sakanusoyin, cazador de tierra del fuego - víctor carvajal

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El comienzo de esta historia Mucho antes de que Tierra del fuego fuera descubierta; mucho antes de que se encendieran sus miles de fogatas; mucho .antes, en Tierra del Fuego, muy al sur del c ontinente, nada existía sobre ella. Temáukel, entonces, obró ciertamente para llenar Tierra del Fuego con habitantes. Temáukel, el Gran Padre, el creador de todo lo existente, envió los primeros ocupantes. Envió Temáukel a los hohuen, héroes legendarios, con formas de hombres, semidioses dotados magníficamente para hacer cumplir los mandamientos superiores del Gran Padre Temáukel. Los hohuen habían recibido la facultad de no morir; no morían ellos, pues así llenaban al mundo de vida. Los hohuen hicieron muchas obras de bien. Vivieron en armonía ellos y buenas cosas hicieron hasta que se apartaron del camino

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  • El comienzo de esta historia

    Mucho antes de que Tierra del fuego fuera

    descubierta; mucho antes de que se encendieran sus

    miles de fogatas; mucho .antes, en Tierra del Fuego,

    muy al sur del c ontinente, nada exista sobre ella.

    Temukel, entonces, obr ciertamente para

    llenar Tierra del Fuego con habitantes. Temukel, el

    Gran Padre, el creador de todo lo existente, envi

    los primeros ocupantes. Envi Temukel a los

    hohuen, hroes legendarios, con formas de hombres,

    semidioses dotados magnficamente para hacer

    cumplir los mandamientos superiores del Gran

    Padre Temukel.

    Los hohuen haban recibido la facultad de

    no morir; no moran ellos, pues as llenaban al

    mundo de vida.

    Los hohuen hicieron muchas obras de bien.

    Vivieron en armona ellos y buenas cosas hicieron

    hasta que se apartaron del camino

  • indicado por Temukel y obraron con maldad. S,

    malas acciones practicaron algunos de ellos.

    Temukel se mostr molesto; se molest el

    Gran Padre y puso la muerte en sus vidas, para

    evitar que los males de los hohuen vivieran

    eternamente, para evitar que los malos recuerdos

    vivieran eternamente, para acabar con los odios, con

    las rivalidades creadas por los hohuen que se

    hicieron malos, a veces.

    Temukel quiso terminar con la vida eterna

    del mal.

    Al morir los hohuen, s, cuando ellos co-

    menzaron a morir, adoptaron forma de cerros, aves,

    animales, estrellas; adoptaron forma de todo lo que

    ahora existe en Tierra del Fuego.

    Sakanusoyin, el corredor veloz

    -En la Isla Grande de Tierra del Fuego,

    donde la cordillera de los Andes se hunde en el

    ocano, viva Sakanusoyin.

    Era l un joven cazador. El mejor cazador. El

    ms veloz, el ms diestro.

    Sakanusoyin siempre estaba en movimiento.

    En movimiento estaba siempre la gente de

    Sakanusoyin. Ellos armaban sus riendas de cuero de

    guanaco y las desarmaban con la misma prontitud.

    Con la misma prontitud ellos iban tras los

    desplazamientos del guanaco, del zorro, del puma y

    del cormorn.

    Eran ellos un pueblo de magnficos ca-

    zadores.

    Sakanusoyin era el nico que no cazaba al

    igual que sus hermanos, no, l no cazaba igual que

    los dems. No usaba el arco de roble, no usaba las

    flechas con puntas de piedra. Ninguna de sus armas

    aniquilaba, jams. l atrapaba, slo cazaba l. Nunca

    dio muerte a

  • nada que existiera sobre Tierra del Fuego. l haba

    recibido la primera virtud de los primeros hohuen:

    dar vida solamente.

    Sakanusoyin aprendi la velocidad, de la

    rapidez de la liebre; de la sagacidad del zorro,

    aprendi la astucia; la prudencia, de la cautela del

    puma y de la presteza del cormorn, aprendi la

    diligencia.

    El vio la carrera de las nubes en el cielo. Los

    vientos en Tierra del Fuego son tan veloces como la

    luz del sol, tan veloces como la luz de las estrellas

    que descienden a la regin de los hielos.

    As aprendi a correr Sakanusoyin.

    Adiestr su velocidad persiguiendo a la

    liebre; su astucia la prob preparando trampas ms

    inteligentes que la sagacidad del zorro; la prudencia

    del puma, la adquiri con su capa de cuero que

    semeja el arrugado tronco del rbol. As, oculto bajo

    el disfraz, el joven espera hasta que la presa se

    sienta confiada y ose acercarse. Entonces,

    Sakanusoyin deja su escondite, como un cormorn,

    como si el rbol liberara su alma, el joven sale de su

    escondite y atrapa.

    Para el joven cazador no exista el cansancio;

    no conoca el agotamiento, ni la embriaguez despus

    de un largo y pesado sueo.

    El da de caza haca que los msculos del

    joven se tornasen vigorosos y su nimo de I i esta.

    Los jovencitos como Sakanusoyin tenan que

    proveer de carne a su gente. Una misin importante

    y un honor reservado slo a los mejores, pues el

    guanaco en aquel tiempo era una presa muy

    apetecida.

    Las mujeres y las jovencitas, en cambio,

    estaban dedicadas a la recoleccin de frutos

    silvestres; ellas cuidaban de los nios y recogan lo

    que bondadosamente proporcionaba la costa del

    ocano.

    Pero no todos los cazadores eran tan veloces

    y diestros como el joven Sakanusoyin,

    110 todos lo eran.

    Salilsusoyin, otro joven cazador, envidiaba

    las virtudes del ms veloz de los cazadores y

    siempre estaba tratando de ganarle.

    Salilsusoyin apenas capturaba al ltimo

    guanaco de la manada y siempre presuma de ser

    buen cazador; jams confes que sus presas eran

    alcanzadas tras mucho esfuerzo y sufrimiento; as

    era Salilsusoyin.

    Sakanusoyin no gustaba vanagloriarse y

    siempre capturaba al primer guanaco de la manada.

    Nadie conoca el profundo dolor que le causaba la

    cacera del guanaco. Despus de la

  • jornada, despus de la alegra y el entusiasmo,

    Sakanusoyin se ocultaba en el rincn ms apartado

    del bosque y se echaba a llorar con honda tristeza.

    Me duele cazarte! le deca el joven a sus

    presas. Pues mi madre fue una mam- sa, ella fue

    tambin una guanaca como t.

    El sufra en silencio y soledad porque su

    gente vera tal llanto como demostracin de

    flaqueza; tal debilidad jams la perdonaran los

    suyos, sera algo nunca visto, algo despreciable.

    El deber de cazar para su gente era un alto

    honor al que Sakanusoyin no poda renunciar. El

    gozaba de gran estima entre los suyos, era una

    esperanza para muchos, para los que aguardaban

    confiados el sustento que el joven cazador les

    proporcionaba.

    Cada tarde, al ponerse el sol, el cazador ms

    esperado era Sakanusoyin. Las presas .atrapadas por

    los otros jvenes cazadores eran pequeas,

    insignificantes, presas en las que nadie reparaba.

    un da el padre de Sakanusoyin, dijo: Sakanusoyin!

    Eres un gil cazador. * tambin lo es. T traes la

    presa mayor y pequea. Siempre. Si

    Sakasusoyin,por qu no le

    enseas tus artimaas? Por qu no le ayudas .i traer

    presas ms preciadas?

    Las palabras del anciano quedaron grabadas

    en la conciencia del joven. Las palabras del anciano

    tambin ofendieron el orgullo de Sakanusoyin y su

    vanidad creci todava ms.

    Padre respondi Sakanusoyin, yo

    puedo hacerlo tan bien como l. Espera, padre, y lo

    vers.

  • La caza compartida

    -A.1 da siguiente ambos jvenes em-

    prendieron juntos la jornada de caza.

    Es fcil atrapar siempre al ltimo animal

    dijo Sakanusoyin a su compaero. Tratars de

    capturar al que va a la cabeza de la manada! Si eres

    buen corredor, por qu atrapas al que ms se

    atrasa?

    As pretenda remecer al otro joven; para que

    se esforzara, para que descubriera su destreza.

    Caminaron por el sendero abierto y

    pedregoso. Saban ellos que all nada encontraran,

    ninguna presa que capturar encontraran all, lo

    saban.

    El campo abierto se mostraba lleno de

    pisadas de otros cazadores. Eran huellas que los

    animales conocan perfectamente; los animales

    saban que era un terreno de riesgo, saban que no

    deban cruzarlo.

    Esta huella es de ayer dijo Sakanusoyin.

    Cmo lo sabes?

    No est endurecida como la piedra. Una

    parte es fresca. Este rastro es tu rastro, amigo Salil.

    Cmo puedes asegurarlo? Cmo puedes

    sonrer tan seguro?

    Tu rastro es profundo.

    Sonres y dices que soy ms pesado, que

    soy ms lerdo?

    No te ofendas, Salilsusoyin. Tu pie cae con

    todo el peso del cuerpo sobre el terreno.

    Y t? Quieres decir que vuelas como el

    cormorn? Salilsusoyin ri con burla, con sorna

    fue su risa.

    Yo piso con la parte del pie que va

    primero; as cae mi pie. La parte que va despus

    jams la pongo sobre el barro. As mi velocidad es

    mayor.

    Al ro llegaron los jvenes. Lo cruzaron a

    travs de las grandes rocas, las grandes rocas que

    formaban pozas de aguas profundas, pozas

    transparentes son esas.

    Recuerdas nuestros baos en las pocitas?

    Lo recuerdo respondi Salil. Por qu

    siempre piensas que soy ms torpe que t?

    No quise decir eso, hermano Salil.

  • Fue un recuerdo que subi desde el agua cristalina,

    un recuerdo que conservo con cario, eso fue.

    Quera saber si t tambin lo guardabas en tu

    corazn.

    Sakanusoyin salt a la otra orilla. Sa-

    lilsusoyin, salt detrs. Amoscado estaba el joven.

    Junto al ro detuvieron su andar. Para tomar

    aliento se detuvieron, para nada ms.

    Sakanusoyin inspeccion las aguas esquivas,

    esquivando la orilla estaban.

    A veces saban encontrar all guanacos

    moribundos; saban que los guanacos buscaban las

    aguas cuando tenan voluntad para morir. As

    iniciaban su viaje los animales; buscaban la nica

    isla del ocano que se junta con el cielo, all en la

    regin de los cielos se junta en el azul completo.

    No hay rastro dijo finalmente Sa-

    kanusoyin.

    El joven inici la ascensin de las rocas

    escarpadas, las rocas que llevan a los grandes

    bosques, los bosques que estn ms all de las

    brumas.

    Salilsusoyin apur el paso, lo apur para no

    quedar atrs; molesto iba el joven, molesto por tener

    que ir siempre detrs. Cundo podra ser el

    primero?

    Algn da ser se deca a s mismo

    Salilsusoyin, mientras suba por el roquero

    peligroso, lleno de riesgos.

    El ro se iba hundiendo cada vez ms.

    As alcanzaron la gran explanada. A ella

    llegaban slo los cazadores experimentados; exiga

    un esfuerzo enorme llegar a la gran explanada. La

    gran explanada exiga, adems, conocimiento y

    resistencia.

    No puedo ms! grit Salilsusoyin.

    Estoy cansado.

    Se tendi a lo largo sobre el csped duro. En

    la alta explanada el fro, los vientos y el sol caen con

    brutal energa. Por eso todo es salvaje all.

    Sakanusoyin se detuvo en su marcha y quiso

    hacerle compaa a su hermano de sangre.

    Descansar contigo le dijo. Somos

    camaradas. Todo lo que hagamos lo liaremos

    siempre juntos. As ser, Salil.

    Y guard silencio. Lindo era escuchar all el

    viento tan prximo a los odos; lindo sentir las

    nubes mojando el cuerpo vigoroso de los jvenes;

    lindo ver la niebla transitar tierra adentro.

    Durante mucho rato tomaron aliento,

    energas recuperaron; as el humor se les haca ms

    ligero, ms liviano se les pona el nimo.

  • La bruma subi, cerro arriba ascenda; desd

    el ocano vena ella, abriendo sus velos blancos,

    lentamente los abra, hasta los rboles cubra con

    ellos la bruma.

    Fue cuando Sakanusoyin intuy una manada

    de guanacos salvajes escapando de la transparencia

    de la niebla que suba y lo iba cubriendo todo,

    borrando con sus velos lo que exista.

    Espantados iban los animales de la manada;

    arrastrados iban por lazos invisibles. Las grandes

    nubes empujaban l manada hacia las cumbres de

    ms altura, donde la gran cordillera siempre est

    nevada. All, muy lejos, ms all del fondo de los

    bosques del cerro; ms all iban los animales

    buscando alimento, buscando refugio iban los

    animales, subiendo prestos.

    Vamos, Salilsusoyin! Es el momento!

    Corriendo sali Sakanusoyin; liviano, veloz

    como el viento. Se incorpor gilmente su

    compaero, para seguirlo se levant, para no quedar

    atrs, por miedo a ser atrapado por los lazos de la

    niebla, por los velos blancos de ella.

    Sakanusoyin corri, corri gil sobre los

    obstculos y alcanz a la manada; alcanz al

    guanaco que conduca la manada; lo alcanz y se

    puso muy junto a su lado, a la par se

  • puso. As lo atrap el joven, cogindolo con fuerza

    por el cuello, al animal por el cuello en plena

    carrera, colgndose l sobre el guanaco, con todo su

    peso, con todo su cuerpo de cazador en el animal,

    con las piernas libres, en el aire casi.

    Salilsusoyin corri entusiasta cuando vio que

    su compaero Sakanusoyin atrapaba a la mayor de

    las presas; con todas sus ganas corri el joven Salil y

    quiso capturar al segundo de los guanacos.

    Los animales se vieron acosados, per-

    seguidos se vieron y corrieron todava ms; escapar

    buscaron entre los enorjmes troncos volcados sobre

    el terreno, troncos volcados por los fuertes vientos y

    que alguna vez fueron orgullosos rboles en la gran

    explanada.

    No puedo ms, Sakanusoyin! grit el

    joven.

    Salilsusoyin tuvo que conformarse una vez

    ms con atrapar al animal pequeo, al desorientado,

    al que corra al final de la manada.

    Extenuado qued con su presa en los brazos;

    agotado estaba el joven Salil, casi arrullando en su

    pecho recio al indefenso animalito.

    Los guanacos que restaban se perdieron en la

    bruma, en estampida, as se perdieron. La

    bruma avanz y borr del bosque a los animales que

    escapaban. La bruma borr los ltimos rboles, pero

    aquellos que estaban eerca de los dos cazadores, esos

    s quedaron a la vista.

    No puedo seguirte. Eres mejor corredor. Y

    te respeto. Qu har frente a mi padre? Lastimoso

    es sacrificar un animal tan pequeo.

    No te enfades respondi Sakanusoyin

    . Este animal, mi trofeo, es tuyo.

    I lvalo a nuestra gente como botn de caza. Ll

    guanaquito que atrapaste se quedar en el bosque,

    se quedar para reunirse con los animales de su

    grupo.

    No puedo, Saka. Es faltar a la verdad.

    El corazn de Sakanusoyin sufra; su alma

    estaba ms agotada que los msculos de su

    compaero de cacera.

    Me canso de ser el ms veloz dijo

    Sakanusoyin. Deseo que ocupes mi lugar.

    Cmo dices, Saka! Eres el mejor y as te

    honran. No sabes cunto te envidio!

    Nunca ms me envidiars. Deseo que seas

    mejor que yo.

    Salilsusoyin no entendi las palabras del

    joven. El corazn de Sakanusoyin quera llorar; era

    la voluntad de su alma, echar un

  • lloro. El joven se retir a una gruta junto al cerro, se

    retir en silencio, busc refugio all.

    El guanaco que iba a la cabeza es una

    mamsa. Mi gente la destripar de arriba abajo. Soy

    el asesino de mi madre.

    Salilsusoyin llam desde la puerta de la

    gruta; grit por lo oscuro que estaba ah dentro,

    grit porque no saba qu ocurra con su compaero

    Sakanusoyin.

    Saka! gritaba, se encienden los

    fuegos sobre el valle, ms all, al otro lado del ro se

    encienden. Es nuestra gente que prepara la noche.

    Debemos regresar pronto, regresaremos, Saka.

    Desde el interior de la caverna, desde la penumbra,

    respondi Sakanusoyin. /

    Salilsusoyin! Siempre vendrs a cazar

    conmigo. Mi camarada sers, en todo lo sers. Te

    hars diestro y veloz, as te hars y con gusto ceder

    para ti mi lugar.

    La leccin del chamn

    L os jvenes cazadores regresaron 111 nto a su gente, cerca de las fogatas donde

    iodos esperaban.

    El padre de Salilsusoyin sali al encuentro

    de su hijo. Satisfecho estaba el padre, pues vio el

    magnfico animal que traa.

    El primero de la manada! exclam el

    anciano. Por qu no le destripaste en e l mismo

    lugar de la captura? Por qu le has i rado vivo,

    contraviniendo las costumbres? No queremos

    animales vivos entre nosotros. Nos roban el alma y

    no podemos alimentarnos de ellos.

    Salilsusoyin no pudo responder ni una sola

    palabra, nada fue capaz de decir ante su padre. El

    joven no supo asentir y ocultar su deshonor; el joven

    no supo negar para dejar paso a la verdad y llenarse

    de vergenza con ella.

    Ha sido mi culpa respondi Sakanusoyin, al

    tiempo que miraba a su compaero

  • a los ojos. Convenc a Salilsusoyin, le convenc de

    traer vivo el animal; que todos vean lo que l trae a

    su gente.

    Antes que el rubor reventara en su rostro,

    Sakanusoyin tir de la cuerda y arrastr al guanaco

    pequeo; arrastr al animalito que haba capturado

    el otro joven. Sakanusoyin desapareci en la tienda

    de sus padres.

    Mientras su madre y hermana manifestaban

    alegra por el regreso del joven cazador,

    Sakanusoyin meditaba; mientras toda su gente

    celebraba la hazaa de Salilsusoyin, el joven Saka,

    meditaba.

    Qu ocurre, Saka? pregunt la madre.

    Madre exclam el joven, usted, me hizo

    nacer.

    \

    Pues s. Soy tu madre.

    Las hermanas del joven se cubrieron la boca,

    con la mano se cubrieron; las hermanas evitaban que

    la risa burlona escapara de sus labios abiertos.

    Qu necedad es esta? cuchichearon

    ellas.

    Pero el joven Saka no les hizo el menor caso

    y prosigui con su preocupacin.

    De barro fui hecho por mi padre, con sus

    manos me hizo. Luego, l me dej en

    MI vientre, madre. Me entreg ah para que usted me

    diera su calor, su soplo de vida y me luciera nacer.

    Durante muchos meses estuve cu su vientre. Lo s.

    Pues s. Soy tu madre, Saka.

    Mas, cuando usted ms leche no tuvo, me

    aliment una mamsa, usted me aliment con leche

    de guanaca.

    Pues s. Corre sangre de mamsa por ms

    venas. Sangre ma, sangre de tu padre, que el duro

    barro le arranc cuando te daba lorma, y sangre de

    guanaco, adems.

    Entonces, madre, una mamsa puede ser

    tambin mi madre. Adems.

    S, puede ser, hijo. Llevas las tres sangres

    en una, que es la tuya. Como el gran lago, pues

    muchas aguas ayudaron a formarlo.

    No puedo seguir cazando guanacos,

    madre; no puedo.

    Fue cuando se present el muchachito, se

    present en la tienda de Sakanusoyin. El chamn

    quera hablarle.

    S asegur el nio, el chamn desea

    que vayas con l, Sakanusoyin.

    Rpido se fue el joven Saka a la tienda del

    chamn. All estaba ya Salilsusoyin; sentado junto al

    fuego estaba.

    Los hombres all reunidos guardaban

  • silencio. Solamente el fuego hablaba con sus chispas

    y llamas. As, como siempre habla el fuego, el fuego

    habl hasta que la voz del chamn impuso su

    autoridad. Entonces, el fuego se puso humilde.

    La verdad, jovencitos dijo finalmente el

    anciano jefe, quiero toda la verdad.

    Hemos faltado a ella se apresur a

    confesar el joven Salil.

    As fue, gran chamn agreg Sa-

    kanusoyin. Salilsusoyin desea ocupar mi lugar en

    la jornada de caza. Gustoso se lo cedo.

    No puedes interrumpi el anciano.

    Eres el corredor ms veloz. Dejars por voluntad tu

    lugar?

    Como de costumbre, atrap tan solo el

    ltimo animal se lament Salilsusoyiny. Nunca

    correr ms que el ms veloz de los cazadores; jams

    lo har.

    Qu tienes que decir Sakanusoyin?

    pregunt el viejo.

    El joven permaneci silencioso. El joven Saka

    pase su intensa mirada por las lenguas

    parlanchnas del fuego, lenguas que envolvan los

    secos maderos de la fogata. Entonces Sakanusoyin se

    decidi a sacar el habla.

    Nuestro chamn ha dicho que nada

    hagamos contra nuestro corazn.

    Eso he dicho afirm el anciano.

    Querido padre continu el joven S.ika,

    soy hijo de una mamsa. As me lo ha le velado mi

    madre. Mi corazn me dice que no debo cazarlas.

    El chamn enmudeci. El fuego habl de

    nuevo porque el anciano haba guardado silencio. El

    chamn respir profundo; el aire son hondo en su

    cuerpo esbelto. Los ojos del viejo se llenaron de

    humedad, se humedecieron sus ojos; de inteligencia

    se humedecieron, de inteligencia y sabidura. El

    chamn habl, recin habl.

    Sakanusoyin, hijo de este pueblo comenz

    diciendo el viejo, nuestro dios, nuestro buen

    Temukel nos dio la vida; es su voluntad que

    vivamos en esta tierra, en este gran hogar. Somos

    hijos de la misma madre, el cielo; ella nos cubre

    siempre, con sol y con luna, as nos cubre. Hemos

    descendido del cielo, somos herederos de los

    primeros ho- Imen. Hemos sido luces encendidas; al

    caer sobre esta tierra fuimos barro, fuimos carne,

    despus. Eso fue al comienzo. Temukel nos dio la

    forma con sus manos; con el soplo de su gran

    espritu nos dio el movimiento y las ideas, lodo lo

    que habita esta extensa tierra es hijo del cielo, del

    mismo; cada uno de nosotros es

  • hijo de ese cielo, el nico. Esa es tu madre. Tambin

    lo es la mujer que gobierna tu casa, lo es. Todo lo

    conozco, Sakanusoyin, nada ignoro. Por eso, mi

    sabidura me dice que el cielo quiere que

    alimentemos nuestros cuerpos, es su voluntad que

    as sea; el cielo quiere que guardemos la vida de

    nuestra gente, que la cuidemos. Desde que

    Temukel nos quitara eternidad, esa es la voluntad

    de nuestra madre, el cielo, lo es. Por eso ha puesto

    junto a nosotros al guanaco, al puma, al zorro y al

    cormorn. Para que nos alimentemos de ellos y nos

    protejamos del fro con sus pieles y plumas.

    El anciano guard silencio pesadamente.

    Habl el fuego, de nuevo habl, porque el viejo

    callaba.

    Me duele el corazn, querido padre dijo

    Sakanusoyin al otro lado de la fogata.

    Tu corazn sufrir todava ms si tu gente

    perece de hambre y desamparo.

    El hombre sabio habl con palabras severas,

    as habl. El anciano fue sensato, pues estaba

    persuadido de que ambos jvenes ya no eran nios.

    El klketen, la iniciacin, haba pasado haca mucho

    tiempo ya.

    El klketen, la iniciacin ^

    Sakanusoyin haba jugado con los guanacos

    desde muy pequeo. Desde muy pequeo haba

    jugado con ellos como si ellos lucran sus propios

    hermanos. Sakanusoyin saba que una vez adulto,

    tendra que salir a t azarlos; lo saba.

    El joven Saka no haba querido ser adulto.

    Pero su momento de dejar atrs la ni- nez haba

    llegado; haba llegado finalmente el momento de ser

    un iniciado al mundo de los adultos. Eso

    significaba ser un klketen, l lo saba muy bien.

    Sakanusoyin, sin embargo, nunca estuvo

    muy satisfecho de llegar a klketen.

    Las pruebas de iniciacin siempre le

    parecieron demasiado severas, eran muy severas,

    era cierto.

    Cuando al joven Saka le lleg su momento,

    los oficiantes de la ceremonia de iniciacin lo

    abandonaron en mitad del bosque; ah le dejaron

    para templar su valor de muchacho,

  • para que sobreviviera sin la ayuda de los adultos,

    para que aprendiera a valerse por s mismo.

    En aquella lejana prueba, el joven record

    cmo fue dejado en completo desamparo. El joven vio

    la aparicin de los espritus, eso mismo. Los espritus

    que simulaban ser hombres pintados con franjas

    cruzadas sobre el cuerpo casi desnudo. Aquellos

    espritus se pintaban el rostro para infundir temor a

    los hielos que flotaban en las aguas del invierno. Para

    eso se pintaban los rostros, a veces, y para infundir

    respeto entre los hombres.

    Aquellos aparecidos haban querido asustar

    al joven. Sakanusoyin debi convivir con esos

    hombres pintados, por varios das tuvo que vivir con

    ellos en el bosque.

    El joven se vio obligado a conseguir su propio

    alimento. Busc hongos silvestres, busc frutos,

    busc todo lo que le sirvi para alimentarse.

    Uno de esos das, soportando sus pruebas, el

    joven tuvo un espritu frente a sus ojos. Era el famoso

    espritu de Ktaich el que haba emergido detrs de

    los rboles y desde lejos le observaba el joven.

    Ktaich provena de las rocas cubiertas de

    musgo, de las rocas ms negras, de all provena.

  • Tena el cuerpo grueso, era corpulento el

    espritu. Apareci pintado con largas franjas

    blancas; luca dos cuernos en la cabeza, luca dos

    astas que apuntaban hacia los lados.

    Sakanusoyin se encontraba observando al

    Ktaich cuando un grupo de jovencitas cruz el

    bosque por uno de sus tantos senderos. Del ro

    venan ellas, portando cestos con lea, portando

    odres de cuero llenos de agua.

    Sakanusoyin haba querido acercarse a las

    jovencitas; el joven no pudo hacerles ninguna seal

    para advertirles de la presencia de Ktaich.

    Durante la iniciacin, al joven le prohiban

    todo contacto con semejantes y ms se le prohiba el

    contacto con mujeres.

    El Ktaich se haba ocultado detrs de los

    grandes rboles; el espritu haba seguido muy de

    cerca a las despreocupadas muchachas.

    En un segundo ellas se vieron sorprendidas

    por la presencia del temido espritu; gritos agudos

    lanzaron las jovencitas. Ellas desparramaron el agua

    de los odres sobre las hojas secas del bosque, ellas

    abandonaron los cestos con lea, desparramada

    qued la lea.

    Las jovencitas huyeron despavoridas; se

    cubran sus cabezas con las pieles de guanaco que

    les servan de vestiduras, las pieles que les servan

    de ornamento.

    El Ktaich remeci las ramas de los ..Hielos,

    produjo un ruido estremecedor el Ktaich. El

    espritu haba terminado con la serenidad del

    bosque, un infierno haba sido.

    Sakanusoyin se haba mantenido aler- la; el

    joven dese que aquellas jovencitas se defendieran

    de las molestias que causaba el Ktaich, dese que

    el espritu no abusara, |>ues ellas se hallaban

    indefensas.

    Ellas buscaron la nica proteccin que ellas

    mismas podan ofrecerse, lo nico que podan

    brindarse: sus gritos.

    Cabeza de piedra! Cara enfurecida! -le

    gritaron.

    El Ktaich se cans, de pronto, pareci

    divertirse lo bastante y se fatig. Luego se march,

    se fue para que la paz regresara al bosque de

    canelos.

    Las jovencitas, repuestas del susto, re-

    cogieron la lea esparcida; temblando recogieron

    los cestos vacos, temblando reunieron los leos

    esparcidos, temblando recogieron los odres de

    cuero; pero no pudieron alcanzar el agua derramada

    perdida entre las hojas.

    La noche se anunci en las puertas del

    bosque, en las puertas que haban permanecido un

    tanto abiertas, todava.

    Las jovencitas saban que al cerrarse las

  • puertas del bosque la oscuridad sera completa. Ellas

    regresaron de prisa a sus tiendas, regresaron prestas

    a reunirse con su gente.

    Sakanusoyin, el iniciado, soport an largos

    y penosos das. As haba terminado su rigurosa

    prueba; as haba dejado de ser un klketen

    iniciando otra vida.

    El joven deba reunirse despus con su

    chamn; el joven deba demostrar al anciano cual

    haba sido el resultado de sus pruebas en la soledad

    y el desamparo del bosque.

    Me sent como un cobarde confes el

    joven cuando no pude defender a las mujeres que

    asustaba el Ktaich.

    Cmo queras ser ms valiente?

    pregunt el chamn.

    Quise poner fin a la diversin del espritu,

    quise proteger a las mujeres. Por qu no se divirti

    conmigo que soy ms fuerte?

    Un klketen no puede luchar contra el

    Ktaich, hijo. T no podas luchar contra l, contra

    ningn espritu. Siempre mostrars docilidad y

    veneracin ante ellos. Por qu debo hacerlo, gran padre? Porque el Ktaich te daba una leccin.

    Una leccin? Atemorizar mujeres? Qu

    leccin puede ser esa? Escucha, Sakanusoyin replic

    pacientemente el anciano. Tu condicin de

    klketen ha terminado, ya no eres un iniciado.

    Conocers entonces los secretos de nues- ira gente y

    prometers no mencionar jams estos misterios, a

    nadie, menos a la mujer, que jams debe saberlo.

    As ser, gran padre. Lo prometo.

    El Ktaich te enseaba que las muirles

    deben respetarnos. Pues hubo un tiempo lejano que

    no haba respeto entre hombres y mujeres. Es lo que

    nos recuerda el Ktaich. Tiempo atrs el sol y la

    luna vivan entre los hombres, todava vivan ellos

    aqu en la tierra, como cualquiera de nosotros

    vivan ellos. En aquel tiempo las mujeres

    sojuzgaban a los hombres, sus esposos, as como la

    luna sojuzgaba al sol, su esposo. Caprichosa era la

    luna entonces y las mujeres seguan fielmente las

    enseanzas de la luna. Las mujeres se reunan

    siempre en una cabaa llamada Hain. All pintaban

    ellas sus rostros, disfrazaban sus cuerpos para

    imitar espritus fingidos que bajaban del cielo;

    espritus protegidos por la luna. Esos espritus

    atemorizaban a los hombres, los mantenan

    obedientes a la voluntad veleidosa de las mujeres.

    El anciano hizo una profunda pausa y

    prosigui:

  • Un da, las mujeres se baaban en el ro

    con sus cuerpos pintados. El sol, que las observaba,

    descubri que ellas eran espritus fingidos;

    descubri que con el agua la pintura se descoloraba

    y los cuerpos de las mujeres quedaban al desnudo,

    plidos quedaban, plidos como el rostro de la luna.

    El sol advirti a los cazadores y ofreci una leccin.

    As persigui a su mujer, la luna, para castigarla por

    el engao; mas, nunca pudo darle alcance.

    El chamn interrumpi brevemente su

    relato, tom aire y continu:

    Un buen da un cazador advertido por el

    sol sorprendi a la luna en las aguas del ro. Era de

    noche entonces; el cazador se sumergi en las aguas

    con un garrote y golpe a la luna hasta cansarse. La

    luna logr escapar de la furia del cazador; la luna

    subi al cielo, con su rostro golpeado; desde

    entonces se qued ella en el cielo, no baj ms a la

    tierra y conserva en su cara las huellas del castigo

    que recibi. Entonces, todos los hombres

    convinieron en que igual suerte podan correr sus

    mujeres si no naca en ellas el respeto por sus

    esposos. As aprendieron las mujeres a respetar a los

    hombres. Desde entonces mutuamente se respetan.

    Despus de esta sorprendente revelacin,

    Sakanusoyin regres a su familia convertido en otro

    joven. Sus padres y hermanas

    lo recibieron con cario, lo recibieron con alegra y

    lgrimas, pues regresaba sano y salvo de su prueba.

    El joven Saka poda ser considerado un

    adulto, un cazador digno de respeto y admiracin.

    Su padre le aconsej luego en el compor-

    tamiento que deba observar con sus iguales; le

    aconsej ser generoso, estar dispuesto al sacrificio,

    ser discreto durante los perodos de escasez, ser

    esforzado y laborioso en las jornadas de caza; su

    padre le aconsej mesura en todos los actos de la

    vida.

    Sakanusoyin culmin su iniciacin con

    una ceremonia familiar; recibi el arco de canelo, el

    arco que su padre haba hecho con sus manos

    cuando tuvo voluntad de casarse, cuando se lo

    obsequi a su novia manifestndole as su deseo de

    matrimonio. Las costumbres indicaban que ese arco

    sera guardado por la esposa para drselo a su

    primer hijo varn cuando este tuviera edad de

    usarlo. As recibi Sakanusoyin el arco de canelo, de

    las manos de su madre lo recibi y deba llevarlo

    consigo en sus jornadas de caza; as fue, y para no

  • contradecir las costumbres de sus padres, el joven

    haba aceptado el regalo, sabiendo que jams lo

    usara, en verdad.

    Un relato muy antiguo

    L/os dos jvenes, al salir de cacera,

    adornaban siempre sus cabezas con los tocados

    kschel. El preciado adorno consista en un nozo de

    cuero de guanaco cortado en forma triangular. El

    tocado kschel estaba reservado solo a los

    cazadores, ellos podan usarlo. Los jvenes

    cazadores lucan, adems, sus capas de cuero y

    portaban sus armas, que usaban al verse atacados

    por alguna bestia salvaje y hambrienta.

    Cierta vez, Sakanusoyin y Salilsusoyin,

    lueron acosados por un puma furioso que no les

    permita el paso al interior del bosque.

    Salilsusoyin deposit una bola de piedra en

    el cuero de su honda; el joven movi diestramente

    su brazo hacia adelante, hizo bolear la honda en el

    aire y dispar el proyectil. La poderosa esfera se

    apart del cuero de nutria, cruz el espacio como

    una bala silenciosa y golpe ferozmente a la fiera en

    plena mandbula.

  • El puma dej escapar un aullido, se espant

    y ech a correr dejando astillas de madera detrs de

    sus patas.

    Hermoso tiro, Salil! Ya no habr peligro.

    Los dos anduvieron ms de lo acostumbrado

    aquel da. Sin extenuarse casi. Cruzaron las aguas

    del ro, treparon laderas, caminaron largo a travs

    de la estepa y alcanzaron el bosque ms lejano,

    nicamente visitado por los cazadores cuando la

    caza escaseaba en la planicie.

    La noche los sorprendi muy lejos de las

    tiendas de su gente. Era difcil regresar a tientas. La

    luna se mostr mezquina y malhumorada con ellos,

    ella no quiso alumbrar sendero alguno para los

    jvenes que cazaban.

    Sakanusoyin y Salilsusoyin buscaron un

    buen refugio para guarecerse; juntaron leos e

    hicieron un fuego soberbio con sus piedras de

    chispa.

    La fogata encendida por los dos jvenes no

    era la nica en Tierra del Fuego. Las fogatas se

    extendan por todo el ancho territorio. All, ms

    lejos todava, se encenda la fantstica aurora de la

    Antrtida, la mayor de las fogatas, pues tie de

    fuego todos los cielos con sus llamas.

    Ellos estaban acompaados con esos lingos,

    estaban seguros, prximos. Saban que los suyos se

    reunan junto a esos hogares compartiendo a cielo

    abierto, esperando el da para .ir tras la caza del

    guanaco cada vez ms escurridizo.

    Las estrellas altas encendan el azul pro-

    fundo, casi negro, del cielo, iluminndolo i orno si

    estuviera de fiesta.

    El sueo de los jvenes fue interrumpido

    por la inquieta presencia de un coruro.

    El pequeo roedor, menor que una liebre en

    tamao, haba salido de su madriguera para

    buscarse alimento bajo la proteccin de la noche.

    Pero de nada le sirvieron sus prevenciones, pues los

    cazadores Saka y Salil lo capturaron con un lazo de

    cuero.

    Salilsusoyin se encarg de asarlo para la

    comida. La carne del coruro saba exquisita, tanto

    como la del conejo de monte.

    Los jvenes entornaron los ojos mientras

    coman y platicaron bastante, contaron aquellas

    viejas historias sin edad. Qu historia te agrada ms, hermano

    Salil?

    La lucha entre los gigantes Kwanyip y

    Chaskel. Esa historia es la ms sabrosa.

    Bien, hermano Salil. La escucho.

  • Mientras el joven se preparaba para narrar

    la historia famosa, Sakanusoyin estir sus piernas

    junto al fuego, se arrop con su manta de cuero y se

    dispuso a escuchar.

    Kwanyip y Chaskel comenz Sa-

    lilsusoyin su relato eran dos gigantes que

    habitaban estas extensas tierras.

    Los animales que ocupaban estas tierras

    tambin eran gigantes agreg Sakanusoyin.

    Todo era enorme entonces prosigui el

    joven su relato. Chaskel era un gigante famoso

    por su crueldad, aficionado como era a devorar

    seres humanos, preferentemente nios, que era lo

    que ms le gustaba al gigante Chaskel. Ese gigantn

    capturaba nios pequeos, los echaba en un saco

    profundo y los cargaba sobre sus anchas espaldas.

    Un da, Chaskel fue sorprendido por otro gigante,

    fue sorprendido por Kwanyip, quien le grit:

    Chaskel, detente!

    Es a m a quien hablas? replic el

    malvado gigante.

    Quiero que abras tu saco y me obsequies

    lo que llevas le dijo Kwanyip.

    Si tus fuerzas son tan grandes como tu

    insolencia respondi el gigante malo, por qu

    no vienes y lo abres t mismo?

    Kwanyip perdi la paciencia, Kwan- vip

    quiso poner fin a las atrocidades del perverso,

    Kwanyip se abalanz sobre Chaskel y si- trab con

    l en feroz lucha a muerte. Salilsusoyin hizo una corta pausa en su

    relato. Sakanusoyin aprovech el respiro de

    MI amigo y dijo: Y qu pas con la bolsa que llevaba el gigante Chaskel? Lo sabes, hermano Salil?

    La solt, creo verlo respondi Sa-

    lilsusoyin. Qu haba en ella?

    Nios.

    Vivos?

    S, creo verlos. Qu hicieron esos nios?

    Huyeron, hermano Saka. Habrn liuido? Es as

    la historia? No la hacemos engaosa?

    No, hermano Salil. As como decimos, as

    debi ocurrir en verdad. La historia no cuenta eso.

    No la cuenta; nada dice de los nios en el

    saco. Pero tenemos derecho a desentraar la

    historia. La bolsa de Chaskel siempre llam mi

    atencin, desde muy pequeo llam mi atencin.

    Siempre que escuchaba a

  • mis mayores el relato de Chaskel y Kwanyip,

    siempre quise saber algo ms de la bolsa y de los

    nios que all haba.

    A m tambin me ocurri lo mismo,

    hermano Saka. Ahora lo recuerdo.

    As es, muy cierto. Contina, Salilsusoyin,

    no detengas ms el relato, quiero llegar pronto al

    final.

    Salilsusoyin prosigui:

    Kwanyip y Chaskel lucharon, mucho

    lucharon, sin darse tregua, sin darse descanso.

    Lucharon hasta hacer temblar la tierra, lucharon

    hasta caer al suelo y rodar a las aguas del gran lago.

    Los gigantes cayeron a las aguas con sus

    voluminosos cuerpos; hicieron que las aguas se

    alzaran, hicieron que las aguas formaran enormes

    olas, olas tan gigantes como Kwanyip y Chaskel. Las

    olas inundaron la tierra que rodeaba el lago. Con la

    salida de las aguas huyeron los animales al interior

    de los bosques, las aves espantadas volaron a las ci-

    mas altas de las montaas; desolado qued el lago.

    Los gigantes lucharon hasta que por fin

    Kwanyip sumergi la cabeza de Chaskel en el agua;

    le hundi la cabeza, no lo dej salir a tomar aire, no

    lo dej hasta que Chaskel jur a los cielos,

    arrepentido, de que jams le

  • hara ningn dao a ningn ser humano de esta

    tierra.

    Salilsusoyin concluy as su relato.

    Hermosa historia coment Saka-

    nusoyin. Sabes qu pas con los nios que

    huyeron del saco que llevaba Chaskel?

    No, hermano Saka. T lo sabes?

    Sakanusoyin aspir casi todo el aire que lo

    rodeaba, acomod mejor sus piernas junto al fuego y

    se dispuso a narrar el final del relato. As prosigui

    el cuento:

    Despus que Kwanyip venci a Chaskel,

    el gigante victorioso se intern en el bosque; quera

    buscar la bolsa del gran arrepentido. Mas, Kwanyip

    nada encontr, no encontr la bolsa, por mucho que

    la busc. l saba que el saco contena nios

    capturados por Chaskel; el buen gigante, al no

    encontrar el saco se entristeci, muy triste se puso y

    casi se desplom aplastando dos grandes coiges.

    Es ese el final de la historia? Tan triste

    es?

    No es triste, Salilsusoyin. Kwanyip no

    encontr la bolsa, como dije, pero tropez con dos

    nios perdidos en el bosque, dos extraviados que

    dijeron ser hurfanos. El gigante sospech que

    haban escapado ilesos del saco de Chaskel y los

    adopt, los adopt

    \ los cuid como si fueran sus propios hijos.

    Kwanyip conserv esos nios a su lado hasta que se

    hicieron hombres. Un da, Kwanyip se consider

    viejo y decidi subir al cielo para convertirse en

    estrella para siempre. Pasaron los aos; los hijos

    adoptivos de Kwanyip siguieron el mismo camino

    emprendido por su padre, subieron al cielo para

    convertirse en estrellas.

    Sakanusoyin concluy as su relato.

    El otro joven estaba maravillado, jams

    nadie le haba hablado de aquel final tan hermoso.

    Es eso cierto?

    Ven, hermano Salil. Sgueme.

    Sakanusoyin llev a su compaero a cierto

    lugar en el bosque; lo llev ah donde los rboles no

    eran tan densos y sus copas frondosas dejaban ver el

    elevado cielo. Ellos observaron las grandes

    constelaciones, estrellas que se vean tan cerca, tan

    inmensas, que ganas daban de tocarlas con los

    dedos.

    Aquella estrella roja es Kwanyip explic

    Sakanusoyin. Aquellas dos que estn a su lado son

    sus hijos.

    Salilsusoyin tena la vista extraviada en el

    cielo.

  • La alucinacin

    A -id da siguiente comenzaba, una nueva

    jornada. La cacera result larga y fatigosa, ms

    extenuante que las anteriores. Resultaba difcil encontrar guanacos.

    Hemos caminado dos das y no hallamos

    al animal dijo a su compaero, Sakanusoyin. Me asustas, hermano Saka. Es as, Salilsusoyin. Qu haremos? No regresaremos sin nada

    en las manos.

    T regresars para alertar a los nuestros.

    Les dirs que el guanaco escasea, que cada vez se

    hace ms difcil hallarlo.

    Ir a mi gente para decir lo que me pides,

    pero qu hars t, hermano Saka?

    Seguir tras el rastro del animal, buscar

    hasta encontrarlo. No dejar que el

    guanaco se eche a morir por culpa de los hombres. Salilsusoyin se inquiet, se inquiet de

    LAS. Las palabras de Sakanusoyin sonaban

    tristes.

    Saka le dijo el joven con temblor en los

    labios, no pensars subir al cielo para convertirte

    en estrella?

    No lo har, Salilsusoyin. Puedes confiar.

    Me asustas. No quisiera que nos falta ras

    en la tierra nuestra. No quiero llorar tu i au sencia;

    no quiero hacer cortes de sangre en mi rostro, en mi

    pecho; no quiero dejar de nombrar tu gracioso

    nombre; no quiero que S.ikanusoyin se haga

    silencio.

    Los jvenes se echaron en los brazos,

    amistosamente, el uno en los brazos del otro.

    Sollozaron con honda tristeza, pues deban

    separarse.

    Sakanusoyin comprendi que la envidia

    demostrada por su compaero haba sido un

    sentimiento pasajero, como a veces las nubes lo son.

    Salilsusoyin se haba convertido al fin en un

    verdadero amigo.

    Salil, hermano le dijo, aqu tienes mi

    arco de canelo; aqu tienes mis flechas de pedernal.

    Son tuyos. Quiero que los conserves, es mi amistad

    la que llevas.

    Saka, hermano respondi el otro joven

    , no desarmars tu brazo solo por darme un

    obsequio.

  • No necesito armas para hacer lo que me

    propongo. Seguir mi camino con los brazos

    livianos.

    Quiero dejar mi arco contigo. Lo colgar

    en la rama de este rbol; cuando regrese por ti sabr

    que te has marchado si el arco y las flechas no estn.

    Saldr a buscarte, buscar hasta encontrarte.

    Promete, Sakanusoyin, promete que no te separars

    de l.

    Lo prometo, Salilsusoyin.

    Desear que la buena fortuna te acompae

    siempre. Dejar contigo mis piedras de chispa, las

    necesitars. Cmo encenders el fuego de tu

    hogar?

    T te quedas en soledad. Yo me marcho;

    encontrar muchos fuegos en mi camino.

    Los jvenes se despidieron. Salilsusoyin

    debi regresar sobre su propio rastro. Un largo

    regreso le esperaba.

    Cuando la figura del joven que se marchaba

    termin de perderse tras los lejanos rboles, decidi

    Sakanusoyin buscar una caverna en el monte y hacer

    all su nuevo refugio.

    Esa noche el joven comi hongos silvestres

    bien asados en el fuego; bebi agua cristalina de una

    vertiente que descenda muy cerca de la caverna.

    Despus de la merienda, con el sueo que le

    vino despus, aparecieron las alucinaciones. El joven

    tuvo su noche de deslumbramiento. La luna estaba

    en eclipse y Sakanusoyin tuvo una alucinacin

    perfecta.

    Sakanusoyin vio al chamn presentarse en la

    caverna; el chamn se reuna con l.

    El apreciado anciano luca un bello tocado de

    plumas en la cabeza, luca su capa de guanaco, luca

    un crculo rojo en cada mejilla de su rostro.

    El chamn no dej nunca de observar la luna

    y realiz cantos embelesadores.

    Despus de los cantos cogi al joven de la

    mano y lo condujo fuera de la caverna.

    Ah comenz el viaje de Sakanusoyin hacia el

    centro de la luna. Durante el viaje comprob que

    volaba sobre el bosque de canelos, volaba sobre el

    bosque de coiges, volaba sobre cerros y montaas,

    volaba sobre la aurora antrtica.

    El joven pudo ver el vasto ocano, como

    nunca antes lo haba visto, pudo ver lo interminable

    que el mar era. Tambin vio los espejos de la luna

    incrustados en los grandes hielos eternos y supo por

    qu a veces se dice que all estn enterradas las

    lgrimas de la luna; cuando llora, su llanto se

    incrusta en los

  • hielos eternos, pues ella no quiere que sus lgrimas

    se pierdan en el fondo de los ocanos.

    El joven vio que el resplandor de la luna

    creca; mientras ms prxima era su cercana, ms

    intensa se haca su refulgencia. Cerr los ojos, los

    cerr porque sinti que ellos no le servan, de tanta

    claridad que tena en su vista. Estaba encandilado

    por la belleza de la luna.

    Escuch luego la voz del chamn, su gua.

    Escucha, Sakanusoyin. De la luna misma

    depende tu ventura venidera. Si eres aceptado por

    ella, tendrs un tiempo futuro asegurado;

    prolongada ser tu suerte, si ella te acepta. Mas, si

    te rechaza, tendrs una pronta muerte.

    Cmo sabr, gran padre, cul ser mi

    suerte?

    Lo sabrs al regresar de este viaje; al

    despertar lo sabrs.

    Qu signos debo descifrar?

    Si descubres un puado de hierbas

    manchadas con sangre, si la punta de tus flechas

    estn manchadas con sangre, si lo estn los bordes

    de tu vestimenta, sabrs que la luna te ha puesto

    bajo su sombra, sabrs que ella atrap tu cuerpo,

    sabrs que te rechaza.

    Y si ella no me rechaza, gran padre, qu

    indicio hallar?

  • Si ella no te pone bajo su sombra, recibirs

    un obsequio valioso; recibirs una esfera que de

    piedra ser, que de madera ser, que ser de cuero el

    obsequio que ella te obsequiar. As testimonia ella

    su tolerancia. Si es esa tu buena estrella, debers

    coger el obsequio con tu boca. Si as lo haces, sers el

    nuevo chamn de tu gente, lo sers cuando tengas

    edad suficiente para serlo. Ese es el indicio y ningn

    otro encontrars.

    As le habl al joven el chamn durante el

    viaje al centro de la luna. Y guard silencio; condujo

    a Sakanusoyin de regreso a la caverna para dejarle

    dormido junto al fuego.

    Ms tarde, el joven despert; despert al

    sentir el sol directo sobre su frente abierta. El joven

    Saka abri los ojos. Una luminosidad diferente tena

    ante su vista. Entonces, cuando sus ojos se

    acostumbraron a la luz del da, entonces, el joven

    descubri el obsequio de la luna, el buen indicio del

    que le haba hablado su chamn.

    A la entrada de la caverna, en el centro de

    ella, haba una esfera perfecta; pulida era ella,

    brillante era la esfera.

    Con instinto puro el joven quiso estirar el

    brazo, quiso alargar la mano para coger el obsequio;

    mas, justo a tiempo se contuvo y record las palabras

    del gran padre.

    Cogers el obsequio con tu boca.

    El joven abandon la capa de cuero que le

    daba abrigo y se acerc a la esfera.

    Sakanusoyin abri la boca y mordi el

    obsequio con sus labios, lo mordi con suavidad, con

    sumo cuidado lo hizo. Por el sabor cido supo el

    joven que la esfera era de cuero, un cuero terso, como

    la piel de la madre cuando se la besa.

    El joven se puso contento, pues magnfico era

    su despertar.

    Las palabras del chamn sonaron una vez

    ms en su mente:

    As sabrs que has de ser el nuevo chamn

    de tu gente, cuando tengas edad suficiente para

    serlo. Ese es el indicio y ningn otro encontrars.

  • Un viaje solitario

    Al amanecer, Sakanusoyin se intern en el

    bosque.

    Vesta su capa larga de cuero, su manto kcel,

    que lo protega no solo del fro, sino tambin de las

    piedras, de las durezas de los matorrales espinudos.

    El joven no se desprenda de su capa de

    cuero; buena suerte le traa.

    Los guanacos se detenan al olfatear el olor de

    su propia piel; ante la piel curtida se quedaban

    petrificados.

    El cazador solitario cruz el bosque para ir

    directamente al lago de los patos. En ese lugar las

    aves ocupaban la orilla por cientos y por miles; tantos

    eran los pjaros que all haba.

    Bellas aves que buscaban comida bajo el sol

    clarsimo de la maana.

    Estas aves se alimentan del lago. Mi gente

    podra alimentarse de ellas reflexion el joven.

    Sakanusoyin observ maravillado la gran

    abundancia, la variedad y el colorido de aquellas

    aves.

    El joven se acerc a la orilla y pudo tocar los

    pjaros con la punta de sus pies, casi. Los patos

    salvajes no se desperdigaron con la presencia del

    cazador. No le teman, no tenan por qu, ellos no

    conocan cazador alguno. Era la primera vez que un

    hombre se aproximaba tanto al lago. Aquellas aves

    no saban todava que a los hombres haba que

    cogerles miedo.

    Sakanusoyin se sent, en la orilla de las

    aguas se sent; muy cerca de las aves descans y

    admir lo que le rodeaba.

    El joven record el origen de aquellos

    pjaros, origen que enterneca su alma. Sakanusoyin

    record que el nacimiento de las aves fue durante

    las grandes guerras, cuando grupos de cazadores se

    lanzaron unos contra otros; para dominar territorios

    se lanzaban a la guerra.

    En aquel tiempo se produjeron perse-

    cuciones y matanzas. Cierta vez, un grupo de

    mujeres hua por la estepa, pues ciertos cazadores

    las acosaban para apoderarse de ellas, para hacerlas

    sus mujeres y vengarse as de los esposos de ellas,

    sus enemigos. Las mujeres que huan se lanzaron

    valientemente a las

  • aguas fras. Se lanzaron y preferan morir ahogadas

    antes que caer en las manos de sus terribles y

    enfurecidos perseguidores. Ellas quisieron nadar en

    el lago y salvarse, pero el fro de las aguas las fue

    venciendo. Las ancianas quisieron proteger a las

    jovencitas, pero el fro de las aguas las fue

    venciendo. Para salvarse, para no morir ahogadas,

    las mujeres comenzaron a convertirse en patos, en

    hermosos patos salvajes se convertan aquellas

    lindas mujeres. As salvaron ellas sus vidas

    preciosas.

    Sakanusoyin decidi entonces que jams

    causara algn dao a esas aves tan bellas, pues

    tena su pasado en la memoria.

    El joven prosigui su marcha hasta alcanzar

    la playa arcillosa.

    All se desprendi de su manto kcel y se

    meti desnudo en el lago.

    El joven moj bien su cuerpo y luego lo

    pint con barro. Pintura rojiza era aquella, la

    pintura que Sakanusoyin se echaba en el cuerpo.

    En los tiempos de las grandes guerras,

    pintarse el cuerpo de esa manera significaba estar

    preparado para el combate. Pero Sakanusoyin no se

    embetunaba para guerrear, se alistaba para la

    captura del guanaco, solo eso.

  • La pintura al secarse en el cuerpo quedaba

    confundida con la corteza de un rbol, en eso

    quedaba convertido el hombre pintado de rojo: en la

    corteza de un rbol, casi.

    Era como ver un arbolito, como ver un

    canelo que tiene corteza roja, casi.

    El guanaco se mostrara confiado, pues no

    vera peligro entonces. Para el animal no existira

    cazador que quisiera atraparlo; solamente un rbol

    estara aguardndolo.

    Es para lo que Sakanusoyin se dispona, se

    preparaba para capturar a su presa.

    Camin a zancos bien largos el remedo de

    rbol y fue dejando trampas para zorros; fue

    dejando lazos abiertos en los senderos del animal.

    All donde haba huellas, donde rastros de animal

    haba. Sakanusoyin fue dejando sus trampas, sus

    lazos abiertos para que la presa quedara aprisionada

    en ellos.

    El joven conoca muy bien el rastro de los

    animales. Entenda las huellas con claridad, como

    quien entiende un libro, como quien entiende lo que

    las estrellas dicen.

    Sakanusoyin saba la direccin que haba

    tomado el animal, saba qu velocidad llevaba el

    animal en su carrera, todo lo saba l. Conoca los

    ruidos del bosque, el lenguaje de la estepa que

    hablaba con sus colores, segn la

    hora del da y la estacin del ao. Sakanusoyin saba

    cuando ella estaba triste o estaba festiva, si era

    invierno o verano, si ella estaba florida o marchita.

    El joven saba darle su cara al viento para escuchar

    el desplazamiento del zorro, para escuchar el rumor

    del guanaco cuando corra.

    Sakanusoyin hizo un largo camino para

    buscar al guanaco. Cruz extensos lagos, vade sus

    orillas para encontrar al guanaco. Descendi a las

    profundas quebradas y solo se detuvo cuando lleg

    al ocano, al otro, el ocano que su gente siempre

    tena en las espaldas, ms all de las montaas. En

    ese otro ocano tambin se vean los altos hielos

    azules. En el horizonte podan verse, no antes. Cuan-

    do tocaba verano aquellos hielos se vean rojizos, sin

    brumas, sin nieblas, tampoco nubes.

    Cruzar aquel mar, cruzar aquel territorio de

    hielos abiertos al cielo significaba hacer el ms largo

    de los viajes, el viaje al cielo, el viaje que haba

    hecho el gigante Kwanyip y sus dos hijos, para

    convertirse en estrellas.

    Sakanusoyin sinti que sus ojos se llenaban

    de lgrimas y record las tiernas palabras de su amigo Salil:

    No pensars subir al cielo para trans-

    formarte en estrella?

  • El joven sinti su corazn lleno de sen-

    timiento, entonces quiso hablar con Dios, con

    Temukel quiso hablar.

    Padre le dijo, t que eres tan

    poderoso, t que nos infundes temor y respeto, t

    que hiciste el cielo y la tierra cuando nada exista,

    que nos diste forma y vida, t, padre Temukel,

    tienes que hablarme.

    As habl el joven Saka al Dios de Tierra del

    Fuego.

    Lo hizo sin miedo pues su rostro estaba

    pintado de rojo, como tambin lo estaba su cuerpo.

    Estaba pintado para estar frente a los grandes

    hielos, pues solo as los hielos respetaban a los

    hombres en aquel tiempo.

    El secreto de la lechuza :8^

    El viento de los hielos golpe el rostro de

    Sakanusoyin. Las aguas inquietas del mar mojaron

    las puntas de los mocasines del joven. Los cabellos

    negros del cazador bailaron bajo la atadura del

    kschel que adornaba su frente.

    Sakanusoyin decidi virar en redondo para

    regresar por el mismo camino que lo haba llevado a

    las puertas del gran dominio del padre Temukel.

    El joven volvi sobre sus pasos. Al regresar

    encontr la primera trampa, que era la ltima que

    haba puesto. La trampa estaba vaca. El joven

    recogi el lazo y escuch el chillido burln de la

    lechuza.

    No te burles, K'uumits le dijo el joven al

    pjaro que haba chillado. Conozco tu origen. Lo

    confesar si te burlas de m.

    El pjaro burln call en seguida.

    Sakanusoyin guard el lazo de cuero entre

    sus ropas y prosigui su camino.

  • Al cabo de un rato encontr la segunda

    trampa, que era la penltima que haba puesto. La

    trampa estaba vaca. El joven recogi el lazo y

    escuch el chillido burln de la lechuza.

    No te burles, K'uumits volvi a decir el

    joven al pjaro que haba chillado. Conozco tu

    origen. Lo confesar si te burlas de m.

    El pjaro burln call en seguida.

    Sakanusoyin guard el segundo lazo de

    cuero entre sus ropas y prosigui su camino.

    No haba caminado demasiado cuando

    encontr la tercera trampa, que era la antepenltima

    que haba puesto. La trampa estaba vaca, igual que

    las anteriores.

    El joven esta vez no se agach para recoger

    el lazo y guardarlo entre sus ropas. Sakanusoyin

    esper el chillido del pjaro.

    La lechuza, en su rbol, no chill.

    K'uumits! dijo el joven. No te

    burlas?

    La lechuza no respondi. El joven insisti.

    No te burlas le dijo porque has

    comido mis presas en mis propias trampas. Las

    comiste del mismo modo que devoraste el cuerpo de

    tu cuado, cuando eras mujer y no pjaro.

    La lechuza dio unos cuantos aleteos en la

    rama del rbol, quiso escapar el pjaro, con su pico

    chico bien cerrado quiso salir volando.

    Pero el joven lo detuvo.

    No escapes, K'uumits le dijo.

    El pjaro se pos en otra rama, gir en

    redondo su cabeza, inquieto, como si estuviera

    alerta, como si tuviera miedo.

    Ests oteando, K'uumits, no quieres que se

    escuchen mis palabras agreg el joven. Una

    piedra debera lanzarte y dejar tu cuerpo tumbado

    en la hierba. Mas, revelar tu secreto ser un castigo

    bien merecido por la burla que me has hecho.

    El pjaro se inquiet an ms y quiso escapar

    volando, pero el joven lo detuvo.

    K'uumits! le dijo, recuerdas cuando tu

    esposo pregunt por su hermano? No lo s, fue tu

    respuesta. Eras mujer entonces, y te habas comido a

    tu cuado. Tu esposo encontr parte de su hermano

    bajo unas mantas, en un rincn de tu casa lo en-

    contr. En ese momento tu esposo se enfureci y te

    maldijo. En ese momento, K'uumits, te hiciste

    lechuza. Tu esposo se convirti en gorrin y t en

    lechuza. Ese fue el origen y lo he revelado para que

    no vuelvas a hacer mofa de m.

  • El joven dej que el pjaro escapara; se alej

    chillando como si un bochorno le hubiese dado. Por

    eso, solo aparece de noche el K'uumits, para que

    nadie le recuerde su vergonzoso origen.

    En su regreso al refugio, Sakanusoyin

    encontr todas las trampas restantes con alguna

    presa en ellas. El jugueteo de la lechuza haba

    terminado con la astucia del joven.

    Sakanusoyin recogi las presas; eran zorros,

    nicamente zorros asustados, eso eran.

    El joven encontr una sorpresa en la ltima

    trampa, que era la primera que haba puesto. Una

    mamsa joven estaba enredada en el lazo.

    Sakanusoyin sinti que la felicidad le haca

    olvidar por completo el mal rato pasado con la

    lechuza. Su da de caza, su esfuerzo era

    recompensado.

    El joven cazador llev sus presas al refugio.

    All las at para que no se escaparan durante la

    noche.

    Esa noche el joven durmi profundo; ningn

    sueo tuvo el joven. No haba necesidad de soar, de

    tener alucinaciones; su da haba sido bueno.

    EL guanaco de la discordia H

    H aba amanecido. De pie, a la entrada de la caverna, estaba

    Salilsusoyin.

    Detrs del visitante, la luz del da creaba

    destellos caprichosos; el sol llenaba de sombra la

    figura del joven recin llegado al refugio de

    Sakanusoyin. Pareca una de las tantas fantasas que

    el joven haba tenido desde que se refugiara en

    aquella cueva junto al monte.

    Soy yo, hermano Saka dijo al fin el

    visitante.

    T, hermano Salil? respondi

    sorprendido el joven y entrecerr los ojos, pues la

    claridad de la maana le caa de lleno en el rostro.

    El mismo, hermano. Vine tan pronto como

    lo permitieron mis pies.

    Nada has tardado.

    Era noche an cuando sal de la tienda de

    mis padres prosigui el joven Salil. El sol tena a

    su esposa, la luna, cogida de los

  • cabellos, casi la tena en sus manos. Entonces

    emprend la marcha, hice lo que me indicaste,

    Sakanusoyin. Corr poniendo solo la punta del pie

    en el terreno; as pude avanzar ms rpido.

    Sakanusoyin se estremeci bajo su manto

    kcel y se incorpor de un salto.

    Hermano Salil! exclam, estoy feliz.

    Me alegro de verte. Me alegra saber que corres

    ligero. Ahora descansa, hermano. Traes hambre?

    Tengo frutos deliciosos para desayunar.

    Con gusto comer esos frutos respondi

    Salilsusoyin y se acomod en el interior del refugio.

    Sakanusoyin aviv las brasas de la fogata.

    Junto al fuego se platica con ms deleite. Los amigos

    se sentan reconfortados. La amistad prenda, creca.

    Las paredes de la caverna se iluminaron. El rostro

    de Salilsusoyin tambin se ilumin al descubrir las

    valiosas presas que haba capturado Sakanusoyin.

    Hermosos zorros! -exclam lleno de

    admiracin el joven Salil.

    Seran muchos ms si la lechuza no se

    hubiera burlado. Revelaste su secreto para castigarla?

    Lo hice, pero igual se comi el fruto de mi

    captura.

    No has destripado ningn zorro. Por

    qu?

    Porque son tuyos, hermano Salil.

    Y el guanaquito? pregunt Salilsusoyin

    con gran inters, pues acababa de descubrirlo en la

    semipenumbra de la caverna.

    Ese animal se queda conmigo respondi

    con seguridad el joven Saka.

    Salilsusoyin enmudeci, plido se torn el

    joven; pens que la soledad que su amigo soportaba

    en aquel refugio le haba arrancado la sana razn,

    alejndolo de sus deberes, apartndolo de la

    obligacin que tena con los suyos.

    Tu gente creer que has fallado dijo

    Salilsusoyin.

    Atrap muchos zorros. Son tuyos, llvalos

    a nuestra gente.

    Desde que te marchaste insisti el joven

    Salil nadie ha vuelto a probar la carne del

    guanaco, nadie ha podido hacerlo, pues hay escasez

    de ella. Ninguno de nuestros cazadores ha

    conseguido capturar un solo guanaco. Perdido anda

    el animal. Pero t s has atrapado al guanaco, debes

    darlo a tu gente.

    Comern zorros, conejos comern.

    Bastante hay en la estepa y en el monte. Hasta un

    nio puede atraparlos.

  • Los nuestros no estarn satisfechos con tu

    respuesta. Eres el mejor cazador. Atrapaste un

    guanaco, tu deber es destriparlo en este mismo lugar

    y ofrecer su carne a tu gente.

    Sakanusoyin no respondi. Guard silencio

    el joven. No necesitaba que le recordaran sus

    deberes. Cmo hacer que su compaero

    comprendiera? Cmo hacer para que todos

    comprendieran que haba un deber mayor, una

    obligacin que todos deban atender? Finalmente,

    despus de un largo rato de silencio, Sakanusoyin

    habl:

    Me quedar un largo tiempo en este

    refugio. Est bien, Saka. Puedes hacerlo, si

    Salilsusoyin! la voz del joven son

    severa. No tocars al animal!

    Los amigos se enfrentaron, como dos fieras,

    como si fueran enemigos. Salilsusoyin amenaz al

    joven Saka con su cuchillo de pedernal. Los cuerpos

    chocaron. Los cuerpos forcejearon. Tan enfurecidos,

    tan ciegos estaban. Sakanusoyin empuj lejos a su

    amigo y se puso delante del animal para protegerlo.

    Saka! grit desesperado el otro joven.

    Tu gente muere! Tendr que decir que Sakanusoyin

    se ha vuelto mezquino y cobarde?

    El joven entristeci con las duras palabras de

    Salilsusoyin. T pntrp qmhns culmin; la pena

  • Sakanusoyin hundi su mano en una bolsa

    de cuero y sac de ella un puado de murtillas rojas.

    Toma, hermano Salil le dijo a su

    compaero, desayunemos. Comamos y dejmonos

    aconsejar.

    El joven Saka meti otra vez la mano en la

    bolsa y sac otro puado de murtillas; estas las

    arroj fuera de la caverna.

    Voy a comer dijo el joven. Lo que

    arroj es para ti, que ests all arriba. Benvolo seas!

    Dinos tu voluntad, padre Temukel!

    Luego, el joven Saka, cogi la esfera de

    cuero y la acarici en silencio, mientras coma con su

    compaero Salil.

    Har una prueba dijo Sakanusoyin

    despus de un rato.

    Qu prueba? el otro joven lo mir a los

    ojos.

    Escucha, hermano Salil. Dejar escapar al

    animal. La mamsa se ir.

    No puedes hacerlo, Saka.

    Lo har.

    No tienes juicio. Cmo quieres ganar la

    buena voluntad de nuestro padre Temukel? No

    dejars escapar el animalito. Est escaso. Los

    cazadores lo buscan con desesperacin. Habr

    guerra entre familias, lo sabes.

    Lo s, hermano Salil. Lo s y es lo que ms

    me angustia. Har la prueba. El padre Temukel me

    habl.

    Qu hars?

    Dejar que el animalito busque su manada,

    que busque su refugio. Nosotros dos saldremos a

    cazarlo y que sea la voluntad de Temukel. Si t

    atrapas al animal, tuyo ser y podrs destriparlo en

    el mismo sitio de la captura. Olvidar que antes fue

    mo. Lo olvidar por completo. Pero si yo lo atrapo

    una vez ms, ser mo, el animal ser mo para

    siempre. Se quedar conmigo, se quedar hasta que

    mi voluntad determine que debo reunirme con los

    mos.

    Qu consejo te ha dado Temukel?

    protest Salilsusoyin. Lo atrapars con seguridad,

    eres el mejor de todos. No creo que Temukel te

    haya hablado de ese modo.

    No lo crees, Salilsusoyin? Pues, escucha.

    Escchalo t mismo. Qu te dice el que est all

    arriba?

    Salilsusoyin guard silencio. Baj los ojos

    hasta el suelo y alz su rostro hacia el cielo. Esper

    una seal, esper y esper, mas ninguna voz

    escuch. El joven pens que Temukel era injusto, el

    joven pens que Temukel no protega a los

    desvalidos.

  • Hermano Salil insisti Sakanusoyin, te

    dejar marchar. Antes que yo, marchars t tras el

    animal. Y cuando mis ojos no te distingan en la

    lejana, slo entonces, partir en persecucin de la

    mamsa.

    No quiero superioridad! se indign

    Salilsusoyin.

    No pienses que hay engao.

    Salilsusoyin lo medit por un instante; en su

    mente aparecieron las splicas y demandas de su

    gente.

    Est bien dijo al fin. Marchar antes

    que t. Suelta el animal!

    Y Sakanusoyin lo hizo.

    La prueba

    Sakanusoyin espant al animalito; lo

    avent con gritos y manotazos al aire.

    La guanaquita, en tan corto tiempo, se haba

    amansado con la buena compaa de Sakanusoyin.

    El animalito dud todava, recel. Sa-

    kanusoyin tuvo que espantarlo con insistencia hasta

    que cedi, cedi el animalito y escap velozmente.

    Cort por un sendero estrecho, por ah cort en

    veloz carrera. La mamsa se intern an ms en el

    espeso bosque; se dirigi a la regin por donde sale

    el sol, el mismo sol que ya estaba en lo alto; hacia el

    sol huy el guanaquito.

    No le concedas tanta ventaja inst Sakanusoyin

    a su compaero. No la pierdas; que no escape.

    Debo atraparla respondi Salilsusoyin

    . No quiero un maana con deshonra. Advertido

    estoy por el chamn. Si no consigo caza mayor

    tendr que acompaar a las mujeres

  • a recoger frutos silvestres o atrapar peces pequeos

    en la orilla de las aguas.

    Anda, hermano Salil! Corre! grit

    Sakanusoyin, de impaciencia grit, de susto grit por

    el animalito que hua.

    Salilsusoyin apret su manto kcel contra el

    cuerpo y sali en veloz carrera detrs de la presa.

    El terreno era hosco, era difcil, era quebrado,

    distinto a la estepa tan plana, tan abierta.

    Ese fue el camino que haba escogido el

    animal perseguido.

    Salilsusoyin perdi de vista la presa; tuvo que

    detenerse varias veces para observar la huella fresca,

    el rastro que la bestiecita iba dejando en el terreno.

    Suba, el rastro lo deca claramente. El joven apresur

    el paso; el joven se intern en el bosque y al volver

    atrs la vista, comprob que Sakanusoyin no se

    distingua, por ningn lado se vea. El cazador

    escuch un ruido entre los rboles. Salilsusoyin se

    detuvo. El joven se qued inmvil; se ocult detrs de

    su manto, como si ste fuera un escudo, como si fuera

    una proteccin que simulaba ser el tronco de un

    rbol.

    Si es mi presa la que hace ruido pens el

    joven Salil, la atrapar aqu mismo.

    Y se ocult completamente; asom tan solo

    la punta de la cabeza por el borde superior del

    manto; asom su cabeza para que se viera su kschel

    hermoseando su frente; asom la punta de los ojos,

    tan slo eso asom el joven.

    Si es mi presa la que hace ruido, pens

    otra vez el joven Salil, se detendr al descubrir mi

    manto kcel. Inmvil quedar al reconocer el olor de

    su piel. Entonces, saldr desnudo de mi escondite y

    la cazar. Mo ser el animalito.

    El ruido no cesaba, el ruido continuaba muy

    cerca de ah, entre los rboles. Pero la bestiecita no

    apareca, por ningn lado se vea. Salilsusoyin sinti

    que la espalda se le pona tiesa de fro.

    Ha de ser algn espritu dijo callado,

    para que nada ni nadie escuchara sus pensamientos.

    Salilsusoyin ni siquiera sospechaba lo que

    ocurra; ni siquiera sospechaba que en ese momento

    un espritu del bosque le segua los pasos muy de

    cerca. Como el joven no viera lo que causaba tal

    ruido, comenz a intuir que algo sobrenatural estaba

    a sus espaldas.

    Es un espritu asegur el joven. Puede

    ser Mehn, que es un espritu bueno y

  • seguramente me ayudar en mi tarea. Pero si es

    Yohsi, puedo estar seguro de que me har muy

    difcil mi labor, pues Yohsi, s que es un mal

    espritu. Quiz se ha metido en mi sombra!

    concluy asustado el joven Salilsusoyin.

    Nada se vea, sin embargo. El joven quiso

    atrapar su sombra, para ver si notaba algo extrao

    en ella; descubri tantas sombras en esa parte del

    bosque, que no supo cual de todas era la suya.

    Salilsusoyin sinti el desamparo; lo invadi

    un profundo desasosiego, muy solo se sinti, muy

    solitario pens que estaba, tanto, que andaba incluso

    sin su propia sombra.

    Hermano Saka! exclam lastimo-

    samente. Por qu no ests conmigo? Debo morir

    en medio del abandono?

    Despus de sus palabras que sonaron como

    un grito, despus del llamado de auxilio, el joven

    escuch un fuerte crujir de ramas. Salilsusoyin

    entendi que algo terrible se aproximaba. Sin

    pensarlo dos veces, salt; disparado como un

    proyectil, brinc a un costado y ech a correr en

    cualquier direccin. El joven arrastraba su manto

    kcel entre las hojas, entre los troncos cados lo

    arrastraba. Resbal, rod, cay de bruces y de

    espalda; no pasaron ni dos suspiros del joven,

    cuando un

    coigiie gigante se vino al suelo. El rbol inmenso

    cay con todo su peso y largura en el mismo lugar

    que Salilsusoyin haba elegido como escondite para

    capturar a su presa; ah mismo se desplom el

    coige. Slo entonces el joven comprendi lo que

    ocurra.

    Yohsi! exclam. Es Yohsi el espritu

    que me anda rondando! Ese rbol me habra

    aplastado. Ahora tendr que ver a Yohsi, tendr que

    presentarse ahora. Todos tenemos que verlo,

    tenemos que ver a Yohsi alguna vez en la vida. Me

    corresponde, y tendr que mostrarme valeroso ante

    su presencia. Gran Padre Temukel, sea cual sea tu

    nimo, lo acepto!

    No haba terminado de pronunciar aquellas

    palabras, cuando Salilsusoyin crey sorprender un

    contorno luminoso que se ocultaba en lo ms

    sombro del bosque.

    Ah est! murmur el joven. Es

    Yohsi! Jams lo imagin as.

    Salilsusoyin no supo qu hacer; no supo si

    era mejor salir corriendo, huir; no supo si era mejor

    permanecer en el sitio esperando lo peor. Entonces,

    sac valor de su temor y se decidi.

    Si me acerco a l, se ir; al querer acer-

    carme a l se ir reflexion el joven. Soy

    valiente, debo ahuyentarlo. Le demostrar

  • que no le temo, aunque por dentro est temblando.

    Me mostrar cauteloso, pues Yohsi querr

    atraparme.

    Decidido a todo dio unos pasos en direccin

    al espritu; otros ruidos desconocidos se

    presentaron, ruidos seguidos de un aullido

    estridente. La luminosidad con forma humana

    desapareci, en un instante se esfum en el aire.

    Lo saba! grit el joven. Desapareci!

    Soy valiente; con mi valor lo ahuyent. Yohsi se ha

    escondido por ah, en algn escondrijo se ha metido.

    Al joven le volvi la sangre al cuerpo; sinti

    que su alma se aquietaba, que su pulso se calmaba;

    ms seguro se sinti Salilsusoyin, conforme consigo

    mismo estaba. Se dio unas cuantas palmadas en los

    brazos, se felicitaba, se dio nimo para continuar.

    En ese preciso instante, otro crujido se

    produjo, un ruido muy similar al anterior. Pero

    Salilsusoyin estaba advertido. Ese ruido presagiaba

    la cada de otro coige, pues era el modo que

    utilizaba Yohsi para atemorizar a sus vctimas.

    Salilsusoyin sali disparado del lugar, sin

    meta ni destino, huyendo para buscar refugio en

    otro sitio.

    Pero no se desplom rbol alguno; ms bien,

    se escuch una voz amistosa a sus espaldas.

    Por qu huyes?

    Pero Salilsusoyin no estaba con humor para

    detenerse a responder, menos volverse para ver a

    quien perteneca la voz aquella; tan seguro estaba

    de saber lo que sus ojos veran.

    Eres t, Yohsi respondi el joven. Lo

    s. Y no huyo de ti, esquivo el rbol que dejars caer

    sobre mi cabeza.

    La voz amistosa insisti, sin embargo.

    Soy yo, hermano.

    Recin entonces se volvi a mirar el joven;

    un gran alivio tuvo y respir profundo.

    Hermano Saka! exclam fatigosamente

    Salilsusoyin. El espritu Yohsi me acosaba.

    Qu dao te hizo?

    Ningn dao me hizo, hermano Saka. Me

    asust, me ahuyent, me dej caer un coige, que

    por poco me mata. Slo eso me hizo. Lo he visto.

    A Yohsi? Tambin lo has visto?

    He visto el rbol que dej caer. Ese coige

    borr su rastro, pero un nuevo ruido me dijo que

    aqu estabas. Yohsi no es tan malo.

  • Me detuvo, me distrajo; me hizo perder el

    animalito y t, hermano, me has dado alcance. No

    podr atraparlo.

    Mi suerte no es mejor que la tuya; hemos

    perdido la presa.

    Las palabras de Sakanusoyin no recon-

    fortaron el mal nimo del joven Salil; pensaba que la

    aparicin de Yohsi no era una buena seal, pues

    nunca lo haba sido.

    Los dos jvenes continuaron con la

    bsqueda de la bestiecita, rastrearon sus huellas.

    Mucho buscaron ellos, lo bastante como para dar,

    finalmente, con el rastro del animal.

    Son estas! exclam jubiloso Sa-

    kanusoyin.

    Tuyo ser! T lo atrapars! se impuso

    el tono derrotista de Salilsusoyin.

    El otro joven nada respondi; no dispona de

    tiempo para hacerlo. Sakanusoyin corri tan rpido

    como pudo en la direccin que sealaba el rastro.

    Se dirige al ro! grit alarmado. Hay

    que atraparla.

    :Qu pasa? respondi Salilsusoyin, que

    al parecer caa en la cuenta de que la situacin era

    tan grave, que no importaba quien capturara la

    presa, sino quien salvaba al animal de un gran

    peligro.

    Corre, Salil! insisti Sakanusoyin. Se

    ahogar si cruza el ro.

    Salilsusoyin fue remecido por la inquietud de

    su compaero; record que el animal, al sentirse

    perdido, acorralado, por instinto intentara cruzar el

    ro, pues as lo hacen los guanacos cuando sienten

    que van a morir, buscan las aguas, pues estas los

    han de llevar a un sitio ms seguro, el ltimo que

    han de encontrar en toda su existencia.

    Salilsusoyin trat de igualar el paso de su

    compaero, que corra con toda la energa de sus

    giles piernas; el joven trat de igualarlo en

    velocidad, mas le result imposible hacerlo.

    Salilsusoyin sinti el peso de la fatiga, muy pronto,

    el peso del agotamiento se posesion de todo su

    cuerpo. Entendi recin entonces que nada haba

    descansado, desde que fuera a reunirse con su gente

    y regresara luego al refugio donde esperaba

    Sakanusoyin. Una marcha tan larga y esforzada, en

    tan poco tiempo, sin darse la oportunidad de

    recuperar las fuerzas gastadas. Y ahora esta nueva

    carrera, buscando la presa a travs del accidentado

    bosque, perseguido por espritus burlones como

    Yohsi, haba sido demasiado. Salilsusoyin

    desfalleci, agotado en extremo, vio contornos

    luminosos en los rincones del bosque y crey estar

    rodeado por

  • un espritu Yohsi que se multiplicaba por cientos.

    Salilsusoyin vio mantos de bruma devorando los

    rboles, vio que todo era niebla y que tras ella se

    esconda un verdadero ejrcito de apariciones que

    aguardaban, juguetonas, el momento justo para

    apoderarse de l y hacer con el joven todas las

    diversiones que un espritu del bosque acostumbra

    llevar a cabo.

    Hermano Saka murmur, Yohsi me

    atrapa.

    Y se desplom sobre la hierba, desvanecido

    cay.

    Temukel, me has abandonado! musit

    el joven, al tiempo que vea una poderosa claridad

    deslumbrando la tierra. A continuacin se present

    un calor sofocante, se present un fuego que abras

    lo que a su paso encontr. El joven vio cmo el

    fuego consuma la tierra. Entonces, comenz a caer

    un torrente de lluvia, un torrente que no cesaba. Las

    lagunas se hicieron lagos, los lagos se hicieron

    ocanos y los ocanos inundaron la tierra completa.

    Un guanaco abandonado, solitario, hua de las

    aguas, hua hacia los escasos terrenos secos. Las

    aguas lo arrasaron todo, con todo arrasaron las

    aguas, con el guanaco arrasaron, arrasaron con el

    cuerpo desvanecido del joven Salil. Perdi el sentido

  • y su alucinacin, producida por la gran fatiga, se

    hundi en un hoyo negro.

    Sakanusoyin, entre tanto, no se detuvo ni un

    solo instante en su desesperada carrera para atrapar

    a la bestiecita que ya estaba junto al ro, a punto de

    penetrar en las aguas correntosas.

    La cazar dijo el joven y apur ms el

    paso.

    El guanaco advirti la presencia del cazador

    y no reconoci a Sakanusoyin como su protector. El

    animal se inquiet. Pero el joven fue ms veloz y le

    dio alcance, en el borde mismo de las aguas le dio

    alcance a la mamsa. Sakanusoyin se aferr a ella

    fuertemente con sus brazos, se aferr con todas sus

    fuerzas al cuerpo del animal y forceje hasta

    tumbarlo, forceje y forceje hasta dar con l en

    tierra. Animal y cazador quedaron exhaustos sobre

    el hmedo terreno. Los ojos espantados de la

    mamsa, encorvados al cielo, vieron pasar la sombra

    del lazo y qued definitivamente atrapada. El

    animalito clav su mirada en el esplndido kschel

    que Sakanusoyin luca con orgullo en su amplia

    frente.

    El regreso al refugio fue slo docilidad. La

    mamsa sigui mansamente la marcha serena del

    cazador.

    En el refugio, Sakanusoyin esper

    pacientemente el regreso de su amigo Salil.

    La noche dominaba.

    Sakanusoyin quiso tener los ojos del puma,

    quiso tenerlos para moverse con seguridad entre los

    espesos velos de la noche. El joven quiso ir por su

    compaero, pero no tena ojos de puma.

    Sakanusoyin hizo lo que nunca haba hecho,

    s, lo hizo; su preocupacin por la suerte de su

    amigo era inmensa.

    El joven cort los lazos que mantenan

    cautivos a los zorros en la caverna y los liber fuera

    de ella.

    Corran! les dijo. Son libres. Quiero

    que corran por el bosque y encuentren a mi

    hermano Salil. Quiero que le muestren el camino

    que conduce a mi refugio, pues seguro se ha

    perdido.

    As les habl a los zorros, eso fue lo que les

    dijo. Y los pequeos animales lo entendieron

  • porque corrieron, disparados se perdieron en las

    sombras con sus voluminosas colas alzadas.

    Sakanusoyin abandon la caverna y busc el

    claro del bosque ms abierto; el ms espacioso busc

    y dej que all pastara la mamsa, dej que se

    moviera en plena libertad, casi.

    El joven frot con fuerza las piedras para

    hacer chispa y encendi una gran fogata, en el

    corazn del bosque la encendi, para que no

    durmiera, para que la foresta despertara y pusiera

    todos sus signos de vida en plena actividad, como si

    de da fuera. La fogata deba ser un sol que

    alumbrara el perdido camino de Salilsusoyin. Luego,

    el joven se arrop con su manto kcel, se arrop

    para esperar junto al fuego, sobre la tierra silenciosa

    y bajo la resplandeciente techumbre del cielo.

    Aquella noche las estrellas estaban mucho

    ms cerca de la tierra que de costumbre. No haba

    nubes suspendidas en el aire; no haba bruma a ras

    del suelo; los astros ocupaban todo el espacio del

    ancho cielo.

    Sakanusoyin esper la voz del creador de

    todo lo existente. Temukel tendra que darle una

    respuesta, debera darle una prueba, una prueba de

    que la voluntad del creador favorecera los

    propsitos del joven. Record que al principio

    cuando nada exista sobre esta

    tierra, Temukel dispuso que la forma de los seres

    existentes fuera hecha de barro. Pero ese barro deba

    provenir de los terrones luminosos que caan del

    cielo, los terrones que caan para humedecerse en las

    aguas de la ltima gran lluvia.

    Eso fue lo que record el joven mientras

    esperaba una seal de salvacin que bajara desde lo

    alto.

    En el nimo del joven haba un segundo

    deseo; su compaero Salil deba regresar sano y

    salvo. Sakanusoyin saba que el espritu benfico de

    Mehn tendra que guiar al amigo por los caminos

    correctos del regreso a casa; Mehn tendra que salvar

    a Salilsusoyin de su extravo.

    Mehn descubrira la fogata que Sakanusoyin

    encendiera en medio del bosque. Mehn poda

    descubrirla desde muy lejos; la fogata de

    Sakanusoyin deba ser la ms luminosa de todos los

    fuegos que iluminaban la Fierra del Fuego aquella

    noche, sin duda lo era.

    As como el fuego es bueno para indicar

    rutas y direcciones, tambin es malo, pues espanta

    sin duda a los animales cercanos.

    Sakanusoyin guardaba la esperanza, vaya

    que la esperaba!, de que un guanaco macho,

    valeroso, osara acercarse a la mamsa. En

  • el nimo del veloz corredor estaba el anhelo de

    atrapar un compaero para su guanaquita solitaria.

    Sakanusoyin deseaba un ejemplar vigoroso, un

    ejemplar soberano; vencedor de mil pruebas,

    diestro, dispuesto ya a formar pareja, a dar cras

    sanas para poblar con ellas toda la estepa, otra vez.

    El guanaco que ha de olfatear a mi mamsa

    ser como los jvenes de mi pueblo que antes de ver

    a una jovencita, antes de mirar sus cabellos, la

    distinguen por el dulce aroma que exhala su persona

    fina y graciosa.

    As pens Sakanusoyin mientras esperaba la

    seal de Temukel.

    Si la joven es serena de rostro, hacendosa

    con sus manos y encierra en ella un corazn paciente,

    entonces, el joven que la pretende querr acercarse.

    Primero se arrimar a la tienda del padre de la joven,

    se arrimar para hablarle; ser su voluntad hablarle,

    mas, al padre de ella no le hablar; le hablar a la

    joven hasta que ella tenga voluntad de ser su novia.

    Si la jovencita acepta, el joven que la pretende le har

    un obsequio, un obsequio de compromiso le har. Le

    dar un arco de canelo, un arco que el mismo joven

    ha confeccionado con sus manos. Si la joven recibe el

    arco de canelo y las flechas en su carcaj, significa que

    acepta al

    joven que la pretende como su esposa. Ms tarde, los

    padres de ella consentirn, entonces, ella preparar

    una fina trencilla de nervadura de animal y la pondr

    en la mueca del joven, en su mueca derecha la

    pondr como una pulsera. Y luego, el joven levantar

    una tienda, otra tienda, no la de sus padres levantar,

    una tienda que ser su nuevo hogar, otra tienda que

    har vivir otro humo en el lugar.

    As pens Sakanusoyin mientras esperaba la

    seal de Temukel, as de lejos haba volado la

    meditacin del joven.

    El humo de la fogata ascenda intermi-

    nablemente hasta las estrellas, tan alto suba,

    mientras que el fuego se extingua prontamente

    entre las piedras.

    Sakanusoyin guard un profundo silencio;

    embelesado qued mirando el firmamento, mirando

    el vasto cielo tan completo de estrellas, como estaba

    aquella noche que todo lo dominaba.

    Fue cuando el joven cazador descubri

    aquello que deslumbr su mirada.

    Del cielo cayeron dos astros encendidos;

    descendi uno y el otro descendi a continuacin;

    uno y otro cayeron, sin separacin, sin perderse,

    como cogidos de una mano invisible. Los dos astros

    encendidos se orientaron a la

  • laguna de los patos, all descendieron despus de

    cruzar la cima empinada de los rboles.

    Sakanusoyin tuvo un presentimiento.

    Temukel escuch mis ruegos dijo.

    Sakanusoyin se incorpor con energa, con

    bros se levant de su sitio el joven y se dirigi al

    lugar que los dos astros haban escogido para

    descender. Corri entre las ramas espinudas y no se

    detuvo hasta que las aguas del lago mojaron la punta

    de sus pies.

    Si han cado al lago los habr perdido

    dijo inquieto el joven.

    Toda la luz del cielo se reflejaba en el lago;

    el agua era el enorme espejo que contena tantos

    reflejos como tantas luces en lo alto haba; era

    imposible saber qu luz escoger.

    Sakanusoyin hundi su cuerpo en las aguas

    heladas del lago.

    Estas luces que se esfuman con mi cuerpo

    son las que estn suspendidas en las alturas.

    Cules debo capturar con mis manos

    como si fuesen peces plateados?

    Fue lo que el joven pens.

    El fro eriz la piel del cazador y aviv an

    ms sus sentidos. Camin abriendo surcos en el

    agua y eran muchas las luces que se desvanecan

    cuando el joven pasaba.

    Ser imposible exclam con decepcin

    . El cielo me pone una prueba muy dura.

    A punto ya de darse por vencido; a punto ya

    de regresar a la orilla, descubri dos puntitos

    luminosos en tierra firme. Sakanusoyin clav sus

    ojos en las dos claridades aquellas y sali presuroso

    de las aguas. Se acerc a las luminosidades y cuando

    crea poder cogerlas con las manos, las dos

    brillanteces repentinamente