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Padre Bueno, dueño de la mies, escucha la oración de tus hijos.
Concédenos muchas y muy santas vocaciones sacerdotales, consa-
gradas y laicales, garantía de vitalidad para el porvenir de tu Igle-
sia. Haz que los sacerdotes, los consagrados y los laicos seamos
testimonio de caridad por nuestra total entrega a ti y a nuestro pró-
jimo. Danos a todos sabiduría para descubrir tu llamado y genero-
sidad para responder con prontitud. Amén.
Que María, Madre de la Iglesia, modelo de toda vocación, interce-
da por nosotros y nos ayude a decir “Sí” al Señor que nos llama a
colaborar en el designio divino de salvación.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Si tú o alguien a quien conoces tiene inquietud por descubrir su vocación,
llámanos o visítanos. Estamos para servirte.
¡Oh Jesús, Pastor Eterno de las almas, dígnate mirar
con ojos de misericordia a esta porción de tu grey
amada, Señor, gemimos en la orfandad, danos voca-
ciones, danos sacerdotes y religiosos santos. Te lo
pedimos por la Inmaculada Virgen María de Guada-
lupe, tu dulce y Santa Madre. ¡Oh Jesús, danos sacer-
dotes y Religiosos según tu corazón! Amén.
Elaboró:
P. Efraín Hernández Díaz
Colaboró:
P. Eduardo Gallegos
P. Enrique Santoyo Lara
Pbro. Lic. Eduardo Llano de la Torre
Mtra. Rosalva Martínez Alvarado
Revisó:
Mons. Guillermo Moreno Bravo
Vicario General, Episcopal y Moderador de la Curia
Mons. Salvador Martínez Ávila
Vicario General y Episcopal de Agentes de Pastoral Ordenados
Pbro. Lic. Jesús Hurtado Hernández
Secretario para el Ministerio Ordenado
Durango 90, Col. Roma, Del. Cuauhtémoc Tel. 52 08 32 00 Ext. 1711 y 1751
www.vocaciones.mx
Correo: [email protected]
Facebook: Promoción Vocacional Sacerdotal Arquidiocesana
«Salió el Sembrador a sembrar» (Mt 13,3)
ARQUIDIÓCESIS PRIMADA DE MÉXICO
AÑO DE LA MISERICORDIA 2015-2016
2
Con aprobación eclesiástica
Nihil Obstat
Imprimatur
Mons. Guillermo Moreno Bravo
Vicario General, Episcopal y Moderador de la Curia
Arzobispado de México
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Epílogo
Si cada miembro de la Iglesia es llamado por Dios por su pro-
pio nombre (dicha realidad se hace palpable en la celebración del
sacramento del Bautismo, en el que el ministro pregunta, invaria-
blemente, por el nombre del bautizado), en la Iglesia no existen
“masas”. Dios llama a cada uno por su nombre en la irrepetible ori-
ginalidad del propio ser. Pero tampoco es la Iglesia una comunidad
de selectos, una “élite”. Y esto por un hecho profundamente miste-
rioso y hasta desconcertante, al mismo tiempo: en Dios no hay
acepción de personas. La llamada de Dios no corresponde a algunos
posibles méritos previos de los llamados: es completamente gratuita
(Cf. 1 Sam 16-7; Rm 2,11; Col 3,25; 1 Pe 1,17).
Ser llamado por el propio nombre, es como ser llamado desde la
propia esencia, desde lo más íntimo, desde lo más auténtico, desde
lo más insustituible, excepcional y personal de cada hombre, que
es la única criatura querida por Dios por sí misma (Cf. GS 24. 27.
29 y 30).
Hay que concluir que también en la Iglesia, y particularmente en
nuestra Arquidiócesis de México, cada persona es atendida, valora-
da y orientada para que el llamado sea una genuina acción de gra-
cias a Dios y un gran impulso a ser misioneros. Recordemos que
todos somos responsables de las vocaciones que el Espíritu suscita
en nuestra Ciudad de México.
Pbro. Lic. Jesús Hurtado Hernández
Secretario para el Ministerio Ordenado
CAPITULO VIII
URGENCIAS PASTORALES
a) Asumir una consciencia vocacional con la convicción de que
todos somos animadores vocacionales de todos los hombres y
mujeres, y en todos los ambientes, sobre todo, a nivel Episco-
pal, Presbiteral, Seminarios, Congregaciones e Institutos de Vi-
da Consagrada, Laicos comprometidos, y Pueblo, en general.
b) Pasar de la “pesca de vocaciones” a una Pastoral de acompaña-
miento cercano profundamente respetuoso de la llamada en cada
vocacionado.
c) Contar con Centros Vocacionales Diocesanos sostenibles y sus-
tentables que promuevan un trabajo coral inserto en la Pastoral
de Conjunto, ocupando el lugar que por naturaleza le pertenece.
d) Superar las actitudes negativas de pesimismo, resignación, mie-
do y timidez.
e) Diseñar un Plan de formación integral vocacional (teológico y
pedagógico) y abarcar más allá de los agentes directos de la
Pastoral Vocacional. De esta manera, y con la iluminación del
Espíritu Santo, lograremos la tan deseada Cultura Vocacional en
nuestra Arquidiócesis de México.
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PRESENTACIÓN
Con gran alegría y entusiasmo la Comisión de Promoción Vocacional
Sacerdotal de esta Arquidiócesis ha preparado este conjunto de temas básicos
para comprender el servicio apostólico del cultivo de las vocaciones en la Igle-
sia.
Es una obra que toca los aspectos más fundamentales y que nos otorga un piso
común de vocabulario a todos los que trabajamos pastoralmente para ayudar a
que toda la comunidad cristiana, empezando por las familias, seamos promoto-
res en la cultura vocacional.
El Señor se digne bendecir la publicación de este catecismo y, por su uso, rin-
da abundantes frutos para el acrecentamiento del compromiso vocacional de
todos los miembros de la Iglesia.
Mons. Salvador Martínez Ávila
Vicario General y Episcopal de Agentes de Pastoral Ordenados
Curia del Arzobispado, a 5 de abril 2016
INTRODUCCIÓN
«Así como nuestro cuerpo, en unidad, posee muchos
miembros, y no desempeñan todos los miembros la
misma función, así también nosotros, siendo mu-
chos, no formamos más que un solo cuerpo en Cris-
to, siendo cada uno por su parte los unos miembros
de los otros» Rm 12, 4-5
En la vivencia del Año de la Misericordia agradecemos a Dios el gesto
compasivo de llamarnos a ser parte de su Cuerpo Místico, que es la Iglesia, en
donde podemos reconocer el regalo amoroso de la vida; así nos impulsa al
compromiso de descubrir la misión particular que con la vida misma Dios
encarga a cada uno de nosotros.
El presente Catecismo Vocacional se presenta como una ayuda para
reflexionar en torno al misterio de la vocación y su alcance en la vida de todo
bautizado. Al mismo tiempo, servirá como herramienta para que todos los
miembros de la Iglesia podamos reconocer, valorar la función y el lugar de
cada uno dentro del Cuerpo Místico de Cristo, y podamos ser instrumentos
para que los demás también encuentren la misión que Dios les ofrece.
Los tres primeros capítulos ofrecen elementos para una reflexión y me-
jor vivencia de la propia vocación; mientras que los cinco últimos capítulos
aportan las correspondientes líneas de acción y buscan avivar la conciencia
sobre la responsabilidad que todo bautizado tiene de ayudar a los demás a res-
ponder a su vocación.
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CAPÍTULO I
CONCEPTO Y ELEMENTOS DE LA VOCACIÓN
La palabra vocación viene del latín “vocare” que quiere decir
“llamar”. Dios se comunica constantemente con nosotros porque nos
ama, así como nosotros nos comunicamos con mayor frecuencia con
las personas que amamos. Por tanto, la vocación es un llamado
permanente de Dios a descubrir su amor y realizarnos plenamente en la
respuesta a ese llamado de amor.
Cuando se toma conciencia de ese llamado, la vida adquiere un
sentido nuevo: se deja de atender sólo a gustos e intereses personales y
se acude a las necesidades de los demás. La vocación exige un salir de
sí mismo y descubrirse como alguien llamado al servicio, pues no pue-
de haber plena realización sin servicio.
Vocación es responder con generosidad a lo que Dios quiere de
mí. «El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, tome su cruz y
Me siga» (Mt 16, 24-28).
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Primer salto: de la acción individual a la acción coral.
Segundo salto: del fomento de la vocación de algunos a la voca-
ción de todos.
Tercer salto: del tráfico al nacimiento de vocaciones en cada
Iglesia y en cada lugar.
Cuarto salto: de la improvisación a la seguridad de un método.
Quinto salto: de la patología del cansancio a un nuevo impulso
creativo de testimonio.
Sexto salto: de la timidez a la convicción.
Séptimo salto: del miedo a la desaparición de obras de evangeli-
zación a la esperanza cristiana.
Octavo salto: de los ambientes evangelizados a la amplitud de
los hijos de Dios.
Noveno salto: del reclutamiento a los procesos de discernimien-
to.
Décimo salto: de la situación de crisis a la maternidad de la Igle-
sia.
Resumen
La claridad del Objetivo General con sus Objetivos Específicos
ha sido el fruto de “remar mar adentro” e ir a lo profundo. Allí, en lo
profundo, es donde hemos comenzado a descubrir la esencia de una re-
novada Pastoral Vocacional, tal y como creemos, en la fe que Dios nos
lo pide para ir creando una nueva Cultura Vocacional.
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CAPÍTULO VII
LOS SALTOS DE CALIDAD
El Salto de Calidad (o Saltos de Calidad) que queremos dar en la
Pastoral Vocacional es un “queremos-ser-a-la-luz-de-lo-que-somos”. Por
eso el Marco Doctrinal del Nuevo Plan no desarrolla toda una Teología de
la Vocación (para ello ya existen suficientes fuentes qué consultar), lo que
pretendemos, en cambio, es figurar la transfiguración de lo desfigurado, es
decir, dibujar lo que estamos llamados a ser y a hacer.
La expresión ha sido sugerida por el Papa Juan Pablo II (Cfr. Dis-
curso final del Santo Padre en el Congreso Europeo de Vocaciones, In
Verbo Tuo, 11), haciendo alusión al salto ontológico del que habla la Teo-
ría de la Creación evolutiva. Este “Salto de Calidad” podemos describirlo
como el pasaje de un umbral. “Cruzar un umbral” significa dos cosas:
transición gradual mientras se va progresando; y cambio real en el lugar a
donde se llega: continuidad en la discontinuidad.
Al referirnos a un “Salto de Calidad” en nuestra Pastoral Vocacional
no sólo estamos proponiendo una nueva forma de definirla, sino un nuevo
modo de comprender el Misterio de la Vocación y el actuar de cada agente
responsable: un cambio óntico (ser), con un fresco interés ético (hacer).
En este mismo contexto, atendiendo la llamada que el Papa Juan Pa-
blo II hizo a toda la Iglesia al proponer una “nueva evangelización”, surge
la inquietud por una nueva Pastoral Vocacional, nueva en sus métodos,
nueva en su expresión y nueva en su ardor.
Por otro lado, la Pastoral Vocacional debe ser parte integral e inte-
grante de la evangelización y la pastoral, para que, de este modo, ayude a
llevar a nuestra Iglesia por el camino de la comunión, potenciando la
siembra de la semilla de la vocación más que la recolección de candidatos,
y proporcione a cada cristiano espacios para que disciernan su vocación
mediante procesos. A esto le llamamos “vocacionalizar la Cultura y la
Pastoral”. Esto exige contar con agentes que posean una buena prepara-
ción en las ciencias teológicas, filosóficas y humanistas, sobre todo, en lo
que respecta a la doctrina vocacional, sin perder de vista una vivencia es-
piritual de encuentro con Jesucristo, raíz y razón del Misterio Vocacional.
En nuestros días muchos piensan que la vocación es una profe-
sión, un gusto o un destino; por ejemplo: “vocación” de maestro, doc-
tor, ingeniero; o una suerte: “la vocación es sólo para los buenos, para
los santos, para los escogidos”. Pero esto sería reducir la riqueza de la
vocación.
La vocación es el pensamiento providente de Dios sobre cada
persona: es su proyecto, como un sueño que está en el corazón de Dios
porque ama vivamente a esa persona. Como está en el corazón de Dios,
es un misterio. Este misterio envuelve a cada persona partiendo de su
realidad: es una llamada que Dios hace día con día esperando una
respuesta y un compromiso a una misión específica.
La vocación tiene tres elementos fundamentales que no debemos
ignorar, a saber: la llamada, la respuesta y la misión.
La llamada: es un regalo de Dios que nos da a todos los hombres
y mujeres personalmente desde nuestra realidad. Esta llamada es una
iniciativa gratuita y amorosa de Dios; es personal, por lo tanto es única.
La respuesta: es la disponibilidad ante Dios que llama. Para que
la persona desarrolle un compromiso total al seguimiento de Jesús, di-
cha respuesta debe de ser personal, libre, consciente y responsable.
La misión: es la tarea que el Espíritu nos encomienda. La misión
toma rasgos específicos de cada uno de los convocados de la Iglesia en
las diversas situaciones históricas, siempre en orden a construir el reino
de Dios en el mundo. La misión se desarrolla en la sociedad.
Niveles de la vocación
El ser humano está creado a imagen y semejanza de Dios; gracias
a esto tenemos el gran regalo de pensar y decidir sobre cada una de las
acciones de nuestra vida, cosa que los animales no pueden. Es por eso
que, al ser tan diferentes a los demás seres vivos, tenemos el compro-
miso de darle una respuesta generosa a Dios ante la llamada que nos
hace pues Él nos da la vida para que seamos felices. Esa respuesta pue-
de darse desde diferentes estados de vida y todo nos lleva a un encuen-
tro definitivo con Dios.
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Como reflexionamos anteriormente, la vocación es el llamado que el
Padre nos hace. Ahora veremos que en dicho llamado hay tres niveles:
la vocación humana, la vocación cristiana y la vocación cristiana-
específica.
a) La vocación humana es el llamado a la existencia, a la plena realiza-
ción, a la felicidad. Es un proceso en el que el ser humano se descu-
bre como persona en relación consigo mismo, con Dios, con los de-
más y con el mundo que le rodea.
b) La vocación cristiana es el llamado a ser hijos de Dios por medio del
bautismo. El bautizado no concibe a Dios como alguien lejano, sino
como la presencia cercana de Cristo que busca a los hombres y les
da su vida invitándolos a configurarse con Él.
a) La vocación cristiana-específica: el bautizado, al encontrarse con
Cristo, se llena de un amor que no puede quedarse sólo como una
idea bonita, tampoco se lo puede guardar para sí; Tiene que darse y
entregarse de una manera específica, debe escoger un camino para
vivir la fe: sea como laico, como consagrado o como sacerdote.
Resumen
La palabra vocación viene del latín “vocare” es decir “llamar”,
y en sentido cristiano es un misterio que envuelve al hombre, es la lla-
mada de parte de Dios para el hombre.
La vocación tiene tres elementos: la llamada, la respuesta y la
misión.
Dios nos da la libertad para decidir sobre cada una de las accio-
nes de nuestra vida. Tenemos el compromiso de darle una respuesta
generosa ante la llamada que nos hace, pues Él nos da la vida para
que seamos felices.
La vocación tiene tres niveles: el nivel humano, el nivel cristiano
y el nivel cristiano-específico.
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CAPÍTULO VI
LAS ORILLAS EN LA PASTORAL VOCACIONAL
Desafíos Pastorales
Señalamos algunos aspectos que nos mueven a dar ese paso
que hace falta para la renovación de la Pastoral Vocacional.
a) Si asumimos la necesidad de una renovación de un cambio real,
de una nueva frescura para la Pastoral Vocacional en sus méto-
dos, en su expresión y en su ardor, propiciaremos los primeros
pasos para recrear una Cultura Vocacional.
b) Si promovemos todas las vocaciones de modo coral y armónico,
con la consciencia de que en la Iglesia de Dios o se crece juntos o
no crece ninguno, propiciaremos un aumento de las tres vocacio-
nes específicas, no sólo cuantitativa sino cualitativamente.
c) Si promovemos la Pastoral Vocacional como expresión estable y
coherente de la maternidad de la Iglesia, abierta al designio ines-
crutable de Dios, creando la consciencia de que la Iglesia siempre
engendra vida y vocaciones en Ella, ya no nos fijaremos sólo en
los números y erradicaremos la pesca, la recolección y la importa-
ción de vocaciones como criterio permanente.
d) Si extendemos con valor a todos los bautizados y a todos los
hombres y mujeres el anuncio y la propuesta vocacional, en nom-
bre de aquel Dios que no hace acepción de personas, la llamada
llegará a todos los areópagos, incluso a aquellos donde se mani-
fiesta la falsa concepción antropológica del “hombre-sin-
vocación”.
e) Si trabajamos siempre con actitud orante y esperanza cristiana,
aquella esperanza que nace de la fe y la caridad, y que se proyecta
hacia la novedad y el futuro de Dios, daremos un testimonio de
encuentro cotidiano con el Dios de las promesas siempre cumpli-
das.
f) Si colaboramos animados por un espíritu de comunión y partici-
pación, asombrados siempre por el misterio de la persona que es
amada por Dios y por la vocación como don original que espera
ser descubierto, haremos una auténtica promoción vocacional.
Concluimos este punto diciendo que, si “remamos mar adentro”
haciendo los interrogantes oportunos con objetividad y realismo
en nuestra acción provocacional, llegaremos a un nuevo y ar-
diente impulso creativo de testimonio y de cultura vocacio-
nal. 19
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CAPÍTULO V
LA PASTORAL VOCACIONAL HOY
Propuesta operativa de la Pastoral Vocacional en México hacia el salto de Cali-
dad, hacía una renovada Cultura Vocacional.
Remar mar adentro
«… Subió a una de las barcas, sentado, estuvo enseñando a la gente.
Cuando acabó de hablar le dijo a Simón: “¡Remen mar adentro y echen
las redes para pescar!” Simón contestó: “Maestro, nos hemos pasado la
noche esforzándonos y no hemos sacado nada; pero, ya que lo dices Tú,
echaré las redes”» (Lc 5, 3-5).
¡Remar mar adentro y echar las redes en el nombre de Jesús! El orden en
las acciones es fundamental; nos habla de un proceso:
Primero: ir a la profundo.
Segundo: echar las redes.
El análisis de nuestras acciones como Promotores de la Pastoral
Vocacional en México, nos ha llevado a descubrir con serenidad que he-
mos mirado mar adentro, hacia el horizonte, pretendiendo ir a lo profun-
do pero por diversas razones, nos hemos quedado en la orilla y, eso sí,
hemos echado las redes. Hemos andado en los derredores del misterio de
la persona y de la vocación, pero no hemos ido a lo profundo, allí donde
se fragua la verdadera llamada y la libre respuesta, allí donde ha de co-
menzar la renovada Cultura Vocacional.
“Remar mar adentro” no es una frase novedosa; ha sido desde hace
un buen tiempo la exigencia de nuestros Obispos para la acción pastoral
por las vocaciones. Por su lado, el Espíritu Santo ha sido la inspiración
para comprender, en los diferentes Congresos, Sínodos, Jornadas, Asam-
bleas de Obispos y otros areópagos, este llamado evangélico1.
Todos debemos ser Promotores Vocacionales, pues la Iglesia es
llamamiento viviente 2.
El mundo de hoy exige la necesidad de una renovación en la Pas-
toral vocacional y se empieza hablar de un Salto de calidad3.
__________________________________ 1 Plan Nacional de Pastoral Vocacional 1972 2
Ibid, 1991. 3
Ibid, 2000.
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Explica
1) ¿Qué es la vocación para el cristiano?
2) ¿Qué no es la vocación?
3) ¿Qué elementos tiene la vocación?
4) ¿Cuáles son los niveles de la vocación?
María, Madre de la Iglesia,
Modelo de todas las vocaciones:
¡Ruega por nosotros!
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CAPÍTULO II
VOCACIONES ESPECÍFICAS
Como se ha mencionado al final del capítulo anterior, la vocación
cristiana específica es una elección de los bautizados para seguir a Cris-
to desde un estilo de vida concreto. Estos estilos de vida son: la voca-
ción laical, la vocación a la vida consagrada y la vocación sacerdotal
ministerial.
Cada una de ellas es un verdadero llamado de Dios a la santidad,
a la felicidad, a conformar la Iglesia y transformar el mundo impreg-
nándolo de los valores que Jesús nos ha enseñado. Veamos en qué con-
sisten estas tres vocaciones específicas:
Vocación Laical
El Bautismo, el inicio de la gran aventura de la Fe
La vocación laical es vivida por aquellos que desean seguir a
Cristo desde las ocupaciones y condiciones ordinarias en la vida fami-
liar, en el trabajo, en la escuela y en su entorno social. Conscientes de
su consagración por el bautismo, ejercen su misión en medio del mundo
llevando el Evangelio a todos los lugares en los que se desarrollan su
vida, a través de su testimonio como fieles cristianos. Por tanto, la vo-
cación laical es un verdadero llamado de Dios a transformar el mundo
desde las propia realidad de quien es llamado. Esta respuesta se da des-
de nuestro lugar en la Iglesia como Pueblo y familia de Dios que quiere
unir a todos sus miembros. Esta vocación responde a una necesidad imperiosa de buscar
nuestra santificación y la de los demás por los medios que tenemos a
nuestro alcance.
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Resumen
La Pastoral Vocacional es la acción de toda la Iglesia en favor
de las vocaciones para que sea construida conforme a los muchos ca-
rismas que el Espíritu Santo suscita en la Iglesia. Acompaña a cada
cristiano para que descubra y viva su vocación específica.
Sus principales tareas son:
1) Anunciar la entera vocación del hombre, ayudarle a que encuentre
los medios para que llegue a una opción libre.
2) Promover todas las vocaciones, ante todo, las tres vocaciones especí-
ficas (sacerdotal, consagrada y laical), con un cuidado especial en la
consagrada y sacerdotal porque éstas son urgentes y primordiales
para la evangelización.
Los primeros responsables de la Pastoral Vocacional son los
Obispos en su Diócesis, los Superiores en sus Congregaciones y los
Párrocos en su comunidad. La Parroquia es el primer Centro de ani-
mación de todas las vocaciones. En ella existirá un Equipo Parroquial
de Pastoral Vocacional.
El Equipo Parroquial de Pastoral Vocacional ejercerá el minis-
terio de animación vocacional, fomentando ante todo la oración cons-
tante de la comunidad y otras actividades para promover las vocacio-
nes sacerdotales y consagradas en la Parroquia y acompañar a las vo-
caciones a la vida laical. Trabajará para impregnar del espíritu voca-
cional todas las actividades parroquiales, la acción de las diversas
pastorales, grupos y celebraciones, creando así una cultura vocacional
en la comunidad parroquial.
Explica
1) ¿Qué es la Pastoral Vocacional?
2) ¿Cuáles son las principales tareas de la Pastoral Vocacional
3) ¿Quién es el primer responsable de la Pastoral Vocacional en una
diócesis?
4) ¿Qué papel desempeña la Parroquia en la Promoción Vocacional?
5) ¿Cuál es la tarea del Equipo Parroquial de Pastoral Vocacional?
6) ¿Cómo puede, el Equipo Parroquial, crear una cultura vocacional en
la Parroquia?
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Agentes
Aunque la Iglesia entera está llamada a trabajar en la Pastoral Vo-
cacional, no todos lo hacen de la misma manera.
Los primeros responsables de la Pastoral Vocacional, por Minis-
terio, por encargo o por autoridad son los Obispos en su Iglesia particu-
lar, es decir, en su Diócesis; los Superiores Mayores respecto a sus
Congregaciones o Institutos y los Párrocos respecto a su comunidad.
Ellos designan quiénes han de coordinar desde sus diversos ámbitos, la
Pastoral Vocacional manifestando así la unidad de la Iglesia.
La Parroquia es el primer centro de animación de todas las voca-
ciones, porque en ésta los jóvenes descubren cómo se construye una
comunidad de fraternidad, en la escucha de la Palabra de Dios, en los
sacramentos y en el apostolado.
En la comunidad parroquial, el párroco es el encargado principal
de promover las vocaciones: Él designará a un equipo parroquial que,
en comunicación con el asesor del Decanato y con el Centro Diocesano
(Centro Vocacional), trabajará en la promoción de todas las vocaciones,
teniendo un cuidado especial en la promoción de la vocación sacerdotal
y a la vida consagrada: Además buscará impregnar del espíritu vocacio-
nal todas las actividades parroquiales: la acción de las diversas pasto-
rales y sus grupos, y todas las celebraciones, creando así una cultura
vocacional en la comunidad parroquial. El Equipo Parroquial de Pastoral Vocacional ejercerá el Ministe-
rio de animación vocacional, fomentando ante todo la oración constante
de la comunidad para que el Señor envíe operarios a sus campos, así
como otras actividades para promover las vocaciones sacerdotales y
consagradas en la Parroquia y acompañar a las vocaciones a la vida lai-
cal en sus diferentes pastorales.
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Podemos dar una respuesta al llamado de Dios en la vocación lai-
cal desde dos maneras específicas, a saber:
a) La soltería, es signo de la libertad de Jesucristo, dispuesto siempre
para la misión de servir a los demás en medio del mundo, teniendo
la oportunidad de prestar a las demás personas un mayor servicio;
de este modo hace vivo el amor de Dios. Algunos se sienten llama-
dos por Dios a consagrar su vida en algún Instituto secular, donde
se dedican totalmente a ser instrumento de Dios en el mundo.
b) El matrimonio, es el amor de Dios presente en el compromiso libre
y consciente entre un hombre y una mujer; es el amor que los hace
dar vida, siendo testigos de su fe y del amor de Cristo ante sus hi-
jos y ante los demás. Cuando la viudez se hace presente en este es-
tado de vida, se vive como continuidad de la vocación matrimo-
nial; es un ejemplo de fe y expresa un deseo de la búsqueda de la
santidad personal.
Todos los laicos tienen también su puesto hacia el interior de la
Iglesia, en la que pueden participar en diversos oficios y ministerios. Los
laicos pueden ocuparse de la catequesis y de la educación en la fe; pue-
den ejercer los ministerios laicales de lectores y acólitos; ser ministros
extraordinarios de la comunión; hacer obras de caridad; participar en
consejos pastorales o en organismos diocesanos, entre muchas otras cola-
boraciones donde es importante su presencia.
Vocación a la vida Consagrada
Es el llamado de Dios que pide una entrega total. Quienes responden a
este llamado ejercen su misión en el interior de la Iglesia, siendo testimo-
nio vivo de unos valores que van
más allá de los que el mundo está
acostumbrado a proponer. Frente
al “valor” del dominio de los otros
y del poder, la vida consagrada se
fundamenta en la obediencia que
es el reflejo de la atenta búsqueda
de la voluntad de Dios.
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Frente al “valor” del dinero o de la posición económica, el consa-
grado acepta “a conciencia” que Dios es la gran y única riqueza del
hombre. Frente al goce inmediato de las cosas, el disfrute, los placeres
pasajeros..., el consagrado busca vivir en el amor de Dios desde la cas-
tidad. Este testimonio de los consagrados no es un desprecio de las co-
sas del mundo, sino su justa valoración.
En la Iglesia han nacido por inspiración del Espíritu Santo una
maravillosa variedad de instituciones religiosas, con propios dones y
carismas, que han contribuido desde hace mucho tiempo a la edifica-
ción del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Aunque existe una gran va-
riedad de Institutos religiosos, todos se caracterizan por ser testigos del
valor de Dios en la vida del hombre, por encima de las cosas pasajeras
del mundo.
Una comunidad religiosa es una fraternidad de personas que bus-
can imitar algún aspecto de la vida de Cristo: surgen como respuesta de
Dios a las necesidades del mundo; tienen por fin el bien común de la
Iglesia. Estas comunidades realizan su vida dentro de la Iglesia de dos
formas concretas: la forma contemplativa, que es el seguir a Cristo a
través de la constante oración y del sacrificio; y la forma activa que es
el seguir a Cristo realizando un apostolado dentro de la Iglesia, por
ejemplo: catequesis, misiones, educación, salud, servicio de asistencia,
entre otros. Estas Casas Religiosas pueden ser de mujeres o de hom-
bres.
Vocación al Ministerio Ordenado
Aunque todos los bautizados participamos del sacerdocio común
de Cristo, Él mismo llama a algunos hombres y los capacita para conti-
nuar su ministerio, configurándolos con Él por medio del Sacramento
del Orden.
Quien es ordenado sacerdote recibe de las manos del Obispo los
dones del Espíritu Santo, convirtiéndolo en: Cristo Maestro, pues ense-
ña el amor de Dios; Cristo Sacerdote, porque nos comunica con Dios
Padre; y Cristo Pastor, llevándonos de la mano hacia Dios. En nuestra
Iglesia Católica, los ministros ordenados hacen la promesa de obedien-
cia, castidad y pobreza.
CAPÍTULO IV
PASTORAL VOCACIONAL Y AGENTES
La Pastoral Vocacional es la acción de toda la Iglesia en favor
de las vocaciones a fin de que sea construida conforme a los muchos
carismas que el Espíritu Santo suscita; Esta acompaña a cada cristiano
para que descubra y viva su vocación específica.
Las tareas de la Pastoral Vocacional son:
a) Anunciar la entera vocación del hombre: ayudarlo a que descubra
su dignidad como persona, que encuentre los medios para que lle-
gue a una opción libre y alegre en su servicio.
b) Promover todas las vocaciones: los ministerios y los servicios en la
comunidad cristiana y en la sociedad.
Aunque la Pastoral Vocacional promueve todas las vocaciones
tiene un cuidado especial en promover, suscitar y acompañar las voca-
ciones al sacerdocio y a la vida consagrada porque estas son urgentes y
primordiales para la evangelización, pues cada día aumenta el pueblo
de Dios y, a su vez, son pocos quienes responden a la invitación de Je-
sús a consagrarse en una entrega total en el servicio al pueblo: «La mies
es mucha y los obreros pocos» (Lc 10,1-2).
Los principales medios de los que se vale la Pastoral Vocacional son:
La oración.
La participación frecuente de los sacramentos de la Eucaristía y
de la Confesión.
La catequesis.
La devoción mariana.
El acompañamiento en la dirección espiritual.
Un compromiso misionero concreto.
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El Espíritu Santo es quien hace posible la variedad de vocacio-
nes y Él mismo nos congrega en la unidad, hace que nos complemente-
mos y todos estemos encaminados hacia el testimonio del amor, hacia
el anuncio de Cristo, único Salvador.
Todos los bautizados, por ser miembros de la Iglesia tenemos la
vocación y misión de ser anunciadores del Evangelio; todos somos mi-
sioneros, pues las misiones se fundamentan en el mandato de Jesús:
«Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio» (Mc 16, 15).
Ser misionero no es otra vocación específica a la que Dios lla-
ma; es una vocación para todos: laicos, religiosos y sacerdotes.
Resumen
Hay relación entre cada una de las vocaciones específicas
(sacerdote, religioso y laico); no se puede comprender una vocación
específica sin las otras dos, entre ellas se iluminan y se complementan
como las partes de un cuerpo.
El Espíritu Santo es quien hace posible esta comunión en la di-
versidad y complementariedad.
Ser misionero no es otra vocación específica a la que Dios lla-
ma; es una vocación para todos.
Las misiones se fundamentan en el mandato de Jesús: «vayan
por todo el mundo y prediquen el Evangelio» (Mc 16, 15).
Explica
1) ¿Qué relación existe entre las vocaciones específicas?
2) ¿Ser misionero es otra vocación específica?
3) ¿En qué se fundamentan las misiones?
4) ¿Estás comprometido (a) con la Iglesia?
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El Don del Ministerio Ordenado se da en tres grados, estos son:
a) Episcopado: Los Obispos son sucesores de los Apóstoles; ellos,
en unión con el Papa son encargados del gobierno de la Iglesia;
son pastores de un territorio (diócesis) y con su autoridad conti-
núan la obra de Cristo. Los Obispos son Maestros de la fe y, co-
mo Pastores, con la ayuda de los presbíteros, cuidan que los
miembros de la porción del Pueblo de Dios que les ha sido enco-
mendada lleguen seguros a la casa del Padre.
b) Presbiterado: son aquellos a los que comúnmente llamamos
“padres”. Son colaboradores directos de los Obispos en el cuida-
do de las comunidades cristianas. Apacientan al Pueblo de Dios
por la predicación, la celebración de los sacramentos y la anima-
ción de la caridad. Los sacerdotes, en unión con su Obispo, parti-
cipan de la autoridad con la que Cristo forma, rige y santifica a su
Iglesia.
c) Diaconado: son fieles colaboradores del Obispo y del presbítero,
ellos se dedican al servicio dentro de la Iglesia. Les corresponde
bautizar, bendecir los matrimonios, distribuir la comunión, leer la
Sagrada Escritura a los fieles, exhortar al pueblo, presidir la cele-
bración de la Palabra y los ritos de funerales. También se dedican
a los oficios de caridad y administración. El servicio que realizan
los diáconos lo ofrecen en comunión con el Obispo y su presbite-
rio. Son un ejemplo de entrega y fidelidad a la Iglesia.
Quienes son sacerdotes comparten un mismo Sa-
cerdocio, el Sacerdocio de Cristo, y su servicio se
da en la Iglesia a través de distintas maneras: en
el Sacerdocio Diocesano, ejerce aquel sacerdote
que está al servicio de una diócesis y sus activida-
des las realiza dentro de ella; o bien, mediante el
Sacerdocio Religioso, vive su ministerio desde el
carisma de su comunidad religiosa y está al servi-
cio de ella, es decir, realiza tareas propias de su
congregación.
Resumen
Todo cristiano está llamado a una vocación específica, desde
donde puede responder al gran amor de Dios, construyendo su reino
en la tierra. Es un compromiso que se asume de manera consciente
por medio de una opción de vida.
La Vocación Laical es vivida por todo cristiano que responde
al amor de Dios desde su realidad concreta como soltero, casado o
viudo. Es un testimonio de fe para los demás; su misión es vivir y lle-
var los valores cristianos a todos los lugares donde se desarrolla su
vida: en el hogar, con los vecinos, en el trabajo, la escuela, los luga-
res de diversión, etc.
La Vocación a la Vida Consagrada es la manifestación de la
entrega total a Dios; esta entrega se vive en los valores de pobreza,
castidad y obediencia. Existen distintas comunidades religiosas en
donde se expresan los Dones del Espíritu Santo que responden a las
necesidades del mundo.
La Vocación al Ministerio Ordenado, es la entrega total a Dios
que hacen los hombres dispuestos a ser “otro Cristo;” su misión es el
cuidado o pastoreo de la Iglesia. Este estado de vida se da en tres
grados: el episcopado, el presbiterado y el diaconado.
Explica
1. ¿Cuáles son las vocaciones específicas?
2. ¿Qué es la vocación a la vida laical?
3. ¿De cuántos modos se realiza la vocación a la vida laical?
4. ¿Qué es la vocación a la vida consagrada?
5. ¿Cuáles son los consejos evangélicos que asumen los religiosos?
6. ¿Cuáles son las dos formas en las que se expresan los carismas
dentro la Iglesia, por medio de los institutos Religiosos?
7. ¿Qué es la vocación al Ministerio Ordenado?
8. ¿En qué consiste el Orden del Episcopado?
9. ¿En qué consiste el Orden del Presbiterado?
10.¿En qué consiste el Orden del Diaconado?
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CAPÍTULO III
COMPLEMENTARIEDAD DE LAS VOCACIONES
El pueblo de Dios es uno: «un solo Señor, una sola fe, un solo
bautismo» (Ef 4,5). Toda la realidad de la Iglesia tiene como fuente la
comunión, como el reflejo de la Santísima Trinidad: El Padre, El Hijo y
El Espíritu Santo son un solo Dios.
Hay una íntima relación entre cada una de las vocaciones especí-
ficas. No se puede comprender una vocación sin las otras dos; entre
ellas se iluminan y se complementan como parte de un solo cuerpo:
«Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero to-
dos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así
también Cristo» (1.ª Cor 12.12). Todas las vocaciones forman la Iglesia
que es el Cuerpo Místico de Cristo. Los fieles laicos, los ministros ordenados y los consagrados según
los muchos carismas, son llamados a vivir la única vocación a la santi-
dad, comprometidos activamente con el Reino de Dios.
Las vocaciones específicas (sacerdote, religioso y laico) se ne-
cesitan y se complementan; no cabe ninguna competencia entre ellos
pues Dios llama a todos los hombres a la fe para que seamos un solo
pueblo de su propiedad. No es más el sacerdote que la religiosa ni la
religiosa que el laico; todos tienen la misma dignidad y cada uno res-
ponde a su llamado personal.