la balserita - víctor carvajal

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1 La Balserita Víctor Carvajal Ilustraciones de Carolina Schütte González  

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  • 1

    La Balserita

    Vctor Carvajal

    Ilustraciones de Carolina Schtte Gonzlez

  • 2

    Dedicado a Constanza Corbinaud Castaeda.

  • 3

    Alucinaciones

    Tiara soaba con Diego esa madrugada. Ella y su

    compaero esperaban por una lancha que los

  • 4

    trasladara hasta el embarcadero de la Escuela

    Madre de la Divina Providencia. De pronto, la

    nia vio ciertos destellos que se desplazaban en

    medio de la bruma, como pequeos peces fuera del

    agua, amenazando con regresar de un salto a su

    mundo submarino.

    Desde el muelle, ambos miraban en silencio

    aquel paisaje de ensueo. Diego montaba su

    esplndida bicicleta, pedaleando de un lado a otro,

    como si la pasarela de madera no existiera. En

    medio de la bruma, mecida por las olas, apareci

    una imponente figura, cuando la neblina

    comenzaba a dejarle un espacio de cielo al ocano.

    La nia se estremeci de la cabeza a los pies, como

    si una brisa glida la dominara, porque crey haber

    visto a su hermano.

  • 5

  • 6

    Tiara se volvi para mirar a Diego a los ojos,

    porque en ellos se reflejaba mejor el color gris del

    mar y del cielo. El rostro del muchacho hizo una

    mueca de asombro y salt como un resorte,

    perturbado por la repentina reaccin de su

    compaera.

    Qu pasa? balbuce.

    No, nada titube ella.

    Nos vienen a buscar? pregunt

    Diego.

    Tiara permaneci expectante unos segundos ante

    la sorprendente aparicin que emergi de la nada:

    mecida por las olas, flotaba la imponente piragua.

    La nave se acerc. Ocho hombres la tripulaban.

    Entre ellos se encontraba el abuelo de la nia y

    Kiko, el hermano mayor de Tiara.

    Ataviados con finas plumas multicolores, los

    tripulantes de aquella embarcacin maravillosa

    detuvieron el acompasado movimiento de los

    remos a escasos metros de la costa. Tiara busc

    refugio junto a Diego; temblaba de miedo.

    Eres una Miru! saludaron. Miembro de

    nuestra estirpe real.

  • 7

    Quines son ustedes? pregunt la nia,

    volvindose a ellos.

    Son los prncipes Ariki Paka y vienen por ti

    respondi el anciano.

    Qu bueno! replic Tiara, sin mayor

    alegra. Para que nos lleven a la escuela.

    Navegamos contra el tiempo respondieron

    apremiados los prncipes. Es largo el viaje hasta

    las costas del Poike.

    Y mi papito? insisti la nia.

    El competir en una prueba muy dura

    respondi el abuelo.

    Quiero ir a verlo!

    Tiara se apresur Kiko, aborda tu pora y

    rema hasta nuestra embarcacin.

    Tengo que subirme a la balsa? exclam la

    nia, al tiempo que miraba a su abuelo y a Diego,

    mudo de asombro.

    Eres navegante, igual que nosotros

    respondieron los prncipes.

    Mientras la nia intentaba separarse de su amigo

    para obedecer las instrucciones que reciba,

    impulsada por la misteriosa voluntad que la

  • 8

    dominaba, se pregunt si Diego estara dispuesto a

    ir con ella.

    Vienes, Diego? insisti.

    El muchacho dud. El abuelo y Kiko exigieron a

    la nia que se apurara, que no haba tiempo que

    perder.

    No ir sin l respondi Tiara.

    Que aborde la nave ordenaron los prncipes.

    Vamos, Diego dijo Tiara. Monta de una

    vez en tu bici y ven conmigo.

    Al escuchar que Tiara mencionaba la bicicleta,

    Diego, vctima de una fuerza misteriosa y con

    sorprendente habilidad, comenz a desplazarse

    lentamente por el embarcadero, zigzagueando de

    un lado a otro, a punto de perder el equilibrio,

    avanzando hasta el agua. Eran saltos pequeos, con

    una rueda primero y luego con la otra, logrados al

    apretar y soltar los frenos. Pareca un caballo

    desahogando su dicha; una extraa figura de goma

    que rebotaba sobre el entablado resbaladizo. La

    nia no haca ms que celebrar la habilidad de su

    compaero.

    Tiara contemplaba maravillada la destreza de

    Diego. Ella corri a los botes, junto a los cuales

  • 9

    flotaba su Amiga Yara, la balsa de espuma plstica.

    Acomod su mochila, desat la amarra y de un

    salto abord decididamente la dbil embarcacin.

    Arrodillada en la

    Y mi papito? pregunt, mientras se

    abrigaba con su chaleco de lana.

    Se embarc temprano. Aqu no hay hombre

    flojo, chica.

    Y el Kiko?

    Sali de pesca con su padre, hija.

    Tiara fue a mirar por la ventana. Para su sorpresa,

    la bruma se mantena suspendida sobre el mar tal

    como la viera en su sueo. En el embarcadero le

    pareci distinguir a Diego, inmvil frente al mar,

    sosteniendo su bicicleta con ambas manos, como si

    estuviera dispuesto a lanzarse al agua con ella.

    Entonces, la nia record el sueo que haba

    tenido y regres entusiasmada a la cocina. Verti

    leche caliente en un jarro enlozado y la endulz

    con azcar. Se sent a cubrir de margarina una

    media rebanada de pan amasado recin sacado del

    horno y apur el desayuno. Mientras beba el resto

    de leche humeante, fue asaltada por una idea que

    la hizo temblar de pies a cabeza: tal vez su madre

  • 10

    deseaba que esa maana se quedara en la casa, pues

    era muy arriesgado navegar con tanta niebla. De

    todos modos, la nia prefera no faltar a clases. En

    la escuela, al menos, poda deambular por los

    pasillos, aun cuando nadie la acompaara. Y frente

    al profesor, siempre exista la posibilidad de alzar

    la mano y ser tomada en cuenta.

    Por fortuna, su madre estaba demasiado ocupada

    en sus quehaceres como para preocuparse de la hija

    del medio, la que al parecer a nadie importaba.

    Pero si al menos regresara su padre o su hermano

    de la pesca... Se sentira reconfortada?

    Mam, tengo que ir a la escuela

    rog.

    Hija respondi despus de un rato la madre,

    afanada como estaba en el cuidado de sus hijos

    pequeos, no faltar quien la balsee.

    Tiara se levant de un salto de la mesa y volvi al

    cuarto de bao. Cepill con descuido sus dientes,

    se enjuag la boca con un potente sorbo de agua y

    termin de limpiarse los labios con un pao de

    algodn, bordado con delicadas flores rojas y

    amarillas.

    Chao, mam! grit desde la

  • 11

    puerta.

    Vyase como pueda, hija respondi la

    madre.

    Con su uniforme azul, sali a la bruma de la

    maana. Saltando como una gaviota, sigui el

    camino que sealaba la estrecha pasarela. Hasta

    que descendi por la escalinata de madera que

    conduca al muelle.

    Tiara se aproxim a su compaero de escuela y le

    ofreci la mejilla para aceptar un beso desganado y

    tibio. De uno de sus bolsillos sac la delgada cuerda

    para el juego del kai-kai\ su entretencin

    predilecta, mientras esperaba el bote que los

    balseara hasta la caleta de la escuela.

    Anoche so contigo dijo, sonriendo.

    Qu cosa, Huevito? pregunt Diego, muy

    serio.

    Pero Tiara no respondi. Tens el cordel entre

    sus dedos entumecidos y con los pulgares y los

    ndices form diversas figuras a medida que

    cantaba:

    Kiakia; kiakia; tari rau kumara,

    i te ehuehu;

  • 12

    i te Papuapa.

    Ya est la Pascuala con sus cosas extraas!

    coment Diego, en tono de burla.

    Pascuala! remed Tiara.

    No le dicen Pascual a tu padre? insisti

    Diego.

    Por qu no le dicen Huevito tambin?

    replic la nia.

    Porque l no come huevos como t lo hacas

    cuando eras chica prosigui Diego. En

    cambio, l viene de Isla de Pascua como toda tu

    familia.

    Picado!

    Por qu? replic Diego.

    Porque no entiendes mi canto.

    A quin le importa?

    Golondrina de mar, golondrina;

    traes ramitas de camote,

    en la penumbra y en la suave neblina.

    Qu bonito! se burl Diego.

    Como tu bicicleta replic Tiara, muy

    molesta.

    Qu tiene mi bici?

  • 13

    -Es como el horno elctrico que le trajeron a tu

    mam de Puerto Cisnes.

    Picada!

    De qu sirve?

    Bueno, pero ya lo usar cuando pongan el

    nuevo generador de electricidad. Y t?

    -Qu?

    Que quieres ser maestra cuando

    grande!

    Si tu sueo es andar en bici respondi

    Tiara, por estas pasarelas donde apenas cabe una

    persona, yo sueo con ser directora, igual que la ta

    Emilia.

    Directora! Puedo rerme un rato?

    Puedes, pero no me gusta que se ran de m.

    En ese preciso momento se acerc a ellos la

    mam de Diego.

    Por un instante guardaron silencio; a

    regaadientes hicieron una tregua. En el fondo de

    sus corazones abrigaban sentimientos de mutua

    aprobacin. Diego reconoca en Tiara cierta

    delicadeza y sensibilidad, que la predispona a

    descubrir la magia de las cosas. Y ella admiraba la

  • 14

    tenacidad del ms cercano de sus compaeros, que

    soaba con ir a la escuela en bicicleta.

    Pero, cmo lo hara? En Puerto Gala, en la Isla

    Toto, en el archipilago de Los Chonos, no hay

    calles para vehculos ni veredas para los peatones.

    Los nicos medios de transporte motorizado que se

    conocen son las lanchas y las pangas.

    Las casas del poblado se apretaban unas con otras,

    por la falta de espacio. Ms rocas que tierra. Las

    precarias construcciones se hicieron quitando

    espacio a la piedra, a punta de pasarelas,

    plataformas y palafitos. Los moradores deban

    circular por estrechas veredas de madera que

    permitan el acceso a cada vivienda. Ms terreno

    no haba en aquellas rocas.

    A falta de un sitio amplio, con instalaciones para

    hacer ejercicios, el hermano de Tiara haba tenido

    la ocurrencia de utilizar las mismas embarcaciones

    como plaza de juegos, inventando el modo de

    trepar a los botes y transformar en columpio las

    cuerdas tensadas que sujetaban las naves.

    Me la llevo sugiri la mujer, mientras se

    apoderaba de la bicicleta, haciendo que su hijo se

    bajara de ella.

  • 15

    No, mam! rog Diego. Todava no ha

    venido nadie a buscarnos.

    Pero se hace tarde! protest la madre,

    observando atentamente el muro de humedad

    suspendida sobre el agua y que impeda ver el

    horizonte ms cercano.

    Varias embarcaciones menores flotaban junto a

    las rocas, sin remos ni chumaceras; sin esos

    implementos era imposible bogar.

    Y si esos nios hubiesen contado con ellos, sus

    padres jams les perdonaran maniobrar un bote

    sin su consentimiento. Tambin estaban las balsas

    de espuma plstica que ellos utilizaban para jugar.

    Era el envase que usaban los tripulantes del barco

    que sola llegar de Puerto Montt a recoger la

    merluza que pescaban los hombres de la caleta.

    Esas cajas de plumavit eran llenadas de pescado

    fresco, conservado con hielo en la bodega del

    barco.

    Tiara recordaba cunto haba costado cortar el

    enorme trozo de espuma plstica, con el cuchillo

    conseguido por su hermano Kiko en la cocina de la

    casa. Los dos haban estado una tarde entera junto

    a las rocas dndole forma de balsa al pedazo de

  • 16

    espuma plstica. Luego, con el mismo cuchillo lo

    ahuecaron, para lograr el mismo espacio interior

    de un bote. En este caso se trataba de una balsa

    para divertirse junto a la costa.

    Despus consiguieron una vara de madera de un

    metro y medio de largo y le clavaron dos palmetas

    en los extremos. Kiko hizo una demostracin para

    que Tiara aprendiera a utilizar el remo y luego se

    dedic a instruirla con gran paciencia. Haba sido

    el trabajo de varios das seguidos, en primavera,

    cuando el tiempo se presenta mucho ms propicio

    para navegar.

    Pero no slo la usaron como entretencin. Cierta

    vez, cuando Kiko era todava muy pequeo para

    acompaar a su padre en la pesca, ataron la balsa

    con una cuerda bastante larga, la echaron al agua y

    la alejaron de la costa con el remo. Haban

    instalado en ella el volantn manuhakerere del

    abuelo, con un buen anzuelo y una carnada que la

    propia Tiara haba conseguido para la ocasin.

    Siguiendo la costumbre, Kiko at el volantn a la

    popa de la falsa embarcacin y de la cola colg una

    lienza con un anzuelo en su extremo, que por su

    peso se hundi en el mar, mantenindose alejado

  • 17

    del bote y a merced de los vaivenes del viento. Ese

    da, como el padre de Tiara no haba regresado y

    en casa no haba qu hacer de comida, los nios

    Miru consiguieron una pesca maravillosa: tres

    merluzas espaolas, robustas y sabrosas.

    Por aquellos das, la balsa de Tiara no tena

    nombre y la nia decidi bautizarla con el nombre

    de alguien que le encantara que regresara a la

    caleta: Amiga Yara. A partir de entonces siempre

    mantuvo viva la esperanza de un reencuentro.

    Aqu hay botes de sobra coment la madre

    de Diego y mir intensamente a Tiara, como si de

    la nia dependiera el traslado de su hijo, lo que

    falta es que alguien se haga responsable.

    Mi pap puede llegar en cualquier momento

    respondi la nia.

    Lo cree, nia? replic la mujer. Pero, la

    verdad sea dicha, nunca he visto a su padre cruzar

    a la escuela.

    Mi hermano tambin nos balseara. Pero desde

    que se hizo persona se va todos los das con mi

    papito.

  • 18

    Claro insisti la madre de Diego. Su

    hermano tampoco se muere por llevarla a la

    escuela.

    Ninguna lancha surcaba las aguas a esa hora de la

    maana. Los catorce alumnos que venan de otras

    caletas y que diariamente cruzaban con algn

    apoderado a la escuela, al parecer, ya lo haban

    hecho. Por lo tanto, no haba ninguna posibilidad

    de que una embarcacin pasara a recoger a los

    rezagados de Caleta Chica.

    La nia observ atentamente el accidentado

    montculo de rocas que se extenda a lo largo de la

    costa y que la niebla se lo tragaba como si nada ms

    existiera en el mundo.

    Por ah podramos ir a la escuela! exclam.

    Nunca le han dicho que no debe aventurarse

    por esas rocas?

    Tiara enmudeci y Diego trag saliva. Ambos

    cruzaron miradas temiendo ser sorprendidos en un

    secreto que no deba ser develado por ningn

    motivo. En varias ocasiones se haban aventurado

    por esas rocas, jugando a enfrentar riesgos y pasar

    la prueba, sin consecuencias. Felizmente para

    ambos, nunca tuvieron nada que lamentar.

  • 19

    Incluso, cuando Tiara era muy nia, haba seguido

    los pasos aventureros de su hermano, precisamente

    en esas rocas tan peligrosas.

    Mi mam siempre lo hace reconoci la nia,

    suspirando y roja como un tomate. Tambin en

    la escuela nos dicen. Pero en verdad no es tan

    peligroso, porque cuando Kiko era pequeito

    caminaba por ah y a veces me dejaba ir a la siga.

    Un grupo de toninas cruz saltando frente a los

    ojos de Tiara. Buscaban afanosas una embarcacin

    para nadar delante de la proa, formando una trenza

    de espuma, alegrando la travesa de marineros y

    pescadores.

    Qu hacer? se pregunt. De algn modo

    hemos de llegar a la escuela.

    El suave oleaje golpeaba porfiadamente en los

    pies de Tiara, como si no tuviera ninguna urgencia.

    Oh, dulces olas! suspir.

    Pero las olas tal vez son sordas y slo nos hablan

    con esa monotona tan propia porque abandonaron

    la escuela antes de aprender lo que deban.

    Lo que hace falta es una buena pasarela

    coment la mujer. Estos hombres, tan poco

    prcticos para todo. Se preocuparon de hacer

  • 20

    instalaciones de radio y olvidaron lo ms

    necesario.

    Tiara observ los techos de las casas, levantadas

    sobre las rocas, entre el espeso bosque y el mar. Las

    antenas eran variadas y curiosas. Los hombres las

    haban construido de alambre, estirando de los

    ganchos para colgar chaquetas y pantalones; haba

    antenas con tapas de olla, con fondos de latn

    recortado de aquellos tambores que alguna vez

    fueron recipientes de aceite o de petrleo. Los

    cables elctricos que las conectaban parecan

    mantenerlas atadas a las techumbres, evitando que

    la ventisca las arrastrara cual cometas de los

    confines.

    La nia se sent a esperar en la nica roca sin

    humedad, muy cerca del agua. Diego fue a sentarse

    junto a ella.

    De verdad soaste conmigo, Hue-

    vito?

    La pura verdad respondi ella.

    Y qu sueo fue se?

    Mi abuelo y mi hermano vinieron a buscarnos,

    para irnos en la nave de los prncipes, pero no

    hubo forma de que te bajaras de tu bici habl

  • 21

    bien bajito, para que la madre de Diego no los

    escuchara.

    Tu abuelo? pregunt Diego, muy

    sorprendido. Ya est otra vez la Pascuala

    diciendo tonteras.

    Podas flotar como una canoa respondi ella.

    Ests loca?

    Hasta le puso nombre: vakaama.

    Qu suerte, hijo! interrumpi la madre de

    Diego. Una lancha se acerca.

    Debe ser la vaka-poepoe de mi papito!

    exclam Tiara y se levant llena de entusiasmo.

    Se acerc a la orilla del pequeo embarcadero para

    escuchar mejor la monotona del motor fuera de

    borda.

    Pero no es el lanchn de su padre, nia

    coment satisfecha la madre de Diego. Es el

    de mi marido.

    Eso fue lo que soaste, Huevito? insisti

    Diego, acercndose a la nia y tironeando una de

    las mangas de su gruesa parka de invierno.

    Eso musit ella, triste y pensativa.

  • 22

    El dilema

    Cmo estuvo la pesca, Anselmo?

    Escasa respondi el padre de Diego, al

    tiempo que su compaero de faenas comenzaba a

    desembarcar unas cuantas cajas de espuma plstica

    repletas de merluzas.

    Qu bueno que llegas a tiempo, viejo!

    coment ella.

    Podemos subir, pap? pregunt

    el nio.

    Terminamos de descargar y nos vamos

    respondi el hombre.

    Tiara y Diego abordaron la embarcacin. El

    lanchero aceler el motor fuera de borda y el bote

    se sacudi como en una tormenta. Tiara se aferr al

    borde de la lancha y vio como sus zapatones se

    hundan en el agua en el piso de madera. Tiara

    busc con la mirada el tarro para achicar el agua

    del bote.

  • 23

    La madre de Diego, despus de mantener alzado

    el brazo en seal de despedida,

  • 24

    regres al casero. Tiara se qued un largo rato

    observando la bicicleta que la mujer se esforzaba

    en mantener aferrada a su cintura, compartiendo

    el caminar pausado y sin prisa. Las ruedas giraban

    como medusas de plata, lanzando fros destellos

    con sus incontables rayos.

    El agua salpicaba el borde de la embarcacin y la

    nia debi abrigar sus manos entumecidas.

    Contempl entusiasmada la estela de espuma que

    dejaba la trayectoria del bote y record la bicicleta

    que en sueos haba inventado su abuelo.

    Tiara y Diego fueron los ltimos en llegar a

    clases. Sus compaeros ya estaban formados en el

    patio, esperando el toque de la campana para

    ingresar a la sala. Frente a ellos, observando cada

    detalle, el pequeo grupo de docentes y auxiliares

    se parapetaba bajo el alero del corredor techado de

    la construccin de madera.

    La directora consult su reloj y asinti con la

    cabeza. El profesor, que la observaba de muy cerca,

    se dirigi a la campana y tir de la cuerda. Tres

    sones retumbaron en las paredes del edificio y en

    la corteza de los rboles cercanos, que

    apretadamente cubran laderas y cerros. Los 23

  • 25

    alumnos ingresaron a la sala de clases, seguidos por

    su profesor, mientras la directora se diriga a su

    oficina y las tas Lidia y Elvira iniciaban sus labores

    en el comedor y en la cocina.

    Nos corresponde matemticas seal el

    profesor, apenas los alumnos estuvieron sentados.

    Podramos estudiar el dilema de

    Diego?

    Dilema? replic el profesor, mirando a

    Tiara y luego a Diego, que repentinamente se

    qued ms tieso que una estaca. Y pregunt sin

    entusiasmo, porque no deseaba que la nia le

    aportillara una vez ms la clase programada.

    Qu dilema? Sabes lo que es eso?

    Sera bueno que lo resolviera insisti Tiara.

    Qu le pasa? protest Diego.

    Dilema! medit el profesor. Voz griega

    que viene de dis, es decir dos, y lambanein, que

    quiere decir tomar. Entonces, qu tenemos? Un

    argumento que presenta dos posiciones que

    provocan confusin en quien las enfrenta. En

    trminos generales, es alguien encerrado en un

    dilema. Por qu, Diego? Cul es el tuyo?

  • 26

    No sabe qu hacer con ella prosigui Tiara,

    adelantndose a que su compaero

  • 27

  • 28

    respondiera. Quiere usarla, pero en la caleta no

    se puede andar en bici.

    To Tato! reaccion por fin el muchacho.

    No s de qu habla. Ya est de nuevo la Pascuala

    diciendo leseras.

    Qu falta de respeto es sa? sentenci el

    profesor.

    La Huevito ha estado toda la maana en eso

    protest Diego.

    Yo slo quiero ayudarlo se disculp Tiara.

    De qu se trata? insisti el profesor.

    Mi abuelo tuvo la genial idea...

    Su abuelo est muerto interrumpi Diego

    abruptamente.

    A ver, Tiara trag saliva el profesor. Qu

    idea es sa?

    La nia, con gran desplante y sin un asomo de

    duda, expuso lo que imaginaba y, a medida que lo

    expresaba, le pareca ms claro. El profesor

    escuch atentamente, en medio de un fastidioso

    rumor, suma de murmullos, risas veladas y pullas

    carentes de ingenio. Entonces opt por lo ms

    temido de la clase, aquello que acoquinaba hasta al

    ms audaz. Siempre los dejaba temblando con eso.

  • 29

    Al pizarrn! seal. Seras tan amable de

    hacernos un bosquejo?

    Tiara se levant con cierta resistencia, pues no

    contaba con una demostracin frente a las burlas

    del curso. Haciendo caso omiso del rubor que con

    seguridad se haba apoderado de sus mejillas,

    enfrent el desafo que ella misma se haba

    impuesto. Temblorosa, sosteniendo a duras penas

    el trozo de tiza entre sus dedos, dibuj un biciclo

    desproporcionado, con una rueda ms grande que

    la otra, con una tercera a medio camino, como un

    velocpedo.

    Es la chancha del Diego? coment alguien.

    Un catre! respondieron.

    Pascuala! reaccion Diego, indignado.

    Esa no es mi bici!

    Claro que no lo es intervino el profesor.

    Nadie con dos dedos de frente dira que eso es una

    bicicleta. Es cosa de abrir bien los ojos. Veamos lo

    que Tiara se propone. En todo caso, tendr que

    bajarte la nota en artes plsticas.

    La nia prosigui como si nada, alentada por el

    entusiasmo que cada trazo provocaba en ella,

    comprobando as la satisfaccin de ver realizado el

  • 30

    primer acercamiento a la materializacin de una

    idea.

    Bueno coment el profesor, este

    problema no tiene mucho que ver con aritmtica,

    pero s con fsica y mecnica. Aunque a Diego no

    le corresponde como materia, daremos el

    problema a los alumnos de los cursos superiores.

    Las risas y comentarios de los ms grandes

    terminaron como por encanto. Se produjo un

    silencio tan profundo, que la tiza, rasguando la

    pizarra, destemplando los odos por unos instantes,

    fue la nica voz que habl en el aula.

    Y ese valo? pregunt el profesor.

    Es el huevo que desayuna todos los das!

    Silencio! advirti el maestro. Ms

    respeto! Qu es lo que ms recalcamos en esta

    escuela? Respeto, respeto y ms respeto!

    Es una vakaama explic la

    nia.

    Una qu...?

    Pero si lo dijo clarito la chica coment un

    gracioso.

    Silencio! volvi a sentenciar el profesor.

  • 31

    Es una vaca enamorada hasta las patas

    insisti el chistoso.

    Esa vaca que dice replic la nia con enorme

    desplante, se escribe con c. Esa consonante no

    existe en la escritura rapanui. Por eso, tonto, la

    vaka de la que hablo se escribe con k y significa

    algo muy distinto.

    Ya, basta! advirti el profesor. Un

    comentario ms y se irn amonestados a la

    direccin.

    Es una balsa con un balancn, to Tato

    continu la nia con exagerada calma. Mi

    abuelo dice que el balancn evita que se vuelque.

    Entonces, si la bici fuese montada sobre la balsa, al

    pedalear, la cadena hara girar un remolino que

    salpica el agua.

    Tarea para los de sptimo y octavo seal el

    profesor. La rueda. Analizar el principio

    mecnico que le permite girar. Investigar el

    principio fsico del molino y su aplicacin para

    utilizar el viento o el agua como energa

    impulsora, tal como las aspas que movan los

    motores a vapor en el siglo XIX. El tema tambin

  • 32

    ser parte de la materia de historia para los de

    quinto y sexto.

    Pero, cmo le pone odos a la tonta de la

    Huevito? coment alguien.

    A ver, a ver advirti el profesor.

    Digo explic el alumno sorprendido que

    cmo resolvemos este casito.

    Aqu, joven. En la misma escuela estn las

    respuestas. Una vez concluida la primera parte de

    la tarea, se abocarn al estudio de la idea del abuelo

    de Tiara. Y no importa que est muerto. No quiero

    excusas. Dibujarn el proyecto como corresponde,

    con las dimensiones a escala. Tendrn nota por

    eso. Y luego calcularn el volumen de la rueda, el

    tamao de las aspas, el material de que estn

    hechas para que la fuerza empleada provoque el

    movimiento deseado.

    No tuvo ms palabras. Invit a Tiara a sentarse,

    en medio de las miradas de los varones ms

    grandes, que la habran pulverizado con los ojos si

    hubieran tenido el poder de hacerlo.

    Un golpe tremendo, seguido de un silencio

    inquietante, dej paralizados a todos los alumnos

    del curso. El profesor mir atentamente a cada uno

  • 33

    de esos nios y ellos lo miraron pidiendo auxilio a

    gritos.

    Ratones? musit el maestro, celebrando su

    propia ocurrencia.

    Elefantes! coment uno de los muchachos,

    muy serio.

    A nadie le caus gracia el comentario y coincidi

    con el gritero en el piso de arriba. Pero, quines

    podan hacer tanto alboroto? Ms de alguien haba

    comentado que en el dormitorio abandonado del

    segundo piso habitaban fantasmas. Se oyeron risas

    de nios, tmidas al comienzo, luego ms atrevidas.

    Un nuevo estruendo se sum al anterior, con el

    efecto del eco, porque fue ms de uno el que se

    sinti, provocando la hilaridad desenfrenada de

    aquellos espectros, si es que en verdad lo eran. El

    profesor y los alumnos se observaron mutuamente

    en silencio.

    Pies descalzos corran por el segundo piso. El

    profesor enmudeca.

    La campana, ms sonora que nunca, hizo trizas el

    miedo que se haba apoderado de las almas de

    aquellos muchachos y, al instante, salieron como

    cuetes que alimenta el viento hacia la tranquilidad

  • 34

    momentnea del comedor. Les esperaba la leche

    caliente y el pan amasado de la ta Elvira.

    Tiara, sin embargo, permaneci inmvil en su

    asiento.

    No sales a recreo? pregunt el profesor con

    la voz temblorosa y sin levantar la cabeza de su

    libro de clases, disimulando la inquietud que le

    haba causado el reciente suceso.

    La nia se levant dificultosamente y se dirigi al

    comedor junto a la cocina, donde el bullicio de los

    muchachos llenaba el recinto. Desde un comienzo

    la evitaron. Diego se hizo el desentendido,

    manifestando su rechazo; deseaba demostrar a sus

    compaeros que nada lo una a la trastornada que

    tena tales ocurrencias y que lo nico que le

    gustaba era llamar la atencin.

    Tiara sac la pitilla que siempre llevaba en su

    bolsillo y se puso a jugar al kaikai, tal como lo

    haca con su amiga Yara en los recreos. La record

    con nostalgia y lament haberla dejado partir antes

    de tiempo. La nia sinti como nunca la profunda

    nostalgia que le provocaba la ausencia de la nica

    compaa que siempre tuvo en la escuela. Durante

    aos se sinti privilegiada de contar con su gran

  • 35

    amiga. Cmo la extraaba! Por primera vez senta

    tan hondo la orfandad que le produca la falta de

    una amistad que se extingui de pronto, como una

    vela encendida que irremediablemente se

    consume al paso de las horas. Ella haba sido una

    luz en medio de las tinieblas. Qu distinto sera si

    Yara no se hubiera marchado para siempre de la

    noche a la maana! Haba partido abruptamente,

    sin despedida, de madrugada, coincidiendo con el

    arribo de aquel barco gigantesco, atiborrado de

    turistas. Haba sido como una aparicin

    fantasmagrica, semejante a una ballena invernal.

    Lo cierto fue que luego de aquella aparicin

    repentina, al levantar anclas el barco con sus

    incontables pasajeros y tripulantes, tambin parti

    su gran amiga y dijeron ms tarde en el poblado

    que Yara y sus padres abordaron sin

    remordimientos la nave, porque all lo que ms

    haba era trabajo bien remunerado.

    Ahora, como un madero a la deriva, pens que

    convivir con aquellos fantasmas del segundo piso

    era mejor que hacerlo con sus compaeros de

    escuela, que la abandonaban, desechndola como

    un resto de basura, ignorndola por completo. Si

  • 36

    pudiera, si en ella estuviera el poder de remediarlo,

    quera ir al piso de arriba y mirar cara a cara a los

    espectros.

    Y fue lo que hizo.

    El piso de arriba

    IVlientras tanto, Diego no dejaba de observarla,

    convencido de que Tiara jams intentara cruzar

    esa puerta clausurada. Haba sido cerrada hace

    algn tiempo y desde entonces nadie suba al

    segundo piso.

    Esta Pascuala! coment, Diego, con

    sorpresa.

    Asombrado comprob que Tiara era ms tozuda

    de lo que pensaba. Ella se dirigi a la puerta de

    mao y la empuj, haciendo ceder los tornillos

    oxidados que sostenan una aldaba corroda por el

    tiempo y la humedad.

  • 37

    Diego qued perplejo de asombro. Cmo pudo

    abrir ese candado? Es que haba conseguido la

    llave en alguna parte?

    Con extremada lentitud, Tiara se aferr al rstico

    pasamano de la escala y subi peldao tras

    peldao, sin dejar de pensar que su audacia iba tal

    vez demasiado lejos. El

  • 38

  • 39

    corazn brincaba en el pecho de la nia, con-

    teniendo la respiracin, como si el aire all fuese

    un bien escaso.

    Cientos de pulgas comenzaron a saltar del polvo a

    las piernas de Tiara. Picaban desaforadas, como si

    hubiesen esperado por aos la visita de alguien a

    quien darle la bienvenida.

    Al llegar al piso superior se hall en un lugar

    estrecho y asfixiante. Un velo de polvo suspendido

    o de bruma colada a travs de alguna ventana sin

    vidrios daba la impresin exacta de lo que haba

    imaginado: un refugio de fantasmas.

    Los ojos de la nia se habituaron a la oscuridad

    reinante y paulatinamente aparecieron los objetos

    que albergaba el antiguo dormitorio: una hilera de

    catres de hierro, mal pintados de blanco, veladores

    de madera con el esmalte descolorido, un enorme

    ropero, tambin descascarado, arrimado a un muro

    de sombras. Qu lindo sera si en cada catre

    aguardase un nio con los ojos atentos, en

    disposicin de recibirla como amiga!

    Tiara se sent en una cama. Las tablas desnudas,

    atravesadas a lo ancho del catre, aguardaban un

    colchn que las cubriera. Entonces, imagin qu

  • 40

    sera de ella si tuviera que compartir ese lugar con

    otras internas y evitarse el fatigoso traslado diario

    de la casa a la escuela. La quietud del lugar invitaba

    a dejarse llevar por el envolvente rumor que

    provena del exterior; la brisa incansable, el

    constante ir y venir de las olas cercanas la fueron

    acunando en un clido recogimiento. La nia se

    tumb de lado sobre aquellas tablas desnudas y

    mantuvo la mirada perdida. Cerr los ojos por fin y

    escuch claramente las risitas que se ocultaban en

    los rincones del recinto.

    No tuvo voluntad para abrir los ojos, escapar de

    all y regresar de inmediato a la seguridad de su

    aula. Se sinti dominada por la sensacin de estar

    atrapada y tuvo la conviccin de que no saldra tan

    fcilmente de ah. Varios nios se acercaron, sin

    hacer el menor ruido, como si no tuvieran pies

    para desplazarse o bien no tocaran el suelo

    mientras caminaban. En un dos por tres la

    rodearon, observndola con una curiosidad

    inquietante.

    Tiara se levant, tal vez sinti que lo haca con

    exagerada lentitud.

  • 41

    Hola! dijo por fin la nica nia que

    integraba aquel grupo extrao. Me dicen la Ese y

    soy de la caleta. Y t?

    Pareca una luminaria, con su blanca dentadura

    contenida en una boca expresiva, que rea de

    buena gana ante el asombro de sus compaeros,

    quienes permanecan ms apartados. Observaban a

    Tiara desde el borde de sus camas, evitando

    moverse, como si la nia que los visitaba fuese un

    fantasma aparecido a plena luz del da.

    Hola respondi. Me dicen la Huevito,

    perdn, la Pascuala, Tiara, y vivo en Caleta Chica.

    Huevito?

    Cuando chica me lo pasaba comiendo huevos

    respondi.

    Y cmo te gusta que te llamen, Pascuala?

    Tiara.

    Qu bonito! Pero aqu sers la Te. Y a

    ti?

    -Qu?

    Cmo te gusta que te llamen?

    Ese\ repiti. As me gusta. Dime Ese, no

    ms.

    Y en qu caleta vives?

  • 42

    Bueno, ahora dud un instante... en

    ninguna. Vivo en la escuela.

    Como aqu estn los hombres, por el momento

    duermo en la pieza de la seorita Emilia. Dicen

    que cuando lleguen ms nias habr un dormitorio

    para nosotras y voy a dejar tranquila a la directora.

    Viniste a quedarte? Sera regeno, porque as el

    padre nos manda a hacer al tiro otra pieza.

    Es que yo no vivo lejos respondi Tiara.

    Slo tengo que balsearme. Balsearte?

    Cruzar en bote, en lancha. No tengo que

    dormir en la escuela. Vivs con tus paps?

    S, en mi casa. Cmo se llama tu mam?

    Vernica Hito. Y tu pap? Juan

    Alberto Miru. Y te quieren?

    S, mucho. Tanto como yo los

    quiero.

    Qu pena! se lament de veras la nia.

    Habramos sido yuntas.

    Igual podemos ser amigas respondi Tiara.,

    Es que no es nunca lo mismo. Pero no

    me dijiste el nombre de tu

    caleta.

  • 43

    Caleta, no ms, sin nombre. Estaba junto al ro,

    debajo de un puente. Era nuestro hogar, entends?

    Soi medio dura de mollera, ah! Caleta, caleta, ah

    vivamos todos nosotros, caleta de cabros. Mira, te

    los voy a presentar. Tenemos visita, chiquillos.

    Cacharon, verdad? Estn presentables? Es lo

    correcto coment la Ese, mientras les pasaba

    revista con la mirada. Haba cario en ese gesto.

    A ver, familia, acrquense pa' que la Te los

    conozca.

    Ellos no reaccionaron, limitndose a bajar la

    cabeza en seal de asentimiento. Los muchachos,

    un tanto perezosos, al tratar de incorporarse

    hicieron que se deslizara una de las tablas y ellas se

    corrieron, arrastrando el resto del entablado, con

    un chiquillo y todo. El desplome del muchacho

    provoc la risa de sus compaeros.

    El cado del catre es Luis dijo la muchacha, y

    la risotada fue general. El nio, muy delgado y de

    baja estatura, envuelto en una nube de. polvo,

    trataba de mantener fresca la sonrisa que ocultaba

    el bochorno que lo mantena pegado al piso, sin

    poder levantarse.

  • 44

    Pero no fue la nica cada, porque de inmediato

    el entablado de otra cama tambin se fue al suelo,

    levantando una polvareda que amenazaba con

    oscurecer el recinto.

    Y el otro cado del catre sigui presentando

    la muchacha es el Simn.

    Dos muchachos yacan tendidos sobre las pesadas

    tablas que se haban desplomado sobre el piso,

    dejando un reguero de tablas a su alrededor.

    Esos son el Douglas y el Leuquipn agreg la

    muchacha, en medio de una risotada. No somos

    muchos, pero aqu nos tratamos como hermanos,

    como que igual nos tenemos terrible de respeto.

    El regocijo provocado por el desplome sucesivo

    de catres los mostr como chicos de carne y hueso.

    La muchacha, alegre y entusiasta, abraz a sus

    compaeros, y entre carreras, manotazos y

    pisotones perdieron toda compostura y la algaraba

    fue total.

    En medio del desorden se sintieron las pisadas

    apresuradas de quienes suban al segundo piso,

    atrados por el alboroto. Un sacerdote se present

    repentinamente en el lugar. Vesta una larga

    sotana, cubierta a medias por un abrigo acolchado.

  • 45

    A pesar de su aparente enojo, el gesto amable del

    hombre bonachn, con sus dientes separados y una

    ancha sonrisa iluminando su rostro mal rasurado,

    colmaron de paz el recinto.

    Qu cagnara es sta, per la Madonnail

    exclam el religioso.

    Le segua un hombre joven, medio dormido, que

    ms pareca un nio por su semblante de sorpresa

    y algo de picara complicidad en la mirada. Una

    seorita, en camisn de franela y con una

    maanita sobre los hombros, apareci de la nada.

    Ante la repentina presencia de quienes

    irrumpan en el recinto, los chiquillos se volvieron

    a ellos con la actitud de quien espera una

    reprimenda. Sus rostros de alegra se tornaron de

    sorpresa, atnitos, con ojos desmesurados, como

    los que a veces exhiben quienes han estado

    recluidos por un largo tiempo, sin ver la luz del

    da.

    Orden! advirti en voz alta la joven. A

    ver, chicos! Qu desastre es ste?

    Todos, sin que ninguno se restara, colaboraron

    en poner las cosas en su lugar. Recuperaron las

    tablas desprendidas de las camas y slo de vez en

  • 46

    cuando dejaron escapar una risa, al evocar la

    situacin que tanto regocijo les haba causado.

    Eso es! dijo la joven, alentando la buena

    disposicin de esos muchachos. As es como

    debe ser!

    Aquel rostro, ese timbre de voz, autoritario y

    calmado, aquella figura menuda pero saludable, le

    parecieron a Tiara los atributos de una persona

    conocida.

    Eco, ragazzo coment alegremente el

    religioso. Acto seguido se dirigi a la joven:

    Emilia, podemos ocuparnos de esos maderos?

    S, padre respondi ella, cerrndose todava

    ms la maanita a la altura del pecho. Algo hay

    que hacer para cambiar esas tablas.

    Emilia?, repiti Tiara en su mente. Sera la

    misma ta Emilia en la que pensaba? De pronto,

    record la fotografa que haba visto en el muro de

    la oficina de la directora. Estaba vestida con

    excesiva formalidad y en sus manos sostena un

    enorme diploma. La expresin de su rostro era el

    retrato de la felicidad. En el retrato apareca diez

    aos ms joven y era exactamente la edad que

    exhiba esta seorita que acompaaba al sacerdote.

  • 47

    Bueno exclam a su vez el profesor, me

    encargar de esas tablas.

    Qu bien! replic la joven. Haga meo,

    Renato.

    El joven se dio media vuelta para marcharse por

    la misma escalera que lo haba llevado al segundo

    piso.

    Renato?, tambin son conocido el nombre en

    la cabeza de la nia.

    Sera el mismo to Tato, su profesor de todos los

    das?

    Todos nos ocuparemos del problema repiti

    el sacerdote y sali tras los pasos del hombre joven.

    La ta Emilia, la directora de la escuela en

    persona, ya ms tranquila, por la buena disposicin

    de los muchachos, abandon el dormitorio por una

    puerta contigua.

    Tiara sinti que su corazn daba ms de un

    brinco. La campana puso fin al recreo. Su reaccin

    impulsiva fue salir corriendo, sin darse tiempo para

    explicaciones, ni menos para despedidas

    embarazosas. Sin embargo, una mano pesada la

    remeca del hombro.

  • 48

    Tendida sobre un costado, tal como se haba

    dormido, abri los ojos y despert frente a la

    preocupada mirada de Diego.

    Tiara, despierta! le dijo su compaero, al

    tiempo que no dejaba de rascarse las piernas, por

    encima del pantaln largo. Hace rato que son la

    campana y como no llegabas nunca a la sala...

    Bajo la pasarela

    JJiego se mantuvo en silencio durante la jornada

    de clases, arrepentido tal vez de haber entrado en

    ese recinto prohibido, evitando toda posibilidad de

    comunicacin con Tiara. La comezn de las

    picadas de pulga no lo dejaba en paz y cada vez que

    se rascaba deba simular frente a sus compaeros,

    para no provocar preguntas indeseadas y las burlas

    inevitables, con el bochorno que provocaba la

    crueldad de sus compaeros. Lleg a pensar que la

    inconfortable situacin a la que estaba sometido

  • 49

    era el merecido castigo por transgredir una norma

    impuesta por la direccin de la escuela.

    Tiara soportaba el silencio de su compaero

    como un golpe despiadado, directo al corazn.

    Estaba dolida, pero no albergaba rencor alguno.

    Saba que aquella ofuscacin de Diego era pasajera

    y una voz interior le aseguraba que slo era

    cuestin de tiempo y que la amistad entre ambos

    volvera a la normalidad.

    Las clases llegaron a su fin y los alumnos se

    dispersaron en varias direcciones. Una parte de

    ellos permaneci junto al embarcadero en espera

    de los botes que deban pasar a recogerlos. La

    lancha del pap de Diego arrib casi al mismo

    tiempo con otra embarcacin que luego enfilara

    un rumbo distinto, transportando nios. Los

    muchachos abordaron ordenadamente los botes.

    Diego se acomod en el de su padre, olvidndose

    de Tiara.

    Hazle un huequito a la Pascuala advirti el

    lanchero.

    Por un instante el muchacho se neg a

    reaccionar. Tiara estaba a punto de protestar de

  • 50

    impotencia. No lograba entender tanta

    indiferencia.

    Diego! insisti el hombre. Est sordo,

    hijo?

    El muchacho, deseando hundirse en el asiento de

    madera, soportando las miradas de los nios, se

    apretuj cuanto pudo dentro del bote y Tiara

    ocup el lugar estrecho que su compaero le

    dejaba. Ambos sentan la respiracin agitada.

    Durante el trayecto estuvieron atentos a las

    reacciones mutuas, observando de lado el perfil de

    cada rostro, dispuestos, quin sabe, a evitarse.

    Diego hizo esfuerzos tremendos para no dirigirle la

    mirada, ni la palabra. Y como la travesa era

    demasiado corta, al acercarse el bote al

    embarcadero, l se prepar para bajar cuanto antes.

    Pero no pudo levantarse de su asiento, porque la

    lancha no se arrimaba del todo a los maderos del

    pequeo muelle y el patrn de la embarcacin, su

    propio padre, le habra llamado severamente la

    atencin por su imprudencia.

    Lo que siempre te digo! sentenci el pap de

    Diego. Las nias primero. Y como habl en

    general, el muchacho tuvo que contener sus ansias

  • 51

    de salir huyendo. Ella tambin manifest apuro

    por descender del bote, por lo que ambos se

    levantaron casi al mismo tiempo.

    Pap pregunt Diego, puedo

    acompaarte?

    Usted sabe, hijo, cmo se preocupa su madre

    cuando no llega a tiempo de la escuela respondi

    el hombre.

    Me habra gustado ir contigo rezong el

    muchacho.

    Dejo a estos chicos y regreso. Ayude a la

    Pascuala, Diego.

    Tiara se apoy abiertamente en el hombro de su

    compaero, obligndolo a sentarse de nuevo. La

    nia dio un pequeo salto y alcanz el muelle. All

    esper a Diego para tenderle una mano. Pero l no

    la acept.

    Ahora las mujeres son las galantes brome el

    pescador.

    Dame la mano insisti la nia.

    Diego apret su mochila contra el pecho y

    esquiv a su compaera, pasndola a llevar con

    torpeza y casi la derriba sobre los maderos del piso.

    Tiara se afirm en Diego, cogindose de uno de los

  • 52

    tirantes de la mochila, y en ese tira y afloja

    estuvieron un par de segundos, ruborizados hasta

    los cabellos. Entonces, como si repentinamente se

    acordara de las picadas de pulga, Diego volvi a

    rascarse las piernas.

    Estos dos se las traen coment el lanchero,

    celebrando a carcajadas la ocurrencia. Cuide

    bien a la Huevito, Diego.

    El motor fuera de borda ahog las risas de los

    chiquillos que seguan viaje y la embarcacin se

    alej dando pequeos tumbos sobre el agua, como

    si tambin celebrara el ingenio de su dueo.

    Mentolathum dijo la nia.

    Qu? replic Diego, muy molesto.

    Es bueno para las picaduras. -Qu?

    El Mentolathum porfi ella. Todo

    por tu culpa protest

    Diego.

    Te acuerdas de los ruidos que escuchamos?

    Qu ruidos?

    Esos que venan del piso de arriba.

    Qu pasa?

    Los tengo atravesados en la garganta

    coment Tiara.

  • 53

    Que yo sepa, los huevos no tienen espinas se

    burl l con alevosa.

    Ya, Diego! Si es en serio protest ella. Es

    que no puedo guardar el secreto. Y a m qu me

    importa! Te digo lo que hay en el piso de

    arriba?

    No me interesa. Es que no sabes lo que

    descubr. Estas loca! No sabas que est

    prohibido?

    T tambin subiste. Por qu no te habr

    dejado all para que te comieran viva las pulgas!

    Te gustara saberlo?

    No pienso subir all nunca ms en mi vida.

    Diego perdi el control de su mochila, que se

    desliz hasta el suelo, quedando completamente

    desarmado.

    Pobre de ti que sea otra de tus tonteras

    amenaz con dureza.

    Despus que hagamos las tareas nos

    encontramos aqu mismo. De acuerdo?

    Ser despus del t afirm Diego.

    Y trae tu bicicleta agreg Tiara.

    Y por qu mejor no traigo el horno elctrico

    de mi mam? replic con irona.

  • 54

    Lo que dije en la maana fue sin querer

    respondi ella.

    All se separaron, porque el camino a sus casas se

    haca por pasarelas que se apartaban, bifurcndose

    hacia el bosque impenetrable y que slo

    convergan frente al embarcadero.

    Tiara no pudo esperar hasta la hora del t para ir

    al encuentro con Diego. Recogi un viejo balde de

    plstico en desuso, uno de aquellos trastos que

    alguna vez fue tiesto de pintura, y lo arrastr fuera

    de la casa, evitando ser sorprendida. Lleg antes a

    la cita. Aguard unos minutos, pero no haba

    seales de su amigo. Ocult el balde entre los botes

    y regres a la casa por ms objetos intiles.

    Encontr un viejo tarro de lata, una cuchara de

    madera, una tabla de alerce y un azadn comido

    por el xido. Nuevamente, antes de salir del patio

    de su casa, tom las precauciones para no ser

    descubierta. Se dirigi con todos aquellos

    cachivaches al sitio donde se encontrara con

    Diego. Mientras esperaba trep a uno de los botes

    ms altos y, haciendo equilibrio en el borde de la

    embarcacin, observ pacientemente la pasarela

  • 55

    que conduca a la casa de Diego, rogando que nadie

    se presentara en su lugar.

    Al cabo de un rato apareci Diego caminando

    junto su bicicleta. Ai no poder montar en ella y

    pedalear a gusto, como era su sueo, se contentaba

    con llevarla de paseo, como si fuera una mascota.

    Mentolathum! y le ofreci una cajita de

    lata, cuando su amigo estuvo junto a ella.

    De nuevo con lo mismo, Pascuala? replic

    Diego.

    Ponte ahora mismo esta pomada dijo Tiara.

    Qu? exclam Diego. Ests

    loca?

    Por qu? replic ella con absoluta

    inocencia. Es muy buena para las picaduras.

    Tengo las piernas llenas de pintas

    rojas!

    Ponte la pomada y listo.

    Tengo que hacerlo en la casa, entonces!

    Ven! Busquemos una caleta.

    Estamos en la caleta.

    Este lugar no sirve explic ella. Yo hablo

    de algo ms oculto. Tiene que ser una caleta donde

    nadie nos encuentre.

  • 56

    Igual no hay nadie protest Diego, al tiempo

    que miraba en todas las direcciones.

    Nunca faltan los curiosos replic ella.

    No pienso moverme de aqu protest l.

    Ni siquiera brincando con tu bici,

    aprovechando tus picadas de pulgas? sugiri ella

    con un dejo de picarda.

    Brincando?

    De eso tambin tengo que hablarte.

    De qu?

    Fue lo que hiciste cuando saltaste al agua, con

    bici y todo.

    De qu ests hablando, Pascuala?

    De ahora en adelante tienes que usarla como

    sea.

    Cmo lo sabes si todava no te lo

    cuento?

    -Qu?

    Que mi pap quiere desarmar mi

    bici.

    Para que no la uses?

    Para construir esa canoa que se le ocurri a tu

    abuelo.

    Pero, cmo lo supo?

  • 57

    Yo le cont.

    Y para qu le dijiste?

    Para rerme de ti.

    Lo ves, tonto? Te castig la boca, como se

    dice.

    Es que nunca pens que me escuchara. Ahora

    no hace ms que transmitir con el asunto, insiste

    que las balsas de pluma- vit son peligrosas y que

    una bicicleta para el agua, como l la llama, sera

    ms segura.

    Ahora con mayor razn tienes que

    demostrarle que puedes usar tu bici, a tu manera,

    en tu estilo.

    Tiara recogi los cachivaches y se alej saltando

    de bote en bote, haciendo equilibrio con la carga

    que llevaba. Diego camin por la pasarela, en la

    misma direccin de Tiara, arrastrando la bicicleta.

    La nia se dirigi hacia una cavidad que se

    produca entre la roca y la parte inferior del

    pasadizo de madera. Desde ah llam a su

    compaero, asomando apenas la cabeza.

    Ven, sigeme!

    No voy a bajar! protest Diego desde la

    baranda.

  • 58

    Aqu es increble!

    No puedo dejar mi bici porfi.

    Salta con ella! respondi Tiara con el nimo

    encendido.

    Tiara se ech a rer de felicidad, como nunca lo

    haba hecho. Diego esper que la nia cambiara de

    idea y regresara donde l aguardaba. El tiempo se

    estir como la melcocha y Diego perdi la

    paciencia. Comenz a descender por la superficie

    rocosa, aferrado a la bicicleta, sujetndola con

    ambas manos. Las extravagantes ocurrencias de

    Tiara se apoderaron de su mente y pens montar

    en la bicicleta; por un instante, como un chispazo

    de luminosidad, se vio haciendo equilibrio, con los

    pies bien puestos en los pedales, apretando los

    frenos, dando brinco tras brinco, hasta acercarse a

    la entrada del escondite que haba descubierto su

    compaera. Sin

    darse cuenta siquiera, haba descendido un par

    de pasos en direccin al refugio, pero en ese

    instante resbal una de las ruedas y Diego se

    ech sobre la roca, como una lagartija que salva

    su pellejo bajo la luz del sol. Entonces fue Tiara

    en su ayuda. Ella sujet con las dos manos la

  • 59

    bicicleta y ambos la arrastraron hasta el

    escondite. Pero el muchacho acept a

    regaadientes la invitacin a entrar en aquella

    caverna, suspendida sobre el mar.

    Casi, casi coment ella, estirando la

    comisura de los labios hacia las mejillas, como

    diciendo casi, casi lamentamos una tragedia.

    Diego no disimulaba su molestia y se habra

    marchado de all enseguida, si la partida fuera

    menos complicada que la llegada.'" Acept

    sentarse, incmodo e inseguro.

    Esta ser nuestra caleta prosigui ella,

    como si nada.

    Qu caleta? protest l, por fin.

    Ahora, ponte cmodo. Pero lo primero es lo

    primero.

    Qu cosa?

    Arremngate los pantalones.

    -Qu?

    Vamos a calmar esa picazn.

    Mientras Diego se suba las piernas de su

    pantaln, Tiara se dedic a cubrir con pomada cada

    picada de pulga. Estaba asoro- chado, a punto de

  • 60

    morirse de vergenza. Ella, en cambio, como si

    nada.

    Tendremos que traer ms cosas de

    la casa.

    Para qu quieres estas porqueras?

    Este balde es para lavar nuestras cosas

    explic Tiara. -Qu?

    Diego se apresur ella. Entiende que aqu

    vamos a convivir.

    Yo no pienso estar un minuto ms

    aqu!

    Escucha rog la nia. Una caleta es como

    un hogar verdadero. Aqu seremos como una

    familia. Nos cuidaremos el uno al otro,

    compartiremos la comida, la ropa de abrigo, las

    revistas; podemos traer una radio y escuchar la

    msica que nos gusta, sin que nadie... Ah,

    momento! Eso no, porque ah s que nos pillan.

    Pero aqu estaramos como rico Pancho Gmez.

    Qu dices?

    Aqu la vida puede ser muy emocionante!

    Podemos cerrar los ojos y escuchar el ir y venir de

    las suaves olas, que sera como

  • 61

  • 62

    el torrente de un ro. Entonces, podemos ver la

    ciudad maravillosa que est sobre nosotros. All los

    chicos se refugian en caletas como sta y el ro es

    como un padre para ellos. El les lleva todo lo que

    necesitan, arrastra sillas, colchones viejos y hasta

    podra darnos una mesa para las horas de comida.

    Los alimentos s que no podemos obtenerlos del

    ro, porque a l slo llegan desperdicios. Lo que

    queramos comer tendremos que salir a buscarlo.

    Pero no ests pensando en tu casa o en la ma.

    Podemos dividir en dos la ciudad. T irs hacia un

    lado y yo hacia el otro, buscando lo que sea

    necesario, incluso dinero.

    Quiero irme!

    Aqu seremos alguien. Entiendes? Yo ser la

    Te y t sers el Deivid.

    Y por qu el Deivid, si me llamo

    Diego?

    Es que no s cmo se dice Diego en ingls. Si

    quieres te puedo llamar Jonathan o Braian. Deivid

    es muy importante porque es el nombre del

    navegante ingls que vio de lejos la isla donde

    nacieron mis padres y mis abuelos. Todo el mundo

  • 63

    conoca a la Isla de Pascua como La Tierra del Deivid.

    Tengo que irme!

    No puedes irte, lo siento respondi ella con

    una seguridad que daba miedo. Por qu no?

    Porque an no te cuento el secreto. No

    me interesa.

    Lo escuch ayer en el piso de arriba.

    -Qu?

    Todo de lo que te habl. As son los chicos que

    viven en las grandes ciudades. Esos que no son

    tomados en cuenta, esos chicos que nadie infla y

    deciden vivir en una caleta como sta. Me sigues?

    No pienso escucharte! Ests diciendo puras

    leseras.

    Oye, te acuerdas del estruendo de

    ayer?

    S, s me acuerdo. Bueno, yo sub al piso de

    arriba, como ya sabes. Entonces, de repente, me

    encuentro con ellos.

    Con quines?

    Con los que me contaron todo lo que te acabo

    de decir.

    Pero si no me has contado nada!

  • 64

    Cmo que nada?

    Nada!

    Pero si no hago ms que hablarte

    de eso!

    De qu?

    Del ro que atraviesa la ciudad, desde la

    cordillera al mar, y que en sus aguas arrastra todo

    lo que se necesita para vivir en una caleta. Bueno,

    no todo. Te deca que tendremos que dividirnos; t

    irs en un sentido y yo en el otro, para que no nos

    topemos, porque sera prdida de tiempo. Ah!

    Esto s que es bueno! Puedes ir en tu bici!

    Cmo lo sabes?

    En la ciudad es distinto, Deivid se apresur a

    explicar ella, evitando nuevas interrupciones.

    Junto al ro que atraviesa la ciudad de punta a cabo

    y llega al mar, se extiende un parque maravilloso.

    Un bosque en medio de las enormes avenidas.

    Porque en la ciudad la gente no camina por

    pasadizos estrechos como estas pasarelas. No,

    Deivid. Las calles son anchas y tan largas que se

    pierden de vista a la distancia. Tienes que andar

    mucho para ir de un punto a otro. Y ese parque es

    el paraso de los biciclistas, que escuchan msica

  • 65

    mientras pedalean. La llevan en el bolsillo y con

    unos botoncitos ensartados en sus orejas escuchan

    directamente lo que ms les gusta, mientras pasan

    aviones sobre sus cabezas.

    Paraso de los biciclistas? se mostr Diego

    un poco ms interesado.

    S, porque ellos pueden desplazarse de un

    punto a otro por caminos muy planos donde la

    bicicleta es duea y seora. Por esos caminos slo

    pasan bicicletas. Ellos no son arrollados por

    personas que ocupan todo y no dejan pasar a nadie

    como ocurre aqu, donde los pasadizos son

    estrechos, puestos en desorden con diferencias de

    nivel. Adems, los que vivimos aqu no dejamos

    espacio para tu bici. En la ciudad es distinto,

    Deivid. Es fabuloso. Los biciclistas pueden subir y

    bajar escaleras con sus bicis, hay enormes

    plataformas elevadas para dar saltos y volteretas en

    el aire. Es fantstico! Los biciclistas compiten en

    estadios repletos de gente y en los parques, algunos

    trepan por los troncos de los rboles.

    Diego la escuchaba con la boca abierta, sin

    atreverse a contradecirla. Estaba fascinado con el

    relato de Tiara.

  • 66

    Para los vehculos sigui ella hay grandes

    avenidas, largas, interminables, por donde pasan

    miles de autos, buses y camiones. En cada esquina,

    cuando dos caminos parece que terminan y se

    encuentran, formando un cruce, hay luces de tres

    colores: roja, amarilla y verde. En ese orden hacia

    abajo. Cuando llegas al cruce y est encendida la

    roja, tienes que detenerte. Y tienes que hacerlo,

    porque as evitas que puedas arrollar un automvil,

    un microbs o un vehculo de los carabineros.

    Porque ah s que ests frito: te llevan detenido

    enseguida. Pero cuando la luz roja cambia a verde,

    puedes seguir pedaleando como si nada, feliz de la

    vida.

    Y la luz amarilla?

    Esa es un aviso, es para decirte que no podrs

    cruzar al otro lado de la calle, porque la prxima

    luz que viene es la roja. La ciudad es enorme y

    tiene de todo lo que puedas imaginar. Almacenes

    con ventanas para observar la mercadera que hay

    en su interior. Algunos tienen varios pisos, un

    almacn distinto encima del otro; uno con ropa de

    nios, otro con ropa de mujer, otro para los hom-

    bres y otro para los jvenes. En un almacn se

  • 67

    pueden comprar aparatos elctricos, como el

    horno de tu mam; en otro se compran cosas para

    la casa, muebles y alfombras. En el corazn de la

    ciudad hay una pantalla gigante. All van todos

    cuando Chile juega ftbol con otro pas. Se

    encuentran las personas, pero nadie se saluda

    porque no se conocen.

    Pero cuando Chile gana todos gritan al mismo

    tiempo, se abrazan a coro y empiezan a saludarse

    entre ellos. Lo ves, tonto? Es que no te das

    cuenta? Desde esta caleta podemos sentir lo cerca

    que est la ciudad, enorme, fabulosa, y podemos ir

    por sus calles para mirar a la gente que pasa y

    machetear.

    Machetear?

    Pedirles una moneda, Deivid, para comprar lo

    que queramos.

    Pedir plata? Como los mendigos?

    Pero debemos cuidarnos de los carabineros.

    Porque ellos saben en lo que andamos, entonces

    van a seguirnos y tendremos que salir corriendo. Y

    a lo mejor vamos a tener que saltar desde la calle al

    ro para librarnos de los pacos y vamos a quedar

    adoloridos del cuerpo, como le pas a la Ese.

  • 68

    A quin?

    A la Ese, una chiquilla que duerme en el piso

    de arriba.

    Quin es ella?

    Djame seguir lo interrumpi Tiara. En

    todo caso, pase lo que pase, t y yo nunca nos

    vamos a separar, porque seremos como hermanos.

    -Qu?

    El uno es del otro y el otro es de uno.

    Imagnate al Leuquipn. Tena seis aos cuando

    falleci su abuelita y qued en la calle, porque no

    tena a nadie ms en la vida. Se fue a vivir con

    otros nios en una caleta, debajo de un puente. Se

    lo ha recorrido todo, conoce todos los cantos del

    ro, sabe cundo est contento, cundo

    desdichado.

    Ests delirando!

    Mira, cuando entr al dormitorio estaba lleno

    de camas, como de hospital. En cada cama haba

    un nio. Entonces, ellos al verme se levantaron

    para saludarme, para darme la bienvenida,

    entiendes? Una de las camas se cay y se produjo

    el descalabro. Nos remos, porque junto con la

    cama se cay el chiquillo que estaba en ella. Y

  • 69

    como todos se mataban de la risa, se fueron al suelo

    y se desat la batahola. Eso fue lo que escuchamos

    en la sala: eran los cabros de arriba que se caan del

    catre como sacos de papas.

    Ests inventando!

    Es la pura y santa verdad!

    Me voy!

    Primero tengo que terminar con esas picadas

    de pulga.

    Termina de una vez!

    Diego, todava con el pantaln arremangado, se

    incorpor tan de repente que se golpe la cabeza

    con las tablas de la pasarela. A duras penas logr

    sacar la bicicleta fuera del escondite y a

    regaadientes acept que Tiara le ayudara. Entre

    los dos la arrastraron y luego la levantaron hacia la

    pasarela, resbalando a ratos, porque la humedad

    proveniente del mar comenzaba a cubrir las rocas,

    como una llovizna. Diego mostraba su molestia

    dando fuertes tirones del manubrio, como si

    quisiera evitar que Tiara pusiera sus manos sobre el

    asiento o la rueda trasera.

    \Deivid, mira! advirti ella. Justo encima

    de nosotros se alza una pantalla gigante,

  • 70

    perfectamente iluminada, para que la distingan

    hasta los helicpteros que giran sobre nuestras

    cabezas. Si te fijas bien en la preciosa imagen que

    nos mira, te dars cuenta de que una mujer muy

    bella nos dice: sonran, sonran.

    Pero Diego no respondi y se volvi a mirar una

    vez ms a su compaera. Si en ese momento

    hubiese expresado lo que pensaba, habra dicho:

    ests ms loca que una cabra!

    No hicieron ms que terminar de trepar hasta la

    pasarela cuando descubrieron que eran observados.

    El alcalde de mar se acerc con la inquietud

    pintada en su cara curtida por el agua salada.

    Solitaria en casa

    Hola salud. Est tu pap?

    No respondi la nia, sali temprano y

    todava no ha vuelto.

    Diego aprovech la distraccin de Tiara y se

    alej, arrastrando su bicicleta; a ratos corra, como

    si quisiera montar en ella; luego, suba los

  • 71

    escalones con la bici al hombro, hasta que se

    perdi de vista.

    Bueno, al menos podr hablar con tu mam

    dijo el hombre.

    S, ella s que est respondi la

    nia.

    Mientras se dirigan a la casa, Tiara se preguntaba

    si el alcalde de mar haba descubierto el escondite

    debajo de la pasarela. De ser as, se vera obligada a

    no regresar nunca ms a su propia caleta, que con

    tanta ilusin deseaba compartir con Diego. Se

    molest con su amigo por salir huyendo de esa

    manera, como si fuesen cmplices de algo malo.

    No era posible que se alejara del modo que lo haba

    hecho.

    El alcalde de mar caminaba cabizbajo y en

    silencio. La noche se anunciaba con todas sus

    seales; los pjaros desaparecieron de pronto y

    hasta se detuvo la suave brisa que se deja sentir

    durante el da. Era la hora de la conciencia. La hora

    en que la naturaleza habla con su quietud.

    El recogimiento se apoder de la nia. Las

    lgrimas de su pena no corrieron por sus mejillas.

    La noche la cubra con su manto de soledad.

  • 72

    Caminaba cabizbaja por un tnel de hielo y quien

    la acompaaba no era ms que otro de los tantos

    fantasmas que encontraba cada da.

    Mam! llam desde la puerta. Buscan a

    mi papito.

    Adelante respondi la madre y sali a recibir

    al alcalde de mar, que entr en la cocina de la

    modesta casa y acept tomar asiento. Le sirvo

    un t?

    No lo voy a rechazar respondi el hombre y

    se quit el gorro de lana que cubra su cabeza.

    El sali bien temprano explic la mujer,

    mientras verta el agua caliente de una tetera

    ennegrecida por el fuego. Con el hijo mayor se

    fue.

  • 73

  • 74

    Ese es el problema coment el hombre.

    Qu problema?

    Que no escucha razones.

    De qu se trata esta vez?

    Que no puede ir de pesca con el hijo mayor.

    Ah! exclam ella.

    S, pues reiter. Si se lo he dicho tantas

    veces. Pero no entiende.

    A lo mejor anda en eso.

    Es que ahora tiene que ir a Puerto

    Cisnes.

    Pero cmo ha de ir tan lejos protest ella.

    La Capitana de Puerto le puso una multa. No

    ve que su hijo no puede salir a pescar sin el

    permiso respectivo?

    Por Dios, qu duros de cabeza estos hombres!

    As no ms.

    Y usted no pudo ayudarlo?

    Pero si lo hice se excus el visitante. Se lo

    advert hasta el cansancio. Ni caso que hicieron.

    Ahora tienen que presentarse. En caso contrario

    vienen los marinos y se los llevan por rebelda.

    Ay, pero no me asuste, oiga.

  • 75

    La pura verdad no ms digo. Me llam

    especialmente el almirante de la Segunda Zona,

    para hacerme presente que tiene infracciones

    acumuladas contra el Pascual.

    Tiara observ la preocupacin de su madre.

    Cabizbaja, pareca a punto de llorar. La nia se

    acerc a su madre y le alcanz el pauelo blanco

    bien doblado que siempre llevaba consigo. Era un

    detalle que tambin le haba dejado su amiga Yara.

    As siempre estars preparada para un

    imprevisto, le haba dicho. Nunca entendi a qu

    tipo de sorpresa se refera, pero siempre lo

    consider un recurso indispensable en medio del

    mar, para secar la humedad salobre, capaz de cegar

    la vista y provocar comezn en los ojos. Desde

    entonces, siempre lo llevaba consigo. Sin embargo,

    la mujer se concentr en las mamaderas de sus

    hijos y el pauelo de la nia permaneci intacto

    sobre el mantel de plstico anaranjado que cubra

    la mesa.

    Usted sabe dijo la mujer que andan

    preocupados de los pescadores.

  • 76

    Todos lo saben respondi el visitante,

    pero las reglas deben cumplirse. En eso no hay

    maa.

    ;Maa? exclam ella.

    Es un modo de decir, doa, no lo tome usted

    tan mal.

    Tanto le dije que no aceptara ser presidente de

    la caleta.

    Pero eso no lo libera de cumplimientos que a

    todos corresponden coment finalmente el

    hombre.

    El menor de los hermanos solt el llanto y la nia

    corri a consolarlo.

    Pero la madre, ms eficiente, fue a la cuna con la

    leche que el pequeo reclamaba. Tiara se limit a

    observar como su hermanito satisfaca su hambre y

    dese con toda la fuerza de su corazn que el

    pequeo fuera su hijo para tener el derecho de

    alimentarlo, sin que nada ni nadie se interpusiera

    entre ambos.

    El alcalde de mar se volvi a mirar a la nia,

    interrogndola con la mirada.

    Este muchacho... rompi su silencio el

    alcalde de mar.

  • 77

    Diego? respondi Tiara. Y enrojeci de

    inquietud.

    S asinti el hombre. No estar pensando

    hacer algo indebido?

    Indebido? pregunt la nia con un hilo de

    voz.

    Qu intentaba hacer con esa bicicleta?

    Andar en ella respondi la nia con absoluta

    inocencia.

    Cmo? replic el hombre, bastante

    asombrado. Ah, en las rocas?

    Lo que pasa, don... pero la explicacin que

    rondaba su mente no se convirti en palabras.

    Pensaban poner esa bicicleta sobre tu balsa de

    plumavit? exclam el hombre.

    No, seor alcalde respondi la nia,

    suspirando como si le hubieran quitado un peso de

    encima. La balsa no la usamos cuando hay

    neblina.

    Ah, qu bien! Eso me tranquiliza.

    Tiara descubri el gesto de complicidad que le

    haca el alcalde de mar y guard silencio. Luego, se

    levant de la mesa y sali a la puerta de la

    vivienda. All se sent a contemplar la noche.

  • 78

    No se preocupe, seor alcalde escuch decir

    a su madre. Apenas lleguen les dar su recado.

    Es urgente, doa.

    La puerta cruji al abrirse. Tiara se levant y se

    hizo a un lado, dejando libre el paso al alcalde de

    mar. En el umbral apareci recortada la figura

    sombra del hombre. Un reflejo de luz amarillenta

    lo rodeaba, dndole la apariencia de un espectro

    frente a la oscuridad.

    Me acompaas al muelle, Huevito?

    Tiara camin en silencio junto al hombre, que se

    dirigi al embarcadero.

    Se me hizo de noche coment. Me pas

    de la raya?

    Cmo?

    Habl ms de la cuenta?

    Ah! replic ella. No, para nada.

    Cmo que nada? Tengan cuidado con ese

    juguete. Puede ser muy peligroso.

    El alcalde de mar dej de regaar a la nia ante la

    presencia de su asistente, que lo esperaba en el

    bote. Abord la pequea embarcacin, se sent en

    la popa y se subi el cuello de la chaqueta de pao.

    Carios a la ta Lidia dijo ella.

  • 79

    El alcalde de mar no respondi. Hubiese querido

    volverse, pero el asistente ya haba girado el bote y

    remaba con energa, alejndose rpidamente del

    embarcadero. Tiara qued tan intrigada como al

    principio de la visita del alcalde. Qu era lo que

    en verdad saba el hombre?

  • 80

    Los prncipes

    A la maana siguiente despert asustada, con la

    sensacin de haber dormido ms de la cuenta. Se

    apresur para ir a la escuela. El sueo la haba

    engaado; una voz interior le deca que lo vivido

    esa noche era lo ms impresionante de todo lo

    conocido hasta entonces, pero que no poda

    recordarlo. Fue a la ventana para mirar hacia la

    costa. Al ver que Diego no estaba, corri a la cama

    de su hermano. Tal como lo temiera, Kiko y su

    padre no haban regresado de la pesca durante la

    noche. Se lav y visti a la carrera. Ni siquiera

    prob la leche del desayuno. Sin despedirse de su

    madre, fue a la puerta y sali a la maana con un

    sobresalto en el pecho.

    La madre de Diego, cargando con dificultad la

    bicicleta, suba los ltimos peldaos, al final de la

    pasarela que se internaba en medio de un racimo

  • 81

    atiborrado de casas. Tiara se qued observndola

    hasta verla desaparecer.

  • 82

    Al parecer, su compaero ya haba cruzado a la

    escuela en el bote de don Anselmo. Y no pens en

    ella. Cmo no se tom la molestia de comprobar si

    haba salido de la casa? Tampoco se preocup de

    avisarle. Una seal habra bastado, un grito, un

    silbido, y ella habra corrido a ocupar su lugar en la

    lancha. Es que todava estaba enojado? Con

    alegra record las peripecias del da anterior:

    recordaba cmo se haba esmerado para

    entusiasmar a Diego y hacer que cumpliera un

    sueo.

    Abandonada a su suerte observ el panorama

    brumoso. La quietud sobrecoga y nada se poda

    esperar de aquella neblina envolvente y

    misteriosa. Tiara perdi la esperanza de que

    alguien pasara y la llevara a la escuela. Tampoco lo

    hara su padre, que pescaba muy lejos de all.

    Observ un instante el ocano. Imposible ver en la

    inmensidad que cubra la neblina. Qu tan lejos,

    mar adentro, haban navegado su padre y su

    hermano? La vaka poepoe era una nave de gran

    tamao, con la proa y la popa muy elevadas. En

    todo el archipilago no haba otra embarcacin

    que la igualara. La haba construido el abuelo y

  • 83

    Tiara record claramente cuando la repararon,

    despus de muchos aos de uso. Los hombres

    ensamblaron hbilmente la madera para rehacer

    aquellas partes que se haban deteriorado con el

    tiempo. De alguna manera, su hermano Kiko la

    haba hecho participar en la restauracin del bote.

    Tres das antes de botarla al mar, estuvieron pes-

    cando para alimentar al nuevo lanchn. Kiko la

    llev a la costa y la hizo recolectar caracoles,

    pulpos pequeos, algas y jaibas, cuya carne serva

    de carnada. Como una forma de nuevo bautizo, le

    ofrecieron pescados como alimento, hacindolos

    pasar una y otra vez por la borda de la flamante

    embarcacin.

    Tiara suspir con satisfaccin al evocar aquellos

    das, cuando su condicin de nia no era un

    obstculo para seguir en todo a su hermano.

    Siempre dispuesta a imitarlo, no le perda pisada y

    soaba con ser tan atrevida como l.

    Esper que la densa bruma se alejara para ver el

    volantn, manuhakerere, que su padre echaba a

    volar cuando pescaba.

    Como nica respuesta escuch en su mente el

    cantar lejano que le recordaba su origen:

  • 84

    E hakerere te manu , nae TuHereveri , e Ukaui, ka kau te umu ena. E TuHereveri ka haroharo mau, e Ukaui , ka

    nekuneku mai. Mientras eleva su volantn, el viejo Hereveri, su mujer, la

    vieja Ukaui, revuelve el curanto. Y

    mientras Hereveri lo encumbra, Ukaui lo molesta tironendolo a l.

    Y Tiara traduca mentalmente cada

    frase.

    La bruma avanz repentinamente hacia la costa,

    rodeando a la nia como si quisiera devorarla. Ella

    cerr los ojos y aguard temerosa; un ruido de

    motor deba salvarla, un grito de advertencia, un

    silbido haciendo que se levantara y se pusiera a

    salvo. Nada de eso aconteci. Sin embargo, quiso

    distraer su mente con la cuerda para el juego

    Kai-kai, pero sus dedos estaban demasiado

    entumecidos como para intentarlo. Sentada en el

  • 85

    muelle, sinti que el fro, disfrazado de sueo, la

    dominaba.

    El volantn manuhakerere fue al encuentro de

    la nia, azotando el viento, espantando la bruma,

    abriendo un camino en medio de la espesura

    blanquecina. Despus apareci la imponente

    embarcacin de los prncipes. En la piragua

    navegaban Kiko y el abuelo, que pareca un digno

    jefe de su pueblo. En su rostro moreno de sol

    mostraba dos lneas de color que cruzaban la piel

    desde las orejas al nacimiento de la nariz, por

    debajo de los ojos. Una hermosa pluma creca en su

    cabeza, donde un moo mantena recogido sus

    cabellos grises.

    Abuelo se lament la nia al verlo en pleno

    sueo, mi papito no viene para llevarme a la

    escuela.

    Y no vendr, querida nieta respondi el

    anciano.

    Se prepara para una dura competencia

    repiti Kiko.

    Abuelo, por qu aqu slo importan los

    hombres y los nios pequeos?

    Tambin las nias.

  • 86

    No, abuelo. No es as. No?

    Somos las locas de piernas desmembradas1. No

    servimos para la pesca, no servimos para la batalla

    de cada da.

    Quin lo dice?

    Mi pap.

    Pero usted, mi nieta replic el anciano,

    no alegra el hogar, acaso?

    Se alegraron cuando naci mi hermano.

    S, lo recuerdo perfectamente coment el

    abuelo. He tamaroa te pokil, gritamos.

    Y eso qu significa?

    Es hombre el nio!

    Lo ve, abuelo?

    Qu injusto! Por muy muerto que yo est, uno

    de estos das tendr que ir a la casa de mi nuera y

    decirle un par de cosas que le pongan los pelos de

    punta.

    Hgalo, abuelo! implor la nia.

    Pero antes iremos a casa propuso el

    anciano. Ha de ver como all las jovencitas

    lindas tienen otro destino. Le gustara conocer a

    otras nias?

    1 Locas de piernas desmembradas, en Rapa Nui, segn la tradicin, era un modo despectivo de tratar a las mujeres.

  • 87

    Me encantara, pens Tiara y record a Yara, su

    amiga inolvidable.

    Tiara! grit Kiko. Aborda tu pora y rema

    hasta la piragua.

    La navegacin es larga agreg el

    abuelo.

    Debemos llegar antes de la ceremonia

    advirtieron los prncipes.

    Pero, Kiko protest la nia. Tengo que ir

    a la escuela.

    No hay tiempo que perder dijeron los

    prncipes.

    Entonces ocurri lo inesperado. Siempre es as en

    los sueos, porque desde el otro extremo de la

    caleta apareci Diego pedaleando en su bicicleta.

    Podemos ir, Huevito grit Diego desde el

    mar. La seorita Emilia nos ha dado permiso.

    Pero tenemos que regresar antes de la colacin.

    Y le pareci un sueo soado, pero no le prest

    mayor atencin a tanta reiteracin, porque hasta

    en la vida misma ocurran situaciones as de

    repetidas, tanto que siempre los adultos se

    quejaban de lo montono y aburrido que sola ser a

    ratos el diario vivir de cada da.

  • 88

    Corri a su Amiga Yara y desat las amarras. De

    un salto se embarc en la balsa de espuma plstica

    y rem hasta la piragua de los prncipes. En un

    santiamn Tiara estuvo junto a la embarcacin y su

    hermano la levant en vilo, mientras el abuelo

    amarraba la balsa a la nave de los prncipes. De

    Diego nunca ms se supo. Se perdi con su

    bicicleta en medio de la niebla y Tiara se qued

    muy tranquila, porque saba que as cumpla su

    sueo. Unos segundos ms tarde, slo se escuchaba

    el golpe acompasado de los remos.

  • 89

  • 90

    Navegaron hasta que salieron del canal estrecho

    y se alejaron de Puerto Gala y de la isla Toto. La

    piragua ech al viento su velamen y los audaces

    prncipes pusieron rumbo hacia el canal Moraleda

    y a Tiara le pareci que ya estaban en el ocano.

    Falta mucho para eso respondi su

    hermano. Ahora dirigimos la nave hacia el

    norte. Ese es Puerto Ballena, vamos hacia Islotes

    Locos y pasaremos frente a Melinka.

    Pronto tendremos que asegurarnos para cruzar

    el golfo Corcovado advirti el abuelo. El

    ocano se interna hacia el archipilago y la

    corriente que se forma es como una tormenta.

    Tienes miedo?

    No, abuelo respondi Tiara.

    El anciano at una cuerda de un metro de largo a

    la cintura de la nia y asegur el otro cabo a un

    madero, en el interior de la nave. La embarcacin

    enfil hacia la corriente, evitando ser alcanzada de

    costado por el fuerte oleaje. La proa se hunda en

    las aguas, desapareciendo casi por completo en

    aquel manto de mar encrespado y turbulento; la

    popa se elevaba hacia el cielo y las olas entraban a

    raudales, arrastrando todo lo que hallaban a su

  • 91

    paso. Pero los prncipes haban tomado las

    precauciones necesarias y el oleaje no causaba

    mayor dao. El velamen de la piragua se hinchaba

    con la fuerza del viento y los remeros no decaan

    en su empeo. El agua los empapaba de pies a

    cabeza, pero a ellos pareca no importarles la dura

    prueba que enfrentaban. A Tiara le daba gusto ver

    como su hermano remaba con el mismo bro de los

    prncipes. El abuelo y la nia colaboraron con dos

    cuencos de madera, achicando el agua acumulada

    en el piso de la nave. Pese a lo difcil de la

    situacin, poniendo en riesgo incluso sus vidas, la

    nia se senta segura con la compaa de su abuelo

    y de su hermano, en medio de los prncipes.

    Nos acercamos a Quelln grit el abuelo,

    sacudido por los vaivenes. Pronto la navegacin

    ser ms tranquila.

    Y as fue, en efecto. La piragua dej atrs el golfo

    Corcovado y entr en aguas ms serenas.

    Navegaron frente a Chaitn, por el oriente, y

    frente a Queiln, por el poniente.

    Esas son las islas Desertores coment el

    hermano de Tiara, al tiempo que indicaba un

    grupo de islas que estaban a la vista.

  • 92

    Pronto avistaremos las islas Chau- ques

    agreg el abuelo.

    Los esperaba el golfo de Ancud. La navegacin

    continu entre las islas Butachau- ques y la

    pennsula de Huelqui. La maana se despej de

    pronto y a los ojos de Tiara se hicieron visibles las

    empinadas cumbres de los volcanes.

    Ese de all es el Michinmahuida dijo el

    hermano de la nia.

    Y ese es el Huelqui agreg el

    abuelo.

    Acercndose a Calbuco la navegacin se torn

    incontrolable, pero los avezados prncipes no

    desmayaron en mantener siempre la embarcacin

    bajo control. No entraron a Puerto Montt y

    prosiguieron rumbo al ocano Pacfico por el canal

    de Chacao. Al acercarse a la punta Palos Negros, la

    nave recuper su travesa sin mayores inconve-

    nientes. El abuelo desat la cuerda de la cintura de

    su nieta y la nia pudo moverse libremente en la

    magnfica piragua que la llevaba a la isla de su

    antepasados. En la placida travesa avistaron uno o

    dos barcos de pasajeros, como el que un da, por

    curiosidad o error, entr en la estrecha baha de la

  • 93

    isla Toto y se detuvo frente a Caleta Chica para

    llevarse a Yara. El recuerdo volvi a ocupar un

    lugar candente en el corazn de Tiara.

    Navegaron por fin frente a Carel- mapu y los

    prncipes se alistaron para enfrentar exitosamente

    la barra que formaba el oleaje que separaba el

    ocano de la salida del canal. El abuelo amarr de

    nuevo la cuerda a la cintura de su nieta, mientras

    Kiko y los prncipes remaron con toda la energa

    de sus msculos. Los navegantes evitaron que la

    nave sufriera ms de un deterioro, en las

    constantes sacudidas sobre las olas tempestuosas.

    Entraron, finalmente, en aguas ocenicas, dejando

    atrs el archipilago de Chilo y poniendo rumbo

    al norte, alejndose cada vez ms de la costa, donde

    la navegacin sera ms calma.

    Alguna vez te hemos contado nuestra

    historia? dijeron los prncipes.

    Qu historia? replic la nia. Abuelo?

    Te la contaba cuando eras muy pequea

    respondi el anciano.

    Huimos del continente Hivaprosiguieron los

    prncipes.

    Y por qu?

  • 94

    El gigante Uoke, con su fuerza descomunal, lo

    estaba hundiendo. La tierra se inundaba y nuestra

    gente habra muerto, si no la ponamos a salvo.

    Por qu haca tanto dao?

    Quin puede entender los actos de un

    gigante? respondieron.

    Qu hicieron, entonces?

    Nuestro sabio Hau Maka tuvo un sueo. En l

    vio una tierra nueva y nos envi a explorar la isla

    soada. Eramos siete exploradores y al regresar en

    busca de nuestra gente dejamos la tierra nueva al

    cuidado del sptimo prncipe.

    Lo abandonaron? pregunt la

    nia.

    Fue atacado por una tortuga.

    Una tortuga puede herir a un hombre?

    Quisimos comerla explicaron. La tortuga

    se defendi y con una de sus aletas golpe a nuestro

    compaero. Lo llevamos a una caverna, para

    alejarlo de los peligros.

    Estara ms seguro?

    S, porque lo dejamos en compaa de seis

    montoncitos de piedra, que nos representaban.

    Las piedras pueden ser buena compaa?

  • 95

    Tenan la facultad de hablar.

    ; Hablaban?

    Cuando l preguntaba desde el interior de la

    caverna: Prncipes, dnde estn? Los seis

    montones de piedra respondan: Aqu estamos.

    As tuvo sosiego.

    Nuestro rey hizo preparar dos piraguas, lleg a

    la tierra nueva y desembarc en Anakena. La

    nombr: Te Pito o Te Hena, que significa

    Ombligo del Mundo, pues haba navegado en

    crculos para llegar a ella y no haba otra tierra en

    las cercanas.

    All nacieron el abuelo y el padre.

    Rapa Nui, s!

    Lleva nuestra sangre en las venas

    respondieron.

    Eso quiere decir que soy como ustedes?

    Lo es replicaron.

    Quieren decir que les importo?

    Ms de lo que imagina.

    Por qu nunca me lo dijeron?

    Kiko?

    Ahora lo hacemos.

  • 96

    Despus de interminables horas de navegacin y

    cuando Tiara pensaba que jams llegara de regreso

    a la escuela para la colacin, ante los ojos

    maravillados de la nia apareci un acantilado

    imponente.

    Un grupo numeroso de mujeres, ataviadas

    finamente de blanco, esperaban junto al mar. Los

    prncipes acercaron la piragua a la pared rocosa y

    cuando el vaivn de las olas se aquiet por

    completo, abordaron la balsa de espuma plstica.

    Tiara pens que la frgil embarcacin se hundira

    con el peso de tantas personas, pero Amiga Yara se

    mantuvo a flote. Lentamente remaron hasta la

    pared rocosa y fueron recibidos por aquel grupo de

    mujeres.

    Oh, Neru de miembros bellos dijeron los

    prncipes con gran ceremonia.

    Es la ltima de las elegidas coment la mujer

    que la reciba, y tomando a Tiara de la mano inici

    el camino hacia la cima.

    Pero la nia se resisti a seguirlas. Se volvi

    angustiada a su hermano, pero Kiko haba

    desaparecido. El abuelo lo haba seguido y los

    prncipes se alejaban en direccin a una colina

  • 97

    muy cercana donde, al parecer, comenzaran los

    festejos.

    Tiara temblaba de miedo. Sorpresivamente se vio

    vestida de blanco y temi lo peor si llegaba con ese

    vestido a la escuela. Las mujeres la arrastraban,

    mientras ella se negaba a dar ni siquiera un solo

    paso en la direccin que sealaban. Hasta que su

    amiga Yara, curiosamente vestida de azul, apareci

    en medio de las mujeres y mir de lejos a la nia.

    Entonces, Tiara sinti que le volva el alma al

    cuerpo y corri al encuentro de su gran amiga.

    Pero Yara se volvi para comenzar a subir la

    escarpada pendiente del acantilado, confundida en

    medio del grupo de jvenes, como si fuera una ms

    de ellas.

    Sin medir los riesgos a que se expona, co