revista europea. · pío, la historia de lo? metales, la de las plantas, de los animales ó de las...

32
REVISTA EUROPEA. NÚM. 231 28 DE JULÍO DE 1878. AÑO v. EL ESTUDIO DE LA BIOLOGÍA. Imagíname algunos que biología os un térmi- no forjado á capricho, un neologismo con que se sustituye la denominación conocida de histo- ria natural. Intentaremos demostrar lo contrario. Esta palabra es el nombre de una ciencia que, desarrollándose desde hace doscientos años, se ha constituido definitivamenteharámedio siglo. En la época del Eenacimiento, la ciencia es- taba dividida en dos secciones: ciencia de la naturaleza y ciencia del hombre. Entonces se profesaba cierta opinión que aún lioy subsiste on gran parte: se creía en una especie de con- traste brusco, por no decir antagonismo, entre la naturaleza y el hombre; estas dos fuerzas, se pensaba, apenas tienen relaciones entro sí, fuera de los casos numerosos en que la una se desen- cadena contra la otra. 'iEl registro del conocimiento de los hechos, dice el filósofo Tomás Hobbes, se llama histo- ria, y se divide en dos partes: primera, la his- toria natural, que tiene por objeto los hechos ó fenómenos de la naturaleza, sobre los cuales no iuterviene la voluntad humana, como, por ejem pío, la historia de lo? metales, la de las plantas, de los animales ó de las regiones, etc.; segunda, la historia política, que espone los actos volun- tarios de los hombres organizados en ciudades, n De este modo la ciencia histórica formaba dos grandes divisiones: la historia natural y la historia política. La sociedad real se fundaba por el tiempo en que Hobbes escribía su nota ble libro, poco conocido hoy á pesar de su im- portancia, el Leviathan, que apareció en 1651; se llamaba Sociedad para el adelanto de los cono- cimientos naturales, título casi equivalente al de Sociedad para el progreso de la historia natural. Con el tiempo, las diferentes ramas de la ciencia humana tomaron distinto desarrollo, y algunas TOMC XII parecieron prestarse mejor que otras á las de- mostraciones precisas y matemáticas. Newton publica sus Principios é imprime á la filosofía una viva impulsión que, sin ejemplo en el pa- sado, no se renovará tal vez en el porvenir. Hay que ver si la precisión matemática es aplicable á las ciencias como la astronomía, á las cuales colocamos hoy en el orden de las ciencias físi- cas, que ocupan una parte considerable del do- minio comprendido antes bajo el nombre de historia natural. Gracias al método, alternati- vamente deductivo y experimental, que Newton y otros sabios impusieron á estas ciencias en particular, los fenómenos de la naturaleza que constituyen su objeto parecían susceptibles de explicación; desde entonces se les relacionó á lo que se designaba con el nombre de filosofía; en cuanto á los que no abrazaba la astronomía, se les comprendió bajo el nombre defilosofía natii- rat, al cual había dado Bacon un significado mucho más extenso. Más tarde se vé nacer y desarrollarse otras ramas de la ciencia. La química adquiere una forma determinada; astronomía, filosofía natu- ral, química, todas estas ciencias abiertas al método experimental ó matemático exclusivo ó nó, se creó una división muy clara en ol dominio, llamado anteriormente historia natu- ral; se distinguió las ciencias experimentales de las ciencias de observación; en estas últimas se consideraba difícil el empleo de los experimen- tos, é imposible el uso de los procedimientos matemáticos. Desde este momento, el viejo nombre de historia natural quedó afecto á los fenómenos que no admitían demostración matemática ni experimental; es decir, los fenómenos de la na- turaleza clasificados hoy bajo las denominaciones generales de geografía, física, geología, minera- logía, botánica y zoología. En este sentido lo tomaron grandes escritores del siglo pasado, Buffon y Lineo: uno en la importante obra His- toria natural general, y el otro en el monumento expléndido Sistema natural. Los asuntos de que tratan se designan cen el nombrede Historia na-- 7

Upload: phamduong

Post on 04-Nov-2018

216 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

REVISTA EUROPEA.NÚM. 231 28 DE JULÍO DE 1878. AÑO v.

EL ESTUDIO DE LA BIOLOGÍA.

Imagíname algunos que biología os un térmi-no forjado á capricho, un neologismo con quese sustituye la denominación conocida de histo-ria natural.

Intentaremos demostrar lo contrario.Esta palabra es el nombre de una ciencia que,

desarrollándose desde hace doscientos años, seha constituido definitivamenteharámedio siglo.

En la época del Eenacimiento, la ciencia es-taba dividida en dos secciones: ciencia de lanaturaleza y ciencia del hombre. Entonces seprofesaba cierta opinión que aún lioy subsisteon gran parte: se creía en una especie de con-traste brusco, por no decir antagonismo, entrela naturaleza y el hombre; estas dos fuerzas, sepensaba, apenas tienen relaciones entro sí, fuerade los casos numerosos en que la una se desen-cadena contra la otra.

'iEl registro del conocimiento de los hechos,dice el filósofo Tomás Hobbes, se llama histo-ria, y se divide en dos partes: primera, la his-toria natural, que tiene por objeto los hechos ófenómenos de la naturaleza, sobre los cuales noiuterviene la voluntad humana, como, por ejempío, la historia de lo? metales, la de las plantas,de los animales ó de las regiones, etc.; segunda,la historia política, que espone los actos volun-tarios de los hombres organizados en ciudades, n

De este modo la ciencia histórica formabados grandes divisiones: la historia natural y lahistoria política. La sociedad real se fundabapor el tiempo en que Hobbes escribía su notable libro, poco conocido hoy á pesar de su im-portancia, el Leviathan, que apareció en 1651;se llamaba Sociedad para el adelanto de los cono-cimientos naturales, título casi equivalente al deSociedad para el progreso de la historia natural.Con el tiempo, las diferentes ramas de la cienciahumana tomaron distinto desarrollo, y algunas

TOMC XII

parecieron prestarse mejor que otras á las de-mostraciones precisas y matemáticas. Newtonpublica sus Principios é imprime á la filosofíauna viva impulsión que, sin ejemplo en el pa-sado, no se renovará tal vez en el porvenir. Hayque ver si la precisión matemática es aplicableá las ciencias como la astronomía, á las cualescolocamos hoy en el orden de las ciencias físi-cas, que ocupan una parte considerable del do-minio comprendido antes bajo el nombre dehistoria natural. Gracias al método, alternati-vamente deductivo y experimental, que Newtony otros sabios impusieron á estas ciencias enparticular, los fenómenos de la naturaleza queconstituyen su objeto parecían susceptibles deexplicación; desde entonces se les relacionó á loque se designaba con el nombre de filosofía; encuanto á los que no abrazaba la astronomía, seles comprendió bajo el nombre de filosofía natii-rat, al cual había dado Bacon un significadomucho más extenso.

Más tarde se vé nacer y desarrollarse otrasramas de la ciencia. La química adquiere unaforma determinada; astronomía, filosofía natu-ral, química, todas estas ciencias abiertas almétodo experimental ó matemático exclusivo ónó, se creó una división muy clara en oldominio, llamado anteriormente historia natu-ral; se distinguió las ciencias experimentales delas ciencias de observación; en estas últimas seconsideraba difícil el empleo de los experimen-tos, é imposible el uso de los procedimientosmatemáticos.

Desde este momento, el viejo nombre dehistoria natural quedó afecto á los fenómenosque no admitían demostración matemática niexperimental; es decir, los fenómenos de la na-turaleza clasificados hoy bajo las denominacionesgenerales de geografía, física, geología, minera-logía, botánica y zoología. En este sentido lotomaron grandes escritores del siglo pasado,Buffon y Lineo: uno en la importante obra His-toria natural general, y el otro en el monumentoexpléndido Sistema natural. Los asuntos de quetratan se designan cen el nombrede Historia na--

7

98 REVISTA EUROPEA.—28 DE JULIO DE 1878 . N.° 231

tural; ellos mismos se llamaban y; eran llamadosnaturalistas. Estos télminos no tenían, en el orí-gen, la misma significación; su sentido era muydistinto de su significado primitivo.

La extensión que tenia el nombro de Historianatural en la época de que hablamos, ha subsis-tido en cierto modo hasta nuestros dias. Ac-tualmente hay en algunas de nuestras universi-dades del Norte cátedras de historia política y dehistoria natural, y esta última denominaciónresponde exactamente al sentido que le atri-buían Hobbes y Bacon.

La ciencia ha hecho, como sabemos, maravi-llosos progresos en la segunda mitad del últimosiglo y en el principio del nuestro; y algunospensadores se han dedicado á hacer notar que laexpresión de historia natural abrazaba materiasesencialmente distintas. Por ejemplo, la geolo-gía y la mineralogía eran, en ciertos conceptos,muy diferentes de la zoología y la botánica; sepodía adquirir un conocimiento extenso de laextructura y de las funciones de las plantas ylos animales, sin tener necesidad de entrar en elestudio de la geología y la mineralogía, y vice-versa. Además, merced al progreso de los cono-cimientos se vio una grande analogía, una alian-za muy estrecha, entre la botánica y la zoología,que tratan de los seres vivientes, y que tienencon las otras ciencias relaciones relativamentemuy lejanas. Se debe hacer observar, en honorde Buffon, que ha reconocido claramente estehecho capital. "Estas dos especies de seros or-ganizados (los animales y los vegetales) tienen,dice, más propiedades comunes que diferenciasreales, ii

Al principio de este siglo, en dos países dife-rentes, dos hombres ilustres, sin ninguna co-municación entre sí, al menos que nosotros se-pamos, han concebido simultáneamente la ideade formar UIM sola ciencia con las que tienenpor objeto los seres organizados, sometiéndolasal mismo método. En realidad han sido tres losque han coincidido en esta idea al mismo tiem-po; dos la han aplicado más ó menos, y solo unola ha puesto en práctica por completo. Los sa-bios en cuestión eran el eminente fisiólogo Ri-chat, y el gran naturalista Lamarok, en Fran-cia, y en Alemania un talento distinguido, Tre-viranus. liichat admite un grupo especial deciencias fisiológicas. Lamarck, en una obra, pu-blicada en 1801, es el primero que usa el térmi-

no de biología, derivado de dos .palabras griegas,y quo significa discurso sobre la vida y loa soresvivientes.

Por la misma época apercibía Treviranus launidad especial y fundamental de todas lasciencias que tratan de la materia organizada,y la necesidad de un mismo estudio que lasabrazara á la par; en 1802 daba á luz el primervolumen de una obra que titulaba igualmenteBiología.

El gran mérito de Treviranus está en haberperseguido su idea y haber producido esa obratan notable. Consta de seis volúmenes, á loscuales ha consagrado veinte años de trabajo, de1802 á 1822.

Tal es el origen de la palabra biologia. ¿Cuáles hoy el valor de ella y la extensión de susignificado? Ya lo hemos dicho: en su signifi-cado técnico y rigoroso designa esta palabratodos los fenómenos manifestados por los seresvivientes, abstracción hecha de los sores in-organizados.

Cualquiera que sea el punto de vista bajo elcual se considere la naturaleza del hombre, loque es perfectamente cierto es que éste es unacriatura viviente. Luego si nuestra definiciónes interpretada rigorosamente, debemos hacerentrar al hombre con sus costumbresy sus ac-tos en el dominio de la. biología, que compren-dería la psicología, la política y la economíapolítica, es decir, que la historia política ócivil seria englobada en J.a historia natural.

Según confesión general, la monarquía de lasabejas y la república de los lobos entran en elcuadro de los estudios biológicos. Seria, pues,difícil no comprender en él las acciones huma-nas que por muchos conceptos se asemejan ála conducta de la abeja en la persecución de lasriquezas, sin dejar de ofrecer cierta analogíacon los procedimientos del lobo.

Los biólogos formamos una raza de buenacomposición; como, sin exajerar, hay cerca dedoscientas cincuenta mil especies de animales yde plantas que estudiar, encontramos que el ter-reno es más que suficiente. Poruña especie deconsentimiento tácito, abandonamos un pedazo"á la explotación de cierta ciencia que Bacon yHobbes hubieran designado con el nombre deHistoria política, y que se ha constituido bajo elde Sociología. Podemos usar de una expresiónque ahora será muy bien comprendida, y decir

N.° 231 T. H. HUXLEY.— EL ESTUDIO DE LA BIOLOGÍA. mque hemos concedido la autonomía á esa provin-cia biológica; pero no olvidemos que es un sa-crificio, y no nos sorprendamos de ver á un bió-logo pasar do largo, en apariencia, respecto áloa problemas de filosofía ó de política, ó inmis-cuirse en la cuestión de educación humana,porque esta es una parte de su dominio, de laque voluntariamente ha hecho cesión.

II

Explicado ya el sentido de la palabra biolo-gía, é indicada la extensión do la ciencia bio-lógica, se ocurre preguntar: jA qué conduce elestudio de la biología? Acaso llegue un tiempoen que parezca muy extraña'esta pregunta; untiempo en que, una vez modificadas las ideasrelativas á los objetos más dignos de la atenciónhumana, se juzgue un fenómeno singular el quenosotros, criaturas vivientes, no nos interesára-mos, en cierto modo, en lo que constituye nues-tra vida. En cuanto al presente, si lo juzgáse-mos por la enseñanza y la educación actuales,parecería que es esta una materia que en nadanos concierne.

Vamos á someter á nuestros lectores algunasconsideraciones, con las que muchos de ellos sehallan, sin duda, bastante familiarizados, y quebastarán á demostrar, aunque no do una mane-ra completa, porque esto exigiria más espaciodel qué disponemos, que razones excelontes yesenciales nos inducen á cultivar, aunque seapoco, este ramo do la ciencia humana.

Nosotros abundamos en esta opinión del filó-sofo de Malmesbury: "Todo razonamiento tienepor objeto la realización de un acto ó de unaobra, n A nosotros no nos inspira gran respetoni mucho interés la ciencia pura y estéril. Juz-gamos del valor de los estudios humanos por lainfluencia que ejercen en los humanos intereses,en una palabra, por su utilidad. Pero es necesa-rio comprender bien claramente esta última pa-labra. En boca de un inglés significa de ordina-rio el medio de que nos servimos para adquirirel bienestar ó la gloria ó las dos cosas á la vez,Hó aquí una manera de entender esa palabra:pero ésta interpretación ño abraza todo el alcan-ce ó sentido de ella. En nuestra opinión, el co-nocimiento en cualquier materia es útil en lamedida, que tiende á dar al público ideas jus-tas, de las que depende la rectitud de las accio-

nes, y á rechazar las ideas falsas, que no sos elfundamento menos notable y la fuente ráenosfecunda de todos los extravíos en la práctica.

Como á despecho ele las aserciones de las gen-tes positivas, el mundo está gobernado, despuésde todo, absolutamente, por las ideas, y confrecuencia por las ideas más extravagantes ymás temerarias, importa en el más alto grado:que nuestras teorías, aun las que se refieren álos objetos más alejados de nuestra vida diaria,sean verdaderas en todo lo posible, y en todo loposible se hallen exentas de error. No es bajo elpunto de vista práctico más grosero, sino en elmás digno y extenso significado de la palabrautilidad, como nosotros medimos el valor delestudio de la biología por sus aplicaciones. Tra-taremos de demostrarlo. Tenemos necesidad denociones biológicas en muchas circunstanciasde la vida actual. Por ejemplo, muchos de en-tre nosotros atribuyen una grande importanciaá la idea que nos formamos de la posición delhombre en el universo y de sus relaciones conel resto de la naturaleza.

Según el lenguaje que casi todos hemos oidoy según la tradición que muchos conservan, elhombre ocupa en la naturaleza un lugar aisladoy particular; está en el mundo sin ser del mun-do; los objetos que le rodean están marcadoscon distinto carácter. Su origen es recientey su duración probablemente corta. Es el grancentro á cuyo alrededor gravita el resto delUniverso. No es esto lo que nos dicen los bió-logos.

Hagamos por el momento abstracción denuestra persona. No es absolutamente necesa-rio que me constituya en este caso él abogadode sus ideas. No decimos esto con objeto deeludir la responsabilidad de sus opiniones, poi-que en otro tiempo y lugar hemos probado locontrario,

Los biólogos consideran la organización físicadel hombre, examinan su estructura general, suarmazón huesosa y los tejidos de quo se desar-rolla. La analizan hasta en los más pequeñoselementos que el microscopio puede apreciar.Observan la realización de aüs actos y de su»variadas funciones, y juzgan la manera como 3epresenta en la superficie del globo. Después pa-san á los1 denlas animales, y tomando al animaldoméstico má» inteligente; es decir, al perro,legan á hacer ver que el estudio de la estructn-

100 REVISTA EUROPEA.—28 DE JULIO DE 1878. N.° 231

ra del perro, considerada en su conjunto, lesconduce precisamente á los mismos resultadosquo el estudio del hombre; declaran que encuen-tran casi los mismos huesos, teniendo entre sí'as mismas relaciones; que pueden designar lo»músculo» del perro por los nombresde los múscu-los del hombre, y los nervios de dicho animalpor los nombres de los nervio» del hombre; quela estructura y la disposición de los órganos delos sentidos observadas en el hombro se encuen-tran también en el perro; analizan el cerebro;la médula espinal, y encuentran que la descrip-ción hecha respecto al uno, tiene aplicación encuanto al otro. Llevan en el perro sus investi-gaciones tan adelante como es posible, y esta-blecen que su cuerpo puede reducirse á los mis-mos elementos que el del hombre.

Además, remontan §1 curso del desarrollodel perro y del hombre, y ven que, en cierta fasede su existencia, ninguna de estas dos criaturaspodría distinguirse de la otra.

Según ellos, el perro y sus especies se hallandistribuidos en la superficie del globo como enlas razas humanas. Lo que es verdad en el per-ro lo es en todos los animales superiores: se pue-de considerar á todos estos sores en un plan co-mún; mirar al hombre, al perro, al caballo y albuey, como modos particulares de una vasta yfundamental unidad.

Por otra parte, después de las investigacio-nes hechas desde el comienzo de este siglo, nosvemos impulsados, dicen, á recorrer, á travésde las diferentes especie» animales, no una lí-nea recta, sino muchos escalones, paso á paso,de grado en grado, desde el hombre, punto cul-minante, hasta las menores huellas de materiaanimada de apariencia gelatinosa que terminanla serie. De este modo, la idea de Leibnitz y deBonnet, según la cual los animales componenuna gran escala de sores en la que entran seriesde gradación desde las más complicadas formasá las más pequeñas y sencillas, aunque no estéformulada absolutamente así por estos filósofos,se hallaría en el fondo justificada. Hay más:abordando el biólogo el mundo vegetal, recorreen él, en el mismo sentido, la estructura de lasplantas desde los tipos mis gigantescos y máscomplicados, á través de una serie de gradacio-nes semejante, hasta las formas orgánicas quele es difícil distinguir de las que terminan laescala animal.

Así llega ol biólogo á esta conclusión: unauniformidad esencial de estructura reina en elmundo animal y en el vegetal; plantas y ani-males difieren solo como expresiones variada»de un mismo plan vasto y general.

Lo mismo sucede aun con respecto á las fun-ciones. El biólogo admite el importante y largointervalo que hoy separa los fenómenos intelec-;uales propios á las más altas formas de la hu-manidad, y aun á las más humildes conocidas,ie las manifestaciones mentales que se observan¡n los demás animales; pero ol gormen, añade,

de casi todas las facultades humanas, se encuen-tra en los animales inferiores; existe ciertaunidad para la inteligencia como para la orga-nización física, y aquí la diferencia está en elgrado, no en la especie.

De las numerosas distinciones que se han es-tablecido entro las criaturas inferiores y nos-otros, hay una, sobre la cual apenas se insiste,pero de la que se puedo hablar libremente enuna escuela, especialmente consagrada al artecomo la nuestra. Hola aquí: aunque entre dife-rentes especies de animales sea posible descubrirlas huella^ de to las las demás facultades huma-nas, particularmente el don de la mímica, nose ve, sin embargo, en ellas ese carácter especial de la mímica que se traduce por la imita-ción de las formas en el modelado ó el dibujo.

En nuestro concepto, no hay escultura nimodelado, y seguramente ni pintura ni dibujode origen animal. Dicho sea para consuelo delos artistas.

¿Dice verdad el biólogo? En esto caso necesita-mos desprendernos de las concepciones erróneasquo tenemos acerca del hombre y su puesto enla naturaleza, reemplazándolas con ideas justas.Pero no es posible apreciar si el biólogo tienorazón ó no, á monos de poder apreciar la natu-raleza de los argumentos que le es dado presen-tar.

i,Qué diria un erudito á un hombre que om-prendiora la critica de un pasaje difícil de unapieza griega, sin haber aprendido antes los ele-mentos de la gramática griega? Pues bien; antesde hacer ninguna declaración, respecto á losaltos problemas de la biología, parece necesarioestar al corriente de la gramática del asunto;pero no se posee ni siquiera el alfabeto.

Todo hombre que ama la verdad desea since-ramente la crítica legítima y fundada; en el

N.° 231 R. BELTRAN Y RÓZP1DE.—FILOSOFÍA GBIEGA. 101

caso en que se sabe sacar provecho do las criti- icas, es preciso que el las hace se dé buena cuen-ta de los objetos á que seaplican sus expresiones. •

Si no, y esto es tan evidente en materia debiología como en cuestión de filología y de his-toria, la tal critica es solo una pérdida de tiem-po de su autor, é indigna de los sabios á quienesvá dirigida.

La importancia de los estudios biológicos seafirma con el hecho de que ellos solos puedensuministrar una base racional de crítica parala misma enseñanza biológica.

Creemos deber llamar la atención sobre otropunto de los conocimientos biológicos, uno máspráctico en el sentido ordinario de esta palabra.

Considérese la teoría de las enfermedades in-fectivas. Esto á todos nos interesa, seguramente.Hoy esta teoría se ha desarrollado rápidameniepor loa estudios biológicos. Es posible producir,aun entre los animales inferiores, casos de en-fermedades que tienen toda la apariencia denuestras enfermedades infectivas, y que recono-cen por causa cierta, indudable, organismos vi-vientes. Este hecho dá algún crédito á la teoríade las enfermedades infectivas, conocida bajo elnombre de teoría de los gérmenes; en todo caso,indica los medios prácticos más importantespara combatir esas plagas sensibles.

Puedo ser bueno, tanto para el público en ge-neral, como para los sabios de profesión, tenerun conocimiento suficiente de las verdades bio-lógicas para poder interesarse en la discusión desemejantes problemas, y ver que todos los queposeen los elementos bastantes de biología, no secreen autorizados á tratar estas cuestiones.

Otro ejemplo vamos á citar, serio y palpable,de la importancia de los estudios biológicos.

En los cuarenta últimos años, la teoría agrí-cola ha sufrido una revolución. Los trabajos deLiebig, los de Lawes y Gilbert, han tenido res-pecto á este ramo de la economía una impor-tancia inapreciable desde el primer momento;pero el conjunto de estas nuevas miras resulta-ba de la explicación mejor de ciertos fenómenosbotánicos, que entran naturalmente en el do-mi nio de la biología.

T. H.{Concluirá.)

FILOSOFÍA GRIEGA.

ESCUELA PITAGÓRICA.

Pitágoras.—Datos biográficos más ciertos.—El Ordenpitagórico.—Doctrinas del Pitagorismo.—El Número.—Lo Uno.—Elemento» déla Unidad.—LaÁrmonia.—Doctrinas psíquicas.—La ciencia, la moral y él arte.—Importancia de la Escuela pitagórica.

En el Mediodia de Italia ó Grecia Magnafundaron los griegos florecientes colonias quehubieron de ejercer en aquellas edades gran pre-dominio mercantil y aun político, é influyeronpoderosamente en la cultura latina. Entre estascolonias, una de las que más ronombre alcan-zaron fuóla ciudad deCrotona, patria del Pitago-rismo, cuyas enseñanzas gozan de tan alta estimaentre los romanos desde los tiempos de Tarqui-no el Soberbio, hasta la época de Cicerón. Y sientusiastas partidarios tuvo la Escuela itálica enla Península que la dio nombre, no menos seapreciaron sus doctrinas en la misma Grecia, ytambién en dias muy cercanos á los nuestros,ilustres escritores la enaltecen y filósofos mo-dernos hay que en ella toman base para s\is es-peculaciones. Platón y Aristóteles proclaman lagran sabiduría de Pitágoras; en el siglo xv Ni-colás de Cusa, y más tarde, Jordano Bruno, re-cuerdan sus doctrinas y propagan sus enseñan-zas, y no faltan autores que relacionan la Maso-nería con el Pitagorismo. Por otra parte, la tra-dioian nos ha trasmitido el nombro de Pitágorasrodeado de cierta auréola divina, formándoseuna especie de leyenda filosófica, on la que elmaestro y BUS discípulos aparecen con caracteressobrenaturales y maravillosos. Este segundo aa-pecto de la Escuela, unido á la escasez de datoshistóricos, ha contribuido á dificultar en sumogrado el estudio del Pitagorismo.

Tres son lasprincipaleavidasdelmaestroquehan servido de baaeá sus biografías. La de Dió-genes de Ltercio, en que se hilvanan todas lastradiciones y afirmaciones gratuitas de antiguosescritores, no muy verídicos, es una compilaciónanecdótica donde no podemos distinguir con cla-ridad lo que pertenece al campo de la historiade lo puramente legendario y fantástico. Por>firio y Jamblico, los otros dos biógrafos, per-tenecen á la época Alejandrina, época en que la

102 BETfISTA EUROPEA.—28 DE JULIO DE 1878. N.° 231

aspiración general de artistas y filósofos erafundir lo antiguo con lo nuevo, y el pepsamien-to do Pitágoras servía admirablemente para ar-monizar la idea cristiana con la cultura an-tigua. El elemento maravilloso palpita auncon más energía en las historias de Porfirio yJamblico, y por esta razón la crítica modernaprefiere en sus investigaciones la biografía deDiógenes deLaercio. Sin embargo, es necesariono perder de vista que tanto Diógenes comoPorfirio y Jamblico, son muy posteriores á Pitá-goras, y no solo ellos, sino tambienlas fuentes áque acuden; así es que la crítica examina congran detenimiento sus escritos a fin de escogersólo lo quemas concuerda con lo propio y característico de la naturaleza y sociedad humana enla época en que vivió Püágoras, y con laa mono-grafías de las ciudades del golfo Tarentino.

No hay tampoco gran copia de datos y no-ticias en lo que se refiere, no ya á la vida, sinoá la doctrina de Pitágoras. Se sabe que Aristó-teles escribió varios libros sobre el Pitagorismo;pero, desgraciadamente, no han llegado hastanosotros, y hoy, todas las fuentes indirectaspara el conocimiento de tan. importante escuelafilosófica, se reducen á los extractos de Stobeo,que ha conaervado los fragmentos de Architaa yPhilolao y varias máximas morales; las citas doSexto Empírico; las referencias contenidas enla Física, en la Meteorología y en el Tratado delcielo, de Aristóteles; las indicaciones más com-pletas que el mismo autor hace en los libros Iy XIII de su Metafísica, y finalmente, citas ais-ladas y datos exparcidos enlaa obraa de los prin-cipales escritores antiguos.

Naoió Pitágoras en una de las islas del marEgeo, Samos. Esta es la opinión más aceptada,tío la general; según otros, fue Délos la patriadel insigne filósofo. En cuanto á la época de sunacimiento, 580 á 574 antes de Jesucristo pa-rece ser la fecha más probable. Hay tambiéndiversidad de opiniones, sobre la raza á que Pi~tágoras perteneció: á pesar de nacer en tierraspobladas por jonios, se indica la posibilidad deque sus antecesores pasaran á habitaren aquellasislas desde los países dorios.

Su nacimiento está rodeado de prodigios; suvista penetra las tinieblas del porvenir y del pa-sado, como ser divino que habia tomado formahumana para corregir la vida de los mortales.

Pero todo esto, y más aun, vale para nosotrosmuy poco: buscamos al hombre y al filósofo, yprocurando, á través de la leyenda y de la fá-bula, hallar lo que fné Pitágoras en su vida comohombre, y en BU ciencia y doctrina como filosofo, haremos caso omiso de todo aquello que re-vista caracteres extraordinarios.

La educación de Pitágoras es la propia de todogriego de su época; cultivábase el cuerpo y elespíritu, y así el hombre se formaba física é in-fcelectualmente. Su padre era grabador ó comer-ciante en metales y piedras preciosas, ó tal vezambas cosas, industria que, procurándole unavida desahogada, contribuyó á la mejor educa-ción del hijo. Los maestros más afamados di-rigieron sus primeros pasos, y los principios dela Escuela jónica llegaron á ser conocidos muyá fondo por el joven Pitágoras. Como á todoa IOBfilósofos antiguos, atribúyenle sus biógrafos in-numerables y remotos viajes á Egipto y comarcasorientales. Si Cambises lo hizo ó no prisionero,si con este motivo visitó los principales centrosde cultura del Asia menor, y conoció las doctri-nas de Zoroastro, todo ello es muy inseguro ydá lugar á afirmaciones completamente contra-dictorias, pues mientras unos se inclinan á ad-mitir la posibilidad, cuando menos, de estoshechos, otros niegan de un modo absoluto todarelación de la filosofía itálica con la filosofíaoriental. Samos era una délas islas más comer-ciales de la antigüedad; el comercio era tambiénla profesión de la familia de Pitágoras, y estolleva á suponer un contacto frecuente con Ia9ciudades del litoral de Asia menor y Egipto: seconsideraban, además, loa viajes en aquellasedades como uno de los más eficaces medios deeducación, y así lo dice y establece como pre-cepto la misma Escuela pitagórica. Dato verí-dico que nos permita afirmar rotundamente quePitágoras viajó, no le hay, y mucho menos paradecir cuáles fueron esoa viajes; pero dadas lasanteriores indicaciones, comprenderemos queno es muy aventurado conceder algún crédito álas tradiciones conservadas por loa biógrafos delfilósofo de Samos.

Créese que permaneció largos años en su. país,que adquia-jó, gran celebridad en Samos é islaacontiguas y que motivos políticos le obligaroná abandonar su patria. Desde las costasdel Asiamenor, Aqueos, Dorios y Jonios habian ido áestablecerse en laa tierras meridionales de Ita-

N.° 231 R. BELTBAJí Y BÓZPIDE¿—FILOSOFÍA QEIEGA. 103

lia, donde fundaron numerosas y florecientes co-lonias, y una de estas fue la segunda patria dePitágoras. De cuarenta á cincuenta años de edadcontaba nuestro filósofo, cuando desembarcó enCrotbna, ciudad situada en el golgo de Ta-rento, importantísima, hasta el punto de oscu-recer, según escritores alejandrinos, á las másnotables del Oriente, y emporio de la civiliza-ción y del comercio en el mar Mediterráneo.La influencia de Pitágoras dejóse sentir desdeel momento en que pisó aquellas playas y fuedebida principalmente á la palabra. Sus elo-cuentes discursos atraian á miles de Crotoniatasá quienes predicaba el abandono de los vicios yla necesidad de que en todas las acciones huma-nas dominara una regla moral. El hombre de-bia procurar ante todo ser hombre, y después sersemejante á Dios; llegar, en sumo, á \?, mayorperfección posible. Así se explica cómo la solapresencia de Pitágoras determinó en poco tiem-po grandes mudanzas en las costumbres de loshabitantes de Crotona.

En Grecia, moral y política eran dos esferastan concéntricas que casi se confundían; decada regla moral brotaba una Constitixcion po-lítica. Y jqué cambios políticos causaron enCrotona las doctrinas morales de Pitágorasi No-ticia histórica que plenamente satisfaga estapregunta:, no tenemos; pero las luchas, vicisi-tudes y trágico fin de la Escuela, proporcionanalgúnoá datos para el conocimiento del idealpolítico de Pitágoras, La Constitución de Cro-tona era democrática, el pueblo elegía los ma-gistrados y les pedia cuenta de sus actos alcesar en las funciones de gobierno: llega Pitá-goras á Crotona, -y al poco tiempo el gobiernode esa ciudad se" convierte en aristocrático,porque siendo la moral y la ciencia el caminode la perfección humana, era preciso respetarla autoridad científica y moral de los «.purroi, losmejores, los más perfectos. La antigua demo-cracia fue ahogada por este socialismo aristo-crático.

Par» lograí tales fines, acudió Pitágoras á me-dios legítimos ó ilegitimóse Por ilegítimo en-tendemos- todo aquello que tiende á sublimar, ádivinizar la personalidad del maestro; así Pitá-goras desaparecía y aparecía misteriosamente enCrotona, dominaba las leyes de la naturaleza, ynada habia para él imposible; penetraba los árcanoa del porvenir, y cuando todos le creían

muerto, presentábase de nuevo, y volviaá to-mar la dirección política, moraíly científica delos Crotoniatas. •,

Entre los medios; legítimos que empleó, elmás decisivo fue la institución de la secta ó co-legio pitagórico, asociación formada por susmás entusiastas discípulos, que abandonaban losbienes en provecho de todo», estableciendo unrégimen de comunidad material y espiritual,donde el pensamiento individual quedaba GOBÍTpletamente anulado, sin que hubiera otro móvil,principio, regla ni propositó que la palabra delmaestro, xvmí eíp^jalgo semejante á lo que des-pués habian de ser los monasterios y sociedadessecretas. Por estos medios, no sólo llegó Pitágo-ras á apoderarse de la vida entera de Crotona,sino que su influencia sintióse, y no poco, en lasmás importantes ciudades de la Italia meridio-nal, y en la misma Roma» En Grecia, en la épo-ca de mayor florecimiento de las escuelas Socrá-ticas, en tiempos de Platón y de Aristóteles, to-davía era visible el inmenso predominio que esosconventos Pitagóricos habian ejercido en el des-envolvimiento moral é intelectual de las razasgriegas.

De 536 á 510 la. influencia pitagórica fue 1»única en Italia. Sin embargo, el partido demo-crático no so avenía con la nueva forma de go-bierno, y en la vecina ciudad de Sybaris pudovencer á los aristócratas ó pitagóricos, que bus-caron refugio en Crotona. El partido triunfanteen Sybaris pide la extradición de los fugitivos;los registrados de Crotona, á instancias de Pi~tágoras, rechazan la exigencia y la guerra se dé-clara entre ambas ciudades. Y cuando Sybarisha sido vencida y destruida por los Crotoniatas,cuando parece que la victoria va á dar mayorvida y estabilidad al gobierno pitagórico, la de-mocracia, acaudillada por Cylon, arroja otravez e] guante, y dentro de los muros mismos deCrotona, á los sectarios de Pitágoras.

Era este Cylon un ciudadano de carácter am-bicioso é inquieto, que habia pretendido ingre-sar en el Orden pitagórico; mas Pitágoras, quecon tan escrupulosa atención examinaba hastaios rasgos fisonómico» dé los qtíé1 aspiraban áconocer los secretos de su doctrina, negóse á loadeseos de Cylon, y de aquí la enemistaddelahora alma y jefe de la democracia. Paso á pftsovan los populares aumentando sus conquistaspolíticas; logran qiie la Asamblea sea formada

104 REVISTA EUROPEA. 28 DE JULIO DE 1878. N.° 231

por individuos representante» de todas las clasessociales, que den los magistrados cuenta al pue-blo de sua actos, y llega el momento en quepiden ya desembozadamente la vuelta al anti-guo régimen.

Díceso que entonces el pueblo rodeó el localdonde se hallaba el Orden: lo incendió y diomuerte á Pitágoras y á la mayor parte de susdiscípulos: creen otros que el maestro pudohuir á Metaponte y allí se dejó morir de ham-bre, y hay también quien supone que permane-ció en Crotona, donde murió tranquilamentede 505 á 500 antes de Jesucristo.

¿Escribió Pitdgorasi Casi todos los biógrafosle atribuyen varias obras, y citan hasta diez yseis, entre ellas los famosos versos de oro. Lacrítica, sin negar absolutamente, sostiene hoyque no existen fragmentos pitagóricos, y quelos así llamados, ni por laa condiciones del len-guage ni por las fuentes á que se refieren, pue-de afirmarse que sean de Pitágoras. Los Áureacarmina son, á lo más, de alguno de sus dis-cípulos inmediatos y con interpolaciones hechasen las épocas alejandrina y cristiana.

Es necesario también no olvidar que los filó-sofos griegos en este primer período miraban consoberano desden la palabra escrita; veian enella algo atentatorio á la libertad del pensa-miento y todo el éxito de sus doctrinas lo fiabaná la palabra hablada, llama que comunica conla llama, alma que vá á buscar otra alma y de-más frases encomiásticas de aquellos antiguoscultivadores de la oratoria. La palabra escritaes un cadáver, y así, en armonía con las ideas desu tiempo, nada tendría de extraño que Pitágorashubiera renunciado á dar permanencia á susdoctrinas por medio de la escritura.

Y entonces, iá qué fuentes cabe acudir parael estudio del Pitagorismo? Si las hay, escasashan de ser, porque era condición esencial de laEscuela la incomunicabilidad del pensamiento,y no podían darse al público sus principios sininfringir el precepto. De aquí que como fuentesdirectas sólo podamos contar los fragmentos deArebitas y Philolao. Architas, según unos, fuediscípulo de Philolao, según otros maestro, demodo que no sabemos quién fue anterior, y portanto, quién más próximo á Pitágoras', única-mente es posible afirmar que Architas, y tal vezPhilolao, fueron contemporáneos de Platón, y

muriendo Pitágoras en 505 y viviendo Architaay Philolao hacia el año 400, ni siquiera son dis-cípulos directos de Pitágoras. No hay, pues, másque estos fragmentos, por cierto muy insignifi-cantes. Y si á tal escasez de fuentes añadimosque ya en Architas se vé clara y palpable la in-fluencia socrática, resultará que lo enseñadocomo doctrina de Pitágoras tal vez no sea másque una evolución ó transición del verdaderoPitagorismo.

Parece indudable que la Escuela de Pitágorasse diferenciaba de la Escuela jónica en la im-portancia que concedia al elemento moral, es-piritual, y en ser como una especie de Consti-tución, con más carácter de misterio que dedoctrina. Exigíase iniciación y adquisición deciertas cualidades morales . y era indispensableque resplandeciese la creencia en todos los actosde la vida, no dando expansión al pensamiento,sino asentando el principio de la autoridad delmaestro. De aquí que en tiempos posteriores sela considerase como colegio sacerdotal, y que suacción fuera tan marcada en la vida y pensa-miento de su época.

Sin embargo, la Escuela pitagórica todavía seenlaza con los principios y tendencias de la jóni-ca. Aquella concepción física de la realidad, delcosmos; lo sensible, lo visible, es aun el punto departida de la filosofía itálica: asomos físicos,decian, pero no buscamos la esencia de las cosasfísicas particulares, sino la ley general, n Y tra-tando de llegar á esta ley, á aquello permanen-te que es origen y mantenimiento de las cosas,que da el fundamento de toda individualidad yparticularizacion, entendían que la considera-ción sola del cosmos—palabra de Pitágoras, comoel conjunto ordenado y armónico de todo lo quees—-nos llevaba al hallazgo del substratum y fun-damento primero de las diversidades y modos delas cosas. Esta grandeza ele concepción mues-tra el sello capital de la Escuela pitagórica.

íCuál es este fundamento primero? El Núme-ro. El Número es el Ser. Todo, absolutamentetodo, es número. El Número, dice Philolao, estáen todo; sin él, es imposible pensar ni conocernada. Todas las cosas, afirma Aristóteles ha-blando de esta Escuela, están formadas á seme-janza de los números, y estos son anteriores átodas las cosas.

El individuo, el acto individual, la vida, BUS

N.° 231 B. BELTRA.N Y RÓZPIDE. FILOSOFÍA

formas, el mundo, Dios, todos loa sérea, todoslos objetos y todas sus relaciones en el tiempo yen el espacio, todo es número. El Número es leyde la vida, de la esencia y del Ser.

Vemos, pues, que como á los jónios les preo-cupa también el origen de las cosas, el primeroy único principio; pero no lo buscan como aque-llos en lo puramente físico y determinado, agua,aire, fuego, sino que van tras de algo indeter-minado y generalísimo que pueda dar realidady vida á lo individual, que palpite en todo y queen todo cree la existencia particular.

Las soluciones dinámicas habían concluidonegando el Ser. Nada es, todo pasa, todo fluye,todo es indefinida procesión del Ser. El Pitago-rismo afirma que son á la vez lo particular y logeneral, lo finito ó infinito, y esto infinito esel Número que, como ley general en su concep-to matemático, satisface las exigencias de unprincipio primero, y como á la vez el Número,esto concepto general, se vá determinando enseres, en números, cumple á lo determinado; ycomo todos los números nacen de una mismafuente y se enlazan por virtualidad propia, laley que une lo particular con lo general es elmismo Número, que además de Ser, esencia yexistencia, ea ley. Así el Número en la Escuelapitagórica vale tanto como el agua, el aire ó elfuego en la jónica, revelando, sin embargo,una concepción más vasta y comprensiva.

El Número es el ser total y el ser individual.Sin embargo, caben aquí interpretaciones dis-tintas. Hay quien cree que la filosofía Pitagó-rica distinguía entre lo Uno y el Número. LoUno engendraba el Número, lo Uno ora el prin-cipio; el Número lo creado inmediatamente porlo Uno. Lo Uno ó la mónada era por sí el prin-cipio de todo lo que es, el principio primero,Dios, lo trascendente; el Número lo inmanente.Lo Uno resultaba de la unión armónica de loscontrarios, y estos eran las diversas disposicio-nes de lo Uno. Grande seria el mérito de laEscuela pitagórica si efectivamente hubierallegado á la afirmación de lo Uno como la esen-cia de todo lo individual y múltiple. Creenotros que lo Uno es igual al Número, y siendoel Número y lo Uno una misma cosa, lo Unoe9 inmanente y trascendente á la vez; el Nú-mero es el Ser, pero este Sor lo es todo, porquesiendo el Número y lo Uno lo mismo, todo esNúmero. O bien no hay más que Número, como

la esencia ó el principio de I03 números, puesasí como en las doctrinas que suponen a la Na-turaleza formada de seres, de sustancias, elprincipio primero se llama el ser en sí, la sus-tancia primera; así como en Platón, dondetodo es ideas, el primer principio es una idea,y en Aristóteles que no vé en la realidad másque actos, es ante todo el acto puro, así en elPitagorismo debia ser el Número el principioprimero, Dios. Y aun hay otra opinión, según laque el Número es algo lógico, que no toca al Ser,con aspecto, no real y ontológico, sino puramen-te subjetivo. Aristóteles creia que sólo bajo elpunto de vista lógico trataban los Pitagóricosde la génesis de los números.

Todo esto prueba la gran dificultad dehistoriar el Pitagorismo, y la necesidad de ha-blar, más bien que do doctrina de Püágoras, dedoctrinas Pitagóricas, como dccia Aristóteles, ydando este sentido al estudio, no causarán yatanta extrañeza las discordancias ó antinomiasque puedan hallarse.

Compréndese desde luego que la concepcióngeneral que sirve de base á la Escuela pitagó-rica es una concepción puramente formal, don-de lo lógico se confunde con lo ontológico.Influidos, Pitágoras ó sus discípulos, por elestudio de las matemáticas, creyeron que estaciencia daba la realidad del Ser, cuando sólo dásus formas; no consideraron las matemática»como ciencias formales, sino que las concedie-ron valor ontológico hasta buscar en ellas elprincipio metafísico de todo ser y existencia.Hacer, pues, lo formal sustancial es el capitaldefecto de la Escuela itálica. Así los Pita-góricos de tiempos posteriores nos hablande aquellas dos unidades, lo Uno y el Nú-mero.

Una es el principio primero, la causa dftlas causas, la mónada, que engendra la diada,la triada y la tetrada, y otra, hija de aquella,constituye el orden, ser, esencia y existencia delinfinito, el Número, que lleva consigo la idea delímite, de lo particular, de la sucesión, sucesiónque nos dá en los seres ley rítmica y armónicacomo en los números, viniendo todo ello á en<-garzarse en aquella causa primera. Aparece asiel Pitagorismo como un panteismo idealista,pues ese Uno primero es causa, principio, sus-tancia, engendra todo, el Número, y el Numero»tiene por su esencia las condicionen de lo Uno;

106 REVISTA EUROPEA.—%$ DE JULIO DE 1878. N,° 23 i

de modo, que de lo Uno, lógica y formalmente,procede todo.

Lo Uno es principio de'todos1, w «-PX* Ttouri?».El primer principio debe contener en sí mismoy como en germen todo lo que existe en el Uni-verso . Este se compone de contrarios, luego loscontrarios deben hallarse también en-el princi-pio primero, y de aquí las diversas formas deoposición en lo Uno, los varios elementos de laUnidad. Inspirándose tn el concepto matemá-tico, no podian concebir los pitagóricos la uni-dad al modo formal que hoy se coacibe.. Aque -̂llos elementos son el par y el impar, ambos nú-raeros, distintos y no contrarios en absoluto,pues esta oposición del 1, 3, 5 etc. al 2, 4, 6,etc., no quiere decir que no se concillen, sinoquo todos se resuelvan en pares é impares porserie de adiciones, mostrándose así lo común deuno y otro: lo Uno participa de la naturaleza deambos, y por esto he le llamó par-impar. Deesta primera división origínanse nuevas oposi-ciones que forman como el primer ensayo deuna tabla de categoría dentro de la filosofía eu-ropea, El impar es un elemento finito, determi-nado; el par infinito, indeterminado, d« modo quelo determinado y lo indeterminado son los ele-mentos de la Unidad, y por su acción esa Uni-dad que pudiera ser formal, es llena y fecunda ymanantial vivo de todo ser y existenQia. En lamisma relación se manifiestan la unidad y lapluralidad, que ae forman y descomponen porla sucesión numérica. En la concepción capitalde impar y par se hallan también derecha é iz-quierda, masculino y femenino, reposo ymovi-miento, y en este movimiento, como la combi-nación del número no es figuración matemáticasino que es viva y se cumple á cada instante,aparecen lo rectilíneo y curvilíneo según pre-ponderen el impar ó el par en el movimiento.Conciben los: pitagóri cosen el orden físico oposi-ción análoga á ;la del orden metafísico; luz. y t i-nieWaft, rigiéndose por el número, pues sólo hayla sucesión, el, paso demás ó menos lúa. En élórdea ¡ético., IQSÍ dos elemeatos ;soii bien y mal:como e$: lo físicso, sólo hay aquí ana diferenciade grado, el mal no tiene realidad; únicamenteexiste #1 más ó¡ iné^osbie». La AUimja, categoríaes el ettadradi» y. ̂ cuadriláteroirregular., Así cq-mo el número perfecto es,el dieif», y toda la e?ea-cia.:y potencia rd«l número *e eaciearraen lardói-cada, que, grande, infinita, omnipotente, es

fuente y guía de la vida divina y humana; así enel orden geométrico, el punto engendrábala linea,la linea la superficie, ésta el sólido, y el sólidomás perfecto era el perfectamente cuadrado entodos sus lados. La perfección en la naturaleza sehalla siempre en relación con el cuadrado.

La sucesión recíproca de los números, su com-)inacion producida por la unión del impar y el

par, finito é infinito, etc., engendra la ar-monía. Pero como esos números no son más queelementos de la unidad, virtualmente la armo-nía está en la unidad, y la unidad prima es esen-cialmente armónica, pues para que lo opuestose combine, es preciso que la armonía ¡ esté enel fondo de lo que engendra la oposición. Loúnico que falta es que la unidad sea armonía ac-tual, que se declare en ia combinación de losopuestos, apareciendo acordelo contradictorio.La armonía es, pues, la unión de los contrarios;está en lo Uno, y es su atributo inseparable:Si es uno es armónico, si no es armónico no

es uno, ii decian los pitagóricos con gran pro-fundidad.

jY.cómo se manifiesta, la armonía1! Uno delos grandes méritos de la escuela pitagórica fueaprovechar todas las ciencias y enseñanzas desu época, y en este punto acudió á la música,parte sensible, demostración del teorema, com-probación de la doctrina metafísica de unidad,oposición y armonía. ,

La música da las leyes de manifestación de laarmonía. Un acorde musical consta de ciertonúmero de sonidos elementales separados porintervalos, por tonos y medios tonos que distin-guen las diferentes notas; hay, pues, dos ele-mentos, el sonido y -el intervalo, ambos nece-sario», pues que sin intervalos no habria másquo una masa confusa de sonidos y jamás resul-tarla lo melódico y armónico. En la combina-ción de loa sonidos con lo» intervalos está laesencia do la música, produciéndose ritmo ymelodía cuando la sujetamos á orden y grado.

Pues bien, cosa semejante acontece en elCosmos; concibamos un vacío (intervalo), unlleno, una-realidad (sonido), combinémoslos y.resultará ima armonía en el Universo (acorde).Todo es número, un acorde e3 ¡up. número, y elnúmero SQ, compone, de varias unidades; maspara que;és,tas, 8? reúnan es preciso que hayaentre unas y otras diferencias, separaciones, in-tervalps. Ha de haber sonido é iaterFalo, es de-

N." 231 E. HA.ECKEL.—TEORÍA EVOLUTIVA. 407

cir, determinado é indeterminado, finito é infi-nito, unidad y pluralidad, pues Sólo hay plura-zidad ea cuanto existen los intervalos, diferen-cias que separan unas cosas de otras, evitandoque todo se confunda en la unidad. Un cuerposólido, por ejemplo, se compone de varias su-perficies, éstas de líneas y las lineas de puntos;pero no podrá haber cuerpos, superficies ni 11̂neas si no existen entre las superficies, las líneasy los puntos intervalos que distingan las parteselementales y contribuyan á formar lo constitu-tivo del ser determinado.

Donde mejor se traduce la armonía es en loscielos. La música no es más que una reproduc-ción en los sonidos dé la armonía celeste, y deaquí los grandes conocimientos astronómicos deesta escuela.

RICARDO BELTKAN Y RÓZPIDE.

(Concluirá )

En las precedentes lecciones hemos visto cómotodas las opiniones que juzgan aislada é inde-pendiente la creación de las especies orgánicas,conducen á lo que se llama el antropomorfismo,ó sea la humanización del Creador, que se com-para, en este caso, á otro ser orgánico, propo-niéndose un plan que, después de meditado ymodificado, da por final conclusión la formaciónde los aeres; del mismo modo que el arquitectomedita y hace, después, construir un edificio.Cuando naturalistas tan eminentes como Lineo,Cuvier y Agassiz, que fueron los principales de-fensores de la hipótesis dualista, no han podidoconseguir que su teoría continúe mereciendo lageneral aceptación, no se puede dudar de loinútil que es la opinión de que la naturaleza or-gánica depende de una creación teleológica delas especies. Cierto es que algunos naturalistas,al ver lo científicamente insuficientes que erantodas aquellas hipótesis, han tratado de reem-plazar al Creador personal por una. fuerza crea-dora inconsciente, pero esto no es más que unaverdadera perífrasis, porque nadie puede indi-carnos el lagar ea donde reside aquella fuerzanatural, ni cuál sea su modo de obrar. Carecen,

pues, de valor todas las tentativas hech*} en. talsentido; así que, cuantas veces se ha intentadoestablecer él origen aislado de las diferentes for-mas animales y vegetales, otras tantas ha sidonecesario suponer la existencia de múltiplesactos de creación, haciendo intervenirla acciónsobrenatural de un creador en el curso naturalde las cosaa que, escepcion hecha de estea ca-sos, marchan siempre sin su cooperación.

Otros naturalistas teleológicos, conociendoel poco fundamento científico que tiene la hipó-tesis de una creación sobrenatural, han tratadode modificarla, diciendo que la palabra "crea-ción" sólo debe expresar la idea, da un origendesconocido, y, por lo tanto¿ iüootaprensible.Pero el ingenioso Fritz Müller, deatruyB la ta-bla de salvación que ese subtefcfugio presenta-ba, con la siguiente incisiva observación: "Estees un modo disfrazado de confesar tímidamenteque ni se tiene ni se quiere tener opinión alguna sobre el origen de las especies, puesto que, se-mejante explicación lo mismo podrid aplicarseá la producción del cólera, de la sífilis,! de unincendio, de Un accidente en el ferro-carril, queá la del hombre.» (JenaiscJm Zeítsahift. F.°<MyN , v o l . V , p á g . 2 7 2 . ) ' [ ••-•••• : .

Deshechas todas estas hipótesis 4e creaciónpor insuficientes, bajo: el punto de vista cien-tífico, no nos queda otro recurso, si hemos deformarnos una idea racional del origen de losorganismos, que recurrir á la teoría de la evo»lucion orgánica. Si, por débil que fuese la luzque .Sus explicaciones arrojasen sobre el origenmecánico y natural de las especies animales yvegetales, forzosamente tendríamos que acep-tarla, con mayor razón la habremos de adoptardespués de observar, como acabamos de ver,que la doctrina genealógica explica clara, sen-cilla y perfectamente, el conjunto de loa fenó-menos de que me estoy ocupando.

No son las teorías evolutivas,—como á meinudo y equivocadamente se afirma,—las arbitrarias concepciones de una monte acalorada,ni tienen por objeto dar una explicación me-dianamente verdadera, del origen de tal ó Cualorganismo particular, sino, por el contrario,doctrinas rigorosamente fundadas en basescien-tíficas, que abrazan especialmente el conjuntode los fenómenos orgánico-natar&les, y que -&£plican con claridad y sencillez el origen dé lasespecies orgánicas, demostrando que este origen

108 REVISTA EUROPEA.—28 DE JULIO DE 1878. N.° 231

no es más que un efecto necesario de actos me-cánicos y naturales.

Estas teorías, según he domostrado en lalección segunda, están de acuerdo con el con-cepto general del mundo llamado ordinariamente unitario, mecánico ó causal, porque invocalas causas mecánicas, necesariamente en activi-dad (causee efficientes) para explicar los fenóme-nos naturales. Por otra parte, las hipótesis decreación sobrenatural, que también hemos exa-minado, están en armonía con el concepto delmundo diametralmente opuesto al que acaba-mos de citar, habitualmente llamado dualista,teleológico ó vital, porque hace depender losf nórmenos de la naturaleza orgánica de una ac-tividad consciente, de causas activas que seproponenunfiñ determinado (causeefinolis). Exis-tiendo, pues, tan íntima relación entre am-bas teorías y las más elevadas cuestiones de fi-losofía, estamos en el deber de examinar condetención las hipótesis en que la primera deellas estriba.

La proposición fundamental de todas las teo-rias evolutivas, es la que establees el desar-rollo gradual de todos los organismos, aun losmás perfectos, á partir de un sor primitivo ó deun pequeño número de seres primitivos excesi-vamente sencillos, que por otra parte, no hansido producto de una creación sobrenatural, sinode la materia orgánica, por generación espontá-nea ó archigonia (generatio spontanea). De aque-lla proposición se desprenden dos ideas: la de lageneración espontánea de la forma primitiva,y la del desarrollo progresivo de las distintasespecies orgánicas que de tan sencilla formaproceden.

El origen de las historias de creación sobre-natural se remonta á millares de años; á aqueltiempo, casi olvidado, en que el hombre, apenasseparado de las formas de los simios, empezó,por la vez primera, á pensar un poco en sí mis-mo y en los cuerpos que le rodeaban. Las teo-rías de evolución natural datan, por el contrario,de más reciente fecha; habiéndolas formuladosolamente loa pjieblos civilizados, cuya educa-ción filosófica les ha demostrada la necesidad deremontarseá causas primitivas y naturales, y,aun en estos pueblos, sólo aparecieron algunostalentos superiores qué consideraron el origende los fenómenos dé la vida y las fases del des-arrollo progresivo como el necesario efecto de

causas mecánicas que obran naturalmente. Con-diciones de esta clase, tan indispensables parafundar una teoría evolutiva natural, en ningúnpueblo se han presentado con tanto explendorcomo en la Grecia de la antigüedad clásica;pero como les faltaba á aquellos hombres el co-nocimiento de muchos hechos naturales y dela sucesión de los mismo», no pudieron formu-lar una teoría completa de la evolución. En laEdad Media, como en la antigua, ni se hacia unestudio exacto de la naturaleza, ni se tenianconocimientos empíricamente fundados; con-quistas son estas exclusivas de los pueblos mo-dernos. Creo, pues, inútil examinar en detallelas teorías evolutivas que aparecen en las doc -trinasde los filósofos griegos, porquo, careciendodel conocimiento experimental de la naturalezaorgánica ó inorgánica, se pierden casi siempretales doctrinas, en vanas especulaciones.

Sólo hay, en aquella época, un hombre quemerezca ser citado, porque es el único verdade-ramente grande, el más grande de los naturalis-tas de la Edad Media, y uno de los mayoresgenios de todos los tiempos: este hombre esAristóteles. Cómo aquél sabio pudo conservarpor más de (Jos mil años una soberana in-fluencia en el dominio de las ciencias naturales,experimentales y filosóficas, y en especial en lainterpretación de la naturaleza orgánica, nos lodan á entender, bien claramente, los preciososfragmentos de sus obras que hasta nosotros hanllegado, y en los cuales encontramos numerosas

o J J

huellas de una teoría evolutiva. Aristóteles ad-mite, sin vacilar, la generación espontánea comoorigen natural de los seres orgánicos inferiores.Según él, los animales y plantas nacen espon-tánoamentede la misma materia;y así, porejem-plo, hace provenir las polillas, de la lana;laB pul-gas, de las sustancias Orgánicas en putrefacción;los aradores, de la madera húmeda:, etc. Perocomo deseonocia la clasificación de las especiesorgánicas, fundada dos mil años más tarde porLineo, no podia, naturalmente, formarse ningu-na idea de sus relaciones genealógicas.

La hipótesis de una forma anterior común, dela cual han descendido por metamorfosis lasdistintas especies animales y vegetales, basefundamental de la teoría genealógica, no sopodía formular con claridad antes de conocercon exactitud las especies, ni antes de haberabarcardo, con una misma mirada, las especies

N.° 231 E. HAECKEL. TEORÍA EVOLUTIVA. 109

extinguidas y las actuales, ni antes de haberlas 'comparado, detenidamente,entre sí; lo cual úni-camente pudo hacerse á fines del pasado siglo yprincipios del presente. Fue, en efecto, en 1801cuando el gran Lamarck anunció, por primeravez, la teoría genealógica, que en 1809 expusomás detalladamente al publicar su clásica Filo-sofía zoológica; y. mientras que aquel sabio y sucompatriota Geoffroy Saint-Hilaire combatían,en Francia, las opiniones de Cuvier y sosteníanla idea de la evolución natural de las especiesorgánicas por metamorforsis y descendencia,abrazaban, en Alemania, la misma doctrina,Goethe y Oken, contribuyendo de este modo áfundar la teoría de la evolución. Como es cos-tumbre llamar á estos naturalistas "filósofos dela naturalezas, y como esta equívoca expresiónaolo es exacta en cierto sentido, me parece opor-tuno indicar, en pocas palabras, la acepción queconviene dar á la expresión "filosofía de la natu-raleza, ti

Mientras que en Inglaterra se viene, desdehace mucho tiempo, casi confundiendo la ideade ciencia de la naturaleza con la de filosofía,hasta el punto de llamar filósofo de la natura-leza á todo naturalista cuyos trabajos tengan uncarácter verdaderamente científico, en Alemania, por el contrario, hace medio siglo que am-bas ciencias se han separado, no habiendo sidoreconocida, sino por muy pocos, la necesidad deunirlas para fundar así una verdadera "filosofíade lanaturaleza.it Esta falsa apreciación hayque atribuirla á los fantásticos errores de los pri-meros filósofo» de la naturaleza, á Oken, Schel-ling, etc., los cuales han creído que, con su ima-ginación y sin apoyarse en el sólido terreno dela observación, podían formular el conjunto delas leyes naturales. Pero, demostrada la inani-dad de tales pretensiones, abrazaron los na-turalistas la opinión opuesta á la que la "naciónde los pensadores 11 habia profesado, creyendoque el fin supremo de la ciencia, esto es, el co-nocimiento de la verdad, se podia conseguir conla «ola experiencia de los sentidos, y sin recur-rir á ningún trabajo filosófico del pensamiento.Esta opinión de los naturalistas, en completaoposición con todo concepto general y filosóficode la naturaleza, empezó á acentuarse en elaño de 1830, desde cuya fecha se venia creyen-do que el único objeto de la historia natural eraconocer los detalles; objeto que se creia haber

conseguido en biología, con estudiar las formasy los fenómenos de la vida individual de los) or-ganismos, empleando instrumentos y medio» deobservación muy delicados. Es indudable quehay entre aquellos, tan exclusivamente empíri-cos'como exactos naturalistas, muchos que, so-breponiéndose á tan limitado punto de vista, sehan propuesto, como objeto supremo, el cono-cimiento de las leyes generales de la organiza-ción; pero durante los últimos-treinta ó cuaren-ta años, la mayor parte de los naturalistas noquerían, ni oir hablar de estas leyes generales,concediendo, cuando más, que llegaría un dia—muy lejano, según ellos—en el cual, una vezterminadas todas las investigaciones empíricas,y hecho el detallado examen de la totalidad delos animales y plantas, se podría pensar en des-cubrir las leyas generales biológicas á que aque-llos están sujetos.

Eecordad los más importantes progresos rea-lizados por la humana inteligencia, en el cono-cimiento de la verdad, y veréis cómo todosellos se deben al trabajo del pensamiento, ne-cesariamente auxiliado por observaciones materríales y por conocimientos de detalles, absolu-tamente indispensables para formular leyesgenerales. No son, por lo tanto, la ciencia y lafilosofía enemigas encarnizadas, como vulgar-mente se cree, sino complemento una de otra.El filósofo que carece de la sólida base de la ob-servación y del conocimiento empírico de loshechos, pronto llega á perderse, si intenta fun-dar generales especulaciones con débiles razo-namientos, que puede, ventajosamente, comba-tir un naturalista medianamente instruido. Porotra parte, los naturalistas puramente empíri-cos, que no se ocupan de agrupar filosóficamen-te sus observaciones, ni de llegar al conoci-miento geueral de los hechos, contribuyen muypoco á loa progresos de la ciencia; consistiendoel principal valor do sus conocimientos, tan pe-nosamente adquiridos y acopiados, en las con-secuencias generales que., un talento mejor cul-tivado, sabrá más tarde deducir ¡de todos ellos.Si dirigimos una mirada á la marcha progre-siva déla biología, desde Lineo, veremos desde:luego, como Bser lo ha hecho notar, una osci-lación perpetua de la ciencia entre ambos mé-todos, y un predominio alternativo, ya del em-pírico ó exacto, ya del filosófico ó especulativo.En oposición al empirismo de Lineo se pro-

no- REVISTA EUROPEA.—28' DE JUMO DE 1878. N " 231

duce, desdé el principió del últinto siglo, linareacción fkvbrWble á la filosofía de la naturale-za; reacción que travopor promovedoras á La-marck, Geoffr&y Saint-Hifáire, Gsethe, Oken,cuybS trabajos puramente teóricos tendieroná restablecer el orden én la Caótica aglomera-ción de los groseros-materiales empíricos. Cu-vier, en cambio, Be opuso álos numerosos erro-res y aventuradas especulaciones de aquellosfilósofos de ia naturaleza, inaugurando un se-gundo período puramente empírico. El' tiempodichoso dé aquella evolución unilateral de laciencia está comprendido entre los años do1830 y 1860; y en el día asistimos á un nuevomovimiento filosófico suscitado por la obra deDarwin. Sólo en estos veinte últimos años se hanocupado con detención los naturalistas de lasleyea generales de la naturaleza, cuyos conoci-mientos experimentales de detalle no son otracosa que materiales á los que estas leyes gene-rales dan iin valor verdadero. La filosofía, pues,es lo único que convierte en una verdaderaciencia, en una trfllosofía de la naturaleza,n alconocimiento físico de la, misma. (Morfologíafjenetal, I, 63-108.)

Entre los grandes filósofos de la naturaleza, áquienes somos deudores de loa primeros rudi-mentos de la teoría evolutiva, y que deben, lomismo que Darwin, ser considerados como losfundadores de la doctrina genealógica, citaré,en primer lugar, á Jéan Lamarck y á Wolf-gang Goethe. Me ocuparé primero dé nues-tro querido Goethe, porque nos interesa másparticularmente á los alemanes, pero antes deexaminaren detalle los servicios que ha presta-do ala teoría de la evolución, me creo en elcaso de decir algunas: palabras sobre su Valorcomo naturalista, porque, bajo este aspecto, esmuy poco cono'cido.

De fijo que la mayor parte dé vosotros, vene-ráis solamente en Goethe al hombre y al poeta,y que muy pocos conocéis el valor de sus traba-jos en ciencias naturales, y el gigantesco pasoque ha dado, adelantándose á su tiempo de talmanera, que ni los mejores naturalistas de aque-lla época han podido seguirlo. Tan profunda-mente hirió á Goethe la malaaeogida que tuvo suconcepto filosófico de lánaturaleza,que, en variospárrafos de sus escritos sobre ciencias naturales,«e queja amargamente del talento limitado de lossabios, incapaces de apreciar1 sus trabajos; verda-

deros miopes, á los cualeslos árboles impiden verla selva, y que no pueden elevaise sobre la con-fusión de los detalles para deducir de ellos la-ileyes generales. Por eso con tanta razón dice:"No tardará el filósofo en apercibirse de quemuy rara vez se elevan los observadores lobastante para abarcar el gran número: de obje-tos que tienen entre sí relaciones qué importa-ría conocer, H Forzoso es decir, sin embargo, queaquella mala acogida estaba justificada por latorcida senda en que Goethe se habia internadocon su teoría do los colores, que miraba comoel niño mimado de sus ocios, y que no tiene ab-solutamente fundamento alguno en sus princi-pales datos, á pesar de las bellezas que encierraen sus detalles. El método matemático exacto,que en las ciencias naturales inorgánicas, en lafísica particularmente, exige que se edifiquepaso á paso, y pisando siempre un terreno muysólido, era para Goethe sumamente antipático;por eso al repudiarlo, fue conducido á tratarcon injusticia notoria á los físicos más eminen-tes, causando así gran perjuicio á sus trabajossucesivosque, indudablemente, teniari más valor.En las ciencias naturales es muy difícil apo-yarse en bases matemáticas, porque los datosque la naturaleza nos ofrece son tan difíciles dereunir y á la vez tan Complicados, que nos ve-mos obligados á formular primero conclusionesinductivas, es decir; que estamos en el caso dededucir una ley general de las numerosas ob-servaciones de detalle que poseemos, y quecasi siempre son incompletas. La comparaciónde series de fenómenos análogos y la combina-ción, son los más importantes medios de inves-tigación que poseemos, y los que Goethe empleó,con tanto acierto como fortuna, en sus trabajosfilosóficos de la naturaleza.

De los escritos de Goethe que se refieren á lanaturaleza orgánica, es el más célebre el titula-do Metamorfosis de las plantas, que se publicó en1790, y en el cual se encuentra el dato funda-mental de la teoría de la evolución, pdrque enél se esfuerza en demostrarla existencia de unórgano fundamental y único, cuyo desarrollo yvariadas metamorfosis pueden explicar el origende todas las formas del reino vegetal: este órga-no es la hoja, Si él uso del microscopio hubierasido entonces tan general como hoy, y si Goethehubiera podido examinar con él la estructurade los organismo», de seguro que hubiera ido

N." 231 E. HA.ECKTSL,~-TEOBÍA EVOLUTIVA. t i l ?

más lejos todavía, acabando por llegar á ver quela hoja es un compuesto de partes aisladas deun orden más inferior: de células. Habría en-tonces proclamado como el verdadero órganofundamental, no á la hoja, sino á la célula, de lacual, por asociación, multiplicación y metamor-fosis procede la hoja en primer grado; así como,después de la metamorfosis, variación y agru-pación de las hojas, surjen las numerosas belle-zas de colores y formas que admiramos en lasverdaderas hojas, en las hojas de nutrición, yen la» hojas de reproducción, ó sean las flo-res.

La proposición fundamental formulada porGoethe, era desde luego cierta, y de ella pasó ádemostrar que, para Comprender la totalidad delfenómeno, era preciso comparar, desde luego, ybuscar enseguida un tipo sencillo, una sencillay primitiva forma, en una palabra, un tema delcual las otras formas no fuesen más que infinitasvariaciones.

Respecto á los vertebrados, hizo Goathe en sucélebre Teoría de los vertebrados ermianos, algoparecido á lo que habia hecho en su metamorfo-sis de las plantas. Así, pues, y sin haber conoci-do á Oken, que tuvo la misma idea casi al mis-mo tiempo, consideró el tronco humano, el detodos los vertebrados, y en particular el de losmamíferos, como tina simple caja ósea formadapor la reunión de piezas semejantes á las quéconstituyen la columna vertebral, ó sean lasvértebras, que para él son, como las cranianas,anillos óseos superpuestos que sufren una modi-ficación particular en la cabeza, diferenciándosepor lo tanto, de las otras. Por más que esta opiniónhaya sido modificada por los recientes descubri-mientos de Gegenbaur, realizó, sin embargo, enaquella época, uno de los más importantes pro-gresos en anatomía comparada, puesto que, nósólo, sirvió como proposición fundamental parael conocimiento de la extructura de las vérte-bras, sino que, á la vez, nos dio la explicaciónde numerosos fenómenos. Si fuese posible demos-trar que dos partes del cuerpo tan diferentescomo lo son <;1 cráneo y la columna vertebral,no habian tenido, en el principio, más que unasola y común forma fundamental, quedaba re-.raelto uno de los más difíciles, problemas de filo-iofíg, de la naturaleza; porque esto forzosa-mente nos llevaría á la idea de unidad de tipo,ó de un sencillo tema variado hasta el infinito,

en las distintas especies y en las partes do cadauna de ellas.

Pero no sólo se esforzó Goethe en obtener lafórmula de una» leyes tan abundantes en conse-cuencias, sino que se ocupó activamente en mul-titud de investigaciones de detalle, habiendoestudiado en particular la anatomía comparada.Ninguno de estos últimos trabajos es más inte-resante que el descubrimiento del hueso inter-maxilar en el hombre,: hecho importantísimopara la teoría de la evolución, y del'cual voy,por lo tanto, á deciros algunas palabras. Tiententodos los mamíferos, en la mandíbula superior,dos piezas óseas situadas en la parte media dela cara, alrededor de la nariz, ó sea eatr«los dos huesos maxilares superiores. Estos doshueso» intermaxilares, que sirven de sopor-te á los cuatro dientes incisivos superiores, sonfácilmente visibles en casi todos los mamíferos;pero en el hombre era, por el contrario^ tan di-fícil verlos, que, en la época de Goethe, no se lesconocía, atribuyéndose por muchos autores unagran importancia en anatomía comparada á lacarencia de ellos, puesto que esto eonatituia unnotabilísimo carácter diferencial entre el hom •bre y los monos, y haciendo resaltar, por todoslos medios posibles y de un modo muy cómico,la falta de aquel hueso, carácter que se consi-deraba como el más humano de todos los carac-teres humanos.

Goethe no podía admitir, en absoluto, que elhombre, simple mamífero más perfeccionado

1 que los demás en otras partes de su cuerpo,careciese de aquel hueso; y por eso, de la leygeneral inductiva que admito su presencia entodos los mamíferos, sacó la consecuencia de-ductiva de que debía también existir en el hom-bre; no habiéndose dado punto de reposo hastaque no hubo demostrado sti existencia por me-dio de la comparación de multitud de oráneotthumanos, y observado que persistb'por toda lavida en algunos individuos, pero que, de ordina-rio, suele soldarse en la primera edad eem losmaxilares superiores, no encontrándose en esta-do de independencia sino en los cráneos de in-dividuos muy jóvenes*,, y 'siendo perceptible, á, lásimple vista, en los embriones humanos, fin elhombre existe, pues, el hueso intermaxilar, lomismo, que en los mamíferos,: y á Goethe :cupola gloria de haber sido el primero que estableciótan importante hecho, á despecho de la oposi-

n: REVISTA EUROPEA.-^28 DE JULIO DE 1 8 7 8 . N.° 231

cion que le hicieron las más altas autoridadescientíficas, entre las cuales figura el célebre ana-tómico Pierre Catnper. Es tan interesante elmétodo que adoptó para obtener este resultado,que á él precisamente nos atenemos en el estudiode las ciencias naturales orgánicas; y este mé-todo, ya os he dicho que es el de inducción ydeducción. La inducción consiste en estableceruna ley general después de haber observado nu-merosos hechos; la deducción, por el contrario,obtiene de esta ley general un fenómeno que nose habia observado. Del conjunto de los hechosempíricos entonces conocidos, se llegaba á laley inductiva: "todos los mamíferos tienen hue-sos intermaxilares; H de la cual Goethe sacó laconclusión deductiva: »el hombre debe tenerlotambién, puesto que su organización ño difiereesencialmente do la do los otros mamíferos; ncomprobando, después, esta deducción con de-talladas observaciones, porque los experimentosconsecutivos son los que confirman ó verificanlaa conclusiones deductivas.

Bastan estas indicaciones para demostrar elelevado valor que tienen las investigacionesfisiológicas de Goethe. Desgraciadamente sustrabajos especiales de esta índole están, en sumayor parte, tan desordenados en sus obras com-pletas; y sus observaciones y advertencias másimportantes, de tal manera diseminadas en nu-merosos escritos que tratan de otros distintosasuntos, que es muy difícil descartarlos deellas;sucediendo con frecuencia encontrar un dato«sedente y rigorosamente científico, intercala-do con multitud de inútiles y fantásticas ideassobre la filosofía de la naturaleza que le perju-dican notablemente.

Nada demuestra mejor la extraordinaria afi-ción que Goethe tenia á los estudios de la natu-raleza orgánica, que la extremada atención conque siguió, en los últimos años de su vida, eldebate entablado en Francia entre Cuvier yGeoffroy Saint-Hilaire, y de cuya importanciadio una idea en un tratado especial, terminadodías antes de su muerte, en Marzo de 1832,caracterizando, ala vez, á los dos adversarios.Este tratado, que so titula, Principios de filosofíazoológica, por M. Geoffroy Saint-Hilaire, es,como acabo da decir, el último trabajo de Gce-the, figurando, por lo tanto, al final de susobras.

Aquel debate, en verdad muy interesante,

pues que en él se discutía la legitimidad de lateoría de la evolución, fue sostenido, en el senode la Academia de ciencias francesa, con uncalor, y hasta con una destemplanza inusitadaen las sesiones de Cuerpos de esta clase, á loscuales es habitual la dignidad: pero esto con-sistia en que ambos naturalistas combatían enpro de sus más sagradas y profundas conviccio-nes. Eí primer conflicto ocurrió el 22 de Febre-ro de 1830, y pronto ocurrieron otros y otros,de los cuales el más tremendo estalló el 19 deJulio del mismo año. Como jefe de la escuelade la filosofía de la naturaleza en Francia, de-fendia Geoffroy la teoría de la evolución y elconcepto unitario de la naturaleza, sosteniendola variabilidad de las especies orgánicas, su co-mún descendencia de una forma primitiva úni-ca, su unidad de formación, ó para emplear ellenguaje de aquella época, su unidad de plan deestructura. Cuvier, que según lo dicho ante-riormente, no podía menos de ser el más deci-dido adversario de aquellas opiniones, trataba dedemostrar que los filósofos de la naturaleza notenian razón alguna para sacar una deduccióntan amplia de los materiales científicos existen-tes á la sazón, y que la pretendida unidad de losorganismos ó del plan de estructura, no podiaexistir. Defcndia, por lo tanto, el concepto te-leológico ó dualista de la naturaleza, preten-diendo que.la in variabilidad de las especies eracondición precisa do la existencia de toda his-toria natural científica. Cuvier tenia sobre suadversario la ventaja de poder presentar, enapoyo de sus opiniones, pruebas palpables, que,por otra parte, no eran más que fragmentos ais-lados, tomados del conjunto de los hechos geo-lógicos; mientras que Geoffroy no podia presentar pruebas tan palmarias para demostrar la ín-tima conexión general de los fonómenos de de-talle, qué defendia; de aquí, que, para la inmensamayoría de los oyentes, apareciese victoriosoCuvier, lo cual contribuyó a la decadencia dela filosofía de la naturaleza y al triunfo del mé-todo puramente empírico durante los treinta añosque á aquella controversia siguieron. Gcethetomó, naturalmente, el partido de Geoffroy, ypor la siguiente anécdota que nos cuenta Soret,podéis juzgar cuánto le interesaba aquel debate,á pesar de contar, en aquella época, ochenta yun años de edad.

"Domingo 2 de Agosto de 1830.—Hoy nos

N.* 231 E. HAECKEL. TEOKÍÁ EVOLUTIVA.

anuncian los periódicos que lia estallado la re-volución de Julio: todo el mundo se halla im-presionado con tal noticia. Al medio dia he idoá ver á Goethe.—"Hola,—me dijo al verme,—iqué os parece ese notable acontecimiento] Elvolcan está en erupción, y ya no se trata de undebate á puerta cerrada.n—"Grave aconteci-miento es, le contesté, pues según noticias, si elministerio continúa habrá que expulsar a la fa-milia real.ii—-"Parece que no nos entendemos,mi querido amigo,—me replicó Goethe;—no oshablaba de esas personas, sino de otro asuntomás interesante: me referia al debate,tan im-portante para la ciencia, que acaba do tenerlugar en la Academia entre Cuvier y GeoffroySaint-Hilaire.n Tan inesperada fue esta contes-tación que no supequédecirle,quedando sobreco-gido por algunos momentos. -"El asunto es dela mayor importancia,—continuó G-oethc,—y nopodéis figuraros la emoción que he sufri-do al leer el acta de la sesión del 19 de Julio.Tenemos en Geoffroy Saint-Hilaire un podero-so aliado que ya no nos abandonará. Veo conjúbilo el gran interés con que se ocupa de estacuestión el mundo científico francés, porque ápesar de la gran animación política de estosdias, la aala de sesiones estaba literalmente lle-na. Pero lo más importante de todo, es que yano puede desaparecer el método sintético enhistoria natural, que Geoffroy acaba de inaugu-rar en Francia; el asunto pertenece al dominiopúblico, gracias á la libre discusión que en laAcademia se ha entablado, y es ya imposibleocultarlo á las miradas de las personas estu-diosas, n En mi Morfología general he puesto co-mo epígrafe de cada libro y capítulo, uno de losprincipales pasajes, en que Goethe expresa sumodo de concebir la naturaleza orgánica y suconstante evolución. Voy á citaros ahora unode ellos tomado de una obra en verso que setitula: nLa metamorfosis de los animales.n(1819).

uTodas las partes se modelan según las leyeseternas, y toda forma, por extraordinaria quesea, lleva oculto en sí el tipo primitivo, La es-tructura del animal determina sus hábitos; y sugénero de vida á la vez reacciona poderosa-mente sobre todas las formas. De este modo senos revela el progreso que constantemente tien-de al cambio bajo la influencia del medio ex-terior, n

TOMO XII

En estas líneas se vé ya indicado eí antago-nismo que existe éntrelas dos influencias quemodelan las formas orgánicas, se oponen entresí, y fijan por su mutua acción todos los con-tornos del organismo; estas influencias son, poruna parte, un tipo íntimo común que sé con-serva siempre bajo las más diversas formas, ypor la otra, la influencia exterior del medio ygénero de vida, que pesa sobre el tipo primitivopara motamorfosearlo. Este antagonismo estáexplicado todavía con más claridad en las si-guientes líneas.

"Eü el fondo de todos los organismos hay un»comunidad original; por el contrarió, la dife-rencia de las formas procede de las necesariasrelaciones con el mundo exterior; es preciso^pues, admitir una diversidad original simultá-nea, y una incesante metamorfosis progresiva,si se quiere comprender los fenómenos constan-tes y los variables.»

Como el "tipon representa "la íntima comunidad original n que existe en el fondo de todaslas formas orgánicas, es la potencia formadorainterna quien, en el origen, determina la direccion del movimiento organizador que se trasmi-te por la herencia. Por el contrario, "la meta-morfosis incesante, progresiva, n como provienede "las relaciones necesarias con el mundo ex-terior, ii produce "la infinita variedad de lasformasn obrando como potencia formadora ex-terior y adaptando el organismo á las condicio-nes que presenta el medio ambiente. (Morf. gen,I, 454; II, 224.) A la potencia formatriz internade la Herencia, que mantiene la unidad del tipo,la llama también Goethe la fuerza centrípetadel organismo y su potencia específica; por opo-sición á la potencia formatriz externa de laadaptación, de la cual deriva la variedad de lasformas orgánicas, por cuja razón llama tam-bién fuerza centrífuga del organismo á su po-tencia de variación. Hé aquí el pasaje en queclaramente expresa el antagonismo de éstasdos influencias formatrices tan importantes enla vida orgánica: "La idea de metamorfosis escomparable á la 'vis centrifuga, y se perderla enel infinito de las vanidades si no encontrase sucontrapeso, es decir, la potencia de especifica-ción, esta tenaz fuerza de inercia que una vezrealizada, constituye una vis centrípeta, esca-pándose en su esencia íntima á toda influencia,exterior, n

REVISTA EÜB0PS4.—•%% BE JULIO DE 1878.

Por la idea de metamorfosis,, no entiende so-lamente Gcethe, como de ordinario se cree enel dia, los cambios de forma que el individuoorgánico sufre en el curso de su desarrollo in-dividual; sino la idea, más amplia y general, dela trasformacion de las fprmas orgánicas; siendopor lo tanto, su idea de la metamorfosis, casiequivalente á nuestra »teoría de la evolución, rEsto se deduce del siguiente pasaje: "El triunfode la metamorfosis fisiológica brilla allí endonde se vé dividirse el conjunto en familias,estas en géneros, estos en especies y estas envariedades que vogan hasta el individuo; perono hay aquí solamente subdivisión, sino trans-formación. Este procedimiento de la naturalezano tiene límites, es infinito; porque para ella nohay ni reposo, ni detención, por más que nopueda mantener y conservar todo lo que produ-ce. A partir de la semilla, sufren las plantas undesarrollo cada vez más divergente, que cambiaincesantemente las mutuas relaciones de suspartes, ii , ..

Al señalar las dos potencias formatrices or-gánicas, conservadora, centrípeta,; interna launa, que es la herencia ó la tendencia á la espe-cificación, y progresiva, centrífuga, externa laotra, que es la tendencia á la adaptación ó me-tamorfosis, habia Gcethe ya descubierto las dosgrandes fuerzas mecánico-naturales que consti-tuyen las causas eficientes de la conformaciónde los seres orgánicos. Tan profundas nocionesbiológicas, debían necesariamente llevar á Goe-the á la idea fundamental de la doctrina genea-lógica, á saber: que las especies orgánicas, pa-recidas en la forma, son realmente consanguí-neas, y han salido de una forma anterior común.Aaí se Vé que, en lo concerniente al grupo ani-mal más importante, al de los vertebrados, haceGcethe ía siguiente notable reflexión: (1796!)

•iHemos llegado al extremo de poder afirmar,sin temor alguno, que las formas más perfectasde la naturaleza, orgánica, como por ejemplo, lasde los peces, anfibios, aves y mamíferos, y entreestos, en primer lugar, el hombre, han sido todasmodeladas en un tipo primitivo, cuyas partesmás fijas en apariencia, no varían sino dentro deestrechos límite^ y á cada paso se desarrollan ymetamorfoscan al reproducirse.it

Por más de un concepto es interesante estaproposición. La teoría do una descendencia co-mún á todas las formas orgánicas más perfectas,

es decir, á todos los vertebrados que provendríande un tipo primitivo único, del cual se habrianseparado por la reproducción (herencia) y la me-tamorfosis (adaptación), se deriva claramente dea proposición citada,, Pero lo que conviene ha-

cer notar con el mayor interés, es que no sóloj-oatheno exceptúa al hombre de esta ley, sino

que le coloca expresamente en el grupo de losvertebrados. Aparece, pues, aquí en germen lamás importante de las consecuencias particula-res de la doctrina genealógica, en virtud de lacual se hace descender al hombre de los demásvertebrados. ,

Más claramente expresa Goethe sij. idea fun-damental en este pasage (1807): "Si se exami-nan los animales y plantas del último inferiorlugar de la escala do los seres, apenas seles pue-de distinguir unos de otros. Podemos, pues, de-cir que los seres, confundidos desd,e luego, enun estado de parentesco en que apenas se dife-renciaban unos de otros, se han convertido pocoá poco en animales y plantas, perfeccionándoseen dos opuestas direcc iones, para llegar,los unoshasta el árbol inmóvil, y persistente, los otroahasta el hombro, que representa el mayor gradode movilidad y de libertad." En este notable pa-sage, no solo so encuentra claramente expresadala idea de parentesco genealógico entre los rei-nos animal y vegetal, sino que se ve ya el, ger-men de la hipótesis de la descendencia unitariaó monofiléetica, cuyos detalles os expondré mástarde.

Al mismo tiempo que do este modo bosque-jaba Goethe, la teoría de la descendencia, otrofilósofo de la naturaleza se ocupaba de ella conel mismo calor. Me refiero á Gottfried-BeinholdTreviranus de Bremen, (nacido en 1776 y falle-cido en 1837.) Como ha indicado W. Folke deBremen, Treviranus, en sus primeras grandesobras publicadas á principios de este siglo, y ensu biología ó filosofía de la naturaleza viva, yahabia expuesto opini ones exactamente análogasá las nuestras respecto á la unidad de la natu-raleza y á la conexión genealógica délas especiesorgánicas. En los tres primeros volúmenes de subiología, publicados en 1802,1803 y 1805, mu-chos años antes, por consiguiente, de la apari-ción de las obras capitales de Oken y Lamarck,encontramos numerosos pasages muy interesan-tes sobre este particular. Citaré únicamente losmás importantes.

N," 231 E. HA.ECKEL.—TEORÍA EVOLUTIVA.

Hablando Treviramis de la capital cuestiónde nuestra teoría, ó sea del origen de las es-pecies orgánicas, es expresada de este modo.»De dos maneras puede ser producirla toda for-ma orgánica: por las fuerzas físicas, si provienede la materia amorfa, ó por modificación de unaforma ya existente. En el último caso, la causaprimitiva de la modificación puede haber sido,ya la influencia de una sustancia fecundante he-terogénea obrando sobre el germen, ya la deotras fuerzas que solamente aparecen dospues dela fecundación. Todo ser viviente poseo la fa-cultad do amoldarse á multitud de modificacio-nes, y cada ser tiene el poder de adaptar su or-ganización á los cambios que se producen en elmundo exterior. Esta facultad, movida por lasvicisitudes que ocurren en el Universo, es laque ha permitido á los simples zoófilos del mun-do antediluviano, llegar á grados de organiza-ción cada vez más elevados, y la que ha introdu-cido en la naturaleza viva una variedad infinita.

Llama zoófitos, Treviranus, á los organismosde un orden inferior, de la más elemental cons-titución, sobre todo á esos sores neutros, inter-medio de animales y plantas, que, consideradosgeneralmente, corresponden 6, los prolistas. "Es-tos zoófitos, dice en otro lugar, son las formasprimitivas, de las cuales proceden todos los or-ganismos de las clases superiores por vía de des-arrollo gradual. Creemos, además, que cada es-pecie, lo mismo que cada individuo, recorre cier-tos períodos de crecimiento, florescencia y .muer-te., pero que la muerte de la especie, no es, co-mo la del individuo, su disolución, sino su dege-neración. De aquí parece deducirse que lasgrandes catástrofes generales, no son, como deordinario se cree, las causas que han extermi-nado a los animales antediluvianos, puesto quemuchos de ellos han sobrevivido, y si han des-aparecido de la naturaleza contemporánea, esporque sus especies, habiendo cumplido el tiem-po de su existencia, se han fundido en otros gé-neros, ii

Cuando en este y otros muchos pasages con-sidera Treviranus la degeneración, como la másimportante causa del desarrollo de las especiesanimales y vegetales, no entiende esta palabraen el sentido en que generalmente se la empleaen el dia, ó sea, en el sentido de "propensión ádegenerar, ii sino que su degeneración es exacta-mente lo que hoy llamarnos adaptación ó modi-

ficación por la influencia de causas exteriores.Que por una parte, Treviranus explica la meta-morfosis de las especies orgánicas por la adaptacion, y su conservación por la herencia, y que,por la otra, atribuye la multiplicidad de las for-mas orgánicas á la acción combinada de laadaptación y la herencia, resalta claramente enmuchos pasages desús obras. ¡Cuan exactaera laidea que se habia formado de la mutua depen-dencia d» todos los seres vivos, ó mejor del lagocausal universal, es decir, de la Conexión etioló-gica unitaria entre todos los miembros y todaslas partes del Universo! El pasage siguiente noslo hace ver bien claro. "El individuo vivo, de-pende do la especie, ésta del género, este de todala naturaleza viva, y ésta á su vez depende de laorganización de la tierra. Pero, por lo mismoque su vida es limitada, constituye también unórgano en el organismo general. Todo cuerpovivo, existe por el Universo, pero recíproca-mente, el Universo existe también por estecuerpo vivo, n

En consonancia con este tan amplio concep-to mecánico del universo, no podia Treviranusreclamar ningún lugar privilegiado de la natu-raleza para el hombre, sino admitir, por el con-trario, que desciende de formas animales infe-riores, por una gradual evolución. Otra cosa nopodia caber ea el pensamiento tan lúcido y pro-fundo de aquel filósofo de la naturaleza. Era estotanto más natural para él, cuanto que no admi-tia ningún abismo entre la naturaleza orgánicay la inorgánica, y que afirmaba la absoluta uni-dad de organización en todo el sistema del mun-do, como lo prueba la siguiente fr^ae: "Todainvestigación que tiene por objeto la influenciadel conjunto de la naturaleza sobre el mundovivo, debe tener por punto de partida el datofundamental de que todas, las formas vivas sonproductos físicos existentes en nuestra época,y que solo ha habido modificación en el gradoy en la dirección délas influencias, n De estemodo,según el mismo Treviranus afirma, "está resuel-to el problema fundamental de la biología;uálo cual añado yo, que lo está en un sentido pu-ramente unitario ó mecánico.

Generalmente no se dá el primer lugar, en-tre los filósofos de la naturaleza, á Treviranusni á Goethe, sino á Lorenz Oken, que con suteoría de los vertebrados cranianos, se ha pues-to en frente de Goethe, al cual, por otra parte,

116 REVISTA KUROPEA,—28 DE JULIO DE 4878 .

no profesaba gran afecto; pues, la gran diferen-cia que existía entro las naturalezas de aquellosdos hombres eminentes, los impidió simpatizar,por más que hubiesen vivido casi juntos durantemucho tiempo. Él Manual de la filosofía de lanaturaleza, de Oken, que puede ser consideradocomo la producción capital do las escuelas ale-manas de filosofía de la naturaleza de aquellaépoca, se publicó en 1809, es decir, en el mis-mo año en que Larmarck publicaba tawibien suobra fundamental: la Filosofía zoológica. Okenhabia publicado además, en 1802, un Compendiode la filosofía de la naturaleza. Como os he di-cho, aparecen en las obras de Oken muchas ymuy profundas opiniones, mezcladas con multi-tud de ideas erróneas, aventuradas y fantásti-cas; encontrándose solamente, entre las prime-ras, algunas que han podido en nuestros di asadquirir carta de naturaleza en la ciencia. Oscitaré solamente dos de aquellas ideas profóti-cas, que tienen, por otra parte, estrecha rela-ción con la teoría evolutiva.

Una de las principales teorías de Oken, desdeluego muy desacreditada y vivamente comba-tid», en especial por los partidarios de la expe-riencia que á sí misma se llama exacta, es la queadmite, como punto de partida de los fenómenos vitales de todos los organismos, un subs-tratum químico común, una especie de sustanciavital general y sencilla, llamada por Oken "sus-tancia coloidea primitiva n (Urschleim), por lacual entendía, según lo indica la expresión,una sustancia glutinosa, una especie de compuesto albuminóideo que existe en los agregadossemifluidos y tiene el poder de producir las másdiversas formas por la adaptación á las condi-ciones de existencia del mundo exterior, y porla acción mutua que esta sustancia y los elemen-to» del mundo exterior ejercen unos sobre otros.Hoy solemos reemplazarla denominación ugus-tancia coloidea primitivan por la palabra »pro-toplasman ó sustancia celular, para designarun» de las mayares conquistas debidas á lasinvestigaciones microscópicas de estos últimosaños, y en especial á las de Max-Schultze.Estos trabajos han demostrado que en todos loscuerpos vivos, sin excepción, existe cierta canti-dad de una materia coloidea albuminosa enestado aemi-fluido; que además esta materia,wste compuesto en el cual dominan el ázoe y elcarbono, es el asiento único y al mismo tiempo

el agente productor de todos los fenómenos vi-tales y de todas las formas orgánicas. Los de-más materiales que existen en el organismo, óbien se forman a expensas de esta activa sus-tancia vital, ó se toman del exterior. El hue-vo orgánico, ó la célula original de que pro-cede todo animal ó toda planta, está esencial-mente constituido por una pequeña cantidad deesta materia albuminoidea; y la yema del huevono es otra cosa que la albúmina que contieneglóbulos de grasa. Tenia, pues, razón Oken,cuando, presintiendo lo que todavía conocía im-perfectamente, dice: "Todo lo que está organi-zado procede de una sustancia coloidea y no esmás que la materia coloidea modelada de dis-tinto modo.ii Esta sustancia coloidea primitivase ha producido en la mar á expensas de la ma-teria inorgánica, durante la evolución de nues-tro planeta.

Otra gran idea del mismo filósofo de la natu-raleza está íntimamente ligada á esta teoría dela materia coloidea primitiva, de acuerdo ahoraen sns puntos esenciales con la tan importanteteoría del protoplasma. Desde 1809, Oken afir-mó que la materia coloidea primitiva, espontá-neamente producida en la mar, habia, desdaluego, revestido la forma de pequeñas vesículasmicroscópicas que llamó infusorios. "La basedel mundo orgánico está constituida por infini-dad do estas vesículas. Estas vesículas se formaná esponsas de la materia coloidea primitiva, en~durecióndose su periferia. Los organismos mássencillos no son otra cosa que estas vesículasaisladas, es decir, loa infusorios. Cualquier orga-nismo de más elevado rango, un animal ó plan-ta más perfeccionados, son simplemente unaagregación (synthesis) de estas vesículas infuso-rias, que, al combatirse de diversos modos, re-visten formas variadas, llegando á constituir losorganismos superiores.uPoned, simplemente, enlugar de la palabra vesículas ó infusorios, la pa-labra célalas, y tendréis una de las más grandesteorías biológicas de nuestro siglo: la teoría ce-lular. Schleiden y Sehwann han demostrado,por primera voz, hace treinta años, que todoslos organismos son, ó simples células, ó agrega-ciones de sencillas células; y la nueva teoría delprotoplasma ha demostrado, á la vez,que lamasesencial y á veces única base de las verdaderascélulas, es el protoplasma. Hay más: las propie-dades de que Oken dota ásus infusorios, son las

N.° 231 E. DE CASTELNUOVO.—LA CONFESIÓN DE DOROTEA. 447de las células y las de los individuos elementales,cuya agregación, coñibinacion y diversas modi-ficaciones de forma, constituyen los organismossuperiores.

Estas dos ideas de Oken, tan extraordinaria-mente fecundan, han sido mal acogidas y ente-ramente desdeñadas, á causa de la absurda for-ma con quela9habia revestido. Keservado estabaá épocas posteriores darles una base experimen-tal. Naturalmente, estas ideas se unen de lamás estrecha manera á la hipótesis quo atribu-ye á las especies animales y vegetales un mis-mo origen, una ferma anterior común, y suponeuna evolución lenta y gradual, que ha hechoproceder los organismos superiores de loa infe-riores. Oken afirma también, que el hombre hasalido de los organismos inferiores. »E1 hombrese ha desarrollado,no hasido creado.n Porgran-des que sean los evidentes absurdos y las diva-gaciones insensatas encerradas on la ''Filosofía dela naturalezaii de Oken, no impiden que pague-mos un legítimo tributo deadmlraeioná sus gran-des ideas, tan avanzadas enaquyl tiempo. De lasafirmaciones de Goethe y Oken, acabadas de ci-tar, y de las opiniones de Lamarck y GeoffroySaint. Hilaire, que en saguida examinaremos,se deduce que, en los veinte ó treinta primeros añosde este siglo, nada se aproximó tanto á la teoríade laevolucion fundadaporDarwin, como la filo-sofía de la naturaleza, tan desacreditada en lostiempos de su planteamiento.

ERNESTO HAECKEL.

(Traducción de Claudio Cuveiro.)

LA CONFESIÓN DE DOROTEA

—Oh, que está aquí el bueno del Sr. Ansel-mo,—dijo Dorotea, dirigiéndose al encuentro delrecien llegado, y estrechándole afectuosamenteuna mano entre las suyas. Venís muy á propósi-to, que si bien no se trata de un caso de con-ciencia , al antiguo amigo de la casa, al que meha conocido niña y puede casi ser mi padre....

—Gracias.—Gracias, ¿de qué]—De ese casi.—A éste,—continuó la joven:—estoy dispues-

ta á abrirle mi alma, vais á ser mi confesor.—jLo juzgáis preciso? . ' • • -

—Lo quiero, lo quiero así absolutamente.Este es el primer favor qué os pido desde hacemucho tiempo. Espero que no mo le nega*-reis. ; ,;•!-..

—En fin, ai creéis que es necesario...—Pero muy necesario. Y si no, vais á verlo.

Hace dos dias que hemos venido aquí á visitará mi familia, y por iniciativa de mi marido seintenta formarme un proceso entre todos.

—Querida Dorotea,—la interrumpió el señorAnselmo,—¿no se podria tomar la; cosa con unpoco más de calma? Y sobre todo, ¿no podíamosempezar por tomar asiento?

—Sentémonos, pues,—dijo Dorotea.Pero una vez sentada, no por eso disminuyó

la fogosidad de su discurso. Dorotea, según seirá viendo, era un tanto cuanto habladora,

-¿Sabéis de lo que se trata]—A decir verdad, hasta ahora no me he en-

terado de gran cosa.—Más enterado estáis, de seguro, que yo mis-

ma. Trátase del teniente Baraldi, que dicen mehace la corte y del cual, si vais á hacer caso delo que por ahí se cuenta, yo me la dejo hacergustosa. Falso todo ello, porque yo... A Baral-di le vi por la primera vez, hará unos tres me-ses, en Florencia, en casa de Ja condesa Ore-lli... Creo que no es condesa ni quien tal vio,pero quiere que la llamen así.

De algún tiempo acá no me acaece encon-trar ,una persona que no sea noble: hasta midoncella pretende ser sobrina de los Peruzzi;Pero vuelvo á mi cuento, por que no me gustaocuparme de los asuntos ágenos. Pues como de-cia, hallábame una noche en casa de la condesaOrelli; seríamos una docena de personas á lomat>. La [de Orelli tenia dolor de cabeza, y po»este motivo el salón estaba alumbrado única-mente con dos quinqués, uno con pantalla encarnada y otro con pantalla verde. La señora dela casa estaba en laparte del de la pantalla ver-de, y parecia su casa un limón sin madurar, ysu hermana la de Derilleri, que se hallaba pró-xima al de la pantalla encarnada, semejábase áá una remolacha. Entre ambas se habia sentadouna tia suya, la cual tenia media cara verde ymedia encarnada que era cosa de ver por lo bo-nita. Pero dejando esto, ya sabéis que tanto 1»de Orelli como la de Derilleri, son dos jamonas

118 KEVISTA EUROPEA.—28 DE JULIO BE 1878 . N.° 231

que no quiieren jubilarse. De la de Orelli, todoFlorencia sabe que está en relaciones.,.

—Pero Dorotea...—Relaciowea platónicas. Figuraos que• se tra-

ta dé un consejero de Estado. ¿Qué han de ha-cer los consejeros de Estado aunque vayan todosloa años, como éste de que hablamos, i Oropaá fortificarse por el sistema hidropático1?

En cuanto á la de Derilleri la atribuyen, (se-rá mentira, por supuesto,) al general Roscio yla Uaman el hospital de inválidos, por que parece ser que anteriormente ha tenido algo quever con el coronel retirado Merilli, que perdióuna pierna en San Martino. De la tia pareceque no se cuenta nada, y lo creo, porque conaquella cara y aquella facha... Es una mujerpedante, que cuando no chorrea sentencias, seduerme en mitad de la conversación, y si cuandodespierta la da por terciar en ella, marea conaquel continuo frotarse una manó contra otracual si se estuviera labando con agua y jabón.

—'Bien, pero Dorotea, todo eso tiene pocoque ver...

—{Como que tiene poco que ver] Tiene quever, y muchísimo. Atended y veréis. En resu-men, la única mujer joven que habia en aquelsalón, era yo. Dos hombres estaban, uno á cadalado do ambas hermanas; el consejero de casa-ción y el general; luego nn señor rico, que, se-gún dicen, ha quebrado tres veces en Bolsa, undiputado, no sé si de la derecha ó de la izquier-da, pero muy insulso; un literatillo, del cua!Dios me libre, Baraldi y mi marido. Dejando áun lado á Baraldi y á mí, ¡ya veis qué sociedad!Por que permitidme que os diga que mi maridoes un hombre de bien, eso sí, pero tan fastidio-so... no me lo negareis; al fin, marido. Pareceque es una de las bases de la institución del ma-trimonio, que todos los maridos sean fastidiosos.Vamos, no mováis la cabeza. Vos, Sr. Ansel-mo, no sois voto en esta materia. ¡Si f̂ueseismujer, y casada, siquiera por una semana, yaveríais! Los maridos suelen, fuera de casa, seramables; pero así que entran en ella, se con-vierten en descorteses y gruñones. Nada les contenta, en cualquier cosa hallan motivo paraochar un sermón más largo que el año del ham-bre. Péganse á las faldas) cuando una quisieraque se fuesen cien leguas, y en cambio, se mar-chan así que se les necesita para algo. Luego,si nos acompañan á paseo ó al teatro, van con

un hocico de dos palmos, mientras están á solascon nosotras, y no empiezan á dulcificar elgesto, hasta que ven á la mujer de otro. Asísucede que nosotras las mujeres no3 encontra-mos por fin y postre más á nuestro gusto cuan-do se forma una partida de dos mujeres y dosmaridos, porque á lo menos entonces se estable-ce un cambio de parejas lo cual por lo menosofrece álgtm atractivo. Pues, Jy si al marido nole gustan otras tertulias que aquellas en las queno hay más mujer que la suya y hombres á élparecidos? El señor marido es el que entoncescorta las conversaciones, parece que de propósi-to se esmera en traer á cuento los temas másescabrosos y más inconvenientes, y si de ellos,resulta algo que no se puede decir en voz alta,ya está acercándose á la oreja del vecino paradecirle cualquier insulsez seguida de un golpe derisa comprimimido, que parece el estornudo deun gato.

—Querida Dorotea, con todo vuestro talento,¿me permitía deciros una cosa?

—Diga, pues.—Pues iba á decir, que siguiendo ese camino

no voy á llegar á saber lo que deseáis que sepa:os salte de la cuestión.

—Nada de eso. ¿Pues cómo he de contarlo?Pero en fin; vamos al caso. Os he descrito lasituación tal como estaba la primera vez que viá Baraldi, pues era indispensable hacerlo así yya podréis figuraros ai él por su parte estaríaaburrido.

El literatillo habíale confinado en un rincón,y allí, Con prétesto de que Baraldi es aficionadoá la poesía, le declamaba á media voz algunosversos de su cosecha. Por fin, cuando se violibre de aquel posma, el joven oficial se acercóá mí y entabló conversación, pintándome convivos colores la violenta situación en que hastaaquel momento habia estado, pues según meTefirió, el aprendiz de poeta le apretaba fuerte-mente con índice y pulgar una rodilla, y ácausa sin duda del entusiasmo con qu© recita-ba ó por- no alzar demasiado la voz, le aproxi-maba el rostro de tal modo que le hacia perci-bir con esceso su aliento y algo más. Algo así,según me contaba Baraldi, cual si hubiese es-tado cerca de una cascada envuelto por esaespecie de polvo de agua que cala la ropa y loshuesos... En fin, que nos reimos un poco delliterato y otro poco del resto de la reunión..;

Ni* 231 J. MARÍN BALDOS. —EL CONDENADO MAYOR. ÍÍ9

De buena gana hubiéramos formado tertuliaaparte, pero quién ao atrevía á ello delante deaquellas momias!

Mi marido, por otro lado, no dejaba de mi-rarme haciéndome señas con los ojos .. ¡Es lomás receloso! ¿Si querría que me pusiese á darleá él conversación? Al otro día dejó Baraldi encasa su tarjeta: Luis Baraldi, subteniente de in-genieros, y en un ángulo una corona de conde.Esto último es cosa que no me llama la aten-ción, porque ahora parece qite tiene coronatodo el mundo.

Yo creo que las tienen estampadas previa-mente en la cartulina. En la misma semanael cumplido oficial vino personalmente á visitar-me. Era su deber. Además, que no me encontrósola, porque conmigo estaba la de Einucci, esaque tiene un ojo de cristal y las caderas decautchuc que, según según cuentan, perdió unaun dia en la calle. Pero la de Einucci es unamala lengua que en seguida comenzó á murmu-rar por ahí, diciendo que yo había dado cita alteniente para el paseo de Cascine. Se necesitaser todo lo fea que es ella para inventar seme-jantes majaderías. Es verdad que le dije á Ba-raldi que cuando estoy en Florencia voy al paseode Cascino todos los dias á las cuatro... De algose ha de hablar. Pero, ¿tengo yo la culpa dequelas cuatro sea la hora en la que á él le convengapasearse? Yo iba en coche, él á pié. Los coches,como es costumbre, se paran en la plazoleta, ylos paseantes se asoman á las portezuelas á salu-dar á sus conocidos. Un sólo dia, y eso por hacerejercicio, me bajó un momento y di un vuelta...

-—[Con el teniente?

—Sí, con el teniente, y por cierto que mequedó escandalizada de ver á la marquesa delPozo entregada á un éxtasis de amor, paseandode aquí para allá del brazo de cierto caballero, áquien le hubiera estado mejor permanecer enRoma, donde por causa de estas y otras seme-jantes distracciones de los señores diputados,nunca hay en la Cámara número bastantePero en negocios ágenos no me meto. Creo quepaseé diez minutos. ¡Vaya que la cosa raya casien lo ridículo! Prohibirla á una ir á paseo á losCascine á las cuatro, y luego viaje á Bolonia ápasar unas cuantas semanas con la familia. Ycon este motivo, otro casus belli, porque Baraldiha venido también á Bolonia. [Qué tengo yoque ver con ésto] jSoy acaso su coronel? ¿Las

gentea no tienen derecho de viajar por ferro-carril cuando lea plazca? Paos también mi sue-gra, que me echa por escrito sus sermones, pu-diera acordarse algo más de lo que ella ha hechoen otros tiempos, y tener en cueata lo que sedice sobre sus debilidades juveniles, porquetambién ha sido joven, aun cuando nadielo diria hoy al verla.

Al llegar aquí, el reloj del saloncito comenzóá sonar la hora. ; •

—¿íáon las tres ya?—preguntó Dorotea.—No, las cuatro.—¡Las cuatro! Válgame Dios, no puedo de-

ten erme un minuto más.. • Pedí el coche para lastres y media. , ,

—Pero, Dorptea, ahora me toca á mi ha-blar...

—Otro dia; hoy imposible. Ya os he contadotodo lo que hay.

—Debo haceros observar, hija mi a, que loqueprincipalmente habéis confesado son los pecadosde los otros.„ En cuanto á los vuestros...

—Los mios son tan leves, que merecen unaabsoluta y plena absolución. No dudo de quepersuadiréis á mis papas...

— Un momento.—No hay momento qae valga. Vaya, gracias

señor Anselmo, hasta otra vista.Y Dorotea se escurrió como una anguila, de-

jando al confesor con un palmo de narices.

EN RICO DE CASTELNUOVO.

(Traducción del italiano, por G. Cerraj«rla,)

EL CONDENADO MAYOR, *

(Conclusión.)

SECUNDA ESTANCIA.

Ofendido en su amor propioMefistófeles, cual rayoque atraviesa los metalessin romperlos ni mancharlos,á Jhon Brunthon tras de silos muros atravesandocon velocidad iguallleva asido dé su rabo.Y porque su prgullo' necio

* Véase el número 230, página 89.

120 REVISTA EUROPEA..—28 DE JULIO DE 4878 .

de doctor á pleno claustrose rebaje un poco, y sepaque hay en el infierno algoque no es magia de comedia,el cordón puesto en laa manosde Mister, hínchalo y crece,crece más, y crece tanto,que es ya tronco de palmeray más rígido que el mármol,hinchándose de maneraque no puede ya abrazarlo.Luego afina y adelgaza,y tanto adelgaza y tonto,que es más fino que un cabelloy se pierde entre las manosdel Doctor, aunque lo sienteya como la nieve helado,ya caliente como un ascua,ya punzante como un dardo.—¡Seor demonio! al fin exclama:les que usted se está burlandoy conmigo se diviertecon tal variación de rabo?Pues no me acomodo á bromasy...

—Bueno, amigo, no riñamos;pero estas variacionesen el mundo porque andamos,sepa que son de costumbrey no puedo remediarlo.Cuando vuelva usté á su tierray se monte en burro ó macho,ya verá cómo no cambiael cuadrúpedo de rabo.

Se acabó la travesía,el cordón tomó su diámetronatural, y al gran salónde los jueces penetraron.Techo, suelo, muros, muebles,que sillones son y bancos,todo ello oistá cubiertode negro crespón ó paño.Y amarrados por dogalesen su poltrona sentados,están jueces y fiscales,presidentes de los altostribunales y demásde la toga pajarracos.Silencio profundo reina,y solo de vez en cuandoun gemido lastimero,un suspiro prolongadosale de algunos sillones,respondiéndole en el acto

estridente carcajadaque resuena en los espacios .—¿Qué martirio sufren estos1!—¡Ay doctor! Estos bellacosque allá entre nosotros fueronlos jueces y magistrados,al bajar aquí recibensentimiento puro y santode lo bueno y de lo justoque en su vida atrepellaron.Ya no ven sus ojos másque alguaciles y escribanos,verdugos, procuradores,protocolos y legajos,cárceles y calabozos,cadenas y presidiarios,y huérfanos y viudasde sus bienes despojadospor la maldad que estos perroscometieron sin reparo.Sus víctimas son las queresponden con su sarcasmoy su risa, á los doloresque sufren estos malvados.En esa segunda filaalbaceas, testamentarios,y tutores y curialesproducen martirio análogo.

—Está bieu que esta canallacon su conciencia luchando,las entrañas corroidasse retuerzan sin descanso;pero yo de estos castigosestoy libre, señor Diablo,y aunque bueno es verlo todoalijeremos el paso,y á ver otra sala prontoque esto ya se hace pesado.

Mefistófeles, afable,y con su deber cumpliendo,recorrió varias estanciassin perder en ellas tiempo.Pasaron sin detención,y de largo recorrieronla mansión de los alcaldes,empleados del Gobierno,diputados provinciales,contadores, tesoreros,y otros muchos patriotasque á su patria no sirvieron,

N,# 231 J, MARÍN BALDOS,—EL CONDENADO MAYOR. lál

y torio 8U patriotismoconsistió en aer patrioteros.Al final de estos salonesuno había más pequeño,donde estaban los ministros,diputados, consejaros,y otros altos personajes;senadores y banqueros,obispos y cardenalesy monarcas tiranueloshabia, cuya maldadhizo más daño á su puebloque la grandeza cruelde Nerones altaneros.Pasaron sin detenerse,y de tal modo corrieron,que ya Miater muy cansadoreposar quiso un momento,como yo también lo estoyde tan largo sonsoneoy dijo á su cicerone:—Buen amigo, ¡,no podremosen algún cafó ó taberna,que de aquí no se halle lejos,descansar y echar un tragode cerveza?—¡Yo lo creo!...Aquí cérea, señor Brunthon,hay un casino modelodonde se come, se fuma,se juega que es un portentoy se pasa alegre el rato.—Vamos allá y echaremosun parulí si usté quiere...—No lo acostumbro. No juego.Y así hablando, se encontraronya la escalera subiendoque al salon-café conducey en el que toman asiento.—¡Mozo! gritó Mefistofel,y al punto vino un diablejoespecie de orangutáncon cabeza de mochuelo.—¿Qué se ofrece á los señores?—dijo.—Mi pipa y refresco,le contestó Mefistofel.Pronto píllete; ¡ligero!—Para mí un vaso de Porter.—Está bien, señor; y fuegopor los ojos arrojandose va y vuelve en el momento,presentando su servicioá la usanza del infierno.Mefisto de Un sorbo tragasu vitriolo, y prende fuegocon la punta de su rabo,que ardía como un mechero,

su pipa, llena de azufrey de paz, goüdrom ó ungüento.Brunthon, al oler su copa,hizo tan horrible gestode aspirar tales vapores,que renuncia su refresco,sacando de la petacaun cigarrillo estanquero.Y Mefisto, que lo nota,coje la copa ligero,y el licor que conteniase tragó,—Mister,—diciendo:—Usted esta limonadahalla fuerte á lo que veo.¡Lo que puede la costumbre!...Y si yo ese cigarrejoque usted chupa, me fumara,reventaba sin ¡remedio.Deberá ser desestancosegún arde. ¡Qué veneno!Y hablando de todo Un poco,dígame al fin, caballero:¡,quó le parece lo visto?jFirmará usted y tendremosel gusto de que más tardevenga y sea de los nuestros?—Si no hay más que ver, acasoel contrato firmaremos:que cansado estoy de serpobre sabio, pobre viejo,sin haber gozado nuncadichas, que unos ojos negros,y unas trenzas de azabache,talle gentil, pié ligero,No há mucho en la porteríacon su amor me prometieron.—Todavía que ver quedanalgunos departamentos...—¿Y en cuál se hallan los artistas1}Los poetas, los maestrosen colores y cinceles;Ribera, el Españólete,Miguel Ángel, Rafael,Dante, Petrarca y Hornero,¿Dónde están? ¿DóndeBellini con sus demás oompaSerosJLope, Calderón, Shakespeare,Herrera y Jácome-Trezo,¿Dónde amigo mío están?¡Vamos pronto; quiero verlos!...—Mefisto de pió, asombradode oír al inglés viajerotal diversidad de nombresque desconocía,—¡Cuerno!dijo, que yo no conozcoá los tales caballeros,

BEVÍSTA EUBOPEA.—28 DE JULIO DE 1878. Ni0.231

ni de tales profesioneshay un alma en los infiornoá.Deben ir por otro lado;tal vez irán á San Pedropidiendo hospitalidady estén con el Padre Eterno.Por acá tan sólo bajan !

una especie de copleros,ó de autores, que cultivanese mal llamado génerobufo, que tales bufidosbufonea en Eecoletos.Escritores de zarzuelasanimadas de jaleodonde por falta de telasalen mujeres en cueros.

BL CONDENADO MAYOR.

Seguro ya Mefistóf elesde que suyo Mister fuera,pues que tan picado estabade amor á la. malagueña,que el infierno para élera infierno de comedia,nada temió confiarlelo que allí más se reserva,que es un caso cuya historiaes una historia secreta,y el secreto á Satanáspor decoro le interesa.Y olvidando que su amole encargó mucha prudenciacon el Doctor, imprudente,charlatán, así comienza.

—Mister: haee un año, vino,de no me acuerdo qué tierras,un señor muy parecido 'á usted: un doctor en ciencias.Vino aquel pobre malditocon un cargamento que err»de miles de toneladasy de especies muy diversas.Al presentarse al registro,según es costambr© añejade la casa, este señors e vio que venia sin eódiulade vecindad, sin biltetede pasaje, ai siquierasu nombre en el rool inscrito.¡ Cosa extraña! cosa nueva(que jamás hafeia ocurridoni es posible que suceda,

teniendo más policíay mejor efue en Inglaterra!)Como era natural,dimos al instante cuentade lo ocurrido al alcalde,que lo oyó con estrañeza,y hasta el mismo Satanásllegó á saber la ocurrencia.¿Qué hacer de aquel condenadosin saber quién lo condena?¿Qué suplicio se le aplica!..Y empezamos nuestras pruebas.Lo primero que "se ocurrefue llevarlo á las calderasde Perico. ¿Quién no debepurgar su tributo en ellas1?Este hombre, como todos,tuvimos por cosa ciertaque alguna vez andaríatras la rubia ó la morena.Y quitándole calzones,y levitón y chistera,ropa de sabio mugrientoque fue alguna vez moderna,lo dejamos en camisa(que también estaba vieja),zampándolo de repentedonde más ardia la leña.Pues amigo mió, ¡nada!como si tal cosa viera,se durmió tranquilamentereclinando su cabezaen el borde del crisolcomo si una almohada fuera.Fenómeno semejante,nos produjo la sorpresaque usted puede imaginar.Y acordóse echarlo fuera,diciendo:—Este condenadono faltó á la base sextadel Código de Moisés.Probemos de otra manera.—Se le llevó luego á unaoscura mansión, desierta,donde el frió es más intensoque en los polo* de la tierra,y por pavimento tienepunzantes, agudas saetas,dejándole allí descalzo.Y... ¡nada! ¡no dio una muestrade dolor aquel maldito,probando así que no erabailarín del Teatro Realó licenciado ea pirueta.Se le llevó á todas parte»y se hicieron con él pruebas

N.' 231 J. MARÍN BALDOS.•"-'Eli CONDENADO MAYOR.

de tormentos diferentesque atifrió con gran pacienci»sin quejarse, y despreciandotodas nuestras herramientas.—Y entonces, ¿qué se hizo de él?—Entonce3, coa gran vergüenzay descrédito de casa,confesamos la impotenciadel infierno y sus tormentoscontra semejante fiera.Hubo consejo diabólicoy sesión en la academia,y congreso de demonios.los más sabios en las ciencias,ofreciéndose gran premioal que invente cosa nuevaque atormente á ese canallamáa inerme que una peíía.Todoa su proyecto hicieroncon cilindros y con ruedascombinadas de mil modos,y da todo se hizo prueba;pero en vano, amigo mió...Nada!... ¡nada hubo que dieraresultados ventajosos,y aquel hombre, ¡qué imprudencia!se burlaba del infierno,de Satanás, de su fuerza...Por fin, se pensó en echarlopor la escalera secreta,y una noche, bien me acuerdo,noche de sábado era.Yo debia conducirlohasta dejarle en la puertade la calle, y despedirlohaciendo tres reverencias,pidiéndole su perdousi sufrió alguna molestia;cuando antes de saliral zaguán, ¡atrás babieca!¡Atrás! una voz me gritasonando una pandereta.—Sois unos pobres demonios,continuó la voz, que vuelvaeste simple condenadoá ver si una pobre viejatrae el zapato á su medida,y á todo el infierno os prueba,que sois unos rutinarios.Dijo, y á caballo entrasobre el palo de una escobaque nos barrió la cabeza.Enterado Satanásal punto acudió, y con ellaen secreto habló al oidocontestándolo á su oreja.

Ellos sabrán lo que fuesu conversación secreta,pero nuestro superior,tomando las manos secasde aquella maldita brujaentre las dos suyas negras,y encorbaado el espinazocon respeto se las besa,—Gracias, señora, le.diea,muchas gracias, sois la reinadel saber y del ingenio.Vengaremos bien la afrentaque humillaba á los infiernos.Venid, hagamos la prueba.Sonó Satanás furiosoel cencerro, y la catervade dos mil quinientos diablosacudió al punto, ligeracomo el rayo que las nubes»abandona por la tierra.—¡Canalla ignorante!—dijo:sois demonios sin vergüenza.¡Gentuza ruin y baja;inclinaos en la presenciade esta sapiente señora!\HomnesJlectavitwr genual¡Pronto, pronto, los canterosy alarifes, la herramientasin descanso tomen todospara una estancia nuevaconstruir en dos minuto»con lujo y magnificencia.Tapiceros y ebanistasla decoran con presteza,y alfombras de Gobelins,y cristales de Venecia,lámparas de oro, divanesforrados de rica sedaen este salón grandiosose coloque todo, y seadel gusto mejor; que hayatambién una bibliotecade palo santo... no, no,que este palo aquí no entra;de palo rosa, marfil,de oro, de nácar y perlas,con mil, ó dos mil, ó máslibros clásicos de ciencias,de filosofía alemanaque ni yo mismo la entienda;de física y matemáticas,de astronomía, de letras.Además, poned al «entrouna bien provista mesade jamón, pavo trufado,galantinas y conservas

124 REVISTA EUROPEA.-^28 DE JULIO DE 1878. N/ 234

de viandas y pescados,dulces, cigarros, botellas,y de todo lo mejorque Lardy en su casa venda.Pasto los libros del alma,que también el cuerpo tengadonde pacer, y que todoeoFresponda á la grandezadel Condenado mayor,cuya la estancia será esta.Hízose cuanto ordenabade Satanás la receta,y encerramos allí al sabiocomo lo ordenó la vieja.—¡Solo con libros, silencio,y una bien provista mesa!!..Pues amigo, rae convienecondenarme así...—¡ Paciencia!Poco á poco, seor Doctor,que lo bueno ahora comienza.No está solo coa sus libros;hay con el otro, un babiecaseñorito, figuríncomo aquellos que paseanen Madrid por Recoletos,el Casino y la Carrera.Es un elegante, un pollocon su» dos delgadas piernasmetidas en dos costales,un levitin ó chaqueta,un pequeño sombreretey una corbatilla suelta.Gran descote y gran descoco.Saltarín su junco juega,y quiere sobre el tapizpatinar, y se contemplade contino á un espejilloque en su bolsillo conserva,Dicese que es un flamenco,barbiancillo de la Peña,que en todas las becerradasandaba entre las barreras'aconsejando á los diestroscomo docto en la materia.Por fin, es un mequetrefe,como diria mi abuela,presumido, y seductorde casadas y solteras.—Vamos allá pronto, amigo;quiero ver la sala nueva,que presumo ya el martirioque ese pobre sufre en ella.—Vamos allá, no está lejos;pronto vais, señor, averia.Ambos salieron, pagandoMefistófeles la cuenta,

que tampoco allí se cobraá la gente forastera.Y por un pasillo largocaminando, pronto lleganá encontrarse en la antesaladonde encima de la puerta,con caracteres de fuego,se leia esta leyenda:"El Condenado mayor"y la más terrible pena,"invención privilegiada"que sólo una bruja inventa."Rico portier encarnadoalzando Mefisto, entranal salón, en invisibleconvertida la parejay Mister quedó asombrado.¡Qué de lujo y qué grandeza!Un señor muy demacrado,de unos cuarenta á cincuenta,vestido con rica bata,gorro bordado y chinelas.Traje cómodo caseroque ni oprime ni molesta,paseaba dando gritos,se arrojaba á una banqueta,corría desesperado,se tapaba las orejas,y rendido á su pesardejaba caer sin fuerzastodo su cuerpo abatidoy falto de resistencia.A su lado siempre andabael del levitin-chaquetasin dejarlo respirar,y contándole historietasde sus triunfos en la corte,y en casa de la Duquesadonde va la Marquesita;y en los bufos, la zarzuelay los bailes del Keal,cuando la máscara aquellalo perseguía de muertey el marido estaba cerca,sin saber ni entender nadacomo buen marido, bestia.Contábale cómo y cuándohizo furor en la fiestaque se dio cuando casaronel conde y la baronesa.y él bailó aquellos lanceroscon un ángel de pareja.Y así al sabio condenadoel pollo gracioso cuentaen secreto las conquistasde mil rubias y morenas,

N.°231 MISCELÁNEA.

de casadasly viudas,que no gasta de solteras.—¡A.y de mí! ¡lio puedo más!¡Ay de mí!—con ansia extremarepetía muchas vecesaquel víctima sin fuerzas.Brunthon, al oir su voz,preconoció y quisieraestrecharle entre sus brazos;pero Mefis que lo observa,se lo impide con su raboy de allí al punto se alejatemiendo que Mister Jhonuna imprudencia cometa.Y no en balde lo temía,porque al ver lo que allí vieraespantadojdel abismoexclamó:—¡Señor, clemencia!¡Libradme, Jesús, Dios mió,libradme de tales penas!¡Un sabio y un necio juntosPer in •seculorum secv,la\...¡Qu"5 horror, qué suplicio este!...¡Qué horrible castigo fuera!Al nombro da Jesús, todo,todo el infierno retiembla,y el Doctor solo en su euartose halló, enfrente de su mesasentado como lo estabacuando Belcebúflo viera.Tenia su libro abiertoy leyó en el tal sentencia:Gloria alcanzarán los sabios,el necio ignominia sea. (1)

J. MARI» BALDOS.

MISQ N E A •

LA MANUFACTURA DE PEINES.

El uso más importante que se hace del cuernoes para la manufactura de peines; esta sustanciagrosera y poco atractiva se hiende y calienta, sepliega y acepilla, se tritura y pule, se comprime,graba y ornamenta, hasta que por fin se presentaen la sociedad bajo las más hermosas formas: ele.gante en sus proporciones, con un magnífico pu-

(1) Gloriain sapientes pos»i debiirvt;vSt'iHorum exaltaoio, lgaomiaia.

Prov. C. III. v. 35.

límente exterior, una hermosa hilera, dé "dientes,un gracioso arqueo y una elasticidad apropiada.

El carácter laminar del cuerno se opone en granparte al uso de aparatos mecánicos: las dificulta-des que presenta y que hasta ahora no se han po-dido vencer, son el curso errático y variado de susfibras y la elevación 6 levantamiento de éstascuando se hace uso de la lima, el serrucho, el ce-pillo ú otro instrumento cortante: de aquí la neee -sidad de estar siempre separando las astillas ypolvo que se presentan, y el medirlo y pulirlocontinuamente. Se tiene que medir, porque el pe-dazo de cuerno de que se hace uso para empezar laobra, tiene un espesor mucho mayor que el que hade tener el peine; lo que es indispensable para éldesperdicio. Obra de las dificultades es el uso in-cesante del fuego en todos sus procedimientos:estas y otras causas son las que han contribuido áque no se haya aplicado la mecánica á esta indus-tria para obtener una producción rápida y com-pleta.

Entremos en la casa de la prensa; á derechaé izquierda yacen montones de cuernos, despunta-dos ó hendidos á lo largo y el olor amoniacal delcuerno quemado afecta los ojos, el paladar y elolfato. A un lado de este colgadizo ó casa exte-rior, hay una fragua, y cerca de ella y enfrente ungran martillo ó Una especie de yunque movibleque corre entre dos gulas de hierro paralelas, yque se eleva por medio de una polea (lo que pode-mos llamar Un martinete.)

El procedimiento es el siguiente: el trabajadorque está frente á la fragua toma uno de los cuer-nos despuntados (después que el calor lo ha re-blandecido) y con un cuchillo ordinario y fuertelo divide á lo largo en la dirección de sus fibras:los püdazos se calientan otra vez (en agua calientey al fuego), se abren lo más que se pueden y secolocan entre planchas de hierro frió compri-miéndolas lo más que se pueda por medio delmartillo antes mencionado; unas pocas cuñas dehierro y un espacio oblongo escavado en el sueloy forrado de hierro donde se colocan las planchasy el cuerno; este plan se adopta cuando los efectosno han de colorearse: en el caso contrario, ó cuan-do ha de imitarse el carey, el cuerno calentadorasgado y abierto se Coloca entre planchas de aceroca'ientss y se comprime mucho más hasta reducirel espesor de las láminas de cuerno y destruir elgrano del material; después, con el auxilio de otrasoperaciones, se le dá el color que se quiere.

La caga de la máquina puede llamarse el labo-ratorio de los trabajos para el peine. Fuegos res-plandecientes, tornos, polvo sofocante y toda clasede olores nauseabundos le saludan á uno al en-trar: en este lugar ae vá al uucrno bajo todas las

126 REVISTA EUROPEA.^-28: DE JULIO DE 1878. NA 231

formas y procedimientos á que se somate, ya re -cibiendo su dirección, ya su torneo, su pulimen-to, etc.

El aparato para cortar es una simple máquinade copiar: se coloca, la plancha de cuerno sobre elbanco que está debajo, se pone sobre ella un cor-tador de la forma, tamaño y clase de peine que fíedesee, se haee girar la prensa y la pieza quedaacuñad;» inmediatamente; muchas de estas, porconsiguiente, pueden cortarse por un mismo cufioy an una sola operación: se suceden otros proce-dimientos de enderezar y prensar de nueyo, y(jueda liato para hacer los dientes. Esta opera-ción depende de la clase^de producto que se estémanipulando.

Para las peinetas de señoras es |neeesario haeeruso de la máquina de partir: esta es un aparatopequeño y curioso que corta los dientas a medidaque pasa la plancha de cuernos á través, y que sehace funcionar por medio de una manigueta eolo-cada en su parte superior, como las máquinas decopiar: cada movimiento hacia adelante ó háeiaatrás del manubrio, presenta un oortador de dien-tes, y por medio de una rueda dentada este .cam-bia ó salta sobre la parte ó cama donde se asientala plancha, la distancia que hay entre uno y otrodiente hasta el final de la operación; se puedenemplear muchos cortadores en una sola máquina.

El último diente de cada extremo del peine óp eines se separa con la mano y se obtienen dospeines perfectos, ajustándose perfectamente losdientas acabados de cortar unos con otros, y sepa-rándose como los dedos de las mano* cuando secolocan unos dentro de los otros. Los dientes delos peines para caballos y otros más finos para eltocador, se cortan por medio de Ja sierra circular.

Figuraos una ó más sierras circulares de dien-tes muy finos, fijas en una barra de hierro que gi-ra con grap rapidez á manera de un torno, con unaparato en frente para sujetar la plancha ó plan-chas de cuerno, pues se pueden trabajar muchas ála vez, y un lote de ellas opuesto á cada una de lassierras: el aparato que las sujeta está sentado detal manera que puede aproximarse ó separarse delfilo de las sierras según se desee y con una mociónlateral que le comunica una rueda de trinquete.

Tomad, por ejemplo, un peine de tocador, colo-cado en esa rueda, que producirá el número, an-cho ó tamaño de los dientes que se necesiten, puesestas ruedas están numeradas á razón de tantosdientes por pulgada, y están hechas para adaptarseá los diferentes tamaños y formas de los artículos;haced girar el manubrio, comprimid las piezas decuerno contra la sierra giratoria, y, regulando lapresión por el mecanismo, quedarán cortadoscomo se q uiera en cuanto á la profundidad, tama-

ño, etc. Cada movimiento del aparato hacia atrás,separándose de la sierra, le hace andar de ladojustamente la distancia necesaria para determinarel ancho que han de tener, y esta acción conti-nuada dá por resultado dientes perfectos.

Cuando el lomo ó parle superior del peine esmitad derecho y mitad encorvado ó tiene otracualquiera forma que no sea la rectilínea, en quees necesario variarla profundidad de los dientes,la presión del aparato que sujeta al cuerno contrala sierra debe aumentarse ó disminuirse, y de estamanera el corte será más ó menos profundo; estose consigue agregando al aparato un auxiliar ensu movimiento lateral y en su proximidad al filode la sierra circular en la forma de un brazo sa-liente que se hace subir ó bajar al pasar sobre unzoquete concorvado de la forma del peine que seestá haciendo.

El trabajo de ornamentar las peinetas se haceamano, marcándose los moldes sobre los efectos,y cortándolos con una sierra muy fina, siendo ne-cesaria una mano firme y una buena vista: lasmuescas y cortes dentados se obtienen haciendogirar ruedas de filo, acanaladas, en forma de sier-ras horizontales, contra las 'cuales se aplican ycomprimen las piezas hasta obtener la profundi-dad que se requiere, de la misma manera que proceden los cortadores de cristal con sus productos.Así también se acanalan, arquean y adornan endistintas formas, prestándose admirablemente elcuerno plástico y caliente á toda clase de trabajos.Parecen interminables los procedimientos de ras-par, acepillar, suavizar y pulir, y en el caso quetengan que hacerse efectos coloreados se introdu-cen en una disolución da agua fuerte y se marcanen diversos puntos con una clase de pintura rojaque sufre una reacción química y después de lava-da deja esas manchas que imitan la concha delcarey.

En el próximo mes de Setiembre empezará ápublicarse en Madrid una importante revista se-manal con el título de Crónica de la Música, cuyoprospecto publicamos en la cubierta de este nú-mero y sobre el cual llamamos la atención denuestros lectores.

El Ateneo de Almería, ha publicado el progra-ma del certamen literario y científico que dichasociedad ha de celebrar el 1.° de Enero de 1879,bajo las condiciones siguientes:

Todos los trabajos que se presenten han de seroriginales é inéditos, y se remitirán hasta el 31 d6

231 MISCELÁNEA. TEATROS .

Octubre del corriente año á la Secretaría delAteneo.

Loa premios que se adjudicarán, consisten:1° Una flor natural al autor de la mejor poe-

sía lírica amatoria2.° Una pluma de plata al que lo sea de la me-

jor poeaía lírica patriótica.3.° Una rosa de plata y oro al de la mejor poe-

sía lírica con libertad de asunto.4." Un ejemplar del Quijote da Cervantes, al

mejor trabajo sobra al tema: Estudio crítico aer-ea de las tendencias de la novela moderna, su importaneia literaria y su influencia en la educaciónde los pueblos.

5.° Una escribanía de plata, al mejor Estudiohistórieo-crítico sobre el origen y antigua gran-deza de Almería.

6.° Un premio de 3.000 reales á la mejor Me-moria sobre el Estado actual de la agricultura, in-dustria y comercio en la provincia de Almería, ymedios más apropósifco para fomentar su desarrollo.

7.° Una escribanía de plata, al mejor trabajosobre el teína: Influencia de las costumbres y dela organización política de un pueblo en la crimi-nalidad: Medios de corregirla.

8.° Un premio de 1.500 reales, al mejor estu-dio sobre el tema siguiente: Exposición y exa-men de la doctrina transíormista, su3 antecedien-tes y consecuencias.

Cada premio tendrá su correspondiente accésit.

TEATEOS.

La compañía italiana que dirige el Sr. Lupi, yque está actuando en el teatro de la Alhambra, escada dia más aplaudida por el distinguido públicoque diariamente acude á este lindo teatro.

Últimamente ha puesto en escena las óperascómicas Gallo é gallina y Qíroñé-Giroftá, Un bailoinmaschera y Mad. VArchiduca, obteniendo entodas ellas un éxito muy satisfactorio, y un verda-dero triunfo las Sras. Friggeri >, Soave, G-eminianiy Sandon', los Sres. Ficarra y Ciceri y los demásartistas que toman parte en la ejecución.

En el teatro del Príncipe Alfonso no ha sidomuy afortunada la compañía Arderius con las dosobras estrenadas últimamente, por lo cual havuelto á poner en escena las de repertorio La Fa-vorita, Por un anu/icio j Gherizos y polacos, y la

revista El DiaMe cejudo; en las cuales obtienousiempre muchos aplausos.

El espectáculo más concurrido y que más ha11 imado la atención del público en la actual sema-na, es el popular Circo de Price; y con justicia,pues su inteligente director presenta diariamentenuevas notabilidades, entre las que figuran boyla familia Boorn, y especialmente el niño Cárterque es un verdadero prodigio en sus difíciles y ar-riesgados ejercicios sobre un caballo en pelo, por locual es todas las noches aplaudido con gran entu-siasmo por el público.

Los demás artistas son también muy aplaudidos,pero lo que sobre todo causa la admiración del pú-blico son los tres elefantes amaestrados por el cé-lebre domador Sr. Edmonds, los cuales hacen va-rios difíciles ejercicios obedeciendo á la voz deldomador. Estos elefantes trabajarán solamente endiez funciones, por lo cual recomendamos á nues-tros lectores acuden pronto á verlos y no pierdanesta ocasión de admirar talea notabilidades, puesson dignas de verlas.

El miércoles último se estrenó en el teatro delos Jardines del Buen Retiro una zarzuela bufo-mitológica titulada El destierro del amor, originaldel Sr. Liern, con música de los Sres. Espino yRubio. El libro está escrito con gracia y versifi-cado con facilidad, aplaudiendo el público mu-chos de los chistes y escenas. La música es ligeray agradable y mereció del pt\blico que se repitie-ran muchos números, especialmente del segundoactejj

Los actores que la desempeñaron cumplieronbien su cometido, y el público aplaudió á éstos yá los autores, llamados repetidamente á la escena,y de los cuales sólo se presentó e'l Sr. Espino.

Los trajes, atrezzoy decorado de esta obra, fue-ron también del agrado del pxiblieo, por todo locual creemos que ha de llamar gran concurrenciaá estos amenos y deliciosos jardines.

Los conciertos que por la Sociedad de profesoresdirigida por el maestro Vázquez se verifican losmartes y viernes, están muy concurtidos, y sonmuy aplaudidas casi toda» las piezas que ejecuta.

Según indican algunos colegas. en la próximatemporada de invierno se vá á ofrecer al públicode Madrid un espectáculo extraordinario, formadopor ana magnifica compañía da,baile de gran es-

128 REVISTA EUROPEA.. 2 8 £>E JULIO DE 1 8 7 8 . N.° 231

psctáculo,y un cuadrito cómico4írieo, que alterna-rá en sus trabajos con los del cuerpo coreográfico,y á cuyo fronte figurará el popular actor cómicoT) José García. Este espectáculo tendrá lugar enel teatro del Príncipe Alfonso, tan pronto comotermine en él la compañía del Sr. Arderiu3.

También se asegura, que un conocido empresa-rio piensa tomar el invierno próximo el Circo dePaul en arriendo, con objeto de dar funciones dezarzuelr y espectáculos en que figuren las celebri-dades europeas, gimnásticas y equilibristas, do-madores de fieras y todos los artistas de este géne-ro, cuyas habilidades ofrezcan novedad y mérito-

BIBLIOGRAFÍA.

Disertaciones y juicios literarios, porD. JuanValera; un tomo en 4.° de 379 páginas, que con-tiene: Prólogo.—Sobre el Quijote y sobre las dife-rentes maneras de comentarlo y juzgarle.—La li-bertad en el arte.—Sobre la ciencia del lenguaje.—Del influjo de la Inquisición y del fanatismo re-ligioso en la decadencia de la literatura española.—La originalidad y el plagio.—Vida del lordByron, por Emilio Castelar.—De la perversiónmoral en la España de nuestros dias.—De la filo-sofía española.—Poesías líricas de la señora doñaGertrudis Gómez de Avellaneda.—Estudios sobrela Edad Media, porD. Francisco Pí y Margall.—Obras deD. Antonio Aparisi y Guijarro.—Sobreel Amadís de Gaula.—Las cantigas del Rey Sabio.—Madrid, 1878.—Biblioteca Perojo.—Precio, 24reales.

De la virginidad física y de la quepodria llamarseanormal ó falsa. —Recopilación de eminentes au-tores antiguos y contemporáneos, por AmancioPeratoner; un temo en 4.* menor de la BibliotecaJane.—Barcelona, 1878.—Precio, 12 rs.—Há-llase de venta en la Administración de la casa edi-torial de Medina, Amnistía, 12, Madrid.

Ensayos sobre economía política, porD. BernardoEscudero, con un prólogo de D. Gumersindo doAzcárate.—Un abultado tomo en ó." mayor de 502

páginas.—Madrid, 1878.—Gaga editorial de Me-dina, en donde se halla de venta como también entodas las libreriai a! precio, 5 pesetas en toda Es-paña.

Este libro lo forman los trabajos publicados enesta REVISTA con los títulos de Teorías del valor,Concepto verdadero del valor, El valor y la riqueza,Distribución de la riqueza, Protección y libre cam-bio, y Crédito, y esta edición se ha hecho con elobjeto de que puedan adquirir fácilmente estosmagníficos estudios las muchas personas que lossolicitaban y que no esüán suscritas á la REVIST AEUROPEA..

Anuario del Observatorio de Madrid. Año XVI.1878. —Un tomo en 8.° mayor, de 500 páginas, encartonado.—Madrid. Imprenta de Miguel Ginesta.

Este Anuario, dividido en tres partes, contieneademás del calendario, importantes trabajos sobraAritmética social, Meteorología, Hipsometría, Astronomía y Geografía.

Principios de geología y paleontología, por JoséL. Landerer.—Un elegante tomo en 4." menor, de448 páginas con 190 figuras intercaladas eñ eltexto.—Barcelona 1878.—Imprenta de la libreríareligiosa.

El autor de esta obra se ha propuesto al publicaria, según indica él mismo en el prólogo, pre-sentar la doctrina geológica y paleontológica fun-damental bajo el punto de vista de los principios,procurando imprimir á las exposición y al metodo el sello de originalidad exclusivamente propio,y difiriendo de opiniones respetables admitidasen la ciencia.

La destina á poner la ciencia al alcance de todaclase de personas, y áeste objeto'presenta un some-ro resumen de Química y Astronomía, para subsa-nar en las personas que carezcan de estos conoci-mientos, la intervención tan directa que estaaciencias tienen en la Geología.

Hállase de venta en las principales librerías alprecio de 30 reales cada ejemplar.