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Heraldos del EvangelioRHE140_ES - RAE159_201503

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  • Salvadme Reina

    Nmero 140 Marzo 2015

    Escuchadlo

  • Coleccin

    La coleccin Lo indito sobre los Evangelios es una publicacin de la Librera Editrice Vaticana

    Reservas y pedidos en el telfono 902 19 90 44 o por email en [email protected]

    Tambin disponibles en formato eBook: www.comentandolosevangelios.comEncuadernacin en rstica (157 x 230 mm) con ilustraciones a todo color

    Lo indito sobre los Evangelios

    E sta original obra de monseor Joo Scognamiglio Cl Dias, EP, compuesta por siete volmenes, tiene el mrito de poner la teologa al alcance de todos, mediante comentarios a los Evangelios de los domingos y solemnidades del ao.Publicada en cuatro idiomas espaol, ingls, italiano y portugus con un total de 200.000 ejemplares vendidos, la coleccin ha encontrado una calurosa acogida por su notable utilidad exegtica y pastoral.

    Ciclo BVol. III: Domingos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua Solemnidades del Seor que tienen lugar durante el Tiempo Ordinario (448 pginas)Vol. IV: Domingos del Tiempo Ordinario (Prximo lanzamiento)

    Ciclo CVol. V: Domingos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua Solemnidades del Seor que tienen lugar durante el Tiempo Ordinario (446 pginas)Vol. VI: Domingos del Tiempo Ordinario (495 pginas)

    Vol. VII: Solemnidades Fiestas que pueden tener lugar en domingo Mircoles de Ceniza Triduo Pascual Otras Fiestas y Memorias (431 pginas)

    Ciclo AVol. I: Domingos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua Solemnidades del Seor que tienen lugar durante el Tiempo Ordinario (464 pginas)Vol. II: Domingos del Tiempo Ordinario (495 pginas)

  • Dar nicamente cosas buenas

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .22

    Saba usted...

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .30

    Una mujer fuerte

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .31

    La baslica de la montaa sagrada

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .36

    La palabra de los Pastores Vida consagrada y vocacin a la santidad

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .38

    Sucedi en la Iglesia y en el mundo

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .40

    Historia para nios... Terrible y misericordiosa justicia

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .46

    Los santos de cada da

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .48

    Somos la fragancia de Cristo

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .50

    Heraldos en el mundo

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .26

    El primer Va Crucis de la Historia

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .19

    La octava Palabra de Jess

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .16

    Comentario al Evangelio Escuchadlo!

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .8

    La voz del Papa Obediencia, sabidura y carisma

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .6

    El nico y verdadero equipaje (Editorial) . . . . 5

    Escriben los lectores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4

    Ao XIII, nmero 140, Marzo 2015

    Peridico de la Asociacin Cultural Salvadme Reina de Ftima

    SumariO

    Salvadme Reina

    Director Responsable:D. Eduardo Caballero Baza, EP

    Consejo de Redaccin: Guy de Ridder, Hna. Juliane Campos, EP,

    Luis Alberto Blanco, Hna. Mariana Morazzani, EP, Severiano Antonio

    de Oliveira

    Administracin:C/ Cinca, 17

    28002 Madrid R.N.A., N 164.671

    Dep. Legal: M-40.836- 1999Tel. sede operativa 902 199 044

    Fax: 902 199 046

    www.salvadmereina.org [email protected]

    Con la Colaboracin de la Asociacin Internacional Privada de Fieles de Derecho Pontificio

    Heraldos del evangelio

    www.heraldos.org

    Montaje: Equipo de artes grficas

    de los Heraldos del Evangelio

    Imprime:Biblos Impresores, S.L. - Madrid

    Los artculos de esta revista podrn ser reproducidos, indicando su fuente y

    enviando una copia a la redaccin. El contenido de los artculos es responsabilidad

    de los respectivos autores.

  • 4HeraldosdelEvangelio Marzo 2015

    EscribEn los lEctorEs

    Del obispo De RajkotMe ha encantado recibir la re-

    vista Heraldos del Evangelio. Apre-cio sus esfuerzos por sacar adelan-te una publicacin con tan varia-da informacin acerca de la Igle-sia Catlica y la misin de llevar el mensaje del Evangelio a todas par-tes. Realmente, vale la pena leer esta revista, rica en reflexivas ho-milas, en noticias catlicas de todo el mundo, en enseanzas del San-to Padre, etctera. Asimismo es una fuente de informacin sobre su asociacin.

    Deseara recibir un ejemplar de Heraldos del Evangelio todos los me-ses. Tengan la seguridad de que su importante misin estar siempre presente en mis oraciones.

    Mons. Jos Chittooparambil, CMI Obispo de Rajkot India

    Fiel ReFlejo De la laboR Docente De la iglesia

    La revista Heraldos del Evange-lio est siendo fiel reflejo de la la-bor docente de la Iglesia. Importan-tsima la formacin educativa de sus artculos, que sirven para ir crean-do el futuro de esta humanidad y un sentido de la vida y de los valores humanos y cristianos que consigan una sociedad ms justa, solidaria en paz y concordia. Al propio tiempo su labor informativa nos proporcio-na con fidelidad y acierto toda cla-se de noticias y hechos actuales del mundo eclesial y litrgico, su lectu-ra consigue ser amena y agradable al lector.

    Desde luego para m es la mejor revista de Iglesia que conozco, y son muchas, y es por ello el agradecer

    mucho, cada vez ms cuando recibo todos los meses su ejemplar.

    Jos Cascales Albarracn Murcia Espaa

    Un acto De ReconocimientoAgradecer es un acto no slo de

    gratitud, sino de reconocimiento. Por lo tanto, con enorme alegra y satisfaccin queremos agradecer-le al Rvdmo. Mons. Joo Scogna-miglio Cl Dias, su consideracin y disponibilidad en ofrecernos Lo in dito sobre los Evangelios, tan her-moso subsidio que nos ayuda bas-tante en la reflexin diaria sobre los Santos Evangelios.

    Nosotras, Hermanas Concepcio-nistas, queremos felicitarle por esa magnfica coleccin y por los dems asuntos que nos viene proporcio-nando la revista Heraldos del Evan-gelio. Dios contine bendiciendo a Mons. Joo y al grupo de los Heral-dos del Evangelio. Cuenten siempre con nuestras oraciones.

    Hermanas Concepcionistas del Monasterio del Sagrado Corazn

    y de la Inmaculada Floriano Brasil

    De la patagonia chilenaSomos una comunidad de vida

    monstica contemplativa que nos encontramos en la Regin de Aysn (Pennsula de Levicn-Lago Gene-ral Carrera) y nos encantara recibir su revista, si fuera posible. Las her-manas disfrutan mucho de su lectu-ra, por su buen contenido teolgico y espiritual. Muchas gracias, en co-munin de oraciones.

    Madre Benedicta de Mara, SV Comunidad de Schola Veritatis

    Coyhaique Chile

    lo qUe sUceDe en el iglesiaDeseo felicitarles por la edicin

    de diciembre de 2014, de su revista

    Heraldos del Evangelio, que llevaba por ttulo Quieren tornar a senten-ciar a Cristo. Dicho nmero, as co-mo los anteriores tambin, me apor-taron conocimientos acerca de lo que sucede en la Iglesia en todo el mundo, hoy y en otros tiempos, mu-chos de los cuales, en mi larga vida, nunca habra podido imaginar que existieran. Esto es algo muy intere-sante y emocionante.

    Anisia Mara Baptistella Guaraciaba Brasil

    poneR en pRctica la palabRa De Dios

    Leo con mucho inters su revis-ta Heraldos del Evangelio, que tengo el placer de recibir mensualmente. Me ayuda a conocer mejor el Evan-gelio y a poner en prctica la Pala-bra de Dios.

    Mara Serra Cavallino Italia

    atRaccin paRa nUestRa ReliginSoy suscriptor de la revista He-

    raldos del Evangelio desde el pri-mer nmero y me siento muy feliz por la oportunidad de tener una publicacin como esta, por sus bue-nas lecturas y reportajes. La con-sidero como la mejor que conoz-co. Me siento an ms satisfecho con las informaciones de la edicin del ltimo mes de diciembre, por-que pude contemplar la foto de la ciudad de Nazaret, donde viva la Santsima Virgen, nuestra Madre, nuestra Seora, y donde Jess vi-vi su infancia y juventud, as co-mo otras cosas interesantes sobre Mara y Jess. Estoy muy conten-to, pues esos temas servirn de ba-se y de atraccin para nuestra reli-gin, a personas que buscan la con-versin.

    Noel Vieira Nery Altamira Brasil

  • Salvadme Reina

    Nmero 140

    Marzo 2015

    Escuchadlo

    A

    Marzo 2015 HeraldosdelEvangelio5

    EditorialEl nico y

    vErdadEro EquipajEl principio cre Dios el cielo y la tierra (Gn 1, 1). Los dos primeros captulos del Gnesis nos describen con lujo de detalles el paternal esmero con el que el Creador actu al realizar su obra, en un prodi-

    gio de bondad y de perfeccin, que es la manifestacin de su sabidura infini-ta: Cuntas son tus obras, Seor, y todas las hiciste con sabidura; la tierra es-t llena de tus criaturas (Sal 103, 24).

    Ese magnfico orden creado, reflejo del orden increado (cf. Rm 1, 20), obedece a un bellsimo proyecto a cuya realizacin debe cooperar todo ser (cf. Sb 1, 14), porque todo lo que existe ha sido destinado por Dios a un deter-minado fin (cf. Santo Toms de Aquino. Suma Teolgica. I, q. 2, a. 3).

    Como pinculo de las criaturas materiales, el hombre est llamado a cola-borar con esto de una manera muy especial y todava ms perfecta: cada uno tiene una misin nica e irrepetible. Su autntico xito en la vida consiste en haberla cumplido con toda perfeccin, como el Apstol: olvidndose de todo lo dems, corra para alcanzar la meta (cf. Fl 3, 12-14).

    Ahora bien, lanzarse hacia la meta exige abandono en las manos de Dios, y en es-to consiste precisamente nuestra entrega a l, porque mil y una solicitudes algu-nas legtimas, otras no tratarn de desviarnos del camino de Cristo (cf. Hb 13, 9). Por lo tanto, el punto central de nuestra vida est en lograr la totalidad de dicha en-trega, aceptando todo lo que nos une a Dios y rechazando todo lo que nos aleja de l, como nos ensea San Ignacio (cf. Ejercicios espirituales, n. 23).

    De manera que el mayor obstculo para la plena realizacin del plan que Dios tiene sobre cada uno de nosotros se encuentra en la falta de seriedad. Hoy en da, en que tanto se aprecian el gozo de la vida y los placeres terrenales y en que la costumbre de rer en todo momento y por cualquier motivo se ha vuelto un autntico vicio, muy poco sitio queda para la seriedad.

    La prctica de esa esplndida virtud, tan despreciada en los tiempos mo-dernos, no consiste en demostrar mal humor o vestir ropas de luto... Hija de la lgica, del mtodo y de la coherencia, la seriedad genera la apetencia estable por aquello que es ms sublime.

    La mirada del hombre serio no slo analiza lo que tiene delante de sus ojos, si-no que abarca con su reflexin la realidad total y adquiere el hbito de tratar siem-pre de conocer el lado profundo de las cosas y su vnculo con un ltimo fin. Al conformar con la realidad su pensamiento, su conducta y sus afectos, esa persona llega hasta las ltimas consecuencias: ama el bien y lo sirve; odia el mal y lo com-bate. En una y otra situacin mantiene su alma en continuo estado de vigilancia.

    En consecuencia, la seriedad de tal modo es la condicin para una entrega fructuosa que, donde hay seriedad, hay entrega; donde no hay seriedad no hay entrega profunda, duradera, real.

    En esta Cuaresma, Nuestro Seor Jesucristo, supremo modelo de esa vir-tud, nos interpela acerca del grado de entrega de nuestra vida en las manos de Dios. Porque se, autntico fruto de caridad que l espera de nosotros, es el nico y verdadero equipaje que nos llevaremos a la eternidad.

    La Transfiguracin del Seor - Vitral de la catedral de Cristo Rey, Hamilton (Canad)

    Foto: Gustavo Kralj

  • Obediencia, sabidura y carisma

    P

    6HeraldosdelEvangelio Marzo 2015

    La voz deL PaPa

    Para un religioso, caminar significa abajarse en el servicio, es decir, recorrer el mismo camino de Jess. Y este camino adquiere la forma de la

    regla, que recoge el carisma del fundador.

    ongamos ante los ojos de la mente el icono de Mara Madre que va con el Nio Jess en brazos.

    Lo lleva al templo, lo lleva al pue-blo, lo lleva a encontrarse con su pueblo.

    Los brazos de su Madre son co-mo la escalera por la que el Hijo de Dios baja hasta nosotros, la esca-lera de la condescendencia de Dios. Lo hemos odo en la primera lec-tura, tomada de la Carta a los He-breos: Cristo tena que parecer-se en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo y fiel (2, 17). Es el doble camino de Jess: baj, se hizo uno de nosotros, para subirnos con l al Padre, hacindo-nos semejantes a l.

    Caminar significa abajarse en el servicio

    Este movimiento lo podemos contemplar en nuestro corazn ima-ginando la escena del Evangelio: Mara que entra en el templo con el Nio en brazos. La Virgen es la que va caminando, pero su Hijo va de-lante de Ella. Ella lo lleva, pero es l quien la lleva a Ella por ese camino de Dios, que viene a nosotros para que nosotros podamos ir a l.

    Jess ha recorrido nuestro ca-mino, y nos ha mostrado el cami-no nuevo y vivo (cf. Hb 10, 20) que es l mismo. Y para nosotros, los consagrados, este es el nico camino que, de modo concreto y sin alternati-vas, tenemos que recorrer con alegra y perseverancia.

    Hasta en cinco ocasiones insiste el Evangelio en la obediencia de Ma-ra y Jos a la ley del Seor (cf. Lc 2, 2224.27.39). Jess no vino para hacer su voluntad, sino la voluntad del Padre; y esto dijo l era su alimento (cf. Jn 4, 34). As, quien sigue a Jess se pone en el camino de la obediencia, imitando de algu-na manera la condescendencia del Seor, abajndose y haciendo suya la voluntad del Padre, incluso has-ta la negacin y la humillacin de s mismo (cf. Flp 2, 7-8).

    Para un religioso, caminar signi-fica abajarse en el servicio, es decir, recorrer el mismo camino de Jess, que no retuvo vidamente el ser igual a Dios (Flp 2, 6). Rebajarse hacindose siervo para servir.

    Todas las reglas nacen del seguimiento a Jess

    Y este camino adquiere la for-ma de la regla, que recoge el caris-

    ma del fundador, sin olvidar que la regla insustituible, para todos, es siempre el Evangelio. El Espritu Santo, en su infinita creatividad, lo traduce tambin en diversas re-glas de vida consagrada que nacen todas de la sequela Christi, es de-cir, de este camino de abajarse sir-viendo.

    Mediante esta ley los consa-grados pueden alcanzar la sabi-dura, que no es una actitud abs-tracta sino obra y don del Espritu Santo. Y signo evidente de esa sa-bidura es la alegra. S, la alegra evanglica del religioso es conse-cuencia del camino de abajamien-to con Jess... Y, cuando estamos tristes, nos vendr bien preguntar-nos: Cmo estoy viviendo esta dimensin kenotica?.

    Dos ancianos llenos del Espritu Santo

    En el relato de la Presentacin de Jess, la sabidura est repre-sentada por los dos ancianos, Si-men y Ana: personas dciles al Es-pritu Santo (se los nombra 3 veces), guiadas por l, animadas por l. El Seor les concedi la sabidura tras un largo camino de obedien-cia a su ley. Obediencia que, por

  • Marzo 2015 HeraldosdelEvangelio7

    Todos los derechos sobre los documentos pontificios quedan reservados a la Librera Editrice Vaticana. La versin original de los documentos reproducidos en esta seccin se puede consultar en www.vatican.va

    diencia; los ancianos, como Si-men y Ana, ven en el Nio el cumplimiento de la Ley y las pro-mesas de Dios. Y son capaces de hacer fiesta: son creativos en la ale-gra, en la sabidura.

    Obediencia y docilidad al fundador y a la Iglesia

    Y el Seor transforma la obedien-cia en sabidura con la accin de su Espritu Santo.

    A veces, Dios puede dar el don de la sabidura a un joven inex-perto, pero a condicin de que es-t dispuesto a recorrer el camino de la obediencia y de la docilidad al Espritu. Esta obediencia y do-cilidad no es algo terico, sino que est bajo el rgimen de la encar-nacin del Verbo: docilidad y obe-diencia a un fundador, docilidad y obediencia a una regla concre-ta, docilidad y obediencia a un su-perior, docilidad y obediencia a la Iglesia. Se trata de una docilidad y obediencia concreta.

    Un aspecto de la Misa de la Presentacin del Seor en la Baslica de San Pedro, el pasado 2 de febrero

    Los brazos de su Madre son como la escalera por la que el Hijo de Dios baja hasta nosotros, la escalera de la condescendencia de Dios

    una parte, humilla y aniquila, pero que por otra parte levanta y custo-dia la esperanza, hacindolos crea-tivos, porque estaban llenos de Es-pritu Santo.

    Celebran incluso una especie de liturgia en torno al Nio cuan-do entra en el templo: Simen ala-ba al Seor y Ana predica la sal-vacin (cf. Lc 2, 28-32.38). Como Mara, tambin el anciano lleva al Nio en sus brazos, pero, en reali-dad, es el Nio quien toma y gua al anciano. La liturgia de las pri-meras Vsperas de la fiesta de hoy lo expresa con claridad y belleza: Senex puerum portabat, puer au-tem senem regebat. Tanto Mara, joven madre, como Simen, ancia-no abuelo, llevan al Nio en bra-zos, pero es el mismo Nio quien los gua a ellos.

    Es curioso advertir que, en es-ta ocasin, los creativos no son los jvenes sino los ancianos. Los j-venes, como Mara y Jos, siguen la ley del Seor a travs de la obe-

    La verdadera actualizacin es obra de la sabidura

    Perseverando en el camino de la obediencia, madura la sabidu-ra personal y comunitaria, y as es posible tambin adaptar las reglas a los tiempos: de hecho, la verdade-ra actualizacin es obra de la sa-bidura, forjada en la docilidad y la obediencia.

    El fortalecimiento y la renovacin de la vida consagrada pasan por un gran amor a la regla, y tambin por la capacidad de contemplar y escu-char a los mayores de la congrega-cin. As, el depsito, el carisma de una familia religiosa, queda cus-todiado tanto por la obediencia co-mo por la sabidura. Y este camino nos salva de vivir nuestra consagra-cin de manera light, desencar-nada, como si fuera una gnosis, que reduce la vida religiosa a una cari-catura, una caricatura en la que se da un seguimiento sin renuncia, una oracin sin encuentro, una vida fra-terna sin comunin, una obediencia sin confianza y una caridad sin tras-cendencia.

    Tambin nosotros, como Mara y Simen, queremos llevar hoy en brazos a Jess para que se encuen-tre con su pueblo, y seguro que lo conseguiremos si nos dejamos po-seer por el misterio de Cristo. Guie-mos el pueblo a Jess dejndonos a su vez guiar por l. Eso es lo que de-bemos ser: guas guiados.

    Que el Seor, por intercesin de nuestra Madre, de San Jos y de los santos Simen y Ana, nos conceda lo que le hemos pedido en la Ora-cin colecta: Ser presentados de-lante de ti con el alma limpia.

    Homila en la XIX Jornada Mundial de la Vida Consagrada, 2/2/2015

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  • 8HeraldosdelEvangelio Marzo 2015

    a EvangElio AEn aquel tiempo, 2 Jess tom consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, subi aparte con ellos solos a un monte alto, y se transfigur delante de ellos. 3 Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningn batanero del mundo. 4 Se les aparecieron Elas y Moiss, conversando con Jess.5 Entonces Pedro tom la palabra y dijo a Jess: Maestro, qu bueno es que estemos aqu! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moiss y otra para Elas. 6 No saba qu decir, pues estaban asustados.

    7 Se form una nube que los cubri y sali una voz de la nube: ste es mi Hijo, el amado; escuchadlo. 8 De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie ms que a Jess, solo con ellos.9 Cuando bajaban del monte, les orden que no contasen a nadie lo que haban visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. 10 Esto se les qued grabado y discutan qu quera decir aquello de resucitar de entre los muertos (Mc 9, 210).

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    cci

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    La Transfiguracin, por Duccio di Buoninsegna - Museo dellOpera

    del Duomo, Siena (Italia)

  • Escuchadlo!

    Marzo 2015 HeraldosdelEvangelio9

    Las apariencias de la vida constituyen una parcela de la realidad, y no la realidad entera

    Comentario al evangelio ii Domingo De Cuaresma

    Los apstoles, endurecidos por una falsa concepcin de la misin de Jess, no oyeron su voz. Seamos vigilantes para que jams nos suceda lo mismo.

    I DIos no se reserv a su propIo HIjo

    Ya en los primeros pasos de la Cuaresma, pe-rodo dedicado a la penitencia, nos sorprende el contenido de las lecturas del segundo domin-go. Despus de una semana centrada en el lla-mamiento a la conversin y en la lucha contra las tentaciones, somos invitados a contemplar la Transfiguracin del Seor, un momento de glo-ria y esplendor. Por qu ese cambio de impos-tacin? El objetivo de la Iglesia al considerar dicho misterio es el de hacernos reflexionar so-bre lo que hay detrs de las apariencias de la vi-da, las cuales, de hecho, constituyen una parcela de la realidad, y no la realidad entera, absoluta, que se oculta a los sentidos. Entenderemos me-jor este principio analizando los diferentes tex-tos de la liturgia del da, a la luz de este singular acontecimiento: la Transfiguracin.1

    En la raz de la promesa, Dios exige abnegacin

    En la primera lectura (Gn 22, 1-2.9a.10-13.15-18) encontramos un hecho de los inicios del pueblo elegido, sobresaliente en la Historia de la salvacin. Abrahn era un arameo ya ancia-

    no, as como su esposa Sara, que no haba tenido hijos. No obstante, Dios le haba prometido que dara origen a una vasta descendencia, ms nu-merosa que las estrellas del cielo (cf. Gn 15, 5), una autntica nacin (cf. Gn 12, 2). Ahora bien, sta no sera un pueblo comn, ya que de l na-cera el Redentor, Jesucristo. Ms adelante el Seor le anunciara que Sara dara a luz un hi-jo (cf. Gn 17, 16). Abrahn crey y, a pesar de su avanzada edad, naci de l Isaac. Este nio encantador, inteligente e intuitivo, como se deduce del relato bblico creci rodeado del afecto y la plena admiracin de un padre que, en anteriores tiempos, ya no contaba con llegar a te-ner un heredero.

    En determinado momento, Dios quiso some-ter a Abrahn a una prueba, pues como retribu-cin a cualquier don o privilegio que l conce-de debe existir sacrificio y abnegacin. Y cuanto mayor la ddiva, mayor la donacin requerida a la criatura. As, para estar a la altura de tan elevado llamamiento y tener el premio, la luz y la gloria de ser antepasado del Mesas, de un hombre que tambin es Dios, era necesario que Abrahn fuese probado y que demostrase una total flexibilidad a los designios de la Providen-

    Mons. Joo Scognamiglio Cl Dias, EP

  • 10HeraldosdelEvangelio Marzo 2015

    Dios quera el sacrificio de la entera conformidad de Abrahn a su voluntad, por muy des-concertantes que fuesen las apariencias

    cia. Sin ese mrito no habra base suficiente para una vo-cacin de tamaa grandeza.

    Una desgarradora escena marcada por la probacin axiolgica

    Cuando Isaac llega a la edad de, tal vez, nueve aos, Dios le exige a Abrahn que se lo entregue en holocausto. El patriarca tena verdade-ro aprecio por el muchacho, porque era su sucesor, el hi-jo de la bendicin, que pro-ceda de las manos del Seor. Con todo, ahora l le estaba pidiendo que se lo devolviera. Sabemos hoy que no es recomenda-ble que los mdicos operen a sus propios hijos, ya que por lo general carecen de la estabilidad emocional necesaria para ello; entonces, cmo podemos esperar que un padre tenga fuerzas pa-ra sacrificar a aquel que es carne de su carne? Sin embargo, Abrahn no titube y actu sin el menor recelo de hacer la voluntad de Dios.

    El Gnesis no dice nada acerca de las aflic-ciones interiores, las perplejidades o problemas axiolgicos que Abrahn hubiera tenido ante tal situacin, pero es evidente que sentira un dolor mucho ms profundo del que padecera si se hu-biese ofrecido l mismo como vctima y su hijo lo apualara y lo arrojara a una hoguera para que las llamas lo consumiesen. Cmo confiar en el juramento hecho por Dios, mientras estaba re-nunciando a su hijo nico? Se haba disgustado el Seor con l porque, en definitiva, todo hom-bre concebido en el pecado original tiene sus im-perfecciones y por eso le arrebataba a su he-redero? Habra cometido alguna falta oculta? Qu tormentos inenarrables no le asaltaran con-forme iba subiendo el monte! Es probable que no los revelara a nadie, guardando en su corazn es-te terrible drama habido entre l y Dios.

    Abrahn le haba propuesto a Isaac que lo acompaase a inmolar una vctima en lo alto del monte, proveyndose de lo necesario: un as-no, un par de criados, lea (cf. Gn 22, 3). Ahora bien, el muchacho, ya en la edad de los porqus y poseedor de una inteligencia de mucha lgica, tan comn a los hebreos, no entenda qu era lo que iba a suceder e indag: Tenemos fuego y lea, pero dnde est el cordero para el holo-

    causto? (Gn 22, 7). Su padre, que sola resolver con cario las dudas de Isaac en todas las cir-cunstancias, tratando de aprovechar cualquier ocasin para transmitirle sus conocimientos, se vio obligado a responderle: Dios proveer el cordero (Gn 22, 8). Segn avanzaban, iba en-treteniendo al nio, pero el corazn le lata con angustia. Es presumible que Abrahn hubiese preferido morir en el camino, incluso antes de alcanzar la falda de la montaa, y, no obstante, senta que Dios le daba energas para proseguir. Al llegar al lugar indicado por Dios, prepar la lea; quiz Isaac preguntase sobre la vctima por ltima vez. Por fin, Abrahn lo at y lo pu-so sobre el altar. Isaac, que haba heredado el temperamento de su padre y de l recibi la fe, en seguida lo percibi todo y, sin decir una pa-labra, se entreg con total obediencia y flexibi-lidad. Qu escena tan desgarradora! Abrahn est dispuesto a salpicarse las manos con la san-gre de su nico descendiente, que era una ddi-va del Cielo y la promesa de su futuro.

    Pero Dios no permiti que matase al nio, porque no necesitaba esa ofrenda. Quera, ms bien, el sacrificio de la entera conformidad de Abrahn a su voluntad, de la generosidad ple-na, por muy desconcertantes que fuesen las apa-riencias, y, al mismo tiempo, la sumisin de Isaac para dejarse inmolar sin ninguna queja. Cuan-do Abrahn alz el pual con toda la fe, dis-puesto a clavarlo en Isaac, una voz anglica se hizo or: Abrahn, Abrahn! [...] No alargues la mano contra el muchacho ni le hagas nada. Ahora he comprobado que temes a Dios, por-que no te has reservado a tu hijo, a tu nico hi-jo (Gn 22, 11-12). Era la orden que ansiaba pa-

    El sacrificio de Isaac - Iglesia de San Nicols, Markdorf (Alemania)

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  • Marzo 2015 HeraldosdelEvangelio11

    El Seor, que perdona la vida del hijo de Abrahn, no dispensa la de su propio Hijo, ni lo exime del ms ignominioso de los suplicios

    ra evitar el momento trgico de la ejecucin. Sin embargo, as como el hombre es condena-do por sus intenciones si trama un crimen, por ejemplo, y no consigue cometerlo por ra-zones circunstanciales, peca en su interior, Abrahn fue justificado en virtud de las obras (Rm 4, 2). En efecto, no slo acept lo que Dios haba determinado, sino que tom todas las pro-videncias para que el sacrificio de Isaac se con-sumase. Como recompensa, recibi de vuelta a su hijo del que se haba desapegado, en medio de una gran alegra, dando gracias a Dios.

    Dios, que salv a Isaac, inmol a su propio Hijo

    Y Abrahn levant los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acer-c, tom el carnero y lo ofreci en holocaus-to en lugar de su hijo (Gn 22, 13). En este epi-sodio encontramos un indicio del futuro rescate de los primognitos prescrito por la ley mosai-ca despus de la salida de Egipto (cf. Ex 13, 13; 34, 19-20), cuando la sangre del cordero sin de-fecto, rociada en el dintel y las jambas de las puer-tas, preserv del ngel exterminador a los primo-gnitos del pueblo elegido (cf. Ex 12, 5-13). Dicho animal en realidad era un smbolo del Cordero verdadero, el Cordero de Dios, porque el Seor, que perdona la vida del hijo de Abrahn, no dis-pensa la de su propio Hijo, ni lo exime del ms ignominioso de los suplicios, o sea, la muerte de cruz, para manifestar su amor por nosotros. As es, lo que le sucedi a Abrahn no ocurri en el Calvario, donde Dios como dice el Apstol, en la segunda lectura (Rm 8, 31b-34) no se re-serv a su propio Hijo, sino que lo entreg por to-dos nosotros (Rm 8, 32). En el Glgota vemos al Hijo nico de Dios coronado de espinas, fla-gelado, despreciado y ultrajado por las inmundi-cias de los verdugos, que le escupieron. Cristo era una llaga de la cabeza a los pies, hasta el punto de que se le podan contar los huesos (cf. Sal 21, 18). Llegada la hora de la crucifixin, tras recorrer el camino con la cruz a cuestas, cuyo peso le hi-zo caer tres veces, el Unignito de Dios muere. Fue aniquilado por nuestra causa, porque desea-ba que fusemos salvados: no me complazco en la muerte del malvado, sino en que el malvado se convierta y viva (Ez 33, 11).

    Cules son los designios que hay detrs de esto? Por qu Dios somete a Abrahn a esa prueba y permite que su Hijo sea inmolado?

    Consideremos un principio infalible: Dios, por ser el Bien en esencia, no puede pecar 2 y siem-pre acta teniendo en vista un beneficio. Si so-meti al patriarca a una prueba e hizo pasar a su Hijo por los horrores de la Pasin, fue porque deseaba un bien. El Padre no buscara lo mxi-mo para Aquel de quien afirma en el Evange-lio: ste es mi Hijo, el amado? Cmo se en-tiende entonces que la cruz sea algo excelente? Cmo aceptar que el martirio de su Hijo signi-fique para l lo que hay de mejor? Si la razn humana no fuera auxiliada por la gracia de Dios y por la fe, no conseguira captar tal belleza.

    He aqu el motivo por el cual la Iglesia me-dita, en plena Cuaresma, en la Transfigura-cin del Seor: quiere ponernos ante una nue-va impostacin, porque as como el Redentor se transfigur para dar fuerzas a los apstoles y llevarlos a admitir que era Dios y continuara sindolo, incluso muerto y crucificado, debemos aprender tambin nosotros que el sufrimiento y la cruz, por ms negro que se presenten, contie-nen en el fondo una sonrisa divina y una como que resurreccin, un fulgor y una gloria.

    II una DefIcIente vIsIn Del salvaDor

    La Transfiguracin del Seor se dio en un mo-mento de fundamental importancia. Narra el Evangelio de San Mateo que este misterio ocu-rri seis das despus de la confesin de Pedro (cf. Mt 17, 1), con la cual haba quedado patente para los Apstoles que Jess era verdadero Dios y verdadero hombre (cf. Mt 16, 16). Como con-secuencia de la unin entre la naturaleza divina y la naturaleza humana realizada en la segunda Persona de la Santsima Trinidad, Jess es ente-ramente hombre y en cuanto tal senta ham-bre, sed y los efectos de otras contingencias, aunque en l todo es adorable, por ser Dios. En una aparente paradoja en relacin con el recono-cimiento de su divinidad, Cristo predijo en cla-rsimos trminos su futura Pasin (cf. Mt 16, 21), un anuncio que los Doce no haban asimilado, ya que an alimentaban toda clase de ilusiones a respecto de la conquista del poder temporal en Israel. Deben de haber hablado ampliamente du-rante esos das sobre una supuesta victoria de al-cance extraordinario, cuya mxima expresin sera un triunfo poltico, social y financiero. Su-cesos con los que los hombres de todas las po-

  • 12HeraldosdelEvangelio Marzo 2015

    Los discpulos, sin embargo, no haban aprendido esa leccin y continuaban en la expectativa de un reino terreno

    cas suean y por los que, a menudo, se dejan em-briagar, aunque slo constituyan el resto que ser concedido siempre que busquemos lo principal, segn la enseanza de Jesucristo: Buscad ms bien su Reino [del Padre], y lo dems se os dar por aadidura (Lc 12, 31). Los discpulos, em-pero, no haban aprendido esta leccin, a pesar de toda la doctrina recibida del divino Maestro, y continuaban en la expectativa de un reino terre-no en que todo sera maravilloso, pues, al final, qu no esperar de un Dios hecho hombre, con dominio sobre la naturaleza? Jess era el que tena la solucin para todo y, por lo tanto, la fe-licidad eterna ira a establecerse sobre la faz de la tierra! De ah que la tendencia de los Aps-toles, contrariamente a lo que el Seor les haba comunicado, fuese la de pensar que la etapa del sufrimiento haba terminado... Ilusin. Slo por la cruz se llega a la luz: Per crucem ad lucem.

    Escogidos para sustentar la fe de otros

    En aquel tiempo, 2 Jess tom consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, subi aparte con ellos solos a un monte alto, y se transfigur delante de ellos.

    Jess escogi a tres apstoles especialmente amados por l para que presenciaran la Trans-figuracin, con el fin de que, posteriormente, fuesen los testigos de su divinidad. Era necesa-rio que mantuvieran vi-vo el recuerdo de esta experiencia mstica, pa-ra que no perdieran la fe cuando lo contem-plasen orando y sudan-do sangre en el Huerto de los Olivos, y despus enfrentando los terri-bles lances de su Pa-sin y Muerte. Con tal sustentacin, ni siquie-ra una realidad tan dra-mtica como la del Get-seman podra eclipsar esa certeza plena adqui-rida en el Tabor don-de les haba mostrado su verdadera figura, mediante la cual com-prenderan quin era, de hecho, el que estaba

    sufriendo: Dios mismo. As pues, el Seor de-seaba asegurarles a los apstoles que todos los acontecimientos futuros seran para su gloria.

    Gloriosa manifestacin3 Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningn batanero del mundo.

    De este versculo se desprende que, ya en aquel tiempo, haba gente especializada en la-var las ropas primorosamente. Pero el evangelis-ta declara que en ninguna parte del mundo lo que, de modo proftico, abarca toda la Histo-ria nadie sera capaz de dejar los vestidos tan blancos como los suyos. La transformacin de la apariencia de las ropas es un signo evidente de que Jesucristo, como dice Santo Toms,3 mani-fest en su exterior la gloria de su alma, hacien-do resplandecer durante unos instantes la clari-dad, dote caracterstica de los cuerpos gloriosos. Ya que el alma es la forma del cuerpo, la gloria de aquella redunda tambin en la gloria de ste. Ahora bien, si en virtud de la unin hiposttica el alma de Jess fue creada en la visin beatfi-ca, lo normal sera que su cuerpo gozase de igual perfeccin. No obstante, Cristo suspendi para s esa ley, que l mismo haba establecido, y asumi un cuerpo padeciente con miras a obrar la Re-dencin. A pesar de esto, encontramos a lo largo

    Jess camino del Calvario, por Duccio di Buoninsegna - Museo dellOpera del Duomo, Siena (Italia)

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  • Marzo 2015 HeraldosdelEvangelio13

    Hasta tal punto fue grandioso lo sucedido que San Pedro se qued estupefacto

    de su vida una serie de circunstancias en las que tuvo, de forma milagrosa, determinadas propie-dades del cuerpo glorioso: la sutileza, en su naci-miento, al pasar del claustro interior de la Virgen a sus brazos sin herirla ni causarle dao algu-no; la impasibilidad, cuando habindolo echado fuera de Nazaret, lo llevaron a un precipicio pa-ra despearlo y escap ileso (cf. Lc 4 29-30); la agilidad, al andar sobre el mar (cf. Mt 14, 25); y la claridad, como hemos visto, en la escena de la Transfiguracin, en la que la blancura de sus ves-tidos daba una bella idea de la gloria que nos es-t prometida: porque ella brilla tanto, que apa-ga al propio sol! y cunto es abundante, porque despus de haber completado todo el Cuerpo, so-brepasa hasta las vestimentas!.4

    Los representantes de la profeca y de la Ley homenajean a Jess4 Se les aparecieron Elas y Moiss, conversando con Jess.

    Segn la ley de Moiss, bastaba dos testigos para que existiera certeza judicial (cf. Dt 17, 6; 19, 15). Por eso, en este extraordinario hecho, el Seor se hace acompaar por Elas y Moi-ss. Al primero, en cuanto smbolo y exponen-te mximo del filn de profetas del Antiguo Tes-tamento, le caba testimoniar que l era Dios, la segunda Persona de la Santsima Trinidad en-carnada. Por otra parte, la presencia de Moiss daba a entender que la legislacin que ste ha-ba promulgado fue, en realidad, inspirada por el Verbo. El Redentor no vena, por tanto, con-tra la Ley ni contra los profetas, sino que era la realizacin de todos los orculos y el comple-mento final y perfeccionado de la antigua Ley.

    Estupor ante la magnificencia de la gracia recibida5 Entonces Pedro tom la palabra y dijo a Jess: Maestro, qu bueno es que estemos aqu! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moiss y otra para Elas. 6 No saba qu decir, pues estaban asustados.

    Hasta tal punto fue grandioso lo sucedido que San Pedro se qued estupefacto. Es fre-cuente que nos encontremos con autores que interpretan esa peticin de montar tres tiendas como un deseo de prolongar indefinidamen-

    te aquella maravilla. En cierto sentido, una ob-servacin vlida; sin embargo, el texto evangli-co es claro al relatar que tuvo miedo y no supo qu decir. Como era muy comunicativo, se vio impelido a hacer un comentario. Luego parece ms apropiado admitir que Pedro estaba aturdi-do porque haba visto a la Palabra, sin conseguir interpretarla; pero despus vinieron de lo alto las luces necesarias para eso.

    El Padre ama totalmente al Hijo7 Se form una nube que los cubri y sali una voz de la nube: ste es mi Hijo, el amado; escuchadlo.

    Cuando amamos a determinada criatura, so-mos atrados por el bien que existe en ella. Si nos gusta, por ejemplo, un paisaje, es porque vemos la belleza y el bien que Dios ha deposi-tado en l. Esta perfeccin es anterior al movi-miento de nuestra voluntad, que vuela hacia esa forma de pulcritud. No obstante, con Dios pa-sa lo opuesto. Su amor hace que el bien pene-tre en aquello que ama, promoviendo la bondad de los seres. Ahora bien, esa caridad que en l es infinita se agot en su Hijo unignito, en quien se complace, como dir otro evangelis-ta (cf. Mt 17, 5). Dios lo am sobremanera, por-que era su nico Hijo.

    Nosotros, meras criaturas, somos amados por el Creador y recibimos la infusin de su bondad, pero nunca correspondemos a la altura de esos dones, es decir, siempre estamos por debajo de aquello que deberamos dar. A pesar de eso, l todava nos ama. Y cmo nos amara ms si nues-tra restitucin fuese mayor! Jesucristo, por el con-trario, dio absolutamente todo lo que era posible dar, a cada instante, en retribucin al Padre, des-pertando con eso un amor todo especial, razn de las palabras: ste es mi Hijo, el amado. En con-secuencia de ese amor, Jess es Aquel que resu-me y rene en s todo lo que sali de las manos di-vinas. Y en la cruz, al reparar por entero el orden de la Creacin, conquist, en cuanto hombre, el ttulo de Rey, Salvador y Redentor nuestro, que ya posea por ser Dios, como recuerda San Ciri-lo de Alejandra: siendo Dios desde siempre, as-ciende desde nuestra limitada condicin hasta la gloria excelente de la divinidad.5 Y as el Padre le da toda alabanza y honor. En suma, quiso para Cristo los tormentos de la Pasin porque deseaba elevarlo a la plenitud de la gloria.

  • 14HeraldosdelEvangelio Marzo 2015

    En aquella manifesta-cin, todo haba sido hecho para que los apstoles considerasen al Maestro como un ser divino

    El sufrimiento es algo pasajero8 De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie ms que a Jess, solo con ellos. 9 Cuando bajaban del monte, les orden que no contasen a nadie lo que haban visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. 10 Esto se les qued grabado y discutan qu quera decir aquello de resucitar de entre los muertos.

    Segn San Mateo, los apstoles cayeron de bruces al or la voz del Padre (cf. Mt 17, 6). C-mo sera la potencia de esa voz! Con qu mpe-tu habra penetrado hasta los huesos! En aque-lla manifestacin, todo haba sido hecho para que los apstoles considerasen al Maestro como un ser divino y adquiriesen conciencia de que era imperioso orlo, aunque les anunciase, jus-to despus, que iba a morir y resucitar al tercer da. Pero Jess quera, sobre todo, mostrar que las penas del Calvario seran pasajeras.

    En el episodio de la Transfiguracin el Seor deja claro que, si eliminar el sufrimiento es im-posible, tambin es cierto que Dios nunca exi-ge algo por encima de nuestras fuerzas: Deus qui ponit pondus, supponit manum Dios que pone el peso, coloca su mano debajo, dice el proverbio. El dolor existe tanto en el cami-no de la santidad como en el del pecado; en el primero es siempre ms suave y, al final, todo sufrimiento bien soportado da en triunfo, co-mo nos lo recuerda San Alfonso Mara de Ligo-rio: Hay que sufrir; todos tenemos que sufrir; todos, sean justos o pecadores, han de llevar la cruz. Quien la lleva pacientemente, se salva, y quien la lleva impacientemente, se condena. [...] Quien en las tribulaciones se humilla y resigna con la voluntad de Dios, es grano del Paraso; y quien se ensoberbece e irrita, abandonando a Dios, es paja para el inferno.6 Tan grande es la gloria que nos aguarda en la eternidad, en el j-bilo de la visin beatfica, que justifica todos los padecimientos que nos puedan sobrevenir. En

    las palabras del Apstol: los sufrimientos de ahora no se pueden comparar con la gloria que un da se nos manifestar (Rm 8, 18).

    Este Evangelio nos ayuda a enfocar bien el problema del sufrimiento. Cuando se abata so-bre nosotros un drama o un malogro que no en-tendamos, que esto sea para nosotros causa de regocijo, porque indica que llevamos en el alma el signo de los predestinados: as como Dios trat a su amadsimo Hijo, as tambin tratar a quien le ame y adopte como hijo.7 Dilemas, desilusiones, desentendimientos, reveses de sa-lud, incomprensiones familiares, dificultades fi-nancieras o desastres, la Providencia los permi-te para nuestro bien. Por eso pregunta el mismo San Pablo, en la segunda lectura: Si Dios est con nosotros, quin estar contra nosotros? El que no se reserv a su propio Hijo, sino que lo entreg por todos nosotros, cmo no nos da-r todo con l? (Rm 8, 31b-32). Todo inclu-ye tambin el dolor. Llenmonos, pues, de ale-gra, porque caminaremos a lo largo de esta Cuaresma, paso a paso, en direccin a la crucifi-xin de Nuestro Seor Jesucristo. Confiados en que la Providencia nunca nos desampara, aban-donmonos enteramente en sus manos como Abrahn y el mismo Hombre Dios, para que haga de nosotros lo que le plazca.

    III ofrezcamos en Holocausto aquello que nos aleja De DIos

    Ante las enseanzas de esta liturgia, no pode-mos olvidar que el amor manifestado por el Pa-dre hacia nosotros en la mactatio inmolacin de su Hijo merece reciprocidad. Dios espera de cada uno de nosotros este sacrificio: desapego de aquello que nos desva del rumbo cierto, o de cualquier aprensin que amarre nuestro corazn a algo que no sea l, y docilidad en lo tocante a su voluntad. Una vez que nos ha llamado a la santi-dad, nos quiere por entero y que estemos constan-temente con el cuchillo alzado como Abrahn. Si Abrahn estuvo dispuesto a entregar a Isaac, c-

    1 Para otros comentarios a respecto de este tema, vase: CL DIAS, EP, Joo Scognamiglio. Cmo se-r la felicidad eterna? In: Heraldos del Evangelio. Madrid. N. 55 (Fe-brero, 2008); pp. 10-17; Comenta-rios al Evangelio del II Domingo

    de Cuaresma Ciclos A y C, en los volmenes I y V, respectivamen-te, de la coleccin Lo indito sobre los Evangelios; A Transfigurao do Senhor e nossa santificao. In: Arautos do Evangelho. So Paulo. N. 8 (Agosto, 2002); pp. 5-10; Co-

    mentarios al Evangelio de la Fiesta de la Transfiguracin del Seor Ciclos A, B y C, en el volumen VII, tambin de la coleccin Lo indito sobre los Evangelios.

    2 Cf. SANTO TOMS DE AQUINO. Suma Teolgica. I, q. 25, a. 3, ad 2.

  • Marzo 2015 HeraldosdelEvangelio15

    Qu consuelo sera poder or la voz de Dios dicindonos: Una vez que recusaste todos tus apegos, te bendigo, porque t me obedeciste

    mo no vamos a estar no-sotros listos para ofrecer aquello que constituye un obstculo para la salvacin y para nuestra relacin per-fecta con el Seor? Qu provechoso sera para no-sotros si nos afirmramos en un propsito ardoroso de poner sobre la lea ca-da uno de nuestros capri-chos, bajar el cuchillo sobre ellos y, en seguida, pren-derles fuego, inmolndolos en holocausto a Dios! De esta manera, como Abra-hn, nos volveramos libres de cualquier aprecio desor-denado a las criaturas.

    Es comn que oigamos elogios a la fe del santo pa-triarca, que realmente es digna de toda alabanza; pero tal vez ms bella an sea su obediencia, reflejada en la de su hijo Isaac. La obediencia afirma San Ignacio de Loyo-la es un holocausto, en el cual el hombre todo entero, sin dividir nada de s, se ofrece en el fue-go de caridad a su Criador y Seor [...]; es una re-signacin entera de s mismo, por la cual se des-posee de s todo, por ser posedo y gobernado de la Divina Providencia.8 La obediencia practica-da con esa radicalidad nos obtiene la realizacin de las promesas, porque Dios asegur a Abrahn: Juro por m mismo, orculo del Seor: por ha-ber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo, tu hijo nico, te colmar de bendiciones y multi-plicar a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendien-tes conquistarn las puertas de sus enemigos. To-das las naciones de la tierra se bendecirn con tu descendencia, porque has escuchado mi voz (Gn 22, 16-18). Qu consuelo sera poder or la voz de Dios dicindonos: Una vez que recusaste

    todos tus apegos, los que-maste y pusiste en un altar en sacrificio, te bendigo, porque t me obedeciste. La obediencia pertenece a las virtudes que ms agra-dan a Dios; no aquella que se basa en exterioridades, sino la que nace en el fon-do del corazn, como fue la de Abrahn: sa es la autntica obediencia.

    Una vez ms, en la se-gunda lectura, San Pablo nos anima a que asuma-mos esa postura, por te-ner un intercesor en el Cielo: Cristo Jess, que muri, ms todava, resu-cit y est a la derecha de Dios (Rm 8, 34). Abra-hn no contaba con Jesu-cristo junto al Padre para que pidiese por l, ni si-

    quiera a Mara. En cuanto a nosotros, en una situacin muy superior a la del patriarca, tene-mos la intercesin de un Abogado absoluto y de una Medianera de impetracin omnipotente, lo que basta para llenarnos de confianza. No nos olvidemos, adems, que noblesse oblige no-bleza obliga. Dotados de tantos privilegios, de-bemos corresponder ms que l.

    En el Evangelio, la voz del Padre nos exhorta: Escuchadlo. Acordmonos entonces que Je-ss ense: Si alguno quiere venir en pos de m, que se niegue a s mismo, tome su cruz cada da y me siga (Lc 9, 23). Esta cruz no es pesada, to-do lo contrario, alivia los pesos de nuestra con-ciencia. Significa obedecer a la voluntad de Dios. El segundo domingo de la Cuaresma nos estimu-la a tener delante de los ojos aquello que alimen-ta nuestra fe, aumenta nuestra capacidad de su-frir y nos proporciona alegra en medio de todos los tormentos.

    3 Cf. dem, III, q. 45, a. 2; a. 1, ad 3; q. 28, a. 2, ad 3.

    4 BOSSUET, Jacques-Bnigne. Ier Sermon pour le II Dimanche de Carme. In: uvres choisies. Ver-salles: Lebel, 1822, v. VI, p. 283.

    5 SAN CIRILO DE ALEJANDRA. Por qu Cristo es uno? 2. ed. Ma-drid: Ciudad Nueva, 1998, p. 135.

    6 SAN ALFONSO MARA DE LI-GORIO. Prctica del amor a Je-sucristo. In: Obras Ascticas. Ma-drid: BAC, 1952, t. I, p. 365.

    7 dem, ibdem.8 SAN IGNACIO DE LOYOLA.

    Carta 83. A los Padres y Her-manos de Portugal. In: Obras Completas. Madrid: BAC, 1952, p. 838.

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    Jess con la cruz a cuestas Iglesia de la condena e imposicin de la

    cruz, Jerusaln

  • La octava Palabra de Jess

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    16HeraldosdelEvangelio Marzo 2015

    Aturdido y sin rumbo, Barrabs camina por las calles de Jerusaln cuando, de repente, escucha el lgubre redoble de tambores que anuncia una crucifixin. Y piensa: Bien podra haber sido yo....

    arrabs, famoso ladrn y asesino, el peor criminal que Israel haba conocido, se encuentra encarcelado

    en la Torre Antonia, en Jerusaln. Por entonces era costumbre entre los ju-dos que con ocasin de la Pascua se le concediera la libertad a algn preso, en memoria de la salida de los israeli-tas del cautiverio en Egipto. El prefec-to romano de Judea, Poncio Pilato, le propone al pueblo que eligiera entre dos nombres: Barrabs o Jess.

    El mayor delincuente de aquella poca, smbolo de la ilegalidad, mo-tivo de terror para todos, cuyo apri-sionamiento constitua el alivio y la seguridad de la regin, es contra-puesto a Aquel que perdonaba los pecados, curaba leprosos, ciegos y paralticos, resucitaba muertos y que por todas partes pas haciendo el bien (Hch 10, 38)?

    Dnde est, pues, la gratitud suscitada por tantas enseanzas, fa-vores y milagros? El populacho, a una voz, prefiere a Barrabs...

    Sorpresa y pnico del bandido

    Podemos adivinar la reaccin del jefe de la prisin al recibir la orden

    del gobernador romano de liberar ese mismo da al terrible bandido.

    Soltar a ese hombre a cau-sa de una absurda costumbre juda? Ese criminal va a repetir sus locu-ras! Se van a arrepentir... En fin, yo slo cumplo rdenes. Vamos!

    Baja hasta el calabozo del pre-torio e introduce la llave en la ce-rradura de una celda. Rechinando, la puerta del repugnante recinto se abre y el carcelero lo llama:

    Barrabs!Con el cabello desaliado, la mi-

    rada desvariada y lleno de terror, masculla el malhechor:

    Voy a ser crucificado?No! Sal de ah! le responde

    el guardia con rudeza y disgusto.Pero... qu vais a hacer con-

    migo?Fuera!Mientras sale, trmulo, pregunta:Qu est pasando?Ests libre! Vete a la calle!Libre yo? Me senta ya con las

    cuerdas en mis muecas experimen-tando prematuramente la asfixia de la crucifixin por la que iba a morir y me sueltan a m, despus de todo lo que he hecho? A m, Barrabs, ho-

    micida aborrecido por todo el mun-do? Me voy a tapar un poco la cara para que no me reconozcan... Ten-go que disfrazarme para salir, por-que me pueden matar... Pero, es-toy libre! Es posible? Me toco y veo que... es verdad!

    Sin rumbo fijo, camina aturdi-do por la ciudad cuando, de repen-te, escucha no muy lejano un lgu-bre redoble de tambores:

    Qu ser eso? El anuncio de una crucifixin? Estn llevando a alguien hacia el suplicio!

    Y experimentando un escalofro de pavor suspira:

    Poda haber sido yo... qu sus-to!

    Sigue en direccin hacia la agi-tada muchedumbre, que est ca-si llegando al monte Calvario. Al acercarse, percibe la identidad del condenado: es Jess de Nazaret... y lo van a crucificar!

    La octava Palabra

    Si una gracia fulgurante de arre-pentimiento hubiera rasgado la sor-didez de su alma endurecida y pe-netrado en ella, Barrabs, lleno de compuncin, se habra arrojado a los

    Hna. Mariana Morazzani Arriz, EP

  • Marzo 2015 HeraldosdelEvangelio17

    pies de Nuestro Seor Jesucristo, ya tendido sobre el madero de la cruz.

    En ese momento, el divino Reden-tor estara sintiendo en sus divinas manos y adorables pies los inenarra-bles dolores ocasionados por la per-foracin de los clavos. Pero esto no le impedira detener su sacratsima mi-rada en la horrenda figura de ese a quien la perfidia de los hombres haba preferido en lugar de l, Jess, el Hijo de Dios, la Belleza infinita.

    Bajo el influjo de la gracia, el cri-minal, arrodillado, dira:

    Seor, soy yo el que debera estar siendo crucificado y no t! Vas a morir por m, cuando soy yo, in-fame, el que merece tal castigo por mis pecados! Seor, perdn por tanta maldad! Seor, me arrepien-to, detesto mis crmenes y quiero asemejarme a ti!

    Y el Salvador pronunciara en-tonces la primera de las Palabras, que no seran ya siete, como regis-tran los Evangelios, sino ocho; de sus divinos labios brotara esta ma-

    nifestacin de poder, bondad y amor infinitos:

    Hijo mo, anda porque tus pe-cados estn perdonados! Anda por-que has sabido aceptar las gracias de penitencia y de arrepentimiento que yo mismo he suscitado para ti! An-da y no peques ms!

    Somos tambin barrabases

    La Historia no dice cul fue el destino de Barrabs una vez fuera de la crcel. Ignoramos si continu en

    la estela de los crmenes y desvaros que lo caracterizaban, sobresaltan-do y atemorizando de nuevo a la gen-te que haba aclamado su liberacin, o si hubo una conversin semejante a la que acabamos de imaginar.

    Lo cierto es que cada ao, en la liturgia de la Semana Santa, cuando se menciona el nombre de ese ban-dido en la lectura de la Pasin segn San Juan, vibran los corazones y ar-den en deseos de vengar y reparar tan grande ignominia.

    Sin embargo, es de justicia que descarguemos toda nuestra ira so-bre ese terrible criminal y olvidemos que hemos sido tambin nosotros barrabases en algn momento de nuestra vida? Es que no ofende-mos brutalmente al Corazn de Je-ss cuando cometemos un pecado o nos apegamos a un vicio? Y no es-tamos actuando como el pueblo ju-do al escoger al famoso malhechor, cuando cambiamos la obediencia a los Mandamientos por una transgre-sin grave y voluntaria de su Ley?

    Al acercarse a la agitada muchedumbre, que est casi llegando al Calvario, Barrabs percibe la identidad del condenado...

    Jess con la cruz a cuestas, por Simone Martini - Museo del Louvre, Pars

    Ser

    gio

    Hol

    lman

    n

  • 18HeraldosdelEvangelio Marzo 2015

    Si alguna vez pecamos gravemen-te contra algn mandamiento de la ley de Dios, somos comparables a Barrabs y a los que le prefirieron a l en lugar de Jess. Deberamos es-tar siendo crucificados mientras es l, por el contrario, el que sufre por nosotros! Qu terrible verdad: al pe-car, prefiero a Barrabs como amigo y crucifico a Jess en mi alma!

    En vista de esto, qu har?Formular esa pregunta es fru-

    to de una gracia que parte de Jess en direccin hacia m. Ante ella slo cabe una splica a la Madre del per-dn y de la divina gracia, cuyos rue-gos me alcanzaron ese beneficio:

    Oh, Virgen Santsima, Madre ma, dame la conviccin de que ni-camente existen dos caminos: uno el de Barrabs y el otro el de Jess.

    Cuando tu divino Hijo regrese al final de los tiempos para realizar el juicio de todos los hombres, reuni-dos en el valle de Josafat y ya no en el pretorio de Pilato, la humanidad esta-r dividida entre los que lo quisieron crucificar y se entregaron al pecado, y aquellos que aceptaron la invitacin de su divina y arrebatadora mirada y quisieron vivir siempre en su gracia y en la prctica de la virtud.

    Por los mritos infinitos de la Pasin, haz que me encuentre entre esos ltimos!

    La crucifixin - Iglesia parroquial de Matosinhos (Portugal)

    Seor, soy yo el que debera estar siendo crucificado y no t! Soy yo, infame, el que merece tal castigo por mis pecados!

    Dav

    id D

    omin

    gues

    Y si tuviera la desgracia de ofen-derte, que me acerque a toda prisa al sacramento de la Penitencia y pue-da, arrepentido y humillado, or esa octava Palabra dirigida al hipotti-co Barrabs convertido: Anda, hijo mo, hija ma, tus pecados estn per-donados! .

    Adaptacin de la conferencia pro-nunciada por Mons. Joo Scognamiglio

    Cl Dias, EP, el 27/5/1990

    Smese a Mara, Reina de los Corazones, para que su hogar participe en este apostolado junto con ms de 30.000 familias

    que en Espaa reciben un oratorio una vez al mes en sus casas!Usted tambin puede ser coordinador(a) de un oratorio

    del Inmaculado Corazn de Mara.Llame al telfono de informacin que le indicamos o escrbanos!

    C/ Cinca, 17 - 28002 Madrid - Tel/Fax 902 11 54 65E-mail: [email protected]

    ApostolAdo del orAtorio MArA reinA de los CorAzones

  • El primer Va Crucis

    de la Historia

    D

    Marzo 2015 HeraldosdelEvangelio19

    Antes incluso de que la Pasin se llegara a completar, Mara Santsima recorri los lugares donde Jess tuvo algn sufrimiento especial, recogiendo, como si fueran piedras preciosas, sus inagotables mritos.

    De ellas extraemos, con las opor-tunas adaptaciones, la narracin que sigue a continuacin.1

    Incluso antes de que la Pasin concluyera

    Cuenta la beata que, mientras se desarrollaban los sucesivos episo-dios del juicio, la Madre de Jess, con Mara Magdalena y el apstol Juan, permanecan en una esquina de la plaza, observando y escuchan-do, sumergidos en profundo dolor. Y cuando Jess fue llevado al pretorio de Pilato, la Santsima Virgen, jun-to con Juan y la Magdalena, salieron para recorrer todos los sitios donde l haba estado desde su prisin.

    Regresaron, entonces, a la casa de Caifs, a la de Ans, al jardn de Getseman y al huerto de los Olivos. En todos los lugares donde el Seor

    urante todo el tiempo en que los prncipes de los sacerdotes y los ancia-nos del pueblo, junto con

    la agitada muchedumbre azuzada por ellos, bramaban frente al pre-torio de Pilato, exigiendo la libera-cin de Barrabs y la crucifixin de Jess, dnde se hallaba su Madre Santsima?

    A esta pregunta, los evangelis-tas no le dan respuesta, y las almas devotas de Mara, al meditar sobre la Pasin del divino Redentor, sien-ten la necesidad de rellenar ese va-co. La Beata Ana Catalina Emme-rich religiosa agustina alemana, fallecida en 1824 y beatificada por San Juan Pablo II en octubre de 2004 satisface ese legtimo anhe-lo con sus famosas visiones sobre la Pasin de Nuestro Seor Jesucristo.

    Fran

    ois

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    Nuestra Seora de los Dolores - Iglesia de Santa Brgida de Kildare, Montreal (Canad)

    Oh, qu compasin! Con qu violencia la espada cortante y penetrante traspas su Corazn!

    mara en la Pasin De Jess, segn las visiones De la Beata ana Catalina emmeriCh

  • 20HeraldosdelEvangelio Marzo 2015

    haba cado o haba sido sometido a algn sufrimiento especial, se dete-nan en silencio, lloraban y sufran por l. Una vez ms, la Virgen de las Vrgenes se postr y bes la tierra en el sitio donde haba cado su Hijo. La Magdalena se retorca las manos, Juan lloraba y trataba de proporcio-narles algn consuelo. Despus las conduca hasta otro lugar.

    Se iniciaba de esta forma la devo-cin del Va Crucis y de los honores que se rinden a los misterios de la Pasin de Jess, antes incluso de que sta se llegara a completar. En la ms santa flor de la humani-dad, en la Madre virginal del Hijo del hombre, fue cuando empez la meditacin de la Iglesia sobre los dolores del Redentor divino.

    Oh, qu compasin! Con qu violencia la espada cortante y pe-netrante traspas su Corazn! Ella, cuyo bienaventurado cuerpo lo haba llevado, cuyos bienaven-turados pechos lo haban ama-mantado, que lo haba concebido y lo haba guardado durante nue-ve meses en ese corazn lleno de gracias, que lo haba conducido y lo haba sentido vivir en s misma antes de que los hombres recibie-sen de l la bendicin, la doctri-na y la salvacin, Ella comparta todos los sufrimientos de Jess, incluso su ardiente deseo de res-catar a los hombres mediante sus pa-decimientos y su muerte en la cruz.

    As fue como la Virgen pura y sin mancha inaugur para la Iglesia la devocin del Camino de la Cruz, pa-ra recoger en todos los lugares de ese bendito trayecto, como si se trataran de piedras preciosas, los inagotables mritos de Jesucristo y ofrecrselos a Dios Padre en beneficio de todos los fieles.

    Todo lo que ha habido y habr de santo en la humanidad, todos los hom-bres que suspiraron tras la Redencin, todos los que celebraron con respetuo-sa compasin y con amor los sufrimien-

    tos de nuestro Salvador, hacan con Mara el Camino de la Cruz, se afli-gan, rezaban, se ofrecan en holocaus-to en el Corazn de la Madre de Jess, la cual es tambin una tierna Madre para todos sus hermanos unidos por la misma fe en el seno de la Santa Iglesia.

    Arrepentimiento de la Magdalena y sufrimientos de Juan

    La Magdalena estaba como fuera de s, por la violencia del dolor. Te-

    na un inmenso y santo amor a Je-ss. Cuando, no obstante, deseaba verter su alma a sus divinos pies, al igual que derram el aceite arom-tico de nardo sobre su cabeza, vea como se abra un horroroso abismo entre ella y su bienamado. Senta un arrepentimiento y una gratitud sin lmites, y cuando quera elevar ha-cia l su corazn, como el perfume del incienso, vea a Jess maltrata-do, conducido a la muerte, a causa

    de los pecados que ella haba co-metido.

    Entonces, le provocaban pro-fundo horror esas faltas por las que Jess tanto tena que sufrir. Se precipitaba en el abismo del arrepentimiento, sin poder ago-tarlo ni rellenarlo. Se senta de nuevo arrastrada por su amor a su Seor y Maestro, y lo vea en-tregado a los tormentos ms te-rribles. As pues, su alma estaba cruelmente atormentada entre el amor, el arrepentimiento, la gratitud, la contemplacin de la ingratitud de su pueblo, y todos esos sentimientos se expresaban en su modo de andar, sus pala-bras, sus gestos.

    El apstol Juan amaba y su-fra. Por primera vez, llevaba a la Madre de su Maestro y de su Dios, que tambin lo amaba y por l sufra, sobre esos trazos

    del Camino de la Cruz a lo largo del cual la Iglesia debera seguirla.

    Si es posible, aparta de m este cliz

    Aunque supiera muy bien que la muerte de Jess era el nico medio de redimir al gnero humano ex-plica la beata, Mara estaba llena de angustia y deseo de librarlo del suplicio.

    De la misma manera que Jess hecho hombre y destinado a la crucifixin por libre voluntad su-fra como cualquier persona todas las penas y torturas de un inocente

    La Virgen Santa comparta todos los sufrimientos de Jess, incluso su ardiente deseo de rescatar a los hombres mediante sus padecimientos

    Nuestra Seora de los Dolores Baslica de la Merced, Ciudad de Guatemala

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  • Marzo 2015 HeraldosdelEvangelio21

    conducido a la muerte y en extremo maltratado, as tambin Mara pade-ca todos los dolores que pueden mortificar a una madre a la vista de un hi-jo santo y virtuoso trata-do tan injustamente por un pueblo ingrato y cruel. Como Jess en el huerto de los Olivos, Ella le de-ca al Padre celestial: Si es posible, aparta de m este cliz.

    Si es posible... En los designios de amor de la Santsima Trinidad esta-ba decidido: el Verbo de Dios encarnado debera beber, hasta la ltima go-ta, esa copa de dolor. No fue posible. El Inocente por excelencia fue conde-nado al infamante supli-cio de la crucifixin. Bes con amor la cruz y la llev hasta el Calvario.

    Desgarrador encuentro de la Madre con su Hijo

    Ms adelante, la Beata Ana Catalina Emmerich describe la desgarradora escena del encuentro de la Madre con su Hijo; na-rra cmo, al verlo cubier-to de llagas, con la cruz a cuestas, ca-y al suelo, sin sentido; y cmo tres de las Santas Mujeres, auxiliadas por el mismo apstol virgen, la lle-varon hasta la casa de la que poco antes haban salido.

    Vindose separada una vez ms de su Hijo bienamado, que pro-sigui con su pesada carga a los hombros y cruelmente maltrata-do, enseguida el amor y el ardien-te deseo de estar junto a l le die-ron una fuerza sobrenatural. Fue con sus compaeras a la casa de Lzaro, cerca de la Puerta Angu-lar, donde se encontraban las otras

    Jess se encuentra con su Madre - Capilla de Nuestra Seora del Buen Socorro, Montreal (Canad)

    Mara guiaba a las Santas Mujeres en ese camino de dolor y todos esos lugares se impriman vivamente en su alma

    Fran

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    Santas Mujeres, gimien-do y llorando con Marta y Mara Magdalena. De ah salieron, en nmero de diecisiete, para seguir el camino de la Pasin.

    Las vea deca la bea-ta, llenas de gravedad y resolucin, indiferentes a las injurias del populacho e imponiendo respeto por su dolor, atravesar el Fo-ro, cubiertas con sus velos, besar la tierra en el sitio donde Jess haba cogi-do la cruz, despus seguir el camino que l haba re-corrido. Mara y otras que reciban ms luces del Cie-lo buscaban las huellas de Jess. Sintiendo y vindolo todo con la ayuda de una luz interior, la Virgen San-ta las guiaba en esa Va Dolorosa y todos esos lu-gares se impriman viva-mente en su alma. Con-taba todos los pasos e indicaba a sus compae-ras los lugares consagra-dos por alguna dolorosa circunstancia.

    * * *La devocin del Va

    Crucis naci, por tan-to, del fondo de la natu-

    raleza humana y de las intenciones de Dios para con su pueblo, no en virtud de un plan premeditado. Por decirlo as, fue inaugurado bajo los pies de Jess, el primero en reco-rrerlo, por el amor de la ms tierna de las madres.

    1 Artculo basado en la obra La douloureu-se Passion de Notre Seigneur Jsus-Christ daprs les meditations dAnne Catheri-ne Emmerich, disponible en http://www.clerus.org. Obra publicada en portu-gus: EMMERICH, Anne Catherine. Vida, Paixo e Glorificao do Cordeiro de Deus. So Paulo: MIR, 1999.

  • Dar nicamente cosas buenas

    N

    22HeraldosdelEvangelio Marzo 2015

    Recemos con confianza. Si pedimos algo inconveniente o perjudicial para nuestra salvacin, Dios se ocupar de enderezar nuestras aspiraciones y nos atender de forma superabundante y magnfica.

    tigar en vista de la penitencia hecha (cf. 1 R 21, 27-29).

    Nadie se acerc a Jess sin ser plenamente atendido

    Si en el rgimen de la antigua Ley, Dios reciba con tanta benevo-lencia las peticiones de sus hijos, por ventura, sera menos bondadoso despus de la Encarnacin de su di-vino Hijo, que abra la era de la ley de amor o ley de gracia?1 Por su-puesto que no.

    Hna. Ana Rafaela Maragno, EP

    la habr despus, hasta la Encarna-cin del Verbo, la Sabidura eterna y substancial (cf. 1 R 3, 9-12). Todava ms impresionante es el episodio de la reina Ester, a cuyos ruegos el Se-or se dign librar del exterminio al pueblo elegido (cf. Est 14, 1 ss.).

    Incluso las peticiones de algu-nos malvados lleg a atenderlas el Seor. Ese es el caso del fratrici-da Can, cuya vida prometi prote-ger (cf. Gn 4, 13-15), o del idlatra rey Acab, a quien se abstuvo de cas-

    umerosos hechos narra-dos en el Antiguo Testa-mento evidencian la soli-citud de Dios en escuchar

    las plegarias de todos los que a l se dirigen con piedad y confianza.

    Con ardientes splicas y profusas lgrimas, Ana obtuvo un hijo, que sera un gran profeta y sacerdote: Samuel (cf. 1 S 1, 10-20). Salomn implor sabidura para gobernar Is-rael y le fue dada con tanta abun-dancia como nunca la hubo antes ni

    Gus

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    Si bajo la antigua Ley, Dios reciba con tanta benevolencia nuestras peticiones, por ventura, sera menos bondadoso despus de la Encarnacin?

    Ester pide la liberacin del pueblo judio - Museo de Bellas Artes,

    Montreal (Canad)

  • Marzo 2015 HeraldosdelEvangelio23

    Hecho hombre como nosotros, Jesucristo tuvo que parecerse en to-do a sus hermanos, para ser sumo sa-cerdote misericordioso y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar los pe-cados del pueblo (Hb 2, 17). Duran-te su convivencia con nosotros en la tierra, nunca cerr sus odos al cla-mor de los necesitados. Jams despi-di a nadie con las manos vacas. Y antes de marchar al Padre nos hizo esta sublime promesa: lo que pidis en mi nombre, yo lo har (Jn 14, 13).

    La bondad divina escribe Mons. Joo Scognamiglio Cl Dias une magnficamente estos dos extre-mos, la gruta de Beln y el Calvario, a travs de una secuencia riqusima en acontecimientos de amor desbordan-te por los miserables [...]. Dentro de esta atmsfera de amor, jams se vio a Jess, a lo largo de su vida, tomando la menor actitud de desprecio con re-lacin a nadie, fuera quien fuera: los samaritanos, el centurin, la cananea, los publicanos, etc. A todos los aten-da invariablemente con divino cuida-do y cario [...]. Ninguna persona se le acerc en busca de curacin, de per-dn o de consuelo sin ser plenamen-te atendida; tal fue su infinito esmero por hacer el bien, sobre todo a los ms necesitados.2

    Sin embargo, en los Evangelios encontramos ciertos episodios en los que el divino Maestro rechaza la peticin, aadiendo, a veces, una dura reprensin. Recordemos algu-nos de esos pasajes y tratemos de es-crutar en ellos los porqus de la acti-tud del Redentor.

    Ambiciosa solicitud de los hijos de Zebedeo

    El Seor se hallaba recorriendo las regiones de Perea, al otro lado del Jordn, cuando tuvo lugar el epi-sodio del joven rico.

    Jess lo mir con amor y le invit a ser su discpulo. No obstante, el jo-ven rechaz el llamamiento y se fue lleno de tristeza. Entonces San Pe-dro tom la palabra y le pregunt al Maestro cul era la recompensa reservada a los que lo haban deja-do todo para seguirlo. Y l respon-di asegurndoles que se sentaran en doce tronos para juzgar a las do-ce tribus de Israel (cf. Mt 19, 16-29).

    Ahora bien, an no haba ba-jado el Espritu Santo sobre los Apstoles...; por consiguiente, te-nan imperfecciones. Poco tiem-po despus de haber odo esa pro-mesa, Santiago y Juan solicitaron por medio de su madre, Salom,

    los primeros puestos en el Reino (cf. Mt 20, 20-28; Mc 10, 35-45). Pe-ro, como el mismo Cristo haba de-clarado, no saban lo que estaban pi-diendo. Los hijos de Zebedeo, como la mayor parte de los judos de esa poca, crean que el Mesas ira a fundar un reino temporal que con-ferira a Israel la supremaca sobre todos las naciones. Y el deseo que los animaba en aquel momento no tena nada de espiritual.

    Si Jess consintiera, fortalecera la actitud mundana de los dos her-manos, provocara celos en los de-ms discpulos y confirmara a todos en el error de creer que su Reino era de este mundo. Siendo as, los sor-prendi con esta respuesta: sen-tarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a m concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reser-vado mi Padre (Mt 20, 23).

    Les neg la solicitud porque les reservaba premios mucho mayores que el de un fatuo cargo de minis-tro. Santiago fue el primer mrtir del Colegio Apostlico y, por tan-to, el primero en tomar posesin del trono reservado para l en el Cielo.

    A Juan, Jess le dio su Cora-zn, le dio a su Madre. [...] le hizo

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    Ninguna persona se acerc a Jess en busca de curacin, perdn o consuelo sin ser plenamente atendida

    La resurreccin del hijo de la viuda de Nan - Catedral de San Julin, Le Mans (Francia)

  • Condiciones para que la oracin sea infalible

    A

    24HeraldosdelEvangelio Marzo 2015

    cada vez ms parecido a l. [...] Fue echado a una caldera de aceite hir-viendo. Pero ese aceite se convirti en roco y sali fortalecido y puri-ficado. Seguidamente fue exiliado a Patmos, all se le apareci nues-tro Seor glorificado y le revel sus secretos, dndole la orden de escri-birlos en el Apocalipsis, el ms mis-terioso de todos los libros sagrados. [...] Sobre todo, Dios dio a San Juan esa cruz interior del deseo de la glo-ria de Dios y de la salvacin de las almas.3

    Qu es ser nombrado ministro de cualquier reino terrenal compa-rado con eso?

    El orgullo de los fariseos solicita un signo

    Tambin a los fariseos y saduceos Jess les neg una peticin. En efec-to, para someter al divino Maestro a una prueba, esos incrdulos solicita-ban un signo del Cielo. Y la respues-ta fue terrible: Esta generacin perversa y adltera exige una seal; pues no se le dar ms signo que el de Jons (Mt 16, 4).

    Por qu actu as el Redentor?Los fariseos eran hombres sa-

    bios y cultos, versados en la cien-cia de las Escrituras, conocedo-res de la Ley y de las profecas, saban perfectamente el momento en el que Cristo nacera. De mo-do que disponan de todos los ele-mentos para concluir que l era el Mesas prometido. Tenan signos evidentes de que Jess era el ver-dadero Hijo de Dios, pero a causa del odio y de la envidia no quisie-ron asentir a ellos, asevera San-to Toms.4

    Le haban hecho esa solicitud no con la buena intencin de confirmar su creencia en la divinidad del Sal-vador, sino para ponerlo en una si-tuacin embarazosa. Jess no quiso complacerles su orgullo ni darles un motivo ms de condenacin; as que rehus atender la peticin movido por amor. Afirma el cardenal Gom y Toms: Jess se niega enrgica-mente a obrar un milagro ruidoso, como le piden: l no hace milagros para satisfacer la vana curiosidad de los hombres.5

    Peticiones perjudiciales para quien las hace

    Cuando Jess libr de los de-monios al infeliz poseso de la ciu-dad de Gerasa, ste le pidi que le permitiera acompaarlo. El divi-no Maestro no lo admiti entre sus seguidores, aunque le confi una misin de gran importancia: Ve-te a casa con los tuyos y anncia-les lo que el Seor ha hecho conti-go y que ha tenido misericordia de ti (Mc 5, 19).

    Cumplir ese llamamiento no s-lo era ms beneficioso para la salva-cin eterna de aquel hombre que se-guir de cerca a Jess, sino tambin para difundir el anuncio del Reino por una regin profundamente in-fluenciada por el paganismo. As pues, se march y empez a pro-clamar por la Decpolis lo que Je-ss haba hecho con l; todos se ad-miraban (Mc 5, 20).

    De la misma manera procedi Jess con quien, de entre la multi-tud, le solicit que mediara entre l y su hermano en la divisin de una herencia. Hombre, quin me ha

    Santo Toms de Aquino - Convento de Santo Domingo el Mayor, Npoles (Italia)

    Fran

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    o Le

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    firma un clebre comentaris-ta de Santo Toms que la ora-

    cin, revestida de las debidas con-diciones, obtiene infaliblemente lo que pide en virtud de las promesas de Dios.1 Ahora bien, cules son esas debidas condiciones?

    Santo Toms de Aquino2 seala cuatro: que uno pida por s mismo, cosas necesarias para la salvacin, con piedad y con perseverancia.

    Detengmonos un instante en el anlisis de la segunda condicin. Si un nio le pide a un buen padre al-go que puede perjudicar su salud,

    comprometer su futuro o poner en peligro su vida, ciertamente que no ser atendido. Del mismo modo ac-ta Dios con nosotros. Siempre oye nuestras oraciones, sin duda, pero teniendo en vista nuestro bien su-premo: la salvacin eterna.

    1 ROYO MARN, OP, Antonio. Teologa moral para seglares. Moral fundamen-tal y especial. Madrid: BAC, 2007, v. I, p. 342.

    2 Cf. SANTO TOMS DE AQUINO, Su-ma Teolgica, II-II, q. 83, a. 15, ad 2.

  • Marzo 2015 HeraldosdelEvangelio25

    Jess se encuentra presente en todos los sagrarios de la tierra, a la espera de nuestra visita, con un infinito deseo de perdonar

    Capilla del Santsimo Iglesia del monasterio de San Benito, So Paulo (Brasil)

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    constituido juez o rbitro entre vo-sotros? (Lc 12, 14), le respondi el divino Maestro.

    La peticin iba cargada de egos-mo y avaricia. Las intenciones de ese hombre eran completamente ajenas a lo sobrenatural. Si lo aten-diera, Cristo le hara mal a su al-ma, cosa que es incompatible con su bondad esencial. No poda darle una piedra a quien se lo estaba pi-diendo; si, por el contrario, le hu-biera implorando la herencia eter-na, sta no se la habra negado (cf. Lc 12, 13-15).

    Dios algunas veces no atien-de nuestras oraciones, porque no quiere concedernos lo que sera perjudicial para nosotros. [...] Re-chaza por piedad la splica de los que emplean mal el objeto de la pe-ticin.6

    En el sagrario, a nuestra espera...Concluida su peregrinacin terre-

    na, durante la cual se inclin amo-rosamente sobre las necesidades de aquellos a quienes haba venido a re-dimir, el Seor no regres al Cielo de manera definitiva e irremediable, si-no que hall un maravilloso medio de permanecer conviviendo entre los hombres. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los das, hasta el final de los tiempos (Mt 28, 20).

    En efecto, se encuentra presen-te en todos los sagrarios de la tierra, a la espera de nuestra visita. Como otrora por los caminos de Galileo o bajo las puertas del Templo de Jeru-saln, Jess se detiene ante el tris-te espectculo de la lepra espiritual o de la ceguera espiritual, que man-tiene apartados de su amor a los pe-cadores, y su mirada misericordiosa

    abarca a todos, en un infinito deseo de perdonar. Sentado a la derecha del Padre, en su trono de gloria, le-jos de olvidarse de nosotros o de re-chazarnos a causa de nuestros peca-dos, se inclina sobre cada uno, como si fuera su hijo nico, para conce-dernos, sin mrito alguno de nuestra parte, toda suerte de bienes. Slo es-pera una splica, un simple suspiro dirigido a l, para cumplir su irrevo-cable promesa: Si me peds algo en mi nombre, yo lo har (Jn 14, 14).

    Entonces tengamos confianza: si algo solicitamos de inconveniente o perjudicial para nuestra salvacin, l se ocupar de negarnos nuestra peti-cin, enderezar nuestras aspiraciones y corregir nuestras equivocaciones, para atendernos, de forma supera-bundante y magnfica, y darnos ni-camente cosas buenas (Mt 7, 11).

    1 CCE 1972.2 CL DIAS, EP, Joo Scogna-

    miglio. La Ley o la Bon-dad? In: Lo indito sobre los Evangelios. Comentarios a los Evangelios dominicales. Domingos de Adviento, Na-vidad, Cuaresma y Pascua

    Solemnidades del Seor del Tiempo Ordinario. Ciclo C. Citt del Vaticano-So Pau-lo: LEV; Lumen Sapienti, 2012, v. V, pp. 235-236.

    3 GARRIGOU-LAGRANGE, OP, Rginald. El Salvador y su amor por nosotros. Ma-

    drid: Rialp, 1977, pp. 492-495.

    4 Cf. SANTO TOMS DE AQUINO. Suma Teolgica. III, q. 47, a. 5, ad 1.

    5 GOM Y TOMS, Isidro. El Evangelio explicado. Bar-

    celona: Rafael Casulleras, 1930, v. II, p. 253.

    6 SPIRAGO, Francisco. Ca-tecismo Catlico Popular. 6. ed. Lisboa: Unio, 1958, p. 289.

  • 26HeraldosdelEvangelio Marzo 2015

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    Nova Friburgo El 19 de diciembre Mons. Ednay Gouva Mattoso inauguraba con una Misa solemne la nueva capilla de la Casa de la rama femenina de los Heraldos del Evangelio en la ciudad de Nova Friburgo, compartiendo algunos momentos de convivencia con las religiosas (fotos 1, 2 y 3). El 25 de enero el coro de los Heraldos y sacerdotes de la asociacin participaron en la Eucarista presidida por el Nuncio Apostlico en Brasil, Mons. Giovanni dAniello (fotos 4 y 5) en la catedral.

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    Vertentes A primeros de ao, los misioneros heraldos visitaron la poblacin de Vertentes, y durante aquellos das el P. Celio Casale, EP, celebr la Eucarista en varias comunidades. En la Misa de clausura de la misin el prroco, el

    P. Antonio Lucena da Silva, bendijo nuevos Oratorios, que fueron entregados a sus respectivos coordinadores.

  • CMarzo 2015 HeraldosdelEvangelio27

    Formacin permanente para jvenes

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    on entusiasmo y vivacidad, centenares de jvenes se reunieron para participar en los habituales cursos de

    formacin realizados en las Casas de los Heraldos duran-te las vacaciones escolares. En Caieiras, ms de 800 jve-nes aspirantes de Brasil y del mundo asistieron al curso de mariologa que tuvo lugar del 20 al 24 de enero, cuyo te-mario inclua: quin es Mara, los dogmas marianos, las prefiguras de la Virgen en el Antiguo Testamento y la de-

    vocin a la Madre de Dios a lo largo de la Historia (fo-tos 3 y 4). El curso fue clausurado con una solemne pro-cesin eucarstica (fotos 1 y 2). A la vez, en la Casa de la Sociedad de Vida Apostlica Regina Virginum, tambin en Caieiras, las jvenes de la rama femenina participaron en animadas conferencias (foto 5) sobre costumbres y re-glas de la vida comunitaria en los Heraldos del Evangelio, intercaladas con perodos de oracin (foto 6).

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  • 28HeraldosdelEvangelio Marzo 2015

    El Salvador El 17 de enero el Nuncio Apostlico en El Salvador, Mons. Leon Kalenga Badikebele, inauguraba con una Celebracin Eucarstica el Colegio Patriarca San Jos, de los Heraldos del Evangelio, en San Salvador (a

    la izquierda). Al final de la Misa, Mons. Kalenga bendijo cada ambiente del nuevo colegio (a la derecha).

    Colombia Aunque todava no est completamente terminada, la iglesia de los Heraldos en Tocancip, municipio cercano a Bogot, ya se ha convertido en un centro de espiritualidad. El 25 de enero casi dos mil personas se reunieron para

    participar en la Misa dominical. Tras la celebracin muchos pidieron que se les bendijeran sus vehculos.

    Mxico El 10 de enero los heraldos hicieron reuniones de formacin para los coordinadores del Apostolado del Oratorio de las ciudades de Aguascalientes y Calvillo. Al da siguiente la imagen peregrina visit la parroquia de la Pursima Concepcin de Aguascalientes donde tambin se entregaron nuevos Oratorios a sus respectivos coordinadores.

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  • Marzo 2015 HeraldosdelEvangelio29

    Ruanda La devocin de los Primeros Sbados es celebrada con especial entusiasmo en la parroquia de Rango, en Butare. En febrero, como de costumbre, el P. Leon Panhuysen, SDB, presidi la Celebracin Eucarstica y

    Emmanuel Batagata, cooperador de los Heraldos, fue el responsable de los cantos y de la organizacin del evento.

    Canad Con la solemne coronacin de la imagen del Inmaculado Corazn de Mara (foto 1) el obispo auxiliar de Montreal, Mons. Thomas Dowd, iniciaba la Celebracin Eucarstica durante la cual un grupo de treinta y tres personas, debidamente preparadas por los Heraldos, se consagraron a la Virgen (foto 2). La ceremonia tuvo lugar el 4 de enero en el Oratorio de San Jos y cont con la presencia de los Caballeros de Coln (foto 3). En ese da fueron recibidos tambin seis nuevos cooperadores de los Heraldos (foto 4).

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  • Saba usted que...?

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    Las imgenes de la Virgen cuidan el metro de Medelln

    Una receta romana puede hacer ms resistente el hormign moderno

    30HeraldosdelEvangelio Marzo 2015

    l metro de Medelln, nica ciu-dad colombiana que cuenta con

    este medio de transporte, fue inau-gurado en 1980 y, desde el ao 1996, lo cuidan las Vrgenes. O al menos as lo afirma el diario El Tiempo, en un artculo publicado en su edicin del 17 de enero de 1997.

    En aquella poca los artistas co-lombianos empezaron a adornar ca-da una de las estaciones con bonitas imgenes, pinturas o mosaicos que representaban diferentes advoca-ciones de Mara. Las primeras cua-tro estaciones fueron puestas bajo los auspicios de la Virgen del Rosa-rio, de Nuestra Seora del Perpetuo Socorro, de Mara Auxiliadora y de la Milagrosa. Poco a poco otras esta-ciones comenzaron a ser cuidadas por alguna imagen de Mara: La Vir-gen de los Dolores, de la Candelaria, de Chiquinquir, de Ftima, de la

    sta es la conclusin a la que ha llegado un grupo de cientficos

    de la Universidad de Berkeley, Cali-fornia, tras un minucioso estudio que fue publicado en diciembre de 2014 en la revista Proceedings of the Natio-nal Academy of Sciences (PNAS), bole-tn oficial de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.

    Al notar que la argamasa usada en los edificios construidos por los romanos durante el perodo imperial se conserva desde hace casi dos mil aos sin dar seales de corrosin, los investigadores decidieron fabri-

    car un bloque de cemento siguiendo la receta de Vitruvio, arquitecto del primer siglo, y analizarlo a travs de rayos X. El cuidadoso examen que realizaron les permiti observar una peculiar estructura interna, que di-ficulta la aparicin de grietas y hace especialmente resistentes a las zonas ms susceptibles a la rotura.

    Al parecer, el secreto est en la proporcin de arena volcnica usa-da para fabricar la argamasa. Gra-cias a ella, construcciones como la del Mercado de Trajano, el Panten de Agripa famoso por tener una

    de las mayores cpulas ya construi-das o el no menos conocido Cas-tillo de Santngelo mantienen su estructura intacta despus de haber enfrentado a lo largo de los siglos te-rremotos de intensidad moderada y repetidas inundaciones.

    No es extrao, por tanto, que los mencionados cientficos recomien-den en su artculo aplicar la receta romana para mejorar la durabili-dad del hormign actual en regiones ssmicamente activas y aumentar la vida til de edificios sostenibles desde el punto de vista medioambiental.

    Imgenes de Nuestra Seora de los Dolores, Nuestra Seora de la Candelaria de la Popa y Nuestra Seora del Carmen, veneradas en las estaciones de Floresta,

    Poblado y San Javier, respectivamente

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    Asuncin, del Buen Consejo de Ge-nazzano, de la Esperanza Macare-na o la del Silencio, la cual tiene en su regazo al Nio Jess y le hace un gesto para que se calle y duerma.

    La realizacin de cada una de una de esas obras fue asignada a los ar-tistas mediante convocatoria y est

    financiada por la empresa de trans-portes. La iniciativa refleja la pro-funda religiosidad del pueblo paisa, nombre con el que se conoce en Co-lombia a los habitantes de los depar-tamentos de Antioquia, Caldas, Ri-saralda y Quindo, cuya capital es Medelln.

  • Una mujer fuerte

    A

    Marzo 2015 HeraldosdelEvangelio31

    santa mara eugenia De Jess

    Alma firme y embebida de fe, no temi esa joven fundadora enfrentar tormentas y dificultades, sin tambalear, en la consolidacin de la obra que le haba sido encargada por la Providencia.

    hora, padre mo, el des-nimo est muy lejos de m [...]. Creed, por lo dems, que estamos

    muy convencidas de que no hay en nosotras la santidad que requieren las obras de Dios, y as, por mi par-te, no me asombrara con ningn ti-po de fracaso.1

    Estas categricas palabras, dignas de un anciano experimentado en mil y una batallas, fluan, no obstante, de la pluma de una joven de tan slo 24 aos... Acababa de verse abandona-da por su director espiritual y esta-ba siendo aconsejada por el superior eclesistico a suprimir la congrega-cin religiosa que de sus manos na-ca, pero trataba del asunto con ex-traordinario desapego y elevacin de espritu.

    De dnde le vena tan grande firmeza?

    Al haber frecuentado desde pe-quea ambientes indiferentes o con-trarios a la religin, esa joven funda-dora supo ver lo vacas e inestables que son las cosas de esta vida la ri-

    queza o la pobreza, la inteligencia, el placer e incluso la convivencia fami-liar, cuando falta lo esencial: la fe.

    Apoyada en ese principio, graba-do a fuego en su alma, Santa Mara Eugenia de Jess levant una mag-nfica obra en medio de terribles tor-mentas. Y tal fue su integridad ante las dificultades que el Papa Po XII no dud en calificarla de mujer fuerte, mulier fortis, en toda la exten-sin del trmino: siempre dispuesta a cumplir la voluntad divina, de ni-mo profundamente piadoso, de co-razn rebosante de amor a Cristo, de inteligencia vigorosa, brillante, vas-ta, de carcter firme, resuelto, dirigi-do siempre hacia el fin perseguido.2

    Una divisa olvidada por los Milleret

    Nihil sine fide nada sin la fe , era, no por casualidad, la divisa de la familia en cuyo seno naci Ana Eugenia Milleret de Brou, el 25 de agosto de 1817. Sin embargo, a prin-cipios del siglo XIX, ese lema se ha-ba convertido nicamente en una

    frase grabada en el blasn familiar. Jacques Milleret, padre de nuestra santa, prefera guiarse por las impas doctrinas de Voltaire, y su esposa, Eleonor Eugenia de Brou, descen-diente de la nobleza de Blgica y de Luxemburgo, tampoco pareca em-peada en reavivar dicho ideal.

    La infancia de Ana Eugenia trans-curra satisfecha y tranquila en Metz, su ciudad natal. Su padre, aparte de poseer all una mansin, era diputa-do de Moselle, dueo de tres bancos y de una vasta propiedad en Preisch, donde una exuberante naturaleza ha-ca especialmente agradable la estan-cia en las mejores pocas del ao. A la nia no le faltaban los entretenimien-tos en compaa de sus hermanos, ni la slida educacin acorde con su con-dicin social. Hablaba perfectamente el francs y el alemn, y su madre la instrua en la prctica de las virtudes naturales, pues la llevaba a visitar a los pobres y a los enfermos y le enseaba a ser honesta y generosa.

    Todos los miembros de la familia participaban en ciertas ceremonias de

    Hna. Mara Teresa Ribeiro Matos, EP

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  • 32HeraldosdelEvangelio Marzo 2015

    la Iglesia, cuya presencia en las mis-mas era casi una obligacin social en aquella poca. No obstante, su vida de piedad se reduca prcticamen-te slo a eso. Los nios recibieron los sacramentos, pero su educacin reli-giosa haba sido descuidada. Mi ig-norancia de los dogmas y de las ense-anzas de la Iglesia era inconcebible. Sin embargo, haba