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Heraldos del Evangelio 135_ES - RAE154_201410

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  • Salvadme Reina

    Nmero 135 Octubre 2014

    Como un fuego ardiente

  • Coleccin

    La coleccin Lo indito sobre los Evangelios es una publicacin de la Librera Editrice Vaticana

    Reservas y pedidos en el telfono 902 19 90 44 o por email en [email protected]

    Tambin disponibles en formato eBook: www.comentandolosevangelios.comEncuadernacin en rstica (157 x 230 mm) con ilustraciones a todo color

    Lo indito sobre los Evangelios

    E sta original obra de monseor Joo Scognamiglio Cl Dias, EP, compuesta por siete volmenes, tiene el mrito de poner la teologa al alcance de todos, mediante comentarios a los Evangelios de los domingos y solemnidades del ao.Publicada en cuatro idiomas espaol, ingls, italiano y portugus con un total de 200.000 ejemplares vendidos, la coleccin ha encontrado una calurosa acogida por su notable utilidad exegtica y pastoral.

    Ciclo BVol. III: Domingos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua Solemnidades del Seor que tienen lugar durante el Tiempo Ordinario (Prximo lanzamiento)Vol. IV: Domingos del Tiempo Ordinario (Prximo lanzamiento)

    Ciclo CVol. V: Domingos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua Solemnidades del Seor que tienen lugar durante el Tiempo Ordinario (446 pginas)Vol. VI: Domingos del Tiempo Ordinario (495 pginas)

    Vol. VII: Solemnidades Fiestas que pueden tener lugar en domingo Mircoles de Ceniza Triduo Pascual Otras Fiestas y Memorias (431 pginas)

    Ciclo AVol. I: Domingos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua Solemnidades del Seor que tienen lugar durante el Tiempo Ordinario (464 pginas)Vol. II: Domingos del Tiempo Ordinario (495 pginas)

  • Una llama de vigilancia y oracin

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .50

    Los santos de cada da

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .48

    Historia para nios... El aprendiz de herrero

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .46

    Sucedi en la Iglesia y en el mundo

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .40

    San Gerardo Mayela Un alma pura que vio a Dios

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .35

    Entrevista a Mons. Franci Petri Eslovenia: nacin mariana y misionera

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .32

    Cartas desde las trincheras

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .30

    Apostolado del Oratorio

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .28

    Belleza y grandiosidad

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .16

    Comentario al Evangelio La grave responsabilidad de los que cuidan la via del Seor

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .8

    La voz del Papa La firme certeza de ser amados por Dios

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .6

    Sol entre dos hornos (Editorial) . . . . . . . . . . . 5

    Escriben los lectores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4

    Ao XII, nmero 135, Octubre 2014

    Peridico de la Asociacin Cultural Salvadme Reina de Ftima

    SumariO

    Salvadme Reina

    Director Responsable:D. Eduardo Caballero Baza, EP

    Consejo de Redaccin: Guy de Ridder, Juliane Campos, EP,

    Luis Alberto Blanco, Hna. Mariana Morazzani, EP, Severiano Antonio

    de Oliveira

    Administracin:C/ Cinca, 17

    28002 Madrid R.N.A., N 164.671

    Dep. Legal: M-40.836- 1999Tel. sede operativa 902 199 044

    Fax: 902 199 046

    www.salvadmereina.org [email protected]

    Con la Colaboracin de la Asociacin Internacional Privada de Fieles de Derecho Pontificio

    Heraldos del evangelio

    www.heraldos.org

    Montaje: Equipo de artes grficas

    de los Heraldos del Evangelio

    Imprime:Biblos Impresores, S.L. - Madrid

    Los artculos de esta revista podrn ser reproducidos, indicando su fuente y

    enviando una copia a la redaccin. El contenido de los artculos es responsabilidad

    de los respectivos autores.

  • 4HeraldosdelEvangelio Octubre 2014

    EscribEn los lEctorEs

    grande! reflexin sobre los Heral-dos del Evangelio, mostrando su vi-sin sobre esta asociacin. Al elo-giar los libros de Mons. Joo S. Cl, dej claro que la misin de los He-raldos deber ser valorada.

    Ricardo Cardoso Linhares

    Salvador Brasil

    La encontr en eL santuario de La consoLata

    Les escribo esta carta para feli-citarles por la revista Heraldos del Evangelio del mes de agosto pasa-do, que me encontr en el santuario de la Consolata de Turn. Adems de resultar muy interesante, es muy formativa para un fructfero camino de la fe y para el progreso espiritual en la Iglesia Catlica.

    Deseara, por tanto, recibirla re-gularmente, para seguir en la senda del crecimiento cristiano en la Sant-sima Trinidad, y en el encuentro y en la presencia de Dios, con Jess y el Espritu Santo.

    Vito Facciolla

    Turn Italia

    refLeja La vida cristiana en todos Los sentidos

    La revista es una publicacin va-liosa en los das de hoy, porque ha-bla acerca de todo lo que un cristia-no verdadero necesita para vencer los obstculos que el mundo pone en nuestro camino. Refleja la vida cristiana en todos los sentidos, con muestras de la evangelizacin de los Heraldos en el mundo entero. Son pocos los que acompaan a travs de los medios de comunicacin una vida de entrega como sa, que trata de llevar al prjimo la paz que nece-sitamos.

    Luciano de Arajo

    Osasco Brasil

    desde BomBay, Le doy gracias a dios por Los HeraLdos

    Tan slo un breve mensaje para in-formarles que recib por correo un ejemplar de la revista Heraldos del Evangelio de julio de 2014 y otros cua-tro que haba pedido. Muchas gracias.

    Tambin quisiera sealar que el Comentario al Evangelio, de Mons. Joo S. Cl Tomad mi yu-go sobre vosotros y aprended de m, que soy manso y humilde de cora-zn..., me trajo un mensaje co-mo nunca haba escuchado antes. De hecho, lo que pude or sobre ese pasaje hasta ahora resulta insigni-ficante comparado con el texto de monseor. Nos revela de manera ve-hemente lo que l espera de noso-tros. Le doy gracias a Dios por los Heraldos y por su Santa Iglesia.

    Mario Rodrigues

    Bombay India

    nuestra seora deL piLar

    Recibo en mi domicilio la revista Heraldos del Evangelio y estoy muy contento con ello. Las materias, los artculos, las fotos e ilustraciones de su contenido estn muy elaboradas y son muy consistentes, por no ha-blar de su gran valor a respecto de la evangelizacin. La historia de la vi-da de los santos y santas tambin me gusta mucho. En particular, quie-ro citar un texto que sali el ao pa-sado, acerca de una advocacin que celebramos ahora en octubre, Nues-tra Seora del Pilar, escrito por el P. Ignacio Montojo, que fue muy in-teresante y no lo he olvidado.

    Marcelo Liberto de Vasconcelos Arruda

    So Paulo Brasil

    asuntos para compartir con Los oyentes

    A parte de saludarles en nombre de Jesucristo, deseo manifestarles mis sinceros agradecimientos por re-cibir la revista Heraldos del Evangelio.

    Dirijo un programa catlico de una hora, todos los domingos, en la emisora local Radio La Amis-tad, llamado Abriendo Surcos pa-ra Cristo. Tiene por finalidad la pro-clamacin del santo Evangelio, con una reflexin. Adems tambin tra-tamos noticias y temas de inters, todo acompaado de hermosas can-ciones cristianas.

    La revista es de enorme utilidad, porque me provee de asuntos para compartirlos con los oyentes y co-mentarlos. Muchas gracias por ese importante auxilio.

    Luis Fuentes Seplveda, OFS

    Los ngeles Chile

    una misin que deBe ser vaLorada

    La calidad del contenido presen-te en la revista Heraldos del Evange-lio es sorprendentemente enrique-cedora para todos los aspectos de la vida de un ser humano que quiere crecer con las enseanzas del Seor. Es admirable la forma con la que son tratados y revelados los ensea-mientos del divino Maestro y, evi-dentemente, de sus discpulos. En cada edicin se revelan ms mara-villas del Seor, que nos van madu-rando en la fe. Se percibe el cuidado con el que la revista es escrita, edita-da, divulgada y distribuida.

    En la revista del pasado mes de junio me llam la atencin una in-formacin aparentemente pequea: el Dr. Scott Hahn, el famoso y cat-lico autor del libro La cena del Cor-dero, hizo una pequea aun cun

  • Salvadme Reina

    Nmero 135

    Octubre 2014

    Como un fuego ard

    iente

    T

    Octubre 2014 HeraldosdelEvangelio5

    Editorial

    El cardenal Franc Rod preside la Eucarista en la Baslica de Nuestra Seora del Rosario de Ftima, anexa a la casa de formacin de los Heraldos en Embu (Brasil)

    Foto: David Domingues

    Sol entre doS hornoS

    odo sacerdote, como nos ensea San Pablo, es tomado de entre los hombres y puesto para intervenir en favor de los hombres en todo aquello que se refiere al servicio de Dios (Hb 5, 1). Es, por tanto, y

    antes que nada, un hombre que comparte la misma suerte que los dems hijos de Adn y Eva, con sus defectos y cualidades, que tiene por delante un camino de lucha en el que mezclan tristezas y alegras. Sin embargo, al haber sido lla-mado por Cristo para ser su ministro deja de ser un hombre corriente: pasa a ser aquel en quien la mano de Dios se pos.

    Confiscado por Dios para servirlo exclusivamente en una condicin excel-sa, el sacerdote, no obstante, se ve asediado a menudo por las preocupaciones del mundo. Instituido para intervenir en todo aquello que se refiere al servi-cio de Dios, es tentado con frecuencia de cuidar de otros menesteres, como Marta, a la que el Seor le record, empero, que slo una cosa es necesaria (cf. Lc 10, 42). Esto se aplicar con mayor razn a los que libremente han ele-gido poner la mano en el arado (cf. Lc 9, 62).

    Mediante la imposicin de las manos, el presbtero es consagrado al servi-cio del Seor. Se vuelve persona sagrada, ministro de un culto sagrado, que busca un objetivo sagrado. Lo cual exige de l, desde ese momento, un cora-zn totalmente entregado al Seor (Card. Franc Rode, Homila, 22/8/2014). Tambin se obliga a renunciar a todo lo que sea profano y le pueda apartar de lo sagrado.

    Instrumento pursimo del amor divino, el sacerdote tiene la misin esencial de incendiar a las almas con el fervor por Dios, para multiplicar y expandir el fuego sublime que Cristo vino a prender a la tierra (cf. Lc 12, 49), con el pre-cio de su Sangre; aquel fuego bellsimo que vino a posarse sobre Mara y los Apstoles (cf. Hch 2, 3).

    Con todo, el mismo Cristo que promete a los fieles las recompensas ms grandes, no deja de amenazar a todo rbol que no d buen fruto (Lc 3, 9; Mt 3, 10) con un fuego que no se apaga (Mc 9, 46). En una perspectiva que transciende ampliamente su naturaleza humana, el sacerdote es puesto en-tre dos hornos eternos: uno hecho todo de amor, otro alimentado por la justi-cia divina.

    Pero la santidad propia al estado sacerdotal no se basa en el deseo de servir a Dios por temor al infierno. El ministro consagrado ha de abrasarse de una caridad intenssima que lo consuma, ante la cual ningn sacrificio, ninguna re-nuncia, ningn holocausto parezca excesivos. Llamado a ser luz del mundo (Mt 5, 14), el sacerdote tiene el deber de convertirse en un sol que ilumine y caliente la tierra con el ardor de su amor a Dios.

    Si el catlico ideal es un hombre de fuego, el sacerdote slo ser digno de su altsima condicin si tiene un alma incendiada en amor, si es un hombre en cuyas venas no circula sangre, sino fervor en brasas.

  • La firme certeza de ser amados por Dios

    L

    6HeraldosdelEvangelio Octubre 2014

    La voz deL PaPa

    Peligrosa es la tentacin de adoptar una mentalidad puramente funcional, mundana, que induce a poner nuestra esperanza nicamente en los medios humanos.

    as palabras del Salmo Se consumen mi cora-zn y mi carne, pero Dios es la roca de mi corazn

    y mi lote perpetuo (Sal 73, 26) nos invitan a reflexionar sobre nues-tra vida. El salmista manifiesta gozo-sa confianza en Dios. Todos sabemos que, aunque la alegra no se expresa de la misma manera en todos los mo-mentos de la vida, especialmente en los de gran dificultad, siempre per-manece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado (Evan-gelii gaudium, n. 6).

    Vuestra alegra hunde sus races en la misericordia del Padre

    La firme certeza de ser amados por Dios est en el centro de su voca-cin: ser para los dems un signo tangi-ble de la presencia del Reino de Dios, un anticipo del jbilo eterno del Cie-lo. Slo si nuestro testimonio es ale-gre, atraeremos a los hombres y muje-res a Cristo. Y esta alegra es un don que se nutre de una vida de oracin, de la meditacin de la Palabra de Dios, de la celebracin de los sacramentos y de la vida en comunidad, que es muy im-portante. Cuando stas faltan, surgirn debilidades y dificultades que oscure-

    cern la alegra que sentamos tan den-tro al comienzo de nuestro camino.

    Para ustedes, hombres y mujeres consagrados a Dios, esta alegra hun-de sus races en el misterio de la mise-ricordia del Padre revelado en el sa-crificio de Cristo en la cruz. Sea que el carisma de su Instituto est orien-tado ms a la contemplacin o ms bien a la vida activa, siempre estn llamados a ser expertos en la mise-ricordia divina, precisamente a travs de la vida comunitaria. S por expe-riencia que la vida en comunidad no siempre es fcil, pero es un campo de entrenamiento providencial para el corazn. Es poco realista no esperar conflictos; surgirn malentendidos y habr que afrontarlos. Pero, a pesar de estas dificultades, es en la vida co-munitaria donde estamos llamados a crecer en la misericordia, la pacien-cia y la caridad perfecta.

    Dios desea nuestro corazn por completo

    La experiencia de la misericordia de Dios, alimentada por la oracin y la comunidad, debe dar forma a todo lo que ustedes son, a todo lo que ha-cen. Su castidad, pobreza y obedien-cia sern un testimonio gozoso del amor de Dios en la medida en que

    permanezcan firmes sobre la roca de su misericordia. sta es la roca.

    ste es ciertamente el caso de la obediencia religiosa. Una obedien-cia madura y generosa requiere unir-se con la oracin a Cristo, que, to-mando forma de siervo, aprendi la obediencia por sus padecimien-tos (cf. Perfectae caritatis, n. 14). No hay atajos: Dios desea nuestro cora-zn por completo, y esto significa que debemos desprendernos y salir de nosotros mismos cada vez ms.

    Una experiencia viva de la dili-gente misericordia del Seor sostie-ne tambin el deseo de llegar a esa perfeccin de la caridad que nace de la pureza de corazn. La castidad ex-presa la entrega exclusiva al amor de Dios, que es la roca de mi corazn. Todos sabemos lo exigente que es es-to, y el compromiso personal que comporta. Las tentaciones en este campo requieren humilde confianza en Dios, vigilancia, perseverancia y apertura de corazn al hermano pru-dente o a la hermana prudente, que el Seor pone en nuestro camino.

    Eviten aquello que pueda distraerles o causar escndalo

    Mediante el consejo evanglico de la pobreza, ustedes podrn reco-

  • Octubre 2014 HeraldosdelEvangelio7

    Todos los derechos sobre los documentos pontificios quedan reservados a la Librera Editrice Vaticana. La versin ntegra de los mismos puede ser consultada en www.vatican.va

    nocer la misericordia de Dios, no s-lo como una fuente de fortaleza, si-no tambin como un tesoro. Parece una contradiccin, pero ser pobres significa encontrar un tesoro. Inclu-so cuando estamos cansados, pode-mos ofrecer nuestros corazones ago-biados por el pecado y la debilidad; en los momentos en que nos senti-mos ms indefensos, podemos en-contrarnos con Cristo, que se hi-zo pobre para enriquecernos con su pobreza (cf. 2 Co 8, 9). Esta necesi-dad fundamental de ser perdonados y sanados es en s misma una forma de pobreza que nunca debemos ol-vidar, no obstante los progresos que hagamos en la virtud.

    Tambin debera manifestar-se concretamente en el estilo de vi-da, personal y comunitario. Pienso, en particular, en la necesidad de evi-tar todo aquello que pueda distraer-les y causar desconcierto y es-cndalo a los dems. En la vida consagrada, la pobreza es a la vez un muro y una madre. Un muro porque protege la vida consagrada, y una madre porque la ayu-da a crecer y la gua por el ca-mino recto. La hipocresa de los hombres y mujeres con-sagrados que profesan el vo-to de pobreza y, sin embargo, viven como ricos, daa el al-ma de los fieles y perjudica a la Iglesia.

    Piensen tambin en lo pe-ligrosa que es la tentacin de adoptar una mentalidad pu-ramente funcional, mundana, que induce a poner nuestra esperanza nicamente en los medios humanos, destruye el testimonio de la pobreza, que nuestro Seor Jesucristo vi-vi y nos ense. Y doy las

    gracias, a propsito de este punto, al Padre presidente y a la Hermana presidenta, porque han hablado jus-tamente del peligro que la globaliza-cin y el consumismo suponen para la pobreza religiosa. Gracias.

    Sean celosos en su amor a la Iglesia en Corea

    Queridos hermanos y hermanas, con gran humildad, hagan todo lo que puedan para demostrar que la vida consagrada es un don precioso para la Iglesia y para el mundo. No lo guarden para ustedes solos; com-prtanlo, llevando a Cristo a todos los rincones de este querido pas. Dejen que su alegra siga manifes-tndose en sus desvelos por atraer y cultivar las vocaciones, reconocien-do que todos ustedes tienen parte en la formacin de los consagrados y consagradas que vendrn despus

    de ustedes, el da de maana. Tan-to si se dedican a la contemplacin o a la vida apostlica, sean celosos en su amor a la Iglesia en Corea y en su deseo de contribuir, median-te el propio carisma, a su misin de anunciar el Evangelio y edificar al Pueblo de Dios en unidad, santidad y amor.

    Encomiendo a todos ustedes, de manera especial a los ancianos y en-fermos de sus comunidades. Un sa-ludo particular para ellos, de cora-zn; los encomiendo a los cuidados amorosos de Mara, Madre de la Iglesia, y les doy de corazn la ben-dicin. Que los bendiga Dios To-dopoderoso, Padre, Hijo y Espritu Santo.

    Discurso en el Encuentro con las comunidades religiosas

    de Corea, 16/8/2014

    Queridos hermanos y hermanas, con gran humildad, hagan todo lo que puedan para demostrar que la vida consagrada es un don precioso

    para la Iglesia y para el mundo

    Llegada de Francisco al Centro de Entrenamiento Escuela del Amor (Kkottongnae), para el Encuentro con las comunidades religiosas de Corea, 16/8/2014

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  • 8HeraldosdelEvangelio Octubre 2014

    En aquel tiempo, Jess dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: 33 Escuchad otra parbola: Haba un propietario que plant una via, la rode con una cerca, cav en ella un lagar, construy una torre, la arrend a unos labradores y se march lejos.34 Llegado el tiempo de los frutos, envi sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondan. 35 Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro y a otro lo apedrearon. 36 Envi de nuevo otros criados, ms que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo.37 Por ltimo, les mand a su hijo dicindose: Tendrn respeto a mi hijo. 38 Pero los labradores,

    al ver al hijo se dijeron: ste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia. 39 Y agarrndolo, lo sacaron fuera de la via y lo mataron.40 Cuando vuelva el dueo de la via, qu har con aquellos labradores?. 41 Le contestan: Har morir de mala muerte a esos malvados y arrendar la via a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo.42 Y Jess les dice: No habis ledo nunca en la Escritura: La piedra que desecharon los ar-quitectos es ahora la piedra angular. Es el Seor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente? 43 Por eso os digo que se os quitar a vosotros el Reino de Dios y se dar a un pueblo que produz-ca sus frutos (Mt 21, 33-43).

    Parbola de los labradores malvados, por Diego Quispe Tito - Museo de Arte Religioso, Cuzco (Per)

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    a EvangElio A

  • Octubre 2014 HeraldosdelEvangelio9

    Comentario al evangelio - XXvii Domingo Del tiempo orDinario

    La grave responsabilidad de los que cuidan la

    via del Seor

    Al igual que antiguamente con el pueblo elegido, Dios nos trata como a una via escogida para que alcancemos ms fcilmente la bienaventuranza eterna. Qu frutos le daremos a su Dueo?

    I La vIa, smboLo de reaLIdades sobrenaturaLes

    En nuestros das, al vivir en una civilizacin excesivamente industrializada, no todos esta-mos familiarizados con las tcnicas de produc-cin de vinos, y es posible que para muchos la fi-gura de la via no tenga mayor significado. Hoy compramos esa bebida alcohlica ya embotella-da, quiz desconociendo varios detalles del lar-go proceso iniciado con la uva. Es una labor que exige esfuerzo, dedicacin y conocimiento de los secretos del cultivo de cada tipo de vid, de la mejor manera de cuidarla y de la poca apro-piada para la vendimia, segn la calidad del vi-no que se desee conseguir. Hay que poner las uvas en un lagar, prensarlas el mtodo tradi-cional es pisndolas, dejar que el mosto ob-tenido descanse hasta su fermentacin y decan-tarlo para que sea depositado luego en grandes tinajas o, eventualmente, en barriles durante va-rios aos, y finalmente sea envasado. Es un arte que slo se adquiere despus de una prolonga-da experiencia, acumulada en el transcurso de

    generaciones en donde la tradicin familiar va perfeccionando las tcnicas: se trata del oficio de los vinicultores. Por eso acaban teniendo un enorme aprecio por sus viedos.

    Ahora bien, Dios ide y cre la uva, e incen-tiv en el hombre su cultivo, para que represen-tase la realidad cun ms elevada! de su relacin con el pueblo elegido, como veremos en las lecturas del vigesimosptimo domingo del Tiempo Ordinario.

    Israel, via escogida del Seor

    El cultivo de la vid se haba extendido am-pliamente en la Tierra Prometida y en otras re-giones del mundo antiguo, desde pocas remo-tas. No haba huerto o patio trasero, por muy pequeo que fuera, que no tuviera sitio para una cepa o para una parra; y aunque sus raci-mos produjesen slo un cntaro de vino era su-ficiente para que se convirtiera en la alegra de la familia, principalmente por haber sido elabo-rado por sus propios miembros. Sin embargo, para poseer una via considerable era necesa-rio contar con buena tierra, vigilarla y defender-

    Mons. Joo Scognamiglio Cl Dias, EP

    Dios ide y cre la uva para que representase su relacin con el pueblo elegido

  • 10HeraldosdelEvangelio Octubre 2014

    la de los ladrones y animales. Con este objetivo se sola construir un puesto de guardia, adems de rodearla con una cerca como an hoy da se sigue haciendo en varios lugares hecha con piedras sueltas sacadas del terreno, de forma que constituyesen una pequea muralla.

    La via del Seor del universo es la casa de Israel (Is 5, 7a), como reza la antfona del Sal-mo responsorial, que contina con elocuencia: Sacaste una vid de Egipto, expulsaste a los gen-tiles, y la trasplantaste; extendi sus sarmientos hasta el mar, y sus brotes hasta el Gran Ro (Sal 79, 9.12). De hecho fue lo que ocurri, por-que l sac a los israelitas de la esclavitud y ex-puls a los pueblos que habitaban Canan para instalar ah su via, entregndoles aquella tierra desde el mar Mediterrneo hasta sus ms leja-nos confines. Israel, escogido de entre todas las naciones para ser el pueblo predilecto, colmado de privilegios y de dones, sera llamado ms tar-de a convertir a los dems. Dios sell una alian-za con l y le prometi protegerlo, si cumpliese la ley, practicase el culto y no se entregase a la idolatra. En fin, como recuerda la primera Lec-tura (Is 5, 1-7), extrada del Libro de la Profeca de Isaas, era una via espe-cialmente elegida y cuidada por el Seor.

    Por sus frutos ruines, Dios abandona la via

    No obstante, se lamen-ta por boca del profeta que la cepa no haya dado los fru-tos deseados: Esperaba que diese uvas, pero dio agrazo-nes (Is 5, 2). Estas uvas sil-vestres no sirven para ela-borar vino, ni siquiera como alimento, pues son cidas. Si las comemos nos dejan el cie-lo de la boca spero, los dien-tes insensibles y la lengua con un amargor y un ardor que nos hacen perder el pala-dar. Isaas compone ese poe-ma en medio de las fiestas del comienzo del otoo, perodo de la vendimia, en el exacto marco histrico en que Asi-ria amenazaba con invadir Is-rael, que en poco tiempo se-

    ra deportado hacia otras regiones. Es entonces cuando Dios exige de los hebreos todos los be-neficios de los que haban sido objeto, diciendo: Qu ms poda hacer yo por mi via que no hubiera hecho? [...] La via del Seor del uni-verso es la casa de Israel y los hombres de Jud su plantel preferido. Esperaba de ellos derecho, y ah tenis: sangre derramada; esperaba justi-cia, y ah tenis: lamentos (Is 5, 4.7).

    Cuando tenemos a un ser querido sobre el cual derramamos torrentes de benevolencia, aunque lo hagamos por desinters, sin buscar una reciprocidad, el instinto de sociabilidad es-t en cierto sentido pidiendo una devolucin. Y, en consecuencia, no hay nada ms duro que ser retribuidos con el mal. Es una de las pruebas ms terribles y dolorosas que existen.

    Dios am a sus elegidos de una manera ex-traordinaria y quera ver florecer la santidad en ellos, en cambio slo le dieron los amargos fru-tos del pecado. Y as como los granos de sal se disuelven a medida que se van aadiendo a un recipiente con agua hasta que se alcanza el pun-to exacto de saturacin en que se cristaliza en el fondo, o como un padre tiene paciencia con

    un hijo suyo descarriado has-ta que ste sobrepasa los lmi-tes y provoca su ira, tambin Dios decide, en determinado momento, castigar al pueblo rebelde.

    A esta punicin alude el Salmo responsorial: Por qu has derribado su cerca para que la saqueen los vian-dantes, la pisoteen los jaba-les y se la coman las alima-as? (Sal 79, 13-14). Era lo que ocurra con los hebreos a lo largo de los siglos: cuan-do la ingratitud alcanzaba un auge, Dios dejaba que la cer-ca se cayera y los animales in-vadan y arrasaban la via, es decir, Israel era dominado por los pueblos paganos que lo rodeaban, y un sinnmero de desgracias le eran infligi-das para que sintiese que con sus propias fuerzas no era na-da, que slo prosperaba gra-cias a un don divino. Y con-

    Dios se lamenta por boca del profeta Isaas que la cepa no haya dado los frutos deseados

    El profeta Isaas - Baslica de San Marcos, Venecia

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  • Octubre 2014 HeraldosdelEvangelio11

    cluye el salmista, pidiendo auxilio: Dios del univer-so, vulvete: mira desde el cielo, fjate, ven a visitar tu via. Cuida la cepa que tu diestra plant y al hijo del hombre que t has forta-lecido. No nos alejaremos de ti: danos vida, para que invoquemos tu nombre. Seor, Dios del universo, resturanos, que brille tu rostro y nos salve (Sal 79, 15-16.19-20).

    Ambos textos del An-tiguo Testamento son un complemento al Evange-lio, que es mucho ms pro-fundo y rico en significado.

    II La vIa, su dueo y Los vIadores homIcIdas

    El pasaje presentado en este vigesimospti-mo domingo del Tiempo Ordinario forma par-te de la predicacin de Jess en los ltimos das de su vida mortal, el martes de la Semana Santa. Tras la entrada triunfal en Jerusaln, el Domin-go de Ramos, la lucha contra los que tramaban el deicidio se volvi ms exasperada, empezan-do por la expulsin de los mercaderes del templo y continuando con una serie de enfrentamientos pblicos, en los que resplandeca la divinidad de Cristo. San Mateo se distingue de los otros evan-gelistas por la precisin con la que registra toda la contienda, que en el captulo 23 llegar al auge.

    El divino Maestro habla a los dirigentes de Israel

    En aquel tiempo, Jess dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: 33a Escuchad otra parbola: Haba un propietario que plant una via, la ro-de con una cerca, cav en ella un lagar, construy una torre,...

    En esta parbola el Seor se dirige a las al-tas autoridades de Israel: los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo, la crema de la sociedad de aquella poca y responsables de guiarla. Todos eran hombres letrados, profundos conocedores

    de las Escrituras y, sin duda, cuando el Maestro comenz la narracin, tenan presente la pro-feca y el salmo que contemplamos hoy, y otros muchos textos sagrados, en los que se compa-ra a Israel con una via (cf. Jr 2, 21; Ez 15, 1-6; 19, 10-14; Os 10, 1; Ct 2, 15; etc.).

    Segn la descripcin que Jess hace en armona con los referidos pasajes del Antiguo Testamento, podemos imaginar al protago-nista de esta parbola como una persona con gran capacidad de trabajo y con muchas pose-siones, que aplic extremos cuidados para cul-tivar su via con la mayor perfeccin. La pu-so en un frtil collado (Is 5, 1) iluminado por el sol, donde da el aire y el agua corre dejan-do la tierra drenada, lo que favoreca la pro-duccin de la uva. Esto significa que Dios dot al pueblo elegido con una naturaleza privile-giada y unas condiciones propicias para reci-bir lo que hay de ms valioso: la vida sobrena-tural. Limpi convenientemente el terreno y lo cerc (cf. Is 5, 2a), o sea, removi del alma de los israelitas ciertas miserias que perjudicaban el desarrollo de la gracia y los protegi para impedir que otros les hicieran cualquier dao. Plant adems buenas cepas (Is 5, 2b), qui-so colmarlos de dones extraordinarios, tenien-do en vista que en el seno de esa nacin estaba siendo preparada la ascendencia de Aquel que sera su Hijo unignito encarnado y de su Ma-dre, Mara Santsima. Como dice San Juan Cri-sstomo, nada omiti l de cuanto ataa a la solicitud por ellos.1

    El pueblo elegido posea una naturaleza privilegiada y unas condiciones propicias para recibir lo que hay de ms valioso: la vida sobrenatural

    Parbola de los labradores malvados (detalle) Biblioteca del Monasterio de Yuso, San Milln de la Cogolla (Espaa)

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  • 12HeraldosdelEvangelio Octubre 2014

    Los arrendatarios de la via: un nuevo y principal aspecto de la parbola33b ... la arrend a unos labradores y se march lejos.

    En aquel tiempo, en Palestina, no era raro el alquiler de terrenos de planto. Los arrendata-rios se repartan el lucro con el dueo, pagndo-le lo que le corresponda conforme lo pactado. No olvidemos que el esfuerzo para preparar la via haba sido del segundo, que haba compra-do el terreno y montado toda la infraestructura necesaria para sacar provecho de ella.

    El presente versculo nos ofrece la peculia-ridad de esta parbola, teniendo en cuenta los otros textos del Antiguo Testamento que tratan sobre la via, porque no se centra en la relacin de sta con su propietario, sino entre l y los agri-cultores contratados. La via es Israel y el dueo es Dios. l encarga a algunos que la cultiven y se va de viaje, para dejar a los viadores trabajar a su libre albedro.2 sta es la realidad pungente y clara: Dios no parece habitar junto a sus elegidos ni convive con ellos de forma visible, sino que po-ne al frente a hombres notables llamados a go-bernarlos, autoridades religiosas incumbidas de guiarlos en el camino de la salvacin. As como el colono, aun cuando cumpla con su deber no agradar a su amo si no le entrega las rentas de la via, as el sacerdote no agrada tanto al Seor

    por su santidad, como enseando al pueblo de Dios la prctica de la virtud.3 De este modo, por el contexto de la parbola, el divino Maestro po-na de manifiesto la clase a la que iba destinada.

    Un resumen de la histrica infidelidad de los dirigentes del pueblo34 Llegado el tiempo de los frutos, envi sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondan. 35 Pe-ro los labradores, agarrando a los cria-dos, apalearon a uno, mataron a otro y a otro lo apedrearon. 36 Envi de nuevo otros criados, ms que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo.

    Los criados enviados por el dueo de la via para percibir los frutos simbolizan a los profetas enviados por Dios a lo largo de toda la historia de Israel para cobrar los lucros de los que deberan regir la nacin, de acuerdo con sus determinacio-nes. No obstante, esos emisarios fueron persegui-dos y asesinados como lo denunci el mismo Jess (cf. Mt 23, 30-31.37; Lc 11, 47-51), por-que su predicacin contrariaba las malas inclina-ciones reinantes y, sobre todo, los intereses de los dirigentes de la sociedad. Su presencia se trans-formaba en un estorbo que era necesario elimi-nar. San Jernimo resume esta reprobable acti-

    Los golpearon como a Jeremas o lo mataron como a Isaas o los lapidaron como a Nabutn y a Zacaras

    Parbola de los labradores malvados (detalle) - Codex Aureus de Echternach Museo Nacional Germnico, Nuremberg (Alemania)

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  • Octubre 2014 HeraldosdelEvangelio13

    tud: los golpearon como a Jeremas (Jr 37, 15) o lo mataron como a Isaas (Hb 11, 37) o los la-pidaron como a Nabutn (3 R 21, 15) y a Zaca-ras, a quien mataron entre el templo y el altar (2 Cro 24, 21).4 As es la furia del pecador con-tra los que vienen a recordarle que la propiedad del pueblo elegido pertenece a Dios; furia con-tra los que representan la ley y el derecho; fu-ria contra los que exigen el cumplimiento de la voluntad del Seor. Por qu ese terreno no es nuestro?, se quejan. En el fondo es una incon-formidad con la autoridad de Dios.

    Jess profetiza el deicidio37 Por ltimo, les mand a su hijo di-cindose: Tendrn respeto a mi hijo. 38 Pero los labradores, al ver al hijo se di-jeron: ste es el heredero: venid, lo ma-tamos y nos quedamos con su herencia. 39 Y agarrndolo, lo sacaron fuera de la via y lo mataron.

    Finalmente, en un extremo de amor, Dios ya no manda a un profeta sino a su Hijo que-rido para invitar a los israelitas a ser fieles a la alianza. Sin embargo, ellos lo matan. La par-bola en este pasaje no poda ser ms explcita: cercano como se hallaba de su Pasin, no fue por casualidad que el divino Maestro quisiera dejar bien clara la verdad y hacer una profeca sobre s mismo. Era la ocasin para manifestar que el Seor haba dado a su pueblo toda cla-se de dones, regalas y proteccin, y amparado de numerosas maneras. No obstante, en deter-minado momento, al ver que no cuidaba la via y se aprovechaba de todos los beneficios para su inters propio, e incluso contra l, confa a su Hijo la misin de convertirlo. Con todo, el de-lirio de tomar posesin de la herencia del due-o, la codicia de los bienes ajenos, el deseo de apropiacin y el odio a la superioridad llevan a los viadores los jefes de la nacin a aten-tar contra la vida de Jesucristo.

    40 Cuando vuelva el dueo de la via, qu har con aquellos labradores?. 41 Le contestan: Har morir de ma-la muerte a esos malvados y arrendar la via a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo.

    Los presentes, acostumbrados al hbito orien-tal de considerar la interpretacin de las parbo-las como una seal de inteligencia y cultura, es-taban preocupados en descifrar con acierto las palabras del divino Maestro, que vislumbraban se referan a ellos. Por eso, sin pensarlo mucho, die-ron una rpida solucin. No comprendieron que les pregunta el Seor no porque ignore qu van a responder, sino para que se condenen con su propia respuesta.5 El veredicto de los sumos sa-cerdotes y de los ancianos del pueblo era en ver-dad una acusacin, como lo dejan claro las pos-teriores palabras del Seor. Comenta San Juan Crisstomo que ellos pronunciaron sentencia contra s mismos. [] Y justamente, si [Jess] les propuso una parbola, fue porque quera que ellos mismos pronunciaran su sentencia. Lo mis-mo que sucedi con David, cuando l mismo sen-tenci en la parbola del profeta Natn.6

    El Padre exaltar al Hijo asesinado42 Y Jess les dice: No habis le-do nunca en la Escritura: La piedra que desecharon los arquitectos es aho-ra la piedra angular. Es el Seor quien lo ha hecho, ha sido un milagro paten-te? 43 Por eso os digo que se os quitar a vosotros el Reino de Dios y se dar a un pueblo que produzca sus frutos.

    En la construccin de las casas de aquel tiem-po se ponan unas piedras en los ngulos para fi-jar y sostener a las otras, confirindole firmeza al edificio. Con ese fin eran usadas las de mayores dimensiones, pues tenan la funcin de sustentar la construccin, y, por sus caractersticas peculia-res, a veces no eran adecuadas en anteriores eta-pas de la obra. Esto ocurra, sobre todo, en el ca-so de las piedras que remataban las cpulas. Al usar esta figura como smbolo de s mismo, el Re-dentor muestra que al Hijo, a quien haban re-chazado y mataran, Dios lo pone en lo ms alto. Y, aplicando la parbola directamente a sus in-terlocutores, les advierte de que por no haber da-do los frutos que deberan, sern despreciados, dejados de lado y privados de sus privilegios, que sern transferidos a otros pueblos.

    La parbola es lindsima y tan clara a dife-rencia de otras, a primera vista misteriosas pa-ra el pblico que ni siquiera los Apstoles o aquellos a quienes iba dirigida le pidieron a Je-

    En un extremo de amor, Dios manda a su Hijo querido para invitar a los israelitas a ser fieles a la alianza

  • 14HeraldosdelEvangelio Octubre 2014

    ss que la explicara. Dichos destinatarios, ade-ms, teman que l manifestase de una manera an ms categrica la grave acusacin que pesa-ba sobre ellos.

    Dios castiga a los individuos y a los pueblos

    La conclusin de Jess deja claro que el Seor no slo castiga en el plano individual a los que abrazan el camino de la perdicin, dndole la es-palda, sino que tambin llamar a juicio a las na-ciones. As, pues, la parbola contiene una lec-cin para nuestro tiempo, ya que es evidente que l puede punir a la humanidad. Hoy comproba-mos que el relativismo, el materialismo, el egos-mo, la falta de virtud y de amor a Dios se han apoderado del mundo, el cual est invadido por un espritu opuesto al del Seor y se ha vuelto co-mo la via escogida que no dio las uvas deseadas. Es posible que esa vid reciba la recompensa des-crita en la primera Lectura y en el Evangelio.

    Por tal motivo conviene escuchar, en la se-gunda Lectura (Flp 4, 6-9), la exhortacin de San Pablo a los filipenses: Finalmente, her-manos, todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mrito, tenedlo en cuenta (4, 8). La pureza de alma es lo que le falta a este mundo, don-de se cometen escandalosos pecados contra la castidad, se adoptan modas cada vez ms im-pdicas, se presencia la disolucin de la fami-lia y la desaparicin de la virginidad. Todo esto va atrayendo la indignacin de Dios y, si no hay un brote de conversin que sustente el brazo de la clera divina, ignoramos lo que puede sobre-venir sobre nuestra generacin. Puesto que l no tolera el pecado, cundo intervendr? No lo sabemos, pero debemos compenetrarnos per-sonalmente de la importancia de practicar la virtud, sea en el ambiente familiar o en la vida consagrada, con espritu de oracin, fe y piedad, pidiendo que el Seor se compadezca de noso-tros y nos conceda gracias especialsimas para que haya un cambio en el rumbo de los acon-tecimientos. Slo as la paz de Dios (Flp 4, 7) estar con nosotros, y no su ira.

    III nosotros tambIn somos La vIa deL seor

    Los comentarios sobre este Evangelio que-daran incompletos si limitramos su aplicacin a los que planearon la muerte de Cristo, o inclu-so a la humanidad en su conjunto. Es necesa-rio que encontremos una leccin para cada uno de nosotros en la parbola de los viadores ho-micidas, porque las palabras de Jess resuenan para los hombres de todas las pocas histricas. En efecto, la via de la que habla la liturgia pue-de ser considerada el alma de cualquier catli-co, a quien Dios ama con predileccin hasta el punto de preguntarle: Qu ms podra haber hecho por mi via y no hice?.

    Los dotes que hemos recibido, desde el ser, la inteligencia, la voluntad, la sensibilidad, la vocacin especfica, todo nos ha sido entrega-do por el Seor de la via. De entre esos favo-res, ninguno es digno de mayor aprecio que la vida divina, como ensea San Rbano Mauro: En sentido moral, a cada uno se le entrega su via para que la cultive cuando se le administra el sacramento del Bautismo, para que trabaje por medio de l. Es enviado un siervo, otro, y un tercero; cuando la ley, el salmo y la profeca di-cen, en virtud de cuyas enseanzas debe obrarse bien. Pero el enviado es muerto y arrojado fue-ra, se desprecia su predicacin o lo que es peor, se blasfema de l. Mata al heredero en cuanto a s, todo aquel que ultraje al Hijo de Dios y ofen-da al Espritu de su gracia. Una vez perdido el mal cultivador, la via fue entregada a otro, co-mo sucede con el don de la gracia, que el sober-bio menosprecia, y el humilde recoge.7

    Dios vela siempre por nosotros y, a lo lar-go de los aos, nos trata con mucho ms cari-o, vigilancia y amor que cualquier viador con respecto a su plantacin. Va preparando las circunstancias, preocupndose, colocando pro-tecciones para que los obstculos no nos hagan caer. A cambio, qu espera de nosotros? Que seamos una vid que d el fruto excelente de las obras de perfeccin, del que salga despus el buen vino de la santidad. Por eso vendr a co-

    Si no hay un brote de conversin que sustente el brazo de la clera divina, ignoramos lo que puede sobrevenir sobre nuestra generacin

    1 SAN JUAN CRISSTOMO. Ho-mila LXVIII, n. 1. In: Obras. Homilas sobre el Evangelio de San Mateo (46-90). 2. ed. Ma-drid: BAC, 2007, v. II, p. 387.

    2 SAN JERNIMO. Comentario a Mateo. L. III (16, 13-22, 40), c. 21, n. 51. In: Obras Completas. Comentario a Mateo y otros es-

    critos. Madrid: BAC, 2002, v. II, p. 299.

  • Octubre 2014 HeraldosdelEvangelio15

    brarnos los frutos. Nos toca trabajar para producirlos, conscientes de que todo cuan-to poseemos tiene su origen en l. Inclu-so la fuerza para practicar la virtud nos es infundida por Dios, como un don que nos permite adquirir mritos con vistas a nuestra salvacin eterna.

    Un oportuno examen de conciencia

    Cmo cuido, entonces, de esta via que soy yo? Ve-lo por ella con todo esmero y le restituyo a Dios lo que le pertenece? Estoy cons-tantemente con la aten-cin puesta en las rea-lidades sobrenaturales, con deseo de bene-ficiar al prjimo, compenetrado de que he sido lla-mado a dar gloria a Dios y a reparar al Sapiencial e In-maculado Corazn de Mara de los innumerables pecados que hoy se cometen? Estoy atento a la llegada de los criados del Due-o de la via? Una palabra di-cha desde el plpito, un consejo de alguien que busca mi santifi-cacin, una amonestacin de la conciencia... An ms, los rue-gos de la Santsima Virgen y el amparo de mi ngel de la guar-da. Qu hago con esos criados? Los apedreo, los golpeo y los mato, sofocando su voz? Por-que si no quiero de ningn modo entregarle a Dios lo que es suyo y me sirvo de sus dones para mi disfru-te personal o, peor, para ofenderlo, en el fondo, es-

    toy golpeando, apedreando, matan-do los criados, e incluso al Hijo del divino Dueo. Es indispensable que tome precauciones, porque el Reino de los Cielos que recib el da de mi Bautismo me podr ser retirado y dado a otros.

    Cunto material para un exa-men de conciencia! Cmo me

    encuentro ahora? Ante es-tas palabras, cul es mi

    reaccin? Me estoy es-quivando, desvo la

    atencin o me pongo delante de la obliga-cin de rendir cuen-tas por la via que soy? Si la conciencia me acusa, debo re-cordar lo que ensea San Pablo, en la se-gunda Lectura: Na-da os preocupe; sino que, en toda ocasin, en la oracin y en la splica, con accin de gracias, vuestras peti-ciones sean presenta-das a Dios. Y la paz de Dios, que supera todo juicio, custodiar vues-

    tros corazones y vuestros pensamientos en Cristo

    Jess (Flp 4, 6-7). Gracias a la maternal intercesin de Mara Santsima todo tiene

    solucin, siempre y cuando reconozca que he procedido mal y que necesito cambiar de vida. Pidmosle entonces a la Virgen misericordia y fuer-

    zas para enmendarnos y adherir con entusiasmo a la voluntad del Dueo de

    la via.

    Nada os preocupe; sino que, en toda ocasin, en la oracin y en la splica, vuestras peticiones sean presentadas a Dios

    Sagrado Corazn de Jess Casa Monte Carmelo, Caieiras (Brasil)

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    Rin

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    3 AUTOR DESCONOCIDO. Opus imperfectum in Matthum. Homi-la XL, c. 21: MG 56, 854.

    4 SAN JERNIMO, op. cit., p. 299.

    5 dem, p. 301.6 SAN JUAN CRISSTOMO,

    op. cit., n. 2, pp. 390-391.

    7 SAN RBANO MAURO. Com-mentariorum in Matthum. L. VI, c. 21: ML 107, 1053.

  • Belleza y grandiosidad

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    16HeraldosdelEvangelio Octubre 2014

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    Entrega de los Evangelios a los neo diconos y del cliz a los neo presbteros. Arriba, el fundador de los Heraldos saluda al cardenal al final de la ceremonia de ordenacin sacerdotal

    Las ordenaciones diaconales y presbiterales ocurridas en la baslica de Nuestra Seora del Rosario primaron por un esplendor especial.

    rganismo vivo, la Santa Iglesia no deja de cre-cer sin parar y de manifestar renovadas maravi-llas a lo largo de los siglos, incluso en perodos de crisis y de pruebas. Y lo mismo se puede de-

    cir de sus instituciones, sus asociaciones y sus miembros, siempre que permanezcan fieles a la fuente de esa vida sobrenatural, Cristo Jess. Esta sublime realidad se pue-de observar en el universo de los Heraldos del Evangelio. Si por un lado, las ordenaciones clericales de miembros de esta asociacin, de alguna manera, se estn volviendo, con la gracia de Dios, ms frecuentes, por otro, cada cere-monia adquiere caractersticas propias.

    As, las ordenaciones de 16 diconos y 12 sacerdotes ocurridas los das 21 y 22 de agosto, respectivamente, primaron por un esplendor especial en razn de su or-denante, el cardenal Franc Rod, CM, prefecto emrito de la Congregacin para los Institutos de Vida Consa-grada y las Sociedades de Vida Apostlica, llegado des-de Roma para la ocasin.

    A lo largo de su estancia en Brasil, el cardenal Rod ma-nifest en diversas circunstancias la alegra de ver el gran desenvolvimiento de la obra de los Heraldos, admirando

    las edificaciones e iglesias en construccin, por la belleza y grandiosidad, de acuerdo con el carisma de la entidad.

    En la homila de la Misa de ordenacin diaconal ex-hortaba a los nuevos clrigos a ser fieles a todo cuan-to la Providencia ha depositado en el alma de su funda-dor para plasmar la Obra en la cual vemos desfilar las glorias del pasado, completadas por gracias y luces nue-vas. Y a los nuevos sacerdotes les record unas pala-bras de Mons. Joo S. Cl Dias: el sacerdote debe ser un santo en cuyo corazn no circule sangre, sino fuego.

    Durante los dems das que visit varias casas de los Heraldos del Evangelio, el cardenal Rod tuvo la oportu-nidad de entrar en contacto con jvenes candidatos que estn haciendo una experiencia vocacional, tanto de la ra-ma masculina como de la femenina, quedando muy con-tento con su gran nmero y su contagioso entusiasmo.

  • Octubre 2014 HeraldosdelEvangelio17

    Ceremonia de ordenacin presbiteral en la baslica de Nuestra Seora del Rosario

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  • La integridad e incondicionalidad

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    18HeraldosdelEvangelio Octubre 2014

    Homila en la misa De orDenaCin DiaConal

    Sean no slo diconos, sino diconos-heraldos que encarnen en sus personas lo que la Santa Iglesia espera de esta fundacin.

    ermanos y hermanas en Cristo: en este mo-mento decisivo de sus vidas, deseara enco-

    mendarles estos candidatos que hoy se presentan ante la Santa Iglesia pa-ra recibir el primer grado del sacra-mento del Orden. Momento solemne y hermoso que llena de alegra a los hermanos y hermanas de los Heraldos del Evangelio, a la Iglesia de Brasil y a toda la Iglesia Catlica; y, sobre todo, a su padre espiritual, fundador, maes-tro y gua, Mons. Joo Scognamiglio Cl Dias, que ve cmo sus hijos dan este significativo paso dentro de la vo-cacin y, as, va creciendo el nmero de clrigos en su Obra.

    Tambin yo, honrado con la po-sibilidad de oficiar este sagrado ri-to, quiero unirme a la alegra de Mons. Joo. Alegra que me toma por entero en este momento, al ver que l, instrumento dcil en las ma-nos de la Providencia, es, con todo el movimiento, una vigorosa mani-festacin del constante crecimiento en gracia y santidad que la Esposa

    Mstica de Cristo conocer hasta el fin del mundo.

    No sois vosotros los que me habis elegido

    Cuando, al ser llamados, los di-conos respondan Prsto sum!, es-tarn expresando su disponibilidad de entrega completa y sin reserva al servicio del Seor y de su Iglesia. Como en el episodio en que Dios interrogaba con nfasis al profeta Isaas: A quin enviar? Y quin ir por nosotros?, ustedes quieren responder, con los labios purificados por un amor ardiente y tomados de entusiasmo por la tarea de la evan-gelizacin: Aqu estoy, mndame (Is 6, 8).

    El verdadero varn de Dios de-posita en Mara Santsima toda su confianza, con la certeza sobrenatu-ral de que, en unin con quien lo en-va, puede hacer todo cuanto l mis-mo puede.

    No obstante, queridos candida-tos, no pueden olvidar que este pa-so tiene su origen en el llamamien-

    to de Jess: No sois vosotros los que me habis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado pa-ra que vayis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca (Jn 15, 16). Ya no os llamo siervos [...] a vosotros os llamo amigos (Jn 15, 15).

    La gracia que les ha sido conce-dida es una seal de amor particular del Seor, porque, de hecho, as co-

    Cardenal Franc Rod, CMPrefecto emrito de la Congregacin para los Institutos de Vida

    Consagrada y las Sociedades de Vida Apostlica

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  • Octubre 2014 HeraldosdelEvangelio19

    Cuando los diconos respondan Prsto sum!, estarn expresando su disponibilidad de entrega completa y sin reserva al servicio del Seor y de su Iglesia

    mo la Iglesia es la parte de la huma-nidad preferida por Dios, bien po-demos decir que, en cierto sentido, la Sagrada Jerarqua, dentro de cu-yas filas hoy ingresan ustedes, es la parte predilecta de la Iglesia. Y, c-mo no, al admitirles su entrada en la rama clerical de los Heraldos del Evangelio, tambin su padre y fun-dador, Mons. Joo, les manifiesta esa forma ms profunda de afecto que se llama confianza. Es natural que, ante tal amor, la Providencia reserve gracias especialsimas a los que son llamados a tan sublime es-tado.

    Al mismo tiempo, esa confian-za establece una clara jerarqua de valores en sus vidas y exige de par-te de ustedes una actitud de reci-procidad que debe traducirse en un amor exclusivo con triple dimen-sin: a Jesucristo, reflejo de la glo-ria del Padre, impronta de su ser (Hb 1, 3), a cuyo amor como deca San Benito, nada debemos antepo-ner; a la Iglesia, Una, Santa, Catli-ca y Apostlica, amada como la Es-posa de Jesucristo, sin arruga y sin mancha, en cuyo seno debemos ser-vir; y a la Santsima Madre del Re-dentor, figura y modelo de la mis-ma Iglesia, a cuyo auxilio debemos recurrir.

    fragio de la prdida de la fe. En es-ta situacin, ustedes deben ser como una luz para los pueblos, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que est en los Cielos (Mt 5, 16).

    Que la Palabra sea como un fuego ardiente

    Si la misin especfica del dicono es anunciar la Palabra de Dios, esto lo harn ustedes, sobre todo, vivien-do lo que ensean. Por lo tanto, que la Palabra de Dios sea en ustedes co-mo un fuego ardiente (cf. Jr 23, 29), una Palabra libre y soberana salida de un corazn totalmente entregado al Seor. Y crean en el poder de esa Palabra que, escrita en diversas po-cas, procede no obstante de la eter-nidad y es, as, siempre actual, por-que como deca Mons. Joo en uno de sus comentarios al Evange-lio es como un excelente vino que, al adquirir valor y variedad de mati-ces con el paso de los aos, siempre sorprende a los que lo prueban, de manera que nunca pueden decir que lo conocen totalmente.

    Conscientes de tal eficacia y ri-queza de la Palabra y segn su caris-ma propio, que tiene tan presente la necesidad de sacralizar todos los as-pectos de la vida del hombre, es ne-

    Terrible abandono en que se encuentra la civilizacin

    El perodo que pasen como dico-nos les preparar para su misin fu-tura de ser sal de la tierra y luz del mundo (cf. Mt 5, 13-14). En una po-ca de crisis donde estn ausentes el sabor de las verdades eternas y la luz de la fe, podemos constatar el terri-ble abandono en el que se encuentra la civilizacin antao cristiana.

    Abandono de tantas bellezas que el celo amoroso de innumerables fie-les, bajo el influjo del Espritu Santo, registraba en la fachada del templo a lo largo de los siglos. Abandono de la virtud, en un mundo en que la ho-nestidad, la pureza y los derechos de Dios parecen que ya no tienen ciu-dadana, sino que son ridiculizados y discriminados como antiguallas. Abandono de la vida interior y de la oracin recogida y contemplativa, ca-mino necesario y condicin indispen-sable para cualquier xito en las acti-vidades de apostolado.

    En efecto, cuntas miradas bus-can hoy el socorro del buen ejemplo y el alivio del buen consejo, muchas veces en vano! As que esas perso-nas se dejan devorar por las olas de la rebelin o se hunden lentamente en las aguas estancadas de la indife-rencia o incluso perecen en el nau-

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  • 20HeraldosdelEvangelio Octubre 2014

    Elegir ese estilo de vida habla alto y bien de ese grado de firme-za por el que un hom-bre es puro porque comprende la belleza y la nobleza incompa-rables de esta virtud

    cesario desear ardien-temente que la imagen de Dios se refleje en to-do aquello donde pue-da llegar la accin huma-na. Por consiguiente, ora proclamando la Palabra, ora sirviendo en el altar, unan su deseo al del sa-cerdote para que la so-ciedad sea transformada con una intervencin de Dios tal como la ocurri-da en el Cenculo: En-va tu Espritu Creador y la faz de la tierra ser re-novada (cf. Sal 103, 30).

    De este modo, el estado que hoy asumen comporta nuevas obliga-ciones, que no deben ser vistas co-mo peso, sino, muy por el contrario, como galardn a ser ostentado con ufana y alegra: el deber de rezar en nombre de la Iglesia por el mundo entero; la vida de celibato como sig-no de la gloria futura que se revela-r en nosotros; y la obediencia a la voluntad del Seor, manifestada por los legtimos superiores. Entre esas obligaciones hay un vnculo interno, una lgica implcita.

    La pureza es la seguridad del nimo

    El celibato por causa del cuer-po del Seor, por amor al Reino de los Cielos, nos recuerda que el Ver-bo Encarnado quiso nacer de una Virgen porque deseaba para su Ma-dre Santsima todas las bellezas, y l mismo permaneci virgen para dejarnos su ejemplo. Tambin a us-tedes l les hace comprender que sus cuerpos son templo del Espritu Santo, conforme exhorta el Apstol: glorificad a Dios con vuestro cuer-po! (1 Co 6, 20).

    Ustedes saben que no se perte-necen, porque han sido rescatados por un gran precio. Y por eso, mien-tras me complazco al ver la institu-cin de los Heraldos como un ver-

    dadero baluarte donde la castidad, como merece, es guardada amorosa y combativamente, me permito re-comendarles que no tengan de esta virtud anglica una visin unilateral y minimalista. La pureza es la segu-ridad del nimo, deca la Regla de los Templarios.

    Elegir ese estilo de vida, adems de constituir un gran testimonio en nuestro mundo secularizado, sen-sual y revolucionario que, por as decirlo, odia la inocencia, supone para ustedes una afirmacin de su ideal, pues habla alto y bien de ese grado de firmeza por el que un hom-bre es puro porque comprende la belleza y la nobleza incomparables de esta virtud.

    Por lo tanto, recuer-den algunas orientacio-nes que, a ese respecto, dio su fundador. No se limiten a la castidad del cuerpo, piensen ms alto, piensen en una entrega plena no slo del cuerpo, sino sobre todo del alma. Para ello, deben abando-nar todo lo que es terre-no y mundano, y as en-tregarse por completo a esa vocacin. A partir de hoy, para ustedes ya no hay vuelta atrs, porque entran en una nueva tie-

    rra, en la que deben hacer como Her-nn Corts: quemar los barcos, es decir, hacer una renuncia total, no solamente del cuerpo, sino de todo lo que les lleve a una consideracin me-diocre de la realidad.

    Esclavos de Jesucristo, por intercesin de Mara

    Recordemos, no obstante, que no existe verdadera castidad sin humil-dad. As pues, la entrega completa a la cual les convoca Mons. Joo debe efectuarse por medio de una obedien-cia que como se lee en la ceremonia de emisin de votos de su Sociedad haga de ustedes para siempre, en el sentido literal del trmino, verdaderos esclavos de Jesucristo, por intercesin de Mara, aceptando desde ahora mis-mo todas las privaciones y dependen-cias inherentes a ese estado.

    En efecto, para un dicono, y an ms dentro de esta nueva or-den de caballera suscitada por Dios, la obediencia incondicional, siempre de acuerdo a las Constitu-ciones aprobadas por la autoridad eclesistica, ser una clara seal de que ustedes consagraron su vida a la Iglesia de forma efectiva. Es algo parecido al martirio, porque, si en este da se da la vida por ella en un instante, por medio de la obediencia se muere todos los das hasta el fi-

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    Al admitirles su entrada en la rama clerical su padre y fundador, Mons. Joo, les manifiesta esa forma ms profun-da de afecto que se llama confianza

    nal de esta existencia te-rrena.

    Y lo recproco tam-bin es real: si la entrega es efectiva y entusiasma-da, la obediencia se vol-ver fcil, incluso en con-diciones aparentemente difciles, porque no de-bemos olvidar la prome-sa de Cristo que nos llena de esperanza: En ver-dad os digo que no hay nadie que, habiendo de-jado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o pa-dre, o hijos, o campos por amor de m y del Evangelio, no reci-ba el cntuplo ahora en este tiempo en casas, hermanos, hermanas, ma-dre e hijos y campos, con persecu-ciones, y la vida eterna en el siglo ve-nidero (Mc 10, 29-30).

    Activos en la contemplacin y contemplativos en la accin

    Finalmente, no podemos dejar de considerar que esta entrega se sus-tenta y se fortalece con la ayuda de la oracin cotidiana. El cumplimiento de su misin y la eficacia de cualquier accin apostlica son imposibles sin una vida interior bien llevada.

    sta no se limita al cumplimien-to de unas oraciones imprescindi-bles, sino que va mucho ms all. Se trata de hacer florecer en s la semilla de la vida divina recibida en el Bautis-mo, sin olvidar que, una vez ordena-dos diconos, ustedes tienen la obliga-cin de cuidar de esa semilla tambin en los otros, porque el compromiso asumido importa en rezar con la Igle-sia y por la Iglesia. Sin una vida inte-rior seria y fervorosa, sin la frecuente contemplacin de los elevados hori-zontes de la vocacin, este estilo de vi-da sera imposible y enseguida se en-contraran absorbidos por el torbellino de las ocupaciones humanas.

    Han de ser, como tantas veces les ha recordado Mons. Joo, activos

    pletadas por gracias y luces nuevas.

    As pues, a la austeri-dad y piedad de los an-tiguos solitarios se suma el celo doctrinario de los grandes apologistas. A la grandeza del ceremo-nial litrgico y monsti-co se aade la sencillez alegre y accesible de los educadores de la juven-tud ms abnegados. Al empeo en visitar, con-solar y favorecer a todos los necesitados se ala la vigilancia rigurosa y

    el amor a la castidad de los monjes ms puros. Sean no slo diconos, sino diconos-heraldos que encar-nen en sus personas lo que la San-ta Iglesia espera de esta fundacin.

    Me uno a su padre y fundador, nuestro querido Mons. Joo, pa-ra acoger con alegra el deseo que hoy manifiestan de consagrarse ms efectivamente a Dios, fortalecidos por la accin del Espritu Santo. Re-cibimos esas disposiciones que asu-men con toda integridad e incondi-cionalidad exigidas por su vocacin. Por lo dems, slo les cabe dejar-se guiar por Dios, abrir sus almas y corazones para todo lo que la Pro-videncia les reserva de gracias, y es-forzarse al mximo para modelar sus almas segn el ejemplo de Jesu-cristo, sumo y eterno Sacerdote.

    Que dicha entrega completa al Se-or, la contemplacin de su rostro, la pureza de corazn y de cuerpo hagan de ustedes varones luminosos, llenos de alegra, con un corazn ardoroso, de acuerdo con el divino Maestro. A l, que nos ama y nos libr de nues-tros pecados derramando su sangre, e hizo de nosotros un reino, a l el poder, la fuerza, el honor y la gloria por los siglos de los siglos. Amn.

    Homila en la Misa de ordenacin diaconal, 21/8/2014

    en la contemplacin y contemplati-vos en la accin, recordando lo que un gran obispo francs, el cardenal Jules-Graud Salige, sola decir: Si los sacerdotes no son contempla-tivos, son solamente cerebros vacos y manos agitadas.

    Sean no slo diconos, sino diconos-heraldos

    Queridos candidatos, no olvi-den que son llamados a vivir el dia-conato dentro de la misin especfi-ca de los Heraldos del Evangelio y, por tanto, tienen que ser fieles a to-do cuanto la Providencia ha deposi-tado en el alma de su fundador pa-ra plasmar la Obra en la cual vemos desfilar las glorias del pasado, com-

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  • AProclamar como caballeros el Santo Nombre de Dios

    22HeraldosdelEvangelio Octubre 2014

    Homila en la misa De orDenaCin presbiteral

    El sacerdote deber ser santo en su vida, debe ser santo en su integridad moral, debe ser santo en su ortodoxia de pensamiento, debe ser santo en su palabra. Slo as podr convencer, arrastrar y arrebatar.

    ustedes, queridos her-manos, que hoy pro-nunciarn su Prsto sum!, su s definitivo

    al Seor, dirijo mi saludo, mi afecto, mi alegra y, sobre todo, mi oracin.

    Junto con ustedes, saludo y agra-dezco a todos los que hoy comparten con nosotros este momento de ale-gra: a los formadores, a los herma-nos de vocacin, a los padres y dems familiares y amigos que los acompa-an hoy con fe y oracin. Y, en par-

    ticular, al fundador de los Heraldos del Evangelio, Mons. Joo Scogna-miglio Cl Dias, que con vigilante amor los ha acompaado durante es-te recorrido hasta el sacerdocio.

    Progreso de una obra providencial

    Deseo manifestarle aqu mi pro-funda satisfaccin y emocin al constatar una vez ms el progreso constante de esta providencial Obra.

    Echando sus races en las prime-ras dcadas del siglo pasado, ha cre-

    cido como un gran rbol a lo largo de los aos y ha ido arrojando ra-mas de las cuales surgieron numero-sas flores y sustanciosos frutos. En-tre ellos, podemos decir que el ms precioso naci cuando, en el 2005, a la esencia de su carisma cuyo ca-rcter proftico para la presente era histrica no podemos dejar de su-brayar le fue aadida la sagrada uncin sacerdotal. Desde entonces se obr a favor de esta institucin una cualificacin sublime, en virtud

    Cardenal Franc Rod, CMPrefecto emrito de la Congregacin para los Institutos de Vida

    Consagrada y las Sociedades de Vida Apostlica

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    del cambio ontolgico de algunos de sus principales miembros, especial-mente de monseor.

    Todava recuerdo cuando sub a este presbiterio por primera vez, en mayo de 2007, para celebrar otra ordenacin de hijos suyos. Hoy, es una baslica de incomparable belle-za que acoge nuevamente el mismo rito. Podemos decir que el contraste entre aquel templo que apenas se le-vantaba y lo que ahora vemos es un elocuente smbolo de crecimiento no slo cuantitativo, sino ante todo cualitativo de su fundacin.

    Me siento privilegiado por habe-ros acompaado durante este lar-go caminar marcado de felices cir-cunstancias, entre las cuales guardo especialmente en el corazn el mo-mento inolvidable, que viv como testigo presencial, en que el Sumo Pontfice Benedicto XVI concedi de su propio puo, en un tiempo r-cord, la aprobacin pontificia de la Sociedad de Vida Apostlica Cleri-cal y de la femenina, ambas funda-ciones del seno de los Heraldos del Evangelio.

    La condicin ms elevada que el hombre puede alcanzar

    Queridos candidatos, sabemos que es Dios mismo el que elige y lla-ma a cada uno de sus sacerdotes y

    por eso hoy despus de que sus superiores, sobre todo Mons. Joo, que los conoce personalmente, les hayan considerado idneos para tal alto ministerio, tambin ustedes son invitados a dar un s a la voca-cin sacerdotal; s que sern soli-citados a repetir durante toda la vi-da.

    Cul es el alcance que tiene esa repuesta que hoy les pide el Seor? El Papa Benedicto XVI as respon-di durante la Misa Crismal de Jue-ves Santo de 2008: Qu es ser sa-cerdote de Jesucristo? El Canon II de nuestro Misal, que probablemen-te fue redactado en Roma ya a fi-nes del siglo II, describe la esencia del ministerio sacerdotal con las pa-labras que usa el Libro del Deute-ronomio (18, 5.7) para describir la esencia del sacerdocio del Antiguo Testamento: astare coram te et tibi ministrare.

    Estas palabras nos sitan fren-te a una realidad que, a primera vis-ta, aturde. Ocurre que el sacerdocio es la condicin ms elevada que el hombre puede alcanzar en la tierra. Como embajador de Dios, es llama-do a llevar a los hombres a los mis-terios que el Altsimo les ofrece y, al mismo tiempo, recibe de los hom-bres las oraciones y sacrificios. Sacra dos, sacra dans.

    El sacerdote es, por lo tanto, un mediador y, como tal, un continua-dor de Jesucristo. Es otro Cristo. En la Nueva Ley existe un nico Sacer-dote por excelencia, Jesucristo, y un solo sacrificio, el de la cruz. Y el sa-cerdocio ministerial es una partici-pacin en la plenitud de ese sacer-docio nico de Jesucristo en el cual los sacerdotes sirven de instrumento al sumo y eterno Sacerdote.

    Al vencedor le har columna en el templo

    En fin, cuando se intenta derrum-bar ese majestuoso edificio nacido del Costado traspasado del Salva-dor y construido sobre la fe de Pe-dro, ustedes arden de deseos de ver realizada la oracin compuesta por el Redentor: venga a nosotros tu reino, hgase tu voluntad en la tierra como en el cielo (Mt 6, 10).

    A los que as proceden y vencen con su integridad los desafos del mundo, qu les promete el Esp-ritu? Al vencedor le har colum-na en el templo de mi Dios y nun-ca ms saldr fuera; escribir sobre l el nombre de mi Dios (Ap 3, 12). He aqu el fruto de su fidelidad, que deben renovar a cada instante: ser columnas en la Santa Iglesia para siempre y tener el nombre de Dios escrito sobre s mismos, es decir, re-

  • 24HeraldosdelEvangelio Octubre 2014

    cibir el infalible don de ser trans-formados en esos santos que, segn la feliz imagen de San Luis Mara Grignion de Montfort, sern como cedros del Lbano al lado de arbus-tos, en comparacin con los que co-nocieron tiempos anteriores, pa-ra que todos sepan que Dios los ha amado (cf. Ap 3, 9).

    As pues, en este mundo infiel, ustedes sern el signo de la presen-cia victoriosa de Jess, sern me-diadores de su gracia, heraldos de su Palabra. Palabra que siempre en-cuentra eco favorable en el cora-zn del hombre que sabe reconocer la voz del verdadero Pastor. Y todo ello, a pesar de sus limitaciones hu-manas y sus miserias dbiles, pero fieles, porque existe una luz que es inseparable del sacerdote.

    Si el sacerdote corresponde a esa luz que, en virtud de la gracia pro-pia de su ministerio, habita en l, su persona y todos sus actos tendrn un resplandor mucho mayor del que le puede proporcionar la naturaleza. Por consiguiente, si viven la santidad en integridad, ustedes transmitirn de forma ms autntica los bienes espirituales, en razn de su mayor unin con Jesucristo.

    Por eso, traten de hacer lo posi-ble para que su vida sea de acuer-do con lo que anuncian a los dems:

    Imitamini quod tractatis, como dice el ritual de la ordenacin. No olvi-den que el sensus fidelium del pue-blo cristiano el cual desea que el sacerdote sea un hombre de Dios, sobre cuyo rostro se manifieste su estar delante del Seor discierne rpidamente si su pastor vive unido a Dios o con el corazn disperso.

    Tener un horizonte distinto al del mundo

    Considerando estas verdades, queda claro que el mundo de los di-vinos misterios debe ser transparen-te para el sacerdote. Debe ver los acontecimientos, la Historia, la hu-manidad desde el punto de vista de las realidades eternas sub specie ternitatis, debe hablar de la pers-pectiva de la eternidad, porque esta perspectiva es siempre actual.

    En este sentido, no olvidemos que la Iglesia les enva como sacer-dotes a un mundo que, a menudo, absolutiza las realidades de la tierra y da un carcter de perennidad a lo efmero; un mundo cuyos horizontes son puramente terrenos. Jess, que posea una visin realista del hom-bre, deca sin rodeos a los Apstoles que les enviaba como ovejas en me-dio de lobos (Mt 10, 16).

    Ustedes deben tener un horizon-te distinto al del mundo; deben vivir

    en otro nivel, en un espacio que se abre a lo infinito, en un tiempo que tiende a la eternidad. Ustedes reci-bieron la vocacin sacerdotal en cir-cunstancias singulares, en medio de un proceso cuyo objetivo es la ne-gacin de Dios en el orden huma-no, que parece tener como meta la destruccin de la Santa Iglesia Cat-lica Apostlica y Romana, que en s es inmortal.

    Esto no les debe asustar, pues me hace recordar ese pasaje del Apo-calipsis en el cual San Juan dirige un mensaje a cada una de las siete iglesias de Asia. Numerosos santos y exegetas opinan que cada una de las siete iglesias simboliza una po-ca histrica. Al hablar de la Iglesia de Filadelfia, podemos discernir al-gunos rasgos de la que vivimos: Co-nozco tus obras; mira, he dejado de-lante de ti una puerta abierta que nadie puede cerrar, porque, aun te-niendo poca fuerza, has guardado mi palabra y no has renegado de mi nombre (Ap 3, 8).

    Ustedes y hago extensiva esta mencin a todos los heraldos aqu presentes han sido llamados a es-ta vocacin sublime, para la cual son irrelevantes y dbiles en un mundo donde campea el pecado y la impie-dad. Sin embargo, a los ojos de Dios Todopoderoso, ustedes ostentan con

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    gallarda la fidelidad a su Palabra y, en una civilizacin que aposta-ta a pasos rpidos, no slo no renie-gan sino que proclaman a los cuatro vientos, con donaire de caballeros, el Santo Nombre de Dios.

    Santos en cuyo corazn circula fuego

    Por lo tanto, queridos herma-nos y hermanas, tenemos que re-zar por estos hijos de Mons. Joo que sern ordenados ahora, no so-lamente para que sean buenos, si-no para que sean perfectos. El sa-cerdote debe ser santo en su vida, debe ser santo en su integridad mo-ral, debe ser santo en su ortodoxia

    de pensamiento, debe ser santo en su palabra. nicamente as podr convencer, arrastrar y arrebatar a los dems en direccin al Cielo. Co-mo dijo en cierta ocasin su funda-dor, el sacerdote debe ser un santo en cuyo corazn no circule sangre, sino fuego.

    Sean sacerdotes inflamados de amor a Dios. Hombres de corazn ardiente que hagan llegar al Trono de la Divina Gracia las peticiones llameantes de esta Obra predestina-da para que, como incienso de agra-dable perfume, sean acogidos por Dios con benevolencia.

    Para ello, pedimos la intercesin de Mara, la Madre celestial de los

    sacerdotes, la primera que pronun-ci un s que ustedes deben imi-tar; que a los pies de la cruz se uni al sacrificio de su Hijo y, despus de la Resurreccin, en el Cencu-lo, recibi con los Apstoles el don del Espritu. Que Ella les ayude a dejarse transformar interiormente por la gracia de Dios. Slo de esta manera podrn ser imgenes fieles del Buen Pastor, y podrn desem-pear con alegra la misin de co-nocer, guiar y amar la grey que Je-ss conquist con el precio de su sangre. Amn.

    Homila en la Misa de ordenacin presbiteral, 22/8/2014

  • Das de agradable convivencia

    26HeraldosdelEvangelio Octubre 2014

    Recepcin en el aeropuerto Al desembarcar en So Paulo, su eminencia fue recibida calurosamente por monseor Joo Scognamiglio Cl Dias y algunos centenares de heraldos.

    Visita al centro de formacin Despus de celebrar la Misa en la baslica de Nuestra Seora del Rosario de Ftima, el cardenal Rod comi con los jvenes del Centro de Formacin Contemplacin Marial, en Embu das Artes.

    En la Casa Madre La casa madre de los Heraldos del Evangelio tuvo el honor de hospedar al cardenal durante los das que permaneci en So Paulo. Su eminencia presidi diariamente la Eucarista en la capilla de la comunidad.

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    Durante su estancia en Brasil, el cardenal Franc Rod visit varias casas de los Heraldos y convers ampliamente con sus miembros. He aqu algunas imgenes de esa convivencia.

  • Encuentro con miembros de la rama femenina

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    Octubre 2014 HeraldosdelEvangelio27

    Misa en esloveno Como deferencia hacia el purpurado, D. Antonio Jako Ilija, EP, quiso celebrar su primera Eucarista en esloveno, lengua materna de ambos. La homila fue pronunciada por el cardenal Rod.

    entenares de religiosas y aspirantes se congregaron para recibir al cardenal en la casa generalicia de la

    Sociedad de Vida Apostlica Regina Virginum y partici-par en la Misa que tuvo la bondad de presidir (foto 1). Un

    coro infantil present algunas msicas en homenaje a su eminencia (foto 2). Al despedirse de la superiora general, la Hna. Mariana Morazzani Arriz, la felicit por la exce-lente formacin que es dada a las jvenes (foto 3).

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  • P6 Peregrinacin Nacional

    28HeraldosdelEvangelio Octubre 2014

    or sexto ao consecutivo el Santuario Nacional de Nuestra Seora Aparecida acogi a los par-ticipantes del Apostolado del Oratorio, deseo-

    sos de manifestar su amor por la Patrona de Brasil. En total se congregaron unas 10.000 personas procedentes de 105 ciudades de todo el pas.

    Con antorchas, en direccin al santuarioEl da anterior a la convocatoria, el viernes 8 de agosto,

    muchos de los participantes en la romera, que venan des-de lejos, ya se encontraban en la ciudad. Para ellos se ce-lebr una Misa en la baslica antigua, que fue transmitida en directo por la TV Aparecida. A continuacin salieron en procesin hasta el nicho de Nuestra Seora de Ftima, de reciente construccin en el santuario de la Patrona de Bra-sil. El recorrido fue iluminado por las antorchas de los pe-regrinos y acompaado por cantos y oraciones.

    Rosario y Misa en la baslicaAl da siguiente, sbado 9 de agosto, el evento co-

    menz frente a la Tribuna Benedicto XVI. Desde aqu D. Ricardo Basso, EP, presidi el rezo del Rosario. A continuacin Mons. Raymundo Damasceno, arzobispo de Aparecida y presidente de la Conferencia Episcopal Brasilea, celebr la Eucarista en la baslica; a su tr-mino fue leda la bendicin apostlica enviada por el Papa a los participantes de la romera. Mons. Joo In-cio Mller, obispo de Lorena, fue el principal concele-brante.

    Las impresiones que el encuentro dej en el alma de todos se pueden resumir en este testimonio: Ha sido una noche y un da muy marcado, no slo para m, sino para todos los peregrinos y visitantes del santuario. Que este encuentro fraterno no se limite nicamente a una vez al ao.

    Misa y procesin Los peregrinos que llegaron a Aparecida el viernes da 8 se reunieron para participar en la Santa Misa en la baslica antigua (foto de la derecha). Concluida la celebracin, formaron un largo cortejo que

    atraves la pasarela (foto de arriba). A la izquierda, la procesin a su llegada a la baslica nueva.

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  • Octubre 2014 HeraldosdelEvangelio29

    Rosario en la explanada Los homenajes a la Madre de Dios empezaron frente a la Tribuna Benedicto XVI. Miles de voces se unieron para rezar los Misterios Gozosos, intercalados con cnticos marianos.

    Al final, D. Ricardo Basso, EP, bendijo a los peregrinos con la sagrada imagen de Nuestra Seora Aparecida.

    Misa en la baslica Llevada en procesin por jvenes de la rama femenina (fotos 1 y 2), la imagen de la Patrona de Brasil fue calurosamente aclamada durante la solemne Eucarista presidida por el cardenal Raymundo Damasceno

    Assis y concelebrada por Mons. Joo Incio Mller (foto 3). Diez mil peregrinos abarrotaron el santuario (foto 4).

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  • Cartas desde las trincheras

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    30HeraldosdelEvangelio Octubre 2014

    Un libro publicado con ocasin del centenario de la Primera Guerra Mundial reproduce elocuentes testimonios de intervenciones de Santa Teresa del Nio Jess en favor de los soldados que a ella recurrieron.

    n el diluvio de fuego y hie-rro que asol a Europa entre los aos 1914 y 1918 no faltaron conmovedo-

    res episodios de fe. Y entre ellos ca-be mencionar el inesperado torren-te de veneracin de los poilus1 hacia una humilde monja fallecida en olor de santidad en 1897: sor Teresa del Nio Jess y de la Santa Faz.

    El monasterio carmelita de Li-sieux, donde hizo el holocausto de su vida al amor misericordioso de Dios, posee ms de 2.000 dos-siers que contienen cartas autgra-fas recibidas en el transcurso del conflicto, as como condecoracio-nes, medallas, balas, cascos y obuses transformados en exvotos.

    Conmemorando el primer cente-nario de la deflagracin de esa gue-rra, una prestigiosa editorial fran-cesa lanz en colaboracin con el monasterio un volumen de 203 p-ginas2 que contiene una seleccin de 75 de esas cartas, muy poco conoci-das. Reproducimos a continuacin algunas de ellas.

    Me march sin confesar

    Soy un favorecido por Teresa del Nio Jess y en ella deposito gran confianza. Visit su tumba en mayo de 1914 y volv muy impresionado. Sin embargo, cuando se declar la guerra, me negu a atender las insis-

    tentes peticiones de mi mujer y me march sin confesar. El respeto hu-mano me impidi cumplir mi deber de catlico.

    Estaba alejado de la Iglesia des-de la Primera Comunin. An as, acept una reliquia y una peque-a imagen de la hermanita, y recu-rra a ella instintivamente cada vez que me encontraba en peligro en los combates. Y ella me protega y tam-bin a mis camaradas, porque nunca vi a ninguno de ellos muerto o heri-do cerca de m.

    A mediados de septiembre est-bamos en las trincheras de Gotha, cerca de Reims, en una situacin di-fcil, porque la artillera no paraba de tronar. Pensando con mucha tris-teza en mi pequea familia, rezaba: Hermana ma, Teresa, te lo supli-co, devulveme a mi esposa y a mis hijos, y te prometo que ir a visitar tu tumba tan pronto como regrese a mi pas.

    Apenas haba terminado la ora-cin y veo que una nube se abre y aparece en el cielo azul el rostro de la santa. Me consideraba vcti-ma de una alucinacin. Me restre-gu los ojos varias veces, y de nuevo vi la visin, pero no poda tener nin-guna duda, ya que su fisonoma se mostraba cada vez ms clara y res-plandeciente. Pude contemplarla as durante casi dos minutos. Observ

    sobre todo sus bonitos ojos, eleva-dos al cielo para rezar.

    Desde entonces siempre fui va-liente; ya no me senta solo. Tuve tambin la firme esperanza de que reencontrara a mi familia y tom la inquebrantable resolucin de volver al Dios de mi infancia.

    De hecho, poco tiempo despus, por motivos de enfermedad, fui re-tirado del frente y llevado al hospi-tal; y cuando alguien pregunt quin quera comulgar, no tuve miedo de manifestar mi deseo.3

    Esto se lo debo a mi pequea Hna. Teresa

    Desde el principio de la guerra tengo conmigo una reliquia de la hermana Teresa. He aqu lo que me pas. El ltimo da de batalla en la regin de Marne, en septiembre, te-namos nicamente ocho caones frente a los veinticinco del enemi-go. En ese momento crtico nuestra municin se acab y, con las prisas de avanzar otra batera que vena en sustitucin de la nuestra, me ca y el can pas sobre mis dos pier-nas. Tenan que haber sido aplasta-das completamente, porque cada ca-n pesaba ms de dos toneladas.

    Mis queridos compaeros de ar-mas acudieron para transportar-me. Cul no fue su espanto al ver que me levantaba sin ninguna difi-

    Guy Gabriel de Ridder

  • Octubre 2014 HeraldosdelEvangelio31

    cultad. Milagro! Milagro!, grita-ron todos. Les respond enseguida, con el corazn desbordante de gra-titud: Esto se lo debo a mi peque-a Hna. Teresa. Acto seguido, sa-qu de mi bolsillo un lpiz blanco y escrib con grandes letras en mi ca-n: Batera Hermana teresa del nio Jess.

    Y desde entonces cuando llueve y la inscripcin se borra, vuelvo a es-cribirla lo ms rpido posible. Tengo una confianza ilimitada en la protec-cin de esta santa.4

    La metralla de una granada en todo el pecho

    Bajo juramento, afirmo que le debo la vida a la Hna. Teresa del Ni-o Jess. El 16 de marzo de 1916, la vspera de salir por segunda vez al frente, uno de mis camaradas me dio una imagen de la santita y me di-jo: Al parecer, ella ya ha obtenido muchos milagros en favor de los sol-dados y nos protege. Hasta enton-ces yo no la conoca, pero desde ese da no dej de invocarla todas las noches, rezando un Padrenuestro y un Avemara en su honor.

    Poco despus, el 30 de abril, par-ticip en la sangrienta batalla de Mort-Homme, en Verdn. En el te-rrible combate, sin parar de luchar, yo rezaba a sor Teresa. Recurra a ella, no por miedo, porque nunca tuve miedo, sino para que susten-tase mi valenta, cosa muy necesa-ria en aquel trgico momento. De pronto, en la confusin del comba-te, a 20 metros del enemigo, recib en todo el pecho la metralla de una granada. Me desmay y cuando re-cobr el sentido la batalla continua-ba en todo su auge. Exhausto y per-

    diendo sangre, no tena fuerzas para arrastrarme hacia afuera. Pero acor-dndome de mi santa protectora gri-t: Hermana Teresa del Nio Jess, no me abandones.

    Y escuch mi splica, porque ba-jo las rfagas de las ametralladoras, enseguida llegaron los camilleros y me transportaron al primer pues-to de socorro. Aqu, al considerar grave mi situacin, un valiente ca-pelln me administr, al son de los caones, la Extremauncin. A pe-sar de los sufrimientos, me senta fe-liz y pensaba, con gratitud, que ese auxilio religioso se lo deba a la her-mana Teresa. Tena tanta confianza en la querida santita que, una vez al abrigo de las balas, le ped un segun-do milagro: el de curarme y guiarme hasta su sepultura, en Lisieux. Y fui atendido. [...]

    Ahora me siento dispuesto a cualquier sacrificio, a cualquier su-frimiento, pues la santa me ha hecho comprender que as expiar mis pe-cados y que, adems, Jesucristo pa-deci mucho ms por nosotros.5

    * * *Ha transcurrido ya un siglo exac-

    to desde el comienzo de la terrible guerra y la devocin a la santa de la pequea va no ha hecho sino crecer y extenderse por el mundo entero. Po XI la canoniz en 1925, tan slo veintiocho aos despus de su muer-te. Y en 1997 el Papa Juan Pablo II la proclam Doctora de la Iglesia.

    Fiel a su promesa de pasar el Cie-lo haciendo bien en la tierra, ha fa-vorecido especialmente a las nue-vas generaciones, tan necesitadas de ayuda espiritual en razn de su no-table debilidad.

    El monasterio de Lisieux posee ms de 2.000 dossiers que contienen cartas autgrafas recibidas en el transcurso del conflicto, as como

    condecoraciones, medallas, balas, cascos y obuses transformados en exvotos

    Algunas de las placas de agradecimiento que cubren las paredes de la iglesia del monasterio de Lisieux (Francia)

    1 Trmino usado para designar a los combatientes franceses de la Primera Guerra Mun-dial que significa literalmen-te peludo. Su origen se remonta a la poca de Na-

    polen, cuando se incorpo-raron al ejrcito gran nme-ro de soldados venidos del campo, que no tenan la cos-tumbre de afeitarse.

    2 Nous les Poilus. Plus forte que lacier Lettres des tranches Thrse de Lisieux. Pars: Cerf, 2014.

    3 Carta de Auguste Cousinard, op. cit., pp. 17-19.

    4 Carta de Paul Dugast, op. cit., pp. 20-21.

    5 Carta de J. Lallement, op. cit., pp. 64-65.

  • Eslovenia: nacin mariana y misionera

    32HeraldosdelEvangelio Octubre 2014

    EntrEvista a Mons. Franci PEtri

    cas: unos trabajando en Per, otros en Repblica Dominicana y ahora al-gunas religiosas que actan en Brasil.

    El sentido de colaboracin con las misiones tambin es muy fuerte en nuestro pas, y estoy muy orgu-lloso de eso. Por ejemplo, el obispo Baraga escribi un diccionario y un catecismo en dialecto ojibwa, contri-buyendo significativamente a la cul-tura y la educacin de los pueblos nativos de su dicesis.

    Al parecer, en lo alto de cada colina de Eslovenia hay una iglesia. Cul es la razn de ese fenmeno?

    Bueno, la primera vez que el Pa-pa Juan Pablo II visit Eslovenia di-jo que era un pas bendecido a causa de sus muchas iglesias. Es una cosa que realmente llama la atencin de los visitantes. Hay algo en la men-talidad de la nacin que hace que la gente quiera a Dios como parte inte-gral de sus vidas, as como a los san-tos y, sobre todo, a Mara.

    Aproximadamente existen unas 2.800 iglesias en Eslovenia las he contado, no estoy exagerando. En-tre ellas se encuentran 360 santua-

    aproximadamente 2 millones de ha-bitantes, que realmente practican su fe.

    La Dicesis de Farafangana, en Madagascar, cuenta con la mayor co-munidad de misioneros eslovenos. Hay otros en Mozambique y Angola. Existe una importante misin jesuita en Zambia y otra en Malawi. Apar-te hay siempre misioneros eslovenos en pases de Amrica del Sur, a pe-sar de que stos son naciones catli-

    A pesar de que Eslovenia tiene tan slo 2 millones de habitantes, enva numerosos misioneros a todo el mundo. Podra decirnos algo sobre ellos?

    S, la nacin eslovena en ese sen-tido tiene algo de especial. En tiem-pos del movimiento de renovacin y autoconciencia nacional de Eslove-nia, a mediados del siglo XIX, hubo tambin una renovacin misionera, una renovacin espiritual.

    Uno de los primeros misione-ros de esa poca fue el Venerable Federico Baraga, que se convirti en obispo de Marquette, Michigan, donde muri. Trabaj inicialmente entre los indios y luego con los co-lonos que iban de Europa a Estados Unidos. Es famoso por las cartas que enviaba a Eslovenia detallando sus actividades para conseguir apo-yo para su dicesis.

    De manera que los primeros pe-ridicos que se imprimieron en Es-lovenia, a mitad del siglo XIX, pu-blicaron muchsima materia sobre las misiones. An hoy el concepto de misin contina muy vivo en nuestro pas. Hay cerca de un milln y me-dio de catlicos, en una poblacin de

    Editor jefe de la revista semanal Druzina (Familia), Mons.FranciPetrinosrevelaatrayentesaspectosdelafey las tradiciones de su tierra natal.

    El sentido de colaboracin con las misiones tambin es muy fuerte en

    nuestro pas

    Mons. Federico Baraga - Litografa de Josef Kriehuber, 1854

    Rep

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    Csar Castro, EP

  • Octubre 2014 HeraldosdelEvangelio33

    rios marianos, en los cuales unos 60 o 70 se celebra Misa de forma regular. Algunas de las iglesias slo estn activas una vez al ao, pero todas estn bien cuidadas.

    El Estado no ayuda en su sos-tenimiento, por lo que son las pro-pias personas quienes mantienen las iglesias por amor. Quieren mostrar su gratitud a Dios, a la Virgen y a to-dos nuestros protectores.

    Usted escribi un libro sobre esas iglesias...

    S, yo era secretario del arzobis-po en la poca en que el comunismo haba arruinado nuestro pas. Cuan-do visitaba las parroquias para ad-ministrar la Confirmacin o para las solemnidades, tena la costumbre de visitar todas las otras capillas de la al-dea ya que, en nuestro pas, en tor-no a la iglesia parroquial hay siempre muchas capillas afiliadas a ella.

    Durante esos viajes, se me ocu-rri que debera hacer un registro escrito de todos esos templos; y, co-mo periodista y el