La imposibilidad de captar estos tiempos caóticos e inenarrables en que estamos insertos, ya ha sido terreno fértil para artistas de todo tipo, desde el utopismo enciclopédico y revisionista de Ezra Pound, en el ámbito literario, al don profético e instintintivo de un Pollock, en el terreno de la pintura.

La abstracción –término que podría aplicársele a ambos– es sólo un concepto que se acuñó para designar aquello que nos parecía que no imitaba modelo alguno de la naturaleza. Sin embargo, si vemos con mayor detenimiento, podemos constatar que muchas de las obras de arte que han sido livianamente tildadas de abstractas, en realidad no lo son, pues basta aguzar la vista para ver que detrás de muchos lienzos expresionistas abstractos, por ejemplo, hay ciertamente una correspondencia con ciertas formas presentes en el paisaje, sea éste urbano o natural.

El lente que sigue las órdenes del buen ojo de mi querido hermano Felipe apunta a esto mismo que he señalado a modo de preámbulo: son crónicas (toda fotografía en el fondo lo es, pues no sólo describe, sino que también plantea una perspectiva, un punto de vista, un comentario), retratos de fragmentos de la urbe, que actúan como lienzos de nuestra memoria. Estas fotografías, que recuerdan algunos trabajos del maravilloso Jasper Johns, son un hallazgo arqueológico, un documento necesario, una nota a pie de página en la historia del paisaje. Es el arte involuntario que articula el paso del tiempo sobre afiches, muros, superficies. La palabra se va descascarando, deconstruyendo, hasta llegar a ser un acertijo inexpugnable, ruinas microscópicas de la urbe. Tal vez en estos fragmentos haya una analogía, la metáfora, aquella palabra impronunciable que define nuestros tiempos.

Sergio Coddou Mc Manus, Poeta y Escritor.

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