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Publicacion dedicada al rescate de los valores familiares para influir positivamente en la sociedad.

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Vivir en Familia 01

CONTENIDO04 Es posible cambiar?06 El liderazgo de los padres09 Tiempo en pareja10 El amor es una decisión12 Lo están observando16 Recuperando los valores20 La venganza del perdón22 Disciplina sin ira26 Empieza a ahorrar28 Matar al perro fiel30 Siento soledad32 El vacio de la vida

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La misión de Vivir en Familia es anunciar los principios eternos que son el fundamento de una familia sana, con la intención de que esta vuelva al lugar protagónico en el desarrollo de la sociedad tal como la diseñó nuestro Creador, a quien dedicamos y agradecemos la presente publicación. Dirección General: Schneidder Fabiani Dirección Editorial: Argelys Acosta Colaboradores: Carmen Bracho, Samuel Paris, Larry Borges, Thays Isaac-Cura Diseño Gráfico: Prisma Consultores Gráficos C.A.Comentarios y Sugerencias: [email protected]

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02 Vivir en Familia

“La familia es la base de la sociedad y el lugar donde las personas aprenden por vez primera los valores que la guían durante su vida” Juan Pablo II.

A juzgar por lo que a simple vista se observa en nuestra sociedad, la frase anterior

no es precisamente un cumplido a la institución familiar. Cuando valores universales como la vida, el respeto, la unión, la honradez, la responsabilidad parecen haber cedido espacio al homicidio, a la corrupción, al irrespeto, al aprovecharse de los demás, entre otros anti valores; nos preguntamos cómo nos desviamos tanto para haber llegado al lugar donde nos encontramos.

Muchos podemos coincidir en que nuestra sociedad se encuentra enferma, y como esta es un reflejo de la realidad familiar concluimos que la familia

también padece de una enfermedad. Pero, ¿acaso fue la gripe la que nos causó la corrupción, o el dolor de estomago desató el hampa, o el dolor de cabeza dio origen a la intolerancia? ¿Se curará esta enfermedad con algún remedio, servirá algún antibiótico o habrá alguna vacuna para la enfermedad que aquejan nuestras familias y nuestra sociedad?

Una sociedad frívola, dividida, egocéntrica y hostil no padece de una enfermedad física, esta anomalía donde se perdieron los principios y los valores universales, no es más que una enfermedad espiritual. El amor, la verdad, la libertad, la tolerancia; son valores que yacen en lo más profundo del espíritu humano y ser fieles a ellos nos eleva por encima de las dificultades, de las circunstancias, de las épocas, nos lleva a dar lo mejor de nosotros mismos y a llevar vidas que dejan un legado que impactan positivamente a los demás y al país.

Por lo antes dicho, creemos que es necesario un nacimiento espiritual en cada individuo para que pueda influir positivamente en su entorno, creemos en el recate de aquellos principios que están por encima del tiempo, el espacio y la subjetividad y que provienen necesariamente del Creador de la familia y de su propósito original, ese Ser superior que es nuestro Dios; he aquí entonces esta sencilla pero significativa publicación, que no anhela menos que la reivindicación de la institución que ha sido, es y será la base de nuestro país, que tanto necesita un nuevo fundamento y que puede llevarnos a la Venezuela que todos queremos.

Schneidder Fabiani

EDITORIAL

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Para crecer como personas, para madurar, para mantener un equilibrio emocional que nos permita

responder a las exigencias del entorno, hemos de cambiar permanentemente. No podemos quedarnos estancados ni sentenciar “soy así, qué le vamos a hacer”, si sabemos o intuimos que un cambio nos permitiría ser más coherentes, más eficaces y más felices.

Bien como respuesta a circunstancias externas, bien por reflexiones relacionadas con nuestro crecimiento personal, en ocasiones nos planteamos la necesidad de tomar decisiones que suponen cambios drásticos en nuestra manera de pensar o actuar. Somos animales de costumbres y tendemos a responder del mismo modo ante estímulos similares, pero a la vez tenemos capacidad para reaccionar de modo distinto al habitual, ya sea porque el entorno nos exige en ese momento respuestas distintas (más adecuadas a la situación o más conformes a nuestra manera de ver las cosas) ya sea porque queremos mejorar como personas y ser más felices.

Nuestra historia personal demuestra que como entes pensantes y sensibles que somos, cambiamos y evolucionamos cada día. Y esa es una de las emociones que nos depara la vida: comprobar cómo nos vamos adaptando, cómo vamos interactuando con el entorno. Cada nueva situación exige una respuesta específica que extraemos de nuestro interior tras remover nuestra experiencia y nuestra manera de pensar tras recibir la influencia de quienes nos quieren y nos rodean.

Los cambios surgen normalmente cuando sobrevienen circunstancias distintas de las habituales, porque son las que con mayor probabilidad pueden conducirnos a la necesidad de plantearnos una modificación de nuestro patrón de conducta, por ejemplo, una conversación sincera y dolorosa con un amigo de toda la vida, la ruptura de una larga relación de pareja, el nacimiento de un hijo, un proceso introspectivo que nos confirma la necesidad de cambiar, el traslado a otro país o ciudad, la muerte inesperada de un ser querido, la visita al psicólogo, los hijos que se van de casa, la primera experiencia

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laboral, una enfermedad, la jubilación... son muchos los factores que favorecen que pongamos en cuestión algunas de nuestras convicciones o costumbres.

La necesidad del cambioPero hemos de distinguir bien lo que

queremos cambiar. Con las tendencias profundas de la personalidad, con los sistemas de valores muy interiorizados, con los hábitos muy arraigados, hemos de mostrar un especial cuidado, porque modificarlos puede sumirnos en una crisis de identidad nada deseable. Para evitar este error está la reflexión.

Los primeros pasosReplantearnos, analizar cómo somos,

pensamos y actuamos, es un ejercicio positivo y saludable siempre que lo hagamos con un objetivo de mejora y de adaptación al medio. Hay ocasiones en que tenemos claro lo que deberíamos hacer, pero nos encontramos con que una creencia muy arraigada nos impide adoptar la decisión. ¿Qué hacer en ese caso? Comencemos por reflexionar, por ver hasta qué punto es nuestra esa creencia y nos identifica esencialmente como personas. Muchos de estos prejuicios son adquiridos y no reflejan nuestro real sistema de valores. En ese caso desprendámonos del lastre y configuremos un sistema propio y coherente con nuestras convicciones profundas, que nos permita ser más felices y equilibrados.

Las personas que han conseguido realizar grandes y satisfactorios cambios en su vida, lo han hecho a costa de romper hábitos y creencias (suyas o ajenas) que les impedían evolucionar en la dirección deseada. Es frecuente que la idea motora del cambio sea una obsesión o una convicción profunda que permanecía aletargada esperando el momento para emerger. Pero no siempre es así. La creatividad de la mente humana es insondable. Una persona pensando y reflexionando puede llegar muy lejos si se lo propone.

Repetir errores del pasado ante situaciones ya conocidas, resulta en principio lo más cómodo y sencillo, pero nos conduce inexorablemente al estancamiento, y nos aparta del

dinamismo inherente al hecho de vivir en un contexto que cambia.

Vivir en Familia 05

•Nuestra vida y nuestra personalidad las vamos construyendo cada día y un asunto tan esencial no podemos dejarlo en manos del azar ni de la voluntad de otras personas. •Reflexionemos sobre lo que no “nos llena” de cómo somos. Escribamos una lista de cosas a mejorar, comenzando por las importantes. •Permanezcamos atentos a lo que nos pasa. Cada situación requiere una respuesta específica; cada deseo y cada sueño también. •Analicemos las situaciones nuevas y estudiemos las ventajas e inconvenientes de las decisiones que podemos adoptar ante ellas. •Una vez meditada suficientemente la decisión, si decidimos cambiar, hagámoslo. Escuchemos a quienes se oponen, pero decidamos en libertad. •El miedo al cambio siempre acecha: prestemos atención a los pensamientos constructivos y positivos, no a los negativos.•Si estamos convencidos de la necesidad del cambio y no nos vemos capaces de hacerlo solos, solicitemos ayuda a expertos en el área.•Seamos conscientes de que un cambio de rutinas o de manera de pensar supone un esfuerzo y entraña algún riesgo emocional.

PASO A PASO

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Aunque sea difícil de creer,sus hijos desean su liderazgo paternal.Ellos buscan un modelo por el cual vivir...

Por: Dr. Pablo Kienel

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Un niño es una persona. Puede ser herido o inspirado. Su espíritu puede ser quebrantado o elevarse

a las alturas. El o ella es una creación de Dios, impresionable, flexible, confiada a los padres para amar, criar y entrenar. El niño nace con una voluntad propia que dice: “Haré lo que quiero”. Está totalmente orientado hacia sí mismo. La responsabilidad de los padres es guiar a los hijos de la voluntad propia a la voluntad de los padres y de allí a la voluntad de Dios. Los niños que nunca rinden su voluntad a sus padres tienen gran dificultad en someter su voluntad a otras autoridades que pueden dirigir su vida hacia el bien.

En su libro Cómo criar a un niño difícil, el Dr. James Dobson nos habla de una obstinada niña de tres años que rehusó obedecer una orden directa de su madre. Ella dijo: “¿Sabes? Tú sólo eres mi mamá?”. Ahora sonreímos ante una afirmación tan infantil, pero si se deja pasar sin reparo en los años de crecimiento, tal desafío más tarde será expresado en términos que herirán aún más profundamente. Recientemente, cuando caminaba frente a un hogar en mi vecindario, escuché a una madre y su hija adolescente gritándose una a la otra desde una ventana en el segundo piso. La hija gritaba a su madre:

«¿Quién te crees que eres?» Qué trágico La madre de la adolescente, y probablemente su padre también, habían fracasado en asumir el liderazgo paterno desde temprano en la vida de esa jovencita. La madre estaba cosechando un vendaval de desafío voluntarioso y rebelión.

Los niños siempre retan el liderazgo paterno. Cuestionarán los límites que usted establezca y probarán su paciencia con desafíos infantiles a su autoridad.

Cuando la voluntad de un joven se enfrenta con la voluntad del padre (y esto sucede a diario), es imperativo que el padre gane. De otra manera, el niño asume autoridad sobre el padre.

Aunque sea difícil de creer, sus hijos desean su liderazgo paternal. Ellos buscan un modelo por el cual vivir, un ejemplo espiritual, alguien que solucione problemas sociales y financieros y que le dé el amor y la comprensión paternal.

Sus hijos necesitan, además, de su aliento positivo. Los jóvenes y jovencitas responden al elogio. Los padres deberían ser los primeros en elogiar a sus hijos cuando hacen un buen trabajo en la escuela, la iglesia o el hogar. Hay un enorme poder en la alabanza paterna.

Los hijos también responden al elogio en la escuela. El National Research Bureau [La Oficina Nacional de Investigación con sede en Washington, D.C.], reportó lo siguiente:

“Después de un estudio de cuatro años en 12 escuelas de vecindarios pobres de Londres, un equipo de la universidad de Londres encontró que la forma en que se maneja una escuela puede hacer una gran diferencia en cuánto aprende un niño o cómo se comporta. Los niños tendían a ser mejores en la escuela cuando las clases empezaban a tiempo, el elogio era inmediato y frecuente y se hacía sentir a los alumnos que el éxito era natural.”

Los niños necesitan tanto el afecto paternal como el elogio. Hay un letrero engomado que se coloca en los parachoques de los autos que expresa lo siguiente: “¿Ya abrazó a sus hijos hoy?” Sirve como un recordatorio amigable para todo el que lee esos letreros, a fin de que muestre afecto paternal a sus hijos.

Los padres son los líderes naturales de Vivir en Familia 07

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las familias. Los hijos los seguirán si los padres, especialmente los papás, muestran un fuerte liderazgo que está fundamentado en principios y valores; los cuales le son transmitidos por medio del amor, la disciplina y el ejemplo.

El departamento de policía de Houston, Texas, publicó una interesante lista de reglaspara criar delincuentes:

1. Empiece desde la infancia a dar al niño todo lo que quiere. De esta manera crecerá creyendo que el mundo está a sus pies.2. Cuando empiece a decir malas palabras, ríase de él. Esto lo hará creer que es divertido. También lo animará a adquirir frases más «divertidas que más tarde harán que usted pierda la cabeza.3. Nunca le dé enseñanza espiritual alguna. Espere a que tenga 21 entonces permita que «escoja por sí mismo».4. Evite el uso de la palabra “incorrecto”. Puede hacer que él desarrolle un complejo de culpabilidad. Esto lo condicionará a que más tarde crea, al ser arrestado por robar un automóvil que la sociedad está en su contra y está siendo perseguido.5. Recoja todo lo que deja tirado por allí: libros, zapatos y ropa. Haga todo por él, a fin de que obtenga experiencia en dejar toda la responsabilidad a otros.6. Permita que lea cualquier material impreso en el que

pueda poner las manos. Tenga cuidado de que los cubiertos y los vasos estén esterilizados, pero permita que se recree en la basura.7. Discuta con frecuencia en presencia de sus hijos. De esta forma no se verán conmocionados cuando más tarde su hogar se desintegre.8. Dé a su hijo todo el dinero que quiera para gastar. Nunca permita que gane su propio dinero. ¿Por qué debe ser tan difícil para él como lo fue para usted?9. Satisfaga cada uno de sus antojos de comida, bebida y comodidad. Vea que cada deseo sensual sea gratificado. Negarle algo puede guiarlo a una frustración dañina.10. Tome el lado del niño contra los vecinos, maestros y policías. Todos ellos tienen prejuicios contra su hijo.11. Cuando su hijo se meta en verdaderos problemas, excúsese usted diciendo:«Nunca pude hacer nada con él».12. Prepárese para una vida de dolor. Cumple los requisitos para tenerla.

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Se ha preguntado usted ¿en qué invierte su tiempo? Quizás su respuesta es igual a la de miles de personas: en el trabajo

y en las preocupaciones. Y es que si le dijeran que le queda poco tiempo de vida, es muy probable que usted elija pasar ese tiempo con aquellos que más quiere y no enfrente de una computadora trabajando. Hoy, aproveche los minutos, las horas que tiene para pasar tiempo con ese ser tan amado:

•Aparte tiempo al menos una vez por semana, para compartir y conversar profundamente.•Mantenga una actitud positiva. Hable, haga bromas. •No se acueste sin sentirse uno al otro por lo menos unos minutos antes de dormirse y empiece cada mañana con unos pocos minutos de acurrucamientos y abrazos antes de levantarse de la cama.•Las peleas y los desacuerdos pueden ser inevitables, pero el enojo y el resentimiento es evitable, no deje que pase un solo día sin haber recurrido a la reconciliación y al perdón. •Comparta sus necesidades. La falta de comunicación le lleva a expectaciones no realizadas. •Guarde los desacuerdos y contradicciones hasta llegar a casa. No lo haga en público.•Apóyese cuando uno de los dos establece límites a los hijos. No permita que los hijos vean el desacuerdo entre los padres en cuanto a su educación y disciplina.•Piropee a su cónyuge con regularidad.•Reconozca que su pareja es un complemento, pero que también tiene defectos y limitantes como cualquier ser humano.•Las expresiones de cariño y amor son necesarias para la pareja y los hijos.•El matrimonio es de dos, la casa y los hijos también, por lo que debería ser responsabilidad de los dos mantenerlos y cuidarlos, como un equipo de trabajo.•Realice proyectos en común. •Respete la individualidad del cónyuge y de sus hijos.

Por Laura Álvarez Bravo, M.Psc.

Recuerde:El Matrimonio 2es de

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Enamorarse es un sentimiento que inmediatamente se relaciona con

palabras como ilusión, pasión y alegría. Generalmente, cuando dos personas se enamoran, es decir, que inician una relación romántica, existe en ellos el genuino deseo de que esta relación funcione y llene todas sus expectativas. Sin embargo, con el pasar del tiempo, se empiezan a presentar conflictos, diferencias y desilusiones que hacen surgir dudas en la relación de la pareja: ¿Será que ya no estoy enamorado?, ¿Será que el amor que sentía ya no existe?

Además, de las palabras como ilusión, pasión y alegría, existen otras que también deben relacionarse con el amor como compromiso, sacrificio, perdón, tolerancia y perseverancia. Lamentablemente, hoy estas palabras parecen no formar parte del léxico romántico. Actualmente, es más común escuchar a las personas con frases como “si no está funcionando es mejor desecharlo”, “si le hace algo que a usted no le gusta mejor déjelo”, “es seguro que me equivoqué y me casé con una persona que no era para mí”, ya no la amo”.

Asunto de decisión Es apenas un pequeño porcentaje de

parejas, más reducido de lo que se quisiera, las que consiguen permanecer unidas en una relación saludable a pesar de sus diferencias y conflictos. Pero, ¿qué es lo que mantiene unidas a estas parejas? La respuesta es decisión, una decisión que se toma de amar verdaderamente integrando valores como el compromiso, el sacrificio, el perdón, la tolerancia y la perseverancia, en lugar de cimentar el amor solamente

en sentimientos volátiles como lo son la ilusión, la pasión y la alegría momentánea, que a pesar de ser sentimientos hermosos, serían una base muy débil sobre la cual construir la felicidad de una pareja.

Según Gary Smalley y John Trent en su libro El Amor es una Decisión, el verdadero amor es “una decisión y no un sentimiento, es honor puesto en acción cueste lo que cueste, es el deseo de considerar los derechos de la otra persona. El honrar implica que lo que el otro diga, siente y piense tiene mucho valor para mí, por lo tanto soy yo como persona el que le otorgo el valor que tiene. Lo mismo es en el amor, pues es la acción que se lleva a cabo para decirle al otro lo valioso que es, y eso implica una decisión.”

es una decisión

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Desenamoramiento La mayoría de las relaciones amorosas

inician con un enamoramiento, en este período las personas se siente importantes y sobre todo amadas. Las emociones están enaltecidas, y por un tiempo se

experimenta una sensación de plenitud, de satisfacción, pero con el pasar del tiempo, las dificultades inherentes a toda relación interpersonal, parecen desencadenar un proceso de desenamoramiento, dejando a las personas con un sentimiento de desilusión y frustración. En su caminar por la vida a veces se hiere y a veces se halaga. Así también en una relación amorosa es usual equivocarse y esto no quiere decir que se ha fracasado, lo importante es reconocer los errores, tener la capacidad de decir “lo siento mucho, intentaré hacerlo mejor”, de preguntar ¿Qué puedo hacer para hacerte sentir bien?

Llenar la necesidad de amor romántico con la pareja, es una decisión que se debe tomar día a día y el hacerlo permitirá que

el amor renazca y se mantenga. El tomar la decisión de amar permite hacer cosas por la pareja, que normalmente son difíciles de hacer, pues amar implica hacer algo por alguien y no por uno mismo.

Amar no es experimentar sentimientos agradables, más bien estos sentimientos deben nacer de la decisión de amar para beneficio de la otra persona, porque se desea que la otra persona esté bien. La condición humana nos lleva a tener éxitos y hacer cosas buenas, también eventualmente a fracasar y cometer errores; sin embargo, a pesar de ello podemos dar y recibir amor; tomemos el ejemplo de nuestro Dios que cada día a pesar de que no siempre hacemos lo correcto, nos bendice con maravillosos actos de amor, un amor no basado en lo que hacemos o dejamos de hacer, sino en una decisión de dar lo mejor de Si mismo.

Si en sus relaciones actuales usted tiene resentimientos, conflictos interminables usted puede decidir que a partir de hoy sea diferente. Usted hoy puede tomar la decisión de amar.

Existen varias formas de lograr establecer una relación

de amor saludable:

• Cuéntele a su pareja que usted ha decidido dar lo mejor de usted mismo para que se sienta feliz, satisfecha, pregúntele qué podría usted hacer para lograrlo. • Revise las quejas constantes de su pareja, ello le servirá de guía. • Inicie con un plan de cosas por mejorar y pida retroalimentación, sugerencias. • Hágale a su pareja una petición específica que usted quiere que cumpla. • Tenga paciencia, recuerde que todo cambio es un proceso. Sea constante. • Tome la decisión de amar diariamente.

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Quisiera abordar, en este artículo, el reto de formar en nuestros hijos los valores esenciales para

que enfrenten airosos los desafíos que la vida les presentará. No me presento ante el lector como una autoridad en el campo de la familia, porque en asuntos de familia nadie es realmente experto; más bien, todos somos exploradores.

La celebración merecida a una labor cuidadosamente realizada se dará al final de la carrera. Entonces, veremos claramente los frutos de nuestra inversión en la vida de nuestros hijos, como el día en que entreguemos a nuestras hijas en el altar y podamos confesarles: «te preparé desde que naciste para este momento».

El impacto del ejemploLos niños no aprenden estos valores

por enseñanzas recibidas de sus padres, sino por lo que captan de ellos en la forma como hablan, actúan y viven. No les dan mucho peso a los discursos. He preguntado a algunos jóvenes qué han visto en sus padres que consideran poco agradable y casi sin excepción la respuesta es la misma: «No nos gusta cuando nos sermonean». Si usted le anuncia a su hijo: «es tiempo de aprender valores, así que siéntate aquí para que platiquemos», le garantizo que en ese mismo momento se desconectará de usted.

El aprendizaje de valores se da en el marco de una relación, como lo ilustra esta poesía:“Para que le diera un beso antes de irme a

dormiral lado de mi silla permaneció una noche

—dijo este padre—.Y su rostro ansioso levantó hacia mí,

un rostro radiante de amor;y después que tomé en mis brazos al hijo

que Dios me había dado,sus pequeños brazos mi cuello rodearon,

y entonces lo oí decir cuatro sencillas palabras que olvidar no puedo;

cuatro sencillas palabras que orar me hicieron.

Esas palabras delante de mi alma un espejo pusieron.

Fueron palabras que me sorprendieron y que aún escucho;

Él me dijo: «yo seré como tú».”Si usted me pide una razón por la que

debemos vivir los valores que pretendemos enseñar a nuestros hijos es porque ellos, en silencio, nos anuncian: «un día yo seré como tú». ¿Quiere saber como serán sus hijos cuando crezcan? ¡Mírese en el espejo!

¿Por qué es importante cuidar nuestro estilo de vida? Porque, cierto día, ellos no serán el discurso que les hemos dado, sino la vida que han visto en nosotros. No serán el fruto de las conversaciones

Nuestros hijos tienen sus ojos en nosotros todo el día. Usted enseña sus valores cuando resuelve un problema, hace frente a un conflicto, se relaciona con otros, o se dedica a los asuntos más insignificantes en la casa o el trabajo. Esto demanda de

usted una conducta coherente con los principios que enseña.Por Sixto Porras

¡CUIDADO!Lo están observando

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intensas que sostuvimos con ellos, sino de lo que percibieron por vivir a nuestro lado.

El significado de un valor¿Qué es un valor? Un valor es una

convicción profunda, una verdad abrazada en el corazón y atesorada en la mente, que le pertenece a uno íntimamente. Los valores son como los rieles que nos permiten realizar el viaje de la vida con acierto. Es esa carretera sobre la que se construye nuestra vida, los enunciados que nos guían para cumplir con éxito la misión que se nos ha confiado. Son los faros, las directrices que guían la conducta humana, las bases sobre las cuales sustentamos nuestro proyecto de vida.

Las características sobresalientes de estos valores son su universalidad

Continua en la siguiente página Vivir en Familia 13

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e intemporalidad. Es decir, pueden ser aplicados siempre en cualquier lugar y momento. Son ideales que influyen en nuestra manera de ser y que inspiran nuestro comportamiento, por lo que facilitan que nos realicemos auténticamente como personas aceptables.

El fundamento esencialSi también me pregunta qué tan

importantes son los valores en la vida de nuestros hijos, le respondería que ninguna persona construye una casa sin fundamento, ni echa a andar una locomotora sin rieles. Esta es la razón por la que vale la pena invertir tiempo y esfuerzo para instruir valores a nuestros hijos, pues por ellos obtienen los principios que marcarán su vida, señalando con claridad el norte de su existencia. Los valores no mueren; permanecen y se transmiten de generación en generación como una hermosa herencia.

Las decisiones que ellos tomarán estarán sustentadas en los valores que les enseñemos a abrazar en su propia vida. Por eso es importante que el cimiento sea profundo, para que el proyecto de vida sea elevado y extenso. Los valores van a guiar el desarrollo psicológico y moral de su persona. De ellos depende lo que el niño crea y sienta de sí mismo y de los demás.

Para gozar de una sana autoestima es necesario que los valores de nuestros hijos sean claros. Ellos necesitan saber que son personas creadas por Dios, formadas para una misión y propósitos específicos. Deben saber que su dignidad radica en lo que son, y no en los atributos que posean, como la inteligencia, la estatura o la belleza. Cuando ellos hayan afirmado estos valores en su vida serán capaces de cultivar relaciones interpersonales sanas, como también la capacidad de juzgar y valorar sus actos.

En cierta oportunidad leí un estudio publicado por una universidad en el que una joven de diecisiete años confesaba:

«Algo que reclamo de los adultos es que han renunciado a la responsabilidad de enseñarnos la diferencia entre el bien y el mal». No podemos darnos el lujo de que los niños crezcan sin un mentor que les muestre el camino. Ellos necesitan nuestra guía y orientación como padres. Muchas de nuestras decisiones como adultos resultan de lo que aprendimos siendo niños. Esta verdad despierta nuestra conciencia de que los primeros años de vida no solo son propicios sino esenciales en la formación de valores.

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Sociólogos y otros estudiosos de las relaciones humanas han dado la voz

de alarma: el deterioro en la convivencia social que distancia a algunos padres de sus hijos y a los educadores de sus alumnos, y que, en su peor versión, llena las páginas de sucesos, tiene mucho que ver con el hecho de que las últimas dos generaciones han transformado parte de un sistema de valores que parecía asumido, o percibido como positivo, en nuestra sociedad y generaciones anteriores.

La imparable violencia machista, los desencuentros entre padres e hijos y entre estos y sus profesores, el culto que rinden a la violencia ciertos sectores juveniles, el nuevo fenómeno de adolescentes descontrolados durante fines de semana bajo efectos de drogas y alcohol, el creciente fracaso escolar y la consiguiente desmotivación de chicos y chicas, la competitividad inhumana en algunas empresas... son manifestaciones de una problemática que tiene muchas y complejas causas, una de las cuales podría ser la quiebra de algunos valores universales despreciados por su aroma a viejo o poco moderno, como el respeto a las personas mayores, el cuidado con las cosas que son de todos o la cultura del esfuerzo como medio para el progreso material y personal.

Más de un psicólogo y psicopedagogo comienza a reivindicar estos y otros valores, aun a costa de cargar con una imagen

negativa o contrario a la moda y a los valores en boga, como el individualismo, competencia desleal, irrespeto a las autoridades, la sexualidad irresponsable, la satisfacción inmediata de cualquier deseo o la diversión a toda costa.

Parte de nuestra sociedad parece solicitar que quienes tenemos responsabilidades, entre otros, padres, educadores y medios de comunicación, rescatemos esos valores “de siempre” que promueven la vida en sociedad y dotan de un sentido humano, cívico (¡qué palabra tan aparentemente arcaica y sin embargo tan plena de significado hoy mismo!) y solidario a nuestras vidas.

Los valores nos hacen más humanos y más libres

Tengamos presente que la escala de valores y creencias de cada persona es la que determina su forma de pensar y su comportamiento. La carencia de un sistema de valores definido y compartido por la mayoría de la población instala al sujeto, especialmente al menos maduro, en la indefinición e indefensión y en un vacío existencial que le deja dependiente de otros y de los criterios de conducta y modas más peregrinos. Por el contrario, los valores asumidos como cultura, como lo que compartimos con los seres humanos que nos rodean y con todos en general, nos ayudan a saber quiénes somos, a

ENSEÑANDO

VALOREScon el ejemplo para recuperar los

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dónde vamos, qué queremos y qué medioso herramientas nos pueden conducir al logro fundamental de nuestra existencia: el bienestar emocional, uno de los elementos esenciales de eso que denominamos calidad de vida.

Estos valores no dependen

d e l o s t iempos ni de las coyunturas, p o r q u e nada tienen que ver con el sistema económico o político vigente ni con las circunstancias concretas o modas del momento. Son intemporales, de puramente humanas y creadoras de la sociabilidad y del equilibrio en la relación entre las personas. Están por encima de las circunstancias por su sólida vinculación con la dignidad humana y porque promulgan el respeto a las opiniones y necesidades de los demás. Son valores del yo, que no puede desarrollarse

si no vive en libertad y en coherencia con unos principios íntimamente relacionados con la responsabilidad de entender que todos somos seres humanos, con nuestra dignidad, nuestras necesidades, nuestros gustos y nuestra propia emotividad e

i n c l u s o iguales en n u e s t r a

diferencia.

“Educar es, fundamentalmente, comunicar a través del ejemplo, trasmitir actitudes y comportamientos.El testimonialismo pasó, y muy justamente, de moda.No olvidemos nunca que ante los educandos somos sus modelos”

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La Declaración Universal sobre Derechos Humanos de la ONU reconoce al hombre como portador de valores eternos, que siempre han de ser respetados. Estos valores, reconocidos por todos, sientan las bases de un diálogo universal y pueden servirnos de guía: al individuo, para su autorrealización; y a la humanidad, para una convivencia en paz y armonía.

Enseñar con el ejemplo En las últimas décadas, quizá como

reacción a anteriores planteamientos más rigidos que dados al diálogo, han surgido unas posturas pedagógicas más permisivas y abiertas, basadas en el dejar hacer y en el principio de no coacción a la espontaneidad de la persona. Esto se ha percibido especialmente en las relaciones entre padres e hijos y entre estos y sus profesores. Hay muchas causas sociales, políticas e incluso económicas (la mujer se incorpora al trabajo remunerado y los padres apenas tienen tiempo para compartir, y mucho menos para educar a sus hijos) que explican esta evolución, pero no nos detengamos ahí. La sensación que existe en algunos padres y educadores es que esta experiencia permisiva no ha sido del todo positiva. A los adolescentes les cuesta reconocer la autoridad moral de padres y educadores y los problemas de convivencia afloran en muchas familias. Y son demasiados los jóvenes (y mayores, por supuesto) que se comportan ignorando los más elementales principios de solidaridad y de respeto a los demás.

De un seco y frío autoritarismo, poco interesado en las explicaciones y menos aún a escuchar al niño o joven, hemos pasado (permitámonos la exageración) a una permisividad del “todo vale” y se estima que quizá tardemos toda una generación en recuperar la autoridad dialogante, una autoridad que fija y marca límites justos, razonables y negociables, necesarios para

el aprendizaje de la libertad personal y la convivencia social. Necesitamos una vuelta de tuerca. No se discute que es difícil educar en valores cuando se mantiene una actitud controladora y represiva, sin embargo, cada día está más claro que no es más sencillo conseguirlo desde la tolerancia casi sin límites que parece reinar hoy en muchos hogares. No son pocos los padres y educadores, y en general adultos, que temen contrariar a los jóvenes, aunque la razón les asista.

Ahora bien, no se trata de autoculpabilizarnos, ni de culpar a nadie de por qué y cómo hemos llegado donde estamos, si no de que cada uno, como parte implicada, asumamos la cuota de responsabilidad que nos corresponde en la educación en esos valores. Pero sólo en la medida en que vivamos los valores que queremos trasmitir conseguiremos el objetivo. Porque educar es, fundamentalmente, comunicar a través del ejemplo, trasmitir actitudes y comportamientos. El testimonialismo pasó, y muy justamente, de moda. No olvidemos nunca que ante los educandos somos sus modelos.

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La venganza es aquel pensamiento de desquite que se encuba en la mente, y cuando las condiciones son dadas,

es ejecutado por el corazón. Es un pago con la misma moneda. Llega a ser una especie de satisfacción que se toma por el agravio recibido. Seguramente ha sido esto lo que ha llevado a algunos a decir que “la venganza es dulce”. Pero como quiera que sea, la venganza no siempre es la mejor aplicación de la justicia, porque casi siempre se toma con las propias manos; y ella, una vez ejecutada, trae consigo un peso de conciencia que pudiera ser peor que la “satisfacción” lograda.

Don Ramón de Holbach, escribiendo sobre los males de la venganza, dijo: “La venganza sólo sirve para eternizar las enemistades en el mundo; el placer fútil que nos causa va siempre seguido de eternos arrepentimientos”. Ningún tipo de venganza logra curar un corazón ofendido. Tiene que haber una medicina mayor que produzca en él una sanidad interior.

Contrario a esto, sí hay una “venganza” que puede lograr un resarcimiento en contra del ofensor. Hablamos de aquella donde el ofendido, vestido de bondad y de dominio propio, acorrala y vence al que le ha hecho daño con las armas del perdón.

LaVenganza

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Estamos hablando de la “venganza del perdón”. Porque el perdón, como dijo alguien “es la venganza de los hombres buenos”. Es verdad que hay ofensas que dejan cicatrices en el alma para las que no pareciera encontrarse sanidad. Algunas tienen la misión de quebrantar las fibras más sensibles de un corazón noble. Otras llegan a la vida para desgraciarla y arruinarla, privándola de sus legítimos derechos de felicidad. Mientras que otras lastiman la confianza de un amor bondadoso, dejándolo lleno de ira, odio y resentimientos. Frente a todo esto, ¿qué hacer? ¿Cuál será la mejor actitud que debiéramos asumir contra aquello que nos ha hecho tanto daño? ¿Curará el perdón las heridas hechas? ¿Me estaré humillando ante el ofensor si perdono su falta?

Se sabe por experiencia que el camino del perdón ha traído restauración para el ofendido y esperanza para el ofensor. El primero sabe que ninguna cosa hecha podrá reparar la falta cometida; mientras que para el segundo, el perdón traerá alivio a su conciencia culpable. Para el primero, perdonar sin reservas será la prueba mayor. Esta no es una tarea fácil. A la mente vendrá una y otra vez lo sucedido, pero en la medida que el perdón abunda,

abundará también el olvido. Vale decir en esta parte, que el mejor refugio para el ofendido es ir al mejor Juez de todos, Dios. Su juicio es transparente e imparcial. Hasta ahora no ha perdido un caso. Es por eso que en la oración del “Padre nuestro”, tan mencionada por la cristiandad, se nos dice: “Y perdona nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Quien logra perdonar a otros las faltas cometidas, es alguien en quien reposa el perdón divino. Así, pues, el hombre y la mujer que logran saldar la ofensa esgrimiendo el arma del perdón, tienen a Dios por su aliado. Y es que el perdón le concede al ofensor una nueva oportunidad, llegando a ser esto la gran puerta que le conduce para llegar a ser una persona nueva.

¿Qué le espera a un corazón perdonador? Paz en lugar de odio. Confianza en lugar de venganza. Amor en lugar de rencor. Y sobre todo, tranquilidad espiritual al poner su caso bajo la justicia divina. ¿Qué le espera a un corazón perdonado? Una conciencia libre de culpa, junto a un eterno agradecimiento. Una restauración por lo hecho y una disposición para ser otra persona. ¡Escoja hoy “vengarse”, perdonando!

del Perdón

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El error más común y tal vez el más costoso en la disciplina infantil, es el uso inapropiado de la ira

para ejercer el control sobre los niños. No existe un método más ineficaz para controlar a un ser humano de cualquier edad que el uso de la irritación y de la ira. No obstante, a ninguna otra cosa recurren

más los padres para asegurarse el control de la situación. Un maestro decía: «Soy un educador profesional, pero odio la tarea diaria de dictar clases. Mis alumnos son ingobernables y debo gastar la mayor parte del tiempo tratando de controlar la disciplina».

¡Cuán profundamente frustrado y amargado debe sentirse por esta diaria rutina que tiene que seguir año tras año! ¡Créame: esa modalidad es agotadora…y además, no resulta!

¿Por qué la ira no funciona? Lo que tiene verdadera y genuina

influencia en la conducta es la acción disciplinaria, no la ira. Estoy convencido de que la ira de los adultos produce en los niños un cierto sentimiento de irrespeto que es destructivo. Ellos perciben que n u e s t r a frustración está

causada por nuestra propia

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incapacidad para controlar la situación. Ante ellos representamos la justicia, hasta el momento en que nos ponemos a llorar, movemos las manos agitando el aire y empezamos a proferir insultos y amenazas.

No estoy recomendando que los padres y maestros oculten sus legítimas emociones a los niños. Tampoco sugiero que actúen como robots insensibles que reprimen todos sus sentimientos. Hay momentos, especialmente cuando nuestros hijos son tan altaneros o desobedientes, que irritarnos es completamente apropiado. De hecho, esto debe ser expresado o pareceremos como ausentes irreales. Mi énfasis apunta simplemente al hecho de que la ira a menudo se transforma en una herramienta usada conscientemente con el propósito de influir en la conducta. Pero la ira es inefectiva y deteriora las relaciones entre las generaciones.

Es mejor usar la acción para obtener acción. Hay cientos de herramientas que podrían contribuir a una respuesta esperada. Algunas de ellas envuelven dolor para el chico, mientras que otras le ofrecen un premio. Podemos ver que los padres podrían tener algunas maneras de hacer que sus hijos deseen cooperar, más que simplemente obedecerles porque les dicen que deben hacerlo. Para aquellos a quienes no se les ocurre un método, yo

les sugiero este:

Hay un músculo ubicado en la base del cuello. Los libros de anatomía le llaman el «músculo trapezoide». Y cuando uno lo aprieta con fuerza envía el siguiente mensaje: «Esto duele, hay que evitarlo a toda costa». El dolor es muy pasajero y no causa ningún daño. Cuando el caballerito ignora las órdenes de mamá, tal vez le convendría saber que ella puede recurrir a esta salida tan práctica.

¿El dolor es falta de amor?Existen algunas personas entre mis

lectores que piensan que la deliberada y premeditada aplicación del dolor a un niño expresa falta de amor. Les pido a estos escépticos que me escuchen: Consideremos las alternativas. Por una parte hay un constante sermoneo y roce entre los padres y el niño. Cuando el niño descubre que detrás de las millones de palabras que escucha no hay sino amenazas, deja de oírlas. El único mensaje que entiende es cuando se alcanza cierto grado de emoción, lo cual significa insultos y alaridos a la vista. Se empuja al niño en la dirección opuesta perturbando los nervios de la mamá y forzando la relación padre-hijo. Pero la limitación más importante del uso de estas reprimendas verbales es que al final se recurre al castigo físico de todas maneras. Así que en vez de ser una disciplina administrada con calma y

de una forma juiciosa la madre

La iraEl uso inapropiado de

para ejercer el control sobre los niños (Parte 1)

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o el padre se siente enervado, frustrado y castiga rudamente a su inquieto hijo. No existe razón para que ocurra tal tipo de enfrentamiento. La situación podría haber culminado de una manera bien distinta si la actitud paterna hubiese sido de una serena confianza en sí misma. Hablándole suavemente, casi con cortesía, los padres le dicen al hijo «Sabes lo que pasa cuando no me obedeces. No veo ninguna razón por la cual yo tenga que hacerte sufrir en este día para lograr tu cooperación. Pero, si insistes, te aplicaré el castigo. Cuando suene el reloj me harás saber cuál es tu decisión». El chico tiene que hacer una elección y ya se le han dicho claramente lo que sus padres esperan de é l .

No necesita gritarle. No necesita amenazarlo con quitarle la vida. No precisa trastornarse. Simplemente, ha dado una orden. Por supuesto, los padres tendrán que demostrar una o dos veces que aplicarán el asunto si es necesario. Y a través de los meses el niño constatará si ellos se mantienen en el timón de gobierno. No existe la más mínima duda en mi mente acerca de cuál de estas dos actitudes es la menos dolorosa y la menos hostil entre padres e hijos.

La gran verdad sobre la iraHe dicho que la ira paterna a menudo

le ofrece al niño señales de que se está llegando al límite de la acción. Sin embargo, él reacciona reticentemente sólo cuando mamá o papá «se ponen

malos», indicando que están dispuestos a recurrir al castigo. Por otro lado, los padres observan que la obediencia del niño se da simultáneamente con su ira y erradamente concluyen pensando que es su explosión emocional lo que obliga al niño a someterse. Entonces, para controlarlo en el futuro, la ira será algo necesario. Han entendido mal la situación.

He escrito todo este capítulo sólo para transmitir este mensaje: No se

necesita la ira para controlar a un niño. Se necesita la acción, y sólo ocasionalmente. Más allá usted puede aplicar la acción en el momento conveniente, pero el niño vivirá contento dentro de

los límites fijados. De hecho, a medida que se recurre más a la

acción para enfrentar el conflicto, se requiere menos castigo. Un buen apretón del músculo trapezoide no podrá ser un gran disuasor al final de dos horas de escaramuza, mientras que es más que adecuado hacerlo cuando el conflicto es mínimo.

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Estás satisfecho con tu vida? ¿Cuáles son tus metas de realización personal?

¿Las responsabilidades y tareas que son tus prioridades y consumen tu tiempo, son meras rutinas o un camino hacia tu verdadera realización personal? Dime la verdad, ¿Te sientes realizado o usas una máscara para ocultar la ansiedad y la frustración?

El problema es que a la mayoría de nosotros nos han condicionado para tener metas de realización personal, que están divorciadas con nuestro verdadero yo interior y estamos preocupados por todo lo que erróneamente creemos que nos falta y por todo aquello que hemos llegado a creer que son nuestras verdaderas necesidades. Es por esa razón que no logramos ver las posibilidades que están a nuestro alcance, delante de nuestros propios ojos, para lograr una realización personal coherente con el propósito de nuestra vida.

La realidad nos lleva muchas veces a ocuparse en lo que sea para pagar las cuentas, levantarnos muy temprano, estar todo el día bregando, trabajar en los quehaceres de casa, dormir extenuados para recomenzar al día siguiente, o sea: Sobrevivir.

La verdad es que sin un propósito de vida puede ser que se resuelva el problema económico trabajando, pero la insatisfacción no. El vacío seguirá allí. A la larga no nos dará satisfacción. El sabio Rey Salomón expresó: “Solamente he encontrado lo siguiente: que Dios hizo perfecto al hombre”.

Fracasamos en hallarle sentido a nuestras vidas cuando lo buscamos fuera de quien nos creó; al hacer esto solo experimentamos fracaso, dolor e insatisfacción; debemos conocer y alinearnos con nuestro creador y su plan para nuestras vidas solo así nos

ahorraremos sufrimiento y a la vez nos dará esa sensación de plenitud y la

certeza de que estamos invirtiendo nuestras vidas en lo que nos

producirá verdadera satisfacción.

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Sin embargo, hoy en día, nuestra generación consumista de adolescentes de 40 años no sólo nos

hemos gastado todo el dinero del colchón de los abuelos, sino que hasta hemos empeñado el colchón… y muchas veces ¡hasta los abuelos!

Si queremos empezar a ahorrar como lo hacían nuestros abuelitos, tenemos que empezar a rechazar ciertas enseñanzas básicas de la sociedad de consumo en la que vivimos. Como, por ejemplo, la frase “Compre y ahorre” -¡uno no puede gastar y ahorrar al mismo tiempo!

La excepción a este principio sería cuando usted compra para satisfacer una necesidad real y, si ésta compra se realiza a un precio más barato que el normal.

Para empezar a ahorrar, primero debemos clarificar dos conceptos: lo que es “necesidad” y lo que es “deseo”. Se define como “necesidad”, a todo lo que es imprescindible para sobrevivir:

Empieza aahorrar

Esta es la primera generaciónde latinoamericanosque se ha olvidado

del “colchón de los abuelos”. Nuestros abuelos siempre

tenían algo de dineroguardado “debajo del colchón”

para los días malos.Por: Dr. Andrés Panasiuk

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La alimentación, la vestimenta, un lugar donde vivir y todo aquello que estemos requiriendo para nuestra supervivencia en seguridad, salud y transporte. De otro lado, cuando hablamos de las compras que queremos hacer y que no estén calificadas como necesidades, nos estamos refiriendo a los “deseos”; éstos son anhelos de cosas no indispensables para sobrevivir. Cuidado con la forma en la que hablas, porque tu cerebro y tu corazón trabajarán arduamente en tratar de satisfacer tus necesidades.

Cuando sabemos diferenciar lo que son necesidades y deseos, notaremos que la gente incurre en errores cuando dice: “Necesito una computadora” o “Necesitamos una cámara digital para sacar fotos”, cuando en realidad deberían estar diciendo: ¡Me gustaría comprarme una computadora! O ¡Cómo nos gustaría tener una cámara digital para sacar fotos!

Nuestras necesidades deben ser satisfechas sin mayores dudas ni retrasos. Sin embargo, nuestros deseos deberían ser satisfechos sólo después de satisfacer nuestras necesidades y.. ¡Si tenemos los recursos económicos para hacerlo! Usted nunca debería comprar un deseo incurriendo en deudas.

L a m e n t a b l e m e n t e , en los últimos 30 años, los mercadólogos nos han convencido que nuestros deseos son necesidades y han hecho que experimentemos una ansiedad que nos impulsa a satisfacer esos deseos como si fueran necesidades. Pero ¿A dónde nos conducen estas ansiedades? ¡A que terminemos gastando todo nuestro dinero disponible en vez de quedarnos con un pequeño excedente cada mes que podamos ahorrar para satisfacer aquellas cosas que necesitaremos

a largo plazo o para no sufrir tanto en las épocas difíciles de la vida!

El sabio Agur, en el libro de los Proverbios, afirma: “…las hormigas no son fuertes, pero almacenan para el invierno...” (Proverbios 30: 25). La economía es cíclica: siempre hay tiempos de abundancia y hay tiempos de escasez. Aprendamos de las hormigas, entonces, ahora que tenemos suficiente para vivir, establezcamos la costumbre del ahorro y así tendremos lo suficiente para cuando vengan los tiempos difíciles.

Todos podemos ahorrar. No necesitamos comenzar con grandes sumas de dinero –las hormigas tampoco “son fuertes”. Comienza de a poquito y crea el hábito. Eso es lo más importante.

¡Anímate! Coloca un sobrecito debajo del colchón de tu cama hoy mismo…

y ¡haz feliz a tu abuelo!

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Una pareja de jóvenes tenía varios años de casados y nunca podían tener hijos. Para no sentirse solos

compraron un cachorro de la popular raza, pastor alemán, llegándolo amar como un miembro más de la familia. La historia del perro estaba enmarcada dentro un camino de protección familiar. En no pocas ocasiones había defendido a la pareja de los ataques de los ladrones, así como de otros peligros. Era un auténtico perro fiel que recibía todos los elogios y demostración de afecto por parte de sus dueños.

Luego de siete años con el perro, la pareja logró tener el ansiado hijo. Como era obvio, ellos estaban contentos con su nuevo bebé, disminuyendo así las atenciones que tenían con el perro, quien comenzó a sentir celos, no siendo ya el perro cariñoso y fiel que tuvieron durante siete años. Un día la pareja dejó al bebé durmiendo de una manera plácida y fueron a la terraza a preparar una carne asada. Al momento de regresar al cuarto

para dar un vistazo al bebé, sucedió lo inesperado.

Allí en la puerta y como si tratara de alguien que quería comunicar con satisfacción una misión cumplida, estaba el perro en el pasillo con la boca ensangrentada, moviéndoles la cola, algo extraño acababa de suceder.

Al ver la sangre en su rostro, el dueño pensó lo peor. Sin asegurarse que todo esta bien con el bebé, sacó el arma que llevaba, matando en el acto al perro. Cuando corrió al cuarto, imaginándose todo un cuadro de terror, encontró al bebé despierto con una serpiente degollada muy cerca de él. El perro había hecho su última hazaña de salvación.

Fue fiel con ellos hasta la muerte. Cuando el amo vio lo que había hecho comenzó a llorar y exclamar... he matado a mi perro! Este hombre, cegado por un juicio a priori, cometió una acción de la que tendría un remordimiento cada vez que esta escena viniera a su mente. En este cruel e impresionante relato encontramos

El peligro de juzgar sin saber

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varias lecturas que debieran ser hechas, sin pasar ninguna de ellas por alto. Una de las más comunes es aquella donde se emiten juicios de opinión o hasta se predeterminan hechos y tendencias, sin la investigación anticipada. Es doloroso “matar al perro fiel” encontrando en esto una tipificación de todo aquello que apreciamos por no haberse detenido a pensar antes de actuar.

¿Cuáles son las fallas más comunes al momento de juzgar las palabras y las acciones en las demás personas, cuando no se está cien por ciento seguro de lo que se ha visto o lo que se ha dicho? ¿No es cierto que en no pocas ocasiones se ha juzgado y hasta condenado a alguien sin las consabidas pruebas que son las que determinan un juicio? Una de las tareas más difíciles sobre este mismo asunto e s aquella que plantea la necesidad de medir los comportamientos y sentimientos en las personas, según nuestra propio juicio, tan solo por “extrañas” conductas. Pero nos encontramos con repentinas sorpresas cuando en lugar de calificar y sancionar los comportamientos en otros, nos dedicamos a conocer mejor a las personas a través de una comunicación transparente.

Las cosas no siempre son como nos las pintan, dice un aforismo criollo. Un muchachito pidió a su papá que resolviera una adivinanza. Le dijo: «Había tres ranas sentadas sobre un tronco. Una rana decidió saltar. ¿Cuántas quedaron?» El papá contestó: «Dos, por supuesto.» «No --exclamó el niño alegremente--.

Quedaron tres ranas. Una de las ranas sólo decidió saltar, pero no saltó» ¡Debemos poner atención cómo oímos! Antes de juzgar los comentarios de otra persona, averigüe exactamente qué fue lo que dijo, y qué quiso decir con lo que dijo.

Una de las más grandes enseñanzas de Jesús, respecto al juzgar a los demás, sin estar seguros de las pruebas, dice: “No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os serás medido. ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo”. Ni el juzgar ni el condenar son asuntos que nos competen, eso es tarea divina.

¡Cuidado con matar al “perro fiel” por una simple imaginación, sin

a s e g u r a r n o s primero que el “bebé” está vivo!

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Aunque nacemos solos vivimos acompañados. El instinto y la necesidad de gregarismo y de

supervivencia nos impulsan a buscar compañía. Sin pareja, familia, amigos y otras formas de agrupamiento nos sentimos desconcertados y aislados. Fuimos diseñados por nuestro Creador de tal manera que nuestras potencialidades se desarrollan en relación con El y con los demás. La capacidad de vincularnos con otros de forma significativa y mantener estas relaciones interpersonales, o la ausencia de dicha capacidad, es un fuerte indicador del bienestar emocional de una persona. Ya en el Génesis, Dios reconoce esta necesidad humana al decir “No es bueno que el hombre este solo…” Gen 2:18.

La soledad es una moneda con dos caras. Una la negativa, producto de la sensación de vacío profundo cuando es por falta de amor o afecto en cualquiera de sus expresiones, y la carencia de un propósito relevante en la vida. Este tipo de sentimiento nos

perturba mentalmente y no podemos ser fecundos con las ideas o pensamientos, ni tampoco con nuestro comportamiento. El miedo a quedarse solitario paraliza, aparece la desesperanza, se borran las ilusiones, se añoran los seres queridos que ya no están e irrumpe la incertidumbre. Esta cara de la soledad esta relacionada con todos los estados de la mente que tienen que ver con

problemas de comunicación efectiva con Dios, con nuestros semejantes, y el medio que nos rodea.

La otra cara de la soledad, la positiva, es todo lo contrario. Es la del estado de plenitud espiritual. Es producto de hablar e intimar con nuestro Creador, con nosotros mismos, pensar, recapacitar, visualizar, crear y meditar.

Permite momentos de reflexión, fantasía, imaginación, ilusión y ensueño, los cual ayuda al desarrollo del ser humano y a su tranquilidad interior.

Recientes investigaciones indican que la soledad negativa puede afectarnos fisiológicamente y producir afecciones del corazón entre otras enfermedades. Se ha demostrado que las personas solitarias tienen niveles más altos de una sustancia denominada iterleukina-6 relacionada con enfermedades cardiovasculares que podrían provocar ataques del corazón o al cerebro. También, nos puede afectar psicológicamente y desencadenar

depresión o llevarnos a la auto agresión y suicidio.

Los que padecen de soledad no tienen edad, ni sexo, todos la pueden sufrir en un momento dado, dependiendo de distintas circunstancias. Algunos intentan salir de ella erróneamente a través del alcohol o las drogas, no la superan y caen en una peligrosa depresión.

SIENTO SOLEDAD

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Para salir de esta cara oscura de la soledad, debemos voltear la moneda, empezar a conocer a Dios, sus planes para nuestra vida, aceptarnos a nosotros mismos y a los demás y procurar desarrollar todas nuestras potencialidades; espirituales, mentales y físicas. Podemos definir lo que queremos, y tomar la firme determinación de alcanzarlo, sin ponernos auto limitaciones o barreras

que lo impidan. Comunicándonos con los que nos rodean y permitiendo que formen parte de nuestro mundo. Brindemos a los demás amor, mientras más lo proporcionemos más se llenara nuestra vida. A nuestros hijos, enseñémosles desde pequeños como comunicarse y expresar sus sentimientos. Sembremos armonía y cosecharemos felicidad.

• Recientes investigaciones indican que la soledad puede afectarnos y provocarafecciones del corazón y otras enfermedades• La capacidad de vincularnos con otros de forma significativa y mantenerestas relaciones interpersonales, o la ausencia de dicha capacidad, es un fuerte ndicador del bienestar emocional de una persona

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La vida puede parecer muy extraña. Nadie pide nacer. A nadie se le enseña a vivir. Sin embargo, nadie quiere morir.

Todo nos parece un gran vacío. Sentimos que venimos de un vacío antes de nacer, que vamos a un vacío al morir y pasamos la vida quejándonos del vacío interior que sentimos. Einstein nos enseñó que la materia no se crea ni se destruye, solo se transforma. Si eso es verdad de la materia, ¿no será aún más cierto en el caso del alma yel espíritu que son muy superiores a la materia?

Venimos de Dios y vamos a Dios. En esta vida seguiremos sintiendo un gran vacío hasta que lo llenemos con lo único que lo puede llenar: Dios. Cuando llenemos nuestro interior con Dios, se verá reflejado en nuestro exterior. Tus pensamientos serán transformados y todo tu ser y tu entorno serán también transformados. Dios, a través del Espíritu, le dará sentido a tu alma y tu alma le dará sentido a tu vida.

Entonces comprenderás que la vida no debe ser pospuesta. No es mañana, ni cuando logres una meta. Es ahora que debes vivir. No hay un jardín mágico más allá del horizonte. La grama no es más verde en la rivera de enfrente. Golpearse con la realidad no puede hacer daño y tu realidad actual es lo que tienes delante de ti, en este momento. Aprovéchala. Nada pasa por casualidad. Todo sucede por alguna razón y cuando vives en una relación personal con Dios, Él está a cargo y aunque

no comprendas, todo es para bien.Cuando tenemos miedo es porque no

comprendemos que estamos donde estamos porque Dios nos quiere exactamente ahí.

Si comprendiéramos lo suficiente, nunca tendríamos miedo. Ya que estás aquí ahora, entonces, si hay algo de bondad que puedas

mostrar, o algo bueno que pueda hacer por alguien, hazlo ahora, sin demora ni

descuido, ya que hoy no volverá.

“Si agradecierasa Dios por todo

lo que te pasa, no te quedaría tiempopara quejarte”

El VacíoVIDAde la

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