revista sal terrae enero 2011

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SUMARIO Enero 2011 Tomo 99/1 (Nº 1.152) ESTUDIOS EN POCAS PALABRAS CIEN AÑOS DE LA REVISTA «SAL TERRAE» LOS LIBROS Tender puentes entre mundos Martin MAIER, SJ 5 La vocación, horizonte o frontera Marc VILARASSAU ALSINA, SJ 17 La vida en el puente Alicia RUIZ LÓPEZ DE SORIA, ODN 29 A los cristianos que vivimos tendiendo puentes en las fronteras de lo cotidiano María CANCELO BAQUERO 43 Haití un año después. Hurgando resquicios de esperanza entre los escombros de la desolación. Sonia ADAMES 57 Origen y afianzamiento de la Revista «Sal Terrae» Manuel REVUELTA GONZÁLEZ, SJ 63 Recensiones 77

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SUMARIOEnero 2011 Tomo 99/1 (Nº 1.152)

ESTUDIOS

EN POCAS PALABRAS

CIEN AÑOS DE LA REVISTA «SAL TERRAE»

LOS LIBROS

Tender puentes entre mundosMartin MAIER, SJ 5

La vocación, horizonte o fronteraMarc VILARASSAU ALSINA, SJ 17

La vida en el puenteAlicia RUIZ LÓPEZ DE SORIA, ODN 29

A los cristianos que vivimos tendiendopuentes en las fronteras de lo cotidianoMaría CANCELO BAQUERO 43

Haití un año después.Hurgando resquicios de esperanzaentre los escombros de la desolación.Sonia ADAMES 57

Origen y afianzamientode la Revista «Sal Terrae»Manuel REVUELTA GONZÁLEZ, SJ 63

Recensiones 77

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PRESENTACIÓN

PUENTES Y FRONTERAS

Sal Terrae

Hace casi dos años, Sal Terrae dedicó un número al todavía actual temade las fronteras («Las fronteras como posibilidad»), en el que fueron des-granados muchos de los interesantes aspectos que incluye y evoca. Enuno de sus artículos, José Ignacio García afirmaba que el término fron-tera, «que posee un sentido de relación, de intercambio, de encuentro,puede ser positivo, ofreciendo posibilidades para el encuentro, o pro-fundamente negativo, cuando se convierte en excusa para el rechazo o elenfrentamiento».

Alentados por el interés que el citado término despertó en muchos denuestros lectores, ofrecemos ahora, al comienzo del año 2011, un nú-mero que se adentra en el rico, múltiple y evocador mundo de las fron-teras desde otras imágenes y referencias entonces no exploradas: puente,frontera social, eclesial.

En clave ciertamente personal, como la del resto de las colaboracionesde este número de Sal Terrae, Martin Maier, hasta hace muy poco di-rector de la revista Stimmen der Zeit, recuerda una parte importante desu vida, transcurrida entre su país, Alemania, y su segunda y muy que-rida patria: El Salvador. Son muchos los puentes que ha intentado eri-gir y tender entre esos mundos tan distintos: periodísticos, parroquialesy teológicos. Y es mucha la dedicación que ello le ha exigido, pues«construir puentes reales presupone grandes esfuerzos, grandes inversio-nes y muchos conocimientos».

3puentes y fronteras Sal Terrae

Está cerca la fiesta de los Reyes Magos, tan tradicional en estas latitudesdesde las que escribimos. A Melchor, Gaspar y Baltasar les pide MarcVilarassau más vocaciones a la vida consagrada, pues entiende que el te-ma vocacional puede ser una enorme frontera imposible de traspasar. Ensu colaboración sobre este tema tan actual, el autor catalán propone, sinembargo, convertir el tema vocacional, no en una frontera que no poda-mos superar, sino en un horizonte hacia el que tender de forma distinta:en clave de renovación.

Hace también casi dos años José Antonio García escribía en Sal Terraeque «vivimos tiempos en los que muchos hombres y mujeres modernosbuscan experiencias de trascendencia al margen de la Iglesia, porque loque les llega de la gran Iglesia es no tanto una mistagogía cristiana cuan-to un mensaje dogmático o moral; no tanto liturgias bien representadas,evangelizadoras y catequéticas, sino sus contrarias». Las dos últimas co-laboraciones del número tienen quizá muy presente estas palabras ahorarecordadas.

En «La vida en el puente», Alicia Ruiz López de Soria escribe una cartaa los Reyes Magos para que le permitan formar parte de la caravana real«en el umbral del puente, dentro del puente y al otro lado del puente».En su artículo, la autora sevillana expresa su inquietud e interés por ex-plorar el rico sentido evangélico y pastoral que posee el término «puen-te», lugar «de verdaderos e insospechados encuentros para quien buscahallar a Dios en todas las cosas».

La atención y preocupación por esa gran Iglesia arriba mencionada pare-ce estar también en el trasfondo del artículo de María Cancelo. En él, es-ta laica gallega traza las características de las principales fronteras con lasque se ha ido topando en su rico y, en ocasiones, no fácil camino cris-tiano. Dos de ellas son la imagen anacrónica de Dios y la imagen ana-crónica de la Iglesia, cuyas características principales desgrana con deta-lle y que, junto con otros aspectos de su colaboración, le ayudan a pre-guntarse al final de la misma: «Y entonces, ¿qué podemos hacer?»

* * * * *

4 presentaciónSal Terrae

Hace casi 100 años se publicó el primer número de la revista «Sal Te-rrae». En los próximos meses, sobre todo en la primavera de 2012, secelebrarán diversos actos para conmemorar tan importante centenario.El primero de ellos es la Serie del año 2011, «Cien años de Sal Terrae»:10 artículos que recordarán y rememorarán la rica y fructífera vida dela revista.

Sal Terrae estrena este año 2011 una nueva sección: «En pocas palabras».Con ella pretendemos dedicar cada mes un espacio breve para tratar al-guna cuestión especialmente relevante por su actualidad: puede que portratarse de algún asunto particularmente significativo en el momento depublicar el número, o bien por coincidir con alguna fecha que parezcamerece la pena resaltar; puede tener que ver con algún personaje de ac-tualidad... Como se ve, se trata de un planteamiento muy flexible quedeseamos nos permita reflexionar, en unas pocas pinceladas, sobre cues-tiones diversas. Arrancamos en esta ocasión con una crónica sobre la si-tuación de Haití cuando se cumple un año del devastador terremoto queasoló el país y conmovió al mundo entero. Nos parece oportuno este re-corrido, pues es necesaria la memoria para no olvidar y para no vivir úni-camente al ritmo de lo que un día es noticia.

Durante los últimos 9 años, la fundación «Alboan», la Delegación de Ac-ción Social de la provincia de Castilla SJ y la Fundación Entreculturas /Fe y Alegría han ofrecido numerosas y ricas colaboraciones en la secciónde Sal Terrae «Rincón de la solidaridad». Al llegar el momento de despe-dirnos de ellos, les transmitimos una vez más nuestro cordial agradeci-miento por su generosa y desinteresada colaboración, tan apreciada portantos lectores de la revista. Y, junto a él, les expresamos nuestros mejo-res deseos para que su trabajo y dedicación futura sigan ayudándonos aentender y comprender mejor el valor y sentido de la solidaridad.

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ESTUDIOS

TENDER PUENTESENTRE MUNDOS

MARTIN MAIER, SJ*

* Escritor. Munich. <[email protected]>.

Sal Terrae

Resumen

«Padre Puente». Así me llamó cariñosamente una vez Monseñor Gregorio RosaChávez, obispo auxiliar de la diócesis de San Salvador. Con esa acertada metá-fora describió lo que ha llegado a ser mi papel entre El Salvador y Alemania enlos últimos veinte años. Entré en la Compañía de Jesús en 1979 con una preo-cupación especial por la justicia en el mundo. Descubrí que la teología que másrespondía a esa preocupación era y sigue siendo la teología de la liberación. Almismo tiempo, me encontré, por medio de un libro, con la persona excepcionaldel arzobispo Óscar Romero de El Salvador. De ahí nació el proyecto de una te-sis doctoral sobre la teología de Ignacio Ellacuría y de Jon Sobrino y de una es-tancia en El Salvador.

Abstract

«The Bridging Father». So did Monsignor Gregorio Rosa Chávez, auxiliarybishop of the San Salvador diocese, once affectionately call me. This aptmetaphor described how my role had ended up being divided between El Sal-vador and Germany over the past twenty years. I joined the Society of Jesus in1979 with a special concern for justice in the world. I discovered that thetheology that best tackled that concern was and still is the theology of liberation.At the same time, I came across with the exceptional Archbishop Óscar Romeroof El Salvador by means of a book. Out of this ensued a doctoral thesis on thetheology of Ignacio Ellacuría and Jon Sobrino as well as a stay in El Salvador.

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1. Una historia que ha transformado mi vida

Llegué a El Salvador por primera vez el 1 de septiembre de 1989, y fueJon Sobrino quien me recibió muy cordialmente. Me sentí sumamentefeliz por estar en el país de Monseñor Romero. Las primeras semanasfueron para mí una peregrinación constante. Visité los lugares más im-portantes de su vida y su obra: la catedral todavía inconclusa, en cuya na-ve lateral se encontraba por entonces el sepulcro de Romero; la capilladel hospital, en la que fue asesinado y donde también tenía su humildevivienda; la tumba de Rutilio Grande, cuyo asesinato había sido decisi-vo para la transformación de Romero.

La misma importancia tuvieron para mí los encuentros vividos con los po-bres de El Salvador en una parroquia llamada Jayaque. Allí trabajaba unequipo de jesuitas y religiosas con Ignacio Martín-Baró en calidad de pá-rroco. Martín-Baró era psicólogo social y Vicerrector de la UniversidadCentroamericana «José Simeón Cañas». El padre Nacho, como le llama-ban cariñosamente, pasaba los fines de semana en Jayaque, celebraba lasanta misa con las comunidades y acompañaba a los campesinos en su di-fícil camino entre la opresión y la esperanza. Me invitó a trabajar con eseequipo. Así empezó una historia que ha transformado mi vida.

Fui recibido con mucho cariño, y me acogieron en la comunidad. Du-rante mi primera misa cantaron para mí una canción sobre MonseñorRomero que dice: «El 24 de marzo, la Iglesia no olvidará que otra vez ba-ñan con sangre al que dijo la verdad». En aquellas circunstancias, de re-pente cobraron enorme actualidad las lecturas de la Sagrada Escritura,que llegaban incluso a tener un carácter explosivo: «Escuchen estas pala-bras, ustedes que persiguen a los débiles y oprimen a los pobres...». «Ha-bía una vez un hombre rico, que se vestía de púrpura y fino lino y quedía a día vivía deliciosamente y en regocijo...». Durante la homilía, ellosmismos establecían la relación con su propia situación: la raíz de su mi-seria es la injusticia y la explotación. El Dios de estas palabras es un Diosde vida, que toma partido por los oprimidos y defiende su derecho a unavida digna.

El Salvador se encontraba todavía por entonces en medio de una san-grienta guerra civil. El conflicto se agudizó con una ofensiva de la gue-

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rrilla en todo el país que empezó el 11 de noviembre de 1989. En la no-che del 15 al 16 de noviembre, el Alto Mando de la Fuerza Armada en-vió a la Universidad Centroamericana una unidad del batallón de elite«Atlacatl», entrenado especialmente en Estados Unidos, con la orden deasesinar a Ignacio Ellacuría y no dejar con vida a ningún testigo. En lamañana del 16 de noviembre, en el jardín que había delante de la casade los jesuitas yacían, con las cabezas destrozadas, Ignacio Ellacuría, Se-gundo Montes, Ignacio Martín-Baró y Amando López. En la casa se en-contraron los cadáveres de Juan Ramón Moreno y Joaquín López y Ló-pez. La cocinera Elba Ramos y su hija Celina también murieron, porqueen esa noche habían buscado refugio en la vivienda de los jesuitas, debi-do a los combates callejeros.

En el funeral, celebrado el 19 de noviembre, me tocó leer una carta quelos campesinos de Jayaque habían escrito al padre Nacho y que decía:«Oh Señor, gracias por el tiempo que el Padre Nacho nos concedió alcompartir nuestras vidas, por las huellas marcadas por su bondadoso co-razón. Tú que eres justo y santo, tú que eres la suprema bondad y sabi-duría, nos has dejado recuerdos tan grandes y hermosos que el tiempo noborrará. En un día 16 de noviembre su alma emprendió el vuelo eternoque se lo llevó al cielo. Era el tesoro más grande de nuestro pueblo. Tran-sidos de dolor, pero con resignación, a nuestro Creador lo entregamos».

Fue al final de esta misa cuando ellos me «nombraron» sucesor de Igna-cio Martín-Baró. Era difícil, y al mismo tiempo una gracia, caminar conlas comunidades de Jayaque en medio de amenazas e intimidaciones quenos hacían revivir algo del misterio de la muerte y la resurrección de Je-sús. «Padre Nacho, estás vivo en la comunidad»: así decía un corridocompuesto poco después del 16 de noviembre. La gente de Jayaque for-taleció mi fe con su inconmovible testimonio religioso. Parafraseandounas palabras de Romero, puedo decir: «He conocido a Dios más pro-fundamente porque he conocido al pueblo de Monseñor Romero».

Cuando se acercaba la fecha de mi regreso a Alemania, sentí cuánto mehabía encariñado con la gente y que, precisamente por ello, no quería ir-me. En Jayaque había encontrado la perla preciosa y el tesoro en el cam-po, y estaba dispuesto a dejar todo lo demás. En alemán, la expresión«romper los puentes» corresponde a la española «quemar las naves». Es-

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taba dispuesto a quemar las naves. Si en ese tiempo hubiera tenido quedecidir quedarme el resto de mi vida en El Salvador y no volver nuncamás a mi tierra, me habría quedado. Pero mi provincial jesuita de en-tonces me convenció de que hoy, en la época de la llamada «globaliza-ción», es más importante trabajar entre mundos, es decir, tender puen-tes entre mundos, que quedarse en uno de los lados.

Al volver a Alemania me costó mucho, en primer lugar, acostumbrarmeal mundo de la abundancia. Claro que era para mí una gran alegría ver,después de casi dos años, a mis familiares y amigos. Pero me di cuentade que las cosas habían cambiado mucho. Sentí en mi propia carne lascontradicciones espantosas que caracterizan a nuestra época: por un la-do, la miseria en que vivía la mayoría de mis amigos de Jayaque; porotro, gente en Alemania que se gastaba más de cien mil dólares en un co-che de lujo. Es cierto que esta contradicción marca también la realidaden el interior de El Salvador, con una pequeña minoría super-rica, mien-tras la mayoría de la gente vive en la pobreza. Pero todavía es más gran-de el escándalo en un nivel global. Hay una brecha profunda entre unaquinta parte de la humanidad que puede dar la vida por supuesta y dosterceras partes de la humanidad que tienen que luchar diariamente parasobrevivir. Jean Ziegler dice, con razón, que cada niño que muere dehambre muere asesinado. El problema del hambre en el mundo podríaresolverse. Lo que falta es voluntad política para ello.

Otra experiencia gratificante fue que el mundo de los pobres tiene unaconnaturalidad mucho mayor con el evangelio que el mundo de la abun-dancia. Metafóricamente hablando, tuve la impresión de que en El Sal-vador la semilla del sembrador del evangelio ha caído en tierra fértil. Sinembargo, en Europa buena parte del suelo parece empedrado. Pero, po-co a poco, fui cayendo en la cuenta de que tenía que adaptarme nueva-mente al contexto europeo. Dios quiere salvar también a los ricos, perosu salvación tiene que pasar por la conversión. Es muy llamativa en estesentido la historia de Zaqueo en el evangelio: al encontrarse con Jesús, seconvierte y comparte su riqueza con los pobres.

Pronto me llegaron invitaciones a dar conferencias, mantener entrevistasy escribir artículos sobre mis experiencias en El Salvador. De esa mane-ra, entré en la dinámica del puente: contar lo que pasa al otro lado, en

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la otra orilla, establecer intercambios... Con los honorarios y donativosque me dieron financié un pequeño proyecto de becas que habíamosfundado en Jayaque. Mi convicción es que los cambios a más largo pla-zo solamente se pueden lograr por el camino de la educación y la capa-citación. Hace poco, celebramos los veinte años de este proyecto con unabonita fiesta.

En colaboración con la facultad de teología de la universidad de Graz,organicé en 1992 un simposio sobre la teología de Jon Sobrino en diá-logo con teólogos europeos. Resultó especialmente conmovedor el en-cuentro entre Sobrino y el teólogo checo Oto Mádr, que había pasadomuchos años en las cárceles comunistas. Dos cristianos y teólogos quehabían sufrido las consecuencias de la persecución en contextos muy dis-tintos se abrazaron.

Tras mi regreso a Alemania, volví a El Salvador en enero de 1993. Creoque nunca he sentido tanta alegría y consolación al volver a ver a misamigos. Otra vez me costó mucho regresar. Había terminado mi tesisdoctoral, y me cayó encima un compromiso de emergencia: coordinédurante un año y medio la ayuda de los jesuitas alemanes a Bosnia yCroacia en la guerra de la antigua Yugoslavia. A partir de 1994, entré enun nuevo ritmo en mis relaciones con El Salvador: cada año y medio ibaa dar un curso de teología durante seis semanas en el departamento deteología de la Universidad Centroamericana. Esto me permitió mante-ner mis contactos y amistades y seguir el desarrollo de los acontecimien-tos en El Salvador.

Tender puentes reales presupone grandes esfuerzos, grandes inversionesy muchos conocimientos. En los primeros años me costó acostumbrar-me a esta vida entre dos mundos. Y cada vez me costaba más dejar El Sal-vador y volver a Alemania. A lo largo de los años se estableció un puen-te más sólido en diferentes niveles. En Alemania asumí el cargo de di-rector de la revista Stimmen der Zeit y colaboré con otros medios de co-municación. Esto me abrió el campo para un trabajo periodístico sobreEl Salvador y América Latina. A nivel de las parroquias hermanas, servíde cartero y de comunicador. Desde el punto de vista teológico, he po-dido contribuir algo a un intercambio entre la teología de la liberaciónlatinoamericana y la teología alemana/europea. A continuación quiero

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desarrollar un poco más estos diferentes niveles y terminaré con una pe-queña reflexión teológica sobre el puente.

1.1. Puentes periodísticos

Vivimos en un mundo fascinante y lleno de contradicciones. Por un la-do, hay cambios cada vez mayores en dirección a la unificación. Losaviones recorren sin escalas distancias cada vez mayores. Hace veinteaños, Iberia, en sus vuelos a América Latina, tenía que hacer escala enSanto Domingo. Hoy hay vuelos directos entre Madrid y San Salvador.Los satélites permiten ver casi todos los programas de televisión en cual-quier lugar del mundo. Internet posibilita una comunicación simultáneaa través del planeta. Facebook establece comunidades planetarias. Nohay duda: el mundo va hacia la comunión y la unificación.

Por otro lado, está creciendo la brecha que separa a los ricos de los po-bres de este mundo. Los treinta mil seres humanos que mueren cada díade hambre y de enfermedades curables son un escándalo que clama alcielo. Con razón habla Jon Sobrino de un gran encubrimiento en rela-ción con la situación de la injusticia mundial. Se encubre la realidad deque vivimos en un mundo de víctimas. Como parte del escándalo de lainjusticia de nuestro mundo, veo que en los medios de comunicación delos países del Norte casi no se habla de los países pobres, y lo que no semenciona en los medios apenas existe. Si sucede cualquier tragedia enEstados Unidos, los medios de comunicación alemanes lo cuentan in-mediatamente. Pero ¿dónde se ha hablado de la tragedia de un autobúsen San Salvador, incendiado por miembros de una pandilla el 17 de ju-nio de 2010, con diecisiete personas quemadas vivas? ¿Dónde se ha ha-blado de los setenta y dos emigrantes latinoamericanos asesinados a san-gre fría en una masacre en la frontera entre México y Estados Unidos el25 de agosto de 2010?

Estoy convencido de que los medios tienen un papel muy importante enla configuración humana de la globalización. La foto de una niña viet-namita quemada por una bomba de napalm en 1972 despertó la con-ciencia internacional sobre los horrores de la guerra de Vietnam. El pe-riodismo tiene que hacerse desde la opción por los pobres y las víctimas.Los medios tienen que desenmascarar la injusticia, la violencia y la men-

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tira. A ejemplo del arzobispo Óscar Romero, los periodistas tienen queser la voz de los que no tienen voz. No es casual que a Monseñor Ro-mero se le concediera el título honorífico de «periodista de los pobres».Y tampoco es casual que siga habiendo asesinatos de periodistas que asu-men su profesión en este sentido.

He hablado y escrito sobre El Salvador. He hecho varios programas deradio sobre mártires conocidos, como el arzobispo Óscar Romero y losjesuitas de la UCA, y desconocidos, como los niños de la masacre de ElMozote de diciembre de 1981. He hecho entrevistas grabadas a mis ami-gos de Jayaque y me he emocionado al escuchar sus voces en una grancadena de radio de mi país. He acompañado en El Salvador a variosequipos de televisión de Alemania, Suiza, Austria y Estados Unidos. Hetrabajado de corresponsal para la agencia de prensa católica en varios fo-ros sociales mundiales. Acepto con cierta satisfacción que en Alemaniasoy considerado un «especialista» en El Salvador y en América Latina,aunque soy muy consciente de las limitaciones de mis conocimientos.

Parte de este trabajo de comunicación entre los mundos ha consistidotambién en invitar a funcionarios de la embajada alemana a conocer larealidad de la vida de la gente de Jayaque. En algunos casos se han esta-blecido amistades personales gracias a estas visitas. En una visita oficialdel presidente Armando Calderón Sol a Alemania, en 1997, convencí alcanciller Helmut Kohl para que le hiciera unas preguntas incómodas so-bre la situación de los derechos humanos en El Salvador.

1.2. Puentes parroquiales

El concilio Vaticano II, en su constitución dogmática «Lumen Gen-tium», describió la Iglesia como «sacramento de unidad de todo el géne-ro humano». Con su presencia en el mundo entero y con sus redes dediócesis y parroquias, la Iglesia católica dispone de unas condiciones ex-traordinarias para cumplir esta misión. Una concreción práctica de elloes el hermanamiento entre parroquias de países del Norte y del Sur.

La parroquia de Jayaque ya tenía un hermanamiento con una parroquiaprotestante alemana de la ciudad de Mülheim antes de que yo fuera a ElSalvador. Este vínculo fue importante cuando los militares capturaron a

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tres de nuestros líderes más comprometidos, poco después del asesinatodel padre Nacho. Por medio de Amnistía Internacional, nuestros her-manos de Alemania organizaron protestas contra el gobierno salvadore-ño, gracias a las cuales los tres salieron vivos de la cárcel. En 1990 vinouna delegación de esta parroquia para manifestarnos su cercanía y su so-lidaridad. Durante la visita, oí repetidamente a los feligreses de Jayaqueestas palabras agradecidas: «No estamos solos».

Después nació otro hermanamiento con la parroquia Skt. Jakobus derJüngere, de Gersthofen, que puso a su Centro parroquial el nombre deMonseñor Romero. Al adoptar el nombre de Óscar Romero quisieronseguir también su ejemplo en el compromiso por los más pobres. Es cla-ro que un elemento importante de estos hermanamientos es el apoyo fi-nanciero. Con esta ayuda se han podido construir templos, comprar unvehículo de doble tracción para la parroquia, llevar adelante un proyec-to de becas, y muchas otras cosas más.

A lo largo de los años se han sucedido las visitas de delegaciones de lasdos parroquias hermanas a Jayaque. En ambos casos, las visitas no hansido unilaterales, ya que delegaciones de Jayaque también han ido a Ale-mania. Los puentes se utilizan en los dos sentidos. Para mí fue un mo-mento muy especial cuando pude abrazar a algunos de mis amigos jaya-quenses en Alemania. Jon Sobrino describe la solidaridad como «llevar-se mutuamente». He encontrado una fórmula feliz para describir lo quepuede ser este intercambio: «Nadie es tan rico que no pueda recibir al-go, ni nadie es tan pobre que no pueda dar algo».

Un ejemplo particularmente bonito de cómo pueden nacer puentes vi-vos se produjo en un cantón muy pobre de la costa que se llama El Ta-quillo. En 1998 celebré una Semana Santa con la comunidad de El Ta-quillo, y de ahí nació una gran amistad. Cuando puedo, voy a celebrarla santa misa en El Taquillo durante mis estancias en El Salvador. Hacealgunos años, invité a Steffi Kainzbauer, estudiante de teología alemanaque pasó un año en El Salvador, a que me acompañara en la celebraciónde una misa en El Taquillo. Se quedó tan impresionada por la pobreza yla acogida tan cordial de la gente de El Taquillo que decidió volver cadafin de semana para encontrarse con los jóvenes. De estos encuentros na-ció en Alemania un grupo de becas y una asociación «Amigos de El Ta-

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quillo». Para mí, esto sigue siendo un ejemplo muy especial de cómo sepueden tender puentes entre los mundos. Desde entonces, El Taquillotiene nombre y dirección en Internet (www.taquillo.de)

1.3. Puentes teológicos

Karl Rahner propuso una interpretación teológica del Concilio VaticanoII en el marco de una comprensión global de la historia de la Iglesia. Sutesis consistía en afirmar que el concilio Vaticano II es el comienzo «deldescubrimiento y la realización de la Iglesia como Iglesia a nivel univer-sal». En el mismo sentido, Johann-Baptist Metz habló de una aperturade la Iglesia eurocéntrica hacia una Iglesia mundial culturalmente poli-céntrica. Esto tiene consecuencias también en la teología.

He podido tender puentes entre la teología alemana y la teología latino-americana de la liberación investigando sus influencias mutuas. Uno demis cursos teológicos lo titulé «Raíces y frutos de la teología de la libera-ción en la teología alemana». Además, varias facultades de Alemania,Austria y Francia me han invitado a dar conferencias. Organizamos con-gresos sobre teología de la liberación en Graz, Viena y Tübingen. Se hantendido puentes teológicos y humanos a través de estudiantes de teolo-gía de Alemania, Austria y Suiza que han pasado un año de sus estudiosen El Salvador. Todos han regresado muy contentos, agradecidos y trans-formados por ese tiempo de inserción en la realidad salvadoreña y en suteología.

Un evento particularmente interesante es una escuela de verano que or-ganicé, junto con la teóloga austriaca Martha Zechmeister, para un gru-po de veinticuatro estudiantes de teología de Alemania, Suiza y Austria.Seguimos las huellas de los mártires en El Salvador: los conocidos, comoMonseñor Romero, Rutilio Grande y los mártires de la UCA, y los me-nos conocidos, como los niños de El Mozote. En Alemania y en Austriase ha formado una nueva red de teólogos y teólogas que buscan nuevoscaminos para hacer teología desde la opción por los pobres.

Un ejemplo importante de solidaridad internacional entre teólogos sedio con ocasión de la notificación de la Congregación para la Doctrinade la Fe contra la cristología de Jon Sobrino en marzo de 2007. Tanto

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Peter Hünermann, de Tübingen, como Bernard Sesboüé, de París, salie-ron en defensa de la teología de Jon Sobrino. Me produce una cierta sa-tisfacción haber podido contribuir algo a ello.

He participado en los Foros Mundiales «Teología y Liberación» de Por-to Alegre y de Nairobi, donde se han reunido teólogos y teólogas de to-dos los continentes y que han constituido verdaderos laboratorios de unateología de la liberación renovada en la época de la globalización, que tie-ne que ser una teología que tenga a los pobres y las víctimas como prin-cipio y sacramento de humanización; que se funde en los derechos hu-manos en el amplio sentido de derechos civiles, culturales, sociales y eco-nómicos; y que tenga en cuenta también la protección del medio am-biente, el desarrollo sostenible y la utopía de la familia humana y de lamesa compartida.

2. Una pequeña reflexión teológica

En la Biblia, al menos explícitamente, no aparece ningún puente. Sinembargo, muy cercana a un puente es la escala de Jacob mencionada enel libro del Génesis (28,11-19). Por esa escala ascendían y descendían losángeles del cielo. Fue vista durante un sueño por el patriarca Jacob en suhuida después de su enfrentamiento con su hermano Esaú. Una inter-pretación teológico-cristológica de la escala de Jacob está presente enJuan 1,51: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto, y a losángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre». Según esta lec-tura, Jesucristo es una nueva escala que comunica el cielo y la tierra, alser al mismo tiempo hijo de Dios y de los hombres. La metáfora de laescala es muy cercana al puente, por lo que podría formularse como nue-va confesión cristológica: «Jesucristo es el puente entre el cielo y la tie-rra, entre Dios y los hombres, entre lo eterno y la historia».

La idea del puente aparece en forma negativa en la parábola del rico epu-lón y el pobre Lázaro. Ya en vida, no hay ninguna comunicación entreambos: Lázaro estaba tendido a la puerta del rico y habría deseado sa-ciarse de lo que caía de su mesa, pero ni siquiera eso recibía. Después dela muerte de los dos, hay un gran abismo que no se puede cruzar entre

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el cielo, donde se encuentra Lázaro, y el infierno, donde se encuentra elrico. En otras palabras, no hay puente. La ausencia de puente significafalta de comunicación, falta de compartir.

Para terminar quiero hacer una pequeña meditación sobre la Eucaristíaen su dimensión de puente. En primer lugar, creo que Jesús en la últimacena estableció un puente material entre él y los suyos. Lo estableció pormedio del pan y el vino compartidos. Todos comen del mismo pan y be-ben del mismo vino, y así están unidos. Pero es más que un puente ma-terial. Con las palabras de la instauración de la Eucaristía da un nuevosignificado al pan y al vino: es mi cuerpo entregado por vosotros, mi san-gre derramada por vosotros. Así, la Eucaristía es un puente vivo con Je-sús que trasciende el tiempo y el espacio. La Eucaristía es puente entrelas capas sociales; es puente entre las lenguas. La Eucaristía se celebra encasi todas las lenguas de este mundo. En este sentido, es verdaderamen-te pentecostal. Cada cual oye este evento salvífico en su lengua, perosiempre se trata del mismo evento y del mismo misterio. En la Eucaris-tía no hay distinción de clases ni de capas sociales. Más aún, los que enel orden de este mundo son los últimos se sientan los primeros a la me-sa del Señor.

En la Eucaristía se realiza la utopía de la familia humana, que la encícli-ca Populorum progressio (n. 47) describió de esta manera: «Se trata deconstruir un mundo donde todo hombre, sin excepción de raza, religión,o nacionalidad, pueda vivir una vida plenamente humana, emancipadode las servidumbres que le vienen de parte de los hombres y de una na-turaleza insuficientemente dominada; un mundo donde la libertad nosea una palabra vana y donde el pobre Lázaro pueda sentarse a la mismamesa que el rico (cf. Lc 16,19-31)».

He aquí una fascinante historia de los sucesores de Pedro que cobra vidaen breves y densos capítulos que revelan vívidos detalles y nuevas facetasde la institución. Los papas han desempeñado un papel clave en casi todoslos grandes acontecimientos de Occidente durante dos mil años, y estelibro se centra en aquellos que han influido en momentos esenciales de lahistoria tanto de la Iglesia como del mundo. O’Malley describe las trans-formaciones que el papel de los papas ha experimentado a lo largo deltiempo, desde Pedro hasta Benedicto XVI, sin omitir ninguna de las prin-cipales vicisitudes de los santos y los pecadores que han gobernado laIglesia católica durante dos milenios.

JOHN W. O’MALLEY, SJ

Historia de los papas.Desde Pedro hasta hoy

376 págs.P.V.P.: 24.95 €

17

LA VOCACIÓN,HORIZONTE O FRONTERA

MARC VILARASSAU ALSINA, SJ*

* Trabaja en pastoral. Lleida. <[email protected]>.

Sal Terrae

Resumen

Hace tiempo que sentimos, de forma especialmente aguda en Europa, una se-quía vocacional. ¿Es un proceso irreversible? ¿No deberíamos hacer algo de au-tocrítica? En todo caso, no se trata de idear nuevas estrategias o de afinar másen el marketing, sino de inaugurar y promover una nueva cultura vocacionalque transforme de raíz nuestras actitudes y nuestras perspectivas de futuro. Setrata de convertir el tema vocacional, no en una frontera que ya no podemostraspasar, sino en un horizonte hacia el que tender de forma renovada.

Abstract

A vocational drought has been felt for some time now, with particular acutenessin Europe. Is this irreversible? Should we not be taking a long look at ourselves?In any case, it is not about inventing new strategies or fine-tuning marketingfurther, but rather about unveiling and fostering a new vocational culture thatis to transform our attitudes and our outlook to the future from its very foun-dations. It aims to transform the idea of vocation, not into that of a border thatjust cannot be crossed, but rather into that of a horizon towards which to headwith a sense of revitalization.

18 marc vilarassau alsina, sjSal Terrae

«Queridos Reyes Magos…os pido más vocaciones a la vida consagrada»

Debo empezar este artículo con algunos previos. Soy jesuita y voy a ha-blar de las vocaciones a la vida consagrada desde esta perspectiva. Creoque la Iglesia necesita vocaciones consagradas, tanto a la vida religiosacomo a la sacerdotal. Las necesita para llevar adelante su misión de evan-gelización y de animación comunitaria de la fe cristiana. Pero tambiéncomo signo para todos de que el seguimiento de Jesús en pobreza, casti-dad y obediencia puede llenar toda una vida. En Occidente, y particu-larmente en Europa, se habla mucho de crisis de las vocaciones consa-gradas, y no voy a ser yo ahora quien la niegue. Siguen siendo ciertasaquellas palabras de Jesús: «Es mucha la mies, y pocos los segadores».Más aún en nuestros días, cuando sentimos con especial intensidad la ra-dical reducción demográfica de la población consagrada en los últimostreinta años.

Me gustaría analizar aquí algunos porqués de esa reducción y proponeralgunas pistas que nos ayuden a modificar esa tendencia, huyendo porigual del derrotismo y de la complacencia. No se trata de idear nuevasestrategias, afinar más en el marketing, o introducir algunos cambios su-perficiales; se trata, más bien, de inaugurar y promover una nueva cultu-ra vocacional que transforme de raíz nuestras actitudes y nuestras pers-pectivas de futuro. Se trata de convertir el tema vocacional en nuestrascomunidades cristianas, no en una frontera que ya no podemos traspa-sar, sino en un horizonte hacia el que tender de nuevo.

El prejuicio ideológico como frontera

La primera frontera que nos ha frenado y deberíamos tratar de superares la frontera ideológica. Clerical, anticlerical; «carca», «progre»; derechas,izquierdas... son extremos que te sitúan necesariamente a un lado u otrode la frontera. No hay lugar posible de encuentro, sino exclusivamentede confrontación. Se trata de una frontera nítidamente trazada entre latendencia nostálgica que abanderó las opciones aperturistas nacidas delConcilio Vaticano II y una tendencia restauracionista en la Iglesia que

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pasa factura de los excesos de esas opciones aperturistas volviendo a «lode antes» con un encono exacerbado. Cada sector construye su propiomuro, cada vez más alto; y si no te alineas a tiempo, corres el riesgo dequedar aislado en tierra de nadie. Y mucho me temo que, en esa contra-posición, los aperturistas tenemos todas las de perder, si no las hemosperdido ya todas, y no siempre por culpa de los otros, como ahora megustaría poder mostrar.

¡Cuánto tiempo y energía perdemos en España (especialmente en Espa-ña) pasando el filtro de la afiliación (¿a qué sector estás afiliado?) antesde dignarnos escuchar a alguien, acoger una idea, incorporar una pro-puesta...! Lo primero es colocar a la persona en un bando, saber si es delos nuestros o de los otros. Padecemos una ansiedad etiquetadora. Esosuele simplificar el pensamiento y empobrecer las ideas. Y eso lo hacenestupendamente tanto los «carcas» como los «progres». Hay una ortodo-xia rancia que funciona imponiendo una serie de clichés que incorporannecesariamente un discurso perteneciente a una determinada línea ideo-lógica. Recuerdo a algunos compañeros que, para calibrar la ortodoxiade un discurso, contaban las veces que contenía la palabra «pobres». ¡Va-ya manera de empobrecer un discurso... y de convertir a los pobres enuna muletilla ideológica...! Esos compañeros «progres» hacían exacta-mente lo mismo que algunos seminaristas «carcas» que contaban las ci-tas del magisterio de la Iglesia para certificar el valor de un determinadodiscurso teológico. Todos ellos, aunque fuera desde escenarios opuestos,tocaban el mismo tipo de música.

Y como yo me encuentro, por historia y por afiliación, del lado de los«progres», se me va a permitir hacer autocrítica. No siempre ha sido nies culpa de los «carcas». También nosotros hemos utilizado a los «carcas»como coartada para mantener vivo nuestro discurso y justificar nuestraslamentaciones. ¿Cuántos iconos de lo «carca» hemos erigido para para-petarnos en contra de ellos? El clergyman, el hábito, el arrodillarse en mi-sa, el rosario, la piedad popular, el incienso, la liturgia, el respeto a la je-rarquía, la figura del papa, los tópicos periodísticos de la moral católi-ca...: con todos estos iconos y unos cuantos más hemos levantado noso-tros la frontera, como si lo importante fuera eso. Traspasar alguno de esosobstáculos te hacía incurrir ipso facto en la excomunión. Y así nos hemos

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ido empobreciendo, perdiendo las fuerzas con contraposiciones ideológi-cas de opereta, pagando con la misma moneda a quienes confieren a esosiconos un valor absoluto. El problema de los «progres» no ha sido la faltade pureza ideológica, como pretenden algunos que siguen tirando balonesfuera, sino la falta de vitalidad espiritual y apostólica. Ahí es donde deberesidir la autocrítica necesaria, si queremos no seguir anclados en la auto-justificación barata. Esa falta de vitalidad espiritual y apostólica constitu-ye, a mi parecer, la principal causa de nuestra sequía vocacional.

Falta de vitalidad

¿Puede una comunidad cristiana mantener su vitalidad espiritual y apos-tólica sin un aprecio real de la vocación consagrada? ¿Puede uno ser cris-tiano a fondo sin haberse planteado nunca seriamente esa posibilidad co-mo voluntad de Dios para su vida? En nuestras comunidades cristianas,muy pocos parecen plantearse la vocación religiosa y sacerdotal comohorizonte vital posible. Pero es que muy pocos se plantean la vocaciónmatrimonial y familiar también como llamada de Dios, como concre-ción de la misión de anunciar el Reino de Dios. ¿No denota esto una fal-ta de vitalidad preocupante de cara al futuro?

Pero no es igual en todas partes; se dan perfiles bastante diferenciadosque vale la pena tener en cuenta para ver si son circunstanciales o si de-notan tendencias de fondo a las que convendría prestar más atención.Por un lado, hay movimientos, monasterios, órdenes religiosas, semina-rios... que, dada la tendencia generalizada, parecen eludir la carencia vo-cacional con sorprendente holgura. Por otro lado, tenemos muchos delos seminarios diocesanos y la mayoría de las formas tradicionales de lavida religiosa, tanto activa como contemplativa, que basculan entre lalenta y simple disolución y una supervivencia a menudo renqueante e in-cierta, aliviada ocasionalmente por vocaciones venidas de otras latitudes.

No pretendo analizar aquí las causas de estas diferencias, pero sí tratar dever cómo se plantean unos y otros el aspecto vocacional, no en las gran-des proclamas, sino en las actitudes y en los discursos ordinarios. ¿Cómose valora, en unos y otros ambientes religiosos, el tema vocacional? ¿Quéposición ocupa en el ranking de prioridades reales? ¿Qué medios se le de-

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dica? ¿Cómo afecta a la organización, a la planificación y a la identidaddel grupo de cara a su misión en la Iglesia?

Grupos con tasa vocacional negativa

Hay grupos que llamaremos «viejos». Grupos con más salidas que entra-das, en los que la tasa de mortalidad supera la tasa de natalidad. Pero qui-siera poner el acento no tanto en la cuestión de la edad o el númerocuanto en la de la actitud. Llamo «grupos viejos» a aquellos que han gas-tado la munición fuerte, y solo les queda la nostalgia y una cierta amar-gura. Creyeron que esto de las vocaciones era asunto exclusivamente delespíritu y que bastaba con «ser auténticos», que el resto ya vendría. Se pa-recen a mi amigo artista, que dice que para vender cuadros no hace fal-ta marchante; que si son buenos, se venden solos. Y así le va: que no ven-de ni una rosca. Es la tentación del puritanismo, del cristianismo éticode los perfectos. Aunque puedan todavía publicar documentos sobre laimportancia de la promoción vocacional, estos grupos ya no se lo creen,han empezado hace tiempo a bajar persianas y han colgado en un lugarbien visible el rótulo «se liquida el stock». Se empezó con eso tan evan-gélico de ser levadura en la masa, pasar desapercibido..., y se olvidó que,si desaparece la masa, ¿para qué sirve la levadura? Si desaparece el misio-nero, acaba desapareciendo también el Evangelio.

Luego, cuando ya era demasiado tarde, se encontró el filón: los laicos.Para estos grupos viejos y resignados la solución es clara: se ha acabadoel tiempo de la vida consagrada, para dejar paso a los laicos: son ellos losque han de llevar la Iglesia, los que han de darle su carácter testimonial,los que han de gobernarla, los que han de dar cuenta de todos los caris-mas, los que han de orar a todas horas, los que han de estar en el mun-do, los que han de cuidar de la prole, los que han de asegurar la cadenade transmisión..., llevando de esta manera a lo que yo llamo el colapsolaical, una especie de sobrecarga que ha llevado a los laicos primero, y atodo el sistema después, a una especie de cortocircuito. Se empezó bieny se acabó mal, cayendo en esta trampa mortal en la que muchos hanquedado embarrancados: «cuanto más consagrado, menos laico; cuantomás laico, menos consagrado». Craso error.

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Grupos con tasa vocacional positiva

Por otro lado, hay grupos que llamaremos «nuevos», grupos, en definiti-va, que se renuevan vocacionalmente, con una tasa de natalidad positi-va, equilibrados demográficamente, por decirlo de alguna manera. De-jando de lado un cierto triunfalismo ingenuo, propio de estos grupos, ycon los pies en la tierra –pues a menudo los grandes crecimientos y en-tusiasmos del hoy hacen más dura la penuria vocacional del mañana–,me interesa observar algunas de las características de estos movimientosque sí viven la vida cristiana con un cierto optimismo vocacional. Unode los aspectos que sorprenden en primera instancia es la unidad de lai-cos y consagrados en un mismo entorno comunitario. Digo «unidad»,no mezcla ni confusión; cada cual con su identidad específica, sanamen-te asumida y vivida como complemento, nunca como competencia des-leal. Un segundo aspecto que va asociado casi siempre al primero es lavaloración positiva que en estos grupos se da de la vida consagrada. Lavocación religiosa o sacerdotal tiene un cierto rango de prestigio en elgrupo, es preservada como algo valioso para el grupo entero, aunque seaminoritario, precisamente por ser minoritario, como un activo que hayque proteger e incentivar.

Un tercer aspecto es que existe un claro liderazgo en la comunidad; li-derazgo en el sentido evangélico, como no puede ser de otra manera; li-derazgo en orden a la misión: alguien que envía y alguien que es envia-do; alguien que convoca y alguien que es convocado; alguien que presi-de y alguien que es presidido. Otro aspecto que aparece de forma inva-riable en estos grupos es una clara vocación al matrimonio centrada enla familia y los hijos como misión prioritaria, sin que ello implique de-jación de otros aspectos de la misión y de la gestión comunitaria. La fa-milia como misión vivida en profundidad y plenitud, sin complejos, asícomo la educación de los hijos y el asegurar la continuidad en la cadenade transmisión de la fe. Un último aspecto que merece la pena destacar,dado el objetivo que nos ocupa, es la conciencia colectiva de la impor-tancia del cuidado de la «cantera», el futuro del grupo y su superviven-cia, que pasa por la responsabilidad de todos, cada uno a su nivel.

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Grupos ignacianos

Después de este recorrido general a vista de pájaro, podemos centrarnos ennuestro entorno, el de la Compañía de Jesús y de los movimientos laicalesignacianos: ¿cómo vivimos nosotros el problema vocacional, en qué situa-ción nos encontramos y por qué? ¿Qué pasa con los movimientos laicalesignacianos y su relación con la Compañía de Jesús? ¿Qué es lo que no fun-ciona, pensando en clave vocacional? ¿Cómo podría funcionar mejor? ¿Quédebería cambiar, en clave de futuro y de vitalidad apostólica renovada?

Detectemos primero algunos de los problemas de los movimientos lai-cales ignacianos en general, al menos en Cataluña, y sin pretender gene-ralizar. En los últimos años se ha dado en muchas de nuestras comuni-dades cristianas algo que podríamos llamar un cierto «principio de dis-gregación»: cada grupo, una comunidad; cada jesuita, un grupo; cada lai-co, un carisma. A menudo, los grupos de inspiración ignaciana afirma-ron su identidad desmarcándose del liderazgo jesuítico que los vio nacery crecer. Eso provocó que los jesuitas tiraran por su cuenta en el trabajode la cantera juvenil y vocacional. El resultado ha sido una desconexióncada vez mayor de las comunidades laicales adultas con la cantera juve-nil, que está resultando letal para ambas.

«A menos vida consagrada, menos vida laical»...: esa ha sido la conclu-sión real del proceso, y no la que se prometían algunos, con toda buenavoluntad, pero ingenuamente. A mi parecer, la reversión de ese procesoes una de las mayores urgencias pastorales que debemos afrontar si que-remos empezar a superar ciertos escollos identitarios en los que hace untiempo que estamos, por así decirlo, encallados, tanto consagrados comolaicos ignacianos.

Compañía de Jesús y movimiento laical ignaciano deben compartir cante-ra y alimentarla mutuamente, ya que en el momento en que eso deja desuceder se inicia la decadencia. Las comunidades ignacianas se alimentande la pastoral juvenil de la Compañía de Jesús y, viceversa, las vocacionesa la Compañía de Jesús deberían salir mayoritariamente del seno de las co-munidades ignacianas, en el contexto de los Ejercicios Espirituales de elec-ción, en la etapa universitaria. Afortunadamente, parece que nos hemosdado cuenta, y en esas estamos de un tiempo a esta parte.

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De la afiliación a la vocación

En relación con lo planteado hasta aquí, me gustaría analizar más a fon-do algunas posibles razones de esa falta de vitalidad vocacional de nues-tras comunidades. La primera cuestión que me planteo cuando piensoen ello es si no habremos apostado a menudo por una vida cristiana máscentrada en la afiliación que en la vocación. «Estoy afiliado a esta comu-nidad, a esta parroquia, a esta comunidad de vida cristiana (CVX), a es-ta ideología, a estos que son de los míos..., frecuentemente contra aque-llos que son los malos». Cristianismo de partido que reseca y acaba pu-driendo la raíz. Desaparece la voluntad de Dios para mi vida como cen-tro desde donde soy enviado a la Iglesia y al mundo, y aparece en su lu-gar mi derecho a voto: ¿a quién voy a dar mi voto como cristiano?; ¿enqué nido cristiano me quiero resguardar de la Iglesia y del mundo?; ¿enqué nicho me voy a sentir confirmado y seguro?

La gran pregunta no debería ser «a qué grupo estoy afiliado», sino «dequién recibo yo la misión». Dicho de otro modo, ¿quién me envía? La mi-sión cristiana se recibe de alguien, y se responde de ella ante alguien: asífunciona en la Iglesia desde su fundación. Jesús enviaba a los apóstoles dedos en dos y después les pedía cuentas. Y el que me da la misión tiene queestar autorizado a hacerlo para que sea misión de Jesús y no un golpe degenio del superapóstol de turno. ¡Qué mecanismos más sutiles y perversosutilizamos para apropiarnos ilícitamente de la misión...! ¡Cuántos pseudo-apóstoles que se han enviado a sí mismos sin las credenciales de su Señor...!¡Cuánta impostura disfrazada de perfección moral, de autoridad esotérica,de liderazgo carismático...! ¡Cuánto guru emocional...! Y así nos converti-mos en cristianos que van por libre, en almas puras que profesan un cris-tianismo de buenas intenciones y grandes eslóganes, pero vacío por den-tro. Eso mata la vitalidad y las vocaciones.

Del pacto a la alianza

De esta manera, nos hemos ido convirtiendo más en cristianos del pac-to que de la Alianza. Hacemos un pacto con Dios: «mira, yo te doy mi

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voto, voy a la Eucaristía, soy catequista, toco la guitarra, hago el caminode Santiago o voy a Taizé cada verano..., y tú te estás tranquilito, sin dar-me sobresaltos». Nos acostumbramos a Dios y hacemos nuestros planesal margen de Él, esperando que venga a rubricar nuestras opciones en elúltimo momento. Dicho de otra manera, nosotros rellenamos todos losapartados del contrato y, una vez controlados todos los flecos, le presen-tamos el contrato de nuestra vida a Dios para que lo firme. Aquí empie-za y acaba el protagonismo que le damos a Dios: Él es el big boss que nosprotege y firma los cheques; el resto es cosa nuestra.

Pero vivir en clave vocacional es otro asunto. Para empezar, consiste enpresentarle a Dios el contrato de nuestra vida, por nuestra parte casi enblanco. Un contrato que hemos recibido de Él y que lleva ya escritas al-gunas de sus cláusulas más importantes. Para, a partir de ahí, ir escri-biendo con Él las concreciones e ir definiendo las opciones que nosacercan más a nuestra felicidad, vista esta no tanto con nuestros ojos, si-no con los suyos, que son los definitivos. Y en ese contrato el apartadode la vocación consagrada es uno de los que aparecen primero: «te loofrezco antes que cualquier otra posibilidad; si tú quieres, no se hablemás». Esa sería, a mi parecer, la actitud que deberíamos promover ennuestras comunidades si queremos recuperar la vitalidad apostólica yvocacional; actitud, por otro lado, que propone Ignacio de Loyola enlos Ejercicios Espirituales.

De lo contrario, ¡con qué facilidad caemos en ese cristianismo pactistadel «no hace falta»...!: «no hace falta ser sacerdote para poder animar unacomunidad; no hace falta ser religioso para vivir la entrega a la misióncon exclusividad; no hace falta consagrarse para poder vivir la vocacióncon radicalidad; no hace falta...». Pero ¿qué esconde esta postura? Unadesconfianza de los carismas que el Espíritu ha ido suscitando en la Igle-sia; una dejación de responsabilidad respecto de nuestra tradición y sucontinuidad; un falso idealismo que busca siempre la novedad como unahuida hacia adelante; un falso espíritu de fundador que al final siemprequeda en un grupito que no sobrevive a sí mismo; una ingenuidad sim-plona que piensa que los carismas se pueden vivir sin institución y quela institución, lejos de protegerlos, acaba siempre matándolos.

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Diversidad de carismas

La Iglesia se organiza desde los inicios carismáticamente, porque es el Es-píritu el que la rige y la conduce. Los carismas se validan en Iglesia, seconfirman y se reconocen eclesialmente, porque no son carismas parauno, sino para el cuerpo. Puede que haya cosas de la organización de laIglesia que nos disgusten o con las que estemos en desacuerdo, pero nolas vamos a cambiar creando una mini-iglesia paralela. En todo caso, loque no vamos a cambiar es la organización carismática de la Iglesia, la es-tructuración del cuerpo según las vocaciones que el Espíritu Santo sus-cita en su seno, vocaciones que se reciben individualmente, pero que seconfirman y se consagran comunitariamente.

Habrá quien considere que la vida religiosa tradicional es un carisma yaagotado en la Iglesia (hay quien lo defiende, tanto por la izquierda comopor la derecha), y que hay que buscar nuevas formas más adaptadas anuestra sensibilidad contemporánea. Sea como fuere, el carisma de la vi-da consagrada no es un lujo innecesario en la Iglesia, sino uno de los sig-nos imprescindibles para todo el cuerpo de su vitalidad espiritual y de suradicalidad evangélica.

La Iglesia, horizonte o frontera

Como colofón, me parece oportuno detenerme precisamente en la Igle-sia como frontera. Me atrevería a afirmar que nuestro futuro vocacionalse juega en una profunda reforma de nuestro sentir con la Iglesia; refor-ma no meramente cosmética o estratégica, sino verdaderamente espiri-tual, que restaure de raíz nuestra identidad jesuítica e ignaciana.

Hay quien todavía mira la frontera desde dentro y dice: «extra ecclesiamnulla sallus» (fuera de la Iglesia no hay salvación); otros, en cambio, lamiran desde fuera y exclaman: «intra ecclesiam nulla sallus» (dentro dela Iglesia no hay salvación). ¿Cómo salir de esta dicotomía tan falsa co-mo fatal? Si bien no es cierto que fuera de la iglesia no hay salvación, sílo es que al margen de ella no la hay. «Fuera» de la Iglesia, quizá sí, perono «sin» ella o «al margen de» ella. La salvación cristiana pasa por la his-

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toria y lo concreto de su cuerpo visible, ya que, de lo contrario, quizá seasalvación, pero no será cristiana.

El dogma cristiano de la encarnación no afecta solo a la asunción de unacarne biológica en Jesús de Nazaret, sino también de una carne históricaen la Iglesia. Sigue siendo válido para su cuerpo histórico lo que lo fuepara su cuerpo biológico: que solo se puede salvar lo que se asume ple-namente. Dios asume plenamente su cuerpo histórico como prolonga-ción de su cuerpo humano, plenamente humano. Y lo asume salvándo-lo y para la salvación, para ser signo y sacramento de salvación ofrecidaa todos los hombres. Este es el origen y la finalidad de la Iglesia, y paraesto pervive en la historia hasta el fin de los tiempos, cuando Dios lo se-rá todo en todos.

Empatía con la Iglesia

No hay vocaciones sin una inequívoca empatía con la Iglesia, con sus su-frimientos, con su desconcierto, con sus miedos y sus carencias...; perotambién, y sobre todo, con sus gozos y sus esperanzas, que son muchas.Estamos en esto bajo el signo de Rut: no lo entiendo todo, no lo com-parto todo..., pero «tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios».El deseo de seguir a Jesús, la obediencia a su voluntad, pasa también poreste Getsemaní eclesial. La frontera pasa de golpe por el interior de laIglesia, de mi vinculación a ella, ya no separando, sino uniendo mis du-das y mi confianza.

La encarnación es dolorosa, la carne impone una exasperante lentitud alespíritu, y es que la encarnación es la kénosis del espíritu... Nosotros que-rríamos liberarlo de la carne y de la historia, dejándolo volar libre, sinataduras, sin estructuras, sin mediaciones humanas, sin ambigüedades,puro como la energía, libre como nuestros inciensos aromáticos que so-brevuelan la realidad sin aterrizar en ella..., pero Dios no.

La iglesia católica tiene sus defectos, sus desavenencias, sus disensiones,pero se mantiene indefectiblemente una en la diversidad. Creo que esteaspecto no se calibra lo suficiente cuando se sitúa uno en esa fronteraeclesial donde se perciben más las sacudidas y las dificultades que las vir-

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tudes. Se habla mucho en el presente de la «fidelidad creativa», y yo de-seo que sea más que un eslogan elegante para salir del paso y contentara todos. La fidelidad no puede ser más que creativa, al menos si nos si-tuamos dentro de la tradición ignaciana de servir a la Iglesia, dispuestosa acudir a sus fronteras y ampliar sus horizontes, también vocacionales.

Conclusión

Llegamos en este punto al final del artículo. Quizá me haya excedido enalgunos criterios y en algunas conclusiones, o tal vez haya simplificadomás de lo justo o haya caído también yo en el eslogan fácil que suelo de-nunciar. Espero, sin embargo, no haberme «pasado demasiados pueblos»en el intento, y que lo incisivo de algunas afirmaciones, más que difi-cultarlo, ayude al debate y enriquezca nuestros análisis. Reconozco queno es un artículo preciosista, sino más bien trazado a brocha gorda (asíme salen los escritos últimamente). Quizá estoy en una fase de mi vidaen que necesito sacarlo todo a lo bruto antes que poner orden y con-cierto. Yo también estoy en «crisis», espero que en positivo, es decir, enfase de revisión y de autocrítica. Y este tema de las vocaciones me afectaprofundamente, no solo por el interés legítimo de tener compañeros decamino con los que compartir vida y misión, sino también por el apre-cio que siento por una forma de vida que es uno de los motores más efi-caces de la vitalidad apostólica y espiritual de nuestra Iglesia.

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LA VIDA EN EL PUENTE

Alicia Ruiz LÓPEZ DE SORIA, ODN*

* Licenciada en Farmacia. Estudia Teología. <[email protected]>

Sal Terrae

Resumen

A través de la metáfora de un puente por el que pasa la caravana de los ReyesMagos, se muestra una Iglesia que se encuentra en situación de peregrina y a laque el camino que ha de recorrer le indica continuamente lo inacabado de suser y de su misión.

Abstract

The metaphor of a bridge over which the Three Wise Men’s procession passes,shows a Church in a state of pilgrimage, to which the path remaining, conti-nually points out the incompletion of its being and mission.

Queridos Reyes Magos:

Como bien sabéis, mi tío Alberto me transmitió, siendo niña, su aficióna los «belenes». Recorríamos pueblos andaluces en busca de aquellos quetenían fama e íbamos allá donde nos decían que estaban los mejores. Ensu casa construíamos uno que, realmente, resultaba cada año superior.Siempre me hacía apreciar «detalles»... Hoy recuerdo uno aparentemen-te simple: en muchos de los belenes aparecía una de vuestras majestades cru-zando un puente. ¿En el puente? Sí, en una construcción, generalmentede piedra o madera, sobre un río, que tenía una finalidad clara: que vues-tra caravana pudiese continuar su camino.

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1. Tengo en cuenta en estas páginas especialmente las siguientes lecturas: J.I. GONZALÉZFAUS, Adiestrar la libertad, Sal Terrae, Santander 2007; S. MADRIGAL, Iglesia es Caritas.La eclesiología teológica de Joseph Ratzinger – Benedicto XVI, Sal Terrae, Santander 2008,459-489; J.M. MARTÍNEZ DE ILARDUIA, Libertad, don y conquista: libres, liberados, libe-radores, Publicaciones del Instituto Teológico de Vida Religiosa, Vitoria 2007.

2. Hay al respecto numerosas imágenes de Dios alejadas de la experiencia de Jesús quereclaman la crítica de la razón teológica: el Dios lejano, el Dios impuesto, el Dios delmiedo, el Dios ajeno a la historia, el Dios de nuestros intereses, el Dios rival de losseres humanos, el Dios útil y funcional, el Dios impasible ante el mal que sufren losinocentes, el Dios paternalista que infantiliza, el Dios neutral frente a la injusticia, elDios conservador del orden establecido, el Dios patriarcal...

alicia ruiz lópez de soria, odnSal Terrae

Todos sabemos la importancia que tienen los lugares y los no lugares quehabitamos, por su capacidad para configurarnos la vida. ¿Y qué decir delo determinante que pueden ser las personas con las que nos relaciona-mos y aquellas con las que caminamos estrechamente unidas, bien sea enuna época determinada o bien durante largo tiempo? Reconozco que,normalmente, antes de contemplar el belén, casi analizo la caravana quedirigís... Os lanzo una pregunta: ¿me permitís que este año forme parte dela caravana real?1

1. En el umbral del puente

Me hallo dejándome guiar por la estrella, en compañía del rey Gaspar.Me cuenta que mañana nos encontraremos en un cruce de caminos conMelchor y Baltasar y, desde ese punto, proseguiremos todos juntos. ¡Ten-go una ilusión enorme por ir con los Reyes Magos hacia Belén!

Os cuento, Majestades, que vengo cargada de inquietudes en relacióncon mi deseo de anunciar la Buena Nueva de Jesús a hombres y mujeresque se topan con numerosos límites para encontrar la mistagogía cristia-na dentro de la gran Iglesia: determinados modos de relacionarse con elpoder; la contaminación con eso que la ascética clásica calificaba como«el mundo», no solo en visiones teóricas, sino en conductas concretas (¡yello sin ninguna mala conciencia y con escaso sentido del pecado!); di-rectrices y pronunciamientos que relegan a niveles muy secundarios laopción por la misericordia; las falsas imágenes de Dios sostenidas por elautoritarismo en aras de facilitar la tarea de quienes gobiernan2; estruc-

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3. Véase el discurso de Juan Pablo II dirigido a los participantes en el Consejo Interna-cional para la Catequesis, «La tarea de la inculturación constituye el centro de la nuevaevangelización», en www.vatican.va

la vida en el puente Sal Terrae

turas de evangelización desfasadas; ciertas maneras de relacionarse conlas personas desde el prestigio y la soberbia personales; el alejamiento dela vida real de las gentes; respuestas religiosas simples sin contraste conla razón crítica; la pertenencia no en igualdad de las mujeres; la asimila-ción de criterios, costumbres y lenguajes del poder político o económi-co; el interés por ocultar los escándalos que se dan en su seno; los mie-dos disfrazados de prudencia y mesura... Creo, Majestades, que hoy endía, a los sencillos seguidores de Jesús que viven en este mundo y no enotro, con vidas salpicadas por los problemas más frecuentes de nuestrasociedad y atentos a lo que acontece en ella, en ocasiones se les desani-ma desde la gran Iglesia, provocando que no alcen la mirada al cielo bus-cando la estrella.

Pero, por fortuna, entre tanta gente como la que puedo observar en es-tos momentos a mi alrededor, «...en tanta diversidad, así en trajes como engestos: unos blancos y otros negros, unos en paz y otros en guerra, unos llo-rando y otros riendo, unos sanos, otros enfermos, unos nasciendo y otros mu-riendo...» [EE 106], hay personas que viven frecuentemente litigandocon esos límites, que se mantienen en una búsqueda y acercamiento dia-rio a Dios y a sus criaturas, que peregrinan hasta los santuarios del dolorhumano para acoger a Dios y comprometerse con él a crear la «vida ver-dadera» [EE 139].

Son gente estupenda: muestran la intrepidez renovada de la fe vivida condeterminación y constancia –con «parresía»3–, pronunciándose a favorde la legitimidad de diversos caminos en las búsquedas espirituales refe-ridas explícitamente a la fe cristiana, alegando en pro de la autonomíadel adulto e invitando a seguir adelante a pesar de los inevitables obs-táculos y resistencias.

Gracias a estas personas, conocedoras de que Dios es presencia amorosaoculta en lo profundo de la existencia que invita calladamente al cuida-do mutuo, los que están muy fatigados son llamados por su nombre en losescabrosos senderos que transitan habitualmente, y se hallan arropados

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4. A. SCOLA, Chi è la Chiesa? Una chiave antropologica e sacramentale per l’ecclesiologia,Queriniana, Brescia 2005, 9.

5. J. RATZINGER, La sal de la tierra. Cristianismo e Iglesia católica ante el nuevo milenio,Palabra, Madrid 2005, 72.

6. J. RATZINGER, Ser cristiano, Desclée de Brouwer, Bilbao 2007, 64.7. Deus caritas est, 19.8. Considero que algunos sectores de la Iglesia, por principio, dudan y desconfían del

don supremo de la libertad. Kierkegaard señaló que el poder de Dios no se ha mani-festado en haber creado un universo inmenso poblado por incontables astros queabarcan espacios infinitos de millones de años luz; el poder de Dios, en su opinión,se reveló al crear la hormiga humana libre, capaz de plantarle cara y de decirle «no».

alicia ruiz lópez de soria, odnSal Terrae

por la mirada de otros que disciernen como ellos las encrucijadas y com-baten con ellos en las emboscadas, sintiéndose, en definitiva, acompaña-dos y aliviados de sus cargas. Por cierto, me alegra ver que aquí todos va-mos ligeros de equipaje...

Dirigiéndose «al puente», es posible que se escuchen estas preguntas: ¿pa-ra qué la Iglesia?; ¿por qué he de ir a la Iglesia para encontrar a Dios?; ¿cómopuede ser la Iglesia el medio intrínseco del acontecimiento salvífico de Cristopara el hombre de todo tiempo y lugar?4 No resulta fácil responder. Desde mipaisaje se me hace presente la figura del pastor con su cayado, con todo loque tiene de entrañable, tratando de marcar la vereda. La razón de la Igle-sia es que podamos conocer y llegar a Dios5, que tengamos experiencia deque Dios es amor (1 Jn 4,8), que podamos decir que «quien ama es cris-tiano»6... ¡Todos querríamos contestar esos interrogantes hablando de lacaridad de la Iglesia como manifestación del amor trinitario!7

Es Navidad, tiempo para confiar. Yo creo que, cada año, el Niño Jesúsviene a cubrir, con el superávit de su amor representativo, el déficit re-sultante de los límites de quienes formamos su Iglesia, pese a que nos en-contremos inmersos en unas coordenadas temporales marcadas por lamediocridad.

Es Navidad, tiempo para estar atentos. Hay hombres y mujeres de fe quese atreven a responder esos interrogantes y otros parecidos en el ágorapública, que no se guían por normas o leyes exteriores, sino por esa es-pecie de «sentido existencial» (K. Rahner) que los antiguos llamaban«discernimiento», procurando siempre vivificar y construir. Son personaslibres y con una profunda experiencia de Dios8. «Siendo libre de todos...

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con los judíos me he hecho judío para ganar a los judíos; con los que estánbajo la Ley, como quien está bajo la Ley –aun sin estarlo–... Me he hecho dé-bil con los débiles... Me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a al-gunos» (1 Co 9,19-22).

Pero no quiero quedarme ensimismada en estas cuestiones. Prefiero op-tar por avanzar con la caravana, relacionándome con las personas que lacomponen.

Con la unión de las comitivas de sus majestades Melchor y Baltasar, losatuendos se diversificaron, los corros que hacíamos para comer juntos seampliaron, las provisiones se racionaron... Contrariamente a lo que po-dría pensarse, no hay entre nosotros ambiente de «reyes» y «siervos»; serespira una igualdad efectiva entre todos, y las diferencias entre las dis-tintas comitivas se viven como complementariedad y enriquecimiento.Me imagino que los primeros que hicieron este camino hacia Belén, apartir de los cuales surgió la tradición, experimentaron anticipadamenteaspectos nucleares del Reino de Dios posteriormente anunciados por elHombre que fue, con el paso de los años, aquel Niño que encontraron...

Me han contado que la categoría central de la sociedad moderna medi-terránea del siglo I era el honor, es decir, la consideración o estima de queuno goza a los ojos de los demás, y que dicho honor se basaba en la per-tenencia a una determinada estirpe, en el lugar de procedencia y en elcumplimiento de las normas sociales propias de su rango. En la primeracaravana de los Reyes Magos, esta categoría empieza milagrosamente adesaparecer, y el Niño, al que se le discutirá su honor de forma progre-siva, optará por abrir el horizonte de un mundo radicalmente diferente.Siento que aún hoy, en la gran familia que es la Iglesia, como compañe-ros y compañeras de la misión de Jesús, tenemos que trabajar por derri-bar los muros que, entre nosotros, marca el siempre latente «honor»: lapecadora pública (Lc 7,36-50), el leproso (Mc 1,40-45), la aquejada deuna enfermedad considerada impura (Mc 5,25-34), el recaudador de im-puestos (Mc 2,13-17), la adúltera (Jn 8,1-11)... y tantos otros tomanrostro actualmente en conocidos nuestros que se han separado, divorcia-dos vueltos a casar, homosexuales, teólogos a los que se manda callar nose sabe bien por qué, mujeres maltratadas, padres y madres que crían asus hijos en solitario, jóvenes que cuestionan a la autoridad eclesiástica

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9. Solo un Dios prójimo de los últimos hace posible que personas a las que se enjuiciaen el interior de la Iglesia como pecadoras puedan tener una experiencia profunda desalvación. Recordemos que Jesús miró a las prostitutas como personas conscientes de sulímite y necesidad y las puso de modelo para emprender un camino de liberación. Ese esel camino que nos invita a recorrer juntos: liberar a quien sufre la opresión. P. ALONSO,«La prostitución en la Biblia»: Razón y Fe 1.341-1.342 (2010), 56.

alicia ruiz lópez de soria, odnSal Terrae

solicitando un testimonio más coherente con el evangelio en clave de po-breza, ex-delincuentes... Mientras hacemos desaparecer la centralidad delhonor también en las relaciones intraeclesiales, el amor de Dios nos librade una obligación desesperante: la de tener que ser personas venerablespara ser amadas. Un amor en el que es acogida toda nuestra realidad9.

2. En el puente mismo

Mis pies han alcanzado un puente estrecho, y a pocos metros tengo alRey Gaspar. Uno de sus criados de confianza me ha dicho que lleva in-cienso para realizar una ofrenda. Me adelanto para decirle que, en la ac-tualidad, «el incienso», pese a que a todos nos gusta, acompaña solo a losartistas famosos, a las grandes estrellas del fútbol, a los dueños de lasmultinacionales, al poder eclesiástico presente en las grandes y solemnescelebraciones litúrgicas... Me sonríe diciéndome que andamos un pocodespistados, y me habla con prudencia de la tendencia del ser humano acaer en idolatrías para dejar de adorar al Único que lo merece.

Nuevamente entro en diálogo conmigo misma, percibiendo las virtudesde la distancia con respecto a los otros, que representan, en efecto, otrasintimidades que, más que transparencias, son misterios. Aquí, contem-plando, se cae en la cuenta de que la distancia y el misterio, respetados yvalorados, dejan libre un espacio para Dios. ¡Estas hendiduras son mara-villosas! Captándolas, descubro que el acierto de la cercanía del Dios dis-tante es un arte recibido y aprendido por el verdadero apóstol, que se con-vierte en medio para llegar a un lugar fronterizo y límite.

Situada en este lugar, reflexiono sobre algo que me parece básico: la granIglesia ha de aceptar el principio de realidad, que le impone la necesidadde convivir con otros, plurales y diferentes, en espacios muy próximos, pa-

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10. Interesante análisis sobre «el puente» en la novela de Ivo ANDRIC, Un puente sobre elDrina (Debate, Barcelona 1999), en la que se ponen en comunicación dos mundosextraños entre sí: el Imperio Turco musulmán y la Austria cristiana.

11. Recuerdo, y me hace pensar, un artículo que leí no hace mucho y en el que se refle-xionaba sobre cinco posibles miedos eclesiales: a la simplicidad, al sexo, a la crítica,al futuro y a la libertad de los creyentes. También a esto le doy vueltas en el corazón.

la vida en el puente Sal Terrae

ra estar entre ellos como quien acompaña en el margen, sostiene en la de-bilidad y acoge en el aislamiento. Percibo que, afortunadamente, la mayorparte de la Iglesia se ha dado cuenta de que vive en una sociedad pluralis-ta, en la cual la armonía y la coexistencia son una necesidad ineludible.

Este lugar, el puente, de una forma que no acierto a descifrar con exacti-tud, marca la dialéctica entre lo identitario y lo relacional; detiene y, a lavez, invita a ser atravesado sin necesidad de hacer morada en él... El puen-te hace que el río se convierta en camino, y con él las orillas se conviertenen límites abiertos10. Por cierto, ¡qué agua tan cristalina la de este río...!

Es curioso que algunos de los que forman parte de la caravana real hayandejado entrever en el puente las heridas personales. Mirando algunos ros-tros y escuchando algunas historias, paso por el corazón una verdad evan-gélica: no hay nada más sagrado que el hecho de que deje de sufrir la personaque sufre... Aquí tengo la oportunidad de aprender el sentido de una co-munión más allá de las suertes y situaciones personales que actúan comofronteras infranqueables; la verdad de lo diferente y lo débil; la riqueza delos mestizajes; el deseo de Dios por suscitar una humanidad a su imagen...Recuerdo que en la tradición judía «caminar» es un símbolo del compor-tamiento humano, y hacerlo atravesando puentes conlleva un énfasis enactitudes de apertura y salida de sí, de acogida y misericordia.

Para quien busca hallar a Dios en todas las cosas, el puente es lugar deverdaderos e insospechados encuentros. Para llegar a ellos ayuda el si-tuarse desde la carencia; las búsquedas insatisfechas y, por ello, incansa-blemente atentas; reaccionar compasivamente ante los imprevistos queafectan a las vidas personales; privilegiar lo más humano frente a las nor-mativas; una cierta capacidad de riesgo ante el temor a lo impuro; com-partir con los otros lo que ellos no tienen; dejarse interpelar y afectar,evitando el miedo a la contaminación; ponerse en la piel del otro; cono-cer la propia fragilidad; nombrar las propias parálisis...11 Sí, en la carava-

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12. F. TORRALBA, «Dar la palabra al huésped inquietante»: Crítica 938 (2006), 31.13. Soy de las que piensan que el cristianismo ha de reconocer con humildad que su ex-

periencia de Dios no agota la manifestación de Dios. En la experiencia mística se al-canza lo trascendente, y lo trascendente nos toca y nos abraza, de manera que se cru-zan puentes, permitiéndosenos entrar en territorios ajenos.

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na real todos mostramos sed de Dios, que en parte se satisface en el en-cuentro con el prójimo.

Una cosa voy clarificando. Lo que permite y posibilita permanecer en elpuente es el diálogo y la caridad. En él no existen «extranjeros» a los querápidamente se les califica de sucios, mal vestidos, malhablados o, desdeel punto de vista ético, de perezosos, degenerados... La permanencia enlos puentes nos adiestra para una vida en fraternidad siempre llena de pe-ligros para nuestra propia identidad; peligros que fácilmente se salvanmediante una comunicación profunda que alterna silencios y palabras yse distingue por la escucha. En palabras de F. Torralba: «Nunca jamás re-gresamos al lugar donde estábamos después de haber dialogado auténtica-mente; lo cual no significa que hayamos dimitido de nuestras convicciones,sino que las vemos desde una nueva perspectiva. Somos más críticos, más pro-fundos, más flexibles»12.

El puente, lugar tantas veces desechado por transgresor, hoy se presentacomo piedra angular para quienes, considerándonos Iglesia, queremosque esta sea casa abierta y acogedora para todos, donde se nos pide valorpara estar dispuestos a abandonar por momentos la disciplina propia, co-nocida y dadora de identidad, en aras de experiencias de trascendenciaque lleven a tierras extrañas...13

Una compañera de la caravana me dice que al poner los pies en el puenteha experimentado que comenzaba una aventura en la que había que apli-car todos los sentidos y ser prudente. Ciertamente, yo he experimentadoalgo parecido. Y es que hay que someterse a la tensión de sobrepasar en dis-cernimiento los límites establecidos, con el riesgo de adoptar el papel dedisidentes. Se requiere, pues, solidez y formación personal, no bastandocon la buena voluntad; el modo de estar dista de un sentimentalismo ba-rato y de una mera presencia sin capacidad de crítica...

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14. Al escribir una carta a los Reyes Magos, aconsejan poner la verdad (evitar los maqui-llajes, puesto que sus destinatarios son benévolos y comprensivos), pensar en los de-más (y decirles que piensen en ti a los familiares y amigos cuando ellos escriban sucarta), pedir los propios regalos (los mejores no tienen por qué ser los más caros), es-cribir con buena letra (se les facilita la tarea), hacerlo pronto (de lo contrario, te lle-vas un chasco) y, finalmente, enviarla. Espero cumplir más o menos estas condicio-nes, pero pido perdón anticipadamente si así no fuera.

la vida en el puente Sal Terrae

En los puentes también se dan encuentros fallidos, personas que se que-dan aisladas, otras que emprenden marchas y se alejan. Hay quienes, pe-se a haber llegado al puente, acaban quedándose en la satisfacción per-sonal de su modo de ser, del grupo al que pertenecen y de las normas queles han conducido siempre; hay quienes muestran un corazón endureci-do; hay quienes temen arriesgar... ¡Hay gente tan variopinta!

3. Al otro lado del puente

La caravana ha avanzado notablemente en varios días. Las conversacio-nes, el sentido del humor, el cansancio, los rezos, los ratos a solas... hanfavorecido que internamente me haya ido pacificando e incluso sumer-gido en la estela de los sueños. Creo que era al poeta Kabir a quien legustaba la vida en el puente y quien, a su vez, nos aconsejaba que noconstruyéramos una casa sobre él.

Queridos Reyes Magos, la expresión de deseos y la petición de regalos ca-racterizan los millones de cartas que recibís por estas fechas. Permitidque al final de la travesía os presente algunos anhelos14:

a) En mi opinión, los sufrimientos actuales sitúan al Evangelio y a laIglesia en un contexto nuevo que exige revisar las doctrinas evangelizado-ras. El lenguaje oficial de la Iglesia frecuentemente no transmite ningu-na experiencia creyente, sino una especie de doctrina disecada. Los in-tentos cristianos por cruzar a lo otro, a lo diferente, se han realizado has-ta ahora, en general, desde el polo del ser o la plenitud. Quizá sea mo-mento de hacerlo desde la abnegación del yo, buscando alcanzar unaconcepción más profunda del misterio de Dios. Se hace necesaria unaIglesia que invente comportamientos nuevos, nuevos mensajes y nuevasrelaciones. Este es el primer regalo que os pido.

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15. M. Buber nos dice que Dios es la más preñada de las palabras de los hombres, queninguna otra está tan marcada y tan desgarrada. Hoy en día tenemos el desafío, se-guramente descomunal, de «levantarla del suelo» y «enderezarla en un momento his-tórico y trascendental».

16. Resulta esclarecedora la lectura de S. MADRIGAL, «Los ministerios de la Iglesia hoy»,en AA.VV., Retos de la Iglesia ante el nuevo milenio, Cátedra Chaminade, Madrid2001, 137-173.

17. C.M. MARTINI, Las alas de la libertad. El hombre que busca y la decisión de creer, SalTerrae, Santander 2010, 41.

18. Multitud de documentos del Magisterio nos dicen que la esencia de la misión de laIglesia consiste en ponerse en camino y predicar el Evangelio: Maximum illud

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Me gustaría que dejáramos de hablar de Dios desde la soberbia y experi-mentásemos que irremediablemente es algo costoso para un creyente15,que conjugáramos el coraje de la fe, la libertad del Espíritu y buenas do-sis de imaginación creadora para asumir el riesgo de volver a mencionara Dios de tal manera que aparezca vivo y actual, es decir, como BuenaNoticia para los hombres y mujeres de hoy.

Quienes somos Iglesia, quienes sin la menor duda aceptamos la funciónde la autoridad dentro de una aprobación más amplia de diversidad deministerios, funciones y carismas, todos ellos enfocados a la construccióndel cuerpo eclesial16, necesitamos que, frente al vicio de la vanidad difun-dido tanto en la sociedad como en la Iglesia jerárquica (muestra de ello sonlas vestiduras), reconozcamos humildemente que se nos cuela la aspiraciónal aplauso; que frente a la ambición de hacer carrera eclesiástica apostemospor decir las cosas sin temor a que otros tomen nota; y que frente al con-formismo antepongamos la defensa de la verdad, venciendo las ataduras delos idola theatri17. Nos parece necesario recuperar el talante autocrítico delConcilio Vaticano II, donde se reconoció que «en la génesis del ateísmo pue-den tener parte no pequeña los propios creyentes, en cuanto que, con el descui-do de la educación religiosa, o con la exposición inadecuada de la doctrina, oincluso con los defectos de su vida religiosa moral y social, han velado, más querevelado, el genuino rostro de Dios» (GS 19).

b) Comprobamos que la gran Iglesia es hoy un poco timorata a la hora deayudar a quien se aleja, mientras que es precisa en marcar su territorio.Muchos, tras desacuerdos con su actuación, se deslizan hacia la indiferen-cia. Frente a ello, el celo misionero18 nos anima a ir a quienes están en las

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(1919), Ad Gentes (1965), Evangelii nuntiandi (1975), Redemptoris missio (1990)...Lo que hay que tener en cuenta en el tema que nos ocupa es la necesidad de tomaren serio los conflictos intraeclesiales, que en muchas ocasiones terminan incremen-tando el número de los que se marchan.

19. La tradición de la Iglesia ha defendido siempre que sus normas morales son de dere-cho natural y, por lo tanto, razonables y justificables por la razón. Si la ley natural esaccesible a todos los fieles, y si el Espíritu Santo está presente en cada fiel, hay quereconocer que se ha prestado escasa atención a las ideas y experiencias de los fieles encuestiones morales.

20. «Si fuéramos artesanos de la escucha, más que maestros del decir, quizá podríamos pro-mover una convivencia distinta entre los hombres» (Corradi Fiumara, 1985).

21. «La Iglesia, que custodia el depósito de la palabra de Dios, de la que se obtienen los prin-cipios de orden religioso y moral, aunque no tiene siempre a mano una respuesta para ca-da cuestión, desea unir la luz de la Revelación a la pericia de todos para iluminar el ca-mino que la humanidad ha emprendido recientemente» (GS 33).

la vida en el puente Sal Terrae

fronteras de nuestra Iglesia sin poseer la verdad, sino en búsqueda conjun-ta de ella19 a través del diálogo. ¿Y si creciéramos en capacidad de diálogo y,por ello, de escucha?20 Toda vida verdadera está cuajada de encuentros en losque reconocemos nuestra humanidad. ¿Necesitará la Iglesia prodigar losencuentros? Cruzar puentes puede ser un elemento de gracia si llegamos aencontrarnos verdaderamente unos con otros. Dios nos utiliza a cada unode nosotros para hablar a otros, especialmente en y a través de nuestroscruces de puentes y de los encuentros que se siguen de ellos.

Espero que sea un deseo de fácil cumplimiento. ¡Se derivaría tanto biende ello...! ¡Nos acercaríamos a la gente de a pie! Es desalentador percibira la Iglesia como una institución que se sitúa siempre ante el dilema dehablar con suprema autoridad infalible o callar sin remedio21. Por su-puesto que las instrucciones magisteriales poseen cierto grado de obliga-toriedad; pero, no siendo definiciones de fe, los pronunciamientos pue-den ir acompañados de una señalización de su provisionalidad. En con-traste, son muchos –más de los que nuestros diagnósticos pesimistasconsideran– los que, sabiendo y gustando de una experiencia de Diosimbricada en la experiencia de la vida cotidiana (alegrarse, andar, comer,llorar, tener hijos, conversar...), no sientan cátedra sobre Dios en las afir-maciones que realizan sobre Él. Son muchos los que saborean la no ne-cesidad de hacer experiencias «galácticas» para acudir a la cita con Diosy que después se muestran muy humildes en sus relaciones con los otrosy en las orientaciones que se atreven a dar.

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22. «La Iglesia es esencialmente un espacio abierto»: S. MADRIGAL, Iglesia es Caritas. La ecle-siología teológica de Joseph Ratzinger – Benedicto XVI, Sal Terrae, Santander 2008, 472.

23. Nos referimos a fieles cristianos que escuchan con sinceridad la palabra de Dios,leen con docilidad la doctrina cristiana, piden consejo a expertos y pastores, oran conhondura, se revisan constantemente y realizan un serio esfuerzo por comprender, sinlograr entender del todo, la postura moral expuesta por el Magisterio. Se trata de fie-les que –así le parece a más de uno– no pueden ser acusados ni de arbitrariedad nide subjetivismo ni de juicios ligeros, superficiales o laxos.

alicia ruiz lópez de soria, odnSal Terrae

c) Me uno a quienes consideran que la Iglesia debe hacer sentir la mise-ricordia de Dios en el mundo y no la prepotencia, ni la capacidad de or-ganización, ni la fortaleza económica... Ello me lleva a soñar con unaIglesia que asuma que la hospitalidad es exigencia natural de la humani-dad, pero más aún suya, y que, a través de pronunciamientos y actosconcretos, la haga visible. Una Iglesia que sea signo de la gracia que ope-ra por doquier, que no excluye a nadie22. Hablamos de una operación dedeslinde que contribuya a crear fisuras en los límites impuestos y cons-truir pasajes por los que circule todo tipo de gentes. Nos referimos a unaIglesia que es sacramento de la unión de los hombres con Dios y entresí. Entiendo que para ello hace falta una gracia especial del Espíritu quenos lleve a sentir que somos verdaderamente misericordiosos si aprende-mos a sufrir con quien sufre, a gozar con quien goza, a practicar siemprey en las circunstancias más desfavorables la ética del no hacer sufrir a na-die por causa de nuestro juicio. ¡Qué maravilla, una Iglesia donde todos ycada uno de sus miembros llevásemos a quienes están a nuestro alrededor ba-jo el manto infinito de la misericordia de Dios...! ¡Qué maravilla, una Igle-sia que recordase que no se puede herir a un ser humano sin horadar conel mismo golpe al Infinito...!

Queridos Reyes Magos, no sé si os lo voy poniendo cada vez más difícil,pero sueño con un Magisterio que anime y no cargue con pesados far-dos las conciencias de cristianos que sufren, además de por sus heridaspersonales, por no sentirse acogidos por la Iglesia23. Sueño con un Ma-gisterio que, junto a los ideales, considere los procesos, los contextos y ladiversidad, que ayude a asumir e integrar los fracasos como puntos departida, en ocasiones desafortunadas, de la construcción de la persona.Por otra parte, confieso que me atraen los fieles que aceptan fácilmenteque «su» opinión dista mucho de ser inmune al error y se vinculan a la

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24. Valiosa la lectura del artículo de F.J. DE LA TORRRE, «Para una lectura amable del Ma-gisterio»: Sal Terrae (2009), 797-810.

25. «La Iglesia solo puede ser “maestra” si sabe también ser “discípula”; únicamente será oíday aun entendida en el inmenso depósito de su sabiduría milenaria si, a su vez, escucha yse deja interpelar por las plurales voces de esa otra sabiduría, no menos inmensa, que vagenerando el proceso secular de la cultura». A. TORRES QUEIRUGA, Recuperar la creación.Por una religión humanizadora, Sal Terrae, Santander 19963, 81.

la vida en el puente Sal Terrae

tradición moral de la Iglesia que acepta los casos de «conciencia cierta,pero invenciblemente errónea» o los casos de «incapacidad para recibirun valor». Me pregunto: ¿qué pasos tendríamos que dar para vivir sana-mente y no como amenaza la complementariedad Magisterio/concienciapersonal?; ¿qué tendríamos que hacer para vivirla como una riqueza parala Iglesia?24 Creo que la Iglesia no traicionaría su ideal evangélico si aco-modara su ordenamiento jurídico a la capacidad y las posibilidades delos hombres de carne y hueso que se encuentran en un callejón sin sali-da, sin que ello signifique que se fomente el laxismo. Y apuesto por após-toles que estén en contacto con la gente y que en la aplicación pastoralde la legislación se caractericen por su humanidad.

Me dicen que estamos llegando, que un grupo de personas, preferente-mente pastores, gente de no muy buena fama, están adorando al Niño Je-sús. Me dicen que el «solio real o trono» de la Trinidad [EE 106] se ha he-cho pesebre. Me dicen que contemplando al Niño Jesús se descubre porprimera vez la ternura con que Dios mendiga nuestro amor. Me aseguranque hay una mujer excepcional, María. Creo que es tiempo de callar.

Queridos reyes Gaspar, Melchor y Baltasar, gracias por dejarme acom-pañaros. Quizá después de esta experiencia, que promete ser única, pue-da hablar también de Dios en la frontera del silencio y aprenda que elpecado es, sencillamente, el fracaso en el amor que va en contra de nues-tro verdadero bien...: el Reino del Dios de Jesús. En el silencio de Belénacontece el nacimiento del Señor: «Cuando un silencio apacible lo envol-vía todo, y la noche llegaba a la mitad de su veloz carrera, tu omnipotentepalabra se lanzó desde el cielo, desde el trono real» (Sab 18,14). Porque, alfin y al cabo, siempre es tiempo de escuchar25.

Un abrazo infinito, como mi agradecimiento

Alicia Ruiz López de Soria

Adultos en la comunidad cristiana se presenta como un inmejorable com-pañero de viaje para cuantos, en nuestras comunidades cristianas, se inte-resan por el crecimiento de los adultos en la fe, ofreciendo una cuidadametodología para que todas las fuerzas de la comunidad se concentren enla tarea prioritaria de la nueva evangelización. Las cuatro partes de las quese compone este ágil y sintético manual se proponen determinar los obje-tivos, itinerarios, lenguajes y temas de una catequesis que, desde el anun-cio, se hace mistagogía, profecía y experiencia integral de fe, y desea con-tribuir a una mejor y más adecuada preparación de la catequesis de adul-tos y de los mismos catequistas.

E. Y M. BARGHIGLIONI

LUCIANO MEDDI

Adultos en lacomunidad cristiana

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A LOS CRISTIANOSQUE VIVIMOS TENDIENDO PUENTES

EN LAS FRONTERAS DE LO COTIDIANO

MARÍA CANCELO BAQUERO*

* Bióloga de la Xunta de Galicia. A Coruña. <[email protected]>.

Sal Terrae

Resumen

Los cristianos tenemos hoy una misión ineludible: hacer creíble y atractivo elmensaje de Jesús en esta sociedad secularizada y postmoderna en la que nos hatocado vivir, cada vez más alejada de la Iglesia. Una misión verdaderamentefronteriza. Las dificultades no se derivan únicamente del contexto sociocultural,sino que tenemos que reconocer la parte de dificultad que procede de la propiainstitución eclesial (de la que formamos parte). Por un lado está la imagen querefleja y, por otro, la falta de adecuación a los nuevos tiempos en la transmisióndel mensaje. Este panorama implica nuevos retos para quienes tenemos que irconstruyendo, al aire del Espíritu, las alternativas. Cada uno con la parte de res-ponsabilidad que le corresponde. Aquí se apuntan algunos.

Abstract

We, as Christians of today, have an unavoidable mission: to make the messageof Jesus believable and appealing in this secularised and post-modern society inwhich we live, one which is moving increasingly further away from the Church.A mission across borders indeed. The difficulties lie not only in the socio-cultu-ral context but also in the ecclesiastical establishment itself (of which we all arepart), something that we need to recognise. On one hand, this refers to the ima-ge projected, and on the other, to the fact that the message transmitted has notadapted itself to the times we now live in. This outlook presents each one of uswith the challenge of continually finding new ways of doing this in our corre-sponding area while keeping the air of the Spirit. Some of them are listed here.

44 maría cancelo baqueroSal Terrae

Empiezo por presentarme. Soy una cristiana laica que ejerce su profesióncomo funcionaria de una administración autonómica y vive en una ca-pital de provincia entre lo que se podría llamar la clase media española.En este entorno es donde pretendo desenvolver la misión a la que, comocristiana, me siento enviada: anunciar la buena noticia que nos trajo Je-sús a los que me rodean y colaborar humildemente, en la medida de misposibilidades y en mi espacio vital y laboral, a construir su Reino.

A primera vista, algo sencillo y vulgar. Nada que ver con esas misionespunteras a las que son enviados los «elegidos» del Señor: entregar la vidasin reservas en «tierras de misión», en las fronteras adonde los cristianosde a pie no podemos llegar. Pero cuando una se enfrenta a ello, cuandoquiere colaborar en la construcción del Reino de Dios, encuentra canti-dad de dificultades que muchas veces son auténticas barreras franca-mente difíciles de franquear.

Muchas de estas dificultades se derivan del entorno sociocultural en quenos ha tocado vivir: en tránsito, a paso apurado, de una sociedad católi-ca confesante a una sociedad secularizada marcada por grandes y rápidosavances científico-técnicos, económicos y sociopolíticos y un fuerte cam-bio de valores. Cambios que han afectado a toda Europa, pero que enEspaña tienen una impronta especial, mucho más marcada por el rápi-do cambio, de un nacional-catolicismo impuesto y prolongado artificio-samente en el tiempo, a la nueva cultura moderna (o postmoderna) se-cularizada que se impuso en todo el mundo occidental, hacia la que fui-mos conducidos, como si de una panacea se tratara, por la llegada de lademocracia, y en la que nuestro país está ahora inmerso hasta la cabeza.

Una sociedad cada vez más alejada de la Iglesia institucional, con una ne-cesidad de ruptura con lo anterior, que ensalza sobre todo la autonomíay libertad del individuo, la realización personal, el disfrute, el placer y elbienestar sobre todas las cosas; que solo acepta lo que se puede explicarpor la razón; y que identifica la cosmovisión cristiana como la que seopone en gran parte a todo ello. Una sociedad en la que ser creyente estodo un desafío y en la que uno se siente rodeado de cantidad de incer-tidumbres, desconciertos y nuevos retos y sin muchas referencias válidaspara las nuevas circunstancias.

45a los cristianos que vivimos tendiendo puentes... Sal Terrae

Cada día, cuando salimos a la calle, experimentamos lo difícil que es hoydecirse cristiano sin que te miren como a un bicho raro. En muchos am-bientes, hoy es casi más fácil presentarse, por ejemplo, como budista o se-guidor de alguna espiritualidad oriental que como cristiano. Resulta, sinduda, mucho más interesante y moderno frente a la imagen de «carca» quea todos les viene a la cabeza cuando les dices que eres cristiano. Vivimos,pues, en un ambiente bastante hostil, y eso nos dificulta y nos hace sentircomo conflictiva nuestra mera vivencia de la fe y –ni que decir tiene–nuestra intención apostólica de anunciarla y contagiarla a otros.

Por eso creo poder afirmar que, aunque no nos vayamos a vivir en misióna las fronteras, vivimos en misión en las fronteras internas que entraña es-ta sociedad y este momento histórico. No serán lugares alejados y diferen-tes de los nuestros, pero son fronteras sutiles y no por ello menos reales.

Nosotros, Iglesia, como parte del problema

Si el ambiente ya no es propicio para la vivencia religiosa tradicional, aello tenemos que añadir el plus de dificultad que nos viene de dentro: loque la propia Iglesia y los creyentes hemos hecho o dejado de hacer. Mevais a permitir que os vaya explicando, al hilo de mi experiencia, lo queos quiero decir. Perdonad la incursión en algo tan personal, pero me pa-rece significativo para lo que quiero exponer.

Como os decía, nací y crecí en una familia de clase media en una capi-tal de provincia. De niña, recibí una educación religiosa sencilla; la feque me transmitieron en casa se concretaba en algunas prácticas piado-sas y la misa del domingo, suficiente para proporcionarme una muy bá-sica pero cierta experiencia de Dios. Estudié en un colegio laico y recibíuna educación moderna, marcada por los nuevos avances científicos yculturales propios de la época.

Cuando fui creciendo, empecé a plantearme la autenticidad en mis com-promisos y, con la rebeldía propia de una adolescente, me cuestionaba la«obligación» de ir a misa los domingos (me parecía «un rollo», pues no medecía nada que mereciese la pena). Así que me rebelé contra esa imposi-ción y, a eso de los 14 o 15 años, dejé de «practicar» sin hacerme plantea-mientos más profundos sobre mi fe (aunque no la negaba, «por si acaso»).

46 maría cancelo baqueroSal Terrae

Además, en el ambiente que se vivía entonces en España en plena tran-sición (finales de los setenta), con los cambios sociales, culturales y de va-lores que estaban teniendo lugar, una adolescente moderna, inquieta, ra-cionalista e inconformista que se preciara no iba a andar con «beateríasridículas». Al menos, eso me decía a mí misma. De haber seguido por esecamino, probablemente hoy formaría parte del gran grupo de agnósticoso indiferentes al hecho religioso que pueblan nuestra sociedad. Pero lavida nos trae sorpresas, y en mi caso, de la noche a la mañana, di un gi-ro completamente imprevisto.

La pérdida de mi padre de muerte repentina me descolocó profunda-mente y me llevó a pensar, por primera vez en mi vida, en asuntos quehasta entonces no me había planteado en serio. Se me pusieron en pietodas las preguntas existenciales que alguien se puede hacer: quiénes so-mos, qué sentido tiene la vida, de dónde venimos, adónde vamos, quéquería hacer verdaderamente de mi vida, para qué esforzarse tanto, si alfin y al cabo la vida es corta...

Por aquel tiempo conocí a un grupo de jóvenes de una parroquia. Pare-cían gente normal, majetes, alegres y divertidos. Pero, además, se toma-ban en serio lo de la fe. No solo iban a misa y practicaban, sino que serelacionaban personalmente con el Señor y ponían en Él el sentido desus vidas. Eso me desconcertó y removió por dentro. Comencé a plan-tearme la posibilidad de darle una oportunidad a Dios y, sin saber muybien cómo, se fue adueñando de mí una certeza interior que me llevó aun precioso proceso de conversión y me abrió un nuevo horizonte de vi-da y esperanza.

Visto ahora, y después de unos años, me doy cuenta de que la primera fron-tera que encontré para vivir el cristianismo fue la que se alzaba entre lo queyo consideraba ser «una chica moderna», racionalista, práctica y emanci-pada, y la imagen rancia que tenía del cristianismo como cosa de «beatascon olor a sacristía». Recuerdo que, cuando empecé de nuevo a ir a misa,procuraba muy mucho que no me vieran entrando en una iglesia.

Pero las cosas todavía se complicaron más con el paso del tiempo. Lo queempezó siendo una preciosa aventura interior de experiencia viva de Diosacabó convirtiéndose en una vivencia tormentosa. Intentaré explicarme.

47a los cristianos que vivimos tendiendo puentes... Sal Terrae

En todo este proceso fui dando con gente que, con la mejor de las inten-ciones, me transmitió lo que tenía (una imagen de Dios más propia de loque hoy llamaríamos «el antiguo paradigma»), que acabó convirtiendo loque para mí estaba siendo experiencia de encuentro liberador en una es-pecie de carga pesada llena de normas morales y reglas de vida que iban encontra de todo lo que vivían las jóvenes de mi edad. Yo lo asumía como un«impuesto añadido» que tenía que pagar por haber encontrado a Dios, pe-ro suponía para mí la puntilla a mis vergüenzas. Cada vez me sentía másun bicho raro. Vivía como algo difícil de conciliar, por un lado, mi vida defe y, por otro, mi vida de estudiante que quería ser normal.

La llamada a seguir al Señor que se me había despertado se había con-vertido en una vida de negación y sacrificio consistente fundamental-mente en el cumplimiento riguroso de mil normas y reglas anacrónicaspor las que pasaba el ser fiel a su llamada, según me decían en la direc-ción espiritual. Mucho estudio escolástico, mucha exigencia moral ydoctrinal, pero poco encuentro personal y libre con Dios. Los medios seabsolutizaban, mientras que la experiencia de Dios se diluía. ¿Dónde ha-bía quedado aquella preciosa experiencia de acercamiento al Misterioque me anunciaba plenitud?

Además, tampoco era capaz de dar razón entre mis amigos de aquel cam-bio de vida. ¿Cómo explicarles que admitir la buena noticia del Evangeliosuponía que me alejase de su «mala compañía»? ¿Cómo hablarles de eseDios y hacérselo atractivo a mis amigas y compañeras de facultad? Todo loque vivían era pecado: relaciones sexuales con sus parejas, coqueteos con ladroga y el alcohol, incluso algún embarazo indeseado al que dar «solu-ción»... Había un poco de todo. ¿Qué debía hacer? ¿Alejarme de todoaquello para no contaminarme? ¿Amenazarlas con la condenación? Admi-tía que a mí se me exigiera otra vida, pero ¿cómo situar todo esto?

Y llegó la crisis, y mi reacción fue alejarme e intentar vivir mi vida y larelación con Dios a mi aire. Pero no me resultó nada fácil. Mi concien-cia estaba muy cargada de prejuicios, de temor a un Dios justiciero; laculpa me atormentaba. ¡Cuánto sufrimiento innecesario...! Fueron tiem-pos de desierto y desolación.

Años más tarde, en un viaje al otro lado del Atlántico, tuve la suerte deencontrarme con una gente comprometida con la educación de los pue-

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blos indígenas que me hizo barruntar otro rostro de Dios. A mi regreso,orientada por ellos, me puse en contacto con otros grupos que me ayu-daron a deshacerme de esa imagen de Dios todopoderoso, juez justo quepremia a los buenos y castiga a los malos, sediento de sacrificios para po-der perdonar nuestras miserias, que busca la negación de lo humano pa-ra divinizar a las personas... Y llegó la reconciliación.

Esta fue la segunda frontera que encontré en este camino. La liberaciónde esa imagen de Dios, el Dios de las normas y leyes, frente a la confianzaen un Dios compasivo y misericordioso, amor gratuito e incondicionalque siempre y solo perdona, que crea seres humanos a su imagen y quese gloría de que vivan felices y se realicen en plenitud. Pero de toda ex-periencia se pueden aprender lecciones, si tenemos la lucidez para ello yno nos dejamos hundir en la desesperanza.

La imagen de Dios: una teología anacrónica

Mi experiencia de reconciliación vino también acompañada de un ca-mino de profundización teológica. Participé en los cursos de teología pa-ra seglares que organiza mi diócesis y, además, tengo la suerte de partici-par desde hace años en un grupo de teología que dirige Andrés TorresQueiruga. Y es que estoy completamente convencida de que, como él di-ce, en una nueva cultura secular y plural como la que vivimos se hace ne-cesaria una nueva argumentación de la experiencia cristiana, porque,aunque la experiencia fundante es siempre la misma –la que brota de laexperiencia pascual–, el modo de explicarla, los presupuestos y las con-secuencias que se derivan hay que expresarlos e interpretarlos desde lasnuevas situaciones y lenguajes que los tiempos generan.

Creo que de esta carencia se derivan principalmente las muchas críticas,graves y serias, que la cultura moderna y postmoderna le hace al cristia-nismo. No hay por qué tirar con todo, sino buscar un nuevo modo deentender y vivir la fe acorde con nuestra cultura. Seamos serios y conse-cuentes: hoy ya no se puede admitir una lectura literal de la Biblia, ni anadie le cabe en la cabeza, por ejemplo, que María subiera en cuerpo yalma a los cielos envuelta en una nube, ni que el mal sea un castigo di-vino, etc. No se trata de deshacernos de nuestro acerbo, sino de leerlo

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desde el nuevo paradigma, siempre fieles a lo fundamental, y sacar lasconsecuencias pertinentes.

Se trata de ofrecer un esquema actualizado que parta de la idea de unDios que es misterio, presencia inefable, creador de todo cuanto existe.Un Dios al que solo podemos concebir como lo mejor que podemos per-cibir, como amor y fuente de vida. Que única y exclusivamente sabe yquiere amar y perdonar. Que quiere apasionadamente a los seres huma-nos a los que ha creado, los sostiene en el ser y los promueve hacia sumejor realización posible, dentro de una realidad limitada. Un Dios quese quiere comunicar con nosotros para hacernos llegar su amor, ternuray aceptación incondicional y para que, así, nos sintamos salvados y libe-rados. Un Dios que está en contra del mal, de todo mal, que solo deseaque tengamos vida y seamos felices. Que desea para todos nosotros unmundo mejor, más justo y fraterno. Y que cuenta con nuestra colabora-ción, pues no lo puede lograr sin nosotros.Un Dios que se gloriaba de nuestros antepasados, que intentaban bus-carle con sus ritos y tradiciones, mejores o peores, y que también se glo-ría de esta nueva humanidad que intenta buscarlo a su estilo, con su len-guaje, sus problemas, miedos, equivocaciones, conflictos, contradiccio-nes, miserias y grandezas.

Con una imagen de Dios así y una espiritualidad acorde, seguro que sehace más respetable y hasta comprensible nuestro compromiso cristianoen nuestro ambiente.

La imagen de la Iglesia: una Iglesia anacrónica

La confianza y credibilidad de la Iglesia Católica ha llegado a una situa-ción bastante crítica. Si cuando yo era una adolescente, la imagen ya es-taba deteriorada, ahora la situación es aún peor, y personalmente piensoque todavía no ha tocado fondo. Se ha abierto entre la sociedad y la Igle-sia una profunda brecha difícil de salvar.

No se trata ahora de hacer un análisis de todas las causas y los síntomasde la situación, pero sí de recoger algunos, de forma que la cuestión que-de mínimamente ilustrada. Y es que son muchas, nos guste o no, las ex-

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cusas que hemos facilitado y seguimos proporcionando a otros para quese produzca el rechazo y resentimiento que todos palpamos.

Por una parte, íntimamente relacionado con lo que más arriba decíamossobre la teología anticuada, está el asunto de la liturgia, llena de símbo-los que han perdido su significado y palabras que nadie comprende. Porotra parte, está la imagen de la curia, con sus palacios y riquezas, que nosolo no evocan el mensaje evangélico, sino que son más bien causa de es-cándalo. En tercer lugar, escándalo resulta también para muchos el difí-cilmente explicable asunto de la división entre los cristianos.

Otra cuestión es la falta de democracia interna. En un mundo en que se haimpuesto el sistema democrático como el menor de los males, la Iglesiamantiene un férreo sistema jerárquico y autoritario, hoy en día muy difícilde comprender. Una Iglesia clericalizada, donde a los laicos se nos conside-ra menores de edad y con quienes únicamente se cuenta para que colabore-mos en tareas administrativas y en la catequesis (a menudo con desconfian-za) y, ¿cómo no?, para que pongamos nuestro dinero para su financiación.

A este problema se suma el de la situación de la mujer. No se compren-de cómo es posible que hoy en día se discrimine en el ejercicio de fun-ciones de gobierno o de servicio a la comunidad por razones de sexo. Es-te asunto pronto va a pasarle una seria factura a nuestra Iglesia. Es unacuestión de dignidad.

También los mensajes que llegan de la jerarquía (y tan oportunamentedestacan los medios de comunicación, muchas veces buscando la polé-mica), que principalmente parece empeñada en una cruzada dirigida ha-cia el asunto de la moral sexual. En esta misma línea podemos situar lapolítica de exclusión de los separados, divorciados y homosexuales. Esteempecinamiento con la moralidad choca, por otra parte, con la falta depresencia en otros asuntos de carácter más social, ecológico y de com-promiso con la justicia, muchas veces sangrantes y ante los que se calla.Más aún, es llamativo que una Iglesia tan alejada de la sociedad por susprincipios morales viva tan placenteramente en una sociedad plagada deinjusticias y atropellos de tantas personas indefensas.

Luego está esa postura siempre a la defensiva ante los avances culturales ocientíficos y técnicos. Y, para colmo, el escándalo (sobredimensionado por

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los medios) de la pederastia, que tanto daño está haciendo en los últimostiempos. También hay muchos otros asuntos, no tanto de principios cuan-to de tradiciones, que resultan un obstáculo, a mi entender, innecesario.

Y es que la Iglesia jerárquica quizá no ha sabido cambiar la imagen au-toritaria de los tiempos del nacional-catolicismo y probablemente no sa-be situarse como una parte más de la sociedad civil, a la que, para colmode males, se dirige a menudo dándole lecciones.

La Iglesia se ha quedado desfasada, anclada en otros tiempos, se pone ala defensiva frente a toda novedad y carece además de comprensión. Así,me parece, es prácticamente imposible que logre transmitir el mensajedel Evangelio como buena noticia para esta sociedad. Ello es, en mi opi-nión, muy grave, porque, si no es capaz de transmitir el mensaje, correel riesgo de perder su función y de no servir para nada.

Los efectos que estos obstáculos están produciendo

Todo esto la gente hoy no lo entiende ni lo perdona. Es bastante evi-dente que la Iglesia (con este discurso y esta imagen) ha perdido su ca-pacidad de atracción. Hasta quienes la queremos, creemos en ella y vivi-mos en ella, no pocas veces damos bandazos entre el desconcierto y ladesorientación.

A nuestro alrededor, por lo menos en mi caso, ya empiezan a ser mayo-ría los que se autodefinen como no religiosos, como indiferentes, o losque, diciéndose creyentes, no se sienten parte de la Iglesia. Muchos cre-yentes, en el filo de la creencia, se alejan, porque no se ven capaces de vi-vir lo que piensan que la fe les exige, porque se sienten siempre en peca-do, excluidos de los sacramentos.

Somos una minoría los católicos que seguimos sintiéndonos en ella, loscomúnmente denominados «practicantes». Entre nosotros hay, a su vez,diferentes enfoques de expresar dicha pertenencia. Una mayoría acomo-da su vivencia libremente, siguiendo su propia conciencia y limitándosea unas prácticas sacramentales de mínimos. Otros viven su pertenenciaeclesial de un modo más comprometido. Algunos de estos entienden sufe como vocación y se unen en movimientos, asociaciones o comunida-

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des, generalmente con un compromiso social. Otros buscan la soluciónen grupos muy ortodoxos y cerrados que les ofrecen una identidad fuer-te y un lugar donde poder refugiarse con la seguridad de no equivocar-se, aunque los aparte en gran medida del resto de la sociedad (pero nocaen en la cuenta de que el problema que tuvieron siempre los fariseosfue buscar la seguridad en el cumplimiento de la letra de la ley, aun sinlograr descubrir nunca el espíritu de la misma, y que «el hombre no pue-de ser para el sábado, sino el sábado para el hombre»).

En cualquier caso, somos cada vez menos. Basta con entrar un domingoen una misa cualquiera, y el ambiente es desolador: los más jóvenes so-mos cuatro y peinamos canas.

Además –así lo percibimos con frecuencia–, somos muchos los que vivi-mos con dolor la pertenencia a una Iglesia que, desgraciadamente, tam-poco expresa de modo adecuado nuestro seguimiento de Jesús, llegandoasí a suceder que la vivencia cristiana resulte invisible y no se haga pú-blica ni explícita.

Así, podríamos decir que muchos cristianos hoy nos vivimos entre dos fron-teras: por una parte, como miembros de pleno derecho de esta sociedadsecular, en la que vivirse en cristiano entraña una mayor dificultad, deri-vada de esta condición laica y postmoderna de que hemos hablado; porotra parte, el vivir la fe en una Iglesia que, sin pretenderlo, supone confrecuencia un obstáculo añadido, tal como hemos descrito anteriormen-te. Esto nos obliga a tener que esforzarnos constantemente por redefinirnuestra creencia y reelaborar los modos de vivirla para que sea significa-tiva, en primer lugar para nosotros mismos, y así poder comunicarla co-mo algo valioso para los demás. Y, junto a todo esto, vivimos la necesi-dad de estar a la altura de lo que se espera de nosotros, pues, aunque sedevalúe nuestra creencia y se nos denigre por ella, se nos exige un com-portamiento coherente con ella e impecable moralmente.

A pesar de todo lo dicho, esto no significa que la inquietud religiosa ha-ya desaparecido. Es verdad que el ambiente no es propicio y que la vidaofrece muchas oportunidades para vivir aturdidos, sin hacerse demasia-das preguntas, dejando al margen las cuestiones de sentido. Sin embar-go, cada vez es más frecuente encontrarse con que, en las ocasiones enque algunos se hacen dichas preguntas, no buscan las respuestas de sen-

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tido último y trascendente precisamente en la Iglesia, sino que lo hacenpor libre, buscando nuevas formas de espiritualidad.

Y entonces, ¿qué podemos hacer?

Si creemos que nuestra fe sigue siendo una respuesta válida hoy, ni quedecir tiene que lo que se impone es la necesidad de ir desmontando laimagen que la gente percibe de nosotros y mostrar que otra Iglesia es po-sible. Una Iglesia más humilde, sensible al nuevo contexto y a la nuevasensibilidad. Que sepa ocupar un puesto en la sociedad en defensa de lascausas más nobles y del bien de todos los ciudadanos. Que sepa ofrecersus opiniones y la riqueza de su tradición a la vida social, cultural y po-lítica, siempre con respeto a la autonomía del Estado y sin tratar de im-poner sus propios puntos de vista. Una Iglesia portadora de esperanza,que despierte en la gente la utopía de una humanidad mejor, con una vi-da más plena para todos y en un mundo en armonía. Pero, sobre todo,una Iglesia que tenga su centro mucho más en Jesús que en sus dogmas(que ya nadie entiende), símbolos (que ya no significan nada) y tradi-ciones (mayoritariamente obsoletas).

Aunque gran parte de esta responsabilidad recae en la Iglesia jerárquica,pienso también que nosotros tenemos mucho que cambiar y aportar pa-ra el deseado cambio de imagen. La Iglesia es «el pueblo de Dios que tie-ne una jerarquía a su servicio». Esta autodefinición alternativa, que lapropia jerarquía ha elaborado inspirada por el Espíritu en el Concilio Va-ticano II, nos pide a nosotros que seamos de verdad pueblo de Dios, ypide a los pastores que sean de verdad más servidores que gobernadores,desde el poder, de ese mismo pueblo. Eso quiso enseñar Jesús con la li-turgia del lavatorio de los pies en la última cena y la glosa que hizo elmismo Jesús a sus apóstoles para explicitarla de una manera inequívoca.

Tenemos que romper la inercia a la que nos hemos acostumbrado de quealguien nos diga lo que tenemos o podemos hacer. Tenemos que crearcomunidades cristianas que nos ayuden a vivir y visibilizar un nuevo mo-do de ser cristianos. Unas comunidades cuya identidad y misión sea laque nos marcó Jesucristo –«que os améis unos a otros»– y no tanto elcumplimiento de unas normas ni la declaración impecable e inapelable

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de unos dogmas (como dice J.A. Pagola). Comunidades cercanas, sobretodo, a quienes andan necesitados de justicia y dignidad, de amor, deperdón, de sanación, como hacía Jesús con sus contemporáneos. Y conun estilo más laical, con un liderazgo más horizontal, reconociéndonosla autoridad mutuamente (también la de las mujeres). Comunidades enlas que surjan vocaciones de pastores para servirlas, que no impongan suvisión como la única válida.

Busquemos respuestas a las verdaderas inquietudes y a los problemas másacuciantes del mundo actual, a los nuevos desafíos de la cultura. Cons-truyamos humanidad y luchemos contra todo lo que esclaviza y hace su-frir a las personas. Unámonos a todos los movimientos que buscan cons-truir un mundo mejor y más humano, dentro de la Iglesia o fuera de ella.Siempre abiertos a lo que, desde otras visiones, nos puedan aportar, yconfiando en que el diálogo, el estudio serio y la disposición a dejarnosiluminar por el Evangelio y lo mejor de nuestra tradición nos ayudará adiscernir lo verdaderamente importante de las cuestiones meramenteformales, para poder así sentirnos todos miembros de una Iglesia y ejem-plo de convivencia con el resto de la sociedad.

Y eso nos afecta a todos los creyentes, que para ello necesitamos, no so-lo una formación mucho más profunda que la que hemos recibido, sinocorregir tantas y tantas cosas que se nos enseñaron y que no llevan den-tro de sí mismas el espíritu del Evangelio, pues no pocas veces lo con-tradicen. Ya no sirven respuestas simplistas memorizadas desde un cate-cismo. Ante todo, hoy necesitamos saber, para que desde ahí aprenda-mos a saber ser y a saber actuar.

En un ambiente de tanto prejuicio, si alguien puede tener credibilidadhoy, somos nosotros. Estamos entre la gente como iguales, con los mis-mos problemas, desconciertos e inquietudes. Seamos esos compañerosde camino que saben acoger y escuchar. Desde ahí podemos aportarnuestra propuesta, basada en valores reconocibles por todos como váli-dos, para ayudar a discernir en la vida ordinaria aquello que la hace máshumana y mejor. Entonces, y solo entonces, si algo de esto conecta conellos, podremos explicitar de dónde nos viene nuestra esperanza, en quéfuentes bebemos, quién nos inspira y por qué. Es el momento de hablarde Dios, del Dios de Jesús, que es el nuestro, y, por lo tanto, de nuestra

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pertenencia a la Iglesia. Porque solo desde la aceptación de nuestras per-sonas, del respeto que les produzca la autenticidad de nuestras vidas, seabrirá el espacio para poder compartir nuestra motivación profunda.

Jesús era auténtico y creíble, y esto es lo que nos está haciendo falta a no-sotros: empaparnos de sus actitudes, ir a las fuentes, buscar el «conoci-miento interno de Jesús», que diría San Ignacio de Loyola. Él nos mos-trará el verdadero rostro del Padre, presencia misteriosa que nos crea ysostiene, que nos mira con inmenso cariño. Y que como a nosotros mi-ra al resto de los humanos, sean o no creyentes, sean o no católicos,sean o no practicantes. Él nos irá mostrando el camino para hacer denuestro mundo su proyecto de salvación: un mundo más humano, libre,justo, solidario y fraterno. Si esto se hace realidad en nosotros y nos po-nemos en juego con entusiasmo, libertad, creatividad y audacia, encon-traremos nuevas expresiones y nuevos símbolos que hagan atractivo elmensaje evangélico y la pertenencia eclesial.

Las variables en las que tenemos que movernos nosotros y que quizá pue-dan ayudar a que otros las descubran son:

– Detectar, admitir y colaborar con la acción del Espíritu para quese modifiquen nuestras actitudes y se cree en nosotros un corazónnuevo.

– Apertura y libertad para el cambio: odres nuevos para el vinonuevo. Ser sal que sala y sazona. Ser luz que ilumine y que sevea. Ser fermento para la masa. Ser surco acogedor de la semillaque se entrega.

– Ser sensatos y saber esperar: sabiendo que esperar es una maneraespecífica y muy convincente de amar y de querer. A Dios y anuestros hermanos y hermanas.

Todos tenemos mucho que aprender sobre los niños y la infancia. Ojalásupiéramos ayudarles a crecer en un mundo que concede un gran valor alas cosas materiales y subraya los derechos individuales en oposición a losde la comunidad. Son muchas las fuerzas que controlan a los niños, perola fe cristiana puede ayudarnos a confiar en que habremos de cuidarlosbien. Lo que debemos hacer es redescubrir nuestra herencia. Sigue estan-do en nuestra mano la oportunidad de revisitar y explorar los lugares fron-terizos que antaño informaron nuestra andadura: en primer lugar, com-prendiéndonos a nosotros mismos y, en segundo lugar, tratando de com-prender a nuestros hijos.

GAVIN y JOANNA KNIGHT

Llamados por la mentey el Espíritu.Cruzar la fronterade la infancia

208 págs.P.V.P.: 20,60 €

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EN POCAS PALABRAS

HAITÍ UN AÑO DESPUÉS.

Hurgando resquicios de esperanzaentre los escombros de la desolación

SONIA ADAMES*

* Servicio Jesuita a Refugiados y Migrantes. República Dominicana.

Sal Terrae

Un año después de ocurrido el terremoto de 7.3 en la escala Richter, conepicentro a 15 kilómetros de Puerto Príncipe, Haití está peor. No es lomismo ver el sinnúmero de muertos en las calles y en las plazas que die-ron la vuelta al mundo la semana siguiente del 12 de enero, que ir mu-riendo poco a poco en condiciones infrahumanas. Sumadas a esta catás-trofe, otras convulsiones de carácter climático, político y social llevan aconcluir que el proceso de recuperación llevará mucho tiempo, si es queHaití logra algún día reponerse de esta tragedia.

Es muy probable que una mirada desde el campamento no coincida conlos discursos que los diferentes gobiernos y medios de comunicación pre-gonan sobre las ingentes sumas de dinero que se han dedicado al proce-so de reconstrucción de Haití. Sin embargo, consideramos que es la vi-sión necesaria que hay que ofrecer al mundo en medio de tantas menti-ras y manipulaciones. Porque, aun en ruinas, Haití sigue ofreciendo unescenario perfecto para servir de higienización de conciencias que estánllenas de culpas de procesos históricos con expedientes saturados de in-vasiones, explotaciones y expoliaciones, los cuales han condenado a unpueblo muy digno a la miseria.

58 sonia adamesSal Terrae

Haciendo un balance de diversos estudios realizados por organismos in-ternacionales sobre los efectos de la tragedia, recordamos algunos de losdatos generados en tan sólo treinta segundos aquel 12 de enero de 2010.Con relación al impacto directo sobre los seres humanos, las cifras remi-ten a más de 300.000 muertos/as que nunca han sido ni serán conta-dos; cerca de 300.000 heridos/as; 1.5 millones de desplazados/as; y2.000.000 de personas susceptibles de desnutrición. Centrándonos en elsector niñez, uno de los que quedaron en condiciones más vulnerables,tenemos que aproximadamente 100.000 niños/as murieron en la trage-dia, 124.000 perdieron a alguno de sus progenitores, y 7.000 perdierona ambos. En lo que se refiere a infraestructura física, el balance del saldoarroja 105.000 hogares completamente destruidos y 208.000 hogaresafectados; destrucción del Palacio Nacional y de las sedes de los 28 mi-nisterios; 1.300 instituciones educativas destruidas; más de 50 hospita-les y centros de salud, así como el colapso del sistema de agua y de ener-gía eléctrica. La destrucción de la Catedral, así como de varias iglesias ycentros religiosos, además de la muerte del Arzobispo, remiten al pano-rama eclesial después de la tragedia.

Si un terremoto ocurrido en California de la misma magnitud da un sal-do de 63 personas muertas, es para preguntarse cuál es el motivo por elque un fenómeno natural haya provocado «el mayor desafío humanita-rio de la historia». Habría que remitirse al dato de que el seísmo ocurreen el país más pobre de América. Haití ocupa la posición 150, de 177países, en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU y tiene la rentaper cápita más baja de toda América. Cerca del 70% de la población vi-ve en la pobreza. Por otro lado, Haití no ha podido madurar la demo-cracia, tanto por procesos de divisiones y conflictos internos como porexpoliaciones e invasiones de potencias extranjeras.

La llamada «reconstrucción» de Haití no ha alcanzado el ritmo ni el pro-ceso deseados. Entre cumbres y planes, con la participación de 55 esta-dos y 35 organizaciones internacionales, la comunidad internacionalofreció un total de 10.800 millones de dólares, de los cuales 7.815 mi-llones serían dedicados a la ayuda concreta, y el resto sería cedido en cré-ditos o como condonación de deudas. Lo cierto es que, por varias razo-nes, esta multimillonaria ayuda, en la práctica, se ha quedado en el nivelmediático, y sus efectos apenas se han sentido en los campamentos.

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La experiencia de reconstrucción que puede servir de referencia en otrascrisis humanitarias es la ayuda que ha llegado a Haití con la participa-ción directa del pueblo haitiano. Eso se refleja en la ayuda que llegó através de organizaciones, tanto de la comunidad internacional, deONGs como de organizaciones religiosas que desde antes tenían presen-cia en Haití. Por tanto, no empezaron a construir una base social, ya quesus vínculos, a pesar de la estampida que provocó el impacto, pronto sereactivaron y se situaron ante el nuevo desafío. Se ha constatado una so-lidaridad y una creatividad impresionantes de muchas personas, institu-ciones y organizaciones de casi todo el mundo. Aunque este tipo de ayu-da es insignificante con respecto a la magnitud de la tragedia, estos es-fuerzos, pequeños pero profundos y sostenidos, son los que en realidadestán reconstruyendo a Haití con nuevas bases.

En marzo de 2010 el gobierno declaró un plan de acción, y se nombróuna comisión interina para la reconstrucción de Haití, pero hasta ahorael gobierno ha estado prácticamente ausente de las necesidades del pue-blo en todos estos largos meses. Solo en el reciente contexto electoral re-surgió como omnipresente, precisamente en el momento de hacer pro-mesas que no cumplirá, y mucho menos en un contexto tan desafiante.

A un año del terremoto, el pueblo haitiano se encuentra en un estado de-plorable. En más de mil lugares de Puerto Príncipe y zonas afectadas,aún hay familias desplazadas en condiciones de gran vulnerabilidad, conpoco saneamiento, limitado acceso a servicios, hacinamiento y carenciasalimentarias y de salud. Esta situación se ha visto agravada por las cons-tantes lluvias que caen sobre el territorio haitiano y cuya amenaza se in-crementó con la temporada ciclónica. Haití tiene muchas urgencias queaún no han sido atendidas. Entre ellas está la de finalizar el levanta-miento de escombros con un plan sostenido, reubicar a la gente que es-tá en los campamentos, reconstruir el sistema de salud, la atención a laeducación pública y al desarrollo agrícola sostenible, así como la recom-posición del tejido social.

Una de las grandes demandas del proceso de reconstrucción es la nece-sidad de incluir a la sociedad civil en el diseño y ejecución de los planesen coordinación con el gobierno y la comunidad internacional. Parece-ría que las agendas de las diferentes instancias funcionan al margen de

60 sonia adamesSal Terrae

las demás. Y, en resumidas cuentas, lo que hasta ahora hay de recons-trucción prácticamente ha sido levantado por el pueblo haitiano, conuna capacidad de resistencia, de alegría y de resiliencia inusuales. En to-do este proceso hemos visto al pueblo llorando, pero nunca de luto y ti-rado en un rincón. Todas las imágenes remiten a la gente de pie y mo-viéndose para hacer algo, para buscar soluciones, aunque sea arañandolas piedras.

A la situación descrita como «panorama post terremoto» hay que añadirlo ocurrido en Haití desde finales del mes de septiembre. Se trata de losefectos provocados por la temporada ciclónica. Por suerte, la tormentaThomas, que fue la que más amenazó con causar estragos en el país, so-lo se tradujo en fuertes aguaceros. Aun así, esto también provocó algu-nas muertes, la destrucción de muchas tiendas de campaña y la evacua-ción de muchas familias.

A todo lo anterior se suma una epidemia de cólera que se desató desdeel departamento de Artibonito y que en estos momentos está disemina-da por todo el territorio nacional, dejando hasta la hora de escribir esteartículo un saldo de 2.013 muertos y unas 30.000 personas hospitaliza-das por cólera, sin contar todas las personas afectadas que no han acudi-do a un centro de salud y que ya son más de 88,000. Según declaracio-nes de la ONU en Santo Domingo, las personas afectadas pueden llegara 400.000, y no será posible detener la epidemia en un período menorde 6 meses.

Muchos epidemiólogos afirman que no había cólera en la Isla, por lo quela hipótesis más fuerte sobre el contagio sostiene que el cólera ha venidoimportado a Haití. En el último tiempo ha habido protestas contra elgobierno y contra las fuerzas armadas de paz de las Naciones Unidas pa-ra Haití, MINUSTAH. Al primero se le acusa de no responder a las necesi-dades del pueblo con el cólera, y a los segundos se les acusa de traer elcólera a la región.

Como un nuevo elemento del contexto de Haití, está el escenario elec-toral. El pasado 28 de noviembre hubo «elecciones en tiempos de cóle-ra». Mirlande Manigat, de tendencia demócrata cristiana y ex-presiden-

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ta interina de Haití, obtuvo el 31% de los votos; Jude Célestin, candi-dato del partido de gobierno y protegido del presidente saliente, recibióel 22%. Ellos dos se disputarán la presidencia el 28 de enero en una se-gunda vuelta. El cantante popular Michel Martelly quedó detrás de Cé-lestin, en tercer lugar, con más del 21% de los votos y con sólo 6.000 su-fragios menos que su rival.

Si en condiciones normales un proceso electoral siempre había sido trau-mático en Haití, un ambiente de un pueblo destruido, con hambre y có-lera, conduce a un panorama electoral caótico, en el que se han detecta-do múltiples y serias irregularidades, las cuales han provocado el des-contento popular.

Suzy Castor, socióloga haitiana y directora del Centro de Investigación yFormación Social para el Desarrollo (CRESFED, por sus siglas en francés),ha denominado este certamen electoral como «las elecciones de las gran-des paradojas». Entre las paradojas señaladas están: 1) Las elecciones serealizan en un país altamente fragilizado y, sin embargo, son las eleccio-nes más caras de la historia. 2) El gobierno se ha mostrado ausente en to-do el proceso de reconstrucción, y en estas elecciones nos encontramoscon un gobierno omnipresente. 3) Un proceso electoral remite a un pro-ceso nacional y, sin embargo, el control de Haití tiene una omnipresen-cia de lo internacional como nunca antes. 4) Las elecciones suponen unclima de estabilidad, pero en estos momentos el país está muy desestabi-lizado. Según Suzy Castor, sin importar quién triunfe, el gobierno no vaa tener en sus manos el proceso de reconstrucción, el cual está coman-dado por el gobierno norteamericano.

* * *

Con todo lo planteado, el panorama de Haití a un año del terremoto es-tá saturado de problemas en todos los ámbitos. Sin embargo, la sociedadcivil haitiana considera que este panorama ofrece la oportunidad de ha-cer rupturas históricas necesarias para la reinvención de Haití. Proponela oportunidad de reconstruir un sistema de educación pública de cali-dad para todos y todas, sin discriminación; un trabajo fuerte para la pro-tección del medio ambiente; la necesaria reorganización del sistema de

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salud, con hospitales en los diferentes departamentos; un sistema de jus-ticia que facilite el acceso a la justicia de todos y todas; un Estado quetenga el control de la gestión del país. El panorama de desplazamientohacia las provincias también ofrece una oportunidad para romper con lacentralización excesiva del poder y de los servicios públicos, así como elsistema de propiedad de la tierra. En definitiva, la propuesta es rompercon la estructura de exclusión en todos los ámbitos en Haití.

En estas propuestas, en la resistencia histórica del pueblo haitiano, en lafuerza espiritual que brota de los pobres, en la impresionante capacidadde resiliencia de esta hermosa gente negra, capaz de «reír con hambre» yde «labrar cordilleras a besos», está la fuerza y la esperanza de Haití. Des-de esa utopía que solo se gusta en el contacto cotidiano con la gente, sepuede esperar una reinvención de Haití que sea real y participativa.

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CIEN AÑOSDE LA REVISTA «SAL TERRAE»

ORIGEN Y AFIANZAMIENTODE LA REVISTA «SAL TERRAE»

MANUEL REVUELTA GONZÁLEZ, SJ*

* Profesor emérito de la Universidad Pontificia Comillas. Madrid. <[email protected]>.

Sal Terrae

Resumen

Sal Terrae cumple cien años con buena salud. La revista zarpó en tiempos difí-ciles a principios de 1912, capeó los temporales del siglo XX y ha puesto rumboal siglo XXI manteniendo los mismos ideales. Para conmemorar el centenariolanzamos una ojeada histórica sobre la situación de España y de la Iglesia en elmomento de la fundación de la revista, la madurez que logró bajo la direcciónde la Universidad de Comillas, las dificultades durante la República y la gue-rra, y su afianzamiento definitivo hasta el momento presente.

Abstract

Sal Terrae is turning one hundred and is still going strong. The magazinestarted out in choppy waters at the beginning of 1912, rode out the variousstorms of the 20th Century and headed into the 21st upholding the same ideals.To commemorate this centenary, we are casting a historical eye back at thestate of Spain and the Church at the time of the magazine’s foundation, the ma-turity that it attained under the guidance of Comillas University, the difficul-ties faced during the times of the Republic and the war, and its definitive con-solidation up to the present day.

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1. España y la Iglesia en 1912

Hace un siglo, las circunstancias de España y de la Iglesia eran al mismotiempo esperanzadoras y preocupantes. Habían quedado atrás los fan-tasmas del siglo XIX, con revoluciones y contiendas civiles, a las que seañadió el desastre del 98. Todos buscaban remedios en la educación, lainstrucción, la moralidad, el saneamiento de la política, la redención delcampo, el progreso industrial, la mejora de las clases populares y la sin-ceridad de las expresiones religiosas.

El joven rey Alfonso XIII parecía encarnar la renovación de la Españaque estrenaba el siglo XX. Desde 1907 dos grandes políticos, Maura yCanalejas, parecían haber logrado cierta estabilidad política, prometien-do la revolución desde arriba. Pero por debajo de los mecanismos de laEspaña oficial persistían los problemas de la España real. Las tensionesideológicas y sociales estallaban en violentas movilizaciones callejeras,como la semana trágica de Barcelona en 1909. En 1910 se fundaba laCNT, el sindicato revolucionario que encandiló a las masas obreras conla promesa de un mundo sin dioses ni amos. La defenestración de Mau-ra en octubre de 1909, y el asesinato de Canalejas en noviembre de1912 hicieron cada vez más difícil la normalización democrática bajo laMonarquía.

La Iglesia de España padecía la misma tensión que sacudía a todo el país.Son tiempos de contrastes, de avances y rémoras. La renovación religiosaalcanzaba expresiones muy estimables en el plano educativo, cultural y so-cial, pero también se notaba el rebrote de un fuerte anticlericalismo. Lai-cistas, librepensadores y socialistas atacaban al clero en general y a los je-suitas en particular, en un triple frente político, ideológico y social.

A principios del siglo XX se palpaban ya los frutos de la gran renovaciónreligiosa. En la primera mitad del XIX, con la desamortización y la ex-claustración, la Iglesia había quedado sin bienes y sin frailes, económica-mente hundida y culturalmente devaluada. Pero poco a poco se había im-puesto una admirable recuperación religiosa, que se manifestaba en el res-tablecimiento de las congregaciones masculinas y femeninas, la tupida redde escuelas, colegios, centros de beneficencia, asilos y hospitales, la orga-nización de círculos obreros y la difusión de la prensa católica.

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1. V. CÁRCEL ORTÍ, Diccionario de sacerdotes diocesanos españoles del siglo XX, BAC, Ma-drid 2006, 49-62; ID., Informe de la Visita apostólica a los seminarios españoles en1933-1934, Sígueme, Salamanca 2006.

2. A. MONEDERO MARTÍN, Siete años de propaganda (Crónicas de «Juan Hidalgo»). Es-tudio introductorio por Manuel Revuelta González, Ed. facsímil, Diputación Provin-cial, Palencia 2003.

3. R.M. SANZ DE DIEGO, ICAI 1908-2008. Lo que fuimos, lo que somos, U.P. Comillas,Madrid 2009. V. COMES IGLESIA (dir.), Cuidados y consuelos. Cien años de Fontilles(1909-2009), Generalitat Valenciana, Valencia 2009.

origen y afianzamiento de la revista «sal terrae» Sal Terrae

La vida eclesial de aquellos años se renovaba con los alientos espiritualesde San Pío X, pero se encogía con los anatemas de la encíclica contra elmodernismo. El clero español se había recuperado desde el punto de vis-ta numérico. La formación del clero secular iba más lenta. En 1892 sefundaron dos importantes centros de cultura eclesiástica: el Colegio Es-pañol de Roma y el Seminario Pontificio de Comillas, que en 1904 re-cibió la facultad de otorgar grados académicos, lo que favoreció el au-mento del alumnado. El seminario se amplió con un nuevo edificio, quese inauguró precisamente en 1912. Estos centros de formación y otrossimilares eran solo el comienzo de una lenta renovación pastoral y cul-tural, pues todavía en vísperas de la República el balance de los estudioseclesiásticos de los seminarios arrojaba unos resultados deficientes1.

La acción del clero se reforzaba, hacia 1912, con un laicado católico di-rigido por líderes animosos que defendían la presencia de la Iglesia en lavida pública. Las dos grandes palancas del laicado católico eran la AcciónCatólica y la acción social cristiana. En 1909, el P. Ángel Ayala ponía enmarcha la Asociación Católica Nacional de Jóvenes Propagandistas, diri-gida por Ángel Herrera. En 1912 fallecía el P. Antonio Vicent, padre delmovimiento social cristiano. El relevo lo tomó el P. Sisinio Nevares, queese mismo año daba impulso a los sindicatos católicos desde la Casa So-cial de Valladolid. Otros católicos sociales, como Antonio Monedero, di-fundían el sindicalismo agrario por los pueblos de España, despertandoentusiasmos increíbles que darían lugar a la Confederación Nacional Ca-tólica-Agraria2. Por todas partes surgían fundaciones pioneras. Baste re-cordar, como botón de muestra, la fundación del ICAI en 1908 y del sa-natorio de Fontilles en 19093. En el plano cultural se convocan congre-sos, se fundan revistas y se restaura la música sagrada en la Schola Can-

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4. J. LÓPEZ CALO, Nemesio Otaño, SJ. Medio siglo de música religiosa en España,ICCMU, Madrid 2010.

5. J.-F. BOTREL, «La Iglesia católica y los medios de comunicación impresos en Españade 1847 a 1917: doctrina y prácticas», en Metodología de historia de la prensa españo-la, Siglo XXI, Madrid 1982, 119-176. P. PASCUAL, «La Iglesia y los periódicos cató-licos durante la Restauración canovista»: Cuadernos de Investigación Histórica 17(1999), 227-350. S. HIBBS-LISSORGES, Iglesia, prensa y sociedad en España (1868-1904), Inst. Gil-Albert, Alicante 1995.

6. J.P. CRIADO Y DOMÍNGUEZ, Las órdenes religiosas en el periodismo español, Tip. E. Ca-talá, Madrid 1907. Comenta 54 revistas publicadas por los religiosos.

manuel revuelta gonzález, sjSal Terrae

torum de Comillas bajo la dirección del P. Otaño, que por entonces com-pone sus mejores obras4.

2. La fundación de una revistapara los sacerdotes pobres y rurales

Sal Terrae fue fundada por el P. Remigio Vilariño, el mejor publicista reli-gioso de su tiempo, en una época de efervescencia para la prensa católica.

Causa y efecto de la renovación religiosa era la propaganda escrita en laprensa católica en todos los niveles: hojas sueltas, folletos populares, librosy revistas de todo género. Al comenzar el siglo, la prensa cobró especial im-portancia, pues entonces la cuestión religiosa se presentaba como proble-ma nacional, y el anticlericalismo se imponía como remedio de los malesde España. Por eso los escritores católicos procuraron superar sus divisio-nes políticas y aunar esfuerzos en defensa de los derechos de la Iglesia. Conese fin se fundó en 1904 la Asociación de la Buena Prensa, cuyo principalpromotor fue el cardenal Marcelo Spínola. Uno de los principales impul-sores fue el obispo Agustín López Peláez, que en 1908 publicó un libro quecausó impacto: La Cruzada de la Buena Prensa5.

Las revistas católicas alcanzaban resultados satisfactorios y empezaban adiferenciarse en publicaciones especializadas según las materias y los des-tinatarios6. Las más numerosas eran las dedicadas al fomento de la devo-ción del pueblo cristiano. En 1912, la más difundida era, sin duda, ElMensajero del Corazón de Jesús, órgano del Apostolado de la Oración, quese editaba en Bilbao. Su director era, desde 1902, el P. Remigio VilariñoUgarte (Guernica 1895 - Bilbao 1939).

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7. Homenaje al R.P. Remigio Vilariño Ugarte, SJ en el cincuentenario de su entrada en laCompañía de Jesús, 1880-1930, Eléxpuru, Bilbao 1930.

origen y afianzamiento de la revista «sal terrae» Sal Terrae

El P. Vilariño fue un escritor muy prolífico. En el libro-homenaje que lededicaron en 1930 se hace un recuento de sus escritos. Hasta entonceshabía escrito unas 20.000 páginas en revistas (más de la mitad en ElMensajero). El número de sus folletos y opúsculos –en los que no falta-ban cuentos, viajes y páginas de humor– alcanzaba ese año ochenta títu-los, que en total superaban los ocho millones de ejemplares. A ello hayque añadir catorce libros, algunos con varias ediciones. El número deejemplares de esos libros se acercaba a los 800.000. A estas cifras de 1930hay que sumar todo lo que Vilariño escribió en los nueve años que to-davía le quedaban de vida. Sus libros más divulgados fueron el Devocio-nario Popular, el Catecismo y la Vida de N. S. Jesucristo.

Vilariño fue director y fundador de revistas católicas de amplia difusión.Además de dirigir El Mensajero durante treinta y seis años, fundó cuatropublicaciones periódicas. En 1906 empezó a escribir Rayos de Sol, en for-ma de hojas sueltas, que se repartían en grandes cantidades en los am-bientes populares. En 1911 fundó la revista De Bromas y de Veras, don-de abordaba problemas de actualidad para el gran público. Al año si-guiente sacaba Sal Terrae, la revista mensual para sacerdotes que estamoscelebrando. En 1924 fundó para los niños la revista quincenal ¡Hosanna!

Fue un hombre caritativo y social, que mantuvo estrechos contactos con lagente sencilla. A su iniciativa se debe la construcción de muchas casas paraobreros en el Barrio de la Cruz de Bilbao. Esta vena social y popular apare-ce claramente en Sal Terrae, dedicada a sacerdotes pobres de los pueblos7.

La idea de Sal Terrae venía rondando de tiempo atrás en la mente del P.Vilariño, y la realizó con apoyo de sus superiores. El P. Pedro Bianchi,provincial de Castilla, expuso el plan de la revista al nuncio Antonio Vi-co, al arzobispo de Toledo, cardenal Aguirre, y al obispo de Vitoria, donJosé Cadena. Los tres alabaron el proyecto, que les parecía urgente, opor-tuno y de gran utilidad para el clero. El cardenal Aguirre indicaba que sehabían multiplicado desde hacía unos años las revistas eclesiásticas de ca-rácter científico, pero que eran pocas las dedicadas al ministerio pasto-

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8. Las cartas, fechadas respectivamente en Madrid (27-9-1911), Toledo (1-10-1911) yVitoria (30-X-1911), en Sal Terrae 1 (1912), 10-12.

9. Ilustración del Clero. Revista quincenal teórico-práctica de ciencias eclesiásticas y sus au-xiliares, redactada por los Padres Misioneros de la Congregación de Hijos del Inmacula-do Corazón de María.

10. Sal Terrae (en adelante citaremos ST) 1 (enero 1912), 3-10.11. R. VILARIÑO, «Liga de Santidad Sacerdotal»: El Mensajero 51 (enero 1911), 32-37.

En este artículo se exponen los estatutos de la Liga, que había nacido en Francia en1901 y tenía 2.000 socios. Vilariño esperaba que se apuntarían muchos sacerdotes es-pañoles y anunciaba: «tendremos pronto una publicación de la Liga, aunque sea sen-cilla». No parece que la Liga tuviera mucha difusión en España. De hecho, Sal Terraenunca figuró como publicación oficial de la Liga.

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ral, por lo que la nueva revista que iban a publicar los jesuitas de Bilbao«será un auxiliar poderoso para los párrocos, sobre todo para los que vi-ven en el retiro de las aldeas»8. Puede decirse que la única revista de ca-rácter pastoral era La Ilustración del Clero, fundada poco antes por losclaretianos en 1907. Era una buena revista divulgativa y práctica quepretendía fomentar «la bondad y el saber» de los sacerdotes en general,especialmente de los párrocos, a través de las secciones de legislación,ciencias eclesiásticas, consultas morales, oratoria, catequesis, jerarquía,miscelánea y bibliografía9. La novedad de Sal Terrae parecía estar, másque en el contenido de las secciones, en la forma de presentarlo, en el de-seo de difusión por todas las parroquias y en su dedicación preferente alos sacerdotes más necesitados.

En enero de 1912 salió Sal Terrae. Revista mensual para sacerdotes dirigi-da por PP. de la Compañía de Jesús. El primer artículo era el prospecto,que Vilariño titulaba: «Razón de esta revista»10. La primera razón estabaen las peticiones de los amigos. Muchos sacerdotes aislados le habían pe-dido repetidas veces «que hiciéramos una especie de revista como ElMensajero, en que se ayudase a los sacerdotes a preparar sus sermones ydoctrinas y a ejercer con más eficacia y ánimo sus ministerios parroquia-les». La segunda razón era la conveniencia de que la Liga de Santidad Sa-cerdotal, que acababa de establecerse en España bajo la dirección del mis-mo P. Vilariño, mantuviera la unión de sus socios, «para que no fueseuna reunión de arenas esparcidas por toda España, sino un bloque degranito o, mejor dicho, una cadena de corazones que mutuamente seprestasen auxilio, consuelo, defensa y todo bien»11.

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El prospecto desarrolla dos puntos muy importantes: los destinatarios yel plan de la revista. «Para quiénes escribimos. Escribimos principalmen-te y por nuestra parte, casi únicamente, para los sacerdotes de los pue-blos, de las aldeas y del campo». «El cura pobre es nuestro suscriptor. Elcura aislado es nuestro lector. El cura rural es nuestro cliente». A esos cu-ras escondidos, sin libros ni dinero, se les van a servir no ideas nuevas, si-no ideas transmitidas. «Buscamos nosotros los libros, sacamos los trozos,escritos, ideas que les convengan, y a nuestro modo se lo ponemos ennuestra revista para que se aprovechen de ella los que no tienen otra cosa».En sintonía con los destinatarios, el prospecto explicaba «nuestro plan»,muy sencillo, con dos grandes secciones: la concionatoria (en forma de si-nopsis de sermones) y la pastoral (todo lo que atañe al ejercicio del minis-terio). En esta sección se incluían varios apartados: documental, culturaeclesiástica, cultura profana, bibliografía y crónica. Eran ofertas prácticas,no manjares exquisitos, pero sí sustanciosos, como el pan y el vino. La re-vista saldría en cuadernos mensuales y no resultaba cara por cinco pesetasal año, que si alguien no podía pagar se cubrirían de otro modo.

El prospecto del P. Vilariño encierra el mensaje fundacional que la revis-ta ha procurado mantener a lo largo de su historia. Los principios esen-ciales se han mantenido a través de las adaptaciones y cambios. Hoy SalTerrae no se dedica solo al clero rural, pero mantiene su finalidad pasto-ral sin perder el afán de actualidad y calidad que se anunciaba desde elprincipio.

Los siete primeros años de la revista (1912-1918) transcurren bajo la di-rección del P. Vilariño. Se publicaba en Bilbao como complemento de ElMensajero, hasta el punto de que podía hacerse una suscripción a las dosrevistas con rebaja de precio. Desde el principio la revista salió con granregularidad. Aparecían primero los «puntos de predicación», con los ser-mones del mes siguiente, y los «puntos de catecismo, que Vilariño co-mentaba sobre el texto de Astete. En los primeros números, los autoreseran los redactores de El Mensajero, como Leandro Brunet y Nazario Pé-rez, y algunos profesores de Comillas, como el canonista Miguel Mosta-za, que se ocupaba de los documentos eclesiásticos, el escriturista Ma-nuel Sainz, que escribía preciosos artículos sobre las parábolas, y el teó-logo Marcelino González, que escribía buenos trabajos en la sección de

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12. «Al cabo de seis meses»: ST 1 (1912), 577-579.13. En enero del año siguiente, el nuevo director expresaba el agradecimiento de la nue-

va Redacción en Comillas y, tras evocar la fundación por el P. Vilariño, recordaba,entre los primeros elogios, los del entones arcipreste de Huelva (Beato Manuel Gon-zález), Sardá y otros publicistas insignes. «A nuestros lectores»: ST 9 (1920), 3-4.

manuel revuelta gonzález, sjSal Terrae

pastoral. Las secciones se mantenían con regularidad, aunque hubo al-gunas variantes, como el apartado de «consultas» planteadas por los lec-tores, que se convertirá en uno de los servicios más estimados. La revis-ta tuvo una acogida excelente. Al hacer el balance de los seis primerosmeses, la realidad había superado todas las expectativas. Las alabanzasllegaban de todas partes, empezando por los obispos. Las suscripcionesrondaban las 8.000. Y no faltaban ejemplos de solidaridad, como un ca-ballero de Madrid que había pagado la suscripción de 200 sacerdotes12.

3. La revista en la Universidad de Comillas

En 1919 hubo un cambio en la dirección y administración de la revista.A partir del número de febrero aparece la dirección en la UniversidadPontifica de Comillas, y la administración en Santander, calle Puntida 2.No se hizo ningún comentario a las inmediatas13. El cambio no se notóni en la tipografía ni en el contenido ni en los autores. La división de laprovincia jesuítica de Castilla, realizada en el año anterior, era sin dudauna justificación. Pero era lógico que una revista sacerdotal como Sal Te-rrae quedara asignada a Comillas, cuyos profesores habían sido los prin-cipales colaboradores desde la primera hora. El profesorado de Comillasencontró en Sal Terrae una publicación adecuada para comunicar sus co-nocimientos eclesiásticos y contribuir a la formación sacerdotal. Desdemediados de 1919 aparecen las nuevas figuras comillesas entre los autores.Eduardo Fernández Regatillo inició sus «Consultas» en el número de sep-tiembre. Olegario Corral empezó a escribir buenos artículos de pastoral yespiritualidad. Con ellos se estrenaban Narciso del Castillo, Pedro Trullás,Daniel Sola, Félix González Olmedo, Ricardo Arconada, Manuel Cascón,Camilo Mª Abad, a los que irán siguiendo otros excelentes colaboradores.La pervivencia de la revista quedaba bien asegurada.

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14. ST 8 (1919), 628-632; ST 11 (1922), 214-250; ST 13 (1924), 65-70.

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El único problema fue la crisis económica, que España sufría como unefecto retardado de la guerra mundial. En el número de noviembre de1920, el director, P. Marcelino González, avisaba a los lectores que eraimposible mantener el precio de la revista, por el encarecimiento generaly la subida del papel. La suscripción anual subió a nueve pesetas.

La temática de la revista se mantenía sin variaciones en el plano teóricoy doctrinal. Se publicaban las encíclicas y los documentos episcopalesmás importantes. Los acontecimientos eclesiales merecían siempre co-mentarios especiales, como los congresos (eucarísticos, de acción católi-ca, de educación, etc.), la consagración al Sagrado Corazón en el Cerrode los Ángeles en 1919, la elección de Pío XI en 1922, o la visita del reyal papa en 192414. La España de los años veinte atravesó una política agi-tada por la inestabilidad, la guerra de África y las tensiones sociales (ase-sinato de Dato y desastre de Annual en 1921), pero las tensiones queda-ron disimuladas en los años de la Dictadura (1923-30). La revista no es-taba dedicada al análisis de esos temas, pero, indirectamente al menos,se hacía eco de los problemas. Por eso eran cada vez más frecuentes lasnoticias sociales (campaña social de 1922) y los problemas de las clasespopulares (sindicatos, jornada laboral, trabajo de la mujer, etc.).

4. Años de prueba

El advenimiento de la República en abril de 1931 significó para la Igle-sia un tiempo de prueba, de sobra conocido. La disolución de la Com-pañía de Jesús (23 de enero de 1932) no supuso el cierre del seminariode Comillas, que era propiedad pontificia. Las revistas de los jesuitas si-guieron publicándose. Sal Terrae siguió funcionando con normalidadhasta agosto de 1936. La revista, como era habitual, daba noticia de losdecretos civiles concernientes a la Iglesia y publicaba las declaraciones delos obispos contra la política laicista. A partir de 1932, esta labor infor-mativa se completaba con artículos doctrinales y mentalizadores en de-fensa de los derechos de la Iglesia. La supresión de la Compañía fue un

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15. «Espigaduras»: ST 22 (1933), 754ss; ST 23 (1934), 561ss (incendios y robos). El úl-timo «Espigaduras»: ST (diciembre 1934), 1.126-1.140.

16. V. FELIZ: «El apostolado moderno», «Los sacerdotes y las obras sociales»: ST 25(1936), 49-55, 246-250; ID., «El marxismo español en nuestros días»: ST, 707-728,sobre las ideas de Besteiro, Largo Caballero y Prieto. A. SALGADO, «La táctica comu-nista», «Pacifismo sospechoso», «Pedagogía y enseñanza en el país de los soviets», «Ocatolicismo o comunismo», «La beneficencia revolucionaria»: ST 25 (1936), 68-78,267-278, 453, 644, 736-743.

17. S. DEL PÁRAMO, «A nuestros lectores»: ST 25 (enero 1936), 3-4. «Bodas de Plata dela revista «Sal Terrae«»: Razón y Fe 10 (1936), 258-261.

18. S. DEL PÁRAMO, «A nuestros lectores»: ST 26 (enero 1938), 3.

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tema reiterado en todos los números de aquel año, mientras se censura-ba la legislación sobre el divorcio, la escuela laica y el matrimonio civil.En 1933 se publicaba la pastoral colectiva de los obispos sobre la ley decongregaciones religiosas. Desde agosto de ese año aparecieron en cadanúmero unos artículos sin firma con el título de «Espigaduras», en losque se pasaba revista, en plan crítico, a la prensa de izquierdas, o se pu-blicaban listas de los atropellos y desmanes contra los edificios o personasreligiosas. El recuento de los desmanes durante la revolución de Asturiasde 1934 resultaba estremecedor15. Tras una pausa relativa en 1935, el triun-fo del frente popular a principios de 1936 dejaba su eco en la revista, envalientes artículos sociales de Victoriano Feliz y en refutaciones al comu-nismo por parte de Augurio Salgado16. Precisamente en 1936 se cumplíanlas bodas de plata de la revista. El director, Severiano del Páramo, se con-gratulaba de la pervivencia de la revista en medio de las dificultades, yanunciaba su mejora con dos nuevas secciones dedicadas a la acción cató-lica y social y a la ascética sacerdotal. La revista Razón y Fe elogiaba la granobra apostólica y cultural realizada por Sal Terrae en favor de nuestro cle-ro, como podía apreciarse en el índice publicado en 193017.

Al estallar la guerra civil, Santander quedó en la zona republicana. Enagosto de 1936, unos 150 soldados ocuparon el seminario y dispersarona sus 200 moradores, entre los que se hallaban los redactores de Sal Te-rrae. «Asaltada y saqueada el 12 de agosto del infausto año 1936 la sedede nuestra Redacción, dispersos o encarcelados todos sus miembros, ase-sinados al poco tiempo algunos de ellos, entre los que merece especialmención el asiduo y piísimo P. Olegario Corral, hubimos de quedarbrusca y violentamente incomunicados con nuestros lectores»18. Sin em-

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19. D. DOMÍNGUEZ, «Comillas bajo la dominación roja»: Unión Fraternal 31 (1939),105-110; ID., «El P. Olegario Corral»: ST 26 (1938), 441-443.

origen y afianzamiento de la revista «sal terrae» Sal Terrae

bargo, la administración de la revista, aunque fue incautada, no sufriódaños; se salvaron el fichero de suscriptores y el depósito. El P. OlegarioCorral fue uno de los ocho jesuitas sacrificados entre los detenidos enComillas. Era pequeño de estatura y grande en virtudes y espíritu de tra-bajo. Había pasado dieciocho años en Comillas explicando Filosofía. Vi-vía disperso en una fonda de Santander. El 27 de diciembre de 1936 serefugió en los sótanos del Instituto para defenderse de un bombardeo. Alsalir, fue detenido y conducido a la comisaría. En la madrugada del día30 le sacaron de la checa y lo asesinaron probablemente en El Faro, arro-jándolo al mar19. Las tropas de Franco ocuparon Santander en agosto de1937, pero la falta de papel y la saturación de las imprentas impidieronla publicación de la revista durante ese año.

5. Restauración y afianzamiento

En enero de 1938, la revista reaparecía con los mismos criterios y sec-ciones. En las primeras páginas se ofrecía el texto íntegro de la encíclicacontra el comunismo que Pío XI había publicado el año anterior. Perotambién se ofreció el texto íntegro de la carta del papa sobre la situaciónde la Iglesia en Alemania, en la que condenaba los excesos del nacional-socialismo. La publicación de este documento, tan comprometedor enaquellos tiempos de alianza del régimen de Franco con el Reich alemán,suponía un gesto de independencia y un compromiso con la verdad.

La revista continuó sin interrupción. Puede decirse que Sal Terrae mantu-vo su finalidad religiosa y sacerdotal, sin implicarse en la política. Fue unejemplo más del trabajo silencioso y fecundo en los años de la posguerra.Al cumplir sus bodas de oro en 1962, su director, el P. Ángel Santos, no-taba que la revista había ido ganando en madurez y había dado origen auna fecunda proliferación. Se refería a las sucesivas divisiones de la revistaen otras nuevas. En 1954 salía una Sal Terrae Teórica cada mes, y otra Prác-tica, cuatrimestral (para catequesis, predicación y pastoral). Esta última sedividió en 1961 en dos revistas, llamadas Homilética y Catequética.

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En la segunda mitad del siglo XX sucedieron dos acontecimientos im-portantísimos que obligaron a los directores y redactores a adoptar cam-bios, enfoques y posiciones de acuerdo con las grandes transformacionesde la Iglesia y de España. El Concilio Vaticano II y los cambios sociopo-líticos de España fueron movimientos profundos que afectaron a men-talidades, estructuras y comportamientos. De cómo esos movimientosfueron contemplados desde Sal Terrae tratarán otros artículos conme-morativos del centenario, que analizarán la postura de la revista ante elVaticano II, la transición y la democracia españolas y la Iglesia de hoy demañana. Estamos seguros de que los trabajos conmemorativos confir-marán las características de esta revista centenaria: su fidelidad a los idea-les de sus orígenes, su calidad en la oferta teológica y pastoral y su adap-tación a los signos de los tiempos.

El counselling es casi sinónimo de relación de ayuda tal como esta expresiónse está utilizando en el contexto latino. Es un modo de relación en el queuna persona experta trata con otra que está en situación de crisis; algunadificultad sobrevenida con ocasión de problemas relacionales, de salud, detrabajo, familiares, emocionales, de empresa, éticos, etc. Con el counsellingse pretende ayudar a mejorar las relaciones (especialmente las problemáti-cas), cambiar las conductas destructivas para uno mismo y para los demás,adquirir destrezas para vivir más efectivamente y adaptarse a las situacio-nes siendo protagonista de las mismas, más que víctima.

JOSÉ CARLOS BERMEJO

Introducciónal Counselling.(Relación de ayuda)

184 págs.P.V.P.: 10,50 €

Si verdaderamente hiciéramos nuestras las exigencias más radicales delEvangelio, si lo tomáramos al pie de la letra, para muchos sería un descu-brimiento sensacional e incluso sobrecogedor. Muchas personas no lo con-siderarían solamente un libro anticuado que se explica en la iglesia (al me-nos para quienes asisten a ella...). Lo encontrarían en las calles, lo leeríanen los rostros, en la entonación de la voz o en una cierta luz que brilla enlos ojos, y se quedarían asombrados, tal vez también seducidos. Y quizá al-guno sentiría la necesidad de contar a otros, como una información pre-ciosa, esta bella noticia: «Es un libro interesante, que vale la pena conocer».En suma, una novedad.

ALESSANDRO PRONZATO

El Evangelioreencontrado

184 págs.P.V.P.: 15,00 €

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LOS LIBROS

RECENSIONES

MILLÁN ROMERAL, O. CARM., Fernando, Suyo afectísimo..., SalTerrae, Santander 2010, 126 pp.

Sal Terrae

¿Qué tienen que ver entre sí el Ca-pitán Trueno, Juan XXIII, el Coyo-te «Correcaminos», Joaquín Sabina,Teresita de Lisieux o «El Roto»? Enprincipio, parecería que nada, y elíndice del libro de Fernando Millánprovoca una considerable sorpresa.La explicación es que estamos antela recopilación de una serie de cartasque fueron apareciendo mensual-mente durante tres años en la revis-ta «Escapulario del Carmen», unarevista mariana de devoción popularde los PP. Carmelitas. El criterio ele-gido para seleccionar a los persona-jes es que fueran «intemporales»,que conectaran con un público di-verso y que posibilitaran hablar dediferentes temas, objetivos que secumplen con creces.

El autor reconoce que «no es se-rio» que un Prior General de la Or-den (y antes profesor de Sacramen-tos en la Universidad de Comillas)se dedique a escribir semejantes car-

tas. Pero, gracias a que el principio«seriedad» no se ha impuesto comocriterio último, tenemos ahora entrelas manos un libro en el que el per-fil del autor garantiza que no vamosa encontrar ninguna tontería, y encambio nos ofrece otro tipo de «se-riedad»: la que nos posibilita acer-carnos a unos personajes reales oimaginarios y participar del diálogoameno, original y espontáneo que elautor mantiene con cada uno deellos. Tenemos también ocasión deconocer mejor a tipos que para algu-nos pueden resultar menos conoci-dos, gracias a las pequeñas introduc-ciones que en cada carta nos invitana saber algo más y a simpatizar conellos. Un ejemplo: Abebe Bikila esun atleta etíope que ganó en dosocasiones la prueba de maratón ynos permite enterarnos, de paso, deque este Prior General tiene un afi-ción desenfrenada por correr y hacometido la locura de participar en

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Desde la elección de Joseph Ratzin-ger como sucesor de Pedro, las reedi-ciones de sus obras y los estudios so-bre los diversos campos de su teolo-gía se han multiplicado. SantiagoMadrigal, profesor de Eclesiología enla Universidad Comillas de Madrid,ya escribió en 2006 Karl Rahner y Jo-seph Ratzinger. Tras las huellas del con-cilio, donde, de la mano de estos dosperitos conciliares y grandes teólo-gos, se acercaba a las diferentes sesio-nes del Vaticano II y a la época pos-conciliar. Abordó en ese libro uno delos temas de más hondo calado en ladiscusión eclesiológica actual: la in-terpretación del Concilio VaticanoII, tema «transversal» de la teología,

pero que tiene una significación es-pecial en el ámbito de la eclesiología.No es de extrañar, por tanto, que enel siguiente libro, dedicado (ya total-mente) por el profesor Madrigal aBenedicto XVI y que versa sobre laeclesiología del Papa, la discusión entorno al Vaticano II se encuentremuy presente desde el principio (sibien aparece tematizada en las pp.351-381).

El libro que comentamos es unapresentación de la eclesiología de Be-nedicto XVI –algo que no se habíahecho hasta ahora con tal amplitud–.El autor responde en su obra a dospreguntas: ¿qué es lo que da unidadinterna a la eclesiología del Papa? –lo

alguna maratón. ¡Menos mal que escarmelita «calzado»!

Posiblemente sean esos contrastesde su vida los que no le permiten en-casillarse en ningún rol (profesor, in-vestigador o Prior...) y le llevan a in-teresarse e interesarnos por un espec-tro muy amplio de situaciones vitalesy por las gentes que las habitan, dia-logando con ellas con un lenguajeque comunica humor, positividad yfrescura evangélica.

Se nota que el autor, además deDoctor en Teología por la Universi-dad Gregoriana de Roma, posee otrodoctorado en «humanidad de la au-téntica» por el Hospital Ramón yCajal de Madrid, adquirido cuandoacompañaba a su madre a las sesionesde radioterapia.

¡Qué delicia de libro! No dejes deescribir más cartas, Fernando.

Dolores Aleixandre

Sal Terrae los libros

MADRIGAL, Santiago, Iglesia es Caritas. La eclesiología teológica deJoseph Ratzinger – Benedicto XVI, Sal Terrae, Santander 2008,512 pp.

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que podríamos llamar el objeto for-mal del estudio– y ¿qué evolución hahabido en el pensamiento del Papa?–el objeto material–. La primera pre-gunta aparece respondida ya en elsubtítulo del libro. Para Madrigal, es-tamos ante una «eclesiología teológi-ca», o sea, de la consideración de laIglesia como una realidad que nopuede convertirse en fin para sí mis-ma, cuyas preocupaciones más im-portantes no pueden ser ni su situa-ción ni sus estructuras, sino Dios... ycómo ayudar a llegar a Dios. Escribir,pensar, enseñar eclesiología lleva irre-mediablemente a pensar, enseñar yescribir sobre Dios. Esto queda pa-tente en las múltiples páginas que de-dica el autor a la reflexión de Ratzin-ger sobre las relaciones entre la Ecle-siología y la Cristología y la Eclesio-logía y la Pneumatología (buena sín-tesis en las páginas 146-155).

Para responder a la segunda pre-gunta el autor divide su obra en dospartes. En la primera (la más extensa)nos ofrece un comentario detalladode un curso (no publicado) que J.Ratzinger impartió en Münster en elaño 1965 y que después recogería, engran parte, en otras publicaciones,principalmente en su obra El nuevopueblo de Dios. Esquemas para unaeclesiología, que publicó en 1969, añoque toma Madrigal como línea divi-soria entre la «eclesiología de primerahora» de Ratzinger y el desarrolloposterior, al que dedicará la segundaparte. Este curso se divide en tres sec-

ciones que marcan también la divi-sión de esta parte: el origen de la Igle-sia, su naturaleza y las estructuras dela Iglesia. En esta eclesiología, desa-rrollada por Ratzinger en los años se-senta, aparecen ya todos los temasfundamentales de su reflexión: a ni-vel general, la unidad esencial entrela dimensión vertical y la dimensiónhorizontal de la Iglesia (relacionadocon la Iglesia como pueblo de Dios ycomo cuerpo de Cristo); la impor-tancia del concepto de «communio»(tal como lo entendían los Padres dela Iglesia) para una eclesiología teoló-gica; y el tema de la sacramentalidadde la Iglesia. A nivel particular tam-bién están presentes ya temas quehan acompañado a Ratzinger du-rante toda su vida y que han dadolugar a acentuaciones diversas: la re-lación Iglesia universal-Iglesia loca-les, la colegialidad episcopal, prima-do y episcopado...

La segunda parte del libro se cen-tra fundamentalmente en la obraIglesia, ecumenismo y política, del año1986, que Ratzinger subtituló «Nue-vos esquemas de eclesiología» (sin ol-vidar otras obras, entre las que mere-ce una atención especial La eclesiolo-gía de la constitución «Lumen Gen-tium», del año 2000). Esta partemantiene los tres bloques que ya apa-recían en la primera, por lo que sepuede ver con mayor claridad el de-sarrollo y los nuevos acentos que elentonces ya cardenal Ratzinger ibaponiendo.

Sal Terraerecensiones

80 los librosSal Terrae

Se ha insistido tanto en los «dos»Ratzinger que ha habido algunas vo-ces que han puesto de manifiesto lacoherencia y la unidad del pensa-miento de Ratzinger a lo largo de to-da su vida. También esto es una cues-tión de acentos. Difícilmente se po-drá hablar de cambios sustanciales enel desarrollo de la eclesiología de J.Ratzinger – Benedicto XVI (y este li-bro da fe de ello), pero habrá autoresque subrayen más la importancia delos nuevos acentos que el Papa ha idoponiendo a lo largo de su obra,mientras que otros subrayarán más lacontinuidad existente. No es fácil de-cir a cuál de estos dos grupos perte-nece S. Madrigal. Si nos quedamoscon la «Segunda conclusión general»(pp. 451-456), parecería que com-parte el juicio de Pottmeyer, quesubraya el cambio producido enRatzinger en algunas cuestiones, en-tre ellas la importancia de la Iglesiauniversal o local para acercarse a larealidad «Iglesia» (cambio que quedamatizado por lo expuesto en las pp.330-332, que nos presentan la fra-gua de esta «evolución» ya desde losaños setenta).

En cuanto a las razones de losnuevos acentos, Madrigal retoma laidea que ya había desarrollado másmodestamente en su libro KarlRahner y Joseph Ratzinger. Tras lashuellas del Concilio. Una característi-ca de J. Ratzinger es que su teología

ha estado en contacto continuo conel mundo en el que se ha producido,y las diversas situaciones eclesiales,culturales y sociales han llevado alPapa a acentuar aspectos diversosdentro de una unidad de pensamien-to que se puede seguir a lo largo de to-dos sus años. Así, llama la atenciónque Ratzinger subrayara la importan-cia de la noción «Pueblo de Dios» en eltiempo del concilio (para llegar a com-prender correctamente la idea de Igle-sia como Cuerpo de Cristo, sin caeren una espiritualizacion), mientras queen el tiempo posconciliar ha defendidola idea de Iglesia como Cuerpo deCristo (para corregir la posible inter-pretación sociológica de la Iglesia co-mo Pueblo de Dios); si antes y en elConcilio subrayó la importancia de laIglesia local (como contrapunto a la«eclesiología universalística» desarro-llada durante el segundo milenio enOccidente), es evidente que en el pos-concilio se ha convertido en el defen-sor de la Iglesia universal frente a loque él consideraba un desplazamientoequívoco hacia la Iglesia local (pero sinrenunciar nunca a la importancia deesta, ya que es fundamental para unaeclesiología eucarística).

En definitiva, nos encontramosante una obra esencial para profundi-zar en la eclesiología del actual Papao, lo que es lo mismo, en el núcleo desu teología.

Diego M. Molina

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RODRÍGUEZ OLAIZOLA, SJ, José María, Tú me salvas, Sal Terrae,Santander 2010, 144 pp.

recensiones Sal Terrae

No están los tiempos para venderpoesía, y sin embargo parece que losdiscursos se están desgastando y quepoco a poco se va abriendo camino eldeseo de encontrar otros lenguajespara expresar las experiencias queconforman la existencia. Arquitectu-ra, pintura, escultura, música... de-ben acompañar y complementarnuestra comunicación; la esponjan yaportan matices que de otro mododesaparecerían o quedarían escondi-dos. El ser humano se «seca» cuandoreduce sus palabras a los razonamien-tos discursivos. Pero el problema denuestra cultura es que ni siquieraacepta argumentos bien trabados, si-no palabras sueltas, eslóganes, fraseshechas, ideas de anuncio una y otravez repetidas. Un momento delicadopara la palabra. Por eso se agradecetanto encontrar obras como las de Jo-sé María Rodríguez Olaizola, que ledevuelven su riqueza y su valor.

No es habitual escribir himnos ycantos. Porque son exigentes. El lec-tor no puede conformarse con escu-charlos, sino que debe poner sus pro-pios acentos, el ritmo, y la cadencia ala música interna. Pero justamenteaquí radica uno de los atractivos deesta obra. El mismo autor reconoceque el libro que nos ofrece es un con-junto de plegarias nacidas al hilo delos acontecimientos de la vida, «que

hablan de sueños y heridas, de anhe-los y encuentros, de escucha y res-puesta» (p. 11). El escritor ha puestola letra a experiencias comunes; ellector está siendo invitado a escribirsu partitura particular. Ocurre comocon los salmos, de los que hemos he-redado experiencias y palabras, peroque se hacen más vivos y los hacemosmás nuestros cuando componemosla melodía (y más aún cuando la can-tamos), algo que J.M. RodríguezOlaizola sabe muy bien, pues las can-ciones ocupan un lugar importanteen el conjunto de su obra pastoral.Muestra de ello es su participaciónen Esencia de todo (un CD con can-ciones inspiradas en los Ejercicios Es-pirituales de san Ignacio) o en elequipo de Tomad Señor nuestro canto,que pone a disposición del públicosus canciones en la página web depastoral juvenil: www.pastoralsj.org.Esta necesidad de contar la vida «enclave de canto» está especialmente re-cogida en una de las últimas poesíasdel libro Tú me salvas titulada preci-samente «Quiero cantar» y que res-ponde y condensa claramente el espí-ritu del autor: «quiero cantar la vidaque empieza... tararear las dudas...hacer una balada de justicia... que elperdón se cante como una rumba, yla esperanza se anuncie con tambor ytrompeta...».

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Anselm Grün es un sacerdote be-nedictino alemán que, desde hacecasi treinta años, concilia la ocupa-ción de administrador de la abadíaMünsterschwarzach con la direcciónespiritual y cursos de espiritualidad,y a pesar de eso tiene una fecundidadliteraria impresionante. Desde 1976ha publicado casi 200 libros sobre te-mas de espiritualidad. El texto es unverdadero concentrado de sabiduríapara peregrinos. Simple y fácil de leer,el libro presenta una especie de ober-tura que, con trazos rápidos e incisi-vos, describe el sentido espiritual dela peregrinación (pp. 11-23). El au-tor, a partir de la experiencia antro-pológica ancestral del ponerse enmarcha para buscar el sentido de lavida, cambia poco a poco el enfoque,pasando de la experiencia del andar ala del vivir. Saber cómo ponerse enmovimiento, hacer el camino y llegar

a la meta es, en última instancia, sersabios, hombres que han aprendido asalir de sus propias seguridades paradejar espacio a la vida de los demás, ala naturaleza y a Dios. Ser peregrinosignifica exponerse a la intemperie yla incertidumbre; ayudar a confiar enel futuro y en los otros; llegar a la an-helada meta para descubrir que laúnica meta realmente querida es vol-ver al principio. Parafraseando Efe-sios 3,20, «el cielo es nuestra casa».

Después de una larga introduc-ción, el autor acompaña al lector, a lolargo de siete capítulos, en las etapasfundamentales de la peregrinación.Los capítulos siguen un «esquema»común: una cita inicial, y luego, ju-gando hábilmente con la etimologíade las palabras clave, se abre una refle-xión a la vez antropológica, filosóficay existencial, que se cumple con la re-ferencia explícita a la historia de Jesús

La variedad de situaciones que re-cogen estas plegarias están agrupadasen cinco bloques temáticos que ha-cen de hilo conductor de las diferen-tes oraciones y que van en progresiónde una búsqueda que parte de lo hu-mano hacia Dios: «Motivos para laesperanza», «La lucha nuestra de cada

día», «La búsqueda de Dios», «Dios»,y «Vida evangélica».

Una buena propuesta para com-partir la experiencia de la vida y labúsqueda de Dios de otra manera.

Mª Dolores López Guzmán

Sal Terrae los libros

GRÜN, Anselm, La sabiduría del peregrino, Sal Terrae, Santander2009, 94 pp.

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el Cristo. Después de haber habladodel sentido del partir (cap. 1), caminar(cap. 2), indicadores en el camino(cap. 3), el Albergue (cap. 4), el quin-to capítulo va al meollo de la cuestión.Una peregrinación no ha logrado supropósito si no genera una metanoia,una conversión del corazón, cambiode horizonte, permanente apertura ala novedad. Aprender a caminar conconfianza puede ayudar a encontrar elcoraje de dar marcha atrás, dejandolos caminos equivocados que estába-mos recorriendo. En el penúltimo ca-pítulo está la referencia a seguir a Cris-to, único camino seguro, única luzverdadera. El Autor, con un estilo co-loquial y parecido a una conversaciónespiritual bien llevada, acompaña allector a confrontarse seriamente conla figura de Jesús.

Al llegar al epílogo del camino yde la lectura, el autor compara el pe-

regrinar al renacer: el camino de San-tiago en la Edad Media duraba nuevemeses. El camino tendría que llevar alperegrino a entrar en la gran proce-sión que conduce a la ciudad de Diosy a la unión íntima con Él (p. 93).

El texto, jugando con diferentesniveles de comunicación y profundi-dad, puede ayudar al peregrino oca-sional, creyente o no, a encontrar unsentido espiritual a su caminar. Insi-nuando buenas preguntas y ofrecien-do excelentes respuestas, el libro pue-de ser un instrumento eficaz de pri-mera evangelización. Al lector másexperto puede proporcionarle suge-rentes puntos para una profundiza-ción personal o para afinar sus habi-lidades en el ámbito de las peregrina-ciones apostólicas.

Narciso Sunda

Sal Terraerecensiones

JUAN XXIII, Escritos esenciales. Introducción y edición de Jean Ma-alouf, Editorial Sal Terrae, Santander 2009, 214 pp.

La colección Escritos esenciales nostiene acostumbrados desde hace yaalgunos años a valiosas presentacio-nes («muestrarios», mejor que sínte-sis) del pensamiento de autores espi-rituales de nuestro tiempo. En estaocasión, Maalouf es el responsable de«recordar» la voz del «Papa bueno»,

aquel «hombre enviado por Dios lla-mado Juan», al que tanto deben laIglesia y el mundo. Aun cuando estan conocido de todos, recordamosque Angelo Giuseppe Roncalli(1881-1963), que fue elegido en1958 como papa «de transición» yadoptó el nombre de Juan XXIII, re-

84 los librosSal Terrae

volucionó la Iglesia al convocar elconcilio Vaticano II. Él marcó lapauta para el Concilio al hablar de lanecesidad de aggiornamento, de«abrir las ventanas» de la Iglesia y deresponder a los «signos de los tiem-pos». Señaló un nuevo estilo de lide-razgo pastoral, marcado por el amoral mundo y un decidido compromi-so con la paz y la justicia social. En elmomento de su muerte, en 1963, erauno de los líderes más amados en to-do el mundo. Fue beatificado por elpapa Juan Pablo II en el año 2000.

Maalouf estructura su presenta-ción del Papa Juan con particularacierto, por cuanto no se reduce aofrecer una selección de textos signi-ficativos de nuestro protagonista–que no sería poco–, sino que va másallá, buscando poner de relieve, explí-cita e implícitamente, quién es y quérepresenta Roncalli. Para ello, iniciaestas páginas, como no podía ser deotro modo, con una Introducción enla que narra de modo sugerente elproceso de su elección como Papa y labocanada de aire fresco que supuso«un papa campesino» (pp. 11ss) y, pa-ra muchos, un tanto peregrino. Des-tacamos en este epígrafe las quinceLecciones de un maestro, que Maaloufvalora como decisivas en el magisterioespiritual de nuestro Papa. Le sigueuna Cronología que contribuye indi-rectamente a calibrar tanto el procesopersonal de Angelo Roncalli como su«programa» sus y preocupaciones pas-torales al frente de la Iglesia.

La presentación, «específica» di-ríamos, del pensamiento de nuestroprotagonista se desarrolla en seis ca-pítulos de mediana extensión, en losque se abordan aspectos centrales enla vida y misión del Papa Juan y cu-yos títulos constituyen una defini-ción indirecta de su modo de ser y desus grandes preocupaciones. Así, Lla-mado a la santidad; Liderazgo trans-formador; La Iglesia en el mundo mo-derno; Semillas para un nuevo ordenmundial; Oraciones y devociones; y unauténtico rosario de afirmaciones deprofundo calado en Dichos selectos.Las introducciones a cada uno de es-tos capítulos contribuyen esencial-mente, dentro de su brevedad, a si-tuar la compilación ofrecida de tex-tos y anécdotas, de carácter auténti-camente «sapiencial».

La naturaleza de la obra, por sucarácter de miscelánea, no permiteuna presentación de línea argumen-tal; con todo, la selección realizada yel modo de articularla evidencia unmodo de recoger quién es el PapaRoncalli, cuáles son sus centros deinterés, cuál es su significación no so-lo como pontífice, sino como per-sona y, beato ya, como referente ymaestro en la peregrinación de la fe ytestigo de fidelidad evangélica.

De agradable y amena lectura, laobra constituye un singular testimo-nio de la vida de un cristiano de ver-dad, de paradójica y a veces pertur-badora sencillez, de su valiente y de-cidido servicio a los hombres y muje-

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MARTÍNEZ, Felicísimo, ¿Adónde va la vida religiosa?, San Pablo,Madrid 2008, 344 pp.

recensiones Sal Terrae

res de su tiempo, así como una opor-tunidad para aprender, al contactocon su persona, sabiduría evangélicay, también, conocer desde otro ángu-

lo algunos aspectos de nuestra Iglesiay nuestro mundo.

Mª Ángeles Gómez-Limón

Felicísimo Martínez es un sacerdotedominico muy conocido por todoslos lectores por sus aportaciones a lareflexión sobre la vida religiosa a tra-vés de sus escritos, conferencias,cursos...

En su preocupación, siempre haofrecido «un paso más adelante» deaquel en que se encuentra la vida re-ligiosa actual, planteando posibilida-des, ensayando nuevas iniciativas; ensuma, dando pistas sobre el nuevorostro que la vida religiosa debe mos-trar en el hoy.

El presente libro no solo es frutode la reflexión, el estudio y la pro-fundización del autor, sino que, co-mo él mismo dice, los temas en éltratados han sido comentados, com-partidos en distintos foros, en comu-nidades tanto masculinas como fe-meninas, y ello hace posible que ten-ga la frescura, la cordialidad y la ri-queza de lo que es hablado y no sólopensado.

En el primer capítulo se ponen demanifiesto, de una forma concreta,

las luces y las sombras de los dos mo-delos que en el último siglo han da-do consistencia a la vida religiosa, se-ñalando lo que en cada uno de elloshan sido fuerzas y debilidades, para,en un apartado final del capítulo, lle-gar a diseñar «una vida religiosa ver-daderamente evangélica», con los pe-queños indicios y apuntes que vansurgiendo, pero que tiene dos ejesirrenunciables: opción por la pobrezay por los pobres y experiencia comu-nitaria.

El capítulo segundo dirige su mi-rada hacia los jóvenes: ellos tienenuna palabra sobre la vida religiosaque esta debe escuchar y que deberíaser motivación para su renovación yprofundización evangélica. El autor,teniendo como telón de fondo unaencuesta que se hizo en 1999, va se-ñalando valores de la vida religiosacon los que los jóvenes conectan, va-lores que los jóvenes consideran deuna forma negativa y valores que des-de la cultura de hoy dificultan la op-ción vocacional.

86 los librosSal Terrae

El tercer capítulo se denomina«Una espiritualidad para el cambio yla refundación». Estamos en un tiem-po de muchos cambios en la vida re-ligiosa, como resultado lógico de loscambios culturales y sociales; pero nosolo por ellos, sino también por si-tuaciones vividas en la misma vidareligiosa: tristezas, falta de calidad devida humana y evangélica... Todoello exige una espiritualidad profun-da, un vivir sencillamente animadospor el Espíritu de Jesús.

En los siguientes capítulos, elautor va tratando temas nucleares dela vida religiosa: experiencia deDios, vida comunitaria, obedienciay autoridad, castidad, pobreza y mi-sión. En cada uno de ellos, despuésde una reflexión y de echar una mi-rada a la tradición, trata de los desa-fíos que suponen en el hoy de la vi-da religiosa y en el futuro, profundi-zando en aspectos clave que hanpresentado o presentan mayor difi-cultad en su vivencia.

A partir del capítulo diez, Felicí-simo concreta aún más las llamadasque el evangelio y la sociedad hacenhoy a la vida religiosa; unas llamadasa las que tiene que responder si quie-

re ser signo creíble en el mundo yprofecía en la Iglesia. Mirando lossignos del Reino en la vida de Jesús,la vida religiosa descubre los signosprioritarios que desde ella hacen pre-sente el Reino hoy.

Después de señalar algunos as-pectos del Congreso sobre la VidaConsagrada del 2004, el autor con-cluye con «la vida religiosa y sus pa-siones», capítulo muy sugerente quenos ayuda a leer este momento de lavida religiosa, a veces oscuro, a vecessin la suficiente luminosidad, paraque pueda seguir teniendo sentidosu presencia. Las palabras de Felicí-simo nos pueden ayudar a descubrirese sentido: «Quizá la pasión deCristo sea una excelente y muy rea-lista imagen para interpretar y com-prender el momento actual de la vi-da religiosa. Eso sí, hay que estarmuy atentos para que no falte el Es-píritu en este caos»...

«Hoy es preciso reflexionar sobrela vida religiosa mirando al Crucifica-do, pero también mirando a la com-pasión que inspiró y animó toda la vi-da pública de Jesús de Nazaret».

Sagrario Alarza Campo

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PAPPALARDO, Marco (ed.), Cuaresma y Pascua con los Padres de laIglesia, San Pablo, Madrid 2010, 136 págs.

recensiones Sal Terrae

El libro Cuaresma y Pascua con los Pa-dres de la Iglesia es una antología pu-blicada por la Editorial San Pablo en2010 y editada por Marco Pappalar-do, cooperador salesiano que ya hacolaborado en la publicación de va-rias obras que relacionan espirituali-dad y pastoral juvenil, y en este libropone al servicio de los lectores su ca-pacidad de actualizar el mensaje quenos llega de los Padres de la Iglesia.Este libro está inspirado en las Au-diencias Generales del papa Benedic-to XVI entre 2007 y 2008, en las queel Sumo Pontífice presentó el recorri-do de los padres de la Iglesia. MarcoPappalardo ha seleccionado en estelibro unos breves textos de los Padrespara cada día del tiempo litúrgico deCuaresma y Pascua, anteponiendo acada uno de ellos unos sintéticos co-mentarios capaces de ayudar al lectoren la comprensión de los mismos, asícomo a actualizar su sentido. De estemodo, este libro puede ser un «va-liente compañero» que acompañe ala reflexión pascual desde el Miérco-les de Ceniza hasta la Semana Santa,y a lo largo de la sexta semana de Pas-cua hasta la fiesta de la Ascensión delSeñor. Así, el intento del autor es «sa-

car a relucir la originalidad y al mis-mo tiempo la actualidad de cada unode los Padres» (p. 7). Es un libro quepermite gustar, de modo hondo ysintético, el pensamiento que hace dela tradición de los Padres una tradi-ción preciosa. Se consigue un librode bolsillo estructurado según el ca-lendario litúrgico que se puede seguirlos días de las Cuaresma y Pascua, oleyendo partes, según le guste al lec-tor. En cualquier caso, la selección detextos y las prácticas introduccionespermiten al lector entrar en los textosmismos e interiorizar el mensaje.Además, cada texto es completadopor precisas referencias bibliográficaspara ayudar al lector, atraído por elpensamiento de uno u otro Padre, aprofundizar en su pensamiento y ensu obra.

Este libro está indicado tanto pa-ra jóvenes que quieren una ayuda es-piritual honda y valiosa para vivir elimportante momento litúrgico de laCuaresma y la Pascua, como para losadultos que hagan pastoral con jóve-nes y deseen actualizar el mensaje dela Tradición cristiana.

Ronny Alessio, SJ