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Roberto Mejía Caicedo Su espíritu creativo y tolimense lo convirtió en un importante líder gremial y social Por: Gladys Meñaca Sabogal

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Roberto Mejía CaicedoSu espíritu creativo y tolimense lo convirtió

en un importante líder gremial y social

Por: Gladys Meñaca Sabogal

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Roberto Mejía Caicedo

Roberto Mejía Caicedo

La hacienda El ChacoUn caluroso sábado de agosto de 2014 fue el día escogido por la fami-lia Mejía Fortich para recibirme en su casa de la Hacienda El Chaco, ubica-da en el municipio de Piedras, cerca de Ibagué, para compartir conmigo sus historias y recuerdos familiares. Roberto, su esposa Niza Fortich, y sus hijos, salen a mi encuentro. Frente a la casa, bajo los árboles frondosos del jardín, se encuentra el automóvil de Roberto, un Ford Falcon 1966, que a pesar de los años luce como nuevo y funciona muy bien.

Casa de la hacienda El Chaco. Álbum familiar

La casa fue construida en 1969, de estilo rústico colonial, paredes blan-cas, ventanas y puertas de madera, y techo de barro; tiene un amplio co-

Roberto Mejía con su Ford Falcon, modelo 1966. Álbum familiar

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rredor que sirve de sitio de reunión a la familia, situado frente a hermosos jardines y muy cerca del corral donde se desarrollan labores propias de la ganadería. En el centro del corredor encontramos una mesa construida con el tronco de un caracolí, traído hace muchos años de la Hacienda El Vergel, de Ibagué. Sobre ella reposan los periódicos del día (El Tiempo, El Especta-dor, El Nuevo Día) y las revistas Semana y Time. La tarea diaria de leer cui-dadosamente todas las noticias y artículos fue interrumpida por mi llegada. Desde muy joven, Roberto se preocupa por mantenerse muy bien enterado del acontecer nacional e internacional y no deja de leer los periódicos y re-vistas de opinión. A sus hijos y nietos les ha inculcado esta disciplina y el amor por la lectura.

No hay ceniceros, ni olor a tabaco. Hace varios años, por razones de sa-lud, y principalmente por la gran campaña que fomentaron Niza y sus hijos, Roberto dejó de fumar tabaco. Él y su tabaco eran inseparables, tanto que cargaba en el bolsillo de su camisa un estuche de cuero en el que siembre lle-vaba dos tabacos. En Ibagué le tenían el sobrenombre de Chicote Mejía; otros lo llamaban Tabaco Mejía. Una caja de finos habanos Montecristo, número 4, era el mejor regalo que le podían traer amigos y familiares de sus viajes.

Aquello que sí funciona todavía es la pequeña libreta negra de cuero de hojas intercambiables, que alguno de sus hijos le regaló y en la que, des-de hace muchos años, se anotan las citas, temas importantes, recordatorios, contactos y cuentas. Esta libreta representa para Roberto los teléfonos inteli-gentes de los ejecutivos de hoy.

Después de degustar una refrescante limonada, Roberto y sus hijos me invitan a iniciar el recorrido por los principales lugares de la finca. Vamos hasta un perchero en el que encontramos sombreros para todos. Roberto se ajusta su casco de paja estilo safari, toma su perrero elaborado con una rama de cafeto, naturalmente acanalada por un bejuco, y nos conduce a la primera parada: El antiguo corral, rodeado por una gruesa cerca de calicanto, de esas que se construían a principios del siglo veinte utilizando las mismas piedras (canto) de los predios. Sobre la gruesa cerca hallamos una especie de caseta con techo de paja y espacio suficiente para albergar la silla en la que Roberto,

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con mucha frecuencia, se acomo-da para observar el trabajo de los vaqueros. En esta misma parte de la finca se encuentran los equipos de ordeño, instalados desde hace 25 años, y los tanques de refri-geración necesarios para el buen manejo de la leche.

El gusto de Roberto por la ganadería es de siempre. Poco a poco, durante muchos años, ha formado con esmero un hato le-chero que administra cuidadosa-mente. Pero el proyecto en el que actualmente él y la familia están empeñados es el silvopastoreo, el cual inició en 1986. Enrique, su hijo mayor, recuerda que en la época en que su padre se desempeñaba como ministro de Agricultura del gobierno de Belisario Be-tancur, conoció al señor Thomas Preston, quien trabajaba en la Fundación Centro para la Investigación en Sistemas Sostenibles de Producción Agrope-cuaria (cipav), en el Valle del Cauca. El señor Preston asesoró a Roberto en el inicio de un proyecto de silvopastoreo que hoy se encuentra muy avanzado y que le ha merecido elogios de propios y extraños. También, numerosas dis-tinciones, entre ellas la del Mérito Agroecológico Pecuario, Doctor Francisco Segura Cañizales, otorgada por la Universidad del Tolima, y la José Raimun-do Sojo Zambrano, concedida por Fedegan. Incluso, actualmente El Chaco recibe apoyo y asesoría del cipav para desarrollar investigación aplicada.

La razón principal que tuvo Roberto para embarcarse en el proyecto del silvopastoreo, más allá de buscar un lucro económico, fue ensayar un mejor sistema de producción que, aplicado en las fincas ganaderas del Tolima, me-jorara su capacidad de carga y, por lo tanto, su productividad y rentabilidad. Alberto, el hijo que apoya a Roberto en el manejo de la finca, me explica que el silvopastoreo aplica criterios de sostenibilidad y respeto por el medio ambien-

El sombrero y el perrero de Roberto, sus compañeros permanentes en El Chaco.

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te. No solo optimiza la producción ganadera sino que tiene un gran potencial para mitigar y adaptarse al cambio climático. Los potreros donde pasta el ga-nado se han dotado de una cobertura arbórea, que genera un microclima pro-picio para el pastoreo y modifica la dinámica hídrica con menos escorrentía y, por lo tanto, reduce la erosión. Aumenta la capacidad de infiltración del agua a través del suelo, y su drenaje disminuye el riesgo de inundación.

La visión de largo plazo que tuvo Roberto al decidirse por este sistema de ganadería, que es lento y por consiguiente desanima a muchos de los ga-naderos, ya produce sus frutos. Actualmente tiene entre tres y tres y media cabezas de ganado por hectárea, mientras la media nacional está apenas un poco por encima de media cabeza por hectárea. En países como México y Brasil, donde el sistema está muy extendido, se logran entre cuatro y cinco cabezas. Adicionalmente, en épocas de verano como las que actualmente vivimos, la producción de leche no ha disminuido.

Al recorrer los caminos que bordean los arrozales y potreros arboriza-dos del silvopastoreo, dejamos el corral para visitar un bosque seco tropical de doce hectáreas, que es un ejemplo de conservación. Roberto cuida y pro-tege este bosque con especial dedicación y recibe apoyo de la Universidad del Tolima en las tareas de identificación de especies nativas y de seguimiento al desarrollo de las mismas. Bajo la frondosidad del bosque, la temperatura es cuatro grados menor que la del resto de la finca y se respira un suave aroma tropical. La consigna es que en este lugar no se introduce nada y tampoco se saca nada de él. Sobre el piso se encuentran conchas de caracoles, montones de hojas de todos los colores, hongos de diversas clases. La finca también alberga gran cantidad de pájaros y mariposas.

El sueño de Roberto es convertir El Chaco en un aula, en una escuela para la educación ambiental y agropecuaria, a la que acudan estudiantes de todas las universidades, interesados en estas disciplinas y en conocer su pro-yecto silvopastoril, los cultivos y el bosque nativo. Este sueño, poco a poco, se ha convertido en realidad; hoy es visitado por estudiantes de varias uni-versidades de diferentes partes del país y el exterior, para realizar allí sus prácticas.

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Roberto no solo ha traba-jado con el arroz y en la ganade-ría. También ha participado en varios proyectos en la búsqueda de productos alternativos para la región. Hace poco, junto con varios amigos de fincas vecinas, incursionó, sin mucho éxito, en el cultivo del ají y del tabaco. Los proyectos no dieron los resultados esperados. Sin embargo, Roberto considera que se debe seguir in-tentando, y sin descuidar el culti-vo del arroz y el proyecto ganade-ro, es importante descubrir otras alternativas que les permitan di-versificar la producción a los agri-cultores de la meseta de Ibagué y del Tolima en general.

Su familia de origenDe regreso a la casa, donde Niza nos espera con la mesa lista para atender-nos, disfrutamos de la frijolada tradicional de los sábados, siempre acompa-ñada de deliciosos chinchulines tostados y torta de plátano maduro, que se constituye en el pretexto infalible para reunir a la familia. Mientras almor-zamos, Roberto me cuenta que nació el 23 de abril de 1926, en Ibagué. Sus padres eran Enrique Mejía Henao, nacido el 28 de marzo de 1887 en Sonsón, Antioquia, odontólogo de profesión, agricultor y ganadero de oficio; su ma-dre, Inés Caicedo Carvajal, ibaguereña de pura cepa, nacida el 27 de junio de 1895, siempre dedicada al cuidado de su familia y hogar. Inés y Enrique mu-rieron en Ibagué con un año de diferencia, en 1959 y 1960, respectivamente.

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El matrimonio Mejía Caicedo tuvo cuatro hijos: Fernando, Alicia, Álva-ro y Roberto. Vivieron en Pastales, cerca de Ibagué, en una finca llamada To-lima, de propiedad del señor Martín Restrepo. Allá llegaron en 1924, época de la presidencia de Miguel Abadía Méndez, cuando en Colombia, como en todos los países de América del Sur, se sentían los efectos de la gran expan-sión financiera de los Estados Unidos. Se vivía la denominada prosperidad al debe, impulsada por el alto endeudamiento externo que, junto con los ingresos por la indemnización de la venta de Panamá, financiaron grandes inversiones públicas, y la construcción del ferrocarril. Durante seis años, En-rique trabajó en la finca Tolima. Allí sembró café y, poco a poco, formó una pequeña ganadería que inició con reses compradas en Girardot, a un precio promedio de $16 pesos.

A pesar del crecimiento económico que se experimentaba en años ante-riores, entre 1928 y 1929, Colombia vivió una profunda recesión econó-mica que fue seguida por la crisis mundial desatada en los Estados Unidos en 1930. A raíz de estas ad-versas circunstancias, Enrique tuvo que vender todo el ganado a precios irrisorios y perdió su patrimonio. Por esos mismos días, llegó a Iba-gué un antioqueño de apellido Ja-ramillo, yerno del señor Martín Restrepo, propietario de la finca To-lima, quien le pidió a Enrique que entregara la propiedad. Aunque él trató de resistirse, tuvo que ceder porque el señor Restrepo no aceptó ninguna otra alternativa. Entonces, la familia llegó a vivir a Ibagué y Enrique, con el apoyo de su cuña-

Roberto y su hermano Álvaro, el día de su primera comunión. Álbum familiar

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do, Enrique Caicedo, padre de Rafael Caicedo Espinosa, consiguió un empleo en la Administración de Correos. Simultáneamente, retomó su profesión de odontólogo, cuyo ejercicio le permitió levantar a su familia con dignidad.

En la entrevista concedida a Polidoro Villa, publicada en la revista Carta del Tolima, número 180, de enero-febrero de 2008, Roberto recuerda que cuando se vinieron de la finca Tolima, “Ibagué era un pueblo que comenzaba a tener fuerza como ciudad. Aún eran comunes las travesías en mulas y nu-merosos los ranchos de paja… [Y, agrega] Yo digo que vi nacer la ciudad. Vi-víamos en la Carrera 3ª con Calle 11º, y una de las distracciones de nosotros, los muchachos de entonces, era pararnos en la puerta a mirar pavimentar las primeras calles en forma rústica con una aparatosa aplanadora de vapor”.

Roberto y su hermano Álvaro entraron al colegio de la señorita Islena Vela, donde aprendieron a leer, escribir, sumar y restar. Era una casa muy pequeña con dos aulas y un estrecho corredor que utilizaban para hacer ca-listenia (ejercicios físicos). Los estudios de primaria los cursaron en la Es-cuela Pública para Varones Nº 1 de Ibagué, regentada por los hermanos Ma-ristas. Sus amigos y compañeros de juego eran los niños de la cuadra, en la Calle 9 entre carreras 1ª y 2ª; entre ellos, los Calderón y los Torres. Roberto era un niño muy juicioso, despierto y bien parecido. Todos lo querían y era el sobrino y primo preferido en la familia.

El bachillerato lo cursaron en el Colegio Tolimense. Por razones de sa-lud, don Enrique y doña Inés tuvieron que radicarse un par de años en Bogo-tá. Roberto y su hermano Álvaro estuvieron internos en esos años. Roberto seguía distinguiéndose por su juicio y aplicación. Tanto, que el rector, el padre Guzmán, le daba un especial tratamiento y lo ubicaba en la mesa principal del comedor, en la que compartía con los profesores. Su hermano Álvaro aún sospecha que en esa mesa servían mejor comida que en el resto del comedor.

La época del internado en el Colegio Tolimense coincidió con los años de la Guerra Civil Española (1936-1939), la más cruel, sangrienta y destructiva de la historia de España, que terminó el 1º de abril de 1939 cuando el genera-lísimo Francisco Franco asumió como Jefe de Estado del nuevo régimen. Solo cinco meses más tarde, el 1º de septiembre, el Führer Adolfo Hitler invadió

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Polonia y con ello dio el primer paso hacia la Segunda Guerra Mundial. Estas noticias las escucharon Roberto y Álvaro en un radio de los padres del Colegio Tolimense, a través de emisoras inglesas y francesas que transmitían en espa-ñol. Este hecho pudo ser el inicio de la afición de Roberto por oír noticieros, leer periódicos y mantenerse permanentemente informado.

Muy motivados con esta experiencia, Roberto y Álvaro le pidieron a su padre que les comprara un radio. Ellos, por supuesto, ya sabían cuál de-bería ser la marca, cuánto costaba y dónde se podía comprar. Don Enrique accedió y el anhelado aparato se convirtió en compañía permanente durante todos sus años de estudio en Bogotá. Hoy, el radio funciona perfectamente y está en poder de Álvaro, en su apartamento de Bogotá.

Álvaro y Roberto, además de su radio, tuvieron otra propiedad de gran estima: Una máquina de escribir, adquirida con los ahorros generados por el pago que les hacía su padre por elaborar y repartir las cuentas de cobro de su “dentistería”. Estos pesitos se depositaron, uno a uno, en una cuenta de aho-rros en la Caja Agraria, hasta lograr la suma necesaria para la consecución de una máquina Hermes, que también hoy se conserva en el apartamento de Álvaro, en Bogotá. El mecanógrafo era Roberto, el encargado de dictar era Álvaro y así, entre turnos y dictados, lograban hacer sus tareas escolares.

Roberto se graduó de bachiller a los quince años de edad. En el colegio tuvo un excelente profesor de Química, quien le despertó el interés por esta disciplina; fue así como se decidió por la Ingeniería Química y se fue a Bogo-

Álbum familiar Álbum familiar

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tá para estudiar en la Universidad Nacional, donde su hermano Álvaro había iniciado sus estudios de Odontología.

Roberto y Álvaro recibían quincenalmente de sus padres un giro pos-tal, por una suma apenas suficiente para el alojamiento y la alimentación en una pensión de propiedad de las señoritas Torres, ubicada en el centro de Bogotá. En esta pensión tuvieron como compañero a José Ossorio Bedoya, paisano tolimense, con quien desde entonces hicieron estrecha amistad.

El valor de la matrícula en la Universidad Nacional se definía según la declaración de renta de los padres de los estudiantes y disminuía en la medi-da en que varios hermanos estudiaran al mismo tiempo, situación que ayudaba al estrecho presupuesto familiar. Atendidos los pagos de educación, vivienda y ali-mentación, no quedaban excedentes para otros gastos, así que de vez en cuando lo-graban asistir a un cine. Además, mien-tras el costo de la entrada para ver una película en Ibagué era de diez centavos, en Bogotá ascendía a sesenta centavos; por lo tanto, en los días libres, que no eran muchos porque la Universidad era

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muy exigente, se dedicaban a caminar, conocer la ciudad y visitar los sitios de interés histórico. También contaban con la compañía de su radio.

Los viajes a Ibagué solo los realizaban en las vacaciones largas de junio y de diciembre. Aprovechando la reciente llegada del ferrocarril a Ibagué, el via-je se hacía en tren, cuyo lento paso por montañas, valles y estaciones entre Bogotá e Ibagué tomaba más de ocho largas horas.

La relación de Roberto con sus padres y hermanos fue y es hasta la fecha excelente. Todavía vive pendiente de sus hermanos, sus sobrinos y sus fami-lias, a quienes visita y llama con mucha frecuencia.

Su propia familiaA su esposa Niza Fortich la conoció en un baile en el club Círculo de Iba-gué. Niza había venido de Barranquilla para visitar a su hermana Hilda, quien vivía en Ibagué con su es-poso, Felipe Salazar. En esos días se realizó en el club un baile de gala en honor del doctor Darío

Echandía, al que Niza asistió con su hermana y su cuñado. Cuando Roberto llegó al baile, a quien primero vio fue a Jesús María Cuervo, bailando con una “monita muy linda”, que le encantó. Terminada la pieza, Roberto se acercó a la mesa donde se sentó la monita, saludó a los amigos, y él mismo se le presentó a Niza y, aunque sabía que no era buen bailarín, se atrevió a “pedirle una pieza”. La pareja bailó toda la noche sin descansar.

Niza permanecería en Ibagué varias semanas después del baile, lo cual se constituía una buena oportunidad para conocerse mejor con Roberto. Efecti-

Roberto, Alicia y Álvaro Mejía Caicedo. Álbum familiar

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vamente, en los primeros días llegaron muchas invitaciones, recibió sus visitas y muchos detalles de fina coquetería. Pero, de pronto, el pretendiente se silenció; todo indicaba que algo había sucedido y originado su total desaparición. Por fortuna, la causa del distanciamiento fue solo una afección de orzuelos que Ro-berto superó en un par de semanas y así, el cortejo continuó su rumbo.

El noviazgo duró dos años, tiempo durante el cual se escribieron cartas todos los días; los sábados y domingos no había correo; entonces, primero se enviaban telegramas y luego, marconis. Las llamadas de larga distancia eran complicadas y costosas; por lo tanto, no eran muy frecuentes. Durante esos dos años, Roberto solo fue una vez a Barranquilla para visitar a Niza. Ella cuenta que Roberto se alojó en la casa de una parienta de él, quien lo animó para que aprovechara la ocasión para conocer la bella ciudad de Cartagena, idea que él aceptó sin problema, ya que pensaba que un viaje a la Costa era toda una hazaña y consideraba difícil volver; así fue como, para desilusión de la novia, la tan esperada visita se acortó considerablemente.

Por cuenta del amor, la oportu-nidad de volver a la Costa no demoró mucho: Roberto regresó a Barran-quilla para contraer matrimonio con Niza el 30 de marzo de 1951. De re-greso de su luna de miel en Boyacá, fijaron su residencia en Ibagué.

Niza vivió con sus padres en Ba-rranquilla hasta el momento de su matrimonio. Allá estudió en el Cole-gio Alemán y realizó estudios de Co-mercio en el Instituto Ariano. Trabajó un par de años, primero en Avianca y luego en los Laboratorios Life; su traslado a Ibagué significó un cambio radical, el cual asumió con gran ex-pectativa y mucha ilusión.

Roberto y Niza, el día de su matrimonio, el 30 de marzo de 1951. Álbum familiar

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Roberto y Niza tienen cuatro hijos: Enrique, Elena, Alberto y Ricardo, todos profesionales y casados. Ellos se refieren a Roberto como un padre amoroso, aunque de carácter fuerte, siempre pendiente de la familia, eje cen-tral de la unidad. Cuando eran niños, la dirección de la casa, la organización de los niños, colegios, tareas y permisos, estaban a cargo de Niza. Roberto madrugaba para realizar sus labores del campo y su regreso, bien fuera a me-diodía o al final de la tarde, era motivo de revuelo y alboroto, pues con solo sentir el sonido de sus llaves, los cuatro hijos salían en carrera hasta la puerta a darle la bienvenida y saludarlo.

El estudio de los hijos no fue fácil. Ellos cuentan que, a diferencia de su padre, no fueron los más aplicados, perdieron materias y requirieron de profesores que les ayudaran a recuperar sus calificaciones. El momento más grave se presentó cuando los tres hijos mayores perdieron el año al mis-mo tiempo. Hubo regaño y sobre todo mucho silencio de parte de Roberto,

Roberto, con su esposa, Niza, y sus hijos Enrique, Ricardo, Alberto y Elena. Álbum familiar

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quien asumía esta actitud cuando estaba contraria-do, la que los hijos recibían como un gran castigo.

Las vacaciones de final de año eran esperadas con gran ilusión por la fami-lia, siempre en Barranqui-lla. Niza y los hijos viajaban tan pronto se iniciaban las vacaciones escolares. Ro-berto se quedaba trabajan-do en Ibagué y llegaba más tarde, justo a tiempo para compartir con la familia las alegres fiestas costeñas de Navidad y Año Nuevo. Así, pudieron mantener una relación cercana con los abuelos maternos. Cuando el abuelo falleció, la abuela Ana se vino a vivir a Ibagué y el lugar de vacaciones se trasladó a Santa Marta.

En 1969 se construyó la casa de recreo en El Chaco y desde entonces, poco a poco, esta se convirtió en el corazón de la unidad familiar y en el refu-gio de adultos y niños. Allí se reúnen frecuentemente y Roberto y Niza pasan temporadas con sus hijos, nietos y bisnietos. La época de Navidad es la más concurrida con celebraciones varias para conservar las viejas tradiciones navi-deñas. En El Chaco generalmente se reúne la familia para la cena de Navidad, con entrega de aguinaldos. Se reza la novena, se cantan villancicos y se reali-zan actividades especiales como juegos, carreras de observación, concursos y siembra de árboles, entre otras. Hasta hace muy poco, Roberto preparaba la natilla antioqueña al estilo antiguo, en paila de cobre, con maíz cocido y pa-

Roberto y su esposa, Niza, preparando la natilla navideña. Álbum familiar

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nela. Nada de maicena ni de natillas de paquete. La natilla hecha por Roberto fue un regalo especial que recibimos sus amigos durante muchas navidades.

Niza siempre ha sido la organizadora de estas temporadas. Las compras, el menú, el servicio, la distribución de las habitaciones, todo funciona per-fecto gracias a su organización y experiencia. Últimamente, en la medida en que la familia ha ido creciendo, ha recibido la colaboración de sus nueras e hijos, pero no ha sido fácil que ella suelte las riendas. Otra tarea de El Chaco que ha estado siempre a cargo de Niza, es el cuidado del hermoso jardín.

Enrique, Ricardo, Elena y Alberto Mejía Fortich, con Niza y Roberto (en el centro), el día del aniversario 60 de su matrimonio. Álbum familiar

Cada uno de los hijos de Roberto y Niza ha cumplido con un rol espe-cial en la familia: Enrique, casado con Olga Lucía Chávez, fue el compañero de Roberto en sus actividades políticas. Elena, La nena, casada con Álvaro Peña, quien según sus hermanos ha sido la consentida, aunque no vive en Ibagué, está pendiente de sus padres y apoya a Niza en los temas de la casa. Alberto, casado con Beatriz Eugenia Torres, es el responsable de las tareas del campo. Ricardo, casado con María Magdalena García, compartió con

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su padre las actividades deportivas y es quien lo apoya en los negocios de construcción.

Los nietos de la familia Mejía Fortich son trece: Laura, Enrique, Da-niela, Esteban, Emilia, María, Manuel, Adelaida, Federico, Nicolás, Manue-la, Daniel y Gabriel. Ocho de ellos son profesionales, dos cursan estudios universitarios y tres están todavía en el colegio. La relación de Roberto con todos sus nietos ha sido muy buena, cercana y amorosa; para cada uno tiene un recuerdo. A su vez, ellos son especiales y cariñosos con sus abuelos. La mayoría de ellos ya no vive en Ibagué, pero con frecuencia los visitan y les encanta ir a El Chaco. La relación de los nietos con su abuelo, además de amorosa, es de respeto y admiración por su trayectoria de vida. Al pregun-tarles si hay o hubo algún nieto predilecto, Emilia responde: “Mmm… pues mi abuelito nunca ha tenido un trato diferente con ninguno, siempre ha sido y ha habido para todos por igual”. Parece ser que cada uno de los nietos tiene una razón para sentirse el predilecto.

Sobre la época en la que los nietos eran niños, Emilia comenta emocio-nada: “¡La mejor época; una linda relación y unos bellos recuerdos guarda-dos en el corazón!”. Rememora con especial afecto los fines de semana en casa de los abuelos, con los tradicionales fríjoles de los sábados, con arepa especial para “Robertico” y nada de aguacate. Después de almuerzo, Rober-to encendía su tabaco y, secretamente, le pasaba a Emilia, por debajo de la mesa, la marquilla del tabaco, que ella muy orgullosa usaba como anillo.

De la cocina también surgen algunos recuerdos. En una época prepara-ban pasta los domingos y toda la familia se reunía en la cocina para acom-pañar a Roberto, mientras él elaboraba la salsa; en otros tiempos, el plan era preparar pan en una máquina especial o aprender a usar la máquina ahuma-dora de alimentos.

Oír en la radio las lecciones de historia de Diana Uribe, ir hasta la esquina de la Carrera 3ª con Calle 10 para comprar El Espacio, abrir la página del cru-cigrama y luego pasar largos ratos en el estudio resolviéndolo con la ayuda de su Pequeño Larousse, eran otras de las actividades que Emilia compartía con su abuelo, en la que él aprovechaba para enseñarle historia y cultura general.

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Cuando estaban en El Chaco, abuelo y nie-tos iban todos los días al establo. Allí, Roberto, siempre ataviado con su sombrero y su perrero, sentado en su sitio sobre la cerca de calicanto, les enseñaba todo el funcio-namiento de la lechería; juntos anotaban los de-talles de la producción a la hora del ordeño o del peso de las reses, cuando había pesaje. Al final de la jornada, él llegaba con las botas sucias, se senta-

ba en su silla y subía las botas en la mesa de tronco; tocaba rogarle para que se bañara y se cambiara de ropa; el olor a establo todavía le encanta. Así eran las vacaciones en El Chaco. El abuelo compartía con la familia su amor por el campo, siempre preocupado por dejarles alguna enseñanza. En broma, aún hoy, ellos le reclaman que quiere más El Chaco y sus vacas que a toda la familia.

Roberto siempre ha estado pendiente de sus nietos en todos los aspec-tos. Los ha cuidado, los ha amado, les ha enseñado y hasta ayudado a hacer sus tareas escolares. Inclusive, los nietos residentes en Bogotá le hacían eter-nas llamadas telefónicas para preguntarle sobre todas las materias; esta co-municación, en esa época, no dejaba de ser costosa, más si se tiene en cuenta que a cualquier pregunta sobre historia reciente, Roberto, con el fin de con-textualizar su respuesta, respondía dando cátedra sobre lo acontecido desde muchos años antes de la ocurrencia del acontecimiento en cuestión. Para los nietos, Roberto es como una enciclopedia y sus opiniones son más válidas que las de cualquier historiador.

Álbum familiar.

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Hijos y nietos reconocen en Roberto y Niza los pilares de la familia. Siempre los reúnen a su alrededor. Son ejemplo de familia, respeto, amor, generosidad, dedicación y constancia. A Roberto lo definen como un ser ecuánime, respetuoso, solidario y pendiente de ellos. Afirman que no saben cómo describirlo en una sola palabra y agregan que de él nunca han recibido un grito o regaño fuerte.

Ahora, su mayor placer es sentarse en el comedor del apartamento que tienen en la ciudad, para mirar los árboles de la Plaza de Bolívar y la jaula de los pajaritos que hay en el balcón. Lee periódicos, ve noticieros, mantiene su gusto por el dulce, especialmente por el arequipe y recuerda con nostalgia a sus amigos del alma, Santiago Meñaca y Eduardo de León, por su lealtad y apoyo.

Roberto y Niza, rodeados de sus hijos, nietos y bisnietos. Álbum familiar

Su vida laboralCuando Roberto terminó sus estudios de Ingeniería Química en la Univer-sidad Nacional, sin graduarse, regresó a Ibagué y Félix Restrepo lo invitó a

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vincularse como administrador de la finca El Chaco. Esta era de propiedad de Félix, Rafael Caicedo, Enrique Torres y Josué Isaac. A Enrique, el padre de Roberto, esta oportunidad de trabajo que le ofrecían a su hijo no le gustaba para nada. Pensaba que si la aceptaba era posible que se quedara por siempre vinculado a la agricultura y desaprovechara su formación de ingeniero quí-mico. Y el tiempo le dio la razón, pues desde esa época y hasta la fecha, Ro-berto ha trabajado ese pedazo de tierra que se constituye en su gran orgullo y a la que le ha dedicado sus mayores esfuerzos. La Ingeniería Química nunca volvió a interesarle. Es por ello que sus amigos muy cercanos lo llaman en broma: Ingeniero Dicel, porque dice él que es ingeniero…

Enrique Torres, uno de los propietarios de El Chaco, quien vivía en Bo-gotá, fue el primero en ofrecer en venta su parte de la finca. Como Roberto no tenía recursos para cerrar el negocio, el mismo señor Torres le sugirió solicitar un crédito bancario y respaldó la operación. Más tarde, el doctor Caicedo y don Félix le vendieron sus partes. Por último, Josué Isaac, tío po-lítico de Roberto, quien lo quería mucho, le entregó su parte como regalo.

Su actividad políticaRoberto fue candidato por el Partido Conservador en cuatro elecciones po-pulares. En la década del cincuenta fue elegido en dos oportunidades como Concejal de Ibagué; en 1964, durante el Frente Nacional, cuando la elección al Senado tenía suscripción departamental, participó en una consulta inter-na del ospinismo en el Tolima, en la que venció a Mario Laserna Pinzón y resultó elegido como candidato de esa colectividad para enfrentarse en las elecciones parlamentarias con el representante del laureanismo, Guillermo Angulo Gómez. En las urnas resultó ganador el doctor Angulo por una di-ferencia de 92 votos. Por último, en 1991, hizo parte de la lista del Partido Conservador para las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente, pero no se obtuvieron los votos necesarios para que fuese elegido.

Roberto también desempeñó varios cargos públicos de nombramiento. Entre 1966 y 1969, fue secretario de Gobierno del Tolima durante los perio-

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dos de Néstor Hernando Parra y de Ariel Armel. En varias oportunidades se desempeñó como Gobernador encargado.

En 1971, durante la presidencia de Misael Pastrana, fue contactado por Rafael Caicedo Espinosa, ministro de Minas y Petróleos, quien le anunció que el Presidente lo llamaría para ofrecerle un ministerio. Eran las épocas del Frente Nacional, en las que la participación burocrática de partidos y re-giones era milimétrica y sucedió que, por algún asunto de cuotas, la llamada nunca se realizó.

Sin embargo, unos meses más tarde, el presidente Pastrana lo nombró Gerente General de Colpuertos. Roberto recuerda que fue una gestión tran-quila, sin problemas por enfrentar problemas con sindicatos ni paros, ni epi-sodios delicados, de esos que años más tarde fueron tan comunes en esta Institución. Debió trasladarse a vivir a Bogotá y pasaba algunos fines de se-mana con la familia en Ibagué. Su hijo Enrique ya había iniciado sus estudios universitarios en Bogotá; por lo tanto, tuvieron la oportunidad de compartir la vivienda y sus horas de descanso.

Años más tarde, un domingo de agosto de 1985, Enrique recibió en su apartamento de Ibagué una llamada de Cecilia López Montaño, para ese en-tonces viceministra de Agricultura del gobierno de Belisario Betancur. Ella le informó que el Presidente necesitaba hablar con Roberto. Al día siguiente, a primera hora, Enrique transmitió el mensaje a sus padres que estaban en El Chaco. Roberto regresó a Ibagué y se comunicó con el Presidente, quien le ofreció el Ministerio de Agricultura, nombramiento que aceptó. Sin saber qué hacer ni qué esperar, Roberto se comunicó con su amigo Santiago Me-ñaca para ponerlo al tanto de la novedad. Decidieron reunirse en las oficinas de sida para comentar y esperar que la noticia fuese oficial. Así, en compa-ñía de su esposa y su hijo Enrique, pasaron en sida toda la mañana, con radio y televisor encendidos hasta que se confirmó la noticia y el nombramiento fue oficial. La toma de posesión fue el 28 de agosto de 1985.

En sus Memorias al Congreso 1985-1986, Roberto reseñó como princi-pales logros de su gestión los siguientes: refinanciación y fortalecimiento del idema; rebajas del 75% en las tarifas de Colpuertos para el cargue y manejo

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de insumos para la agricultura; eliminación del depósito previo para la im-portación de fertilizantes, plaguicidas y maquinaria agrícola; disminución del gravamen arancelario en varias posiciones correspondientes a insumos para la agricultura y la agroindustria. El entonces ministro consideraba que esto era solo el comienzo del esfuerzo que requería el sector para fortalecerse frente al mercado externo y para hacer frente a los efectos del contrabando. En virtud de un crédito por 364 millones de dólares, suscrito por el Gobierno nacional con el Banco Mundial, se impulsaron programas de fortalecimiento de las entidades adscritas al Ministerio, de investigación e inversión en ade-cuación de tierras y en la infraestructura vial entre poblaciones agrícolas.

Fueron varios los proyectos que Roberto, como ministro de Agricultu-ra, presentó al Congreso, que fueron aprobados y convertidos en Ley, y que en su momento adquirieron gran importancia para fortalecer la agricultura. Entre ellos están la refinanciación del idema y de la Caja Agraria, la amplia-ción de las líneas de crédito del Fondo Financiero Agropecuario-Finagro, la creación del Fondo de Desarrollo Rural Integrado y de los fondos cerealista y cacaotero.

Desde el Ministerio, Roberto le dio gran impulso al proyecto de riego del Sur del Tolima, denominado Triángulo del Tolima. Se adelantaron estu-dios y se gestionaron recursos internacionales. Explicaba con entusiasmo a los interesados el gran impacto social que traería el proyecto para una región con una población indígena importante, ubicada tan cerca a la zona de con-flicto.

El 28 de marzo de 1984, año y medio antes de la posesión de Roberto como Ministro se suscribieron unos acuerdos entre el gobierno de Belisario Betancur y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (farc), en los que las partes se comprometieron a un cese bilateral del fuego y la búsqueda conjunta de una salida política al conflicto armado. El documento fue suscri-to por una Comisión de Paz en representación del Gobierno y por el Estado Mayor de las farc-ep, el cual fue firmado en el campamento conocido como Casa Verde, en la Uribe, Meta. El acuerdo contempló la formación de una comisión nacional de verificación. No se habló de entrega de armas.

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Dos meses después, el 28 de mayo, Gobierno y farc ordenaron el cese al fuego. Luego, a discreción de la Comisión de Verificación, se estableció un período de prueba de un año para que las farc se organizaran y se acogieran a los beneficios de la Ley 35 de 1982 (Ley de Amnistía) y decretos complemen-tarios. El Gobierno, de acuerdo con la Constitución y la Ley, les otorgaría las garantías pertinentes.

A pesar de que el 30 de marzo de 1985 las farc-ep anunciaron la confor-mación de la Unión Patriótica y que el año de período de prueba ya estaba por terminar, solicitaron al Gobierno una prórroga. Para explicar a las farc-ep la posición del Gobierno frente a la ampliación del plazo, en el mes de septiem-bre viajaron a un sitio denominado La Esperanza, en zona montañosa de la Uribe, Meta, el expresidente Alfonso López, el padre Rafael García Herreros, el director adjunto del liberalismo, César Gaviria, el asesor de la campaña bar-quista, Pedro Gómez Barrero, y los ministros Nohemí Sanín, Jaime Castro y Roberto, quien apenas llevaba unos pocos días en el Ministerio.

Reunión de representantes del Gobierno nacional con miembros de las FARC (1985).Álbum familiar

Además de la importancia política del encuentro, Roberto recuerda que el día de la reunión en La Esperanza las condiciones atmosféricas les impidieron

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llegar al sitio a la hora acor-dada, ya que el helicóptero tuvo que dar muchas vueltas a la espera de que el tiempo mejorara; cuando pudieron aterrizar, encontraron que el jefe de las farc, Manuel Ma-rulanda, alias Tirofijo, ya se había ido. Afortunadamente, el otro jefe guerrillero, Jaco-bo Arenas, se fue a buscarlo y lo convenció de regresar. Los Acuerdos de la Uribe, aun-que fallidos, constituyeron el inicio del primer intento de negociación de paz que mar-có toda una década.

Otros tres eventos im-portantes ocurridos durante

su ejercicio como Ministro dejaron profundas huellas en Roberto y Niza: La toma del Palacio de Justicia por parte del grupo guerrillero M-19, el 5 y 6 de noviembre de 1985; la erupción del volcán Arenas del Nevado del Ruiz, que originó la avalancha del río Lagunilla y sepultó al municipio de Armero en el Tolima y otras poblaciones de Caldas, ocurrida el 13 de noviembre de 1985; la visita del hoy santo, Juan Pablo II a Colombia y particularmente al Tolima, donde celebró una misa en el Camposanto de Armero y se reunió con los damnificados en Lérida. Esta visita fue como un bálsamo para el dolor que sentían las familias por las tragedias vividas que los tocaban tan de cerca.

Durante el tiempo de su ministerio, Roberto tuvo que volver a radicarse en Bogotá. Esta vez lo hizo en compañía de Niza y, en lo posible, venían a Ibagué a pasar los fines de semana con sus hijos y nietos. Roberto también desempeñó importantes cargos en el sector gremial. Fue gerente de Fedearroz

Roberto Mejía con el Papa Juan Pablo II, durante la visita del Sumo Pontífice a Colombia en 1986. Álbum familiar

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y presidente de la Junta Directiva de la Sociedad de Agricultores de Colombia (sac). Como presidente de esta, hizo parte de la Junta Directiva del sena.

Su actividad como dirigente deportivoAunque Roberto no fue buen deportista, pues solo jugó algo de tenis en su juventud, apoyó a sus hijos para que practicaran el deporte. Fue así como, primero Enrique y luego los otros hijos, se interesaron por la natación. Ro-berto, que los acompañaba a los entrenamientos y competencias, decidió apoyar y trabajar en la Liga de Natación del Tolima. Llegó a ser su presidente de 1970 a 1973.

En esta misma época, concretamente en 1970, durante la gobernación de Rafael Caicedo y la alcaldía de Francisco Peñaloza, se celebraron en Iba-gué los Novenos Juegos Atléticos Nacionales. Las obras se encontraban atra-sadas y presentaban numerosas dificultades con las contrataciones y la orga-nización. Los mencionados Gobernador y Alcalde le solicitaron a Roberto asumir el cargo de Director General de los Juegos, con el objeto de que se enderezara el camino y se llevara el compromiso a feliz término. Roberto aceptó la posición y la desempeñó ad honorem. El evento no solo fue muy exitoso en términos de organización y competencia, sino que marcó un an-tecedente importante en el desarrollo de la ciudad: Se remodeló y amplió el Estadio Manuel Murillo Toro; se construyó la Piscina Olímpica, el Coliseo Cubierto y el Parque Deportivo con su Velódromo. Además, se ampliaron las avenidas Carrera 5, Calle 10 y Calle 15, y se construyó el conjunto de blo-ques de apartamentos Metaima, donde se alojaron delegaciones y deportis-tas. Luego, estos se vendieron a funcionarios públicos a través de los créditos del Instituto de Crédito Territorial.

En 1973, en Ibagué también se celebró el Campeonato Centroamerica-no y del Caribe de Natación y Saltos Ornamentales. De nuevo Roberto fue invitado a dirigir el evento, el cual fue exitoso y la ciudad estuvo a la altura del certamen.

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Su actividad empresarialRoberto reconoce que no es muy bueno para los negocios y las finanzas. Sin embargo, supo asociarse y participó a lo largo de su vida en varias empresas, la mayoría de ellas en compañía de su gran amigo Santiago Meñaca. Algu-nas todavía funcionan exitosamente; otras fueron transformadas, vendidas o liquidadas.

En el sector agrícola, además de la Agrícola El Chaco, Roberto hizo parte de la Sociedad Cultivos Algarrobos, que sembró algodón en Funda-ción, Cesar. Luego, en el Tolima, esta misma Sociedad cultivó arroz en tie-rras arrendadas de la Hacienda San José, en Piedras; compró parte y cultivó la Hacienda Miravalle, en Venadillo; también adquirió parte y sembró arroz en la Hacienda La Rochela, en Venadillo. Después de varios años, Cultivos Algarrobo se liquidó y Roberto, con la idea de mantener su inversión en el sector agrícola, constituyó con sus amigos Santiago Meñaca y Ernesto Nava-rro, la Sociedad Agropecuaria Calicanto Ltda.

Aunque él no tenía conocimiento sobre el cultivo del café, le inquietó que en el Departamento no existiera una empresa cafetera importante, a pesar de que el Tolima ocupaba uno de los primeros lugares en la pro-ducción del grano. Con la idea de que ser titular de una cédula cafetera era un orgullo que deberían tener todos los agricultores colombianos, en 1988 se animó para participar en la Sociedad Cafetales La Esmeralda Ltda. Esta empresa la concibieron Roberto y sus socios Santiago Meñaca, Pedro Niño y Leonidas López, como una oportunidad para explorar alternativas para el Tolima en el negocio del café. Es así como investigaron sobre cafés especiales, ensayaron nuevas técnicas, diferentes variedades y formas de abono. En la lombricultura, técnica en la que ya Roberto tenía en práctica en El Chaco, encontraron la manera de bajar, en un pequeño porcentaje, el costo del abono.

Cafetales La Esmeralda también trabajó en la producción de ladrillo arte-sanal, actividad que se vislumbraba como adecuada para la región, por la uti-lización de material en abundancia en la zona y por requerir mano de obra no

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calificada. Infortunadamente, a pesar del entusiasmo, esta empresa no logró consolidarse y fue disuelta después de varios años de funcionamiento.

En el sector agroindustrial, Roberto participó en varias sociedades que funcionaron muchos años y que hoy están liquidadas: Molino Caribe Ltda., Texpinal S. A., Catsa S. A., Fatextol S. A.

Una actividad en la que Roberto ha participado desde hace más de cua-renta años es la construcción de vivienda. Fue socio de Constructora Com-beima Ltda, empresa que construyó uno de los primeros edificios de propie-dad horizontal que se ofrecieron en Ibagué. Es un conjunto de tres edificios de apartamentos, denominado Don Baltazar, ubicado en la esquina de la Calle 9ª con Carrera 1ª, frente al Conservatorio del Tolima, muy cerca de la casa donde vivió la familia Mejía Caicedo, cuando Roberto era niño. A pesar de lo novedoso del sistema, o tal vez por ello mismo, los apartamentos no se vendieron con la rapidez esperada. Al final, los que no se habían vendido, se escrituraron a los socios y así se pudo liquidar el proyecto.

Años más tarde, Roberto participó, junto con Santiago Meñaca y Salo-món Tobar, en la empresa Construcciones e Inversiones Tolima Ltda (cit Constructores), que desarrolló, en la década del ochenta, el conjunto resi-dencial Los Ocobos en el barrio El Jordán de Ibagué. Roberto fue gerente de esta empresa durante varios años. Esta compañía se liquidó en 1989.

Otras empresas de construcción fundadas por Roberto, Santiago Meña-ca y Antonio Vergara, fueron Constructora mvc Ltda (1987) hoy liquidada, y vm Construcciones Ltda. (1995) hoy Sociedad por Acciones Simplificada (SAS). Esta última se encuentra vigente y desarrolla proyectos exitosos en Ibagué y Bogotá.

Antonio Vergara, quien ha sido el gerente de VM Construcciones SAS, desde su fundación, recuerda el entusiasmo de Roberto cuando se trataba de emprender un nuevo proyecto y su apoyo incondicional en tiempos de coyunturas difíciles. Comenta que en los 27 años de socie-dad, nunca ha habido un mal entendido, ni el más mínimo comentario fuera de tono. La frase que en broma repetía Roberto al final de todas las juntas de socios para manifestar su complacencia con los resultados de

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la empresa, era: “Esta noche no voy a poder dormir”. Antonio resalta su admiración por Roberto y la sincera amistad que lo unía a su otro socio, Santiago Meñaca.

Bajo el liderazgo de la Asociación para el Desarrollo del Tolima, entidad de la que fue cofundador y presidente en tres oportunidades, durante varios años, se crearon numerosas empresas de las que Roberto hizo parte, como las ya mencionadas, Corfitolima, Texpinal, Catsa y Aires.

Su participación en los proyectos sociales de la regiónLa Asociación para el Desarrollo del Tolima (adt), la Corporación para el Desarrollo Humano del Tolima y la Universidad de Ibagué, son tres enti-dades de las que Roberto es fundador y miembro muy activo. Ellas consti-tuyen su máximo orgullo y les ha dedicado tiempo, esfuerzo y muchísimo afecto. Fue su presidente por muchos años y hoy es uno de sus miembros honorarios.

El diario local El Cronista, que circulaba en la época, registró en su edición del 24 de abril de 1964, el acto de fundación de la Asociación para el Desarrollo del Tolima (adt), celebrado la noche anterior en las instalaciones de sida ltda. En esta se reseña el proyecto como una corporación de bien-andanza común que, sin perseguir fines de lucro, aspiraba a interesar a co-lombianos y extranjeros en la inversión de capital en empresas que tendieran a aprovechar los recursos del Departamento, al tener en cuenta el privilegio de su situación geográfica y económica.

En la reunión, después de que los más de sesenta asistentes suscribie-ron como miembros el Acta de Constitución y comprometieron sus aportes voluntarios para financiar el funcionamiento de la entidad, Roberto, como presidente de la Junta Directiva Provisional que se eligió ese mismo día, di-rigió a los asistentes unas palabras que son importantes de recordar, porque ponen de presente su liderazgo, visión y compromiso con la región, las cua-les aún son válidas frente a la coyuntura actual del país:

“El motivo que nos congrega hoy es uno de aquellos que siempre des-

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pierta el interés de las gentes de trabajo y de empresa: El desarrollo, término que para nosotros tiene un especial significado y tremendas consecuencias. Necesitamos adquirir conciencia de que la etapa que apenas estamos supe-rando y que hemos dado en denominar Violencia, no fue sino el producto de una tremenda frustración por un desarrollo inadecuado que hizo explosión en la única forma que podía hacerlo en un medio propenso a las expresiones primitivas por sus mismas condiciones de falta de desarrollo.

Nuestra gente es noble y la clase dirigente, generosa. De ello hemos tenido muchas muestras, pero hoy no se trata de hacer un acto generoso; hoy los vamos a invitar a que hagan negocios y de paso aseguren la tran-quilidad y la paz tan difícilmente recuperadas, vinculándose en una u otra forma al planeamiento ordenado del desarrollo del Tolima. Este es el fin que perseguimos. Queremos llevar el pulso de la situación, buscando, donde se encuentren, todas las oportunidades de trabajo, propiciando la creación de industrias, abriendo nuevas tierras al cultivo. Pero, no de cualquier manera, entre otras, porque no podemos permitirnos un fracaso. Necesitamos tener éxito en cada una de las obras que emprendamos. Y son obras, y las necesita-mos, y nos van a servir, las que hagamos nosotros, las que hagan extranjeros y las que haga cualquier coterráneo. No se trata de desarrollar un regionalis-mo fuera de época”.

Estas palabras, posiblemente improvisadas, pronunciadas por Roberto hace más de cincuenta años, marcaron el derrotero de la adt. En la página web de la Asociación se encuentra una larga lista de entidades y empresas de todos los sectores que se han creado con base en sus estudios y gracias a su liderazgo.

Terminada su gestión como ministro de Agricultura, en 1987, Roberto regresó a Ibagué y sus compañeros de la adt lo nombraron Presidente por tercera vez. La coyuntura era muy compleja: acababa de ocurrir la tragedia del Nevado del Ruiz y el Gobierno nacional gestionaba ante el Congreso una ley de beneficios tributarios que permitiera impulsar económicamente las zonas afectadas por la avalancha, pero el municipio de Ibagué no estaba incluido dentro de los beneficiarios. La adt, en cabeza de Roberto, unió es-

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fuerzos con la Gobernación y Alcaldía y no solo se logró que se incluyera a Ibagué, sino que se realizó una campaña por todo el país que invitaba a las principales empresas a traer sus plantas a Ibagué y a los municipios tolimen-ses beneficiarios de la Ley. Es así como llegaron a la ciudad varias empresas que generaron empleo y desarrollo, la mayor parte de ellas pertenecientes a los sectores agroindustrial, textil, ganadero, de licores y de la construcción.

En concordancia con el objeto de la adt, y consciente del impacto que la educación trae en el desarrollo de las naciones, Roberto no dudó en ofrecer su apoyo y el de la Asociación cuando, en 1979, Santiago Meñaca lo invitó a participar en la fundación de una institución de educación superior en Iba-gué, sobre la cual venía deliberando con Néstor Hernando Parra. Junto con Eduardo de León, conformaron un trío inseparable que trabajó con fe ciega en el futuro de esa institución que nació jurídicamente en agosto de 1980 en las oficinas de sida ltda, y que se denominó Corporación Universitaria de Ibagué, Coruniversitaria.

El grupo de Fundadores de Coruniversitaria lo conforman 22 personas naturales y 2 personas jurídicas: la Asociación para el Desarrollo del Tolima y la Corporación para el Desarrollo Humano del Tolima. Coruniversitaria reci-bió personería jurídica del icfes en febrero de 1981 e inició labores académicas en agosto del mismo año. Posteriormente, una vez cumplidas las exigencias del Ministerio de Educación Nacional, en 2003 se le reconoció el carácter de Uni-versidad. A partir de entonces, adoptó el nombre de Universidad de Ibagué.

En Coruniversitaria, Universidad de Ibagué, Roberto se desempeñó como miembro del Consejo de Fundadores y del Consejo Superior, Presi-dente alterno y Presidente. Actualmente, es miembro honorario e invitado permanente al Consejo Superior. Leonidas López, compañero de Roberto en la promoción y ejecución de la mayoría de los proyectos sociales menciona-dos, expresa lo siguiente de Roberto:

“En una sociedad como la nuestra, tan necesitada de inspiración y bue-nos ejemplos, en la que muchas veces la falta de apoyo y motivación hace que se desperdicien grandes talentos y hasta se trunquen los que habrían podido ser grandes proyectos personales y cívicos, la figura de Roberto Mejía resulta

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emblemática. Él hizo parte de una generación, de una camada muy especial de líderes como Eduardo De León, Santiago Meñaca y Jaime Zorroza entre otros, que supo no solo sacar adelante grandes iniciativas sino ayudar a formar nue-vas generaciones de líderes y, en un sentido muy integral, como ciudadanos activos y personas de bien. Yo mismo puedo decir que soy uno de esas perso-nas que me beneficié del amistoso y sabio influjo de Roberto Mejía.

Roberto Mejía, a través de sus actuaciones, ha encarnado el auténtico espíritu tolimense, gestionando a lo largo de toda su vida proyectos que pro-mueven los valores supremos del Tolima en lo público y en lo privado, tales como la solidaridad, el ingenio, la generosidad, el espíritu de trabajo com-prometido y, sobre todo, la esperanza y la fe en las potencialidades humanas.

Su talante personal, su entusiasmo emprendedor, y su espíritu creativo y decidido al servicio de las nobles causas de nuestra región, han hecho que sea actor central de muchas iniciativas de alto impacto en la vida de los toli-menses. Es así como ha ingresado ya a la historia de los grandes hombres de nuestra tierra”.

Muchos tolimenses hemos tenido la oportunidad de seguir de cerca la trayectoria de Roberto Mejía. Hemos conocido sus ejecutorias y los empren-dimientos sociales y gremiales a los que aportó su capacidad de trabajo, de lide-razgo y convocatoria. Sus méritos le han sido reconocidos con condecoracio-nes como la Cacique Calarcá, máximo honor otorgado por la Gobernación del Tolima y la Orden del Congreso de la República en Grado de Comendador. Otros, los que hemos compartido con él y su familia el transcurrir de la vida y el paso de los años, hemos recibido de Roberto buen ejemplo, afec-to, solidaridad en los momentos difíciles y aliento para llevar a la realidad nuestros propios sueños. Recuerdo con especial cariño y agradecimiento el apoyo que recibimos de él quienes lideramos la fundación de la Cor-poración Colegio San Bonifacio de las Lanzas hace ya casi treinta años, y, recientemente, en 2005, la constitución de Activos y Rentas S.A. La opor-tunidad de escribir esta crónica ha sido una rica experiencia que me ha permitido revivir muchos momentos y compartir con su familia, que es parte de la mía.

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¿Cómo quiere ser recordado? Fue un interrogante que le formuló Poli-doro Villa en una entrevista a Roberto, y su respuesta fue: “Quizás, porque siempre veo la parte positiva de las cosas. Por los niños, a los cuales siempre di buen ejemplo. Por el afecto a mis hijos y, especialmente, a Niza, mi esposa, a quien considero el eje de mi vida y de nuestra familia”.

Santiago Meñaca y Roberto Mejía, en el año 2005, cuando fueron condecorados por el Congreso de la República. Álbum familiar

Esta crónica contó con la valiosa colaboración de Niza, sus hijos En-rique, Elena, Alberto y Ricardo, su nieta Emilia, su hermano Álvaro, y sus compañeros de sueños y proyectos, Leonidas López y Antonio Vergara, a quienes expreso mi profundo agradecimiento.

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Guía complementariaLas siguientes son preguntas sugeridas para estimular el diálogo en el aula. Se recomienda complementarlas a criterio de docentes y estudiantes..

1. Escriba una reseña de no más de diez líneas para presentar el personaje a alguien que no ha leído el texto; destaque en su escrito los rasgos que a su juicio son más relevantes porque definen mejor al personaje y cons-tituyen un buen ejemplo para los jóvenes.

2. Roberto Mejía se dedicó al silvopastoreo. Indague sobre este sistema de producción. ¿Por qué es tan novedoso? ¿Tiene ventajas sobre otros sistemas? ¿Por qué mejora la producción? ¿Sería importante seguir este modelo?

3. Una labor importante de Roberto Mejía se centra en la conservación de bosques y en el fomento de la educación ambiental. ¿Cree que es impor-tante convertir el bosque en aula? ¿Por qué se puede educar a través del conocimiento y la protección del medio ambiente?

4. Buena parte de la vida política de Roberto Mejía se desarrolló duran-te la época del Frente Nacional. Consulte sobre este importante perio-do de nuestra historia. ¿En qué consistió? ¿Cree que sirvió para frenar el periodo de La Violencia? Como Ministro de Agricultura, tuvo que enfrentar tres eventos importantes: La toma al Palacio de Justicia, la tragedia de Armero y la visita del Papa Juan Pablo II. Haga una breve reseña de cada uno de estos eventos y anexe fotografías que considere interesantes.

5. ¿En qué obras sociales participó Roberto Mejía? ¿Cuáles conoce? ¿Cree que fueron importantes para el desarrollo de nuestra ciudad? ¿Por qué?