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ROSACEA
La rosácea es una enfermedad de la piel muy frecuente en adultos, crónica, similar al acné pero benigna, que afecta
a muchas personas en todo el mundo. En el 2010, se estimaba que al menos 16 millones de personas, solamente en
los Estados Unidos, se veían afectadas por ella y aproximadamente 45 millones alrededor del globo.
La mayoría de quienes la padecen son personas de raza caucásica y tienen la piel blanca. Sus principales síntomas
incluyen manchas rojas o rosadas, pequeños vasos sanguíneos rotos visibles, pequeños granos que a veces
contienen pus, quistes y problemas en los ojos como blefaritis o conjuntivitis. La mayoría de las personas con la
enfermedad pueden no saber que tienen rosácea o que es una condición diagnosticable y tratable. Muchos pueden
simplemente asumir que se sonrojan fácilmente o son muy sensibles al sol.
La rosácea es considerada una enfermedad crónica, a largo plazo, incurable, con periodos de aparición y remisión; y
a diferencia del acné tradicional o adolescente, generalmente los pacientes adultos no logran “superarla”.
Esta afección involucra típicamente la región central de la cara, causando enrojecimiento persistente o
enrojecimiento transitorio sobre todo en la frente, la barbilla y la parte inferior de la nariz.
La rosácea no se considera contagiosa. No hay evidencia de que se pueda transmitir por contacto con la piel,
compartir toallas o por inhalación.
El enrojecimiento de la rosácea, a menudo agravado por el lavado, puede hacer que los pequeños vasos sanguíneos
en la cara se dilaten, por lo que se hacen más visibles a través de la piel, apareciendo como pequeñas líneas rojas
llamadas telangiectasias. Episodios continuos o repetitivos de rubor pueden promover la inflamación, provocando
pequeñas protuberancias rojas que a menudo se asemejan al acné adolescente. De hecho, la rosácea con frecuencia
se puede confundir con el acné común; pero si bien su aparición clínica puede ser similar a la de éste, la rosácea no
es una enfermedad en la que se afecte primariamente el folículo pilosebáceo.
La rosácea también se conoce como acné rosácea o cuperosis; y puede llegar a ser una condición muy molesta y
embarazosa, pero su reconocimiento precoz y tratamiento adecuado permiten que la persona afectada pueda
disfrutar de la vida.
Definición:
La rosácea es una enfermedad crónica que afecta la piel, principalmente del rostro, y en ocasiones los ojos del
individuo que la padece.
Su nombre proviene de la palabra en latín “rosaceus”, que significa “del color de la rosa”; y es una afección cutánea
común, no contagiosa, que se manifiesta inicialmente por medio de enrojecimiento episódico y luego por
enrojecimiento persistente y lesiones inflamatorias.
Los libros de medicina la definen de la siguiente manera:
“Dermatosis crónica del área facial que se caracteriza por un estado vasomotor reaccional. Afecta a zonas convexas
de la cara”.
Las lesiones elementales de esta enfermedad son el eritema (enrojecimiento), las telangiectasias (dilataciones
vasculares superficiales), las pápulas y pústulas. Se diferencia del Acné porque no presenta comedones.
Su localización es muy característica: nariz, mejillas, mentón y frente; aunque en ocasiones pueden aparecer lesiones
en cuello, pecho y dorso. Los ojos pueden afectarse en forma de blefaritis, hiperemia conjuntival, fotofobia,
queratitis, iritis, etc., por lo que es conveniente la interconsulta con un oftalmólogo.
Aunque todavía no es posible curar la rosácea, existen diversos tratamientos, médicos y cosmiátricos, que logran
atenuar los síntomas característicos y mejoran el aspecto del paciente; permitiéndole sentirse más cómodo y seguro
consigo mismo y al relacionarse con la sociedad.
Subtipos y Síntomas:
La rosácea es una enfermedad que se caracteriza por presentar una serie de estadios clínicos, cuya secuencia no es
obligatoria, pero que con el propósito de facilitar el diagnóstico y el tratamiento, la National Rosacea Society de los
Estados Unidos estableció una clasificación de 4 diferentes subtipos basados en los síntomas y principales signos que
presenta el paciente.
A modo de aclaración, hay un primer estadio que en libros de medicina se lo menciona como el número 1 de la
secuencia evolutiva de la enfermedad, y que la National Rosacea Society no reconoce como tal, sino que lo describe
como una fase de pre-rosácea; y es el eritema transitorio o “flushing”, que es la manifestación inicial como tendencia
a ruborizarse con facilidad pero que luego de unos minutos desaparece.
Hecha la aclaración, a continuación se describen los 4 subtipos:
Rosácea Eritemato-Telangiectática: caracterizada por enrojecimiento facial permanente (eritema)
acompañado de episodios de rubor (crisis de enrojecimiento con sensación de quemazón y picazón) y
aumento del tamaño de los vasos sanguíneos cercanos a la superficie de la piel (telangiectasias).
Al interrogarles, la mayoría de los pacientes tienen un historial previo de flushing así como intolerancia o
irritación frente a cosméticos. Algunos pacientes también pueden desarrollar un edema centrofacial. En
ocasiones, la piel presenta un aspecto tosco y áspero. Puede existir una historia familiar de rosácea.
Rosácea Papulopustular: también conocida como “fase pseudoacneica”; en donde existe un rubor
persistente al que se suman alteraciones inflamatorias características denominadas pápulas (granos
enrojecidos) o pústulas (pápulas que contienen pus), los cuales duran generalmente de 1 a 4 días. En esta
fase la rosácea puede parecerse al acné, pero a diferencia de éste, no hay comedones abiertos ni cerrados
(puntos negros ni blancos).
Rosácea Fimatosa: aparecen grandes nódulos inflamatorios acompañados de un marcado engrosamiento de
la piel. La hipertrofia de las glándulas sebáceas de la nariz deriva en algunas personas, sobre todo hombres
de mediana edad, en la rinofima (engrosamiento del tegumento llamado “nariz bulbosa”); aunque también
se pueden ver afectadas la barbilla (gnatofima), frente (metofima), mejillas, párpados (blefarofima) y orejas
(otofima). En esta fase también pueden presentarse telangiectasias.
Rosácea Ocular: se caracteriza por la aparición de lesiones oculares, que afectan aproximadamente al 50%
de las personas que padecen rosácea. Los síntomas más frecuentes son quemazón o picazón, sensación de
cuerpo extraño en el ojo, dilatación de los vasos sanguíneos e inflamación del párpado superior y de la
conjuntiva (blefaroconjuntivitis), sequedad ocular e intolerancia a la luz. Frecuentemente, el oftalmólogo no
identifica estos trastornos, pero deben recibir tratamiento porque pueden conducir a complicaciones aún
mayores.
Existen otros términos descriptivos aplicados a las presentaciones de rosácea, pero éstas no son formalmente
aceptadas como subtipos de la misma:
Rosácea granulomatosa: se caracteriza por pápulas o pequeños nódulos indurados y de color amarillento,
marronáceo o rojizo. Estas lesiones no son tan inflamatorias y normalmente la piel tiene una apariencia
relativamente normal, aunque a veces puede estar ligeramente enrojecida y endurecida. Generalmente son
monomórficas en cada paciente y afectan a las mejillas y a las zonas periorificiales.
Rosácea fulminans (Pyoderma faciale): ocurre exclusivamente en mujeres después de la adolescencia y más
comúnmente entrados los 20 años; es una enfermedad rara y severamente dañina. Se caracteriza por un
comienzo repentino, grandes nódulos inflamatorios fluctuantes y trayectos fistulosos confluyentes y lesiones
pápulopustulosas sobre una cara roja. Afecta predominantemente a la barbilla, las mejillas y la frente. La piel
en estas zonas puede adquirir una tonalidad azulada y aparecer inflamada. Normalmente no afecta a los
ojos. La seborrea exagerada es un rasgo constante que a menudo precede a la enfermedad.
Dermatitis perioral: distribuida simétricamente alrededor de los bordes y comisuras de la boca, pudiéndose
extender hacia los surcos nasogenianos, las mejillas y en ciertos casos a párpados inferiores. Clínicamente se
caracteriza por presentar por presentar vesículas o pequeñas pápulopustulas sobre un fondo eritematoso de
1-2 mm de diámetro, en general foliculares. Siempre está respetada una zona angosta alrededor de los
labios, debido a la poca cantidad de folículos en esa región. Se trata similarmente a la rosácea con
tetraciclinas o minociclina.
Edema persistente de la rosácea (Síndrome de Morbihan o Rosácea Linfedematosa): variante muy
infrecuente y a menudo diagnosticada erróneamente. Los pacientes se quejan principalmente de contornos
faciales deformados y puede no manifestar otros síntomas. A veces el interrogatorio dirigido revela el
antecedente de lesiones pápulopustulosas previas. Se caracteriza por edema indurado que no remite en las
áreas afectadas, como la frente, la glabela, los párpados superiores, la nariz o las mejillas. Menos frecuente
es la existencia de eritema facial, lesiones papulosas y pustulosas (que pueden estar en pequeño número) y
marcada seborrea.
Rosácea conglobata: esta forma progresiva y crónica afecta principalmente a las mujeres y se caracteriza por
placas induradas y abscesos nodulares hemorrágicos sobre una piel eritematosa. Puede estar provocada por
la toma de preparados que contengan halógenos.
Rosácea esteroidea: esta forma se desarrolla cuando se ha aplicado en la cara esteroides tópicos durante un
tiempo prolongado, especialmente los de elevada potencia, tanto en pacientes con rosácea como para
tratamiento de otras afecciones cutáneas. Al principio, la rosácea mejora pero más tarde aparecen
papulopústulas, comedones secundarios y, a veces, signos de una atrofia esteroidea como el adelgazamiento
de la piel y el aumento de las telangiectasias. Las dolencias principales son picor, quemazón, dolor y
enrojecimiento intenso. La suspensión del esteroide induce una exacerbación inicial, a veces severa, de la
rosácea.
Rosácea por gram negativos: esta forma es análoga a la foliculitis por gram negativos. Ocurre como
complicación de una prolongada antibioterapia sistémica para la rosácea, aunque algunos autores le dan
individualidad propia alegando a factores inmunológicos propios del paciente. Se caracteriza por profundos
nódulos y pústulas amarillentas, especialmente en las regiones perioral y perinasal. El diagnóstico puede
pasarse por alto fácilmente y sólo puede hacerse si el contenido de las pústulas se ha cultivado,
demostrándose así la existencia de los microorganismos.
Rosácea por halógenos: la administración sistémica de yoduros o bromuros puede conducir a un cuadro
clínico similar al de la rosácea conglobata. Las lesiones se curan cuando la exposición a los halógenos cesa.
Causas:
Su etiología no se ha esclarecido por completo. A lo largo de los años se ha sospechado la implicación de diversos
factores en su aparición, pero en ningún caso se ha confirmado. Es posible que, entre las causas, se encuentren
desde una extrema sensibilidad del sistema nervioso parasimpático hasta una regulación disfuncional del riego
sanguíneo en la zona del rostro.
Es probable que algunas personas presenten una predisposición genética y que por naturaleza, sean más propensas
a sufrir una rosácea. Además se discute la posibilidad de que una respuesta ante el ácaro Demodex folliculorum, que
habita en los folículos pilosos, sea uno de los factores que propicia la aparición de la enfermedad. Se sospecha
asimismo que existe una relación con determinados trastornos gastrointestinales, incluidos los asociados a una
bacteria denominada Helicobacter pylori, aunque su participación patogénica es incierta. Algunos hallazgos apuntan
a que la composición de la secreción de las glándulas sebáceas de la cara desempeña un papel en la rosácea y sus
causas.
También deben ser contados entre los posibles causantes los factores ambientales, las alteraciones hormonales
(como las del embarazo, la menstruación o la pre menopausia) y las migrañas.
Lo cierto es que, si bien se desconoce en gran medida la causa concreta de la rosácea, quienes la padecen son
personas predispuestas constitucionalmente a enrojecerse por diferentes estímulos que producen normalmente
vasodilatación pero que en ellos lo hacen con más intensidad y por un período mayor de tiempo; y la mayoría de los
afectados son personas muy emotivas y con trastornos digestivos.
Factores agravantes o desencadenantes:
Son hábitos de vida o determinadas situaciones que pueden propiciar la manifestación de la rosácea o contribuir a
determinar la gravedad de su evolución, es decir, que pueden desencadenar un brote o agravar la enfermedad.
Entre ellos se cuentan los siguientes:
El calor
El frío muy intenso
El viento
La exposición solar
La ingesta de alimentos o bebidas calientes
La ingesta de alimentos muy condimentados
La ingesta de bebidas alcohólicas
El consumo del tabaco
El estrés emocional (situaciones de conflicto)
El ejercicio físico
Determinados medicamentos
Al parecer, también factores psicológicos pueden desencadenar brotes agudos de esta dolencia.
Los desencadenantes de la rosácea son muy diversos, y han de ser identificados y evitados de manera individual. Por
eso, se recomienda al paciente llevar un diario en el que anote todo lo que descubre empeora la enfermedad.
Fisiopatogenia:
Se estima que la rosácea afecta a más de 45 millones de personas en todo el mundo. Se observa con mayor
frecuencia en pacientes de piel clara, sobre todo los tipos célticos de Europa noroccidental, por lo que se la conoce
popularmente como “la maldición de los celtas”.
Aunque puede manifestarse por primera vez ya en la adolescencia, lo más habitual es que se inicie entre la tercera y
quinta década de vida (alcanzando su punto de máximo riesgo entre los 40 y 50 años); y si bien afecta en igual
proporción a hombres y mujeres, la experiencia ha demostrado que ellas consultan más al médico porque están más
preocupadas por su aspecto. Sin embargo, la enfermedad suele ser más leve en el sexo femenino y el rinofima
(deformidad de la nariz por engrosamiento anormal de la piel), es decir, el estigma más evidente de la rosácea, es
casi exclusivo de los varones.
Cuadro clínico:
El diagnóstico de la rosácea se establece en base al cuadro clínico con la sintomatología típica, como eritema
cutáneo, dilataciones vasculares visibles, alteraciones oculares o pápulas y pústulas. La recopilación de información
sobre los hábitos de vida del paciente (anamnesis) permite identificar los factores que empeoran la enfermedad.
En casos severos o pocos claros puede ser aconsejable tomar una muestra de piel (biopsia) y corroborar el
diagnóstico por medio de un estudio histológico, porque esta dolencia puede ser confundida y en algunos casos co-
existir con el acné vulgaris y/o la dermatitis seborreica. La presencia de enrojecimiento en el cuero cabelludo u
orejas sugiere un diagnóstico diferente o de co-existencia, ya que la rosácea es principalmente un diagnóstico facial.
Los pacientes que sufren esta enfermedad a menudo reportan períodos de depresión; daño psicológico o pérdida de
la autoestima debido a la desfiguración, las sensaciones de ardor y quemazón; y una disminución en la calidad de
vida. Dichas dolencias resultantes pueden causar en quienes las sufren un aislamiento cada vez mayor, llegando a
restringir su predisposición a la interacción social mínima e incluso pensar en el suicidio.
Tratamientos:
La rosácea es una enfermedad para la que todavía no se ha encontrado cura, pero suele responder
satisfactoriamente al tratamiento con el objetivo de controlar sus síntomas y hacer que la piel se vea lo mejor
posible. La mejoría es gradual y exige paciencia y constancia; debe ser tratada con tiempo y en la forma debida,
porque de no hacerlo, puede mejorar levemente y luego volver a empeorar.
Es necesario explicar claramente al paciente todas las medidas generales que deberá adoptar con el objetivo de no
enfrentar situaciones que desencadenen el “flushing” facial.
Estas medidas son:
o Limpieza de la piel: higienizar la cara frecuentemente con productos especialmente indicados para pieles
intolerantes, utilizando las yemas de los dedos y haciendo maniobras suaves; enjuagar con agua tibia,
evitando las temperaturas muy altas o muy bajas; y secar con una toalla suave. También se puede limpiar el
rostro con agua y leche hervida fría en partes iguales o leche de pepino. Pueden realizarse compresas con té
de manzanilla o malva, pudiéndose agregar ácido bórico en caso de que hayan pápulopustulas. También se
recomienda agua termal.
o Evitar ciertos productos cosméticos: prescindir del uso de productos que contengan alcohol, mentol,
hierbabuena, aceite de eucalipto y fragancia, para minimizar la irritación de la piel. Evitar también los
jabones y productos grasos.
o Usar filtro solar: evitar el sol y utilizar pantalla solar diariamente con FPS de 30 o más, de amplio espectro,
contra el conjunto de la radiación solar (UVB-UVA).
o Masaje facial: en caso de eritemas persistentes se recomienda masajear las zonas afectadas con un
lubricante todas las tardes. El masaje debe ser cuidadoso, en forma circular y suave. De esta manera se
acelerará el drenaje linfático con la consecuente reducción del eritema. Las máscaras de pepinos, yogurt, son
de gran utilidad por su alto poder descongestivo.
o Afeitado: se recomienda que los pacientes masculinos utilicen maquinitas eléctricas en vez de cuchillas. Si se
utilizan las cuchillas, éstas deberían ser de las más afiladas.
o Dieta: no hay ninguna dieta específica para la rosácea, pero se recomienda evitar los factores que causen
vasodilatación facial como alcohol, café y alimentos calientes y/o muy condimentados. Se aconseja que la
masticación se haga de manera lenta y consciente. También debe evitarse el tabaco.
o Trocitos de hielo: para prevenir los sofocos en un ambiente donde haga calor, tener unos trocitos de hielo en
la boca ayudará durante una media hora.
o Maquillaje correctivo: cubrir el enrojecimiento facial y las telangiectasias con correctores cosméticos no
aliviará el estado de la piel pero contribuirá a mejorar el aspecto. Hay muchos productos cosméticos que se
pueden utilizar con la rosácea, todos ellos tienen un pigmento verde.
Otros consejos:
o Evitar calor y esfuerzo prolongado, ambientes con temperaturas cálidas o extremas, como estancias, baños,
duchas y saunas a altas temperaturas.
o Evitar exfoliantes, frotes y masajes bruscos de la piel, los paños para lavarse la cara, los peelings y limpiezas
faciales con vapor. Asimismo, el uso de esponjas, cepillos u otras herramientas abrasivas que pueden irritar
la piel.
o Consumir con moderación chocolates, nueces, almendras y quesos maduros.
o Evitar situaciones de estrés; combatirlo con técnicas de respiración profunda y relajación.
Muy importante:
o Está contraindicado el uso de corticoides tópicos sobre todo si son fluorados. Inicialmente, se puede notar
una mejoría de las rojeces, pero al suspenderlos habrá un agravamiento.
o Cada paciente ha de tratar de identificar y evitar los factores específicos que intensifican la enfermedad o
provocan brotes en su caso concreto.
Tratamientos Médicos
El dermatólogo puede recetar medicamentos eficaces que se utilizan solos o combinados con otros. En la rosácea
leve o moderada deberán ser aplicados directamente sobre la piel de manera local (tratamiento por vía tópica),
mientras que en las formas intensas a veces es indispensable un tratamiento por vía general consistente en la
ingesta de comprimidos.
Tratamientos Tópicos
Antibióticos tópicos:
* Metronidazol (del 0.5 al 1% en crema o gel)
* Eritromicina (del 2 al 4% en loción o gel)
* Clindamicina (1%)
* Sulfacetamida
Ácido Azelaico
Preparaciones tópicas de vitamina C
Tratamientos Generales
Antibióticos:
* Tetraciclinas (1 g diario e ir disminuyendo)
* Minociclina (100 mg diarios y disminuir paulatinamente)
* Metronidazol (500 mg sólo o asociado a tetraciclinas)
* Isotretinoína (recomendado para casos rebeldes a los tratamientos, en dosis de 0.2 a 1 mg/kg diario, con
las adecuadas precauciones)
* Claritromicina
* Doxiciclina
Ciclos breves de corticosteroides, sólo en formas especiales de rosácea
De manera más radical, se pueden utilizar otros medios como la cirugía, ya sea convencional o láser. Para algunas
personas la cirugía láser mejora la piel sin causar demasiadas cicatrices y, generalmente, los pacientes perciben que
el proceso quirúrgico les ayuda dramáticamente con su apariencia.
Tratamientos Quirúrgicos
Para Telangiectasias:
* Electrocoagulación: aguja electrodo que realiza esclerosis química y radiofrecuencia endolumial en el
mismo tratamiento.
* Fotocoagulación: se realiza por medio de Láseres Vasculares cuya radiación es capaz de destruir
estructuras orgánicas a través de un efecto calórico denominado “fototermólisis”. Estos pueden ser el láser
de colorante o el láser de neodimio yag. Algunos aparatos más recientes asocian ambos tipos de láseres de
manera secuencial para potenciar los resultados.
También puede ser realizado mediante Luz Pulsada Intensa (IPL), que es un aparato similar al láser y cuya luz
es producida por un “flashlamp”.
Para Rinofimas:
* Decortificación
* Dermoabrasión
* Cirugía con láser (láser de dióxido de carbono fraccionado)
Tratamientos Cosmiátricos:
La cosmiatra tiene a su alcance varias herramientas con las que puede lograr que el paciente se relaje, su
microcirculación mejore y su piel luzca más sana; consiguiendo de esta manera no sólo una mejora en el aspecto de
la persona, sino también que ésta tenga una mayor calidad de vida.
Por esto es importante la visita periódica al gabinete; para que junto al tratamiento médico, el paciente se encuentre
contenido y logre controlar los síntomas de esta enfermedad.
La profesional desarrollará un tratamiento con propiedades terapéuticas (calmante, anti-inflamatorio, reparador de
la barrera cutánea, mejorador de la microcirculación, tonificador de la pared de los vasos); proporcionará relajación
y confort de efecto prolongado a través de maniobras lentas, suaves, largas, sin fricción, en un ambiente cálido,
agradable, con fragancias envolventes, relajantes y culminará enseñando al paciente el cuidado diario de su piel para
mejorar su imagen y autoestima.
El protocolo del tratamiento variará según el biotipo y fototipo del paciente, y el estadio en que se encuentre la
rosácea. Por esto es necesario que luego del diagnóstico médico, la cosmiatra realice un buen diagnóstico
cosmiátrico y planifique adecuadamente los pasos a seguir.
Todo tratamiento consta de una cuidadosa higiene de la piel, una corrección donde se apuntará a arreglar sus
anomalías (por ejemplo, si la piel es grasa, a disminuir el grosor de la piel, regular la secreción sebácea, aumentar la
hidratación y mejorar el metabolismo celular), una descongestión donde se calmará esa piel sensible y una
protección indispensable con pantalla solar. También, si el paciente lo desea, se puede finalizar maquillando la piel
con los cosméticos adecuados para disimular las imperfecciones y diferencias de color de la misma.
Se pueden efectuar masajes descongestivos y drenaje linfático manual, para mejorar la eliminación de líquido
intersticial y de moléculas de gran tamaño y optimizar su evacuación, bajando así la inflamación.
Existen muchos principios activos que la profesional puede usar para calmar el enrojecimiento de la piel y, junto a las
suaves maniobras, reducir edemas y mejorar la apariencia del rostro. Los más utilizados son: la manzanilla, malva,
aloe vera, y hamamelis; mayormente en forma de máscaras.
También se pueden incluir terapias con aparatología, que además de lograr importantes resultados, facilitan el
trabajo de la cosmiatra y reducen la duración de la sesión; lo cual tiene una gran importancia considerando el estilo
de vida que el ser humano lleva hoy en día. Entre los aparatos disponibles en el mercado, que pueden ser empleados
por la profesional para tratar esta dolencia, están: el Alta Frecuencia, que oxigena y nutre las células de la piel
mediante ozono; la Radiofrecuencia, termoterapia que se realiza junto a un gel descongestivo para reducir eritema y
telangiectasias; y la Corriente Galvánica, que por medio de una técnica denominada Iontoforesis incorpora
sustancias a mayor nivel de profundidad.
La frecuencia del tratamiento en gabinete será semanal o cada 15 días, dependiendo de la evolución; y luego se
realizará un mantenimiento mensual a modo de contención del paciente.
Es importantísimo, como se mencionó anteriormente, educar al paciente sobre el autocuidado diario de la piel
(cómo debe realizar la higiene, hidratación y protección), la alimentación que debe llevar, y el tipo de actividad física
que debe realizar (evitar el ejercicio intenso).
Se puede concluir que para un resultado eficiente es necesario conjugar el tratamiento indicado por el médico
dermatólogo con los cuidados de la cosmiatra. Es a través de las manos de ambos que se logra que el paciente se vea
y sienta mejor física y emocionalmente.
A continuación, algunas estadísticas que promueven el cuidado consciente de la piel afectada por rosácea:
Conclusión:
La rosácea es una enfermedad crónica para la que no se ha encontrado cura hasta el momento; pero suele
responder satisfactoriamente al tratamiento.
Por eso, es esencial para las personas que la padecen, aceptar que tienen la enfermedad en vez de negarla y
comenzar inmediatamente con un tratamiento paliativo, que no solamente detenga su avance sino que mejore
radicalmente su apariencia y síntomas.
Gracias a Dios, existen varias opciones a las que el paciente puede acudir para no quedarse de brazos cruzados
mientras la enfermedad empeora y las dolencias se hacen cada vez más graves. Sin embargo, la mejoría es gradual y
exige paciencia y perseverancia de parte del mismo.
El tratamiento dependerá del estadio en el que se encuentre la rosácea; pero los recursos van desde principios
activos que la cosmiatra puede topicar en el rostro, a medicamentos que el médico dermatólogo puede prescribir
para ser colocados de la misma forma o ingeridos por vía oral; y de cirugías convencionales para remodelar la
deformación del tegumento, a modernas intervenciones quirúrgicas mediante el láser adecuado para lo que se
necesite solucionar.
La educación del paciente juega un importante papel en el tratamiento; es necesario que el profesional le enseñe los
pasos a seguir diariamente, y que el afectado cumpla las pautas, no solo de lo que debe colocarse en el rostro sino
también de los factores que debe evitar para no desencadenar un enrojecimiento y rubor facial aún mayor.
Así que, aunque la rosácea es incurable y por ende, se padece a lo largo de mucho tiempo, puede ser tratada,
controlada, en labor conjunta del médico y el paciente para mejorar la calidad de vida de este último.