san agustín de hipona

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El cristianismo, redactado por los apologetas griegos y latinos de las sectas gnósticas obtuvo los mismos derechos que el resto de religiones en el 313, Agustín de Hipona, fue un africano nacido en el siglo IV en la provincia de Numidia. Su obra, unifica las concepciones de la filosofía platónica con la fe cristiana, consolidadas en la escolástica, que prevaleció en nuestra historia hasta la Edad Moderna. Fue hijo de una madre cristiana y un padre pagano, los cuales no interfirieron en su concepción religiosa, por lo que recibió una religión paideia pagana. En el año 373, una lectura de Cicerón le introdujo en el campo de la filosofía, la cual le ofreció una sabiduría general con la que podía llegar a un conocimiento racional de la divinidad, cuyo origen provenía de la naturaleza. Sin embargo, las escrituras cristianas le parecían primitivas en relevancia a su concepción antropomórfica de Dios, por lo que en ese mismo año ingresó en la secta maniqueísta. En ella trató de acercarse a la concepción del origen del mal, concebido

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San Agustín de Hipona, Resumen de su pensamiento para segundo de bachillerato

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El cristianismo, redactado por los apologetas griegos y latinos de las sectas gnósticas obtuvo los mismos derechos que el resto de religiones en el 313, Agustín de Hipona, fue un africano nacido en el siglo IV en la provincia de Numidia. Su obra, unifica las concepciones de la filosofía platónica con la fe cristiana, consolidadas en la escolástica, que prevaleció en nuestra historia hasta la Edad Moderna. Fue hijo de una madre cristiana y un padre pagano, los cuales no interfirieron en su concepción religiosa, por lo que recibió una religión paideia pagana. En el año 373, una lectura de Cicerón le introdujo en el campo de la filosofía, la cual le ofreció una sabiduría general con la que podía llegar a un conocimiento racional de la divinidad, cuyo origen provenía de la naturaleza. Sin embargo, las escrituras cristianas le parecían primitivas en relevancia a su concepción antropomórfica de Dios, por lo que en ese mismo año ingresó en la secta maniqueísta. En ella trató de acercarse a la concepción del origen del mal, concebido como el único bien positivo del mundo. Diez años después, abandona la secta e ingresa en Milán, donde conoce a San Ambrosio, quien le ofrece una lectura alegórica del Antiguo testamento y de ciertos libros platónicos mal traducidos del

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griego al latín, que le demostraron la existencia de una entidad inteligible e incorpórea. La teoría neoplatónica de la hipóstasis le hizo confirmar la afinidad entre el platonismo con la doctrina cristiana. El nuevo testamento, marca la realidad del verbo de Dios, el cual es reencarnado en Jesucristo, lo que supone la principal diferencia entre el platonismo y el cristianismo. Las lecturas de San Pablo, le explicaron la posibilidad de superar las pasiones con la gracia que Dios otorgaba a unos pocos. Es a partir de esto donde Agustín determina que la filosofía no puede existir si no es cristiana, ya que al ser el camino hacia el conocimiento, y el conocimiento no es sino Dios, está relacionada con la religión. Todo esto queda reflejado en su fórmula de “creer para entender”, que describe que es sólo la búsqueda de Dios a partir de las escrituras el único método de conocimiento de la verdad, por lo que integra los elementos de la filosofía anterior dentro de la sabiduría cristiana. Su concepción del alma en su relación con el cuerpo es totalmente platonista, ya que el alma tan sólo conocerá el mundo externo de los hombres una vez reconozca las consecuencias de los objetos externos en nuestro cuerpo. No obstante, Agustín, no acepta el concepto de la reminiscencia del alma, ya que no cree en su preexistencia, aunque si comparte que ésta posee ciertas verdades innatas dentro de la

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memoria y que pueden ser reveladas por la contemplación e iluminación de las mismas a través del Verbo divino, donde se encuentran realmente su esencia. Agustín utiliza la siguiente metáfora para describir la transcendencia de Dios con el ser humano: Dios es el que es, el que será y el que fue; sólo Él es propiamente. Así mismo, la libre creación divina es concebida por Agustín como instantánea y total, todo fue creado de modo directo. No es eterna, ya que ha sido creada con el tiempo. Los seres individuales aparecieron cuando sus ideas (copias de la esencia de las mismas) fueron insertadas por Dios en la materia, hasta alcanzar en un tiempo su momento de maduración y nacimiento. Decimos que una creación es buena cuando la criatura que ha recibido la moral propia de Dios trata de acercarse a él para llegar a la visión beatífica con Dios. El mal, en propiedad no existe, ya que es la privación del ser y el no-ser y es causado sólo por el mal uso de la libertad de la elección humana (libre albedrío) al decidir apartarse de Dios. El origen del mal, según Agustín, proviene de la falta cometida por Adán, quien condenó al hombre a una predestinación del pecado orientada a una condenación eterna. En este contexto, formuló su doctrina del pecado y la gracia impulsados por su polémica con Pelagio, quien predicaba que la libertad junto a la razón humana son la facultad

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primera de la naturaleza humana, con la que el hombre puede decidir obrar bien, por lo que el pecado de Adán sólo le afectó a sí mismo. La gracia es por tanto sólo una ayuda, ya que el hombre por sí mismo y sus méritos puede llegar a la justicia que ganará su salvación. Sin embargo, Agustín creía que la salvación del hombre era imposible ya que el pecado de Adán fue una elección al margen de la voluntad por lo que la humanidad quedó corrompida. La acción de la gracia divina, que sólo actúa en un numero de elegidos predestinados a la gloria; a lo largo de la historia configura el avance de la consolidación de la ciudad de Dios dentro de la ciudad terrena, formada por la massa damnata, quienes han renunciado a Dios asentando su amor en el mundo y en sí mismos. San Agustín expuso esta concepción en su obra La ciudad de Dios, relacionada con la caída del imperio romano a manos de los godos que se desarrolló en aquella época. En ella explica cómo aquellos elegidos o santos, se encontraban peregrinando en el mundo terrenal sin participar en él, con la única misión de tratar mediante la Iglesia de llevar la justicia divina a este mundo para constituir así una ciudad santa. Estos privilegiados, se centran en alcanzar la recompensa eterna que Dios les concederá tras su muerte, rechazando los valores banales del mundo terrenal. Al estar siempre sometida la ciudad

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terrenal ante el poder de la ciudad de Dios, la massa damnata recogerá sus méritos en este mundo, pero después experimentará la condenación eterna que les espera en consecuencia de su rechazo a Dios.