pero no hubo manera de convencer-las: “¡De eso nada, lo hacemos nosotras!”. Entraron, sacaron más escobas, me quitaron la mía y terminaron ellas. Desde luego, les agradecí su gesto y su actitud de servicio. No entendían que un cura barriese, les parecía algo fuera de lugar, inapropiado.

JUZGAR:

E s la misma reacción que tuvo Pedro al ver a Jesús lavando los pies a los discípulos: Señor, ¿lavarme tú los pies a mí? No me lavarás los pies jamás. Pedro no entiende que Jesús, el

Mesías, realice un trabajo propio de esclavos. Pero Jesús, antes de pasar de este mundo al Pa-dre, habiendo amado a los suyos… los amó hasta el extremo. Y con el gesto de lavarles los pies, tras la Última Cena con ellos, muestra a sus discípulos en qué debe consistir ese amor, cuál debe ser su distintivo, su característica: el servicio realizado por y con amor. Un servicio que requiere estar dispuesto a dejar de lado, siempre por amor, nuestros planes, nuestros tiempos, como Jesús que se levanta de la cena; también hace falta apartar de nosotros lo que pueda dificultar nuestro servicio y nuestra cercanía a los demás, como Jesús que se quita el manto; y hay que estar dispuestos a seguir a Jesús, que como escuchábamos el Domingo de Ramos en la 2ª lectura, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó…, aceptando ocupar lugares humildes y realizar tareas poco reconocidas, como Jesús, que se pone a lavarles los pies a los discípulos, sin esperar recom-pensa, simplemente porque Jesús nos lo pide: si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.

Un ejemplo y un mandamiento que Jesús resume en la Eucaristía, tal como hemos escuchado en la 2ª lectura: Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía… Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto en memoria mía… La Eucaristía renueva la entrega total de Jesús por amor a nosotros; cada vez que coméis de este pan y be-béis del cáliz, Jesús nos está amando hasta el extremo.

ACTUAR:

E l ejemplo de Jesús nos debe mover a ser nosotros Eucaristía viva, ser “cuerpos que se en-tregan” en el servicio a los demás, dispuestos a “sellar con nuestra sangre” la alianza que

Dios, hoy y siempre, renueva con el género humano. Nosotros debemos “hacer esto” desde la actitud de servicio humilde. Recibir a Jesús en la Eucaristía no es un rito ni un precepto; es afirmar: “Creo, Señor”. Y aunque, como a Pedro, nos cueste entender o incluso aceptar el modo de proceder de Jesús, aunque los demás tampoco lo comprendan, conlleva aceptar que somos sus pies, manos, ojos, oídos, boca, corazón… que somos el rostro visible de Jesús para el mundo, y que en el corazón del mundo debemos seguir su ejemplo de servicio y entrega, co-mo semillas del Reino.

Un servicio que no realizamos en solitario. La Eucaristía la celebramos en y como Iglesia, y aunque a veces no entendamos cómo, la Eucaristía nos edifica como Cuerpo de Cristo, nos ha-ce sentirnos miembros suyos, y por eso, como miembros de la Iglesia, debemos llevar a cabo nuestra entrega, porque cada uno “somos la Iglesia” actuando en el corazón del mundo.

Jesús sabía que el Padre había puesto todo en sus manos. También el Padre pone “todo” en nuestras manos: la tarea de continuar la misión de su Hijo. Alimentados con su Cuerpo y su Sangre sabremos y podremos ser Eucaristía viva que, sirviendo y amando hasta el extremo a los demás siguiendo el ejemplo que Jesús nos ha dado, estaremos testimoniando de modo creí-ble la muerte del Señor, hasta que vuelva.

● 8 ●

Jn 19, 16-30 16 Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Toma-ron a Jesús, 17 y él, cargando con la cruz, salió al sitio lla-mado “de la Calavera” (que en hebreo se dice Gólgota) donde lo crucificaron; 18 y con él a otros dos uno a cada lado, y en medio a Jesús. 19 Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: JESÚS EL NAZARENO, EL REY DE LOS JUDÍOS. 20 Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús y estaba escrito en hebreo, latín y griego. 21 Entonces los sumos sacerdotes de los judíos le dijeron a Pilato: - No escribas “El Rey de los judíos” sino “este ha dicho: Soy el rey de los judíos”. 22 Pilato les contestó: - Lo escrito, escrito está. 23 Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba a bajo. 24 Y se dijeron: -No la rasguemos, sino echemos a suerte a ver a quién toca. Así se cumplió la Escritura: ”Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica”. Esto hicieron los soldados. 25 Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre Maria de Cleofás y María Mag-dalena. 26 Jesús al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería dijo a su madre: - Mujer, ahí tienes a tu hijo. 27 Luego dijo al discípulo: - Ahí tienes a tu madre. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa. 28 Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Es-critura dijo: - Tengo sed. 29 Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. 30 Jesús cuando tomó el vinagre dijo: - Está cumplido. E inclinando la cabeza entregó el espíritu.

● Ruego/rogamos para pedir el don del contemplar el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesús y, así poder seguirlo mejor.

● Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado. ● Leo/leemos el texto.

● Después contemplo y subrayo.

Como hacemos siempre pongámonos en presencia de Dios e invoquemos la ayuda del Espíritu Santo pa-ra que nos descubra las profundidades del relato de la Pasión a fin de conocer y amar más a Jesús.

● Al leer la Pasión pararnos donde el Espíritu nos detenga: imaginándonos las personas, las palabras, los gestos… lo que acontece.

● Especialmente quedarnos con la persona de Jesús para observar su comportamiento y preguntarnos ¿qué es lo que nos está diciendo a nosotros y al mundo?

● Miremos nuestro mundo cercano y lejano para ver si hay lugares y personas que actualizan la Pasión de Jesús.

● Recopilar las llamadas que hemos recibido de Dios a lo largo de la reflexión-oración. Diálogo con el Señor a partir de lo que hemos visto: pedirle perdón por nuestras infidelidades,

causa de su cruz, démosle gracias y al mimo tiempo recordémosle los nuevos crucificados.

Viernes Santo - A

● Isaías 52,13-53,12 ● “Él fue traspasado por nuestras rebeliones”

● Salmo 30 ● ”Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”

● Hebreos 4, 14-16;5,7-9 ● “Se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de sal-vación eterna”

● Juan 18,1-19,42 ● “Pasión de nuestro Señor Jesucristo”

● 9 ●

NOTAS PARA SITUAR ESTE EVANGELIO

● Durante esta semana el Domingo de Ramos lee-mos en la Eucaristía el relato de la Pasión según San Mateo y el Viernes Santo el relato de la Pasión según San Juan.

● El espacio que ocupa en cada Evangelio la narra-ción de la Pasión es importante. Los Apóstoles al hablar de Jesús y al darlo a conocer siguiendo el mandato de Jesús, como vemos en los Hechos de los Apóstoles, comienzan por lo último que ha acontecido en su vida: por su Pasión y Resurrec-ción.

● La Pasión de Jesús ha alimentado y nutre la vida cristina. Nuestras iglesias, ermitas, tradiciones etc. están sembradas de elementos de la Pasión de Je-sús. Toda ella está repleta de palabras y sobre to-do gestos que nos interpelan y nos conmueven.

● Creo que es un buen ejercicio cristiano leer aten-tamente el relato de la Pasión y pararnos en cada uno de los detalles de ese camino hacia el Gólgota para constatar el peso del sufrimiento de Jesús, su capacidad de entrega y al mismo tiempo dar el salto para ver cómo la Pasión de Jesús es actuali-zada hoy en multitud de lugares y por muchas personas. Eso deberíamos hacer leer todo el texto de la narración de la Pasión.

● Del fragmento que aquí aparece de la Pasión se podría destacar:

La identificación del ajusticiado por obra de Pilatos: Jesús Nazareno el Rey de los judíos (INRI). El crucificado es no sólo el rey de los judíos sino el rey de todo el mundo, la cruz es su trono.

Junto a la cruz de Jesús aparecen unas muje-res, con unos nombres concretos. Los Apósto-les, los hombres, han desaparecido muertos de miedo y las mujeres son la compañía de Jesús. Esas mujeres son las que también acompañaron y ayudaron con sus bienes a Jesús en su reco-rrido a lo largo de su vida pública.

También vemos a María, su Madre, que repre-senta a la Iglesia a la que se le confían los se-guidores de Jesús (representados por Juan) y de la que los discípulos han de velar.

● Jesús concluye su vida afirmando que todo lo que el Padre le había confiado lo ha cumplido

Todo lo he cumplido

Señor Jesús según el evangelista San Juan, terminaste tu vida afirmando: “está cumplido”. Todo lo que Dios Padre te había encomendado.

Tú lo habías cumplido. Has terminado los “deberes”.

¿Lo podemos decir nosotros a menudo?

Hoy te contemplo con tu imagen con que más a menudo te recuerdo,

con la cruz, crucificado.

Como dice el poeta castellano: “No me mueve mi Dios para quererte

el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte clavado en esa cruz, y escarnecido,

muéveme el ver tu cuerpo tan herido; muéveme tus afrentas, y tu muerte”

Es la cruz que tengo en mi casa y que veo con frecuencia,

es la cruz que hago sobre mi cuerpo, es la cruz que preside la iglesia,

es la cruz el signo de todo cristiano... En ella entregaste tu vida. En ella te miro y me miro.

Todos: romanos, sumos sacerdotes, pueblo de Jerusalén, Pilatos, Anás y Caifás,

Judas, los Apóstoles… todos te clavaron en la cruz, nosotros también.

Dios crucificado por los hombres ¡Qué barbaridad! ¡Qué locura!

Perdón, Señor Jesús, de tanta incoherencia, de tanta cobardía, de tanta maldad.

Al finalizar tu vida sientes en el Calvario el calor de la compañía de unos pocos:

unas mujeres y unos hombres. Son los valientes, los que se juegan el tipo.

Siempre los hay, ahora también. ¿Dónde están?

Seguro que los habrá acompañando a algún crucificado de sida, de paro, de hambre, de violencia, de guerra, de injusticia, de droga…

Si, seguro los hay en hospitales, en cárceles, en el Tercer Mundo, en campamentos de refugiados…

y en nuestros pueblos, barrios y ciudades bien cerca de nosotros.

En tantos y tantos lugares, hoy en día la cruz de Cristo se actualiza

Gracias, Señor Jesús, por esas personas valientes, fieles hasta el final, cueste lo que cueste. Gracias Señor por tantos actos heroicos

que salvan vidas, que defienden verdades, que te siguen de verdad, hasta el final,

a pesar de todos los inconvenientes que han de salvar.

Allí al pie de la cruz está tu madre, María, la dolorosa y Juan, tu discípulo amado.

Ellos son la imagen de la Iglesia y de la humanidad. En Juan estábamos nosotros y en María está la Iglesia.

Tú, le dices a tu madre María: “Ahí tienes a tu hijo” ahí está Juan, o sea ahí estamos nosotros.

Y a Juan, a nosotros, nos dices: “Ahí tienes a tu madre”, ahí tenéis a vuestra madre.

Gracias Jesús por darnos a tu Madre. María es la madre de la Iglesia, según el Concilio Vaticano II.

En este mundo en el que los compromisos, a veces, duran poco; en este mundo de usar y tirar, haz, Señor Jesús, que sepamos permanecer hasta el final, que sepamos perseverar en la misión que nos

has confiado. Haz Señor que mirándote a Ti sepamos permanecer siendo fieles a tu proyecto.

● 10 ●

VER:

H ace unos días, ante una situación difícil que está atra-vesando una pareja, me preguntaron tras exponerme

los hechos: “Y como cristianos, ¿cuál debe ser nuestra ac-tuación?” Y es que en la vida nos encontramos con situacio-nes, que nos tocan más directamente o menos, que piden de nosotros una respuesta “como cristianos”, una respuesta de fe. A veces la respuesta está clara, pero en otras ocasio-nes nos vemos enfrentados ante hechos que nos descon-ciertan, que superan nuestra capacidad de comprensión, que nos dejan sin palabras. En esos momentos llegamos a experimentar que nuestros esquemas, nuestras certezas, no son aplicables a esos casos, incluso que nuestra fe se tam-balea. Nos preguntamos o nos preguntan: “¿Por qué a mí?” Y no encontramos respuesta. En esos momentos, las reac-ciones son muy variadas: impotencia, fracaso, rabia, pesi-mismo, resignación, desesperanza, pérdida del sentido de la existencia…

JUZGAR:

H oy, teniendo especialmente presentes a todos los que sufren con especial crudeza alguna cruz, nos detenemos a mirar a Jesús crucificado. Porque Él quiso llevar la cruz para que todos podamos poner

en Él nuestra mirada y nuestra esperanza.

El servicio del que hablábamos ayer, ese “lavarnos los pies unos a otros” conlleva estar dispuesto a car-gar con la cruz, la propia o la ajena. Y en esto Jesús también nos dice: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros también lo hagáis.

Jesús, tal como hemos escuchado en el relato de su Pasión, asumió y cumplió plenamente el papel del Siervo que hemos escuchado en la 1ª lectura, y nos da ejemplo de cómo vivir la entrega a los demás por amor y con amor: Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino, y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Ante el sufrimiento, Dios no es indiferente y, para que no continuemos per-didos, Jesús, voluntariamente, soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores, aunque eso le supuso verse despreciado y desestimado, hasta el punto de que murió con los malvados, aunque no ha-bía cometido crímenes ni hubo engaño en su boca, como un fracasado.

Contemplando a Jesús y su amor por nosotros hasta el extremo, podemos aprender a contemplar las cruces, propias y ajenas, desde su perspectiva porque fue probado en todo, igual que nosotros, excepto en el pecado, podemos aprender a decir: “Creo, Señor… también en la impotencia y el fracaso”.

Una afirmación de fe que podemos renovar hasta en los momentos de mayor oscuridad; quizá lo único que podamos decir en esos momentos será, como Jesús: Está cumplido, hemos actuado como debíamos, aunque el fracaso parezca total y no se vea ninguna salida.

Una afirmación de fe que también la podemos renovar sin palabras, permaneciendo como María junto a la cruz, acompañando con nuestra presencia y silencio, quizá apoyados sólo en la Palabra de Dios, que nos dice que en “la cruz” y el sepulcro no termina todo, quizá mirando solamente a Jesús crucificado, que llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.

ACTUAR:

E n esta tarde, dejemos resonar en nosotros la Palabra de Dios que hemos escuchado. Situémonos jun-to a María y el discípulo amado junto a la cruz de Jesús y, contemplando en Jesús crucificado todas

las cruces y a todos los crucificados, acompañémosles con nuestra oración, porque eso es lo primero, y a veces lo único, que podemos hacer. Contemplemos a Jesús crucificado, su ejemplo y entrega totales, y pidámosle ser capaces de seguirle también en el camino de la cruz cuando sea necesario, haciendo nues-tras sus actitudes, convirtiéndonos también en “siervos” por amor.

Ser cristianos supone continuar la misión salvadora de Jesús, aprendiendo a decir: “Creo, Señor” hasta en medio de la impotencia, del fracaso, la duda o la muerte, apoyados en Él y acompañándonos mu-tuamente, compartiendo temores, dudas, experiencias, esperanzas para, juntos, discernir la presencia del Señor en nuestra vida... Ojalá también nosotros, al final de nuestra vida, podamos decir, como Je-sús: Está cumplido, porque hemos mantenido la fe, como María, en las etapas de gozo y en las etapas de cruz, esperando que Dios diga la última palabra.

VER - JUZGAR – ACTUAR “Creo, Señor… también

“Creo, Señor… también

en la impotencia y en el fracaso”

en la impotencia y en el fracaso”

● 11 ●

Jn 20, 1-9 1 El primer día de la semana, María Magdalena fue al se-pulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. 2 Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo a quien quería Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dón-de lo han puesto. 3 Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. 4 Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro, y, 5 asomándose vio las vendas en el suelo; pero no en-tró. 6 Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro. 7 Vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza en un sitio aparte. 8 Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y cre-yó. 9 Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos”.

● Ruego/rogamos para pedir el don del contemplar el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesús y, así poder seguirlo mejor.

● Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.

● Leo/leemos el texto.

● Después contemplo y subrayo.

De la misma manera que los primeros discípulos necesitaron de la presencia del Espíritu en sus vidas para comprender toda la verdad de la vida de Jesús, especialmente su Resurrección, así también noso-tros necesitamos de su presencia en nuestras vidas para conocer a Jesús. Por ello no cesamos de invo-carlo.

● Preguntémonos:

¿Qué es lo que Dios Padre nos quiere hacer comprender por medio de este relato de la vida de Jesús: para nosotros, para la asociación, para la comunidad parroquial, para nuestra Iglesia y para nuestro mundo?

¿Qué luces encontramos en este relato?

● Detengámonos en las personas que aparecen en el texto:

¿Qué hacen?, ¿qué dicen?, ¿qué sucede?, ¿qué cambia?

● Llamadas. Dialoguemos con Dios Padre, oremos.

Hoy, ante todo, hemos de darle gracias a Dios por la Resurrección de Jesús que es también promesa de nuestra vida futura.

Felicitemos a Jesús que ha alcanzado brillantemente su meta. Desde la Resurrección todas las cosas de la vida cambian: la enfermedad, la muerte,

los conflictos, los éxitos, la amistad… Todo es diferente. Miremos nuestra vida con las gafas de la Resurrección.

Domingo de Pascua - A

● Hechos 10,34a.37-43 ● “Nosotros hemos comido y bebido con él después de la resurrección”

● Salmo 117 ● ”Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo

● Colosenses 3, 1-4 ● “Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo”

● Juan 20, 1-9 ● “Él había de resucitar de entre los muertos”

● 12 ●

NOTAS PARA SITUAR ESTE EVANGELIO

● Jesús ha resucitado. Esa es nuestra fe, así lo anunciaron los Apóstoles y los primeros testigos: hombres y mujeres. Y así lo anunciamos nosotros.

● El primer día de la semana dice el texto. El sába-do era el último día de la semana para los judíos. Finalizado el sábado el primer día o sea lo que pa-ra nosotros es el domingo, muy de mañana va Ma-ría Magdalena al sepulcro. No nos dice a qué iba: a lo mejor a terminar de hacer algo que no pudie-ron concluir el viernes con las prisas: llevar un-güentos… o llorar la muerte de Jesús. Según todos los evangelistas María Magdalena es la primera protagonista que se acerca al sepulcro, y según los sinópticos a quien primero se le aparece Jesús, antes que a los Apóstoles.

● María Magdalena va al sepulcro, según S. Juan, sola. Para los otros evangelistas va con otras mu-jeres. Ve el sepulcro con la losa quitada, abierto. No entra en el sepulcro, ni recibe ningún anuncio y concluye rápidamente que alguien se ha llevado el cuerpo de Jesús. Ella se va corriendo a anunciar a Pedro y al discípulo amado que “se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos donde lo han puesto”. No dice nada de la Resurrección pero es ya un primer paso, un primer signo.

● María Magdalena va a confiar lo descubierto a Pedro y Juan que recobran una importancia gran-de después de la Resurrección. Estos dos discípu-los constituirán un testimonio concluyente sobre lo acontecido. Corren juntos, sólo que Juan, el joven, llega antes al sepulcro, miró lo que había, cómo estaban las cosas pero no entró. Acto seguido lle-ga Pedro que entra y lo ve todo bien ordenado: las vendas y el sudario. Son signos de que Jesús ha Resucitado. Después de Pedro entró Juan “vio y creyó” y añade el texto “que hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de re-sucitar de entre los muertos”.

● A Jesús no lo encuentran, el sepulcro está vacío y con las cosas en orden. Ello ya es suficiente para que la fe en la Resurrección de Jesús vaya toman-do cuerpo en ellos.

● De todas formas, según la Palabra de Dios, fue tan impactante lo que le aconteció a Jesús, fue tan inesperado, fue tan desconcertante que a los discí-pulos les costó aceptar el hecho de la Resurrec-ción. Son las distintas apariciones y sobre todo la venida del Espíritu Santo quien les abrió la inteli-gencia y quien les hizo comprende el misterio, la verdad de la vida de Jesús. Es el Espíritu el gran protagonista de la fe de los Apóstoles: “Si me amáis, obedeceréis mis mandamientos; y yo roga-ré al Padre para que os envíe otro Paráclito, para que esté siempre con vosotros. Es el Espíritu de la verdad que no puede recibir el mundo, porque ni lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo cono-céis porque vive en vosotros y esté en voso-tros” ( Jn 14, 15-17).

● María Magdalena, Pedro y Juan representan a la comunidad cristina desamparada, huérfana que se acerca al sepulcro del Maestro. Sin Jesús estaban a oscuras. Nosotros también.

● La Resurrección no es sólo un acontecimiento de la vida de Jesús, es la victoria sobre la muerte, sobre el mal y de ella participamos todos.

● Nosotros, ya ahora, participamos de ella y de una forma plena más delante; nosotros también resucitaremos y viviremos la vida llena de felicidad y definitiva junto a Dios Padre. La victoria de Je-sús es también nuestra victoria.

Dice San Pablo: ”Si creemos que Jesús ha muerto y re-sucitado, del mismo modo, a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él” (I Tes. 4, 14). “Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando el vuel-va, todos los que son de Cristo; después los últimos cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino” ( Cor.15,15, 21-23).

Hasta entonces no habían entendido la Escritura: que Él había de Resucitar

de entre los muertos

Señor Jesús, hoy quiero felicitarte, por tu gran triunfo: has Resucitado

La vida ha triunfado, Dios Padre te ha Resucitado. Ahí está la piedra fundamental de nuestra fe.

El caso es que lo pasaste mal, muy mal, por eso le dijiste a Dios Padre:

“Padre si es posible que pase de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya”

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”

Y esa victoria tuya nos la entregas a nosotros, nos haces partícipes de tu triunfo:

porque Tú Resucitaste nosotros también resucitaremos, porque Tú venciste al pecado, nosotros lo venceremos.

Gracias, Señor Jesús, por tu victoria que es fuente de toda esperanza.

Porque Tú has Resucitado el mal tendrá un final.

Es cierto que con frecuencia el pesimismo y la desesperanza anidan

en nuestros corazones y en nuestro mundo. Es cierto que la fuerza del mal,

el poder del egoísmo, de las envidias, del odio, el afán de poder o de riquezas causan grandes estragos.

Pero detrás de todo ello estás Tú Resucitado: vencedor de la muerte, lleno de vida, Señor de los señores.

Una mujer, María Magdalena, es la primera que en la penumbra del amanecer

se acerca a tu tumba porque necesita tu presencia. Gran sorpresa fue la suya al ver el sepulcro abierto

pensando que unos ladrones cogieron tu cuerpo, te robaron. Una mujer fue la primera en abrir la puerta de la esperanza, Gracias, María Magdalena, por tu presteza en ir en busca

de Jesús que ahora ha Resucitado.

Ella de prisa les anuncia a Pedro y Juan lo que ha encontrado.

Ella es portadora de Buena Nueva. Una carrera se organiza, llevados por el ansia de ver

qué continuación ha tenido tu entierro. Ellos ven el sepulcro vacío, con las vendas y el sudario y en ellos nace, aún muy débil, la fe en tu nueva vida:

“vio y creyó”, tu discípulo amado.

A tus discípulos no les fue fácil asumir tu nueva vida, tu Vida de Resucitado.

Poco a poco fueron tomando conciencia de tu nueva existencia.

Y fueron comprendiendo las cosas que Tú les decías cuando estabas con ellos en este mundo.

Pero aún así la cáscara era dura y muy difícil de romper: “Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura:

que Él había de Resucitar de entre los muertos”

● 13 ●

VER - JUZGAR – ACTUAR “Creo, Señor… porque descubro

“Creo, Señor… porque descubro

tus signos”tus signos”

VER:

E s muy conocida la serie de televisión “C.S.I.”. En ella, tras

haberse cometido un crimen, un grupo de científicos foren-

ses llegan al lugar de los hechos y realizan un análisis del esce-

nario, tratan de resolver el crimen guiándose por pruebas, por

señales a veces muy pequeñas, por indicios, gracias a lo cual

van más allá de las apariencias y, como si fueran juntando las

piezas de un puzzle, realizan una deducción que les lleva a de-

terminar lo que con mayor probabilidad ha ocurrido. Basándose

en esa deducción, se desarrolla toda la investigación policial,

que termina con la detención de los criminales o asesinos.

JUZGAR:

E n el Evangelio hemos escuchado cómo distintos miembros del grupo de los discípulos se van acercando al lugar de los hechos, el sepulcro, y podemos ver su reacción ante la escena que

se les presenta. Primero María Magdalena que fue al sepulcro al amanecer, y vio la losa quitada del sepulcro. Esto le hace pensar inmediatamente que han robado el cuerpo de Jesús, y por eso echó a correr, y dijo a Pedro y a Juan: Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dón-de lo han puesto. A continuación, salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. El otro discípulo, asomándose, vio las vendas en el suelo; Pedro, por su parte, vio las vendas en el suelo y el sudario con que le había cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino en-rollado en un sitio aparte.

El sepulcro abierto y vacío, las vendas en el suelo, el sudario enrollado, son como interrogan-tes, “piezas sueltas”, que pueden tener varias interpretaciones. Aparentemente, la más lógica es la del robo del cuerpo de Jesús; pero el otro discípulo, a quien quería Jesús, realiza una lec-tura en profundidad de esas señales que está contemplando, y vio y creyó. Pues hasta enton-ces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos. Juan, de-bido a su especial cercanía e intimidad con Jesús, no se queda en las apariencias, en la primera conclusión, sino que empieza a reflexionar y a descubrir cómo en esos indicios ambiguos se va perfilando la gran noticia: ha resucitado, como había dicho.

Esta reflexión supone un difícil proceso para los discípulos, con muchas dudas, como iremos viendo en próximos domingos (Tomás, los discípulos de Emaús…), hasta que por fin no pueden negar las evidencias y, tras encontrarse con el Resucitado y recibir el Espíritu Santo, se lanzan a proclamar la gran noticia, a ser sus testigos: Nosotros somos testigos… Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver… hemos comido y bebido con él después de su resurrección.

ACTUAR:

H ablar de la resurrección de Jesús siempre será arriesgado. La única “prueba física” fueron el sepulcro vacío, las vendas y el sudario, y como hemos visto no es una prueba conclusiva,

se presta a varias interpretaciones, tal como escuchamos al final del Evangelio de Mateo (28, 11-

15) donde vemos el soborno de los soldados para que testificaran que se quedaron dormidos y los discípulos robaron el cuerpo de Jesús. Por eso, a quien pone en duda o rechaza de plano la Resurrección no podemos ofrecerle más que el testimonio de los discípulos, por ser los prime-ros testigos, y nuestro testimonio personal. Porque creer en la Resurrección de Jesús es una experiencia de fe, pero no una fe fantasiosa, irracional: igual que los discípulos, y contando con su testimonio, también nosotros podemos y debemos realizar nuestro propio proceso interior que implica una “investigación”, una reflexión profunda para encontrar las razones que, aun sin tener una demostración tangible, nos lleven a afirmar: “Creo, Señor, porque descubro tus signos.”

Encontraremos indicios en la Palabra de Dios, en el testimonio de sus testigos a lo largo de la historia, en la reflexión que la Iglesia ha ido haciendo, en el análisis de los signos de los tiem-pos y en el discernimiento de los hechos de nuestra vida. Todo ello nos ayudará, como a Juan, a entrar en el Misterio de Jesús y a entender que él había de resucitar de entre los muertos, y que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos, y que ha abierto para todos un horizonte de esperanza eterna, porque a partir de ahora nuestra vida está con Cristo escondida en Dios.