saenz de santa maria - historia de la educación jesuitica en guatemala
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MADRID 1978
Es una historia paradigmática: la edu-
cación jesuítica en uno de los «reinos»
americanos, a lo largo del siglo xviii, el si-
glo de los intentos renovadores de la pe-
dagogía.
La carencia de relatos coherentes de la
época hace más importante la obra, que es
—en primer lugar— un acopio documen-
tal prácticamente exhaustivo; en un se-
gundo lugar, el sistema jesuítico bipolar
Lucas-Borja es algo más que un par de
colegios, es un eje en torno al que gira la
vida espiritual y cultural de Guatemala.
La obra se completará, Dios mediante,
con el estudio del siglo xix guatemalteco,
que tiene en el colegio seminario de los je-
suítas la base cultural de su «conservadu-
rismo» frente al «liberalismo» militante,
que es el auténtico «fenotipo» cultural de
lo hispanoamericano decimonónico.
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Universidad Francisco Marroquín
http://www.archive.org/details/histodelaedjesOOsaenguat
HISTORIA DE LA EDUCACIÓN JESUÍTICAEN GUATEMALA
PUBLICACIÓNDEL
INSTITUTO GONZALO FERNANDEZ DE OVIEDO(C. S. I. C, Madrid)
(A/y Wcr-vi^n <J< I Vlj ) -^
En colaboración
con el Liceo Xavier (Guatemala)
con la Universidad de Deusto (Bilbao)
y con la Universidad Rafael Landívar (Guatemala)
CARMELO SAENZ DE SANTA MARÍADE LA SOCIEDAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA DE GUATEMALA
DEL INSTITUTO «GONZALO FERNANDEZ DE OVIEDO», DEL C. S. I. C. ( MADRID)
HISTORIADE LA
EDUCACIÓN JESUÍTICAEN GUATEMALA
PARTE I
Período español (siglos XVII y XVIII)
Colección Luis Lujan MuñozUniversidad Francisco Marroquín
www.ufm.edu - Guatemala
MADRID 1978
PR1NTED 1N SPAIN
IMPRESO EN ESPAÑA
Depósito legal: M. 14.532.—1978 ISBN: 84-600-1143-7
Artes Gráficas Benzal - Virtudes, 7-Madrid-3
ÍNDICE
Introducción 13
Fuentes 17
Bibliografía 18
Siglas empleadas 21
Cronología del período 22
Proemial 23
Primeros contactos entre jesuítas y vecinos de Guatemala 23
¿Solicitó el obispo Marroquín la venida de los jesuítas? 25
Capítulo I: Primer período (1579-1615) 29
La petición del doctor Villalobos (1572-1574) 30
El paso del padre Juan de la Plaza (1579-1580) 31
Ofrecimiento del arcediano Carvajal (1579) 32
Primera misión jesuítica en Guatemala (1582) 35
Toma el relevo el chantre Hurtado de Mendoza (1606) 37
El obispado de fray Juan Ramírez (1606-1609) 39
El obispo Ramírez y el deán Ruiz del Corral 40
Primera nómina de jesuítas en Guatemala (1607) 41
El patrocinio de San Lucas (1607) 42
Se concede en Roma el establecimiento definitivo (1609) 43
Se pone «de moda» la iglesia de los jesuítas 44
Mejora la situación económica de la casa (1610) 45
El nuevo domicilio (1611) 47
La primera gran crisis ciudadana (1611-1620) 49
El episcopado de don fray Juan de Cabezas y Altamirano (1611-1615) 50
El Seminario de la Asunción 54
Personal de los jesuítas a lo largo de este período (1611-1614) 55
Situación económica del colegio 56
Arraigo de los jesuítas en el clero guatemalteco 58
Balance general del período (1606-1621) 59
7
Capítulo II: Los grados académicos 61
El colegio de San Lucas en 1620 61
Decisivo período de fray Juan de Zapata y Sandoval (1621-1630) 63
El colegio de Santo Tomás (1562-1622) 65
Santo Tomás pretende impedir las enseñanzas superiores en San Lucas (1622). 66
El colegio de San Lucas, según los amigos del colegio de Santo Tomás 68
Don fray Juan de Zapata y Sandoval, arbitro de la contienda (1622-1625) ... 72
El colegio de Santo Tomás otorga los primeros grados (1625) 73
El apóstata Gage, profesor de Santo Tomás (1627-1629) 76
Suspende el colegio de Santo Tomás su actividad 78
Situación del colegio de San Lucas al concluir el episcopado de ZapataSandoval (1638) 79
Capítulo III: San Lucas, único centro universitario en Guatemala (1635-1676). 81
La concesión de Urbano VIH (1634) 81
Primeros grados en San Lucas (1640) 82
Gestiones paralelas en pro de la universidad plena 84
Fallan los catálogos jesuíticos en este decenio (1638-1648) 85
Primera dificultad: la «sede vacante» (1642-1644) 85
Solución parcial del obispo González Soltero (1644-1650) 86
Años de especial popularidad (1645-1647) 88
Prosperidad económica en Guatemala 90
El capitán Nicolás Justiniano Chiavari «funda» el colegio (1646) 91
Pedro Crespo Suárez, el frustrado donante (1646) 93
Vida interna del colegio entre 1647 y 1653 95
Situación económica del obraje de San Antonio de Padua (1651-1652) 96
Sede vacante (1650-1658) 96
Algunos alumnos del período 97
El alumno Fuentes y Guzmán (¿1653-1659?) y su profesor Salvador de la
Puente 98
Un alumno de excepción: el hermano Pedro de San José Betancourt (1653-
1655) 99
El «desafío» del hermano Pedro (1654) 102
Otros alumnos de la época 105
Adquieren los jesuítas la propiedad de las casas de los Díaz del Castillo (1655). 106
Casa y colegio al finalizar la sede vacante (1659) 109
Capítulo IV: Los últimos años de la validez académica de San Lucas (1659-
1676) 111
Llega el obispo fray Payo de Rivera (1659) 111
El testamento de Crespo Suárez y su pretendida distribución 112
Actuación de la junta pro-universidad 113
8
Postura de los jesuítas ante la nueva universidad 114
Extenso informe personal de fray Payo (1659) 115
El Consejo de Indias exige, ante todo, que se cumpla la voluntad de Marroquín. 118
Fray Payo otorga grados «mayores» y «menores» en San Lucas (1659-1668). 119
Vida interna en San Lucas durante el episcopado de fray Payo 120
Él episcopado de Juan de Santo Matía Sáenz de Mañosea y Murillo (1668-
1675) 121
Los estatutos universitarios de San Lucas (3-VIII-1669) 122
La aplicación de los estatutos de Sáenz de Mañosea 124
Situación interna del colegio entre 1668 y 1675 126
Informe realizado ante el cabildo guatemalteco (1671) 128
Visita del colegio por el notario Valenzuela 130
Últimos graduados en San Lucas 131
El juramento de fidelidad al rey y a sus representantes 132
Decisión definitiva del Consejo de Indias (1672) 132
Llega a Guatemala «la nueva» de la concesión de universidad (1676) 133
Capítulo V: Relaciones San Lucas-Universidad (1676-1696) 135
Los dos subperíodos 135
Suspensión de los efectos académicos en San Lucas (1690) 135
Primeros bachilleratos en San Carlos, su procedencia 137
Sanluqueños en el primer claustro, el caso de Roldan y Toledo 137
El rectorado de don José de Baños y Sotomayor (1686-1696) 138
El profesorado de filosofía durante este período en San Lucas 141
Alumnos y profesores de San Lucas: las primeras promociones 142
Primera oposición estatutaria a la cátedra de filosofía (1688) 143
El bachiller Juan de Oviedo y Baños (1680) 144
Los profesores universitarios Sunsín de Herrera y Varón de Berrieza 147
Variaciones del personal en San Lucas 149
Situación económica del colegio 150
Comienzan las implicaciones políticas 151
Más política en el horizonte (1686) 152
El rectorado de Juan de Cárdenas (1696-1705) 153
No son los jesuítas culpables de la falta de estudiantes en San Carlos 154
El templo de los jesuítas, foco de espiritualidad 155
Capítulo VI : Internado de San Francisco de Borja 1 59
El padre Ignacio de Azpeitia funda el colegio (1648-1726) 159
Situación del colegio 161
Primeros colegiales 161
La visita de Lamadrid interfiere en el desarrollo del colegio 163
Informe de los jesuítas sobre la retirada «a sagrado» de Lamadrid 164
El rector de la universidad pide la clausura de San Borja (1699-1700) 166
Primer acto público del colegio de San Borja (5 de mayo de 1700) 167
Se estabiliza la situación de San Borja (1703) 169
San Borja en San Lucas (1700-1766) 171
Personal del colegio de San Borja (1700-1766) 171
Vida económica del colegio de San Borja 172
Algunas aportaciones económicas destacadas 173
El colegio de San Borja en el bienio 1760-1761: la visita del padre Ramírez. 174
Estado económico del colegio en el bienio 1760-1761 175
Actividades sociales y religiosas del San Borja 175
Capítulo VII: Vida académica en el xviii guatemalteco 177
La triple influencia: universidad, seminario, Borja-Lucas 177
Nuevas tentativas de unión Lucas-Borja y universidad (1711) 179
Fracasa la intentada «concordia» (1716) 181
Nuevas alternativas en la exigencia de escolaridad a los sanluqueños 182
El brillante grupo de bachilleres de 1746 184
Maestros en Artes, colegiales de San Borja 186
El magisterio de Rafael Landívar (1747) 188
Los dos últimos maestros: Vega y Juarros 189
Los profesores universitarios del período 191
Profesores en la universidad 193
Doctores sanluqueños, rectores de San Carlos 194
El período del padre Miguel Gutiérrez 195
La «Bellatrix Philosophia» de Gutiérrez (1748) 196
La doctrina filosófica del padre Gutiérrez 198
Ejercicios escolares: el libro de Lógica de Zapiain 199
El curso filosófico de Francesch 201
Consigue Gutiérrez la última dispensa de escolaridad (1750-1757) 202
Ultima hornada de bachilleres (1751-1757) 203
Contabilidad final de los bachilleres en filosofía graduados en San Carlos du-
rante su período de convivencia con el Lucas-Borja y otros centros 205
La biblioteca del colegio de la Compañía 206
Resumen histórico del período en Guatemala (1700-1762) 210
La Compañía de comercio de Honduras (1742-1748) 212
El ayuntamiento de Santiago y los jesuítas 213
Estado de la Compañía en Guatemala en 1740 216
Capítulo VIII: Mirada final al período 219
Implantación de los jesuítas en Santiago 219
Directores de la Congregación 220
La mayoría de los jesuítas procedían de México 220
10
Algunos escritos de los jesuítas sanluqueños 222
La última generación de jesuítas 225
El arzobispo Figueredo y Victoria 226
La controversia del «caldo de carne» (1758) 229
El padre Rafael Landívar 232
El asesinato de Villafañe (1766) 235
Estado interno de la comunidad de San Lucas 236
Capítulo IX: Liquidación de la obra jesuítica 239
Guatemala en la segunda mitad del xvm: un decenio de prosperidad (1752-
1762) 239
Los estancos, los impuestos y la crisis económico-política (1762-1767) 241
Expulsión de los jesuítas de Guatemala (1767) 243
Camino del destierro 245
Nómina de los jesuítas desterrados 247
Cierre de San Lucas, permanencia de San Borja; magisterio de Liendo 248
Últimos bachilleres de San Borja 250
Liquidación de las propiedades de los jesuítas 25
1
Pequeña historia de los bienes jesuíticos 252
Otras posesiones de los jesuítas 254
El ingenio de azúcar 256
Consideración final sobre los bienes de los jesuítas en Guatemala 259
Los jesuítas guatemaltecos en Italia 260
Epílogo provisional 263
Anejos documentales 265
Anejo I: Documento fundacional del colegio de San Lucas 265
Anejo II: Expediente relacionado con la fundación de San Borja 268
Anejo III: Fórmulas empleadas en la colación de los grados en San Lucas ... 276
Anejo IV: Nómina del personal que habitó en los colegios de San Lucas ySan Borja 280
Índice de ilustraciones 297
Índice de personas y lugares 299
11
INTRODUCCIÓN
No creo que esta historia necesite justificación: la Compañía de
Jesús ha estado presente en la vida ciudadana de Guatemala desde co-
mienzos del siglo XVII hasta el momento actual; ha sido varia y com-
pleja su actividad, pero en ella se ha destacado siempre la enseñanza, yen la enseñanza la dedicada a las clases dirigentes del país, coronándose
en el siglo XVII y en la actualidad con la enseñanza universitaria. Entre
las clases dirigentes educadas por los jesuítas en Guatemala ocupa lugar
preeminente, el clero diocesano; los jesuítas han tenido a su cargo el se-
minario de Santiago —dedicado al clero diocesano— en el siglo XIX yen el siglo XX.
La trayectoria educativa de los jesuítas en Guatemala no puede re-
presentarse con una línea recta, o con una curva de pendientes regulares;
la línea jesuítica es más bien sincopada: se interrumpe violentamente,
cuando parecía haber echado raíces indestructibles en el suelo guatemal-
teco, por decisión tan arbitraria como soberana de Carlos III. Arrancado
del suelo patrio un jesuíta guatemalteco compone en Italia su magnífico
canto a Guatemala; y alo largo de cuarenta años llenos en Guatemala de
acontecimientos de tanta trascendencia como el traslado al nuevo empla-
zamiento de la Ermita (en ruptura definitiva en la apariencia con la
ciudad que quedaba acunada por los volcanes de su escudo); sobre tan
definitiva quiebra, se mantiene intacta la añoranza de los ciudadanos de
Guatemala por sus antiguos educadores; y aprovechan la convocatoria
de las Cortes de Cádiz para hacer oír ante la nación reunida en asamblea,
su deseo y petición de que se hagan volver los jesuítas para que reanuden
una actividad que nunca hubiera debido suspenderse.
Ha de llegar el siglo XIX a superar su primera mitad, para que los
ciudadanos de la Nueva Guatemala vean cumplidos sus deseos. El arzo-
bispo historiador García Peláez, el primer arzobispo nacido en la dióce-
sis, consigue la definitiva autorización para el regreso de los jesuítas; y
13
pone a su disposición el Seminario que ha de servir por igual tanto a
estudiantes seglares, cuanto a los que pretendan coronar sus estudios
con el sacerdocio.
Han vuelto los jesuítas a hincar sus raíces en el fecundo suelo gua-
temalteco y se han extendido hasta Quezaltenango, cuando sobreviene la
segunda gran expulsión: expulsión que parece quedar definitivamente
establecida en la legislación guatemalteca, al ser incluida en la ley cons-
titucional la prohibición de establecerse en la república las «órdenes mo-
násticas y congregaciones conventuales».
El que esto escribe tuvo la honra de ser admitido en Guatemala,
cuando todavía estaba en vigor el precepto constitucional, y se gloria de
ser el superviviente más antiguo de aquella especie de «comando» jesuí-
tico. El general Jorge Ubico superó aquel «antijesuitismo» militante
heredado en el partido liberal progresista, y autorizó la entrada del pri-
mer grupo de jesuítas al cabo de sesenta años de expulsión. Se nos auto-
rizaba con la finalidad expresa de hacernos cargo del Seminario de San-
tiago; y no es que el Seminario estuviera abandonado, ha vivido hasta
hace muy poco monseñor Perrone, su rector entonces, y viven todavía
algunos de los que constituían aquel reducido pero ejemplar claustro
de profesores. Al recibir el Seminario—como puerta de entrada a Guate-
mala— unos y otros sabíamos que aquella entrada por el «postigo»
quedaría pronto superada por otra más solemne por la «puerta prin-
cipal».
En el año de 1977, se cumplen los cuarenta años de aquella «primera
entrada» que pudiera denominarse «reseña» en la terminología proce-
sional guatemalteca; tal fecha hubiera sido suficiente para emprender
esta especie de examen de conciencia que es la presente historia, pero se
ha agregado otra fecha más: en diciembre de este año de 1977 se cumplen
veinticinco años de un nuevo «inicio», el del primer establecimiento edu-
cativo en la Nueva Guatemala que surgiera sin las «andaderas» del Se-
minario.
Fue el resultado de un plan conjunto capitaneado por doña Irene
Molina, viuda de Peyré; que agregó esta nueva fundación a las muchas
y muy variadas con que durante su vida llenó el campo de la educación
y de la beneficencia en Guatemala, en actividad polifacética y desusada-
mente fecunda y duradera. Por parte de los jesuítas acometió la labor
docente del nuevo establecimiento que se denominó entonces «Liceo
Francés, sección de varones» el padre Jorge Toruno Lizarralde quien
desde entonces se ha consagrado a las distintas actividades de los jesuítas
14
como uno de los más representativos de la última implantación jesuítica
en Guatemala. El que esto escribe asistió a estos primeros pasos, acompa-
ñando al colegio a su nuevo emplazamiento, en el que hace veintidós años
(enero 1955) estrenó el nuevo nombre de Liceo Xavier, que desde en-
tonces ostenta.
Pero aún se barajan más fechas en estos años, que hacen más urgen-
te el planteamiento de este examen de conciencia colectivo, que es la
Historia cuya primera parte presento; a 8 de febrero de 1954 procedió el
padre Echarri a la bendición de los locales del que entonces se denominó
Instituto de Artes y Letras; donde el que esto escribe, con la colaboración
de un grupo de amigos que en otra ocasión tendré el gusto de enumerar,
ponía la semilla de la hoy magnífica realidad universitaria que se gloría
con el nombre de aquel gran jesuíta guatemalteco, exiliado de su patria,
Rafael Landívar Caballero.
Por todos estos motivos, estaba más que justificado el esfuerzo de
búsqueda y confrontación documental en archivos americanos y eu-
ropeos, qce nos proporcionaran la visión más aproximada a la realidad
de lo que ha sido la labor educativa de los jesuítas en Guatemala.
Fue idea del padre Rafael Gama, actual rector del Liceo Xavier, la
de engastar esta remembranza histórica en las fechas del veinticinco ani-
versario del Uceo; a ella se adhirió con su eficacia acostumbrada el
padre Santos Pérez Martín, rector de la universidad Rafael Landívar; y
un grupo de familias guatemaltecas, de tradición familiar íntimamente
ligada a los jesuítas de todos los tiempos que quisieron sumarse a esta
obra. Y permítaseme recordarlo y agradecer especialmente a doña Lili
Castillo de Valladares, como representante de este grupo familiar.
No me queda sino explicar que la presente historia concluye, por el
momento, en las fechas del destierro, «extrañamiento», se decía entonces,
de Carlos III; hubiera sido demasiado lento esperar a la elaboración del
período doble que comprende las labores jesuíticas en los siglos XIXy XX: período que, por otra parte, cuenta ya con su historia, debida
a la pluma del padre Rafael Pérez, guatemalteco que aprovechó —comoLandívar— los «ocios» del destierro de la patria, para historiar los he-
chos de los jesuítas en Colombia y Centroamérica.
A la narración compendiada de los «hechos» más significativos de
los dos primeros siglos de fecundo trabajo educativo jesuítico en la An-tigua Guatemala, narración que hemos procurado acercar a ese estilo
«total» que vuelve otra vez por sus fueros en los actuales modos histo-
rizantes, añadimos unos cuantos anejos que conserven documentos que
15
siempre corren peligro de extraviarse y perderse. Entre otras, algunas de
las «tarjas» con que se anunciaron en aquellos tiempos los actos académi-
cos de los antiguos centros de San Lucas y San Borja; en una de las que
se incluye el blasón del antiguo San Borja, blasón hasta ahora desco-
nocido.
Carmelo Sáenz de Santa María
Guatemala, septiembre de 1977.
16
FUENTES
La documentación utilizada se conserva en los archivos siguientes: Archivo de In-dias, de Sevilla; Archivo General de Centro América (antes Archivo General del Go-bierno), de Guatemala; Archivo Histórico de la Compañía de Jesús, en Roma; ArchivoHistórico Nacional, de Madrid; Archivo General de la Nación, de México.
Archivo General de Indias (citado AGÍ).—Se han consultado, sobre todo, los si-
guientes legajos: Escribanía, 346 B y 357; Audiencia de Guatemala, 1, 22, 28, 76, 135,
137, 150, 154, 156, 175, 259, 361, 366, 373, 391, 392, 799; Audiencia de México, 876.
Archivo General de Centro América, de Guatemala (citado AGCA).—Se han uti-
lizado los siguientes expedientes que se encuentran en los legajos que se citan a conti-
nuación de cada uno: 1141 y 1162 en el 45; 9970 en el 428; 11763, 1769; 11810, 1804;
12300, 1889; 12338, 1890; 12467, 1899; 12524, 1901; 12632, 1905; 12633, 1906; 12790,
1919; 12928, 1944; 12929, 1944; 13129, 1955; 13130, 1955; 13332, 1962; 13352, 1966;
28941, 3011; 48954, 5801.
Archivo Histórico de la Compañía de Jesús, en Roma (citado AHSI y AJCG).
—
Me-xicana, 4 (Cat. Trien., 1580-1653), 5 (Cat. Trien., 1655-1687), 6 (Cat. Trien., 1690-1720),
7 (Cat. Trien., 1726-1748), 8 (Cat. Trien., 1751-1764); Catlgs. Breves: se refieren a Gua-temala los catgls. de 1650 (fol. 277), 1653 (fol. 283), 1658 (fol. 287), 1660 (fol. 293),
1671 (fol. 298), 1678 (fol. 303), 1681 (fol. 307v), 1684 (fol. 313v), 1687 (318v-319),
1690 (fol. 324), 1693 (fol. 329), 1696 (fol. 334), 1723 (fol. 340), 1737 (fol. 345v),
1741 (fol. 352v), 1744 (fol. 358v), 1751 (fol. 376v), 1755 (fol. 383); 15 (Lit. An. 1615-
1653; 1674-1680; Historia 1615-1649); 17 (Doc. et Hist, 1600-1700); Lusitana, 43;
Paraquaria, 4/1 75; Fondo Gesuitico, A 94.
Archivo Histórico Nacional, de Madrid (citado AHN). Jesuítas, legajo 85.
Archivo General de la Nación, de México (citado AGNM). Jesuítas, I, 11, 24, 36;
II, 16, 17, 18, 19, 20, 25, 36, 37; III, 14. Inquisición, 308, 339, 349, 510, 530, 989.
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19
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20
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PE
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Monumento Mexicana. Serie de la Monumento Histórica Societatis
Iesu, Roma.citado también, Pardo: Efemérides.
21
cronología del periodo
3593 Primeros ofrecimientos por parte de los vecinos.
1607 Primer domicilio estable; se abren algunas clases y una pequeña capilla.
1609 Se agranda la iglesia.
1611 Pasan al nuevo domicilio en el solar donado por Leonor de Celada en la
manzana de los Díaz del Castillo.
1614 Primera apertura oficial de curso en los nuevos locales.
1620-1626 Se van edificando, iglesia pública y aulas de enseñanza: las aulas en casa
alquilada al Pbro. Ambrosio Díaz del Castillo.
1622 Se abre el primer curso de artes.
1626 Se estrena la nueva iglesia, canta la Misa el obispo Zapata, predica un so-
brino del conde de la Gomera.1640 San Lucas queda constituido en único centro universitario de Guatemala.
1645 Se concluye el edificio del colegio y residencia.
1646 Fundación de Justiniano, con ese dinero se edifica la capilla mayor de la
iglesia.
1655 Se adquiere íntegra la manzana de los Díaz del Castillo; se planea unanueva iglesia.
1676 Se establece en Guatemala la Universidad de San Carlos.
1683 El templo se derrumba; lo va reconstruyendo de nueva planta el padre Az-peiüa.
1690 Pierde definitivamente San Lucas sus derechos académicos.
1699 Se abre el colegio de San Borja.
1711 Pequeños daños en iglesia y colegio.
1751 Se derrumba la iglesia, y el colegio de San Borja.
1753 El arzobispo Figueredo y Victoria contribuye decisivamente a la reedifica-
ción de la iglesia; el colegio San Borja se reconstruye por obra del padre
Gutiérrez.
1766 Landívar, rector en San Borja.
1767 Expulsión de los jesuítas.
22
PROEMIAL
Primeros contactos entre jesuítas y vecinos de Guatemala.—¿Solicitó el
obispo Marroquín la venida de los jesuítas?
Primeros contactos entre jesuítas
y vecinos de guatemala
Al establecerse en el entrañable suelo de Almolonga los primeros ve-
cinos, fundadores de la noble ciudad de Santiago de los Caballeros, sin-
tieron pronto la necesidad de transmitir su cultura a los niños que nacían
en tan privilegiado suelo.
No hubo tiempo para organizar tales establecimientos en aquella ciu-
dad, de vida tan brillante como fugaz; pero la preocupación se transmi-
tió íntegra a los fundadores de la nueva ciudad: y a la cabeza de todos
el gran prelado don Francisco Marroquín.
Marroquín había presentido muy temprano la ruptura generacional
que habría de surgir entre los primeros vecinos —llegados de la vieja
España— y sus hijos, nacidos y criados en el paraíso tropical de Guate-
mala. Urgía establecer un sistema de endoeducación que transmitiera a
aquellas generaciones las bases de la cultura que los había de definir.
«De aquí a poquillo —decía Marroquín en carta al emperador de 27 de
marzo de 1552— quedará la tierra en poder de mochadlos, y como no
hayan visto a Castilla, ni conozcan a su príncipe, no se les dará nada
por verla o no; gran provisión es menester para que se conserve la fe
del Señor y la justicia y obediencia y conocimiento del rey...» l
Pero Marroquín pensaba en un sistema más completo y coherente
de educación; de su epistolario deducimos que sus primeros plantea-
1 Véase nuestro El licenciado don Francisco Marroquín, primer obispo de Guate-
mala (1499-1563), Madrid, 1964, págs. 107-108, nota 170.
23
mientos buscaban una solución inmediata para las niñas —hijas de con-
quistadores difuntos— para ellas sugería la formación de un grupo de
«buenas y santas mujeres» que las atendiera. Doce años más tarde ha
encontrado una maestra adecuada «está aquí una monja que lo sabrá
bien hacer...» curioso dato que no ha sido posible concretar más 2. Ma-
rroquín sigue atento la evolución de aquella población femenina a la que
amenazaba una doble orfandad: la de su padre, y la de ambas comuni-
dades —la blanca y la indígena— que no las reconocían como suyas.
Cuando al fin de su vida quiere dejar el dinero que le queda, aplica-
do a obras duraderas, adquiere una casa para aquellas «mozas» cuya
suerte siempre le había preocupado \ «Compré una casa muy buena que
me costó dos mil pesos, y puse en ella una mujer muy honrada, másreligiosa que del mundo, aficionada a este propósito...» Quedaría por
averiguar si se trataba de la «monja» de que hablaba veinticinco años
antes; o tendríamos que contar con dos mujeres, que siguiendo las indi-
caciones de Marroquín habían organizado en Guatemala el primer plan-
tel de educación femenina.
La educación de los «mozos» lleva otro derrotero en la idea de
nuestro primer prelado; al principio busca una institución parecida a la
del colegio de doncellas, huérfanas o mestizas; poco después abre una
escuela de latinidad —de gramática, como entonces se decía— para la
que cuenta con dos preceptores, el primero, Juan Suárez, «clérigo de
buena vida y doctrina»; el segundo, un licenciado Andino. . . «gramático
muy bueno, muy lindo latino y griego. . . natural de Toledo».
Ya no concibe el colegio como una especie de hospicio para niños
abandonados: «los mozos que han nacido en esta tierra —escribe
—
están ya en edad de poder ser aprovechados...» «Ya es tiempo que
haya. . . un preceptor de gramática. . . se pierde —dice— mucha doctrina
y buenas costumbres que se suelen adquirir con semejante ejercicio...»
La gramática es sólo un paso, Marroquín piensa en un ambicioso pro-
yecto: «la cosa más alta y más necesaria...», para la cual —diría— el
estudio de la gramática «es el principal escalón». Se trata de enviar a
Guatemala, «un buen gramático, un buen artista, un buen teólogo y un
buen canonista,., y que se asiente un estudio —a manera de universi-
dad— en la ciudad de Santiago de Guatemala, que es más a propósito
2 Marroquín, loe. cit., carta de 10-V-1537 (pág. 125), y carta de 4-V-1549 (pág. 244).3 Marroquín, loe. cit., carta de 12-11-1563 (pág. 355).
24
de todas estas provincias, mayor e más abundante, y de mejor temple
para estudio...» 4
Desde esta fecha hasta su fallecimiento en 1563, Marroquín insiste
una y otra vez en ese complejo educativo —a manera de universidad
—
que ha ideado y que se le representa como «la cosa más alta y más ne-
cesaria...», complemento y corona de la ciudad de Santiago de Guate-
mala... la «más a propósito»..., la «mayor y más abundante» y la «de
mejor temple para el estudio. . .» Palabras en que resuenan las considera-
ciones del Rey Sabio sobre las condiciones que ha de reunir la ciudad
en que se abra e instituya el Estudio General. . . «la ciudad de buenas
e fermosas salidas. . .»5
.
La Corte aprueba, pero no asigna partida alguna de la real hacienda;
Marroquín insiste en su idea práctica: «que se preserve el mejor pueblo»
para financiar con sus rentas este mini-claustro académico.
Finalmente, —y como en el caso del hospital y del colegio para don-
cellas— Marroquín establece con el asesoramiento técnico del licencia-
do Cavallón una fundación que bajo el nombre de Colegio de Santo
Tomás mantuvo la idea, y la realidad de una raíz hincada en el fecundo
suelo guatemalteco, de aquella «cosa más alta y más necesaria» que
nuestro gran obispo había soñado para la ciudad de Santiago de Gua-
temala.
¿Solicitó el obispo Marroquín la venida de los jesuítas?
Juarros así lo estableció en su Compendio: «Por este tiempo (1561)
había pedido la ciudad de Guatemala que viniesen a fundar en ella reli-
giosos de la Compañía de Jesús; y también la real audiencia y el señor
obispo habían informado favorablemente sobre el asunto, pero no vino
en ello su majestad. . .» 6.
Juarros habla de una petición del cabildo, favorablemente informa-
da por la audiencia y por el obispo; Juarros prosigue la tradición ini-
ciada por Vázquez en su Historia: «La religión de la Compañía de
4 Marroquín, loe. cit., véanse las cartas de 4-VI-1545 (pág. 205), 20-IX-1547 (pági-
na 217), l-VIII-1548 (págs. 235-236) y 20-IV-1563 (pág. 300). También el licenciado
Ramírez habla en 1558 de este profesor. AGÍ, Guatemala, 9: la carta está fechada
a 22 de febrero de 1558.5 Marroquín, loe. cit., carta de l-VIII-1548 (págs. 235-236).6 Juarros: Compendio de historia de la ciudad de Guatemala, II, cap. 6 (ed. 1936,
I, págs. 125-126).
25
Jesús, si hubiera de tener la vecindad en la ciudad de Guatemala, según
los deseos con que los nobles ciudadanos quisieron tenerla para lustre
de la tierra y enseñanza de sus hijos, fuera muy antigua, porque consta
de real cédula (fecha a 9 de agosto de 1561), que de parte de la ciudad
se había pedido viniesen a fundar en ella religiosos de la Compañía; y
aun había informado sobre ello la real audiencia...» 7.
Da el último toque a la tradición J. Joaquín Pardo, quien atribuye
simplemente la iniciativa al obispo: «Su majestad —escribe— deniega
la solicitud del obispo Marroquín, contraída al establecimiento de los
PP. de la Compañía de Jesús en la ciudad de Santiago. . .»8
.
Origen de la tradición hay que buscarlo en la real cédula fechada a
9 de agosto de 1561, y dirigida al presidente Martínez de Landecho, en
que tras autorizar la toma de cuentas al obispo Marroquín en relación
con las obras del nuevo templo catedral, acepta la segunda demanda del
presidente: «De enviar religiosos a esas partes —escribe el rey— se
tiene cuidado, y así se envían todos los que ser puede...», cláusula que
se concluye con la siguiente frase: «Y lo que decís que se envíen de la
compañía de Jhus por agora no conviene. . .»9
.
La real cédula se dirige al presidente Landecho, responde —se dice
en ella— a una carta del presidente que hubiera sido fechada a 9 de fe-
brero del mismo año; no he dado con esta carta, en cambio se conserva
la que a 7 del mismo mes escribió al rey la audiencia en pleno: y en ella
no se habla de los jesuitas 10.
Tampoco hay rastros de tal petición en la correspondencia del obispo
Marroquín, que tuve el honor de publicar; ni en el libro cuarto del ca-
bildo guatemalteco, que abarca desde septiembre de 1553 hasta muyentrado el año de 1562. De tales silencios, y de la manera como se fue
elaborando la noticia desde Juarros hasta Pardo, parece poder deducirse
que no hubo intervención del cabildo ciudadano ni del obispo Marro-
quín, en la instancia formulada por Martínez de Landecho u.
7 Fray Francisco Vázquez: Crónica de la provincia del santísimo nombre de Jesús
de Guatemala, V, trat. 2.°, cap. 33 (ed. 1944, IV, págs. 363-364).
* J. Joaquín Pardo: Efemérides para escribir la historia de la muy noble y muyleal ciudad de Santiago de los Caballeros del reino de Guatemala, Guatemala, 1944,
página 16.9 La real cédula en AGÍ, Guatemala, 394, ff. XXVI y XXVII.10 La carta de la audiencia está firmada por Landecho y por los oidores Mexía
y Barros de San Millán; está en AGÍ, Guatemala, 9. Está fechada a 7 de febrero
de 1561.
" Para la correspondencia de Marroquín, véase la nota 1. El libro cuarto del
cabildo forma un cuaderno con el siguiente título general: «Libro desta cibdad de
26
Cinco años más tarde, en 1566, Felipe II se interesa por el envío de
jesuitas «a las nuestras Indias del Mar Océano»; y muy de acuerdo con
sus esquemas mentales pide sean designados por el general de la Orden
«veinte y cuatro personas de la Compañía» para ser enviados «adonde
les fuera señalado por los de nuestro Consejo...» n.
Había llegado el momento en que «convenía» aquella primera mi-
sión; ante la mente del rey no se dibujaba una parte concreta de las In-
dias, por eso, una de las posibles metas a que pudieran dirigirse algunos
de aquellos veinticuatro jesuitas, era aquella ciudad de Santiago de Gua-
temala; desde donde, o el presidente solo, o el conjunto de sus autorida-
des ciudadanas, presididas por el obispo Marroquín, habían formulado
el deseo de contar con los nuevos religiosos.
Sin embargo, aquel deseo no tomaría formas concretas hasta que
veinte años más tarde pasara por Santiago rumbo a México, el padre
Juan de la Plaza.
Santiago de Guatemala, que comenzó desde seis días del mes de septiembre de mil
e quinientos cinquenta e tres años y costó doce tostones de a cuatro reales de plata, yes del cabildo de la dicha ciudad.» En la esquinera se asienta: «Año de 1553 hasta el de
1562». AGCA, 11763, 1769.12 La real cédula está dirigida al padre Araoz, representante del general de los
jesuitas en España. Dos cédulas semejantes dirigidas esta vez al padre Manuel López,
provincial; y al padre Francisco de Borja, general, están fechadas a 26 de marzo y4 de mayo de 1571. En estas cédulas se mencionan las primeras expediciones a Perú
y Florida y se pide «una docena» para la Nueva España. (Véase la Historia de la pro-
vincia de la Compañía de Jesús en la Nueva España del padre Francisco Javier Ale-
gre, ed. Burrus, Zubillaga, Roma, 1956, vol. I, págs. 45 y 46, para la primera carta
que se dirige al padre Antonio de Araoz; y el vol. I de Monumenta Mexicana, Roma,
1956, págs. 3-6.)
27
MAPA DE LA PROVINCIA MEXICANA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS
Se grabó en Roma en 1754, sobre un dibujo de Villaseñor y Sánchez realizado en
México en 1751. Está dedicado al General de la Compañía, Ignacio Visconti, que ha-
bía autorizado la división de la provincia en dos circunscripciones, que aparecen se-
ñaladas con línea punteada al sur de las misiones de California y Sinaloa: al norte
quedaban estas misiones constituidas en viceprovincia; al sur, la antigua provincia,
que incluía Chiapa y Guatemala, como están dibujadas. El grabado procede del
legajo 3305, pero es en la actualidad el número 672 de la colección de Mapas, sección
Estado, del AHN de Madrid. Tamaño original: 39,5X47,5.
CAPITULO PRIMERO
PRIMER PERIODO (1579-1615)
La petición del doctor Villalobos (1571-1573).—El paso del padre Juan de
la Plaza (1579-1580).—Ofrecimientos del arcediano Carvajal (1579).—Pri-
mera misión jesuítica en Guatemala (1582).—Toma el relevo el chantre
Hurtado de Mendoza (1606).—El obispado de fray Juan Ramírez (1606-
1609).—El obispo Ramírez y el deán Ruiz del Corral.—Primera nóminade jesuítas en Guatemala (1607).—El patrocinio de San Lucas (1607).
—
Se concede en Roma el establecimiento definitivo (1609).—Se pone «de
moda» le iglesia de los jesuítas.—Mejora la situación económica de la
casa (1610).—El nuevo domicilio (1611).—La primera gran crisis ciuda-
dana (1611-1620).—El episcopado de don fray Juan de Cabezas y Alta-
mirano (1611-1615).—El seminario de la Asunción.—Personal de los
jesuítas a lo largo de este período (1611-1614).—Situación económica del
colegio.—Arraigo de los jesuítas en el clero guatemalteco.—Balance ge-
neral del período (1606-1621).
La entrada de los jesuítas en Guatemala no tuvo los caracteres de so-
lemnidad que los distintos cronistas religiosos dieron a su equipo de
fundadores; nunca pudieron intervenir en la discusión que —durante
años— entretuvo a vecinos y religiosos sobre las respectivas prioridades.
Discusión planteada por Remesal, quien impávidamente dio a la orden
dominicana este honor especial; hábilmente continuada por los merce-
darios, quienes «hicieron decir» a Bernal Díaz del Castillo que ellos eran
«los primeros»; y, finalmente, discutida por los franciscanos, quienes
rindieron un buen servicio a la historiografía guatemalteca, planteando
el examen crítico de la Historia verdadera de Bernal, cotejada con los
manuscritos de la obra conservados en Guatemala. Discusión en la que
no llegó a intervenir Fuentes y Guzmán; ni decir la última palabra
Ximénez, pues ni uno ni otro pudieron dar a la prensa sus respectivas
Historias: Fuentes, dando la prioridad—como era real y objetivo— a los
clérigos seculares; y Ximénez, insistiendo en la prioridad dominicana \
1 El primer historiador de Guatemala, Domingo Juarros, en su Compendio de la
Historia de la Ciudad de Guatemala (Guatemala, 1818), en su tratado segundo, cap. 3.°,
29
Era evidente que los jesuítas no podían intervenir en esta discusión
de tipo familiar: eran indiscutiblemente los «recién llegados»; ni su si-
tuación en la geografía urbana dejaba lugar a dudas. Frente a los im-
ponentes conventos franciscanos, dominicos y mercedarios que flanquea-
ban la ciudad por sus principales rumbos, los jesuitas hubieron de con-
tentarse con locales alejados del centro ciudadano, y aunque más tarde
se acercaron por el flanco sur, no pudieron pensar durante mucho tiempo
en el edificio y en el templo—que alza sus conspicuas ruinas en la An-
tigua—; y hubieron de contentarse, hasta muy avanzado el siglo xvn, con
tomar en arriendo y de precario los correspondientes locales 2.
La petición del doctor Villalobos (1572-1574)
El doctor Pedro de Villalobos, séptimo presidente de Guatemala,
ocupaba un puesto de oidor en la audiencia mexicana, cuando llegaron
a la ciudad los primeros jesuitas encabezados por el padre Pedro Sán-
señala esta deficiencia: «No habiéndose escrito crónica de ninguna de dichas casas
(jesuitas y mercedarios) no tenemos noticias que comunicar al público sobre esta ma-teria». Empleamos en este estudio la edición de Juarros de 1936 (Guatemala). Véasela pág. 237.
El cronista de los jesuitas en México, Andrés Pérez de Ribas, dedica al estable-
cimiento y desarrollo de los jesuitas en Guatemala, once capítulos en su Crónica e His-
toria religiosa de la provincia de la Compañía de Jesús de México, en Nueva España,
que abarcan prácticamente el período que se toca en este apartado. Lo cito de acuerdo
con su edición de 1896 de México, en la que los once capítulos abarcan las pági-
nas 257-289 del volumen segundo.
También consagra cierta atención al tema de los jesuitas en Guatemala el padre
Francisco Xavier Alegre en su Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús en
Nueva España: editada en 4 vols. en Roma, por los padres E. J. Burrus y F. Zubillaga,
en 1956-1960. La Historia de Alegre sigue, por lo que toca a Guatemala, la Coránica
de Pérez de Rivas; las notas y aclaraciones que la amplían se debeh a sus editores.
Es muy interesante —en esta línea— la serie documental que ha ido apareciendo en
Monumenta Mexicana, vols. I-IV, publicados y comentados por el reverendo padre
Félix Zubillaga. Los documentos —en relación con Guatemala— pertenecen al período
previo al primer establecimiento.
Para el siglo xix contamos con la obra del padre Rafael Pérez Historia de la
Compañía de Jesús en Colombia y Centro América (3 vols., Valladolid, 1896-1898).
Guatemalteco de nacimiento, dedica un volumen íntegro (el segundo) al período másfloreciente de Guatemala, y la primera parte del tercero a la expulsión decretada por
el general Justo Rufino Barrios que volvió a interrumpir violentamente las actividades
docentes de los jesuitas en la República.2 En 1611 ponen el pie los jesuitas en el sitio que ocuparán más adelante; en 1655
adquieren en propiedad la totalidad de la manzana, en que se establecerá el colegio
y el templo de San Lucas. Véase más adelante el apartado correspondiente
30
chez: a lo largo del último trimestre del año 1572, el doctor Villalobos
recibió la notificación de su nombramiento para la presidencia de Guate-
mala, de la que tomó posesión a 26 de enero. En estos meses ha de colo-
carse su instancia personal en orden a obtener jesuitas para su nuevo des-
tino; los documentos jesuíticos mencionan esta instancia a lo largo del
año 1572 y la atribuyen al praefectus de Guatemala, término latino que
no puede significar más que «presidente de la audiencia»: cargo para el
que se preparaba nuestro doctor Villalobos.
La petición del doctor Villalobos se fue repitiendo a lo largo de estos
años en la documentación interna de la Orden; y adquiere caracteres de
petición formal en la primera congregación provincial de los jesuitas
novohispanos en 1577. Aunque en ninguno de estos documentos se cita
nominalmente al doctor Villalobos; su identificación con el praefectus
de la primera carta parece suficientemente obvia 3.
El paso del padre Juan de la Plaza (1579-1580)
Las mencionadas peticiones se hacen más insistentes a partir del paso
por Guatemala del padre Juan de la Plaza y su pequeño cortejo.
Había sido encargado este padre de vigilar el primer desarrollo de
las fundaciones jesuíticas en Indias. Había presidido la primera misión
a tierras peruanas y se dirigía a México para hacerse cargo durante unos
años del provincialato jesuítico; en esta ocasión pasó por Guatemala.
Guatemala era entonces —y lo fue mucho tiempo después— fin de
etapa obligado en el largo camino entre México y Lima: había un tra-
yecto terrestre que concluía en el puerto del Realejo (actual Corinto) yun viaje marino que tocaba en Panamá antes de alejarse de la costa del
continente sur y buscar la corriente—más tarde llamada de Humboldt
—
que dirigiera el navio a las proximidades del Callao. Juan de la Plaza
seguía el camino en sentido contrario: «bajaba» —como se decía en-
tonces— costeando el subcontinente meridional, y después de la obligada
etapa de Panamá, continuaba hacia Nicaragua y su puerto del Realejo;
en el Realejo se iniciaba el camino terrestre, cuya principal parada era
Santiago de los Caballeros.
Juan de la Plaza presidía un pequeño grupo de jesuitas, le acompa-ñaba un sacerdote, Diego García; venían también dos hermanos legos,
3 MMex., I, págs. 92, 175, 302-303.
31
Melchor Marcos y Andrés Juan 4. Era el primer grupo de jesuítas que
aparecía por Guatemala; y fue grande el impacto producido en aquella
reducida comunidad urbana. Los regidores de la ciudad se ocuparon de
esta visita en tres sesiones del cabildo; en ellas se encargó al procurador
síndico, Rodrigo de Fuentes y Guzmán que visitara al padre Plaza y le
pidiera el establecimiento de algún colegio, y que —por el momento
—
dejara en Guatemala alguno de sus compañeros 5.
En 1578 había tomado posesión de la presidencia de Guatemala el
licenciado García de Valverde; su antecesor Villalobos fallecía en 1579
antes de poder trasladarse a la rica audiencia de Charcas, adonde había
sido destinado. No le fue posible añadir su gestión personal ante el padre
Plaza, con lo que hubiera completado su fama de varón íntimamente
religioso que recuerdan sus biógrafos 6.
No olvidó Plaza el encargo que le fue transmitido por Rodrigo de
Fuentes y Guzmán en nombre del cabildo guatemalteco; petición refor-
zada por el nuevo obispo de la Verapaz, fray Antonio de Hervias, quien
—por su parte— solicitó también jesuitas para su diócesis de la Verapaz,
para la que iba preconizado 7.
Ofrecimiento del arcediano Carvajal (1579)
Coincidiendo con la visita del padre Plaza, llega a noticias de las
autoridades jesuíticas, en México y en Roma, el ofrecimiento del arce-
diano de Guatemala que parecía de suficiente volumen económico para
disipar todas las dudas que pudieran caber sobre la viabilidad de la fun-
dación guatemalteca.
«En la provincia de Guatemala —se nos dice en las noticias internas
de la Compañía de México— una dignidad de aquella iglesia ofrece su
casa y toda su hacienda y su misma persona, en esta manera: que si lue-
go la compañía lo quiere todo, lo reciba; y si le está mejor recibir su
casa y hacienda, que es en mucha cantidad. . . y él se queda con su "dig-
4 AZB, I, págs. 251-252.5 En el libro del Cabildo que va desde el año de 1577 en adelante hasta el de
1588, he localizado tres menciones del padre Juan de la Plaza; corresponden al
año de 1580 y a las sesiones de 4 de enero, 26 de enero y 4 de abril. Pardo en sus
Efemérides las sitúa a 4, 22 y 26 de enero. En esta última dice que el cabildo «solicita»
una pensión de 400 pesos anuales para el futuro establecimiento.* Juarros: Compendio, I, pág. 184.7 MMex., I, pág. 558.
32
nidad1
' para ayudar con la renta a la misma Compañía, se haga así...
quedando él contento con un aposento y con un ordinario de los "nues-
tros"».
Ni en esta carta —que acabamos de transcribir —ni en la posterior
documentación jesuítica se da el nombre del arcediano: se trata, eviden-
temente, del arcediano Diego de Carvajal, de interesante y poco conocida
figura 8.
Y comencemos por deshacer un equívoco—introducido por Juarros,
y seguido por distinguidos historiadores guatemaltecos— que identifica
al arcediano Diego de Carvajal con el licenciado Alvaro de Carvajal,
provisor algún tiempo del primer obispo de Guatemala, don Francisco
Marroquín 9.
El licenciado Alvaro de Carvajal hubo de ser destituido por el mismoMarroquín que le había nombrado: no por su libre decisión—nos dice-sino porque «fui importunado lo hiciese mi provisor, y lo hice —aña-
de— y le di mil ducados por un año... Y porque se ocupaba —con-
tinúa— más en juegos públicos y secretos, con deshonor del cargo que
tenía, yo me descuidé con él y él se despidió» 10.
El obispo había anunciado su nombramiento en 1558, en sus cartas
de 29 de febrero y de 9 de agosto; cinco años más tarde, en 1563, escri-
bía al monarca las frases que hemos transcrito que anunciaban y expli-
caban su «destitución» n. El ex provisor, don Alvaro, había desaparecido
de Guatemala para el año 1563; podemos descartar de una vez su iden-
tificación con el arcediano Diego de Carvajal, que ahora nos ocupa n.
El licenciado Diego de Carvajal había pasado a México desde su
tierra natal de Zafra en Extremadura, en el séquito —a lo que parece
—
del recién nombrado inquisidor de México, Moya de Contreras. Insta-
lado solemnemente el Tribunal en la capital del virreinato a 4 de noviem-
bre de 1571, Moya procedió —siguiendo instrucciones del cardenal
Espinosa— a nombrar «comisarios» que le representaran en las distin-
8 MMex., I, pág. 529.9 Juarros: Compendio, I, pág. 256, nota 1. Juarros da la identificación entre ambos
Carvajales como «indudable»; aunque le parezca extraordinaria la distancia entre el
provisor de Marroquín, que asistió en 1550 al concilio provincial de México, y el Diego
de Carvajal que llega al deanato en 1580.10 Marroquín, págs. 315, 326 y 357; la frase está tomada de la carta de Marroquín
de 12 de febrero de 1563, pág. 357.11 Marroquín, loe. cit.
12 Juarros: Compendio, I, pág. 224.
33
tas capitales episcopales 13. Carvajal, nieto del capitán Cristóbal de Sal-
vatierra, conquistador y uno de los primeros vecinos de Guatemala,
parecía el más indicado para la comisaría de Santiago 14. Fuentes y Guz-
mán menciona el acta del cabildo en que se reconocieron y aceptaron los
papeles que lo identificaron como «primer comisario del santo oficio en
Santiago de los Caballeros»; la sesión se celebró a 8 de febrero de
1572 15.
Juarros en su tabla cronológica de beneficios capitulares nos hace
saber que Carvajal fue designado arcediano en 1580, siendo sustituido
por don Esteban López en 1604, fecha probable de su fallecimiento. Ennota adicional hace saber a los lectores que Diego Carvajal es el mismoque representó a Marroquín en el Concilio mexicano: identificación
—como hemos visto— equivocada. Juarros consagra, además, a nuestro
arcediano un fervoroso párrafo en el capítulo dedicado a «hombres ilus-
tres en santidad, que han florecido en esta metrópoli», del que copio las
siguientes líneas: «Fue tan parco y moderado en su trato que, no habien-
do sido grande la renta de su prebenda, tuvo —sin embargo— con que
hacer copiosas limosnas en vida; y en su muerte dejó 500 tostones de
renta para dar a los pobres la víspera de Navidad; 500 para cera del
Santísimo Sacramento; y 7.000 para casar doncellas pobres, dando a
cada una 500 tostones de dote» 16.
Para concluir el tema de nuestro arcediano, quiero recordar que los
papeles domésticos de los jesuítas, recuerdan por última vez su ofreci-
miento en 1593, incluyéndole en lista de posibles donantes guatemalte-
cos: «Han pedido un colegio en Guatemala... el arcediano —ofrece
—
su hacienda...» 17.
13Chinchilla: Inquisición, pág. 24, se da el año 1572; véase Cuevas: Historia, II,
página 285.14 Sobre el capitán Salvatierra hay una probanza en el AGCA realizada a petición
de su yerno Hernando de Azurza, que pudiera ser el padre de nuestro arcediano. Laprobanza está fechada en 1575.
15 Fuentes y Guzmán, muy entusiasta del Santo Oficio, detalla con fruición el acto
de presentación y entrega —por parte de Diego de Carvajal, presbítero— del pliego decartas que notificaba el establecimiento del Tribunal en México y del nombramientode comisario en la persona de don Diego. Se tuvo en el cabildo de 18 de febrero de
1572. Fuentes: Recordación, VIII, cap. 27; vol. III, pág. 81.16 Juarros: Compendio, I, pág. 224; véase también Remesal: Historia, XI, cap. 15;
II, pág. 455.17 MMex., IV, pág. 69.
34
Primera misión jesuítica en Guatemala (1582)
Conforme había sido decidido en más altas instancias, había que ac-
ceder gradualmente a las peticiones hechas en Guatemala. Trescientas
leguas seguían pareciendo muchas leguas para el normal funcionamiento
de una casa que habría de estar sometida a la jurisdicción del provincial
mexicano 18.
Con objeto de ir conociendo con mayor detalle la disposición del
vecindario y la objetividad de los ofrecimientos que se recibían, se envía
un equipo misionero presidido por el padre Antonio de Torres, y for-
mado por el padre Alonso Ruiz y un hermano estudiante 19.
Las impresiones generales fueron excelentes, tanto el obispo fray
Gómez Fernández de Córdoba, como el presidente, García de Valverde,
expresaron el deseo colectivo de la ciudad de tener un colegio de la
Compañía. El ejemplo del arcediano Carvajal movió a otros ciudadanos
a formalizar ofrecimientos económicos que posibilitaran la fundación:
fundación que —como sabemos— tenía que cubrir los gastos generales
del establecimiento, ya que entraba en los planes educativos de la Com-pañía la absoluta gratuidad de la enseñanza 20
.
En medio de este coro de alabanzas y repetidos plácemes, solo re-
suena una nota discordante cuyo alcance no me ha sido posible aclarar.
Hasta el general de la Compañía, Mercuriano, llegaron los ecos de «una
disciplina pública» que —por lo visto— se aplicó el predicador Antonio
de Torres, «con ofensión de religiosos». Se trataría probablemente de
alguna de aquellas actitudes —entonces no infrecuentes y ahora absolu-
tamente desconocidas— en que el predicador se disciplinaba hasta de-
rramar sangre para conmover a su auditorio y conseguir de sus oyentes
alguna resolución —solía referirse a perdón mutuo de injurias, o supre-
18 Años adelante, el obispo Cabezas Altamirano pondría esta razón entre las mu-chas que proponía al Consejo, para que no se autorizara, o se retirara la autorización,
para la fundación de los jesuítas: «Son ministros —dice— meramente voluntarios (no
están obligados por oficio de párrocos u otra semejante); están "poco controlados...",
el superior está muy lejos...» AGÍ, Guatemala, 175. El informe data de 4 de febrero
de 1612.19 AZB, I, pág. 284.20 Era norma fundamental de la Compañía no aceptar contribuciones pecuniarias
por la enseñanza; aunque podían aceptarse por razón del hospedaje —si lo había— de
los estudiantes. Por esta razón no se consideraba un colegio «formado» hasta que es*
tuviera «fundado»; es decir, hasta que contara con un capital fundacional de cuyos
intereses pudieran mantenerse los profesores jesuítas.
35
sión de algún escándalo público— que con solas palabras no hubiera
podido conseguir. El hecho es que, aun dado el carácter de la época,
la disciplina no sólo no fue aprobada, sino que produjo —se nos dice
—
«ofensión de religiosos» y sus ecos —lo hemos dicho— llegaron, a tra-
vés del oficioso de turno, hasta el mismo padre General.
El padre Antonio de Torres —en cualquier caso— , con o sin disci-
plina, quería regresar a España y no se sentía dispuesto a permanecer en
América; deseo y propósito que impidieron el establecimiento—por en-
tonces— de aquellos jesuitas en nuestra Guatemala 21.
Concluida la misión de 1582 se abre un paréntesis para el que care-
cemos de datos; sabemos que en 1593 se organizó otra misión, con la
misma finalidad exploratoria de la anterior; sabemos también que la
misión constituyó otro gran éxito. Impresionó especialmente a los veci-
nos de Guatemala la actitud de los misioneros que—conforme a la anti-
gua costumbre jesuítica— pretendían alojarse en el hospital durante las
jornadas misioneras. No les fue posible —sin embargo— desairar, tanto
al presidente Mallen de Rueda, como al prelado Fernández de Córdoba,
que se disputaban el honor de hospedarles.
En esta ocasión se renovaron —y aumentaron— los antiguos ofreci-
mientos; Alegre en su Historia los enumera así: «El arcediano de aque-
lla santa iglesia mostró grande inclinación a dar para este fin la mayorparte de su cuantioso caudal. Otra dignidad ofreció, desde luego, sus
casas; otra prometió en cada un año cien fanegas de trigo. Cuatro caba-
lleros, de los más ilustres de la ciudad, prometieron mil pesos cada uno.»
El mismo autor hace constar que presidente y obispo «escribieron de
común acuerdo, a su majestad, cuánto importaba al servicio de Nuestro
Señor y del Rey, un colegio de la Compañía en Guatemala...» 22.
Para terminar este período de gestiones guatemaltecas en torno al
colegio de los jesuitas, consagramos un recuerdo final al licenciado Die-
21 Más datos sobre esta primera entrada de los jesuitas en Guatemala en la Historia
de Alegre (AZB, I, pág. 284); se recuerda la queja del padre general a cuenta de la
«disciplina pública» del padre Torres. Torres explica su situación psicológica al padre.general Acquaviva en carta que le envió desde Oaxaca a 17 de marzo de 1584, camino•de la misión de Guatemala (MMex., II, págs. 303-304).
22 Alegre en su Historia dedica a esta misión un par de páginas, en que se refleja
el entusiasmo despertado entre los guatemaltecos por aquella segunda misión de los
jesuítas: les había impresionado mucho la decisión de hospedarse en el hospital, aun-
que finalmente hubieran de condescender con las instancias del obispo (Fernández
-de Córdoba) y presidente (Mallen de Rueda) para que aceptaran otro hospedaje.
AZB, I, págs. 382-383. El precio de la fanega oscilaba alrededor del medio peso o
tostón.
36
go de Carvajal, vecino y descendiente de conquistadores, y uno de los
primeros arcedianos del cabildo, que falleció sin ver realizado su ideal
del colegio de los jesuitas, en el que hubiera deseado concluir sus días.
Hemos recordado —siguiendo a Juarros— el modo cómo distribuyó su
caudal que ascendería—a juzgar por las rentas y principal señalados en
Juarros— a unos 20.000 pesos que hubiera proporcionado una renta de
2.000 tostones: algo menor que la que años más adelante ofrecería—sin
resultado— Pedro Crespo Suárez a la iglesia y casa de los jesuitas, que
finalmente constituyó base fundamental de la nueva Universidad 23.
Toma el relevo el chantre Hurtado de Mendoza (1606)
Fallecido en 1596 el arcediano Diego de Carvajal, las gestiones en
torno al colegio de la Compañía quedaron momentáneamente paraliza-
das. Tengamos en cuenta que en 1598 fallecía el obispo don fray GómezFernández de Córdoba, y que sólo en octubre de 1601 tomaría posesión
de la diócesis el nuevo prelado don fray Juan Ramírez; en el entretanto
don Lucas Hurtado de Mendoza, canónigo desde 1598, sería nombradochantre del cabildo en 1605 24
.
Poco tiempo llevaba Hurtado de Mendoza en su puesto de chantre
cuando decidió reanudar las gestiones en torno a la venida de los jesuitas;
contamos con una relación muy detallada del suceso, que debemos a la
pluma de don Francisco Muñoz Garrido y Luna, entonces joven clérigo;
y años más tarde, canónigo —desde 1623— , y sucesivamente, maestres-
cuela, chantre y arcediano. Francisco Muñoz —autor de la relación
—
acompañó en todo momento al chantre don Lucas y a los dos jesuitas
—recién llegados— los padres Jerónimo Ramírez y Juan Dávalos 25.
23 Juarros: Compendio, I, pág. 224, nos dice que «en su muerte dejó 500 tostones
de renta para dar a los pobres la víspera de Navidad; 500 para la cera del santísimo
sacramento; 200 para la fiesta de la Asunción; y 7000 para casar doncellas pobres, dan-
do a cada una 500 tostones de dote...». Siendo la renta habitual del 5 por 100 sobre el
capital, y siendo el tostón la mitad del peso, se pasa de tostones de renta a pesos de
principal con la adición de un cero.24 Estrada: Datos, I, pág. 48; Juarros: Compendio, I, pág. 257.25 La relación de Muñoz Garrido se transcribe en la Crónica de Pérez de Rivas,
en la que ocupa el capítulo 2.° «Copia de una carta del arcediano de la santa iglesia
de Guatemala, en que da cuenta del recibimiento que se hizo a los dos padres de la
Compañía que fueron a esta ciudad, y principio que dieron a sus ministerios». La rela-
ción no está datada, pero no puede ser anterior al 1638 en que Muñoz llegó al arce-
dianato: se trata de un testigo ocular, pero su relación no fue redactada hasta pasa-
37
Las gestiones de Hurtado de Mendoza, avaladas por la autoridad de
Criado de Castilla, habían llegado a un resultado satisfactorio aunque
evidentemente tímido: el provincial jesuíta Ildefonso de Castro acordó
el envío de una pareja de jesuitas, que estaban autorizados para estable-
cerse en la ciudad de Guatemala siempre y cuando encontraran los me-
dios para mantenerse en ella.
Hurtado de Mendoza, acompañado de Muñoz Garrido, salió a reci-
bir a los que llegaban a un punto que no se establece. Mendoza no pudo
disimular la baja impresión que le produjo el aspecto exterior de los «tan
renombrados» jesuitas... «Estos teatinos —dijo a su acompañante
—
no tienen talla de saber gramática. . .» Sin embargo, el pequeño escuadrón
fue a encontrarse en Jocotenango con un centenar de hombres «a caba-
llo», entre los que no faltaban los alcaldes Diego de Paz y Quiñones yAlonso Núñez, un grupo de regidores y otros «caballeros de la ciudad»
. . . todo ello solemnizado y amenizado con «música de trompas y chiri-
mías». Era el domingo de carnaval y el aspecto de los jesuitas —tan
desastrado— parecería entrar en el juego de los disfraces. .
.
Los jesuitas visitaron al presidente Criado de Castilla y se establecie-
ron en una casa que pertenecía al chantre. Por una parte, se nos dice
que era «algo vieja»; otro testigo afirmará que el chantre les había «la-
brado una buena casa». Todos están de acuerdo en que estaba alejada
del centro de la ciudad, y que era muy pequeña para las necesidades de
los estudiantes y del público devoto 2Ó.
dos treinta años de los acontecimientos. Sin embargo, los rasgos concretos parecen
auténticos; por ejemplo, la mala impresión que recibió el chantre: «¡Vive el Señor,
que estos teatinos me han engañado con enviarme para fundar estos dos sujetos, queno tienen talle de saber gramática!» (pág. 260). La gran concurrencia que hallaron en el
pueblo de Jocotenango «donde hallaron más de cien hombres a caballo, alcaldes, regi-
dores y caballeros de la ciudad que salieron a su recibimiento, el cual se hizo con
grande autoridad y regocijo, con mucha música de trompas y chirimías...». Quedaexplicada —en parte— por ser domingo de «carnestolendas», esta gran concurrencia
que no parece deber atribuirse sólo al interés por la venida de aquellos dos padres
(Pérez de Rivas: Coránica, II, págs. 260-262). Los nombres de los alcaldes en Juarros:
Compendio, I, pág. 262.26 Los testimonios en el Archivo de la Compañía de Jesús de Roma: Mex., 17,
folios 69-71. En la controversia que surgirá poco después entre chantre, obispo y je-
suitas, dirá un testigo que la iglesia era «un dedal, muy chiquita...».
38
El obispado de fray Juan Ramírez (1606-1609)
No estaba en la ciudad el señor obispo, don fray Juan Ramírez de
Arellano, riojano de origen y veterano profesor de teología; nos lo ima-
ginamos del grupo de aquellos —cada vez menos numerosos— que se
vanaglorian de llamar «al pan, pan; y al vino, vino». Por otra parte, nos
parece que no estaba muy de acuerdo con la llegada de aquellos dos
«teatinos» como, con cierto «retintín», se decía entonces. Hasta Guaza-
capán, donde realizaba la visita pastoral, llegó el eco entusiasta que des-
pertó el primer sermón pronunciado en la iglesia catedral de Santiago
por el padre Jerónimo Ramírez: el primer «convertido» —se nos dice
—
fue el mismo chantre Hurtado de Mendoza quien «se arrepintió —es-
cribe Muñoz Garrido— de su precipitado juicio», y comenzó a juzgar
de otra manera «el talle» de sus invitados. Ramírez, el obispo, decidió
convocar a Guazacapán —donde se hallaba— a los recién llegados.
La entrevista fue muy comentada. El obispo no se molestó en ofrecer
sillas a sus visitantes, aunque tuvo la humorada de invitarles a sentarse:
los jesuítas emulando el gesto de aquel embajador hispano ante el sultán
de Constantinopla, doblaron sus manteos y se sentaron encima. El gesto
no fue aprobado por todos: años adelante lo comentaría con su punta
de sarcasmo el obispo Cabezas y Altamirano, sucesor en la sede de
Ramírez, «le hicieron —dice— tantas humillaciones y sumisiones» para
conseguir —como consiguieron— que los admitiera en la diócesis 27.
Ramírez no se satisfizo—como alegaba Cabezas y Altamirano— con
aquellas «humillaciones y sumisiones»; encargó al padre Jerónimo que
predicara a los guazacapanecos, el jesuíta lo hizo en mexicano. Juarros
dice que los feligreses de aquella parroquia hablaban en simca, lengua
de filiación oscura prácticamente desaparecida; no faltarían, sin embargo,
indígenas de procedencia pipil, que rodeaban por todas partes aquel
islote lingüístico, y podrían seguir el sermón del padre Ramírez: sevillano
de origen, no le faltaría facundia. .
.
El obispo esta vez quedó tan satisfecho que, no sólo les dio las im-
prescindibles licencias ministeriales, sino que les pidió enseñaran teolo-
gía moral en su palacio episcopal, franqueándoles, además, sus aulas
27 El comentario de Cabezas en AGÍ, Guatemala, 156; y lleva fecha de 19 de
mayo de 1613.
39
para que iniciaran cursos de gramática y latinidad. El padre Jerónimo
Ramírez entró, además, en la categoría de «examinador sinodal del
obispado» 28.
El obispo Ramírez y el deán Ruiz del Corral
La benevolencia del obispo Ramírez no fue del todo beneficiosa
para los jesuítas. Ramírez pertenecía a la estirpe batalladora de fray
Bartolomé de Las Casas: se conservan múltiples memoriales en quedescribe con la paleta acostumbrada las miserias de los indígenas. Suinsistencia llegó a molestar al Consejo de Indias que no solía enojarse
por tales acusaciones; pero molestó mucho más a los que en Guatemalase sentían solidarios con los antiguos conquistadores o con los —máscoetáneos— encomenderos. La cabeza visible de este grupo era el deán, ycomisario de la Inquisición, don Felipe Ruiz del Corral.
Era hijo —probablemente postumo— del licenciado Pedro Ruiz del
Corral, nombrado sucesivamente oidor de Santo Domingo y de Guate-
mala, sin que llegara a tomar posesión de ninguna de estas plazas, por
haber fallecido mientras a ellas se dirigía. Desde 1599 era tesorero del
cabildo, para lo que había sido presentado por la audiencia «como hijo
del licenciado Corral, que murió antes de tomar posesión de la plaza de
oidor...» 29. En 1602 es nombrado comisario del Santo Oficio en Guate-
mala; y en 1604 deán del cabildo, cargo que servirá hasta su muerte.
Adelantando fechas, podemos añadir a su biografía el cargo de «provi-
sor sede vacante al fallecer el obispo Ramírez (1609-1611) y el de go-
bernador de la mitra en la espera de la llegada de Ugarte y Sarabia
(1631-1632). Fallece en 1636 sin haber podido viajar a España, como era
su deseo; ni, por consiguiente, editar allá algunas obras que trabajó con
especial cariño.
A lo largo de esta historia de los jesuítas, le encontramos como pri-
mer rector del colegio de Santo Tomás en su fase universitaria.
Ramírez jamás pudo aceptar a su deán, ni pudo —como hubiera de-
seado— reformarle a su gusto, y eso que «no escatimó» medio alguno.
Remesal —admirador de Ramírez y, por consiguiente, escéptico frente
28 Todos estos detalles en torno a la primera venida de los padres Dávalos y Ra-mírez, en la relación del arcediano Muñoz Garrido (Pérez de Rivas: Coránica, II, pá-
ginas 260-262).29 Datos en AGÍ, Guatemala, 1, 22.
40
a los méritos de don Felipe —dedica el párrafo que voy a transcribir a
la pareja Ramírez-Corral, que naturalmente la enajenó de manera deci-
siva la amistad de don Felipe, y le conquistó una enemistad que acabó
con su vida, después de anular su obra. «Había tenido —dice, hablando
de Ramírez— ciertas pesadumbres con una dignidad de su iglesia, que
viéndole llano y humilde, se le quiso atrever; y salió tan con las manos
en la cabeza, que hoy (1687) no se le han cerrado, aunque no por eso deja
de procurar encuentros. Protestó a la hora de la muerte, para el paso en
que estaba, nunca le había tenido mala voluntad; ni los rigores que usó
con él, de cárceles, guardas, palabras, correcciones, avisos, recados, infor-
maciones, notificaciones, denunciaciones, etc. . . habían sido por quererle
mal, ni por aborrecerle, sino porque conociendo su natural osado, en
Dios y en su conciencia, entendió que aquello convenía para reprimirle y
detenerle porque no se despeñase en ocasiones mayores: viendo que en
la tierra donde estaba no se le hacía resistencia a su osadía, ni sabía de
disgustos ni trabajos: como quien hasta entonces había caminado con la
prosperidad de la fortuna y regalo y amparo de sus amigos y parien-
tes...» 30.
Don Felipe, por el matrimonio de su hermana mayor, doña AnaCorral, con don Lorenzo del Valle Marroquín, había entroncado con la
línea de los Valle-Marroquines, y por su sobrina —hija de este matri-
monio— Jacoba del Valle Corral con Pedro del Castillo Becerra; que
le entroncó, a su vez, con los poderosos descendientes del cronista Ber-
nal Díaz. Tales entronques le situaban en lo mejor de la antigua socie-
dad guatemalteca que lo consideraba su jefe natural 31.
Los jesuitas, por la sincera amistad que les profesó el obispo donfray Juan Ramírez, heredaron en contrapartida una cierta frialdad de
parte de los componentes de tan importantes grupos familiares: frialdad
que tardó mucho en desaparecer.
Primera nómina de jesuítas en Guatemala (1607)
En el catálogo de la provincia de jesuitas de la Nueva España corres-
pondiente al año 1607, aparece por primera vez Guatemala. No se la
30 Remesal: Historia, XI, cap. 22; II, pág. 479, y Estudio preliminar, BAE,CLXXXIX, págs. 27-29.
31 Entronques y parentescos de don Felipe, en Aparicio: Bernal Díaz, pág. 25,
México, 1959.
41
menciona como una casa o colegio formado, se le denomina como Mis-
sio guatemalensis; encontramos cuatro sacerdotes, Jerónimo Ramírez de
cuarenta y seis años, natural de Sevilla; Juan Dávalos de veintisiete, na-
tural de Madrid; Francisco de Lorca, de treinta y seis, natural de Ocaña;
y Juan de Carrascal, de veintinueve, natural de Zacualpa: tres españoles
y un mexicano. Había tres hermanos: Martín Xuárez, portugués, de
treinta y seis años; Tomás Guevara, de veintidós, natural de Oñate, yPedro López, de cincuenta y tres, procedente de Vizcaya. Se especifica,
además, que ni el padre Francisco de Lorca, ni el hermano Pedro Lópezgozaban de buena salud, en contraste con los cinco restantes que la te-
nían buena 32. No se les asignaban labores docentes, ya que no se habían
iniciado todavía.
El patrocinio de San Lucas (1607)
San Lucas —el legendario pintor de la Virgen María— gozaba de
especial prestigio entre los jesuitas; no era extraño que se le adoptase
como patrono de la nueva institución. Había dos razones más: una, el
nombre del chantre Lucas Hurtado de Mendoza que proporcionó las
primeras casas; otra, el bautismo —no de sangre, ni de fuego, sino de
polvo y tierra y ruina— que fue para los recién llegados el terremoto
llamado de San Dionisio, porque en su fecha tuvo su momento máximoy su conclusión; en la octava de este santo y fiesta de San Lucas se tuvo
la primera gran solemnidad en la nueva, aunque «muy chiquita», igle-
sia 33.
De aquel primer terremoto conservamos la asombrada relación del
madrileño Dávalos que jamás se había visto en otra semejante: «martes,
nueve de octubre —escribe— día de San Dionisio Areopagita, a las
diez de la noche, de repente tembló la tierra con tanta fuerza y ruido
que no parecía sino un trueno temeroso que duró más de dos credos; ypausó un poco, pero de suerte que no pudieron en este tiempo salvarse
32 AHSI, Méx., 4, fols. 181v.-182.33 La festividad de San Lucas, a 18 de octubre, sirvió de titular al colegio; la
iglesia que se edificó más adelante tenía en lugar preferente a San Ignacio, aunquesiempre se conoció con el título general de iglesia de la Compañía; finalmente, el in-
ternado se dedicó a San Francisco de Borja y así fue conocido. Frecuentemente los
cronistas confundieron San Borja y San Lucas, y el resultado fue favorable a SanBorja, que para muchos fue el título general del establecimiento de los jesuitas en la
Antigua.
42
los que estaban descuidados. Siguióse otro temblor tan grande como el
primero: fueron tan espantosos estos dos y causaron tanto horror, que
fue mucha la gente que se maltrató, descalabrándose unos y otros des-
concertándose pies o manos; y hubo quien se arrojó de una ventana a
la calle quedando sobre piedras, se quebró una pierna y se desconcertó
otra, y otro pobre estudiante le cogió una tapia y le quitó la vida...»
«Como nuestra casa era algo vieja, todos pensaron que éramos acabados.
Quiso Dios que con la necesidad de tiempo de que andábamos alcan-
zados, nos cogió a entrambos en pie, estudiando y orando; y así tuvimos
lugar de bajarnos al patio donde fue necesario pasar toda la noche,
porque en toda ella no cesó de temblar, repitiendo de cuando el temblor
con más fuerza. . .»34
.
Se concede en Roma el establecimiento definitivo (1609)
En 1607 la casa de Guatemala se consideraba simplemente comouna «misión», es decir, como algo inestable y pendiente de las necesida-
des que surgieran allí, o en otras partes de la provincia mexicana. Dosaños más tarde, en 1609, confluyen algunas disposiciones que tienen por
resultado la aceptación definitiva por parte de los jesuitas de la «casa»
que se iba estableciendo en Santiago de los Caballeros.
El padre Claudio Acquaviva había dado su placet a la instauración
definitiva de un colegio en Guatemala, pero lo había condicionado al
parecer del padre Rodrigo de Cabredo que procedente del Perú habría
de pasar por Guatemala*5.
No conservamos el parecer del padre Cabredo, pero sí el que dio
el padre Nicolás Bravo que con el mismo objeto visitó Guatemala a
fines de 1608. «Llegué —nos dice— a mediados del mes de diciembre
pasado de 1608 a esta ciudad de Guatemala... donde los vecinos me re-
cibieron, mostrando el mucho afecto que nos tienen, visitándome el señor
obispo y ambos cabildos eclesiástico y secular, el presidente y oidores.
34 El padre Pérez de Rivas incluye en su Coránica la relación del padre Juan Dá-valos con la que forma su capítulo III: «Relación que hace —dice—el padre JuanDávalos de lo sucedido en la ciudad de Guatemala, cuando a ella fueron a fundarlos de la Compañía», II, págs. 262-265. En esta relación se menciona a San Lucas:«Fue tanta la gente que acudió este día a comulgar a nuestra casa que no pararonhasta las diez del día, desde antes de las seis de la mañana...», pág. 264.
35 AZB, I, Apéndices, pág. 624: se transcribe el postulado de la congregación pro-
vincial mexicana y la respuesta del general: llevan fecha de julio de 1608.
43
Hanme pedido con grande insistencia que la Compañía haga asiento en
esta ciudad y ponga estudios de propósito; y en lo que más han insistido
es en que se pusiese escuela de leer y escribir: porque desean mucho que
sus hijos se críen desde niños con la doctrina de la Compañía, y salgan
desde la escuela al estudio, quedándose siempre entre los nuestros; y
esto lo piden con tantas veras, como si estuviera en ello su felicidad,
honra y hacienda...»
Ejemplo de entusiasmo por la educación jesuítica lo había dado
—continúa —en oidor «recién venido de España, que me dijo que si
no supiera en Sevilla que había padres de la Compañía en Guatemala, no
viniera a ella...» El mismo oidor, añadiendo a las palabras las obras,
«había confiado al padre superior un hijo que tenía, de ocho años, para
que lo criase allí «con lo cual —dice— el padre rector se vio obligado
a recibirlo, y que aprendiese en casa a leer. . .»
Dando por hecho el establecimiento definitivo, se preocupó el padre
Bravo de organizar la casa: se regularizó la vivienda y se acomodó «otra
iglesia mayor. . . porque la que había no abarcaba la gente que de ordi-
nario concurre a confesar y comulgar. . .»36
.
Se pone «de moda» la iglesia de los jesuítas
Todos nos dicen que la iglesia era muy pequeña y que estaba muyalejada del centro ciudadano, sin embargo, algo debía de tener que la
convirtió pronto en lugar preferido para ciertas celebraciones.
El padre Bravo —en el informe citado más arriba— nos hace saber
que las autoridades guatemaltecas habían decidido celebrar en nuestra
iglesia una de sus festividades más características: la toma de posesión
de los nuevos cargos.
Era costumbre fielmente guardada en Santiago de los Caballeros,
y a su ejemplo en los cabildos que regían los pueblos de indios, proceder
a la renovación de los cargos edilicios en los últimos días de cada mes
de diciembre. Los nuevamente electos celebraban el acontecimiento con
una misa solemne que se oficiaba en la catedral o en las parroquias
respectivas.
En 1609 decidieron los nuevos alcaldes —don Francisco de Aguilar y
36 Alegre: Historia, en AZB, II, 184. Supongo que el oidor «recién venido de Es-
paña» sería el licenciado García de Carvajal (nombrado a 7-III-1608, según Scháfer),
quien después sería uno de los grandes entusiastas de los jesuítas.
44
Córdoba y don Pedro Velasco Dávila, según datos de Juarros— verificar
la ceremonia religiosa que coronaba su toma de posesión, no en la cate-
dral —como otros años— sino en la iglesia de la Compañía. Y allí se
presentaron los alcaldes y regidores entrantes, y a su cabeza el presidente
de la audiencia: que todavía seguía siéndolo Criado de Castilla 37.
Mejora la situación económica de la casa (1610)
Durante el bienio 1609-1611, don Felipe Ruiz del Corral fue vicario
capitular «sede vacante», a la espera del nuevo designado que lo fue el
obispo de Cuba, don fray Juan Cabezas y Altamirano: Cabezas llegó a
Guatemala en octubre de 1611.
Durante este período se produjo un relevo semejante en la capitanía
general: cesó Alonso Criado de Castilla y entró a sustituirle Antonio
Peraza Ayala Castilla y Rojas. Ambos coincidieron en 1611; y Castilla
falleció en Guatemala sin que hubiera concluido el juicio de residencia
llevado ante su sucesor, conforme a las normas vigentes.
De 1610 conservamos un interesante documento: es un informe que
la audiencia, en pleno, envía a su majestad pidiendo se asigne una renta
anual al colegio de los jesuitas. Los jesuítas —dicen— «pretenden que
vuestra majestad les mande hacer honra y limosna de doce mil ducados
por una vez, para ayuda de fundar colegio y hacer los buenos efectos
—que en todas partes que han fundado suelen— de la buena educación
de la juventud y enseñanza de letras; y ayudar en lo espiritual comoacostumbran...» Tras este encomioso encabezamiento, prosiguen así:
«habrá cinco años (poco más o menos) vinieron los dichos religiosos. . . a
título de misión... Agora —añaden— tienen ya casa..., pero muy pobre
y poco capaz; aun para cinco religiosos que hoy son pasan mucha necesi-
dad, y no tienen más que la limosna de algunos vecinos que les dan un
día de cada semana, que serán hasta 20 tostones».
«Sin embargo, —prosiguen— tienen buenas perspectivas y buenos
ofrecimientos que no serán efectivos hasta que "hayan fundado colegio".
La esperanza principal estaba en la adquisición de una hacienda de azú-
37 No tengo otros datos sobre la costumbre mencionada por el cronista Rivas;
Fuentes nos habla de la multitud de alcaldes y justicias indígenas que acudían a pri-
mero de enero para recibir la confirmación de sus cargos... lo que «hasta ahora se
observa entre ellos... venir a palacio la mañana del año nuevo...», BAE, CCLI, pá-
gina 270. Falta en AGCA el libro del cabildo correspondiente a esta fecha.
45
car que se les ofrecía en buenas condiciones: aun así habrían de pagar
por ella 30.000 tostones.»
La audiencia concluye apoyando la petición de los jesuitas que reba-
jan de 12.000 ducados a «ocho o diez mil», que habrían de ser satisfechos
a mil por año y que se podrían sacar de «ventas de oficios o renunciacio-
nes dellos», o del servicio del tostón. . . que por ser «rentas nuevas» eran
fáciles de aplicar...
Calzan la petición las firmas de Criado de Castilla, presidente; GómezCornejo y García de Carvajal, oidores, y Maldonado de Paz, fiscal
38.
El obispo Cabezas en sus informes antijesuíticos, dirá que el oidor
Carvajal había salido públicamente «a pedir limosna... y a exigirla»:
con peticiones y exigencias —decía— habían podido reunir los jesuitas
y sus amigos veinticinco mil tostones. Suma que quedaba por bajo de
los treinta mil exigidos para la adquisición de aquel ingenio de azúcar,
38 La Audiencia, en pleno, pide para los jesuitas una limosna de ocho a diez milducados, a mil por año, en escrito datado a 25 de mayo de 1610; y que transcribo
por su interés, a la letra: «Señor: Los religiosos de la compañía de Jesús que en esta
ciudad residen, pretenden que V.Mjtd. les mande hacer honra y limosna de 12mil
ducados por una vez, para ayuda de fundar colegio y hacer los buenos efectos que,
en todas partes que han fundado, suelen, de la buena educación de la juventud y en-
señanza de letras y ayudar en lo espiritual como acostumbran; y recibida la infor-
mación secreta que se envía a V.Mjtd. parece que habrá cinco años (poco más o
menos) vinieron los dichos religiosos a esta ciudad de la de México con licencia de
su superior a título de misión, conforme a sus constituciones, y postulados de la gente
de esta ciudad, en que asimismo intervino el presidente de la real audiencia. Agoratienen ya casa (que llaman residencia al uso de sus constituciones) pero muy pobre
y poco capaz, aun para cinco religiosos que hoy son; pasan mucha necesidad, y no
tienen más que la limosna de algunos vecinos que les dan un día de cada semana,
que serán hasta 20 tostones, poco más o menos; y aunque les han hecho mandas para
cuando hayan fundado colegio, de hasta veinte y (fol v) cinco mil tostones, han fal-
tado muchos de los que mandavan, y no ha de ser posible cobrar la mitad; por esto
y por ser los vecinos en general muy pobres, comenzado han a tratar de una hacienda
de azúcar a título de donación y venta (que no está fecha aún, cuando se efectúe han
de pagar por ella 30 mil tostones, según lo que se va tratando). Han dado y dan el
ejemplo que suelen, hacen las doctrinas, predican y confiesan; y será de muy gran
servicio de Dios y de V.Mjtd. y bien de estas provincias que funden colegio, y traigan
maestros, y no han de poder sin la ayuda de la grandeza de V.Mjtd.: (que sirviéndose
de ello) el parecer desta real audiencia es que se les diese una limosna de 8 a 10 mil
ducados, mil en cada un año por una vez, en ventas de oficios y renunciaciones dellos,
o en el servicio del tostón (que son nuevos arbitrios). V.Mjtd. mande proveer lo que
más servido sea.
Guarde Dios N. S. la C. R. P. de V.Mjtd.
En Guatemala 25 mayo 1610.
firmas Criado de Castilla, Gómez Cornejo, García de Carvajal, Maldonado de Paz.
Vista en el Consejo a 3 de agosto de 1613.» (En AGÍ. Guatemala, 175.)
46
que —adelantamos— tantos quebraderos de cabeza había de proporcio-
nar a los jesuítas39
.
Tenemos, por tanto, una situación inicial de veinte tostones semanales
que venían resultando en una renta anual de mil tostones; las limosnas
reunidas bajo el influjo del oidor Carvajal habían producido un posible
ahorro de veinticinco mil tostones; pero creían necesitar una ayuda anual
de mil ducados, es decir, veintidós mil tostones para gastos de instala-
ción.
Y es que trataban de instalarse más cómodamente—para ellos y para
sus estudiantes y sus feligreses— en una casa muy céntrica que acababan
de recibir en obsequio.
El nuevo domicilio (1611)
Los cronistas domésticos habían señalado el paso al nuevo domicilio
como un momento de crisis producido por importantes fuerzas ciudada-
nas que trataron de impedirlo. El esquema seguido por estos cronistas
era el habitual en esta clase de conflictos: existían limitaciones para es-
tablecer conventos de mendicantes dentro de una distancia mínima que
se medía en cañas; los jesuitas habían pretendido siempre quedar exentos
de esta limitación por no considerarse estrictamente mendicantes; de ahí
que los jesuitas cuando preveían alguna oposición, procedían a tomar
posesión de los nuevos locales durante la noche, ejecutando en ellos al-
gunos actos simbólicos que resumirá meses adelante el obispo Cabezas...
«con poner una campanilla y un altar portátil.. . .» ya creen haber cumpli-
do suficientemente.
La relación del cronista Pérez de Rivas está llena de inexactitudes
que la hacen poco aprovechable. Es cierto que el traslado se realizó
durante el provisoriato «sede vacante» servido por don Felipe Ruiz del
Corral, pero no parece exacto que Ruiz del Corral —como se desprende
de la narración —pretendiera oponerse a él por las armas: «tropa de
gente con armas —dice Rivas— cerró nuestra casa. . . la noche antes para
estorbarlo a título que estaba muy cerca de la iglesia mayor...»
39 El obispo Cabezas dice que «el oidor doctor Carvajal salió públicamente a pedir
limosna... —y añade— y a exigirla...». AGÍ, Guatemala, 156. Como punto de com-paración para el valor efectivo del dinero en aquellos años en Guatemala: el obis-
pado rentaba dos mil pesos anuales, y una canonjía 80.000 maravedíes (294 pesos);
en tanto que un bonete costaba 28 reales (952 maravedíes).
47
No se produjo la oposición armada aquella noche, puede ser que
don Felipe pusiera alguna dificultad, pero no pasó de los términos usua-
les; la intervención armada quedó para el obispo Cabezas de cuya actua-
ción estamos muy bien documentados, tanto por escritos suyos, como
de los jesuitas, como del fiscal de la audiencia, que coinciden en sus
rasgos generales y en la mayoría de los detalles40
.
Los jesuitas creían —con razón— que su domicilio no estaba bien
situado; pero estaban convencidos de que la casa les había sido donada
por el chantre Lucas Hurtado de Mendoza sin condicionar la propiedad
al establecimiento en ella de la casa y colegio de la Compañía. Cuandoen aquellas circunstancias se presenta doña Leonor de Celada y ofrece
su casa «en lo mejor de la ciudad», creyeron posible trasladarse al nuevo
domicilio sin perder sus derechos al antiguo. No participaba de la mismaopinión Hurtado de Mendoza, y su descontento estalló cuando el obispo
Cabezas le ofreció la oportunidad para hacerlo.
Leonor de Celada, viuda del escribano real Juan de Guevara, había
heredado una parcela en la manzana que se denominaba de «Díaz del
Castillo» porque en su origen había pertenecido al cronista: es conocida
la situación de la manzana por albergar en la actualidad las ruinas del
colegio e iglesia de los jesuitas y haber alojado el mercado central de la
Antigua Guatemala. Leonor de Celada donó su parcela a los jesuitas, yéstos —con muy buen acuerdo— la aceptaron 41
.
40 He aquí la relación que incluye en su Crónica Pérez de Rivas: «Y fue el caso,
que la primera casa que había tomado para su morada, se echó de ver después queel puesto estaba distante para el concurso de los estudiantes, y también que no era a
propósito para nuestros ministerios; habiendo pues escogido otro puesto más aco-
modado para ellos para decir la primera misa el día siguiente, la noche antes, para
estorbarlo —a título de que estaba muy cerca de la iglesia mayor— cerró nuestra casa
alguna tropa de gente con armas. Pero entendiendo esto el oidor más antiguo, quepor muerte del presidente gobernaba la audiencia, lie. Carbajal... se vino a aquella
hora a nuestra casa, hizo llamar a los demás oidores, y habiendo visto las bulas y pri-
vilegios de la Compañía para edificar casas y colegios, declaró que sin ofensa de la
catedral podía ocupar la Compañía aquel puesto; y en nombre de la audiencia real
se publicó un bando, en que se mandó que toda la gente que con armas se había
juntado a impedirnos la posesión de nuestra casa se retirase, como lo hicieron; y la
misma audiencia real nos dio la posesión pacífica de nuestra casa.» (Fin del capítu-
lo IV. Ribas: Coránica, I, págs. 267-268.
La relación de Rivas parece menos ajustada a la realidad que los informes envia-
dos a la Corte por obispo y audiencia, que utilizamos en el cuerpo del capítulo.41 Con más detalle hablaremos de la casa que pasó a ser de los jesuitas, cuando
llegue el momento de su adquisición completa en 1655. No me ha sido posible loca-
lizar aquella primera residencia; no parece que sea el lugar donde más tarde se esta-
bleció el hospital de San Pedro, ya que éste no se halla tan alejado como puede
48
El traslado ponía a los jesuítas en situación privilegiada: corres-
pondía al flanco poniente de la plaza de armas —flanco no ocupado por
ninguna institución religiosa— y algo más cercano al centro ciudadano
que mercedarios, dominicos y franciscanos: distaba de la fachada de la
catedral 300 metros; frente a 550 de los mercedarios, 750 de los domini-
cos y 700 de los franciscanos. La maniobra había sido perfecta, pero noconcluyó—como lo hubieran creído y deseado los jesuitas— con aquella
primera toma de posesión 42.
La primera gran crisis ciudadana (1611-1620)
El período de Cabezas y Altamirano corresponde a unos momentosde crisis en la habitual paz ciudadana de Guatemala; y el obispo no fue
ajeno a los condicionamientos que desencadenaron la crisis. Curiosamen-
te fue eficaz la resolución tomada al recobrarse la paz que consistió en
reunir todos los papeles que de ella trataban y cerrarlos en un arca pro-
vista de tres llaves que impidiera su lectura. Procedimiento que se siguió
años más tarde al concluirse el largo y enojoso pleito levantado al pre-
sidente Echevers, en torno al asesinato —nunca suficientemente aclara-
do— de Orozco y sus criados. (Del tema en AGÍ, Guatemala, 229.) Se
ordena en 1736 se recojan todos los autos y se encierran en un arca de
tres llaves.
Remesal que participó en algunas de las fases del conflicto no las
detalla por no entrar en el período de la historia de Guatemala que es-
tudia; y Ximénez se contenta con describirlo como «enredo y quime-
ra»..., pero no añade nuevos datos sobre tan interesante período.
Milla reconoce en su historia que la «reserva meticulosa de los anti-
guos cronistas hace que no podamos formar idea ni del origen de los
hechos ni de sus circunstancias». Ximénez opina que duró desde 1614
hasta 1620 y coincidió con el episcopado de Cabezas y la situación de
«sede vacante» que se prolongó hasta la venida de Zapata y Sandoval
en 1621. Por parte de la audiencia fue el oidor Pedro Sánchez Araque
(nombrado en 1609 según Scháfer II, 475, pero que no llegó a Guatemala
hasta el 11 o el 12) cuyas disensiones con el presidente y demás compo-
desprendese de los alegatos de los jesuitas. Tampoco se menciona el chantre entre los
propietarios de la casa al proceder Payo de Ribera a su establecimiento.42 Las medidas están tomadas sobre el «Pictomapa» de la Antigua, compuesto sobre
fotografía aérea por el Instituto Geográfico Nacional de Guatemala.
49
nentes de la audiencia motivaron el envío del visitador Juan de Ibarra
«quien puso las cosas —dice Milla— en peor estado...» El visitador
suspendió al presidente que se retiró a Patulul, hasta que fue repuesto
en la presidencia el año de diecisiete.
En la primera fase de estos disturbios se vieron envueltos los jesuitas;
y es lo que nos interesa presentar en este apartado 43.
El episcopado de don fray Juan de Cabezas
y Altamirano (1611-1615)
Cabezas y Altamirano llegó a Guatemala, procedente de Cuba, en
agosto de 1611 y durante el mes de enero de 1612 tuvo su primer gran
encuentro con los jesuitas 44. Este suceso —de la misma manera que
toda aquella gran crisis ciudadana había desaparecido tanto de las cró-
43 Aunque Remesal no se ocupa del período, no puede menos de hacerlo presente
de alguna manera. El había predicado a 24 de marzo de 1615, y su sermón, abundanteen citas de la biblia hebrea —por algo había sido profesor de la asignatura en Alcalá—
,
molestó a don Felipe Ruiz del Corral; a lo largo de la misma semana, el jueves santo,
que caía a 26 del mismo mes, se prohibió que la cofradía de la Vera Cruz hiciera
estación en la iglesia de los jesuitas. Montó en cólera —al saberlo— el oidor GómezCornejo que participaba en la procesión e hizo prender al clérigo que portaba la orden
prohibitiva. Estaba ausente el obispo y su vicario, fray Plácido, hizo tocar las cam-
panas «a entredicho»; orden de la que después no quiso hacerse responsable. Hombresde segunda fila —como el presbítero Bernardo Díaz del Castillo— pagaron las conse-
cuencias de aquella situación de tensa anormalidad. Los datos que preceden han sido
extractados de la declaración que el mismo presbítero hizo ante el comisario de la
Inquisición, don Felipe, que se conserva en México (AGNM: Inquisición, 308, ff. 233-
234). Esta declaración indica que el conflicto que surgió en Guatemala en esa oportu-
nidad no fue tan grave como tradicionalmente se ha creído, siguiendo los testimonios
de Ximénez: Historia, II, págs. 146-147, y Juarros: Compendio, I, pág. 126. Y comoyo mismo lo había interpretado en mi Estudio preliminar a las obras de Remesal,
BAE, CLXXV, págs. 12-13.44 Durante el año 1611 llegaron a Guatemala las dos autoridades superiores: el
presidente de la audiencia y el prelado diocesano. Sobre el presidente Antonio Pe-
raza Ayala y Rojas, conde de la Gomera, presenté una comunicación en el I Coloquio
de Historia Canario-Americana, celebrado en Las Palmas (13-15 octubre 1976) que aca-
ba de salir a luz (octubre 1977) con considerables añadiduras. El conde de la Gomeramantuvo durante todo su gobierno una actitud declaramente pro-jesuita que formó
uno de los puntos de fricción con el obispo Cabezas durante el cuatrienio 1611-1615.
El oidor Pedro Sánchez de Araque se encargó de molestarle en los restantes años de
su largo período. Gage dice de Gomera que se retiró a las Canarias bien provisto de
millones; esa era también la opinión de los consejeros de Indias, que localizaban su
enriquecimiento en su previo gobierno de Chucuito; en realidad, sus hijos —establecidos
más tarde en La Coruña— no parecen excesivamente enriquecidos.
50
nicas guatemaltecas, como de las crónicas jesuitas de Rivas y Alegre.
Sin embargo—y al contrario de lo que sucedió con el resto de los acon-
tecimientos de aquellos años— , se conservan muchas relaciones que le
describen con suficiente unanimidad. En el archivo de Indias, se conser-
va una larga relación que procede del obispo y dos relaciones del fiscal
de la audiencia, Maldonado; y en el archivo de la Compañía en Roma,hay otra breve relación compuesta por un jesuita o un amigo de los je-
suitas, que —como he dicho antes— se diferencia de las anteriores en
algunas puntualizaciones que no tocan la sustancia del relato 4S.
Vamos a reconstruirlo brevemente. Cabezas se había presentado en
Guatemala con dos familiares eclesiásticos: el uno a quien había orde-
nado «in sacris» algo apresuradamente para que fuera su mayordomo; el
otro un religioso barnabita llamado fray Pacífico, que era hermano suyo.
Además de este reducido grupo clerical, que entraba dentro de las nor-
mas usuales entre los prelados, venía una curiosa escolta formada por
varias decenas de esclavos negros; entre los que llamaban la atención los
que constituían una especie de orquesta: novedad no siempre habitual
entre los obispos.
Desde el principio hizo constar que no estaba de acuerdo ni con los
agustinos ni con los jesuitas, cuyos conventos suponía fundados ilegal-
mente. Les pidió las licencias con que se hubieran fundado «y parece
—escribe— lo recibieron cuesta arriba». Esto sucedía a principios de
diciembre de 161
1
46.
Entre tanto los jesuitas estaban atareados en organizar su nueva
residencia; sin perder del todo el contacto con lo anterior, de la que se
suponían dueños por donación del chantre Hurtado de Mendoza; y para
asegurar su posesión la habían alquilado a don Juan Guerra de Ayala*
gobernador de Honduras y sobrino del presidente Peraza: personaje quese había establecido en la casa con su señora doña Catalina de Zarate
y su hermana doña Francisca de Castilla, y que—en el curso del pleito-^-
afirmó tener la casa alquilada por el chantre Hurtado de Mendoza 47.
45 Se conserva una larga relación del obispo Cabezas (AGÍ: Guatemala 156) y dosdel fiscal de la audiencia. Maldonado, que resumen y completan la del prelado
(AGÍ: Guatemala 175); otra relación que aclara algunos aspectos del suceso se guardaen el archivo romano de la Compañía (AICG: Mex. 17: ff. 69-71a).
46 AGÍ: Guatemala, 156.47 AGÍ: Guatemala, 175. El gobernador Juan Guerra de Ayala traía su conflicto
particular con el obispo de Comayagua, don fray Luis de Andrade. Vázquez de Esr
pinosa en su Descripción (lib. V, c. 29; BAE, CCXXXI, pág. 175) relata el pleito exis-
tente entre ambas autoridades y aduce la intervención —según él injusta— de Peraza
51
El chantre debió quedar dolido por el abandono de su casa y más al
ver que no se la devolvían; y decidió recobrarla. Según algunos, porque
quería instalar en ella a un hijo natural a quien había conseguido llevar
a las órdenes sagradas bajo nombres supuestos; según otros, porque que-
ría emplearla en hospital para clérigos y como base de una fundación en
sufragio de las almas del purgatorio. El chantre, a quien el obispo califi-
caba dos años más tarde de «impedido por su vejez» no debía estar ya
en la plenitud de sus fuerzas; ni probablemente recordaba si su donación
a los jesuitas había sido definitiva o condicionada.
El hecho—tal como se nos narra— es que acudió al obispo pidiendo
su ayuda para recobrar aquellos que eran «bienes eclesiásticos»— y en
compañía de algunos eclesiásticos se dirigió hacia sus casas. Como allí
—se declara— no les quisieron abrir, volvieron a palacio donde se or-
ganizó una verdadera expedición en que bajo la presidencia del obispo
marcharon clérigos y negros esclavos sobre el objetivo previsto. Los es-
peraba delante de la casa el oidor Diego Gómez Cornejo y el alcalde
Pedro de Aguilar que habían sido avisados por los jesuitas, de los que
estaba presente el rector Hernando Mejía.
Había caído la noche y pronto se corrió la voz quedando «toda la
ciudad alborotada» según dice Maldonado en su relación. Entró el obis-
po en la casa, precedido del chantre, subió al piso superior y en señal
de posesión «se sentó en una silla... y mandó decir un responso...
^ tañer una campanilla». El rector usando la fórmula habitual «apellidó:
hacer fuerza» y se retiró con el oidor y el alcalde. El obispo entrevistó
a don Juan Guerra y le ordenó bajo pena de excomunión no recibir en
la casa a ninguno de los jesuitas que se enumeraron por precaución
adicional, y que eran Hernando Mejía, Pedro de Cabrera, Martín García
los hermanos Arce y Marcos. El Martín García había quedado agazapa-
do tras un petate y fue sacado de allí con gran alborozo y conducido
al palacio episcopal donde quedó custodiado por un negro. .
.
48.
Al amanecer todo había concluido y cada una de las partes interesa-
das preparó sus relaciones para ganar su causa ante el Consejo de Indias.
En conjunto —y como decía alguno de los testigos— fue un inci-
dente sin demasiada importancia que pudiera haberse complicado, per-
turbando gravemente la paz ciudadana.
en favor de su «deudo» y el providencial castigo que recayó primero en el gobernador,
a continuación en una hermana suya (¿sería doña Francisca de Castilla?) y, finalmen-
te, en todo el comercio de Honduras...48 AGÍ: Guatemala, 175.
:52
El informe que se conserva en Roma entra más hondo en las motiva-
ciones del obispo y cree encontrar entre ellas un deseo de tener una finca
que los jesuitas acababan de adquirir; y de la que tendremos que ocu-
parnos.
En cualquier caso el obispo mantuvo su postura adversa a los jesui-
tas en los cuatro años, que le quedaron de prelacia; sin que los jesuitas
hicieran demasiado por ganárselo. Así, por ejemplo, no disuadieron al
presidente de su proyecto de iniciar la solemne procesión de la Cruzada
en la iglesia de los jesuitas, que iba a enconar el disgusto del prelado, yque se realizó un mes después de aquella solemne y peligrosa marcha
nocturna sobre la antigua morada de los jesuitas 49. Sin embargo, y den-
tro de las alternancias de su psiquismo, encontraba el obispo tiempo, ytenía humor, para asomarse a la ventana de su palacio y escuchar las
pláticas dominicales que tenían los jesuitas en la plaza, como lo atestigua
una de las «Cartas annuas» conservadas en México.
Al escrito de la audiencia en favor de los jesuitas contestó el supremo
consejo de Indias, recomendando al obispo que «tenga buena correspon-
dencia con los padres de la Compañía y les ampare y favorezca comoreligiosos que profesan en cosas tan importantes al servicio de Dios ybien de las almas». Esta recomendación expedida por el Consejo a 3 de
agosto de 1613 no llegó a manos del obispo quien, para la fecha en que
se recibió en Guatemala, había fallecido 50.
No extrañó demasiado en Guatemala la cerrada actitud de Cabezas
en relación con los jesuitas: conservamos opiniones —reservadas— en
torno a las capacidades humanas del obispo en los últimos años de su
vida que son—ciertamente— elocuentes. Ruiz del Corral —el comisario
de la Inquisición— escribe al Inquisidor mexicano: «le falta memoria,
y aunque tiene el pulso bueno y a tiempos buen color de rostro, se poneamarillo y tiene grande melancolía, de manera que está como un hombre
49 AICG: Mex. 17: ff. 69-71a. Otros detalles sobre la enemiga entre Cabezas y los
jesuitas «El obispo —se nos dice— ordenó de sacerdote a un amigo suyo "para quegobierne su casa"... la diócesis la gobernaba "un hermano suyo fraile bernardo, fray
Pacífico...» Al llegar codició una finca que trataban de adquirir los jesuitas, la quería
para colocar "30 o 40 negros" que había traído de Cuba. Algunos —o todos— los
negros eran músicos, hecho que impresionó a Remesal —recién llegado de España—
,
pero no lo juzgó mal (Remesal: Historia, IX, c. 23; II, pág. 481). No quiso venir
—continúa nuestro informante— a la iglesia de los jesuitas, a la profesión del padre
Cabrera... ni permitió que el deán predicase... y se enfadó mucho porque el presi-
dente (Gomera) decidió que saliese de ella, la procesión de la Cruzada... aunque ya "se
habían hecho otras solemnidades"... aun siendo "un dedal muy chiquita"...»50 AGÍ: Guatemala, 175.
53
pasmado. . . Y conforme a esto, bien echará de ver vuestra señoría ilus-
trísima que tales estaremos, viendo a nuestro prelado de la suerte que
he dicho 51.
Muerto el prelado a 19 de diciembre de 1615, se abre una larga «sede
vacante» que se cerrará en 1621 con el advenimiento del nuevo prelado
don fray Juan de Zapata y Sandoval.
El Seminario de la Asunción
Siguiendo las instrucciones emanadas por el Concilio de Trento se
organizó en Guatemala un seminario para la formación de los clérigos.
Los estatutos fundacionales fueron redactados por fray Gómez Fernán-
dez de Córdoba quien de esa manera «instituyó, fundó y estableció»
aquel centro de enseñanza a 24 de agosto de 1597. Base material para
el seminario la encuentra en «las casas que fueron de Diego Ramírez»,
conocido personaje del grupo inicial de vecinos de Guatemala; las casas
fueron adquiridas, para que en ellas se albergara el seminario, por el
presbítero Hernán Vázquez de Escobar. El seminario se establece con
un rector, un vicerrector, dos colegiales mayores, cinco colegiales meno-
res y un familiar, o doméstico. Se admitirían otros quince colegiales ma-
yores de dieciséis años y menores de veinte; y «todos los niños que a él
vinieren y en él se pudiere criarlos, que sean de doce años por lo menos,
y sean legítimos, y sepan leer y escribir competentemente, cuya inclina-
ción y voluntad den esperanza que servirán perpetuamente en ministerios
eclesiásticos, y sean de la misma ciudad u obispado, o de su provincia,
si en el obispado no se hallaren, e hijos de personas pobres; y también
se pueden recibir hijos de ricos, con tal de que sus padres los sustenten;
y si no tuvieren padres, se sustenten y paguen de la renta de la hacienda
la comida y estudio que se les diere. . .» La pensión anual se fijaba por en-
tonces en doscientos tostones y doce hanegas de trigo anuales; fuera de
los gastos personales que correrían de su cargo 52.
51 Ruiz del Corral, comisario de la Inquisición, llena con sus informes muchoslegajos de los actualmente conservados en el archivo general de la nación de México...,
diagnostica por su parte la enfermedad del prelado con esta frase: «Dicen que una
esclava negra lo ha hechizado...» AGNM: Inquisición, 308, fol. 230; véase también
Chinchilla: Inquisición, pág. 237.52 Los estatutos del Colegio Seminario de la Asunción han sido publicados por
primera vez por Agustin Estrada Monroy, en el tomo 1, págs. 181-194, de su libro
Datos para la historia de la Iglesia en Guatemala. Los estatutos habían sido compues-
54
El Seminario de la Asunción representaba en aquellos años finales
el único establecimiento docente al que pudieran concurrir los niños
guatemaltecos. Sin embargo, su misión específica limitaba su capacidad
de admisión de estudiantes: llevaban la prioridad los que pensaran ha-
cerse sacerdotes y se suponía que ingresaban en el Seminario con cierta
edad —doce años— y con ciertos conocimientos previos en lectura yescritura. De ahí que al abrir los jesuitas escuelas de primeras letras,
entraron a servir en un campo que no estaba suficientemente servido;
de esa manera, además, podía atraer a los niños más jóvenes encauzán-
dolos hacia su propio establecimiento. Supongo que los jesuitas exigían
la legitimidad en sus alumnos, condición que se ha mantenido hasta
fechas muy recientes; en cambio, los jesuitas abrían sus puertas a todos
los candidatos, sin distinción entre los nacidos en la capital, en la dióce-
sis o en las provincias limítrofes. Finalmente los jesuitas no aceptaban,
en aquellos felices tiempos, estipendio ninguno por la enseñanza, facili-
tando aún más la inscripción de los hijos de familia pobre, de solemni-
dad, frecuentes entonces y ahora.
Era de esperar algún roce entre ambas instituciones, cuando pasado
el primer momento comenzaran a hacer balance de las respectivas actua-
ciones; de hecho no adquirieron volumen estas dificultades hasta el pon-
tificado de Cabezas: en cuya correspondencia encontramos frecuentes
alusiones al tema s.
Personal de los jesuítas a lo largo de este período (1611-1614)
Conozco solamente un catálogo que se conserva en el archivo romanode la Compañía de Jesús, corresponde al año 1614 y comprende ocho
individuos de los que cuatro solamente son sacerdotes: los padres Je-
rónimo Diez, de Simancas; Hernando Mejía, de Villanueva de los In-
fantes; Pedro de Cabrera y Gabriel de Urreta, ambos de México. Habíaun escolar Juan de la Cruz, natural de Tecamachalco, quien perseverará
en Guatemala hasta 1655, de la misma manera que el hermano Juan de
tos por el obispo Gómez Fernández de Córdoba; más tarde fueron reformados porfray Juan Ramírez y llegamos a 1612 en que se procede a una reestructuración queaproxime los estatutos a los que tiene el Mayor (sic) de México. Lo pide el rector del
Seminario y se halla en AGÍ: Guatemala, 175.53 Cabezas parece obsesionado con la idea de que los jesuitas quieren llevarse las
rentas asignadas al seminario: alusiones al tema, o acusaciones más o menos veladas,
en 1611, 1612, 1613, en legajos AGÍ: Guatemala, 156, 165, 175.
55
Arce, natural éste de Valladolid. Se completa el cuadro con dos herma-
nos más, Mateo Albano, napolitano, y Marcos de Olea «de San Sebas-
tian, en Cantabria» *.
La controversia de 1611 nos ha hecho saber —por boca del obispo
Cabezas— que en enero de 1612 residían en Guatemala cinco personas
de las que encontramos en 1614 tres solamente: Hernando Mejía, Pedro
de Cabrera y Juan de Arce; han desaparecido en estos dos años, el padre
Martín García, a quien llevaron preso al palacio episcopal, y un her-
mano Marcos. Se menciona también un padre Diego de Paz que parece
no pertenecía a la residencia 55.
El personal docente en aquel primer período estaba representado por
dos profesores de gramática, el padre Gabriel de Urreta, que era bachiller
en filosofía y teología, y el hermano escolar Juan de la Cruz, que notenía título especial y que se encargaba de la escuela de primeras letras.
Situación económica del colegio
Cuando los integrantes de la real audiencia pedían una subvención
especial para el colegio de los jesuitas, se mencionaba el proyecto que
éstos tenían de adquirir una «hacienda de azúcar a título de donación
y venta; que no está hecha aún —decían— y cuando se efectúe han de
pagar por ella treinta mil tostones, según lo que se va tratando. . .» *
Refiriéndose el obispo Cabezas al mismo tema, consideraba reproba-
ble el que los jesuitas trataran de adquirir dos posesiones que menciona
expresamente: «un ingenio de un vecino poderoso, llamado Francisco de
Mesa. . . y un obraje, que pertenecía a unos menores». El obispo censu-
raba la adquisición del obraje, por dos motivos que alegaba en sus es-
critos; los jesuitas —decía— abusaban de la poca edad de los titulares
de la propiedad para comprar el obraje a bajo precio; por otra parte,
los obrajes—en general— tenían mala fama. Muchos de sus obreros eran
forzados que cumplían condena judicial y esto les daba cierto aire de
«colonia penal». Las malas lenguas añadían otra tercera razón, y era
que el obispo Cabezas hubiera deseado adquirir el obraje para colocar enél alguno de los esclavos negros que había traído de Cuba. Sea lo quefuere, nos consta que los jesuitas adquirieron en fechas no determinadas
54 AICG: Mex. 4, ff. 201-201 v.55 AGÍ: Guatemala, 175.56 Véase carta en nota 38.
56
un obraje y un ingenio de los que nos iremos ocupando a lo largo de
este trabajo 57.
Pudiera referirse al obraje de añil—que era al mismo tiempo hacien-
da de ganado— el calificativo de «campo inmenso» (proedium ingerís)
que bastaría—se añade— para alimentar a dos docenas de jesuitas, que
se menciona en el catálogo interno correspondiente a 1614. En esa época
—se nos dice— no estaba pagado del todo, ni se veía posibilidad de pa-
garlo en mucho tiempo 58.
El obraje que conocemos estaba dedicado a San Antonio de Padua
y se encontraba en las proximidades de Tapachula, en la actual Chiapas,
en el poblado todavía existente de Huehuetlán: la documentación que
poseemos, sobre él, procede de 1651-1652; y está en relación con un re-
levo en el puesto de administrador, lo deja el alférez Juan Benítez de
Montalván y lo toma el señor Fernando González: con ese motivo se
procede a una especie de inventario, único que poseemos; y sobre el quevolveremos en su momento 59
.
Presenta datos comunes con este obraje —doblado en hacienda de
ganado— la propiedad procedente del matrimonio Riquelme-Mendozaque pasó en 1631 a propiedad de los jesuitas, y que estaba situado en
la misma zona de Huehuetlán (Chiapas); pero —como veremos en su
tiempo— no coincide con el obraje San Antonio en el resto de los
datos 60.
Finalmente, en 1618, al cerrarse este primer período; se dice en el
catálogo correspondiente, que se había podido pagar «quince mil adeu-
dados», sin que se especifique la unidad monetaria de que se trataba;
pero en cualquier caso este pago «suena» a un cierto mejoramiento en la
situación económica del colegio 61.
57 Cabezas en informe al Consejo de 7 de diciembre de 1611 en AGÍ: Guatema-la, 156. Los jesuítas hablan también de las buenas condiciones de la compra: «nadiepujó —escriben en Carta Annua de 1612— y se obtuvo a mitad de su valor... (AGNM:Jesuitas, III, 29).
58 AICG: Mex. 4, fol. 230v, y Mex. 15 «Annuas», fol. 15.59 AGCA, 5801, 48954.
Más adelante entraremos en más detalles sobre este obraje de San Antonio de Padua.60 La hacienda que procedía del patrimonio de los Riquelme-Mendoza se da por
asunto liquidado hace tiempo en los papeles de «temporalidades». AHN: Jesuitas,
85, 1-7.
61 En 1618 se recuerdan dos acontecimientos: el uno, la preservación «milagrosa»de las plantaciones de jiquilite pertenecientes al obraje, por intercesión —decían los
hermanos jesuitas, testigos del acontecimiento— de San Ignacio. Rivas: Coránica,
VIII, cap. 8; II, págs. 278-279; el otro, un donativo de cuatro mil pesos hecho a los
57
Arraigo de los jesuítas en el clero guatemalteco
Ya hemos visto que el clero guatemalteco tuvo parte decisiva en la
entrada y consolidación de los jesuitas en Guatemala; no podemos olvi-
dar las gestiones del arcediano Diego de Carvajal, ni las del chantre Lu-
cas Hurtado de Mendoza en cuya casa iniciaron los jesuitas sus labores
docentes; añadamos dos personajes más que representan algo así como
las primicias de vocaciones guatemaltecas a la Compañía 62. Se trata de
don Sancho Núñez de Barahona y de don Lorenzo de Godoy y Ayala;
era el primero tesorero del cabildo... «que ya estaba electo —se nos
dice— para chantre»... y que estaba para heredar «cinco mil ducados
de renta de un mayorazgo»... Formaba parte, además, de una de las fa-
milias de mayor arraigo en la ciudad, nieto de Sancho de Barahona con-
quistador y uno de los primeros vecinos de Santiago. Entró en la Compa-
ñía sin que pudiera vivir mucho en ella, pues murió en 1618, habiendo
hecho su noviciado en el mismo colegio de Guatemala, al que donó su
biblioteca, formando así el núcleo inicial de lo que llegaría a ser la máscompleta de la ciudad 63
.
Poco más tarde, en fecha que no he podido concretar más, después
de muchas dudas e indecisiones, y de haber realizado una especie de pre-
noviciado en el colegio de San Lucas, entró en la Compañía en el novi-
jesuitas por un bienhechor que falleció en El Realejo, Nicaragua. Estas dos aporta-
ciones procedentes de la buena venta del jiquilite y del donante nicaragüense posibili-
taron el reintegro de quince mil ¿pesos? que se recuerdan en la documentación interna
de los jesuitas. AGNM: Jesuitas, III, 29.62 Sin embargo, no puede aplicárseles el calificativo de «primicias»; en 1561 entró
en la Compañía de lesús en Coimbra lerónimo Cota, hijo —sin duda— del doc-
tor Cota que Alvarado trajo de las Azores para que le asesorase en cuestiones
jurídicas. En el catálogo de 1565 del colegio de Coimbra se le menciona así: «Hieró-
nimo Cotta, castellano, natural de las Indias de Castilla, de la ciudad de Guatimala,
obispado de la mesma ciudad; entró en la Compañía a 9 de noviembre de 1561, estudia
latinidad en la 2.a» (AICG: Lus. 43 [1] 243). Jerónimo Cota... se ordenó de sacerdote
en abril de 1573; fue maestro de novicios en Evora y Coimbra... Más tarde, navegó
para la India: de ese tiempo se conserva una carta suya al padre Manuel Rodríguez,
asistente en Roma, fechada a 29 de noviembre de 1591. Tomado de S. Leite: Cipriano
do Brasil. Primeiro jesuíta filho da America 1540-1563, «Verbum», 4-XI (1952), pá-
gina 471, nota 10. Mi buen amigo el padre Stormi me ha dado a conocer la existencia
de otro jesuíta nacido en Guatemala en 1590, e ingresado en la Compañía en 1623.
Se llamaba Francisco Solís, y fue «socio» del provincial y procurador en la corte
española de la provincia jesuítica del Paraguay. El documento que me proporcionó
se halla en AICG: Paraq., 4/1 75, fol. 86v, núm. 135.63 Rivas: Coránica, VIII, cap. 6; II, pág. 271.
58
ciado de Tepozotlán, don Lorenzo de Godoy y Ayala, que era maestres-
cuela en 1621 . Ayala—se nos dice— vivió nueve años en la Compañía y
falleció en México en 1634 64.
Balance general del período (1606-1621)
Al concluirse este primer período en el año 1621, se puede decir que
su signo general fue positivo. Son quince años en los que se pasa de un
domicilio provisional, desplazado frente a la vida ciudadana, a otro
realmente céntrico que de hecho será el definitivo.
Durante estos quince años florecen las escuelas de primeras letras, ylos cursos de gramática van recibiendo ayudas económicas del vecinda-
rio; y, en general, se respira en la ciudad un clima de afecto hacia los
jesuitas. Estos no se reducen a la enseñanza, intervienen en los frecuen-
tes accidentes que aquejan el país: desde la ayuda a los enfermos en las
distintas epidemias, hasta el consuelo espiritual en los movimientos sís-
micos que de manera periódica conmueven los fundamentos de la ciudad.
Uno de los puntos más elevados en esta línea, generalmente ascen-
dente, se alcanza a los pocos años de haberse establecido los jesuitas: el
cabildo guatemalteco que —según normas establecidas de antiguo— ce-
lebraba el primero de enero la toma de posesión de los nuevos alcaldes
cuyo mandato se renovaba anualmente. Al conocer que el primero de
año era la festividad titular de la Compañía, decidieron trasladar a la
iglesia de los jesuitas su propia celebración: puede decirse que esta deci-
sión del cabildo guatemalteco incorporó solemnemente al quehacer ciu-
dadano la comunidad —todavía tan reducida— de los jesuitas.
En esta misma línea hay que poner la decisión del ayuntamiento gua-
temalteco de solemnizar oficialmente la beatificación de San Ignacio; era
rector de los jesuitas el padre Marcos Maldonado, y quedaron encarga-
dos de los festejos los regidores don Pedro de Estrada y Medinilla ydon Alvaro de Fuentes. El acuerdo del ayuntamiento está fechado a 24
de septiembre de 1610 65.
64 La fecha más aproximada la consigna el obispo Zapata, quien escribe en 1625,
a 20 de junio, Lorenzo Godoy ha entrado jesuíta en México. AGÍ: Guatemala, 156.
En esa fecha, y desde 1621, era maestrescuela (Juarros: Compendio, I, pág. 257). Pérez
de Rivas en Coránica pone la fecha de su muerte en 1624, equivocación por 1634.
Rivas: Coránica, VIII, cap. 6; II, págs. 272-273.65 Pardo: Efemérides, pág. 39. Pardo habla de canonización: ésta no sucedió hasta
1622.
59
No impidió la enemiga actitud del obispo Cabezas el que siguiera
subiendo el prestigio de los jesuitas, de su iglesia y de su enseñanza.
Ayudaba —sin duda ninguna— la declarada devoción del presidente
Gomera, quien asistió —se nos dice— a la primera «apertura» de curso
en las nuevas escuelas: acto que se tuvo en octubre de 1614.
Por todo ello se puede decir que al morir Cabezas y abrirse el largo
período de «sede vacante» la situación de los jesuitas en Guatemala po-
día darse por definitivamente estabilizada 66.
66 AGNM: Jesuitas, III, 29: Carta Annua de 1614.
60
CAPITULO SEGUNDO
LOS GRADOS ACADÉMICOS
El colegio de San Lucas en 1620.—Decisivo período de fray Juan de
Zapata y Sandoval (1621-1630).—El colegio de Santo Tomás (1562-1622).—
Santo Tomás pretende impedir las enseñanzas superiores en San Lucas.
El colegio de San Lucas, según los amigos del colegio de Santo Tomás.Don fray Juan de Zapata y Sandoval, arbitro de la contienda (1622-1625).
El colegio de Santo Tomás otorga los primeros grados (1625).—Losestudios de los jesuítas, según los cronistas domésticos.—El apóstata Gage,
profesor de Santo Tomás (1627-1629).—Suspende el colegio de Santo To-
más su actividad.—Situación del colegio de San Lucas al concluir el
episcopado de Zapata y Sandoval (1638)
El colegio de San Lucas en 1620
Al concluir el decenio 1610-1620 el colegio de San Lucas había en-
trado en una vía normal de paz y desarrollo. Contamos con una lista
de profesores correspondiente a esta fecha: era el rector Diego de Lados,
de cuarenta y seis años de edad y procedía de Atlixco en la región de
Puebla; seguía el antiguo rector Fernando Mejía, prematuramente avie-
jado en sus cuarenta y cuatro años; aparece por primera vez Francisco
Arista que durante mucho tiempo representará lo más característico de
los jesuítas en Guatemala, procedía de Oaxaca y aunque tenía cincuenta
y tres años gozaba de buena salud. Del grupo anterior continuaba Pedro
de Cabrera y Juan de la Cruz, los dos mexicanos; también eran mexica-
nos los padres Alfonso Díaz y Cristóbal Bernal. Frente a los siete sacer-
dotes que acabamos de enumerar, aparecen otros siete hermanos: no en-
cuentro más explicación para esta abundancia de hermanos que la inten-
ción de poner en actividad los ingenios de azúcar y de tinta añil, de los
que se esperaban rentas suficientes para alimentar los veinticuatro de que
hablaba el catálogo del año catorce.
Se había ampliado la actividad docente del colegio, el padre Alfonso
61
Díaz daba un curso de teología moral; el padre Cristóbal Bernal, bachi-
ller en filosofía y teología, dirigía un curso de gramática, que compartía
con el padre Juan de la Cruz; se habla ya de un «ludimagister»: término,
que señalaba al maestro que se encargaba de las primeras letras, y que
pudiera interpretarse como un progreso típico de los jesuítas que daba
a las clases de leer, escribir y contar el doble carácter de «juego y es-
tudio»; y su maestro, lo era del estudio porque eso comportaba la ca-
lidad de maestro, y del juego que había de servir para alegrar las aride-
ces del primer esfuerzo intelectual infantil K
Hemos visto antes, que San Lucas triunfaba en los primeros años de
la enseñanza en los que no tenía rival; era muy razonable atender a las
clases de gramática, y dotarlas de personal apropiado, antes de pensar
en las enseñanzas superiores.
La economía del colegio había mejorado: contaba ya con una renta
—procedente de sus haciendas— de seis mil pesos anuales, que había
producido en 1620 un ahorro que se podía calcular en cuatro mil pesos;
debía—es verdad— catorce mil pesos, procedentes de las compras reali-
zadas en el decenio anterior; pero de estos catorce, siete no exigían pagos
anuales; los otros siete obligaban al colegio a trescientos cincuenta pesos
anuales: siguiendo el típico 5 por 100, normal en los censos de la época 2.
El colegio empleaba su dinero en «construir poco a poco la casa yla iglesia...» Precisamente, a 18 de julio de 1626, se puede dar por con-
cluida esta segunda iglesia de los jesuítas en Guatemala; en esa fecha
—se nos dice— cantó la misa el obispo Zapata y Sandoval y en ella
predicó un franciscano hijo del conde de la Gomera, entonces en el úl-
timo año de su larga presidencia 3.
1 AICG: Mex. 4, ff. 252v-253.2 AICG: Mex. 4, ff. 259v-260.3 Juarros, I, 126//Pardo: Efemérides, 48: la redacción de su nota al año 1626 se
presta a una serie de confusiones, dice así: «Es puesta al servicio la iglesia de la Com-pañía de Jesús, construida a iniciativa de los rdos. padres Antonio Ramírez y LucasHurtado de Mendoza. La obra la dirigió el maestro José de Porras»... El padre Ra-mírez (Jerónimo, no Antonio) había dejado Guatemala hacía mucho tiempo, y el
chantre Hurtado de Mendoza no podía contarse —si no había muerto ya— entre los
«partidarios» del nuevo templo. Finalmente, el arquitecto José de Porras tuvo a su
cargo la reconstrucción de la iglesia en 1687, cuando ya había precedido una «tercera»
construcción con el dinero entregado por Justiniano, sobre quien hablaremos másadelante.
62
Decisivo período de fray Juan de Zp&kTk y Sandoval (1621-1630)
Nacido en México, a mediados del siglo anterior, Zapata es el primer
obispo de Guatemala de origen criollo. Agustino, rompía la serie de los
obispos dominicos que le precedieron; obispo de Chiapas desde 1613,
se había ejercitado en un ambiente intermedio entre la capital del virrei-
nato y Guatemala 4: todo ello le preparaba favorablemente para un
pleito que iba a surgir con especial fuerza entre dos grandes fuerzas edu-
cadoras que se repartían la capital en sus zonas respectivas de influen-
cia: jesuítas y dominicos.
Los dominicos, que sentían íntimamente su vocación docente filo-
sófica y teológica, enseñaban en su convento las ciencias eclesiásticas
superiores; a estas clases acudían, desde tiempo antes, los colegiales de
la Asunción 5.
Como uno de ellos debió recibir su formación filosófica y teológica
don Felipe Ruiz del Corral, que seguía ostentando la jefatura de la cul-
tura superior en Guatemala; y que, naturalmente, veía a través de los
ojos de sus amigos los dominicos, con los que coincidía en casi todos los
campos, y muy en especial en censurar el tono—tan ofensivo a los crio-
4 Tras el fallecimiento de don fray Juan Cabezas y Altamirano en diciembre de
1615 se prolongó el período de «sede vacante» durante seis años. En este entretanto
se realizaron tres nombramientos episcopales, los tres fracasados: recayó el primeroen don Pedro de Valencia, limeño de nacimiento, chantre entonces de la sede metro-
politana de Lima. Recibido el nombramiento por el interesado y antes de que se
trasladara a su diócesis de Guatemala —que gobernó por poder durante unos meses,
de acuerdo con los documentos publicados por Estrada Monroy— recibió y aceptó
el obispado de La Paz en el Alto Perú, diócesis que gobernó hasta su fallecimiento.
Renunció el honor y el oficio Pedro de la Vega Sarmiento, nombrado en segundolugar, que en aquel momento era deán del cabildo catedral de México; y falleció
mientras se trasladaba de la diócesis de Nicaragua a Guatemala don Pedro de Villa-
real, nacido en Andújar (Jaén). Véanse Agustín Estrada Monroy: Datos, I, págs. 255-
260, y Blanco Segura: Historia, págs. 111-120. Sobre don fray Juan de Zapata y San-
doval, véanse Juarros: Compendio, I, pág. 201, y Estrada Monroy: Datos, I, pági-
nas 261-267. Zapata y Sandoval había nacido en México, donde realizó sus primeros
estudios e ingresó en la orden agustina; pasó a España en 1600 donde —se nos dice
—
fue regente del colegio de San Gabriel en Valladolid. En 1613 fue designado para la
diócesis de Chiapas, vacante por el fallecimiento de fray Tomás de Blanes, y allí
permaneció hasta que el año 1621 fue trasladado a Guatemala.5 La Asunción era titular del seminario tridentino de Guatemala; los que vivían en
él seguían —por entonces— las enseñanzas superiores en el convento de Santo Do-
mingo.
63
líos guatemaltecos— del padre Remesal que—por entonces— regresaba
de España, lleno de satisfacción por su Historia General en la que creía
haber conseguido satisfacer a criollos y peninsulares. En esto se equivo-
caba, don Felipe no dejó ocasión ninguna para desengañarle 6.
Los dominicos —como albaceas en la persona de su prior del tes-
tamento de Marroquín— se sentían obligados a proporcionar a Guate-
mala un centro universitario que realizase los ideales del prelado, y que
diese alguna satisfacción a las peticiones de ayuntamiento, cabildo ecle-
siástico y órdenes religiosas que ansiaban se erigiese pronto en Guatema-
la, o la universidad de pleno derecho, o algo que la sustituyera de manera
provisional.
Repentina e inesperadamente llegó a Guatemala un documento pon-
tificio que proporcionó nueva bandera de combate al grupo que —por
entonces— capitaneaba Ruiz del Corral. Esta fue la facultad concedida,
por Paulo V a petición de Felipe III, a los obispos y cabildos —sede
vacante—, para otorgar, por un decenio, los grados académicos a todos
aquellos que hubieren cursado cinco años en los colegios formadas de
religiosos dominicos, que disten un mínimo de doscientas millas de las
universidades generales de Lima o México. La concesión llevaba unacondición limitativa: los grados académicos no tendrían validez fuera
de las Indias Occidentales 7.
El documento pontificio tuvo la virtud de despertar de su letargo el
Colegio de Santo Tomás, fundado medio siglo antes por el obispo Ma-rroquín y colocado por él bajo el patrocinio conjunto de la orden domi-
nicana y del deán del cabildo eclesiástico. Deán, desde 1604, lo era donFelipe Ruiz del Corral; no necesitó más don Felipe para ponerse al
frente de aquella empresa, que era buena, que era justa, y que, además,
le prometía un nuevo campo de batalla para medir sus fuerzas con los
—cada día más poderosos— jesuítas.
La pelea se enardece cuando a los dos años, a 29 de julio de 1622
6 Véase nuestra «Introducción» a la Historia de Remesal, BAE, vol. CLXXV, pá-
ginas 24-26.7 Véase el texto pontificio de Hernáez: Colección, II, pág. 446. Se anuncia con
las palabras Charissimi in Christo filii, y se fecha en Roma a 11 de marzo de 1619.
El rescripto pontificio —una vez pasado por el Consejo— se acepta por la real audien-
cia, bajo la presidencia del conde de la Gomera, a 7 de septiembre de 1620. Entonces
se autorizó la erección de «dos cátedras de teología, otra de cánones y otra de
artes... con que dentro de cuatro años hubieran llevado la aprobación real...» AGÍ:Guatemala, 135. Pardo data esta autorización a 29 de octubre de 1630; parece equi-
vocación por 1620. Pardo: Efemérides, pág. 49.
64
—según especificación de Pardo en sus Efemérides 8— el rector de los
jesuitas Diego de Larios presenta al obispo Zapata y Sandoval, copia
del rescripto pontificio por el que Gregorio XV concede los grados a los
estudiantes que cursen en colegios «formados» de los jesuitas los estudios
correspondientes a lo largo de un quinquenio.
El privilegio era semejante al concedido dos años antes (11 marzo1619) a los dominicos; pero en él se habían suprimido las limitaciones
antes señaladas: se concedía sin límite de tiempo, y los grados eran váli-
dos «ubique locorum»; en tanto que los grados correspondientes a los
colegios dominicanos no valían fuera de las Indias Occidentales. En el
rescripto pontificio se mencionaban expresamente las islas Filipinas ylas regiones del Río de la Plata y del Nuevo Reino de Granada, pero se
incluían todas las demás en frase generalizadora que lo convalidaba para
todas aquellas ciudades que distaran al menos doscientas millas de las
universidades públicas 9.
La posición jesuítica tenía dos puntos débiles: era discutible que la
expresión «colegio formado» pudiera aplicarse a los locales en que dis-
curría la vida académica de aquel colegio; había que considerar, además,
la incompatibilidad del privilegio jesuítico con los privilegios anteriores,
entre los cuales evidentemente había que contar el concedido al Colegio
de Santo Tomás que llevaba un par de años de «pacífica posesión».
Tampoco era clara la situación de los dominicos; a ellos se les había
concedido el privilegio con mayores limitaciones que a los jesuitas. Porotra parte,—y esta circunstancia pesó sobre sus planes en Guatemala de
manera decisiva— el establecimiento docente con el que contaban era
la primitiva fundación del obispo Marroquín: y no era claro que se pu-
diera aplicar a la universidad que se planeaba.
El colegio de Santo Tomás (1562-1622)
Había sido establecido por el obispo Marroquín, como uno de sus
últimos actos; pero no perseveró mucho tiempo en su docencia por difi-
cultades de orden económico. Eran sus copatronos el prior de Santo
Domingo y el deán del cabildo catedralicio, pero por falta de dinero nose habían llegado a concluir «los cuartos» que hubieran debido servir
8 Pardo: Efemérides, pág. 45.9 Hernáez: Colección, II, pág. 447. El documento se introduce con las palabras:
In supereminenti Apostolicae Sedis... y se data en Roma a 9 de julio de 1621.
65
de aulas. Sin embargo, existía; y al llegar a Guatemala la noticia del breve
pontificio que autorizaba la concesión de grados a los que hubieran cur-
sado cinco años en colegios de dominicos, los copatronos —que lo eran
entonces fray Luis Escudero y don Felipe Ruiz del Corral— decidieron
abrir los cursos en dependencias del convento de Santo Domingo, ydeclararlo en funcionamiento 10
.
La llegada a los jesuitas —dos años más tarde— de un privilegio
pontificio redactado en términos parecidos, aunque algo más favorables,
puso en movimiento aquella pequeña comunidad académica. Se orga-
nizan las probanzas correspondientes con el objeto de afianzar lo co-
menzado, despejando lo que el colegio de la Compañía pudiera signifi-
car en la competencia.
La controversia ha llegado hasta nosotros en forma de discusión,
entre unos y otros, ante el obispo Zapata y Sandoval, quien finalmente,
como lo veremos, transmite todos los autos al Consejo de Indias n.
Santo Tomás pretende impedir
las enseñanzas superiores en san lucas (1622)
El Colegio de Santo Tomás emprende la ofensiva; ellos son—dicen
—
Universidad «comenzada»; Larios rector de los jesuitas responde, al
primer escrito que le es transmitido por Zapata y Sandoval, señalando
que la discusión puede establecerse sobre la capacidad de conceder gra-
dos, nunca sobre la licitud de dar cursos públicos de las materias que a
ellos conducen.
Don Felipe Ruiz del Corral, deán del cabildo y patrono del colegio
de Santo Tomás, establece —por su cuenta— las siguientes proposicio-
nes: los jesuitas carecen de licencia del rey para la fundación de su
Colegio; éste no puede considerarse «formado»: no tienen casa, ni ren-
tas... ni aulas. El privilegio, además, sería «perjudicial para ellos (los de
10 Don Felipe Ruiz del Corral se apresura a realizar el sueño de su vida: es el
primero que obtiene los grados académicos, conforme a la autorización pontificia; deesta manera se abre para Guatemala un período —que ya no cerraría— de posesión
efectiva de uno o dos centros de estudios superiores académicamente reconocidos.11 Los autos originales que se someten a la suprema jurisdicción del Consejo están
en AGÍ: Guatemala, 135.
En el índice de Yrungaray (pág. 57) se describen algunos legajos que están datados
desde 1621 a 1626, y parecen corresponder a los que se conservan en el AGÍ; le-
gajos que no he podido examinar.
66
Santo Tomás), pues con esto sus estudiantes se irían, al ver que ellos no
pueden dar los grados. . .»12
.
A continuación se nos presenta el claustro de Santo Tomás: lo enca-
beza don Felipe; sigue el copatrono, fray Luis Escudero, prior de Santo
Domingo; fray Gabriel de Rivera, agustino, se atribuye la cátedra de
prima de cánones; fray García de Loaisa, mercedario, es lector de sagra-
da escritura; el dominico fray Francisco de Ceballos, es profesor de
vísperas de teología; el rector del seminario, don Ambrosio del Castillo
Valdés, es profesor de filosofía. La plantilla se completa con don Felipe,
que además de rector del Colegio es profesor de prima de teología.
En orden a formalizar el pleito con el colegio de San Lucas y su
rector, apoderan al dominico fray Jacinto Quartero, y a los señores Anto-
nio Cano Gaitán y Miguel Mateo para que «en su nombre sigan, fenes-
can y acaben la causa que tratamos con el rector y religiosos de la Com-pañía de Jesús».
El mismo expediente nos presenta acto seguido un grupo de alumnos
de Santo Tomás que protestan ante el obispo en la misma línea y tono
que sus profesores. Los alumnos que firman la protesta son los siguien-
tes: los presbíteros, Pedro de Esquibel y Miguel Sáenz Bartolomé; los
mercedarios, Diego de Molina, Alonso Vélez y Bartolomé de Santa
María; los diáconos, Andrés de Salazar, Francisco Domingo de Sosa,
José Prieto de Villegas, Pedro del Castillo Valdés, Luis Ochoa de la
Tubilla, Antonio Alonso Hincapié, Juan Antonio de Avalos; el subdiá-
cono Andrés de Velasco, y los minoristas: Antonio Alvarez de Vega,
Jerónimo de Loaysa, Francisco Jiménez de los Ríos, Lázaro Resino,
Francisco Sanz Escobar, Pedro Ramírez de Valdés, Luis Sanz Escobar,
José Morcillo, Gabriel Múxica, Jacinto Orozco de Santa Cruz, Pedro
Ochoa, Antonio de Sotomayor, Jerónimo de Zetina y Juan Fernández.
En nombre de todos, don Rodrigo Zerbellón de Santa Cruz, y en su
compañía los apoderados de los profesores: Antonio Cano Gaitán yMiguel Mateo.
Rodrigo Zerbellón presenta, en primer lugar un informe-protesta;
está contra la apertura por parte de los jesuítas de un «curso de artes en
la dicha su casa, haciendo entender a los estudiantes que allí, oyendo
artes, se gana curso para obtener grado. Lo cual—prosigue— ha sido en
muy grande detrimento del dicho colegio de Santo Tomás que, comoescuela pública y común, debe ser amparada y favorecida» D
.
12 En AGÍ: Guatemala, 135.13 En AGÍ: Guatemala, 135.
67
La calidad de «escuela pública y común» se concreta más adelante,
por parte del mismo informante, quien ataca al colegio de los jesuitas
porque «es contra el común de los hijos de la tierra, porque, teniendo
los padres de la Compañía en sí las cátedras, les sería imposible a los
que cursaren oponerse a ellas, ni menos entrar en oposición de alguna,
siendo esto la causa para que, con la poca emulación de letras, descaezcan
los ánimos. . . siendo el contrario en el colegio de Santo Tomás por la
generalidad de sus estudios, catedráticos y estudiantes».
El colegio de San Lucas, según los amigos
del colegio de santo tomás
Fray Jacinto Quartero, el procurador general de la provincia reli-
giosa dominicana, pretende demostrar que el colegio de San Lucas no
cumple las condiciones mínimas exigidas por el «buleto» de Grego-
rio XV, y, por tanto, no puede pretender acogerse a los privilegios que
en él se conceden. Se trata de poner de relieve lo que «falta» al colegio
más que de alabar lo que «sobra»; actitud negativa que condiciona todo
el proceso informativo; pero que puede servirnos para establecer un tér-
mino medio entre los amigos y los enemigos, para acercarnos a lo que
en aquellos días representaba en Guatemala el colegio de San Lucas.
El procurador de los dominicos abre su informe con un párrafo que
resume su actitud en la controversia: el colegio de San Lucas no puede
llamarse «formado», ni siquiera tiene posibilidad de llegar a esta calidad,
«no tiene comodidad de sitio», «ni más lecciones que la de gramática. . .»
y una de artes que se empezó hace «cinco días...». No hay constancia
—continúa el dominico— que hayan tenido licencia para abrir «nuevas
escuelas» ni de su General, ni del Rey. Pero hay una razón más grave:
si se admite esta pretensión tan ligeramente fundada, se seguiría «muchoperjuicio al dicho Colegio de Santo Tomás», ya que, por una parte, nole ha sido concedido todavía a Santo Tomás el privilegio de los grados,
y, por otra, publican los jesuitas, «que se pueden dar a los que estudiaren
en la dicha casa de la Compañía...» «inquietarían a los que estudiaren
y dejarán de cursar allí, en Santo Tomás»... y, finalmente, —como noes correcta la aplicación del breve de su santidad al colegio de San Lu-
cas— acabarían sus estudiantes por no gozar ni de uno ni de otro pri-
vilegio.
A este argumento —que no dejaba de tener su valor— añade lo
68
anteriormente expuesto por el claustro, en el sentido de negar que el
breve pueda aplicarse a «la casa que los padres de la Compañía tienen
en esta ciudad, porque: primero, no se la menciona en el Breve; el Breve
—continúa— ha sido dado para el Perú, allí hay todas esas incomodi-
dades y distancias de que trata; segundo, aquí no hay casa fundada, ni
licencia de fundarla; tercero, se ha concedido para sitios donde no hay
ejercicio literario: y aquí, sin el Colegio de la Compañía de Jesús y su
estudio, hay tan copioso número de estudiantes, como es notorio» 14.
Del argumento de Zerbellón interesa recoger lo siguiente: el colegio
de Santo Tomás estaba en pleno florecimiento tras dos años de «nueva
vida»; en el colegio de los jesuítas acababan de abrir curso de filosofía, ycon ello había disminuido sustancialmente el número de alumnos que
anteriormente la seguían en Santo Tomás.
Toca entonces la vez a los estudiantes que piden se organice una
probanza; el obispo lo acepta. Se abre un interrogatorio sobre siete pre-
guntas: noticia de la causa, colegio de los jesuítas, su edificio, su perso-
nal, su renta, sus cátedras; quedando para el fin la ratificación de cada
uno de los testigos. Estos son ocho: fray José de Zabala, lector de Teo-
logía en San Francisco; Juan Pérez de Ribera, de quien se especifica la
edad de cincuenta y tres años; dos mercedarios, fray Francisco Sánchez
de treinta años y fray Diego de Chávez, de veintisiete; un regidor del
cabildo, Martín de Villela de cuarenta y siete años; el capellán de las
monjas de la «Limpia Concepción», Diego de Monsalve; y dos vecinos
más de los que no se detalla ninguna circunstancia: Melchor Godoy de
Santa Cruz y Francisco del Corral.
El interrogatorio se inicia a 7 de diciembre de 1622. El padre José
de Zabala, franciscano, lector de teología en San Francisco, dice que
ha visto que se dan clases de gramática en el colegio de la Compañía, yha oído decir —añade— que las clases se tienen en aposentos de la casa
de Ambrosio Díaz, rector del seminario; «y —continúa— por no haber
andado los interiores de la casa, no le consta si hay capacidad para aulas
de otras facultades». Acerca del personal está de acuerdo con el númerodado en la pregunta «seis o siete religiosos en los que se incluyen los
legos»; pero «no sabe. . . si está señalado uno para leer artes: el cual yotro leyeron casos de conciencia antes de ahora...» El mismo testigo
asegura que ha oído que «antiguamente estando en otra casa, comenza-
14 En AGÍ: Guatemala, 135.
69
ron a leer un curso de Artes, y que no le acabaron... y que también...
leyeron casos de conciencia...»
Sigue el testimonio del padre Juan Pérez de Ribera que afirma que
«en la casa de la Compañía de Jesús. . . no hay ni ha habido aulas en que
puedan tener estudios mayores, porque aun para su vivienda es corta, yque no hay en ella la anchura y capacidad que pide una escuela pública
y común, cual sería la de un colegio formado, y que aun para leer gra-
mática les ha sido fuerza arrendar unos aposentos de la casa del padre
Ambrosio Díaz del Castillo...»; en relación con el personal es más con-
creto: «hay siete u ocho religiosos, sacerdotes y legos...» A quienes
—dice— ha visto pedir limosna para su sustento, y no sabe «que tengan
renta ninguna para sustentar religiosos que lean las cátedras..., de las
que sólo se ha leído la gramática y principios de estudio. . .»
Fray Francisco Sánchez de la orden de la Merced es el siguiente:
«los padres de la Compañía de Jesús, no han tenido casa cumplida de
vivienda para ellos, cuanto y más aulas para estudios generales: porque
para leer la gramática la han leído y leen en unos aposentos que tienen
alquilados en la casa del padre Ambrosio Díaz del Castillo Valdés. . . de
que le pagan arrendamiento: por donde consta no poder ser casa capaz
para colegio formado y tener aulas y generales para leer las facultades
que es necesario en colegio formado donde se hayan de graduar los que
en él estudiaren...»; y que no bastan los sacerdotes se echa de ver, por-
que uno de los legos «enseña a los niños a leer y escribir...»; además,
es un hecho que no tienen renta «para sustentarse. . . piden limosna por la
ciudad...» Por otra parte, nunca han leído en la dicha casa, sino latini-
dad y estudios menores de gramática, con la estrechura que ha dicho,
hasta que por fin el mes de noviembre próximo que pasó comenzaron a
leer un curso de Artes...»
De la misma orden de la Merced es el testigo fray Diego de Chavez,lector de Artes en su convento; él también ha visto «que se lee gramática
en unos aposentos de la casa del padre Ambrosio del Castillo Valdés,
que tienen alquilados (los padres) porque no tienen comodidad en otra
parte...; sabe también «que para sustentarse... se pide limosna en (la
ciudad) cada semana y ha sabido que pasan necesidad...»
Martín de Villela, regidor del cabildo, cree saber que «en la casa de
la Compañía.. . . hay cinco o seis sacerdotes. . . que le parece. . . no ser su-
ficientes para colegio formado, y donde es menester lectores para haber
escuelas donde se hayan de graduar...». «Hasta agora —dice— han
pedido limosna en la ciudad... y no se les conoce renta con que se pue-
70
dan sustentar; cuanto y más si se acrecentase más número de religiosos
como se requiere en colegio formado...» Es natural —continúa— que
no se lea más que gramática. . . aunque «ha oído que se leen Artes. . .»
El capellán de la «Limpia Concepción» Diego de Monsalve repite
que las clases de gramática se tienen en unos aposentos «alquilados de
la casa de los herederos de Francisco Díaz del Castillo... donde no
han tenido ni tienen capacidad ni lugar para tener aulas...»; se afirma
también en el hecho de que los padres piden limosna «cada semana, un
día. . . Tampoco sabe que en la dicha casa se haya leído más que lati-
nidad y estudios menores y alguna vez casos de conciencia aunque no
continuadamente, hasta que de un mes a esta parte, comenzó a leer el
padre Orellana... un curso de Artes...»
Melchor Godoy de Santa Cruz, vecino de la ciudad, de cincuenta yocho años de edad, no cree que los jesuítas estén fundados en sentido
estricto: su duda estriba sobre la actitud de los padres, cuando han
mudado de casa y cuando han comprado el obraje que tienen, en estas
ocasiones «han pedido consentimiento a los vecinos que les dieron al-
gún estipendio para ayudar a su fundación; como lo han hecho—dice
—
con este testigo que le dio cierta cantidad para la dicha fundación, y le
notificaron que compraban el dicho obraje...», petición y pareceres que
no hubieran necesitado de estar «fundados». El testigo ha visto la casa
que los dichos padres tienen la cual es muy corta y no tiene capacidad
para poner estudios mayores» y así ha visto «que leen gramática en una
casa que tienen alquilada, pegada a la suya, que es del padre Ambrosio
del Castillo. . .» Cree—por otra parte— que no «han leído más lecciones
que las de gramática. . .», pero ha oído decir que «desde cinco de noviem-
bre del presente año han empezado a leer un curso de Artes...»
Del testimonio de Francisco del Corral, sobrino de don Felipe, saca-
mos el dato que había actos públicos de gramática «en la dicha casa...»
a los que había asistido, ratificándose en lo que era patente a todos:
estrechez de la casa, necesidad de pedir limosna, escaso número de
sacerdotes residentes 15.
De las declaraciones de los testigos sacamos en claro que los locales
que ocupaban los jesuítas en su nueva situación distaban de ser amplios
y suficientes; que al sitio que les había cedido Leonor de Celada, y que
destinaban a la iglesia y residencia, habían agregado locales que —en
su día— habían pertenecido a Francisco Díaz del Castillo por herencia
15 En AGÍ: Guatemala, 135.
71
de su padre, el conocido cronista, y que en aquel momento eran propie-
dad de Ambrosio Díaz del Castillo, todos ellos dentro de la cuadra (o
manzana) que se designaban con el apelativo genérico de Díaz del Casti-
llo; y que allí se daban lecciones de primeras letras y de gramática latina;
se habían dado de casos de conciencia; y —hacía un mes— se daban de
Artes: curso este último confiado al padre Orellana. Todo ello dentro
de una impresión general de escasez de medios económicos.
Don fray Juan de Zapata y Sandoval,
ARBITRO DE LA CONTIENDA (1622-1625)
El obispo Zapata recibió —con gusto, no lo dudamos— la comuni-
cación que le hicieron los dominicos y el deán de su cabildo don Felipe
Ruiz del Corral, en el sentido de haber sido concedida la facultad de
graduar a los estudiantes que cursaran filosofía y teología en los conven-
tos de dominicos. La facultad no mencionaba expresamente el convento
de Santo Domingo en Guatemala, pero parecía aplicable a sus estudios.
Los dominicos no pretendían la facultad para su convento; preferían
aplicarla al colegio de Santo Tomás que el obispo Marroquín había
establecido, y había colocado bajo su patrocinio.
Tampoco esta aplicación pareció mal al obispo, pero se vio obligado
a esperar la suprema resolución del Consejo de Indias, que tenía la últi-
ma palabra.
Al presentar el rector de los de los jesuitas el rescripto pontificio que
concedía privilegios académicos a los colegios de la Compañía, Zapata
y Sandoval se sintió contrariado: hubiera preferido concentrarse en el
colegio de Santo Tomás y no verse obligado a tomar partido entre jesuí-
tas y dominicos.
Para hacer frente a esta dificultad, avoca a su tribunal a las partes
contendientes; hace que defiendan su causa por escrito y envía todo el
expediente al Consejo de Indias. Mientras espera la última resolución,
expresa así su parecer:
«Los de la Compañía de Jesús han traído cédula de su majestad, en
que dando a entender no tenían aquí facultad, para que a los que cursa-
sen en su casa se diesen grados; por estar limitada para Chile, Nuevo
Reino y Filipinas, V. M. me manda se den aquí: que teniendo ya Santo
Domingo y estando en posesión y uso deste privilegio en ciudad de solos
mil vecinos, se servirá V. M. de ver los inconvenientes que desto se segui-
72
rán que, porque en otras muchas ocasiones los he representado a V. M.,
me abstengo de repetirlos y aun de decir los nuevos que cada hora dan
en los ojos. Suplico a V. M. que, con los de providencia que la cosa
pide, lo mande ver; y como tantos daños no se pueden ya reparar de
otra manera que haciendo V. M, merced a este reino de la universidad,
en que tantos años ha que insta, e que como a medio se reduzcan estas
dos cabezas que cada día se quiebran, a costa de la paz pública y ejemplo
común. No me han intimado la cédula, que vista obedeceré y ejecutaré
como V. M. lo manda, porque ni ellos sufren dilación, ni los que los
favorecen darán tiempo para que V. M. sea más bien informado: y yo
me hallo solo ejecutor. . .»16
.
El colegio de Santo Tomás otorga los primeros grados (1625)
El colegio de Santo Tomás llega a su máximo esplendor al ser acep-
tado solemnemente por el obispo Zapata y Sandoval el breve de Paulo Vque hemos mencionado más arriba; sigo en la fecha el dato consignado
por Pardo en sus Efemérides. El mismo Pardo añade que Zapataexpidió auto con fecha de 15 de mayo de 1625, «estando en el pueblo
de Guaymango. . . que ha más de sesenta años hay estudios gene-
rales de Artes y Teología en el Colegio de Santo Tomás. . . y que por ello
daba facultad para que los cursantes en él, pudieran ser graduados y
16 El parecer del obispo está fechado a 26 de octubre de 1625, y se halla margi-
nado con la frase «tráigase la cédula», que se refiere naturalmente a la cédula real
que daba el pase a la bula pontificia. La cédula se halla en Hernáez: Compendio, II,
pág. 448 y es como sigue: «El rey... Nuestro muy santo padre Gregorio XV, a ins-
tancia del rey, mi señor y padre, que santa gloria haya, tuvo por bien expedir su
breve apostólico en ocho de agosto del año pasado de seiscientos y veinte y uno, para
que todos los estudiantes, que cursaren en los colegios de la Compañía de Jesús de
esas partes, donde no hubiere universidades, estudios generales, ganen cursos; y en
virtud de ellos, vos y los cabildos "sede vacante" de vuestras iglesias, les deis grados
de bachilleres, licenciados, maestros y doctores, como más en particular en dicho breve
se contiene. Y porque mi voluntad es que lo así su santidad dispone, en el dicho
breve, tenga cumplido efecto, os ruego y encargo lo guardéis y cumpláis... Fecha en
Madrid, a dos de febrero de mil y seiscientos y veinte y dos años...» Hay una equi-
vocación en la cédula tal cual aparece en Hernáez (ya que no he visto el original):
en ella se traduce la expresión Universitates Studii Generalis (Universidades de Estudio
General), por Universidades, Estudios Generales. Como si la palabra Estudio General
se tomara como equivalente a Universidad, o a una específica forma de Universidad.
Sin embargo —en el caso de Guatemala—, el defecto de traducción no produjo difi-
cultades, así como —por otra parte— las produjo la expresión Collegiis formatis, que
en la traducción se da simplemente como «Colegios».
73
que... mediante este auto autorizaba la formación de matrículas...»
En fechas sucesivas —según el mismo Pardo —se procede a distintos
nombramientos que estructuran el colegio, elevado a rango universitario.
A 21 de mayo, comunica fray Francisco Ceballos, regente de estudios,
que ha sido nombrado Pedro de Estrada secretario del Colegio; Ceballos
había sustituido a Ruiz del Corral como profesor de prima de Teología.
El obispo Zapata procedió a 3 de junio a dar posesión a Ceballos de su
cátedra de prima; y a 15 de junio confiere los primeros grados mayo-
res, entre ellos —sigue diciendo Pardo— al deán Ruiz del Corral 17. No
especifica Pardo cuántos fueron los grados mayores otorgados y confe-
ridos en aquella ocasión; en documento posterior, conservado en Sevilla,
se dice que en conjunto fueron otorgados en Santo Tomás en aquella
fecha —que en Indias se data a 27 de abril del año siguiente de 1626
—
y suman: tres doctores en teología (Ruiz del Corral, Ibáñez de Escobar
y Etíaz del Castillo) los tres miembros del cabildo eclesiástico; dos maes-
tros en teología (Francisco de Ceballos y Alonso Guirao) dominicos
ambos; un maestro en artes (el mercedario García de Ulloa); y finalmente
veintitrés bachilleres en artes, que incluyen los doctores y maestros en
teología —ya mencionados
—
>
9 el maestro en artes, y los diecisiete bachi-
lleres simples en teología restantes. Es algo diferente la nómina que apa-
rece en Yrungaray, pero la juzgo menos correcta que la que me ha ser-
vido de base, que es un certificado del prior dominico fray Francisco de
Ceballos, presentado por él oficialmente a la audiencia y al Consejo 18.
17 Pardo: Efemérides, págs. 46-47.,8 Transcribo a continuación el informe del prior fray Francisco de Ceballos sobre
las actividades universitarias realizadas en el colegio de Santo Tomás, y en especial
su nómina de graduados. El documento se basa en papeles de 1626, pero el certificado
de Ceballos es de 1647. Todo ello en AGÍ: Guatemala, 135.
Don Felipe Ruiz del Corral, br. lie. dr. teol.; br. artes.
Fray Francisco de Cevallos, op br. artes; br. lie. m. teol.
Fray Alonso Guirao, op br. artes; br. lie. mtro. teol.
Alonso Ibáñez de Escobar, br. artes; br. lie. dr. teol.
Ambrosio Díaz del Castillo Valdez, br. artes; br. lie. dr. teol.
Fray García de Ulloa, mere. br. lie., mtro. artes; br. teol.
Francisco Muñoz Luna, br. artes; br. teol.
Tomás Díaz del Castillo, br. artes; br. teol.
Fray Jacinto de Cabanas /lector de artes en el col. de sto. Tomás/ br. artes; br. teol.
Fray Pedro Mártir, op br. artes y teol.
Diego de Monsalve, sac. /Caluco/ br. artes y teol.
Francisco Descobar, sac. br. artes y teol.
Jerónimo Enríquez, sac. br. artes y teol.
Gabriel de Vera, sac. br. artes y teol.
Pedro de Ayllon, sac. br. artes y teol.
74
Tenemos, según esto, en Santo Tomás un total de veintitrés gradua-
dos en los dos bachilleratos de filosofía y teología; un maestro en filo-
sofía, dos maestros en teología y tres doctores en la misma sagrada
disciplina: o sea, un total de cincuenta y dos grados académicos, todos
ellos en este primer curso 1625-1626.
El cronista Rivas —que ya conocemos—, tras breve exposición queignora las dificultades que en Guatemala habían surgido frente a los
estudios que se pretendían establecer en el colegio de los jesuítas, se
fija solamente en los «bienes raíces que les donaron vecinos principales
de esta república. . .» y la petición de «cátedras y maestros que leyesen
las artes y sagrada teología. . . por las muchas conveniencias que aquí con-
currían en una ciudad tan principal, distante trescientas leguas de la
Universidad de México, para poder enviar a sus hijos a que aprendiesen
Juan García Matamoros, sac. br. artes y teol.
Gaspar de Montoya, sac. br. artes y teol.
Lorenzo Sanz de Escobar, sac. br. artes y teol.
Antonio Xuárez de Grijalva, sac. br. artes y teol.
Juan de Torres Medinilla, sac. col. del Sem. br. artes y teol.
Cristóbal Godoy de Santa Cruz, subdiácono, col. del Sem. br. artes y teol.
Pedro del Castillo Valdez, min. br. artes y teol.
Antonio Alvarez de Vega, min. br. artes y teol.
En el archivo universitario de Guatemala se conservaba otra nómina de graduadosentre 1625 y 1628 en el colegio de Santo Tomás. Son tres los doctores: Ambrosio del
Castillo Valdez, Felipe Ruiz del Corral y fray Pedro Martín; los tres en artes y teo-
logía //Yrungaray, 228// y once los bachilleres: Juan de Torres, Antonio Alvarez,
A. Godoy, Juan Cañas Sáenz, Francisco Muñoz Luna, Francisco Escobar de Ibáñez,
Gabriel de Vera, Jerónimo Enríquez, García de Loaysa, Pedro de Ayllon y Pedro del
Castillo Valdez, todos ellos en filosofía y teología //l. c, 105//.
Entre las dos nóminas encontramos algunas diferencias : fray Pedro Mártir en la nó-
mina de Ceballos es solamente bachiller, se llama Martín y es doctor en la de Yrunga-ray; en cambio, Yrungaray no menciona a Ibáñez de Escobar entre los doctores. Yrun-garay no cuenta los dos maestros en teología y el maestro en artes; para él son solamen-te once los bachilleres : quitados los seis de grados mayores que él no menciona, tenemosotros seis en la lista de Ceballos que Yrungaray omite. Estos son: Tomás Díaz del Casti-
llo, fray Jacinto Cabanas, Diego de Monsalve, Juan García Matamoros, Gaspar de Mon-toya, Lorenzo Sanz de Escobar, Antonio Xuárez de Grijalva; parece confusión Cañaspor Cabanas; Francisco Escobar de Ibáñez por dos: Francisco Escobar y AlonsoIbáñez de Escobar; en tanto que el segundo apellido de Cañas-Sáenz, valdría por el
Sanz de Escobar... se ve que los tres Escobares le parecieron uno solo al responsable
de tales errores. No parece, por tanto, dudosa la elección entre la nómina de Ceballos
y la de Yrungaray.
Casi todos estos nombres y sus expedientes pasaron al colegio de San Lucas cuandoéste ostentó la calidad de centro universitario único en Guatemala; y fueron entregados
por el secretario de San Lucas, Juan Sáenz Oxel, a 1 de octubre de 1677 AGCA,13332, 1962. En la actualidad se conservan los nombres, pero no los expedientes
AGCA, 13352, 1966.
75
facultades mayores. . . por haber en esta tierra mancebos de extremadas
habilidades que podían lucir en facultades y ciencias mayores. . . en igle-
sias, en doctrinas y en grandes partidos de españoles e indios que hay
en este amplísimo obispado...» La relación de Rivas está redactada a
cierta distancia de los hechos: en ella se ha perdido el nerviosismo de la
controversia y se alegan las razones para conceder los grados que habían
sido mencionados en los documentos pontificios que se referían por igual
a jesuítas y dominicos.
Bajando a hechos más concretos, Rivas prosigue de esta manera:
«por los años de 1622, nuestro provincial (Nicolás de Arnaya) despachó
a México sujeto de toda satisfacción (Orellana) que diese principio a
estos estudios, leyendo el primer curso de artes y filosofía; y a los tres
años (concluido este primer ciclo) se abrió la clase de sagrada teología
leyéndola dos muy doctos maestros el año de 1625: uno la cátedra prima
por la mañana y el otro la de vísperas en la tarde... Y los maestros
—prosigue— que en estos estudios han leído han sido señalados en la
provincia, escogiéndolos tales los padres provinciales por concurrir en
la ciudad de Guatemala, varones muy doctos y de muchas letras...»19
.
Al padre Diego de Larios que había presentado al obispo los docu-
mentos pontificios en 1622, sucedió el padre Pedro de Cárdenas que
pudo asistir como nuevo rector —a la inauguración de los cursos de
teología en sus dos modalidades: escolástica y moral que correspondían
a los dos tiempos, prima y vísperas, o matinal y vespertina.
El apóstata Gage, profesor de Santo Tomás (1627-1629)
Es un caso curioso que merece ser recogido aquí. Thomas Gage—que acabaría años después abrazando la confesión anglicana para sus-
tituirla poco después por la presbiteriana— era en aquellos momentosun religioso dominico designado como fray Tomás de Santa María. Ensu capítulo XVÍII nos explica cómo al llegar a Guatemala, en su largo
periplo por tierras mesoamericanas, quiso recordar sus estudios de teolo-
gía y se inscribió como discípulo del profesor de teología tomista, fray
Jacinto Cabanas. En culminación de su trimestre se le distinguió con la
defensa de un acto público cuya conclusión principal atacaba la concep-
ción inmaculada de María. Gage se presenta a sí mismo como un cam-
19 Pérez de Rivas: Coránica, VIII, cap. 4; II, pág. 266.
76
peón de esta tesis —tan poco popular entonces en el mundo hispánico
—
frente a Escoto y Suárez. . . «Los jesuitas —dice— pateaban, palmeaban,
chiflaban, me gritaban como a un hereje. . . El que haya nacido en Ingla-
terra le excusa —decían— , pero no excusa a fray Jacinto Cabanas, na-
cido en España, educado en sus universidades, y catedrático de prima
en esta famosa universidad. . . Con paciencia—escribe Gage— les expuse
tanto las razones en favor de mi tesis, cuanto los pareceres de muchos
teólogos tomistas, que podrían satisfacer a su vano y estrepitoso escán-
dalo».
«En cambio, gané muchísimo crédito con mi maestro Cabanas, cré-
dito que me duró doce años...» y resultado de este crédito fue mi nom-bramiento como profesor de filosofía en aquella universidad, que perte-
necía —añade entre paréntesis— principalmente al convento...» 20.
Comentando el párrafo anterior de nuestro Gage, hay que establecer
que no es posible en el momento actual confirmar o negar, con docu-
mentos diferentes, la designación de fray Tomás de Santa María—comosegún su testimonio se le conocía en la Orden— para profesor de filoso-
fía en el colegio de Santo Tomás. Gage transcribe el nombramiento ori-
ginal —de cuya autenticidad no hay por qué dudar— y en él no se habla
del colegio de Santo Tomás, sino del convento de Santo Domingo. «Por
cuanto ncestro convento de Santo Domingo de Guatemala—dice— care-
ce de lector de Artes, por la presente instituyo y doy por lector al padre
fray Tomás de Santa María, por la satisfacción que tengo de su suficien-
cia. . .» En la edición original del Survey, se da la fecha «nueve de febrero
de 1647», clara errata por 1627 21.
El hecho de haber sido encargado Gage de un acto de conclusiones
de teología es posible; y el revuelo organizado durante el mismo por
haber mantenido el defendiente la postura negativa frente a la Inmacula-
da Concepción también es posible. Años después uno de los impugnantes
de la calidad universitaria del colegio de Santo Tomás mencionaba la
doctrina contraria a la Inmaculada como integrante del sistema tomista,
y, en consecuencia, obligatoria para los profesores de la futura univer-
sidad.
En relación con este acto de conclusiones, quiero mencionar al padre
Francisco de Arista —morador durante treinta años de la casa y colegio
de Guatemala— de quien se menciona «la rara modestia y paz...», de-
20 Gage: Survey, c. XVIII, pág. 118 (1.a
ed.).21 Gage: Survey, c. XVIII, pág. 119 (1.
aed.).
77
mostrada en «un acto literario con un religioso grave, que habiendo
convertido todo el ardor y voces de su argumento contra el padre Fran-
cisco Arista, diciéndole palabras tan pesadas que lastimaban e irritaban
al auditorio, sólo el padre ofendido las oía con tal serenidad y modestia,
que retornando humildes y apacibles razones al religioso le dejó nomenos confuso que edificados a los oyentes...» 22
.
Mención que si —como es muy posible— no coincide con el acto de
conclusiones que describe Gage, nos permite asomarnos a aquellas justas
literarias que ponían a prueba la paciencia y la serenidad de los con-
tendientes: y era título cercano a la santidad el haberlas soportado sin
muestras de enojo.
Suspende el colegio de Santo Tomás su actividad
De 1623 a 1625 se sucedieron las peticiones ante el Consejo de Indias
para que se concediera a Santo Tomás el rango universitario. Fray Ja-
cinto Quartero presentó las siguientes solicitudes: del colegio de Santo
Tomás fechada a 10 de junio de 1623; del cabildo de Guatemala, de 4 de
julio de 1625; del cabildo de Chiapas de 14 de junio de 1625; del cabildo
catedral y del Seminario a 19 de junio del mismo año.
Sobre todas ellas opina el fiscal del Consejo (el licenciado Antonio de
la Cuesta y Silva) de la siguiente forma, estampada al dorso de la peti-
ción de fray Jacinto: «que el obispo don Francisco Marroquín, por el
concierto que hizo con el prior y religiosos de la orden de Santo Domingode dicha ciudad de Guatemala, y por la cláusula de su testamento, dis-
puso y ordenó que se hiciese un colegio para recoger hijos de españoles
y enseñarles, y que en él se leyesen dos cátedras de gramática y teología;
y que esto no hay razón ninguna para que se pueda alterar ni mudar, por
haber otro colegio seminario en dicha ciudad; porque siendo esta funda-
ción tan del bien público: que haya donde se críen y enseñen hijos de
españoles pobres, cuanto esta obra más creciere y se asentare, tanto será
mejor; y cuando no fuere la obra lo que es, no se debe alterar lo dispues-
to por el testador, para hacer universidad; pues bastan las que hay fun-
dadas en las Indias. Pide —por tanto, el fiscal— que a estas peticiones
se les deniegue lo que pretenden, y se mande que se funde el dicho cole-
gio, cumpliendo con el concierto y cláusula del testamento del dicho
22 Pérez de Rivas: Coránica, VIII cap. 9; II, pág. 280.
78
obispo». La respuesta corresponde al año 1627, pero no consta el día en
que se redactó 23.
Los dominicos hubieran podido conseguir la aprobación a sus estu-
dios si hubieran separado los que llevaban en su convento de los que
inauguraban en Santo Tomás; pero juzgaron —equivocadamente— que
sería más fácil conseguirla a base de un colegio que había sido fundado
hace tiempo y que contaba con cierta tradición, y con los bienes funda-
cionales asignados para este fin por don Francisco Marroquín.
El fiscal del consejo —y finalmente el consejo— opinaron que se
trataba de dos fundaciones diferentes; y que la fundación de Marroquín
miraba más a los «colegiales» que a sus «estudios». Ya veremos que a
lo largo del trámite para conseguir universidad para Guatemala, los
consejeros de Indias llegarían a conclusiones semejantes a las de los
dominicos: aplicarían los bienes de Marroquín a la universidad oficial
(olvidando los colegiales); pero los englobarían en la fundación regia (re-
legando a un segundo término a Marroquín y su colegio de Santo
Tomás).
Situación del colegio de San Lucasal concluir el episcopado de zapata sandoval (1638)
Tenemos un catálogo que corresponde a este año de 1638. El rector
es Miguel Godínez, nacido en Waterford en Irlanda, que había españo-
lizado su apellido. Había sido profesor de filosofía, pero no se le atribu-
yen clases de filosofía en San Lucas. Perseveraban cuatro sacerdotes
más: nuestro conocido Arista, el antiguo rector Alfonso Díaz; el anti-
guo profesor de filosofía Cristóbal Bernal, que entonces había pasado a
teología moral; y nuestro conocido profesor de gramática, Juan de la
Cruz. Entre los hermanos —que son siete— Tomás Ramírez, madrileño
de nacimiento —está encargado de la escuela de «leer y escribir». Se
echa de ver cierta desproporción en el inusitado número de hermanos,
que tal vez esté en relación con la puesta en explotación de un campoque había sido donado por un bienhechor —ya difunto— de la que se
esperaba el saneamiento de la economía de la casa todavía algo pro-
blemática 24.
23 AGÍ: Guatemala, 135. En el documento falta la fecha de la petición cursada
por el cabildo catedral.24 AIGC: Méx. 4, ff. 327 r y v, y 355v.
Durante estos años el colegio —por medio de su rector Alonso Díaz— recibió un
79
Frente al crecido número de hermanos, es muy escaso el plantel de
profesores: uno de teología moral, uno de gramática y uno de «leer yescribir»; muy pocos para hacer frente a las responsabilidades académi-
cas que se iban a echar encima de aquella casa.
A 12 de enero de 1630 falleció el obispo Zapata, a quien se puede
considerar —con justicia— amigo y bienhechor destacado del colegio
de los jesuitas
*
legado procedente del capitán Fernando Riquelme, que se concretó en catorce mil tosto-
nes que se le asignaron tras la subasta de una hacienda en Huehuetlán (Chiapas). Siete
mil pesos que no vendrían nada mal a la raquítica economía del colegio: volveremos
sobre este tema más adelante. AHN: Jesuitas, 85, núms. 1-7. Véase entretanto la no-
ta 60 del capítulo primero.25 A fray Juan de Zapata y Sandoval se han atribuido algunas obras que están
bajo el nombre de fray Juan de Zapata y Alarcón, que era profesor de Artes en
1597 en el colegio agustiniano de la capital mexicana. A este fray Juan de Zapata yAlarcón se atribuye también un tratado de Justicia distributiva que se supone también
ser de nuestro obispo. Véase Juarros: Compendio, I, pág. 201, y Redmond: Biblio-
graphy, pág. 109. Véanse también Estrada Monroy: Datos, I, pág. 267. Zapata sería
—por otra parte— el obispo a quien menciona Gage en torno a la monja poetisa
sor Juana de Maldonado, hija del oidor don Juan Bautista. Gage no da su nombre,
pero parece referirse a él; quédese a su responsabilidad, y más que discutible veracidad
histórica, en los temas que atañen a su «antigua fe».
SO
CAPITULO TERCERO
SAN LUCAS, ÚNICO CENTRO UNIVERSITARIOEN GUATEMALA (1635-1676)
La concesión de Urbano VIII (1634).—Primeros grados en San Lucas(1640).—Gestiones paralelas en pro de la universidad plena.—Fallan loscatálogos jesuíticos en este decenio (1638-1648).—Primera dificultad: la
«sede vacante» (1642-1644).—Solución parcial del obispo González Solte-
ro (1644-1650).—Años de especial popularidad (1645-1647).—Prosperidadeconómica en Guatemala.—El capitán Nicolás Justiniano Chiavarri «fun-da» el colegio (1646).—Pedro Crespo Suárez, el frustrado donante (1646).Vida interna del colegio entre 1647 y 1653.—Situación económica del
obraje de San Antonio de Padua (1651-1652).—Sede vacante (1650-1658).
—
Algunos alumnos del período, el alumno Fuentes y Guzmán y su pro-fesor Salvador de la Puente.—Un alumno de excepción: el hermanoPedro de San José Betancourt (1653-1655).—El «desafío» del hermanoPedro (1654).—Otros alumnos de la época.—Adquieren los jesuítas la
propiedad de las casas de los Díaz del Castillo (1655).—Casa y colegio
al finalizar la sede vacante (1659)
La concesión de Urbano VIII (1634)
Las concesiones pontificias—debidamente pasadas por el Consejo
—
que autorizaban a obispos y a cabildos «sede vacante» a otorgar los
grados académicos a los alumnos de colegios formados de dominicos o
jesuitas situados en los territorios vagamente comprendidos bajo la de-
nominación de Indias, habían sido dadas por Paulo V a 1 1 de marzo de
1619, por Gregorio XV a 9 de julio de 1621; y habían sido refundidas por
Urbano VIII a 7 de enero de 1627. Esta última decisión pontificia limi-
taba las concesiones otorgadas a los jesuitas por Gregorio XV y, natu-
ralmente fue objeto de diversas súplicas que perseguían volver a la si-
tuación anterior, más favorable a los jesuitas. Urbano VIII accedió fi-
nalmente a esta petición, emitiendo de nuevo y poniendo su firma al
mismo documento que había sido redactado bajo el pontificado de su an-
tecesor. Ambos documentos son exactamente iguales; ambos comienzan
81
por la misma frase: «In supereminenti Apostolicae Sedis specula...»; yambos establecen las mismas condiciones para la concesión de los gra-
dos, sólo difieren en el encabezamiento, y en la firma y data. El primero
está encabezado por «Gregorius Papa XV...»; el segundo por «Urbanus
Papa VIII. . .»; el primero, concluye con la frase: «Datum Romae, apud
Sanctam Mariam Majorem, sub annulo Piscatoris, die 9 julii, Pontifica-
tus nostri anno primo»; el segundo, «Datum Romae, apud Sanctum
Petrum, sub annulo Piscatoris, die 29 martii 1634, Pontificatus nostri
anno undécimo» \ Hernáez, a quien seguimos en esta documentación,
añade un dato curioso que pudiera inducir a sospechas sobre la validez
del segundo documento, que no pudo ser localizado en el Bularía Roma-no (editado bajo Pío IX); y fue transcrito de un ejemplar impreso que
Hernáez encontró en el Archivo Nacional de Lima, legajo 1186. Y, sin
embargo, la repetición del Breve «In supereminenti...» fue pieza funda-
mental en favor de los jesuitas en las varias controversias que este amplio
privilegio levantó en las Indias Occidentales.
Primeros grados en San Lucas (1640)
Si suponemos que el Breve de Urbano VIII llegó a conocimiento de
los jesuitas guatemaltecos en 1635, tenemos exactamente cumplido el
primer quinquenio en 1640; a 20 de diciembre de este año el padre rec-
tor Alonso Díaz presentó su texto a la real audiencia que dio —natural-
mente— su consentimiento para ponerlo en ejecución. Acto seguido el
mismo padre Alonso Díaz acudió, a 22 de diciembre del mismo año,
al ilustrísimo don Agustín Ugarte y Sarabia; quien procedió —se nos
dice— a otorgar «algunos grados de bachilleres, licenciados, maestros
y doctores en artes y teología; precediendo—se puntualiza— las diligen-
cias de información de haber cursado artes y teología, en dicho colegio
cinco años, cumplido pasantes y señalándoseles puntos para las lecciones
de exámenes» 2.
1 Hernáez: Colección, II, págs. 447-449.2 El obispo Juan de Santo Matía otorgó constituciones al colegio de San Lucas,
como veremos en su lugar; de estas constituciones se conserva sólo un primer pliego
impreso fechado a 3 de agosto de 1669 (véase para ello el capítulo IV). En el pliego
se narran las vicisitudes de la concesión de grados en San Lucas, y su testimonio nos
sirve para término de comparación frente a las restantes fuentes documentales —tan
escasas— en relación con el número de alumnos y de graduados en aquellos años de
hegemonía universitaria en Santiago.
82
El cronista jesuíta Rivas —tantas veces mencionado— comenta con
gozo esta nueva etapa en la vida académica del colegio de Guatemala:
«Ha sido este beneficio —escribe —que ha recibido esta ciudad y repú-
blica de tanta estimación en ella, cuanto lo ha mostrado y muestra en la
solemnidad del paseo y pompa con que se celebran los grados, en particu-
lar los mayores; porque cuando los ha conferido el señor obispo al doctor
o maestro, en el paseo por toda la ciudad lo ha llevado a su lado su
ilustrísima y al otro un oidor o personaje grave que hace oficio de padri-
no del graduado; acompañando a muía todos los eclesiásticos y la tropa
de estudiantes, y en caballos ricamente enjaezados van los caballeros ygente más granada de la ciudad, y al pasar por los conventos e iglesias
se celebra con solemne repique de campanas. . .»3
.
Rivas se excede en su triunfalismo; y mucho más si referimos su des-
cripción a la primera concesión de los grados.
ligarte y Sarabia aceptó a 22 de diciembre de 1640 dos candidatos
al bachillerato en artes: Alonso Moreira de Espinosa y Diego GómezLosada (Yrungaray cita sólo a Gómez Losada) y en la iglesia de la Com-pañía procedió a su graduación a 23 de diciembre de 1640; en ella se si-
guieron los estatutos y constituciones que había redactado Zapata ySandoval, de las que no nos queda otro recuerdo alguno 4
.
Era natural que los ciudadanos guatemaltecos no quedaran satisfe-
chos con tan escasas graduaciones; que les recordaban las abundantes
que se habían otorgado en Santo Tomás, y les incitaban a desear la uni-
versidad oficial.
3 Pérez de Rivas: Coránica, VIH, cap. 4; II, pág. 267.4 En BAGG, VIII, págs. 352-357, aparecen los autos correspondientes a la presen-
tación de las bulas al obispo Ugarte y Sarabia, y la subsecuente investidura de ba-
chilleres; en el auto se mencionan los dos candidatos citados en el texto; Yrungarayen sus listas, índice, pág. 105, cita solamente a uno: Diego Gómez de Losada. Enel documento que se conserva en AGCA, 13352, 1966, se detallan los trámites de su
bachillerato en artes: había sido alumno, en San Lucas, de Cristóbal Bernal y dePedro de Prado, como lo testifican sus compañeros de curso Lorenzo de Paz y deQuiñones, José Pérez de los Ríos y Cristóbal Moreira de Espinosa. Ugarte y Sarabia
autoriza la graduación a 22 de diciembre de 1640... siempre que se guarde «el estilo
que se observó en tiempo de Zapata» (en clara alusión a los desaparecidos estatutos
que Zapata y Sandoval había otorgado). Finalmente, y por parte de la Compañía cer-
tifican el grado de preparación del aspirante, el rector Alonso Díaz y el profesor de
filosofía Pedro de Prado.
83
Gestiones paralelas en pro de la universidad plena
Entre 1638 y 1640 son continuas las gestiones ciudadanas que presen-
tan al Consejo los deseos de la ciudad de Santiago de obtener la plenitud
universitaria. A la muerte de don Felipe Ruiz del Corral fue nombrado
deán del cabildo don Ambrosio Díaz del Castillo, nieto del cronista
{1638) quien no dejó pasar un momento sin comunicar al Consejo que
el colegio de Santo Tomás —del que era copatrono— no funcionaba.
El Consejo recoge esta súplica y la incorpora a la real cédula de 3 de
octubre de 1639 5. En ella se recuerdan los trámites seguidos hasta en-
tonces en la causa de la universidad; se dice que el deán se había quejado
de que lo dispuesto por el obispo Marroquín había cesado de todo punto,
por negligencia de los patronos pasados; pues al presente no se enseñan
en él las dichas ciencias (las establecidas por Marroquín); dice que de no
cumplirse lo estatuido se le grava a él la conciencia; dice —continúa la
cédula— que había ido con el vicario general a visitar la dicha orden de
Santo Domingo, y que no lo había podido conseguir; y que «las casas del
dicho colegio se van perdiendo y están en ruina...» La cédula ordenaba
que se reunieran en junta las principales autoridades de la ciudad yprovincia y discutieran sobre los siguientes puntos: «cómo está la obra
de la universidad (Colegio de Santo Tomás); qué tendrá de costo el aca-
barla y ponerla en perfección; cuántas cátedras han de leer; de qué fa-
cultades; la forma que se ha de tener en la provisión de las cátedras».
Para el Consejo se iba identificando el caso de la Universidad oficial,
con la incorporación a ella, del colegio de Santo Tomás, y los bienes a
él vinculados por el obispo Marroquín; para aclarar los puntos que to-
davía quedan oscuros pide informes a la audiencia en cédula fechada a
14 de julio de 1643, que quedará sin respuesta durante un decenio 6.
5 En AGÍ: Guatemala, 175, constan las siguientes peticiones «pro universidad»:
en 1562 la presenta oficialmente el procurador Francisco del Valle Marroquín y va
calzada por firmas de mercedarios, franciscanos, dominicos y de siete de los vecinos
más representativos; en 1580 presenta la solicitud al Consejo el procurador Diego
Ramírez; lo hace en 1598 Esteban López, quien cree poder asegurar una renta de dos
mil pesos; cierra este primer ciclo la petición conjunta de seminario y universidad
que se cursa en 1603.6 AGÍ: Guatemala, 135, 373.
S4
Fallan los catálogos jesuíticos en este decenio (1638-1648)
Durante el decenio 1638-1648, faltan los catálogos que pudieran dar-
nos una idea aproximada del movimiento del personal en San Lucas;
contamos, en cambio, con un par de «suplementos» a las «cartas annuas»
que nos descubren de manera menos sistemática, pero objetiva, en lo
fundamental, tanto el estado de la comunidad, como el fervoroso am-
biente ciudadano que la rodeaba.
En 1644 nos sorprende el número de jesuitas en el colegio: diecisiete,
de los que diez son sacerdotes: sabemos, además, que el número de cá-
tedras que se leen —se nos dice— sin obligación de justicia, por nohaber sido fundadas, llega a cinco, número que se mantendrá hasta el
fin del período 7.
Primera dificultad: la «sede vacante» (1642-1644)
Don Agustín Ugarte y Sarabia, dejó la diócesis de Santiago de Gua-temala al ser trasladado al obispado de Arequipa: dos días después, a
30 de mayo de 1642, era designado vicario «sede vacante», el chantre,
don Martín García de Sagastizábal. En su tiempo habrá que situar la
dificultad que surgió entre el vicario y el rector del colegio de los jesuitas.
«No se dieron grados algunos—se nos dice— por accidentes de diferen-
tes pretensiones, así, de parte de dicha sede vacante, como del padre rec-
tor de dicho colegio.» Las pretensiones se concretan de la siguiente
manera: «lugar donde se habían de dar los grados» y «propinas que se
habían de llevar». La primera pretensión se refería a una cuestión de
protocolo: ¿Se podrían dar los grados fuera de la catedral?; la segunda,
era más económica: qué propinas habría que dar a los miembros del
tribunal, y a los que de una manera u otra intervinieran en el proceso
de la concesión del grado 8.
7 AICG: Mex. 17, ff. 240-243.8 En las ordenanzas de Santo Matía, véase nota 2.
85
Solución parcial del obispo González Soltero (1644-1650)
El nuevo obispo don Bartolomé González Soltero, nacido en Mé-xico en 1585, había cursado en aquella universidad los estudios de teolo-
gía y derecho canónico, concluidos ambos con sendos doctorados.
Era entonces rector de los jesuitas, el mexicano Francisco de Arista,
venerable octogenario que había conquistado el aprecio y respeto de toda
la ciudad. Arista—se nos dice— «presentó en cinco de octubre de 1645,
ante dicho ilustrísimo señor obispo dicho Breve (el de Urbano VIII), ytodos los autos referidos..., pidiendo su ejecución y cumplimiento; ydicho ilustrísimo señor. . . le obedeció y protestó su cumplimiento, según
su tenor y forma, en la parte que le tocaba». No se consiguió, con todo,
el regreso a la situación previa, anterior a la «sede vacante» que acababa
de pasar. «Dio González Soltero —se nos dice— algunos grados de ba-
chilleres en artes y teología...», pero «con el mismo reparo del lugar,
dónde se habían de dar los grados mayores de licenciados, maestros ydoctores, y hacerse los exámenes para ello, se dejó...» «Con notable
desconsuelo —prosigue nuestro informante— de los que no tienen otro
premio del lucimiento de sus estudios.. .»9
.
No se menciona en este caso el tema de las «propinas» y retribucio-
nes pecuniarias; pero suponemos que seguiría planteado sin que se hu-
biera llegado entre tanto a una solución que fuera del agrado de todos.
A catorce días del mes de octubre de 1645, los padres Francisco
de Arista, rector de San Lucas, y Bartolomé de Las Casas, profesor de
teología en el mismo colegio, presentaron al obispo don Bartolomé Gon-zález Soltero la siguiente nómina de alumnos: para su graduación comobachilleres en teología, los maestros en artes Alonso Moreira de Espinosa
y Pedro de Loaysa; y como bachilleres en la misma disciplina, Diego
Gómez, Lorenzo de Paz y Jacinto de Miranda: «los cuales —dicen
—
han acudido con toda virtud y diligencia, haciendo en ella (teología)
muchos actos de lustre...»
Para el bachillerato en filosofía, presentaban a los siguientes alum-
nos: Ignacio de Brizuela, Nicolás Alvarez, Alonso de Bolaños, Miguel
de Asperilla, Antonio Domínguez, Antonio de Callejas, Nicolás Reciño,
Lucas de Rodas; «que han cursado no sólo los suficientes cursos..., sino
9/. c.
86
también más de los necesarios, acudiendo bien a sus obligaciones de lec-
ciones y demás ejercicios literarios...» 10.
González Soltero, por auto fechado a 15 de octubre, aceptaba el tes-
timonio del padre Bartolomé de Las Casas, profesor de teología, sobre
las personas que pretendían graduarse de bachilleres en las facultades
de artes y teología; y en su cumplimiento señalaba «y señaló» el día de
San Lucas, para que «acudan las personas contenidas en esta certifica-
ción al colegio de la Compañía. . . donde recibirán los dichos grados de
mano de su señoría ilustrísima...»
Advertía el obispo que «en lo de adelante los dichos padres guarden
la forma acostumbrada en razón de los exámenes...» Por otra parte,
como hemos visto, se había contentado con bachilleratos, sin pasar a
grados mayores: para los que exigía que se dieran en la iglesia catedral M.
Los jesuitas —pasado el caso a consulta del provincial Pedro de
Velasco— decidieron mantener las condiciones establecidas —se nos
dice— en las ordenanzas dadas por Zapata; en cuyo número 13 —se
añade— se «pone la forma de dar el grado de licenciado y doctor...
—declarando— que se haya de dar en el dicho colegio —y añadiendo
—
que el paseo público salga de las casas episcopales y que se termine en la
de la Compañía de Jesús. . .»
Expóngase al señor obispo —continuaba el provincial— que si al-
guna vez en el pasado se han dado grados en la catedral ha sido por
cortesía del padre rector, no por obligación ninguna; añádase que sólo
10 BAGG, VIII, págs. 355-356.
" BAGG, VIII, pág. 356. La exigencia de González Soltero y la correspondiente
actitud de los jesuitas se detallan en el expediente previo al bachillerato en teología,
del bachiller en artes mencionado en la nota 4, Diego Gómez de Losada. Se abre
a 15 de octubre de 1645, con la previa autorización del rector de la Compañía Fran-
cisco de Arista y del profesor de teología Bartolomé de Las Casas. Testifican sobre
el nivel académico del candidato sus compañeros de estudio en San Lucas: Lorenzo
de Paz y de Quiñones, Alonso de Espinosa Moreira e Ignacio de Brizuela... Todo va
bien hasta que el ya bachiller en teología pretende el grado de maestro en artes, el exa-
men llamado «fúnebre» se tiene en el oratorio del colegio de San Lucas y entran a for-
mar parte del tribunal el rector Andrés López y el profesor de teología Bartolomé de
Las Casas. Supongo que durante este acto recibieron la conminación de no proceder a la
investidura en San Lucas, sino en la catedral; el hecho es que ambos jesuitas abandona-
ron el tribunal y pidieron tiempo para consultar la «novedad» con su provincial. Larespuesta del provincial Pedro de Velasco se apoya en las «desaparecidas» ordenanzas
de Zapata, de las que el artículo 13 establecía que los grados se dieran «en el dicho
colegio», donde debería concluir también la procesión del «grado» que saldría de las
«casas episcopales...» Es lo más concreto que conservamos de las ordenanzas de Zapata
y Sandoval. BAGG, VIII, págs. 352-359.
87
han de examinar a los candidatos los padres rector y maestro, siendo
inválido cualquier otro examen; dígasele que el Papa no hace al obispo
canciller ni delegado suyo con jurisdicción universal, sino que le delega
solamente para el acto singular de «conferir los grados. . .»
Se encargaba, en consecuencia, al rector del colegio pidiera al señor
obispo —como a tan afecto a nuestra Compañía— «se sirva mantener
el dicho colegio en la posesión y favores en que los señores obispos, an-
tecesores de su ilustrísima, le dejaron..., haciéndole saber que no se pre-
sentarán más alumnos para recibir nuevos grados. . . si no fuere cuando
su señoría ilustrísima se sirviere de darlos en nuestro colegio...» 12.
AÑOS DE ESPECIAL POPULARIDAD (1645-1647)
En aquellos años 1645-1647, se producen una serie de donativos que
van desde la fundación de Justiniano Chiavari que llegó a 30.000 pesos,
hasta el regalo de un juego de ciriales de plata que superaban los 500.
El edificio en su exterior—por obra de una señora «de lo mejor del
reino» que quedó en el anónimo— se concluyó con un doble corredor
alto y bajo «con que quedó acabado y muy vistoso el lienzo de encima
de nuestra portería y la clase de teología; y cuatro capaces aposentos que
tiene el alto...» para habitación de los jesuítas.
Interesante noticia que nos permite datar lo que todavía constituye
lo mejor conservado del antiguo colegio de la Compañía.
Es también interesante lo que nos dice sobre una «imagen de bulto
de la Asunción. . . hecha por mano de un famoso artífice de Sevilla, de
altor de vara y cuarta (un metro aproximadamente), con peaña dorada
y corona de plata y cuatro hermosos ángeles dos a cada lado. . .» No ten-
go datos en el momento actual para localizar la imagen, pero es muyprobable que pueda hacerse: quedando entonces como segunda fase la
identificación del «famoso artífice de Sevilla». La imagen había sido
regalada por un hermano de la señora antes mencionada, y estaba des-
tinada a la capilla de la Congregación, a la que él mismo pertenecía: la
capilla formaba parte de la iglesia, y tenía suficiente amplitud para alojar
el altar de dos cuerpos —por lo menos— donde se abría el nicho en
que fue colocada la imagen 13.
12 BAGG, VIII, 358; agosto, 31, 1646.13 En contra de lo que yo decía en el texto, parece razonable identificar el «fa-
moso artífice de Sevilla» con Juan Martínez Montañés, ya que la imagen de la Anun-
88
Para concluir con las liberalidades de aquella familia —seguimos
ignorando su nombre— que contribuyó de tal manera al mejoramiento
del edificio y del templo de la Compañía, añadamos que la misma señora
regaló a los jesuitas un «potrero» en las cercanías de la ciudad. Este po-
trero valía no tanto por sí mismo (proporcionaba leña, piedra y tierra
para vender y para las necesidades del colegio) cuanto por ser una espe-
cie de corralón donde se encerraban y descansaban las recuas (ganados
y mozos que los conducían) que procedían de las restantes haciendas que
constituían el patrimonio del colegio en Guatemala. El potrero se llamó
San Ignacio del Campo y se mantuvo hasta el momento de la expulsión
de los jesuitas, cumpliendo su función de «potrero» en el más completo
sentido de la palabra 14.
Consiguieron los jesuitas por este tiempo se les asignaran las rentas
de una encomienda que equivalía a 400 pesos anuales igual a 8.000 pesos
de principal: que suplía la conocida limosna de «cera, aceite y vino» para
el servicio de la iglesia.
Cerremos esta enumeración —procedente toda ella del mencionado
suplemento a las «cartas annuas» de 1647— con el obsequio de mil pesos
para adquirir una participación en el nuevo servicio de aguas (el que
venía de Pamputic) por el equivalente de 50 pajas de agua, cantidad
nada despreciable para el servicio de colegio e iglesia. Podemos conjetu-
rar que el anónimo donante fue don Martín de Loizaga quien había
tomado a su cargo la introducción del agua de Pamputic en estas fechas
de mediados de siglo. Los jesuitas aluden al agua de que antes se servían
como «gruesa y dañosa», que, además, se perdió por aquellos años por
rotura de los arcaduces 15.
dación que se describe se adapta al magnífico prototipo con que coronó el retablo de
San Isidoro del Campo en Santiponce; quedaría ahora —como segundo paso— dar con
la imagen en Guatemala, si ha tenido la fortuna de conservarse. AICG: Mex., 17,
f. 240v.14 Sobre el potrero de San Ignacio —que conserva el mismo nombre en las afueras
de La Antigua— hemos de añadir que sus detalles artísticos, inesperados en un simple
potrero, pueden proceder del período episcopal de Figueredo y Victoria —el gran
bienhechor de los jesuitas— que firma alguno de sus documentos en el «palacio arzobis-
pal de San Ignacio... extramuros de la ciudad...» AGÍ, Guatemala, 361. Los documentos
están fechados en noviembre de 1759.15 La situación económica del colegio no es excesivamente clara; parece que el
capital se calculaba en 40.000 pesos, de los cuales 13.800 estaban sometidos a un censo
del 5 por 100. Las deudas se calculaban en 29.904 pesos de principal, de los que sólo
19.354 estaban sometidos a pago de intereses (al 5 y al 6 por 100). Por tanto, la casa
debía pagar anualmente 1.713 pesos, que habían de salir de los 40.000, con lo que re-
sultaba una renta libre de 287 pesos anuales, con los que se habían de mantener catorce
89
Prosperidad económica en Guatemala
Es un hecho conocido que, en algunas regiones de la América his-
pana, la depresión —o el cambio de signo de la coyuntura— que en
España se inició con el cambio de monarcas y el paso de Felipe III a
Felipe IV, se produjo con diferentes retrasos. Guatemala —y a falta de
estudios especializados sobre el tema— siguió en la cresta de la expansión
hasta muy cerca de finales del siglo. Dos eran las bases de su prosperi-
dad comercial: el cacao y el añil; el primero en regresión, el segundo en
rápida expansión.
Thomas Gage, visitante de Guatemala, por los años treinta encontró
en la capital cinco capitalistas cuya fortuna superaba el medio millón de
ducados (600.000 pesos) todos ellos eran extranjeros: el primero pro-
cedía de los valles de Mena en Burgos, aunque era considerado viz-
caíno conforme al estilo de la época, y se llamaba Tomás de Siliezar; era
el segundo, Antonio Justiniano, nacido en Genova; el tercero, Pedro de
Lira, natural de Salamanca; eran portugueses los dos últimos, Antonio
Fernández y Bartolomé Núñez, que procedían probablemente del Brasil
de donde habían emigrado a las Indias Castellanas, amparados por el
clima de tolerancia para los descendientes de judíos que había estable-
cido el conde-duque de Olivares. Como ejemplo de estas fortunas y con
datos más exactos que los aducidos por Gage, tenemos el caso de la tes-
tamentaría de otro portugués fallecido hacia 1637 que había destinado
parte de su fortuna consistente en 170 cajones de tinta añil equivalentes
a cuatro mil ducados (5.500 pesos) para dote de huérfanos, estableciendo
una fundación de la que serían patronos el obispo de la diócesis y el
rector de la Compañía 16.
Símbolo de esta propiedad, la aparición simultánea de dos capitalis-
personas: cantidad claramente insuficiente que se completó por entonces con la renta
de una encomienda tasada en 8.000 pesos de principal o 400 anuales en un total de
687 pesos que tampoco es nada extraordinario.
Los datos sobre los posibles bienhechores en Pardo: Efemérides, pág. 57, ya que
las noticias internas mantienen silencio sobre su identidad.16 La cita de Gage en Survey, cap. XVIII, pág. 125: «There were in my time
five (besides many other merchants, who were judged worth twenty thousand duckats,
thirty thousand, fifty thousand, some few a hundred thousand) who were judged of
equall wealth, and generally reported to bee worth each of them, five hundred thousand
duckats: the first was Thomas de Siliezar, a Biscain born, and alcalde de corte, the
90
tas que pretendieron el título de «fundadores» del colegio de los jesuitas;
don Nicolás Justiniano Chiavari y don Pedro Crespo Suárez.
Y vamos a comenzar por el primero de los dos.
El capitán Nicolás Justiniano Chiavari
«funda» el colegio (1646)
Muchos años había pasado el colegio de los jesuitas de Guatemala
sin haber contado con una «fundación» en regla, es decir, con un capital
establecido por un «fundador» que pudiera con sus réditos no sólo «sus-
tentar» a los jesuitas que en él moraban; sino, además, procurar los me-
dios necesarios para la docencia correspondiente, ya que era norma ha-
bitual en los colegios de los jesuitas no pedir—ni recibir— paga ninguna
por la enseñanza.
Esta precaria situación, que no llegaba a solucionar la renta produ-
cida por las fincas que habían ido adquiriéndose, daba argumentos a
los enemigos del colegio de la Compañía para negarle derechos aca-
démicos; ya que los privilegios pontificios se aplicaban solamente a co-
legios «formados y fundados» 17.
En esa coyuntura se presenta al rector de la Compañía —a 1 3 de oc-
tubre de 1646— el capitán Nicolás Justiniano Chiavari, regidor de Gua-
temala, hijo legítimo de Antonio Justiniano, alcalde —repetidas veces
—
de la ciudad, y nieto de Antonio Justiniano Chiavari, venido desde
Genova para establecer en Guatemala una casa de comercio 18. Es
kings high justice or chief officer at court; the second was Antonio Justiniano, a
genovois born, and one that bore often offices in the city, and many tenements in the
valley of México [equivocado en el original por Mixco]. The third was Pedro de Lira,
born in Castilia, the fourth and fifth, Antonio Fernández and Bartolomé Nunnez, both
Portigals, whereof the first in my time departed from Guatemala for some reasons
which here I must conseale...» (los subrayados en el original).
Se trata en el texto del portugués Simón Rodríguez, que dejó cuatro mil ducados
—valor de 170 cajones de tinta— para dotar huérfanas, nombrando al obispo Ugarte ySarabia y al rector de la Compañía, Alonso de Escobar, patronos de la fundación.
AGÍ: Guatemala, 156.17 Véanse los documentos pontificios en Hernáez: Colección, II, págs. 447-449;
en todos ellos se especifican los colegios «formados» de los sacerdotes de la Compañía
de Jesús.15 Lohmann: Ordenes, II, Calatrava, págs. 28-29. En la documentación de Lohmann
se habla siempre de Chiavari, en tanto que en Guatemala el apellido se «vasquizaba» en
Chávarri.
De los expedientes para el ingreso en las órdenes militares de Santiago y Calatrava
deducimos que la familia Justiniano entró en Guatemala hacia principios de siglo, sien-
91
rector de los jesuítas el padre Andrés López, quien recibió con el agra-
decimiento que es de suponer la propuesta de don Nicolás. Después de
declarar «que siempre había tenido mucho amor y devoción a la dicha
casa de la Compañía de Jesús, y lo mismo hicieron sus padres y abuelos;
y desde su niñez hasta el día de hoy ha frecuentado la dicha casa...
donde deprendió todas buenas costumbres. . .» Puestas las premisas trans-
critas propone al rector del colegio, padre Andrés López, su deseo y peti-
ción: «pidió con grande afecto—se nos dice— se le concediese la funda-
ción de (la casa), ofreciendo por la dicha gracia "treinta mil pesos de a
ocho reales cada uno" o impuestos "sobre buenas y seguras posesiones"
o en efectivo, "para que la renta de ellos, que son en cada un año un mil
y quinientos pesos, se gastaren o en el adorno del culto divino y en sus-
tento de los dichos religiosos; o en aquello que el rector. . . de la dicha
casa le pareciese ser más útil y necesario..."»
En el documento fundacional se inserta a continuación el poder otor-
gado por el provincial de Nueva España al rector de Guatemala para
aceptar —provisionalmente— la fundación, mientras llegaba la acepta-
ción del general de la Compañía, entonces el padre Vicencio Caraffa.
Se enumeraban en el mismo documento las gracias espirituales que lle-
vaba consigo la condición de «fundador», y la prontitud con que don Ni-
colás se comprometía a cargar con los gastos de cobranza de las rentas,
y con la misma renta, en tanto que llegaba el nombramiento definitivo
por parte de la suprema autoridad de los jesuitas.
El documento incluía finalmente un artículo que cerraba la puerta a
un posible «co-fundador»: «y se obligó —dice— a la dicha casa y cole-
gio. . . de que en ningún tiempo será admitido por fundador en ella otra
do su primer representante don Antonio María Chiavari; tuvo dos hijos, Juan To-más (¿Tobías?) y Antonio. Juan Tobías fue alcalde de la ciudad en 1624; Antoniolo fue en 1641 y 1642. Hijo de Juan Tobías y de Francisca López fue Antonio Justi-
niano Chiavari, alcalde de Guatemala en 1649, en tanto que el restante Antonio Justinia-
no —tío del anterior— tuvo de su casamiento con María Rodríguez a nuestro NicolásJustiniano —fundador del colegio de los jesuitas— ,
que fue alcalde de Guatemalaen 1645. Años más taide pasaría a Madrid, donde durante algunos años fue procu-rador y agente de negocios del cabildo guatemalteco.
Sobre la familia Justiniano escribe Thomas Gage : A new Survey of the West Indias,
Londres, 1648. La califica de muy rica, calculando su fortuna en el medio millón de
ducados (687.500 pesos de a ocho reales); véase su capítulo VIII. Ximénez, en su Histo-
ria de la provincia, dice que en su tiempo «para ponderar la riqueza de uno se decía:
es un Justiniano...» Dice también que la fortuna se le fue de entre las manos a Ni-
colás —nuestro fundador— y que murió «pobre» como alguacil mayor del Consejo deIndias, II, cap. LXXVII. Juarros: Compendio, pág. 240, confunde en un solo párrafo
a padre Antonio e hijo Nicolás, a quienes dedica un sincero elogio.
92
ninguna persona, porque sólo lo ha de ser el dicho don Nicolás Justi-
niano...» 19.
Cláusula exclusiva que habría de surtir sus efectos en plazo muchomás breve del previsto; ya que aquel mismo año se presentaría al mismopadre rector y le ofrecería 25.000 pesos con parecida finalidad el cono-
cido correo mayor don Pedro Crespo Suárez, de quien nos ocuparemos
en el apartado siguiente.
Pedro Crespo Suárez, el frustrado donante (1646)
Juan Bautista de Carranza nos lo cuenta en probanza organizada por
el colegio de Santo Tomás. Deseaba Crespo —nos dice— «hacer alguna
obra señalada y pública en esta ciudad, donde había adquirido lo que
tenía, en servicio de Dios nuestro señor y bien público... y habiendo
ofrecido al colegio de la Compañía de Jesús, 50.000 tostones, por dota-
ción de su colegio en esta ciudad: los 10.000 en reales para la obra de
la capilla mayor de su iglesia; y 40.000 en la parte que tenía en un in-
genio de azúcar, que quedó por muerte de Juan González Donis, su
suegro, cercano a esta ciudad y la hacienda más gruesa de ella, además
de la dote de su mujer que también tenía en el dicho ingenio, y lo demás
adquirido y comprado por el susodicho. . . y no fue aceptado por la dicha
Compañía de Jesús. . .»20
.
En este momento de indecisión y frustración; del que quiere hacer
un beneficio y no encuentra quien se lo acepte. . ., interviene el alférez ma-
yor don Juan Bautista Bartolomé quien le propuso cambiar los destina-
tarios, y que en lugar de los jesuítas, y su casa y colegio, se dirigiese a los
19 El documento fundacional en AICG: Fondo Gesuitico, A 94, ocupa los fo-
lios 508-514. Está escrito en papel sellado de 1647-1648. Se transcribe, resumido, en
Anejo 1.°.
20 AGÍ: Guatemala, 135. Sobre el ingenio habla el ya mencionado Gage al des-
cribir los ingenios cercanos al lago de Amatitlán; el primero —dice— pertenece a unSebastián de Zabaleta, biscaine born, que —según él— llegó muy pobre, pero empe-zando con «una muía» llegó a una «recua» y adquirió terrenos en Petapa, que descu-
brió que eran muy propios para el cultivo de la caña... «y se le tiene como superior
a los quinientos mil ducados...». Sigue a media milla un ingenio que pertenece a los
agustinos... y siguiendo hasta Amatitlán se da con un ingenio mayor que el de Zabaleta,
que se llama ingenio de un «Anis» porque él lo fundó, pero que ahora pertenece a
Pedro Crespo, the postmaster de Guatemala... «y este ingenio parece un pueblecito...
por los ranchos y casas de labor de los negros que allí trabajan, que pasarán del cen-
tenar...» (Gage: Survey, cap. XVIII, pág. 134). Los datos sobre el «traspaso» de po-
deres en el obraje de San Antonio en AGCA, 48954, 5801.
93
dominicos y a su futura universidad: «por ser cosa —le dijo— tan ne-
cesaria en esta ciudad y de útil tan universal; y al punto que se le trató
—dice— tomó la capa viniendo en ello, y con este testigo fuese al con-
vento de nuestro señor Santo Domingo a la celda del padre fray Juan
de Campo, prior del dicho convento, a quien ofreció hacer la dicha dota-
ción... y habiéndoselo mucho agradecido se trató de hacer la escritura
de capitulaciones...»
No interesa en este momento entrar en el detalle de las capitulaciones;
en líneas generales se establecen dos patronos celestiales: San Pedro Már-
tir y Santo Tomás; también se cierra el círculo en torno a los posibles
fundadores: los que hay (Marroquín, Barona, Crespo); capital 40.000
tostones; patronos perpetuos: el prior del convento dominicano y miem-
bros de la familia Sanz-Escobar, las cátedras: prima de teología, un
dominico, sin previa oposición; vísperas de teología, el actual deán, Am-brosio Díaz del Castillo, mientras viviere; las demás, se proveerán por
oposición. Finalmente será obligatoria la doctrina de Santo Tomás, ysi de ella «se apartaren, pierdan la cátedra». Fuera de la universidad...
concluían las capitulaciones... «no se den grados».
Había una sola condición, que puso en contingencia la validez del
testamento: los bienes ofrecidos, pasaban a «su alma», debiéndose em-plear en «obras pías a elección de sus albaceas...», si al cabo de cuatro
años no se había obtenido la aprobación real para la proyectada univer-
sidad. Los cuatro años se prorrogaron a seis, y estaban pendientes de
nueva prórroga, cuando a uno de los albaceas se le ocurrió dispersarlos
conforme al deseo escrito del donante, . . Pleito que servirá de fondo a las
últimas gestiones en torno al futuro universitario de Santiago de los
Caballeros de Guatemala 21.
En un primer momento de euforia, el grupo adicto a los dominicos
renovó las dormidas gestiones para conseguir rango universitario a San-
to Tomás que ya contaba con la base económica suficiente. A 27 de
junio de 1647, la audiencia incorpora a su informe al Consejo las peti-
ciones de los dominicos (14 de mayo), mercedarios (15 de mayo), agus-
tinos (20 de mayo); y cabildo civil de la ciudad (30 de mayo). Era un
aldabonazo que tendría la virtud de poner de nuevo en movimiento en el
Consejo de Indias el tema universitario guatemalteco **.
21 AGÍ: Guatemala, Í35.22 AGÍ: Guatemala, 373.
94
Vida interna del colegio entre 1647 y 1653
En el suplemento a las «cartas annuas» otras veces mencionado, se in-
serta una pequeña nota alusiva a la «fundación», cuyo título se gestiona-
ba en Roma. Se nos explica que no había fundador, pero se añade que
un capitán de infantería, regidor del cabildo, nacido en Guatemala, ha
querido fundar la casa y el colegio; para ello ha ofrecido 30.000 pesos,
sin pedir a cambio más que el título y las gracias espirituales que le son
anejas. En espera de la confirmación que ha de venir de Roma, consi-
dera que nos ha entregado el capital y nos paga el cinco por ciento del
principal, como si se tratase ya de un censo.
En cambio, los catálogos de estos años carecen de apartado dedicado
a la economía; por lo que respecta al personal, desfilan tres superiores:
dos rectores y un visitador; son el mexicano Andrés López y el napolita-
no Francisco Carboneli; es visitador, el también mexicano, Juan Tamayo.
El toledano Lucas de Salazar se hace cargo de la teología escolástica
después de haber profesado la teología moral; de ella se encarga el
poblano Francisco Reinoso, después de haber enseñado la filosofía; An-
tonio de Ribadeneira, natural de Tezcuco es profesor de filosofía, a quien
el último año sustituye Diego de los Ríos, de Tlaxcala. Son profesores
de gramática, Juan Velázquez, de Toluca, que se encarga de la retórica,
y Pedro Polanco, de Tlaxcala, que lleva los gramáticos; y es maestro de
la escuela, el portugués Domingo de Barrios.
Al padre Juan de la Cruz, a quien se supone encargado principal de
la gramática inferior, le encontramos dedicado a la congregación de los
estudiantes que cada día adquiere mayor importancia.
Y tenemos dos importantes novedades: se ha incorporado a la co-
munidad el padre Manuel Lobo, que pasará en Guatemala —encargado
de la congregación de «seglares»— cerca de cuarenta años; y el padre
Salvador de la Puente, a quien recordará con tanto afecto el conocido
escritor Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán.
Sobre la situación económica en 1647 se nos proporcionan los datos
siguientes: hay 40.000 pesos de capital y 29.904 pesos de deuda, sin
contar los que están impuestos sobre las fincas que llegan a 14.000, ylos que deben a la provincia jesuítica por cuotas impagadas. Los intereses
de estas deudas ascienden a 1 .968 pesos anuales que equivaldrían a los
2.000 de rentas del capital. Hay que advertir que el dato de 40.000 pesos
95
de capital parece muy pequeño y 40.000 de renta muy grande: es posible
la equivocación de 40.000 por 14.000 y que significarían pesos de renta
anual B .
Situación económica del obraje de San Antonio de Padua (1651-1652)
Poseemos una especie de balance que se realiza en el bienio 1651-
1652, con motivo del cambio de administradores en el obraje de San
Antonio. Como lo hemos dicho estaba situado en las proximidades de
Huehuetlán (Chiapas), siendo Huehuetlán y Tapachula los mercados
donde se vendían los productos del obraje; era objeto de transacción la
carne, el sebo y los cueros, pero no se mencionan las ventas de añil o del
jiquilite. En la ceremonia de la «entrega» no se pudo contabilizar el ga-
nado vivo «por no haberse podido juntar lo doméstico, ni menos —se
anota— lo retirado y alzado...» Trabajaban en la hacienda 13 esclavos,
9 esclavas y 14 mozos libres; se mencionan los «vaqueros libres», pero
no se contabilizan ni ellos ni los posibles gastos que produjeran. Es muycurioso establecer que los 13 esclavos producían más dispendio que los
14 mozos libres; 228 pesos, frente a 214, sin meter en la cuenta los «ca-
ballos» y «potrancas» que estaban a disposición de los esclavos, ni los
gastos generales de alimentación que eran idénticos para ambas catego-
rías de sirvientes, aunque las cuentas especifican una partida de cacao
«para el chocolate de los esclavos. . .» Las ventas de cueros en siete meses,
junio-diciembre de 1561, son muy irregulares 78-106-23-109-46-34, que
sobre un total de 462 daban una media mensual de 66 pesos, con uningreso anual por este concepto de 800 pesos, cantidad muy exigua para
tanto ganado y tan numerosa mano de obra 231.
Sede vacante (1650-1658)
Durante la sede vacante que siguió al fallecimiento de don Bartolomé
González Soltero, no parece que se dieran muchos grados a los estu-
23 Véase, en primer lugar, la nota 14 sobre este mismo tema; las «cartas annuas»
mencionadas en AICG: Mex., 17, ff. 238-243. Hay un catálogo trienal para 1650,
AICG: Mex., 4, ff. 445 r y v, y dos catálogos breves, 1650 y 1653, en AICG: Mex.,
8, ff. 277 y 486v-487.aJ Sobre la hacienda de San Antonio, véase en AGCA el expediente 48954, leg. 5801.
96
diantes de San Lucas, por lo menos a nivel público, pues los que con-
cluían sus cursos en el colegio eran considerados simplemente bachille-
res en artes o teología, pero se trataba de títulos sin valor oficial. En el
catálogo de Yrungaray se mencionan dos bachilleres en filosofía y teolo-
gía; es correcta la mención de Diego de Céspedes (Zepeda en Yrunga-
ray), pero no lo es la de Alonso Guirao, que había recibido los grados
en 1625 (no en 1655, como dice Yrungaray) 24.
Durante este mismo período se reunió el cabildo —escribe Estrada
Monroy— para deliberar sobre el modo de conferir los grados. Se llegó
a la conclusión —afirma el mismo historiador— que se «podía seguir
confiriendo los grados, tal como se había estado haciendo al presente; yque no se innovaría...» Resolución que dejó el problema como estaba:
sí a los grados menores, no a los grados mayores que pretendieran con-
ferirse fuera de la catedral 25.
Algunos alumnos del período
Antes de cerrar este período de transición entre González Soltero yPayo de Rivera, vamos a recordar brevemente las figuras de tres alum-
nos que bastarían para enorgullecer a cualquier establecimiento de en-
señanza.
Y partamos del hecho —que ahora nos parece inexplicable— de la
inexistencia de libros de matrícula, o de grados, en el colegio de San
Lucas; los libros se introdujeron en 1669 en obediencia a las ordenanzas
establecidas por el obispo Juan de Santo Matía; hasta ese momento se
acudía a testimonios de testigos para establecer el cumplimiento de las
24 Yrungaray: índice, pág. 105. Hay que agregar al bachiller Antonio de Salazar,
que demostró haber recibido el grado en 1651 al pretender el doctorado en teología,
AGCA, 13352, 1966.25 Estrada: Datos, pág. 210; citando libro 3.° del cabildo, ff. 83 y 84. A esta inhibi-
ción del cabildo parece referirse Juan de Briones al informar en 1659. «Últimamente
—dice— , el venerable deán y cabildo sede vacante, habrá un año poco más o menos
que... lo estorbó, con pretexto de que para recibir semejantes grados convenía viniese
el reverendo obispo...» AGÍ: Guatemala, 135.
No se trataba de algún «nuevo despacho del Papa», era simplemente la exhibición
de los Breves y Bulas de antiguo concedidas, que facultaban a los obispos y a los ca-
bildos sede vacante para graduar a los alumnos de los colegios de los jesuítas. Tanto
unos como otros se habían ido acogiendo a una postura minimista que no entraba en
los grados mayores, contentándose con graduar de bachiller en artes y teología a los
contados alumnos que lo pretendían.
97
condiciones necesarias para los grados de los pretendientes. Esta caren-
cia de documentos oficiales nos impide conocer los nombres de cada
uno de los cursantes, y menos fijar con exactitud los períodos de su asis-
tencia al Colegio; con todo podemos espigar tres o cuatro personajes que
dejaron impresa su huella en la memoria de los vecinos de Guatemala.
Sea el primero don Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, el se-
gundo el venerable hermano Pedro de San José Betancourt, y el tercero,
el cronista franciscano Francisco Vázquez. Por muchos conceptos el her-
mano Pedro es el más interesante de los alumnos que recordamos, tanto
por la importancia de su persona, cuanto por la vida interna de San Lu-
cas que se nos revela en torno a una de sus genialidades «a lo divino».
El alumno Fuentes y Guzmán (¿1653-1659?)
y su profesor salvador de la puente
Cuando publiqué hace unos años el Estudio preliminar a las obras
de don Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, manifesté mi ignorancia
sobre el lugar de sus estudios: Fuentes no lo menciona, ni manifiesta
demasiado entusiasmo por el colegio de la Compañía, ni por ninguno de
de los centros de enseñanza que entonces funcionaban en Guatemala.
Allí mismo hacía constar el cariño y respeto con que mencionaba a
su «venerable y caritativo maestro» el padre jesuíta Salvador de la Puente.
Carecía yo entonces—como allí lo hice constar— de datos concretos so-
bre este jesuíta: datos que me permiten ahora concluir, con mucha
probabilidad, que Fuentes y Guzmán asistió a las clases de San Lucas
en un período que puede estar comprendido en los seis años: 1 653-1 659 *\
Efectivamente, el padre Salvador de la Puente había nacido en Coria
en 1625, había pasado a la Nueva España en 1642, había entrado en la
Compañía en esa misma fecha al cumplir sus diecisiete años; aparece
por primera vez en los catálogos de Guatemala en 1653 donde se le asig-
na una clase de gramática. El padre Salvador sigue en Guatemala el
ciclo normal entre sus profesores que concluye con su curso trienal de
filosofía en 1658-1659; hay un paréntesis en que no se le asignan clases y
le volvemos a encontrar en 1667 como profesor de moral 27. Aparece, de
26 En el Quaderno que se conserva en el AGCA, 13352, 1966, se hace constar, a
partir de 1669, que ya se cuenta con «libros» conforme a lo dispuesto por Mañosea.
Fuentes: Obras, Introducción, págs. xiv-xv, BAE, CCXXX.27 Datos sobre Salvador de la Puente en Sommervogel : Bibliotheque, y en AICG:
Mex., 8, ff. 486v-487 (1653); Mex., 8, f. 287 (1658); Mex., 5, f. 13v (1659); Mex., 8,
98
nuevo, en 1678 como rector del colegio de la Compañía, cargo que ejer-
citó hasta 1681. Salió para México, y en Tepozotlán murió en 1689.
Fuentes estudió la retórica —paso final de la gramática— con el
padre Salvador: esto sucedería en los años ¿1655-1656?: nos habla de
un «erudito libro de retórica» de su «venerable y caritativo maestro...»
libro que él desearía comunicar a todos. . . porque allí hallarían «una dila-
tadísima luz de erudición. . .» A continuación seguiría Fuentes con el mis-
mo profesor el trienio de filosofía en cuyo segundo curso ¿1657-1658?,
recibiría la física —según el modelo de Aristóteles— con las explicacio-
nes que su «venerable» maestro sobre los «orbes, planetas y regiones
naturales...» 28.
De esta manera podríamos resolver de manera coherente la estancia
de Fuentes y Guzmán —desde los once años en que pudo inscribirse en
la escuela de primeras letras con el padre Juan de la Cruz— en San
Lucas, en 1652-1653 pasaría con los compañeros de su grupo a los es-
tudios de gramática en los que tendría por algún tiempo al padre Salva-
dor (curiosamente no aparece en el catálogo correspondiente a 1655:
estaría en tercera probación) y le tendría de nuevo como profesor de
retórica en 1656, para iniciar bajo su dirección el curso trienal de filoso-
fía, lógica, física, metafísica 1656-1659, que concluiría poco antes de su
matrimonio en 1660.
A través del padre Salvador conocería Fuentes la introducción a la
Historia de Luis Cabrera de Córdoba, que luego incorporaría a sus Pre-
ceptos Historiales 29.
Un alumno de excepción:
el hermano Pedro de San José Betancourt (1653-1655)
No progresó mucho en los estudios, pero su paso por la clase de
gramática inferior, quedó dramatizada en sus biografías, que de esa
f. 293 (1660); Mex., 5, f. 56v (1661); Mex., 5, ff. 120 r y v (1667); Mex., 8, f. 303 (1678).
Véase, más adelante, para su período rectoral.28 Fuentes: Obras, BAE, vol. CCXXX, Preceptos historiales, pág. 35, y BAE, volu-
mente CCLIX, pág. 301.29 Aunque es posible el plagio directo de Cabrera de Córdoba: De historia para
entenderla y escribirla, sería más explicable que lo hubiera hecho a través de los
apuntes de su profesor. Fuentes : Obras, BAE, vol. CCXXX; Introducción, págs. xxxvn
y xxxviii. Sobre relaciones literarias entre Fuentes y Cabrera, en mi comunicación al
XVII Congreso del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana.
99
manera sirven un doble objetivo: e::altar al santo biografiado y retratar
con objetivo realismo lo que, en aquellos años, era y representaba aque-
lla clase de gramática que recogía a los alumnos que venían de la escuela
de primeras letras y los preparaba para los grados más altos de la gra-
mática y de la retórica.
La biografía tradicional del hermano Pedro se debe a la pluma del
padre Manuel Lobo: verdadera Institución en la Guatemala de la época;
pero las puntualizaciones y detalles nos los proporciona el conocido
cronista franciscano, fray Francisco Vázquez de Herrera, basándose
tanto en su experiencia personal, cuanto en los papeles que, como com-
plemento a su obra, había reunido el mismo padre Manuel Lobo 30.
A este trienio de la vida de Pedro dedica Vázquez dos capítulos ytres párrafos de comentario; los capítulos van transcritos de la relación
del padre Lobo; en los párrafos adicionales une Vázquez sus propias ex-
periencias a los papeles inéditos del mismo padre Lobo. De unos y otros
vamos a sacar la relación que sigue y que interesa tanto a la vida par-
ticular de Pedro, cuanto a la vida académica de aquel colegio, cuyo
éxito primero e indiscutible a lo largo de su historia, fueron su escuela
70 El padre Manuel Lobo aparece por primera vez en Guatemala en 1648; había
nacido en Guadiana (Durango) en 1614 y había entrado en la Compañía en 1629.
Ouadiana era población fronteriza, mezcla de centro minero y de estación misionera;
suponemos que cursó sus primeros estudios en la residencia-colegio de los jesuítas, que
no llegaría a «fundarse» hasta 1638. Años antes funcionaba una congregación mariana
de la Anunciata, en la que ingresaría nuestro Manuel. No he seguido toda la trayec-
toria de su carrera como jesuíta; en Guatemala aparece en 1641 con veintinueve años,
sin que en ningún caso se anoten actividades precedentes como maestro. Tampoco he
encontrado en los catálogos indicación de haber sido prefecto de la congregación
mariana, aunque nos consta que así lo fue; en cambio, lo encontramos en el rectorado
del colegio en 1661, y se le menciona por última vez en 1684, cuando ha llegado a los
•setenta años. En 1686 falleció.
Tuvo destacada intervención en la fundación del colegio de Ciudad Real, en Chiapas,
que tras una serie de gestiones frustradas en 1652 y 1672 pudo verse establecido en 1677.
Xobo actuó de intermediario en todo este trámite, que resultó más complicado de lo
que al principio parecía. Véase AZB, VIII, cap. 10; III, págs. 308-310. En IV, 78, hay
un pequeño resumen de la vida de Lobo en la que se aclara la fecha en que fue
prefecto de la congregación mariana (1660-1684).
Lo que, sin embargo, ha dado más nombre al padre Lobo es el haber sido el primer
biógrafo del hermano Pedro, cuya dirección espiritual había ejercido desde los tiempos
de estudiante en el colegio de San Lucas. No se conserva la primera edición de la
Relación de la vida y virtudes del V. H. Pedro de San Joseph Betancurt..., por el pa-
dre Manuel Lobo, 1667. La relación de Vázquez quedó inédita hasta 1962; Vázquez
la escribió tras la segunda edición de Lobo (1673) y de la reelaboración de Montalvo
(Sevilla, 1683).
100
de primeras letras y sus cursos de latinidad, llamados generalmente
«gramática».
Pedro había llegado a Guatemala, procedente de su patria Vilaflor
en Tenerife, el 18 de febrero de 1651 . Al organizar su nueva vida, decidió
ganársela como tejedor de lana; fue admitido en el obraje de Pedro de
Armengol, en que parece haber ocupado un puesto de cierta responsa-
bilidad frente a los varios centenares de condenados —la mayoría negros
o mulatos— que en este trabajo cumplían penas por sus delitos. Se nos
habla de su caridad para con los trabajadores y del influjo que en ellos
tenía; en cualquier caso aparecía su nombre en el libro de la hacienda,
desde la cuaresma de 1651 hasta pasado el verano del 1653, durante los
cuales había recibido su paga que aprovechó para los gastos —aunquemínimos— de su primer establecimiento en la ciudad.
Poco a poco fue madurando su plan que consistía en hacerse sacer-
dote, y una vez ordenado entrar en alguna orden religiosa que le permi-
tiera satisfacer sus deseos de hacer el bien a los demás. Pedro sabía leer
—se nos dice que lo hacía muy bien—, pero su escritura no debía estar
tan a punto. . . mejorarse en el ejercicio caligráfico e iniciar un leve escar-
ceo en la gramática latina —que, según Vázquez, era la clásica de Ne-
brija— fueron ocupaciones en su tiempo libre de obrajero. Allí trabó
amistad con el hijo del dueño, que cursaba la teología en el colegio de
los jesuítas; Pedro de Armengol le ayudó en estos primeros tanteos y le
orientó definitivamente al colegio donde él estudiaba. Pedro esperaba tal
vez disponer a su viejo e imperito amigo para que pudiera inscribirse
en el primer año de gramática, sin «padecer agrio el rubor de verse ya
con barbas, e ignorancia, entre niños que el mayor llegaba a catorce años,
que es lo más ordinario en esta clase de minimistas...»
Al ingresar en el colegio de los jesuítas, entró en relación con el
padre Manuel Lobo, encargado de la congregación mariana de los se-
glares, quien le hizo inscribirse en esta asociación piadosa: en ella—pro-
bablemente— se sentía menos extraño que en aquella clase de «mínimos»
en la que todos superaban sus escasos conocimientos de latín tan dura-
mente alcanzados. Pedro dejó el obraje, se hospedó en la casa de Diego
Vilchez, de profesión sastre, a quien tal vez pudo ayudar con sus co-
nocimientos en el ramo de tejidos. Pedro de Armengol, su mentor, le in-
trodujo en el colegio de los jesuítas y le presentó al padre Juan de la Cruz
«a quien debieron —comenta Vázquez— cuantos han aprovechado en
las letras y salido de la ignorancia, en el período de más de sesenta años,
las primeras letras».
101
En tiempo de Vázquez se conservaban algunos escritos de Pedro de
Betancourt, que decían relación con este ingreso en los estudios. Unoera papel de clase: «Memoria—decía— de los nombres que da el padre
maestro; primeramente empieza esta cuenta sábado 29 de noviembre de
1653»: cuidada lista de «nominativos» que Betancourt trataba de me-
morizar. Otros dos papeles se refieren a su vida espiritual: «Memoria
del día que entré por hermano de la congregación a 15 de noviembre,
Compañía de Jesús año de 1563» y «Memoria de cuando entré, por her-
mano de la cuerda, en San Francisco, el postrer día de noviembre, día
de San Andrés, año de 1653». Otra «Memoria» incluía las penitencias
y devociones con que pensaba jalonar su segundo año de estudios: desde
el 24 de mayo de 1654 hasta la Pascua del año siguiente, pensaba apli-
carse «cinco mil y tantos azotes»: o sea, unos veinte azotes diarios;
añadía una visita los viernes al Calvario, y «si no pudiere, una hora de
rodillas con la cruz a cuestas». En el mismo tiempo y al ritmo de los
azotes, un credo por cada golpe de disciplina. . . Contabilidad que —se-
gún Vázquez— era muy ampliamente superada al correr de los días.
Con este régimen no se acompasaba el ritmo del aprendizaje de los
nominativos y demás particularidades con que cargaban la memoria
aquellas Artes tradicionales... cuando parecía que había aprendido al-
gunos, la experiencia daba que era más fácil olvidar que aprender 31.
El «desafío» del hermano Pedro (1654)
Pedro no podía sentirse solidario con sus compañeros de clase, de
los que el mayor —nos dice Vázquez— no llegaba a los catorce años;
aunque formaba parte nominalmente de los bandos en que se dividía la
clase, nadie podía contar con él, ni había nadie que se metiera con él
aprovechando su total y definitiva ignorancia.
Sin embargo, un día —tras una vigilia nocturna en el Calvario
—
creyó asegurada en su memoria la «recordación» que resumía las lec-
ciones de la semana, y de una vez decidió intervenir en las pugnas esco-
lares —tan típicas del ratio studiorum de los jesuítas— y puesto en pie
«denodado y con apostura de estudiante, dijo Ego dicam» fórmula
—agrega Vázquez— que se empleaba en esta clase de desafíos. Le toca-
ba señalar competidor y trofeo de la victoria: escogió al más brillante
31 Vázquez: Betancur, págs. 20 y 33.
102
de la clase y señaló el valor de la «apuesta»: veinticuatro azotes. . . «Sa-
lieron los dos competidores al palenque, es decir, a la tarima del profesor,
comenzó Pedro a decir su recordación. Hallóse —prosigue Vázquez
—
que no le ocurría a la memoria ni el principio, suspendióse algún tanto
haciendo fuerza a su rudeza, a más andar se hallaba más atrás: tanto
que se halló a oscuras, como si jamás hubiera abierto Arte. Dijo el con-
trario su recordación, ni aun para avivarle, o corregirle, tuvo aptitud
Pedro: todo absorto y confuso, con una risa de simple, quedó vencido;
y en plaza pública su crasitud e ignorancia. Los muchachos —continúa
el autor— como niños, se reían, los más juiciosos le consideraban afren-
tado, y como todos lo amaban y querían, se compadecían de su trabajo».
De la mano de Vázquez seguimos las incidencias de suceso. Pedro
tuvo que declararse vencido con la fórmula «pórrigo» (entrego o meentrego) «que es —comenta Vázquez— rendir las armas y dar, comovasallaje al vencedor». Como resultado fue declarado modorro, se le
impusieron las insignias de tal (serían unas orejas de burro) y fue sentado
en el banco de la modorra.
Vázquez rechaza la relación de Montalvo —el segundo biógrafo de
Pedro— que añade detalles que a Vázquez parecen improbables: impro-
pias de la humildad de Pedro en su desafío y del carácter de los niños
guatemaltecos «de tan noble índole, buena crianza y modestia (hablo
—añade— de los que aplican sus padres a los estudios, que son bien
nacidos) que así por la buena educación de sus casas, como por los
adelantamientos que adquieren, cursando en la Compañía, ni una pa-
labra indecente, ni un mirar atrevido, ni un decir arrogante, ni acción
alguna descomedida se les pasará sin corrección y castigo...» «Silbar en
la clase, llamar tonto, presumido, asno, bestia, animal, necio o mentecato,
no digo a Pedro —recalca— a quien todos respetaban (y miraba su
maestro con la atención que se dice en la Relación de su vida), sino a
un negro, a un indio; escarnecerlo con títulos irónicos de doctor, sabio,
letrado. . . fuera causa no sólo para castigarlos severísimamente, sino para
echarlos de la clase y expelerlos con afrenta de los estudios» 32.
Vázquez que comenzó sus estudios de gramática «a pocos meses» de
haberlos dejado Pedro, nos descubre las intimidades de la clase de mí-
nimos tal cual él las vivió. Los «bandos» o campos, para excitar la emu-
lación; los desafíos; la existencia de «parcos» (puntos buenos que pro-
porcionaban a su ganador el perdón en otras tantas sanciones, del verbo
Vázquez: Betancur, págs. 37-39.
103
parcere, perdonar) la existencia de un banco de la modorra para los
amodorrados o modorros que así eran juzgados por sus respuestas.
Todo ello encuentra sus paralelos en colegios de la Compañía de
la época; y si hemos de escoger entre la línea que se desarrolla desde
Palermo y la que se inicia en Gandía, nos quedaríamos con la última, enque aparece claramente diseñado el banco de la ignominia para los de-
rrotados y la pena de azotes para quien no saliera a tiempo de este bancoque no podía convertirse en refugio de la pereza. En el caso de Pedrollama la atención su propuesta de añadir a los premios y castigos esta-
blecidos en las costumbres, el de jugarse veinticuatro azotes que recibiría
el perdedor de mano —lo suponemos— de quien lo ganara. Me parece
un desafío algo peregrino, sobre todo, para el caso en que el «viejo» tu-
viera la más mínima esperanza de ganar. Jugaba a «recibir» azotes: yeste juego, perdido de antemano, nos deja algo perplejos 33
.
No lo interpretaron así los compañeros de «bando»; aunque el her-
mano Pedro se ofreció a recibir los azotes «a la capa», curioso residuo
de argot marinero en el altiplano guatemalteco; sus pequeños camaradas
se ofrecieron a recibir los azotes a «prorrata», con lo que tocarían a muypocos a cada uno; otros —con mayor realismo —ofrecieron sus puntos
buenos o «parcos» para redimir con ellos los azotes... M .
33 La pedagogía jesuítica había encontrado su forma en el Ratio Studiorum promul-gado por el general Acquaviva en 1597; en él habían confluido las distintas corrientes
que vivificaron los sistemas de enseñanza desde la baja Edad Media, primero con los
Hermanos de la Vida Común y después con la «manera parisiense», que se iría aco-
modando en las distintas experiencias de los colegios de Mesina, de Gandía, y en-
contrando su formulación a través de los españoles Olabe, Nadal y Ledesma (véase
la tesis doctoral de Gabriel Codina Mir: Aux sources de la pédadogie des jésuites: le
«modus parisiensis», Roma, 1968).
Para la metodología aplicada en Guatemala contamos con pocos datos: se suponenaturalmente que se acomodaba en sus líneas generales al ya menciondo Ratio; algunos
detalles la aproximan a lo que conocemos del colegio de Gandía, fundado un siglo
antes. Además de lo que podremos deducir de la escena vivida y en parte producida
por el hermano Pedro, que veremos inmediatamente después, tenemos una visita rea-
lizada por el notario Valenzuela a finales del período que nos ocupa (AGÍ: Guatema-la, 373, y el resumen de una visita del provincial en vísperas de la expulsión de Car-los III. El curso explicado por el padre Miguel Gutiérrez es buen ejemplo de una física
aristotélica dada a conciencia; los avisos del padre provincial se fijan en los defectos,
y de rechazo nos dan las virtudes de la vida académica del colegio jesuítico.34 Los «desafíos» que están en la base de la escena de Pedro y su llamativo fracaso
están dentro del Ratio y muy especialmente en los Estatutos adoptados en el colegio
de Gandía (1565): en ellos se habla del banco de la ignominia; de los seis azotes que
pueden aplicarse como máximo, de su posible sustitución por palmatoriadas o golpes
de palmeta en la mano extendida; del banco «bajito, dereputado y afrentoso» del que
ha de salirse en un máximo de tres disputas pena de «azotes o palmatoriadas»... Sería
104
Al año siguiente —en 1655 —dejó Pedro los estudios comenzados
y emprendió nueva vida que había de florecer en la congregación hospi-
talaria de nuestra señora de Belén, o belemitas, gloriosamente extendida
por todo el continente americano. La congregación de Belén —no lo
olvidemos —se adjudicó dos misiones: la atención a los enfermos con-
valecientes y la enseñanza de las primeras letras a los niños: vocación
docente que era un eco de aquellos primeros estudios en las aulas de
San Lucas 35.
Otros alumnos de la época
No es posible en la actualidad formar nómina —ni siquiera aproxi-
mada— de los alumnos que frecuentaron aquellas aulas. Pero la mismarelación de aquella experiencia del hermano Pedro, nos hace saber que
eran compañeros —de la misma clase— de Pedro, tres niños que llega-
rían a ser franciscanos, y un cuarto también franciscano que encontra-
ría tiempo y holgar para narrarlo. He aquí sus nombres: fray José del
Castillo, fray Pedro de Miranda y fray Lorenzo de Guevara; y es el cro-
nista, el padre Francisco Vázquez. Por cierto que en la biografía esque-
mática que de este cronista hace el padre Lázaro Lamadrid, en su intro-
ducción a la Crónica ya mencionada, no hace constar que el padre Váz-
quez estudió en San Lucas, en cuyas aulas ingresó—según sus propias
palabras— «a pocos meses que Pedro había dejado los estudios» * y a
los ocho años de edad, perseverando probablemente en ellos hasta su
entrada en religión en 1662, teniendo en la Compañía no sólo al padre
Juan de la Cruz, a quien dedica el apelativo de venerable, como maestro
de gramática, sino probablemente al padre Salvador de la Puente comoprofesor de filosofía, en tiempo inmediatamente posterior al que hemosestablecido para Fuentes y Guzmán.
interesante conocer el sistema adoptado en México —probable origen de las peculia-
ridades guatemaltecas— para rehacer la trayectoria de este sistema hasta nuestro esta-
blecimiento en San Lucas (véase Monumento Paedagogica Societatis Iesu, II, págs. 134-
145 [Consts. Universitatis Gandiensis] en la edición de Ladislaus Lukács, Roma).35 Aunque el servicio de los convalecientes era el principal objetivo de los belemitas,
quedó consignado en sus constituciones como obligación accesoria la de enseñar «a los
muchachos a leer y escribir y los rudimentos de la fe católica» : Concepción : Betancur,
página 357. El ejemplo del hermano Pedro en esta línea se recoge por el mismo autor
en págs. 175-176.36 Vázquez: Betancur, pág. 33; Lamadrid: Introducción Crónica Vázquez, pág. ix.
105
Vázquez no da detalles concretos sobre sus estudios en San Lucas
—fuera de la afirmación de haber ingresado en la clase de gramática
pocos meses después del abandono de los estudios por parte del hermanoPedro—, sin embargo, en un par de ocasiones alaba con entusiasmo el
colegio de los jesuitas:
«Lo que sin recelo de que haya quien disienta se puede decir, es que
desde que se fundó en Guatemala colegio de la Compañía de Jesús, se
ennobleció e ilustró la ciudad y sus provincias: ocurriendo de todas ellas
a estudiar y educarse muchos que han sido sujetos esclarecidos, así, en
buenas letras, como en conocidas virtudes; y que de noventa años acá
los más que han servido de lustre al clero y religiones, han debido desde
las primeras letras del a b c, a las que les han condecorado al magisterio
y enseñanza de los padres de la Compañía...» 37.
Este canto de fray Francisco Vázquez a la enseñanza de los jesuitas
en Guatemala, puede cerrarse con esta sentencia (proloquio, lo llama)
que puede representar la opinión ciudadana guatemalteca en aquellos
tiempos:
Buenas letras, virtud y cortesía
se enseña, en las escuelas de la Compañía 38.
Adquieren los jesuítas la propiedad de las casas
de los díaz del castillo (1655)
Pasados unos años en las casas del chantre Hurtado de Mendoza1605-1611 recibieron los jesuitas un regalo importante; doña Leonor de
Celada, viuda del escribano Juan de Guevara, quien había preservado
para los Díaz del Castillo la posesión de sus antiguas casas, quedándose
con una parcela incluida en la misma cuadra. Esta parcela situada —se
nos decía— en lo mejor de la ciudad, fue el regalo de doña Leonor a los
jesuitas que poco después iban a ser despedidos de su primer domicilio;
una providencial y ajustada coordinación de fechas.
37 Vázquez: Crónica, vol. IV, pág. 364. En cambio, Vázquez no da mucha impor-
tancia a los grados académicos impartidos en San Lucas; pasa de los grados de Santo
Tomás (1625) a la universidad «perpetua» con esta escueta mención: «Años después se
dieron grados en el de la Compañía de Jesús...» (Ibíd.).38 Vázquez: Betancur, pág. 38. Y aunque carezcamos de otro dato, hay que mencio-
nar al venerable varón Bernardino de Ovando, fundador de la Escuela de Cristo, que
siguió y coronó sus estudios en San Lucas, en fecha indeterminada.
106
Hace años tuve el gusto de examinar en el «Becerro de las cuadras
de la Antigua Guatemala» la situación de las antiguas casas de los Díaz
del Castillo en el cuadriculado urbano de Santiago de los Caballeros;
aunque sin fecha, el «asiento» parece corresponder a 1604.
La cuadra número ocho estaba distribuida entre cuatro propietarios
y una parcela vacía: la parte principal correspondía al hijo del cronista
don Francisco Díaz del Castillo, y —como luego veremos— se situaba
en el sector sur-poniente de la cuadra; Bárbara de Cárcamo ¿hija? de
don Francisco y de doña Isabel de Cárcamo y Valdés, tenía su casa me-
dianera entre la de su padre y la de Leonor de Celada, y a continuación
venía la casa de María de Chinchilla, quedando finalmente la casa vacía,
en la esquina nororiental 39.
Cuando los jesuitas entraron en posesión de la casa de doña Leonor
la encontraron excesivamente pequeña para iglesia, residencia y colegio,
y se vieron obligados a tomar en alquiler la casa correspondiente a doña
Bárbara que había pasado a propiedad de don Ambrosio Díaz del Cas-
tillo y Cárcamo (también designado como Díaz del Castillo y Valdés) 40.
De esta manera —atestiguada en probanzas ya mencionadas que se hi-
cieron en 1625— los jesuitas comenzaron a trabajar en su doble línea
de iglesia y colegio durante el primer tercio del siglo xvn. Su casa se
abría entonces en la esquina noroccidental, donde en la actualidad apa-
recen restos de un piso alto considerablemente ornamentado.
La fundación de don Nicolás Justiniano y Chiavari posibilitó la
compra de las dos parcelas que ocupaban el flanco oriental de la man-
zana: la que estaba consignada a doña María de Chinchilla y la que
ocupaba la esquina sudoriental que correspondería a la casa vacía. Por
esta esquina —actualmente atrio de la iglesia— comenzaría la construc-
ción del templo que hace el número dos en aquel emplazamiento, ya que
el número uno fue bendecido por Zapata y Sandoval en 1626.
Suponemos que el templo había comenzado a edificarse en el lugar
que ahora ocupa; había comenzado a levantarse desde la fachada que
corresponde a la actual y se había interrumpido, sin acometer la obra de
la capilla mayor. La «capilla mayor» entraba —lo hemos visto— en los
planteamientos de los «fundadores»; de ella hablaban tanto Justiniano
como Crespo Suárez.
Era paso previo la adquisición de lo que todavía permanecía en pro-
39 AGCA, 11810, 1804. La distribución interna de la manzana es puramente con-
jetural.40 Aparicio, Bemol, pág. 16.
107
piedad de los Díaz del Castillo: la esquina sudoccidental, que había pa-
sado por herencia a don José de Castillo y Cárcamo *. En agosto de 1655
se formaliza el contrato de compraventa, el rector de la Compañía, To-
más Altamirano—se nos dice— completó el pago de los 3.772 pesos, en
que se había concertado el precio, entregando 1.772 pesos en reales de
plata: cantidad exorbitante en relación con la escasez de numerario amo-
nedado que se padecía en Guatemala y complicada ce» la existencia de
pesos peruleros —no de cordoncillo— que se cortaban y recortaban a
capricho 42. El rector en nomine de la comunidad tomaba a su cargo los
censos que pesaban sobre la casa, y que equivalían a tres capellanías: dos
instituidas por don Francisco, el hijo de Bernal, sobre un principal de
1.750 pesos; y una tercera, de 813 pesos (algo inferior a las anteriores,
que eran de 875) fundada por Teresa Becerra, viuda de nuestro cronista.
Existía, además, una manda forzosa que gravaba la posesión con un cen-
so anual de 165 pesos que habrían de ser satisfechos a los padres merce-
darios. Las capellanías naturalmente no resultaban excesivas para la
comunidad, siendo un poco más molesta la limosna anual de 165 pesos
a los padres mercedarios 4S.
Suponemos que esta adquisición fue posible gracias a la generosa
«fundación» de Justmiano, aunque pesó algún tiempo sobre la econo-
mía de la comunidad, como veremos en seguida.
* Aparicio, Bernal* pág. 19. Es fácil que en esta fase la iglesia se hubiera construido
al Norte y a lo largo de la actual.48 Pardo, en Efemérides, págs. 61 y 63, habla de los trastornos producidos por &
falta de numerario y por la entrada del peso «perulero», que siguiendo la conocida
ley económica «desterraba» la moneda buena, ya que su valor real se calculaba en las
tres cuartas partes de su valor nominal.* AGCA, 675, 180, y OTO, 42*.
Según Pérez de Ureas (Coránica, VUL cap. 5; U, págs. 268-270). la iglesia —aleste período —era «una de las mas lucidas, alegres y capaces que en esta
t han edificado... y demás de ser muy capaz y hermosa, está muy adornada de
cuadius y pinturas muy primas y grandes: en una nave de la vida de nuestro padre
san Ignacio, y en la otra de san Francisco Xavier...» Las congregaciones (de estudiantes
y de seglares) tenían sus altares propios: la de estudiantes, «capilla aparte, altar y re-
tablo muy raádb...»; la de seglares, «altar propio, en colateral... con una imagen de
un devotísimo Ecce Homo... tiene muy rico adorno de plata, candeleras, ciriales,
blandones, colgadura preciosa de seda y custodia de mucho valor... uno de (los con-
gregantes) regidor de esta ciudad, d¡6 y puso a renta cuatro mil pesos para que... se
pague la música de las salves», los domingos por la tarde...».
De esta iglesia que pudo estar más al norte de la actual no ha quedado rastro alguno
aprniafilr
108
Casa y colegio al finalizar la sede vacante (1659)
Hay tres rectores sucesivos: el italiano Francisco Carboneli, el tole-
dano Lucas de Salazar y el mexicano Manuel Lobo; son profesores de
teología el toledano —ya mencionado— Lucas Salazar y los mexicanos
Francisco Reinoso, Antonio Núfiez y Diego de los Ríos. Son profesores
de filosofía, Salvador de la Puente —el ya conocido «maestro» de Fuen-
tes y Guzmán— y el cubano Francisco Rodríguez de Vera. Y son profe-
sores de gramática, los padres Juan de la Cruz, Juan de Montiel y José
de Segura, los tres mexicanos. La escuela de primeras letras la sigue
dirigiendo el portugués Domingo de Barrios.
Finalmente, la economía del Colegio acusa al finalizar el período,
el fuerte dispendio realizado en 1655; la renta ha quedado reducida a
5.000 pesos anuales, en cambio, las deudas ascienden a 17.000 con un
pago anual no especificado; con razón podían afirmar que los doce mora-
dores de la casa «aegre ali possunt. . .» apenas podían subsistir 44.
44 AICG: Mex., 4, ff. 486v-487; Mex., 8, f. 287; Mex., 5 f. 13v y 42v.
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REFERENCIAS
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Orientada de norte a sur, la ciudad de Santiago de los Caballeros de Gua-temala se extiende por el valle del Guacalate hacia Jocotenango y caminopara México. La manzana de la Compañía aparece dividida en tres sectores
y señalada con el número 44; la universidad —en su último emplazamien-to— lleva el número 67. En el extremo meridional, junto a las referencias,
el potrero de San Ignacio del Campo. Plano tomado de la Guía turística
(1943) y formado por Pedro Zamora C.
CAPITULO CUARTO
LOS ÚLTIMOS AÑOS DE LA VALIDEZ ACADÉMICADE SAN LUCAS (1659-1676)
Llega el obispo fray Payo de Rivera (1659).—El testamento de CrespoSuárez y su pretendida distribución.—Actuación de la junta pro-universi-
dad.—Postura de los jesuítas ante la nueva universidad.—Extenso infor-
me personal de fray Payo (1659.—El Consejo de Indias exige, ante todo,
que se cumpla la voluntad de Marroquín.—Fray Payo otorga grados
«mayores» y «menores» en San Lucas (1659-1668).—Vida interna en SanLucas durante el episcopado de fray Payo.—El episcopado de Juan de
Santo Matía Sáenz de Mañosea y Murillo (1668-1675).—Los estatutos
universitarios de San Lucas (3 agosto 1669).—La aplicación de los estatu-
tos de Sáenz de Mañosea.—Situación interna del colegio entre 1668-1675.
Informe realizado ante el cabildo guatemalteco (1671).—Visita del cole-
gio por el notario Valenzuela.—Últimos graduados en San Lucas.—El ju-
ramento de fidelidad al rey y a sus representantes.—Decisión definitiva
del Consejo de Indias (1672).—Llega a Guatemala la «nueva» de la con-
cesión de la Universidad (1676)
Llega el obispo fray Payo de Rivera (1659)
Aunque a fray Payo de Rivera no le corresponde ni el honor de la
iniciativa ni la satisfacción del triunfo, su intervención en el largo proceso
preuniversitario de Guatemala es decisiva para el final otorgamiento de
universidad real y pontificia para la ciudad y las tierras de Guatemala.
Su presencia tuvo la eficacia suficiente para poner las últimas con-
diciones y deshacer los últimos equívocos que durante años habían de-
morado la concesión de universidad «perpetua» en oposición a las pre-
carias y transitorias de Santo Tomás y de San Lucas K
1 Dice así Vázquez —tras unos párrafos entusiastas dirigidos a la Compañía y a
su obra— , «años después, habiendo cesado los estudios en el colegio de Santo Tomás,se dieron grados en el de la Compañía de Jesús hasta que consiguió la muy noble ciu-
dad de Guatemala, lo que por tiempo de ciento y treinta años tuvo en deseo y pre-
tensión, que fue tener universidad perpetua, en forma independiente de otras casas
de estudios...» (Vázquez: Crónica, 1, IV, trat. 2.°, cap. 33, vol. IV, pág. 364).
111
Al llegar fray Payo a Guatemala a 23 de enero de 1659 encontró
sobre la mesa de su despacho una real cédula —datada de 5 de julio
de 1653— que resumía y actualizaba otra anterior de 14 de julio de 1643;
y que exigía la constitución de una «junta»: en la que —bajo la presi-
dencia de quien fuera presidente de la audiencia real— y con la parti-
cipación del obispo diocesano, del fiscal de la misma audiencia, del
deán del cabildo catedral y del oidor más antiguo, se examinaran las
condiciones en que se hallaba la proyectada universidad en sus relacio-
nes con los presuntos fundadores, y muy en especial con Crespo Suárez
y su testamento; y sus relaciones con otras entidades que tuvieran pri-
vilegios de otorgar grados universitarios.
El problema de los fundadores se relacionaba en primer lugar con
Marroquín y su colegio de Santo Tomás; en segundo, con la fundación
por él establecida que estaba representada por el deán y el prior del con-
vento de los dominicos; venía en tercer lugar el futuro de las relaciones
entre la proyectada universidad y el colegio de Santo Tomás. Había que
tener en cuenta las fundaciones de Barahona y de Crespo Suárez: acla-
rando en el caso de Crespo sí seguía en vigor el testamento o si se habían
reasumido sus bienes para obras pías en favor de su «alma». Se aludía
a la distancia con México y posibles diferencias con aquella universidad,
y al colegio de San Lucas como posible tercero en la discusión.
Y para centrar la explicación vamos a exponer brevemente las fases
por las que había pasado el testamento del correo mayor Pedro Crespo
Suárez desde su redacción en 1646 hasta el año de 1659 en que se reunía
la junta.
El testamento de Crespo Suárez y su pretendida distribución
Los jesuítas —lo hemos visto— habían rechazado un donativo de
50.000 tostones (25.000 pesos) que Crespo Suárez les ofrecía para poder
incorporarse a la familia espiritual de los jesuítas con la categoría de
«fundador». Su donativo era algo menor (5.000 pesos menos) que el que
acababa de hacer el capitán Justiniano; y no era posible dividir el puesto
de «fundador» entre dos personajes, ya que cada uno excluía expresa-
mente cualquier tipo de compañero.
El donativo de Justiniano era mayor y parecía más efectivo; Crespo
lo ofrecía a través de un ingenio de azúcar, que recordaba el poco ren-
table ingenio que los jesuítas tenían en Amatitlán, aunque —a lo que
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**.*—(*) QVifcSTlONES QVODLIBETICA (*)
INCLYTO PARENTI MELIORIS FILIL(e|ft ÓPTIMO MELIORIS VXORIS SPONSODICAT^. (*.)
TRO LICENTlATVRyELAVREA IN SACRA THEOLOGIA ADIP4SCENDA.
¿ Textus Mane.,&Vcfpere controvcrtendus. ¿k
y l 11 cxc.i.Math*i,veríui8. IU *CHRISTI AVTEM GENERATIO SIC ERAT: cvm esset
DESTONS ATA M AT EK E l V S CH AK I A 1 O t Et H.
<«> Certamen Matutinum.
rhc!ogtc»mScltoUjlic*tm.«¿f^
7%**Í9pt*mExpfiti*v»m.
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dign-fl Sponfui Mari*,* Paterpuuti-
»ui Chnfli Domini.tam nimia fiietit Candi-
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crura Matomonium ratutn An tantum in-
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VT R V M Beaciff. Patet teíu Chrifti. fle
OptiflMW SponíuiMan* lofephuí di-
cendtM út Maior Defponíattone Virginia,
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Certamen Vefpertinum.
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WTRVM data lege favente DoAorib*,
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poflet I eíoí íummuí omnium Do&ot huic le- «ajp»
gi iontxui expeliere loíephum a Vicinia/ ff^g
\7 TRVM tara.flt eximia Pulchritodo Mav
rué SS. Domina; noflra: íecluíaomni NobilKate Regabas pollebac ruerít illi farü
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ENODABVNTVR, BT DEPtNDENTVAi Tt.niMu ni roí. a n ROLDAN. Rf TO.mUiui I,¿,Ii«.M«iMh.i»»»ínOm*ik*i«i.RrtM Ac*a< r.« Sn,w»Mt. if«.Ci.«<iHC<nA«»iif«a«
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Tarja que anuncia acto de conclusiones previo a la licenciatura en Teología del bachi-ller de la misma Facultad Nicolás Roldan y Toledo; va dedicado a San José y estáanunciado para el día 21 de octubre de 1670. El acto tendría lugar en la «Real Acade-mia de la Compañía de Jesús». (El papel original tiene 27 X 40 cm. y se conserva en la
Biblioteca Medina con el número 6.171.)
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Pnmoribui Regali aibicanri calculo. ¿V collatitia pro votu ommum íwfTragatio'íc, prjtiiTimo»nic¿ íuccedent! oneri dcxtrofanéíuítmenda humero tonu* buu\ Americaní CjcIi roe j. cuanta cft,
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Tarja que anuncia el acto de conclusiones de Teología previo al doctorado del licen-ciado en la misma Facultad Nicolás Roldan y Toledo; va dedicado al obispo Juan deSanto Mana, cuyo blasón ocupa el centro del anuncio, y está anunciado para el día23 de noviembre de 1670. El acto tendría lugar en la «Pontificia y Real Academia delColegio de la Compañía de Jesús». (El papel original tiene 39 X 28 cm. y se conserva
en la Biblioteca Medina con el número 6.172.)
parece— era incomparablemente superior, y según testimonio del —yacitado— Gage, el mejor de Guatemala. Sea por lo que fuera, el rectorde los jesuítas, Andrés López (nacido en Chametla en 1582 veteranomisionero de las provincias del norte mexicano y único sobrevivientedel grupo de jesuítas, muerto a manos de los tepehuanes) debía ser ñor-malmente conservador y poco amigo de aventuras financieras: encon-tramos muy natural su preferencia por el proyecto de Justiniano 2
.
En cambio, a los dominicos Crespo Suárez pareció un enviado deDios: aquella inyección económica insuflaba nuevas ilusiones en sumarchito proyecto de transformar en universidad su colegio de SantoTomás. Crespo aceptó de buen grado las capitulaciones que se redacta-ron, pero introdujo en su testamento una condición que estuvo a puntode anularlo. Los dominicos se comprometían a conseguir rango univer-sitario para el colegio antes de cuatro años, que luego —en codicilo—se ampliaron a seis. Habían pasado ya más de doce cuando el albaceaJuan de Binuesa decidió aplicar los bienes de Crespo —según las direc-trices señaladas por el testador— a mercedarios, jesuítas y cabildo ca-tedral 3
.
La distribución era correcta, pero se produjo en un mal momen-to: precisamente cuando se hacía cargo de la diócesis el obispo Payo deRivera, partidario absoluto de la Universidad.
Actuación de la junta pro-universidad
Conforme a lo establecido por la real cédula de 5 de julio de 1653—ya claramente favorable al establecimiento de universidad en Guate-mala— se constituye la junta que había de discutir los últimos detallesde la siguiente manera: presidente Martín Carlos de Meneos, vicepresi-dente fray Payo de Rivera; vocales, el fiscal, Cristóbal de Calancha Va-lenzuela, el deán Melchor de Tarfoya y el oidor más antiguo Juan Fran-cisco de Esquibel.
En la primera reunión se acuerda preguntar a los dominicos quépiensan de la fundación: responden que esperan la resolución de su ma-jestad; preguntados a continuación si pretenden alguna superintendenciaen el nuevo establecimiento... «reunidos a campana tañida dicen que
2 Sobre Andrés López, AZB, II, pág. 276, n. 20.3 AGÍ: Guatemala, 135.
113
no pretenden superintendencia, pero suplican al rey les honre, como en
otras universidades...»
La junta se da por enterada del reparto hecho por el albacea de Pedro
Crespo, Juan de Binuesa; y del poder otorgado por los dominicos para
que se pidieran cuentas (en 1657) a Binuesa sobre la administración de
la testamentaría, cuentas que —según los dominicos— produjeron la
repentina decisión de Binuesa de repartir los bienes entre el cabildo cate-
dral, los mercedarios y los jesuitas.
La junta procede a examinar el estado del edificio dedicado al cole-
gio de Santo Tomás; y cerciorarse de que no es parte del convento de los
dominicos, sino que está situado fuera de sus linderos.
La capitán recibe el testimonio de Juan de Acebedo, procurador sín-
dico, quien juzga que la distribución de los bienes de Crespo por Binuesa
es inválida; en parecidos términos se expresa el fiscal de la real audien-
cia, Cristóbal de Calancha 4.
Postura de los jesuítas ante la nueva universidad
Ante la junta —y en nombre de los jesuitas— presenta su alegato al
procurador Juan de Briones.
Establece primero que la distribución de los bienes testamentarios de
Crespo ha sido correcta: el testador había señalado un término de seis
años, el albacea lo ha prolongado otros seis... esta posible modificación
del destino de los bienes testados, está prevista en la real cédula que
manda: «se notifique a los herederos de Pedro Crespo Suárez y se les
pregunte, si (no obstante haber pasado el tiempo) perseveran en su de-
cisión.»
Examina después lo que era el meollo de la cuestión: es acaso la
dicha universidad de «tan conocida y asentada utilidad» como para mo-dificar la cláusula limitativa del testamento. La argumentación de Brio-
nes ataca la utilidad de cátedras mal dotadas y poco frecuentadas, comovan a ser las que se abrirán en la nueva Universidad; cada facultad cons-
tará de una o dos cátedras a lo sumo y con el «corto número de cursan-
tes que para ellos hay en esta provincias... han de ser de poquísimo
útil...»
En cambio —continúa— serán «de gran daño del lucimiento y pro-
4 AGÍ: Guatemala, 135.
114
vecho con que se leen y aprenden las facultades más necesarias en el
dicho colegio de la Compañía... desta ciudad, no careciendo, como nocarecen de la honra de los grados mayores y menores en ellas legítima-
mente dados...»
Y ante la obvia objeción sobre el escaso número de graduados, ar-
guye así: «el no tener graduados de sagrada teología, como los hay debachilleres y asimismo de bachilleres, licenciados y maestros en artes,
no es por no haber estudiantes con más que suficiencia para ello, o porno haber facultad y privilegio para que reciban en dicho grado en dichocolegio. .
.como lo recibió el doctor Toledo, que ya es difunto, sino por-
que parte, ya la pobreza de muchos ya la necesidad de sus personas
y suficiencia les obliga a encargarse de varios beneficios y curatos fuerade esta ciudad, con que interrumpen el continuo ejercicio que requiereel recibir y procurar dicho supremo grado..., y parte por varias difi-
cultades y estorbos que han puesto algunos reverendos obispos en añospasados, y, últimamente, el venerable deán y cabildo —sede vacante—que lo estorbó con pretexto de que para recibir semejantes grados, con-venía viniese el reverendo obispo...»
El último argumento ataca una de las cláusulas del convenio hechoentre Crespo y los dominicos, en la que se establece la unidad de doctrinaque habrá de ser necesariamente la «tomista»... Entonces se pregunta:¿quedará excluido de la docencia el catedrático que defienda en público«que la Virgen María... fue concebida sin pecado original...»? 5
.
La junta envía al Consejo el resultado de su investigación que podríareducirse a estos puntos: los dominicos renuncian a toda superintenden-cia; es discutible que la herencia de Crespo Suárez pueda aplicarse toda-vía a la nueva universidad; es deseo universal de la ciudad; y finalmenteno se irroga ningún mal a ninguna universidad, ni pueden considerarseobjeciones válidas las molestias que pueda producir al colegio de los
jesuítas y sus limitados privilegios.
Extenso informe personal de fray Payo (1659)
Fray Payo agrega al informe elaborado por la junta, un alegatopersonal que merece un comentario específico.
El informe se organiza conforme a los siguientes acápites: 1. Conve-
5 AGÍ: Guatemala, 135.
115
niencias de una universidad general, así comunes, como singulares en
esta ciudad y provincia de Guatemala.—2. Dase satisfacción manifiesta
a embarazos que pone la oposición.—3. Satisfácese a otra dificultad.
—
4. La necesidad e importancia de universidad en la ciudad de Guatema-
la es tal, que deben vencerse por cualquiera vía de las posibles, las difi-
cultades que pretenden embarazarlas.—5. Satisfácese a otra objeción que
ha publicado la contrariedad.—6. Los religiosos del convento de Santo
Domingo no pretenden superintendencia alguna en la universidad por
quien a vuestra majestad se suplica.—7. La casa toda o sitio de esta
universidad está fuera y apartada del convento de Santo Tomás.—8. Deque se funda universidad en esta ciudad de Guatemala no se sigue per-
juicio a la de México.—9. De fundación de universidad en esta ciudad
de Guatemala no se sigue perjuicio alguno a la comunidad que en ella
tiene facultad para dar grados.—10. Informe de otros puntos.
El informe se abre con tres apartados que se refieren a «las conve-
niencias de una universidad general, así comunes como singulares, en esta
ciudad y provincia de Goatemala»; en orden lógico ascendente pasa a
considerar en dos apartados «la necesidad e importancia de universidad
en la ciudad de Goatemala». Necesidad e importancia que priman sobre
cualquier dificultad que pudiera surgir de orden jurídico o técnico.
Revisa a continuación los puntos concretos que se tocaban en la
real cédula: «los religiosos de Santo Domingo —dice— no pretenden
superintendencia alguna en la universidad por quien a vuestra majestad
se suplica»; ni la casa o sitio previstos para la universidad están incluidos
en su convento.
En cuanto al estado del edificio: basta lo que hay construido para
comenzar...; para las cinco cátedras que por el momento se pretenden,
incluida una de lengua indígena «que es, señor, sumamente necesaria».
Los salarios serían de 250 pesos al año para las tres cátedras primarias
y de 200 para filosofía y lengua indígena... «son muchas las cátedras
—dice— en Alcalá y Salamanca que ni empezaron con mayor conve-
niencia, ni hoy la tienen...» Tampoco tienen más renta las universidades
de Toledo, Valladolid, Santiago, Sigüenza, Osuna, Sevilla... Las cátedras
—naturalmente— han de darse por oposición. Su informe cálido de
entusiasmo y lleno de erudición —intencionadamente jesuítico-- conclu-
ye con palabras de Suárez quien afirmaba que Juliano fue tan dañino en
su persecución porque atacó la enseñanza superior de los cristianos. Nipuede hablarse de que se siga «perjuicio a la comunidad que en ella
tiene facultad para dar grados», ya que los privilegios dejan de tener
116
validez cuando por ellos se perjudica precisamente a los destinatarios
finales de ellos: el privilegio concedido a los colegios de jesuitas en
Indias, está concedido a los jesuitas para beneficio de los habitantes de
aquellas regiones que no pueden —por razón de la distancia— acudir a
las universidades generales, no puede mantenerse frente a la posibilidad
de abrir esas mismas universidades generales: dejaría de ser un beneficio
para convertirse en claro perjuicio. Finalmente se toca la situación ma-terial del edificio —que basta para comenzar...»
No es precisamente un panegírico lo que dedica fray Payo en su in-
forme, a los jesuitas. Parte —con todo— del supuesto de que la oposición
de los jesuitas a la nueva universidad no es económica; es creer sim-
plemente que «en singular esta provincia de Goatemala no necesita
de universidad, a causa de los estudios que aquí tienen, creyendo ser bas-
tantes, y que con ellos se consigue el útil que con una universidad general
se conseguiría...» Sin embargo, —continúa— es «tan patente la diferen-
cia, tan evidente y tan clara, que v. Mgtd. oiga en primer lugar qué
estudios y universidad es esta que dicen tener los padres de la Compa-ñía de Jesús en esta ciudad. Este colegio. . . consta, señor, por entero de
catorce religiosos, con legos; los estudios se reducen a dos maestros de
teología y uno de artes: esta es, señor, la universidad toda que se pre-
tende hacer creer a esta provincia tan útil y de las conveniencias que
habrá de ser la universidad general... Yo acabo de llegar de España
—prosigue con fervor creciente— y me acuerdo que estos estudios, y
mucho más llenos, son los comunes en tantos colegios y conventos de
todas religiones en aquellos reinos. . . lo mismo digo, señor, de los que
hay en esta ciudad en los conventos de Santo Domingo, San Francisco
y la Merced, que constan de la misma facultad y del mismo número de
maestros que el colegio de la Compañía de Jesús...»
Fray Payo era orador, y como es frecuente en los oradores ignoraba
o pasaba por alto las razones del contrario. Le constaba que no era igual
la situación del colegio de la Compañía frente al resto de los estudios
privados de las demás órdenes religiosas; le constaba, además, que no
faltaban bienhechores, como Justiniano Chiavari, que se habían ofrecido
para dotar las cátedras de cánones y de medicina en el colegio de los
jesuitas; y pudiera saber que la misma argumentación que entonces em-
pleaban los jesuitas para mantener vivos sus estudios había sido esgri-
mida contra ellos por los dominicos en los primeros años de su colegio
de Santo Tomás: y que la argumentación basada en el escaso número de
estudiantes que no podrían bastar para varios centros de estudios supe-
117
riores demostraría pocos años después su vigencia cuando la misma uni-
versidad de San Carlos tuvo que pedir a los jesuitas que variaran las
horas de sus clases para posibilitar a sus alumnos la asistencia a la
universidad.
Su informe concluía—modo oratorio— con esta breve peroración:
«Fúndese, señor, —decía al rey— . . . universidad en este tan dilatado
y apartado reino: porque dello se le seguirá infinita utilidad al reino
mismo, honor grande a la iglesia santa de Dios y a vuestra majestad, coneterna memoria, la conveniencia de premio grande de mano de la ma-jestad divina...» 6
.
El Consejo de Indias exige, ante todo,
QUE SE CUMPLA LA VOLUNTAD DE MaRROQUÍN
En 1662 —recibidos los informes de la junta ya mencionada —el
Consejo insiste en que se ponga en práctica el proyecto de Marroquín:un colegio para españoles pobres.
Con la demora usual en estos diálogos transmarinos, informa Mar-tínez de Ferrera que «los libros de cuentas del colegio de Santo Tomás
6 El Informe que hace al rey nuestro señor, el obispo de la ciudad de Santiago deGuatemala sobre el punto de la universidad; para cuya fundación en dicha ciudad, se
pide a su majestad licencia... (en AGÍ: Guatemala, 135).
La personalidad del obispo Payo de Rivera no ha conseguido todavía el relieve
histórico que merece. Prelado en Guatemala y en México, en tiempos más pacíficos enel primer período (1657-1667) que en el segundo (1668-1681), es pieza importante enaquella segunda mitad del siglo xvn. En Guatemala se le recuerda como introductor
de la primera imprenta; se le recuerda menos como escritor de libros importantes enteología y en derecho canónico. En controversia científica con él, hizo sus primeras
armas el conocido jurista de la época Pedro Frasso. Payo protegió al hermano Pedroen sus primeros trabajos en Guatemala, y a la congregación belemítica en su extensión
por México. En México tuvo dificultades en el virrey Antonio Sebastián de ToledoMolina y Salazar, marqués de Mancera, a quien finalmente sucederá en el cargo, ocu-
pando la sede del virreinato durante ocho años.
Payo de Rivera se retiró —previa renuncia de ambas sedes arzobispal y virreinal
—
en 1680 y pasó el resto de su vida en el monasterio del Risco, en las cercanías de Villa-
toro, en Avila, donde falleció en 1684-1685.
Véase Estrada: Datos, I, págs. 311-323. Personalmente realicé una visita a las ruinas
del monasterio en que había fallecido, para encontrar que semanas antes una misión
mexicana había procedido a «repatriar» sus restos, quedando dudas sobre la autentici-
dad de los «restos» repatriados...
Juarros: Compendio, I, 293, dice que renunció al obispado de Cuenca que le había
sido propuesto; Estrada: Datos, I, 323, añade que se le había propuesto la presidencia
del Consejo de Indias (no he encontrado confirmación documental de este aserto).
118
están muy enredados: tanto que le han tomado cinco meses enteros...
mientras los revisaba, piensa —y así lo comunica al Consejo— que han
pasado noventa y nueve años desde que Marroquín fundó y estableció
el colegio... y no se ha concretado en nada, ¿por qué? Porque —dice
Ferrera— existía una condición subyacente—no en el trato escrito, pero
sí en las capitulaciones— que consistía en la fundación de la universidad
para cuyos estudiantes se erigía el colegio...»
El fiscal Calancha aseguraba en 1662 que «con brevedad se ajustará
hasta entrar colegiales...» para ellos piensa hacer estatutos semejantes
a los del real colegio de españoles de Bolonia, y ya «tiene prevenidos
maestros de artes...» 7 Pasan siete años y no se han admitido los cole-
giales. El oidor Novoa achaca a los escrúpulos del oidor Gárate y Francia
(conocido por su actitud obstruccionista) quien no había permitido el
ingreso de los colegiales porque «faltaban dos oficinas por acabar...»
A 3 de febrero de 1669 se anuncia para «dentro de un breve térmi-
no... la admisión de seis colegiales; y a 26 de febrero se describe la
ceremonia inaugural; ya se cuenta con rector: Jerónimo de Barahona y
Loaysa. . . y se han fijado edictos para convocar los aspirantes a las co-
legiaturas...» 8.
Entretanto en España había muerto Felipe IV y la regente doña Ma-riana se anunciaba muy favorable a los jesuítas. . . Hasta Guatemala llegó
una oleada de optimismo que convenció a los padres que podían seguir
dando grados en San Lucas por muchos años. .
.
Fray Payo otorga grados «mayores» y «menores»
en San Lucas (1659-1668)
A pesar de su talante criticista frente a San Lucas, fray Payo fue uno
de los obispos que graduó a un mayor número de estudiantes: desgra-
ciadamente carecemos de estadísticas correspondientes, pero contamos
con su propio testimonio. «Consiguen —dice hablando de aquellos es-
tudiantes^— el título de bachiller en la edad de dieciocho, diecisiete y die-
ciséis años, como me consta por haber dado yo ya en este colegio de la
Compañía dichos grados...» Tengamos en cuenta que no llevaba un
año entero fray Payo cuando escribe al Consejo con esta generalidad:
había graduado ya de bachilleres —se supone que en la festividad de
7 AGÍ: Guatemala, 373.8 AGÍ: Guatemala, 135.
119
San Lucas, 18 de octubre de 1569— a estudiantes de dieciséis, diecisiete
y dieciocho años.
En el archivo universitario de Guatemala se conservan tres expedien-
tes de bachiller en artes que corresponden al año 1661, y que pudieran
ser los mencionados por fray Payo: Fernando Ruiz Monjaraz, Alonso
Alvarez Fuentes y Esteban Alvarez Fuentes 9.
En el mismo repertorio no encontramos expediente ninguno que se
refiera a otros grados, y, sin embargo, nos consta la graduación de licen-
ciado y maestro en artes de don Esteban de Acuña y Morera: y precisa-
mente en estos certificados de Acuña conservamos el ceremonial y el
formulario empleados por fray Payo, que se incluyen en el anejo tercero.
Acuña pidió y obtuvo sus certificados académicos para presentarlos
en su oposición a las primeras cátedras de la universidad de San Carlos;
presentó cinco: licenciatura y magisterio en artes, bachillerato, licencia
y doctorado en teología. Los dos primeros corresponden a fray Payo, los
tres restantes a Sáenz de Mañosea.
En los mismos documentos se expresan las condiciones académicas,
que han de ser las exigidas in alus universitatibus en las demás universi-
dades; se menciona expresamente el quinquenio previo a la licenciatura
y el examen «rigoroso» y naturalmente las lecciones, públicas concerta-
ciones y conclusiones; se añade otro examen «nocturno, riguroso, tre-
mendo y formidable...» en el que tanto adjetivo suena a ligera ironía...
Aunque no tengo datos para afirmarlo, supongo que también Nico-
lás Roldan y Toledo recibió de manos de fray Payo los grados supe-
riores en filosofía 10.
Vida interna en San Lucas durante el episcopado de fray Payo
Ocupa el cargo de rector el padre Manuel Lobo, quien durante su
rectorado tiene el placer de publicar la primera biografía de su antiguo
dirigido espiritual el hermano Pedro. Lucas de Salazar parece que seguía,
como profesor de teología escolástica, al frente de su cátedra; en teología
moral encontramos a nuestro antiguo conocido Salvador de la Puente; es
profesor de filosofía el madrileño Diego de la Vega. La gramática se la
reparten el toledano Diego Sobarzo y Juan Duran, natural de Puebla;
y sigue en la escuela de primeras letras el portugués Domingo de Barrios.
9 Yrungaray: índice, pág. 105.10 AGÍ: Guatemala, 137. Véase también Yrungaray: índice, pág. 228.
120
En la economía se nos hace saber que las rentas han subido a 14.000
pesos anuales, que casi triplica la renta de que se hablaba en 1659 y que
se suponía insuficiente para la vida normal de iglesia y colegio n.
El episcopado de Juan de Santo MatíaSáenz de Manosca y Murillo (1668-1675)
Juan de Santo Matía tomó posesión de su sede a 13 de junio de 1668
y en ella perseveró siete años; siete años ricos en acontecimientos de
todo orden, que finalmente le colocaron en el gobierno del reino de Gua-
temala; con el acompañamiento de los cargos de presidente de la audien-
cia y capitán general de las provincias, que se extendían a lo largo del
istmo desde Chiapas en el actual México hasta Costa Rica, quedando
fuera de su jurisdicción el territorio de la actual Panamá.
Juan de Santo Matía Sáenz de Mañosea y Murillo había nacido en
la capital de Nueva España, en fecha que no se determina; tampoco se
expresa el parentesco que pudiera unirle con el licenciado don Juan de
Mañosea, que en el siglo xvn ocupó importantes cargos de gobierno en
España e Indias; y que en los primeros años de vida pública de nuestro
Juan de Santo Matía, era arzobispo metropolitano de México 12.
Sáenz de Mañosea pasó de inquisidor en México al obispado de LaHabana y desde aquí fue trasladado a Guatemala. Su obra más destacada
fue la restauración nueva edificación—pudiera llamarse— de la catedral
de Santiago: uno de tantos signos de la continuada prosperidad econó-
mica del reino 13.
11 AICG, Mex., 4, ff. 486v-487; Mex., 5, ff. 13v y 42v; Mex., 8, f. 287.
Tres de los jesuítas aquí nombrados: Salvador de la Puente, Diego de la Vega yDomingo Barrios añaden su ofrenda rimada a las censuras y aprobaciones de oficio en
el prólogo de la Thomasiada, colosal esfuerzo del alavés Sáenz de Ovécuri, quien des-
cribió en «ciento cincuenta diferencias de versos la vida de santo Tomás» y la editó,
en 1667, en Guatemala (Medina: Imprenta, I, págs. 14-17).12 A juzgar por el índice del volumen II de Schafer tendríamos dos licenciados Juan
de Mañosea, pero se trata de uno solo. Le encontramos en 1624 en la Inquisición de
Cartagena; es promovido a la de Lima y en el comedio se le encarga la visita de la
audiencia de Quito (1624-1627). Aunque se levantaron muchas quejas por su dura ac-
tuación en Quito, fue nombrado en 1637 presidente de la Cancillería de Granada yen 1644 arzobispo de México, donde falleció en 1650.
13 Juan de Santo Matía Sáenz de Mañosea y Murillo había nacido en México; hizo
sus estudios en su ciudad natal, doctorándose en Teología en 1659, año en que fue
nombrado inquisidor. En 1661 fue designado obispo de Santiago de Cuba y en 1667
lo fue de Guatemala. Una de sus obras más espectaculares fue la reedificación de la
12?
El colegio de San Lucas gozó de su especial afecto, y redactó para
sus estudios superiores unas constituciones que se basaban en las que don
Juan de Palafox había dado para la universidad de México, y que esta-
bilizaron —aunque fuese por poco tiempo— la situación académica del
colegio de la Compañía.
LOS ESTATUTOS UNIVERSITARIOS DE SAN LUCAS (3-VIII-1669)
Se conserva únicamente un pliego impreso —el primero— en el que
se hace un breve recorrido histórico de las vicisitudes del colegio de
San Lucas en relación con su rango universitario.
A lo largo de este estudio hemos aprovechado los datos contenidos
en este recorrido histórico, que los completa y actualiza, aunque —por
tratarse de una presentación interesadamente favorable— pueden estar
algo simplificados, a tono con el título que se emplea en el primer folio:
«Estudios de Artes y Teología que están en el Colegio y Universidad de
la Sagrada Religión de la Compañía de Jesús en esta dicha ciudad. . .»
Se introduce en primer lugar el Breve de Urbano VIII (29 de marzo
de 1634); se añade que una vez pasado por el Consejo de Indias había
sido presentado por el padre Alonso Díaz, rector, a 20 de diciembre de
1640 ante la audiencia, por la que había sido aceptado, siéndolo a con-
tinuación por el obispo don Agustín Ugarte y Sarabia a 22 de diciembre
quien «mandó se guardase y cumpliese, y que en lo que le tocaba lo
cumpliría y llevaría a debida ejecución. . .»
Especificaba el escrito que se habían dado por el dicho obispo «al-
gunos grados de bachilleres, licenciados, maestros y doctores, en artes
y teología...», pero se añadía que en «la vacante de dicho ilustrísimo se-
ñor... no se dieron grados algunos por accidentes de diferentes preten-
siones, así de parte de dicha sede vacante, como del padre rector de
dicho colegio, sobre el lugar donde se habían de dar los grados, y pro-
pinas que se habían de llevar».
catedral, cuyo maderamen estaba muy deteriorado: la nueva iglesia se levantaría de
piedra y se coronaría de bóveda; pero en el orden cívico fue más importante el encargo
de acumular a su oficio pastoral el supremo mando civil y militar del reino de Guate-
mala, durante la suspensión del presidente Rosica de Caldas, cuya visita judicial le
había sido encomendada. En todo este amontonamiento de cargos duró hasta 1672, en
que entregó la presidencia y capitanía general a don Fernando Francisco de Escobedo;
en 1675 falleció en Guatemala sin haber podido trasladarse al obispado de Puebla para
el que había sido designado (Estrada: Datos, I, págs. 325-331).
122
Recordemos que durante la vacante entre Ugarte y Soltero, gobernó
la diócesis, don Martín García de Sagastizábal desde 28 de mayo de 1642
hasta agosto de 1644 en que tomó posesión del gobierno de la diócesis,
don Ambrosio Díaz del Castillo, deán del cabildo 14.
Al nuevo obispo —continúa el documento— presentó el breve y los
restantes papeles, el rector Francisco de Arista; y González Soltero «lo
obedeció y protestó su cumplimiento, según su tenor y forma, en la
parte que le tocaba...» Tampoco Soltero dio grados de licenciados,
maestros y doctores; contentándose con algunos grados de bachiller en
artes y teología, pues siguió «el mesmo reparo del lugar donde se habían
de dar los grados mayores y licenciados, maestros y doctores, y hacerse
los exámenes para ello..., con notable desconsuelo de los que no tienen
otro premio del lucimiento de sus estudios...» Tampoco dio grados ma-
yores el cabildo «sede vacante» entre González Soltero y Fray Payo.
Toca la vez al ilustrísimo señor don fray Payo de Rivera..., quien, pre-
cediendo las diligencias necesarias, dio grados de bachilleres, de licencia-
dos y de maestros en artes hasta el año de 1668, que por febrero de él
salió de esta ciudad.
En el mismo año de 1668 —continúa el documento— se dieron gra-
dos de bachiller en artes, por «el gobernador que dejó en esta (diócesis)
de Goatemala», que sería el doctor don Nicolás de Aduna 15.
De suerte, concluye el documento, «siempre desde que presentaron
dicho Breve... por el año 1640... hasta el tiempo presente, que ha
veinte y nueve años, se ha continuado por los ilustrísimos señores obis-
pos deste obispado, y en sede vacante, por el cabildo eclesiástico, el dar
grados mayores y menores en conformidad de dicho breve...»
El documento—tras esta serie ininterrumpida de grados académicos
concedidos por obispos y por cabildos en los períodos «sede vacante»
—
debía justificar: si todo había funcionado tan bien, ¿a qué venían estas
ordenanzas? La explicación —muy propia del canonista Sáenz de Ma-ñosea— se ajustaba a la más pura legalidad: fray Juan de Sandoval
había otorgado al colegio de los jesuitas ordenanzas y constituciones que
completaban y aclaraban el sentido de los breves y buletos anteriores a
la concesión de Urbano VIII; se referían a un privilegio que tenía «sólo
un decenio de validez...», siendo perpetuo el privilegio y concesión de
14 Estrada: Datos, I, págs. 290-291.15 Estrada: Datos, I, pág. 327.
123
la santidad de Urbano VIII, parece ser necesario el hacer y ordenar las
dichas constituciones...
Deducía finalmente que lo más apropiado era acomodar al colegio
de San Lucas «los estatutos y constituciones hechas con comisión par-
ticular de su majestad...» por don Juan de Palafox y Mendoza para la
imperial y real universidad de México, «intimadas y obedecidas» el año
de 1668: ya que así se cumplía aquella condición establecida en el breve
de su santidad de que se cumplan y observen todas las condiciones que
se solían guardar en las universidades generales 16.
No se trataba —sin embargo— de un documento definitivo: en su
misma redacción se preveía la concesión de la «universidad y estudio
general» para Guatemala.
La aplicación de los estatutos de Sáenz de Mañosca
Desde su promulgación en agosto de 1769, los estatutos fueron apli-
cándose con bastante diligencia; así consta en los expedientes de grados
16 El primer pliego impreso de las Constituciones o Estatutos Universitarios se ha
conservado dentro de un expediente que lo engloba en relación con la reiterada súplica
de la ciudad que pedía Universidad pública. Contiene algunos datos interesantes que
hemos ido utilizando a lo largo del artículo en que se reflejan las distintas actitudes
de obispos y vicarios capitulares frente a la facultad de graduar a los alumnos del
colegio de la Compañía. Este primer pliego fue publicado por mí hace años en el
número inaugural de la revista del Instituto de Antropología e Historia de Guatemala;
y fue transcrito en nota 1, pág. 685 de Alegre: Historia, vol. II. Medina: Guatemala,
número 25, pág. 18, afirma que estas constituciones lo eran de la Universidad de San
Carlos: equivocación muy explicable por que la fase universitaria del colegio de San
Lucas es muy poco conocida. Véanse ilustraciones.
Finalmente, las Constituciones que Palafox dio a la Universidad de México —escasa-
mente conocidas y no muy aplicadas— están (según Ajo: Historia, VII, pág. 371) en
AGÍ: Nueva España, 876; Reg. de oficios y partes; Cuevas: Historia Iglesia, III, pá-
ginas 210-211, dice que estas Constituciones no se cumplieron «ya hasta se perdió la
memoria y el ejemplar material» de ellas... «hasta que allá por el año de 77 hubo real
cédula urgiendo su cumplimiento. No tenemos datos para afirmarlo —añade—,pero
nos sospechamos que a pesar de esta célula volvieron a olvidarse...». Sáenz de Ma-ñosca las aplicó al colegio de San Lucas, pero tampoco ahí lograron mayor vitalidad;
Mañosca menciona la cédula que las intimó y la fecha en 1668.
El licenciado Ernesto de la Torre, director de la biblioteca nacional de México, meha enviado copia xerográfica de la segunda edición de las Constituciones (México, 1775),
que «fueron extendidas —se dice allí— por... D. Juan de Palafox y Mendoza...».
Las ordenanzas de Mañosca tuvieron un resultado importante: los jesuítas de San
Lucas comenzaron a llevar libros de matrícula y de grados, cosa que hasta entonces
no habían tenido; lástima que Zapata no les hubiera impuesto tal condición para que
pudiéramos apreciar a través de los números de matriculados el verdadero influjo de
San Lucas en la sociedad guatemalteca.
124
que se incluyen en el Quaderno otras veces citado: desde entonces—por
ejemplo— se emplean los libros de registro, que al momento de su en-
trega en la secretaría universitaria eran cuatro: libro de bachilleres con
doce hojas escritas; libro de matrículas que estaba en blanco; libro de pro-
banzas e informaciones de cursos, que comenzaba a 25 de octubre de
1669; y el libro de los grados que se iniciaba en 1670 17.
Además de los libros, pudo entregar el secretario cuarenta y cuatro
expedientes de distinta amplitud, que recogían tanto la documentación
específica de San Lucas, como la originada en Santo Tomás. Finalmente
entregó el presbítero Juan Sáez Oxel, secretario de San Lucas, un Qua-derno... que contiene los autos sobre los grados de bachiller que se
confirieron por los ¡limos. Srs. Obispos a los que cursaron en la Com-pañía de Jesús desde el año de 1640 hasta el de 1673 18
.
El cuaderno contiene en la actualidad quince expedientes; los tres
primeros pertenecen a épocas anteriores, los restantes se apoyan en parte
en la documentación que se usaba antes de los estatutos, y en parte
apelan a los libros de probanzas de cursos que los estatutos habían puesto
en vigor.
Se trata de doce bachilleres en artes que pretenden el bachillerato
en teología; he aquí sus nombres, por el orden con que aparecen en el
Quaderno: Pedro Ximénez Briones, Fernando Ruiz de Monjarraz, Alon-
so y Esteban Alvarez de la Fuente, Tomás Rodríguez, Juan de Castre-
sano, José Sáenz de Escobar, Luis López de Lerma, Carlos de Coronado
y Ulloa y Juan López de La Arburu.
El trámite que siguen es fundamentalmente el mismo: presentan al
obispo su solicitud para que les autorice a realizar los actos académicos
que habían quedado fijados en el artículo 13 de los estatutos (diez lec-
ciones y el acto literal...).
Antes de todo ello debían demostrar que ya habían conseguido el
bachillerato en artes; en este trámite que se refería a estudios realizados
antes de la entrada en vigor de los Estatutos de Mañosea, habían de
apelar a testimonios de testigos, que podían ser compañeros de curso o
profesores de San Lucas. «Antes de los dichos estatutos —dice Mon-
17 El secretario de San Lucas, Juan Sáenz Oxel, entregó, el primero de octubre de
1677, en la secretaria de San Carlos —previo inventario— los libros y papeles que
obraban en su poder: se trataba de cuatro libros y de un fajo de papeles, de los que
se ha conservado solamente el título general que se inventarió (AGCA, 13332, 1962).18 El secretario mencionado en la nota anterior entregó además un Quaderno, cuyo
título se detalla en el texto, en que se comprenden los quince expedientes que en el
texto se comentan (AGCA, 13352, 1966).
125
jarraz— no se había cuidado de que echasen (sic) matrícula y muchomenos que diesen probanza de los cursos...»
El caso de Alonso Alvarez de la Fuente fue especialmente engorroso,
por no constar en los libros su bachillerato en artes, cuando todo el
mundo estaba de acuerdo en que lo había conseguido; el aspirante recor-
daba aquellos tiempos anteriores a Mañosea cuando «no tenían estatu-
tos para gobernarse... ni echaban matrícula...»
El Quaderno ha conservado los expedientes íntegros, en cambio,
sólo se conservan los títulos de los documentos que venían en un fajo
adicional. En el inventario que se levantó en el momento de la entrega,
damos con seis expedientes que corresponden a grados superiores: son
los siguientes. Licenciatura y doctorado en teología, Esteban de AcuñaMorera; licenciado y doctor en teología, Alonso Alvarez de la Fuente;
bachiller, licenciado y doctor en teología, Nicolás Roldan y Toledo; li-
cenciado y maestro en artes, Luis López de Lerma; licenciado y maestro
en artes, José Sáenz de Escobar; licenciado y doctor en teología, TomásRodríguez y Carlos de Coronado Ulloa.
Entre los compañeros de curso cuyo testimonio se pide, encontramos
diecisiete nombres diferentes, de los que solamente seis cuentan con ex-
pedientes propios, en nueva confirmación de que muchos cursantes no
se interesaban por la concesión formal de los grados 19.
Situación interna del colegio entre 1668 y 1675
En el catálogo de 1669 es rector el mexicano Tomás Altamirano que
había sustituido en su puesto al padre Andrés Cobián, quien, a su vez,
había sucedido al padre Manuel Lobo; Altamirano dirige el rumbo del
colegio de San Lucas en los últimos años de su privilegiada situación
como único centro universitario en Guatemala. En el catálogo de 1671,
aparece en el rectorado el madrileño Eugenio López quien recibiría la
noticia de la creación de la universidad de San Carlos que ponía punto
final a las discusiones entre jesuitas y dominicos.
19 He aquí los nombres de los estudiantes teólogos cuyo testimonio se recaba en los
expedientes comentados en el texto: Diego de Baldizón, Lorenzo de Baldizón, José de
Bolaños, Juan de Castresano, Miguel de Cuéllar, Francisco Dávila, Nicolás Díaz, Fran-
cisco de Espinosa, Juan López de Larburu, Juan Laureano Remiro, Tomás Rodríguez
de Escobar, Nicolás Roldan y Toledo, Pedro Rosuela, José Sáenz de Escobar, Antonio
de Salazar, Rodrigo de Siliezar, Nicolás de Vejarano.
126
El claustro de profesores está formado por Diego de los Ríos, tlax-
calteca, profesor en San Lucas desde 1653 donde había recorrido todos
los escalones en la docencia; Juan Ochoa, colimano, inicia su docencia
en San Lucas en este curso de 1669 y allí continúa en 1675; Agustín
Franco, mexicano, aparece como profesor de teología sólo en 1671, en
1675 se incorpora al claustro de teología el poblano José Ramírez. Los
profesores mencionados de teología, sirven —como paso previo— las
clases de filosofía; pero hemos de mencionar específicamente al padre
Alonso Ramos, natural de Fuensaldaña, en España, que sirve la cátedra
en 1669; y el poblano José Ramírez que la sirve antes de 1675.
En los expedientes de grados superiores que conservamos, se mencio-
nan los padres Agustín Franco y Juan de Ochoa como profesores de
teología y el padre Alfonso (o Alonso) Ramos como maestro de filo-
sofía *
En los mismos catálogos encontramos un número comparativamente
mayor de profesores de gramática en sus diversos niveles; entre ellos,
el poblano José de Aguilar (1675); el mexicano Ignacio de Aviles (1671),
el hondureno Juan Cerón (1675) que volveremos a mencionar más ade-
lante; el poblano Juan Duran, el mexicano Francisco Medrano (1671-
1675), y, finalmente, el toledano Diego Sobarzo (1669). En 1669 y 1671
sigue en su puesto el ludimagister o director de la escuela de primeras
letras, el veterano portugués Domingo de Barrios; a quien no sé quien
sustituiría mientras llegaba el murciano Florencio de Abarca que ejer-
citaría este mismo empleo hasta finales de siglo.
Hemos aludido en páginas anteriores a la economía del colegio; está
estabilizada: hay una entrada aproximada de 14.000 pesos, y una deuda
de 20.000 que se traduce en un pago anual de mil pesos; en 1675 se
nos habla de una deuda de un capital de 40.000 pesos que no sé a qué
puede referirse ¿se tratará de principal o de los intereses?, sería pequeño
para capital y grande para renta. Pudiera tratarse de lo que en el capital
correspondía a dinero contante... 21.
20 En los expedientes contenidos en el Quaderno se mencionan dos rectores: Andrésde Cobián y Eugenio López; cuatro profesores de «prima»: Juan de Ochoa, Lucas deSalazar, Diego de los Ríos y Agustín Franco; cuatro también de «vísperas»: José Ra-mírez, Diego de los Ríos, Salvador de la Puente y Juan de Ochoa, y otros cuatro,
finalmente de «artes»: Juan Duran, Salvador de la Puente, Alonso Ramos y Diego dela Vega. AGCA, 13332, 1962.
21 AICG: Mex., 5 ff. 161, 185, 204, 230, 245v-246, y Mex., 8 f. 248.
127
Informe realizado ante el cabildo guatemalteco (1671)
El informe tiene dos partes o fases: la primera, se realiza —confor-
me a los métodos usuales— Altamirano se presenta ante el cabildo ciu-
dadano para pedir se proceda al interrogatorio de los testigos que va a
presentar sobre el cuestionario que ha redactado; el segundo, es un testi-
monio notarial que certifica ser verdad lo que el notario Diego de Valen-
zuela vio mientras visitaba aulas y patios de recreo del colegio en las
horas de la tarde del 14 de febrero de 1671.
Tomás de Altamiranp formaliza su petición ante el alcalde ordinario,
Feliciano de Ugarte Ayala y Vargas, y lo hace a 23 de enero de 1671.
La Compañía —dice— ha tenido y tiene estudios mayores y menores;
trayendo a su costa maestros desde la ciudad de México «que dista desta
ciudad más de trescientas leguas»; son en conjunto estos maestros seis:
uno que lleva la escuela de leer y escribir; dos que explican la gramática
latina en sus distintos niveles; uno que explica la filosofía; y dos final-
mente que se encargan de la teología en sus modalidades, moral y esco-
lástica. Como resultado de haber sido erigidos estos «estudios» en univer-
sidad, se han ido graduando muchos estudiantes, en los niveles de bachi-
ller, licenciatura, magisterio y doctorado: grados concedidos por todos/
los señores obispos, incluido el que actualmente rige la diócesis de Gua-
temala. El aprovechamiento de los discípulos se ha visto a lo largo de
estos años, tanto en los puestos que ahora desempeñan, como en los
actos literarios que han sustentado en sus años encolares. El número de
alumnos que concurren tanto a la escuela de primeras letras, como a los
cursos superiores es testimonio del aprecio ciudadano; alumnbs que pro-
ceden esta ciudad y de toda la extensión de. las provincias del reino.
Hay que añadir que hace año y medio, el obispo de esta diócesis ha
otorgado a los estudios superiores del colegio las constituciones de la
universidad de México, para cumplir así la condición puesta por el
breve pontificio: «de que se cumplan las normas establecidas en las de-
más universidades.» Promulgadas estas constituciones —y conforme a
ellas— se ha graduado de doctor en teología, don Nicolás Roldan de
Toledo; y están por graduarse en la misma facultad otros...
Sobre este esquema habría de establecerse el interrogatorio, para el
que propone Altamirano como testigo: el alguacil mayor Diego de Qui-
128
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monijur «irorum , «.jutbi.» ti a corona contexttur , «4oM adeo locopletara lup«ibit ,•( nu.'o
p-ffio , f»u> oe «encrarirmii Kquipondio íarn ^ílirna etur, mitint* Pnncipii Bcclc(i«
tiriri jí mi'cftarrm diadema , ranrvquc Vrbí forrrTimoi ciTc mu-ot ad fumamentum . fantii cnim¿a^, »irn eaornafur enaicftai, mun tur potcnt la , provtdctur inro jrrwrari , vt poté prxdi*ttc j«V.
1f> jaV DoAorun, MagiOroruan.Froccrum. Pfaminu»c]vc ciTc uncinda Cotona, *£», ^p^f «*££• tanro^e circundara nsuro Cmtai Ceafiemaknüt. *4*** *V
AMPL1SSIMO FATRVM, SaOISTRATVVM. tCCLBSlASTlCORVMQVEConaVum , in Sacre Rcipablicc moderamen , poünem , emnlomentum , ac cultom Regia;
Muieífatit c'cAione erratoruea íedoUSou* incornbenriuirt Coanltiatui .CoofTeíaique gravifli-
T*V 'I «o:q'J9C capitiboa, ró> íere b'«a,quét pilii.raít pr enipilH.quó* Ooéror,b»M,ac MagiRf'*,tÍtG«r
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canta,
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7ar/a ^m^ anuncia el acto de conclusiones previo a la licenciatura en Teología delmaestro en artes don Esteban de Acuña y Morera; va dedicado al cabildo diocesanoy está anunciado para el 17 de julio de 1671. El acto tendría lugar en la «Real y Ponti-ficia Academia de la Compañía de Jesús». (El papel original tiene 27 X 41 cm. y se
guarda en la Biblioteca Medina con el número 6.174.)
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DOCTORIBVS. CHRlSTlANy€ ACADEMIA 0YDASCAL1S.
$jj I A SS. Auguftino, Hieronymo, Ambrollo, £w|f 2 Gregorio, Thomje,& Bonaventurse. 2 V
! I Salomón Q^uodlibcticus ex animo confccratur. 2
¿m I A D. STEPHANO DE ACVNA MORERA IN VlRAOVEtffttt 3 ¿X SffpbtM B«<4Lmf*
!L& M^iftréit Pbtloftptié I»ful* \**u¿m*to ,Cmnmetjm P*r*cude tos*K£*tmímmtnokl,fsim*íWQjfr lenfi.pro UctmimtméLmn* m
£) Séicr*Tl>eol<z¡4cmfymenéU. (¿J.)
Textus enueleandus ex Libro 3.Regum cap. 4.verlu 29.
Z>f<¿> Domintts Sétftenham StUmoni, (y1 prudemtUm muktm mmts.
Paleílra Matutina trium-viralis.
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U\/ T R V M Woiwob fu«TÍc Div» Augiifti** b wgw*;
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SCHOLASTICAr P. V M PctbMÍo petcaterum (ucrk tfícO.xii
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•tAnhúoimi in Sifomcwc, A Ui*o AuguA»»© <VT R V M PctbMÍo pctcat«rum fucrk rff?í:m pr«-
i*» nmÓoimi in S* k>ronc, * "Ui*« AuguAtao '
VT R V M Dtut poMctk pr*4«6wrt cCtteittf faMÍ-
>( ictn:m Si'onioflii , 4 Din Hinofjmi ' X
VT K V M 0«»U fotiMñt fuiffi cmt(t pr iftiutwtu t fTRVM Salor»©» rk«rk Diva Ambroi* as tur»_i
S*¡o.-dobh , ^urm genuit nxwi*, A Di- MI Amhro4«M « VprcdcAuuCÍ»*M AtigaAmi, attem p*f*tM Cbrifto 1 n vs
PaleílraVefpertitu triumviralis.
SCHOLASTICA. ti EXPOSITIVAV TRV M Di«u» Gi
Sammit Pontiú» loti ¿«eteftf propofok.
rgoriw aouacnt mw k
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VT1VM Pi» ^»«>M r.i SiImo* Mliu <Nlk,ii *fll t T T R V M Womo. rW« Di.o Tko« « Sim Tk^t«.m. n<to.«,uim ocrtttni Di.ua Tliewni«i«» I V 0Q i«,»S<fcoú«K»rwb«iljof' fVSV lktc«lM tkioa* fug—4oí PB » Q9 M W PB *•
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RSIA IN REGALI, AC PONTIFICIA MINÍRVAeiufym S$. Genttricc MARÍA Gratic fnm
Dit '# McniV jw^vm hora ¡muí, * ttiptié confuctit.
ERIT CONTROVISotiefttw I B S V. isío.etor^M SS. Gerntfk» MARÍA Gritl» Fri««gtmetJi•«•*§*•,
Tarja que anuncia un acto de conclusiones de Teología previo a la licenciatura en lamisma Facultad del maestro en Artes Esteban de Acuña Morera; va dedicado a seisdoctores de la Iglesia y está anunciado para el 19 de agosto de 1671. El acto tendríalugar en la «Real y Pontificia Minerva de la Compañía de Jesús». (El papel original
tiene 26 X 41 cm. y se conserva en la Biblioteca Medina.)
MfAftlKOtf )UBW&'US> *
«88* ASSERTJLA 1N SACRA THE
Q.VAMB^lí IRO DOCTORALI INFVIA IN SACRA THEOLOCIA ADMSCENDA *
éOCfi ü Uluftrifsimo, ac Reverendifsimo Princípi,
o I» D. D. D. Ioanni de Sancto Mathia'
Sae
Mañozca,&Murillo. g|l\&«> « - -— -? I» \/IRO MILU TITVLISABORIGINB, FORTVNA, INDVSTR1AQVB «
JJY Ornai.flimo; Natalitiam Tus antiqurfliiMe, ic Illuftriflimat Scirpis Domum rebui, I fe prarclafe
JJ*» geftu íuftinenci. Nobitalitem gemina litteranim, atque vitiutvm amplificar*!, ac infignicnti, m>* IIEROI INGENIO PR€CELLENTI, AD MAGNA NATO, Aü MAIORA J
^TjtJJ ÍI fa^o excellenti eruditione, ad máxima felici Regni rerum rraAarione probato : ad iumruaB><^tfm quarque omnium expedatione deflinato , »t probant tot manera,tot ofteia publica, tot Dignkata»
WC3 mm 'unJ in *enerandii EccIefiaromCathcdraiiumCapitulii , tum in SacrofanAit ortodoix Pidei inte-
&Q *!J geitimiaTfibonalibna,ruaa etii Pontificia; Mitrar in gratiffímii Epiícopatibo». EtOptime deRegno,
¡i* de que Principe íuo.de que Deo pet omnia mérito pro Bello,& Pace Huiui Regni Guademalenfu
? §Jt flrenu.rTimo Generali Duci, RegijSenatw acclamatiflimo Pratfidi, ac Capiti, ac demoro.
I 2%Z 1LLVSTR1SS1M# GVACTEMALvC, ET VERv€PAC!S EPISCOPO.
2 K TT\ ytNTON/rs DE SOLAZAR IN PWLOSOPWA MAC/STER,
m * evf >» JL/' Gnaaemalenfis Eccleftá Catbedralis Curto,& Dt*cr[tos¿fner*¡ts Ex*mm*tor,& ¡¡J
£*M*5J * CenJorSjnodjltfffMofr.&rewrenteT. D. C. Q. (HH)
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Tar/a ^ue anuncia acto de conclusiones previo al doctorado en Teología del maestro enArtes Antonio de Solazar; va dedicado al obispo Juan de Santo Matía y se anunciapara el 10 de junio de 1673. El acto tendría lugar en la «Real y Pontificia Universidadde la Compañía de Jesús». (El papel original tiene 27 X 40 cm. y se conserva en la
Biblioteca Medina con el número 6.177.)
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_ ;» *• ftcmmam cómcndai¡flJ£DÍ,fed probitate morú.ac exectíat mdolii ingenuitate címendat ¡orí».
E|^|| *&. sxa m> n v r m i» *ja fta!j|fí9|* \/TPOTE PRO MER1TORVM CVMVLO LOCVPLBTATVM EXhí « * b rfíj íacrofanáro, cuius inregerrime monos obtwic, ortodoxa: Fidei Tribunal) adiuplicem ,in
t4 it O §*>#> tjua fibi coTimifTi gre^it PaOorii partct cgregijexplcvit , eiplerque , Pontifi^iam Dignitatem ,
«Si 6 £** nec non, fie ad huiuiGuaAemalcnfii Rcgni, coi pervigil profpcxit dux , officio»,ad Regtwoe
!** / / 2>» *^3 Senatut, quem honefta »ir, capur profcxit, arque íartigiafit vittut eqoe ac íapientia. lp»
El ? ^** Tanto erg© Principi.ac Domino meo curxftorum animar, ritaeque munerum.
SP^j:>i** TI? GO *°- IOSEFM SAE*3\ DE ESCOBAR, 1 *£ 7HIL0S0PHIA,
l*&€rf%}%** J Z-J-f Tl»t9lo¡ts Bstcalaurus mt totum vi vivsm , Jtvevt* , mttuí tutmm
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Ha "* ^'*' *^&* *4^ tim¿utr*ndo tbertmstt ftrfrumt , mddic. *&* *^P*MftA/^S^
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'l^glj Ariftotclicitextus^xquibuscnuclcandacruitaffcrtio.
O o|» iV Tquc p< rentias jnimxdiximushasnutnrivum, fcnGtivum.atqu
2 §Í ü £3 Extodtm!ib.tmf.*.tixtmM4. na£¿v*S** A^' maJlutc™ idcft,?t patct.quoTiVimus, fie quofcntimus.acintcllegimus plinto.
jW»l;S9 5í3 THEOREMA ILLATVM SG «3¡¡tcOCjiíJ iNtcf animam,&:eiu$pcttcntia*nuHarealisa¿hialisdi(lin¿tiointCfced¡t.
•¡jtX^I»» T^VfsPVTATlONI ORCHESTRA PR<€FlGlTVR PONTIFICIA IVXTA
*#«a/sí»2>» 1 J «c Regia Socieratii leíu Academia , ipíioa , ciotqoc MfttfU Mari* i prima »it« periodo
¡¡•Jfcw-»»»» «g lauarat in*ocaraopc. Diei indicitur, • Mcnfta .... Hota nona amotina.
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Tar/a ^Me anuncia acto de conclusiones previo a la licenciatura en Artes del bachillerJosé Sáenz de Escobar; va dedicado al obispo Juan de Santo Matía y está anunciadopara el día 6 de noviembre de 1673. El acto tendría «como Orquesta, la Pontificia yReal Academia de la Compañía de Jesús». (El papel original tiene 27 X 40 cm. y se
conserva en la Biblioteca Medina con el número 6.176.)
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biglILLVSTRISSIMOgSj PRINCIPI, VlGILANTlSSIMO
~i 1ANTISTITI SAPIENTISSIMO DOCTORI.
p?| D. D. D. Ioanni de Sancto Mathia Saenz
de Mañozca,& Munllo. O¡|ai?| Licenciati in Sacra Theologia
l I S THOMAS rodríguez de escobar, ggET D.ILDEPHONSVS ALVAREZ DÉLA FVENTE.
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$j? folcmnitcr nanufcenJa in gratitudinis argumcntumhocccTheolojjicurn^^
| ÍF5 Tontifiv ium pariter, & Do&oralc confccranc Problema. í55^
•J SI 13 Ex CelebérrimoTextulcrem. j. g| II
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Grftfcent <vosfc¡ent¡* ,&- dotlrin*.
22221 CONTROVERTENDVM PROBLEMA-Si 2 1 \ / TRVM 1LLVSTRIS SI MVS,AC REVER tNDISSIMVS NOSTER
Si £j¿3 * V Pnncept Pontifica Muri , in DoAorii InfiílJ Longi* commeruiatuM e»»d* f
giSf il ILLVSTRATIO PROBLEMATIS. |g
|fc¡ £g Pro Pontifican*. g| gg fl Pro Doctoratu. ¡1
2l#l DlSCERNtT LKtNTisiTV* r» DIKIMIT UCE^rjATVSTL,m.,s Rodncucz.de Efcotur. C$$ D. tí^fkmfm Ahtret. ¿t U Furntf.
f LLVSTR1SSIMVS PRINCEPS *'& TJ ^EVERENDISSIMVS PIIN-1 Ponc.f«Commend..ciof evadir. ¡<J¡ *% ctftl»*» CómcJ.c.orevad.t.
EMPORIVM ER1T DIRIMENDA LITIS REGALIS. AC PONTIFICIA
\cademu Scxictat.s Icfu ( ipfomct IXxírore , Dottriccque Santillinu cuiden»
l'arcntc Virginc Man, orig.n,r.« iabiseilegc. Prxf.de pro fujgcttu SapicmiíB-
mo D. Nuulao Roldan de Toledo mericilfimo O^occ, ¿c dignilfimo »q
•"iííPi &% eaJcm Sacra Theologia Decano Dic „
3
Mcnfis.
r«rya gwe anuncia un acto de conclusiones previo al doctorado en Teología de los li-
cenciados Tomás Rodríguez de Escobar y Alfonso Alvarez de la Fuente; va dedicadoal obispo Juan de Santo Matía y está anunciado para el 10 de julio de 1674. El actotendría lugar en la «Real y Pontificia Academia de la Compañía de Jesús». (El papeloriginal tiene 26 X 41 cm. y se conserva en la Biblioteca Medina con el número 1.678.)
í NOBILISSIMO HEROI;apientissimo viro, meritissim{ PRAESVLI VIRTVTVM ORNAMENTO<2 22 VENERABILÍSIMO ANTISTITI fifi»
LLVSTRISSIMO, AC REVERENDISSIMO PRINCID. D. D íoanni de Ortega Montan iz¿
IERITISSIMO GVACTEMAL*> ET VER&PACIS EPISCOPÍ
TERO! EOVlüEM MILLE TITVLIS AB ORIGINE, FORTVNA, INDVSTRIAQJJ. orrutiiíimo, vt pote qui n.mlitiam fuat antiquilTim*. ac iliufttiíTimx Stirpis Domum rebus á fe pratclarc gefttt
alrcr Atlas fubíhnu;t. Viroingcniopr.r.cllcnriad Magna nato,ad Maiora fjftocxccIlcnticruditionc^idMafll
lui Rcrum tra<ft .tionc probato: ad fumma quxquc omniumexpettatione deftinato: advoco harum ventanía» tcÉ
^uc Patrono», roí Muñera, tot Offkia publica, tot Dinnitatcs, tum in Sapientiilimis, te Illuftrulimis Collcgij»,
r()fanctisortodo.vcFulci intcgcrrimisTribunalibus 'tumctiirn advoco Pontificias Mitras ingraviilimisEpifc
i) quibus optimc de Regnis, de que Pnncipc,de que Dco per omnia meriius prsfruic, ac pr$ eít
3D. CAROLVS CORONADO, 'ET , y~st OLIM ECCLESIA DE ACFACfflrime D. Antony Xtu hi/t/repecjuez. Curio, pro Ltcenttlm^Gr*<ÍH in S*cra TlxologtA adtptjcendú Rt
•p) U*ncexCapttuÍú fnmoCAnticorqj^f&pnpttm. JD. C. j2.
»##»»#»»»#y n •*• i* • m mf|» Textus Relegendus ex capitulA. Canticorum verfu 16. & 17.
DEFENDENTVR IN REGac Pontificia Vniverfitatc SocictatisIE SV ,
ipfo Doctore
«gf» MARÍA SanctiíUma Deipara Domina noftra fine
«S» originali concepta.die Meníis Augufti.Anni 1676:
Tarja que anuncia el acto de conclusiones previo a la 'licenciatura en Teología del ba-chiller Carlos Coronado y Ulloa; va dedicado al obispo Juan de Ortega y Montáñezy está anunciado para agosto de 1676. El acto tendría lugar en la «Real y Pontificia
Universidad de la Compañía de Jesús». (El papel original tiene 36 X 54 cm. y se con-serva en la Biblioteca Medina con el número 6.180.)
roga; el regidor Agustín de Estrada, alguacil mayor de la inquisición;
el capitán Alonso de Mesa, contador de la real caja; el presbítero Fer-
nando Ruiz de Monjaraz, cura de Chiquimula; y el también presbítero
José de Jerez Serrano. Habiendo concluido las diligencias el 11 de fe-
brero del mismo año de 1671.
No diría yo que el padre Tomás Altamirano haya realizado un tra-
bajo agotador para reunir estos testigos, que son poco numerosos, y nodemasiado representativos; por supuesto todos estaban de acuerdo con
el esquema propuesto por Altamirano; y aunque añadieron poca cosa
nueva, es interesante recogerla.
Quiroga —por ejemplo— aporta números: según sus cuentas hay
cien párvulos en las escuelas de primeras letras, ciento veinte en los dos
grados de gramática y treinta y cinco de filosofía, que se están exami-
nando en el momento actual, concluido su trienio. No sabe cuántos teó-
logos siguen las dos especialidades. Le parece especialmente interesante
que los niños puedan comenzar allí con el a b c y concluir en el mismocolegio con las facultades superiores, con gran comodidad para los veci-
nos de la ciudad y de las provincias que, de otra manera, tendrían que
acudir a México para estos mismos efectos. Sabe que se ha graduado
Roldan, y le consta que están próximos a graduarse los presbíteros Fer-
nando de Monjaraz y Antonio de Salazar.
El capitán Estrada encuentra muy meritorio el que los jesuitas traigan
profesores desde México y los hagan regresar allí una vez concluido su
período magisterial, con que se renueva útilmente el claustro. En cuan-
to a estudiantes, en ese colegio han comenzado y continuado sus estudios
la mayoría de los vecinos de la ciudad; hablando de los actos literarios,
recuerda que «algunos se le han dedicado»; y, finalmente añade, a los
que esperan graduarse en fecha próxima. Esteban de Acuña, que el
anterior testigo había pasado por alto.
El capitán Mesa añade al título usual de escuela de leer y escribir, no
sólo el complemento obvio de «contar», sino también lo que parecía más
típico de los jesuitas: «la educación en buenas y santas costumbres»;
considera que la universidad es «todo el ser y lustre de esta dicha ciu-
dad y de su reino...»
En la misma línea Monjaraz —uno de los próximos graduados
—
considera el colegio de los jesuitas «el mayor lustre y grandeza de esta
ciudad».
Y como dato personal y emotivo declara el último testigo, José de
129
Jerez y Serrano, que había llegado a los sesenta años, que «comenzó
con la cartilla en la mano en aquel colegio...» 22.
Visita del colegio por el notario Valenzuela
Complemento del informe elaborado ante el alcalde ordinario de la
ciudad, es la visita realizada por el notario Diego Valenzuela a petición
del rector Altamirano. A 14 de febrero—sábado— : día final del trienio
filosófico, entró el notario Diego de Valenzuela en un aula que daba a
«un patio, donde está una pila»; en esta clase vio como treinta y cinco
mancebos «vestidos con hábitos clericales y seculares, sentados en ban-
cas», vio también al padre Alonso Ramos que sentado en una cátedra
daba su última lección. El padre Ramos explicó al visitante cómo aque-
lla misma tarde concluía su curso; le dijo, además, que todos sus discí-
pulos «que allí estaban se habían ya examinado para graduarse de ba-
chilleres en artes». Le mostró también el padre Ramos dieciséis papeles
impresos, fijos en las paredes, que correspondían a los «actos y conclu-
siones, que se habían tenido por sus discípulos en el dicho curso que
había leído».
Junto a la clase de Artes, estaba la clase de Teología; en ella encon-
tró el notario Valenzuela, en aquella tarde del mes de febrero de 1671,
veinticuatro estudiantes que escuchaban al padre Juan de Ochoa, que
explicaba su curso de teología moral (vísperas). Esto es lo que se refería
a los cursos superiores: veinticuatro teólogos, treinta y cinco filósofos;
dos catedráticos, Alonso Ramos y Juan de Ochoa.
Dejando el patio que tenía en su centro una pila, pasó Valenzuela
a otro donde había tres aulas, correspondientes a los cursos inferiores,
estaban distribuidos en tres grados: retórica, gramática y escuela de pri-
meras letras. Valenzuela no dice nada de la retórica, en cambio, nos
habla de dos grados de gramática: mínimos, con sesenta estudiantes
dirigidos por el padre Francisco Xavier Medrano; y medianos, con se-
tenta estudiantes presididos por el padre Juan Duran. En la escuela vio
más de ciento cuarenta niños que unos estaban leyendo en cartilla
—libro y carta— ; y otros escribiendo. Sobre esta turba presidía el padre
22 Los informes encargados por Altamirano ocupan una serie de folios en AGÍ:Guatemala, 373. Sobre el padre Altamirano, que falleció en 1680 siendo provincial de
México, véase AZB: Historia, IV, pág. 31, n. 71.
130
Domingo de Barrios, quien especificó que el número de alumnos era de
ciento cincuenta y dos: ocho más de los calculados por Valenzuela 23.
Últimos graduados en San Lucas
Como en el caso de don fray Payo de Rivera, la fórmula y el cere-
monial de las graduaciones las conservamos en el expediente del doctor
Esteban de Acuña y Morera. Acuña obtuvo su bachillerato en teología
a 3 de febrero de 1671, su licenciatura a 10 de noviembre y su doctorado
a 24 del mismo mes y año.
En estos diplomas el obispo Sáenz de Mañosea actúa como canciller
«ex privilegio apostólico», et «autoritate regia»; el acto se realiza en la
iglesia de los jesuitas; estos han sido los examinadores, su testimonio es
suficiente para garantizar la calidad de los estudios de cada uno de los
candidados. El rector —Tomás Altamirano— es mencionado en primer
lugar entre los asistentes; le siguen los profesores de teología Agustín
Franco y Juan Ochoa, que unas veces preceden y otras siguen a la re-
presentación del cabildo catedral. En último lugar el doctor Nicolás
Roldan y Toledo, que figura como decano de la facultad de teología 24.
Conservamos programas impresos de los actos que se celebraron en
aquellas graduaciones: nuestro, ya conocido, Nicolás Roldan y Toledo,
abre la marcha con sus Quaestiones quodlibeticae, previas a su bachille-
rato en filosofía y teología, al que añade su acto público del doctorado en
teología, ambos fechados en 1670, es decir, antes de la redacción de los
estatutos de Sáenz Mañosea. Roldan y Toledo mereció el puesto de de-
cano de la facultad de teología en San Lucas, pero —como veremos
—
encontró mayores dificultades que sus camaradas para obtener la revali-
dación de sus títulos en la Universidad de San Carlos.
Esteban de Acuña y Morera prenuncia su doctorado en teología con
lo que denominó Subtilis quaestio; en 1673 publican sus tesis Alfonso
Alvarez de la Fuente y Tomás Rodríguez de Escobar, previas a la licen-
ciatura en teología; José Sáenz de Escobar lo hace para su licenciatura
en filosofía; en el mismo año imprime sus tesis de teología, Antonio de
Salazar. En 1674 llegan al doctorado en teología los dos licenciados del
23 El interesante informe de Valenzuela en AGÍ: Guatemala, 373.24 Las fórmulas de los expedientes mencionados van en anejo tercero.
131
año anterior; finalmente, cierra la serie el bachiller Carlos Coronado y
Ulloa, último licenciado del período de San Lucas 25.
El juramento de fidelidad al rey y a sus representantes
Era y es habitual en las investiduras correspondientes a los grados
académicos, hacerlas preceder de algunos juramentos que manifiesten
públicamente las intenciones de los graduados. En el formulario de Sáenz
de Mañosea se establecen tres: los dos primeros—profesión de fe, adhe-
sión al dogma de la Inmaculada— se puede considerar usuales: En el
tercero se exige al graduado juramento de obediencia al rey Carlos II
y a los que —en su nombre— gobiernan estas provincias: «de servanda
«debita Carolo Secundo, Hispaniarum regi nostro catholico, praesidibus-
que harum provinciarum eius vices gerentibus obedientia, juxta dictae
universitatis statuta...»
El juramento había sido prescrito por Felipe IV (3 de septiembre de
1624) en disposición que más tarde fue incorporada a la Recopilación
de Leyes de Indias en la ley XIV, del título 22 del libro primero. Car-
los II, enfermizo muchacho de once años, tuvo pocos vasallos tan presta-
mente juramentados a su servicio, como estos graduados del colegio-uni-
versidad de San Lucas 26.
Decisión definitiva del Consejo de Indias (1672)
Al saber en 1670 que la voluntad de Marroquín estaba en vías de
cumplimiento, el fiscal del consejo emite su inesperado dictamen: Yaestá ejecutada la voluntad de Marroquín; luego, menos dinero queda para
la fundación de la universidad; luego, menos quedará supeditada al co-
legio de Santo Tomás y, por ende, a los dominicos; luego, llega el mo-mento en que el rey puede fundar la universidad sin participación de
otros fundadores o patronos. . . ya que —por todos los informes recibi-
dos— en Guatemala conviene que se funde Universidad. .
.
25 Los impresos de los actos públicos en Medina: Imprenta Guatemala, págs. 18, 19,
20, 21, 25, 26 y 30. Véanse ilustraciones.
En las Constituciones de Palafox, el juramento de obediencia al rey y a los virreyes,
en su nombre, está en la constitución 239, en el título XVII.26 Recopilación, en ed. 1791, pág. 194.
132
Esto marginaba el fiscal a 26 de abril de 1670; a 8 de noviembre de
1672, el dictamen se ha hecho más firme y decidido: «los jesuitas
—dice— piden que no se funde la universidad con las rentas de Marro-
quín ni de Crespo. . .», pero aun sin estas rentas «parece estar determina-
do y resuelto el que haya universidad y con efecto está fundada. . .» Noqueda más que determinar en justicia cómo han de aplicarse tales ren-
tas, pues aun sin ellas, está fundada la universidad.
El dictamen del fiscal se vio reforzado al ser conocida la retractación
formal del albacea Binuesa que reconoció que podía prorrogarse la con-
dición temporal puesta por Crespo, y que eran perfectamente aplicables
a la nueva universidad.
El raciocinio del fiscal no era muy correcto: no había más universi-
dad fundada en Guatemala que San Lucas ¿se refería a ella el fiscal?
La apertura —puramente formularia— del colegio de Santo Tomás noera propiamente cumplir la voluntad de Marroquín; ni habían dispuesto
de sus bienes Marroquín o Crespo para una fundación regia, sino para
una fundación propia y particular ¿podía interpretarse en este sentido
la voluntad de los testadores?
En cualquier caso si el fiscal procedió apresuradamente, su dictamen,
en que se apoyó la decisión soberana, fue muy beneficioso para Guate-
mala, que desde entonces pudo saber con seguridad que le sería
concedida la universidad pública; aunque en la «Recopilación de las le-
yes de Indias», se la incluía entre las ciudades que contaban con univer-
sidad privada.
Una pequeña falta de coordinación en aquel complicado aparato
estatal que rompió el ciclo, que amenazaba ser indefinido (de informes,
contrainformes y réplicas a los contrainformes) y trajo a Santiago de
Guatemala en 1676, la universidad, como primicia del reinado de
Carlos II 27.
Llega a Guatemala «la nueva» de la concesión
de universidad (1676)
Aunque la real cédula fundacional de una real universidad está fe-
chada a 31 de enero de 1676, llegó a Guatemala en octubre de este mismoaño, cuando los jesuitas acababan de celebrar con la mayor de las
27 AGÍ: Guatemala, 135.
133
solemnidades la apertura del nuevo curso académico. «Esto fue—escribe
el historiador dominico Ximénez— el día de San Lucas a 1 8 de octubre»
en que tuvo la lección inaugural el doctor Nicolás Roldan, quien subió
«a la cátedra con muceta y borlas de doctor...» El mismo doctor —de-
cano de la facultad de teología, según lo hemos visto antes— llevó el
día 22 a todos los padres a festejar el inicio a un molino que tenía, que
llamaban de Contiño (?); y estando en la fiesta y merienda, «entró el
correo con la nueva de la erección de la universidad con que se volvió
—comenta— de hieles el convite. . .»28
.
La real cédula dirimía la serie de pleitos que habían surgido a lo
largo de aquellos sesenta años, aplicaba a la nueva fundación —que sur-
giría bajo patronato real— los bienes donados por Marroquín, por Bal-
tasar de Orena y por Crespo Suárez; quedando el edificio, que llevaba
el nombre de Colegio de Santo Tomás, asignado para sede de la nueva
institución.
Y así comienza un nuevo período en la vida del colegio de la Com-pañía, que no fue menos glorioso que el anterior y que se prolongó hasta
1767, en que fueron desterrados los jesuítas de Guatemala por disposi-
ción del rey don Carlos III.
28 Ximénez: Historia, IV, cap. 77; II, pág. 250.
134
CAPITULO QUINTO
RELACIONES SAN LUCAS-UNIVERSIDAD (1676-1696)
Los dos subperíodos.—Suspensión de los efectos académicos en San Lucas
(1690).—Primeros bachilleratos en San Carlos, su procedencia.—Sanlu-
queños en el primer claustro, el caso de Roldan y Toledo.—El rectorado
de don José de Baños y Sotomayor (1686-1696).—El profesorado de filo-
sofía durante este período en San Lucas.—Alumnos y profesores de San
Lucas: las primeras promociones.—Primera oposición estatutaria a la cá-
tedra de filosofía (1688).—El bachiller Juan de Oviedo y Baños (1680).—
Los profesores universitarios Sunsín de Herrera y Varón de Berrieza.
—
Variaciones del personal en San Lucas.—Situación económica del cole-
gio.—Comienzas las implicaciones políticas.—Más política en el horizon-
te (1686).—El rectorado de Juan de Cárdenas (1696-1705).—No son los je-
suítas culpables de la falta de estudiantes en San Carlos.—El templo de
los jesuítas, foco de espiritualidad.
LOS DOS SUBPERÍODOS
En la primera fase de convivencia académica entre San Lucas
y la universidad, que se prolonga hasta finales del siglo xvn, podemos
distinguir dos subperíodos; el primero va desde 1676 hasta 1690 en que
se concede un período «de gracia» antes de imponerse la escolaridad
obligatoria, o por lo menos la prohibición de celebrar cursos universi-
tarios en competencia con los tenidos en la universidad. El segundo
período coincide con los últimos años del rectorado de don José de Ba-
ños y Sotomayor.
Suspensión de los efectos académicos en San Lucas (1690)
La instauración de la Universidad de San Carlos dejaba automática-
mente sin efectos académicos, la facultad de graduar de que había go-
zado el colegio de la Compañía. Pero la intimación no se recibió formal-
mente en Guatemala hasta 1687, como consecuencia de la real cédula
135
que aprobaba las constituciones de la nueva universidad, que está fe-
chada en el Buen Retiro a nueve de junio de 1686. En ella se establecía
que los alumnos del colegio de los jesuitas podrían ser admitidos a los
grados de bachiller en artes y teología siempre que hubieren cursado tres
cursos de Súmulas, Lógica y Filosofía, en dos años y medio; y en Teolo-
gía, cuatro cursos en cuatro años distintos «dando plena información
de ello ante el rector y secretario de la universidad», y ajustándose al
procedimiento señalado en la constitución CXC, en que se regulaban los
actos académicos que deberían desarrollar: Por lo que hacía a los actual-
mente cursantes, y hasta acabar los tres cursos de Artes y los cuatro de
Teología, habrían de llevar «certificación de sus cursos, firmada y sella-
da del padre rector del dicho colegio y del maestro que les hubiere leído,
y refrendada del que hace oficios de secretario. . . y haciendo los actos
y demás diligencias, que por estas constituciones se ordenan, se les den
los grados de las dichas facultades...», pero esta licencia acabaría con
los cursos que en el momento de la promulgación de las constituciones
se estaban dando, sin que a partir de ese tiempo pudieran aprovechar
los cursos allí recibidos... «en el ínterin que su majestad no ordenara
otra cosa en contrario...»
La real cédula confirmaba este texto, y así prohibía dar los grados a
los que hubieren estudiado en el colegio de la Compañía, después de la
publicación de la cédula confirmatoria; sin embargo, permitía «la lectu-
ra», en la constitución CXXXI, en los estudios del colegio de la Compa-ñía de Jesús de esta ciudad, con que no lean sino a las horas que noimpidan las de la universidad l
.
Según esto, los cursos de filosofía en la Compañía fueron aceptados
válidamente, en orden a los grados, desde el curso 87-88, hasta el 89-90;
durando un curso más 90-91 los de teología. Desde ese curso no se po-
drían dar lecciones de filosofía y teología a las mismas horas que las
programadas en la universidad, ni valdrían los cursos en San Lucas para
cumplir la escolaridad requerida, de dos años y medio de filosofía ycuatro de teología.
1 En la Constitución CXXXI se prohibía «que ninguna persona de cualquiera ca-
lidad que sea, lea fuera de la Universidad, en su casa; ni en otra parte tenga estudio
privado de particulares estudiantes, de cualquier facultad que sea; el rector con todo
cuidado lo impida, y remedie con graves penas que ejecute irremisiblemente: porque
los estudiantes de cualquiera facultad acudan a las escuelas de la Universidad..., pero
no por eso se quitan las conferencias y academias particulares que miren a ejercitarse
en lo mismo que estudian y aprenden en la Universidad...»
136
Primeros bachilleratos en San Carlos, su procedencia
Durante el período «de gracia» que hemos señalado (1676-1690), pro-
ceden de San Lucas veintiocho bachilleres de filosofía, frente a trece
que habían estudiado en otras instituciones. Lo son prácticamente todos
en la promoción que concluye en 1683; son tres —sobre nueve— en
1686; tres —sobre diez— en 1688; y, finalmente, seis —sobre ocho
—
en 1689. De los trece que obtuvieron su bachillerato en este período yno habían estudiado en San Lucas, sólo cinco procedían de la universidad
de San Carlos; en porcentajes, frente a un 62 por 100 de sanluqueños,
sólo un 11 por 100 eran carolinos. El panorama cambia radicalmente al
concluirse el período «de gracia» y a lo largo de la media docena de
años en que se mantiene en el rectorado don José de Baños y Sotomayor;
desaparecen los sanluqueños, pero no aumenta la proporción de los ca-
rolinos, al grupo de San Lucas sucede en proporciones semejantes el que
apela a sus cursos en el seminario de la Asunción 2.
Sanluqueños en el primer claustro,
el caso de Roldan y Toledo
A 11 de diciembre de 1686, exponía Baños y Sotomayor al Consejo,
la suma penuria en que se hallaba Guatemada de graduados que pudie-
ran formar en el claustro universitario, y declaraba así su parecer: «Atodos los graduados de grados mayores por el colegio de la Compañía
de Jesús de esta ciudad, que pueden estar prontos para asistir al claus-
tro, los tengo por muy dignos de entrar en él, los cuales son los siguien-
tes: doctor don Antonio de Salazar, arcediano de la santa iglesia cate-
dral; doctor don Esteban de Acuña Mbreira, canónigo de esta santa
iglesia; doctor don Nicolás Roldan y Toledo, doctor don Alonso Alva-
rez de la Fuente, maestro don Bernardino Obando, maestro don Ignacio
de Armas Palomino. . .»3
.
La afirmación de Baños nos descubre una vez más la imprecisión de
nuestros informes sobre «graduados» en San Lucas; desconocíamos la
2 Yrungaray: índice, pág. 206.3 La comunicación de Baños en AGCA, 12300, 1889; véase para Oviedo, AZB, IV, 211.
137
filiación sanluqueña del maestro de espíritu, Bernardino de Obando, y
lo desconocemos todo del último de la lista, don Ignacio de Armas Pa-
lomino. .
.
Entre los restantes damos con el nombre de Nicolás Roldan y Toledo,
el primero que se condecoró con el título de decano de la facultad de
teología de San Lucas; al año siguiente de 1687 lo encontramos sometido
a severa reprimenda por parte del Consejo: ¿qué había hecho?
Nos hace la impresión de que al ser convocada por el rector para
formar parte del claustro, no se le reconoció la antigüedad que le co-
rrespondía por la fecha de su graduación; y sin pensarlo dos veces, en-
vió un «poder» a España cuya formulación enfureció a los oidores del
Consejo. Otorgaba poder para llevar adelante los pleitos que se ofrecie-
sen en su pretensión de obtener el reconocimiento de su antigüedad; yse le escapó la frase que ampliaba las facultades de su apoderado hasta
las posibles gestiones ante el nuncio de Su Santidad. .. Era inaudito—se
decían los consejeros de Indias— que un clérigo de Guatemala «ose»
apelar al tribunal de la nunciatura, como si el nuncio tuviese algún tipo
de poder superior al que ellos representaban. Inmediatamente se cursó
una orden al presidente Enríquez de Guzmán para que llamara al su-
puesto doctor y le reprendiera y le notificara que todos sus posibles de-
rechos quedaban suspendidos mientras no se ofreciese una satisfacción
al Consejo. El presidente, Enríquez de Guzmán, llamó a su presencia a
don Nicolás y quedó tan satisfecho de sus explicaciones, que tomó per-
sonalmente su defensa «y yo (señor) —dice— creo (que fue inadver-
tencia) como lo dice, por la experiencia que tengo de lo sólido de la
virtud y sencillez de este sujeto, acompañado de muchas letras y de
amabilísimas prendas, que le hacen digno de que V. M. le honre en las
ocasiones que se ofrecieren de su real servicio con empleos correspon-
dientes a su estado y obligaciones...» 4.
El rectorado de don José de Baños y Sotomayor (1686-1696)
A 9 de junio de 1686 se recibió en Guatemala la real cédula que nom-
braba a don José de Baños y Sotomayor, primer rector, vitalicio, de la
universidad de San Carlos; en el oficio se mantuvo hasta su fallecimiento
en el mes de noviembre de 1696. Antes de su toma de posesión se ha-
4 La orden del Consejo y la respuesta del presidente Enríquez, en AGÍ, Guate-
mala, 76.
138
bían turnado dos oidores: Juan Bautista de Urquiola y Elorriaga, y Fran-
cisco de Sarasa y Arce. Al primero hay que agradecer las primeras y
difíciles gestiones para aclarar y ordenar las cuentas procedentes de
orígenes tan diferentes, y habilitar el edificio para que en él se iniciaran
los primeros cursos. Sarasa y Arce, que le sustituyó, se encargó especial-
mente de la redacción de las constituciones, y de gestionar su aprobación
en el Consejo.
José de Baños y Sotomayor, pertenecía a una familia profundamente
enraizada en la administración española: su padre Diego de Baños ySotomayor había muerto como alcalde del crimen, jubilado, de la audien-
cia de Lima; y había pasado a Indias en 1652 destinado a la audiencia
de Santa Fe, de allí fue trasladado a la audiencia de Charcas en 1670,
desde donde pasó al año siguiente, 1671, a la audiencia de Lima; en ese
puesto llegó a la jubilación en 1680. Don José era uno de los cuatro
hijos de este profesional de los tribunales: dos de ellos habían seguido
la carrera eclesiástica, Diego que obtuvo sucesivamente las sedes episco-
pales de Santa Marta y Caracas; y nuestro canónigo don José.
No era sólo el recuerdo de su padre lo que le favoreció en el Consejo
de Indias, su hermana doña Ana, casada con Diego de Valverde y Oroz-
co, después de haber acompañado a su marido en las audiencias de Pa-
namá, Guatemala, México, Granada, llegó finalmente al supremo con-
sejo de Indias, donde Valverde y Orozco ocupó el puesto de fiscal
(1680-1685), alcanzando finalmente una auditoria (1685-1689).
Don José tuvo pronto alguien de su familia de quien ocuparse, su
sobrino Juan Antonio había quedado —a lo que parece— huérfano en
Bogotá, donde había fallecido su padre José Antonio de Oviedo y Rivas
en 1671.
Don José había hecho sus estudios en el colegio de los jesuítas de
Bogotá, habiendo revalidado sus títulos en 1666 en el colegio de los
dominicos de Avila en España 5.
5 En Schafer, II (índices), los datos que hemos seleccionado sobre los oficios des-
empeñados en Indias y en España por alguno de los componentes de esta ilustre fa-
milia. En 1699 llegará a Guatemala el último de los magistrados que conozco de esta
familia, Diego Antonio de Oviedo y Baños; había sido oidor de la audiencia de Santo
Domingo desde 1690, desconozco cuánto tiempo permaneció en Guatemala: no debió
de ser mucho, pues no aparece su nombre en los pleitos originados por el visitador
Lamadrid al comienzo del siglo xvm. Don José de Oviedo y Baños, hermano de Diego
Antonio y de Juan Antonio, es muy conocido como historiador del primer siglo de
Venezuela por su Historia de la Conquista y población de la provincia de Venezuela.
Sólo apareció la Primera parte, que abarca el siglo xvi, y estaba dedicada a su her-
mano Diego Antonio, quien —a juzgar por la dedicatoria— era entonces (1723) oidor
139
Llegó a Guatemala—como canónigo— en 1670. Tenía fama de «na-
tural caviloso, inclinado a pleitos»; creía —decían sus coopositores do-
minicos— que todo—incluida la cátedra de teología— le había de venir
por «juro de herencia o vínculo de mayorazgo, debido de justicia...»
A pesar de las dificultades que había tenido con el obispo—presidente ycapitán general— Juan de Santo Matía Sáenz de Mañosea, obtuvo en
1675 la maestrescolía; y en 1677, producida ya la muerte de Santo Matía
la entrada de Ortega y la fundación de la nueva universidad, llega al
puesto de chantre 6
Don José pretendía —lo acabamos de ver— la cátedra de prima de
teología; y sus coopositores no le juzgaban suficientemente cualificado
para ella. Sin entrar ni salir en la cuestión, vino el remedio por otro
camino: en 1680 entraba en el Consejo de Indias, su cuñado Diego de
Valverde y Orozco, y las dificultades se disolvieron rápidamente. . . donJosé de Baños y Sotomayor no sólo sería catedrático de prima de teolo-
gía, sino también rector —y vitalicio— de la nueva universidad, que
acababa de surgir bajo el patrocinio celestial del arzobispo de Milán,
San Carlos Bórromeo, y el patronato material de don Carlos II 7.
El rectorado de Baños y Sotomayor cubre la etapa, menos brillante
en resultados, de la gestión universitaria: había muchos motivos para
de la audiencia de México. Se nos dice que la segunda parte quedó sin publicar porlo que en ella se contaba acerca del obispo de Caracas, don fray Mauro de Tovar(1639-1653), que más tarde sería obispo de Chiapas (1653-1666), bastante conocido porsus excentricidades.
Por lo que se refiere a Juan Antonio, lo mencionaremos más largamente por ser
uno de los alumnos más brillantes del último período académico de San Lucas y del
primero de la Universidad y por haber ingresado en la Compañía de Jesús dondeademás de ocupar importantes cargos fue muy prolífico escritor.
6 En el expediente relativo a las oposiciones para ocupar la cátedra de prima de
teología, los dominicos —entre otros opositores— sacan a plaza lo que a sus ojos
debería invalidar las pretensiones de don José; no tuvieron éxito, como veremos.7 La intervención de Valverde en el nombramiento de don José es comentada por
Fuentes y Guzmán (1, X, cap. 4; III, pág. 160). Don José de Baños y Sotomayor...
«además de las razones... que se alegaban a su favor, teniendo por oidor del consejo
de Indias, al doctor don Diego de Valverde y Orozco, casado con doña Ana de Baños
y Sotomayor, hermana del pretendiente, no se puede dudar haría por él todos los ofi-;
cios que se dejan creer que, junto aquel favor con la justicia que le asistía, hizo se
produjese la real cédula en que el rey le nombraba por catedráctico de prima de
teología y por primer rector de la real universidad de San Carlos de Guatemala. Hizo
esta cédula —prosigue— mucho ruido en lo general; y en lo particular en la gratitud
del general don Enrique Enríquez de Guzmán, que ya era presidente de la real audien-
cia y muy favorecedor del sujeto, queriendo que luego entrase en la posesión de en-
trambas ocupaciones, como se ejecutó con aparato y solemnidad magnífica, en cuyos
ejercicios perseveró hasta el año de 1696 en que murió».
140
que esto sucediera, pero eso no quita fuerza al hecho. Al sucederle en
el puesto Juan de Cárdenas se pone bruscamente de manifiesto, en repe-
tidos informes, un balance total que suena a mediocre.
El profesorado de filosofía durante este período en San Lucas
Tenemos varias fuentes convergentes que documentan la composición
del profesorado superior en San Lucas durante este primer período de
convivencia académica con la recién creada universidad pública.
En los catálogos que he podido examinar (1678, 1681, 1683, 1684,
1687, 1693 y 1696), se dan los siguientes nombres para la cátedra de fi-
losofía en San Lucas: Ignacio de Aviles, mexicano; Juan Cerón, natural
de Tegucigalpa; Juan Martínez de la Parra, de Puebla; otro mexicano,
Joaquín de la Peña; el guatemalteco Alfonso de Arrivillaga; los mexi-
canos Antonio Cortés y Juan Carrillo, ambos bachilleres en filosofía por
la universidad de México; y, finalmente, el guatemalteco Francisco de la
Cavada, también en posesión del bachillerato en filosofía.
En las solicitudes firmadas por los bachillerandos para ser admitidos
al examen de reválida que les permitiría la obtención del título en San
Carlos, mencionan, a veces, los profesores con quienes siguieron el trie-
nio de filosofía en San Lucas; estos son Ignacio de Aviles, Martínez de
la Parra, Juan Cerón, Joaquín de la Peña y Antonio Cortés.
Como novedad en estas listas tenemos la aparición de jesuítas pro-
cedentes de Guatemala o de su territorio: todos ellos probables antiguos
alumnos de San Lucas, aunque no los hemos encontrado en sus listas
—por desgracia tan incompletas— de bachilleres. Empecemos por el
padre Juan Cerón, natural de Tegucigalpa, donde nació en 1652, en
1667 ingresó en el noviciado de los jesuítas, después de haber realizado
sus estudios —lo suponemos— en el colegio de San Lucas. En Guate-
mala lo encontramos en 1675 enseñando gramática; y en Guatemala
siguió el curso normal de la docencia, siendo profesor de teología moral
en 1683. La teología moral fue base y fundamento de su influjo ciuda-
dano en personas de la categoría de Bernardino de Ovando, Antonio
Margil y, finalmente, de la salvadoreña Ana Guerra. Murió en 1705 en
el colegio de San Luis de Potosí. Alfonso de Arrivillaga es el primer
guatemalteco que ejercita su docencia en San Lucas: había nacido en
Santiago en 1649, y en San Lucas hizo sus estudios, entrando en la Com-pañía en 1665. Su paso por Guatemala fue relativamente breve, le en-
141
contramos en 1684 y en 1687: es profesor de teología moral y su
curriculum docente se presenta completo: gramática, retórica, filosofía y
teología, aunque no todo se realizó en Guatemala: fue provincial de
Nueva España (1711-1715) y fue procurador enviado por la provincia
a Madrid, en cuya misión falleció. Muy poco puedo decir del último
guatemalteco del período, Francisco de la Cavada, que aparece en 1696
para trasladarse al poco tiempo al conflictivo colegio de Ciudad Real de
Chiapas 8.
La segunda novedad consiste en la aparición de graduados en filo-
sofía entre los profesores: Carrillo, Cavada y Cortés. Y hay que señalar
la presencia del poblano Martínez de la Parra, cuya obra Luz de verda-
des católicas ostenta la marca de «libro más editado» entre los proce-
dentes de la América hispana 9.
Alumnos y profesores de San Lucas: las primeras promociones
Los diecisiete aspirantes al grado de bachiller que hemos mencio-
nado antes, encabezan su petición con un escrito del que extracto este
párrafo: «Cumplimos los tres cursos que se requieren por los reales
estatutos y constituciones de dicha real universidad para obtener el gra-
do de bachiller en filosofía... y para conseguir dicho grado ha de ser
servido v. sía. de dar la providencia conveniente en esta materia, que en
virtud de la real cédula de fundación... sin embarazo alguno se puede
y debe hacer respecto de dirigirse nuestra pretensión a lograr el premio
y remuneración de nuestro trabajo y desvelo, y más cediendo, como cede,
en pro y utilidad de la causa pública, y en particular en el fomento y
adelantamiento de dicha universidad; pues reconociéndolo los demás es-
tudiantes, que siguen las escuelas, frecuentarán con mayor ahinco ydesvelo las clases y generales de dicha universidad, adelantándose y le-
vantando sus ánimos a mayores ascensos, en la prosecución de los gra-
dos mayores a que aspiramos, de lo contrario denegándonos tan justa yloable pretensión, no habrá alguno que prosiga en el cumplimiento de
su obligación, con el desconsuelo grande que causará vernos destituidos
8 AICG: Mex., 5, ff. 245v-246, f. 272, f. 289v, f. 335v; Mex., 6, ff. llv, 58, 106;
Mex., 8, ff. 303, 307v, 313v, 318v-319, 324, 329, 334.
Del padre Cerón habla Alegre en su Historia; AZB, Historia, IV, págs. 203-205. Se
nos dice que acompañó algunas veces al padre Margil en sus andanzas misioneras;
y del padre Arrivillaga, el mismo autor, AZB: Historia, IV, 211.9 Bibliografía de Martínez de la Parra en el capítulo VIII de este mismo estudio.
142
del justo premio a que aspiramos; aunque es así cierto no haber venido
las bulas de su santidad confirmatorias de dicha real universidad, no
puede ser de inconveniente para que se disponga el que se nos confieran
dichos grados...» 10.
En la lista de peticionarios —publicada con muchos errores en el
índice de Yrungaray los cuatro primeros: Pedro Fernández de la Cava-
da, Antonio de Ochaita, Ignacio de Mármol y Francisco de Ribera, son
calificados de «sobresaliente» y se acogen al magisterio del padre Igna-
cio de Aviles; son «notable» o «bueno», los diez siguientes que se reco-
nocen alumnos de Martínez de la Parra y de Juan Cerón; y los tres úl-
timos calificados de «aprobado» piden diversas dispensas por razones
de salud.
Las siguientes promociones 1686, 1688, 1689, 1692 y 1693, se distri-
buyen entre Martínez de la Parra, Joaquín de la Peña y Antonio Cortés.
Iniciándose en la última fecha la intervención de quien fuera, asimismo,
alumno de San Lucas y de Martínez de la Parra, el presbítero don José
Sunsín de Herrera ".
Previera oposición estatutaria a la cátedra de filosofía (1688)
Es la tercera que se celebró: la primera en México en 1678; en ella
intervenía un bachiller procedente del colegio de la Compañía, Sebastián
Arroyo que en aquel momento estudiaba medicina en la universidad
mexicana; el concurso fue declarado nulo e inválido, así como el segundo
celebrado en Guatemala en 1679, al que se presentaba con grandes pro-
babilidades de éxito el doctor de la facultad de teología de San Lucas,
Esteban de Acuña y Moreira.
Nos interesa más, la tercera oposición —la primera celebrada de
acuerdo con los estatutos recientemente aprobados— en la que tomaron
parte, entre diez concursantes, cuatro que habían hecho sus estudios de
Artes en el colegio de San Lucas: Pedro López de Ramales, Juan de
Oviedo y Baños, Antonio de Padilla y José Varón de Berrieza.
No ganaron la oposición; obtuvo la plaza el mercedario fray José
de Morales, que por lo menos les precedía en edad y experiencia. De él
10 AGCA, 12.632, 1905.11 Yrungaray: índice, pág. 106, equivoca muchos nombres en su lista; los detalles
que se añaden en el textc\ no aparecen en Yrungaray: están tomados del expediente
original en AGCA, 12632, 1905.
143
se aseguraba que había hecho sus estudios eclesiásticos en la Compañía
de Jesús, orden que —por motivos diversos— había debido abandonar.
En cualquier caso no se le recuerda como un gran profesor, en cambio
—primero como lector ayudante y más tarde como catedrático en pro-
piedad—, José Sunsín de Herrera representó durante muchos años (1698-
1720 como catedrático activo, de 1720-1741 como jubilado) la herencia
doctrinal de la Compañía de Jesús y muy especialmente la del mexicano
Juan Martínez de la Parra 12.
El bachiller Juan de Oviedo y Baños (1680)
En el curriculum vitae que presentaba en su oposición a la cátedra
de filosofía, Oviedo se expresaba así: «Juan de Oviedo, clérigo ordenado
de menores órdenes, bachiller en la facultad de artes por la real universi-
dad de San Carlos de esta corte... dejando a la estimación de vv.ss. y
del real claustro los méritos notorios de mis padres, que por tales y por
ser públicos y notorios no los expreso, y por tales los alego; reproduzco
que yo he estudiado con el cuidado y desvelo que se sabe artes y sagra-
da teología en el colegio de la Compañía de Jesús de esta ciudad, y en
el dicho curso de artes defendí un acto de lógica, dedicado al illmo.
y rvdmo. señor doctor don Juan de Ortega Montañez... y, en conse-
cuencia, de mi asistencia y aprovechamiento... se me confirió el grado
de bachiller en artes en esta real universidad, precediendo para ello las
informaciones, lecciones y rigor de examen que consta en los autos a
que me refiero; y la dicha facultad de sagrada teología (en que me gra-
duaré cuanto antes) cursé por tiempo de cinco años en dicho colegio de
de la Compañía de Jesús, y defendí un acto de la materia de Incarnatio-
ne dedicado al illmo. y rvdmo. señor maestro don fray Andrés de las
Navas y Quevedo... y en otros muchos actos he argumentado y repli-
cado varias veces; a que se allega que he estudiado en esta real univer-
sidad año y medio de sagrada teología, con total desvelo y cuidado; que
se verifica, pues, habiendo en el copioso concurso de estudiantes que
cursan dicha facultad, muchos sujetos que pudiesen tener el primer acto
de teología que se dedicó a su majestad en acción de gracias por la fun-
dación de esta universidad, fui electo entre todos los referidos, y con
efecto lo sustenté y defendí. . .»
Hasta aquí parece que todo es normal en un joven aprovechado en
12 AGÍ: Guatemala, 154.
144
»'.- «. '-- #•_-#- * t
Reproducción de un grabado hecho enjkáadrid por Matías Irala que valía como «pros-
pecto» de las enseñanzas Jmffútfffias en un convictorio jesuítico del siglo XVlll.Se trata del Real Seminario de Nobles Seminarium Regium Matritense, y las enseñan-zas se presentan con este orden: Religión, Artes Liberales (antiguo trivio y cuatrivio),
Equitación, Esgrima, Lenguas,. Música y Danza. Conozco otro prospecto semejante—de factura muy inferior— que corr£sp&qde al Seminario de Nobles de Barcelona.
El grabado parece exigir el dicho «común» entonces en Guatemala:
¡BUENAS LETRAS,VIRTUD Y
CORTESÍASE ENSEÑA EN LAS ESCUELASDE LA COMPAÑÍA!
los estudios, pero nos deja sin palabras el hacer las cuentas, deduciendo
los años que tenía el muchachito cuando inició sus estudios de filosofía.
Al redactar su curriculum tenía Juan Antonio diecisiete años y medio
y «tengo cursados, dice, cinco años de teología... y he entrado a cursar
en dicha universidad ambos derechos... argumento cierto de mi grande
aplicación». Cinco años de teología más el curso iniciado de derecho,
dan seis que restados de los diecisiete y medio, nos presentan a un niño
de once años y medio que concluye su trienio de filosofía, permitiéndo-
nos asistir a sus primeros pinitos, en las «súmulas», a los ocho años.
A la edad de once años (diez y once meses, para ser exactos) había
defendido nuestro muchachito en acto público las siguientes conclusio-
nes: No hay distinción virtual intrínseca, ni formal «ex natura rei»,
«ante operationem intellectus»; tampoco se produce la distinción de ra-
zón «per praecisionem objetivam» y naturalmente: «los grados metafí-
sicos se distinguen solamente por un acto del entendimiento "formaliter
praescindentem"...» Y así surgía en el aula magna del colegio de San
Lucas, un nuevo David frente al antiguo gigante del escotismo, tan que-
rido de los franciscanos... Y todo ello —por supuesto— en un fluido
latín, como le gustaba a su profesor de gramática y entonces de filosofía,
Juan Martínez de la Parra 13. )
No ganó Juan Antonio la oposición 3"1a cátedra de filosofía que
pretendía; y muy poco después propuso a^su tío y tutor sus planes:
entraría en la Compañía de Jesús 14. No* le hizo ninguna gracia a nuestro
canónigo la resolución de su sobrino y jguiso darle tiempo para una re-
flesión adicional internándolo —se nos dice— en el convento de los do-
minicos; como Juan Antonio mantenía su propósito, don José hubo de
ceder, no sin comentar que el rector de los jesuítas Ambrosio de Oddonle había quitado a su sobrino por jugar una mala pasada a la universidad;
según lo afirma maliciosamente el catedrático de cánones, Bartolomé de
Amézqueta y Laurgain en uno de sus abultados informes 15.
13 AGÍ: Guatemala, 154.14 Juan Antonio ingresó en la Compañía de^fesútw*n^,(690; enseñó filosofía en el
Máximo de México y teología en el colegio da^gín Lucas de Guatemala. Fue rector
del colegio de San Ildefonso en Puebla, del colegio 3e* Guatemala y de otros cole-
gios de la provincia de México de la que fue dos veces provincial. Fue enviado a Es-
paña como procurador de la provincia y acertó a estar en Madrid cuando allí se
discutía sobre la oportunidad de trasladar Guatemala a otro.ernplazamiento, tras unode los periódicos y catastróficos seísmos: su pajeoer. contrario al traslado, parece quefue decisivo en el Consejo de Indias. L,
15 Amézqueta, primer catedrático de Cánones de la Universidad de San Carlos es
un personaje muy pintoresco que llena con sus informes —bien o mal intencionados,
14510
Voy a transcribir —ordenándola para que aparezca su estructura
literaria— la tarja con que se anunció el primer acto público de la uni-
versidad de San Carlos, dedicado al monarca y encargado al «mejor»
alumno de la naciente universidad: don Juan Antonio de Oviedo yBaños.
ínter Caesareos
augustissimo ortodoxae fidei invaríabili fulcimento
invincibili exercituum propugnáculo
integerrimo justitiae Radamantosecuriori pietatis asylo
providissimo casuum aerarlo
máximo utriusque mundi luminari;
virtututm omnium tam ditisssimo
ut si jure haereditario in naturali loco non
pullularet dominasob maeritorum coacervationem personalium ex justitia
debita reluceret corona
Pareníi Jovi ómnibus pairando suis*
DOMINO AC SEMPER DOMINO NOSTROCAROLO SECUNDOQuem prospera Altissimus in universali
Hispaniarum et Indiarum imperio
manutenere dignetur!
Regalis Goathemaíensis Lycaei
fundatori superno
pero siempre interesantes— legajos enteros en el Archivo General de Indias. Comenzósus estudios superiores en 1658: hizo tres cursos de filosofía, dos de teología y tres
de cánones; en 1662 se graduó de maestro en artes: todo ello en Sevilla. Pasó a Sa-
lamanca donde recibió el grado de bachiller en cánones, trasladándose en 1668 a la
Universidad de Oñate en la que se graduó de licenciado y doctor en la mismaFacultad. En Oñate fue profesor^de cánones desde 1668 hasta 1671, siendo nombradorector en 1671 y 1675. En 1679 se presentó al concurso para la provisión de cátedras
en Guatemala y llegó a Puerto Caballos en la misma expedición en que arribaron el
nuevo presidente, Barrios Leal, sus camaradas los catedráticos de Leyes y de Medicina
y una «barcada» de dominicos, entre los que figuraba fray Francisco Ximénez. En la
Universidad de San Carlos encontró campo, si no para sus explicaciones (fueron muyescasos sus alumnos), sí para sus maniobras político-académicas. El rector Baños fueuna de sus víctimas... Años más tarde se significó en la discordia civil que señaló
la visita de Lamadrid. (Véase AGÍ: Guatemala, 259, para sus títulos; Guatemala, 373,.
para sus informes.)
146
benignissimo tutelan
" reddendo quae sunt Caesaris Caesari"
ex clientelae lege
Has primas Theologiae Theses
domirtus Joannes de Oviedo et Bañoshumillimo et reverenti animoSACRAT ET DICAT...
La segunda parte de tan solemne inscripción va desgranando los tí-
tulos del rector don José de Baños y Sotomayor, concluyendo con el tí-
tulo que latiniza su suprema función:
Carolini palladis primarius rector. .
.
Hay que perdonar a tan aventajado alumno tan barroquísima dedi-catoria que suponemos hada juego con las composiciones latinas que enaquellos felices días se acostumbraban.
Pero agradezcamos a la providencia el feliz resultado de su entradaen la Compañía en relación con la copiosa producción literaria con quealternó sus importantes cargos de gobierno 16
.
los profesores universitarios
Sunsín de Herrera y Varón de Berrieza
Aunque nos adelanta algo en el tiempo sobre el período que consi-deramos, tenemos que fijarnos en José Sunsín de Herrera, que llena—con su compañero y tocayo, Varón de Berrieza— un largo períodouniversitario. Ambos toman posesión de sus cátedras respectivas: filo-
sofía y moral en 1698; y ambos ocupan en larga y mutua sustitución el
rectorado universitario desde 1705 a 1727.
En la primera oposición a la cátedra de filosofía, se presentó Varónde Berrieza junto a Juan Antonio de Oviedo, aunque se retiró antes de
16 Las obras escritas y publicadas por nuestro bachiller Juan Antonio son muchas:se distribuyen entre novenas, panegíricos y biografías de jesuítas que murieron enfama de santidad. Curiosamente fue una novena (la dedicada a San Juan Nepomu-ceno) la obra de Oviedo que llegó a mayor número de ediciones (18, en el Manualde Palau). Otra obra de gran difusión fue su Destierro de la ignorancia: instruccióncatequística para un mejor uso de los sacramentos que llegó a cinco ediciones.
147
llegar a los actos finales. Berrieza alegaba entre sus méritos sus estudios
en San Lucas, donde había hecho su curso de artes y cinco años de teo-
logía. En el curso de artes había defendido en 1680 un acto público
dedicado al presidente don Lope de Sierra Osorio. . . «y en consecuencia
me honró esta real universidad con el grado de bachiller»; «en la facul-
tad de teología tuve —dice— un acto de materias "que no había oído1 '
en clase... dedicado al illmo. y rvdmo. señor maestro don fray Andrésde las Navas y Quevedo» 17
.
Sunsín de Herrera que se gloría de su profesor Martínez de la Parra,
obtiene su bachillerato en artes en 1689 y en 1691 su bachillerato enteología; su afición le lleva a dar lecciones de filosofía —libres y volun-
tarias— durante el período de fray José de Morales. Amézqueta nos dice
en 1690 que los estudiantes dejaban a Morales que era «melancólico yrígido» y acudían a los cursos de Sunsín, por su parte Sunsín de Herrera
17 «Pasando, señor —escribe Varón— a poner en la altísima contemplación dev. s. s.
ay del real claustro, los méritos que me asisten... que he estudiado con el
cuidado y desvelo, que no se ignoran, en el colegio de la Compañía de Jesús, micurso de artes, y ahí mismo cinco años de sagrada teología... asistiendo en todo el
tiempo de mis cursos a conferencias, argumentos, conclusiones públicas y privadas,replicando y defendiendo siempre que mis maestros lo han mandado: en el cursode artes defendí el primer acto de él, que dediqué al señor don Lope de Sierra... y enconsecuencia de mi aprovechamiento en aquesta facultad me honró esta real univer-sidad con el grado de bachiller, a que precedieron las informaciones, lecciones y rigor
de examen...». AGÍ: Guatemala, 154. He aquí su inscripción dedicatoria al presidente
Sierra Osorio:
Nobilissimo heroi
clarissimo viro
illustrissimo dominoD. D. Lopio de Sierra Osorio
amplissimi Mexicani Senatus concripto patri
Defendentur in scholis Societatis Jesu,
Ipso, eiusque sanctissima matre María sine labe originali concepta, faventibus
auno millesimo sexcentésimo octuagesimo.
En esta dedicatoria que se abre con alabanzas que en Guatemala eran ya lugarcomún (véase Medina: Imprenta Guatemala, I, pág. 30) aparece una curiosa traduc-
ción —o interpretación— latina del vocablo «oidor»... pater conscriptus senatus mexi-cani... Notemos también que en fecha tan tardía como el año 1680 se permiten actos
académicos tan solemnes en el colegio de la Compañía... El original está impreso
en la tipografía de Antonio de Pineda e Ibarra.
148
al presentarse a la oposición de 1698, declaraba que había «leído tres
años sin salario, por no haber rentas» para salarios extraordinarios 18.
De 1698 a 1720 Sunsín fue pasando en el cabildo catedral desde sim-ple canónigo hasta chantre (en 1729 era arcediano y en 1735 deán —sele menciona también como primer penitenciario); y en el orden académi-co ocupó la rectoría en 1707, 1711, 1715, 1719, 1723, 1727; alternándosecon Berrieza que la ocuparía en 1711, 1714, 1718, 1723 y 1725 19
.
Durante este período se llegó a afirmar que en la universidad de SanCarlos se enseñaba doctrina «jesuíta», y no era necesario acudir a SanLucas para aprenderla.
Variaciones del personal en San Lucas
En 1676, año del establecimiento de la universidad de San Carlos,es rector el padre Eugenio López, natural de Ciempozuelos en las cerca-nías de Madrid; le sucede nuestro antiguo conocido el padre Salvador dela Puente, que había hincado tan hondas raíces en la sociedad guatemal-teca. Conservamos un par de cartas dirigidas al provincial BernardoPardo, que durante el año de 1681 se hacen eco del sentimiento popularpor el traslado del padre Salvador, al ser sustituido por el cubano Fran-cisco Rodríguez de Vera. El presidente Lope de Sierra Osorio comentalos buenos recuerdos que tiene de los jesuítas misioneros en el norte deMéxico y desea todo éxito al nuevo rector; el obispo Ortega y Montañez,dice que será difícil para el nuevo rector sustituir al «serafín del padreSalvador...!» 20
.
A Rodríguez de Vera sustituyen dos rectores de origen español: el
madrileño Diego de Vega y el zaragozano Ambrosio de Oddon. En 1690tenemos un guatemalteco en el rectorado, el padre Francisco de Artea-ga; a quien sustituye en 1693 un mexicano, el padre Francisco AntonioOrtiz y, finalmente, en 1696 el toledano José Díaz.
Es muy importante la llegada en 1681 del guatemalteco Ignacio deAzpeitia, puntal del colegio hasta 1726: como tendremos ocasión deverlo.
18 El testimonio de Amézqueta (véase nota 13), en AGÍ: Guatemala, 373; los mé-ritos de Sunsín, en AGCA, 12467, 1899.
19Juarros: Compendio, I, págs. 267-268 y pág. 257.Las cartas contienen detalles muy significativos del ambiente religioso-jerárqui-
co, además —y fuera— de los párrafos en que se alaba al padre Salvador y su difícilsustitución en el cargo de superior en Guatemala. AICG: Méx., 17, ff. 434-5.
149
Hemos mencionado ya los profesores de filosofía; son profesores de
teología: Juan de Qchoa, Juan de Estrada, Juan Cerón, Alfonso de Arri-
villaga, Antonio Cortés, Pedro Pimentel, Antonio de Valtierra, Fran-
cisco Xavier Solchaga. Y son profesores de gramática: José de Aguilar,
José de Morales, Juan Vallejo, Manuel de Alcalá, Joaquín de Robles,
Pedro de Paz, Antonio de Cáceres, Juan de Herrera, Juan de la Parra
y Francisco del Castillo. Ha sucedido al portugués Domingo de Barrios
en la escuela de primeras letras, el murciano Florencio de Abarca. Comosiempre, hay suficiente movilidad en los puestos docentes por los que
pasan los maestros desde la gramática hasta la teología, permaneciendo
en cada uno lo que dura el ciclo de la asignatura o materia correspon-
diente. Algunos salen del país antes de concluir el ciclo, otros se dedi-
can desde el principio a actividades no docentes y éstos no suelen seguir
un ciclo determinado; aunque pudiéramos considerar que está en su
cima el puesto de director de la congregación mariana de seglares que
está alcanzando su mayor esplendor 21.
Situación económica del colegio
Las entradas están estabilizadas en 20.000 pesos anuales; y las deudas
que ascienden también a 20.000 equivalen a un pago anual de mil pesos.
En 1683 se acusa un movimiento especial de limosnas y donativos
que se emplean en arreglar la casa y la iglesia; y en un intento—siempre
frustrado— de hacer rentable el ingenio de azúcar de Amatitlán 22.
21 AICG: Méx., 5, ff. 245v-246, 289v, 335v, 385v; Méx., 6, ff. llv, 58, 106; Méx.,
8, ff. 303, 307v, 313v, 318v-319, 324, 329, 334.22 El 12 de febrero de 1689 se produjo un movimiento sísmico que afectó a mu-
chos edificios de la ciudad y muy especialmente a la iglesia del colegio; Juarros da
poca importancia a este seísmo, aunque menciona un autor que lo consideraba máscatastrófico que el acaecido en febrero del 51. Las Efemérides de Pardo enumeranen general «templos, comunidades, casas grandes y pequeñas» y en particular las
«casas reales... y el templo de san Francisco...», pág. 106. Parece que en este terre-
moto de 1689 quedó gravemente dañada la estructura del templo, que databa de 1655,
y que había sido construida con el dinero del «fundador», Justiniano. En el catálogo
de 1690 se pone como principal capítulo de gastos la molitio templi; frase que se
repite en 1696: aedificatio templi. AICG: Méx., 6, f. 44, f. 155v.
En relación con el «ingenio» de Amatitlán, y de acuerdo con dos testimonios que
me ha proporcionado la señorita Pilar Hernández (AGÍ: Guatemala, 28) y que entran
en su tesis doctoral, se había producido cierto crecimiento en el personal trabajador
que era de 86 esclavos y 36 indios libres en 1675 y 108 esclavos, 26 mulatos libres
y 67 indios en 1680.
150
En 1697 hay dos entregas de 6.000 y 2.000 pesos, respectivamente,
que siguen el mismo esquema. Dos matrimonios hacen la entrega para
que los jesuitas —en su nombre lo recibe el rector, José Díaz— pasen
una pensión anual equivalente al 5 por 100 a las hijas de cada uno de
los matrimonios; al fallecimiento de cada una, su parte quedará a libre
disposición de la Compañía: con una carga anual y perpetua de una
misa en sufragio de su alma °.
Comienzan las implicaciones políticas
Era inevitable que la comunidad de jesuitas influyera cada vez másdecisivamente en la vida ciudadana de Santiago; sin embargo, estas in-
fluencias no aparecieron en la superficie hasta bien entrado el último
cuarto del siglo xvn.
En el largo proceso que siguió a la suspensión del presidente Rosica
de Caldas, y a la visita del obispo Sáenz de Mañosea, es citado comotestigo el padre Manuel Lobo, a quien se consideraba amigo y consejero
del oidor Gárate y Francia: una de las piezas decisivas en el proceso
que se había abierto contra el mencionado Rosica de Caldas 24.
Lo ignoraríamos todo sobre este punto, a no ser por el hecho de
haberse presentado como pieza testifical la correspondencia cruzada en-
tre el antiguo oidor y el jesuíta, son cuatro las cartas, que van desde
marzo de 1669 hasta noviembre del 70; la primera relata la prisión del
fiscal Pedro de Miranda y Santillán hecho que desencadenó todo el pro-
ceso judicial; la segunda se hace eco de la muerte del fiscal en la forta-
leza de San Felipe del Golfo, en la que fue atendido—señala el jesuíta
—
por un grupo de religiosos que entonces llegaba de España; la tercera
carta toca asuntos particulares entre el jesuíta y el oidor, a quien se
dedican frases como: «a quien tan de corazón amo...» y «de quien tan
singulares finezas debo...». Finalmente, la cuarta, se refiere al comienzo
del proceso de visita que puso las riendas de las provincias en manos del
obispo Sáenz de Mañosea. . . «Rosica —nos dice— era muy impulsivo...
y no falta quien sienta» (su prisión) ya que todos lo recuerdan como
23 Se detallan estos contratos en AHN: Jesuitas, 85, núms. 58 y 59. En AICG:Méx., 5, ff. 272, 320v, 418; Méx., 6, ff. 44, I55v, datos sobre la economía de la casa.
24 Una lista de presidentes y visitadores en Fuentes y Guzmán: Obras, y en miEstudio preliminar, BAE, CCXXX, págs. XXXIV y XXXV.
151
«muy caritativo...» Por su parte Mañosea —escribe— «procede muy a
lo inquisidor con espera y silencio...» Cosa natural en un antiguo y ve-
terano comisario del tribunal 25.
MÁS POLÍTICA EN EL HORIZONTE (1686)
Durante los años que precedieron al cambio del siglo, la tranquilidad
ciudadana se vio perturbada con pequeñas tempestades que tenían su
origen en dificultades internas de los miembros de la audiencia, pero
que respondían a un clima de insatisfacción, cuyas causas más profundas
hay que buscar en el cambio de la coyuntura, que llegó a Guatemala
con cierto retraso. Por los años setenta es clara la tendencia alcista en
los negocios, pero al acercarse el final del siglo, los negocios no van tan
bien; el cacao sufre la competencia de Guayaquil y el comercio de añil
pierde su antigua bonanza. Como resultado, se hace endémico el contra-
bando, y se multiplican las causas contra ciudadanos respetables...
En 1683 toma posesión de su gobierno el presidente Enrique Enrí-
quez de Guzmán: hijo del conde de Alba de Aliste había pasado gran
parte de su juventud en las cortes virreinales de México y Lima; al ser
nombrado para Guatemala era consejero de guerra en la corte españo-
la26
. Llegó a Guatemala en 1683, y su paso por el reino hubiera sido un
período de tranquila paz, a no ser por el torbellino producido por la lle-
gada del oidor Enríquez de Silva; venía éste de la alcaldía mayor de las
Alpujarras, cargo que parece haber exaltado sus ímpetus reformistas:
ímpetus que se compaginaban con fallos en su conducta moral que le
hacían fácil presa de sus enemigos. Hay dos nutridos legajos en Indias
que abarcan toda clase de testimonios y probanzas, casi todos desfavo-
rables a nuestro oidor. Víctimas suyas fueron el respetable padre del
catedrático canónigo Varón de Berrieza; y el «vizcaíno» Zurriain que era
uno de los principales comerciantes entre los asentados en Guatemala 27.
Enríquez de Guzmán dimitió de su cargo cuando la tempestad se
25 Las cartas de Lobo en AGÍ: Escribanía, 346, ff. 278-279, 285-286, 288-289 y 312.
En el mismo legajo encontramos un testimonio de Fuentes y Guzmán muy con-
trario al presidente. AGÍ: Escribanía, 346 B, ff. 133-146v.26 En AGÍ: Guatemala, 76, el capitán general presenta una brillante hoja de ser-
vicios y pide una pensión vitalicia para su hijo; la respuesta... «no ha lugar».
27 AGÍ: Guatemala, 140 y 141. Dentro de estos legajos hay interesantísimos infor-
mes acerca del movimiento comercial de Guatemala en estos años finales de cen-
turia.
152
encrespaba en torno a su oidor, y éste juzgó oportuno refugiarse en el
colegio de los jesuitas, apelando a su condición de «asilo» eclesiástico.
Nada favorecía este refugio a los moradores del colegio; «lo albo-
rotaba» escriben los jesuitas a la Audiencia..., pero el oidor seguía «re-
fugiado» porque creía en peligro su vida después de haber sentido muycerca el golpe de un «carabinazo» que le iba destinado y que falló por
muy poco margen. La situación se prolongó durante nueve meses, hasta
que con la llegada del nuevo presidente Barrios Leal se tranquilizó algo
el ambiente 28.
El rectorado de Juan de Cárdenas (1696-1705)
Volvamos otra vez a la universidad; a la muerte de don José de Ba-
ños y Sotomayor en 1696, fue elevado al rectorado don Juan de Cárde-
nas, último de los rectores nombrados por el «vicepatrón», es decir, por
el presidente y capitán general; en este caso don Gabriel Sánchez de
Berrospe. Cárdenas fue rector vitalicio—como su antecesor— y conclu-
yó su oficio con su fallecimiento en agosto de 1705.
Era antiguo alumno del seminario de la Asunción, y siempre comosu antecesor —simultaneó el rectorado con distintos beneficios en el
cabildo catedral: allí comenzó la carrera de los honores en 1677 y llegó
al puesto de arcediano en 1699 *
Cárdenas vio pronto que Guatemala no daba concurso suficiente de
estudiantes para dos centros que funcionaran autónomamente; y muchomenos para tres, ya que su propio seminario de la Asunción seguía sus
cursos sin verse obligados sus alumnos a la asistencia cotidiana a las lec-
ciones universitarias. En San Lucas el caso era algo diferente: los jesui-
tas podían dar sus cursos, siempre y cuando no interfirieran con las ho-
ras de San Carlos, pero los alumnos que quisieran graduarse debían ins-
cribirse en San Carlos y participar en sus lecciones 30.
El problema más llamativo era la falta de asistencia de los alumnos,
pero el problema de fondo estaba en la inasistencia de los profesores.
Tenemos una primera estadística universitaria en 1681. Decía el
superintendente Sarasa al sustituir a su antecesor Urquiola: hay dos cá-
tedras de teología con tres o cuatro alumnos; una de artes que comenzó
28 AGÍ: Guatemala, 150.29 Juarros: Compendio, I, págs. 257 y 267-268.,0 Véase la nota 1 de este capítulo V.
153
con sesenta y ha bajado a cuarenta; una de leyes y otra de instituía con
seis o siete alumnos, y otra de cakchiquel con siete u ocho; las de medi-
cina y cánones —decía— no se han inaugurado todavía 31.
El obispo Navas y Quevedo atribuía en 1686 aquel abandono a la
inasistencia de los profesores religiosos (provinciales o superiores) que
no pueden venir a clase. . . «de que se ha seguido el desamparar muchos
estudiantes la universidad e irse a la Compañía, menospreciando el no
poderse graduar...»
Cárdenas decide buscar la solución en su última causa; acude en
1698 al obispo—Navas y Quevedo— para que ponga algún remedio que
levante la moral de la universidad: aquello va muy mal, apenas hay
cursantes «los catedráticos —dice— se hallan casi destituidos de cursan-
tes que oigan sus lecturas»; por su parte propone algunos medios que
favorezcan el concurso de estudiantes: por ejemplo, que no concedan las
órdenes sagradas sino a los que hayan hecho sus estudios en la univer-
sidad; pero, sobre todo, considera que hay que conseguir la cooperación
de los padres de la Compañía, que «hagan comunicables sus estudios con
los de la real universidad, como lo han estilado —comenta— y debido
estilar en la ciudad de México, disponiendo las horas de sus lecturas,
con tal distribución que se haga compatible la asistencia de unos y otros
estudios...» 32.
No son los jesuítas culpables
DE LA FALTA DE ESTUDIANTES EN SAN CARLOS
El rector de los jesuítas, el guatemalteco Ignacio López de Azpeitia
considera infundada la acusación que estaba implícita en el escrito de
Juan de Cárdenas. Azpeitia opina que a Cárdenas le toca —en primer
lugar— poner en práctica las constituciones. . . allí se especifican las horas
en que se lee filosofía y teología en San Carlos, y los jesuítas respetan
religiosamente tales horas. . . Y es que —prosigue— «el desaliento y la
31 AGÍ: Guatemala, 136. El informe de Sarasa, a 27-111-1681.32 Navas y Quevedo en AGCA, 12138, 1890, y en AGÍ: Guatemala, 373. El
fiscal del Consejo encontró extraña la alusión a México. Felipe II en carta al
virrey Enríquez, 14-IV-1579, le aconseja fomentar la «concordia» entre los colegios
y la Universidad, de tal manera que los estudiantes puedan tener sus clases en la
Compañía siempre que se matriculen y gradúen en la Universidad. MMéx., I, pági-
nas 453-454.
154
tibieza no vienen de ia Compañía» esto se deduce claramente de que
la Compañía no tiene nada que hacer en las facultades de Medicina,
Cánones, Leyes. . . y en ellas la «tibieza» es la misma; en la facultad de
artes, comenzaron setenta estudiantes. . . que luego fueron abandonando
el curso. Cumplan las constituciones —añade— «sin culpar al prójimo,
e informar a su majestad...» y por lo que respecta al cumplimiento de
estas, «se halla copiosísimo número de ellas sin ejecución ni cumplimien-
to (siendo en no pocas bien fácil) de las cuales las que por ahora ocurren
son las siguientes...» Azpeitia cita cincuenta y tres y alude a otras...
«Si para ellas—añade— hay epiqueya, la podrá haber para la Compañía,
a lo menos —dice— por haber dado dos tan buenos catedráticos comoVarón de Berrieza y Sunsín de Herrera y... Juan de Oviedo y Baños...»
No le agradó mucho a Cárdenas la respuesta de Azpeitia, que le
sonaba como una especie de apelación, de su parecer, al del obispo...
«¿pretenderá —se preguntaba— el jesuíta citarle a juicio? . . . ¿con qué
jurisdicción podrá juzgarle el obispo?»
Azpeitia responde —no sin fondo de razón— que no ha sido él, sino
Cárdenas el que ha llevado el tema ante el obispo. . . y que se atenga a
las consecuencias. .
.
33.
El templo de los jesuítas, foco de espiritualidad
Antes de concluir este capítulo que se cierra con el siglo xvn, parece
oportuno detenernos un momento en el aspecto espiritual del colegio e
iglesia de los jesuítas, tal como se nos presentan en este último cuarto
del siglo xvn.
En 1689 —lo hemos dicho— el templo que acababa de levantarse se
vino al suelo; un jesuíta guatemalteco, a quien tendremos ocasión de con-
siderar más despacio en el capítulo siguiente, empleó en la reconstruc-
ción de la iglesia su tiempo y el dinero que le correspondía en la herencia
de sus padres. Me refiero naturalmente al padre Ignacio López de Azpei-
tia, quien llegó a Guatemala hacia el año 1681. Curiosamente desde este
primer año consta en el catálogo como encargado de las obras de la igle-
sia: «praeest fabricae»; según ello no emprendió una reconstrucción tras
una ruina total, sino que la ruina afectó una obra en marcha 34.
33 AGÍ: Guatemala, 373. Las controversias entre Cárdenas y Azpeitia se enconarán
rápidamente con la inesperada apertura del colegio-internado de San Borja, que será
objeto del capítulo siguiente.34 Así consta en el catálogo trienal de 1681. AICG: Méx., 5, f. 1289v.
155
Entretanto el templo seguía amparando la tradicional escuela de es-
piritualidad jesuítica: caracterizada por la frecuencia de los sacramentos,
la oración mental; y al trabajo organizado de los jóvenes a través de las
congregaciones marianas que impulsaban obras de caridad y otras de
enseñanza especialmente elemental de la doctrina cristiana, que se ma-
nifestaban al exterior con las «procesiones» de la doctrina que convo-
caban chicos y grandes en la plaza mayor los domingos por la tarde.
Seguía asiduo al confesionario el padre Manuel Lobo, cuya muerte
en 21 de marzo de 1697 es señalada por Pardo en sus Efemérides comonoticia de verdadero peso ciudadano 3S
.
Convivía con Lobo y partía con él el trabajo de la dirección de las
conciencias, el hondureno Juan Cerón; pero a diferencia de Lobo, Cerón
reparte su tiempo entre las labores docentes y los quehaceres más espiri-
tuales. Cerón aparece en 1675 como profesor de gramática, y ha pasado
el curso de filosofía y enseña la teología moral en 1683; en 1687 es pro-
fesor de teología y en esa ocupación le encontramos por última vez en
1693 *.
También en 1675 aparece en Guatemala, un jesuíta guatemalteco,
que había pasado sin duda por las mismas aulas de San Lucas, era el
padre Juan de Estrada, que en 1678 ocupa la cátedra de prima de teolo-
gía sin que se nos hable de sus previas enseñanzas. Es vicerrector en 1681
y durante su gobierno se dan unas solemnísimas misiones populares que
conmovieron profundamente la ciudad. Estrada, que marchará mástarde a México donde será enviado como procurador a Roma, para
ocupar más adelante el puesto de provincial de Nueva España; partirá
con Cerón y con el tlaxcalteca Antonio de Siria la dirección espiritual
de una de las mujeres que más impresionaron en la Guatemala de en-
tonces, la salvadoreña Ana Guerra de Jesús 37.
Recientemente se ha renovado el recuerdo de esta santa mujer, cuya
vida discurre tan íntimamente unida al culto de la iglesia jesuítica, que
35 Pardo: Efemérides, pág. 104.36 Del padre Cerón hemos hablado al principio de este mismo capítulo, véase
nota 3.
37 El padre Juan Antonio Platero ha elaborado una cuidada biografía de la madreAna Guerra de Jesús; en ella dedica el capítulo XIII a sus directores espirituales
jesuítas, págs. 197-209. Se menciona a los tres: Estrada, que la dirigió brevemente;
Cerón, que fue su director oficial, y Siria, que fue testigo «abonado» de sus extraordi-
narias vías místicas y que publicó finalmente su biografía: Vida admirable y prodi-
giosas virtudes de la Vble. sierra de Dios, Doña Ana Guerra de Jesús... Guatema-
la, 1717.
156
logró lo que solo rarísima vez se concedía, la autorización para usar la
negra sotana de la Compañía de Jesús y la distinción de ser enterrada en
la cripta destinada a los padres jesuítas bajo el pavimento de la capilla
mayor que se reconstruía en aquel principio de siglo y que volvería a
resquebrajarse dos veces más a lo largo del xvm; antes de que quedara
silenciosa con la expulsión de sus propietarios y al cabo de los años se
viera transformada en bullicioso mercado. Bajo ese suelo, en algún lugar
ahora desconocido reposan los restos de los jesuítas, que en aquel primer
siglo y medio convivieron, enseñaron, publicaron, predicaron y trataron
de hacer el bien a sus conciudadanos desde aquel centro de espiritualidad
que fue el colegio de San Lucas y el internado de San Borja 38.
38 Al concluir el capítulo hemos de mencionar al padre Juan de Ugarte, interesante
y poco conocido apóstol de la California, quien había nacido en Tegucigalpa en 1663
y había entrado en la Compañía en 1679. Estudió en San Lucas los tres grados de
la gramática, 1676-1679, teniendo de profesor al también hondureno Juan Cerón; él
fue probablemente su director espiritual y quien le orientó finalmente (así como a su
hermano Pedro) a la Compañía de Jesús. Ugarte formó, con Salvatierra y Kino, el
triángulo sobre el que se sustentó durante años la gloriosa misión de California. EnCalifornia murió el 28 de diciembre de 1730; un testigo más de la universalidad que
se transmitía en San Lucas a los que estudiaban en este colegio. Sobre Ugarte, AZB:Historia, IV, págs. 131-133, 146-148, 163-164, 172-174, 180-183, 193-194, 200, 208, 216,
231, 260-265, 345-346, 419; en su tiempo escribió su biografía el padre Villavicen-
cio, J. J.: Vida y virtudes del padre Juan de Ugarte... México, 1752.
157
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Plano levantado por Rubén Bailey, dibujado por Carlos Castañeda y revi-
sado por R. Bonilla, de las plantas primera y segunda del colegio de SanLucas; la iglesia ocupa el costado sur; el cuadrado en la esquina norocci-
dental corresponde a la casa de ejercicios espirituales (Santa Brígida); entre
la iglesia y esta casa se halla la Congregación. En la parte inferior, patios
del colegio y habitación de la comunidad.
CAPITULO SEXTO
INTERNADO DE SAN FRANCISCO DE BORJA
El padre Ignacio de Azpeitia funda el colegio (1648-1726).—Situación
del colegio.—Primeros colegiales.—La visita de Lamadrid interfiere en el
desarrollo del colegio.—Informe de los jesuítas sobre la retirada «a sagra-
do» de Lamadrid.—El rector de la universidad pide la clausura de SanBorja (1699-1700).—Primer acto público del colegio de San Borja (5 de
mayo de 1700).—Se estabiliza la situación de San Borja (1703).—San
Borja en San Lucas (1700-1766).—Personal del colegio de San Borja
(1700-1766).—Vida económica del colegio de San Borja.—Algunas apor-
taciones económicas destacadas.—El colegio de San Borja en el bienio
1760-1761 : La visita del padre Ramírez.—Estado económico del colegio
en el bienio 1760-1761.—Actividades sociales y leligiosas del San Borja.
El padre Ignacio de Azpeitia funda el colegio (1648-1726)
Nacido en Guatemala, en 1648, estaba emparentado con don José
de Aguilar y Rebolledo que había contraído nupcias con doña Juana de
Azpeitia y Sierra, poseedora del llamado «portal de las panaderas», que
hace frente a la catedral en la solemne plaza de armas de Santiago de
los Caballeros, Ignacio pudiera ser su hermano, siendo entonces amboshijos del capitán Diego López de Azpeitia. Tanto por don José de Agui-
lar, como por Azpeitia, se entroncaba nuestro padre Ignacio con diri-
gentes de la vida ciudadana: don José Aguilar ocupó el cargo de alcalde
de Santiago los años 1668, 1679, 1693; siendo a su vez alcalde don Juan
López de Azpeitia, el año 1707 '.
1 Sin tratar de fijar el árbol genealógico del padre Azpeitia, damos con JuanaLópez de Azpeitia, que parece coincidir con Juana de Azpeitia y Sierra, «dueña del
portal de las panaderas» (EP, pág. 128), que había heredado del capitán Diego Lópezde Azpeitia. Juana López de Azpeitia era viuda a principios del siglo xvm de donJosé de Aguilar y Rebolledo, cuyo parentesco exacto desconozco tanto con nuestro
padre Azpeitia, cuanto con el maestre de campo José Agustín de Estrada y Azpeitia,
muy importante en la vida ciudadana de Santiago de los Caballeros. Según Juarros,
Compendio, I, págs. 263-265, José de Aguilar fue alcalde en 1668, 1679, 1693; don
159
La primera obra importante a que se consagró nuestro padre Azpeitia
fue la reconstrucción de la iglesia, muy dañada tras el terremoto de 1689:
en ella empleó—se nos dice— veinte años y contando con un capital de
diez mil pesos, que pudiera pertenecer a su legítima. Al concluir esta
restauración se afirmó del templo «ser uno de los más hermosos y bien
adornados de toda la América...» 2.
A continuación emprendió otro trabajo en el que hacía tiempo me-
ditaba: la fundación de un internado. La afluencia de alumnos de todas
las provincias del reino de Guatemala a los estudios de San Lucas, hacía
imperativa la formación de una residencia que los albergara.
Para este colegio contó con la aportación fundamental de una «muynoble y virtuosa señora», llamada doña Teresa de Loyola que había ve-
nido de Guipúzcoa, unida en matrimonio, con don Pedro Gutiérrez,
nombrado alcalde mayor de Ciudad Real de Chiapas. No es aventurado
suponer —dado el origen geográfico semejante de los apellidos— que
algún parentesco pudiera unir a doña Teresa con el padre Azpeitia. El
hecho es que pudo convencer a doña Teresa que dedicara diez mil pesos
a la dotación de cuatro becas reservadas para estudiantes chiapanecos.
Estos diez mil pesos fueron la primera base económica del «ilustre cole-
gio de San Francisco de Borja» 3.
Juan López de Azpeitia lo fue en 1707 y don José Agustín de Estrada y Azpeitiaen 1681, 1686, y desde 1682 era correo mayor del reino (EP, pág. 85).
En AGÍ, Guatemala, 4, encontramos una especie de curriculum vitae del capitán
Agustín de Estrada, que fue soldado de la compañía de infantería española de Viz-caínos, pasando a cabo de escuadra de Guzmanes; llegando en 1660 a capitán de infan-
tería española, armó a su costa 150 infantes, con mosquetes, arcabuces, picas... Levantóa su costa otra compañía para Nicaragua, 100 reales de plata a cada uno de los
soldados; en esta ocasión llegó a coronel de las cuatro compañías, pasando a maestrede campo. Sobre esta serie de méritos pedía mercedes para su hijo José Agustín deEstrada y Azpeitia; éste era —por su madre y esposa de Agustín— nieto de conquis-
tadores. No son tan favorables los informes que mezclan a nuestro Agustín con los
abusos del presidente Rosica de Caldas, según testimonio de Fuentes y Guzmán(30-V-1671); Agustín de Estrada era el encargado de recibir los «donativos» de los
clientes o de los aspirantes a cargos u oficios. AGÍ: Escribanía, 346.2 Alegre: Historia, AZB, IV, pág. 324.3 Como era de esperar, no todos estaban de acuerdo con las obras emprendidas
por el padre Azpeitia; suena a «sustitución» o mejor «destitución» su relevo en el
rectorado de San Lucas por el mexicano Antonio López Jardón. Escribe al provincial
novohispano Manuel Piñeiro, a 16 de abril de 1704, y su carta —dedicada fundamental-
mente a describir la situación económica de la casa— contiene, a partes iguales, datos
desoladores sobre ésta y censuras sobre la actuación de su predecesor Azpeitia. Dela carta deducimos que el padre Ignacio había «malvendido» una hacienda de la costa
(¿será la de San Antonio de Padua?) en 1.500 pesos que se desdoblaban en 1.000 por
el terreno y 500 por el ganado; recuerda Jardón que el terreno había costado 8.000
160
Reconstrucción, a la acuarela, de la fachada de la «última» iglesia de los jesuítas en
Santiago de Guatemala. Está tomada de la Historia de la Capitanía General de Guate-
mala, por J. Antonio Villacorta C. (Guatemala, 1942). No es exacto el pie puesto por
Villacorta: la iglesia se reconstruyó a base de los donativos del arzobispo Figueredo,
conservando la planta del levantado a principios de siglo por el jesuíta guatemalteco
Ignacio López de Azpeitia. La acuarela —no del todo proporcionada al original— se
debe al pincel de Marcial Armas L.
Situación del colegio
El colegio-residencia debía estar separado de los edificios de las
clases y de la residencia e iglesia de los jesuitas: edificios que ya para
entonces ocupaban la manzana entera que en la actualidad se distingue
con el nombre de la Compañía.
El nuevo solar estaba a las espaldas del «portal de las panaderas»,
propiedad de la familia Azpeitia, pero sin formar unidad con él; se
situaba enfrente y a lo largo de la fachada oriental del templo de los
jesuitas; en cuyo intermedio corría la calle Real (en la actualidad cuarta
calle, o calle del Ayuntamiento) que formaba el eje principal del desarro-
llo urbano 4.
Primeros colegiales
Conocemos los nombres de los primeros colegiales, todos ellos —se
nos dice— «hijos de los hombres primeros y más principales». Son diez:
pesos y añade que los mil resultantes de aquella venta se habían puesto a censo para
pagar a «un escultor» el coste de «un altar». Supongo que se trataría del nuevo altar
mayor que se levantaba en la nueva iglesia: una de las obras más queridas del padre
Azpeitia, pero en la que se había consumido totalmente aquella «hacienda de la costa»;
de esta manera —concluía Jardón— «el colegio se ha quedado sin censo ni hacienda. .
.
por los gastos del altar...».
Tampoco el «ingenio» acabada de salir de «números rojos»; el cauce se había
azolvado (enzorbado, escribe Jardón) y hubo que deshacer el molino, con un gasto
total de 5.000 pesos, cuando apenas «alcanza para el sustento».
Difícil y enredado —continúa el nuevo rector— ha sido poner orden en las cuentas
del rector pasado: «se debían —dice— 1.078 pesos por avíos» (préstamos) y queda-
ban «escrituras de distintas cantidades dadas para la obra de la iglesia»... Con todo,
había llegado a tiempo Jardón para «detener» «otros negocios de parientes» del mismopadre, que hubieran endeudado más al colegio... AGNM: Jesuitas, I, 11. Entra muybien en el marco psicológico de nuestro padre, fundador y constructor, unir cierto
desorden en las cuentas, que —como suele ocurrir— sirve para ejercitar la paciencia
de los que se ven obligados a desenredar sus tramas, pero que están plenamente
justificadas por las obras que, sin ese pequeño desorden, nunca se hubieran llevado a
término.
Doña Teresa de Loyola, principal colaboradora del padre Ignacio, entró —nos dice
Alegre— «en el religiosísimo convento de la Concepción, y dejó al dicho colegio (¿San
Lucas?, ¿San Borja?) el resto de sus bienes». AZB, IV, pág. 324.4 El edificio, del que fue colegio de San Borja, está ocupado en parte por un
colegio de señoritas dirigido por Hermanas de la Caridad.
161
11
don Diego, don Ignacio y don Juan Calvo de Lara; don Francisco y don
Juan Fernández de Córdoba; don Pedro y don Manuel de Amézqueta;
don Simón de Minuesa, don Bernardo J. de la Fuente, don Francisco
Bravo y don Manuel Xil Moreno. Quedaban fuera esperando turno o
la conclusión de las obras, de dieciocho a veinte pretendientes 5.
Pertenecían a los cursos de gramática, artistas y teólogos; y estaban
sometidos a los directores, que eran jesuitas: no parece que en este cole-
gio estableciera ningún sistema de autogestión, con lo que no podía
entrar en la categoría normal de colegio mayor 6.
Cuando el padre Azpeitia comunica estos hechos al presidente Be-
rrospe, hace constar que los alumnos llevan manto de «color musgo», o
sea, pardo oscuro; pero que las becas «se están haciendo», y serán «sem-
piternas», al color natural de la lana, para los gramáticos; «celestes»
para los artistas, y «verdes» para los teólogos 7.
Se hacía constar específicamente que en el Colegio —que se abría
bajo el patrocinio de San Francisco de Borja— no se darían clases, aun-
que pudieran organizarse «repeticiones» en sus locales; también se espe-
cificaba que el colegio no estaba destinado para clérigos, y que entraba
5 En AGÍ: Guatemala, 366. Eran tres grupos de hermanos: Diego, Ignacio yJuan Calvo de Lara, hijos —a lo que parece— de don José Calvo de Lara que en
1700 sucedió a Fuentes y Guzmán en la alcaldía mayor de Sonsonate. José Calvo de
Lara es alcalde de Santiago en 1703, al término de su alcaldía mayor de Sonsonate
(Juarros, I, pág. 264); el segundo grupo —de apellido Amézqueta— estaba formado
probablemente por los hijos del conocido oidor, o por nietos (don Bartolomé había
nacido hacia 1640); el tercero, Fernández de Córdoba, parece corresponder a la fa-
milia de don Miguel Germán Fernández de Córdoba que es alcalde en 1714 y 1719.6 Recuerdo que hace tiempo mi amigo Mata Gavidia objetó a mi afirmación de
que San Borja había sido colegio mayor; yo creo que nunca estuvo muy clara la
definición de colegio mayor y su diferencia con el correlativo menor es una especie
de par de conceptos que pueden establecerse con facilidad cuando se trata de institu-
ciones de diferente calidad y nivel que conviven en una misma ciudad. Hay un ex-
pediente en Ajo: Historia Universidades, III, págs. 629-630, en que se discute un título
de colegio mayor, en el que se barajan toda clase de circunstancias (tradición, presti-
gio...) sin que se apele a ninguna definición jurídica ni académica.
Véase en Anejo el informe presentado por el padre Azpeitia que comprende los
pasos previos que se dieron en 1699, incluido el informe favorable del cabildo ciuda-
dano y la aprobación provisional del presidente Berrospe; sigue la solicitud enviada
a la corte para conseguir la aprobación definitiva, que está fechada a 5 de febrero
de 1700. El original de este largo expediente —que va resumido en Anejo— en AGÍ:Guatemala, 366.
7 Ni en el expediente mencionado (Guatemala, 366) ni en la posterior documenta-
ción he encontrado alumnos condecorados con la beca de los gramáticos, son abun-
dantes los que mencionan la beca «celeste» de los filósofos y muchos más los que se
glorian de la beca «verde» de los teólogos. Sólo los seminaristas de la Asunción
llevan becas que eran de color blanco.
162
dentro del sistema de «convictorios» que habían dado tanta fama ynombre a la Compañía de Jesús.
El presidente Berrospe no tuvo dificultad en conceder la licencia que
se pedía, ya que no se trataba de una nueva fundación, sino más bien de
un complemento del ya existente colegio de San Lucas 8.
La visita de Lamadrid interfiere en el desarrollo del colegio
En estos meses primeros del siglo xvm, se produce en Guatemala un
hecho excepcional que tuvo la ciudad al borde del choque armado.
Un pequeño incidente que llegó amplificado a los salones de audien-
cia del Consejo de Indias, movió a este supremo organismo a enviar a
Guatemala a un joven asturiano, a quien se trataba de promocionar.
Estaba bien emparentado con los que mandaban, en las postrimerías
del reinado fantasmal de Carlos II, y entre todos querían hacerle digno
de una plaza de oidor en alguna de las cancillerías peninsulares: se es-
peraba que en Guatemala demostrara sus cualidades de gobernante. El
experimento resultó contraproducente para el joven Lamadrid: pocos
visitadores lo hicieron tan mal en tan poco tiempo. La ciudad se dividió
en dos bandos: el primero capitaneado por el obispo y el oidor Améz-queta apoyaba al visitador; el segundo, se agrupó en torno al presidente
Berrospe y los oidores que el visitador había suspendido. Un guerrillero
húngaro, llamado a la española Tequelí, sirvió de apodo al visitador ya sus partidarios; al tiempo que los que seguían al presidente Gabriel
Sánchez de Berrospe, se denominaron berrospistas.
El obispo tuvo la rara idea de pedir asilo religioso para el visitador
en el colegio de San Lucas; y los jesuitas quedaron incorporados —sin
demasiado interés por su parte— en el bando tequelí. Con ellos se agru-
paron los mercedarios y gran parte del clero secular; quedando enfren-
tados con dominicos y franciscanos. No corrió la sangre, y no fue poco,
pero al regresar el presidente tomó buena cuenta de los partidarios de
uno y otro bando; y los jesuitas, y su incipiente colegio de San Borja,
entraron de manera repentina en el torbellino de la política local, tan
extrañamente exacerbada.
8 Véase en el anejo segundo, en el expediente mencionado (Guatemala, 366) la licen-
cia provisional del presidente Berrospe.
163
Informe de los jesuítas sobre la retirada «a sagrado» de Lamadrid
Los torbellinos que agitaron las usualmente tranquilas aguas de Gua-temala, en el primer trimestre de 1700 nos son conocidos—sobre todo
—
a través de las líneas del padre Ximénez en su Historia; en cambio, es
prácticamente desconocida la versión que en su momento dieron los
jesuitas, implicados —contra su voluntad— en ellos 9.
El colegio de San Borja con su juvenil empuje había hecho reaccio-
nar a los distintos grupos ciudadanos, que se alinearon en dos camposque, meses más tarde, adoptarían las respectivas banderas de berrospis-
tas y tequelíes. Obispo, ambos cabildos, oidores Ozaeta y Amézqueta,
agustinos y mercedarios. . . vieron natural que el visitador se asilara enel colegio de la Compañía; en tanto que los franciscanos y dominicos se
agruparan en torno a los oidores restantes y al presidente —que regresa
en triunfo— de su destierro de Panajachel.
La comunidad de jesuitas informa —a 19 de agosto— sobre su
actuación en los sucesos de la Semana Santa precedente; es un informe
que trata de contrarrestar el mal ambiente que contra el colegio de SanBorja se había formado entonces; y había ido creciendo en los meses pa-
9 Sobre la visita de Lamadrid se ocupan seis legajos íntegros del AGÍ, 284-289,
sección Guatemala; añadamos el legajo 366 en que se incluye la poco conocida rela-
ción de los jesuitas y tendremos materia suficiente para rehacer un relato que ha sido
distorsionado en la historia posterior.
En aquellos finales de siglo sonaba el caudillo húngaro Thokóly, campeón de la
autonomía de los humes frente al emperador austríaco, en cuya campaña se habíaaliado con los turcos que asediaron Viena en 1683. El apelativo Tequelí valía comocabecilla de insurrectos, aliados con los enemigos de la cristiandad; que en el caso de
Guatemala tenía cierto aire de humor despectivo.
Ximénez relata en su Historia, VI, XXXIV, lo que por entonces acaeció en Gua-temala y lo pone en boca de un «tequelí», con este título: Manifiesto que publica ysaca a luz un tequelí en defensa del señor licenciado don Francisco Gómez de Lama-drid, sobre lo sucedido en Guatemala en el tiempo de la visita y pesquisa que vino ahacer en nombre de su majestad, BG, vol. XXIV, págs. 155-163. La verdad es que noocurrió nada irreparable, pero hubiera podido ocurrir mucho, y en lo que respecta alos jesuitas, la entrada del visitador en el colegio como «a sagrado», los indispuso conel presidente Berrospe, quien al tomar posesión de nuevo de su cargo envió a Madridun informe en que se excusaba por haber permitido la apertura de San Borja —aunquefuera de manera provisional— y pedía al Consejo la orden oportuna para clausurarlo.
El informe de Berrospe lleva fecha de 25 de abril de 1700, es decir, justamente al
concluirse aquel torbellino que había agitado la ciudad por los días de la SemanaSanta. Todo ello en AGÍ: Guatemala, 366.
164
sados desde la expulsión del visitador, en tanto se conocía la reacción del
Consejo en España.
El visitador había sido introducido en el colegio de la Compañía pormano del obispo, con el detalle de haber intentado llevarle en su silla
de manos, y ante el hecho de no caber los dos allí dentro, le había aco-
modado en ella; «y, acompañado y defendido de todos cuantos clérigos
pudo haber allí», lo hizo conducir a la Compañía. Sabemos —por otra
parte— que la Compañía fue la segunda elección, ya que la primera—el convento de los agustinos— no había resultado viable. Vino conarmas—continúa el informe—, pero sólo las «precisas para su defensa».Sin embargo, en la ciudad se corrió la voz de que en el colegio habíamás de tres mil soldados, «cuando en toda la ciudad —comentan— nose han podido armar con las reservas de la armería más de seiscientos yentre los particulares no se han encontrado otras tantas».
Ximénez —componiendo su crónica años más tarde— titubea al
mezclar impresiones de primera hora, con reflexiones más tardías: aveces habla de armas, pero generalmente la afirmación la pone en la
boca de los que actualmente participaban en la contienda. Afirma que el
provisor—acérrimo partidario de Lamadrid— había ordenado a los clé-
rigos concentrarse con armas en la Compañía; pero líneas más abajodice que éstos no tenían más que sus breviarios. .
.
10.
«Es verdad—se nos dice— que más de uno de los partidarios de La-madrid, al acogerse a nuestro colegio, quisieron entrar sus armas; pero seles prohibió pasarlas de la portería, pues la Iglesia no se defiende conarmas...; pero la causa más íntima de este rencor que existe entre algu-
nos contra nosotros, no está en lo del visitador, sino en que hemos erigi-
do con licencia de vuestro vicepatrón, y a petición de esta ciudad, unseminario de convictores, a dirección de la Compañía, en el cual no hay—ni se lee— cátedra; o si alguna, más que la del temor a Dios y buenascostumbres...»
Este informe se dirigía al Consejo de Indias, y estaba calzado por la
firma de todos los jesuítas, residentes entonces en el colegio de San Lu-cas, y que son los siguientes: Ignacio de Azpeitia, rector de San Lucas;
10 Ximénez dice que «en la Compañía se iban juntando los del barrio de San Je-rónimo y los clérigos armados... por obviar inconvenientes mandaron que nadie tra-
jese armas por la ciudad..., pero sabiendo la prevención que se hacía en la plaza dearmas del visitador, que era la Compañía de Jesús..., el provisor —había notificadoprecepto y censura— que todos cuantos clérigos había acudiesen con armas al colegio dela Compañía..., pero llevaron sólo sus breviarios... /pues/ ellos no tenían ni profe-saban otras que su breviario...» (Ximénez: Historia, IV, 34; vol. XXIV, págs. 138-142).
165
Pedro Pimentel, rector de San Borja y profesor de prima de teología;
Joaquín de la Peña, Juan de Herrera, Juan Felipe de Sandoval; Antonio
de Valtierra, profesor de vísperas de teología; Juan de la Parra Medrano,
Francisco Manuel (Xavier?) Solchaga; Joaquín Antonio Villalobos, pro-
fesor de Artes; Jerónimo Gómez Xirón, Juan de Urrutia y Francisco
Várela ».
El rector de la universidad pide la clausura
de San Borja (1699-1700)
A lo largo del último año del siglo xvn, se había planteado —lo he-
mos visto— una situación conflictiva; que procedía de la frustración,
sentida por la universidad y sus profesores, ante la escasa concurrencia
de alumnos a sus aulas, frente a la vitalidad —cada día más sorprenden-
te— del colegio de San Lucas. El conflicto, que no llevaba camino de
solucionarse, por vía del diálogo entre Azpeitia y Cárdenas, se encrespa
violentamente con la noticia de la apertura por parte de los jesuítas del
colegio de San Francisco de Borja.
Cárdenas abandona el diálogo triangular —que él había iniciado
—
entre el obispo Navas y los dos rectores interesados; y decide dirigirse al
presidente Gabriel Sánchez de Berrospe. Este acababa de autorizar—de
manera provisional— la apertura del colegio de San Francisco de Borja;
Cárdenas lo consideraba el colmo del atrevimiento y la culminación de
aquella supuesta ofensiva jesuítica contra la universidad; sin caer en la
cuenta de que por aquellos años eran más los que asistían al Seminario
de la Asunción, dejando los cursos universitarios, que los que se iban a
los jesuítas: ya que los alumnos de los jesuítas—por no ser en su mayo-
ría clérigos —no estaban tan interesados en los grados académicos, que
eran imprescindibles para optar a puestos en los cabildos catedrales.
11 AGÍ: Guatemala, 365.
Ximénez menciona expresamente al padre Pedro de Pimentel, pero no al padre
Azpeitia, a quien denomina, sin más, «rector de la Compañía»; del rector y de Pi-
mentel dice que «comenzaron con poca prudencia (en la reunión previa al alboroto
que se tuvo en el Palacio) a aplaudir las operaciones del visitador... /tanto/ que si no
entran de por medio personas de mucha autoridad les hubiera sucedido un gran tra-
bajo» ... loe. cit., pág. 138. Trabajo que —a pesar de todo— les vino cuando el prelado
metió al visitador en su silla de manos y «acompañado y defendido de todos cuantos
clérigos pudo haber allí (lo hizo conducir) al colegio de la Compañía, con que les
causó tanta inquietud que dieron a Satanás su amistad...», pág. 137.
166
Se conservan cartas de Cárdenas a la Audiencia, de 14 de noviem-
bre de 1699 y de 24 de marzo de 1700: en esta última afirmaba que a
un estudiante le habían dado cincuenta azotes por haber ido a la uni-
versidad... decía también que los jesuitas exhortaban a los médicos a
que no asistiesen a los actos públicos de la facultad...» n.
A 4 de abril cae aquel año el domingo de Ramos que presencia en
Guatemala el primer acto de aquella subversión ciudadana originada
por la visita de Lamadrid, el martes santo que caía a 6 de abril, tuvo
tiempo y holgar el rector Cárdenas para quejarse de nuevo de la autori-
zación concedida a los jesuitas: cuyos estudiantes —decía— habían te-
nido el atrevimiento de «pintar» en la fachada de su casa un víctor con
este rótulo «Viva el ilustre colegio de San Francisco de Borja».
Concluido el alboroto y retirado el visitador por el camino de Mé-xico; insiste nuestro rector a 14 del mismo mes, agregando a su petición
sendas cartas de las comunidades de franciscanos y dominicos que habían
seguido desde el principio la parcialidad «berrospista» . . . ante tamaña
insistencia, el presidente se decide a enviar por su parte un informe al
Consejo en que se acusa de haber autorizado —con demasiada prisa
—
la apertura de San Borja, que no ha pretendido otra cosa más que «ro-
barse» los estudiantes de la universidad. «Sea V. Mjtd. servido—conclu-
ye en su carta— de dar por nula la fundación 13.
En estos momentos de tensión, invitan los jesuitas a los elementos
intelectuales de la ciudad a asistir y participar en el solemne acto literario
con que se iba a celebrar la apertura de San Borja.
Primer acto público del colegio de San Borja (5 de mayo de 1700)
El cartel anunciador, impreso en la tipografía del alférez Antonio de
Pineda e Ibarra, fue considerado desafiante por la universidad de San
Carlos; y como tal incluido en los autos formados en el pleito entre San
Carlos y San Borja. Helo aquí, con un resumen de su traducción distri-
buida por frases en el orden en que aparece en el impreso:
12 El presidente, Gabriel Sánchez de Berrospe, recién recobrado del susto que le
produjo el visitador Lamadrid, redacta su informe —claramente desfavorable— sobre
el San Borja; adjunta al informe las cartas de Cárdenas, de los franciscanos y de los
dominicos que hemos mencionado, y todo ello lo cierra a 25 de abril de 1700. AGÍ:Guatemala, 366.
13 AGÍ: Guatemala, 366.
167
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ate ¿MiM-
ü ínt***!*»********»*
La casa de la sabiduría recientemente erigida
no sólo para sí, sino para todos; qué otra cosa podría presen-
tar —en su misma fachada— que la habilísima mano de tan cui-
dado artífice?...
Torre davídica,
rodeada por todas partes de bastiones... a quien más augusto pre-
ferirá que al
Varón
grande en el reino, mayor en el palacio, máximo en la religión...
Que tiene todavía esto más:
que huyó la cátedra, despreció la fama, y se liberó del mundo, para
consagrarse a la educación de la juventud.
Haciéndose todo a todos
consumiéndose en el servicio de todos... instituyó en Gandía una
academia que florece con la majestad de las buenas letras; y en-
vió a los hombres de la Compañía a las playas del mundo occi-
dental, para establecer allí escuelas públicas...
¿A quién, pues, sino al santísimo padre
FRANCISCO DE BORJApresentará las primicias de esta cultura escolástica, el colegio que
acaba de adornarse con su nombre, para educar la juventud en
toda clase de virtudes y de estudios literarios? En cuyo nombre yen su representación, don Juan Ramón Calvo de Lara, ornado con
la beca de los filósofos del mismo colegio, presenta estas tesis de
Lógica, como prenda filial...
Excusado es decir que este acto de «conclusiones» que pretendía
establecer el hecho de la existencia de San Borja, fue «ignorado» por las
distintas colectividades culturales: universidad, seminario y comunida-
des religiosas...
Se estabiliza la situación de San Borja (1703)
Al llegar a Guatemala la real cédula que ordenaba investigar la si-
tuación legal de San Borja, fechada a 21 de marzo de 1702, la situación
había cambiado radicalmente: era presidente don Alonso de Ceballos yVillagutierre, y oidor el hermano de Juan Antonio Oviedo; se había re-
169
cibido la noticia de haber sido desautorizado por el Consejo de Indias el
ex visitador Gómez de Lamadrid, y había llegado —con misión pacifi-
cadora— el licenciado José Osorio Espinosa de los Monteros.
El texto de la real cédula era tan tajante en su apariencia, como
tolerante en su contenido: «Demuélase el colegio, si se ha erigido sin li-
cencia; si la tienen, suspéndanse las obras, a no ser que se vea realmente
que no trae inconvenientes, y sí ventajas...»
Visitador, Osorio, y presidente, Ceballos, están de acuerdo en sus-
pender la orden y comunicarla a 25 de enero al rector de San Borja
para que satisficiera lo en ella contenido. El padre Antonio de Valtierra,
natural de Chiapas, había sucedido al padre Azpeitia en el rectorado de
San Lucas; él redacta un equilibrado informe que rechaza la imputación
de haberse erigido el colegio para quitar alumnos a San Carlos: no se
trata de un colegio en que se impartan enseñanzas diferentes de las de
San Lucas; es una casa colegio que sirve de residencia a los alumnos,
que vienen a Guatemala desde las provincias del reino, para evitarles
hospedajes costosos o peligrosos para sus buenas costumbres: el colegio
no imparte nuevas enseñanzas, es un centro educacional en que se for-
man los alumnos en la fe y en la moral. No tratándose de seminario para
clérigos no se requería la licencia episcopal; y no tratándose de centro
de enseñanza superior no cabe oposición por parte de la universidad 14.
La compañía confió entonces, y confía ahora, en que la licencia pro-
visional otorgada en su tiempo por el presidente Berrospe se transforme
en definitiva. El fiscal del Consejo de Indias al marginar esta respuesta,
manifiesta su decidida oposición al nuevo establecimiento, que —según
él— se ha levantado sin las debidas licencias..., pero el Consejo tuvo
pronto cosas más importantes a que atender: entre otras, su propia su-
pervivencia entre los vaivenes políticos y sociales que acompañaron las
operaciones militares de la guerra de sucesión a la corona de España.
Una audiencia favorable a los jesuitas hizo lo demás, Y el colegio de
San Borja se estabilizó y progresó hasta representar —como veremos
—
ante la conciencia ciudadana el conjunto de la obra educativa de los
jesuitas en Guatemala 15.
14 AGÍ: Guatemala, 366.15 No contamos con una historia institucional del Consejo de Indias durante los
siglos xvm y xix; por el momento nos hemos de contentar con la obra de Gildas
Bernard: Le Sécrétariar d'Etat et le Conseil Espagnol des Indes 1700-1808, París, 1972.
170
San Borja en San Lucas (1700-1766)
A juzgar por las expresiones que se utilizan a lo largo de estos se-
senta años: la creación de San Borja produjo un fenómeno de especia-
lización; los estudiantes de San Lucas no siempre se adscribían a San
Borja. Solamente eran admitidos en el grado de colegiales de pleno
derecho, los que sobrepasaban ciertas marcas: en otros términos,
aquellos de quienes se pudiera esperar una carrera universitaria de cierto
nivel. Por esta razón desde este momento en adelante casi siempre que
se trata de grados, se menciona a San Borja con lo que San Lucas se va
relegando a segundo término.
En San Borja se construye un «general» —salón de actos o paranin-
fo— en el que tienen lugar los actos académicos y literarios del colegio
de la Compañía. Nuevo motivo de confusión entre ambos establecimien-
tos, para el público guatemalteco; aunque —a decir verdad— nunca se
confundieron en los catálogos internos de la Compañía.
Personal del colegio de San Borja (1700-1766)
El personal jesuítico del colegio de San Borja estuvo constituido por
dos sacerdotes: uno llevaba el título de rector, aunque lo era solamente
de los colegiales borjinos; el otro solía ser uno de los profesores de San
Lucas, le tocaba la parte material de la vida estudiantil.
El primer rector aparece en el catálogo de 1708 (faltan los catálogos
entre 1696 y 1708) y es el taxqueño Pedro de Ocampo; le acompañabael tlaxcalteco, Antonio de Siria, a quien ya hemos mencionado: era
profesor de filosofía en aquel momento y año. En 1714 es rector Juan
Munguía que es profesor de teología; y le acompaña el padre José Cirilo
Vidal, que lo es de filosofía: ambos mexicanos.
Aparece sólo uno, el guatemalteco Tomás de Nájera, en el catá-
logo de 1720, es profesor de teología. Nájera sigue en el catálogo de 1723,
y es sustituido por el michoacano José Muñoz, que es profesor de filo-
sofía. En 1737 aparece de nuevo la pareja, son dos mexicanos, Nicolás
Prieto y Mariano González: uno de ellos es profesor de teología moral,
y el otro de filosofía. Sigue en 1741 Nicolás Prieto quien ya es profesor
de teología escolástica, a quien acompaña otro mexicano Antonio Ruiz:
171
los dos son bachilleres en filosofía, pero Ruiz no da clases. En 1744
queda de nuevo uno solo en San Borja: es el mexicano Domingo de Paz,
profesor de teología moral; le sustituye Salvador de la Gándara, profesor
de teología. En 1751 —en ocasión del gran terremoto que echó por
tierra el edificio— es rector el padre Miguel Gutiérrez, guatemalteco,
de quien tendremos ocasión de hablar: Miguel Gutiérrez sigue en su
puesto de rector del Borja hasta el catálogo de 1764. Le acompaña en
1758 el padre José Iguerategui, procedente de Guanajuato. En 1764 es
rector el padre José Vallejo, a quien también mencionaremos más ade-
lante, y le acompaña el padre Manuel González Cantabrana. ManuelCantabrana, natural de Guanajuato, acompaña en el momento de la
expulsión a nuestro conocido el padre Rafael Landívar, rector entonces
del colegio, que era al propio tiempo profesor de teología moral, en
tanto que su compañero Cantabrana profesaba la filosofía.
Retengamos los nombres de Miguel Gutiérrez y Rafael Landívar que,
a sus condiciones personales, unieron la calidad de guatemaltecos; tal
calidad les hizo especialmente aptos para la gestión borjina, ya que el
colegio estaba muy abierto al ambiente ciudadano; y no olvidemos al
fundador del San Borja, el también guatemalteco, Ignacio López de
Azpeitia 16.
Vida económica del colegio de San Borja
Recorriendo la sección correspondiente en los catálogos jesuíticos,
damos con una nota frecuentemente repetida, el colegio de San Borja
no cuenta más que con las cuotas de sus alumnos: ya que estaba auto-
rizado el cobro de pensiones por habitación y comida de los estudiantes,
y no lo estaba para lo que hubiera correspondido a la enseñanza comotal. En 1714 se declara que la casa que se había adquirido para el co-
legio traía un censo de 150 pesos anuales, que correspondía a unprincipal de 3.000 al usual interés de 5 por 100; en 1720 se nos hace
saber que los padres del San Borja dan clases en San Lucas; se nos
hace saber también que el censo anual ha disminuido y ha quedado re-
ducido a 129 pesos. El colegio debe —se nos dice— 500 pesos por otro
concepto; y le deben 18.000 que son «incobrables». Esta deuda «inco-
16 AICG: Mex. 6 ff 174v, 210, 246v-247, 285, 304, 338; Mex. 7 ff. 15, 67, 147, 170,
195v, 216, 262v, 289, 335, 335v; Mex. 8 ff 19v, 69v, 99, 124v, 196, 242.
172
brable» gravaba, sin duda, al «ingenio» de Amatitlán que seguía su
carácter tradicional de consumir dinero, pero no producirlo.
En 1737 se detalla el conjunto de las cuotas, 2.500 pesos anuales, que
corresponderían a un total de estudiantes entre 20 y 25, para una
cuota media de 125 pesos anuales por alumno. En 1741 las cuotas
han ascendido a 3.300 que responderían a un grupo de internos que
habría subido a la treintena; siguen subiendo las entradas por cuotas que
son 3.500 en 1744 y 4.000 en 1748. Bajan las cuotas en 1751 que
dan un contingente global de 3.300 en tanto que los alumnos han
llegado a treinta y ocho, quedando la cuota media en menos de 100 pe-
sos anuales. Llegan los alumnos en 1755 a cuarenta, y siguen invaria-
bles los ingresos por cuotas que las sitúan en un poco más de ochenta
por alumno. Se nos explica, finalmente, en 1764 que la renta ha subido
a 4.000, y que la insuficiencia de este capítulo se suple con el alquiler
de algunas casas que se han adquirido 17.
Algunas aportaciones económicas destacadas
La primera base económica, que posibilita la fundación del colegio
de San Borja, está en los 10.000 pesos que el padre Azpeitia consiguió
en Chiapas, con la idea de establecer un fondo para becas, o colegiatu-
ras, de los alumnos procedentes de aquella provincia. Se llamaba la
donante, doña Teresa de Loyola, de quien ya hemos hablado 18.
La segunda corresponde al padre Miguel Gutiérrez que aplica a la
reconstrucción del edificio, maltratado tras el terremoto de 1751, la
legítima de su herencia de la que debía disponer en obras piadosas comoacto previo a su profesión en la Compañía. Se nos dice que le aplicó
toda su fortuna y así surgió un edificio «superior al arruinado y uno de
los hermosos colegios que tuvo la provincia. . .» 19.
La tercera es menos conocida, el jesuita nicaragüense George Santia-
go Vidaurre aplica una suma equivalente a 15.000 pesos a la constitu-
ción de seis becas para alumnos procedentes de Nicaragua 20.
17 AICG: Mex. 6 ff 210, 285, 338; Mex. 7 ff. 170, 195v, 262v, 335v; Mex. 8
ff. 69v, 99, 242.18 AZB: Historia, IV, 324.19 Dávila: Continuación, I, c. 5, pág. 100.20 AHN: Jesuítas, 85, 62.
173
El colegio de San Borja en el bienio 1760-1761:
La visita del padre Ramírez
Al padre Gutiérrez, rector de San Borja en 1758, había sucedido el
mexicano Nicolás de Benavides; quien fue sustituido a lo largo del
bienio 60-61 por el padre José Vallejo: todos, tres profesores de filoso-
fía y de durable renombre 21.
En el relevo Benavides-Vallejo, tuvo influjo la visita que, a fines del
1760, realizó el padre Eugenio José Ramírez, por encargo del provincial
mexicano. El informe de Ramírez es de primera importancia para el
conocimiento de la vida interna de los colegios de San Lucas y de San
Borja en aquel último decenio que les quedaba 22.
Y comenzamos por el aspecto material: «Es un cuadro (San Borja)
con un patio muy capaz, todo de cal y piedra, y de altos; le faltan los
lugares (servicios sanitarios) y algunas piezas (no especificadas) por aca-
bar..., casi todo lo ha hecho —se nos asegura— el padre Miguel Gutié-
rrez. No tiene salas (dormitorios comunes), sino aposentos capaces de
sus camas; lo uno —se nos explica— porque en la ciudad se tiene por
desestima de los niños el que vivan en salas, y lo otro: porque no ha-
biendo maestro de aposentos que tenga a la vista y a su cuidado las
salas, son mayores los inconvenientes que ellas traen...»
De su estado interno —se nos dice— el rector faltaba mucho del
colegio; se dispensaba fácilmente las horas de estudio, salían los colegia-
les con frecuencia... y vivían en casi total impunidad. Benavides —se
comenta— se jactaba de no tener genio de castigar. Como pautas norma-
tivas se establecían las siguientes: nunca debe dejar el rector solo el
colegio; si falta, que le supla el padre maestro; no deben dispensar de
clases a los colegiales, sin autorización del rector de San Lucas. No se ad-
mitan como colegiales los que no quieran asistir a las clases de teología
escolástica; y se despida del colegio al que deje de hacerlo.
21 Véase nota 16.22 El memorial de la visita del padre Eugenio José Ramírez se encuentra actual-
mente en el Archivo que bajo la dirección del padre Manuel Ignacio Pérez Alonso
se ha especializado en documentación jesuítica centroamericana. Agradezco al padre
Pérez Alonso la generosidad con que ha puesto a mi disposición éste y otros docu-
mentos de primera importancia.
174
Estado económico del colegio en el bienio 1760-1761
En la misma visita que venimos comentando, se detallan algunos
aspectos de la economía colegial tal cual la encontró el padre Ramírez.
Desde el 1 de marzo de 1758 hasta el 7 de enero de 1761 ha tenido
de entrada 21.438 pesos y cuatro reales; y de gasto 23.639 y cuatro rea-
les. Resulta un exceso en favor del gasto de 2.201; exceso que el rector
ha compensado —no del todo— con las dotaciones de becas de Nicara-
gua. Hay una deuda general de 5.000 pesos y una particular frente a es-
tas becas de 4.201: de ellos se han consumido ya 2.201, quedan otros
2.000 para el gasto; el visitador autorizaba la aplicación de 500 para
pagar el pan... y el resto para concluir la obra de los «lugares».
Había bastante desorden en la administración temporal, y el rector
adelantaba dinero a los colegiales, que naturalmente no era repuesto...
con lo que entraba a formar parte de las deudas incobrables de que se
hacía mención en el estado económico general del Borja.
Actividades sociales y religiosas del San Borja
El padre Eugenio José Ramírez echaba de menos la devoción con
que antiguamente ayudaban las primeras misas de la iglesia, que comen-
zaban a las cinco de la mañana: y este servicio litúrgico había sido «uno
de los fines porque el padre Ignacio Azpeitia fundó el seminario, comose lo oí decir varias veces, siendo yo —el padre Ramírez— colegial
de él...»
Debían participar en las clásicas «doctrinas» de las tardes de los do-
mingos (una vez al mes); para ello habían de juntarse en la iglesia a las
dos de la tarde, hora en que se tocaba la esquila, dándose un plazo de
media hora para la reunión de todos antes de salir en la procesión...
En una de esas predicaciones populares se produjo—por aquellos años
—
la controversia que luego estudiaremos, y que enfrentó al padre Vallejo
—como peligroso innovador— con los religiosos de otras órdenes.
Las fiestas reales también traían sus problemas. Los colegiales bor-
jinos asistían a las corridas de toros desde un «tablado propio»; se ha-
bía hecho costumbre invitar a los estudiantes de la Asunción: estaba
muy bien la invitación, pero los seminaristas no podían competir con
175
los «borjinos» en esplendidez, y los seminaristas se veían obligados a
corresponder, con gasto superior a sus parcas economías.
Salían también de noche a «juegos, comedias y saraos públicos y pri-
vados». El visitador no lo consideraba correcto aunque salgan de «capa»
y no de «beca» que acusaría su procedencia.
En conjunto el hecho de ser colegial de alguno de los tres gremios:
gramáticos, filósofos o teólogos; pero, sobre todo, engalanarse con la
beca «celeste» de los artistas era muestra y signo de pertenecer a la alta
sociedad colonial 23.
23 Todos los datos expuestos, en el Memorial ya mencionado.
En el último capítulo, veremos la fase final de la vida del San Borja, que será
mencionado repetidas veces en el capítulo siguiente por la procedencia de los estu-
diantes que allí presentamos.
176
CAPITULO SÉPTIMO
VIDA ACADÉMICA EN EL XVIII GUATEMALTECO
La triple influencia: universidad, seminario, Borja-Lucas.—Nuevas ten-
tativas de unión, Lucas-Borja y universidad (1711).—Fracasa la intentada
«concordia» (1716).—Nuevas alternativas en la exigencia de escolaridad a
los sanluqueños.—El brillante grupo de bachilleres de 1746.—Maestrosen Artes, colegiales de San Borja.—El magisterio de Rafael Landí-var (1747).—Los dos últimos maestros: Vega y Juarros.—Los profesores
universitarios del período.—Profesores en la universidad.—Doctores san-
luqueños, rectores de San Carlos.—El período del padre Miguel Gutié-
rrez.—La «Bellatrix Philosophia» de Gutiérrez (1748).—La doctrina fi-
losófica del padre Gutiérrez.—Ejercicios escolares: El libro de lógica de
Zapiain.—El curso filosófico de Francesch.—Consigue Gutiérrez la última
dispensa de escolaridad (1750-1757).—Ultima hornada de bachilleres (1751-
1757).—Contabilidad final de los bachilleres en filosofía, graduados enSan Carlos durante su período de convivencia con el Lucas-Borja y otros
centros.—La biblioteca del colegio de la Compañía.—Resumen histórico
del período en Guatemala (1700-1762).—La Compañía de comercio de
Honduras (1742-1748).—El ayuntamiento de Santiago y los jesuítas.—Es-
tado de la Compañía en Guatemala en el 1740
LA TRIPLE influencia: UNIVERSIDAD, SEMINARIO, Borja-Lucas
Al entrar en el siglo xvm, Guatemala está enriquecida con tres cen-
tros de enseñanza superior: la universidad de San Carlos, que iba en-
contrando poco a poco su verdadera identidad, el seminario tridentino
que mantenía su derecho a enseñanzas particulares que permitían a sus
alumnos ganar cursos en la universidad; y el colegio de los jesuitas que
se acrecentaba con el internado de San Borja.
San Borja era —según sus organizadores— un internado para los
alumnos que procedieran de las distintas provincias del reino y quisie-
ran seguir sus cursos en el inmediato colegio de San Lucas. Sin embargo,
en San Borja se tenían repeticiones y actos académicos, que producían
la impresión de cursos regulares. En el colegio de la Compañía se podían
17712
tener cursos de materias universitarias; siempre y cuando se tuvieran en
«horas que no impidan las de la universidad» se establecía en la consti-
tución CXXXI de la universidad de San Carlos; sin que por eso se quita-
ran «las conferencias y academias particulares que miran a ejercitarse
en lo mismo que estudian y aprenden en la universidad» l.
San Borja entraba teóricamente en este segundo párrafo, en tanto
que San Lucas trataría de ajustar sus horarios a los que se establecían
en la universidad. Como San Borja se inaugura con el siglo xvm, las
constituciones universitarias no lo habían podido tener en cuenta, pero
la expresión empleada en el texto legal «los estudios del colegio de la
Compañía de Jesús de este ciudad» era bastante amplia y suficiente-
mente imprecisa para abarcar el nuevo establecimiento.
A lo largo del siglo xvm se produce una especie de fusión de nuevo
y antiguo, que vamos a designar con el par de vocablos Borja-Lucas con
que designaremos las actividades docentes de los jesuítas, siempre que,
los documentos no los distingan.
La universidad negaba los títulos a quien no hubiere cursado sus
estudios en el recinto universitario (const. CCXVII); sin embargo, ex-
ceptuaba expresamente a los alumnos que estudiaran «en los colegios
que están agregados a las catedrales de estas provincias. . . y los colegios
de esta ciudad y los demás que hay en estas provincias, puedan y deban
ser graduados por suficiencia sin escolaridad en la facultad que hu-
bieren estudiado y se examinaren» (const. CXCI) siempre que trajeren
los testimonios de las autoridades académicas correspondientes. Esta
autorización mantuvo su vigencia a lo largo de estos años; y son muchos
los que apoyados en ella ganaron sus cursos y sus títulos sin haber fre-
cuentado regularmente el edificio universitario.
No era tan amplia la concesión que se refería a los Estudios de la
Compañía de Jesús; en la constitución CXCVIII se daba un plazo peren-
torio de tres años —a partir de la promulgación de las constituciones
—
para los estudiantes que estuvieran cursando sus estudios de filosofía en
los estudios de los jesuítas; y uno de cuatro para los estudiantes de teo-
logía; concluido este plazo quedaban obligados a la escolaridad normal 2.
Con el objeto de evitar exclusivismos de escuela que hubieran dado
1 Véase la constitución CXXXI en las Constituciones.2 Véanse las constituciones CCXVII, CXCI y CXCVIII para las limitaciones esta-
blecidas para San Lucas y las autorizaciones concedidas al Seminario de la Asunción:
sin embargo, entre ambos centros se distribuyeron la mayor parte del alumnado uni-
versitario, como veremos a lo largo de este capítulo.
178
pie para poder impugnar esta constitución, se había introducido a lo
largo del texto legal una doble cátedra de filosofía que permitiera al
alumno la elección entre escuelas contrapuestas. Esta dualidad se implan-
ta formalmente en la constitución CVII, que venía reforzada por el
Consejo, en el sentido de fundar una segunda cátedra en que «alternati-
vamente se lean doctrinas contrarias, de manera que en un curso se lea
la doctrina de Santo Tomás, y en otro la de Escoto, Vázquez, Suárez,
Hurtado o los Conimbricenses, o la que al catedrático que hubiere de
leer le pareciere, como no sea la del curso antecedente...» 3.
Interesante disposición que no bastó para tranquilizar a los jesuitas,
ni a los dominicos, ni a los franciscanos, pero que dio un aire ecléctico
a la universidad de San Carlos, con resultados efectivos.
Nuevas tentativas de unión Lucas-Borja y universidad (1711)
En 1711 se reanudan las gestiones para llegar a un acuerdo satis-
factorio que permitiera a los alumnos de la Compañía, ganar cursos en
la universidad al tiempo que los seguían en su colegio. La iniciativa par-
tió de la universidad, no en vano ostentaba el rectorado universitario,
el conocido ex alumno, José Sunsín de Herrera. El claustro universitario
pidió al presidente, don Toribio José de Cosío y Campa, que «se sirva
de abrir el camino más derecho que hay para conseguir intento tan pro-
vechoso a todo este reino, y no menos agradable a sus majestades, cual
es unir los estudios de esta real universidad con los del colegio de la
sagrada Compañía de Jesús de esta ciudad, disponiendo que los estu-
diantes frecuenten y asistan a los maestros de una y otra parte. . . para
que pueda (la universidad) hallarse con número competente de gradua-
dos que la ilustren y adornen, a imitación de la de México que en dicha
unión experimenta su mayor esplendor y lustre (com. al presidente, de
26 de junio de 1711) 4.
3 Esta ecléctica disposición académica fue norma de San Carlos: así se liberó del
tomismo estricto que pedía el «fundador» Crespo Suárez; o el jesuitismo que se temía
en las aulas de la Compañía. Como veremos, sin embargo, la doctrina «jesuíta» fue
la más frecuente en los cursos que se dieron en la cátedra titular de filosofía.4 En México se había llegado a un arreglo fundado en cédula de Felipe II de
1579; en los tiempos que historiamos —sin embargo— no estaban tan contentos los
novohispanos con el «número» de sus graduados que para muchos eran excesivo;
había proporcionalmente más «graduados» que «graduandos». Puede verse la real cé-
dula (24 de abril de 1579) y su aplicación en Mex. I, págs. 187, 236-8, 313, 447-8 y454-5.
179
Realizadas las correspondientes notificaciones, responde el rector
Manuel de Valtierra a 26 de agosto de 1711, preguntando en qué con-
sistiría en concreto esta unión. Y el claustro propone: que el maestro de
filosofía lea en la universidad de 7 a 8, y los de teología en la mañana,
y en la tarde, en el colegio. . . y que se matriculen los estudiantes en la
real universidad.
En realidad la propuesta del claustro universitario entraba en los
módulos planeados en 1698 y 1699; se ajustaba, además, a lo estable-
cido en 1676 en los estatutos provisionales, y en 1684 en las constitu-
ciones aprobadas 5.
He aquí la respuesta del rector Valtiena: «Que habiendo sido ysiendo el único empleo de la Compañía de Jesús, en el enseñar, mirar a
las creces en virtud y letras de la juventud al servicio de las repúblicas,
como tiene tan experimentado esta ciudad; y siendo tan grande el celo
del real claustro en orden al mismo fin, para cooperar a la consecución
de lo que solicita dicho real claustro, desde luego, de parte de este cole-
gio rendimos a su celo las gracias: y en la asignación que propone de
las horas para las cátedras de filosofía y teología... acepta la que se
refiere a la filosofía, y propone una hora a la mañana y otra a la tarde
para la teología...»
Es aceptada la contrapropuesta por el claustro con estas palabras
altamente elogiosas: «Esperando que, por su parte, los padres de la
Compañía tendrán el mismo cuidado: que tan propio es de su acostum-
brada virtud, santa prudencia y laudable celo, con que se dedican a la
común enseñanza y mejor educación de la juventud, a cuyo bien se en-
camina esta incorporación de estudios; que se servirá V. S. de aprobar yrestablecer como medio único: pues sólo éste resta, y el más eficaz para
que la real universidad pueda florecer en número de graduados..., éstos
obtener los puestos que les corresponderían... y el común de las pro-
vincias lograr el gran bien que les resulta de disposición tan justa...»6
.
En torno a las alabanzas que pudieran sonar a cumplimiento corte-
sano, pero que en este caso parecen especialmente sinceras, se apuntan
las causas profundas que movían al claustro a dar este paso que pudiera
parecer humillante.
Había muy pocos estudiantes, muy pocos graduados... se perdían
las esperanzas de cubrir con criollos los puestos —especialmente ecle-
5 Véanse las constituciones citadas en la nota 2; véase también en el capítulo Vla «concordia» intentada en el período del rector Cárdenas»
6 El expediente en AGCA, 1141, 45.
180
siásticos— que requerían titulación académica; y finalmente se esperaba
aprovechar la afluencia de estudiantes originarios de las distintas pro-
vincias que constituían el reino de Guatemala, y que el colegio de San
Borja había comenzado a atraer.
La «concordia» recibió la aprobación de presidente y audiencia; poco
después la aprueba el Consejo (13 de noviembre de 1713)..., pero, en
hecho y de verdad, no funcionó. .
.
Fracasa la intentada «concordia» (1716)
La obligación de matricularse y la de asistir a los cursos en San
Carlos y San Lucas, a distancia de «un buen tiro de pedrero» no agradó
a los estudiantes: ni a unos, ni a otros. «Ni los estudiantes de San Borja
quieren ir a la universidad, ni los de la universidad a San Borja...»
«Apenas se pudo conseguir —prosigue Pedro de Ocampo a 5 de sep-
tiembre de 1716— que unos pocos de filosofía, que a pocos días desma-
yaron; y son raros en la de teología, siendo la voz común de todos que
no pretendían graduarse, y así no querían tomar el trabajo de ir a la
universidad...»
Ocampo atribuía parte de la culpa a la misma universidad que había
establecido cátedras de «la ilustrísima escuela tomística. . . y de la sübti-
lísima escuela escotista» en las horas reservadas para la docencia en la
Compañía.
También por este concepto fallaba el sistema: uno de los aspectos
más típicos de la filosofía que se enseñaba en San Carlos, estaba en la
prescripción de ofrecer cursos sucesivos de distintas escuelas filosóficas
a los que debían asistir los alumnos, para que su formación no fuera
monocolor: pero en 1713 el catedrático propietario de artes en la uni-
versidad era el reverendo Sunsín de Herrera, y era su doctrina —se nos
dice— «jesuíta»; el marchar a San Lucas no producía la deseada alter-
nancia doctrinal, y quedaba incumplido el precepto constitucional de
San Carlos.
No agradó al claustro la decisión del rector Ocampo de dar por fi-
nalizada la «concordia»; y manifiesta su sentimiento por la pérdida de
aquella oportunidad de trabajo en común, que —según ellos— era másbeneficiosa para San Lucas, que para la universidad; ni podía aducirse
como motivo para ello la iniciación de cursos a cargo de dominicos y
181
franciscanos que no impedían la compatibilidad de las enseñanzas de
la universidad y de la Compañía 7.
En el número de bachilleres no se produjo aumento en estos años
en que se discutía la oportunidad de la «concordia»; no encuentro nin-
guno que se confesara procedente de la Compañía, hasta 1719 8.
Nuevas alternativas en la exigencia
de escolaridad a los sanluqueños
En 1719 aparece un nuevo grupo de bachilleres que proceden de San
Lucas; esta circunstancia se prolonga hasta 1724, denotando que entre
ambas fechas se llegó a un tipo de «concordia» que no he encontrado
formulada. Puede ser que a ella se refiera la facultad concedida a 1 8 de
marzo de 1719 que permitió la concesión de grados a alumnos que nohubieran cursado de manera regular sus estudios en las aulas universita-
rias. No dispongo en este momento del texto de la real cédula, aunqueno creo que se refiera especialmente a los jesuítas: el hecho indiscutible
es que durante cuatro años volvieron a presentar sus exámenes de ba-
chiller alumnos de San Lucas.
Si repartimos las cifras a lo largo de los años, tenemos seis bachille-
en un total de diez, en 1719; hay tres frente a nueve, en 1720; uno en untotal de tres en 1721; uno en un total de seis, en 1722, y catorce en 1723
frente a cuatro de otras procedencias 9.
7 En AGCA, 1141, 45. Pedro de Ocampo, rector del Borja, lleva las negociaciones
con la Universidad; aunque hubiera parecido más razonable que las hubiera llevado
al rector de San Lucas, pero ya se había establecido esa especie de intercomunicación
académica entre San Lucas y San Borja a la que respondía la frecuente confusión en
los observadores extraños que no tenían por qué distinguir en cada momento a quién
correspondía cada actuación pública.8 Véase Yrungaray: índice, pág. 108.5 Los nombres en Yrungaray: índice, págs. 109-110; completados sus datos de
acuerdo con los documentos originales en AGCA, A 1.3-12.
En 1719:
D. Manuel Porres (sin programa); prof. fray José de Santo Domingo.D. José del Valle (sin programa); profs. fray José de Santo Domingo y fray An-
tonio de Lizárraga.
D. Agustín de la Cajiga (sin programa); profs.: no se especifican
D. Cristóbal de Gálvez (sin programa); profs.: no se especifican.
D. Diego de Iribe (sin programa); profs.: no se especifican.
D. Tomás Carrillo (sin programa); profs.: no se especifican.
En 1720:
D. Juan Antonio de la Lama (sin programa); profs.: no se especifican.
182
Merecen destacarse nominalmente en este grupo: Agustín de la Ca-
jiga y Rada, Miguel Delgado de Nájera, Juan Ignacio Falla, Diego de
Iribe, Miguel de Siliezar y Velasco, que volveremos a encontrar en
puestos destacados en la docencia y continuarán la línea de rectores san-
luqueños al frente de la universidad de San Carlos, que quedó iniciada
por los Varón de Berrieza y Sunsín de Herrera 10.
Es algo desigual la siguiente racha de bachilleres: se inicia en 1732,
con un sanluqueño, frente a tres de distintas procedencias, sigue en 1733
con cuatro, frente a nueve; son dos frente a cinco en 1735; y uno sólo
frente a cinco en 1736; en cambio son tres en un total de cuatro en 1737;
y son dos en un grupo de tres en 1738; quedan más igualados, cinco
frente a once en 1739; y son dos en un total de cuatro en 1741; para
llegar cerca del «copo» en 1742, con siete en un total de nueve u.
D. Juan Ignacio de Falla (sin programa); prof. fray José de Santo Domingo.D. José Manuel de Contreras (cinco tesis); profs. fray José de Santo Domingo y
José de Guzmán.En 1721:
D. Bernabé Antonio de Sotomayor (cuatro tesis); prof. fray José de Santo Domingo.
En 1722:
D. Tomás Pérez Castrellón (tres tesis); prof. don José Sunsín de Herrera.
En 1723:
D. Cristóbal Gutiérrez.
D. Francisco Sunsín.
D. Juan Bautista Merino.
D. Sancho Barba de Figueroa.
D. Francisco de Urbina.
D. Juan Ángel de Molina.
D. Francisco Ambrosio de Gálvez.
D. Mateo Cornejo del Cerro
D. Miguel de Siliezar y Velasco.
D. Pedro Pereyra.
D. Felipe Perdomo Betancourt.
D. Mariano Nájera.
D. Marcos Pereyra.
O sea, un total de 25 sobre 46.10 Véase más adelante en este mismo capítulo la lista de rectores sanluqueños.11 Tomamos —debidamente corregidos, como antes— los nombres de Yrungaray:
Índice, págs. 110-14, y completamos los datos de acuerdo con los expedientes conser-
vados en AGCA, A 1.3-12.
En 1732:
D. Diego de Zamudio (cinco tesis, cuatro en el tribunal); profs. Miguel de Nájera,
fray Manuel Alarcón, fray Antonio de Arochena y fray Antonio de Lizárraga.
En 1733:
D. Pedro González de Castilla (cuatro tesis); prof. fray Manuel Ruiz de Alarcón.
D. Francisco de Zeballos Villagutierre (tres tesis); prof. fray Manuel Ruiz de
Alarcón.
183
El brillante grupo de bachilleres de 1746
En 1746 llega a las aulas Carolinas el más brillante grupo de bachi-
lleres del período; son por todo veintitrés, de los que quince proceden de
las aulas jesuíticas.
El grupo está encabezado por nuestro poeta nacional, Rafael Landí-
var y Caballero.
D. Felipe Manrique de Guzmán (tres tesis).
D. Francisco López del Portillo (tres tesis), prof. José del Valle.
En 1735:
D. Manuel Sánchez (tres tesis); prof. fray José de Salazar.
D. Francisco Sunsín de Herrera (tres tesis); prof. fray Miguel de Arrivillaga.
En 1736:
D. Miguel Asturias (tres tesis); prof. fray Diego de Mendieta.
En 1737:
D. Buenaventura de Beteta y Arroyabe (tres tesis); prof. fray Felipe Castellón.
D. Juan Jacinto Rodríguez de Avila (tres tesis); prof. fray Felipe Castellón.
D. Juan Hipólito Sánchez (tres tesis); prof. fray Antonio de Lizárraga.
En 1738:
D. Rafael Antonio de Molina (tres tesis); prof. fray Diego de Mendieta.
D. Romualdo de Velasco (tres tesis); profs. fray Diego de Mendieta y fray Anto-
nio de Herrarte.
En 1739:
D. Bernardo del Monje (programa muy amplio); prof. Miguel de Montufar.
D. Felipe de Zapata (el mismo programa); prof. Miguel de Montufar.
D. Manuel de Taracena (tres tesis); profs. fray Diego de Mendieta y Miguel de
Montufar.
D. Vicente González (tres tesis); profs. fray Diego de Mendieta y Miguel de Mon-tufar.
D. Vicente Gutiérrez (falta programa); prof. fray Felipe Castellón.
En 1741:
D. Mateo Moran (tres tesis); profs. fray Felipe Castellón y Miguel de Montufar.
D. Joaquín de Lacunza (tres tesis); profs. Mendieta, Montufar y se menciona al
rector de San Borja, Nicolás Prieto.
En 1742:
D. Bernardo Perdomo (sin programa); profs. Diego de Iribe y José Sunsín de
Herrera.
D. Manuel de Lacunza (sin programa); profs. Diego de Iribe y José Sunsín de
Herrera.
D. Tomás de Clavería (sin programa); profs. Diego de Iribe y José Sunsín de
Herrera.
D. Juan de Valenzuela (tres tesis); profs. Diego de Iribe y José Sunsín de
Herrera.
D. Juan García (tres tesis); profs. Francisco Navarro y fray Diego de Iribe.
D. Félix Antonio de Barreda (tres tesis); prof. Diego de Iribe.
D. Miguel Montáñez (amplio programa); prof. fray Diego de Iribe.
184
No he encontrado en sus expedientes el nombre del profesor jesuíta
que les inició en los secretos de la filosofía; aunque —a juzgar por las
fechas— éste debió de ser el mexicano Juan Miguel de Cartagena. Era
bachiller en filosofía cuando llega a Guatemala en 1737, y tema treinta
y dos años: había nacido, por tanto, en 1705, con el comienzo del siglo;
en Guatemala aparece desde la primera fecha como profesor de filosofía
y se mantiene en este puesto hasta 1744; desde entonces se le atribuye
sucesivamente la cátedra de prima de teología y la dirección de la congre-
gación mariana, donde le encontramos por última vez en 1751 12.
Como durante su profesorado, no están reconocidos los estudios rea-
lizados fuera de la universidad, sus alumnos han de apelar a los profe-
sores que ejercen la docencia en el edificio universitario, que son en aquel
momento tres: Joaquín de Lacunza, ex alumno de San Lucas; Miguel
de Montúfar que lo era del seminario, y fray Pedro de Arochena, que
desempeñaba la cátedra de filosofía escotista. Lacunza y Montúfar, eran
profesores auxiliares bajo la alta dirección de Pineda y Morga, que era
el catedrático en propiedad 13.
Mencionan a Lacunza como su profesor, Landívar (16 de febrero),
José María Aldama (23 de febrero); Miguel y Gregorio Muñoz, Félix Se-
bastián Montañez y Felipe de Molina, todos ellos presentados a 2 de
noviembre; cerrando la serie, Francisco de Vega y Lacayo, a 5 de no-
viembre.
Casi todos los que responsabilizan de sus estudios a Montúfar, pre-
sentan un extenso programa (primer programa orgánico de filosofía
conocido en San Carlos); en tanto que el resto de los examinandos suelen
acogerse a programas mucho más reducidos de doce, nueve y hasta tres
tesis.
Tesis y programa que parecen más una declaración oficial del conte-
nido de la asignatura que de una materia concreta sobre lo que debería
versar el examen 14.
12 No tengo muchos más datos sobre el padre Miguel de Cartagena. Véase nota 32.13 Aparecen tres Arochenas como profesores de escotismo en San Carlos: fray An-
tonio (1727-1734), fray José (1730) y fray Pedro (1746). No encuentro citado a nin-
guno de los tres —que bien pudiera ser uno— en la crónica de Vázquez.14 En Yrungaray: índice, pág. 114, aparecen los «graduados» por este orden:
Rafael Landívar, José Muñoz, Antonio Cortés, José María Aldama, Manuel Muñoz,Gregorio Muñoz, José Lacunza (Lacarriza en Yrungaray), Félix Montañez, José Cañas,
Salvador Avilez, Santiago Vilches, Cayetano Ignacio Cortés, Miguel Carlos O'Connor(Ocomon en Yrungaray), Felipe Molina, Francisco de Vega y Lacayo. Datos que com-pleto con los expedientes respectivos de la siguiente manera:
Rafael Landívar y Caballero (programa de nueve tesis de Lacunza), 16 febrero.
185
Maestros en Artes, colegiales de San Borja
El magisterio en Artes era la máxima categoría académica en la ramade filosofía; equivalía al doctorado en las demás facultades, pero en ungrado algo inferior: le precedían los doctores y le seguían los licenciados.
Era previa al magisterio la obtención de la licenciatura en la misma facul-
tad; y no podía pretenderla sin haberse ejercitado durante tres años enactos académicos, que constituían el período de pasantía. Para la licen-
ciatura había que superar dos exámenes, el uno era muy solemne, pero
de poca sustancia; el otro—designado con el nombre fúnebre— se tenía
a puertas cerradas y en él cabía el éxito o el fracaso. Pasado con éxito
este examen el resto de los requisitos pertenecían al boato externo de la
universidad.
El primer maestro en Artes procedente de San Borja se llamaba Joa-
quin de Lacunza, había obtenido su bachillerato a 29 de agosto de 1741
y se había presentado a la oposición abierta para obtener en propiedad
la cátedra de filosofía, que se había celebrado aquel mismo año. Desdeentonces y durante algún tiempo sirvió voluntariamente una cátedra
Juan José Muñoz Barba (doce tesis de Montúfar), discípulo de Arochena, 16 febrero.
José Ignacio Muñoz Barba (doce tesis de Montúfar), discípulo de Arochena, 16 fe-
brero.
Antonio Alonso Cortés (nueve tesis de Lacunza), discípulo de Arochena, 16 febrero.
José María Aldama (nueve tesis de Lacunza), discípulo de Arochena, 26 febrero.
Manuel Muñoz (tres tesis de Lacunza), discípulo de Arochena, 2 noviembre.Gregorio Muñoz (tres tesis de Lacunza), discípulo de Arochena, 2 noviembre.José de Lacunza (falta el programa), discípulo de Arochena y Lacunza, 2 no-
viembre.
Félix Sebastián Montáñez (tres tesis de Lacunza), discípulo de Arochena, 2 no-
viembre.
José Bartolomé de Cañas (tres tesis de lacunza), discípulo de Arochena, 2 no-
viembre.
Salvador Ruiz de Aviles (tres tesis de Lacunza), discípulo de Arochena, 3 no-
viembre.
Santiago de Vilches (tres tesis de Lacunza), discípulo de Arochena, 3 noviembre.
Cayetano Ignacio Cortés (falta el programa), discípulo de Arochena, 3 noviembre.
Miguel Carlos O'Connor (falta el programa), discípulo de Arochena, 4 noviembre(de León, Nic).
Felipe de Molina (tres tesis de Lacunza), discípulo de Arochena, ¿4? noviembre.
Francisco de Vega y Lacayo (tres tesis de Lacunza), discípulo de Arochena, 5 no-
viembre (Granada, Nic).
Hay un bachiller más, no señalado en Yrungaray, o incluido por él en la mismaentrada de José Muñoz, que corresponde a Juan José y José Ignacio, AGCA, A 1.3-12.
186
auxiliar, y fueron muchos—lo acabamos de ver— los bachilleres que lo
reclaman en sus expedientes como su profesor efectivo.
Tenía prisa por conseguir la licenciatura y pidió —y obtuvo— la
dispensa del trienio de pasantía.
Su examen solemne se tuvo a 9 de marzo de 1742 y el fúnebre a 15
del mismo mes. Se conserva impresa la convocatoria para su examen
solemne, su barroca dedicatoria junta en un solo símbolo el movimiento
circular de los cielos, con las misiones populares que de manera cíclica
acostumbraban a dar los jesuitas.
Unos meses más tarde se presenta el bachiller Mateo Moran; también
él había pretendido la cátedra de filosofía a lo largo del curso anterior.
Y como Lacunza pertenecía al grupo de bachilleres borjinos de 1741. El
17 de junio se celebró su examen solemne; el fúnebre a 15 de julio y el
de puntos «quolibetales» a 26 del mismo mes de julio. Se conservan im-
presos en el archivo universitario los programas correspondientes a los
actos de 17 de junio y de 26 de julio. Es muy curiosa la metáfora en que
alude a su propia juventud, frente a los antiguos y venerables doctores
de la universidad. Dice así:
Se asemeja esta universidad al águila de grandes alas
que coloca, a sus crías de plumas incipientes, frente a los fúlgidos
rayos del sol; y como ella queda sin duda más honrada
con los polluelos que la rodean, que con la envergadura de sus alas. .
.
No de otra manera (siendo las grandes alas imagen de los antiguos doc-
tores
y las crías de incipientes plumas, los jóvenes recién diplomados) habrá
que concluir en esta discusión si: para esta sapientísima Minerva,
serán mayor ornato los antiguos doctores con su profunda erudición
en toda clase de saberes; o los jóvenes maestros
aunque sólo lo sean en filosofía,
que en su ansia de estudiar y conocer
se apoyan en la generosa ayuda
que sus maestros —con su ejemplo— les prestan...
¡Águilas de grandes alas, polluelos de incipientes plumas! Había en-
tusiasmo y poesía en aquella generación de mediados de siglo
*
15 Más datos sobre los maestros en AGCA, A 1.3-13.
Licenciatura y magisterio o doctorado estaban regulados en los títulos XVIII y XIXde las Constituciones. En la Imprenta en Guatemala, de Medina, están catalogados los
187
Cuatro años más tarde llega al magisterio, Manuel Antonio de La-
cunza, había obtenido su bachillerato a 17 de enero de 1742; y, por tanto,
no había tenido necesidad, como sus predecesores de pedir y obtener la
dispensa del período de pasantía. Tuvo su acto solemne a 24 de febrero
de 1746; no tengo las fechas correspondientes al «fúnebre» y a los restan-
tes actos que precedían a la concesión del magisterio. Dedica el acto so-
lemne a San Ignacio, cuya imagen preside su programa.
Y con él concluimos este primer grupo de maestros en artes, que
nunca olvidaron proclamar entre sus méritos, en los programas impresos
que conservamos, su calidad de colegiales de San Borja «viridi trabea
insigniti» «condecorados con la beca verde de colegiales teólogos» 16.
El magisterio de Rafael Landívar (1747)
Landívar, como Joaquín Lacunza y Mateo Moran, tiene prisa por
alcanzar el magisterio en filosofía. Es conocido el expediente que contie-
ne su petición de dispensa de la pasantía y las favorables contestaciones
tanto del presidente, Tomás de Rivera y Santa Cruz, como del rector
universitario, don Miguel de Herrarte.
Landívar exponía así sus méritos en instancia dirigida al presidente,
en su calidad de vicepatrón universitario; «Después de haber sustentado
tres actos de filosofía en la Compañía de Jesús, sustenté también en ella
unas conclusiones de teología, y dos exámenes de dicha facultad; y opo-
sición que hice a todos los cursos de filosofía, en los que saqué el primer
anuncios de los actos solemnes de Lacunza (pág. 89) y Moran (pág. 90); los demásdetalles en AGCA A 1.3-13. Transcribo las frases latinas más características de aquellas
dedicatorias : Coelum in intellectu factum, Dei gloriam iam enarrat, dum Ínsito proprio-
que motu Zelotypis concionatorum stellis coelatum per totum terrarum orbem rota-
tur... nec enim coelum quod missionarios eloquentiae fluvios comitatur, Mercurii sydus
desiderat... circularibus Jesuitarum missionibus... hinc atque inde fertur in gyrum...
Y Mateo Moran: Cum regia haec sapientum academia ad instar sit aquilae magnarumalarum, suos plumescentes foetus solariis fulgoribus objectantis, haud dubium esto
procul magisne alis magnis, an magis generosis foetibus stipata decoretur? Unde (si
magnarum nomine alarum antiqui, canique Doctores; nomine quo plumescentium
foetuum, ephebi recensque taureati subintelligantur) problematice erit quodlibet deci-
dendum, videlicet: Majorem istius sapientissimae Minervae gloriam antiquos esse
Doctores ratione suae in omni scientiarum genere politissimae eruditionis, vel gloriam
eiusdem almae academiae honoremque máximum esse recentes, etsi solum in Philosophia,
magistros; propter studentem, quam habent et antiquioribus imitandis inhiantem gra-
tiam. .
.
16 El programa del acto de Manuel Antonio de Lacunza en Medina: imprenta Gua-temala, I, págs. 98-99; la dedicatoria, en su expediente: AGCA, 12928, 1944.
188
lugar; y después para obtener el grado de bachiller tuve varias funciones
en la real universidad...»
El rector Herrarte no deja nada en el tintero en punto a alabanza del
estudiante: «su rara aplicación y suficiencia, pues —como alega— en
el curso de artes que estudió, sustentó con cabal desempeño los tres actos
que refiere; y habiendo hecho oposición a todo él, se mereció el primer
lugar, aun habiendo sido un curso tan florido que dio a esta república
literaria muchos y aventajados estudiantes: de que es más de admirar
en el suplicante, los pocos años que cuenta de edad (acababa de cumplir
quince años); pues, aunque en estas partes —proseguía el rector— es
muy regular en cortos años aventajados aprovechamientos, en los muypocos que cuenta el suplicante, rara vez acontece...»
Con tales informes y recomendaciones, le fue otorgada la dispensa y
a 26 de noviembre de 1746 tuvo su examen solemne, que dedicó a Santa
Catalina, patrona de los filósofos cristianos. A primeros de mayo de
1747 pasó brillantemente su examen «fúnebre» y poco después se tuvo
su solemne incorporación al claustro universitario 17.
LOS DOS ÚLTIMOS MAESTROS: VEGA Y JüARROS
Francisco Xavier de Vega y Lacayo, procedía de Nicaragua, y había
gozado en San Borja de una de las becas establecidas por su coterráneo,
el jesuita George Santiago Vidaurre. Al llegar el momento de su licen-
17 Yo comenté hace años el caso Landívar en mi Cátedra, págs. 48-49; el expediente
de Landívar parece haber sido sustraído en fechas pasadas, queda, sin embargo, lo
referente a su instancia y a la dispensa que se le concedió en AGCA, 12929, 1944.
Desconozco la fecha exacta de su investidura como maestro en artes. Véanse sus
tarjas, en ilustraciones.
La graduación de Lacunza y Landívar fue mal vista por los que no simpatizaban
en el claustro universitario con San Borja. La real cédula de 27 de agosto de 1747 ex-
plica su motivación de esta manera: «La eficaz solicitud de algunos que se interesaban
en la inobservancia por haberse criado en el colegio de San Francisco de Borja que
tiene la religión de la Compañía de jesús en esa ciudad, cursando sus escuelas sin dar
las asistencias que deben»... de Joaquín Lacunza, en 23 de diciembre de 1741, para
maestro y de Rafael de Landívar y Bustamante, en 31 de octubre... aunque había
«precedido informe del rector y del vicecancelario que entoces era...» En su parte
resolutiva, la cédula aceptaba lo hecho, pero se prohibía hacerlo otra vez... y los estu-
diantes graduados de esa manera no gozarán de mayor antigüedad que la que les hu-
biera correspondido de haber seguido los períodos normales. La cédula iba dirigida al
rector Miguel de Montúfar, que era, sin duda, quien se había quejado. AGÍ: Guate-
mala, 391.
189
ciatura se proclama colegial de «beca verde» de San Borja y recuerda
haber obtenido el bachillerato a 15 de noviembre de 1743; no tenía
necesidad, por tanto, de la dispensa de «pasantía». Su examen solemne
se tuvo durante el año de 1752; y consiguió finalmente su grado a 2 de
diciembre de 1753.
Ostenta una imagen de San Ignacio en su programa de conclusiones,
y decide que la figura triangular —la más perfecta— se realiza en los
tres siglos que cumplía la Compañía de Jesús: que viviendo tres siglos
es la figura triangular más absoluta y más clara, y al mismo tiempo una
imagen y semejanza expresa de Dios omnipotente 18.
Muy diferente es el caso del licenciado y maestro, Juan de Dios
Juarros. Hace años lo explicábamos así: «El bachiller Juarros. . . se pre-
sentó a oposiciones y ganó su cátedra de prima cuando aún era bachi-
ller (obtuvo su grado a 15 de marzo de 1757 y ganó la cátedra en 1761).
De escasas fuerzas corporales y muy dedicado a sus catorce discípulos,
empleó los primeros años en preparar un "curso" que les facilitara el
trabajo. Al mismo tiempo obtuvo el doctorado en teología, mientras
dejaba incumplida la constitución CXXVIII que le ordenaba licenciarse
en filosofía antes de cumplir el año de obtenida la cátedra.» El profesor
de teología doctor Miguel Cabrejo, presenta una denuncia al claustro
en 1765, pidiendo se declare vacante la cátedra de filosofía, por incum-
plimiento por parte de Juarros, de los estatutos universitarios. Contesta
Juarros, ya doctor en teología, enumerando las razones que fundan la
constitución CXXVIII y declarándolas sin valor, en su caso; y prosi-
gue: «A más de lo que he alegado es constante que cuando en un sujeto
concurren por razón de un empleo dos obligaciones de las cuales nopuede buenamente cumplirse una sin faltar a la otra, se debe cumplir
con la primera y más principal, y no obliga la segunda y menos princi-
pal. Esto sentado, en todos los catedráticos por razón de la cátedra hay
dos obligaciones, la de graduarse en la facultad en el primer año, y la
18 El programa del acto solemne de Vega y Lacayo en Medina: Imprenta Guate-
mala, I, pág. 110; la dedicatoria en su expediente AGCA, 12939, 1944. En AGÍ, unimpreso para solicitar algún puesto o emolumento; se incluye una carta del padre Sal-
vador de la Gándara, rector del San Borja, que afirma que Vega y Lacayo (nicaragüen-
se de origen) se había trasladado a Guatemala y había sido durante doce años becario
de San Borja; tras el terremoto que había destruido el edificio del colegio, Vega con-
vivía en la residencia con los jesuítas de San Lucas. Hay otro impreso con los méritos
de su padre, que procedía de Viana y Mendavia, en Navarra. AGÍ: Guatemala, 361.
En otro de sus programas, aparece impreso —¿por única vez?— el escudo del colegio
de San Borja, con el JHS y un birrete en el primero y cuarto de los cuarteles, y Borja
y Centelles en el segundo y tercero Programa reproducido en nuestra portada.
190
instrucción y enseñanza de los discípulos. Que enseñar e instruir a los
discípulos sea la primera y más principal obligación de un catedrático,
es cosa clara; y así cuando no se puede enseñar a los discípulos sin faltar
a la condición del grado, no deberá graduarse dentro del primer año de
catedrático. . . Porque aunque en las demás facultades se puede cumplir
con una y otra, no sucede así en filosofía, en la que es necesario dar cada
día cuatro horas de asistencia a la clase. . . para enseñarles y conseguir
algún aprovechamiento en los discípulos; y el tiempo que sobra en el día
y aun más, no basta para escribirla.» Juarros apeló a la experiencia de
sus compañeros de facultad y todos debieron quedar de acuerdo, ya que
la instancia que hizo el denunciante Cabrejo, no tuvo éxito.
Cabrejo insinuaba la posibilidad de haber dictado a los alumnos el
mismo curso que Juarros había recibido «el mismo que escribió —de-
cía— dictado de su maestro...» el que había recibido con «tanto apro-
vechamiento como ha mostrado en las funciones literarias que con tanto
lustre ha tenido. . .»
Juarros aludía finalmente —y ya con el unánime asenso de sus com-
pañeros— a la falta de preparación de los alumnos que llegaban al curso
de filosofía... «que cuando aprenden esta facultad apenas saben ha-
blar...»
Juarros llegó al magisterio en filosofía en la segunda mitad del año
1766 en vísperas de la expulsión de los jesuítas: su programa de acto
solemne lleva una estampa de San Francisco Xavier, en recuerdo de sus
antiguos profesores 19.
LOS PROFESORES UNIVERSITARIOS DEL PERÍODO
Comencemos por los profesores del Borja-Lucas. He mencionado ya
el sistema seguido en el curso académico normal entre los profesores je-
suíticos; comenzaban por las clases de gramática —que a veces servían
en el período intercalar entre filosofía y teología, que se suele denomi-
nar «magisterio»— pasaban en tiempo oportuno a la enseñanza de la
retórica, llamada a veces «gramática superior o suprema»; era la filoso-
fía el siguiente paso, en el que empleaban un trienio; el estadio final
correspondía a la enseñanza de la teología que podía servirse o en la
19 El caso de Juarros en mi obra ya mencionada La Cátedra, págs. 20-22; su pro-
grama impreso en Medina: Imprenta Guatemala, I, págs. 139, y su expediente en
AGCA, 12790, 1919, y 12524, 1901.
191
cátedra de prima teología escolástica o dogmática; o en la de vísperas,
que se dedicaba a la teología moral.
Si reconstruimos la carrera magistral de los profesores del Borja-
Lucas, encontramos una docena que —de acuerdo con los catálogos
conservados— hubieran recorrido este camino en su totalidad. Son los
siguientes: en 1696 hay dos profesores, Antonio Cortés y Pedro Pimen-
tel, mexicanos ambos, que en ese año son profesores respectivamente de
prima y vísperas de teología, y que han cubierto las etapas anteriores. El
grupo mayor de tales profesores corresponde a 1708, en ese momentoaparece Antonio Valtierra, chiapaneco, que es profesor de prima de teo-
logía, en tanto que el padre Francisco Xavier Solchaga (nacido en Que-
rétaro) enseña la teología moral. Dos bachilleres en filosofía Juan de
Munguía (Michoacán) y Juan de Montenegro (Parral) que se inician en
ese año, llegarán a la docencia de la teología en 1720 y 1726 respectiva-
mente. En 1714 encontramos un guatemalteco, Tomás de Nájera, que
coronará su carrera como profesor de teología moral en 1723. Y en 1720
aparece otro chiapaneco, José de Villalobos, que presenta la anomalía
de haber servido la cátedra de prima de teología en 1723, pasando tres
años más tarde a la docencia filosófica. Es mexicano Juan Miguel de
Cartagena, bachiller en filosofía, de quien nos consta haber recorrido
íntegra la carrera docente, siendo profesor de gramática en 1737, de
filosofía en 1741, de teología escolástica en 1744 y de teología moral en
1749. Dos bachilleres en filosofía constan en 1748, el guatemalteco Mi-
guel Gutiérrez, que pasa de la teología moral a la cátedra de prima de
teología en 1744, para regresar a la filosofía en 1758, donde dejó bien
impresa su huella docente; y el cholulteco, José Cardona que coronará
su docencia como profesor de teología moral en 1753. Finalmente lle-
gamos en 1758 al maestro en artes, Rafael Landívar y Caballero, quien
antepone la docencia en filosofía en 1754, a la de gramática en 1758,
para concluir en 1766 como profesor de vísperas de teología.
Sólo algunos de ellos aparecen mencionados en los expedientes de
los alumnos que, procedentes del colegio Borja-Lucas, pretendían con-
validar sus estudios en la universidad; sin duda el más conocido entre
todos es el padre Miguel Gutiérrez a quien consagramos apartado es-
pecial 20.
20 AICG: Mex., 6, ff. 174v, 246v-247, 304; Mex., 7, ff. 15, 67, 147v, 216, 288v-289;
Mex., 8, ff. 19, 99, 124, 195v-196, 340. Véase nota 23.
192
I N G E N I O S VM'PROBLEMA| OMNES ÍNTER HOMINüM STA-
TVRAS, PROCERA PR/ESTANTIOR
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PROPÜGNABITÜR IN HAC REGIA, AC PON.tificia DiviCaroli Academia, (D. O. M. ciufcjue puxif-
fima, ac dolentiffima Uirgine Matrc MARÍA , fice origi.
cali labe cor.cepta favemibus) á D. Lie. D. Rgpbatlc de Ltnéi.
hát9quiad Magiflerij culmen afcendeie concupifeit . Piaefide
D. D. FRANCESCO DE HEREDIA, vaiijs piomeriris infulii
decorata occ non huiui Metiopolitanae Ecclcfi* mcritifllmo De.cano Dic i? Menú Maij. Anno Domini 1747.
Di lutntlá Domini RiBcrtú
iTO
lou#^d«^o«>ü iuWVM^UVIT0VUVVVUVHVIFa/?c/ <?we anunciaba la defensa de una iesis seudofilosófica, un PROBLEMA INGENIOSO;¿por qué parece mejor entre los hombres una mayor estatura? La disertación estaría a cargo
del licenciado don Rafael Landívar, quien pretende con ella obtener la cumbre del magisterio.
Presidiría el acto el deán, don Francisco de Heredia, y tendría lugar el 15 de mayo de 1747.
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«I • rD<>5 tár/as universitarias: la primera anuncia el acto público de Derecho Canónico, que habríade «sustentar» Francisco Antonio López de Portillo, «colegial de beca verde de San Francisco
de Borja», el 20 de abril de 1735: «in hac carotina goacthemalensi Minerva». (La tarja original
tiene 38 X 56 cm. y se conserva en la Biblioteca Medina con el número 6.213. El acto está
dedicado al tío del actuante, fray Antonio López de Portillo y Guadalupe, obispo de Coma-yagua.) La segunda tarja anuncia el acto público de Filosofía, que habría de «sustentar» Ra-
fael Landívar y Caballero, «colegial —como el anterior— de beca verde de San Francisco de
Borja», el 27 de noviembre de 1746. (La tarja original tiene 46 X 57 cm. de superficie grabada
y se conserva en la Biblioteca Medina con el número 6.233. El acto se dedica a Santa Catali-
na, cuya imagen aparece grabada en la cabecera. Ambas tarjas tienen distintas proporciones
en el original.)
Profesores en la universidad
El antiguo alumno de los jesuítas —ya mencionado— José Sunsín
de Herrera, obtuvo en 1698 la cátedra de prima de filosofía en propiedad;
cátedra que sirvió personalmente durante veinte años (1698-1720); ypor sustituto desde 1720 a 1741. Durante este segundo período la cáte-
dra se puso cinco veces a concurso-oposición. Diez concursantes midie-
ron sus fuerzas en el primer concurso, cinco procedían de los jesuitas,
cuatro venían del seminario y el último era fray Pedro Zapiain autor
de uno de los pocos cursos filosóficos editados en aquel tiempo, el Cur-
sus philosophicus (México 1764). Ninguno de los borja-sanluqueños ganóeste primer concurso, lo obtuvo el bachiller Tomás de Guzmán y Alva-
rado que procedía del seminario de la Asunción. En cambio el segundo
(1726) y el tercero (1727) de los sucesivos concursos fueron ganados porantiguos alumnos de los jesuitas. Al primero se habían presentado trece
opositores, siete de Lucas-Borja, tres del seminario, dos habían cursado
sus estudios en la universidad y uno procedía de un colegio dominico.
El sanluqueño Agustín de la Cajiga y Rada obtuvo la plaza que sirvió
de 1726 a 1731.
El también sanluqueño Miguel Delgado de Nájera la obtuvo para
el siguiente período, 1731-1733. Delgado de Nájera concluyó su período
antes de finalizar el sexenio, y se abrió la correspondiente oposición al
que concurrieron ocho bachilleres, tres procedían del Lucas-Borja, tres
del seminario y dos venían del convento mercedario. Uno de los merce-
darios lo ganó, el padre fray Felipe Castellón. En 1739 se abre el último
período en «sustitución» de Sunsín, al concurso correspondiente se pre-
sentaron trece aspirantes, siete procedían de los jesuitas, cuatro venían
del seminario y dos de la universidad. Ganó la oposición el dominicofray Diego de Iribe, quien había cursado su bachillerato en los jesuitas.
Al fallecer en 1741 el catedrático «en propiedad» Sunsín, la cátedra se
puso de nuevo a concurso; también fueron trece los concursantes, siete
venían de Lucas-Borja, cinco del seminario, uno de la universidad. Loganó Juan Mtanuel de Pineda y Morga; quien serviría su cátedra los vein-
te años reglamentarios 1741-1761, falleciendo en el último año de su
magisterio. Cuatro se presentaron para el concurso abierto en ocasión
de la muerte de Pineda, dos dominicos, uno sanluqueño y un alumno dela universidad. Juan de Dios Juarros, procedente de San Lucas, lo ganó,
sirviendo su cátedra por un sexenio.
19313
Si resumimos los datos expuestos, tenemos dos catedráticos en pro-
piedad y tres en sustitución, que procedían del Lucas-Borja; uno en
propiedad y otro en sustitución venían del seminario; ninguno procedía
de la universidad, un profesor «en sustitución» procedía de un colegio
mercedario. Marca muy satisfactoria para alumnos y profesores que pro-
cedían de aquel centro, que sólo a medias era reconocido en la oficiali-
dad universitaria guatemalteca.
Consecuencia obvia de esta situación, el período de vigencia de la
«doctrina jesuítica» en San Carlos fue durante este período (1698-1767)
que totalizó sesenta y nueve años, de veintiocho años (Sunsín de Herrera
y Juarros) de enseñanza jesuítica instalada «en propiedad» en la cáte-
dra de prima, a los que añadimos diez en «sustitución» (Cajiga y Rada,
Delgado de Nájera e Iribe); quedando veinte «en propiedad» (Pineda yMiorga) y seis en «sustitución» (Guzmán y Alvarado) para una eventual
modificación en el sistema filosófico enseñado.
Todavía deberíamos disminuir el período no dominado oficialmente
por la «escuela jesuíta» pues nos consta, por la afirmación de los bachi-
lleres Landívar, Aldama, hermanos Muñoz, Montañez, Molina y Vega
y Lacayo, que durante el largo período de Pineda y Morga, muchos
alumnos se apuntaban al profesor auxiliar, Joaquín de Lacunza, también
procedente del estudio jesuítico21
.
Doctores sanluqueños, rectores de San Carlos
Aunque no vamos a seguir la trayectoria académica de los antiguos
alumnos de Borja-Lucas en las distintas facultades de la universidad,
puede ser interesante para valorar el influjo de aquéllos en ésta, la de-
terminación en número y tiempo de los que—por elección del claustro
—
dirigieron los destinos universitarios desde su rectorado. He aquí sus
nombres y los años de su rectorado:
Varón de Berrieza, 1707, 1711, 1714, 1718, 1720, 1724.
Sunsín de Herrera, 1711, 1715, 1719, 1723, 1727.
Contreras y Castro, 1729.
Cajiga y Rada, 1733, 1737.
Delgado de Nájera, 1739, 1744.
21 Los primeros concursos —finalmente anulados— se pueden ver en AGÍ: Guate-mala, 137, 154; a partir del cuarto concurso están documentados en AGCA A 1.3-8,
12467-12526.
194
Juan Ignacio Falla, 1740, 1745, 1748, 1751, 1755, 1757, 1760, 1765.
Siliezar y Velasco, 1743, 1752, 1758.
Resumo y contabilizo: en sesenta años, veintisiete estuvo regida la
universidad por antiguos alumnos de los estudios de los jesuitas; dividi-
dos los años en períodos de veinte: los veinte primeros estuvieron regidos
por Varón de Berrieza y Sunsín de Herrera, los veinte últimos por Juan
Ignacio Falla 2Z.
El período del padre Miguel Gutiérrez
Pertenece a la generación de jesuitas que nacieron en Guatemala,
dedicaron casi toda su vida a labores docentes en su ciudad natal, mu-rieron en el destierro; y merecieron un lugar en las crónicas domésticas
que los jesuitas redactaron en Italia: a Gutiérrez «sacerdote mexicano»
le dedica un folleto íntegro, el padre Luis Maneiro en su colección Devitis aliquot mexicanorum, aparecida en Bolonia en 1791; sobre datos
consignados en este folleto elabora años más tarde Dávila y Arrillaga
las páginas que dedica a su persona en su Continuación de la historia
de la compañía de Jesús en Nueva España (Puebla 1888) 23.
Miguel Gutiérrez nació en Guatemala en 30 de agosto de 1718; sus
padres Alfredo Gutiérrez y María Anselma González habían nacido en
Sanlúcar (el Fanum Luciferi del latinista Maneiro); Alfredo Gutiérrez
había comenzado sus estudios en España donde tuvo casualmente comomaestro al padre Kino, que se hallaba de paso por España desde su
patria Tirol, hasta su segunda patria California, donde su nombre se
inmortalizaría; esto sucedía en 1681. Años más tarde, Alfredo Gutiérrez
pasó a Guatemala; supongo con alguna misión comercial que le permitió
redondear una buena fortuna. Toda ella vino a parar a manos de Miguel,
que fue su único heredero. Miguel estudió en el colegio de la Compa-ñía y fue admitido como colegial de San Borja; no aparece su nombreen las listas de bachilleres de aquellos años; a 22 de enero de 1736 ingre-
sa en el noviciado de Tepozotlán, cuando contaba dieciocho años. Se
22 Tomamos la nómina de rectores universitarios de Juarros: Compendio, I, pági-
nas 267-269.23 Juan Luis Maneiro: De vitis aliquot Mexicanorum, aliorumque qui sive virtute*
sive litteris Mexici imprimís floruere, 3 vols., Bononiae, 1791.
La vida de Gutiérrez en folleto aparte: De vita Michaelis Gutierri, sacerdotis me-xicani, Bononiae, 1795.
195
inició en las labores docentes en Querétaro, en México y en Puebla.
Regresa a Guatemala hacia 1745, y se encarga del curso regular con los
estudiantes de gramática en San Lucas; en 1747 inicia su curso de filo-
sofía: explicando su segunda parte —la física— en 1748. Concluido su
ciclo de filosofía pasa probablemente a profesor de vísperas de teología:
y durante su docencia es nombrado rector del colegio de San Borja.
Como rector de San Borja experimenta los efectos del terremoto de 1751
que destruye por completo su edificio; en ese tiempo estaba preparándo-
se para su solemne profesión y no encuentra mejor ocupación para la
fortuna heredada de sus padres que dedicarla —como lo hace— a la
reconstrucción material de aquel internado centroamericano.
La «Bellatrix Philosophia» de Gutiérrez (1748)
Se conserva en la biblioteca nacional de Guatemala, un curso ma-
nuscrito redactado por Antonio José González Batres sobre las explica-
ciones dadas en clase por el padre Gutiérrez: el curso está encuadernado
con portada impresa que lleva la siguiente inscripción: «Bellatrix Philo-
sophia/aciem ingenii in hostes admovens/ne quos vulnerat telis vulnere
offendat, sibi accomodat amoris pharetram/Cor Jesu vulneratum cuius
tela iuvant vel acum vulnus infligunt/quippe lancea confossum/caecum
ferit ut videat/ferit hostem ut amet... A patre Michaele Gutiérrez, in
Sancti Lucae Goathimalensi eiusdem Societatis Collegio Philosophiae
Professore, armo Domini 1748»/Véase Medina, Imprenta, n. 208. /El
centro de la portada lo ocupa una imagen del Niño Jesús que muestra
su corazón.
El manuscrito además de transcribir o resumir las explicaciones de
clase, añade comentarios sobre asuntos de interés personal o local, o me-
ramente escolar, que nos presentan detalles de la vida guatemalteca de
la primera mitad del xvm.
«El día 1 1 de octubre —nos dice Antonio José— caí enfermo de vi-
ruela, sábado, día de San Fermín, reinando el sol en Libra, y me estuve
en cama hasta el sábado 25 del mismo mes, habiendo entrado el sol en
Escorpión, día de llena de San Crispín, del año del Señor de 1749». Im-
pedido por la enfermedad de asistir a clase «abrió un corral»: es decir,
dejó unas páginas en blanco que procuró llenar más adelante con los
apuntes de sus compañeros. . . «Habiendo ido a clase —confiesa— pre-
gunté cuánto hueco dejaría, me dijeron que un cuaderno; lo dejé. . . y me
196
sobró esto que ven para llenarlo. . . ¿me explico, o no me explico?» con-
cluye juguetón.
El padre Gutiérrez dictaba su curso; no era demasiado difícil seguir-
lo, ya que haciendo la media de lo que González Batres trascribía diaria-
mente, sacamos una página por día, no mucho para un manuscrito en 4.°
Hallamos de vez en cuando comentarios del estudiante, que nos re-
cuerdan las conocidas frases de los monjes dedicados a transcribir có-
dices:
Esto es muy largo, por vida —escribe al concluir la abstrusa cues-
tión del concurso divino en su ajuste con presciencia y libertad:
El santo Job se aburriera
San Francisco se enfadara
San Ignacio la cabeza se quebrara. .
.
La Parca aquí se muriera
dummodo alguno leyera
esta cuestión tan larga,
simul et tan amarga:
retrato de la eternidad,
pequeña de parvedad.
En fin contrapesa cualquier carga...
Frente a estos versos que —en su tosquedad— reflejan una situa-
ción anímica común al estudiante de todos los tiempos, encontramos
otros más ligeros que parecen en línea con alguna fiesta en que nuestro
alumno hubiera participado en diciembre de 1749.
La sedilla con el oro.
.
.
las monedas y belleza.
.
.
el deleite y la hermosura.
.
.
qué será en la sepultura. . .!
Recuerdo nostálgico, o consideración de ejercicios espirituales, es
siempre un pinito de versificación sin mayor trascendencia literaria.
Dentro del texto latino y —por lo tanto— obviamente atribuible a
nuestro Gutiérrez, se menciona la ciudad salvadoreña de San Miguel.
«Mihi puero narratum memini ab nomine Sancti Michaelis civitatis
Íncola, se in illa provincia vidisse flumen, cuius aquae, eius erant virtu-
tis ut quam partem ligni abluerent, converterent in lapidem, unde
197
quotquot arbores sunt ibi secus decursus aquarum radicibus partim lig-
uéis partim lapidéis sustententur, fides sit apud ipsum...» 2*.
La doctrina filosófica del padre Gutiérrez
Gutiérrez había comenzado su filosofía en el mismo colegio en quela explicaba: su profesor pudo ser el padre Miguel Cartagena; y com-pañeros suyos de estudio pudieron ser el futuro rector jesuita de Guate-
mala, José Antonio Zepeda y el ilustre oidor de la audiencia de Gua-dalajara, Francisco José López del Portillo
*
Una lectura algo rápida de los apuntes de González Batres nos hace
pensar que la filosofía de Gutiérrez no se apegaba excesivamente a las
pautas aristotélicas, ni al tomismo estricto, ni a un suarismo cerrado;
sus tesis corresponden al eclecticismo imperante en Guatemala: no es
atomista, no cartesiano en los principios últimos de los cuerpos; es or-
todoxo defensor de la materia y forma tradicionales; pero admite unaforma de corporeidad con escotistas y algunos jesuítas, en otros casos
se contenta con un «modo» de corporeidad...
Esta tesis chocaba con los principios del tomismo tradicional y—porlo tanto— era muy apta para los actos de conclusiones en que se trata-
ra de «promocionar» algún discípulo más despierto y aventajado, enese caso estaba —por lo visto— nuestro González Batres.
24 La Bellatrix Philosophia no se imprimió, fuera de la portada que se vendería alos alumnos para que les sirviera para reunir y encuadernar sus apuntes. Medina (Im-prenta en Guatemala, págs. 100-101) cree que el manuscrito es el tratado de Gutiérrez;
se trata del cuaderno de apuntes de Antonio José Batres, quien lo margina con curiosas
anotaciones sobre sucesos ciudadanos o sobre su propio estado de ánimo.Antonio José Batres pertenecía a la ilustre y antigua familia guatemalteca, que
llega a finales del siglo xvm emparentada con lo más conocido de la ciudad, y atra-
viesa el siglo xix y llega al xx con la misma patricia dignidad (Aparicio: Díaz del
Castillo, págs. 57-67). Pudo ser padre de nuestro estudiante don Juan González Batres,
alcalde de la ciudad en 1735 y 1743, y hermano de Manuel González Batres, que lo
fue en 1760-1761; pudo ser también hermano del rector universitario Juan José Gon-zález Batres (en 1756, 1761, 1764, 1773, 1778, 1788 y 1792). Y pudo ser él mismo el
José González Batres, alcalde de la ciudad en 1769. El rector don Juan José era
eclesiástico, canónigo desde 1761, llegando al decanato en 1779, después de haber
ocupado sucesivamente los puestos de maestrescuela, chantre y arcediano. En 1793 fue
electo obispo de Santa Marta, pero se excusó de aceptar esta prelatura por hallarse yaviejo y achacoso —dice Juarros (Compendio, págs. 258, 265, 266, 268 y 269), de quien
he sacado los datos expuestos.25 En Maneiro, Vitis y Vita, los datos correspondientes (véase nota 19). La vida del
guatemalteco José Antonio Zepeda, en Maneiro: Vitis, III, pág. 225.
198
«Contra esto —margina— me argüyó el padre Lanuza, el domini-
co...» La tranquilidad de la anotación, nos hace conjeturar que en la
disputa no «llegó la sangre al río...» El Lanuza mencionado, pudiera
ser Joaquín de Lanuza que llegó en 1735 al bachillerato y que pudiera
haber ingresado más tarde en la orden dominicana; aunque en su exa-
men de bachillerato defendiera tesis tan opuestas al tomismo como«Essentia et existentia identificantur...», bajo la dirección conjunta del
mercedario Felipe Castellón y del franciscano Miguel de Arrivillaga
que tolera que el bachillerando niegue la «distinción virtual» tan que-
rida a los escotistas. .
.
A seis de marzo de 1750 comienza la explicación del libro segundo
de los «físicos» de Aristóteles; no encuentro especial novedad en el es-
tudio que hace de las causas, pero merece anotarse el comentario de
González Batres que apunta al margen el día ocho de junio: «El día
ocho, lunes, el Santo Oficio penitenció a Diego Valiente Mota, con
doscientos azotes por las calles y diez años de castillo». Se continúa
con la necesidad del concurso divino pero se acepta con «el sapientísi-
mo Molina» el simultáneo, con la ciencia media. .
.
26.
Se entra en el tercer libro a 28 de julio: el asunto de la posibilidad
de un ser creado infinito en su línea; cuestión muy debatida en aquellos
tiempos de Guatemala, en los que raro era el bachiller que se librara
de este tema en su examen final; al ser infinitamente perfecto en la lí-
nea creada, correspondía el extremo opuesto del ser más imperfecto en
su línea.
González Batres hubo de defender la teoría de su maestro, en acto
público, en que fue reargüido por el franciscano Cabrejo, sin que la
controversia llegase a niveles ciudadanos.
Ejercicios escolares: El libro de Lógica de Zapiain
Los ejercicios escolares formaban parte fundamental en la docen-
cia escolástica: los estatutos universitarios los catalogaban en su títu-
lo XII de la siguiente manera. De quince en quince días un estudiante
había de «sustentar» algunas «conclusiones», respondiendo a los argu-
mentos que los demás le pusieran en su contra. Para su adecuada pre-
26 Es curioso señalar esta fecha —8 de junio de 1750—,que impresionó a nuestro
estudiante por el «paseo» dado al penitenciado Domingo Valiente Mota; no tengo
más datos sobre este caso, que no ha sido recogido por Chinchilla en su Inquisición.
199
paración, el «sustentante» había de fijar dos o tres días antes a la
puerta de la clase (general, en la terminología de entonces) las «conclu-
siones» que había de defender. Este era el primer tipo de discusión que
todos los estudiantes venían obligados a mantener; a este acto de con-
clusiones superaba en importancia el que había de sustentarse «cada un
año», con la intervención de «estudiantes o bachilleres pasantes...»
(Const. CXXXIX).Estaba señalada la fecha (segunda quincena de febrero) y los emo-
lumentos o propinas (al que presidía, dos pesos; al «sustentante», uno;
a los estudiantes que arguyeran, dos reales por cabeza; al rector y doc-
tores de la Facultad que asistieren, medio peso (pero si participaban en
la discusión, un peso); y el tiempo (no pasara de dos horas).
Naturalmente había un doble peligro en estas discusiones: el que
se entretuvieran en cuestiones irrelevantes, y el que hiciesen perder la
serenidad a los participantes, sobre todo si se trataba de profesores
que se creían ofendidos en su dignidad 27.
Por ello resulta interesante señalar que uno de los profesores de fi-
losofía de la Guatemala de entonces, dio a la imprenta en Méjico un
tratado de Lógica en que se especifican con todo detalle las normas
académicas de la discusión. Aunque el libro apareció en Méjico en 1754
estaba redactado en Guatemala en 1722; dos años después de haber
conseguido su bachillerato y tres desde el intento de conseguir la cáte-
dra de Filosofía en la Universidad; no la consiguió en San Carlos, pero
la ejercitó durante muchos años en su convenio, y no es raro encontrar
su nombre en los expedientes de los que aspiraban al título de bachiller,
como el profesor responsable de los estudios realizados.
El Cursus philosophicus, juxta miram, praecelsamque amgelici doc-
toris divi Thomae Aquinatis, doctrinam... se publicó en dos volúmenes;
nos interesan especialmente las páginas que dedica a sistematizar las
disputas públicas que en aquellos tiempos se consideraban insustitui-
bles 28.
Las normas que Zapiain establece se refieren a la compostura exte-
rior, a la moderación de las palabras; a evitar respuestas apresuradas
(primero comprender, después responder) ni usar frases vagas (emplear
27 Había conclusiones quincenales en cada clase y conclusiones anuales para toda
la universidad; estaban minuciosamente reguladas en las Constituciones universitarias
para evitar abusos y peleas que superaran los términos dialécticos.
28 El libro de Zapiain está catalogado en Medina: Imprenta en México, V, pági-
nas 224-225.
200
la forma silogística); analizar las objeciones, reducirlas a las proposicio-
nes de que se componen e irlas respondiendo por su orden. .
.
Naturalmente que todo este conjunto de normas se reducían a orga-
nizar las discusiones, evitar que salieran de su cauce, y sobre todo evitar
escenas como la que Gage un siglo antes describía, muy posible en sí,
aunque no sea posible demostrar que así sucediera en la realidad: «Los
jesuitas —dice —pataleaban, palmoteaban silbaban. . . no les cabía en la
cabeza que se pudiera discutir el privilegio de la concepción inmaculada
de María: pasaban —continúa— por que lo defendiese yo —habla
Gage— que era inglés y procedía de tierra de herejes; pero no podían
admitir que el padre Cabanas, asturiano, presidiese aquella discusión
impávido. . .»29
. Previendo tales excesos, los estatutos universitarios auto-
rizaban al rector a multar a los que se permitieran insultar al adversario,
quedando suspendido por seis meses el recalcitrante; hemos de añadir
que no he dado con incidentes de este tipo en la documentación univer-
sitaria que he podido manejar.
El otro peligro: el de discutir de cosas impertinentes; era muy di-
fícil de evitar, ya que no solían proponerse temas que pudieran crear
problemas ante las autoridades civiles o eclesiásticas. Años más tarde
decía la Gaceta de Guatemala en artículo dedicado al cambio experi-
mentado en los estudios filosóficos: «Las quiddidades y el principio
"Quod verbi" han sido palanca indestructible, capaz de levantar los
mundos y jugar con ellos a la pelota, ya de vuelo, ya de revés, ya de
sobaquillo, ya de entrepierna...» 30.
El curso filosófico de Francesch
El dominico Miguel Francesch envió a Barcelona para su publicación
un curso filosófico al que dio la última mano en 1758 y que comprendía
29 Es conocida la discusión teológica que describe Gage, con las exageraciones que
le sugiere su partidismo, véase A new Survey, cap. XVIII, págs. 118-119. «The jesuits
—escribe— stamped "with their feet, clapt with their hands, railed with their tongues,
and condemned it with their mouths for a herasie, saying that in England, where
were hereticks, such an opinión concerning Christs mother might bee hold and defended
by mee who had my birth among heretisks, but that Master Cabannas borne amongSpaniards, and brought up in their Universities, and being the chief Reader in that
famous Academy should maintaine such an opinión, they could not but much marvaille
and wonder at it...».
30 La cita en la Gaceta de Guatemala, vol. VII, pág. 471 (1803). En esta publicación
aparecen muchos artículos dedicados a temas doctrinales (políticos y filosóficos) de los
que preparo una antología para su publicación.
201
en cuatro partes los «dogmas aristotélicos y tomísticos»; el libro apare-
ció en Barcelona en 1779, pero había sido concluido durante el período
que consideramos, es decir, al tiempo que Miguel Gutiérrez explicaba en
Lucas-Borja su curso filosófico. Cuando localicé esta obra en la Biblio-
teca Nacional de Guatemala, no pude analizar más que el cuarto tomo
que comprende la filosofía moral. Hecho interesante que demuestra que
los temas morales se habían instalado firmemente en la docencia univer-
sitaria y no sólo en su aspecto teológico, sino especialmente en lo que
fue identificándose poco a poco como ética o filosofía moral.
No es el momento de hacer un estudio del tema, pero interesaba
hacer constar que no era sólo el colegio de los jesuítas el que trataba de
romper las limitaciones de una tradición excesivamente encorsetada con
las antiguas normas de la escolástica formal 31.
Consigue Gutiérrez la última dispensa
de escolaridad (1750-1757)
A 4 de marzo de 1751 sobrevino un violento terremoto que dañó
especialmente las estructuras del colegio de los jesuítas. El padre Miguel
Gutiérrez dedicó parte de su «legítima» a la reconstrucción de San Bor-
ja que surgiría de sus ruinas notablemente mejorado; por su parte el
padre Miguel de Cartagena, de indudable prestigio por estar encargado
de la congregación mariana, pide al cabildo se asignen cuatro mil pesos
del ramo de alcabalas para ayuda «de los reparos» que hay que hacer
en la iglesia y colegio de los jesuítas. Las noticias internas de la orden
declaran que la iglesia ha quedado por el suelo «paene solo aequatum»
y el Borja «graviter concussum» 32.
Frente a esta calamidad, que los ciudadanos de Guatemala presen-
ciaron también «graviter concussi», llega a noticias de los alumnos la ale-
gre nueva de haber sido concedida, a 31 de octubre de 1750, la dispensa
de escolaridad de manera que los borjinos pudieran ganar los grados aca-
démicos en San Carlos sin sujetarse a la asistencia a los distintos cursos
en el edificio universitario.
31 He aquí el título completo de la obra : Philosophia Scholastica ¡ quatuor partibus /
comprehensa } in qua nova ac perspicua methodo ¡ aristotélica, thomistica que dogmataexponuntur j et propugnantur / Auctore R. P. Fr. Michaele Francesch ordinis praedica-
torum, sacr. theol. present. ac doctor, exam. syn. et in guathimalensi Sancti Caroli
Academia moderatore
.
. . Barcinone, 1762.32 AICG: Mex., 8, 59v; Pardo: Efemérides, pág. 204.
202
La dispensa—tras larga gestión atribuida en nuestra documentación
al padre Gutiérrez— había sido otorgada simplemente como experiencia
en tanto se recababan informes más detallados sobre el asunto.
La gestión parece conectarse con la que hemos visto iniciada por
Azpeitia y continuada por Ocampo: se había hablado en el curso de la
controversia de una serie de constituciones que no se cumplían por parte
de la universidad, que era la causa —decían los jesuitas— de la escasa
asistencia de alumnos a los cursos de San Carlos. En esta línea ha de
colocarse la real cédula fechada a 27 de agosto de 1747 que responde
a un informe del rector Montúfar y que ya hemos mencionado más
arriba **. Desde esta fecha hasta 1757 se repiten reales cédulas con idén-
tico texto que se dirigen al deán y cabildo catedral, a la real universidad,
y al cabildo ciudadano. No he visto las respuestas, ni parece que los in-
teresados lo tomaran con demasiado celo.
Finalmente, a 31 de mayo de 1757, se declara cerrado el período de
experimentación; se había dado la licencia —se dice— con la cláusula
«por ahora...» «después de recibidos los informes —continúa— se dis-
pone que cese desde el día en que se reciba el despacho. . .»M
.
Ultima hornada de bachilleres (1751-1757)
No es excesivamente numerosa: se inicia en 1751, con un solo ba-
chiller; hay dos en 1753; tres en 1754; tres también en 1755; uno en 1756
y, finalmente, siete en 1757; cuando el privilegio estaba en plena liqui-
dación: hacen por todo diecisiete bachilleres en este último período.
Ya no encontraremos más bachilleres de procedencia jesuítica hasta
el grupo que fue colocado bajo la dirección del conocido franciscano
Liendo y Goicoechea al ser expulsados los jesuitas en 1767.
Parece interesante detallar entre los bachilleres del período 1751-1757
a nuestro conocido Antonio José González Batres —copista y margina-
dor del curso de física del padre Gutiérrez— quien pasó un examen nodemasiado difícil (tres tesis en total) el 16 de julio de 1751; aparece
—como su director responsable— Martínez de Pineda y Morga, cate-
drático en propiedad desde 1742.
Pero el grupo de los «dispensados» comienza en 1753 con José An-
33 Véase la nota 17 de este mismo capítulo.34 Las reales cédulas en AGÍ: Guatemala, 392. Están también inventariadas en
Yrungaray: índice, págs. 66-67.
203
tonio Chamorro y Villavicencio que presenta su examen a 10 de noviem-
bre y declara que el padre Miguel Gutiérrez es su director y responsable.
Se apoyan en el mismo privilegio Antonio Pineda y Salguero, José
Abarca y Mariano Abaurrea para 1754; en 1755 aparecen Dionisio Cha-
morro, Enrique de Águila (o Aguilar) Dionisio Vilches (en Irungaray en
1756); y Cándido Gudiño. El grupo de 1757 es más complicado: encabe-
za la promoción Juan de Dios Juarros que llenará más adelante glorio-
sas páginas en la historia universitaria quien no menciona ningún direc-
tor específico.
Pedro José de Arrese recibe el certificado de su profesor José de
Vallejo, de quien nos ocuparemos más adelante; José del Castillo a pesar
de ser alumno del padre Gutiérrez presenta un certificado de estudios del
Seminario de la Asunción; Esteban Díaz del Vivar, se acoge al padre
Nicolás Ignacio Benavides; en tanto que —su hermano— Martín Díaz
del Vivar apela al certificado del padre Gutiérrez; Mariano Nájera es
alumno del padre Vallejo, así como Mariano Gálvez, que cierra defini-
tivamente la nómina de bachilleres en filosofía procedentes de la Com-pañía (14 octubre 1757)
*
35 Presento la nómina de los bachilleres a partir de 1751, sobre los datos de Yrun-garay: índice, págs. 115-116, que completo de acuerdo con los expedientes originales
en AGCA, A 1.3-12.
Antonio José González Batres: tres tesis; profesor Juan de Pineda (16 de julio de
1751).
Manuel Antonio de Andonaegui: tres tesis; profesor Francisco de Vega (16 de julio
de 1753).
(Los siguientes bachilleres apelan al indulto de S. Mjtd. en favor de los borjinos.)
José Antonio Chamorro Villavicencio: tres tesis; profesor Miguel Gutiérrez (16 de
julio de 1753).
Antonio Pineda y Salguero: tres tesis; profesores Gutiérrez y Pineda (28 de enero
de 1754).
José Abarca: tres tesis; profesor Gutiérrez (1 de marzo de 1754).
Mariano Abaurrea: tres tesis; profesores Gutiérrez y Vega (9 de marzo de 1754).
Dionisio Chamorro: tres tesis; profesores Gutiérrez y Zaragoza OP (7 de junio
de 1755).
Enrique de Águila: tres tesis; profesores Gutiérrez y Vega (11 de junio de 1755).
Dionisio Vilches (falta programa y profesores).
Cándido Gudiño: tres tesis; profesores Gutiérrez y Pineda (21 de julio de 1755).
Juan de Dios Juarros: tres tesis; profesor fray Miguel Cabrejo (15 de marzo de
1757).
Esteban Díaz del Vivar: tres tesis; profesor Nicolás Ignacio Benavides (mayo de
1757).
Pedro José de Arrese: tres tesis; profesores Vallejo y Herrarte, OFM (30 de marzo
de 1757).
José del Castillo (falta programa); profesor Gutiérrez (falta día y mes de 1757).
204
Contabilidad final de los bachilleres en filosofía
graduados en san carlos durante su período de convivencia
con el lucas-borja y otros centros
Al acercarnos a la fecha final de la vida académica de los colegios
de la Compañía en Santiago de los Caballeros, es interesante reunir en
un cuadro el número total de bachilleres en artes durante el período
1683-1766; y concretar de esa manera su distribución por procedencias.
Siguiendo el orden de los expedientes que presenta Irungaray en su
índice (págs. 106-119) pondremos en columnas paralelas, los años, el
número total de bachilleres, el correspondiente a filosofía; y su distri-
bución por su origen: jesuítas, seminario, universidad y otras proce-
dencias.
Otras
Años Total Filosofía Jesuítas Seminario Universidad procedencias
1683-1688 42 36 22 2 3 91689-1691 14 10 7 1 2 3
1692 12 12 — 10 1 1
1693-1700 17 10 — 4 4 21701-1712 24 21 2 9 3 7
' 1713-1719 21 18 6 7 2 3
1720-1722 30 17 5 4 5 3
1723 23 18 15 — 2 1
1724-1728 23 12 — 3 2 7
1730-1733 28 18 5 3 3 7
1734-1736 25 13 5 5 1 41737-1739 26 23 10 11 2 —1740-1742 23 16 9 2 4 1
1743-1745 22 8 — 2 2 41746-1749 41 38 16 4 10 8
1750-1753 27 15 4 2 4 5
1754-1756 27 14 7 4 1 2
1757-1759 28 23 7 5 7 41760-1762 35 25 — 12 9 4
1763-1765 39 * 23 — 9 8 6
Totales. 527 370 118 99 75 78
Martín Díaz del Vivar: tres tesis; profesor Gutiérrez (6 de junio de 1757).
Mariano Nájera: tres tesis; profesor Vallejo (7 de junio de 1757).
Mariano Gálvez (falta programa); profesor Vallejo (falta día y mes de 1757).
Aquí se interrumpen los bachilleres borjinos; en 1758 se introducen los grandes
programas que primero son escotistas que patrocina fray Hilario José de Jesús Téllez
(enero de 1759) y después tomistas desde 1765 y van patrocinados por fray Juan Terrasa
(12 de noviembre de 1765), el autor de la Philosophia Scholastica (véase nota 27).
205
Los jesuítas llegan a tres máximos: 1683 (vísperas de suprimirse por
primera vez la dispensa de escolaridad), 1723 (al endurecerse las dispen-
sas de escolaridad) y 1746 (en vísperas —esta vez— de la nueva dispen-
sa) y hay cuatro mínimos: 1692-1701 (período de Cárdenas); 1724-1730
(ruptura de la «concordia»); 1742-1746 (tras un período de floreciente
colaboración, y durante el rectorado de antiguos alumnos de los jesuítas);
1758-1766 (al suspenderse la última dispensa obtenida por el padre Gu-tiérrez). En cualquier caso y frente a seminario y universidad, y otras
procedencias (dominicos, franciscanos, mercedarios), la cifra de alumnosde jesuítas se acerca a un 32 por 100 del total, quedando entre 20 y 27
por 100 los otros contingentes de graduados.
La biblioteca del colegio de la Compañía
La primera noticia que tenemos de esta biblioteca pertenece a los
primeros años del siglo xvn. El tesorero del cabildo eclesiástico, SanchoNúñez de Barahona, decidió ingresar en la Compañía y regaló al co-
legio, su biblioteca particular: esto sucedió entre 1611 en que consta su
nombramiento de tesorero y 1618 en que su plaza es declarada vacante
y adjudicada a don Jaime del Portillo: con ella inaugurarían los jesuítas
la biblioteca en su nuevo edificio 36.
No sabemos más de la biblioteca hasta bien pasado el momento de
la expulsión: los libros que pudieron ser rescatados de las ruinas pro-
ducidas por el terremoto de 1773 habían sido concentrados en el «gene-
ral borjino»: procedían —se nos dice— de los distintos aposentos, conespecial mención del aposento rectoral; de «Santa Gertrudis», de la con-
gregación mariana de la «Anunciata» y de los colegios «sanluqueño»
y «borjino». El «general» del colegio de San Borja se había convertido
en almacén de los efectos rescatables y, por tanto, trasladables al nuevoemplazamiento de la ciudad. No fueron los libros los primeros reclama-
dos por el nuevo vecindario; por otra parte, había que resolver la cues-
tión previa de su destinatario legal. En teoría correspondían al arzobispo,
en la práctica se decidió por la universidad de San Carlos; con parte deellos (diez cajones) se saldó una deuda que procedía del monto de las
becas asignadas hacía años por el «ex jesuíta» nicaragüense George San-
tiago Vidaurre, para pagar las estancias de estudiantes procedentes deNicaragua.
36 Rivas: Crónica, VIII, cap. 6; II, pág. 271.
206
En 1779 llega el tumo a los cajones de libros almacenados en el
«general borjino»; habían de ser trasladados a la universidad de San
Carlos que renacía en la nueva Guatemala, pero antes habían de ser
numerados y catalogados. El inventario que conservamos arroja una
cifra de 2.102 títulos que equivale (entre los varios tomos de algunas
obras y los repetidos) a 4.081 volúmenes; pero la cifra —sin inventario
detallado— dada en 1782 por el presbítero José Mariano Villavicencio,
bibliotecario de la universidad, es mayor: eran —nos dice— 5.578 volú-
menes, pero le quedaban 4.104, después de la entrega de 663 a la fami-
lia Vidaurre, y las ventas de 1 .462 duplicados.
Más dificultoso resulta identificar las obras inventariadas; se conten-
taron con señalar el autor, o el título, con el menor número de palabras.
Ponemos a continuación una lista alfabética de nombres de autores, a
modo de indicadores para un estudio más detallado.
Aristóteles: De república.
Amaga.Bañez, 3 vols.
Barbosa, 18 vols.
Benedictis.
Cano, Melchor: Opera.
Cárlebal ¿?
Cayetano: De anima.
Complutenses.
Díaz: Summulas.
Dupasquier
Durando.
Eguiara.
Famagno.
Flores: Filosofía Moral.
Godoy, 7 ejs.
Gonet.
Goudin.
Henríquez: Historia controversiarum de auxiliis.
Huarte de San Juan.
Hurtado.
Ledesma.
Lombardo, Pedro.
López.
207
Losada, 5 vols.
Losada: Súmulas.
Lugo, 2 vols.
Mair.
Mastrio
Molina, 2 vols.
Nájera.
Navarro (Azpilicueta).
Novoa.
Peynado.
Quiroga.
Requejo.
Rubio, 2 vols.
Sáenz: La Thomasiada.
Salmanticenses, 4 vols.
Schnelgrüber.
Segura.
Silveira.
Soto, 2 vols.
Suárez, 10 vols.
Suárez: Opúsculo.
Suárez: De legibus.
Téllez.
Thomas Aquinatis: Summa.Thomas Aquinatis: Opera, 2 vols.
Toledo: De anima.
Valencia, 3 vols.
Vallón.
Vázquez, 7 vols.
Villalba: Lógica.
Zapiain: Cursus.
Añadamos cinco volúmenes de lenguas indígenas:
Arte de la lengua maya.
Arte de la lengua mexicana.
Thesoro de las tres lenguas.
Vocabulario castellano y mexicano.
208
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Iure recito in píatela coríita dcowatttl
£&Ü*tt?ft\35 non quia vena!», (edqtm omniln.» peruia vS&Wff%%£vberrimoi porrigit fapientiat íruflur.
Ccnflnentiura populorum raultitudinem, umbra allicit ad convivía Invitar,
Et ingeminat illud; tn.itt ft»ftr*tittmht *lfrtMc t
if *r¿tntet
Si folia l'Iatani evolbaj ferta ad protectf iorem reperiea
5i Torera eaquiíai , ip.'umcampi florem, *< Rofam ieiicliuntinam
E£orentct,fle ad miraculum tfque veraartes in l (ataño compciiea
|&?|W18I i" pwdariffiíM, ¡MU * lituxaiiíüra, &8MXK&
Isai
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SOCIETATIS JESV FAMILIAiusumbramcxábitD.B.IOANNES MICHA!DE NAXERA, fubieítü clucidaturus textura.
¿i CuiusurabtamexábitD.B.IOANNESMICHAEL
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a»& r\ EFENDETÜR IN REGIA AC PONTIFICIA D.CAROLI GOACTHEMALENSXÍF<69 1 Academia, D. O. M. ejjfqut l'u ¡(Erna ac DjIenUüJma Matre, Une originali Labe concep.
k
ta fa/ertibui. Ui« Mnüa GAtíVO «oto Donwi 1730.
*|^ Imfñmttir. Dr. Ctntrtnt C*¡\r: JJ
r«Ji ^we anu/jc/a «/i ac/o í/e conclusiones de Teología del bachiller Juan Miguel de"«jera; va dedicado a la Compañía de Jesús y está anunciado para el 11 de mayode 1750. (El papel original tiene 27 X 36 cm. y se conserva en la Biblioteca Medinacon el número 6.208.)
HiimQ^^^^aL^INGENTI CÜM VOLÚNTATE SINGüLARE CERTAMEN,
icq o ¿\¡m paiibuf umh ut noque ttte.iz pugratur;
Et vir.cee , & vfoci cuique glorioluo cit.
Nam ü oculi ;n vinuicoi <o::ij:»intur,
Ipfa con MriúfD vktrices oillj eitollereé
VcTumetiim vjciffe Fiftoiitco ipíaa vidctur.
Sin vero undique fpcfletrr fapiectia,
Kíc iolum ucquia BcTIatr* Ta'Iji ttlucpLare ciciliurí
Ár::a e:á id ¿xaÁhm fafla,
Difcordia , aut ir.ia.ca tni.imc íuot
:
loo anica t rabea ¡d laicia pugnara fpor.te Collgactur.
Autei ciairurota ventea *e fcuti
,
<^j« fari Marte ádeo dimicant ptov:£brfa;
Vt cuna paña pugoxnt ,
Paria vioceic d.ca tur
.
PER ILLUSTRE, SCILICET,
SANdO FRANCISCO BORGI/EBONIS AVSPICIIS NVNCVPATVM COLLEGIVM;
URl HUlüS FLORfcNTISSlMl REGNI ADOLESCENTES» VEL VIRTUTlBüS DANTOHLna , vel idea io Minervao iceumbont, utancep* Ct , a n volúntale ttCiit *i*C8tii coo&lji Ufitufii,
j
an opdaia aitíbú* perpolito Ingenio erafenot pí«üar.iioreí .
THES1S
DCfeiua eíí , an robüíSoi adoleícentei is Setclcaik» Sacai FRANCISCI BORGITE eá«eatl irtuw l l|ll
fipkntii aricctllucfiot .
PROPUGNATUR 1N SANCTA METROPOUTANA ECCLEStA A L1CENCIATO D. FRi
CISCO DE ^EG*4 Lv1CV!70. D. O, M eiufque FurlíHa»a, ac Oofect^oa Matie Virgire MAiocr r.->r, <? ftlc;r) Peiger. trida Spoofo Satílíltto Patmcha lofepho
f& Stutl.óruia P.uolo Uiv»
GoBUga faver.tiSu*. Lie v M«:&£« .V •' Asco Dcbúbí I7I>
Imf*'m*l** V*B$rt*t Mágtfttr Ittmwti Cifras Vkt RtE$r.
la Tprwimsrfjia SSiftaM da A renta.
f?n^
Tar/a #ue anuncia un acto de conclusiones del licenciado Francisco de Vega y Lacayo;va dedicado al colegio de San Francisco de Borja, cuyo escudo ostenta: es su curiosatesis. ¿Los nobilísimos adolescentes educados en San Borja destacan en la virtud o enla sabiduría? Tendría lugar el día 5 de marzo de 1753 en la iglesia catedral. (La tarja
que ha servido para nuestra portada tiene 27 X 40 cm. y se conserva en la BibliotecaMedina con el número 6.251.)
Bajo el vago nombre de «papeles de filosofía» se encontrarían los
apuntes que todos los profesores estaban obligados a entregar al finalizar
cada curso; y que se ampliaban también a los cursos de ambas teologías,
escolástica y moral. Obligación que recordaba el padre Eugenio José
Ramírez en su visita de 1761 «que los maestros de teología —escribía
—
retulen, dicten y sigan cada año los tratados respectivos a sus clases
aunque no haya más de uno o dos cursantes...» 37.
La biblioteca fue el último «regalo» del colegio de los jesuítas a la
universidad de San Carlos. Hasta ese momento no encontramos men-
ción alguna de tal dependencia; se habla del «archivo» y en él habían
de depositar los profesores sus cursos escritos y «encuadernados», para
que se «pongan en el archivo» (const. CXIII). En cambio, al formalizar-
se la entrega de la biblioteca de los jesuítas, aparece el nombre del «bi-
bliotecario» de la universidad, don Manuel de la Rosa. El «regalo»
incluyó los «estantes» para colocar los libros, que llegaron a la univer-
sidad —prueba de que no los tenía— antes del centenar de cajones que
venían «trajinados» por indios «y bestias» del pueblo de Santa Apo-lonia... 38
.
37 El expediente que engloba la adjudicación de la biblioteca de los jesuítas a la
Universidad de San Carlos contiene en la actualidad los siguientes apartados. El pri-
mero —y principal— abarca 75 folios numerados, al que preceden dos folios en queel alguacil mayor, José Manuel de Barroeta, explica al rector universitario, Juan Gon-zález Batres, el trámite seguido con los libros, desde su almacenamiento hasta su dis-
tribución entre la Universidad —principal destinatario— y los herederos legales de
las becas establecidas en San Borja por el jesuíta nicaragüense George Santiago Vi-
daurre. Los decretos en que finalmente se establece el modo práctico con que se ha de
proceder a la distribución de los libros ocupan los catorce primeros folios, dedicán-
dose al inventario los folios comprendidos entre el 15 y el 59 y destinándose los res-
tantes, hasta el 65, a detallar los gastos ocasionados por el inventario y por el empa-
quetado y traslado de los 88 cajones de libros a la Nueva Guatemala de la Asunción.
Esta parte del expediente se concluye a 21 de mayo de 1779 y está firmada por el es-
cribano receptor, José de Echeverría. AGCA, 13130, 1955.
En el inventario propiamente dicho se emplean 44 folios en los que se incluyen
2.102 títulos con 4.081 volúmenes.
En un segundo cuaderno —de folios no numerados— se da fe de la entrega de
338 títulos y 663 volúmenes al señor Juan de la Rosa Ramírez, como heredero titular
del fondo establecido por el ya mencionado jesuíta nicaragüense George Santiago Vi-
daurre. Los libros se entregaron de acuerdo con la lista que presentó el interesado y la
entrega se concluyó a 30 de mayo de 1780.38 En un segundo expediente que corresponde al libro segundo de actas del claustro
universitario se incluyen las gestiones que realizó la universidad para que le fuera
asignada la biblioteca de los jesuítas. En acta de 3 de marzo de 1778 se ofrece una
sala del edificio para albergar la biblioteca, «que se concluirá con este fin... recibiendo
los libros con inventario...»; la biblioteca estará abierta al público, para lo cual se
209
14
Resumen histórico del período en Guatemala (1700-1762)
Pasado el torbellino que inquietó el reino de Guatemala en los pri-
meros años del siglo xvm, Sánchez de Berrospe que había marcado su
primer período con la aprobación del colegio de San Borja, cambió de
actitud tras los sucesos del visitador Lamadrid y apoyó las gestiones
que se hacían por parte de la universidad para que se prohibiera el fun-
cionamiento del nuevo plantel educativo 39.
El nuevo presidente Ceballos y Villagutierre, no pasó del año en su
gobierno (1702-1703), pero tuvo tiempo para manifestar un sincero afec-
to a los jesuítas, y el rector del colegio de San Lucas, nuestro ya cono-
cido el padre Juan Antonio de Oviedo, le dedicó solemne oración
fúnebre, que fue impresa en Puebla en 1704, bajo el título de Oración
fúnebre y panegírica.
El obispo Navas y Quevedo quien tan alegremente complicó a los
jesuítas en el pleito político entre berrospistas y tequelíes, murió en 1702,
entrando Mauro de Larreátegui, de quien no se conocen relaciones es-
peciales con los jesuítas. En cambio las tuvo, y mantuvo, su discutido
sucesor don fray Juan Bautista Alvarez de Toledo, el primer obispo
señalará «un bibliotecario a cuyo csrgo corra, para que el público goce de este bene-ficio, no sacando libro alguno sin expresa licencia del rector».
El 25 de enero de 1779 se bosqueja una especie de reglamento: «Que se abra la
librería —dicen— todos los días, a excepción de los festivos, desde la ocho de la
mañana hasta las once y desde las tres y media de la tarde hasta las cinco...» Al bi-
bliotecario —se añade— se le exigirá «juramento que no permitirá salir ningún libro...»,
AGCA, 12338, 1890.
Hay un tercer expediente que contiene las primeras actuaciones del nuevo bibliote-
cario; el presbítero José Mariano Villavicencio da cuenta, a 3 de octubre, de los
libros recibidos y de los entregados; eran los primeros 5.578 y los segundos 4.104. Ladiferencia de 1.474 se repartía entre las sucesivas ventas (1.116, 139 y 207) hasta untotal de 1.462... «Se excusaba de no entregar cabales los libros, faltan —decía— treinta
y siete, pero han desaparecido doce...» ¿Por qué?, se preguntaba... por haber «cele-
brado actos en la misma biblioteca...», con lo que hubo de pasar «a otra pieza... muchaparte de los libros». El bibliotecario Villavicencio hacía estas declaraciones al pasar su
encargo al también presbítero Julián Felipe de Zelaya, que fue el siguiente bibliote-
cario. AGCA, 13129, 1955.
Parece que en todo ello faltan algunos documentos, ya que la suma total de libros,
según los cálculos de Villavicencio, superarían con mucho los inventariados en el ex-
pediente 13130; tampoco casan las noticias de ventas de libros con las listas que las
detallan, que se quedan muy cortas en el expediente 13129.39 Véase el capítulo VI de esta historia; véanse notas 8 y 12.
210
oriundo de la misma diócesis. Aunque carecemos de otros datos conver-
gentes, nos basta la afirmación del padre Alegre: «El ilustrísimo yreverendísimo señor don Juan Bautista Alvarez de Toledo, obispo de
Guatemala, aliviaba con gruesas y frecuentes limosnas las necesidades
de aquel colegio. . .» *
Un nuevo y catastrófico sismo sacudió la ciudad de Guatemala en
1717; el terremoto —y sus consecuencias— dividió al vecindario, comomedio siglo más tarde, en dos bandos según fueran partidarios del
abandono de aquellos solares y el establecimiento de la ciudad en otro
paraje del suelo guatemalteco, y los que creían el remedio improcedente;
pero al revés de lo sucedido en 1773, el obispo Alvarez de Toledo era
partidario del traslado, al que se oponía el presidente Rodríguez de Ri-
vas. Entre las circunstancias que impresionaban al obispo, se contaban
algunas profecías de visionarios y visionarias, que otros consideraban
carentes de sentido. Se nos asegura que en esta ocasión fue importante
al parecer del padre Oviedo, quien fue requerido a darlo a su paso por
la corte española, en la cual tuvo, además, la satisfacción de predicar
ante el rey Felipe V y la reina Isabel de Farnesio, ambos excepcional-
mente predispuestos en favor de los jesuitas. El hecho indiscutible es que
la ciudad volvió a surgir de sus ruinas, y quedó para la generación de la
segunda mitad del xvm el dudoso mérito de llevar a cabo la traslación
y la transformación de Santiago de los Caballeros en la Nueva Guate-
mala de la Asunción.
Es curioso que las noticias internas de los jesuitas no se hagan eco
de gastos especiales derivados del terremoto de 1717, se podría deducir
que ni la iglesia ni los colegios sufrieron entonces daños de considera-
ción; la misma impresión nos produce el punto de acta del ayuntamiento
de 9 de julio de 1718, en que se comenta la noticia de estar el colegio
de los jesuitas sin fondos «¿para su sostenimiento...?» querrá decir
¿para su restauración y arreglo? Noticia que provoca la asignación de
200 pesos durante dos años para estos menesteres... 41.
40 AZB: Historia, IV, pág. 273.
Durante el período episcopal de Alvarez de Toledo ingresó en la Compañía de
Jesús el que había sido primer catedrático de Medicina en San Carlos, don MiguelFernández. Pardo —de quien tomo el dato— lo fecha en octubre de 1716 (Pardo: Efe-
mérides, pág. 144).41 Sobre este tema pueden verse las tantas veces mencionadas Efemérides, de
Pardo, pág. 149. La intervención de Oviedo en este asunto es simplemente conjetural;
es cierto que pasó por la corte por esos meses y que fue invitado a predicar ante la
real presencia.
211
Muy amigo de los jesuítas fue el siguiente gobernador, el navarro
don Antonio Pedro de Echevers y Subiza (1724-1733), cuyo período
distó mucho de ser pacífico: en el año 1727 peleó gravemente con dos
de sus oidores, los quiso desterrar, pero la plebe los libertó del cortejo
que los conducía, y ellos pudieron asilarse en distintos conventos, que-
dando la Compañía —por esta vez— libre de complicaciones políticas.
El presidente Echevers, era pariente de la fundadora en México de las
monjas de la Enseñanza, que inauguraron una nueva era en la enseñanza
de la juventud femenina y que surgieron estrechamente unidas a la Com-pañía de Jesús: fundación —sin embargo— que no llegó a cristalizar
en Guatemala.
Durante el gobierno de Echevers se consigue para Guatemala la
casa de moneda (1731) que trataba de solucionar la falta de numerario
y favorecer —de rechazo— los intercambios comerciales, tan muertos
durante este cambio de siglos.
Echevers murió a 25 de diciembre de 1733 y recibió sepultura—con-
forme a sus deseos, en las criptas de la iglesia de la Compañía 42.
La Compañía de comercio de Honduras (1742-1748)
Traigo a colación esta Compañía, ambicioso proyecto que no llegó
a realizarse, por lo que ella significaba dentro de una clara recuperación
económica, y porque los jesuítas suscribieron un número determinado
de acciones en ella, como consta de los papeles conservados en el Archi-
vo Histórico Nacional de Madrid.
La Compañía aparece diseñada en un folleto que redactó y publicó
don Fernando de Echevers, a quien suponemos cercano pariente del
presidente don Antonio Pedro. El opúsculo está comentado por García
Peláez en su capítulo XCIV y según Medina, I, pág. 89 se titula:
Ensayos mercantiles para adelantar por medio del establecimiento de
una Compañía, el comercio de los frutos del reino de Guatemala,
Guatemala, 1742. El proyecto de Compañía no pudo funcionar —comoquería su iniciador— con un permiso provisional del real acuerdo; ya
que el oidor Patino se opuso al proyecto que decía rebasar los poderes
42 La fundación del colegio de la enseñanza en la capital mexicana, por una pró-
xima pariente del presidente Echevers, está siendo objeto de una tesis doctoral que
promete ser importante. El fallecimiento y entierro de Echevers en las Efemérides, de
Pardo, pág. 176. Su residencia en Escribanía, 357.
212
del acuerdo. Se volvió a proponer en 1748 y esta vez pasó la aprobación
local, para naufragar más tarde en el Consejo.
La Compañía se inscribe dentro del impacto producido por el éxito
de la Real Compañía Guipuzcoana (1728) y en una segunda generación
de asociaciones mercantiles que comprende la de La Habana (1740) la
de Santo Domingo (1755) y otras de alcance más limitado.
El padre Miguel Gutiérrez decidió adquirir acciones de la Compañíapor valor de 15.000 pesos, para lo que hubo de desembolsar efectiva-
mente 16.033 pesos con 5 reales; en el momento del reintegro sólo se
recobraron 12.992 pesos, y no en moneda, sino en especie, que le fueron
devueltos al no conseguir la Compañía de comercio de Honduras la
aprobación regia 43.
El ayuntamiento de Santiago y los jesuítas
Durante esta primera mitad del siglo xvm —con excepción del pa-
réntesis abierto con la llegada del visitador Lamadrid— los jesuitas
gozaron de la confianza y del afecto del ayuntamiento de Santiago. Re-
cordemos algunos hechos. En 1718 acoge favorablemente el informe
sobre las necesidades económicas del colegio de San Lucas y concede
un subsidio de 400 pesos a pagar en dos anualidades; no es mucho,pero denota un talante de buena voluntad 44
.
43 La Compañía se dirigía al «beneficio de las minas y saca de frutos del reino...» yestá abundantemente documentada en cuatro cuadernos que se conservan en AGÍ:Guatemala, 799. La licencia primera parte para una Constitución provisional se pide
el 29 de enero de 1744; se reúne la primera junta general el 5 de diciembre de 1748 yse pide la «real confirmación» el 26 de noviembre de 1750. Pasado el plazo de cinco
años sin haber obtenido respuesta de la corte, la Compañía se disolvió. Los cuadernos
contienen materia suficiente para que podamos tener una idea del proyecto y podamosdeplorar que no se hubiera tomado bastante en serio en las altas esferas gubernamen-tales. Sobre la Compañía habla Peláez: Memorias, XCV; III, págs. 14-15. Las acciones
fueron adquiridas por los jesuitas con el valor de la «legítima» del nicaragüense George
Santiago Vidaurre —de quien nos ocuparemos más adelante— por expresa decisión
del interesado. Hubo una pérdida efectiva de 3.041 pesos, sin contar con que el resto
fue devuelto en cera y vino. AfTN' fáxuitax 85/60. En las listas que he podido ver en
AGÍ no he dado con referencias a los/jesuitás, pero sí una carta de la comunidad ala-
bando la idea del establecimiento de la mencionada Compañía.44 Pardo: Efemérides, pág. 1,49. En 1708, eí Ayuntamiento había encargado al
padre Solchaga la crónica oficial de las festividades llevadas a cabo en Guatemala al
ser recibida la noticia del nacimiento del príncipe\ heredero, Luis Felipe, el futuro yefímero Luis I, en cuyo fallecimiento se lucirá otro\pesuita, el padre Francisco Xavier
de Paz. Véase nota siguiente.
C¿Lr ^ ^
En 1724 escoge el ayuntamiento como su predicador oficial al padre
Francisco Xavier de Paz; éste aparece en los catálogos del colegio de
San Lucas en 1723 y continúa en 1726, en los cuales recorre el camino
usual: maestro de retórica, de filosofía y de teología. Como tal orador
del ayuntamiento nos deleita con su oración fúnebre del jovencito Luis I,
fugaz rey de España:
El rey de las flores
o la flor de los reyes
la rosa de Castilla
deshojada en la primavera de sus años ylambicada por los ojos más leales
en el tierno llanto y afectuosas lágrimas
que virtió la M. N. ciudad
de Santiago de los Caballeros de Guatemala
sobre la majestuosa pira
que encendió a soplos de suspiros
e hizo arder
a la inmortal memoria
de su florido monarca
DON LUIS PRIMERO, que de Dios goza.
Fúnebre pompa y exequial aparato
que celebró en su iglesia catedral;
y lúgubres canciones,
que para llorar a la
rosa de Castilla
marchita en la flor de su edad,
dispuso elP.M. Francisco Xavier de Paz,
catedrático de vísperas de Teología
en el colegio de la misma ciudad. .
.
Enl733yl734 aparece el nombre del padre Paz en sendas censuras
—o mejor habituales alabanzas— dedicadas a «El santo tapado...» del
mercedario fray Juan Vázquez de Molina y a la «Mística columna...»
del br. don Melchor Antonio del Monje y Mendoza. Ninguna de estas
piezas llega al florido alambicamiento de «El rey de las flores...» de
nuestro Paz 45.
45 Escritos de Paz, en Medina: Imprenta Guatemala, I, págs. 67, 76-77.
214
El ayuntamiento (1730) puso en juego sus mejores influjos para que
el padre Paz no fuera trasladado a Oajaca, que les sonaba a destierro, yhubieron de ser consolados por el rector de San Lucas, el padre Bernar-
do Muñoz quien les aseguró que marchaba de Guatemala para hacerse
cargo del rectorado de Guadalajara. En realidad, el padre Paz, yucateco
de nacimiento, no paró mucho en Guadalajara; en 1742 fue designado
como procurador «sustituto» para viajar a Roma en nombre de la pro-
vincia mexicana; por fallecimiento de los procuradores titulares, hubo
de encargarse de la procuración y aunque la cumplió, no regresó a Mé-xico, muriendo en Auxerre de Francia en 1747, en su camino de
vuelta *\
En la misma línea de mutua simpatía entre jesuitas y capitulares,
ponemos en 1747 la asistencia, en cuerpo de comunidad del cabildo, a la
primera gran celebración de la festividad del Corazón de Jesús en la
iglesia de la Compañía, en la que se «juró» su celebración anual 47.
La última ocasión de prestar ayuda a los jesuitas se ofreció a los
capitulares, al serles presentada por el padre Miguel de Cartagena, me-
xicano, profesor desde 1732 en San Lucas y en aquel momento, director
de la influyente congregación de la Anunciata; «la ruina acaecida en la
iglesia y colegio, con el terremoto del día cuatro. . . por lo que solicitaba
cuatro mil pesos del ramo de alcabalas...» 48.
No consta que los capitulares pudieran conceder esta importante
subvención, en momentos en que ciudadanos y comunidades acudían con
idéntico o parecido mensaje al cabildo ciudadano; mucho más teniendo
en cuenta que al propio tiempo se levantaba con brío y decisión el cole-
gio de San Borja con dinero particular del padre Miguel Gutiérrez.
Tampoco pudo el ayuntamiento aceptar el ofrecimiento que los je-
suitas hacían de su —escasamente rentable— ingenio de Amatitlán para
dedicarlo a la elaboración del aguardiente cuya exclusiva se había ase-
gurado el cabildo en febrero de 1755 49.
En cambio dos años antes, en junio de 1753, fue autorizado el ma-
yordomo de «propios» para sustituir el empedrado del «patio» o atrio
del templo de la Compañía, por lajas de la anchura conveniente 50.
46 La petición del Ayuntamiento, en Pardo: Efemérides, pág. 180; datos biográficos
del padre Paz, en AZB: Historia, IV, págs. 395-396.47 Pardo: Efemérides, pág. 198.48
lbíd., pág. 204.49
lbíd., págs. 211-212.50
lbíd., pág. 208.
215
Estado de la Compañía en Guatemala en 1740
Había recabado su majestad —por real cédula de 28 de julio de
1739— relaciones geográficas de todas las circunscripciones indianas, con
especial referencia a las comunidades religiosas que en ellas estuvieran
establecidas. El rector de los jesuitas Manuel de Herrera respondió a
29 de diciembre de 1740; de su respuesta deducimos —en primer lugar
—
que ni entonces—ni antes de esa fecha— se conoció documento preciso
en que el rey hubiera autorizado esta fundación; como a principios del
siglo xvn declaraba la audiencia, se suponía que había precedido licen-
cia de su majestad: suposición que se confirmaba con las subsiguientes
concesiones de la tradicional limosna del «vino y aceite» que constaban
documentalmente desde 1609.
En 1741 —decía el rector— constaba la comunidad de once religio-
sos, aunque sería necesario un mínimo de doce para los trabajos que
sobre ellos recaen: rectorado, vicerrectorado, dos cátedras de teología,
una de filosofía, dos de gramática y dirección de la «escuela de niños»;
amén de la «prédica, confesionario y demás que pide el instituto de dicha
Compañía de Jesús». El año de 1625 se concedió «el que pudiese con-
ferir grado a los estudiantes, que en el colegio cursan las facultades de
filosofía y teología...» En un segundo punto se establecía que «el dicho
colegio se estableció sin fondo ni capital alguno, y que se mantuvo de
limosnas hasta el año de mil seiscientos cuarenta y seis, en que donNicolás Justiniano Chavarría, le señaló por fondo la cantidad de treinta
mil pesos.. . . cuya cantidad en la mayor parte consumió en la fábrica pri-
mitiva de su iglesia y colegio, y que extinguió la injuria del tiempo ytemblores que acaecieron; y con once mil pesos que quedaron de esta
cantidad, y tomando a censo treinta mil, compró un ingenio que tiene
en el Valle de esta ciudad (Amatitlán) para que sirviese de fondo, mascomo este reino abundase de ingenios y trapiches, y el dicho colegio
no pudiese dar a esta hacienda los necesarios fomentos, ha venido a tal
cortedad y escaseces el monto de sus frutos que, regulando su valor por
el último quinquenio, no llega a cubrir las expensas precisas de la ma-
nutención de dicha hacienda, ni a sufragar los réditos de los censos que
tiene sobre sí, que hoy llegan a 39.500 pesos; también tiene dicho cole-
gio otra hacienda de campo, que posteriormente se le donó y se nombraIluminapa, que su valor podrá llegar a tres mil pesos que tampoco le
216
fructifica cosa por la distancia a que se halla y falta de medios para su
fomento. Y así viene a estar dicho colegio no sólo destituido de renta
fija, y carecer de fondos, sino siempre agravado con deudas, como es
notorio en esta república, pues las que hoy tiene pasan de once mil pesos,
según los libros del referido colegio...» 51.
El catálogo interno de la Compañía da —por su parte— y para este
año de 1744, los siguientes datos: once personas, ocho sacerdotes: unprofesor de teología, dos de filosofía, uno de gramática y un ludima-
gister. Cuenta con 12.000 de renta, de los que hay que descontar 670
que son intereses de un «principal» de 13.400; hay que añadir en el ca-
pítulo de rentas 21.850 pesos de principal teórico asignado a diversas
funciones de tipo religioso. En resumen, debe doce mil pesos y le deben
diez mil, de muy difícil cobro. Se añade en confirmación de lo dicho por
el rector Herrera, que se había adquirido un campo de dominio realengo
en 2.500 pesos 52.
El informe en BAGG, I, págs. 141-144, citando AGCA, ¿A 1.18, 1740-5031-211?
AICG: Mex., 7, f. 262v.
217
aoo,
^L/otantunv
Uno de los grabados con que Landívar ilustró la edición de Bolonia de1782: se trata del llamado «palo del volador». Véase su firma, L. C. /., en
el ángulo inferior izquierdo (Ed. Guat., 1950).
CAPITULO OCTAVO
MIRADA FINAL AL PERIODO
Implantación de los jesuítas en Santiago.—Directores de la Congrega-
ción.—La mayoría de los jesuítas procedían de México.—Algunos escritos
de los jesuítas sanluqueños.—La última generación de jesuítas.—El arzobis-
po Figueredo y Victoria.—La controversia del «caldo de carne» (1758).
—
El padre Rafael Landívar.—El asesinato de Villafañe (1766).—Estado in-
terno de la comunidad de San Lucas.
Implantación de los jesuítas en Santiago
Al cabo de siglo y medio los jesuitas se habían implantado sólida-
mente en la vida ciudadana guatemalteca: esta implantación se había
verificado a lo largo de dos parámetros, educación de la juventud y di-
rección espiritual de los no estudiantes. A manera de sector intermedio
estaba la congregación mariana que contaba con secciones dedicados a
los estudiantes, y a los fieles que no entraban en esa categoría: los catá-
logos internos de la Compañía no olvidan jamás señalar entre los cargos
importantes la dirección de la «Anunciata» nombre con que se la dis-
tinguía, a imitación de la primera congregación establecida en Roma.Junto al director —nombrado oficialmente— de las congregaciones,
estaban los padres que después de unos años de docencia, mantenían sus
amigables relaciones con sus antiguos alumnos, y a través de ellos con
sus familias. No hay que olvidar —por otra parte— el enorme influjo
—entonces en su apogeo —ejercitado por los jesuitas «confesores» con
sus respectivos penitentes.
Hay una queja —frecuentemente repetida— que insiste en la poca
fijeza de los jesuitas que constituyen la comunidad: falta que echa
a perder —se nos dice— muchos de los buenos frutos que hubieran po-
dido recogerse con estancias más prolongadas.
Otro aspecto que conviene examinar se refiere a la nacionalidad de
219
los componentes de la comunidad jesuítica: no siempre los nativos del
lugar son los más apreciados por los ciudadanos; pero suelen llevar
ventaja, en igualdad de circunstancias a los extraños; aunque hay perso-
nalidades que —por motivos complejos— superan estas limitaciones, yse «implantan» en una comunidad ciudadana más profundamente que
cualquiera de los nacidos en ella, hijos o nietos de vecinos conocidos.
Directores de la Congregación
Durante el siglo dirigieron la congregación, el padre Joaquín de la
Peña que aparece en los catálogos de 1693 y 1695; el padre Antonio de
Siria tan conocido por haber sido director espiritual de la salvadoreña
Ana Guerra de Jesús y su primer biógrafo (años 1714-1720); el padre
Juan de Montenegro (1726); el padre Francisco Xavier Molina (el que
abarca mayor período de tiempo: 1737-1758); los padres Juan Miguel
Cartagena y Miguel de Benjumea (simultanearon la dirección con el últi-
mo período de Molina (1748-1755); de la misma manera simultánea la
dirección de la congregación al padre Tomás Zayas, con los padres José
Vallejo y con nuestro conocido Rafael Landívar.
Hemos de notar que fuera de Landívar y de Zayas (cubano) todos
los demás directores de congregación fueron mexicanos.
La mayoría de los jesuítas procedían de México
En el primer catálogo que puede considerarse dentro de este período,
encontramos —excepcionalmente— un guatemalteco Ignacio de Azpei-
tia, un hondureno Juan Cerón; y un nicaragüense, Antonio de Cáceres;
frente a ellos había siete mexicanos. Hay ocho mexicanos en el catálogo
siguiente (1696), pero hay un par de guatemaltecos, el ya conocido Ig-
nacio de Azpeitia y Francisco de la Cavada, y continúa el nicaragüense
Antonio de Cáceres. En 1708 persevera el guatemalteco Azpeitia, al
que se añade el chiapaneco, Antonio Valtierra; son seis los mexicanos,
y hay un flamenco (?) Ignacio de Loyola, y un gaditano Martín Carlos
Ramales. Pudiera considerarse guatemalteco, el ilustre bogotano Juan
de Oviedo, rector de San Lucas en 1714; aparece, además, un nuevo
guatemalteco, Tomás de Nájera, y continúa el chiapaneco Valtierra. En1720 hay un nuevo chiapaneco, José de Villalobos; sigue nuestro Azpei-
220
tia, y Tomás de Nájera es el primer rector guatemalteco del Borja: con-
tinuando los mismos y en los mismos puestos, en el catálogo breve de
1723. En 1726 es Tomás de Nájera el primer guatemalteco rector de San
Lucas, y hay un nuevo guatemalteco Felipe Espinosa. Ignacio de Az-
peitia aparece por última vez en este catálogo; y a Villalobos, a quien
hicieron chiapaneco en 1720 y en 1723, le suponen en 1726, nicaragüen-
se, siempre dentro del antiguo reino de Guatemala.
En 1737 —y dentro de un considerable aumento del personal—
,
encontramos dos guatemaltecos; el uno ya conocido, Felipe de Espinosa;
el otro nuevo, Francisco Navarro. La misma pareja de guatemaltecos
continúa en el catálogo de 1741 y en el de 1744. En 1748 aparece el
tantas veces mencionado Miguel Gutiérrez; junto a él queda solamen-
te el padre Felipe Espinosa. Miguel Gutiérrez es rector del Borja a lo
largo de los años 1751, 1755 y 1758. En este último año aparece un
guatemalteco, algo enfermo que viene trasladado de Chiapas; pero nos
encontramos con el otro gran representante de Guatemala, el padre
Rafael Landívar, que tiene entonces (1758) veintisiete años. En el año
1764, es director de la congregación mariana y explica filosofía.
Finalmente, en el momento de la expulsión, es rector un guatemalte-
co, José Antonio Zepeda; y es ecónomo el guatemalteco Manuel Muñozquien ya constaba en el catálogo anterior de 1764 l
.
En el período comentado encontramos cincuenta y cuatro originarios
de México frente a una docena de guatemaltecos, a quienes pueden aña-
dirse un salvadoreño, un hondureno, un nicaragüense y dos chiapanecos.
De tres guatemaltecos, Ignacio Azpeitia, Miguel Gutiérrez y Rafael Lan-
dívar, ya hemos hablado y volveremos a ocuparnos todavía de sus últimas
actividades. Entre los mexicanos, hemos de mencionar a Juan Martínez
de la Parra, Antonio de Ciria, Manuel Lobo y Salvador de la Gándara.
No podemos olvidar, finalmente, entre los jesuítas que dejaron profunda
huella en Santiago de los Caballeros, el extremeño Salvador de la Puente,
tan cariñosamente recordado por el capitán don Francisco Antonio de
Fuentes y Guzmán 2.
1 AICG: Méx., 4, 5, 6, 7, 8, 15 y 17; los folios pertinentes han sido detallados encada uno de los capítulos pasados. En 1764 aparece el salvadoreño (de San Vicente)
Bartolomé Cañas, como profesor de filosofía, antes lo había sido en México; en cuyaBiblioteca Nacional se conservan algunos manuscritos de sus cursos. Mex, 8, ff. 195v-196.
2 Sobre el padre Azpeitia, véanse los capítulos V y VI; sobre Miguel Gutiérrez,
el capítulo VII, y en este mismo capítulo la nota 36; sobre el padre Rafael Landívar,
los capítulos VII y VIII. Añadamos en el capítulo V al padre Juan de Oviedo y Baños,
bogotano de nacimiento, pero guatemalteco de adopción. Sobre Martínez de la Parra,
221
Algunos escritos de los jesuítas sanluqueños
Completemos, en primer lugar, la lista de escritos del padre Manuel
Lobo; encontramos primero la aportación del Día octavo.
.
. sermón pre-
dicado por fray José Monroy, mercedario el seis de junio de 1663. Dosaños más tarde aprobaba el Nuevo Nacimiento de Cristo del dominico
fray Juan de Quirós que era otro sermón predicado esta vez a tres de
mayo del año señalado. Pudiera ser del mismo Lobo la Urna sacra y
fúnebre pompa... que describe las honras dedicadas a la memoria de
Felipe IV, en las cuales predicó él mismo. (Guatemala, 1667). Llegamos
a la obra más conocida de Lobo, la Relación de la vida y virtudes del
V. Hermano Pedro de San Joseph Betancurt. De la Tercera Orden de
Penitencio de N. Seraphico P. S. Francisco. Primer fundador del Hospi-
tal de Convalecientes de N. Señora de Belén, en la Ciudad de Guathe-
mala. Dedicada a la purissima Virgen y Madre de Dios y Belén. Por el
P. Manuel Lobo de la Compañía de Jesús. Con licencia. Impressa en
Guathemala por Joseph de Pineda Ibarra. Año de 1667. (No se conser-
va ningún ejemplar de esta primera edición; la que aparece está copia-
da de la segunda impresa en Sevilla en 1673.) Elogio fúnebre de Feli-
pe IV, rey de España... por el padre Manuel Lobo... Guatemala 1667.
(Este sermón se pronunció en las solemnidades conmemoradas bajo el
título: Urna sacra.) Finalmente Lobo opina sobre la Relación verdade-
de la reducción de los indios infieles de la provincia de la Taguisgalpa
de fray Fernando de Espina. Guatemala 1674 3.
En orden cronológico sigue el padre Ignacio de Aviles, mexicano de
origen, profesor de gramática en 1671 que pasa a filosofía en 1675. Se
inserta su parecer en el Breve diseño. . ., de Antonio de Sosa, dedicado a
la canonización de San Pedro de Alcántara, en Guatemala a 9 de diciem-
bre de 1672 4.
Un jesuíta anónimo —probablemente de la comunidad de San Lu-
cas— traduce al castellano el libro del también jesuíta, Juan Bautista
el capítulo IV; el mismo capítulo, sobre Antonio de Ciria; del padre Lobo se habla
en el capítulo III; en este capítulo VIII se hablará un poco del padre De la Gándara.Finalmente Salvador de la Puente es mencionado en el capítulo III.
3 Las publicaciones del padre Lobo pueden verse con detalle en Medina: ImprentaGuatemala, I, págs. 5, 11, 13, 14 y 27.
4 No he encontrado en Medina sino el parecer con que prologa la obra de Antonio
de Sosa. Medina: Imprenta Guatemala, I, pág. 21.
222
Mani, Quatro máximas de christiana filosofía..., en Guatemala a 1681 5.
El mexicano Francisco Antonio Ortiz es rector de San Lucas en 1693;
en 1694 el obispo de Chiapas Francisco Núñez de la Vega, pide su pare-
cer para colocarlo en la edición de su conocida carta pastoral, sobre «los
vicios mayormente deshonestos». El padre Ortiz data su parecer a 16 de
enero de 1694 6.
Es el momento de introducir al gran escritor Juan Martínez de la
Parra, natural de Puebla, aunque su paso por Guatemala fue muy breve:
no dejó su nombre más que en el catálogo de 1683, figurando como pro-
fesor de gramática en vísperas de hacerse cargo de la cátedra de filoso-
fía. Tres años después se inicia su carrera de publicista que se desarrolla
en su totalidad en México 7. Su obra principal, y más conocida, se editó
en tres volúmenes (México, 1691, 1692 y 1696) bajo el título general de
Luz de verdades católicas y explicación de la doctrina christiana que,
según costumbre de la cassa professa de la Compañía de Jesús de Méxi-
co, todos los jueves del año se platica en su Iglesia (el segundo volumen
se refiere a los Mandamientos; y el tercero, a los Sacramentos) 8. Las
traducciones fueron dos, una al italiano por el padre Antonio Ardia que
se la apropió en el título general, aunque en páginas interiores reconozca
su deuda con la Luz de verdades..., la traducción se intitulaba TrombaCathequistica; al latín se tradujo con el nombre Tuba Cathequistica, sin
mencionar a De la Parra. Al portugués se tradujo en 1744. Hay veinti-
séis ediciones españolas, casi todas en el siglo xvm, señaladas en Medi-
na y en Palau; aunque algunos las hacen subir a cuarenta y cinco con
las aparecidas en el xix y xx. La última que conozco en 1902 9.
Ciñéndonos de nuevo a lo escrito y publicado en Guatemala, encon-
tramos en 1716 la Vida admirable y prodigiosas virtudes de la V. Sier-
va de Dios D. Anna Guerra de Jesús. Sacada de lo que ella misma dejó
escrito por orden de sus confessores. Es obra de su director espiritual,
5 Medina: Imprenta Guatemala, I, pág. 33. Las máximas fueron reeditadas con pro-
fusión.6 Medina, loe. cit., I, pág. 38.7 Medina: Imprenta México, III, págs. 23, 29, 37, 38, 65, 73-74, 93, 109, 110,
151-152, 190, 192, 193-194.8 Medina enumera las ediciones de la Luz de verdades católicas, en su Biblioteca
Hispanoamericana, I, pág. 39, y en su Imprenta México, III, 94; también están en
Palau: Manual, en el apartado correspondiente a su nombre.9 Palau recoge los datos de Medina en sus diversas publicaciones y las completa
en Manual, col. 1.ay 2.
a, pág. 296; col. 1.
a, pág. 297, del vol. VIII.
La edición de 1699 lleva un parecer del jesuíta chiapaneco, su compañero en Gua-temala, Fernando de Valtierra, que está fechado el 2 de marzo de 1691.
223
el jesuíta tlaxcalteco Antonio de Siria o Ciria. Aparece en los catálogos
de Guatemala en 1708, como maestro de retórica y encargado de los
estudiantes del Borja; en 1720 se ha hecho cargo de la congregación
mariana, entre una y otra fecha dirige espiritualmente a doña AnaGuerra, que constituye uno de los maravillosos ejemplos de santidad
de que tan pródigo fue el siglo 10.
Sigue el padre José de Villalobos, natural de Chiapas, aparece en
1720 como profesor de filosofía; se nos presenta como jractus roto en
su salud corporal, en 1726, cuando tenía cuarenta y cinco años y seguía
encargado de la enseñanza de la filosofía. La obra de Villalobos es una
Novena dedicada a una imagen de la virgen de la Merced que recorría
América desde Panamá en dirección a México n.
Al padre Francisco Xavier Solchaga le encargó, en 1708, el cabildo
ciudadano que redactara un resumen de las festividades celebradas en
honor del nacimiento del príncipe Luis Felipe, hijo de Felipe V. Sol-
chaga era en ese año profesor de filosofía en San Lucas; poco después
pasó a México, donde encontramos sus «pareceres» encabezando algu-
nas obras impresas estos años. No sabemos si cumplió el encargo del
cabildo; no nos consta 12.
En 1724 el ayuntamiento nombró al jesuita Francisco Xavier de Paz
su predicador oficial. Era yucateco y profesor de filosofía en los catá-
logos de 1723 y 1726. Encontramos su nombre en los acostumbrados
«pareceres» y lo perdemos de vista al ser destinado al rectorado de
Guadalajara, sin que consiguieran su objeto las peticiones del ayunta-
miento que ponderaba ante el rector de San Lucas, José Muñoz, la im-
portancia de su labor, interesándose por la revocación de la orden de
traslado 13.
El padre Domingo Paz, es el nuevo predicador jesuita que se inicia
en 1739 y se alterna con el padre Nicolás Prieto; Paz es profesor de gra-
mática en 1737, y profesor de filosofía y rector de San Borja en 1744;
ha desaparecido en 1748. Prieto es rector de San Borja en 1737 y 1741;
y de San Lucas en 1744 y 1748 14.
En la Instrucción de litigantes, de Paz y Salgado son prologuistas Do-
10 Sobre Ana Guerra y su biógrafo Antonio de Siria, véase la excelente monografía
de Juan Antonio Platero: Ana Guerra de Jesús, Bilbao, 1969.11 Medina: Imprenta Guatemala, I, pág. 61.12 Pardo: Efemérides, pág. 135.13 Pardo: Efemérides, págs. 157 y 180; en Medina: Imprenta Guatemala, I, pági-
nas 76-77, algunos de estos «pareceres».14 Sobre ambos predicadores, Medina: Imprenta Guatemala, I, págs. 83, 84, 90 y 102.
224
mingo de Paz y Francisco Xavier de Molina a quien ya hemos encontra-
do como director de la congregación mariana.
Y comienzan a aparecer los jesuitas que concluirán su vida en el
destierro italiano: José Ignacio Vallejo, Nicolás de Benavides, Miguel
Gutiérrez, Manuel Mariano Iturriaga, Miguel de Benjumea y Juan Igna-
cio de Iguerategui. Gutiérrez no dio a la imprenta más que la portada
de su Bellatrix Philosophia (Guatemala 1748). En 1759 se estampa su
«parecer» en las oposiciones a magistral del catedrático en propiedad de
filosofía de San Carlos, Juan de Pineda y Morga 15.
La última generación de jesuítas
Nadie podía prever en Guatemala que el colegio de la Compañía
tenía sus años «contados»; el catálogo de 1758 nos ofrece una lista de
personajes que habían de dejar su nombre impreso, o en sermones o en
«pareceres»: en cualquier caso en algo que los señalaba como piezas
importantes en el ambiente eclesiástico y académico. Hemos hablado
ya de Francisco Xavier Mtolina, rector de San Lucas; menos nombre
consiguió el cubano Tomás Zayas; mucho más el mexicano Nicolás de
Benavides, y todavía más el tapatío José Vallejo. Continuamos con los
literatos: el poblano Manuel Mariano de Iturriaga y el guatemalteco
Rafael Landívar; en San Borja residían durante aquel año nuestro ya
conocido guatemalteco Miguel Gutiérrez y el guanajuatense José Igue-
rategui 16.
Sin embargo, me parece sintomático el que no participaran oradores
jesuitas en ninguna de las tres celebraciones sucesivas: muerte de Fer-
nando VI (1760), proclamación de Carlos III (1761) y muerte de María
Amalia de Sajonia (1763). La segunda ostenta un «parecer» del padre
Vallejo, las otras dos ni siquiera eso. .
.
17
El último acontecimiento ciudadano con gran intervención de jesuitas
corresponde a los funerales de doña Bárbara de Braganza: el sermón
fúnebre estuvo a cargo de Manuel Mariano de Iturriaga, sermón califi-
15 Nos hemos ocupado sobre Gutiérrez en el capítulo VII, volveremos sobre él en
el próximo capítulo. Su Bellatrix y un «parecer» en Medina: Imprenta Guatemala, I,
páginas 100-101, 128. Añadamos, aunque sus obras no pasaron de manuscritas, los cur-
sos dictados por el salvadoreño Bartolomé Cañas y el guatemalteco José Zepeda, que se
conservan en la B. N. de México.16 AICG: Mex., 8, ff. 124 r/v.
17 Medina: Imprenta Guatemala, I, págs. 130-131, 134 y 135.
22515
cado en el título de «tristes endechas...»; en el mismo impreso que se
tituló El Dolor Rey... estampó su «parecer» el jesuita guanajuatense,
Juan Ignacio de Iguerategui 18.
Muy poco antes de esta fecha había sucedido en San Lucas algo que
se añoraba desde siempre, sin jamás conseguirse: la defensa de tesis
jurídicas. ¿Se pretendía abrir facultad de Derecho? No queda más dato
que esta celebración académica: Dionisio Vilches, bachiller en filosofía
desde 1755, y colegial de beca verde de San Borja, consagraba a la Vir-
gen de Guadalupe y a San Ignacio sus tesis «utriusque iuris». Se defen-
derían—se nos dice— en el colegio de San Lucas el 8 de agosto de 1759
y presidiría el solemne acto el padre Nicolás Ignacio Benavides 19.
El arzobispo Figueredo y Victoria
Antes de ocuparse del segundo arzobispo de Guatemala —decidido
partidario de los jesuitas— vamos a recordar a su antecesor don Pedro
Pardo de Figueroa en cuya función funeral predicó el jesuita Miguel
de Benjumea bajo el complicado encabezamiento del Pastor I de ocho
talentos I que multiplicó, como ninguno I todos, los talentos de Dios
con los del mundo... (1751). Sin que ello obstara a que en colaboración
con el vicario general —y muy buen amigo de los jesuitas— Miguel de
Siliezar y Velasco diera a luz otro opúsculo bajo el título parecido al
anterior: Los talentos I mejor multiplicados... (1751) 20.
18Ibíd., I, págs. 125-126.
19 Sin embargo, a principios de siglo el padre Azpeitia hace constar que se acaba
de tener un acto de conclusiones de derecho, en que sustentó las tesis programadas porSalvador Ruiz de Escobar; habían intervenido en los argumentos el presidente Ceballos
y los oidores, y todo ello había sido presidido por nuestro conocido Valtierra. AGÍ:Guatemala, 366.
El acto de Vilches, en Medina: Imprenta Guatemala, I, pág. 125.20 En Medina: Imprenta Guatemala, I, págs. 105-106.
Más datos sobre Pardo y Figueroa, primer arzobispo de Guatemala, en Estrada:
Datos, II, págs. 1-47, nacido en Lima, en 1683, ingresó en la congregación
de los Mínimos en 1699; fue enviado a Madrid como procurador de sus hermanos yen la corte permaneció hasta su nombramiento para la sede guatemalteca en 1735.
Hizo su entrada en Guatemala en 1737; durante su pontificado, la sede fue elevada al
rango de metropolitana en 1743-1744 y falleció en Esquipulas en 1751. Su fallecimiento
en Esquipulas tiene un doble sentido : representa la asiduidad con que procedió a visitar
su extensa diócesis y representa también la devoción con que honró la imagen del Cristo
de Esquipulas, en cuyo respeto edificó el magnífico templo en el que recibió sepultura,
como lo había deseado y decidido. En las actas capitulares se dispone que en las hon-
ras fúnebres predique, o el rector jesuita Nicolás Prieto, o el profesor del colegio
226
Dos años más tarde hacía su entrada en la arquidiócesis el nuevo
arzobispo don Francisco José de Figueredo y Victoria, natural del Nuevo
reino de Granada, y obispo —desde 1740— de Popayán. Le recibieron
en Cuajiniquilapa el arcediano Francisco José de Palencia y el canónigo
Miguel de Siliezar y Velasco: jefes —pocos años después— del anti- y
pro- jesuitismo en el cabildo eclesiástico.
Figueredo emprendió desde el principio la detallada visita de la dió-
cesis; suspendió el trámite de «secularización» en las doctrinas, que juzgó
debían quedar administradas por religiosos... y demostró su afecto a
los jesuítas declarando, en 1759, día de precepto en la diócesis, la festi-
vidad de San Ignacio de Loyola.
Tengo pocos datos sobre la vida anterior del obispo Figueredo; en una
de sus primeras pastorales se hace eco del terremoto de Lisboa, que tanto
dio que hablar, y que pensar, a los filósofos de entonces, incluido Em-manuel Kant 21
.
Al entrar Figueredo en Guatemala la iglesia de los jesuítas estaba
derruida; el colegio de San Lucas había resistido mejor y el San Borja
—mediante aportaciones económicas del padre Miguel Gutiérrez— sur-
gía renovado de sus ruinas. El obispo se interesó tanto por la reconstruc-
ción de la iglesia que puso a disposición de los jesuítas 4.000 «uncías»
Miguel Benjumea. Predicó Benjumea y su sermón se imprimió —como lo hemosvisto— bajo el titulo de «los talentos mejor multiplicados... Medina: Imprenta Guate-
mala, I, págs. 106-107.21 El padre José Manuel Pacheco me ha remitido dos artículos suyos —uno de
ellos inédito— que se refieren a la etapa colombiana del arzobispo Figueredo. No está
clara la fecha de su nacimiento ni si nació en Popayán o en Cali; era doctor en Teo-
logía por la Universidad de San Gregorio que los jesuítas dirigían en Quito; cuando
le llegó su nombramiento para la mitra de Popayán era maestrescuela del cabildo de
Popayán: esto sucedió en 1741, aunque no pudo consagrarse hasta 1743. Pudo repre-
sentar alguna relación con Guatemala el establecimiento, en 1745, de un hospital de
belemitas, y representó la continuidad de su afecto por sus antiguos maestros, los jesuí-
tas, la fundación en Popayán de la universidad de San José. El obispo gestionó la
aplicación a tal establecimiento de un cuantioso legado dejado por el español don Cris-
tóbal Botín, que era objeto de múltiples contrariedades surgidas de los mismos términos
del testamento (J. MI. Pacheco, SJ: «La Universidad de San José de Popayán», en
Bol. de Hist. y Antigüedades, Bogotá, 1971, págs. 453-461). El artículo inédito formará
parte de la Historia Eclesiástica de Colombia, tomo III, de próxima aparición. La fes-
tividad de San Ignacio, 31 de julio de 1769, en Medina: Guatemala, I, pág. 126. El
catastrófico sismo de Lisboa, con el maremoto que le acompañó, suscitó una especie
de controversia de alto nivel en torno a la providencia y su oficio rector del mundo.Figueredo publicó una pastoral exhortando a la penitencia «con ocasión del terremoto
que con espantosos estragos se experimentó en la ciudad de Lisboa, metrópoli de Por-
tugal, en otras partes de Europa y costas de África el día 1 de noviembre del año
próximo pasado de 1755» (Medina: Imprenta Guatemala, I, pág. 119).
227
(supongo se tratará de pesos «de a ocho» que era la moneda usual); con
esta y otras ayudas —se nos dice— el templo había recobrado en 1755
«su forma y belleza prístina».
No se detuvo ahí la colaboración económica de nuestro arzobispo:
se nos habla de 1 .260 pesos, dados para gastos de la comunidad, a los
que había que añadir 18.782 invertidos en algunos campos (praediola) yuna casa de descanso (domus recreationis); finalmente, y de sus bienes
patrimoniales, asignó 15.000 pesos en donativo puro y simple 22.
El jesuitismo de Figueredo se manifestó también al conseguir la
designación, como su obispo auxiliar, del maestrescuela —ya mencio-
nado— Miguel de Siliezar y Velasco: ya que había cumplido ochenta
años y apenas podía ver nada.
El fallecimiento de Figueredo antes de la consagración de Siliezar
impidió la entrada de éste en la diócesis de Guatemala; habiendo sido
designado en su lugar para la de Chiapas en la que falleció a los pocos
meses de llegar.
La muerte de Figueredo produjo la última gran explosión de jesui-
tismo en Guatemala: se supo que el arzobispo había hecho los votos de
jesuíta, poco antes de morir, y su entierro —conforme a su voluntad
—
en la iglesia de la Compañía coronó aquella vida de sincero afecto 23.
Tal vez sea significativo el hecho de no haber sido impresa en Gua-temala la relación de los funerales dedicados a Figueredo en la iglesia de
los jesuítas. Se editó en Puebla y consta de tres partes: El llanto de los
ojos de los jesuítas de Guatemala. . . por el padre Francisco Xavier Mo-
22 El detalle de los donativos de Figueredo, en AICG: Mex., 8, f. 99. A lo largo
de la liquidación —que mencionaremos en el capítulo siguiente— se discutió la lega-
lidad de alguno de los donativos de Figueredo: se trataba —se decía— de bienes de
comunidades indígenas que habían sido cedidos sin los requisitos preceptuados. AHN:Jesuítas, 85/51 y 55, se trata de los indios de San Pedro de las Huertas. En AGÍ: Gua-temala, 361, aparece un escrito del arzobispo Figueredo fechado el 7 de octubre de
1754, en que comunica al Consejo haber dado 5.000 pesos a los jesuítas para la recons-
trucción de su iglesia; había empleado otros 4.000 para reparar el palacio episcopal...
todo ello procedente de dinero de las «cofradías». Se le responde aprobando lo hecho,
pero prohibiéndolo para el futuro. He dado con dos curiosas comunicaciones del obispo
Figueredo que se datan en «el palacio de San Ignacio, extramuros de la ciudad», o en
el «Palacio arzobispal de San Ignacio» (6 de noviembre y 7 de diciembre de 1759).
Es evidente que se trata del potrero de San Ignacio, que había sido remozado
para albergar provisionalmente la curia arzobispal, quedando después el edificio al
servicio de los jesuítas: ¡otro modelo de donativo de nuestro arzobispo! (AGÍ, loe. cit.).
23 Véase Juarros: Compendio, I, págs. 209-210; véase también Medina: Imprenta
Guat., I, pág. 119, en que se menciona el nombramiento de Siliezar y Velasco.
228
lina; una Funebris declamatio. . . del padre Rafael Landívar; y una Lúgu-
bre declamación... del padre Vallejo, todo ello en 1766 en vísperas de
la expulsión 24.
La controversia del «caldo de carne» (1758)
El padre José Ignacio Vallejo, profesor de filosofía en San Lucas,
empleaba las tardes de los domingos en lo que se llamaba «procesión de
la doctrina»: se organizaba una procesión con los estudiantes de San
Lucas y se formaba un corro en la plaza mayor: allí el padre explicaba
algún punto de la doctrina cristiana que se dirigía a los niños que le
rodeaban sentados en el suelo, pero que era escuchado y comentado por
todos los que podían hacerlo desde los portales o desde las ventanas de
las casas de la vecindad.
El padre Vallejo, había nacido en Guadalajara, México, en 1718;
pasó a Guatemala, ya sacerdote, en 1752: y aquí permaneció hasta la
expulsión de Carlos III; en Italia redactó un par de libros de literatura
ascética que no le han prestado especial renombre. En cambio en Guate-
mala era muy conocido: su nombre aparece en algunas de las escasas
publicaciones de la época; señal inequívoca de que su nombre al pie de
las líneas elogiosas, frecuentes en aquellos tiempos, era recomendación
válida para la obra que se lanzaba a la aventura del público. Encontra-
mos su firma a 6 de julio de 1756 prologando y apoyando una dispo-
sición canónico-moral sobre el bautismo de fetos; prologa más tarde
24 Medina: Imprenta Puebla, págs. 397-398.
El padre Francisco Xavier de Molina editó el folleto: El llanto / de los ojos de
los jesuitas / de Guatemala / en la muerte de su luz, / el Illmo. Sr. Doctor / D. Fran-
cisco Joseph / de Figueredo y Victoria... quien bajo la alegoría de una antorcha lu-
ciente sobre / el candelero en su vida, se llora apagada en su muerte / ... Puebla, 1766.
Tras la relación de Molina que ocupa trece hojas, entra la / Funebris / declamatio
pro justis / a Societate Jesu / exsolvendis / in amplissimi juxt ac venerandi / Pontificis
funere / Illmi scilicet / D D D Francisci Josephi de Figueredo / et Victoria. . . a P. Ra-
phaele Landivar...
Finalmente interviene el padre José Ignacio Vallejo con su / Lúgubre / declama-
ción / que en los obsequios funerales / que el Colegio / de la Compañía de Jesús / de
Guathemala / hizo en su templo / a su singularísimo benefactor / el Illmo. Sr. Doc-
tor / D. Francisco Joseph / de Figueredo y Victoria / ... predicó / el padre Joseph
Ignacio Vallejo / de la Compañía de Jesús, rector del seminario / de San Borja... Aca-
bo de saber que el ejemplar que se conservaba en la Biblioteca Nacional de Chile
ha desaparecido.
Véase sobre Figueredo, Estrada: Datos, II, págs. 55-60.
229
la edición de los homenajes que la ciudad de Guatemala rindió a Car-
los III en su coronación como cabeza de la monarquía 25.
Volviendo a la tarde dominguera en que Vallejo explicaba su punto
de doctrina, se propuso la siguiente duda: ¿Guardará el precepto en día
de ayuno el que no come la carne, pero sí se toma el caldo hecho
de ella? Vallejo adoptó la postura moderada y estableció que las leyes
hay que tomarlas en sentido estricto cuando son limitativas de la liber-
tad; que el caldo de carne no es carne; y que comer carne es lo prohibido
en días de abstinencia; y que finalmente será lícito tomar el caldo, siem-
pre y cuando no se coma la carne. .
.
No esperaba Vallejo que sus palabras habrían de tener el eco que
tuvieron; ni podríamos admitir que la controversia que produjeron en
Guatemala respondía a la verdadera entidad de la cuestión en sí; se
discutía algo más serio y profundo. ¿Era de fiar la doctrina moral de
los jesuitas que de tal manera se inclinaban en lo dudoso por lo favo-
rable? No era el «caldo»; no era el «consomé» lo que molestaba, lo que
levantaba a los celadores de la moral: era el sistema jesuítico que apro-
baba el «probabilismo» y que se contentaba con designar una solución
como probable para permitir que el simple fiel la siguiera. .
.
Los dominicos y los agustinos se inclinaban decididamente por el
«probabiliorismo»: es decir, que en cada caso había de seguirse, nocualquier doctrina por el mero hecho de ser probable, sino que había
que acogerse a la doctrina más probable entre las que se discutieran, yseguir lo más seguro; o la doctrina llamada tuciorista.
Los jesuitas habían abierto una brecha—decían— en la sólida moral
tradicional; y permitían seguir cualquier doctrina que hubiera sido de-
fendida por cualquier autor «serio» aunque la doctrina contraria fuera
más probable y segura. Era doctrina «nueva» y peligrosa.
El caso llegó a la Inquisición de México, adonde fueron a parar
tanto la multitud de libelos injuriosos e infamatorios, como las expo-
siciones más sosegadas de profesores como el dominico fray Juan de
Terrasa (1766, 1768), el también dominico fray Blas del Valle; y el
franciscano fray Juan José Salazar (1754).
Vallejo se permitió contestarles en tono de burla, pero Terrasa no
dejó argumentos en el tintero para demostrar que la doctrina defendida
25 Medina: Imprenta Guatemala, I, págs. 121 y 132. La consulta práctico-moral en
que se pregunta si los fetos abortivos se podrán bautizar es de Fernando Sunsín de He-
rrera, conocido discípulo de los jesuitas. En la coronación de Carlos III, la aprobación
es de Vallejo, loe. cit., I, págs. 253-261; está fechada a 5 de agosto de 1751.
230
por Vallejo era improbable y, por lo tanto, que no podía seguirse con
tranquila conciencia 2to.
La controversia comenzó por un punto sin gran importancia, pero
subió a niveles que señalaban la gravedad de la discrepancia en las doc-
trinas morales entre las distintas escuelas del pensamiento teológico.
Los jesuitas eran «novatores»... no seguían las doctrinas admitidas
y a los grandes doctores: san Agustín, san Ambrosio, san Gregorio ysan Juan Crisóstomo. . . «sigamos a éstos que no yerran, y dejemos a
estos novatores que no tienen seguridad...»
En el desarrollo de la discusión, con empleo del microscopio y otros
instrumentos de investigación de la realidad física, ve Chinchilla Aguilar
un nuevo talante en los profesores de filosofía de Guatemala; pero no
olvida lo que yo creo fundamental: la airada reacción de extensos sec-
tores de la opinión guatemalteca frente a las intromisiones de los no-
vatores, que en ese caso eran los jesuitas.
Mientras duró en la silla arzobispal Figueredo y Victoria, la tem-
pestad antijesuítica no pasó de primeros escarceos; a él acudió en soli-
citud de amparo el rector de la Compañía, cuando los libelos habían
inundado la ciudad. El «amparo» fue inmediato: tanto el obispo comoel comisario de la Inquisición Juan Ignacio Falla —él también ex alum-
26 En Chinchilla: Inquisición, págs. 251-260. En AGN, de México: Inquisición,
989, se conserva todo el proceso en su fase de apelación al tribunal mexicano yconcluye con la resolución de la Suprema en la corte española. En sus casi 300 folios
(30 a 311) comprende la denuncia que se debe a fray Blas del Valle y lleva fecha de
30 de abril de 1758; la causa se complica al haber pedido el rector jesuíta, Francisco
Xavier Molina, que se persiguiera, por la Inquisición y el Arzobispado, los libelos que
corrían por la ciudad llenos de insultos contra el padre Vallejo. De esta manera —se
quejaba— el tema, con su carga de maledicencia, había llegado «hasta los estrados de
las señoras...». Tanto J. Ignacio Falla, comisario de la Inquisición, como Figueredo yVictoria tomaron con brío la defensa de Vallejo y de los jesuitas. Figueredo llegó a lan-
zar «censuras... contra los autores de los escritos, sin exceptuar —en su caso— a los
regulares»... imponiendo la obligación de «declarar los nombres (de los autores) yde entregar a la Inquisición los (libelos) que se tuvieren...». El libelo más conocido se
titulaba: «Teomecánicos discursos del Rmo. Pe. Fray Roque de San Antonio, donadoprofeso y superintendente de la panadería de los Ps. Bethlemitas, sobre la controversia
de la licitud de caldos de carne en día de ayuno». El folleto —con nombres naturalmen-
te fingidos— ataca-groseramente a Vallejo, a quien se califica repetidas veces de «tonto».
Se alude a sus «actos públicos» «tan deslucidos —según el libelista—,que por mal de
sus pecados sustentó»; se añade que no estudia, pues pasa el tiempo «en cotidianas
salidas, en visitar las madamas y en echarse con llaneza en los estrados...» Descrip-
ción satírica que nos permite asistir a alguna de aquellas tertulias, en los estrados de
las damas, que recibían las visitas sin ofrecerles sillas, porque —conforme al antiguo
estilo español— las damas no las utilizaban...
231
no de San Lucas— reaccionaron ordenando la recogida de los pas-
quines y otros libelos infamatorios «so pena de la excomunión mayor»
que imponía la obligación de «entregar» los libelos y de «manifestar
y denunciar a sus autores...» 27.
El ambiente se cargaba, entretanto: llegaban noticias de la expulsión
de los jesuitas de Portugal y de su salida de la India y del Brasil; a ellas
se agregaban las que venían de Francia con el escándalo financiero del
padre Antonio de Lavalette, víctima de las guerras ultramarinas másque de manejos prohibidos. Pero nos hace la impresión de que los
jesuitas no sospechaban ni remotamente, la catástrofe que se acercaba
y que habría de estar decidida por la suprema autoridad del monarca.
El padre Rafael Landívar
Su nombre ha quedado profundamente grabado entre los «grandes»
de Guatemala. En la misma línea de «precocidad» que hemos señala-
do en el bogotano, injerto en «chapín» Juan Antonio de Oviedo y Baños,
nuestro Rafael va tan de prisa en sus estudios que le pesa ya la beca
azul de filósofo del Borja y quiere revestir la beca verde de teólogo;
para ello pide y obtiene la dispensa —que luego se juzgaría injustifica-
da— para graduarse de bachiller en filosofía: fue su examinador Joa-
quín Lacunza, antiguo alumno como él del colegio de los jesuitas y su
27 Aparte de libelos como un diálogo «En verso entre Marica y Perico...» y otros
semejantes, el padre Juan de Terrasa compuso un Tratado apologético sobre la propo-
sición que da por lícito el caldo de carne en día de ayuno, que proporcionó argumen-tos al fiscal de la Inquisición mexicana, quien se inclinó a aceptar los siguientes puntos
:
lo dicho por Vallejo es temerario y escandaloso, recójase lo escrito en su favor, nofue correcta la actitud del arzobispo, pecó finalmente de parcial el comisario de Gua-temala J. Ignacio Falla. En línea con tal desautorización, el tribunal mexicano decidió
tomar el asunto desde el principio; se pidieron de nuevo testimonios directos y se pidió
a Vallejo respondiera a las impugnaciones que tuvieran cierto grado de respetabilidad.
Vallejo, que había respondido al Tratado del maestro Terrasa, hubo de satisfacer a
los argumentos esgrimidos por fray Manuel Pimentel y el «Rmo. Zalazar ¿?». El tri-
bunal mexicano se inhibió finalmente y envió todo lo actuado en grado de apelación a
la Inquisición Suprema en la corte española, que optó por poner silencio a las partes
contendientes respetando la actitud del arzobispo, pero cayendo sobre el comisario
Falla... por aquello de que «el último mono se ahoga...».
Y así concluyó aquella feroz controversia surgida en la pacífica tarde de marzo de
1768, de aquel domingo antigüeño; controversia que iba mucho más allá del «caldo
de carne» y prenunciaba el cambio de signo en los favores de la corona española
frente a los jesuitas.
232
próximo pariente. Su examen versó sobre nueve temas que formaban
el programa usual de Lacunza, con una mezcla ecléctica de doctrinas
escotistas y suarecianas; y se coronó felizmente a 16 de febrero de 1746.
El mismo día obtuvieron el bachillerato otros tres alumnos de San
Borja: uno, Antonio Alonso Cortés con el mismo programa que Lan-
dívar; dos —al parecer hermanos— Juan José y José Ignacio MuñozBarba, con un programa de doce temas respaldado por el antiguo alumno
del seminario, Miguel de Montúfar 28.
Un año después, en mayo de 1747, Landívar —ya colegial de beca
verde— defiende en acto público sus conclusiones en orden a obtener
el grado de «maestro en artes»: la primera sobre el libro aristotélico «de
generatione et corruptione», en la que atacó la posibilidad de una do-
ble forma sustancial; la segunda sobre el fundamento ontológico de la
relación de «semejanza y desemejanza» entre dos seres.
Los alumnos de San Borja, como paralelamente lo hacían los de
la Universidad venían obligados a cursar una segunda lección de filo-
sofía, en que se explicaran doctrinas diferentes de la seguida en la pri-
mera. Landívar cumplió este requisito matriculándose —como ha se-
ñalado Mata Gavidia— en la cátedra de vísperas del franciscano Pe-
dro de Arochena, que había completado su bachillerato tres años antes,
a 5 de enero de 1743; y que explicaba en San Carlos la doctrina del
sutil Escoto. Desde su graduación en 1747 hasta la muerte de su pa-
dre en 1749 carecemos de datos específicos; le suponemos preparándo-
se para graduarse en teología, y para llevar adelante lo que ya enton-
ces era el ideal de su vida: consagrarse a Dios en la Compañía de
Jesús ».
Como había nacido en el mes de octubre de 1731, tenía dieciocho
años, cuando —muerto su padre— decide emprender el largo camino,
de Guatemala, al noviciado de Tepotzotlán. Se inscribe en él a 17 de
febrero de 1750; es muy buena la impresión que produce, aunque se
hace constar que es débil de salud: su temperamento se clasifica comoflemático; y se predice que servirá para muchas cosas, a más de su ca-
tegoría literaria que viene avalada por el magisterio en artes...» 30. Su
compañero de Italia Félix de Sebastián, completa lo referente a su sa-
lud, diciendo que una calentura rebelde puso en duda la oportunidad
de admitirle a los votos religiosos. Sanó de aquellas fiebres y pudo ha-
28 Véase también sobre Landívar el capítulo VII de esta misma historia y la nota 17.29 Mata Gavidia: Rusticatio, págs. 12-13.30 AICG: Mex., 8, ff. 9v, 160v y 230v.
233
cer los votos simples, adquiriendo pronto el renombre de «elocuente
retórico y muy lucido poeta» J1.
Concluyó sus estudios eclesiásticos en el colegio máximo de México
donde recibió la ordenación sacerdotal en 1755; los tres años siguientes
se distribuyen entre Puebla en que inició su carrera magisterial con la
sección de media gramática; y México, donde enseñó la suprema gra-
mática o retórica. Y en 1758 aparece incorporado al claustro de San
Lucas; donde tiene un buen compañero y amigo, el mexicano Cristó-
bal Villafañe, víctima pocos años después de su celo sacerdotal. Es muybuena la opinión que se tiene de él; su ingenio se califica como óptimo,
en tanto que es bueno o suficiente en el juicio, en la prudencia, y en
su progreso general. Su complexión se califica de sanguínea: ya había
empezado a brillar en los pulpitos... Y se le juzga apto y preparado
«ad omnia», «para todo» 32.
David Vela había apuntado a su debilidad nerviosa; el padre Sebas-
tián nos da más detalles. Estaba pasando una tarde en la finca de su
familia, El Portal, un día de octubre de 1762: llovía desde mediados
de septiembre y en la noche del 7 —recuerda Pardo en sus Efemérides—bajó una correntada del cerro llamado Raxón, que destruyó gran parte
del acueducto de Pamputic y muchas viviendas del pueblo de San Fe-
lipe de Jesús... Cuando trataba de regresar al colegio, al acercarse al
cauce del Guacalate, las aguas pusieron en peligro su vida. Aquel susto
desencadenó una crisis nerviosa que debió de durar cerca de un año.
El padre Rafael no podía oír el golpeteo del agua en su ventana sin
subirse a la silla, o a la mesa, presa de pánico; otro tanto le ocurría por
la noche cuando le sobrevenía el recuerdo de aquellos momentos de an-
gustia que le hacía bracear y buscar angustiado los lugares más eleva-
dos de la casa. La crisis se disipó de manera repentina, cuando una
monja conocida suya, a quien había pedido le encomendase a Dios,
le hizo saber que «Nuestro Padre San Ignacio le ha concedido la gra-
cia...» La frase que repetía a lo largo de su vida, junto con los deta-
lles de su crisis nerviosa, tuvo la virtud de romper aquel complejo psico-
31 El manuscrito del padre Félix de Sebastián: Memorias de los padres y hermanosde la Compañía de Jesús de la provincia de Nueva España. Difuntos, después del arres-
to acaecido en la capital de México el día 25 de junio del año 1767, ha sido publicado,
en lo que se refiere a Landívar, por el padre Manuel Pérez Alonso, SJ, en Estudios
Centro Americanos, V, 40, San Salvador, 1950, págs. 24-32, 99, bajo el título «El padre
Rafael Landívar, SJ».32 Loe. cit., en nota 30.
234
neurótico y Landívar volvió a la normalidad, y a aquella antigua fama
que le había constituido en «jesuita para todo. . .»33
.
Situación doméstica que se refleja en el catálogo de 1764 en que
se califica de «robusta» su salud, aunque su ingenio ha perdido un pun-
to: ya no es óptimo, es bueno; y son buenas sus restantes cualidades,
pero ha perdido su acometividad juvenil que en el catálogo anterior
se calificó como sanguínea, volviendo a su tradicional flematismo. Enese catálogo se nos dice que está concluyendo su curso de filosofía y que
se va a dedicar a la congregación mariana» 34.
El asesinato de Villafañe (1766)
El padre Cristóbal Villafañe, compañero de noviciado y de estu-
dios de Landívar, tenía asignado el triste ministerio de consolar en
sus últimas horas a los condenados a muerte.
Aquel día 28 de agosto, tres negros esperaban la ejecución de la sen-
tencia que había recaído sobre ellos por haber asesinado en las cerca-
nías del castillo de Omoa (Honduras) al sobrestante de las obras del
castillo, don Eusebio Cabeza de Vaca. Los negros habían decidido
matar a otros dos que hicieran más razonable su condena: ya que noestaba bien —razonaban entre sí— morir tres por el asesinato de uno;
en la misma línea de raciocinio resolvieron matar a los dos jesuítas
que les atendían. El primero era Villafañe, el segundo pudo haber sido
Landívar. No pudiendo asesinar a los dos, se contentaron con la muer-
te del primero; el suceso conmovió a Guatemala: hubo que reducir a
tiros a los negros, en la refriega murió uno de ellos; y el segundo llegó
agonizante al patíbulo; quedando sólo el tercero, en quien se pudo eje-
cutar la sentencia en toda regla, aunque estuvieron pendientes de la
horca los tres asesinos el tiempo usual.
El frágil psiquismo de Landívar estuvo de nuevo en trance crítico.
A 30 del mismo mes escribe al provincial de México Salvador de la
Gándara, antiguo superior de Guatemala, y le explica la impresión su-
frida con el asesinato de su compañero: impresión perfectamente jus-
tificada; que se enreda en su antiguo complejo de angustia, y le hace
temer el nombramiento de rector de San Borja: pues cree que allí —se-
33 Pérez Alonso: Landívar, págs. 27-28.34 Véanse las notas 30 y 32.
235
parado de la comunidad, aunque muy cercano al edificio de San Lucas
—
le va a ocurrir lo mismo que a su camarada Villafañe, cuyo cadáver
ensangrantado no se apartaba de su imaginación 35.
Estado interno de la comunidad de San Lucas
La expulsión ordenada por Carlos III ha proporcionado a los his-
toriadores de Hispanoamérica y de España, un tesoro documental que
permite reconstruir el pasado hispano, a lo largo de diferentes pará-
metros: religiosos, culturales y económicos. Es un corte sociológico que
pone a la vista en un momento determinado multitud de detalles, que
hubieran desaparecido en un curso normal de los acontecimientos. El
secuestro de toda la documentación, incluida la correspondencia priva-
da, de los jesuitas, tenía por objeto descubrir pistas acusadoras; no die-
ron con ellas, pero conservaron cantidad ingente de papeles que se
suele designar en los archivos con el título de «temporalidades» o de
«jesuitas».
No es Guatemala la más rica en este aspecto; el terremoto de Santa
Marta (1733) y el traslado a la Nueva Guatemala de la Asunción, tu-
vieron su parte de culpa en el extravío de estos papeles, que se en-
cuentran en el Archivo Histórico Nacional de Madrid en el Archivo de
la Nación de México y en el Archivo Nacional de Chile.
33 Se señala en Medina, Imprenta Guatemala, una relación del asesinato: «Puntual
relación del execrable delito y sacrilego atentado que en la ciudad de Santiago de
Guatemala perpetraron, la tarde del día 28 de agosto de 1766, tres negros de Omoa»(Medina: Imprenta Guatemala, I, pág. 139).
En el AGN mexicano se conserva la carta en que Landívar narra brevemente el
trágico suceso y lo pone en relación con su posible rectorado de San Borja y consi-
guiente separación de la comunidad. «Por obedecer a S. R. —escribe al padre Salvador
de la Gándara a 30 de agosto de 1766) paso el día primero del que entra (septiembre)
a San Borja; pero me hallo tan consternado con la inaudita desgracia acaecida al padre
Villafañe que temo no poder hacer letra en San Borja y que me sea preciso proponer
(el regreso a San Lucas) de breve... Es el caso —escribe— que metieron en la capilla
tres negros bozales (no sabían castellano, hablaban el pidgin caribe) comenzamos a
auxiliarles y el día de san Agustín (28 de agosto), habiendo ido el padre (Villafañe) en
tiempo de siesta a asistirles solo —porque en el colegio estábamos solo cuatro, por
hallarse con erisipela el padre Cantabrana y el padre Urías imposibilitado— cerraron
con él los tres negros y le degollaron con una navajita. Sobrevivió como media hora,
en que pidió confesión, le absolvimos y oleamos y murió como a las dos de la tarde...
Este pasaje —concluye en su carta Landívar— me ha metido la impresión vivísima de
que me suceda lo mismo en San Borja, en comenzando a apretar» AGNM: Jesuí-
tas, III, 14.
236
Del archivo mexicano escogemos un mazo de cartas que se halló
en poder del provincial Gándara, y que procedían de sus antiguas amis-
tades de Guatemala. Las resumo: los padres Sacrameña (natural de
Medinasidonia), y el mexicano José de Acosta habían hecho su pro-
fesión solemne a 15 de agosto —pocos días antes del asesinato de Vi-
llafañe— con las celebraciones acostumbradas. Ambos escriben al pro-
vincial: Sacrameña se contenta con notificar el hecho, Acosta añade
que «tiene miedo»... no era sólo Landívar el miedoso!
El superior saliente Nicolás de Calatayud (nacido en Guadalajara,
México) comunica que se ha solucionado un problema interno que se
relacionaba con el jesuita cubano Zayas; que ha tenido que pagar
350 reales de alcabalas. . . porque «es preciso ceder al tiempo. . .»; y que
Rafael Landívar es el más indicado para rector de San Borja. Un mesmás tarde escribirá Landívar tratando de liberarse de ese cargo que
teme. Muy afligido está González Cantabrana; primero, está enfermo;
segundo, acaba de saber que su madre ha fallecido en Guanajuato;
tercero, ha llegado a sus oídos que ha dejado muy poco dinero, y eso,
en deudas incobrables. .
.
36.
36 El mazo de cartas en AGNM: Jesuítas, III, 29; van desde el mes de junio al deagosto de 1766 y están dirigidas al padre Salvador de la Gándara. El padre Salvadoraparece en los catálogos de Guatemala, en 1741, como profescor de gramática; habíanacido en el Real de Minas de San Sebastián, en 1710, y había ingresado en la
Compañía en 1727. En 1744 es profesor de filosofía, en 1748 rector de San Borja, en-
seña teología en 1751 y es rector de San Lucas en 1755. En 1766 es provincial deMéxico y, como tal, tiene que hacer frente al decreto de expulsión de Carlos III; muere,finalmente, en el exilio en 1769.
Voy a recorrer las cartas que se conservan en ese mazo, extractando lo que parece
de mayor interés; las pongo en el orden en que aparecen. Martina de Ibarra... se ex-
cusa de molestar a Gándara, a quien supone «tequiado» o cansado, en curioso azte-
quismo cuya existencia en Guatemala no estaba documentada. El padre José de Acos-
ta (7 de julio de 1766). Esta afligido por distintas razones, a las que se han añadido
el susto por el asesinato de Villafañe; no se extiende en narrarlo porque «le da a V. R.
razón el padre Landívar, que yo no repito, por lo mucho que me atemorizan... pero
el único consuelo es que Dios así lo quiere...»
Miguel Gutiérrez, nuestro antiguo conocido, acaba de dejar su patria, Guatemala;
ha sido destinado a las misiones del Norte. Lo agradece al provincial desde Oaxaca,
por la que pasa de camino a su nuevo campo de apostolado (23 de junio de 1766).
Nicolás Morales, de filiación desconocida, alaba en su carta al padre Iturriaga y pide
que sea destinado a Guatemala George Santiago Vidaurre, el jesuita nicaragüense que
había «fundado» becas para sus compatriotas que estudiaran en San Borja (30 de
junio de 1766). Vidaurre estaba de profesor en Guanajuato.
El rector cesante, Nicolás de Calatayud, piensa —dice— salir en breve; va a dejar
al padre Landívar de vicerrector y con eso —escribe— se da tiempo a que haga su
«representación» (en el lenguaje jesuítico que «represente» las razones para no aceptar
237
Y así llegamos con esta mezcla tan normal y humana de heroísmos
y trivialidades al punto final de esta primera etapa de la historia de la
Compañía de Jesús en Guatemala.
el rectorado de San Borja) que creo no tendrá buen despacho. Yo lo detuve —prosi-
gue— en este colegio y avisé al padre Vallejo que prosiguiera (en San Borja) hasta
que viniera respuesta de V. R... por estar supliendo en la congregación el padre Lan-
dívar, a quien juzgo el más a propósito para el gobierno del seminario (San Borja),
por su juicio, talentos y virtud... (30 de junio de 1766). Aquí se incluye la carta de
Landívar que hemos comentado en el párrafo anterior. Véase nota 35.
Dos señoras, Ana de Falla y Manuela Montúfar, interceden ante el provincial para
que destine a Guatemala al padre Ventura Pereyra, hijo de doña Magdalena Lobatto
(que también escribe una carta con el mismo objeto)... porque su madre, doña Mag-dalena, quiere ver a su hijo antes de morir. Las cartas están fechadas a 26, 30 y 31 de
agosto de 1766.
El niño Miguel Espinosa, hijo de Ramona de Falla y ahijado del padre Salvador,
le comunica que va a pasar de pequeños a medianos en los estudios «sanluqueños»
(30 de julio de 1766).
El jesuíta Juan Sacrameña, acaba de hacer la profesión, así lo comunica al provin-
cial (31 de agosto de 1766).
Más afligido está Manuel Cantabrana: su madre acaba de fallecer en Guanajuato,
no sabe más detalles sobre su muerte (30 de agosto de 1766).
Finalmente viene dos cartas del ex rector Nicolás de Calatayud, que escribe desde
Oaxaca camino de su nuevo puesto; se cruzó en Chiapas —dice— con los padres
Zepeda (el guatemalteco, nuevo rector de San Lucas) y Martínez; en Tuxtla —añade
—
encontró al hermano Pozo: los tres irán juntos a Guatemala. Días después sabemos
—por otra carta— que todavía a fines de agosto no habían llegado a Guatemala; era
un año excepcional de lluvias, por este motivo el rector y sus acompañantes se habían
detenido en Totonicapán. En la otra carta (1 de septiembre de 1766) explica Calatayud
que no ha dado su autorización para un cuaderno que escribe el padre Tomás de
Sandoval: le pareció poco oportuno «al presente... en que nos notan de ensanchar la
moral...». ¡Recuerdos del gran conflicto del caldo de carne!
Hay una carta de las carmelitas descalzas que recuerdan los tiempos en que Gán-
dara había sido su director espiritual, le felicitan por su rectorado y confían en poder
verle de nuevo algún día por Guatemala.
Y espigo un brote de «patriotismo» guatemalteco en el énfasis en que el ecónomo
Miguel Muñoz escribe desde «esta mi patria» (30 de julio de 1766).
238
CAPITULO NOVENO
LIQUIDACIÓN DE LA OBRA JESUÍTICA
Guatemala en la segunda mitad del xvm: un decenio de prosperidad (1752-
1762).—Los estancos, los impuestos y la crisis económico-política (1762-
1767).—Expulsión de los jesuítas de Guatemala (1767).—Camino del des-
tierro.—Nómina de los jesuítas desterrados.—Cierre de San Lucas, per-
manencia de San Borja; magisterio de Liendo.—Últimos bachilleres de
San Borja.—Liquidación de las propiedades de los jesuítas.—Pequeña
historia de los bienes jesuíticos.—Otras posesiones de los jesuítas.—El
ingenio de azúcar.—Consideración final sobre los bienes de los jesuítas en
Guatemala.—Los jesuítas guatemaltecos en Italia.—Epílogo provisional.
Guatemala en la segunda mitad del xvm:
un decenio de prosperidad (1752-1762)
Hojeando las Efemérides de Pardo, encontramos a partir del terre-
moto del 1750 una serie de obras públicas que parecen denotar un pe-
ríodo de prosperidad: lo supongo en relación con la «paz hispánica»
del reinado de Fernando VI.
Se pavimentan calles, se fabrican o arreglan acueductos para la
traída de agua potable, se arreglan caminos hacia los puertos, se repa-
ran fortificaciones; se arregla todo el perímetro de la plaza mayor, in-
cluidos los palacios del ayuntamiento y de la audiencia. .
.
Espigo algunos ejemplos con sus fechas: (a julio 1754) se arregla el
cauce del río Pensativo a la espalda de la iglesia de los Remedios; (20
agosto) se encarga al ingeniero Francisco Alvarez la «obra» del casti-
llo de Omoa; (18 julio 1757) se comunica estar concluido el camino de
Gualán a Omoa: salida, alternativa del camino del Golfo, al Atlántico;
(3 junio 1758) se ofrece un terreno para el nuevo edificio de la univer-
sidad de San Carlos (el actual); (11 agosto, 25 agosto, 16 octubre, 15 di-
ciembre 1758) nuevas ataujías para la traída de aguas a la ciudad; otro
239
tanto se dispone en las fechas siguientes de 1759 (9 de febrero, 16 de
marzo, 27 julio, 28 septiembre, 30 octubre (9 de noviembre); las obras
siguen ocupando la atención de las autoridades en 1759 (9 de febrero,
16 de marzo, 28 de septiembre y 9 de noviembre). Pasando a la pavi-
mentación de calles y plazas: se renueva a 17 de julio de 1753 el «empe-
drado» del «patio» del templo de la Compañía de Jesús; a 1 3 de diciem-
bre de 1754 se impone a los vecinos el pago del cincuenta por ciento
del gasto de los empedrados; a 13 de agosto de 1755 se inicia el empe-
drado de la calle de la Concepción y de la que va de San Agustín al
prado de San Lázaro; a 13 de febrero de 1759 se habla del contrato de
empedramiento de varias calles; se trata del empedrado de la calle de
la Merced en 10 de julio del mismo año.
En la misma línea está la construcción de distintos desagües. . . (8 de
julio de 1760, 8 de julio de 1762). Obras que hay que rehacer a lo largo
de 1762 por haber quedado destruidas por las lluvias torrenciales y to*
rrentadas subsiguientes. Un empedrado nuevo que adecenta la entrada
de Jocotenango se lleva a cabo a 10 de marzo y 13 de julio de 1764.
No es menor la actividad en la construcción o reconstrucción de
templos, o palacios o edificios administrativos, Comencemos por la
maravillosa iglesia dedicada al Cristo de Esquipulas, el último gran edi-
ficio barroco, modificado en tiempos posteriores sin gran fortuna. El
templo considerado como obra personal del presidente Alonso de Arcos
y Moreno es incluido en los informes que el ayuntameinto dirige al rey
a 23 de febrero de 1761. El palacio de los capitanes generales se restau-
ra a partir de 20 de julio del mismo año; y a 7 de diciembre se inician
las gestiones para ampliar la fachada del cabildo, comenzando por la
adquisición de las casas vecinas. A 20 de febrero de 1762 se inaugura
el templo de San José; y a 13 de julio de 1763 el presidente Fernández
de Heredia obtiene 16.000 pesos del ayuntamiento para la reconstruc-
ción del palacio de los capitanes generales. Se abandona el proyecto de
derruir el colegio de San Jerónimo y se decide aprovecharlo para alo-
jamiento de la aduana y de la administración de alcabalas (12 octubre
de 1763).
A 17 de octubre de este mismo año se inaugura el nuevo edificio de
la universidad de San Carlos, que es el actualmente conocido.
Concuerda con este interés por las obras públicas la aceptación por
el real acuerdo del título de «ingeniero» de la provincia para Luis Diez de
Navarro quien queda convertido en una especie de inspector de las dis-
tintas construcciones, con un salario de 1.500 pesos anuales: el título
240
está fechado a 18 de marzo de 1749 y el acuerdo se tomó a 27 de ene-
ro de 1750 l.
LOS ESTANCOS, LOS IMPUESTOS Y LA CRISIS
ECONÓMICO-POLÍTICA (1762-1767)
No había molestado demasiado el estanco del aguardiente cuya no-
ticia había llegado a la audiencia a 2 de mayo de 1754; el ayuntamiento
juzgó oportuno solicitar su administración en todas las provincias del
reino de Guatemala, y así le fue concedido a 18 de febrero de 1755. Se
establecieron dos tipos de tabernas, las que podían vender vinos de Es-
paña o de Perú, y las que venderían el aguardiente elaborado bajo el
control del ayuntamiento. A 13 de julio de 1759 opina el regidor de-
cano Pedro Ortiz de Letona que el «estanco» no ha logrado suprimir
la embriaguez ni controlar la fabricación de licores; pero los ingresos
concejiles han aumentado y no hay quejas especiales de parte de los
interesados. .
.
2.
A 31 de agosto de 1762 se recibe la noticia de la nueva guerra,
acontecimiento que ya se podía considerar desusado. El ayuntamiento
organiza una novena ante la Virgen del Socorro «para el buen éxito de
las armas de nuestro católico monarca en la presente guerra...» 3.
Cuatro años más tarde y ante la perspectiva de ampliarse el régi-
men de «estancos» a los tabacos, «pólvora, agua regia y naipes» preten-
de el ayuntamiento representar... la «pobreza general de este país...».
El presidente don Pedro de Salazar disuade al ayuntamiento de tal re-
presentación. . . que «podía producir que el público... se desaforase ypidiese un levantamiento. . .»
4.
En octubre de 1766 se quita al ayuntamiento la administración del
estanco de aguardientes y se organiza una administración general se-
mejante a las establecidas para los diversos estancos. .
.
A 12 de noviembre se produce la primera protesta colectiva ante
la ampliación de los estancos: «Nosotros los pobres—decían— pedimos
1 Los datos que se espigan en el texto van desde el 27 de marzo de 1750, en la
página 203, hasta octubre de 1763, en la página 225 de las tantas veces mencionadasEfemérides.
2 Pardo: Efemérides, págs. 209-210, 211 y 216. En 1755 pensaron los jesuítas ven-
der su ingenio de azúcar al Ayuntamiento para que en él fabricara el aguardiente;
véase, más adelante, la nota 36.3 Loe. cit., pág. 221.4 Loe. cit., pág. 229.
241
16
la justicia de darle a cada uno lo que es suyo, como lo manda Dios en
el séptimo mandamiento, de no tomar, ni tener, ni querer lo ajeno con-
tra la voluntad de su dueño, como están haciendo lo contrario con tér-
minos hábiles, quitándole a cada uno lo que es suyo, con estancos,
aduanas y alcabalas...» A 13 de noviembre el real acuerdo inicia actos
para investigar el origen de los pasquines. . . que pedían la abolición de
los impuestos. .
.
A 18 de noviembre se celebra sesión secreta del cabildo para deci-
dir si conviene que el ayuntamiento «represente» al superior gobierno
el pelibro de «una sublevación»; se decide por la afirmativa... y el real
acuerdo a 19 de noviembre suspende «el cobro de la alcabala a los ofi-
ciales, menestrales, pulperos y tenderos...». Al mismo tiempo se rebaja
la alcabala al 1 por 100 a los indígenas y al 3 por 100 para los demás;
a 27 de noviembre promulga el presidente Salazar una especie de «es-
tado de sitio» en que reconoce que el ayuntamiento —que forma «el
cuerpo de ciudad en quien están refundidos los derechos del pue-
blo. ..»— tiene el derecho y el deber de rondar la ciudad y sus arraba-
les. . . valiéndose de los capitanes y demás oficiales militares. . .»5
.
A 28 de febrero —pasado el primer susto— se extreman las me-didas contra la fabricación clandestina del aguardiente; y dentro de es-
ta situación de inquietudes populares, como si fuera una de tantas
s Loe. cit., págs. 231-233. Es por demás interesante la afirmación del presidente Sa-
lazar, quien considera el Ayuntamiento «y sus capitulares... formando el cuerpo de
ciudad en quien están refundidos los derechos del pueblo...» y, en consecuencia decide,
«consecuente a lo resuelto... por los señores del real acuerdo... cometer... a dicho
noble Ayuntamiento, el que, por medio de sus alcaldes ordinarios, alguacil mayor ycapitulares, se ronde la ciudad y sus arrabales, con completa jurisdicción, y facultad
para embarazar las juntas que se hagan a deshoras... valiéndose de los capitanes ydemás oficiales militares...».
La completa jurisdicción, «cometida» o «¿reconocida?» al Ayuntamiento «para
embarazar las juntas que se hagan a deshoras... valiéndose de los capitanes y demásoficiales militares...»; era una especie de «estado de excepción» que ponía bajo la ju-
risdicción del Ayuntamiento a los capitanes y demás oficiales militares para «embara-
zar las juntas que se hagan a deshoras...». Denota todo ello grave preocupación ydeseo de pasar al cabildo lo que las medidas represivas tuvieran de molesto y des-
agradable... El susto se agranda al recibirse en la capital Santiago noticias de suble-
vaciones, «indicios de sublevación —trascribe Pardo— en el pueblo nicaragüense de
Ometepe» (loe. cit., pág. 234). Temores confirmados desde la audiencia, que estima
conveniente poner en conocimiento del rey la protesta popular por el «establecimien-
to del estanco del aguardiente» y por la «baja en los precios de tabacos»... El estanco
llevaba ya mucho tiempo, el enojo popular venía por la centralización del estanco que
dejaba de estar confiado al Ayuntamiento; la baja del tabaco perjudicaba a los co-
secheros sin favorecer naturalmente a los usuarios...
242
medidas para tranquilizarlas se redacta en Madrid la Pragmática San-
ción que expulsa de España y de sus Indias a los jesuitas: la noticia Ue^
garía a Guatemala a 17 de junio de 1767 y se pondría en ejecución por
parte del presidente Salazar a 26 de junio de 1767. Un año más tarde
y como un acto más en este drama se pone en conocimiento del real
acuerdo de un «papel» que dice: «Llegó la hora en que por mano de
VVPP pidamos más gabelas, más pechos, más extorsiones, más vueltas
al cordel, a ver si a la tiranía le ha quedado más que dar...» Lo suscri-
bían: Los más firmes defensores de esta ciudad y de sus provincias...
(20 julio de 1768). Y a uno de octubre el presidente detalla en carta al
rey las armas de que dispone la plaza... 6.
Expulsión de los jesuítas de Guatemala (1767)
No conservamos ninguna relación circunstanciada del hecho. En el
Archivo Histórico Nacional de Madrid y en el General de Centroamé-rica de Guatemala, se guardan documentos que señalan los distintos
pasos de aquella «operación» de alcance mundial: envío de la Prag-
mática, las fases de su entrega y garantías de su secreto, junto con al-
gunas reacciones oficiales a la comunicación que se les hizo.
En la pragmática se ordenaba hacer saber «a las otras órdenes re-
ligiosas. . . y al clero. . . que la disposición de su majestad se limita a los
religiosos jesuitas, siendo muy propio de los demás eclesiásticos... el
concurrir con sus persuasiones, a que generalmente se veneren los de-
cretos de su majestad, por deberse considerar siempre fundados en gra-
ves y justas causas...» Como se sabe en los considerandos de la Pragmá-tica se insinúa la relación entre los motines pasados «las ocurrencias
pasadas» y el extrañamiento de los religiosos de la Compañía, así sacer-
dotes, como coadjutores, o legos, que hayan hecho la primera profe-
sión, y a los novicios que quisieren seguirles. .
.
7
6 En el BAGG, VIII, núms. 3, 4 (Guatemala, 1943), publicó Pardo el expediente delo actuado por don Pedro de Salazar sobre la expulsión de los religiosos de la Com-pañía de Jesús y su remisión a España (núm. 3, págs. 359-367, y núm. 4, págs. 371-
395); el contenido del pasquín en Pardo: Efemérides, pág. 237.7 Los documentos que se mencionan en el número 6 tienen —según Pardo— la
signatura 28941, 3011. En el archivo privado de los jesuitas, en Alcalá, se conserva la
relación del destierro de los jesuitas del colegio de Chiapas, pero no hay una paralelade los jesuitas guatemaltecos. Y finalmente, AHN: Jesuitas, 85, expedientes 1-62.
243
Por lo que hace a Guatemala, la ejecución de la pragmática se en-
comendó al fiscal de la audiencia, don Felipe Romana y Herrera; y se
señaló para Chiapa al capitán don Melchor Vidal de Lorca, a quien se
dieron las instrucciones en sobre cerrado que no debería abrir hasta es-
tar en la provincia chiapaneca, en la localidad de San Bartolomé 8.
Siguiendo las instrucciones —que hemos mencionado— de la Prag-
mática, se ofreció al deán y cabildo (sede vacante); a los provinciales do-
minicos, franciscos, mercedarios; a los priores de San Agustín y de Be-
lén, y al prior de San Juan de Dios; pasándose el aviso pertinente a los
señores del real acuerdo (que por lo visto habían sido mantenidos en la
ignorancia de todo el trámite). Al cabildo se le amenazaba no muy ve-
dadamente que de no colaborar «para que el clero reciba esta soberana
resolución, con el respeto, acatamiento y subordinación que merece...
experimentará los efectos de la real indignación...» Más comedida era
la intimación que se oficiaba a las órdenes religiosas para que inspira-
ran... «el justo concepto de esta provincia... sin dar el menor motivo
de experimentar el desagrado de su majestad...» El real acuerdo —teni-
do hasta aquel momento al margen de la operación— habría de concu-
rrir «con sus facultades a hacer respetable una providencia del sobera-
no, que mira los importantes objetos de la justicia, paz y subordinación
de sus vasallos, y los demás que alcanza la sabia comprensión de VS. .
.
9
Las distintas contestaciones coinciden en aceptar las órdenes cursa-
das con la debida obediencia; los mercedarios añaden una carta de su
general fray Basilio Gil, dada a 25 de octubre de 1765, en que se exhor-
taba a todos a la obediencia debida a los reales preceptos; el superior
de San Juan de Dios interpreta el extrañamiento, como la «destruc-
ción de los colegios de la Compañía»... «junto con las justas causas
que... tendrá bien justificadas...» El padre fray Nicolás Morales (¿de
qué orden?) añade que «lo procuró persuadir y aun mandar bajo de
graves penas...» como si hubiera encontrado alguna resistencia en los
miembros de su comunidad...
Aunque no conservamos la comunicación que probablemente se ofi-
ció al arzobispo entrante, don Pedro Cortés y Larraz; sí conservamos
la carta pastoral que desde Totonicapán —de camino para Santiago
—
dirigió a todos sus diocesanos, en la que les intima el silencio sobre
el tema, sobre el que no se podría «escribir, declamar o conmover,
8 Loe. cit., págs. 379-384.9 Loe. cit., págs. 383-385.
244
con pretexto de estas providencias, en pro, ni en contra...» prohibía
también —por su parte— toda «correspondencia con los jesuitas...»;
pero aceptaba la doctrina de los «expulsos» sin decirlo, al enumerar los
defectos que había que evitar en la oratoria sagrada —recuérdese aIsla y su fray Gerundio— para demostrar... que no «hacen falta los
jesuitas para cosa alguna...» 10.
Camino del destierro
La pragmática fue intimada a los jesuitas el 26 de junio de 1767; se
tomaron militarmente las bocacalles que daban a los colegios de SanLucas y San Borja, entró en San Lucas antes de amanecer el fiscal dela audiencia don Felipe Romana y Herrera al mando de un piquetede dragones, y conminó al rector, el guatemalteco José Antonio Zepeda,la disposición real que habría de ejecutarse concentrando a todos los
padres y hermanos (tanto los que vivían en San Lucas, cuanto los quehabitaban en San Borja) en el refectorio del colegio donde les serían
comunicados los términos de la real pragmática.
Desde ese momento hasta primero de julio, quedaron bajo vigilan-
cia militar, prohibiéndoseles toda comunicación con el exterior. Lasdistintas comunidades religiosas se encargarían de explicar a los atóni-
tos vecinos de Santiago el contenido y alcance de la orden de «extra-ñamiento».
El segundo acto consistía en el secuestro de todos los papeles (art. 6.°)
en la biblioteca común, libros y escritorios de aposentos, distinguiendolo que pertenezca a cada jesuíta, juntándolos en uno o en más lugares. . .»;
y conforme al art. 7.° se ocuparán «todos los caudales y demás efectosde importancia... por cualquier título de renta o depósito...»
Se establecía bajo «peculiarísima atención» que no «falte en maneraalguna la más cómoda y puntual asistencia de los religiosos, aun mayorque la ordinaria como que de que se recojan a descansar a sus regulareshoras, reuniendo las camas en parajes convenientes, para que no esténmuy dispersos...» (art. 9).
A continuación se preparaba la marcha; había de estar capitaneadapor el alguacil mayor don José Manuel Barroeta, quien llevaría unaescolta para cualquier contingencia.
10 Estrada: Datos, II, págs. 64-65. Recordemos que había un Nicolás Morales entrelos corresponsales del padre Gándara; véase capítulo VIII, nota 36.
245
A los religiosos se les autorizaba ¡generosamente! que llevaran «para
el uso de sus personas, toda su ropa y mudas usuales... sus cajas, pa-
ñuelos, tabaco, chocolate y utensilios (?) de esa naturaleza; los brevia-
rios, diurnos y libros portátiles de oraciones...» (art. 15).
Barroeta venía obligado a tratar con «decencia, regalo, humanidad,
atención y respeto. . .» a los padres; pero ha de ejecutar su misión «sin el
menor disimulo...» porque «la más leve transgresión» merecería «el
real desagrado»; y si experimentara «alguna resistencia...» «así de los
religiosos, como de sus adictos...» «usará del vigor de las armas...» n.
En la Instrucción se le dice que conduzca a los padres al golfo de
Honduras, expresión ambigua que ha sido interpretada, como el puerto
de Omoa; la relación —ya citada— del padre Sebastián menciona el
castillo de San Felipe, y, por tanto, el Golfo Dulce. Se dice, además,
que los coloque a bordo de la fragata Thetis, y del Vigilante (si no se
hubiera ido) para que vayan con «más comodidades».
Para los gastos hasta el embarque se le entregaban mil y quinientos
pesos, quedando lo que montara la navegación a cargo de los ministros
reales en Cádiz.
En todo el trayecto se mantendría la incomunicación «por escrito yde palabra...» lo que habría de tenerse rigurosamente en cuenta, porque
«la menor transgresión en esta parte . . .se castigará ejemplarísimamente».
«Acompaña a ésta, lista de todos los jesuitas. . . en la misma confor-
midad y con la misma expresión ha de sacar recibo de su entrega de
los maestres, para traerlo con las demás diligencias...» 12.
11 La pragmática contenía una «instrucción» que en 29 artículos y 13 adiciones
trataba de cubrir todas las incidencias que pudieran atravesarse en la puntual y exacta
ejecución de la magna empresa que se acometía en nombre del monarca: la expulsión
eficaz y sin excepciones de todos los jesuitas de los dominios hispanos: se contempla-
ban todos los casos, residencias, colegios, misiones: se enumeraban para mejor com-
prensión de los comisionados inferiores y se exigía puntual y absoluta obediencia... yse consiguió... Se llevó a la práctica aquella complicada operación, tan complicada
como dañosa y tan complicada y dañosa cuanto injustificada, y quedó demostrada
una vez más la enorme eficacia de aquella máquina burocrática que funcionó a la
hora... y a la letra (BAGG, VIII, núm. 4, págs. 371-379).12 En el expediente se incluye la «instrucción» que se agregó para uso del alguacil
mayor don José Manuel Barroeta, quien vendría encargado de conducir a los jesuitas
hasta «ponerlos a bordo, en el golfo de Honduras»... (BAGG, VÜI, núm. 4, pági-
nas 387-388).
246
NÓMINA DE LOS JESUÍTAS DESTERRADOS
Estos son los nombres de los jesuítas que en aquella mañana de pri-
mero de julio de 1767, dejaron Guatemala, para no volverla a ver.
El grupo estaba encabezado por Manuel Alva que venía realizando
la visita canónica en nombre, y con delegación, del provincial de México:
había nacido en Guadalajara, México a 3 de enero de 1712; seguía, en
su calidad de rector, el padre José Antonio Zepeda, nacido en Guatema-
la a 26 de octubre de 1720: además del rectorado era el jefe de estudios
del colegio. Estaba encargado de la asesoría del rectorado (admonitor
en lenguaje jesuítico) el padre José Ignacio Vallejo, a quien ya conoce-
mos, que seguía regentando su cátedra de prima de teología; había na-
cido en Jalostotitlán, México, a 9 de septiembre de 1718. El guatemalteco
(nacido a 12 de marzo de 1730) Miguel Muñoz era el ecónomo del es-
tablecimiento; y el español Juan de Sacramenia (nacido en Medinasido-
nia a 13 de abril de 1732) dirigía la congregación de estudiantes llamada
de la «Annunciata». José de Acosta, nacido en México a 23 de marzo de
1736, dirigía los estudios (ínfimos y medios) de gramática latina; en
tanto que José Antonio de Aguirre, natural de Irapuato (México), donde
había nacido a 22 de octubre de 1737, tenía a su cargo a los gramáticos
mayores y a los retóricos. Se dedicaban a trabajos apostólicos en la igle-
sia y en la ciudad, los padres Francisco Xavier Martínez (encargado es-
pecialmente de atender a los encarcelados) que había nacido en Puebla
a 25 de septiembre de 1734; y el padre Luis Santoyo, nacido en Guana-
juato a 24 de agosto de 1737. Estaban encargados de los servicios do-
mésticos, Martín Barrena (o Barroso) que administraba las haciendas;
el hermano Antonio Pons y el hermano José Vázquez que estaba invá-
lido. Los tres hermanos eran españoles: el primero había nacido en
Córdoba a 19 de junio de 1697; Pons era barcelonés, donde había naci-
do a 27 de enero de 1732; y Vázquez procedía de Cádiz y había nacido
a 4 de mayo de 1701.
A este grupo que pertenecía propiamente a la comunidad de San
Lucas se agregaron los dos que vivían habitualmente —al otro lado de
la calle real— en San Borja: estos eran el padre Rafael Landívar, na-
cido —como sabemos— en Guatemala a 27 de octubre de 1731, quien
agregaba a su oficio de rector del convictorio, el de prefecto de estudios
menores y profesor de vísperas de teología; y el padre Manuel (Gonzá-
247
lez) Cántabrana, que era maestro de filosofía y atendía a los convicto-
res, y había nacido en Guanajuato a 3 de octubre de 1736.
Entre los padres, había tres nacidos en Guatemala, siete procedían de
México, y había un español; los tres hermanos eran españoles. Por lo que
hace a la edad: el hermano Martín Barrena tenía setenta años, le seguía
el hermano Vázquez que tenía sesenta y seis, pasaban de cuarenta, tres
padres y un hermano, y no llegaban a cuarenta, los ocho restantes; edad
excepcionalmente baja para una comunidad de jesuitas 13.
Cierre de San Lucas, permanencia de San Borja;
magisterio de llendo
El edificio del colegio de San Lucas quedó cerrado; a 31 de diciem-
bre se proponía fuera destinado a la administración de la renta del ta-
baco. No sabemos que la propuesta tuviera resultado positivo; tampoco
sabemos en qué paró otro proyecto, fechado a 14 de agosto de 1771, en
que se sugería ceder «el templo y casa de estudios, que pertenecieron
a los padres de la Compañía de Jesús. . ., a la congregación de San Felipe
de Neri... para que erijan tres cátedras, bajo la dirección de un prefecto
o regente de estudios. . .»14
.
En el expediente que hemos glosado —que se conserva en el AGCAde Guatemala— se inserta un auto sobre la ocupación del colegio de
San Borja. Según este documento, y de acuerdo con el capítulo 28 de la
instrucción que acompañaba a la Pragmática, se procedió a «sustituir
los directores y maestros jesuitas con eclesiásticos seculares, que no sean
—se aclaraba— de su doctrina. . . y se procurará que por dichos susti-
tutos se continúen las escuelas de los seminaristas, y en cuanto a los
maestros seglares no se hará novedad con ellos en sus respectivas en-
señanzas...» No fue difícil dar con el eclesiástico, que no fuera de la
escuela jesuítica, muy conocidas eran de todos las opiniones del deán
del cabildo catedral doctor don Francisco de Palencia: quedando nom-
brado, desde luego, «superior y administrador del dicho colegio» 15.
n Datos tomados del Catálogo General, de Archimbaud, ms. en el Archivo de Lo-
yola.14 En Efemérides, pág. 236, se menciona esta propuesta que no consta si tuvo éxito
o no. La propuesta de los oratorianos en el mismo libro, pág. 241. Juarros afirma —por
su parte— que la iglesia y el colegio San Borja quedaron sometidos a la dirección del
deán Francisco José de Palencia; véase nota siguiente. Juarros, I, pág. 176.
15 BAGG, VIII, núm. 4, pág. 375. «Conviniendo que para ocupar el colegio se
destine sujeto de todas las apreciables circunstancias e imparcialidades que el rey quiere,
248
Por su parte la universidad, que se había mantenido al margen del
asunto, se preocupó por los estudiantes que cursaban la filosofía en el
colegio de los jesuitas e invitó a hacerse cargo de ellos al conocido fran-
ciscano José Antonio Liendo y Goicoechea, quien aceptó muy gustoso
la invitación.
Sobre esta —agradable y fructuosa— experiencia de su vida, escri-
bió años adelante; informaba al claustro universitario, preocupado por
los malos informes de fray Fermín Aleas sobre la universidad y sus
métodos 16. Dice así fray José Antonio: «Cuando nuestro soberano y
católico monarca Carlos III... hizo salir de esta ciudad y reino a los pa-
dres que se llamaban de la Compañía de Jesús; en nombre del mismorey, nuestro señor, se me intimó orden y mandato, por el muy ilustre
señor vicepatrón y presidente que entonces era, don Pedro Salazar, para
que pasase a la real universidad a enseñar filosofía a los estudiantes que
cursaban artes con los referidos jesuitas. Dejé al momento la cátedra de
teología que regentaba en mi convento y pasé a esta universidad a doc-
trinarlos: en esta ocasión introduje en la universidad y enseñé a setenta
y cuatro estudiantes la física experimental, que les dicté por el abad No-
llet, Fortunato de Brixia, Jacquier, Martino Boloniense y Corsini; les
enseñé de paso los principios de geometría, óptica, geografía y astrono-
mía, como consta a toda esta universidad, y puede v. s. inferir de uno
de los ejemplares de las tarjas impresas, que defendí en muchos actos,
y que acompaño. . . Para promover en esta universidad esta nueva filo-
sofía, me fundé primeramente en su misma utilidad, considerando que
era la única que podía instruir en la verdadera física... A más de lo
dicho (recomendación del general de la orden franciscana; aprobación
por parte del rey en todas las universidades de España) una de las cons-
tituciones de esta universidad ordena que se lean en ella alternativamente
doctrinas contrarias, para que el celo de la disputa sirva al adelanta-
concurriendo éstas en el deán de esta santa iglesia, doctor don Francisco de Palencia,
desde luego le nombro por superior y administrador de dicho colegio, formándose auto
por separado...» (BAGG, VIII, núm. 4, pág. 385).16 La denuncia de fray Fermín Aleas, OP, se inscribe dentro de la política de re-
novación universitaria —no siempre acertada— del equipo gobernante de Carlos III.
Tanto la denuncia como las respuestas de cada uno de los profesores contiene rica
colección de datos que ilustran desde distintos puntos de vista la situación social, re-
ligiosa y cultural de la Nueva Guatemala de la Asunción, que surgía trabajosamente
—más trabajosamente de lo esperado— en el amplio valle en que se fundían las
circunscripciones de la Ermita, las Vacas y la Culebra, entre otras. Denuncia y res-
puestas merecerían un tratamiento científico especial que nos acercaría al ambiente
ciudadano de la Guatemala preindependiente (AGCA, 12633, 1906).
249
miento de la juventud; y efectivamente esta real universidad jamás hu-
biera permitido que introdujese en ella esta dicha física experimental, si
sus sabios individuos no hubieran presentido y conocido con antelación
los frutos y evidente aumento de luces que se están experimentando en
estos estudios. Por esta razón, después de haber concluido yo mi carrera,
ha permitido este sabio claustro que mis discípulos repitan las lecciones
de mi curso en las aulas de esta universidad; y en estos últimos años ha
sido admirable la destreza con que los niños más nobles de esta ciudad
han explicado en actos públicos los más delicados fenómenos de física
y elevados principios de metafísica. Y aunque no deseo, ni pretendo pre-
mio alguno por las tareas, desvelos, trabajos y contradicciones del peri-
patetismo, que sufrí por introducir este nuevo método de filosofía, quie-
ro, sin embargo, tener la satisfacción de que su majestad (q. D. g.) sepa
la eficacia, amor, celo, constancia y honra con que me esforcé a servirle
en la ocasión más oportuna» 17.
Últimos bachilleres de San Borja
Aquellos niños «los más nobles de esta ciudad» completaron su
formación, como antes lo habían hecho sus antecesores con la «segun-
da» cátedra establecida estatutariamente en San Carlos; y debieron su
formación a jesuítas y franciscanos. Cinco de ellos llegaron al bachille-
rato en 1767; cinco en un grupo de ocho que formaron la totalidad de
bachilleres del año. En 1768 no llegó ninguno de los que se reconocieran
«borjinos». Pero son diez los graduados en 1769 en un total de catorce,
y son cinco, sobre nueve, en 1772 18.
Curiosamente fray José Antonio Liendo y Goicoechea formalizó su
bachillerato en artes en el mismo año en que se graduaba la primera
promoción del período posjesuítico.
De estos bachilleres conservamos las tarjas impresas de Juan Fran-
cisco González (1769), Manuel Aguilar (17 febrero 1772), Juan Bouzas
(19 febrero 1772), Manuel Bouzas (24 febrero 1772), Francisco Moran
17 La figura de Liendo ha sido estudiada con cierto detenimiento, aunque no se
puede dar el tema por agotado; hay artículos ocasionales, pero falta una monografía
de la merecida extensión. Los párrafos transcritos proceden de la respuesta que envió
al rectorado universitario, a 18 de noviembre de 1782, como respuesta a la denuncia
de fray Fermín Aleas mencionada en la nota anterior (AGCA, 12633, 1906).18 Yrungaray: índice, págs. 119-120.
250
(11 febrero 1772) y Pedro Iraeta (sin día, sin mes, 1772); todos ellos se
proclaman «condecorados» con la beca de colegial de San Borja.
Siguiendo la pista a los antiguos bachilleres de San Borja, damos con
la licenciatura y el doctorado en teología de Isidoro Sicilia, importante
personaje en el cabildo eclesiástico (1780-1810), en cuyo deanato murió;
repetidas veces, 1782, 1785, 1789 y 1800 ocupó el puesto de rector uni-
versitario. Sus tarjas impresas anunciando sus grados en teología pare-
cen estar trastocadas por corresponder la licenciatura a primero de
marzo de 1778 y su doctorado a 29 de junio del 77.
Manuel Antonio Bouzas llega a la licenciatura en teología a 3 de
noviembre de 1782 y al doctorado a 16 de enero de 1786.
Manuel Antonio Bouzas fue rector de la universidad en 1789 y 1799;
alternándose así con los otros rectores «borjinos» Isidro Sicilia y Juan
de Dios Juarros que lo fue en 1770, 1774, 1779, 1783 y 1794; cerrándose
el siglo —como lo hemos dicho— con Manuel Antonio Bouzas 1799 e
Isidoro Sicilia en 1800.
Hemos dicho que la universidad fue mantenida al margen de las dis-
posiciones que se tomaron para la ejecución de la pragmática de «extra-
ñamiento»; en esa línea me parece interesante recordar que el rector
Juan José González Batres, que no era antiguo «borjino» decía al claus-
tro—en una de las primeras reuniones celebrada en la Nueva Guatema-
la en 6 de abril de 1778— «cada día se experimenta la falta de las cá-
tedras del colegio de la dicha Compañía. . . ya que es notable—añadía
—
la decadencia que. . . se advierte en la universidad, ya por la menos apli-
cación a las letras, ya porque de los que emprenden la carrera y despun-
tan bien en ella, la dejan. . . y los más han dado en mirar con tibieza el
honor de los grados mayores. . . que antes eran muy frecuentes. . .» 19.
Liquidación de las propiedades de los jesuttas
Como en el resto de los virreinatos, reinos y provincias de España e
Indias, se procedió a la liquidación de las propiedades de los jesuítas
19 Complemento de esta historia sería la reproducción de todas las tarjas impresas
en que se menciona la filiación borjina o sanluqueña del alumno. Véase Medina: Im-prenta Guatemala, I, págs. 149, 152, 154. En las tarjas de Isidoro Sicilia (loe. cit., pági-
nas 166, 168) y en las de Manuel Antonio Bouzas (loe. cit., págs. 177-182) no me consta
si se cita o no. Las primeras se guardan en el Archivo Universitario de Guatemala, las
otras en la Biblioteca Medina. Véanse algunas de ellas en ilustraciones. El comentario
del rector González Batres, en AGCA, 1162, 45.
251
que quedaron bajo la administración de la junta llamada de «temporali-
dades»: o de «bienes temporales» de la Orden. La junta estaba presidida
por el arzobispo y el capitán general, e integrada por oficiales de la ha-
cienda real y procedió —en primer lugar— a inventariar los bienes
muebles e inmuebles; para decidir —en segundo lugar— su aplicación
a distintas finalidades, que por lo menos cubrieran los compromisos
existentes. Los trabajos de la junta se complicaron con la ruina de la
ciudad, producida por el terremoto de Santa Marta en 1773; y la división
del vecindario en los dos bandos de terronistas y traslacionistas. El ar-
zobispo Cortés y Larraz, cabeza espiritual de los primeros, dejó de asis-
tir a las juntas de temporalidades, porque se realizaban en la Nueva Gua-
temala; y al ser acusado ante el monarca por estas ausencias, fue inter-
pretada su actitud como «pro jesuítica», y fulminantemente destituido:
destitución que —como entonces y ahora— se trató de disfrazar bajo
pretexto de aceptar una antigua—y no muy seria— petición de «relevo».
Los documentos que, con motivo de la liquidación de los bienes je-
suíticos, reunió la junta de temporalidades, nos sirven para presentar
la situación económica de los colegios y algo de su evolución anterior;
que completarán las notas que hemos ido poniendo a lo largo del es-
tudio 20.
Pequeña historia de los bienes jesuíticos
Completando lo que hemos consignado al fin de cada capítulo, voy
a presentar ahora en sus líneas generales lo que constituyó el patrimonio
material de los jesuítas en su primer establecimiento en Guatemala.
Dejo a un lado los generosos ofrecimientos que correspondieron a
los últimos años del siglo xvr, que no llegaron a hacerse efectivos, ni al
donativo de la casa del chantre Hurtado de Mendoza que de hecho tam-
poco se realizó.
La audiencia —presidida por el conde de la Gomera— se interesó
por el establecimiento definitivo de los jesuítas en Guatemala en 1613; ycomunicó al Consejo que existían algunas oportunidades para hacerse
con la renta suficiente, por ejemplo: un obraje de añil y un ingenio de
azúcar.
20 Estos documentos se conservan en el AHN, en Madrid; sección Papeles Jesuítas,
85, con 61 expedientes. En este legajo 85 se encuentra un expediente, el último, que
se refiere a otro asunto diferente.
252
Del obraje —que se llamó San Antonio de Padua— sabemos —y lo
hemos señalado en el capítulo III y nota veinte—que era al mismo tiem-
po hacienda de ganado; sabemos también que sus rendimientos eran es-
casos; y que probablemente correspondía a la propiedad vendida por el
padre Azpeitia para cubrir alguno de los gastos originados en la recons-
trucción de la iglesia. A este obraje se refiere finalmente la frase con
que engloban los jesuítas todos los bienes agrícolas de Guatemala, a
mediados del siglo xvm: empresas de las que convenía liberarse cuanto
antes, en beneficio de lo puramente comercial 21. No les fue mejor con
el ingenio de azúcar, del que, sin embargo, nunca lograron «liberarse».
Más importante fue el donativo —puro y simple— de su parcela en
la manzana de los Díaz del Castillo, que puso a disposición de los jesui-
tas: su propietaria doña Leonor de Celada, viuda del escribano Juan de
Guevara. Esta manzana fue pasando —poco a poco— a propiedad de
los jesuítas donde establecieron colegio e iglesia de San Lucas. No tengo
la fecha exacta de tan generosa donación, pero hay que datarla en el
período de «sede vacante» entre los obispos Ramírez y Cabezas, es de-
cir, 1610-1612 »
En 1631, el rector Alonso Díaz recibió 14.000 tostones, como parte
de un legado que había asignado a los jesuítas don Fernando Riquelme,
y que su viuda Antonia de Mendoza, se apresuró a hacer efectivo, comoparte de la venta de un predio situado en Huehuetlán (Chiapas) 23
. Tal
vez se refiera a este predio la nota consignada en el catálogo de 1638
en que se alude la donación de un predio, que había sido propiedad de
un insigne bienhechor de la Compañía, ya difunto; con la cual se espe-
raba estabilizar y robustecer la débil economía de iglesia y colegio 24.
Data de 1644 la conclusión del edificio de la residencia, hecho a ex-
pensas de una señora «de lo mejor del reino», cuyo nombre no se espe-
cifica; a la misma señora, y en la misma fecha, se atribuye la donación
de «un potrero. . . cerca de la ciudad de donde se saca leña, y piedra, ytierra, para vender; y para nuestras obras. Y donde nuestras recuas,
y demás bestias, y mozos de ellas, tienen hospedaje y acogida: de que
21 AGCA, 48954, 5801. Sobre el informe de la audiencia, véase el capítulo I,
nota 39; el «milagro» se narra en la Coránica de Pérez de Rivas, VIII, 8, págs. 278-279;
para el informe de los jesuítas, véase el capítulo VII, nota 43.22 Sobre la casa de Leonor de Celada, véase el capítulo I, notas 41 y 42.23 El donativo está consignado en el expediente de la liquidación de las tempo-
ralidades, AHN: Jesuítas, 85, expts. 1-7. El catálogo, de 1638, en AICG: Mex., 4,
ff. 355v.24 AICG: Mex., 17 (Supto. Cartas Anuas, 1644-1647), ff. 240-243.
253
al venir de las haciendas del campo necesitaban». Este potrero puede
identificarse con el que se conoce como San Ignacio del Campo,cuyos edificios conservan todavía algunas muestras de su anterior es-
plendor 25.
La fundación de Justiniano con sus 30.000 pesos de principal y 1.500
de renta anual (1646) se empleó —se nos dice— en la fábrica primitiva
de la iglesia... que años adelante se arruinó por la «injuria del tiempo,
y los temblores que acaecieron...» Serviría también —lo suponemos
—
para redondear la suma de 3.772 pesos que fueron entregados por el
rector Tomás Altamirano, como pago de las parcelas restantes de la
antigua manzana de los Díaz del Castillo en donde quedó definitivamen-
te establecido colegio e iglesia de la Compañía.
A consecuencia de tales gastos, quedó la casa endeudada en 20.000 pe-
sos de principal, que suben a 25.000 en 1714, para bajar a 15.193 en
1720, y quedar estabilizado — con pequeñas variantes— hasta descen-
der a 4.000 en vísperas de la expulsión 26.
Otras posesiones de los jesuítas
Fuera del ingenio de azúcar que mencionaremos más adelante, ha-
llamos tres posesiones: un potrero en la «costa» y dos fincas en la pla-
nicie. La primera mención oficial de un potrero en la costa, la encontra-
mos en el informe evacuado por el rector Manuel de Herrera, a 29 de di-
ciembre de 1740. Fue un regalo —de anónimo bienhechor— y de poco
aprovechamiento; se nombra —se nos dice— Iluminapa, que su valor
podrá llegar a tres mil pesos, que. . . no le fructifica cosa por la dicha dis-
tancia a que se halla y falta de medios para su fomento 27.
En informe interno de 1761, hecho por el visitador Eugenio José
Ramírez, designa otro predio en la costa con el nombre de San José y lo
califica así: «La hacienda de San José tiene muchas y buenas tierras, en
25 La primera noticia de la fundación de Justiniano, en Mex., 17, loe. cit. en la nota
anterior; en el informe presentado por el rector Herrera en 1740, la noticia de haberse
empleado el capital de la fundación en la «fábrica de la iglesia» (BAGG, I, pág. 141);
véase, además, capítulo III, notas 18 y 19.
La compra de la manzana de los Díaz del Castillo se comenta en el mismo capí-
tulo, notas 39 a 43. El «esplendora de los edificios del potrero se debió, sin duda, al
arzobispo Figueredo, quien puso allí temporalmente su palacio arzobispal. Véase
el capítulo anterior, nota 22.26 La marcha económica en los catálogos correspondientes a cada año: 1714, en
AICG: Mex., 6, f. 285; 1720, loe. cit., f. 338; 1764, Mex., 8, f. 242.27 Informe de Herrera, en BAGG, I, págs. 141-144.
254
la parte de la costa, muchas aguas y pastos, montes y una cañada, todo
muy a propósito para cría de muías y ganados; de lo que al presente hay
alguno, que no medra por las muchas fieras, y porque no se tiene de ella
aquel cuidado que merece. Es casi caliente, y produce quesos y algunas
muías y bueyes.»
En el mismo informe se habla de dos fincas más: «la de Canales—en
las proximidades de San José Pinula— tiene tierras montuosas, muchas
aguas, algunos planes, los pastos suficientes para repastar hasta mil y
doscientos novillos: los que revendidos son el principal producto yfondos del colegio; y los bueyes, muías y vacas mansas del servicio. Es
de temperamento frío, produce mucho y buen maíz; en los planes des-
montados se puede sembrar y coger mucho y buen trigo, y criar alguna
caballada y torada. Si se le pone un administrador inteligente será una
finca bastante a mantener sola el colegio. . .»
La otra finca —llamada Dolores —estaba en la zona del Pacaya:
«Tiene muy pocas tierras—dice— ninguna agua, sino la de un pequeño
tahúr que de presto se seca. Mantiene algunas vacas de ordeñe, que pro-
ducen quesos con algún fruto del Colegio. Dista de Canales ocho leguas
y algo más de la ciudad; es de temperamento frío» 28.
En el informe —ya mencionado —de Ramírez, se dice que sólo el
ingenio tenía libros de «entrada y gasto...» «y aunque dejé ordenado
—añade— de palabra se pusiese, con instrucción bastante de su uso,
temo que se frustre, por estar persuadidos a que son inútiles...» Sin
embargo, al incautarse la junta de temporalidades de las haciendas je-
suíticas los libros de cuentas del colegio le permitieron hacerse una idea
de lo que rentaba cada una de las posesiones de los jesuitas.
Los resultados obtenidos fueron enviados a España para justificar
la suma total de lo incautado y hacer frente —entre otras cosas— a las
magras pensiones que los jesuitas desterrados percibían en Italia.
Es muy detallado el informe referente a la hacienda de Canales; se
conservan dos avalúos y finalmente el precio a que fue adquirida por
don Mariano de Arrivillaga. La hacienda —según esto— había sido
evaluada en 33.348 pesos con 5 reales, 3/4 y fue adquirida por 34.940;
con un pequeño aumento debido a ciertas adiciones que se introdujeron
en el inventario original 29.
28 El informe del visitador Eugenio José Ramírez en ASJCA; véase el capítulo VI,
nota 22.29 AHN: Jesuitas, 85, expdtes. 32, 37, 51-55.
A 18 de febrero de 1796 se afirmaba que las rentas procedentes de los bienes jesuí-
255
El ingenio de azúcar
Se nos dice en 1626 que la Compañía en Guatemala «ha construido
un ingenio de azúcar ...se espera —prosigue el informe— que produzca
ticos casi no bastaban para las pensiones en Italia... (expdte. 32). En el expediente 37
se enumeraban las haciendas : Dolores de Canales, Dolores de Pacaya, Ingenio de Ama-titlán (Santísima Trinidad), San Ignacio potrero extramuros de la Antigua, un sitio
de cuatro caballerías llamado Santiago de las Iguanas en la zona de Guazacapan. Enel mismo expediente se contabilizan los balances de las distintas haciendas en los
últimos cinco años, voy a ponerlas aquí según aparecen en el expediente:
Dolores de Canales:
Dolores de Pacaya:
Ingenio
:
San Ignacio:
Ingresos Gastos Totales
11.171 9.140
11.546 8.945
9.651 9.654
5.542 3.507
14.633 7.120
52.553 38.366
606 411
619 356
1.107 468
2.006 436
437 433
4.775 2.104
1.474 1.083
1.183 1.294
895 994
000 000
1.108 1.274
4.660 4.645
362 424
287 440
1.039 522
460 255
591 38
2.739 1.679
14.187
2.671
15
1.060
En este cuadro hemos suprimido, para evitar fracciones, las cantidades inferiores al
peso, de ahí que algunas sumas no «casen» del todo.
De su examen se deduce que a lo largo del quinquenio 1762-1767, la hacienda de
256
9.000 pesos anuales, pero ha quedado una deuda de 17.700 pesos...» 30.
Hacía trece años que se trataba de adquirir un ingenio; hemos visto
los pareceres contrapuestos del obispo Cabezas y de la audiencia sobre
esta adquisición 31.
Pero el ingenio de Amatitlán, que todavía conserva el nombre de
la Compañía, no se adquirió hasta la segunda mitad del siglo xvn.
En ese momento era propiedad del capitán Gabriel Esteban de Sa-
lazar, y el precio se fijó en 48.000 pesos; precio que se descomponía de
la siguiente manera. 20.000 estaban a censo, por los que habría que pa-
gar 1.000 anuales; 17.000 se quedaban a deber acumulados al censo an-
terior que daban un total de 37.000; los 11.000 restantes fueron entre-
gados, parte en reales de plata, parte en el «precio de cierta labor» 32.
El ingenio nunca llegó a nivel de negocio interesante; en mejoras de
sus instalaciones se emplearon un par de donativos de carácter especí-
fico; los dos son parecidos: el uno se había hecho en 1697 y el otro en
1698, el uno montaba 6.000 pesos, el otro 2.000; el primero procedía de
los esposos Nicolás Gálvez de Nava y Josefa de Gálvez, el segundo del
matrimonio Nicolás Zapata y Felipa Reina; se trataba en ambos casos
de una especie de depósito que se dejaba en manos del rector de los
jesuítas (en ambos casos, el padre José Díaz) para que pasara una pen-
sión vitalicia del 5 por 100 a las hijas del matrimonio (tres en el primer
caso, una en el segundo). Al fallecer las hijas, el capital pasaba a pro-
piedad del colegio de la Compañía, quedando obligada ésta, simple-
mente, a una misa anual por cada uno de los beneficiarios 33.
Dolores de Canales gozó de un sustancioso superávit, que en cifras acumuladas llega-
ba al final del período a 14.187 pesos, con fracción. En cambio, el Ingenio de Amati-
tlán salvó un superávit simbólico de 15 pesos, al que acompañaban los 2.671 de Do-lores de Pacaya y los 1.060 del potrero de San Ignacio.
En los años siguientes, los gastos de administración de la Junta de «temporalida-
des» ascendían, el 15 de octubre de 1784, a casi 14.000 pesos.30 AICG: Mex., 4, f. 289v del Catálogo de 1626.31 AGÍ: Guatemala, 156; véase capítulo I, nota 39.32 Los datos concretos del precio del Ingenio en el informe que el rector Herrera
rindió a la Audiencia en BAGG, I, pág. 142. El obispo Cabezas había dicho que el
propietario del Ingenio era Francisco de Mesa, «vecino poderoso»; el rector Herrera
dice que el propietario se llamaba Gabriel Esteban de Salazar. Se trataba de cosas
diferentes. En los 11.000 pesos del pago se empleó parte de la «fundación» de Jus-
tiniano.33 Ambos donativos están documentados en AHN: Jesuítas, 85, exptes. 58 y 59.
Se discutía sobre si estos donativos tenían carácter de capellanías o no, porque en caso
afirmativo continuaban obligando a los nuevos beneficiarios; se decidió naturalmente
que no comportaban auténticas obligaciones de capellanía, ya que se reducía el com-
promiso a una misa al año.
257
17
En el informe que rindió el rector Herrera en 1740 —del que hemos
sacado alguno de los datos precedentes —se califica al ingenio con tér-
minos muy poco halagüeños... Con 11.000 pesos que sobraron —de
la fundación de Justiniano—, «y tomando a censo 30.000, se compró
un ingenio que tiene en el valle de esta ciudad, para que sirviese de
"fondo"; mas como este reino abundase de ingenios y trapiches, y el
dicho colegio no pudiese dar a esta hacienda los necesarios fomentos, ha
venido a tal cortedad y escaseces el monto de sus frutos, que —regulan-
do su valor por el último quinquenio— no llega a cubrir las expensas
precisas de la manutención de dicha hacienda ni a sufragar los réditos
de los censos que tiene sobre sí, que hoy llegan a treinta y nueve mil yquinientos pesos. . .»
34.
Volvemos a oír hablar del ingenio en 1755; pretendieron los jesuitas
venderlo al ayuntamiento, que acababa de conseguir la administración
—en todo el reino— del estanco de aguardiente. A 14 de marzo de
1755 —escribe Pardo en las Efemérides— el alcalde de primera nomi-
nación de la ciudad (don Pedro Criado de Castilla) pone en noticia del
ayuntamiento que los padres de la compañía de Jesús, propusiéronle que
en el ingenio de la Compañía, sea establecida la fábrica de aguardiente,
ya que abunda la caña de azúcar, leña y esclavos. Esta propuesta no fue
aceptada —comenta Pardo— por estar siendo colocados los alambiques
en la casa de la real fábrica; pero la panela sí podría ser adquirida, siem-
pre que fuera de buena calidad y al precio corriente. . .»35
. El padre Euge-
nio José Ramírez —en el tantas veces mencionado informe— describe
así la situación del ingenio en 1760: «El ingenio no tiene leña ni pastos;
en algunos meses no ha molido azúcar por falta de fondos y de gente.
Sus esclavos, que son pocos, viven casi insolentados; quieren muchas
exenciones... Y según los libros del colegio, ha causado y causa másperjuicio que provecho. Su administrador el hermano Barroso (tenía
sesenta y cuatro años) está ya muy viejo y enfermo y condesciende de-
masiado con los negros, principalmente en el uso libre del aguardiente
que fabrican...» 36.
Al llegar el momento de la liquidación, la junta de temporalidades
pudo comprobar la exactitud de estas consideraciones; en el Archivo
Histórico Nacional de Madrid, se pueden leer tanto las cuentas de los
34 BAGG, I, pág. 142.35 Pardo: Efemérides, pág. 212.36 Informe del padre Eugenio José Ramírez, en ACASJ; véase cap. VI, nota 22.
258
años anteriores, como la rápida deterioración del sistema económico de
aquel ingenio.
El ingenio se había tasado en 20.000 pesos, pero no había aparecido
postor ninguno para la totalidad; hubo que repartirlo en lotes, y por
todo ello no se llegó a conseguir más que 9.850 pesos con 6 reales. Deesta suma había que descontar 1 1 .894 pesos y 4 reales de gastos que el
mantenimiento del ingenio producía; y resultaba deudor de 2.043 pesos
con 3,5 reales.
En resumen el ingenio, cuyas venerables ruinas siguen proclamando
el nombre de la Compañía en las ribera del río Michatoya aguas abajo
del lago de Amatitlán, fue una ilusión que engañó a los jesuítas durante
años, que devoró gran parte de su capital; y que pasó a manos de los
liquidadores como un acápite más de sus números rojos. .
.
37.
Consideración final sobre los bienes
de los jesuítas en guatemala
Además de los bienes muebles e inmuebles que fueron objeto de
inventario y de distintos intentos de venta; hay que tener en cuenta que
la vida normal del colegio de San Lucas giraba en torno a la iglesia, en
la que se recibían limosnas eventuales y fundaciones más duraderas. Lacomisión de temporalidades calculó estas últimas en la cantidad de
27.577 pesos de principal que había que compensar con prestaciones
equivalentes.
De unas y otras cuentas, se dedujo una cantidad final que abarcaba
en números redondos el capital líquido resultante para los bienes de los
jesuítas en Guatemala; sobre un total teórico de 123.000 pesos, se llegaba
a un monto disponible de 90.000 pesos, sobre los que podían cargar
las pensiones vitalicias de los jesuítas desterrados en Italia: en otros tér-
minos 4.500 pesos anuales; o sea, un 5 por 100, si en el entretanto el
capital no sufría merma, como por desgracia sucedió.
37 Sobre la liquidación del ingenio tratan los expedientes 43-48 del legajo 85 del
AHN, ya mencionado. Se vuelve a tratar del mismo asunto en los expedientes 58-60.
En el 60 se habla de la Compañía de Comercio (véase cap. VII, nota 43).
259
Los jesuítas guatemaltecos en Italia
En el grupo de jesuítas exiliados por Carlos III que salieron de Gua-
temala a primero de julio de 1767, había tres guatemaltecos: el rector
José Antonio Zepeda, el procurador Manuel Muñoz y el rector de San
Borja, Rafael Landívar 38. Rafael Landívar llega a la plenitud de su
carrera humana, religiosa y artística en estos diecisiete años de destierro
en Italia. En Bolonia encuentra paz y tranquilidad para su espíritu; en
Bolonia tiene campo libre para sus actividades religiosas; y en Bolonia
puede gozar de la amistad de antiguos camaradas jesuitas: primero el
poblano Manuel Mariano Iturriaga, que marcharía a Fano; nombrado
teólogo consultor del obispo de la diócesis que era sobrino del Papa
Pío VI. Al llegar el año de su fallecimiento, acompaña a Landívar otro
jesuíta, el padre Luis Santoyo, nacido en Guanajuato, que también ha-
bía residido en Guatemala 39.
Rafael Landívar dedicaba una pequeña parte de su tiempo a com-
poner versos latinos; así nos lo asegura el padre Félix de Sebastián;
siendo ocupaciones sacerdotales las que le absorbían más 40. Pero en esa
pequeña parte de su tiempo acertó a componer el poema latino que le
ha hecho famoso: la conocida Rusticana Mexicana, o Día de campoen México que saldría en dos ediciones sucesivas, la primera en Módenaen 1781 y la segunda en Bolonia en 1782. Ediciones que se diferencian en
38 En De vitis, del padre Luis Maneiro, vol. III, pág. 225, se habla del padre José
Antonio Zepeda, nacido en Guatemala el 26 de octubre de 1720; había entrado en la
•Compañía en 1737, había sido profesor en Guadalajara, donde había coincidido con el
oidor de la audiencia, Francisco López Portillo, su antiguo compañero de San Borja.
Era rector de San Lucas en el momento de la expulsión, falleció camino del destierro
^n el hospital de Belén, en Cuba. Era —se nos dice— muy buen consejero; no tan apto
para el pulpito, porque carecía de voz. Véase capítulo VIII, nota 15.
El padreí Manuel Muñoz era el ecónomo del colegio, pero no se vuelve a saber de
él en los años italianos.39 Entre los antiguos compañeros de Guatemala con los que se vería Landívar en
Italia están los citados én el párrafo anterior: Manuel Mariano de Iturriaga y Luis
Santoyo, que comparten con él el ministerio sacerdotal en Bolonia, y los padres Miguel
Gutiérrez y José Vallejo, a quienes vería de cuando en cuando. A Gutiérrez dedicó fo-
lleto aparte el padre Maneiro, folleto que apareció en Bolonia en 1795, significando que
moriría poco antes de esta fecha. José Vallejo emplea sus ocios en redactar una Vida de
la Madre de Dios, que prologará Landívar.40 La obra del padre Félix de Sebastián nos ha servido, a través del artículo del
padre Pérez Alonso, para reconstruir algunos pasajes de la vida de Landívar; véase
capítulo VIII, nota 31.
260
el número de versos, 3.425 en la primera y 5.247 en la segunda; y en la
distribución en cantos que son diez en la primera y quince en la segunda.
Para el lector no especializado la diferencia más acusada entre ambas
ediciones está en la presencia en la segunda de la maravillosa dedicatoria
en dísticos elegiacos que se abre con el hexámetro
Salve Cara Parens, Dulcís Guatimala, salve!
y tras una exaltada descripción de lo que se reflejaba en su memoria de
su querida y lejana ciudad; se eleva a la tragedia con dos pares de
dísticos:
Sed fallor! placidam, ahí versant ludibria mentem!
llluduntque animo somnia vana meoNam quae arces, magnique caput spectabile regni
Urbs fuerat nuper, nunc lapldum cumulus. .
.
El tono elegiaco cede pronto a un nuevo canto de victoria:
Quid tomen haec doleo! Surgunt jam celsa sepulcro
limina, se tollunt ardua templa polo. .
.
Y vuelve de nuevo el acento dolido del desterrado con que se cierra
esta bellísima composición:
Interea raucum, luctus solatia, plectrum
accipe: sisque loco muneris ipsa mihil
El lirismo de estos primeros versos no volverá a percibirse hasta
llegar al apéndice en que resuena el dolor del desterrado, que eleva su
canto desde el violento Reno, para olvidar sus sufrimientos, y para en-
señar a sus antiguos discípulos a apreciar con renovada sensibilidad la
«feliz» tierra en que viven.
En tibi, primaevo florens ardore juventus
cui coelo natura dedit gaudere benigno. .
.
En tibi, queis tetras, violenti ad littora Reni,
fallere canabar curas atque otia, cantus,
Disce tuas magni felices penderé térras
Antiquos exuta, novos nunc indue sensus...
261
No voy a hacer un estudio detallado de la Rusticado; Mata Gavidia
elaboró y publicó una bonita y útil introducción a Landívar y su Rus-
ticado el año 1950; ignoro si —como se anunciaba— el seminario de
estudios landivarianos ha publicado nuevos estudios que hayan hecho
progresar el conocimiento que se tenía del poeta Landívar; en cualquier
caso no me creo autorizado a extenderme en consideraciones que notomen en cuenta lo ya publicado.
Sin embargo, me permitiré hacer un par de anotaciones que creo
útiles. Es un hecho históricamente comprobado que uno de los motivos
que tuvieron los jesuítas desterrados para elaborar historias de sus países
de origen, estaba en el desprecio general que flotaba en Europa en rela-
ción con todo lo americano: los jesuítas españoles e hispanoamericanos
creyeron imprescindible hacer frente a ciertas consejas que entre los
eruditos europeos corrían como verdades indiscutibles. El tono descrip-
tivo y claramente apologético de la Rusticado se inscribe en este impor-
tante movimiento cultural.
Uno de los tópicos más queridos de los italianos estaba en su tran-
quila persuasión de que nadie fuera de Italia sabía escribir decentemente
el latín: los 3.425 versos de la primera edición y 5.247 de la segunda
constituían una fácil y adecuada respuesta.
La palabra Rusticatio puede ser interpretada dentro del «argot»
jesuítico —en uso hasta hace muy poco— como «día de campo»: creo
que encierra un sentido perfectamente ajustable a la realidad poética
que se contiene en la obra: se trata de un «paseo» por el campo mexica-
no, de un «camping» por diversos escenarios mexicanos.
Mata rechaza la opinión de Villacorta que coloca la composición del
poema «En su patria, al retorno de México»; yo diría que Landívar «fue
componiendo» su obra a lo largo de su vida: las escenas propiamente
mexicanas debieron componerse en México, cuando allí estudiaba re-
tórica y humanidades. En Guatemala pudieron elaborarse los específica-
mente guatemaltecos; ninguno de ellos, sin embargo, habría llegado ni
en Guatemala ni en México a un nivel que dejara satisfecho a Landívar.
El descanso italiano y el ejemplo de jesuítas como Clavijero, o comoAlegre, o como Molina, o como su antiguo camarada Vallejo, le movie-
ron a dar a la imprenta diez de los cantos, que se completarían al añosiguiente con los quince que aparecen en la edición de Bolonia 41
. Las
41 Antonello Gerbi ha estudiado muy bien en su La disputa del nuevo mundo el
ambiente que privaba en Europa respecto a lo americano; ello sirvió de acicate a los
262
notas eruditas y los dibujos explicativos, muy a tono, con el aire didác-tico de los escritos de la época serían «su última mano» 42
.
Esta hipótesis que extiende la labor poética de Landívar a toda suvida está a tono con la fama que le acompañó desde sus años de Tepo-tzotlán en que era considerado —nos dice el padre Sebastián— «unelocuente retórico y un muy lucido poeta...»
Fuera de la Rusticano tenemos un par de rjiuestras de su talentopoético: una de ellas en el homenaje que se rftdió por parte de losjesuitas de Guatemala al arzobispo Figueredo y Victoria; homenaje quese imprimió en Puebla, del que ya hemos hablado. La otra está incluidaen los elogios que dedica a su antiguo amigo el padre Vallejo, prolo-gando así su Vida de la Madre de Dios 43
.
Epílogo provisional
Hemos trazado de manera necesariamente incompleta la historia delas relaciones entre los jesuitas de los siglos xvn y xvm y los vecinos deGuatemala.
Hemos podido percibir la identificación de ideales entre unos y otros,a pesar de las dificultades que de vez en cuando los separaban.
Para el siglo xvn, escojo el dístico que el padre fray Francisco Váz-quez, cronista franciscano, dedicaba al colegio de los jesuitas.
Buenas letras, virtud y cortesía;
se enseña en las escuelas de la Compañía*.
jesuítas desterrados que se sintieron más solidarios entre sí y frente a los europeosque asi los menospreciaban.
42 Lo dibujos —muy a tono con los que ilustraban la Encyclopédie— son facturade mismo Landívar; no otra cosa parecen significar las siglas L C f (Landívar Ca-ballero fecit). Hemos empleado para todo el comentario la edición facsimilar, pro-logada por Mata Gavidia, de la publicada en Bolonia en 1782.
• En Archimbaud, Catálogo, hay una lista adicional de jesuitas guatemaltecos queal tiempo de la expulsión trabajaban fuera de Guatemala; son éstos:
Cayetano Cortés, rector de Puebla.Marcos Escobar, estudiante en Tepotzotlán.Fernando Lugo, sacerdote en la casa profesa de México.Juan Muñoz, sacerdote en Puebla.Agustín Muñoz, estudiante en Puebla.Atanasio Portillo, sacerdote en el Máximo de México.José Toledo, sacerdote, estudiante en Puebla.Faustino Vega, sacerdote en San Luis Potosí.Falta en este Catálogo el nombre del salvadoreño Bartolomé Cañas, de quien nos
hemos ocupado anteriormente (cap. VII, n.° I).44 Vázquez: Vida, pág. 38.
263
A comienzos del siglo xvm, el claustro de la universidad describía
con estas líneas la actividad docente de los jesuitas:
Esperando —decían— que los padres de la Compañía ten-
drán el mismo cuidado, que tan propio es de su acostumbrada
virtud, santa prudencia y laudable celo, con que se dedican
a la común enseñanza y mejor educación de la juventud. .
.
45.
La expulsión decretada por Carlos III dejó momentáneamente sin
palabra a los amigos de la Compañía, pero la hacen resonar de nuevo
en la solemne misión de su diputado doctor don Antonio Larrazábal,
nombrado diputado del cabildo ciudadano a las Cortes generales y ex-
traordinarias convocadas en Cádiz.
Si la recta administración de justicia, es un bien de la so-
ciedad, no es menor que la educación de los ciudadanos, ysu razón ilustrada evite las desavenencias, para lo cual ha
sido notable en América la falta que ha hecho la Compañía de
Jesús, cuyos ejemplares individuos dedicados con él más san-
to celo a la educación de la juventud, y a la dirección de las
almas, dejaron en su extinción un vacío en estas repúblicas,
que no ha sido posible se llene y que las obliga a suspirar por
su restablecimiento, y a este cabildo a suplicar se resuel-
va... *
Resolución que recoge de manera oficial y ciudadana un deseo man-
tenido en el pueblo de Guatemala al medio siglo de la expulsión de los
jesuitas; a pesar del cambio de las estructuras ciudadanas, de la desapa-
rición en la Nueva Guatemala de signos materiales que recordaran la
obra jesuítica, y de la sucesión de las generaciones, de sobra suficientes
para borrar todo recuerdo de actividades pasadas.
Con lo que damos por terminada esta primera parte de la historia
de la educación jesuítica en Guatemala.
45 AGCA, 1141, 45.46 BAGG, III, Guatemala, 1938, pág. 482.
264
ANEJOS DOCUMENTALES
Anejo primero: Documento fundacional del colegio de San Lucas.
—
Ane-
jo segundo: Expediente relacionado con la fundación de San Borja.
—
Anejo tercero: Fórmulas empleadas en la colación de los grados en San
Lucas.
—
Anejo cuarto: Nómina del personal que habitó los colegios de
San Lucas y San Borja
Anejo primero: Documento fundacional del colegio de San Lucas
Localizado por el padre Félix Zubillaga, en AICG, Fondo Geuitico,
A 94. Está redactado en papel sellado de 1647-1648; y se contiene en
los folios 508-514 del legajo citado. Zubillaga lo menciona en su edición
de la Historia de Alegre, III, pág. 54, núm. 6.
Lo transcribo, suprimiendo los poderes que se otorgan a lo largo del
documento y otras fórmulas jurídicas.
La fundación se establece por voluntad del capitán Nicolás Justiniano
y se acepta por el padre Andrés López, rector entonces del colegio; se
formaliza a trece días del mes de octubre de 1646; se incorpora en el
expediente la aceptación por parte del provincial de México, Pedro de
Velasco; y concluye el documento sin que conste de la aceptación defi-
nitiva por parte del general de la Compañía, padre Vicente Carafa,
aceptación que llevaba anejo el título de «fundador» para el capitán
Nicolás Justiniano.
En el nombre de nuestro señor Jesucristo, y de la Virgen Santa María yabogada nuestra concebida sin mancha de pecado original. Sea notorio comoen la ciudad de Santiago de los Caballeros, provincia de Guatemala, en trece
días del mes de octubre de mil y seiscientos y cuarenta y seis años, ante míel escribano público del número desta dicha ciudad y de los testigos que abajo
irán declarados parecieron presentes el reverendo padre Andrés López, rector
265
de la casa y colegio de la Compañía de Jesús desta dicha ciudad, y el capitán
Don Nicolás Justiniano de Chávarri, regidor por el rey nuestro señor en ella,
hijo legítimo del capitán Antonio Justiniano Chávarri, regidor que fue ansi
mismo y de Doña María Rodríguez su legítima mujer, difuntos, a quien doy
fe que conozco. El dicho capitán don Nicolás Justiniano dijo que siempre ha
tenido mucho amor y devoción a la dicha casa de la Compañía de Jesús ylo mismo hicieron los dichos sus padres y abuelos y desde su niñez hasta el
dia de hoy ha frecuentado la dicha casa desta dicha ciudad adonde deprendió
todas buenas costumbres: por lo cual, y saber como sabe y le es notorio el
grande fruto que en la [fol. 508v] iglesia de Dios Nuestro Señor siempre han
hecho y hacen los religiosos della ansi los que están entre católicos, comoentre gentiles y herejes con su buena y santa doctrina y ministerios de con-
fesar y predicar y enseñar desde las primeras letras hasta las últimas de la
santa teología, de que se han experimentado y cada día se experimentan
gloriosos efectos ansi en esta dicha ciudad como en todo este reino; pidió con
grande afecto al dicho padre rector y religiosos de la dicha casa y colegio,
se le concediese la fundación della, ofreciéndoles por la dicha gracia treinta
mil pesos de a ocho reales cada uno impuestos a renta sobre buenas y segu-
ras posesiones, o darlos en reales a la dicha casa y rector en su nombre, para
el dicho efecto, para que la renta dellos, que son en cada un año un mil yquinientos pesos, se gastasen en el adorno del culto divino y sustento de los
dichos religiosos o en aquello que el Rector que es o fuere de la dicha casa
le pareciese ser más útil y necesario, y habiéndose sobre lo susodicho tomado
resolución el dicho Padre Rector conociendo el buen celo con que el dicho
D. Nicolás Justiniano ¡[fol. 509] ha pedido el ser tal fundador de dicha casa
y colegio y por ser como es muy virtuoso de buena vida fama y costumbres,
persona de caridad y de mucha nobleza, y concurrir en el susodicho todas las
buenas partes que se requieren para ser admitido por tal fundador; se in-
formó de todo por ambos dos otorgantes al reverendo padre Pedro de Velas-
co, provincial de la compañía de Jesús en toda la Nueva España que tiene
comisión particular del muy reverendo padre prepósito de la dicha Compañía
para poder efectuar lo susodicho, el cual habiendo venido en todo lo que en
esta razón se le propuso y pidió para el dicho efecto dio su poder cumplido
bastante al dicho padre Andrés López como de el consta y parece, que
pasó y se otorgó en la dicha ciudad de México en veinte y siete dias del mesde abril pasado de este año ante Luis de Valdivielso escribano real cuyo
traslado autorizado el dicho padre rector entregó a mí, el escribano público
para que lo inserte en esta escritura que su tenor es como se sigue. (Aquí se
insería el poder.) (...) [fol. 510] ...y usando el dicho padre Andrés López
como tal rector de la dicha casa y colegio de la Compañía de Jesús desta
dicha ciudad, del dicho poder desuso incorporado, otorga por esta presente
carta que desde luego admire y recibe por fundador de la dicha casa y co-
266
legio de la Compañía de Jesús desta dicha ciudad de Guatemala a el dicho
D. Nicolás Justiniano Chávarri; y como a tal fundador que el susodicho es
y ha de ser por todos los días de su vida en la forma y manera que irá
declarado y especificado con la gratitud que la dicha Compañía de Jesús
suele recibir a los tales fundadores le concede y asigna desde luego todas
las gracias, privilegios, socorros temporales y espirituales, que la dicha Com-pañía de Jesús tiene concedidas a sus fundadores según sus Constituciones
haciéndole, como desde luego le hace, participante de todos los méritos ybuenas obras de sus religiosos (...) [fol. 511] y se obligó a la dicha casa ycolegio de la Compañía de Jesús y religiosos della... que al presente son yadelante fueren [fol. 512] de que en ningún tiempo será admitido por fun-
dador en ella otra ninguna persona porque sólo lo ha de ser el dicho D. Ni-
colás Justiniano. El cual dijo, habiendo oído y entendido todo lo que va
declarado, que aceptaba y aceptó de dar y pagar y que pagará realmente ycon efecto a el dicho colegio y religiosos de la Compañía de Jesús y al dicho
Padre Andrés López en nombre de ella como su Rector y a el rector que
adelante fuere, los dichos treinta mil pesos de a ocho reales cada uno para
la dotación de la dicha fundación luego que conste haberse aprobado esta
escritura y ser admitido por tal fundador por el muy reverendo padre Vi-
cencio Carafa, General de la dicha Compañía de Jesús que reside en Roma,los cuales dará e pagará todos juntos en una paga en reales de contado para
que los pongan a renta, como va referido, con más los costos de la cobranza
para lo cual de la dicha cantidad se hace y constituye depositario real en
forma; y en el ínterin que no se traiga [fol. 512v] la dicha confirmación... dará
y pagará un mil y quinientos pesos de oro común de renta en cada un año,
para dicha casa y colegio y al rector que es o fuere, los cuales les pagará en
reales de contado por los tercios del año, de cuatro en cuatro meses; o si no
cumplido, según y como el dicho rector los quisiere haber y cobrar de sus
bienes, la cual dicha cantidad de un mil y quinientos pesos en cada un año,
pagará desde hoy día de la fecha desta escritura en reales de contado, con
más las costas que sobre la cobranza siguieren y recrescieren, para lo cual
desde luego sitúa los dichos treinta mil pesos del dicho oro común por espe-
cial obligación e hipoteca, sin que la general derogue a la especial ni por el
contrario, sobre todos los bienes que al presente tiene, y tuviere de aqui ade-
lante, muebles y raíces, para que de ellos y de sus rentas se hayan y cobren
los dichos un mil y quinientos pesos de los réditos de los dichos treinta mil
pesos para el dicho sustento de los religiosos del dicho colegio...
267
Anejo segundo: Expediente relacionado
CON LA FUNDACIÓN DE SAN BORJA
Se encuentra en el AGÍ, Guatemala, 366 y contiene 73 folios.
En los primeros folios se encuentra la autorización «provisional»
dada por el presidente Gabriel Sánchez de Berrospe a 9 de septiembre
de 1699; se autoriza la creación, erección y fundación de un colegio «en
la conformidad y con las mismas circunstancias, calidades, institutos yprivilegios con que han sido fundados y de que gozan los de las ciuda-
des de México y Puebla de los Angeles...»
Se incluye a continuación la solicitud del cabildo en favor del nuevo
establecimiento; y las gestiones realizadas por la universidad para con-
formar los horarios de San Lucas a los de San Carlos (va resumido aquí;
folios 5-50).
En el fol. 52v y hasta el 62 va una decripción de lo que es y preten-
de ser el colegio de San Borja.
Desde el fol. 62 se responde a las objeciones de la universidad contra
el colegio de la Compañía, incluido San Lucas; y en el fol. 70 y hasta
el 73 se vuelve al tema de San Borja; concluyendo el alegato a 5 de
febrero de 1700; pocos días antes de la irrupción en la escena guatemal-
teca del visitador Lamadrid, que haría crecer la oposición universitaria
al nuevo colegio de San Borja. Me hubiera gustado publicar entero el
informe de Azpeitia, he debido contentarme con un resumen, en que in-
troduzco frases textuales cuando parece conveniente.
Don Gabriel Sánchez de Berrope... por cuanto ante mí en este gobierno
superior a los once del corriente, se presentó cierto informe con la petición
del tenor siguiente = Ignacio de Azpeitia. . . como más haya lugar. . . digo
que muchos ha que en esta MN y L ciudad se desea haya un colegio de
estudiantes o colegiales seculares junto al de mi sagrada religión, en que la
juventud logre su enseñanza y mejor educación, con adelantamientos de los
estudios y virtudes que es lo principal a que debemos tender, de lo cual
resultarán grandes utilidades y conveniencias, como se reconoce por la copia
adjunta del escrito que di al cabildo, justicia e regimiento (...) y entiendo
que no dejará de expresar a v. ss.a en el informe que a mi [fol. lv] pedi-
mento acerca de esta materia, la cual ha querido la divina providencia se
dilatase hasta el presente tiempo en que llegará a su práctica y perfección con
268
el feliz amparo y protección de v. ss.a, de cuya piedad y generoso corazón
me prometo será muy servido de concederme licencia para ponerla en eje-
cución; atento a lo cual, a v. ss.a, pido (...) (va solicitud del cabildo) la
creación de un colegio de los que... acostumbra a tener cercanos a los
de [fol. 2] su religión... en que se cría y educa la juventud, con solo el
estipendio para su necesario sustento... / algunos se hacen clérigos... / y los
que no eligen el estado eclesiástico (...) salen personas de aventajadas pren-
das para el servicio de las repúblicas, ocupación de sus puestos y otros em-
pleos, porque a más de las letras, aprenden la modestia, política, cortesanía,
loables costumbres que tan prudentísima religión enseña y practica, refre-
nando los naturales libres de los mozos, los afectos voluntariosos con que el
cariño de sus casas los dejo correr imponiéndolos en el uso del recogimiento,
obediencia y virtudes que se les infunde más fá [fol. 2v] cilmente apartados
del inmediato cariño y engreimiento de sus padres, mayormente, faltando de
esta ciudad, la facilidad de criarlos en pupilajes o con ayos particulares, comoes ordinario en los de España; cuya utilidad alcanzaría a los hijos de hon-
rados y españoles de los vecinos de las ciudades, villas y lugares de estas
provincias, como acreedores a gozar cualquiera bien que logre esta ciudad,
siendo madre, cabeza y origen de todas; no bastando a su muchedumbre el
colegio seminario que tiene esta santa iglesia catedral... en el cabildo extra-
ordinario, que hizo hoy día de la fecha... ¡[fol. 3] 9 set. 1609 firman: Juan
Lucas de Hurtarte, Agustín de la Cajiga y Rada, Esteban de Medrano y So-
lórzano, José Fernández de Córdoba, José Agustín de Estrada y Azpeitia,
Lorenzo de Montúfar, Juan Ortiz de Letona, Francisco Navarro, Domingo de
Ayarza (?), Alonso Gil Monero, Manuel de Fariñas, Juan Ignacio de Uria,
Pedro Barrera Belmonte... srio. Nicolás de Valenzuela.
[fol. 3] Autorización de Berrospe
Al colegio propuesto... según los que tiene México... [fol. 3v] para ello
se libren los despachos necesarios por lo que toca al real patronato y gobierno
superior y para que lo proveído tenga cumplido efecto, libro el presente =por [el] cual doy y concedo licencia al r. p. m. Ignacio de Azpeitia (...) y en
atención a las grandes utilidades y conveniencias que del efecto se espera
resultará a esta ciudad como (dice) el informe inserto del cabildo..., para que
por sí y su sagrada religión, pueda criar, erigir y fundar el dicho colegio de
estudiantes seculares, y ponerlo en planta en la conformidad y con las
mismas circunstancias calidades institutos y privilegios con que han sido
fundados y de que gozan los de las ciudades de México y Puebla de los
Angeles a que se ha de arreglar, el que así se fundare en todo y por todo...
en Guatemala a 14 set. 1699.
269
[fol. 4] Pide Azpeitia que informe el procurador síndico.
Tengo dispuestas unas casas grandes junto a dicho colegio para habi-
tación y morada de competente número de estudiantes o colegiales seculares
que vivan en ella con todo recogimiento, buena educación y aplicación a los
estudios... pagando cada cual de los dichos estudiantes una moderada can-
tidad para sus alimentos y corriendo la doctrina y gobierno de este seminario,
al cuidado especial de un padre religioso nuestro que con todo [fol. 4v] des-
velo se aplique a su mejor dirección. . . en gran utilidad no solo de los vecinos
desta ciudad, que muchos ansiosamente lo desean, sino muy principalmente
de las provincias desta gobernación, en las cuales se malogran muy grandes
ingenios por falta de esta conveniencia que servirá de estímulo para que los
padres envíen a sus hijos a estudiar a esta ciudad, pues muchos lo desean de
hacer y por no exponerlos a los riesgos que acarrea la libertad y falta de
sujeción en los pocos años, y aun los que viven en esta ciudad, tendrán por
mucho mejor el poner sus hijos en parte tan segura y a propósito para lograr
el tiempo y los adelantos en la virtud que es lo principal, pues ni por acá
se hallan los sujetos que en otras partes para ayos o pedagogos, ni eclesiás-
ticos que se dediquen a tener en su casa estudiantes forasteros; en conside-
ración de todo lo cual me ha parecido dar cuenta de lo referido a v. s. para
que (se) sirva de patrocinar esta materia con su informe al señor [fol. 5] pre-
sidente... [fol 5v].
Se reúne el Cabildo a 9 de septiembre de 1699.
{Se incorporan las disposiciones de Navas y Quevedo, quien exigió es-
tudios en la universidad para ordenar a los clérigos... e insistió en que se
hicieran compatibles los horarios (11 de agosto de 1697).]
[fol. 8] Decreto del obispo (12 de agosto de 1697).
encargaba y encargó a los RRPPMM de la sagrada Comp:de Jesús comu-niquen y hagan comunicar sus estudios con los de la dicha rl. udad.
[fol. 9] Se comunicó el auto al padre José Díaz, rector de la Compañía de
Jesús (14 de agosto de 1697).
[fol. 13v] Cédula real de Carlos II (4 de mayo de 1699).
[fol. 15] El presidente se hace cargo de la cédula en Escuintla (14 de diciem-
bre de 1699).
[Se repite la cédula.]
[fol. 17v] [El rector de la universidad... vuelve a repetir el contenido de la
cédula, y se habla de la disposición del obispo: órdenes y horarios.']
270
[Otro auio del obispo de 29 de mayo de 1700.]
[fols. 20 a 29] [Petición de Azpeiíia que se diga al rector Cárdenas que cum-pla las consts.; faltan alumnos en Leyes, Cánones y Medicina, no en Filo-
sofía... donde empezaron casi setenta...,]
[fol. 52] Escribano Nicolás de Valenzuela, da fe de todo lo actuado espe-
cialmente en la apertura del colegio [fol. 52v]. Se procedió por parte del di-
cho. . . a disponer para el que se ha de fundar nombrado de san Francisco de
Borja celdas, cuartos y oficinas en unas casas principales bastantemente capa-
ces así en lo destinado para viviendas, como en lo aplicado para servidumbres
las cuales son tan inmediatas a la iglesia del dicho colegio que lindan con
ella por la parte del norte, calle real en medio que corre de oriente a poniente
y actualmente se están reedificando y disponiéndose en ellas los dichos
cuartos celdas y demás oficinas necesarias y al mismo tiempo se han ofrecido
y están prontos para entrar por tales colegiales [lista... fol. 53] todos hijos
de hombres primeros y más principales desta república, y los mantos y becas
se están actualmente haciendo por diferentes sastres, y los mantos son de
paño de Nueva España, color musgo, que comúnmente se llama ala de
mosca; y las becas son de sempiterna para los gramáticos, encarnada; para
los artistas, celeste; y para los teólogos, verde. Y a más de los que van nom-brados, hay diez y ocho a veinte estudiantes pretendientes al ingreso al
dicho nuevo colegio, todo lo cual me consta y es notorio y público en esta
dicha ciudad; y para que conste, de pedimento y requerimiento del dicho muyreverendo padre rector, por el presente...
[fol. 53v] [Escribano Francisco de Herrera a pedimento de Azpeiíia...'] ... fui
al dicho colegio, en él estaban don Francisco Fernández de Córdoba, don
Juan Fernández de Córdoba, don Manuel Fernández y don Francisco Fer-
nández, don Juan Manuel de [fol. 54] Ascaray (¿Ezcaray?) y Valtierra,
Baltasar Navarro, Juan Navarro, Pedro Corcuera (?), don Jacobo Pacheco,
don Manuel de Amézqueta, todos colegiades de dicho colegio, quienes dije-
ron en mi presencia, debajo de juramento, que de los estudios de la Compa-
ñía de Jesús desta ciudad habían salido directamente de orden de sus padres
y deudos al colegio de san Francisco de Borja por el adelantamiento que en
él tenían de estudios, y documentos grandes del bien de sus almas; y asi-
mismo comparecieron ante mí, don Francisco Antonio de las Navas, Alberto
Lardizabal, Manuel Mójica, Juan Enriquez de Berrio, y Juan Antonio Va-
lladares, los cuales debajo del mismo juramento dijeron que por la gran uti-
lidad y conveniencia que resultaba de aprender a estudiar en las facultades
que cada uno de ellos se inclinaba, y el deseo de sus padres y deudos de
que ellos saliesen buenos estudiantes y educados en la doctrina cristiana y
271
política que se [fol. 54v] debe practicar en gente noble, habían venido de
sus patrias a estudiar a dicho colegio, como también por el mucho cuidado
con que son atendidos en él, todo por los reverendos padres de la Compañíade Jesús, con que los padres y deudos de los susodichos por quienes han sido
remitidos a dicho colegio, no tienen a que atender a la decencia, y porte de
sus personas, viviendo con total descuido por saber están en dicho colegio e
unos e otros colegiales dijeron no haber estudiado jamás en la real universidad
de esta corte, ni los antecesores colegiales a ellos, y para que conste. . . (8 de
enero de 1703).
[fol. 54] [Azpeitia pide testimonio de si hay estudiantes en la universidad...
si han tenido actos...]
en los patios de ella —dice el escribano— vide varios estudiantes, con sus
cuadernos en las manos y asimismo me hallé presente al acto que se dedicó
el señor presidente don Alonso de Ceballos Villagutierre, en el cual el
MRPM fray Agustín Cano... lo sustentó el bachiller don Hipólito Sunsín
[fol 55v] otro acto de la cátedra de Escoto... pres. fray Juan de Estrada...
sustentó... Nicolás de Cifuentes; y en el general del colegio de la Compañíade Jesús ha habido siete actos de filosofía, y en la iglesia del dicho colegio,
uno de derechos, dedicado al señor presidente... presidió... Antonio Valtie-
rra... sustentó Salvador Ruiz de Escobar... argüyeron, el pdte. y oidores...
[Florencia, 3, 21: rl cédula de Felipe II] {col. de San Pedro y San Pablo;
pide que no se admitan a órdenes los que no traigan cert. de estar cursando
en la universidad] [fol. 58v].
[fol. 60] [Azpeitia expone... solicita se apruebe la erección de un colegio de
estudiantes seculares y que se le concedan ciertos privilegios.]
Muchos años ha que mi sagrada religión cumpliendo con el Instituto de
su profesión ha deseado fundar un colegio real en que la juventud estudie la
gramática, retórica, y facultades mayores contribuyendo cada uno lo necesa-
rio para su sustentación y corriendo a cargo de mi religión el gobierno y
administración, de dicho colegio, como en el real de San Martín y San Ber-
nardo que tiene en las ciudades de Lima y el Cuzco en el Perú, y los de
San Ildefonso en México, y San Jerónimo en la Puebla; y otros muchos que
gobierna en las provincias de las Indias. Donde con ocasión de aprender
las ciencias se educan los mozos en buenas costumbres cristianas y políticas,
y cada día salen de ellos aventajadísimos sujetos para el gobierno de las
iglesias y repúblicas, como se espera que saldrán de este, cediendo todo en
gran [fol. 60v] de servicio de Dios y de V. M.; porque aunque se halla
fundado en esta ciudad el colegio seminario de Nuestra Señora de la Asun-
272
ción en que se crían sujetos de virtud y letras: este es para los del obispado yno puede recibir el grande número de mozos que concurren desta ciudad y sus
provincias a los estudios de gramática y las facultades mayores, y por faltar
la conveniencia de semejantes colegios y recogimientos en que educar yrefrenar su lozanía, se pierden muchos; y no los envían sus padres de las
provincias como lo hicieran si tuviesen donde cómodamente los pudiesen
tener, y más al cuidado de mi religión que por su profesión tanto se esmera
en la doctrina cristiana y política de la juventud; en cuya consideración y de
las utilidades que resultan con informe del cabildo, justicia y regimiento de
esta ciudad de Guatemala, se me concedió licencia por el gobierno superior
para que pudiese eregir y fundar el dicho colegio... dígnese V. M. aprobar di-
cha licencia. . . todos los privilegios. . . que se instituyan becas reales, que se pro-
vean por el parte. . . con el informe del religioso que fuese rector, en hijos, ydescendientes de los primeros conquistadores, pacificadores, y pobladores de
estas provincias... situándoles... en los tributos de las encomiendas y pen-
siones de indios, pues estando estas destinadas para premiar los dichos bene-
méritos se cumple mejor con el fin de ellas en utilidad de los mismos inte-
resados y beneficio de las iglesias y repúblicas, pues por falta de medios,
muchos beneméritos pobres no siguen los estudios, como lo harán teniendo
de que mantenerse hasta que consigan el grado mayor en la universidad, el
cual se les confiere por la mitad menos de derechos y propinas, como se les
da en la universidad de Lima a los colegiales del colegio real ¡[fol. 61v] ymayor de San Felipe, y a los del real de San Martín que obtienen becas se-
mejantes por tales (24, t. 1.°, 11.° Recop. LI); y que un colegial de dicho
colegio haya de ser precisamente uno de los consiliarios de esta universidad
de San Carlos, como lo es en la universidad de Lima un colegial de dicho
colegio de San Felipe (por la ley siguiente de dicho título)...
[fol. 62v] [Responde a las objeciones de la Universidad...']
primero, que dicha fundación de ningún modo se opone a ninguna ley, orde-
nanza ni cédula de VM... (es conforme a las finalidades de la SJ)... V.
M. está de acuerdo como se demuestra por los privilegios... de nuestros
colegios en Indias [fol. 63v] (la cita de antes)... son testigos «los lucidos sujetos
que el cabildo eclesiástico todas las sagradas religiones y hasta la misma real
universidad... [¿qué no se podrá hacer?] pendiendo no solo enseñarla mas tam-
bién su total educación del cuidado de nuestra Compañía? Esto señor dejólo
a la real comprensión de v. mgtd. por pasar a la mejor y más particular
utilidad que traería a todo este reino... la conveniencia grande que será para
todas estas provincias el tener donde enviar con certidumbre del cultivo en
la política y aprovechamiento en las buenas costumbres, virtudes y todas
letras su floridísima juventud, de que se pierde la mayor parte por no tener
modo de mantenerla en esta ciudad para que en ella estudie; dejo, señor, de
27318
multiplicar pruebas... toda su juventud que concurre [fol. 64] ...todos los es-
tudiantes... de estudios menores y mayores en este nuestro colegio, comolos pocos que... cursan en la real universidad... legan escasamente por lo
regular a trescientos, vea pues V. M. cuando llegará el caso de que se cumplala condición puesta por vra. mtd. en su real cédula ya que sin duda del mo-tivo el informe de la grande utilidad [fol. 64v] que en la real universidad de
San Carlos vendría la numerosísima juventud de esta ciudad; pues viniendo,
señor, a lo que es la universidad de San Carlos: primeramente su claustro
todo se compone de solos diez y seis doctores de los cuales los tres vinieron
de España ya graduados y enviados a regentar las cátedras de cánones, leyes
y medicina; dos vinieron del reino del Perú, el uno ya graduado de doctor yel otro ya para graduarse; uno vino asimismo de la ciudad de México...
próximo para graduarse de doctor; cuatro han dado las sagradas religiones;
tres nuestro colegio, de donde habiendo estudiado en él todos sus estudios
pasaron a la real universidad, sólo a hacer sus funciones previas y recibir el
grado de doctor; restan de los diez y seis, solos tres, los cuales se graduaron
(creo que tendría justos respectos...) dispensadas todas las funciones previas;
con que queda sacado en limpio, señor, que diez y seis doctores que en el
tiempo de veinte años que ha se fundó esta real universidad, unos le han ve-
nido de otras uni [fol. 65] versidades, otros le han dado —ya sujetos hechos
—
las sagradas religiones, otros han aprendido lo que saben en nuestro colegio yotros en fin se han graduado, sin haber hecho función alguna literal, ni que se
diese a conocer (como lo supongo) aunque debemos suponerlo, el grado de
doctores; añádase que los dichos dieciseis doctores numerados, tres son ya
difuntos, cinco se han ausentado, en que quedan solos ocho, que son los que
hoy componen todo el claustro pleno de la real universidad... en los veinte
años de su erección no ha graduado... un solo doctor hijo legítimo que hayasido suyo... sirviendo solo de estorbarle los crecidos frutos que hasta su
erección le había dado nuestro colegio, en gran número de bachilleres, licen-
ciados, maestros y doctores, de que aun hoy viven algunos honrando el clero
y cabildo eclesiástico... ningún fruto que ha dado dicha real universidad quede tres facultades que en ella se enseñan, y no en nuestro colegio y son cá-
nones, leyes y medicina, apenas solo tres o cuatro bachilleres haya graduado
en todo el referido tiempo de veinte años, en todas tres [fol. 65v] si en teo-
logía o filosofía tiene algunos, antes es de lo que han estudiado en nuestro
colegio, que de lo que han aprendido en dicha universidad...
[Actos públicos] ninguna (función pública) las de cánones y leyes, una
o dos tan solamente las de medicina; aun de las de teología y filosofía no
suelen pasar de dos al año, y aun alguno se suele pasar sin una... [para el
primer acto en honor de Berrospe tuvieron que echar mano de uno de nues-
tros alumnos (!)] la cátedra de Instituía la ganó un bachiller legista... se
ausentó y esta vaca... [otro tanto ocurre con las cátedras de cánones y leyes...
274
siguen en ellas los doctores Amézqueta y Ozaeta, aunque ejercen el cargo de
oidores...] [fol. 66v] [no ha hecho más que estorbar e impedir «el crecido nú^
mero de bachilleres, licenciados maestros y doctores que acostumbraba dar
todos los años, mientras tuvo facultad para poderlo hacer...»] los más de los
catedráticos o no leen... o se vuelven sin tener lección... pídanse los libros
de matrícula... [la universidad ha sido de no pequeño impedimento] al buen
logro [fol. 67] de su noble juventud sirviéndole a esta antes que de otra cosa
de refugio donde acogerse siempre que nuestros maestros han intentado apre-
tarle en orden a las buenas costumbres, y aplicación a las letras: porque
solo este pretexto es bastante para dejar nuestros estudios por los de la
universidad... [y la suma de ducados... que se pudieran ahorrar, o aplicar a
otra obra de mayor servicio de Dios...] en el fomento de nuestro seminario
de San Borja... [con] los crecidos frutos que dio nuestra Compañía... antes
que en él se fundase la real universidad... [fol. 67v] ... se suplica la confir-
mación... ya que no estorba... y que no se repita la injusticia que se hizo
con dos de nuestros graduados a quienes se negó acceso a sendas canon-
gías —contra el dictamen de la audiencia. . . el colegio {cuando acabó la facul-
tad...] presentó todos los estudiantes que tenía hábiles para que se graduasen
en dicha real universidad con asistencia de nuestros maestros, como hasta
hoy se practica en la real universidad de México, y se negó el despacho de
tan justa petición, graduando solo algunos pocos de sus estudiantes allá en
secreto... En 1682 se pidió al gobrdr. Agurto y Álava cerrase nuestros estu-
dios. . . Agurto envió—en cambio— a Sarasa diera las gracias. . . a los padres. .
.
En 1689 envió la universidad una orden para que se cerrasen los estudios pú-
blicos... el rector del colegio declaró que no reconocía autoridad en el rector
de la univ. para tal cosa. . . El obispo entonces —a petición del claustro— de-
cidió no ordenar a los que vinieran del colegio...] Es de admirar la constan-
cia de la juventud en continuar estos nuestros estudios a costa de tantas ve-
jaciones.... [fol. 70] ya que la universidad ha imposibilitado todo arreglo con
sus horarios. . . [el de filosofía, más de una hora al día. . .] [fol. 70v] ... si se esta-
bleciesen horarios compatibles... como en México... nuestros estudiantes
optarían a los distintos grados... [Contra San Borja temen que no habrá
caballero] que no quiera enviar sus hijos a este nuestro seminario. . . codiciosos
del buen logro [fol. 71] que de ello les hace esperar la noticia de que la juven-
tud logra en todos los demás... que dirigen los jesuítas... y como ya de hecho
lo ha empezado a experimentar nuestra Compañía en muchos de los másprincipales caballeros de esta ciudad, que de dos en dos y de tres en tres han
ofrecido sus hijos con encarecidas súplicas para que por la Compañía sean
recibidos... [La universidad teme que San Borja sea su total destrucción...
en cambio, por nuestra parte, se pretende que los colegiales de San Borja se
gradúen en San Carlos... para ello hemos pedido se les rebajen los derechos...
y que un colegial borjino sea consiliario de la universidad, como en San Fe-
275
lipe de Lima... temen también que no haya dinero...] por estar esta ciudad
tan falta de medios como lo manifiestan los cortos caudales de sus vecinos...
[fol. 73v] Esto es señor —concluye Azpeitia— cuanto por ahora se me ofrece
representar a V. R. M, tocante a la utilidad... de la fundación de nuestro
seminario de San Borja. . . [que] espero conseguir de la real piedad de V. M.,
y su católico celo de promover la buena educación y cristianas costumbres
y aprovechamiento en las letras de la noble juventud de que tanto, si ya no
únicamente, pende el mayor bien de sus vasallos. . . [fol. 74] Goattemala y fe-
brero cinco de mil setecientos... Ignacio de Azpeitia...
Anejo tercero: Fórmulas empleadas
en la colación de los grados en san lucas
Las conservamos en el expediente del maestro en artes y doctor en
teología, Esteban de Acuña Morera, que se encuntra en la actualidad en
AGÍ, Guatemala, 137, fols. 67-72.
Las fórmulas empleadas en la colación de los grados mayores de
filosofía, licenciatura y magisterio, son anteriores a los estatutos otor-
gados por Juan de Santo Matía, Sáenz de Mañosea y Murillo; en cam-
bio, las empleadas para los grados de teología, bachillerato, licenciatura
y doctorado, entran de lleno en los estatutos del obispo Mañosea.
Licenciatura en Artes
Nos, magister, dominus fray Payus de Rivera... notum facimus, quod
anno a nativitate Domini, millesimo sexcentésimo sexagésimo, die vero prima
mensis septembris, hora post meridiem quarta, ex privilegio... singulan de-
creto episcopo... et venerabili capitulo... peculiariter commisso..., persona-
liter constitutus Stephanus de Acuña, qui artium liberalium facúltate, exstitit
baccalaureus undequaque dignissimus, his ómnibus quinqué annorum cur-
sibus peractis, lectionibusque et publicis concertationibus et certaminibus et
conclusionibus in aliis universitatibus stabilitis et quae antiqua et laudabili
consuetudine observan consueverunt, commune totius populi concursu et
omnium acclamatione praehabitis, et nocturno, rigoroso et formidabili (ut
aiunt) [fol. 68] examine praelibato, et a judicibus eiusdem collegii, ad hoc
apostólica regisque auctoritate, constitutis, aequali consensu, pari calculo et
suffragio simili, nullo eorum diversiciente, per litteras A A A approbatus, in
ecclesia dicti collegii huius civitatis de Goathemala, gradum licenciatus in
artibus liberalibus, a nobis quibus incumbit, publice et honorifice adeptus est;
276
quatenus de caetero possit, cum voluerit, ad magisterii gradum promoveri;
prius tamen fidem catholicam, mediante juramento et tactis sacrosanctis Dei
evangeliis, de verbo ad verbum professus est, praesentibus iisdem honorabili-
bus ipsius collegii patribus et universitatis magistris, aliisque civitatis civi-
bus, multis atque studentibus, ad praemissa vocatis, hunc actum decoran-
tibus. .
.
Magisterio en Artes [fol. 68v]
Nos magister Dom. Fray Payus de Rivera... notum facimus quod: anno
a nativitate Domini millesimo sexcentésimo sexagésimo, die vero quinta
mensis septembris, hora post meridiem quarta..., personaliter constitutus
Stephanus de Acuña, qui, in artium liberalium facúltate, ex dicto privilegio
et ómnibus in eo contentis ad unguem plenissime servatis, licenciatus exstitit,
gradum etiam magisterii in eisdem artibus liberalibus, eiusque insignia magis-
tralia per [fol. 69] impositionem birri, cum Ínfula caerulea in signum aucto-
ritatis, traditionem annuli in signum desponsationis philosophiae, aliisque de
jure requisitis, et juxta aliarum universitatum consuetudinem, praehabitis; in
ecclesia dicti collegii Societatis Iesu de Guatemala, cui incumbit, publice et
honorifice adeptus est, praemissa prius fidei professione, de verbo ad verbum,
cum juramento et tactis sacrosanctis Bei evangeliis, firmata, et beatam virgi-
nem Mariam esse sin labe conceptam, tenere, docere et praedicare. Praesen-
tibus ibidem reverendis admodum patribus ipsius collegii, religiosissimorum
conventuum magistris, et civitatis proceribus et civibus, multisque alus studen-
tibus dicti collegii et universitatis ad praemissa vocatis, hunc actum decoran-
tibus. .
.
Bachillerato en Teología
Nos, Doctor D. Joannes de Santo Mathia, Sáenz de Mañosea y Murillo. .
.
senatus regii, cancelarisque guatemalensis praeses, necnon provinciae eius
ditionis gubernator atque capitaneus generalis, ex privilegio apostólico univer-
sitatis collegii Societatis Iesu canselarius. . . sit notum: quod anno a nativitate
Domini millesimo sexcentésimo septuagésimo primo, die vero tertia (fol. 69v]
mensis februarii, circa horam undecimam ante meridiem. . . admodum magis-
trum dominum Stephanum de Acuña Morera. . . iam antea in baccalaureatus,
licentiaturae et magisterii gradus in philosophia per sufficientiam, hac in
guatemalensi universitate constitutum, nunc theologiae incumbentem, cupien-
tem et attestantem post longa temporum curricula, quibus praedictae facultati
indefesse insudasset máxime trium anno [fol. 70] rum cursibus hac in prae-
fata universitate peractis, et lectionibus lectis, actuque praehabito litterario,
et recepto solemni solitoque juramento, et de dicenda inmaculata sanctissimae
277
deiparae virginis Mariae conceptione, at de servanda debita Carolo Secundo
Hispaniarum regi nostro catholico, praesidibusque harum provinciarum eius
vices gerentibus, obedientia juxta dictae universitatis statuta; Nos cuius officio
incumbit, petitione a nobis per supra dictum baccalaureandum facta, ad
baccalaureatus in sacra theologia gradum in gymnasio theologico dictae uni-
versitatis mérito sublimavimus, promovevimus et condecoravimus; deinde de
nostra licentia praedictus baccalaureus dominus Stephanus de Acuña Morera,
reverenter cathedram ascendit et baccalaureatus actus in ea publice fecit,
laudabiliterque exercuit. Praesentibus ibidem reverendis admodum patre
Thoma de Altamirano, dicti collegii rectore, domino Joanne Ramírez Jalón,
nostro cathedralis ecclesiae theologiae protomagistro, domino Josepho Becerra
del Corral; et doctore domino Josepho de Baños et Sotomayor nostrae prae-
fatae cathedralis canónico; et patribus Augustino Franco, primariae sacrae
theologiae lectore, Joanneque de Ochoa, vespertina dicta, sacrae theologiae
lectore. .
.
Licenciatura en Teología [fol. 70v]
In Dei nomine. Amen... notum facimus... quod anno a nativitate Domini
millesimo sexcentésimo septuagésimo primo, die vero vigésima quarta mensis
octobris dominica, hora séptima vespertina, dilectus noster D. Stephanus de
Acuña Morera... in sacra theologia baccalauraeus, examinatus fuit in hac
facúltate, examine rigoroso, secundum formam constitutionis nostrae uni-
versitatis, a reverendis admodum patribus Thoma de Altamirano, collegii
societatis Iesu rectore, et Augustino Franco, primario sacrae theologiae lec-
tore, a quibus fuit approbatus disentibus A A Postea vero die decima mensis
novembris dicti anni, et feria tertia, hora decima ante meridiem, praehabitis
actibus et solemnitatibus juxta nostrae universitatis statuta consuetis, prae-
habitoque solemni juramento de dicenda inmaculata sanctissimae deiparae
semper virginis Mariae conceptione et de servanda debita Carolo Secundo
Hispaniarum regi nostro catholico, presidibusque harum provinciarum eius
vices gerentibus, obedientia; gradum licentiae in praedicta sacrae theologiae
facúltate laudabiliter adeptus est, et obtinuit, in gimnasio theologico Societatis
Iesu praedictae civitatis goathemalensis ab illustrissimo reverendissimoque
domino nostro doctore D. Joanne de Sancto Mathia Sáenz de Mañosea et
Murillo, adstantibus ibidem reverendis patribus, rectore Thoma de Altami-
rano, Augustino Franco, primario sacrae theologiae lectore, et Joanne de
Ochoa vespertino sacrae theologiae lectore; domino Joanne Ramírez Jalón,
huius sanctae goathemalensis meschola (?) [maestrescuela] ; domino Josepho
Becerra del Corral, praedictae cathedralis ecclesiae tesaurario, et doctore Ni-
colao Roldan et Toledo, theologiae [fol. 71v] facultatis decano; magistrisque
nostrae universitatis, aliisque quem plurimis ex sacris religionibus, et ex
nobilibus ad praemissa vocatis...
278
Doctorado en Teología
Individuae sanctissimaeque Trinitatis nomine... Nos doctor D. Joannis de
Sancto Mathia Sáenz de Mañosea et Murillo... Notum vobis thenore praesen-
tium esse volumus quod anno a nativitate Domini milésimo sexcentésimo
septuagésimo primo, die vero vigésima quarta mensis novembris et feria
tertia, hora quasi nona matutina, praefatus dominus Estephanus de AcuñaMorera in sacra theologia licenciatus ad ecclesiam collegii societatis Jesu
praedictae civitatis goatemalensis, frequenti nobilium magistrorum et aliorum,
praetereaquam plurium praestantium virorum caterva comitante deductus,
ibique in medio ipsorum coetu consistens, disputata in primis per ipsum et in
utramque partem agitata subtili quaestione spectatoria ad gradum doctoratus
in praedicta sacrae theologiae facúltate, diserta prius oratione, praedictum a
nobis praedictae universitatis cancellario, praehabitoque et recepto solemni et
sólito juramento, et de dicenda inmaculata santissimae deiparae virginis Ma-riae conceptione, et de servanda debita Carolo Secundo Hispaniarum regí
nostro cathólico, praesidibusque harum provinciarum eius vices gerentibus
obedientia juxta dictae universitatis statuta, honorifice asumptus est, et obti-
nuit per magisterium (...) eius gradus insignia conferre volentes, annulum
aureum digito inserimus, cathedram doctoralem statuimus?, librum sapientiae
ad legendum et docendum in manu dedimus; unde dato pacis ósculo singulis
magistris dictae universitatis in ornatissimum eiusdem sacrae theologiae facul-
tatis doctissimum ordinem ingenti omnium gratulatione adscitus est: praesenti-
bus ibidem reverendis patribus, rectore Thoma de Altamirano, Augustino
Franco, primario sacrae theologiae [fol. 72v] lectore, et Joanne de Ochoa ves-
pertinae sacrae theologiae lectore.
De las fórmulas trascritas, deducimos—en primer lugar— que Sáenz
de Mañosea se consideraba canciller de la universidad establecida en
San Lucas; vemos también que sus estatutos le parecen de tal manera
decisivos que considera los grados dados anteriormente, como si hubie-
ran sido otorgados «per sufficientiam», es decir, sin escolaridad propia-
mente tal, ya que el centro —al carecer de estatutos— no tenía plena
personalidad académica. Se ha añadido un tercer juramento que ofrece
fidelidad al rey y a sus representantes. Aparece también el doctor Ni-
colás Roldan y Toledo con el ambicioso título de «praedictae universi-
tati decano...» Con ello se había roto la exclusividad de puestos aca-
démicos en favor de los jesuítas.
279
Anejo cuarto: Nómina del personal que habitó
en los colegios de san lucas y san borja
Presento a continuación las nóminas que comprenden el personal de
la Compañía que habitó los colegios de la Antigua.
Las nóminas proceden del Archivo Histórico de la Compañía de
Jesús en Roma, y corresponden a dos tipos de catálogos, los trienales que
son bastante detallados (Mexicana, 4, 5, 6, 7 y 8) y los breves, que se
intercalaban entre los trienales, sin demasiada regularidad (Mexicana, 8);
en cada caso aparece en primer lugar el nombre y apellido, viene después
su lugar de nacimiento; la cifra que aparece a continuación es la edad,
a la que sigue la inicial que significa su estudio de salud general (F., B.,
Rob. por fuerte, buena, robusta; Med. o Val., por mediana; En., Imb.,
por enfermo) la siguiente cifra señala los años pasados en la Compañía;
a veces se añade entre barras la inicial de los cursos queda, dos barras / /
,
o que ha dado una barra / . Es útil advertir que no se conservan todos
los catálogos ni breves, ni trienales con lo que las listas de jesuitas en
este período de Guatemala no son completas. A veces se añaden en los
catálogos trienales algunos datos bajo los títulos de Personal y Econo-
mía. En el apartado de Personal se indica en cifras, número de sacerdotes,
número de hermanos y número de profesores que va precedido de LM(ludimagister, si es maestro de leer y escribir) G (si lo es de gramática,
con las añadiduras de las iniciales del grado ínfima, Media, Suprema,
Retórica) F (si es de artes o filosofía) T o TS (si es teología escolástica)
y TM (si es teología moral).
1607 Missio guatemalensis, Mex., 4, fols. 181v-182
259 Jerónimo Ramírez Sevilla
260 Juan Dávalos Madrid261 Francisco de Lorea Ocaña262 Juan de Carrascal Zacualpa263 Martín Xuárez Braga264 Tomás Guevara Oñate265 Pedro López Vizcaya
280
46 F. 28
27 F. 11
36 En. 16
29 F. 14
36 F. 15
22 F. 4
53 Med. 20
1614 Coll. Guatemalense, Mex., 4, fols. 201-201v
256 Jerónimo Diez
257 Fernando Mejía
258 Pedro de Cabrera
259 Gabriel de Urreta
260 Juan de la Cruz
261 Mateo Albanus
262 Juan de Arce
263 Marcos de Olea
Simancas 53 F. 34
Villanueva de los Infantes 38 En. 22
México 35 F. 20
México 25 Med. 4
Tecamachalco 25 F. 3
Ñapóles 47 F. 30
Valladolid 33 F. 13
San Sebastián, in Cantabria 30 F. 10
(fol. 230v)
Personal: 8/4/2 mm. G.
Economía: Vive de limosnas; acaban de comprar un praedium ingens.
mentar 24; ... ahora —por el momento— «todo se va» en pagarlo...
podría ali-
1620 Col. Guat., Mex., 4, fols. 252v-253
263 Diego de Larios Atrixco 46 Med. 27
264 Fernando Mejía Villanueva 44 En. 28
265 Francisco de Arista Oaxaca 53 B. 37
266 Pedro de Cabrera México 44 Med. 26
267 Alfonso Díaz Guadiana 31 B. 17
268 Juan de la Cruz Tecamachalco 29 Med. 9
269 Cristóbal Bernal México 27 B. 3
270 Juan de Arce Valladolid 39 B. 17
271 Mateo de Albano Ñapóles 54 B. 37
272 Blas Hernández ¿Guadavalsensis ? 60 B. 38
273 Juan Aldana Antequera 55 B. 31
274 Fernando de Vena Logroño 37 B. 16
275 Benito Barrios Vigo 39 B. 10
276 Diego Morillo Campanario 36 B. 6
(fols. 259v-260)
Personal: 14/7/2 G/l M/l LM.
Economía: Renta anual, 6.000 pesos; dinero en caja, 4.000 pesos. Debe 7.000, por los
que paga 350 anuales; otros 7.000, por los que no paga interés. Emplea su dinero
en construir «poco a poco» casa e iglesia.
1626 Col. Guat., Mex., 4, fols. 277 r y v.
218 Francisco de Ahumada219 Francisco de Arista
220 Marcos de Irala
221 Juan Antonio
222 Juan Tamayo223 Juan de la Cruz224 Blas Hernández225 Fernando de Vena
Jerez de la Frontera
OaxacaPuebla
Segovia
Atrixco
Tecamachalco
Cadahalso
Logroño
62 En. 30
59 F. 43
28 Val. 10
35 Val. 18
27 F. 8
35 Med. 15
66 En. 44
43 Val. 22
281
226 Juan de Arce
227 Alberto Falcón
228 Damián Antonio
229 Gaspar Castro
Valladolid
Rivadeo
Córcega
¿Amusco? (España)
45 F. 23
37 Val. 16
46 Val. 16
53 F. 4
[Está en El Realejo (Nicaragua), Alfonso Diez (véase Guat, 1620), y en GranadaPedro de Cárdenas, de Veracruz, y Esteban Corzo, de Genova.]
(fol. 289v)
Personal: 11/6/2 G/1F/1T/1 LM.
Economía: Para hacer frente a sus gastos (iglesia nueva) «ha construido un ingenio
de azúcar... se espera que produzca 9.000 pesos anuales...», pero se ha endeuda-
do en 17.700 pesos.
1632 Col. Guat., Mex., 4, fols. 304v-305.
229 Alfonso Diez Guadiana 43 B. 21
230 Francisco Arista Oaxaca 65 En. 49
231 Marcos de Irala Puebla 34 Val. 16
232 Cristóbal Bernal México 39 F. 15
233 Juan de la Cruz Tecamachalco 41 Med. 21
234 Diego Ortiz Madridejos 26 F. 13
235 Fernando de Vena Logroño 49 Val. 28
236 Juan de Arce Valladolid 51 Med. 29
237 Alberto Falcón
238 Esteban Corzo
239 Gregorio Díaz ¿España? 30 Rob. 4
240 Gaspar de Castro ¿Amusco? (España) 61 Imb. 10
1638 Col. Guat., Mex., 4, fols. 327 r y v
232 Miguel Godínez Waterford (Irlanda) 53 F. 29
233 Francisco de Arista Oaxaca 71 En. 59
234 Alfonso Díaz Guadiana 49 F. 27
235 Cristóbal Bernal México 45 F. 21
236 Antonio Majuelo ¿Barcelona? 42 F. 26
237 Salvador de Morales Córdoba 34 Med. 17
238 Juan de la Cruz Tecamachalco 42 Med. 27
239 Juan de Arce240 Esteban Corzo Genova241 Alberto Falcón
242 Gabriel de Sotomayor Puebla 52 Med. 14
243 Tomás Ramírez Madrid 33 Med. 13
244 Gregorio Díaz Cartagena 36 F. 10
245 Antonio de Herrera Ximena 40 F. 3
(fol. 355v)
Personal: 13/5/8/1 TM / 1 G / 1 LM.
Economía: Rentas no estabilizadas... «deinde vero praedio, ab insigne benefactore
defuncto donato, maiorem habebit stabilitatem et certitudinem... quibus aes alienum
commode dissolvet hoc collegium. . .»
282
1648 Col. Guat., Mex., 4, fols. 389v-390.
253 Andrés López Chametla (México) 64 B. 43
254 Francisco de Arista Oaxaca 81 En. 65
255 Diego de la Cruz Canarias 64 B. 45
256 Juan de la Cruz Tecamachalco 55 Med. 37
257 Manuel Lobo Guadiana 34 B. 19
258 Lucas de Salazar Toledo 43 F. 24
259 Francisco de Reinoso Puebla 37 B. 17
260 Antonio de Ribadeneira Tezcuco 30 B. 13
261 Francisco Moreno Sevilla 39 F. 21
262 Diego de Mendoza Mérida (Nueva España) 32 Val. 16
263 Juan Velázquez Toluca 21 Val. 12
264 Pedro Polanco Tlascala 33 B. 5
265 Alberto Falcón
266 Juan de Arce267 Domingo de Barrios Portugal 30 B. 8
268 Nicolás de Novas Galicia 28 Rob. 4
1650 Col. Guat., Mex., 4, fols. 445 r y v; Mex., 8, fol. 277.
239 Juan Tamayo Atrisco 52 B. 37
240 Andrés López Chametla 66 B. 59
241 Diego de la Cruz Canarias 66 B. 47
242 Juan de la Cruz Tecamachalco 57 Med. 39
243 Lucas de Salazar Toledo 45 F. 26
244 Manuel Lobo Guadiana 36 B. 21
245 Francisco de Reinoso Puebla 39 Med. 19
246 Francisco Moreno Sevilla 41 F. 23
247 Antonio de Ribadeneira Tezcuco 32 B. 15
248 Diego de Mendoza Mérida (Nueva España) 34 Val. 18
249 Juan Velázquez Toluca 28 Val. 14
250 Pedro Polanco Tlaxcala 35 B. 5
251 Alberto Falcón
252 Juan de Arce253 Domingo de Barrios Portugal
254 Nicolás de Novas255 Gregorio Díaz Trigueros 50 Rob. 18
En catálogo breve, Mex., 8, fol. 277, todo está lo mismo que en el transcrito de 1
Trienales.]
los
1653 Col. Guat., Mex., 8, fol. 486v-487
Francisco Carboneli
Francisco Reinoso
Manuel LoboJuan de la CruzDiego de los Ríos
283
Juan Velázquez
Luis de Legazpi
Salvador de la Puente
Pedro Solano (¿Polanco?)
Domingo de Barrios
1655 Col. Guat., Mex., 4, fols. 486v-487 (falta fecha en original)
225 Francisco Carboneli
226 Lucas de Salazar
227 Francisco Reinoso
228 Manuel Lobo229 Francisco Moreno230 Juan de la Cruz231 Diego de los Ríos
232 Alberto Falcón
233 Juan de Arce
234 Domingo de Barrios
235 Nicolás de Novas236 Gregorio Díaz
Ñapóles
Toledo
Puebla
Guadiana
Sevilla
Tecamachalco
Tlascala
57 F. 38
48 F. 29
42 Med. 22
39 B. 24
44 F. 26
60 Med. 42
30 B. 11
1658 Col. Guat., Mex., 8, fol. 287
Lucas de Salazar
Antonio NúñezDiego de los Ríos
Manuel LoboSalvador de la Puente
Francisco Rodríguez de VeraJuan de Montiel
José de Segura
Domingo de Barrios
Habana (Puerto Rico)
MéxicoMéxico
1659 Col. Guat, Mex., 5, fol. 13v
215
216
217
218
219
220
221
222
223
224
225
226
227
(fol. 42v)
Personal: niljlTIl F/l G.
Economía: Renta cinco mil «nummos»;
Manuel Lobo Guadiana 45 B. 30
Lucas de Salazar Toledo 54 B. 35
Antonio Núñez Zacatecas 41 B. 22
Diego de los Ríos Tlaxcala 36 Med. 17
Salvador de la Puente Coria 34 B. 17
Francisco Rodríguez de Vera Habana (Puerto Rico) 31 B. 16
Juan de Montiel México 29 F. 12
José de Segura México 24 B. 3
Alberto Falcón
Domingo de Barrios
Nicolás de NovasGregorio DíazDomingo Martín Atrixco 37 F. 18
17.000 deuda... «aegre ali possunt.
284
1660 Col. Guat., Mex., 8, fol. 293
Manuel LoboLucas de Salazar
Diego de los Ríos
Francisco Rodríguez de
Salvador de la Puente
Juan de Robles
Juan de Montiel
Domingo de Barrios
Vera
Querétaro
1661 Col. Guat., Mex., 5, fol. 56v
204 Manuel Lobo205 Lucas de Salazar
206 Diego de los Ríos
207 Salvador de la Puente
208 Juan de Robles
209 Diego de la Vega210 Diego Sobarzo
211 Francisco Rodríguez de Vera
212 Juan de Montiel
213 Alberto Falcón
214 Domingo de Barrios
215 Gregorio Díaz
Guadiana ¿49? B. 35
Toledo 57 B. 39
Tlaxcala 39 B. 21
38 B. 21
Querétaro 34 B. 18
Madrid 24 B. 13
Mora (España) 30 B. 5
Habana (Puerto Rico) 35 B. 18
México 32 B. 15
1667 Col. Guat., Mex., 5, fols. 120 r y v
217 Andrés Cobián
218 Manuel Lobo Guadiana
219 Diego de los Ríos Tlaxcala
220 Salvador de la Puente Coria
221 Domingo de Urbina Patzcuaro
222 Diego de la Vega Madrid223 Alfonso Ramos Saldaña
224 Diego Sobarzo Mora225 Juan Duran Puebla
226 Ricardo Vázquez Limerick
227 Domingo de Barrios
228 Gregorio Díaz229 Nicolás de Novas
53 B. 27
55 B. 40
44 B. 2643 B. 26
38 F. 23
35 B. 18
33 B. 15
29 B. 10
25 B. 10
38 Val. 5
1669 Col. Guat., Mex. 5, fols. 161 r y v
210 Tomás Altamirano
211 Manuel Lobo212 Diego de los Ríos
213 Domingo de Urbina214 Juan de Ochoa
Villalajos (Nueva España)
Patzcuaro
Colima
55 Val. 39
56 B. 41
45 B. 27
39 Val. 24
33 B. 18
285
215 Alfonso Ramos Fonsaldaña
216 Juan Duran Puebla
217 Diego Sobarzo Mora218 Ricardus Vázquez Limerick
219 Domingo de Barrios
220 Gregorio Díaz221 Nicolás Novas222 Jerónimo de Mendiola Puebla
34 F. 16
26 F. 12
30 F. 14
38 Val. 6
28 F.
(fol. 186)
Personal: 13/9/2 T/2 G/l F/ 1 LM.
Economía: Renta, 14.000 «unciarum argenti»; 1.000, intereses deuda; 20.000 principal.
1671 Col. Guat, Mex., 5 fol. 204; Mex., 8, fol. 298 (en ambos lugares, los datos
idénticos).
217 Eugenio López Ciempozuelos 50 F. 35
218 Manuel Lobo 59 B. 43
219 Domingo Urbina Patzcuaro 42 Val. 27
220 Agustín Franco México 38 Val. 23
221 Juan de Ochoa Colima 36 B. 22
222 Juan Duran Puebla 29 F. 14
223 Ignacio de Aviles México 29 Rob. 14
224 Francisco Medrano México 28 Rob. 12
225 Domingo de Barrios
226 Gregorio Díaz228 Jerónimo de Mendiola
(fol. 230v)
Personal: 11/8/2 T/l F/2 G/l LM.
Economía: Rentas, 14.000; deudas, 1.000 anuales, de 20.000 de principal.
1675 Col. Guat., Mex., 5, fols. 245v-246
208 Eugenio López Ciempozuelos 52 F. 38
209 Manuel Lobo 62 B. 47
210 Juan de Ochoa 39 B. 25
211 Domingo de Urbina 45 Val. 30
212 Juan de Estrada Guatemala 35 F. 16
213 Ignacio de Aviles México 32 Rob. 17
214 Juan Cerón Tegucigalpa 25 Rob. 11
215 José Ramírez Puebla 35 F. 17
216 Francisco Medrano México 31 Rob. 15
217 José de Aguilar Puebla 20 B. 6
218 Gregorio Díaz219 Jerónimo de Mendiola220 Martín Echegaray Lequeitio (Cantabria) 28 Rob. 5
(fol. 272)
Personal: 11/8/2 T/l F/2 G/l LM.Economía: 40.000 uncías (¿14.000?); deudas, 1.000 de 20.000.
286
1678 Col. Guat., Mex., 8, fol. 303.
Salvador de la Puente
Manuel LoboJuan de Estrada
Andrés Gallo
Juan CerónFrancisco MedranoFrancisco del Castillo
José de Morales
Juan de Vallejo
1683 Col. Guat., Mex., 5, fol. 289v; Mex., 8, fol. 307v (iguales los datos)
225 Francisco Rodríguez de Vera Habana (Puerto Rico) 53 Val. 31
226 Manuel Lobo 68 B. 53
227 Juan de Estrada 41 F. 17
228 Juan Cerón 32 F. 17
229 Ignacio de Azpeitia Guatemala 32 Val. 15
230 Juan de la Parra Puebla 28 F. 13
231 Juan Vallejo Avila 45 Med. 20
232 Francisco del Castillo Guadiana (Nueva España) 38 B. 16
233 Joaquín de la Peña México 28 F. 13
234 Juan Alvarez Tlaxcala 29 F. 10
235 Florencio de Abarca Murcia 41 Val. 22236 Juan Galindo Lucena 35 Rob. 10
237 Nicolás López238 Diego Muñoz
(fol. 320v)
Personal: 13/10/2 T/l F/2 G/l LM.Economía: Muchas limosnas..., uno dio 10.000 uncías, otro 30.000 para arreglar el
ingenio; deudas, 1.000 anuales de 20.000 de principal.
1684 Col. Guat., Mex., 5, fol. 335v; Mex., 8, fol. 313v
262 Diego de la Vega263 Manuel Lobo264 Juan Cerón265 Alfonso de Arrivillaga
266 Joaquín de la Peña267 Manuel de Alcalá
268 Francisco del Castillo
269 Juan de Vallejo
270 Francisco Cavallerc
271 Ignacio de Azpeitia
272 Florencio de Abarca
Madrid 50 F. 33
71 B. 66
35 F. 20
Guatemala 35 B. 19
México 31 F. 16
Sayula (México) 30 Val. 13
Oaxaca 41 B. 19
Avila 48 Med. 23
México 26 B. 10
Guatemala 35 Val. 18
287
273
274
Nicolás LópezDiego Muñoz
(fol. 369)
Personal: 13 / 10/ 2 T / 1 F / 2 G / 1 LM.Economía: Renta, 20.000 uncías; deuda, 1.000 de 20.000 de principal
1687 Col. Guat., Mex., 5, fol. 385v; Mex., 8, fols. 318v-319 (iguales los datos; hayun cambio de orden).
253 Ambrosio de Oddon Zaragoza 46 Val. 27254 Juan Cerón 38 F. 23255 Alfonso de Arrivillaga Guatemala 38 B. 22256 Joaquín de la Peña México 34 F. 19
257 Antonio Cortés México 27 Med. 12
258 Pedro de Paz México 28 B. 12
259 Joaquín de Robles Guadiana (Nueva España) 28 Med. 13
260 Francisco del Castillo Oaxaca 44 Med. 22261 Francisco Cavallero México 29 B. 13
262 Ignacio de Azpeitia Guatemala 38 Val. 21
263 Florencio de Abarca264
265
Nicolás LópezDiego Muñoz
(fol. 418)
Personal: 13/10/2 T/1F/2G/1 LM.
Economía: Réditos, 20.000 uncias; deudas, 1.000 de 20.000 de principal.
1690 Col. Guat., Mex., 6, fol. llv; Mex., 8, fol. 324
266 Francisco de Arteaga
267 Juan Cerón268 Antonio Cortés
269 Joaquín de la Peña270 Juan Carrillo
271 Pedro Pimentel
272 Pedro de Paz273 Francisco del Castillo
274 Francisco Cavallero
275 Ignacio de Azpeitia
276 Florencio de Abarca277 Nicolás López278 Gerónimo Girón
Guatemala 41 F. 26
41 F. 26
30 B. 15
México 37 F. 22
México 27 F. 8
México 29 F. 11
México 31 B. 15
Guazapán i(México) 47 Med. 25
32 B. 16
Guatemala 41 Val. 24
Zamora 49 F.
(fol. 44)
Personal: 13 / 10 / 2 T / 1 F / 2 G / 1 LM.Economía: Renta, 20.000 uncias; se emplea en la molitio templi y en la decimarum
solutio.
288
1693 Col. Guat., Mex., 6, fol. 58; Mex., 8, fols. 329 r y v (iguales)
314 Francisco Antonio Ortiz México315 Juan Cerón316 Joaquín de la Peña México
317 Antonio Cortés México
318 Pedro Pimentel México
319 Juan Carrillo México
320 Antonio de Cáceres Nicaragua
321 Juan de Herrera México
322 Ignacio de Azpeitia Guatemala
323 Francisco del Castillo Guazapan324 Francisco Cavallero México
325 Florencio de Abarca
326 Nicolás López327 Gerónimo Girón
328 Pedro Sáenz Sotopalacios
329 Francisco Várela Vigo
54 F. 20
43 F. 28
39 F. 25
32 F. 17
31 F. 13
29 F. 10
28 B. 17
28 B. 13
43 B. 26
49 Med. 27
34 B. 18
39 B. 2
21 Rob. 2
1696 Col. Guat., Mex., 6, fol. 106; Mex., 8, fol. 334 (iguales).
301 José Díaz
302 Joaquín de la Peña
303 Antonio Cortés
304 Pedro Pimentel
305 Juan Carrillo
306 Antonio de Cáceres
307 Francisco de la Cavada308 Ignacio de Azpeitia
309 Juan de la Parra
310 Francisco del Castillo
311 Juan de Herrera
312 Juan Felipe de Sandoval
313 Florencio de Abarca314 Gerónimo Girón
315 Francisco Várela
316 Juan de Urrutia
Toledo
MéxicoMéxicoMéxicoMéxicoNicaragua
GuatemalaGuatemalaGuadalajara
GuazacapanMéxicoMéxico
Chiapas
46 B. 30
43 F. 28
35 F. 20
34 F. 16
32 F. 13
31 B. 16
30 B. 9
46 B. 29
27 B. 12
52 Med. 30
31 B. 16
55 Val 36
(fol. 155v)
Personal: 16/12/1 T/l F/l Ret/1 G/l LM.
Economía: Rentas, 20.000 menos 1.000 de principal; se emplean en templi aedificatione.
1708 Col. Guat., Mex., 6, fols. 174v y 210
316 Pedro Ignacio de Loyola Bruselas
317 Ignacio de Azpeitia Guatemala
318 Martín Carlos Ramales Cádiz
319 Antonio de Valtierra Chiapas
50 F. 33
60 F. 42
56 Med. 39
39 F. 23
19
289
320 Francisco Xavier Solchaga Querétaro 36 F. 22
321 Juan de Munguia Michoacán 26 B. 9
322 Juan de Montenegro Parral (Nueva España) 37 Med. 17
323 Manuel Pérez México 33 F. 18
324 Florencio de Abarca
325 Gerónimo Girón
326 Francisco Várela Vigo 37 Med. 18
327 Francisco de Estrella Querétaro 46 Med. 26
328 Blas de Pastrana Viñuela
Borj
329 Pedro de Ocampo Taxco 37 Med. 18
330 Antonio de Ciria Tlaxcala 27 Val. 12
(foL 210)
Personal: 13/9/2 T/ 1 Ret/1 G/l F/l LM.
Economía: 20.000 «parum credibile... in peius fuerunt eius bona.
plus quam condictam convictorum...».
.»; Borja «non habet
1714 Col. Guat., Mex., 6, fols. 246v-247 y fol. 285.
318 Juan de Oviedo Bogotá 44 Rob. 25
319 Ignacio de Azpeitia Guatemala 66 F. 48
320 Carlos Ramales Cádiz 62 Med. 45
321 Pedro de Ocampo Taxco 43 Med. 21
322 Antonio de Siria Tlaxcala 33 Val. 18
323 Tomás de Nájera Guatemala 30 B. 15
324 Juan de Montenegro Parral 43 Med. 23
325 Antonio de Valtierra Chiapas 45 F. 31
326 Gerónimo Girón327 Blas de Pastrana
328 Salvador Pérez Yucatán 32 F. 16
329 José Blanes Sevilla 22 F. 3
Borja
330 Juan Munguia Michoacán 33 B. 15
331 José Cirilo Vidal ¿Inguindin? (Marabatio). 30 F. 15
(fol. 285)
Personal: 12/8/2 T/l F/2 G/l LM.
Economía: Se dan los cursos «sine ulla obligatione». .
.
Rentas : 10.000 «in praesens Coll. adversa temporis varietate ad indigentiae angustias
redactum est... debet 25.000».
Borja paga 150 de un principal de 3.000 que estaba situado en el edificio antes de
la fundación.
1720 Col. Guat., Mex., 6, fols. 304-338.
324 Juan de Munguia325 Ignacio de Azpeitia
326 José de Villalobos
¿Tinquindin?
GuatemalaChiapas
(Michoacán) 37 Rob. 20
71 Val. 54
39 Med. 23
290
327 Antonio de Siria Tlaxcala328 Miguel de Ortega Tlaxcala329 Juan de Montenegro Parral330 Gerónimo Girón331 Blas de Pastrana
332 José Blanes
Borja
333 Tomás de Nájera Guatemala
39 Rob. 23
39 Rob. 17
47 Med. 27
35 Rob. 20
(fol. 338)
Personal: 11/7/1 TS/1 F/2 G/l LM.Economía: Renta, 11.800 uncias «absque ulla obligatione»; 9.000 «ex praediis». Deu-
da: 757 anual de un principal de 15.193. Hay un capital de 11.350 que respondea las distintas obligaciones: ministerios, misas... 2.562 en deuda.
1723 Col. Guat., Mex., 8, fol. 340
José MayaIgnacio de Azpeitia
José de Villalobos
Francisco de PazJosé MuñozJuan MontenegroAntonio Siria
Antonio Leal
Blas de Pastrana
Borja
Tomás de Nájera
GuatemalaChiapas
1726 Col. Guat, Mex., 7, fol. 15
Tomás de Nájera
Ignacio de Azpeitia
José de Villalobos
Francisco Xavier PazPedro Sesati
Felipe Espinosa
Juan de MontenegroJosé MayaJosé Blanes
Juan Antonio de la Paz
323
324
325
326
327
328
329
330
331
332
Borja
333 José Muñoz
Guatemala 43 B.
Guatemala 77 Dcb.Nicaragua 45 Fra.
Mérida (Nueva España) 32 Rob.Guadalajara (Nueva España) 31 Rob.Guatemala 31 Déb.Parral 53 Déb.¿Parral? 44 B.
Bética
Benavente
Michoacán 36 B.
27
6029
14
16
7
34
30
14
291
1737 Col. Guat., Mex., 7, fols. 67 y 170; Mex. 8, fol. 345 v
349 Manuel de Herrera México350 José Bernardo Muñoz Guanajuato
351 Juan Miguel de Cartagena México352 Francisco Xavier Molina Potosí
353 Antonio Ruiz México354 Domingo de Paz México355 Felipe de Espinosa Guatemala356 Luis de Escudero México357 Francisco Navarro Guatemala358 Juan de Montenegro Parral
359 Pedro León de Medina México360 Martín Barroso Córdoba361 José Blanes
362 Juan Antonio de Paz Benavente
Borja
363 Nicolás Prieto Monterrey
364 Mariano González Oaxaca
48 B. 32
46 B. 24
32 B. 14
28 B. 10
28 B. 11
30 B. 13
42 B. 18
26 B. 10
39 B. 24
64 Déb. 44
54 B. 38
39 B. 10
60 Déb. 18
40 Rob. 19
33 B. 17
(fol. 170)
Personal: 14/11/1 T/2 F/2 G/l LM.
Economía: Renta, 10.500 intereses deuda: 595 (11.900 principal); obligaciones espiri-
tuales... responden a un pral: 19.680. Debe 9.000; le deben 8.000.
En Mex., 8, se encuentran las siguientes variantes: Pedro León de Medina es vi-
sitador; algunos padres están en diferente orden, y falta en el segundo el padre
Escudero.
1741 Col. Guat., Mex., 7, fol. 147v; Mex., 8, fol. 325v (falta J. A. de Paz)
353 Manuel de Herrera México 52 B. 36
354 Juan Miguel de Cartagena México 36 B. 18
355 Francisco Xavier Molina Potosí 32 B. 14
356 Domingo de Paz México 34 B. 17
357 Juan García de Alva Guadalajara 33 B. lo
358 Felipe de Espinosa Guatemala 46 B. 22
359 Luis Escudero México 30 B. 14
360 Francisco Navarro Guatemala 43 B. 28
361 Salvador de la Gándara S. Sebastián (Nueva España) 31 B. 14
362 Juan Antonio de Paz Benavente 64 Déb. 21
363 Martín Barroso
364 José Blanes
Borja
365 Nicolás Prieto Monterrey 44 Rob. 22
366 Antonio Ruiz México 32 B. 14
(fol 195v)
Economía: Renta, 10.656. Debe, 690 anuales de 13.400; 21.850 para actividades piado-
sas. Debe 9.623; le deben, 9.633.
Borja, cuotas, 3.300; le deben, 1.673.
292
1744 Col. Guat., Mex., 7, fols. 216 y 355; Mex., 8, fol. 358v
Nicolás Prieto
Juan Miguel de Cartagena
Francisco NavarroFelipe Espinosa
Salvador de la GándaraFrancisco Xavier MolinaLuis Escudero
Juan Francisco Lasarte
Martín Barroso
José Blanes
Juan Antonio de Paz
344
345
346
347
348
349
350
351
352
353
354
Borja
355 Domingo de Paz
Monterrey 47 B. 26Potosí 39 B. 21Guatemala 47 B. 31Guatemala 49 B. 25San Sebastián (México) 34 B. 17Potosí 35 B. 17México 33 B. 17Oaxaca 32 B. 15
México 37 B. 20
(fol. 262v)
Personal: 11/8/1 T/l F/2 G/l LM.Economía: 12.000; renta a descontar, 670, interés de un principal de 13.400.
Hay 21.850 pesos teóricos de principal para atender a distintas actividades de tiporeligioso.
Debe 12.000; le deben 10.000 (malos de cobrar); «emit praedium quod ad regiumdominium pertinebat...», en 2.500.
Borja, cuotas..., 3.500; no debe nada, le deben 2.000.
El catálogo breve, fol. 358v, Mex., 8, pequeñas variantes en el orden de las per-sonas.
1748 Col. Guat., Mex., 7, fols. 289-289v y 335v
Nicolás Prieto
Juan Miguel de Cartagena
Francisco Xavier MolinaEstanislao de RuanuovaMiguel de BenjumeaMiguel Gutiérrez
José CardonaLuis Escudero
Felipe Espinosa
Martín Barroso
José Blanes
Juan Antonio de Paz
la Gándara
356
357
358
359
360
361
362
363
364
365
366
367
Borja
368 Salvador de
Monterrey 52 B. 30México 44 B. 22Potosí 40 B. 22Veracruz 33 B. 18
Guadalajara (México) 36 B. 15
Guatemala 30 B. 12
Cholula 30 B. 13
México 38 B. 22Guatemala 54 B. 30
S. Sebastián (Nueva España) 39 B. 22
(fol. 335v)
Personal: 12/9/1 TM (B 1 TS)/2 F/2 G/l LM.Economía: 12.000 renta a descontar 670 de un principal de 13.400 para atenciones
diversas; tiene un principal teórico de 21.850, debe 9.000; le deben 9.000.
293
1751 Col. Guat, Mex., 8, fols. 19r y v y 69v; fol. 376v.
398 Juan Bautista Peñuelas
399 Juan Miguel de Cartagena
400 Francisco Xavier de Molina
401 Miguel de Benjumea402 José Cardona403 Nicolás de Benavides
404 Luis Escudero
405 Salvador de la Gándara406 José Vázquez407 Martín Barroso
Borja
408 Miguel Gutiérrez
Guanajuato 52 B. 37
México 47 B. 29Potosí 43 B. 25
Guadalajara 39 B. 18
Cholula 33 B 17
México 31 B. 16
México 41 B. 25
Durango (México) 42 Déb. 25
Cádiz 50 B. 17
Córdoba 54
Guatemala 33 B. 15
Personal: 10/8/1 TM (1 B TS) / 2 F / 2 G / 1 LM.
Economía: Col., 25.009 más 10.150 uncías, menos 645 de 12.000: capital 15.263 obras
pías; con el sismo «templum paene solo aequatum».
Borja, renta 3.300, menos 5 de 100; 38 colegiales.
1755 Col. Guat., Mex., 8, fols. 99 y 383 (falta el primer catálogo; lo suplo con el
breve fol. 383).
Salvador de la GándaraMiguel de BenjumeaTomás Zayas
José CardonaJosé Vallejo Guadalajara
Nicolás de Benavides MéxicoLuis Escudero MéxicoJosé Restan
José VázquezBorja
Miguel Gutiérrrez
(fol. 99)
Personal: 10 / 8 / 1 TM (IB TS) / 2 F / 2 G / 1 LM.Economía: Renta, 25.099; 10.150 (—) 645; obras pías: 12.500.
Los bienhechores y Figueredo «in primis» (él dio 4.000 uncias) han hecho que el
templo «ad pristinam formam et pulchritudinem iam erectum»...
Figueredo ha dado para «nostrorum alimoniam», 1.246; Figueredo, «praediola. .
.
domum recreationis construxit». . . De sus bienes patrimoniales, 15.500 «intervivos
donavit». .
.
Borja, renta, 3.300; 40 alumni «numerad solent».
El edificio «a fastigio dirutum fuit»...
294
1758 Col. Guat., Mex., 8, fols. 124r y v.
444 Francisco Xavier Molina Potosí
445 Juan Uría Guatemala446 Tomás Zayas Habana447 Nicolás de Benavides México448 José Vallejo Guadalajara
449 José Restan México450 Manuel Iturriaga Puebla
451 Rafael Landívar Guatemala
452 Cristóbal Villafañe México453 Martín Barroso
454 José Vázquez455 Antonio Pons Barcelona
Borja
456 Miguel Gutiérrez Guatemala457 José Iguerategui Guanajuato
49 Rob. 31
62 En. 45
42 Rob. 23
37 Rob. 22
40 Rob. 16
35 B. 17
29 B. 13
27 B. 8
26 Rob. 8
26 Rob. 4
40 B. 21
30 Rob. 15
1764 Col. Guat., Mex., 8, fols. 195v-196.
513 Nicolás Calatayud Guadalajara 54 B. 30
514 Juan Uría Guatemala 68 En. 51
515 Francisco Xavier Molina Potosí 55 Rob. 37
516 Tomás Zayas Habana 48 Rob. 30
517 Manuel Muñoz Guatemala (diócesis) 34 Rob. 16
518 Bartolomé Cañas Guatemala 35 Rob. 15
519 Rafael Landívar Guatemala 33 Rob. 14
520 Cristóbal Villafañe México 32 Rob. 14
521 Juan Sacrameña Medina Sidonia 31 Rob. 16
522 Mariano Fontecha Querétaro 30 Rob. 16
523 Martín Barroso
524 José Vázquez525 Antonio PonsBorja
526 José Vallejo Guadalajara (diócesis) 46 Rob. 22
527 Manuel González Cantabrana Guanajuato 28 Rob. 10
(fol. 242)
Personal: 13/10/1 T/2F/1 G/l LM.
Economía: Renta, 12.000 más 13.339 para obras pías. Debe, 4.000; le deben, 1.000.
Borja, renta, 4.000 (convictores más alquileres).
295
índice de ilustraciones
Mapa de la provincia jesuítica de Nueva España
Plano de la ciudad de Santiago de los Caballeros
Primer pliego de las Constituciones dadas a San Lucas por
el obispo Juan de Santo Matía
Anuncio del acto teológico de Roldan y Toledo
Conclusiones para la licenciatura en Teología del mismodoctor
Conclusiones teológicas de Esteban de Acuña
Licenciatura en Teología del mismo doctor
Doctorado en Teología de Antonio de Salazar
Licenciatura en Artes de Sáenz de Escobar
Doctorado en Teología de dos licenciados
Licenciatura en Teología de Carlos Coronado
Grabado descriptivo del real seminario de nobles de Madrid
Plano de las dos plantas de San Lucas
Fachada de la iglesia de San Lucas
Tarja que anunció la inauguración de San Borja
Problema ingenioso de Landívar
Dos tarjas: López de Portillo y Rafael Landívar
Conclusiones de Teología de Juan Miguel de Nájera
Dedicatoria a San Borja de Francisco de Vega Lacayo
El «palo del voladora dibujado por Landívar
pág. 28
pág. 110
entre las págs. 112-113
entre las págs. 112-113
entre las págs. 112-113
entre las págs. 128-129
entre las págs. 128-129
entre las págs. 128-129
entre las págs. 128-129
entre las págs. 128-129
entre las págs. 128-129
entre las págs. 144-145
pág. 158
entre las págs. 160-161
pág. 168
entre las págs. 192-193
entre las págs. 192-193
entre las págs. 208-209
entre las págs. 208-209
pág. 218
297
índice de personas y lugares *
Abarca, Florencio (hno sj): 127, 150,
159, 287-290.
Abarca, José (estudiante): 204.
Abaurrea, Marino (bach.): 204.
Acosta, José de (sj): 237, 247.
Acquaviva (general sj): 36, 43, 104.
Acuña Morera, Esteban (bach. lie.
doc): 120, 126, 129, 130, 137, 143,
276-279.
Aduna, Nicolás (vic. sede vacante): 123.
Águila, Enrique (bach.): 204.
Aguilar, Francisco de (alcalde de Gua-temala): 44.
Aguilar, José de (sj): 127, 150, 159,
286.
Aguilar, Manuel (bach.): 250.
Aguirre, José Antonio (sj): 247.
Agurto y Álava, Juan Miguel de
(pdte.): 275.
Agustín, san (día): 236; (iglesia): 240.
Ahumada, Francisco de (sj): 281.
Ajo: Historia (véase bibliografía): 124,
162.
Alarcón, fr. Manuel (¿Ruiz de Alar-
cón?): 183.
Alba de Aliste (conde; véase Enrí-
quez): 152.
Albano (Albanus), Mateo (sj): 56, 281.
Alcalá (archivo): 243; universidad: 116.
Alcalá, Manuel de (sj): 287.
Aldama, José María de (est.): 185, 186,
194.
Aldana, Juan (sj): 281.
Aleas, fr. Fermín (ofm): 249.
Alegre, Hist. (véase bibliografía): 30,
51, 211, 262.
Almolonga (pueblo): 23.
Alonso Hincapié, Antonio (est.): 67.
Altamirano, Tomás (sj): 101, 108, 126,
128, 129-131, 254, 279.
Alva, Manuel (sj): 247.
Alvarez, Francisco (ing.): 239.
Alvarez, Juan (sj) : 287.
Alvarez, Nicolás (bach.): 86.
Alvarez Fuentes, Alonso y Esteban
(bachs.): 120, 125, 126, 131, 137.
Alvarez de Toledo, Juan (obispo): 210,
211.
Alvarez de Vega, Antonio (est.): 67,
75.
Amatitlán (lago): 93, 259.
Amatitlán (ingenio): 112, 150, 173, 215,
216, 256-259.
Amezqueta, Bartolomé (oidor, catedrá-
tico): 145, 148, 163, 164, 275.
Amezqueta, Manuel (est.): 162.
Amezqueta, Pedro (est.): 162.
Amusco (pueblo): 282.
Andino (lie): 24.
Andonaegui, Manuel Antonio (bach.):
204.
Andrade, Luis de (obpo. Honduras): 51.
Anís (Donis; ingenio de azúcar).
Antequera (ciudad): 281.
Antigua (Santiago de Guatemala), pas-
sim: 42, 89.
* A continuación de los nombres se enumeran algunos datos sobre cada uno de los personajes.
Aunque las abreviaturas empleadas son bastante obvias, como bach (bachiller), lie (licenciado),
prof (profesor), sac (sacerdote), algunas siglas de órdenes religiosas son menos conocidas: sj (jesuí-
ta), op (dominico), ofm (franciscano), mere (mercedario) , osa (agustino), ocd (carmelita).
299
Antonio, Juan (sj): 281.
Antonio, san (finca): 57, 96, 160, 253
(vide San Antonio y Padua).
Aparicio (autor; véase Bibliografía):
198.
Araoz, Antonio de (sj): 28.
Arce, Juan de (sj): 52, 56, 281-284.
Arcos y Moreno, Alonso de (pdte.):
240.
Arequipa: 85.
Arista, Francisco de (sj): 61, 77, 78,
79, 86, 123, 281-282.
Aristóteles (en la biblioteca): 207.
Armas Palomino, Ignacio (mtro.): 138.
Armengol, Pedro de (prop. de obraje):
101.
Arnaya, Nicolás de (provl. Mex., sj):
76.
Arochena, fr. Antonio (ofm): 183.
Arochena, fr. Pedro (ofm): 185, 233.
Arochenas: 185, 186.
Arrese, Pedro José de (bach.): 204.
Arriaga (en la biblioteca): 207.
Arrivillaga, Alfonso (prof., guat, sj):
141, 142, 150, 287-288.
Arrivillaga, fr. Miguel (prof.): 184,
199.
Arrivillaga, Mariano de (comprador de
la finca de Canales): 255.
Arroyo, Sebastián (est.): 143.
Arteaga, Francisco de (prof., sj): 149,
288.
Artes maya y mexicano (en la biblio-
teca): 208.
Asperilla, Miguel (bach.): 86.
Asturias, Miguel (bach.): 184.
Asunción (Seminario de la): 29, 54, 55,
63, 137, 153, 162, 166, 175, 176, 204,
272 (véase Seminario).
Asunción (Nueva Guatemala de la):
209, 211, 236, 249, 251.
Atlántico (océano): 239.
Atlixco: 61, 285.
Audiencia de Guatemala: 167.
Auxerre (Francia): 215.
Avalos, José Antonio de: 215.
Avila: 118, 287.
Aviles, Ignacio (sj): 127, 141.
Avilez, Salvador de (Ruiz de) (bach.):
185.
Ayarza, Domingo de (est.): 269.
Ayllón, Pedro de (bach.): 74, 75.
Ayuntamiento de Guatemala: 213, 215,
241, 242.
Azpeitia (López de), Ignacio (sac. guat.,
sj): 22, 149, 154, 155, 159, 161, 162,
163, 166, 172, 173, 175, 203, 220, 221,
226, 268-280, 287-291.
Azpeitia, Juana de: 159.
Baldizón, Diego y Lorenzo (estds.):
126.
Bañez (en la biblioteca): 207.
Baños, Ana de: 140.
Baños y Sotomayor, José de (rect.):
135-140, 146, 153.
Barahona (v. Barona; fund. univ.): 58,
94, 112.
Barba de Figueroa, Sancho (bach.):
183.
Bárbara de Braganza (reina): 225.
Barbosa (en la biblioteca): 207.
Barcelona: 282.
Barreda, Félix Antonio (bach.): 184.
Barrera Belmonte, Pedro (regidor ca-
bildo Guat.): 269.
Barrios, Benito (sj): 281.
Barrios, Domingo (prof. primeras le-
tras, sj): 95, 109, 120, 121, 127, 131,
150, 283-286.
Barrios Leal, Jacinto de (pdte.): 146,
153.
Barroeta, José Manuel (alguacil, encar-
gado traslado jesuítas): 209, 245, 246.
Barros de San Millán, Manuel (oidor)
:
26.
Barroso (Barrena), Martín (sj): 247,
292-295.
Bartolomé, Juan Bautista (alfz. ma-
yor): 93.
Batres (véase González Batres).
Batres, Antonio José (bach.): 198.
Becerra, Teresa (viuda de B e r n a 1
Díaz): 108.
Belén (Col. de La Habana, Cuba): 260.
Benavente: 291, 292.
Benavides, Nicolás (sac, sj): 174, 204,
225, 226, 228, 229.
Benedictos (en la biblioteca): 207.
Benítez, Juan (alférez, Chiapas): 57.
Benjumea, Miguel (sac, prof., sj): 220,
225, 226, 293, 294.
300
Bernal, Cristóbal (sj): 61, 62, 79, 83,
281, 282.
Berrospe (véase Sánchez de).
Betancur (Vble. Hno. Pedro de San
José) (véase Pedro, hermano).
Beteta y Arroyabe, Buenaventura (ba-
chiller): 184.
Biblioteca universitaria: 210.
Binuesa, Juan de (albacea de Crespo
Suárez): 113, 114, 133.
Blanco Segura (historiador, véase Bi-
bliografía) : 63.
Blanes, José de (sj): 63, 290-293.
Bogotá: 139, 290.
Bolaños, Alonso de (bach.): 86.
Bolaños, José de (est.): 126.
Bolonia: 119, 195, 260, 262.
Boloniense (texto empleado): 249.
Borja, san (colegio, convictorio): 16, 22,
42, 155, 160-175, 177, 178, 181, 186-
189, 190-196, 207, 209, 210, 215, 221,
224, 225, 227, 232, 233, 235-239, 245,
247, 260, 268, 290-295.
Borja, san Francisco de: 28.
Bouzas, Juan y Manuel (estds.): 250,
251.
Braga: 284.
Bravo, Nicolás (sj): 43, 44.
Briones, Juan de (procr.): 97, 114.
Brixia (texto empleado): 249.
Brizuela, Ignacio de (est.): 86, 87.
Burgos: 90.
Burrus (autor, véase Bibliografía): 28,
30.
Caballero, Francisco (sj): 287.
Cabanas, fr. Jacinto (op, prof.): 74, 75-
77, 201.
Cabeza de Vaca, Eustaquio (asesinado
en Omoa): 235.
Cabezas Altamirano, fr. Juan de las
(obpo.): 29, 35, 39, 45, 47-55, 60, 63,
253, 257.
Cabildo (véase también ayuntamiento):
32, 128, 177, 270.
Cabredo, Rodrigo de (sj): 43.
Cabrejo, fr. Miguel (prof. ofm): 190,
199, 204.
Cabrera, Pedro (sj): 52, 55, 56, 61,
281.
Cabrera de Córdoba, Luis (historiador,
véase Bibliografía): 99.
Cáceres, Antonio (sj): 150, 220, 222,
289.
Cadahalso: 281.
Cádiz: 246, 247, 264, 290.
Cajiga y Rada, Agustín de la (est.):
182, 193, 194, 269.
Calancha Valenzuela, Cristóbal de (fis-
cal audiencia): 113, 119.
Calatayud, Nicolás (sj): 237, 238, 295.
Cali: 227.
California: 195.
Calvo de Lara, José (alcalde Sonsona-
te); José, Juan, Ramón (sus hijos):
162, 169.
Callejas, Antonio (bach.): 86.
Campanario (pueblo) : 281.
Campo, san Ignacio del (finca): (véase
San Ignacio).
Campo, fr. Juan (op): 94.
Canales (finca): 255-257.
Canarias: 50, 287.
Cano, fr. Agustín (op. prof.); 272.
Cano Gaitán, Antonio (proc): 67.
Cano, fr. Agustín (op, prof.) : 272.
Cantabrana, Manuel (véase GonzálezCantabrana).
Cañas, J. Bartolomé (prof., sj, salv.):
186, 225, 295.
Caracas: 139.
Caraffa, Vicente (general de la Compa-ñía de Jesús): 92, 267.
Carboneli, Francisco (sac, sj): 95, 109,
283-284.
Cárcamo, Bárbara de: 107.
Cárcamo Y Valdés, Isabel de: 107.
Cárdenas, Juan de (rect, univ.): 166,
167, 180, 206, 275, 135, 141, 153-155.
Cárdenas, Pedro de (sac, sj): 76, 282.
Cardona, José de (sac, sj): 192, 293,
294.
Carlebal (en la biblioteca): 207.
Carlos, san (patrono univ.): 140.
Carlos, san (univ.): 22, 118, 125, 131,
135, 167, 170, 177-217, 233, 239, 250,
268-276.
Carlos II (fundr. univ.): 132, 133, 140,
146, 147, 163, 270.
Carlos III (expulsa la Compañía): 13,
134, 225, 229, 230, 236, 237, 249,
264.
Carranza, J. Bautista: 93.
Carrascal, J. de (sj): 42.
301
Carrillo, Juan (sac, sj): 141, 142, 288,
289.
Carrillo, Tomás (est): 182.
Cartagena: 286.
Cartagena, José Miguel (sac, sj): 185,
192, 198, 202, 215, 220, 292-294.
Carvajal, Alvaro (provisor del obispo
Marroquín) : 33.
Carvajal, Diego de (arcediano): 29, 33,
34, 35, 37, 58.
Carvajal, García de (oidor): 46, 47.
Casas, Bartolomé de las (sac, sj, prof.):
86, 87.
Castellón, fr. Felipe: 184, 192, 194.
Castilla, Francisca de: 51.
Castillo, fr. José del (ofm): 105.
Castillo, Francisco del (sac, sj): 150,
287-289.
Castillo, José del (bach.): 204.
Castillo y Cárcamo, José (heredero de
la casa de los Díaz del Castillo): 108.
Castillo y Valdés, Pedro (est.) : 67, 75.
Castresano, Juan de (est.): 125, 126.
Castro, Gaspar de (sj) : 282.
Castro, Ildefonso (sj): 38.
Cavada, Francisco de la (sj): 141-142,
220, 289.
Cavallón, Juan (fiscal): 25.
Cayetano (en la biblioteca): 207.
Ceballos, fr. Francisco (op, prof.): 67,
74.
Ceballos Villagutierre, Alonso de
(pdte.): 169, 210, 226, 272.
Celada, Leonor de (viuda de Juan de
Guevara, regala su casa): 22, 48, 71,
106, 253.
Cerón, Juan (hondureno, sj): 127, 141,
143, 150, 156, 220, 286-289.
Céspedes, Diego de (bach.): 97.
Ciempozuelos : 149, 286.
Cifuentes, Nicolás de (est.): 272.
Oria (véase también Siria) Antonio de
(escritor, sj): 290.
Cirilo Vidal, José (sj.) : 290.
Clavería, Tomás de (bach.): 184.
Clavigero, Francisco Xavier (escritor,
sj): 262.
Cobián, Andrés (sj): 126, 127, 285.
Colima: 285.
Colón de Larreátegui, fr. Mauro (obis-
po): 210.
Compañía de Comercio (conato de orga-
nización): 177, 212, 213, 259.
Complutenses (en la biblioteca): 207.
Concilio (Trento): 54.
Congregación m a r i a n a (Anunciata)
:
108, 215, 219, 247.
Conimbricenses (en la biblioteca): 179.
Consejo de Indias (respuestas o parece-
res): 28, 46, 66, 78, 79, 84, 94, 111,
119, 122, 132, 138, 145, 163, 165, 170,
179, 181, 213.
Contiño (ingenio de): 134.
Contreras, José Manuel (bach., rectr.):
183, 194.
Córcega: 282.
Corcuera, Pedro (est.): 271.
Córdoba: 247, 282, 292.
Coria: 98.
Cornejo del Cerro, Mateo (bach.): 183.
Coronado, Carlos de (lie): 125, 126,
132.
Corral, Ana: 41.
Corral, Francisco del (oidor): 69.
Corsini (autor empleado en la univ.):
249.
Cortés, Antonio (sj): 141-143, 150, 185,
186, 192, 288, 289.
Cortés, Cayetano (sj): 186, 263.
Cortés y Larraz, Pedro (obispo): 244,
252.
Corzo, Esteban (sj): 282.
Coruña, La: 50.
Cosío y Campa, Toribio José (pdte.):
179.
Cota, Jerónimo (sj): 58.
Crespo Suárez, Pedro (fundador univer-
sidad): 37, 81, 91, 93, 94, 111, 112,
113, 115, 133, 134, 179.
Criado de Castilla, Alonso (pdte.): 28,
45, 46.
Criado de Castilla, Pedro (alcalde):
258.
Cruz, Juan de la (prof., sj): 55, 56, 61,
62, 79, 99, 101, 105, 109, 281-283.
Cruz, Diego de la (sj) : 283.
Cuajiniquilapa (pueblo en Guatemala):
227.
Cuba: 260.
Cuéllar, Miguel de (est.): 126.
Cuenca: 118.
Cuzco: 272.
302
Chametla (pueblo mexicano): 113.
Charcas: 139.
Chávez, fr. Diego de (merced., est.):
69, 70.
Chíavari o Chavarri (véase Justiniano):
91.
Chamorro, José Antonio y Dionisio
(bachs.): 204.
Chiapas: 57, 63, 96, 100, 121, 140, 142,
160, 170, 173, 221, 223, 224, 243, 244,
253, 289-291.
Chinchilla, Aguilar (autor, véase Bi-
bliografía): 231.
Chinchilla, María de: 107.
Chucuito (correg.): 50.
Damián, Antonio (sj): 286.
Dávalos, Juan (sj): 37, 40, 42, 280.
Delgado de Nájera, Miguel (est.): 183,
193, 194.
Derecho (¿facultad?): 226.
Descobar, Francisco (bach.): 74.
Díaz (en la biblioteca): 207.
Díaz, Alonso (rect., sj): 62, 79, 82, 83,
122, 253.
Díaz, Gregorio (sj): 282-286.
Díaz, José (sj): 149, 257, 270.
Díaz, Nicolás (est.): 126.
Díez, Alfonso (¿Díaz?, sj) : 282.
Díez, Jerónimo (¿Díaz?, sj) : 55, 282.
Díaz del Castillo (familia): 22, 48, 81,
106, 254.
Díaz del Castillo, Ambrosio (profr.):
69, 70, 72, 74, 84, 94, 107, 123.
Díaz del Castillo, Bernal (cronista):
29, 41.
Díaz del Castillo, Bernardo (sac): 50.
Díaz del Castillo, Francisco (hijo del
cronista): 71, 108.
Díaz del Castillo, Tomás (bach.): 74.
Díaz de Vivar, Esteban y Martín (es-
tudiantes): 204, 205.
Díez de Navarro, Luis (ingeniero): 240.
Dolores (finca): 255, 256.
Domínguez, Antonio (bach.): 86.
Dupasquier (en la biblioteca): 207.
Duran, Juan (sj): 120, 127, 130, 285,
286.
Durando (en la biblioteca): 207.
Echevarría, José de (escribano): 209.
Echevers y Subisa, Antonio Pedro(pdte.): 49, 212.
Efemérides del prof. Pardo (véase Bi-
bliografía). Citado muy frecuentemen-
en el libro.
Eguiara (en la biblioteca): 207.
Enríquez, Jerónimo (sac, bach.): 74.
Enriquez de Guzmán, Enrique (pdte.):
138, 140, 152.
Enriquez de Silva (oidor): 152-153.
Escobar, Alonso de (sj): 91.
Escobar, Marcos de (sj): 263.
Escobar de Ibáñez, Francisco (bach.):
75.
Escobedo, Fernando Francisco de
(prdte): 122.
Escoto (doctrina filosófica): 77, 179.
Escudero, fr. Luis (op, prior): 66, 67.
Escudero, Luis (sj): 292-294.
Escuintla (Guatemala): 270.
Espinosa, Felipe (sj): 221, 292, 293.
Espinosa, Francisco de (est.): 126.
Esquibel, Juan Francisco de (oidor):
113.
Esquibel, Pedro (sac, est.): 67.
Esquipulas (santuario): 227, 240.
Estrada, Agustín (regidor): 129.
Estrada, Juan (sj): 150, 156, 291.
Estrada, Pedro de (sec, col. Sto. To-
más): 74.
Estrada y Azpeitia, José Agustín (al-
calde): 160, 269 (correo mayor).
Estrada Monroy, Agustín (autor, véase
Bibliografía): 54.
Ezcaray, Juan Manuel de (est.): 271.
Faloón, Alberto (sj): 282-285.
Falla, Ana: 238.
Falla, Juan Ignacio (rect. univ.): 183,
195, 231, 232.
Falla, Ramona: 238.
Famagno (en la biblioteca): 207.
Fariñas, Manuel (regidor ayunt. Gua-
temala): 269.
Farnesio, Isabel de (reina): 211.
Felipe, san (colegio mayor): 273.
Felipe, san (castillo): 246.
Felipe II: 28, 154.
Felipe IV: 119, 132.
Felipe V: 211.
Felipe, don (véase Ruiz del Corral).
Fernández, Antonio (portugués): 90.
Fernández, Miguel (médico, cat., entra
jesuíta): 211.
303
Fernández de Córdoba, Gómez (obis-
po): 35, 36, 54, 55, 269.
Fernández de Córdoba, Juan (est.) : 162.
Fernández de Córdoba, Francisco, Juan,
Manuel (hermanos): 271.
Fernández de Córdoba, Miguel Germán(ale): 162.
Fernández de Heredia, Alonso (pdte.):
240.
Fernando VI: 239.
Figueredo y Victoria, Francisco José
(arzóbpo): 22, 219, 226-232, 263.
Flores (en la biblioteca): 207.
Francesch, Miguel (op, escritor, prof.):
177, 201, 202.
Fuensaldaña: 127.
Francisco, Agustín (sj): 127, 131.
Fuente, Bernardo J. de la (est.) : 162.
Fuentes, Alvaro (regidor): 59.
Fuentes y Guzmán, Rodrigo (regidor):
32.
Fuentes y Guzmán, Francisco Antonio(cronista): 29, 34, 81, 95, 98, 99, 105,
109, 140, 160, 221.
Fundación: 91-93.
Gage, Thomas: escritor, apóstata (véase
bibliografía): 50, 76, 77, 78, 80, 90,
92, 93, 113, 201 235, 237.
Gándara, Salvador de la (sac, sj, rector,
más tarde provincial): 172, 190, 221,
222, 235, 237, 292-294.
Gandía (universidad fundada por san
Francisco de Borja): 104.
Gálvez, Cristóbal (bach.): 182.
Gálvez, Francisco Ambrosio (bach.): 183.
Gálvez, Josefa: 257.
Gálvez, Mariano (bach.): 204, 205.
Gálvez de Nava, Nicolasa: 257.
Gárate y Francia, Juan (oidor): 119,
151.
García, Diego (sj): 31.
García, Juan: (bach.): 184.
García, Martín (sac, sj): 52, 56.
García de Carvajal (Caravajal en Scha-
fer, oidor): 46, 47.
García Matamoros, Juan (bach.): 75.
García Peláez, Francisco de Paula: ar-
zobispo, autor (véase bibliografía): 13,
213.
García de Sagastizábal, Martín (provi-
sor, vicario): 85, 123.
Genova: 90, 91.
Gerbi, Antonello (véase bibliografía):
263.
Gertrudis, santa (patrona de la casa
de ejercicios): 206.
Gerundio, fray (citado en): 245.
Gil, Basilio (general de la Merced):
244.
Gil Monero, Alonso: (regidor ayunt.
Guat): 269.
Girón, Jerónimo (sj): 288-291.
Godínez, Miguel (sac, sj, irlandés):
79.
Godoy (en la biblioteca): 207.
Godoy y Ayala, Lorenzo (canónigo, in-
gresó en la Compañía de Jesús): 58,
59.
Godoy de Santa Cruz, Melchor o ¿Cris-
tóbal? (vecino): 69, 71, 75.
Golfo Dulce: 246.
Gomera, conde de la (véase Peraza Aya-la): 252.
Gomera, conde de la (un hijo del): 62.
Gómez Cornejo, Diego: (oidor): 46, 50.
Gómez Lamadrid, Francisco (véase La-
madrid, visitador): 159, 163-166, 170,
210, 213.
Gómez Losada, Diego: (bach.): 83, 86,
87.
Gómez Xirón, Jerónimo (sac, sj): 166.
Gonet (en la biblioteca): 207.
González, Fernando: (admor., Chia-
pas) : 57.
González, Juan Francisco (bach.): 250.
González, María Anselma: 195.
González, Mariano (sac, sj): 171, 292.
González, Vicente (bach.): 184.
González Batres, Antonio José (est.,
bach.): 196-199, 203, 204.
González Batres, Juan (alcalde Guat.)
:
198, 209.
González Batres, Juan José (rect. uni-
versidad): 198, 251.
González Batres, Manuel: (alcalde):
198.
González Cantabrana, Manuel (sac,
sj): 237, 247, 295.
González de Castilla, Pedro (bach.):
183.
González Soltero, Bartolomé (obispo):
86-88, 96, 97, 123.
Goudin (en la biblioteca): 207.
304
Granada (Nuevo Reino de): 65.
Gregorio, san (sus doctrinas): 231.
Gregorio XV: 65, 73, 81, 82.
Guacalate (río): 234.
Guadalajara (México): 215, 229, 237,
295.
Guadalupe, virgen de: 226.
Guadiana (Durango-México) : 100.
Gualán (lugar): 239.
Guanajuato (México): 237, 260, 295.
Guatemala (véase Antigua, Santiago,
Asunción o Nueva Guatemala): 167,
265, 295 y passim.
Guatemala, reino de: 181.
Guaymango (lugar) : 73.
Gudiño, Cándido (bach.): 204.
Guerra de Jesús, Ana (vble.): 156, 224.
Guerra de Ayala, Juan (gobr. de Hon-duras): 51, 52.
Guevara, Juan de (escribano): 106, 253.
Guevara, fr. Lorenzo de:
Guevara, Tomás de (sac, sj): 42.
Guipuzcoana, Compañía: 213.
Guirao, Alonso (op, dr.): 74, 97.
Gutiérrez, Alfredo (padre del jesuita):
195.
Gutiérrez, Cristóbal (bach): 183.
Gutiérrez, Miguel (sac, sj, guat.): 104,
172-174, 192, 195-199, 202-205, 221,
237, 260, 293-295.
Gutiérrez, Pedro (donante en Chia-
pas): 160.
Gutiérrez, Vicente (bach.): 184.
Guzmán, José (profr.): 183.
Guzmán Alvarado, Tomás de (profr.):
193, 194.
Guzmanes (milicias): 160.
Hervías, fr. Antonio (obpo. de la Ve-rapaz): 32.
Honduras, Compañía de (véase Com-pañía).
Honduras, golfo de: 246.
Huarte de San Juan (en biblioteca):
207.
Huehuetlan (lugar de Chiapas): 57.
253.
Hurtado (autor recomendado; en la bi-
blioteca de san Lucas): 179, 207.
Hurtado de Mendoza, Lucas (chantre,
ofrece su casa): 29, 37-39, 42, 48-54,
58, 62, 106, 252.
Ibáñez de Escobar, Alonso (bach): 74.
Ibarra, Martina de: 237.
Ignacio, san (beatificación de): 59.
Ignacio del Campo, san (potrero): 256,
257 (véase San Ignacio).
Iguerategui, Juan Ignacio de (sac. sj):
226.
Iguanas, Santiago de las (hacienda):
256.
Ildefonso, san (colegio mayor en Mé-xico) : 272.
Iluminapa (finca de localización desco-
nocida) : 254.
Ingenio de azúcar de Amatitlán (véa-
se Amatitlán).
Instituto de Artes y Letras: 15.
Iraeta, Pedro (bach.): 251.
Irapuato, México: 247.
Iribe, Diego (sac, op, exalumno sj):
182, 184, 193, 194.
Iturriaga, Manuel Mariano de (sac, sj):
225, 237, 260.
Italia: 259.
Habana, La: 295.
Henríquez (en la biblioteca): 207.
Hermanas de la Caridad: 161.
Hernáez, Francisco Xavier (escritor, sj;
véase Bibliografía): 65, 73, 82.
Hernández, Blas (sac, sj): 281.
Hernández, Pilar: 150.
Herrarte, Antonio (profr.): 184.
Herrarte, Miguel de (prof. ofm): 188,
189, 204.
Herrera, Manuel de (sac, sj, rect.):
216, 254.
Jalostotitlán, México: 247.
Jerez Serrano, José (sac, exalumno San
Lucas): 129.
Jerónimo, san (colegio): 240, 272.
Jiménez de los Ríos, Francisco (est.):
67.
Jocotenango (lugar) : 240.
José, san (finca): 254, 255.
Juan, Crisóstomo san: 231.
Juan, Andrés (sac, sj): 32.
Juarros, Domingo (escritor, muy em-pleado en esta obra): 25, 26, 34, 37,
45, 177, 248 y passim.
20
305
Juarros, Juan de Dios (prof. univ., rec-
tor): 190, 191, 193, 194, 204, 251.
Justiniano, Antonio (padre del funda-
dor): 90, 91, 266.
Justiniano Chavarri (Chiavari), Nico-
lás (fundador del colegio): 81, 88,
91-93, 107, 112, 117, 216, 254, 258,
265-267.
Kino, padre Eusebio Francisco (sac, sj,
misionero de California): 157, 195.
Lacunza, Joaquín (prof. univ.): 184-189,
233.
Lacunza, José (bach.): 185, 186.
Lacunza, Manuel Antonio (bach.): 186.
Lama, Juan de la (bach.): 182.
Lamadrid, fr. Lázaro de (escritor, ofm;
véase Bibliografía): 105.
Lamadrid, Gómez de (visitador; véase
Gómez de).
Landívar, Rafael (sac, sj, profr., escri-
tor): 172, 177, 184, 185, 188, 189, 192,
194, 219, 220, 232-237, 260-263, 295.
Lanuza, fr. Joaquín (sac, op, profr.):
199.
Lardizabal, Alberto (est): 271.
Larios, Diego de (sac, sj, rectr.): 76,
285.
Larrazabal, Antonio (diput. Cádiz):
281.
Larreategui, fr. Mauro Colón de (obis-
po; véase Colón de): 210.
Lavalette, Antonio de (jesuíta francés
acusado de negocios fraudulentos):
232.
Lázaro, prado de san (en Guatemala):
240.
Ledesma (en la biblioteca): 207.
Legazpi, Luis de (sj): 284.
Lequeitio: 286.
Liceo Francés: 14.
Liceo Xavier: 15.
Liendo y Goicoechea, fr. José Antonio
(profr., ofm): 203, 239, 249, 250.
Lima: 31, 63, 82, 121, 152, 226.
Limerick (Irlanda): 269.
Lira, Pedro de (mercader castellano):
90.
Lisboa: 227.
Lizárraga, fr. Antonio de (prof.): 182,
183.
Loaisa, fr. García de (sac, mere): 87.
Loaisa, Jerónimo de (est.): 67.
Loaisa, Pedro de (prof.): 86.
Lobato, Magdalena: 238.
Lobo, Manuel (sac, sj, dtr. congreg.):
95, 100, 101, 109, 120, 126, 151, 156,
221, 222, 283-287.
Logroño: 281, 282.
Lohmann Villena (véase Bibliografía):
91.
Loizaga, Martín de (vecino): 89.
Lombardo (en la biblioteca): 207.
López (en la biblioteca): 207.
López, Andrés (sac, sj): 92, 95, 113,
265, 266, 283.
López, Esteban (arcediano y proc del
mismo nombre): 34, 84.
López, Eugenio (sac, sj): 126, 127, 149.
López, Francisca: 92.
López Nicolás (sac, sj): 288-289.
López, Pedro (sj): 42, 280.
López de Azpeitia, Ignacio (sj; véase
Azpeitia).
López de Azpeitia, Juan: 160.
López Jardón, Antonio (sac, rectr.):
160, 161.
López de Larburu (del Arburu), Juan
(bach.): 125.
López de Lerma, Luis (bach.): 125.
López del Portillo, Francisco (bach.,
otros grados): 184, 198, 260.
López de Ramales, Pedro (opostr.):
143.
Lorca, Francisco de (sac, sj): 42, 284.
Losada (en la biblioteca): 208.
Loyola, Teresa de (donante Chiapas):
160, 161, 173.
Loyola, Ignacio (sac. sj, rectr.): 220.
Lucas, san (colegio): 16, 29, 31, 42, 43,
61-80 passim, 160, 163-165, 171, 172,
174, 177-178, 182, 185, 191, 193, 194,
202, 213, 215, 222, 232-234, 239, 245,
247, 248, 253, 259, 260.
Lucena (pueblo): 287.
Lugo (en la biblioteca): 208.
Lugo, Fernando (sj): 263.
Luis Felipe (príncipe): 213, 224.
Luís Primero (rey): 214.
306
Madrid: 142, 149, 280, 282, 285, 287.
Madridejos: 282.
Mair (en la biblioteca): 208.
Majuelo, Antonio (sj): 282.
Maldonado, Juana (hija del fiscal Mal-
donado; ¿poetisa?): 46, 51, 52.
Maldonado, Marcos (sj): 59.
Maldonado de Paz, Juan (fiscal y oi-
dor): 46. 51, 52.
Mallen de Rueda, Pedro (presidente):
36.
Manchra, marqués de (Toledo, Molina
y Salazar; virrey de México): 118.
Maneiro (véase Bibliografía): 195, 198,
260.
Maní, Juan Bautista (véase Bibliogra-
fía): 222, 223.
Manrique de Guzmán, Felipe (bach.):
184.
Mañosca, Juan de (arzbpo. de México):
121.
Marcos, Melchor (sj): 32, 52, 56.
Margil, fr. Antonio de Jesús (reí.,
ofm): 141.
María Amalia de Sajonia (reina): 225.
Mariana, doña (regente de España):
119, 162.
Marroquín, don Francisco (primer obis-
po de Guatemala): 23-26, 33, 34, 64,
65, 72, 78, 79, 84, 94, 112, 118, 119,
133.
Martín, Domingo (sj): 288.
Martínez, Francisco Xavier (sj): 247.
Martínez de Ferrera (contador): 118,
119.
Martínez de Landecho, Juan (prdte.):
26.
Martínez Montañés, Juan (escultor):
88, 89.
Martínez de la Parra, Juan (sac, sj,
profesor, autor): 141-145, 221-223.
Martínez de Pineda, Juan (prof.): 203,
204.
Mártir, fr. Pedro (bach.): 74.
Mastrio (en la biblioteca): 208.
Mata Gavidia (escritor; véase Bibliogra-
fía): 162, 233, 262.
Mateo, Miguel (proc. del col. de Santo
Tomás): 67.
Maya, José (sj): 291.
Medina (biblioteca en BN de Santiago
de Chile): 187-188, 190, 191, 196 ypassim.
Medinasidonia : 247.
Medrano, Francisco Javier (sj): 130,
291.
Medrano y Solórzano, Esteban (regi-
dor): 269.
Mejía, Fernando (Hernando) (sj): 52,
55, 56, 281.
Mena, Fernando de (sj): 282.
Mendos, Martín Carlos de (prdte): 113.
Mendavia (Navarra): 190.
Mendieta, fr. Diego de (bach.): 184.
Mendiola, Jerónimo de (sj): 286.
Mendoza, Antonia de (donante en Chia-
pas): 253.
Mendoza (véase Hurtado de).
Mendoza, Gonzalo de (sj): 287.
Merced, Nra. Sra. de la: 224.
Mercuriano, Everardo (general de la
Compañía de Jesús): 35.
Mérida (México): 283, 291.
Merino, Juan Bautista (bach.): 183.
Mesa, Alonso (cap.): 129.
Mesa, Francisco de (prop. de un inge-
nio): 56, 257.
Mexía, Antonio (oidor): 26.
México: 15, 27, 31, 46, 53, 59, 63, 64,
86, 99, 105, 121, 122, 124, 129, 143,
152, 179, 196, 200, 219, 230, 234, 266,
274, 281-289, 292-294.
Michatoya (río): 259.
Michoacán (México): 192, 290.
Milla, José (escritor; véase Bibliogra-
fía): 50.
Minuesa, Simón de (est.): 162.
Miranda, Jacinto (bach.): 86.
Mirando, fr. Pedro de (ofm, ant. alum-
no de San Lucas): 105.
Miranda y Santillán, Pedro de (fis-
cal): 151.
Mógica, Manuel (est.): 271.
Molina (en la biblioteca): 208.
Molina, Felipe de (bach.): 185, 186,
194.
Molina, Francisco Javier (sj): 220, 225,
228, 229, 231, 292-295.
Molina, doña Irene (viuda de Peyré):
14.
Molina, Juan Ángel de (bach.): 183.
Molina, Rafael Antonio de (bach.): 184.
307
Monjaraz (véase Ruiz de Monjaraz):
129.
Monje, Bernardo del (bach.): 184.
Monje y Mendoza, Melchor Antonio(bach., autor): 214.
Monsalve, Diego de (sac): 69, 71, 74.
Montalvo, Antonio de (escritor; véase
Bibliografía): 100, 103.
Montáñez, Félix Sebastián (bach.): 185,
186, 194.
Montáñez, Miguel (bach.): 184.
Montenegro, Juan de (sac, sj, prof.):
192, 290, 291.
Monterrey (México): 292, 293.
Montiel, Juan de (bach.): 75.
Montoya, Gaspar de (bach.): 75.
Montúfar, Lorenzo (canónigo): 269.
Montufar, Manuela: 238.
Montúfar, Miguel de (profr. rectr. uni-
versidad): 184, 185, 203, 233.
Mora (España): 285, 286.
Morales, fr. José de (mere, prof.): 143,
144, 148, 150.
Morales, José de (sj): 150.
Morales, Nicolás (¿corresponsal de
Gándara?): 237, 244.
Morales, Salvador (sj): 282.
Moran, Francisco (bach.): 251.
Moran, Mateo (bach., dr.): 184, 187,
188.
Morcillo, José (est.): 67.
Moreira de Espinosa, Cristóbal (bach.
mtro.): 83, 86.
Moreno, Francisco (sj): 283-284.
Morillo, Diego (sj): 281.
Moya de Contreras (Inquisidor enNueva España): 33.
Munguía, Juan de (sj): 171, 192, 294.
Muñoz (hermanos): 194.
Muñoz, Agustín (sj): 263.
Muñoz, Bernardo (sac, sj, rectr.): 215.
Muñoz, Diego (sj): 287-288.
Muñoz, Gregorio (bach.): 185, 186.
Muñoz, José (sac, sj, rectr.): 171, 185,
224, 291, 292.
Muñoz, José Ignacio (bach.): 186.
Muñoz, Juan José (bach.): 186.
Muñoz, Juan (sj): 263.
Muñoz, Manuel (sj): 186, 221, 229.
Muñoz, Miguel (sj) (¿el mismo?): 184,
185, 238, 247, 260.
Muñoz Barba, José Ignacio (bach.): 186.
233.
Muñoz Garrido, Francisco (arcediano):
37-40.
Muñoz Luna, Francisco (bach.) (¿es el
anterior?): 74.
Murcia: 287.
Múxica, Gabriel (est.): 67.
Nájera, Mariano (bach.): 183, 205.
Nájera, Miguel (bach.): 183.
Nájera, Tomás (sj): 171, 220, 221, 290 r
291.
Ñapóles: 284.
Navarra: 190.
Navarro, Baltasar (est.): 271.
Navarro, Francisco (sac, sj, prof.): 184.
221, 292, 293.
Navarro, Juan (est.): 271.
Navas, Francisco Antonio (est.): 271.
Navas y Quevedo, fr. Andrés de las
(obispo): 144, 148, 154, 210, 270.
Nicaragua: 160, 173, 289, 291.
Novas, Nicolás (sj): 283-286.
Novoa (en la biblioteca): 208.
Novoa y Salgado, Benito de (oidor):
119.
Nueva España: 27, 142.
Nueva Guatemala (de la Asunción)
(véase también Guatemala, Santia-
go): 236, 249, 252.
Núñez, Antonio (sj): 109, 284.
NÚñez, Bartolomé (port., mercader):
90.
Núñez de Barahona, Sancho (canónigo.
entra jesuíta, regala su biblioteca): 58.
206.
Núñez de la Vega, fr. Francisco (op.
obispo de Chiapa): 223.
Oaxaca: 36, 215, 238, 282, 283, 288.
292, 293.
Ocampo, Pedro de (sac, sj): 171, 181.
290.
Ocaña: 42, 280, 287.
O'Connor, Miguel Carlos (bach.): 185,
186.
Ochaita, Antonio de (est): 143.
Ochoa, Juan de (sj): 127, 130, 150,
279, 285, 286.
308
Ochoa, Pedro (est.): 67.
Ochoa de la Tuvilla, Luis (est): 67.
Oddon, Ambrosio de (sac, sj, rectr.):
145, 149, 288.
Olabe, Martín de (sj): 104.
Olea, Marcos de (sj): 56, 281.
Olivares, el conde-duque: 90.
Ometepe (Nicaragua): 242.
Omoa (Honduras): 235, 239.
Oñate (ciudad y univ.): 42, 146, 280.
Orellana (prof., sj): 71, 72, 76.
Orozco (asesinato de): 49.
Orozco de Santa Cruz, Jacinto (sj): 67.
Ortega, Miguel (sj): 295.
Ortega y Montáñez, don Juan de
(obispo): 140, 144.
Ortiz, Diego (sj): 282.
Ortiz, Francisco Antonio (sj): 149, 289.
Ortiz de Letona, Juan (est.): 269.
Ortiz de Letona, Pedro (regidor): 241.
Osorio Espinosa de los Monteros,José (visitador): 170.
Osuna: 116.
Ovando, Bernardino de (sac, fundr. Es-
cuela de Cristo): 106, 137, 138, 141.
Oviedo y Baños, Diego Antonio (oidor,
cjo. de Indias): 139.
Oviedo y Baños, José (histr. de Vene-zuela): 139.
Oviedo y Baños, Juan Antonio (sj, rec-
tor, autor): 135, 143, 147, 155, 169,
210, 211, 220, 221, 232.
Oviedo Rivas, José Antonio (padre del
jesuíta) : 1 39.
Ozaeta, Pedro de (oidor, catedr.): 164,
275.
Pacaya, finca (Dolores de Pacaya).
255-257.
Pacheco, Jacobo (est.): 271.
Pacheco, José Manuel (histrdr., sj): 227.
Padilla, Antonio de (opositor): 143.
Palafox, Juan de (obispo de Puebla,
más tarde de Osma): 122, 124, 132.
Palau (véase Bibliografía): 147.
Palencia, Francisco de (canónigo): 227,
248.
Palermo: 104.
Pamputic (fuentes de agua potable): 89,
234.
Pardo, J. Joaquín (archivero autor):
150, 239-243, 258 passim.
Pardo, Bernardo (sac, sj, provl.): 149.
Pardo de Figueroa, Pedro (arzobispo):
226.
Parra Medrano, Juan de la (sac, sj):
150, 166, 287, 289.
Parral (México): 192, 291, 292.
Pastrana, Blas de (sj): 290, 291.
Patulul (Guatemala): 50.
Patzcuaro (México): 89, 90.
Paulo V: 64, 73, 81.
Payo de Rivera, fray (obispo; véase Ri-
vera): 276, 277.
Paz, Diego de (sj): 56.
Paz, Domingo de (sj): 172, 292, 295.
Paz, Francisco Xavier de (sj): 213, 214,
215, 224, 291.
Paz, Juan Antonio de (sj): 291-293.
Paz, Pedro de (sj): 150, 288.
Paz Quiñones, Diego de (alcalde de
Guatemala): 38.
Paz y Salgado (escritor): 224.
Pedro de San José Betancur (el her-
mano; véase también Betancur): 81,
98, 99, 100-106, 118, 222.
Pedro de Alcántara, san: 222.
Pensativo, río: 239.
Peña, Joaquín de la (sj): 143, 166, 287-
289.
Peñuelas, Juan Bautista (sj): 294.
Peraza Ayala (pdtc; véase Gomera,conde): 45, 50, 51.
Perdomo, Felipe (bach.): 183.
Pereyra, Marcos (bach.): 183.
Pereyra, Ventura (sj): 238.
Pérez, Manuel (sj): 290.
Pérez, Rafael (autor, sj; véase Biblio-
grafía): 15, 30.
Pérez, Salvador (sj): 290.
Pérez Alonso, Manuel Ignacio (autor,
sj): 234.
Pérez Martín, Santos (sj): 15.
Pérez de Ribera, Juan (sac): 69, 70.
Pérez de Rivas, Andrés (autor, sj; véase
Bibliografía): 30, 47, 48, 51, 75, 76,
83, 108, 253.
Perú: 43, 69, 241.
Peynado (en biblioteca): 208.
Peyré, doña Irene Molina (viuda de):
14.
Pimentel, fr. Manuel (autor): 232.
309
r"
Pimentel, Pedro (sj): 150, 166, 192, 293.
Pineda Ibarra (impresor): 148, 167.
Pineda y Morga, Juan de (profesor):
185, 204, 225.
Pineda y Salguero, Antonio (bach.):
204.
Piñeiro, Manuel (sj): 160.
Pío IX: 82.
Plácido, fray (hermano del obispo Ca-
bezas).
Platero, Juan (sj, autor): 156.
Plaza, Juan de la (sac., sj, visit): 27,
31, 32.
Polanco, Pedro (sj): 283, 284.
Pons, Antonio (sj): 295.
Popayán: 227.
Porras, José (Porres) (arquitecto): 62.
Portillo, Jaime del (canónigo) : 206.
Portugal: 91, 227.
Potosí, San Luis de (México): 141.
292-295.
Pozo, ? (hno., sj): 238.
Pragmática sanción (extrañamiento je-
suítas): 243.
Prieto, Nicolás (sac, sj, rectr.): 171,
224, 226, 292, 293.
Prieto Villegas, José (est.): 67.
Puebla (México): 196, 234, 268, 269,
272, 282, 285-287, 295.
Puerto Caballos (Honduras): 146.
Puente, Salvador de la (sac, sj, profr.,
rectr.): 95, 98-99, 105, 109, 120, 127,
149, 221, 222, 284-285, 287.
Quartero, fray Jacinto (sac, op., procu-
rador): 67, 68, 78.
Querétaro (México): 196, 295.
Quezaltenango (Guatemala): 14.
Quiroga (en la biblioteca): 208.
Quiroga, Diego (alguacil mayor): 127-
128.
Ramales Martín, Carlos (sj): 220, 290.
Ramírez, Antonio (sj): 62.
Ramírez, Jerónimo (sj): 37, 42, 280.
Ramírez, Diego (ant. vecino): 54.
Ramírez, José (sj): 290.
Ramírez, José Eugenio (sj, visitdr.):
159, 174, 175, 254, 258.
Ramírez, fray Juan (op., obispo): 29.
37, 39, 40, 41.
Ramírez, Tomás (sj): 79, 282.
Ramos, Alonso (sac, sj, profr.): 127,
130, 286.
Raxón (un cerro): 234.
Real (calle): 161.
Realejo, el (actual Corinto, Nicaragua):
58, 282.
Reciño, Nicolás (bach.): 86.
Reina, Felipa: 257.
Reinoso, Francisco de (sj): 95, 109,
283, 284.
Remedios, Ntra. Sra. de los (iglesia):
239.
Remesal, fray Antonio de (autor, op.;
véase bibliografía): 29, 49, 53, 64.
Reno (río, evocado por Landívar): 261.
Requejo (en biblioteca): 208.
Resino, Lázaro (est.): 67.
Restan, José (sj): 294, 295.
Retiro (el Buen); sitio real: 136.
Ribadeneira, Antonio de (sj): 95, 283.
Ribadeo (Galicia) : 286.
Ribera, Francisco de (est.): 143.
Río de la Plata (Argentina): 65.
Ríos, Diego de los (sj): 95, 127, 283-5..
Riquelme, Fernando: (donante en Chia-
pas): 57, 80, 253.
Rivera, fray Gabriel (osa.): 67.
Rivera, fray Payo de (véase tambiénPayo), obispo: 111-118, 119, 120, 276-
277.
Rivera y Santa Cruz, Tomás (pdte.):
188.
Robles, Joaquín (sj): 150, 288.
Robles, Juan (sj): 285.
Rodas, Lucas de: (bach.): 86.
Rodríguez, Manuel (sj, port.): 58.
Rodríguez, doña María: 266.
Rodríguez, Simón (port., mercader): 91.
Rodríguez, Tomás (est., bach., doctr.):
125, 126.
Rodríguez de Avila, Juan Jacinto, (ba-
chiller): 184.
Rodríguez de Rivas, don Francisco
(prdtc): 211.
Rodríguez de Vera, Francisco (sj): 109..
149, 201, 284, 285.
Roldan y Toledo, Nicolás (dr., profr.):
120, 126, 128, 137, 138, 279.
Roma: 43, 53.
310
Rosica de Caldas, Sebastián Alvarez
Alfonso (pdte.): 122, 151, 160.
Rosuela, Pedro (est): 126.
Ruanuova, Estanislao (sj): 293.
Rubio (en la biblioteca): 208.
Ruiz, Alonso (sj): 35.
Ruiz, Antonio (sj): 171, 172, 292.
Ruiz de Alaroón, fray Manuel (prof.):
183.
Ruiz de Aviles, Salvador (bach.): 186.
Ruiz del Corral, don Felipe (véase
también don Felipe); deán, comisario
inquis.): 29, 40, 41, 45, 47, 53, 63,
64, 66, 67, 72, 74, 84.
Ruiz de Monjaraz, Fernando (véase
también Monjaraz); bach.: 120, 125,
129.
Rusticatio (poema de Rafael Landí-
var): 260-263.
Sacramenia (Sacrameña), Juan, sj: 237,
238, 247, 295.
Sáenz, Pedro (sj): 289.
Sáenz Escobar, José (est., bach., mtro.):
125, 126.
Sáenz de Mañosca y Murillo, Juan de
Santo Matía (obispo, dio ordenanzas
a San Lucas): 82, 85, 97, 111, 120-
125, 140, 151, 152, 276-279.
Sáenz de Ovécuri, Tomás (op., autor de
la Thomasiada): 121, 208.
Sáenz Oxel, Juan (secr. de San Lucas):
75, 125.
Salamanca: 116.
Salazar, Andrés (est.): 67.
Salazar, Antonio (est., doctr.): 126, 129,
137.
Salazar, Gabriel Esteban de (cap.): 257.
Salazar, fr. Juan José (ofm; ¿el rdmo.Salazar?): 232.
Salazar, Lucas (sac, sj, rectr.): 95, 109.
120, 127, 283-285.
Salazar, Pedro de (pdte.): 241-243.
Saldaña (España): 285.
Salmanticenses (en la biblioteca): 208.
en California): 157.
Salvatierra, Juan María (sac, sj, mis.,
Salvatierra, Cristóbal (vecino antiguo):
34.
San Antonio, fr. Roque de (belemita,
seudónimo): 231.
San Antonio de Padua (hacienda, obra-
je; véase Antonio, san): 253.
San Blrnardo (colegio): 272.
San Felipe (castillo): 151, 246.
San Ignacio del Campo (potrero): 89,
189, 228, 256, 257.
San Ildefonso (colegio): 272.
San Jerónimo (colegio): 240, 276.
San José (iglesia): 240.
San José (finca): 254.
San José Pínula: 254.
San Juan de Dios (hospital): 244.
San Martín (colegio): 272.
San Miguel (El Saltador): 197.
San Pedro de las Huertas (poblado
indígena): 228.
San Sebastián (España): 56, 281.
San Sebastián (México): 237, 292, 293.
San Vicente (El Salvador): 221.
Sánchez, fr. Francisco (mercedario) : 67,
69, 70.
Sánchez, Juan Hipólito (bach.): 184.
Sánchez, Manuel (bach.): 184.
Sánchez, Pedro (sj): 30, 31.
Sánchez Araque, Pedro (oidor): 49.
Sánchez de Berrospe, Gabriel (pdte.;
véase también Berrospe): 153, 162-
170, 268, 274.
Sandoval, Juan Felipe (sj): 166, 289.
Sandoval, Tomás de (sj): 238.
Santa María, Bartolomé de (est.): 67.
Santa María, fr. Tomás de (nombre de
religión de Thomas Gage): 76.
Santa Marta (terremoto de): 236, 252.
Santiago de los Caballeros (Guatema-
la; véase también Nueva Guatemala
y Asunción): 24, 31, 34. 43, 85, 94,
107, 116, 133, 159, 211, 219, 221,
236, 242.
Santísima Trinidad (ingenio de azúcar;
véase Amatitlán): 256.
Santo Domingo (convento): 77, 213.
Santo Domingo, fr. José de (sac, prof.,
op): 182.
Santoyo, Luis (sj): 247, 260.
Sanz de Escobar, Luis (est.): 67.
Sanz de Escobar, Lorenzo (bach.): 75.
Sanz de Escobar (familia): 94.
Sarasa y Arce, Francisco de (oidor):
139, 153, 154, 275.
Sayula (México): 287.
311
Scháfer, Ernesto (véase Bibliografía):
49.
Schnelgrüber (en biblioteca): 208.
Sebastián, Félix de (primer biógrafo de
Landívar; véase Bibliografía): 233,
246, 260.
Segovia (España): 281.
Segura (en biblioteca): 208.
Segura, José de (sj): 109, 284.
Seminario de la Asunción (véase tam-
bién Asunción): 29, 54, 55, 63. 78,
137, 153, 162, 166, 188, 175, 176, 193,
204, 272-274.
Sesati, Pedro (sj): 291.
Sevilla: 116, 281, 283.
Sicilia, Isidoro (canónigo, rect): 251.
Sierra Osorio, Lope de (pdte.): 148.
Sigüenza (España): 116.
Siliézar, Rodrigo de (est.): 126.
Siliézar, Tomás de (rico mercader): 90.
Siliézar y Velasco. Miguel (obpo. de
Chiapas): 183, 195, 227, 228.
Silveira (en la biblioteca): 208.
Simancas (España): 55, 281.
Siria (Ciria), Antonio de (sj, escritor):
156, 171, 221, 224, 290, 291.
Sobarzo, Diego (sj): 120, 127, 285, 286.
Socorro, Ntra. Sra. del: 241.
Solano, Pedro (véase Polanco): 284.
Solchaga, Francisco Javier (sj): 150.
166, 192, 224, 290.
SolÍs, Francisco (sj. guat.): 58.
Sonsonate (El Salvador): 162.
Sosa, Antonio de (est.): 222.
Sosa, Francisco Domingo de (est.): 67.
Soto (en la biblioteca): 208.
Sotomayor, Bernabé Antonio de (est.):
67, 183.
Sotomayor, Gabriel de (sj): 282.
Sotopalacios (España): 289.
Suárez (en la biblioteca; doctrina reco-
mendada como alternativa): 179, 208.
Suárez, Juan: 24.
Sunsín de Herrera, Francisco (Fernan-
do, Hernando; autor, bach.): 183, 184,
230.
Sunsín de Herrera, Hipólito (bach.):
272.
Sunsín de Herrera, José (prof.): 135,
143, 144, 147, 149, 155, 179, 181, 183,
184, 193-195.
Tamayo, Juan (sj): 95, 281, 283.
Tapachula (México): 57, 96.
Taracena, Manuel (bach.): 184.
Tarfoya, Melchor de (deán): 113.
Taxco (México): 290.
Tecamachalco (México): 55, 281-284,
Tegucigalpa (Honduras): 141, 157, 209.
Téllez (en la biblioteca): 208.
Téllez, fr. Hilario José de Jesús (prof.)
:
205.
Tepozotlan (a veces Tepotzotlan; Méxi-
co): 59, 89, 195, 233.
Tequelí (de Thókoli; patriota húngaro):
163.
Terrasa, fr. Juan de (prof.. op): 230,
232.
Tezcuco (México): 95, 283.
Thesoro tres lenguas (en biblioteca):
208.
Thetis (fragata): 246.
Thomas (en biblioteca): 208.
Tlaxcala (México): 95, 283-285, 287.
Toledo (en la biblioteca): 208.
Toledo (España): 24, 116, 283, 284.
Toledo (doctor) : 115.
Toledo, José (sj): 263.
Toluca (México): 283.
Tomás, Santo (col.): 61, 65-79, 84, 112,
113, 179.
Torre, Ernesto de la: 124.
Torres, Antonio de (sj): 35, 36.
Torres Medinilla, Juan de (bach):
75.
Toruno, Jorge (sj): 14.
Totonicapán (Guatemala): 238, 244.
Trigueros (España): 283.
Turcos: 164.
Tuxtla (México): 238.
Ubico, Jorge (pdte de Guatemala): 14.
Ugarte, Juan de (sac, sj, hond., misión.
Calif.): 157.
Ugarte Ayala y Vargas, Feliciano (al-
calde Guat.): 128.
Ugarte y Sarabia, don Agustín de:
(obpo.): 82, 85, 122, 123.
Ulloa, fr. García de (sac, merced., ba-
chiller): 74.
Urbano VIII: 81, 82, 122-124.
Urbina, Domingo de (sj): 285-286.
Urbina, Francisco (bach.): 183.
312
Uría, Juan Ignacio (sj; ¿Urías?): 236,
269, 295.
Urquiola y Elorriaga, Juan Bautista
(oidor): 139, 153.
Urreta, Gabriel (sj): 55, 281.
Urrutia, Juan de (sj): 289.
Vacas, las (zona de Guatemala): 249.
Valdivieso, Luis de (escribano): 266.
Valencia (en la biblioteca): 208.
Valencia, Pedro de (obpo, electo): 63.
Valenzuela, Diego (notario): 104, 111,
130.
Valenzuela, Juan de (bach.): 184.
Valenzuela, Nicolás (escribano): 269,
271.
Valiente Mota, Diego (penitenciado
por la Inquis.): 199.
Valtierra, Antonio (sj; ¿Manuel?): 150.
166, 170, 180, 192, 220, 272, 289.
Valtierra, Fernando de (sj, autor): 223.
Valtierra, Manuel (sj, rectr.; véase Val-
tierra, Antonio): 180.
Valverde y Orozco, Diego de (oidor
Indias): 139, 140.
Valladares, Juan Antonio (est.): 271.
Valladolid (España): 56, 63, 116, 281,
282.
Valle (zona de Guatemala): 216.
Valle, fr. Blas (op, autor): 230, 231.
Valle, José del (bach., prof.): 182, 184.
Vallejo, José Ignacio (sac, sj, prof., es-
critor): 172, 174, 200, 204, 205, 219,
220, 225, 229-232, 247, 260, 262,
294, 295.
Vallejo, Juan (sj): 150, 287.
Várela, Francisco (sj): 166, 289, 290.
Varón de Berrieza, José (prof. univ.):
135, 143, 147-149, 152, 155, 183, 194,
195.
Vázquez (en la biblioteca; autor aproba-
do en la Univ.): 179, 208.
Vázquez, fr. Francisco (histordr., ofm):
26, 98, 100-106, 111, 185, 263.
Vázquez, José (sj): 247, 248, 294, 295.
Vázquez, Ricardo (sj, irlandés): 285,
286.
Vázquez de Escobar, Hernán: 54.
Vázquez de Espinosa, Antonio (ocd.,
autor): 51.
Vega, Diego de la (sj): 120, 127, 149,
285, 287.
Vega, Francisco de (bach.): 204.
Vega y Lacayo, Francisco (nic. bach.,
maestro): 185, 189, 190, 194.
Vega Sarmiento, Pedro de la (obispo
electo): 63.
Vejarano, Nicolás (est.): 67.
Vela, David (autor): 234.
Velasco, Andrés (est.): 67.
Velasco, Pedro de (provl., sj): 87.
Velasco, Romualdo de (bach.): 184.
Velasco Dávila, Pedro (alcalde de Gua-temala): 45.
Velázquez, Juan (sj): 283.
VÉLEZ, Alonso (est.): 67.
Vena, Fernando de (sj): 281, 282.
Vera, Gabriel de (bach.): 74.
Veracruz (México): 282.
Viana (Navarra): 191.
Vidal, José Cirilo (sj): 171.
Vidal de Lorca, Melchor (cap.): 244.
Vidaurre, Georgc Santiago (sj, nic, fun-
dador de biscas para Nic): 172, 189,
206, 209, 237.
Viena: 164.
Vigilante, el (fragata de guerra): 246.
Vico: 281, 289.
Vilaflor (Canarias; patria del Hno. Pe-
dro): 101.
Vilches, Santiago (bach.): 185.
Vilchez, Diego (sastre): 101.
Vilchez, Dionisio (bach.): 204, 226.
Villacorta, José Antonio (autor; véase
Bibliografía): 262.
Villafañe, Cristóbal (sj, asesinado enGuatemala): 219, 234, 235-237, 295.
Villalba (en la biblioteca): 208.
Villalobos, José de (sj): 192, 220, 221,
224, 290, 291.
Villalobos, Joaquín Antonio (sj): 166.
Villalobos, Pedro de (prdtc): 29, 30,
31, 32.
Villarreal, Pedro (obpo. electo): 63.
Villanueva de los Infantes (España):
55, 281.
Villavicencio, José Mariano (bibl. uni-
versitario): 207, 210.
Villela, Martín de (regidor del cabil-
do guat.): 69, 70.
Vizcaínos (milicia de): 160.
Vizcaya (España): 42, 280.
Vocabularios (en la biblioteca): 208.
313
Xil Moreno, Manuel (est.): 162.
Ximena (España): 282.
Ximénez, fr. Francisco (autor, op): 49,
134, 146, 164-166.
Ximénez Briones, Pedro (est.): 125.
Xuárez, Martín (sj): 42, 284.
Xuárez de Grijalva, Antonio (est., ba-
chiller): 75.
Yrungaray (véase Bibliografía; muyempleado en el estudio): 182 y pas-
sim.
Yucatán: 290.
Zabala, fr. José de (ofm): 69, 70.
Zabaleta, Sebastián de (dueño ingenio)
93.
Zacatecas: 288.
Zacualpa (Guatemala): 42.
Zamora (España): 288.
Zapata, Felide de (bach.): 184.
Zapata, Nicolás (donante): 257.
Zapata y Alaroón (¿es Zapata y San-
doval?): 80.
Zapata y Sandoval, fr. Juan de (obpo.):
49, 54, 59, 61-66, 79, 80, 83, 107, 123,
124.
Zapiain, fr. Pedro (op, autor de un tex-
to de Lógica): 177, 193, 200.
Zapiain (en la biblioteca) : 208.
Zaragoza (España).
Zarate, Catalina de: 51.
Zayas, Tomás (sj): 220, 225, 236, 294,
295.
Zeballos Villagutierre, Francisco de
(bach.): 183.
Zelaya, Julián Felipe de (bibl. univ.):
210.
Zepeda, José Antonio (sj, guat., rectr.):
198, 221, 225, 238, 245, 247, 260.
Zetina, Jerónimo (est.): 67.
Zerbellón de Santa Cruz, Rodrigo
(est.): 67.
Zubillaga (en la Bibliografía; editor de
la historia de Alegre): 27, 30, 265,
passim.
Zurriain (vizcaíno mercader): 152.
314
» mwn;*t \
Algunas obras del tema guatemalteco
del mismo autor:
Diccionario cakchiquel-español. 1940.
El licenciado don Francisco Marroquín.
1964.
Introducción crítica a la historia de Pernal
Díaz del Castillo. 1966.
Edición y notas a las crónicas de Remesal,
Fuentes y Guzmán y Ximénez. 1960-
1977.
Edición conforme al texto bernadiano de
la historia verdadera. 1970.
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