salud pública y economía política

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Economía Política El caso del alcoholismo Jorge Pellegrini (Año 2005) INDICE PRÓLOGO ......................................................................................................... 2 CAPÍTULO 1 El eslabón perdido ........................................................................................... 9 CAPÍTULO 2 Discurso médico, economía y política en Argentina .................................. 26 CAPITULO 3 La Salud Mental en tiempos de hambre y guerra ........................................ 45 CAPÍTULO 4 La comunidad como agente preventor......................................................... 50 BIBLIOGRAFÍA ............................................................................................... 55

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Economía Política

El caso del alcoholismo

Jorge Pellegrini

(Año 2005)

INDICE PRÓLOGO......................................................................................................... 2 CAPÍTULO 1 El eslabón perdido ................................. .......................................................... 9 CAPÍTULO 2 Discurso médico, economía y política en Argentina .. ................................ 26 CAPITULO 3 La Salud Mental en tiempos de hambre y guerra ........................................ 45 CAPÍTULO 4 La comunidad como agente preventor.............................. ........................... 50 BIBLIOGRAFÍA ....................................... ........................................................ 55

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PRÓLOGO

Desde hace tres décadas, asistimos impávidos, ineluctables testigos, a la formidable transformación histórico-social que importa el traspaso del capitalismo industrial al capitalismo financiero y de servicios que, de la mano del neoliberalismo o neoconservadurismo, llega a nuestros días con ánimo inalterado de permanencia. Cierto es que cualquier capitalismo a obliterado el sentido de igualdad. En el industrial, opero una suerte de darwinismo social que se columpiaba selectivamente entre réprobos y elegidos, lo que llevó a situaciones esclavizantes y, en ciertos casos, a la esclavitud en sí. El capitalismo financiero de la mano de la globalización –con su esencia neo colonial- se proyecta hacia el malthusianismo por medio de la exclusión y el hambre.

Desde una mensura histórica, el excluido social está por debajo del esclavo. O, en otras palabras, su vida y su dignidad –los dos principales Derechos Humanos- se le han conculcado de modo que difícilmente pueda retornar a ellos. No posee alimentos para llevar a su casa, ni medicamentos si sus hijos se enferman y vive atenaceado por el desempleo. A dejado de ser un hombre libre –salvo para la letra de la ley- y ese problemático retorno al trabajo como a su autoestima extraviada juntamente con la estima familiar y social, lo proyectan al alcohol u otras drogas y, en no pocas oportunidades, por el durísimo atajo del delito.

El esclavo, en cambio, aún forzado, tiene trabajo, se alimenta, es cuidado por su empleador o amo y suele poseer proyectos internos: ¡la libertad! Al excluido nada de eso le es posible: ni trabajo, ni casa digna, ni alimentos, ni medicamentos ni prestación social alguna y no sabe qué pasará con su vida y la de los suyos al día siguiente… El excluido social es el desaparecido de la democracia.

Es que el hombre y la mujer de abajo, sin chances han dejado de interesar. La balanza financiera señala que el coste, riesgo y beneficio por su inserción social, es deliberadamente deficitario… Dejar de interesar se traduce en que se omite la más mínima referencia al sentido ético de la vida, de sus vidas. Constituyen una inmensa franja de seres humanos que ha sido devaluada y el derecho a vivir y la dignidad -vivir dignamente- resulta metafísicos o cosmogónicos con respecto a sus personas.

Se suele indicar que, en tales circunstancias, el hombre es víctima propicia del exceso del alcohol. Que busca al alcohol, como salida. Que está más cerca del instinto de muerte, del que hablara Albert Camus, que el de vida.

En realidad es el alcohol el que lo busca y encuentra, porque, tal cual ocurre con las llamadas drogas ilícitas, se lo ha convertido en “materia prima” propicia tan sólo para facilitar y aumentar el negocio y sus ingentes ganancias. Lo que se vende son seres humanos al alcohol y a otras drogas, y no al revés.

Y el alcohol, en sus más proteicas variedades, queda a la mano de una enorme cantidad de personas. Una droga que mata y enferma a más seres que todas las otras drogas ilícitas conocidas juntas. Bastaría recordar las palabras cirrosis hepáticas o delirium tremens, para ahorrar palabras.

¿Por qué estas circunstancias que inciden directamente sobre la salud pública son ocultadas como desapercibidas, siendo que la investigación médica seria, y la realidad estadística que no decrece, alertan sobre consecuencias psíquicas y fisiológicas que se derivan de la alcoholemia? El capitalismo financiero viene a subrayar de manera agresiva y sin tapujos, lo que antes de su arribo se atisbaba como mera posibilidad: que al lucrativo negocio del que viven ciento de miles de personas, ligado a la machacona propagación de la ingesta, coadyuva con una nueva formulación concreta del control social informal. El alcohol y la alcoholemia son

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manipulados, a la manera de ciertas religiones que enfatizan la gloria, la paz interior y la felicidad, pero en el más allá…

Ese control social informal, queda a la vera del formal, pero colabora con éste hacia un mismo fin: poner un cerco rígido, aunque en el caso insensible, a posprobables insumisos.

Los miedos de las personas –desde las dictaduras militares que aparecieron de modo sincrónico en los países latinoamericanos en la década de los años 70 del pasado siglo (y que también cesaron de modo sincrónico), sirvieron para entronizar el régimen neoliberal. En la etapa actual, tienen a la inseguridad social como adjetivo y a agencias de ideologización y ciertos medios de comunicación que los acrecientan con finalidades ulteriores. Entre otras, la manipulación del sistema penal: se estira hacia abajo la edad de la imputabilidad penal, se crea la no excarcelabilidad para gran cantidad de delitos, la acumulación material de penas que, además, son aumentadas como si todo ello pudiera modificar, si quiera en un ápice- las realidades sociales… pero esas leyes que forman parte del control social y los organismos formales del poder punitivo del Estado: leyes, policía, justicia, ejecución de penas judiciales (y extras judiciales) inciden, por elevación, sobre millones y millones de personas de la misma extracción social, de los probables delincuentes, los de abajo que, tarde o temprano, valga la insistencia, pueden devenir, en amplio sentido, insumisos…

Al neoliberalismo y su sistema capitalista financiero, no le importan ese sector social y esa tipología humana y al no querer o no poder reponerlos al trabajo (tampoco la tecnología está dispuesta a ese regreso) reprime severamente a aquellos que el propio sistema engendró… Todo lo cual resulta funcional a la reproducción del propio sistema.

La inseguridad y los miedos operan como el polvillo previo para enviar al hombre a la luna… ellos son el ariete para la creación de una suerte de doctrina de la seguridad social, como antes lo fuera de seguridad nacional, que diera lugar a las crapulosas dictaduras militares en América Latina. Esa doctrina de la seguridad social alienta la existencia del Estado Penal, (autoritario burocrático, como lo denomina Guillermo O’Donnell), que convive con las incipientes democracias, como ocurre en la Argentina.

Importa mucho más el control social que la vida humana. Y el alcohol funge como una apreciable formulación de ese control, tal cual ocurre con las llamadas drogas ilícitas. En el caso del alcohol se explicita más directamente por medio de propagandas. Se lo da como un placer paliativo o como una distracción superficial manipulada.

En todos los países del continente se ha acrecentado la producción de aguafuertes y vinos y aquellos de que “la verdad está en la cerveza…” Bebidas que, aunque no es mejor calidad, quedan a la mano de millones de personas que pueden acceder a ellas: ginebra, casasha o pinga, pisco, tequila, mezcal, ron y un largo etcétera. Y en las ciudades, según se ve en Buenos Aires y otras del país, se produce la irrupción de negocios dedicados, de modo exclusivo, a la venta de alcoholes y vinos de precio. Es que el bebedor habitual, y en especial el francamente alcohólico, presta total sumisión y no discurre, imposibilitado de emprender diálogos y menos aún críticas, no cuestiona al poder político ni se rebela, pues está prestando, por acción u omisión su sumisión alcohólica al sistema establecido. Su adicción se torna ajena a cualquier rebelión que le permita unirse para entender el vasallaje y la pérdida de todo derecho que se le impone. En ello finca esta manipulación hacia el control social informal.

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Cabe insistir, al malthusianismo de hoy, no interesa el sentido ético de la vida y hay personas que es preciso maniatar psíquicamente sea institucionándolas en chalecos de cemento, de drogas o, como en el caso, dejar que se autolimiten por sus propias apetencias alcohólicas.

Por un lado se perfecciona el negocio del alcohol, por el otro, se ejerce un deliberado control social de una no despreciable porción de habitantes. Y allí están los alcohólicos, detrás de sus rituales, que en boliches suburbanos y de pueblos, pueden llegar sólo a cometer algún desmán, o a desafiarse en luctuosos duelos criollos (aún siendo amigos hasta antes de la ingesta) o el celaje alcohólico nublar la vista del conductor del automóvil que precipita homicidios culposos en las ciudades. Pero, ¿a quien importan esas muertes, si el alcohol viene a asegurar ciertas formulaciones de paz social y, en especial, política, a la vez que rinde ganancias incluso a monopolios estatales de los cuales viven millones de personas, incluso los químicos?

Pellegrini (y tantos otros pioneros en Latinoamérica) seguirá con sus luchas y denuncias para que la alcoholemia interese en el sentido de reintegro de la salud quebrando la dependencia física y psíquica, los padecimientos orgánicos y las dificultades de conducta que suelen sufrir –y hacer sufrir- quienes exceden largamente la cuota con que cada organismo responde al riesgo latente de la apetencia alcohólica.

Frente a este tangible y oscuro proceso de aniquilamiento humano, ¿qué debe hacerse, cual es la misión que espera y se espera de quienes utilizaran su ciencia y su conciencia como operadores sociales cualquiera sea el título que ostenten?

En principio, y el autor lo hace de modo implícito, advertir los cambios d estos tiempos frente a esta manipulación opresiva del neoliberalismo. Es decir, ubicarnos en el tiempo actual y no permitir discursos, válidos hasta ayer, pero que hoy pueden resultar obsoletos o consecuentes –u obsecuentes- a este sistema. Recordar que de los apotegmas del liberalismo político de finales del siglo XVIII, hemos destrozado a la Igualdad, usurpado y utilizado selectivamente la Libertad y sólo nos queda, cual último reducto, la Fraternidad humana.

El libro de Jorge Pellegrini, desde su primera hasta su última letra, es un canto a la fraternidad humana como cuadra a un rebelde constructivo, un humanista, que fundamentalmente cree en el hombre y la mujer, en los sentimientos y en la voluntad propositiva. Y en esa palabra, que nombra a las mejores realizaciones del hombre en toda época y sistema político y social conocido: amor.

Se advierte en múltiples párrafos que su denuncia nace de la necesidad de hacer ciencia con dolor. En su evaluación social y política de toda época, pero especialmente del siglo XX a esta parte, nos pone una advertencia que podría resumirse diciendo que la ciencia, y en este caso la ciencia médica y química, no es neutral, que obedece a lealtades, que hacen a la industrialización y comercialización de alcoholes, incluso del vino, al que conspicuos profesionales ubican con pretensa capacidad nutritiva, tónica e higiénica sin la más mínima advertencia de los procesos de alcoholemia y adicciones físicas y psíquicas, que puede generar con la consiguiente pérdida de identidad.

Efectúa con sencillez, pero sin ahorrar palabras, una esencial denuncia de esos

científicos connotados que rinden lealtades políticas y /o económicos por sobre la salud pública. Los especialistas en prevención y tratamiento de la enfermedad alcohólica los conocen sobremanera, los dueños de las bodegas los prohijan y apañan, los políticos en funciones prestan mudo consenso. Pellegrini, con serena

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severidad y datos elocuentes, lo señala, sin olvidar la proyección que asumen los capitales extranjeros.

El estudio está inmerso en interrogantes en acción. Son interrogantes difíciles de polemizar porque sus respuestas se refieren una y otra vez al negocio, incluidas las formas espurias que asume (el caso de “estiramiento” del vino). A ello obedece, sin duda, la inexistencia de un plan nacional contra la alcoholemia, que Pellegrini reclama desde hace años, y que por esas sensibles razones económicas se inscribe en una particular “política de la no política”. En la obra están puntualmente glosados esos casos en nuestro país, en especial referidos a la provincia de Mendoza.

Si bien debo confesar que me gustaría glosar muchos de sus párrafos, me limito a decir que estamos en presencia de un libro serio, sobrio y valiente y por ello incómoda para la apariencia moral de ciertas personas. No podría ser de otro modo. Pellegrini, tras una formidable visión histórica de alcohol y su consumo, decide, como siempre, no pactar, pues conoce, como pocos, al actor del drama del alcoholismo, la fatídica consecuencia social y la inacción política en materia de este doloroso tramo de la salud pública. Sabe también como ayudarlos a alejarse del alcohol mediante los grupos G.I.A, que se han dispersado y, a la vez unido, por todo el país y que adjetivan, más allá de su ponderado nivel científico y social, una luz de fraternidad humana y de amor, aún dentro del tumulto neoliberal en que estamos inmersos.

Elías Neuman

Buenos Aires, en la primavera de 2004 o Buenos Aires, en el verano de 2005

(según tiempo de aparición). La fabricación y la ingesta de bebidas alcohólicas son fenómenos sociales cuyos

orígenes legendarios coinciden con la fundación de las grandes civilizaciones: el relato de la plantación de la primera viña por Noé, el reemplazo de los sacrificios humanos por la ofrenda de “sangre” de la uva en el culto dionisíaco, son algunos de los ejemplos de una época mítica en la que el alcohol fue incorporado a la cultura humana.

El descubrimiento del misterio de la fermentación y de las propiedades

psicotrópicas de las bebidas fermentadas parece haber incitado a numerosos pueblos, desde el alba de la humanidad, a utilizar el alcohol de una manera reglamentada y con un objetivo sagrado, anteriormente a que, en tanto adquisición cultural, se

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expandiera su utilización al conjunto de los grupos sociales para integrarse a los hábitos alimentarios.

Si bien la palabra “alcohol”, así como “alambique”, son de origen árabe, la

paternidad del término “alcoholismo” se le atribuye al médico sueco Magnus Huss quien, en 1849, unificó el cuadro producido por el abuso del alcohol etílico, en forma crónica, como la causa de numerosas afecciones neurológicas, gastroenterológicas, psiquiátricas y cardiológicas. Por cierto, numerosos filósofos y médicos habían denunciado desde siempre la influencia deletérea de la ingesta desmedida de bebidas alcohólicas, pero sus observaciones se restringían a las ebriedades patológicas, motivo de alteraciones agudas de la conducta.

Devenido un problema de salud pública y de escándalo social, el alcoholismo

secretó sus propios remedios sin que sus verdaderas causas fueran analizadas. En un ambiente idealista y apasionado, con fondo de Revolución Industrial triunfante, surgieron a fines del siglo XIX las primeras ligas anti-alcohólicas y los movimientos de alcohólicos recuperados, al tiempo que se ensayaron algunas medidas estatales como la “Ley seca” en los EE.UU.

Las formas en que se ha calificado, y se califica, al alcohólico oscilan entre una

sanción normativa y jurídica, centrada en la noción de pecado, de vicio o de desvío de la conducta y una perspectiva médica según la cual el alcohólico es, ante todo, un enfermo al que se debe comprender y curar.

A su vez, las definiciones médicas del alcoholismo variaron entre las que ponen

el acento en los daños auto-inflingido o en el perjuicio ocasionado a la sociedad, como lo ilustra la célebre sentencia de E. M. Jellinek, en 1960: “Es alcohólico todo individuo cuyo consumo de bebidas alcohólicas puede dañarlo, puede dañar a la sociedad o a ambos en forma simultánea”. Pocos años después, el francés Fouquet prefirió centrar la noción en el registro de la necesidad, de la dependencia patológica, diciendo que: “Existe alcoholismo en un individuo cuando este ha perdido la libertad de abstenerse del alcohol”. En ambos casos, como lo es en el de la condena social del alcoholismo en tanto vicio o pecado, la característica fundamental es que se hace responsable determinante del alcoholismo al propio individuo. Se “privatiza” la responsabilidad en él y sólo en él, en tanto sujeto de libre albedrío que ha sucumbido, por falta de voluntad o por configuración psicológica particular, al exceso en el consumo de bebidas hasta quedar atrapado en el alcoholismo crónico. Si se hacen entrar en líneas otros factores de tipo social o psicosocial para explicar las causas del alcoholismo, éstos figuran solamente como condicionante, agravantes o mera fuente de complicación pero no determinantes del mismo y se detienen en el ámbito familiar, cargando de culpa al alcohólico y a su entorno inmediato. A partir de esta perspectiva reduccionista se pone en marcha el inexorable engranaje de la exclusión social.

En los estudios epidemiológicos mundiales se señalan las profesiones más

expuestas a esta conducta. Justamente son las que presentan las condiciones laborales más duras, como los obreros de fundiciones, de lo construcción, los estibadores y changadores, los peones de campo. Por otro lado se verifica que la entrada al mercado del trabajo de las mujeres y ciertas condiciones de la cultura contemporánea expresada en los jóvenes han incrementado el alcoholismo en forma alarmante en esas franjas etáreas. Véanse, en lo que atañe a nuestra realidad más inmediata, las estadísticas de los últimos años que muestran las cifras alarmantes de

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inicio de las adicciones teniendo como puerta de entrada el alcohol entre los niños y adolescentes argentinos.

El presente libro de Jorge Pellegrini indaga en forma directa en la raíz social

ligada al origen de las conductas alcohólicas. Remontándose a las observaciones de Engels sobre los obreros de Inglaterra, el autor desnuda la cualidad consubstancial del alcoholismo con el desarrollo capitalista. Con la lectura de las páginas del primer Capítulo queda muy en claro que, desde su consolidación en el siglo XIX, la explotación del proletariado no genera el alcoholismo como un mero “daño colateral” –para emplear un término muy en boga en las explicaciones imperialistas de los genocidios perpetrados por sus tropas en diversas acciones de conquista y control ante la rebelión de los pueblos- sino que es un insumo indispensable para que ella se produzca. Y la operación se evidencia más perversa cuando el autor desnuda el tejido del negocio de la bebida. En efecto, el instrumento de domesticación de las masas que constituye el alcohol deviene un pingüe negocio que beneficia a un sector particular del capitalismo. Se logra así el fenomenal resultado de lograr que los esclavos modernos compren sus propias cadenas.

Con gran lucidez Pellegrini se aplica a trasladar a nuestro país esa problemática general, demostrando cómo los poderes económicos locales, en primer lugar, y las empresas transnacionales después, han diseñado junto con el mercado del consumo la ideología dominante para infiltrar en el acervo popular las nociones inductoras del consumo.

Los “daños colaterales” generados por el alcoholismo no cuentan en nuestras tierras. En un país en el que el Estado no se responsabiliza por la salud de sus habitantes, en el cual el contrato social está roto y cada cual debe rebuscarse el servicio de salud que pueda ¡qué importancia tiene un borracho más! A lo sumo se podrá contar con más mano de obra muy barata –si el hombre no está muy deteriorado- o con un trabajador menos luchando pos derechos, falto de la voluntad y el respeto por si mismo que se requiere para ello.

Afortunadamente no todo es indiferencia ante el sufrimiento y la explotación

del pueblo argentino. Un ejemplo de ello fue la original creación de los Grupos Institucionales de Alcoholismo (GIA) concebidos y perfeccionados a lo largo de los últimos años bajo el impulso de Pellegrini quien, iniciando su labor en Río Negro, extendió la experiencia de los mismos a diversos puntos del país generando un vigoroso movimiento en la lucha contra el alcoholismo. La originalidad de los GIA es que, como nos ha indicado el autor, se trata de una experiencia que “sitúa el problema donde debe estar: en el campo sanitario de la responsabilidad estatal”. En la actividad de los mismos se pone en marcha un proceso grupal que incluye a familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, quienes con su participación e interacción, permiten la comprensión y aportan nuevas significaciones identitarias en el marco de un “proceso colectivo que es el de la alcoholización”. Para mayor abundamiento consúltese un importante libro liminar: “Alcohol, alcoholismo, alcohólicos” publicado por Pellegrini en 1990.

En los capítulos siguientes de la presente obra, se abordan otros tópicos ligados con las instituciones de Salud Mental y las condiciones macrosociales de la crisis que atraviesa nuestro país.

No se puede agotar el comentario de este libro, y de la labor del autor, sin otorgar una particular mención a la tarea que viene desarrollando, junto a un equipo de calificados y entusiastas compañeros, en el Hospital Escuela de Salud Mental de

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San Luis. Dicha experiencia, que lleva más de diez años de recorrido, es enmarcada en el Plan Provincial de Salud Mental, vigente en dicha provincia desde 1993.

Formando parte de un dispositivo que articula diversos criterios -caros a la tradición de la psiquiatría social y comunitaria opuesta al viejo sistema hospitalocéntrico asilar- uno de los ejes orientadores del trabajo en esa institución ha sido la relación Derechos Humanos-Salud Mental, “de la cual –nos dice Pellegrini- devienen precisiones éticas, estratégicas, posturas ideológicas, marcos de políticas sanitarias y dispositivos institucionales que lograron la transformación del asilo manicomial en un Hospital digno de ese nombre”.

Ese eje, puesto en la firme defensa de Derechos Humanos significó la

reformulación de las técnicas cotidianas de abordaje de la enfermedad, y de la misma estructura edilicia sanitaria; lo cual obligó a transformar los dispositivos institucionales, ya que “el sistema custodial y el cuerpo de ideas que lo sostienen son, en si mismos, una negación de los principios y derechos elementales respecto de la condición humana”.

Pensando y actuando, incesantemente, en los pliegues de nuestra adversa realidad, Jorge Pellegrini nos viene a dar un ejemplo de la posibilidad de llevar a cabo, contra viento y marea, un trabajo intelectual y una política de Salud Pública al servicio del pueblo. En la estela de hombres como enrique pichón Riviére, Ramón Carrillo y Arturo Jauretche, Pellegrini se constituye en un implacable fiscal que devela injusticias y propone ejemplos y soluciones apoyándose en nuestras propias experiencias; esas diversas gestas ocultadas por los que escriben la historia dominante para despojarnos de los modelos con que las nuevas generaciones podrían identificarse para andar similares caminos de liberación y creación nacional. Baste, para tener una idea de esta tarea, leer la prédica de sus ideas editada en el libro “Crónicas agudas” (2002) que recopila artículos de Pellegrini aparecidos en diarios de San Luis y en revistas especializadas de nuestro país sobre diversos temas relativos a la salud mental, el alcoholismo, la realidad social y política y la salud pública, entre otros.

No es que en la Argentina estemos ciegos para ver lo intolerable que,

cotidianamente, se presenta ante nuestros ojos. Es que a veces se hace necesario cerrarlos para soportar la idea de que al abrirlos la misma seguirá allí: inconmovible y permanente. El pensamiento de Pellegrini habilita la esperanza e indica un camino posible fundado en una voluntad que ha sabido superar la impotencia y, trabajando dentro del sistema sanitario, da testimonio de la posibilidad concreta de llevar adelante una praxis transformadora de esa realidad rescatando la pertinencia de una clara adscripción ideológica y la preeminencia de lo político en el análisis de nuestras problemáticas.

Juan Carlos Stagnaro

Profesor Regular Adjunto Departamento de salud Mental

Facultad de Medicina Universidad de Buenos Aires

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Capítulo 1

El eslabón perdido

Soller Morsy en su trabajo “The missing link in medical anthropology: the political economy of health”, (Rev. Anthrop. 6:349, 1979) (1) afirma que la economía política constituye el “eslabón perdido” de la antropología respecto al uso y abuso del alcohol. Y Agrega:

“Una vez que ubicamos la realidad de la sociedad en las múltiples y ramificadas alineaciones sociales, que varían históricamente y están deslindadas con imperfección, el concepto de una cultura fija unitaria y circunscripta debe conducir a la interpretación de la fluidez y penetración de grupos culturales. Además, si pensamos en la interacción, no como causante de si misma sino como sensible a fuerzas políticas y económicas mayores, la explicación de la cultura debe tomar en cuenta ese contexto mayor, ese campo más amplio de fuerzas”. (6:387)

La categoría “alcoholismo ” fue incluida en la praxis médica cuando, en

1849, el médico sueco Magnus Huss creó ese término. Su país era por entonces el mayor consumidor de bebidas alcohólicas en el mundo. Surgió en el lenguaje humano un vocablo que describía un fenómeno hasta entonces sin nombre. Ello no implica desconocer que desde hace milenios los seres humanos consumían alcohol, y la embriaguez era vivencia conocida y frecuente. Pero, entonces, se dio identidad a un fenómeno cultural y social que adquirió entidad propia vinculada al proceso histórico posterior a la Revolución Industrial y sus consecuencias demográficas: urbanización acelerada, despoblamiento del campo, hacinamiento en las ciudades, carencia de servicios esenciales, aparición masiva de una nueva clase social –el proletariado- que rápidamente construyó su cultura, sus nuevos hábitos, sus modos de agruparse, y su vida cotidiana.

Cuatro años antes de la definición de Huss, Federico Engels publica en

alemán (Barmen, 1845) “La situación de la clase obrera” (2) basado en su estancia de dos años en ese país, y desarrollando una serie de artículos periodísticos publicados en diversos medios de la época. Esta obra que refleja las observaciones del autor sobre la sociedad inglesa, puede considerarse el primer “eslabón perdido” como dice Morsy en el articulo citado.

Engels muestra el impacto de la inmigración irlandesa, de extracción

campesina en su mayoría, y dice respecto de ella algo de muy cruel realidad para los distintos escenarios de la explotación globalizada. Citando a Thomas Carlyle en su obra “Chartism” reproduce: “el sajón, que no puede trabajar en estas condiciones queda desocupado”. Se refiere a las máximas miserias cotidianas que viven esos inmigrantes. Y sigue: “no en virtud de su fuerza sino de lo contrario, el irlandés incivilizado expulsa al sajón nativo y se apodera de su lugar. Allí vive su suciedad y su despreocupación, en su ebria violencia y falsedad núcleo perfecto de degradación y desorden”. Y luego de describir la miserable condición de vida de dichos inmigrantes dice Federico Engels:

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“…cuanto ganen por encima de eso lo gastan en bebida”. Citando a un conocido medico inglés de la época, Engels afirma: “los irlandeses han descubierto, al decir del Dr. Kay, cuál es el mínimo de las necesidades vitales, y ahora se lo están enseñando a los obreros ingleses. También han traído consigo su suciedad y su afición por la bebida. (Pág. 346 y 347. “La situación de la clase obrera en Inglaterra”. Grijalbo. Méjico. 1987)” Finalmente, en el capítulo que dedica a la inmigración irlandesa a Inglaterra, Engels dirá:

“Y puesto que el pobre diablo ha de tener por lo menos un disfrute, ya que la sociedad lo ha excluido de todos los demás, entonces va y bebe aguardiente. El aguardiente es lo único que hace que, para el irlandés, la vida valga la pena ser vivida; el aguardiente y en todo caso un temperamento jovial y despreocupado, y por ello se entrega al aguardiente hasta la ebriedad más brutal. El carácter meridional e irreflexivo del irlandés, su tosquedad, que lo ubica muy poco por encima del nivel de un salvaje, su desdén por todos los disfrutes más humanos, de los cuales es incapaz justamente a causa de que su tosquedad, su suciedad y su pobreza, todo ello favorece en él el alcoholismo; la tentación es demasiado grande, no puede resistirse a ella, y en cuanto obtiene algún dinero debe echárselo al gaznate. ¿Qué otra cosa habría de hacer? ¿Cómo esa sociedad que lo sitúa en una posición en cual debe convertirse, casi necesariamente, en un bebedor, que lo desatiende en todo y permite que se embrutezca, cómo habría de condenarlo después si se convierte en un beodo?”. (Op. cit. Pág.348)

Aquí Engels proporciona un método de análisis sociológico y

antropológico, que partiendo de las condiciones de vida y de los conflictos de clase, abre una comprensión sobre la alcoholización, el desarraigo, la aceptación de condiciones inciertas y ruines de vida, la inmigración compulsiva, la ilusoria búsqueda de mejores horizontes, y la instrumentación de las bebidas alcohólicas como modo de control social por parte de las clases poderosas. Asimismo muestra al alcoholismo como un espacio de encuentros entre miembros de una misma clase social –la obrera- más allá de su origen nacional.

Engels explica que en el proceso de urbanización abierto por el

industrialismo se trastocó violentamente la vida cotidiana de los trabajadores y la relación entre las clases sociales. Mientras en el campo trabajadores y propietarios compartían el mismo hábitat y tenían fácil contacto diario, al desplazarse a la ciudad y formarse una clase burguesa industrial adinerada, ésta construyó sus propios barrios con normas, lugares de reunión y funcionamiento distintos de las aglomeraciones operarias, en general cercanas a las fábricas con su polución ambiental, falta de servicios, hacinamiento, mezcla de etnias, regiones y proveniencias, y lugares de reunión en los que la bebida colectiva era el aguardiente de las tabernas.

Ese cuadro, que Charles Dickens describiera tan bien en su novela “Los Tiempos difíciles”, era descrito de este modo por Engels:

“Si un individuo le infiere a otro un daño físico tal que el mismo provoca la

muerte del lesionado, denominamos a éste un homicidio; si el autor del acto sabía de antemano que el daño causado habría de ser mortal, calificamos a su acción de asesinato. Pero si la sociedad sume a centenares de proletarios en una situación tal que necesariamente hayan de sucumbir a una muerte

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prematura y antinatural, a una muerte que es tan violenta como la producida por la espada o por un proyectil; si sustrae a miles de ellos las condiciones vitales necesarias; si los coloca en una situación en la cual no pueden vivir; si mediante al vigoroso brazo de la ley los obliga a permanecer en estas condiciones hasta la llegada de la muerte, que debe ser consecuencia de dichas condiciones; si sabe sobradamente que estos millares deben caer victimas de tales condiciones y no obstante las deja persistir, ello constituye un asesinato lo mismo que la acción del individuo, sólo que un asesinato oculto y alevoso, un asesinato contra el cual nadie puede defenderse, que no parece ser un asesinato porque no se ve al asesino, porque todos, y a la vez nadie, son ese asesino, porque la muerte del sacrificado parece ser natural y porque es menos un pecado por acción que un pecado por omisión”. (Págs. 350-351)

En ese contexto social Engels remarca en varios párrafos el papel que

juega la inducción a beber alcohol como instrumento de sometimiento. Así dirá: “A los trabajadores se los fatiga a diario con el trabajo hasta el total

agotamiento de todas sus energías físicas y mentales, y de este modo se los incita de continuo a la más insensata demasía en los únicos dos disfrutes que se hallan a su alcance: el placer sexual y la bebida”. (Op. cit. Pág. 353)

En este contexto social Engels remarca en varios párrafos el papel que

juega la inducción a beber alcohol como instrumento de sometimiento. Así dirá: “A los trabajadores se los fatiga a diario con el trabajo hasta el total

agotamiento de todas sus energías físicas y mentales, y de este modo se los inicia de continuo a la más insensata demasía en los únicos dos disfrutes que se hallan a su alcance: el placer sexual y la bebida”. (Op. cit. Pág. 353)

Las malas condiciones de vivienda y alimentación hacían que los niños de

esos hogares obreros recibieran escasa comida, aguardiente “para entrar en calor” y derivados del opio para sedarlos, o dormirlos aún con hambre. En la descripción de las condiciones de vida que minan su existencia, el autor describe lo que puede ser el regreso del obrero al hogar, agotado, con vivienda inadecuada, oscura, sucia y sin ventilación adecuada. Nada le permitía reponerse del esfuerzo y desgastes diarios: “Necesita algo por lo que valga la pena trabajar, que le haga tolerable la perspectiva de su próximo y amargo día” (Op. cit. Pág. 357)… “su cuerpo debilitado exige imperiosamente un estímulo externo; sus necesidades de sociabilidad sólo pueden satisfacerse en la taberna”… “Y aparte de las influencias más bien físicas que impulsan al obrero hacia la bebida, obra el ejemplo de la inmensa mayoría, el descuido en su educación, la imposibilidad de proteger a los jóvenes de la tentación, en muchos casos la influencia directa de los padres alcohólicos que se encargan ellos mismos de dar aguardiente a sus hijos, la certeza que en la embriaguez olvidarán, cuando menos por algunas horas, las miserias y la presión de la vida…” (Op. cit. Pág. 358. Subrayado nuestro)

Engels entiende el carácter relacional del alcohol, su papel de componente de la fraternidad entre trabajadores, y el importante rol que juega en el proceso de identificarse como proletarios, proceso que siempre es con otros, por la mirada, el diálogo con pares sociales diferenciados de quienes los sumen en la pobreza de la explotación deshumanizante. Aquí el alcohol no solo es identificatorio, relacional, agrupante, sino expresión fallida de rebeldía.

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Fallida en tanto la violencia suele volverse contra el propio alcoholizado, o lo desorganiza personalmente, impidiéndole la alianza fraterna con sus pares.

El mismo carácter instrumental respecto del uso de drogas lo expone

Engels en el ejemplo de madres trabajadoras que para concurrir a las fábricas daban a sus pequeños láudano (opiáceo aún en uso) con el fin de dormirlos hasta su regreso, y lo mismo, en cantidad superiores a niños que vencían el miedo a trabajar en las minas ingiriendo “Godfrey’s Cordial” de alta concentración opiácea en forma de jarabe. Tomando a un pensador de la burguesía inglesa Symons, dirá Engels: “la pobreza ejerce sobre el espíritu el mismo efecto disolvente que el alcoholismo sobre el cuerpo”.

En su obra, ya Engels observa la relación que existe entre oferta y

demanda en el campo del alcoholismo, cuando analiza los efectos de la Ley Cervecera de 1830 que facilitó la instalación de cervecerías en las que los propietarios podían vender directamente al público, poniendo “la taberna frente a las puertas de cada cual” (Pág. 381) anota que en Glasgow en 1840 existía una taberna cada diez casa de familia en las barriadas pobres. Para Engels esta manipulación del alcohol como modo de sujeción de la clase trabajadora va a acompañada de otros efectos propios del sistema social de explotación del hombre por el hombre: mala alimentación, desgaste físico, prostitución, violencia nocturna y de fines de semana por la alcoholización, empobrecimiento, dejando en las casas de empeño lo poco que poseían para mantener la ilusión de los disfrutes inducidos. Todo esto lleva a un desenlace: la desmoralización de la clase obrera, agravante de su explotación y de la riqueza creciente de las patronales.

Así surgieron las ligas de templanza, que predicaban la abstinencia,

como la de Father Mathew, “el apóstol irlandés de la templaza”. Recorrían las grandes ciudades inglesas en proceso de industrialización, congregando a miles de obreros que hacían la “pledge” (promesa) de no volver a ingerir alcohol, para recaer poco después en la ingesta excesiva.

“¿Puede exigirse a una clase que debe soportar todas las desventajas del

orden social sin disfrutar de sus ventajas, a una clase a la cual ese orden social sólo se le manifiesta como hostil, que respete ese mismo orden social?” (Pág. 383)… “La no observación del orden social se manifiesta con la mayor claridad en su expresión extrema, en el delito. Cuando las causas que desmoralizan al obrero actúan en forma más intensa y concentrada que lo habitual, éste se convierte en delincuente” (Pág. 384). Aquí el autor adelanta conceptos que un siglo y medio después un estudio multicéntrico de la Organización Panamericana de la Salud volverá a mostrar. (“Revista Panamericana de Salud Pública” Abril-Mayo 1999) (3)

El modo en el que la industrialización trastocó la vida cotidiana de los

trabajadores, lo refleja Engels en el siguiente párrafo: “Los fabricantes instauraron el vergonzoso sistema de trabajo nocturno:

algunos tenían dos clases estables de obreros, cada una de ellas en número suficiente como para poder ocupar toda la fábrica; una clase trabajadora las doce horas del día, y la otra las doce horas de la noche. Es fácil imaginar las consecuencias que semejante privación continua del descanso nocturno –que

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no puede ser reemplazado por ningún descanso diurno- debía acarrear al estado físico en especial de los niños más pequeños y mayores, y aún de los adultos. Su resultado necesario era una irritación de todo el sistema nervioso, ligada a un debilitamiento y aflojamiento generales de todo el cuerpo. A ello se sumaba el fomento e incitación de la afición a la bebida, así como las relaciones sexuales irregulares: un fabricante atestigua que durante dos años, en los cuales se trabajaba de noche en su fábrica, nacieron el doble de hijos extramatrimoniales, y que por lo general, se produjo tal desmoralización que debió abandonar el trabajo nocturno” (Pág. 405).

Este párrafo de Engels, termina con una cita de Malthus, quien a su vez cita a un poeta inglés de la época:

“El pobre se acerca a la mesa del festín de la Naturaleza y no halla un cubierto libre para él; la naturaleza le ordena largarse puesto que antes de nacer no pregunto previamente a la naturaleza si lo quería” (Op. cit. Pág. 531)

Lo que el alcohol tapa

Desde el punto de vista materialista histórico este texto de Engels propone un basamento para pensar la Psicología Social. Los efectos en el psiquismo del sistema capitalista de producción; el proceso de alcoholización vinculado a la Economía Política; el condicionamiento en la vida cotidiana de la sociedad de clases. Aparece eso que Soheir Morsy llamo “el eslabón perdido” entre las ciencias del hombre y el proceso de alcoholización. Es un campo a desarrollar aún hoy en que “hay una relación causal entre la cantidad de tinta consumida por las plumas de los escritores de este tema y la de alcohol consumido por los bebedores” según escribiera Merrill Singer en “Hacia una economía política del alcoholismo” (1).

Del artículo mencionado, nos interesa aquí un análisis del alcoholismo relacionando lo cultural con lo económico-político. Es significativa la afirmación que dicho autor formula:

“Múltiples informes antropológicos indican que la mayoría de las sociedades precapitalistas, excepto las de América del Norte y Oceanía, habían descubierto o aprendido el conocimiento y las costumbres de la manufactura y consumo del alcohol, antes del contacto colonial. Sin embargo estos estudios comparten la conclusión de que raras veces se presentaron, si es que ocurrió, consecuencias patológicas bajo condiciones precapitalistas. En vez de ello, el consumo de alcohol se estructuraba ritualmente, era controlado socialmente y se encontraba profundamente arraigado dentro de un patrón cultural estable” (op.cit. pág. 13).

Con el desarrollo de las sociedades capitalistas, y la extensión a todo el

mundo de estos hábitos, el proceso de alcoholización fue incluyéndose en la nueva cultura hegemónica como instrumento de control social y de planificación de la propia vida de los trabajadores. En este sentido, D.B. Heath (“The sociocultural model of alcohol use: problems and prospects”. J. Opl. Psychiat. 1978) afirmaba: “… (los bebedores de antecedentes incultos) consideran que la bebida “ocasiona problemas” al segmento de la población del mundo que domina económica y políticamente, y que constituye una “válvula de escape” a los problemas para los dominados” (1) (entrecomillado en el original)

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En esta perspectiva que señalamos, vemos que una de las

interpretaciones socio antropológica del consumo excesivo de bebidas alcohólicas en los sectores populares lo liga a formas de resistencia contra los explotadores. N. O. Lurie, en un estudio realizado sobre los modos de beber entre los indígenas norteamericanos llega a decir que la ingesta de alcohol de los colonizados “es la más antigua protesta mundial aún vigente” (“Beliefs, Behavior, and alcohol beverages”. University of Michigan Press. 1979) (1)

Desde el mismo campo disciplinario, el alcoholismo aparece ligado con la

transculturación y el estrés generados por la hegemonía cultural capitalista sobre comunidades. En la publicación arriba mencionada de la Universidad de Michigan pueden verse los aportes de Madsen W. y Madsen C.; Robbins M. C. Para otros autores el alcoholismo está determinado por la estratificación racial (Maynard, E.: “Drinking as part of and adjustment syndrome among the Oglala sioux”, 1969) o por la pobreza y la dominación física (Spradley, J. P. “You Owe yourself a Drunk” Boston, 1970) (1)

En trabajos por mí publicados: “Gerónima” (4) o “Alcoholismo y control

social” (5) coincido con enfoques señalados por autores citados “ut supra”. El ya citado D. B. Heath señala que “las formas y medios de ingerir

bebidas alcohólicas están definidos culturalmente”. Madsen y Madsen, también ya citados, sintetizan al respecto: “la embriaguez de grupo intensifica la sensación de comunidad y acentúa la conducción de alarde del desempeño de un papel valioso”. Esto que también recogemos de la observación social y de los Grupos Institucionales de Alcoholismo (G.I.A.), es lo que se ha popularizado como “mala junta” , una noción de cofradía, de fraternidad dada por la común ingesta de alcohol. Es la noción de identidad por pertenencia que proporciona el hábito compartido.

Sobre esta misma base se estructuran respuestas al alcoholismo basadas en el anonimato, donde la identidad individual queda marcada por la pertenencia al grupo, y éste identificado a su vez por el no-alcohol: se pasa de alcohólico a ex-alcohólico, con lo cual la identidad grupal e individual siguen estando definidas por la bebida, y no por las historias de vida de cada individuo como parte de una familia, un pueblo, una nación, (todo ello sintetizado en el nombre y apellido que cada ser humano posee como síntesis de su biografía personal). En los abordajes basados en el anonimato lo determinante sigue siendo la bebida: antes porque se tomaba y ahora porque se deja de tomar. Es posible definir a estos grupos ligados por el anonimato, cómo “grupos burocratizados” , según lo definiera Bléger (17). Cuando el proceso de construcción de la identidad se concibe socioculturalmente, la salud alude a la capacidad transformadora de los sujetos de realidades generadoras de sufrimiento humano. Por lo contrario cuando el criterio de salud es definido por no tomar bebidas alcohólicas, el referente siguen siendo estas mismas, y la vida de los seres humanos adquiere significado y trascendencia sólo por la abstinencia. (6)

E. Wolf en “Europe and the People Without History” (University of California Press. Berkeley, 1982) afirma que mientras más sabemos acerca de los amplios procesos que moldean nuestro mundo “surgen con mayor claridad su historia y la nuestra como parte de la misma historia” (1)

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En distintos trabajos he citado el papel del alcohol en la Conquista de

América, en la Conquista del Desierto, y en la destrucción de la organización social mapuche de nuestro país. (7) Cuando se lee el informe de la Cultura Survival Inc. Describiendo la situación de los Ju/wasi de Nyae Nyae, tribu sudafricana sometida a la ocupación de Namibia, se observan las mismas patentes del alcohol puesto al servicio de similares procesos económico-políticos:

“Ju significa persona, wa significa correcto o apropiado, ellos se denominan la gente con buenos modales , pero en la actualidad la miseria y la violencia han deteriorado su vida. Apiñados en asentamientos provisionales, e inhabitables proyectos de vivienda situados alrededor del pueblo administrativo de Tshumkwe, así como en plazas policíacas y militares, los Ju/wasi llevan vidas ociosas y extenuantes. La ebriedad desencadena los celos y el odio al verse sujetos a una economía monetaria en la que sólo unos cuantos obtienen trabajo (principalmente como soldados para el ejército ocupante). El deterioro de sus valores y derrumbe de su autoestima los estimula a la bebida. Tradicionalmente los Ju/wasi no bebían alcohol, pero cuando se abrió una tienda de licores financiada con un préstamo del gobierno se disparó la ebriedad”. (1)

No puede ser más similar a lo sucedido en nuestro continente, donde la Conquista española y de otros países europeos se valió de las bebidas alcohólicas como un corrosivo que desorganizó socialmente a los pueblos indígenas, destruyó sus normas, transculturó violentamente, impuso el castigo de los extrañamiento por el que los primitivos dueños de América morían en las peores condiciones, asesinó a millones para saquear metales preciosos en cantidades nunca vistas en la historia, apropiándose de tierras y cursos de aguas e imponiendo manos de obra esclava. El alcohol introducido violentamente contra las normatizaciones rituales milenarias, causó estragos junto a las enfermedades infecciosas introducidas entre los pueblos americanos por portadores enfermos traídos de Europa (la viruela, la sífilis, la tuberculosis). El modelo se repicó exactamente en la luego llamada Conquista del Desierto por la cual los terratenientes del Jockey Club de Buenos Aires se apropiaron de millones de hectáreas del Río Colorado al Sur.

Si bien es cierto que el proceso de alcoholización abarca a los más diversos grupos y clases sociales, los efectos, prevalencias y chances de recuperación hacen diferencias de clases. Ya hace treinta años un estudio de Cisin I. Cahalan D. (“Some correlates of American drinking practices. Recent advance in studies of Alcholism” Nacional Institute of Mental Health. 1970) Señalaba: los hombres de todas las edades de los niveles sociales más bajos tienden a tener considerablemente más riesgo para contraer diferentes tipos de problemas relacionados con el alcohol que los hombres de niveles sociales más altos”. (1) Y L. N. Robins en “Alcoholism and labelling theory” (Reading in Medical Sociology. New York. 1980) apuntando en la misma dirección afirma: “ser pobre, varón, con una educación deficiente y pertenecer a grupos étnicos de bajo nivel social” (1) son características sociales más asociadas a alcoholismo. La ya mencionada investigación multicéntrica de la OPS arriba a conclusiones similares. Y a la vez, esto contradice la creencia compartida por cierta opinión médica vulgarizada, y por las organizaciones de autoayuda basadas en el anonimato, en cuanto que el alcoholismo no respeta clases sociales.

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Aquí no podemos dejar de relacionar las notas precedentes con “la desmoralización” de la que hablaba Engels. ¿Hoy diríamos depresión por deprivación económica, miseria, políticas de ajuste, desempleo, y angustia propia de la inseguridad?

En otro estudio Brenner H. “Trends in alcohol consumption and

associanted illness” (American Journal of Public Health. 1975) encontró aumento en la venta de vinos y cervezas durante períodos de recesión económica y aumento del desempleo. Las tasas de consumo aumentan a medida que aumenta la inestabilidad económica. Las bajas en salarios y en los empleos se siguen durante dos o tres años por aumentos en las tasas de mortalidad por cirrosis. El autor afirma que la crisis económica genera estrés social cuyo alivio se busca en la bebida. (1)

Merrill Singer (1) relaciona la ingesta de alcohol, con el proceso de

identificación de la clase trabajadora como tal, y el mantenimiento de esa identidad entre ciertos indígenas americanos. En nuestro país, cuando se ingresa a la comunidad mapuche de Ruca Choroi, en el Norte neuquino, hay carteles que reproducen una disposición legal nacional: no se puede ingresar con bebidas alcohólicas, ni aún dentro de la comunidad se las puede adquirir. Guardaparques y gendarmes garantizan el cumplimiento de esa orden para los habitantes de la reserva. Se podría pensar que se trata de una norma para custodiar la salud de nuestros hermanos mapuches. Pero cuando se ven las condiciones miserables de existencia, las enfermedades endémicas, los retrasos evolutivos por falta de aporte nutritivo, y las viviendas en las que sus habitantes soportan los crudos y largos inviernos, uno se da cuenta que la prohibición tiene más que ver con esto que señalan Singer y Engels: el uso relacional del alcohol, su posibilidad de canalizar la rebeldía y el papel que juega en los procesos de identificación comunitarios.

Consumo y enfermedad. Cambios históricos

Un fenómeno de gran actualidad en la Argentina –ya referido por Engels-

es también de raíz económica-político: la disponibilidad de alcohol en el mercado. El informe de un Comité de Expertos de la OMS “Problemas relacionados con el consumo de alcohol” (Ginebra 1980) al tocar las posibilidades principales con que se encuentran los Estados para prevenir el alcoholismo menciona dos: limitar la disponibilidad y la demanda (8) . Nos referimos en este capítulo a la primera de esas posibilidades. Como dice el mencionado informe: “… esfuerzos destinados a fijar límites a la producción y comercialización de las bebidas alcohólicas, la introducción de procedimientos para reglamentar su costo y la imposición de restricciones sobre lugares, ocasiones y personas en cuanto a su adquisición y uso… La limitación de la cantidad de alcohol de que puedan disponer las poblaciones o los grupos de individuos, tendrá un efecto directo sobre la cantidad de alcohol que se consuma y, en consecuencia, un efecto indirecto sobre la incidencia y la prevalencia de los problemas derivados del alcohol… Una reducción en el consumo total puede tener un efecto saludable aunque sólo sea el que disminuya el número de nuevos casos de consumo excesivo… Una ventaja de

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que las medidas que se tomen se concentren en el consumo conjunto es que se pueden poner en práctica mediante actos gubernamentales de índole legal, administrativa o fiscal… Estas regulaciones son los medios más efectivos con que se cuentan los gobiernos para modificar las cantidades de alcohol que se consumen en las poblaciones y de reducir muchos de los problemas asociados con este consumo”. Sintetiza un criterio que lamentablemente no orienta en nuestro país los distintos intentos hechos vía ordenanzas, leyes o decretos, los cuales consideran que prevenir es reprimir. Un problema médico-social no se resuelve con controles y detectives de la bebida. Dice le Informe (Pág.35):

“Existen pocas dudas que en muchos países cualquier intento firme

de reducir el consumo sería una medida política mal acogida a menos que se procediera o siquiera se acompañara, de una gran campaña educativa en que se explicaran las razones de la acción propu esta”.

En apoyo de lo que venimos exponiendo podemos citar el estudio de

Parker D.A., Wolf M.W. y Hardford T.C. “The prevention of alcoholism: an empirical report on the effects of outlet availability” (alcohol, Clin. exp. Res. 1978). Afirman los autores:

“La disponibilidad (de acuerdo al número de locales donde puede comprarse el alcohol) tiene grandes efectos en el consumo y tasas de mortalidad por cirrosis” (1)

Merrill Singer, a quien ya hemos citado, dice: “En concreto, uno de los hechos más importantes para el desarrollo de una economía política del alcoholismo es la identificación y análisis de las fuerza que contribuyen a la revisión de las restricciones sociales y legales existentes sobre la disponibilidad del alcohol y patrones de consumo”.

Los patrones de consumo; los factores de disponibilidad de bebidas

alcohólicas, la producción de vinos o bebidas destiladas, el mercado, fueron experimentando los cambios históricos que las fuerzas productivas y las relaciones de producción determinaron. En las economías precapitalistas el alcohol ya era mercancía de importancia fiscal, dado que generaba recursos al estado por medio de impuestos.

Con la revolución burguesa y la aparición de la clase obrera surge un discurso dominante respecto al consumo. La temperancia fue parte de la ideología burguesa ascendente como autodisciplina moralizante. Al entrarse en la era de la producción a gran escala industrial, el alcohol amenaza al ordenamiento productivo, es motivo de ausentismo y desorganizador de la tarea industrial. Los movimientos prohibicionistas que solían contar con apoyos religiosos, trataban de reglar no la conducta del conjunto social, sino, en especial, el consumo de bebidas de los trabajadores. Las clases “respetables” se embanderaban con la virtud prohibicionista, a la que trataban de imponer como moral de la época y del progreso. Pero, en verdad, ese discurso tenía como destinataria a la clase obrera, cuya disciplina laboral y su productividad se buscaban garantizar. Los obreros bebían en sus propios espacios sociales como desafío a la clase de sus patrones.

Después de 1945, en la post-guerra, se imponen nuevos patrones y criterios, más permisivos y progresivamente inductores, dado que la industria alcoholera se había constituido en un fuerte factor de poder, capaz de operar sobre las políticas de Estado. En los EE. UU. esto puede ejemplificarse con el

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fuerte respaldo que pasa a recibir la naciente industria vitivinícola de California, poseedora de grandes capitales que ahogan a los pequeños productores. Esta articulación entre poder económico y peso político se ve en nuestro país por la fuerza que adquiere el lobby bodeguero, en especial mendocino, sobre cualquier iniciativa nacional que recorte el consumo, como ya veremos más adelante. En los EE. UU. es conocido el éxito logrado en el Capitolio por el Senador Alan Cranston eximiendo de impuestos federales al grupo californiano Gallo, principal productor mundial de vinos de mesa.

Otro hecho revelador es la campaña que hiciera el Gobernador Jerry Brown para impedir para impedir que las etiquetas de las botellas de bebidas alcohólicas incluyeran la advertencia del riesgo para la salud que implica el alcohol. En su prédica, Brown catalogó de “fascistas de la salud y la seguridad” a quienes impulsaban esa medida. (Lo mismo sucedió en Argentina con la última Ley sobre Alcoholismo, de la que se eliminó el articulado disponiendo igual medida). La posterior carrera política de Brown como precandidato presidencial fue financiada por la alcoholera Seagrams.

La taberna global

La época histórica que analizamos y que llega hasta el presente, señala una fuerte concentración monopólica y una mundialización del mercado. Siguiendo con el caso norteamericano, su principal Banco, el Bank of America, tuvo una política crediticia blanda con los capitales concentrados, y de expropiación y chantaje a los pequeños productores. Ya veremos cómo el caso argentino guarda entera similitud con éste. La industria así oligopólica pasó a apropiarse de tierras, viñedos en producción, y controlar el mercado vinícola, disputándolo a nivel mundial con sus tradicionales dueños: Italia, Francia y Portugal. De este modo el consumo de vinos se duplico en los EE. UU. durante la década del 70, y volvió a duplicarse en la década siguiente. Ello determinó que grandes corporaciones no ligadas al vino entraran en el negocio: Coca Cola con su inmensa red mundial de distribución ingresa al mercado de vinos en 1977, invirtiendo algo más de cien millones de dólares que recuperó en dos años.

Lo mismo podemos decir de la cerveza que ha logrado pasar de bebida con fuertes características regionales y gran número de empresas y mercado diversificado, a ser la bebida del mundo globalizado , hegemonizada por muy pocas compañías transnacionales, mercado unificado, y paladares clonados.

Se ha profundizado en las dos últimas décadas la concentración de la producción, distribución y comercialización en un número cada vez menor de empresas cuyo capital se ha acrecentado sostenidamente. Incluso se da crecientemente el fenómeno de los subsidios cruzados.

El mercado de cerveza en EE. UU. Está dominado por dos gigantes que

controlan el 95% del negocio: Anheuser-Busch (Budweiser) y Phillips Morris, la tabacalera más fuerte, propietaria de la cervecera Miller.

En Inglaterra seis productores dominaban hasta hace 15 años el mercado con más del 80%, e incluso monopolizaban más del 60% del expendio en los pubs, verdaderos centros sociales que se adaptan a los gustos –y las formas- de las distintas clases sociales.

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En Holanda existe un monopolio total (Heineken) igual que en Irlanda,

Dinamarca y Sudáfrica. Prácticamente la situación es igual en Francia, Japón y Canadá. Estos datos son de gran importancia económico-política dado que estamos frente a un producto cuyo consumo crece de año en año en todo el mundo.

En la Argentina el consumo de cerveza crece a razón de un 13% anual (Diario “Río Negro” 30-12-95). Sobre esa base el gigante Anheuser-Busch (Budweiser) hizo un acuerdo con la chilena CCU (Cía. Cervecerías Unidas) que había comprado la cerveza argentina “Salta” (la que dominaba el 2% del mercado). La distribución de Budweiser está a cargo de BAESA embotelladora de Pepsi Cola fuera de los EE. UU.

La disputa por el mercado cervecero argentino y latinoamericano es muy

intensa. Luis Spanggemberch director de Quilmas –grupo Bemberg, de mayoría inglesa- dijo: “No nos faltan enemigos, ni tampoco armas para pelear en la región”. (“Gazeta Mercantil”. Buenos Aires. Año 5. Nº 226. Sept.2000). En la actualidad Quilmas es propiedad de Brahma (brasileña).

En el 2001 Quilmes dominaba el 69% del mercado argentino, el 65% del

paraguayo, el 80% del boliviano y el 50% del uruguayo. Su gran competidor continental es el grupo brasileño Am-Bev (resultado de la fusión de Brahma y Antartica) que dominaba el 70% del mercado brasileño el cuarto por su volumen en el mundo. A través de su marca, Brahma compite en Argentina donde tiene el 13% del mercado. A su vez, Brahma disputa el importante mercado venezolano, donde tiene el 10% sobre un 85% que posee Polar. Am-Bev ya proyecta o ha instalado sus marcas en Uruguay, Chile y Ecuador. (9)

En nuestro país, mercado de fuerte y permanente expansión, Quilmes

defendía (1997) su posición invirtiendo 65 millones anuales en: promoción y publicidad; siete plantas; once marcas y permanente renovación tecnológica. Competía con Brahma que invirtió 120 millones de dólares en su propia planta elaboradora de Luján (Prov. de Bs. Aires), cuya producción la distribuye Resero (Diario “Clarín” 29-12-97) y ha ganado espacios en los supermercados, no sucediendo lo mismo en el sector gastronómico, el que deja mayores ganancias.

Quilmes también debe competir en nuestro país con Isenbeck (del grupo alemán Warsteiner) propietario de planta propia en Zárate desde 1994, y con Budweiser a la que ya nos referimos más arriba. Las tres han instalado sus plantas productoras en Zárate donde está la napa Puelche, a la que los cerveceros llaman “agua bendita” , por su calidad para la elaboración de la cerveza al punto que Budweiser a encomendado su parte argentina la elaboración y distribución para el resto de América Latina.

Nos hemos referido a Polar la marca líder en Venezuela, que es la única

en la región que participa en otras actividades económicas: petroleras y bancarias.

Colombia está monopolizada por la cerveza Bavaria. Este país y Venezuela comparten el tercer lugar en nuestro Continente respecto al número de bebedores.

Perú, el sexto país consumidor, es monopolizado por Backus.

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Un caso interesante es el de Bolivia. En el año 2000 Quilmes compró la CBN (Cía. Boliviana Nacional) con lo que adquirió el control absoluto del mercado el negocio de 16.5 millones de dólares tiene consecuencias políticas directas. El dueño de la empresa, la familia Fernández, dirigía también la UCS partido político gobernante en Santa Cruz de la Sierra, la zona más rica del país, y espacio de permanentes disputas geopolíticas entre Argentina y Brasil.

Hay una característica particular de esta actividad económica en América Latina: los consumidores son fieles a la marca , cosa que no sucede en el resto del mundo. Un analista de mercado colombiano, Armando Vega, dice: “Los colombianos cambian más de pareja que de cerveza”. En argentina Quilmes empezó exportando cerveza a los EE. UU. a los argentinos radicados allá. Fueron tantos los e-mails solicitando nuevas partidas, que la marca salió a captar lo que ellos llaman “el mercado de la nostalgia”. En el caso de Chile la competencia es muy difícil porque los chilenos están acostumbrados a beber en envases retornables, no haciéndolo en descartables, los únicos que nuevas empresas podrían usar abaratando los costos para poder competir.

Para tener una idea de la magnitud económica del negocio cervecero en América del Sur , diremos que la facturación de los tres primeros países productores era la siguiente:

Año 2000 (cifras en dólares)

PAIS CIFRA Brasil 8100 millones Argentina 930 millones Chile 290 millones En cuanto a los datos de consumo por año citaremos sólo los primeros

cinco países:

PAIS CIFRA Brasil 8 mil millones de litros México 5 mil cien millones de litros Venezuela mil setecientos millones de litros Colombia mil setecientos millones de litros Perú setecientos sesenta y cinco millones de litros

“La bebida de los pueblos fuertes…”

¿Qué pasó con la vitivinicultura argentina , en este proceso globalizador, cuyo voracidad desnacionalizadora y concentración monopólica ya hemos visto respecto de otras bebidas alcohólicas y otros países?

El consumo de vino por habitantes ha descendido respecto de décadas anteriores, aunque sigue siendo superior al de cerveza. Pero se ha producido una diversificación y reconversión que sólo han podido realizar aquellas empresas de alto poder económico. La producción se ha orientado hacia los vinos más finos. Hace diez años en Mendoza por cada litro de vino fino se vendían ocho de común de mesa. Hoy la proporción es de uno a tres. La tendencia al consumo de finos crece mientras decrece la de vinos comunes: la

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franja social que habitualmente los consumía, hoy, en parte, ha pasado a la cerveza. Las variaciones en el vino común parecen estar influidas por la aparición de los envases tetrabrick reemplazando a las damajuanas, lo cual supone una alta inversión de capital original que no todos pudieron hacer. El Gran Buenos Aires consume la tercera parte del vino nacional. Si se le suma el resto de la Provincia y la Capital superan el 50 %. En términos de producción lo que continúa expandiéndose es la elaboración de varietales. (Al respecto ver Diario “Los Andes” suplemento Económico. 7-3-99)

El mercado de vino común aparece más monopolizado: seis bodegas (Peñaflor, Resero, Fecovíta, Baggio, Covisan, y Garbin) concentran el 80 % de las ventas. En cambio entre los vinos finos todavía el proceso económico es más abierto: cinco bodegas (Chadon, Esmeralda, La Rural, López y Trapiche) concentran el 40 %.

“Frente a un mundo globalizado en el que muchos productos se vulgarizan

y llegan a los consumidores de todas partes con el mismo gusto, en igual envase y con idénticos sistemas de ventas y medios de producción –del tipo de las hamburguesas, las gaseosas y las salchichas- el vino aparece como un producto natural, autentico, típico , y objeto de los más delicados, lo que hace de él un producto que atrae, interesa y cautiva” dice Felix Aguinaga del Inst. Nac. de Vitivinicultura, en el diario mendocino arriba citado (subrayado nuestro). Algún producto retendría su condición regional y distintiva en esta clonación globalizada.

La reconversión, en el marco de la situación económica argentina y de las políticas de superexplotación dominantes, se tradujo en grandes cambios en la vida cotidiana del trabajador rural, cuya tarea e imagen han cambiado de un modo y una velocidad impensables. Para el ingeniero Patricio Santos, del grupo Catena (bodegas Escorihuela y La Rural) “el capataz de hoy debe tener amplios conocimientos en el manejo de los viñedos, desde análisis de costos, riesgos de inversión y administración de los recursos técnicos y humanos” (Diario “Los Andes” arriba citado). Aquella cultura popular cuyana de origen campesino, madre de la cueca y la tonada, poco le canta hoy a los sesenta granaderos de San Martín, as los ojos negros que el cantor vende, o a la tierra y sus frutos, para entronizar en la vida campesina a las PC, a las cotizaciones en Bolsa o a la prosa pedestre de los economistas empelados en la usura internacional.

Tommy Hurgues, ingeniero de la bodega Nieto y Senetiner, dice: “Cada vez se reconvierten más plantaciones hortícolas en viñedos porque la uva es el cultivo con futuro y ningún productor se juega 100 hectáreas a la agricultura”. (Ídem, Diario Los Andes).

No sólo cambian los capataces. Los obreros rurales deberán preparase para ese cambio con desocupación. “En unos años más, casi la totalidad de la cosecha se realizará por medio de máquinas que, además de reducir los costos de mano de obra, permiten operar de noche. Se cree que la cosecha manual será utilizada sólo en algunos vinos de muy alto precio”. (Roxana Badalona. “Se profesionaliza la gerencia vitivinícola” Los Andes. Suplem. Económico. 7-3-99 Pág. 3).

Tomando el período 1989/1998, luego de la crisis de superproducción de la década del 70, la elaboración de vinos experimentó una leve baja a costa de una caída de los vinos comunes (de 20,3 a 12,7 millones de hectolitros)

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acompañado de un franco y sostenido aumento de vinos finos (de 1,9 millones de hectolitros a 3,8).

Esta reconversión, que jerarquiza la producción de alta tecnificación, con gran inversión de capital, y producción para el mercado exterior, condujo a una fuerte erradicación de viñedos: de 350.900 hectáreas plantadas en 1976, se pasó a 209.100 en 1998.

De 60.200 viñedos en 1976 se pasó a 33.700 en 1998. Otro cambio profundo operado hace a los despachos de vino según

modalidad de envío . Se toman los datos de 1989 comparativamente con 1998. El despacho en damajuanas desciende de 45% a 18%. La tetrabrick sube del 6% al 54%. La botella sube del 14% al 25%. Y el envío a granel baja del 35% al 3%. El aumento del envío en botella lo da la producción de vinos finos. Pero esto muestra la casi desaparición de la elaboración fuera de origen.

Contrariamente a Mendoza, San Juan, el otro gran productor vinícola, tiene una producción de vinos comunes, monopolizados por Resero, Peñaflor y Fecovita, y tres emergentes: Baggio (también dedicada a los jugos de frutas) Covisan y Garbin (ambas de San Rafael). Estas 6 bodegas –sobre un total de 25 que elaboran y fraccionan- concentran el 80 %, fundamentalmente dirigido al mercado interno. El gran aliado de esta franja productora ha sido la tetrabrick. (Diario “Los Andes” Económico. 7-3-99 Págs. 4 y 5) “Quien hoy no fracciona el vino común en tetra no tiene ninguna posibilidad de ingresar en las cadenas de supermercados. El poder negociador que establecen los poseedores es así muy elevado” (“Ya nada será igual en la vitivinicultura argentina”), pronosticaba hace seis años Javier Merino, economista y consultor de empresas. (Diario “Los Andes” Económico. Pág. 8. 7-3-99).

“El vino común es el primer paso del bebedor no habitual. Su excelente calidad nos está asegurando un potencial consumidor de vino fino” dice Carlos Muñoz de Fecovita. (Misma publicación).

El economista Merino pone de manifiesto la importancia de la regulación del mercado que ha permitido aumentar el poder de negociación de clientes y proveedores, mayor rivalidad entre empresas, y la competencia agresiva de sustitutos del vino. Según él, esto trajo inversiones extranjeras y de otros capitales nacionales no tradicionales en la vinicultura. Michael Halstrick de Bodegas Norton dice: “No alcanza con colocar en la mesa de los consumidores un vino de alta calidad, debemos brindarle un buen servicio , que implica garantizar el suministro permanente en cualquier mercado”. Las grandes cadenas de supermercado ejercen tal poder de negociación que entre los productores de vino comunes los únicos que pueden enfrentar la competencia con seis grandes sanjuaninos arriba mencionados. En cambio entre los vinos finos la competencia por un espacio en las góndolas de los supermercados, hace que sólo 20 ó 30 puedan ganar un espacio, sobre 200 marcas que se producen en bodegas.

“El 80% de un buen vino se logra en la cepa” dice Halstrick. Esto ha llevado a los productores de vino fino a mejorar la calidad de sus productos, extendiendo sus inversiones a la tierra y al cultivo de uva, por lo que monopolizan los distintos pasos de la producción. Desde allí pujan con las cadenas supermercadistas. Una de las consecuencias de este proceso es que de 1200 bodegas existentes hace diez años han quedado algo más de 300, dado que los cambios producidos implicaron altas inversiones de capital en poco tiempo. Según Nicolás Catena, uno de los zares de la industria, el cambio más importante es haber pasado de exportar 2 millones de dólares anuales a

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100 millones en quince años. La competencia ha llevado a la diversificación. El impresionante aumento de ventas de champagne es una prueba de ello: entre 1990 y 1998 su producción se triplicó, con alta concentración: tres bodegas –Chandon, Toso, y Seagram– abastecen el 90% del mercado.

Lo descripto ha motivado la llegada de capitales extranjeros a una industria tradicionalmente argentina. Roberto Luka, de Sogrape, empresa portuguesa explica el porqué: “Sogrape quería tener un pie en el Nuevo Mundo del vino, y Argentina en los resultados apareció como el país de mayor potencial de crecimiento” (misma publicación). Sogrape adquirió la reconocida Flichman. También arribaron, entre otros, Chandon y Lurton (Francia), Concha y Toro y Santa Clara (Chile), estadounidenses como Kendall Jackson, austriacos (Swarosky). Todos ellos han adquirido bodegas y marcas de prestigio presentes en el mercado, sin iniciar nuevas actividades o fundar otras plantas y bodegas.

Que este proceso de desnacionalización ha continuado su tendencia lo

confirma “El Diario de la República” del 23/XI/04 –Pág. 21, cuando anuncia: “Casi un tercio de la producción de vinos está en manos extranjeras”– Dice: “El treinta por ciento de la producción de vinos argentinos está controlada por compañías transnacionales o participadas por capitales extranjeros estadounidenses, europeos o chilenos”. Según el informe en los ´90 la inversión extranjera fue de 1.200 millones de dólares. Las exportaciones de vinos siguieron aumentando: 225 millones de dólares, un 25% más que en 2002.

Respecto de las bebidas destiladas , el proceso de concentración ha

seguido en el mundo el mismo camino. Distiller Co. Ltd. (británica) vende whisky escocés bajo distintas marcas: johnnie Walker, Haig, Vat 69, white Horse, Black and White y Dewars. Seagrams, a cuyo papel en el campo de la política norteamericana ya nos hemos referido, acumuló capital desde su sede en Canadá como proveedora de contrabandistas norteamericanos durante la Ley Seca (Redfield R. “The primitive world and ist transformation” Cornell University. Op.cit 1).

Un gran negocio ha sido la introducción masiva y creciente de bebidas destiladas en los países dependientes. Como dice Merrill Singer: “Los dirigentes corporativos adoptan una percepción del mundo que es verdaderamente mundial en su dimensión. De acuerdo al punto de vista de las transnacionales, la realidad consiste en un mercado mundial, un cause mundial de materia prima y una fuerza de trabajo mundial. Incluso la nación-estado se convierte en una característica insignificante en este mapa cognoscitivo. Según lo resume uno de los voceros corporativos: las estructuras políticas del mundo son completamente obsoletas, porque ellas impiden la obtención de la optimización global de los recursos”. (1)

La importancia de estos de vista, y su continuidad temporal, pueden

aquilatarse en el reciente libro de Amy Chua “El mundo en llamas. Los males de la globalización” (16), que no puede presentarse como detractor del proceso mundializador. Una de sus ideas principales es que para los partidarios de la globalización la salida del subdesarrollo está en que los países que lo padecen receten la sumatoria mercados + democracia, tal como se ha venido haciendo en las dos últimas décadas. Los argentinos conocemos en carne propia los

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resultados. En auxilio de su planteo, cito a Thomas Friedman (“The Lexus and the Olive Tree”) quien propone su Teoría de los arcos dorados para la prevención de conflictos: “No existen dos países con McDonald´s que hayan librado una guerra entre sí” (op. cit. Pág. 19) afirmación importante en boca del autor, para quien la globalización convierte a los amigos y enemigos en competencia. Gracias a este concepto la hamburguesa norteamericana es un buen medio para resolver conflictos internacionales, propios del nuevo orden mundial. No puede pensarse la cuestión en términos caricaturescos, sino desde la noción de instrumento al servicio de la penetración cultural que las vestimentas, músicas, comidas, idioma, tienen sobre los procesos de identificación nacional, regional, étnica, o humana. En otra parte del libro, la autora aborda el conflicto actual chino-birmano, al que califica como “étnico”, cuando en realidad se trata de la subordinación nacional de Birmania a la penetración imperial de China. Es interesante transcribir un párrafo: “(Los empresarios chinos y la clase gobernante birmana)… ganan cientos de millones de dólares mientras que los birmanos indígenas se van convirtiendo en una clase cada vez más marginada y subyugada en su propio país. El índice de alcoholismo está aumentando mucho entre los birmanos, algo que resulta todavía más sorprendente si se tiene en cuenta que el consumo de alcohol es considerado un pecado según uno de los Cinco Mandamientos del budismo birmanés. El alcohol que más se consume es cerveza Tiger, importada de China” (op.cit. Pág. 13). El alcohol como instrumento de dominación colonial, como desidentificatorio, como corrosivo cultural, como fragmentador de las creencias religiosas, como mercancía del comercio exterior y del intercambio desigual. Para la autora una idea fundamental es lo que ella llama “identidad étnica”, que toma de Donald Horowitz (“Ethnic Group in Conflict”) en el sentido de vínculo con trasfondo de deber familiar y profunda emotividad. Huelga decir que se agrega a esta instrumentación del alcohol su grave efecto sobre los lazos familiares, sobre la evolución humana del sujeto transculturado, y sobre los valores históricos nacionales de las “aldeas globales”.

Todas estas situaciones le hacen preguntarse a Selvaggio K. (“Who bottles up alcohol study”. Multinant. Monit. Nº 11. 1983. Op. cit. 1) lo siguiente: “¿Cuál es la relación entre las agencias internacionales de salud, como la OMS, y la industria del alcohol? ¿Por qué ha evitado esta organización señalar a la industria como contribuyente a la problemática del alcoholismo?”.

Ese interrogante, frente al cual los Estados miran para otro lado pero

actúan según los intereses de la industria alcoholera sin resguardar la Salud Pública, abre un abanico de posiciones. La mayoría a través de omisiones y de “falta de políticas específicas” como se nos responde cada vez que visitamos un país o la mayoría de las provincias argentinas. Pocas veces de modo explícito, negro sobre blanco, se definen desde los gobernantes las causas por la cuales no se ocupan de un problema tan preocupante.

Por eso tomaremos dos ejemplos contrapuestos, que muestran que sobre el alcoholismo existen ideas que no se aclaran y se silencian. En los dos casos que tomamos se dan definiciones taxativas que muestran concepciones claras y explícitas.

Como se sabe, los Grupos Institucionales de Alcoholismo (G.I.A.) nacieron en General Roca (Río Negro) en febrero de 1984 en el Hospital Público de dicha ciudad. Su actividad fue declarada de interés municipal en el año 1993 por el Consejo Deliberante Municipal. Ese año tuvieron lugar en dicha

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ciudad las Primeras Jornadas Nacionales sobre Alcoholismo, y el Sexto Encuentro del Sistema G.I.A. Fueron co-organizadas por el Municipio roquense. El discurso de apertura fue hecho por el Señor Intendente, quien explicó porqué el Estado municipal estaba allí presente como muestra de su obligación en cuanto a dar respuesta a esta enfermedad médico-social.

Cuatro años más tarde el Diario “Río Negro” del 26-12-97, en la Pág. 30 publica una nota titulada: “El alcohol no es una cuestión de Estado según el intendente”. Se trataba de la misma persona de cuatro años antes. Decía: “Es una responsabilidad fundamentalmente de los padres. Ellos la quieren trasladar al Estado y no es así. Si a mí no me preocupa qué toma mi hijo, si no me preocupa en qué condiciones llega el fin de semana a la casa, no le puedo pedir al Estado que haga un control para que llegue en buenas condiciones”. Los particulares y el Estado en igualdad de responsabilidades sociales, según este pensamiento. La Salud Pública en manos de los particulares.

Por otra parte: los familiares preocupados, y los mismos afectados, ¿qué

respuesta habían recibido antes en ese Municipio? La sanción, hacía tres años de una Ordenanza progresista que luego fue negociada entre la Intendencia y los comerciantes y distribuidores para transformarse en letra muerta. En la misma nota, para salvaguardar la falta de responsabilidad social e institucional que le cabe como funcionario público, dice: “No digo que por ahí no haya un menor tomando cerveza. Pero el 99 % de las estaciones de servicio no venden a menores…. No es preocupante el consumo de alcohol en General Roca entre los menores. En cambio es preocupante el consumo de los jóvenes de 18 a 23 años. Es la franja más expuesta al alcohol, como también a la droga”. El razonamiento es obvio: a esa edad ya son legalmente responsables. Y antes de esta edad, los responsables son los familiares. Luego de otras aseveraciones que son de peor nivel aún, agrega: “En las estaciones de servicio, la mayoría toma cerveza arriba del auto. Están entonces dentro de una propiedad privada arriba del auto”. Cuando el auto arranca, obviamente el o los que han bebido en la cantidad que deseen (el régimen de propiedad privada lo santifica debidamente) están dentro del vehículo. ¿Los accidentes, daños humanos y/o materiales que el estado de embriaguez produce, quedan también fuera de todo enjuiciamiento? No resulta éste un tema menor: la Argentina es el país del mundo con mayor índice de accidentes de tránsito por habitante. El 80% de esos accidentes están mediados por el exceso de alcohol. Pero claro: ¿quién se atreve a tocar la propiedad privada? Ni siquiera la Salud Pública.

Y cuatro años más tarde, en esta novela por entregas de fascículos que parecen las Ordenanzas y políticas municipales de la Ciudad de General Roca, el tres de octubre del 2001se publica en el Diario “Río Negro”, que el Municipio controlará estrictamente la venta de alcohol a menores, instalando la prohibición absoluta, veda para la venta en kioscos, polirrubros, y estaciones de servicios, prohibición de venta después de las 23. El mismo Municipio, el mismo equipo de gobierno, el mismo signo político, pero ahora sí es una cuestión de Estado. ¿Este cambio de posición tan radical es un avance en la conciencia sanitaria municipal? No. Graves sucesos de inseguridad social vinculados a la ingesta excesiva de bebidas alcohólicas generaron reclamos populares. Faltaban dos semanas para las elecciones…

Del otro ejemplo -opuesto- diremos que es en plena selva mejicana, uno de los lugares más empobrecidos del país. Chiapas . En septiembre de 1995

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las agencias noticiosas internacionales reprodujeron estas declaraciones del Sub-Comandante Marcos: “Y nosotros para que nos entendieran lo que queríamos, empezamos a hacer en nuestras tierras lo que queríamos, pues. Nos organizamos con el acuerdo de la mayoría y nos dimos a ver cómo era eso de vivir con democracia, con libertad y con justicia, y así pasó. Durante un año gobernó en las montañas del Sureste mejicano la ley de los zapatistas. Cuando nosotros gobernamos bajamos a cero el alcoholismo, y es que acá las mujeres se pusieron bravas y dijeron que el trago sólo sirve para que el hombre les pegue a las mujeres y a los niños, y haga barbaridad y media, y entonces dieron la orden de que nada de trago, y entonces, pues, nada de trago, y no dejamos pasar el trago y los más beneficiados eran los niños y las mujeres, y los más perjudicados eran los comerciantes y los del Gobierno. Y con el apoyo de unas que se llaman Organizaciones No Gubernamentales, nacionales y extranjeras se realizaron campañas de salud, y se elevo la esperanza de vida de la población civil, aunque el desafío del gobierno redujo la esperanza de nosotros, los combatientes”. (Diario “Clarín”. Septiembre 1995).

¿Y la Salud Pública? Resulta de decisiones políticas que pongan en

primer lugar el bienestar del pueblo por encima de la libertad para lucrar con la enfermedad.

Capítulo 2

Discurso médico,

economía y política en Argentina

He tratado de revisar la relación que el saber médico ha tenido con

diversas representaciones sociales y convicciones populares en torno al papel del alcohol y el alcoholismo.

Muchas veces hemos tropezado en nuestra tarea diaria, con ideas erróneas que nos transmiten pacientes, familiares, o vecinos, sobre el valor del alcohol, sobre la noción de esta adicción, sobre cantidades saludables y nocivas, y una infinidad de temas relacionados. Uno –en tales casos- se pregunta sobre el origen de estos pensamientos, que aparece oscuro y desconocido.

Tratare de mostrar que así como muchos en Argentina hemos ido construyendo un modelo de intervención eficaz, también hubo un saber presentado como científico que no ayudo a nuestro pueblo a identificar claramente esta enfermedad médico-social, sino que lo desarmó frente a ella, y

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llegó a tener una representación en nuestra cultura que aún perdura y es una inducción permanente al proceso de alcoholización.

El alcohol como alimento y como fármaco

Frecuentemente hemos escuchado esta idea, que el actual conocimiento

médico ha de mostrado equivocada, y que hoy se atribuye a la ignorancia popular. Veamos.

En 1902 la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos

afirmaba que el alcohol no era un veneno, sino que se trataba de un alimento, de mayor valor que los hidratos de carbono y de superior contenido energético. Esta cita, y otras que tomaremos más adelante, han sido extraídas de “El problema vinícola” Mendoza, Marzo de 1931. (13)

Lidner, en su obra “Revelaciones sobre la oscuridad de la vida diaria de

los animales pequeños” (Editado en Berlín, librería de Paul Parey. Op. cit. Pág. 49) abonaba esta información: “Entre los animales el uso de alcohol está muy extendido. Especialmente entre las hormigas y abejas el alcohol constituye un alimento superior y necesario para la vida”. (13)

La Academia Real de Barcelona, en su documento del 16 de Mayo de

1909 (Op. cit. pág. 49) afirma lo siguiente: “Para las personas entregadas a trabajos que requieren un gran esfuerzo muscular y cuyas combustiones son por esta razón muy activas, el mejor estimulante en ciertos estados patológicos es el vino, a causa de la conservación de la dinámica del cuerpo” (13) obsérvese que se lo llega a recomendar incluso en “ciertos estados patológicos”.

En el mismo sentido el Profesor Kanfman de la Escuela de Medicina de El Cairo (Op. cit. pág. 49) sostenía: “El alcohol, estimulante de la alimentación; el alcohol remedio”. (13). Aquí ya aparece como fármaco eficaz.

En la misma época (1926) la Sociedad Española de Higiene aprueba la

tesis del Dr. Ruiz Santolaga “El vino como medida higiénica y terapéutica” (Op. cit. pág. 49). Esta Tesis coincide con el trabajo del Dr. Decref, miembro de la Academia Real de Madrid, quien ese mismo año publica un extenso trabajo en el que define al vino como bebida higiénica por excelencia, con acción terapéutica sobre el sistema circulatorio, nervioso y urinario, a la vez que buena medicación tónica. En su auxilio cita al cirujano de Jerez, Dr. Fermín Aranda, quien recomienda al vino (naturalmente de Jerez) como tratamiento en las anemias, clorosis, fiebre tifoidea, coxalgia, neumonía, y neurastenia.

El Profesor Pochau titular de Fisiología de la Facultad de Medicina de

Bordeaux (Francia) dice en su libro “El vino ante la Fisiología”: “El vino no será indispensable para la nutrición, pero es muy útil para ala vida normal como los otros alimentos, y también será indispensable en cierto estados patológicos” (Op. cit. Pág. 51). Entre ellos cita a las infecciones en general, el cólera, la fiebre tifoidea, y sobre todo las epidemias infecciosas de origen hídrico. Allí recomienda reemplazar el uso cotidiano de agua por el vino: “Las infecciones

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de origen hídrico ocasionan una mortalidad cien veces más elevadas que aquélla atribuida al uso de bebidas alcohólicas” (Op. cit. Pág. 52). Decref postula la inclusión del vino en las farmacopeas.

En Francia el Dr. Surmont en “El Eco Médico del Norte” Nº 22, del 2 de

junio de 1928 (Op. cit. Pág. 56) afirma que las cirrosis hepáticas no son producto del alcohol, sino de la combinación de alcohol y sífilis, o de alcohol y tuberculosis.

Ese mismo año, M.M.Maurice Loeper, Profesor de la Facultad de Medicina

de París y Secretario General de la Sociedad Científica de Higiene Alimentaria de París afirma: “El vino no es el alcohol. Es a la vez más o menos que él. Más porque representa en el más alto grado un alimento completo y un medicamento completo de la nutrición. Menos porque a un valor energético menor, opone una acción menos irritante sobre los epitelios” (Op. cit. pág. 57).

Este catedrático le da al vino valor para prevenir la anafilaxia alimenticia,

favorecer el aumento de la hemoglobina en sangre, ser expulsor de cálculos renales y hepatoprotector.

Y en este camino fija las siguientes indicaciones terapéuticas en las que “puede y debe ser aconsejado”: dispepsia, infecciones “porque aumenta la resistencia del organismo”; astenia y anemia; oligurias; y en algunas tuberculosis. (Op. cit. Pág. 59).

En 1926 el Dr. J. A. Doleris, Presidente de la Academia de medicina de

Francia dice: “El uso moderado del vino en la alimentación no ha perjudicado jamás el trabajo cerebral. Al contrario, lo ha estimulado en todos los dominios del espíritu, mientras que el uso exclusivo del agua sólo ha contribuido a engendrar el delirio y la exaltación psíquica”. (Op. cit. pág. 82)

Esta muy somera revisión que abarca las tres primeras décadas del siglo

veinte a través de reconocidas figuras científicas y académicas europeas nos muestra que esas convicciones tan enraizadas en muchos pacientes y familiares que a diario atendemos no son sólo producto de su desinformación, sino de un saber médico de escasa fundamentación. Como veremos más adelante no se trata de un saber ingenuo, sino que vuelve a mostrar la relación entre conocimiento científico, ideología, intereses económicos y posiciones políticas.

Alcohol bueno y alcohol malo

Esta discriminación entre dos tipos de alcohol, el del vino y el de las bebidas destiladas, también tuvo en el período que nos ocupa –y posteriormente- muchos portavoces en nuestra sociedad. Nuevamente veremos que catedráticos y académicos prestaron fundamento “científico” a este equívoco.

El académico español ya citado, Dr. Decref, es un buen exponente de esta posición, que tiene inmediatas derivaciones a lo político y económico. En el informe arriba citado dice:

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“Esa conducta condenable, seguida por las grandes naciones que viven en la opulencia y que desean colocar el excedente de su fortuna en negocios usurarios, a dado lugar a la formula conocida que pretende confundir la colocación a interés con el préstamo honesto que deba salvar la situación angustiosa del individuo, de la familia o de la Nación. Esto ha sido la causa de que se hayan confundido siempre con la mayor mala fe los efectos desastrosos que producen en el organismo los alcoholes industriales con la acción saludable del alcohol del vino, base de la riqueza de los países latinos de Europa, de los cuales se busca la ruina de largo tiempo con objetivos políticos y económicos.”… “Como en todos los países que no producen vinos naturales el alcoholismo aumentó igualmente, como lo demostraré más adelante, mientras que él no existe en los países de producción vinícola como España”… “Los países latinos: Francia, Italia, Portugal y España son los grandes productores de los mejores vinos. Según esto los países consumidores tributarios de los países latinos, ensayan por todos los medios imaginables el reemplazar estos vinos. Esta sustitución no tiene otro resultado que promover la producción del alcohol peligroso y por consiguiente de provocar el alcoholismo, lo que desacredita los buenos vinos latinos, se arruinará así a las naciones vinícolas impidiendo las exportaciones de su precioso brebaje”… “La manera de vivir de los pueblos latinos, es objeto de la persecución de los prohibicionistas, que demuestran después de siglos que ellos poseen la verdad confirmada por la ciencia”… “En las calles de España, país eminentemente vinícola, no se ven jamás ebrios”… “Se ve muy a menudo en nuestros puertos, visitados por escuadras extranjeras, a los tripulantes en las calles en un estado completo de ebriedad”…“El mundo civilizado no puede tolerar se den falsos pretextos como el del alcoholismo producido por el vino, en la disimulada acción humanitaria para ocultar el verdadero objeto de esas luchas, que sirve para destruir militarmente o económicamente los pueblos que por la riqueza de su suelo, la inteligencia, la honorabilidad y altruismo de sus hijos, así como por su historia, encierran los fundamentos de la civilización universal, llevándolos de esa manera a la ruina”… “Los gobiernos deberán vigilar los progresos de la agricultura y de la industria de sus vinos nacionales, prohibiendo el uso de las bebidas exóticas que contienen alcoholes peligrosos oponiéndose rigurosamente a su importación para que los ignorantes y los enemigos de la patria puedan aprovecharse para seguir su campaña denigrante en contra del vino”. (Op. cit. págs. 45, 46 y 47)

El catedrático asume una posición xenófoba, defensora de la industria

vinícola, desde lo que él cree la cuna de la civilización. Una cuna que la conquista de América o el franquismo parecen relativizar. Pero el interrogante es el siguiente: ¿sus posiciones científicas son tales o simplemente ofician de taparrabos de su enrolamiento político? Pobre ciencia, parece que no existe al estado de pureza…

El mencionado académico Doleris, de la vinícola Francia, dirá

coincidentemente “El alcoholismo es el resultado del consumo habitual del alcohol –de alcohol industrial principalmente- y no el consumo del vino”… “Los países y las regiones donde reina el alcoholismo con sus deplorables efectos no son regiones vitícolas”. (Op. cit. Págs. 82 y 83)

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Los que trabajamos en las provincias cuyanas sabemos que ese académico de tanta influencia en nuestro país, estaba más interesado en las ganancias de las bodegas que en la salud de sus pacientes.

El académico francés Dr. Louis Faure, Miembro de la Academia de Medicina; Profesor de Ginecología en la Facultad de Medicina de París; y Cirujano del Hospital “Broca”, dirá en 1931: “Nada mejor para combatir el alcoholismo que preconizar el uso moderado de vino, pues lo que hacen de él su bebida cotidiana, escapan al horror de reemplazarlo por el alcohol”. (Op. cit. Pág. 84)

Aparece aquí un alineamiento en el que la salud de la población no es

tenida en cuenta, porque se trata ya de sustentar seudo científicamente, desde prominentes hombres “de ciencia”, que la enfermedad es producida por las bebidas destiladas y no por el vino. Nuevamente la práctica clínica que llevamos adelante en estos más de veinte años, y la que los hospitales públicos hacen desde hace décadas, desmiente categóricamente ese enunciado, el que –realizado por académicos y catedráticos de países vinícolas- persigue “sostener una de las gloriosas riquezas de Francia”, como afirma el Dr. Pierre Dubai, Miembro de la Academia de Medicina de Francia, Profesor de Clínica Quirúrgica de la Facultad de Medicina de París; y Cirujano del Hospital “Vaugirard”. (Op. cit. Pág. 84)

Así el mencionado Prof. Doleris, Presidente de la Academia de Medicina

de Francia, afirmará en 1930: “El alcoholismo es el resultado del consumo habitual del alcohol –de alcohol industrial principalmente- de aperitivos y espirituoso de alta graduación y no del consumo del vino natural”. (Op. cit. Pág. 82). Un alcohol “malo” y un alcohol “bueno”. En el mismo sentido apunta el Dr. Faure citado “ut supra”.

Puede abundar en esta fundamentación de la diferencia entre ambos

alcoholes, el Informe de 1931, presentado en Rumania por el Senador Dr. Daniel, y por el Médico Inspector Charles Languier, ambos miembros del Comité Científico Rumano, formado por el Estado de ese país: “En la zona del alcohol (se habla del industrial) el estado económico del agricultor es precario; su resistencia a las enfermedades es menor. En la zona vinícola; el estado económico del agricultor es floreciente, su resistencia a las enfermedades es más grande”. (Op. cit. Pág. 74). Sin embargo debe recordarse que la industria vinícola mendocina arrastraba en ese mismo año una crisis de superproducción desde hacia una década y media, con graves quebrantos económicos.

Que el alcohol “bueno”, es decir: el vino, ejercía saludables e higiénicas

consecuencias en las comunidades, mientras el “malo” el destilado de los países anglosajones, generaba alcoholismo, es expresado así por el Presidente del Consejo de Higiene de la República Argentina, el Dr. José Penna en la década del veinte: “Todos los higienistas estiman que la mejor profilaxis del alcoholismo consiste en difundir por todos los medios el consumo del vino” (Op. cit. Pág. 42) El Dr. José Penna, en 1911 afirmaba: “Todos los higienistas estiman que la mejor profilaxis del alcoholismo, consiste en difundir por todos los medios el consumo del vino y la cerveza. El mejor medio de combatir el alcoholismo es el abaratamiento y la difusión de los vinos. Debe proponerse la fijación de carteles y la distribución de folletos

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explicativos, profusamente distribuidos en los lugares públicos en que sintéticamente se expresen los peligros del alcohol y las ventajas de uso del vino”. (Op. cit. Pág. 42)

Este debate entre hombres de ciencia de países vitivinícolas de origen

latino-europeo, y hombres de ciencia de países fabricantes de bebidas destiladas en países anglosajones, trasciende ampliamente cualquier interés sanitario, y muestra su esencia económico-política. Es evidente que las tesis doctorales están subordinadas a consideraciones ideológicas y de disputa por la hegemonía mundial. En aquel mundo de posguerra, a través de la contradicción alcohol “bueno” (vino) versus alcohol “malo” (bebidas destiladas) se juegan intereses de mercado, confrontaciones nacionales y continentales por el dominio del mundo, y nuevos repartos de áreas de penetración mundial. Hoy diríamos que tras estas conclusiones tan científicas, lo que se encubre es quien –en el campo de las bebidas alcohólicas- hegemonizará la globalización…

La bebida de los pueblos trabajadores

Hemos escrito en la Revista “Conciencia en las adicciones” Nº 2. Año 2000. Caracas. Venezuela (6) un trabajo sobre el alcohol como medio de control social. En esta pequeña reseña histórica aportaremos algo más al respecto.

“Las clases proletarias más humildes, las cuales no pueden utilizar otros materiales alimenticios demasiado caros, él les permite completar su ración alimenticia insuficiente, reemplazándola ventajosamente”. (Decref. Informe citado).

Dos profesores italianos pertenecientes a la Academia de Ciencias de

Bologna decían hacia la misma época: “Ingerido el alcohol vínico es utilizado en mantener la temperatura del

cuerpo y sirve para producir trabajo”. (Profs. Albertoni y Rossi. En Op. cit. Pág.48)

Ya en 1909 la Academia Real de Barcelona había establecido, como lo

hemos visto, su indicación para aquellas personas entregadas a trabajos que requieren un gran esfuerzo muscular.

Era una afirmación corriente entre estos catedráticos que el alcohol es “capaz de sustituir a otras sustancias alimenticias indispensables al trabajador” (Decref, ya citado), y que representa “un elemento químico de orden dinámico, elemento que puede reemplazarlo en la economía doméstica de los obreros de nuestro país, por su bajo precio”. (mismo autor).

El académico Prof. Doleris a quien ya hemos citado decía: “Como aliento el vino provee una proporción notable de calorías. Como

estimulante tónico y nervino concurre incuestionablemente a una excitación favorable de los centros nerviosos que aumenta la duración y la suma de la actividad muscular voluntaria y facilita un mayor rendimiento del trabajo físico”. (Op. cit. Pág. 82)

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Como se ve, una tesis científicamente insostenible, el alcohol tónico

reconstituyente , generador de energía y facilitador del trabajo, tiene un destinatario concreto: la clase proletaria de mayores esfuerzos físicos. Llama la atención que estos enunciados seudo científico no muestren al vino como favorable a otros sectores de la población, sino que es toda una invitación para usarlos en aquellos seres humanos que sufren mayor desgaste laboral. Obreros de la construcción, pescadores de altura, portuarios, ladrilleros, y tantos otros trabajadores argentinos sufren hoy en carne propia las nefastas consecuencias de estos enunciados, verdaderas convocatorias a usar el alcohol para profundizar la superexplotación aún a costa de la salud y la vida de miles de operarios. Seguramente es consecuencia de tanto consejo científico la costumbre patronal de utilizar el alcohol como parte de pago, en la que damajuanas llenas calman bolsillos vacíos, semanal o mensualmente…

Todo es cuestión de cantidad Repetidamente escuchamos esta afirmación, aparentemente tan sabia.

Incluso una conocida cerveza argentina puso como consigna dedicada a los jóvenes: “No te pases del límite”. ¿Pero cuál es éste? ¿Esa “moderación” recomendada es una cuestión de cantidad? En caso de así serlo ¿Cuál es ese límite científicamente definido? Veamos otra vez a los académicos y catedráticos ya citados.

“Toda una serie de experiencias concluyentes permite fijar en 1,5 gr. por día y por kilo de peso la cantidad moderada que da un gran beneficio para las clases pobres y trabajadoras”. Si tomamos una persona de 70 kg. ello significa 1,300 1. por día. (Decref. Op. cit. Pág. 48)

Para Fokker–Munkt-Obernier una dosis débil de 1,5 por día y por kilo de peso disminuye la excreción de urea. Lo que para un especialista es “moderado” para otro es “débil”. (Op. cit. Pág.76)

El ya citado Decref, basándose en una experiencia con animales fija en 2

gr. Por día y kilo de peso (1,750 cm. de vino) la dosis ideal para favorecer la síntesis de proteínas humanas.

Viene de lejos esta arbitraria fijación de un límite cuantitativo, que en los

mismos autores suele variar, y nunca se puede precisar lo que es leve, moderado o excesivo en abstracto, al margen de la vida y la historia de las personas, sus familias, su cultura, su región, sus convicciones.

Vino, alcoholes, políticas, nacionalismos…

En citas anteriores vimos que los trabajos científicos tienen poca asepsia, y parecen más bien destinados a sustentar planteos económicos o políticos. Resulta muy claro que la cuestión se sustrae del campo de la Salud Pública.

Los autores que hemos ido citando hablan de un alcohol “bueno”: el del vino, que producen los países europeos latinos; y un alcohol “malo”, el

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destilado que producen las potencias hegemónicas: Gran Bretaña y Estados Unidos. El alcohol es mostrado como parte de la lucha política por imponerse a nivel mundial. Ante la embestida de los alcoholes industriales, los países euro latinos, resisten con su producción vinícola. Al servicio de esa disputa, llegan a afirmar que el alcoholismo es producto de los primeros, mientras que el segundo sería alimenticio, terapéutico, higiénico y sin relación con el proceso de alcoholización.

“Los ignorantes y los enemigos de la patria pueden aprovecharse para seguir su campaña denigrante en contra del vino” (Decref, Op. cit. Pág. 57) Defender el consumo de vino es una cuestión patriótica, y enciende el nacionalismo y la xenofobia.

¿Qué sentido tiene haber hecho este rastreo de autores antiguos, cuyas

afirmaciones tan poco sustentadas parecen destinadas a fomentar la industria, el consumo y la ignorancia? ¿Es este un floreo académico sin mayores consecuencias prácticas?

En principio descubrimos que muchas convicciones de pacientes,

familiares, vecinos, y -¿por qué no decirlo también?- de profesionales de la Salud, guardan hoy estrecha relación con aquellos trabajos de miembros de Sociedades y Academias europeas –o más propiamente de países europeos vinícolas- cuyos títulos parecen garantizar un conocimiento científico fundado.

Otra pregunta que a esta hora uno puede estar haciendo es: ¿Qué sentido tiene traer estas teorías de lugares tan lejanos de nosotros? La distancia física, es cierto, resulta grande. No así la distancia cultural: nuestra relación con la Europa latina es grande desde Colón hasta aquí.

Sin embargo hay una razón de mayor peso. En 1931 nuestro país padecía una dictadura militar encabezada por el

Gral. Uriburu. Ella designó como Interventor en la Provincia de Mendoza al Dr. José María Rosa, de conocida familia nacionalista hispanófila.

El 10 de Noviembre de 1931, el Sr. Ricardo Videla, Ministro de Industria y Obras Públicas, se refiere a la creación por parte de la Intervención militar de una Comisión Especial Provincial para el estudio del problema vinícola, dada la crisis que soportaba la industria desde hacía más de una década, la permanente caída del consumo de vino en todo el país. Entre los objetivos de dicha Comisión figuraba “Fomentar el consumo del vino en el país, mediante la propaganda lucrativa de sus cualidades tónicas y nutritivas…” y agrega más adelante: “Es urgente acometer la tarea de organizar una campaña científica del consumo del vino para elevar las cifras actuales del mismo. La Sociedad Vitícola debe llevar a la práctica la realización de una propaganda inteligente, intensa, y persistente a favor del consumo del vino en la que se hagan resaltar sus bondades como elemento alimenticio e higiénico…” (Op. cit. Pág. 11 y sgs.)

El 16 de Diciembre de 1930 el Interventor José María Rosa envía una nota al Sr. Ministro de Guerra de la Nación para proponerle el suministro de vino al Ejército Argentino, como modo de aliviar la crisis a la que hicimos referencia. (Op. cit. Pág. 41 y sgs.)

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En esa misiva, el Dr. Rosa dice: “Es una iniciativa tendiente a mejorar la calidad del racionamiento de las clases ciudadanas en servicio de instrucción militar, así como de la tropa permanente de las fuerzas armadas de la República. Consiste esta iniciativa en integrar el racionamiento actual de la tropa del ejército con el suministro diario de 250 cm3 de vino por día y por unidad…” Le sugiere al Ministerio dar un ejemplo al país “mejorando la alimentación de los muchos miles de ciudadanos que sirven en las instituciones armadas”… “Se encuentran fuera de toda discusión las propiedades alimenticias del vino y sus efectos saludables sobre su organismo”. En auxilio de su petición cita al Dr. José Penna –a quien hemos trascripto más arriba- cuando decía que la mejor profilaxis del alcoholismo es difundir el consumo del vino y cerveza, abaratándolos y efectuando intensas campañas en la opinión pública.

Párrafos más abajo, el Dr. Rosas cita al Prof. Doleris (al cual ya nos

referimos) para afirmar que el consumo del vino es el mejor antídoto contra el alcoholismo, que es una consecuencia del consumo de alcoholes industriales.

Hay un párrafo en la misiva que liga industria, consumo de vino, rechazo de bebidas destiladas, patriotismo y nacionalismo económico: “Establecidas sobre tan autorizadas opiniones, las ventajas que para la Salud Pública ofrece el consumo de bebidas higiénicas y alimenticias, y los efectos del uso de alcoholes industriales nocivos, surge como una razón de interés nacional el habituar a la población al consumo de bebidas convenientes y benéficas, especialmente cuando con ello, como en el presente caso, sirve a otros conceptos concurrentes de apoyo al progreso nacional. El Ejército Nacional, que es el custodio del patrimonio moral y material de la República y elemento de garantía para la promoción y desarrollo del progreso del país, tiene en este caso una forma de apoyo moral y material a una de las más destacadas expresiones de este progreso nacional, como lo es su industria vinícola” Evidentemente, más allá de las cantidades de vino que podrían venderse al Ejército lo que importa mucho es “habituar a la población” , durante el año de servicio militar, con lo que se busca fomentar también el consumo posterior. Vale decir que el Servicio Militar fuera el reclutamiento de futuros consumidores. ¿Tendrá esto relación con el dato clínico que se observaba, en cuanto a que el comienzo del consumo habitual de bebidas alcohólicas era en el Servicio Militar?

José María Rosa plantea que el Ejército es un enorme instrumento para

popularizar ciertos consumos, para aplicar en el racionamiento de esas considerables masas humanas una política de nacionalismo económico. Incursiona en el campo médico cuando, inspirado en los autores que ya hemos tratado y en otros de la época, propone el consumo de vino como alimento, como elemento higiénico y como reconstituyente de energías. Toma en este sentido el ejemplo del Ejército Francés que, basándose en el carácter tónico del vino, racionaba a sus tropas con 250 cm3 por día por persona, y con medio litro cuando las jornadas de entrenamiento o combate exigían reponer más energías.

Cierra la presentación de su iniciativa resaltando: “El aspecto moral que contendría para nuestra industria vitivinícola y el fomento del consumo del vino nacional”.

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Este planteo, deja absolutamente de lado los aspectos sanitarios de la ingesta del vino, acomoda todas las afirmaciones a necesidades económicas y políticas, y para ello genera un discurso seudo científico cuyo impacto en el imaginario colectivo de nuestro país ya nadie puede ignorar.

He querido tomar un momento histórico concreto, una situación cuyo escenario fue Mendoza, porque se acuñaron ideas, conceptos, que desde el campo científico y político generaron discursos legitimadores del consumo excesivo, y que quizás no hayan encontrado respuesta fundada como para generar un debate que le permitiera a nuestro pueblo conocer, saber, desterrar prejuicios y mentiras y poder defender su salud.

Que esas ideas se renuevan cada tanto como para mantener su vigencia

y su efecto sobre la conciencia popular, queda patentizado en una noticia publicada por el Diario “Clarín” el 6-6-95 titulada “Científicos daneses aseguran que tomar vino alarga la vida”, reproducida del “British Medical Journal”. El estudio que incluiría una muestra de 14.000 personas dice entre otras cosas “Entre los consumidores de vino se registró una mortalidad significativamente más bajas, sin importar la causa, que entre los individuos que no bebían vino”. El nivel óptimo de consumo sería entre tres o cinco copas por día. ¿De qué medidas las copas? Nada dice. En base a qué datos objetivos se sacan las conclusiones. Nada se dice.

A renglón seguido el diario agrega: “Las asociaciones comercializadoras del vino, las cervezas, y las destiladoras se regocijaron ante la noticia e instaron a los gobiernos a modificar las recomendaciones oficiales sobre el consumo de licores”. Repárese en que la publicación hace referencia exclusivamente al consumo de vino (en especial tinto). No habla de bebidas alcohólicas en general. Pero “el regocijo” alcanza a toda la industria, comercializadores, y demás entidades ligadas a la venta de alcoholes. Del otro lado, la O.M.S., entidad declarativa si la hay, a través de uno de sus directivos desmiente la idea que el consumo de alcohol sea bueno para la salud. “No hay ningún nivel tope mínimo para un consumo alcohólico sin riesgos” declaró el Dr. Hans Emblad, Director del Programa de Antiabuso de Drogas de la Organización Mundial de la Salud, en la misma publicación.

Lo que expusimos fue en la Década Infame, la del 30, como la bautizara

Torres. Poco más de diez años después, en el Hospital Schestakow de San Rafael, el Dr. Guillermo Murphy, Jefe del Servicio de Clínica Médica, en 1944, trata a pacientes alcohólicos. (14) Ese sólo hecho sitúa al problema donde debe estar: en el campo sanitario de la responsabilidad estatal. No sólo transcurrió tiempo: un pensamiento médico bien fundado en la sala de un Hospital Público mendocino, refutó con la fuerza de la tarea clínica, décadas de enunciados vacíos de fundamentación científica y rebosantes de europeos y norteamericanos oropeles académicos, puestos al servicio de una manipulación útil a intereses económicos, políticos e ideológicos refractarios al sufrimiento de miles de seres humanos padecientes. Enunciados que como tantos productos importados fueron aquí obedientemente incorporados.

En 1986 ese Hospital es escenario de una nueva experiencia sobre

alcoholismo surgida del Servicio de Clínica Médica. Semillas, intentos, ensayos, culminaran en 1994 con la Creación del Grupo Institucional de Alcoholismo (G.I.A) de San Rafael. (14)

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Mendoza: tierra del sol y del buen vino El viernes 6 de octubre de 1995, Pág. 8, el influyente diario mendocino

“Los Andes” publicó un artículo editorial titulado “Proyecto contra el alcoholismo: ¿dónde están nuestros legisladores?”.

Dice: “…El alcoholismo es una adicción”, “…Es el habito de consumir

alcohol…” y critica la llamada Ley seca norteamericana de los años 20. Más adelante señala: “Los medios económicos provinciales se han visto sorprendidos y conmovidos por un proyecto de ley que dispone una serie de medidas destinadas a combatir los efectos del alcoholismo”. Para el diario los medios económicos provinciales son –lo aclara más adelante- “Las entidades vitivinícolas que representan los intereses de la Provincia”.

Continúa: “Lo que ha causado escozor en medios vinculados a la

vitivinicultura son las disposiciones atinentes a la promoción publicitaria de las bebidas alcohólicas. Entre ellas, la prohibición que sea dirigida a menores de 18 años (no conocemos propaganda alguna que promueva el consumo de alcohol entre menores de edad); que vincule el consumo de bebidas alcohólicas con el rendimiento físico o intelectual, o con la promoción de la salud, o que lo vincule con la femineidad, virilidad, estimulante de la sexualidad o de la violencia. Tampoco conocemos casos en que se promueva la violencia como una forma de propiciar la ingesta de alcohol”… “En este país nadie promueve la venta de alcohol entre los menores de edad, ni siquiera la ingesta de alcohol por encima de los límites que marca la prudencia”. Hasta aquí el Diario Los Andes en su parte más sustanciosa.

Reaparece una vieja línea argumental: los intereses de la provincia no son

los del conjunto de sus habitantes, sino los de aquellos concentrados sectores económicos, cuyos objetivos suelen regir los actos de gobierno. Quedan excluidos entonces los contratistas, trabajadores rurales, chacareros, arredantarios, transportistas, etc., cuya actividad no puede dejar de considerarse si se menciona a los medios económicos mendocinos. Pero veáse que también quedan excluidos de esa consideración las miles de personas que realizan otras actividades agrícolas no-vinícolas: comerciantes, industriales, mineros, petroleros, etc. Los trabajadores estatales y privados, los docentes, los estudiantes, las amas de casa, los jubilados. Entendemos que también ellos tienen intereses ligados a los objetivos permanentes de la Provincia, del mismo modo que los miles de seres humanos mendocinos afectados por el proceso de alcoholización.

Preocupa –según formula el Editorial- lo atinente a los límites que se imponen a las propagandas. Es una contradicción que exista tal escozor si es cierto que en la Argentina nadie promueve la ingesta alcohólica entre los menores, y la ley proyectada se limitara entonces a consagrar un principio existente de resguardo de la salud juvenil. Pero el editorialista seguramente sabe que esto no es así porque ha de conocer que “el sabor del encuentro” entre los chicos tiene gusto a cerveza Quilmes. O que tomar vino “el destape de hoy” se promueve con imágenes no ya sólo de muchachos sino también de

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niños recién nacidos en la Sala de partos. Citamos solamente dos cortos televisivos, pero podríamos abundar largamente, mostrando que el articulista –contrariamente a lo que afirma- ha visto y escuchado, como todos los argentinos, que efectivamente “se promueve la venta de alcohol entre los menores de edad”. Por tanto su “sorpresa y conmoción” a de provenir del reconocimiento que el mercado consumidor depende en medida importante de la publicidad, la cual es una actividad económica para lograr que el consumo crezca, y si los resultados no fueran rentables seguramente la propaganda desaparecería.

Pero también se promueve con los concursos de tomadores, gracias a los cuales jóvenes ya han muerto intoxicados. Se promueve en cada transmisión de boxeo –imágenes violentas- donde el tapiz del ring promueve asociativamente bebidas alcohólicas. O en tantas otras actividades deportivas donde la bebida alcohólica sponsorea “el rendimiento físico”.

Es necesario diferenciar dos términos que suelen confundirse: consumo y enfermedad . Con esa confusión también juega el Editorial de “Los Andes”. Para que la enfermedad se constituya es necesario que exista sostenidamente un consumo excesivo, y a la vez, no todo consumo excesivo produce enfermedad aunque hace pensable que, de persistir, pueda instalarse la adicción. Un fenómeno esencial es el mecanismo psicosocial de negación y re-negación del proceso de alcoholización y de su consecuencia, la enfermedad. Lo niega el paciente quien difícilmente acepta su situación. Lo niega la familia que suele ocultar el problema. Lo niega el sistema educativo que no educa sobre el tema. Lo niega el sistema sanitario que al no tratarlo está afirmando su inexistencia. Lo niega el Estado que no planifica, no asiste, no previene, no investiga, no capacita, y deja librado todo ello a grupos aislados que se basan en intereses económicos o vocacionales para abordar sin centralización tamaño problema. Los medios de comunicación participan promoviendo la ingesta excesiva, y también organizando discursos que ponen en primer lugar el lucro de la industria alcoholera cuyo mercado interno buscan expandir. Esta planificada promoción contrasta con la ausencia de mensajes que pongan en primer lugar la Salud Pública de los argentinos y genere conciencia sobre el peligro que la misma corre frente a las campañas inductivas a beber.

La nota editorial del diario mendocino recurre a una muletilla que

significativamente también utiliza la promoción de la cerveza Quilmes: hay que beber con prudencia y en cantidades razonables. Hemos visto en la publicidad de esta bebida alcohólica a deportistas –se supone que son personas de vida sana y esfuerzos físicos intensos- recomendar cerveza con la misma advertencia que lo hace el Editorial. Los resultados los tenemos frente a nosotros: cada vez más jóvenes se juntan para tomar y toman para juntarse.

Pero, ¿Cuál es el límite de razonabilidad en la ingesta, si –como dice el

diario- estamos frente a una adicción? En las drogodependencia –y esto lo debe saber el autor de la nota como lo saben los publicistas- lo que se pierde justamente es la capacidad de decir no y decir basta ; vale decir de ponerle límites a la ingesta. Los argumentos más arriba expuestos son un buen ejemplo de doble discurso encubridor donde se esconden las responsabilidades y se le endosan a los consumidores. ¿Hay alguna propaganda de cualquier mercancía que no se proponga expandir ilimitadamente su mercado, ampliando cada vez

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más las ganancias? Son épocas de economía globalizada en que el mundo entero configura un mercado también globalizado. Al menos es lo que nos dicen. ¿Hay alguna empresa que gaste año a año en campañas masivas para que sus productos sean consumidos sólo “en cantidades razonables” como dice el Editorial de marras? ¿Y qué es razonable para quienes planifican y organizan el lucro empresarial? ¿Esa razonabilidad es la misma para quienes buscamos preservar la Salud Pública?

En momentos de tanta presión consumista más allá de nuestras

posibilidades adquisitivas, ¿cuáles son los límites de razonabilidad? Cuando la misma razonabilidad del mundo social naufraga en tanta irrazonabilidad y confusión organizadas apelar a que las cantidades de alcohol sean razonables suena –por lo menos- ingenuo.

El propio editorialista cuando nos expresa su escozor, sorpresa y

conmoción (con sus palabras) frente a la posibilidad de restringir las campañas publicitarias, nos muestra que la producción e inducción a beber no pueden ser subestimadas o negadas en una tarea de prevención de la enfermedad y de promoción de la Salud.

“Mendoza: la tierra del sol y del buen vino” . Ambas afirmaciones son

ciertas. Como lo es que esa hermosa provincia fue generosa a la gesta sanmartiniana, y contribuyó a liberar América del yugo español. También lo sería afirmar que es tierra de poetas como Tejada Gómez o Bufano. Pero no: su identidad ha quedado ligada al clima –donde el granizo difícilmente falte- y al producto que define “los intereses de la Provincia”. Como en tantas otras regiones de Argentina, “los medios económicos” (así los llama el Diario) identifican la mercancía, que les ha generado riqueza y poder, con el terruño en el que tantos hombres y mujeres mendocinos construyen sueños y enfrentan pesadillas. Nos hemos familiarizado con este slogan de la provincia cuyana. Se nos ha hecho familiar: está integrado a nuestro modo de pensar a los argentinos de esa provincia, a la manera de identificarlos. Cabría preguntarse cuantos discursos como éste del “Los Andes” hubo en estos dos siglos de explotación vinícola cuyana. Han logrado que el vino apoye y se apoye en los procesos de identificación regional donde miles de seres humanos construyen su individualidad.

Es sobre estas familiarizaciones tan “naturales” que el proceso de

alcoholización se expande y nos encuentra tan desarmados. No nos parece condenable el consumo de alcohol como parte de la vida cotidiana. Nos preocupa que el mismo forme parte de campañas inductivas que sustentan el proceso de alcoholización. Nos preocupa la carencia de Programas y Planes nacionales y provinciales para enfrentar ese progresivo mal médico-social.

Menem lo hizo

No se vaya a creer que la demanda del “Los Andes” cayó en saco roto.

Ese mismo mes y año, el 21 de octubre de 1995, el periódico reproduce la noticia siguiente:

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“Por perjudicar a la vitivinicultura Bauzá pidió se modifique la ley contra el alcoholismo”. Así reza el título. En el copete de la nota agrega:

“El Poder Ejecutivo de la Nación fijó posición y solicitó la eliminación de los artículos 7 y 8 y la modificación del 19”, afirmó el Dr. Nicolás Becerra.

Sigue la nota: “El Secretario de Estado de Coordinación Parlamentaria de la Jefatura de Gabinete de la Nación, Dr. Nicolás Becerra afirmó en relación al proyecto de ley de lucha contra el alcoholismo que el Jefe de Gabinete Doctor Eduardo Bauzá ha impartido precisas instrucciones a los legisladores justicialistas de la Comisión de Industria de la Cámara de Diputados para que ese proyecto que afecta a la industria vinícola sea modificado”. Agrega más adelante el alto funcionario nacional: “El vino no daña la salud sino por el contrario es una bebida prácticamente alimenticia”.

Más adelante se anuncia que el Dr. Bauzá (mendocino al fin) “ha

solicitado que en el proyecto se elimine el pedido que en las botellas de vino se coloque una leyenda que diga que la ingesta en exceso de alcohol daña la salud, y de esa manera sean protegidos los intereses de la industria vinícola”.

Repárese que la iniciativa que tanto alegra al diario bodeguero

mendocino, es que Bauzá instruya a los diputados sobre la advertencia que preveía el proyecto de ley. El mismo no planteaba la ley seca, la prohibición o la virginidad etílica. Prevenía las consecuencias sobre la salud del consumo excesivo, hecho que cualquier libro fundamental de Medicina afirma sin duda, desde los trabajos de Jellinek hace medio siglo. Obviamente la industria vinícola queda protegida en sus intereses gracias al consumo excesivo. Tal como lo aclara Becerra, ésta era la posición del Poder Ejecutivo Nacional, tan particularmente protector de esta industria regional, y tan devastador de las economías regionales argentinas.

¿Y la Salud Pública? Todo lo que pueda advertir, educar, alertar a la población en el cuidado de

su bienestar y vida, no protege “los intereses de la industria vinícola”. Y a la vez: cuánto preocupa a los bodegueros cualquier atisbo de educación para la salud, de prevención, y de promoción de la salud.

Lo que arriba afirmamos se confirma páginas más adelante en el mismo periódico en una nota titulada “Defendamos el vino, promocionándolo”. Se informa que la Comisión de Difusión y Evaluación de Vinos del Este mendocino organiza una campaña de vastos alcances promoviendo la ingesta de vino. Hasta allí sólo podría decirse que se trata tan sólo de una extensión de la actividad industrial hacia el mercado interno.

Pero cuando se enuncian los objetivos de la campaña, entre ellos se

menciona: “dictado de conferencias en colegios para un mayor conocimiento de los alumnos sobre la cultura del vino”. (Pág. 13 del mencionado diario). A la degustación masiva, conferencias y “grandes carteles de difusión”, se le agrega que la campaña durará varios años.

Niños y jóvenes alcoholizados en la vía pública y locales cerrados. ¡Y

todavía hay quienes se preguntan hoy porque los jóvenes toman tanto! Es simple: entre otras cosas tienen conferencias en sus centros de enseñanza:

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ésos donde aprenden lectura, escritura, historia, geografía, y “cultura del vino”. Pero de cómo cuidar su salud, nada.

Los efectos de esta educación pueden percibirse en la investigación

realizada por la consultora Total Research, “destinadas a medir cual es el grado de valoración que los consumidores argentinos tienen de las marcas que operan en nuestro mercado”. (Diario Uno. Mendoza 2-6-96. Pág.5). “La importancia de ésta búsqueda reside en conocer de qué manera se ubican o posicionan en la mente de los consumidores las distintas marcas. Este es un dato muy valioso para saber qué nivel de prestigio le reconocen los consumidores a dichas marcas, hoy la imagen y el prestigio juegan un rol vital al momento del consumo”.

Esta muestra nacional indagó sobre todas las marcas de todos los productos del mercado en Capital y las grandes ciudades. Así aparecen Mercedes Benz (la preferida por su calidad en todos los estudios), Kodak, alfajores Havana, Sheraton, La Serenísima, Peugeot, JVC, Christian Dior, Coca Cola, Adidas, Sancor, Hellman’s, Visa, Xerox, Volvo, Terrabusi, Carrefour, Bonafide, etc. Todas marcas del mercado que gozan de prestigio por su fama de calidad. Están “en la mente” de todos nosotros cuando de calidad (y alto precio) se habla.

En el ranking de los setenta primeros productos famosos por su

indiscutible valía figura en 7º lugar Cerveza Quilmes, por delante, por ejemplo, de JVC, La Serenísima, Alvear Palace Hotel, Christian Dior, Ford, Renault, Coca Cola, etc. En el puesto 21 está Vinos Navarro Correas, por delante de Adidas, Nike, Sony, Xerox, Visa, Carrefour, etc. Y en el puesto 42 Vinos Chandon, por delante de Phillips, Whirpool, Panasonic, Terrabusi, Bonafide, Suchard, Bagley, Alto Palermo Shoping, Revlon, etc.

Insistimos: se pregunta a la gente por marcas que a su parecer fueran

sinónimos de prestigio y calidad. ¿Cómo “en la mente” de los encuestados, se estableció ese sistema de representaciones? ¿Todos los encuestados habían poseído o probado la marca que identificaban con calidad? ¿Todos tenían o habían tenido un Mercedes Benz que estuvo al tope de todas las muestras?

Poderoso caballero es Don Dinero. Eficaz escudero es marketing. Y si la frase anterior necesita alguna otra confirmación, leamos el diario

“Clarín” del 30 de noviembre de 1994 (Pág. 24). El título de la nota es: “Encarnizada la pelea por el mercado. La cerveza Brahma ya se produce en la Argentina”.

El artículo tiene una fotografía a dos columnas con una persona que levanta sonriente la primera botella de Brahma fabricada en la Argentina. Es el entonces Presidente de la República, Dr. Carlos Menem. Un párrafo del artículo comenta: “La fiesta de ayer en Luján contó con un invitado de honor, el Presidente de la Nación. La imagen de Carlos Menem levantando la botellita de Brahma tenía todo el gusto de un premio: es que la inversión crea nuevos puestos de trabajo, datos que se cotizan en oro a menos de una semana de las elecciones”.

¿Y la Salud Pública?

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Por ese entonces –tanto como ahora- el país carecía de un Plan Nacional sobre Alcoholismo. Se decía –se sigue diciendo desde el Ministerio de Salud de la Nación- que en este plano no hay una política. Los hechos muestran que sí la hay: alcoholizar a la población .

Esto que afirmamos reconoce medidas activas tomadas desde el Estado

Nacional, tendiente a la alcoholización progresiva de la comunidad. Así es que en el discurso para inaugurar las sesiones ordinarias del

Congreso Nacional en 1993, el Presidente Menem anunció medidas para el crecimiento económico. Una de ellas, a pocos días del anuncio presidencial, se corporizó en el Decreto 1188 que estableció una reducción impositiva al whisky y otras bebidas blancas. Puede leerse en el diario “Clarín” del 8-6-93. Pág. 18. “Por reducción impositiva bajan precios de bebidas alcohólicas”. La iniciativa del Secretario de Industria y Comercio, Luis Schiaretti, apuntaba a “incentivar el consumo para recaudar más”.

Debe recordarse que en aquellas épocas una medida habitual era la suba de impuestos, pero las bebidas de alta gradación quedaron al margen de ese criterio político tan difundido. El Estado Nacional bajaba un 30% las cargas impositivas (con el whisky el descenso era de 59%). De tal modo, se calculaba que el precio al público tendría una merma superior al 20%.

Agrega la nota: “Las medidas fueron tomadas como una forma de

incentivar el consumo alicaído a raíz de la condena social al alcohol, la competencia con otras bebidas alcohólicas más suaves (vino y cerveza) y los usos alternativos del tiempo libre ”. La Secretaría a cargo de Schiaretti anunciaba un “esperado aumento del consumo”. “Estas reducciones se establecerán para incentivar el consumo y, por esa vía, incrementar la recaudación tributaria, ya que los niveles de consumo en los sectores medios altos han observado marcadas reducciones en los últimos tiempos”.

Allí no terminó la cosa. El 22-5-96 el Diario “Río Negro” en Pág.16 publica

una nota titulada “Menem bajó a cero los impuestos para una serie de artículos de consumo”. Por el Decreto 538 se dispuso la rebaja a cero de los impuestos internos (el Decreto 1188 antes expuesto hacía referencia a impuestos a la importación) para el alcohol que utilizan las bebidas destiladas (que tributaba el 32%); para el vino (que tributaba el 2,5 %); para champán (que pagaba el 5%); el whisky (que estaba gravado con el 30%); coñac, brandy, pisco (que pagaban el 18%); las bebidas con gradación de 10 a 29 grados (que abonan el 8%); y las de más de 30 grados (que tributan el 12%).

El entonces Subsecretario de Desregulación indicaba que esta anulación impositiva a “tendrá un mínimo efecto recaudatorio” (250 millones de pesos menos), pero que ello se vería compensado con el aumento del consumo por baja en los precios de ventas y el aumento de la recaudación de IVA. El Decreto buscaba, según sus considerandos, aumentar la producción, fomentar las inversiones en bienes de capital y empleos, y una expansión que redunda en beneficio de la economía del país. Este instrumento era también firmado por el Jefe de Gabinete de entonces, y por Domingo Cavallo, Ministro de Economía de siempre.

¿Y la Salud Pública?

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En informe que presentara la entonces URSS a la OMS, se señalaba como eje del fracaso en la lucha el alcoholismo, que por cada dos rublos que el Estado recaudaba de la Industria alcoholera, debía gastar tres rublos en la asistencia de seres humanos alcoholizados.

Ya vemos que los procesos de alcoholización, el acceso a las bebidas, los

mismos cambios en los gustos dependen de variables económicas, sociales y políticas. Políticas de Estado, como gusta decirse ahora cuando los beneficiarios no cambian aunque cambien los gobiernos.

¿Qué puede significar el proceso de alcoholización con su carga de dolor,

sufrimiento, violencia y destrucción para gobernantes que denigran a adolescentes reclamantes, diciendo en los medios “los estudiantes estaban dados vuelta”? (Declaraciones del Gobernador Verani al Diario Río Negro el 20-04-97, Pág. 17). Los estudiantes –unos doscientos- habían presentado un petitorio sobre falencias que otros delegados convencionales del mismo partido del Dr. Verani habían verificado. Merecían una respuesta que al menos les mostrara que estaban equivocados.

O hiere sensibilidades, muchas veces silenciosa, que un Jefe de Gabinete

el Dr. Jorge Rodríguez, diga (“La Nación” 11-01-98. Pág. 17): “A los muchachos les dura el alcohol de las fiestas”, en alusión a los Diputados del Frepaso por no derogar las leyes de obediencia debida y punto final.

El alcohol como ocultador. Hablar de él sirve para silenciar de los que se

debe discutir. En las familias, en las comunidades, en las políticas. Sirve para cambiar de tema y no hablar de lo que no se quiere. ¿Quién puede darle valor a la palabra de un alcohólico? Nada mejor que acallar sus opiniones, que ponerlo en el lugar del adicto. Así se pueden seguir silenciando los problemas cuyas respuestas y soluciones quedan ocultas.

El 10 de julio de 2004 todos los diarios nacionales daban cuenta que el Sr.

Ministro del Interior Aníbal Fernández, calificaba de “borrachos” a los desocupados que en Tucumán habían abucheado al Gobernador Provincial y al Presidente Kirchner. Nada dijo sobre los reclamos sociales, en el lugar de nuestro país que nos sacudió con las imágenes de niños desnutridos muertos por el hambre.

“Bueno”, pero adulterado

Volviendo a Mendoza, a aquél 1931, la intervención federal afirmaba taxativamente: “La intervención, como los industriales, es francamente favorable a la declaración de zonas vitícolas en el país y cooperará con ellos en un todo para conseguir su establecimiento” (Op. cit. Pág. 14) (1)

Esto de la declaración de zonas vitícolas, era la garantía que el poder

político cuyano le daba a sus terratenientes, en cuanto a continuar monopolizando el 95% de la producción vinícola, e impedir que otras provincias

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con industria del vino en desarrollo pudieran competir, aún cuando sus condiciones climáticas y tecnológicas lo permitieran, tal como sucedió con la producción de San Luis, donde en función de esta regionalización, se arrancaron viñedos a principios de la década del 10. Lo mismo hicieron los terratenientes tucumanos, que compraron plantas productoras de azúcar de la remolacha (cuya producción tenía un precio menor en el mercado), para luego destruirlas, como sucedió en el Valle Inferior del Río Negro en la década del 40.

La Comisión Especial creada en 1931 por la intervención federal de José Ma. Rosa –a la que ya nos referimos- señala a esa década como de sobreproducción de uva, no adecuación bodeguera a dicho aumento, y disminución del consumo popular quizás por la creciente adulteración de vinos. Parece que no era –como se aducía- un alcohol “bueno”.

La Comisión se queja de la discriminación que sufre el vino por la

legislación vigente. Ésta, según aquella, no era equitativa respecto de otros alcoholes vegetales, o productos de la caña de azúcar, para lo cual propone que el alcohol de uva sea exclusivo de las bebidas alcohólicas, reservando los alcoholes destilados o industriales (“los malos”) para uso en barnices, pinturas, calefacción, alumbrado y carburantes.

Este planteo tenía, entre otras, como destinataria a la Provincia de Tucumán, que había grabado impositivamente las bebidas alcohólicas provenientes de Cuyo, protegiendo su industria alcoholera en desarrollo. Por entonces producir un litro de alcohol vinico costaba 50 centavos, y el industrial 8 centavos.

Ya entonces la Comisión Especial Mendocina hablaba de la reconversión hacia vinos de calidad para exportar.

En lo que hace a la relación consumo-enfermedad , las recomendaciones

de la Comisión (integrada por bodegueros) es de gran interés: “Es urgente acometer la tarea de organizar una campaña científica del consumo del vino para elevar las cifras actuales del mismo, que se encuentran detenidas. Una propaganda inteligente, intensa y permanente a favor del consumo del vino por medio de la prensa y folletos en los que se haga resaltar sus bondades como elemento alimenticio e higiénico, e informe sobre el grado actual de progreso de nuestra industria y sus métodos modernos de elaboración, llevando la confianza al consumidor, y destruyendo la opinión tan injusta y calumniosa de que se ha rodeado a nuestra industria”. (Op. cit. Pág. 27) (1). Ya se ve que las afirmaciones seudo-científicas de los académicos nacionales y extranjeros no eran desperdiciadas por los bodegueros aconsejando al Estado provincial.

En otra recomendación del mismo documento, los bodegueros

mendocinos (que en otro tramo atribuían la reducción del consumo a eventuales adulteraciones) exige se determinen de una vez por todas las zonas vinícolas “únicas dentro de las cuales pueden elaborarse vinos para el consumo público”, dado que el descrédito de los vinos argentinos “reside en esas elaboraciones verificadas fuera de los centros de producción, sin ninguna condición higiénica, ni ninguna garantía técnica”. (Op. cit. Pág. 28) Curiosa afirmación realizada por una Comisión que inicia su informe con el dato de que Cuyo produce el 95% del vino que se consume. ¿El descrédito lo produce tan sólo el 5% restante? Y concluye con que debe considerarse clandestino todo vino producido fuera de las zonas o provincias productoras. Tanta libertad de

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comercio enunciada, concluye en una exigencia de monopolio para el que se solicita protección estatal.

El tema planteado de la adulteración se esgrimía para justificar la

exigencia de monopolizar legalmente con amparo estatal. Esa comprobación la volvemos a tener años más tarden el Diario “Clarín” del 22 de marzo de 1993, Pág. 36, cuando el Presidente de la Federación de Viñateros de San Juan, Sr. Rodolfo Mo, denunció que había diez mil expedientes parados en el Instituto Nacional de Vitivinicultura con denuncias de adulteración de vinos y falsificación de estampillas de la DGI. Dice: “la industria vitivinícola es proclive al fraude”. La nota agrega que dos años antes el Congreso Nacional había dictado un amnistía para miles de expedientes similares. Tomando el famoso caso Torraga, bodega que mató casi veinte personas por adulterar el vino que vendía, la Federación de viñateros sanjuaninos dice que “el caso Torraga es la consecuencia lógica de ésta situación. Nosotros advertimos que esto iba a suceder”. En cinco años los viñateros habían presentado más de cien denuncias pero no habían sido escuchados.

Contrariamente a estas afirmaciones, el Gobierno de San Juan y el Centro de Bodegueros afirmaron que dicho caso nada tenía que ver con la industria vinícola. La Legislatura sanjuanina realizo una sesión extraordinaria, en la que diputado Amarfil, del Partido Cruzada Renovadora dijo el 16 de marzo de 1993: “el vino es fácilmente adulterable”, y el legislador bloquista Eduardo Baliñas (ejecutivo de Resero) pidió a los bodegueros que hagan “vino con uvas”.

Para la revista mendocina “Dialogo Interior” (año 1993) “adulterar vino es

el negocio del momento”. El seminario sanjuanino “Síntesis” del 16 de marzo de 1993 reproduce la opinión de un bodeguero: “la vinicultura tiene un gran regulador que es la manguera del agua”. En los vinos de traslado (se usan camiones tanque de 30 mil litros) la adulteración puede hacerse con agua hasta cuadruplicar el volumen.

Otro camino de adulteración es usar alcohol etílico puro. Agregando al vino un litro de alcohol, se lo “estira” para conseguir siete litro de vino adulterado. Ese alcohol no es producto de la uva, sino de la destilación de la caña de azúcar. El diputado justicialista mendocino Félix Pesce (1993) denunció que ese alcohol industrial es contrabandeado desde Tucumán a San Juan, y desde allí a Mendoza. Ya vemos que la famosa tesis de alcoholes “buenos” y “malos” para defender el consumo saludable de vino nada tiene que ver con la realidad. Los operativos de adulteración son nocturnos, sigilosos, con poca gente, según el diputado bloquista Enrique Conti (ex contador de Peñaflor).

También se adultera “estirando” el vino con azúcar o productos que la contengan, porque dicha sustancia al fermentar destila alcohol, aumentando la graduación, que luego se “normaliza” con agua. Así por cada litro de vino genuino se logran siete de vino adulterado.

De todos modos esta es una vieja artimaña que –como se ve- sirve de

muchos modos. Ya el 17 de septiembre de 1606 el Cabildo de Buenos Aires creó un cargo para el control del vino. La bebida se había transformado en un problema, tratado como delito: al alcoholizado, se lo mostraba desnudo, a caballo, mientras el pregonero proclamaba la falta. Pero el principal problema y la principal fuente de denuncias era la adulteración de vinos de modo masivo.

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Fueron épocas en las que el despacho de vinos no podía estar a cargo de esclavos, y se prohibía la venta de vinos importados para proteger la producción local, que nació asociada a la adulteración y al proteccionismo.

Capitulo 3

La Salud Mental en tiempos de hambre

y guerra

El fenómeno social del hambre está más que instalado en Argentina. Junto a ello, la vivencia del genocidio provocado en Iraq, la imágenes que seguimos presenciando, y el proyecto de crear un nuevo orden mundial basado en esa violencia prepotente y devastadora, tienen un efecto sobre nuestro psiquismo que suma incertidumbre, angustia, desorganización del pensamiento y disgregación social. Todos sabemos el modo en que ello genera situaciones sicosociales, donde el consumo de sustancias sicoactivas aparece como un modo de paliar tantos sentimientos insoportables.

Pero, a la vez, la invasión a Iraq ha mostrado la hipocresía con la que

actúan los países belicistas respecto del consumo de sustancias. Los periodistas independientes, algunos de los cuales fueron asesinados en el bombardeo al Hotel Palestina –seguramente para eliminar molestos testigos del horror- han documentado el uso de sustancias anfetamínicas por parte del ejército anglonorteamericano, buscando combatir la fatiga, euforizar frente al miedo, y mantener despiertos a los soldados durante las 24 horas aumentando su capacidad de matar. Tal como sucede en nuestras historias clínicas, la falta de motivación para vivir crea condiciones para la drogadependencia. En este caso es la pobre motivación de los soldados invasores para emprender el que bautizaron como Operativo Libertad, buscando armas de destrucción masiva inexistentes, armas químicas en tambores que sólo contenían fertilizantes, terroristas que sólo pueden encontrar entre sus propias tropas, matando niños, mujeres, ancianos y pueblos enteros, o corresponsales molestos. Parece que en estos casos las drogas de circulación ilegal pasan a transformarse en legales, y más aún: capaces de dotar de una razón “civilizadora” para el genocidio.

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Hemos dicho reiteradamente que el consumo de sustancias sicoactivas, implica un proyecto cultural, ideológico, político, militar, de los poderosos del mundo. Y según sus necesidades de dominio universal ese uso puede estar al servicio de justificar la intervención en Colombia, o “democratizar a los incultos pueblos árabes”. Nunca en ningún lugar del planeta, la relación entre terrorismo masivo y consumo de drogas para la dominación violenta de una nación, quedó tan claramente demostrada como en la invasión a Iraq.

Esto nos hace recordar el reportaje que el Diario “La Nación” de Buenos

Aires le hizo al Profesor Gian Martino Benzi, con motivo del juicio que se le inició al club de fútbol italiano Juventus, por doping a sus jugadores.

Benzi declaró: “La cantidad de drogas almacenadas en Juventus permite

comparar al equipo con un hospital chico o mediano”. Hacía referencia a que en tal botiquín se habían hallado 281 tipos diferentes de drogas. Concluía el facultativo: “O los jugadores estaban siempre enfermos o tomaban drogas por razones no terapéuticas”.

Queda claro que esas “razones no terapéuticas” eran razones iatrogénicas. Pero la pregunta es ¿Porqué tanta impunidad ? Este abuso de sustancias sicoactivas está al servicio explícito, conciente y conocido del éxito de un gigantesco negocio mundial, como es el circo futbolístico, movido por un grupo multimillonario de capitales, para los cuales el consumo de drogas es funcional.

Y lo es también para dependizar a los posibles rebeldes, o paralizar eventuales denuncias de los propios afectados. También para “descubrir” que tal o cual jugador de fútbol con poses críticas, es consumidor abusivo. Así quedó fuera del Mundial de los EE. UU. Diego Armando Maradona, en un Campeonato del cual era sponsor oficial la bebida alcohólica Budweiser, cuyo consumo excesivo se promovió ligado a la pasión futbolística.

En un caso las drogas se administran para hacer correr más petróleo por los oleoductos ingleses y norteamericanos. En otro para cotizar más altos los goles, los pases, y las muertes de jugadores.

Hace pocos días se reinternó en nuestro Hospital un paciente con alcoholismo crónico, que abandonaba reiteradamente su terapia grupal en el Grupo Institucional de Alcoholismo (G.I.A). Su estado general era más que malo. Cuando participó de la reunión, el resto de los miembros del grupo estaba conversando sobre el horror que les producían las imágenes del genocidio iraquí. Aún confuso, el recién llegado comenzó a conectarse con el diálogo grupal. En determinado momento relató algo que nunca había traído hasta ese momento, pese a las muchas internaciones registradas. Asociándolos con los sucesos de la invasión a aquel país árabe, contó que siendo miembro de la Marina de Guerra argentina había participado de la represión durante la Dictadura Militar. Jamás este recuerdo había sido traído. Allí recordamos el escrito de Freud: “La guerra de afuera detona la guerra de adentro”. Pudo entenderse entonces qué vivencias terribles tapaba la botella en este paciente, volviendo a señalar el control social que el promovido abuso de bebidas alcohólicas facilita a los grupos dominantes.

En un reciente reportaje televisivo, se le preguntó a un niño tucumano qué

era para él el hambre. Y así contestó: “Es un dolor que me empieza a la mañana acá (se señaló el abdomen), luego se me sube acá (se indicaba el

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tórax) y a la tarde ya me pongo como loco”. Todo él invadido por una de las sensaciones humanas más crueles y enloquecedoras. Sensación de vacío lastimante en el vientre, de ahogo y corazón galopante en el pecho, y locura, angustia, tristeza infinita, desesperación. Así todos los días, sin horizonte inmediato que prometa el fin de tanto sufrimiento. Una condena sin plazo fijo ni responsable visible próximo. Más aún: con silencio y ausencia de las instituciones oficiales supuestamente fundadas en evitar este horror.

Todos hemos visto las fotos de los niños muertos por desnutrición en

varias provincias argentinas. ¿Cuánto tiempo lleva destruir de esa manera a un ser humano? Y sus padres o hermanos que sobreviven, ¿cómo calmarán tamaño dolor?

Nos han saturado con imágenes de argentinos por miles, revolviendo la

basura buscando comer. ¿Qué gusto tendrá ese alimento? ¿Se puede llamar alimento a eso? ¿Qué sentirán los padres que llevan esa comida a sus casas? ¿Qué clase de seres humanos se sentirán? ¿Cómo verán esos niños a sus padres, que sólo pueden proveer tal comida? ¿Qué sucederá en las parejas? Son millones de personas, día a día, viviendo esta experiencia aparentemente interminable y a la cual se incorporan cotidianamente más argentinos.

El barato alcohol adormece, anestesia, y calma el dolor o la locura

descripta por aquel niño. No deja de llamar la atención que habiéndose duplicado los precios de los productos de la canasta familiar, bebidas alcohólicas de abuso promovido y masivo, prácticamente no han variado su precio. ¿Podemos trabajar en adicciones sin partir de estas vivencias de más de la mitad de nuestra población?

A falta de Planes nacionales contra el Alcoholismo, asistimos a completos

Planes nacionales de Alcoholización. El mismo Estado nacional que instaló la miseria, la desocupación, la devaluación, y la devastación sanitaria, se hace el distraído frente a los crecientes factores sociales inductores de la drogadependencia. Cuando se habla de la inexistencia de un Programa para terminar con el Alcoholismo, lo que más bien deben enunciarse son las políticas sanitarias y sociales que promueven la alcoholización creciente.

En tiempos de hambre y guerra, el modelo de salvaje explotación social

impuesto, nos ha permitido ver el modo en que esto mismo sucede en el actual México. Una disposición del estado mejicano prohibió a las farmacias el expendio de tabaco. La repuesta del libre comercio no se hizo esperar: ¿Cómo era posible que los sagrados intereses de los grandes comerciantes fueran así mancillados? Afortunadamente el orden fue reestablecido casi de inmediato: el mismo Estado nacional compensó a las boticas. Ahora en lugar de tabaco pueden expender bebidas alcohólicas, como se verá capitales económicos, sustancias sicoactivas y enfermedad pública se llevan muy bien de la mano.

El nuevo orden mundial se está gestando sobre el enorme desorden de

los pueblos invadidos, y de los próximos que figuran en la lista. Millones de argentinos ya nos preguntamos ¿Cuándo será nuestro turno? Porque en el propio territorio argentino existe un lugar “diabólico”, donde las masivas campañas de desinformación organizadas por la llamada prensa seria, afirman

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que terrorismo y drogas ilegales se han apropiado de todo. Me refiero a la bautizada Triple Frontera. Incluso se dice que allí habría hasta peligrosos árabes. Todos los integrantes del Eje del Mal presentes…

Y ya sabemos el trato que dicho eje recibe. El nuevo derecho

internacional no exige ni necesita pruebas: con la acusación de los poderosos apoyada en la saturación informativa alcanza y sobra.

Hoy nuestro trabajo terapéutico debe ayudar a desentrañar estas

profundas razones del padecimiento humano. Solemos detenernos en el trabajo individual o en los grupos familiares, buscando allí causales y soluciones. Sin duda que esa tarea es irremplazable. De lo que se trata es de indagar en conjunto el mundo que todos estamos viviendo, no girar en torno a la sustancia sino descubrir lo que ella tapa u oculta; no siquiatrizar o sicologizar el fenomenal proceso de manipulación social presente en la dinámica de las drogadependencias; develar que estamos frente a planes de subordinación de pueblos y naciones enteras. Quizás aquella monstruosa Guerra del Opio gracias a la cual Inglaterra subordinó y aplastó la resistencia anticolonial del pueblo chino pueda servirnos de dolorosa fuente de aprendizajes. Absolvemos a los verdaderos responsables cada vez que nos detenemos solamente en las conductas antisociales de este o aquel consumidor. Esas mismas conductas sólo pueden ser comprendidas si quedan referidas a los marcos históricos., sociales y políticos actuales generadores de nuevas formas de subjetivad basadas en la anomia o la transgresión.

Muchas veces hablamos sobre subculturas y lenguajes propios en grupos

consumidores de sustancias sicoactivas. Hay también quien ha comparado esto con formas tribales de organización humana. El fenómeno no puede ser descifrado si no vemos que estos tiempos de hambre y guerra, son también tiempos de anomia , donde todas las normas de la convivencia social han sido violentadas reemplazadas por la ley de la selva.

Es sabido que el desarrollo de los seres humanos requiere de la

existencia de un sistema normativo que regule y oriente la relación entre individuos, grupos humanos y sociales. Conocer y enmarcar la vida en un sistema de normas que establecen con claridad y certeza lo que se puede y lo que se debe es un apuntalamiento del siquismo y de la salud. La estructura familiar y la subjetividad individual resultan de imposible funcionamiento adecuado sin leyes que las estructuren y orienten. Es lo que el Derecho sintetiza en códigos y sistemas legales, consagrando el principio de igualdad ante la ley. La vivencia de ruptura o de doble discurso respecto de este principio organizador de la vida humana es fuente permanente de violencia y malestar social. La desintegración de estos ejes fundantes del siquismo no se hace sin graves consecuencias para individuos, familias y comunidades. Esto forma parte el material clínico con el que trabajamos a diario.

Es necesario abordar el drama colectivo del desempleo . El trabajo es

aquella actividad que nos diferencia del resto de los animales. La capacidad de transformar la Naturaleza según nuestras necesidades vertebra la condición humana. Es un organizador del pensamiento y de la conducta de los hombres. Da sentido a su existencia articulando al homo sapiens con el homo faber.

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Estructura horarios, hábitos, relaciones y espacios de la vida cotidiana. Incluye el aprendizaje de disciplinas para poder pensar, sentir y actuar. Facilita el proceso de encuentro, organización social e intercambio humano. Habilita espacios individuales y colectivos en los que se apoya la práctica social.

Debemos partir que ya existe en nuestro país más de una generación que

nunca transitó la experiencia laboral, que desconoce la vida determinada por ese eje familiar a generaciones enteras de argentinos. Sus horarios, sus contactos sociales, su ocupación del espacio colectivo, sus formas de encuentro, su organización familiar, sus roles y funciones en el grupo primario y en el vecindario han experimentado cambios aún no suficientemente estudiados. Nuevas formas de subjetividad devienen de este proceso que sigue contribuyendo a ensanchar las brechas generacionales y de género.

Cuando trabajamos en Salud Mental, lo hacemos con seres humanos y

grupos que organizan sus propios códigos, lenguajes, estructuras jerárquicas, relaciones de convivencia y poder, los cuales entran en colisión con grupos familiares y normas sociales. Lo señalado se observa de inmediato, por ejemplo, en alcoholismo, otras adicciones y psicopatías.

¿Cómo entender más abarcativamente esta situación clínica? Existen en nuestro país sectores sociales que también se rigen por

normas que le son propias, y que difieren abiertamente del principio de igualdad ante la Ley .

La ética y las normas legales prohíben y sancionan el homicidio. Sin embargo un sector de la sociedad argentina se rige por una norma distinta que le garantiza la impunidad y el derecho a matar masivamente. Me refiero a los represores de la Dictadura Militar instalada en 1976, por no citar otros ejemplo.

La ética y las normas legales prohíben y sancionan el robo. Sin embargo

existe un sector de la sociedad argentina, me refiero a los banqueros, que cuentan con normas que les son exclusivas y permiten, y aún premian, el acto de robo quizás más escandaloso de estos tiempos, cuyo mismo nombre consagra la diferencia. Me refiero al corralito y al corralón impunes. Evidentemente los que están dentro de esos corrales disfrutan de un sistema normativo protegido que los diferencia de los que vivimos del otro lado del cerco.

La ética y las normas legales exigen que todos debemos contribuir al bien

común sosteniendo la cosa pública a través del aporte económico impositivo calculado en función de nuestro patrimonio. Sin embargo existe un grupo de personas, me refiero a los grandes evasores, que se rigen por normas que le son privativas y premian el no cumplimiento de la norma general.

Podríamos seguir con la lista de grupos humanos transgresores sin

sanción y con premio. Esto se ha transformado en un modelo social vinculado al éxito, al poder, al reconocimiento y disfrute de derechos ansiados por todos, pero disfrutado sólo por los sectores ligados al doble discurso, al doble sistema de normas, y al doble juego de libros contables.

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Lo curioso es que no se les considere transgresores . Este hecho que corrompe y fragmenta la organización social, se ha tornado familiar, natural, y aceptado.

¿Por qué entonces puede sorprendernos que otros grupos sociales, en este caso vinculados al consumo de sustancias sicoactivas u otras patologías, adopten normas, lenguajes, jergas, jerarquías diferentes, que les son propias y ajenas a la ética y a los principios enunciados como de cumplimiento obligatorio para todos por igual? Lo que también debe ser trabajado clínicamente es la comprensión de porqué en este caso socialmente sí se los considera transgresores.

Vuelve a probarse que no hay Salud sin Justicia pareja para todos, e

igualdad ante la Ley. Que las públicamente conocidas desigualdades son fuente permanente de violencia, de malestar, de enfermedad en cualquiera de sus formas. Los colegas que han trabajado con familiares de detenidos-desaparecidos han mostrado con claridad que la vivencia de Justicia resulta esencial para el desarrollo normal de los individuos, y que ésta misma es factor esencial para la reparación del sufrimiento, del dolor, y de los efectos de la violencia.

Aquí cabe plenamente lo escrito por Bertolt Brecht en su obra “La excepción y la regla”:

“Desconfíen del gesto más trivial y en apariencia sencillo. Y sobretodo

examinen lo habitual. No acepten sin discusión las costumbres heredadas. Ante los hechos cotidianos, no digan: “Es natural”. En una época de confusión organizada, de desorden decretado, de arbitrariedad planificada y de humanidad deshumanizada… nunca digan “Es natural”para que todo pueda ser cambiado… Reconozcan la regla como abuso. Y donde aparezca el abuso, pónganle remedio”

Capítulo 4

La comunidad

como agente preventor

Los que roban la carne de la mesa Los que roban la carne de la mesa predican resignación, aquéllos a los que están destinados los privilegios exigen espíritu de sacrificio. Los hartos hablan a los hambrientos de los grandes tiempos que vendrán. Los que llevan la noción al abismo afirman que gobernar es demasiado difícil

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para el hombre sencillo. Bertolt Brecha (De “Catón de guerra alemán”). Poemas escritos en el exilio. 1933-1947 Un riesgo en el que no quisiera caer, es escribir algo atemporal e

impermeable a los hechos que la realidad argentina nos marca, porque si hablamos de la comunidad es obvio que decimos el pueblo argentino . Y además que nos referimos a él como protagonista de la prevención.

Pueblo en situación. Porque de no ser así hablaremos de la irrealidad, tan

habitual cuando de planteos académicos se trata. O taparemos el silencio con palabras que nada dicen porque la verdad ha quedado oculta.

Un pueblo con hambre , que en el pleno centro de la ciudad de mayores

ingresos de la Argentina revuelve bolsas de basura para comer. ¿Qué sabor tiene la comida en estos casos? ¿Qué ven en los ojos de sus hijos esos padres que proveen tal tipo de alimento? ¿Llamaremos alimento a eso? ¿Qué condición humana se construye satisfaciendo de ese modo una necesidad tan vital como lo es el comer? Aprendimos desde siempre la función socializadora del proceso alimentario. Tenemos todavía en nuestras imágenes interiores aquellas figuras de la mesa familiar sobre la cual el pan, los platos, el mantel, presidían nuestro aprendizaje de la vida. ¿Qué se aprende hoy en torno de bolsas de basura transformadas en tablas de comedor?

Imposible no asociar estas escenas ya tan crudamente cotidianas con un

aprendizaje de la violencia y de la violentación de familias enteras, sus vecinos y sus compatriotas. Estamos describiendo, poniendo en palabras, hechos sociales, que cuando son explicados por funcionarios nacionales parecen producto de alguna catástrofe natural o de un pasado presente en el que dichos funcionarios no tienen responsabilidad, y actúan al estilo de comentaristas del creciente sufrimiento ajeno. Esta toma de distancia insensible de los problemas del hambre y la violencia interna mostrar que los mismos son inevitables sin solución. Una fatalidad lamentable. No más de eso en el mejor de los casos, que es cuando, ante la imposibilidad de seguir acallando el grito social, se lo mencionan como un dato estadístico. O los medios de comunicación se regodean mostrando imágenes de la degradación sin referir las causas políticas y sociales de tanta deshumanización.

Esa es parte de la situación por la que atraviesa la comunidad hacia la

que apuntamos como protagonista de la prevención. Hablamos de un pueblo al que se le miente desde la palabra y desde el

silencio. Los que llevaron al país al mayor riesgo imaginable de disolución nacional y social, meses atrás saturaban noticieros hablando de un termómetro que sorpresivamente dejó de existir. Todos guardamos memoria de aquel abismal riesgo país , presentando diariamente como símbolo máximo de nuestra caída. Un dato, un número de tres cifras primero, y de cuatro después.

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El futuro dependía de aquel termómetro periódico que se disparaba como un cohete especial. Y así también eran nuestro espanto y nuestro asombro. Hasta que empezamos a preguntarnos de qué se hablaba realmente cuando de decía riesgo país. En aquel momento la dosis de droga informativa que nos habían traficado comenzaba a no surtir efecto. Entonces los traficantes informativos cambiaron la mercancía por otras más efectivas en su logro dependizador.

Así hoy se trata de hacer cualquier esfuerzo imaginable “para no quedar

excluidos del mundo”. Justamente “excluida” la Argentina, cuya comunidad asiste absorta a la visita de cuanto funcionario extranjero hay, controlando hasta el último centavo nuestro. Hasta nos dicen: debe haber más desocupados o salarios miserables para que los dueños del mundo nos permitan ingresar a él. La verdad es que estamos incluidos en el mundo, dentro de los países humillados, saqueados y pisoteados en su dignidad nacional.

Se previene siempre en la verdad. ¿No somos nosotros, los que

trabajamos en drogodependencias, lo que decimos: “una verdad dolorosa ayuda a la familia más que una mentira ”? una verdad dicha con responsabilidad ética. Una verdad que luego habilita y exige a quien la dijo a acompañar la reparación con la que los seres humanos reconstruirán sus vidas.

Se enfrenta con el ocultamiento siempre vecino de la complicidad. Lo

estamos viendo a diario en los reclamos frente a lo que llegó a ser sinónimo de certeza y seguridad: los bancos. El habla popular decía “seguro como un banco”, o tiene “la fortaleza de una caja fuerte”. Nos dimos cuenta ahora lo débiles que habían resultado esas cajas. Es una tarea esencial de prevención de males mayores dejar de ocultar la verdad, y que nos digan qué se hizo con el producto concreto de nuestro esfuerzo y sacrificio durante años, quién se burla de nuestro trabajo, y ejecutar la medida para devolver inmediatamente los depósitos bancarios a los ahorristas, única manera de respetar en éstos su condición humana.

Cuando éranos chicos los magos lograban hacer desaparecer las cosas. “Un pase mágico y ya no está más”. Así nos decían. Hoy hasta con un banquero y un funcionario nacional para que millones desaparezcan.

Sabemos que no hay salud sin libertad . Los manicomios con su sistema

de encierro nos vienen mostrando la verdad de esto que volvemos a afirmar. Hubo épocas en la que los recluidos en corrales eran los animales para su engorde, pastaje y posterior venta. Hoy en la Argentina somos los seres humanos los que estamos en un corralito.

¿Queremos salud, y queremos prevenir violencia, humillación,

autodestrucción, proyecto de los hombres contra la condición humana? En tal caso: levantar el corralito, dejar de tratar al pueblo argentino como animal que ingiere forraje en las bolsas de desperdicio. Son seres humanos día a día más pobres trabajando cada día más, y más indigentes cuando pierden su trabajo. Es preciso dejar de tratar a nuestra comunidad como una raza inferior dependiente de las superiores que le monitorean el país, y le fijan metas o planes a la Nación.

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Esto lo sabe bien la comunidad preventora. Hace pocos días, en un

noticiero, una señora mayor que golpeaba persianas bancarias en el centro porteño decía: “yo tengo encerrado los años de mi jubilación. Cuando me quedaba en casa me ponía mal y se me había dado por tomar. Una vecina me trajo a esta protesta y ahora estoy acompañada . Me siento mejor y ya no tomo”.

Por eso nuestra tarea no es contra la droga , sino contra todo lo que hay

detrás de ella y prepara las condiciones de la dependencia. El tema no es que la droga sea el blanco de una guerra santa. Nuestra posición es de enfrentar la drogadependencia, los problemas humanos y sociales que ella oculta y a la vez delata. Sabemos que las drogas son sustancias carentes de vida, y que solamente las hace activas un proceso social donde las condiciones de vida se han deshumanizado.

Se debe decir la verdad, terminar con los ocultamientos, con el hambre,

con el desempleo, con la irresponsabilidad de los responsables institucionales, con los corrales que oprimen, con el falseamiento de la palabra, y con seguir sembrando el escepticismo o la desesperanza.

Hace años venimos planteando que drogadependencia y conflictos de

identidad marchan de la mano. Más aún: que el proceso de devastación globalizadora producido sobre las identidades regionales, nacionales, o étnicas, ha facilitado la actual situación respecto del consumo de drogas. En momento de descalificación de todo aquello que nos identifica como parte de una familia, de un pueblo, o de una historia social, la instrumentación de las sustancias sicoactivas es una poderosa herramienta de sometimiento. De ahí que protagonizar la prevención es hoy más que nunca rescatar nuestras raíces argentinas y americanas, pararnos sobre nuestros pies, defender las construcciones culturales que nos dan sentido y pertenencia.

Un periodista latinoamericano le preguntaba al Presidente de la banca

suiza, cuál era el motivo por el cual siendo tan poderosos esos intereses económicos, no aparecían invirtiendo como tales en nuestro Continente. “Para que coloquemos nuestros capitales allí, es necesari o primero que la gente se vista, coma, o cante como lo hacemos nosotros. E so es lo que más protege nuestro dinero”.

Que dejemos de ser quienes somos, que nos sea negada nuestra historia,

que descalifiquemos nuestras formas regionales de concebir la realidad, que perdamos el idioma, la música que canta nuestras letras. Suena hasta cruel recordar que nos ha ganado el comedor de nuestras casas la hamburguesa imperial, arrinconando choripanes, tortas fritas y churrascos, integrantes de nuestra biografía…

Por eso la prevención comunitaria significa rescatar, habilitar, inventar

espacios sociales en los que podamos encontrar tal como somos, con nuestras raíces, con los afluentes criollos, indígenas y gringos que construyeron nuestros países, redescubrir sencillamente cuánto bien nos hace el encuentro humano para mostrarnos quiénes somos nosotros.

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Hace poco más de quinientos años, el Conquistador nos trajo sus espejos

de colores, a cambio de saquear vidas y riquezas de millones de seres humanos. Trajeron las bebidas alcohólicas para embrutecer, y disolver las organizaciones sociales originarias. Por siglos la lucha que impidió el exterminio definitivo fue defender la lengua, la cultura y las convicciones de aquellos pueblos protagonistas de su histórica resistencia.

Estamos en un punto de esa misma trayectoria. Que la comunidad

protagonice la tarea preventiva, y cualquier otra en defensa de su salud, es que pueda transformar las condiciones objetivas de existencia, que hoy generan opresión, angustia y sufrimiento, apoyándonos en lo que realmente somos, y en la construcción de una nueva Nación.

Comunidad y Hospital Público

Esta es una relación cuyo trato ha sido particularmente dilemático. Se ha tendido a pensarlos de modo contrapuesto. Desearía hace algunas precisiones al respecto.

En primer lugar el Hospital es parte de la comunidad, y ambos se incluyen mutuamente en la realidad, en tanto operan con los seres humanos consultantes, que lo hacen en uno u otro espacio social.

Muchas veces, y particularmente desde enfoques sociales que se

reivindican progresistas, se ha idealizado el trabajo sanitario en la comunidad y demonizado el trabajo hospitalario. De tal modo, tanto trabajadores como profesionales hospitalarios han sido, y son, frecuentemente blanco de ataques demoledores, mientras que la tarea comunitaria aparece como la panacea.

La población solicita atención a veces en un espacio y a veces en otro,

encontrándose frecuentemente con enfoques opuestos, y hasta con sistemas sanitarios paralelos y enfrentados. Esto ha sido práctica frecuente en la Argentina, y ha llevado a falsas antinomias entre pares, que deberían sumar sus esfuerzos si ámbito comunitario y labor institucional estuvieran articulados en una política común que los organice y potencie.

Hacer centro en el protagonismo popular de la Salud pública también se

traduce en iniciativas dentro del Hospital: actividades por la educación y promoción de la Salud; organización de pacientes y familiares operando en la institución; internación de personas acompañadas por familiares y amigos; grupos terapéuticos institucionales centrados en la Salud; organización del hospital en la calle, etc.

La contraposición de ambas tareas –una presentada como progresista y la

otra como retrógrada- ha cristalizado muchas veces en sistemas asistenciales opuestos, mientras la población que demanda asistencia suele quedar atrapada en esa falsa disyuntiva.

Se ha planteado la necesidad de terminar con el hospitalocentrismo , sin

recordar que esta cuestión, ya planteada en Inglaterra por el gobierno

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conservador para desmantelar la Salud Pública, fue apoyada desde planteos progresistas que terminaron siendo utilizados por las políticas privatizadoras de la Salud. (18) Así también en la Argentina* .

A la vez en nuestro país, las políticas de estos veinte años han destruido al sistema público de Salud, atacando francamente programas y planes nacionales, aislando a las instituciones hospitalarias carentes de iniciativas, políticas y articulaciones conjuntas.

De lo que se trata es de tener una política que incluya necesariamente al hospital, a los centros de salud, a las organizaciones populares, y a los ámbitos comunitarios, y los organice partiendo de la idea que se trata de espacios y momentos distintos de una tarea común: la Salud Pública .

* Al respecto ver: “Cuidado comunitario y tratamiento hospitalario en psiquiatría: lecciones de la experiencia británica”. Luiz Dratcu – En (18)

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Bibliografía

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- 15. Diario “Uno”. Mendoza. Varios números. - 16. Chua, Amy. “El mundo en llamas”. Ediciones Sine qua non. Buenos

Aires. 2003. - 17. Bléger, José. Psicohigiene y Psicología Institucional. Edit. Paidós.

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y reinserción social de las personas con trastornos mentales crónicos graves”. Editorial Pólemos – Buenos Aires. 2003.

***FIN***